PROBLEMÁTICAS EN TORNO A LA ESTABILIDAD Y DURABILIDAD DEL SISTEMA IMPERIAL ROMANO RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS.

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Facultad de Educación y Humanidades. Departamento de Ciencias Sociales. Programa de Magíster en Historia de Occidente. Asignatura: Formación de Occidente.

PROBLEMÁTICAS EN TORNO A LA ESTABILIDAD Y DURABILIDAD DEL SISTEMA IMPERIAL ROMANO RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS. 1

Autor: Rolando César Chaparro Gehren. INTRODUCCIÓN. Tradicionalmente, el Imperio Romano se ha dividido en tres etapas de evolución política: Monarquía (753 – 509 a.C), República (509 – 27 a.C) e Imperio (27 a.C – 476 d.C). Ahora bien, los períodos políticos de la historia romana se han expresado, además, en procesos económicos, expansivos y culturales. El Imperio Romano fue el período donde Roma alcanzó su mayor expansión territorial, pero también donde se vivieron las transformaciones más complejas. Fue un período de concentración del poder político, de alta expansión y de una riquísima difusión e integración cultural entre vencedor y vencidos. Pero también fue un período de contracción, crisis, guerras civiles y sociales, persecuciones y decadencia que acabaría, finalmente, por llevar al Imperio a su desaparición. Por este motivo, el Imperio es un período complejo de estudiar desde una perspectiva global, y se ha hecho necesario abordar este período como una problemática histórica, reconstruyendo diversos aspectos. De hecho, debido a la complejidad del período, el Imperio ha sido dividido, a su vez, en dos períodos de evolución política: El Principado (27 a.C a 235 d.C) y el Dominado (235 a 476 d.C). El principado inicia con el gobierno de Octavio Augusto, y finaliza el 235 d.C con la muerte de Alejandro Severos, marcando el principio de una era crítica en la estabilidad imperial romana: El Dominado. Este ensayo trata, en base a bibliografía pertinente, las problemáticas del período conocido como Principado, período donde no solo Roma alcanzó su mayor expansión territorial, sino también se consolidó una estabilidad política, económica y social, la Pax Romana, en donde Roma contribuyó en el Orbe su cultura, su idiosincrasia y su organización jurídica. Este

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El texto en presentación es un resumen y reseña bibliográfica sobre dos artículos publicados que analizan el tema: GARNSEY, PETER y SALLER, RICHARD. “El Imperio Romano. Economía, Sociedad y Cultura”. Traducción de Jordi Beltrán. Editorial Crítica, Barcelona, 1991; y VILLALOBOS MARTÍNEZ, ALEJANDRO. “El Imperio Romano: Entre la Guerra y la Paz (98-211 d.C). Editorial Académica Española. Madrid. 2013.

proceso, conocido como Romanización, constituye el legado más importante que esta civilización ha legado a Occidente. 1. ¿Cómo pudo Roma mantener un Imperio tan vasto y diverso? Los historiadores británicos Peter Garnsey y Richard Saller, en su obra “El Imperio Romano” (2001) tratan de abordar esta problemática fundamental con las siguientes reflexiones: Octavio Augusto, en 27 a.C, sentó las bases para un sistema de gobierno personalista y legitimado, solo en apariencia, por la institucionalidad republicana. Este sistema, único e inédito hasta entonces, fue capaz de aglutinar y sostener de manera estable un imperio vasto, extenso y diverso, ¿Pero cómo fue posible el control de aquel territorio tan vasto?; las exigencias del gobierno central ¿estimularon el crecimiento económico o, por el contrario, pusieron en peligro la supervivencia del imperio?, ¿Qué fuerzas de cohesión operaron para equilibrar las desigualdades sociales y económicas, además de las altas tasas de mortalidad? ¿Por qué los gobernantes romanos protegían su culto imperial, y al mismo tiempo permitían la difusión de cultos extranjeros, principalmente orientales?, ¿Fue el asunto cristiano una política de tolerancia, o simplemente de confusión y perplejidad? De acuerdo a la tesis de estos autores, una de las claves para la conservación del imperio, está dada por la existencia de una administración eficaz y eficiente, que se sustentaba en la creación y consolidación de una infraestructura de centros de gobierno local que prestaran servicios prácticos al poder. De hecho, era sorprendente que el aparataje burocrático fuera proporcionalmente ligero a la extensión territorial y la cantidad de población atendida (56 millones durante el gobierno de Augusto). El imperio poseía un sistema jurídico y normativo tan sólido y la institucionalidad irradiaba tal nivel de respeto entre la población que, salvo contadas excepciones (Palestina), el Orbe romano funcionó en absoluta paz dentro de los limes del imperio. Ahora bien, en su primer capítulo, Garnsey y Saller inician este análisis abordando, primero, el análisis espacial, geográfico y natural de la “ecúmene” u orbe romano. 2. Un Imperio Mediterráneo. Contrario a lo que pueda pensarse de un imperio tan desarrollado, los conocimientos geográficos, naturales y cartográficos de la época eran limitados. De hecho, los romanos no supieron medir bien las distancias, y tampoco tenían un conocimiento acabado del interior de sus propias fronteras. El geógrafo Estrabón y sus imprecisiones midiendo distancias, es un ejemplo evidente de esta falencia. En la Antigüedad, la distancia se medía por el tiempo que se tardaba en viajar, que distaba mucho de ser constante, especialmente en el mar. Ahora bien, La mayoría de los emperadores, fuera cual fuese la naturaleza de sus declaraciones oficiales, valoraba la consolidación y la estabilidad más que la expansión y la

inseguridad concomitante. Fruto de esta preferencia fueron los limes, sistema estratégico basado en fronteras lineales. Aunque los romanos llegaron, en su punto máximo con Trajano, a dominar más allá del mundo mediterráneo, durante los años 27 a.C y 235 d.C su eje político y base cultural giró, esencialmente, en torno al “Mare Nostrum”. Garnsey y Saller ponen especial énfasis en que Roma, a través de su concepto de integración de los pueblos vencidos bajo su orbe, ya no diferenciaban a los pueblos entre “civilizados” y “bárbaros” como los griegos, sino entre romanos y no-romanos, apelando esencialmente a la ocupación del ecúmene o espacio dentro de los limes imperiales. 3. La Civilización y sus límites. Los romanos ilustrados no tardaron en reconocer la superioridad y riqueza de la cultura griega, a la vez que familias aristocráticas de Roma y Grecia forjaban vínculos de interés mutuo. Sin embargo, con el tiempo los romanos fueron adaptando este aprendizaje a su forma pragmática de entender el mundo. Un ejemplo de este pragmatismo se expresaba en que los objetivos culturales romanos, si bien eran importantes, eran limitados y concretos. Los pueblos fronterizos tenían que ser domados, neutralizados y explotados. De hecho, para los gobernantes romanos era objeto de fascinación “pacificar” pueblos belicosos, y atraerlos hacia su cultura. Ocurrió así en la Galia, en Britania y las fronteras germánicas. Respecto a la herencia que siempre reconocieron de Grecia, un gran logro de Roma fue fomentar un renacimiento de la cultura urbana, la urbs, heredera de la concepción griega de la Polis, tanto en su arquitectura como concepto de ciudad social. EL IMPERIO ROMANO: ENTRE LA GUERRA Y LA PAZ (98-211 D.C). La Política Exterior: Influencia político-ideológica entre Antoninos y Septimio Severo. Alejandro Villalobos, historiador chileno, analiza, desde una perspectiva global, el Imperio Romano entre los siglos I y II d.C, expresado este, principalmente, en el accionar político de los emperadores Antoninos y la influencia que estos ejercieron, posteriormente, en la política exterior de Septimio Severo. Para el autor, el poder del Estado Romano de este período, se expresa a través de una trilogía del poder, compuesta por el Emperador, el Senado y el Ejército, que ejercen el mando conjuntamente, y Septimio Severo replica en el aspecto bélico.

Ahora bien, esta tesis del autor comienza con una interrogante clave. ¿Cómo establecía Roma sus límites y fronteras?. La respuesta a esta interrogante la sostiene considerando cuatro factores clave: La geopolítica, los factores humanos y culturales, la ideología del emperador y la propaganda imperial en el proceso de construcción de una imagen de gobernante. En términos generales, Villalobos presenta un análisis comparativo entre las relaciones internacionales de nuestro mundo contemporáneo y el espacio de la antigüedad romana, basado en un orden que aglutina y construye. Para entender la construcción ideológica-política del imperio romano en el siglo II, es necesario ofrecer una mirada segmentada al ejercicio del poder y las estructuras que le definen: Emperador-Senado-Ejército. No obstante, es necesario advertir que esta segmentación es figurativa, en el entendido de que administrativa, política y socialmente estos elementos forman el conjunto del Estado imperial, lo que denominamos la trilogía del poder imperial. El emperador, sin embargo, siempre fue el engranaje articulador de esta triada. Durante los siglos I y II, los elementos centrales del poder del principado estuvieron supeditados a las virtudes y debilidades de quienes accedían al poder, pues no todos poseían una concepción imperio similar a Augusto. El régimen imperial y el personalismo de cada imperator fue propiciando la construcción de una imagen y representación sobre la figura del princeps, que no es otra cosa que el resultado de su sello y estilo personal de gobierno. La figura del emperador, en gran medida hasta Septimio Severo, se entronca a la de un magistrado. Se presenta con plenitud de poderes, y es fuente del derecho a partir de sus cartas, rescriptos, epístolas, decretos que tienen el valor o adquieren el valor de leyes. Todos los emperadores de este período, con excepción de Calígula, Nerón y Domiciano, participaron del imperio como cualquier ciudadano, nunca se consideraron dioses. El ejercicio del poder estaba ligado directamente a las virtudes cardinales y a la imagen que se posea del emperador. De allí a la importancia de visitar las provincias. Los modelos de Imperator Caesar Augustus. Desde la creación del principado con Augusto, esta nueva forma política fue sufriendo la transformación hacia una monarquía con un carácter eminentemente militar. Los siglos I y II d.C, presenciaron el fin de las dinastías Julio-Claudia y Flavia, como también, la singular asunción de los primeros Antoninos, sustentado en el principio de la “adopción del mejor”, el optimus.

En conclusión, en el alto imperio, el emperador, no sólo administraba un vasto y extenso territorio, fue un agente activo del proceso romanizador que poseía ciertos mecanismos de control del poder, que propiciaron una eficaz forma de gobernar y unificar las provincias que conformaban el orbe romano. El emperador es quien representa los ideales de la conciencia política romana.

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