Representación del imperio informal: la propaganda cinematográfica de Estados Unidos en México, 1940-1952

June 28, 2017 | Autor: Carlos Batista | Categoría: International Relations, Propaganda, Newsreels and Cinemagazines, American Cinema, World War II
Share Embed


Descripción



Anthropologies and Histories: Essays in Culture, History, and Political Economy, New Brunswick, Rutgers University Press, 1989, cit. por Seth Fein "Culture across Borders in the Americas", History Compass, 1 (2003), pp. 1-6.
"Assembling the Fragments: Writing a Cultural History of Mexico since 1940", en su libro Fragments of a Golden Age: The Politics of Culture in Mexico since 1940, Durham, Duke University Press, 2001, pp. 3-22.
"Left Alone with America: The Absence of Empire in the Study of American Culture", en Amy Kaplan y Donald E. Pease (eds.), Cultures of United States Imperialism, Durham, Duke University Press, 1993, pp. 22-36.
Richard Arndt describe así las aspiraciones de los servicios de inteligencia estadounidense en The First Resort of Kings: American Cultural Diplomacy in the Twentieth Century, Washington, D.C., Potomac Books, 2006, p. 275 (todas las traducciones son mías).
R. Salvatore, "The Enterprise of Knowledge: Representational Machines of Informal Empire", en J. Gilbert, C. Lagrand y R. Salvatore (eds.), Close Encounters of Empire: Writing the Cultural History of U.S.-Latin American Relations, Durham, Duke University Press, 1998, pp. 69-104.
La descripción es de Seth Fein, "Everyday Forms of Transnational Collaboration: U.S. Film Propaganda in Cold War Mexico", en J. Gilbert, C. Lagrand y R. Salvatore (eds.), op. cit., p. 423.
S. Fein, "Hollywood, U.S.-Mexican Relations and the Devolution of the «Golden Age» Mexican Cinema", Film-Historia, 4 (1994), pp. 103-135.
S. Fein, "Everyday Forms…", art. cit.
Francisco Peredo Castro da ejemplos de estas malas representaciones: Turn Back the Hours (1928), The Arizona Kid (1930), The Bad Man (1930) y otras, donde los hispanos se retrataban como sucios, groseros o malos ["La diplomacia del celuloide entre México y Estados Unidos: medios masivos, paranoias y la construcción de imágenes nacionales (1896-1946)", Revista Mexicana de Política Exterior, 85 (2013), pp. 93-135].
Ibid., p. 126.
Véase United States Inter-American Affairs Office, History of the Office of the Coordinator of Inter-American Affairs, United States Government Printing Office, Washington, D.C., 1947, cit. por Mario Ojeda, Alcances y límites de la política exterior de México, México, El Colegio de México, 1976, p. 30.
S. Fein, "Everyday Forms…", art. cit., p. 406.
F. Peredo Castro, art. cit., p. 130.
M. Ojeda, op. cit., p. 33.
Ibid.
S. Fein, "Hollywood…", art. cit., p. 106.
Olga Pellicer de Brody y José Luis Reyna, Historia de la Revolución Mexicana, vol. xxiii: El entendimiento con los Estados Unidos y la gestación del desarrollo estabilizador, 1952-1960, México, El Colegio de México, 1978, pp. 85-96.
María Rosa Gudiño Cejuda, "La salud de los mexicanos, un tema de película de los años sesenta", Memoria y Sociedad, 14 (2010), pp. 125-136.
S. Fein, "Everyday Forms…", art. cit., p. 407.
Ibid.
Gobernador Ángel Carvajal, Jalapa, 24 de julio de 1950, cit. por S. Fein en "Everyday Forms…", art. cit., p. 400.
Homer Gayne, "Review of the usie Motion Picture Program in Mexico as of December 1950", cit. por S. Fein en "Everyday Forms…", art. cit., p. 407.
Véase "Motion Picture Sound-Truck Tour of the State of Oaxaca" (reporte), cit. por S. Fein en "Everyday Forms…", art. cit., p. 431.
Op. cit., pp. xi-xiii.
Ibid., p. 255.
"Everyday Forms…", art. cit., p. 425.
O. Pellicer y J. L. Reyna, op. cit., p. 93.









REPRESENTACIÓN DEL IMPERIO INFORMAL:
LA PROPAGANDA CINEMATOGRÁFICA DE
ESTADOS UNIDOS EN MÉXICO, 1940-1952
carlos arroyo batista
To think carefully about Americanization
[…] is to explore our ideas about history,
culture, power, America, and the Americas.
w. roseberry

There is a historical narrative about Mexico after the Revolution
that everyone knows. It could be a mural, one so familiar that
we buy postcards of it without bothering to visit it first.
g. joseph, a. rubenstein y e. zolov

Como señala Amy Kaplan, en la historiografía estadounidense pocas veces se considera a este país un imperio. Lo cierto es que la construcción de la hegemonía de Estados Unidos sobre Occidente necesitó del ejercicio de poder sobre regiones ajenas a su territorio, de la exportación de tecnología, cultura, formas sociales y cosmovisiones. Esta exportación podría equipararse, de cierto modo, con la construcción de un imperio no territorial. Para comprender el alineamiento del hemisferio con la superpotencia es imprescindible estudiar los medios que Estados Unidos tenía para popularizar su ideología. El modelo de propaganda desplegado en muchos países a lo largo de la guerra fría cumplía con este fin, y su origen puede rastrearse a proyectos desarrollados para México y el resto de América Latina desde principios de los años cuarenta.
Con la segunda guerra mundial, se consolidó la hegemonía de Estados Unidos sobre el continente americano. Esto estuvo acompañado de un proceso de legitimación que incluyó la primera gran campaña propagandística en la historia de la región. A lo largo de los años cuarenta, la estrategia de propaganda estadounidense se transformó para enfrentarse, primero, a la guerra mundial y, después, a la guerra fría. En ambos conflictos, el objetivo de la propaganda fue "mostrar evidencia a otros pueblos de que las políticas de Estados Unidos pretenden ayudarlos en sus aspiraciones por la libertad, el progreso y la paz". En otras palabras, estas prácticas sirvieron como instrumentos para la guerra ideológica.
La permisividad del gobierno mexicano ante la penetración propagandística fue consecuencia de las aspiraciones modernizadoras de la época. Mientras, en Washington, el fortalecimiento de la estrategia de propaganda obedeció al clima de endurecimiento ideológico de la guerra fría. A continuación se recontarán estos procesos, con el objetivo de estudiar sus efectos en la exportación de la cosmovisión estadounidense a México. La construcción de una diplomacia estadounidense basada en los servicios de inteligencia y propaganda propiciaría que los proyectos puestos en práctica en México se llevaran a otros países durante el resto de la guerra fría.
máquinas representacionales
Ricardo Salvatore defiende el estudio del "imperio" estadounidense mediante el análisis de "máquinas representacionales". Éstas consisten de "mecanismos, procesos y aparatos que producen y circulan representaciones que constituyen la diferencia cultural"; son "vehículos para la diseminación de ideas sobre otras culturas" e incluyen fotografías, panfletos, exhibiciones de museo, medios impresos, cine, etcétera. Siguiendo esta definición, la propaganda cinematográfica de Estados Unidos en México debe entenderse como un punto de contacto entre las dos culturas, que permitió al primero exportar diferentes facetas de la ideología estadounidense, con el fin de desalentar la posible disidencia pro-soviética.
Por ejemplo, el filme Saneamiento del ambiente —producido en Estados Unidos y exhibido en México hacia el final de los años cuarenta, como parte de un programa que se revisará más adelante— retrataba la transformación de un pequeño pueblo en una gran ciudad, con énfasis en el papel de la propiedad individual y la intervención moderada del Estado para asegurar la salubridad y productividad. El pueblo rápidamente se embellece y mejora con una presa, agua entubada, un nuevo mercado con vitrinas, parques e iluminación eléctrica. Esta "máquina representacional" tenía el objetivo de familiarizar al espectador con el American way of life, sugiriendo que el acercamiento con Estados Unidos debía ser benigno y deseable, y contraponiéndolo a la posible influencia soviética. Hacían lo mismo películas como Dime qué dientes tienes, El maravilloso frijol soya y Salud para las Américas, todas producidas en Estados Unidos y exhibidas en México en los años cuarenta.
Seth Fein, especialista en la cultura audiovisual en América, ha descrito dos de los principales proyectos de propaganda cinematográfica de Estados Unidos en México. Por un lado, en 1942, Estados Unidos firmó un acuerdo de cooperación para fomentar la industria cinematográfica mexicana, pretendiendo utilizarla como puente propagandístico a todo el mundo hispanohablante. Por el otro, a partir de 1947, se implementaron campañas de cine ambulante que llevaban películas estadounidenses de diferentes formatos a áreas de México difíciles de alcanzar. Estos dos casos, descritos a continuación, permiten comprender el funcionamiento de la relación entre Estados Unidos y México en materia de propaganda durante los años cuarenta, los motivos de su implementación y sus resultados para popularizar la ideología estadounidense fuera de sus fronteras.
el cine del buen vecino
Desde 1934, con el inicio de la política del buen vecino, el presidente Roosevelt llegó a acuerdos con los principales productores de Hollywood para reducir las malas representaciones de hispanos en el cine estadounidense. Se estrenaron, incluso, películas que alababan el folclor mexicano y promovían una relación de amistad con América Latina, como La Cucaracha (1934), La fiesta de Santa Bárbara (1935) y Juárez (1939). La necesidad de promover una buena actitud de los latinoamericanos hacia Estados Unidos se volvió apremiante con el estallido de la segunda guerra mundial, en 1939. Entonces, Washington notó que los esfuerzos de Hollywood no habían sido del todo exitosos. Para Peredo Castro, tanto las ganancias en taquilla como las críticas de expertos mostraban que los latinoamericanos consideraban los planteamientos de Hollywood "ridículos, ingenuos y rayanos en la tontería".
En 1940 se creó la Coordinación de Asuntos Interamericanos (ciaa, por sus siglas en inglés), con el objetivo de abrir los medios informativos de los países de la región a la influencia estadounidense e iniciar campañas de propaganda. El programa abarcó la prensa, la radio y el cine. A pesar de la importancia de medios como las revistas En Marcha y Newsweek en Español, y la radiodifusora Voice of America, se prestó especial atención a la propaganda cinematográfica. Miembros de los gobiernos estadounidense y mexicano reportaron, en los años cuarenta, que el cine era "la herramienta más efectiva y extensamente desplegada en su arsenal cultural". Esto pudo deberse, por un lado, a la posición favorable que tenían, de antemano, los cines hollywoodense y mexicano, y, por el otro, a que el cine permitía comunicarse con clases analfabetas o poco educadas, como campesinos y obreros.
Aunque Hollywood seguía produciendo películas panamericanistas —como Saludos Amigos (1942)—, en Washington se decidió que había la necesidad de "llevar a cabo una verdadera y positiva representación de lo latinoamericano" en la propaganda, una que los espectadores no desecharan de entrada por ser extranjera. Como señala Peredo, de las tres grandes industrias cinematográficas hispanohablantes (España, Argentina y México), las primeras dos quedaban descartadas por su relación al fascismo.
Se llegó, así, a un acuerdo con México para auxiliar a su industria cinematográfica, con el objetivo de que el cine mexicano sirviera como puente propagandístico hacia el resto de América Latina. En 1942, el Banco de México acordó adquirir equipo cinematográfico de Prenciradio (una corporación privada relacionada con la ciaa), a plazos y a precio de costo. Además, Estados Unidos aumentó la distribución de película de celuloide (cuyo mercado dominaba) para México y la disminuyó para Argentina. A cambio, México se comprometió a producir filmes que promovieran un latinoamericanismo amistoso con Estados Unidos y distante del Eje, como Canto a las Américas (1942) y Alma de bronce (1943). Estas películas enfatizaban elementos comunes entre los latinoamericanos: el mestizaje, el catolicismo, la experiencia histórica. De igual modo, en Espionaje en el Golfo (1942) y Soy puro mexicano (1942), se exageraba la amenaza del Eje, mientras que en Mexicanos al grito de guerra (1943) se resaltaban las agresiones francesas del siglo xix, sin decir nada de las estadounidenses. Se prohibió, también, el cine alemán, italiano y japonés.
Estas medidas tenían el objetivo de producir filmes que "presentaran en varias formas la causa de la solidaridad hemisférica en la guerra contra el Eje", pero, sobre todo, permitieron un acercamiento de México con Estados Unidos inconcebible en décadas anteriores. Esto propiciaría que, al finalizar la segunda guerra mundial, Estados Unidos pudiera contar con México como base de pruebas para las campañas de propaganda de la guerra fría.
la propaganda convergente: el proyecto
modernizador del estado mexicano
Como recuenta Seth Fein, después de 1945, la estrategia de propaganda estadounidense se alejó de la promoción del cine mexicano, pero no del cine como herramienta ideológica. La Asociación Cinematográfica de Estados Unidos (mpaa, por sus siglas en inglés) cabildeó para que Washington defendiera sus objetivos de exportación y disminuyera, entonces, el apoyo a la industria mexicana. Con el fortalecimiento estadounidense, ya no se necesitaba del cine mexicano como intermediario para la propaganda; Hollywood debía ser un medio para "diseminar valores, ideales y patrones de consumo". Mientras se retiraba la ayuda al cine mexicano, se impidió que México implementara barreras al cine hollywoodense estableciendo que, de hacerlo, se impediría la entrada de películas mexicanas a Estados Unidos, cuya región sureña representaba, desde entonces, un mercado hispanohablante importante.
A pesar de lo anterior, las aspiraciones modernizadoras de las élites mexicanas propiciaron la continuación de la alianza propagandística con Estados Unidos. Tomando en cuenta la historia de nacionalismo del Partido Revolucionario Institucional, puede parecer extraño que el gobierno mexicano haya promovido la penetración estadounidense. Sin embargo, México utilizó la propaganda estadounidense para promover sus propias visiones de modernidad, urbanización, salubridad y educación.
Esta colaboración con Washington era parte de una transformación del nacionalismo priista en la posguerra; como apuntan Pellicer y Reyna, pertenecer a la nación significó, de repente, ser distinto a los comunistas. Si, en años anteriores, se habían llevado a cabo campañas de salubridad, alfabetización y urbanización en toda la república, la propaganda estadounidense se usó para alimentar el proyecto modernizador. En el aspecto de salubridad pública, por ejemplo, Gudiño Cejudo ha documentado la importancia de las películas producidas en Estados Unidos para el proyecto mexicano de modernización higiénica. Cortometrajes estadounidenses como Al final del camino y Listos para vencer eran útiles para campañas que combatían las enfermedades venéreas, la fiebre amarilla y más. De igual forma, la propaganda que promoviera la productividad agrícola o la salud dental parecía promisoria en los ojos del gobierno mexicano.
Fue así que, en 1947, Estados Unidos inició una gira rural de proyección de películas por estados como Veracruz, Hidalgo y Morelos, con la cooperación de las autoridades mexicanas. Aquí, se proyectaban películas hollywoodenses de corte panamericano (como Juárez y Saludos Amigos), cortos sobre métodos agrícolas e higiene personal, que además promovían el estilo de vida estadounidense (como Saneamiento del ambiente y Dime qué dientes tienes), además de la película President Alemán Visits the United States, que parecía sintetizar el objetivo del programa de retratar una relación de cooperación y respeto entre ambos países. Como explica Fein, el programa unía la meta estadounidense de contraponerse a la propaganda soviética con la estrategia del gobierno mexicano de socialización de masas. Ambos gobiernos promovían el progreso y la modernidad, pero uno los enfocaba a la cooperación trasnacional (al alineamiento hemisférico mexicano) y el otro a la modernización nacional; ambos gobiernos convergían en la meta de fomentar el desarrollo entre campesinos y obreros. Seguir este camino permitía al gobierno estadounidense minimizar la posible radicalización de clases marginadas, sin disgustar al Estado mexicano.
La propaganda estadounidense no amenazaba la legitimidad nacionalista de México porque, como apunta Fein, no era abiertamente política, sino que intentaba "forjar lazos trasnacionales con sectores sociales marginados y potencialmente radicalizados". El gobernador de Veracruz declararía, en una de estas exhibiciones de películas, que el propósito del programa era "ayudarlos a cultivar la tierra, a cuidar de su salud, a servir a sus familias, compatriotas y amigos de una mejor manera; en general, hacernos mejores y más útiles para el bienestar de esta región". De igual forma, Estados Unidos definía los objetivos de su programa como: "influenciar al niño en crecimiento, al nuevo letrado, a la persona que cruza barreras de clase, que ahora tiene nuevas demandas y deseos". Evitar que la propaganda fuera abiertamente política ayudaría a cumplir la meta de acercar al mexicano común con lo estadounidense, mientras se disfrazaba la meta de alejarlo del "peligro comunista".
Si bien es imposible definir cuántos espectadores quedaron verdaderamente convencidos por los filmes, sí se puede establecer que estos fueron, para muchos, un primer encuentro con la cultura estadounidense y la modernidad capitalista que este país intentaba propagar. A pesar de que los oficiales estadounidenses no tenían manera de saber si su mensaje se estaba transmitiendo correctamente, sus reportes sí demuestran que las películas eran populares. El mero entusiasmo y atención por parte de los espectadores prueba que la propaganda cinematográfica transmitía algo; quizá no el mensaje anticomunista intacto, pero sí un acercamiento con Estados Unidos y la imagen que este país intentaba formarse en el extranjero. La cosmovisión estadounidense encontró, así, una forma de exportación.
la evolución institucional, la victoria de los "informacionistas"
La propaganda estadounidense en México floreció al tiempo que, en Washington, se debatía sobre las ventajas de la propaganda sobre las de la diplomacia cultural. En su libro, The First Resort of Kings, Richard Arndt distingue claramente a los partidarios de la diplomacia cultural (los "culturalistas") de los partidarios de la propaganda (los "informacionistas"). Los primeros defendían los intercambios educativos y las bibliotecas estadounidenses en el extranjero. Los segundos proponían supeditar estas estrategias a la conquista ideológica. La evolución de los organismos estadounidenses en el exterior durante los años cuarenta fue muestra del dominio progresivo en Washington de los partidarios de la propaganda sobre los partidarios de la diplomacia cultural. En 1952, se fundaría la Agencia Estadounidense de Información (usia, por sus siglas en inglés), en la que, claramente, triunfaban los propagandistas. En esta agencia, se implementarían en otras regiones las prácticas puestas a prueba durante los años cuarenta en América Latina. Las políticas de propaganda hacia la región durante estos años, entonces, forjaron la estrategia diplomática cultural que seguiría Estados Unidos durante la guerra fría en el resto del mundo.
Como describe Arndt, a inicios de los años cuarenta, la estrategia estadounidense valoraba el intercambio cultural, es decir que se valoraba tanto la exportación de la cultura estadounidense como la importación de elementos culturales de otras partes del mundo. Además de las prácticas propagandísticas descritas anteriormente, se instalaron oficinas en muchos países de América Latina, que incluían bibliotecas y centros culturales donde se promovía el intercambio entre la cultura estadounidense y la del país receptor; el programa de becas Fulbright, por ejemplo, se construiría en esta década, para iniciar actividades en 1949.
La ocupación de Japón y Alemania Occidental, a partir de 1945, permitía que ambas versiones de diplomacia (la culturalista y la informacionista) se unieran en la meta de formar a estas dos naciones a la imagen y semejanza estadounidense, promoviendo valores democráticos y de economía de mercado. Sin embargo, el desacuerdo entre los dos grupos fue constante. El inicio de la era macartista en Washington, en 1950, ocasionaría que se abogara por el fortalecimiento de la estrategia de propaganda en el exterior, en detrimento de las prácticas de intercambio cultural. Cuando esto sucedió, la experiencia latinoamericana le fue útil a los informacionistas, quienes abogaron por que se aumentara la producción y exhibición de propaganda en otros países.
El proyecto de propaganda cinematográfica ejemplifica el creciente interés estadounidense en exportar su ideología y contraponerla a la del enemigo. A lo largo de los años cuarenta, los esfuerzos se fortalecieron y multiplicaron. Si, durante toda la década, la propaganda y la diplomacia cultural habían convivido como iguales, en 1952, los propagandistas ganaron terreno y lograron, con la formación de la usia, la subordinación de las herramientas culturalistas al esfuerzo propagandístico. Las agencias que existían previamente (ciaa, usis, owi, etcétera), donde habían convivido culturalistas e informacionistas, se disolvieron en la nueva usia. En palabras de Arndt, conforme avanzó la guerra fría, "la información [o propaganda] se consideró la única arma política válida". El enfoque propagandístico en México se copió para instalar puestos de información en otras partes del mundo, donde lo principal era aumentar las transmisiones de radio, la exhibición de películas, las publicaciones americanistas; ya no fundar bibliotecas, museos o programas de intercambio estudiantil.
conclusiones: la excepcionalidad mexicana
La consolidación de la hegemonía estadounidense sobre América Latina fue un proceso que constó de varias facetas. Al tiempo que se fundaba la Organización de Estados Americanos y se firmaban acuerdos de suministro de armamentos, se llevaron a cabo programas, como los aquí descritos, que pretendían acercar al latinoamericano común con Estados Unidos. En México, la cooperación de las élites propició que los programas se llevaran a cabo de manera expedita, pero, también, de manera que agradaran al gobierno mexicano. El acuerdo de promoción cinematográfica de 1942 ayudó a modernizar la industria de cine mexicana, mientras que las giras rurales iniciadas en 1947 servían a las políticas mexicanas de modernización y socialización de masas. El proyecto necesitó del beneplácito de las autoridades mexicanas, para la construcción de enclaves fuera de las fronteras estadounidenses; como escribe Fein, los oficiales encargados de la propaganda "servían a una metrópolis extranjera, basada en Washington, pero que se canalizaba a través de la Ciudad de México".
Los programas propagandísticos aquí analizados permiten vislumbrar algunas dimensiones de un proceso de "americanización" (Americanization) que continuaría a lo largo del siglo xx —siempre, en algunas regiones y grupos sociales de manera más exitosa que en otros. La colaboración entre Estados Unidos y México para efectuar el programa propagandístico era muestra de la nueva relación que se comenzaba a forjar entre los dos países. A pesar de que el alineamiento con esta superpotencia era inevitable, México pudo, en aras de su legitimidad, mantener su discurso nacionalista al tiempo que cooperaba con el vecino del norte. Como apuntan Pellicer y Reyna, "el compromiso ideológico de los dirigentes mexicanos con la revolución mexicana, y las consiguientes referencias a la soberanía nacional, la no intervención o el nacionalismo, impidieron la formulación explícita y coherente de la clase de asociación que se deseaba establecer con los Estados Unidos, o hicieron que ésta se expresara en forma extremadamente ambigua". El creciente interés estadounidense en llevar a cabo una "conquista ideológica" —expresado en el fortalecimiento de las herramientas de propaganda— encontró un aliado en México, pero uno que lograría beneficiarse de la cooperación y, al menos en el discurso, definirse como autónomo y soberano.
bibliografía
Arndt, Richard T., The First Resort of Kings: American Cultural Diplomacy in the Twentieth Century, Washington, D.C., Potomac Books, 2006, pp. ix-xxi, 49-74, 237-287.
Fein, Seth, "New Empire into Old: Making Mexican Newsreels the Cold War Way", Diplomatic History, 28 (2004), pp. 703-739.
———, "Culture across Borders in the Americas", History Compass, 1 (2003), pp. 1-6.
———, "Hollywood, U.S.-Mexican Relations and the Devolution of the «Golden Age» Mexican Cinema", Film-Historia, 4 (1994), pp. 103-135.
Gudiño Cejudo, María Rosa, "La salud de los mexicanos, un tema de película de los años sesenta", Memoria y Sociedad, 14 (2010), pp. 125-136.
Joseph, Gilbert, Anne Rubenstein y Eric Zolov (eds.), Fragments of a Golden Age: The Politics of Culture in Mexico since 1940, Durham, Duke University Press, 2001.
Joseph, Gilbert, Catherine Legrand y Ricardo Salvatore (eds.), Close Encounters of Empire: Writing the Cultural History of U.S.-Latin American Relations, Durham, Duke University Press, 1998, pp. 69-106 y 400-450.
Kaplan, Amy y Donald E. Pease (eds.), Cultures of United States Imperialism, Durham, Duke University Press, 1993.
Ojeda, Mario, Alcances y límites de la política exterior de México, México, El Colegio de México, 1976.
Pellicer de Brody, Olga y José Luis Reyna, Historia de la Revolución Mexicana, vol. xxiii: La relación con los Estados Unidos y la gestación del desarrollo estabilizador, 1952-1960, México, El Colegio de México, 1978.
Peredo Castro, Francisco, "La diplomacia del celuloide entre México y Estados Unidos: medios masivos, paranoias y la construcción de imágenes nacionales", Revista Mexicana de Política Exterior, 85 (2013), pp. 93-135.

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.