Posibles relaciones o contactos de intercambio entre la Península Ibérica y la isla de Cerdeña (s. XI-X hasta s. VI/V a.C.)

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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MADRID. VARIA 9. Ier Congreso Internacional de Arqueología Ibérica Bastetana. Comunicaciones Madrid 2008, pp. 229-238

POSIBLES RELACIONES O CONTACTOS DE INTERCAMBIO ENTRE LA PENÍNSULA IBÉRICA Y LA ISLA DE CERDEÑA (SIGLO XI/X A.C. HASTA SIGLO VI/V A.C.) MAGDALENA SIEG ARQUEÓLOGA

CLAUDIA SANNA ARQUEÓLOGA

RESUMEN El presente trabajo pretende analizar el registro arqueológico de la Península Ibérica y Cerdeña en búsqueda de evidencias que afirman la existencia de redes de intercambio o comercio entre ambos enclaves en la época que discurre desde el final de la Edad de Bronce hasta inicios de la Edad de Hierro. Se presta especial atención a la intervención en estas redes de poblaciones autóctonas y de navegantes orientales/fenicios. Palabras clave: Península Ibérica, Cerdeña, intercambio, comercio, Bronce Final, inicios del Hierro, indígenas, fenicios.

ABSTRACT The present paper pretends to analyze the archaeological register of the Iberian Peninsula and Sardinia with the purpose to find evidence that affirms the existence of interchange circles or commerce between both sites during the Late Bronze Age and the First Iron Age. Special attention has been drawn on the intervention in these circles of and oriental navigators/Phoenicians. Keywords: Iberian Peninsula, Sardinia, interchange, commerce, Late Bronze Age, First Iron Age, natives, phoenicians.

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La investigación reciente (Vives-Fernández Sánchez, 2005) indica que entre los siglos X y VIII a.C. se producen transformaciones en la sociedad indígena de la Península Ibérica. Se evidencian cambios sociales en ciertos grupos indígenas protagonistas de los cambios socioeconómicos en momentos previos a la llegada de los fenicios. Así, parece indicarse que los cambios vividos por las sociedades durante el tránsito a la Edad del Hierro no fueron tanto consecuencia del asentamiento en su costa de fenicios, sino resultado de un proceso de transformación y crecimiento de la población indígena, por lo que los comerciantes mediterráneos consideraron rentable establecerse allí. En este sentido enfocaríamos nuestro análisis en las posibles redes de intercambio entre grupos culturales indígenas tanto de la Península Ibérica como de la isla de Cerdeña existentes con anterioridad y aprovechados con posterioridad por navegantes fenicios. Cerdeña nos llamo la atención por un trabajo realizado por Mª Eugenia Aubet (Aubet, 2000) en el cual argumenta que la isla constituyó un importante centro de comercio interregional, vinculado al mundo micénico, Chipre, e indirectamente al mundo oriental a lo largo del II milenio a.C., y que, por su situación estratégica, tras el colapso micénico (1100-800 a.C.), empezó a jugar un papel importante en el comercio entre el Atlántico y el mundo mediterráneo. La isla de Cerdeña cumplía con todos los requisitos para ese papel, ya no sólo por su situación estratégica en el Mediterráneo, sino también por poseer todos los afloramientos de materias primas de interés para esa época. Incluso hay algunos investigadores (Ruiz-Gálvez Priego, 1993) que creen que Cerdeña actuó como un posible filtro de técnicas y de convenciones simbólicas que llegaron desde Oriente. Sin embargo el trabajo no permite extenderse en estos aspectos concretos por lo cual nos centraremos en las principales evidencias arqueográficas, que apoyan las hipótesis sobre la existencia de redes de contactos e intercambios entre la isla de Cerdeña y la Península Ibérica. Para nuestro análisis hemos creído conveniente abordar el estudio en dos fases diferenciadas, ocupándose la primera de las evidencias materiales que parecen indicar contactos o un comercio establecido por grupos indígenas del Mediterráneo Occidental y Central (siglos XI al IX/VIII a.C.) y la segunda de los siglos IX/VIII al VI/V a.C., donde podemos observar un clara dominio de navegantes fenicios en las mismas redes de intercambio o comercio. Somos conscientes que estos contactos existían con anterioridad, sin embargo aquí sólo abordaremos la época que discurre a partir del siglo XI a.C. en adelante. Contamos con distintos materiales metálicos para la primera fase, de los cuales los mismos tipos han sido hallados en la Península Ibérica y en la isla de Cerdeña. Su procedencia no siempre ha sido determinada, lo que llama la atención es que se encuentren en ambos enclaves mediterráneos. Uno de los conjuntos materiales lo constituyen varios tipos de hachas de bronce. Los hallazgos en la isla de Cerdeña son escasos comparados con los de la Península Ibérica, donde son mucho más abundantes. Sin embargo, la procedencia peninsular sólo se ha podido confirmar en el caso de algunos tipos. Los que más han llamado la atención fueron ciertas hachas de apéndices (figura 2, 1), el tipo más mediterráneo, y el más representado en la isla de Cerdeña (Pala, 2007). Estas hachas sí fueron producidas localmente en el sur de la Península, como demuestra la existencia de dos moldes: Verdolay (Murcia) y La Puebla del Río (Sevilla). Otros materiales metálicos son las hoces y asadores. Contamos con sólo un asador en Cerdeña, mientras los ejemplares en la Península son muy abundantes. Al documentar sólo un ejemplar en la isla, opinamos que la información que se pueda extraer no es demasiado significativa. De nuevo, lo que importa es su existencia en ambas orillas. Más importante parece ser el conjunto material de las espadas. La más antigua es la denominada espada tipo Huelva, que se define a partir del depósito hallado en la ría del Odiel, siendo el tipo más abundante en todo el sur peninsular. No tenemos la certeza de que este tipo de útil se produjo en el mediodía peninsular, aunque resulta muy probable que así fuese, especialmente en el potente foco metalúrgico de Huelva pre-fenicio. En este sentido arroja luz sobre el aspecto cronológico de las redes

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Figura 1.- 1. Brocca askoide del Carambolo-Andalucía. 2. Ánfora ovoide de Sant’imbenia-Alghero. 3. Cruz del Negro de Sulcis. 4. Pithos del Castillo del Doña Blanca.

de intercambio y parece claro que la expansión de este tipo de útiles tuvo lugar con anterioridad a la llegada de los fenicios. Otro conjunto lo conforman las denominadas espadas tipo Ronda/Monte Sa Idda (figura 2, 2). En Cerdeña, el grueso del material de Monte Sa Idda (hachas de talón con dos anillas y espadas tipo Huelva, de tipo Ronda y de tipo Venat) parece proceder de la Península Ibérica. Esto lo indica especialmente la espada de tipo Ronda/Monte Sa Idda, uno de cuyos moldes se ha hallado en Ronda, Málaga, permitiendo conocer así la forma completa. Este tipo de espadas es más tardío respecto a las del tipo Huelva y se han fechado entre los siglos VIII-VII a.C. (Giardino, 1995). Llama la atención que en la Península Ibérica se han hallado sólo seis ejemplares de este tipo de espadas, mientras que son mucho más abundantes en la isla de Cerdeña. No obstante, en los depósitos donde fueron encontrados en Cerdeña, se asocian a otros conjuntos materiales que sí parecen de clara procedencia ibérica. En cuanto al conjunto de las fíbulas se ha considerado el inicio de su uso con las fíbulas de codo a partir de los siglos XII-X a.C. El tipo más común durante el Hierro Antiguo es la denominada fíbula de doble resorte (Ruiz Delgado, 1987-1988) que se documenta hasta finales VII/comienzos VI a.C. Parece tratarse de una producción peninsular, principalmente andaluza, y la pieza encontrada en Cerdeña sería de importación vía navegantes fenicios.

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El último conjunto de material metálico representado en ambos enclaves mediterráneos lo integran las puntas de flecha, que, según la exposición en este mismo congreso de Fernando Quesada, llegan de Oriente de mano fenicia y se hacen muy comunes durante la Edad del Hierro. Como breve conclusión acerca de los mencionados conjuntos de material metálico cabe destacar sus hallazgos tanto en la Península Ibérica como en la isla de Cerdeña, lo cual nos inclina a pensar que existía una relación de intercambio o comercio entre ambos enclaves o por lo menos los mismos tipos de piezas llagaron a ambos sitios desde época muy temprana. Otro conjunto de material lo forma la cerámica sarda (brocca askoide y ánforas ovoides) que han sido halladas en distintos yacimientos de la Península Ibérica, destacando Huelva y Cádiz (figura 1, 1 y 2). La cerámica sarda (brocca, cuencos) se caracteriza por su decoración de círculos concéntricos impresos o líneas incisas a modo de espinas de pez, y su bruñido (oscuro/marrón-grisáceo), y es típica del Periodo Geométrico Sardo fechado entre el IX-VIII a.C. (figura 3). Las hipótesis sobre cómo han llegado a la Península Ibérica son muchas, a través de navegantes orientales o incluso de mano de los propios sardos. Lo significativo es su presencia en la Península, lo que apoya la teoría acerca de la existencia de algún contacto entre peninsulares y sardos, probablemente entre sus elites, aunque no esta claro si de manera directa o indirecta. Generalmente se ha relacionado con algún tipo de ritual o ceremonia, en contextos funerarios, y también como objeto de prestigio. Las ánforas ovoides se han documentado sobre todo en la costa andaluza, mientras su centro de producción estaba en Sant Imbenia, Cerdeña. Son ánforas de transporte que posiblemente contenían algún líquido como vino. Se distinguen por su pasta negruzca con incrustaciones de roca volcánica y están decoradas con aguadas de pintura rojiza. Se han fechado entre el siglo IX y el siglo VII a.C. Estos dos conjuntos conforman el material de cerámica típica sarda más extendida fuera de Cerdeña, y parecen indicar la continuación de circuitos de intercambio más antiguos (material metálico), para el caso de la cerámica, entre la isla de Cerdeña y la Península Ibérica, que serán la precondición de la expansión, como la fenicia, posterior. A finales del siglo IX a.C. se produce una reorientación del comercio internacional. Se introducen varias novedades, como nuevos metales (hierro, plata) y el comercio se diversifica con otros productos. El panorama mediterráneo va a ser dominado por los comerciantes y navegantes fenicios, aunque es muy probable que en estrecha cooperación con las distintas sociedades indígenas. En la segunda fase de nuestro análisis (final siglo IX hasta siglos VI/V a.C.) las relaciones comerciales entre la isla de Cerdeña y la Península Ibérica siguen desarrollándose, sin embargo ahora de modo no directo sino indirecto, a través de los navegantes fenicios que se establecen en asentamientos estables en el Mediterráneo. Los enclaves fenicios que nos incumben se sitúan en el sur de la isla de Cerdeña y de la Península Ibérica, y generalmente cerca de asentamientos indígenas. En la isla de Cerdeña destaca, para la época que discurre desde el siglo VIII hasta la mitad del VII a.C., un asentamiento indígena, Sant’Imbenia, que juega un papel importante dentro de la red de intercambio con la Península Ibérica, especialmente en relación con Huelva y Cádiz. Además constituye un ejemplo de la continuación del rol indígena en cooperación con los fenicios. Dentro de los enclaves fenicios ha llamado la atención el asentamiento de Sulcis, que sigue excavándose en la actualidad, por lo cual queda mucha información por completar. Parece participar en el mismo círculo de redes de intercambio con la Península Ibérica, argumento que se apoya entre otras evidencias en el hallazgo de un fragmento de cerámica a mano grabada (dado a conocer en una comunicación personal) muy abundante en la Bahía de Cádiz, en particular en el Castillo de Doña Blanca. Esta cerámica grabada también llega a Cartago (Túnez) y Lixus (Marruecos) (Mansel, 2000).

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Figura 2.- 1. Hacha de Apéndice Monte Sa Idda, Decimoputzu. 2. Espada tipo Ronda Monte Sa Idda, Decimoputzu.

Estos dos asentamientos son los más destacados en la isla de Cerdeña, sin embargo las evidencias arqueográficas que apoyan la hipótesis del funcionamiento de redes de intercambio entre ambas orillas son más numerosas. Para su análisis hemos creído conveniente estudiar tanto los materiales que llegaron desde la Península Ibérica a Cerdeña, como viceversa, subrayando que aquí tratamos los recipientes, aunque lo importante serían los productos que contenían. En el primer conjunto cabe destacar el grupo de las ánforas T-10.1.1.1. y T-10.1.2.1. (Ramon, 1995), fechándose la primera desde mitad del siglo VIII hasta el primer tercio/mitad del siglo VII a.C., producida en los asentamientos fenicios de la costa meridional de la Península. La segunda (675/650 hasta el 575/550 a.C.) es la evolución del tipo anterior y los centros de producción se han hallado en la costa meridional de la Península, tanto en yacimientos fenicios como indígenas y también en la isla de Ibiza (Ramon, 1995). Ambos tipos se han documentado en distintos asentamientos sardos. Otra evidencia material de procedencia peninsular lo constituye la cerámica tipo Urna Cruz del Negro, de cuya tipología el mayor número de fragmentos, hasta ahora hallado, se encontró en la necrópolis tartesia cerca de Carmona (Sevilla). En Cerdeña sólo se han documentado dos fragmentos, uno procedente al parecer de la Bahía de Cádiz (figura 1, 3) y el otro de Ibiza (Botto, 2000).

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Dentro del conjunto de cerámica común, contamos con ollas, tanto hechas a mano como a torno, cuya tipología es muy similar a ciertos ejemplares hallados en la Península Ibérica. Sin embargo el debate sigue abierto acerca del carácter de importación o imitación de las piezas documentadas en Cerdeña. Dato significativo es que se trata de tipologías desconocidas por los sardos con anterioridad y bastante más extendidas en la Península, en particular en el Castillo de Doña Blanca. Llama la atención que nos encontremos con este tipo de ollas en la isla de Cerdeña, ya que estamos ante un tipo de cerámica común, de uso cotidiano y no de prestigio. Esto permitiría establecer varias hipótesis sobre cómo y porqué han llegado a Cerdeña. ¿Es debido a navegantes extranjeros en la isla que reproducen formas autóctonas de sus lugares de origen; o se debe a un intercambio de mujeres que continúan sus tradiciones alfareras personales? Son cuestiones para las que, de momento, no hay respuesta, pero el hecho de que se muevan, al parecer, productos cotidianos aumenta la importancia de la cuestión de hasta qué punto se implicaron los propios indígenas en las redes de contacto, intercambio o comercio. Otro producto de importación es un fragmento de pithos (Botto, 2000) fechado desde el final del siglo VIII hasta la primera mitad del siglo VII a.C. Es el único fragmento documentado en Sulcis y se trata con toda probabilidad de una importación, debido a la similitud con un ejemplar del Castillo de Doña Blanca (figura 1, 4) y también con los del Morro de Mezquitilla. El conjunto de las Copas carenadas Red Slip también esta presente, aunque sólo por algunos fragmentos en Cerdeña. Su importancia radica, como en el caso de la cerámica común, en su posible conexión con el sur peninsular, donde fragmentos de la misma tipología son bastante más numerosos. Como mencionamos con anterioridad contamos también con un registro arqueológico que parece ir desde Cerdeña hacia la Península Ibérica. Sin embargo, aquí la identificación de la procedencia del material no parece tan clara, debido al estado actual de la investigación, que condiciona la identificación del centro de producción en Cerdeña, debido a que los análisis arqueométricos realizados hasta el momento son insuficientes. En este sentido dichos centros de producción se podrían encontrar de igual manera en el resto del Mediterráneo Central (Cartago, Sicilia, Cerdeña). Un ejemplo lo podría constituir la brocca típica del Mediterráneo Central (de boca bilobata y cuerpo ovoide). Fue encontrada sobre todo en Cartago (desde la II mitad del siglo VIII a.C.) y Sulcis (entre la II mitad del siglo VIII y la mitad del siglo VII a.C.). Otro conjunto lo forman las ánforas 2.1.1.2., que han sido producidas entre el final del siglo VII y el primer cuarto del siglo VI a.C. en Cerdeña, pero también en Cartago y Sicilia. Llama la atención, en la Península Ibérica, el asentamiento de Alt de Benimaquìa donde los hallazgos han sido interpretados como procedentes de Cerdeña. Este hecho es un tanto más curioso porque es allí donde se documentó el único asentamiento dedicado a la producción de vino y la brocca ha sido relacionada con rituales en los que participa esta bebida. Otra brocca procede de Sa Caleta (Ibiza). Es considerada de importación sarda y fechada en la segunda mitad del siglo VII. Nos gustaría destacar que los datos mencionados son provisionales, debido a que son resultados procedentes de las investigaciones actuales, algunas en curso, lo que se completará en futuros estudios. Además como se ha podido comprobar contamos con un registro escaso, representado en muchos casos sólo por algunos fragmentos, por lo cual el análisis no puede ser demasiado profundo y las conclusiones tendrán que ser revisadas en un futuro próximo. Sin embargo, como primer acercamiento, nos gustaría concluir que es seguro que existían contactos entre la Península Ibérica y la isla de Cerdeña, aunque estos no fueron demasiados intensos. Estos contactos a lo largo de la Edad del Bronce y primera Edad de Hierro parecen dibujarse con mayor claridad, como demuestran los hallazgos de productos metálicos en la isla de Cerdeña y la aparente ce-

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Figura 3.- Materiales procedentes de Huelva, niveles del Bronce Final.

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rámica de prestigio sarda en enclaves peninsulares. Como el registro arqueográfico ni lo afirma ni lo desmiente ese tipo de contactos parecen continuar en una segunda fase, aunque con otros productos, otros intereses y llevado a cabo por nuevos agentes que, aprovechando rutas y redes ya existentes, se convierten en nuevos intermediarios. Lo que llama la atención es la aparente continuidad en la exigua cantidad de elementos, menor que en la época anterior, ya que se esperaba un aumento tanto en cantidad como en frecuencia con la llegada de los fenicios. Sin embargo, se produce lo contrario y los contactos parecen hacerse menos visibles o rastreables, aunque se mantienen los enclaves importantes de la fase anterior. Llama la atención que dejan de llegar productos metálicos a la isla de Cerdeña, igual que cerámica de prestigio sarda a la Península Ibérica. Sin embargo, parece iniciarse un nuevo intercambio de productos probablemente agropecuarios, de ahí la presencia mayoritaria de ánforas y recipientes de transporte. No excluimos la posibilidad de que los componentes indígenas continuaran siendo esenciales en las redes de intercambio. Volvemos a señalar las evidencias de materiales domésticos para plantear la participación de los indígenas, fuera como agente directo o indirecto, como productores de mercancía, distribuidores o consumidores. Al final del siglo VI el registro arqueográfico de dichos contactos no ha podido seguir documentándose. Esta época supone grandes cambios tanto político, económico, socioculturales, etc. en todo el Mediterráneo y el inicio de la imposición de Cartago en muchos enclaves (en especial en Cerdeña). Sin embargo defendemos que el hecho de que algo sea invisible, en particular debido a una coyuntura política, no significa que no exista. Por tanto, es probable que por pequeños que fueran los contactos entre la isla de Cerdeña y la Península Ibérica seguían existiendo aunque la investigación todavía no haya profundizado en el tema.

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