Sabor de barrio, tesoro antiguo: Uso y abuso de la escala barrial. Hacia una etnografía crítica de la gobernanza urbana en Ciutat de Mallorca, España // 2007 // Capítulo en Volumen Editado

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Descripción

Sabor de barrio, tesoro antiguo: Uso y abuso de la escala barrial. Hacia una etnografía crítica de la gobernanza urbana en Ciutat de Mallorca, España. Marc Morell ( [email protected] ) – Universitat de les Illes Balears Resumen: Con un creciente afán por naturalizar las tomas de decisiones de las coaliciones de gobernanza urbana, los diferentes agentes públicos y privados implicados en la cuestión urbana han ido imponiendo la escala barrial como escenario normativo ideal del paradigma de la participación ciudadana que se nutre de vagos, imprecisos y a menudo contradictorios conceptos, casi mitos, como los de “vecindad” y “barrio”. Al mismo tiempo, estas mismas coaliciones de gobernanza urbana han llevado a cabo políticas urbanísticas de diversa índole que las más de las veces han tenido lugar en los “barrios” y que han favorecido la neoliberalización del espacio. Tomando como base el trabajo de campo etnográfico llevado a cabo en los últimos años en Sa Gerreria, un “nuevo barrio” en el centro histórico de Ciutat de Mallorca en las Islas Baleares (España), esta ponencia describe y analiza la compleja relación existente entre la iniciativa privada, la sociedad civil y las administraciones públicas en lo que respecta al desarrollo de planes urbanísticos. El principal argumento esgrimido es que, para el caso en concreto que se presenta, el uso de lo barrial en las iniciativas de “gobernanza urbana” no va más allá de una mera narratividad escalar mientras que se abusa del capital social de los movimientos vecinales precipitándolos hacia una amarga distopía basada en profundos procesos de aburguesamiento territorial. Sin denostar la ardua labor de las organizaciones vecinales, se discute que bajo el prisma de la gobernanza urbana, la escala barrial, lejos de ser un instrumento de gobernabilidad inocuo para la ciudadanía, puede llegar a erosionar los movimientos ciudadanos que la sustentan. Palabras clave: Aburguesamiento, barrio, economía política de la escala, gentrificación, gobernanza urbana, Mallorca, Mediterráneo, movimiento vecinal, producción barrial, reforma urbana.

Introducción y procedimiento En las últimas décadas el centro histórico de Ciutat de Mallorca (de ahora en adelante Ciutat1) ha sido objeto de un proceso de reforma urbana todavía no culminado y en el que han participado diversas administraciones públicas, la empresa privada y organizaciones pertenecientes a lo que se ha venido en llamar “sociedad civil”. Aún siendo un proceso que por su centralidad ha devenido de especial importancia para el conjunto de la ciudad, su aplicación ha ido estrechamente ligada a una escala más menuda: aquella que tiene que ver con la cuestión “barrial” (Gravano 2003). Así, la reforma urbana del centro histórico ha ido acompañada, tanto en su forma como en sus contenidos de todo aquello que forma parte y envuelve las nociones de esta escala (barrio, vecindario...). En esta ponencia, abordaremos la cuestión barrial y lo haremos centrándonos en como la reforma urbana y el vecindario (entendiendo a éste desde el extremo del asociacionismo vecinal públicamente organizado hasta las prácticas de vecindad que se practican en el día a día y que se presentan fuera de este marco organizado) se nutren mutuamente para reproducir la escala barrial y su programación de usos con el objetivo de maleabilizar la materia urbana preexistente y así facilitar el acceso al control y el dominio del espacio urbano, es decir: lo 1

Éste no es el lugar para una disertación sobre el nombre de la ciudad donde se ha desarrollado la investigación pero sí lo creemos oportuno para explicar el porqué de la elección del nombre de Ciutat de Mallorca en vez del de Palma. Ambos son correctos siendo Palma el nombre del original emplazamiento romano y Ciutat de Mallorca la traducción cristiano-catalana del nombre árabe-musulmán de Mdna Mayurqa. Palma se recuperó cuando la dinastía de los Borbones accedió al poder a lo largo y ancho de los territorios hispánicos en el siglo XVIII y desde entonces ha permanecido como nombre oficial. Ahora bien, ‘Ciutat’ ha sido y hasta cierto punto todavía es el nombre coloquial, en catalán, de la ciudad. Elegimos el nombre de Ciutat por esta razón pero también por las implicaciones que tiene, semánticamente y políticamente, como lugar que creemos que es para el debate público y por las connotaciones que tiene como espacio para la constante reivindicación de los derechos ciudadanos.

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que también puede entenderse como una programación de abusos. Para poder conseguir este objetivo tendremos que describir y analizar las situaciones en las que las instancias del poder público significan la escala barrial y su espacio. Paralelamente, pero también intrínsecamente ligado a lo anterior, nos interesará ver la aportación del movimiento vecinal a la precipitación de estas situaciones. La ponencia tratará de estas cuestiones y lo hará centrándose en como la producción de un barrio en especial: el barrio de Sa Gerreria2 [La Alfarería], un nuevo barrio todavía en construcción, ubicado en los márgenes orientales del centro histórico de Ciutat. Debido a la compresión de tiempo y espacio a la que nos vemos sujetos, optaremos por proceder de manera muy esquemática. Empezaremos por mostrar brevemente nuestro trasfondo metodológico y teórico y luego procederemos a sucintamente explicar la producción barrial en extenso. La ponencia acabará formulando una conclusión más bien general y que someteremos a una más que necesaria discusión. Sobre el método Antes de seguir hilvanando nuestros argumentos teóricos y la presentación del caso que traemos entre manos, presentaremos de manera inmediata la cartografía metodológica que nos sitúa en el campo y que explica nuestra posición: a) A lo largo de la investigación hemos usado, y esperamos no haber abusado de, dos de los principales bastiones metodológicos de los que goza la antropología social respecto al conjunto de las ciencias sociales contemporáneas: la observación y la crítica (Wolf 1999). Estos puntos fuertes de la antropología social, posiciones políticas que asumimos, nos han allanado el camino en el campo. Mientras que la observación, como puntal del método etnográfico que es, tiene la capacidad de entender los procesos a gran escala a partir de “la carne y el hueso” del campo; la crítica, entendida como desenmascaramiento del estado naturalizado de las cosas, ayuda a entender procesos que escapan de la mera observación. En suma, esta combinación metodológica posibilita una antropología social de más allá de lo estrictamente local y más acá de lo estrictamente global (Hannerz 2003). b) En tanto que entendemos que la realidad social sólo puede ser entendida como diacronía, es decir, como producto y productora de un proceso histórico, y dado que hemos establecido la capacidad crítica de la observación en la antropología social, nos interesa determinar el extremo de las polémicas y de los conflictos que constituyen y reconstituyen esta realidad social. Pero para poder tirar adelante este acercamiento procesualista, hace falta saber qué posiciones existen en este campo y qué relaciones mantienen estas posiciones en la conformación de la realidad histórica, que es una y que sólo puede entenderse holísticamente. En este sentido, somos del parecer que la realidad social no puede descoyuntar el discurso de la acción, lo tangible de lo intangible. Efectivamente, dado que entendemos la realidad social como un proceso único, creemos que la dicotomía entre lo material y lo ideal es falsa (Narotzky 1997: 158-189). Ahora bien, dicho esto y sin entrar en ningún tipo contradicción, somos conscientes que en el seno de la realidad social sí existen unas fuerzas que prueban de presentar esta realidad en diferentes versiones esencialistas de su materia y de su ideal. Así, y para precisamente entender el proceso histórico que precipita la realidad social también desde una posición constructivista, nos 2

Una de las rarezas que han modelado la investigación de campo en Sa Gerreria es la de los tiempos elapsados y los ritmos irregulares que ha padecido desde el 2002, en gran parte debido a apremios de financiación. La investigación es de naturaleza etnográfica y abarca la observación descriptiva y participante, entrevistas en profundidad, análisis de prensa, planes urbanísticos, leyes, literatura, etc. Su marco metodológico es básicamente procesualista y constructivista.

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interesará seguir el hilo de las estrategias que, en el peor de los casos, pretenden tal separación y que, en el mejor, hacen sombra a cualquier intento de entender el discurso y la acción como las dos caras de la misma moneda. c) Este texto pues se fijará en aquellas estrategias urbanas que proviniendo de “arriba”3 diseñan discursos que esconden, y a menudo falsean, sus propias actuaciones, aquellas que codician la programación y el control del espacio que se encuentran en el uso de la escala barrial4. En este punto, hace falta clarificar que no nos referimos tanto, que también, a un simplista deseo de poder, que prueba de controlar y ordenar los designios del espacio en concreto y de la sociedad en general, si no que nos referimos a la explotación sin mesura de la visión unívoca que presentan las legitimaciones de estas estrategias, como si se trataran de anteojeras expresamente colocadas para discriminar de la complejidad social lo que es útil al “arriba” para la consecución de sus fines. Además, a menudo, esta univocidad se presenta de manera estática negando precisamente, en el mejor de los casos, la condición diacrónica que disfruta toda realidad social. Este interés que aquí profesamos por el “arriba” y por las estrategias de control del espacio no es baladí. De hecho, las mismísimas tácticas de apropiación y de desviación, procedentes de lo que categorizamos como el “abajo”, respecto a las estrategias del “arriba”, y que conforman el campo etnográfico que abordamos, ya aúnan esfuerzos en demostrar en su práctica ese espacio polemológico que es lo urbano-barrial5 denunciando en el mejor de los casos, y colaborando en el peor, la programación del espacio desde una posición clave para la configuración de una política y de una economía del lugar, de su memoria y su imagen (Delgado 1998). Estas son las coordenadas que sitúan nuestra posición metodológica y que en buena medida dictan las pautas de análisis del problema barrial que presentamos. Ahora bien, nuestro análisis parte de un marco teórico que llena de contenido las coordenadas metodológicas que

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El uso de los términos “arriba” y “abajo” puede parecer a primera vista injusto o al menos simplista. Es por ello que queremos aclarar que este uso responde a la necesidad de producir instrumentos que nos hagan accesible el campo, es decir, forma parte nuestra estrategia particular para construir un diseño metodológico que pueda explicar el campo. Así, esta división con vocación operativa no ha de entenderse como una división perenne entre los actores sino como una categorización de determinadas situaciones sociales, posiciones de poder, niveles de toma de decisiones o grados de estructuración que pueden, obviamente, variar en el decurso de los procesos analizados. 4

Entendemos el término estrategia urbana como el opuesto del de táctica urbana y lo hacemos a la luz de como de Certeau desarrolla ambas nociones, tanto la de estrategia como la de táctica: “Resumiendo, las estrategias son acciones que, gracias al establecimieno de un lugar de poder (la propiedad de lo propio), elaboran lugares teóricos (sistemas y discursos totalizadores) capaces de articular un conjunto de lugares físicos en los que se distribuyen las fuerzas. Combinan estos tres tipos de lugares y se esfuerzan por dominar cada uno de ellos mediante los otros. Así pues, privilegian las relaciones espaciales. Como mínimo, intentan reducir las relaciones temporales a relaciones espaciales a través de la atribución analítica de un lugar propio para cada elemento en particular y mediante la organización combinada de movimientos específicos y unidades o grupos de unidades (...) Las tácticas son procedimientos que ganan validez con respecto a la pertinencia que prestan al tiempo – a las circunstancias que el preciso intante de una intervención transforma en una situación favorable, a la rapidez de los movimientos que cambian la organización del espacio, a las relaciones entre los sucesivos movimientos de una acción, a las posibles intersecciones entre duraciones y ritmos heterogéneos, etc. En este respcto, la diferencia corresponde a dos opciones históricas respecto a la acción y la seguridad (opciones que además tienen más que ver con restricciones y coacciones que con posibilidades): las estrategias sujetan sus esperanzas en la resistencia que el establecimiento de un lugar ofrece a la erosión del tiempo; las tácticas las sujetan en una inteligente utilización del tiempo, en las oportunidades que presenta y también en el juego que introduce en los cimientos del poder” (de Certeau 1997 [1980]: 38-39). 5 Efectivamente, existe también una lógica de resignificación y apropiación que el “abajo” hace de la acción reformadora emprende desde “arriba”. La univocidad del discurso de “arriba” y, por lo tanto, de su acción, toma cuerpo en la promoción patrimonial y barrial con el claro objetivo de añadir valor al producto de la reforma urbana. Nos interesa pues, aunque en el presente texto no profundicemos en ello, poder ver también como el “abajo” se hace suya la reforma urbana y los valores que lo conforman.

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acabamos de describir. Pasemos pues a ver cuales son los fundamentos y procesos teóricos de este problema. El giro emprendedor de la gobernanza urbana y el uso que hace de la escala barrial La especialización que arranca de la competición entre ciudades en lo que se conoce como Nueva Economía Global (Sassen 2000)6, ha precipitado el orden urbano a acomodar las diversas políticas urbanas al Nuevo Urbanismo (Smith 2002), es decir, a las especificidades dictadas por la política económica y a encontrar en la perenne proyección del desarrollo urbano la atracción y la acumulación de capital necesarias para seguir compitiendo (Swyngedouw, Moulaert y Rodriguez 2002). Claros indicadores de la acomodación a la que nos referimos es el paso de gobierno local a gobernanza local (Geddes 2006) que detona políticas neoliberales que afianzan las posiciones de los actores que se encuentran más acá y más allá del estado, des de gobernanzas urbanas que gestionan públicamente “lo local” hasta corporaciones transnacionales que gestionan privadamente lo “global” (Jessop 2003). Efectivamente, la especialización de las ciudades en este contexto competitivo de la nueva economía global puede trazarse en las líneas maestras que plantea el nuevo urbanismo. Es decir, en la gobernanza urbana, en vez de que los cargos políticos electos y el aparato administrativo sujeto a ellos, tomen las decisiones relevantes, nos encontramos con una situación en la que, hasta cierto punto, una pléyade de redes paralelas, interconectadas y enormemente volátiles (y que se nutren de políticos, asociaciones, emprendedores con ánimo de lucro y grupos de presión sin ánimo de lucro) toma el timón de la gobernabilidad urbana. Así pues, a diferencia de los gobiernos, las redes de gobernanza no suelen elegirse democráticamente y su control a menudo escapa de los mismos gobiernos electos (Jessop 2003). Es decir, la planificación (y para el caso que llevamos entre manos la planificación urbana) y las tomas de decisiones jerárquica, entendidas como modos de gobernar, y que por tanto no dejan de ser jerárquicas, han dado paso a unas crecientes redes público-privadas de carácter heterárquico y orientadas hacia la proyección en vez de la planificación (Borraz y John 2004). Ahora bien, para que el proceso de neoliberalización del espacio urbano resulte exitoso, hace falta que la gobernanza local se base en un giro emprendedor que permita tanto: (1) la maximización del entorno público por parte de la iniciativa privada como (2) la especulación constante del desarrollo y sus fases de diseño, ejecución y proyección y (3) el incisivo énfasis en la economía política del lugar en vez de la del territorio (Harvey 1989b). Es decir, el giro emprendedor tiene que poder localizar donde hay un mayor potencial de especulación a fin y efecto de subordinar la experiencia del espacio de los lugares al poder y la función del espacio de los flujos (Castells 2001 [1996]) para conseguir aquello que Lefebvre (2000 (1974)) designó como espacio abstracto, un espacio definido por la generación de plusvalías a partir de la explotación del valor de uso por parte del valor de cambio. Esos lugares, esos “espacios de lugares”, donde el valor de uso presenta una mayor densidad en el todo urbano estará pues a caballo entre lo público y lo privado. Tal marco intersticial sustenta importantes cuestiones que necesitamos analizar cuidadosamente ya que aportan luz 6

El conjunto de Ciutat tiene sus propias especificidades que pasan por la especialización turística que inicialmente se vende como una atracción de capital y que tarde o temprano implica la sólida apuesta por su acumulación, en la forma de reconversión de los usos del suelo y la transformación del stock inmobiliario urbano.

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a los interrogantes planteados con respecto a la producción del espacio y la dialéctica que contiene en términos de conflicto, dominación y apropiación. Así pues, la importancia de estos espacios de lugares estriba en que ofrecen un mejor conocimiento, a la vez que entendimiento, de los procesos de dominación y apropiación en los que el espacio se organiza y produce “para poder ejercer un mayor grado de control tanto en la fricción de la distancia como en la manera en que el espacio es apropiado” (Harvey 1989a [1985]: 264). Dentro del sistema urbano, los espacios de lugares del entorno público, a caballo ente lo público y lo privado, los encontramos en los barrios y esto es así por la misma escala que representan. Entendemos que la escala barrial abarca el territorio de un umbral que bascula entre los espacios cualificados y el espacio cuantificado (Lefebvre 1973 [1970]), entre lo privado y lo público (Mayol 1994). Es decir, la extracción de plusvalías del nuevo urbanismo en la gobernanza urbana que representa el mismo giro emprendedor se dará en la optimización de la gestión de la unidad vecinal, es decir, una mejor o peor adecuación de las políticas urbanas del nuevo urbanismo7 a lo que se ha venido en llamar vecindario (Keller 1975 [1968]). En suma, la escala barrial goza de ciertas propiedades que la hacen apetitosa a ojos del giro emprendedor, debido a su condición liminal y su potencial a la hora de extraer plusvalías del entorno que caracteriza la densificación del valor de uso. Estas propiedades de la escala barrial tienen que ver principalmente con la posición específica de la parte barrial dentro del todo urbano y con los valores de convivencia que emanan de esta parte del todo (Gravano 2005). El extremo de esta lógica maximizante y especulativa del entorno público por parte del giro emprendedor es el espectáculo (Debord 1992 [1967]), concretamente la ubicación de las imagines y experiencias que promueve come paisajes y que obtiene de explorar y explotar el entorno y la práctica barrial. Como nos recuerda Williams (2001 [1973]) la producción paisajística va estrechamente ligada a: (1) la improductividad de la materia primera de donde se extraen los paisajes y a (2) la reconstrucción de estos desde determinados puntos de vista, es decir, desde miradores que facilitan el consumo visual de aquellos. Es bajo este enfoque que entendemos la insistencia del giro emprendedor en “localizar” la memoria (Nora 1997 (1992)) y/o en tematizarla (Lowenthal 2002) hasta el punto de hacer de las ciudades mentira (Delgado 2006). Los mejores casos conocidos de este extremo son los que presentan aquellos barrios situados en los “centros históricos”, precisamente por la sedimentación mnemónica que presentan y por el potencial espectáculo-turístico que albergan. Nos encontramos pues, que el giro emprendedor neoliberal encuentra en la escala barrial, precisamente por su condición irregular y localizable, no sólo un ámbito de idealización de lo urbano, “un sabor que deviene tesoro”, si no también un limes, un espacio abstracto, que ofrece importantes plusvalías en la escala más cercana del devenir cotidiano del ciudadano. O al menos, esto es lo que intentamos demostrar en el siguiente apartado donde a partir de el Plan Especial de Protección y Reforma Integral (PEPRI) de Sa Gerreria, que llegó a recibir fondos estructurales de la Unión Europea (UE), lo barrial se localiza, idealiza, organiza y produce gracias a los codiciados desarrollos urbanos y a las aportaciones o críticas que el vecindario organizado, el de las asociaciones vecinales, pueda expresar.

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A pesar de ser nuevo, este urbanismo no deja de ser lo que fue siempre el urbanismo: “un conjunto demasiado coherente – un sistema- de estipulaciones y limitaciones que mantienen esta actividad esencial al nivel estricto de un minímum técnico. Y eso, reduciendo una situación y una actividad, el habitar, a una realidad brutalmente material, a una función: el hábitat” (Lefebvre 1980 [1971]: 20).

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Contextualización de Sa Gerreria en el centro de Ciutat Los límites del centro histórico8 de Ciutat (que a parte de histórico también lo es cartográficamente hablando) viene definido por un anillo de avenidas (donde antiguamente había las murallas renacentistas) que la arrinconan contra la fachada marítima y por la compleja relación que existe entre la protección patrimonial, la activación comercial y la promoción turística. No obstante, las irregularidades que se encuentran en su sino, que también podríamos calificar de históricas, explican porqué hablamos de márgenes. Así, el núcleo del centro ha sido desde hace tiempo la zona comercial, patrimonial y turística por antonomasia de Ciutat, mientras que sus márgenes han permanecido como territorios marginales y marginalizados, condición que ha permitido especular con ellos a partir de su potencialidad para devenir parte integrante del núcleo central9. La zona sobre la que hemos desarrollado la investigación, el PEPRI-barrio de Sa Gerreria, se encuentra en el margen oriental de este centro y ocupa parte del territorio que en época musulmana recibía el nombre de Arabat Al-Gidith [ciudad nueva] y que se extiende al exterior de la antigua muralla musulmana del siglo IX, la importante calle comercial de Via Sindicat, las avenidas y la vía circulatoria de penetración hacia el centro que parte de El Temple, otro hito patrimonial con iguales raíces árabe-musulmanas. Des de antiguo, la zona había sido mayoritariamente habitada por las clases trabajadoras y humildes de Ciutat y, además, era una de las zonas más importantes por lo que respecta al tráfico de productos y personas con la Part Forana, el hinterland mallorquín, y como tal reserva agrícola y de mano de obra de la capital, Ciutat. Paralelamente, y intrínsecamente ligado a estas condiciones de bullicio mercantil, de abastos y de idas y venidas, Sa Gerreria (que por aquel entonces tuvo otros nombres y otros límites) fue el escenario de una febril actividad gremial, teniendo las manufacturas una posición privilegiada, que a partir de mediados del siglo XIX, con la consecuente introducción de capital mercantil, fue “erosionándose” dando paso a la actividad industrial. A finales del XIX, Sa Gerreria amontonaba a partes iguales la mayor parte de la producción industrial de Ciutat y los ámbitos de reproducción de la mano de obra necesaria (Escartín 2001) hasta el extremo de anunciar reformas urbanas como respuesta a la denuncia de les pésimas condiciones sociales a las que se había llegado, y que tomaron forma en reconfiguraciones territoriales de la industria bajo el amparo de la lógica higienista que justificaba el derribo de las murallas donde ahora yacen las avenidas y el descuartizamiento del centro de Ciutat en 16 secciones a razón de su densidad de población (Estada 2003 [1892])10. Con estas credenciales, Sa Gerreria vivió un siglo XX sujeta a una especulación constante consistente en un barbecho (es decir, la rotación consecutiva) que combinaría dos procesos necesariamente entrelazados y que probarían de resignificar el territorio desindustrializado de los márgenes del centro histórico: la reforma urbana y la materia a reformar (Ruiz Viñals 8 Todo él, el Centro Histórico, es una Área de Régimen Singular con tratamiento específico por sus características patrimoniales, históricas y artísticas desde el PGOU (Plan General de Ordenación Urbana) del 1985. Entendemos que la configuración misma de como el centro devino histórico es una cuestión estrechamente ligada a su “barrialización” desde arriba. 9

Otros barrios de estos márgenes que también pasan por un proceso de recentralización similar son Sa Calatrava i El Temple (este último a menudo presentado como parte del anterior o de la misma Sa Gerreria, aunque a nivel de planificación tiene su propia unidad barrial). El caso del vecino barrio de Sa Calatrava es paradigmático ya que a menudo se asocia al de Sa Gerreria. Para una comparación exhaustiva de Sa Gerreria con Sa Calatrava véase Franquesa y Morell (2005); y para un estudio en profundidad sobre la lógica de creación destructiva de la gentrificación en Sa Calatrava véase Franquesa (2007). 10

La lógica higienista representada por Estada (2003 [1892]) fue contestada, pero en voz muy baja, por gente como Verdaguer (1977 [1953]) quien denunció la especulación urbana que se escondía detrás de esta “mejora” higienista.

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2000)11. Parece ser que los éxitos y fracasos de estos programas de reforma y en mayor medida, y para el caso que nos ocupa, sus aplazamientos, incidieron de manera desigual en el territorio, dependiendo de la definición de la materia a reformar y de la disposición de los lugares que esta materia configuraba (y aquí entendemos que estos lugares son los barrios, o al menos sus propiedades escalares y materiales). Aunque con el paso del tiempo y de las proyecciones que tuvieron lugar, estos lugares irían variando tanto su materia como su forma y su nombre, nunca se llegaría a desdibujar completamente la jerarquía de lugares que confeccionó Estada con las secciones de densidades poblacionales. Es en este contexto que cabe entender la evolución de la reforma urbana del centro histórico de Ciutat y, más específicamente, los planes que tuvieron más proyección, a la vez que impacto para la reformulación de aquella parte barrial que acabó siendo Sa Gerreria: (1) las Reformas Interiores del Plan de Ordenación General del 1943 (Alomar 2000 (1950)) que definieron de manera definitiva, dado que no se tocaron hasta la llegada de sus herederos directos, su continente y su contenido con toda una serie de irregularidades que no sólo se mantendrían sino que se pronunciarían hasta la aplicación del (2) PEPRI aprobado finalmente en 1995 pero que ya venía definido desde el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de 1985 y que en buena medida respetaron el descuartizamiento propuesto en el Plan del 1943. Debido a este barbecho de proyecciones urbanísticas irrealizadas, Sa Gerreria se perpetuó en el tiempo como la zona indeseable de Ciutat. El proceso que acompañó al de la desindustrialización puede resumirse en la transición que sufrió este barrio obrero hacia primero un bullicioso y próspero barrio chino y luego un barrio bajo continente de todo el vicio de Ciutat (consumo y venta de droga, prostitución ligada a ésta...). Aún teniendo estos orígenes nacidos de los mismos márgenes12, Sa Gerreria es ahora una sólida apuesta por convertirse en un barrio elegante de moda que tiene por objetivo el de atraer a una creciente población aburguesadora gracias a productos que comparten una áurea de “historia” y de “barrio”. Este es el resultado de un largo cálculo mesurado (20 años que bien podemos situar entre 1980 y 2000) que implicó a autoridades públicas varias, organizaciones pertenecientes a la sociedad civil y empresas privadas. El primer período, el clave, de este cálculo (1980-1990) consistió de tres procesos concatenados: (1) la cruzada contra las actividades ligadas al vicio; (2) el rescate del patrimonio y (3) la búsqueda de la vecindad. Mientras que el primero alimentaba los titulares y fomentaba una geografía del miedo que tenía por objetivo el de rebajar aún más el valor de la propiedad, el segundo le añadía valor al centrar toda su atención en la memoria industrial y “tradicional” de la clase obrera (debido al escaso patrimonio monumental presente) y el tercero exploraba, detectaba y explotaba la vecindad como recurso de práctica pública que cuajaría tanto las estrategias venidas de arriba como ciertas tácticas de otros grupos no necesariamente pertenecientes al abajo13. El resultado más sintomático de este

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Aunque Ruiz Viñals (2000) no sistematiza los contenidos de estos procesos de la misma manera que aquí hacemos, y que conceptualizamos como “barbecho”, sí ofrece una muy completa genealogía de la reforma urbana de Ciutat.

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La misma literatura local ambientada en la zona solo se centró en esta marginalidad: ya fuera porque fue una vez el lugar donde vivió la pobrea voladora de Cosmópolis (Oliver 1981[1903]) o, ya más acá en el tiempo, donde la prostitución se citó con el consumo de droga (Pomar 2005[1988]).

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Efectivamente, aquí encontramos como un recurso, las más de las veces incrustado en el sentido de comunidad, cobra un sentido utilitario en el proceso de reforma urbana de los barrios. De acuerdo que la discusión del concepto de comunidad abarca un ámbito enorme en las ciencias sociales y especialmente par la antropología social pero creemos conveniente recordar aquí que aparte del análisis clásico al que se ha visto sujeto, existen nuevas aportaciones basadas en enfoques si no

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proceso sería el de la sustitución de los múltiples nombres de la zona (cada uno con sus propias fronteras) por el de Sa Gerreria. PEPRI o el periplo del vecindario Lejos de valorar positivamente el balance final del cálculo (de estrategia pero también de táctica) que supone el PEPRI – ya realizamos una crítica de éste como si de un “farol artesanalmente manido” se tratara (Morell 2007) – sugerimos que los objetivos de la reforma se potencian gracias a la revalorización del entorno y la consecuente expulsión de habitantes que esta revalorización supone. Dando preeminencia al concepto de hábitat en vez de dándosela al de habitar. De hecho, las críticas a la reforma son varias y de variada naturaleza. Como botón de muestra: “(...) el desastre es de tal magnitud que aparece en las imágenes de los satélites. El agujero enorme y ignorado del centro de Palma se distingue entre lo que fueron los primeros tejados y la red de calles populosas de la capital. En silencio han arrasado mil años de vida de la vieja ciudad –Sa Gerreria- para convertirlos en solares y negocio. El alma de Palma está descuartizada, a tramos empedrada. Lo que queda del núcleo antiguo es casi un decorado, un mueble, con fachadas, aceras y calzadas de restaurador, un museo de portales y vías sin comercios abiertos y casi sin clientes. El resto es material de derribo y de especulación” (Manresa 2005).

Debido a la complejidad del tema que estamos abordando y del espacio con el que contamos, en vez de dar un repaso de tota la materia que estas reformas representen, nos centraremos en la materia que legó el barbecho del 1943-1980 y que el PEPRI de Sa Gerreria intentaría reformar. De hecho, el detonador del diseño de este PEPRI (y de la filosofía misma que se desprende del PGOU del 1985) se encuentra en la precipitación de la degradación (y la sensación de inseguridad y el estigma que los acompañan) que experimentó Sa Gerreria desde mediados de los 1970 y muy especialmente a mediados de los 1980, coincidiendo con el mencionado PGOU. Aún así, sería absurdo pensar que esto por si sólo motivó la necesidad de proyectar nuevas reformas y hay que tener claro que la degradación, que ya venía dándose desde hacia décadas, tenía que ver sobretodo con el envejecimiento poblacional, el envejecimiento del entorno construido y el empobrecimiento de las condiciones de vida. El PEPRI intentaría resolver, o al menos paliar, este diagnóstico desfavorable con medidas que contemplarían a partes iguales el trabajo social como mediación de expulsión de población del territorio, la llegada de equipamientos públicos para toda la ciudad pero en nombre del barrio y la lógica de la maximización aburguesadora. Acompañando estas actuaciones sobre el territorio (tanto de la población como del espacio que ocupaba esta), oponiéndose las más de las veces pero también colaborando las menos, encontramos unos movimientos urbanos que bajo una coalición informal de gobernanza urbana (con pactos que no se hacen públicos) tenderían a legitimar o no las actuaciones del PEPRI esgrimiendo los valores que emanan del interés por el “patrimonio construido” y la “buena vecindad”. En este sentido, cabe destacar el trabajo realizado por dos entidades independientes entre si y que a lo largo del tiempo se han ido especializando en ámbitos que aunque parten de supuestos y materias diferentes han coincidido profusamente en su contribución a las reformas urbanas que se llevaron a cabo en el PEPRI de Sa Gerreria, y muy especialmente entre 1989 y 1991:

frescos sí “refrescados” que sitúan la comunidad en algún lugar entre sus bordes románticos, regulativos y parroquiales (Defilippis, Fischer y Shragge 2006).

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a) ARCA (Asociación por la Revitalización de Centros Antiguos). Una organización local fundada el 1987, precisamente a raíz del rescate de ese patrimonio más miserable por no monumental que representaba Sa Gerreria, y que se plantea como objetivo la revitalización del conjunto del Centro Histórico a través de la protección, interpretación y celebración de su patrimonio. Aquí revitalizar, volver a dar vida, supone que hay algo muerto que merece la pena ser resucitado. Revitalizar pues, significa revalorizar. b) FAAVV (Federación de Asociaciones de Vecinos). Como su nombre indica, federa varias asociaciones vecinales. Su existencia se remonta en la postrimería del régimen franquista (a partir de mediados de los 1970) y forma parte del bien documentado movimiento ciudadano español que desde entonces tiene lugar (Borja 1976 y Castells 1986 (1983) entre muchos otros). Su objetivo es el de fomentar la mejorar de las políticas urbanas y llevar la acción política más acá de la escala urbana, la realidad supuestamente más cercana al devenir cotidiano del ciudadano: el barrio. La asociación vecinal de Sa Gerreria se fundó en 1990 y se creó desde la misma FAAVV (es decir, no nació de los “vecinos” sino que nació de la “política vecinal formalmente organizada”) como respuesta a la primera propuesta de PEPRI de Sa Gerreria que data de 1989. Ellos se encargaron de radiografiar el barrio en busca de bolsas de vecindad para usar en la lucha contra los planes del PEPRI que se consideraban desmesurados aunque acabaron colaborando y ofreciendo los datos de que disponían. Es decir, por un lado se fomentaba la protección del patrimonio hasta el punto de incorporar nuevas modalidades como el industrial y el manufacturero (vía las chimeneas y los hornos de varias alfarerías, una de las muchísimas industrias que tuvieron lugar en Sa Gerreria) y por el otro, había la intención de mantener la población y de reformarla formativamente y laboralmente para así evitar procesos de aburguesamiento territorial. La buena intencionalidad, así lo entendemos hasta el presente, de estos valores, fueron apropiados con el tiempo por la misma reforma urbana aplicándolos aquí y allá dependiendo de la misma irregularidad presente en Sa Gerreria. Por muy buenas que fueran las intenciones de estas organizaciones, lo que hicieron fue facilitar argumentos de valor y de valorización a la estrategia de la reforma que priorizó una reurbanización sobre el stock inmobiliario carcomido en vez de la formación y colocación profesional de la población desclasada. A la vez que la estrategia descubrió como sitio propio la reforma urbana en su sentido más espacial, aprovechó del barrio aquello que podía moldearlo, designarlo: artesanía, pasado industrial, memoria urbana... Conclusión La táctica de las entidades de la sociedad civil que hemos mencionado, fue la de aprovechar la reforma para dar voz a sus más que nuevas organizaciones y buscar vías que legitimasen su presencia en el barrio: como la del mantenimiento del entorno construido y el de la misma población marginal. De hecho, ambas entidades se vanaglorian actualmente de que haya quedado parte de la población (un ínfimo porcentaje después de las expulsiones y expropiaciones) y parte del entorno patrimonial construido (realmente sólo sobrevive en su mismísima periferia ya que el centro de Sa Gerreria fue arrasado y ahora está completamente reurbanizado). Esto por lo que hace a las acciones pero luego queda el discurso. La tremenda influencia de estas entidades en las mismísimas políticas urbanas cambiaron el discurso dominante, que si bien no aplicó ni de lejos lo dicho, sí incorporó en su quehacer unas prioridades patrimoniales y barriales que ayudaban a digerir su propuesta de mejora de las infraestructuras, la reactivación del tejido económico, la atención y la integración social y la formación y posterior inserción laboral.

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Así pues, no es de extrañar que la misma estrategia presenta la alianza temporal de la reforma (tanto de las administraciones públicas como de la unión temporal de empresas que participó y participa aún en el PEPRI) con la sociedad civil como si fuera la culminación de un proceso (Ajuntament de Palma 1999) que ha ayudado a cerrar el círculo de la reforma del centro histórico, siendo como es Sa Gerreria el supuesto (puesto que la reformas todavía siguen) último peldaño para la programación y planificación del centro de Ciutat. He aquí la amarga distopía a la que se enfrenta el movimiento vecinal (y también, a su manera, el movimiento por la protección del patrimonio) quien a través de su denuncia consigue alzar la voz, participa en la reforma urbana pero obtiene resultados que le son adversos puesto que la misma expulsión de población resta poder vecinal al barrio mientras que este se convierte en un mero sabor, en un tesoro antiguo, una pátina a explotar económicamente. Llegados aquí, y aún a sabiendas de no haber expuesto en detalle el uso de la escala barrial por parte de la gobernanza urbana en Ciutat, podemos concluir, de manera general, que la escala barrial: (a) se produce bajo ciertas condiciones políticas y económicas; (b) se alimenta necesariamente necesariamente de materia diacrónica sujeta a posiciones de poder muy específicas y enfrentadas14; y (c) implica la producción de una imagen se nutre de la pràctica pública del espacio que a menudo se promociona y/o comercializa como ‘estilo de vida’ para podrer atraer capital en la forma de aburguesamiento territorial. Este proceso se consigue gracias a un trabajo incisivo en el gusto, en la creación de sabor, el de barrio, y en el tesoro, antiguo, que proyecta. Así pues, y recapitulando. Nuestra descripción y análisis de caso ha procedido a: (1) presentar el marco metodológico del cual partimos y en el que entendemos que la antropologia social tiene un papel importante a jugar en la reconfiguración de las ciencies sociales; (2) enmarcar el viaje teórico que hemos propuesto para entender los lazos que hay entre la governanza urbana y la proyección que hace ésta de la escala barrial; (3) considerar la economía política de la política econòmica urbana con la presentación y contextualización del caso del PEPRI de Sa Gerreria; y, finalmente (4) describir sucintamente las claves de la estrategia que explica de por si la reforma urbana mientras se apropia de las mismas tácticas de los movimientos ciudadanos. En el desarrollo de este procedimiento, hemos descrito hechos y a partir de nuestro análisis, podemos aducir que el uso y abuso del barrio y de sus sabores se producen tanto desde el vecindario como desde las instancias de arriba. Es decir, la misma división entre barrio y unidad barrial es errónea dado que una no se entiende sin la otra. El barrio es producto de la planificación barrial al tiempo que ésta necesita de una problemática barrial, el barrio mismo, para poder tirar adelante. Lo importante pues, es entender cual es la posición del recorte barrial dentro del conjunto urbano, cuales son las instancias que lo significan como barrio y cuales no. En este sentido, el ejemplo del PEPRI de Sa Gerreria es paradigmático puesto que todo él responde a la historia de un recorte explicada por el todo. Bibliografía Ajuntament de Palma 1985 Plan General de Ordenación Urbana. Ciutat de Mallorca: Ajuntament de Palma. - 1995 PEPRI de Sa Gerreria. Text Refós. Ciutat de Mallorca: Ajuntament de Palma. - 1999 El centre històric de Palma. De la rehabilitació monumental a la rehabilitació integral. Història d’un procès. Ciutat de Mallorca: Ajuntament de Palma. Alomar Esteve, G. 2000 (1950) La reforma de Palma. Hacia la renovación de una ciudad a través de un proceso de evolución creativa. Palma de Mallorca: Col·legi Oficial d’Arquitectes de Balears. Borja, J. 1976 ¿Qué son las asociaciones de vecinos? Barcelona: Gaya Ciencia.

14 Es decir, existen tantas producciones barriales como grupos sociales hay en los contextos urbanos y, más importante aún, hay diferentes patrimonios y memorias barriales a abanderar dependiendo de la posición mantenida por cada uno de estos grupos. Así pues, hay que considerer el barrio como el producto de varios conflictos engarzados en procesos singulares.

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