Religión e ideología: ¿fomento religioso de la opresión o consciencia liberadora
Descripción
Religión e ideología: ¿fomento religioso de la opresión o consciencia liberadora? 1. La religión: una realidad dialéctica ¿Quién no ha escuchado alguna vez la frase la religión es el opio del pueblo? No será muy exagerado decir que ella podría sonar en cualquier escenario, desde la academia hasta ahí donde fluye la vida cotidiana de las mayorías. Esta frase de Karl Marx 1 es quizás una de las más conocidas de la crítica a la religión. En ella, tanto los partidarios de Marx como sus oponentes suelen sintetizar toda la concepción marxiana2 del fenómeno religioso. Tanto en los ambientes académicos como allí donde la gente no muy letrada oye o proclama esta sentencia, se la suele entender como una crítica dura y sin matices a la religión: herramienta para adormecer las conciencias de la gente. Pero al ver el contexto redaccional de esta frase podemos descubrir que la cuestión es más compleja de lo que se suele creer. La sentencia en cuestión se encuentra en un párrafo más grande que dice así: “La angustia religiosa es al mismo tiempo la expresión del dolor real y la protesta contra él. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo descorazonado, tal como lo es el espíritu de una situación sin espíritu. Es el opio del pueblo”3. Al encontrarnos con la frase completa, percibimos que la sentencia sobre la religión como opio del pueblo tiene para el joven Marx una cualidad dialéctica4. Esto quiere decir que para Marx la angustia religiosa tiene un carácter contradictorio: ella es a la vez una protesta contra condiciones de vida existentes y una legitimación de éstas5. Por lo que no podemos afirmar que la cualidad de “opio” tenga un significado únicamente peyorativo en Marx. En torno a la intuición que la religión es una realidad dialéctica se enmarcará este trabajo. Con ello estamos haciendo referencia a que ella tiene la posibilidad, tanto de ser herramienta del conservadurismo reaccionario e ideologizador, como de fomentar la liberación y la desideologización. En este trabajo daremos dos grandes pasos. El primero será presentar la crítica de la filosofía a la religión como herramienta reaccionaria, oscurantista y conservadora, cuyo función social es la de mantener el orden establecido. En un segundo momento presentaremos el rescate de algunos de los valores olvidados de la religión recuperados por la reflexión de la primera generación de la Escuela de Frankfurt y la teología de la liberación. Dicha recuperación puede abrir puertas a reconsiderar la función social otorgada a la religión. Ella no sería herramienta de ideologización de la realidad, sino una de las fuentes para la desideologización.
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Según Michael Löwy esta frase no es original de Marx, sino que se la puede encontrar en Kant, Herder, Feuerbach, Bauer, Hess y Heine. Cfr. Ibíd.: “Marxismo y Religión. ¿Opio del pueblo?”, en: CLACSO: “La teoría marxista hoy”, Ed. CLACSO, Buenos Aires, 2006, 281296, pág. 282 Nótese que decimos “marxiana” y no “marxista”, pues, por “marxista” se suele comprender las interpretaciones que hicieron de Marx numerosos autores a partir del siglo XX. Muchas de esas interpretaciones marxistas no son muy fieles al pensamiento del mismo Marx, por lo que, hace un tiempo se utiliza la expresión “marxiana” para establecer una diferencia entre lo que el mismo Marx dijo y la interpretación de los estudiosos marxistas que le siguieron. Michael Löwy: Op. Cit., pág. 283. Según Löwy “cuando Marx escribió el pasaje mencionado era aún un discípulo de Feuerbach y un neo-hegeliano. Su análisis de la religión era, por consiguiente, “pre-marxista”, sin referencia a las clases y ahistórico”. Ibíd. Cfr.: Ibíd.
2. El papel ideologizador de la religión 2.1. Religión e ideologización de la realidad La principal obra de Marx que presenta una crítica a la religión es la Ideología Alemana, escrita con Engels en 1846. En ella, ambos autores se acercan a la religión como a una de las diversas instituciones de la superestructura social 6 que genera la ideología –entendida como la producción espiritual de un pueblo–. Esta producción de la consciencia, las ideas y las concepciones que es la ideología, está “directa e íntimamente ligada con la actividad material y las relaciones materiales de los hombres. […] Son los hombres los productores de sus representaciones, de sus ideas, etc., pero los hombres reales, activos, condicionados por un desarrollo determinado de sus fuerzas productivas y de las relaciones que les corresponden”7. Como vemos la producción de las ideologías se encuentra necesariamente condicionada por la producción material y las correspondientes relaciones sociales. Entonces, todas las personas y grupos sociales tienen ideologías. Estas pueden ser reflejo más o menos certero de la realidad o una deformación de ella. Pero, en La Ideología Alemana, Marx concibe la ideología de un modo muy particular: ella designa estrictamente una realidad negativa. En ella se muestra el mundo al revés, reflejo de su proceso histórico: “si en toda ideología los hombres y sus relaciones se nos muestran de cabeza, como en una cámara oscura, el fenómeno responde a su proceso histórico de la vida, de la misma manera que la inversión de los objetos en la retina responde a su proceso de vida físico”8. Marx utiliza el término de ideología para designar al sistema de ideas que legitiman el orden establecido y la distribución injusta del poder. La ideología, entonces, sería el fundamento inconsciente por el que, tanto el dominador como el dominado, legitiman y perpetúan el orden injusto. Esta concepción negativa de la ideología nos hace recurrir a la diferencia realizada por Ignacio Ellacuría entre los conceptos de ideología e ideologización. Para el autor salvadoreño, mientras que el concepto de ideología designa a toda construcción de ideas a través de las cuales se comprende la realidad, el concepto de ideologización tiene siempre una connotación peyorativa. Con tal concepto Ellacuría designa al modo de entender la realidad que, no sólo no es verdadero, sino que que, además, es un poderoso instrumento de deformación de ella9. ¿Cómo es que la religión genera este tipo de ideología? La respuesta a esta pregunta se encuentra en que las creencias y los valores religiosos a menudo proporcionan justificaciones de las desigualdades de riqueza y poder. Si bien es denuncia de las condiciones existentes, es opio porque espera la salvación en la otra vida. En esta misma línea la enseñanza bíblica de que “los mansos heredarán la tierra” (Mt 5, 5), es criticada por Marx ya que promovería actitudes de humildad y sumisión y no de activa resistencia a la opresión. En la Ideología Alemana la religión tiene la función social de crear y desarrollar ideologías que mistifican y mantienen en orden las relaciones sociales. 6
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Como es bien sabido, Marx utiliza una metáfora del ambiente de la construcción para hablar de la sociedad. Él afirma que la sociedad tiene una estructura (como los cimientos de un edificio) que soporta el resto de la construcción. Esta estructura es la dimensión económica. Del cimiento económico dependen la estabilidad y las características de la súper-estructura (que sería el edificio propiamente dicho). Súper-estructura para Marx son las instituciones sociales como el Estado, la Religión, etc. Ellas no tienen sustancialidad en sí mismas, sino que dependen de la base económica. Marx-Engels: “Ideología alemana (primera parte)”, Colección clásicos de la filosofía 6, UCA Editores, San Salvador, 1988, pág. 38. Ibíd. Cfr. I. Ellacuría: “Historización del concepto de propiedad como principio de desideologización” Revista ECA, UCA Editores, 1976, 425-450.
Para combatir esta mistificación es necesario caer en la cuenta del error metodológico de la filosofía alemana: “En contraste directo con la filosofía alemana, que desciende del cielo a la tierra, ascendemos aquí de la tierra al cielo. Dicho de otra manera, no partimos de lo que los hombres dicen, se representan e imaginan […] para llegar a los hombres de carne y hueso; partimos de los hombres en la actividad real, y de sus procesos de vida reales, mostramos el desarrollo de los reflejos y resonancias ideológicas de este proceso vital […]. La moral, la religión, la metafísica, y todo el resto de la ideología, juntamente con las formas de conciencia correspondiente, pierden con este hecho cualquier apariencia de existencia autónoma. […] No es la conciencia lo que determina la vida, sino es la vida, lo que determina la conciencia”10
2.2. La experiencia religiosa y la sospecha de proyección La crítica a la religión de Marx en la Ideología alemana no es tan original. Ella está influenciada por la obra La Esencia del Cristianismo de Feuerbach. Según este autor, la religión consiste en ideas y valores producidos por los seres humanos en el curso de un desarrollo cultural, proyectados en fuerzas divinas o dioses. “Así como el hombre piensa, así como él siente, así es su Dios; este es el valor que tiene el hombre y este es el valor que tiene su Dios. La conciencia de Dios es la conciencia que tiene el hombre de sí mismo, el conocimiento de Dios es el conocimiento que tiene el hombre de sí mismo. [...] La religión es la revelación solemne de los tesoros ocultos del hombre, es la confesión de sus pensamientos íntimos, la proclamación pública de sus secretos de amor. […] Pero […] la religión es la conciencia primaria pero indirecta que tiene el hombre de sí mismo”11.
Feuerbach afirma que la religión es una herramienta de los seres humanos para enfrentar un drama existencial. Este drama consiste en que el ser humano tiene anhelos de perfección –inmortalidad, infinitud, poder sin límites–, pero se encuentra con la realidad de la imperfección, el límite y la muerte. Para Feuerbach estos deseos son proyectados fuera de sí a través de la religión, la cual permite al ser humano trasladar todos esos anhelos truncados a una realidad totalmente distinta, a la que llama Dios o divinidad. Para describir este proceso utiliza el término “alienación”. Con él se refiere al establecimiento de dioses o fuerzas divinas en tanto que distintas de los seres humanos. La religión, entonces, ideologiza la realidad, pues, crea la ilusión de un mundo trascendente que en realidad no existe. Una vez creado ese mundo trascendente se produce una extraña inversión, por la que se intercambian los papeles del creador y de la criatura, que da lugar a la alineación religiosa. Resulta que no es Dios quien crea al ser humano, sino el ser humano quien crea a Dios. Ahora bien, una vez creado Dios, los seres humanos no lo ven como su propia imagen, sino que lo conciben como algo superior, hasta el punto de invertir completamente la relación de semejanza, creyéndose ellos imagen de Dios, y terminando por someterse a él. Es en ese sometimiento en donde se consuma la alineación, en la medida en que supone la pérdida de sí mismo, la renuncia a su propia naturaleza en favor de la de un ser ajeno. De este modo el ser humano se convierte en algo extraño para sí mismo, en un ser alienado. El producto de su objetivación se le impone como la verdadera y única realidad, a la que debe someterse, viéndose obligado a vivir "para otro" 12. Dicho con palabras de Feuerbach: “La religión, por lo menos la cristiana, consiste en el comportamiento del hombre para consigo 10 Marx-Engels: Op. Cit., pp. 38-39. 11 L. Feuerbach: “La esencia del cristianismo. Crítica filosófica de la religión”, Trotta, Madrid, 2009 pp 23-24. 12 Cfr.: José María Fouse: “La filosofía de Marx”, consultado el 20.11.2014 en: http://www.webdianoia.com/contemporanea/marx/marx_fli_alien.htm
mismo o, mejor dicho: para con su esencia, pero considerando a esa esencia como si fuera de otro. La esencia divina no es otra cosa que la esencia humana o, mejor dicho: la esencia del hombre sin límites individuales, es decir, sin los límites del hombre real y material, siendo esta esencia objetivada, o sea, contemplada y venerada como si fuera otra esencia real y diferente del hombre. Todas las determinaciones de la esencia divina son por ello determinaciones de la esencia humana ”13.
2.3. Moral religiosa y conservación del status quo Engels reflexiona acerca de la moral religiosa como instrumento ideológico al servicio de la propia clase: “la moral ha sido siempre una moral de clase: o bien ha justificado el dominio y los intereses de la clase dominante, o bien ha representado, cuando la clase oprimida se hacía lo suficientemente fuerte para ello, la revuelta contra la dominación y los intereses de futuro de los oprimidos”14. Bajo esta premisa señala que no existe una moral religiosa neutral. Ella está al servicio de una clase y en detrimento de otra –por lo general se encuentra al servicio de la clase dominante–. También Max Weber, en su estudio de la Sociología Comparada de las Religiones, descubre la influencia del grupo social en la experiencia religiosomoral de un pueblo. Weber encuentra que cada grupo estamental en las sociedades que dieron origen a las grandes religiones que hasta hoy existen, tuvo un “estilo de vida” propio –que podríamos traducir aquí como ideología en sentido amplio–. Cada uno de estos grupos, a partir de su forma de vida/ideología, desarrolló determinadas creencias religiosas y morales que se fueron imponiendo, a través de una lucha larga y lenta, a todo el conjunto social. Por lo tanto, así fue que la concepción moral de un pequeño grupo llegó a ser interiorizada por la totalidad de una sociedad, aunque esa visión minoritaria sea contraria a los intereses de la mayoría15. En la misma línea de los dos autores anteriores, también Max Horkheimer afirma que la ética es el instrumento de la clase dominante para lograr que los individuos actúen contra sus propios intereses. Para Horkheimer la ética es “ideología” porque encubre y legitima las relaciones sociales imperantes, propiciando así la explotación del ser humano. Un aporte novedoso de Horkheimer es el evidenciar que, como el individuo común vive en una sociedad que representa los intereses de la clase dominante, se hace necesaria la llamada al sacrificio y al heroísmo que sustituya la gratificación del placer por la adaptación social. Para este autor los postulados trascendentes o religiosos son la base para la moral legitimadora del status quo social a través del auto sacrificio de las mayorías16. Por último, Horkheimer en sintonía con la intuición metodológica marxiana, afirma que las reflexiones morales conservadoras pretenden deducir el orden moral a partir de un pretendido derecho natural, de la naturaleza humana, o de una instancia religiosa, cuando de hecho, no es más que un código de valores sacado de las praxis históricas y sociales17.
13 L. Feuerbach: Op. Cit., pág. 23. 14 F. Engels: “Anti-Dühring”, Madrid, 1975, pág. 105, citado por J. A. Estrada: “La teoría crítica de Max Horkheimer. Del socialismo ético a la resignación”, Universidad de Granada, Granada, 1990, pág 71. 15 Cfr. R. Bendix: “Max Weber”, Amorrourtu Editores, Buenos Aires, 1979, pp. 250-253. 16 Cfr. J. A. Estrada: “La teoría crítica de Max Horkheimer. Del socialismo ético a la resignación”, Universidad de Granada, Granada, 1990, pp. 68-69. 17 Cfr. J. A. Estrada: Op. Cit., pág 71.
Excurso: Religión y transformación social. La insuficiencia de la revolución para desideologizar la realidad Todos los ejemplos del apartado anterior mostraron la dura crítica de la filosofía –y la sociología– a la religión. Pero sería injusto, tanto para la filosofía, como para la religión, afirmar que en dicha crítica se agota todo el aporte que hace esta ciencia a la religión. Es necesario rescatar otros testimonios, ya que los aportes de la religión que descubren la sociología y la filosofía son tan valiosos como las críticas antes presentadas. En líneas generales, se podría decir que las humanidades y las ciencias sociales descubren en la religión –en este caso particular la cristiana– un alto potencial humanista que podría ayudar a reencausar el rumbo moral de las sociedades, descritas como en crisis. Aprovechar secularmente el valor de las intuiciones humanistas de las religiones –y no el simple deseo de la desaparición de éstas– es la finalidad de la mayoría de los estudios sobre la religión mencionados en el apartado anterior. Muchos autores ven la religión no solo como un elemento de conservación de las estructuras vigentes, sino, por el contrario, como la portadora de un potencial de transformación social. Tal es el caso del estudio de Max Weber sobre La ética protestante y el espíritu del capitalismo. El pensamiento de Weber se presenta como una respuesta al materialismo de Marx: mientras que para Marx el cambio social va dirigido por la transformación de los medios de producción, para Weber lo determinante para el cambio social son realidades inmateriales: los valores y las creencias. Es bajo esta premisa que Weber aborda el estudio de las ideas religiosas calvinistas como fomentadoras de la revolución capitalista. Lo primero que hace es notar que en la base del calvinismo está una creencia teológica fundamental: la doctrina de la predestinación. Esta creencia fue presentada por Agustín de Hipona en los siglos IVV y más tarde retomada por reformador Juan Calvino. Según la doctrina de la predestinación, a causa del pecado original, la humanidad se convirtió en una massa damnata (masa condenada)18, de la cual Dios, por pura gracia, escogió a unos pocos que predestina para la salvación. Para Weber la angustia de los seguidores de Calvino por la constante pregunta acerca de cómo darse cuenta si uno pertenece o no al grupo de los salvados, les llevó a proyectar sus propios valores culturales como los que reflejaran mejor el designio salvífico de Dios. Así, como culturalmente rechazaban la pobreza y la pereza, eligieron como signo de la predestinación a la salvación a la prosperidad económica –a la vez que convirtieron la pobreza en signo de condenación–. Siendo la pereza uno de los mayores pecados, concibieron la santidad de vida a través del trabajo duro y la generación de riquezas. El estudio de Weber descubre que la lógica capitalista de la reinversión de las riquezas surge como respuesta a una pregunta propia de la moral puritana de este grupo. Dicha moral basada en el autocontrol y el ascetismo plantea la pregunta acerca de qué hacer con las ganancias obtenidas a través del trabajo duro. La respuesta es que las ganancias se deben reinvertir racionalmente en la propia empresa para generar más beneficios. Teniendo como fundamento sus particulares creencias religiosas, aquellos individuos buscaron aumentar al máximo su ganancia económica como camino para agradar a Dios. Weber muestra que, a pesar de que hoy la sociedad estadounidense está secularizada, la doctrina de la predestinación sigue siendo parte de su ethos fundamental y del ideal capitalista19. El impulso que la doctrina de la predestinación dio a creación del ethos capitalista 18 Cfr.: Agustín de Hipona: “Ciudad de Dios”, Editorial Tecnos, Madrid, 2010, Libro XXI, Capítulo XII. 19 Cfr.: J. Macionis, K. Plummer: “Sociología”, Editorial Pearson Educacion, Madrid, 2001, pp. 87-90
estadounidense es un ejemplo de como la religión puede impulsar la transformación revolucionaria de la sociedad; pero es, a la vez, un ejemplo de que no siempre la transformación social es sinónimo de desideologización de la realidad. Y es que, aunque la doctrina de la predestinación fue el sustento religiosomoral de la revolución capitalista norteamericana, la religión siguió siendo medio de ideologización que potenció las deformaciones de la lectura de la realidad propio del sistema ideológico calvinista. En la supuesta predestinación para la salvación se justificó el empobrecimiento y la opresión de la mayoría de la humanidad, entendidos como designio de Dios. Llegados a este punto, nos damos cuenta que falta una experiencia religiosa radicalmente distinta, una experiencia que pueda dar lugar a hablar de la religión, no simplemente como motor de la transformación social, sino como herramienta de desideologización de la realidad.
3. Religión y desideologización de la realidad Se trata aquí de preguntarnos si puede haber una experiencia religiosa que no sea ideologizadora de la realidad y que supere realmente las críticas recogidas más arriba. Si existe la posibilidad de una experiencia religiosa que brinde algo más que un impulso ciego/dogmático para cualquier transformación social –es decir, un aporte que rompa con las categorías del orden establecido–. En definitiva, se trata de averiguar si puede la religión ser fuente y medio de desideologización de la realidad, es decir, una experiencia fundante en la cual encontrar criterios para superar la deformación de la realidad que supone la ideologización. Creemos que la respuesta a estas preguntas es un sí, pero no un sí definitivo, sino uno condicional. La religión podrá se fuente de desideologización siempre y cuando rompa con aquellos dogmatismos que no la dejan enfrentarse a la realidad más real –“los pobres son la realidad más real”20–. Para poder encontrarse con lo más real de la realidad la fe debe pasar por el proceso desideologizador de la historización de sus conceptos, esto es: “ver cómo se está realizando en una circunstancia dada, lo que se afirma abstractamente como un “deber ser” [...]; y consiste, en segundo lugar, en la posición de aquellas condiciones reales sin las cuales no se puede dar la realización efectiva [de lo proclamado en el concepto]” 21. La fe deisdeologizadora es aquella fe en Dios que surge, como afirma Sobrino, “no como superestructura, sino en honradez hacia lo real y allí donde se juega lo último de la realidad: la vida o la muerte de los hombres”22. Para poder presentar la realidad como la continua disputa entre la vida y la muerte, la Escuela de Frankfurt, en la primera mitad del siglo XX, recuperó secularmente algunas de las intuiciones más originales de la identidad religiosa judeocristiana. Estos autores marxistas de tradición judía realizaron un cambio de perspectiva que revolucionó la experiencia epistemológica: entender toda la realidad desde la escandalosa perspectiva de los vencidos. Al mirar la historia a contrapelo evidenciaron que a partir de la perspectiva de los vencidos ésta tiene un rostro totalmente diferente: el rostro de la continua tragedia. Y es que desde los vencidos la historia se revela como una constante historia de víctimas y verdugos, en la que la esperanza de la irrupción del Mesías encarna el deseo de justicia 20 J. Sobrino: “La santidad primordial”, en: Ibíd: Terremoto, terrorismo, barbarie y utopía. El Salvador, Nueva York, Afganistán”, UCA Editores, San Salvador, 2003, 152-176: 168. 21 I. Ellacuría: “Historización del bien común y de los derechos humanos en una sociedad dividida”, en Ibíd.: “Escritos filosóficos”, tomo III, UCA Editores, San Salvador, 2001, pág. 217 . 22 J. Sobrino: “Dios y los procesos revolucionarios”, en: Diakonía 17 (1981) 39-56: 45.
para todas las generaciones. La ciencia hecha desde esta perspectiva desideologiza la realidad, pues, por un lado, rompe con los mitos que estructuran la modernidad ilustrada y, por otro, presenta la irracionalidad del sistema. La perspectiva de los vencidos como clave epistemológica se encarna en América Latina en la Teología de la Liberación a partir de la segunda mitad del siglo XX. Dicha teología afirmará que desde la realidad de las que Ellacuría llamó “mayorías populares” se puede comprender la experiencia de Dios de un modo más real a si se lo hace desde la realidad de las minorías privilegiadas. La Teología de la Liberación, desde una perspectiva creyente, recupera las mismas tradiciones judeocristianas que la Escuela de Frankfurt había recuperado de modo secular. Las consecuencias de esta recuperación creyente de lo más original de la tradición cristiana lleva a la irrupción de un movimiento sin precedentes: la religión en el subcontinente se suma al impulso de una transformación social que, a la vez, ayuda a la desideologización de la realidad. En este apartado presentaremos algunas de las que creemos son las intuiciones más importantes de estas tradiciones filosóficoteológica. Ellas encarnan el espíritu contracultural de la religión que la pueden convertir en vehículo de desideologización de la realidad.
3.1. Frente a la inmoralidad de la civilización: la superación de la barbarie A través de la Teoría Crítica la Escuela de Frankfurt criticaba a la Teoría Tradicional, la cual presentaba el quehacer científico como una actividad neutral. Un gran aporte de la Teoría Crítica fue el darse cuenta que las ideas filosóficas y religiosas no caen del cielo, sino que son producto del contexto histórico del que surgen y al cual responden. Este tomar en serio la realidad es traducido por Sobrino como la honestidad con lo real. En dicha honestidad se encuentra un alto potencial desideologizador. En palabras de Sobrino: “hay que dejar a la realidad ser lo que es, para captarla y oírla tal cual es. A eso debe acompañar la entereza para no manipularla, la decisión a proclamarla y la reacción adecuada a las exigencias que brotan de ella, a pesar de ser muchas veces contrarias al propio interés”23. Para Ignacio Ellacuría la realidad más real se encuentra en el mundo de los pobres. Este es el lugar para comprender la realidad. Muchas veces utiliza la imagen del coproanálisis para ilustrar cómo el mundo de los pobres muestra la enfermedad del primer mundo: “el análisis coprohistórico, es decir, el estudio de las heces de nuestra civilización, parece mostrar que esta civilización está gravemente enferma y que para evitar un desenlace fatídico y fatal, es necesario cambiarla desde dentro de sí misma”24. Ejemplo de esta honestidad es la libertad crítica de los autores de la Escuela de Frankfurt incluso con el marxismo tradicional, especialmente frente al positivismo de corte marxista. Dentro de los mayores críticos de la idea de progreso se encuentra Walter Benjamin, quien en su tesis sobre la historia número IX presenta de modo inigualable el drama que supone el progreso: “[...] Hay un cuadro de Klee que se titula Angelus Novus. Se ve en él un ángel, al parecer en el momento de alejarse de algo sobre lo cual clava la mirada. Tiene los ojos desorbitados, la boca abierta y las alas tendidas. El ángel de la historia debe tener ese aspecto. Su rostro está vuelto hacia el pasado. En lo que para nosotros aparece como una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única, que arroja a sus pies ruina sobre ruina, amontonándolas sin cesar. El ángel 23 J. Sobrino: “Honradez con lo real”, en: Ibíd., “Terremoto, terrorismo, barbarie y utopía...” pp. 67-94: 67. 24 Ellacuría: “El desafío de las mayorías pobres” ECA 493-494 (1989), pág. 1078.
quisiera detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo destruido. Pero un huracán sopla desde el paraíso y se arremolina en sus alas, y es tan fuerte que el ángel ya no puede plegarlas. Este huracán lo arrastra irresistiblemente hacia el futuro, al cual vuelve las espaldas, mientras el cúmulo de ruinas crece ante él hasta el cielo. Este huracán es lo que nosotros llamamos progreso” 25.
Benjamin se da cuenta que el ideal de progreso iba justificando el florecimiento de los fascismos y totalitarismos en la Europa de inicios del siglo XX. Fascismos que llegarán a su culmen en la segunda guerra mundial y en la barbarie de los campos de concentración – cuyo rostro icónico es Auschwitz–. Para los autores de esta escuela, como es el caso de Theodor Adorno, Auschwitz representa un antes y un después en el modo de hacer filosofía. En Auschwitz se declara el fracaso de la razón ilustrada y el modelo de civilización fundado en ella. Esta experiencia icónica de barbarie es traducida por Jon Sobrino a nuestro contexto latinoamericano en la masacre del Mozote. En los niños de El Mozote se expresa la insanidad de la civilización y su violencia. Paradójicamente frente a la experiencia de la barbarie surge la fuerza humanizadora de la fe cristiana: “Hemos conocido un gran número de personas, muchas de ellas cristianas, seguidores y seguidoras de Jesús, que han buscado »superar« y además »redimir« la barbarie, el terrorismo, la guerra, la violencia, en definitiva la injusticia, luchando contra ello y cargando con ello. Muchos son, y entre ellos están, insignemente, los »mártires«, desde monseñor Romero hasta los campesinos de El Mozote”26.
Desde la perspectivas de las víctimas inocentes, tanto la Escuela de Frankfurt como la Teología de la Liberación denuncian que la civilización occidental está basada no en la razónparaemancipar –como declara idealmente la Ilustración–, sino en la razónpara dominar; a la vez que muestran cómo dicha civilización ha perdido su norte, cómo ha perdido los valores y criterios. Ante esta situación de barbarie, Estrada afirma que Horkheimer descubre que el verdadero significado de la religión se encuentra en el ser respuesta de sentido a los problemas del sufrimiento y la muerte 27. Pero lo que ni Walter Benjamin ni Max Horkheimer pudieron afirmar, Sobrino lo confiesa en un difícil acto de fe: de las víctimas viene la salvación28. Hay en ellas algo “que fascina, subyuga, humaniza, desvela el misterio. Y algo hay también que nos salva e interpela con ultimidad”29. 3.2. Frente a la barbarie: esperanza mesiánica y urgencia de interrupción Muy unido al anterior, debemos anotar aquí otro aporte importante de Walter Benjamin: el rescate del anhelo de interrupción propio de las religiones mesiánicas. Estas religiones perciben la historia en su conjunto como un continuo de injusticia. Frente a ella surge la esperanza mesiánica, que consiste en la esperanza activa de la interrupción en ese continuo. Interrupción que se espera irrumpa en cualquier momento, y que por ello lleva a estar vigilantes a los signos del arribo del mesías. Además tiene la característica de la solidaridad histórica: no sólo será la implantación del reino del mesías para el presente, sino que ella rescatará a las víctimas de todos los tiempos. “Se sabe que a los judíos les estaba prohibido investigar el futuro. La Thorá y la plegaria los 25 Bolívar Echeverría (Traductor y editor): “Walter Benjamin: Tesis sobre la historia y otros fragmentos”, Tesis N° XII, consultado el 12.02.2014 en: http://www.bolivare.unam.mx/traducciones/Sobre%20el%20concepto%20de %20historia.pdf 26 J. Sobrino: “Terrorismo y barbarie. Nueva York y Afganistán”, en: Ibíd., “Terremoto, terrorismo, barbarie y utopía...”, 177-202:180f. 27 Cfr. J. A. Estrada: Op. Cit., pág. 78. 28 Cfr. ejemplarmente el título de su ensayo: “Extra pauperes nulla sallus (Pequeño ensayo utópico-profético)”, en: J. Sobrino, “Fuera de los pobres no hay salvación”, UCA Editores, San Salvador, 2008, 69-130. 29 Ibíd. pág: 130.
instruyen, en cambio, en la rememoración. Esto los liberaba del encantamiento del futuro, al que sucumben aquellos que buscan información en los adivinos. A pesar de esto, el futuro no se convirtió para los judíos en un tiempo homogéneo y vacío. Porque en él cada segundo era la pequeña puerta por la que podía pasar el Mesías”30.
De lo más profundo de la religión judía, Benjamin rescata la tradición de todas las religiones mesiánicas. En oposición a la amnesia producida por el encantamiento de la idea de progreso, Benjamin da gran importancia a la necesidad de la rememoración31. El pasado es el gran campo de batalla donde se encuentran las ruinas que deja a su paso el progreso al vencer. El pasado está repleto de las voces silenciadas de quienes quedaron bajo los escombros que dejó el triunfo de los vencedores de la historia. Y como bien descubre Benjamin, los que dominan hoy sientan su victoria presente sobre la derrota de las generaciones que yacen en el suelo. Así describe este autor la necesaria relación entre los dominadores de hoy y los vencidos de ayer: “todos aquellos que se hicieron de la victoria hasta nuestros días marchan en el cortejo triunfal de los dominadores de hoy, que avanza por encima de aquellos que hoy yacen en el suelo. Y como ha sido siempre la costumbre, el botín de guerra es conducido también en el cortejo triunfal”32. Las religiones mesiánicas combaten contra el conformismo de que la historia continúe su curso deshumanizador. Detrás de la esperanza mesiánica se encuentra un grito confiado, que ante la catástrofe de la historia, exclama “¡no hay derecho!” y espera activamente la interrupción de la injusticia. Por eso, para Horkheimer el sentido último de las religiones está en la esperanza de que el verdugo no triunfe sobre la víctima33. Algo parecido afirma Benjamin en la tesis número VI: “En cada época es preciso hacer nuevamente el intento de arrancar la tradición de manos del conformismo, que está siempre a punto de someterla. Pues el Mesías no sólo viene como Redentor, sino también como vencedor del Anticristo. Encender en el pasado la chispa de la esperanza es un don que sólo se encuentra en aquel historiador que está compenetrado con esto: tampoco los muertos estarán a salvo del enemigo, si éste vence. Y este enemigo no ha cesado de vencer”34.
Para Benjamin el rescate de la tradición de los oprimidos descubre que el progreso como avance hacia la civilización sin barbarie es un mito. Mientras que el positivismo afirma que la barbarie es un estado de excepción que hay que atravesar para instaurar la civilización, Benjamin denuncia desde la perspectiva de los oprimidos, que la barbarie no es una excepción en la historia, sino la regla. Por ello se hace necesario hacer saltar ese continuum de la historia, es decir, generar interrupción al estado permanente de barbarie. Y en ello las religiones mesiánicas tienen mucho que aportar 35. La espera del mesías hace que quien lo espera no se reconcilie con el presente, sino que lo viva con una tensión de futuro. Esa interrupción para la tradición judeocristiana se concretiza en el reino de Dios. Los sujetos de dicho reino son en el evangelio de Mateo “los pobres de espíritu”. Ellacuría dirá que los sujetos de dicho reino en el que se encarna la esperanza de la interrupción de la injusticia, son los “pobres con espíritu”, es decir, aquellos pobres que, por haber entrado en un proceso de concientización, pueden empezar a superar activamente los mecanismos 30 W. Benjamin: Apéndice B, en Bolivar Echeverría: Op. Cit. 31 También Horkheimer afirmará que “en la religión se condensan los deseos y acusaciones de innumerables generaciones”. J. A. Estrada: Op. Cit., pág. 94. 32 W. Benjamin: Tesis VII, en Bolivar Echeverría: Op. Cit. 33 H. Marcuse, K. Popper y M. Horkheimer: “A la búsqueda del sentido”, Editorial Sígueme, Salamanca, 1976, pág. 106. 34 W. Benjamin: Tesis VI, en Bolivar Echeverría: Op. Cit. 35 Cfr. W. Benjamin: Tesis VIII y XV, en Bolivar Echeverría: Op. Cit.
ideologizadores que los atan a la pobreza. En definitiva ellos son “(…) pobres que asumen su pobreza real en toda su inmensa potencialidad humana y cristiana desde la perspectiva del Reino”36. La misión de la iglesia de los pobres será entonces altamente desideologizadora de la pobreza. Según Ellacuría su misión singular será la de “procurar esta espiritualización de la pobreza, esta elevación a conciencia de lo que es en sí misma la pobreza como opresión y como principio de liberación. Esta es una tarea suya indispensable e insustituible”37. Jon Sobrino da un paso más que Ellacuría en la consideración de los sujetos del reino. No sólo habla de los pobres organizados como los sujetos principales del reino de Dios, sino de todos aquellos que, al luchar por la vida y en contra de la muerte, testimonian la santidad primordial. En la defensa a toda costa la vida –incluso dando la propia– realizada por los santos primordiales irrumpe el reino de Dios. En la defensa obstinada de la vida, los santos primordiales toman la opción de mantenerse fieles a la creación y de esperar que todo lo creado sea bueno y para la vida: que al final de cuentas la creación no sea un fracaso. Tal sospecha del fracaso de la creación surgida del encuentro con lo más real de la realidad –el sufrimiento del inocente– muestra la vitalidad desideologizadora de la Teología de la Liberación. En escandalosa honestidad con lo real sospecha que tal vez hubiera sido mejor si Dios nunca hubiera creado nada, ya que el precio de su creación –el sufrimiento y la muerte– parece demasiado alto. Esta sospecha surge en una creación “que se va haciendo en medio de atrocidades y catástrofes”38. El escándalo de la historia condiciona la salvación de Dios, pues, como decía Dietrich Bonhoeffer, “sólo un Dios que sufre puede salvarnos” 39. La Teología de la Liberación afirma que sólo un Dios que expía el sufrimiento de su propia creación es digno de fe. Sólo estando en las cruces de la historia, aquel Dios puede ser cercano a las víctimas, sólo así puede ser su Dios. Y sólo si es realmente su Dios, les podrá salvar. 3.3. Frente a la unidimensionalidad de la realidad: la utopía como desideologización Lo primero que debemos decir al tratar el tema de la utopía, es que para Max Horkheimer este concepto se establece en contraposición al de ideología. Si la ideología produce una apariencia de la realidad, la utopía, por el contrario, es el sueño de un orden de vida verdadero y justo. La utopía es, por tanto, una proyección de futuro válida y necesaria, que refleja el ansia de un tipo de sociedad distinta. En este sentido, el autor presenta a la utopía bajo dos formas. La primera es la forma de crítica a lo existente (utopía negativa); la segunda es la de representación de lo que debe existir (utopía positiva). Ambas dimensiones reflejan una tensión de futuro que lleva a trascender la fealdad de la realidad imperante. En esta capacidad de trascendencia de lo existente se halla la relación entre utopía y religión. La religión para Horkheimer es la búsqueda de sentido en medio de un mundo sin sentido. Con su esperanza utópica, la religión puede superar la unidimensionalidad del mundo, es decir, aquella incapacidad de imaginar un orden distinto al existente 40. Para Horkheimer, será importante rescatar la capacidad crítica de la utopía religiosa negativa41. 36 Ellacuría: “Las bienaventuranzas. Carta fundacional para la iglesia de los pobres”, en: Ibíd., “Conversión de la Iglesia al Reino de Dios. Para anunciarlo y realizarlo en la historia”, Sal Terrae, Santander, 1984, 129-151: 151 37 Ibíd. 38 J. Sobrino: “La santidad primordial”, en: Ibíd., “Terremoto, terrorismo, barbarie y utopía…” pág: 136. 39 D. Bonhoeffer: “El precio de la gracia”, Ediciones Sígueme, Salamanca, ³1986, 211, citado en: J. Sobrino: “Jesucristo liberador. Lectura histórica-teológica de Jesús de Nazaret”, UCA Editores, San Salvador, 42000, pág. 377. 40 Para profundizar en la imagen de la unidimensionalidad: Cfr. H. Marcuse: “El Hombre unidimensional. Ensayo sobre la ideología de la sociedad industrial avanzada”, Planeta-Agostini, Barcelona, 1993. 41 Cfr. J. A. Estrada: Op. Cit., pp. 64-68.
Para los autores de la Escuela de Frankfurt lo que define a la sociedad occidental es el estar marcada por la patología social. Estar inmersos en esa sociedad, limita la visión de quien quiere hacer un juicio sobre ella, es decir, que queda la duda acerca de si la patología social influye con su ideologización en lo que esperamos sea la sociedad utópica. Es ante esta sospecha que se afirma que a la utopía no se le puede dar un contenido positivo, ya que dicho contenido positivo supondría que hemos superado la patología. Por tanto, las utopías positivas son siempre sospechosas de abstracción idealista e ideológica que incapacita para superar los resortes y las dinámicas del dominio social. Por ello, la utopía debe ser siempre negativa, es decir, exigencia del deberser en protesta contra el ser. Esto quiere decir, que si bien no podemos describir exactamente cómo será esa sociedad sin patologías, sí podemos describir las patologías que impiden que esa sociedad llegue a ser. En definitiva, lo importante de la utopía negativa no es tanto el contenido del anuncio que hace, sino la denuncia de las condiciones en las que nos encontramos. También la utopía cristiana del reino de Dios es una utopía negativa: no sabemos exactamente cuál es el contenido de dicho reino, pero sí sabemos qué impide que ese reino se manifieste, así como también sabemos contra qué se debe luchar para que se vaya manifestando42. Ellacuría insiste en que solo si la iglesia se convierte a dicho reino, poniendo su centro fuera de sí misma, podrá ser considerada como verdadera. Dicho de otro modo, para que la Iglesia pueda verse cada vez más libre de su versión al mundo debe realizar una auténtica conversión al reino de Dios43.
3.4. Frente a la apatía del pensamiento: la compasión como motivación ética Para Theodor Adorno el darse cuenta que vivimos en un mundo con contradicciones irresolubles, es el primer paso para transformarlo. Por ello, Adorno insiste en la necesidad de reforzar los elementos negativos de la realidad, como modo de caer en la cuenta de las contradicciones sociales, contradicciones irresolubles en el ámbito de la mera especulación. Y es que la razón conceptual funciona como una armonizadora de la realidad conflictiva. En el concepto se universalizan y homogenizan al nivel de las ideas, realidades que son particulares y distintas44. Ahora bien, ¿cómo escapar al pensamiento conceptual que oculta la contradicción de la realidad? Para Adorno el camino para poder hacerlo es el encuentro con la experiencia del sufrimiento. Así recoge dos importantes elementos de la tradición judeocristiana, en primer lugar, aquel que afirma que desde el lugar de los que sufren podemos comprender mejor la realidad; y, en segundo lugar, que el compromiso con la transformación de la realidad se asume a partir de la experiencia de empatía con el sufrimiento –y no sólo desde el encuentro con una verdad intelectual–. Para entender y transformar la realidad, entonces, se debe partir de lo negativo que hay en ella, porque lo positivo puede llevar a perder de vista las contradicciones de la sociedad. El 42 Cfr. J. A. Estrada: Op Cit., pp. 191-204. 43 I. Ellacuría,: “Recuperar el reino de Dios: desmundanización e historización de la Iglesia”, en: Ibíd, “Escritos teológicos, tomo II”, UCA Editores, San Salvador, 2000, pp. 307-311. 44 Un ejemplo del intento de armonizar realidades conflictivas a partir de conceptos es el surgimiento del movimiento de reconciliación social en El Salvador. La reconciliación perseguida por este movimiento insiste en “hablar bien de El Salvador”; hacer monumentos en el que todos los ciudadanos puedan colaborar otorgando llaves para su fundición; o, incluso, en “regalar abrazos” en las entradas de las universidades. Estas iniciativas proponen una reconciliación que pasa por encima la realidad del conflicto. Este movimiento corre el peligro de hacer creer que la profunda crisis social, cuyo rostro más terrible es el de la violencia, se solucionará a través del voluntarismo de los ciudadanos individuales, y no desde una transformación de las corroídas y corruptas estructuras de exclusión.
encuentro con el sufrimiento de los otros supera el ámbito del convencimiento racional y nos abre al ámbito de la sensibilización. Por ello, Adorno está convencido que es en el sufrimiento del otro donde se encuentra la posibilidad de fundamentar la ética. De este modo se podría superar la llamada ética basada en meros argumentos racionales, para pasar a una motivación existencial de la ética: la vía de la empatía con el otro que sufre la opresión. Es la experiencia del “no hay derecho”, surgida del encuentro con la postración, la que motiva al comportamiento ético. En un intento por concretizar el “no hay derecho” recalcado por Adorno, podemos traer a colación la imagen utilizada por Ignacio Ellacuría para describir la postración del pueblo salvadoreño y que Jon Sobrino recuerda en uno de sus textos: “Ellacuría apeló a la tradición cristiana –en lo más paradójico y profundo suyo– para ofrecer un método eficaz para llegar a conocer la verdad de la realidad: mirar al siervo sufriente de Yahvé, tal como lo presenta Isaías 5253, destrozado por la catástrofe histórica que producen los poderes de este mundo. “Por lo que producimos sabemos lo que somos”, decía. “Mirando al siervo destrozado sabremos la verdad del mundo que lo produce””.45
Para transformar este mundo injusto, hacen falta más que razones. Hace falta el dejarse tocar por la realidad de dolor de los que sufren la injusticia. El dolor es una experiencia no tematizable, no ideologizable, no conceptualizable, sino simplemente vivencial. En este sentido, Auschwitz y El Mozote vuelven a presentarse como un símbolo fundamental para entender la motivación ética. En esta dinámica, establecer la verdad o falsedad de la religión tiene una importancia fundamental para Adorno. La verdad de la religión se encuentra en que ella ayude a la toma de conciencia de la inhumanidad del mundo en el que vivimos. La verdad del judeo cristianismo está en el contemplar el mundo desde la óptica del mesías, es decir, desde la óptica de la irredención y la esperanza de su transformación46.
45 J. Sobrino: “Honradez con lo real”, en: Ibíd., “Terremoto, terrorismo, barbarie y utopía...”, 67-94:94f. 46 Cfr. Theodor Adorno: “Minima Moralia. Reflexiones desde la vida dañada”, Akal, Madrid 2004.
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