Sirenas y arpías; una aproximación diferencial aplicada al arte románico.

June 28, 2017 | Autor: Raimundo Er | Categoría: Medieval Bestiary, Arte románico, Mitologia griega, Mitología Clásica, Bestiario Medieval
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Descripción

SIRENAS Y ARPIAS. UNA APROXIMACIÓN DIFERENCIAL A SU REPRESENTACION
ESCULTÓRICA.


Uno de las "bestias" fantásticas que con mayor frecuencia se
encuentran esculpidas en capiteles, canecillos, arquivoltas, ménsulas o
metopas de los templos románicos es la que hace referencia a un tipo de
seres mitológicos cuyas denominaciones a veces se confunden o entrecruzan,
motivado por una parte por ciertas similitudes en su morfología, y por otra
la evolución de su concepto, que sufrió también distintas influencias e
interpretaciones. Nos referimos a las sirenas y las arpías, y el objetivo
de este artículo es el de arrojar un poco de claridad sobre el origen y las
características principales de cada una, sin entrar a penas en el discutido
asunto de su interpretación como símbolos.





1. Sirenas vs Nereidas

"The Sirenes, daughter of the River Achelous and the Muse Melpomene."
Pseudo-Hyginus, Fabulae 141 (mitógrafo romano, s. II d.C)

...¿de dónde que pluma y pies de aves, cuando de virgen cara lleváis?...
Ovidio, Metamorphosis.

Vamos a aportar más ingredientes al pastel, con la esperanza de que
luego salga más "rico". Me refiero al término ninfa, espíritus femeninos o
dioses menores del mundo natural: encargadas de cuidar de la belleza de
toda la naturaleza, desde el arreglo y crecimiento de plantas o árboles, al
mantenimiento de los animales, o la formación de cavernas, etc. Dentro de
este grupo general, se encuentran las relacionadas con el medio acuático, y
allí nos encontramos con las oceánidas –pueblan el océano-, las nereidas
–habitan mares interiores-, y las náyades –viven en los ríos-.


Aunque su verdadero origen sea algo difuso, pues ya existirían en
civilizaciones como la egipcia o la asirio-babilónica, nos atendremos a la
mitología griega, pues de ella tomaría el cristianismo su iconografía, y
adoptaremos el nombre de sirenas como referencia a la sirena-ave, hijas de
Aqueloo –el dios Rio- y de una Musa (Terpsícore, Melpómene o Caliope), de
la cual obtienen sus facultades para la música, el canto y el don de su
elocuencia, pues eran capaces de relatar hermosas historias.




Eran inicialmente ninfas que acompañaban con sus canciones a
Perséfone ( la Proserpina romana, hija de Zeus, reina del inframundo y en
alguna tradición del Río Infernal); al ser ésta raptada por Hades, se
convirtieron en híbridos de mujer y pájaro, como castigo de Demeter -diosa
de la Tierra- al no haber impedido el rapto de su hija, aunque hay otras
explicaciones como que las alas fueron un atributo concedido por Zeus (o
solicitadas por ellas mismas, o la misma Demeter) para perseguir mejor al
raptor.

El episodio de Ulises en la Odisea quizás sea el que más ha marcado el
carácter de su canto fatalmente embriagador, llegando por ejemplo a decir
San Isidoro de Sevilla que "...arrastraban al naufragio con su canto a los
seducidos navegantes. Pero la verdad es que fueron unas meretrices
(prostitutas) que arruinaban a quienes se acercaban, y luego se veían en la
necesidad de simular el naufragio. Tienen alas y uñas porque el amor vuela
y hiere...". También las corrientes filosóficas aportaron su granito de
arena: el pitagorismo las pintó como símbolos de la música engañosa y
corrupta, diferenciándola así de las armonías purificadoras que creaban las
musas, y el estoicismo reiteró su carácter de símbolo de la atracción
sexual: el trabajo de los teólogos cristianos estaba ya muy facilitado. Por
otra parte, y como veremos en las nereidas, al tratarse de seres femeninos
asociados al agua, una religión solar como la cristiana se veía obligada a
rechazarlos como elementos paganos y negativos, quedando así su agua
bautismal preparada como elemento purificador.


Tanto en la cultura egipcia, como para el islam o las religiones de la
Antigüedad clásica, se las relaciona finalmente con los muertos. En esta
última se encargan de acompañar con sus cantos –ahora funerarios- a las
almas hacia el Hades o a la Isla de los Bienaventurados, previa donación de
la corona de la vida y la rama de loto, símbolo de inmortalidad.






La descripción que los autores griegos daban de las sirenas, rostro o
torso femenino y cuerpo de ave, se mantiene en el Physiologus , Isidoro de
Sevilla —Etimologías—, Rabano Mauro —De Universo—, Theobaldo —De naturis
animalium—, Honorio «Augustudonensis» —Speculum Eeclesiae—, Herrade de
Landsberg —Hortus Deliciaruin—, Bestiario Cambridge, Bestiario de Pierre
de Beauvais, y Bartolomé el Inglés —De genuinis reum caelestiunr,
terrestrium et inferarum proprietatibus-. En la representación pictórica y
escultórica hay variantes con respecto a sus patas (de ave o de
cuadrúpedo), su cola puede finalizar en forma de tallo vegetal o aparentar
una serpiente, sus alas pueden aparecer explayadas o recogidas, y su
cabeza, que de forma bastante característica suele ir decorada con cabello
largo y por lo general muy peinados al estilo clásico, pudiendo llevar
también tocados, telas o coronas que lo cubran. Si alguna vez, por sus
rasgos masculinos parecen ser"sirenos" (catedral de Salamanca), siempre
aparecen afrontados o emparejados a otra sirena.


Pero entre los siglos VII y IX aparece una obra en que a nuestra
sirena se le "caen" las alas y le crecen escamas y cola de pez: en el Líber
monstruorum de diversiis generibus a la descripción de la nereida se le
pone el nombre de "... Sirenas son doncellas marinas, que atraen a los
navegantes por su hermosura y la belleza de su canto. Desde la cabeza hasta
el ombligo tienen forma de mujer y tienen colas escamosas de peces,
moviéndose en las profundidades..."


Aunque también aquí el origen de la imagen pudiera estar en culturas
orientales e incluso eslavas, en lo referente al arte la representación de
las nereidas, solas o acompañando a los tritones (ambos constituyen el
séquito de Poseidón) vendría también por vía grecorromana. La figura de
Escila, de carácter y aspecto monstruoso por su cola de pez y los seis
perros que surgían de su cintura, junto con su condición femenina, debió
influir en la evolución iconográfica de las sirenas. Autores como Odette
Touchefeu-Meyner sostienen que ya hubo representaciones de mujer-pez en los
siglos II y I a.C.; según esta autora, las sirenas pintadas por Homero en
las rocas, evolucionarían como otros relatos de la Odisea en su transmisión
oral (rasgo propio de la épica), pasando al mar y adaptándose a este
elemento.

Durante la caída del Imperio Romano de Occidente se detiene esta
evolución, a excepción de los artífices bizantinos y coptos. Y se retoma en
el arte merovingio y carolingio (la sirena-pez predomina en la ilustración
de los manuscritos, como el Fisiólogo de Bruselas), donde se fraguaron los
cambios que darían lugar a las realizaciones de los siglos XI y XII.: en el
mundo medieval en general gana terreno a la sirena-ave, aunque el texto
confunda muchas veces a ambas. Por ejemplo en el Bestiario de Cambridge
ilustra su explicación con un ser que mezcla la cola de pez con las demás
características de la sirena -cuerpo de ave y torso de mujer-: Así, los
seres humanos ignorantes e incautos se ven engañados por las hermosas
voces, cuando los encantan las faltas de delicadeza, los rasgos de
ostentación, o los placeres, o cuando se vuelven licenciosos... Pierden
todo su vigor mental, como si estuviesen sumidos en un profundo sueño, y,
de pronto, el ataque arrebatador del enemigo sobre ellos




En el arte escultórico del período románico existen dos grandes tipos
de sirena-pez: las de cola única y las de cola bífida.
Esta última tiene más representaciones quizás por su mayor adaptación
al marco arquitectónico y por responder mejor a los cánones de simetría. La
de cola única se somete también a la ley del marco, adaptándose a la
simetría, por ejemplo, al curvar su extremidad cuando ocupan marcos
rectangulares (Uncastillo). Aunque por principio decidimos en el presente
trabajo evitar interpretaciones, una de las más afortunadas respecto a esta
sirena-pez de doble cola parece la de Cana Garcia (Iconografía del románico
burgalés), al asimilarla formal e icónicamente a la mujer exhibicionista,
con sus dos piernas levantadas y mostrando su sexo, que también forma parte
del repertorio habitual en canecillos y capiteles. Así, el que las imágenes
de sirenas-pez y sirenas-ave fuesen aceptadas en el interior de los templos
fue quizás un eufemismo visual lógico y muy útil para significar lo mismo.
Según Cirlot "la doble cola de pez es una réplica infernal de la actitud
clásica de adoración, con los brazos en alto, que muestran por ejemplo las
figurillas de las sacerdotisas cretenses".


Mientras que las sirenas-ave apenas aparecen portando objetos en sus
representaciones escultóricas (si lo hacían las pinturas y mosaicos
grecorromanos, generalmente instrumentos musicales), las sirenas-pez llevan
a veces en sus manos un peine (La Oliva o Ripoll), un peine y un espejo
(Navaridas), o peces (Sangüesa, Bureva). En ocasiones se las muestra
tirándose del pelo (Pineda de la Sierra, San Claudio de Olivares), en una
actitud que nuevamente suscita controversias interpretativas, desde la
simple "coquetería", hasta la propuesta por Beigbeder: "la desesperación o
la cólera es inseparable del vicio, confundiendo dos temas de la
Psicomaquia de Prudencio, lujuria y desesperación"


Como ocurría con las sirenas, y ocurrirá con las arpías, existen
ejemplares masculinos que equivaldrían a las nereidas. A Tritón, dios-
mensajero de las profundidades marinas, e hijo de los dioses marinos
Poseidón y Anfítrite, se le suele representar de cintura para arriba como
un humano y la cola de un pez. Con el tiempo su imagen y nombre se asoció
con unas criaturas parecidas a sirenos, los tritones, que podían ser
masculinos o femeninos, y que suelen formar el cortejo de divinidades
marinas. Esta idea podría derivarse de los dioses-peces fenicios. Tenemos
al dios de los filisteos Dagón (cuyo nombre deriva de "dag", pez), cuya
simbología quería representar la fertilidad y los poderes vitales de la
naturaleza y la reproducción. Los babilonios tenían un mito sobre un ser
que emergió del Mar Eritreo, que era parte hombre y parte pez, al que
adoptaron también como deidad: Ea.


De pasada mencionar que existen algunos otros tipos con
características comunes a los dos anteriores (mujeres-ave-pez, sirena-
caballo, etc.), que por no ser suficientemente representativos e incidir en
la aparente confusión reinante en la época sobre dicho concepto, no
recogemos aquí. También reseñar que su interesante relación con otra
criatura mitológica, el centauro-sagitario, será motivo de un futuro
artículo en esta colección; lo que si parece relevante en este aspecto es
apuntar que dichos hombres-caballo apuntan con sus armas por igual a
sirenas-pez y sirenas-ave en los retratos pétreos en que se exhiben,
aportando otro dato a favor de la tesis de una confusión o convivencia de
ambas sirenas mitológicas en las mentes del emisor medieval, fuese ideólogo
o artista.


Un apunte final en cuanto a la etimología. "Sirena" provine del
término latino siren (que mantiene el idioma inglés, por cierto, en donde
se diferencia de mermaid, posible derivación de su equivalente latino
nereid), que a su vez deriva del griego seirên, cuyo significado no puede
ser más apropiado y bello: "seira, lazo, cuerda", instrumento que también
de forma figurada encontraremos en muchas esculturas de nuestros queridos
templos: monos y personajes ensogados, lianas o tallos vegetales
envolventes, colas de animales... Y es que la pérdida (o ganancia, según se
mire) de libertad espiritual que ocasionaba la comisión de ciertos pecados,
debió de ser motivo de preocupación en la ideología religiosa del medioevo,
si es que alguna vez dejó de serlo.


2. Arpías


" ...como un torbellino o un relámpago las Harpías cayeron de las
nubes tan velozmente que sobrepasaron a los ciclones del Oeste..." Apolonio
de Rodas.




¿Por qué la tan frecuente confusión de arpías y sirenas-ave? Su
nombre, de origen griego, significa "rapaces", y todo puede venir de las
mismas descripciones dadas por los autores clásicos, como la de Hesíodo en
su Teogonía -hembras voladoras, veloces y de hermosos cabellos-. Si para
los griegos todavía su principal ocupación era robar constantemente la
comida de Fineo antes de que éste pudiera comerla, siguiendo instrucciones
de Zeus, que quiso castigarle por "chivarse" de los secretos que guardaban
los dioses del Olimpo. Ya con Virgilio la cosa se pone "fea": No hay
monstruo más aciago que ellas ni peste alguna más cruel o castigo de los
dioses nació de las aguas estigias. Rostros de doncella en cuerpos de ave,
nauseabundo el excremento de su vientre, manos que se hacen garras y rasgos
siempre pálidos de hambre-. Por lo demás, también serían conductoras de
almas y raptoras de hombres. Después a su apariencia monstruosa se le unió
el ser vistas como difusoras de suciedad y enfermedad, añadiendo a su
tradición de agentes del castigo, el ser despiadadas, crueles y violentas.
Esta es la versión que más se emplearía en la Edad Media.
Aparte de su apariencia física, repulsiva y feroz en unas, y
bellamente seductora en otras, una de las posibles causas de confusión
entre arpías y sirenas vendría de que las más citadas entre las primeras
eran tres (Aelo= borrasca, Celeno= oscura, en alusión a las nubes de
tormenta, y Ocípete= que vuela rápido), al igual que las sirenas, tres
hermanas llamadas Lidia -tocaba la flauta-, Parténope –lira-, y Leucosia
-leía y cantaba versos-.


El aspecto de estos seres se diferencia mucho más en la Edad Media,
pues en el Bestiario de Pierre de Beauvais, por ejemplo, se describe a la
arpía como un ser parecido a un caballo y a un hombre, con cuerpo de león,
alas de serpiente y cola de caballo. En los capiteles de muchas portadas y
pórticos, y desde también numerosos canecillos suelen encontrarse
emparejadas en actitud vigilante, y a veces con mirada desafiante o
arrogante; el gorro frigio (alusivo a las bajas pasiones) tapa en ocasiones
su cabeza; pezuñas por lo común de cabra o cuadrúpedo, y alguna vez con
lenguas bífidas (Silos).


Lo más desconcertante en el tema de las arpías es que incluso en
publicaciones modernas dedicadas al tema, parece perpetuarse la confusión.
Lo que se manifiesta a continuación son opiniones personales que no
pretenden sentar cátedra, ni mucho menos, sino tan solo establecer unos
parámetros distintivos para llamar a cada cosa por su nombre. Partiendo de
que se trata de un ser fantástico que tiene amplia representación en el
arte románico, pero ninguna en la literatura de los bestiarios, nos
encontramos con que sus referencias quedan en las citadas obras clásicas y
algún texto posterior como el Liber monstruorum, en donde se las sigue
pintando como bestias hambrientas y crueles. Si creemos que los artífices
escultores conocían bien la diferencia entre éstas y las sirenas, tendremos
que acotar su denominación a aquellas esculturas en que aparezcan seres con
unas características que las definan:


-o bien como seres de apariencia más desagradable (versus proporciones
y rasgos más armónicos en las sirenas),


-o bien de actitud más beligerante o desafiante (versus actitud más
pasiva o indiferente en las sirenas),


-o bien adornadas con atributos que connoten a los "bajos instintos"
(gorro frigio, lenguas bífidas, colas de serpiente o escorpión en posición
amenazadora, pezuñas de cuadrúpedo... versus coronas, tocados, largas
melenas peinadas, espejos, peines... y si presentan cola de serpiente, está
en forma de "cuerda" o lazo...), es decir, una posición activa o amenazante
en las arpías frente a la pasividad que como mucho se relacionaría con la
voluptuosidad y la coquetería, que no lujuria, y con el peligro de las
falsas apariencias, que no con las apariencias terribles pero nada
engañosas de las Harpyias, en griego "que vuela y saquea".


El claustro del Monasterio de Silos ofrece en dos de sus capiteles la
que en mi opinión sería una perfecta diferenciación entre unos seres y
otros; pero lo mismo ocurre en otros muchos templos románicos, corroborando
la opinión de que la confusión no estaba en manos del ideólogo o artista,
sino más bien en los observadores desatentos o desinformados que una y otra
vez han juzgado las obras de arte de dicho período como un simple
instrumento doctrinal que habla siempre del mismo tipo de pecado cuando
plasma a seres mitológicos con alguna connotación femenina, tan solo por
tener origen pagano y por no entender correctamente el sentido de dicha
creación. Quizás por ser cierto aquello de que "Cuanto mayor es la
ignorancia, mayor es el dogmatismo" (William Osler).


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BIBLIOGRAFIA:
Cirlot, J. Eduardo. Diccionario de símbolos. Labor, 1991
Guerra, Manuel. Simbología románica. FUE, 1986.
Grimal, P. Diccionario de la mitología griega y romana. Paidós, 1982.
Herrero Marcos, Jesús. Bestiario románico en Castilla-León y Cantabria.
Cálamo.
Homero. Odisea. Gredos.
Malexebarría, Ignacio. Bestiario Medieval. Siruela.
Martínez de Lagos Fernández, Eukene. Las luchas de centauros y sirenas en
los templos medievales navarros. Cuadernos de arte e Iconografía, 1993.
Mateo, I., y Quiñones, A. Arpía o Sirena, una interrogante en la
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Pérez Suescún, Fernando y Rodríguez López, Mª Victoria. Las sirenas
medievales: aproximación literaria e iconográfica. Anuales de Historia del
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Rodríguez López, Mª Isabel. Las sirenas: génesis y evolución en la
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Rodríguez López, Mª Isabel. La música de las sirenas. Cuadernos de Arte e
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Ovidio. Metamorphosis. Gredos.
Virgilio. La Eneida. Gredos.
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