Tiempo de venalidad. Tomás Marín de Poveda y la venta de cargos en Indias”, en Andújar Castillo, F. – Giménez Carrillo, D.M. (eds.), Riqueza, poder y nobleza: los Marín de Poveda, una historia familiar del siglo XVII vista desde España y Chile, Almería, 2011, pp. 79-92.

July 25, 2017 | Autor: F. Andújar Castillo | Categoría: History of Chile, Venality
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TIEMPO DE VENALIDAD. TOMÁS MARÍN DE POVEDA Y LA VENTA DE CARGOS EN INDIAS1 FRANCISCO ANDÚJAR CASTILLO Universidad de Almería

Del olvido y de algunos errores Hasta ahora, la historia de Tomás Marín de Poveda, quien fuera Capitán General de Chile y presidente de su Audiencia entre 1692 y 1700, se ha movido en torno a dos ejes esenciales que se interrelacionan mutuamente. En primer término, el olvido del personaje, tan sólo rescatado ahora con motivo del interés que ha suscitado su gura entre las autoridades locales de su villa natal, Lúcar, en la actual provincia de Almería, otrora lugar del Reino de Granada. Al respecto, no está de más anotar que hasta la fecha, sobre este personaje, que acabó titulando en 1702 como marqués de Cañada Hermosa de San Bartolomé, en España tan sólo se habían publicado sucintos extractos biográcos, relacionados sobre todo con su condición de noble titulado, que apenas si contenían otros registros que los de su liación personal2. Tan solo Enrique Soria Mesa y Juan Antonio Sánchez Belén se han ocupado del tema, pero no tanto de la gura de Tomás Marín como del importante clan familiar. El primero lo hizo en unas páginas publicadas en la Historia del Reino de Granada que editó la Universidad de Granada en el año 2000 y que han constituido hasta ahora elemento de referencia imprescindible sobre tan importante personaje y familia3. En ese trabajo, el principal especialista en la historia de la nobleza en la España Moderna, llamaba la atención sobre el imparable proceso de ascenso social que habían experimentado los Marín de Poveda, cuyos orígenes se hallaban en las familias de repobladores que llegaron al reino de Granada tras la 1 El presente estudio se ha realizado en el marco del Proyecto de Investigación de I+D Venalidad de cargos y honores en la España del siglo XVIII (HAR2008-03180) nanciado por el Ministerio de Ciencia e Innovación. 2 Atienza y Navajas, J. de - Barredo Valenzuela, A., Títulos nobiliarios de Almería, Madrid, 1982, pp. 19-20. 3 Soria Mesa, E., “La nueva sociedad”, en La Historia del Reino de Granada, t. II, Granada, 2000, pp. 735-737.

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expulsión de los moriscos en el año de 1570. Por su parte, Juan Antonio Sánchez Belén ha dedicado recientemente un interesante artículo al estudio de la familia Marín y la relación de varios miembros con la Capilla Real de Madrid4. La información familiar presentada por los Marín -que se guarda en el Archivo General de Palacio- para acceder a capellanes de honor del rey, constituye la base esencial de un estudio que aporta valiosos datos para reconstruir la genealogía social y profesional de varios miembros de la familia Marín de Poveda. Al problema del olvido se suma otro no menos grave para acercarse al conocimiento de Tomás Marín de Poveda. Aludo a los numerosos errores que, en torno a su persona y, sobre todo sobre su familia, se han ido repitiendo de forma sistemática como consecuencia de la carencia de investigaciones de base sobre su trayectoria vital y origen social. Se podrían enumerar diversos ejemplos que se repiten de forma sistemática al acudir siempre a las mismas fuentes, fundamentalmente a obras decimonónicas. Así por ejemplo, Fernando Silva Vargas, en un interesante y reciente artículo, en el que reconstruye toda la parentela de Tomás Marín de Poveda en Chile a lo largo del siglo XVIII, comete algunos errores, producto tal vez del olvido en que cayó este personaje desde que Barros Arana escribiera entre 1894 y 1902 su Historia General de Chile, el que hasta la fecha es el trabajo más amplio sobre su gura. Así, por ejemplo, señala que Tomás Marín de Poveda llegó a las Indias con su hermano, el doctor Bartolomé González de Poveda, presidente de la Audiencia de Charcas y después obispo de esa diócesis, cuando en realidad este último no era su hermano sino su tío5. Sin duda, confunde a Bartolomé González de Poveda, con el hermano de Tomás, Bartolomé Marín de Poveda, quien acabaría siendo capellán de honor del rey. Un segundo error, citando a otro conocido historiador chileno, José Toribio Medina6, radica en que mientras que, en efecto, a Tomás lo hace nacer en la villa almeriense de Lúcar, a su hermano Antonio, lo sitúa como nacido en “Sanlúcar de Barrameda”, confundiendo dicha ciudad, como es obvio, con la misma población natal de los Marín de Poveda7. Lo propio hace Manuel Torres Marín al estudiar la ascendencia de la familia Nordenycht -con la que entroncaron los Marín de Poveda- quien sitúa a Tomás como nacido en una ciudad denominada “San Lúcar”8.

4 Sánchez Belén, J. A., “Una saga familiar de capellanes de honor en la capilla real de palacio en el cambio de dinastía: los Marín”, en Bel Bravo, Mª A. - Fernández García, J. (coords.), Homenaje de la Univesidad a D. José Melgares Raya, Jaén, 2008, pp. 317-347. 5 Silva Vargas, F., “Los gobernadores como agentes estructuradores de la sociedad chilena en los siglos XVII y XVIII”, en Boletín de la Academia Chilena de la Historia, 116, 2007, pp. 177-218. (p. 197). 6 Medina, J. T., Biblioteca hispano-chilena, 1523-1817, Ámsterdam, 1965. 7 Silva Vargas, F., “Los gobernadores como agentes estructuradores…”, p. 198. 8 Torres Marín, M., Los de Nordenycht. Ensayo de genealogía descriptiva, Santiago, 1986.

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El mérito del dinero: el nombramiento como Capitán General de Chile ¿Qué meritos reunía Tomás Marín de Poveda para ser nombrado Capitán General de Chile? Si damos crédito a los que guran en su título de nombramiento, fechado en Madrid el 1 de julio de 1683, para ejercer ese mando político-militar, así como para presidir la audiencia de Chile, se le concedían ambos cargos por sus servicios y los de su tío, Bartolomé González Poveda, presidente de la audiencia de La Plata. Como mérito adicional en ese mismo título se anotó que era persona en la que concurría “el valor, prudencia, experiencias militares y demás partes que se requieren para servir en propiedad” los citados puestos9. En dicho título tan sólo guraba como “teniente general de la caballería”, sin mención alguna a ningún otro cargo militar y sin hacer alusión a otro nombramiento, el de consejero de Guerra, que tal vez debió conseguir años más tarde, probablemente por la vía del “servicio pecuniario”, esto es, por el pago de una determinada cantidad de dinero a cambio de ese nuevo nombramiento que “adornaba” aún más el desempeño de su función en América. El nombramiento como Capitán General de Chile se le conrió por un tiempo de ocho años y en régimen de futura, es decir, para comenzar a ejercerlo cuando terminara el mandato del último provisto, a la sazón el gobernador José Garro. El sistema de “futura”, como otros autores y nosotros mismos hemos mostrado en otros estudios, era el método de provisión de cargos que la monarquía generalizó cuando comenzó a enajenar empleos por dinero, de tal modo que se podían vender hasta dos o tres futuras de un mismo empleo, que no se ejercerían de forma efectiva hasta que no fuesen corriendo los períodos de mandato de los nombrados para ejercerlos10. Además, como casi siempre sucedía con este tipo de nombramientos, la decisión regia se produjo por decreto ejecutivo, sin que precediese consulta previa de la Cámara de Indias acerca de los méritos de quien iba a desempeñar tan importante cargo. La explicación al método de nombramiento y a prescindir de la vía consultiva de la Cámara radicaba en el mérito fundamental que había inclinado la voluntad regia para proceder a su nombramiento como Capitán General de Chile: el “mérito del dinero”. En efecto, Tomás Marín de Poveda, pagó en 1683, a través del intermediario más activo en la venta de cargos para ejercer en Indias, Diego de Villatoro11, la considerable suma de 44.000 pesos a cambio de un empleo 9

Archivo General de Indias [AGI], Indiferente General, leg. 496, lib. 50, fol. 34 r. Sobre el régimen de las futuras véase Nava Rodríguez, T. - Franco Rubio, G., “Vénalité et futuras dans l’ administration espagnole au XVIIIe siècle”, en Descimon, R. - Schaub, J.F., - Vincent, B., Les gures de l’administrateur. Institutions, reseaux, pouvoirs en Espagne, en France et au Portugal 16e-19e siècle, Paris, 1997, pp. 95-105; Andújar Castillo, F., Necesidad y venalidad. España e Indias, 1704-1711, Madrid, 2008, p. 12. 11 AGI, Contaduría, leg. 235. 10

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que le iba a llevar años después a ostentar el máximo mando de la circunscripción judicial, política y militar del reino de Chile. Semejante suma, como ha detallado recientemente Ángel Sanz Tapia, correspondía a un “donativo gracioso” -eufemismo que encubría lo que en realidad no era sino una compra del cargo- de 24.000 pesos, más otros 20.000 pesos que depositó en concepto de préstamo y que, por ende, se le debería devolver en el plazo convenido en el contrato de “benecio” o compra de dicho cargo12. Ambas sumas, pagadas en pesos de 8 reales, supusieron un desembolso total de 352.000 reales -una verdadera fortuna en la época- que fueron depositados directamente por Tomás Marín de Poveda, los 24.000 pesos del donativo en la Tesorería General del Consejo de Indias y los 20.000 del préstamo en las arcas de la “Avería” de la Casa de Contratación de Sevilla13. Para esa operación, amén de valerse del mencionado agente de negocios, Tomás Marín se desplazó personalmente a Madrid, con toda probabilidad hacia 1682, fecha en la que el mismo scal del Consejo de Indias reconocía que se hallaba en España y que, según sus informes, no había venido con esa cantidad de dinero sino que, al parecer, llevaba consigo la importante suma de 80.000 pesos, cuya mitad acabaría invirtiendo en el cargo de Capitán General de Chile14. Los datos expuestos suscitan dos interrogantes. El primer, necesariamente, en torno a los servicios militares que acreditaba en el momento de adquirir un cargo, el de Capitán General de Chile, que requería de una notable experiencia castrense, pues aún continuaba la larga guerra fronteriza de la Auracanía y se precisaba de un gobernador que tuviese, además del dinero en que se vendía el puesto, el conocimiento necesario sobre un territorio que, como la propia Cámara de Indias había señalado en febrero de 1663, estaba declarado “por guerra viva,” cual rezaba en el propio despacho del título de Tomás Marín de Poveda15. La segunda pregunta que, en cierto modo tiene relación con la anterior, se reere al origen de esa considerable fortuna que le permitió invertir en un cargo que debía esperar ocho años -hasta 1692- para desempeñarlo de forma efectiva y enjugar así con su salario el desembolso efectuado. Los escasos registros biográcos conocidos repiten de forma sistemática los mismos lugares comunes: que Tomás Marín de Poveda había pasado a América junto a su tío materno, Bartolomé González de Poveda, y que llegó a Chile en 1670 junto al gobernador Juan Enríquez procedente de Perú16. Algunos, añaden que en Chile fue subalterno del maestre de campo 12 Sanz Tapia, A., “Andaluces en cargos políticos hispanoamericanos (1674-1700)”, en Gutiérrez Escudero, A. - Laviana Cuetos, Mª L. (coords.), Estudios sobre América: siglos XVI-XX, Sevilla, 2005, pp.. 622 y 626. 13 AGI, Charcas, leg. 420, lib. 9, fols. 99 r y ss. 14 AGI, Charcas, leg. 136. 15 AGI, Indiferente General, leg. 496, lib. 50, fol. 37 r. 16 Casi todos los historiadores reproducen literalmente a Barros Arana, D., Historia General de Chile [Ed. de Barcelona, 1999], t. V.

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Jerónimo de Quiroga. Sin embargo, se pueden apuntar nuevos datos que aclaran sus años de servicios, sus ascensos y algunos destinos ocupados antes de su encumbramiento, por mor del dinero, hasta el rango de Capitán General de Chile. Según un extenso memorial impreso sin fecha, redactado por su hermano Bartolomé, que fue reproducido de forma parcial por José Toribio Medina17, Tomás Marín de Poveda sentó plaza de soldado por vez primera el 4 de noviembre de 1670 en el presidio de Chillán, ascendiendo luego a alférez, capitán de infantería, de caballos, luego Comisario General de la Caballería, Gobernador del Tercio de Arauco y Teniente General de la Caballería18. Sin precisar más fecha que el inicio de sus servicios, de lo que no tenemos duda es de que los comenzó en 1670 en Chile, lo cual contradice la versión de Barros Arana de que se inició en la carrera de las armas en Perú19. Más detallada aún es una relación de méritos fechada en octubre de 1683, realizada ante la Audiencia de La Plata, por tanto, en fecha en que la presidía su tío Bartolomé González de Poveda. De la misma hizo desaparecer su primer servicio como soldado, acreditando un ingreso en la milicia como alférez desde hacía seis años, por tanto, en torno al año 1677, nada menos que siete años después de la fecha que su hermano esgrimía como principio de sus servicios20. Dado que la compra del puesto de Capitán General de Chile la hizo en 1683, en ese momento su experiencia se limitaba a seis años en el ejército de Chile, buena parte de los cuales no habrían sido de forma efectiva en la milicia pues en ese mismo año también certicaba haber servido durante dos años el corregimiento de Chayanta -un cargo para el que fue nombrado por el virrey interino del Perú, el arzobispo Melchor Liñán Cisneros-21 y en el que además ejerció como alcalde mayor de minas de dicha provincia22. Por todos esos méritos militares, que no sobrepasaban los cuatro años -pues habría que descontar los dos que estuvo de corregidor de Chayanta-, los oidores de la audiencia de La Plata, con toda seguridad forzados por su tío, el presidente Bartolomé González 17

Medina, J. T., Biblioteca hispano-chilena, 1523-1817, Ámsterdam, 1965, pp. 335-354. Marín de Poveda, B., Señor, cumple Don Bartolomé Marín de Poveda el precepto, que se le ha impuesto de orden de V. Majestad y con profunda reverencia se pone a sus Reales pies, por la benignidad con que se ha dignado dispensarle la honra de este ejercicio… S.l., s.a. (Biblioteca Nacional de Madrid [BNM], R. 5588). 19 Barros Arana, D., Historia General del Chile…, op. cit., p. 190. 20 Acuerdos de la Real Audiencia de La Plata de los Charcas. Servicios y méritos, 1582-1693, t. X, Sucre, 2007, pp. 633-634. 21 AGI, Charcas, leg. 136. En una carta fechada en la ciudad de La Plata el 20 de enero de 1680, enviada al rey por Gaspar Navarrete, maestro de ceremonias de la iglesia mayor de aquella ciudad, y enemigo del clan de los Marín de Poveda, en relación a ese nombramiento como corregidor de Chayanta, escribía que “no me admiro fuese sin reparo de la contravención de las órdenes de V.M., porque la imperiosa soberanía de este vuestro Presidente, la de sus sobrinos, y sus desahogos, atemorizan y aun atan a superiores ministros”. 22 AGI, Charcas, leg. 24, N. 46. 18

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de Poveda, elevaron un memorial al rey considerando que era “merecedor de que Vuestra Magestad le aga merçed de uno de los gobiernos grandes de este Reyno”23. Los contradictorios datos conservados sobre su carrera en el ejército se complican aún más cuando comprobamos que en el año 1681 un informe de su tío Bartolomé González de Poveda, proponiéndolo al rey como uno de los beneméritos de Chile, lo denía ya como “teniente general de la caballería”24. Sin duda, su tío Bartolomé González de Poveda, y probablemente su hermano Bartolomé, estaban preparando ya el camino para que, sustentando un cuantioso desembolso económico, Tomás Marín de Poveda pudiera alcanzar uno de los destinos político-militares más apetecidos de América. Sin duda, el patronazgo familiar estaba detrás de tan fulgurante carrera, desarrollada además en un contexto en el que los nombramientos en Indias dependían no del rey ni del Consejo de Guerra sino de los propios jefes militares y gobernadores destinados en Chile. A pesar de que bien pudiera parecer que estamos ante una carrera excepcional y ante un rango de “general del ejército”, conviene matizar lo que signicaba por entonces el grado de “teniente general” en el territorio americano. De partida, se puede armar con rotundidad que no estamos ante un general del ejército chileno sino ante un grado de ocial que, en Chile, debió ser inferior al rango de maestre de campo. Igualmente, es obvio que ese altisonante grado de “teniente general de la caballería” sería un título que, si bien no se podía considerar como meramente honoríco, se aproximaría mucho a dicha condición, o todo lo más al de ayudante de alguno de los mandos de las tropas de caballería en aquel reino. En cualquier caso, conviene dejar claro que no era el mismo grado el de un “teniente general de la caballería” que servía en España o en Flandes, que el de quien, con igual título, servía en Chile. En suma, nada tenía que ver con el rango de “teniente general”, cual lo entendemos hoy, pues dicho grado se creó con posterioridad, a comienzos del siglo XVIII, tras las reformas del ejército de Felipe V para adaptarlo al modelo de Francia, y cuya jerarquía castrense situaba en la cúspide del generalato al grado de “teniente general”, tan sólo superado por el grado honoríco de “capitán general”. De todos modos, la denición más precisa de lo que representaba ese grado de “teniente general de la caballería” la encontramos en las páginas de una obra escrita por quien fuera su jefe, y luego su principal enemigo, el maestre de campo Jerónimo de Quiroga. Escribía éste en sus Memorias de los sucesos de la guerra de Chile (1690), que tanto el teniente general de caballería de Chile como el comisario general -rangos que tuvo Marín de Poveda- estaban a las órdenes del Sargento Mayor del ejército, si bien reconocía que en aquel territorio este último grado era superior al de Sargento Mayor de Tercio. No obstante, precisó aún más para aclarar con 23 Acuerdos de la Real Audiencia de La Plata de los Charcas. Servicios y méritos, 1582-1693, t. X. Sucre, 2007, p. 634. 24 Ibidem.

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rotundidad que, al menos desde la perspectiva salarial, el grado de teniente general de la caballería debía tener el sueldo correspondiente al grado de capitán de caballería. Señalaba Quiroga: “Otro puesto se ha introducido algunas veces con título de Teniente General de la Caballería y luego se ha reformado, porque parece cosa extraña que no habiendo Capitán General de la Caballería haya Teniente General, y que como el Comisario General está a orden del Sargento Mayor del Ejército, ninguno debe tener más sueldo que de capitán de su compañía. Aunque este orden repugna al de todos los ejércitos, pues con ninguno, sino en éste manda el Sargento Mayor a semejantes ministros, ni a los capitanes de caballos, en Chile reina esta costumbre y ha parecido conveniente que así sea” 25. Por tanto, una vez situado en su contexto ese llamativo título de “teniente general de la caballería”, no tenemos duda alguna de que la venalidad, la compra de la capitanía general de Chile, permitió a Tomás Marín de Poveda situarse en 1692 como máxima autoridad política y militar, y tener bajo sus órdenes a Jerónimo de Quiroga, quien unos años antes había sido su jefe más directo, pues no en vano disfrutaba de una mayor graduación en el escalafón militar que aquél. En consecuencia, con una experiencia militar corta, el principal aval de Tomás Marín fue el “donativo gracioso” y el préstamo hecho al rey, servicios que se vieron reforzados por su conocimiento -aunque breve- de la guerra del reino de Chile. ¿De dónde procedía aquella fortuna que permitió a Marín de Poveda acceder al gobierno de Chile? Por el momento nos movemos en esta materia en el terreno de las hipótesis, pero algunas cuestiones se pueden avanzar. El primer miembro de la familia que había llegado a América en 1669, su tío Bartolomé, había desempeñado importantes puestos, algunos de los cuales le reportaban unos benecios extraordinarios que más que completar el salario convertían a éste en algo insignicante en relación a otras “remuneraciones” poco lícitas. En este sentido, las posibilidades que brindaba la presidencia de la audiencia de La Plata eran muy amplias, pues además de las judiciales estaban las gubernativas, algunas tan importantes como la de “asistir personalmente todos los años a cerrar la carta de cuenta de la Real Caja para el despacho de la Armada”, la propuesta de ternas al Consejo de Indias para el nombramiento de obispos, cuestiones relacionadas con la explotación de las minas -en la jurisdicción de la audiencia de La Plata se hallaba Potosí- y un largo etcétera de asuntos26. De la enorme riqueza que atesoró constituyen buena prueba las fundaciones y obras que hizo en su villa natal de Lúcar, la erección de la capilla de Nuestra Señora del Rosario en la iglesia parroquial presidida por su escudo arzobispal, la construcción

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Quiroga, G., Memorias de los sucesos de la guerra de Chile, Santiago, 1690 (Ed. Sergio Fernández Larraín, Santiago de Chile, 1979), p. 36. (Agradezco al Dr. Antonio José Rodríguez Hernández la noticia de esta obra). 26 Una nómina de atribuciones se encuentra en AGI, Charcas, leg. 23, N. 23. 85

de una gran casa que mostrara a todos el prestigio adquirido por la familia y la compra de numerosas propiedades de tierras. Bajo el patronazgo del tío, de los cuatro hermanos que marcharon a América, junto con Tomás, el que más prosperó fue Bartolomé Marín de Poveda. Sobre los enormes caudales que consiguió en aquellas tierras se da cuenta por extenso en otra aportación de esta misma obra27. Como resultado de actividades ilícitas, aprovechando la cobertura judicial y luego eclesiástica de su tío, Bartolomé logró hacerse de un generoso patrimonio que trajo a España cuando regresó para situarse en la Corte, en los aledaños del monarca en calidad de capellán de honor. Por el momento, anotemos que en mayo de 1682, por tanto poco antes de volver a España para “beneciar” el puesto de Capitán General de Chile, Tomás Marín de Poveda fue acusado ante el Consejo de Indias, mediante una carta con ocho rmas, de los excesos que cometía en Chile el clan familiar, es decir, su tío, su hermano y él mismo28. El Consejo de Indias volvió a tener noticias de Tomás Marín de Poveda al año siguiente, pero en esa ocasión para limitarse a tramitar el nombramiento que el rey le había dado de Capitán General de Chile. Es probable que este hecho inuyese en que cuando habían transcurrido cinco años de las denuncias, el Consejo de Indias se decidiese a intervenir, pero no para comprobar la veracidad de las mismas sino para investigar si el denunciante había sido un tal Alonso de Moya Manrique. Cabe la duda del origen del capital aplicado a la compra del puesto de Capitán General de Chile, es decir, si aquello fue una inversión personal de Tomás Marín o familiar, que luego reportaría benecios a todos. De lo que tenemos la certeza es de que en otros asuntos los hermanos Marín de Poveda y su tío se movieron siempre en grupo, formando parte de una red familiar con intereses en distintos puntos estratégicos y en diferentes sectores de la economía americana. Así, mientras que Tomás se aplicó a la vida militar, Bartolomé Marín siguió la misma carrera eclesiástica de su tío, y los otros dos hermanos se movieron entre la milicia y el comercio. Antonio, avecindado en Chile, y a quien su hermano Bartolomé lo describía como capitán de caballos corazas29, en realidad se dedicaba al comercio en la ciudad de Concepción, y al parecer también al contrabando, pues fue sometido a juicio por esta actividad por Francisco Ibáñez Peralta, sucesor de su hermano al frente del gobierno de Chile30. De Andrés Marín de Poveda, también hermano de Tomás, sabemos que no desempeñó actividad alguna al servicio de la monarquía y que era propietario -junto con su 27 Véase en este mismo libro Andújar Castillo, F. - Felices de la Fuente, Mª M., “Una estrategia familiar: los Marín de Poveda, de Lúcar (Almería) a Chile en el siglo XVII”. 28 AGI, Charcas, leg. 417, lib. 7, fol. 30 v. 29 Marín de Poveda, Bartolomé, Señor, cumple Don Bartolomé Marín de Poveda el precepto, que se le ha impuesto de orden de V. Majestad y con profunda reverencia se pone a sus Reales, fol. 11. 30 Silva Vargas, F., “Los gobernadores como agentes estructuradores…”, pg. 198.

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primo Joaquín de Poveda- de las haciendas de Aramaní y Seripona en la raya con los indios31. De los años que transcurren entre 1683 y 1690 la penumbra es casi total en la biografía de Tomás Marín de Poveda. Tan sólo sabemos que permaneció en España a la espera de que José Garro terminase su período de ocho años de gobierno en Chile, que mientras tanto consiguió un notable ascenso social al hacerse con un hábito de caballero de Santiago en 1687, y que regresó a su pueblo natal para ocuparse de la construcción de la capilla que había mandado fundar su tío Bartolomé y, de paso, dejar bajo la custodia de su hermana Isabel a una hija natural, de nombre Tomasa, que debió tener durante su estancia en Madrid. Pero durante esos años se produjo un hecho que ha pasado desapercibido a cuantos se han acercado a su gura y que nos parece crucial. Aludimos a su “nombramiento” como consejero del Consejo de Guerra. Cuando en septiembre de 1690 se le concede licencia para embarcarse en cualquier navío que partiese hacia América por la vía de Buenos Aires, lo hace acompañado de un séquito de seis criados32. En la documentación de esa licencia gura con un nuevo nombramiento, nada menos que el de consejero del Consejo de Guerra, la máxima institución de gobierno de la guerra de la monarquía de los Austrias ¿Qué méritos había acumulado para ese nuevo cargo? Que sepamos ninguno. Es más, nunca formó parte del Consejo de Guerra, nunca se sentó entre los sillones de tan alto tribunal que asesoraba a Carlos II en materias militares y que gobernaba los principales asuntos de la guerra en aquellos momentos ¿Qué explicación se puede dar entonces a tan distinguido ascenso a un puesto de carácter político y militar? Por el momento, tan solo sabemos que cuando se embarcó para América se intitulaba como tal, como “consejero de guerra”. Sin haber ocupado de forma efectiva ese puesto y sin tener un mérito especial como para que monarca lo designara para formar parte de la citada institución, Tomás Marín de Poveda debió comprar aquella distinción, aquel honor que le iba a permitir ejercer con mayor rango y lustre el recién adquirido empleo de Capitán General de Chile, pues no en vano signicaba pertenecer a un órgano de gobierno en el que se sentaban los principales generales del ejército y, en teoría, los más sabios en materia militar. En todo caso, es obvio, que esa distinción de “consejero de guerra” fue meramente honoríca, nunca un empleo efectivo o en propiedad. En mi opinión ese título de “consejero de Guerra” con el que, desde su partida hacia Buenos Aires, siempre se adornó Tomás Marín de Poveda, debió conseguirlo de una forma muy similar a la que utilizó en el mismo 31

AGI, Charcas, leg. 420, lib. 10, fols. 61 v. - 63 v. AGI, Contratación, leg. 5452, n. 26. Se le había concedido licencia para llevar ocho criados y dos negros pero al parecer estos últimos se le murieron por el camino hasta Sevilla. No obstante, los incluyó en la licencia por si tuviese la oportunidad de comprarlos antes de embarcarse hacia Buenos Aires. 32

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año de 1683 Gabriel Curucelaegui para ser condecorado con idéntico honor. Miembro de una importante familia de origen vasco de compradores de plata asentados en Sevilla33, cuando fue nombrado gobernador de Filipinas y consejero de Guerra en aquel año no tenía otro aval militar en su biografía que el de ser desde 1671 capitán de mar y guerra de la armada que había de ir a Tierra Firme34. Con gran habilidad Curucelaegui negoció la compra del gobierno de Filipinas por 40.000 pesos en oro, de ellos 10.000 en concepto de donativo gracioso y el resto por vía de préstamo, pero con la condición de que “en los títulos que se le dieren no se expresen los 40.000 pesos” sino que los recibía por sus méritos y servicios. Probablemente debió hacer un ingreso adicional por la compra de la distinción de “consejero de guerra”, pues nos ha llegado un documento excepcional que demuestra que consiguió este último nombramiento mediante una cédula secreta35, rmada por el rey, cuyo contenido no debía hacer público hasta que marchara hacia Filipinas y hubiese tomado posesión de sus cargos de gobernador y presidente de la Audiencia. Sin duda, Curucelaegui debió pagar una cantidad adicional por ese anómalo nombramiento como consejero de guerra pero de la cuantía abonada no nos ha llegado referencia alguna. Dado que se trataba de algo excepcional había que ocultar aquel extraño título y no exhibirlo en España para, entre otras cosas, que no se supiera que el monarca estaba enajenando los principales empleos de la monarquía, aunque en este caso, y en el de Marín de Poveda, se sabía que no iban a desempeñarlos de forma efectiva en España.

La venalidad: la norma en la época Por tanto, no hay duda alguna de que Tomás Marín de Poveda “beneció” el cargo que iba a servir en Chile, pero creemos oportuno contextualizar el marco en que se desarrolló la operación venal que permitió a Tomás Marín hacerse con el gobierno y Capitanía General de Chile. Cuando adquiere dicho puesto, en 1683, buena parte de los cargos de gobierno de América se proveen por el mismo procedimiento, por el “merito del dinero”. Por entonces, desde el Consejo de Indias, con su presidente como máximo responsable, se estaba desarrollando una amplia operación venal que tenía por objetivo fundamental allegar recursos a una monarquía sumamente debilitada, con unos ingresos que no alcanzaban para sostener los cuantiosos gastos militares y cortesanos que consumían la práctica tota33 Garmendia Arruebarrena, J., “Los hermanos Curucelaegui de Elgoibar”, en Boletín de la Sociedad Vascongada de Amigos del País, 1993, XLIX (1), pp. 161-187. 34 AGI, Filipinas, leg. 4, n. 59. Este puesto lo obtuvo por el mérito de haber realizado un préstamo a la corona por importe de 20.000 pesos. 35 Sobre la problemática de las cédulas secretas, véase Castellano, J. L. “La carrera burocrática en la España del siglo XVIII”, en Castellano, J. L. (Ed.), Sociedad, Administración y Poder en la España del Antiguo Régimen, Granada, 1996, p. 33.

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lidad del presupuesto. La almoneda, de forma masiva, había comenzado en el año 1674 y se mantuvo, durante el reinado de Carlos II, hasta el mismo año de su muerte en 1700. Del tema se ha ocupado por extenso Ángel Sanz Tapia en diferentes publicaciones, aunque el trabajo más completo se encuentra en la monografía publicada en el año 200936. Si bien su estudio se centra exclusivamente en los cargos políticos, sabemos que también durante esos años fueron objeto de compraventa las magistraturas de justicia,37 las plazas de ociales de la hacienda americana38, los títulos nobiliarios39, así como numerosos cargos militares, tanto de América como de la armada de la Carrera de Indias. En suma, durante el último tercio del siglo XVII los cargos que de gobierno que con anterioridad habían sido de provisión de los virreyes pasaron a ser concedidos por el rey, en buena parte previo pago de “servicios pecuniarios” tan precisos para las arcas de la hacienda regia en tiempos de necesidad. Sobre esa enorme operación de venta de cargos de gobierno político, a pesar de lo avanzado en los últimos años merced a los estudios de Sanz Tapia, seguimos sin saber aspectos esenciales relativos a cómo se vendían los cargos, los agentes -más allá de sus nombres- que intervenían en aquellas operaciones, las formas de mediación, los sistemas de pago, el papel ejercicio por las autoridades regias encargadas de las ventas y, en suma, el complejo entramado del proceso de negociación que culminaba nalmente en la formalización de un acuerdo en el que las partes contratantes, el rey -representado por sus comisionados- y compradores o adquirientes de “benecios”, sellaban las condiciones del ejercicio de los cargos y del “servicio pecuniario” o ingreso monetario que servía como principal mérito -en ocasiones único- para la obtención de un mando político-militar en alguna de las numerosas circunscripciones del vasto territorio americano. Estas cuestiones, para el caso que nos ocupa, el de Tomás Marín de Poveda, son esenciales por cuanto estamos ante un individuo que se desplazó desde Chile a España para negociar personalmente y conseguir el puesto de Gobernador y Capitán General de Chile. A pesar de esa presencia personal en la Corte, se valió, como hemos señalado, del más importante agente de negocios del momento, Diego de Villatoro, quien actuaba como intermediario entre el presidente del Consejo de Indias -encargado máximo del benecio de empleos para servir en Indias- y los compradores. La tarea no era sencilla, pues había que negociar múltiples aspectos, entre ellos los 36

Sanz Tapia, A., ¿Corrupción o necesidad? La venta de cargos de gobierno americanos bajo Carlos II (1674-1700), Madrid, 2009. 37 Burkholder, M. A. - Chandler, D. S., De la impotencia a la autoridad. La corona española y las Audiencias en América, 1687-1808, México, 1984. 38 Bertrand, M., Grandeur et misère de l’ofce. Les ofciers de nances de Nouvelle Espagne, XVII-XVIIIe siècles, París, 1999. 39 Entre diversos trabajos, véase el más reciente de Maruri Villanueva, R., “Poder con poder se paga: títulos nobiliarios beneciados en Indias (1681-1821)”, en Revista de Indias, 246, vol. LXIX, pp. 207-240. 89

económicos -cuantía, plazos y lugares de pago-, y exhibir los no menos relevantes “servicios previos” que, a menudo, podían incidir sobre una rebaja en el precio nal a abonar. En este caso, Tomás Marín de Poveda, presentaba como aval haber ejercido durante unos cuantos años en Chile, en guerra activa, habiendo ascendido hasta el grado de “teniente general de la caballería”. Podía esgrimir pues, cierta experiencia militar en la guerra del Arauco, lo cual debió facilitar sus pretensiones pues, a pesar de la venalidad imperante en la provisión de estos cargos, el gobierno de Chile no era un puesto militar y político cualquiera sino un destino en el que en aquellas postrimerías del siglo XVII persistía aún la “guerra de conquista”. Por tanto, en su caso, el dinero se erigía en elemento decisivo para la obtención de ese gobierno y capitanía general, pero Marín de Poveda contaba con ciertos servicios militares que debieron facilitar su pretensión para “beneciar” aquel destino. El complejo entramado tejido para la enajenación de cargos tuvo muchas aristas oscuras cuya investigación aún no se ha abordado en profundidad. El sistema derivó en prácticas corruptas no sólo por quienes vendían los cargos sino por quienes los adquirían, pues su principal objetivo solía ser la rápida amortización de la inversión realizada y, sobre todo, la obtención de sustanciosos benecios económicos durante el tiempo -en aquellos cargos que se adquirían de forma temporal, fundamentalmente los gobiernos políticos, corregimientos, alcaldías mayores y capitanías generales- en que los servían. En otros términos: el sistema de provisión de cargos de gobierno por dinero en América durante el último tercio del siglo XVII generó una dinámica que condujo, en buena parte de los casos, a un ejercicio corrupto del poder político. De que fue norma el “benecio” de los cargos políticos en América durante estos años, se podían aportar numerosos ejemplos. Basta con señalar algunos que demuestran que el caso de Marín de Poveda se enmarca dentro de una práctica de gobierno generalizada en ese período, que se cortó de forma transitoria por Felipe V en 1701 y que de nuevo este mismo monarca reabriría en 1704 para mantenerla de forma inalterable hasta nales de su reinado, prolongándose incluso hasta los primeros años del reinado de Fernando VI40. Si tomamos como referencia la misma Capitanía General de Chile, en los años siguientes a la compra realizada por Marín de Poveda encontramos otras inversiones similares. Así en el año 1694, en plena etapa de gobierno de Poveda, José Santacruz Gallardo, pagó 24.000 pesos por la futura de la Capitanía General de Chile41, pero fue anulada esa transacción en noviembre de 1697, de tal modo que no llegó a ejercerla42. El dinero no le fue devuelto sino que formó parte de una negociación posterior, realizada en 40

Véase Andújar Castillo, F., Necesidad y venalidad. España e Indias, 1704-1711, Madrid,

2008. 41 42

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Sanz Tapia, A., ¿Corrupción o necesidad?...,op. cit., p. 457. AGI, Chile, leg. 168, fols. 159 v. - 161 v.

1702, por la cual perpetuó el puesto de Tesorero y Blanquecedor de la Casa de Moneda de Lima que había comprado con anterioridad de forma vitalicia por 18.000 pesos. El coste total de esta operación de perpetuación fue de algo más de 80.000 pesos, entre los cuales se contabilizaron los 24.000 que había dado en 1694 por el gobierno de Chile, así como los intereses devengados por dicha suma hasta esa fecha43. Tampoco llegó a ejercer el gobierno y Capitanía General de Chile un comprador de plata originario de Mexico, Sebastián Antonio Rodríguez Madrid, quien en 1709 compró por 300.000 reales al nanciero navarro Juan de Goyeneche, un despacho en blanco de Capitán General de Chile que obraba en su poder por un adelanto de dinero que había hecho al rey en aquel año44. Aquella transacción privada no llegó a buen puerto porque un informe de la Secretaría del Consejo de Indias logró impedir nalmente que al frente del gobierno de Chile y de la presidencia de su Audiencia se sentase un individuo sin la más mínima experiencia, ni militar ni política. La compra de la Capitanía General de Chile que sí fructicó fue la que hizo en diciembre de 1704 Juan Andrés de Uztariz, otra persona sin la más mínima experiencia en el desempeño de semejantes puestos. Sus méritos hasta ese momento se reducían a un intento frustrado de adquirir el gobierno de Yucatán, protagonizado en diciembre de 1696, cuando desembolsó 10.000 pesos por la futura del benecio de ese puesto45. Poco tiempo después esa futura quedó anulada y en enero de 1705 se le devolvió la cantidad que, en compañía de su hermano Pedro, había pagado a la hacienda real46. Justo unos días antes de esa devolución, en diciembre de 1704, había desembolsado la desorbitada cantidad de 360.000 reales por la Capitanía General de Chile y la presidencia de su Audiencia. Carecía de la necesaria experiencia en materias de gobierno, de milicia y de justicia, pero tenía el poderoso mérito de ser un acaudalado comerciante navarro asentado en Sevilla. En el mismo Consejo de Indias se sabía que su profesión real era “cargador de la Carrera de Indias” y que la enorme suma pagada por el citado puesto era fruto de su carencia de méritos militares pues, de haberlos tenido, le hubieran permitido rebajar aquella inversión.47 A pesar de ello, nada impidió que aquel puesto que compró en régimen de futura en 1704 se hiciera efectivo en octubre de 1709, cuando Juan Andrés de Uztariz tomó posesión del gobierno y Capitanía General de Chile y de la presidencia de su Audiencia48. Con tales mimbres se explica fácilmente su acción de gobierno, sus abusos de poder, su incontenible avaricia y los demás problemas que 43

AGI, Indiferente General, leg. 525, l.ib. 1. Archivo Histórico Nacional [AHN], Estado, leg. 774. Andújar Castillo, F., Necesidad y venalidad…, op. cit., p. 124. 45 Sanz Tapia, A., ¿Corrupción o necesidad?..., op. cit., p. 462. 46 Archivo General de Simancas [AGS], Gracia y Justicia, lib. 24, fol. 6; AGI, Indiferente General, leg. 499, lib. 57. 47 AHN, Estado, Leg. 774. 48 AGI, Indiferente General, leg. 499, Lib. 57. 44

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suscitó desde su llegada a Chile, que culminaron nalmente con su cese en diciembre de 1716, por tanto, antes de cumplir los ocho años de mandato que le correspondían en virtud de su nombramiento y del pacto por el que había adquirido aquellos cargos49. Hasta aquí algunos datos de inversiones de dinero en el gobierno de Chile similares a la que hiciera en 1683 Tomás Marín de Poveda. Si tomamos como elemento de referencia, no ya el espacio a gobernar sino la cronología en que este último “beneció” su cargo, se pueden encontrar casos idénticos en el territorio americano. Así en el mismo año de 1683, Gil Cabrera Dávalos adquiere, por el idéntico método de futura, es decir, para servir cuando se produjese la vacante, por 30.000 pesos -de ellos 12.000 en concepto de donativo gracioso y el resto como préstamo- la Capitanía General de Nueva Granada con la presidencia de la audiencia de Santa Fe de Bogotá. Por su parte, Diego Jiménez Enciso, marqués del Casal, se hace en el mismo año con la Capitanía General de Venezuela por un servicio pecuniario de 36.000 pesos. Finalmente, en el ámbito de las capitanías generales, puede citarse el referido caso de Gabriel Curucelaegui, que consiguió la de Filipinas por un servicio pecuniario de 10.000 pesos más un préstamo de 30.000 pesos50. Un denominador común unía a Tomás Marín de Poveda, Gabriel Curuceleagui y Gil Cabrera. Los tres consiguieron en 1683, por vez primera, comprar cargos que, además de ser de carácter político-militar, llevaban anexas las presidencias de las Audiencias de Chile, Filipinas y Santa Fe respectivamente51. Casos similares al de Tomás Marín de Poveda se pueden multiplicar. Hombres sin experiencia, algunos con cortos servicios y otros curtidos en largos años de vida militar, se pueden encontrar entre quienes lograron acumular -casi siempre por procedimientos ilícitos- la fortuna suciente como para adquirir los empleos que se vendían en Madrid durante estos años. Tomás Marín de Poveda fue uno ellos, si bien al menos podía esgrimir cierta experiencia militar que permitiera al rey y a sus consejeros saber que, junto al servicio pecuniario, aquel futuro gobernante conocía al menos el territorio en el que iba a ejercer su gobierno. Que luego llegara a Chile y que ostentara, como resultado de esa riqueza -personal o procedente de su tío, Bartolomé González de Poveda-, una posición en la cadena de mando militar superior a la de aquellos que años atrás habían sido sus jefes, es una problemática que escapa al objeto de esta aportación pero que tiene una incidencia directa para comprender lo que fue su acción de gobierno durante los años en que estuvo al frente de Chile, entre 1692 y 1700. Sus intereses económicos personales y, sobre todo, sus conictos con otras instancias de gobierno -fundamentalmente la Audiencia- debieron tener bastante relación con la forma de acceso al cargo. 49 50 51

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Barros Arana, D., Historia General de Chile…, op. cit., p. 401. San Tapia, A., ¿Corrupción o necesidad…? op. cit., pp. 221, 416 y 422. AGI, Contaduría, Leg. 143.

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