Resultados preliminares del análisis tipológico de las estructuras identificadas en superficie en el sitio arqueológico colonial de Piura la Vieja, La Matanza (Piura, Perú)

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Resultados preliminares del análisis tipológico de las estructuras identificadas en superficie en el sitio arqueológico colonial de Piura la Vieja, La Matanza (Piura, Perú) Luis Fernando Abril Urmente y Alejandro García Hermida

E

ste trabajo se enmarca en el proyecto de investigación San Miguel de Piura: primera fundación española en el Perú, en el que participan desde 1998 la Universidad Politécnica de Madrid y la Universidad de Piura con el apoyo de la Fundación Diálogos (España), y el municipio de La Matanza (Piura, Perú) y al que también se han sumado la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) y la Fundación Diego de Sagredo (España). El proyecto comprende un gran conjunto de estudios, trabajos de campo y labores de investigación en el ámbito de la geografía, la historia y la arqueología de la ciudad histórica de San Miguel, con especial detenimiento en el análisis de sus aspectos urbanísticos, arquitectónicos y constructivos. Este proyecto, en el que participa un numeroso equipo de especialistas españoles y peruanos con formación en distintas disciplinas (arqueólogos, arquitectos, geólogos, historiadores, ingenieros, topógrafos, etc.), tiene como principal objetivo el desarrollo de los trabajos de excavación arqueológica sistemática de las ruinas de la vieja ciudad

de San Miguel de Piura, de los que se han desarrollado ya cuatro campañas de excavación —en los años 1999, 20052006, 2008 y 2011— y tres de toma de datos —a lo largo de los años 2006, 2007 y 2009— de cara a la consolidación y restauración de sus restos construidos, así como para la creación de aquellas infraestructuras que hagan posible su puesta en valor y su apertura y exposición al público, de manera que pueda contribuir al desarrollo sostenible del lugar de Piura la Vieja, del municipio de La Matanza y de toda la comarca del Alto Piura. La ciudad de San Miguel de Piura constituye la primera fundación urbana que materializaron los españoles en el Perú. Su primer emplazamiento data del año 1532 y es conocido con el nombre de San Miguel de Tangarará. Bautizado por Pizarro como San Miguel y completado, al parecer, con el topónimo de la población indígena más cercana, de este sitio histórico no conocemos con certeza el emplazamiento, aunque muchos autores lo sitúan en el valle del Chira. En apenas dos años la ciudad de San Miguel se trasladaría enseguida a 147

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un segundo asentamiento, junto al llamado Monte de los Padres, en el Alto Piura, en donde se convirtió entre 1534 y 1578 en una población de cierta relevancia en el que se pudo ensayar una planificación urbana completa que pudo haber servido como referente para las fundaciones que se llevarían a cabo posteriormente en este territorio. Para la mayor parte de los historiadores, la dureza del clima, la persistencia de una enfermedad de la vista —a la que se refieren prácticamente todas las fuentes como un mal de ojos— y las lluvias torrenciales, que literalmente desintegraban las partes más descubiertas de las casas, obligaron progresivamente a los habitantes de Piura a abandonar la ciudad, aunque fueron probablemente otras razones de naturaleza estratégica y funcional las que determinaron de manera definitiva dicho traslado. Sea como fuere, hacia 1578 ya se había erigido provisionalmente un tercer emplazamiento en el lugar llamado San Francisco de Buena Esperanza, en la Bahía de Paita, a orillas del Pacífico, después gravemente dañado por los ataques de Francis Drake en 1579 y de Thomas Cavendish en 1587, trasladándose la ciudad definitivamente en el año de 1588 al lugar que hoy ocupa, en el Chilcal de Tacalá, por orden del VII virrey del Perú, D. Fernando de Torres y Portugal. Desde entonces, el primitivo asentamiento del Alto Piura, lugar en el que se conservan las cerca de veinte hectáreas de ruinas de la primera gran ciudad española en la América Austral, ha venido siendo conocido como Piura la Vieja. 148

Tempranamente abandonada, la que fuera la primera fundación española en el Perú y constituyera la cabeza de puente para la conquista de los territorios circundantes, se ha convertido en una fuente inigualable no sólo para el estudio del urbanismo colonial temprano, sino también para el conocimiento del carácter y las consecuencias urbanas de las relaciones establecidas entre los primeros colonizadores y la población local. Como en México, los españoles encontraron en el Perú una cultura urbana extraordinariamente desarrollada: el imperio de los incas. La evolución de muchas ciudades de la sierra, como Cajamarca o el Cuzco, nos muestra el proceso de transformación de las primitivas ciudades prehispánicas durante el periodo colonial. Puede así leerse el legado inca en el propio proceso de urbanización del Perú. En la mayor parte de la costa, en cambio, los españoles no hallaron grandes aglomeraciones urbanas indígenas en uso a principios del siglo XVI. Las grandes experiencias urbanas de la costa norte, de época mochica o chimú, llevaban abandonadas cientos de años cuando llegaron los conquistadores. Por ello, en las áreas costeras del Perú hubieron de fundarse numerosas ciudades prácticamente desarrolladas ex novo, aunque se puedan estudiar, como después veremos, las posibles preexistencias en algunas de ellas de elementos urbanos o semi-urbanos de naturaleza prehispánica: como es el caso de la propia Ciudad de los Reyes (Lima) y seguramente el de la segunda fundación de San Miguel de Piura, junto al Monte de los Padres.

Análisis tipológico de las estructuras identificadas en superficie en el sitio arqueológico colonial de Piura la Vieja

La traza de la ciudad de San Miguel de Piura (Fig. 1) nos remite a los tipos de trazado en retícula característicos de los primeros modelos semirregulares de ciudades españolas de fundación temprana como San Cristóbal de La Laguna en Tenerife (1496), Santo Domingo (1494) o Santiago de Cuba (1511). La ciudad, hija de su tiempo, nos muestra igualmente la importancia del elemento urbano más destacable en el estudio de la ciudad hispanoamericana: la Plaza Mayor. En San Miguel, fundación militar, se trata de una Plaza de Armas, y por su imponente tamaño, cercano a los 100 metros de lado, se perfila como aquel elemento urbano de personalidad más acusada. De modo que, a la vista de los montículos que rodean este espacio, bien pudieron disponerse en torno él algunos de los edificios más nobles de la ciudad. Por un texto de Juan Salinas de Loyola sabemos que el conjunto urbano de San Miguel de Piura tuvo Iglesia Matriz, Convento de Mercedarios y Casas del Cabildo, alcanzando hacia mediados del XVI un centenar de vecinos, de los que 23

eran encomenderos, cifra muy considerable si tenemos en cuenta que Trujillo tenía por entonces el mismo número y la Ciudad de los Reyes contaba con unos 30. La ciudad serviría de base en las décadas centrales del siglo XVI a las expediciones castellanas que exploraron las comarcas meridionales del Ecuador y, hasta la construcción del puerto de El Callao, fue paso obligado de las expediciones que desembarcaban en los puertos norteños de Tumbes y de Paita y que se adentraban en el continente por esta ruta. Para los que han trabajado sobre la ciudad de Piura la Vieja la descripción que de ella hiciera Juan Salinas de Loyola después de 1570 se ha convertido en un punto de referencia inapreciable por sus alusiones a la fisonomía y composición de la ciudad (Jiménez de la Espada 1965): La plaza en medio y della salen ocho calles, y por ellas cuadras de solares de a ciento ochenta pies cada un solar en cuadra, y cada cuadra tiene cuatro solares; las calles de ancho a treinta pies, y por ser el pueblo pequeño, lo son también las calles, y no con los nombres que acá se acostumbran.

La construcción histórica de la ciudad de San Miguel de Piura

Figura 1 Estructuras identificadas en superficie

Aún es escasa la información disponible acerca de la arquitectura de la ciudad durante el periodo de su ocupación colonial, entre 1534 y 1580, pero tanto los trabajos de levantamiento y prospección sistemática desarrollados en el yacimiento como las campañas de excavaciones, ponen de manifiesto la fuerte impronta de 149

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la tradición constructiva castellana que manifiestan los restos conservados. Es de destacar la variedad de los materiales de construcción encontrados en San Miguel de Piura, lo que pone de manifiesto una tipología constructiva bastante desarrollada. En este sentido, y haciendo un breve repaso de los principales sistemas constructivos y aparejos documentados, hay que citar, entre otros, mamposterías careadas de piedra cuarcita del lugar con argamasas de barro mejorada con cal en zócalos, rellenos de piedra y barro en el interior de los edificios, muros de fábrica de adobe con mortero de cal, suelos de tierra apisonada con restos cerámicos en pavimentos exteriores, umbrales de piedra, pavimentos interiores de barro cocido, pavimentos de mortero de cal, estructuras de madera en cubiertas y cubrición de teja cerámica curva en tejados (Villanueva Domínguez et al. 2002: 284-285). En todo caso, de todos los trabajos que llevados a cabo hasta la fecha puede extraerse como principal conclusión que pueden confirmarse plenamente las descripciones de Juan Salinas de Loyola (Jiménez de la Espada 1965): Podrá haber hasta cient casas, pocas más o menos, y los materiales con que están edificadas son, los cimientos de piedra, y lo demás de adobes y tapias, y cal, y ladrillo, y las cobijas de paja, como llueve poco; y que antes van en disminución que no en acrecentamiento, por las causas que tiene dichas, aunque los edificios se mejoran. Con el fin de analizar pormenorizadamente la información conservada en superficie, durante la campaña arqueológica del año 150

2011 se procedió a documentar, catalogar y analizar las estructuras visibles de la práctica totalidad del yacimiento. Los arranques de los muros de tierra quedaban siempre protegidos por una base de mampostería irregular que nos ha llegado, por lo general, en buen estado de conservación. Buena parte de los elementos estudiados son, por tanto, estos arranques pétreos, así como los montículos de tierra que se yerguen sobre el emplazamiento de los primitivos edificios. De cada una de las estructuras murarias identificadas se tomaron fotografías y se anotaron orientaciones, constitución y dimensiones (Fig. 2). Con esta información se elaboraron fichas individualizadas para cada una de ellas (Fig. 3), integrándose finalmente toda la documentación en la planimetría elaborada en campañas

Figura 2 Muestra del trabajo de documentación realizado

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más extendidas. El principal de estos tipos, dada su amplia extensión en el yacimiento (Fig. 5), es el denominado Tipo A (Fig. 6). Se trata de muros de tres o cuatro pies castellanos de sección (aproximadamente entre 0,90 y 1,20 m). Los mampuestos no presentan huella alguna de labra, aunque sí han sido cuidadosamente dispuestos para conformar paramentos careados. Aunque de dimensiones muy diversas, los de mayor envergadura son utilizados para conformar las hojas exteriores, rellenándose el interior con mampuestos de tamaño más reducido y mortero bien compactado.

Figura 3 Ejemplo de ficha descriptiva de una de las estructuras

anteriores.

Estudio tipológico de las estructuras murarias Se encontró un total de nueve tipos diversos de arranques de muros (Fig. 4), todos ellos ejecutados en mampostería de piedra cuarcita local sin labrar. Algunos de estos tipos, podrían considerarse subtipos o variaciones de una misma técnica, pero otros, sin embargo, presentan notables singularidades respecto a las soluciones

Es ésta la principal diferencia entre ellos y los catalogados como Tipo D (Fig. 7), ya que en estos últimos los mampuestos que conforman el relleno interior del muro son de tamaños similares a los exteriores. Su aparición en elementos arquitectónicos que incluyen también muros del tipo anterior parece indicar que no se trata sino de dos variantes de un mismo tipo, siendo de ejecución muy semejante. Las estructuras murarias catalogadas como Tipo A y D constituyen la práctica totalidad de las existentes en el corazón del yacimiento, y serían, por tanto, las características de los principales edificios de la antigua ciudad. El Tipo B difiere de los anteriores únicamente en la menor trabazón de los mampuestos de sus hojas interiores con el

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Figura 4 Tipos murarios identificados

Figura 5 Localización de las estructuras murarias del tipo A

Figura 6 Estructura muraria del tipo A

Figura 7 Estructura muraria del tipo D

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interior, el primero con las dos alineaciones de mampuestos peor trabadas entre sí que el segundo. Se trata por lo general de estructuras secundarias aparentemente destinadas a la compartimentación de las parcelas y se encuentran en ocasiones asociadas a espacios que, por el material cerámico hallado en superficie, serían de servicio o almacenaje. Entre las estructuras murarias identificadas en superficie existen así mismo algunas que se alejan de las tradiciones constructivas castellanas convencionales. Entre ellas, conviene destacar: los arranques de muros jalonados por grandes piedras hincadas en vertical (Tipo I), los arranques de muros escalonados o de sección variable (Tipo E) y las plataformas de asiento o dobles muros de Tipo A, dispuestos a distinta cota. Figura 8 Estructura muraria del tipo F

relleno interior del muro. El Tipo A presenta además variantes de mayor sección, de entre 5 y 6 pies de anchura, los tipos Tipos G y F (Fig. 8), que se diferencian entre sí por presentar el segundo en el relleno interior mampuestos colocados nuevamente alineados de forma semejante a como lo están en las hojas exteriores. Se conservan éstos fundamentalmente en los dos accesos al conjunto mejor conservados, el sureste y el suroeste. Los muros Tipo C y Tipo H son muros de menor sección, de unos dos pies (aproximadamente 0,60 cm), y constitución más sencilla, con sólo dos hojas sin relleno

Las excavaciones de 2005-06, 2008 y 2011 han permitido estudiar mejor este conjunto y nos han ofrecido datos de consideración que abundan en la probable existencia de un asentamiento prehispánico anterior en este lugar. Se ha constatado la existencia de estructuras superpuestas con distinta direccionalidad, así como, principalmente en estructuras periféricas del conjunto, la utilización de aparejos diversos a los descritos en las bases de algunos muros. Estas estructuras, por tanto, podrían ser elementos preexistentes de cronología prehispánica, reutilizados o remplazados por las edificaciones coloniales, o bien constituir aportaciones indígenas a los procedimientos edilicios de los conquistadores. El primer grupo, el denominado Tipo I (Fig. 9), se corresponde con estructuras 153

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localizadas en el extremo suroriental del conjunto. Aparentemente se trata de muros correspondientes a grandes cercas o cierres de espacios descubiertos más que relacionados con edificaciones. Constituidos de forma semejante a los anteriormente descritos, sin embargo, presentan periódicamente en ambas hojas exteriores gran número de piedras de grandes dimensiones hincadas en vertical y con sus caras más planas hacia el exterior del muro. Como en el resto de estructuras que describiremos a continuación, es difícil por el momento determinar si se trata de la pervivencia de una técnica constructiva local o de elementos previos a la fundación española de la ciudad.

En cuanto al segundo conjunto de elementos, los del Tipo E (Fig. 10), se trata de muros cuyos arranques de mampostería manifiestan un cambio de sección o escalonamiento. Esta variación podría deberse a la construcción de refuerzos en la base de los muros, ampliando su sección, o a su ejecución sobre una base más ancha que el resto de la estructura. En cualquier caso, se trata de muros que en su más amplia sección alcanzan con exactitud los cinco pies castellanos de anchura (aproximadamente 1,40 m).

Figura 10 Estructura muraria del tipo E

Figura 9 Estructura muraria del tipo I

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Figura 11 Posible ubicación de una antigua ermita

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Si bien en este caso pudiera tratarse de elementos de construcción igualmente española, hemos determinado incluirlos en este apartado por ser común en las tradiciones constructivas locales la utilización de refuerzos escalonados en las bases de los muros, pudiendo así mismo por ello constituir una pervivencia de tradiciones prehispánicas. Estos muros aparecen en diversos puntos del yacimiento, si bien su mayor concentración se ha registrado en áreas periféricas del conjunto. Uno de los edificios que presentan esta estructura está situado en el extremo sureste de la trama urbana y por su posición y dimensiones podría corresponderse con una antigua ermita (Fig. 11). El tercer y último grupo lo constituyen grandes plataformas sobre las que hubieron de erigirse algunos edificios (Fig. 12). Estos elementos están conformados por un muro perimetral mampostería, de constitución análoga a los inicialmente descritos como Tipo A, y un relleno de tierra apisonada hasta alcanzar la cota de coronación del mismo. Lo singular de estas estructuras es la aparición sobre ellas de un segundo perímetro murario, también perteneciente al Tipo A, retranqueado aproximadamente dos metros con respecto a la cara exterior del anterior, que constituiría probablemente el arranque de las estructuras portantes de los edificios propiamente dichos, que confiere a estos elementos un aspecto aterrazado de filiación indudablemente prehispánica. Estos dobles muros aterrazados, sin embargo, podrían haber sido igualmente erigidos durante la ocupación española

del lugar, utilizándose, sea cual sea el caso, mano de obra indígena o técnicas constructivas locales. Este tipo de elemento se encuentra en el sector septentrional del yacimiento, conformando una gran estructura de planta rectangular de aproximadamente 93 m x 70 m, es decir, de unos 334 x 250 pies castellanos, sobre el que se eleva un segundo perímetro de alrededor de 86 m x 64 m, que en pies castellanos serían unos 312 x 230 (Fig. 13).

Figura 12 Estructura escalonada

Figura 13 Planta de la plataforma escalonada

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Sobre ella existe hoy un cementerio contemporáneo y allí pudo alzarse el antiguo convento mercedario del que hablan las fuentes históricas, que aún no ha sido localizado. Refuerza esta hipótesis la comparación de esta plataforma con la planta del Convento de la Merced de Cuzco (Fig. 14), cuyas dimensiones, aparente organización e incluso, sorprendentemente, orientación, se aproximan enormemente a las del elemento analizado. En su extremo noroccidental, de hecho, encajaría bien una iglesia de métrica similar a su equivalente cuzqueña, de unos 85 x 200 pies castellanos. Conviene señalar, finalmente, que el mencionado cementerio precisamente se circunscribe a la planta de ese hipotético templo (Fig. 15).

Figura 15 Zona de enterramientos existente sobre la plataforma escalonada

Figura 16 Detalle de una antigua estructura posiblemente de almacenaje Figura 14 Comparación de la planta de la plataforma con la del Convento de la Merced de Cuzco (tomada de Google Earth)

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Otros elementos identificados en superficie Además de estructuras murarias, se han hallado otras construcciones, tales como una serie de elementos circulares y semicirculares conformados por una única hoja de mampuestos y que fueron, sin duda, tanto por su aparente disposición en los patios de las viviendas como por sus dimensiones, antiguas estructuras de almacenaje (Fig. 16). También se señaló la presencia de elementos singulares, como un montículo situado al este del conjunto (Fig. 17) en el que los mampuestos arruinados que lo circundan son todos ellos de dimensiones significativamente menores a lo común en el resto de los existentes, sin que haya podido realizarse hipótesis alguna respecto a su causa. Finalmente, se analizó la distribución de las zonas más intensamente expoliadas del yacimiento, pues los huaqueos, parecen concentrarse según patrones reconocibles en áreas singularmente susceptibles de dar algún fruto a los expoliadores, tales como el viejo cementerio de la iglesia, o el interior de determinados edificios que requerirían especial atención por este hecho (Fig. 18).

Figura 17 Elemento singular situado al este del conjunto

Figura 18 Áreas con presencia de huaqueo

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