Reseña: \"La Guerra Fría cultural y el exilio republicano español\" de Olga Glondys

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Descripción

La Guerra Fría cultural y el exilio republicano español. Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura (1953-1965)

Olga GLONDYS Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2012, 369 pp.

AUTOR DAVID CORRALES MORALES Universidad Complutense de Madrid.

En los últimos años numerosos académicos han estudiado de manera concreta el influjo estadounidense sobre otros territorios, analizando tanto su grado de aculturación como los límites de cada caso. Si durante las décadas de los setenta y ochenta predominaron aquellos estudios que incidían en una lectura de carácter imperialista –íntimamente asociada a los despliegues de la política exterior norteamericana-, investigaciones más recientes han permitido profundizar en un proceso más heterogéneo de lo que se pensaba previamente. A raíz de la repercusión alcanzada por la teoría del soft power de Joseph Nye, que defiende la capacidad de persuasión y seducción cultural e ideológica como el mejor instrumento para consolidar el liderazgo mundial, se han explorado una amplia diversidad de campos de estudio, entre los que predomina la labor de la diplomacia pública estadounidense durante la Guerra Fría. Participando en este debate internacional, la historiografía española ha contribuido a identificar un conjunto de canales –documentales, programas de radio, publicaciones, intercambios educativos, promoción de los American Studies, etc.- que animaron y participaron en la difusión de ideas, modelos, valores y pautas de conducta procedentes de la potencia americana durante el período franquista. En medio de esta coyuntura académica, la obra de Olga Glondys, doctora en Filología Española por la Universidad Autónoma de Barcelona (2010) y miembro del Grupo de Estudios del Exilio Literario (GEXEL), supone uno de los primeros acercamientos al Congreso por la Libertad de la Cultura (CLC) desde el punto de vista hispánico. Desde su fundación en 1950, el CLC no sólo organizó un gran número de actividades culturales, sino que también creó una amplia red de revistas con el fin de contrarrestar la amenaza comunista en medio de un clima de polarización internacional. Sin embargo, como consecuencia de las revelaciones periodísticas que en 1967 destaparon su financiación encubierta por parte de la CIA, este organismo se ha convertido en una de las iniciativas más polémicas de la maquinaria persuasiva estadounidense. Esta fuerte controversia lleva generando múltiples interpretaciones en el ámbito académico durante décadas, situación que puede limitar a primera vista la originalidad y repercusión de la obra de Glondys. Los principales ejes en torno a los que se ha articulado el debate internacional se centran en los méritos del CLC y en el nivel de independencia que adquirieron aquellos intelectuales que participaban en sus proyectos. Mientras que trabajos como los de Peter Coleman (The Liberal Conspiracy, 1989) o Pierre Grémion (Intelligence de l´Anticommunisme, 1995) insisten en que la validez y el impacto intelectual de esta organización han sido subestimados por su conexión con la CIA, la obra de Frances Stonor Saunders (Who Paid the Piper?, 2000) adopta una actitud más crítica sobre la influencia que tuvo la agencia de inteligencia norteamericana y muestra las continuas limitaciones de ese operativo político-cultural. Asimismo, frente a DOI: 10.3232/CIHC.2015.V1.N1.08

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algunos reproches vertidos por autores como Christopher Lasch al señalar a un gran número de personalidades como cómplices del poder estatal estadounidense, los académicos Giles Scott-Smith (The Politics of Apolitical Culture, 2002) y Hugh Wilford (The Mighty Wurlitzer, 2008) han defendido la coincidencia de intereses entre el CLC y diversos intelectuales, negando que éstos fueran simples títeres de Washington. Desde una óptica más matizada, conviene destacar la aparición de algunas investigaciones sobre la labor de este organismo en países como Alemania, Brasil o España. Así, por ejemplo, Jordi Amat fue el primero en examinar los lazos establecidos entre el CLC, los exiliados españoles y la forja de una oposición democrática en nuestro país. Todo ello hace preguntarnos cuáles son las principales aportaciones del libro reseñado a esta controversia de amplio calado internacional.

Fundación Pablo Iglesias, el Instituto José Cornide y la Hoover Institution, que albergan los archivos personales de importantes figuras como Luis Araquistáin, Julián Gorkin, Salvador de Madariaga, Michael Josselson o Jay Lovestone. El libro se articula en torno a diez capítulos, en los que prevalece tanto la narración cronológica de los acontecimientos transcurridos como el análisis temático de los escritos más destacables de la revista seleccionada. Durante la primera parte de su trabajo, Glondys retrata la coyuntura en la que se desarrollaron la acción ideológica del CLC y los “puentes” tendidos hacia el exilio republicano español, especialmente ex-poumistas y socialistas caballeristas. Presentados los principales protagonistas, los siguientes capítulos examinan la creación de Cuadernos y su labor en América Latina hasta su desaparición. Análogamente, la autora presta especial atención a dos de los temas más recurrentes en las páginas de esta publicación: la crítica contra el sistema soviético y la denuncia del neutralismo político. La tercera parte de la obra cubre la actuación del CLC en la España franquista, analizando aspectos tan relevantes como la financiación del llamado “Contubernio de Múnich” (1962), los contenidos ideológicos difundidos para nutrir el diálogo interior-exilio o el agotamiento de la fórmula del anticomunismo radical durante el tardofranquismo, situación que conllevó la marginación de los exiliados republicanos agrupados en torno a Cuadernos y el desplazamiento definitivo de todo el peso político hacia el interior. Para finalizar, Glondys dedica el último capítulo a clarificar aquellas cuestiones concernientes a la relación entre el CLC y los intelectuales españoles, desde el supuesto desconocimiento sobre la financiación de esta organización por el Gobierno norteamericano hasta el nivel de control de las líneas temáticas e ideológicas de sus iniciativas.

La obra de Glondys pretende enriquecer los recientes estudios históricos y culturales del siglo XX, tomando como referencia la Guerra Fría encubierta de los Estados Unidos. Para ello, la revista Cuadernos (1953-1965) –publicación mensual que sirvió como base del programa latinoamericano del CLC y plataforma de diálogo entre los intelectuales de España y los del exilio- se convierte en su principal objeto de estudio con el fin de abordar cuatro objetivos: desvelar la acción del CLC en el mundo hispánico, conocer a los exiliados republicanos que se implicaron en esta iniciativa, establecer un marco comparativo entre los procesos históricos e ideológicos españoles y aquellos otros que estaban teniendo lugar fuera de nuestras fronteras, y reflexionar sobre la cuestión de la autonomía de la cultura y de la lucha antifranquista en el contexto de la Guerra Fría. Para ello, la autora adopta un enfoque interdisciplinar a lo largo de su investigación, donde predominan el análisis textual de numerosos artículos de Cuadernos, la evaluación de discursos ideológicos desde la óptica filosófica y la interpretación histórica de las fuentes primarias. Respecto a este último aspecto, Glondys logra superar los problemas derivados de su propuesta – la clasificación de los archivos de la CIA relacionados con las operaciones encubiertas y la manipulación de los archivos del CLC por parte de su personal-, consultando las colecciones custodiadas por la

La investigadora realiza una serie de aportaciones que contribuyen a respaldar algunas de las interpretaciones defendidas previamente por estudiosos como Scott-Smith o Saunders, adoptando así una postura intermedia en medio del debate académico. Primero, el nacimiento

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del CLC no sólo obedeció a intereses políticos y estratégicos de Washington, sino que también los propios intelectuales, poseedores de un firme compromiso anticomunista, jugaron un papel fundamental en su creación, tal y como demuestran proyectos anteriores como el Comité por la Libertad de la Cultura (1939). Segundo, existió un consenso entre la agenda del CLC y las prioridades de sus colaboradores, planteamiento que contradice aquellas viejas ideas que explican la actitud anticomunista de Gorkin o Araquistáin como una consecuencia de su supuesta “venta” a los Estados Unidos. Tercero, existió un control directo que alejaba al CLC de aquellos intelectuales y contenidos indeseados. Si bien un gran número de figuras aseguraron que gozaron de la máxima libertad de opinión, Glondys reitera que el establecimiento de cualquier tipo de compromiso iba precedido por un riguroso proceso de selección. En el caso particular de Cuadernos, la influencia de Josselson –principal cerebro del CLC- impidió cualquier injerencia de los redactores españoles en la línea editorial. Cuarto, determinadas figuras, como Baraibar o Madariaga, se aprovecharon de este organismo para su promoción, tanto profesional como económica. A pesar de ello, la autora subraya que estas actitudes no deben valorarse como una norma generalizada, pues numerosas peticiones de ayuda fueron realizadas por personalidades que estaban siendo víctimas de sistemas represivos. Por otra parte, la obra de Glondys aporta importantes revelaciones sobre las acciones del CLC en los ambientes de habla española. Uno de los aspectos más destacables son los continuos obstáculos que minaron las actividades del organismo en América Latina, como la permanente contradicción entre su programa y las circunstancias concretas del continente, donde predominaba un enorme escepticismo hacia los valores y modelos promovidos por Occidente. Respecto al caso español, unas de las razones para la colaboración de muchos intelectuales, en el interior y en el exilio, con el CLC fue su convicción de que este tipo de organizaciones favorecerían la lucha contra el régimen franquista. Sin embargo, este organismo nunca pretendió combatir la dictadura, sino más bien contrarrestar la actuación comunista en los sectores antifranquistas a través de una propuesta ideológica basada en los principios de

convivencia, tolerancia y moderación. Una tarea que refleja cómo la implicación en los cambios democráticos en España era imprescindible para asegurar los intereses estadounidenses en el territorio. A lo largo de más de trescientas páginas, Glondys ilumina un episodio poco conocido de la Guerra Fría encubierta a través una investigación exhaustiva, en la que predomina una gran variedad de fuentes primarias. Asimismo, la autora evita condenas generalizadas y muestra una gran delicadeza a la hora de abordar uno de los aspectos más controvertidos del estudio, la responsabilidad de aquellas personalidades que participaron en las actividades del CLC: “Lo fundamental es que las valoraciones realizadas desde la contemporaneidad sean cautelosas y críticas, y que tengan en cuenta lo intrincado de las circunstancias y los marcos de entonces, con mención especial a las condiciones de represión intelectual y física” (p. 318). No obstante, Glondys no llega a profundizar en ciertas cuestiones de enorme relevancia para contextualizar y comprender mejor el desarrollo y las limitaciones de este organismo, como el debate interno norteamericano sobre la promoción cultural, el establecimiento de los comités nacionales en América Latina o las reacciones del Gobierno franquista ante el fomento de determinadas iniciativas. A su vez, más allá de los testimonios de algunos protagonistas, desconocemos la recepción que tuvo la revista Cuadernos en el ámbito latinoamericano. Una laguna que podría haber sido cubierta parcialmente con la realización de análisis cuantitativos o el establecimiento de un marco comparativo entre distintos países. Más allá de estas limitaciones, la gran cuestión que plantea la lectura de este libro es si Glondys otorga demasiada responsabilidad al CLC en el proceso de restitución democrática en España, ignorando otros factores de mayor relevancia. De hecho, autores como Lorenzo Delgado han subrayado la prudencia de la diplomacia pública estadounidense durante la preparación del posfranquismo, la dificultad de identificar a las fuerzas que desempeñarían un papel relevante en el proceso de transición o el debilitamiento de los lazos con la oposición durante los últimos años de la dictadura.

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En definitiva, esta obra supone un enorme aliciente para aquellos investigadores interesados en superar el desconocimiento que cubre todavía muchas facetas relacionadas con las transferencias culturales norteamericanas durante la Guerra Fría, desde los mecanismos de colaboración que se establecieron entre Washington y las fundaciones privadas hasta el papel activo desempeñado por los propios target groups. Lejos de agotarse su objeto de estudio, la autora llega a sugerir algunos futuros trabajos, como el vínculo del CLC con la famosa colección “El Puente” o el intercambio intelectual entre el exilio y el interior a través de un análisis global de las publicaciones del exilio liberal y ciertas

revistas del interior. Estas investigaciones ayudarían a seguir respondiendo a algunas de las preguntas que todavía perduran en el debate internacional: ¿dónde se encontraba la frontera entre el Gobierno estadounidense, la CIA, y las fundaciones privadas? ¿En qué medida los contenidos temáticos e ideológicos promovidos por las organizacionesfachada obedecieron las decisiones de los intelectuales? ¿La financiación del CLC por parte de la agencia de inteligencia norteamericana limitó la libertad de expresión de sus colaboradores? Es decir, ¿hasta qué punto los métodos utilizados por los Estados Unidos se diferenciaron de los usados por los comunistas?

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