REFLEXIONES ACERCA DE LA NATURALEZA Y UTILIDAD DE LA OPINIÓN PÚBLICA

August 7, 2017 | Autor: Walter Cespi | Categoría: Public Opinion (Political Science)
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Descripción

Università di Bologna (Sede de Buenos Aires)

Universidad Nacional de Tres de Febrero

Maestría en Metodología de la Investigación Social

OPINION PUBLICA

TRABAJO FINAL

Alumno: Walter Cespi

REFLEXIONES ACERCA DE LA NATURALEZA Y UTILIDAD DE LA OPINIÓN PÚBLICA

INTRODUCCION: Como todos los fenómenos sociales, entendidos como aquellos hechos producto de la interacción humana, la opinión pública se presenta con una enorme complejidad. Esto no sólo por su composición, su lógica y efectos sino también por su asequibilidad, su aproximación, estudio y comprensión. Todas las posibles definiciones que los especialistas han venido otorgándole a este concepto a lo largo de la historia han sido múltiples, cambiantes y diferentes. Esto es así dado que la opinión pública como fenómeno mismo, ha venido transformándose desde entonces. Ya, desde la antigüedad misma todos los gobernantes, desde los romanos, luego los Papas y los Emperadores del Sacro Imperio apelaron constantemente a la opinión popular para apoyar su acción de gobierno. A partir de entonces y hasta el Renacimiento, se evidencia la importancia de la opinión del “vulgo” según Nicolás Maquiavelo en El Príncipe. Más tarde el desarrollo del Capitalismo y el florecimiento de la Burguesía, le dan a la opinión pública nuevas connotaciones transformando justamente su composición, lógica y efectos los cuales llegan hasta nuestros días.

Este brevísimo

recorrido nos conduce al concepto moderno de Opinión Pública que la sociología en la actualidad intenta esclarecer contando justamente con un complejo corpus de teorías, metodologías y abordajes. Decíamos, que nuestro concepto presenta una importante complejidad. Esto es así dado que se trata de un fenómeno compuesto por un enorme entramado de subjetividades. Esta particularidad nos abre justamente, la puerta de un camino teórico metodológico que suponemos nos facilitará el pensar este fenómeno y de ese modo,

intentar

entenderlo. Lo que sigue en este trabajo es entonces, un intento de abordar la cuestión de la Opinión Pública desde una perspectiva constructivista entendiendo que el fenómeno objeto de

nuestro análisis es justamente una construcción la cual a través de una serie de intercambios discursivos y simbólicos, los miembros de una sociedad utilizan para dialogar acerca de las cuestiones que tienen que ver con el manejo de la cosa pública, la relación entre lo público y lo privado, el Estado y la Sociedad Civil. Particularmente nos interesa dar cuenta de la génesis de este fenómeno; de cómo el mismo es utilizado por el común de la gente y fundamentalmente la explotación que hacen del mismo el Estado y los sectores de poder en el seno de la Sociedad Civil. LA OPINION COMO SABER Y COMO COMUNICACIÓN Para comenzar enmarcaremos teóricamente nuestra reflexión con la definición según la cual a los hombres, la realidad de la vida cotidiana (de la cual la opinión pública forma parte) se les presenta como una realidad objetivada e interpretada por ellos con un significado subjetivo en un mundo para ellos, coherente, Berger & Luckmann (1968). A partir de esto entendemos este fenómeno como un hecho objetivo, por lo que no sólo debemos definir específicamente que es la opinión y ubicarla en el universo comunicacional humano, también se deberá dar cuenta de las diferentes formas que ésta ha adquirido a lo largo de la historia hasta llegar a la moderna opinión pública y fundamentalmente cuál es el uso que de la misma hacen tanto los gobiernos, los partidos políticos y el público en general. Price (1994) asegura que cualquier búsqueda clara y simple del concepto opinión pública se demostrará infructuosa; y que el hecho que existan innumerables definiciones habla en realidad, de innumerables entusiastas intentos por parte aquellos pensadores que han venido ocupandose del tema. Pero que esta dificultad, lejos de dotar al concepto de opinión pública de una carencia de significado, lo que en realidad hace es poner de manifiesto su uso continuo en innumerables ámbitos que van desde la investigación académica, el interés de los gobiernos y los partidos políticos y por supuesto también el mercado comercial. Antes de realizar un repaso por la génesis y evolución de nuestro objeto de estudio, y siendo consecuentes con los presupuestos teórico-metodológicos que señaláramos

anteriormente, repasemos el proceso a través del cual los hombres forman su opinión, teniendo siempre en cuenta que para nosotros es importante comprender el fenómeno desde la subjetividad, por lo que entenderemos a la opinión pública como el resultado de un cúmulo de subjetividades organizadas en torno un discurso general acerca de lo que de la administración de la sociedad. En este sentido y de acuerdo a Schütz (2003) experimentamos el mundo de la vida y lo interpretamos a partir de nuestro acervo cultural, concebido como aquel cúmulo de experiencias previas de nuestros antecesores, las cuales han sido atesoradas y transmitidas por padres y maestros, constituyendo lo que él denomina “conocimiento a mano”. Esta interpretación contribuye a la construcción de un tipo de conocimiento conocido como “sentido común”.

Podemos entender a este universo del sentido común

como un compendio tipificado acerca de la vida en general y del cual los hombres seleccionarán algunos datos de acuerdo a su interés o conveniencia. Esta selectividad está vinculada a su situación biográfica, es decir a su ubicación geográfica y sociocultural en la cual están inmersos. Tal situación no sólo refiere al espacio físico y al tiempo exterior, o de su status y su rol dentro del sistema social, sino también una posición moral e ideológica. M. Ponty (1945) Dentro de este compendio tipificado que el sentido común representa para el sujeto, la opinión ocupa un lugar de preponderancia dado que no sólo se trata de un hecho comunicacional, del cual el sentido común forma parte de su génesis, sino que además, ambos conceptos

poseen la misma raíz. Para comprender

mejor esta cuestión conviene revisar algunas ideas Schutzianas como aquellas que señalan que mediante la actitud natural, el hombre organiza sus experiencias con el mundo, (el cual comprende también a los demás) y construye su subjetividad cargando a ésta, de una intencionalidad; Schütz (1954). El punto de partida de toda relación social es entonces el resultado de la intersubjetividad, entendida como el entramado de una multiplicidad de subjetividades puesto en acción a través de un proceso comunicacional, del cual precisamente la opinión surge como elemento de conjunción. Por lo tanto es posible considerar que el compendio tipificado, con el cual

Schütz denomina al sentido común, ha sido construido intersubjetivamente a partir de una numerosidad de opiniones organizadas en una sociedad. Ideas en este sentido encontramos por ejemplo, en un viejo ensayo sobre la opinión pública, Rodas Rivas (1870) define a la opinión como “el parecer que se forma sobre una cosa cualquiera antes o después de haberla sometido a cierto examen.” Tal parecer, interpretación o juicio que se obtiene acerca de algún hecho de la vida cotidiana, lejos de ser una aseveración científica, no refiere a otra cosa que al propio sentido común. También Price (2004) da cuenta de una acepción epistemología del término opinión relacionado a un estado cognoscitivo, una forma menor de conocimiento. Y si bien, la opinión, como una cuestión individual, goza de cierta complejidad, el problema comienza a ser mayor cuando se generaliza, convirtiéndose en un hecho común, de todos, o al menos de la mayoría, como diría Bourdieu (2012) “Tácitamente, es la opinión de todos, de la mayoría o de aquellos que cuentan, de aquellos que son dignos de tener una opinión” LA GENERALIZACION DE LA OPINION Tanto las palabras de Bourdieu señalando la cuestión de la dignidad para opinar, como las de Schütz en torno a un orden de conocimiento de primero y segundo grado, alientan la suposición de la existencia de

una suerte de jerarquía en el universo del

conocimiento, y por lo tanto también en la producción y circulación de opiniones. Este, el de la clasificación y jerarquización; pero por sobre todo la apropiación del conocimiento (del cual las opiniones se valen y al mismo tiempo contribuyen en su producción) es un problema que ha existido siempre a la largo de la historia y en todas las sociedades. En su estudio de la publicidad burguesa, Habermas (1986) señala que en la tradición greco-romana, el acceso a la vida pública, entendida como la actividad que los hombres desarrollan en función de la cosa pública, y consecuentemente con derecho a opinar acerca de ello,

está

solamente garantizado mediante el hecho de ser un ciudadano libre y poseedor en contraposición con los privados es decir aquellos que, están privados tanto de

bienes como de su libertad. He aquí entonces el inicio de una discrecionalidad en aquellas opiniones que están dirigidas a

hechos que pretenden regular las

relaciones entre las personas y entre éstas y sus gobernantes. Y este modelo discrecional como patrón ideológico, siempre según Habermas, se repite desde siglos y hasta nuestros días manteniendo una continuidad en el ordenamiento, jerarquización y validación de las opiniones de orden público. Aunque no tomaremos sin embargo aquí este camino, esto se podría entender a través de un enfoque materialista, que ilustraría con detallada minuciosidad la manera en que las formas concretas que asumen las condiciones materiales de reproducción social, organizan las prácticas de la política, la administración de “la cosa pública”, la relación del Estado con la sociedad civil y superestructuralmente, las practicas discursivas de la opinión pública. La opinión pública tal como la conocemos en la actualidad, ha evolucionado en gran medida a partir fundamentalmente, del gran salto cualitativo que obtuviera con el advenimiento del capitalismo.

Efectivamente, si situamos al fenómeno en sus albores,

Habermas (Op.Cit.) ubica a lo que sería el embrión del discurso acerca de la tensión entre Estado y Sociedad Civil en la subjetividad de las pequeñas familias, en una especie de autocompresión racional (y no sólo) de lo que tiene que ver con lo público (como estatal) que mora en su propia intimidad y que al mismo tiempo lo constituye en su propio público. Esta sería una primera instancia en la que la opinión, como producto interior de lo familiar va adquiriendo, a partir de la multiplicidad de perspectivas un carácter colectivo, grupal y finalmente público.

Es aquí donde este fenómeno comienza su desarrollo

rebasando tanto las fronteras de la lógica de esa economía doméstica como las paredes mismas del hogar. Ahora, en un nuevo espacio físico, la opinión circula, se configura y reconstruye, proyectando así su carácter público (público no en tanto estatal sino del común). Y lo hacen conformándose intersubjetivamente, según el acervo cultural ya no de la familia sino de la comunidad y por supuesto con una intencionalidad. Sucedió así en la antigua Roma, los foros funcionaban como ámbitos de intercambio comunicacional en los cuales circulaban tanto las opiniones de los ciudadanos libres y públicos como así

también los panegíricos a través de los retores, antiguos precursores de lo que hoy entendemos como propaganda política. De esta manera, estos espacios públicos, representan el campo de batalla donde las opiniones, así como los saberes atraviesan esa lógica de clasificación, discrecionalidad y ordenamiento que señaláramos anteriormente. Desde entonces y hasta la aparición de la opinión pública como fenómeno moderno, transcurre un largo período en el cual las condiciones socio históricas en occidente no contribuyeron al desarrollo de nuestra cuestión de estudio; efectivamente el poderoso efecto del absolutismo en Europa, el cual, en un ámbito de “oscuridad” e ignorancia y de la mano del poder hegemónico de la iglesia actuaron con efecto inhibitorio y hasta represivo de las opiniones del público acerca de los actos de gobierno. Sólo a partir de la Ilustración, la Reforma y las tempranas transformaciones económicas, podemos empezar a reconocer las manifestaciones modernas de la opinión pública, muchas de las cuales llegan hasta la actualidad. Efectivamente, según Habermas (Op.Cit.) queda en claro que el nacimiento de una esfera pública dotada de un razonamiento critico sólo pudo darse a partir de la articulación de una serie de hechos. Básicamente por la combinación de un lado, del desarrollo de importantes sectores de la burguesía que han venido educándose e ilustrándose gracias al desarrollo de la imprenta, y con ello la proliferación de libros, periódicos y demás publicaciones y por el otro el surgimiento de nuevos foros en donde todo lo que éstos han venido desde entonces abrevando, se vuelca en discusión, critica y finalmente opinión pública. Los nuevos espacios, constituidos en foros modernos, son los cafés ingleses, los salones parisinos o las tertulias germanas, quienes resultaron ser ámbitos esenciales para la generación de un discurso crítico liberal contra los gobiernos absolutistas de entonces. Este ámbito, cual el intrafamiliar de antaño, opera como punto de vista (a la manera Schutziana) desde el cual una

nueva subjetividad, una subjetividad colectivamente

construida da lugar a una opinión que siendo colectiva es por lo tanto pública. composición de este público

La

moderno que forma la nueva opinión es ahora

independiente del status económico, sin embargo y con lo complejo que esto pueda resultar, pretenden el bien común, en un claro ejemplo demostrativo de la carga de intencionalidad que las acciones intersubjetivas (y por lo tanto la opinión pública) poseen. Entendemos tal intencionalidad como el aspecto utilitarista de este fenómeno, y dado el peso que este aspecto posee, pasaremos a ocuparnos seguidamente. PRAGMATISMO Y OPINION PÚBLICA Hemos ya dicho que, como todo producto de la interacción humana, la opinión pública es un constructo que ha de entenderse en un contexto socio histórico y cultural y que además, cuenta con una carga de intencionalidad. Reflexionemos entonces, en relación a esa intencionalidad en cuanto al uso que se le da a nuestro fenómeno, como así también en relación a las formas actuales de construcción de la opinión pública teniendo en cuenta justamente tal uso intencional. Desde la ilustración, se ha considerado a la opinión pública como un instrumento de la sociedad civil con impacto político en las decisiones de gobierno, Price (Op.Cit.) . Dicho impacto, objeto de la intencionalidad con la que la opinión está dotada, respondería al interés común de la gente. He aquí una primigenia utilidad del fenómeno, entendida como un intento o pretensión de influir sobre la acción legislativa u otros tipos de decisión gubernamental. Este primer y antiguo empleo de la opinión pública, sigue siendo de alguna manera el mismo hasta hoy, sin bien

ha venido presentando algunas

variaciones a lo largo del tiempo, dadas las transformaciones de las propias formas de la política. Sin embargo en una suerte de movimiento estratégico, las democracias modernas redefinen la utilidad de la opinión pública de manera que ésta no se presente como un obstáculo a la gobernabilidad ni se contraponga con el principio del dominio. Es así que el deseo popular que desde siempre la opinión pública perseguía, ha de ser ahora el deseo de las mayorías expresadas libremente a través de elecciones regulares. Price (Op.Cit.) Hay quienes suponen que este hecho está relacionado con el vínculo: opinión pública – conducta social. Específicamente, autores como Tarde y Le Bon se han referido a que los

aspectos no racionales de la conducta pública, (los cuales no responden a arreglos racionales de la misma) encerrarían serios peligros, fundamentalmente por la conducta imitativa y el contagio emocional en las multitudes. También Ginsberb (1986) encuentra que la tradicional relación adversa entre pueblo y gobierno se ha venido relativizando a partir de la institucionalización de los procesos electorales y los sondeos de opinión los cuales ocupan un lugar central en el proceso de domesticación, convirtiendo a la opinión de masas de una fuerza hostil, impredecible y posiblemente destructiva, en un fenómeno menos peligroso y más estable. De esta manera, podríamos suponer que la tradicional función de la Opinión Pública , la de control público del gobierno y el monitoreo de su gestión, reste en manos ahora de la prensa; institución que Bentham consideró como “tribunal de la Opinión Pública”1 y que se ha venido desempeñando como organismo de presión social, y pretendido regulador de la actividad de gobierno y por lo tanto salvaguarda contra los abusos de poder. En la actualidad, la libertad de información como concepto fundamental más la dinámica que los medios de comunicación han adquirido de la mano del desarrollo tecnológico, potencian de manera extraordinaria la acción reguladora y de contraposición a la acción gubernativa. Importante también es la influencia de la interacción entre la prensa y la opinión pública en la conformación de la agenda política. Casermeiro de Pereson (2003) describe la influencia de los medios informativos sobre la opinión pública, al tiempo que encuentra un “extraño patrón de comportamiento“ que denomina “doble escalón” el cual explica cómo los medios impresos establecen la agenda temática desde los noticieros televisivos, quienes, a su vez, la transfieren al público. Según esta autora, actualmente las personas conocen la “realidad” a través de la prensa y específicamente de la televisión; para éstos el mundo de la vida sólo existe a partir de lo que los medios masivos dan a conocer. En este proceso intencionalmente se filtran determinadas cuestiones lo cual no hace otra cosa que

brindar la realidad que dichos medios encuentran útil a sus

intenciones mostrar. Del mismo modo sus estudios empíricos justamente en la Ciudad de 1

Price, V. (Op.Cit.) pag. 28

Buenos Aires, demuestran que los medios

resultaron ser una poderosa fuente de

influencia para la mayoría de la opinión pública, cubriendo la natural necesidad de orientación de estas personas. Casermeiro de Pereson (Op. Cit. pág. 335) Mucho más recientemente se ha evidenciado que Las Nuevas Tecnologías de la Información y de la Comunicación (NTIC) están provocando notorios cambios en la naturaleza de conceptos como opinión pública, esfera pública o democracia deliberativa Resina de la Fuente (2010). Estas Nuevas Tecnologías han generado un nuevo estilo de politización de demandas, mediante la interconexión entre individuos y grupos que a través de otros nuevos foros, en este caso digitales y por lo tanto virtuales, logran articular fenómenos

políticos de manera cada vez más expresiva y generalizada. El espacio

cibernético se ha convertido en una herramienta común, de uso individual de acceso a la información de carácter político y al mismo tiempo en un mecanismo de coordinación cada vez más utilizado en el plano colectivo. LA OPINION PÚBLICA EN LOS PROXIMOS TIEMPOS En una coyuntura donde los tradicionales lugares de socialización política se encuentran en proceso de quiebre (en parte por la crisis de representación tanto de los partidos políticos como de los sindicatos como también en parte por la inestabilidad laboral, temporalidad, precariedad e individualización del trabajo) y los medios de comunicación convencionales son cuestionados por su déficit democrático e intencionalidad corporativa, el espacio digital podría abrir una nueva vía de participación que, en paralelo y en contacto con las antiguas, supondría una oportunidad para la ciudadanía, en términos de activismo y deliberación sobre los asuntos públicos. Resina de la Fuente (Op.Cit.) Definitivamente si desde la antigüedad, la posibilidad de opinar públicamente estuvo siempre acotada y reservada de distintas formas a lo largo del tiempo a algunos sectores, hoy es posible extender dicha posibilidad a otros otrora excluidos, aunque bien ha de depender de la discrecionalidad que la llamada “brecha digital” impone a aquellos que no tienen acceso a las NTIC.

Las NTIC han contribuido incrementando la complejidad de este fenómeno humano. La inmediatez con la que se transportan los flujos de información, entre otras cosas, ha implicado una variación en la naturaleza de las relaciones sociales, hasta el punto de que algunos autores hablan de una “sociedad red”, propia de una supuesta nueva era, la de la información (Castells, 2001) estas transformaciones están sucediendo en estos precisos momentos y sus derivaciones son las preocupaciones de varios pensadores quienes intentan vislumbrar el camino que estas tomarán y los efectos que atendrán sobre la sociedad por venir. Antes de terminar, deberíamos volver al inicio de este trabajo y pensar en cómo se nos presenta actualmente el mundo de la vida; indudablemente hoy lo hace mediatizado por la NTIC, con la particularidad que estas nos desdoblan la realidad en dos mundos, el real y el virtual; por lo tanto debemos entender que nuestro sentido común, nuestras opiniones, y hasta nuestras aseveraciones dotadas de cientificidad, se construyen a partir de lo qué y cómo, estos nuevos canales, comunican. Un efecto de este desdoblamiento y como producto de esta realidad virtual y global de la del mundo de la vida, se han desarrollado nuevas comunidades imaginadas (Anderson, 2006), así como el surgimiento de distintas dinámicas de reconstrucción espacial y de redescubrimiento de la identidad, donde “la extensión de Internet y su uso por organizaciones de la sociedad civil transnacional contribuye a la emergencia de una naturaleza de ciudadanía sin fronteras” (Cammaers y Van Audenhove, 2005: 180). Esto conlleva sin lugar a dudas a considerar los cambios en la naturaleza y la lógica de las movilizaciones, cuando se evidencian un nuevo activismo, más flexible, más espontáneo y con menores tensiones ideológicas. En cuanto a la utilización en la actualidad de la Opinión Pública, conscientes de estas transformaciones (y aunque la brecha digital aún es importante)2, aquellos actores que detentan el poder o bien aspiran a él, intentan influir en la construcción de la opinión 2

“las experiencias de democracia digital se enfrentan al hecho de que no todos, sino sólo algunos ciudadanos, utilizan las herramientas digitales con la destreza suficiente para participar políticamente” (Robles, 2008).

pública ya que reconocen además que solo lo lograrán si son capaces de generar los mecanismos discursivos pertinentes que permitan la creación de un sentido común que los legitime. Para ello, la manipulación y construcción de la opinión pública será fundamental, en tanto que su control y seguimiento permita generar una serie de procesos de “enmarcado”3 Resina de la Fuente (Op.Cit.) Sólo podemos opinar acerca del mundo que conocemos y si la forma en que accedemos a ese conocimiento está de algún modo sesgada intencionalmente, habremos comprendido la real importancia que en nuestra sociedad ha tenido y siempre tendrá la Opinión Pública.

3

“El enmarcado tiene que ver con elegir el lenguaje que encaja en tu visión del mundo. Pero no sólo tiene que ver con el lenguaje. Lo primero son las ideas. Y el lenguaje transmite esas ideas, evoca esas ideas” (Lakoff, 2006).

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