RUIZ OSUNA, A. (2010): “Viae sepulchrales y paisaje funerario” en D. VAQUERIZO y J.F. MURILLO (Eds.), El anfiteatro romano de córdoba y su entorno urbano. Análisis arqueológico (ss. I-XIII d.C.), MgAC, nº 19 vol. II, 380-406.

November 22, 2017 | Autor: G. Universidad de... | Categoría: Funerary Archaeology, Ancient Roman Topography
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Descripción

Edita: Grupo de Investigación Sísifo (P.A.I., HUM-236)

19

19. VAQUERIZO, D.; MURILLO, J. F. (Eds.) 2010: El Anfiteatro Romano de Córdoba y su entorno urbano. Análisis Arqueológico (ss. I-XIII d.C.), Monografías de Arqueología Cordobesa 19 (2 vols.), Córdoba. 18. VAQUERIZO, D. (Ed.) 2010: Las Áreas Suburbanas en la ciudad histórica. Topografía, usos, función, Monografías de Arqueología Cordobesa 18, Córdoba. 17. RUIZ OSUNA, A. B. 2010: Colonia Patricia, centro difusor de modelos. Topografía y monumentalización funeraria en Baetica, Monografías de Arqueología Cordobesa 17, Córdoba. 16. RUIZ OSUNA, A. B. 2007: La monumentalización de los espacios funerarios en Colonia Patricia Corduba (ss. I a. C. - II d. C. ), Arqueología Cordobesa 16, Córdoba. 15. MORENO ROMERO, E. 2007: “Santa Rosa”. Un sector de la Necrópolis Septentrional de Colonia Patricia, Arqueología Cordobesa 15, Córdoba. 14. GUTIÉRREZ DEZA, M. I. 2007, Los opera sectilla cordobeses, Arqueología Cordobesa 14, Córdoba. 13. LEÓN PASTOR, E. 2007: La secuencia cultural de la Corduba prerromana a través de sus complejos cerámicos, Arqueología Cordobesa 13, Córdoba. 12. CASTRO DEL RÍO, E. 2005: El arrabal de época califal de la zona arqueológica de Cercadilla. La arquitectura doméstica, Arqueología Cordobesa 12, Córdoba. 11. VAQUERIZO, D.; GARRIGUET, J. A.; VARGAS, S. 2005: “La Constancia”. Una contribución al conocimiento de la topografía y los usos funerarios en la Colonia Patricia de los siglos iniciales del Imperio, Arqueología Cordobesa 11, Córdoba. 10. MONTERROSO, A. 2005: Ex teatro cordubensi. La vida del monumento y la producción de cerámicas africanas en el Valle del Baetis, Arqueología Cordobesa 10, Córdoba. 9. CASAL, M. T. 2003: Los cementerios musulmanes de Qurtuba, Arqueología Cordobesa 9, Córdoba. 8. SALINAS, E. 2003: El vidrio romano de Córdoba, Arqueología Cordobesa 8, Córdoba. 7. SÁNCHEZ RAMOS, M. I. 2003: Un sector tardorromano de la necrópolis septentrional de Corduba, Arqueología Cordobesa 7, Córdoba. 6. MARTÍN URDIROZ, I. 2002: Sarcófagos de plomo de Córdoba y provincia, Arqueología Cordobesa 6, Córdoba. 5. CÁNOVAS, A. 2002: La decoración pictórica de la villa de El Ruedo (Almedinilla, Córdoba), Arqueología Cordobesa 5, Córdoba. 4. SÁNCHEZ MADRID, S. 2002: Arqueología y Humanismo. Ambrosio de Morales, Arqueología Cordobesa 4, Córdoba. 3. VAQUERIZO, D.; MURILLO, J. F.; CARRILLO, J. R.; MORENO, M. F.; LEÓN, A.; LUNA, M. D.; ZAMORANO, A. M.ª 1994: El Valle Alto del Guadiato (Fuenteobejuna, Córdoba), Arqueología Cordobesa 3

Con la colaboración de

2. VAQUERIZO, D.; MURILLO, J. F.; QUESADA, F. 1994: Fuente Tójar, Arqueología Cordobesa 2 1. QUESADA, F.; MURILLO, J. F.; CARRILLO, J. R.; CARMONA, S.; QUESADA, F. 1994: Almedinilla, Arqueología Cordobesa 1

MINISTERIO DE Ciencia e Innovación

Monografías de Arqueología Cordobesa (MgAC), que vieron la luz por primera vez en 1994, es una serie de carácter temático publicada por el Grupo de Investigación Sísifo (P.A.I., HUM-236), de la Universidad de Córdoba, y la Gerencia Municipal de Urbanismo de

cordobesa

esta misma ciudad, en el marco de su convenio de colaboración para la realización de actividades arqueo-

Vaquerizo, D.; Murillo, J. F. (Eds.)

El Anfiteatro Romano de Córdoba y su entorno urbano. Análisis Arqueológico (ss. I-XIII d.C.)

19 Vol. II

lógicas, que dirigen el Prof. Dr. Desiderio Vaquerizo Gil y el Dr. Juan Fco. Murillo Redondo. MgAC surgen como instrumento para dar a conocer de forma monográfica propuestas de interpretación arqueológica desarrolladas por Investigadores de dicho Convenio, que someten así de manera periódica su trabajo al juicio crítico de la comunidad científica internacional, y también temas de especial relevancia para el avance de la investigación arqueológica internacional, española y cordobesa.

Vaquerizo, D.; Murillo, J. F. (Eds.) El Anfiteatro Romano de Córdoba

[ monografías de arqueología cordobesa ] 2010

Vol. II

monografías de arqueología

[ 2010 ]

Monografías de Arqueología Cordobesa

Imagen de portada: Vista aérea del Rectorado de la Universidad de Córdoba, con la superposición de las diversas fases documentadas arqueológicamente. Destaca entre todas ellas la inmensa mole del anfiteatro patriciense (Elaboración: R. Ortiz; © Convenio GMU-UCO).

NÚM.

19 (VOL. II)  2010

[ NUEVA ÉPOCA ]

El Anfiteatro Romano de Córdoba y su entorno urbano. Análisis Arqueológico (ss. I-XIII d.C.) (Vol. II)

Vaquerizo, D.; Murillo, J. F. (Eds.)

Córdoba, 2010

NÚM.

19 (vol. II)  2010

[ NUEVA ÉPOCA ] Serie monográfica publicada por el Grupo de Investigación Sísifo (P.A.I., HUM-236), de la Universidad de Córdoba, y la Gerencia Municipal de Urbanismo del Ayuntamiento de esta misma ciudad, en el marco de su convenio de colaboración para la realización de actividades arqueológicas en Córdoba, entendida como yacimiento único.

Directores

Desiderio VAQUERIZO GIL Juan F. MURILLO REDONDO Secretarios

José A. Garriguet Mata Alberto León Muñoz

Foto de portada: Vista aérea del Rectorado de la Universidad de Córdoba, con la superposición de las diversas fases documentadas arqueológicamente en su parte trasera. Destaca, entre todas ellas, la inmensa mole del anfiteatro patriciense (Elaboración: Raimundo Ortiz; © Convenio GMU-UCO).

Correspondencia y pedidos Área de Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras Plaza de Cardenal Salazar, 3. 14003 CÓRDOBA Tel.: 957 218 804 - Fax: 957 218 366 E-mail: [email protected] www.arqueocordoba.com D. L. CO: 1.224/2010 I.S.B.N.: 978-84-932591-8-1 Confección e impresión:

Imprenta San Pablo, S. L. - Córdoba www.imprentasanpablo.com

La dirección de MgAC no se hace responsable de las opiniones o contenidos recogidos en los textos, que competen en todo caso a sus autores

Relación de autores Editores científicos y coordinadores: D. Vaquerizo  /  J. F. Murillo Autores: BLANCO GUZMÁN, Rafael ✉✉ [email protected]

CANO SANCHIZ, Juan Manuel ✉✉ [email protected]

CÁNOVAS UBERA, Álvaro ✉✉ [email protected]

CARMONA BERENGUER, Silvia ✉✉ [email protected]

CASAL GARCÍA, María Teresa ✉✉ [email protected]

CASTILLO PÉREZ DE SILES, Fátima ✉✉ [email protected]

CASTRO DEL RÍO, Elena ✉✉ [email protected]

DORTEZ CÁCERES, Teresa ✉✉ [email protected]

GARCÍA MATAMALA, Begoña ✉✉ [email protected]

LEÓN MUÑOZ, Alberto ✉✉ [email protected]

LEÓN PASTOR, Enrique ✉✉ [email protected]

MARTAGÓN MAESA, María ✉✉ [email protected]

MURILLO REDONDO, Juan Francisco ✉✉ [email protected]

ORTIZ URBANO, Raimundo ✉✉ [email protected]

PIZARRO BERENGENA, Guadalupe ✉✉ [email protected]

RODRÍGUEZ SÁNCHEZ, María del Carmen ✉✉ [email protected]

RUIZ LARA, Dolores ✉✉ [email protected]

RUIZ OSUNA, Ana ✉✉ [email protected]

SALINAS PLEGUEZUELO, María Elena ✉✉ [email protected]

GARRIGUET MATA, José Antonio ✉✉ [email protected]

González ruiz, Antonio José ✉✉ [email protected]

GUTIÉRREZ DEZA, María Isabel ✉✉ [email protected]

HERNÁNDEZ LOZANO, Liliana ✉✉ [email protected]

SÁNCHEZ MADRID, Sebastián ✉✉ [email protected]

SORIANO CASTRO, Patricio José ✉✉ [email protected]

VAQUERIZO GIL, Desiderio ✉✉ [email protected]

VARGAS CANTOS, Sonia ✉✉ [email protected]

JURADO PÉREZ, Saray

VÁZQUEZ NAVAJAS, Belén

✉✉ [email protected]

✉✉ [email protected]

[ 357 ]

ÍNDICE

(VOL. I)

INTRODUCCIÓN (D. Vaquerizo y J. F. Murillo) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

15

EL PROYECTO AMPHITHEATRO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

19

IN AMPHITHEATRO. MUNERA ET FUNUS. EL ANFITEATRO ROMANO DE CÓRDOBA Y SU ENTORNO URBANO (ss. I-XIII d.C.). FUNDAMENTACIÓN CONCEPTUAL Y PLANTEAMIENTOS METODOLÓGICOS (D. Vaquerizo) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

21

EL MEDIO FÍSICO Y LAS INFRAESTRUCTURAS: RED VIARIA, ABASTECIMIENTO DE AGUA Y GESTIÓN DE RESIDUOS . . . . . . . . . . . . . . .

31

El medio físico (D. Ruiz Lara, R. Ortiz, S. Carmona, P. J. Soriano) . . . . . . . . . . . . . . . .

33

Geomorfología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Hidrología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Edafología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Vegetación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Otros recursos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

33 38 38 41 42

El Baetis (E. León Pastor) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

45

Morfología fluvial del Guadalquivir . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El Baetis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Infraestructuras hidráulicas en el Baetis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

45 46 47

El poblamiento prerromano de Corduba (E. León Pastor) . . . . . . . . . . . . . . . .

51

Corduba y la secuencia cultural de sus estratigrafías . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Síntesis de la investigación de Colina de los Quemados, Corduba . . . . . . . . . . . . . . . . Del poblado prerromano de Corduba a la fundación de Claudio Marcelo . . . . . . . . . . . .

51 52 52

Territorio y vías de comunicación en época romana (M. C. Rodríguez) . . . . .

55

Territorio y vías de comunicación EN ÉPOCA islámica (M. Martagón) . . . . . .

66

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Tipología viaria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Jerarquización de los ejes viarios: características estructurales y funcionalidad . . . . . . . Evolución diacrónica de los ejes viarios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

66 72 77 80

La infraestructura de abastecimiento. Acueductos y qanawat– al occidente de Córdoba (G. Pizarro) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

82

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Los acueductos romanos de Colonia Patricia. Agua, territorio y urbanismo a Occidente de Córdoba . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

82 83 [ 359 ]

La continuidad de los sistemas hidráulicos. Los qanawa–t de época islámica . . . . . . . . . Recopilación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

92 98

EL ÁREA SUBURBANA OCCIDENTAL DE CÓRDOBA A TRAVÉS DE LAS EXCAVACIONES EN EL ANFITEATRO. UNA VISIÓN DIACRÓNICA (J. F. Murillo, M. I. Gutiérrez, M. C. Rodríguez, D. Ruiz Lara) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

99

La identificación del anfiteatro de Colonia Patricia . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101 Las excavaciones en la antigua Facultad de Veterinaria . . . . . . . . . . . . . . . 107 Primera Campaña (2002-2004) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107 Segunda Campaña (2006-2008) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 134 La secuencia histórica del anfiteatro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 248 La construcción del anfiteatro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El abandono y expolio del anfiteatro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Reutilización del anfiteatro durante la Tardoantigüedad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Ocupación del área del anfiteatro en época islámica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Transformaciones entre los siglos XIV y XX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

250 277 285 295 309

Anexo 1 Los complejos cerámicos del anfiteatro de Colonia Patricia Corduba (L. Hernández, S. Vargas) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 311 Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Campaña 2002-2004 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Campaña 2006-2008 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

311 311 318 324

Anexo 2 El sector noroccidental del anfiteatro de Córdoba: laS intervenciones arqueológicas en C/ Albéniz, 2 y Avda. Medina Azahara, 9 (R. Ortiz) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 329 Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Encuadre histórico y antecedentes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Desarrollo de los trabajos y metodología de intervención . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Presentación e interpretación de los hallazgos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

ÍNDICE

329 329 331 333

(VOL. II)

SUBURBIUM OCCIDENTALE CORDUBENSE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 363 El concepto de suburbium en la ciudad romana (J. A. Garriguet) . . . . . . . . . . Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Un problema terminológico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Arqueología de las áreas suburbanas en las ciudades romanas de las provincias occidentales: una visión sintética . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Los suburbios de la Córdoba romana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . [ 360 ]

365 365 366 369 374

VIAE SEPULCHRALES Y PAISAJE FUNERARIO (A. Ruiz Osuna) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Topografía funeraria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Evolución cronológico-tipológica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

380 380 384 388 401

Aproximación a la infraestructura viaria del barrio del anfiteatro (F. Castillo, M. I. Gutiérrez, J. F. Murillo) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 406 La arquitectura doméstica de la zona occidental de Colonia Patricia Corduba (A. Cánovas) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 415 Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 415 Vicus occidentalis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 419 Domus del Sátiro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 427 Instalaciones industriales y comerciales en el Suburbium Occidentale (B. García) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 439 Talleres artesanales o industriales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Tabernae . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Estructuras de almacenamiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Vertederos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

441 444 445 448 449

El vicus del Suburbium Occidental de Colonia Patricia visto a través de sus conjuntos cerámicos (S. Vargas) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 450 Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El vicus occidental del Paseo de la Victoria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La domus del Parque Infantil de Tráfico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

450 451 459 465

El anfiteatro de Colonia Patricia Corduba en el marco de la ideología imperial (J. A. Garriguet) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 466 El factor espacial: emplazamiento del anfiteatro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 467 El factor temporal: la cronología del anfiteatro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 474 Epigrafía gladiatoria cordubense (S. Sánchez, D. Vaquerizo) . . . . . . . . . . . . . . 480 El contexto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 480 Anfiteatros y gladiadores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 483 La familia gladiatoria cordubense . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 485

LA ETAPA TARDOANTIGUA: NUEVO PAISAJE SUBURBANO . . . . . . . . . . . . 501 La transición de la civitas clásica cristianizada a la madina islámica a través de las transformaciones operadas en las áreas suburbiales (J. F. Murillo, A. León Muñoz, E. Castro, M. T. Casal, R. Ortiz, A. J. González) . . . . . . . . . . 503 Los primeros indicios de cambio en la ciudad y el suburbio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . De la cristianización del suburbium… . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . … A la nueva civitas cristiana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La conquista islámica y el inicio del proceso de islamización . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ‘Abd al-Rahman II y la consolidación de la imagen urbana de Madinat Qurtuba . . . . . . De Madinat Qurtuba a la aglomeración urbana Madinat Qurtuba - Madinat al-Zahra Madinat al-Zahira . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

504 510 518 525 535 540 [ 361 ]

LA CRISTIANIZACIÓN DE LA TOPOGRAFÍA FUNERARIA EN EL SUBURBIUM OCCIDENTAL (A. León Muñoz, S. Jurado) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 547 Los primeros indicios cristianos en las necrópolis paganas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 549 La configuración de una topografía funeraria cristiana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 553

LA ISLAMIZACIÓN DE QURTUBA Y LA APARICIÓN DE UN NUEVO CONCEPTO DE ÁREA SUBURBANA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 563 LOS ARRABALES DEL SECTOR SEPTENTRIONAL DEL YANIB AL-GARBI . . . . . . . . . . . . 565 La almunia y el arrabal de al-Rusafa, en el Yanib al-Garbi de Madinat Qurtuba (J. F. Murillo, F. Castillo, E. Castro, M. T. Casal, T. Dortez) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 565 El arrabal de Cercadilla (E. Castro) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 615 Urbanismo islámico en el sector central del Yanib al-Garbi (T. Dortez) . . . 621 El sector central de los arrabales de Poniente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 621 El sector meridional del Yanib al-Garbi (D. Ruiz Lara, E. Castro, A. León Muñoz, S. Sánchez) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 629 Ocupación Emiral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 631 Ocupación Califal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 636 La gestión del agua en los arrabales occidentales de Madinat Qurtuba (B. Vázquez) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 643 El abastecimiento y almacenamiento de agua . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 643 Los sistemas de evacuación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 648 Los cementerios de Madinat Qurtuba (A. León Muñoz, M. T. Casal) . . . . . . . . . . 651 Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El proceso de islamización a través de paisaje funerario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Las áreas funerarias de las comunidades dimmíes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

651 656 674 684

La industria medieval de Córdoba: el sector occidental en época islámica (J. M. Cano, E. León Pastor, M. E. Salinas) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 685 La industria medieval . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 685 Los complejos alfareros del Yanib al-Garbi . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 692 La fitna y sus consecuencias. La revitalización urbana de Córdoba en época almohade (A. León Muñoz, R. Blanco) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 699 El convulso siglo XI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La etapa almorávide . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La revitalización almohade . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

700 703 705 723

Reflexión final (D. Vaquerizo) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 727 Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 733

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VIAE SEPULCHRALES Y PAISAJE FUNERARIO Introducción La Ley de las Doce Tablas, datada en el siglo V a.C., fue la primera en establecer jurídicamente la estricta prohibición de llevar a cabo enterramientos en el interior de las ciudades romanas, de tal manera que el recinto amurallado se configuraría como una verdadera frontera entre el mundo de los vivos y de los muertos. Únicamente, los emperadores y determinados personajes de relevancia social tenían el privilegio de ser sepultados en terrenos intramuros, al igual que los niños fallecidos con menos de 40 días (VAQUERIZO, 2001a, 48); una prerrogativa que tiene su reflejo en otras ordenanzas municipales, caso de la Lex Ursaonensis (LXXIII-LXXIV) (LÓPEZ MELERO, 1997, 106). Las razones de base para esta normativa serían, sin lugar a dudas, las higiénicas, de seguridad, legales, culturales y religiosas; así pues, el mundo funerario compartía espacio con otras actividades que, por su carácter nocivo, eran también trasladadas a las afueras de la ciudad: vertederos, curtidurías o instalaciones metalúrgicas, entre otras (VAQUERIZO, 2001a, 85). Así pues, las necrópolis formaban parte esencial de los surburbia, llegando en ocasiones a conformar auténticos cinturones alrededor de los núcleos urbanos; una tendencia que se explica por la falta de espacio existente en las proximidades de las vías de comunicación, auténticas vertebradoras del espacio funerario en época imperial. Es probable que estos terrenos extramuros contaran con una cuidada planificación a cargo de las entidades locales, que asumirían las tareas de desbrozado, regulación de aguas, centuriación y, sobre todo, el trazado viario (SENA, 2000, 35). Igualmente, debemos sumar la ubicación de fundi agrícolas, villae suburbanas, edificios de espectáculos, así como otros asentamientos de servicio; llegando, incluso, a provocar una transformación radical en el paisaje primitivo (SAVINI y TORRIERI, 2002, 48 ss.). El aprovechamiento de zonas suburbanas según criterios espaciales de corte romano ha sido constatado de forma fehaciente en Córdoba (Fig. 166), donde se ha señalado la existencia de zonas industriales, especialmente en el Norte y Oeste. De igual forma, algunos sectores de la Necrópolis Oriental fueron utilizados desde momentos muy tempranos con fines domésticos o industriales, tal como se desprende del hallazgo de alfares, vertederos de tierra y cerámica (VAQUERIZO, 2001a, 126). También contamos con indicios de espacios porticados pertenecientes a un vicus próximo al lienzo de muralla septentrional (BAENA ALCÁNTARA, 1991; IBÁÑEZ, 1987a; 1987b; 1990), y de zonas destinadas a tabernae en la Puerta de Gallegos (MURILLO et alii, 2002, 247-274). Por su parte, las instalaciones agropecuarias están representadas en varios sectores del Polígono de Poniente (MORENA, 1994), Cercadilla (MORENO ALMENARA, 1997), Santa Rosa (SALINAS VILLEGAS, 2004; 2005; PENCO, 2005) o el Marrubial (PENCO, 2004). El uso funerario, fue, sin lugar a dudas, el más extendido en los terrenos ubicados extramuros, perdurando, además, en épocas posteriores, lo que ha permitido plantear estudios sobre el significado de la muerte, la topografía funeraria y los rituales. Estos conceptos fueron ampliamente abordados en el seno de los proyectos FUNUS162, centrados en la recreación del espacio funerario en Córdoba: de época romana, primero, y en su evolución hasta la reconquista cristiana, después; cuyas conclusiones sirvieron para poner orden en la ingente cantidad de datos acumulada durante años. Por primera vez, el mundo funerario cordubense se entendía, no de manera sectorial y dispersa, sino bajo la dinámica de un “yacimiento único”, recopilando todos los datos disponibles al efecto (materiales arqueológicos, informes de excavaciones, trabajos de eruditos...), con los que configurar una visión de conjunto, tanto sincrónica como diacrónica, de las áreas funerarias de época romana163. Los trabajos monográficos, entre los que destacaban el dedicado a las formas arquitectónicas y a los recintos funerarios 162  Proyectos dirigidos por el Prof. Dr. Desiderio Vaquerizo en el marco del Plan Nacional de I+D, con subvención del Ministerio de Ciencia y Tecnología (Ref.: 1FD97-0295 y BHA 2003-08677). 163  Entre las aportaciones más destacadas del Proyecto vid. Sánchez Madrid, 2002; Martín Urdiroz, 2002a; García Matamala, 2002-2003; García Matamala et alii, 2005; Vaquerizo, 2002-2003; Molina y Sánchez, 2002-2003; Sánchez Ramos, 2003; Salinas, 2003; Casal, 2003; Vargas y Gutiérrez, 2004; Casal, Castro y Vargas, 2004; Salinas y Salinas, 2005.

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Fig. 166. Plano general de las necrópolis de la Córdoba romana (siglos I a.C. - VII d.C.). © Convenio GMU-UCO.

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(VAQUERIZO, 2001a, 169-205; 2001b), sentarían las bases para ilustrar el proceso de monumentalización funeraria de la capital de Baetica, objeto de estudio de dos recientes monografías (RUIZ OSUNA, 2007; 2010), sin olvidar las últimas revisiones sobre el tema (VAQUERIZO, 2008; 2010). Las conclusiones generales ponían de manifiesto que el mundo funerario en Colonia Patricia siguió los parámetros establecidos para otras grandes ciudades del Imperio romano occidental, principalmente, las “de fundación específicamente romana” (VAQUERIZO, 2001b, 155). Los restos de carácter arquitectónico, ornamental y epigráfico, principales huellas del proceso de monumentalización funeraria, revelaban la existencia de espectaculares construcciones sepulcrales, que no sólo debían ser entendidas como medio para conservar intacto el recuerdo del difunto, consiguiendo así el ansiado triunfo sobre la muerte, sino también como elementos de representación social y prestigio (CANCELA, 1993, 239), de los que hicieron uso los distintos estamentos. Por otro lado, el acercamiento a los enterramientos más simples permitió un acercamiento a la “normalización” y “singularidades” de tipologías y rituales. Una profusión de hallazgos que revelaba no sólo el alto grado de riqueza que alcanzaron las áreas funerarias cordubenses, sino también su enorme extensión, cuyo límite, a falta de estudios más precisos, ha podido establecerse en torno a una 1 milla del recinto amurallado. A partir de este punto observamos una disminución en el número de hallazgos, caracterizados, además, por su aislamiento y/o posible vinculación con establecimientos de producción agropecuaria o explotación minera, en el caso de los situados al borde de Sierra Morena. Por el contrario, la mayor parte de los indicadores sepulcrales romanos se sitúan, principalmente, junto a las vías de comunicación más importantes de la ciudad, las cuales quedarían definidas como auténticas Gräberstrassen en época julio-claudia; momento en el que quedaba configurada una compleja topografía en la que, incluso, ha sido posible reconocer diverticula de carácter secundario y de uso estrictamente funerario164. En espera de que los resultados de próximas intervenciones urbanas nos ayuden a perfilar el ambiente que caracterizaba a cada una de las “vías de las tumbas” presentes en Colonia Patricia, son pocos los ejemplos con argumentos suficientes para reconstruir el típico paisaje funerario romano, esto es, alineaciones contiguas de monumenta combinadas con enterramientos secundarios dispuestos en los espacios libres dejados por aquéllos y acompañadas de las infraestructuras necesarias para el mantenimiento y los rituales pertinentes; de ahí que las necrópolis cordubenses hayan sido agrupadas en cuatro grandes sectores, que siguen, de forma convencional, la disposición de los puntos cardinales (Fig. 167). La situada al Norte de la ciudad está muy relacionada con la existencia de importantes caminos que enlazaban tanto con Emerita como con las explotaciones mineras de la sierra, lo que provocó la elección de este entorno por parte de algunas elites locales165 (VAQUERIZO, GARRIGUET y VARGAS, 2005, 32). El predominio de hallazgos de carácter sepulcral se conocía desde antiguo, lo que corroboran recientes intervenciones arqueológicas en las cercanías de la Torre de la Malmuerta, Vial Norte, barrio de El Brillante, de San José-Valdeolleros y Huerta de la Reina (RUIZ NIETO, 1995; 1997 a y b; PENCO, 1997 a y b; 1998a; IBÁÑEZ et alii, 1990; MURILLO et alii, 1998; SALINAS VILLEGAS, 2004). Todas ellas necrópolis que oscilan entre el siglo I d.C. y finales del II o principios del III d.C.,

164  En el yacimiento de “La Constancia”, por ejemplo, un mínimo de 7 recintos funerarios aparecen estructurados en torno a una o varias vías funerarias, construidas y dispuestas ad hoc (VAQUERIZO, GARRIGUET y VARGAS, 2005). Por su parte, junto al lienzo oriental del recinto funerario de la C/ Realejo se excavó un canal construido a base de sillares de arenisca, tal vez, parte de la cloaca de una vía secundaria perpendicular a la via Augusta (PENCO, 1998b; 1998c). De igual forma, la cuidada organización topográfica del sector funerario de la Manzana de Banesto (SALINAS VILLEGAS, 2004) se manifiesta en las estrictas alineaciones seguidas por determinados enterramientos, que podrían estar perpetuando un vía secundaria (con dirección E-O) (RUIZ OSUNA, 2007, 63). Por último, hacemos referencia al sector funerario de la Avda. de las Ollerías, 14 (BAENA ALCÁNTARA, 1991), donde, además de 16 enterramientos de cremación e inhumación, fueron exhumados algunos sillares y cimentaciones de cantos pertenecientes a posibles recintos funerarios (PENCO et alii, 1993, 50; MARFIL, 1997a, 156 ss.), estructurados, según Vaquerizo (2001a, 150) en torno a una vía de servicio. 165  Así, por ejemplo, los Annaei pudieron escoger como área sepulcral el barrio de El Brillante (CIL, II²/7, 406), y muy cercanos a ellos los Fannii, en la Huerta de Machaco, actual barrio de San José (CIL, II²/7, 458) (RUIZ OSUNA, 2007, 43, nota 47).

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llegando incluso a perdurar hasta época tardoantigua. La Necrópolis Septentrional estaba atravesada, además, por uno de los ramales de la via Augusta procedente de Castulo. En las proximidades de ésta se han excavado conjuntos funerarios de gran relevancia, como el localizado en la Avda. de las Ollerías (LÓPEZ JIMÉNEZ, 2006), y otros más modestos localizados en la Ronda del Marrubial (PENCO. 2004) y Puerta del Pretorio (BAENA ALCÁNTARA, 1991; PENCO et alii, 1993, 43 ss.). La entrada a Córdoba de la via Augusta desde el Este definía el sector ocupado por la Necrópolis Oriental, cuyo límite se podría establecer próximo al Cuartel de Lepanto (IBÁÑEZ, 1983, 382). Los hallazgos en esta zona resultan muy dispersos debido, en buena medida, a su ocupación de forma ininterrumpida desde época romana hasta la actualidad, así como su ubicación en el interior de la Axerquía medieval. La zona fue, además, objeto de una temprana ocupación residencial e industrial, tal como ponen de manifiesto los mosaicos procedentes de la Plaza de la Corredera (GARCÍA Y BELLIDO, 1960, 167 ss.) y los vertederos de alfar documentados en la huerta del Palacio de Orive (MURILLO et alii, 2001a). Con posterioridad, la construcción del complejo propagandístico, conformado por el templo de la C/ Claudio Marcelo y el circo vinculado con el mismo, supuso la reforma urbanística de una gran extensión de terreno, llegando incluso a desplazar unos metros al Norte la propia via Augusta vetus (MURILLO et alii, 2003a, 74 ss.). Este nuevo trazado se configuraría como uno de los más importantes de representación funeraria cordubense, como así demuestran los restos pertenecientes a estructuras funerarias de gran porte excavados en la C/ Muñices (LIÉBANA, 2004; LIÉBANA y RUIZ, 2007), C/ Realejo (PENCO 1998b; 1998c) y C/ San Pablo (RUIZ NIETO, 1999 b y c). Aun así, no fue hasta momentos bajoimperiales cuando se generalizó el uso funerario en toda esta necrópolis, tal como se desprende de los hallazgos de la C/ Diario de Córdoba, C/ Maese Luis, 20, C/ Badanas (VAQUERIZO, 2001a, 126) o C/ Lucano (MOLINA y SÁNCHEZ, 2002-03). A expensas de poder situar, de forma definitiva, la necrópolis de época republicana al Sur de la primigenia Corduba (VAQUERIZO, 2001a, 128 ss.), es decir, bajo la ampliación urbanística de época augustea, algo que empieza a verse de forma cada vez más clara166, debemos entender como Necrópolis Meridional la

Fig. 167. Dispersión de restos funerarios en la Necrópolis Occidental. © Convenio GMU-UCO.

166  El hallazgo de una inscripción funeraria republicana, reutilizada en la cavea del teatro, así podría confirmarlo (RUIZ OSUNA, 2007, 99).

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situada en los terrenos inmediatamente al Sur del río Guadalquivir. Ésta se ordenaría en torno a la vía que tenía su salida a través del puente; camino en el que confluían la antigua vía que se dirigía a Carteia, la vía meridional hacia Castulo y la que llegaba a Antikaria y Malaca (CORZO, 2001, 156 ss.). Es posible que los escasos hallazgos de naturaleza funeraria procedentes de este sector de la ciudad respondan a una ocupación dispersa (IBÁÑEZ, 1983, 381; SANTOS, 1955, 9; CASAL et alii, 2004), caracterizada por tumbas aisladas relacionadas con propiedades suburbanas o agrícolas (VAQUERIZO, 2001a, 128). Las últimas intervenciones en la zona, con motivo de la construcción del Parque de Miraflores 2001 y el futuro Centro de Congresos de Córdoba, corroboran el paisaje hasta ahora dibujado para los siglos III y IV d.C., momento en el que se fechan ocho enterramientos de inhumación localizados bajo los niveles de una necrópolis islámica (CASAL et alii, 2004).

Topografía funeraria Las primeras noticias sobre la presencia de espacios funerarios en el suburbium occidental de la Córdoba romana nos remiten a los trabajos desarrollados por Romero de Torres (1941) y Santos Gener (1955) en el denominado “Camino Viejo de Almodóvar” (vid. infra), cuyos resultados nos hablan acerca de un alto número de tumbas, tanto de cremación como de inhumación, de gran variedad tipológica, que van desde las simples cremaciones en urna hasta las inhumaciones con cubierta de tegulae o ánfora. A todo ello debemos sumar los restos de ajuar y vestigios de naturaleza arquitectónica (VAQUERIZO, 2001 a y b), pertenecientes en cualquier caso a un horizonte altoimperial. Se trataba de hallazgos, en definitiva, aislados y de escasa monumentalidad que llevaron, en un principio, a calificarla como “plebeya” (SANTOS, 1955, 9), en contraposición a otras necrópolis, que por la riqueza de sus hallazgos –caso de la Septentrional– fueron adscritas a las elites ciudadanas. Esta distinción quedaba completamente desfasada en la década de los 90, cuando se descubrieron los recintos funerarios y túmulos de la Puerta de Gallegos (vid. infra) (MURILLO, CARRILLO y RUIZ, 1999), corroborándose gracias a los últimos estudios sobre la monumentalización funeraria en Colonia Patricia (RUIZ OSUNA, 2005; 2007) y a las recientes intervenciones arqueológicas llevadas a cabo en este sector de la ciudad. Unos y otras ponen de manifiesto la enorme extensión de las áreas de necrópolis occidentales, que se distribuyen, grosso modo, en el espacio existente entre el lienzo de muralla y el Polígono de Poniente, es decir, a una milla de la ciudad. Este límite ya fue intuido por Vaquerizo (2002, 148), gracias a una inscripción funeraria recuperada en el Fontanar de Cabanos (CIL, II²/7, 307), referente a un niño de 12 años perteneciente a la tribu Sergia, a quien la Colonia Genitiva Iulia costea, en un acto de reconocimiento público, los impensa funera, el locus sepulturae y las lapides ad extruendum monumentum. Este tipo de concesiones por parte del ordo eran otorgadas a determinadas personas benefactoras de la comunidad, una calificación que, dudosamente, podría haber alcanzado un niño de tan corta edad. Es lógico pensar que Heres fuera hijo de algún personaje de cierta relevancia social para la sociedad patriciense de la primera mitad del siglo III d.C. Este gran espacio quedaba dividido por las vías de comunicación que partían de la ciudad y los caminos que surgen a su amparo, destinados a cubrir necesidades distintas, de ahí su diversidad cronológica. En general, se viene aceptando el papel primordial de aquéllas en la organización del espacio funerario de época romana, atrayendo la concentración en sus márgenes de tumbas alineadas, cuyas fachadas se abren para atraer la atención de los viandantes. En el caso de la Necrópolis Occidental hemos podido distinguir, por el momento, hasta cuatro posibles Gräberstrassen o viae sepulchrales, poniendo de manifiesto el alto nivel de conocimiento y la monumentalidad presente en la misma, en detrimento del resto para las que sólo hemos podido lanzar algunos apuntes, en espera de próximos estudios167:

167  Los últimos avances se darán a conocer en el Congreso “Nuevas tendencias de investigación en arqueología funeraria”, que se celebrará a finales de este año en Cádiz, bajo la dirección de la Dra. Ana M.ª Niveau.

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Iter Corduba-Hispalis Esta vía destaca por ser la más antigua y de mayor prestigio. Los primeros datos de la zona proceden de los trabajos llevados a cabo a mediados del siglo XX por Romero de Torres (1941) y Santos Gener (1955) en el denominado “Camino Viejo de Almodóvar” (actuales C/ Antonio Maura y Avda. de Manolete) (Fig. 168). Ambos eruditos documentaron un conjunto de recintos funerarios realizados, en su mayoría, en opus quadratum –algunos de ellos con sillares almohadillados– y dispuestos de forma paralela a la antigua calzada, pero de los que desconocemos su fisonomía original y su altura completa (RUIZ OSUNA, 2005, 98). El hallazgo de un escalón de mármol in situ, entre los muros de uno de los recintos, sugiere la existencia de entradas y la apertura de las fachadas a la vía principal (RUIZ OSUNA, 2005, 89; 2007, 74 ss.). En general, estaban pavimentados –algunos de forma lujosa (mármol) y otros empleando materiales más sencillos (ladrillos o simples suelos de mortero)– y ricamente decorados, como así pondrían indicar los abundantes restos de estuco de colores y los fragmentos de decoración arquitectónica recogidos en el entorno (SANTOS, 1955, 158; VAQUERIZO, 2001b, 152; RUIZ OSUNA, 2005, 89; 2007, 74 ss.). Las intervenciones arqueológicas urbanas actuales están permitiendo completar el paisaje funerario de esta via sepulchralis; así por ejemplo, hemos de tener en cuenta sendas excavaciones en C/ Antonio Maura, 10 (LÓPEZ JIMÉNEZ, 2003) (Fig. 167, 15) y C/ Rodolfo Gil, 2 (LÓPEZ JIMÉNEZ, 2009) (Fig. 167, 9), que corroboran los datos aportados por las fuentes históricas de carácter local. La primera ha permitido documentar dos busta con cronologías centradas entre los siglos I y II d.C. Por su parte, la segunda mostraba vestigios de una fase romana (lienzo de un recinto funerario) datada, de forma genérica, en época altoimperial, la cual se asienta directamente sobre el nivel geológico. De igual modo, traemos a colación el ustrinum y parte de un recinto

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Fig. 168. Planos de dispersión de los enterramientos y recintos localizados en el “Camino Viejo de Almodóvar” (superiores: RUIZ OSUNA, 2005; inferior: SANTOS, 1955).

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funerario con el que se relacionan dos enterramientos infantiles, uno de ellos en sarcófago de plomo hallados en la Avda. de Gran Vía Parque (Fig. 167, 10) (GARCÍA, MARTÍN y MORENO, 2005, 110 ss., Lám. 4). Siguiendo esta misma dirección, concretamente en la Avda. de Manolete, localizamos algunos enterramientos de época republicana, muros y restos de algunas calzadas (MARCOS y VICENT, 1985, 245), y algo más alejados nos encontramos con las intervenciones llevadas a cabo en la Manzana 1, Parcela B y C del Polígono de Poniente (Fig. 167, 16), donde fueron exhumadas tres tumbas de inhumación en fosa simple con varios ungüentarios como ajuar, además de restos de un mosaico y numerosas tegulae que podrían haber pertenecido a una villa de época tardorromana (RUIZ NIETO, 1993; MORENA, 1994). Destacable es también la intervención arqueológica desarrollada en 1996 en la Manzana 3 del Plan Parcial de Poniente, donde, de nuevo, se puso en evidencia el uso funerario de la zona gracias al hallazgo de una inscripción funeraria fechada a mediados del siglo II d.C., posiblemente reutilizada en un muro de época posterior (RUIZ NIETO, 2001a, 73). En general, los datos existentes nos ilustran acerca de una necrópolis de cremación, aunque con presencia de inhumaciones, de las cuales un alto tanto por ciento corresponde a individuos infantiles. No tenemos constancia de superposiciones y tampoco parecen detectarse distribuciones concretas de carácter espacial. Únicamente, un grupo de tumbas de inhumación aparecieron concentradas en el sector NE del “Haza de la Salud”. La mayoría de los enterramientos corresponden a enterramientos simples (busta, urnas en fosas simples, cistas de piedra caliza, inhumaciones infantiles en ánfora, sarcófagos de plomo, etc.), que se ajustan a las tipologías habitualmente detectadas en las necrópolis romanas de Colonia Patricia durante la época altoimperial (VAQUERIZO, 2002b, Fig. 6, Fig. 7A, Fig. 7B, Fig. 8). Por su parte, las urnas de tradición indígena con tapadera son las únicas con capacidad para ofrecernos una cronología más ajustada, del último cuarto del siglo I a.C. o primera mitad del siglo I d.C. (GARCÍA MATAMALA, 2002-2003, 254-256). Sin embargo, el mal estado de conservación y la metodología de excavación empleada, en algunos casos, apenas han permitido recoger restos materiales asociados de forma directa con los enterramientos, lo que impide establecer una evolución cronológica de los mismos (RUIZ OSUNA, 2005, 101). La constante referencia a cerámica de producción indígena y de barniz negro nos sitúa en fechas tempranas, en torno al siglo I d.C.; marco cronológico que corroboran los ajuares documentados en las excavaciones de Santos Gener (1955), basados en la sigillata hispánica precoz, al igual que los detectados en otras áreas funerarias cordubenses, caso de “La Constancia” (VARGAS, 2002).

Diverticulum Iter Corduba-Hispalis Nos referimos a la calzada que transcurría bajo la actual Avda. de Medina Azahara, ubicada unos metros al Norte con respecto a la anterior. Hasta hace poco la investigación le otorgaba un origen tardío, debido al hallazgo de enterramientos de inhumación en sus proximidades; pero, las excavaciones en la Glorieta de Ibn Zaydun (MURILLO et alii, 2004a; RUIZ OSUNA, 2007, 66; SÁNCHEZ MADRID et alii, 2010) han puesto en evidencia la existencia de un conjunto monumental de época altoimperial. Cronología que corroboran otros hallazgos de naturaleza epigráfica (CIL, II²/7, 498) y ornamental168 aparecidos en las cercanías y pertenecientes a monumentos funerarios fechados en época tardoaugustea o julio-claudia (RUIZ OSUNA, 2007, 133). El conjunto de Ibn-Zaydun hace referencia a los restos de cimentación de dos monumenta y un recinto, dispuestos de manera contigua, y alineados con respecto a la calzada. Contaba, además, con estructuras de carácter hidráulico relacionadas con toda seguridad con el mantenimiento de la necrópolis y la celebración de rituales periódicos, dispuestas en la parte trasera de los edificios (MURILLO et alii, 2004a, 12). Un paisaje ciertamente monumental, que se completaba con una inhumación y seis cremaciones de carácter más sencillo, ubicadas en los espacios libres dejados por las grandes

168  Nos referimos a un fragmento de friso de mármol, con decoración de roleos acantiformes, reutilizado como frente de una cista funeraria de una inhumación infantil datada en el siglo III-IV d.C. (RUIZ OSUNA, 2007, 110).

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estructuras (SÁNCHEZ MADRID et alii, 2010). Este espacio funerario continuó en funcionamiento durante los siglos III y V d.C., etapa a la que debemos vincular un grupo de enterramientos de inhumación, aunque de filiación religiosa imposible de concretar. La variedad tipológica y ritual de todas estas deposiciones funerarias, así como el complejo repertorio de contenedores cinerarios, convierten a este sector de la Necrópolis Occidental en paradigma del mundo funerario cordubense durante época altoimperial. Destaca, así, la presencia de dos busta en fosas simples, de planta longitudinal, con cubiertas de tegulae (en horizontal y a doble vertiente) y acompañadas de ricos ajuares. Concretamente, el de la T.04/74 estaba compuesto por un grupo de cerámica que imita a los juegos de cerámica terra sigillata hispánica precoz o tipo Peñaflor, frecuentes en las necrópolis cordobesas de cremación (VARGAS, 2001, 162).

“Camino Nuevo de Almodóvar” El “Camino de Almodóvar” era una de las vías que, saliendo de la ciudad de Córdoba por el lado Oeste, conectaba con la cercana población de Almodóvar del Río –antigua Carbula–, de ahí su nombre, fosilizada en nuestros días en las conocidas como C/ Antonio Maura y Avda. de Manolete, en pleno barrio de Ciudad Jardín. El hecho de que con posterioridad se construyera otro camino más al Sur, en lo que hoy conocemos como Avda. del Aeropuerto, que conectaba también con la citada población cordobesa, hizo que se utilizaran a efectos prácticos los calificativos de “viejo” y “nuevo” para diferenciarlas. Este último habría tomado como referencia una calzada previa de origen romano, que partía de la Puerta de Almodóvar, fruto de la ampliación del recinto amurallado en época augustea. Son pocos los datos funerarios que conocemos adscritos a esta via sepulchralis, siendo los epigráficos los que revelan una ocupación más tardía, hacia finales del siglo I d.C. El único yacimiento del que tenemos constancia se localiza en la Avenida del Aeropuerto, 12, donde hace años unas obras de edificación dieron lugar al hallazgo fortuito de importantes restos romanos de carácter funerario, entre los que cabe destacar tres fragmentos de “columnitas”, dos de fuste liso y una de fuste “decorado” (IBÁÑEZ, 1986a, 1; 1986b, 125), un sarcófago de plomo “con restos de decoración en relieve” (IBÁÑEZ, 1986a, 2; 1986b, 125) y varias tumbas de inhumación en cistas, tal vez realizadas con losas de piedra caliza. Los epitafios recuperados, conservados en gran parte en colecciones particulares de hoy día, ofrecen un arco cronológico que oscila entre los siglos I (CIL, II²/7, 589) y VII d.C. (CIL, II²/7, 646 y 661), siendo el grupo de las inscripciones cristianas de los siglos VI y VII el más numeroso con diferencia (vid. infra). Sin embargo, debido al proceso de expolio y destrucción del solar por parte de la empresa promotora, poco más puede decirse acerca de los cuantiosos restos arqueológicos hallados en este punto del suburbium occidental, sin duda uno de los que mayor y mejor información sobre el mundo funerario de la ciudad romana podría haber proporcionado de haber sido objeto de investigación.

“Camino de las Abejorreras” y via Portuensis La mención de hallazgos en las cercanías del río (SANTOS, 1955, 29; RAMÍREZ DE ARELLANO, 1976) indica que las necrópolis occidentales se extendían, sin solución de continuidad, hacia el Sur. Los restos arqueológicos nos ilustran acerca de una ocupación funeraria de la zona con carácter previo a la ampliación del recinto amurallado de Colonia Patricia y a la ubicación de una puerta en su ángulo SO, que habría dado lugar al desarrollo de una calzada mantenida, posteriormente, durante época medieval en el conocido “Camino de las Abejorreras”. Por su parte, el origen del camino romano paralelo a la orilla septentrional del Guadalquivir debemos relacionarlo con las infraestructuras portuarias situadas en este punto de la ciudad, facilitando, así, el arrastre de las embarcaciones y el transporte de las mercancías. Las labores arqueológicas derivadas de la instalación de un colector de aguas residuales en Vistalegre y Veredón de los Frailes pusieron al descubierto una importante área funeraria en la Avda. Monografías de Arqueología Cordobesa 19 (Vol. II)  Córdoba 2010  isbn 978-84-932591-8-1

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del Corregidor (Fig. 167, 5). Precisamente, su proximidad a la corriente de agua provocó continuas arroyadas y colmataciones de la zona, lo que ha permitido distinguir varias fases de uso (VARGAS y GUTIÉRREZ, 2004, 312; 2007, 279-294). Su inicio se sitúa en época augustea, momento en el que se habilita la zona como necrópolis con varios recintos y toda una serie de enterramientos, detectándose actividad funeraria hasta finales del siglo II d.C. o principios del siglo III d.C. (VARGAS y GUTIÉRREZ, 2007, 290). Las cremaciones corresponden normalmente a fosas simples, destacando un bustum cubierto con tegulae a doble vertiente y dos ánforas, y una urna de vidrio en funda de plomo, acompañada de un rico ajuar también en vidrio. Por su parte, las inhumaciones hacen acto de aparición desde los primeros momentos, tal como se confirma en la tumba n.º 36, donde se exhumaron dos individuos, uno de los cuales presentaba un ajuar fechado hacia finales de época julio-claudia o inicios de la flavia. Otros, sin embargo, han podido ser adscritos a fechas augusteas o tiberianas por criterio estratigráfico (VARGAS y GUTIÉRREZ, 2007, 289).

Evolución cronológico-tipológica Contamos, pues, con una extensa área de necrópolis, de dilatada cronología, que arranca en época tardorrepublicana (Fig. 169) (MURILLO y CARRILLO, 1999, 367 ss.). En estos momentos iniciales de ocupación romana los terrenos extramuros, destinados por lo general a laboreo y actividades industriales, estarían prácticamente deshabitados, exceptuando la zona meridional, más próxima al río, en la que se situaba el puerto, centro de una frenética actividad comercial y punto de salida del preciado mineral de la sierra. Las dificultades vigentes a la hora de definir la/s necrópolis republicana/s de Córdoba no impiden vislumbrar algunos procesos relacionados con determinados rituales funerarios, así como la aparición de las primeras formas arquitectónicas importadas, ya presentes en nuestro sector de estudio. Así, el uso de recintos o acotados, destinados a lugar de enterramiento y ceremonias conmemorativas de los difuntos, tal como parecen demostrar los restos de silicernia, se comprueba de forma fehaciente frente a la Puerta de Gallegos (Fig. 170), flanqueando la salida de la via Corduba-Hispalis, inmediatamente después del puente que sorteaba el conocido como “Arroyo del Moro”. Nos referimos a una serie de estructuras de planta rectangular, a cielo abierto, que fueron construidas con zócalos de piedra y probables alzados de adobe o tapial (MURILLO y CARRILLO, 1999, 369). Todas ellas mantienen una orientación cardinal y habrían acogido diversas tumbas menores, de las cuales no conocemos rastro; si bien, la mayor presencia de la cremación para estos momentos tempranos y su relación más habitual con los acotados funerarios, podría inclinarnos hacia su interpretación como delimitadores de enterramientos llevados a cabo bajo este ritual. Fechadas en la primera mitad del siglo I a.C. (MURILLO et alii, 2002, 253), es decir, en época tardorrepublicana, marcan la fase inicial del yacimiento, cuyo uso funerario se mantendrá vigente hasta finales del siglo II d.C., momento en el que queda definitivamente amortizado bajo el vicus occidental (vid. infra). Los recintos a los que hemos hecho referencia quedaron sepultados, poco tiempo después, bajo una crecida del ya mencionado “Arroyo del Moro”, experimentando una nueva fase datada entre el segundo tercio del siglo I a.C. y el cambio de Era y protagonizada, en esta ocasión, por la disposición de un ustrinum circular, de 2,5 m de diámetro. Delimitado por grandes sillares de calcarenita y compartimentado en dos ámbitos distintos por un murete, sigue los parámetro de otros recintos bipartitos frecuentes en Baetica durante época tardorrepublicana y julio-claudia (MURILLO et alii, 2001b, 254). Por su parte, la presencia de elementos de decoración arquitectónica –concretamente, dos fustes jónicos y una basa ática– nos indica la existencia de monumenta, probablemente de tipo edícola, en la zona del Alcázar de los Reyes Cristianos y en Cercadilla (Fig. 171) (RUIZ OSUNA, 2007, 126). Los primeros procederían del área funeraria ubicada junto a la ya destacada zona portuaria, que daría lugar, poco tiempo después, a la configuración de la extensa necrópolis excavada en la Avda. del Co[ 388 ]

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rregidor169 (vid. infra). Los fustes, que podrían haber formado parte de un mismo edificio (MÁRQUEZ MORENO, 1998a, 202), están elaborados en piedra caliza, habiendo conservado huellas del revestimiento en estuco. Presentan un escaso diámetro (0,53 m); medidas que se ajustan perfectamente a las de la basa de Cercadilla (0,60 m), la cual pudo sustentar en origen elementos de semejantes características. Esta pieza debió estar relacionada con alguna de las tumbas monumentales, de carácter aislado, que ocuparon esta zona en un momento previo a la construcción de la villa altoimperial (HIDALGO et alii, 1995, 214; MORENO ALMENARA, 1997, 49). Tras el castigo sufrido por su apoyo al bando pompeyano en el transcurso de las guerras civiles, la ciudad se recuperó pronto, gracias a las reformas administrativas iniciadas por Augusto en Hispania, con las que alcanzaba el rango de Colonia civium Romanorum (CARRILLO et alii, 1999, 31 ss.; LEÓN ALONSO, 1999, 42). Comenzaba, entonces, una intensa actividad edilicia en la ahora capital del conventus Cordubensis y de la Provincia Baetica, que incluía la ampliación del recinto amurallado hacia el Sur, tal vez producto del aumento de población tras la deductio por parte del emperador de un contingente de veteranos licenciados en el ejército (CARRILLO et alii, 1999, 31 ss.). La Córdoba augustea, definida como una “ciudad en obras” (LEÓN ALONSO, 1999, 44), sentará las bases de los grandes programas oficiales y de embellecimiento urbano en un intento de emular a la Urbs, lo que dejaba clara su adhesión al nuevo régimen político (MÁRQUEZ MORENO, 1998a, 203 ss.). Una transformación urbana en la que, además del poder imperial, participaron de forma muy activa las elites locales (VENTURA, 1999, 57-72), que, inmersas en la práctica conocida como evergertismo (MELCHOR, 1995), sufragaron parte de los gastos de carácter público, consiguiendo el reconocimiento fundamental para el desarrollo de su cursus honorum. Una rivalidad que no sólo tuvo lugar en los espacios públicos de la ciudad, sino también en ámbito privado, doméstico y funerario, en los que el derroche de grandiosidad y diversidad aplicados en los modelos, sumado a la introducción de la luxuria privata (MÁRQUEZ MORENO, 1998a, 203), se tradujo en la erección de impresionantes construcciones arquitectónicas, especialmente en ámbito funerario, en las que se pone de manifiesto la competitividad de sus comitentes. La distribución espacial de los restos funerarios de esta época mantiene, grosso modo, las características de la etapa tardorrepublicana, con una espe-

Fig. 169. Dispersión de hallazgos funerarios en época tardorrepublicana. © Convenio GMU-UCO.

169  Fruto de esa actividad son los estratos previos a la disposición de enterramientos, sobre las gravas cuartenarias, donde abundan los materiales de cronología temprana (VARGAS y GUTIÉRREZ, 2004, 231).

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Fig. 170. Recintos funerarios de la Puerta de Gallegos (MURILLO et alii, 2002).

Fig. 171. Fustes procedentes de la zona del Alcázar Viejo y basa procedente de Cercadilla (MÁRQUEZ, 1998a; 2002).

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cial concentración de hallazgos en las necrópolis situadas al Norte y Oeste (Fig. 172) de la ciudad. Documentamos, así, la continuidad en el uso de determinadas áreas funerarias, caso de Cercadilla170; aunque el ejemplo más conspicuo lo encontramos en los recintos funerarios ubicados frente a la Puerta de Gallegos, donde se llevaron a cabo algunas reformas constructivas y planimétricas. Los restos adscritos a este momento presentaban la misma orientación y traza que los anteriores, lo que pone de manifiesto un carácter posiblemente familiar. Los cimientos de cantos rodados son sustituidos por sillares de grandes dimensiones, ajustándose a los parámetros evolutivos analizados en otras necrópolis romanas, en las que los iniciales cipos de madera dan paso, a partir de época augustea, a recintos de obra que irán configurándose como auténticas fachadas arquitectónicas (VAQUERIZO, 2001a, 170). Por su parte, la configuración de nuevas áreas de enterramiento viene marcada por una tumba de inhumación en fosa simple (T.04/84) aparecida en la Glorieta de Ibn-Zaydun, junto al diverticulum de la via Corduba-Hispalis y a unos 800 m de distancia con respecto al recinto amurallado. El enterramiento, fechado por estratigrafía en época augustea, presenta una orientación SO-NE, distinta al resto de inhumaciones documentadas durante la 170  Fragmento de arquitrabe, elaborado en mármol, que consta de dos fasciae separadas por una kyma lésbica y un astrágalo (MÁRQUEZ, 1998a, 70 y 134, Fig. 6,6, Lám. 21,2; 2002, 227, Lám. 6).

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intervención arqueológica. En cuanto a la contextualización de la tumba, es posible que nos encontremos ante un individuo relacionado de forma directa con alguna villa suburbana ubicada en el entorno o, tal vez, ante un enterramiento aislado, practicado en un momento previo a la organización y monumentalización de esta vía funeraria (SÁNCHEZ MADRID et alii, 2010). También a época primoagustea corresponden dos tumbas, una de cremación (T. 15) y otra de inhumación (T. 43), localizadas en la Avda. del Corregidor, en un momento previo a la habilitación del espacio como necrópolis (VARGAS y GUTIÉRREZ, 2004, 232 ss.), esto es, a la aplicación de suelos de picadura de sillar y a la colocación de algunos hitos delimitadores a partir de sillares de calcarenita, que daban cabida a varios recintos funerarios (VARGAS y GUTIÉRREZ, 2004, 231 ss.). La cremación corresponde a una urna de tradición indígena en fosa simple, acompañada de un ungüentario de vidrio forma Ising 6 como parte del ajuar. La inhumación se llevó a cabo, igualmente, en fosa simple, pero es posible que contara con algún tipo de señalización externa, puesto que con posterioridad se ubicó un recinto funerario paralelo a la misma; no así la cremación, que quedó sellada ante la construcción de una estructura arquitectónica similar (Fig. 173) (VARGAS y GUTIÉRREZ, 2004, 142). Comenzaba una nueva etapa de la necrópolis, definida por la adquisición de cierto cuidado y monumentalización, con recintos que poseían pavimentos a base de picadura de sillar que se extendían por toda el área funeraria, conformando el nivel de suelo de época augustea171. A esta fase pertenecen, igualmente, toda una serie de tumbas de cremación (tumbas 40, 65, 67 y 70), entre las que destaca la Tumba 67 –estructura de ladrillos de 79 x 30 cm, dividida en dos compartimentos, uno de los cuales contenía la urna cineraria y su correspondiente tapadera, mientras que del otro compartimento se recuperaron restos de carbones y cenizas, cubierto todo ello con tierra y sin ningún tipo de cubierta, finalmente, se formó una especie de túmulo– y de inhumación (tumbas 20, 33, 34, 61, 62, 63, 64 y 68), con un especial interés sobre la Tumba 64 –inhumación infantil que contaba con un lujoso ajuar compuesto de un colgante a base de elementos elaborados en pasta vítrea, bronce, hueso trabajado y malacofauna, así como un falo de dimensiones bastantes reducidas en pasta vítrea– (VARGAS y GUTIÉRREZ, 2004, 221). La planificación y subdivisión previa de las necrópolis cordubenses es de sobra conocida gracias a los epitafios con referencias a las medidas del locus

Fig. 172. Dispersión de hallazgos funerarios en época augustea. © Convenio GMU-UCO.

171  Durante época tiberiana tuvo lugar la reposición de nuevos niveles de suelo a base de picadura de sillar (VARGAS y GUTIÉRREZ, 2004, 167), vinculada a la práctica de nuevos enterramientos de inhumación (tumbas 31, 32, 41 y 42) y de cremación (tumbas 21, 38 y 39), la mayoría de ellos en fosas simples con cubierta de tégulas a doble vertiente.

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Fig. 173. Cimentación del Recinto Funerario 1 de la Avda. del Corregidor (VARGAS y GUTIÉRREZ, 2004).

Fig. 174. CIL, II²/7, 465 y 486.

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sepulturae (VAQUERIZO, 2001b; VAQUERIZO y SÁNCHEZ, 2008; RUIZ OSUNA, 2007; SÁNCHEZ y VAQUERIZO, 2009). Entre las inscripciones más tempranas destaca la dedicada a Marcus Fulvius, de la tribu Sergia (CIL, II²/7, 465), así como un cipo en el que se menciona a un miembro de la familia Mamilia (CIL, II²/7, 486) (Fig. 174). La primera se llevó a cabo en un bloque de calcarenita, que pone en evidencia su pertenencia a una estructura mayor. Por su parte, la última fue hallada junto a un cúmulo de piedras, identificados, probablemente, con los restos de un empedrado; un esquema que responde con exactitud al modelo bien conocido en Roma y otras ciudades italianas para momentos tardorrepublicanos, cuyo fin último era realzar la contemplación del monumento central (VAQUERIZO, 2001a, 170). Ambas aparecieron a ½ milla del recinto amurallado, en el recorrido de la via Corduba-Hispalis, y las dos hacen referencia a acotados de 12 x 12 p.r. de superficie, lo que nos ilustra acerca de la estricta estandarización de estos terrenos en época agustea. Para estos momentos señalábamos anteriormente la existencia de lotes de recintos funerarios realizados en opus quadratum y dispuestos de forma paralela al antiguo “Camino Viejo de Almodóvar” (vid. supra). En su interior y en los alrededores aparecieron gran cantidad de enterramientos, la mayoría de cremación y de carácter sencillo, configurando un paisaje ya conocido para otras necrópolis del Imperio, en cuyos terrenos es también habitual la presencia de monumentos funerarios. En este caso, la existencia de estructuras de gran formato viene corroborada por la cámara funeraria descubierta en 1931, y hoy situada en la Puerta de Sevilla (Fig. 175) (ROMERO DE TORRES, 1941, 323-326; VAQUERIZO, 1996c, 190-192; 2001b, 137-140). Se trata de una tumba de carácter semisubterráneo elaborada en opus quadratum, al estilo de las carmonenses “Tumba de Postumio” o “Tumba de Prepusa” (BENDALA, 1976, 82-83, Lám. XXIII y 84, Lám. XXIV), que, excavadas en la roca o aprovechando parte de una colina para su construcción, abren también sus fachadas a recintos

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más amplios. En este caso la ausencia de escalera hace que nos decantemos por la segunda hipótesis, como también confirmaría el remate de tipología indeterminada –tal vez, turriforme (SANTOS, 1955, 10)–, del que sólo se conserva parte del basamento elevado sobre los dos tercios anteriores de la cámara funeraria (VAQUERIZO, 2001b, 138), seguramente por quedar el resto embutido en la tierra (VAQUERIZO, 2002b, 184, nota 84). Aunque desconocemos qué aspecto ofreció este conjunto a la vía principal, parece confirmarse su relación con un recinto funerario de grandes dimensiones –al menos 37 pies in agro– y lujosamente pavimentado (VAQUERIZO, 2001b, 138 ss.; RUIZ OSUNA, 2005, 84-86), en cuyo interior se habrían dispuesto otros enterramientos de carácter secundario, colocados bajo las losas de pavimentación o junto al supuesto muro septentrional que marca el límite del recinto, donde fueron localizadas dos urnas de tradición indígena172 (VAQUERIZO, 2001b, 139). De gran interés resulta la presencia de 12 cremaciones en cistas de piedra, a tan sólo 4 m de la cámara, las cuales podrían haber formado parte de este mismo conjunto arquitectónico; perteneciente, probablemente, a una importante familia cordubense de los últimos años del siglo I a.C. y principios del siglo I d.C. (RUIZ OSUNA, 2005, 84-86). Fue en época tiberiana cuando la via Corduba-Hispalis alcanza su momento más álgido de ocupación y riqueza, tal como se desprende de la configuración de los túmulos de la Puerta de Gallegos (Fig. 176). Su construcción se llevó a cabo al mismo tiempo que su entorno experimentaba un proceso de monumentalización: empleo del mármol para decorar la puerta úrbica, construcción en piedra del puente que atravesaba el arroyo que actuaba a modo de foso y pavimentación de la calzada (MURILLO y CARRILLO, 1999; MURILLO et alii, 2002), poniendo de manifiesto que los desarrollos urbano y funerario estaban íntimamente relacionados. Los edificios, protagonistas de varios trabajos monográficos (MURILLO y CARRILLO, 1996, 186 ss.; 1999, 365-378; MURILLO et alii, 2002, 247-274; VAQUERIZO, 2001b, 133 ss.), presentan semejantes características estructurales, esto es, cimentación y alzado de opus caementicium sobre podium, con revestimiento exterior de opus quadratum y plaqueado de

Fig. 175. Cámara semihipogea del “Camino Viejo de Almodóvar” (VAQUERIZO, 2002b).

172  “(…) dos urnas cinerarias con fajas rojas pintadas, sin asas, y sus respectivas tapas” (ROMERO DE TORRES, 1941, 325).

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losas de caliza micrítica173 (MURILLO et alii, 2002, 259). Ambas construcciones se completaban con una sobria decoración arquitectónica, entre la que podemos destacar un basamento moldurado en “piedra de mina” y una cornisa de mármol blanco (MÁRQUEZ MORENO, 1998a, 194 ss.). El uso de la “piedra de mina”, material de origen local y carácter austero, resulta acorde con el diseño arquitectónico y decorativo del monumento, utilizándose también en las placas exteriores del alzado y en el pretil almenado. Las dimensiones de los túmulos –40 p.r. de diámetro por una altura total de 22,5 pies174– presentan una única diferencia en lo que al tamaño de las cámaras funerarias se refiere; de mayor diámetro en el monumento meridional, lo que indicaría su uso como sepulcro colectivo, destinado a los familiares del comitente. Éste, por el contrario, habría sido enterrado en el otro túmulo, donde se localizaron los restos del bustum y la cista, ya saqueada de antiguo (MURILLO et alii, 2002, 259). Las cámaras funerarias habrían quedado cubiertas con bóveda de caementicium y un pequeño túmulo de tierra delimitado por el pretil almenado ya mencionado175 (MURILLO et alii, 2002, 262). Durante el proceso de excavación aparecieron los restos de varios recintos que se adosaban al exterior del lienzo septentrional del Túmulo Norte y que, en opinión de Vaquerizo (2001b, 134), vendrían a suplir la ausencia en el interior de dependencias destinadas a la deposición de las urnas cinerarias o retratos de los difuntos y a la celebración de banquetes y ceremonias con-

Fig. 176. Reconstrucción interna de los túmulos y del entorno de la Puerta de Gallegos (MURILLO et alii, 2002).

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173  Entre finales de época republicana y época augustea se difunde el empleo de placas de revestimiento en las paredes de los monumentos sepulcrales de cuerpo cilíndrico, de grandes, medias y pequeñas dimensiones (SACHI, 2003, 107). 174  Medidas que responden a un módulo de 2,5 pies (0,74 m) detectado en la altura de las almenas, del basamento, diámetro de la cámara, cornisa y las cajas de encofrado del caementicium (MURILLO et alii, 2002, 259). 175  En la via Appia encontramos un túmulo de gran diámetro (28 m) contenido por un zócalo de 2 m de altura revestido de travertino. Éste contaba, a su vez, en la parte superior con una corona de bloques verticales de piedra que actuaban a la manera de cipos, un motivo que se conservó en el pretil almenado de los monumentos de túmulo con cuerpo cilíndrico (HESBERG, 1994, 114). Según Balil (1976, 394), los cipos equivaldrían a la simplificación de aras.

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memorativas. Una hipótesis que concuerda con las propias características tectónicas del edificio, sin ningún tipo de comunicación con el exterior (MURILLO et alii, 2002, 260), lo que habría obligado a mantener la tumba inconclusa hasta que se practicara la deposición del propietario. Por último, un muro realizado en opus quadratum parece delimitar el locus religiosus, al que se accedía desde una pequeña calle o diverticulum ad hoc a través de una pequeña escalera situada en el lado oriental. Este hecho viene motivado por la monumentalización urbana que experimentó la zona durante época augustea, la cual habría dejado a un nivel inferior la base del monumento (MURILLO y CARRILLO, 1999, 365; MURILLO et alii, 2002, 266). El conjunto responde, tanto a nivel tipológico como edilicio, a la serie de monumentos con cuerpo cilíndrico centroitálica (MURILLO y CARRILLO, 1999, 376), donde tienen cabida las conocidas tumbas de Caecilia Metella, en Roma, o la de Munanzio Planco, en Gaeta. Pero, entre todos destaca por su similitud al cordobés –al menos por lo que se refiere a la parte de su zócalo conservada– el sepulcro de C. Uziano Rufo, en Polla (HESBERG, 1994, 124, Fig. 56). Sin duda, debió pertenecer a un miembro destacado de la sociedad patriciense, seguramente un personaje de rango ecuestre (MURILLO y CARRILLO, 1996, 188), que habría decidido enterrarse en el mismo espacio funerario utilizado por sus antepasados durante generaciones, tal como se comprueba en el túmulo septentrional, asentado directamente sobre uno de los recintos de época republicana y en cuya cimentación se respetaron las tumbas de época anterior (MURILLO et alii, 2002, 256 ss.). De ser cierta esta hipótesis el comitente pertenecería a una de las familias aristocráticas más antiguas de la ciudad, anterior a la deductio de Asinio Pollión en 44 a.C., que según Ventura (2008) podríamos identificar con los Acilii. Así pues, hacia mediados del siglo I d.C. se encontraban perfectamente definidas las principales áreas funerarias de Colonia Patricia, en general, y del suburbium occidental, en particular, en muchos casos herederas de la configuración espacial presente en época anteriores (Fig. 177). Hemos de tener en cuenta que durante época julio-claudia culminaron gran parte de los programas arquitectónicos proyectados en época augustea (CARRILLO et alii, 1998, 36), los cuales tuvieron como propósito fundamental la consolidación de los principales espacios públicos de la ciudad. Así, el foro colonial, heredero del republicano, fue objeto de un proyecto de ampliación y monumentalización materializado en la construcción del denominado forum adiectum o forum novum, realizado a semejanza del Foro de Augusto en Roma (MARQUEZ MORENO, 1998a, 176-178). Del mismo modo, se activó el espacio ubicado en los Altos de Santa Ana, que fue dotado de un intenso programa arquitectónico y escultórico dedicado a la figura del emperador (CARRILLO et alii, 1999, 39; MARQUEZ MORENO, 1998a, 23-24 y 179; LÓPEZ LÓPEZ, 1998, 336-341). A principios de época Claudia se inauguraron las obras de edificación del otro gran espacio público con el que contó la ciudad, el complejo de Claudio Marcelo y el circo de Orive, que supuso la destrucción de un tramo de la muralla oriental y la expropiación de una gran extensión de terreno extramuros en este punto (MURILLO et alii, 2003, 53-88). Comenzaba, pues, el crecimiento de la ciudad fuera del recinto amurallado, algo que se documenta también gracias a la configuración de villae suburbanas no muy alejadas del ámbito urbano, como las de Cercadilla (MORENO ALMENARA, 1997) y El Algarrobo (PENCO, 2005, 11-34; SALINAS VILLEGAS, 2005, 35-54), al Oeste y al Norte de la ciudad, respectivamente. Por último, debemos tener en cuenta la puesta en funcionamiento en estas fechas del edificio anfiteatral, ubicado en la antigua Facultad de Veterinaria (MURILLO et alii, 2009a). La cercanía al mismo y su vinculación con el diverticulum de la via Corduba-Hispalis, explicaría, a pesar su distancia, el rápido desarrollo del área funeraria presente en la Glorieta de Ibn-Zaydun (Fig. 178). Así lo demuestran los restos de un recinto y dos monumenta, que abrían sus fachadas a la vía mencionada. Del acotado sólo se conservaba la cimentación de mampuesto que delimitaba un espacio cuadrangular, de 5 m de lado. En su interior no se detectaron huellas pertenecientes a ningún suelo de ocupación, tan sólo un sillar de gran tamaño –procedente del saqueo o desmonte de los muros parietales–, así como dos enterramientos de cremación en sendas urnas de vidrio, protegidas por fundas de plomo y depositadas en fosas simples (T06/13 y T06/14). Una de ellas estaba cubierta por el cuerpo de un ánfora (sin cuello, asas ni fondo) y se asentaba, a su vez, sobre una base de

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Fig. 177. Dispersión de hallazgos funerarios en época altoimperial. © Convenio GMU-UCO.

mampuestos de calcarenita. La otra apareció cubierta con tegulae fracturadas y colocadas en posición horizontal. Del interior de esta última se recuperó un ungüentario Isings 8/27, fechado en época julio-claudia o flavia, junto con una fíbula metálica que habría formado parte del atuendo del cremado (SÁNCHEZ MADRID et alii, 2010). Inmediatamente al Este del anterior se disponían dos plataformas de caementa y planta más o menos rectangular, orientadas de forma cardinal, con sus lados mayores en sentido N-S. De las dos, la más occidental era de dimensiones sensiblemente superiores (6 x 5 m) con respecto a la otra (5 x 5 m). Aunque no se han conservado sus alzados, muy afectados por las construcciones medievales y contemporáneas176, hemos de suponerlos considerables –probablemente de opus quadratum embellecido con revestimientos de mármol–, lo que justifica una sólida cimentación y su posible interpretación como monumentos funerarios, aunque de tipología difícil de precisar (RUIZ OSUNA, 2007, 99 ss.). Este conjunto monumental se completaba con una inhumación y cinco cremaciones de carácter más sencillo, ubicadas en los espacios libres dejados por las grandes estructuras (SÁNCHEZ MADRID et alii, 2010). Alineada con el “Camino Viejo de Almodóvar”, en la confluencia con la Avenida Gran Vía Parque, y, por tanto, en un espacio funerario más alejado de lo analizado hasta ahora, encontramos parte de un recinto funerario a base de sillares de calcarenita (GARCÍA, MARTÍN y MORENO, 2005, 113 ss.), que podría ilustrarnos acerca de los procesos relacionados con el crecimiento horizontal de la Necrópolis Occidental, al menos, en lo que a la via Corduba-Hispalis se refiere. Las labores de Seguimiento Arqueológico llevadas a cabo en el n.º 14 de la Avenida Gran Vía Parque, permitieron documentar la existencia de varios sillares de calcarenita que formaban ángulo. La estructura estaba completamente alterada en sus extremos por diversas zanjas destinadas a la instalación de tuberías modernas para el abastecimiento de agua y electricidad. A pesar de ello, la cimentación se hallaba casi intacta, constituida por 7 sillares de calcarenita y con unas dimensiones totales de 1,90 m de largo y 0,75 m de ancho. No obstante, la limitación de espacio durante los trabajos impidió constatar el muro de cierre. Directamente relacionado con la estructura apareció un sarcófago de plomo delimitado en su lado occidental, a modo de cista, por medio de una tegula en posición vertical177 y cubierto de igual forma con varias

176  Del mismo modo, la propia naturaleza de la intervención arqueológica (seguimiento) impidió llevar a cabo una excavación exhaustiva de los restos pertenecientes a niveles romanos. 177  Es posible que en lado oriental contara igualmente con otra tegula, aunque la alteración de la secuencia debido a una zanja realizada para la instalación de una tubería contemporánea nos impide comprobarlo (GARCÍA, MARTÍN y MORENO, 2005, 115-116).

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tegulae dispuestas en horizontal (GARCÍA, MARTÍN y MORENO, 2005, 115). El sarcófago contenía los restos inhumados de un individuo infantil, acompañado de un rico ajuar compuesto de cuatro ungüentarios de cerámica Oberaden 29, tres ungüentarios de vidrio –uno perteneciente al tipo Isings 6/26 y dos al tipo Isings 28a– y un herma de mármol, que lamentablemente no permiten concretar una cronología más allá de aquélla que comprende los siglos I-II d.C. (GARCÍA, MARTÍN y MORENO, 2005, 124-125). A 1,15 m al Sur de la tumba anterior se halló otro enterramiento infantil que, en este caso, presentaba una cubierta a doble vertiente que reutilizaba la tapadera de una caja funeraria en caliza. La estructura interna de la sepultura quedaba protegida por medio de dos hiladas de guijarros de pequeño tamaño dispuestas únicamente en el lado oriental. La ausencia de cualquier tipo de estructura de delimitación en la parte occidental podría explicarse por su proximidad al recinto funerario, lo que demostraría la indudable relación entre ambos. En el interior de la tumba se hallaron dos fragmentos de cerámica de paredes finas, no diagnosticables, y dos bordes de cerámica de tradición indígena, tipos característicos del siglo I d.C. (GARCÍA, MARTÍN y MORENO, 2005, 124). La presencia de enterramientos alejados de la ciudad y vinculados a esta misma vía se confirma gracias a un hallazgo procedente del Polígono de Poniente (MORENA, 1994, 160‑161; Figs. 1‑2 y 4; Láms. 1 y 2), donde fue documentado un bustum, a una cota varios metros inferior con respecto a los enterramientos de inhumación que en época tardía ocuparían de nuevo la zona (vid. infra). La fosa fue excavada directamente en las margas, de forma que sus paredes aparecen fuerte­mente endurecidas por el fuego, en cuyo interior se documentaron “restos óseos muy fragmen­tados y calcina­dos, carbón y abundante ceniza”, además de un ajuar que incluía lucernas; cerámicas de lujo; vasos y ungüenta­rios de vidrio, unos y otros con un posible componente ritual; “una pequeña figura humana acéfala de pasta vítrea”; tres bullas de bronce con restos de cadena; un botón o pieza similar labrado en hueso; apliques y diversas piezas de bronce pertenecien­tes a un pequeño cofre, una cadena trenzada y una anilla con enganches finales, una concha perforada y cierta abundancia de clavos fabricados en hierro que habrían pertenecido al lecho funerario. No se indica ningún tipo de cubierta –si bien se sugiere que algunas placas de mármol anepígrafas aparecidas en relación con el enterramiento pudieran haber servido a tal fin–, ni lo delimitaba estructura alguna. En cuanto a la cronología, con base en la terra sigillata sudgallica recuperada, así como en una lucerna de Andújar que formó parte igualmente del ajuar funerario, se supone para el enterra­miento una fecha de la primera mitad del siglo I d.C, probablemente bajo el reinado de Claudio.

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Fig. 178. Vista general de la I.A.U. en la Glorieta de IbnZaydun (MURILLO et alii, 2004a).

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Para comienzos de época flavia se encontraba ya en pleno funcionamiento el conjunto conformado por el templo y plaza de la C/ Claudio Marcelo y el circo de Orive, así como el resto de espacios y servicios públicos urbanos, a los que se sumaría la construcción de un nuevo acueducto (Aqua Nova Domitiana Augusta) (VENTURA, 1996b, 40-59), con el que culminaba el proceso de monumentalización de la ciudad. Ésta alcanzaba ahora su máximo crecimiento, rebasando los límites del recinto amurallado por medio de barrios extramuros (CARRILLO et alii, 1999, 41), lo que suponía la coexistencia entre espacios domésticos y necrópolis, e incluso, la amortización de las áreas funerarias más próximas a la cerca, caso de la Necrópolis Septentrional. Son pocos los hallazgos de carácter funerario que podemos adscribir a esta etapa, que debió seguir, en general, las pautas marcadas en época julio-claudia. El empleo del mármol continúa siendo habitual, y así se observa en el fragmento de una cornisa178 hallada en el barrio del Alcázar Viejo, cuya particularidad principal es la de confirmar la continuidad del área funeraria próxima a la puerta suroccidental, configurada en torno al “Camino de las Abejorreras”. En este sentido, a pesar de las importantes arroyadas acontecidas en época claudio-neroniana en la orilla septentrional del Gualdalquivir, documentamos una alta actividad funeraria en la Avda. del Corregidor, protagonizada por 6 tumbas de inhumación (tumbas 13, 14, 36, 35, 60 y 73) y siete de cremación (tumbas 10, 12, 5, 28, 29, 71 y 74) (VARGAS y GUTIÉRREZ, 2004, 234). Entre las primeras contamos con inhumaciones en fosas simples recubiertas con sillares de calcarenita o con una capa de mortero de cal, y cubiertas, en algunos casos por tégulas dispuestas horizontalmente. En el caso de la tumba 36, de donde se extrajeron dos individuos depositados uno encima de otro, se aprovechó el muro exterior del recinto funerario, disponiéndose de forma paralela a éste. Tan sólo la Tumba 73 proporcionó restos relacionados con el ajuar: un plato en terra sigillata hispánica Forma 15/17 que cubría la cabeza del muerto. Por su parte, las cremaciones parecen presentar un aspecto más cuidado (Fig. 179); la mayoría se identifican con busta que presentan cubiertas planas de tégulas o a doble vertiente. También existe un mayor porcentaje de cremaciones acompañadas de ajuar, caso de la Tumba 10 (lucerna, ungüentario de vidrio Isings 82 y moneda), Tumba 71 (elementos de vidrio y lucerna derivada de la Dressel 3) y Tumba 74 (ungüentario Isings 28 b y una gran anilla de metal). La escasez de datos arquitectónicos y ornamentales queda compensada por los abundantes hallazgos de carácter epigráfico, que nos revelan el mantenimiento de las principales viae sepulchrales. A finales del siglo I d.C. la presencia de bloques paralelepípedos y placas de gran formato comenzaba a escasear, frente a otros tipos más simples como las estelas y placas de pequeño formato. La dispersión de estos tipos se produce, principalmente, en las inmediaciones del “Camino Viejo de Almodóvar”, sobre todo, en la confluencia de las actuales C/ Antonio Maura y C/ Infanta Doña María. En la mayoría de los casos pertenecen a gentes de baja condición social (CIL, II²/7, 398, 511, 516, 557 y 578), entre las que destacan el grupo de inscripciones funerarias gladiatorias (CIL, II²/7, 353, 355, 363, 365 y 369), cuya concentración en la zona podría ilustrarnos acerca de la existencia de un collegium de la familia universa. Por su parte, los hallazgos procedentes de la Avenida del Aeropuerto (CIL, II²/7, 577, 464 y 278) ponen de manifiesto el desarrollo de nuevas vías funerarias en las proximidades de la ampliación augustea, algo lógico si tenemos en cuenta que los terrenos próximos al antiguo recinto republicano estaban ocupados desde antiguo. Entre ellas podemos destacar la CIL, II²/7, 278, ara funeraria dedicada a M. Cassius Agripa, procurador de Augusto, quien debió contar con uno de los monumentos más originales de la época, si tenemos en cuenta que la difusión del tipo suele situarse

178  La cornisa cuenta con una cima continua seminaturalística y un sofito con ménsulas de volutas con hojas de acanto y zonas de sombras alargadas realizadas con el trépano. Los casetones presentan flores tetrapétalas y ancho botón central. Finalmente, culmina con un astrágalo de perlas alargadas y cuentas lenticulares que se unen por un delgado hilo de mármol (MÁRQUEZ, 1998a, 24 y 150, Fig. 12, 6, Lám. 34, 2; HESBERG, 1998, Fig. 5b).

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en fechas posteriores, en torno al siglo II d.C.179 (STYLOW, 1995, 225). Conservada, únicamente, en su mitad inferior, está dotada de un alto zócalo en el que aparece el nombre del dedicante, su hermano. Un plano de visión bastante bajo para que el espectador pudiera leer la leyenda sin dificultad; de ahí que supongamos la elevación del monumento sobre una estructura, tal vez escalonada, en la que el altar quedara encastrado, lo que corroboran las huellas de rebaje que presenta en su parte inferior (Fig. 180, a). Sin duda alguna, el siglo I d.C. constituyó el período de mayor auge edilicio en Colonia Patricia, tanto en ámbito público y privado. A partir de este momento las nuevas construcciones disminuirán en la ciudad, a excepción de algunos edificios públicos de época trajanea y adrianea con los que se conmemoraría la subida al poder de estos personajes nacidos en la Baetica (MÁRQUEZ MORENO, 1998a, 205). Las influencias de este período se ponen de manifiesto en los motivos orientalizantes de la decoración arquitectónica, que nos hablan de la llegada de nuevos maestros a la ciudad (MÁRQUEZ MORENO, 1998a, 205). Un repertorio que también se percibe en algunos restos de cornisas y frisos relacionados con posibles monumentos funerarios (RUIZ OSUNA, 2007, 107 ss.). Al igual que sucede en la arquitectura pública en este período parece disminuir la fiebre constructiva, al menos en lo que se refiere a grandes monumentos funerarios ricamente decorados. Aun así, el uso y ocupación de las necrópolis siguió siendo considerable, como revelan los hallazgos epigráficos (placas de pequeño tamaño y estelas, en su gran mayoría) que aparecieron distribuidas por terrenos de la Necrópolis Occidental, con una interesante concentración en torno al “Camino Viejo de Almodóvar” (CIL, II²/7, 331, 398, 403, 511, 516, 557, 569 y 587), sobre todo, las de carácter gladiatorio (CIL, II²/7, 356, 361, 362, 364 y 367). Algunas de las referidas fueron localizadas en lugares algo más alejados del recinto amurallado, caso de la CIL, II²/7, 331, dedicada a un sevir y procedente de la Plaza de Toros; sin embargo, el resto debieron ir

179 

El 91% de las 23 documentadas (tanto muebles como no).

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Fig. 179. Vista general de la Tumba 12 de la Avda. del Corregidor (VARGAS y GUTIÉRREZ, 2004).

Fig. 180. CIL, II²/7, 278 (a) y 280 (b).

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ocupando los espacios libres dejados por los monumentos y recintos que flanqueaban la via CordubaHispalis con carácter previo. Ahora, lógicamente, detectamos una mayor presencia de epitafios en la Avenida del Aeropuerto, concretamente en el n.º 12 (CIL, II²/7, 437, 495 y 577) y en la Puerta de Almodóvar, donde con motivos de unas obras de restauración, fue recuperado un cipo de piedra de mina, con remate de “crucero de cañón”. La pieza debió configurar, en origen, la esquina de un recinto funerario de muros bajos, tal como demuestran los restos de una grapa de hierro en forma de cruz, reforzada con plomo, en la zona central del lateral izquierdo. Con posterioridad sería reaprovechada para la inscripción funeraria del dissignator T. Servius Clarus (CIL, II²/7, 345), tal vez, maestro de ceremonias de pompas fúnebres o bien el encargado de señalar las localidades a ocupar en los espectáculos teatrales (BAENA ALCÁNTARA, 2002, 225). La reactivación de zonas de necrópolis ya conocidas se pone de manifiesto en la Puerta de Gallegos, con la placa de gran formato dedicada a dos libertos de la gens Iunia (CIL, II²/7, 475); Cercadilla (CIL, II²/7, 588a) y Avda. de Medina Azahara (CIL, II²/7, 539), que tendrían su continuación en la segunda mitad del siglo II d.C. (CIL, II²/7, 290a, 414, 445a y 522). Por otro lado, la prolongación en el uso funerario se percibe en el entorno del Alcázar de los Reyes Cristianos, junto a la vía que partía de la Puerta de Sevilla (CIL, II²/7, 443, 496 y 579). En este período, tras otra arroyada del Guadalquivir, encontramos una nueva fase en la necrópolis de la Avenida del Corregidor, protagonizada, en esta ocasión, por una serie de inhumaciones (tumbas 3, 27, 47, 48, 50 y 52) y cremaciones (tumbas 4, 16, 18, 44, 45, 46 y 53) datadas entre finales del siglo I d.C. y la primera mitad del siglo II d.C. Las primeras se identifican con enterramientos en fosa simple y cubierta de tégulas, mientras que las segundas, también de carácter sencillo, aparecen relacionadas con elementos de ajuar (pulsera, bulla de bronce, moneda, lucerna Dressel 11 con decoración de ovas y acus crinalis). Destaca, entre todas, la Tumba 4, consistente en dos cremaciones realizadas en fosa simple y enmarcadas por una especie de estructura paralela a base de ladrillos y tégulas. Finalmente, se cubrió con un relleno de tierra y se selló con un gran sillar rectangular, que presentaba una abertura en el centro con objeto de permitir las pertinentes libaciones. La mayoría de las inscripciones funerarias romanas localizadas en Colonia Patricia se fechan entre mediados del siglo II d.C. y principios del siglo III d.C., aunque, como ya se ha puesto de manifiesto, los tipos revisten poca monumentalidad, tratándose de placas de pequeño formato, estelas y arae. Los hallazgos se localizan ahora más alejados del recinto amurallado dibujando, en algunos casos, los límites de las necrópolis cordubenses, caso del epitafio dedicado a Heres (CIL, II²/7, 307) (vid. supra). Continúa, además, el uso de las principales vías sepulcrales, caso del “Camino Viejo de Almodóvar” (CIL, II²/7, 329, 346, 354, 368, 463 y 533/534), asentándose al mismo tiempo las que presentan un desarrollo más reciente, como por ejemplo la fosilizada en la Avenida del Aeropuerto (CIL, II²/7, 280, 401, 440 y 480), de donde, además, procede un fragmento de cornisa elaborado en mármol blanco180 (HESBERG, 1998, Fig. 15e y 23; MÁRQUEZ MORENO, 1998a, 22 y 157, Fig. 15, 12, Lám. 40, 1; 2002, 229, Lám. 13). Entre todas, destaca la CIL, II²/7, 280, identificada con un ara de pequeño formato dedicada a Gaius Docquirus Flaccus, de rango ecuestre, que ejerció el cargo de Patrono de la Provincia Hispania Citerior (Fig. 180, b). Personaje de gran relevancia social, que debió contar con un enterramiento más espectacular. Lo más lógico es que el ara formara parte, en realidad, del ajuar o de un cenotafio; función que corrobora la ausencia de la edad y la fórmula H(ic) S(itus) E(st), indicadora de la presencia del enterramiento bajo el hito señalizador (RUIZ OSUNA, 2007, 48). No fue hasta finales del siglo II d.C. cuando se produjo el desmantelamiento, a nivel de cimentación, del túmulo meridional de la Puerta de Gallegos. De igual forma, los recintos adosados al 180  Fragmento de cornisa. La labra de este magnífico ejemplar es extraordinaria cuando se observa el vacío de los óvalos y los espacios entre los dentículos. Bajo la corona, un listel, un cima jónico, dentículos, listel, cima reversa y las tres fasciae del arquitrabe, todas del mismo tamaño. La esquina se adorna con una palmeta de fuertes influencias orientales

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túmulo septentrional fueron demolidos ante la apertura de una calle dotada de una cloaca y de una red de fistulae plumbeae, relacionadas posiblemente con un ninfeo. Por último, en el extremo SO se le adosaron varios muros pertenecientes a una taberna; transformaciones asociadas, en cualquier caso, a la expansión del vicus occidental181 (MURILLO et alii, 2001a, 266). Por el contrario, en la Avda. del Corregidor, tras una nueva colmatación con base en un importante estrato de limo, es posible señalar otra fase de enterramientos, una de las más numerosas, tal como se desprende del alto número de cremaciones (tumbas 1, 9, 11, 17, 22, 25, 30, 54, 55, 56, 58 y 66) e inhumaciones (tumbas 2, 7, 23, 37, 57, 69 y 75) localizados durante la intervención arqueológica. Se confirma, así, la presencia de cremaciones en fechas altas, la mayoría pertenecientes a busta simples. La evolución cronológica se percibe en los ajuares, caso del que acompañaba a la Tumba 1, probablemente, perteneciente a un individuo infantil, tal como se desprende de la decena de terracotas femeninas que lo acompañaban. El uso de nuevos espacios a partir del siglo III d.C. se pone de manifiesto en los terrenos de los Llanos de Vistalegre y el Cementerio de la Salud, de donde proceden un número considerable de hallazgos epigráficos (CIL, II²/7, 508, 512 y 531). La ocupación de estos sectores, situados entre áreas funerarias de origen tardorrepublicano o augusteo, nos ilustra acerca de la unión de las distintas necrópolis y nos acerca al germen de la nueva topografía cristiana de la ciudad (Fig. 181).

Conclusiones En resumen, asistimos a una plena romanización del mundo funerario que en el caso de Colonia Patricia, al igual que se observa en sus proyectos urbanos, responde a una copia de los modelos de la Urbs. En la base del mismo estaría, sin duda, la población itálica asentada en la ciudad, pero también hemos de tener en cuenta la llegada de arquitectos y artesanos a la capital de Baetica, convirtiéndose en un foco de difusión para su entorno más cercano. A falta de conocer la necrópolis republicana, los únicos hallazgos con los que contamos para establecer las características de los primeros tipos funerarios están fechados en época tardorrepublicana o augustea temprana. En ellos se observa la implantación de modelos plenamente romanos, en cuya introducción debió jugar un papel fundamental el contingente itálico asentado en la ciudad, el cual seguiría fiel a sus tradiciones de origen. Unos modelos que 181  Estas expansiones ya se habían producido a partir de la segunda mitad del siglo I d.C. en la zona funeraria más cercana a la muralla septentrional, junto a la que se localizan restos de instalaciones fabriles (VENTURA, 1999).

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Fig. 181. Dispersión de hallazgos funerarios en época bajoimperial. © Convenio GMU-UCO.

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fueron aceptados rápidamente por las oligarquías indígenas que a través de los mismos demostraron su adhesión al nuevo régimen, así como su situación de privilegio con respecto a sus conciudadanos. Sin embargo, la profusión de los modelos itálicos no implica una completa desaparición del substrato local, cuyas huellas, que no pueden ser valoradas en su justa medida ante el desconocimiento de la necrópolis y prácticas funerarias de la Corduba prerromana, permanecen en el uso de urnas de tradición indígena, el mantenimiento de determinados tipos, caso de la dama oferente del “Camino Viejo de Almódovar”, o en la existencia de talleres que manifiestan cierto apego a las formas de trabajar y característica de la escultura ibérica (VAQUERIZO, 2001b, 155). Los materiales estudiados permiten, además, plantear la evolución cronológica y monumental de los distintos sectores de necrópolis presentes en el suburbium occidental. Así, los espacios situados en terrenos próximos a la ciudad republicana, caso del yacimiento de la Puerta de Gallegos, o vinculados con espacios de alta actividad comercial, como la Avda. del Corregidor, junto al puerto, fueron los primeros en originarse. Por su parte, la ampliación de los límites amurallados hacia el Sur, programada en época augustea, generó nuevos espacios como el existente a lo largo del “Camino de las Abejorreras”. Por lo que respecta al siglo II d.C. hemos de tener en cuenta que las vías más antiguas estaban ya ocupadas, imponiéndose la necesidad de buscar nuevos espacios de representación por parte de los nuevos colonos, caso de la calzada que partía de la “Puerta de Almodóvar” y ha quedado fosilizada en la actual Avda. del Aeropuerto. Basándonos en estos datos podríamos defender un posible crecimiento horizontal para las áreas funerarias presentes en la Necrópolis Occidental, de tal manera que las tumbas más cercanas a la ciudad corresponderían a los enterramientos más antiguos. Aunque es posible que en la mayoría de los casos así ocurriera, son múltiples las variantes que influyen en este planteamiento; por ejemplo, el hecho de que las primeras tumbas dejaran entre ellas amplios espacios, permitiría que con el tiempo éstos fueran ocupados por enterramientos de cronología más tardía, deformando el paisaje original, algo que se desprende de los hallazgos epigráficos procedentes del “Camino Viejo de Almodóvar”, fechados entre los siglos I-VII d.C. Así ocurre en determinados ambientes funerarios del Norte de Italia, donde los monumenta se alinean manteniendo un espacio mínimo de 10 m entre sí, lo que influyó en la rápida ocupación de terrenos alejados de la ciudad, los cuales formarían ya parte del paisaje campestre (ORTALLI, 2000, 209). Esta tendencia podría explicar la presencia del conjunto funerario de la Glorieta de Ibn-Zaydun a casi 1 km de la ciudad, a pesar de contar con una temprana cronología centrada entre época tardoaugustea y principios de la edad julio-claudia (RUIZ OSUNA, 2007, 146). Si bien debemos tener en cuenta, también, su proximidad con respecto al anfiteatro, lo que habría provocado una concentración de tumbas monumentales en los alrededores del edificio de espectáculos (RUIZ OSUNA, 2010, 34). Además, se ha comprobado que algunas necrópolis romanas se mantienen en uso durante varios siglos, facilitando el aprovechamiento de determinados enterramientos colectivos durante generaciones, la reutilización de tumbas ajenas, el desmantelamiento de sepulcros anteriores y su incorporación en nuevas tumbas o su superposición (VAQUERIZO, 2001a, 87). Un caso paradigmático de lo aquí expuesto lo encontramos en la Tumba 12 de la Avda. del Corregidor (Fig. 179), identificada con una estructura compuesta de sillares de calcarenita, en cuyo interior se depositó una urna carente, en apariencia de restos óseos humanos, aunque acompañada de un ungüentario de vidrio y otros fragmentos cerámicos. Tras la colmatación de la tumba, y en un momento indeterminado de inicios del siglo II d.C., la tumba fue reaprovechada como ustrinum; una función que desarrollaría de manera reiterada hasta mediados del siglo II d.C., momento en el que se volvió a utilizar como lugar de enterramiento para una urna cineraria (VARGAS y GUTIÉRREZ, 2004, 312-317). Finalmente, otra cuestión a señalar es la que se refiere a los continuos crecimientos y retraimientos de los centros urbanos de la Antigüedad, lo que provocaría la destrucción de las tumbas más cercanas a los recintos amurallados. Así pues, la disposición de los vici adyacentes a las puertas de Colonia Patricia a partir de mediados del siglo I d.C., supuso el desmonte de los restos funerarios previos anulándolos, tal como se aprecia en los túmulos funerarios de la Puerta de Gallegos, comple[ 402 ]

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tamente despojados de sus funciones ya hacia finales del siglo II d.C. (MURILLO et alii, 2002, 264 ss.). Estos procesos han sido interpretados como una ausencia de reglas o normas específicas en la organización de las áreas funerarias de época romana, estableciendo como paradigmas Isola Sacra o la necrópolis Vaticana (TOYNBEE, 1993, 54). Sin embargo, la presencia de servicios variados en los terrenos ocupados por el “mundo de los muertos”, tales como: ustrina, huertos, mensae, establecimientos de reposo, fuentes, jardines, baños, cocinas, hornos, cisternas, tabernae, stabula o meritoria, entre otros (ANTICO, 1996, 212), nos hablaría de una realidad diferente, es decir, de un aprovechamiento más o menos racionalizado del espacio funerario desde los primeros momentos182. De nuevo, en la Avda. del Corregidor, en un lugar próximo a la casi centena de enterramientos localizados durante la intervención arqueológica se documentó una estructura en opus caementicium que podría constituir una especie de piscina relacionada bien con la propia necrópolis, bien con el embellecimiento y el esparcimiento de los ciudadanos en este entorno (VARGAS y GUTIÉRREZ, 2004, 235). Por su parte, el complejo de Ibn-Zaydun contaba con estructuras de carácter hidráulico, relacionadas, con toda seguridad, con el mantenimiento del área funeraria y la celebración de rituales periódicos (MURILLO et alii, 2004a, 12). Ubicadas en la parte posterior de los monumenta y, por tanto, de difícil acceso desde la vía pública, estas infraestructuras tendrían un uso privado, tal vez vinculadas a la existencia de un pequeño hortus (RUIZ OSUNA, 2007, 66). Además, contaba con la presencia de una estructura cuadrangular de caliza –con más de 1 m de lado– identificada con un posible ustrinum. Esta lectura vendría, igualmente, avalada por su presencia en el espacio destinado a las dependencias auxiliares del hortus, emplazamiento habitual de los quemaderos. A ello se une el hecho de que los dos enterramientos hallados en el interior del recinto son cremaciones de carácter secundario, confirmando necesariamente la presencia de una estructura crematoria en el entorno inmediato (SÁNCHEZ MADRID et alii, 2010). De nuevo, su ubicación en la parte trasera del conjunto podría ilustrarnos acerca de un uso privado o familiar, a diferencia de los ustrina públicos, cuya presencia podemos intuir en el extremo NO del “Haza de la Salud”. Nos referimos, concretamente, a la cimentación de una enorme construcción compuesta por varios muros de grandes dimensiones –hasta 9 m de largo– y restos de “solerías de hormigón”, que se disponen de forma paralela al “Camino Viejo de Almodóvar”. La estructura fue descrita por Romero de Torres como el “basamento de un edificio rectangular con restos de otras cimentaciones a su alrededor más pequeñas que nosotros sospechamos fuese el Quemadero general o el Ustrinum, paraje público, de esta necrópolis, destinado a la cremación”. Una conclusión que el erudito planteaba por la magnitud de esta plataforma arquitectónica y el hallazgo de “grandes ceniceros” a su alrededor. Es bien sabido que la legislación romana imponía el enterramiento extramuros, tal como aparece reflejado en la ley Ursaonensis (LXXIII-LXXIV), donde se establecía, además, la prohibición de construir ustrina a menos de 500 pasos de las murallas (LÓPEZ MELERO, 1997, 106; VAQUERIZO, 2001a, 52). La estructura descrita cumpliría estas prerrogativas, ocupando, además, el lugar más acertado para este tipo de construcciones, es decir, un punto geográficamente elevado, allí donde los vientos soplan con mayor intensidad, lo que ayudaría a consumir rápidamente los cadáveres183.

182  Las medidas semejantes presentes en acotados y monumentos funerarios de algunas necrópolis italianas, como Sarsina, Aquileia o la propia via Appia (ARMELLINI, 1998, 56), nos ilustran acerca de una posible parcelación previa (CARETTA et alii, 1995, 423; ORTALLI, 2000, 213). También se ha planteado la existencia de una estricta organización para las principales necrópolis de la Gallia meridional, delimitadas y ordenadas por medio de estelas en las que se indicaban los nombres de los propietarios (CHRISTOL y JANON, 2002, 121). 183  Curiosamente, Santos Gener durante las excavaciones llevadas a cabo varios años después en este mismo lugar identificó una potente estructura de sillares rodeada de grandes “ceniceros” con el ustrinum público de la Córdoba romana (SANTOS, 1955, 13-14, punto CH).

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Por su parte, la concentración de hallazgos funerarios junto a las puertas úrbicas y a los márgenes de las vías más importantes, podría interpretarse como el resultado de una ordenación urbanística en terrenos suburbanos (BRIZZOLARA, 1983, 228); consecuencia directa de la normativa propia del derecho romano importada con la conquista (CHRISTOL y JANON, 2002, 125). Sin duda, una de las pruebas más evidentes de la organización previa extramuros es la disposición de recintos contiguos y con medidas semejantes, propios de las primeras fases de ocupación de algunas de las necrópolis más monumentales del Imperio, en las que se documentan porciones moduladas obtenidas a través de la limitatio agri (PELLEGRINO, 1999, 42). En este sentido, traemos a colación el sector funerario próximo al río Guadalquivir, donde, como ya hemos indicado (vid. supra), las constantes arroyadas provocaron la sucesiva rehabilitación de la zona mediante la preparación de suelos a base de picadura de sillar y la instalación de hitos de piedra anepigráficos a distancias regulares, dando cabida a sencillos acotados. Estos últimos fueron una las primeras tipologías importadas desde Roma y un claro ejemplo del nuevo concepto de espacio funerario (JIMÉNEZ DÍEZ, 2007, 380), basado en la parcelación por medio de lotes de tierra de medidas estándar que venían a solventar los problemas de ciudades superpobladas, caso de una capital de conventus y Provincia como Colonia Patricia. Precisamente, la subdivisión previa de las necrópolis cordubenses se ponía de manifiesto gracias a los epitafios que contienen referencias a acotados de 10 y 12 p.r., medidas que han podido corroborarse gracias a las estructuras descubiertas por Romero de Torres y Santos Gener en el “Camino Viejo de Almodóvar” (vid. supra). De otra parte, los restos de carácter funerario procedentes del suburbium occidental están en línea con los rituales ya planteados para la Córdoba romana en ocasiones anteriores, caso de la cremación habitual del cadáver con todo su atavío funerario; cierta tendencia a la utilización, ya en los inicios del Imperio, de la inhumación infantil para algunos enterramientos infantiles; constatación de enterramientos superpuestos; celebración junto a las tumbas, en coincidencia con el enterramiento o con posterioridad a él, de banquetes funerarios; la señalización de determinadas tumbas mediante cuellos de ánforas; la frecuente disposición de grandes depósitos hidráulicos; reaprovechamiento habitual de materiales arqueológicos de épocas anteriores; o la posible existencia de áreas funerarias de uso diferencial y cenotafios (VAQUERIZO, 2002b, 159 ss.). En cuanto a las tipologías arquitectónicas de carácter funerario presentes en la capital de Baetica, la mayoría de los monumentos estaban construidos en opus quadratum recubiertos, a partir de época julio-claudia, de revestimientos marmóreos. Destacan los edificios de planta circular, las cámaras de carácter semisubterráneo, con pocos paralelos en Hispania, así como los monumentos en forma de altar y de tipo edícola. A los que habría que sumar otros, imposibles de precisar, que únicamente han conservado las plataformas de opus caementicium de sus cimentaciones. Toda una serie de vestigios que nos permiten trazar unas tipologías arquitectónicas básicas, cuyo valor se incrementa al comprobar que en la mayoría de los caso reproducen los propios modelos de las necrópolis más monumentales del Imperio (RUIZ OSUNA, 2007, 148). Éste es el caso de los recintos funerarios, cuyo uso queda atestiguado desde los primeros tiempos, lo que permite establecer una evolución de los mismos, desde los simples empedrados hasta verdaderas construcciones de obra. Por lo que respecta a los túmulos de Puerta de Gallegos, la singularidad del modelo tipológico, así como de la técnica constructiva y los materiales empleados, permiten suponer con toda seguridad la actuación de un taller extranjero. Hasta entonces, el opus caementicium había sido utilizado únicamente en la construcción pública y los productos marmóreos de cierta calidad eran fruto de importaciones. A partir de época tiberiana, la llegada de expertos para la construcción del templo de la C/ Morería, especializados en la labra de este lujoso material, habría podido influir en la introducción de molduras de mármol blanco en ambos túmulos funerarios. Además, la vinculación con este edificio religioso se pone de manifiesto, igualmente, en la ubicación topográfica del conjunto, junto a una de las puertas úrbicas y flanqueando el decumano máximo, vía que comunicaba directamente el ya mencionado templo ¿provincial? de culto al Divo Augusto con el anfiteatro (VAQUERIZO, 2008c, 83), haciendo coincidir las procesiones anuales para asistir a los munera gladiatoria con el itinerario que pasaba por delante de estos monumenta (VENTURA, [ 404 ]

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2008b). En cuanto a las cámaras semihipogeas presentes en la ciudad han sido, tradicionalmente, relacionadas con el mundo púnico (BENDALA, 1976, 36, 40; 1994, 61; 1995, 280; 2002b, 143). Sin embargo, las primeras manifestaciones procedentes de las necrópolis cordubenses, a falta de conocer con precisión las necrópolis vinculadas con el poblado de Colina de los Quemados y la ciudad republicana, son plenamente romanas, sin que se observen más resabios indígenas que el uso de algunas urnas cinerarias pintadas, que, como ya se ha puesto de manifiesto en otras ocasiones (VAQUERIZO, 2006a, 329, nota 39), pudieron responder a la facilidad de acceso y competitividad de su precio con respecto a otras piezas importadas, lo que pondría en duda su identificación como pruebas de etnicidad, sobre todo, en el área turdetana, donde en los últimos años se viene admitiendo la existencia de rituales funerarios que no dejaban huella arqueológica (ESCACENA, 2001). Además, el empleo del opus quadratum, la bóveda de cañón y su relación con acotados de obra y estructuras superpuestas, nos ilustra acerca de una concepción arquitectónica completamente renovada, lo que podría plantear la llegada de arquitectos especializados o el desarrollo de talleres locales capaces de satisfacer las exigencias de la clientela, en un momento centrado en el último cuarto del siglo I a.C. (VAQUERIZO, 2001b, 142). La ausencia de precedentes claros en la ciudad y las concomitancias con tumbas localizadas en la necrópolis occidental de Carmona podrían sugerir el traslado de talleres desde el área sevillana hasta la capital bética, convertida a partir de época augustea en un centro de difusión de los modelos arquitectónicos importados desde otras partes del Imperio (vid. RUIZ OSUNA, 2010). Al mismo tiempo, los monumentos funerarios permiten confirmar la existencia de zonas de importante prestigio para sus moradores, caso del primer tramo de la via Corduba-Hispalis. En ella se localizan algunas de las construcciones más conspicuas; sin embargo, la inmensa mayoría de las tumbas aquí localizadas pertenecen a tipos muchos más sencillos. Gran parte de los mismos corresponden a cremaciones depositadas directamente en el suelo, sin ningún tipo de estructura de protección ni urna cineraria. Suelen aparecer de forma aislada en el terreno sin mantener, a priori, relación alguna con ninguna de las estructuras arquitectónicas documentadas. No ocurre así con los enterramientos de cremación realizados en ollas o urnas, que prácticamente en todos los casos aparecen en el interior de los recintos funerarios presentes en la zona, lo que podría ilustrarnos acerca de diferencias económicas entre los difuntos según el tipo de enterramiento y su relación o no con las estructuras arquitectónicas (RUIZ OSUNA, 2005, 100). En cuanto a las cistas de piedra caliza, éstas representan la tipología más numerosa de este sector de la Necrópolis Occidental, apareciendo tanto en el interior de los supuestos recintos como de forma aislada. Lo interesante de este tipo es que en repetidas ocasiones se presentan formando conjuntos, manifestando así posibles relaciones, familiares o no, entre los difuntos. La misma interpretación podría aplicarse a la tumba colectiva construida en opus caementicium, que definía cinco departamentos contiguos (RUIZ OSUNA, 2005, 100, n.º 57). Igualmente, resulta de gran interés la concentración de inhumaciones en ánfora en las proximidades de uno de los recintos. La cercanía entre ellas y la adopción de un rito similar podría, también, indicarnos algún tipo de vínculo entre los finados. Así pues, los individuos enterrados a lo largo del tiempo en el “Camino Viejo de Almodóvar”, del que contamos con gran cantidad de datos arqueológicos y epigráficos, debieron pertenecer, en general, a estratos sociales similares (no elevados, pero tampoco por ello necesariamente humildes184); entre los cuales, las únicas referencias socio-económicas apreciables vendrían determinadas por la presencia de ajuar funerario y por la inclusión de su enterramiento en el marco de un recinto de obra, concebidos éstos probablemente como sepulcros familiares (RUIZ OSUNA, 2005, 102). Relaciones que la epigrafía funeraria también se ha encargado de constatar por medio de las asociaciones entre libertos de distintas familias, a través de las cuales se aseguraban un enterramiento digno (CIL, II²/7, 454/5). 184  La mayoría de inscripciones recogidas en el CIL, II²/7 como procedentes de la zona pertenecen a gentes de un nivel social no demasiado elevado, generalmente libertos (CIL, II²/7, 331 y 454/5) y esclavos (CIL, II²/7, 404, 463 y 530).

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El proceso de monumentalización funeraria que experimentan las áreas funerarias cordubenses, y en concreto la Necrópolis Occidental, se inicia en el siglo I a.C. y se extiende, sorprendentemente, hasta los inicios del siglo III d.C., momento en el que todavía se documentan algunas inscripciones funerarias configuradas para ser encastradas en construcciones de gran formato. Sigue, pues, un proceso similar al observado en los espacios públicos de la ciudad, lo que pone de manifiesto una fuerte relación entre los ámbitos urbanos y funerario de la ciudad. La disminución de enterramientos, principalmente los de carácter monumental a partir de mediados del siglo III d.C., es fruto de los cambios sociales y culturales que imponen, al mismo tiempo que se difunde el rito de inhumación, un carácter más íntimo y familiar para los enterramientos, cuya riqueza se interioriza (HESBERG, 1993, 29 ss.), manifestándose, por ejemplo, en la importación de sarcófagos de mármol (VAQUERIZO y MARTÍN, 2001, 230-231) o, a partir de la implantación del Cristianismo, en la localización ad sanctos (SÁNCHEZ RAMOS, 2002; HIDALGO, 2002). Ana Ruiz Osuna

APROXIMACIÓN A LA INFRAESTRUCTURA VIARIA DEL BARRIO DEL ANFITEATRO La intervención arqueológica desarrollada entre los años 2003 y 2004 en el solar delimitado por las calles Antonio Maura, Secretario Carretero, Gonzalo Ximénez de Quesada y Virrey Caballero Góngora, permitió documentar una amplia secuencia estratigráfica que abarca una ocupación comprendida entre el s. I d.C. y comienzos del s. XIII (Fig. 182). A continuación, tras la conquista cristiana de Córdoba en 1236, este sector quedará despoblado e integrado en el ruedo agrícola de la ciudad, a escasa distancia de las Puertas de Almodóvar y de Gallegos, frente al Convento de Nuestra Sra. De las Huertas o de la Victoria. A mediados del s. I d.C. se documenta un proceso de urbanización que viene determinado por la construcción de una amplia calle porticada, de 15 m (50 pies) de anchura de línea de fachada a línea de fachada (Fig. 183). Los pórticos, con columnas provistas de su correspondiente basa, apoyadas en un sillar a su vez cimentado con cantos rodados, presentan una anchura de 2,90 m (10 pies), correspondiendo los 9 m (30 pies) restantes a la calzada propiamente dicha (Fig. 184). A esta calle principal desembocan otras dos calles secundarias, estrictamente ortogonales, que delimitan insulae rectangulares de 21,6 m (72 pies) de anchura y al menos 30 m de longitud. Ambas calles, de 4,8 m (16 pies) de anchura, están dotadas de su correspondiente cloaca, que desemboca en la “cloaca Norte” de la calle principal (Fig. 185). Estas cloacas secundarias no presentan una cubierta adintelada, sino plana, siendo su caja notablemente inferior. A ellas vierten distintas canalizaciones desde los espacios internos de las insulae, si bien en algún caso encontramos canalizaciones que vierten directamente a la cloaca Norte, rompiendo su cubierta, lo que podría indicar que nos encontramos con un momento avanzado en el uso de este sistema de recogida de aguas (Fig. 186). Diferente es el aspecto de las canalizaciones destinadas a la recogida de las aguas pluviales de los pórticos, que muestran un notable cuidado en su ejecución y en la conexión con las cloacas laterales (Norte y Sur) de la calle porticada (Fig. 187). Es importante señalar que el trazado de la calle principal, sobre la que se articulará la ordenación del “barrio del anfiteatro”, viene condicionado por una vaguada que, al igual que en el caso del kardo maximus de la colonia, se empleará para la disposición de los grandes colectores de evacuación de las aquae caducae. La uniformidad edilicia que se advierte tanto en las cloacas principales y secundarias como en los pórticos, así como la modulación aplicada a todos los elementos nos indican la planificación y carácter público subyacente a la ordenación de este sector del vicus occidental, que debió ser paralelo a la construcción del vecino anfiteatro. [ 406 ]

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Con la colaboración de MINISTERIO DE Ciencia e Innovación

vio la luz en 1994, es una serie de carácter temático publicada por el Grupo de Investigación Sísifo (P.A.I., HUM-236), de la Universidad de Córdoba, y la Gerencia Municipal de Urbanismo de esta misma ciudad,

cordobesa

en el marco de su convenio de colaboración para la realización de actividades arqueológicas, que dirigen

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el Prof. Dr. Desiderio Vaquerizo Gil y el Dr. Juan Fco. Murillo Redondo. MgAC surge como instrumento para dar a conocer de forma monográfica propuestas de interpretación arqueológica desarrolladas por Investigadores de dicho Convenio, que someten así, de manera periódica, su trabajo al juicio crítico de la comunidad científica internacional, así como temas de especial relevancia para el avance de la investigación arqueológica española y cordobesa.

Vaquerizo, D.; Murillo, J. F. (Eds.) El Anfiteatro Romano de Córdoba

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Monografías de Arqueología Cordobesa (MgAC), que

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monografías de arqueología

Imagen de portada: Vista aérea del Rectorado de la Universidad de Córdoba, con la superposición de las diversas fases documentadas arqueológicamente. Destaca, entre todas ellas la inmensa mole del anfiteatro patriciense. (Elaboración: R. Ortiz; © Convenio GMU-UCO).

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