PROBLEMÁTICAS EN TORNO A LA POLÍTICA EXTERIOR ROMANA (327 – 70 a.C). 1 GUERRA, IMPERIALISMO Y DIPLOMACIA.

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Facultad de Educación y Humanidades. Departamento de Ciencias Sociales. Programa de Magíster en Historia de Occidente. Asignatura: Formación de Occidente.

PROBLEMÁTICAS EN TORNO A LA POLÍTICA EXTERIOR ROMANA (327 – 70 a.C). 1 GUERRA, IMPERIALISMO Y DIPLOMACIA.

Autor: Rolando César Chaparro Gehren. INTRODUCCIÓN. Hay un refrán muy antiguo que dice: “Todos los caminos conducen a Roma”. Esto quiere decir, en un primer término, que aunque sigamos distintas direcciones el destino siempre será el mismo. También esto significa, en un sentido más amplio, que en Roma está el origen de todas las cosas. De todo cuanto hoy se manifiesta nuestra cultura occidental, nuestro idioma español, las leyes, la arquitectura, el arte, la literatura, incluso la religión, nos lleva a la antigua Roma. Ahora bien, ¿cómo pudo el Imperio Romano sostenerse tan duraderamente en el tiempo; cerca de 800 años en su lado Occidental, y casi 1000 años en su vertiente Oriental?; ¿cómo ha sido posible que, a pesar de su desaparición física, su herencia cultural persista tan vivamente entre nosotros y en nuestra manera de entender el mundo?. Estas, entre muchas otras interrogantes, son las preguntas esenciales que se plantea todo estudioso de la historia romana, desde el lector profano al erudito, y ha posicionado un debate que, más que sentar antagonismos entre las distintas posturas, ha enriquecido el estudio general de esta gran civilización. Ya desde la época de Polibio (200-118 a.C), autor griego, en sus Historias, preguntaba el cómo, cuándo y porqué de la grandeza de Roma. Mientras otros reinos e imperios de la Antigüedad dominaron vastos imperios y millones de personas mediante la fuerza, la aniquilación y el despojo de la memoria de los pueblos, Roma marcó un antes y un después en la historia de las civilizaciones. Es cierto, qué duda 1 1

El texto en presentación es un resumen y reseña bibliográfica sobre dos artículos publicados que analizan el tema: HARRIS, WILLIAM. “Guerra e Imperialismo en la Roma Republicana 327-70 a.C”. Editorial Siglo XXI, Madrid, España. Primera edición. 1989; y BUONO-CORE V. RAÚL. “Informarse sobre los otros y acordar los conflictos: Diplomacia en Grecia y Roma”. Artículo contenido en CRUZ, NICOLÁS y BALMACEDA, CATALINA (Editores). “La Ciudad Antigua. Espacio Público y actores sociales”. Editorial Ril, Santiago, Chile. 2013. Pp. 181-194.

cabe y en muchos sentidos, Roma tampoco fue una excepción respecto a los abusos y crueldades en la guerra: Aniquiló y barrió con ciudades enteras (Cartago, Corinto), despojó a sus pueblos de sus territorios (judíos), también invadió, saqueó y sometió a la esclavitud a pueblos más retrasados (Galia, Britania), pero también, es justo reconocerlo y es el balance general, en la gran mayoría de las situaciones, Roma actuó mediante la integración, el consenso y la flexibilidad en torno al derecho de autodeterminación de los pueblos. Utilizó la diplomacia (Buono-Core, “Diplomacia en Grecia y Roma”, 2013) y, ha sido este su proceso más trascendente, en su punto más álgido, el orbe Romano llegó a albergar más de 60 millones de habitantes, en un espacio de 10 millones de kilómetros cuadrados. Desde la costa atlántica de Portugal, por el Oeste, a la fértil Medialuna de Medio Oriente, por el Este; y desde las tierras nubladas de Escocia (Muro de Adriano) por el Norte, al Egipto meridional, por el Sur. En resumen, una diversidad geográfica, física, demográfica y cultural de la que sólo, quizás, el Imperio Británico tuvo antecedentes similares, pero que Roma imprimió un sello hasta hoy irrepetible: No ha habido imperio tan perdurable en el tiempo y en influencia como el romano; y esta grandeza se resume en una sola fórmula: Unidad en la Diversidad.2. Roma, en general, respetó las costumbres y creencias religiosas; incluso las incorporó a las propias. Los romanos ejercieron una fuerza de atracción sobre los demás pueblos; y en este aspecto fue generosa. Los romanos difundieron su cultura en todos los rincones del imperio, y los pueblos sometidos supieron integrarse a la cultura romana. De las provincias, llegaron a nacer gobernadores, senadores e incluso emperadores en un futuro. Para Roma no importaba la raza, ni el origen ni la clase social. Lo más importante era estar integrado a la cultura y los valores romanos. Ser un ciudadano de Roma. ¿FUE IMPERIALISTA ROMA? Tanto el profesor Bancalari (Orbe Romano, 2007) como el inglés William Harris (Guerra e Imperialismo, 1989) sostienen que el término “Imperialismo” es un concepto que data –en su estudio geopolítico- del colonialismo europeo en el siglo XIX. Ahora bien, en un primer alcance, si entendemos “Imperialismo” como un proceso por el cual un Estado se expande y controla otros pueblos por motivos políticos, económicos y estratégicos (Imperio británico, español, francés, el Neo-Imperialismo norteamericano y su influencia geopolítica y económica, etc), el Imperio Romano coincide en estos aspectos. Sin embargo, los parámetros de comparación no son extensivos. En Roma no hubo rebeliones nacionalistas, como sí ocurrió en los dominios de los imperios inglés, francés y español, entre otros; no hubo discriminación de los líderes locales, como en Inglaterra habría sido inconcebible tener un Primer Ministro de origen indio. En Roma, todo lo contrario, hubo una integración de funcionarios y autoridades locales a la metrópoli; tampoco hubo una disparidad tecnológica y cultural en el desarrollo de las provincias, como ocurre hasta nuestros días, 2

Hay un análisis reciente, y en extenso, sobre el carácter integrador de la dominación romana, principalmente a través del proceso de romanización, en BANCALARI, ALEJANDRO. (2007.). Orbe Romano e Imperio Global. La Romanización desde Augusto a Caracalla.. Santiago.: Universitaria.

donde la desigualdad de desarrollo y la lógica de dependencia económica es un resultado, en esencia, del imperialismo decimonónico. Roma, en todo momento, fomentó el proceso de urbanización y comunicación entre cada rincón del imperio. Siguió floreciendo Atenas, creció Alejandría, Marsella, Bizancio y las lejanas Mauritania y Londinium (actual Londres). Roma no siempre aniquiló a los vencidos, despojándolos de su historia, sino que hizo partícipes a los pueblos dominados en la construcción de un proyecto común: La romanitas. ¿QUÉ ACTITUD TENÍAN LOS ROMANOS ANTE LA GUERRA Y LAS CONQUISTAS MILITARES? En su libro “Guerra e Imperialismo en la Roma Republicana”, el profesor Harris se plantea las siguientes interrogantes: I. ¿Cuáles eran las actitudes de los romanos respecto a las continuas guerras? II. ¿Qué importancia le daban a los beneficios materiales de la guerra? III. ¿Qué hay de cierto en la afirmación de Polibio, respecto a que Roma fue “presa de su ambición y sed de poder”? IV. ¿Fue “defensiva” la política exterior romana, como hoy afirman muchos historiadores? Tanto el profesor Harris como Bancalari afirman que la guerra formaba parte del ethos romano y, de hecho, el arte de la guerra jugaba un papel tan importante en la formación del aristócrata romano que, y lo reconoce Polibio, no se podía acceder a ninguna magistratura importante sin haber completado antes, el servicio militar, y participado en una campaña militar importante. Hasta, al menos, el siglo II a.C los romanos le daban mucha importancia al triunfo individual. Normalmente, el Senado romano era cauteloso respecto a declarar la guerra; y así lo atestigua también el profesor Raúl Buono-Core (2013), quien explica que el Senado desempeñaba un papel crucial en la política externa, no solo declarando guerras y presupuestos, sino también porque era en el Senado donde se hallaban los más grandes oradores y dotados de capacidad para persuadir o disuadir respecto a una declaración de guerra, y proyectar también una imagen de Roma como símbolo de progreso, y así atraer otros pueblos bajo su causa. Sin embargo, también es cierto que la guerra era ventajosa para un sector amplio de la sociedad romana, por sus beneficios económicos, la mano de obra esclava y la adquisición de territorios nuevos que repartir entre senadores y generales. También es cierto, y aunque por mucho tiempo se argumentó que la política exterior romana era “defensiva”, tomando como símil el modelo espartano, Roma fue una esfuerza eminentemente ofensiva. Roma fue una potencia de una regularidad bélica impresionante y eminentemente militar.

Sí es cierto, lo argumenta Harris, y en este punto también coincide lo expuesto por el profesor Buono-Core, es que Roma buscó siempre legitimar su política exterior, principalmente cuando tenía que ver con declaraciones bélicas. El iustum bellum o guerra justa, fue un mecanismo clave de la diplomacia romana. De hecho, a partir de finales del siglo III a.C (202 aC), principalmente finalizadas las Guerras Púnicas (y la aniquilación total de Cartago), Roma frenó su política militar y expansionista, sustituyéndola por una política clientelista y basada en las alianzas y anexiones por la fuerza de la disuasión (Macedonia, Egipto y África). Fue en esta etapa, que continuaría bajo el gobierno de Augusto y la “Pax Romana”, que se fue sustituyendo el principio de anexión por las aliznas y las amistades nacionales. El senado enviaba legatis para investigar y organizar los territorios, pero también –a través del Senado- la diplomacia fue un instrumento de integración cultural y política, basadas en la concepción de un mundo cada vez más integrado y participativo. Roma se transformó en una imagen y en un paradigma.

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