Reflexiones en torno a los estudios agrarios desde una perspectiva contra-hegemónica. Actas del XIII Congreso de Antropología de la FAAEE: Periferias, Fronteras y Diálogos, Tarragona 2-5 septiembre de 2014. Edita: Universitat Rovira i Virgili. ISBN: 978-84-697-0505-6

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Descripción

REFLEXIONES EN TORNO A LOS ESTUDIOS AGRARIOS DESDE UNA PERSPECTIVA CONTRA-
HEGEMÓNICA.



Lidia Montesinos Llinares

[email protected]

Universitat de Barcelona



Para este simposio "Sostener la vida, sostener la tierra, sostener el
crecimiento: controversias de las economías agrarias en la era de la
globalización", me gustaría compartir algunas reflexiones a partir de
varios fragmentos de mi tesis doctoral[1]. La investigación que he llevado
a cabo puede enmarcarse dentro de los estudios agrarios y los estudios
sobre bienes comunales que se centran en el análisis de las relaciones de
propiedad y de las regulaciones sobre el uso de los recursos. El estudio de
las relaciones de propiedad como relaciones complejas entre personas
"respecto a cosas" o en relación a derechos diferenciados es una
perspectiva teórico-metodológica clásica (cf. Maine [1861] 1977; Malinowski
[1935] 1977) que ha sido renovada y revitalizada en los últimos años (cf.
Hann 1998, 2000; Benda Beckman 1999; Márquez 2010) y que trata de
comprender y relacionar aspectos de orden jurídico, económico, simbólico y
político para la mejor comprensión de las relaciones de propiedad
-relaciones de fuerza y de dominación, relaciones políticas en último
término- teniendo en cuenta su importancia en la configuración del orden
social en su conjunto. De esta forma, a partir del trabajo de campo
realizado en Goizueta -un pueblo de la montaña navarra de unos 700
habitantes- el eje central de la investigación han sido las tranformaciones
de las formas de uso y apropiación de los recursos a lo largo de la
historia a partir del estudio de los bienes comunales y de los conflictos
en torno a su uso y definición.



1. La perspectiva de las relaciones de propiedad: la complejidad de "lo
común", el retorno del debate político.



La perspectiva de las relaciones de propiedad como relaciones entre
personas y no como relaciones entre personas y objetos es, de alguna
manera, la que llevó a Gluckman (1944) a decir que cualquier forma de
propiedad podía considerarse una propiedad comunal o colectiva, en el
sentido de que su ordenación debía contar con el respeto y la aprobación
del conjunto de la sociedad. Esta perspectiva devuelve al centro del debate
una cuestión política, al poner en evidencia que los conflictos por las
propiedades no son un asunto exclusivamente privado o psicológico, sino que
afectan e implican a todos los miembros de la comunidad. Las relaciones de
propiedad ordenan, definen y articulan un determinado orden social y
jurídico, pero siempre a partir de la confrontación de intereses, de las
relaciones de fuerza, configurándose así el espacio de lo político; del
conflicto, la discusión, la negociación, el diálogo; pero también de la
imposición de una visión o resolución hegemónica, o de los intentos de
homogeneizar las relaciones de propiedad imponiendo generalmente el
criterio de la propiedad individual absoluta.

Esta forma de abordar y describir las relaciones de propiedad y las
relaciones sociales en general desvela un escenario de confrontaciones en
el que diferentes criterios e intereses aparecen en constante pugna
-generando, en términos de Laclau y Mouffe (1987), relaciones de
antagonismo-. Es mostrando esta complejidad de fuerzas variables que
podemos elaborar una perspectiva contra-hegemónica en contra de las miradas
institucionales o de la administración que van buscando precisamente una
solución o un planteamiento hegemónico que disuelva los antagonismos.
Podría tratarse también de lo que Beasley-Murray (2010) ha denominado
perspectiva post-hegemónica, en el sentido de que no pretendemos desde los
estudios agrarios construir una nueva hegemonía -o bloque hegemónico tal y
como lo entendía Gramsci- que pueda suplantar al paradigma liberal o neo-
liberal[2] sino que pretendemos dibujar un campo de fuerzas en permanente
tensión que configura el espacio de lo común, de lo político, del
antagonismo, sin tener como objetivo dar una respuesta certera o unitaria
sobre cómo debería ser el orden social o cómo debería organizarse cada
comunidad. Es en este sentido que consideramos la perspectiva de las
relaciones de propiedad con una potencialidad contra-hegemónica, pues
ilumina la dimensión política de la propiedad y, al mismo tiempo, desvela
el carácter conflictivo y negociado de las relaciones que todo orden
social, que toda comunidad -más todavía si se presume democrática-, debe
afrontar sin reducir su complejidad y sus antagonismos intrínsecos.



2. La persistencia del evolucionismo progresista



Al investigar sobre las transformaciones de las relaciones de propiedad me
vi obligada a describir también las transformaciones del trabajo y de las
formas de producción, y para ello me serví de la clasificación de estos
procesos de cambio a partir de tres modelos económicos tal y como señaló
Fernández de Larrinoa para el caso vasco: "...a lo largo del siglo XX tres
modelos de relaciones económicas destacan en el agro vasco, que son: las de
autosuficiencia; las de mercado; y las de capitalismo tardío. Se observa
que cada modelo de relación económica se caracteriza por promover redes y
tejidos sociales singulares" (Fernández de Larrinoa, 2007:87-88).

El primero modelo es el de las economías domésticas artesanas, de
autoabastecimiento o subsistencia que en el lugar de estudio tienen que ver
con la economía agro-pecuaria del baserri (caserío vasco). Actualmente y
desde los años 60, la economía del baserri se presenta siempre enfrentando
obstáculos y dificultades diversas que obligan al grupo doméstico a
acomodarse, a adaptarse o a resistir ante presiones y amenazas a su
continuidad. A pesar de esta crisis continuada, ciertas prácticas y deseos
de permanencia han contribuido a que no desaparezca del todo el baserri
como unidad económica ni las formas de vida asociadas con él.

El segundo modelo es el industrial y de mercado, que se instala a partir de
las grandes transformaciones económicas que marcaron los procesos de
industrialización acaecidos durante los siglos XIX y XX (con antecedentes
comerciales desde el siglo XVI); que suponen la irrupción del capitalismo
industrial internacional y el abandono parcial o paulatino de las economías
campesinas por parte de muchas familias.

El tercer modelo define la deriva más reciente de la economía global hacia
lo que se ha llamado el tercer estadio del capitalismo o capitalismo
tardío, que instaura un modelo de sociedad postindustrial y de
servicios[3].

Así, en un artículo publicado recientemente en un libro colectivo (cf.
Montesinos 2013), expuse de forma general cómo funcionaba la economía de
subsistencia agro-ganadera del baserri (caserío), cómo fue el proceso de
industrialización en esa zona, marcado principalmente por el advenimiento
de la industria papelera y la plantación masiva de arbolado; para
introducir después el giro postindustrial con la aparición de las
subvenciones y ayudas europeas a entornos rurales (Política Agraria Común),
medidas de fomento del turismo (Agenda 21 y proyectos Leader), la
protección de la biodiversidad o la patrimonialización de bienes culturales
y naturales.

Estas transformaciones económicas, del trabajo, del sustento cotidiano y de
las formas de producción han tenido y tienen un alcance global -esa sería
una de sus principales características-, pero debemos tener en cuenta y
destacar que han tenido y tienen un desarrollo y materialización particular
en cada ámbito local y estatal. Aunque esta observación puede parecer de
sentido común, es preciso recalcar las diferencias y las relaciones
antagónicas que se dan en cada lugar a partir de la implementación de
proyectos de desarrollo o modelos de gestión institucional homogeneizadores
integrados en procesos macro-económicos, para no ceder así ante el
determinismo evolucionista implícito en estas políticas. Por eso, la
segunda reflexión que quiero plantear es la necesidad de insistir y
cuestionar, en nuestras investigaciones, cualquier planteamiento político,
económico o jurídico basado en una concepción lineal y progresista, no sólo
de la historia, sino también y más concretamente de la economía. Las
políticas de desarrollo, -sean de la CEE, las Naciones Unidas, el FMI y el
BM, o de ONGs- siguen reproduciendo la mayoría de las veces planteamientos
evolucionistas de progreso lineal para justificar la implantación de
paquetes de medidas económicas e inversiones de capital en infinidad de
poblaciones con contextos y realidades muy diferenciadas.

Voy a poner un ejemplo que trabajo en mi tesis doctoral para ilustrar mejor
esta cuestión. Tomemos las Teorías del cambio social (cf. Arensberg y
Niehoff 1971) elaboradas principalmente por la antropología y la sociología
americana y anglosajona de los años 70 y 80 en sus estudios sobre
comunidades rurales de la "Europa subdesarrollada" (Italia, España, Grecia
y Portugal). En estos trabajos vemos claramente cómo los procesos de
"modernización" que se estaban dando en estos países ya desde los años 60,
se analizaban como procesos necesarios e irreversibles hacia un modelo de
sociedad "democrática", "avanzada", capitalista e industrial que encajaba
con las políticas de fomento económico y colonización norteamericanas (Plan
Marshall primero y deslocalización neoliberal después) que no sólo
despreciaban la posibilidad de otros procesos económicos y políticos
acordes al contexto local o europeo, sino que intentaban justificar los
procesos de radical transformación económica que se estaban viviendo como
un camino de progreso y mejora social; un fin que hacía comprensible que
las poblaciones eligieran "libremente" abandonar su forma de vida para
integrarse en el capitalismo "democrático" global. Bajo esta perspectiva
que hegemonizaba los estudios etnográficos, antropólogos norteamericanos
como Ruth Behar, Stanley Brandes o para el caso vasco Davyd Greenwood,
William Douglass o Joseba Zulaika estudiaron y describieron -no sin cierta
tristeza y romanticismo algunos de ellos-, los procesos de transición
económica y de progresiva desaparición de las formas de vida campesina y
organización comunitaria en distintos pueblos de la península ibérica. De
alguna forma, influidos por las teorías del cambio social, estos autores
aceptaron que la crisis de la economía campesina era un síntoma de su
pronta desaparición, dando por hecho que estaban estudiando sociedades en
un proceso irreversible de extinción.

Sin embargo, este "cambio social" que de algún modo ya aconteció, no ha
traído el desenlace previsto por los profetas del progreso, y podemos verlo
hoy más que nunca cuando estos mismos países se enfrentan al fracaso de
aquellas políticas económicas que han desembocado en una crisis económica y
financiera. Pero además, las formas de vida ligadas al campo no han
desaparecido del todo y contradicen estas teorías del cambio social. De
alguna forma, es como si las transformaciones que Douglass (1977),
Greenwood (1996), Etxezarreta (1977) o Zulaika (1990) describieron hace más
de 20 años en Euskal Herria y que auguraban la desaparición del baserri,
continuaran presentes y en discusión, sin que el cambio social "definitivo"
haya concluido todavía. En Goizueta, además de las personas que crían
ganado por costumbre y afición, y quienes combinan el trabajo industrial
con el mantenimiento de pequeñas explotaciones ganaderas, también hay
familias e individuos que han reinventado el trabajo en el baserri en
función de sus conocimientos, deseos y necesidades; se han adaptado a las
ayudas económicas europeas y de alguna forma también a las exigencias de
una economía competitiva de mercado, pero sin abandonar del todo ciertas
prácticas y formas de vida.

Sin negar las evidencias de las grandes transformaciones vividas, debemos
pensar en todo caso que se trata de un proceso lento y paulatino, que deja
lugar a pequeñas resistencias, a giros inesperados, a las alternativas e
incluso a la reapropiación de los recursos por parte de las familias
campesinas, las comunidades indígenas y los pueblos en clave neoliberal o
capitalista (cf. Comaroff y Comaroff 2011). Los procesos de cambio no
siguen una dirección necesaria y finalista, sino que aceptan
contradicciones, resistencias, modulaciones e incluso "pasos atrás", como
el que ha supuesto la llegada de las subvenciones europeas a la ganadería,
o por ejemplo, el retorno de jóvenes "urbanitas" al modo de vida campesino.


Lo que quiero plantear es que esta misma situación respecto al
evolucionismo progresista subyacente en los estudios antropológicos de los
años 70 y 80 parece repetirse hoy en día respecto a las políticas
neoliberales que se desarrollan e impulsan desde Europa (y no sólo) y
respecto a ese afán de crecimiento que ahora pone su horizonte en la
innovación, el desarrollo del turismo y la patrimonializaicón, la
diversificación y liberalización de nuevos mercados, el fomento de un
mercado verde, sostenible y glocal que permita abrir nuevos nichos de
crecimiento... El llamado tercer estadio del capitalismo se configura así
como una nueva fase evolutiva por la que necesariamente todos los pueblos
deben pasar y que las instituciones -desde los ámbitos regionales hasta
trans-nacionales- se encargan de promover, dirigir y subvencionar. Al mismo
tiempo, los estudios etnográficos y antropológicos dirigen su mirada
también sobre estos procesos participando muchas veces de su implementación
como hoja de ruta preestablecida ante las dificultades de subsistencia que
atraviesan estos pueblos.

Sin embargo, la realidad entraña siempre una mayor complejidad que aquella
que postulan las perspectivas evolucionistas o neo-evolucionistas del
"cambio social" con una mirada uni-direccional y totalizante sobre la
historia y las sociedades. Por eso combiene recordar y reivindicar esta
perspectiva anti-evolucionista, anti-desarrollista y anti-progresista de
tanta importancia para la propia disciplina antropológica, mediante la cual
podemos mantener una postura crítica -antagónica, contra-hegemónica-
respecto a esa mirada unidireccional que plantean las instituciones y que
se transforma en un dogma para las políticas públicas. De esta forma,
contribuimos además -como proponía el simposio- a la descolonización de las
relaciones académicas y políticas entre países y continentes, cuestionando
los discursos hegemónicos, etnocéntricos, tanto de la Antropología
imperialista norteamericana (por ejemplo en la Europa de los años 70 como
acabo de exponer) como de las Antropologías europeas en otros continentes
(especialmente en las antiguas y "neo" colonias) y en el suyo propio sobre
las poblaciones rurales "deprimidas". La crítica al evolucionismo y al
"necesario" desarrollo progresista reivindica la existencia de otras formas
de afrontar y adaptarse a los cambios económicos globales, otras
transformaciones posibles, el mantenimiento de prácticas y discursos
antagonistas; y reivindica también la complejidad de la realidad frente al
reduccionismo economicista.



3. Las limitaciones y contradicciones del concepto de sostenibilidad.



En el artículo ya citado (Montesinos 2013) mostré cómo las "grandes
transformaciones" económicas mencionadas han provocado tensiones y han
puesto en crisis las formas de vida ligadas al trabajo agro-pecuario en
Goizueta. También expuse de qué forma el pueblo estudiado en su conjunto y
algunas familias en particular se esfuerzan hoy por reinventarse, salir
adelante y encontrar alternativas a la crisis de las economías de
subsistencia, agravada por la crisis financiera actual.

Voy a detenerme ahora en hacer algunas reflexiones teóricas a partir de mi
experiencia investigadora respecto al estudio de realidades "rurales" o
"agrarias" en crisis, que son objeto de planificación y financiación en la
dirección ya mencionada (turismo, conservación del paisaje, producción
ecológica...). Concretamente, me referiré al caso estudiado para ilustrar
las tensiones entre los conceptos de sostenibilidad propuestos en el
simposio: entre "la sostenibilidad (reproducción) de los procesos de
crecimiento/acumulación y la sostenibilidad (reproducción) de los hogares y
personas implicadas en las economías agrarias". De alguna forma,
adelantando ya la idea central del texto, existe una tensión y una
contradicción explícita entre la "sostenibilidad"/reproducción del
capitalismo (del crecimiento, la acumulación) y la "supervivencia
sostenible" (Montesinos 2013) o reproducción social de pueblos y familias,
especialmente aquellos que se dedican a trabajos agro-pecuarios
artesanales. A partir de fragmentos de entrevistas respecto a las formas de
sustento en el lugar de estudio[4] explicaré cómo se materializan estas
contradicciones y cuáles son las problemáticas que quedan ocultas tras el
concepto de sostenibilidad.





3.1. "Un ganadero tendría que tener la posibilidad de sacarse la vida con
30 vacas, y ya está, y además sacarse la vida dignamente."



Juan es un ganadero jubilado que trabajó para la cámara agraria de Navarra
y ha sido concejal del ayuntamiento de su pueblo. Sus conocimientos sobre
la forma de vida del baserri se complementan con su experiencia de trabajo,
lo que le permite elaborar un discurso crítico sobre la difícil situación
que atraviesa actualmente la dedicación ganadera en esta zona. Su relato
sobre la profundidad de los cambios sociales mencionados en relación a los
modelos económicos globales va a mostrar las aristas del problema que hace
de la ganadería un oficio "insostenible" y los va a poner en relación
además con la dimensión ecológica que supuestamente subyace en los nuevos
modelos productivos. Voy a reproducir su relato en primera persona uniendo
distintos fragmentos de conversaciones con él:

"Los ganaderos cada vez tienen menos recursos. Hace 40 años una familia con
cinco vacas se sacaba la vida perfectamente, a los hijos se les daban
estudios y se sacaba la familia adelante. Hoy en día con cinco vacas no
tienes ni para cacahuetes, no tienes para nada. Y esto tiene que ver con
quién compra y quién vende, claro. La comercialización es cada vez más
competitiva, te traen carne de Argentina, de Uruguay, traen de Polonia... y
entonces si son países donde se produce con más facilidad que aquí y de
forma más barata, pues la carne de aquí difícilmente puede competir con esa
carne. Cada vez es más difícil la competencia y entonces la forma de
competir es bajar los precios de la venta, pero claro, si bajas los precios
vas restando rentabilidad, y ese es el tema... Ahora ha llegado la época
esta de crisis, ha aumentado el precio de los piensos y tal... Entonces
aquí en Navarra hay una auténtica crisis y en los últimos días se han dado
de baja varias explotaciones; 50 o 60 explotaciones se han cerrado en pocos
días.

Ahora dicen que hay que hacer explotaciones más grandes, para que sean
rentables, pero yo creo que eso es una especie de suicidio; hacer
explotaciones como por ejemplo una que hay en Albiza que tiene mil vacas.
Después el dueño suele estar siempre lamentándose de que no le dejan vivir:
que si están los de medio ambiente, que si los guardas, que si le meten
multas... Pero no se da cuenta de que él, a su vez, no deja vivir al resto
de las personas y a los animales; cada dos por tres está el río Larraun
totalmente contaminado, claro, lleno de purines todo alrededor de la
granja. ¡Es una salvajada! y esos purines acaban en el río Larraun, y
cualquier día vas y hay miles de truchas patas arriba, muertas ahí. El
hecho de concentrar tantos animales en un punto es una salvajada, una
salvajada que debería estar prohibida, pero de momento se autoriza y están
ahí. Claro, ese era el prototipo de explotación hasta hace pocos años, los
ITGs (Instituto Técnico y de Gestión Ganadera)[5] y toda esta gentuza pues
no hacían más que apoyar ese tipo de salvajadas ¡las grandes, había que
concentrar! Pero claro, las explotaciones pequeñas de 10 vacas no
contaminan nada, andan las vacas ahí en el monte, comen, hacen su estiércol
y ese estiércol es abono para el campo; son el sistema más sostenible. Pero
si metes esas 10 junto con 900 vacas más, pues aquello es mortal, lo que
producen es una bomba ecológicamente hablando. (...) La producción de carne
tiene la ventaja de que las vacas andan sueltas, aunque en invierno tienes
que reunirlas, recogerlas y eso tiene su impacto también, pero no se puede
comparar con lo de la leche. Las vacas de carne producen un estiércol
sólido, sin purines, que incluso lo puedes almacenar; con el tiempo se va
reduciendo y puedes emplearlo para abonar los montes, pastizales o lo que
quieras. Sin embargo, el purín no lo puedes almacenar, lo tienes que sacar.
La vaca está encima de una especie de filtro por donde los líquidos se van
filtrando a un depósito, y en ese depósito se van acumulando los purines
(todas las orinas y la mierda, los medicamentos que se usan con la vacas,
productos de limpieza...). Entonces aquello se convierte en un líquido
viscoso y cada 8 o 10 días tienes que sacarlo a donde sea, haga buen tiempo
o malo, y aquello produce estragos. Esa es la mayor preocupación de estos
ganaderos. Ahí, para mí, se ha llevado una política totalmente equivocada.
Es como pasa con el turismo, el turismo cuando se masifica es como una
plaga; agotan todas las existencias de agua, más encima llenan de mierda
todo, de basura... Pues lo mismo pasa con el ganado, si masificas el ganado
lo conviertes en una plaga, es lo más impactante y lo más antiecológico que
existe. La gente lo hace para poder sobrevivir; antes se podía con cinco
vacas, después fueron diez, después con diez tampoco se llegaba... Bueno,
pues entonces 30, 40, 50 y hasta mil. Y claro, mil vacas aquí es una
salvajada."

Como expone Juan -quien compara la sin razón de la ganadería extensiva con
la masificación del turismo-, frente al modelo industrial de grandes
explotaciones, las pequeñas explotaciones aparecen como una garantía de
mantenimiento de un cierto equilibrio con el ecosistema, como una práctica
más ecológica y sostenible; aunque insostenible económicamente para el
ganadero. Además del ciclo ecológico de la ganadería que integra el uso del
helecho y la hierba con el aprovechamiento de los excrementos animales para
el abono de los propios campos; para muchos ganaderos, que el ganado paste
en los montes es una garantía para que éstos permanezcan limpios y
protegidos contra los incendios, una cuestión que ha ido adquiriendo cada
vez más importancia ante el abandono de las zonas rurales:

"El ganado sirve para conservar el monte, mantiene el equilibrio. Si los
montes los dejas sin ganado, automáticamente aquello se vuelve gasolina
¿entiendes? Se llena todo de matas y todo lo que se produce es combustible,
y no hace falta más que una cerilla para que arda media Navarra. Sin
embargo, con esos animales en el monte se mantiene el equilibrio, se
mantiene la naturaleza. Porque algunas veces los ecologistas dicen que hay
que conservar las matas y que hay que hacer mayor defensa contra la caza,
por los animales silvestres y tal, pero si viene un incendio se lleva todo,
los animales y toda la naturaleza, todo."

De hecho, muchos vecinos conservan sólo unos pocos animales que utilizan
simplemente para mantener limpios los prados, conservando un paisaje que
estiman y que consideran fruto del trabajo prolongado durante generaciones.
José Ramón, otro vecino del pueblo, me hablaba también sobre la labor de
limpieza y conservación del monte que hacían sus betizuak (vacas autóctonas
pirenaicas en peligro de extinción):

"Yo creo que se tiene que reconocer lo que hacemos, proteger un animal que
además ayuda a mantener el monte, porque estas vacas andan por las zonas
más empinadas e inaccesibles y lo limpian todo mejor que cualquier máquina
e impiden que el monte se llene de maleza que luego es propensa a los
incendios."

En algunas zonas del Estado español ha empezado a reconocerse esta labor y
se compensa a los pastores por pastar en cortafuegos o zonas de riesgo de
incendios, lo que alivia un poco la economía de quienes se dedican a estos
oficios. Sin embargo, se trata sólo de políticas puntuales.



En resumen, hemos visto como Juan relaciona de manera sencilla los cambios
económicos globales con las dificultades que atraviesan las pequeñas
explotaciones ganaderas, y como además, él considera un grave error que
esas dificultades se afronten ampliando la cabaña ganadera a costa de
contaminar el medio ambiente. Las contradicciones que aparecen entre
sostenibilidad ecológica y crecimiento económico son flagrantes. En primer
lugar, las políticas de crecimiento que menciona Juan son impulsadas por
organismos públicos o semi-públicos que dicen basarse en la idea de
sostenibilidad (cf. nota 5). En segundo lugar, el problema que plantea Juan
es que una explotación sostenible ecológicamente, con 30, 40 o 50 vacas, no
permite subsistir al ganadero en una economía global competitiva; en
cambio, la explotación de 1000 vacas, insostenible ecológicamente y
condenada socialmente, sí permite a su propietario sacar los recursos
necesarios para vivir. Así, el análisis de este caso pone en evidencia como
el concepto de sostenibilidad opera enmascarando la realidad; instalando
una retórica hegemónica y falaz según la cual se está priorizando el
cuidado del medioambiente mientras se está haciendo justamente lo
contrario. De esta forma, la sostenibilidad aparece como un concepto vacío
de contenido real que permite relanzar criterios de explotación
indiscriminada de los recursos.

La propuesta de Juan para evitar estas contradicciones nos da la clave del
problema de fondo, que es en definitiva un problema político:

"Aquí antes había unas 80 explotaciones para leche, explotaciones medianas,
y ahora solamente quedan tres, que son pequeñas, de unas 50 vacas o así. Yo
creo que incluso 50 vacas son demasiadas vacas; un ganadero tendría que
tener la posibilidad de sacarse la vida con 30 vacas, y ya está, y además
sacarse la vida dignamente. Pero para eso hace falta, pues qué sé yo,
llevar una política de precios, de ayudas y de lo que haga falta; pero que
con 30 vacas, para carne o para leche, pudiera sacarse la vida dignamente;
esa sería la política adecuada."

La forma de superar esas contradicciones parte de un posicionamiento
político cuya prioridad sea garantizar unas condiciones de vida digna a las
personas dedicadas a la ganadería y evitar así la creación de estas grandes
explotaciones totalmente anti-ecológicas. Para Juan, esto significaría
seguir una política de regulación de precios, o unas medidas protectoras o
proteccionistas del trabajo ganadero y la producción local, es decir,
medidas que van en contra del paradigma capitalista neoliberal de libre
mercado. Según Juan, con mejores ayudas y una protección frente a la
competencia extranjera se permitiría una vida digna a los pastores con un
número razonable de vacas.

Las contradicciones que plantea este caso son sencillas pero capitales y
han sido constantemente apuntadas por los movimientos ecologistas,
campesinos y anti-capitalistas, poniendo en evidencia que la idea o el
concepto de sostenibilidad, aunque definido y ampliamente debatido a nivel
teórico, aparece difuso, ambigüo, en su materialización o aplicación
práctica[6] (Alli 2002, 2006; Naredo 2011).

Además, sigue siendo objeto de discusión cuál de sus facetas
-sostenibilidad social, económica y ecológica- es prioritaria, y al
desvelarse una vez más la primacía del crecimiento económico sobre
cualquier factor social o ecológico el concepto de sostenibilidad aparece
como un concepto clave en la articulación de nuevas políticas hegemónicas
sobre los espacios agrarios, sirviendo de vector para las políticas
públicas -especialmente tecnocráticas y subvencionadas-, sin que forme
parte de un programa económico con miras al sostenimiento de la población y
sus ecosistemas. El lenguaje de la sostenibilidad que impregna los
proyectos de desarrollo local suele ser un velo que oculta otras
problemáticas, generalmente políticas, que tienen que ver con la toma de
decisiones, la participación y el choque de intereses, generando un
lenguaje supuestamente común que viene a imponer un cierto consenso. Es por
esto que abundan las críticas al concepto y a las falacias que encubre y
genera, pues ha servido precisamente para desarticular las luchas y
reivindicaciones del ecologismo, el movimiento por el decrecimiento o el
anti-desarrolismo.

Como he planteado al principio, la descripción de estas contradicciones y
de las relaciones de poder en los ámbitos locales, regionales, estatales,
europeos y globales puede ser parte de una perspectiva contra-hegemónica
que más que asumir el consenso en torno a la sostenibilidad persiga la
deconstrucción de este concepto para instalar discursos y prácticas
antagónicas a la imposición fáctica de un concepto de sostenibilidad dentro
de la lógica neoliberal.



3.2. "El impacto de entrar en Europa ha supuesto todo un cambio en la
manera de vivir, en la subsistencia económica: de vender tus productos aquí
o allá, a sobrevivir porque tienes una subvención."



La segunda contradicción o cuestión importante a destacar respecto al
concepto de sostenibilidad y su uso o aplicación en los planes de
desarrollo para las zonas rurales tiene que ver con su vinculación y
dependencia hacia las subvenciones. En el caso que estamos viendo, a partir
del ingreso del Estado español en la Comunidad Económica Europea (1986),
éste participa en la Política Agraria Común (PAC) y en el Espacio Rural
Europeo. A partir de este momento, los vecinos de Goizueta y de infinidad
de pueblos, empezaron a tener acceso a subvenciones para la dedicación
ganadera (y también para trabajos forestales y de conservación de especies
en peligro de extinción[7]).

Las subvenciones de la PAC al mundo rural han suscitado todo tipo de
debates y críticas, pues: acaparan el 40% del presupuesto europeo en
beneficio principalmente de grandes explotaciones, impiden el desarrollo de
los países más pobres, generan pocos beneficios y no evitan el aumento de
precio de los productos de consumo (Naredo 2011). Quienes defienden estas
políticas argumentan que contribuyen a mantener las economías rurales y que
se conceden principalmente a zonas deprimidas económicamente, en el caso de
Goizueta "zonas desfavorecidas de montaña", para que diversifiquen su
actividad económica[8].

Aunque estas ayudas han contribuido indudablemente al mantenimiento de
algunas explotaciones ganaderas en los baserriak, éstas últimas se han
vuelto absolutamente dependientes de estos ingresos anuales y, de todas
formas, esto no ha puesto freno al abandono progresivo de las explotaciones
familiares o la emigración[9] y la gran mayoría de la población trabaja en
la industria, en la construcción o en el tercer sector, dedicándose sólo
por afición a la ganadería. Los precios de los piensos, de la hierba para
el ganado, la poca salida comercial de los productos del baserri y la
competencia con otros países, hacen poco rentable la explotación artesanal,
incluso recibiendo subvenciones, pues las ayudas están orientadas a
mantener la rentabilidad de grandes explotaciones y no tanto a ayudar al
pequeño agricultor o ganadero. En este sentido, aparece otra contradicción
o limitación en relación a la sostenibilidad de estas explotaciones: su
sostenibilidad depende de la inyección de capital externo, su crecimiento
depende también de las subvenciones.

Así, hay quienes han construido o adaptado sus explotaciones ganaderas
gracias a estas subvenciones y sobreviven a través de economías mixtas,
contando con apoyo familiar, con el aprovechamiento de los bienes
comunales, del patrimonio heredado, o de la combinación con pensiones del
estado (especialmente jubilados). No obstante, la mayoría de vecinos de
Goizueta afronta su economía cotidiana con el dinero de las subvenciones y
no lo han invertido en un proyecto económico a largo plazo que pueda
asegurarles un sustento al margen de las ayudas. Las subvenciones se
acogen como un medio de subsistencia manteniendo la forma de vida
tradicional y en muy pocas ocasiones se toman como un capital para invertir
en una explotación que sea rentable en el futuro sin necesidad de
subvenciones[10]. Veamos nuevamente a través del relato de Juan las
contradicciones que plantean las políticas europeas (de crecimiento
diversificado y sostenible) y el papel de las subvenciones en el
capitalismo tardío.

Como trabajador de la Cámara Agraria, Juan se encargó durante algunos años
de asesorar y tramitar la PAC en su zona. Con el tiempo, las entidades
bancarias asumieron esta labor interesadas en manejar el dinero de las
subvenciones:

"En esto de la PAC ahora me limito a resolver las dudas que tiene la gente,
pero ya no hago la tramitación, porque hace unos tres o cuatro años nos
dijeron los propios jefes de Pamplona que las entidades financieras andaban
detrás de las subvenciones. Ya sabes, aquí la pasta es la que manda; los
bancos donde haya pasta van allí directos. Entonces claro, el banco que
hacía el trámite se quedaba con el depósito de esas subvenciones. Y aunque
había quienes gastaban en seguida, había otros que no gastaban en todo el
año, y aquel dinero lo guardaba el banco para sus inversiones y para sus
historias. En la mayoría de los casos [no para los pequeños ganaderos de
Goizueta] el ganadero tiene su financiación y su plan económico enfocado de
manera independiente a lo que percibe de ayudas oficiales, entonces esa
ayuda oficial una vez que ingresa en la cuenta de cada uno la mayoría de
las veces se queda allí. Entonces ¿qué pasa? que es un dinero barato para
la entidad financiera, un dinero por el que tiene que pagar muy poco o no
paga nada; en una cuenta corriente ¿qué te pagan de intereses?
prácticamente cero. Entonces las entidades financieras se ofrecieron para
hacer ese trámite y pasaron a ser entidades colaboradoras con el Gobierno
de Navarra."

Como bien apunta Juan, las entidades bancarias van siguiendo intereses
financieros y en el caso de las ayudas PAC las cantidades que se mueven son
desorbitadas, pues debemos tener en cuenta no sólo a los pequeños ganaderos
de Goizueta, sino a las grandes explotaciones agrícolas y ganaderas de todo
el territorio del Estado y a los grandes capitales que se invierten en toda
Europa. Este traspaso de responsabilidades en la tramitación de las ayudas
tiene la ventaja para Juan de que los bancos le ahorran trabajo y
responsabilidad, liberándolo de problemas o posibles reclamaciones , pero
ha supuesto también que personas mayores o que viven aisladas en el monte
pierdan las ayudas porque nadie acude a asesorarles como solía hacer Juan,
que conoce bien la realidad de su zona y de su gente.

Un joven ganadero de Goizueta también veía inconvenientes en el trato con
los bancos, pero se veía obligado a tramitar las ayudas con ellos :

"La PAC la pedimos en el banco, que por supuesto se queda una comisión,
esos siempre tienen que sacar algo, igual cuatro euros o así. El sindicato
EHNE[11] empezó a hacer los trámites también, cobrando, pero bueno, al
menos el dinero iba para el sindicato y no para los bancos, que te cobran y
sacan la pela por todo. Pero había que ir a Pamplona para que te lo
hicieran y al final lo acabo haciendo en la Caja de Navarra de aquí del
pueblo."

Por otra parte, las consecuencias económicas de la Política Agraria
Comunitaria han sido desastrosas para las pequeñas explotaciones, que no
han podido soportar el alza de los precio y se han vuelto totalmente
dependientes de las subvenciones. Actualmente la dependencia de la
ganadería de Goizueta de las subvenciones europeas es total, aunque algunos
vecinos traten de liberarse de esta dependencia buscando alternativas de
comercialización para sus productos animales o se integren en redes de
distribución alternativa. Juan me explicaba con claridad cómo había sido
este cambio:

"La entrada en Europa supuso un cambio muy importante y yo creo que fue un
poco traumático, porque claro, los precios de venta prácticamente no han
subido nada desde entonces y sin embargo han subido los costes de los
piensos, los seguros, los vehículos, la maquinaria, todo ha subido incluso
por encima del IPC y en contra de lo que se mantuvo entonces. Porque
entonces se dijo que los precios de lo que se producía se iban a reducir o
se iban a quedar estancados, pero que se iban a reducir también los precios
de los piensos y los costes de las explotaciones, y eso no ha sido así, los
piensos han subido de forma exagerada en los últimos años. En aquel
momento, cuando se entró en Europa y se anunciaron las medidas hubo algunas
protestas; los sindicatos y otros colectivos protestaron algo, pero había
unas expectativas muy buenas, muy positivas, y a raíz de aquellas
expectativas la gente se paró bastante y se aceptaron las medidas. Al
principio hubo rechazo [en relación al control del ganado] y luego poco a
poco la gente fue adaptándose y ahora hay una dependencia absoluta, cada
vez mayor, a esas ayudas.

El impacto de entrar en Europa ha supuesto todo un cambio en la manera de
vivir, en la subsistencia económica: de vender tus productos aquí o allá,
de vender la leche, etc., a sobrevivir porque tienes una subvención. Ahora
quedas un poco sometido a lo que vayan a dar oficialmente y si te cortan
ese grifo pues te quedas cielo arriba y suelo abajo. A mi un ganadero de
Ozcoz me estaba sacando el otro día una factura de hace veinte años de unos
gorrines [cerdos], a 5.000 pesetas ¡5.000 pesetas de hace veinte años,
fíjate lo que serían ahora! Pues bueno, veinte años más tarde cuando el
pienso lo están pagando a cuatro veces más, esos gorrines están sin poder
alcanzar ese precio. Y lo que ha pasado con los gorrines ha pasado con el
resto del ganado también; ha cambiado totalmente y ha sido un cambio
traumático, traumático, pero bueno, las cosas están así..."

De esta forma, Juan me contaba los grandes cambios que había supuesto la
entrada en Europa y como la dependencia hacia las subvenciones de la PAC
provocaba una sensación permanente de incertidumbre ante las futuras
reformas de la política comunitaria:

"Ha habido diversos tratados posteriores a la aprobación de la PAC; ha
habido cambios y reformas constantes. Hubo una hace tres o cuatro años y va
a haber otra en el 2013. En los últimos años han entrado doce países nuevos
a la Unión Europea, hemos pasado de quince a veintisiete, y esos países la
mayoría son más pobres que España; entonces claro, ¿las ayudas para quién
tienen que ser? pues para los más necesitados; teóricamente hay que ayudar
a quien lo necesite, ¿no?. Entonces, es lógico que mayor proporción de
ayudas vaya a esos países antes que a España. Pero claro, los ganaderos de
aquí sin subvenciones no sobrevivirían. Todo ese ganado ovino que hay en
los montes de Goizueta y de Leitza se reduciría a la mitad o a menos de la
mitad automáticamente. En 2013, con la nueva reforma, se dice que quitarán
las ayudas, se viene diciendo desde hace mucho tiempo, pero yo creo que
algo darán o que crearán otras ayudas. La gente tiende a ser pesimista ¡y
con razón además! a la vista de lo que se ha ido viendo; pero yo estoy
seguro de que no van a quitar. Sí que va a haber modificaciones y éstas no
van a ir precisamente para subir las ayudas sino al revés. Pero lo que sí
van a dar son ayudas para diversificar la actividad; por ejemplo, para que
en lugar de dedicarte únicamente a vacas de carne, pues te dediques también
a otras especies. O para que en lugar de dedicarte solamente a la
producción, pues te dediques también a la comercialización."

Como vemos, a partir de la consolidación de las ayudas PAC y las
subvenciones comunitarias la ganadería Navarra se ha vuelto dependiente de
ellas (cf. Porcal Gonzalo 2002), siendo en algunos casos el único motivo
por el que se sustentan las explotaciones. Muchos ganaderos y ganaderas de
la zona afirman que si no recibieran subvenciones no podrían mantener el
ganado y tendrían que venderlo y dejar ese oficio. Otros, yendo algo más
lejos, me decían que si tenían ganado era sólo y exclusivamente por las
subvenciones.



4. Para concluir



Hemos constatado las contradicciones y las limitaciones que plantea el
concepto de sostenibilidad para el análisis de las realidades rurales, así
como la importancia del ámbito de lo político -y de las relaciones de
antagonismo que de él se desprenden- en la definición del orden social y de
su reconfiguración en un momento de transición económica (cf. Godelier
1987). Las alternativas económicas que proponen las políticas
postindustriales (promoción del turismo, producción ecológica, conservación
del paisaje...) son todavía muy incipientes en el lugar de estudio (a pesar
de llevar varias décadas en los programas y políticas europeas) y no
consiguen de momento ser una opción real para el sustento de poblaciones
como Goizueta, alejadas de los centros económicos e industriales. Además,
estas medidas son insuficientes incluso estando subvencionadas por
organismos europeos y políticas de revitalización y diversificación
económica.

Por otra parte, el paradigma de la sostenibilidad depende también de esta
"nueva" economía que no arranca, que parece que siempre recién empieza y
que necesita de las subvenciones para mantenerse. Pero además, el uso del
concepto de sostenibilidad no implica que haya una apuesta clara y decidida
por sustituir la producción basada en el crecimiento ilimitado por otras
formas de producción más sostenibles; se utiliza el concepto de forma
estéril sin atacar las bases del verdadero problema económico y ecológico:
la búsqueda de crecimiento a costa de intolerables cuotas de desigualdad
social y de la destrucción de los ecosistemas.

Es por esto que he querido destacar también la persistencia de una visión
evolucionista y progresista que dirige estos planteamientos y que mantiene
su hegemonía a pesar del contrasentido que representa respecto a la
realidad social y ecológica. Los discursos de la sostenibilidad y el
patrimonio, del cuidado del medio ambiente y del fomento de la cultura
autóctona y el turismo, plantean así una contradicción tan flagrante como
la que expresa Naredo (2011): "...los intervencionismos marcadamente
autoritarios se tildan de "(neo)liberales", acciones militares
tremendamente destructivas se dicen "humanitarias" o productos y prácticas
agrarias, industriales o constructivas (…) se califican de "naturales" y
"ecológicas"" (2011:369). De esta forma, a pesar de la preeminencia del
concepto de sostenibilidad y de las retóricas de protección del medio
ambiente en las prácticas discursivas de las instituciones públicas y de
los órganos de gobierno, el paradigma ecológico sigue topando con los
límites de una economía de mercado que fija sus objetivos en términos de
beneficio económico y rentabilidad.

Bajo el paradigma de "la innovación", obligados a competir y a ser
emprendedores, pocos vecinos de Goizueta piensan en recuperar las
economías tradicionales -no como reclamo turístico, sino como alternativa
de subsistencia- y más bien se abocan a buscar esa rentabilidad prometida
pero difusa que promueven los planes y proyectos de la tecnocracia pública
o semi-pública, que de momento generan beneficios solamente a sus gestores.
Como cada vez es más difícil encontrar un sustento en el pueblo y
reinventarse en el mercado global, pueblos y familias se acogen de forma
generalizada a las políticas hegemónicas, que hasta el momento no ofrecen
demasiadas alternativas: salir adelante mediante formas de producción
diversificada, servicios al turismo, gestión de espacios protegidos o
producción de energías renovables.

Ante este panorama, sin embargo, la etnografía realizada y la perspectiva
de las relaciones de propiedad desvelan un panorama de complejidades e
indefiniciones en el que el conflicto, la pugna y la negociación entre los
distintos actores y sus intereses en relación al uso de los recursos
comunes va configurando un espacio de lo político plagado de antagonismos.
Aunque es cierto que las líneas de actuación del ayuntamiento y de algunos
vecinos van en general más acordes con las directrices europeas y la
inyección de capitales externos que con iniciativas locales que recogan
elementos de las prácticas agro-pecuarias consuetudinarias, debemos
resaltar que también existen otras prácticas y planteamientos que mantienen
una relación de oposición y tensión respecto a éstas. Adoptar una
perspectiva contra-hegemónica nos obliga a describir ese campo de fuerzas
complejo y poner atención en las pequeñas alternativas, en las iniciativas
que se salen de la norma, en las resistencias, las contradicciones e
incluso en los ilegalismos y los actos de boicot hacia estos modelos
hegemónicos y quienes los impulsan, pues ponen en evidencia la necesidad de
un espacio de crítica, cuestionamiento y debate sobre esta deriva económica
neoliberal. Así, una perspectiva contra-hegemónica persigue, en primer
término, abrir el debate político y exponer la "guerra de posiciones" en la
cual se enfrentan distintos actores; en segundo lugar, reivindicar la
apertura de ese espacio de lo político como el verdadero espacio de lo
común.



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[1] IRALIKU'K: La Confrontación de los comunales. Etnografía e historia
de las relaciones de propiedad en Goizueta se puede consultar en
http://www.tdx.cat/handle/10803/132603 o
http://diposit.ub.edu/dspace/handle/2445/53187.

[2] Aunque esta es una cuestión a debatir, pues sigue habiendo dentro y
fuera de las ciencias sociales movimientos, propuestas y prácticas
antagonistas o contra-hegemónicas que trabajan por la construcción de
nuevos planteamientos hegemónicos desde la agroecología, el socialismo, el
comunitarismo o la defensa de la soberanía alimentaria. En el lugar de
estudio, desde hace unos años, se ha abierto el debate y la experimentación
con formas de organización comunitarias que se inspiran en instituciones
tradicionales de gestión comunal como el batzarre (junta o asamblea
vecinal) o el auzolan (trabajo vecinal o comunitario). (cf. Santos y Madina
2012; Nabarralde 2010; Mitxeltorena 2011; Sastre, p. 2013)

[3] Desde principios de la década de los 70 asistimos a un proceso de
transformación radical en los modos de producción capitalista que está
imbricado con las transformaciones de la organización del trabajo (pasaje
del fordismo al posfordismo). Este tercer estadio del capitalismo también
llamado turbocapitalismo está vinculado con la irrupción de las nuevas
tecnologías, la informatización del conocimiento y los procesos
productivos, la mercantilización del saber, la acumulación flexible, la
cualificación del trabajo cognitivo y la subsunción real de todos los
aspectos de la vida en los procesos de valorización y circulación del
capital. Este proceso de transformación estructural del capitalismo condujo
a las crisis económicas y políticas de los años 80 que marcaron el inicio
de una nueva etapa económica de carácter transnacional que ha transformado
el rol soberano de los Estados-nación en su relación con los ciclos
productivos; una etapa en la que tienden a integrarse todas las regiones y
que se puso en escena globalmente con la caída del comunismo, la extensión
de los tratados de libre comercio y la creación de organismos económico-
políticos internacionales y transnacionales. (cf. Fernández de Larrinoa
2007; Martínez Montoya 1996; Godelier 1987; Hart y Hann 2009, 2011;
Comaroff y Comaroff 2011).

[4] Aunque la mayoría de vecinos de Goizueta trabajan fuera del pueblo
(y se desplazan cada día en coche a sus puestos de trabajo), o bien
trabajan dando cobertura a los servicios básicos del pueblo y en pequeñas
empresas locales, vamos a centrar la mirada en el ámbito ganadero -que
sigue teniendo importancia aunque vaya disminuyendo- porque es donde se
observan más claramente las contradicciones mencionadas.
[5] A partir del 1 de octubre de 2011 las empresas públicas S.A.U.
Instituto Técnico y de Gestión Ganadera, Instituto Técnico y de Gestión
Agrícola, Riegos del Canal de Navarra, Riegos de Navarra y el Instituto de
Calidad Agroalimentaria han procedido a fusionarse quedando integradas en
una sola, con la denominación Instituto Navarro de Tecnologías e
Infraestructuras Agroalimentarias, S.A.

[6] Se ha teorizado por ejemplo la diferencia entre una "sostenibilidad
débil" y otra "fuerte", distinción elaborada por Norton, B. G. (1992)
"Sustainability, Human Welfare and Ecosystem Health", en Ecological
Economics, vol. 14, nº 2, pp. 113-127; y que recojo de Alli (2006) y Naredo
(2011). La "sostenibilidad débil" es la que formula la racionalidad de la
economía estándar, la que promueven las instituciones bajo hegemonía
neoliberal y permite rentabilizar capitales. La "sostenibilidad fuerte" es
aquella formulada desde la racionalidad de la economía de la física, la
termodinámica, la economía de la naturaleza y la ecología, que se preocupa
por la salud de los ecosistemas en los que se inserta la vida y la economía
humana sin ignorar la incidencia de los razonamientos monetarios sobre el
mundo físico.
[7] La conservación y cría de animales en peligro de extinción es una
labor poco reconocida más allá de las subvenciones económicas de la PAC.
Aunque las betizu (vaca pirenaica) o las sasi-ardi (oveja de zarzal)
reciben mayores ayudas que otras especies que no están en peligro, la cría
de estos animales acarrea dificultades y exige controles genéticos
estrictos que la hacen farragosa. Además, la comercialización de su carne
es mucho más difícil, lo que convierte a los ganaderos en cuidadores de
animales cuya vida no tiene un objetivo muy claro más allá del cobro de las
ayudas. La venta de la carne de especies en peligro de extinción puede
resultar algo contradictorio con el fin de su conservación (como ocurre con
la cría y conservación del ganado de lidia destinado a las corridas de
toros) pero el planteamiento alternativo sería la creación de reservas de
ganado autóctono o en peligro de extinción con mayores recursos económicos,
o quizá, abiertas a un público interesado dentro de los circuitos
turísticos. Respecto a las plantaciones de arbolado donde también mandan
las subvenciones europeas, el equilibrio entre la productividad y la
conservación del paisaje adopta también distintas variables y enfrenta
concepciones diferentes sobre la biodiversidad, las necesidades locales y
la protección del ecosistema que no podemos exponer aquí (cf. Frigolé
2012).

[8] "La Unión Europea, organización trasnacional que ha aprobado unas
líneas de intervención social, económica y cultural en los espacios
agrícolas de los países asociados. Entre sus objetivos está paliar la
marginación económica y política de las zonas agrícolas y ganaderas de
montaña, hacer frente al declive demográfico y la degradación
medioambiental, además de evitar la homogeneización cultural que impulsan
los modelos urbanos. Así, la Unión Europea promueve medidas y subvenciones
encaminadas a que las actividades económicas rurales se diversifiquen."
(Fernández de Larrinoa 2007:85-86)
[9] Evolución de la población de Goizueta en número de habitantes:
1897 1900 1910 1920 1930 1940 1950 1960 1970 1981 1991 2001
2010 2013

1037 1104 1281 1400 1407 1362 1312 1416 1423 1186 1034 886 778
763

[10] Cuestión que ha dado pie a un discurso según el cual la mala gestión
del dinero recibido (pues debía ser invertido y no consumido) justifica el
endeudamiento de los países que han sido beneficiarios de la PAC.
[11] Euskal Herriko Nekazarien Elkartasuna – Asociación de
campesinos/agricultores de Euskal Herria.
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