Procesos de Marginación: Barrio, pandillas y violencia

June 15, 2017 | Autor: Luis Flores | Categoría: Estudios sobre Violencia y Conflicto, Violencia, Pandillas, Marginalidad, Barrios
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Descripción

Universidad de Sonora
Dep. Sociología y Admón. Pública
Seminario de Problemas en México y Sonora
Procesos de Marginación: Barrios, Pandillas y Violencia

Romualdo Montaño
Luis Flores Guadarrama

El siguiente trabajo es un análisis sobre el problema de la violencia que se vive en ciertos sectores sociales/urbanos como resultado del proceso de marginación a través de la desposesión capital u económica; el caso de los barrios marginales, dónde los actores sociales (jóvenes en su mayoría) se enfrentan a problemas de una identidad deteriorada por la exclusión y la constante generación de pautas socializantes negativas de las pandillas será el objeto del análisis. Así pues la identidad de estos grupos está marcada por la violencia y la pobreza.
Los procesos de desposesión han creado condiciones de desigualdad que excluyen de distintas esferas sociales a los jóvenes en pandillas o adultos de barrios marginales donde no permanecen inertes, en primer lugar son expulsados o excluidos de las condiciones propicias de una vida digna (oportunidades laborales, servicios públicos, servicios de salud, del sistema educativo, del fomento cultural), y por otro lado responden enfrentándose a esta situación actuando de manera agresiva y creando una identidad fuertemente marcada por la violencia y el consumo de drogas, generando un estigma que señala a la población barrial como "gente sin futuro". De esta forma, los jóvenes que viven en barrios marginales o pobres, forman alianzas y se integran en grupos o pandillas, como una forma de socialización y de afrontar la situación que los permea a todos en común y en la que encuentran un alivio colectivo a la exclusión social, y la marginalidad de lo que debiese ser el "Estado de Bienestar." A esto Diego Vigil lo llama una;
"Socialización callejera" – Dentro de los vacios dejados por las familias y escuelas, la socialización callejera adquiere prioridad, ya que el individuo crece en las calles y debido a la presión se convierte en un miembro de estos grupos heterogéneos afines. Esta experiencia crea las bases para un nuevo conjunto de valores y normas. Las pandillas callejeras se han convertido en una cultura suburbana que actúa bajo estos principios (Vigil, 2007, pág. 65).
O en palabras de Elena Azaola son:
Formas de sociabilidad, en ocasiones desviada pero de sociabilidad a fin de cuentas, que se revelan en la necesidad de pertenecer a la pandilla. Se trataría de la participación en la pandilla como una forma de compensar la falta de reconocimiento social, o incluso de retar a la sociedad que los expulsa asociándose en la pandilla (Azaola, 2004).
Así pues, "la violencia se inserta como dispositivo de modelaje, aprendizaje y disciplinamiento de los sujetos, y en tal sentido no es válido argumentar que es ajena a los procesos de socialización. (Reguillo Cruz, 2012)"
Por tanto, la violencia que manifiestan estos grupos es una violencia correlacional a la situación en la que se encuentran, al no poder alcanzar el "Estado de bienestar" que las estructuras sociales y los sistemas mediáticos pretenden mostrar como un derecho universal, el deseo de una vida digna es frustrado, frustrando sus anhelos, deseos, sueños, el resultado: La ira, el coraje, el miedo, la incertidumbre. Es decir "la violencia se asocia con la debilidad institucional, la ausencia de políticas públicas y de seguridad (De la O & Flores Ávila, 2012)." En cualquier caso en la construcción de la realidad social:
Estos jóvenes son mercancías con precio, víctimas circunstanciales y producto de un sistema que los excluyó. Lo viven con indignación por la falta de seguridad, otros como falta de oportunidades educativas y laborales, otros más apuntan el cambio de los valores morales, pero para muchos se trata de la normalidad de una vida violenta desde niños (De la O & Flores Ávila, 2012).
Rivera González dice que "Resulta innegable el efecto negativo de la instrumentación de políticas neoliberales en los contextos urbanos."Ahora bien el barrio es lugar sagrado donde se llevan a cabo los ritos de iniciación, de la construcción social de la personalidad (identidad), donde es un deber proteger el espacio, a la familia, a la raza. James Vigil dirá que tras la exclusión en los espacios oficiales de integración, "Los jóvenes encuentran su camino en las calles, callejones, azoteas, lotes baldíos y esquinas de las calles. (Vigil, 2007)" Donde el territorio se vuelve un espacio en disputa, una frontera, donde la violencia se vuelve el factor primordial de protección; aquel que no pertenece al barrio es forastero que debe ser expulsado a través de la violencia como el robo, la agresión física, la intimidación, la violación, etc. Así pues el barrio tiene sus reglas, sus costumbres basadas en el culto a la violencia como lenguaje. Dicho esto, Rossana Reguillo describiría la violencia como lenguaje que: "Podemos entender como una acción, es decir un ejercicio, una operación, cuyo "objetivo" es imponer –o autoimponer- de manera intencional un daño a través de ciertas conductas y métodos que causan dolor, sea éste físico o psicológico (Reguillo Cruz, 2012)."
La desposesión sería entendida en este sentido como el ejercicio impositivo de las condiciones que permean a las pandillas en los barrios marginados, estos colectivos se vuelven a la acción contestataria al enfrentar esta violencia con más violencia dirigiéndola a sus congéneres. Así pues, "el poder de la violencia reside principalmente en su capacidad de alterar y quebrar los órdenes sociales (De la O & Flores Ávila, 2012)." En consecuencia y para reafirmar esta idea de la imposición de Rossana Reguillo, ella escribe:
La imposición o autoimposición implica un régimen de jerarquía en el que hay un poder que se despliega para afirmar una autoridad (…) ya sea la del Estado y su norma, imponiendo a los ciudadanos una conducta cuya falta pueda ser punible. (…) La causalidad sería indicativa de que toda acción violenta tiene una consecuencia que se reinserta en el ámbito de lo social y genera aprendizajes, disciplinarios, efectos buscados y efectos "laterales" (Reguillo Cruz, 2012).
Ahora bien, el barrio es una unidad que contiene una serie de rituales, rutinas, signos y simbolos para perpetuar este estilo de vida en los jóvenes. Así pues:
En el barrio predominan los miedos como resultado de prácticas de abandono, ocultamiento y exclusión. No obstante, los jóvenes son observados por las autoridades y recreados en los medios de comunicación como los generadores de la violencia, cuando la situación de exclusión económica estructural es la que ha sido violenta con ellos (De la O & Flores Ávila, 2012).
La marginación a través de la desposesión es evidente, esta desposesión que tendría que ver con los diferentes tipos de capitales como; el económico, social, cultural.
En todo caso la falta de infraestructuras urbanas, de servicios primordiales, como alumbrado, agua potable, servicios de basura, áreas recreativas, da más fuerza a ese sentimiento de rezago y alimenta el imaginario de inseguridad de las colonias marginales. No obstante pudiera ser que la violencia no es una conducta generalizada en los habitantes de los barrios pobres, aun así, "aquellos sujetos que se enfrentan a una situación de marginación son parte de la degradación económica y moral, sufren un profundo deterioro de su identidad, que los descalifica y los margina como personas (Rivera González, 2012)."
A propósito de lo mencionado anteriormente por De la O y Flores Ávila, y en la misma línea Rebecca Strickland ve en los medios de comunicación el arma que estigmatiza a la cultura callejera afirmando que:
Los medios masivos de comunicación retratan a las poblaciones callejeras nacionales como delincuentes, reconocen en pocas ocasiones que son víctima de la exclusión social, que carecen de servicios médicos, de viviendas dignas y de oportunidades de educación y de empleo (Strickland, 2012).
En suma, a partir del análisis de la desposesión se puede interpretar la afectación que tienen los desposeídos en las distintas esferas sociales en las que interactúan, por ejemplo, la falta de medios de producción significa para quienes viven en los barrios marginales, intentar insertarse en cualquier oportunidad laboral, sea de los más precaria, por ejemplo, un jefe de familia se ve obligado a conseguir los medios de subsistencia para sacar adelante a su familia, aunque estos medios no siempre sean legales ó signifique el abandono de las responsabilidades del hogar. Al respecto José G. Rivera escribe:
La dificultad para acceder a un trabajo de tiempo completo coloca a las personas en una situación que obstaculizará su integración y la construcción de una identidad como individuos proveedores de recursos materiales. (…) Quienes carecen de una base laboral se ven en la necesidad de instrumentar una serie de estrategias, de renegociaciones de su identidad y de construcción de nuevas racionalizaciones en torno a su nueva y cambiante situación (Rivera González, 2012).
De ahí que surja lo que podríamos denominar el "Padre Ausente". Esto significa que "Incapaces de proveer sustento adecuado para sus hijos, muchos padres pierden por completo su capacidad para afrentar las cosas y no pueden supervisar ni guiar a sus hijos conforme desarrollan lazos sociales (Vigil, 2007)." Sin mencionar el caso en el que la jefatura del hogar sea femenina agregando así la cuestión de genero. En cualquier caso:
Uno de los principales desafíos para antropólogos, sociólogos y estudiosos de las ciencias sociales en general es cómo entender la desazón, la incertidumbre, el miedo y la experiencia de la indefensión en la escena pública contemporánea. Este aspecto demanda la comprensión de las formas contemporáneas de ser ciudadano en medio de pasiones sociales, políticas públicas ineficientes y un manejo mediático que ha criminalizado a los jóvenes y a sus familias (De la O & Flores Ávila, 2012).
Ahora bien, Rossana Reguillo nos presenta tres fenómenos cruciales en relación con las violencias vinculadas a los universos juveniles:
El deterioro de las condiciones estructurales para la incorporación efectiva y digna de los jóvenes en la sociedad.
El debilitamiento y vaciamiento de los espacios institucionales que se vieron rebasados por el altísimo número de la población joven
El descrédito en la política formal, en sus actores.
Estos tres fenómenos aplicarían no solo a los universos juveniles, sino a la población marginal en general. De esta forma y volviendo a la idea de que la violencia es una forma de ejercer poder desde los grupos económicos dominantes cabe señalar que los procesos de desposesión ponen en riesgo la vida de los jóvenes en pandillas, después de todo el enfrentamiento entre ellos perpetua la violencia entre pares, olvidando que es este proceso de desposesión lo que los mantiene rezagados, así pues:
La violencia suele ser uno de los mecanismos sociales elementales que coloca en posición de subordinación a los sujetos. Este hecho puede vincularse con el malestar de los jóvenes sobre la desigualdad en la que se inscriben como miembros de la sociedad y de un "no futuro." (…) la violencia entre los jóvenes tiene distintos sentidos: es una forma de transacción cotidiana en la que se arriesga la vida cuando se acaba con la de otros, y en donde morir es un peligro permanente (De la O & Flores Ávila, 2012).
Al final los jóvenes en pandillas, terminan aceptando esta identidad contracultural en base al acondicionamiento de la violencia y se automarginan creando un rechazo a la intención de buscar las formas de integración social legítimas. Como bien lo dice Vigil: "Los jóvenes alienados sin educación y sin oportunidades de trabajo descartan alcanzar estatus respetables en la sociedad dominante y encaran problemas severos al establecer una identidad social propia. (Vigil, 2007)"
Sin embargo, y como dicen efectivamente De la O & Flores Ávila "Actualmente, asistimos a la representación del joven (de barrio) como sinónimo de violencia y delincuencia" sin atender al problema tras de sí, la falta de espacios de desarrollo social. La desposesión de los medios de producción para realizar una vida digna y de calidad.
En conclusión, "No hablamos de una violencia singular, sino de violencias entretejidas que requieren ser explicadas desde su especificidad histórica, social y cultural. Al salir de sus hogares, muchos jóvenes se topan con otra realidad, igualmente adversa (De la O & Flores Ávila, 2012)." En todo caso "el aumento de la población excluida en una sociedad democrática debería alentar acciones del gobierno para asegurar los derechos y el bienestar de las masas pobres. El gobierno de México suele concentrar el poder, lo que ha inhibido la participación de otros sujetos en las políticas públicas (Strickland, 2012)."
Así pues, "vistos como potenciales delincuentes, la respuesta más frecuente –justificada como una acción preventiva"- es encerrarlos. La mayoría de los "callejeros" no conoce sus derechos y éstos son irrelevantes cuando los servidores públicos realizan las operaciones de "limpieza." (Strickland, 2012)."




Referentes Bibliográficos
Azaola, E. (2004). Presentación. Juventud: Exclusión y Violencia. Desacatos. Revista de Antropología Social (14), 7-11.
Castillo Berthier, H. (2004). Pandillas, jóvenes y violencia. Desacatos. Revista de Antropología Social (14), 105-126.
De la O, M. E., & Flores Ávila, A. L. (2012). Violencia, jóvenes y vulnerabilidad en la frontera noroeste de México. Desacatos. Revista de Antropología Social (38), 11-28.
Perea Restrepo, C. M. (2007). Pandillas y sociedad contemporánea. En J. M. Valenzuela Arce, A. Nateras Domínguez, & R. Reguillo Cruz, Las Maras: Identidades juveniles al límite (págs. 271-306). México, D.F.
Reguillo Cruz, R. (2012). De las violencias: Caligrafía y gramática del horror. Desacatos. Revista de Antropología Social (40), 33-46.
Rivera González, J. G. (2012). Jóvenes que viven en la calle. Desacatos. Revista de Antropología Social (40), 173-178.
Strickland, R. D. (2012). Poblaciones callejeras: de la asistencia a la represión. Desacatos. Revista de Antropología Social (38), 105-120.
Vigil, J. D. (2007). Marginalidad múltiple: un marco comparativo para comprender a las pandillas. En J. M. Valenzuela Arce, A. Nateras Domínguez, & R. Reguilo Cruz, Las Maras: Identidades juveniles al limite (págs. 63-82). México, D.F.










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