Temas de reflexión con las homilías de Mons. Romero.

August 20, 2017 | Autor: Roque Regalado | Categoría: Liturgical Studies, Pastoral Theology, Oscar Arnulfo Romero, Monseñor Osar Arnulfo Romero
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Descripción

Introducción al tema: En este tema trataremos de estudiar la situación del país en tiempos de Mons. Romero para que comprendamos el contenido profético de sus homilías. Para esto estudiaremos unos fragmentos de la cuarta carta pastoral que él escribió titulada: “Misión de la Iglesia en medio de la crisis del país.”

Objetivo del tema: Estudiar la situación del país que vivió la Iglesia de El Salvador en tiempos de Mons. Romero; para comprender cómo debemos vivir nuestra misión en la situación actual.

Mirada de los discípulos misioneros a la realidad Como comunidad en medio de nuestro pueblo, ¿cómo vemos la situación actual en torno a la vida social, política o económica? ¿Qué situaciones alegres o tristes vemos en nuestra ciudad, cantón o caserío? Compartamos alguna experiencia de esta semana.

Juzguemos con la luz de la Palabra Iluminemos con la Palabra de Dios Leamos el Evangelio de Lucas 13, 1-5. ¿Qué dice Jesús acerca de los acontecimientos terribles que suceden en su tiempo? ¿Las injusticias, las enfermedades o los desastres naturales son castigos de Dios por nuestros pecados? Compartamos. Reflexión: El relato de este Evangelio pertenece a Lucas, no lo narran los otros evangelistas. El sentido que manifiesta es mostrarnos el rechazo que le produce a Jesús algunas creencias sobre casos circunstanciales especiales como pensar las desgracias le llegan a las personas como castigo por sus pecados. Por eso es que Jesús les responde a modo de comentario: “¿Piensan ustedes que aquellos galileos, porque les sucedió esto, eran más pecadores que todos los demás galileos? Jesús finaliza su comentario diciendo; “Ciertamente que no; y si ustedes no se convierten, perecerán de manera semejante. En definitiva, para Jesús las injusticias, las desgracias y los desastres se deben a la falta de conversión de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, por tanto mientras no nos convirtamos seguiremos en ese círculo vicioso de maldad. Todo mal tiene sus causas, tienen una raíz y personas concretas que las promueven.

Iluminémonos con la palabra de Mons. Romero 12. Mi intento no es hacer un análisis exhaustivo de la estructura económico-políticosocial de El Salvador. Un leve enfoque se ofreció ya el año pasado como folleto auxiliar de mi tercera Carta Pastoral. Tampoco pretendo ofrecer un relato completo de los hechos del país que tanto nos han preocupado en este año. Ya mi servicio a la palabra de Dios he querido ser fiel a la verdad y a la justicia y a la justicias frente a esos acontecimientos en el momento en que sucedieron durante este denso período de nuestra historia. También me satisface haber podido prestar oportunos servicios pastorales, a través de “Socorro Jurídico” y de la “Secretaría de medios de comunicación social de la Arquidiócesis”, en las difíciles vicisitudes de nuestras comunidades, familias e individuos. 1

Por fin, otra observación: sería injusto no reconocer que, durante esta crisis del país, ha habido muchos aspectos positivos que hacen vislumbrar, con sólido fundamento, que los salvadoreños somos capaces de encontrar la paz basada en la justicia y por caminos de racionalidad, y que no es necesario pagar la liberación de nuestro pueblo a tan alto precio de violencias y de sangre. A estos aspectos esperanzadores les tributo mi admiración y estímulo. Pero no es mi propósito comentarlos hoy. Sólo quiero subrayar notas negativas de la crisis del país que han sido señaladas y comentadas por nuestras comunidades porque son las que urge atender. Y a ellas aplicará el juicio evangélico que Puebla emite sobre tales situaciones. DETERIORO MORAL. En América Latina. 18. Hay una elocuente coincidencia entre el pensamiento de Puebla y las respuestas de nuestras comunidades a la encuesta, cuando se señala el deterioro moral como raíz de nuestros tremendos deterioros sociales, políticos y económicos. Puebla lo dice explícitamente: “el deterioro creciente del cuadro político-social es consecuencia de la corrupción...” (n. 508) y, por tanto, exhorta “a todos a que luchen contra la corrupción, especialmente la económica en los distintos niveles, tanto en la administración pública, como en la privada, pues en ella se causa un grave daño a la gran mayoría”(n. 1.227) y “en modo particular a los más pobres y débiles” (n. 1.228). Y, para concretar causas y expresiones de este escandaloso deterioro moral en América Latina, Puebla menciona: • El materialismo individualista que constituye el valor supremo para muchos hombres contemporáneos... o el materialismo colectivo con que otros subordinan la persona al Estado... • El consumismo con su ambición descontrolada de “tener más”, que asfixia las virtudes humanas y cristianas del desprendimiento y de la austeridad... • El descuido de los valores familiares que convierte a sus miembros en fácil presa del divorcio y del abandono de las responsabilidades del hogar y considera a la mujer en inferioridad de condiciones y a los hijos como un estorbo para el placer... • Las frustraciones, el hedonismo, la superficialidad de la vida, que impulsa a los vicios, como el juego, la droga, el alcoholismo, el desenfreno sexual.... • La manipulación de los medios de comunicación social, por parte de los distintos poderes y grupos para distorsionar la información o para introducir falsas expectativas o necesidades ficticias, sin importarles contradecir los valores fundamentales de la cultura o del Evangelio, ni invadir el honor de las personas generalmente indefensas... (cfr. nn. 54-62). En el país. 19. Lamentablemente nuestro país no es una excepción en esos penosos señalamientos latinoamericanos. Y así, nuestra encuesta levanta un inventario, aún más horroroso, de infidelidades y traiciones a nuestros valores éticos y cristianos y a nuestra misma Constitución Política. Por ejemplo: a) En el orden de la administración pública: - La infidelidad de la Corte Suprema de Justicia y de las otras instancias de la administración de la justicia a su altísima misión de cumplir y hacer cumplir la Constitución de un país democrático, prestándose, en cambio, a ser débiles instrumentos al capricho de un régimen de fuerza; - en consecuencia, la prostitución de la justicia y el atropello de la libertad y de la dignidad del hombre, manifestada principalmente: • en la impunidad de tantos horrorosos crímenes, muchos de ellos perpetrados por los cuerpos de seguridad en forma descubierta o, según la voz popular, camufladas de civiles; 2

• en la indiferencia a la angustia de tantas familias que piden la libertad o por lo menos una noticia de sus seres queridos que han desaparecido en poder de las autoridades; • el silencio cómplice ante otras muchas violaciones de la Constitución u otras maniobras administrativas por fomentar intereses de partido o de grupos privilegiados aunque se lesionen, con ellas, los intereses del bien común; 20. b) En el orden privado: - Las maniobras con que muchos empresarios reprimen los derechos de los obreros, o compran la imparcialidad de los dirigentes sindicales; - también el abuso injusto de algunas huelgas o de reclamos de sindicatos y obreros; - el poco rendimiento y hasta la ausencia de algunos empleados y trabajadores, descuidando sus deberes; o la exigencia de remuneraciones adicionales (“propinas”, “mordidas”) por servicios y trabajos ya remunerados por su sueldo; - el aprovechamiento de posiciones administrativas para ventaja propia o de parientes y amigos: • la sustracción o malversación de fondos públicos o privados mediante planillas ficticias, viáticos y otros pretextos; • la compraventa infame de la dignidad ajena, mediante diversos sistemas, como exigir prestaciones sexuales a cambio de dar trabajo, o implantando lucrativos centros de vicio, como cantinas, “moteles”, “hospedajes” y toda clase de burdeles disfrazados para la trata humana de la prostitución o la drogadicción clandestina; • el manejo de medios de comunicación social, mediante presiones o sobornos hábiles para calumnias, denigraciones u otros fines ajenos a la verdad; • las modernas formas de chantaje, como secuestros, amenazas de organizaciones clandestinas, reales o de grupos fantasmas, a veces de sospechosa complicidad oficial, etc. Responsabilidad de todos. 21. Nuestro deterioro moral es evidente. Por todas partes encontramos imperante lo que el Señor llamó: “el misterio de la iniquidad”. Y el deber pastoral de la Iglesia no puede dejar de denunciar ese reino del pecado y llamar con apremio a la responsabilidad personal de cada uno y de cada grupo familiar y social, así como también, y sobre todo, a los hombres y grupos de poder que directa o indirectamente se benefician de esta situación y que son los que tienen en sus manos los medios más eficaces para poner remedio a tanto deterioro.

Actuemos con la fuerza de la Palabra Hagamos un listado de aquellas situaciones injustas que denuncia Mons. Romero y que siguen afectando nuestra realidad. ¿Cuál es nuestra responsabilidad como Iglesia ante nuestra realidad según Mons. Romero?

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Introducción al tema: En este tema trataremos de estudiar la misión de la Iglesia en tiempos de Mons. Romero para que comprendamos el contenido profético de sus homilías. Para esto estudiaremos unos fragmentos de la cuarta carta pastoral que él escribió titulada: “Misión de la Iglesia en medio de la crisis del país.”

Objetivo del tema: Estudiar la misión de la Iglesia de El Salvador en tiempos de Mons. Romero; para comprender cómo debemos vivir nuestra misión hoy.

Mirada de los discípulos misioneros a la realidad Veamos la vida de nuestra comunidad parroquial, ¿Cómo vivimos nuestra misión? ¿Qué actividades parroquiales hemos tenido en esta semana que promuevan la evangelización? Comentemos alguna actividad.

Juzguemos con la luz de la Palabra Iluminemos con la Palabra de Dios Leamos el Evangelio de Marcos 3,1-6. ¿Qué pide Jesús al hombre enfermo? ¿Cuál creemos que es el signo que Jesús hace a los fariseos al sanar al hombre? ¿Qué nos debe inspirar hacer la religión el bien o el mal? Compartamos. Reflexión: Aparece como evidente que la intención de Jesús al curar en sábado es procurar el bien del hombre, en primer lugar el que está enfermo. Jesús no presta atención sólo a la curación del enfermo, sino que está también interesado por la de sus adversarios: curarlos de su torcida actitud al observar la ley; observar el sábado sin reanimar al prójimo de sus sufrimientos, de su falta de dignidad; no está en conformidad con lo que Dios quiere. Para el evangelista, la función del sábado es hacer el bien, salvar como Jesús hace en su vida terrena.

Iluminémonos con la palabra de Mons. Romero A. LA DESUNION. 23. El pecado más visible que la encuesta señala es la desunión de una Iglesia que debe tener la unidad como nota de su autenticidad. Nuestras comunidades señalan que cuando esta división afecta a la misma jerarquía y a los sacerdotes se origina más confusión en el Pueblo de Dios. Así es en verdad y ante esa evidencia sólo cabe una confesión, una reflexión y in exhortación. Una confesión de culpa y una súplica de perdón con el sincero propósito de buscar, con la ayuda mutua, los caminos de la unidad y la valentía sobrenatural para recorrerlos: La reflexión que puede explicar ese lamentable fenómeno de la desunión y poner la base de la conversión a la unidad, es tener en cuenta que esta desunión al interno de la Iglesia no es más que un eco de la división que existe a su alrededor, en la sociedad en que vive y trabaja. Es lo humano en la Iglesia. Se da, en la sociedad de hoy, una correlación de fuerzas políticas que, desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha, se manifiesta en una polarización de grupos y organizaciones que se apoyan o se rechazan entre sí. 4

Los miembros de la Iglesia, sin excluir la jerarquía, están sometidos a ese ambiente y corren el riesgo de orientarse a una u otra polarización, si no tiene en cuenta su vocación y su misión evangélica que Puebla definió como “opción preferencial por los pobres”. Unidad en la “opción preferencial por los pobres”. 24. … Sólo esta opción preferencial por los pobres, entendida evangélicamente puede ser la clave para esta crisis de nuestra unidad. El Documento de Puebla señala aquí la causa de nuestras divisiones internas; “No todos en América Latina nos hemos comprometido suficientemente con los pobres; no siempre nos preocupamos por ellos y somos solidarios con ellos. Su servicio exige, en efecto, una conversión y purificación constante, en todos los cristianos, para el logro de una identificación cada día más plena con Cristo pobre y con los pobres” (n. 1.140). Y la exhortación que fluye de esta reflexión sobre nuestro pecado de desunión, es que hagamos el esfuerzo de convertirnos a ese ideal común. Pero sería vana una conversión interior, si no es, a la vez, como enseña Puebla, “una conversión radical a la justicia y al amor, a transformar, desde dentro, las estructuras de la sociedad pluralista que respeten y promuevan la dignidad de la persona humana y le abran la posibilidad de alcanzar su vocación Suprema de comunión con Dios y de los hombres entre sí” (n. 1.206). C. LA DESVALORIZACIÓN DE LOS CRITERIOS EVANGELICOS. 28. Perder de vista o alterar los principios cristianos constituye otro pecado o peligro al interior de la Iglesia. En un noble esfuerzo de renovación y adaptación de la Iglesia a nuestro pueblo tan politizado, se puede caer en el otro extremo del pecado que acabo de señalar, es decir, en una adulteración, de carácter político o ideológico, de la fe y de los criterios cristianos. Sobre todo son propensos a este pecado los cristianos que, motivados por su misma fe, toman opciones políticas concretas. CONTRIBUCIÓN DE LA IGLESIA AL PROCESO DE LIBERACIÓN DE NUESTRO PUEBLO 30. Si el Documento de Puebla –que está a la base de nuestra reflexión- avala el enfoque pastoral de nuestra realidad salvadoreña, también nos invita a buscar, en su sincero espíritu de servicio a los países latinoamericanos, la contribución específica que nuestra Iglesia particular puede ofrecer al país en esta hora de crisis. También aquí tengo en cuenta las valiosas sugerencias de nuestras comunidades cristianas. ¿Cuál es pues, la contribución que la Arquidiócesis, en el espíritu de Puebla, ofrece al proceso de liberación de nuestro pueblo? Creo que podría comprenderla bajo estos títulos que desarrollaré en esta segunda parte: 1. Desde su propia identidad de Iglesia. 2. Una evangelización integral. 3. Una sólida orientación doctrinal. 4. La denuncia del error y del pecado en función de conversión.

5. Desenmascarar las idolatrías de la sociedad. 6. Promover la liberación integral del hombre. 7. Urgir cambios estructurales profundos. 8. Acompañar al pueblo en su clase popular y en su sector dirigente.

Actuemos con la fuerza de la Palabra ¿En qué situaciones se parecen los problemas de la Arquidiócesis en tiempos de Mons. Romero con nuestras situaciones eclesiales? ¿Existe aún desunión y Desvalorización del Evangelio? ¿Qué aportes está dando nuestra arquidiócesis hoy? Comparemos con el recuadro de arriba. ¿Cuáles de esos 8 elementos se cumplen en nuestras comunidades y cuáles no?

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Introducción al tema: Habiendo comprendido la realidad del país y de la Iglesia en los años de arzobispado de Mons. Romero, ahora debemos estudiar cómo Mons. Romero hace de la Misa en catedral un espacio profético y catequético. Cómo comprende él su tarea de ser el Pastor de la Arquidiócesis y por ende su tarea de enseñar.

Objetivo del tema: Estudiar qué fin quiso darle

Mons. Romero a sus Homilías para que al abordarlas comprendamos el contenido profético y catequético de ellas.

Mirada de los discípulos misioneros a la realidad ¿Conocemos las homilías de Mons. Romero y hemos leído algunas de ellas? ¿Cómo vemos que en la sociedad salvadoreña se acepta el mensaje de él? Comentemos algún caso de la semana en la comunidad que esté relacionado.

Juzguemos con la luz de la Palabra Iluminemos con la Palabra de Dios Leamos el Evangelio de Lucas 4,14-30. ¿Qué acontecimiento narra el pasaje bíblico? ¿Cuáles son las diferentes reacciones del pueblo ante el mensaje de Jesús? ¿Qué sucede al final del pasaje bíblico? Reflexión: Jesús en este evangelio inicia su vida pública proclamando el texto de Isaías donde se proclama la misión del mesías. Al inicio la gente aprueba el mensaje de Jesús. Pero en la medida que él va revelando la verdad de Dios y desenmascara la dureza de corazón les incomoda y terminan por rechazarlo cumpliéndose la profecía de Jesús: “Ningún profeta es bien recibido en su patria” porque no nos gusta que nos digan la verdad.

Iluminémonos con la palabra de Mons. Romero “Yo quisiera que no perdiéramos de vista esa figura triunfante de Cristo resucitado. Es este el centro del mensaje del Evangelio. Por eso, cuando en el marco histórico que yo trazo para anunciar ese Cristo resucitado, la atención de muchos sólo se queda fija en el marco y critican como si la predicación se hubiera vuelto política, subversiva, revoltosa y todos esos calificativos que ya se han leído en diversos medios de difusión (de difamación, mejor dicho) contra la persona del obispo y la figura de la Arquidiócesis, se distorsiona la verdad del mensaje. Yo les llamo la atención a que nos fijemos en el centro de mi predicación. No quiere ser otro que un eco del Año Litúrgico. Por eso, voy conduciendo con Uds. esta grey de la Arquidiócesis a lo largo del Año Litúrgico, guiados por la presencia de Cristo. Eso es la liturgia, presencia del misterio salvador de Cristo en la historia del pueblo donde se reflexiona ese misterio. Por eso, lo central es el misterio mismo que salva y, desde ese misterio salvador, se ilumina la realidad que nos circunscribe. Gracias a esto, este misterio salva a los buscamos en nuestra esperanza cristiana, en la figura central del Divino Redentor, la fuerza para dar solución a los problemas tan graves de nuestra Patria. Pero si sólo nos fijamos en el enmarque y solamente miramos la palabra medio de soslayo y no vemos de frente el mensaje divino que nos reclama, entonces en vez de atender con fe, se está escuchando como los fariseos escuchaban a Cristo: a ver en qué lo cogemos, a ver dónde está esa acusación que 6

queremos justificar. Gracias a Dios, apelando al público que me escucha les puedo decir como Cristo a sus enemigos: ¡en público he hablado, preguntad a quienes me han escuchado a ver si es verdad lo que ustedes tratan de esconder en tanta campaña calumniosa!... Cristo no tuvo ante su presencia física esta muchedumbre que yo tengo aquí en Catedral, ni este auditorio de la radio en esta hora que yo sé que es muy numeroso. Es verdaderamente Cristo que está hablando por mí y me está diciendo: tú estás haciendo cosas mucho mayores que yo, no porque seas más que yo sino porque lo que yo dije tú lo estás repitiendo a través del milagro de la radio; en la atención de esa muchedumbre tú estas repitiendo mi palabra, estás salvando al mundo señalando el camino; y como yo también, recibes la ofensa, la calumnia. También a mí me apedrearon, también a mí me persiguieron, también en mi tiempo hubo gente que aunque yo le señalé con milagros la potencia de Dios, no creyeron en mí, me sentenciaron, me crucificaron porque les estorbaba mi doctrina; así tiene que estorbar la tuya también, pero estás haciendo casas muy grandes porque es Mi Obra la que tú estás continuando. Y cada sacerdote, por más humilde que sea su parroquia, está haciendo cosas más grandes que Cristo en el sentido del evangelio de hoy. Lo mismo el catequista, el padre de familia, el predicador de la palabra, los suyos, sus discípulos, están llevando al mundo la obra redentora del Señor… Fíjense bien en esto de San Pedro: la misión principal es oración y servir a la Palabra. En este momento, hermanos, yo estoy sirviéndoles a ustedes. Mi predicación es un servicio a la palabra de Dios para transmitirla al pueblo. De ahí mi empeño en preparar lo mejor que puedo con mis pobres alcances, esta homilía, todas mis intervenciones, mis escritos, para transmitir la Palabra tratando de hacerla lo más nítida posible. Y por eso me duele, ¡cómo no me va a doler que al servidor de la Palabra, que al humilde criado de la comunidad de la Arquidiócesis, los señores que reciben este servicio, en vez de agradecérselo lo vituperen! ¡le digan como los señores insolentes a sus pobres cocineras: " ¡eso no sirve!" Hermanos, yo les agradezco a ustedes tantos bellos testimonios de solidaridad, que ya les repetí una vez que le dan ganas de orar como Cristo., sobre todo, entre la gente humilde: Te doy gracias Padre, porque este servicio a la Palabra que yo trato de hacer, me lo comprenden los humildes, los sencillos de corazón; cuando en cambio se torna diatriba, se torna ofensa, y suscita y desata calumnias para todos aquellos que se creen autosuficientes, soberbios, encastillados en su propio modo de pensar y no quieren que nadie les llegue con la doctrina auténtica del verdadero Evangelio…” (homilía del 23/4/78) “El hecho es éste: que precisamente este momento dominical -que yo veo como un regalo providencial del Señor porque nos congrega a todos los que sinceramente queremos conocer el pensamiento de la Iglesia- yo trato de aprovecharlo para dar una verdadera catequesis. Si hay un título que me enorgullece es éste: el catequista. Yo quiero ser eso: el catequista. Yo quiero ser eso: el catequista de mi diócesis, el que trata de dar con la sencillez de una catequesis la instrucción que nos hace conscientes de ser una Iglesia de Cristo. Desde esa Iglesia de Cristo que se afirma, que se consolida en la fe, iluminar los contornos que nos rodean, sin los cuales no sería verdadera Iglesia servidora del mundo. Una Iglesia que nosotros queremos, fiel a la palabra de Dios, fiel reflejo de la voluntad de Cristo, para iluminar desde nuestra misma naturaleza de Iglesia -la que somos todos nosotros- la realidad, para que sea una iluminación evangélica.” (Homilía del 16/9/79)

Actuemos con la fuerza de la Palabra ¿Cómo comprendemos ahora la intención que tuvo Mons. Romero en sus homilías? ¿Se cumple en él el evangelio que hemos leído? ¿Quiénes son los que aceptan y quienes los que rechazan el mensaje de Mons. Romero, y cuáles son las razones de estas reacciones? ¿Cuál es nuestra actitud ante el mensaje de Mons. Romero?

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Introducción al tema: En los temas anteriores

hemos comprendido la situación delicada del país y de la Iglesia, de cómo Mons. Romero se esforzó por iluminar esa realidad desde sus homilías; ahora reflexionaremos cómo este ministerio profético y pastoral le llevó al martirio.

Objetivo del tema: Reflexionar sobre la enseñanza sobre el martirio que nos dan sus homilías y el sentido que Mons. Romero le dio a su muerte conociendo que le matarían.

Mirada de los discípulos misioneros a la realidad ¿Cómo se ve y realiza la acción evangelizadora en nuestra sociedad? ¿Vemos persecución en la evangelización de la Iglesia alrededor del mundo? ¿Por qué se asesinan a las personas que hacen el bien? Comentemos algún caso de la comunidad sobre la evangelización en nuestra comunidad.

Juzguemos con la luz de la Palabra Iluminemos con la Palabra de Dios Leamos el Evangelio de Juan 15, 17-22. ¿Cuál es la advertencia que les hace Jesús a sus discípulos? ¿Qué significa para nosotros no ser del mundo? ¿Qué entendemos por la frase: el odio del mundo? Reflexión: Jesús fue odiado por el mundo. Para San Juan el mundo representa a todas aquellas estructuras de pecado que se negaron a aceptar el mensaje de amor que Jesucristo traía del Padre, porque esa forma de vivir destruye sus proyectos, estructuras que están en contra del reinado de Dios. Por eso Los Apóstoles y discípulos de Jesús serán siempre perseguidos porque el Reino de Dios siempre está en contra posición del mundo.

Iluminémonos con la palabra de Mons. Romero “Deseo encontrarme con Jesús y participar de su obediencia al plan salvífico de Dios. Pido perdón a Dios por las interferencias humanas en mi actuación como instrumento suyo. Quiero que estos ejercicios espirituales me hagan más íntimamente unido con su voluntad. Le pido que me haga más transparente de su amor, de su justicia, de su verdad. Siento miedo a la violencia en mi persona. Se me ha advertido de serias amenazas precisamente para esta semana. Temo por la debilidad de mi carne, pero pido al Señor que me dé serenidad y perseverancia. Y también humildad porque siento también la tentación de la vanidad. Hemos llegado a la meditación y del reino del seguimiento de Jesucristo. “Aun contra mi sensualidad y contra mi amor carnal y humano” hago mi oblación: “Eterno Señor de todas las cosas, yo hago mi oblación con vuestro favor y ayuda, delante vuestra infinita bondad y adelante vuestra Madre Gloriosa y de todos los santos y santas de la corte celestial, que yo quiero y deseo y es mi determinación deliberada, sólo que sea vuestro mayor servicio y alabanza, de imitaros en pasar todas injurias y todo vituperio y

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toda pobreza así actual como espiritual, queriéndome vuestra santísima majestad elegir y recibir en tal vida y estado. Así completo mi consagración al Corazón de Jesús que fue siempre fuente de inspiración y alegría cristiana en mi vida. Así también pongo bajo su providencia amorosa toda mi vida y acepto en él mi muerte por más difícil que sea. Ni quiero darle una intención como lo quisiera por la paz de mi país y por el florecimiento de nuestra Iglesia… porque el Corazón de Cristo sabrá darle el destino que quisiera. Me basta para estar feliz y confiado saber con seguridad que en él está mi vida y mi muerte, que a pesar de mis pecados en él he puesto mi confianza y no quedaré confundido y otros proseguirán con más sabiduría y santidad los trabajos de la Iglesia y de la Patria.” (Escrito del último retiro Espiritual 25/2/80) “Dice el Concilio: "En el mundo viven confundidos los cristianos y los no cristianos, nadie los distingue; sin embargo, en el corazón del cristiano hay una unción que lo hace responsable de ese mundo que tal vez los otros no pueden ver esa responsabilidad". Yo quisiera apelar esta mañana a esa vocación profética que todos ustedes tienen, hermanos. Y les quisiera decir, como cuando dije una vez: si alguna vez nos quitaran la radio, nos suspendieran el periódico, no nos dejaran hablar, nos mataran a todos los sacerdotes y al obispo también; y quedaran ustedes un pueblo sin sacerdotes, cada uno de ustedes tiene que ser un micrófono de Dios; cada uno de ustedes tiene que ser un mensajero, un profeta; siempre existirá la Iglesia mientras haya un bautizado, y ese único bautizado que quede en el mundo es el que tiene ante el mundo la responsabilidad de mantener en alto la bandera de la verdad del Señor y de su justicia divina. Por eso da lástima pensar en la cobardía de tantos cristianos y en la traición de otros bautizados. ¿Pero, qué están haciendo, bautizados, en los altos campos de la política?, ¿dónde está su bautismo? Bautizados en las profesiones, en los campos de los obreros, en el mercado; dondequiera que hay un bautizado ahí hay Iglesia, ahí hay profeta, ahí hay algo en nombre de la verdad que ilumina las mentiras de la tierra. No seamos cobardes, no escondamos el talento que Dios nos ha dado desde el día de nuestro bautismo y vivamos de verdad la belleza y la responsabilidad de ser un pueblo profético.” (Homilía del 8/7/79)

Actuemos con la fuerza de la Palabra ¿Qué opinión nos despiertan las palabras de Mons. Romero ante su posible asesinato? ¿Y nosotros estamos dispuestos a ser una Iglesia profética? ¿Somos un micrófono de Dios?

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Introducción al tema: Estudiaremos cómo Mons. Romero instó a la Arquidiócesis a vivir el bautismo desde los compromisos cristianos con la sociedad salvadoreña. Para ello reflexionaremos algunos fragmentos de la Homilía de “la solemnidad del Bautismo del Señor” de 1979.

Objetivo del tema: Reflexionar sobre el bautismo cristiano según la enseñanza de Mons. Romero y cuáles deben ser los compromisos que como bautizados tenemos que asumir ante la sociedad, Para asumirlos en nuestra vida diaria.

Mirada de los discípulos misioneros a la realidad ¿Cuándo vemos nuestra vida del pueblo salvadoreño, cómo vemos que viven los bautizados? ¿En qué se distingue la vida de un bautizado de alguien que es no creyente? ¿Qué tiene que ver nuestro bautismo con la realidad de nuestro pueblo? Compartamos un acontecimiento de la semana y relacionémoslo con la vida de los bautizados.

Juzguemos con la luz de la Palabra Iluminémonos con la Palabra de Dios. Leamos Marcos 1, 7-11. ¿Cuál es el mensaje de Juan el Bautista y cómo señala la diferencia de su bautismo con el bautismo que nos da Jesús? Hagamos un listado de los signos bíblicos que aparecen en el momento en que Jesús es bautizado. ¿Qué nos dicen esos signos? Reflexión: El Bautismo del Señor se trata de un momento del todo sublime. Un misterioso momento trinitario. Uno es el bautizado, tres son los presentes: El Espíritu Santo desciende santificando, el Padre habla reconociendo su paternidad y el Hijo recibe el amor y la fuerza que lo lanzan a la misión. Esto nos debería dar la certeza que en todo momento grande en nuestra vida están presentes los Tres, comunidad de amor, enseñándonos cómo se vive profundamente la realidad comunitaria.

Iluminémonos con la palabra de Mons. Romero ¿Qué descubre Cristo? Como les digo, Cristo no va a recibir algo que no tenía. Y en esto es falso querer esperar la edad de Cristo para ir a bautizarse. Nosotros no tenemos lo que Cristo ya tenía. Cristo va a las aguas del Jordán a una epifanía, a descubrir lo que lleva y por eso escuchamos el precioso Evangelio de San Marcos, que toda su obsesión es como presentarnos la persona de Cristo, aunque no hable. Cristo es el mensaje eterno del Padre y en el Jordán no habla, pero habla el Cielo: "Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia Él como una paloma. Se oyó una voz del cielo: Tú eres mi Hijo Amado, mi preferido". Ésta es la epifanía del bautismo de Cristo: Tú no te haces hoy Hijo de Dios. Tú ya eres Hijo de Dios y tu bautismo manifiesta lo que eres. Él quiere definir, pues, ese mesianismo auténtico, para que en Él encontremos siempre la crítica de todos los sistemas políticos. Por eso da risa, cuando dicen que la Iglesia está propiciando un sistema socialista. La Iglesia no se enfeuda con ningún sistema social. Y supongamos que nuestra democracia se transforma mañana en socialismo, la Iglesia siempre será el juez que criticará las actitudes injustas de ese socialismo, así como anima hoy en la democracia, lo bueno que tiene la democracia. La Iglesia está 10

siempre como una luz desde afuera, iluminando esa realidad. Cristo quiere ser ese Mesías que ilumina el caminar de la historia. Los pueblos son libres para darse el régimen que ellos quieran pero no son libres para hacer sus caprichos. Tendrán que ser juzgados en el sistema político o social que ellos escojan por la justicia de Dios. Y Dios es el juez de todos los sistemas sociales. En este otro ejemplo vemos que la realidad del bautismo cuando Juan Bautista, hablando de Cristo que pide el bautismo, les dice a sus penitentes: "Yo os bautizo con agua, pero ahora viene El que os va a bautizar en Espíritu Santo". Está declarando la función del bautismo cristiano. - Nos participa la unción que lo hizo Hijo de Dios. Rey, Sacerdote y Profeta. El bautismo nos hace partícipes de esa unción de Cristo. Cristo fue ungido no en el Jordán, sino en el mismo instante de su concepción, en las entrañas de María Santísima. Por eso, el ángel cuando le dice a María que va a concebir un ser misterioso, le dice: "Lo santo que nacerá de ti, será llamado Hijo de Dios, porque el Espíritu Santo es el que ha operado ese milagro de hacerte Madre, dejándote Virgen, y que el producto de tus entrañas no sea simplemente un hombre sino un ungido, un rey celestial en envoltura de carne humana: el Mesías". Ahora, por eso la Iglesia se compara con María, porque así como María da a luz a un hombre que es al mismo tiempo un Dios, nuestra Madre Iglesia siempre fecunda da a luz en el bautismo. Y por eso les decía: el misterio de la pila bautismal es el lecho donde nuestra Madre Iglesia me dio a luz, donde me hizo hijo de Dios, participante de la unción que Cristo traía para ser sacerdote, profeta y rey. Por eso somos hijos de Dios, Pueblo Sacerdotal, Profético y religioso. ¿Cuál es el resultado, queridos hermanos? El resultado es esta Catedral llena de cristianos. El resultado es una diócesis -muchas comunidades me están escuchando en este momento-. Pienso en Uds., queridos cristianos, hasta del más apartado rinconcito de la diócesis, el resultado del bautismo son Uds., comunidades cristianas que pueden decir con toda verdad: estamos ungidos, somos partícipes de Cristo, profeta, sacerdote y rey. Y por eso la Iglesia, son sus obispos, sacerdotes, religiosas, colegios católicos, organizaciones, instituciones, familias, es la Iglesia sacerdotal, profética, real. Somos familia de reyes, somos descendientes de ungidos, somos participantes del sacerdocio. Nuestra misión, entonces, como pueblo es enraizar estas tres cosas en nuestra familia, en el trabajo, en la oficina, en la política, en la sociología, en la profesión, en el mercado. Donde quiera que va un bautizado, tiene que ser ahí realidad mesiánica que Cristo lleva hasta ese ambiente y, como Cristo, lleva el compromiso de hacer presente esa dignidad salvadora que Él trajo al mundo.

Actuemos con la fuerza de la Palabra ¿Hemos tomado conciencia de nuestro bautismo y de lo que hemos recibido en él? ¿Cuál debe de ser el papel de la Iglesia ante los diferentes sistemas sociales? ¿Cómo encarnamos los ministerios de sacerdotes, profetas y reyes en nuestra vida diaria? ¿Qué compromiso hacemos hoy para vivir mejor nuestro bautismo?

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Introducción: La Homilía que estudiaremos corresponde a la misa exequial del P. Octavio Ortiz, asesinado el 20 de enero de 1979; en ella Mons. Romero expone el sueño de fe que llevó al P. Ortiz a su martirio. Un mundo Nuevo que se vive en la fe.

Objetivo del tema: Reflexionar en el asesinato del Padre Ortiz y el mundo nuevo que él soñó, para que nosotros nos esforcemos por construir ese mundo hoy.

Mirada de los discípulos misioneros a la realidad Veamos el mundo en el que vivimos, comentemos algunas noticias o acontecimientos mundiales o nacionales. ¿Podemos soñar un mundo diferente y cómo sería? ¿Conocemos algo sobre el P. Octavio Ortiz? Compartamos.

Juzguemos con la luz de la Palabra Iluminémonos con la Palabra de Dios Leamos Marcos 1,14-20. ¿Cuál es el mensaje que predicaba Jesús? ¿Cuáles la actitud de los apóstoles cuando Jesús los llamó? ¿A qué les llama Jesús? ¿Qué podrá ser que hace que los discípulos lo dejen todo por seguir a Jesús? Reflexión: «Está cerca el reino de Dios». Con una audacia desconocida, Jesús sorprende a todos anunciando algo que ningún profeta se había atrevido a declarar: “Ya está aquí Dios, con su fuerza creadora de justicia, tratando de reinar entre nosotros”. Por eso, toda la vida de Jesús es una llamada a la esperanza. Hay alternativa. No es verdad que la historia tenga que discurrir por los caminos de injusticia que le trazan los poderosos de la tierra. Es posible un mundo más justo y fraterno. Podemos modificar la trayectoria de la historia. (José A. Pagola)

Iluminémonos con la palabra de Mons. Romero ¡P. Ortíz!, un joven sacerdote, nacido apenas el 22 de marzo de 1944, en un cantón de Cacaopera, Departamento de Morazán. Conservó su sencillez de campesino, sabía que la grandeza del hombre no es de apariencias sino la verdad. A sus padres: don Alejandro Ortíz y dona Exaltación Luna, ambos también gloriosos de su estilo campesino, están aquí entre nosotros. A ellos, lo mismo que a los parientes de los cuatro difuntos, nuestra condolencia. Vino a estudiar el P. Ortíz, en nuestro Seminario San José de la Montaña y yo tuve la dicha de ser el Obispo que lo consagré sacerdote. ¡Es la primicia de mi episcopado! Estrenó su sacerdocio en la comunidad de Zacamil, a la que amó siempre. Al momento de ser asesinado el P. Octavio Ortíz Luna, estaba en plena actividad. Si se me pidiera cómo fue su ultimo día, lo puedo describir perfectamente: por la mañana, trabajando con los organizadores de la Semana de Identidad Sacerdotal para hacer una síntesis del rico mensaje que nos dejó esa semana; y por la tarde, en una reunión pro-Seminario que yo presidí. Octavio fue el que llevaba la coordinación; con una gracia muy especial sabía él llevar estas juntas y resultaban muy 12

fructuosas. De ahí salió para San Antonio Abad a celebrar la misa del Patronato y, a continuación por la noche, a inaugurar o a dar puntos de reflexión a los treinta y tantos jóvenes, a los cuales la Madre Chepita después concretaba con dos preguntas la reflexión espiritual a la que se tenían que levantar el día en que "El Despertar" fue un despertar horrible, de muerte, para darnos este mensaje doloroso de hoy. Cristo, el máximo maestro de este domingo, nos dice: "Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios". Este plazo que se ha cumplido, es precisamente el Cristo resucitado. Él ha abierto una nueva etapa en el mundo y dichosos aquellos que encuentran ese secreto de resurrección, porque entonces, la vida, a pesar de los crímenes, de las maldades, es un mundo que para los cristianos es fuerza y marco de la salvación. "El momento es apremiante... la figura de este mundo pasa". Dios salva en la historia concreta de cada pueblo y de cada hombre, y " hay que vivir, dice San Pablo, los que están casados, como si no lo estuvieran; los que sufren como si no sufrieran; los que gozan como si no existiera el placer, sabiendo que la figura de este mundo pasa". Octavio encontró un tesoro... lo estaba dando a estos jóvenes... Este es el gran mensaje de Octavio y los muertos: la figura de este mundo pasa y sólo queda la alegría de haber usado este mundo para haber impulsado allí el reino de Dios. Pasarán por la figura del mundo todos los boatos, todos los triunfos, todos los capitalismos egoístas, todos los falsos éxitos de la vida. Todo eso pasa, lo que no pasa es el amor, el haber convertido en servicio de los demás el dinero, los haberes, el servicio de la profesión, el haber tenido la dicha de compartir y de sentir hermanos a todos los hombres. En la tarde de la vida te juzgarán por el amor. A Octavio y los jovencitos muertos con él, en eso los ha juzgado Dios el Señor: en el amor. Toda vocación es un agente de cambio en un mundo donde el pecado está entronizado. Esta comunidad que ha hecho esta reflexión bajo la luz de la palabra de Dios, vive en un mundo donde el pecado está entronizado y es la lucha del reino de Dios. Una lucha para la que no se necesitan tanquetas ni metralletas. Una lucha para la que no se necesita espada o fusil. La lucha se bate con guitarras y canciones de Iglesia; se siembra en el corazón y se reforma un mundo, porque "la violencia aun cuando tiene motivaciones justas, es siempre violencia y no es eficaz y no es digna", decía el Papa. Ojalá los que ante hechos como éste, sienten el natural instinto de la venganza y de la violencia, se sepan dominar y sepan que hay una violencia muy superior a la de las tanquetas y también a la de las guerrillas, es la violencia de Cristo: ¡Padre perdónalos porque no saben, son ignorantes, pobrecitos! El reconocimiento de esa superioridad es más fuerte que la misma violencia de las armas, que no hace más que hacer más brutos a los hombres, porque el animal no tiene armas.

Actuemos con la fuerza de la Palabra ¿Cuáles son las luchas que hacemos en la comunidad por hacer presente el Reino de Dios ante el pecado entronizado en nuestro país? Compartamos. ¿Nos apasiona el reino de Dios como esperanza para construir un mundo nuevo?

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Introducción al tema: Estamos estudiando las homilías del tiempo ordinario y en esta homilía del 18 de febrero de 1979, Mons. Romero nos enseña que el sí de Cristo se sigue extendiendo en la historia a través de la Iglesia.

Objetivo del tema: Reflexionar sobre el Sí de Cristo al plan del Padre, y cómo la Iglesia debe también dar un sí incondicional al Plan de Dios.

Mirada de los discípulos misioneros a la realidad ¿Cómo vemos el comportamiento de las personas en torno a los compromisos de la vida diaria? ¿Son perseverantes o cambiantes? ¿Cómo somos con los compromisos de la Iglesia, perseverantes o variables? Compartamos alguna situación que nos haya pasado en estas semanas donde hemos visto algunas actitudes de estas.

Juzguemos con la luz de la Palabra Iluminémonos con la Palabra de Dios Leamos Marcos 2, 1-13. ¿Qué nos narra el evangelio sobre Jesús enseñando? ¿Tiene autoridad su palabra y como se demuestra esto en el texto? ¿Cuál es la reacción del pueblo ante la Palabra de Jesús? Reflexión: Marcos narra la curación de un paralítico en el interior de la casa donde vive Jesús en Cafarnaún. Es el ejemplo más significativo para destacar la profundidad de su fuerza curadora. Venciendo toda clase de obstáculos, cuatro vecinos logran traer hasta los pies de Jesús a un amigo paralítico. Jesús interrumpe su predicación y fija su mirada en él. ¿Dónde está el origen de esa parálisis? ¿Qué miedos, heridas, fracasos y oscuras culpabilidades están bloqueando su vida? El enfermo no dice nada, no se mueve. Allí está, ante Jesús, atado a su camilla. ¿Qué necesita este ser humano para ponerse en pie y seguir caminando? Jesús le habla con ternura de madre: «Hijo, tus pecados quedan perdonados». Deja de atormentarte. Confía en Dios. Acoge su perdón y su paz. Atrévete a levantarte de tus errores y tu pecado. (José A. Pagola)

Iluminémonos con la palabra de Mons. Romero. Estos capítulos de San Marcos, los capítulos dos y tres, describen una lucha ideológica entre el Cristo que anuncia la salvación nueva, prefigurada ya en los tiempos de Isaías y garantizada en la curación de un paralítico como signo, como sacramento, de la verdadera salvación del pecado, y las prácticas religiosas de su tiempo. ¿Qué es más fácil: decirle a este paralítico: "Te son perdonados tus pecados", o decirle: "levántate y camina?" Como el perdón de los pecados no lo pueden mirar, Dios ha querido dejar el signo del enfermo: "levántate". Y para el Dios, que puede curar lo mismo que perdonar, quedaba un argumento en pie: el perdón. Es la salvación que Dios trae y aquel paralítico se sentía más feliz de su conciencia limpia que de sus miembros ya curados. 14

- Cristo: el "sí" de las promesas de Dios. Para San Pablo también debió ser una hora difícil cuando se burlaban de él en Corinto: de que su lenguaje era informal: "Hoy "sí" y mañana "no", anunciamos a Cristo que es el eterno "sí" de Dios". ¡Qué hermoso nombre para Cristo: el sí de las promesas de Dios! El Sí en que Dios, que ha prometido cosas tan inauditas como una salvación nueva, un perdón de los pecados, un llamamiento de todos los pueblos a formar un solo pueblo, un solo amor, no se arrepiente de sus promesas, sino que en Cristo las cumple aun cuando ese Hijo de sus amores sea llevado a ser clavado en una cruz. Si es condición necesaria para el cumplimiento de las promesas de Dios, Cristo muere crucificado. - El sí del hombre a Dios. El sacrificio es la rúbrica de las grandes promesas de Dios y, por eso, dice San Pablo: "Así como también, los hombres que tratan de ser fieles a Dios, le dicen Amén". Revaloremos esta mañana, queridos hermanos, esa palabra tan usada y que tal vez de tan usada ya no tiene sentido para nosotros, pero cuando en nuestra liturgia decimos "amén", nosotros estamos haciendo un acto de fe, lo más hermoso que es decir: sí. Es el sí del hombre a Dios a través de Cristo. - Cristo es el amén de la humanidad a Dios. En Cristo se hacen amén las esperanzas de todos los pueblos, de todos los hombres, porque en Cristo se hacen sí las promesas de Dios. En Cristo es la zona donde el hombre necesitado, los pueblos pecadores, las sociedades como ennegrecidas, sin esperanza, miran la esperanza de un Dios que todavía nos ama porque esa definición de San Pablo: Cristo sigue siendo el sí, en una construcción gramatical griega, es un tiempo que en nuestro castellano no existe; en que lo que sucedió, sigue siendo realidad para todos los siglos, Cristo vive, y vive en su Iglesia y vive en América Latina. Ustedes, los cristianos políticos; ustedes, los que tienen capitales y son cristianos; ustedes: los sociólogos, los técnicos, los profesionales; ustedes tienen la llave de la solución; pero la Iglesia les da lo que no pueden tener ustedes: la esperanza, el optimismo para luchar, la alegría de saber que hay solución, de que Dios es nuestro Padre y nos va impulsado. Porque así como para curar al paralítico necesitó hombres que lo subieran al techo y lo pusieran frente a Cristo, también Cristo y Dios podrán hacer, ellos solos, la salvación de nuestro pueblo; pero quieren, también, tener camilleros, hombres que le ayuden a llevar a este paralítico que aquí se llama la república, la sociedad, para que lo pongamos: con manos de hombre, con soluciones de hombre, con pensamientos de hombre, frente a Cristo que es el único que puede decir: "He visto tu fe, levántate y camina". Y yo creo que ¡nuestro pueblo se levantará y caminará!

Actuemos con la fuerza de la Palabra ¿Qué valor le damos a la Palabra de Dios en nuestras vidas y en nuestras comunidades? ¿Cómo podemos ante nuestra sociedad ser la Iglesia que lleva a toda la república ante Cristo para que la sane? Compartamos y hagamos un compromiso.

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Objetivo: Reflexionar qué es la Alianza de Dios y cómo la quebrantamos, Para renovar nuestra alianza con Dios y comprometernos a cumplirla.

Introducción al tema: Iniciamos el tiempo de cuaresma, durante este tiempo y Pascua estudiaremos una catequesis sobre la Alianza que Mons. Romero desarrolla en sus homilías.

Mirada de los discípulos misioneros a la realidad ¿Qué es una alianza y que significa en nuestra sociedad? ¿Qué sucede cuando los socios rompen un trato o una alianza? Compartamos alguna experiencia donde hemos vivido en relación al tema.

Juzguemos con la luz de la Palabra Iluminémonos a la luz de la Palabra de Dios Leamos Marcos 1,12-15: ¿Qué nos narra el texto del Evangelio? ¿Hacia dónde es llevado Jesús y que le sucede en ese lugar? ¿Cuál es el mensaje de Jesús después de vencer las tentaciones? Reflexión: Jesús no ha conocido una vida fácil y tranquila. Ha vivido impulsado por el Espíritu, pero ha sentido en su propia carne las fuerzas del mal. Su entrega apasionada al proyecto de Dios lo ha llevado a vivir una existencia desgarrada por conflictos y tensiones. De él hemos de aprender sus seguidores a vivir en tiempos de prueba. «El Espíritu empuja a Jesús al desierto». No lo conduce a una vida cómoda. Lo lleva por caminos de pruebas, riesgos y tentaciones. Buscar el reino de Dios y su justicia, anunciar a Dios sin falsearlo, trabajar por un mundo más humano es siempre arriesgado. Lo fue para Jesús y lo será para sus seguidores. (José A. Pagola)

Iluminémonos con la palabra de Mons. Romero ¿Qué significa el pacto, la alianza? Era un acontecimiento muy frecuente y muy respetado en los pueblos orientales. Hacer alianza significaba las relaciones recíprocas entre dos partes con los deberes y derechos que se siguen de tal reciprocidad. Por ejemplo, el matrimonio es una alianza, son dos partes que convienen en vivir perpetuamente juntos, de allí derivan deberes y derechos entre iguales. En la alianza, también se imponen condiciones. Ese pacto, esa alianza, según las tradiciones antiguas -sobre todo orientales-, se hacía ya entre iguales y, entonces, la reciprocidad era equilibrada; pero algunas veces era un pueblo vencedor que hacía alianza con el pueblo vencido y le imponía condiciones. Y en la Biblia aparece una nueva fórmula que no aparece en otras religiones: es Dios que toma la iniciativa de hacer una alianza con un pueblo. En los otros pueblos, la alianza era considerada como sagrada y en este sentido siempre intervenía un dios, pero no para hacer alianza con los hombres, sino para proteger al pueblo que hacía alianza. De allí que toda la 16

ruptura de la alianza tenía un carácter pecaminoso, una ofensa al Dios que había sido testigo de esa alianza. Cuaresma... todo el espíritu de un pueblo comprometido por una alianza con Dios... Pero la Cuaresma, esta larga temporada, es como un largo domingo en que todos debemos de pensar: Dios ha querido hacer alianza para que los hombres seamos más unidos, para que la naturaleza cósmica se use según la voluntad de Dios. Para que nos sintamos hermanos. Esto significa, hermanos, la alianza. Y la Cuaresma es la temporada en que se nos recuerdan esas viejas alianzas de Dios para que las vivamos con la actualidad de los problemas actuales, pero con el espíritu de un Dios que nos vigila, que espera el cumplimiento de nuestros compromisos. Por eso, Cristo, entrando al desierto de la Cuaresma para habitar entre los chacales y las fieras del desierto pero, al mismo tiempo, contando con los ángeles que le sirven, es la imagen de una redención cósmica, de un Cristo que maneja a las fieras y que se hace servir de ángeles, y que es dueño de todas las cosas, y que va a devolver las cosas al verdadero imperio de Dios. Entrar con Cristo a Cuaresma quiere decir, también apropiarse toda la riqueza de esa alianza de Cristo para salvar al mundo, para colaborar con Cristo en la salvación de la historia. La Cuaresma es una actualización de las alianzas eternas de Dios, pero en Cristo Jesús. La Cuaresma es un llamamiento a la reconciliación. Entrar a Cuaresma solamente para ayunar y guardar materialmente las leyes eclesiásticas de la Cuaresma, no tiene sentido. La misma Iglesia puede ser un estorbo cuando sólo cumplimos como los fariseos: con apariencia. Recuerdan el domingo pasado cuando los discípulos de Juan y los fariseos que caían en estos legalismos, criticaban a los discípulos de Cristo: "Nosotros ayunamos y ustedes, ¿por qué no ayunan? Y Cristo les responde: Es el espíritu lo que vivifica, no la letra. Mientras el novio está en casa con la novia, los amigos del novio no ayunan. Es la hora de la felicidad, es la presencia de la salvación, es la alegría. Por más austeros que sean los hombres, y se disciplinen, y se castiguen y ayunen, y caminen de rodillas a los santuarios, pero llevan odio en el corazón, llevan rencillas, de nada sirve todo esto. La renovación de Cristo parte del amor de la fidelidad al Señor. ¡Esta es la verdadera religión, este es el Cristo de la alianza: el Cristo del amor, el Cristo de la reconciliación, el Cristo de la Bondad!.

Actuemos con la fuerza de la Palabra ¿Entendemos que debe de significar la alianza con Dios a través de Cristo para nosotros? ¿Cómo debemos de vivir la cuaresma este año? ¿Cómo podemos renovar nuestra alianza con Dios esta cuaresma?

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Objetivo: Comprender como debe vivir el Pueblo de Dios para dejar de ser masa, buscando así nuestra transfiguración a través de nuestra conversión personal y pastoral. Introducción al tema: Estamos estudiando la gran catequesis sobre la Alianza que Mons. Romero hizo en la cuaresma y pascua de 1979. Hoy reflexionaremos como el Pueblo de la Alianza debe de transfigurarse para responder a esa Alianza, Para eso estudiaremos un fragmento de la homilía del 2° domingo de Cuaresma.

Mirada de los discípulos misioneros a la realidad ¿Cómo vemos que vive nuestro pueblo la cuaresma? ¿Asiste la gente a las procesiones? ¿Cuánta de esas personas están comprometidas en la comunidad parroquial? ¿Cuántos de ellos están comprometidos socialmente en algún grupo de trabajo comunitario?

Juzguemos con la luz de la Palabra Iluminémonos a la luz de la Palabra de Dios Leamos Marcos 9, 1-9: ¿A Quiénes lleva Jesús a la montaña? ¿Quiénes se aparecen a Jesús? ¿Cuáles son las Palabras del Padre a los discípulos? Reflexión: El movimiento de Jesús nació escuchando su llamada. Su Palabra, recogida más tarde en cuatro pequeños escritos, fue engendrando nuevos seguidores. La Iglesia vive escuchando su Evangelio. Este mensaje de Jesús, encuentra hoy muchos obstáculos para llegar hasta los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Tampoco quienes se acercan a las comunidades cristianas pueden apreciar fácilmente la Palabra de Jesús. Su mensaje se pierde entre otras prácticas, costumbres y doctrinas. Es difícil captar su importancia decisiva. Sin embargo, también hoy, lo único decisivo que podemos ofrecer los cristianos a la sociedad moderna es la Buena Noticia proclamada por Jesús. (José A. Pagola)

Iluminémonos con la palabra de Mons. Romero El Nuevo Pueblo de Dios -Nace de una nueva alianza. Por eso cuando el Concilio continúa su reflexión sobre el Pueblo de Dios, nos hace ver cómo nació de la Alianza Nueva, ya no la de Abraham para el Viejo Testamento, sino que, después de decirnos que de Abraham procedió ese pueblo, dice: "Pero todo esto sucedió como preparación y figura de la Alianza Nueva y perfecta que había de pactarse en Cristo, y de la revelación completa que había de hacerse por el mismo Verbo de Dios hecho hombre... Ese pacto nuevo, lo estableció Cristo, convocando un pueblo de judíos y gentiles -Ya no será un pueblo geográficamente distinto, como Israel, será un pueblo que tiene características espirituales porque vendrá de judíos, donde quedarán también judíos que no son cristianos, y gentiles, que se quedarán muchos también siguiendo siendo paganos- que se unificara no según la carne, sino en el espíritu y constituyera el Nuevo Pueblo de Dios".

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Y aquí es donde yo quisiera que nos fijáramos bien, ya como punto de cuaresma, renovación de nuestra Iglesia, en una Semana Santa que nos renueve de verdad, una Cuaresma que nos deje la alegría de dejar el hombre viejo sepultado, para resucitar con Cristo nuevo, a una vida nueva. El esposo que era tormento de su familia, sea de aquí en adelante el hombre nuevo que es alegría de su hogar. La mujer que carecía de amor para dar calor al esposo y a los hijos, comience a sentir que su reino es el hogar donde el amor tiene su reino. El joven, la joven, que ponía su alegría en esas cosas tan banales de la tierra, piense que es en Cristo, en esa renovación en Cristo. La familia que vuelva a construirse en el amor; toda la humanidad, la patria, la política de los gobernantes, los que tienen dinero, los que no lo tienen, los obispos, los sacerdotes, las religiosas, todos; Iglesia y mundo. Por eso, queridos hermanos, en las luchas reivindicativas de nuestro pueblo, queridos obreros, queridos campesinos, queridas organizaciones políticas-populares, la Iglesia no se puede identificar con ustedes, pero les comprende, porque: lo justo lo bueno que ustedes reclaman, la Iglesia también lo reclama como un reflejo del Reino de Dios, que será recogido en toda la eternidad. "Todo lo bueno que hace un hombre, aunque sea en los campos políticos y sociales, lo recogerá -dice el Concilio- como ya purificado, en la eternidad". La Iglesia tiene que predicar esta trascendencia, porque su cabeza es Cristo que ya penetró los cielos y que está reclamando a todo su cuerpo también, en pos de ese cielo, no para hacerse perezoso sino para trabajar en la tierra. El solo mirar al cielo sería falso espiritualismo, sino que hay que llenarse de méritos en la tierra pero con la ilusión de poseer esos méritos por toda la eternidad. No trabajemos únicamente pues, por mejorar las cosas terrenales, sino por mejorar cosas con la gran esperanza de Abraham y del pueblo de Dios ¡Cristo es la cabeza! ¿Qué otra condición? La condición de este pueblo es "la dignidad y la libertad de los hijos de Dios, en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un templo". Por eso la Iglesia no puede ser conformista. La Iglesia tiene que despertar conciencia de dignidad. A esto lo llaman subversión. Esto no es subversión. La conciencia cristiana que nuestras comunidades van tomando a la luz del Evangelio, ante el pensamiento de que un hombre, aunque sea un jornalero, es imagen de Dios, no es comunismo ni subversión, es palabra de Dios que ilumina al hombre y el hombre tiene que promoverse. Ya no queremos pueblo masa. Por eso les decía que se distingue el pueblo de lo que no es pueblo. Aún más allá del Pueblo de Dios hay pueblos muy promovidos que no son todavía Pueblo de Dios. Pero todavía más al margen, hay un inmenso pueblo que ni siquiera se puede llamar pueblo, si bien se le dice: la masa.

Actuemos con la fuerza de la Palabra ¿Después de reflexionar las palabras de Mons. Romero cómo evaluamos nuestra comunidad parroquia: Es masa o pueblo? ¿Cómo podemos vivir esta cuaresma para que seamos más pueblo y menos masa? ¿Podemos entender ahora la conversión pastoral que nos planteó Aparecida?

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Objetivo: Reflexionar sobre la cuaresma como conversión del simpe cumplimiento de tradiciones a un verdadero encuentro con Cristo. Introducción al tema: Estudiaremos ahora un fragmento de la homilía del 3° domingo de cuaresma de 1979 para comprender cómo la verdadera ley se vive en el encuentro con Cristo resucitado.

Mirada de los discípulos misioneros a la realidad ¿Conocemos los mandamientos de la ley de Dios? ¿Cuándo vemos la sociedad que nos rodea podemos verificar el cumplimiento de estos mandamientos? Compartamos un hecho de la semana relacionado con el tema.

Juzguemos con la luz de la Palabra Iluminémonos a la luz de la Palabra de Dios Leamos Juan 2,13-25: ¿Cuál es la reacción de Jesús al entrar al Templo? ¿Por qué reacciona Jesús de esta manera? ¿Cuál es la reacción de los sacerdotes del Templo? Reflexión: Jesús se siente como un extraño en aquel lugar. Lo que ven sus ojos nada tiene que ver con el verdadero culto a su Padre. La religión del Templo se ha convertido en un negocio donde los sacerdotes buscan buenos ingresos, y donde los peregrinos tratan de “comprar” a Dios con sus ofrendas. Jesús recuerda seguramente unas palabras del profeta Oseas que repetirá más de una vez a lo largo de su vida: «Así dice Dios: Yo quiero amor y no sacrificios». (José A. Pagola)

Iluminémonos con la palabra de Mons. Romero Fíjense en este detalle, hermanos, por eso les decía: Pueblo de Dios, no es lo mismo que pueblo en general. Pueblo de Dios es: "entre todos los pueblos que son míos -dice Dios- escojo uno con el cual quiero entablar relaciones muy especiales". Este será el Pueblo de Dios y esto es interesante tenerlo muy en cuenta. Cuando llamamos a nuestra Iglesia, pueblo de Dios aquí en El Salvador, no se debe confundir con un sentido democrático como si todos los salvadoreños formaran el Pueblo de Dios. Sólo lo son los bautizados, "sólo los que no han olvidado mis promesas, sólo aquellos que recuerdan cómo los voy llevando sobre alas de águila, sólo aquellos que tienen fe", es lo que caracteriza al verdadero descendiente del Pueblo de Dios. No todos los salvadoreños pertenecen al Pueblo de Dios, como no pertenecían en tiempo de Moisés, todos los pueblos del mundo a esta alianza que Dios ha hecho con un pueblo. Aquí voy a fijarme ya en el Evangelio de hoy, ¿Qué es el evangelio de hoy? Cristo formando con cordeles un azote para sacar del templo a los que habían hecho de la ley de Moisés un negocio, a los que habían hecho del templo, signo de la unión con Dios, un mercado, una cueva de ladrones. Para fustigar y purificar el signo santo que era el templo y era el sacrificio y era el culto pero con tantas leyes se habían convertido en legalismos y estaban muy lejos del espíritu. 20

A esto se refiere el Papa cuando dice: "al compartir la alegría de esta conquista con todos los hombres de buena voluntad, con todos los hombres que aman de veras la justicio y la paz, la Iglesia, consciente de que la sola "letra" puede matar, mientras solamente "el espíritu da vida", debe preguntarse continuamente junto con esos hombres de buena voluntad si la declaración de los derechos del hombre y la aceptación de su "letra" significan también por todas partes la realización de su "espíritu". Surgen, en efecto, temores fundados de que muchas veces estamos aún lejos de esta realización y que tal vez el espíritu de la vida social y pública se halla en una dolorosa oposición con la declarada "letra" de los derechos del hombre. Este estado de cosas, gravoso para las respectivas sociedades, haría particularmente responsable, frente a estas sociedades y a la historia del hombre, a aquellos que contribuyen a determinarlos". Entonces nos gloriamos de que los derechos humanos coinciden con la ley de Dios, pero así como el Papa dice: De la declaración de los derechos humanos aceptada por muchos países, como si un nuevo Sinaí hubiera inspirado un nuevo respeto a Dios y al hombre, cabe preguntar: si tanto la ley de Dios como la Declaración de los derechos humanos, solamente está sirviendo para apañar con la "letra", pero su "espíritu" está muy lejos de lo que se esperaba de todo esto. - Cristo, el verdadero templo: muerte y resurrección puerta de salvación. San Pablo nos ha dicho que ni el signo que buscan los judíos con la ostentosidad de su templo, con los milagros, ni la sabiduría de los griegos, salvará a la humanidad, sino la fuerza salvadora está en el Cristo crucificado. Este es el signo, cuando Cristo esta mañana nos recuerda su gesto valiente de sacar del templo, a los que estaban profanando ese signo, se presente Él mismo como el templo, como el campo donde Dios se encuentra con el hombre, como el perfecto adorador de Dios y salvador de los hombres. - Ni los signos de los judíos, ni la sabiduría de los griegos, sino el único signo de Dios: escándalo y necedad para los hombres: Cristo crucificado. Ojalá que todas estas reflexiones de la alianza y de nuestra realidad nacional, nos lleven a comprender como San Pablo ha dicho: "Que no tenemos otra esperanza ni en las leyes, ni en los poderes de los hombres, ni en los signos creados que nuestra confianza y nuestra esperanza. Trabajando, sí las cosas de la tierra, los medios humanos, pero el corazón muy puesto en el gran signo de los cristianos: ¡Cristo crucificado! ¡Cristo resucitado!. Así sea...

Actuemos con la fuerza de la Palabra ¿Cómo vivimos nuestro cristianismo en los grupos de la Iglesia y en la sociedad? ¿La palabra de Dios es verdadera ley para nuestro corazón o es letra muerta? ¿Cómo podemos hacer en esta cuaresma para vivir con más fidelidad la Palabra de Dios?

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Objetivo: Comprender cómo las situaciones trágicas de la sociedad rompen la Alianza y cómo a través de ellas Dios nos llama a la reconciliación. Introducción al tema: Estudiaremos hoy la homilía del 4° domingo de cuaresma de 1979, con la que continua la catequesis de la alianza. En ella Mons. Romero trata de hacer un llamamiento a la conversión contemplando la crisis nacional como una oportunidad de Dios para convertirnos.

Mirada de los discípulos misioneros a la realidad ¿Cómo vemos la realidad de nuestro país y cómo reaccionamos ante esas realidades? ¿Qué actitudes toma la gente ante esas realidades trágicas? Compartamos algún hecho de la comunidad relacionado al tema.

Juzguemos con la luz de la Palabra Iluminémonos a la luz de la Palabra de Dios Leamos Juan 3, 14-21: ¿a qué se refiere Jesús cuando dice: El Hijo del Hombre tiene que ser levantado? ¿A qué ha venido el Hijo del Hombre? ¿Qué significa preferir las tinieblas y no la Luz? Reflexión: Según Jesús, la luz que lo puede iluminar todo está en el Crucificado. La afirmación es atrevida: «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna». ¿Podemos ver y sentir el amor de Dios en ese hombre torturado en la cruz? Acostumbrados desde niños a ver la cruz por todas partes, no hemos aprendido a mirar el rostro del Crucificado con fe y con amor. Nuestra mirada distraída no es capaz de descubrir en ese rostro la luz que podría iluminar nuestra vida en los momentos más duros y difíciles. Sin embargo, Jesús nos está mandando desde la cruz señales de vida y de amor.

Iluminémonos con la palabra de Mons. Romero Pero en ese tiempo Mosaico, en ese tiempo de la ley que abarca varios siglos, suceden cosas muy buenas pero también muy malas. Así la Sagrada Escritura nos coloca hoy en otro hito de la historia: Babilonia. ¿Qué es Babilonia? Es la ruptura de la alianza, es un pueblo que ha merecido el castigo del destierro por no haber sido fiel a Dios, es un pueblo agobiado, casi desesperado, un pueblo para el cual parece que ya no existe Dios. Y sin embargo, a ese pueblo amilanado, quebrantado, los profetas anuncian esperanza y salvación. Por eso, Babilonia, a pesar de ser la figura del pueblo que ha abandonado a su Dios y que está castigado, es también la figura de un pueblo que se va a recuperar. Para nosotros este lenguaje es sumamente interesante. Hay muchos que en El Salvador dicen: "¡ya no hay remedio!, ¿quién va a creer en el amor?", ¡Caminos de violencia: secuestros, odios, crímenes, represiones!. Como que nos ha hecho el Señor para entendernos a garrotazos. Dios nos ha hecho como imagen de su amor y aunque el ambiente se ha tornado de garrote, no es eso lo que Dios quiere.

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San Pablo, en la segunda lectura, una figura más trágica: ".....estábamos muertos por los pecados". Son pinceladas negras de la historia de los hombres, Dios dándonos una ley para salvarnos, dándonos profetas para orientarnos, dándonos amor, creándonos por amor, haciendo alianzas de salvación: y los hombres, volviéndole la espalda, rompiendo la alianza, desobedeciendo a Dios, creyendo más en las tinieblas, en la represión, en los ídolos dinero, en el ídolo política, todo menos Dios. ¡Aquí Dios no cabe! Este es el pecado: prefirieron buscar por sus propios caminos la felicidad que Dios les señalaba por el único camino. ¿Cuándo vamos a comprender, queridos hermanos -yo el primero entre todos ustedes, pecador-, que no son nuestros caprichos los que van a dar la solución de la verdadera felicidad? ¿Cuándo vamos a comprender que sólo Tú, Señor, tienes palabras de vida eterna? Nunca es tarde para el amor de Dios, pero Dios, dice la primera lectura: "...hasta que ya no hubo remedio". Fijémonos en esta hora tremenda del castigo, es la hora que está viviendo El Salvador. Es la hora de los capataces y de los que imponen sus caprichos, de los que dan leyes, de los que se sienten dueños de la vida y de las haciendas. ¡Pobrecitos, no saben que son azotes de Dios!. Es la hora en que Dios está abatiéndonos y casi surge, del corazón del hombre abatido, la queja: "¿Acaso existe Dios?". Porque para colmo vemos cómo los que están felices, no adoran a Dios sino que están de hinojos ante sus falsos ídolos. Y creemos que puede más el dinero que el Dios verdadero, que puede más el poder de los déspotas que el hombre que salva, que el Dios verdadero que nos ama. Viene la tentación de la desesperación, como dijo el Papa hablando de la violencia: "La tentación de la violencia". Hay muchos caídos también en esta tentación: los que creen que van a encontrar la salida al país por caminos de sangre y de odio. Por allí no hay salida mientras se ensangrienta más mientras hay más miembros doloridos por la tortura, mientras hay familias que lloran el atropello de los poderes. Es Dios que está valiéndose de esas cosas para castigar como con un azote, pero no es la última palabra. Este es el misterio de la reconciliación, no importa el pasado, no importa cómo estemos de hundidos en nuestra situación económica, social o política, no importa lo que hayamos odiado, no importa lo violentos que hayamos sido: ni siquiera importa tener las manos manchadas de secuestros, de sangre, de torturas. Ojalá esta voz estuviera llegando a esos lugares donde Dios está usando su azote, valiéndose de hombres sin corazón y sin conciencia, para que el Señor tenga misericordia de ellos y anhelen en esta Pascua no ser el triste papel de azote de Dios sino convertirse en palabra de esperanza... Sí, queridos hermanos, desde el Señor Presidente hasta los policías -todos los que constituyen ese orden bajo el cual nuestro pueblo se siente tan miedoso, tan tímido-, no sean azote de Dios; sean gobierno de esperanza, sean cuerpo de seguridad, sean hombres del orden, sean verdaderamente instrumentos de Dios para la liberación de nuestro pueblo.

Actuemos con la fuerza de la Palabra ¿Qué podemos hacer para que esta cuaresma logremos una verdadera reconciliación con Dios? ¿La realidad de nuestro país nos mueve a la desesperanza o a la conversión? ¿A que nos comprometemos en esta cuaresma de cara a la realidad que vivimos?

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Objetivo: Comprender el misterio pascual de renuncia y entrega, para que la cuaresma nos prepare a celebrar la pascua en una actitud en fidelidad a la de Cristo. Introducción: Estudiaremos la homilía del 5° domingo de cuaresma donde Mons. Romero explica que celebrar la alianza pascual es vivir en actitud de entrega y servicio al igual que Jesucristo.

Mirada de los discípulos misioneros a la realidad ¿Cómo vemos que nuestro pueblo celebra la pascua? ¿Por lo general que hace la gente en sábado de gloria y domingo de resurrección? ¿Qué sentido deberían tener para los cristianos las vacaciones de Semana Santa? Compartamos alguna anécdota sobre el tema.

Juzguemos con la luz de la Palabra Iluminémonos a la luz de la Palabra de Dios Leamos Juan 12, 20-33: ¿Qué significa para nosotros la frase: si el grano de trigo no muer? ¿Qué significa si el grano de trigo muere da mucho fruto? ¿cómo podemos relacionarlo con la Cuaresma y la Pascua? Reflexión: El amor es invisible. Sólo lo podemos ver en los gestos, los signos y la entrega de quien nos quiere bien. Por eso, en Jesús crucificado, en su vida entregada hasta la muerte, podemos percibir el amor insondable de Dios. Esta bella imagen nos descubre una ley que atraviesa misteriosamente la vida entera. No es una norma moral. No es una ley impuesta por la religión. Es la dinámica que hace fecunda la vida de quien sufre movido por el amor. Es una idea repetida por Jesús en diversas ocasiones: Quien se agarra egoístamente a su vida, la echa a perder; quien sabe entregarla con generosidad genera más vida. (José A. Pagola)

Iluminémonos con la palabra de Mons. Romero Este Evangelio de hoy, que ya fue escrito por cristianos, nos lo dice. No olvidemos que si es cierto que aquí nos está narrando San Juan un episodio de la vida de Cristo que ya se acerca a su pasión, esa reflexión la estaba haciendo mucho después de que hubieran sucedido los hechos, como cuando un historiador escribe la historia de hace años. La está escribiendo ya en otra época y rodeado de otra gente. Son los cristianos que le están ayudando a San Juan a reflexionar en los compromisos del bautismo. Podíamos decir hoy: nosotros cristianos, de este domingo de 1979, reflexionamos este misterio de nuestro bautismo que nos incorpora al Misterio Pascual de Cristo. Y de allí sacamos las conclusiones, de modo que cuando Cristo habla hoy, pueda ser que sus palabras reflejen más bien la reflexión de aquella comunidad que está reflexionando. Por eso escuchamos esto que viene bien con la apropiación de la redención por medio del bautismo: "Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo. Pero si muere, dará mucho 24

fruto". Y sigue el Evangelio: "El que se ama a sí mismo, se pierde; y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga; y donde esté Yo, allá estará también mi servidor. A quien me sirva, el Padre le premiará". ¡Esto es para nosotros!, ¡esto no es historia de hace veinte siglos! ¡Esto es el Misterio Pascual encarnándose en el Cuerpo de Cristo que somos hoy, nosotros, los bautizados de 1979! A cada uno de nosotros nos está diciendo Cristo: si quieres que tu vida y tu misión fructifique como la mía, haz como Yo: conviértete en grano que se deja sepultar, déjate matar, no tengas miedo. El que rehuye el sufrimiento, se quedará solo. No hay gente más sola que los egoístas, pero si por amor a los otros das tu vida como yo la voy a dar por todos, cosecharás muchos frutos. Tendrás las satisfacciones más hondas. No le tengas miedo a la muerte, a las amenazas, contigo va el Señor. El que quiera salvar su alma, es decir, en frase bíblica, el que quiera estar bien, el que no quiera tener compromisos, el que no se quiere meter en líos, el que quiere estar al margen de una situación en que todos tenemos que comprometernos, éste, perderá su vida. Qué cosa más horrorosa haber vivido bien cómodo sin ningún sufrimiento, no metiéndose en problemas, bien tranquilo, bien instalado, bien relacionado políticamente, económicamente, socialmente. Nada le hacía falta, todo lo tenía. ¿De qué sirve? Perderá su alma. Pero el que por amor a Mí se desinstale y acompañe al pueblo, y vaya en el sufrimiento del pobre, y se encarne y sienta suyo el dolor, el atropello; éste ganará su vida, porque mi Padre lo premiará. Hermanos, a eso nos llama la palabra de Dios en este día y yo quisiera, de veras, tener toda la capacidad de convicción para decirles: ¡vale la pena ser cristiano! Este es el mensaje de interioridad con que la palabra de Dios hoy, nos invita a vivir una religión no de decálogos y de dogmas, un conjunto de teorías, sino unas opciones personales, íntimas por encima de prácticas interiores y de lugares y de cosas. No hagamos consistir la religión en esas exterioridades sino en la sinceridad, en la búsqueda íntima de Dios, de donde brotarán como fruto: el amor, la justicia, la sinceridad, la verdad.

Actuemos con la fuerza de la Palabra ¿Cómo comprendemos ahora la Cuaresma y la Pascua? ¿a qué debemos renunciar en esta cuaresma para vivir una pascua de entrega y servicio? ¿Qué compromisos podemos hacer para vivir mejor esta Semana Santa.

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Introducción al tema: Iniciamos con las homilías de los domingos de Pascua, continuando con la catequesis sobre la Alianza. Para ellos estudiaremos un fragmento de la Homilía del 2° domingo de Pascua de 1979.

Objetivo: Comprender los dones del Espíritu Santo, de la fe y la comunión como frutos de la pascua

¿Cómo vivimos la Semana Santa en este año? Compartamos las experiencias que tuvimos en las celebraciones y reuniones familiares. ¿Qué compromisos nos hemos hecho para esta pascua?

Iluminemos con la Palabra de Dios Leamos Juan 20, 19-31:

¿Qué nos narra el texto de Juan? ¿Qué les da el Señor a sus discípulos? ¿Qué consecuencia trae a los apóstoles recibir el Espíritu Santo? Reflexión: No hemos de asustarnos al sentir que brotan en nosotros dudas e interrogantes. Las dudas, vividas de manera sana, nos salvan de una fe superficial que se contenta con repetir fórmulas, sin crecer en confianza y amor. Las dudas nos estimulan a ir hasta el final en nuestra confianza en el Misterio de Dios encarnado en Jesús. La fe cristiana crece en nosotros cuando nos sentimos amados y atraídos por ese Dios cuyo Rostro podemos vislumbrar en el relato que los evangelios nos hacen de Jesús. Entonces, su llamada a confiar tiene en nosotros más fuerza que nuestras propias dudas. “Dichosos los que crean sin haber visto”. (José A. Pagola)

Iluminemos con la palabra de Mons. Romero ¿Qué otra cosa le da el Espíritu si le ha dado toda la vida de Cristo a la Iglesia y le ha dado también el poder de perdonar? Dice Cristo, en la misma noche de su Resurrección: "Recibid el Espíritu Santo, a quienes perdonaréis que les queden perdonados sus pecados y a quienes se los retuviereis, les queden retenidos". Es decir, sólo Dios puede perdonar los pecados que ofenden a Dios. La Iglesia es una presencia de Dios misericordioso en el mundo. Así como Dios perdona al que pide perdón, la Iglesia será, como dice San Pablo: ministros de la reconciliación. Allí está la pila bautismal para reconciliar al recién nacido con la gracia de Dios, allí están los confesionarios para que los arrepentidos reciban la absolución de la Iglesia representada en el sacerdote. Y cuando dice que el Espíritu le ha dado el poder de perdonar, quiere decir que le ha dado la capacidad de predicar la conversión. De llamar las injusticias por su propio nombre, de decir a los pecadores: conviértanse que Dios los quiere perdonar; de ponerse solidaria de lado de los que sufren para decirles: ánimo, Dios va con el que sigue a Dios. Esta es la misión del perdón, de la reconciliación, de la Iglesia; que en el fondo 26

de su dureza, como Madre que no sabe alcahuetear las debilidades e injusticias de sus hijos, corrige, enmienda, orienta, para que tenga buenos hijos, para que sean dignos de la filiación divina. Capacidad de predicar la verdad sobre Cristo: "El Espíritu da testimonio porque el Espíritu es la verdad". En la segunda lectura de hoy, también, encontramos que ese Espíritu que Dios ha dado a su Iglesia, da testimonio de Cristo". Porque es el Espíritu de la verdad" -dice San Juan en su epístola de hoy-. Quiere decir que la Iglesia animada por el Espíritu de Dios, lleva la capacidad de la verdad. Queridos hermanos, llevar la capacidad de la verdad es sufrir el tormento interior que sufrían los profetas. Porque es mucho más fácil predicar la mentira, callar la verdad, acomodarse a las situaciones para no perder ventajas, para tener siempre amistades halagadoras, para tener poder. ¡Qué tentación más horrible la de la Iglesia! y, sin embargo, Ella, que ha recibido el Espíritu de la verdad, tiene que estar dispuesta a no traicionar la verdad, y si es necesario perder todos los privilegios, los perderá, pero dirá siempre la verdad. Y si la calumnian, sabe Ella que la calumnian por decir la verdad. Esta es la misión que Cristo confió a la Iglesia, en la misma noche de su Resurrección. -Capacidad de engendrar hijos de Dios: Los sacramentos: insinuados en el agua y la sangre... y en los otros signos. Hay otra capacidad que le da el Espíritu a la Iglesia. Cuando Juan habla hoy de la sangre, y del agua, y de los signos, está sugiriendo, en aquellas primitivas comunidades cristianas, ese signo que todos conocen: los signos sacramentales. El agua, que lava el pecado original del niño; el pan y el vino, que se convierten en cuerpo y sangre del Señor; la mano del sacerdote, que absuelve o que unge, son signos de la presencia del Espíritu en su Iglesia. Son los sacramentos que santifican a los hombres. Son los sacramentos que santifican todas las diversas condiciones de la vida del hombre, del hogar, de la sociedad. "Para que tengáis vida en su nombre" Por eso también el Espíritu le da a la Iglesia, en el soplo que Cristo le infundió, la capacidad de santificar, de convertir, de alimentarse de la vida de Dios. Ese soplo de Cristo, que es su Espíritu dado a la Iglesia, logra crear una comunidad de fe. Así se llama la Iglesia: comunidad de fe. Quiere decir que una comunidad Iglesia no es una comunidad con ideales políticos, subversivos, comunistas, sociológicos: No, la Iglesia lleva unos criterios de fe que son los que caracterizan toda su vida. La fe es creer: la Palabra... el testimonio de la experiencia de la Resurrección, la presencia del Espíritu en la comunidad. Creer no es palpar, no es meter el dedo en las llagas de Cristo. No es la evidencia científica, sino que es la aceptación de la palabra de Dios. La aceptación de una palabra que unos testigos de la experiencia pascual anuncian con tanta convicción, que todo el mundo dice: ¡Cristo ha resucitado! ¡Cristo está presente por el espíritu que Él dio a su Iglesia! Cristo vive en la santidad del pueblo que lo sigue. Cristo está presente en la valentía de su Evangelio que se predica en el mundo. Cristo es el testimonio del Espíritu Santo y de la comunidad que lo acepta y lo siente presente. Esta fe hermanos, es la que hace bella la comunidad de los que nos reunimos a meditar en la palabra de Dios.

¿Cómo puede colaborar nuestra Iglesia en la tarea de reconciliación de nuestra sociedad? ¿Nosotros cómo podemos acrecentar la fe en Dios en medio de la indiferencia a la religión?

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Introducción al tema: Hoy estudiaremos un fragmento de la 1ª carta pastoral de Mons. Romero: La Iglesia de la Pascua. En ella Mons. Romero nos dejó su pensamiento eclesiológico.

Objetivo: Comprender el misterio de la Iglesia desde el misterio Pascual de Jesucristo; para vivir la pascua con mayor fidelidad nuestra misión

¿Cuándo pensamos en la Iglesia qué significa para nosotros? ¿Cómo vemos que los bautizados vivimos la Pascua: con alegría, comprometidamente o indiferentemente? Compartamos un acontecimiento de la semana en relación al tema.

Iluminemos con la Palabra de Dios Leamos Juan 19,31 37: ¿Qué nos narra el texto de Juan? ¿Qué brota del costado de Cristo? ¿Qué significado puede tener el agua y la sangre? Reflexión: En el evangelio de San Juan tienen mucho valor teológico los signos del agua y la sangre, en ellos se ve el nacimiento de los sacramentos, pero en especial de la Iglesia como el gran sacramento de Dios. La Iglesia es sacramento porque hace presente a Cristo en medio de la humanidad. A través de ella llega la salvación de Dios a toda la humanidad cuando ella es fiel al Evangelio.

Iluminemos con la palabra de Mons. Romero La Iglesia de Cristo tiene que ser una IGLESIA DE LA PASCUA. Es decir, una Iglesia que nace de la Pascua y vive para ser signo e instrumento de la Pascua en medio del mundo. La Iglesia Nace de la Pascua. Los antiguos Padres ya descubrieron, en el relato de la lanzada (Jn. 19, 34), un místico paralelismo entre el nacimiento de la Iglesia del costado de Cristo dormido en la cruz y la formación de Eva del costado de Adán. Es bella también la relación pascual con que San Pablo une el origen de la Iglesia con el sacrificio de Cristo: “Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por Ella, para santificarla, purificándola mediante el baño del agua en virtud de la palabra y presentándola resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea Santa e Inmaculada” (Efes. 5, 25-27). En otras palabras, el Cristo de la Pascua se prolonga y vive en la Iglesia de la Pascua. Y no se puede formar parte de esta Iglesia sin ser fiel a ese estilo del “paso” de la muerte a la vida; sin un sincero movimiento de conversión y fidelidad al Señor. La Iglesia, Signo e Instrumento de la Pascua. “Del costado de Cristo dormido en la cruz, nació el Sacramento admirable de la Iglesia entera” (S. C. 5), “Sacramento universal de salvación” (L. G. 48), dice bellamente el Concilio Vaticano II, el cual hizo del “Misterio Pascual” el foco central e sus 28

reflexiones acerca de la Iglesia, porque toda la razón de ser de la Iglesia es hacer sensible y operante, en medio de los hombres, el fecundo dinamismo de la muerte y resurrección de su Señor. Resulta así el carácter atrayente de una Iglesia que no vive para sí, sino para servir de instrumento a Cristo para la redención de todos los hombres. Y me agrada mucho subrayar este sentido de servicio en una carta que tiene como objeto la presentación de un pastor que quiere vivir y sentir, lo más cerca posible, los sentimientos del Buen Pastor que “no vino a ser servido sino a servir y dar su vida” (Mt. 20, 28). La Iglesia, nacida de la Pascua para llevar las gracias pascuales a los hombres es descrita así en una de las más profundas síntesis del Concilio Vat. II: “Cristo, el único mediador, instituyó y mantiene continuamente en la tierra a su Iglesia santa, comunidad de fe, esperanza y caridad, como un todo visible, comunicando, mediante ella, la verdad y la gracia a todos” (L. G. 8). O, Explicado con términos de S. S. Pablo VI, en la programática exhortación “Evangelii nuntiandi”: “Aquellos cuya vida se ha transformado, entran en una comunidad, que es en sí misma signo de novedad de vida: la Iglesia Sacramento visible de la salvación. Pero a su vez, la entrada en la comunidad eclesial se expresa a través de muchos otros signos que prolongan y despliegan el signo de la Iglesia. En el dinamismo de la evangelización, aquel que escoge el Evangelio como Palabra que salva lo traduce normalmente en gestos sacramentales: adhesión a la Iglesia, acogida de los sacramentos que manifiestan y sostienen esta adhesión, por la gracia que confieren” (n. 23). Exigencia de Fidelidad. Si la predicación de la Iglesia es “Verdad que salva” (Rom. 1, 16) y la Eucaristía y demás sacramentos que administra significan y dan a los hombres la capacidad de hacerse hijos de Dios, es porque “emanan del Misterio pascual de la pasión, muerte y resurrección de Cristo” (5. C. 61). Por eso, si el origen pascual de la Iglesia le exige, de parte de Cristo, una exquisita fidelidad al Señor Resucitado para que sea auténtica su identidad, su servicio como signo e instrumento de la verdad y de la gracia que redimen al mundo desde el Misterio pascual, la obliga, con la exigencia de un mundo necesitado de salvación, a no adulterar en lo más mínimo su magisterio y su ministerio. La función profética, sacerdotal y social que, en nombre de Cristo Resucitado, realiza la Iglesia entre los hombres, debe estar en perfecta sintonía con el sentir de Cristo, hoy más que nunca, cuando el pueblo espera de ella la respuesta del único que puede salvarnos.

¿Cómo podemos vivir mejor nuestra pascua para sentirnos más Iglesia? ¿Qué podemos hacer para responder a la exigencia de fidelidad de la que nos habla Mons. Romero?

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Introducción al tema: Reflexionaremos sobre la misión de la Iglesia en medio del mundo. Para esto estudiaremos un fragmento de la 3ª parte de la 1ª carta pastoral de Mons. Romero La Iglesia de la Pascua.

Objetivo: comprender que la misión de la Iglesia está dirigida al mundo para transformarlo y salvarlo.

¿Cómo vemos al mundo de hoy? ¿Qué luces y sombras vemos en él? ¿Podemos ver los frutos de la misión de la Iglesia en el mundo? Compartamos algún caso de la comunidad donde veamos luces o sombras del mundo.

Iluminemos con la Palabra de Dios Leamos Mateo 28, 16-20:

¿Qué narra el texto del Evangelio? ¿Cuál es el mando de Jesús a sus discípulos? ¿Este mandato sigue siendo actual? Reflexión: Jesús envía a sus discípulos a salir de Jerusalén, les envía al mundo para hacer discípulos y para enseñar a cumplir todo lo que él ha mandado. En nuestros días parece ser que el mensaje de Jesús ya no hace discípulos, y las personas ya no aprenden a cumplir lo que ha mando el Señor. Necesitamos salir y anuncia el Evangelio con valentía.

Iluminemos con la palabra de Mons. Romero La Iglesia no vive para sí. Su razón de ser es la misma de Jesús: un servicio a Dios para salvar al mundo. Así lo proclamó el Concilio Vaticano II, al escribir sobre la misión de la Iglesia en el mundo actual: “Por solidaridad, respeto y amor a toda la familia humana, el Concilio quiere dialogar con ella acerca de todos los problemas, aclarárselos a la luz del Evangelio y poner a disposición del género humano el poder salvador que la Iglesia, conducida por el Espíritu Santo, ha recibido de su Fundador” (G. S. 5 –G. S. 3). Una Misión Religiosa y Humana. Estas legítimas aspiraciones de nuestro pueblo que, hoy aquí, se vuelve a nuestra propia Iglesia, como un reto o, mejor, como una interpretación evangélica, por una parte; mientras, por otra parte, una mayor conciencia que la Iglesia va tomando de su propia misión, para no rehuír esta interpelación si no para tener la sabiduría y la fortaleza para decir la palabra y tomar la actitud que Cristo le exige en estas complicadas circunstancias, caracteriza esta hora difícil. “Hora –diría el Cardenal Pironio- de cruz y de esperanza, de posibilidades y riesgos, de responsabilidad y compromiso” (Escritos pastorales, Pág. 206); hora, sobre todo, de mucha oración y contemplación para interpretar, desde el mismo corazón de Dios, estas señales de nuestro tiempo para saber prestar el servicio que como Iglesia debemos a estos justos anhelos de nuestros hermanos. 30

Porque la imagen de nuestra Iglesia no puede ser definitiva desde una perspectiva simplemente política o socioeconómica, pero tampoco desde una perspectiva de indiferencia para los problemas temporales del mundo. “La misión de la Iglesia –citamos nuevamente el Concilio- es esencialmente religiosa, pero por lo mismo profundamente humana” (G. S. 11). Pablo VI explica así la difícil conjugación de estas dos notas de la misión de la Iglesia: religiosa y humana. “Al predicar –dice el Papa- la liberación y el asociarse a aquellos que actúan y sufren por ella, la Iglesia no admite el circunscribir su misión al solo terreno religioso, desinteresándose de los problemas temporales del hombre, sino que reafirma la primicia de su vocación espiritual, rechaza la substitución del anuncio del Reino por la proclamación de las liberaciones humanas y proclama también que su contribución a la liberación no sería completa si descuidara anunciar la salvación de Jesucristo” (Evangelii Nuntiandi, 34). Servicio que exige una conversión. Un servicio de la Iglesia de la pascua a las necesidades de nuestro pueblo, debe comenzar, como dijeron los Obispos en Medellín “por un afán de conversión. Hemos visto que nuestro compromiso más urgente es purificarnos en el espíritu del Evangelio todos los miembros e instituciones de la Iglesia Católica” (Mensaje a los pueblos de A. L.). Y en un sincero análisis de esta confesión, el Cardenal Pironio piensa en estas tres líneas fundamentales: - Los cristianos no habíamos asimilado profundamente a Jesucristo (conocíamos superficialmente el Evangelio o habíamos estudiado técnicamente a Cristo sin saborearlo en su misterio). - Divorciamos la fe de la vida (nos contentamos con proclamar la fe o celebrarla en la liturgia, pero sin realizarla en lo concreto del amor y la justicia). - Por lo mismo, habíamos perdido la sensibilidad cristiana frente a las angustias de los hombres, no supimos iluminar sus esperanzas y nos desentendimos de la construcción positiva de la historia. Una Iglesia de la Pascua y de Pentecostés debe ser una Iglesia de la conversión, de la vuelta fundamental a Cristo, cuya sencilla transparencia seremos, y a las exigencias radicales del sermón de la montaña” (Escritos Pastorales, Pág. 211).

¿Siguen estando presentes las tres líneas fundamentales por las cuales la Iglesia no logra cumplir su misión a cabalidad? Compartamos y hagamos compromisos en torno al mensaje de Mons. Romero.

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Introducción al tema: Estudiaremos en este tema el pensamiento de Mons. Romero sobre la gracia y cómo la Iglesia es instrumento de esta gracia. Para ello reflexionaremos fragmentos de la homilía del 5º domingo de pascua de 1979.

Objetivo: Comprender que es la gracia y cómo la Iglesia la lleva al mundo; para que seamos instrumentos de esa gracia.

Cuando los cristianos hablamos de la gracia qué oímos que dice la gente? ¿Cómo vemos el testimonio de los cristianos y que frutos vemos de esa vida? compartamos

Iluminemos con la Palabra de Dios Leamos Juan 15, 1-8:

¿Qué nos quiere decir Jesús cuando nos compara con la vid y los sarmientos? ¿Qué significa Uds. ya están limpios? ¿Qué significa permanecer en él y dar frutos? Reflexión: Las palabras de Jesús no pueden ser más claras y expresivas: “Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí”. Si no se mantienen firmes en lo que han aprendido y vivido junto a él, su vida será estéril. Si no viven de su Espíritu, lo iniciado por él se extinguirá. (José A. Pagola).

Iluminemos con la palabra de Mons. Romero ¿Qué es, pues, la gracia? En la palabra de hoy encuentro, en primer lugar, el perdón de los pecados. El gran milagro de la gracia, lo primero que hace, es convertir a un hombre que encontraba su placer, su gusto, en las cosas de la tierra, en los placeres del vicio de la carne, en la idolatría del dinero; no confiaba más que en la fuerza del poder político o en el dinero; pero llega un momento en que la verdad de Dios le descubre la vanidad de todas esas cosas y descubre la belleza de vivir unido a Cristo por la gracia, por el amor. Esto es la gracia: cuando el hombre siente que le han quitado de encima un peso enorme, el peso que le oprimía, el del pecado. Y lo queremos decir con palabras que la segunda lectura nos ha mencionado hoy, es "No amemos de palabra ni de boca sino con obras y con la verdad"; y nos ha hablado de tranquilizar la conciencia, de guardar los mandamientos, de hacer lo que Dios quiere. Todo esto está en esta línea de la Gracia, de quitar el pecado del hombre. Todo esto está en la línea de convertir y de poner la felicidad del hombre, que no la puede encontrar en la tierra ni en los bienes transitorios, más que en el amor y en la unidad con Jesucristo, cepa de vida eterna. No se trata del hacer natural, hay muchos pecadores que están haciendo mucho. Todos los trabajos de la tierra se pueden hacer sin vivir en gracia de Dios; y hasta puede darse el caso que un profesional, un artista, un artesano sea buen profesional, buen artista y no se preocupa de vivir en gracia de Dios; pero 32

todo lo que está produciendo es como una cepa arrancada, no circula por allí la vida de la vid; no está unido a Cristo y puede producir muchos frutos en la tierra, grandes organizaciones, pero no produce para la vida eterna. Cuando Cristo dice: "Sin Mí nada podéis hacer" se está refiriendo a ese quehacer que permanece para la vida eterna. Yo veo que están creciendo en fidelidad al Señor. Y por eso les llamaría yo la atención, como el Papa lo hizo a los obispos en Puebla: que cuando hay un gran peligro de convertir la Iglesia en un grupo político, sí la echamos a perder; pero cuando la Iglesia mantiene su fidelidad al Señor y su impulso del Espíritu Santo y desde esa luz ilumina y participa en las realidades políticas, entonces es la Iglesia que necesita nuestro tiempo. No es una Iglesia que por mantenerse fiel al Señor y bajo el impulso del Espíritu tenga que renunciar a las realidades de la tierra. Eso sería una desencarnación, eso sí sería opio del pueblo, eso sí sería una religiosidad alienante; y, por desgracia, hay muchos que piensan todavía en una piedad así, sin compromiso. Pero sepamos equilibrar este pueblo, sobre todo, este pueblo nuestro tan angustiado, tan problematizado, tan necesitado de reivindicaciones justas. Tiene que encontrar en el fermento del evangelio y de sus cristianos la fuerza que lo transforme; pero lo transformará el cristiano que se mete en política en la medida en que sea fiel al Señor y se mantenga bajo el impulso del Espíritu Santo. En su propia vocación, cada hombre tiene que ser un mensajero del Espíritu y del Señor para transformar la sociedad en que vive. ¡Esta es la Iglesia que yo sueño!, ¡ésta la Arquidiócesis que yo le pido al Señor!: Un pueblo que vaya creciendo en la fidelidad al Señor y que se deja llevar por el impulso del Espíritu Santo. La Iglesia no quiere ser una fuerza de oposición política; ¡jamás!. Jamás lo he dicho, ni seré. ¡La Iglesia no quiere ser un partido más de subversión, no lo será nunca, no lo puede ser!. Si la Iglesia subvierte, si la Iglesia inquieta, si la Iglesia es tildada de marxista, de política, de comunista, que eso quede solamente en el campo de la calumnia por parte de aquellos que no resisten que haya una Iglesia que desde la fidelidad al Señor y desde el impulso del Espíritu, denuncia todas las injusticias que se cometen en cualquier sector de la humanidad, Esta es la Iglesia que tenemos que construir, queridos hermanos. Yo les invito, todos los domingos, a que construyamos esta verdadera Iglesia de fidelidad al Señor y a dejarse llevar por el impulso del Espíritu Santo. Por eso digo que la Iglesia, que es ese pueblo de Dios, nos da también a los Pastores la garantía de estar proclamando la verdadera fe que Cristo nos ha revelado; por eso, desde esta perspectiva de la Iglesia, miremos las perspectivas del mundo.

¿Qué podemos hacer para mantenernos fieles al Señor para no desencarnarnos de la realidad e iluminarla con el Evangelio?

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Introducción al tema: En este tema reflexionaremos en Dios como fuente de amor en Cristo y como los cristianos somos responsables del dinamismo del amor en el mundo. Para ello estudiaremos un fragmento de la homilía del VI domingo de Pascua de 1979

Objetivo: Comprender que la vivencia del amor es fundamental en la vida cristiana.

¿Cuándo vemos tantas injusticias en el mundo, tantos asesinatos y corrupción cuál es para nosotros la causa principal de todo ello? ¿Cómo podemos combatir tanto odio, rencor y deseo de venganza en nuestros barrios, colonias y cantones? Comentemos alguna noticia que te conozcamos sobre el tema en discusión.

Iluminemos con la Palabra de Dios Leamos Juan 15, 9-17: ¿Cuál es el mandamiento que nos da Cristo? ¿qué significa para nosotros permanecer en su amor? ¿Cómo nos demuestra Monseñor Romero que da la vida por sus amigos al igual que Jesús? Reflexión: Las palabras de Jesús adquieren un tono solemne. Han de quedar bien grabadas en todos: “Éste es mi mandato: que os améis unos a otros como yo os he amado”. Jesús no quiere que su estilo de amar se pierda entre los suyos. Si un día lo olvidan, nadie los podrá reconocer como discípulos suyos. Los evangelios recuerdan en diversas ocasiones cómo Jesús captaba con su mirada el sufrimiento de la gente. Los miraba y se conmovía: los veía sufriendo, o abatidos o como ovejas sin pastor. Rápidamente, se ponía a curar a los más enfermos o a alimentarlos con sus palabras. Quien ama como Jesús, aprende a mirar los rostros de las personas con compasión. (José A. Pagola).

Iluminemos con la palabra de Mons. Romero - Hoy: el amor. El amor es el estilo y espíritu de la Nueva Alianza. Entre los dones pascuales que hemos ido presentando, destacando de la liturgia en estos domingos, es el amor. Toda la palabra de hoy nos habla del don más grandioso de la Pascua: el amor. El amor es el estilo y el espíritu de la nueva alianza que Dios ha querido pactar con los hombres. La alianza y la pascua son inspiraciones de Dios, bajo este espíritu de Dios que es el amor. - Origen de las relaciones divinas. Cuando la Palabra de Dios nos ofrece estas revelaciones tan altas, podemos decir; que el origen de las relaciones divinas, como el Padre engendra al Hijo en el Espíritu Santo por toda la eternidad, es su actividad de pensamiento, de amor, de caridad por los siglos eternos. 34

Diremos que nos ha revelado Cristo: "Así como mi Padre me ha amado..." quiere decir: esta es la relación entre el Padre y el Verbo que soy Yo hecho carne, es relación de amor. La fuerza que une a las tres personas de la Trinidad Santísima en la intimidad grandiosa de Dios, es el amor. Qué hermoso sería el mundo el día en que los hombres pusieran toda la plenitud de su desarrollo, toda la grandeza de sus ideales, en darse a los demás. Lo que empequeñece a los hombres, como por un imposible también destruiría a Dios, es el egoísmo. El día en que el Padre diga: toda mi naturaleza para mí, nada para los demás, no existiría Dios ya. Dios es amor; Dios es darse; Dios es entregarse, todo es común en las tres divinas personas. Como el Padre me ama, entregándome todo, así yo os amo, entregándoos todo. En Cristo nos ha revelado el Padre una relación de consuelo y alegría. En estas horas de pesimismo de la patria, cuando muchos creen que ya no hay remedio, qué hermoso es oír a Cristo que nos dice en el evangelio de hoy: "Para que por estas palabras tengáis mi alegría y tengáis la plenitud de la alegría". No hay derecho para estar tristes. Un cristiano no puede ser pesimista. Un cristiano siempre debe de alentar en su corazón la plenitud de la alegría. Hagan la experiencia, hermanos, yo he tratado de hacerla muchas veces y en las horas más amargas de las situaciones, cuando más arrecia la calumnia y la persecución, unirme íntimamente a Cristo, el amigo, y sentir más dulzura que no la dan todas las alegrías de la tierra. La alegría de sentirse íntimo de Dios aun cuando el hombre no lo comprenda a uno. Es la alegría más profunda que pueda haber en el corazón. Yo quisiera que mis queridos hermanos sacerdotes y las comunidades religiosas y las comunidades eclesiales parroquiales y de base, tuvieran en cuenta que esto es hacer Iglesia. Y se medirá la eficacia de un sacerdote y de una comunidad en la medida en que se sepa hacer comunión; comunión, es decir, amor que une a los hombres entre sí y los une con Dios. Por más brillante que sea la obra de un sacerdote o de una comunidad, pero no deja como huella la comunión en el amor, no ha hecho Iglesia; lamentablemente ha hecho nada más que un cascarón que se rompe frágil. No deja huella lo que no siembra amor. Por eso, el tercer pensamiento nos dice: somos responsables de esa comunión que de Cristo hemos heredado como un gran don pascual. Estamos comprometidos por una alianza que al mismo tiempo es un mandato. Dos veces aparece en el evangelio de hoy la palabra terminante de Cristo: "Este es mi mandamiento", y al final dice: "esto os mando". Así terminante, el que puede mandarnos porque nos ha hecho herederos, porque nos ha comprado con su sangre y somos suyos, nos ha dicho: esto es lo que yo pido a cambio de mi sacrificio, a cambio de mi redención: "que os améis los unos a los otros".

¿Qué podemos hacer para construir la comunión en nuestras comunidades para vivir en el mandamiento del amor? ¿Qué actitudes debemos abandonar en nuestras relaciones familiares, eclesiales y sociales para vivir el mandamiento del amor?

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Introducción al tema: Estudiaremos la Misión que Cristo nos ha encomendado desde que trascendió a la presencia del Padre. Para ello estudiaremos un fragmento de la homilía de la Ascensión del Señor de 1979.

Objetivo: Comprender nuestra responsabilidad ante la misión encomendad por Cristo a la Iglesia.

¿Cuándo hablamos de misión de la Iglesia en quienes pensamos? ¿Nos vemos involucrados en la acción misionera de la Iglesia o somos indiferentes? Compartamos algún trabajo de la semana que esté relacionado con la misión de la Iglesia.

Iluminemos con la Palabra de Dios Leamos Marcos 16,15-20:

¿Cuál es el mandato de Jesús a sus discípulos? ¿Estamos conscientes de esta gran responsabilidad? ¿La misión que Jesucristo no encomienda es solo en el ámbito religioso? Reflexión: Pero la ascensión de Jesús a los cielos no puede ser para los cristianos el comienzo de una triste y quejumbrosa orfandad. Es la toma de conciencia de una gozosa y activa responsabilidad. El Señor ha dicho y dice siempre a sus discípulos: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”. Si Él vivió limitado a un rincón de la tierra, a sus discípulos se les abren todos los caminos del mundo. Si Él proclamó la buena noticia del Reino de Dios, sus discípulos han recibido el don y la tarea de completar aquella misión. Si Él era el Señor de la creación, sus discípulos se saben enviados a toda la creación. (José Román Flecha).

Iluminemos con la palabra de Mons. Romero - La Iglesia y el hombre en Cristo. Dice el Papa en su Encíclica Redemptor Hominis: "Jesucristo es el camino principal de la Iglesia. Él mismo es nuestro camino hacia la casa del Padre y es también el camino hacia cada hombre". ¡Miren que imagen más bella! Cristo es camino que nos lleva a la trascendencia del Padre, pero Cristo también es el camino de la Iglesia que lo lleva a cada hombre. En este momento, ustedes para mí no son una multitud, son un conjunto de hombres. Cada uno tiene un camino que lo conecta con Dios; y la misión de la Iglesia que predica, y santifica, y orienta, es, precisamente, poner en contacto a cada uno de ustedes con Dios. Y nos dice el Papa: "Cristo es el camino por el cual la Iglesia camina hacia cada hombre". Los caminos que ustedes han traído hoy, para que nos reunamos todos en Catedral, son caminos de la Iglesia. Mi palabra en este momento está caminando por caminos de Iglesia a cada uno de ustedes y no tendría ninguna eficacia si no fuera que camina por el camino verdadero que es Cristo. Si yo no les predicara a Cristo, si no los 36

llamara a todos: a justos y pecadores, a opresores y oprimidos -cómo se gusta decir hoy- no caminara por caminos de Iglesia. A todos tiene que llegar este camino si quieren ser salvos y la Iglesia es la encargada de caminar este difícil camino de Cristo en conexión con cada hombre. "En este camino que conduce de Cristo al hombre, en este camino por el que Cristo se une a todo hombre, la Iglesia -óiganlo bien- no puede ser detenida por nadie..." Me alegro que esta mañana el aplauso es para el Papa y que mi pensamiento coincida plenamente con el de Él. La Iglesia no quiere otra cosa más que llevar a Cristo al hombre y en este camino nadie la puede detener. "Esta es la exigencia del bien temporal y del bien eterno del hombre". Fíjense: el bien temporal no es meterse en política. Cuando la Iglesia habla también del bien temporal, sabe que no lo alcanzará el hombre mientras no respete el camino que conecte al hombre con Cristo. Esta es la exigencia del bien temporal y del bien eterno del hombre. "La Iglesia, en consideración de Cristo y en razón del misterio, que constituye la vida de la Iglesia misma, no puede permanecer insensible a todo lo que sirve al verdadero bien del hombre, como tampoco puede permanecer indiferente a lo que lo amenaza. El Concilio Vaticano II ha expresado esta solicitud fundamental de la Iglesia, a fin de que "la vida en el mundo sea más conforme a la eminente dignidad del hombre en todos sus aspectos, para hacerla "cada vez más humana". Esta es la solicitud del mismo Cristo, el Buen Pastor de todos los hombres -y dice el Concilio- "... la Iglesia que por razón de su ministerio y de su competencia, de ninguna manera se confunde con la comunidad política y no está vinculada a ningún sistema político, es al mismo tiempo el signo y la salvaguardia del carácter trascendente de la persona humana". Esto hace la Iglesia en medio de todas las complicaciones políticas, Ella no hace política, Ella se acerca a la política para defender al hombre en su trascendencia y para decirle a todos los regímenes, sean totalitarios o democráticos, sean comunistas, socialistas o de cualquier signo histórico: la Iglesia no profesa ningún sistema porque a todos los sistemas les tiene que decir: lo importante es el hombre y su trascendencia y hay que respetar esa trascendencia, esa unión del hombre con Dios, la cual hay que respetar bajo cualquier sistema político. Yo quiero esta reflexión, hermanos, muy nítida en nuestro tiempo, no porque queramos volvernos contra las reivindicaciones justas del pueblo; lo hemos prometido y nos lo exige nuestro compromiso pastoral. La Iglesia del Vaticano II, de Medellín, de Puebla, es bien clara para pedirle a los pastores estar con el pueblo en sus justas reivindicaciones; pero el pueblo de sus justas reivindicaciones tampoco se identifica con las organizaciones, sobre todo cuando ellas ya quisieran ir por otros caminos que no son los de la fe del pueblo. El pueblo sea fiel a su fe y si alguno del pueblo quiere incorporarse a alguna organización, si quiere mantenerse fiel a su fe, tenga en cuenta lo que hemos dicho: la preferencia principal de un cristiano no es el marco político de un sistema o de un grupo, sino su fe en Cristo, la que nunca debe traicionar y ante la cual tiene que estar dispuesto a dejarlo todo, pero no a dejar a Nuestro Señor Jesucristo. Esto quiero decir cuando digo que el hombre tiene una vocación trascendente.

¿Cómo debe ser la misión de la Iglesia según Mons. Romero? ¿Nuestra comunidad parroquial, grupos cristianos, comités de base como realizan la misión de la Iglesia?

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Introducción al tema: Estudiaremos el don del Espíritu Santo que vivifica a la Iglesia para vivir la Nueva Alianza. Para ello estudiaremos la homilía de Pentecostés de 1979.

Objetivo: Reflexionar sobre la relación del Espíritu Santo y la Iglesia, para asumir la misión en el mundo.

¿Cómo vemos que la Iglesia celebra Pentecostés? ¿Qué consecuencias vemos como frutos de la celebración? Comentemos alguna celebración que hayamos vivido.

Iluminemos con la Palabra de Dios Leamos Juan 20, 19-23:

¿Qué nos narra el texto del evangelio de Juan? ¿Cuáles son los signos que aparecen en la escena y que significa cada uno de ellos para nosotros? Hagamos un listado y reflexionemos. Reflexión: Apenas nos interesan ya las grandes cuestiones de la existencia. No nos preocupa quedarnos sin luz para enfrentaros a la vida. Nos hemos hecho más escépticos pero también más frágiles e inseguros. Queremos ser inteligentes y lúcidos ¿Por qué no encontramos sosiego y paz? ¿Por qué nos visita tanto la tristeza? Ven Espíritu Santo y enséñanos a vivir (José A. Pagola)

Iluminemos con la palabra de Mons. Romero ¿Qué es ese Espíritu? El que une en la eternidad con relaciones misteriosas al Padre y al Hijo: "Todo lo del Padre es mío y todo lo mío es del Padre". ¿Quién hace esa comunión absoluta entre las personas de la Trinidad Santísima? La fuerza que une es el Espíritu Santo. Por eso ese mismo Espíritu que une al Padre y al Hijo se nos comunica y dichosos aquellos que entran en esta corriente que arrolla al hombre a unirlo con el Padre y el Hijo. La expresión del Concilio es incomparable: "...para que los fieles tengan acceso al Padre por medio de Cristo en el Espíritu Santo". El Espíritu nos une a Cristo y Cristo es el Hijo que está unido con el Padre. Unidos por el Espíritu en el Hijo somos una familia con el Padre. Este es el pueblo de Dios. Promoción humana no es sólo sacar de la pobreza al hombre para que tenga dinero. Si no ha entrado en esta promoción de hacerse hijo de Dios, de nada sirve tener dinero y nada estorba ser pobre. La verdadera promoción es aquella que eleva al hombre hasta hacerlo santo. Esta es la verdadera promoción: la santidad. El Espíritu de la Santidad, se da precisamente para arrancar a los hombres de sus pasiones, de sus idolatrías, de sus pecados, de sus desórdenes, de sus egoísmos, de sus injusticias. Denle gracias a Dios que la Iglesia cumpla este deber, y no se disgusten cuando la Iglesia señale el pecado en el mundo y quiera arrancar a sus hijos de ese pecado. Cuando la dice a la fuerza política: no abusen; cuando le dice a la fuerza económica: no abusen; no se está metiendo la Iglesia más que en

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cumplimiento de su deber de derrocar el pecado del mundo e promover a los hombres por el verdadero camino de la promoción y de la santidad. - Pentecostés inaugura los tiempos mesiánicos profetizados como tiempos del Espíritu Pentecostés de hace veinte siglos no hizo más que inaugurar una época nueva. Ya la anunciaron los profetas, la era mesiánica, como una era nueva inspirada por el Espíritu. Los tiempos que vivimos después de Cristo se llaman los tiempos del Espíritu. - La Iglesia y los sacramentos signos de la alianza nueva Es el tiempo en que la Iglesia va siendo como el signo, como el germen, como la fuerza que unifica en la fuerza de Dios a los hombres. Y dice el Concilio: "No se asusten si es un pequeño grupo la Iglesia en comparación de la inmensa mayoría de la humanidad". "No temáis –dijo Cristo -, pequeño rebañito, porque a vosotros se os ha dado el Reino de Dios". Deberíamos de sentir este santo orgullo de poseer en nuestra Iglesia el germen de un mundo nuevo, la fuerza de una esperanza, la luz clara que clarifica todas las oscuridades y nebulosidades. La iglesia es el signo de la presencia de Dios que ha comenzado a hacer la nueva creación desde aquel soplo de Cristo resucitado: "Recibid el Espíritu nuevo". - El Espíritu vivifica la unidad en la variedad: diversidad de carisma... vocaciones... Por eso, en la segunda lectura de hoy –yo quiero fijarme mucho -, allá aparece ese prodigio de la Iglesia: unidad en la diversidad. Porque uno sólo es el Espíritu, a unos se les da un carisma, a otros se les da otro carisma; a uno se le da una vocación, otro tiene otra vocación. El día del Seminario que es hoy, debemos de recordar esto: hay jóvenes llamados a la vida consagrada y hay jóvenes que no son llamados a esa vida, pero tienen que ser cristianos: como ingenieros, como médicos, como abogados, como obreros, como campesinos, como señoras del mercado, como señoras de su hogar; no importa el puesto, lo que importa es lo que dice la lectura de hoy: "todos bebemos del mismo Espíritu". El Espíritu le da la unidad. San Pablo compara esa unidad en la diversidad, con el cuerpo: así como en el cuerpo hay órganos con funciones tan diversas pero todos conspiran a la unión del organismo, así el Espíritu Santo ha dado dones, vocaciones, carismas para que todo conspire hacia la unidad. ¡Hacia la unidad! No nos dividamos. Si yo no comprendo al otro cristiano, respételo, porque él, si de veras ama a la Iglesia, está sirviendo a la unidad que yo también sirvo desde mi perspectiva con tal que sea sincero mi amor a la Iglesia y no sea criticarla porque no se acomoda a mis caprichos. Yo tengo que acomodarme a la voluntad de Espíritu Santo que es unidad y vida de esa Iglesia. Queridos jóvenes de la confirmación y queridos jóvenes del Seminario, yo siento optimismo al pensar en ustedes como renovación, ola renovadora de la Iglesia. ¿Quién puede describir la riqueza de cada uno de ustedes si se dejara impulsar por el Espíritu de Dios? ¡No maten los ideales que Dios tiene en la vida de cada uno de ustedes! El seminarista, para que llegue a ser un sacerdote santo según el corazón de Dios; y el laico, que sacará un bachillerato o una profesión en la universidad, o será un humilde obrero, o un campesino, no importa lo que sea, sea instrumento del Espíritu Santo en el puesto donde le toque desarrollar su vida.

¿Cómo comprendemos ahora la fiesta de Pentecostés? ¿Qué podemos hacer para vivir mejor la vida del Espíritu? 39

Introducción al tema: Estudiaremos un fragmento de la homilía de la solemnidad de la Santísima Trinidad de 1979 donde Mons. Romero explica la realidad de la comunión de la Iglesia.

Objetivo: Estudiar la relación de la Santa Trinidad con nosotros para sacar consecuencias concretas en nuestra vida.

MIRADA DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS A LA REALIDAD Cuando vemos nuestro vecindario, colonia o cantón ¿Qué valores vemos que nos unifican? ¿Qué actitudes nos alejan? Compartamos algún acontecimiento de la semana. JUZGUEMOS CON LA LUZ DE LA PALABRA

Iluminemos con la Palabra de Dios. Leamos Marcos 28,16-20: ¿Cuál es el mandato que da Jesús a sus discípulos? ¿El bautismo que recibimos realmente nos hace discípulos de Jesús? ¿Estamos conscientes de que el bautismo nos une a la Santa Trinidad? Reflexión: En el núcleo de la fe cristiana en un Dios trinitario hay una afirmación esencial. Dios no es un ser tenebroso e impenetrable, encerrado egoístamente en sí mismo. Dios es Amor y solo Amor. Los cristianos creemos que en el misterio último de la realidad, dando sentido y consistencia a todo, no hay sino Amor. (José A. Pagola)

Iluminemos con la palabra de Mons. Romero Hoy es la fiesta de la Santísima Trinidad. No se trata de otra cosa, sino nada menos que de una fiesta en honor de Dios. La Trinidad es la expresión cristiana para designar el Dios verdadero que, siendo uno solo, tiene tres personas distintas que se llaman: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Es muy lógico que después de haber celebrado el misterio de Cristo que salvó al mundo, nos remontemos con Él hacia las alturas de donde procedió esa redención; y también, después de haber recibido el Espíritu que vino de lo alto para infundirse como vida cristiana a esta Iglesia que somos nosotros, nos remontemos como quien va río arriba. A través del Espíritu llegamos hacia la fuente de lo divino y eso quiere ser la fiesta de hoy: un remontarnos al origen y a la finalidad de todo el misterio de Cristo que seguimos viviendo en la Iglesia. Viene a ser esta fiesta como una corona del Tiempo Pascual, de la celebración de nuestra redención que -como lo hemos repetido muchas veces- tuvo su iniciativa en el Padre que nos amó y envió a su Hijo para salvarnos y operar allá esa redención; y el Hijo retornando al Padre -misión cumplida-, los dos, nos envían al Espíritu Santo. Es necesario tener bien clara esta idea, y hoy, la fiesta de la Santísima Trinidad, nos va a dar la oportunidad de clarificar todavía más este pueblo de Dios que lo formamos los que creemos seguir a Dios y nos alimentamos de su Espíritu. Y en la medida en que nosotros formemos íntegramente la familia de Dios, el pueblo de Dios, seremos también un grupo humano luminoso, útil, fermento de 40

esperanza, germen de unidad, claridad en el mundo. Yo les invito para que seamos verdaderamente cristianos, verdaderamente Iglesia, lo cual no quiere decir que ya nos desentendemos de las luchas del mundo. ¡De ninguna manera! Yo estoy sintiendo que alguien se interesa en tergiversar mi predicación por más clara que quiere ser. Yo he dicho siempre que la Iglesia no se identifica con la política, ni con las luchas temporales; pero sí he dicho que esta Iglesia da luz y fermento a todas las luchas temporales; que la Iglesia no está en el mundo como una segregación para ser guardada en un camarín, sino que la Iglesia se conserva nítidamente familia de Dios para poder ser fermento de Dios en medio de todas las luchas, combates y aspectos de la humanidad. La Iglesia es servidora de la humanidad. Lo acaba de decir el Papa este mismo domingo al despedirse de Polonia cantando con la juventud: "Abramos fronteras, en la Iglesia no caben imperialismos; la Iglesia es servicio, la Iglesia es servicio del mundo" Un espíritu de hijos adoptivos que nos hace gritar: ¡Abba!. Era la palabra aramea, en la que Cristo habló cuando le oraba al Padre. Abba, quiere decir: papá, padre. Y nos enseñó también: Padre Nuestro, pero cuando estamos en gracia de Dios esto lo decimos porque el Espíritu da testimonio en el interior del hombre que somos de verdad hijos de Dios. Nos ha adoptado, nos ha enviado la corriente de filiación divina que nos eleva, no sólo en la eternidad después de nuestra muerte, sino ya aquí. El que vive en gracia de Dios y gracias a Dios tenemos tantos santos en nuestra Iglesia, tantos hombres y mujeres verdaderamente santos, porque los ha engarzado Dios en su vida trinitaria. Muchos de ellos también trabajan y todos deben trabajar por estas justas reivindicaciones de nuestro pueblo, pero desde estas perspectivas de la vida de Dios que le da una sólida firmeza a nuestros ideales y a nuestras pretensiones. Y para terminar, cito un pensamiento de San Cipriano que lo recogió el Concilio, cuando después de describir la obra del Padre en la Iglesia, la obra del Hijo y la obra del Espíritu Santo, al sentirnos como arropados en el amor de la Santísima Trinidad, como invitados a formar parte de su familia, a elevarnos para hacer de la tierra una imagen de ese cielo hacia el cual aspiramos, termina diciendo: "Y así toda la Iglesia -es decir, todos nosotros- aparece como un pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo". Actuemos con la fuerza de la Palabra ¿Qué podemos hacer para sentirnos cada día más familia entre nosotros para vivir a cabalidad el misterio de la Iglesia y la comunión de la Santísima Trinidad? ¿cómo ayudaría esto a nuestra sociedad?

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Introducción al tema: Estudiaremos un fragmento de la homilía de la solemnidad Corpus Christi de 1979 donde Mons. Romero predica sobre la relación entre la vida que da la Eucaristía y el compromiso por un mundo mejor.

Objetivo: Aprender la relación de la Eucaristía con mi compromiso cristiano para vivirlo con más claridad en el mundo.

MIRADA DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS A LA REALIDAD ¿Conocemos la historia de alguna persona que haya vivido y muerto por un ideal? Compartámosla y comentemos si nosotros seríamos capaces de un compromiso igual. JUZGUEMOS CON LA LUZ DE LA PALABRA

Iluminemos con la Palabra de Dios. Leamos Marcos 14, 22-26: ¿Qué es lo que nos narra el evangelio? ¿Qué les pide Jesús a sus discípulos en la última cena? ¿Somos capaces de comprender la relación entre eucaristía y vida diaria? Reflexión: Todos los cristianos lo sabemos. La eucaristía dominical se puede convertir fácilmente en un “refugio religioso” que nos protege de la vida conflictiva en la que nos movemos a lo largo de la semana. El riesgo siempre es el mismo: Comulgar con Cristo en lo íntimo del corazón, sin preocuparnos de comulgar con los hermanos que sufren. Compartir el pan de la eucaristía e ignorar el hambre de millones de hermanos privados de pan, de justicia y de futuro. (José A. Pagola)

Iluminemos con la palabra de Mons. Romero Resulta bien oportuno un homenaje al Cuerpo y a la Sangre del Hijo del hombre mientras hay tantos ultrajes al cuerpo y a la sangre entre nosotros. Yo quisiera reunir en este homenaje de nuestra fe a la presencia del Cuerpo y de la Sangre de Cristo derramada por nosotros, tanta sangre en el amontonamiento de cadáveres masacrados aquí en nuestra Patria, en nuestra hermana república de Nicaragua y en el mundo entero. Sin duda que Cristo la recoge cada vez que se realiza ese misterio: "Este es mi cuerpo, esta es mi sangre de la alianza de los hombres con Dios que se derrama por el perdón del mundo". No toda la sangre derramada es santa como la de Cristo, lamentablemente, pero toda sangre es sagrada; y todo cuerpo inmolado, aunque sea bajo el asesinato, es una vida tronchada y la vida es sagrada. Por eso, nuestro homenaje del "Corpus", del Cuerpo del Señor, no termina en un hombre matado por la injusticia del mundo, clavado en una cruz, sino que lo recoge tres días después resucitado y glorioso como triunfo del sacrificio de la sangre derramada. Por eso queremos unir en este homenaje del "Corpus", la esperanza de los que murieron con un ideal; la esperanza de los hogares, de las vidas, de los huérfanos que están sufriendo como consecuencia de esos asesinatos y de esas muertes violentas para decirles: El Cuerpo de Cristo que hoy veneramos en el altar -muerto, pero resucitado- está en la gloria de su resurrección marcado con las señales de la tortura, de la injusticia, del asesinato, como un reclamo frente al pecado del mundo, la justicia eterna de Dios. Nada queda oculto, todo será puesto en justicia, todo quedará en su puesto.

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El cristiano lleva la seguridad de Cristo y es germen de salvación. Si hay esperanza de un mundo nuevo, de una patria nueva, de un orden más justo, de un reflejo del Reino de Dios en nuestra sociedad, hermanos, ténganlo por seguro, son ustedes los cristianos los que van a hacer esa maravilla del mundo nuevo pero cuando todos seamos de verdad comunicadores de esta vida que venimos a recibir de la Eucaristía de nuestra Misa dominical, este germen que transformará al mundo. Cuando Cristo termina el evangelio de hoy, después de instituir la Eucaristía, se despide de los discípulos diciéndoles: "En verdad os digo, ya no beberé del fruto de la vid hasta el día que beba el vino en el Reino de Dios". La Eucaristía, el Corpus, así como nos ha hecho remontarnos al Calvario hace veinte siglos, y a Moisés todavía más atrás y a las viejas alianzas; desde la Eucaristía, un horizonte de historia incomparable, pero también hacia delante, hacia el futuro, el horizonte eterno, el horizonte escatológico, el horizonte definitivo que va exigiendo como una utopía a todos los sistemas políticos, a todas las luchas sociales, a todos los hombres que se preocupan de la tierra. La Iglesia no se despreocupa de la tierra, pero desde su Eucaristía dice a todos los trabajadores de la tierra: más allá. Y cada vez que se levanta la hostia en la Misa, se oye el llamamiento de Cristo "hasta que lo volvamos a tomar en el Reino de mi Padre" y el pueblo se repite: "Ven. Señor Jesús". Hay una esperanza, es un pueblo que camina al encuentro del Señor. La muerte no es fin, la muerte es abrirse a esa puerta de la eternidad. Por eso decía y termino diciendo: que toda la sangre, todos los cadáveres, todos los misterios de iniquidad y de pecado, todas las torturas, todos esos antros de nuestros cuerpos de seguridad, donde lamentablemente mueren lentamente muchos hombres, no están para siempre perdidos, hay un horizonte escatológico que iluminará toda esa tiniebla y hará entonces cantar la victoria a la verdad y a la justicia; y será el triunfo definitivo de todos los que lucharon por la justicia y por el amor. La Eucaristía alimenta todo lo reivindicativo de la tierra porque le da su verdadero horizonte y cuando un hombre o un grupo quieren trabajar sólo por la tierra y no tiene horizonte de eternidad y no le importan esos horizontes religiosos, no es un liberador completo, no se puede fiar de él. Hoy luchan por el poder y mañana desde el poder serán los peores represores si no se tiene un horizonte más allá de la historia que sancione lo bueno y lo malo de lo que hacemos los hombres en la tierra, no puede haber justicia verdadera ni reivindicaciones eficaces. Démosle gracias a Dios que en esta fiesta del Corpus, enmarcada en tanta tragedia, también animada por tanta fuerza reivindicadora, tanta fuerza política del pueblo, Cristo, no se siente extraño, Cristo, también es torturado; Cristo, también es ajusticiado en injusticias; Cristo, un inocente muerto en crimen; Cristo, el gran liberador, le está dando sentido a tanta muerte, a tanto cadáver, a tanta sangre y sin duda que santifica con esa perspectiva de vida eterna y de esperanza: "tomad y comed esto es mi Cuerpo, esta es la sangre de la alianza eterna" Actuemos con la fuerza de la Palabra

¿Comprendemos ahora el gran compromiso de asistir a misa y vivir en coherencia con la vida entregada de Cristo? ¿A qué nos anima la homilía de Mons. Romero en esta semana?

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Introducción al tema: Este tema estudiaremos el papel de la Iglesia como cuerpo de Cristo en el mundo. Para ello estudiaremos un fragmento de la segunda carta pastoral de Mons. Romero titulada: La Iglesia Cuerpo de Cristo en la historia.

Objetivo: Comprender el papel de la Iglesia en la sociedad para asumirlos en nuestro tiempo como verdadero cuerpo de Cristo.

MIRADA DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS A LA REALIDAD Si estamos atentos a nuestra realidad ¿Qué situaciones de la vida son deshumanizantes en nuestra sociedad? ¿Cuál debería de ser nuestra postura como seguidores de Cristo? Comentemos algún hecho de la semana. JUZGUEMOS CON LA LUZ DE LA PALABRA

Iluminemos con la Palabra de Dios. Leamos Romanos 12, 5-8: ¿Por qué Pablo

nos habla de ser un cuerpo en Cristo? ¿Por qué habla también de carismas al servicio de los demás? ¿Qué relación tiene este texto con la vida diaria nuestra? Reflexión: El cuerpo de Cristo es entregado para dar vida al mundo, la Iglesia de igual manera siendo el cuerpo de Cristo en la historia debe entregarse para dar vida al mundo a través de los carismas que el Espíritu da a la Iglesia. Debemos de procurar encarnar la Iglesia con nuestros dones y carísmas para que Cristo siga dando vida.

Iluminemos con la palabra de Mons. Romero Pero la Iglesia está en el mundo para los hombres. Este es el sentido de servicio que el Concilio expresa con estas palabras teológicas: La Iglesia es “signo”, es “sacramento”. Como sacramento y signo la Iglesia significa y realiza algo para los hombres. La Iglesia significa y realiza “la íntima unión de los hombres con Dios y de los hombres en sí” (L. G. 1). La Iglesia está en el mundo para significar y realizar el amor liberador de Dios, manifestado en Cristo. Por eso siente la preferencia de Cristo por los hombres (cfr. L. G. 8), porque ellos son –explica Medellín- los que “ponen a la Iglesia Latinoamericana ante un desafío y una misión que no puede soslayar y al que debe responder con diligencia y audacia adecuadas a la urgencia de los tiempos” (Pobreza n. 7). Como Jesús, la Iglesia anuncia el Reino de Dios. En nuestro Continente y en nuestro país, la Iglesia tiene, como Jesús, que seguir pregonando la Buena Nueva de un Reino de Dios que se acerca, sobre todo para aquellas mayorías que secularmente han estado ausentes de El: los pobres, campesinos, obreros, marginados en las ciudades. No significa esto un rechazo de las demás clases sociales, a las cuales también la Iglesia quiere servir e iluminar y a las cuales también exige su cooperación a la construcción del Reino. Significa la preferencia de Jesús hacia aquellos que han sido más objeto de los intereses de los hombres que sujetos de su propio destino. 44

...denuncia el pecado y llama a la conversión. Como Jesús, la Iglesia tiene que seguir denunciando el pecado de nuestros días. Tiene que denunciar el egoísmo que se esconde en el corazón de todos los hombres, el pecado que deshumaniza a los hombres, que deshace a las familias, que convierte el dinero, la posesión, el lucro y el poder como fin de los hombres. Y, como cualquiera que tenga un mínimo de visión, una mínima capacidad de análisis, la Iglesia tiene que denunciar lo que se ha llamado con razón el “pecado estructural”, es decir, aquellas estructuras sociales, económicas, culturales y políticas que marginan eficazmente a la mayoría de nuestro pueblo. Cuando la Iglesia oye el clamor de los oprimidos no puede menos que denunciar las formaciones sociales que causan y perpetúan la miseria de la que surge ese clamor. Pero, como la de Cristo, la denuncia de la Iglesia no se inspira en el odio ni el resentimiento, sino que busca la conversión de los corazones y la salvación de todos. ...ilumina la construcción del Reino de Dios. Como Jesús, que realizó su misión en un mundo y en una sociedad concreta, la Iglesia no sólo anuncia un Reino abstracto de Dios, sino que también tiene que promover aquellas soluciones que parecen más apropiadas y justas para su realización. La Iglesia sabe que solucionar esos problemas es tarea sumamente difícil y compleja; sabe que no le toca a ella en último término dar las soluciones concretas; sabe además que, en este mundo nunca será posible la realización total del Reino de Dios. Pero nada de eso la exime de la apremiante obligación de alentar y animar los mecanismos concretos que mejor parezca ayudar a la parcial realización de ese Reino. Por paradójico que parezca, nunca ha existido en nuestra Arquidiócesis tanta esperanza como ahora, en uno de los momentos más difíciles de su historia. La persecución no ha producido el desánimo, el repliegue o la claudicación, sino la esperanza cristiana. Esto se ha demostrado en la fortaleza con que muchos cristianos, sacerdotes y laicos, hombres de la ciudad y campesinos, han actuado en los últimos meses. Se ha mostrado también en un movimiento de conversión. Se ha mostrado en la solidaridad de muchos cristianos con nuestra actuación, según las expresiones de centenares de cartas y telegramas. El cristiano es el hombre de la esperanza. “¿Qué nos separará del amor de Cristo?” (Rom. 8, 35) preguntaba S. Pablo. Y, siguiendo su idea, también nosotros afirmamos que ni las muertes, ni las expulsiones, ni los sufrimientos son capaces de apartarnos del amor de Cristo y de seguir su camino. Aquí, en el amor de Cristo, está el fundamento de nuestra esperanza. Pero esta esperanza sólo toma cuerpo entre la convivencia fraternal de los hombres; por eso nuestra esperanza en Cristo nos hace desear un mundo más justo y más fraternal. Por eso la Iglesia de la Arquidiócesis está interesada y esperanzada en que nuestro país tenga, fuera y dentro de nuestras fronteras, una imagen nueva y mejor. Y precisamente por eso repite la Iglesia que el objeto de su esperanza está inseparablemente unido a la justicia social, al mejoramiento real del hombre salvadoreño, sobre todo de las mayorías campesinas, a la defensa de sus derechos humanos, del derecho a la vida, a la educación, a la vivienda, a la medicina, al derecho de organización, sobre todo aquellos que, como los campesinos, son más fácil víctima de la opresión cuando se les priva de tal derecho. Actuemos con la fuerza de la Palabra

¿Cómo comprendemos ahora la frase Iglesia cuerpo de Cristo? ¿Qué compromiso nos trae ser parte de ese cuerpo?

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Introducción al tema: Meditaremos la homilía del funeral de P. Rafael Palacios que fue asesinado por los escuadrones de la muerte Unión Guerrera Blanca. En esta homilía Mons. Romero nos habla de la fidelidad a la Iglesia y a los pobres, es fidelidad a Jesús.

Objetivo: Aprender lo importante de la fidelidad del Evangelio aun hasta la muerte para dar esperanzas al pueblo de Dios.

MIRADA DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS A LA REALIDAD ¿Qué conocemos acerca del P. Rafael Palacios? ¿Por qué la Iglesia es perseguida cuando habla de justicia? Compartamos algún suceso de la semana relacionado al tema. JUZGUEMOS CON LA LUZ DE LA PALABRA

Iluminemos con la Palabra de Dios. Leamos Mateo 16, 24-26: ¿Qué significa

para nosotros ser discípulos de Jesús? ¿Cuáles son las condiciones para ser verdadero discípulo? Leamos los verbos del versículo 24 y reflexionemos su significado. Reflexión: El seguimiento de Jesús no es un camino de emociones y de victorias fáciles, es un camino de renuncia, fidelidad y valentía. Ganar la vida significa negarse a vivir como vive el mundo y vivir como Jesús vivió, guiado por el Espíritu del Padre hasta la entrega sin límites por amor. Entrega en el servicio a la Iglesia y a los pobres.

Iluminemos con la palabra de Mons. Romero ¡Rafael Palacios! Dio su vida no sólo ayer, cuando caía acribillado en una calle de Santa Tecla, sino que desde que comenzó esa vida, ya era sentida para Dios. Allá en el cantón Talcualuya de San Luis Talpa, en el departamento de La Paz, el 16 de octubre de 1938 nacía de don Rafael y doña Concepción. Cariño de hijo y de padres que mantuvo siempre fiel, como una inspiración y una garantía de que Rafael siempre caminó por el camino de la bondad, el sentido de la familia. Se trasladaron a Suchitoto, que fue para Rafael y para sus hermanos, aquí presentes, como el pueblo de adopción. Sacerdote también en las parroquias de Tecoluca y de la Catedral en la diócesis de san Vicente; y luego, aquí en la Arquidiócesis: en Santa Tecla, en Ilopango y últimamente en San Francisco de Mejicanos. Yo decía que esta voz de la sangre derramada por el Padre Rafael nos revela el misterio de la fidelidad. No hay fidelidad sin sangre. El mismo Dios firmó con sangre el pacto de fidelidad con los hombres -el domingo pasado nos lo recordaba la primera lectura la sangre derramada sobre el altar y sobre el pueblo: manifestación de una comunión vital no se puede expresar sin sangre. Por eso creo que Cristo, el modelo de los cristianos, tuvo que firmar con sangre su fidelidad a nuestro Dios. Y todo el que quiera ser fiel seguidor de Cristo y de Dios tienen que rubricar con sangre ese seguimiento. 46

Yo quiero decir que este es el gran testimonio que Rafael Palacios nos está dando en esta mañana: una fidelidad en su vocación hasta morir acribillado por el cumplimiento de su deber sacerdotal. Esta fidelidad a la Iglesia, yo puedo constatarla. Una fidelidad que se inspira en el evangelio y desde el evangelio tiene la audacia de denunciar los pecados mismos de la Iglesia, porque lo que interesa es que esta Iglesia sea fiel a Jesucristo, y en ella, la voz de los que quieren ser fieles a Jesucristo, tendrán que encontrar muchas veces algo que decir a los mismos miembros de la Iglesia. Fidelidad a los pobres. Rafael era pobre a pesar de aquel porte tan digno, siempre limpio, siempre arreglado; era pobre. Lo puedo decir con toda sinceridad y esa fidelidad a la pobreza lo llevó a ser un sacerdote sin afición al dinero. Celebraba la misa, servía sin estar pendiente de los estipendios y de lo que le iban a pagar. ¡Cómo se prostituye el ministerio sacerdotal cuando se hace un comercio! ¡Y cómo se eleva la fidelidad a la pobreza cuando el ministerio sacerdotal lleva en ese sentido de pobreza! Es entonces cuando el sacerdote pobre puede hablar también a los ricos, porque el mejor testimonio es la vivencia de pobreza. Finalmente, queridos hermanos, yo quiero que recojamos en esta hora de sufrimiento de la Iglesia un mensaje de esperanza. Cuando nos matan un cristiano o un sacerdote, ¡claro que nos duele! Hemos visto llorar y me ha conmovido ese llanto profundo de las comunidades que conocieron al Padre Rafael. "¿Si sembró amor, por qué lo mataron?", me decía un feligrés de él ayer. Porque no debemos llorar sin esperanza, yo creo que este llanto indica que en el testimonio de Rafael, que deja una huella profunda de evangelización en el amor, queda para nosotros la semilla de una evangelización más fecunda. Yo creo que el testimonio sacerdotal de Rafael, y marcado con su sangre derramada, es más bien un motivo de esperanza. En él vemos el hombre nuevo y el afán que él tenía de hacer esos hombres nuevos que urgen hoy en América Latina: no es sólo cambiando estructuras sino, sobre todo, cambiando corazones. Es la voz de la conversión, es la voz de una evangelización auténtica. Esto es lo que nos hace tener mucha esperanza: en sacerdotes que sepan motivar como Rafael motivaba hace dos días la evaluación de la vicaría de Mejicanos con un pasaje del evangelio de San Lucas. Es así como nos vamos a renovarnos también nosotros en nuestras tareas, que por más santas que sean, pueden complicarse alguna vez con el pecado. Para purificarlas y para que cada día sean más limpias y según el corazón de Dios, necesitamos hombres estrictos no sólo para los demás, sino para sí mismos, como era Rafael. Esta muerte nos abre a las perspectivas de la trascendencia, de lo absoluto. Rafael ha muerto, su palabra ya no se puede confundir con las voces de la tierra. Y si la calumnia o la mala comprensión quiso confundirla con esas voces que solamente buscan la liberación de la tierra, ahora, cuando a la luz de su muerte podemos comprender que su mensaje nos eleva más allá de la historia y de las realidades de la tierra, su muerte no es silencio, su muerte es la voz más elocuente: no sólo su sangre, que quedó regando la tierra, sino su espíritu, que ha volado al cielo y desde allá nos dice: "Trabajar hasta dejar la sangre en las calles, pero morir con una esperanza que recoge el espíritu sólo para Dios". Actuemos con la fuerza de la Palabra ¿Qué enseñanza nos dejan las palabras de Mons. Romero y el testimonio del P. Palacios? ¿Cómo es nuestro seguimiento de Jesús, lo hacemos con fidelidad y entrega? ¿Cómo podemos vivir mejor nuestro seguimiento a ejemplo del P. Palacios?

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Introducción al tema: Estudiaremos la homilía del domingo 13° del tiempo ordinario en la cual Mons. Romero reflexiona sobre la riqueza que Cristo da en la fe borrando toda desigualdad social. .

Objetivo: Estudiar el valor de la fe que nos ayuda a creer y asumir la causa de los pobres como nuestra causa.

MIRADA DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS A LA REALIDAD ¿Cómo vemos que el pueblo vive su fe? ¿Cuándo hablamos de la fe, qué entendemos nosotros? ¿Solo podemos vivir la fe en las actividades religiosas? Compartamos alguna anécdota relacionada con el tema. JUZGUEMOS CON LA LUZ DE LA PALABRA

Iluminemos con la Palabra de Dios. Leamos Marcos 5, 21-43: ¿Qué es lo que mueve a Jesús a atender a ricos y pobres en sus necesidades? ¿Qué es lo que pide Jesús a quienes se acercan para realizar el milagro? ¿Cómo es nuestra fe, de emociones o de convicciones? Reflexión: Todo ha ocurrido en secreto, pero Jesús quiere que todos conozcan la fe grande de esta mujer. Cuando ella, asustada y temblorosa, confiesa lo que ha hecho, Jesús le dice: “Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud”. Esta mujer, con su capacidad para buscar y acoger la salvación que se nos ofrece en Jesús, es un modelo de fe para todos nosotros. (José A. Pagola)

Iluminemos con la palabra de Mons. Romero Miremos entonces con confianza al Señor en otro aspecto del evangelio de hoy. La segunda lectura es de San Pablo a los corintios y a propósito de una colecta, que en Corinto ha promovido el apóstol para ayudar a los cristianos pobres de Jerusalén; les dice la doctrina social de la Iglesia, germen de lo que ha de ser ese tesoro de nuestro tiempo: las encíclicas desde Rerum Novarum de León XIII, hasta Populorum Progressio, Mater et Magistra, Pacem in Terris, el Concilio, Medellín, Puebla; una luz encendida sobre el ambiente injusto de nuestra América y del mundo. San Pablo dice a los de Corinto: "No se trata de aliviar a otros pasando vosotros estrecheces, se trata de nivelar. En el momento actual, vuestra abundancia remedia la falta que ellos tienen; y un día la abundancia de ellos remediará vuestra falta; así habrá nivelación". Es lo que dice la Escritura y recuerda aquí un episodio pintoresco del pueblo de Israel cuando atravesaba el desierto y comía maná, que había de recoger nada más que lo necesario para el día y algunos querían coger más y a otros les quedaba menos, pero dice la Biblia: "Al que recogía mucho, no le sobraba y al que recogía poco no le faltaba". Dios es el que nos da los dones, el que nos da las cosechas, el que hace florecer y colorear el café de nuestras fincas -hoy verdadera mina de oro rojo-, es el Dios que quiere la

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felicidad de todos sus hijos. San Pablo dice: "Se trata no de que unos den para quedarse sin nada, sino que comparta, que se nivele". Hay una frase en el saludo de Puebla a los pueblos de América Latina que me parece que da la pauta para aquellos que creen que cuando la Iglesia se proclama Iglesia de los pobres, como que se parcializa y desprecia a los ricos. ¡De ninguna manera! El mensaje es universal. Dios quiere salvar a los ricos también, pero precisamente porque los quiere salvar les dice que no se pueden salvar mientras no se conviertan al Cristo que vive precisamente entre los pobres; y, entonces, el Mensaje de Puebla dice que en esto consiste el ser pobre: "...aceptar y asumir la causa de los pobres, como si estuviesen aceptando y asumiendo su propia causa, la causa misma de Cristo". "Todo lo que hicisteis a uno de estos mis hermanos, por humildes que sean, a mí me lo hicisteis". El secreto, hermanos, no está, como San Pablo lo ha recordado hoy, en que se desprendan materialmente de las cosas y se queden sin nada. No basta el no tener. Y quiero decirles a los pobres que no tienen, que no basta no tener; si no le ponen espíritu evangélico a esa pobreza, no es la pobreza que Cristo quiere. Y a los ricos les quiero decir también, que no basta una pobreza espiritual, una especie de deseo pero sin eficiencia; a ellos les digo: mientras no encarnen esos deseos de pobreza evangélica en realizaciones que se interesen como en su propia causa por los pobres, como si se tratara de Cristo, seguirán siendo llamados los ricos "los que Dios desprecia"; porque ponen más su confianza en su dinero y se distinguen entre ellos de los otros que creen hombres de segunda clase. Mientras no lleguemos, los pobres y los ricos, a tener espíritu evangélico de pobreza, no en utopía y en teoría sino en realidad que se interese, que haga obras, "que comparta como Cristo -dice Pablo en la segunda lectura de hoy- que siendo rico, se hizo pobre para enriquecer con su pobreza a los hombres", no seremos pobres. Esta es la dialéctica de la pobreza evangélica, por eso Pablo les dice a los Corintios: "Ustedes van a dar a los de Jerusalén que no tienen, pero no crean que con un sentido paternalista; Jerusalén también les dará de lo mucho que tiene. Tiene mucha pobreza evangélica, tiene mucho sentido de santidad." Esto quisiera decir yo: que no debemos de socorrer a nadie con sentido de superioridad, que el que da materialmente, recibe espiritualmente. Hay un intercambio de bienes que solamente lo comprende un verdadero espíritu de pobreza que hace sentirse al rico muy hermano del pobre y al pobre no sentirse inferior al rico, sino en una igualdad de intercambio: dar y dar, "nivelar", como dice San Pablo. ¡Qué hermoso será el día en que comprendamos esta bella doctrina evangélica de la pobreza!. Hombres que, como Cristo, confían solamente en el Padre; hombres que, como la Virgen, sepan ser los pobres de Yahvé con la santa libertad de reclamar contra el pecado dondequiera que se encuentre. La pobreza de la Iglesia será más auténtica y eficaz cuando de veras no dependa ni busque el socorro de los poderosos, "el amparo de los poderes", no haga consistir la evangelización en tener poder, sino en ser evangélica y santa. En apoyarse en el pobre que con su pobreza enriquece, Cristo; por eso lo hemos llamado en nuestra homilía de hoy "el amor y la justicia que iguala las situaciones sociales Actuemos con la fuerza de la Palabra ¿Cuál Es el verdadero espíritu de pobreza que nos enseña Mons. Romero hoy? ¿Cuál es la riqueza que Cristo nos da al borrar las diferencias sociales? ¿Cómo nos comprometemos a vivir esta riqueza de Cristo?

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Introducción al tema: Estudiaremos la homilía del domingo 14° del tiempo ordinario en la cual Mons. Romero reflexiona el papel profético del cristiano en la sociedad.

Objetivo: Estudiar el papel profético que los cristianos debemos ejercer en la sociedad para anunciar el mensaje de salvación.

MIRADA DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS A LA REALIDAD ¿Qué entendemos cuando hablamos de profeta o profetismo? ¿Cómo reacciona la gente cunado en la religión se habla de justicia, igualdad, injusticias, y pecado? Compartamos. JUZGUEMOS CON LA LUZ DE LA PALABRA

Iluminemos con la Palabra de Dios. Leamos Marcos 6, 1-6: ¿Qué nos narra el texto del Evangelio? ¿Cómo reciben el mensaje de Jesús sus compatriotas? ¿Cuáles son las palabras de Jesús para su pueblo? Reflexión: Jesús no es un sacerdote del Templo, ocupado en cuidar y promover la religión. Tampoco lo confunde nadie con un maestro de la Ley, dedicado a defender la Torá de Moisés. Los campesinos de Galilea ven en sus gestos curadores y en sus palabras de fuego la actuación de un profeta movido por el Espíritu de Dios. Aquellos campesinos creen que lo saben todo de Jesús. Se han hecho una idea de él desde niños. En lugar de acogerlo tal como se presenta ante ellos, quedan bloqueados por la imagen que tienen de él. Esa imagen les impide abrirse al misterio que se encierra en Jesús. Se resisten a descubrir en él la cercanía salvadora de Dios. (José A. Pagola)

Iluminemos con la palabra de Mons. Romero Ser profeta no solamente quiere decir adivinar el futuro -así es la idea popular que tenemos-, profeta es propiamente el que habla en nombre de otro y Cristo venía no sólo en nombre de otro, sino que Él era Dios. Él era Dios, Él es la Palabra eterna, el Espíritu me ungió, uniendo a su Verbo eterno una naturaleza humana con la cual va a hablar un lenguaje que los hombres entendamos; pero su origen, la fuente, es la misma iniciativa de Dios. Cristo, mirémoslo hoy en la reflexión de este domingo, no como un profeta sino como un Dios que ha tomado la iniciativa de venir a traer al mundo la plenitud de la iniciativa de Dios. El profeta, lleno de Espíritu de Dios, va al mundo y realiza lo que hemos dicho como tema de esta homilía: la presencia de Dios en la sociedad, en la historia, en el mundo. Ya no podrán decir que Dios no les ha hablado: "Esto dice el Señor". Te atiendan o no te atiendan, tú eres presencia del Dios en medio de la sociedad -Dios muchas veces estorba-. No tengas miedo. Pero el pueblo dirá: "Hubo un profeta que nos anunció la presencia de Dios". - Capacitado para la misión. El profeta, barro de la tierra que mira la misión que Dios le manda, por ejemplo, cuando Dios le dice a Moisés: "Vete al Faraón, que deje salir a mi pueblo de Egipto". ¡Qué pequeño se sintió Moisés: "Señor, pero ¿quién soy yo para presentarme al gobernante y sacar a mi 50

pueblo?". Son misiones imposibles, son misiones que exceden exageradamente, infinitamente, algo que sólo Dios puede hacer. Cuando Dios le dice a Jonás: "Vete a predicar a Nínive", el profeta prefiere huirse. Es tan grande la misión. Y Dios lo lleva a la fuerza para cumplir la misión de predicar a Nínive. La primera impresión que el profeta siente es su pequeñez, su pequeñez ante la grandeza de la misión. Sin embargo, Dios le dice: "No digas que no puedes. Yo iré contigo". Nadie se podrá oponer a esta presencia que va con el profeta. Es hermoso pensar que tanto la fidelidad que yo trato de llevar al evangelio al predicarles a ustedes, así como la fidelidad con que ustedes quieren ser fieles a Cristo, no a mí, eso como que coincide en la seguridad que hay una infalibilidad que el Concilio la ha proclamado no debida a ninguna fuerza humana, ni a fanatismo, ni a partidismo, sino al Espíritu Santo, que unge al pueblo y a sus jerarcas para que vivan siempre la verdad que Cristo trajo. En este sentido ustedes y yo somos profetas, somos el pueblo profético; y así, entonces, tenemos la obligación de realizar nuestra misión profética. Todos, queridos hermanos: el padre de familia es profeta de su hogar, la madre de familia es profeta para su esposo y para sus hijos, los jóvenes son profetas en su colegio; todos, si de verdad queremos vivir esta misión de la verdad traída por Cristo para iluminar las mentiras del mundo, tenemos que realizar esta misión tan difícil. Pero contamos que no somos nosotros; nosotros no somos mentirosos, nosotros somos proclives al pecado, nosotros somos mal inclinados a las pasiones. ¡Qué mal estaría la Iglesia si sólo reposara sobre fuerzas humanas!. Como Ezequiel, somos barro de la tierra, pero desde el día que el Señor eleva, nos pone en pie por el bautismo, nos hace hijos de Dios, nos unge con un carisma, con una vocación y nos manda en el conjunto de pueblo de Dios, quien como obispo, quien como párroco, quien como capellán, quien como religiosa, como padre de familia, como jornalero, como profesional. Si de verdad vivimos la belleza de esta fe, todos formamos el pueblo profético de Dios. El éxito del profeta no es ser escogido, sino que "sepan que hubo un profeta". La primera lectura de hoy explica mejor el fenómeno. Cuando Dios llama a Ezequiel, le dice: "Te enviaré a los israelitas, a un pueblo rebelde que se ha rebelado contra mí. Sus padres y ellos me han ofendido hasta el presente día. También los hijos son unos testarudos y obstinados; a ellos te envío que les digas: "Esto dice el Señor". Ellos, te hagan caso o no te hagan caso, pues son un pueblo rebelde, sabrán que hubo un profeta en medio de ellos". El éxito del profeta no es que se convierta la gente que oye su predicación; si eso sucede, ¡bendito sea Dios! Dios ha logrado su fin por medio de su instrumento, pero si el profeta, pero si el profeta no logra que esa gente testaruda se convierta, no importa, el éxito está en esto: en que ese pueblo testarudo, pecador, infiel, reconozca por lo menos que hubo un profeta que les habló en nombre de Dios. Y esto es lo terrible de la sociedad. Sociedad que rechaza la palabra del evangelio cuando no está de acuerdo con su egoísmo, cuando no está de acuerdo con sus injusticias; entonces surge el montón de preguntas: "¿Y de dónde le viene a éste la sabiduría?, ¿quién lo está manejando? Eso no es de él"; y todas esas acusaciones tontas que de veras, en vez de entrar adentro, ¿tiene o no tiene razón?, se quedan en un rechazo. Dicen que un buen consejo se recibe aunque sea del diablo, aunque sea del diablo que me está diciendo, no lo debo rechazar. Actuemos con la fuerza de la Palabra ¿Cómo vivimos nuestro compromiso profético en la sociedad? ¿En nuestras misiones evangelizadoras somos rechazados o aceptados? ¿Cuál debe ser nuestra actitud ante el rechazo?

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Introducción al tema: Estudiaremos la homilía del 15° domingo del tiempo ordinario, Mons. Romero continúa con el tema del profetismo en la Iglesia.

Objetivo: Aprender lo que significa ser un pueblo profético para asumir nuestra responsabilidad en la sociedad.

MIRADA DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS A LA REALIDAD ¿Cuándo vemos nuestras misiones evangelizadores podemos llamarlas proféticas? Hagamos un listado de las características de nuestras misiones evangelizadoras. ¿Encontramos el tema del cambio social en ellas? Compartamos. JUZGUEMOS CON LA LUZ DE LA PALABRA

Iluminemos con la Palabra de Dios. Leamos Marcos 6, 7-13: ¿Qué es lo que nos narra el evangelio? ¿Cuáles son las actividades que hacían los apóstoles en los pueblos con la autoridad de Jesús? ¿Estas actividades cambiaban la realidad de la gente? Compartamos. Reflexión: En la Iglesia se siente hoy la necesidad de una nueva evangelización. ¿En qué puede consistir? ¿Dónde puede estar su novedad? ¿Qué hemos de cambiar? ¿Cuál fue realmente la intención de Jesús al enviar a sus discípulos a prolongar su tarea evangelizadora? La única manera de impulsar una “nueva evangelización” es purificar e intensificar esta vinculación con Jesús. No habrá nueva evangelización si no hay nuevos evangelizadores, y no habrá nuevos evangelizadores si no hay un contacto más vivo, lúcido y apasionado con Jesús. Sin él haremos todo menos introducir su Espíritu en el mundo. (José A. Pagola)

Iluminemos con la palabra de Mons. Romero Acuérdense que estoy tratando de hablar como miembro de un pueblo, de una diócesis, si bien es cierto que soy yo el obispo de la diócesis, pero yo no soy sólo el enviado con esta misión profética, es todo mi pueblo, son todos mis sacerdotes, son todos mis religiosos, los colegios católicos, son todos aquellos que forman la comunidad católica... y en nombre de todos ustedes, queridos laicos que me escuchan y que reflexionan conmigo, les digo cuál es nuestra misión profética. ¿Qué es lo que tenemos que predicar con nuestro testimonio y con nuestra palabra frente a un pueblo salvadoreño que necesita tanto esta luz cristiana?. Ustedes y yo somos responsables de que este mensaje de Cristo llegue a todos. Predicaban la conversión. Primero, un aspecto negativo. Oyeron en el evangelio de hoy cómo Cristo los envió sobre los espíritus inmundos y dice: "Y se marcharon y predicaron la conversión, y echaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban". Liberación del pecado. ¿Qué quiere decir esto? Esto es el aspecto negativo de nuestro mensaje; el pecado. En sus orígenes: poder contra el demonio. Es una guerra a muerte contra el pecado; ese pecado tiene sus raíces en el demonio y tiene sus frutos. En sus efectos. Los frutos son: la enfermedad, la miseria, el analfabetismo, la 52

desnutrición, la injusticia social, todo eso que vemos que brota, es lo que brota, es lo que echa de fruto este tronco que es el pecado enraizado en el infierno que es el diablo. La lucha del pueblo profético es, pues, contra el pecado, contra el diablo y contra las consecuencias de todo esto; las liberaciones, también, de las esclavitudes de la tierra. Por eso, querer hablar únicamente de confesarse para no tener pecados uno, pero luego no luchar también contra la injusticia del ambiente no es ser verdadero pueblo de Dios. Es necesario que, junto con el esfuerzo por no tener yo pecados personales, trabaje también para arrancar los pecados sociales y de raíz, contra el poder del infierno y del demonio. Aspecto positivo: anunciar el reino (los bienes mesiánicos) "el kerigma". Según el evangelio de San Marcos, que es el evangelio de este año, Cristo se reserva para Él, iniciar la parte positiva de este anuncio: "El reino de Dios ha llegado a vosotros". Esta es la parte positiva, no se trata sólo de arrancar el pecado y sus consecuencias, los egoísmos de la tierra. Sería una religión muy negativa si sólo hablara así; pero lo hermoso es que ese vacío que va a dejar el pecado uy el infierno y las esclavitudes de la tierra, va a ser llenado por el reino de Dios. Cristo mismo es el reino: Según San Pablo, el reino de Dios no es distinto de Cristo. Cristo mismo es el reino de Dios. Él encarna el reino de Dios. Predicar el reinado de Dios en el mundo es predicar que Cristo viene, como dijo el Papa en su primera homilía al ser consagrado Papa: "Ábranle las puertas a Cristo, ustedes los políticos, ustedes los economistas, las universidades, la cultura. Sólo Él tiene palabras de vida eterna". Por eso andamos tan mal en El Salvador, porque queremos construir una civilización sin Cristo. Es necesario, entonces, que abramos el pensamiento, el amor y la mente a la segunda lectura que hoy nos ofrece San Pablo como una síntesis del kerigma cristiano. Kerigma es una palabra rara que significa: proclamación, anuncio. Según los profetas del Antiguo Testamento, el kerigma era una fase definitiva que la traería el mismo Redentor. Y fue el mismo Redentor el que vino diciendo: "Ya se acerca el reino de Dios, ábranle las puertas, conviértanse". - El universo. Las cosas del cielo y de la tierra: Hermanos, Cristo resucitado ha puesto ya en el seno de la historia el principio de un nuevo mundo. Venir a misa el domingo es empaparse en ese principio que se vuelve a hacer presente y se celebra en la misa del altar; y los que salimos de misa, sabemos que hemos proclamado la muerte que salvó al mundo y proclamado la resurrección de Cristo que vive como esperanza para aglutinar a todo el universo del cielo y de la tierra. Recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra, es decir, el universo. Todo lo que ha sido la historia, todo lo que vamos haciendo nosotros, bueno o malo, se medirá según ese proyecto de Dios y sólo subsistirá el que haya trabajado por poner las cosas bajo el reino de Cristo; y todo aquello que haya tratado de insubordinarse al proceso de Dios en Cristo, es falso, no subsistirá, irá al basurero de la historia. Actuemos con la fuerza de la Palabra ¿En qué consiste según Mons. Romero la misión profética de la Iglesia? ¿Nuestra evangelización trata de cambiar la realidad social de injusticia y pobreza o es indiferente a esto?

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Introducción al tema: Hoy estudiaremos la dimensión de pastores reyes de nuestro bautismo. Para ello tomaremos la Homilía del 16° del tiempo ordinario de 1979.

Objetivo: Comprender como Cristo es Rey Pastora, para vivir esta dimensión bautismal con mayor responsabilidad.

MIRADA DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS A LA REALIDAD Cuando hablamos de Reyes y autoridades que vemos en el mundo ¿Cómo se ejerce esa autoridad? ¿Son compasivos nuestros gobernantes? Compartamos algún hecho de la semana. JUZGUEMOS CON LA LUZ DE LA PALABRA

Iluminemos con la Palabra de Dios. Leamos Marcos 6,30-34: ¿Qué ve Jesús

en la gente, por qué siente compasión? ¿Cuál es la solución que dan los apóstoles y cuál es la que da Jesús? Reflexión: Marcos describe gráficamente su actuación: los discípulos han de aprender cómo han de tratar a la gente; en las comunidades cristianas se ha de recordar cómo era Jesús con esas personas perdidas en el anonimato, de las que nadie se preocupa. “Al desembarcar, Jesús vio la multitud, se conmovió porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles con calma”. En la Iglesia hemos de aprender a mirar a la gente como la miraba Jesús: captando el sufrimiento, la soledad, el desconcierto o el abandono que sufren muchos y muchas. La compasión no brota de la atención a las normas o el recuerdo de nuestras obligaciones. Se despierta en nosotros cuando miramos atentamente a los que sufren. (José A. Pagola)

Iluminemos con la palabra de Mons. Romero Hoy, la figura de Cristo se nos presenta como el Rey-Pastor. Rey y Pastor de todos los pueblos del mundo, de toda la historia. Él tiene la clave de la solución de la historia y de los momentos críticos de los pueblos. Los pueblos sólo mirándolo a Él podrán encontrar solución. Si volvemos la espalda a Cristo, seguiremos viviendo en este absurdo "del rebaño disperso". Pero no sólo Cristo, si lo grandioso es que Cristo quiso identificarse con su pueblo de bautizados de todos los tiempos para realizar también su misión regia, su misión de rey; y a nosotros, jerarquía y pueblo, nos toca proclamar la realeza eterna, única, universal de Cristo y hacer que todos los pueblos, las familias, los hombres se le sometan. No es un dominio despótico, es un dominio de amor, es la meta de nuestra libertad, como decía San Pablo: "ser libres para amar en Cristo Jesús". Salta bien el cuadro que nos presenta el evangelio de los tiempos de Cristo. Cristo quiere buscar un momento de reposo, pero la gente lo necesita y va allá y lo encuentra. Es una muchedumbre, una muchedumbre que el evangelio describe con palabra inigualable: "Al desembarcar, Jesús vio una 54

multitud y le dio lástima porque andaban como ovejas sin pastor y se puso a enseñarles con calma". No había prisa, ya no había cansancio; las ovejas lo requieren. Este sí que es buen pastor. - Pueblo sin unidad, sin identidad. Pero lo que el pobre Jesús encuentra es un pueblo que ha perdido su unidad, su mística, que busca en sólo soluciones de la tierra la solución política de su tiempo; se ha olvidado de Dios y no hay quien lo oriente a esa búsqueda. Él se pone a enseñar que la única salvación viene de Dios, que Dios nos ama, que Dios no nos ha desamparado, que nos amemos, que no nos dispersemos. Tal sería la enseñanza de nuestro Señor Jesucristo. a) El prometido. Cualidades: justicia y derecho En la primera lectura de hoy se ofrece como una promesa bendita del Señor, que hará surgir un rey justo: "Mirad que llegan días en que suscitaré a David un vástago legítimo, reinará como rey prudente, hará justicia y derecho en la tierra, en sus días se salvará Judá; Israel habitará seguro y lo llamarán: el Señor nuestra Justicia". b) La gran obra: unificar dos pueblos – paz - hombre nuevo - reconciliación La segunda lectura de San Pablo nos presenta a Cristo precisamente como el Rey Pastor que une los dos pueblos divididos. "Aquel muro que significaba en el templo de Jerusalén la separación de los gentiles y de los judíos -dice San Pablo- quedó abolido, lo rompió Él con su propio cuerpo muriendo en la cruz". Allí quedó clavado el odio, allí deshizo también las divisiones de los hombres. Él es nuestra paz. No olvidemos esta hermosa frase de la lectura de hoy: "Cristo es nuestra paz. Él reconcilió con Dios a los hombres y dio muerte al odio, vino y trajo la noticia de la paz. Paz a los de lejos, paz, también, a los de cerca. Unos y otros podemos ya acercarnos al Padre con un mismo Espíritu. Esta es la función del pueblo de Dios. Yo siempre he querido que distingamos mucho el pueblo de Dios del pueblo en general. Y cuando yo predico todas estas promesas de Dios, esta riqueza de la participación de Cristo Profeta. Sacerdote y Rey, me estoy dirigiendo a ustedes, comunidades bautizadas, cristianos porque por ese título de nuestro bautismo estamos llamados a ser responsables de un mundo que nosotros tenemos que salvar. Como pueblo de Dios, como pueblo profético participante de la realeza del Rey Pastor, cada uno de los bautizados tenemos que revisar nuestras actividades que no sean una contradicción a reino de Dios a su ley, sino que, al contrario, sean una colaboración fiel, un reflejo del reino de Dios en esta tierra. Actuemos con la fuerza de la Palabra ¿Cómo ejercemos nuestra tarea de pastores y reyes en la sociedad sirviendo con compasión o mandando despóticamente? ¿Qué hacemos ante los marginados y los que viven en el anonimato, llegamos hasta ellos con la salvación de Cristo?

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Introducción al tema: Estudiaremos la homilía del 17° domingo del tiempo ordinario, en ella Mons. Romero reflexiona sobre la solución a los problemas del país solo pueden ser resueltos desde Cristo.

Objetivo: Comprender cómo Cristo y su Evangelio pueden ser solución para nuestros problemas si asumimos una conversión en la vida.

MIRADA DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS A LA REALIDAD ¿Cuáles son los principales problemas de nuestra sociedad? ¿Los cristianos y los diferentes grupos que lucha por la paz y la justicia, qué podemos ofrecer para cambiar esta realidad? Compartamos algún hecho de la comunidad. JUZGUEMOS CON LA LUZ DE LA PALABRA

Iluminemos con la Palabra de Dios. Leamos Juan 6, 1-15: ¿Cuál es el problema al que se enfrenta Jesús? ¿Cuál es la solución que le da Felipe? ¿Cuál es la solución que da Andrés? ¿Qué hace Jesús con lo que le da el joven? Refelxión: La escena es fascinante. Una muchedumbre, sentada sobre la hierba verde del campo, compartiendo una comida gratuita, un día de primavera. No es un banquete de ricos. No hay vino ni carne. Es la comida sencilla de la gente que vive junto al lago: pan de cebada y pescado ahumado. Una comida fraterna servida por Jesús a todos gracias al gesto generoso de un joven. Esta comida compartida era para los primeros cristianos un símbolo atractivo de la comunidad nacida de Jesús para construir una humanidad nueva y fraterna. Les evocaba, al mismo tiempo, la eucaristía que celebraban el día del Señor para alimentarse del espíritu y la fuerza de Jesús, el Pan vivo venido de Dios. (José A. Pagola)

Iluminemos con la palabra de Mons. Romero Oigan esta palabra: "Evangelizad para que esto sea una realidad, para que el Señor transforme los corazones y humanice los sistemas políticos y económicos partiendo del empeño responsable del hombre. Hay que alentar los compromisos pastorales en este campo, con una recta concepción cristiana de la liberación. Hay que predicar decía el Papa- que si es verdadero el derecho de propiedad, no debe olvidarse que sobre la propiedad pesa una hipoteca social". Estas palabras del Papa no pueden ser desmentidas al querer presentar a un Papa reduccionista de lo espiritual. Ven cómo les digo de nuevo: hay que aprender a leer con criterio crítico, sobre todo en un ambiente donde se amañan hasta los discursos más santos. El equilibrio está, entonces, en lo que nos recomienda tanto la pastoral de nuestro tiempo. Pablo VI dice que la evangelización, que es tarea natural de la Iglesia, no puede esperarse de la promoción humana por razones antropológicas, es decir, porque las injusticias que la Iglesia denuncia no son abstractas, son concretas, de los hombres concretos. Y porque evangélicamente, también la caridad de Cristo nos obliga

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a amar a nuestro prójimo como nos amamos a nosotros mismos, y no sería verdadero amor sólo predicarles teorías espirituales y no trabajar por la promoción de la persona humana. Cristo tiene la solución de los problemas; sólo Él los tiene, no lo olvidemos. Por eso, el Papa, vuelvo a invocar a Juan Pablo II porque yo tengo una preocupación de trasladar su pensamiento aquí; ¡yo no traiciono al Papa, jamás! ¡Dios nos libre! Quiero ser su eco, su voz; y recuerdo siempre con alegría y con agradecimiento el momento en que recién recibida la mitra, hoy ya no es tiara, porque en la sencillez del Romano Pontífice también está la opción preferencial por los pobres. Con su tiara, con su mitra sencilla, como cualquier obispo del mundo, el Papa decía lo que decimos todos los obispos: Abrid el campo a Cristo, hombres de la política, hombres del negocio, hombres del capital; abran el campo a Cristo ¡sólo Él tiene palabras de vida eterna! Cristo no quiere hacer solo la multiplicación de los panes. Comenzó dialogando con Felipe, comenzó pidiendo el parecer de Andrés, recogió los cinco panes del muchacho pobre. Aquí recojo también el hermoso ejemplo de la primera lectura, donde un campesino trae en su alforja los panes de la primicia para el profeta Eliseo. Dios quiere la participación de los hombres. La participación de los hombres sin la cual los problemas de la patria seguirán lo mismo. Por eso debían de creerse los que están en el gobierno o en el poder económico que ellos no son dioses, que cuanto más se endiosen... que cuando más se endiosen los falsos ídolos de barro de la tierra, serán más repugnantes a Dios; que si fueran más humildes, si se unieran con Dios, solucionarían los problemas. Por eso, llamamos a la conversión. Este lenguaje de la Catedral no es de odio, jamás; es de amor. La madre Iglesia habla como las madres también cuando se enojan, como las madres que corrigen pero aman, porque no quieren hijos malos, porque quieren hermanos. Y porque la Iglesia es madre les dice también a los ricos y a los poderosos: ¡conviértanse, hijos! ¡conviértanse!, sólo Cristo tiene la solución. Únanse a Cristo y para encontrar a Cristo, lo encontrarán atendiendo preferencialmente a los pobres. No hagan leyes sólo para defender su minoría. Hagan leyes para defender la pobreza. Hagan disposiciones... Admitan en el diálogo no solamente a la gente que piensa como ustedes, admitan también al campesino que se muere de hambre y por morirse de hambre se organiza, no para la subversión sino para sobrevivir... En una palabra, hermanos, el precioso mensaje del evangelio de hoy -y hoy nos hemos detenido sólo en el evangelio- nos está diciendo esto en resumen: La multiplicación de los panes, el signo de un problema que sólo Cristo pudo resolver pero con la colaboración de los hombres. Pero que hay que mirar la mentalidad de Cristo para no perdernos en una política meramente terrenal, sino para admitir en nuestros esfuerzos reivindicativos las perspectivas de la liberación universal de Jesucristo. ¡Sólo así podremos celebrar al Divino Salvador! Una liberación que Él nos trae no para quedarse rey de la tierra. Soluciones de la tierra, ésas las huye. Solamente el Señor las asume, sí, pero para incorporarlas, como yo digo en mi Carta Pastoral, incorporarlas a la gran liberación, a la trascendencia a la que permanece, a la que nos hace verdadera y profundamente felices. Yo los invito a que así preparemos nuestro espíritu, para celebrar las próximas fiestas del Divino Salvador. Así sea... Actuemos con la fuerza de la Palabra ¿Cuál es la propuesta de Mons. Romero para solucionar los problemas del país? ¿Siguen siendo válidas estas propuestas? ¿Cómo Iglesia somos responsables ante los problemas de la gente?

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Introducción al tema: Estudiaremos un fragmento de la homilía del 18° domingo del tiempo ordinario celebrada el 5 de agosto de 1979. En a las puertas de las fiestas patronales.

Objetivo: Comprender que los cambios necesarios en el país inician por el cambio de corazón en los hombres y mujeres.

MIRADA DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS A LA REALIDAD ¿Cuándo vemos la realidad de nuestra sociedad que realidades podríamos cambiar desde el evangelio? ¿Por qué no cambian esas realidades aunque la mayoría de la población se llamé cristiana? ¿Qué conocemos del P. Napoleón Macías? JUZGUEMOS CON LA LUZ DE LA PALABRA

Iluminemos con la Palabra de Dios. Leamos Juan 6, 24-35: ¿A qué hambre

se refiere Jesús? ¿La Eucaristía sacia nuestra hambre de Dios? ¿Qué otras hambres necesitan ser saciadas en la humanidad? Reflexión: Jesús los desconcierta con un planteamiento inesperado: “Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el que perdura hasta la vida eterna”. Pero ¿cómo no preocuparnos por el pan de cada día? Pero Jesús quiere despertar en ellos un hambre diferente. Les habla de un pan que no sacia solo el hambre de un día, sino el hambre y la sed de vida que hay en el ser humano. No lo hemos de olvidar. En nosotros hay un hambre de justicia para todos, un hambre de libertad, de paz, de verdad. Jesús se presenta como ese Pan que nos viene del Padre, no para hartarnos de comida sino “para dar vida al mundo”. (José A. Pagola)

Iluminemos con la palabra de Mons. Romero Hay muchos consuelos de Dios en las fiestas del Divino Salvador, pero hay también amargas pruebas de las persecuciones del mundo. Y esta misa de hoy quiere ser un gesto de solidaridad con la hermana diócesis de San Vicente que está de luto porque ayer por la mañana le asesinaron a su Padre Alirio Napoleón Macías, párroco de San Esteban Catarina. Se dedicaba como buen sacerdote a limpiar el altar y la Iglesia; y se dio cuenta que ya estaban los que lo iban a martirizar frente a la Iglesia. Y el pueblo denuncia que el padre señaló: "Son judiciales, ¡cuidado! Y al poco momento disparaban las armas dentro del templo, fingiendo una visita íntima a él, y cayó acribillado entre la sacristía y el altar. Su querida mamá, con la angustia de esta situación, corrió y dice que todavía lo vio abrir los ojos. De su nariz salían dos chorros de sangre, y murió... Por eso, hermanos, Cristo dice: no basta el pan de la tierra para ser libres, es necesario descubrir en el pan lo que Dios te quiere dar y de lo cual el pan no es más que un signo. El signo del pan, del que hoy se habla en el santo evangelio, termina

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revelándose cuando Cristo dice: "Yo soy". Fíjense como suena esta palabra, como cuando Dios le habla a Moisés en la zarza ardiente: "Yo soy el que soy". Cristo es, sólo él es la liberación. "Yo soy el pan que baja del cielo para la vida verdadera de los hombres". Lo ha dicho el evangelio de hoy cuando los judíos le preguntaron: "¿Cuál es, pues, nuestro trabajo para tener ese pan?". Cristo dijo: "Este es el trabajo: que creáis en Aquel que es el único que puede dar la salvación". Nadie puede construir con fuerzas de la tierra una liberación que llegue hasta la cumbre de situarlo en comunión con Dios. Los hombres podrán hacer aquí más fácil el cambio de estructuras, botar gobiernos, dar de comer, romper rejas, todo eso hay que hacerlo, pero ¡no basta! Lo que Cristo puede hacer, no lo pueden hacer los hombres todo eso y elevarlos hasta Dios. El Divino Salvador del Mundo, tal como lo veremos esta tarde en la imagen tradicional, es una invitación a elevarnos de las necesidades de la tierra a comprenderlo a Él como única solución que baja del cielo, aprehenderlo por la esperanza, por la oración, por el amor. No para esperarlo todo de Él, hay que trabajar como si todo dependiera de nosotros, pero hay que esperar de Cristo como si todo dependiera de Él. Ese es el equilibrio del verdadero desarrollo. ¿Qué nos dará como fruto esta aprehensión de Cristo para hacerlo nuestro? Lo tenemos en la segunda lectura de hoy. San Pablo nos describe la situación del hombre esclavizado todavía en el paganismo. Lo llama el hombre viejo, el hombre del odio, el hombre de la violencia, el hombre del robo, el hombre de las intrigas, el hombre de los asesinatos y de los secuestros, el hombre rudo, el hombre bruto. Eso que está causando tanta peste entre nosotros: hombres sin razón, hombres animales, hombres lobos para el hombre... "Esto fuisteis..." dice San Pablo, a los que ya se convirtieron de esa vida; y en este 5 de agosto, yo quisiera decirles también a los que se han manchado de sangre; sobre todo las manos con sangre de sacerdotes y con sangre de hombre, cualquiera que sea, ¡que se conviertan!. A los que quieran mantener situaciones injustas y pagan para matar a los que quieren cambiarlas, ¡que se conviertan! Y a todos los que luchan por esos cambios: que se eleven a esta altura que nos ofrece hoy la segunda lectura, cuando dice: "Vosotros no es así como habéis aprendido a Cristo". Cristo os ha enseñado a abandonar el anterior modo de vivir, del hombre viejo corrompido por los deseos de placer, el hombre viejo que no es el Espíritu. Renovaos en el Espíritu, dejad que el Espíritu renueve vuestra mentalidad, vestíos de la nueva condición humana creada a imagen de Dios, justicia y santidad. Este es el hombre nuevo. De nada servirán, dice Medellín, los cambios de estructuras nuevas, si no tenemos hombres nuevos. El continente de América será nuevo, gracias a este Cristo que renovará a hombres, revistiéndolos de su justicia y de su santidad. Por eso, queridos hermanos cristianos, ustedes, los que han creído en Cristo y de veras quieren seguirlo, ustedes son la verdadera esperanza de la liberación en El Salvador. Actuemos con la fuerza de la Palabra ¿Qué exige El evangelio según Mons. Romero a la sociedad salvadoreña? ¿De qué debemos convertirnos para lograr verdaderos cambios en la sociedad salvadoreña?

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Introducción al tema: Estudiaremos el fragmento de la homilía de las fiestas patronales de 1979, en ella Mons. Romero desarrolla las ideas principales de su cuarta carta pastoral: “Misión de la Iglesia en medio de la crisis del país.”

Objetivo: Comprender el papel de la Iglesia en la sociedad salvadoreña para vivir esta misión con fidelidad.

MIRADA DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS A LA REALIDAD ¿Cuándo vemos nuestra realidad y las respuestas pastorales que damos tenemos una idea del papel que despeñamos como Iglesia? Compartamos todos. JUZGUEMOS CON LA LUZ DE LA PALABRA

Iluminemos con la Palabra de Dios. Leamos Marcos 9, 2-10: ¿Qué nos narra el evangelio? ¿Cuál es la idea de Pedro ante el misterio de la Transfiguración? ¿Cuál es la respuesta del Padre? Reflexión: Es fácil querer construir una Iglesia que se auto proteja en el misterio de Dios al igual que pedro, quedarnos con nuestras tres chozas y alejarnos de la realidad. Sin embargo, el mandato del Padre es Escúchenlo! Y Jesús nos manda bajar del monte para subir al calvario asumiendo la cruz.

Iluminemos con la palabra de Mons. Romero Lo primero, naturalmente, evangeliza: Esta es la tarea de la Iglesia, ésta es la razón de ser. Según Puebla y Juan Pablo II, en la evangelización es indispensable la acción por la justicia y las tareas de la promoción del hombre. No se confunda, hermanos, la misión de la Iglesia evangelizando y trabajando por la justicia con campañas subversivas. ¡Es muy distinto! A no ser que al Evangelio se le quiera llamar subversivo porque de verdad está tocando las bases de un orden que no debe existir porque es injusto... Segunda colaboración de la Iglesia, mantener su identificación de Iglesia: Queridas comunidades aquí presentes y todas las que están reflexionando a través de la radio, ésta debe ser nuestra mayor preocupación al reflexionar el Evangelio: ser la Iglesia que Cristo quiere. No hacer otras cosas que la Iglesia tiene que hacer. Y aunque nos calumnien, tener la conciencia tranquila de que estamos haciendo lo que la Iglesia tiene que hacer. Y la tranquilidad de no meternos en campos ajenos sino para iluminarnos con la luz y con la identidad propia de nuestra Iglesia. La tercera gran contribución de la Iglesia en esta crisis del país, es su doctrina sobre el hombre: Si hay tanto atropello a la dignidad del hombre, es porque el estado y, en nuestra situación actual, los ídolos que adoran a los hombres han olvidado que lo principal no son esos ídolos, sino el hombre. La Iglesia quiere reivindicar la dignidad del hombre, aunque sea el más pobrecito y aunque sea un torturado... un prisionero, un matado...

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La cuarta contribución que la Iglesia ofrece y ya se está dando aquí entre nosotros es la denuncia profética de todo lo que es pecado: Denuncia, no por fanfarronería; denuncia, no por quedar bien demagógicamente; denuncia como la Iglesia quiere, llamando a conversión. La Iglesia denuncia el pecado para arrancarlo del mundo, convirtiendo a los pecadores. Así creo que lo hemos hecho siempre, que al señalar un desorden, un asesinato, una injusticia, reclamamos ciertamente contra el atropello que se ha hecho, pero al mismo tiempo invocamos la misericordia de Dios y la conciencia del criminal para que se convierta y se salve. La quinta contribución de la Iglesia es señalar que el único camino de salida, precisamente, es conversión de los hombres: Y aunque esto parezca idealismo, utopía, ¿cuándo se van a convertir todos los pecadores? La Iglesia lo proclamará siempre, porque mientras El Salvador, desde las altas esferas hasta las ínfimas, no entre en caminos de conversión por la ley de Dios, no podrá haber solución a las crisis que atenazan a nuestro pueblo. También por eso colabora la Iglesia desenmascarando idolatrías: En mi carta pastoral me fijo principalmente en tres que llamo absolutizaciones, es decir, como que fueran el absoluto del hombre. Para unos es la riqueza y la propiedad privada. La Iglesia dice: la riqueza no es una absolutización, la propiedad privada no tiene un sentido definitivo. El Papa lo ha dicho con palabras muy certeras: "Sobre la propiedad privada grava una hipoteca social". El bien de todos es lo que interesa, no la riqueza de unos cuantos, ni la propiedad privada de unos pocos... Una segunda idolatría, ante la cual se encuentran muchos salvadoreños, es la que se llama la seguridad nacional. Puebla la llama: "forma capitalista e imperante en muchos países de América. De allí se inspira la estructura represiva de muchos países -palabras de Puebla-". A nombre de la seguridad nacional se inmolan centenares de vidas, se violentan derechos de ciudadanos, y es ridículo, en nombre de una seguridad se implanta la inseguridad del pueblo. "El estado mayor... -sigo leyendo a Pueblasustituye inconstitucionalmente las instancias políticas que debían de decidirse democráticamente en el curso político de la patria". La absolutización de la organización: También la otra absolutización en que muchos salvadoreños, tal vez de buena voluntad, se encuentran, es bueno tenerlo en cuenta en esta hora en que estamos desenmascarando idolatrías ante el único Señor Jesucristo... es esta, y aquí mucho cuidado, queridas comunidades eclesiales de base de nuestra Iglesia es la absolutización de la organización popular. También esto es un fanatismo, también aquí hay sectarismo, también aquí hay idolatrías, orgullo de elites. Nadie, ninguna organización popular tiene que arrogarse el sentir del pueblo. Es un modo de expresarse nada más, pero respetemos al pueblo; respetemos sus opciones y jamás queramos hacer de lo que ya opté yo o mi grupo, mi organización, no la organización sobre el país... Actuemos con la fuerza de la Palabra ¿Siguen presentes estas idolatrías en nuestro país? ¿Es vigente este papel de la Iglesia que Mons. Romero propone? ¿Cuál necesitamos enfatizar más en nuestra parroquia?

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Introducción al tema: Estudiaremos la homilía del domingo 19° del tiempo ordinario. En ella Mons. Romero explica una catequesis sobre la Eucaristía.

Objetivo: Comprender el misterio de la Eucaristía como medio de gracia para tener un mayor encuentro con Cristo.

MIRADA DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS A LA REALIDAD ¿Cómo vemos las celebraciones eucarísticas de nuestras comunidades? ¿Tienen un mensaje inspirador para afrontar la realidad? ¿Son celebraciones que no nos dicen nada de la realidad? compartamos. JUZGUEMOS CON LA LUZ DE LA PALABRA

Iluminemos con la Palabra de Dios. Leamos Juan 6, 41-51: ¿Cuál es la discusión entre Jesús y los judíos? ¿Qué significa para Jesús: “el que aprendió del Padre viene a mí”? Reflexión: Jesús presupone que nadie puede creer en él si no se siente atraído por su persona. Es cierto. Tal vez, desde nuestra cultura, lo entendemos mejor que aquellas gentes de Cafarnaún. Cada vez nos resulta más difícil creer en doctrinas o ideologías. La fe y la confianza se despiertan en nosotros cuando nos sentimos atraídos por alguien que nos hace bien y nos ayuda a vivir. Pero Jesús les advierte de algo muy importante: “Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado”. La atracción hacia Jesús la produce Dios mismo. El Padre que lo ha enviado al mundo despierta nuestro corazón para que nos acerquemos a Jesús con gozo y confianza, superando dudas y resistencias. (José A. Pagola)

Iluminemos con la palabra de Mons. Romero Cuando Cristo en el evangelio de hoy nos asegura los medios como podernos hacer miembros de esa carne de Dios, nos está ofreciendo lo más rico que puede tener nuestra fe. Yo quisiera que aquí mis palabras recobraran toda la elocuencia y eficacia para que cada uno de ustedes, como yo, supiéramos comprender que nuestra vida, nuestra carne no tiene sentido, que es un absurdo cuando la absolutizamos en cosas de la tierra. Cuando luchamos por liberaciones únicamente del tiempo, vale, sí, pero no vale todo lo absoluto que Dios ha puesto en nuestra capacidad humana. Que de veras somos hombres grandes aunque sea el más pequeñito de la comunidad, pero que se incorpore a la vida en Cristo. Cristo es el que nos da sentido a nuestra vida. Por eso, Él se afana en este capítulo sexto de San Juan en presentarse como la figura del pan. El pan se come y se hace substancia de mi propia vida. Así debía ser Cristo, que me lo comiera, para que yo me hiciera Cristo, asimilarse a Cristo. Que cada cristiano pudiera decir como San Pablo: "Vivo yo, pero ya no soy el que vivo, es Cristo el que vive en mí". En el evangelio de hoy, Cristo nos ofrece tres medios y aprovechémoslos primero la fe, segundo la gracia y tercero los sacramentos.

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- La fe... dejarse "enseñar de Dios". Para que miren que mi predicación es netamente eclesial, digo que no hay un hombre cristiano si no es por una fe como lo ha dicho Cristo hoy: "Nadie puede venir a mí si el Padre no lo trae". Es gracia de Dios la fe. La fe no es el producto de una reflexión humana. Nada humano puede producir algo divino y la fe es divina: sólo Dios la puede dar. Cuando el Padre me inspira: ¿quién es Cristo?, debo de darle gracias a Dios porque como Cristo le dijo a Pedro: "Eso no te lo ha revelado la carne ni la sangre sino mi Padre que está en los cielos". Es la fe que a esta carne de la tierra el hombre lo ilumina con luces de cielo. ¡Que no se pierda la fe!, queridos hermanos. Que cada vez busquemos más seguir a Cristo. Ir al Hijo. Qué expresión más hermosa: "Venid a Mí", dice Cristo; "nadie puede venir a Mí si el Padre no lo trae". "Venid a Mí" es tener confianza en alguien. Cómo me da gusto cuando en los pueblitos humildes, la gente y los niños se agolpan a uno; vienen a uno; o va llegando uno al pueblo y le salen al encuentro, llegan con confianza porque saben que les lleva uno el mensaje de Dios. - La gracia... ¿Qué es la gracia? La gracia es la conversión del hombre que deja el pecado por vivir en amistad con Dios. Parecido a la fe pero más vivencial todavía. Es hacer mía la vida de Dios. Estar en gracia de Dios es estar en vida de Dios, de tal manera que cuando muere un hombre aquí está su destino. Si está en gracia de Dios, su destino es el cielo, la compañía de Dios para siempre, la vida de Dios que ya la tiene desde la tierra. Si no está en gracia de Dios, si está en pecado, si es víctima de sus pasiones, si sólo es un hombre de la carne sin Cristo, por más inteligente o hermosa que sea, allí no hay más que pecado y no puede entrar en el Reino de los cielos. ¡Vivir en gracia de Dios!, procuremos. - la Eucaristía y demás sacramentos: "El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo". Cabalmente el capítulo sexto de San Juan, dicen los comentaristas que fue escrito porque San Juan no quiso narrar, como los evangelios anteriores, la última cena así escueta y real: "Tomó pan en sus manos -lo que voy a hacer yo en la misa- y dijo: esto es mi cuerpo, esta es mi sangre". Eso no lo cuenta San Juan, pero nos cuenta una cosa más profunda, lo que significa ese sacramento. Podíamos decir que San Juan dio la charla presacramental y los otros evangelios administraron el sacramento. Pero cuando uno ve a San Juan en el capítulo sexto, sí sabe por qué comulga. Sabe que aquel sabor de la hostia que es sabor de trigo, mi fe lo convierte en vida eterna. Entonces comprende uno la gran frase que hemos tratado de comentar hoy. "Este es el pan que yo daré, mi carne para la vida del mundo". Mi carne, pero no carne como la de los hombres sin Cristo. Carne de Cristo donde Dios se encarnó con toda la potencia, con todo el amor, con todo el mérito de la cruz, con toda la santidad de Dios en ese bocadito insignificante: la comunión, el pan que es carne de Dios que viene a santificar y cristificar y espiritualizar toda mi carne sin Cristo… Que ojalá todas las comunidades que han tratado de hacer esta reflexión, sin salirse de la realidad del país y de la iglesia, traten de ser bienhechores desde una Iglesia donde Cristo administra sus sacramentos para darnos su carne que es vida del mundo, y desde allí ser luz y vida para todo el mundo. A eso estamos llamados como pueblo de Dios para que en todo lo que nosotros hagamos, seamos de verdad misioneros de la paz y del amor en medio de un pueblo. Así sea... Actuemos con la fuerza de la Palabra ¿Cómo vivimos los tres medios para llegar a Cristo que nos propone Mons. Romero? ¿Nos inspira la Eucaristía unirnos a una vida llena de justicia, libertad y amor?

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Introducción al tema: Estudiaremos la homilía del domingo 20° del tiempo ordinario. En ella Mons. Romero continúa explicando la catequesis sobre la Eucaristía.

Objetivo: Aprender la relación de la Eucaristía con mi compromiso cristiano para vivirlo con más claridad en el mundo.

MIRADA DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS A LA REALIDAD ¿Cuándo vemos el mundo existen aún hombres y mujeres que mueren de hambre? ¿De qué más esta hambriento el hombre? ¿Cómo se puede saciar el hambre de justicia, de igualdad de dignidad? JUZGUEMOS CON LA LUZ DE LA PALABRA

Iluminemos con la Palabra de Dios. Leamos Juan 6,51-58: ¿A qué vida se refiere Jesús cuando habla de tener vida? ¿A qué se refiere cuando habla de comer su cuerpo y beber su sangre? Reflexión: Las palabras que siguen no hacen sino destacar su carácter fundamental e indispensable: “Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida”. Si los discípulos no se alimentan de él, podrán hacer y decir muchas cosas, pero no han de olvidar sus palabras: “No tenéis vida en vosotros”. Para tener vida dentro de nosotros necesitamos alimentarnos de Jesús, nutrirnos de su aliento vital, interiorizar sus actitudes y sus criterios de vida. Este es el secreto y la fuerza de la eucaristía. Solo lo conocen aquellos que comulgan con él y se alimentan de su pasión por el Padre y de su amor a sus hijos. (José A. Pagola)

Iluminemos con la palabra de Mons. Romero - Es su carne que da la vida al mundo. Primero, carne ofrecida en la cruz, este es el pan para la vida del mundo. Es una expresión de Cristo dando su vida por el mundo. "La carne no aprovecha para nada -decía Cristo-, lo que aprovecha es el espíritu que anima esa carne". Y la carne que Cristo está ofreciendo es su vida del mundo, la que reconcilió a los hombres con Dios, es decir, como nosotros vamos a decirlo dentro de poco en la Eucaristía: Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. Esa es la carne personal de Cristo en la Eucaristía, un Cristo que murió entre dolores, acribillando su sangre y su carne. "La sangre que se derrama para perdón de vuestros pecados". Esta carne y esta sangre es la que recoge en nuestra misa y la presencia personal de Cristo es el momento culminante de la redención. - Otra cosa maravillosa es la vida de Cristo, unida a la vida del Padre. "Yo vivo por el Padre y todo aquel que me come, vive por mí". Es decir, una corriente de vida. Yo no soy más que Dios hecho hombre. Y yo voy a inventar un modo de esta carne de hombre, darla en alimento pero porque trae vida de Dios. El que se alimenta de este cuerpo y de esta sangre bajo especie de pan, como no una carne simplemente humana sino la carne del Hijo del Hombre donde se conjuga lo humano y lo divino, donde Dios se hace vianda, alimento para los hombres. 64

No olvidemos estas dos condiciones: el Cristo ofreciendo su carne en la cruz y el Cristo unido en intimidad divina con el Padre. Esa es la carne que se da y que hay que comer. Esa es la carne de la eucaristía. Esa es la presencia personal de Cristo. No está sólo su virtud, está personalmente su carne así como la acaba de describir Él: unida al sacrificio de la cruz que salva al mundo y unida a la vida eterna del Padre. Solo podría asegurar cosas tan inauditas: "El que come mi carne y bebe mi sangre tendrá vida eterna, el que no come mi carne ni bebe mi sangre, no tiene vida en sí". Los hombres frente a este signo de la eucaristía, podíamos decir de la hostia consagrada: signo de contradicción. Lo aman unos hasta la locura y otros lo desprecian hasta el odio o no le hacen caso porque no tienen fe. En las lecturas de hoy encontramos, en las tres lecturas, catalogados los hombres precisamente por su posición frente a la sabiduría de Dios que se encarna en Cristo. Así podemos decir con la primera lectura, los inexpertos, los faltos de juicio, aquellos que rechazan la obra de la sabiduría. Y por otra parte, los prudentes, los que se alimentan de la ciencia de Dios, los que a pesar de ser, tal vez, menos inteligentes según el mundo, pero tienen la sabiduría de Dios que se da en la santa Eucaristía donde Cristo está presente. En la segunda lectura San Pablo presenta una categoría de hombres insensatos, aturdidos, borrachos, libertinos. No seáis así, dice San Pablo, sino la otra clase, sensatos, cumplidores de lo que Dios quiere; dejándose llenar del espíritu y haciendo de la vida una liturgia alegre: "Cantad cánticos al Señor, dadle gracias en todo momento". ¡Ah, la vida qué hermosa se convierte cuando la ilumina la fe y cuando sabe que su cuerpo sano o enfermo, unido a la hostia consagrada que se recibe en la comunión, es una vida y un cuerpo que se hace hostia! Todos los actos de nuestra vida, todos los deberes que cumplimos, todos los sacrificios que hacemos, todo se convierte en Cristo crucificado, la carne que salva al mundo; y yo le estoy aportando mi sacrificio, mi pequeña hostia, mi pequeña gotita de agua en el cáliz de vino que se convierte todo él. Donde ya no se distingue la gotita de agua y el cáliz de vino, sino que sólo se percibe la sangre que se derrama para la salvación del mundo. Entonces, la vida de los hombres se hace liturgia; todos somos sacerdotes cualquieras que sea nuestro oficio cuando lo hacemos unido con el Señor. - Cristo Nuestro Señor también aparece hoy distinguiendo a los hombres frente a su gran promesa, los que dudan de Él o los que lo entienden tan materialmente que casi lo hacen un antropófago. No es así como Cristo quiere entender, es un lenguaje tan delicado que no lo entiende el ambiente burdo del mundo donde la carne sólo se entiende carne para el placer, carne para la explotación, carne para la soberbia, para el orgullo, carne idolatrando ídolos de la tierra. Esta carne claro que Cristo no la da. Pero la carne divinizada en el sacrificio de la cruz y unida con Dios en el misterio de la encarnación, esa carne sí es divina y esa es la que el Señor nos ofrece y la que entienden los que tienen fe, pero no la entienden los que han perdido la fe o no la tienen. Quisiera que a la luz de esta reflexión, analizáramos a qué clase de hombres pertenecemos. Actuemos con la fuerza de la Palabra ¿Hemos tomado conciencia de lo que significa participar del cuerpo y sangre del Señor? ¿Tenemos claro ahora los compromisos que trae vivir en la vida de Cristo?

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