¿Puede el federalismo ser una solución para Europa?

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Miguel Ángel MAGALLARES TEMIÑO Máster en Diplomacia y Relaciones Internacionales (Escuela Diplomática de España) Licenciado en Dirección y Administración de Empresas Contacto: [email protected]

Madrid, 1 de marzo de 2015

¿Puede el federalismo ser la solución para Europa? El concepto de federalismo tiene larga trayectoria en las relaciones internacionales y en la política. Uno de sus momentos álgidos en la historia occidental tuvo lugar durante la configuración orgánica de los Estados Unidos de América. En los diversos debates que propició ya se fueron apuntando las características de su conceptualización moderna, las cuales fueron recopiladas por James Madison en su participación en los «Federal papers». Se pueden apuntar como principales las siguientes: (1) la no centralización del poder, residiendo en una alianza de Estados soberanos; (2) el carácter contractual de la relación, basado en una Constitución que recoge los postulados básicos y (3) el equilibrio entre el Estado federal y los federados. Al albor de esta exitosa experiencia, otros países trataron de imitar el modelo. En la esfera europea destacan Alemania y Suiza, quienes trataron de ordenar su convivencia a través de estructuras confederales y federales. La segunda parece asemejarse más a la idiosincrasia de Europa dada la diversidad de lenguas y culturas, hecho que, inevitablemente, configura la vida diaria del Estado. En consecuencia, Suiza se postula como un ejemplo en el que proyectar una posible federalización de Europa. Para establecer dicho sistema, y siguiendo los postulados de Madison, se necesitan unas estructuras federadas, en Suiza los cantones y en Europa los Estadosnación. Asimismo, se ha de concretar un gobierno federal, homónimo en Suiza y en Europa… quizá pudiera ser la Unión Europea. Por otro lado, hace falta un texto normativo que regule la relación contractual, una Constitución federal en Suiza frente a unos Tratados fundacionales de la UE. Este es el modo en el que se podría entender a tenor de la Declaración de la «Salle de l’horloge» de 1950 en el «Quai d’Orsay». Robert Schuman expresó explícitamente que la CECA constituía el primer paso de una federación europea. No en vano, en 2016 se conmemorará el 25º aniversario del TUE, proyecto impulsado por un grupo de federalistas europeos liderado por Altiero Spinelli. Un análisis de la estructura política de la UE actual vislumbra una organización internacional, a la que Dieter Borchart, entre otros, denomina supranacional, y a la que los Estados-miembro han cedido competencias soberanas como la política monetaria y la comercial, a título exclusivo; y otras compartidas como el suministro energético, la agrícola, la cohesión social, económica y territorial... Cuenta también con un parlamento elegido por sufragio universal directo cada cinco años, el cual, elige al presidente de la Comisión europea de entre la lista más votada. Una Comisión europea que realiza las funciones administrativas y ejecutivas. Unos Consejos de la UE y Europeo que, como indica, José María Gil-Robles en un informe prologado por Méndez de Vigo, hacen funciones de cámara alta. Si son acertados sus comentarios, la estructura federalizante es más una realidad que una aspiración. La cuestión de si la federalización se postula como una solución o no a los problemas de Europa debe realizarse en base a una categorización de los mismos. Sin Página 1 de 4

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ánimo de exhaustividad, Europa se enfrenta a problemas de liderazgo en investigación y desarrollo así como de competitividad según las clasificaciones de patentes solicitadas en los diferentes países. La crisis económico-financiera ha puesto de manifiesto unos diferenciales de deuda que no casan con la utilización de una misma moneda. Compartir el Euro se supone

implica

una

creciente

proximidad

de

las

economías

y

de

sus

datos

macroeconómicos, sugiere, asimismo, unas estructuras monetarias y fiscales comunes, unos controles bancarios compartidos y un banco central del Euro en calidad de último prestamista. Algunos de estos elementos parecen haber tomado nuevo impulso y estar en proceso de implantación a través de la Unión bancaria, fortaleciendo la Unión Económica y Monetaria y creando una estructura económica que cada vez se asemeja más a la de un Estado, asimílese a la de EE.UU., como indica el catedrático Moltó Calvo. La política exterior se incorpora a estos retos de la UE, tanto en su vertiente diplomática como económica. Respecto a la primera, falta una voz única, circunstancia que se ha puesto de manifiesto en la negociación del alto el fuego en Ucrania a través de la reunión a la que acudieron por parte europea Angela Merkel y François Hollande en vez de Enrica Mogherini. En cuanto a la segunda, se materializa en la pérdida de peso económico mundial de los países de la UE frente a otras potencias como Brasil, India y China por citar tres de las más nombradas. En consecuencia, procediendo con el análisis, existen tanto causas que derivan a una respuesta negativa como a otra positiva. Comenzando por las que niegan la solución, existe una muy clara, la pérdida de visibilidad nacional. Europa está compuesta por países con una innegable importancia en el devenir histórico no ya del mundo occidental sino a escala mundial. Una federalización supondría una disolución de sus identidades en un conjunto europeo. Naciones con una importante marca-país, con un posicionamiento de mercadotecnia particular en la economía mundial, verían cercenadas sus estrategias al tener que supeditarse a unas reglas basadas en el acuerdo entre Estados federales y deber combinar dos marcas, la suya y la europea. Por otro lado, cuando se habla de Europa, una de las primeras imágenes que viene a la cabeza es el rapto de Europa, bien de la mano de Rubens o de Rembrandt, o de otros pintores que acudieron a la mitología greco-romana. No existe una verdadera marca europea, más fácil de alcanzar bajo el paraguas de la UE, que proyecte al continente como sí ocurre con Suiza, los Estados Unidos o la Federación Rusa. Este hecho viene reforzado por el fuerte sentimiento nacional de los ciudadanos, que aún si llegan a sentirse europeos, son, ante todo, nacionales de su país, como reflejara Madariaga en el capítulo dedicado a las tres hermanas latinas en «Bosquejo de Europa». Esta falta de cohesión entre los pobladores del continente se extiende también a la de sus políticos. No existe una clara voluntad continuadora de la obra de Schuman como así reflejan las continuas tensiones en el seno del Consejo Europeo y la dialéctica que ha salpicado la prensa durante el último lustro de crisis. Sin

embargo,

la

balanza

puede

contrarrestarse

con

otras

razones.

La

federalización, entendida como una más estrecha colaboración entre los Estados federales, evitaría

en

un

primer

momento

las

desviaciones

inherentes

a

todo

proceso

intergubernamental en el que los Estados mantienen sus potestades soberanas. Así, Grecia no podría aducir su condición de Estado para eludir los pagos de la deuda, salvo excepciones económicas que derivarían en una pérdida de confianza de los mercados como ocurriera en Argentina a finales de los años 90; ni Alemania hubiera podido ignorar el pacto Página 2 de 4

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de estabilidad. Las reglas serían claras, de obligatorio cumplimiento por todos y sin posibles estatutos particulares vinculados al principio de respeto a la identidad nacional. En el ámbito exterior, el mercado único ha supuesto un avance tanto hacia el interior como al exterior. Actualmente, ha permitido el inicio de negociaciones para un Acuerdo transatlántico de comercio e inversiones que, además de promover el comercio entre dos grandes bloques económicos, permitirá sentar las bases de futuros desarrollos en ese campo. Una ausencia de unión hubiera imposibilitado llegar a este tipo de negociaciones con los Estados Unidos y hubiera apartado más a los países europeos de los circuitos comerciales mundiales, facilitando, más si cabe, el desarrollo del área pacífica. En tercer lugar, se puede apuntar que un sistema federal implica cierto grado de especialización al estilo Heckscher-Ohlin, de facto ya implantado en la UE, dónde una gran parte de los países tienen asignadas unas funciones basadas en sus factores productivos más abundantes comparativamente. Este modelo por sí solo no es sostenible ya que requiere de una rotación de capitales que, bien a través de la economía real, bien a través de transferencias internas, permita que la rueda económica siga girando. De nada sirve si Alemania se instituye en la fábrica de Europa bajo unas reglas determinadas y disfruta de las oportunidades estivales de Italia aplicando otras reglas distintas. Un flujo de capitales imperfecto imposibilitará que los consumidores italianos sigan adquiriendo manufacturas alemanas si estos no consumen productos lúdicos en Italia con las mismas premisas económicas, de precios, gravámenes… Si un análisis en mayor profundidad se decantara definitivamente por la viabilidad de una verdadera federalización en Europa, la cuestión siguiente a abordar serían las bases sobre las que construirla. ¿Se conformaría sobre los Estados-nación que hoy son miembros de la UE añadiendo los países candidatos? ¿O se desencadenaría una balcanización y la conformación de nuevas identidades nacionales? Garrigues Walker analiza el devenir de los Estados-nación europeos, abocados a un multiculturalismo lingüístico, cultural, étnico… que contrasta con los postulados del romanticismo que motivaron los nacionalismos en los grandes imperios. Para Garrigues Walker, tocar una rapsodia húngara de Liszt o una danza eslava de Dvorak mientras se demanda una entidad propia en base a elementos homogéneos es más un tema de los libros de historia del pasado que de los del futuro. Empero, los resurgimientos nacionalistas e independentistas en las naciones europeas bien podrían dibujar un nuevo mapa federal europeo que se organizara en base a la lengua y a la cultura más allá de las fronteras nacionales actuales. Ejemplos no escasean: Cataluña y el Rosellón, el País vasco franco-español, Flandes y los Países Bajos, el Este de Ucrania y Rusia, Escocia… No obstante estos movimientos discordes con la paulatina integración europea, existe un foro dónde permitir resonar sus acordes, el Comité de las Regiones. A semejanza de un «Bundesrat» o de un «Senate» europeo, sus intereses podrían ser defendidos e incorporados a las políticas de una posible federación europea. Si la pregunta de si una federalización de Europa es la solución a sus problemas es más sencilla de contestar: al menos ha permitido más de 60 años de convivencia y de resolución pacífica de controversias; la organización de la misma responde más a un tablero en el que aquél con más piezas podrá desarrollar una mejor estrategia y alcanzar mejores posiciones para promover sus postulados. Página 3 de 4

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BIBLIOGRAFÍA:

BARCELÓ ROJAS, Daniel A. La teoría política de la república federal de James Madison. De los clásicos de la antigüedad a la ilustración estadounidense. Accesible en: http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/4/1968/5.pdf. Accedido el viernes 28 de febrero de 2014. BENEDICTO, Miguel Ángel y HERNÁNDEZ, Eugenio (Coord.). Europa 3.0. 90 miradas desde España a la Unión Europea. Plaza y Valdés Editores. 2014.

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