Realidades, deseos y necesidades. Un espacio de acción para la Educación Social

July 18, 2017 | Autor: Gelabert Magdalena | Categoría: Education, Teacher Education, Educational Psychology, Ética, Trabajo Social
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Descripción



Artículo publicado en Boletín do Ceesg. nº 92 - abril 2015. Colexio de educadoras e educadores xociais de Galicia.
Realidades, deseos y necesidades. Un espacio de acción para la Educación Social.
Hay dos modos de pensar vivir y hacer las cosas, una es generando problemas y la segunda, consiste en intentar soluciones, porque problemas siempre habrá, son dos modelos que comparten una metodología común, ambos nos obligan a tomar decisiones. Sabemos que la estructura de nuestra personalidad da sentido a nuestros deseos, y que los agentes necesarios para el abordaje de los conflictos, las emociones, son la energía del comportamiento, del comportamiento moral (Camps, 2010).
Tal como explica José Antonio Caride Gómez (2002) en su artículo Construir la profesión: la Educación Social como proyecto ético y tarea cívica, las profesiones sociales se afianzan a través del ideal de satisfacer las demandas de una ciudadanía cada vez más consciente de sus derechos, derechos que surgen de la detección de sus necesidades.
Las necesidades sociales dependen de cierta organización, de interacciones subordinadas a normas donde el poder de decisión de las instituciones, es decisivo en la distribución de los recursos. Luís Ballester (1991) en su trabajo, Las necesidades sociales, teorías y conceptos básicos, asegura que la tradición cultural es el medio por el cual los grupos sociales regulan las normas. La costumbre socialmente aceptada y compartida justifica el hecho, mientras que la comunicación de la norma le da sentido. Esta es una interpretación absolutamente libre de la pedagogía de Habermans (1968) y nos sirve para introducir otro escenario, venimos al mundo con claros impulsos hacia los otros, sin embargo transcurrido el tiempo algo ocurre en nosotros perturba este impulso primario, y nos torna insensibles al dolor del otro (de Waal, 2007), es cuando la cultura y la norma sucumbe a los intereses, componentes extranormativos, que juegan un complejo papel en las relacione sociales (Ballester, 1999).
Permitidme la licencia de citar nuevamente a Frans de Waal, (2007) cuando sentencia que, se puede sacar el mono de la selva pero no podemos sacar la jungla del interior del mono. De otro modo, ¿cómo explicar que las estadísticas sobre pobreza infantil sean cada vez más escandalosas y permanezcamos insensibles a ellas a través de acciones decididas a cambiar esta inercia?, asistimos impasibles, sin pedir explicaciones, parece que va camino de convertirse en algo socialmente establecido, cultural y tradicionalmente aceptado, cada vez hay más niños pobres, cultura y norma sucumbiendo a los intereses de políticas que afianzan las desigualdades, los niños no son los adultos del futuro son ciudadanos de pleno derecho que viven en el presente. Sé que generalizar es pretencioso, sin embargo huelga decir que poseemos múltiples informes, recomendaciones basados en evidencias que informan, que predicen, que cuentan personas, que reflejan datos, pero carecemos de voluntad para cambiar decididamente esta realidad, ¿no existe el deseo?.
Tal vez sea necesario que la tradición cultural, extranormativa de los intereses, sea cuestionada para ajustarla a la norma legal, que en España queda reflejada en la Constitución y en la Convención de los Derechos del Niño. Normas supremas a las que estamos obligados, todas las administraciones, pues ya en la década de 1900, Max Weber destaca que el elemento esencial de la racionalización de la conducta es la sustitución de la íntima sumisión a la costumbre, por la adaptación planeada a una situación objetiva de intereses, es decir, responder al ideal de satisfacer las demandas de una ciudadanía consciente de sus derechos.
¿Cómo vivimos?¿Qué clase de pobreza estamos dispuestos a generar, qué problemas vamos a solucionar y cómo pretendemos hacerlo, sujetos como estamos a la interacción entre factores normativos, directrices a las que debemos ceñirnos en el desempeño de nuestra labor, y los deseos extranormativos, que impiden una lectura puramente jurídica o ética de las necesidades?, sabemos que al apelar a criterios normativos la explicación de la génesis dinámica y justificación de las necesidades, es del todo insuficiente (Ballester, 1991).
Doyal y Gough, 1991 consideran el discurso sobre las necesidades como prescripciones dirigidas a las normas, una exigencia genérica un ancla en la que no podemos permanecer impasibles, cuando el orden económico está dirigido a perpetuar la pobreza amparado en sistemas políticos y económicos deliberadamente ineficaces, que impiden el acceso a los recursos de capas importantes de la sociedad (Pogge, 2005). ¿En qué parte de este engranaje estamos instalados? debería ser una interpelación constante, forzosamente somos necesarios, para justificar el inmutable crecimiento de la desigualdad social. La expresión de la actividad racional ética, de principios, está basada en normas, derechos y obligaciones utilitaristas que desembocan en que es bueno aquello que es útil para la mayoría (camps, 2010).
Es necesario dar al deseo un estatus objetivo y reconocer su concepto racional para materializarlo en la necesidad de resistir para cambiar lo que no nos gusta. Intervenir activamente en el proceso que transforma la hegemonía de lo absurdo "la forma colectiva del comportamiento absurdo es, sin duda, la más peligrosa, ya que su carácter absurdo no llama la atención de nadie y acaba siendo sancionada como normalidad" (Miller, 2006: 140), pasar del valor de uso a la lógica del valor de cambio, sin temor a las consecuencias adversas del proceso (Ballester, 1991), lo que coloquialmente llamamos, salir de la zona de confort a pesar de las presiones de la cultura organizativa. Considerar que la satisfacción de las necesidades básicas es una meta moral que implica la práctica de principios éticos, sujetos a valores que la cultura ensalza o no, en un momento dado.
Tradicionalmente la producción imaginaria del deseo ha sido reprimida y desvalorizada por ser fruto de proyecciones casi mágicas, sin embargo tenemos la capacidad para controlar nuestras acciones, las que dan sentido a nuestros deseos, acciones complejas, en las que confluyen diversidad de valores, competencias y sabores: conocimientos, capacidades, actitudes, comportamientos, habilidades, etc. (Gómez, 2002), son acciones del deseo y disciplinar las acciones da sentido a los deseos (Ballester, 1991).
El educador social está legitimado por su formación y experiencia, en un escenario cada vez más interdependiente de los procesos de cambio social (Gómez, 2002). Pero también es el resultado de múltiples factores donde su mundo emocional dependerá de la construcción de su carácter (Camps, 2010).

REFERENCIAS
Ballester, L. (1991). Las necesidades sociales. Teorías y conceptos básicos. Madrid: Síntesis S.A.
Camps, V. "Conferencia: LAS EMOCIONES MORALES. LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DE LA AUTOESTIMA. Victoria Camps. Fundación Juan March." Fundación Juan March. 2010. Consultado el 04 del 03 de 2015 en: http://www.march.es/conferencias/anteriores/voz.aspx?p1=22659&l=1
De Waal, F. (2007). El mono que llevamos dentro. ¿hemos heredado de nuestros ancestros algo más que el asia de poder y una violenta territorialidad?. Barcelona: Tusquets editores
Doyal, L., y Gough, I. (1991). A theory of human needs. Londres: Macmillan
Gómez, J. (2002). Construir la profesión: la Educación Social como proyecto ético y tarea cívica. Pedagogía social: revista interuniversitaria 9, Pp 91-125.
Miller, A. (2006). Por tu propio bien: raíces de la violencia en la educación del niño. Barcelona: Tusquets editores.
Weber, M.(1978). Economy and Society: An Outline of Interpretive Sociology. University of California Press.





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