Riesgo pirático y amuletos mágicos en el Imperio romano

July 6, 2017 | Autor: Anton Alvar | Categoría: Roman History, History of Piracy, Risk Management, Ancient magic
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Descripción

XVI. La religión del mar. Dioses y ritos de navegación en el Mediterráneo Antiguo. Eduardo Ferrer Albelda, Mª Cruz Marín Ceballos y Álvaro Pereira Delgado, coords. XV. Grecia ante los imperios. V Reunión de historiadores del mundo griego. Juan Manuel Cortés Copete, Rocío Gordillo Hervás y Elena Muñiz Grijalvo, coords. XIV. Salvación, infierno, olvido. Escatología en el mundo antiguo. Eduardo Ferrer Albelda, Fernando Lozano Gómez y José Mazuelo Pérez, coords. XIII. Piedras con alma. El betilismo en el mundo antiguo y sus manifestaciones en la península ibérica. Irene Seco Serra. XII. Ofrendas, banquetes y libaciones. El ritual funerario en la necrópolis púnica de Cádiz. Ana María Niveau de Villedary y Mariñas. XI. De dioses y bestias. Animales y religión en el mundo antiguo. Eduardo Ferrer Albelda, José Mazuelos Pérez y José Luis Escacena Carrasco, coords. X. Las instituciones en el origen y desarrollo de la Arqueología en España. María Belén Deamos y José Beltrán Fortes, eds. IX. Imagen y culto en la Iberia Prerromana: Los pebeteros en forma de cabeza femenina. Mª Cruz Marín Ceballos y Frédérique Horn, eds. VIII. Testimonios arqueológicos de la antigua Osuna. José Ildefonso Ruiz Cecilia. VII. Entre Dios y los hombres: El sacerdocio en la Antigüedad. José Luis Escacena Carrasco y Eduardo Ferrer Albelda, eds. VI. Arqueología en Laelia (Cerro de la Cabeza, Olivares, Sevilla). Antonio Caballos Rufino, José Luis Escacena Carrasco y Francisca Chaves Tristán. Catálogo completo de nuestras publicaciones en la página web

Esta obra se acerca al análisis de la piratería desde una perspectiva dual, es decir, tanto desde la óptica de quienes sufren el supuesto acto pirático, como de quienes lo protagonizan de forma activa. Lo verdaderamente importante del hecho pirático es la perspectiva, quien define a la piratería y a los piratas, y las intenciones que se esconden tras las medidas políticas, bélicas y propagandísticas de quienes se enfrentan a ellos. Hoy en día, a todos nos resultan familiares los términos “pirata” y “piratería” a partir de los libros, las películas y los medios de comunicación. Las imágenes y conceptos que nos evocan forman parte de la vida contemporánea y la cultura popular, en muchos casos con consideraciones positivas, o cuando menos, con una visión “romántica” de los mismos, pero, como se demuestra en este trabajo, durante la Antigüedad, la aplicación de la etiqueta “piratas” a ciertas comunidades del Mediterráneo constituyó a menudo una deliberada distorsión de la verdadera naturaleza de estos grupos, cuya actividad fue definida no por ellos mismos, sino por quienes la padecieron.

SPAL MONOGRAFÍAS XVII SPAL MONOGRAFÍAS

XVII Alfonso Álvarez-Ossorio Rivas, Eduardo Ferrer Albelda, Enrique García Vargas (coords.)

XVII. Piratería y seguridad marítima en el Mediterráneo Antiguo. Alfonso Álvarez-Ossorio Rivas, Eduardo Ferrer Albelda y Enrique García Vargas, coords.

El estudio de la piratería durante la Antigüedad ha sido una cuestión científica que ha pasado determinados períodos a lo largo de la historia de la historiografía y que se encuentra en boga en los últimos años. Este trabajo colectivo supone la primera aportación desde la Academia española, con la colaboración de notables especialistas internacionales, a este tipo de estudios.

Listado de autores Genaro Chic García Philip de Souza

Piratería y seguridad marítima en el Mediterráneo Antiguo

Piero A. Gianfrotta Adolfo J. Domínguez Monedero César Fornis Eduardo Ferrer Albelda Enrique García Riaza Antoni Puig Palerm Isaías Arrayás Morales Feliciana Sala Sellés Sonia Bayo Fuentes Jesús Moratalla Jávega Alfonso Álvarez-Ossorio Rivas David Álvarez Jiménez Antón Alvar Nuño

Piratería y seguridad marítima en el Mediterráneo Antiguo

Últimos títulos publicados en la Colección SPAL MONOGRAFÍAS

Alfonso Álvarez-Ossorio Rivas Eduardo Ferrer Albelda Enrique García Vargas (coords.)

PIRATERÍA Y SEGURIDAD MARÍTIMA EN EL MEDITERRÁNEO ANTIGUO

Alfonso ÁlvArez-ossorio rivAs, eduArdo ferrer AlbeldA, enrique GArcíA vArGAs (coords.)

PIRATERÍA Y SEGURIDAD MARÍTIMA EN EL MEDITERRÁNEO ANTIGUO

SPAL MONOGRAFÍAS Nº XVII

UNIVERSIDAD DE SEVILLA. SECRETARIADO DE PUBLICACIONES Sevilla 2013

Colección: Spal Monografías Núm.: XVII

comité editoriAl: Antonio Caballos Rufino (Director del Secretariado de Publicaciones) Eduardo Ferrer Albelda (Subdirector) Manuel Espejo y Lerdo de Tejada Juan José Iglesias Rodríguez Juan Jiménez-Castellanos Ballesteros Isabel López Calderón Juan Montero Delgado Lourdes Munduate Jaca Jaime Navarro Casas Mª del Pópulo Pablo-Romero Gil-Delgado Adoración Rueda Rueda Rosario Villegas Sánchez

Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse o trasmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética o cualquier almacenamiento de información y sistema de recuperación, sin permiso escrito del Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla.

Motivo de cubierta: Albanta S.L. Interpretación libre de la Crátera de Aristonotos (primera mitad del siglo VII a.C. Palacio de los conservadores de Roma: un navío de guerra ataca a un barco mercante).

© SECRETARIADO DE PUBLICACIONES DE LA UNIVERSIDAD DE SEVILLA 2013 c/ Porvenir, 27 - 41013 Sevilla. Tlfs.: 954 487 447; 954 487 451; Fax: 954 487 443 Correo electrónico: [email protected] web: © ALFONSO ÁLVAREZ-OSSORIO RIVAS, EDUARDO FERRER ALBELDA, ENRIQUE GARCÍA VARGAS (coords.) 2013 © DE LOS TEXTOS, LOS AUTORES 2013 Impreso en España-Printed in Spain Impreso en papel ecológico ISBN: 978-84-472-1531-7 Depósito Legal: SE 153-2014 Maquetación e Impresión: Pinelo Talleres Gráficos, Camas-Sevilla.

ÍNDICE

Prólogo Alfonso Álvarez-Ossorio Rivas .........................................................................

9

Violencia legal y no legal en el marco del estrecho de Gibraltar Genaro Chic García ............................................................................................

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War, piracy and politics in the Mediterranean 500-30 BC Philip de Souza ...................................................................................................

31

Pirateria e archeologia sottomarina: rinvenimenti, luoghi e circostanze Piero A. Gianfrotta .............................................................................................

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Piratería en Magna Grecia y Sicilia: mecanismos de prevención y contención Adolfo J. Domínguez Monedero ........................................................................

67

Leisteía institucionalizada en la guerra de Corinto César Fornis........................................................................................................

87

La piratería en los tratados entre Cartago y Roma Eduardo Ferrer Albelda ......................................................................................

95

El tratamiento de los piratas en el ius belli romano-republicano Enrique García Riaza .........................................................................................

127

La piratería en el archipiélago balear en la Antigüedad ¿sólo una causa de la intervención romana del 123 a.C.? Antoni Puig Palerm ............................................................................................

145

Entre Oriente y Occidente. La acción de piratas y corsarios en el marco de las guerras silanas Isaías Arrayás Morales .......................................................................................

167

Dianium, Sertorio y los piratas cilicios. Conquista y romanización de la Contestania ibérica F. Sala Sellés / S. Bayo Fuentes / J. Moratalla Jávega ....................................... 187

Sexto Pompeyo ¿un pirata romano? Alfonso Álvarez-Ossorio Rivas .........................................................................

211

Crimen y castigo en la mar: el archipirata Contradis y la inquietud marítima del Mediterráneo Occidental a comienzos del siglo V David Álvarez Jiménez ......................................................................................

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Riesgo pirático y amuletos mágicos en el Imperio Romano Antón Alvar Nuño ..............................................................................................

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Riesgo pirático y amuletos mágicos en el Imperio Romano

Antón Alvar Nuño Université de Franche-Comté A Jorge y Marta Resumen: La historiografía tradicional considera que la magia es una práctica irracional o producto de intensos accesos emocionales. Sin embargo, si se tienen en cuenta las teorías económicas sobre toma de decisiones, recurrir a la misma puede resultar algo perfectamente racional. El riesgo pirático que se percibía en el Mediterráneo durante finales de la República y el Principado, y los amuletos mágicos contra la piratería y otras calamidades del mar son un ejemplo ilustrativo al respecto. Abstract: Traditional historiography considers magic whether an irrational practice or a product of intense emotions. Nevertheless, if we consider economic theories on decisions taking, resorting to magic can be perfectly rational. Perceived piratic risk in the Mediterranean during the end of the Roman Republic and the Principate, and the magical amulets against pirates and sea misfortune are an illustrative example of it.

RIESGO E INCERTIDUMBRE Hasta fechas muy recientes la historiografía tradicional consideraba que el recurso a la magia era producto de un comportamiento irracional, instintivo y dirigido por las pasiones más viscerales. Si bien el carácter emocional de la magia puede ser discutido, el empleo de la misma está lejos de ser irracional. El recurso a la magia se puede plantear como una variable más en las estrategias de toma de decisiones individuales. La teoría económica ha desarrollado un campo de estudio fértil en relación con esta cuestión, y sus teorías resultan atractivas como modelo de análisis para los estudios sobre magia. En este capítulo se pretende mostrar cómo la opción de recurrir a determinadas prácticas mágicas es algo perfectamente racional, sobre todo en contextos de riesgo e incertidumbre, como el riesgo pirático que podían percibir los navegantes a finales de la República y a lo largo del Principado romano

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Las teorías económicas anteriores al siglo XX se habían desarrollado bajo presupuestos de certeza e información perfecta, es decir, no había contigencias que el agente no hubiera previsto y tomado en consideración. No obstante, este tipo de planteamientos cambia a partir del año 1921. En ese año, el célebre economista norteamericano Frank H. Knight plantea que en muchas ocasiones no existen situaciones de información perfecta, sino que el agente tiene que tomar sus decisiones en base a información inexacta: por primera vez, se formalizan los conceptos de riesgo e incertidumbre en Economía. Para Knight, el riesgo es una situación en la que los resultados son aleatorios, pero el agente puede asignar una probabilidad de ocurrencia a cada una de las contingencias. De acuerdo con la información de que disponga, el agente puede plantear diferentes opciones de resultado según la decisión que tome, puede imaginar posibles escenarios futuros, designarles un porcentaje de probabilidad a cada uno, y optar por el que más le convenga. Aunque no sepa con certeza cuál va a ser el resultado de su decisión, dispone de elementos suficientes como para designar un valor a cada opción. El agente es, por tanto, consciente de que existen una serie de elementos negativos a la hora de tomar su decisión a los que denomina riesgo. La incertidumbre es una situación en la que los resultados son aleatorios y el agente no tiene información de ningún tipo para crear posibles escenarios futuros, por lo que no puede asignar una probabilidad de ocurrencia a cada una de las contingencias. A diferencia del riesgo, la incertidumbre son los elementos que el agente no puede sopesar, ya que los desconoce y, por tanto, le impide establecer variables. Las teorías de Knight van más allá del ámbito estrictamente económico. Son reflexiones sobre los mecanismos que entran en juego a la hora de enfrentarnos al futuro; son una teoría general sobre la conducta: “El mundo en que vivimos es un mundo variable y de incertidumbres. Vivimos conociendo únicamente algo que se refiere al futuro, mientras que los problemas de la vida, o de la conducta al menos, surgen del hecho de que conocemos muy poco. Esto es tan cierto en los negocios como en otras esferas de actividad. La esencia de la situación es la acción de acuerdo con la opinión, de un mayor o menor fundamento y valor, no completa ignorancia ni perfecta y completa información, sino conocimiento parcial. Si hemos de comprender el funcionamiento del sistema económico, debemos examinar el significado y la significación de la incertidumbre; y a este fin es necesaria una investigación de la naturaleza y función del conocimiento mismo” (Knight 1947 [1921]: 179).

A partir de la inclusión de los conceptos de riesgo e incertidumbre en teoría económica, se comenzaron a estudiar nuevos métodos que explicaran cómo funcionan los sistemas de toma de decisiones. En términos generales, estos estudios acabaron demostrando que el agente se comporta igual en un contexto de riesgo o de incertidumbre que en un contexto de certeza: el agente busca lo mejor para sí mismo utilizando toda la información a su disposición. En teoría económica a esto se le llama “maximizar la utilidad” (o maximizar la utilidad esperada si la información es imperfecta), siendo la utilidad la satisfacción subjetiva que un agente obtiene de algo. Las ciencias sociales se han hecho eco de las teorías en torno al riesgo. Mary Douglas ha sido la adalid de los estudios sobre el riesgo en antropología al trasladar el concepto de riesgo como un elemento de análisis individual a la esfera social (Douglas 1966; Douglas

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y Wildavsky 1982; Douglas 1985). Douglas no trata de elaborar una teoría general sobre los mecanismos de gestión del riesgo, sino que se preocupa más bien de subrayar que el riesgo es objeto de una codificación social que lo regula: existe una decisión colectiva sobre qué elementos o circunstancias se perciben como factores de riesgo, y existe una atribución de responsabilidades consensuada sobre los motivos que han llevado a que determinados elementos o circunstancias se perciban como especialmente arriesgados frente a otros. Es decir, el cálculo individual de contingencias futuras es dependiente de la normativización cultural y del reconocimiento colectivo de los elementos o circunstancias que implican riesgo. En el caso de los estudios de religión en el mundo greco-romano, la gestión del riesgo como modelo explicativo de determinados fenómenos ha tenido una aplicación muy reciente. En concreto, Esther Eidinow ha sido pionera en la aplicación de las teorías antropológicas sobre el riesgo para interpretar el recurso a las consultas oraculares y a las fórmulas de imprecación conocidas como katadesmoi. Para Eidinow, este tipo de prácticas se empleaban para reforzar una elección predeterminada o, dicho de otro modo, para externalizar la responsabilidad de tomar una decisión frente a otras opciones posibles. De este modo, se reduciría la ansiedad que genera optar por una elección con una alta dosis de riesgo frente a otros futuribles: se trata de medios para maximizar la utilidad esperada de individuos renuentes al riesgo en diferentes situaciones de la vida diaria. Un modelo idóneo para aplicar este tipo de teorías es el de las empresas marítimas durante finales de la República romana y el Principado. Durante este periodo, el volumen de actividad comercial en el Mediterráneo crece exponencialmente y, sin embargo, las condiciones para llevar a cabo dichas actividades comerciales no eran óptimas en ningún caso. Durante este periodo, uno de los factores condicionantes en la toma de decisiones para desarrollar actividades comerciales marítimas era el de la piratería. Aunque las campañas militares que se llevan a cabo durante finales de la República para limpiar el mar de piratas se plantearon como exitosas ante la opinión pública romana, lo cierto es que la piratería se mantuvo como un factor de riesgo constante, independientemente de si este era real o ficticio. Una vez que se valida la piratería como un factor de riesgo, las circunstancias históricas y la variedad de realidades locales hacen que su percepción sea variable. Cada individuo puede percibir el riesgo pirático con mayor o menor intensidad y decidir, en caso de no ignorarlo, qué costes asumir a partir de la diversidad de opciones culturalmente establecidas. Una de esas opciones es el recurso a amuletos mágicos. RIESGO PIRÁTICO Es de sobra conocido que la aristocracia romana tenía fuertes reticencias a la hora de invertir capital en empresas arriesgadas. (Cat. Agr. I.I, Plut. Cat. Mai. 21.6; Rathbone 2003: 197-229). La sociedad romana, que basaba su prestigio en la propiedad de la tierra, consideraba el mar como un factor de alto riesgo. No obstante, a partir del momento en que la economía romana supera la escala local, el comercio marítimo se vuelve necesario. Si nos ceñimos a las inversiones privadas, fletar un barco de tamaño medio no resultaba muy caro en comparación con los gastos que suponía abrir cualquier otro negocio; sus propietarios solían tener un estatus social modesto y solían ser bien mercaderes o

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t­erratenientes que fletaban sus propios barcos para transportar sus mercancías, bien contratistas cuya única propiedad era la nave que alquilaban para transportar (Morley 2007: 585). Sin embargo, se encontraban en una situación jurídica desfavorable: en el sistema legislativo romano, el propietario de la nave era responsable del cargamento que se perdiera en el mar, aunque podía recurrir a préstamos en donde el prestamista cubría los gastos en caso de naufragio (Dig. 14.2.6; cf. infra). Además de su vulnerabilidad jurídica, el propietario de la embarcación debía tener en cuenta otras variables a la hora de tomar su decisión, como las inclemencias del tiempo. No existían mecanismos fiables para predecir cambios meteorológicos bruscos, tormentas, tifones o vientos desfavorables (Cristóbal López 2010). En el mundo romano se dividía el año en dos estaciones para la navegación: una estación que se consideraba apropiada para las actividades marítimas y que correspondía a primavera y verano, y otra inadecuada, que correspondía a otoño e invierno. Una división del año en dos temporadas de navegación podía reducir la probabilidad de sufrir una tempestad, pero no la evitaba en ningún caso. Aparte de las inclemencias del tiempo, otro factor de riesgo que se percibía como tal de acuerdo con las fuentes era el de la piratería. La piratería es una actividad que se desarrolla de manera paralela a la navegación en el Mediterráneo Antiguo. Del mismo modo que se transportan mercancías por mar, hay piratas. De hecho, la frontera entre la actividad pirática y comercio es difusa, a veces imperceptible. No es este el lugar para discutir sobre la evolución del concepto de piratería en el Mediterráneo Antiguo ni sobre sus particularidades, pero sí que merece la pena recordar algunos aspectos que son, por otro lado, de sobra conocidos (e.g. Ormerod 1924; de Souza 1999; id. 2008: 85-90). Resulta llamativo, por ejemplo, ver que en no pocas ocasiones aparece descrita como una desgracia natural más. Del mismo modo que puede desatarse una tormenta en el mar, pueden aparecer piratas. Esto se aprecia en el algún pasaje del Digesto que cita a juristas del Principado y en donde los piratas aparecen mencionados junto con otras desgracias como los naufragios y los incendios (Dig. 13.6.18, parafraseando a Gaio. Cf. asimismo 44.7.1 y Sen. Ben. 1.5.4) o en la enumeración de propiedades mágicas que tienen algunas piedras: “(El coral) protege a las naciones que marchan a la terrible guerra, o a cualquiera que comience una larga travesía y lo lleve consigo, o a aquel que atraviese el divino mar en una sólida nave. Con él se evita la rápida lanza del guerrero Enialio (Ares), las emboscadas de los piratas asesinos (λόχον ἀνδροφόνων φεύγειν ἄπο λεϊστήρων) y escapar del espumoso Nereo que levanta las olas” (Lapid. Orph. 578-584).

En otras ocasiones, las alusiones a las calamidades que suponen los piratas pueden estar implícitas, tal y como sugieren los siguientes ejemplos: “El berilio, transparente, brillante, con el color del mar. Que se grabe a Poseidón sobre una biga. Para los que viajan por mar, que su portador esté al abrigo de los problemas”. Lapid. Naut. 3. “El coral atado con una piel de foca a la punta del mástil del navío repele los vientos, las olas y todos los problemas del mar (ἀκαταστασίαις παντοίων ὑδάτων)”. Lapid. Naut. 5.

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“Coge dicha piedra (el topacio) y graba en ella a Poseidón con un carro, con las bridas en la mano izquierda y unas espigas de trigo en la derecha. Que esté también Anfítrite sobre el carro. Consagrada y llevada como amuleto, da a su poseedor mucho amor y numerosos bienes. Preserva a aquel que la lleva de los peligros del mar y le asegura ganancias considerables en el comercio”. Kerygm. 8.

En caso de que se asignara a los ataques piráticos una probabilidad de ocurrencia similar a la de una tempestad, lo más probable es que esta se diera durante la temporada de navegación. Es decir, el riesgo percibido de tormenta sería menor durante la temporada de navegación pero el riesgo percibido de un asalto pirata sería mayor. Sin embargo, la asignación de probabilidades no es fija. Esta varía de acuerdo con la información de que disponga el agente o la importancia que le conceda a las diferentes variables. La asignación de probabilidades es algo subjetivo. En este sentido, el agente es sensible a los rumores y comentarios que pueda haber en torno a actividades piráticas en una zona determinada y su frecuencia, o incluso a la instrumentalización política que se haga de la piratería. En la Roma tardo-republicana el uso de los rumores como herramienta mediática tenía tal importancia que se había llegado a profesionalizar. Existían incluso especialistas, como los susurratores o los subrostrani (Cic. Fam. 8.1.4; Pina Polo 2010). En un ambiente en el que las noticias se filtraban y fluían entre todos los estratos de la sociedad con tanta facilidad, no se debe obviar el impacto que debió tener en la opinión pública la captura de personajes importantes por parte de piratas. Aunque la historia de la captura de César es famosa, no es la única. También hay noticias de la captura de los pretores Sextilio y Belino, o de la hija del general Marco Antonio Crético, que no se sabe con certeza de quién se trata, pero que celebró un Triunfo en Roma en una ocasión (Plut. Vit. Pomp. 24. 6). No deja de ser hilarante la arrogancia de los romanos capturados y las burlas de las que eran objeto por su actitud: “Pero su acto más cruel (el de los piratas) era el siguiente: cuando uno de sus prisioneros gritaba que era romano y decía su nombre, fingían sentir terror y miedo, se golpeaban los muslos y se arrodillaban ante él suplicándole que los perdonase; este, al verlos afligidos y en actitud de súplica, quedaba convencido. A continuación, unos le ponían sus zapatos y otros lo vestían con una toga para que en otra ocasión no se lo dejase de reconocer. Tras burlarse de él de este modo y divertirse durante mucho tiempo, al final arrojaban una escalera de mano en medio del mar y le ordenaban que bajara y se marchara contento, y si se negaba ellos mismos lo empujaban al mar y lo ahogaban.” (Plut. Vit. Pomp. 24.7. Trad. de J. Bergua Cavero, S. Bueno Morillo y J. M. Guzmán Hermida. Madrid, BCG, 2007).

Todas estas noticias influyeron sin duda en la toma de decisiones a nivel individual. Tampoco se debe pasar por alto la influencia que tenía la propaganda estatal tanto para potenciar en la opinión pública la sensación de riesgo pirático como todo lo contrario, para presentar la piratería como un problema menor a considerar al decidir lanzarse a la mar. Un ejemplo clásico en este sentido es el de la campaña de Pompeyo contra los piratas cilicios. Para poder conseguir los mandatos extraordinarios y el poder que el Senado le otorgó para la organización de la campaña contra los piratas, es probable que Pompeyo recurriera a susurratores que divulgaran entre el pueblo la necesidad absoluta que había

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de acabar con la piratería. No todo el Senado estaba a favor de conceder tantas prerrogativas a Pompeyo, por lo que era necesario manipular a la plebe para presionar: “La influencia de la piratería abarcaba casi por completo todo el mar Mediterráneo, que de este modo quedó cerrado a la navegación e inaccesible a cualquier clase de comercio. Fue sobre todo esta situación la que empujó a los romanos, agobiados por conseguir víveres y temerosos de una gran escasez, a enviar a Pompeyo para que expulsase a los piratas del mar [...] Además de esto, le concedía (el senado) escoger entre los senadores a quince legados, tomar todo el dinero que quisiese del tesoro público y de los recaudadores de impuestos, y disponer de doscientas naves en calidad de jefe con plenos poderes sobre el número total y el reclutamiento de soldados y remeros. Tras su lectura, estas propuestas recibieron entre el pueblo una acogida extraordinaria [...]” Plut. Vit. Pomp. 25.3-8. (Trad. de J. Bergua Cavero, S. Bueno Morillo y J. M. Guzmán Hermida. Madrid, BCG, 2007).

Pero si Pompeyo potenció la impresión general de que la piratería en el Mediterráneo era un problema mayor, también se presentó ante el pueblo como el supresor definitivo de la misma. A partir de él, la cuestión de la seguridad marítima se volvió un tópico entre los generales romanos y entró a formar parte integral del concepto de Pax Romana (Braund 1993). El propio Augusto incluye en sus Res Gestae el hecho de que limpió el mar de piratas (Aug. RG. 25; cf. e.g., Ph. Embajada a Gaio 145-6 y Epict. 3.13.9): el geógrafo Estrabón, para recalcar la paz que consigue Augusto, dice, “contamos además con la calma actual por haberse puesto fin a la piratería, de forma que existen unas condiciones extremadamente favorables para los navegantes” (Str. 3.2.5. Trad. de M. J. Meana y F. Piñero, Madrid, BCG, 1992). A pesar de la propaganda gubernamental que destaca la supresión de la piratería, existen referencias que apuntan en otra dirección. Se encarga a los gobernadores provinciales la tarea de perseguir y ajusticiar a ladrones, bandidos y piratas (Dig. 1.18.13. pr.; lex de provinciis praetoriis cf. e.g. Hassall; Crawford y Reynolds 1974: 197; Lintott 1976: 72 y Sumner 1978), o a controlar las actividades piráticas de baja intensidad, como la estratagema que utilizaban algunos pescadores de confundir a los barcos empleando luces a modo de faros falsos para hacerlos estrellar contra las rocas y apropiarse así de sus mercancías (Dig. 47.9.10). Desde luego, a lo largo del Principado la intensidad de las actividades piráticas fluctúa según las regiones. No es lo mismo la seguridad que aportaba la Bahía de Nápoles, en donde estaba anclada buena parte de la flota naval romana, que la inquietud que se debía vivir, por ejemplo, en las aguas del Estrecho de Gibraltar durante buena parte del siglo I y comienzos del II d.C. a causa de las constantes revueltas en Mauritania (cf. ÁlvarezOssorio 2008). Así pues, tanto la idea generalizada de que la piratería era un desastre natural más, como la actividad propagandística del Estado en torno a la erradicación de la misma, como las realidades locales, en donde se viven con mayor o menor intensidad las actividades piráticas, debieron de generar todo tipo de variables en las decisiones individuales a la hora de iniciar una empresa marítima o a la hora de invertir capital para mejorar las condiciones de la utilidad máxima.

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MECANISMOS DE GESTIÓN DEL RIESGO Aparte de que la percepción del riesgo pirático fuera mayor o menor (y que, de hecho, fluctuara según cada individuo), existían elementos que permitían al agente protegerse y mejorar las condiciones que maximizaban la utilidad esperada. Si la percepción de riesgo pirático hubiese sido demasiado alta (lo cual hubiera disminuido la utilidad esperada de individuos renuentes al riesgo), o si los costes derivados de la organización de la expedición, entre los que se incluiría el de un ataque pirata, hubiesen sido más elevados que los beneficios del mercado marítimo, la economía romana durante finales de la República y a lo largo de todo el Alto Imperio no habría crecido de la manera en que lo hizo. El Estado romano no poseía una flota mercantil propia; dependía de la iniciativa privada para poder transportar sus productos. Para promocionar la fabricación de naves y la actividad mercantil marítima, desarrolló todo tipo de incentivos y ventajas fiscales: puertos e infraestructuras portuarias, privilegios de ciudadanía, exenciones de impuestos para los barcos que transportaran productos del Estado, tendencia a la reducción de los costes de las transacciones, etc. (Sirks 1991; Morley 2007: 586-588). Asimismo, existían préstamos para financiar viajes. Durante la temporada de navegación, el prestamista era responsable de asumir los costes en caso de naufragio, aunque eso implicaba una tasa de interés muy alta. En caso de que el prestamista decidiera financiar un viaje fuera de temporada, él era responsable de pagar tanto el crédito como cualquier gasto derivado, independientemente de si el barco naufragaba o no (Dig. 45.1.122). Es probable que los prestamistas dieran créditos a sociedades mercantiles en lugar de arriesgar su dinero a una sola aventura marítima (Plut. Cat. Mai. 21.6; Sirks 2002; Morley 2007: 587-588). En el caso de la piratería, se ha sugerido recientemente que la legislación romana entre finales de la Repúbica y el Principado pasa de ser una cuestión de Estado a sancionarse gradualmente a través del derecho privado (Tarwacka 2009). No parece que a lo largo del Principado se promulgaran leyes de la magnitud de Lex Gabinia de Piratis Persequendis, que dio a Pompeyo el reconocimiento jurídico que necesitaba para preparar su campaña contra la piratería. Sin embargo, sí que se desarrollaron leyes propias del derecho privado, como la que exime a los transportistas de tener que indemnizar a los propietarios de los bienes que se hubieran perdido a causa de un ataque pirático (Dig. 13.6.18). Aparte de estas medidas económicas y legislativas, la sociedad romana generó otras de carácter emocional, sociológico y psicológico que también contribuían en la toma de decisiones a nivel individual. El recurso a la religión fue el más habitual y variado de todos ellos, e incluso en ocasiones era un sustituto de los vacíos jurídicos que pudiera haber (Rauh 1993). Ya se ha puesto de manifiesto lo variada que era la religiosidad de los navegantes (Romero Recio 2000). La vinculación a cofradías y hermandades o la visita al templo antes de partir era algo frecuente, del mismo modo que, una vez en el mar, el capitán del navío llevara a cabo ofrendas de diverso carácter en momentos y puntos clave de la travesía. Los gastos derivados del sacrificio previo al viaje se deben incluir dentro de los costes que implica organizar una expedición marítima, y aunque sus beneficios no sean necesariamente de carácter económico, sí que resultan un elemento más que permite al individuo maximizar su utilidad esperada.

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Antón Alvar Nuño

LOS AMULETOS MÁGICOS EN EL MUNDO ROMANO Uno de los elementos que tenía a su disposición cualquier individuo que se dispusiera a hacer un viaje por mar durante finales de la República y el Principado para disminuir la probabilidad subjetiva de sufrir un ataque pirático eran los amuletos mágicos. Gracias a ellos, la percepción del riesgo disminuye y se vuelve más atractiva la opción de emprender un viaje. Pero para que esto sea así, se deben dar las condiciones socio-históricas adecuadas. Aunque asignar propiedades sobrenaturales a determinadas piedras parece según las fuentes una costumbre próximo-oriental, en Roma también se difundió el conocimiento y uso de este tipo de creencias. Además, para que un individuo optara por invertir en la compra de este tipo de amuletos, debía existir un reconocimiento colectivo acerca de su eficacia –es decir, los proveedores de amuletos mágicos tuvieron que desarrollar unas estrategias de autoridad convincentes–. Las propiedades mágicas que se atribuían a ciertas piedras semi-preciosas están recogidas en una serie de tratados de época bizantina conocidos con el nombre de “lapidarios”. Estos lapidarios son tradiciones literarias vivas: se han ido conformando a partir de la acumulación y selección de diferentes tradiciones tanto locales como extranjeras(Perea Yébenes 2010). Entre los primeros autores a los que se atribuye la redacción de lapidarios, Hesiquio y la Suda mencionan a Zoroastro (Hsch. s.v. Zōroastrēs; Sud. s.v. Zōroastrēs). Algunos investigadores son de la opinión de que el tratado de Zoroastro sobre las propiedades de las piedras fue traducido al griego en Alejandría durante el reinado de Ptolomeo II Filadelfo (Halleux y Schamp 2003: xxii). Dado lo controvertida que es la figura histórica de Zoroastro y la imagen que de él se tenía en el mundo greco-romano como “padre de la magia” (Plin. N.H. 30.3 y ss.; Marco Simón 2001), lo más probable es que la tradición helenístico-romana lo terminara empleando como fuente de autoridad para confirmar el prestigio y eficacia de una serie de costumbres religiosas que se interpretaban como extranjeras, y que incluían la catalogación en el templo de piedras, plantas y animales, y la atribución de propiedades sobrenaturales a cada elemento. En época helenística el sistema religioso babilónico que orbitaba en torno al templo todavía era muy activo (van der Spek 2006). Asimismo, Plinio el Viejo destaca la utilización de lapidarios con fines mágicos y astrológicos por parte de los caldeos (Plin. N.H. 37.100; 37.169 y 37.181), y también se atribuye al rey Salomón la redacción de otro lapidario (Glycas Ann. I, p. 341 Bekker; Torijano 2002: 192-224). La recepción en el mundo griego de las costumbres religiosas orientales relacionadas con la catalogación de las partes que configuran el mundo, entre las que se incluyen las listas mineralógicas y sus propiedades, se produce a partir de la conquista de Oriente por parte de Alejandro Magno y el acceso a los archivos de Babilonia (Str. 2.1.6). No obstante, antes de la recepción de este tipo de tradiciones orientales, ya existían en el mundo griego creencias que atribuían a las piedras propiedades mágicas (Gil 2004: 194-200). Así como se atribuía a Zoroastro y a Salomón la redacción de los lapidarios, el héroe Orfeo también se presenta como autor de un lapidario. No se puede establecer con certeza cuándo entra en Roma la tradición de los lapidarios pero a partir del siglo II a.C. empieza a haber noticias sobre especialistas rituales

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provenientes de zonas en las que la creencia en las propiedades sobrenaturales de las piedras está consolidada. Ya se ha comentado que Plinio alude a los caldeos como uno de los grupos que usaban piedras con fines religiosos. Se sabe que hubo una primera expulsión de los oráculos caldeos de Roma en el año 139 a.C. (Liv. Per. Oxy. 54.192; Val. Max. 1.3.2), y en tiempos del triunvirato (70-50) vuelve a haber noticias suyas (Cic. Div. 1.132). Además, entre las familias aristocráticas de Roma la atracción por la magia oriental se empezó a hacer patente también a partir del siglo II a.C. y a lo largo del I a.C. Cayo Mario, por ejemplo, se llevó a una bruja siria llamada Marta durante su campaña contra las tribus cimbrias y teutonas (Plut. Mar. 17.1-5). Además, las fuentes literarias reprodujeron el rumor de que la familia de Pompeyo poseía su propia saga (Porph. ad Hor. Sat. 1.8.25; Dickie 2001: 167-168). Pero lo que consolidó en Roma la tradición de los lapidarios fue la aparición de intelectuales atraídos por lo esotérico. La imagen más prominente en la Roma de los años 50 a.C. es la de Nigidio Figulo: Nigidio era conocido por su labor de redacción de libros sobre fisiología humana (De hominum natura), sobre los animales (De animalibus), pero también de adivinación (De augurio privato) o sobre los dioses (De deis). Cicerón, amigo suyo, lo describe con reparos por su inclinación al pitagoricismo y por su interés demasiado vehemente en estudiar la naturaleza oculta de las cosas. En ocasiones habla directamente de él como Pythagoricus et magus (Cic. Tim. 1; Jerom. Chron. 156 H). Nigidio fue un personaje clave para la integración de prácticas mágicas greco-orientales en el mundo romano, ya que tradujo al latín varios de los tratados que cayeron en sus manos. Plinio lo cita en varias ocasiones en relación con remedios mágicos en los que se usan partes de plantas o animales, por lo que es probable que parte del conocimiento de Plinio sobre las propiedades terapéuticas de plantas, animales y piedras vengan en realidad de tratados escritos o traducidos al latín por él. (N.H. 29.69; 29.138; 30.84; Serv. ad Ecl. 4.10). EFICACIA DE LOS AMULETOS MÁGICOS Uno de los argumentos que la historiografía solía esgrimir para destacar la irracionalidad de la magia era el hecho de que esta no podía funcionar. No existe ningún fundamento empírico que demuestre que una piedra aleja a los piratas. Pero no se trata de la funcionalidad real que pueda tener la magia o recurrir a piedras maravillosas, sino de la utilidad percibida por el individuo para dar satisfacción a sus intereses. Ya se ha señalado que la percepción del riesgo es algo subjetivo, y que cada individuo le confiere una mayor o menor importancia a las situaciones que están comúnmente aceptadas como riesgo. Del mismo modo, en las estrategias de gestión del riesgo, también entran en juego elementos subjetivos que el agente emplea para su cálculo intuitivo de las posibles contingencias futuras a las que se enfrenta. Decidir recurrir a unas opciones u otras es algo perfectamente racional. Pero para que la posibilidad de optar por la compra de un amuleto, tenían que existir motivos que resultasen convincentes frente a otras opciones. Una de esas estrategias de autoridad era el prestigio que tuviera la tradición a la que pertenecían. Una de las estrategias para confirmar su eficacia era la de vincularlos a un pasado reconocido y respetado. Para eso, se atribuyó la redacción de los lapidarios a personajes semi-legendarios como el

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rey Salomón o Zoroastro, cuyos nombres, además, evocaban un conocimiento esotérico oriental y exótico, o a semi-dioses como Orfeo. Incongruencias como el hecho de que fuera poco probable que en el impreciso pasado mitológico durante el que vivió Orfeo existiera un comercio estable de piedras preciosas con India (algunos de los lapidarios estiman que determinadas piedras procedentes de India son especialmente eficaces. Cf. Lap. Naut. 2; Plin. N.H. 37.155) resultan irrelevantes para el potencial usuario de un amuleto mágico. Más importante resulta que la autoría del lapidario lleve la firma de un sabio mítico. Por otro lado, durante el proceso de racionalización del mundo durante época helenística, se puso de manifiesto que existían una serie de elementos que escapaban a la explicación empírica, o que quedaban fuera de los sistemas de catalogación establecidos. El poder de atracción de la magnetita, por ejemplo, resultaba inexplicable: de acuerdo con Plinio, el vulgo la denominaba como “hierro vivo” (ferrum vivum, N.H. 34.147), y el propio naturalista romano habla de una magnetita masculina y de otra femenina (es decir, una magnetita activa y otra pasiva), y dice que la naturaleza le dio manos y sentidos (N.H. 36.126-130). Y si la magnetita estaba en una posición ambigua entre lo estático del mundo mineral y lo vivo del mundo animal, el coral también escapaba de las tipologías convencionales. Resultaba difícil explicar desde postulados cientifistas cómo una planta acababa petrificándose. Ese efecto le confería más propiedades sobrenaturales que cualquier otra cosa (Plin. N.H. 37.164; Orph. L. 579 y ss.; Orph. L. Ker. 20.10 y ss.). Las propiedades de la magnetita y el coral confirmaban la existencia de lo maravilloso, lo cual, a su vez, permitía justificar el sistema de creencias de la magia. Asimismo, la opción de sacralizar la piedra grabando una imagen divina también se empleaba. Es de sobra conocida la importancia que tiene la imagen del dios en el Mundo Antiguo: normalmente, la imagen de la divinidad era la divinidad. En este sentido, llevar un amuleto con un dios grabado en él transfería la eficacia del amuleto no a las propiedades de la piedra sino al dios representado, o potenciaba la eficacia de la piedra (cf. Damig. proem.). Por último, otro medio de autoridad era destacar la rareza de la piedra y su exotismo. Del mismo modo que ocurría con la alusión a personajes como Zoroastro o Salomón, destacar la procedencia remota de la piedra alimentaba el estereotipo que se elaboró en torno a la magia en el mundo greco-romano, en donde lo extraño y exótico resultaba al mismo tiempo accesible y familiar (cf. Gordon 1987). Por ejemplo, el diamante rojo proveniente de la India era especialmente aconsejado para los navegantes (Lap. Naut. 2). O piedras extrañas como la “quelonia” (el ojo de tortuga índica) o la “cinaedia” (que se encontraba en el cerebro de los peces “cinaedios”) se presentaban en ocasiones como particularmente maravillosas, con propiedades que incluían respuestas proféticas en caso de partir en barco (Plin. N.H. 37.153 y 155). CONCLUSIÓN La historiografía tradicional relacionada con los estudios sobre magia en el Mundo Antiguo se planteaban el recurso a la misma bien como una opción irracional, producto de individuos con una capacidad intelectual subdesarrollada (Frazer, 1920 [1906]) bien como la materialización de los accesos emocionales más descontrolados (Marett 1930: 345-252). En realidad, el recurso a este tipo de prácticas se puede entender como algo

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p­ erfectamente racional en los mecanismos de toma de decisiones. Si el contexto sociohistórico ofrece al individuo la opción de seleccionar este tipo de prácticas entre una variedad de posibilidades no excluyentes entre sí para conseguir maximizar la utilidad esperada, entonces se trata de una decisión racional. Los mecanismos para la toma de decisiones son, al fin y al cabo, subjetivos. Recurrir a la magia permite aliviar situaciones de riesgo percibidas por el individuo. Puesto que estas situaciones de riesgo tienen una mayor o menor importancia según cada individuo o según cada contexto, las opciones institucionalizadas para gestionarlo pueden no ser suficientes o pueden no adaptarse a las rápidas fluctuaciones. Es en estos casos en donde operan prácticas semi-institucionalizadas como la magia, cuyo carácter eminentemente pragmático permite satisfacer rápidamente las necesidades del individuo para optar por la utilidad esperada. BIBLIOGRAFÍA ÁLVAREZ-OSSORIO RIVAS, A. (2008): “Seguridad, piratería y legislación en el tráfico comercial romano en la Península Ibérica durante la República y el Alto Imperio”, Mainake 30: 91-107. BRAUND, D. (1993): “Piracy under the principate and the ideology of imperial eradication”, en J. Rich y G. Shipley (ed.), War and society in the roman world: 195-212. Routledge, LondonNew York. CRISTÓBAL LÓPEZ, V. (2010): “La tempestad como tópico literario”, en A. Alvar Nuño (coord.), El viaje y sus riesgos. Los peligros de viajar en el mundo greco-romano: 21-42. Liceus, Madrid. DE SOUZA, P. (2008): “Rome’s contribution to the development of piracy”, en R. L. Hohlfelder (ed.), The maritime world of ancient Rome. Supplements to the Memoirs of the American Academy in Rome, 6: 71-96. University of Michigan Press, Ann Arbor. —— (2000): Piracy in the graeco-roman world. Cambridge University Press, Cambridge. DICKIE, M. W. (2001): Magic and magicians in the greco-roman world. Routledge, London-New York. DOUGLAS, M. (1966): Purity and danger. An analysis of concepts of pollution and taboo. Routledge y Kegan Paul, London. —— (1986): Risk acceptability according to the social sciences. Routledge y Kegan Paul, London. DOUGLAS, M. y WILDAVSKY, A. (1982): Risk and culture. An essay on the selection of technological and environmental dangers. University of California Press, Berkeley-London. GORDON, R. L. (1987): “Aelian’s peony: the location of magic in graeco-roman tradition”, Comparative criticism 9: 59-95. HALLEUX, R. y SCHAMP, J. (2003): Les lapidaires grecs. Les Belles Lettres, Paris. HASSALL, M.; CRAWFORD, M. y REYNOLDS, J. (1974): “Rome and the Eastern Provinces at the end of the Second Century B.C.”, JRS 64: 195-220. KNIGHT F. H. (1947 [1921]): Riesgo, incertidumbre y beneficio. Madrid, Aguilar. LINTOTT, A. (1976): “Notes on the Roman Law inscribed at Delphi and Cnidos”, ZPE 20: 65-82. MARCO SIMÓN, F. (2001): “La emergencia de la magia como sistema de alteridad en la Roma del siglo I d.C.”, MHNH 1: 105-132. MARETT, R. R. (1915): “Magic”, en J. Hastings (ed.), Encyclopedia of religion and ethics vol. 8: 245-252. T & T Clark, Edimburgo.

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XVI. La religión del mar. Dioses y ritos de navegación en el Mediterráneo Antiguo. Eduardo Ferrer Albelda, Mª Cruz Marín Ceballos y Álvaro Pereira Delgado, coords. XV. Grecia ante los imperios. V Reunión de historiadores del mundo griego. Juan Manuel Cortés Copete, Rocío Gordillo Hervás y Elena Muñiz Grijalvo, coords. XIV. Salvación, infierno, olvido. Escatología en el mundo antiguo. Eduardo Ferrer Albelda, Fernando Lozano Gómez y José Mazuelo Pérez, coords. XIII. Piedras con alma. El betilismo en el mundo antiguo y sus manifestaciones en la península ibérica. Irene Seco Serra. XII. Ofrendas, banquetes y libaciones. El ritual funerario en la necrópolis púnica de Cádiz. Ana María Niveau de Villedary y Mariñas. XI. De dioses y bestias. Animales y religión en el mundo antiguo. Eduardo Ferrer Albelda, José Mazuelos Pérez y José Luis Escacena Carrasco, coords.

X. Las instituciones en el origen y desarrollo de la Arqueología en España. María Belén Deamos y José Beltrán Fortes, eds. IX. Imagen y culto en la Iberia Prerromana: Los pebeteros en forma de cabeza femenina. Mª Cruz Marín Ceballos y Frédérique Horn, eds. VIII. Testimonios arqueológicos de la antigua Osuna. José Ildefonso Ruiz Cecilia. VII. Entre Dios y los hombres: El sacerdocio en la Antigüedad. José Luis Escacena Carrasco y Eduardo Ferrer Albelda, eds. VI. Arqueología en Laelia (Cerro de la Cabeza, Olivares, Sevilla). Antonio Caballos Rufino, José Luis Escacena Carrasco y Francisca Chaves Tristán. Catálogo completo de nuestras publicaciones en la página web

Esta obra se acerca al análisis de la piratería desde una perspectiva dual, es decir, tanto desde la óptica de quienes sufren el supuesto acto pirático, como de quienes lo protagonizan de forma activa. Lo verdaderamente importante del hecho pirático es la perspectiva, quien define a la piratería y a los piratas, y las intenciones que se esconden tras las medidas políticas, bélicas y propagandísticas de quienes se enfrentan a ellos. Hoy en día, a todos nos resultan familiares los términos “pirata” y “piratería” a partir de los libros, las películas y los medios de comunicación. Las imágenes y conceptos que nos evocan forman parte de la vida contemporánea y la cultura popular, en muchos casos con consideraciones positivas, o cuando menos, con una visión “romántica” de los mismos, pero, como se demuestra en este trabajo, durante la Antigüedad, la aplicación de la etiqueta “piratas” a ciertas comunidades del Mediterráneo constituyó a menudo una deliberada distorsión de la verdadera naturaleza de estos grupos, cuya actividad fue definida no por ellos mismos, sino por quienes la padecieron.

SPAL MONOGRAFÍAS XVII SPAL MONOGRAFÍAS

XVII Alfonso Álvarez-Ossorio Rivas, Eduardo Ferrer Albelda, Enrique García Vargas (coords.)

XVII. Piratería y seguridad marítima en el Mediterráneo Antiguo. Alfonso Álvarez-Ossorio Rivas, Eduardo Ferrer Albelda y Enrique García Vargas, coords.

El estudio de la piratería durante la Antigüedad ha sido una cuestión científica que ha pasado determinados períodos a lo largo de la historia de la historiografía y que se encuentra en boga en los últimos años. Este trabajo colectivo supone la primera aportación desde la Academia española, con la colaboración de notables especialistas internacionales, a este tipo de estudios.

Listado de autores Genaro Chic García Philip de Souza

Piratería y seguridad marítima en el Mediterráneo Antiguo

Piero A. Gianfrotta Adolfo J. Domínguez Monedero César Fornis Eduardo Ferrer Albelda Enrique García Riaza Antoni Puig Palerm Isaías Arrayás Morales Feliciana Sala Sellés Sonia Bayo Fuentes Jesús Moratalla Jávega Alfonso Álvarez-Ossorio Rivas David Álvarez Jiménez Antón Alvar Nuño

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