“Salvador García Jiménez, ‘autor de minorías’: La novela Angelicomio (1981) y el modelo social de la discapacidad.” (2013)

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Salvador García Jiménez, ‘autor de minorías’: la novela Angelicomio (1981) y el modelo social de la discapacidad Benjamin Fraser

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The College of Charleston, South Carolina Published online: 11 Nov 2013.

To cite this article: Benjamin Fraser (2013) Salvador García Jiménez, ‘autor de minorías’: la novela Angelicomio (1981) y el modelo social de la discapacidad, Bulletin of Spanish Studies: Hispanic Studies and Researches on Spain, Portugal and Latin America, 90:8, 1339-1356 To link to this article: http://dx.doi.org/10.1080/14753820.2013.847160

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Bulletin of Spanish Studies, Volume XC, Number 8, 2013

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Salvador García Jiménez, ‘autor de minorías’: la novela Angelicomio (1981) y el modelo social de la discapacidad BENJAMIN FRASER The College of Charleston, South Carolina

En nuestro país, desgraciadamente, ninguna iniciativa institucional ha emprendido la tarea de aplicar una adecuada comprensión sociológica del fenómeno de la discapacidad, un intento de encuadrar la vivencia de la persona con discapacidad en el contexto de convivencia que marca los criterios tanto de definición como de adecuación de su existencia en tanto que persona con discapacidad.1 Durante los últimos años, el movimiento que busca asegurar los derechos políticos para las personas discapacitadas ha hecho eco hasta cierto punto en las posturas de otras batallas cívicas y legales.2 En términos generales, ha sido importante llamar la atención acerca de la discapacidad como una forma de subjetividad marginada dentro de las circunstancias sociopolíticas. En el caso de las personas con discapacidad en particular, se ha subrayado un legado histórico por el cual esta población ha sufrido a causa de dañinas percepciones institucionalizadas. Ha sido importante que las investigaciones 1 Miguel A. V. Ferreira, ‘Una aproximación sociológica a la discapacidad desde el modelo social: apuntes caracteriológicos’, Revista Española de Investigaciones Sociológicas (REIS), 124 (2008), 141–74 (p. 148). 2 Por ejemplo, dos autores avanzan una comparación entre la población con discapacidad y las poblaciones africano-americanas, de mujeres, gay y lesbianas. Ver David Sulmasy, ‘Dignity, Disability, Difference and Rights’, en Philosophical Reflections on Disability, ed. D. C. Ralston, J. Ho (Dordrecht/New York: Springer Verlag, 2010), 183–98 (p. 183); J. P. Shapiro, No Pity (New York: Three Rivers, 1994), 11. Además, de recién publicación, Robert McRuer, Crip Theory (New York: New York U. P., 2006) presenta una visión de estudios sobre discapacidad que articula conexiones explícitas con los armazones teóricos feministas y queer. Véase también Rosemarie Garland–Thomson, ‘Integrating Disability, Transforming Feminist Theory’, en Feminisms Redux: An Anthology of Literary Theory and Criticism, ed. Robyn Warhol–Down y Diane Price Herndl (New Brunswick: Rutgers U. P., 2002), 487–513. ISSN 1475-3820 print/ISSN 1478-3428 online/13/08/001339-18 © 2013 Bulletin of Spanish Studies. http://dx.doi.org/10.1080/14753820.2013.847160

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sobre la discapacidad critiquen el ‘modelo médico’ del ser discapacitado, y por ende, que afirmen que éste no es solamente un problema a solucionar, sino que también tienen los mismos derechos de todo el resto de la sociedad. De allí que varios críticos en el campo hayan hecho hincapié en un ‘modelo social’ de la discapacidad opuesto al llamado ‘modelo médico’. El ‘modelo social’—que Ferreira define como ‘comprensión sociológica del fenómeno de la discapacidad’ (arriba, epígrafe)3—descarta el enfoque médico en el cuerpo discapacitado mismo en favor de un énfasis en las limitaciones del medio ambiente y la importancia de cambiar las actitudes sociales e institucionales. Sobre todo, como plantea el crítico Lennard J. Davis en The Disability Studies Reader, es necesario reconocer sus dimensiones políticas: ‘The exciting thing about disability studies is that it is both an academic field of inquiry and an area of political activity’.4 Concebidos como parte de un proyecto político, los estudios sobre la discapacidad han enfatizado la importancia de asegurar derechos humanos para esta población.5 De hecho, las Naciones Unidas en 2006 promulgaron una ‘Convención Internacional de los Derechos de las Personas con Discapacidad’ con la esperanza de que se llevaran a cabo mejoras significativas en países participantes como España.6 En España, tanto como en otras naciones participantes, el esfuerzo por reorganizar la sociedad contemporánea para que haya más igualdad en las poblaciones discapacitadas gira en torno a conceptos básicos y globales como ‘autonomía’. Es importante reconocer que este concepto goza de una rica herencia filosófica kantiana7 cuya vigencia recientemente ha sido cuestionada en otros discursos sobre subjetividad y comunidad.8 No obstante, en el área de la discapacidad el término ‘autonomía’ presenta matices bastante prácticos. Como han documentado muchos estudios críticos durante los últimos años, 3 Ferreira, ‘Una aproximación sociológica’, 148. 4 Lennard J. Davis, ‘Introduction’, en The Disability Studies Reader, ed. Lennard J. Davis (New York/London: Routledge, 1997), 1–6 (p. 1). 5 E.g., el volumen comprensivo de Stanley S. Herr, Lawrence O. Gostin, Harold Hongju Koh, The Human Rights of Persons with Intellectual Disabilities: Different But Equal (Oxford: Oxford U. P., 2003). 6 ‘La Convención Internacional de Naciones Unidas sobre los derechos de las personas con discapacidad vista por sus protagonistas’, DOWN ESPAÑA, accedida 14 de junio de 2010. Véase también ‘El CERMI propone mejoras a la Reforma Laboral para beneficiar a las personas con discapacidad’, Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (CERMI), accedida 23 de junio de 2010; ‘Derechos humanos y discapacidad. Informe España 2009’, La delegación del CERMI Estatal para la Convención de la ONU, accedida 23 de junio de 2010. 7 Ver Susan Meld Shell, Kant and the Limits of Autonomy (Cambridge, MA/London: Harvard U. P., 2009); Andrews Reath, Agency & Autonomy in Kant’s Moral Theory (Oxford: Clarendon Press, 2006). 8 Roberto Esposito, Communitas: The Origin and Destiny of Community, trad. Timothy C. Campbell (Stanford: Stanford U. P., 2009); David Harvey, Cosmopolitanism and the Geographies of Freedom (New York: Columbia U. P., 2009).

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las personas discapacitadas suelen luchar por encontrar educación y trabajo dentro y fuera de España,9 además de que les pueda resultar dificil socializarse y formar amistades.10 En este contexto, la palabra ‘autonomía’ se evoca como manera de proporcionarles el derecho a vivir una vida parecida a la que todos tienen derecho a vivir: a educarse, encontrar un trabajo ameno y ganar dinero, socializarse y hasta enamorarse.11 Esta evocación de la palabra ‘autonomía’ no actualiza la compleja herencia kantiana que le infundía un significado moral y hasta metafísico, sino que busca restaurar la dimensión política del término que ya había existido antes del nacimiento del filósofo de Heidelberg.12 Respecto a la discapacidad, la autonomía ya no interesa como la base de la moral13 ni como la capacidad intelectual/conceptual para razonar u organizar el mundo. Leslie P. Francis enfatiza que las personas con discapacidades intelectuales sí poseen autonomía, ‘being able to value, being able to reason, being able to resist impulses, being able to imagine an ordered life, being able to order one’s life, being able to put one’s plans into practice, [and] being able to participate in moral deliberation of an idealized kind’, aunque no tienen ‘autonomy in the political sense’.14 Una de las barreras que prohibe que las personas discapacitadas realicen una autonomía política en que puedan tomar sus propias decisiones en la vida 9 Véase Felix O. Chima, ‘Persons with Disabilities and Employment’, Journal of Social Work in Disability and Rehabilitation, 4:3 (2005), 39–60; Bárbara Hirtz, ‘Más del 60% de los discapacitados intelectuales están en paro’, , 18 dic. 2009 (accedida 11 de agosto de 2010); Álvaro Marchesi, ‘Project for Integration of Pupils with Special Needs in Spain’, European Journal of Special Needs, 2 (1986), 125–33; David P. Moxley, ‘Strategies to Foster the Career Development of People with Disabilities’, Journal of Social Work in Disability and Rehabilitation, 1:4 (2002), 3–24; Pedro Otón Hernández, ‘Prólogo’, en La Convención Internacional de Naciones Unidas sobre los derechos de las personas con discapacidad vista por sus protagonistas (Madrid: DOWN ESPAÑA, 2010), 9–10; Gloria Soto y Orit Hetzroni, ‘Special Education/Integration in Spain: Highlighting Similarities and Differences with Mainstreaming in the USA’, International Journal of Disability, Development and Education, 40:3 (1993), 181–92; Montserrat Vilà, María Pallisera y Judit Fullana, ‘Work Integration of People with Disabilities in the Regular Labour Market: What Can We Do to Improve These Processes?’, Journal of Intellectual and Developmental Disability, 32:1 (2007), 10–18. 10 Suzanne Abbott y Roy McConkey, ‘The Barriers to Social Inclusion As Perceived by People with Intellectual Disabilities’, Journal of Intellectual Disabilities, 10:3 (2006), 275–87. 11 Véase Benjamin Fraser, ‘Toward Autonomy in Love and Work: Situating the Film Yo, también (2009) within the Political Project of Disability Studies’, Hispania (USA), 94:1 (2011), 1–12; Benjamin Fraser, ‘The Work of (Creating) Art: Judith Scott’s Fiber Art, Lola Barrera and Iñaki Peñafiel’s ¿Qué tienes debajo del sombrero? (2006) and the Challenges Faced by People with Developmental Disabilities’, Cultural Studies, 24:4 (2010), 508–32. 12 Shell, Kant and the Limits of Autonomy, 2. 13 Reath, Agency & Autonomy, 122. 14 Leslie P. Francis, ‘Understanding Autonomy in Light of Intellectual Disability’, en Disability and Disadvantage, ed. Kimberley Brownlee and Adam Cureton (Oxford: Oxford U. P., 2009), 200–15 (p. 202).

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social ha sido una actitud que ha solido acompañar el ‘modelo médico’. El crítico Harlan Lane se refiere a esta actitud como la máscara de la benevolencia.15 A diferencia del ‘modelo social’ que busca actualizar mejoras sociales tangibles que beneficiarán a las personas discapacitadas—en las áreas del empleo y la educación, por ejemplo—el ‘modelo médico’ apoya una noción de seres discapacitados definidos como dependientes. Dentro de esta perspectiva, ya que es importante (e imposible) cambiar la persona discapacitada en vez de proponer cambios más radicales en la sociedad misma, surgen la ternura y el cariño como expresión de una ‘máscara de benevolencia’. Esta máscara queda satisfecha con la retórica de la compasión para las personas con discapacidad e indispuesta a intentar cambiar las condiciones materiales de sus vidas sociopolíticas. La novela de Salvador García Jiménez adquiere un significado aún más relevante al ser vista a la luz de la historia de la compleja e inacabada lucha por los derechos sociales de personas con discapacidad en la Península. En el caso de los derechos de las personas sordas—cuya educación se inició en España en el siglo XVI—ha habido mucho progreso durante los últimos años.16 Al considerar otras áreas pertenecientes al tema de la discapacidad, sin embargo, lamentablemente España sigue a la zaga de otras naciones.17 Como explica Madeline Conway en su ensayo ‘The Politics and Representation of Disability in Contemporary Spain’: Spain, in common with the rest of Europe, seems to lag behind the UK and US in response to disability politics. There is not the same strong, determined disability lobby fighting for disabled people’s rights, nor the same situation of numerous respected charitable bodies funding research, raising awareness and providing assistance.18 Está claro que hoy existen organizaciones españolas muy comprometidas a la lucha—incluso ONCE, Down España, la Confederación Estatal de Personas

15 Harlan Lane, The Mask of Benevolence: Disabling the Deaf Community (New York: Vintage, 1993). 16 El libro editado por Benjamin Fraser, Deaf History and Culture in Spain (Washington D. C.: Gallaudet U. P., 2009) traza la historia y cultura de los sordos españoles desde el siglo XVI hacia la actualidad. Ver también B. Fraser, ‘Deaf Cultural Production in Twentieth– Century Madrid’, Sign Language Studies, 7:4 (2007), 431–57. 17 Es menester señalar que algunas voces intelectuales clave han recurrido desde el Siglo de Oro siempre a la idea generalizada de que España es ‘El furgón de cola’ del tren europeo (Juan Goytisolo, El furgón de cola, republicado en Juan Goytisolo: los ensayos [Barcelona: Península, 2005], 9–227), o la de que ha padecido un atraso nacional característico (Benito Feijoo, ‘Causas del atraso que se padece en España en orden a las ciencias naturales’, [selección abreviada], Teatro crítico. Cartas eruditas [Madrid: Alianza, 1984], 166–69). 18 Madeline Conway, ‘The Politics and Representation of Disability in Contemporary Spain’, en Contemporary Spanish Cultural Studies, ed. Barry Jordan y Rikki Morgan– Tamosunas (London: Arnold, 2000), 251–59 (p. 254).

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Sordas (CNSE) y muchos otros.19 Por otra parte, hay que enfatizar lo penoso de la situación tocante a la educación de personas con discapacidad antes de 1982. Al ser publicada antes de esta fecha importante—y mucho antes de los varios cambios llevados a cabo durante las décadas de los 80, 90 y 00—la novela de García Jiménez refleja la falta de apoyo prestado hacia esta población a lo largo del siglo XX. Como notan Gloria Soto y Orit Hetzroni, la primera mitad de ese siglo vio el establecimiento de escuelas segregadas para los niños con discapacidad en España, pero no era posible implementar las reformas educativas necesarias hasta finales del franquismo.20 De hecho, con la Constitución Española de 1978 el derecho a la educación ya les era aplicado a todos los ciudadanos sin importar que tuvieran o no condición discapacitada alguna. Además, se precisó la necesidad de la normalización de servicios y la integración educativa.21 Con la promulgación de la Ley de Integración Social de los Minusválidos (LISMI) de 1982, ya se preparaba el camino para futuras mejoras en el campo de la educación de las poblaciones discapacitadas.22 No obstante los avances importantísimos de las décadas de los 80 y los 90, durante el último lustro se ha subrayado la importancia de dar un paso más aún. En el artículo de Miguel A. V. Ferreira de 2008, se acentúa la necesidad de prestar el modelo social de la discapacidad desde el ambiente crítico estadounidense y aplicárselo al contexto español específicamente: En el presente trabajo se propone el análisis de la discapacidad desde una perspectiva sociológica afín a la del modelo social anglosajón. Ello supone la puesta en cuestión de la perspectiva tradicional, según la cual la discapacidad es entendida como una insuficiencia padecida por un individuo, haciendo abstracción del contexto sociocultural en el que la misma cobra sentido (el modelo medico-fisiológico).23

19 Véase respectivamente: María José Gámez Fuentes, ‘Representing Disability in 90’s Spain: The Case of ONCE’, Journal of Spanish Cultural Studies, 6:3 (2005), 305–18; Fraser, ‘Toward Autonomy in Love and Work’; y Fraser ‘Deaf Cultural Production’. 20 Soto y Hetzroni, ‘Special Education/Integration’, 182. 21 Soto y Hetzroni, ‘Special Education/Integration’, 183. 22 Soto y Hetzroni, ‘Special Education/Integration’, 183–87; España también ha desempeñado un papel notable como epicentro del discurso sobre la integración de poblaciones discapacitadas—‘In June 1994 representatives of 92 governments and 25 international organizations met in Salamanca, Spain. They agreed on a new statement and a framework for action on the education of disabled children, which called for inclusion to be the norm’ (M. Dunlea, ‘Education and Disability: Rights and Access’, Fortnight, 387 [2000], 17 [p. 17]). 23 Ferreira, ‘Una aproximación sociológica’, 141.

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Debe sorprender que en el año 2008 era posible todavía señalar que ‘En España no existe, propiamente hablando, una Sociología de la Discapacidad como área de investigación reconocida ni reconocible’.24 Igualmente—y también en 2008—recalcan Mirón Canelo et al.: ‘En la actualidad existen pocos estudios epidemiológicos dirigidos a conocer el estado de salud y evaluar la calidad de vida relacionada con la salud (CVRS) percibida por las personas con discapacidad intelectual en España’.25 Junto con el interés en la legislación dirigida hacia la población discapacitada en España durante las últimas décadas y su correspondiente esfuerzo para ampliar el ámbito del problema para abarcar perspectivas más sociales,26 es interesante que la discapacidad también surja como tema cultural representado en productos culturales de amplia divulgación. En palabras de Conway, ‘It is also possible to see an increasing number of positive representations of people with disabilities in contemporary Spanish cultural texts. This is particularly the case with cinema, perhaps due to the visible nature of many of the physical differences that constitute “disability”’.27 Aunque existen varios artículos críticos sobre la representación de la discapacidad en varios textos cinematográficos,28 hay pocos que tratan el tema de la discapacidad en la literatura peninsular contemporánea. En el contexto de la discusión mencionada sobre la discapacidad, el presente ensayo propone la continuación de ‘una ardua tarea de salvamiento y rescate’ de la obra de un ‘autor de minorías’.29 Salvador García Jiménez (20 diciembre 1944–) es autor de unas quince 24 Ferreira, ‘Una aproximación sociológica’, 143, n. 3. 25 José Antonio Mirón Canelo, Montserrat Alonso Sardón, Alberto Serrano López de las Hazas y María del Carmen Sáenz González, ‘Calidad de vida relacionada con la salud en personas con discapacidad intelectual en España’, Revista Panamericana de Salud Pública, 24:5 (2008), 336–44 (p. 337). 26 Amando Vega Fuente, La educación social ante la discapacidad (Archidona, Málaga: Aljibe, 2003). 27 Conway, ‘The Politics and Representation of Disability’, 256. 28 Cabe destacar, por ejemplo, algunos estudios críticos sobre la representación de la discapacidad en el cine español—por Ryan Prout, ‘Cryptic Triptych: (Re)Reading Disability in Spanish Film 1960–2003: El cochecito, El jardín de las delicias, and Planta cuarta’, Arizona Journal of Hispanic Cultural Studies, 12 (2008), 165–87; Julie A. Minich, ‘Life on Wheels: Disability, Democracy, and Political Inclusion in Live Flesh and The Sea Inside’, Journal of Literary and Cultural Disability Studies, 4:1 (2010), 17–32; y la tesis doctoral de Madeline Conway, ‘Representing Difference: A Study of Physical Disability in Contemporary Spanish Cinema’, Diss. (Birkbeck College, Univ. of London, 2001); que como conjunto discuten las películas El cochecito (1960), El jardín de las delicias (1970), Acción Mutante (1993), Carne trémula (1997), Planta cuarta (2003), y Mar adentro (2004). En cuanto a la específica representación de la discapacidad intelectual, Fraser ha escrito unos ensayos recientes sobre las películas recientes, en ‘Toward Autonomy in Love and Work’, y ‘The Work of (Creating) Art’. 29 Juan Cano Conesa, Escribiendo sobre la pluma de un ángel. Las novelas de Salvador García Jiménez (Guadalupe [Murcia]: Univ. Católica San Antonio/Quaderna Editorial, 2004), 14.

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novelas, cuatro libros de poesía, y muchos cuentos, artículos eruditos y reportajes.30 Los protagonistas de su novela Angelicomio (1981) forman una colectividad de jóvenes ‘compuesta por jorobados, multilados, sordomudos, disminuidos psíquicos y sexuales, etc.’31 que viven dentro de un complejo en un rincón rural (ficcionalizado) de España. Con el análisis de esta novela del murciano se propone un esfuerzo doble—en primer lugar, meditar sobre el problemático legado de la institucionalización española de los discapacidados. Segundo, destacar el valor literario de una novela sobresaliente del autor mismo que seguramente es destinado a ser ‘futuro miembro de la Real de Alfonso X’.32 Publicada en 1981, la novela Angelicomio de García Jiménez33 retrata el acercamiento común y corriente que caracterizaba una etapa penosa en la historia de la educación e 30 Tal vez le interesaría al lector de este artículo ver la bibliografía de obras escritas por y sobre García Jiménez en el libro de Cano Conesa (375–90). Además ha escrito libros de crítica—por ejemplo una tesis sobre Kafka y la literatura española—y un estudio/edición sobre Juan Quiroga Faxardo (reseñada en The Bulletin of Hispanic Studies, LXXXVI:5 [2009], 712– 13). Como el Ceheginero sigue escribiendo, su última novela parece llevar el título de La voz imaginaria (según Andrés Salom, ‘Memoria de Cocoví: con epicentro en la UCAM’, , 4 de junio 2008 [accedida 12 de septiembre de 2010]), y ha publicado también La sangre desgranada de Federico García Lorca (Armilla [Granada]: Ediciones Osuna, 1998). 31 Cano Conesa, Escribiendo sobre la pluma de un ángel, 171. 32 Véase Salom, ‘Memoria de Cocoví’, sin paginación. Es importante señalar que el autor murciano ya goza de cierta fama dentro de su tierra natal—destacar por ejemplo que ‘la propia Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Cehegín haya creado el Premio Salvador García Jiménez de literatura con dos fines muy claros: promover la literatura en castellano, y rendir homenaje al escritor ceheginero’ (‘Salvador García Jiménez [página biográfica sobre el autor]’, Región de Murcia Digital, [accedida 14 de junio de 2010]); véase también ‘500 cuentos para el “García Jiménez” ’, , 21 marzo 2006 (accedida 12 de septiembre de 2010). Tampoco debe sorprender que hay una calle y una biblioteca en la ciudad de Cehegín que llevan su nombre (Juan Luis Vivas, ‘La nueva biblioteca Salvador García abre con 40.000 volúmenes en sus fondos’, , 27 marzo 2007 [accedida 12 de septiembre de 2010]). Sus escritos no son completamente desconocidos entre ciertos círculos literarios españoles, ya que no son pocos los premios ganados por el autor entre 1969 y 1999. Sobre los premios que han ganado sus novelas Cano Conesa escribe: ‘las obras Puntarrón, Tres estrellas en la barba, Coro de alucionados, Por las horas oscuras, Odio sobre cenizas, Agobios de un vendedor de biblias, Las ínsulas extrañas y Sonajero de plata fueron distinguidas, respectivamente, con los siguientes galardones: Premio Nacional Universitario de Salamanca, 1969; Ciudad de Palma, 1974; Ciudad de Murcia, 1974; Ateneo de Valladolid, 1974; Armengot de Castellón, 1977; Gabriel Sijé, 1984, de Orihuela; Premio Casino de Lorca, 1999’ (Escribiendo sobre la pluma de un ángel, 15)—y esto no incluye lo que han ganado sus libros de poesía y cuentos. 33 Salvador García Jiménez, Angelicomio (Barcelona: Papeles Literarios, 1981). Todas las citas subsiguientes de la novela son a esta edición y aparecerán entre paréntesis en el texto. Véase también sus libros Puntarrón (Salamanca, Delegación–Comisaría para el S.E.U., 1970), Por las horas oscuras (Madrid: Editora Nacional, 1974), Tres estrellas en la barba (Barcelona: Ediciones Marte, 1975), Coro de alucinados (Barcelona: Ediciones Marte, 1975), Odio sobre cenizas (Castellón: Hijos de F. Armengot, 1977), La paloma y el desencanto (Murcia: Godoy, 1981).

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integración social de la población discapacidada—particularmente el período inmediatamente antes de la promulgación de la Ley LISMI en 1982.

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Salvador García Jiménez y Angelicomio: autonomía y el ‘modelo social’ de la discapacidad Angelicomio es la sexta novela publicada por el murciano—tras Puntarrón (1970), Por las horas oscuras (1974), Tres estrellas en la barba (1975, escrita ocho años antes), Coro de alucinados (1975), y Odio sobre cenizas (1977)—y se categoriza con la etiqueta de ‘novela vivencial’, y junto con Myrtía, con otras ‘novelas de colectivos marginales’.34 La novela se despliega con unos leves toques que acentúan su relación con las tendencias más experimentales de la literatura contemporánea española—específicamente se oyen ecos de Valle– Inclán y Camilo José Cela.35 En un capítulo titulado ‘Paso por la literatura Ceheginera’ del libro El cuento en Murcia en el siglo XX y otros ensayos, el crítico Ramón Jiménez Madrid nota que la novela ‘roza el esperpento’ y no es difícil ver ciertos toques tremendistas en Angelicomio (263). Para destacar un solo ejemplo, en el capítulo ‘Obsesión en cuarto menguante’ (69–82) uno de los internos fornica con una perra mientras la voz narrativa oscila entre descripciones gráficas de este evento y el discurso de algún administrador que celebra la inauguración de la institución. En cierta forma, la inclusión de este hecho en la novela, aunque tremendista y posiblemente sensacionalista también, no es del todo casual, porque apunta hacia la preocupación por las vidas sexuales de las personas con discapacidad, que es lo que ha motivado a García Jiménez para la construcción de la novela. Según escribe Cano Conesa, al autor murciano le fue decisivo el ‘interés que le sucitó una conferencia en la que el ponente trataba sobre el derecho de la sexualidad de los deficientes, [lo que] removió su curiosidad y puso en marcha los mecanismos de la reflexión creadora’.36 Desde la perspectiva contemporánea, de la novela Angelicomio surgen dos cuestiones de suma importancia respecto a la representación de las personas con discapacidad. Primero hay la de un tratamiento literario de esta población que tal vez tienda hacia lo esterotipado y hasta una presentación de seres ‘subnormales’ que necesitan ser aislados de la sociedad. Segundo, plantea la cuestión de la problemática institucionalización de éstos, y la idea 34 Cano Conesa, Escribiendo, 52, 62–63. En el estudio voluminoso (y menester es subrayarlo, de recién publicación) de Cano Conesa, sólo hay unas once páginas dedicadas a Angelicomio (163–73), a pesar de que Angelicomio quedó entre los mejores diez del premio Planeta (Cano Conesa, Escribiendo, 38). 35 Cabe destacar, también, que en la novela se mencionan explícitamente a Mariano José de Larra (García Jiménez, Angelicomio, 116), ‘las Soledades gongorinas’ (137), una ‘leyenda becqueriana’ (173), el Quijote (178), Berceo (182), y hasta Ionesco (191); y Amor y pedagogía de Unamuno proyecta de manera implícita una sombra sobre toda la obra. 36 Cano Conesa, Escribiendo sobre la pluma de un ángel, 163.

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de que la sociedad española hasta ahora no ha podido ofrecerles apoyo suficiente—la novela sugiere que no basta la creación de complejos que aislan a las personas con discapacidad y que no se esfuerzan por atenderlos a través de formas mesuradas de integración social. De hecho García Jiménez pone el dedo en la llaga de esta problemática precisamente por la forma vanguardista del capítulo mencionado—la compleja oscilación narrativa enfatiza la distancia que separa el discurso frío y congratulatorio de la administración del complejo de Aledra de la realidad de los niños con discapacidad—su contexto social, su formación y el problema de su integración. El efecto de este contraste (comportamiento individual—discurso institucional) es precisamente situar la recepción del evento por parte del lector dentro de un discurso más global sobre la discapacidad. La narración hace hincapié en las restricciones lanzadas hacia las poblaciones de personas con discapacidad por una sociedad que intenta ‘normalizar’ la conducta sexual de una población ya marginalizada. Como dice Conway, Sexual activity is a normal part of ‘normal’ life. However, there is a tendency to think that the idea of people with mental or physical disabilities having sex (either with other disabled people or—worse— with a ‘normal’ member of society) is wrong. The concept of people with disabilities having sexual relations is an uncomfortable one for many people, and thus is seldom discussed. However, in order for full integration of all members of society to take place, it must become acceptable for all members of that society to have the right to be sexually active.37 Aunque el carácter tremendista de la narrativa de García Jiménez dista mucho de formar parte de este discurso crítico social, no obstante apunta hacia el mismo problema, sugiriendo que la España de los 80 (a través del lugar ficcionalizado de Aledra) todavía no contaba con los recursos suficientes para asegurar este tipo de integración socio-sexual.38 Además, aunque exista la tentación de juzgar la novela demasiado por este tipo de escena sensacional, es imprescindible contextualizarla. El inmenso poder de la novela prohíbe que su tratamiento de poblaciones discapacitadas adquiera un matiz demasiado esterotípico y por ende desagradable. Este efecto se deriva de su presentación multifacética de una variedad de personajes discapacitados—la novela está ‘centrada, sobre todo, en Patachicle, un muchacho cojo, dueño de una rudimentaria muleta carcomida; en Polifemo, personaje deforme que posee un solo ojo sobre la frente; en Nemesio el gorila, un grandullón cuyos órganos sexuales son tan 37 Conway, ‘The Politics and Representation of Disability’, 256. 38 El espíritu de la cita de Conway parece ser aun más relevante a la trama (y particularmente a la campaña de marketing) de la película reciente Yo, también (Fraser, ‘Toward Autonomy in Love and Work’).

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diminutos que le ocasionan insalvables complejos psicológicos, y, por último, el Jíbaro, un chico microcéfalo’.39 La extensión y profundidad del desarrollo novelesco con estos personajes variados en Angelicomio le induce en el lector una apreciación de la diversidad de la población discapacitada mientras que también centra la novela en la importante descripción de sus vidas cotidianas sociales y no necesariamente en la medicalización de sus identidades como supuestos problemas a solucionar. García Jiménez se acerca a sus personajes discapacitados internados con un marcado grado de ternura, algo que no debe sorprender dado sus experiencias relevantes. Se alude al hecho de que el murciano también había trabajado en una institución parecida,40 y Cano Conesa sugiere, basándose en entrevistas con el autor mismo, que el lugar de Aledra es realmente Cañada de la Cruz, pueblo ubicado en su región natal de Cehegín.41 El libro adquiere aún más peso dada la compleja fusión de autobiografía y ficción que establece la base de su producción literaria en términos generales. Cano Conesa caracteriza ciertos aspectos de sus obras como ‘una especie de autobiografismo atormentado’, comentando que ‘el autor se inventa una vida ficticia y la incorpora a la literatura como si ésta fuera realmente vivida’.42 Lo importante es el alto nivel de énfasis puesto en los personajes discapacitados en sí mismos—en sus vidas cotidianas y problemas en un complejo como el de Aledra, algo que a mi parecer hace necesario que reconozcamos la novedad y originalidad de Angelicomio dentro de la literatura española. En las siguientes páginas del presente ensayo, será necesario detallar la aportación de la novela en sí a un modelo de la discapacidad que rechaza la simple noción de ternura en favor de hacer hincapié en la importancia de la autonomía y el apoyo familiar y comunitario de poblaciones discapacitadas. La estilística narratológica de la novela en sí misma no carece de interés—del flujo de conciencia al que tiende el primer capítulo a la oscilación cinematográfica entre dos acciones que se despliegan simultáneamente en el capítulo ‘Obsesión’ (arriba). No obstante, el aspecto más destacado de su andamiaje será su división en una multitud de capítulos breves que, en su mayoría, destacan la vida cotidiana de uno u otro ser discapacitado internado en el complejo de Aledra. Cano Conesa tiene razón al escribir que ‘Al fin y al cabo, Angelicomio puede leerse perfectamente como una sucesión de cuentos con desenlaces parciales o abiertos’, subrayando que el hecho de haber titulado cada capítulo ‘responde a la determinación del escritor a organizar la materia 39 Cano Conesa, Escribiendo sobre la pluma de un ángel, 165. 40 ‘Así es que el escritor apeló a su capacidad de transformar la realidad y localizó la acción en un escenario inspirador: un complejo residencial, poblado de niños y ancianos, en donde el propio escritor ejerció la enseñanza’ (Cano Conesa, Escribiendo sobre la pluma de un ángel, 163). 41 Cano Conesa, Escribiendo sobre la pluma de un ángel, 12, 38–39. 42 Cano Conesa, Escribiendo sobre la pluma de un ángel, 19, 20.

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narrativa de forma más o menos pedagógica’.43 Sin embargo, este crítico se limita a explicar el significado de esta pedagogía brevemente, recurriendo a ‘la cuestión moral’ y enfatizando solamente la ternura de la narrativa de García Jiménez. De todas maneras, es útil reconocer los límites de la ternura. En una época contemporánea en que teóricos recalcan en los estudios de la discapacidad como un proyecto político y como un rechazo de máscaras de benevolencia que no buscan mejorar la calidad de vida de las personas discapacitadas44 es apropiado acercarnos a la obra desde un punto de vista alternativo. Según esta perspectiva, Angelicomio no sólo lanza una crítica hacia una sociedad española que carece de la ternura suficiente para poder tratar mejor a los adolescentes discapacitados—también cuestiona los límites de la ternura y empieza a sugerir que se piense el problema de la discapacidad más a fondo, ahora como un problema netamente social. Es cierto que en recientes años ha surgido la cuestión teórica de affect (con su propia herencia filosófica y aplicación práctica).45 Este concepto es utilizado por Eve K. Sedgwick, por ejemplo, como complemento a un paradigma tradicional que sobrevaloriza el intelecto y marginaliza a las personas con discapacidad intelectual.46 En su ensayo publicado en Hypatia, la filósofa feminista Licia Carlson propone el término ‘cognitivelyabled’ como inversión de ‘cognitively-disabled’ para destacar la manera por la cual una minoría discapacitada es marginalizada bajo una retórica que sobrevaloriza cierto concepto de ‘lo normal’.47 De esta manera, la filósofa también enfatiza subjetividades no definidas por el intelecto sino por otras cualidades que no marginalicen a las personas históricamente tachadas de ‘feeble-minded’. No obstante, es esencial distinguir entre la recuperación de affect/emociones por Carlson, Kittay y Sedgwick y el sentido cotidiano de lo que llamo aquí el discurso de la ternura. Al emplear este término no me refiero a las vidas psíquicas/emocionales de los estudiantes discapacitados sino a una actitud emocional y social. Esta actitud social queda satisfecha con demostrar ternura a las personas discapacitadas y no busca realizar una reorganización de la sociedad aún más radical que mejore la vida de personas discapacitadas en las áreas de educación, trabajo y calidad de

43 Cano Conesa, Escribiendo sobre la pluma de un ángel, 169, 170. 44 Davis, ‘Introduction’, 1; Lane, The Mask of Benevolence. 45 Véase Eve K. Sedgwick, Touching Feeling: Affect, Pedagogy, Performativity (Durham, NC: Duke U. P., 2002); Eva Feder Kittay, Love’s Labor: Essays on Equality, Dependence and Care (New York: Routledge, 1999), Kittay, ‘When Caring is Just and Justice is Caring’, en The Subject of Care: Feminist Perspectives on Dependency, ed. E. F. Kittay y E. K. Feder (Lanham: Rowman, 2002), 257–76. 46 Sedgwick, Touching Feeling, 23. 47 Licia Carlson, ‘Cognitive Ableism and Disability Studies: Feminist Reflections on the History of Mental Retardation’, Hypatia, 16:4 (2001), 124–46.

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vida. Amando Vega Fuente apunta al respecto que ‘Las personas con minusvalías reclaman su inclusión como derecho, el derecho a no ser excluidos, en lugar de depender de la buena voluntad de los demás’—según lo presenta él, y en términos sencillos, los discapacitados quieren ‘derechos, no caridad’.48 Claro que la novela dramatiza la importancia de la ternura (y su falta entre los administradores del complejo) a través de una serie de abusos de los adolescentes. Como enfatiza el texto al señalar ‘los brutales castigos que los rudos pedagogos del complejo descargaban mayormente sobre los mongoloides’ (127) al portarse mal, éstos son disciplinados de manera tan fuerte que el administrador del complejo, don Gregorio, ‘[expulsa] a los educadores que más se sobrepasaron en infligir castigos a los débiles internos’ (115). Entre otros castigos, menciona el texto ‘la expulsión de […] Damián por la canallada que cometía al someter a los internos al sin sentido de cavar y rellenar zanjas, de propinar palizas brutales a las criaturas que examinaba si les descubría arañazos en las ingles’ (123). Pero mientras está claro que la novela retrata y por ende denuncia la inhumanidad con la cual son tratados los internos, también problematiza la cuestión de la ternura. El personaje de don Gregorio en sí constituye un caso representativo en la compleja presentación de la problemática de la discapacidad. A primera vista, don Gregorio es un símbolo de la ternura que hace falta en la sociedad española, y un modelo para los padres de niños con discapacidad, dado que tiene ‘un hijo sordomudo’ (31). Como expone él en su entrevista para el puesto de Aledra: Creo sentir una pasión singular por la cultura. Por ello me recluí en un pueblo abrándome con épicos sacrificios mi porvenir en la ciudad. Les he de confesar que, al principio, lo que me atraía era la literatura. Con posterioridad me nació un hijo sordomudo, y por amor desplacé mi interés a esa otra zona de pedagogía. Intentaba desmutizarlo yo mismo; intentaba insuflarle un gran optimismo ante la vida. (32) Pero consta que con el tiempo don Gregorio va desatendiendo a su propio hijo sordomudo y, siguiendo ‘la llamada de Jesucristo, “deja todo lo que tienes …” ’, se distancia hasta de su propia familia bajo el pretexto de que ‘los sordomudos de Aledra lo necesitaban mucho más’ (123), hecho que pone en cuestión la noción de una ternura que conduce hacia otra manifestación de marginación social. La eventual hipocresía de don Gregorio va en contra de lo señalado por teóricos psicosociológicos que reconocen la suma importancia de la colaboración de la familia en la vida del

48

Vega Fuente, La educación social, 79.

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niño discapacitado49 y además la del papel desempeñado por toda la comunidad.50 De esta manera, la novela contrasta la retórica de la ternura y la compasión (las omnipresentes referencias a los niños ‘subnormales’ como ‘ángeles’ a lo largo de Angelicomio) con los límites del plan para fundar el complejo—lo que hace falta en Aledra es un plan sistemático y sostenible para fomentar la inclusión de las personas con discapacidad en la sociedad. Lo que denuncia García Jiménez no es necesariamente la falta de ternura (aunque sí, en parte lo es) sino la ilusión de la ternura, como es subrayado en el texto al criticar a los padres del área por haber internado a sus hijos subnormales en el complejo como solución fácil al problema presentado por la discapacidad. Dice la narración que ‘la ciudad les aguardaba con sus confortables cafeterías inglesas, con sus cócteles de champán y sus licores de whisky, que les distanciaban de sus hijos anormales, de la amargura de tener que recordarlos a cada instante por haberse entregado con entera filantropía al complejo’ (29). A través de la presentación brutal de las vidas de los personajes internados en el complejo de Aledra, Angelicomio enfatiza y hasta anticipa ‘la necesidad de una lectura social del fenómeno de la discapacidad’, es decir, la necesidad de ‘superar la marginación, la impotencia, la injusticia, y dar voz a los oprimidos’,51 integrándolos en la comunidad y dándoles una cierta autonomía política. Mientras la retórica de la ternura y la compasión parece ofrecerse como una mejora social, una solución al malestar de las personas discapacitadas, a través de ella también opera ocultamente cierta ideología cuestionable que consigue la marginación de esta población. Harlan Lane ha escrito: ‘Whenever a more powerful group undertakes to assist a less powerful one, whenever benefactors create institutions to aid beneficiaries, the relationship is frought with peril’; la cuestión es la de un sistema ‘under which an authority undertakes to supply the needs and regulate the conduct of those under its control’, sistema claramente dramatizado en la novela a través del ‘catalejo con trípode que mandó instalar don Gregorio decidido a ejercer sobre todos los aledaños una vigilancia escrupulosa’ (60).52 En este sentido, el libro va más allá de la problemática de la ternura simple hacia un reconocimiento de la importancia de la autonomía individual—algo decididamente ausente en las vidas de los internos de Aledra, y por 49 Vega Fuente, La educación social, 149–51. 50 Vega Fuente, La educación social, 151–53. En otra parte, Angelicomio añade detalle al retrato de poco involucramiento familiar en la mención de ‘aquel hijo extraño que se apartaba de Dios y frecuentaba únicamente el hogar a la hora de comer’ y el sentimiento que tiene don Gregorio de ser ‘Todo un fracaso a pesar de sus apabullantes títulos y méritos pedagógicos’ (40). Además se hace referencia a la disolución de familias enteras; por ejemplo, en la anécdota de unos padres que han ‘desparramado a sus ocho hijos en distintas instituciones de misericordia, privadas o estatales’ (145). 51 Vega Fuente, La educación social, 261. 52 Lane, The Mask of Benevolence, 33, 37.

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extensión en las vidas de las poblaciones discapacitadas marginadas antes de 1982. El capítulo ‘Rabioso contra el mar’ (127–39), que trata el efímero escape del complejo organizado por el personaje Ángel Patachicle,53 subraya los límites puestos a la autonomía política de los internados. Para contextualizar el significado de este escape, es importante entender los eventos que lo anteceden—es decir, entender que después de enterarse don Gregorio que los adolescentes del complejo fornicaban con los perros, había mandado que se llevara a cabo ‘Operación Pureza’ en que catorce perros serían matados por la administración de Aledra mientras atestiguarían esta atrocidad los adolescentes mismos (119–21). Luego, los cadáveres de los perros son quemados para evitar la transmisión de los gérmenes. Al mirar ésta última acción, comenta la narración que ‘algunos subnormales vomitaban sobre su propio pecho antes de que concluyera el crepitar de la chamusquina’ (121). En el capítulo ‘Rabioso contra el mar’, Ángel Patachicle goza de simular voceos perrunos en el campo para confundir a la administración—demostrando no poco espíritu de rebelde—y luego se escapa del complejo en bicicleta para ver el mar (132, 139). Para realizar este plan, es necesario que Patachicle mande a un amigo suyo a despistar a los celadores, que se anime él mismo para lograr hazañas físicas que requieren mucho del joven paralítico, y que ya haya ‘[rumiado] su proeza y [preparado] los más nimios detalles de la evasión’ (128, 130, 130; respectivamente). Al final del capítulo, una pareja de Guardias Civiles los ve, y ‘los bondadosos guardias, después de estudiar la pierna marcada por la polio de uno y la astillada del otro, sus cuerpos magullados y la sórdida lucidez de la cabeza reducida, tuvieron que establecer contacto telefónico con el internado para dar crédito a la aventura. Un taxi, en hora y cuarto, los reintegró a Aledra’ (139). Aunque haya aspectos dramáticos implicados en esta narración, también de interés son las cuestiones que surgen desde la perspectiva de la discapacidad. Primero, aquí nos enfrentamos a la imagen favorable de dos adolescentes discapacitados listos, capaces de formular un plan complicado y también de llevarlo a cabo, capaces también de inyectarle al plan cierta dosis de originalidad y hasta un comentario iconoclasta dirigido hacia la institución en que se encuentran internos. Como diría Leslie Francis,54 este pasaje subraya que tienen una índole de autonomía (capacidad intelectual/ organizacional) mientras que no les es cedido otra (la autonomía política para tomar sus propias decisiones). Tenemos una trama que apunta directamente al control de la población con la implicación de que el control total de Aledra es (en algunos si no todos los casos) hasta cierto punto 53 Una versión temprana de este capítulo, como señala Cano Conesa, fue publicada como el cuento ‘Patachicle’ en 1973 y más tarde reeditada para la colección del año 1981 titulada La paloma y el desencanto. 54 Francis, ‘Understanding Autonomy’, 202–03.

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innecesario y un obstáculo a la autonomía que son capaces de ejercer los dos aventureros. La compasión de la pareja de Guardias se presenta como detalle de segundo plano dado el fin abrupto del viaje al mar y la transición narratológica hacia el castigo impuesto a los niños por don Gregorio. Este castigo (‘Don Gregorio les aguardaba con la prohibición de que fuesen diez sábados seguidos de permiso a sus casas’ [139]) sirve sólo para enfatizar la falta de recursos familiares y comunitarios aplicados hacia el bienestar social de los niños. No retrata García Jiménez a un par de adolescentes con discapacidad pasivos que requieren ternura y compasión sino a dos muchachos listos, activos y capaces a quienes les hacen falta sistemas de apoyo social, y además la autonomía (política) suficiente para crear, dirigir y vivir sus propias vidas. Esta falta de autonomía política se le puede aplicar también a la relación que se desarrolla en el texto entre el personaje apodado ‘El Gorila’ y la muchacha Primitiva en el capítulo ‘Comulgar con Primitiva’. Aquél la ve en misa: Primitiva se hallaba sentada frente a él, de costado al altar, sin cesar de agitar su palidez resplandeciente, guapísima a pesar de unos ojos despegados de todos los detalles, con una baba cristalina que su madre, detrás, no dejaba caer hasta la barbilla frenándosela con un moquero bastante inferior de calidad respecto al del Obispo. (144) Al verla por primera vez—nota García Jiménez en una mezcla clásica de perspectiva narratológica en tercera y primera persona (que se aproxima al fenómeno de la semi-subjetividad analizado por Bajtin en el contexto de la novela decimonónica rusa, haciendo que el lector simpatice con el personaje)—‘El Gorila se juró que la interna sería para él, porque estoy perdido si dejo que se me escabulla’ (145). En lo que sigue se comunica al lector el amor que siente por ella—vemos al Gorila luchando para que lo mire Primitiva durante la comulgación pensando que Primitiva es ‘la muchacha que amaba’ y revelando que se ha quemado con una púa dejando un tatuaje en forma de una corazón con las iniciales P. y G. (145, 148, 148–49, respectivamente). Aunque sus sentimientos amorosos no son sexuales sino más bien románticos—dice el Gorila que estaría contento con un beso—al encontrarse la pareja a solas al Gorila lo castigan igual como si su amor por la niña fuera algo tan desnatural como el mencionado episodio de los perros (146, 151). Al momento de descubrirlos comenta un celador: ‘Como os hemos fusilado a los perros, andáis locos’ y añade, ‘si no os cojo de tiempo la conviertes en una desgraciada’ (151–52, 152). Al separarla del Gorila, éste ‘permaneció sentado, bajo una nube blanca con forma de mariposa, incapaz de protestar para que le permitiesen amar por una vez a alguien’—y para demostrarle sus sentimientos a Primitiva no tiene más remedio que construirle una muñeca ‘para que sus brazos

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nerviosos se volvieran tibia cuna, y su baba fuese desapareciendo a fuerza de besos’ (152). Lo que hace que este capítulo sobre el Gorila y Primitiva tenga una alta resonancia patética55 en el significado griego de la palabra (pathos) son las referencias frecuentes a la malas ideas de la discapacidad promovidas de la Iglesia—uno de los blancos preferidos de García Jiménez.56 Aunque en otra parte de la novela se menciona que unos padres han llamado a su hijo discapacitado ‘endemoniado’ (91), este capítulo indaga más en la Iglesia como origen de malas percepciones sobre la discapacidad. Al pensar sobre Primitiva, por ejemplo, el Gorila se da cuenta de que ‘el demonio no la habitaba como le enseñaron las monjas, porque por la comisura de los labios no asomaban sangre ni otros líquidos escandalosos, ni la había volcado vahído alguno sobre las losas de mármol abrillantadas con cera para el acontecimiento’ (144). Esto lo contrasta la narración con la situación de otros adolescentes que esperan ser curados por algún milagro religioso: ‘los “drome” pensaban que por la hostia sus jorobas se transmutarían en alas de harina; los “muti” observaban con desproporcionado interés sus muñones con ansias de que se completasen; los “tapias” creían que pronto les ensordecería la naturaleza viva enmarcada por los mil ventanales del pabellón’ (147). En este contexto, el desencanto amoroso que padece el Gorila después de que le han quitado a Primitiva (arriba) implica que la religión tanto como la institucionalización de los internos de Aledra son obstáculos para que los adolescentes gocen de un nivel de vida mediana y la autonomía suficiente para gobernar sus propias vidas y tomar sus propias decisiones. El éxito pedagógico de la novela estriba en que García Jiménez ha intentado combatir las bases de la noción de que se benefician los seres discapacitados al ser internados por la comunidad, sometidos al dogma religioso y mayormente desprovistos de su autonomía política por un discurso de compasión (que sea religioso o aun social) que se niega a proporcionarle a la población discapacitada el nivel de apoyo familiar, comunitario y social que necesitan. La noción de una cura para la discapacidad se contradice directamente en el texto al mencionar la ‘ineficacia de las curaciones científicas o sobrenaturales’ y al burlarse implícitamente de la curación de los ‘enfermos, ciegos, cojos, mancos, paralíticos, como vosotros’ por el ángel del señor (24, 95). Además, las esperanzas quijotescas de don Gregorio de que la religión les salve a todos los internos (e.g. 218–19) son la otra cara de su negación para apoyar las evaluaciones psiquiátricas de los niños (165) y por ende concebir la salud de éstos desde una perspectiva amplia. Por esta manera, Angelicomio descarta implícitamente el enfoque en la insuficiencia 55 Comenta Cano Conesa que ‘Primitiva es un personaje dibujado con gran sensibilidad’ y que el episodio de la muñeca ‘es especialmente hermoso, imaginativo y tierno’ (Escribiendo sobre la pluma de un ángel, 171, n. 93). 56 Véase, por ejemplo, el señor Obispo denunciado en la página 141.

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del cuerpo del discapacitado tan característico del ‘modelo médico’ tanto como un discurso religioso que nunca conducirá hacia cambios radicales en la percepcion social de la discapacidad. Recalca la narración el insuficiente reconocimiento público de la discapacidad57 y los insuficientes fondos para sostener el complejo de Aledra (116–17, 155, 166) tanto como los problemas de la deshumanización que representa la institucionalización misma para una población que requiere una variedad de recursos sociales. La novela Angeliocomio persiste hoy en día como retrato literario de la insuficiencia del ‘modelo médico’ (y no social) de la discapacitad que reinaba en España bajo la dictadura y que además continúa hasta la Ley de Integración Social de los Minusválidos (LISMI) en 1982—y hasta hoy en día. Aún en este nuevo milenio, es más importante que nunca apoyar el ‘modelo social’ de la discapacidad que busca mejorar la calidad de vida de esta población marginada, no dentro de las instituciones de carácter cuestionable (como Aledra) sino también fuera de ellas, en las familias, comunidades y sistemas de educación ya integrados que lucen con la promesa de un futuro mejor. Este ‘modelo social’ en definitiva se niega a ver la discapacidad ‘como una condición en sí misma’ y enfatiza que es una ‘condición relacional […] un producto en el cual una limitación funcional, en cualquier área del funcionamiento humano, queda sancionada por la sociedad, como una desviación de escaso valor social’.58 Conclusión A manera de conclusión, es importante señalar que con la públicación de Angelicomio—en una época en que Manuel Vázquez Montalbán (en 1970) ya había acuñado la noción del ‘escrito subnormal’ como manera de enfrentarse a la hipocresía del vacuo intelectual no comprometido que cree ‘que ha entendido algo por el mero hecho de haber sido capaz de ordenar una determinada parcela del lenguaje’59—Salvador García Jiménez no vacila en ofrecer una novela que lucha de verdad con el tema de la subnormalidad y no sólo como pretexto o metáfora fácil en el camino hacia otra meta política. Acierta Vázquez Montalbán al aclarar que 57 García Jiménez, Angelicomio: ‘El día de los subnormales no es el tuyo, ni el de los minusválidos; jamás se celebrará el día de los niños tristes con la cabeza menguante’, 79; también véase p. 217. 58 Vega Fuente, La educación social, 35; y 36, citando a D. González Castañón, ‘Déficit, diferencia y discapacidad’, Topía en la Clínica, 5 (marzo 2001), (accedida 14 de junio de 2011). 59 Véase Manuel Vázquez Montalbán, Escritos subnormales (Barcelona: Seix Barral, 1989). Para Vázquez Montalbán el subnormal es a la vez un producto no–pensante de ‘las tácticas de la conformidad universal’ (32), y un término que intenta desestabilizar la hegemonía de una razón apropiada por la burguesía (38); véase también Mari Paz Balibrea, En la tierra baldía: Manuel Vázquez Montalbán y la izquierda española en la postmodernidad (Barcelona: El Viejo Topo, 1999), 52–60.

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La sociedad distingue, ante todo, entre el subnormal recuperable y el subnormal no recuperable. En el primero invierte grandes dosis de solidaridad, y nunca hay más fiesta en el cielo burgués que cuando un subnormal regresa de la noche y vuelve al día de la lógica normativa. Para el subnormal no recuperable, la sociedad reserva un ghetto normalizado, reglamentado, controlado, reprimido, integrado.60 Sin embargo, podemos concluir que con esta novela de Salvador García Jiménez, la línea entre el ‘subnormal recuperable’ y el ‘subnormal no recuperable’ finalmente empieza a borrarse y se destaca por primera vez en la literatura contemporánea española la naturaleza netamente social del problema de la discapacidad en sí. Vista desde esta perspectiva—es decir, dentro del contexto del proyecto político de los estudios de la discapacidad— la novela no apunta hacia la falta de ternura en la sociedad española, sino la falta aun más grave de un plan sistemático y sostenible para fomentar la inclusión de las personas con discapacidad en la sociedad—es decir, el paso ‘Hacia una sociedad no excluyente’.61

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Vázquez Montalbán, Escritos subnormales, 49. Vega Fuente, La educación social, 231.

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