Reflexiones en torno a La Eneida

July 15, 2017 | Autor: Y. Garcia Fernandez | Categoría: Homero, Publio Virgilio, La Eneida, Fundacion de Roma, Eneas, Emperador Augusto, La Odisea, Emperador Augusto, La Odisea
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Descripción

Deteneos, escritores romanos, deteneos griegos; está naciendo algo mayor que La Ilíada. (Propercio 2, 34, 65-6)

La Eneida La Eneida es una epopeya escrita por Publio Virgilio Marón más conocido como Virgilio, en el siglo I a.C. De este autor no se conservan demasiados datos y los que se conocen son de fuentes tardías. La más importante, la Vida de Virgilio escrita en el siglo IV d.C. por Elio Donato. El gramático Servio (siglo IV o V d.C) también introdujo antes de su comentario sobre la Eneida una brevísima biografía del poeta. El texto de Suetonio-Donato refiere al final que Virgilio, antes de emprender su marcha a Grecia y Asia el año 19 a.C., había manifestado su intención de dedicar los tres años siguientes a la corrección de la Eneida. (Suetonio-Donato, 35). Propósito que no pudo cumplir ya que fallecería ese mismo año al volver de su viaje con cincuenta y un años vividos. La Eneida fue concebida como una épica nacional para los romanos. El poeta Horacio no obstante no dejaría de criticar la épica como estilo literario pese a su amistad con Virgilio. Amistad que nacería probablemente en torno al año 41 a.C. Sin embargo para Virgilio la épica era la forma más elevada de la literatura. Puede decirse que Virgilio dedicó toda su vida a esta obra. Siempre estuvo en su mente. Ya en la Georgias dedica unas líneas a sus proyectos futuros (Libro 3, Georgias). Una obra nacional para ensalzar la Roma de Augusto. (Perret, J. 1965, pág. 132). La obra rodeada de leyenda posibilitaba una adaptación mayor a su ideal poético. Tiberio Claudio Donato dice: Su tarea era retratar a Eneas como un primer antepasado valioso de Augusto en cuyo honor estaba escrito el poema. (Proe, Aen., 1) Roma inmersa en guerras civiles había estado a punto de dar al traste con siglos de gloria. Al final de la primera Geórgica (Geór., 1, 498-514) encontramos un profundo sentimiento de culpa del pueblo romano. Augusto establece un periodo de paz y esperanza que es reconocido tanto por Virgilio como por sus conciudadanos, aliviados de que la desolación y la locura termine. Basada en esa esperanza del pueblo, Augusto acometería sus reformas políticas y sociales. El poema fue escrito para celebrar la paz en el Imperio y con él, la vuelta a la mos maiorum; pero más allá de la alabanza al emperador y su obra, al poema se le considera una apología del espíritu de Roma a través de las aventuras del héroe legendario Eneas, cuyos descendientes habrían fundado la ciudad. Virgilio mezcló en su poema la leyenda con la realidad.

La intención de Virgilio fue aunar los ideales y logros romanos, como si toda su existencia hubiese estado destinada a la creación de esta obra para la gloria romana, revistiendo así a la ciudad del origen divino que Grecia poseía. Toda su creación anterior fuera un caminar en círculos para ir madurando en su interior la epopeya que, a pesar suyo, no fue quemada (Suetonio-Donato 39-40.) y se convirtió en uno de los grandes poemas épicos de la literatura universal. La doble escala en el tiempo utilizada por el poeta le permitió conectar la leyenda con su mundo actual. Dos personajes pueden en un mismo verso, vivir en siglos completamente diferentes, unidos por alguna suerte de similitud más allá del tiempo cronológico. Las semejanzas entre los protagonistas, Augusto y Eneas sugieren un nexo entre los días de Troya y su presente romano. Concretado en el momento que Eneas deja atrás su heroicidad griega para dar paso a la responsabilidad y al concepto del deber romano. Las alegorías presentes en el poema son sutiles pero eficaces. Citando otros personajes se ejemplifica el actuar de Augusto al emularlos. Hércules como ejemplo de resistencia. Los acontecimientos pasados son utilizados para dar realce y prestancia a la figura del emperador. Homero también es un referente definitivo en la Eneida. Los romanos sentían admiración profunda por el rapsoda. La comparación era inevitable. Deteneos, escritores romanos, deteneos griegos; está naciendo algo mayor que La Ilíada. (Propercio 2, 34, 65-6)

Virgilio toma de los poemas homéricos aspectos de su

estructura. Los poemas homéricos por supuesto fueron fuente de inspiración. La Eneida se puede dividir en dos piezas sin que esta supuesta división se manifieste en el conjunto de la obra que tiene una unidad argumentativa. No obstante puede apreciarse una analogía en los seis primeros libros como una narración de los viajes que relatan el viaje de Eneas, al más puro estilo de La Odisea, mientras que en los otros seis libros se percibe con nitidez una narración de la guerra con la victoria final de Eneas sobre los latinos, similar a La Ilíada. Aunque la estructura y la expresión recuerdan la poesía homérica, difiere de Homero en temas como el destino y la responsabilidad de cumplir el designio de los dioses, presentes en toda La Eneida; así como en el modo que tienen de enfrentarse los protagonistas de ambas obras a sus enemigos. Virgilio destaca la responsabilidad del guerrero romano imbuido de la paz del imperio. Voltaire escribirá que, si Virgilio es obra de Homero, éste fue de todas sus obras la que le salió mejor. (Prólogo a la Eneida escrito por Jorge Luis Borges)

Puede apreciarse en el poema una clara analogía entre Eneas y Turno con Héctor y Aquiles. Pudiera decirse que La Eneida es continuación de La Ilíada. No hay que olvidar que Eneas es un guerrero importante en La Ilíada. Sin embargo un detalle significativo les separa irremediablemente. Mientras que los héroes homéricos buscan restablecer su vida como antes de la guerra. Eneas mira hacia el futuro. Virgilio también es deudor de la tragedia griega. Otra posible analogía sería la relación que Eneas mantiene con Dido. Como la Medea de Eurípides, Dido utilizará la magia y su destrucción final se constatará al más puro estilo trágico. Una Dido despechada y cruenta de su humillación. Como un hábil analista de conductas, Virgilio describirá en su obra las pasiones humanas. Sus grandezas y miserias. Eneas el héroe piadoso, el sacrificado por el bien común también muestra su lado oscuro. El mayor pecado capital, la ira. Ira que le transforma en un Mr. Hide cuando mata a Turno. ¿Podría legítimizarse su venganza? Vengar a Palante, como Aquiles vengó a Patroclo. Terrible pero humano. Sin un rasgo de locura o desesperación el héroe seria menos creíble. Es precisamente sucumbir ante el dolor y la desesperación lo que en parte engrandece su alma humana. Las referencias a la leyenda de la fundación de Roma se remontan no obstante desde el viejo Eneas hasta el siglo I a.C. Hasta entonces solo existió una única historia de Roma. En esta época aparecen tendencias a reelaborar leyendas pertinentes en relación con el peso que Roma estaba adquiriendo como potencia y se construyen como soporte ideológico acorde al esplendor y prestigio de una ciudad que terminaría gobernando el mundo. Las fuentes utilizadas van desde la tradición literaria, a las fuentes oficiales pasando por la tradición oral. Los momentos, hechos y personas más distintas han participado y contribuido a instaurar, conservar y fortalecer a Roma. Se barajan distintas tradiciones cambiantes según el contexto histórico. Así podemos encontrarnos a Odiseo como referente latino citado por Hesiodo en la teogonía y a Eneas que como héroe, llegaría al Lacio con posterioridad guiando a las mujeres troyanas, hacia una nueva patria al final de la guerra. (La Eneida, I, 1-7.) En ese viaje Eneas vislumbrará que los dioses o el destino le han elegido para encontrar esa nueva tierra e instalar en ella a los dioses troyanos y fundar junto a Lavinia, un linaje del cual, con el transcurrir de los siglos, descenderán los romanos.

Otras tradiciones apuntan que Eneas fue hecho prisionero por el hijo de Ulises (Poema épico de Lesques s. VII a.C.). Otra de las leyendas atribuiría a una troyana, Romae, la llegada a Roma al quemar las naves, cansadas las mujeres ya de tan larga travesía, y de ahí el nombre de la ciudad. Pero el origen definitivo de la leyenda respetando el origen troyano aunque fortaleciendo al hijo de Eneas y Lavinia, Silvio, se le atribuye a Catón, (Orígenes, s. II a.C. Catón). Catón inventa una dinastía, denominada Silvia, que cubra los 400 años en off desde que termina la guerra de Troya, 1184 a.C. hasta la fundación de Roma, en el año 751. Genealogías acrobáticas para conseguir la cuadratura del círculo, aunque es encomiable la intención del poeta al querer dotar a Roma del pasado y el aura griega. Sin embargo la gloria será para Virgilio. Él bebió de todas las fuentes antiguas para lograr su propósito. El contenido propagandístico de la leyenda. Roma se presentaría a ojos de occidente como el paradigma a imitar. Para escribir la Eneida, Virgilio se inspiró también en la antigua poesía épica romana, en dos poetas tan dispares como Ennio y Catulo. La versatilidad del poeta queda puesta de manifiesto al servirse de estos dos poetas de los que se conocían abiertamente sus diferencias poéticas. Él admiraba a ambos y fueron utilizados como fuentes para su obra. Ennio, por ser el primer romano que adoptó el hexámetro griego a la lengua latina, un verso que el poeta utilizaba para crear un tinte de antigüedad. El nacionalismo de Ennio también contribuyó al exaltamiento nacional en Virgilio como bien se plasma en el brío narrativo de la epopeya. A Catulo queda reservada la emotividad. Una sola vez en toda la obra Virgilio empleará un adjetivo diminutivo. Un pequeño Eneas. (La Eneida IV, 328-9) La hondura de su tristeza emulará la descrita por Catulo en su relación con Ariadna. Como decíamos al principio, Virgilio quiso quemar su trabajo. (Suetonio-Donato 3940.) Hecho que impidió el emperador Augusto. Es de recibo cuestionarse que motivos tendría el poeta para querer reducir a cenizas la obra de toda su vida. Mucho se ha escrito sobre el particular y todavía hoy se siguen debates abiertos al respecto. Una de las hipótesis apunta a discrepancias con el poder augústeo en los últimos momentos de su vida y por tanto al forzar su publicación, el emperador manifestaría su poder al pueblo. Otras líneas de investigación respaldarían la imposibilidad del poeta de revisar su obra.

Nada hay constatado al respecto que afirme o niegue estas suposiciones y a decir verdad será una incógnita probablemente sin resolver. No obstante esta falta de revisión no supone menoscabo para el conjunto del poema que salvo ciertas imprecisiones tiene unidad narrativa, es mas algunos de los versos precisamente por esta falta de revisión son eficaces para su propósito tal como están plasmados en la obra. A diferencia de Homero, Virgilio cultiva una narración más lenta, combinó diferentes estilos con precisión. En ocasiones barroco. Estilos claros, sonoros que le ayudan a mantener el ritmo de la obra. El poeta dominaba el hexámetro latino que utilizaba con acierto para contraponer los ritmos adecuados a la tensión del momento; experimentó con encabalgamientos, aliteraciones, asonancias con maestría que le permitieron mantener el ritmo en miles de versos como ningún poeta romano supo crear. (John William Mackail, 1930) En opinión de este autor, Virgilio deliberadamente dejo espacios -tibicines- que rellenar, apuntalados por la estructura. El término tibicen presenta en la Antigüedad latina dos acepciones: la que aquí nos interesa se refiere a la de «apoyo, puntal, soporte» aplicada en particular a los puntales que sostienen las paredes o edificios en ruinas. Tibicines se llama, pues, aquí en lenguaje figurado a algunos versos construidos ligeramente y dejados como «puntales» provisionales de la estructura del poema, hasta que fueran sustituidos por otros más perfectos y adecuados, que serían las sólidas “columnas” definitivas. No entra aún en juego la versificación, sino que se trata de la pura construcción del poema. Los tibicines les aportan una suerte de pathos sin que por ello pueda argumentarse que fuese una decisión consciente. Ningún poeta anterior había utilizado ese recurso y ninguno imitará en esto a Virgilio en el futuro. El poeta compuso la Eneida dejándose llevar por la inspiración y sin reparar en el orden apropiado. Autores que en su conjunto reconocen la grandeza de la obra de Virgilio han denostado en múltiples ocasiones a Eneas por esa aparente actitud anti-heroica sobre la que precisamente Virgilio quiere incidir. En un tiempo que ya no es heroico. Su humanidad es la que el poeta quiere resaltar, la aceptación de un destino superior por el que renuncia a su individualidad en pos de un bien colectivo y mayor. A pesar de sus inseguridades y de la presión emocional decide libremente llevar su misión hasta sus últimas consecuencias. Dido y Eneas son la dos caras de la misma moneda, mientras Dido se deja arrastrar por sus pasiones nuestro héroe las supedita a la labor encomendada.

Así mismo, el personaje de Turno no puede sobrevivir. En este hilo argumentativo, representa el pasado a extinguir de un guerrero que no tiene cabida en el nuevo amanecer; la individualidad de su lucha contrasta con el héroe social que Eneas representa. Del mismo modo que solo hay un adjetivo diminutivo en el poema, solo a Turno le atribuyen adjetivos de ferocidad y agresividad inusitada. La falta de piedad de Eneas para con Turno es otra característica esencial en esa humanidad de luces y sombras. Aquí radica la grandeza del poema. La responsabilidad impuesta por los dioses le abruma; asustado camina hacia un futuro desconocido, diferencia fundamental con el Odiseo de Homero que se perpetúa en el pasado; ambos ejemplifican el hombre antiguo y el hombre de una nueva era. Las muertes de sus amigos y la renuncia al amor de su vida son daños colaterales. Circunstancias que le causan hondo pesar y le hacen cuestionarse una vez más su camino. Eneas es un héroe frágil, humano. La individualidad de Aquiles manifiesta en La Ilíada está caduca. El mundo, ahora, precisa de héroes sociales que supediten ese individualismo al bien común. Con todo el dolor de su corazón abandona a Dido. Desde la libertad acepta el compromiso solicitado por Júpiter. Pero como humano que es pudo haber dicho, no. Como Jesucristo acepta el cáliz. Sobrecogido, pero acepta. Sintiéndose incapaz en algún momento, pero asumiendo su responsabilidad incapaz de negarse. Así dice, y aunque graves cuitas le afligen, simula esperanza en su rostro, guardando en su pecho una pena profunda. (La Eneida, I, 208-89) Decisión que da buena cuenta de la hombría del héroe que no lucha por su gloria venidera sino por el bienestar de sus semejantes. Durante toda la odisea y valga la analogía, Eneas desconoce el final. No podemos obviar este detalle. No sabe que está destinado a la gloria de Roma y a pesar de ello, lo definitorio no es que en ocasiones desfallezca, sino que es capaz de levantarse y continuar. Hasta su bajada al hades camina a tientas, pero camina. En los célebres versos del libro VI, el espíritu de Anquises mostrará a su hijo, el futuro de Roma: "¡Romanos, estas son sus artes: Tendrá dominio sobre las naciones, para imponer la paz, para no herir a los vencidos y someter a los soberbios" (La Eneida VI, 851-853).Será su progenitor en ese viaje al inframundo, situación que concentra la mayor parte del libro VI, quien le imprimirá el aliento necesario para lograr la gloria venidera.

Ha encendido su corazón con pasión por la gloria que le espera. (La Ilíada. Canto VI, 889) Le muestra las almas de todos los que formarán parte de la historia futura de Roma. No hay duda del contenido propagandístico que tuvieron estos versos para los romanos. Virgilio con ellos alentaba la esperanza de los romanos hacia la paz de Augusto. Otro detalle muy interesante y diferenciador entre La Odisea y La Eneida sería esta bajada al hades. En ella, Odiseo es advertido por Agamenón sobre el posible procedimiento a seguir en su llegada a Ítaca pero no le anticipa los acontecimientos. Sin embargo con Eneas, su padre le hace una predicción de futuro, la gloria. Odiseo sería la visión perpetuada en el pasado y Eneas, el futuro por venir. Odiseo permanece siete años con Calipso amen de los transcurridos con Nausica y la maga Circe. Diez años aproximadamente tarda en volver a su patria. Se deja querer por el camino. Eneas, no. Eneas abandona a Dido y lo hace sin volver la vista atrás. No puede convertirse en estatua de sal. ¿Quién es el héroe fiel? La Eneida es un poema religioso. El plan prefijado por los dioses para con los humanos así lo ejemplifica. Roma temerosa de los dioses regirá un mundo en paz, perdonará a los caídos y derribará a los altivos (Prop., 3, 22,21 sigs.). Aquí sin embargo, Virgilio acepta el concepto de dioses homéricos del Olimpo ya que le proporcionan el juego necesario para dar rienda suelta a su fantasía poética. Juno y Júpiter pelean teniendo en los humanos el escenario de sus disputas. Y ellos mortales indefensos actúan como marionetas a su arbitrio. Por otro lado esta religiosidad del poema se pone de manifiesto, con didactismo incluido, en la exposición que el padre de Eneas realiza sobre la inmortalidad, cuando ambos se encuentran en el inframundo (La Ilíada VI, 6604). El canto VI, como es natural, se perfila como un texto subjetivo. Eneas no tiene ninguna certeza del más allá. Para concluir podemos decir que Virgilio consiguió su objetivo. La gloria venidera. Autores de todas las épocas han dedicado ríos de tinta a su obra y se ha plasmado tanto en mosaicos, grabados, pintura, escultura. Dante adoptó temas de la Eneida en su poema épico La Divina Comedia. Virgilio guía a Dante a través del Infierno y del Purgatorio. No deja de ser curioso que Dante eligiese a Virgilio, un pagano, como modelo de virtud moral para los cristianos del siglo XIV.

Sus personajes son arquetipos vigentes en la actualidad. Eneas fue el héroe que sin descuidar los deberes para con su patria y su destino, camino al lado de los suyos, tendiéndoles la mano y llorando su dolor. Un humano en toda la extensión de la palabra, con sus luces y sus sombras. De los poetas de la tierra no hay uno solo que haya sido escuchado con tanto amor. Más allá de Augusto, de Roma y de aquel imperio que a través de otras naciones y de otras lenguas, es todavía el Imperio. Virgilio es nuestro amigo. Cuando Dante Alighieri hace de Virgilio su guía y el personaje más constante de la Comedia, da perdurable forma estética a lo que sentimos y agradecemos todos los hombres. (Jorge Luis Borges, Biblioteca Total, 1999)

Bibliografía  Historia de Roma desde la fundación de la ciudad (ab urbe condita): libros I y II / Tito Livio; traducción, introducción y notas por Antonio Fontán. (1997)  La Eneida. Editado con introducción y el comentario de JW Mackail. Autor: Virgilio; JW Mackail. Oxford, Clarendon Press, 1930.  La Mosaïque Gréco-Romaine Collection de l`ecole française de Romaine -352 Volume II. Luz Neira Jimenez.  Los tibicines de la versificación latina medieval. Consultado en red 12/12/2012 http://www.google.es/search?q=tibicines&hl=es&tbo=d&biw=1143&bih=508&l r=lang_es#q=que+son+los+tibicines&hl=es&tbo=d&tbas=0&source=lnt&sa=X &ei=5kjMUJrXOu6a1AXh0ICoAw&ved=0CBYQpwUoADgU&bav=on.2,or.r_ gc.r_pw.r_qf.&fp=4fd72d692db7640c&bpcl=39967673&biw=1143&bih=508  E.J. Kenney y W.V. Clausen, Historia de la Literatura clásica II- Literatura Latina. Cap. XVIII. Madrid, Gredos, 1989

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