Representaciones sociales de masculinidad hegemónica en una discoteca “de ambiente” del Centro de Lima

July 5, 2017 | Autor: J. Chumpitazi Ram... | Categoría: Homosexuality, Género, Masculinidades, Masculinidad Hegemónica, Genero E Identidad Sexual, LIMA PERU
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CENTRO DE ESTUDIOS E INVESTIGACIÓN EN ANTROPOLOGÍA

CLUB DE LA SERPIENTE CENTRO DE INVESTIGACIÓN SOCIAL PARA EL DESARROLLO HUMANO

CISDEH

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ANTHROPOLOGIKA Revista de estudio e investigación en Antropología  Centro de estudios e investigación en Antropología CLUB DE LA SERPIENTE  Centro de Investigación Social para el Desarrollo Humano CISDEH Anthropologika es una publicación anual Arequipa, Diciembre de 2008  Con la colaboración especial para la presente edición de: Comisión Organizadora del XV Congreso Nacional de Estudiantes de Antropología (CONEAN) y del VII Congreso de Estudiantes de Antropología del Sur Andino (CEASA) – Arequipa-Perú, 2008.

Comité editor: Responsable Aleixandre Duche Pérez (Editor en Jefe) Mienbros e invitados Pietro Rodríguez Cáceres Miguel Fernández Sotelo Miguel Abril Carrera Juan Ramos Bernabé Miguel Atencio Ticona Paola Chiuche Gutierrez Citlali Doljanin Galíndez Gabriela Ticona Lazarte

Walter Vilcapaza Quispe Paloma Núñez Portugal

Comité científico asesor: Dr. Luis Montoya Rojas Dr. Ángel Taypicahuana Rodríguez

Diseño, diagramación y cuidado de la edición: Aleixandre Duche Pérez

Correspondencia: Av. Lima 310 Yanahuara, Arequipa, Perú.  Telefax +51 54 270238  Email: [email protected]

Hecho por el Centro de Estudios e Investigación en Antropología Club de la serpiente. Av. Lima 310 Yanahuara, Arequipa, Perú. Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú Nº 2007-11608 Prohibido la reproducción total o parcial de los artículos, sin previa autorización escrita de los autores y/o editores. 10 Club de la Serpiente – Centro de Investigación Social para el Desarrollo Humano “CISDE”

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REPRESENTACIONES SOCIALES DE MASCULINIDAD HEGEMÓNICA EN UNA DISCOTECA “DE AMBIENTE” DEL CENTRO DE LIMA

César R. Nureña, Miriam Cristina Medina, Doris León, Lidia Rojas y Julio Eduardo Chumpitazi Ramírez Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Perú

Resumen: Objetivo.- Identificar algunas nociones sobre los modelos hegemónicos de masculinidad entre los asistentes a una discoteca gay del Centro de Lima. Se ha buscado entender cómo y mediante qué discursos y prácticas los sujetos construyen y expresan sus nociones sobre hegemonía y subordinación. Métodos: Se realizó un estudio etnográfico exploratorio (observación participante y entrevistas en profundidad). Distinguimos diversas formas de masculinidad al interior de la población de hombres homosexuales (―buses‖, ―deschavados‖, ―travestis‖, ―fletes‖ y ―mostaceros‖). La información obtenida ha sido analizada y discutida en función de algunos planteamientos teóricos formulados en el marco de las teorías de género, poniendo énfasis en los estudios sobre masculinidad, y contrastando los datos con los hallazgos y las propuestas de otros trabajos sobre el tema. Resultados: La ideología de la masculinidad hegemónica de la sociedad en general se encuentra atravesada e imbricada en las estructuras y relaciones de género que predominan en la sub-cultura de los hombres gay de Lima (en el imaginario, los discursos y las prácticas de los asistentes a la discoteca), formando un continuum. Por un lado, los ideales de masculinidad que prevalecen se acercan más a modelos de hombres con rasgos en mayor medida ―masculinos‖ y con patrones de comportamiento en los que resaltan la moderación y la mesura y el ―respeto‖. De otro lado, la feminidad Club de la Serpiente – Centro de Investigación Social para el Desarrollo Humano

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en el comportamiento, aun cuando es practicada, tolerada y relativamente valorada (en tanto desinhibición) al interior de este espacio, no constituye un atributo del ideal hegemónico de hombre. De hecho, la exaltación de la feminidad entre los hombres gay es con frecuencia desaprobada. Conclusiones: En el marco de una ―ideología de masculinidad hegemónica‖ –en la que los individuos aparecen como adscribiéndose a un sistema de valores por el cual la masculinidad sería considerada una ventaja y en el que tanto los hombres como la masculinidad serían vistos como superiores a las mujeres y la feminidad-, se plantea la hipótesis de que las actitudes ―anti-afeminación‖ y los prejuicios sociales contra la homosexualidad (homofobia) estarían vinculados, ambos como parte de una estructura mayor de mantenimiento de una jerarquía de poder de género en la que el rechazo de lo femenino serviría para afirmar ciertos elementos e ideas patriarcales al interior de un sistema de valores predominante. Palabras clave: masculinidad hegemónica, identidad sexual, género, homosexualidad masculina, Perú. Abstract: Objective.- To identify some notions about hegemonic models of masculinity among people who attend to a popular gay discotheque in the Center of Lima. We tried to understand how and through what practices and discourses are the concepts related with hegemony and subordination expressed and built. Methods: An ethnographic, exploratory study was undertaken (participant observation and in-deep interviews). We observed diverse types of masculinity among homosexual men (local categories were used: ―buses‖, ―deschavados‖, ―travestis‖, ―fletes‖ and ―mostaceros‖). The obtained information was analyzed and discussed observing theoretical approaches from gender theory, emphasizing developments in masculinity studies, and putting the data in contrast with proposals and findings from previous works on the issue. Results: The ideology of hegemonic masculinity present in the broader society is embedded in gender structures and relationships of gay men sub-culture of Lima (in the collective imaginary, discourses, and practices of people), forming a continuum. First, dominant concepts on ideal of masculinity approach to images of men with traits mainly ―masculine‖ and behavior patterns which include moderation, good manners, and ―respect‖. On the other 286

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hand, feminity in the behavior, though performed, tolerated, and relatively valued (as dishinibition) in this space, it doesn‘t constitute a trait of the hegemonic ideal of man. In fact, exaltation of feminity among gay men is frequently disapproved. Conclusion: In the context of an ―ideology of hegemonic masculinity‖ –where people appear like assuming themselves a system of values where the masculinity is understood as an advantage, and where men and masculinity are seen as superior to women and feminity-, we formulate the following hypothesis: anti-effeminacy attitudes and social prejudices against homosexuality (homophobia) would be both linked as a part of a major structure, which maintains a gender power hierarchy where the rejection of the feminine things would serve to support some patriarchal ideas and social elements related with the dominant system of values. Keywords: hegemonic masculinity, sex identity, gender, male homosexuality, Peru.

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REPRESENTACIONES SOCIALES DE MASCULINIDAD HEGEMÓNICA EN UNA DISCOTECA “DE AMBIENTE” DEL CENTRO DE LIMA

Introducción En todos los grupos sociales podemos identificar patrones culturales, interiorizados a lo largo del proceso de socialización, por los cuales las personas se ven alentadas a llevar ciertas formas de comportamiento, mientras que otras conductas son proscritas en el mismo contexto. En cada individuo de sexo masculino, la experiencia subjetiva de ser hombre se define en relación con un referente o ideal. En la investigación y la teoría sobre género, este referente ha sido llamado ―modelo hegemónico de masculinidad‖. Los sujetos le dan forma a sus identidades particulares en constante contrapunto con esta representación de la masculinidad hegemónica, siempre dentro de determinado contexto sociocultural. Para el caso peruano, Fuller (2001) ha identificado tres discursos paralelos que configuran la representación masculina predominante: el discurso doméstico (complementariedad recíproca y solidaridad en el hogar); el discurso de la virilidad, que define la preponderancia masculina, la solidaridad entre hombres y la hostilidad intergenérica; y el discurso público, que identifica la hombría con el monopolio de las esfera pública. Sin embargo, la presencia de un modelo dominante de masculinidad no impide la existencia de otras formas de subjetividad que se relacionan de múltiples maneras con el paradigma, retando, transformando o negando sus mandatos (Abarca Paniagua 2000). Es el caso de la diversidad que encontramos cuando nos adentramos al estudio de la masculinidad entre hombres homosexuales, entre quienes vemos cómo las variantes masculinas se producen y coexisten simultáneamente (Connell 2000). En muchas sociedades, lo masculino es asociado a nociones de superioridad, colocando a lo femenino en una posición subordinada. En el ámbito de las relaciones entre hombres homosexuales, si bien en buena medida llegan a reproducirse modelos hegemónicos de 288

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masculinidad de la sociedad como un todo, éstas nociones pueden también ser reelaboradas en función de espacios concretos de socialización. ¿Son las representaciones sociales ideales de masculinidad homosexual las mismas en distintos espacios de socialización de la cultura gay? ¿Hay modelos de masculinidad hegemónica homosexual específicos para ciertos lugares, como las discotecas ―de ambiente‖, que difieren de los que se aprecian en otros contextos de la cultura gay? ¿Cómo son las relaciones entre quienes exhiben diferentes modos de ser hombre al interior de estos espacios gay? Estas son sin duda preguntas complejas a las que solo parcialmente podemos responder con los hallazgos de esta etnografía, pero que nos ayudan a guiar nuestros análisis y a proponer hipótesis que podrán ser luego abordadas con mayor profundidad. Con este trabajo nos proponemos explorar e identificar algunas nociones sobre los modelos hegemónicos de masculinidad entre asistentes a la discoteca Sagitario del Centro de Lima. Queremos entender cómo, mediante qué discursos y prácticas, estos sujetos construyen y expresan sus nociones sobre hegemonía y subordinación. El estudio de la masculinidad nos lleva a distinguir diferentes tipos y formas específicas de masculinidad, las dinámicas de cambio en las prácticas y los imaginarios, y a ver cómo las nociones históricamente construidas sobre las maneras de ser hombre se inscriben en una estructura mayor. Las estructuras sociales pueden ser entendidas como sistemas de procesos y relaciones. Las relaciones de género son precisamente un aspecto de esas estructuras. En este contexto, la masculinidad alude simultáneamente a ―la posición en las relaciones de género, a las prácticas por las cuales los hombres y las mujeres se comprometen con esas posiciones, y a los efectos de esas prácticas en la experiencia corporal, en la personalidad y en la cultura‖ (Connell 1997). Ahora bien, en las vidas individuales, las identidades de género ―se fracturan‖ y van cambiando debido a que múltiples discursos ―se intersectan‖, superponiéndose varias lógicas diferentes para dar lugar a maneras diversas de entender y de llevar a la práctica las formas de ser hombre. Estas configuraciones pueden ser reconocidas en ámbitos más amplios. Es así como la masculinidad se ubica simultáneamente en varias estructuras de relación que pueden estar Club de la Serpiente – Centro de Investigación Social para el Desarrollo Humano

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siguiendo distintas trayectorias históricas. En ese sentido, Connell (1997) propone un modelo de tres dimensiones para el estudio de la estructura de género. Este modelo busca diferenciar (1) relaciones de poder: dominación y subordinación; (2) relaciones de producción: división del trabajo y reparto desigual del producto del trabajo; y (3) cathexis: vínculo emocional y deseo sexual. De esta forma, para entender el género, ―debemos ir más allá del propio género‖ y, a la inversa, ―no podemos entender ni la clase, ni la raza o la desigualdad sin considerar constantemente el género‖. Para reconocer estas formas de masculinidad y examinar las relaciones entre ellas conviene tener presentes las nociones de: (1) hegemonía: posición dominante de un grupo, de acuerdo con un ideal cultural; (2) subordinación: ubicación de las masculinidades homosexuales en la parte más baja de una jerarquía de género entre hombres; (3) complicidad, por la obtención del ―dividendo patriarcal‖ que asegura a la mayor parte de los hombres cierta posición hegemónica; y (4) marginación, referida a las relaciones entre las masculinidades diferencialmente posicionadas, y que implica autorización por parte de la ―masculinidad hegemónica‖. Tomando en cuenta estos conceptos es posible analizar masculinidades específicas y configuraciones de práctica generadas en situaciones particulares dentro de una estructura cambiante de relaciones. Por otra parte, en su dimensión de patrón social, el género es no solo un producto histórico, sino también productor de historia y determinante de acción social. Así, la forma que adquieren las relaciones de género tiende a cambiar también en función de conflictos internos de intereses surgidos de desigualdades e inequidades, y de luchas por conservar posiciones o por invertirlas. Estas luchas pueden darse en un ambiente de violencia física y/o simbólica, violencia que evidencia ―tendencias de crisis‖. Aunque estas crisis no necesariamente llevan siempre a rupturas radicales, sí constituyen un marco para las transformaciones en las prácticas, estructuras y relaciones de género. Diversidad homosexual: ejes de diferenciación e identidad

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Una mirada a la diversidad de formas de identificación y representación de la masculinidad requiere de un acercamiento a dimensiones teóricas de la diversidad sexual que dan cuenta de múltiples aspectos de las prácticas e interacciones entre hombres. Apoyándonos en un trabajo sobre homoerotismo en Lima, podemos identificar algunas categorías conceptuales para el análisis de las manifestaciones de dichas masculinidades: identidad de género, orientación sexual, identidad sexual, entre otras (Cáceres y Rosasco 2000). Así, tenemos que la diversidad de representaciones y experiencias de los hombres con actividad homosexual, responde a una serie de estilos y condiciones de vida que giran en torno a diversos ejes que van construyendo diferenciaciones en este grupo: Clase social y edad, que determinan las posibles redes sociales. Eje de actividad/pasividad en la relación sexual. Eje feminidad/virilidad: comportamiento de acuerdo a lo que se concibe convencionalmente como actitudes de ―varón‖ o de ―mujer‖. Participación en intercambios sexuales por dinero o favores. Participación en las sub-culturas homosexuales: conformando redes, autoidentificándose sexualmente, comprendiendo y valorando diferentes prácticas sexuales, e incluso reaccionando contra la norma sexual hegemónica (Cáceres y Rosasco 2000). La confluencia de ejes de diferenciación da lugar a variadas formas de identidad, comportamiento y valoración, definiendo así estratificaciones y clasificaciones de hombres homosexuales. Para el caso que nos ocupa, estamos empleando una tipología utilizada en el ámbito de la investigación en salud pública con ―hombres que tienen sexo con hombres‖ (HSH) en Perú: ―buses‖ (homosexual que no aparenta serlo), ―deschavado‖ (homosexual afeminado), ―travesti‖ (o ―traca‖, homosexual que asume la imagen y el comportamiento de una mujer), ―flete‖ (trabajador sexual, con o sin identidad homosexual) y ―mostacero‖ (hombre sin identidad homosexual, aunque puede tener sexo con otros hombres, asumiendo el rol insertivo). Los conceptos de hegemonía, marginación y subordinación presentados inicialmente atraviesan también estas clasificaciones y toman forma en los espacios de interacción gay, los cuales adoptan Club de la Serpiente – Centro de Investigación Social para el Desarrollo Humano

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formas variadas (bares para gays adultos, discotecas para gays jóvenes, lugares para gente a la que le gusta utilizar determinados atuendos, etc.) Sivori, quien realizó un estudio sobre el ―ambiente‖ en Buenos Aires, Argentina, ha señalado que, ―a modo de un guetto, esos barrios contienen a una población que en ese espacio se ve plenamente reconocida como gay, encontrándose a la vez protegida y limitada en ese reconocimiento de las fronteras de la vecindad‖ (Sivori 2005). Una rasgo característico de estos espacios de interacción es su ―homosocialidad‖: se dan en ellos ―prácticas entre pares del mismo sexo, cuya participación a la vez requiere e implica la pertenencia del participante al grupo o red en cuestión‖ (Sivori 2005). Muchos de estos participantes afrontan barreras que les previenen de presentarse públicamente asumiendo su identidad, pero en estos espacios de socialización homosexual llegan a mostrarse abiertamente sin mayores preocupaciones. Otro elemento que cabe resaltar es la consideración del prestigio, que en las discotecas de ―ambiente‖ es configurado por factores como el dinero, el status social aparente, los atributos físicos y los tipos de roles sexuales desempeñados. Asimismo, unos elementos que influyen en configuración del prestigio pueden ser reemplazados por otros. Es lo que ocurre, por citar un caso, con la ―pechada‖, que consiste en invitar algo (por ejemplo, bebidas alcohólicas en la discoteca) buscando recibir favores sexuales o aceptación social; por lo que el dinero puede entonces compensar la ausencia de atributos físicos (Cáceres y Rosasco 2000). El “ambiente” gay en Lima El ―ambiente‖ constituye un espacio de construcción y expresión de la identidad colectiva gay. ―Es una red de relaciones entre individuos cuya experiencia común compartida es la preferencia sexual y la situación de marginación social que de ella se deriva. La relación de asociación que se mantiene y las constantes interacciones que tienen lugar en determinados contextos han devenido en la formación de espacios, dinámicas sociales y símbolos característicos, es decir, en una conformación cultural‖ (Motta 1999). En el ambiente, la discoteca es considerada el espacio gay por excelencia, un espacio donde la identidad homosexual adquiere 292

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legitimación, aceptación y reconocimiento. Allí se expresan una serie de discursos y símbolos comunes que producen y reproducen las relaciones y el imaginario de sus actores sociales. Este espacio se caracteriza por: una dinámica muy intensa de relaciones sociales; ser el núcleo central de ampliación del círculo de amigos y de búsqueda de pareja o compañeros sexuales ocasionales; y por constituir un ambiente festivo en el que los asistentes pueden socializar y expresarse libremente. Motta (1999), en su estudio sobre ―el ambiente‖ de Lima, define a la discoteca como un ―espacio legítimo de encuentro‖ donde se recrean modelos de conducta homosexual, y que cumple un rol muy importante en la construcción de la identidad. Métodos Realizamos una etnografía que incluyó (1) observación participante en la discoteca; y (2) entrevistas en profundidad, empleando guías semi-estructuradas, en la sede de la ONG Impacta Salud y Educación, donde pudimos contar con un ambiente privado. Cada entrevistado recibió después de la entrevista un obsequio como reconocimiento por su colaboración. Los investigadores informaron a los entrevistados sobre el propósito del estudio, e hicieron explícito el carácter confidencial de la información que estarían proporcionando. El contenido de las entrevistas fue registrado en audio y luego transcrito. El análisis que presentamos aquí se basa en la información de cinco entrevistas seleccionadas, que consideramos representativas del conjunto: (1) Michel (22 años, deschavado), se define como ―gay‖. Vive en Villa el Salvador y atiende al público en un negocio. Asiste a la discoteca los fines de semana con sus amigos desde hace dos años. (2) Cuti (43, deschavado, antes fue travesti), se autoidentifica como un ―gay moderno‖ (que penetra o es penetrado en la relación sexual). Vive en Barranco y trabaja como peluquero. Va a la discoteca una vez al mes con amigos desde hace un año y medio. (3) Jean Paúl (41, buses), se define como un ―gay activo‖ (que penetra en la relación homosexual). Vive en el Callao, trabaja como cantante y estudia diseño. Asiste a la discoteca entre una y tres veces al mes, a veces solo o con amigos, desde hace tres años. (4) Rafael (32, deschavado, buses en ciertos espacios), se percibe como un gay pasivo (que es penetrado en la relación sexual). Vive en Chorrillos y hace el ―trabajo del hogar‖ Club de la Serpiente – Centro de Investigación Social para el Desarrollo Humano

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en casa de su hermano, ―como una ama de casa‖. Dice ser ―de provincia‖ (parece haber llegado a Lima a mediados de los 90). Va ocasionalmente al Sagitario, generalmente con amigos, desde hace unos 10 años. (5) Magali (50, deschavado), quien se define como ―mujer‖. Vive en el Cercado de Lima y trabaja en un salón de belleza. Dice ir con amigos, ―todos los días‖. Análisis Identidades y grupos al interior de la discoteca El Sagitario es frecuentado por personas de las más diversas identidades, roles y orientaciones sexuales, pero predominan los hombres con identidades gay abiertamente explícitas. De entre éstos, los hombres activos (con o sin identidad gay) parecen frecuentar menos este lugar. Como refiere Michel: ―He visto travestis, he visto gays, a los que les puedes decir… pasivos, modernos… activos muy pocos, no van mucho‖. Los diferentes grupos y tipos de personas son generalmente identificados y caracterizados por los asistentes en función del aspecto físico y del comportamiento. Sin embargo, puede ser muchas veces difícil definir ―quién es qué‖. Como señala Jean Paul: ―hoy en día no puedes identificar a nadie, te puede parecer, porque hay demasiados matices en lo que es la sexualidad‖. Estos variados ―matices‖ pudimos notarlos también durante la observación participante, si bien encontramos un patrón que queda bien ilustrado de este modo: ―Mayormente se ve a personas muy femeninas que están bailando, que están tomando y hacen ese tipo de chongo… También veo algunas chicas, poquísimas… lesbianas, que también van, pero con amigos, sean héteros, gays o bisexuales. Es un sitio ―open mind‖, aunque no he visto muchos travestis‖ (Jean Paúl). Otro dato referido, que en cierta medida coincide con nuestras observaciones de campo, tiene que ver con una cierta disposición espacial de grupos, asociada a identidades: ―los bien buses que se ponen al fondo para que nadie los vea… y las más deschavaditas, que están hechas unas marionetas ahí en la pista, así hacen su grupito‖ (Rafael). Notamos aquí cómo Rafael ve en los buses algún rasgo de discreción al afirmar que éstos ocupan un lugar distinto ―para que nadie las vea‖: ―Los más buses se pueden confundir… con estos chiquitos que se van a buscar puntos… ellos se van a las esquinitas o 294

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al segundo piso y están… como diciendo: ―no me toques, no me mires, yo te miro, pero tu no me mires‖. Se mueven discretamente…‖ (Rafael). Las categorizaciones basadas en la conducta social (buses, deschavado, travesti, flete y mostacero) son con frecuencia asimiladas a las distinciones que se enfocan en el rol sexual en la intimidad (activo, pasivo y moderno). Así, el homosexual deschavado es a veces reconocido como pasivo, ya sea por el aspecto o por el comportamiento: ―los pasivos son los que usan la ropa pegada y los que bailan a veces un poco mas exagerado que una chica. Y los modernos son… son como los patas normales‖ (Michel). Vemos aquí cómo Michel, quien se define a sí mismo como moderno, concibe la ―normalidad‖ en relación al modelo de hombre como distinta al que muestran los deschavados/pasivos. La consideración positiva de la afabilidad y de la apertura en las actitudes se puede superponer a las diferenciaciones sexuales como criterio de identificación: ―a mi me agradan las mariconas cuando tienen su forma de ser. Así sean travestis, sean gays, chicos modernos. Si me gusta su trato, su manera de ser, su franqueza… ahí con ellos me puedo identificar. Pero no tengo clasificación exacta‖ (Cuti). Entendemos que la preferencia de Cuti con los travestis se debe en buena medida a su historia personal, al tránsito que experimentó en sus conductas y en su imagen: ―Yo era pasivo, me gustaba solo que me penetraran, bueno también en esos tiempos yo era travesti, me vestía como una chica y todo, pero a medida que el mundo iba avanzando y todo… Al principio, ay, me chocaba ver eso de que el hombre quería también que lo penetraran. El hombre te hacia sexo oral, uy, ¡qué nervios!, hasta que poquito a poquito me volví moderno. Porque ahora yo me encamo con cualquier chico y ellos también quieren que los penetres… todos… del 100% el 90%, pero a mi me gusta ser más pasivo, a mi me gusta que me traten como una chica‖ (Cuti). Como espacio de socialización, la discoteca es también un escenario en el que las identidades pueden ir afirmándose, aunque a veces de manera traumática. Esto es lo que ocurre con Rafael, quien nos muestra cómo la experiencia de la migración a la capital, sumada al ingreso al ―ambiente‖, supone, además de la adaptación a un nuevo entorno (―avispamiento‖), una serie de contradicciones y

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conflictos identitarios entre lo que significa para él ser homosexual y las maneras de ser homosexual en Lima: ―No soy de acá, soy de provincia. En el 96 no sabia nada del ambiente gay de Lima, pero vine siendo gay… No sabía qué era una discoteca, un video, un cine… Pero siempre… cuando se avispa uno… y el provinciano deja de ser provinciano… En un cine triple x me dijeron ―¿no te vas a una discoteca?‖ Y me enseñaron dónde era… Entonces fui un día al Sagitario… tendría pues 22 años, y estaba ―en busca‖, ¿no? Me fui solo… Compré mi Coca-Cola… pero a mí no se me cocinaba de ver bailar dos hombres juntos, y yo sentía… me siento raro, qué hago acá: soy esto pero yo no puedo hacer esto... Había un grupito de chicos… una por una fueron a invitarme a bailar y a todos les dije no bailo… Cuando vino el último me dijo ¿qué, no bailas?, no disculpa pero no bailo. No terminé la gaseosa que había… y me salí… esa fue la primera vez que fui‖ (Rafael). Si bien Rafael afirma haber llegado a Lima ―siendo gay‖, estos conflictos identitarios llegan a aflorar abruptamente en la discoteca cuando le es atribuida una conducta que en su imaginario no encaja con su modo particular de ―ser gay‖: ―Comí no sé qué cosa que me hizo daño, pero me fui a la discoteca… me dio un cólico de los mil diablos… estaba en el baño… salgo, y en eso baja una de esas bien loquitas y me dice ―por tomar mucha lechada [semen]‖ … y le dije ―oye que te pasa pedazo de imbécil‖, la agarré de un puñete y la aventé por la escalera‖ (Rafael). Fuera de la discoteca, con su familia, Rafael intenta ocultar su identidad gay, pero en espacios ―de ambiente‖ sí se permite ser deschavado en ocasiones, aunque solo en cierta medida. En la discoteca, no se asimila al tipo de masculinidad homosexual que presentan las más ―deschavaditas‖. No se identifica claramente con alguno de los grupos o tipos de personas que encuentra en el Sagitario: ―pero ahí tal vez con los buses, ¿no?, pero con esas bien deschavaditas no‖. Masculinidad hegemónica ¿Qué manera de ser homosexual predomina en el Sagitario? ¿En función de qué criterios podemos reconocer o afirmar que tal o cual tipo de masculinidad es o no hegemónico? Quisimos abordar estas cuestiones consultando a los entrevistados sobre quiénes les 296

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parecían a ellos los más ―regios‖ en la discoteca, los que destacan o sobresalen por sobre los demás, y debido a qué los veían de este modo. Si bien las respuestas que obtuvimos nos ofrecen una noción sobre el tipo de masculinidad que es más aceptado, es sin duda éste un problema cuya complejidad trasciende los límites que nos planteamos al inicio de este estudio. No basta entonces señalar qué tipo de masculinidad es el más visible o el que despliega mayor presencia. Habría también que decir para quién o quienes, o desde qué punto de vista, resulta más valorada o destacada una manera de ser hombre, y porqué. En el Sagitario son los deschavados quienes dominan la escena. Esto lo pudimos apreciar en las salidas de campo, y nos lo manifestó también Jean Paúl cuando le consultamos sobre quiénes le parecía que destacan más: ―Los que se han deschavado… no temen expresarse. Mayormente son chicos gays, pero, de repente… unos pasivos, pero uno no puede estar seguro. Son gays algo femeninos y que les gusta bailar y se divierten… de alma‖ (Jean Paúl). Pero los deschavados destacan aquí, para nuestro entrevistado, no por ser deschavados, ―algo femeninos‖, o por divertirse bailando y consumiendo licor, sino que: ―Lo que los hace sobresalir es el hecho de que no temen expresarse… Porque hay gente… se ―arricochina‖ con su pareja y toda la noche ni se mueve, eso no es sobresalir… están muy ignorados‖ (Jean Paúl). En este caso, el mostrarse abiertamente, la desinhibición al exhibir su identidad (mediante el baile, siendo femeninos, o por la forma de divertirse), le otorga a los deschavados un reconocimiento que subyace a las conductas exteriorizadas. La desinhibición, socialmente valorada desde diversos puntos de vista, ―los hace sobresalir‖. Los más buses o ―ahombrados‖ son vistos con frecuencia como ―gays que no salen del closet, que no le dan rienda suelta a sus emociones contenidas‖ (Cuti). Para Jean Paúl, sin embargo, siendo un buses que se autoidentifica como gay activo, los hombres airadamente deschavados no le llaman la atención en el plano personal. Tiene una buena percepción de ellos, pero no comparte el desempeño social de los deschavados en la discoteca: ―Si la persona la veo muy loca no me atrae, a menos que sean mis amigos… pero así no más que yo les haga el habla, no. Yo no hago el habla: dejo que me hagan el habla a mí.‖ (Jean Paúl). Club de la Serpiente – Centro de Investigación Social para el Desarrollo Humano

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Por otra parte, desde la perspectiva de Rafael, quien parece referirse inicialmente solo a los grupos más visibles, ―todas se creen unas divas‖. Sin embargo, él llega a valorar más la moderación y el respeto: ―lo más tranquilo, pues, los más sobrios, porque a mi no me gusta… a veces se van unos gays… que te miran con la punta del zapato‖ (Rafael). Pero, en general, como criterios para reconocer a quienes más destacan, él se refiere ―a la imagen, al comportamiento‖. Cuando habla de sobriedad, Rafael está tomando en cuenta la moderación en el comportamiento y en las actitudes. El tipo de masculinidad homosexual en la que se exalta demasiado lo femenino no es de su especial aprecio. Rafael prefiere a los deschavados, siempre que muestren una imagen más cercana al patrón de ―hombre‖ aceptado en la sociedad en general: ―las más deschavaditas que se visten como hombres, esas si me gustan‖ (Rafael). Para Cuti (antes travesti y ahora deschavado), los travestis pueden en esta discoteca mostrarse como no lo harían en otro lugar. Para él, quienes más destacan son: ―las tracas pues… las travestis, que llaman más la atención por lo que están más voluminosas, más llamativas… En esa discoteca… porque hay discotecas que no son aceptadas.‖ (Cuti). Hegemonía, subordinación y marginación Así como hay en la discoteca unos personajes más destacados y visibles que otros, están también quienes destacan menos o que pueden ser apreciados negativamente. Pero el hecho de que se vea como subordinados a ciertos grupos o tipos de hombres no siempre ni necesariamente tiene que ver con la identidad sexual. Los patrones de comportamiento social y las características físicas juegan papeles que pueden confluir o no con rasgos atribuidos a las distintas identidades sexuales masculinas. Con respecto a las representaciones sociales sobre tipos subordinados de masculinidad, diversas lógicas se superponen al momento de hacer consideraciones sobre ―lo mejor‖ o ―lo peor‖, lo aceptado y valorado en oposición a lo desagradable y lo proscrito. Cuando preguntamos a Michel sobre si había para él quienes perjudicaban el ―ambiente‖, no hizo diferenciaciones relativas a identidades: ―depende… tal vez por parejas que tienen celos le buscan la pelea a otra persona‖. Vemos aquí que la conflictividad, en 298

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este caso la que se genera a partir de los celos, es un elemento negativo independientemente de quién lo exhiba. Cuti, por su parte, agrega otros elementos definidores de tipos de masculinidad que él desaprueba en este espacio en particular: ―Los palomillas nunca faltan, los bagres [personas consideradas desagradables o vulgares]. Son chicos que se venden… O a veces también bajan cachaquitos… malean el negocio… por su aspecto pues que tienen… son más… de un tipo provinciano, pues se les ve así… por lo provinciano pues… Son un poquito bagres, vulgares para hablar, se expresan de otra forma‖ (Cuti). Se alude aquí al hecho de ―venderse‖, a la procedencia, al aspecto físico, a la ―vulgaridad‖, y a que éstos otros hombres ―se expresan de otra forma‖. Es preciso señalar que los llamados ―cachaquitos‖ o soldados que suelen frecuentar una cantina cercana al Sagitario, estarían dentro del tipo conocido como ―mostaceros‖: hombres sin identidad gay que tienen sexo con otros hombres asumiendo un rol sexual activo, penetrador. Las prácticas y la identidad de estos hombres estarían en el lado opuesto o más alejado del que ocupan los gay más afeminados y, como vemos, son también los menos valorados por Cuti. Pero, al contrastar esto con las percepciones de Jean Paúl (gay activo), notamos cómo los criterios que definen la subalternidad o la hegemonía pueden variar radicalmente, primando no ya lo específicamente identitario sino otros factores que apuntan más al respeto y la convivencia pacífica, a la ―corrección‖ y a la educación de las personas: ―Porque dicen que son machos… agarran el vaso y… lo tiran al suelo y lo rompen… pero ¿por qué?, no entiendo… La mala educación, el no respetar el espacio… que el baño lo dejen hecho una porquería, que orinen en el suelo, no, no le veo la gracia‖ (Jean Paúl). Para Jean Paúl es altamente valorado el comportamiento adecuado, el respeto por las normas o convenciones sociales, por sobre cualquier elemento de diferenciación relativo a preferencias o prácticas sexuales. Le pedimos a nuestros entrevistados que hicieran una categorización o jerarquización, basada en sus gustos y preferencias (más/menos; o mejor/peor), de los diferentes tipos de hombres que veían en el Sagitario. Michel (autodefinido como moderno), por ejemplo, nos dijo: ―los modernos arriba, de ahí vienen los pasivos, de ahí los travestis.‖ De sus nociones sobre su propia manera de ser Club de la Serpiente – Centro de Investigación Social para el Desarrollo Humano

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moderno inferimos que la exageración y lo ―escandaloso‖, para él, serían patrones de conducta poco apreciados: ―Me gusta usar cosas pegadas pero no tan escandalosamente… Me gusta bailar de una manera sensual pero tampoco exageradamente… o tratar de imitar a una chica‖ (Michel). En contraste, la cima de la jerarquía para un ex travesti como Cuti, estaría ocupada precisamente por los travestis: ―En el Sagitario: primero las travestis. Después vienen las gays. Después las modernas. [Entrevistador: ¿Y en el último (lugar)?] Los fletes claro… y los cachaquitos‖ (Cuti). El flete, trabajador sexual contratado usualmente por hombres homosexuales, quien aparece generalmente asumiendo una imagen exterior de hombre cercana o similar a la aceptada por la sociedad, es colocado aquí junto con los ―cachaquitos‖, quienes pueden también intercambiar eventualmente sexo por dinero u otros beneficios, en la parte más baja de una jerarquía. La marginación de estas formas de masculinidad se evidencia igualmente en el testimonio de Jean Paúl: ―A veces va gente un poquito peligrosa… cuando la persona que viene es vulgarmente llamado flete, ¿no? Tú te das cuenta, entonces como que lo apartas‖ (Jean Paúl). Jean Paúl trata de ser sutil al apartarse de quienes no le simpatizan. Las conductas ―inapropiadas‖ son para él el principal factor de diferenciación entre ―lo mejor‖ y ―lo peor‖, superponiéndose la consideración de estas actitudes a las diferenciaciones de género: ―Lo único que puede ser peor… personas que no respetan el espacio de los demás… no van a estar ensuciando, malogrando o que quieren dársela de poderosos… Por ejemplo, estás pasando… y no quieren dejarte pasar. [Entrevistador: ¿Las actitudes?] Actitudes, la educación, el comportamiento… no exactamente de que más sean los gays, más sean a las chicas‖ (Jean Paúl). Otros, en cambio, actuarían oponiendo una estética autopercibida como superior al aspecto de los que no lucen ―bien‖ o resultan ―molestos‖. Además del alejamiento físico, sería común también la práctica de ―barrer‖ con la mirada. Como nos muestra Rafael: ―Que se la dan todas ellas regias… [hace un gesto con la cabeza] de pies a cabeza en la cuestión física… y tratan de opacar, de marginar… y si hay un grupito que no es de su agrado… se van a otro lado‖ (Rafael).

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Es recurrente la referencia a los fletes como los personajes ubicados en la parte más baja de la jerarquía de masculinidad homosexual en esta discoteca. Pero, en el caso de Rafael, esto tendría que ver más con algunos principios morales interiorizados quizás en un entorno previo más conservador. Recordemos que él, poco después de llegar a Lima, y en su primera vez en el Sagitario, había abandonado abruptamente el lugar luego de rechazar las invitaciones a bailar que le hacían otros hombres. En ese entonces no se le ―cocinaba‖ el ―ver bailar dos hombres juntos‖, a la vez que afrontaba conflictos en su fuero interno: ―me siento raro, qué hago acá: soy esto pero yo no puedo hacer esto‖. Había también reaccionado violentamente cuando un sujeto lo ―acusó‖ de haber ―tomado lechada‖. Estos preceptos morales tendrían alguna función en su negativa evaluación subjetiva del desempeño de los fletes, de los que pretenden ―hacer punto‖ (conseguir una pareja ocasional), y de la búsqueda abierta de sexo, que estaría para él rodeada de cierta aura pecaminosa: ―Yo creo que en todo sitio se va gente a… levantarse un punto, y sí, se va gente bagre. [Entrevistador: ¿Cómo son?] Su comportamiento es… no bailar, pegarse a las paredes, a los espejos o pararse en la puerta de los baños o estar sube y baja, y dar vueltas por ahí: es como estos trabajadores sexuales… tipo fletes… Te miran y… se te acercan… ya fuiste. Y si les atracaste, te fuiste con él, porque así me ha pasado una vez‖ (Rafael). Lo que le pasó no es que haya ―atracado‖, sino que enfrentó el ―acoso‖ de su pretendiente ocasional. Esa gente ―bagre‖, que busca ―levantarse un punto‖, desde la perspectiva de Rafael estaría no solo transgrediendo o amenazando su ―pudor‖, sino también mostrándose insolente o desvergonzada: ―Estaba parado ahí un chico, y él pensó que yo lo estaba mirando, y se me acerca y me dice hola, invítame un chela, y yo le dije: Mira… si tú pensaste lo que has pensado te quemaste conmigo, así que sigue no más, sigue buscando, conmigo no vas‖ (Rafael). La exhibición pública de la habilidad para el baile es bien apreciada entre los asistentes a la discoteca. No ocurre lo mismo con ciertas actitudes de marginación, especialmente para Rafael, quien tuvo que adaptarse no solo al ―ambiente‖ gay, sino en general a Lima luego de su experiencia migratoria: ―Los más regios son los más deschavaditos, y los que son las marionetas… los dueños de las Club de la Serpiente – Centro de Investigación Social para el Desarrollo Humano

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pistas… Me podría juntar con ellos para que me enseñen a bailar… pero, si es quieren marginar, no. Para mí, el bonito, el alto, el chino, el cholo, si me hablan, bacán. Pero para decirte ¡ay, no, apesta!, no, tampoco‖ (Rafael). Relaciones entre personas con diversas formas de masculinidad La hegemonía y la subordinación pueden o no expresarse abiertamente mediante prácticas y actitudes. Las relaciones entre personas con distintas identidades sexuales tienen a veces en la discoteca un carácter diferente al que se puede evidenciar en otros espacios de socialización. Cuando preguntamos a Michel si los diferentes grupos suelen relacionarse entre ellos, nos dijo que: ―Depende, hay modernos que tienen amigos travestis… A mí no me molesta ser amigo de un travesti, o de un pasivo, o de una loquita… siempre y cuando sea en la discoteca. [Entrevistadora: ¿Y por qué después no?] Al menos las que son loquitas, me pueden ver por la calle y saludarme: ¡holaaaa…! Y hacer un escándalo‖ (Michel). Con relación a los demás asistentes, refiere que ―entre ellos siempre hay rivalidades‖, que los modernos, los pasivos y los travestis ―a veces no se llevan‖: ―Porque las travestis a veces se creen bonitas o superiores a una mujer y… son gays. [Entrevistadora: ¿Los consideran menos?] Algo así. Y viceversa también. [Entrevistadora:¿Por vestirse como mujeres?] Claro… entre las dos‖ (Michel). Entonces, a veces unos se perciben como superiores a otros en función de criterios estéticos, de la apariencia física, pero la ojeriza puede ser recíproca. No obstante, hombres homosexuales con distintos tipos de masculinidad llegan a vincularse en la discoteca. Allí, las fronteras entre los grupos son porosas: los grupos, para Cuti, ―no son bien marcados, todos se mezclan‖. Si bien se percibe en ocasiones que ―cada quien hace su grupo‖ (Cuti), que los travestis, por ejemplo, ―se van con su gente, con su grupito… y ellas están en su mundo, en su ambiente‖ (Rafael), también ocurre, por ejemplo, que quienes exhiben una conducta más afeminada pueden atraer o buscar la compañía de hombres con características más ―masculinas‖: ―Hay travestis que también son medias bagres y ya pues se reúnen con ellos‖ [con los ―cachaquitos‖] (Cuti).

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Ideales y anti-ideales de masculinidad Las nociones expresadas por nuestros entrevistados sobre sus ideales de masculinidad preferidos nos muestran un amplio rango de características, que van de cuestiones relativas al aspecto físico hasta asuntos más vinculados con las actitudes personales, pasando por el desempeño económico. Cuando le preguntamos a Michel sobre su pareja, su primera referencia apuntó al rol sexual de éste último: ―Es moderno, pero más tiene rol de pasivo‖ (Michel). En el imaginario de Michel, el ideal de hombre exhibe rasgos físicos caucásicos, pero, por sobre todo, debe mostrar actitudes atentas y ―cariñosas‖: ―El hombre ideal… de mis sueños… que sea más alto que yo, que tenga un bonito cuerpo, que sea blanco, que tenga ojos claros, que se vista bien, que use una buena colonia… que sea cariñoso, detallista, que… siempre se preocupe en mí y llame, sepa como estoy… el príncipe de los cuentos‖ (Michel). En contraste, Rafael maneja un discurso en el que el ideal de hombre difiere en varios aspectos del que buscaría Michel. Como ―gay pasivo‖, le gustaría tener a alguien ―más masculino‖: ―Uno quiere que su pareja sea pues el más churro, el actor de telenovela, pero, lamentablemente… no va a haber el príncipe azul. Yo no tengo mucho un prototipo de pareja física, pero siempre me han gustado los chicos que sean un poco más masculinos… Esos tipos, no es por discriminar… esos tipos acholaditos, que se vean machos… no muy altos, un poco gorditos, que no sean flacos, para flaco yo. No gordos regordetes panzones, sino gorditos llenitos… Y, como persona, que sepa comprender, entender, que sea una persona accesible, no muy cerrada‖ (Rafael). Cuti, quien dice no tener pareja, preferiría a alguien que, al margen de su tipo de masculinidad, se muestre además ―proveedor‖ y colaborador en el plano económico: ―Un chico, así sea gay o moderno, que sea sobre todo trabajador, ordenado, limpio, honrado… Así me gustaría encontrar… que me ayude… compartir todos los gastos, a pagar la renta, pagar los gastos que hay en el departamento‖ (Cuti). Lo físico tiene aquí menos relevancia. La ―forma de ser‖ y la compenetración son lo preponderante para Cuti: ―Físicamente no tengo un prototipo, me tiene que agradar su forma de ser. Hay chicos que son feitos pero tienen carisma… Su forma de ser tiene que encajar conmigo. Yo busco una pareja así y no la Club de la Serpiente – Centro de Investigación Social para el Desarrollo Humano

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encuentro. Pero no estoy apurado… tengo bastantes canitas al aire‖ (risas) (Cuti). Al ser consultados sobre los modelos de masculinidad admirados del ―ambiente‖ gay o del mundo del espectáculo, los entrevistados hicieron referencia no solo a tipos de masculinidad, sino también comportamientos asociados a ciertas formas de llevar a la práctica esos modos de ser hombre: ―Siempre he sido hincha de la Coco Marusix… Siempre me gustó su feminidad, era bien señorita, sabía comportarse. No era vulgar como las otras, que si las mirabas ellas decían: ah, qué me miras‖ (Cuti). Aquí tenemos que la sencillez, por oposición a la soberbia, es bien vista como característica del ideal. También Jean Paúl dice admirar a Coco Marusix, aunque no precisamente por su feminidad, sino ―por su valentía‖, por ―como se ha levantado a pesar de lo que ha tenido‖ (se refiere a un episodio de hemiplejia). De otro lado, la vulgaridad es mencionada como algo en general rechazado por nuestros entrevistados. Lo ―escandaloso‖, el afán de figuración y la soberbia aparecen reiteradamente como pautas desaprobadas de conducta: ―Ciertos peluqueros, estilistas… por tratar de venderse tratan de ser… vestirse muy escandalosamente… Muy ―fashion‖ según ellos… pero de lo peor‖ (Michel). ―Carlos Cacho, me parecía completamente desagradable… Su afán de figuretismo, que no soporto. Su vulgaridad… No le importa la gente, le importa él mismo… es muy egocéntrico. [Alex] Otiniano… por tanto lío que mete. No sé si lo que busca es solamente figuretear… no me gusta su actitud‖ (Jean Paúl). Desde otra visión, la representación que aflora en torno al ideal de hombre-pareja de Jean Paúl incluye elementos que valoran una ―imagen masculina‖ enlazada con patrones de comportamiento ―respetuoso‖ y mesurado. Un hombre que pueda ser presentado ―en sociedad‖, en el ámbito familiar. Esta imagen supone además la fidelidad como un factor importate, e incluye una referencia al rechazo de la ociosidad: ―Que se vea un gay masculino… una persona educada, que sepa respetarte y respetarse a sí mismo, que se comporte en todos lados, y si tú pudieras llevarlo a tu casa… y que nadie diga ―¿Quién es éste que has traído?‖ Que sepa respetar la relación… a mi no me gustaría compartir mi pareja… Y… bueno, si no trabaja, que estudie, que haga algo‖ (Jean Paúl). 304

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Para ilustrar parte de lo dicho por Jean Paúl, podemos citar sus afirmaciones relativas a un personaje que admira: ―Al que admiro, aunque no sé si me parecerá atractivo… es Jaime Baily… por su desenfado… me gusta eso.‖ También manifiesta que le gusta ―Diego Bertie… físicamente, me gusta su voz, me gusta su actuación, la he ido a ver‖. Discusión y conclusiones Entre los asistentes a la discoteca Sagitario del Centro de Lima encontramos a hombres homosexuales con comportamientos variados en cuanto a los grados de masculinidad y a los roles sexuales desempeñados, generalmente con identidades gay explícitas. El aspecto físico y el comportamiento son los principales marcadores por los que son identificados o categorizados por los asistentes. Predominan los hombres gay deschavados, que son reconocidos por los demás y por ellos mismos por su comportamiento más o menos afeminado. Es común verlos mostrándose desinhibidos y con habilidades para el baile, aunque siempre hay unos deschavados más desenvueltos que otros. Debido a esto, algunos hombres, aun siendo afeminados, no necesariamente se identifican con este grupo. Los buses, por el contrario, parecen ser algo más ―discretos‖, y ocupan a veces lugares menos visibles. Muchas veces se asocia el comportamiento afeminado con un supuesto rol pasivo en la intimidad (―los pasivos son los que usan la ropa pegada y los que bailan a veces un poco más exagerado que una chica‖, Michel). Por oposición, se asume que los hombres con actitudes más masculinas serían activos. Estos hombres, que estarían frecuentando menos el lugar, encarnan un modelo de masculinidad considerado como más cercano a la ―normalidad‖. Los travestis, por su lado, si bien son vistos en muy escaso número en esta discoteca, tienen una presencia que llama generalmente la atención. Los fletes o trabajadores sexuales son reconocidos a veces por alguna manera de vestirse o cuando ofrecen sus servicios de manera sutil o abierta. Los marcadores visuales o comportamentales de tipos de masculinidad son a veces insuficientes para formarse una idea del tipo de hombre homosexual que es cada quien. Desde luego, estas categorizaciones no son rígidas, y algunos sujetos se permiten en la discoteca ser más desenvueltos y afeminados que en otros espacios. Club de la Serpiente – Centro de Investigación Social para el Desarrollo Humano

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Otros, por su parte, han atravesado períodos ―en el closet‖ antes de ―deschavarse‖. Por ejemplo, uno de nuestros entrevistados había realizado un ―tránsito‖ por el cual es ahora deschavado y moderno, luego de haber sido travesti y pasivo. El tipo de masculinidad considerado hegemónico puede verse como relativo en función de las identidades sexuales. El entrevistado que fue alguna vez travesti aprecia más la imagen llamativa de los travestis. Sin embargo, como hemos podido ver al solicitar a los entrevistados una jerarquización de tipos de homosexuales, y en la descripción de modelos ideales de masculinidad, la mayoría valora sobretodo a los hombres con atributos masculinos, los más cercanos al patrón de normalidad mencionado previamente. Si bien quienes dominan la escena son los deschavados más desinhibidos, esto no implica que sean los mejor apreciados. De hecho, reiteradamente se nos ha referido un rechazo a lo ―escandaloso‖ y a la exageración. Por ejemplo, uno de los participantes en nuestro estudio (buses, activo) les reconocía el ser personas que no temen mostrarse como son y tenía en general una opinión positiva de ellos, pero él no se involucraría en una relación sentimental con una persona afeminada. La desinhibición, si bien puede ser socialmente valorada en un espacio como la discoteca, parece serlo menos en otros lugares como la calle o el barrio, como hemos podido observar al contrastar lo que se aprecia en la discoteca con los modelos ideales de masculinidad de nuestros entrevistados. Estos ideales de masculinidad abarcan un amplio rango de características, que engloban tanto el aspecto físico como las actitudes personales, pasando incluso por el desempeño económico (―que me ayude, compartir los gastos, a pagar la renta‖, Cuti). Podríamos caracterizar el modelo de masculinidad hegemónica en la discoteca por la conjunción de una determinada imagen vinculada a un patrón de comportamiento, en los que se deja de lado lo femenino y se resalta no solo la apariencia del hombre considerado ―normal‖ (masculino, no afeminado) en la sociedad en general, sino además cierta discreción o moderación en las maneras, el ―respeto‖, la educación, y hasta algunos elementos que corresponden más al plano moral. En general, a nuestros entrevistados no les gusta que los hombres se vean ―muy locas‖. La mayoría mostró, en mayor o menor medida, alguna forma de rechazo hacia la sobre-exposición del 306

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afeminamiento en el comportamiento de los otros asistentes a la discoteca. Esto a pesar de que algunos de ellos se mostraban abiertamente afeminados. Al parecer, para muchos hombres gay, afeminados o no, lo reprobable de la conducta afeminada no sería tanto lo propiamente femenino en las actitudes sino principalmente la exageración de estos rasgos de conducta. Desde luego, encontramos variados grados de rechazo hacia lo femenino. La sencillez, por oposición a la soberbia, es bien vista como característica del ideal. Y la vulgaridad, la altanería y el afán de figuración aparecen recurrentemente como pautas desaprobadas de conducta. Por otro lado, en lo tocante al aspecto físico, nuestros hallazgos pueden ser ejemplificados por las declaraciones de dos de nuestros entrevistados: uno de ellos prefería a los hombres de rasgos caucásicos (Michel: alto, bonito cuerpo, blanco, ojos claros), mientras que otro prefería a alguien con atributos ―masculinos‖ menos cercanos al patrón ideal occidental (Rafael: ―esos tipos acholaditos, que se vean machos, no muy altos, un poco gorditos). Pero ciertos hombres, aún mostrándose cercanos a lo que se considera la ―normalidad‖ masculina, son colocados en la parte más baja de una jerarquía de masculinidades debido a factores morales. Nos referimos a los fletes. El intercambio comercial de sexo por dinero los lleva a ser marginados por retar valores sociales arraigados, por los cuales el trabajo sexual es generalmente visto como una conducta inmoral o ―inapropiada‖. En el caso de los llamados ―cachaquitos‖ –que podrían ser considerados mostaceros y activos, y que aparecerían aquí buscando la compañía de hombres gay que les ofrezcan bebidas y sexo–, otros factores los llevan a veces a ser relegados también a la base de la jerarquía. Uno de nuestros entrevistados justifica esto debido a que ―se venden‖, a que lucen como ―provincianos‖, y a una percibida ―vulgaridad‖. Queda claro aquí que el hecho de que se vea como subordinados o como hegemónicos a ciertos grupos o tipos de hombres no necesariamente tiene que ver con la identidad sexual. La superposición de distintas lógicas, de la que hablábamos en la introducción de este trabajo, es evidente cuando encontramos que los preceptos morales, la conflictividad, la ―corrección‖, la educación, la imagen, la procedencia, las maneras de hablar, etc., influyen en la valoración de la masculinidad. Club de la Serpiente – Centro de Investigación Social para el Desarrollo Humano

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La exclusión puede hacerse efectiva mediante mecanismos o actitudes como el alejamiento físico, las miradas de desdén (―barrer‖ con la mirada: mirar despectivamente, de abajo hacia arriba), las negativas ante invitaciones a bailar y los comentarios de desaprobación. A veces basta con ignorar simplemente la presencia de los ―subordinados‖ o marginados. La imagen percibida o autopercibida como superior juega también un rol al momento de subalternizar a quienes se considera que ―malean‖ el ambiente. No obstante, la hegemonía y la subordinación pueden o no expresarse abiertamente mediante prácticas y actitudes. Algunas veces, desde un plano más subjetivo, la desaprobación moral puede ser también una forma de marginación, como ocurre por ejemplo cuando en el fuero interno los hombres gay condenan el desempeño de los fletes o de quienes se comportan ―escandalosamente‖. Como señalábamos en otro apartado, para algunos, la búsqueda abierta de sexo en la discoteca puede ser vista a veces como algo ―pecaminoso‖. Las relaciones entre distintos grupos de hombres homosexuales tienen aquí, con frecuencia, un carácter distinto al que veríamos en otros espacios, sean o no éstos parte del ―ambiente‖. Hay hombres gay que, en la discoteca, pueden tolerar la conducta ―escandalosa‖ o exageradamente afeminada de otros hombres, pero que se alejan de quienes actúan de esta manera en otros contextos sociales (―no me molesta ser amigo de un travesti, o de un pasivo… siempre y cuando sea en la discoteca‖, Michel). Estas relaciones pueden también ser conflictivas, como sugiere el comentario de un entrevistado, para el caso de los travestis y los deschavados: ―no se llevan… [los travestis] se creen bonitas o superiores a una mujer‖ (Rafael). Y estos travestis, los más afeminados, aparecen muchas veces atrayendo o buscando la compañía de los mostaceros u otros hombres con características más ―masculinas‖ (―cachaquitos‖, por ejemplo). Sin embargo, si bien hay ―grupitos‖ más o menos segregados, según nuestra percepción, las fronteras entre los grupos suelen ser más bien porosas en la discoteca, y los hombres homosexuales con distintos tipos de masculinidad llegan a vincularse en mayor o menor medida. La información brindada por uno de los participantes en el estudio nos lleva a plantearnos nuevas interrogantes, en este caso relacionadas con las transformaciones en la identidad homosexual y en la subjetividad, en tanto enmarcadas en la experiencia de la migración. Hemos visto cómo, en la discoteca, el desenvolvimiento 308

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de las identidades puede experimentar momentos traumáticos o adaptaciones no exentas de conflictos y contradicciones. Este es un tema que bien podría ser abordado más a fondo en estudios posteriores. Hemos querido contrastar nuestros datos con los hallazgos y las propuestas que encontramos en parte de la literatura científica relativa a masculinidad homosexual. Los patrones e ideales de masculinidad que vemos en nuestro trabajo pueden ser interpretados así a la luz de lo que ocurre en un marco más general. En primer lugar, debemos apercibirnos de cómo en las sociedades occidentales se suele atribuir cualidades femeninas a los hombres gay u homosexuales. Muchos discursos populares e incluso académicos han interpretado a estos hombres como ―invertidos‖ o enfatizan una ―supuesta deficiencia masculina en la etiología de la homosexualidad masculina‖ (Jod Taywaditep 2001). Se ve entonces al hombre homosexual como ―no masculino‖, ―no completamente masculino‖ (Tavris 1977) o ―más femenino que los hombres en general en muchos rasgos‖ (Taylor 1983). Junto a este estereotipo se han construido diversas formas de rechazo hacia los homosexuales y prejuicios vinculados con la conducta afeminada. Pero, como resulta evidente en la discoteca Sagitario, los prejuicios ―anti-afeminación‖ o ―anti-feminidad‖ (anti-effeminacy) se encuentran ampliamente difundidos también entre los hombres gay. Muchas actitudes de rechazo hacia lo femenino provienen no solo de la sociedad en sentido amplio, sino también de unos hombres gay hacia otros. Más allá de la preferencia erótica de los hombres gay por la masculinidad, habría también aquí un ―desdén y hostilidad hacia la afeminación y hacia los hombres afeminados en los planos personales y aún sociopolíticos‖ (Jod Taywaditep 2001). La recurrente consideración negativa de la imagen y el comportamiento de aquellos homosexuales que exhiben rasgos más femeninos puede ser puesta en paralelo con los resultados de una etnografía del ―ambiente‖ gay de Buenos Aires: los sujetos tomaban distancia de ―las locas del boliche‖, a quienes consideraban ―seres decadentes, vulgares y vanamente pretensiosos‖. Se referían a ellos empleando calificativos negativos que conllevaban la idea de ―una sexualidad degradada por su aproximación a lo femenino‖ (Sivori 2005). Esta idea de ―degradación‖ serviría también para interpretar la percepción que parece aflorar entre algunos asistentes al Sagitario. En Club de la Serpiente – Centro de Investigación Social para el Desarrollo Humano

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repetidas oportunidades vemos cómo se intenta conjurar esta ―degradación‖ intentando reforzar la imagen de los varones homosexuales como ―hombres normales‖. Si bien es cierto que tradicionalmente se ha atribuido a los hombres homosexuales una imagen afeminada, diversos estudios han mostrado que muchos de ellos no muestran caracteres afeminados en su conducta (Hooberman 1979; Sanders, et al. 1985; Schatzberg, et al. 1975). Otros trabajos han caracterizado a estos hombres como más cercanos a un modelo andrógino que femenino (Bernard y Epstein 1978; McDonald y Moore 1978). El contenido de los estereotipos afeminados parece ser válido para muchos hombres gay. Sin embargo, a pesar de que en las concepciones dualistas las personas aparecen asumiéndose dentro de un modelo unidimensional de género de extremos opuestos (―más femenino‖, ―menos masculino‖), existe una gran variabilidad entre los hombres gay, como sugieren algunas perspectivas académicas (Jod Taywaditep 2001), y como podemos ver también en la discoteca Sagitario. Existiría actualmente una aparente contradicción en el imaginario social occidental relacionado con los hombres homosexuales: a pesar del rechazo de lo femenino en la sub-cultura de los hombres gay, en la sociedad en general continúa prevaleciendo el estereotipo del hombre gay como afeminado. Esto ha sido estudiado por diversos académicos, quienes han mostrado una suerte de evolución de estigmatización hacia la feminidad en la sub-cultura de los hombres gay (Chauncey 1994; Mosse 1996). Algunos de ellos han analizado cómo, en los medios impresos gay, se han venido afirmando en el tiempo los ideales de hombres gay viriles e hipermasculinos, lo cual ha sido más marcado desde los años 70. Por ejemplo, White (1994) ha sugerido que, en el pasado, la feminización habría sido una suerte de ―necesaria iniciación en la vida gay‖, pero que hoy en día la masculinización de esta ―vida gay‖ sería casi universal. Se ha dicho también que la afirmación de esa imagen feminizada estereotipada, en tanto ―políticamente incorrecta‖, socavaría los esfuerzos orientados a la ―causa de la liberación gay‖ (Goodwin 1989); mientras que otra visión propone que, en el marco de una tradición gay ―subversiva‖, la imagen sobredimensionada y extensamente difundida del ―gay macho‖ sería una ―caricatura reaccionaria‖ contra el imaginario patriarcal hegemónico (Kleinberg 1989). 310

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Algunos estudios que exploran el devenir de la conducta y la identidad sexual a lo largo del ciclo de vida nos hablan de procesos como la ―defeminización‖ (defiminization) gradual o de factores como la ―no-conformidad de género‖ (gender-nonconformity) en la formación de actitudes de rechazo o de aceptación hacia lo femenino o lo masculino, lo cual va generalmente unido a elementos de presión desde el entorno social, que marcan la pauta de lo adecuado y de lo que debe ser proscrito. Muchos hombres inicialmente disconformes con su género se irían defeminizando durante la niñez y la adolescencia para adaptarse a los mandatos sociales predominantes en su entorno. Pero algunos de ellos, los que no se defeminizan o no pueden hacerlo, tendrían luego que ―pagar un precio‖ por su persistente no-conformidad de género: rechazo y marginación social, depresión, ansiedad y otros trastornos afectivos (Freund y Blanchard 1983; Harry 1983). Las formulaciones teóricas de Connell planteadas en la introducción de este trabajo nos resultan útiles en la interpretación de lo hallado en la discoteca. Luego de considerar las estructuras sociales como superpuestas e imbricadas, pasamos a identificar las estructuras y relaciones de género, en las que hemos podido reconocer en el discurso de nuestros entrevistados una suerte de ―ideología de masculinidad hegemónica‖, tal como la define Jod Taywaditep (2001): el grado o la forma en el que los individuos se adscriben al sistema de valores por el cual la masculinidad es una ventaja y tanto los hombres como la masculinidad son considerados superiores a las mujeres y la feminidad. Los datos de nuestra investigación nos llevan entonces a plantear una hipótesis, que podría ser posteriormente evaluada en otros trabajos: toda vez que cierto rechazo hacia lo femenino es expresado precisamente por algunos hombres gay, en el ambiente gay de Lima las actitudes anti-afeminación y los prejuicios sociales en general contra la homosexualidad (homofobia) estarían vinculados, ambos como parte de una estructura mayor de mantenimiento de una jerarquía de poder de género en la que el rechazo de lo femenino serviría para afirmar ciertos elementos e ideas patriarcales al interior de un sistema de valores predominante. Tendríamos entonces a la ideología de la masculinidad hegemómica formando un continuum que, partiendo de la sociedad como un todo, atraviesa también al imaginario colectivo de la sub-cultura gay. Club de la Serpiente – Centro de Investigación Social para el Desarrollo Humano

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SE TERMINÓ DE IMPRIMIR EL 18 DE NOVIEMBRE DE 2008, EN EL CENTRO DE ESTUDIOS E INVESTIGACIÓN EN ANTROPOLOGÍA CLUB DE LA SERPIENTE AVENIDA LIMA 310 YANAHUARA, AREQUIPA - PERU TELEFONO: +51 54 270238 EMAIL: [email protected] TIRAJE: 50 EJEMPLARES

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