R. Sanz Serrano, I. Ruiz Vélez y H. Parzinger, \"Fortificaciones y periferia en Hispania: el entorno de Soto de Bureba durante la Tardoantigüedad\"
Descripción
2014
978-84-941796-7-9
SEPARATA
Colección SIMPOSIA _ 5 Madrid, mayo de 2014
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ÍNDICE Preámbulo Rosario García Rozas ................................................................................................................................ 11
— ARTÍCULOS —
Definindo a Lusitânia pós-imperial. Algumas ideias estruturantes Adriaan de Man ........................................................................................................................................ 13 Early Migration period hillforts in Southern Germany: State of research and interpretation Cristoph Eger ............................................................................................................................................ 21 Ciudades, torres y castella. La defensa de la Vía Augusta Josep María Nolla Bufrau ......................................................................................................................... 43 Aproximación al poblamiento tardoantiguo en Andalucía Julio Miguel Román Punzón y José María Martín Civantos ..................................................................... 57 Fortificaciones del reino de Toledo en el sureste de la Península Ibérica: el ejemplo del Tolmo de Minateda Blanca Gamo Parras .................................................................................................................................. 79 Comparación entre los espacios del Valle del Ebro y La Meseta: La Rioja y Burgos en la Antigüedad Tardía José María Tejado Sebastián ..................................................................................................................... 95 Fortificaciones y periferia en Hispania: el entorno de Soto de Bureba durante la Tardoantigüedad Rosa Sanz Serrano, Ignacio Ruiz Vélez y Hermann Parzinger .................................................................. 121 Aristocracias, élites y desigualdad social en la Primera Edad Media en el País Vasco Juan Antonio Quirós Castillo .................................................................................................................... 143 El territorio de Cea (León) durante la tardorromanidad y la Alta edad Media Margarita Fernández Mier, Carlos Tejerizo García y Patricia Aparicio Martínez ...................................... 159 La frontera suevo-visigoda: ensayo de lectura de un territorio en disputa Enrique Ariño Gil y Pablo C. Díaz .......................................................................................................... 179 Fortificaciones tardoantiguas y visigodas en el Norte Peninsular (ss. V-VIII) José Avelino Gutiérrez González .............................................................................................................. 191 El castillo de Gauzón (Castrillón, Asturias) y la fortificación del paisaje entre la Antigüedad Tardía y la Edad Media Iván Muñiz López y Alejandro García Álvarez-Busto ................................................................................ 215
Asentamientos fortificados altomedievales en la Meseta. Algunas distorsiones historiográficas Alfonso Vigil-Escalera Guirado y Carlos Tejerizo García........................................................................... 229 Castra y elites en el suroeste de la Meseta del Duero post-romana Iñaki Martín Viso ..................................................................................................................................... 247 Dos viviendas del siglo VI sin noticias de élites locales en el Cristo de San Esteban (Muelas del Pan, Zamora) Alonso Domínguez Bolaños y Jaime Nuño González ................................................................................ 275 La muralla tardoantigua de Muelas del Pan (Zamora). Una construcción de urgencia en un tiempo convulso Jaime Nuño González y Alonso Domínguez Bolaños ................................................................................ 297 La gestión en el patrimonio arqueológico de la provincia de Zamora Hortensia Larrén Izquierdo ...................................................................................................................... 329 El poblado fortificado de El Castillón en el contexto del siglo V d.C. José Carlos Sastre Blanco, Patricia Fuentes Melgar, Raúl Catalán Ramos y Óscar Rodríguez Monterrubio .............................................................................. 353
— VARIA —
Fortificaciones romanas en el limes de la Cirenaica Ana de Francisco Heredero ...................................................................................................................... 369 La piel del leopardo: espacios campesinos y espacios de poder en el alto valle del Águeda (Salamanca) Rubén Rubio Díez y Enrique Paniagua Vara ............................................................................................ 383 Castro Valente, una fortificación de control del Río Ulla David Fernández Abella ........................................................................................................................... 393 Paleopatología en la necrópolis del Castillo de Zamora (siglos VI-VIII) Laura García Pérez, M. Barbosa Cachorro, F. de Paz Fernández y J.F. Pastor Vázquez.............................. 399 El castillo de Crestuma (Vila Nova de Gaia, Porto, Portugal) entre la Romanidad tardia y la Edad Media: los retos de un sitio complejo António Manuel S. P. Silva ...................................................................................................................... 405 Sistemas de señales a larga distancia. Estudio de los topónimos ‘faro’, ‘facho’ y ‘meda’ en el noroeste peninsular José Carlos Sánchez Pardo ........................................................................................................................ 417 El Proyecto Maila en el yacimiento romano-tardoantiguo de Los Barruecos (Malpartida de Cáceres) Saúl Martín González, Aníbal González Arintero, Juan José Pulido Royo y Sabah Walid Sbeinati .......... 425
FORTIFICACIONES Y PERIFERIA EN HISPANIA El entorno de Soto de Bureba durante la tardoantigüedad
ROSA SANZ SERRANO IGNACIO RUIZ VÉLEZ HERMANN PARZINGER Universidad Complutense de Madrid
RESUMEN El trabajo expone la importancia de la Comarca de la Bureba a lo largo de la ocupación romana y en especial en época Tardoantigua. La comarca conservó su función estratégica como lugar de paso entre la Meseta Norte y el Alto Valle del Ebro y Cantabria mediante el control que ejercieron sus civitates de las dos grandes vías que la atravesaban. Se informa más detenidamente sobre las fortificaciones del castro de Soto de Bureba (probablemente la civitas Vindeleia) que se remontan al Bronce Final y época celtibérica y que tuvieron todavía importancia en época romana, aunque las circunstancias históricas posteriores determinaron un cambio de estrategia defensiva en la zona. Palabras clave: Castillos. Elites locales. Territorio. Cultura material. ABSTRACT The work underlines the importance of the region of La Bureba during its occupation in Roman period and Late Antiquity. The region always played an important strategic role as it was a region of transition between the northern Meseta and the Upper Valley of the river Ebro and Cantabria, and the 'civitates' of these regions had full control over the Roman roads passing through. We inform with all details about the development of the Castro of Soto de Bureba (possibly the 'civitas' Vindeleia), its period of occupation starts in the Late Bronze Age and passes through the Early Iron Age and the Celtiberic period, and even in Roman period this settlement had still some importance, although the historical circumstances had some impact on the defensive strategy of the whole region. Key words: Castles. Local elites. Territory. Material culture.
Las fortificaciones en la tardoantigüedad: Élites y articulación del territorio (siglos V-VIII d.C.) 2014 / ISBN 978-84-941796-7-9 / págs. 121 – 142
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ROSA SANZ SERRANO, IGNACIO RUIZ VÉLEZ & HERMANN PARZINGER
EL YACIMIENTO DE SOTO DE BUREBA La existencia de fortificaciones y de un ejército regular en el norte peninsular durante la Antigüedad Tardía son problemáticas que han originado una importante polémica en la historiografia actual. El estudio de ambas cuestiones se suele relacionar con la desaparición de las estructuras del poder imperial en Hispania a raíz del caos producido por el pronunciamiento en Britania de Constantino III en el año 406 y de la guerra civil que desencadenó en la prefectura de la Galia contra el emperador Honorio. En este contexto el usurpador envió a las Hispanias -que formaban parte de la prefectura- para gobernarlas a su hijo Constante como césar, al magíster Gerontius y a una serie de magistrados civiles que fueron aceptados por una gran parte de la aristocracia hispana. Sin embargo, como testimonian fuentes como Orosio, Sozómeno y Zosimo1, una parte de la nobleza peninsular, que se suele localizar en el norte, se organizó militarmente para hacer frente en sus dominios al usurpador, al decir de Orosio para defenderse a sí mismos y a su patria y a favor de su emperador. Estos autores recogen también el nombre de los principales cabecillas, Dídimo, Veriniano, Teodosiolo y Lagodio, de quienes Orosio asegura que eran jóvenes y ricos, aunque calla su origen, y Sozómeno y Zósimo, autores posteriores que siguen los datos de Olimpiodoro, les emparentan con la dinastía teodosiana. Atendiendo al relato de estos tres principales autores, el general Geroncio llegó acompañado de un ejército de bárbaros federados, los llamados honoriaci. Lo que hace suponer que esperaba un enfrentamiento armado con esa nobleza y el ejército que la sustentaba. Sin embargo, el problema comienza cuando se intenta identificar a esos ejércitos sobre los que los documentos caen en abierta contradicción. Si atendemos al relato general en el que coinciden las fuentes citadas, Dídimo, Veriniano, Teodosiolo y Lagodio utilizaron ejércitos privados que, según Zósimo, les habían servido anteriormente para dirimir diferencias entre ellos, lo que puede suponer la existencia de rencillas previas de carácter territorial entre la nobleza 1
Orosio, VII, 40, 4-8 mientras él se quedaba en Galia enfrentado a las tropas de Honorio. También Zósimo, V, 43, 1-5 y Sozomeno, H.E. IX, 11. ss. Al respecto Sanz Serrano, 1986: 225-264 y 2006: 125-140. Sobre la usurpación de Constantino III, Drinkwater, 1998, 269-298, Arce, 2005: 33 y Delmaire, 1997: 111-126.
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hispana, incluso entre quienes eran parientes próximos. Orosio, que debió de vivir directamente estos acontecimientos2 asegura que estaban compuestas por jóvenes esclavos de sus fincas armados y alimentados con dinero de sus casas y asegura que con ellas se dirigieron a defender los pasos del Pirineo que controlaron durante un tiempo. Zósimo completa la información afirmando que Dídimo y Veriniano fueron hechos prisioneros por los magistrados enviados por Constantino III y después ejecutados mientras Tedosiolo y Lagodio escaparon a Italia y a Oriente respectivamente y de nuevo Orosio concluye que fue la derrota de los ejércitos privados, no se sabe dónde ni como, lo que permitió a los honoriacos saquear lo que denomina “Campos palentinos” con el permiso de Geroncio (in Palentinis campis licencia data). Precisamente esta afirmación hace suponer que los enfrentamientos tuvieron como foco el norte peninsular donde se encontraban las posesiones de los nobles vencidos ya que el saqueo de la zona formaba parte de los acuerdos del foedus que estos bárbaros habían establecido con Constantino III. Este hecho podría incluso llevarnos a situar los pasos del Pirineo en regiones más occidentales, como por ejemplo la comarca de la Bureba y las estribaciones montañosas de los sistemas Ibérico y Cantábrico, desde donde se procedió al saqueo de los territorios meseteños3. Además el autor culpa a los honoriacos del caos posterior pues “empapados de botín y halagados por la abundancia, al concedérseles, para que sus crímenes fueran más impunes y tuvieran más libertad para los propios crímenes, la custodia del Pirineo y abrirse así sus desfiladeros, dejaron entrar en las provincias hispanas a todos los pueblos que andaban por las Galias y, se unieron ellos mismo a éstos”4. Los pue2
Orosio vivía en la Península a la entrada de los bárbaros, posiblemente en el norte y huyó de ella un poco después buscando refugio en el norte de África con Agustín de Hipona. Él mismo lo dice en su obra y acepta que los mismos bárbaros ayudaban a quienes querían marcharse previo pago. 3 Habría que tener esta posibilidad en cuenta porque el valle del Ebro como parte de la Tarraconense previamente había aceptado al usurpador ya que su hijo Constancio gobernó la Península desde allí. El saqueo pudo afectar a las ricas villas del norte peninsular de donde precederían los nobles implicados como las de Pedrosa de la Vega, Saldaña, Quintanilla de la Cueza, La Olmeda y Baños de Valdearados en Burgos. Véase Sanz Serrano, 2009 y 2007: 443-480. 4 Orosio, VII, 40, 9-10. Habían atravesado el Rin por Maguncia en el año 406 y andaban deambulando por Galia a la espera de poder encontrar un lugar donde asentarse o de pasar a las provincias
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blos a los que se está refiriendo el autor son los vándalos, suevos y alanos que llegaron al territorio hispano en el año 409. Por lo tanto la narración de Orosio de “la pérdida de las Hispanias” está estrechamente ligado a la derrota del único ejército al que hace alusión en su obra, el de los esclavos y dependientes de ciertos señores, discurso que encaja con la teoría imperante en la historiografía española de que hacía ya mucho tiempo que no había ejército regular ni defensas de importancia en Hispania, lo que impidió también a Honorio recuperar su control después de vencer a Constantino III y permitió a suevos, vándalos y alanos permanecer en su territorio. Esta hipótesis se ajusta al dato ofrecido por la Crónica del también hispano y contemporáneo de los hechos, el obispo Hidacio de Chaves (Chron., 49) de que a la entrada de los bárbaros las poblaciones acudieron a refugiarse en los centros fortificados (“Hispani per civitates et castella residui a plagis barbarorum per provincias dominantium se subiciunt servituti”) donde organizaron defensas locales. Aunque paradójicamente la existencia de estas defensas no puede entenderse sin la existencia previa de una mínima organización militar de los territorios. Al respecto y pese al silencio de Orosio y de Hidacio el problema cobra importancia porque Zósimo y Sozómeno que décadas después siguen la narración oficial de la corte de Constantinopla hacen referencia a unos ejércitos lusitanos de los que Zósimo (HN.,V, 43, 2 ss.) dice que tenia miedo Constantino III por el uso que los nobles hispanos pudieran hacer de él y que fue movilizado antes de que, al darse cuenta de la desventaja frente a los ejércitos del usurpador, optaran por organizar a sus siervos. Para mayor complicación, Sozómeno (H.E., IX, 11) sitúa a estos ejércitos lusitanos a las órdenes de Constantino y luchando contra Dídimo y Veriniano y sus ejércitos de campesinos, por lo tanto como partidarios desde el inicio del usurpador, dato en el que parece ser fiel a Olimpiodoro (frg. 13 de Brockley). Ante la dificultad de aclarar el bando al que apoyaron los citados ejércitos regulares por la confusión de las fuentes, lo que no podemos dejar de admitir es que la tradición oficial recoge la existencia de ejército hispanas, según Jerónimo, causando un grave dolor a las poblaciones de las provincias (Ep., 12,3 16).
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en Hispania en esta época tan tardía, sin que informe ni del tamaño, localización exacta y características del mismo, aunque los llaman lusitanos. Ello choca con el silencio total de Hidacio y el relativo silencio de Orosio pues éste sí que admite que en su tiempo existió la sospecha de que los nobles intentaran hacerse con el poder en sus territorios en un acto de tiranía, lo que el autor rechaza de plano, pero señala bien que para ello tendrían que haberse revestido de la diadema y la púrpura y evita decir que también haberse puesto al mando de un ejército regular que oculta bajo nuestro punto de vista en la afirmación de que reunieron durante mucho tiempo para sus fuerzas “solo” a jóvenes esclavos de sus propias fincas. El problema se complica si tenemos en cuenta los datos de la Notitia Dignitatum Occidentis (118-134) en la que se señalan para el siglo V una serie de tropas regulares en la Península, en concreto tropas comitatenses que pudieron haber sido enviadas después del momento que nos ocupa para luchar contra los bárbaros y sobre las que no nos vamos a detener, y una serie de unidades de limitanei asentadas en el norte peninsular en una especie de línea defensiva y dependientes de un magister militum praesentalis a parte peditum, que se suelen localizar en Rosino de Vidriales (Zamora), Herrera de Pisuerga (Palencia), Lugo, Retortillo (Santander) o Ciudadela en la Coruña e Iruña, además de la legio VII Gemina en León5. Sin 5
en concreto las cohortes, secondae Flaviae Pacatianae en Paetonio (identificada con Rosino de Vidriales), secundae Gallicae, ad cohortem Gallicam (posiblemente en Herrera de Pisuerga), la Lucensis (Lugo), la Celtiberiae en Brigantia según unos (CiudadelaLa Coruña) o en Iuliobriga (identificada con Retortillo en Santander) y la primae Gallicae, en Veleia (Iruña), además de la legio VII Gemina en León (ND, Occ., XLII. 25-32. Sobre el debato historiográfico, Neira y Arce que ha negado siempre el limes (2005: 42 y 190) y del Castillo (ed, 1986). Sobre la Notitia entre otros NEIRA. Paradójicamente se admiten otros datos de la notitia sin cuestionarlos. La polémica parte de los trabajos de Barbero y Vigil que defendieron la existencia de un limes relacionado con la defensa frente a los pueblos del norte (BARBERO, VIGIL, 1974; idem, 1978). Como posible limes visigodo, García Moreno (1974: 5155) que señala hasta cuatro zonas del limes. En contra de estos criterios Besga Marroquín (1983) lo niega por falta de pruebas aunque en época visigoda lo admite para la zona de Vasconia (Victoriaco, Oligicus y guarniciones en Pamplona y Albelda). Quiroga y Lovelle (1994: 83-107) indican que no hay ni limes ni marca en Galicia antes de su conquista en el 585 a los suevos. Los argumentos generales son la falta de evidencia arqueológica y epigráfica sobre ejércitos, aunque en general el registro epigráfico desaparecer a partir del siglo III y las excavaciones de los centros o son todavía parciales o antiguas, al respecto se puede consultar (Aja Sánchez, (2002).
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embargo, gran parte de la historiografía actual niega la validez del documento para el caso de las defensas hispanas, con el alegato de que sus provincias eran un remanso de paz y en ellas es inexplicable una frontera septentrional y apela a la falta de documentación arqueológica y epigráfica de las mismas. Pero lo cierto es que, precisamente la similitud con la situación militar con los primeros siglos del Imperio puede convertirse en un argumento a favor de la persistencia de una mínima organización defensiva, aunque fuera por inercia y transformada, más dirigida a funcionar como defensa local frente a problemas internos, para la vigilancia de las vías principales y de las actividades que se realizaban en torno a ellas como la recogida de la annona militaris, el traslado del oro hacia la Galia, la lucha contra el bandidaje o simplemente como centros fiscales desde donde se organizaban la recogida de los impuestos. Lo que explicaría también que, a la llegada de los bárbaros fueran en parte en los lugares de la Notitia donde ocurrieron los principales enfrentamientos militares con los hispanos como es el caso de Lugo, León, Astorga Braga, Coimbra o el conocido castro Coviacense que según Hidacio no estaba lejos de Astorga (Chron., 100; 174 y 186). Es decir, si bien debemos rechazar la idea de un modelo de cohorte o legión alto imperial, es ilógico negar la necesidad imperante en toda sociedad antigua de defender sus territorios y bienes utilizando todos los medios a su alcance, incluidos los restos transformados de los antiguos centros militares. La plasmación documental de este hecho podría estar en la noticia que sí nos da Orosio (VII, 40, 8) de que los Honoriacos fueron los encargados, después de derrotar a los ejércitos privados de la nobleza hispana, de defender los montes y desfiladeros de los Pirineos echando de allí a la fiel y útil guarnición compuesta de campesinos que podemos identificar con la pervivencia de unas mínimas defensas transformadas en el tiempo pero originadas en antiguas estructuras militares. Dídimo y Verinano pudieron haberse aprovechado de algunos de estos elementos para integrarlos en sus ejércitos privados, lo que levantó la sospecha de tiranía entre sus contemporáneos. Los datos y argumentos anteriormente presentados nos permiten evidenciar la importancia de la zona norte en la defensa de Hispania y en los posteriores enfrentamientos con los suevos, vándalos y alanos
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primero y después contra los godos federados de los emperadores de la dinastía Teodosiana que habían perdido el control de sus territorios. El foco histórico fueron los territorios relacionados con una de las vías más importantes de Hispania, la Aquitana (vía 34 del Itinerario de Antonino, ab Asturica ad Burdigala) que enlazaba el noroeste peninsular con la Galia por un lado y con la vía de la Plata que atravesaba prácticamente Lusitania, pasaba por la capital de la diócesis Emerita Augusta y llegaba a la Bética, lo que explica que la aristocracia del norte se desplazara con rapidez a la Lusitania, de creer a Zósimo y Sozómeno. Ésta conectaba directamente o mediante ramales los centros citados por la Notitia Dignitatum como de limitanei, desde Lucus Augusti, y Legio VII Gemina, la actual León, pasando por Asturica Augusta (Astorga) y las zonas más ricas de producción minera, atravesaba el norte de Zamora y Palencia (los Campos Palentinos de Orosio), se adentraba en la provincia de Burgos y la comarca de La Bureba, llegaba al alto valle del Ebro y al territorio cántabro y alcanzaba el sur de Galia para terminar en Burdeos. Por aquí marcharon los ejércitos de Dídimo y Veriniano y posteriormente los bárbaros y en el siglo V cobraron sus centros más importantes una atención especial en la Crónica de Hidacio6. Además en el Ebro enlazaba con las vías que atravesaban la actual Rioja, Caesaraugusta y llegaban hasta Tarraco, espacios que al parecer estuvieron desde un principio controlados por Constantino III y, a la derrota de éste, pudieron haber sido recuperados por Honorio mientras el resto de las provincias hispanas se organizaron de una manera prácticamente independiente . Las regiones señaladas eran además ricas en minerales o mantenían una importante producción agrícola y ganadera que permitió el desarrollo de algunas de las más importantes villas de la Península. Pero desde el siglo V adquirieron un carácter de periferia y confín tras la pérdida del control imperial respecto a las zonas más meridionales y a los valles medio y bajo del Ebro y sobre todo por su relación geográfica con las poblaciones de astures, cántabros, vascones y los grupos de bagaudas que vivían en las montañas en las condiciones particulares que se crearon tras la independencia de Britania y una buena parte del norte de 6
SANZ SERRANO (2009: 95-130).
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la Galia. A ellos hacen referencia Salviano de Marsella en su célebre obra De gubernatione Dei como consecuencia de la ruptura de la organización romana cuando los hispanos abandonados a su suerte se organizaron en las montañas del norte como guerrilla. Hidacio señala cómo estos grupos lucharon contra las tropas federadas godas de Honorio y de Valentiniano III y cómo aprovechaban para saquear las ricas villas y poblaciones del valle del Ebro, incluidas Zaragoza y Tarazona, de manera que la zona que nos ocupa en su papel de periferia adquirió una dinámica propia que debe de ser atendida contextualmente. Pero es precisamente su posición periférica la que la convierte en una zona estratégica clave donde por fuerza se mantuvieron, y así lo dicen las fuentes del siglo V y las visigodas, unas estructuras defensivas organizadas por las poblaciones locales pero donde se integraron los restos de la antigua organización ciudadana y rural del Imperio, fuese esta del calibre que fuese. Solo aceptando este hecho se pueden entender los enfrentamientos con los bárbaros en civitates et castella que cubren una buena parte del relato de la crónica de Hidacio.7 Y también el importante papel que tuvieron las aristocracias locales también entonces en la organización de las defensas locales como la familia de los Cantabri en Coimbra (Chron., 229 y 241) o el rector de Lugo (Chron.,199). Al respecto basta referirse al célebre texto de Salviano de Marsella (De gubernatione Dei, V, V, 21) en que el obispo denuncia el fuerte aumento a la llegada de los bárbaros en Hispania y la Galia del sistema de patrocinio de los aldeanos y de las aldeas (vicorum y vicanorum ) que se ponían bajo la protección de sus señores a cambio de entregarles las tierras al mismo tiempo que otros muchos preferían irse a vivir con los bárbaros o marcharse con los bagaudas. En esta línea septentrional tiene una importancia clave la actual comarca de la Bureba habitada en época prerromana y romana por el pueblo de los
7
La utilización de los restos del ejército en tropas privadas se comprueba en Oriente en la obra de Sinesio de Cirene (eps. 9, 69, 78, 95, 108, 122, 133) y de Libanio de Antioquía ( Orat. XLV, 527). Hay una compilación de textos hispanos sobre las civitates et castella y otros lugares defensivos en Revuelta Carbajo (1997). Sobre las fortificaciones tardías: FERNÁNDEZ OCHOA y MORILLO CERDÁN, (1997). También GUTIÉRREZ (1985). SANZ SERRANO (2006: 225).
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autrigones. Y dentro de ella destaca el castro de Soto de Bureba, excavado por nosotros y al que hemos identificado con la civitas y mansio romana de Vindeleia8. La Bureba es ya en sí misma un conjunto defensivo y hemos argumentado más arriba que podría haber sido confundida por las fuentes, junto con las formaciones montañosas que rodean la cubeta sedimentaria, con los primeros pasos pirenaicos por los que llegaron los bárbaros, lo que explica la rapidez con que saquearon los campos palentinos. Consta de una cubeta sedimentaria rodeada por estribaciones montañosas del sistema cantábrico y del ibérico y se complementa con Las Loras burgalesas, el Páramo de Masa que se une a la Sierra de la Tesla -de manera que al anticlinal de Leva, que se encuentra entre Soncillo y Bisjueces, le sigue por el este el anticlinal de la Tesla, entre las “cluses” de Los Hocinos (Valdenoceda-Incinillas) y La Horadada (Oña-Trespaderne) por las cuales discurre el Ebro-, y finalmente los Montes Obarenes con los anticlinales de Frías y del monte Humión en un desarrollo O-E que funciona como barrera geográfica de la cubeta por el norte. El desfiladero de Pancorbo es el límite oriental y otro paso muy importante entre la llanura alavesa, las tierras riojanas de la Sierra de Cantabria y la meseta del Duero, conformándose la zona geográficamente como una dualidad montaña-llanos. El punto de contacto entre las dos realidades de la montaña y el llano se hace a través de grandes pasos naturales: el desfiladero de Oña y la Horadada por la parte occidental y el desfiladero de Pancorbo por la oriental. El desfiladero de La Horadada tiene entrada a través de Oña por el sur y a través de Trespaderne por el norte, donde ya en el Paleolítico fueron ocupadas sus cuevas. Estos pasos son la antesala al lado norte donde se encuentra una llanura rica, el sinclinal VillarcayoMedina-Tobalina, que da acceso a la montaña cantábrica. Este conjunto norteño es lo que llaman las Montañas de Burgos en las que se van a producir unas fenómenos de convergencia histórica en unos momentos específicos entre el mundo antiguo y el medieval; por el sur se accede al páramo de Masa, Los Llanos (La Bureba y los valles del Arlanzón y Arlanza) que introducen nuevos condicionantes físicas y distin8
PARZINGER-SANZ, 2000; SANZ-RUIZ VÉLEZ, 2008: 657683 y en prensa.
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Figura 1. Mapa de yacimientos tardorromanos. Soto de Bureba (cruz). 1 Las Quintanillas (Cornudilla), 2 Las Calzadas (Hermosilla), 3 Soquintanilla (Quintanaélez), 4 Sobrevilla (idem), 5 Hortiguero (Quintanilla cabe Soto), 6 La Ermita (Quintanabuerba), 7 Fuente Galindo (Cubo de Bureba), 8 Santa Cruz (Sta. Mª de Ribarredonda), 9 La Tejera (idem), 10 Los Tabares (Ameyugo), 11 El Asomante (idem), 12 Cristo de Barrio (Pancorbo), 13 San Miguel (idem), 14 Los Rodillos (idem), 15 La Alhóndiga (Sta. Gadea del Cid), 16 La Tejera (Idem), 17 Trasmoledo (Cubo de Bureba), 18 Ventosa (Villanueva de Teba), 19 La Virgen (Valverde de Miranda), 20 Los Almendros (Pancorbo), 21 Fuente Abrojo (Valluércanes), 22 Cabriana (Cabriana), 23 Peña del Mazo (Pajares).
tas formas de aprovechamiento de los recursos naturales9 . El conjunto se cierra en el paso del Pancorbo donde también se registran fortalezas defensivas medievales que todavía no se han excavado. Antes de llegar a este paso se encuentran los también pasos naturales de Petralata y el del Portillo del Busto por donde discurría la vía romana y cuyo control estuvo en manos del yacimiento de Soto de Bureba. Fue al norte de la cubeta y al pie de las formaciones montañosas donde se desarrollaron en época protohistórica, por su propia estructura física, los principales castros defensivos y amurallados que en época romana van a resultar todavía como principales asentamientos autrigones (civitates y mansiones de Salionca, Uxamabarca, Tritium Autrigonum, Virovesca, Vindeleia, Segisamunclum, Porta Augusta?, Antequia?) que adquieren por su localización un claro sentido defensivo y de control de dos de las principa-
les vías a las que nos hemos referido anteriormente: la Aquitana y la de Italia en Hispania que alcanza el medio y bajo valle del Ebro. Ptolomeo y Plinio citan algunos de los más importantes y las prospecciones realizadas en superficie en algunos de ellos demuestran su larga duración10. Estas civitates se relacionaron desde época protohistórica con las cercanas turmogas de Sasamón (Segisamo), Tardajos (Deobrigula) y Herrera del Pisuerga (Pisoraca) que podemos incluir como epicentro de los campos palentinos de Orosio. De todas las citadas, hasta el momento solo se ha excavado el castro de Soto de Bureba que controla el paso del Portillo del Busto desde el que se tiene acceso directo a la actual Barcina de los Montes, un lugar sagrado donde se supone estuvo situado el santuario del dios indígena Burobio y que continuó siendo lugar de culto en época romana. Además desde Soto de Bureba se accede a la Sierra de Tobalina y al río Ebro por el norte. El yacimiento de Soto de Bureba
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GARCÍA GONZÁLEZ, 1995ª: 7-69; idem, 1995b: 167-230; BOHIGAS, LECANDA, RUIZ, 1999: 49-56; BOHIGAS, LECANDA, RUIZ, 2000: 561-562)
LAS FORTIFICACIONES EN LA TARDOANTIGÜEDAD
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PARZINGER-SANZ (2000: 398-405)
FORTIFICACIONES Y PERIFERIA EN HISPANIA: EL ENTORNO DE SOTO DE BUREBA…
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Figura 2. Trazado de la muralla de La Cerca o poblado superior.
parte de un horizonte del Bronce Medio y llega con seguridad hasta época romana. Cuenta con una potente estratigrafía de la Edad del Hierro con varios niveles de hábitat y señales de al menos dos etapas de destrucción, pero lamentablemente en las zonas excavadas el asentamiento de época romana está muy destruido por efectos de la erosión y de las actividades humanas. Sin embargo la abundancia de sigillata demuestra que tuvo una ocupación importante que se concentró principalmente en las zonas media y baja del mismo y en el llano que se abría a las zonas agrícolas, lo que tenemos que poner en conexión con la conservación de una importante epigrafía de época romana que procede del yacimiento y de sus alrededores donde se comprueba ya la promoción de algunos personajes con clara onomástica indígena. Además en Soto de Bureba como en el cercano paso del Pancorbo encontramos la demostración de la existencia de fuertes defensas hasta época romana en los asentamientos. En el yacimiento hemos documentado y excavado en parte dos potentes recintos amurallados construi-
dos ya en el Hierro II que responden a su importancia estratégica en el entorno de la Bureba. Además se ha descubierto una primera red defensiva de madera y barro que podemos fechar en el Bronce Final. Las murallas celtibéricas tiene un potente basamento de piedra asentado sobre la roca y sobre él se levantaron los muros de adobe. El primer recinto rodea la acrópolis del castro, lugar denominado La Cerca donde se ha registrado un hábitat desde el Bronce Medio hasta época romana. Éste a su vez se encuentra dividido en dos por una muralla interior que suponemos también del Hierro II ya que se asienta en su parte sur sobre una construcción rectangular del Hierro I que tiene al memos dos niveles de ocupación y que parece que ya no estaba en uso cuando se hizo la división interna. En la zona norte, la que da a las estribaciones montañosas de Los Obarenes y se abre al Portillo del Busto, el camino hacia el santuario de Burobio, se encontraba la puerta de acceso principal franqueada por dos rampas todavía en parte visibles. En la zona sur y a ambos lados, la muralla se cierra en sendos terraplenes
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Figura 3. Arriba: Corte de la muralla celtibérica de La Cerca. Abajo: Muralla de la fortaleza de Petralata.
triangulares que parece estar trabajados para evitar los corrimientos de tierras. Al oeste se encuentra una estructura que puede identificarse como la entrada en su parte suroccidental que comunica directamente con la parte inferior del castro a la que hemos denominado Los Llanos. En esta se encuentra el segundo recinto amurallado del que todavía se puede apreciar su gran potencia y que corre paralelo a la estructura defensiva de madera anterior y sobre cuyos restos se ha construido un basamento de piedra. En sus distintas partes ninguna de las dos grandes murallas estudiadas excede en anchura los 5 metros entre los paramentos de piedras externos y el relleno interior compuesto por grava y barro. Sin embargo, por la propia dinámica del deterioro del yacimiento, no podemos afirmar que las murallas siguieran en funcionamiento en época tardía de la cual no tenemos en el castro ningún testimonio arqueológico, salvo algunos restos de cerámica tardía
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gris, hallados en superficie y por lo tanto difíciles de fechar con exactitud. La causa es la fuerte erosión antrópica que ha sufrido y el deterioro a causa de los trabajos agrícolas que todavía se siguen practicando en él. Pero sabemos que en el caso del Pancorbo en la parte occidental denominada Peñas de Valcabado existen unas potentes murallas posiblemente celtibéricas mientras que al otro lado se realizaron en época posterior otras construcciones defensivas en las estribaciones montañosas colindantes, lo que demuestra que su importancia defensiva no se perdió a lo largo de los siglos. De hecho al menos la cercana Briviesca aparece citada como un centro importante de la zona en una carta del papa Hilario dirigida a los nobles y posesores del valle medio del Ebro que habían mediado en la elección de los obispos de la zona11. No obstante, la falta de excavaciones arqueológicas en los centros burebanos nos impide organizar un modelo de la situación del hábitat de la Bureba y más en concreto del sistema defensivo y de su pervivencia en los siglos V al VII. Aunque se supone que hubo pocos cambios significativo hasta que el dominio visigodo del norte obliga de nuevo a considerar este territorio como confín a raíz de la fundación de Victoriacum y de la necesidad de mantener un control de los límites con los vascones y cántabros y de tener una zona militarizada desde donde llevar a cabo las incursiones. El panorama cambió de nuevo tras la llegada de los musulmanes y con la creación del ducado de Cantabria y del reino asturiano. Pero la prueba de la pervivencia de la importancia estratégica de Soto de Bureba se comprueba en esos momentos en la construcción de la iglesia románica que se adapta al prototipo de iglesias amuralladas conectadas con las principales vías de paso del Camino de Santiago. Pero las prospecciones y los hallazgos de la zona y de otras vecinas demuestran que la población siguió siendo importante entre los siglos IV y VII. Los materiales están relacionados con otros en La Llanada alavesa y la Rioja. Entre ellos la explotación salinera de Salinas de Rosío (con mosaico del siglo II d.C.) en uso desde el siglo I al IV d.C., y el asentamiento de Los Casarejos (San Martín de Losa) con ocupación en la segunda mitad del siglo IV y primera mitad del V d.C., que podría ser una mansión de una vía romana 11
Hilario, ep. I, 319-20.
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Figura 4. Sigillatas tardoantiguas de Fuente Galindo (Cubo de Bureba), según Abásolo et alii.
en el valle de Losa en el camino Flavióbriga-Pisoraca. Otros pequeños núcleos serían el de Las Sepulturas (Ciguenza), Villatomil, junto al río Salón, Villalba de Losa, y Peñavera (Herrán) donde se ha encontrado un tesorillo de pequeños bronces, en los que aparecen fragmentos de sigillata tardía. Sabemos que, coincidiendo con el dato antes citado de Salviano de Marsella sobre el desarrollo del patrocinio, hubo en la Bureba un florecimiento de las villas en época tardía que podrían estar testificadas en lugares cercanos a Soto de Bureba como La Llana (Silanes) Fuente Galindo (Cubo de Bureba), Sobrevilla (Quintanaélez), Hortiguero (Quintanilla cabe Soto), Los Tobares ( Ameyugo) y El Cristo de Barrio (Pancorbo) o más lejanos como Revenga (Miranda de Ebro), aunque sabemos que desaparecieron algunas villas altoimperiales también cercanas como Carrera de Riarón (Santa María de Ribarredonda). De hecho, el estudio12 de la dispersión de yacimientos indica una densa ocupación del
territorio en esta época como consecuencia de la prosperidad de los siglos anteriores y del desarrollo de una agricultura y ganaderías extensivas que enriqueció a sus poblaciones. Lamentablemente no podemos identificar aún estructuras ni cronologías exactas. Semejante problema presentan los hallazgos esporádicos que podemos probablemente conectar con la existencia de aldeas dependientes de los predios señoriales. Podrían estar hablando de su existencia los hallazgos muy deteriorados por la acción antrópica como los materiales de construcción (mortero, teja, ladrillo) de Las Quintanas (Cornudilla), Las Calzadas (Hermosilla), Soquintanilla (Quintanaélez), La Ermita-Las Berzosas (Quintanabureba), Santa Cruz (Santa Mª de Ribarredonda), Los Tobares (Ameyugo), El Cristo de Barrio y San Miguel (Pancorbo), La Tejera (Santa María de Ribarredonda), La Alhóndiga (Santa Gadea del Cid), el Asomante (Ayuelas) y La Llana (Silanes). También contamos con otros muchos testimonios de sigilada tardía que demuestran la
12
PARZINGER, SANZ, RUIZ, 1993: 328-329; CAMPILLO, 1999: 31-40.
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Figura 5. Sigillata gris “avanzada” de Fuente Galindo, según Abásolo, y de San Miguel (Pancorvo), según Campillo.
pervivencia de una importante población en la zona13. Quizás el yacimiento de estas características más llamativo (tal vez por que se conoce mejor) es el de Fuente Galindo (Cubo de Bureba) por los importantes hallazgos metálicos y cerámicos de sigillata tardía y de cerámica estampillada paleocristiana gris14. Tenemos también poca información sobre el mundo funerario de la Bureba en la Antigüedad Tardía, lo que nos impide detectar la presencia de materiales relacionados con las actividades defensivas de esta época. Este hecho contrasta con la abundante información que han proporcionado las necrópolis de la edad del Hierro en Miraveche, Soto de 13
materiales que pueden proceder de las canteras de Pancorbo que sirvieron también para la ciudad de Velegia/Veleia según Elorza (1972: 186) y Abásolo (1985: 289). En algunos de ellos también han aparecido restos de estuco con pintura (La Alhóndiga, La Llana, Revenga, El Asomante, Los Rodillos (Pancorbo). En muchos de ellos, la sigillata TSHT como es el caso de los yacimientos de El Asomante, Los Rodillos, Villanuevajudíos (Pancorbo), Trasmoledo (Cubo de Bureba), Los Almendros, La Tejera (Santa Gadea), Ventosa (Villanueva de Teba), La Virgen (Valverde de Miranda), etc., hace pensar en su existencia en una población tardía. Fragmentos decorados a molde se han encontrado en La Tejera (Sta. Mª de Ribarredonda) o Fuente Abrojo (Valluércanes) con temas de círculos dobles, con lúnulas o trazos vermiformes e incluso figuras que remedan la humana (CAMPILLO, 1991: 37). 14 PÉREZ, 1992: 239-261.
LAS FORTIFICACIONES EN LA TARDOANTIGÜEDAD
bureba o Santa María de Ribarredonda y con la abundancia de urnas de incineración de época imperial procedentes del yacimiento de Poza de la Sal, la probable civitas de Salionca15. La única necrópolis de esta época excavada en los 70 del siglo pasado es la de Cabriana, que está ya en territorio alavés junto al Ebro (Comunión) y que está en relación con una población romana datada hasta el siglo IV cuyos materiales, expuestos en el Museo de Burgos, permanecen inéditos. Las tumbas son de tipo bañera con inhumación individual en la que el cadáver, en decúbito supino con los brazos cruzados sobre el pecho o adosados al cuerpo, se colocaba en ataúd de madera con un ajuar compuesto principalmente por platos y vasos de diversos tamaños, vasos, tazas y jarritas de vidrio y algunos objetos de adorno personal (pulseras, brazaletes, anillos, aretes de bronce). El vaso más frecuente de TSHT es la forma 37 tardía, de perfil acampanado y sin decoración. La cronología que se da a la necrópolis abarca el último cuarto del siglo IV y la primera mitad del V d.C., sobre todo por el descubrimiento de un pequeño
15
SANZ SERRANO-I. RUIZ VELEZ-H. PARZINGER. 2002/2, 293-321.
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lote de 27 monedas en el interior de la tumba 516. Junto a esta necrópolis hay que referir las posibles de San Bobal y Fuente Galindo (Cubo de Bureba) que está todavía sin excavar. Pero en La Bureba está muy bien documentada la fabricación de un tipo de sarcófagos que se vendían también fuera de la zona y a los que se concede una cronología del siglo IV en adelante y que vienen a reemplazar como industria a otra muy importante de época romana en el trabajo de la piedra que tenía como centro Poza de la Sal, la posible civitas de Salionca de donde proceden otro tipo de manifestaciones funerarias de piedra de los siglos anteriores y un importante registro epigráfico17. Precisamente esta falta de información arqueológica general sobre el registro funerario afecta a lo que podemos considerar un horizonte cultural con muestras de militarización en necrópolis tardías probablemente relacionadas con las grandes villas señoriales de las zonas citadas por Orosio e Hidacio. Así en la villa de La Olmeda (necrópolis del norte y del sur) situada en el foco neurálgico del conflicto con los bárbaros se han encontrado sigillata Clara (o Africana) D (ARS de Hayes) y“avanzada” de Caballero (ya de época visigoda), broches y cuchillos “tipo Simancas” recipientes de vidrio y de metal propios de un “horizonte cultural” del Duero; a su lado también unas placas metálicas con decoración excisa que llevan hebillas decoradas con cabezas de animales, típicas de los anchos cinturones militares “cingula militiae” que se emplearon en el limes renano-danubiano desde finales del IV que tiene paralelos en el también palentino asentamiento de La Morterona (Saldaña, Palencia). Una pieza de estas características proviene de Fuente Galindo en Cubo de Bureba18 y podría relacionarse con los restos de una panoplia paramilitar aunque la pieza carece de contexto 16
ELORZA, 1974: 186; ABÁSOLO, CORTÉS, PÉREZ, VIGHI, 1984: 169-172. 17 (SCHLUNK, 1965: 139-166; idem, 1972: 196-204; ANDRÉS ORDAX, 1985: 432-439) que aunque denotan una rudeza estética, ingenuidad plástica y originalidad iconográfica ofrecen una uniformidad que le da carácter, vinculado, según Ordax, a unas comunidades monacales relacionadas con el mundo norteafricano. Sin embargo, y atendiendo a la carta del papa Hilario anteriormente citada, no debemos desechar la posibilidad de que en ellos se enterrase la aristocracia cristiana de la zona en los inicios de la cristianización del territorio. Tenemos también talleres locales de sarcófagos en Tarragona, o los de influjos griegos orientales de Écija). Al respecto SANZ SERRANO (2003). 18 ABÁSOLO, BARRIOCANAL, RODRÍGUEZ, 1982: 142-156: fig. 10, 1 y hay también algún fragmento de sigillata gris (Ibidem, fig. 7).
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arqueológico claro aunque sí lo tienen los restos cercanos de lo que se ha interpretado como guarniciones militares en la cercana ciudad amurallada de “Veleia” (Iruña, Álava) de donde procede una hebilla de un broche de cinturón decorada con delfines simétricos cuyas aletas dorsales se convierten en cabezas de caballos y que va articulada a una placa con calados en forma de “ojos de cerradura” que se suelen fechar en el siglo IV. Más cercanos son los broches tardíos del yacimiento de Hornillos del Camino (Burgos) y la placa de cinturón con calados en forma de “ojos de cerradura” encontrado en la necrópolis de La Nuez de Abajo19. La historiografía tiende a relacionar estos materiales con los procedentes de las polémicas “necrópolis visigodas” de la zona del Duero en las que se ha querido detectar la mezcla de población romana y germana a lo largo de varios siglos y en la que junto a vestimenta femenina identificada como germánica aparecen bastantes muestras de elementos referentes a la panoplia militar de los siglos V al VII. Independientemente de la problemática cronológica y arqueológica de las mismas que está todavía en discusión, lo cierto es que se trata de necrópolis muy significativas situadas en una zona estratégica muy importante en el sistema ibérico con una función similar a la que tuvieron los habitantes de la Bureba que actuaba como periferia en la Meseta norte en los siglos IV y V, también frente a los bagaudas, y en época visigoda como claro confín frente a las poblaciones del norte y de la Galia20. Posteriormente los materiales militares más importantes se encuentran al este de estas tierras, en los comienzos de las alavesas y de las vascas donde los elementos visigodos son muy escasos y sabemos que fueron zonas que no estuvieron nunca bajo el control de los monarcas visigodos. Algunos autores explican estas necrópolis en conexión con el ducado de Aquitania en el siglo VII. Un conjunto de necrópolis aportan datos muy interesantes porque son “tumbas con armas” al estilo merovingio. La necrópolis de Argaray (junto a plaza de toros de Pamplona), Buzaga (Elorz, Navarra), Aldaieta (Nanclares de Gamboa, Álava), la cueva alavesa de Goros (Hueto Arriba) reflejan muchos influjos del otro lado de los Pirineos, del mundo merovingio, pero debemos alejarnos de 19
PALOL, 1964: 144, fig. 24, 4. PALOL, 1964: 145, fig. 25, 5. Sobre las necrópolis del Duero últimamente PÉREZ (1996), SASSE (2000) y RIPOLL (1985). 20
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manipulaciones historiográficas21 ya que las relaciones con el mundo visigodo de estas regiones no se rompieron nunca entre los siglos VI y VII y hay algunas piezas que así nos lo recuerdan como es el caso del jarrito ritual de Iñurrieta (Mañaria, Vizcaya) semejante al de la cueva de La Horadada en Mave (Palencia). Un ejemplo más de la inestabilidad de la zona y de las reacción de las poblaciones de la misma ante los conflictos podemos tenerla en la rehabilitación de la costumbre antigua del hábitat sobre grandes riscos y en cuevas, muchos de ellos utilizados desde el Bronce Final y durante la Edad del Hierro cuyos materiales aparecen junto a los de la época que nos ocupa. Son el caso de la cueva de El Portal (Lastras de las Eras), Las Cuevas (San Llorente de Losa), la cueva de Araos (Teza de Losa) y la Cueva del Puente (Villalba de Losa). Aunque desconocemos exactamente las razones que llevaron a algunas poblaciones a buscar el refugio en cuevas que no siempre podemos explicar en clave de peligros eminentes y de violencia pues sabemos que en ocasiones responden a la búsqueda de formas de vida alternativas como es el eremitismo, existen ciertos aspectos del fenómeno que pueden apuntar en ese sentido. Este tipo de hábitat que aparece como fenómeno generalizado en Cantabria, el País Vasco, el alto Duero y el alto Ebro, está testimoniado igualmente en otras zonas peninsulares y viene asociado a la presencia de sigillatas de importación africana22. Pero teniendo en cuenta los acontecimientos históricos a los que hemos hecho referencia más arriba y, además, a la presencia en el noreste y en relación con el alto valle del Ebro del fenómeno de la bagauda hay bastantes posibilidades de que tuvieran algunos de estos centros de hábitat una función de control militar del territorio. Así se ha sostenido para el siglo III, otra época de desequilibrio administrativo, para el
caso de la Cueva del Puente23 donde se han descubierto una serie de inscripciones latinas grabadas en la pared fechadas en los últimos días de octubre del 235 d.C., realizadas por una decuria de soldados romanos que podrían estar acuartelados en el asentamiento de Aloria, en la depresión de Orduña que estuvo habitado hasta el siglo V. Se han relacionado estos acontecimientos con los miliarios (de Gijano y Nava de Mena) de la calzada Flaviobriga-Pisoraca cuyas fechas oscilan entre el 238 y el 251 d.C., y con los intentos de restauración de dicha vía. Si las guerras civiles que caracterizaron el siglo III dieron lugar a la organización de defensas y promovieron este tipo de hábitat, los conflictos de comienzos del siglo V pudieron determinar fenómenos parecidos. Incluso estos centros sufrieron un proceso de cristianización como se comprueba en las iglesias rupestres de época ya visigoda de Cueva de San Pedro y La Cueva de los Portugueses en Tartalés de Cilla, en Cillaperlata. Este fenómeno podemos relacionarlo con otros casos habitacionales en la cabecera del Ebro, en Álava, donde el mayor número están en la zona de Valdegovía, el condado de Treviño (Burgos) (Las Gobas y Santorcaria, Monticu de Charratu, etc) y La Rioja (San Millán de la Cogolla) y que podemos relacionar con los canceles de San Millán de San Zadornil y en la depresión burebana los capiteles de San Vicente del Valle que sabemos bien que tienen relación con el proceso de cristianización iniciado por Emiliano en el siglo VII, un noble con extensas posesiones en el alto valle del Ebro, alguna de las cuales convirtió en eremitorios y monasterios24 Aunque muchos de estos hallazgos plantean muchas dudas sobre una cronología estrictamente visigoda o altomedieval25. Pero una de las pruebas más claras de la necesidad de defender los territorios del norte son los asentamientos encastillados que podríamos relacionar con
21
AZKÁRATE, 1993: 149-176. Destacan en el norte yacimientos como Los Husos, Peña Forua, Monticu de Charratu, Iruaxpe, La Ertilla, etc., en muchos de los cuales junto a TSHT aparecen también producciones importadas africanas y DSP. Este fenómeno, explicable por cuestiones políticas y de seguridad, se ha querido relacionar con aspectos socioeconómicos como una crisis climática que desarrollaría el pastoreo. Nos parece un planteamiento muy cuestionable porque el pastoreo ha formado parte de la economía de estas sociedades a lo largo de todos los tiempos. Creemos que los hechos políticos desde finales del siglo IV al VII son argumentos mucho más contundentes. Precisamente muy cerca de la zona que nos ocupa se excavó una cueva, la de Quintanaurría (OSABA, ABÁSOLO, URIBARRI, LIZ, 1971: 181-187). 22
LAS FORTIFICACIONES EN LA TARDOANTIGÜEDAD
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ABÁSOLO, MAYER, 1998: 283; ORTEGA, 1998: 241-278. (CASTELLANOS, 1999) Algunos capiteles, cerámicas y restos que hay en el Museo de Burgos podrían hablar de una tradición visigoda. Por otro lado, asociados a todos estos restos habría que citar los distintos eremitorios o iglesias rupestres: Cueva de San Pedro y La Cueva de los Portugueses en Tartalés de Cilla, en Cillaperlata. Están relacionados con todos los que aparecen en la cabecera del Ebro hasta Álava, donde el mayor número están en la zona de Valdegovía y el condado de Treviño (Burgos) (Las Gobas y Santorcaria, Monticu de Charratu, etc) hasta La Rioja (San Millán de la Cogolla). Los alaveses se han llevado hasta el mundo visigodo por lo que para los de esta zona habría que decir lo mismo. (ABDRÉS ORDAX, 1985: 455). 24
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los denominados por Hidacio como castella y que podría tratarse de turres, burgi u otro tipo de defensas en relación con las civitates y las mansiones de las grandes vías. Así los enclavados a lo largo de la vía Aquitana entre los que destacan los de El Otero (Fontes Tamaricas?,25en Colmenares de Ojeda), Monte Cilda, Amaya, Páramo Ciudad (La Nuez de Abajo), Bravum (Ubierna)26. En muchos de estos lugares se han constatado restos de época visigoda como en Monte Cildá (fortificado entre el V y el VIII, ¿ceca de Mave?) o en las necrópolis tardías y visigodas de El Cementerio de Herrera de Pisuerga y la de El Arrabal de Villadiego de la segunda mitad del siglo VI e inicios del VII, la necrópolis de San Roque en Avellanosa del Páramo que es del siglo VII o el hábitat y la necrópolis de Los Cuernos y La Mortenora en Saldaña (ceca de Saldania) que son también del siglo VII además de otros restos como el broche de placa rígida calada tipo Krainburg de San Felices de Villahizán de Teviño de fines del VI o inicios del VII. Algunos de ellos están en relación con la comarca burebana en la ruta desde la vía natural del Pisuerga a Portus Blendium27. En este espacio encontramos casi una decena de núcleos poblacionales de estas características más los que se conocen en el desfiladero de La Horadada (sur de Aguilar de Campoó, con el castro de Monte Cildá como llave de dicho desfiladero) algunos de ellos precisamente relacionados con cuevas como Cueva Pilatos, Cueva Corazón, Cueva Blanca, etc. Continuando por la Lora burgalesa predominan también los castros en los que se organizaron defensas desde el Hierro I como Cuesta Castrillo y La Ventana en Salazar de Amaya, El Castillo en Ordejón de Arriba, Alto de Santa Cruz en Ordejón de Abajo, Majadilla (Hormicedo-Villanueva de Puerta), Tedeja y Peña Partida (Trespaderne) y el de Petralata (La Molina del Portillo del Busto) y que se relacionan con los 25
F. PÉREZ (1999b: 348): pueden ser materiales portados por cristianos visigodos que se refugiaron en las montañas tras el desastre del 711 o desplazados después de las campañas de Alfonso I y Fruela de Asturias a mediados del siglo VIII; Esa misma duda se plantea también para los sarcófagos decorados que aparecen tanto en Mijangos como en el Vallejo de la Menina. Este mundo es lo que Pérez Rodríguez-Aragón (PÉREZ, 1999b: 348) llama tardo/epivisigotismo. En cualquier caso los documentos demuestran la continuidad del poblamiento y sobre todo la cristianización lenta pero imparable de las regiones septentrionales. 26 ABÁSOLO, RUIZ, CAMPILLO, HERNANDO, 2008: 328-331. 27 NUÑO, 1999: 167-178.
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antiguos hábitats en civitates como el caso de Soto de Bureba al que ya nos hemos referido y que pudieron ser de nuevo reutilizados. Estos asentamientos no significan ni integran un limes en el concepto clásico como ya hemos defendido más arriba, sino que se justifican por la necesidad de las poblaciones de encontrar refugio ante las poblaciones bárbaras o ante los ataques de los bagaudas, en definitiva ante la inestabilidad de estos siglos, y por consiguiente por su función de vigilar y proteger unas vías de comunicación (en este sentido N-S y viceversa) y formando con ello parte de cierto sistema de defensa difícil de imaginar aunque por desgracia no tenemos todavía datos suficientes como para asegurar una cronología clara de su ocupación a partir del siglo V28. De todos ellos están directamente relacionadas con nuestra zona de estudio las dos grandes fortalezas de la divisoria: la de Tejeda y la de Petralata, aunque en realidad el control de los pasos naturales en sentido N-S y viceversa se complementaba con otros dos centros, el de Cuevarana en el desfiladero de La Horadada y el del Pancorbo en el desfiladero del mismo nombre que formaba un bloque defensivo con el de Petralata que estaba situado entre los dos pasos o desfiladeros anteriores. En su conjunto aparecen como enclaves importantes (quizás con otros todavía no detectados) de vigilancia de los pasos entre dos regiones cultural, económica y fisicamente diferentes. El acceso y el paso por la Horadada estaba controlado por tres defensas, junto con Tedeja que está en la embocadura norte, la de Cuevarana en el centro del desfiladero, donde el río Oca confluye en el Ebro y finalmente la de Petralata cerca de la embocadura sur controlando, además, el paso por la vieja vía aquitana en el Portillo del Busto. La fortaleza de Tedeja (Tetelia en fuentes medievales) se encuentra en un cerro cónico justamente en la confluencia del río Nela en el Ebro, junto a las localidades de Trespaderne y Cillaperlata, ambas con una riqueza arqueológica importante en esos momentos de transición entre el mundo antiguo y el medieval. Parece estar relacionado con la línea defensiva de Amaya donde se han encontrado algunos fragmentos de sigillata gris de la segunda mitad del siglo V del 28
PÉREZ RODRÍGUEZ-ARAGÓN, 1999: 226) y (PÉREZ, 1999b: 346-347)
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Figura 6. Fortalezas del siglo VIII. 1 Tedeja, Trespaderne; 2 Cuevarana, Oña; 3 Petralata, Barcina; 4 Término, Sta. Gadea del Cid; 5 Castro Ventosa, Silanes; 6 La Picota, Miranda; 7 Revenga, Miranda; 8 Anteñe, Miranda; 9 Sta. Marta, Pancorbo; 10 El Castillar, Valluércanes; 11 San Miguel de Pedroso, Belorado. Campaña de La Morcuera (865): A. Touka: S. Martín de Tega (Fontecha); B. Bordjia: Baroja; C: Mesaneka: Mijancas.
grupo avanzado de Caballero junto con dos broches bizantinizantes y el sello signatario con la leyenda Sabatar + ce29 y que tras la conquista por Leovogildo del norte funcionó como la capital del nuevo ducado de Cantabria. El caso de la fortaleza de Tedeja es parecido en el sentido de que la continuidad, como veremos luego, es real en su función de centro de control del norte hasta época visigoda ya que vigila el sinclinal de Villarcayo-Medina-Tobalina, al norte de su emplazamiento, y la entrada al desfiladero de La Horadada por el norte. La presencia visigoda se constata por la datación radiocarbónica y algunos fragmentos cerámicos, aunque el momento más activo de la defensa parece haber sido posterior. El yacimiento ocupa una extensión de 1’5 hectáreas30 en un emplazamiento que presenta una declinación algo pronunciada hacia el norte y conserva un recinto amurallado de consideración, 220 metros, cuya única puerta constatada se encuentra al norte 29
ABÁSOLO, 1978: 51-53. A finales del siglo VII pudo ser la sede de un obispado, citado en el códice escurialense R. II.18 (PÉREZ, 1999b: 346). Tras la ocupación de Tarik en el 712 y Musa en el 714, esta ciudad pasó a manos islámicas hasta su recuperación por el conde Rodrigo en el 860 siguiendo un plan oficial. 30 ARATIKOS (2008).
LAS FORTIFICACIONES EN LA TARDOANTIGÜEDAD
por donde se observa un viejo camino zigzagueante y una poterna en el cubo 0. El sistema poliorcético consta de varios elementos: muralla, terraza o liza con escarpa de un solo paramento y foso. La muralla tiene 2 m de espesor y está formada por un paramento externo e interno de mampostería irregular gruesa recibida con argamasa de cal y arena a modo de caja que se rellena con piedra suelta. Se disponen por la muralla occidental y sur una serie de cubos o torres ultrasemicirculares de las mismas características constructivas. Las torres, seis conocidas y con un diámetro de 7 m. no son equidistantes sino que están distribuidas por criterios estratégicos: entre la primera y la segunda hay 8 m y entre la segunda y la tercera 15 m. En un momento posterior se adosó por el interior un adarve o camino de ronda de 70 cm de ancho y en los cubos 1 y 2 había una escalera de acceso por el interior del recinto a una habitación con el suelo revocado. En el centro del sector sur, la zona más elevada del recinto que da al desfiladero de la Horadada, hay restos de un muro de planta ovalada, a modo de donjón. La muralla es de época visigoda y primero se construyeron los cubos 1 y 2 con el lienzo entre ambos. Poco después se levantó toda la muralla que se
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Figura 7. Vista de la fortaleza de Tedeja. Foto Aratikos.
remata por el SO con el cubo 5 y por el S con el cubo 0. En una segunda fase se levanta el cubo 3 y el adarve entre el cubo 1 y 2. Una tercera fase significa el añadido de una base cuadrada de refuerzo en los cubos 3 y 5 y se adosa el cubo 4 que es de planta cuadrada. Estos refuerzos se hacen con piedra arenisca de sillería y no de mampostería irregular caliza como es el resto. Se piensa que el siglo XIV deja de utilizarse. La puerta ha proporcionado una fecha de C14 centrada a finales del siglo VI d.C., tomada del batiente de madera, y la segunda datación procede del torreón 1 y se corresponde con un horizonte de mediados de finales del siglo VII. Es decir, presenta una cronología de época visigoda. Finalmente disponemos de documentación histórica respecto a la época altomedieval y plenomedieval que se corresponde con los materiales de su torre cuadrangular, tipo turris, que parece provenir en su origen del siglo III d.C., que pervive con la ocupación de la fortaleza cuando Leovigildo en el 574 ocupa la parte sur de Cantabria y que finalmente está vinculada a los comienzos de Castilla como línea de defensa desde el IX31. Este núcleo defensivo se completaba con otros dos yacimientos. Uno situado al este, al borde de la carretera actual y debajo, justamente, de la fortaleza. Se encuentra a las orillas del río y ha deparado un hábitat humano con centro religioso con piscina por inmersión y un cementerio adosado a la iglesia con sarcófa-
gos y un panteón. Se llama a este yacimiento “Santa María de los Reyes Godos”, ubicado en el Vallejo de la Menina flanqueado por dos farallones rocosos, uno al NE y otro al SO. El segundo yacimiento está precisamente sobre el borde del segundo farallón en el que había una estructura defensiva, tipo turris, en la que aparecieron algunas cerámicas de TSHT poco definidas y que ha sido desmantelada por la ampliación de dicha carretera. Demostrativa de su pervivencia es la cercana basílica de Mijangos32, de planta rectangular, ábside recto tripartito, contrábside, pórtico al sur y una cronología entre el siglo V y el IX, según su excavador, que podría haber reemplazado un antiguo centro romano. La lápida de consagración de la iglesia es de Recaredo, fechada entre 591-602. El entorno del templo es una necrópolis de tumbas de lajas la mayoría con algunas excavadas en la roca y pocos sarcófagos lisos y de líneas y semicírculos concéntricos de pervivencia de las decoraciones prerromanas. Muy cerca se encuentra La Varguilla que sería el poblado de la citada iglesia y todavía dentro del desfiladero, dominado por Tedeja, están la torre de Peña Partida y los restos encontrados en el Vallejo de Santillán (más propiamente Vallejo de la Menina) que parecen tener relación con una iglesia y su necrópolis de datación más tardía33. 32
LECANDA, 2000: 185-194. Al hacer la ampliación de la carretera N-629, justo bajo la fortaleza y al lado de la torre citada se sacaron a la luz unos importantes restos: un edículo litúrgico para el bautismo con piscina bautismal, una necrópolis con un panteón (unidad familiar distinguida: en el que hay cuatro sarcófagos decorados, dos de mayores y 33
31
BOHIGAS, LECANDA, RUIZ, 1996: 3-13; BOHIGAS, LECANDA, RUIZ, 1999: 49-56; BOHIGAS, LECANDA, RUIZ, 2000: 555-568).
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En relación con el anterior está la fortaleza de Petralata que sigue manteniendo la etimología latina y cuya erección se explica para vigilar el sur (la Bureba) y el paso por una vieja vía romana que va a ser muy importante en época visigoda y tras la invasión islámica. Petralata se encuentra en un lugar poco menos que inaccesible; además si bien Tedeja desempeñó un importante papel en la Edad Media, el de Petralata parece ser que cayó en el olvido y fue destruido por el paso del tiempo y la acción humana auque todavía está pendiente de estudios más pormenorizados ya que aparece en la documentación medieval el alfoz de Piedralada. En el archivo de Oña, el monasterio que vino a ocupar la importancia religiosa del antiguo santuario del dios Burobios de Barcina de los Montes, aparece citado varias veces pero ya con una cronología del siglo XI en que la fortaleza es controlada por la nobleza local que también tiene una estrecha relación con el cercano monasterio de Oña que recibe donaciones reales y que había venido a cristianizar los antiguos dominios del dios indígena Burobio34. Pero aunque de Petralata no queda ninguna evidencia arqueológica, salvo restos muy aislados (los restos de tejas permitieron a los frailes jesuitas de Oña concretar su ubicación), es muy expresivo en los alrededores el topónimo El Castillo (1218 m) cerca de la máxima altura de Los Obarenes, Pan Perdido (1235 m.). También hay que resaltar su posición estratégica entre la Meseta y Cantabria y el que, a través de toda su historia, está relacionado con el yacimiento de Soto de Bureba y el paso del Portillo del Busto que hoy es un viejo camino entre Barcina de los Montes y Navas de Bureba y que conectaba como hemos dicho más arriba las civitates autrigodos de pequeños) y un tenante de altar o segmento de ventana descontextualizado (LECANDA, MONREAL, 2002: 64-109) (LECANDA, 2000: 197-199). Al estar en la base de la ladera de la fortaleza explica que aparezcan cerámicas del Bronce Final pero también TSHT, visigoda y altomedieval. Según su excavador, la cronología del complejo estaría ente el siglo IV y el IX y podría estar relacionada en su etapa visigoda con la iglesia de Santa Eulalia o de los Reyes Godos de la que hablan Yepes y Argaiz en el siglo XVII. Importante es también en monasterio de San Juan de la Hoz en Cillaperlata (ANDRIO et alii, 1992) donde bajo una construcción románica hay otra anterior de dos naves, cabecera cuadrada con nártex. 34 PARZINGER, SANZ, 2000; ÁLAMO, 1950: 62-64, 90-92, 126, 167-9, 191-3, 193-4, 320-1, 374-5, 384, 454-5, 813; OCEJA, 1983: 24, 25-6, 36, 64-5, 65, 68-9, 187-8) la primera cita en concreto es de 1040 cuando está en manos (tenente) del navarro “senior Azenari Sancii cum Petralata” (CADIÑANOS, 1987: 26).
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nas de la cubeta y la vía Aquitana con su santuario principal a Burobio en Barcina. Incluso podríamos decir que controlaba también otros pasos naturales desde la Bureba como los que parten de Miraveche y Silanes y discurren por el Portillo de Fuente Dehesa y Portillo de Fuente Espina, respectivamente, hasta Cubilla y Obarenes donde enlazaba con la citada vía Aquitana. Los restos de la importante calzada del XVIII (La Rioja- Santander) puede ser prueba de esta importancia. De acuerdo con ello, no es de extrañar que Petralata formase una línea defensiva de estos pasos con el yacimiento de Soto de Bureba y los yacimientos encontrados en Pancorbo como el de Peñas de Valcavado cuyas murallas de época celtibérica y romana pudieron haberse reutilizado en parte. Como hemos apuntado en otro momento, independientemente de la situación peculiar del siglo V con bárbaros y bagaudas actuando en todos estos territorios, se evidencia la presencia visigoda en general en La Bureba y en otros centros de la provincia de Burgos con más o menos importancia (Clunia, Yecla de Silos, Hinojar del Rey, Rupelo, Barbadillo del Mercado, Quintanilla de las Viñas, etc.) en especial a raíz de las campañas de sumisión llevadas a cabo por Leovigildo el año 574 con la fundación del ducado de Cantabria con su capital en Amaya y la del 581 contra Vasconia con la fundación de Victoriaco. De manera que podemos argumentar la importancia defensiva de centros como Amaya o Tedeja y por qué no los antiguos centros fortificados burebanos y con ellos la zona del antiguo santuario indígena, Petralata, en función de la defensa del paso y del primitivo monasterio de Oña35. De ahí también la importancia de la región tras la batalla Guadalete, en el 711 que supuso el saqueo de Amaya por Tarik ibn Ziyad y en el 714, las acciones de Musa ibn Nusayr en el norte siguiendo precisamente las vías romanas que venimos citando De Italia in Hispania y la Vía Aquitana para atacar Astorga, capital del ducado de Asturias con el fin de destruir el aparato administrativo de los visigodos y capturar tesoros que le permitieran pagar a sus tropas36. Sabemos de la presencia a partir del siglo 35
PÉREZ, 1999b: 346-347. “Desde Almeida Tarik alcanzó Amaya, “antigua ciudad Patricia… la ciudad fue conquistada en poco tiempo, apoderándose en ella de muchos miles de cautivos y del tesoro y riquezas de los magnates” De rebus Hispaniae, 3, 24, ed. Lorenzana, Madrid, 1793, 72-73 (tomado de Martínez, 2005: 44). 36
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Figura 8. Petralata y Soto de Bureba. 1: Petralata. 2: Portillo del Busto. 3 y 4: La Cerca y los Llanos (castro de Soto de Bureba).
VIII de bereberes en el norte y posteriormente con las campañas de saqueo Alfonso I (739-757) rey de Asturias y duque de Cantabria en Amaya ocupa lugares burebanos como Oca, Revenga y Miranda37, aunque curiosamente no cita a Briviesca. Relacionado con Alfonso I están también la fundación de fortificaciones como La Picota (origen de Miranda), Adtenne/Anteñe (Peña Adrián junto a Valverde, cerca de Miranda) y Pontaçar hoy Pontacre. También tenemos
constancia de la relación de nuestras tierras con el valle del Ebro en el Medievo y los ataques que tuvieron que sufrir desde allí38. No obstante la organización de un sistema defensivo bien estructurado no llegó hasta Alfonso III de León en el Valle del Mena, el Valle de Losa y Valdegobía en antiguos caminos romanos además de en Pancorbo39. En definitiva, es más que evidente la pervivencia de la organización defensiva de La Bureba con sus civitates originarias de la Edad del Hierro que se
37
Según la Crónica de Alfonso III, tanto la Rotense como la Ad Sebastianum. Las crónicas musulmanas (el Ajbar Machmua, Ahmad al-Razi) también recogen estos acontecimientos. Revenga-Arce Mirapérez es el emplazamiento de la ciudad celtibérica y antigua mansión de la Vía Aquitana Deobriga Como consecuencia de estas campañas, muchos cristianos y bereberes convertidos fueron llevados por el rey asturiano a sus tierras de Asturias y Cantabria produciendo la controvertida diatriba de la despoblación o no del valle del Duero (OLIVER, 1994: 151-182). A partir de ese momento comenzó la repoblación monástica de estos territorios como se ve en el apoyo que dio Fruela I (757-768) al monasterio de San Miguel de Pedroso (cerca de Belorado) con 28 monjas dirigidas por la abadesa Nuña Bella. La importancia de esta frontera queda reflejado en la campaña de La Morcuera, año 865, cuyo objetivo eran las Salinas (al-Mallaha) de Añana donde se citan unos enclaves Touka, Bordjia y Mesaneka sobe cuyas identificaciones ha habido serias controversias (MARTÍNEZ DÍEZ, 2005: 152-156). Las tres corresponden a localidades alavesas, monasterio de San Martín de Tega (Fontecha), Borja y Mijancas, en el camino a Salinas de Añana, muy cerca de las tierras que nos ocupan y junto a Miranda de Ebro.
38
Significan el acoso a los reductos del norte dirigidos por Vermudo I (789-792) y Alfonso II (792-842), ataques que se inician con el emir independiente Hisham I (788-796) en sucesivas campañas como la del 791, 792, 794 y 796. Ejércitos desde Zaragoza atacaban la parte oriental del reino: Alava wa al-Qilá (Álava y los castillos). Qué duda cabe que estos ejércitos pasaron por las tierras que nos ocupan. En resumidas cuentas, podemos decir que estamos en un territorio militarmente conflictivo (VILLALBA, 1999: 29) pero la arqueología depara pocos datos sobre estructuras defensivas de estos siglos VIII y IX. 39 (GUTIÉRREZ GONZÁLEZ, 1989: 160-165) aunque las primeras repoblaciones en estas tierras se dan en la transición del siglo VIII al IX con reocupaciones en el Valle de Mena que era defendido, en función del campo visual y estratégico de algunas fortificaciones como Castrobarto (VILLALBA, 1999: 40 y 42). Además en la campaña militar musulmana del 837, hay referencia a la fortaleza de al-Garat o El Carab que según Pérez de Urbel es Pancorbo (PÉREZ DE URBEL, I, 140, nº 30).
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Figura 9. Vista de la calzada del XVIII cerca del pueblo de Obarenes.
Figura 10 (abajo). Vistas de Petralata. Barcina de los Montes al fondo. Emplazamiento y restos de muro.
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mantuvieron a lo largo de la conquista y los siglos de administración romana como centros administrativos y de control de los principales pasos que comunicaban la Meseta con Cantabria y con los valles medio alto del Ebro y la Galia. El factor principal fue su configuración como centro defensivo natural a través del cual se produjo la articulacón del territorio y al que acudieron las poblaciones de los valles y de la cubeta cuando se produjo la desestructuración de la organizacIón romana, tanto a sus civitates como a sus castella. La constancia de este hecho está bien atestiguada en el yacimiento de Soto de Bureba y en las prospecciones realizadas por nosotros en la comarca. Sin embargo el registro arqueológico de los últimos siglos de ocupación romana es todavía muy problemático al faltar referencias de absoluta fiabilidad. Pero es lógica la pervivencia del uso de castros, castella y demás recintos amurallados tras la llegada de los bárbaros y la presencia del elemento bagáudico en la zona limítrofe y todavía más si tenemos en cuenta que desde este siglo V, en época visigoda y posterior, la Bureba funcionó como zona periférica y confín entre distintos estados y reinos. De manera que las antiguas estructuras amuralladas y algunas de nueva creación adquirieron una importancia esencial en el control de la zona por la nobleza local primero, los reyes visigodos después y los condes y monarcas medievales finalmente.
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