Traducción de la Introducción del libro Deonthology (Blackwell, 2003) de Darwall, S.

June 14, 2017 | Autor: G. Arriagada Bruneau | Categoría: Ethics, Ética, Deontology, Deontología
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Descripción

Darwall, S.: "Introduction" in Deontology, Blackwell, 2003.
Traducción de Gabriela Arriagada Bruneau.


























Introducción

Las teorías deontológicas pueden ser definidas por oposición al consecuencialismo en un punto fundamental. Los consecuencialistas sostienen que lo que es moralmente correcto o incorrecto de hacer depende de lo que conlleve las mejores consecuencias, donde estas últimas son evaluadas simplemente como estados del mundo, como cosas buenas o malas que ocurren. Los consecuencialistas creen que los valores morales son, en última instancia, instrumentales y que consisten en la promoción de valores que, debido a que son anteriores a la moralidad, son "no morales".
Consideremos, por ejemplo, la especie de consecuencialismo llamada "utilitarismo". Los utilitaristas creen que algo es bueno en sí mismo, independientemente de cualquier relación con la conducta o el carácter, cuando los seres sintientes experimentan placer y que algo es intrínsecamente malo cuando experimentan dolor. Se cree que valores no morales de dos tipos distintos estarían involucrados. Lo que se presenta más evidente es que, al ser el placer y el dolor en su naturaleza bueno y malo para aquellos que los experimentan, estos estados involucran, respectivamente, un bien y un mal relativos al agente. Pero lo que es más distintivo acerca del utilitarismo como un enfoque fundamental a la filosofía moral es la idea de que la experiencia de placer y dolor son algo bueno y malo que simplemente pasa desde una perspectiva un agente neutro. El estado del mundo en el cual un ser experimenta placer es, según sostiene el utilitarismo, bueno en un sentido que da a cualquier agente una razón para causar su existencia. Este patrón se repite, además, en el consecuencialismo en general. Los consecuencialistas creen que la conducta moral y el carácter son instrumentales con respecto a estados del mundo, cuyo valor neutral relativo al agente, le da a cualquier agente una razón para introducirlos.
En contra de esto, la deontología sostiene que los estándares y valores morales no pueden ser determinados, en ningún nivel de análisis, por aquello que promueva los mejores resultados o estados, evaluados en relación a un agente neutro. En efecto, los deontologistas son frecuentemente escépticos a la idea misma de una neutralidad del agente, de evaluaciones no morales de posibles resultados. Y todos los deontologistas comparten la creencia de que al menos algunos principios morales fundamentales o ideas son relativos al agente "en todos sus niveles".
Considérese el siguiente ejemplo. Supongamos que un consecuencialista sostiene que entre las cosas intrínsecamente malas que le pueden suceder a alguien está el ser traicionado por un amigo. Lo que aquí se piensa no es que traicionar a un amigo sea algo malo, o que sea una cosa mala que se puede hacer, sino que las traiciones son cosas malas que pasan. Y, una vez más, no se trata de que sea algo malo para la persona que es traicionada (relativo al agente, o en este caso relativo al paciente), sino que se trata de algo que es simplemente un mal (agente-neutro): Es malo ser traicionado. Si las traiciones son algo malo que sucede, entonces sería bueno, en igualdad de circunstancias, prevenirlas. Supongamos que hay dos personas, A y B, que están contemplando traicionar a sus amigos. Supongamos también que las circunstancias son tales que si tú traicionas a tu amigo, A y B estarían tan horrorizados que ellos no traicionarían a los suyos, aunque sí lo hubieran hecho si esto último no hubiera ocurrido. Si consideramos qué deberías hacer tú a la luz de lo que sería mejor que ocurriera, tú podrías tener una razón para traicionar a tu amigo ya que esto produciría un estado de mundo en el que se instanciaría menos el disvalor de la traición. Y, en igualdad de circunstancias, esto es precisamente lo que un consecuencialista del acto diría. En contra de esto, los deontologistas argumentan que muchos deberes morales son relativos al agente. Cómo un agente puede o debe actuar depende frecuentemente de las variadas relaciones que él o ella tiene con otros, y esto, ellos argumentan, es lo que sucede precisamente en este caso. El deber moral de no traicionar a nuestros amigos, dicen los deontologistas, es relativo al agente, irreductible a valores de un agente-neutro, incluso si asumimos que las traiciones tienen un disvalor intrínseco en ellas (en relación a un agente-neutro).
Un ejemplo de una teoría deontológica es el contractualismo, ya que sostiene que los principios morales están basados en la idea fundamental relativa al agente de vivir con otros en términos de mutuo respeto. Pero las teorías y principios deontológicos también son usualmente defendidos directamente, sin intentos de basarlos en alguna teoría o idea más básica. Históricamente, estas versiones de deontología han sido llamadas intuicionistas o especies de intuicionismo. En general, el intuicionismo es la visión de que hay una pluralidad irreductible de diferentes características del hacer-bien o mal, cuya relevancia moral no puede ser derivada de algún principio o razonamiento fundamental, sino que solamente puede ser confirmada por una reflexión moral o "intuición". Esto puede ser hecho directamente como cuando, por ejemplo, puede parecer obvio en la reflexión que el hecho de que una acción equivalga a una traición o una promesa rota debe contar en contra de ella moralmente. O puede ocurrir al pensar o analizar un caso específico, como, por ejemplo, cuando reflexionamos en el "trolley problem" planteado por Judith Thomson, puede parecer evidente que causar daño y dejar que el daño ocurra son moralmente diferentes.
Otro ejemplo, defendido por algunos deontologistas, es la "doctrina del doble efecto", según la cual hay una diferencia moral entre causar daño o mal como un efecto secundario no intencionado de una acción o norma intencionada y hacer daño o mal intencionadamente, ya sea como un fin o un medio para alcanzar un fin. De este modo, por ejemplo, aun cuando es algo terrible cuando civiles inocentes mueren durante tiempos de guerra, sí parece ser moralmente peor matar un determinado número de civiles apuntándolos directamente que matar a la misma cantidad debido a un inevitable efecto secundario al bombardear un blanco militar, incluso si en ambos casos se produce un fin idéntico, a saber, la victoria sobre un régimen agresivo y represivo. En un área en particular el principio de doble efecto ha jugado un rol importante en el debate acerca del controvertido problema del aborto. Debido a que el aborto apunta directamente a la muerte del feto, se argumenta algunas veces que este es moralmente peor que alguna otra acción que causara la muerte del feto como un efecto secundario no intencionado. Aun cuando pueda ser permisible el realizar un procedimiento médico necesario para salvar la vida de una mujer embarazada con el riesgo de matar al feto, se argumenta que abortar a un feto para salvar la vida de una mujer es moralmente incorrecto porque es una matanza intencional impermisible.
Los intuicionistas deontológicos han defendido una amplia gama de principios o doctrinas independientes acerca de las características conductuales del hacer bien o mal. Adicionalmente a la doctrina de doble efecto y la distinción entre "hacer algo y dejar que algo suceda", se ha afirmado la existencia de: deberes de beneficencia o mutua ayuda, deberes de no-maleficencia ("no hacer daño") – en conjunto con la idea de que estos últimos pesan más que los deberes de beneficencia, deberes de gratitud por la benevolencia mostrada, deberes de restitución por males o injurias hechas, deberes de fidelidad relativos a promesas y contratos, deberes de relaciones personales (incluyendo aquellas de amigos, padres, hijos, miembros de familia y cuidadores en un sentido más general), deberes profesionales, deberes debido a abandono (lo que las personas merecen), deberes de reciprocidad y juego limpio, más a fondo están los deberes de justicia, deberes para con otros animales (con el alcance de que estos no han sido incluidos hasta ahora), deberes para con nosotros mismos, y varios otros. Por supuesto, los intuicionistas no están de acuerdo en todas y cada una de las doctrinas o principios, ni siquiera en los que aquí se han mencionado. Pero ellos, no obstante, concuerdan en que una lista de principios o doctrinas independientes como la anterior es correcta y que los principios en la lista no pueden ser derivados de un principio o teor a más fundamental, como el contractualismo o, más aún, el consecuencialismo.
Los deontologistas, tanto intuicionistas como contractualistas. sostienen que el derecho es, según la frase de Rawls, "anterior al bien." Ellos creen que cualquier intento de derivar el derecho de un resultado con valor relativo al agente está destinado a fracasar, ya que la pregunta respecto a qué es lo correcto o incorrecto es una que los agentes enfrentan desde su lugar dentro del mundo, definido por un complejo conjunto de relaciones con otros, quienes realizan variadas demandas hacia ellos debido a estas diferentes relaciones. Qué estados de cosas sería bueno que existieran, considerado desde un punto de vista de un agente-neutro observador, puede, si hubieran tales valores, estar entre las consideraciones que son relevantes respecto a lo que un agente moral debería hacer. Pero los deontologistas creen que muchos de los deberes morales dependen del lugar del agente dentro de los estados que un observador puede contemplar, específicamente, en la infinidad de relaciones en las que el agente se ve involucrado (y en las que sus acciones le hacen estar) con otros agentes y pacientes, por sus propias acciones pasadas, por las historias de aquellos con los cuales interactúa, etc.
Varias de estas relaciones fueron mencionadas anteriormente de pasada, pero sería beneficioso enlistarlas más explícitamente. No podemos analizarlas todas exhaustivamente, pero, sin embargo, podemos obtener una idea de su alcance.

Deberes de beneficencia y no maleficencia
Como los consecuencialistas, muchos deontologistas creen que cómo nuestras acciones afectan el bien de otros (otras personas, al menos, y quizás algún otro ser que pueda tener un bienestar o bien) siempre tiene relevancia respecto a lo que deberíamos hacer moralmente. Pero la relevancia, repito, no está en que estos puedan ser resultados valiosos o no valiosos que podamos promover o prevenir. También importa qué relaciones precedentes tienen los involucrados (y que relaciones nuestras acciones hacen que tengamos). Hacer daño a otro (una lesión o daño causado a otro) es peor, en igualdad de circunstancias, que abstenerse de ayudar. No es solamente el causar un estado de disvalor; es hacer un daño a un ser. Hacer daño es peor, también, que el fallar al prevenirlo. Y hacer daño intencionadamente es peor que causarlo como un efecto secundario no intencionado.





Deberes de cuidado especial
Varias relaciones especiales de cuidado dan origen a obligaciones especiales de beneficencia. Los padres tienen obligación de promover el bienestar de sus hijos, deber que es superior a otros deberes de beneficencia que se tienen con otros en general. Y similarmente para los administradores y otro tipo de relaciones de preocupación más especializada, como los doctores, profesores, etc., quienes son responsables por el bienestar médico y educacional de sus pacientes y estudiantes.

Deberes de honestidad y fidelidad
Las obligaciones como no mentir o engañar intencionalmente, mantener promesas, no violar contratos y, más generalmente, no fomentar expectativas que se tiene pensado no cumplir, caben todas bajo la categoría general de mantener la lealtad y no violar la confianza. Variadas relaciones personales, como las que mantienen los amigos, parejas, esposos, pueden ser ubicadas en esta categoría también.

Deberes derivados de la conducta pasada de agentes y pacientes
Culpa del agente Cuando hacemos mal e injuriamos a otros, provocamos deberes para con ellos, de reconocer nuestra falta y ofrecer compensación.
Benevolencia del paciente Cuando otros nos ayudan, nosotros adquirimos deberes de gratitud para con ellos.
Deserción del paciente La conducta pasada de una persona puede demandar una respuesta apropiada, especialmente de aquellos que tienen responsabilidades especiales de responder apropiadamente a méritos y deserciones, como jueces de varios tipos.

Deberes de reciprocidad y juego limpio
Hay un deber de hacer nuestra parte en una cooperación mutuamente beneficiosa, especialmente cuando una acepta voluntariamente los beneficios cooperativos. Los contractualistas consideran este deber como fundamental y la fuente de todos los demás. Para los intuicionistas, es simplemente un deber independiente entre varios otros.


Otros deberes de justicia
Varios otros deberes de justicia derivan de relaciones políticas, por ejemplo, de aquella de igual ciudadanía. Aquí tenemos deberes para apoyar un orden político justo que establezca y proteja los derechos básicos y que logre una justicia distributiva. Donde las relaciones políticas actuales no estén presentes, como en un contexto internacional, la justicia puede requerir que hagamos nuestra parte para ayudar a establecer la justicia ampliamente a través de formas políticas más extensas.

Deberes para con otras especies
Aquí, nuevamente, nuestros deberes dependen de complejas relaciones. Además de deberes de beneficencia y no maleficencia, podemos adquirir obligaciones especiales con los animales debido a nuestro historial de interacciones con ellos. Incluso si otros animales no pueden participar completamente en planes cooperativos, podemos adquirir deberes para con ellos debido a las maneras en las que los hemos involucrado en nuestras vidas y nosotros en las de ellos. Las mascotas son un claro ejemplo, pero no menos importantes, puede haber casos donde las especies son moldeadas y cultivadas para fines humanos en modos en los que se les otorga necesidades especiales y vulnerabilidades.
Esta lista, repito, es difícilmente exhaustiva. Debería ser obvio, incluso en este punto, sin embargo, que las decisiones que enfrentamos, de hecho, en determinadas situaciones involucrarán inevitablemente no un solo principio o consideración de lo que es bueno o malo hacer, sino que una compleja combinación de principios o consideraciones. Puesto que la deontología intuicionista rechaza la idea de que haya un principio, idea o proceso dominante, en términos de la integración o priorización de estos principios o consideraciones, ¿cómo creen los intuicionistas que el desordenado trabajo de la reflexión moral ha de proceder al pensar en casos concretos?
W. D. Ross distingue entre las afirmaciones de que un deber dado o consideración de hacer bien o mal se sostiene prima facie, esto es, en igualdad de circunstancias, y la proposición de que, en alguna circunstancia actual alguna cosa u otra es nuestro deber moral, teniendo en cuenta toda circunstancia, o, como él lo sostiene, sans phrase. Son solo las afirmaciones del primer tipo las que Ross considera que son auto-evidentes para la intuición. Sin embargo, para hacer un juicio moral en cualquier caso real, es necesario reflexionar acerca de todas las características moralmente relevantes y, aún más, en cómo éstas interactúan. Para considerar un ejemplo familiar, supongamos que uno podría haber prometido hacer algo de importancia mundana pero que justo me encuentro en una situación en la que debo dar asistencia vital necesaria a un otro. Aquí, tanto la promesa como la necesidad tienen un peso, pero una de las dos pesa más, así que esta sobrepasa a la otra. Sería incorrecto el no proveer asistencia vital, pero la fuerza moral que posee la promesa continúa ahí, dando lugar a una obligación residual para compensar la promesa en algún modo. Pero este no es el único modo en el que las consideraciones morales pueden interactuar. Algunas veces una consideración puede vencer a otra completamente. Cuando, por ejemplo, uno está en posición de otorgar un beneficio y este está manchado por la injusticia, esto puede cancelar la razón positiva de proveer el beneficio y no simplemente pesar más que el otro.
Finalmente, desde una perspectiva intuicionista, simplemente no existe un substituto para una cuidadosa consideración de casos éticos en toda su complejidad. Analizar o "factorizar" un caso en varias características de hacer bien o mal o deberes prima facie es una parte importante del proceso. Pero incluso aquí, debido a que estos pueden interactuar en modos que los intuicionistas creen desafían la formulación general, uno podría ser incapaz de hacer algo mejor que comprender estas complejas interacciones en modos que dan un sentido reflexivo respecto a qué veredicto moral apoyarán finalmente.







Un calificativo más apropiado en este contexto sería relativo al paciente o sujeto, pero seguiré el uso filosófico más estándar, relativo al agente. Un análisis más refinado podría distinguir más adecuadamente entre un valor relativo al agente – lo que es bueno desde el punto de vista del agente- y lo que es bueno para alguien en el sentido de su bien, interés, beneficio o bienestar. En este punto, véase "Self-Interest and Self-Concern," en Ellen F. Paul, ed., Self-Interest, Cambridge: Cambridge University Press, 1997; and Social Philosophy & Policy 14 (1997): 158 – 78.
Tal expresión refiere a que esos principios o ideas son, efectivamente, relativos al agente de manera completa (all the way down) y en ningún caso parcial, es decir, que el agente tiene una relación directa con principios morales fundamentales.
Para una discusión respecto al contractarianismo, véase la introducción de Contractariansm/ Contractualism (Oxford: Blackwell, 2002).
Véase Judith Jarvis Thompson, "The Trolley Problem".
Véase Warren Quinn, "Action, Intentions, and Consequences: The Doctrine of Double Effect."
"doing and allowing".
Para más ejemplos, véase la selección en este volumen de W. D. Ross, The Right and the Good.
"prior to the good." – A Theory of Justice, pp. 30-3.
Ya que "prima facie" sugiere algo epistemológico, los filósofos en estos días optan por usar frecuentemente el término "pro tanto" ("as far as it goes"). La idea central es que una consideración de bien o mal es una consideración que hace a un acto correcto o incorrecto, en igualdad de circunstancias, tal que si esos son las únicas características moralmente relevantes, entonces la acción sería correcta o incorrecta, teniendo en cuenta toda circunstancia o "sans phrase."

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