Representaciones, actores sociales y espacios de poder. Aproximación a una línea de investigación (Papel de trabajo)

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Descripción

Representaciones, actores sociales y espacios de poder Aproximación a una línea de investigación

Soc. Luis J. González Oquendo, MgSc

PAPEL DE TRABAJO NO. 004 PROYECTO DOCTORAL “REDES SOCIALES Y ESPACIOS DE PODER EN CIUDAD OJEDA, 1939-1989” - TUTORA: DRA. BELÍN VÁZQUEZ

MARACAIBO, DICIEMBRE DE 2009

REPRESENTACIONES, ACTORES SOCIALES Y ESPACIOS DE PODER

Representaciones, actores sociales y espacios de poder

Aproximación a una línea de investigación

Luis J. González Oquendo1

Introducción Una línea de investigación es la concreción más operativa de un programa de investigación. Un programa de investigación corresponde a una red temática y problemática transindividual, que posee un desarrollo en el tiempo y mantiene sucesivas y complejas conexiones con otras redes. Una línea de investigación remite a determinadas secuencias de desarrollo en torno a un problema global que aglutina a investigadores que pueden agruparse manteniendo contactos reales y virtuales (Padrón Guillén, 1998). Asumiendo tales disposiciones, el presente trabajo se propone abordar el desarrollo teórico de la línea de investigación “Representaciones, actores sociales y espacios de poder”. Tal línea está adscrita al Programa de Doctorado en Ciencias Humanas de la Universidad del Zulia. Más que dar cuenta de la historia institucional del mismo, se plantea bosquejar el esquema teórico subyacente a dicho grupo de investigadores.

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Sociólogo, Magister Scientiarum en Desarrollo Social, Magister en Ciencia Política, DEA en Gobernabilidad y Gerencia Política, DEA en Ciencia Política. Investigador del Centro de Estudios Sociológicos y Antropológicos de la Universidad del Zulia. Investigador Nivel II del Programa de Promoción al Investigador-PPI. C-electrónico: [email protected]

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Para ello, en primer lugar se identifican los investigadores más prominentes del grupo de investigación. Belín Vázquez, coordinadora de la línea de investigación, constituye la figura referencial del grupo de investigadores. En segundo lugar, César Pérez Jiménez, psicólogo educativo que ha avanzado su propuesta analítica a la discusión ética de la construcción de nuevas formas de sociabilidad. Finalmente, Luis Meléndez Ferrer y Carolina E. Granadillo Medina como investigadores que han elaborado propuestas bien particulares, uno desde los estudios educativos y la otra desde la investigación histórica. En segundo lugar, se situará la discusión de la línea de investigación en el contexto de una discusión muy particular: la relación saber-poder en la Sociedad moderna. Se justificará como la modernidad es un estado cultural que implica la implantación de una forma de construir sociabilidades sobre la base de representaciones y saberes que las definen. El proyecto moderno genera condiciones de posibilidad para la construcción de las sociabilidades imponiendo determinados modos de existencia lo que lleva como consecuencia desigualdad relacional: es la esencia de la constitución del poder. En tercer lugar, considerando las disposiciones anteriores, se dará cuenta de cómo es posible subvertir este orden de cosas. Partiendo de consideraciones éticas, es posible pasar de una situación de dominación –en algunos casos, neocoloniales- para avanzar hacia un proyecto de diálogo sustentado en el reconocimiento de Ser, no en sentido universal sino en un sentido de pluralidad. La idea es que, tomando como soporte la vivencia comunitaria que remita a las experiencias singulares de cada actor

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social, se pueda pasar a una co-implicación de los ámbitos personales y sociales en proyectos políticos emergentes. Una vez definidos los criterios teóricos y éticos de la línea, se procederá a especificar los criterios metodológicos que han desarrollado los investigadores del grupo. Aunque existe coincidencia en el uso de métodos introspectivos y técnicas que 4 manejan datos cualitativos, existen particularidades notables en la forma como cada investigador toman decisiones metodológicas en función de sus intereses particulares de investigación. Finalmente, a partir de la información acumulada, se dará cuenta de horizontes de posibilidad de investigación que –aunque posibles- no han sido hasta ahora considerados. El propósito no es evaluativo: es considerar ámbitos y situaciones alternativas que pudiesen plantear nuevas líneas de trabajo. El presente trabajo de investigación se desarrolla en el contexto del proyecto de investigación doctoral del autor tutoreado por la Dra. Belín Vázquez. En tanto que partícipe de la línea de investigación, lo más indicado es que el doctorante sea capaz de comprender las implicaciones epistemológicas de su participación al momento de desarrollar su esfuerzo de indagación social. En este sentido, el presente informe sitúa el esfuerzo de reflexión para poder y consolidar nuevas decisiones de investigación. De más está decir que todo lo señalado en el presente trabajo es de estricta responsabilidad del autor de estas líneas.

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El grupo de investigación asociado a la línea Una línea de investigación remite a determinadas secuencias de desarrollo en torno a un problema global que aglutina a investigadores que pueden agruparse manteniendo contactos reales y virtuales (Padrón Guillén, 1998). Por ello, cualquier reflexión o estudio sobre las ideas sobre una línea de investigación requiere ineludiblemente considerar a los investigadores participantes. La

figura

clave

del

grupo

de

investigación

asociado

a

la

línea

«Representaciones, actores sociales y espacios de poder» es Belín Vázquez, una de las figuras más conocidas a nivel nacional en el ámbito de la investigación histórica regional en Venezuela.2 En tanto que coordinadora de la línea de investigación, ha tutorado diversos trabajos especiales de grado para alcanzar títulos de maestría y doctorado. En este sentido, aunque actualmente se encuentran adscritos diversos investigadores, para comprender la matriz epistemológica subyacente a la línea de la línea, se considerarán los autores de dos trabajos culminados y uno en proceso. Por un lado, Carolina E. Granadillo Medina, investigadora universitaria que hizo su tesis de maestría. En segundo lugar, resalta el autor de la primera tesis doctoral egresada del programa, César Pérez Jiménez (2005). Por el otro, Luis Meléndez Ferrer, tesista que actualmente se encamina a finalizar su tesis doctoral. El interés de Belín Vázquez en el estudio de las redes y los espacios sociales de poder está enraizado en su interés por la investigación histórica. De hecho, manifiesta

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Belín Vázquez es licenciada en Educación-mención Ciencias Sociales egresada de la Universidad del Zulia y Doctora en Historia por la Universidad Complutense de Madrid, es actualmente investigadora emérita de la Universidad del Zulia, institución donde desarrolló una fructífera carrera docente y de investigación desde su Centro de Estudios Históricos.

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su interés en ubicarse en la corriente de la historia cultural de lo social con el propósito de reconstruir los procesos asociados a la relación cultura-poder como identidades compartidas del mundo social en espacios y tiempos históricos específicos. Para ello, el concepto «representaciones sociales» es fundamental: son sistemas de valores simbólicos que explican los estilos de vida y las prácticas culturales en el desarrollo de las Sociedades (Vázquez de Ferrer y Ferrer, 2002: 67). En el concepto «espacio social» se articula con los de «representaciones sociales», «identidades» y «poder». La identidades individuales y colectivas corresponden a espacios cotidianos, lugar donde se recrean y reencuentran prácticas sociales (Pérez Jiménez y Vázquez, 2006).3 Las identidades se institucionalizan como espacios para la producción de reflexividades que describen la vida social (Pérez Jiménez, 2008: 121). Por otro lado, las identidades son construcciones culturales4 que corresponden con lo que Pierre Bourdieu define como el conjunto de relaciones en conflicto que constituyen el «espacio social»: los individuos se posicionan sobre la base de sus imágenes sobre el mundo en Sociedades y tiempos concretos. En este sentido, la idea de espacio social implica –en sentido relacional- una forma de clasificación, diferencia, separación y distancias espaciales que son al mismo tiempo distancias 3

Una idea que recientemente aparece en los trabajos es la lugaridad, fundamental para el estudio de la existencia social de los sujetos: “Somos, tal vez, como producto social un vehículo de etiquetas, marcas. Lo que somos tiene un marcaje de lugaridad, que nos hace ser lo que creemos ser y lo que los otros creen que somos; lugaridad como contexto simbólico pensado-sentido-vivido, producido desde la interpretación colectiva de las historias culturales que definen imágenes identitarias plurales y diversas.” (Vázquez y Pérez Jiménez, 2009: 654). El término «lugaridad» proviene del dominio lexical de la arquitectura. Con ésta se da cuenta de «lugares con identidad» en contraposición a los «nolugares» de Marc Auge, es decir, lugares sin identidad.

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“Entre quienes han desarrollado sus investigaciones desde una matriz cultural, es un lugar común afirmar que los procesos de producción simbólica están mediados por un sentido compartido de prácticas, usos, creencias, símbolos, rituales, valores, imágenes, saberes y un lenguaje, enmarcados en un sistema de representaciones mediante el cual se construyen las identidades colectivas. Esto nos lleva a afirmar que la identidad es una construcción cultural que opera en todo espacio y tiempo social y, como cualidad del ser humano, en ella se conjugan, en oposición dialéctica, lo propio y lo universal, la unidad y la diferencia.” (Vázquez de Ferrer y Ferrer, 2002: 68)

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sociales, representadas simbólicamente en la identidad. Así, los espacios de poder son –en el contexto de las situaciones reales de la cultura hegemónica- diferentes y diferenciadas visiones del mundo social producidas por el capital simbólico, determinada por la posición ocupada en esa distribución de capital la cual dirige las representaciones que los agentes sociales poseen sobre la realidad misma. La cultura – en los espacios de poder- funciona como medio de dirección y orden de relaciones éntrelos agentes sociales. Sobre la base de estas diferencias de posiciones o disposiciones [hábitus], el espacio social es producto de las distancias sociales que operan en el acceso desigual al capital simbólico, el cual es económico, cultural, intelectual o social (Vázquez de Ferrer y Ferrer, 2002: 68-69). En este sentido, la escuela es un espacio social (Vázquez de Ferrer y Ferrer, 2003; Pérez Jiménez y Vázquez, 2006) pero Internet también lo es (Pérez Jiménez y Cely Álvarez, 2004). Sin embargo, el esfuerzo de Vázquez no se centra sólo en estos conceptos. Durante un largo tiempo, encabezó las líneas de investigación «Familias, élites, poderes y mentalidades, siglos XVIII-XIX» y «Representaciones sociales, familias y espacios de poder. Siglos XVIII-XX» del Centro de Estudios Históricos. Para la autora, el estudio de la constitución de redes sociales –conformada por sujetos individuales con cierta capacidad de respuesta frente a las estructuras5- genera determinados espacios

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Es de resaltar que Vázquez participa en varias obras colectivas en el que el concepto básico es el de «red social» (Vásquez de Ferrer y Ferrer, 2002; Vázquez y Berbesí, 2005). Tal concepto –en el marco de una historia social de inspiración microhistórica- permite reflexionar sobre la diversidad de relaciones mantenidas por los actores sociales situados dentro de contextos determinados, dinámicos y no rígidos. Tal tratamiento permite, además de redescubrir el actor individual y combinar las relaciones de los mismos con otras variables [p.e., la intensidad de relaciones, fines perseguidos, etc.], reivindicar la importancia de la sociabilidad como aspecto fundamental de análisis. Al respecto, ver Bertrand (2002; 2005).

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de sociabilidad (Vázquez y Berbesí, 2005).6 Así, desde el punto de vista de lo sociocultural en el que las representaciones sociales y las prácticas sociales construyen el orden social, el estudio del poder como una relación y no como un atributo de las personas. La tesis clave era que existe una relación dialéctica basada en un sistema de normas sociales que facultan a unos para dominar y obliga a otros a obedecer (Berbesí de Salazar y Vázquez de Ferrer, 1999). La segunda figura clave a considerar es Carolina E. Granadillo Medina7 quien -bajo la tutoría de Vázquez- desarrolló el trabajo de especial de grado titulado “La generación cabimense de la década del 50. Identidades, poder y prácticas sociales”, expuesta en 2004. La idea clave del trabajo de Granadillo Medina es que en Cabimas –la segunda ciudad más importante del estado Zulia– un grupo de personajes y actores sociales encabezaron un esfuerzo de modernización tratando de hacer confortable la ciudad, enmarcado en los principios del pensamiento liberal dominante de la época. A este grupo de personajes, la investigadora los denomina «generación cabimense de la década del 50». Los aportes de este grupo se manifestó en diversos ámbitos, tanto en lo institucional, político, urbano y cultural. El núcleo clave de su propuesta es que tal modernización urbana no es una simple consecuencia de la actividad petrolera sino que fue promovida por esta generación, resaltando así el papel constructivo de las fuerzas sociales (Granadillo Medina, 2007).

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Los vínculos de sociabilidad tienen determinados significados y significaciones y se materializan en lazos sociales específicos, dependiendo del tipo de sociedad (Vázquez y Berbesí, 2005: 109). Al examinar los indicadores de sociabilidad en las relaciones de poder, resulta necesario dar cuenta de la compleja red de vínculos y redes sociales reveladoras del poder real y simbólico que se organiza y dirige desde las mismas (Vázquez de Ferrer y Ferrer, 2002: 70).

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Carolina E. Granadillo Medina es docente adscrita a la Universidad Nacional Experimental Rafael María Baralt de Cabimas, institución pública donde es coordinadora del Centro de Estudios Socio Históricos y Culturales y responsable del proyecto «Cuadernos para la Historia del municipio Cabimas».

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La tercera figura es César Pérez Jiménez8, expuso en 2006 su tesis doctoral intitulada “Formación permanente de docentes centrada en saberes sociales”. A diferencia de Vázquez y Granadillo Medina, Pérez Jiménez es psicólogo educativo, lo que le lleva a estar interesado en el estudio de los procesos psicológicos asociados a la educación. Así, a comienzos de la década de 2000 elaboró un esfuerzo de investigación de carácter etnográfico y fenomenológico con el que estudió la inteligencia pedagógica en maestros de aula en escuelas públicas de Maracaibo y la forma como ésta impactó la integración de niños especiales (Pérez Jiménez, 2001). Luego, desde la óptica del enfoque CTS, se planteó el problema de la transformación de los saberes pedagógicos disciplinares en saberes sociales que permitan el desarrollo cultural. Ello sería posible, en principio, mediante el reconocimiento del currículo como un producto cultural que permita así modificaciones en la formación docente que motiven transformaciones curriculares efectivas y contextualizadas histórica y culturalmente (Pérez Jiménez, 2003). Está interesado en los estudios de convivencia e interacción, lo que le ha llevado a realizar investigaciones en este sentido. Luis Meléndez Ferrer9, la cuarta figura a considerar, ha desarrollado un esfuerzo de investigación acerca del profesor en el marco de la institución universitaria. En este sentido, se observa cómo ha investigado desde los impactos de la actitud docente en la formación (Meléndez Ferrer, 2004) hasta la dimensión afectiva

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César Pérez Jiménez es psicólogo, psicopedagogo, Maestro en Educación Especial y Rehabilitación y Doctor en Ciencias Humanas. Realizó la formación docente según el enfoque CTS [Ciencia, Tecnología y 8 Sociedad] en la Universidad de Oviedo donde también realizó una estancia Postdoctoral en Ciencias de la Educación.

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Luis Meléndez Ferrer es licenciado en Educación-Mención Orientación y Magister en EducaciónMención Planificación Educativa. Lleva adelante actividades docentes en la Escuela de Educación y tareas de investigación en el Centro de Investigación y Documentación Pedagógica de la Universidad del Zulia.

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en los espacios pedagógicos (Meléndez Ferrer, 2007), pasando incluso por el estudio de los aspectos sociales, culturales e institucionales en un grupo muy particular (Meléndez Ferrer, 2006). En todos estos esfuerzos –incluso en este último, en apariencia relacionado con aspectos socios estructurales- se busca acercarse a los aspectos socios simbólicos del desarrollo de la actividad académica. 10 Un aspecto a considerar es que –aunque parecieran desarrollar temas divergentes- todos estos esfuerzos coinciden en una idea motriz: el estudio del proceso de constitución del poder a través de los procesos interactivos de actores sociales específicos mediante el análisis cualitativo de sus representaciones discursivas.10 Sin embargo, es necesario considerar los aspectos particulares: aunque Vázquez tutoró los trabajos de tesis de todos estos investigadores, su enfoque y la naturaleza de su trabajo es mucho más coincidente con los de Granadillo Medina que con Pérez Jiménez y Meléndez Ferrer. Un factor importante a considerar es que ambas desarrollan investigación histórica mientras que Pérez Jiménez hace investigación psicosocial, más cercano a Meléndez Ferrer. De hecho, éstos dos han constituido al interior de la línea de investigación un Grupo de Investigación sobre Crítica de la Orientación y Psicología Social de la Educación (Meléndez Ferrer y Pérez Jiménez, 2006: 35). En este sentido, es posible afirmar que la línea de investigación «Representaciones, actores y espacios de poder» tiene dos tendencias de trabajo. Por un lado, la investigación de carácter sociohistórico -representada por Vázquez y Granadillo Medina- mientras que por el otro está la investigación psicoeducativa, cuyas 10

Los actores son fabricantes de significados culturales y sociales a través de actividades sociocognitivas y su participación en situaciones cotidianas (Pérez Jiménez, 2005).

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figuras emblemáticas son Pérez Jiménez y Meléndez Ferrer. Aunque muchos conceptos coinciden, existen diferencias específicas en usos y condiciones de uso. A lo largo del presente trabajo se irán resaltando las diferencias.

Modernidad, saber y espacios de poder Del mismo modo que Foucault11, los cuatro autores considerados enmarcan sus respectivos proyectos de investigación en los procesos de investigación en el proceso social generado en la modernidad. Mientras que Vázquez estudia la conformación de redes sociales y espacios de poder en la Maracaibo de la transición del antiguo al nuevo régimen, Granadillo Medina analiza el esfuerzo de modernización urbana en la Cabimas de mediados del siglo XX. Pérez Jiménez y Meléndez Ferrer analizan el ámbito educativo, institución modernizadora por excelencia, sólo que uno la escuela básica mientras que el otro la universidad. Para comprender la matriz epistemológica de la línea de investigación «Representaciones, actores sociales y espacios de poder» es necesario considerar que se parte de la idea que la Sociedad moderna implica el ejercicio de una forma de dominación. La modernidad –desde hace tres siglos- ha impuesto teorías esenciales de la visión del mundo y valores que están en la base de la cultura.12 Así, de este modo

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Michel Foucault es un autor fundamental considerado por el grupo de investigadores de la línea. Su interés fundamental está enfocado en su propuesta relacional del poder, sobre todo en su dimensión microfísica. Al respecto, ver las precauciones de método recomendadas por Granadillo Medina (2007: 27-29).

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La cultura –en tanto que sistema de símbolos- implica procesos multiformes y diversos que encierran todas las formas de actividad humana como imaginario colectivo que se revela en lo cotidiano, en las esferas pública y privada con todas sus prácticas sociales, en la vida y después de la vida, en la ciudad, los ceremoniales y rituales, la tradición, los actos del habla, los objetos materiales presentes y

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procede –mediante diversos mecanismos de control disciplinario instalados en los cuerpos y las instituciones- a establecer imaginarios sobre las relaciones históricoculturales (Pérez Jiménez y Vázquez, 2006).13 La modernidad –en tanto que proyecto- no implica la desaparición del sujeto. Por el contrario, implica su constitución en tanto que ciudadano. La ciudadanía es 12 depositaria de los dispositivos que configuran el mapa social en las relaciones de poder. Ésta es tanto ideología como práctica identitaria que lleva aparejada a una razón cultural (Vázquez, 2005). En los inicios de la sociabilidad moderna –cuando aún pervivían patrones antiguos14- las nuevas representaciones se materializaban en las nuevas sociabilidades que empezaron a cambiar para dar paso al Estado moderno, la construcción del espacio público de lo social y el despliegue del individuo en el ámbito de lo privado (Vázquez de Ferrer y Ferrer, 2002: 76). La definición moderna de ciudadanía desplazó su esencia comunitaria -antigua definición surgida por la experiencia democrática ateniense- por el énfasis en los derechos individuales lo que lleva, así, a que el ciudadano se convierta en la persona poseedora de privilegios, jerarquías sociales y posibilidad de desempeñar cargos públicos. Esto implicó una mutación de los

ausentes, el discurso y las prácticas políticas. Abarca las diversas formas de percibir e imaginar el mundo como hechos objetivados de la realidad social (Vázquez de Ferrer y Ferrer, 2002: 70-71). 13

Cornelius Castoriadis creó en la década de 1970 el concepto «imaginarios sociales» para dar cuenta del proceso de creación incesante de figuras, formas e imágenes constitutivas de la realidad social mediante las percepciones diferenciadas que los individuos asumen como reales. Los imaginarios devienen así en una actividad constante de organización mental de la realidad a través de construcciones simbólicas que emergen de los intercambios discursivos [orales y escritos] que –al ser esquemas simbólicos sobre el mundo real socialmente compartido- funcionan como si fuesen la realidad objetiva (Vázquez, 2005: 64).

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Los estudios históricos de élites familiares desarrollados por Vázquez se interesan en el estudio de las socialidades presentes en el tránsito de los patrones entre la Sociedad antigua y la Sociedad moderna. Al respecto, ver Vázquez de Ferrer y Ferrer (2002), Vázquez y Berbesí (2005).

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imaginarios sociales basados en cuerpos comunitarios a imagen de lo social basado en nuevas prácticas relacionales: se inventa el individuo y se valorizan los vínculos contractuales y ciertos ideales [igualdad, libertad, civilización, reino de la opinión, soberanía de la colectividad]. Lo social queda como una Nación de ciudadanos, una Sociedad de individuos, una comunidad de idénticos. No se reconoce la existencia de ninguna otra instancia diferente a la colectividad autogobernada por individuos que comparten el gobierno, protegen la libertad común y son iguales ante la ley. Frente a éstas formas de sociabilidad, el Estado moderno deviene en encarnación y guardián de la soberanía de la Nación y defensor de los derechos [económicos, políticos, culturales] normalizados para el progreso (Vázquez, 2005). En el caso particular de América Latina, la instauración del imaginario social moderno de ciudadanía se llevó adelante en una realidad donde se ha instaurado un imaginario de identidad fraguado en una colonialidad del poder (Vázquez, 2005: 70).15 Se estableció una comunidad imaginada basada en una centralidad cultural (Vázquez de Ferrer y Graterol, 2003). La relación saber-poder-identidad ha actuado como el dispositivo de control para la formación del «sujeto democrático» ajustado al ideario moderno de nación cívica en el que se establecen –de modo vicario- los comportamientos establecidos, aprobados y esperados de la buena vida en común (Pérez Jiménez, 2008a: 111). Los componentes del sistema-mundo han operado en una lógica de colonialidad en tres niveles de articulación: el nivel del poder [económico-político], el nivel del saber [epistemológico-científico] y el nivel del Ser [subjetividades controladas]. Por lo tanto, de lo que se trata es de generar una nueva mirada sobre los discursos epistemológicos 15

Vásquez toma la expresión «colonialidad del poder» -desarrollada por el antropólogo peruano Aníbal Quijano- para dar cuenta del proceso fundacional hispano-europeo en América que lleva aparejado un determinado imaginario social (Vásquez, 2005: 70). Al respecto, ver Quijano (1991; 2000).

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y ontológicos heredados de la modernidad que den cuenta de la esencia del Ser, reconocido en la trascendentalidad de los actores sociales insertos en la complejidad de un mundo simbólico, mediado por las interacciones sociales con sus específicas construcciones sociales (Vázquez y Pérez Jiménez, 2009: 660). En tanto que las arquitecturas de saber reflejan las asimetrías socio14 relacionales (Pérez Jiménez y Vázquez, 2006: 384), la reflexión sobre las identidades conlleva problemas epistemológicos y ontológicos sobre las relaciones de poder entronadas en el saber-poder. En lo referente a lo epistemológico, existe una identidad homogeneizadora de la modernidad que conlleva a un desconocimiento de las pluralidades comunitarias. Los autores son enfáticos en señalar que es cuestionable una definición de identidad que pretenda ser totalitaria, absoluta y homogeneizadora. Cualquier intento de definir las identidades –en tanto que surgen del hecho social constituido relacionalmente- implicaría anular el Ser ontológicamente recreado en el devenir de las interacciones sociales y fuera de ellas (Vázquez y Pérez Jiménez, 2009: 654). Un sentido de otredad sugiere la construcción de relaciones permeables, sistémicas y complejas, productoras de igualdad de condiciones para la participación ciudadana fundada en el «paradigma de la diferencia». Éste implica comprender los encuentros entre las personas desde las diferencias imbricadas en la condición humana. La idea es superar la ontología del Yo para proyectar una ontología del «Nosotros inclusivo» donde lo colectivo sea parte importante de las totalidades sociales. Las identidades son concebidas como representaciones de la diferencia en el

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que existe un sentido polisémico producido en la intersubjetividad16 y el sentido común individual y colectivo. La clave está en la creación de una comunidad de sentido recreada en la valoración de pluralidades comunitarias que configuran el entramado social (Vázquez y Pérez Jiménez, 2009: 661-663). Por ello, Granadillo Medina (2007) prefiere definir a la identidad como serie de acuerdos y pautas de comportamiento válido y aplicable que permite funcionar como individuos, parejas y comunidades pero que es una construcción ligada al poder: en tanto que códigos simbólicos, funcionan como marcas de diferencia. Lejos de pensar en identidades y nuevas ciudadanías por separado, se hace necesario reconocerlas como otras formas de ser-y-saber que se han erigido en el marco de recientes prácticas transformadoras de los modos de ser ciudadano. Así, identidad y ciudadanía están concatenadas y remiten a «verdades sacralizadas» mediatizadas por las invenciones de la tradición inscritas tanto en la universalidad como en la totalidad de lo social. Tales invenciones son las prácticas simbólicas aceptadas como normales que regulan la comprensión fenomenológica de la ontología del Ser que es, precisamente, dónde se entretejen diversas hermenéuticas sociales. Así, el sujeto desplaza al Ser social, enfatizando el individualismo y separando al sujeto del objeto (Vázquez y Pérez Jiménez, 2009: 655-656).

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En las Sociedades modernas, la lucha por la hegemonía se libera en el plano de lo discursivo, impregnando lo público con sus marcas y visiones, sociabilizando sus símbolos y sentidos de tal modo que la identidad se transforma en un asunto de poder (Granadillo Medina, 2007: 34-35). Frente a ello, la intersubjetividad emerge como parte de un proyecto de desprendimiento de las subjetividades y sociabilidades coloniales que han funcionado desde la lógica del sistema-mundo capitalista. La intersubjetividad connota pluralidad y diversidad mediatizada por contratos comunicacionales en las cuales actúan semióticas sociales que apuntan a la construcción de un Nosotros inclusivo (Vázquez y Pérez Jiménez, 2009: 662).

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Asumir la diferencia desde su esencia constitutiva involucra descifrar críticamente la forma en la que los otros son vistos como diferentes, al mismo tiempo que se descifra como los otros han sido colonizados por la identidad homogeneizadora de la modernidad. Reflexionar sobre las identidades es reflexionar sobre prácticas ciudadanas diversas que emergen de las relaciones sociales dibujadas en estos lienzos culturales de las tramas históricas. Las imágenes identitarias surgen a propósito de la interconexión coordinada de los enlaces simbólicos que fluyen en el diálogo, el silencio, la mirada, en el otro consigo mismo. Y de allí, su concomitante concreción en el hecho identitario hecho ciudadanía, de un nosotros inclusivo, que es también simbólico (Vázquez y Pérez Jiménez, 2009).

Ética, comunidad y ciudadanía El propósito del proyecto de investigación representado por la línea de investigación “Representaciones, actores sociales y espacios de poder” no se queda sólo en un esfuerzo de conocimiento. Tal como lo señala expresamente Pérez Jiménez y Vázquez (2006: 388), éste avanza hacia una propuesta de construcción ética encaminada hacia una convivencia de intereses compartidos entre seres humanos considerados como persona y colectivo social. Esto implica convertir a los hombres y mujeres en ciudadanos y ciudadanas conscientes, libres y responsables, con plena participación en los procesos de socialización y culturización que vertebran la estructura socio-semiótica de su comunidad de origen. La idea es que, tomando como soporte la vivencia comunitaria que remita a las experiencias singulares de cada actor

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social, se pueda pasar a una co-implicación de los ámbitos personales y sociales en proyectos políticos emergentes. La ética implica un sentido pluralista que sustenta la relación basada en el emocionar. Se concibe como un argumento no-racional que conduce a la valoración subjetiva, interconectada de valoraciones de valoraciones sucedidas en la relación. La 17 ética encuentra su ontogénesis en la relación, y la relación es para una secuencia de secuencias en la que el emocionar es central para la construcción de significados valorativos del mundo racional y subjetivo que a cada persona le ha tocado vivir (Pérez Jiménez y Vázquez, 2006: 378-379). Lo ético plantea la posibilidad del afecto por y para la Sociedad, asumiendo que la alteridad subyace en la interacción y la comunicación: es la ontología del Ser social.17 La idea es proponer una ética democrática basada en la convivencia de intereses compartidos, inscrita en el ser humano como persona y como colectivo social, congruente con la ampliación de los horizontes de respeto para todos los seres humanos (Vázquez y Pérez Jiménez, 2009). El sentido ético al que apuntan estos autores es el fortalecimiento del sentido democrático de la vida política y pública en el que la abdicación del poder se concentre en la enajenación de la voluntad social para la convivencia ciudadana, superando antológicamente la inercia que desfavorece la congruencia social de las relaciones fundadas en el emocionar (Pérez Jiménez y Vázquez, 2006: 382).

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La interacción social comunicativa se lleva a cabo por actores sociales en un espacio social particular donde se generan las posibilidades para la construcción del conocimiento desde el diálogo y la covivencia de la experiencia (Pérez Jiménez, 2005).

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Una ética de lo social orientaría entonces el saber hacia prácticas ciudadanas para la cotidianidad (Pérez Jiménez y Vázquez, 2006: 271). La génesis de la construcción social tiene como pilar fundamental la consideración de los sentidos de autoproducción de lógicas relacionales y afectivas que definen las estructuras sociales emergentes. El cuerpo social construido en la interacción simbólica se redimensiona ante los desafíos de las cotidianidades. La negación del otro implica la fractura de este pilar ya que se le ve como enemigo (Pérez Jiménez, 2008a: 108). Se reconoce así el valor potenciador de las interacciones sociales para la realización del Ser social que vive en el autoaceptación y respeto por sí mismo al mismo tiempo que precisa aceptación y el respeto por el otro. Tal tesis –basada en Maturana- señala que sólo son sociales las relaciones fundadas en tal doble aceptación (Vázquez y Pérez Jiménez, 2009: 661). En términos de las lógicas de la vida, la ética se concentra más en el carácter gregario que define las acciones simbólicas humanas, fundamentando la complementariedad relacional con el otro en la relación misma. Todo esto sobre la base del carácter intersubjetivo que permite la construcción de identidades. Pero la idea no es fundamentarlas en identidades autónomas –las cuales delinean la separación entre los seres humanos- sino en el diálogo del entre el sí mismo y el no-sí mismo que define las interacciones sociales mediadas por la acción social del lenguaje. La idea es corporizar la experiencia del ser con el otro que tiene lugar en un medio ambiente provisto de experiencias sociosimbólicas producidas por Sociedades de agentes que distribuyen sus acciones en coordinaciones consensuadas (Pérez Jiménez, 2008a: 113-114).

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La formulación de nuevas ciudadanías pasa por el desarrollo de una co-vivencia comunitaria que remita a las experiencias de cada actor social al mismo tiempo que una co-implicación de los ámbitos personales y sociales en proyectos políticos emergentes. Se plantea, así, un proyecto de reinvención de las subjetividades políticas como acto ético en el que haya reencuentro de comunidades diferentes (Vázquez y Pérez Jiménez, 2009: 661). «Aprender a vivir juntos» implica aprender a conocer el mundo inter e intrapsicológico desde las subjetividades socialmente construidas, aceptando el enriquecimiento que proveen los saberes y experiencias de los demás brindando los propios para crear una nueva mentalidad basada en la aceptación de la mutua dependencia, impulsando la realización de objetivos comunes. Vivir juntos implica un conjunto de procesos psicodinámicos cuyas connotaciones sociogenéticas revelan la particularidad cultural de cada situación humana18 (Pérez Jiménez y Vázquez, 2006: 377-378). ¿Es esto posible? Ante una valoración de tales ideas como románticas, Pérez Jiménez (2008a: 114) plantea que sí lo es. Para ello, llama a movilizar el sentido éticomoral que acompasa las dinámicas intersubjetivas desplegadas por los actores sociales

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Curiosamente, aunque los conceptos de sociogénesis y psicogénesis fueron elaborados por Norbert Elias, ninguno de los autores de la línea de investigación lo citan como fuente referencial. Para este sociólogo alemán, el devenir de las estructuras de la personalidad y de las estructuras sociales se realiza en una relación inseparable la una de la otra. Es propio de la Sociedad humana –formada por muchos- que sus manifestaciones no sólo constituyan un mundo exterior, sino una característica de la estructura personal del individuo. En este sentido, la psicogénesis se convierte en un aspecto clave para el análisis sociológico ya que cada individuo debe recorrer, por su cuenta y de manera abreviada, el proceso de civilización que la Sociedad ha recorrido en su conjunto. Sin embargo, la psicología enfatiza como objeto de estudio la idea del «Yo puro», mientras que la sociología contrapone la idea que éste sale fuera de sí mismo para relacionarse con otras personas y una Sociedad. Por ello, no es posible separar la psicogénesis de los hábitos del individuo adulto independientemente de la sociogénesis. Así, pasando de la historia a la antropología y la sociología, Elias señala lo que denomina «ley fundamental sociogénetica»: durante su vida, el individuo vuelve a recorrer los procesos que ha recorrido su Sociedad a lo largo de la suya. Así, la existencia del individuo tiene sentido como expresión de una determinada figuración histórica del tejido humano y su correspondiente modelado de la conciencia del ser humano. Al respecto, ver González Oquendo (2009c).

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en las relaciones escenificadas en las cotidianidades. El punto focal de la discusión estaría en atender los mecanismos de sociabilidad que favorecen la reconciliación constante de las diferencias de cara a la construcción de una cultura de la pluralidad que impregne todos los sectores del quehacer público y privado de la vida ciudadana. Pero, sobre todo, una ciudadanía de derechos y deberes que consagren el espíritu libertario de suscrito en la misma condición humana y que oriente la sociabilidad humana. A ésta cultura, el autor la llama «cultura pública de convivencia». En

el

grupo

de

investigación,

estas

ideas

se

han

desarrollado

fundamentalmente en el estudio de la práctica educativa. Hasta ahora se ha impuesto una deontología del profesional de la docencia enmarcada en los principios liberales de la ciencia y el ciudadano, dentro del cual el docente funciona agente de control social reforzando el logro individual en menoscabo de lo social y lo colectivo (Pérez Jiménez y Vázquez, 2006: 370). Tal idea también se observa en los trabajos de Meléndez Ferrer, sea en aquel relacionado con formación de la actitud organizacional del profesor universitario (Meléndez Ferrer, 2004) o aquel que se interesa en la presencia de afectividad pedagógica (Meléndez Ferrer, 2007). El ejercicio docente en términos tradicionales implica una serie de prácticas de poder que –antes de contribuir a formar una conciencia libertaria y emancipadora para fortalecer la sociedad democrática- sectoriza y ordena los conocimientos de acuerdo con función social asignada por los mecanismos de regulación capitalista (Pérez Jiménez y Vázquez, 2006: 370).19 Frente a ello, cuando se habla de «saberes sociales»

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“… la vida docente, lejos de fortalecer los cimientos de la sociedad democrática, busca sectorizar el conocimiento doxo en un sistema de símbolos estrictamente ordenados que ocultan el sentido crítico de la vida pública y la experiencia humana de los actores sociales que movilizan la construcción social de la cultura.” (Pérez Jiménez y Vázquez, 2006: 373)

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que permitan cambios en la formación docente, lo que se busca es superar éste estado de cosas y crear un espacio que permita el diálogo de actores sociales (Pérez Jiménez, 2003). Las tesis desarrolladas también han sido aplicadas a otros ámbitos de investigación, por ejemplo, las identidades corporizadas. Pérez Jiménez (2008) plantea 21 el problema del reconocimiento de ciudadanía de los Queer [homosexuales, lesbianas, trasgéneros y transexuales] como si lo reciben los que han decidido llevar una vida dentro de los límites de la heterosexualidad pública, denominados Straight. La dicotomía Queer/Straight –en tanto que categorías representacionales que se mueven en un binarismo simbólico- polariza a las personas sólo por la preferencia o práctica sexual obviando la auto-producción de los sistemas humanos. Este es un asunto importante ya que implica el debate mismo de la construcción de identidades en la vida cotidiana en un mundo donde todos quepan, viviendo bien y juntos, tesis coincidente con la idea de reconstrucción de una ciudadanía de derechos (Vázquez, 2005). La idea general de la línea en términos éticos es apuntalar un diálogo de saberes que emerja de la razón crítica para el cambio social. Esto implica una discusión sobre el imaginario, prácticas y marcas que se han introyectado en la relación saberpoder-identidad (Vázquez de Ferrer y Graterol, 2003).

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Estrategias metodológicas en la línea de investigación Una revisión detallada de los trabajos de los autores considerados, existe una coincidencia en el uso de métodos introspectivos y técnicas que manejan datos cualitativos. Sin embargo, es importante resaltar que existen particularidades notables en la forma como cada investigador toman decisiones metodológicas en función de sus intereses particulares de investigación. Mientras que Vázquez y Granadillo Medina enfatizan el uso de los elementos de evidencia histórica de red social –familiares o generacionales- Pérez Jiménez y Meléndez Ferrer incorporan de manera resaltante el elemento psicogenético. En todo caso, sostienen que el análisis de construcción de saberes se ha de realizar desde las prácticas cotidianas, las cuales son producto de los procesos históricos, sociales y culturales (Pérez Jiménez y Vázquez, 2006). Belín Vázquez ha afirmado que sus bases epistemológicas se enmarcan en un esfuerzo dirigido a la visión no esencialista, no positivista, no objetivista que desestructure el pensamiento unidimensional. La idea es no asumir las identidades desde el punto de vista de la unicidad sino de la diferencia y la diversidad que dé respuesta a la universalidad impuesta. La idea es construir genealogías de racionalidades diferenciadas tomando como anclaje la cultura (Vázquez de Ferrer y Graterol, 2003). Granadillo Medina (2007) se plantea el abordaje de los procesos históricos a través del concepto «generación» en tanto que categoría de análisis que considera las particularidades de lo microsocial –condensado en las prácticas sociales ejecutadas por los actores en consideración- para que sirva de constructo síntesis de identidad y poder. Una generación es como un conjunto de actores sociales cuya característica

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esencial -que lo distingue del colectivo del que forma parte- es la intencionalidad, coherencia y articulación de acciones ejecutadas por sus miembros en función de la consecución de propósitos de intervención sobre su realidad. En este sentido, selecciona a un grupo de individuos a partir de unos criterios de clasificación para distinguirlos como miembros de una generación.20 Utilizando diversas fuentes –orales, escritas, icónicas- se identificaron en las prácticas sociales de la generación aquellas sinergias en los eventos que permitan precisar patrones de relación implícitos o menos evidentes y poder llegar a una comprensión más profunda del evento, descubriendo nuevos significados tanto en las sinergias como en la organización. Al revisar las propuestas metodológicas del grupo de investigadores asociados al análisis psicosocial, las estrategias son mucho más diversas. Se podría decir que –dependiendo de la naturaleza del propósito- se definen diseños diferenciados. Así, Pérez Jiménez, en su tesis doctoral, planteó como objeto de investigación la episteme social de los docentes la cual se desarrollaría a través de una investigación cualitativa. Ésta debería ser constructiva, interactiva y centrada en el análisis ideográfico de la cotidianidad y sus cualidades. Para ello, definió entre ellos subgrupos, se les entrevistó y se procedió a hacer análisis de discurso para precisar los procesos constructivos acerca de la implicación del docente en la práctica educativa en tanto que social (Pérez Jiménez, 2005). Más tarde, plantea –para el estudio del Ser concebido en la modernidad- avanzar en una estrategia deconstructiva que permita la comprensión filosófico-ontológica en un mundo de complejidades sociales crecientes. 20

Los criterios de distinción son los siguientes: (a) comunidad personal y de vínculos personales de amistad, compadrazgo o clientela, entre otros; (b) experiencia generacional compartida; (c) lenguaje generacional común, representado por los mismos referentes; (d) la existencia de un personaje clave que actúa como guía o asesor de un colectivo. No se toma en cuenta el lugar de nacimiento, la herencia o el logro educativo (Granadillo Medina, 2007: 39).

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Asimismo, invita a «diluirse» [sic] en una hermenéutica centrada en la mitología cotidiana que reconozca la redundancias rituales, visuales, acústicas, sensoriales. Una función simbólica que corrija y complete la inadecuación con el sentido profundo que se aspira (Pérez Jiménez, 2008a: 111). Meléndez Ferrer y Pérez Jiménez, en el marco del Grupo de Investigación sobre 24 Crítica de la Orientación y Psicología Social de la Educación, se plantean trabajar desde la investigación cualitativa desarrollando modelos alternativos al modelo establecido en el orden de los discursos científicos.21 En este sentido, plantean desarrollar un enfoque transdisciplinar flexible que permita construir un espacio socio-simbólico de diálogo de diálogo para comprender la complejidad humana y social. En este sentido, asumiendo a las redes sociales como productoras de significados, se plantea estrategias de investigación que reconozcan la co-participación investigadorinvestigado que p superar la controversia individuo-Sociedad, asumiendo la comprensión de la relación sujeto-y-objeto. A esta la denominan «propuesta estructural para la investigación cualitativa» [PEIC], (Meléndez Ferrer y Pérez Jiménez, 2006). La PEIC consta de lo que denominan «momentos capitulares», procesos epistémico-metodológicos que corresponden a lapsos, construcciones y estructuras en 21

Este grupo de discusión psicológica toma a Lev Vigotsky como referencia fundamental, asumiendo que el ser individual legitima primero su actividad cognoscente en el plano social. La persona es construida desde la interacción social, espacio en el que se crean dinamismos transformacionales de la realidad vivida o la experiencia, partiendo así la mediación semiótica fundamental. En este sentido, la construcción epistemológica cualitativo enfatiza tres principios: (a) el conocimiento es una producción constructiva-interpretativa; (b) el proceso de construcción de conocimiento tiene un carácter interactivo, es decir, está mediatizado por la resignificación sistémica de las dinámicas sociocomunicativas; (c) la significación de la singularidad como nivel legítimo de producción de conocimiento, lo que implica el énfasis en la cualidad de los valores discursivos y las construcciones de los actores. En términos metodológicos, esto permite reivindicar el estudio de un número limitado de casos y no colocar el énfasis en la cantidad de sujetos a estudiar (Meléndez Ferrer y Pérez Jiménez, 2006).

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el diseño de investigación cualitativo. El primero momento capitular corresponde a la definición del tema de investigación y el conjunto de procesos asociados hasta el análisis de la información.22 El segundo momento capitular se concentra en la exposición de las diferentes teorías y modelos relacionados con el tema de investigación, lo cual facilita la comprensión del mismo. Es en este momento cuando se toman los resultados obtenidos en el primer momento y se inserta en el sistema de variables y categorías establecido en el campo científico. Finalmente, el tercer momento corresponde a la integración empírico-teórica, cuyo propósito es la sistematización final del conocimiento a través de una serie de pasos.23 Ahora, la clave 22

El momento de definición del tema de investigación plantea diversos aspectos. Primero, se definen las perspectivas implicadas en la problemática sobre el tema de investigación especificando las implicaciones teóricas, contextuales, empíricas, culturales e históricas sociales. Segundo, se hacen las preguntas de investigación, guías del proceso pero que son interdependientes del contexto, de los propósitos perseguidos y de la misma dinámica de investigación. Tercer, se establecen los propósitos de investigación [sin son exploratorios, descriptivos, explicativos o emancipatorios] los cuales –junto a las preguntas de investigación- dirigen dialécticamente el esfuerzo de investigación. Cuarto, se establece el enfoque epistemológico de investigación, es decir, la manera cómo el investigador plantea resolver los problemas inherentes a las relaciones individuo-Sociedad y las relaciones sujetoobjeto haciendo expreso los criterios gnoseológicos implicados. Quinto, señalar la naturaleza de la investigación o, en otras palabras, que tipo de investigación se llevará a cabo; en el caso cualitativo, se definen dos tipos: una orientada a la comprensión en profundidad de los hechos sociales entendidos como fenómenos [comprensiva-explicativa], otra orientada al cambio y a las tomas de decisiones sobre una realidad específica [transformacional-evaluativa]. Mientras la primera coincide con las propuestas etnográficas, estudios de caso, teoría fundamentada, fenomenología e historias de vida, se segunda corresponde a la investigación- acción, la investigación cooperativa y la investigación evaluativa. Sexto, la construcción del diseño de investigación, la especificación de las actuaciones de investigación como un esfuerzo de descubrimiento progresivo en el que los procesos específicos evolucionan en la medida que suceden. Octavo, la definición de los actores participantes señalando sus características histórico-sociales. Noveno, el proceso de recolección de información suministrada por los actores participantes a través de unos instrumentos y técnicas claramente explícitos. Finalmente, décimo, la descripción de la perspectiva de análisis de la información, es decir, el modo en que se hará, pudiendo optarse –entre otras- por el análisis de contenido o el análisis crítico del discurso (Meléndez Ferrer y Pérez Jiménez, 2006: 41-44).

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El momento de integración empírico-teórica contempla varios componentes. Primero, la descripción de la forma como se estructura el análisis de discurso, el cual debe ser expuesto de una determinada manera. Segundo, la categorización del discurso, es decir, la presentación de forma narrativa de las categorías derivadas del análisis de discurso. Tercero, interpretación del discurso, donde se establecen las posibilidades de relación entre los presupuestos teóricos y las categorías o variables derivadas de la categorización discursiva. Cuarto, triangulación o validación de los constructos emergentes. Quinto, construcción de afirmaciones en la que se exponen las producciones meta teóricas desarrolladas anteriormente, generando conclusiones que emergen de la investigación. Sexto, proyecciones o recomendaciones, esbozando propuestas o proyectos derivados de la investigación. Finalmente se señalan las referencias bibliográficas utilizadas según los procedimientos estipulados [p.e., las normas

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reguladora de todo este proceso investigativo que hace que éste proceso no sea igual a los esfuerzos tradicionales es que se realiza sobre la firme creencia que éste se ha de construir en red vinculando diferentes actores, considerando conscientemente los lastres epistemológicos y ontológicos como focos de significados que activen procesos complejos de acción científica (Meléndez Ferrer y Pérez Jiménez, 2006). 26

Ideas finales En el contexto de las Sociedades modernas, se ha impuesto un proyecto cultural cargado de símbolos y representaciones que –mediante la imposición de de determinados imaginarios- modulan y condicionan las posibilidades de sociabilidad entre los hombres. La heterogeneidad de proyectos culturales y existenciales es negada en el ámbito de los espacios sociales negando, en consecuencia, las posibilidades de existencia del Ser individual tanto en términos individuales como colectivos de una manera participativa. El poder es una consecuencia de la participación diferenciada, la posibilidad de ruptura del mismo pasa por la constitución ética del diálogo basado en la co-existencia que reconozca la existencia de la alteridad en el marco de un proyecto emancipatorio. Esto permitiría –mediante la fundamentación de un nuevo proyecto de ciudadanía multicultural- la construcción de una nueva ciudadanía, no solo política sino existencial. Aunque coherente, sería posible llamar la atención en torno a algunas ideas básicas que abrirían nuevos horizontes de posibilidad para el proyecto planteado por

APA] y, según sea el caso, se incorporan los anexos correspondientes (Meléndez Ferrer y Pérez Jiménez, 2006: 45-47).

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la línea de investigación. Las acotaciones, más que corresponder a la discusión acerca de las condiciones de eticidad para la construcción de una nueva comunidad, se interesan mucho más en lo referente a la gnoseología del proceso sociohistórico. Por lo tanto, estas acotaciones permitirían abrir –así como existen dos vertientes de trabajo en la línea de investigación, una de naturaleza histórica y otra de carácter psicosocial- una tercera perspectiva, interesada en hacer sociología histórica.24 En primer lugar, aunque es cierto que la cultura está constituida por símbolos y representaciones alrededor del cual se organizan las visiones de mundo de los actores, el énfasis en el análisis podría estar colocado en la acción social y no en los juegos del significado. Aunque se establecen mecanismos relacionales –por un lado las redes sociales, por el otro la idea de diálogo y co-existencia- la idea de lo social queda difusa frente a la idea de imaginario y representaciones. Como en su momento recomendó Giddens (1997), enfatizar el análisis de la acción –conducta racionalizada y desarrollada por agentes humanos- y asumir que el lenguaje es el medio práctico que hace posible la significación y la reflexión. Asumiendo tal posición, las categorías clave de la propuesta [representaciones, saber, poder, espacios de poder] mantienen su operatividad sólo que el análisis consideraría –para el análisis- la primacía de los sujetos. Éstos, aunque sometidos a la lógica del poder, podrían tener incluso mínimas capacidades de evadirla.

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En este punto, el autor quiere declarar su posición gnoseológica: él no imputa al conocimiento científico social el carácter de herramienta de dominación. El conocimiento científico es una experiencia cognitiva sobre el mundo cognoscible de carácter constructivo. Esto lleva a que asuma que es una forma de hacer conocimiento acerca de los saberes comunes que construyen la vida social pero que no lo supera. Es un acto comprensivo acerca del mundo social donde los sujetos existen y coexisten en condiciones de desigualdad, lo que lleva a que sus interacciones tengan unas determinadas configuraciones. Así, no se tiende a privilegiar las técnicas cualitativas frente a las cualitativas. Se mantiene frente a ellas –tal como Michel Foucault y Paul Feyerabend asumieronrelaciones meramente instrumentales.

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Segundo, aunque la idea de sociabilidad tiene una presencia importante, sin embargo, no se explicita en el esquema analítico alguna propuesta que permita abordarla desde las formas más sencillas [como el contacto entre dos sujetos] hasta formas más complejas [la Sociedad global]. En este sentido, se recomienda el uso de la propuesta analítica de George Gurvitch –sociólogo francés de origen ruso, lamentablemente olvidado- el cual plantea una escala progresiva y comprensiva de sociabilidad que permite darle continuidad a lo social desde los niveles micro hasta lo macrosocial sin generar rupturas o discontinuidades entre los mismos. Lo más útil de su propuesta es que, para cada nivel, plantea la existencia de determinados marcos sociales de conocimiento para cada nivel de sociabilidad, lo que permite mantener la discusión acerca de la relación saber-poder.25 Tercero, asumiendo las dos acotaciones anteriores, sería posible plantear un análisis social en el que los sujetos individuales tienen existencia social en tanto que se viven en un campo de interacciones. Esta presencia no es sólo social sino psíquica, lo que plantearía la necesidad de articular ambas dimensiones. Para ello sería útil la propuesta de psicogénesis/sociogénesis de Norbert Elias.26 Aunque Pérez Jiménez y Vázquez (2006: 377-378) la plantean de alguna manera, es una veta analítica que no terminan de desarrollar. Finalmente, se reafirma la tesis que la Sociedad moderna implica el ejercicio de una determinada forma de dominación: la modernidad ha impuesto teorías esenciales de la visión del mundo y valores que están en la base de la cultura y que mediante diversos mecanismos de control disciplinario instalados en los cuerpos y las 25

Al respecto, ver González Oquendo (2009b).

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Al respecto, ver González Oquendo (2009c).

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instituciones establecen imaginarios sobre las relaciones histórico-culturales (Pérez Jiménez y Vázquez, 2006). Sin embargo, no existe en la línea de investigación algún desarrollo analítico sobre lo que es el espacio social por experiencia de la modernidad: la ciudad. La ciudad implica no sólo interacciones sociales sino una determinada 29 configuración en la construcción de infraestructura. Así, por un lado, se definen dos espacios sociales: uno relacional y otro construido. Segundo, la construcción de la ciudad plantea dos proyecciones: uno proyectado –representado por el urbanismo, tan cargado de valores y representaciones- y otro contingente, esencialmente relacional, representada por las formas autoconstruidas generadas por sus habitantes. Tal experiencia –representada por los barrios- es cotidiana en las ciudades actuales, entre ellas las venezolanas. Visualizar las acciones de sujetos-agentes en una red de sociabilidades asociadas a marcos de conocimiento construyen la ciudad sería una veta analítica posible a desarrollar desde un punto de vista sociohistórico al interior de la línea de investigación.27 Asimismo, se podría comenzar a dar operatividad al concepto «lugaridad», planteado pero no desarrollado en este esquema analítico.28 Sólo queda decir que tales acotaciones mantienen los elementos analíticos básicos del modelo generado por la línea de investigación. Sólo plantean un nuevo horizonte de posibilidad para encaminarla hacia nuevos problemas específicos en el marco de los problemas de investigación más globales.

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Granadillo Medina (2007) de alguna manera ha desarrollado un esfuerzo similar. Sin embargo, al enfatizar en una generación dirigente, limitó la sociabilidad a la élite dirigente. Asimismo, asumió la existencia de un proyecto liberal que determinó el proceso de modernización sin explotar las condiciones relacionales que hicieron posible el desarrollo y aplicación de dicho proyecto.

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Para un ejercicio inicial, ver González Oquendo (2009a).

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Ciudad Universitaria de Maracaibo, septiembre de 2009

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