SAN EUFRASIO, PATRÓN DE LA CIUDAD DE ANDÚJAR Y DE LA DIÓCESIS DE JAÉN: DE LA LEYENDA A LA REALIDAD

July 13, 2017 | Autor: S. Rodríguez-Becerra | Categoría: Identidad Local, Reliquias, Falsos Cronicones, San Eufrasio, Andújar (Jaén)
Share Embed


Descripción

Publicado en IV Centenario del patronazgo de san Eufrasio sobre la diócesis de Jaén., pp. 111-133. Hermandad de San Eufrasio, Andújar, 2004. ISBN:84-609-0990-5

IV Centenario del patronazgo sobre la diócesis de Jaén. Andújar, 20 de junio de 2003

SAN EUFRASIO, PATRÓN DE ANDÚJAR Y DE LA DIÓCESIS DE JAÉN. DE LA LEYENDA A LA REALIDAD

Supo muy bien el P. Higuera repartir santos a los más de los pueblos de España, y aún a algunas religiones y catedrales; dar a éstas mayor lustre y antigüedad, y lo mismo a varias ciudades, y en general honra a España sobre otros reinos de Europa” (Martínez de Mazas, Memorial al Ylmo. y mui venerable Estado eclesiástico de el obispado de Jaén sobre el indebido culto que se da a muchos santos no canonizados,... [1775] 2001:150) Quiero iniciar mi intervención agradeciendo a la Junta de Gobierno de la Cofradía de san Eufrasio su gentileza por invitarme a dar esta conferencia que clausura los actos académicos del IV Centenario del patronazgo de este santo sobre la diócesis de Jaén, a los hermanos mayores, al alcalde que nos preside y a Enrique Gómez Martínez, cronista de la ciudad y académico, por su elogiosa presentación. A todos ustedes que con su presencia en esta calurosa tarde-noche de junio están dando una clara muestra de su devoción a san Eufrasio y de interés por el conocimiento de las cuestiones patrimoniales de Andújar. A todos muchas gracias. De muchos de vosotros es conocida mi vinculación intelectual y como consecuencia de ello personal y de amistad con otros tantos iliturgitanos. Por otra parte, desde hace algunos años he intervenido en diversos actos públicos de carácter cultural en esta ciudad y directivos de la cofradía que acudían a escucharme me han pedido en reiteradas ocasiones que viniera a hablarles de san Eufrasio. Finalmente he aceptado, tanto por ellos como por todos vosotros y como un reto a mí mismo, pues consideraba difícil tratar este tema. Espero no defraudarles y deseo que mis argumentos les ayuden a ver de otra forma vuestra relación con lo sobrenatural a través san Eufrasio. He de confesarles que esta conferencia me ha tenido preocupado; no encontraba la fórmula para afrontarla, pues me debatía entre la necesidad de hacer una exposición que no contradijera los principios de las ciencias sociales y el respeto que se merece la comunidad andujareña o parte de ella, vinculada a la devoción del mártir cuyo aniversario se celebra. No parecía fácil explicar cómo se podía celebrar el IV Centenario de la designación de san Eufrasio como patrón de la diócesis de Jaén, cuando no tenemos evidencias de su existencia ni de los hechos que se le atribuyen. Esta situación, entiendo, puede resolverse de tres maneras, alguna de las cuales no es aceptable ni me lo permite la ética profesional: a) Aceptar y dar por supuestos hechos que la tradición recoge, aunque como en este caso la tradición tiene nombres y apellidos, narrarlos y tratar de analizarlos como tales, actuando en este caso como un panegirista o apologista. No considero aceptable esta posición después de los avances de la ciencia histórica. No se pueden seguir difundiendo los contenidos de los falsos cronicones manteniendo leyendas sin fundamento histórico y 1

contrarias a la razón y las creencias del hombre en el siglo XXI. b) Rechazar todo intento de explicación lógica puesto que no hay datos fehacientes ni indirectos de la existencia en los que apoyarse para realizar una reconstrucción histórica de la vida del primer obispo de Illiturgi, al menos, hasta tanto salgan a la luz nuevas fuentes, cosa que no es previsible. Esta es la actitud de los historiadores. c) Aceptar el hecho de que independientemente de la veracidad de los datos sobre los que se sustenta la tradición, el hecho es que la tradición existe ininterrumpidamente, aunque con altibajos desde el siglo XVI y como consecuencia de ella, san Eufrasio fue reconocido como patrón de Andújar, es titular de una parroquia, ha recibido y recibe culto más o menos intenso, se han celebrado fiestas en su honor, su nombre se ha usado como patronímico por no pocas personas, fue declarado alcalde mayor perpetuo de la ciudad y, sobre todo, y es lo que más importa y la razón última por la que estoy aquí, que un grupo de personas entusiastas y bien intencionadas se han asociado en una cofradía con el propósito de darle culto, festejar su fiesta anual y vivir su cristianismo teniéndolo como referencia y protección. Esto es lo que más me importa como antropólogo, pues independientemente de la naturaleza de las fuentes, debidamente analizadas nos sirven para mejor conocer y explicar la génesis, naturaleza y evolución del fenómeno social y religioso de la ciudad de Andújar que todavía evoca la figura de san Eufrasio.

Introducción Antes de continuar he de advertirles que no estamos ante un caso excepcional sino que por el contrario existen otros muchos fenómenos de los que tampoco hay ninguna certidumbre de que ocurrieran y sin embargo, han dado lugar a unos movimientos religiosos, culturales, artísticos, económicos y hasta políticos que sobrepasan las fronteras regionales y nacionales. A modo de ejemplo, y dada su amplia repercusión nacional e internacional, citaremos el caso de Santiago el Mayor, declarado patrón de España, que según la legendaria tradición recibió la visita en carne mortal de la Virgen María en Zaragoza, y cuyos restos fueron traídos por sus discípulos hasta Iria Flavia, hoy Santiago de Compostela. Pues bien, hasta el presente no hay una sola prueba de que todo esto ocurriera; se trata de una tradición legendaria que fue puesta en cuestión por no pocos expertos e incluso en algún momento fue rechazada por Roma y que ha enzarzado a historiadores eclesiásticos durante siglos, hasta el punto que el Rey Felipe V tuvo que prohibir que se utilizaran argumentos a favor o en contra desde el púlpito sobre este hecho, por las disputas que ocasionaba. ¿Cambiaría mucho la situación presente si dispusiéramos de alguna evidencia o indicios de la veracidad de los hechos? La verdad es que creo que no; es más, hoy nadie se pregunta sobre estas cuestiones, las gentes hacen el camino por devoción, turismo o deporte y los “años santos compostolelanos” miles de peregrinos, viajeros y turistas llenan Santiago y Galicia sin preocuparse si los sucesos que se conmemoran sucedieron realmente o fueron creados por la tradición legendaria. Hemos de partir que existen distintos tipos de realidades, y así, en nuestro caso, la existencia de san Eufrasio no es una realidad científica pero si una realidad histórica-cultural que no conocemos racionalmente, por tanto entramos en el terreno del mito. Existen sociedades en las que el mito es la realidad misma, más real que la verdad “objetiva”. El mito responde a una necesidad del espíritu humano de todo tipo de sociedades y no solo de las 2

llamadas primitivas o subdesarrolladas. La ciencia, aunque pueda parecer lo contrario, juega un pequeño papel en nuestras vidas privadas y lo que conocemos por la razón es poco en comparación con lo que creemos e imaginamos. Ello no impide el desarrollo de otras facetas tales como la económica o institucional. El mito, en suma, intenta también explicar el mundo y sus fenómenos, ofrece herramientas para comprenderlo y manejarlo ante la incertidumbre, el desconocimiento, el temor y el horror; cumple funciones similares a la ciencia que constituyen hipótesis destinadas a ser superadas continuamente. El mito condiciona el comportamiento del hombre y da verdadero sentido a la existencia humana. La experiencia del mito está ligada a lo sagrado, pues pone al hombre religioso en relación con lo sobrenatural. El mito, es por tanto una realidad profunda, y no una simple estructura, como ha señalado Edgar Morín. Buena prueba de esto es que Vds. siguen manteniendo la fe en un ser sagrado que suponen que existió físicamente en un lugar y un tiempo determinados en el que depositan su confianza y al que dedican esfuerzos, oraciones, y cultos, de los que este centenario es buena muestra. Pero en este caso, y puesto que se trata de conmemorar un hecho histórico, es la declaración del oficio de San Eufrasio el 15 de noviembre de 1603 por el obispo de la diócesis de Jaén, don Sancho Dávila y Toledo, lo que significaba fijar las oraciones y rituales específicos, y su inclusión en el santoral diocesano y, posteriormente, establecer su patronazgo sobre la diócesis; me he creído en el deber de relacionar estos sucesos históricos con los hechos que se están produciendo en tiempo reciente y en último término, aprender sobre los mecanismos por los cuales los hombres creen lo que creen sin preguntarse sobre la veracidad de los hechos que pudieron ocurrir, pero de lo que no tenemos prueba fehaciente. Los hombres tienen una fe ilimitada en el poder de lo sobrenatural y creen incluso en lo circunstancial y efímero por su relación con lo sagrado. Los hombres no aplican a lo sobrenatural el mismo rasero que a lo profano: “los designios de Dios son inescrutables”, se dice con frecuencia, y aunque los teólogos han tratado y tratan de hacer cada vez más razonable y aceptable el corpus de creencias de la religión, la verdad es que, si bien es cierto que no se aceptan todas las verdades y con todos sus contenidos, tampoco se niegan abiertamente. El común del pueblo ha caído pocas veces en la herejía, más bien han sido los propios teólogos los que por razones intelectuales y/o de otra índole han encabezado estos movimientos, que, sin embargo, para hacerse realidad, mantenerse y difundirse necesitan el concurso del pueblo, que lo acepta o rechaza y siempre transforma en función de las circunstancias históricas, sociales y culturales. Poco nuevo puede decirse sobre la figura y las circunstancias histórico-legendarias que rodean la figura del obispo Eufrasio, considerado santo por su martirio. En los numerosos actos que se organizaron con motivo del IV Centenario del traslado de las reliquias de San Eufrasio... (1998) de Galicia a Andújar y en la publicación que recogen estos actos quedaron expuestos los datos básicos que sobre esta figura histórico-legendaria se conocen por la narración pormenorizada de Antonio Terrones (1657). El origen de los datos de san Eufrasio y de los Varones Apostólicos en el Pasionario Hispánico, libro de liturgia formado en el siglo VII con los relatos de los martirios o passiones y destinado a la lectura en las fiestas de los respectivos santos1. Es cierto que la investigación sobre el pasado y el presente no se 1

Según A. Fábrega Grau, citado por Riesco Chueca, el acta pasional de “Torcuato y compañeros”, recogida en el Pasionario Hispánico se redactaría a mediados del siglo VIII por un hagiógrafo del norte que fantaseó el recuerdo de una tradición. Se trata del primer documento que cita a los llamados Varones Apostólicos” y a otros tanto mártires y confesores que inspiraría todas las piezas litúrgicas mozárabes. Los autores no suelen ser contemporáneos de los hechos y recogían la tradición de los sermones y los himnos hagiográficos, “género 3

detienen, pero trabaja lentamente, porque la investigación de las ciencias sociales y humanas necesita del sosiego que la aleje cuanto más mejor del panfleto ideológico o del panegírico complaciente En la investigación científica sobre el pasado y el presente no solo son importantes los datos, sino sobre todo la interpretación de los mismos, sin descontextualizarlos, siguiendo una lógica racional que de cuenta de los hechos en los que los propios sujetos no siempre son conscientes de su significado; dicho con una metáfora harto conocida: con las mismas mimbres me dispongo a construir un canasto diferente, o edificio explicativo novedoso que no es coincidente con el que corre habitualmente por las publicaciones. Para ello he hecho una lectura crítica de los textos hasta ahora conocidos sobre la vida de san Eufrasio con una mirada distinta que es la que caracteriza a la Antropología social y cada vez más a la Historia y todas las ciencias sociales y humanas.

La leyenda de san Eufrasio y la historia de sus reliquias La historia de san Eufrasio, considerado primer obispo de Andújar, no comienza como sería lógico y era de esperar en el siglo I de nuestra era, pues según la tradición fue discípulo de los apóstoles, sino en 1597 cuando llegan a la ciudad parte de los restos mortales del santo, hallados en un monasterio de Galicia. Este hecho, aceptado como cierto por los cabildos civil y eclesiástico de Andújar, el clero de toda la diócesis de Jaén y al parecer por los iliturgitanos, no podría entenderse si no se enmarca y contextualiza en la época en que se produce. España estaba gobernada por el poderoso rey Felipe II que hizo todos los esfuerzos por preservar la unidad de la fe cristiana en los reinos peninsulares, puesto que la unidad religiosa entre el resto de los europeos era ya imposible; con una concepción de la sociedad en la que la propia institución eclesiástica debía doblegarse al rey, cuyo poder no tenía límites y cuya soberbia y la de las élites españolas se traslucía en todos los órdenes. El rey se caracterizaba por un gran rigorismo e intolerancia doctrinal, un acendrado autoritarismo, una gran centralización administrativa y política que hizo muy eficaz su gobierno. Y digo que la historia de san Eufrasio comienza en el siglo XVII porque hasta entonces no se había oído hablar de él y por tanto su existencia no había afectado ni a la ciudad de Andújar ni a la diócesis de Jaén; porque un hecho aunque sea cierto, si no trasciende no tiene la mayor importancia 2. Así, por ejemplo, existen muchas probabilidades literario poético” de gran importancia para la fe del pueblo. Casi todos tiene una misma estructura y “Llegado el caso era posible redactar una passio aún cuando no se dispusiera de ningún dato acerca de la vida o martirio de un santo.” (Pasionario Hispánico, 1995: XI-XIII y 131 y sgts.). Recientemente se ha publicado una obra fundamental para la comprensión de esta cuestión: el informe que el deán José Martínez de Mazas elevara en 1775 al cabildo de la catedral y a la iglesia de Jaén, Memorial al Ylmo. y mui venerable Estado eclesiástico de el obispado de Jaén sobre el indebido culto que se da a muchos santos no canonizados, o que no le pertenecen por otro título que el de falsos chronicones (2001), lujosamente editado gracias al mecenazgo de la Diputación Provincial y al esfuerzo intelectual y de gestión de Manuel Urbano Pérez Ortega y José Rodríguez Molina. Otros textos también puestos recientemente a disposición de los investigadores por diversas instituciones públicas y privadas, que nos han servido de contrapunto y que los hemos tenido muy presentes; son los ya conocidos escritos Godoy Alcántara, Terrones de Robres, Ximena Jurado y Xim énez Paton. 2 El Pasionario Hispánico refiere que tras permanece los Varones Apostólicos algún tiempo en Guadix, “Después, sin separase en espíritu ni en la fe, sino con el fin de dispensar la gracia de Dios, se reparten por diversas ciudades... [véase cuadro adjunto]...agotado el tiempo de estas vida, partieron de este mundo con muerte santa recibiendo la posesión de la vida eterna.”. Según este mismo texto, las reliquias de estos misioneros, que los llama confesores, hacían muchas curaciones (Pasionario Hispánico, 137) 4

de que el continente americano fuera visitado por los vikingos con anterioridad a Cristóbal Colón, pero Europa, el mundo conocido, no tuvo noticia del hecho. Esto no quita mérito alguno al Almirante de la Mar Océana, salvo que se demostrara que tuvo conocimiento previo del hecho; en todo caso, y es lo más importante, del descubrimiento vikingo no se derivaron sucesos y acciones en el orden económico, político, religioso y cultural para el resto de la humanidad. En una fecha imprecisa entre 1571 y 1574 el doctor Juan del Caño (Andújar, 1521Salamanca, 1583) a la sazón canónigo de la catedral de León comunicaba a los cabildos eclesiástico y civil de la ciudad de Andújar que había llegado a la conclusión de que la ciudad romana de Illiturgi de que hablaban los textos antiguos era la moderna de Andújar (Jaén) y que los restos del santo Eufrasio que se veneraban y festejaban en el monasterio benedictino de Valdemao en la provincia de Lugo, eran los mismos que los del mártir y primer obispo de Andújar, “un santo de la Primitiva Iglesia” que había predicado y derramado su sangre en aquella población. El calonge leonés, cuenta Terrones, supo de forma casual que fieles de aquel reino se desplazaban al monasterio gallego para celebrar la fiesta de un santo llamado Eufrasio y, posteriormente, había llegado a la convicción de que se trataba de la misma persona “revolviendo libros antiguos y modernos “y dialogando con expertos. A la sorprendente comunicación del hallazgo que comunicara epistolarmente el canónigo de León respondieron ambos cabildos agradeciendo la noticia y solicitando continuase sus investigaciones para corroborar ambos descubrimientos. El clérigo satisfizo las exigencias de las instituciones mediante sendas cartas que remitió en 1574 “tan doctamente escritas y con tantos fundamentos, que la ciudad y los émulos [contrarios] quedaron enteramente satisfechos de la verdad” (Terrones, 1657:227v). Los vecinos y naturales, al decir de la crónica, comenzaron a tenerle fervor al santo, poniéndole el nombre de Eufrasio a sus hijos y tomándolo como abogado en sus necesidades. Así mismo, la ciudad determinó edificarle un templo “donde pudiesen sus devotos cumplir sus promesas”. Aprovechó la ocasión la Orden Trinitaria, establecida en ella desde tiempos de Fernando III que ofreció dedicarle la iglesia del convento que tenían pensado construir extramuros de la ciudad, lógicamente a cambio de cierta ayuda económica. Con anterioridad, como atestigua Ambrosio de Morales “no hay ahora alguna memoria de su Santo glorioso, que es ingratitud o negligencia grandísima” (Terrones, 1657), de lo que se deduce que el cabildo de Andújar tuvo conocimiento de su glorioso paisano exclusivamente por la carta del doctor del Caño, que lo había “averiguado” en sus investigaciones. Es conveniente saber que ya en estas fechas circulaban entre los estudiosos los llamados falsos cronicones como documentos sueltos que tenían apariencia de antiguos y que se suponía encontrados en archivos de lejanos monasterios, iglesias y catedrales, los cuales fueron aceptados por muchos que no tenían un conocimiento profundo de los temas, y cuya incoherencia y falsedad se puso pronto de manifiesto. Estos textos escritos bajo seudónimo y difundidos con malas artes para confundir a los expertos llenando vacíos historiográficos con santos y mártires cuya existencia no constaba o no estaba atribuida a ningún lugar concreto; entre ellos destacan los nombres supuestos de Flavio Dextro, Marco Máximo y Luitprando que fueron escritos en 1594 por el jesuita toledano Jerónimo Román de la Higuera (1538-1611), personaje instruido, que aprovechando la expectación y el deseo de los eruditos de obras que dieran respuesta a ese vacío, “se propuso fingir unos fragmentos antiguos de historia miscelánea, la mayor parte de cosas de España para llenar los vacíos de muchos siglos, en que carecemos de verdaderas noticias y burlarse al mismo tiempo de la 5

credulidad de nuestra nación” (Martínez de Mazas, 2002: 47, negritas nuestras) 3. Pero, ¿que importaba si eran falsas las informaciones y documentos que allí se daban, si era para la mayor gloria de la nación? Repartió santos a la mayoría de los pueblos de España, así como a las órdenes religiosas, las catedrales y en general distinguió a España sobre otros pueblos de Europa. Fue un engaño estratégicamente organizado por el jesuita que, sin embargo, fue puesto en duda pocos años después por eruditos de la talla de D. Nicolás Antonio (1651) y D. Gregorio Mayáns (1742) que comprobaron los errores y desmontaron el tinglado de ocultación de fuentes con visitas a las bibliotecas y monasterios que tales documentos no habían existido (Martínez de Mazas, 2002:150). Aunque pudiera parecer baladí para los economicistas, poseer y disponer de estos símbolos sagrados era un gran privilegio que construía y reforzaba la identidad de villas, ciudades e instituciones y un poderoso instrumento de poder en manos de las clases dirigentes (Rodríguez Becerra, 2002). Posteriormente, el Dr. Francisco Terrones del Caño, su sobrino, confesor del rey Felipe II, obispo de Tuy y León, consiguió del rey el favor de trasladar una reliquia del santo a la ciudad de Andújar y otras menores al monasterio de san Lorenzo de El Escorial. La operación se coronó con éxito en 1597 constituyendo la llegada de la reliquia a la ciudad del alto Guadalquivir una gran fiesta organizada por el cabildo civil a la que asistió el obispo de Jaén, cardenal Rojas y Sandoval, con la mayor parte de la clerecía de la diócesis y caballeros de las ciudades vecinas. Es también significativo que el confesor real negara en principio la verosimilitud de los llamados “Plomos del Sacromonte o Libros plúmbeos”, por el material de que estaban hechos, y que posteriormente, sin embargo, hiciera gestiones para llevarlos a Madrid a presencia del rey. Estos documentos, finalmente fueron llevados, a pesar de la resistencia de la sede arzobispal de Granada, a Roma y allí declarados falsos. San Eufrasio, según la legendaria tradición llegó a Andújar, tras el reparto o sorteo de ciudades que hicieron entre ellos los llamados “varones apostólicos”. En ella, ejerció su ministerio desde el año 44 al 57 en que fue martirizado y enterrado en la ciudad por sus discípulos No había testimonios ni datos que lo confirmaran y por ello no convenció a algunos de sus coetáneos, tal como le ocurriera al docto Ambrosio de Morales. La recuperación de las supuestas reliquias en el obispado de Jaén durante los siglos XVI y XVII de mártires de época romana, fue muy grande y estuvo auspiciada por el alto clero, algunos de ellos de la importancia del cardenal don Bernardo de Sandoval y Rojas, luego arzobispo de Toledo, que recibió las reliquias de san Eufrasio; don Sancho Dávila y Toledo, que necesitó cinco carros para trasladar a Ávila, su nuevo destino las reliquias 4 que había almacenado, y el 3

Una fuente tan poco sospechosa como el Diccionario de Historia Eclesiástica de España, dice a este respecto: “La historia de España, más la eclesiástica que la civil, aunque el daño también alcanzó a ésta, sobre todo en la historia de ciertas casas y linajes, se llena de falsa luz, o lo que es igual, de oscuridad y mentiras ... los falsos cronicones se encargarán de aportar fundamentos inconcusos a determinadas opiniones, y de paso darán contento y satisfacción a ciudades y familias linajudas, enriqueciéndose su historial con los ilustres personajes de la antigüedad” (García Villoslada: “Introducción historiográfica”, 1972, [8]) 4 Las reliquias, restos óseos y materiales de los mártires, en otro tiempo tuvieron un uso taumatúrgico y medicinal y por ello fueron muy apreciadas por personas e instituciones hace años que han dejado de ser objetos de devoción y no reciben culto salvo en casos excepcionales. Han desaparecido de los templos de los que constituían su más rico tesoro, especialmente aquellas que hasta muy recientemente provocaban hilaridad con solo mencionarlas, aunque han quedado porque así lo exige la liturgia en las aras de los altares, prueba entre otras de la importancia que tuvieron las reliquias de los mártires hasta no hace mucho tiempo en el imaginario de los eclesiásticos. Pero, las leyendas e historias erróneas o simples engaños que surgieron entorno a los mártires, de las cuales ellas son solo la expresión material cargada de resonancias mágicas, no han desaparecido. Porque toda veneración de reliquias incluye la creencia de que su poder y su capacidad benefactora está en la propia materia ósea, de ahí que se ingiriera, o que se aplicara a las partes doloridas. Mártir en sentido amplio es todo 6

cardenal don Baltasar Moscoso y Sandoval, más tarde arzobispo de Toledo, que personalmente auspició las excavaciones y el reconocimiento de las reliquias de Baeza y Arjona. Todas ellas de dudosa veracidad como pusieron de manifiesto otros clérigos como el ilustrado deán de la catedral de Jaén, José Martínez de Mazas. Estos “descubrimientos” vinieron a engrosar la nómina de mártires que demostraba y hacían más patente la primordial cristianización de Hispania y la Bética. Pero, recordemos, que aunque muchos de estos mártires fueron creados por la imaginación de los autores de los falsos cronicones calaron en el imaginario colectivo y en la singularización de numerosas villas y ciudades. Y por qué se hallaban en Galicia los restos de san Eufrasio. En la “pérdida de España”, como se denomina a la conquista musulmana en los documentos de la época, los monjes benedictinos, -de los cuales, por cierto, no hay noticias que se hubiesen establecido en Andújar- y los cristianos devotos, según cuenta Terrones, se llevaron el cuerpo del obispomártir al monasterio de Valdemao en Galicia para librarle de las “crueldades que los africanos ejecutaban en las imágenes y cuerpos de santos, donde estuvo y está hoy venerado de toda aquella provincia, por los muchos milagros que obra nuestro señor por su intercesión”, como fue habitual, según la leyenda, con los cuerpos de otros santos que posteriormente se trajeron al lugar donde fueron martirizados5. Se apoya el hecho, dice Terrones, en la antigua tradición que nadie dudaba en Galicia de que se trataba de san Eufrasio, en los milagros que obraban las reliquias y el que los vecinos del burgo monacal gallego se opusieran a que se sacaran las reliquias del sepulcro para traerlas a Andújar y el Escorial. Y ante la posibilidad de que pudieran haber existido otros santos con este nombre, argumenta que los que se citan en los martirologios ninguno fue “español ni murió en España... y pues el sepulcro de Valdemao está en España, no es de creer que lo es de los santos que no murieron en ella, sino de San Eufrasio que nació y vivió en España, predicó y murió en Andújar.”(Terrones, 1657:48 y sigts.). El libro sobre la vida de san Eufrasio, obra de Antonio Terrones de Robres, está dedicado a la ciudad de Andújar, y en el prólogo se dice que se escribe para mayor gloria de Dios, prestar un servicio al santo-patrón y para honra de la ciudad, dando cuenta de los santos allí nacidos, los varones insignes en letras y armas y la lealtad en servicio del rey, con el objetivo de que “para que los que ahora vivimos y los que nos sucedieren, les imitemos, sirviendo a las dos majestades, divina y humana, como debemos” (Terrones, 1657, Prólogo). El autor, caballero veinticuatro, miembro del cabildo secular y sobrino del obispo que hizo traer los restos del mártir, declara que no existe libro anterior sobre la venida del primer obispo y patrón, así como del traslado de sus reliquias y que conservaba los papeles originales de aquellos hechos de los que fueron protagonistas sus parientes, y aunque confiesa que no es historiador, se ve compelido por la necesidad del aumento y buen nombre de la ciudad a la

aquel que proclama el mensaje de Jesús con su vida, pero históricamente incluía a aquellos que dieron testimonio de su fe mediante la muerte durante la época de persecuciones. Los mártires, sus tumbas y reliquias fueron objeto de veneración y peregrinación en el cristianismo. Las narraciones de las vidas de estos que se inició en el Imperio Romano fueron recopiladas y ordenados constituyendo el Martirologio romano realizado por Eusebio de Cesarea en el siglo III después de Cristo. Existen otras colecciones de vidas de mártires locales y por extensión se incluyen todos los santos. 5 Choca la afirmación de la rápida huida de los cristianos llevándose consigo los restos de los mártires o escondiendo las imágenes con ocasión de la conquista musulmana cuando según la historia la mayor parte de las ciudades no fueron conquistadas a sangre y fuego sino por pactos y acuerdos entre ambos grupos (Sánchez Martínez,1998:147): 7

que dedica su obra y a la que considera su patria y nación 6.

Contexto sociocultural del fenómeno martirial El contexto sociocultural en que tienen lugar estos hechos, interpretados en clave sobrenatural se dieron en una sociedad postrada económicamente a pesar de, o mejor, como consecuencia de la política internacional de su poderoso monarca, Felipe II. El Estado, casi en permanente bancarrota se apoyaba en una gran masa de tributarios junto a numerosos nobles, caballeros e hidalgos y ricos mercaderes y un numeroso clero acomodado que no tributaban. Una sociedad providencialista en la que lo sobrenatural y maravilloso, aunque controlado por los poderes civiles y religiosos del Estado, era de general aceptación en todos los niveles y estamentos. La intervención directa de lo sobrenatural sobre la vida de los hombres, especialmente a través de apariciones, mensajes celestiales, poderes emanados de las reliquias de los santos y otras múltiples formas era moneda corriente en la interpretación del mundo y de los hechos, generalmente con buena intención, pero también, por parte de algunos como engaño premeditado. La unidad doctrinal europea rota por las derrotas a manos de los protestantes llevó en España a la búsqueda de la unidad de la fe y la ortodoxia y con ello a la dispersión primero y a la expulsión de los moriscos después. Esta unidad histórica se legitimaba con los mártires, tanto de época romana como musulmana. Ello condujo así mismo a la búsqueda de raíces apostólicas y la defensa de la presencia del apóstol Santiago en España. En este ambiente surgen los falsos cronicones o textos que trataban de justificar con documentos falsificados la presencia de santos y mártires en la época romana y visigoda, espoleados por decreto papal de finales del siglo XVI que exigía autenticidad histórica para dar culto a los santos locales. En este mismo ambiente y por las mismas razones se producen los hallazgos de restos martiriales en Arjona, Baeza y Granada, y otros muchos lugares que supuestamente daban razón a los falsos documentos, cuando el proceso había ocurrido a la inversa, es decir que con los escritos apócrifos en la mano, se daba sentido a los hallazgos ocasionales de restos humanos o se montaba una trampa para que cayeran devotos e incautos, como ocurrió con los libros de plomo de Granada, que fueron enterrados intencionadamente para luego ser hallados. La del siglo XVI era una sociedad clerical y clérigos, monjas y frailes estuvieron implicados directamente en las interpretaciones de los sucesos. Y no es que no hubiera otros religiosos que dieran explicaciones basadas en la naturaleza, pero sus voces fueron calladas por la presión ambiental y por el temor a la intervención del tribunal de la Inquisición, que como sabemos, observaba más de cerca a los religiosos que a ningún otro grupo social. Hubo no obstante algunos personajes en el siglo como Arias Montano, Nicolás Antonio, fray Isidoro Aliaga, arzobispo de Valencia, y Juan Bautista Pérez, canónigo de Toledo y luego obispo de Segorbe, entre otros, los que rechazaron tales interpretaciones, pero sus voces no fueron oídas porque nadaban en contra corriente, y la mayoría se sentía halagada tanto a nivel local como a nivel del reino, cuyo rey también prestaba oídos a estas cuestiones (Martínez de Mazas, 12001:50). 6

El autor que debía conocer la prohibición de publicar libros de santos y milagros por disposición de Urbano VIII de 1625, confirmada por la Inquisición en 1634, no se arredró ante la norma eclesiástica, quizás porque su pariente Salcedo Olid fuese alguacil mayor del Santo Oficio en la ciudad. Semejante consideración podría hacerse de éste último cronista, que también dispuso de los citados documentos, además de ser testigo de las actividades de la hermandad y romería de la virgen de la Cabeza. 8

La “pérdida de España” -la conquista del reino visigodo por los musulmanes- era interpretada como consecuencia de la traición de algunos y del castigo divino por el olvido de la fe cristiana. En los siglos XVI y XVII este tema era todavía central en la mentalidad de la época, especialmente en un territorio como Andalucía cuya conquista, base y fundamento del enriquecimiento de numerosos linajes nobiliarios y de la prodigiosa expansión del clero de todo tipo, había finalizado un siglo antes y los moriscos formaban parte todavía del paisaje humano. Moriscos que eran los descendientes de los que de forma repetitiva eran llamados en los textos y sermones “Moros enemigos de nuestra santa fe”. Esta ideología política amasada durante la Reconquista, que aunque no impedía negociaciones y alianzas con los musulmanes, desembocó en un rechazo visceral del moro, como siempre se ha conocido a los musulmanes del norte de África (Rodríguez Molina, 2001: 84-97). En Andalucía y probablemente en toda la España de los primeros Austrias existía una atmósfera martirial: La reconquista llevaba aparejada una carga ideológico-política que incluía la concepción de que la conquista cristiana era una “vuelta a casa”, lo que justificaba la conquista de territorios musulmanes porque previamente habían sido cristianos. Otro factor de la ideología dominante fue la exaltación del martirio como ideal del cristiano, especialmente cuando se trataba de contar las muertes de los cristianos perseguidos en la época romana aplicada también a la época musulmana, y en la que se preconizaba el martirio voluntario, como ocurriera con los mártires de Córdoba que cuenta san Eulogio en su Memorial de los santos mártires. Esta voz procede del griego y significa testigo. Es vocablo de origen y uso cristiano, usado luego en otras religiones. En el cristianismo se utilizó primero para designar a aquellos que habían sido testigos de la vida y resurrección de Cristo (Hch 1,8-22), como fueron los apóstoles. Más tarde se empleó para designar a aquellos que dieron testimonio de su fe mediante la muerte durante la época de persecuciones. En sentido amplio es todo aquel que proclama el mensaje de Jesús con su vida. También se usa en el Islam para aquellos que mueren en la guerra santa. Los mártires, sus tumbas y reliquias fueron objeto de veneración y peregrinación en el cristianismo. Las narraciones de las vidas de estos se inició en la época del Imperio Romano, éstas fueron recopiladas y ordenados constituyendo el martirologio romano, catálogo de los mártires, lo llama Covarrubias (XVII) que se realizó en el siglo III después de Cristo, aunque hay otras colecciones, y por extensión todos los santos. Muchos de estos mártires de la época romana fueron enterrados en las catacumbas, por ser los cementerios lugares protegidos por el derecho romano. Una vez que el cristianismo dejó de ser considerada una religión hostil al imperio y posteriormente declarada religión oficial con Teodosio en el siglo V, los restos de los cristianos fueron trasladados a las iglesias (Rodríguez Santidrian, 1989, voces: mártir, actas de los mártires y catacumbas). Mártir, según lo define el Diccionario de la lengua española, es toda persona que muere por amor de Jesucristo y en defensa de la religión cristiana, y por extensión toda persona que padece o muere en defensa de sus creencias, convicciones o causas. Martirio, en el mismo diccionario incluye la muerte o tormentos que padecen por casusa de la “verdadera” religión, o por otro ideal o causa y por extensión todo sufrimiento agudo a intenso. Mártir y martirio en sentido amplio incluye a toda persona que muere a manos de adversarios ideológicos por razón de su militancia o fe expresada públicamente. La causa de su muerte es su simple militancia o testimonio expresamente manifestado. Porque en general y desde la información histórica que tenemos, muchos, si no todos, los mártires lo fueron 9

involuntariamente. Es decir tenían una creencias y como consecuencia unas prácticas que en un momento dado y a pesar de ellos, sin pretenderlo, fueron perseguidos y ejecutados. La declaración pública y la búsqueda de la muerte, aunque se ha preconizado y difundido como comportamiento ideal de los cristianos en épocas antiguas, no parece que responda a los hechos históricos, al menos en tiempos de los que tenemos más información. La reafirmación de la fe o la verdad a sabiendas del peligro que ello pudiera acarrear no parece que haya sido incluso preconizado fehacientemente por la institución eclesiástica, salvo en situaciones raras y excepcionales. Los casos que conocemos hablan más bien de ocultamiento o resistencia a la persecución como respuesta humana más común. Los testimonios sobre la Guerra civil española (1936-39) son claros testimonios que intentaron evitar la muerte, pero una vez que se hizo inevitable, la aceptaron con resignación. Sin embargo se nos ha trasmitido e inculcado que la defensa pública de la fe y la negación a abjurar de ella o negarla ha sido siempre una virtud heroica que no admite la duda, la negación o el ocultamiento. Dicho en palabras comunes, se ha mantenido que la fe había que defenderla a pecho descubierto en cualquier circunstancia. Los hechos históricos y el instinto de supervivencia no avalan este ideal que sin embargo se ha mantenido como ideal colectivo. Todos sabemos de la fuerza y de la capacidad de reacción que tiene los mártires sean del signo que sean. Se llega a decir que ciertos movimientos sociopolíticos buscan un mártir, es decir que promueven situaciones que hacen plausible que se produzca una víctima, para así tener fuerza más que argumentos de una gran fuerza que sean capaces de mover a la acción. La animadversión al musulmán por el apego a su cultura, tradiciones y creencias, y sobre todo por ser enemigos declarados, se justificaba teológicamente por su “infidelidad” y por ello había que vencerlos. No eran ajenas a estas guerras las ansias de poder de los líderes así como los honores y riquezas que generaban y que se expropiaban a los vencidos. Posteriormente, la sublevación de los moriscos en la Alpujarra y en otros lugares con las consiguientes muertes de cristianos ya asentados, hizo que se creara un ambiente martirial, especialmente en el reino de Granada. Por similitud y extensión se incluyeron mártires de otras épocas: dominación romana, musulmana, colonización americana, presencia en Japón, etc. A ello debió contribuir la consideración de mártires de todos los cristianos asesinados en la sublevación morisca en la Alpujarra que otorgara el arzobispo de Granada y el que los familiares de estos mártires gozaran de una alta consideración social. En este ambiente de exaltación de mártires y de reafirmación del pasado cristiano de la Bética-Al ÁndalusAndalucía, se producirá el hallazgo de los restos de san Eufrasio en Galicia, los de san Bonoso y Maximiano en Arjona, santa Potenciana en Villanueva de la Reina, y otros tantos mártires en Baeza y el Sacromonte granadino. Estas creencias eran impulsadas por las máximas autoridades eclesiásticas de Granada y Jaén que no fueron ajenas a la exaltación de estos hallazgos de mártires sino muy al contrario, las apoyaron hasta el límite de sus posibilidades, que eran muchas y muy poderosas. Concretamente el arzobispo de Granada don Pedro de Castro, fundador de la abadía del Sacromonte y animador junto con el también arzobispo de la misma ciudad don Diego Escolano de las Actas [martiriales] de Ugíjar; los obispos de Jaén, don Bernardo de Sandoval y Rojas, que recibió las reliquias de san Eufrasio en Andújar, don Sancho Dávila que en 1605 ordenó el oficio de rezo y misa para san Eufrasio y don Baltasar Moscoso y Sandoval, durante cuyo pontificado se descubrieron y aceptaron los restos martiriales de 10

Arjona y Baeza 7. Así los restos humanos aparecidos cerca de las murallas de Baeza (1629) fueron considerados como propios de mártires de épocas romana y musulmana. La creencia en el carácter sobrenatural de los huesos llevó a algunos a percibir y declarar que manaban sangre, como ocurriera con los aparecidos en Arjona (1628), y en la búsqueda de sus benéficos efectos se llegaba a consumirlos como brebaje curativo. No puede tampoco obviarse como causa de esta verdadera epidemia de hallazgos de reliquias de mártires el efecto difusor que ejercían desde el púlpito y el confesionario la amplísima nómina de clérigos ordenados de mayores y menores que durante los siglos XVI y XVII conformaban la estructura eclesiástica de los reinos peninsulares, así como la más amplia de frailes de las órdenes mendicantes que recorrían la geografía andaluza pidiendo limosnas en nombre de vírgenes y santos milagrosos y predicando novenas, septenarios, quinarios y triduos.

Los siete Varones Apostólicos Otra tradición legendaria, especialmente relevante en nuestro caso es la de los siete Varones Apostólicos, que aunque nacida hacia el siglo VIII no estuvo nunca muerta sino que fue enriqueciéndose en el trascurso de los siglos y ofreciendo alternativas y explicaciones adaptadas a las necesidades generales y locales. Existen dificultades para identificar las ciudades romanas citadas en las crónicas y fijar el número de ellos, por ello aunque algunas los sitúan en Andalucía, otras los adjudican a otras ciudades del reino. Los varones apostólicos, se distribuyeron según la tradición por la Bética a partir de la colonia Accitana (Guadix) de la siguiente forma: Torcuato (Guadix). Indalecio (Almería), Segundo (Abla), Tesifón (Berja), Cecilio (Granada), Hesiquio (Cazorla) y Eufrasio (Andújar).

Varón apostólico

Sede episcopal y ciudad hispanorromana Ciudad actual

Otros lugares con los que se le relaciona

Torcuato

Accitana (Guadix)

Guadix (Gr.)

Indalecio

Urcitana (Urci)

Torre de Villaricos Juan de la Peña / (Al.) Jaca

Segundo

Abulense (Abla)

Abla (Al.)

Tesifón

Virgitana (Berja)

Berja (Al.)

Cecilio

Iliberitana (Elvira)

Granada

Hesiquio

Castulonense (Carcesa)

Cárchel (Jn.)

Cazorla (Jn.) Algeciras

Eufrasio

Ilitugitana (lliturgi)

Andújar (Jn.)

Martos (Jn.), Villanueva de la Reina (Jn.), Valdemao (Lugo),

Ávila

o

Fuente: Pasionario Hispánico, 1995 [s.VII] y Martínez de Mazas, 2001 [1775] 7

No fueron ajenos a la difusión de la creencia en mártires en el siglo XVII los jesuitas que crearon un colegio y casa en Jaén bajo la advocación de Eufrasio (López Arandia, 2002:523) y otro tanto hicieron en Sevilla con san Hermenegildo o en Carmona con san Teodomiro, todos ellos, según la leyenda, mártires y naturales de las respectivas ciudades. También fueron jesuitas el principal autor de los falsos cronicones el ya citado Jerónimo Román de la Higuera y el reconocido historiador Juan de Mariana (1536-1623). 11

Una vez establecida la relación surgen nuevas leyendas relacionadas que fijan y engruesan los rasgos de identificación con cada ciudad, así en Andújar la presencia de la cabeza del mártir de la que no hay referencia en Terrones y que al parecer conservan unas monjas, o en el caso de Tesifón, se encuentra incrustada en la de la población de Berja (Almería) donde cincuenta años después de los sucesos del Sacromonte se “conocía” en esta localidad cual había sido su residencia y sus milagros (Sánchez Ramos, 1999:624). Si el contexto histórico explica la aparición de esta leyenda, ¿que explica su mantenimiento durante siglos?, ¿qué hace posible que el error se mantenga en la actualidad? Me refiero al error de las circunstancias históricas, no a la devoción, pues está claro que devoción y fe pueden convivir con el error. Porque es público y notoria la falsedad de los cronicones en los que se fundamentó y de donde arranca ésta y otras muchas historias de santos antiguos, como fue puesta de manifiesto meridianamente entre otros por el deán Mazas, un ilustre canónigo de la catedral de Jaén que vivió en el siglo XVIII, y está plenamente aceptado como tal error por los historiadores contemporáneos. En suma, no hay evidencia de la existencia de los llamados “Siete varones apostólicos”, como tampoco hay evidencia alguna de la presencia del apóstol Santiago en España y mucho menos de su enterramiento en Santiago. Esta persistencia de ciertas creencias, a pesar de no tener fundamento, eleva la pregunta a un nivel antropológico. ¿Por qué los hombres creen lo que ha ocurrido y también y a veces con la misma o mayor fuerza lo que no ha ocurrido? Ello nos lleva a considerar que quienes tenían autoridad y conocimiento para rechazarlas, si no en el momento de su aparición, porque participaban del clima a que nos hemos referido anteriormente, si después, no lo han hecho, sino más bien al contrario, las han apoyado y mantenido expresa o tácitamente, y no las han condenado o criticado, consistiéndolas y divulgándolas entre el pueblo; porque estas creencias en su origen no fueron populares, sino que como ponen de manifiesto los falsos cronicones, tuvieron su inicio en expertos eclesiásticos. Otras creencias consideradas peligrosas si fueron desterradas. Esta actitud paternalista no tiene sentido actualmente en que la conciencia personal es la última palabra en la aceptación de las verdades de fe. Lo que parece ser que ocurrió y en cierta manera sigue sucediendo es que se prefiere la fidelidad, aunque cargada de errores, a la libre interpretación. El pueblo llano en esta materia no crea sino en todo caso acepta o rechaza, total o parcialmente. En esta actitud los andaluces son un claro ejemplo, pues siguen siendo muy religiosos pero muy poco fieles. Porque la “tradición” no puede seguir siendo un disco duro donde se guardan o refugian todas las supercherías para sacarlas cuando sea conveniente. Sorprende como en nuestros días se siguen publicando textos hagiográficos que no soportan el más leve análisis y en ocasiones ofenden la razón humana, sin que ninguna voz institucional autorizada los desmienta. La tradición es en la mayoría de los casos digna de respeto, pero mi obligación como intelectual es explicarla en sus orígenes y en sus funciones. Estos análisis no suponen un atentado contra las creencias ni contra las instituciones que las mantienen sino todo lo contrario, un fortalecimiento de la verdad, lo que sin duda ayudará a depurar viejas y en ocasiones falsas creencias. Éstas, son consustanciales con las creencias y se han producido y extendido en todas las épocas aunque tuvieron un momento álgido en los siglos XVI y XVII con los llamados falsos cronicones y con las fraudulentas apariciones de restos humanos de supuestos mártires y textos en Granada, Baeza o Arjona.

12

Conclusiones La presencia de la reliquia de San Eufrasio en la vida de Andújar estuvo ligada desde el principio a las clases dirigentes: cabildo y clérigos. La cofradía del bienaventurado san Eufrasio de caballeros regidores, creada en su honor estuvo cerrada a la mayoría del pueblo y asentada en los grupos familiares y el cabildo que lo monopolizaban y de esta forma, hacían costear los gastos de sus fiestas a la institución municipal, “...donde se gasta largamente en músicas, danzas, altares, invenciones y regocijos, sacando la santa Reliquia en procesión con mucha majestad y grandeza,...” (Terrones,1657, fol. 228). Es el ayuntamiento el que recibió las reliquias y las depositó en el convento trinitario, es el ayuntamiento el que cada año costeaba y presidía su fiesta y procesión. Torres Martínez, dice con muy bien criterio que fueron tres los pilares de san Eufrasio en la ciudad: el linaje de los Caño-Terrones, el cabildo y la orden trinitaria (1998: 45). Pudiera decirse sin exagerar que san Eufrasio es una creación de este linaje: el Dr. Juan del Caño “detecta” su presencia en fuente antiguas (los falsos cronicones) e “identifica” Illiberis con Andújar, don Francisco Terrones, confesor de Felipe II, luego obispo de Tuy y León quien gestiona la traída de las reliquias desde Valdemao que sus hermanos, frailes de diversas órdenes, traen físicamente a la ciudad y predican en su fiesta; finalmente, fue don Antonio Terrones, quien inmortalizó al mártir escribiendo con todo pormenor su biografía (1657). Quizás por esta dependencia es por lo que cuando la clase de caballeros y la oligarquía que monopolizaban el ayuntamiento pierden su control sobre el mismo y los gastos en las fiestas de san Eufrasio no puedan ser mantenidos, y a la vez su poder económico decline, la devoción al santo, que muy probablemente nunca tuvo raíces populares, sino que fue una creación de las élites civiles y clericales, decaerá hasta la casi desaparición. En cualquier caso no puede minusvalorarse la contribución de San Eufrasio a la consolidación de la conciencia de identidad de la ciudad en Andújar en un tiempo en que ésta necesitaba rearmarse y consolidarse frente a otras más poderosas, una vez decaído su papel tras la conquista de Granada. Contar con un protector sagrado como san Eufrasio vinculado y ungido directamente por los apóstoles y que convirtiera a la ciudad en diócesis, era algo que tuvo que jugar un importante papel en la construcción de la identidad de esta ciudad (Rodríguez Becerra, 2002). Recientemente, y ahora con la apoyatura de una parroquia puesta bajo su advocación asentada en un barrio popular, un grupo entusiasta de adultos ha recreado la hermandad y aspira a dar continuidad a los actos de culto y fiestas en honor del legendario obispo-mártir. Cuenta esta iniciativa con el hándicap del declive general de la devoción a las reliquias y sobre todo de la poderosa devoción a la Virgen de la Cabeza que sobrepasa ampliamente las fronteras locales y cuyas raíces populares nadie puede poner en duda desde al menos el siglo XVI. Aun sabedores de esto, los hermanos de la cofradía de San Eufrasio de Andújar, hoy abierta a todos, apuestan por el mantenimiento de esta tradición religiosa y de su patrimonio histórico.

Bibliografía Actos del IV Centenario del traslado de las reliquias de San Eufrasio desde el Valle de Mao a Andújar (1597-1997). Hdad. de San Eufrasio. Andújar, 1998 Barrios Aguilera, M. y Sánchez Ramos, V.: “El legado martirial en la estructuración de la sociedad repobladora de las Alpujarras”. En Actas de la I Jornadas de Religiosidad 13

popular (J. Ruiz Fernández y V. Sánchez Ramos, coords.). Instituto de Estudios Almerienses. Almería, 1998, pp. 121- 144 Cátedra, M.: L’invention d’un saint. Symbolisme et pouvoir en Castille”. Terrain, 24: 15-32. 1995 Croisset, J.: Año cristiano o ejercicios devotos para todos los días del año. Mayo, traducido al castellano por el P. José Francisco de Isla,... adicionado con las vidas de los santos y festividades que celebra la Iglesia de España... última y completa edición, aumentada con el Martirologio romano íntegro... Barcelona, 1853 Diccionario de Historia Eclesiástica de España (Aldea, Marín y Vives, directores). CSIC. Madrid, 1972 Domínguez Cubero, J.: “Andújar, un foco de estética renacentista en el reino de Jaén”, Boletín del Instituto de Estudios Giennenses (BIEG), 182 (2002), pp. 9-42 Galiano Puy, R.: “Biografía del Doctor Don Francisco Terrones del Caño, predicador real y obispo de Tuy y León, BIEG ,183 (2003), pp. 207-255 García Villoslada, R.: “Introducción historiográfica”, en Diccionario de Historia Eclesiástica de España, pp. 1-32. CSIC. Madrid, 1972 López Arandia, M. A.: “Apariciones y milagros en el Colegio de San Eufrasio de la Compañía de Jesús”. El Toro de Caña, 9 (2002), pp. 523-547 López Rubín, P.: San Eufrasio, varón apostólico. Editorial “La voz de la verdad”. Lugo, 1955 Martínez Díaz, G.: “La conquista de Andújar: su integración en la Corona de Castilla”. BIEG, 176-II: 615-644 Martínez de Mazas, J.: Memorial al Ylmo. y mui venerable Estado eclesiástico de el obispado de Jaén sobre el indebido culto que se da a muchos santos no canonizados, o que no le pertenecen por otro título que el de falsos chronicones. Diputación Provincial de Jaén, 2001 [1775]. Ed. y estudios de M U. Pérez Ortega y J. Rodríguez Molina Pasionario Hispánico. Universidad de Sevilla, 1995 (Introducción, edición crítica y traducción de P, Riesco Chueca) Pérez Ortega, M...: “Noticia biobliográfica del deán José Martínez de Mazas”, en J. Martínez de Masa, Memorial al Yllmo y muy venerable Estado Eclesiástico de el Obispado de Jaén... Diputación de Jaén, 2001 [1775], pp. 7-69 Rodríguez Becerra, S.: "La romería del Rocío, fiesta de Andalucía". El Folk-lore andaluz, 3: 147-152. Sevilla, 1989 Rodríguez Becerra, S.: “El proceso de construcción de identidades con símbolos religiosos en ciudades de Andalucía. El caso de Andújar (Jaén)”. En Ritos y ceremonias en el mundo hispánico durante la Edad Moderna. (D. González Cruz, ed.), pp. 227-244. Universidad de Huelva, 2002 Rodríguez Molina, J., “Marco sociohistórico de la religiosidad giennense”, en J. Martínez de Masa, Memorial al Yllmo y muy venerable Estado Eclesiástico de el Obispado de Jaén... Diputación de Jaén, 2001 [1775], pp.71-132 Salcedo Olid, M.: Panegírico historial de N. S. de la Cabeza de Sierra Morena,...Madrid, 1677. (Edición facsímil con estudios preliminares de Peláez del Rosal, Gómez y Fuentes. Andújar, 1994) San Bernardino Coronil, J.: El Santo y la ciudad. Una aproximación al patrocinio cívico de los santos en época teodosiana (386-410 d. C.). Ediciones Gráfica Sol. Écija, 1996 Sánchez Martínez, M.: “Devoción y culto a San Indalecio, fundador y patrono del Obispado Urcitano-Almeriense, en Aragón”. En Actas de la I Jornadas de Religiosidad popular (J. Ruiz Fernández y V. Sánchez Ramos, coords.). Instituto de Estudios Almerienses. Almería, 1998, pp.145-167 Sánchez Ramos, V.: “El culto a San Tesifón en Berja (Almería)”. En Religión y cultura. I: 14

621-635 (S. Rodríguez Becerra, coord.). Fundación Machado /Junta de Andalucía. Sevilla, 1999 Terrones de Robres, A.: Vida, Martyrio, Translación y Milagros de San Eufrasio, obispo y patrón de Andújar...Granada, 1657. (Edición facsímil con estudio introductorio de Manuel Urbano. Diputación de Jaén, 1996) Torres Jiménez, J. C.: La iglesia mozárabe en tierras de Jaén (712-1157), Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, julio/diciembre, 2005, 192:9-38 [Defiende la existencia de san Eufrasio] Torres Martínez, J.C.: “San Eufrasio en el contexto histórico” en Actos del IV Centenario, pp. 44-55, Andújar, 1998 Vander-Hammer y León, L.: Elogio a la ciudad de Andújar y su historia por el Doctor don...En Terrones de Robres, Vida...1657 Vorágine, S. de la: La leyenda dorada [1264] (Edición de Alianza, Madrid, 1989) Villar, F.: Discurso apologético, en el cual se prueba que la población que antiguamente se llamaba Illiturgi o Forum Julium es hoy la ilustre ciudad de Andújar, 1639 Ximena Jurado, M. de: Catálogo de los obispos de las iglesias catedrales de Jaén y Anales eclesiásticos de este obispado. Madrid, 1652 (1654) (Edición facsímil con estudio preliminar y notas de José Rodríguez Molina y Mª José Osorio Pérez. Universidad de Granada, 1991) Ximena Jurado, M. de: Historia o Anales del municipio albense urgaboenense o villa de Arjona. Edición y Estudio preliminar de Rafael Frías Martín. Caja provincial de Jaén / Ayuntamiento Arjona, 1996 (1665) Ximénez Paton, B.: Historia de Antigua y continuada nobleza de la ciudad de Jaén,... Jaén, 1628. (Edición facsímil, Riquelme y Vargas ediciones. Jaén, 1983).

15

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.