S. O. S. Eros - julio-agosto 2015 N. 264

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LOS ANTIFACES DE LA POLÍTICA Desde que hace 55 años un exceso de sudoración ante las cámaras durante el primer debate televisado de la historia arruinara la campaña de Richard Nixon, la imagen ha ido ganando terreno a la palabra hasta vampirizar por completo la comunicación política. Hoy, una educación estética es clave para calibrar adecuadamente las propuestas electorales la búsqueda en los libros de referencias teóricas y circunstanciales para comprender y desenvolverse en este nuevo contexto. A LBERTO S ANCHEZ M EDINA

E

n una viñeta de 2008, publicada durante la campaña para elegir al candidato demócrata, la ca ricaturista Lisa Benson dibujaba a los dos contendientes, Barack Obama y Hillary Clinton. El actual presidente estadounidense aparecía sonriente, muy seguro de sí mismo con el micrófono en la n ano, pero el gran bocadillo que salía de su ca beza eclipsaba al de la exsecretaria de Estado, en el que se adivinaba tan solo el nombre de George Bush . El de Obama estaba vacío. Un año después, ya como presidente. a Obama le dieron el premio Nobel de la Paz en una especie de gesto preventivo que le agasajaba más por lo que podía hacer que por lo que había hecho, como si el envoltorio de la promesa fuese garantía suficiente de su cumplimiento. El retrato pop que realizó el artist a callejero Shepard Fairey se convirtió en el último gran símbolo de la est etización de la política. La distancia entre las promesas y los hechos, entre retórica y realidad, ha hecho que muchos de los que depositaron su confianza en Obama se hayan sentido traicionados al comprobar lo que se escondía tras esa mirada al infinito de Barack al más puro esti lo Che com-

binada con la leyenda "Hope" (esperanza) de la imagen de Fairey: la misma realpolitik con la que ahora ha de lidiar el nuevo gobierno griego de Syriza. "Uno de los puntos fuertes de Obama es su capacidad de distanciarse de las situaciones para decidir, pero eso puede llevar a la insensibilidad. El lenguaje que usó en su declaración sobre Foley fue flagra ntemente diferente de la acción que le siguió'; explicaba el experto en gestión polít ica en la Universidad George Washington Christopher Arterton después de que el presidente se marchara a jugar al golf nada más anunciar la ejecución de James Foley, en lo que ha supuesto la última decepción del mandatario. No es de extrañar que este divorcio entre ética y estética de la que hace gala el presidente de los Estados Unidos desde su primera legislatura quede pat ente en la serie que el propio Obama reconoce como su favorita. Homeland. José Luis Molinuevo, catedrát ico de Estética y Teoría de las Artes de la Universidad de Salamanca, analiza en Posfascismo posmoderno (Archipiélagos, 2013) la relación cada vez más estrecha entre política y estética al socaire de esta serie. La

La estetización de nuestras pseudodemocracias es e/parche que oculta una política herida por la vacuidad y des legitimidad

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Mayo 201 s

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estetización de nuestras pseudodemocracias es el parche que oculta una política herida por la vacuidad, la deslegitimidad y la subordinación a la economía neoliberal. La estética es tentadora y la carne de nuestra democracia es débil: " La democracia es la más incansa ble consumidora ciudadana de imágenes totalitarias en forma de fragmentos,· de aquellas destinadas a provocar directa o indirectamente una respuesta de identificación, de asentimiento, de adhesión. ¿La razón? El fascismo gusta estéticamente en sus formas, aunque se rechacen conceptualmente sus contenidos·:

Got a m alaya Para Molinuevo, Home/and, que narra la historia de un marine que regresa a casa ocho años después de su desaparición en lrak y al que una agente de la CIA considera sospechoso de haberse pasado al enemigo, ejemplifica la deriva tot alitaria. el peligro de que el fin justifique los medios al que nos puede abocar la falsificación del contenido por la forma : " El posfascismo posmoderno trabaJa con un espectador culturalmente conservador, que políticamente no quiere que le saquen de sus dudas, sino que le confirmen en ellas. La Gran Conspiración es paranoia, pero una conspiración dentro de otra, una mentira dentro de otra, una manipulación dentro de otra. t ienen el at ractivo de lo siniestro en lo cotidiano, y consiguen el mismo

efecto de (de)formación ciudada na a través de una serie de culto. No hay una lluvia conceptual sino una gota malaya emocional': La política de las estéticas consumadas (y consumidas) fue objeto de crítica en La civilización del espectáculo (Alfaguara, 2012) de Mario Vargas Llosa. Allí. el Nobel sostiene que "la política ha experimentado una banalización acaso más pronunciada que la literatura, el cine y las artes plásticas, lo que significa que en ella la publicidad y sus eslóganes, lugares comunes, frivolidades y tics, ocupan casi enteramente el quehacer que antes estaba dedicado a razones, programas, ideas y doctrinas. El político de nuestros días, si quiere conservar su popularidad, está obligado a dar una atención primordia l al gesto y a la forma de sus presentaciones, que importan más que sus valores, convicciones y principios': En la misma línea del escritor peruano, Gilles Lipovetsky y Jean Serroy diagnostican en La estetización del mundo (Anagrama, 2015) un nuevo ciclo en que la economía y la estética tienden a hibridarse. En esta "era transestética ',' las vanguardias artísticas tienden a integrarse en el orden económico y a ser aceptadas por la política: "Al haberse agotado la lógica antisistema de la cultura moderna, las instituciones oficiales y el cap1ta/Jsmo artístico apoyan el nuevo giro estético que busca integrarse en sus modos de producción y de distribución. El arte actual ya no es para la religión, ni para los príncipes, ni para la acción política, es para el mercado': Para el crítico Terry Eagleton, "la respuesta que ofrece la vanguardia a lo cognitivo . lo ético y lo estético es bastante ineq uívoca. La verdad es una mentira; la moralidad apesta; la belleza es una mierda. Y, por supuesto, tiene toda la razón. La verdad es un comu nicado de la Casa Blanca; la moralidad es la mayoría moral; la belleza es una mujer anunciando un perfume. Sin embargo, mira por dónde, están también equivocados. La verdad, la moralidad y la belleza son demasiado importantes como para entregárselas con ese desdén al enemigo político': Ramón del Castillo y Germán Cano dest acan en

su introducción a La estética como ideología (Trotta, 2006), un colosal estudio donde se traza toda una genealogía de lo estético a lo largo de la Historia, que para Eagleton "la progresiva relevancia de la estética como tema de nuestro tiempo es en realidad mero síntoma del debilitamiento de la verdadera gramática de la lucha política"

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