Transfigurar la realidad. Vergara y Venegas. Afhit Hernández

July 3, 2017 | Autor: Afhit Hernández | Categoría: Literatura Comparada (Comparative Literature), Estructura De Cuentos Modernos
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Descripción

Transfigurar la realidad. Acercamiento interpretativo a "El ángel y el burócrata" de Socorro Venegas y "El reino de un día" de Félix Vergara.
La premisa específica de la antología que el lector tiene en sus manos es que los escritores a los que se refiera en ella sean oriundos del estado de Morelos. Nunca comulgué con este localismo que no me dice mucho y creo que más allá de ayudar en sentido estricto a la construcción de una idea del quehacer literario de un lugar en específico, me parece que la empaña. Sin embargo, en este breve ensayo no pretendo detenerme en detalles sobre lugares o fechas de nacimiento que, como ya dije, no representan para mí lo verdaderamente importante de un texto, sino quiero ahondar en la lectura de dos jóvenes escritores que forman parte de la actividad literaria encontrada en el Estado y llegar así a lo que Bachelard llamó la verdadera construcción del texto.
Esta tiene que ser la principal virtud de la presente antología: el hecho de intentar concentrar en un momento y espacio específico qué de bueno literariamente hay en Morelos y a partir de allí ayudar al lector a formarse un juicio propio. Esta antología también esconde otra extraordinaria bondad, el hecho de que son los escritores mismos de Morelos los que hablan de otros. Mirando con profundidad aspectos que de otro modo pasarían desapercibidos.
Los cuentos que reviso son "El ángel y el burócrata" de Socorro Venegas y "El reino de un día" de Félix Vergara. De ellos, quiero destacar el tema inevitable del cuestionamiento de la realidad, o de la construcción de una realidad propia a partir de un ambiente opresivo, aspecto mismo que comparten ambas propuestas.
El cuento de Socorro Venegas tiene un argumento lineal pero de construcción paralela. Se trata sobre el eterno tema de la felicidad; en una de las líneas paralelas, un burócrata es asignado por su jefe para hacer un eterno trabajo (100 hojas) que nadie leerá. Este informe no debía contener gerundios pues el jefe había afirmado:
"Si trae un gerundio en su informe se lo regreso, que conste ¿eh?", le dijo entre risas el licenciado. Él [el burócrata] también se había reído, aunque odiaba esa costumbre que quién sabe qué funcionario popularizó, sobre prohibir el uso de los gerundios. Es que dicen que siempre los empleamos mal, le explicó un compañero, por eso prefieren que no los usemos y de paso los jefes se dan sus aires de cultos. (Venegas, 1997)
En la otra línea paralela, Dios manda a un ángel a investigar (y hacer un reporte, por supuesto) de otra tarea eterna e inútil como la del burócrata: debe averiguar por qué los hombres son infelices. Ambos personajes, burócrata y ángel, salen a ejecutar sus respectivos trabajos y en el centro de la historia (axiológica y metafóricamente) ambos se encuentran.
El cuento de Félix Vergara también tiene un "truco" argumentativo. Un narrador extradiegético cuenta la historia de un personaje singular llamado Wenceslao (aunque el nombre no importa, dice el autor) que en plena soledad y tristeza sueña que vuela y se encuentra con una nube en forma de serpiente, que le entrega una manzana. Cuando la toma, sus caderas se ensanchan y es entonces cuando despierta; después de este revelador sueño decide que no estará nunca más solo pues enseñaría a hablar a su culo:
Cuando despertó se sintió profundamente solo, abrió una botella de ron y se introdujo al cuarto de baño. Se desnudó frente al espejo y miró durante veinte minutos sus nalgas, miró su culo y musitó: "si mi culo hablara, no me sentiría tan solo" (Vergara, 1996)
Podemos ver cómo el personaje del cuento de Vergara parte de una situación inicial que desea superar. El hombre, solo y confinado a un destino sin brillos, decide que puede validar su existencia si decide hacer de sí mismo algo extraordinario. Enseñar a nuestro propio trasero a hablar es casi como convertirnos en dos personas. Por eso, el personaje principal primero se ve en el espejo, confrontándose a sí mismo y decidiendo a partir de una reflexión ontológica desdoblarse: volverse dos en uno. El culo parlante, al que incluso se pone nombre, Manolo, y él mismo, Wenceslao.
El éxito de Wenceslao y Manolo fue de tales dimensiones que allá por los años setenta una prestigiosa empresa de televisión los contrató para un show de medianoche. El nombre del espectáculo fue muy modesto: "Manú y Wency". Las luces de la escena iluminaban el rostro sonriente de Wenceslao, quien hacía una entrada por demás triunfal con dos edecanes. Acto seguido, Wenceslao daba la espalda a la concurrencia, y Manolo entonaba fervorosamente una melodía de Jazz que la orquesta prolongaba no con menos entusiasmo que el de sus anfitriones. Así, bajo los compases de "Mack the knife", Manolo y Wenceslao abrían su espectáculo, aproximadamente de una hora.
Cada uno de los personajes sabe que su autonomía depende del otro. Manu, el trasero, sabe de su singularidad, pero hasta cierta parte del cuento, no pretende nada más sino ayudar a su creador, Wenci. Sin embargo, y con el éxito y la fama, el dueño (del latín domus, casa) del trasero no quiere ser solamente el "huésped" del cuerpo de Wenceslao, quiere a su vez ser su propio dueño aunque eso signifique la anulación del otro.
El tema del doppelganger también se encuentra presente en Venegas. La autora cuestiona las relaciones de poder en todas las escalas. El ángel y el burócrata son el mismo personaje. Ambos son enviados a empresas imposibles y ambos se encuentran en un punto del cuento, literalmente atravesándose uno al otro, y compartiéndose de sus naturalezas: el hombre adquiere un aspecto grave y angélico, dejando de lado los aspectos mundanos y terrenos (deja de lado su carpeta, que yo no le importa). Mientras que el ángel parece bajar de su angélica y divina indiferencia, entendiendo el fundamento de la tristeza del humano:
Dios, tú le diste un tiempo verbal que no viven. Ellos dicen viviendo y no es así, deseando y no es así, muriendo y no es así. Tratan de estirar las oraciones. Se les escapa algo. El gerundio les da la ilusión de extender el tiempo, de que se prolongará… siempre. Dios chistó, la palabra siempre no es palabra de un ángel. Miró la criatura alada, parecía triste. Dios, siguió el ángel, ellos viven el pasado, el presente y el futuro de otra forma. Cuando están en el presente para ellos es el futuro: ¡desean tantas cosas! ¡Nunca están en el presente! Tienen la ilusión de la inmortalidad, pero sólo nosotros entendemos ese tiempo. Aeternum. El ángel se apartó de la vista de su señor con el semblante descompuesto. Dejó a Dios meditando largamente
La presencia de Dios en ambos cuentos resulta ineludible. Por un lado, Vergara hace una sátira del reino de los cielos, transfigurándolo en el reino de un día. Dios (el creador, Wenceslao, pues, creador de Manolo) da vida a su culo, le otorga autonomía y le tiene siempre un singular amor. Por supuesto y al igual que los hombres, éste pasa de la veneración y amor absoluto a la crítica irónica y de pleno, a la arrogancia. Incluso mata simbólicamente a su creador al enmudecerlo. Es interesante ver que para Vergara callar significa morir, pues al final es autor es "medianamente feliz" es su mudez.
Antes, sin embargo, el trasero autónomo no logra definirse del todo y sufre la eterna dialéctica de la criatura y el creador. El creador le otorga independencia, libre albedrío (Hecho que se demuestra al mirar que uno, Wenci, le gustan las novelas negras y las cantinas, mientras que el otro, Manu, prefiere los poemas de Bécquer y la música clásica). En cambio en Venegas, el burócrata es el símbolo inequívoco del hombre mediocre construido por occidente (siempre va de gris) y anhela, no la felicidad, sino ascender en su puesto, ser superior a los demás y poderle decir a alguien más cuando le asigne un trabajo escrito "cuidado con los gerundios, eh". Es cuando se cruza con el ángel cuando, suponemos, ve que la verdad y la felicidad no está en lo que hasta en ese momento anhela, si no en algo más que todavía no comprende.
Los personajes de ambos cuentos se encuentras en la medianía de la felicidad. Ambos personajes ven en su entorno un ambiente gris que desean trascender con la singularización. Los mecanismos que utilizan para volverse únicos y singulares es lo que hace diferentes los cuentos pero querer descifrar de la realidad aquello que nos hace felices, los hermana. De alguna manera, esta preocupación vital nos ha acongojado siempre. ¿Qué nos hace felices? ¿Y qué debemos hacer para lograrlo? Al fin y al cabo como decía un sabio del Budismo Zen, "si comprendes, las cosas son como son; si no comprendes, las cosas son como son". Muchas gracias.

Afhit Hernández Villalba.
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