Santas Justa y Rufina

October 3, 2017 | Autor: Pepe Rivero | Categoría: Santander, San Fernando, Sevilla, Patronas de Sevilla, Escudo de Santander
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Descripción

SANTAS JUSTA Y RUFINA Continuando con mis investigaciones sobre curiosidades históricas relacionadas con Sevilla y su provincia, he tenido la oportunidad de realizar un viaje estival por toda la cornisa cantábrica, visitando sus playas y monumentos, entre los cuales se encontraba una obligada visita a Santillana del Mar, donde sus construcciones y escudos de armas hablan por sí solos. Fue en la Abadía de Santa Juliana, Santa que da nombre a la localidad como contracción de Santa-Iuliana, situada en el interior de la Colegiata, donde algo llamó poderosamente mi atención. Mientras contemplaba el impresionante retablo de 1505 de estilo gótico con influencia renacentista desde el sepulcro de la Santa situado en la nave central, observé dos figuras que me resultaron bastante familiares, y me llevaron a investigar sobre una más de las múltiples relaciones encontradas con uno de los personajes históricos sobre los cuales escribo habitualmente, Fernando III el Santo, llegando a entrelazar sorprendentes datos relacionados con la historia de Sevilla. Espero sea de interés para los lectores. Las figuras observadas eran las de las Santas Justa y Rufina, patronas de la ciudad de Sevilla, hermanas nacidas en Híspalis en los años 268 y 270 respectivamente. En aquel tiempo, el Imperio Romano dominaba casi todo el mundo conocido.

Gracias a la bondad innata de estas dos jóvenes, dedicaban su tiempo a ayudar a la gente y a proclamar el Evangelio de Jesús. La familia sevillana de los Rufinos era de clase distinguida, aunque vivían de manera sencilla. Sus padres se preocuparon de que recibieran la mejor educación, procurándoles los mejores maestros de la ciudad. Fue en casa donde las enseñaron a rezar todos los días a la Virgen y a amar a Jesús. Se quedaron huérfanas siendo muy niñas, por lo que el venerable Obispo de Sevilla, Sabino, muy amigo de la familia, se apiadó de ellas visitándolas y cuidando de que continuaran por el camino de la fe cristiana. Les animó también a aprender un oficio para poder ganarse la vida honradamente. Siguiendo estos sabios consejos, se aventuraron a montar un negocio de alfarería en la Puerta de Triana. Así fue como se ganaron la vida durante largo tiempo, compartiendo todo lo que tenían con los más necesitados y proclamando el Evangelio, convirtiéndose así en líderes de una resistencia cristiana en medio de la persecución. Por entonces, España era todavía una provincia romana, y los romanos adoraban a múltiples dioses. La diosa más conocida era Venus, llamada Salambona, que era la representación de Venus en actitud triste por la muerte de Adonis. En esa época había un bosque y un templo dedicados a Salambona en Sanlúcar la Mayor, estando situado el templo de Venus donde hoy está la iglesia de Santa María Magdalena de Sevilla. La celebración requería de una representación un tanto aparatosa, ya que la figura de la diosa, construida con barro cocido, estaba sujeta por un armazón de hierro dispuesto en su interior. Para hacerla llorar, colocaban plomo en el interior de sus ojos, de modo que al acercarle fuego, se derretía y salía al exterior por unos orificios. Esta parafernalia estaba acompañada de lamentos simulados por el público. El día de mayor fiesta en Sevilla para los paganos era el primero de junio. Ese día, se sacaba en procesión a hombros a la diosa Salambona. Varias jóvenes iban delante de la procesión pidiendo limosnas por las casas, del mismo modo que sucede hoy día en ciertos pueblos de España los días previos a las fiestas.

Al llegar a la casa de las Santas y pedirles la correspondiente limosna para el culto, Justa y Rufina respondieron que solamente adoraban al verdadero Dios, negándose a contribuir al culto de la mencionada imagen. Las jóvenes comenzaron a increparlas, rompiéndoles gran cantidad de artículos de barro expuestos para su venta. Ante semejante acto de barbarie, las Santas cogieron un objeto pesado y lo arrojaron contra la estatua diciéndoles que su ídolo no estaba hecho de mejor barro que sus botijos. Esto hizo que todos gritaran en su contra pidiendo la condena a muerte de las hermanas. He de recordar aquí, que un acto similar fue protagonizado por San Polieucto de Melitene en el 259 en Armenia, provocando el mismo efecto. Estos actos, entre otros, dieron como resultado la regulación que la Iglesia realizó posteriormente en el Concilium Eliberritanum (I Concilio de Elvira), el primero celebrado en la Hispania Bética por la Iglesia Cristiana, cerca de Granada, en la actual Atarfe, entre los años 300 al 325. Al mismo asistieron numerosos obispos y presbíteros con el fin de sentar unas bases de orden y disciplina dentro de la Iglesia Católica a través de 81 reglas o cánones, entre los que se encontraban los relacionados con el celibato del clero, el uso de imágenes y la idolatría, el ayuno, las vigilias, etc. En el caso que nos ocupa, se justifica en la regla número 60 la decisión de no ser recibidos como mártires a los cristianos condenados a muerte por destruir ídolos, ya que no está recogido en ningún pasaje del Evangelio y no era probable que se condujeran así en tiempos de Jesús. A este Concilio asistió Sabino I, segundo obispo de Sevilla. Continuando con el relato, apresaron a las hermanas, y desde la Puerta de Triana donde tenían su negocio, las condujeron amarradas hasta el Palacio de Justicia, donde hoy está ubicada la Basílica de María Auxiliadora. Allí se encontraba el prefecto general de Sevilla, Diogeniano, quien tras interrogarlas del mismo modo que Poncio Pilato hizo con Jesús, mandó encarcelarlas ante las peticiones de castigo de la multitud, amenazándolas con ser víctimas del martirio si no abandonaban sus creencias cristianas; una posibilidad de salvar sus vidas debido únicamente a la compasión que le inspiró su juventud. Ambas hermanas se negaron a renunciar a Cristo, por lo que fueron llevadas al potro. No daré detalles del martirio, aunque son fácilmente imaginables tales tormentos, tras los cuales, fueron abandonadas en los calabozos. Al parecer, cuenta la leyenda que la Santísima Virgen se les apareció, haciendo que les desaparecieran todos sus dolores. Horas después fueron colgadas por sus cabellos y azotadas. Solo cuando las creyeron muertas las descolgaron. El Prefecto, sorprendido por su negativa a idolatrar a sus dioses, ideó arrancarles las uñas de los pies y amarrarlas a sendos caballos para hacerlas caminar por Guadalcanal y Almadén de la Plata, aprovechando una visita a las minas de plata. Una vez cayeron exhaustas, viendo que nada las vencía, regresaron a Sevilla y las mandó encarcelar hasta morir. No obstante, algo bueno les ocurrió antes del fatal desenlace. Recibieron la visita del Obispo Sabino, quien, habiendo ofrecido mucho dinero a los guardianes, pudo pasar a verlas. La sorpresa fue que les llevaba la Sagrada Comunión. Tras recibirla, Justa expiró.

Una vez hubo fallecido Justa, el pretor Diogeniano decidió acabar con la vida de Rufina llevándola al anfiteatro y dejándola a expensas de un león para que la destrozase. La bestia se acercó y se comportó como un animal de compañía, lamiendo sus pies. Existe una representación del mencionado león en un cuadro de Francisco de Goya, pintado en 1817, situado en la Sacristía de los Cálices de la Santa Iglesia Catedral de Sevilla, donde se puede ver a las Santas con las palmas representativas del martirio y unos cacharros en las manos, la Giralda al fondo, la diosa Salambona rota en el suelo y el león lamiendo los pies de Santa Rufina. Típica es su representación junto a la Giralda, portando palmas y diferentes objetos de barro alusivos a su profesión de alfareras. En la Catedral de Sevilla también hay otra capilla dedicada a las Santas en la figuran unas esculturas procedentes de la Iglesia del Salvador realizadas por Pedro Duque y Cornejo en 1728.

Corría el año 287. Diogeniano, gobernador de la Bética mandó entonces que la degollaran. Poco después, el venerable Obispo Sabino les dio cristiana sepultura en el cementerio donde hoy se encuentra la iglesia de los Padres Capuchinos de Sevilla, ubicación de la antigua Basílica de las Santas Justa y Rufina, la cual era visitada asiduamente por el Obispo de Sevilla San Leandro entre los años 579 al 599. Por estos martirios y por la defensa de su fe, fueron canonizadas. Se les nombró Patronas de Sevilla y de los gremios de alfareros y cacharreros. Probablemente esto sucedió en 1524, cuando el Papa León X aprobó un estatuto por el que se ordenaba procesión con capa el día de su fiesta. También son veneradas como patronas canónicas en Orihuela (Alicante), Payo de Ojeda (Palencia), Huete (Cuenca), Agost (Alicante), Manises (Valencia), aunque siendo consideradas sus patronas desde siempre, no lo fueron canónicamente hasta 1925; Maluenda (Zaragoza), donde se conservan reliquias de las Santas y Alcalá de los Gazules (Cádiz), donde también se veneran algunas de sus reliquias en la Ermita de los Santos Mártires. Durante la época visigoda, San Isidoro de Sevilla compuso un himno en su honor, aunque en el siglo IX eran también veneradas en Córdoba. Incluso en Toledo se fundó una parroquia bajo la advocación de las santas, durante la huída de los mozárabes perseguidos por Abderramán II y Mohamed I.

En Sevilla, las Santas Justa y Rufina son especialmente veneradas y señaladas como protectoras de la Giralda, considerando que por su intercesión no cayó tras el terremoto que tuvo lugar el Viernes Santo 5 de abril de 1504 en Carmona, cuando según el Evangelio, sucedió el terremoto al morir Nuestro Señor. En el Colegio Salesiano de la Santísima Trinidad de Sevilla, junto a la Basílica de María Auxiliadora, se conserva una antigua galería subterránea cerrada con una reja de acceso sobre la que se puede leer “Sagradas Cárceles”, donde se cree estuvieron presas las dos hermanas y donde tienen un altar dedicado. Su festividad se celebra en Sevilla el 17 de julio, mientras que en otros lugares de España se celebra el 19 del mismo mes. Poca gente en Sevilla conoce la fiesta que se celebra el 20 de mayo en Santillana del Mar. Este ayuntamiento se viste de fiesta para celebrar en Ubiarco la festividad de Santa Justa y Rufina. Aquí se venera la talla que habita en la espectacular ermita de Santa Justa, excavada en la roca del acantilado del mismo nombre y, que tan sólo se abre dos veces al año, 20 de mayo y 19 de julio.

Una vez celebrada la tradicional misa, el Grupo de Danzas de Santa Justa de Ubiarco lleva en procesión a la Santa por el acantilado, culminando estos cultos con bailes tradicionales. La ermita de Santa Justa, construida en el interior de una falla geológica, proporciona al visitante una imagen inolvidable. Se cree que fue habitada por algún anacoreta entre los siglos VIII y X procedente de las zonas que habían sufrido la invasión musulmana, probablemente de Sevilla, donde estaban los restos de las santas Justa y Rufina. El historiador cordobés Ambrosio de Morales, en su libro “Viage de Ambrosio de Morales por orden del Rey D. Phelippe II a los Reynos de León, y Galicia y Principado de Asturias”, nos indica: “De las Santas Justa y Rufina tienen algunos huesos en una Arquita de plata, no teniendo otro testimonio de todo más que la tradición”. Al parecer, la ermita se consagró a tales santas en el siglo XIII cuando Fernando III el Santo conquistó Sevilla gracias a la participación de una escuadra cántabra. Es

conocido que gracias a los cántabros se destruyó el puente de barcas que unía Sevilla con Triana y que ello fue decisivo en la toma de la ciudad. En recuerdo de aquella gesta el escudo de Santander muestra cadenas, naves y la Torre del Oro de Sevilla.

Estos son otros de los sorprendentes datos a los que me refería al principio. El actual escudo de Santander representa la reconquista de Sevilla por parte de marineros cántabros al mando do del almirante Ramón de Bonifaz y Camargo en el año 1248 durante el reinado del Rey Fernando III de Castilla. En él se aprecian la Torre del Oro, y la nave con la que rompieron las cadenas que unían Sevilla con Triana el 3 de mayo de 1248 y que impedían la entrada de las tropas cristianas. Otros elementos se pueden contemplar en el escudo, aunque no son objeto de este estudio. El 11 de enero de 1982 entró en vigor el Estatuto de Autonomía de Cantabria, y los símbolos del escudo de Santander fueron adoptados adoptados como parte del nuevo Escudo de Cantabria, siendo representado en el primer cuartel el emblema de la conquista de Sevilla por marineros cántabros, mostrando el puente de barcas atadas con cadenas cerrando el paso por el río Guadalquivir así como la nave que las rompe y la torre que representa la Torre del Oro.

Ramón de Bonifaz y Camargo nació en en 1196, llegando a convertirse en primer Almirante de Castilla y creador de la Marina Real de Castilla. En el año 1247, Fernando III el Santo le encarga la organización y dirección de una flota que contribuirá de manera decisiva a la reconquista de Sevilla un año después. Pepe Rivero

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