RUIZ LARA, D.; SÁNCHEZ MADRID, S.; CASTRO DEL RÍO, E.; LEÓN MUÑOZ, A. y MURILLO REDONDO, J. F. (2008): “La ocupación diacrónica del Yanib al-Garbi de Qurtuba. Intervenciones arqueológicas realizadas en el Zoológico Municipal de Córdoba. Análisis de conjunto”, AnAAC, nº 1, 163-200.

November 22, 2017 | Autor: G. Universidad de... | Categoría: Islamic Archaeology, Al-Andalus archaeology, Madinat Qurtuba
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Descripción

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cordobesa Revista de periodicidad anual, publicada por el Área de Arqueología de la Universidad de Córdoba y la Gerencia Municipal de Urbanismo del Ayuntamiento de la ciudad, en el marco de su convenio de colaboración para la realización de actividades arqueológicas en Córdoba, entendida como yacimiento único.

comité de redacción Directores

Desiderio VAQUERIZO GIL Juan Fco. MURILLO REDONDO Secretarios

José A. Garriguet Mata Alberto León Muñoz Vocales

Alicia ARÉVALO JIMÉNEZ Silvia CARMONA BERENGUER Isabel FERNÁNDEZ GARCÍA Eduardo FERRER ALBELDA Bartolomé MORA SERRANO Dolores RUIZ LARA Nuria de la O VIDAL TERUEL

Evaluadores Externos Agustín AZKÁRATE GARAI-OLAÚN Julia BELTRÁN DE HEREDIA BERCERO Gian Pietro BROGIOLO Juan M. CAMPOS CARRASCO Teresa CHAPA BRUNET Patrice CRESSIER Simon KEAY Paolo LIVERANI Francisco REYES TÉLLEZ Joaquín RUIZ DE ARBULO BAYONA

Correspondencia e intercambios Área de Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras Plaza de Cardenal Salazar, 3. 14003 CÓRDOBA Tel.: 957 218 804 - Fax: 957 218 366 E-mail: [email protected] www.arqueocordoba.com D. L. CO: 748/2008 I.S.S.N.: 1888-7449 Confección e impresión:

Imprenta San Pablo, S. L. - Córdoba www.imprentasanpablo.com

AnAAC no se hace responsable de las opiniones o contenidos recogidos en los artículos, que competen en todo caso a los autores de los mismos

Introducción

Pág. 11 / 15 LEÓN MUÑOZ, Alberto: “Hacia un nuevo Modelo de Gestión Arqueológica en Córdoba. El Convenio UCO-GMU”.



Pág. 16 / 20 Convenio UCO-GMU: “Una vida dedicada a la arqueología. Ana María Vicent Zaragoza y Alejandro Marcos Pous, en homenaje”.

Prehistoria

Pág. 23 / 42 CLAPÉS SALMORAL, Rafael & CASTILLO PÉREZ DE SILES, Fátima & MARTÍNEZ SÁNCHEZ, Rafael María: “Novedades en torno las postrimerías del Neolítico en el Guadalquivir Medio. El asentamiento de “Iglesia Antigua de Alcolea” (Alcolea, Córdoba)”.

Arqueología clásica

Pág. 45 / 66 Rodríguez SÁNCHEZ, M.ª Carmen: “El ager cordubensis: una aproximación a la delimitación del territorio de Colonia Patricia Corduba”.



Pág. 67 / 82 MORENO ALMENARA, Maudilio & GUTIÉRREZ DEZA, M.ª Isabel: “El reciclaje marmóreo en Corduba durante el Bajo Imperio (siglos III-IV d. C.)”.

Arqueología de época Tardoantigua Pág. 85 / 106 BERMÚDEZ CANO, José Manuel & LEÓN PASTOR, Enrique: “Piezas decorativas visigodas del Alcázar cordobés”.

Arqueología Medieval Pág. 109 / 134 CASAL GARCÍA, M.ª Teresa: “Características generales del urbanismo cordobés de la primera etapa emiral: El Arrabal de Šaqunda”. Pág. 135 / 162 LÓPEZ GUERRERO, Rosa: “La cerámica emiral del arrabal de Šaqunda. Análisis cerámico del sector 6”. Pág. 163 / 200 RUIZ LARA, M.ª Dolores & SÁNCHEZ MADRID, Sebastián & CASTRO DEL RÍO, Elena & LEÓN MUÑOZ, Alberto & MURILLO REDONDO, Juan F.: “La ocupación diacrónica del Ya' –nib al-Garbı– de Qurt≥u–ba. Intervenciones arqueológicas realizadas en el Zoológico Municipal de Córdoba. Análisis de conjunto”.

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ÍNDICE

Pág. 201 / 220 CÁNOVAS UBERA, Álvaro & MORENO ALMENARA, Maudilio & CASTRO DEL RÍO, Elena: “Análisis de los espacios domésticos en un sector de los arrabales occidentales de Qurt≥u–ba”. Pág. 221 / 232 LEÓN PASTOR, Enrique & CASTRO DEL RÍO, Elena: “Nue' vos datos sobre la ocupación islámica en al-Ya' –nib al-Yawfi de Qurt≥u–ba”. Pág. 233 / 246 CARMONA BERENGUER, Silvia & MORENO ALMENARA, Maudilio & GONZÁLEZ VÍRSEDA, Marina L.: “Un basurero califal con piezas de vidrio procedentes del acueducto de la Estación de Autobuses de Córdoba”. Pág. 247 / 264 SALINAS PLEGUEZUELO, Elena: “Materiales cerámicos de las intervenciones arqueológicas en el Vial Norte del Plan Parcial RENFE de Córdoba”. Pág. 265 / 278 SALINAS PLEGUEZUELO, Elena & MÉNDEZ, M.ª Carmen: “El ajuar doméstico de una casa almohade del siglo XII en Córdoba”.

Arqueología Postmedieval Pág. 281 / 300 LEÓN PASTOR, Enrique & MORENO ALMENARA, Maudilio & VARGAS CANTOS, Sonia: “Una muestra de arquitectura civil mudéjar en Córdoba”. Pág. 301 / 318 GONZÁLEZ VÍRSEDA, Marina L. & MORENO ALMENARA, Maudilio: “Un conjunto cerámico de principios de siglo XVII en la C/ Capitulares de Córdoba”.

Arqueología y Gestión Pág. 321 / 338 Pulido Calvo, Alberto José: “La Arqueología como instrumento de rentabilidad social y económica: el ejemplo de Córdoba”.

Publicaciones Producción del Grupo de Investigación HUM-236 en 2007. Normas de redacción.

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LA OCUPACIÓN DIACRÓNICA DEL SECTOR MERIDIONAL DEL YA§ —NIB AL-GARBI — DE Qurt≥u–ba (SIGLOS VIII-XIII). Intervenciones arqueológicas realizadas en el Zoológico Municipal de Córdoba. Análisis de conjunto1 Dolores RUIZ LARA Oficina Municipal de Arqueología. Gerencia de Urbanismo. Ayuntamiento de Córdoba ✉✉ [email protected] Sebastián SÁNCHEZ MADRID Convenio GMU-UCO ✉✉ [email protected] Elena CASTRO DEL RÍO Convenio GMU-UCO ✉✉ [email protected] Alberto LEÓN MUÑOZ Área de Arqueología. Universidad de Córdoba ✉✉ [email protected] Juan F. Murillo Redondo Oficina Municipal de Arqueología. Gerencia de Urbanismo. Ayuntamiento de Córdoba ✉✉ [email protected]

RESUMEN El sector suroccidental de Córdoba, en la llanura fluvial situada al pie de la “Colina de los Quemados”, fue uno de los más tempranamente ocupados por los arrabales extramuros de la capital andalusí. Desde, al menos, finales del siglo VIII se mantuvo una ocupación ininterrumpida de esta zona con la superposición de estructuras de carácter industrial y residencial hasta su abandono a principios del siglo XI. Esta particular circunstancia permite una adecuada aproximación al conocimiento del proceso de reocupación y transformación de estos arrabales a lo largo de la etapa omeya en Córdoba. Las distintas intervenciones arqueológicas que, entre los años 1994 y 2003, se han desarrollado en el Zoológico de Córdoba permiten reconstruir una completa secuencia de ocupación no sólo como parte de los arrabales omeyas, pues en la zona también se erigió un recinto amurallado para la defensa de la colina y el control fluvial a finales de la etapa almohade. 1 Este trabajo se inscribe en el Convenio de Colaboración que el Grupo de Investigación HUM-236 del Plan Andaluz de Investigación, integrado por todos los miembros del Área de Arqueología de la Universidad de Córdoba, mantiene con la Gerencia Municipal de Urbanismo del Ayuntamiento de Córdoba para el estudio de Córdoba, ciudad histórica, entendida como yacimiento único (www.arqueocordoba.com).

issn 1888-7449

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ABSTRACT The southwestern sector of Cordova, in the fluvial plain placed at the foot of the “Colina de los Quemados”, it was one of earlier occupied by the suburbs outside of the capital of al-Andalus. From, at least, ends of the 8th century there was kept an uninterrupted occupation of this zone with the overlapping structure of industrial and residential character up to his abandon at the beginning of the 11th century. This particular circumstance allows a suitable approximation the knowledge of the process of reoccupation and transformation of these suburbs along the Ummayad period in Cordova. The archaeological interventions that, between the year 1994 and 2003, have developed in the Zoo of Cordova allow to reconstruct a complete sequence of occupation not only as part of the Ummayads suburbs, since in the zone also there was raised an enclosure walled for the defense of the hill and the fluvial control at the end of the almohad period.

INTRODUCCIÓN (Fig. 1)

Fig. 1.- Plano de situación del solar que ocupa el Zoológico Municipal de Córdoba.

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El Zoológico Municipal de Córdoba se emplaza en el sector suroccidental extramuros de la ciudad, delimitado al norte por el promontorio natural, conocido en la historiografía arqueológica como “Colina de los Quemados” –ocupado en la actualidad por el Parque Cruz Conde–, y al Sur por el río Guadalquivir, que discurre por sus inmediaciones, mientras hacia el este se extiende el núcleo urbano con los diferentes recintos amurallados que históricamente han conformado su fisonomía. Los terrenos que ocupa pertenecen a la terraza fluvial del Guadalquivir de formación geológica más reciente, por lo que nos encontramos en una zona llana y, en consecuencia, sometida a las crecidas del río hasta época moderna. Sobre

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la colina, la zona del Parque Cruz Conde posee unas particularidades topográficas, en relación con su altura y con su localización próxima al Guadalquivir, que hacen de este enclave un punto estratégico en el control de un vado antiguo del río. El solar que nos atañe comparte, por tanto, las condiciones inmejorables para el hábitat en cualquier época. Del cada vez más cuantioso volumen de intervenciones arqueológicas realizadas en los sectores extramuros de la medina islámica son muy pocos los solares en los que se ha podido documentar, con el necesario rigor, una secuencia completa de ocupación islámica desde época emiral. No obstante, contamos con algunos ejemplos excepcionales de ello, como la reciente excavación a lo largo de varias campañas del arrabal de Šaqunda en la orilla izquierda del Guadalquivir (CASAL et alii, 2004) y la documentación de la fase fundacional a lo largo del siglo IX del edificio “tipo almunia” localizado en la zona conocida como Fontanar de Cabanos (MURILLO, CASAL, CASTRO, 2004: 267), muy próxima al solar que nos ocupa en este trabajo. En el sector septentrional extramuros la adecuada documentación arqueológica de fases emirales no ha aparecido asociada a estructuras domésticas (cfr. HIDALGO et alii, 1996: 53-57), mientras que en la zona oriental, los vestigios conservados del alminar en la actual iglesia de Santiago (interpretado como masyid ‘Amir Hiša-m) (ACIÉN, VALLEJO, 1998: 115; MURILLO, FUERTES, LUNA, 1999: 133), son uno de los escasos testimonios arquitectónicos claros de la temprana ocupación del arrabal de Šabula-r, extendido a levante de la medina. Ya se ha puesto en evidencia en otros trabajos la situación general de la investigación sobre este periodo (ACIÉN, VALLEJO, 1998: 118; MURILLO, CASAL, CASTRO, 2004: 267), en la que el proceso de investigación arqueológica ha adolecido de una errónea consideración apriorística de los arrabales como yacimientos monofásicos de época califal, planteamiento que ha impedido encontrar el adecuado correlato con la variada documentación escrita que hace referencia a la existencia de instalaciones extramuros en momentos tempranos de la ocupación islámica. Ante este panorama, hasta el momento poco halagüeño, la información arqueológica recuperada en las tres campañas de excavación acometidas en el solar del Zoológico Municipal adquiere un valor excepcional, por varias razones. Es uno de los pocos puntos donde se ha documentado una ocupación emiral temprana extramuros, con una continuidad en la ocupación hasta los años finales del califato. Dentro de la etapa emiral ha sido posible individualizar varias fases constructivas asociadas a una completa estratigrafía –correlacionable entre las diferentes campañas–, en la que destacan estructuras arquitectónicas de notable entidad. Esta circunstancia permite reconstruir el proceso de formación de los primeros arrabales hasta su definitiva eclosión en época califal. Finalmente, la secuencia se completa con la construcción de un nuevo recinto amurallado de época almohade, que se suma a los ya conocidos que delimitaban el perímetro de la ciudad tardoislámica. En definitiva, parece incuestionable el interés por aunar y sistematizar la información arqueológica recuperada durante las diferentes campañas de excavación en esta zona al suroeste de la medina. La posibilidad de contar con una secuencia ocupacional continuada supone una oportunidad para matizar las apreciaciones genéricas sobre el proceso de formación de los arrabales islámicos de Córdoba.

ANTECEDENTES ARQUEOLÓGICOS La información arqueológica procedente de este sector occidental de Córdoba se ha visto incrementada en los últimos años como consecuencia de la expansión urbana y de las consiguientes intervenciones realizadas. Las primeras evidencias de ocupación en este sector de la ciudad corresponden al asentamiento prerromano de la “Colina de los Quemados”, ubicado en el promontorio que se alza al norte de la planicie que actualmente ocupa el Zoológico Municipal de Córdoba (cfr. LEÓN, 2002/2003). En cambio, de los resultados obtenidos durante las distintas intervenciones arqueológicas acometidas en dicho solar puede inferirse la ausencia de estructuras de habitación o depósitos arqueológicos originales pertenecientes a la fase de ocupación turdetana. Tan sólo se han podido recuperar en alguno de

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los cortes fragmentos de cerámica prerromana, aunque siempre en contextos de segunda deposición y asociados a materiales medievales y modernos. La ausencia de elementos estructurales continuos en nuestro ámbito de actuación perdura hasta época islámica, pues carecemos igualmente de depósitos in situ de cronología romana. Tan sólo se han recogido esporádicamente fragmentos cerámicos muy rodados de época altoimperial, procedentes de la cima de la colina. Será a inicios de la dominación musulmana cuando se produzca la primera ocupación del área analizada, como demuestra la existencia de vestigios en la práctica totalidad de la superficie ocupada por el Zoológico. Nos encontramos ineluctablemente ante uno de los arrabales citado por las fuentes a poniente de Madinat Qurtuba. Estas crónicas estimularon numerosos estudios por parte de eruditos locales del siglo pasado acerca del extenso cinturón de arrabales de la ciudad islámica y, en concreto, los ubicados en el flanco occidental de la misma2. La profusión de intervenciones en estas zonas durante los últimos veinte años –y más concretamente, a partir de la aprobación del Plan General de Ordenación Urbana– ha permitido ampliar el volumen de la información arqueológica, sobre todo en lo referente a los arrabales de época califal. Sin embargo, como hemos apuntado anteriormente, son muy escasas las referencias a la recuperación de vestigios arqueológicos de época emiral en el sector suroccidental de la expansión extramuros, extendido grosso modo desde la Bab al-Chawz a la Bab Isbiliya. La zona en la que se localiza el solar objeto de estudio, extendida “en el extremo occidental de Córdoba”, al pie de la loma conocida en la bibliografía arqueológica como “Colina de los Quemados”, coincide grosso modo con el lugar donde se iniciaría la amplia explanada denominada por las crónicas como al-Musa-ra (GARCÍA GÓMEZ, 1965: 358), recorrido obligado en las comitivas que discurrían entre el Alcázar de Córdoba, pasando por las principales almunias, hasta alcanzar Medina Azahara3. Es éste un espacio de difícil delimitación, donde se pudieron desarrollar juegos ecuestres (cfr. TORRES BALBÁS, 1959: 425 ss.) y en el que se instaló una gran musalla desde los primeros momentos de la ocupación islámica en la ciudad (Ibid.: 426). Al-Musa-ra, ubicada al sur del escarpe entre la cuarta y tercera terraza del Guadalquivir, se define físicamente como una planicie rica en agua, pero fácilmente inundable por riadas. La anfibología de este término y su uso en las fuentes literarias musulmanas impide caracterizarlo con seguridad. No es posible precisar si se trataba de un espacio prácticamente libre de construcciones o si, por el contrario, estaba ocupado por instalaciones oficiales, como parece desprenderse del texto de Ibn Hayyan, en el que se menciona el traslado a la musa-ra de la Casa de Correos (Da-r al-burud) y el desplazamiento de la Casa de las Acémilas (Da-r al-zawa-mil) allí instalada hasta entonces (GARCÍA GÓMEZ, 1965: 359 y 363). A falta de referencias más explícitas sobre las características de este sector suburbial, en una primera etapa de su ocupación podríamos presentarlo como un paisaje agradable de huertas destina-

2  Lamentablemente, la tendencia que ha tenido una mayor difusión historiográfica ha priorizado la indiscriminada identificación de los topónimos citados en las fuentes con cualquier vestigio arqueológico aparecido, sin tener en cuenta en muchas ocasiones aspectos tan básicos como la correspondencia cronológica entre ambas informaciones. Esta labor, aparentemente más lustrosa, ha ido claramente en detrimento del exhaustivo registro y análisis de la evidencia arqueológica que permita, en última instancia, una adecuada interpretación cronológica e histórica del proceso de desarrollo urbanístico de la Córdoba islámica. Pese a ello, en los últimos años diversas investigaciones se han centrado en el ámbito que hoy estudiamos, contrastando las informaciones aportadas por los textos musulmanes concernientes a Qurtuba con los nuevos datos obtenidos durante las copiosas excavaciones arqueológicas acometidas en este amplio sector de la ciudad (Cfr. MURILLO, CASAL, CASTRO, 2004). 3  Entre las diversas referencias a al-Musara que la historiografía andalusí nos ha legado, recogemos un pasaje de Ibn Hayyan correspondiente a la construcción en época emiral del Dar al-Naura: “Conocemos que el emir Abd Allah construyó en el tiempo de su jalifato tan sólo una almunia que era la de la Noria, a orilla del río más debajo de Córdoba, contigua a la musallá del campo antiguo de la musara” (IBN HAYYAN, tomado de ARJONA, 1982, Doc. nº 66).

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das a la explotación agrícola4 con algún que otro complejo palatino de carácter residencial extendido a la orilla derecha del río (cfr. RUIZ, MURILLO, 2001; MARTÍN, 2002; SÁNCHEZ, 2004 y e.p.). En este sentido, cabría retomar la mención al gobernador Musa ben Nusayr, quien concedió a Mugit al-Rumi el usufructo de una antigua e imponente residencia del rey visigodo, como reconocimiento al importante papel jugado en la complicada conquista y ocupación de Córdoba (cfr. CASTEJÓN, 1929: 297; LÈVI PROVENÇAL, 1957: 242; CHALMETA, 1994: 188 y 197). En este privilegiado enclave, situado en las proximidades del río y muy probablemente extramuros, se ha querido identificar el emplazamiento en el que Mugit fijaría su lugar de residencia, conocido a partir de este momento por la historiografía como Balat Mugit, recinto en torno al cual se desarrollará uno de los primeros arrabales islámicos a poniente de la Medina (MURILLO, CASAL, CASTRO, 2004: 264 y nota 41). Ya en época califal, el Bala-t Mugı-t era uno de los nueve arrabales que se repartieron a occidente de la Madina, según cita Ibn Baskuwa-l, si bien resulta cuanto menos arriesgado intentar establecer los límites del mismo. Los escasos vestigios de interés adscribibles al periodo emiral, documentados hasta el momento, se limitan a la franja de terreno más cercana al cauce del Guadalquivir. Aquí es donde se ha planteado la “primera expansión” urbanística extramuros. El sentido del desarrollo urbanístico propuesto por Acién y Vallejo, propugna un crecimiento en sentido Sur - Norte, desde las zonas más próximas al río, en “un proceso de crecimiento casi ininterrumpido a partir del siglo IX, desde la zona meridional en torno al Balat Mugit, hacia el norte y hacia el oeste, (…) sin que sea posible definirse una línea clara que delimite las áreas, puesto que ésta no existió nunca como tal” (ACIÉN, VALLEJO, 1998: 121)5. La documentación arqueológica disponible hasta el momento (con todas las salvedades y prudencias exigibles por la situación antes comentada) sí permite determinar una línea que delimita la ocupación de estos sectores más meridionales de la ocupación a poniente de la ciudad, ya que los contados vestigios arqueológicos adscritos a época emiral se localizan casi exclusivamente al sur de la Avda. del Aeropuerto; es decir, en torno a la zona del Fontanar de Cabanos. No obstante, las intervenciones arqueológicas efectuadas en las inmediaciones apenas han aportado elementos para contrastar esta hipótesis6. Así, por ejemplo, al norte del parque Cruz Conde, en la excavación realizada en 1990 en el solar ocupado hoy por el Polideportivo de Vista Alegre, las dos únicas fases de ocupación islámicas se fecharon entre los siglos X y XIII. Al parecer, la primera de estas fases estaría relacionada con la existencia de una almunia en esta zona (VENTURA, BERMÚDEZ, 1992: 105‑112). Algo más al oeste, en la Manzana 3 del Polígono 3 del Sector Poniente-1 (M3-P3-SP1), tan sólo se documentó un muro realizado con cantos rodados de mediano y gran calibre y bloques de considerable tamaño de piedra caliza. La estratigrafía asociada a dicha estructura permitió fecharlo en época emiral sin que fuese posible determinar el tipo de edificio del que formaba parte (MONTEJO, LEÓN, 1996: 27-28). Más interesantes son los resultados aportados por la excavación del “Vial H del polígono 3 del Plan Parcial de Poniente y en la unidad de actuación P-6” del P.G.O.U. de Córdoba (realizada entre 1995 y 1997), en la que se documentaron varias construcciones de época emiral, muy deteriora4  Probablemente, la ausencia de elementos estructurales continuos –tan sólo aparecen algunos fragmentos cerámicos califales muy rodados– en el amplio sondeo practicado en el recinto de los osos (C-3/PZ’03) podría responder a la presencia en esta zona de una huerta o gran espacio abierto de carácter comunitario de funcionalidad o uso indeterminado (Cfr. SÁNCHEZ, e.p.). 5  Recientemente se ha matizado esta hipótesis de un crecimiento más o menos lineal con la propuesta de un modelo de desarrollo urbanístico polinuclear, en torno a almunias, cementerios y arrabales (MURILLO, CASAL, CASTRO, 2004: 261). 6  Como bien se ha señalado, la aplicación de una incorrecta metodología dificulta enormemente la labor de distinción de las construcciones del siglo IX de las estructuras pertenecientes a los arrabales califales (ACIÉN, VALLEJO, 1998: 118). Por tanto, creemos que no se ha tratado tan sólo de una ausencia real de ocupación emiral, sino que se ha debido, sobre todo, a un error en el planteamiento y a la hora de abordar las labores de campo; circunstancias que limitan claramente la investigación posterior.

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Fig. 2.- Plano de situación de las distintas campañas de excavación y sus respectivos cortes o sondeos.

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das, por su arrasamiento y reutilización para la cimentación de las estructuras califales. Se conservan tan solo las cimentaciones de cantos rodados en los que alternan con mampuestos de calcarenita. En especial, destacan las estructuras detectadas en los sectores C y D, interpretadas como pertenecientes a un arrabal fechable en el siglo IX (RUIZ, MURILLO, MORENO, 2001: 161), muy probablemente relacionadas con el funcionamiento de un antiguo camino histórico de las inmediaciones de Córdoba, conocido en época moderna como “Camino de las Abejorreras”. Continuando hacia el oeste el trazado de este camino, en la zona de Fontanar, recientemente se ha excavado un amplio edificio, interpretado como una posible almunia, cuya fase fundacional se remonta al siglo IX (MURILLO, CASAL, CASTRO, 2004: 267). La ocupación emiral de este sector de poniente se extiende aún más al suroeste, en la zona conocida como Naranjal de Almagro

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(Ibid.), evidenciando lo temprano del desarrollo urbanístico de la capital omeya en este sector, mantenido sin solución de continuidad durante la etapa califal. Frente a esta escasez de datos, el desarrollo urbanístico califal puesto de manifiesto por las numerosas excavaciones realizadas en la zona de Poniente se hace patente a través de las estructuras domésticas (RUIZ, MURILLO, MORENO, 2001; VENTURA, BERMÚDEZ, 1992; MURILLO, 1995) y los restos pertenecientes a edificios de carácter público, como la mezquita excavada en la antigua finca de “El Fontanar” (LUNA, ZAMORANO, 1999: 145-173).

LAS INTERVENCIONES ARQUEOLÓGICAS (Fig. 2) En todas las campañas los trabajos se inciaron con medios mecánicos, con el objeto de eliminar los rellenos recientes y, una vez localizados los estratos y estructuras de interés arqueológico, se pasó a la excavación manual. Sólo en el caso del Corte 3 de la campaña de 1994 (C-3/PZ’94)7 se acometieron desde el principio los trabajos con medios manuales, ya que la topografía y las características del terreno impedía la utilización de máquinas. Llamamos la atención en este punto sobre la dificultad para la unificación o correlación de fases entre las diferentes campañas, dada la distancia entre los distintos sondeos y las estructuras documentadas en cada uno de ellos, circunstancia que condiciona sobremanera la interpretación funcional de las citadas estructuras y espacios que componen. Esta problemática se acentúa a causa de la propia morfología de los sondeos o cortes estratigráficos practicados, que cuentan con dimensiones relativamente reducidas y condicionadas a los proyectos de edificación (zanjas y fosos estrechos, cotas de profundidad variables, etc.), lo que limita la información e interpretación de conjunto.

Lám. 1.- Sondeo practicado en las zanjas del Sector de la Marquesina/1994.

Fig. 3.- Sector de la Marquesina/1994: planta general de las estructuras emirales documentadas.

7  A lo largo del artículo, utilizamos este sistema de signatura para denominar los distintos sondeos practicados: identificador del corte (C – nº del sondeo) y de la campaña (PZ’ año de excavación).

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3.1. Primera Fase: Año 1994 Los primeros trabajos de excavación tuvieron lugar en el año 1994, como consecuencia de la puesta en marcha de la Primera Fase del Proyecto de Remodelación del Zoológico Municipal de Córdoba, fueron dirigidos por D. Juan F. Murillo Redondo y D.ª Dolores Ruiz Lara en el marco del Convenio de Colaboración entre la Gerencia Municipal de Urbanismo y la Universidad de Córdoba. Esta actuación se centró en dos zonas principales: el sector de la Marquesina (Lám. 1 y Fig. 3), en la Jaula de los Mandriles, donde se excavó la cloaca y se situó el Corte 1; y, por otra parte, en la zona más septentrional del Parque, donde se localizaron los Cortes 2 y 3.

3.2. Segunda Fase: Año 2002 La segunda fase de excavación se realizó en el año 2002, con motivo de la construcción de una piscina para los hipopótamos, planteándose un sondeo (Corte 1) ajustado a las dimensiones del estanque. La dirección de los trabajos recayó en D.ª Inmaculada Martín Urdiroz, dentro del mismo Convenio mencionado.

3.3. Tercera Fase: Año 2003 La tercera y última fase de excavación se llevó a cabo en 2003 con motivo de las obras de construcción de un foso de seguridad en el futuro Recinto de los Mandriles, denominado Corte 1, la realización de labores de limpieza en un tramo de la muralla ubicada en el ángulo norte del Zoológico, que se definió como Corte 2, y la ejecución del foso de seguridad del futuro Recinto de los Osos, que pasó a designarse Corte 3 (vid. Lám. 8). Estos trabajos de desarrollaron, al igual que los anteriores, en el marco del Convenio citado y su dirección corrió a cargo de D. Sebastián Sánchez Madrid.

3.4. Seguimiento Arqueológico (2002-2003) (vid. Lám. 6) Además de estas tres campañas de excavación, entre diciembre de 2002 y junio de 2003 se desarrollaron labores de supervisión arqueológica de las zanjas practicadas con motivo de la renovación de la red de abastecimiento de aguas y saneamiento así como de la red eléctrica del recinto. Dicha supervisión fue desarrollada por las arqueólogas del Convenio D.ª M. Carmen Rodríguez y D.ª Guadalupe Pizarro.

RESULTADOS DE LOS TRABAJOS: ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO Tras las tres campañas de excavación (1994, 2002 y 2003) desarrolladas en el solar ocupado actualmente por el Zoológico Municipal de Córdoba, las evidencias arqueológicas más antiguas se concretan en una serie de materiales de cronología ibérica y romana no asociados directamente a espacios o estructuras coetáneas. En relación con el asentamiento prerromano de la “Colina de los Quemados”, en el promontorio natural que actualmente ocupa el Parque Cruz Conde, debemos destacar el hecho de que no se hayan documentado elementos estructurales continuos ni Unidades Estratigráficas relacionadas directamente con él (vid. supra). En cambio, ha de subrayarse la presencia de fragmentos de cerámica prerromana, aunque en contextos de segunda deposición, sobre todo en las primeras fases emirales. Es el caso del elevado número de fragmentos cerámicos ibéricos, fabricados tanto a mano como a torno, que se recuperaron en el C-3/PZ’94 y en el C-1/PZ’02. La ausencia de elementos estructurales continuos en nuestro ámbito de actuación perdurará hasta época islámica, pues carecemos igualmente de depósitos de cronología romana. No obstante, y al igual que ocurre para la etapa precedente, contamos con numerosos fragmentos de [ 170 ]

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cerámica romana, de segunda deposición y acusado rodamiento, que abarcan un homogéneo espectro cronológico –inicios del siglo I a.C. a mediados del siglo II d.C. En este sentido, contamos en el C-2/PZ’94 con estratos que aportaron abundante material cerámico: fragmentos de ánforas, cerámica pintada de tradición indígena, terra sigillata (Itálica e Hispánica), Africana A, Africana de cocina, cerámica común, ánforas o algún fragmento de cerámica a mano (RUIZ, MURILLO, 2001). Las características de los sedimentos y el elevado nivel de fragmentación y rodamiento de los propios artefactos, así como la cota que presentaban y su situación sobre los niveles geológicos estériles, nos llevan a identificar estas piezas como materiales de segunda deposición, derivados de los procesos erosivos sufridos por los estratos formados en la ladera meridional de la colina. A pesar de ello, la homogeneidad de dichos materiales romanos «está indicando una procedencia cercana, así como una formación del registro arqueológico durante un período de tiempo relativamente corto» (RUIZ, MURILLO, 2001: 140). El hallazgo en el recinto del Zoológico de sillares de módulo romano, placas y molduras de mármol, y un capitel corintio conservado en el acceso a estas instalaciones municipales viene a confirmar con toda seguridad la existencia de una villa suburbana8 –en nuestra opinión, de carácter residencial y de recreo frente a un uso más productivo y de explotación del entorno–, que pudo asentarse en la terraza ubicada en la base de la colina, estando orientada hacia el río. Las características de este singular

Fig. 4.- Cuadro relacional de las secuencias estratigráficas y fases históricas documentadas en cada campaña de excavación.

8  «El espectro cronológico de estos materiales abarca desde el cambio de Era hasta la primera mitad del s. II d.C., debiendo corresponder, muy posiblemente, a una villa ubicada inmediatamente a poniente de la ciudad romana de Colonia Patricia» (RUIZ, MURILLO, 2001: 136).

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paraje, enclavado en una fértil llanura, rica en agua –por la vecindad del Guadalquivir– y muy próxima a Colonia Patricia, nos proyectan un marco ideal para el establecimiento de una de las villae suburbanas que identificarían el paisaje del territorium cordubense desde época altoimperial. La ocupación de esta área –al SO del pomerium de Colonia Patricia, en la margen derecha del río– se vería marcada también por un amplio sector de necrópolis, a la luz de las intervenciones arqueológicas desarrolladas en el entorno, dilatándose este uso funerario hasta época tardoantigua, con una cronología comprendida entre los siglos III y VII d. C. (MORENO, GONZÁLEZ, 2005: 205) (Fig. 4).

4.1. Época Emiral 4.1.1. Fases constructivas y descripción detallada Como ya hemos apuntado, las primeras evidencias de una ocupación consolidada en este solar hay que situarlas en época islámica, concretándose en toda una serie de estructuras y depósitos arqueológicos de cierta entidad. Los resultados obtenidos en las distintas campañas de excavación permiten fijar los albores del Emirato cordobés como momento germinal de la ocupación islámica en la zona. Las características singulares (dimensiones y planta) de los distintos sondeos arqueológicos efectuados, así como el nivel de deterioro de los depósitos arqueológicos, nos impiden profundizar en demasía en la interpretación funcional de los contextos emirales exhumados. La ocupación emiral de esta zona viene definida por tres fases constructivas no dilatadas en exceso en el tiempo, habiéndose documentado igualmente evidencias inequívocas de las fases de uso y abandono de los distintos espacios habitados. Por regla general, los espacios que se definen en este período son de mayores dimensiones en planta que los documentados para el período califal.

Fig. 5.- Corte 1/2002: fases constructivas emirales.

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Primera fase constructiva (Figs. 5 y 6a): Este primer momento de ocupación se fecha a finales del siglo VIII o inicios del IX y está marcado por una serie de espacios, definidos y limitados por un conjunto de estructuras, cuyas alineaciones persisten y marcan, grosso modo, las pautas de los trazados murarios de fases ulteriores (cfr. RUIZ­, MURILLO, 2001; MARTÍN, 2002; SÁNCHEZ, 2004 y e.p.) (Fig. 6a). Estas alineaciones principales sufrirán remodelaciones o refecciones en fases subsiguientes, hasta el momento de abandono de este sector en las postrimerías del Califato. La delimitación, identificación e interpretación funcional de los espacios de hábitat de la primera fase constructiva emiral resulta harto difícil, debido fundamentalmente al pésimo estado de conservación de las estructuras excavadas, así como por su acusado arrasamiento.

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La técnica edilicia empleada en estas primeras construcciones emirales se basa en el empleo de cantos rodados en la cimentación de las distintas estructuras, intercalados en algún caso con mampuestos de calcarenita9. Estas alineaciones, con orientación NW-SE y NE-SW, definen una serie de espacios cuadrangulares o rectangulares que conservan algunos de sus pavimentos originales de cantos rodados de pequeño tamaño en el C-1/PZ’02 y el C-1/PZ’03 (Lám. 2). Sobre estos pavimentos se documentaron sendos suelos de ocupación, identificados por el hallazgo in situ, entre otros, de un dirham y diversas piezas cerámicas bastante bien conservadas y datadas en época emiral: una tinaja de cordones digitados, varias ollas, una jarra con borde trilobulado, un plato del Tipo 1 de Cercadilla, etc. (Lám. 3). El abandono de las estructuras de esta primera fase viene marcado por sus “interfacies” de arrasamiento, así como por toda una serie de derrumbes de muros y techumbres. Hemos de destacar la presencia de tegulae en uno de estos derrumbes (C-1/PZ’03), cuyas dimensiones (c. 35 x 28 cm) son algo inferiores al módulo romano, y presentan cierta curvatura en su lado menor, resaltos no muy pronunciados y pequeñas pestañas de engarce en sus ángulos. La aparición

Fig. 6.- Corte 1/2003: fases constructivas emirales.

9  El uso de cantos rodados en estas primeras estructuras de época emiral se explica en gran medida por la proximidad al río, fuente de abastecimiento de este material edilicio. Este hecho es común a los primeros núcleos de ocupación de Qurtuba, como el arrabal de Saqunda, ubicado en la feraz zona ribereña del Guadalquivir, del que se provee con facilidad y rapidez para sus construcciones (cfr. CASAL et alii, 2004).

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Lám. 2.Cimentaciones de cantos rodados de la primera fase constructiva emiral, documentadas en el Corte 1/2002.

Lám. 3.- Detalle del suelo de ocupación con materiales emirales, documentado en el Corte 1/2002.

de tegulae en este derrumbe responde con seguridad a la reutilización de este tipo de materiales –procedentes de algún contexto romano de las inmediaciones– en las estructuras de la primera fase constructiva emiral10. En conclusión, el abandono o desuso de estas dependencias estuvo determinado por una crecida o riada, evidenciada en sedimentos arcillosos y limosos que colmatan las estructuras de esta primera fase. Este fenómeno marcará en gran medida el desarrollo de la vida en este sector de la ciudad islámica, produciéndose un receso constructivo hasta que en los años sucesivos se lleva a cabo la primera gran transformación del paisaje urbano en este punto de la ciudad. Segunda fase constructiva (Figs. 3, 5, 6b, 7 y 8): Está fechada en el siglo IX y está constituida por un conjunto de alineaciones murales que, junto con las levantadas en la fase precedente, actuaron como muros maestros de la organización espacial durante los ulteriores momentos constructivos, llegando incluso a condicionar el trazado y orientación de las estructuras y espacios del arrabal califal (vid. Figs. 6b y 15). Dentro de esta segunda fase de ocupación emiral se advierten variaciones en las técnicas constructivas empleadas (Lám. 4), usando por regla general cimentaciones de cantos rodados sobre los que alzan zócalos de morfología y composición disímil. Se generaliza en este momento el uso de sillería de gran tamaño en el levantamiento de estas estructuras, siguiendo tres variantes o técnicas edilicias básicas: dos de ellas, de aparejos mixtos, con muros de mampostería careada de arenisca o calcarenitas que en algún caso intercalan sillares dispuestos en vertical

10  La reutilización de tegulae romanas en edificaciones de data islámica se ha podido constatar en otros arrabales de Qurtuba, como es el caso de Saqunda, excavado en las campañas 2001-2002 (I.A.U. en el S.G. SS-1, Parque de Miraflores) bajo la dirección de M.ª Teresa Casal (cfr. CASAL et alii, 2004; SÁNCHEZ, 2004). Existen igualmente paralelos para este tipo de reutilizaciones en algunas necrópolis islámicas del tercio sur peninsular, como el caso de Mérida (ALBA, 2002) o Jaén (SERRANO, CASTILLO, 2000).

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Fig. 7.- Corte 1/1994: segunda fase constructiva emiral.

Fig. 8.- Corte 2/1994: segunda fase constructiva emiral.

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Lám. 4.- Tabla de técnicas constructivas documentadas en las estructuras emirales y califales.

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(trasunto del clásico opus africanum) y su variante mediante muros de sillería de calcarenita dispuestos a tabla, intercalados con rellenos de mampostería (remedo del tipo de “construcción en damero”)11; y una última técnica empleada, con el característico aparejo omeya, realizada íntegramente con grandes sillares de calcarenita (de circa 1,20 x 0,2 x 1,05 m), dispuestos a tizón en las cimentaciones y con un alzado en el que alternan un sillar a soga, con dos sillares a tizón12. Las edificaciones de esta segunda fase aparecen algo mejor definidas, pudiendo identificar con mayor precisión los espacios que las componen. Articulando estos espacios, se alza un buen número de estructuras con una orientación análoga a la de las alineaciones de la fase precedente que, en algún caso, actúan como cimentación de los nuevos muros. En este sentido, contamos tanto en el C-1/PZ’02 y C-1/PZ’03 con sendos espacios de cierta amplitud y planta rectangular, delimitados por muros definidos por la técnica inspirada en el opus africanum. Dichos espacios se relacionan con usos o actividades industriales, como denota la presencia de potentes vertidos de escoria de hierro –distinguimos, al menos, dos alzadas–, alternando con finos estratos de sedimentos limosos y arcillosos, fruto de los aportes aluviales del cercano río (Lám. 5). No cabe otra exégesis para estos escoriales férreos –relacionados de un modo intrínseco con las estructuras levantadas en esta segunda fase constructiva emiral– que la presencia en la zona de instalaciones de carácter industrial de trabajo, transformación y forja del hierro13. Esta inferencia funcional viene avalada también por las presencia en estos escoriales de herramientas y útiles desechados, así como por el hallazgo en el C-2/PZ’94 de una pieza de piedra de forma semicircular (65 cm de diámtero y 50 cm de potencia), interpretada como el soporte de un yunque (RUIZ, MURILLO, 2001: 136). Así mismo, el importante conjunto cerámico (candiles, platos, botellas, jarros, tapaderas, etc.) recuperado en los vertidos y en los sedimentos intermedios, nos ha llevado a datar inequívocamente este uso o actividad industrial en época emiral (siglo IX). También, consideramos imprescindible destacar el Espacio 1 del C-1/PZ’03, limitado perimetralmente por unas recias alineaciones –de 1 m de potencia y anchura, aproximadamente– que, junto a las estructuras exhumadas en este sector del solar durante la Campaña de 1994, consideramos como elementos compositivos o delimitadores de las dependencias de un edificio singular y destacado de este sector de la ciudad. Dicha singularidad o preeminencia queda fielmente atestiguada por la “rotundidad” y “monumentalidad” de las técnicas y materiales constructivos empleados respecto

11  El empleo de este tipo de aparejos mixtos, heredados de la tradición arquitectónica romana y tardoantigua, en edificios de data emiral se ha podido documentar en otras intervenciones desarrolladas en la ciudad, así como en otros paralelos del mundo islámico. En la inmensa mayoría de los casos, el empleo de estas técnicas está relacionado con edificios de cierta entidad, acaso vinculados con proyectos oficiales. Sobre la utilización y desarrollo de este tipo constructivo en otros ejemplos o edificios emirales destacados, tanto en Qurtuba como fuera de ella, véase: LEÓN, 2006. 12  Durante las labores de Supervisión Arqueológica de las zanjas de saneamiento, abastecimiento y redes se pudo constatar igualmente el empleo de estas técnicas edilicias, oscilando desde el simple muro de sillarejos de calcarenita a disposiciones más complejas, realizadas en sillería de gran tamaño (a soga y tizón, “solución de damero”…). Estos muros se calzan en ocasiones sobre cimentaciones de cantos rodados y mampuestos, y presentan alguna reutilización de materiales constructivos –probablemente, romanos–, como demuestra el hallazgo de una quicialera de mármol realizada con una pieza reaprovechada. 13  La vinculación de actividades industriales con espacios domésticos no es muy habitual. Son escasos los ejemplos en los que existe constancia de la coexistencia en un mismo espacio de actividades productivas nocivas y residenciales, ya que una de las preocupaciones recurrentes en los tratados de hisba era mantener separados los espacios domésticos de las áreas industriales más insalubres (PINILLA, 1999: 48-49). A modo de ejemplo, contamos con los resultados de diversas excavaciones desarrolladas en Murcia, donde junto a las zonas domésticas o residenciales se han documentado «instalaciones dedicadas a la manufactura de hierro: se trata de pequeños hornos de forja y desechos de producción metálica, especialmente nódulos férricos» (NAVARRO, JIMÉNEZ, 2003: 351). Tal vez, la ubicación de estos centros de producción pudiera relacionarse con las necesidades hídricas que este tipo de actividad pudiera conllevar, así como por la proximidad de los puntos de comercialización de los productos (zoco mayor, puerto…), prevaleciendo dichos criterios sobre los riesgos y posibles perjuicios que genera la cercanía de estas instalaciones respecto a las áreas residenciales (polución, insalubridad, incendios...).

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a la fase constructiva precedente, que denota sin lugar a dudas una evolución o ennoblecimiento del entorno urbano en este sector de Qurtuba14. Tercera fase constructiva (Fig. 5): Poco tiempo después de la erección de este edificio de entidad y las instalaciones industriales establecidas en este sector de la ciudad, se inició un proceso de reforma y remodelación de las estructuras –debido en gran parte a las fuertes afecciones provocadas por las crecidas del río–, empleando muros o pilares de refuerzo y contención junto a los paramentos más dañados. Este momento constructivo, de menor envergadura y más centrado en la reparación y refuerzo de las construcciones, se fecha entre fines del Emirato e inicios de la etapa califal, momento en el que debió producirse el abandono de algunos de los espacios de habitación. Este abandono estaría marcado por el arrasamiento de diversas estructuras emirales previas, así como por una serie de derrumbes de paramentos de sillería, mampostería y tapial. Adscritas a esta fase de reforma, se presentan varias estructuras cuya técnica se basa en el empleo de sillería sobre cimentaciones de cantos rodados muy bien alineados (Lám. 4).

4.1.2. Interpretación cronológica y funcional Tras la conquista de la ciudad en el 711 por parte del contingente dirigido por Mugit, se inicia un complejo proceso de implantación islámica, que en sus primeras décadas hará frente a todo tipo de eventualidades y avatares. Este marcado proceso de transformación urbanística carece en estos momentos incipientes del Emirato Dependiente de cualquier atisbo programático o planificado. Los conquistadores musulmanes, liderados por el emir al-Hurr, optan por adaptarse a la ciudad beneficiada, ocupando fundamentalmente el espacio al interior del recinto amurallado heredado y estableciendo un sistema viario a partir de la trama romana preexistente. Estos primeros años de presencia islámica en Córdoba se caracterizan por una ocupación basada en la «apropiación de casas preexistentes [...] de acuerdo con las condiciones de los correspondientes pactos o por simple derecho de conquista» (MURILLO, CASAL, CASTRO, 2004: 261), produciéndose una readaptación de espacios públicos y privados que derivan en una ausencia casi total de construcciones ex novo hasta el acceso al poder en 756 del primer emir independiente, el omeya ‘Abd al-Rahman I. A partir de este momento, al interior del recinto amurallado, donde se establecerían estos primeros musulmanes, se erigen los principales centros de poder religioso, político e ideológico, esenLám. 5.- Detalle en perfil de uno de los escoriales de hierro documentados, en este caso pertenece al Corte 1/2002.

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14  El uso de esta técnica constructiva, basada en potentes alineaciones de sillería de gran tamaño (alternando sogas y tizones) se puede relacionar con toda seguridad con edificaciones de tipo oficial para esta data emiral. A modo de parangón, contamos con otros ejemplos cordobeses, como el torreón califal documentado en la Huerta de San Antonio, si bien éste presenta macizado interior que lo diferencia de nuestro caso (MORENO, 1999: 100 ss.).

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ciales en el proceso de dominación islámica dispuesto por la política del príncipe omeya. Paralelo a esta configuración inicial del núcleo de la Medina, como centro neurálgico y aglutinante del poder religioso y político del Estado andalusí, se vislumbra muy acertadamente la necesidad de articular el espacio periurbano. En este sentido, pronto se inicia la expansión más allá de las murallas, con el asentamiento de los primeros grupos de población15 en áreas suburbanas, los conocidos arrabales, destinados básicamente a un uso residencial. En este momento, los elementos heredados de la ciudad tardoantigua16, junto con los nuevos factores de ocupación introducidos y auspiciados por miembros del círculo cercano al emir (fundaciones pías, como mezquitas y cementerios, y las almunias), se convertirán en catalizadores del naciente proceso de “islamización” de la ciudad y su entorno inmediato17. Tras esta contextualización histórica del sector que nos ocupa, sintetizamos los resultados obtenidos en las distintas campañas de excavación en el Zoológico referidos al período emiral. En este sentido, esta intervención nos ha permitido documentar una completa secuencia estratigráfica de ocupación emiral. Cada una de estas fases documentadas presenta estructuras con una entidad muy diferente, denotando funcionalidades que van evolucionando a lo largo del periodo de consolidación de la ocupación del solar. Constituyen el germen de la instalación de un arrabal en sus diferentes estadios y permiten analizar de manera excepcional el proceso de asentamiento de población en un sector concreto extramuros. Un proceso evolutivo que fluctúa desde una más que probable iniciativa particular en la primera fase, de carácter periurbano o casi rural –cuya posible identificación se corresponda con una alquería prácticamente aislada–, a la iniciativa estatal patente en la fase de ocupación subsiguiente, asociada a un ámbito oficial de carácter residencial y espacios destinados a actividades industriales, matriz en torno a la que se consolida el arrabal. De este modo, mientras la fase inicial presenta escasa densidad de estructuras y una técnica edilicia elemental y económica, la segunda fase se caracteriza por la utilización de materiales y técnicas más sofisticados o complejos, que en determinadas ocasiones mantienen y reutilizan –quizás fraccionando– las estructuras maestras de la fase precedente. La “monumentalidad” de la técnicas y materiales empleados en este segundo momento de ocupación, junto con las

Lám. 6.Pavimentos de losas documentados durante el seguimiento desarrollado durante los años 2002-2003.

15  En estos primeros arrabales configurados en torno a la Medina “habitaría inicialmente población mozárabe y con posterioridad la creciente masa de musulmanes de la ciudad” (MURILLO, CASAL, CASTRO, 2004: 261). 16  Entre estos elementos podríamos destacar: las vías, necrópolis, centros de culto y los barrios surgidos en torno a ellos, así como el área de control político religioso concentrado en la zona meridional, en las inmediaciones del río. 17  Este proceso recibirá un impulso vital en la primera mitad del siglo IX con la vasta reorganización del Estado ideada por ‘Abd al-Rahman II, que se traduce en un período de intensa actividad edilicia y asistencial como respuesta al crecimiento demográfico experimentado por Qurtuba a lo largo de este siglo (cfr. MURILLO, CASAL, CASTRO, 2004: 265).

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dimensiones de los espacios delimitados por aquéllos, su pavimentación (Lám. 6) y el paisaje urbano que nos dibujan las fuentes andalusíes, con presencia de huertas e instalaciones industriales asociadas, determinan nuestra interpretación del edificio singular documentado en esta fase como una residencia de recreo o almunia18 (cfr. RUIZ–MURILLO, 2001; MARTÍN, 2002; SÁNCHEZ, 2004 y e.p.) (vid. Lám. 15). Del mismo modo, el tipo de estructuras empleadas en esta construcción –que aparecen, por regla general, vinculadas a edificios oficiales o relacionados con los círculos de poder (LEÓN, 2006)–, nos llevan a identificar dicha edificación como un proyecto auspiciado o patrocinado por algún destacado personaje del Estado omeya. Debemos imaginarnos, pues, esta munyat enclavada en un fecundo terreno, ideal para la ubicación de este tipo de instalaciones o dependencias suburbanas de recreo. Aun así, la vida de este arrabal suroccidental de Qurtuba se vio alterada y condicionada en ocasiones por las crecidas fluviales19 y, por ende, por la inundación de los espacios habitados. Muy pronto este edificio significativo asumiría el rol de elemento articulador de la configuración urbana de este sector de la ciudad localizado al sur de la colina natural donde se ha querido emplazar el Balat Mugit (cfr. MURILLO, FUERTES, LUNA, 1999: 135), llegando incluso a determinar la disposición y orientación de los espacios públicos (calles) y privados (viviendas) del arrabal califal. De este modo, esta fase documentada en nuestras excavaciones resulta crucial en la comprensión del surgimiento del urbanismo de este sector, ya que es a partir de este enclave de entidad del que germina un amplio núcleo con cierta coherencia urbanística, reutilizando o fosilizando la orientación de las estructuras preexistentes y aglutinando en torno a ellas un poblamiento bien estructurado20.

4.2. ÉPOCA CALIFAL Tras un largo período, marcado por las inestabilidades internas provocadas por las insurrecciones de las minorías no conversas y la posterior consolidación del Emirato por parte de ‘Abd al-Rahman II y Muhamad I, esta transformación urbanística alcanzará su cenit con la compleja y programática red de arrabales iniciada por ‘Abd al-Rahman III a poniente de la Medina tras su autoproclamación en 929 como Califa.

18  Los resultados obtenidos en varias intervenciones arqueológicas realizadas tanto en la parte superior de la colina como en la ladera meridional y en las inmediaciones occidentales del solar que nos interesa (MURILLO, 1995; RUIZ, MURILLO, MORENO, 2001) confirman igualmente la existencia de una ocupación temprana de época emiral en este sector. Otros autores ya relacionaron estos hallazgos con «un arrabal conformado alrededor de un palacio o almunia situado en la ladera meridional de la colina y en la llanura ocupada actualmente por el Zoológico Municipal (...) ya de época islámica, se documentan grandes estructuras hidráulicas y construcciones de sillería con grandes patios pavimentados con lajas de piedra» (MURILLO, CASAL, CASTRO, 2004: 264). Estos autores se refieren a una serie de pavimentos de cantos rodados y de losas poligonales de pizarra documentados durante la fase de Supervisión Arqueológica de zanjas desarrollada en el Zoológico (2002-2003). Dichos pavimentos estarían definiendo espacios muy amplios (superando en algún caso los 12 m de longitud), delimitados en ocasiones por estructuras o alineaciones perimetrales. Aun teniendo en cuenta que dichos pavimentos pudieran ser de datación posterior –debido a las escasas dimensiones de las zanjas practicadas y a la ausencia de cerámica significativa que permita fecharlos con seguridad–, la considerable magnitud de los espacios pavimentados, las singulares técnicas edilicias empleadas y las dimensiones de las estructuras excavadas –similares a las documentadas en las otras campañas de excavación– nos permiten relacionar estas construcciones con este edificio singular y destacado de este sector de la ciudad islámica. 19  Estas avenidas se evidencian, al margen de la presencia de sedimentos de origen aluvial, por el desplome de algunos paramentos y el obligado refuerzo de estructuras en fases de remodelación o reforma de las distintas dependencias, posteriores a estas importantes riadas. 20  «Todas estas actuaciones parecen responder a un modelo premeditado, mediante el que los emires cordobeses, por sí mismos o con el auxilio de su círculo familiar y gubernamental, comienzan a dotar a la periferia de Qurtuba de una incipiente ordenación urbanística capaz de responder tanto al crecimiento demográfico como a las necesidades de infraestructuras comunitarias que hicieran posible las formas de vida genuinamente musulmanas, garantizando al mismo tiempo la explotación agrícola y ganadera del territorio próximo a la ciudad con el fin de asegurar su propio abastecimiento» (MURILLO, CASAL, CASTRO, 2004: 266).

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Fig. 9.- Corte 1/2003: detalle en planta, alzado y fotografía de la cloaca documentada.

Fig. 10.- Hipótesis de trazado de las calles y tramos de cloaca, a partir de los restos documentados en el Corte 1/1994 y en Corte 1/2003.

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El comienzo de la etapa califal se caracteriza por la construcción de nuevas estructuras tras una fase definida por una serie de procesos postdeposicionales, con la presencia de un estrato de limos de color pardo rojizo, consecuencia de una crecida del río. Todo esto provocó el abandono repentino de los recintos de las fases anteriores, hecho constatable por la existencia de artefactos cerámicos variados, útiles de metal y alguna moneda in situ. Este acontecimiento es similar al documentado en otras zonas próximas al río, como es el caso del arrabal de Šaqunda (CASAL, 2004) donde las riadas obligan a la reconstrucción del arrabal en varias ocasiones, manteniendo en gran medida las alineaciones de las construcciones anteriores. A partir de este momento se produce una evolución del arrabal marcada por tres fases constructivas.

4.2.1. Fases constructivas y descripción detallada La primera fase constructiva de época califal (Figs. 11, 12, 13, 14 y 15a) se documentó en todos los cortes excavados en las tres campañas realizadas en los años 1994, 2002 y 2003 (vid. Fig. 2). Es en este momento cuando se produce el mayor desarrollo urbanístico del sector; las zonas que ya habían sido ocupadas en época emiral se mantienen en uso, y otras donde la ocupación había sido bastante más reducida presentan ahora una gran concentración de estructuras. Como veremos a continuación, algunos de los espacios han podido ser interpretados, no sin dificultad; pero intentar atribuir una utilidad a la mayor parte de los mismos ha sido prácticamente imposible, debido tanto al nivel de arrasamiento de las estructuras como al reducido tamaño de alguno de los cortes. El principal argumento para afirmar que en estos momentos se produce una urbanización del sector es la presencia de dos calles pavimentadas con grava y arena, por las que discurren unas enormes cloacas de similares características (Fig. 10 y Láms. 7 y 8). La primera de estas conducciones presenta dos tramos, uno con orientación N-S (C-1/PZ’03), y otro NW-SE (C. Mandriles-PZ’94), y está realizada a base de sillares de calcarenita calzados con guijarros y ripios (Fig. 9). El grosor de las paredes se acerca a los 0,45 m, delimitando al interior una luz de 0,65 m y una profundidad de 0,53 m, aproximadamente. En cuanto a su cubierta, estaba formada por grandes sillares rectangulares de calcarenita dispuestos a tizón que descansaban directamente sobre la estructura de la caja y estaban calzados en algunos puntos con guijarros, mampuestos o ripios, que apoyaban sobre la estructura de la caja. En la zona media del tramo de cloaca con orientación NW-SE se levantó un pozo de registro realizado con grandes sillares de calcarenita a soga y tizón, conformando un encañado de planta cuadrangular de circa 1 m de lado. Este encañado apoyaba directamente sobre la caja de la cloaca y estaba cubierto por una gran losa de calcarenita que actuaba como cubierta del pozo de registro. La segunda cloaca (C. Mandriles-PZ’94), que discurría en dirección NE-SW, estaba construida con bloques rectangulares de calcarenita de hasta 1’30 m de longitud por 0’60 m de altura, calzados con cantos de río y cubiertos por otros sillares, también de calcarenita, dispuestos a tizón y con una longitud aproximada de 1’20 m, que no llegaban a cubrirla en su totalidad (Lám. 8). La luz de la cloaca alcanzaría los 0’70 m x 0’60 m. Debido a la orientación y buzamiento que presenta la primera de las conducciones (C-1/PZ’03) hacia el SE, en dirección al río Guadalquivir, creemos que debía tratarse de la principal, a la que se le incorporaba la otra (C. Mandriles-PZ’94) en algún punto distante poco más de dos metros de donde fue excavada. Estas cloacas, y por consecuencia las calles por las que discurren, están marcando la orientación del arrabal califal; dicha orientación tiene origen en las estructuras de época emiral que en esta nueva fase se mantiene. En el C-1/PZ’94, además de la calle y la cloaca a la que antes hemos hecho alusión, se pudieron identificar hasta cinco espacios que formarían parte de una o más viviendas (Fig. 11 y Lám. 9). Entre ellos, se pudo distinguir un patio, debido a la presencia en su interior de un pozo de agua y a que sus dimensiones son considerablemente mayores que las de los espacios que se distribuyen a [ 182 ]

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Fig. 11.- Corte 1/1994: fases constructivas califales, con la calle, cloaca y las estructuras pertenecientes a viviendas.

Fig. 12.- Corte 3/1994: primera fase constructiva califal.

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Fig. 13.- Corte 1/2002: planta general de los espacios de vivienda documentados para época califal.

Fig. 14.- Corte 2/1994: fases constructivas califales, con una posible calle y estructuras relacionadas con viviendas.

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su alrededor. En relación con la evacuación de agua de este pozo, se construyó una canalización en la siguiente fase, en dirección a la calle, que puede estar indicando la funcionalidad del espacio más cercano a ésta, un zaguán. En cuanto a la presencia del pozo negro dispuesto en el espacio noreste, debemos indicar que es poco frecuente su localización en el interior de las viviendas21. El C-2/PZ’94 se dispone en la zona septentrional del Parque Zoológico y se caracteriza por la amortización de una de las estructuras de la fase anterior, así como por la construcción de otras que configuran nuevos espacios (Lám. 10). El Espacio 1 presenta un potente paquete de gravas, por lo que fue interpretado como una calle, mientras el Espacio 3 contiene una gran abundancia de escoria de hierro. Esta fue la única fase constructiva documentada en el C-3/PZ’94, donde pudieron identificarse dos espacios (Fig. 12 y Lám. 11). El primero corresponde a un patio con suelo de tierra apisonada, bajo el que se disponía un estrato de picadura de sillar posiblemente vinculado al horizonte de construcción del espacio occidental. El segundo de los espacios corresponde a parte de una escalera cuyos peldaños se disponen en dirección noreste-suroeste, con una altura de 0’15 m y realizados con sillares de calcarenita. El acusado buzamiento del terreno hacia el este haría necesaria la creación de escaleras para salvar la diferencia de cota entre las distintas estancias de las viviendas de esta zona. Donde mejor se ha observado la expansión que se produce con el califato es en el C-1/PZ’02 (Fig. 13 y Lám. 12). Estas nuevas estructuras y espacios, hasta un total de 19, se articulan reutilizando varios muros de época emiral, que son reparados y construyendo otros de nueva planta. Los espacios excavados responden a unas dimensiones muy variadas, oscilan entre los 40 m² del Espacio 4 y algo más de 4 m² del Espacio 9, con una funcionalidad que, en la mayor parte de los casos, resulta de imposible atribución. Sólo en el caso del Espacio 4, tanto su tamaño como su disposición en la zona central permiten identificarlo con un patio en torno al que se articularon varias de las estancias que lo rodean. El Espacio 1 presenta dos letrinas en el frente suroeste, algo muy excepcional, cuyos paralelos más cercarnos los encontramos en Madinat al-Zahra’22. Inmediatamente al SW del anterior, se dispone el Espacio 2, donde se localizó un pozo negro al que vertían las dos letrinas, algo poco habitual pero que ha sido identificado en otras ocasiones (RUÍZ, MURILLO, MORENO, 2001: 159). En cuanto a la disposición del pozo, desconocemos si se encuentra en un espacio abierto (adarve) o cerrado (Lám. 13). Todos estos elementos nos están indicando que estos espacios, o al menos algunos de ellos, formarían parte de un edificio de mayor entidad, ya que no responden al prototipo de viviendas islámicas. El C-1/PZ’03 se caracteriza en esta fase por la reforma y/o reutilización de estructuras de las fases emirales; de hecho, el muro en torno al que se articulaban prácticamente todas las estructuras en el periodo anterior, ahora es reforzado en dos puntos de su cara oeste (Fig. 15a). El Espacio 1 está definido por unos muros diferentes al resto de los documentados en el arrabal, de manera que su técnica edilicia, tanto emiral como califal queda reservada para la construcción de edificios de cierta entidad. Ésta se caracteriza por el uso de grandes sillares de calcarenita, alternando dos a soga y tres o cuatro a tizón, con el interior relleno o colmatado por ripios y algún mampuesto de arenisca o guijarros (Lám. 15). La amortización de dos muros y la construcción de uno nuevo, situado más al norte, se debe a la ampliación de este espacio y división en dos, uno de los cuales se puede identificar como una letrina. Con toda probabilidad, el acceso a esta estancia se produciría por su costado NW, aunque resulta imposible asegurarlo al encontrarse este cerramiento bajo el perfil del corte (Lám. 14). Además de la estancia ya descrita, se localizaron otros tres espacios cuya funcionalidad e identificación resulta prácticamente imposible de determinar; sólo se podría plantear la posibilidad de que

21  En Siyasa, en las casas n.º 11, 13 y posiblemente la n.º 3 los pozos negros estaban en los establos y en la casa n.º 5 bajo el salón (NAVARRO, JIMÉNEZ, 1990). 22  En la llamada “vivienda de servicios” se localiza una estancia con dos letrinas, dispuestas en sus frentes meridional y oriental, que en esta ocasión no vierten en un pozo negro, al ser el sistema de saneamiento de la ciudad palatina bastante más complejo (VALLEJO, 1990, 130).

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Lám. 7.- Vista general final del Corte 1/2003 (Recinto de los Mandriles).

Lám. 9.- Vista general final del Corte 1/1994.

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Lám. 8.- Vista general del tramo de cloaca localizado en el Corte 1/1994.

se trate de las estancias dispuestas en la crujía occidental de una vivienda. En el denominado Espacio 4 se documentó el vano de acceso al mismo desde otra habitación dispuesta al sureste. El material cerámico y numismático recuperado ha permitido fechar estas construcciones en un momento temprano del Califato, con presencia de abundante cerámica común, pintada, vidriada y, en menor medida, verde manganeso, así como dos feluses y un dirham de probable cronología califal, a la espera de un análisis detenido de los tipos numismáticos. La segunda fase constructiva de época califal se traduce en una serie de reformas, básicamente enfocadas hacia la subdivisión de algunos de los espacios de la fase anterior. Los cortes 1 y 2 de la campaña de 1994 se caracterizan por la continuidad de las alineaciones preexistentes. Esas reformas se hacen especialmente visibles

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Lám. 10.- Vista general final del Corte 2/1994.

Lám. 11.- Vista general final del Corte 3/1994.

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Fig. 15.- Corte 1/2003: fases constructivas califales.

en el C-2/PZ’94 (Fig. 14). Los cuatro espacios de la fase anterior quedan plenamente configurados, correspondiendo a las estancias de, al menos, una vivienda de la que, además del patio, se han excavado tres habitaciones dispuestas en la crujía septentrional. Sin embargo, intentar identificar dichos espacios resulta bastante complicado, debido al nivel de arrasamiento que presentan y las reducidas dimensiones de la zona excavada. • El Espacio 1, posiblemente corresponda a un patio23, en torno al que se articularían el resto de los espacios documentados. El pavimento de gravas compactadas y la estructura excavada en el extremo sureste del corte, restos de un posible rebosadero de pozo, constituyen los principales argumentos para plantear esta posibilidad. Sin embargo, no son los únicos, ya que también se localizaron dos estructuras, interpretadas como rebancos, que se disponían a ambos lados del vano del Espacio 324. • Espacio 2 estaba pavimentado con losas de cerámica dispuestas sobre una cama de mortero; no obstnte, sus dimensiones quedaron reducidas con res23  En las excavaciones realizadas en otros arrabales occidentales se ha observado que los suelos de grava no están restringidos a calles o adarves, por el contrario su uso está especialmente presente en patios. 24  Este tipo de estructuras se han documentado en patios (CASTILLO, MARTÍNEZ, 1994: 60) y zaguanes (CASTILLO, MARTÍNEZ, 1990: 113; CASTRO, 2005: 120).

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pecto a la fase anterior como consecuencia de la construcción de un nuevo muro septentrional al sur del que existía con anterioridad. • El Espacio 3, con algo más de 4 m², representa la estancia más completa de la vivienda, ya que cuenta en su lado meridional con un vano de acceso definido por dos lajas de pizarra que conservan sendos huecos para las quicialeras. El pavimento ha sido constatado por la presencia de un pequeño testigo correspondiente a una capa de albero de unos 3 cm de grosor. Tanto su localización dentro de la planta del edificio como su disposición alargada permite identificarlo con un posible zaguán. • El último espacio –Espacio 4–, se disponía en el extremo oriental del corte y se encontraba muy arrasado como consecuencia de las alteraciones producidas en fases posteriores. La compartimentación de espacios se hace patente en el C-1/PZ’02 (Fig. 13), ya que se pasa de los 19 contabilizados en la fase anterior a los 21 atribuidos a ésta. En nuestra opinión, la actuación más significativa es la que permite la división del Espacio 1, separando las dos letrinas por un muro y creando de este modo un nuevo espacio, el 21. Esto puede estar indicando una mayor transformación de la que se puede percibir a simple vista, dando lugar a una reorganización de los espacios de la fase anterior. Si con anterioridad el Espacio 1 pertenecía a una única unidad doméstica, su compartimentación estaría poniendo de manifiesto la subdivisión y reorganización de estancias con el objeto de configurar una nueva vivienda25; sin embargo, no podemos identificar cuál sería su perímetro ni con cuántos espacios contaría. Este hecho se ha constatado en otras ocasiones, tanto en Qurtuba como en otras poblaciones islámicas, y responde a un crecimiento de la familia, a la herencia que propicia una subdivisión de la vivienda, aspecto tratado en mumerosas ocasiones en la jurisprudencia malikí (cfr. GARCIA-BELLIDO: 1997: 74-76; VAN STAËVEL, 2001). Además, en este momento se construyen las canalizaciones (C-1/ PZ’02) que estarían indicando la presencia de una o varias calles próximas, una localizada al NE y otra al SE. (Lám. 16). La tercera fase constructiva corresponde a una transformación en el C-1/PZ’03. Ésta se materializa en la construcción del Espacio 6 situado en el ángulo noroeste de la casa (Fig. 15b), lo que conlleva la ocupación de la calle26 que discurre en dirección NE-SW (C-1/PZ’03) y la

25  Este hecho se ha constatado en la planta de algunas viviendas de otras excavaciones realizadas en el ensanche occidental. Entre ellas en la Ronda Oeste de Córdoba, en el tramo del Naranjal de Almagro, al menos dos viviendas fueron modificadas y estructuradas en otras dos, como hemos identificado a partir de la planimetría (Plano de CAMACHO, 2004: 212). 26  Casos similares se han documentado en Murcia, Saltés o Vascos (NAVARRO, JIMéNEZ, 2003: 369-373).

Lám. 12.- Vista general final del Corte 1/2002 (Recinto de los Hipopótamos).

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consiguiente amortización de la cloaca27 (Lám. 17). Como es bien sabido, la calle es considerada un bien común indiviso y el ciudadano tiene derecho a usarlo en su propio beneficio siempre y cuando no perjudique a sus vecinos. En este sentido se revelan numerosas fetuas en las que se pone de manifiesto la intrusión de particulares sobre la vía pública; en cada caso se juzgan de un modo u otro atendiendo al perjuicio causado sobre el bien común. Cuando la actividad cotidiana de la comunidad no se ve alterada, pues las dimensiones de la calle permiLám. 13.- Vista del pozo negro califal, al que verterían dos letrinas, ten su nomal funcionamiento, no se prodocumentado en el Corte 1/2002. duce la demolición; por el contrario, la fina-´28 se hace más evidente. De hecho, transcurrido un periodo de 10 a 20 años sin producirse algún daño o queja, este espacio ocupado, pasaría a ser considerado propiedad de su titular (GARCÍA-BELLIDO, 1997: 72-73; VAN STAËVEL, 2001: 251-239). No ha sido posible establecer la funcionalidad de este espacio doméstico ni su relación con los situados a su alrededor, tan sólo se ha podido comprobar que presenta un acceso directo desde la calle, ahora reducida en este extremo. Cronológicamente hay que enmarcarlo en un momento que se caracteriza por el máximo apogeo del arrabal. Por lo tanto, esta fase habría que fecharla a finales del Califato o ya en época postcalifal, cuando se produce el abandono y arrasamiento definitivo del arrabal, como indica el material cerámico recuperado, entre el que se encuentra la cerámica común, pintada, vidriada y verde-manganeso. El suelo de ocupación documentado en el Espacio 16 (C-1/PZ’02) ha proporcionado un abundante ajuar doméstico, además de un tesorillo de doce monedas hallado en el interior de un pozo del C-1/PZ’02, lo que indica un rápido abandono con la huida generalizada de los habitantes del arrabal. Las técnicas usadas en la construcción de los muros Lám. 14.- Espacio de cronología califal definido por califales (vid. Lám. 4) se caracterizan por una homogeestructuras de sillares de calcarenitas, alternando por tramos sogas y tizones, documentado en el Corte 1/2003. neidad en el empleo de materiales, combinados de diferente modo, en donde predomina el uso del mampuesto de calcarenita trabado con barro y en ocasiones sustituidos por grandes sillares a soga o alternando dos a soga y tres o cuatro a tizón,

27  Cada vez son más los ejemplos documentados arqueológicamente y recogidos en las fuentes, que muestran como algo habitual la ocupación de calles por parte de los ciudadanos (NAVARRO, JIMÉNEZ, 2003: 369-373). 28  Este concepto responde a un espacio libre que bordea los muros de una propiedad permitiendo su uso para atar los animales, cargar o descargar mercancía o ejercer una actividad comercial.

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con el interior relleno o colmatado por ripios y algún mampuesto de calcarenita o guijarros29. Con relación a la existencia de un número importante de sillares de gran módulo, no podemos obviar las noticias que apuntan a la existencia de alguna villa en las inmediaciones que pudo surtir de material constructivo a estas construcciones. Los pavimentos se caracterizan, frente a la tónica observada en los muros, por una gran diversidad en materiales y técnicas. Algunos de ellos ayudan a la identificación funcional de los espacios donde se localizan (CASTRO, 2005: 142-143). Entre ellos se han documentado: los compuestos de arcillas rojizas apisonadas con pequeños nódulos de cal; otros con una fina capa de gravas y guijarros de pequeño tamaño de unos 0,16 m de potencia; los formados por losas de cerámica dispuestas sobre una cama de mortero; suelos realizados con losas de pizarra; lajas de piedra arenisca asentadas sobre un estrato de matriz limosa; cantos rodados y algunas calizas; pavimentos de albero de unos 2 cm de potencia sobre un estrato de relleno que serviría de nivelación; y capas de mortero de cal de 1 cm de grosor cuya preparación es un potente estrato de arcilla apisonada.

Lám. 15.- Vista general y detalles de las estructuras de sillería de calcarenitas de la segunda fase constructiva emiral, documentadas en el Corte 1/2003. Estas potentes alineaciones se relacionan con una posible almunia.

4.2.2. Interpretación cronológica y funcional Los resultados obtenidos en estas intervenciones ponen de manifiesto esa nueva situación, patente a través de la presencia de un trazado ortogonal y ordenado, 29  En este sentido, consideramos sumamente arriesgado intentar establecer atribuciones cronológicas en función de los materiales y características edilicias de los muros (cfr. ACIÉN, VALLEJO, 1998: 121), especialmente cuando nos referimos a la arquitectura doméstica. Distinto es el caso de la construcción de edificios “singulares”, en los que se emplean grandes sillares dispuestos con el aparejo oficial omeya, en el que sí es posible determinar ciertas pautas en su evolución. En cualquier caso, insistimos en la necesidad de contar con planteamientos metodológicos basados en la lectura estratigráfica previa, a la que supeditar otro tipo de consideraciones tipológicas posteriores.

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Lám. 16.- Detalle de una de las canalizaciones califales localizadas en el Corte 1/2002.

Lám. 17.- Espacio definido en la fase de reformas del arrabal califal, amortizando parte de la calle y la cloaca documentadas en el Corte 1/2003.

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que se articula a partir de una serie de calles dotadas de un sistema de saneamiento jerarquizado al que vierten las aguas residuales de las letrinas. Ese es el caso de las dos cloacas excavadas en el Parque Zoológico, cuyas dimensiones y técnica edilicia exceden lo que viene siendo habitual en otros arrabales, con cloacas que discurren por la zona central de las calles caracterizadas por una cubierta realizada con losas de calcarenita o de caliza sobre un canal que no excede los 0,40 m30. La construcción de estas infraestructuras podría estar en relación con el patrocinio por parte de un gran propietario o alto dignatario del estado, que en un determinado momento decide urbanizar su propiedad (MURILLO, CASAL, CASTRO, 2004: 271), marcando una notable diferencia respecto al resto de sistemas de evacuación, basados en el vertido de los desagües de patios y pequeñas cloacas en pozos negros que presentan un carácter privado e individual. Los efectos de este proyecto urbanístico se hacen patentes en un aspecto bastante excepcional, su localización en una zona de pronunciada pendiente, frente a la marcada tendencia del resto de arrabales occidentales, que se extienden por zonas eminentemente llanas. En este sentido, cabe destacar las diferentes cotas de los pavimentos y suelos de ocupación de los Cortes 2 y 3 del PZ’94, lo que hizo pensar a los directores de la excavación en la obligada existencia de “muros de aterrazamiento conectados por rampas y/o escaleras a fin de salvar una pendiente del 25%” (RUIZ, MURILLO, LUNA, 1994: 37). En cuanto a las modificaciones sufridas por los edificios documentados, queda patente que el arrabal se encuentra en una continua evolución consecuencia directa del desarrollo y crecimiento de la población31. Esto se advierte en la reforma de estructuras y 30  El paralelo más cercano lo encontramos en una cloaca localizada en el yacimiento de Cercadilla, cuya cubierta estaba construida con sillares dispuestos a tizón sobre una estructura también de sillares de calcarenita, calzados con guijarros y ripios, y con una luz algo mayor que la del Parque Zoológico. La calle por la que discurría presentaba un pavimento de grava (CASTRO, 2005: 148-149). Otra conducción de similares características técnicas se localiza en Madinat al-Zahra’, en esta ocasión destinada a la conducción de agua limpia (LÓPEZ, 1985: 143). 31  Sin embargo, este proceso se produce en un periodo de poco más de un siglo, por lo que la magnitud de estos cambios nunca adquiere los niveles de los ejemplos africanos que con frecuencia se ponen como ejemplo y cuya evolución es el fruto de cientos de años de desarrollo (AKBAR, 1988; VAN STAËVEL, 1995: 53-61; GARCÍA-BELLIDO, 1997: 59-86).

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amortización de otras, en la subdivisión de espacios, en la ocupación de parte de la calle así como en el cambio de funcionalidad de algunos espacios. El arrasamiento y abandono del arrabal se produce con el final del Califato y el estallido de la fitna. La premura con que se produjo ese abandono viene avalada por la presencia de varios suelos de ocupación con abundante material cerámico y el hallazgo de un tesorillo. En este momento de inestabilidad, los ocultamientos se hicieron frecuentes en los grandes núcleos urbanos, con la intención por parte de los propietarios de su posterior recuperación32.

4.3. Época tardoislámica Tras el receso que supone el colapso del califato posterior a la fitna, la secuencia histórica continúa en el solar durante el período tardoislámico, etapa en la que deberíamos encuadrar las estructuras analizadas y estudiadas en el C-2/PZ’03 (Fig. 16); en concreto, el recinto amurallado conservado en esta zona del Parque Zoológico. La actuación acometida en la ladera de la colina se limitó a una limpieza de los rellenos que cubrían las estructuras emergentes conservadas in situ y los derrumbes de las cajas de tapial de los alzados (Lám. 18), y a la realización de un pequeño sondeo al pie de una de sus torres. El estado general de conservación de la muralla es bastante precario, ocasionado tanto por el expolio de material como especialmente a causa de la presión de los sedimentos arrastrados desde la cima del cerro, que debió provocar el derrumbe de varios lienzos a lo largo de toda la ladera.

Fig. 16.- Corte 2/2003: hipótesis de restitución, planta y alzado de la muralla almohade.

32  En el seguimiento del vaciado del solar para la construcción de las pistas deportivas del Fontanar se produjo un hallazgo de aproximadamente dos mil monedas, con un amplio porcentaje de dirhames de Abd al-Rahman III (LUNA, ZAMORANO, 1999: 160, nota 4).

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Para la construcción de la muralla se excavó una zanja de cimentación en las gravas geológicas, con una anchura de 0,49 m y una potencia de apenas 0,52 m. Para la nivelación y protección de la base de la muralla se dispuso un zócalo de aislamiento, consistente en un basamento de mampostería y sillarejo de pequeño tamaño dispuesto en hiladas bien niveladas y enripiadas, con al menos siete hiladas que alcanzan una altura máxima en este punto de 1,50 m. Sobre este cimiento se levanta el alzado de la tapia, construido mediante encofrados de unas dimensiones medias de entre 0,80-0,85 m de altura x 2-2,10 m de anchura, sin que haya sido posible determinar la longitud de los cajones33 (Fig. 16 y Lám. 18). La torre contigua se adosa al lienzo, lo cual no significa necesariamente la existencia de dos fases constructivas distintas, sino que se trata de un recurso estructural y funcional habitual en las construcciones defensivas, especialmente en aquellas murallas construidas mediante encofrados de tapial. El estado de arrasamiento y saqueo del costado meridional de esta estructura impide precisar sus dimensiones totales. No obstante, la planta que presenta hoy es ligeramente rectangular, con 2,99 m de anchura x 3,45-3,50 m. La cimentación de esta torre cuenta con una mayor potencia que el lienzo, como por otra parte se ha podido constatar en el resto de cercas del mismo período documentadas en la ciudad de Córdoba. La existencia de sillares y sillarejos caídos al pie de la torre y la apertura de una zanja de robo en su costado SO permite plantear la existencia de un basamento de piedra, con núcleo interior de mortero, similar al empleado en los encofrados del alzado. Dicho recinto había pasado prácticamente desapercibido en la historiografía arqueológica local, salvo contadas excepciones: «Saliendo de Córdoba por la Puerta de Sevilla, o recorriendo la ribera del Guadalquivir por su margen derecha abajo, se divisan, no lejanos al Cementerio de la Salud, unos restos de murallas y torreones, lineros de la Huerta de Maimón o de Marimón, y que durante bastantes siglos han constituido un problema y un misterio para los cordobeses y para los historiadores de Córdoba. [...] Toda la construcción es de tapial, sin que se vea obra de mampuesto ni cantería alguna sobre la superficie de la tierra. La muralla debía ser amplia y fortísima, y contiene el desnivel o escarpe que por ese lado presenta el terreno, cercana ya la ribera. [...] Por esa disposición, y aunque los restos de muralla sean hoy bien escasos, la disposición de la misma ha constituido como un amplia balconada sobre el río y sobre el pago de huertas que se alinean a lo largo de la ribera...» (CASTEJÓN, 1924: 153). Su emplazamiento y la entidad de su fábrica –cuyos restos «continúan hacia poniente, en una extensión de un kilómetro y medio aproximados, hasta llegar a la Huerta de Valladares» (CASTEJÓN, 1924: 156)– llevaron a su inicial interpretación como el recinto amurallado de la Madinat alZahira construida por Ibn Abi Amir al-Mansur a finales del siglo X: «Mi opinión es, que esa muralla es la misma de Medina Zahira» (CASTEJÓN, 1924: 167). Los escasos vestigios visibles en superficie quedan reflejados en el conocido plano de su artículo Córdoba califal, parcialmente tomado del plano topográfico de la ciudad de 1884, bajo la denominación de “ruinas de muralla vieja”. No obstante, la restitución del trazado de este recinto queda incompleta y engloba otras estructuras que no coinciden en el tiempo con el levantamiento de este lienzo (cfr. CASTEJÓN, 1929). Por lo que respecta a la interpretación funcional que se ha venido dando a estas estructuras, está sin duda condicionada por la tradicional asignación de una cronología califal para este tipo de fábrica hecha en tapial. De ahí que se mantuviese su vinculación con el cerramiento en época amirí de los arra33  Este módulo no se ha podido precisar en el alzado, pues su superficie se encuentra muy erosionada y no se distinguen con claridad las líneas de las agujas o cárceles que permitían sostener las cajas del encofrado. Las dimensiones de los cajones se han tomado en el derrumbe, caído en bloques que coinciden con cada una de las tongadas constructivas. En estos bloques se aprecia la superficie exterior de dichos encofrados, en los que aún es posible distinguir las huellas de las rebabas en las juntas de los tablones que conformaban las cajas.

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Lám. 18.- La muralla almohade: a) vista general en alzado; b) sondeo practicado en la zanja de cimentación de la torre; c) derrumbe de un lienzo de la muralla; d-e) fragmentos cerámicos con decoración verde-manganeso y cerámica de costillas recuperados en la muralla.

bales occidentales de Qurtuba: «el núcleo principal de los barrios occidentales [...] indiscutiblemente fue cerrado dentro de murallas, acaso en tiempos de Almanzor, que nosotros suponemos construidas de tapial, a estilo clásico español, y de las que quedan vestigios en muchos lugares de su trayecto, que una detenida investigación arqueológica podrá delimitar exactamente algún día» (CASTEJÓN, 1963: 377). Así sucede, igualmente, con la torre y los lienzos de muralla localizados en el Campo de la Verdad, en la orilla izquierda del Guadalquivir, consistentes en «un torreón cuadrado y macizo de tapial, que a lo sumo podría referirse a época almanzoreña, y que subsiste donde estuvo la posada del Espíritu Santo» (CASTEJÓN, 1929: 288-289)34. 34  Posteriormente, durante el proceso de acondicionamiento de la actual Avda. de la Confederación en la década de 1960 «...nos ha sido mostrado un torreón desmochado, cerca del río y de la

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Los resultados aportados por la excavación del relleno de la cimentación de la muralla permiten corregir esta datación y, en consecuencia, interpretarlos en un contexto histórico muy diferente. La presencia de una cazuela de costillas y otros fragmentos de cerámica cuyos paralelos más cercanos remiten a una cronología de finales del siglo XII o inicios del S. XIII, es decir, de clara filiación almohade (Lám. 18e), supone retrasar casi dos siglos la fecha de construcción de esta cerca (cfr. SÁNCHEZ, 2004 y e.p.). Así las cosas, habría que poner en relación el levantamiento de esta muralla con los dos recintos defensivos que protegían sendos flancos del río, en las proximidades del puente: los lienzos recientemente excavados en el entorno de la Calahorra y el recinto denominado “Castillo Viejo de la Judería”. En el año 2001 se realizó una intervención arqueológica que permitió delimitar parcialmente un amplio recinto defensivo, construido con encofrado de tabiya, al sur de la actual torre de la Calahorra, destinado a la protección de la cabecera del puente. Se trata de una cerca con planta de tendencia rectangular en su mitad septentrional, con unas dimensiones aproximadas de unos 109 x 83 m, bien fechada por el registro arqueológico en época almohade (LEÓN et alii, 2004; CASAL et alii, 2004). Por otro lado, en la orilla norte del río, del lado de la ciudad, el recinto de tabiyya tradicionalmente conocido como Castillo Viejo de la Judería35 parece formar parte del mismo programa edilicio. Pese a la imposibilidad de lograr una datación fiable por parte de sus excavadores, las características edilicias (LÓPEZ, RODRÍGUEZ, 2001), idénticas a las del recinto de la cabecera del Puente, nos llevan a plantear tal hipótesis de trabajo36. Las características edilicias del recinto del Zoológico difieren algo de los otros dos conjuntos, al contar con un zócalo de sillarejo y mampostería. No obstante, como hemos apuntado anteriormente, la disposición de este cimiento pétreo es común en terrenos irregulares con la doble finalidad de nivelar y proteger la base de la muralla. Con este mismo recurso constructivo encontramos numerosas fortificaciones de época almohade formando parte de un programa unitario de refuerzo de los puntos clave en las principales vías de penetración al Valle del Guadalquivir, dada la homogeneidad técnica y material que caracteriza a estas construcciones. Todas ellas comparten como características comunes el emplazamiento en altura, los materiales y técnicas constructivas, con zócalo de mampostería concertara o sillarejo bien nivelado y alzado en tabiya (Lám. 18). Esto permite plantear su cronología y autoría compartidas; esto es, una promoción estatal del califato almohade en al-Andalus que responde a unas circunstancias políticas muy concretas en una zona geográfica bien delimitada. El incuestionable valor estratégico del emplazamiento de Córdoba, como una constante en su desarrollo histórico, se ve acrecentado durante la segunda mitad del siglo XII e inicios del siglo XIII por las constantes incursiones al Valle del Guadalquivir por parte de tropas castellanas (LEÓN, 2003). Por su parte, el ejército almohade necesita puntos de acuartelamiento de sus numerosos contingentes (cfr. SÁNCHEZ, 2004 y e.p.). En definitiva, este aspecto de enclave militarizado debe ponerse en relación con la privilegiada situación de la ciudad en el centro del Valle del Guadalquivir. La presencia del puente mayor y su posición al pie de Sierra Morena, en un secular núcleo de comunicación, hace de esta plaza un punto estratégico básico para la defensa de Isbiliya, la nueva capital almohade en al-Andalus, ante las in-

Calahorra, del que parte un largo trozo de muralla recto hacia el sur, estando ambos semiocultos por las edificaciones adosadas. [...] La filiación cronológica de este recinto amurallado de Secunda parece que pueda datarse en tiempos califales, puesto que contemporáneamente se habla de Medina Secunda...» (CASTEJÓN, 1963: 381). 35  Este recinto ha sido objeto de una reciente intervención de apoyo a la restauración por parte de la Junta de Andalucía; en la historiografía cordobesa se ha datado tanto en época almorávide (GRACIA BOIX, 1970: 11) como almohade (NIETO, 1984: 57; PAVÓN, 1999: 407). 36  Además de ello, no debemos obviar las importantes reformas que se llevan a cabo en los recintos amurallados ya existentes, especialmente en la Axerquía (cfr. BAENA, MARFIL, 1991; BOTELLA, 1995; RODERO, 2005).

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cursiones cristianas y un punto de concentración de las numerosas tropas almohades de cara a lanzar campañas de saqueo en tierras castellanas. Junto a los dos recintos amurallados próximos al puente mayor de la ciudad, este amplio dispositivo se completa con la nueva fortaleza documentada en el actual Zoológico Municipal de Córdoba que, situada en un emplazamiento destacado y dominante con respecto a la ciudad, reforzaría el papel militar de esta plaza controlando el paso fluvial. Bajo el dominio almohade, en particular durante el último cuarto del siglo XII y la primera década del siglo XIII, se van a producir significativos cambios en algunos sectores de la ciudad. Es probable que el moderado crecimiento y la recuperación de la dinámica urbana en la antigua capital omeya se deban más a la situación de relativa estabilidad proporcionada por los califas y gobernadores almohades, tras un periodo de ininterrumpida violencia, que a la propia designación eventual de Córdoba en 1162 como sede del poder almohade en al-Andalus37. Creemos que, pese al frustrado intento del califa Abd al-Mumin por hacer de Córdoba la principal sede almohade en al-Andalus, a la luz de los vestigios arqueológicos parece más probable atribuir a su sucesor, el califa Abu Yaqub Yusuf (1163-1184) la responsabilidad de la política constructiva más ambiciosa en la ciudad. Por tanto, este programa edilicio materializado en la construcción de varios recintos amurallados no debe entenderse sólo como el resultado de esa primera tentativa de recuperar el símbolo del esplendoroso pasado de la capital omeya; es decir, como un medio de legitimación del nuevo poder. La intervención del imperio almohade parece responder a intereses más prosaicos y funcionales, a los que da solución de manera práctica y efectiva. No obstante, a tenor de los materiales tardoalmohades recuperados en la cimentación de la muralla, podríamos situar en un momento algo más avanzado, a principios del siglo XIII, la construcción de este nuevo recinto fortificado. En tal caso, estaríamos ante un programa de refortificación de las murallas urbanas con la incorporación de nuevos dispositicos defensivos, como respuesta a la inminente amenaza cristiana. Se trataría de un proceso similar al experimentado en Sevilla con la construcción de la Torre del Oro o el denominado castillo de San Jorge, en Triana (HUNT, 2001: 817). En este sentido, resulta significativo que no se hayan detectado por el momento estructuras almohades en la cima de la colina de los Quemados relacionadas con la ocupación de este espacio amurallado. La tendencia a la recuperación de la dinámica urbana debió verse truncada paralelamente a la derrota de Las Navas, acelerada por la desintegración del territorio andalusí en nuevas taifas y el vertiginoso avance cristiano, hasta su definitiva conquista, en 1236. Durante los siglos sucesivos, este sector de la ciudad se verá despoblado y ocupado por huertas destinadas a la explotación agropecuaria del terreno, hasta la ubicación del Zoológico Municipal de Córdoba el 16 de mayo de 1968, siendo alcalde D. Antonio Guzmán Reina. La creación de este espacio de recreo derivó en la construcción de numerosas dependencias destinadas a albergar la colección animal de D. Juan Barasona y las nuevas adquisiciones, así como la dotación de servicios y redes de abastecimiento adecuadas a este tipo de recintos de esparcimiento y disfrute del medio ambiente.

CONSIDERACIONES FINALES La concentración en torno a la sede del poder omeya de la mayoría de los servicios oficiales hace de este sector suroccidental extramuros de la medina de Córdoba uno de los espacios más densamente ocupados y en torno al cual se desarrollaron los primeros arrabales desde un momento bastante temprano de la ocupación emiral, manteniendo quizás una dinámica existente ya desde época tardoantigua, como demuestra la referencia al palacio visigodo convertido posteriormente en el Balat Mugit.

37  Así lo reconoce Zanón, quien afirma que “la tranquilidad que garantizaron los príncipes almohades posibilitó la repoblación y normalización de la vida urbana de Córdoba” (ZANÓN, 1989: 24).

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En las inmediaciones de la explanada conocida en las fuentes como al-Musara, donde se emplaza actualmente el Zoológico Municipal de Córdoba, se han registrado las primeras evidencias de esta precoz ocupación emiral. Pero no sólo se documenta un único momento de ocupación emiral, sino que aún dentro de este periodo ha sido posible individualizar varias fases constructivas desde un enclave de escasa entidad arquitectónica ­–una posible alquería–, hasta la instalación de estructuras realizadas con técnicas constructivas vinculadas a las obras oficiales del Estado Omeya, susceptibles de ser interpretadas como pertenecientes a un edificio singular, acaso una almunia. Todo ello permite incluso confeccionar una propuesta inicial para ciertos cronotipos edilicios de época emiral. A tenor de las evidencias arqueológicas expuestas, proponemos como hipótesis de trabajo que a lo largo del período emiral este suburbio sufrirá una mutación urbanística –probablemente auspiciada por los distintos emires cordobeses y las personalidades más destacadas de su entorno– que transformará el núcleo primigenio en un complejo de notable empaque, que genera un nuevo espacio urbano dotado de sus propias áreas industriales con una relativa ordenación urbanística. A esto cabe añadir la posibilidad de reconstruir las transformaciones en el uso y características arquitectónicas de este sector urbano a lo largo de época califal, momento en el que se consolida el arrabal plenamente configurado, dotado de sus correspondientes infraestructuras hidráulicas, pero que al mismo tiempo reaprovecha las estructuras preexistentes, sobre las que se llevan a cabo algunos cambios en el diseño de casas y calles, con la ocupación de parte de los espacios comunitarios por propiedades particulares, si bien el estado general de conservación de las estructuras, muy arrasadas, impide extraer mayores conclusiones del análisis espacial de estos ámbitos. En este sector, uno de los de ocupación extramuros más temprana, la mayor densificación urbanística se traduce –de manera más evidente que en otros sectores de vida más breve– en una transformación más intensa de las unidades domésticas, con subdivisión de espacios, acaso de propiedades, y, de manera especialmente significativa, con la apropiación de parte de la calle, uno de los contados casos en los que ha quedado evidencia arqueológica de la puesta en práctica del derecho de fina’. Este desarrollo urbanístico es consecuencia del considerable crecimiento demográfico de la capital del califato Omeya andalusí. Por último, la importancia del río, esencial para el secular desarrollo urbano de Córdoba, se vio acrecentada a partir de época almohade, cuando el control de las vías de acceso al valle del Guadalquivir devino en un asunto clave para la seguridad de la población musulmana. Con la erección del recinto amurallado en la cima de la colina el paisaje urbano de Córdoba adquirió un aspecto planemante fortificado, conforme a su renovado carácter estratégico, propiciado por la situación geopolítica de principios del siglo XIII.

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