“Soli Deo honor et gloria” Patronazgo religioso señorial y dinámicas de disputas clientelares al interior de la comunidad

September 23, 2017 | Autor: O. Pereyra | Categoría: Power (social), Patronage (Medieval Studies), Medieval Manor House, Hidalguía
Share Embed


Descripción

“Soli Deo honor et gloria” Patronazgo religioso señorial y dinámicas de disputas clientelares al interior de la comunidad

Autor: Lic. PEREYRA, Osvaldo Víctor (UNLP-Universidad de Cantabria)

Publicado en Begoña Alonso Ruiz (Comp.) La Arquitectura tardogótica castellana entre Europa y América, edt. Silex, Santander, España, año 2011

Enclavada en el valle de Penagos, la Iglesia de San Jorge (construida entre los años 1585-1589) se emplaza sobre un antiguo emplazamiento de origen prerrománico. Un hermoso y robusto edificio de estilo arquitectónico gótico, de planta rectangular, compuesto de tres naves divididas en cuatro tramos que se encuentra rematado por una torre de cuatro pisos levantada con posterioridad a la construcción inicial y en donde se halla inscripta la frase que titula nuestro trabajo: “Soli Deo honor et gloria” 1

Iglesia de San Jorge de Penagos (Cantabria)

Más allá de las cualidades arquitectónicas de la obra (las cuales quedan fuera de los problemas presentados en el siguiente trabajo) nuestro objetivo es analizar la importancia que adquiere el patronazgo religioso señorial como “caja de resonancia” del poder social y político alcanzado por los representantes de la gran nobleza castellana y, al mismo tiempo, señalar la dinámica conflictiva que acompaña la consecución de los privilegios parroquiales como espacio en disputa de la pequeña nobleza local. Partimos para ello de la hipótesis de que el patronazgo sobre las instituciones religiosas fue un resorte más en el ejercicio del poder y la búsqueda de la necesario consenso de la población a la importancia y grandeza de los linajes nobiliarios dentro de un contexto 1

Puede ser traducida “Sólo (=solamente) a Dios, honor y gloria”

1

fuertemente influenciado por las nuevas formas de religiosidad impulsadas por la Iglesia Católica romana a partir de la contrarreforma, desde mediados del siglo XVI. La unión entre religión y poder político conllevaba una relación simbiótica entre una simbología religiosa y la significación del poder señorial. Esta unidad de sentido adquirirá múltiples formatos, como por ejemplo el patronazgo religioso de las grandes casas señoriales, el mecenazgo artístico y cultural ejercido por la nobleza, la participación en las formas de asistencia a los pobres2, la fundación de memorias, capellanías, etc. Es decir, un conjunto de expresiones donde se traduce la advocación religiosa de los grupos de la nobleza castellana que encontrarán -en la “administración” de estos bienes espirituales- una forma más de manifestar y reforzar su posición preeminencial dentro del cuerpo social. Cabe aclarar que la Iglesia, al aportar al fortalecimiento “ideológico” del poder del señor, establecía con él una relación de reciprocidad beneficiosa para con las instituciones religiosas, que se esbozaba en el pingüe provecho material que significaba su participación sobre una parte de una renta señorial laica en continuo crecimiento. “Devoción” y “beneficio” alcanzaban así una misma matriz de desarrollo. Como ya había puntualizado en su momento la doctora Quintanilla Raso3: “la vida del noble era objeto de una transposición desde el ámbito de lo privado hacia la proyección notoria en todos sus contenidos”. El linaje, como estructura de organización supra-familiar de la nobleza basada en los lazos de consanguinidad entre sus miembros, se extendía en forma reticular sobre una plétora de personas e instituciones conformando una malla de interdependencias sostenidas sobre múltiples relaciones de tipo clánicas, clientelares y vasalláticas. El reforzamiento permanente de este entramado relacional –o mejor dicho, del “tejido asociativo de dominio político”- constituía la dinámica consustancial para el mantenimiento de la reputación, la honra, así como el basamento mismo del poder señorial articulando al conjunto plural de dependientes al vértice formado por el poder del señor. En este sentido la “espiritualidad” componía un marco de referencia para la actuación del poder señorial, no solo como forma de “exaltación y propaganda de los valores y poderes nobiliarios”4 sino, también, como espacio destacado de significación de su lugar preeminencial dentro del conjunto de la comunidad.

2

La familia de los Velasco tuvo cierta predisposición hacia la creación de hospitales dentro de sus estados patrimoniales. Tres instituciones de beneficencia fueron fundadas por miembros de este linaje entre los siglos XIV al XVI. Dos de ellos en la villa de Mediana de Pomar, el primero llamado de la Cuarta, fundado por Pedro Fernández de Velasco, camarero mayor de los reyes Enrique II y Juan I. El segundo el de Vera-Cruz en la misma villa y creado a iniciativa de Pedro Fernández de Velasco II (nieto del anterior) Finalmente el de Nuestra Señora del Rosario de Briviesca, impulsado por doña Mencía de Velasco, hija de don Pedro y de doña Mencía de Mendoza, que permaneció soltera recibiendo una cuantiosa fortuna que “invirtió” en la fundación de multitud de obras piadosas para, según reza el preámbulo de la carta fundacional del Hospital del Rosario, “la salvación de mi alma y la de mis padres y la de mi hermano el Condestable Don Bernardino de Velasco y por la salud, vida y prosperidad del Condestable Don Iñigo, mi señor y hermano, y de los otros mis hermanos y de sus hijos y sucesores… por el provecho e utilidad de todos aquellos files cristianos que de mis pobres limosnas tuvieren necesidad…” Archivo Ducal de Frías, Sección Velasco, leg. 77, n 1, según el Inventario del Archivo de los Duques de Frías, Tomo I. Casa de los Velasco, Madrid, 1955, elaborado por LEÓN TELLO, Pilar y DE LA PEÑA, María Teresa. Sobre la temática ver el trabajo de FRANCO SILVA, Alfonso, “La asistencia hospitalaria en los estados de los Velasco”, Rev. Historia, Instituciones y Documentos, Universidad de Sevilla, n 13, año 1986, pp 63-88. 3 QUINTANILLA RASO, M. C., “La nobleza”, en NIETO SORIA, J. M, Orígenes de la Monarquía Hispánica: propaganda y legitimación (1400-1520), edt. Dykinson, Madrid, España, año 1999, pp 87 4 ORTEGO RICO, Pablo, “El patrocinio religioso de los Mendoza: siglos XIV y XV”, España Medieval, año 2008, vol. 31, pp 277

2

El patronazgo religioso5 no solo permitía obtener un beneficio “espiritual” a cambio del apoyo a las instituciones religiosas sobre el que se volcaba sino que, paralelamente, se alcanzaba un rédito político a partir de la participación en un conjunto de prácticas religiosas que creaban una imagen favorable del poderoso6, así como la aceptación del lugar preeminencial del mismo en uno de los aspectos centrales de la sociabilidad en las comunidades, al mismo tiempo que genera un consenso “generalizado” sobre los valores diferenciables de los cuales los poderosos eran portadores, y establecía una asociación primaria en la unidad de las fuentes legítimas de poder: lo político y lo sagrado, etc.7. Una clara manifestación de la importancia que adquiere esta relación simbiótica para la nobleza son las manifestaciones funerarias, la cuidadosa elección de espacios religiosos concretos para albergar los restos mortales de los difuntos predecesores del linaje como prolongación política del prestigio a través de los antecesores, las obligaciones testaméntales de oraciones, memorias de misas, aniversarios, cargas espirituales, etc.8, prácticas cuyo origen se remonta a la Baja Edad Media- son algunos de los testimonios de la unidad entre lo sacro y profano, reforzando en la memoria colectiva la grandeza “inmemorial” que portaban los representantes del linaje9. Sin profundizar en estos aspectos generales que presenta el ejercicio del patronazgo religioso señorial lo que nos interesa recalcar aquí son precisamente los condicionantes que presenta el mismo en su concreción. Como un espacio de disputa y de encuentro de las formas de sociabilidad que presentan, al interior de las comunidades, los miembros de la pequeña nobleza local. Para ello partiremos de los privilegios parroquiales otorgados a la Casa de los Velasco en la villa de Penagos, los cuales eran ejercidos por los representantes del linaje de los Velasco de Agüero.

5

Con respecto a la relación entre el linaje de los Velasco y la orden de San Francisco véase el trabajo de LEAL, Arnaldo, “De Aldea a Villa: Historia chica de las villas Pasiegas”, Criticón, n 9, año 1980, Centro Virtual Cervantes, pp, 84 “El convento de Franciscanas de Medina de Pomar… el convento de Clarisas (que también son Franciscanas)… el establecimiento regido por la orden de San Francisco el Hospital de Briviesca que está junto a la Iglesia de Santa Clara… Todo este conjunto arquitectónico es característico de los Velasco, Condestables de Castilla, cuyo escudo figura tanto en la fachada de los edificios como dentro de ellos. Las relaciones entre los Condestables y la orden franciscana de Clarisas resultan evidentes también en el establecimiento de Clarisas en Medina de Pomar fundado por Sancho Sánchez de Velasco y donde se halla enterrado Don Juan de Velasco, Camarero Mayor del Rey. En cuanto al retablo de Briviesca, lo mandó labrar Don Iñigo de Velasco, Condestable en 1561. (Pero en este caso concreto las relaciones entre el convento e Iñigo de Velasco no fueron tan buenas” 6 Como afirma LOZANO NAVARRO, Julián J., “El ritual como expresión del patronazgo religioso señorial: los duque de Arcos y los jesuitas de Marchena (S. XVI-XVIII)”, en ANDÚJAR CASTILLO, Francisco y DÍAZ LOPEZ, Pablo Julián, Los señoríos en la Andalucía Moderna. El marquesado de los Vélez, edt. Instituto de Estudios Almerienses, España, año 2007. “El monopolio de los espacio sacros y de buena parte de su significado simbólico es una tendencia en boga en la aristocracia castellana en esos momentos… su presencia en el ámbito religioso les resulta fundamental para desarrollar una política de prestigio de su estirpe, algo tan importante o más para la nobleza que las labores de mecenazgo artístico e intelectual” pp 680. 7 Véase para estos aspectos el texto de CARRASCO MARTÍNEZ, A., “Los Mendoza y lo sagrado. Piedad y símbolo religioso en la cultura nobiliaria”, Cuadernos de Historia Moderna, Universidad Complutense de Madrid, n. 25, año 2000. 8 Para estos problemas véase el trabajo de GOICOLEA JULIÁN, Francisco Javier, “La vida cotidiana en la ciudad de Nájera a fines de la Edad Media: una aproximación”, Rev. En la España Medieval, n 24, año 2001, pp 171-194. El interés del mismo se sitúa en la reconstrucción propuesta por el autor, a través de las mandas testaméntales, de las costumbres religiosas y formas de pensar que observan la nobleza y las elites locales. 9 Aspecto estudiado por NOGALES RINCÓN, D.: “Las capillas y capellanías reales castellano-leonesas”, Anuario de Estudios Medievales, 35/2, (2005), pp. 737-766.

3

Hacia el siglo XVI eran cuatro los linajes que se destacaban por su posición social y prestigio en la villa de Penagos10: los Quintana, la familia de los Prietos, los de Gandarillas (emparentados con el Abad de Santander) y, finalmente, los Velasco de Agüero (rama colateral de la familia emparentada a los poderosos Condestables de Castilla)11. Todas estas familias de la montaña eran “hidalgos notorios de casa y solar conocido” reconocidos por sus convecinos como parte de una pequeña nobleza local que sostenían un conjunto de signos externos que demostraban la valía de su linaje: portaban escudo de armas ostentados orgullosamente en los frentes de sus moradas, disfrutaban de asientos y sepulturas privilegiadas, tenían orden de precedencia en el concejo y eran elegidos por sus conciudadanos como procuradores en las juntas de los valles, etc. Todos estos privilegios se correspondían también con la formalización de derechos económicos sobre las instituciones religiosas como el disfrute de porciones de los diezmos de los cuales ellos mismos eran los encargados de recaudar frente a sus vecinos. Es claro, por lo expuesto, que los miembros de estos linajes locales gozaban de reconocimiento al interior de la comunidad por su posición de preeminencia que, necesariamente, se traducía en manifestaciones simbólicas de diferenciación “natural” frente al resto de la comunidad. El patronazgo religioso ejercido por ellos permitía ratificar este ordenamiento diferencial, actuar, como dijimos, como “caja de resonancia” a partir de manifestaciones tales como el lugar de prelación de los asientos inscriptos en los privilegios otorgados por la Iglesia en reconocimiento al patronazgo señorial que sobre ella ejercían estas familias de nobles hidalgos. Es claro que de lo que hablamos es de un “orden” una jerarquización que se traducía, al interior de las mismas prácticas comunitarias, en términos de privilegios adquiridos –desde antiguo- que eran sujetos a la defensa irrestricta por parte de los detentadores de los mismos. Por lo tanto, de un conjunto de disposición espacial en los oficios religiosos para nada aleatorio, ya que el mismo escenificaba el lugar preeminencial del sujeto, y del linaje a quien él representaba en su conjunto. La defensa de estos privilegios eran asumidos como un deber por los mismos, al punto de generar conflictos y pleitos que se trasladaban al conjunto de la comunidad y se convertían en asuntos “públicos” pasibles de ser tratados por el propio Concejo de la villa: “decimos que entre nuestra partes comenzaban diferencias y disensiones en razón del asiento y silla que el susodicho (=Francisco de Velasco Agüero) pretendía como que antepasados la habían tenido encima de las gradas del altar mayor y por que estos pleitos cesaren el Concejo dio poder a cuatro vecinos y al vicario del valle, para que de conformodidad señalen el asiento, como en efecto hicieron”12 La posición del Consejo frente al problema de la disposición de los privilegios de asiento en el interior del nuevo edificio que ostentaba la Iglesia de Penagos no era menor, ni su intervención circunstancial, reconocía con ello dos cosas, por un lado la “justicia del reclamo” de don Francisco (que hacia esos años de 1596, ya ostentaba el cargo de Capitán de las gentes de los valles y participaba como procurador a las Juntas de los Nueve Valles) por el otro, se constituía como “mediador” de un conflicto de intereses que afectaba el equilibrio de poder del propio cuerpo político de la comunidad 10

Véase para la información sobres estas familias en la villa de Penagos el trabajo de ESCAGEDO SALMÓN, Mateo, Solares Montañeses. Viejos linajes de la Provincia de Santander, Tomo I. Tip. Dialco Mnemaen, Santoña, 1925, pp 29-31. 11 Véase información suministrada por DE LA HOZ REGULEZ, Jerónimo, “San Jorge de Penagos y la Casa de Velasco en el siglo XVII. Los privilegios parroquiales como fuente de conflictos y de pleitos” en Revista Altamira, n 68, año 2005 12 Ibid, ant, pp 113

4

y cuyas implicaciones trascendían a la misma. Es que este representante de una de las líneas colaterales del linaje de los Duques de Frías formaba parte de la clientela del mismo como lo atestigua el tener a su cuidado la casa fuerte y la torre –llamada de los Velasco- (es decir, los símbolos de la presencia señorial) que el propio Condestable le encargara que “tendrá que tener lucido el mío palacio y torre que tengo en ese lugar…” 13 La presencia señorial de los Velasco en estos valles permitió, junto con el traspaso de la acrecida fortuna familiar amasada por su hermano mayor don Pedro Velasco de Agüero garantizar los recursos económicos necesarios al linaje de los Velasco de Agüero para llevar a cabo los proyectos de refacción edilicia de la torre y del palacio del Condestable, así como ejercer un activo patronazgo sobre los proyectos de remodelación de la Iglesia de Penagos. Es decir, sobre la figura de don Francisco actúan dos fuentes de promoción, por un lado su posición dentro de la clientela al servicio del Condestable de Castilla, como representante de sus intereses señoriales en la villa, y por otro lado, a la muerte de su hermano gozar del reconocimiento por los altos servicios militares prestados a la Corona por este don Pedro Velasco de Agüero en la armada imperial en Sicilia -frente al avance turco participando en la batalla de Lepanto- y en Flandes -donde su carrera en ejercito recibe las más altas promociones nombrándosele capitán de número y, finalmente, en 1579 Gobernador del Tercio del Maestre de Campo-. Por lo tanto sobre la figura de nuestro don Francisco Velasco de Agüero actúa un proceso de promoción y encumbramiento que necesariamente modificaba la posición relativa del mismo al interior de la elite local. La búsqueda de este reconocimiento, de esta diferenciación, es la que explica el hecho del conflicto generado por los privilegios de “asiento” que debía ser asignado en la remodelada Iglesia, simplemente la búsqueda del necesario reconocimiento por parte del conjunto de pobladores de los cambios operados en la cuadrícula de los posicionamientos relativos de los linajes ennoblecidos de la villa de Penagos. El reconocimiento externo -la valía de las hazañas militares llevadas adelante por su hermano don Pedro- ya eran, de por sí, largamente reconocidas y recompensadas. Será el propio rey Felipe II quien por Decreto de 1575 reconocía el valor y los servicios brindados escribiéndole al marqués de Mondéjar, don Juan de Austria, “mi muy caro y muy amado hermano: Ntro. capitán General de la Mar, teniendo consideración a la buena relación que se nos ha hecho de la persona y servicios de Pedro de Velasco, le hacemos merced por la presente de seis escudos de ventaja al mes de más de su paga ordinaria en la Infantería Española… Dada en S. Lorenzo el Real a primero de abril de 1875. Yo el Rey. Antonio Pérez Scrio.”14 La carrera militar de don Pedro quedará trunca, ya que en el año de 1581 fallece en Sicilia (en la ciudad de Catania) no sin antes dejar la pequeña fortuna -amasada después de estos prolongados servicios a la Coronaen poder de su hermano, don Francisco de Velasco.15 La respuesta final del rey fue el cobro de 2.500 ducados a favor de don Francisco que conformarán la base económica necesaria para la promoción del linaje en su búsqueda del reconocimiento al interior de la comunidad. 13

Ibid, ant, pp 112 Ibid, ant, pp 109 15 Por manda testamentaria del 7 de agosto de 1571 “Yo, Pedro de Velasco, español de Val de Penagos de la Montaña de Burgos… por haber ocupado los cargos y la hacienda que tengo y dejo ser toda de V. Mag. A quien suplico sean parte veintisiete años de servicio, en el qual tiempo e recibido muchas heridas y derramada mucha sangre, para que V. Mag., me haga merced de me perdona y sea servido de acordar que tengo un hermano de once años, noble, y tan pobre que no le queda otro bien sino esta merced que V. Mag voy confiado le a de dar” Ibid, ant, pp 110-111 14

5

La oportunidad no se hizo esperar, la participación en el proceso de reconstrucción de la Iglesia de San Jorge de Penagos, que se daba en paralelo con los ingentes gastos originados por la refacción de las casa torre de los Velasco y del palacio,16 permitía poner en manifiesto los cambios operados en su posición relativa frente al resto de las familias privilegiadas así como al conjunto de sus convecinos. El reconocimiento interno no tardó en llegar ya que el 4 de julio de 1596 -en vista de la petición hecha al arzobispado de Burgos- se le señala privilegio de asiento en la remodelada Iglesia “al pie de la gradas a la mano del Evangelio, delante del banco principal que hace calle para el ofertorio…”17 siendo, de esta manera, el primero en pararse a recibir servicio. El Arzobispo de Burgos actuaba así en consonancia con el dictamen expuesto por la comisión de vecinos notables de la villa y el vicario de la Iglesia de San Jorge que había sido convocada por el Concejo para el tratamiento del caso, reunida “en 16 de junio de 1596 en presencia de mí el escribano Juan de Loricera, Pedro de Pino, Vicario de Muslera, Cura Beneficiado de San Jorge de Penagos, y Juan de San Jorge, Mayordomo Seglar de dicha Iglesia y los Procuradores del Valle dixieron,,, que Francisco de Velasco, pide un asiento que su padre Lope de Obregón de Velasco solía tener sobre las gradas… por vía de la paz y concordia mirando a los que son obligados… tenga su asiento al pie de dichas gradas al lado del Evangelio, delante del banco principal que hace calle para el Ofertorio. Porque confesaron verse obligados a se le dar conforme la calidad de su persona, antigüedad y nobleza de su linaje y por posesión de sus antecesores… contra ello no iremos agora ni en tiempo alguno del mundo… Ante mi Juan de Loricera, Escribano público del rey mi señor”18

Conclusiones

El patronazgo religioso señorial es uno de los elementos fundamentales que participan de la dinámica de interacción que condiciona las posiciones relativas de los distintos miembros de las elites locales al interior de las propias comunidades. El prestigio y el honor alcanzado por estas familias de la baja nobleza se exteriorizan a través de múltiples facetas de la vida comunitaria en que se inscriben y, entre ellas, la religiosa. La posibilidad de movilizar recursos económicos en empresas comunes como la reconstrucción de la Iglesia de la villa abre un ámbito de competencia entre los mismos linajes en la búsqueda de privilegios asociados a su participación. Los precarios equilibrios situacionales son susceptibles de ser afectados por la injerencia de condicionantes externos, en nuestro caso de estudio, el formar parte de la reconocida clientela del poderoso Condestable de Castilla (estando al cuidado de las expresiones simbólicas del poder señorial en la villa) así como la promoción militar en el ejército imperial de uno de los miembros destacados del linaje que revierte al mismo

16

“Torres y haciendas, tierras y molinos pertenecían “pro-indiviso” en cinco octavas partes al Condestable. Las tres restantes partes eran de la Casa de los Velasco de Penagos, que gozaban por ello de prestigio, con prerrogativas propias de nobles casas solariegas y con la participación en los diezmos parroquiales” SOJO y LOMBA, Fermín, Merindad de Trasmiera, Madrid, pp.429 reproducida por Ibid, ant, pp 105, cita 3. 17 Ibid, ant, pp 114 18 Ibid, ant, pp 113

6

en términos de acrecentamiento de honra y de dinero necesario para solventar la participación en las obras de promoción de la familia. Estos cambios afectan la situación posicional del sujeto frente al resto de la elite local de la villa y de sus convecinos, lo que necesariamente se traducirá en la búsqueda del reconocimiento meritorio que el sujeto y el linaje debe ostentar hecho que desencadenará situaciones conflictivas como las manifestadas por la puja en los asientos de privilegios. Dichos desequilibrios serán mediados por los órganos de poder de la villa con el fin de reestablecer el “mapa socio-posicional” en el que se encuentran insertos los sujetos y sus familias. Lo que es de notar en nuestro caso de estudio es la capacidad de los órganos regulatorios de la propia comunidad para reestablecer el equilibrio al interior de la elite de poder local.

7

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.