QUEVEDO, A. y RAMALLO, S. F. (2012) - Las cupae del Sureste peninsular: Carthago Noua y su territorio. In: ANDREU (J.) (ed.), Las cvpae hispanas. Origen, difusión, uso, tipología, Monografías “Los Bañales”, 1, UNED, Tudela, p. 111-136.

September 15, 2017 | Autor: Alejandro Quevedo | Categoría: Cartagena, Roman Necropolis, Necropolis, Ancient Greek and Roman Necropoleis, Cupae
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Descripción

Las cupae del Sureste peninsular: Carthago Noua y su territorio

Las cupae del Sureste peninsular: Carthago Noua y su territorio ALEJANDRO QUEVEDO SÁNCHEZ SEBASTIÁN F. RAMALLO ASENSIO Universidad de Murcia

I. Introducción Los enterramientos en forma de cupae, muy extendidos en Italia y África, también alcanzaron una gran difusión en Hispania1, sobre todo en el cuadrante suroccidental2. Se trata de un tipo de sepultura asociado a ámbitos fuertemente latinizados de la Bética, centro y sur de Lusitania y costa norte de la Tarraconense, donde destacan los extraordinarios hallazgos de Barcelona. Otros descubrimientos más recientes han ampliado su área de dispersión a puntos del noroeste peninsular y norte de Extremadura. En este contexto llama la atención la ausencia de ejemplares en Cartagena, donde hasta la fecha sólo se ha señalado la existencia de un posible ejemplar cuya adscripción, no obstante, plantea aún numerosas dudas. De los dos tipos que se conocen, las cupae solidae, labradas en piedra y las cupae structiles, levantadas con mampostería3, la conservada

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Sobre su definición y otros aspectos pueden verse las contribuciones de C. Tupman y de J. Andreu en este mismo volumen. Asimismo remitimos a estos autores —y, en especial a ANDREU, J.: 2008— para la bibliografía general sobre el tema, centrándonos en esta sede en aquella relativa al Sureste peninsular. Este trabajo se ha realizado en el marco del Proyecto de Investigación: “Carthago Noua y su territorium: modelos de ocupación en el sureste de Iberia entre época tardorrepublicana y la Antigüedad Tardía” (HAR2008-06115) del Ministerio de Ciencia e Innovación, que es subvencionado parcialmente con Fondos FEDER. BELTRÁN DE HEREDIA, J.: 2007, 20-21.

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en el Museo Arqueológico Municipal pertenecería al primer grupo. Aunque ya fue publicada por uno de nosotros4, su revisión nos permite ahora reflexionar sobre los espacios funerarios de época imperial y la problemática existencia en Carthago Noua —y en otros puntos del Sureste— de estos particulares monumentos.

II. Las necrópolis de Carthago Noua Desde finales de la República y hasta época tardía Carthago Noua contó con distintas necrópolis cuyo conocimiento nos ha llegado de manera muy dispar y en la mayoría de los casos a través de noticias antiguas que recogen hallazgos puntuales de epígrafes o dan información sobre los monumentos sepulcrales más destacados, perdidos hoy en su práctica totalidad5. Entre los siglos I a. C. y I d. C. se conocen en las afueras de la ciudad tres necrópolis situadas en torno a las vías principales: son las de Torre Ciega, Santa Lucía y el Barrio de la Concepción, así como un conjunto de inscripciones recogidas en 1739 en las obras del Malecón, que permiten intuir la presencia de un pequeño núcleo de enterramiento vinculado, probablemente, al último de los cementerios citados6 (Fig. 1). Para las dos centurias siguientes la información es mucho más limitada y hay que esperar a la segunda mitad del siglo IV para encontrar de nuevo una extensa área cementerial emplazada al norte de la ciudad, la necrópolis de San Antón, excavada en 1967, sobre la que se ha levantado el actual Museo Arqueológico Municipal. La época tardoantigua se ha completado con los hallazgos realizados en la falda oriental del Cerro de la Concepción que han sacado a la luz una extensa necrópolis fechada entre los siglos V y VII, superpuesta, en su mayor parte, a estructuras de carácter doméstico de época alto-imperial7. Estas breves pinceladas sobre el panorama funerario revelan el vacío de conocimiento existente en torno

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ABASCAL, J. M., y RAMALLO, S. F.: 1997, 300-301, nº cat. 106, en adelante CartNova para las inscripciones en él citadas. ABASCAL, J. M., y RAMALLO, S. F.: 1997, 221-439. RAMALLO, S. F.: 1989, 115-133. VIZCAÍNO, J.: 2009, 539-543.

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Fig. 1. Plano de la Cartagena del s. I d. C. con sus principales necrópolis, la del Barrio de la Concepción (izq.), la recientemente planteada sobre el cerro de la Concepción (centro) y Torre Ciega (dcha.), (Edición y diseño: S. F. Ramallo y José G. Gómez)

a los s. II-III d. C., un hecho que se agudiza si se tiene en cuenta que, desde comienzos del siglo XX, pero sobre todo en la segunda mitad, se ha urbanizado todo el espacio extramuros de la ciudad antigua, donde supuestamente se deberían encontrar las áreas funerarias8. La explicación más plausible para tal ausencia parece ser —además de los cambios que 8

ABASCAL, J. M., y RAMALLO, S. F.: 1997, 51.

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Fig. 2. Plano de Carthago Noua en el s. III d. C. donde se aprecia la intensa reducción de su área urbana (Edición y diseño: S. F. Ramallo y José G. Gómez)

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se producen en el hábito epigráfico en dicha época9— la propia situación socio-económica de la colonia. Desde finales del s. II d. C. Carthago Noua experimenta un proceso de recesión que se traduce en el abandono de numerosos espacios públicos y privados y un repliegue urbano hacia la zona portuaria, ubicada en el borde occidental, entre los cerros del Molinete y de la Concepción10 (Fig. 2). Los cambios en las condiciones de vida, que se desprenden de la compartimentación de las grandes domus altoimperiales y la progresiva colmatación con desechos de amplias superficie construidas11, debieron tener también su reflejo en ámbito funerario. Los escasos epitafios que se conocen de este período parecen definir el nuevo — y reducido— espacio urbano. Dos de las inscripciones tratadas en el siguiente punto (Figs. 6. 4 y 6. 6) parecen confirmar la continuidad de la necrópolis situada en el barrio de la Concepción, entre la Plaza de España y el Asilo de Ancianos, en los límites de la rambla de Benipila, una zona topográficamente muy alterada debido al desvío que sufrió su cauce en el S. XVIII. También cabe destacar un conjunto de epígrafes descubiertos en el entorno del teatro romano que permitiría plantear la existencia de un área de enterramiento en la ladera suroccidental del Cerro de la Concepción, quizás a espaldas del edificio de espectáculos. Ello se debe a que por su tamaño y forma no son piezas adecuadas para su reempleo en la fábrica medieval que ocupa la cima del monte, donde, por el contrario, se incrustaron varios bloques con inscripción que sugieren una utilización original cercana al lugar del hallazgo12. En este ambiente presumiblemente depauperado sorprende la ausencia de cupae, empleadas habitualmente por gentes de las clases sociales más humildes13, lejos de los monumentales sepulcros del s. I d. C. y más en consonancia con el nuevo paisaje urbano. Por el contrario, se documentan enterramientos infantiles en ánfora, práctica que alcanza su

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WITSCHEL, Ch.: 2009, 475-478. QUEVEDO, A.: 2009, 216-220, nota 9. FERNÁNDEZ DÍAZ, A., y QUEVEDO, A.: 2011, 300-301. RAMALLO, S. F.: 2010-2011, 316 y ss. No descartamos tampoco que hayan podido ser trasladadas hasta este lugar para su calcinación y transformación en cal, al menos las de mármol, aunque esto no justificaría la presencia de otras piezas trabajadas en piedras locales. VAQUERIZO, D.: 2006, 334.

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Fig. 3, a) Individuo infantil femenino de 3 años enterrado en un ánfora africana “piccola” de la necrópolis de Barcino (JORDANA COMÍN, J. y MALGOSA MORENO, A.: 2007, Fig. 2); b) Individuo infantil inhumado en ánfora entre los restos de un edificio público de Carthago Noua cercano al foro, primera mitad del s. III d.C. (FUENTES SÁNCHEZ, M.: 2006, Lám. 9).

mayor difusión en el mismo momento que las anteriores (s. II-III d. C.), ya que, a pesar del predominio de la cremación en esta época, los niños no solían ser incinerados por miedo a confundir sus cenizas con las de la pira, de ahí que fuesen inhumados14 (Fig. 3a). Diversos hallazgos de este tipo entre las ruinas de edificios imperiales abandonados matizan el área de ocupación de la ciudad del s. III d. C.15 (Fig. 3b). a) La supuesta “cupa” de la liberta Bacchis En el catálogo de inscripciones de Carthago Noua se incluyó como una probable cupa, un bloque monolítico de caliza gris local, conocido desde el siglo XVIII, labrado con epitafios de momentos distintos en dos de sus caras, para lo que fue probablemente relabrado y rebajado en alguno de sus lados en época indeterminada16. Depositado en el Museo Arqueológico Municipal de Cartagena, la pieza posee unas dimensiones de 65 x 92 x 43 cm y en su primer uso presenta el texto en una de sus caras

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GARCÍA PRÓSPER, E., y GUÉRIN, P.: 2002, 213; VAQUERIZO, D.: 2002, 160. También se documenta uno en las excavaciones más recientes de Barcino (JORDANA COMÍN, J., y MALGOSA MORERA, A.: 2007, 66). MURCIA, A. J.: 2009, 223, Fig. 57.; FUENTES SÁNCHEZ, M.: 2006, 146, Lám. 9. ABASCAL, J. M., y RAMALLO, S. F.: 1997.

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Fig. 4. Vista frontal de la inscripción de la liberta Bacchis (Foto: A. Quevedo)

menores en lugar de sobre la parte más amplia17. Sobre una superficie conservada de 65 x 43 cm puede leerse (Fig. 4): 17

Ejemplares con estas características se conocen en otros puntos de la Península, entre los que destacan algunos hallazgos recientes como las cupae de Complutum (STYLOW, A. U.: 2006: 283-284) o una pieza de la uilla aragonesa de La Pesquera, en Uncastillo (ANDREU, J., JORDÁN, Á. A., NASARRE, E., y LASUÉN, Mª.: 2008, 127).

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Bac(ch)is L(uci) · l(iberta) sal(ue) · Las dos líneas, con letras de entre 7 y 5 cm de altura y un interlineado de 1,5 cm, ocupan un campo epigráfico de 14 x 31 cm. Entre las dos primeras letras del segundo renglón y al final del texto se conservan dos interpunciones cuadradas. Las letras no son uniformes y presentan un surco muy profundo, destacando la B, cuya bucle superior es de menor tamaño que el inferior, y la S, por hallarse ligeramente ladeada a la derecha. La sencilla inscripción hace alusión a Bacchis, una liberta de nombre griego cuyo apelativo aparece en la ciudad en otra ocasión18. En su momento se identificó como cupa debido a las dimensiones del bloque, su forma y el carácter funerario de la leyenda, si bien los rebajes posteriores realizados sobre la pieza plantean serios problemas. El más significativo tiene que ver con la forma actual del soporte, curvo en su parte inferior y liso en la superior, según la disposición de la escritura, lo que hace que parezca estar al revés. Para aproximarse a la forma de tonel que caracteriza a las cupae solidae la cara superior debería ser abombada mientras que la inferior, que apoyaría en el suelo, recta. Para mantener dicha hipótesis se habría de suponer que fue así en un momento inicial dado que desconocemos las vicisitudes por las que atravesó el monumento, entre las que se incluye su posible uso como elemento arquitectónico19. El hecho de que la inscripción esté sobre un lado menor podría indicar que la pieza se hallaba embutida en alguna estructura de carácter sepulcral, tal y como muestran algunos panteones de Ostia en cuya fachada se incluyen cipos de esclavos o libertos20. En cualquier caso todo

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Sobre un bloque funerario de caliza gris con la fórmula Bacc(h)is . hic sita est . s(alue); (ABASCAL, J. M., y RAMALLO, S. F.: 1997, 324-325, CartNova 122). Su carácter macizo favorece este empleo como se puede comprobar en la Catedral Magistral de Alcalá de Henares, en cuyos muros se reutilizaron varias inscripciones romanas entre las que se encontraba una cupa (GÓMEZ-PANTOJA, J. L.: 2003, 504-505). SQUARCIAPINO, M. F.: 1955, 40 y ss.

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Fig. 5. Vista lateral de la inscripción de Bacchis en la que se lee una dedicatoria posterior a un praefectus desconocido (Foto: A. Quevedo)

parece indicar que en época de Augusto el bloque fue reutilizado de nuevo como epitafio, con la diferencia de que en esta ocasión se dedicó a un desconocido magistrado de la ciudad (Fig. 5). El texto, al que falta la línea inicial y final, que contenían los nombres del homenajeado y quienes le honraron, se extiende sobre uno de los frentes mayores del monolito con estilizadas letras capitales de 5 cm de altura que desvelan parte de su cursus honorum21:

[—-] +++ [—-] [—-] pr(aefectus) · IIuir · quinq(uennalis) · publice [—-] qui · et · uixit · et · cecidit · r(ei) · p(ublicae) · c(ausa) [—-] quanti · fuerit · inter · suos · et · uiuo [—-] 5 [—-]+[—-]silia P(ubli) fili[a —-] La paleografía y las interpunciones —triangulares y apuntadas hacia arriba— confirman la datación augustea, posterior por tanto a la de la ins21

Para la transcripción y demás detalles relativos a la pieza: ABASCAL, J. M., y RAMALLO, S. F.: 1997, 297-300, CartNova 105.

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cripción de Bacchis, fechada en la segunda mitad del s. I a. C. debido al tipo de letra, invocación final y especialmente las mencionadas interpunciones cuadrangulares, consideradas de las más antiguas22. A pesar de la sencillez de la inscripción y del hecho de que esté dedicada a una liberta, elementos ambos propios de los enterramientos en cupae, las diversas reutilizaciones que sufrió y su temprana cronología desaconsejan caracterizarla como tal. Aunque en el mundo itálico se conocen ejemplos anteriores, constituiría uno de los más tempranos del solar hispano, donde su empleo no parece consolidarse hasta por lo menos la primera mitad del s. I d. C. Su antigüedad es también significativa en tanto que contrasta con el resto de monumentos funerarios de la ciudad, que en época tardorrepublicana adoptan mayoritariamente forma de placas. Por ello, ante su excepcionalidad dentro de la tradición epigráfica local y con las numerosas dudas que plantea su estado actual nos parece más adecuado no considerarla una cupa. En cualquier caso el descarte del epitafio de Bacchis, no elimina la posibilidad de que en Carthago Noua hubiese sepulturas de este tipo, a las que podrían estar asociadas el conjunto de epígrafes más tardío (s. II-III d. C.), que analizamos a continuación. b) Cupae structiles en Carthago Noua: una propuesta de identificación Las circunstancias y avatares a través de los que se ha ido formando la colección epigráfica de Cartagena han contribuido a que, a pesar de su gran riqueza, se desconozca la procedencia y el contexto de gran parte de las piezas y con ello la naturaleza de los monumentos que las albergaron. Sin embargo, la revisión de algunos textos funerarios y su comparación con otros conjuntos mejor documentados permite plantear una cuestión relevante: ¿es posible identificar cupae sobre la base exclusiva de sus inscripciones? Nos referimos obviamente a cupae structiles de las que sólo se conservan las placas. Tomando como referencia otros ejemplos, entre los que destaca la paradigmática uia sepulchralis barcinonense, presentamos algunos argumentos a favor de esta hipótesis. 22

ABASCAL, J. M., y RAMALLO, S. F.: 1997, 36 y 41. Cfr. RAMALLO, S. F., y MURCIA, A. J.: 2010, p. 250

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La necrópolis de la plaza de la Villa de Madrid (Barcelona), excepcional tanto por la cantidad como por la calidad de sus tumbas, ha permitido conocer la relación entre muchas de estas y quienes en ellas fueron enterrados, sus epígrafes y sus ajuares, con el añadido de que una parte ha sido excavada recientemente con metodología arqueológica23. Estos motivos y su situación en un territorio común —la Tarraconense— la convierten quizás en el paralelo más significativo para los descontextualizados materiales de Cartagena, entre los que se encuentran numerosas placas de distinto grosor. En nuestro caso de estudio se ha decidido restringir el ámbito cronológico al momento de floruit de la necrópolis occidental de Barcino24 pues aunque los enterramientos se inician en el siglo I d. C., el grueso de inscripciones se fecha a partir de la segunda mitad del s. II y los inicios del III d. C.25, coincidiendo con el auge de las cupae como estructura funeraria. De los 18 epitafios datados en el siglo II d. C. que se recogen en el catálogo epigráfico de Carthago Noua, 7 se fechan entre la primera mitad de dicha centuria y la segunda del siglo I precedente26. Los 11 restantes se encuadran entre la segunda mitad del siglo II y los inicios del III, pero cinco se encuentran en paradero desconocido y uno, conservado en el Museo Arqueológico Nacional, no puede adscribirse con seguridad a la colonia27. Quedan por tanto otros cinco susceptibles de ser analizados28: nº cat. 115, 128, 137, 169 y 186. Completa el repertorio otra interesante inscripción fu23 24

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Véase la contribución de J. Beltrán de Heredia e I. Rodà en este mismo volumen. Ello no excluye que algunas placas de Carthago Noua fechadas en el s. I d. C. no hayan podido pertenecer también a cupae, si bien no serán objeto de estudio en esta sede. RODÀ, I.: 2007, 118. Fechables entre finales del s. I d. C. y la primera mitad del siglo II d. C. (los nos corresponden al catálogo de ABASCAL, J. M., y RAMALLO, S. F.: 1997): CartNova 82, 109, 117 (con forma de altar), 129, 141 y 195. CartNova 193 tiene una cronología general de siglo II d. C. al igual que otra recientemente hallada en las excavaciones del Molinete (ABASCAL, J. M.: 2009(a), 321, nº 77). Aunque se conocen sus textos gracias al trabajo recopilatorio de distintos estudiosos, poco o nada se sabe de sus soportes, por lo que no serán aquí objeto de análisis. Aparecen registrados en el catálogo de ABASCAL, J. M., y RAMALLO, S. F.: 1997 con CartNova 63, 113, 131, 142 y 172. La pieza conservada en Madrid (CartNova 226), con 13 cm de ancho, fue asociada por E. Hübner a Cartagena con pocas garantías, por lo que también ha sido excluida. ABASCAL, J. M., y RAMALLO, S. F.: 1997.

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neraria de idéntica cronología hallada en 200029, tras la publicación del corpus epigráfico local30. Así, son 6 las piezas (Fig. 6) cuyo reestudio intenta plantear su pertenencia a cupae structiles31 sobre la base de los argumentos que a continuación se apuntan. Se trata de inscripciones cuya paleografía permite fecharlas entre los siglos II-III d. C., momento en que las cupae devienen la forma de monumento sepulcral más difundida sustituyendo a estelas, cipos y aras32 tal y como atestiguan otros conjuntos de la misma cronología entre los que destaca el cementerio de Pupput (Hammamet, Túnez)33 (Fig. 7). Todas ellas son placas de tamaño variable, similares a las de los columbaria34, pero de escaso grosor, entre los 2 y los 6 cm aproximadamente, unas dimensiones idóneas para su incrustación en monumentos de obra, como se aprecia en las necrópolis de Barcino (Fig. 8) e Isola Sacra (Ostia), donde aparecen colocadas tanto en la cabecera (Fig. 9a) como en los flancos de las tumbas (Fig. 9b). Aunque de tendencia rectangular (también cuadrangular), algunas pueden ser ligeramente irregulares, como la Fig. 6. 6 o un ejemplar de Barcelona para el que se empleó una pieza reutilizada de forma trapezoidal35, un aspecto poco relevante dado que en el acabado final los bordes de la inscripción quedaban ocultos bajo la capa de mortero36. Los soportes son muy modestos y están elaborados con piedra de distinta procedencia como ocurre en Barcino; las placas de Cartagena son de mármoles blancos y cremas, probablemente relabrados, de origen 29 30

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FERRAGUT, C., y MISEROS, L.: 2001, 53-60 y SCHMIDT, M.: 2006, 187-189. Asimismo cabe añadir otro fragmento procedente del Molinete fechado entre finales del II e inicios del III, probablemente de carácter funerario, si bien su mal estado de conservación impide despejar la incógnita y por tanto incluirlo en el repertorio (ABASCAL, J. M.: 2009(b), 319, nº 73). Una hipótesis ya sugerida para una de las placas que se recogen, la nº 128 (Fig. 6.2), en la publicación del catálogo epigráfico de la ciudad (ABASCAL, J. M., y RAMALLO, S. F.: 199, 333). BACCHIELLI, L.: 1986, 305. Excavada en fechas recientes y con ajuares que evidencian el mismo período de uso (BEN ABED, A., y GRIESHEIMER, M.: 2004, 9). LEVEAU, Ph.: 1987, 285. RODÀ, I.: 2007, 122, fig. 27. Como se aprecia con claridad en la cupa structilis barcinonense de Fabia Ferriola (BELTRÁN DE HEREDIA, J.: 2007, Fig. 34).

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Fig. 6. Inscripciones susceptibles de pertenecer a cupae structiles del Museo Arqueológico Municipal de Cartagena (A. Quevedo)

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Fig. 7. Claro predominio de cupae structiles en la necrópolis de Pupput (Túnez), vista desde su zona sur (BEN ABED, A., y GRIESHEIMER, M.: 2004, Fig. 2)

incierto excepto el mencionado de la Fig. 6. 6, extraído en la cantera local de la rambla de Trujillo37. Dentro de la variedad existente en cuanto a la grafía, las interpunciones y otros detalles (vid. catálogo) destaca el epitafio de Quintus Publicius Heraclida (Fig. 6. 4), el único con una moldura alrededor. Distintos ejemplos de cupae structiles de Isola Sacra muestran acabados más elaborados en los que las placas pueden ir acompañadas de molduras como la nuestra, así como pequeños frontones en obra (Fig. 10). En cualquier caso la modestia de las cupae se halla en consonancia con la de los difuntos para los que fueron construidas, pertenecientes siempre a las clases más humildes de la sociedad, normalmente esclavos y libertos38. Entre los epitafios de Cartagena sólo se atestigua con seguridad la presencia de libertos en las placas nº 169 y 186 (Fig. 6.4 y 6.5). A favor de su interpretación como parte de tales monumentos se halla la propia fórmula epigráfica, que destaca por su sencillez. Es característico su inicio con la adprecatio a los Dioses Manes39, que en el caso de Carthago 37 38 39

ANTOLINOS, J. A., NOGUERA, J. M., y SOLER, B.: 2007, 49. ROMANÒ, E.: 2009, 170 y RODÀ, I.: 2007,115. BACCHIELLI, L.: 1986, 303.

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Noua se da en 4 ocasiones (Fig. 6. 1, 6. 3, 6. 4 y 6. 6), así como un texto muy sencillo en el que suelen figurar pocos datos más allá del nombre y edad del difunto y su relación con los dedicantes40. Por último, cabe remarcar que la ausencia de hallazgos sepulcrales de finales de los ss. II-III en la ciudad no ha de convertirse en un argumento ex silentio contra la existencia de cupae. Frente a la monumentalidad de otras estructuras (panteones, hipogeos, mausoleos turriformes) de las que se da noticia en época moderna es posi- Fig. 8. Cupae structiles de la necrópolis de Barcino (Barcelona) con negativos de sus epible que las cupae structiles pasasen tafios: placas de escaso grosor (BELTRÁN DE más desapercibidas, máxime si se HEREDIA, J.: 2007, 24, Fig. 12). tiene en cuenta que su estructura, en opus caementicium, se presta antes al deterioro ejercido por el paso del tiempo, lo que justificaría que sólo hubiesen llegado hasta nosotros —por el momento— sus epígrafes.

III. La difusión de las cupae en el entorno de Carthago Noua La reflexión surgida durante la elaboración de este trabajo ha permitido, a través de la lectura de noticias antiguas y del análisis de otros epitafios conservados en el Museo Arqueológico Provincial de Murcia, identificar la presencia de cupae en las cercanías de la ciudad de Lorca. A ello hay que añadir los recientes hallazgos de la necrópolis romana de

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RODÀ, I.: 2007, 119-122.

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Algezares (Murcia) donde, si bien no se conserva epigrafía41, se ha podido excavar por primera vez en la región un conjunto de cupas. Cabe destacar que al igual que en Carthago Noua en ambos casos se trata de cupae structiles42. a) La necrópolis de Eliocroca (Lorca) Entre las escasas informaciones sobre enterramientos de Eliocroca, la Lorca romana, destaca por su importancia la necrópolis de “la Casa de las Ventanas” situada a 4 km de la ciudad, en la margen derecha de la rambla de La Torrecilla. El yacimiento se documentó en 1926 y fue el erudito local J. Espín Rael quien se encargó de recoger y estudiar los materiales que fueron apareciendo en años posteriores. Una noticia del mismo autor indica la presencia de lo que hoy se puede identificar de manera inequívoca como cupae: “De gran variedad es […] la forma de los enterramientos; se han encontrado algunos formados por cuatro muretes de piedras rodadas y cal, cubiertos por bóveda de igual material y construcción”43. Una revisión de los hallazgos realizada en 1990, en la que se relacionaban ajuares y epígrafes dando una visión de conjunto, permitía definir un momento importante de uso entre finales del s. II e inicios del s. III d. C.44. Al igual que en el caso de Cartagena el reestudio de las inscripciones ha revelado una serie de características que coinciden plenamente con las de las cupae, corroborando así la descripción dada por J. Espín y la cronología planteada sobre la base de los ajuares que las

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Existe un pequeño fragmento de inscripción de mármol blanco, de 10 x 8 cm, recogida en el Llano del Olivar, topónimo del yacimiento donde se halla la necrópolis y la basílica paleocristiana, pero no podemos precisar el lugar exacto, y por lo tanto confirmar su asociación —muy probable— a alguna sepultura de este tipo. El texto conservado se reparte en dos líneas donde se puede leer: —-]T.PA[———] / —-]A. TRI[——-]. La inscripción ha sido fechada en los siglos I-II d. C. (BELDA, C.: 1975, 263-264). Agradecemos las atenciones y facilidades prestadas por Luis de Miquel y Fátima Gimeno para el estudio de las inscripciones conservadas en el Museo Arqueológico Provincial de Murcia así como la generosidad de Silvia Yus por permitirnos consultar la memoria inédita de Algezares y reproducir algunas de sus fotografías. ESPÍN, J.: 1999, 42 (reedición del original de 1928). MARTÍNEZ RODRÍGUEZ, A.: 1989-1990, 153.

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acompañaban45. En total se han hallado 5 lápidas, aunque una de ellas es opistográfica, es decir, cuenta con inscripciones en ambas caras. Si exceptuamos un epitafio de 10 cm de grosor destinado a dos individuos y susceptible por tanto de pertenecer a una estructura sepulcral mayor46, las 4 restantes —realizadas una en caliza y las demás en mármol blanco— poseen un grosor que oscila entre los 1,5 y los 6 cm (Fig. 11). Además, todas comienzan con la fórmula Dis Manibus sacrum salvo la Fig. 11.3, cuyo estado fragmentario impide coFig. 9a y b. Cupae structiles de la necrópolis nocer tal información. Otra de de Isola Sacra (Ostia) con epitafio situado las inscripciones, la Fig. 11.1, fue tanto en la cabecera como en el flanco de la fechada en el siglo IV d.C. por C. tumba (BACCHIELLI, L.: 1986, Tavola VIII) Belda47, mediante el apoyo de unos argumentos paleográficos hoy superados que permiten sin duda considerarla, al igual que el resto de epitafios, propia de finales del s. II - inicios del s. III d. C. De aspecto cuadrangular, tiene claros paralelos en Italica (Santiponce, Sevilla)48. Esta matización cronológica permite asociarla al conjunto y dado que era el único elemento tardío, confirma una última fase de uso de la necrópolis que no supera la tercera centuria. Así lo atestiguan también las cerámi-

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Entre el material numismático la moneda más antigua pertenece al reinado de Adriano si bien entre las piezas de sigillata africana A hay piezas tardías como Hayes 27 que perduran hasta los inicios del siglo III d. C. (MARTÍNEZ RODRÍGUEZ, A.: 1989-1990, 147). MARTÍNEZ RODRÍGUEZ, A.: 1989-1990, 147-151, Lám. V.2. Además las cupae se consideran monumentos funerarios individuales (LEVEAU, Ph.: 1986, 285). BELDA, C.: 1975, 73-74. CABALLOS, A.: 1994, Láms. III, VI y VII.

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cas encontradas49; entre otras, un plato en TSA Hayes 27, una de las formas más tardías de la categoría A50, y un cuenco y una jarrita en cerámica oxidante perteneciente a la formas ERW3.2 y 3.1351, todas fechadas entre los siglos II-III d. C. b) La necrópolis de Algezares (Murcia) En 2008 la excavación de un solar en la C/ Ramón y Cajal nº 30 de Algezares ponía de relieve la existencia de una amplia necrópolis caracterizada por dos momentos de uso, una primera fase de inhumaciones fechada en el siglo I d. C. y una segunda de cremación de los siglos II-III d. Fig. 10. Sepultura de Isola Sacra con epitafio moldurado y frontón de ladrillo (CALZA, G.: 1940, C.52. En esta última pudieron Fig. 29). documentarse por primera vez en Murcia enterramientos a modo de cupae que hasta la fecha sólo eran conocidos por la epigrafía o por noticias de excavaciones antiguas. La Fase II la componen 7 sepulturas53, dos de las cuales están formadas por ánforas u otros contenedores recubiertos de cal y piedras, que encuentran su paralelo más cercano en los llamados “túmulos cónicos” de la necrópolis de Barcino54, de la misma cronología. Esta variedad puede ser algo frecuente y casos de estudio bien conocidos como la Corduba del s. II d. C. muestran la enorme riqueza de enterramientos y ritos funerarios que pueden desarrollarse en una misma zona55. De las 5 restantes dos se conservan en buen estado

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MARTÍNEZ RODRÍGUEZ, A.: 1989-1990, 147. A nivel numismático sólo se documentan cuatro monedas, de las que la más reciente pertenece a época adrianea. BONIFAY, M.: 2004, 159. REYNOLDS, P.: 1993, 99-101, Plates 4-5. YUS, S.: 2008. YUS, S.: 2008, 106-112. BELTRÁN DE HEREDIA, J.: 2007, 18, fig. 5 y lám. 20. VAQUERIZO, D.: 2002, 156-166.

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Fig. 11. Inscripciones susceptibles de pertenecer a cupae structiles halladas en la necrópolis de “la Casa de las Ventanas”, Lorca (Museo Arqueológico Provincial de Murcia)

(Figs. 12 y 13) mientras que las otras tres han perdido la cubierta de obra; a pesar de ello hay argumentos suficientes para considerar cupae structiles todo el conjunto. Las estructuras se levantan sobre un basamento de esquinas redondeadas en el que descansa el túmulo semicilíndrico. Están construidas por capas de mortero de cal y tierra con relleno de piedras y ladrillos, todo ello recubierto por un enlucido. La más completa de todas posee adosada una mensa libatoria de obra (Fig. 14a) similar a las que encontramos en la necrópolis de Caesarea, entre otros casos (Fig. 14b). Para mantener viva la memoria del difunto se realizaban banquetes funera131

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rios56 en los que le eran ofrecidas libaciones y alimentos; a tal propósito la tumba disponía de un orificio, formado en este caso por imbrices, al igual que ocurre en Barcelona57. La otra cupa conservada en su práctica totalidad también posee un infundibulum para la comunicación del muerto con el exterior (Fig. 14c). Ambas están orientadas en sentido Este-Oeste y se hallan ligeramente erosionadas en su parte superior debido a trabajos agrícolas, un hecho que imposibilita conocer si estaban dotadas de epígrafes, pues no se han encontrado. A Fig. 12. Cupae structiles de Algezares (Murcia) con orificio para ofrendas y fin de ser musealizados en un futuro, los mensa libatoria en primer término mencionados monumentos fueron ex- (Foto: S. Yus) traídos por el Servicio de Patrimonio de la Comunidad Autónoma quedando pendiente la excavación de las sepulturas que protegían. Las otras tres cupae se encontraban orientadas en dirección Norte-Sur y a pesar de su mayor deterioro presentaban algunas características propias de estas construcciones como ángulos de acabado redondeado y restos de enlucido en su exterior. Una de ellas conservaba aún sobre su revestimiento pintura a la almagra58, un fenómeno bien documentado en Barcelona, Isola Sacra o Tipasa (Argelia) donde las estructuras eran pintadas de distintos colores con predominio del rojo59. Sobre esta base y teniendo en cuenta la ausencia de inscripciones en otras necrópolis con cupae structiles como en Tarraco o la uilla de La Barquera (Perafort) situada en sus cercanías,

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Se ha documentado constancia de los mismos, pues en varios niveles de uso aparecieron restos óseos de animales, carbones, un hogar y numerosos fragmentos de recipientes cerámicos (YUS, S.: 2008, 111). BELTRÁN DE HEREDIA, J.: 2007, 52-54, fig. 31. YUS, S.: 2008, 108. BELTRÁN DE HEREDIA, J.: 2007, 23, lám. 24.1-2 y 4; CALZA, G.: 1940, 76; y BARADEZ, J.: 1957.

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Fig. 13. Cupae structiles de Algezares (Foto: S. Yus)

se ha planteado que los epitafios pudiesen ser pintados60, una hipótesis en consonancia además con la modesta capacidad económica que se presupone a las clases humildes enterradas de este modo. La excavación de las cupae de Algezares ha permitido comprender mejor su proceso de construcción (Fig. 15). El primer paso consistía en disponer alrededor del punto donde tenía lugar la cremación del cadáver una estructura rectangular formada por muros bajos que lo delimitaba (Figs. 16a y 16b). Posteriormente las cenizas y el ajuar — depositado con anterioridad— eran selladas por un nuevo depósito de mortero de cal y piedras y en una última fase se daba forma al túmulo de obra. En numerosos enclaves de la Bética destaca que la bóveda se levantase con ladrillos61, desarrollando lo que parece un híbrido entre este tipo y la cupa structilis62. Cuando se trataba de inhumaciones el sistema era idéntico, salvo que el cuerpo se protegía con una cubierta de tegulae a capuchina63.

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LÓPEZ VILAR, J.: 1999-2000, 86. Más concretamente en Málaga, Anticaria, Astigi y Singilia Barba (RUIZ OSUNA, A.B.: 2009, 307-312). VAQUERIZO, D.: 2007, 394-395, Lám. VI. BACCHIELLI, L.: 1986, 306.

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Fig. 14. a) Detalle de la cupa con mensa libatoria e infundibulum de Algezares (Foto: S. Yus); b) Cupa con mensa libatoria de la necrópolis de Caesarea (Cherchel, Argelia) (LEVEAU, PH.: 1987, Taf. 54 e); c) Cupa structilis de Algezares con orificio para libaciones. La parte superior se deterioró debido a la acción de los arados modernos (Foto: S. Yus)

Entre los materiales que se recuperaron de las tumbas64 destaca el cuello de una jarra reductora ERW1.8, típica de la segunda mitad del s. II d. C.inicios del s. III d. C. que también apareció como ajuar en las necrópolis de Archivel (Caravaca de la Cruz) y Glorieta de San Vicente (Lorca)65 y un sestercio de Volusiano (251-253 d.C.) que ayudan a matizar el momento de uso de la necrópolis (Fig. 16c). Los hallazgos de cupae structiles en Lorca y Algezares parecen refrendar la existencia de estos tipos sepulcrales también en Cartagena, 64 65

Cuya publicación detallada está prevista en breve (YUS, S.: en prensa). QUEVEDO, A.: en prensa, Fig. 2.

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donde la epigrafía permitía intuir su presencia, a pesar de que el conocimiento parcial de ambas necrópolis todavía plantea numerosos interrogantes. En la primera, el área de enterramiento dista 4 km de la antigua Eliocroca y aún está por definir si pertenece al núcleo urbano o a una uilla si- Fig. 15. Vista general de la Fase II de la necrótuada en sus cercanías66. En la polis de Algezares donde se aprecian 4 de las 5 segunda se desconoce el hábi- cupae structiles una vez excavadas en su diverso tat al que estaba vinculada. De grado de conservación. Obsérvese la distinta orientación de unas y otras cualquier forma es evidente su relación con Carthago Noua y las principales rutas de comunicación en torno a las cuales se situaron, en el caso de Lorca la vía Augusta dirección Cástulo y en el de Algezares la vía ad Complutum (Fig. 1). Debido a su peso político y económico la colonia fue la entrada principal para los influjos y modas imperantes en el Mediterráneo, como queda patente a través de la extensión de unos hábitos funerarios comunes en un momento cronológico bien delimitado entre la segunda mitad del s. II d. C. y la primera del siglo III d.C. También, y como más tarde se verá, con los tipos de enterramiento empleados en la necrópolis de San Antón, con claros paralelos en las necrópolis norteafricanas de Tipasa así como en la hispana de Tarragona67, atestiguados, aunque más modestos, en la vecina necrópolis de La Molineta (Puerto de Mazarrón).

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MARTÍNEZ RODRÍGUEZ, A.: 1989-1990, 151-153. SAN MARTÍN, P., y PALOL, P. de: 1972, 454-458.

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IV. Conclusiones El estudio sobre las cupae en Carthago Noua ha permitido descartar como tal una inscripción de mediados del s. I a. C. que siempre había levantado serias dudas en cuanto a su interpretación y que hasta el momento era la única documentada en la ciudad. Al mismo tiempo se ha planteado la existencia de cupae structiles a través del análisis de algunos epígrafes conocidos fechados entre los siglos II y III d. C. con ciertas características comunes: paleografía, sencillez del texto, adprecatio a los Dioses Manes, medidas de la lápida (especialmente grosor), condición social de los difuntos... La confrontación con otros epitafios de la necrópolis lorquina de “la Casa de las Ventanas” para la que además se conservaba una noticia con la descripción de las sepulturas parecía corroborar la hipótesis de partida. En cualquier caso esta ha quedado confirmada tras el hallazgo de 5 cupae structiles en la necrópolis de Algezares, algunas de las cuales han podido además ser excavadas con metodología arqueológica. La constatación de unos usos funerarios comunes para un mismo momento cronológico afianza así la relación entre Eliocroca y Algezares —una ciudad y un supuesto núcleo rural, ambos del interior— con Carthago Noua, eje vertebrador del territorio. A pesar de los nuevos datos cabe destacar la ausencia de estas estructuras sepulcrales en el Sureste, especialmente en el territorio valenciano68. Las cupae structiles hispanas parecen tener una distribución mayoritariamente costera y de carácter mediterráneo; entre los distintos hallazgos de Itálica, Málaga y los conuentus de Córdoba y Astigi con sus estructuras de ladrillo, la mencionada área de Cartagena o Tarragona, la necrópolis de Barcelona continúa siendo el conjunto más destacado. La aceptación de un origen norteafricano —no tratada en esta sede— podría ayudar a entender una vinculación con dichas provincias constatada a través de unos intercambios comerciales especialmente intensos a partir del siglo II d. C. En definitiva, sólo nuevas excavaciones permitirán completar y comprender la difusión de estas peculiares estructuras y los hábitos funerarios hispanos entre el Alto y el Bajoimperio. 68

Sólo en el sur del País Valenciano y en un momento más avanzado (s. III-IV d.C.) parecen documentarse estructuras tumulares (GONZÁLEZ VILLAESCUSA, R.: 2001, 113-114).

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Fig. 16. a) Cupa de Algezares sin cubierta antes de su excavación con un depósito constructivo que sellaba las cenizas y el ajuar (Foto: S. Yus); b) Sección de cupa structilis de la necrópolis de Tipasa (Argelia) donde se aprecia con claridad el proceso constructivo (BACCHIELLI, L.: 1986, Fig. 1; de Bouchenaki); c) Sestercio del emperador Volusiano, 251253 d.C., hallado en la cupa de esta misma figura (Foto: S. Yus)

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