POLÍTICA Y PODER EN EL ÁGORA POSMODERNO: LA DOMINACIÓN DEL APARATO TECNOCIENTÍFICO Y CÓMO NO PODREMOS HUÍR DE ÉL

July 6, 2017 | Autor: M. Miranda Baroja | Categoría: TICS, Poder, Estado Liberal, Posmodernidad, Agora, Byung-Chul Han
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Apuntes reflexivos para resistir al presente: “POLÍTICA Y PODER EN EL ÁGORA POSMODERNO: LA DOMINACIÓN DEL APARATO TECNOCIENTÍFICO Y CÓMO NO PODREMOS HUÍR DE ÉL” Hubo un tiempo en que las decisiones se tomaban en común, exponiendo a los ojos de los demás cuál era la mejor alternativa para el desarrollo de la organización social, alcanzar la armonía. En efecto, era el gobierno de los buenos, los mejores, hombres libres que vivían por y para la sociedad, alcanzar la excelencia significaba el reconocimiento a su no fácil contribución a lo público. De eso, hace ya veintiséis siglos y entre transformaciones, revoluciones, imperios, -ismos, conquistas y descubrimientos varios, hay algo que todavía queda intacto: el ejercicio del poder y la política. Salvando las distancias, ¿es internet el nuevo Ágora? Hoy, vivimos tiempos confusos en los que el ejercicio del poder y la política se han visto alterados por la irrupción con un acontecimiento: la difusión instantánea de la información catalizada por las TICs. Ahora, el individuo es una especie de híbrido: entre la realidad virtual y la realidad real, perdónese la redundancia. “Internet no es un sitio virtual, es muy real, aunque inmaterial” dice Burch, quizás es una de las definiciones más ajustadas. No nos separamos del avatar pero tampoco renunciamos a las relaciones convencionales. Se desmonta, como dice Byung-Chul Han, lo real y se totaliza lo imaginario. Entre esto y la política hay una relación esencial: quien no está en internet no existe y lo que parece más importante, quien no hace política en internet no gana. La campaña de Obama de 2008 fue el punto de inflexión de la política en internet, amén de las difusiones del Ejército Zapatista de Liberación Nacional a partir de 1994. Sin duda las redes sociales hicieron en gran medida la victoria de presidente de los EEUU. No hay programa ni campaña electoral que no pase por movilizar las masas en la red. Ahora, el voto electrónico está implementado en buena parte de los países desarrollados. Pero más allá de ello está la posibilidad de participar en línea en las asambleas como promueve Podemos. La coordinación es mucho más rápida y sencilla, ejemplo de ello es la convergencia en el tiempo de los fenómenos de movilización social como Occupy Wall Street o el 15M. Existen plataformas para solicitar demandas y denuncias sociales bottom-up como Change.org, HazteOír.org y Avaaz.org. También, se ha puesto en duda la gestión de los políticos con la publicación y difusión de los informes de Wikileaks. Cualquiera puede hacer política con un clic, con un tweet, con una publicación en Facebook o con una foto en Instagram. En efecto, los ejemplos de política en la red son innumerables. De lo que se trata es de acumular poder para hacer voluntad: Obama para ganar, Podemos para decidir, los movimientos sociales para organizarse, Change.org para cambiar la legislación o la conciencia social, Wikileaks para revertir el orden del mundo. Pero hay algo que no se nos puede escapar y es que internet no es solo el medio sino que es el mensaje como reza la famosa cita de McLuhan. Detrás de todas ellos hay organización e intereses. Clara es la preocupación mundial de lo que supone internet, tanto que desde organismos internacionales se ha tratado de establecer regulaciones básicas. En la cumbre de la sociedad de la información celebrada en Ginebra (2003) ya se apuntó que “Internet se ha convertido en una facilidad disponible para el público mundial y su gobernanza debe ser una de las cuestiones esenciales en el programa de la sociedad de la información” con motivo de gestionar redistributivamente, democráticamente, transparentemente y garantizar unos mínimos de seguridad. Estos esfuerzos fueron en vano puesto que los estados no han sido eficaces en regular lo que llaman el gobierno cibernético. Esto, que no llegó a mayores, hizo desarrollar mecanismos de regulación a nivel estatal, la mayoría encaminadas hacia el derecho penal: se persiguen cuentas, perfiles, páginas que alenten el terrorismo, la trata de personas, la pornografía infantil, el tráfico de drogas, el cyberbulling... ***

La complejidad de la problemática que plantea internet es paradigmática y multidimensional. Además, todo ello el proceso ha sido rápido e inmediato y casi no somos conscientes de todos los cambios que está suponiendo: mayor participación política de la ciudadanía, transversalidad de la información compaginada con los medios de comunicación tradicionales, mayor acceso al conocimiento, reducción de los costes, desaparición de las fronteras nacionales, congelación del espacio-tiempo, transformación del mercado laboral y un largo etcétera que en definitiva relatan un nuevo escenario social. Todo esto se está configurando simultánea e instantáneamente y más allá de las iniciativas por la regulación a favor de la seguridad, habría que considerar qué lugar ocupa el poder y la política en este escenario. Este nuevo escenario podría bien ser la consagración de la posmodernidad y de la sociedad posindustrial. En este juego de pos-, se relata una nueva forma organizativa social, que deriva de los efectos de la etapa anterior y que es fruto del desarrollo de las técnicas. Aún no habiendo acuerdo entre las tendencias posmodernas abanderadas por Lyotard, Vattimo y Baudrillard y la sociedad posindustrial de Bell se esconde una nota fulgurante cuya clave hay que encontrarla en la dominación del discurso técnico. La técnica y la ciencia, entienden, es la superación de todas las ideologías, puesto que no exige de mecanismos de legitimación. Se autolegitima mediante la performatividad, los resultados. Si la idea que dominó la modernidad era la de la razón, en la posmoderinidad es la idea de la performatividad, del espectáculo, de la ciencia positiva, del dato, de la audiencia y de la absolutización de lo visible. La razón nos prometió -así como Dios lo hizo en otra época- la emancipación. ¿Qué nos promete la posmodernidad? Posiblemente la posmodernidad nos promete diversión, que es la antítesis del tedio. Para huir del tedio lo único exigible es sucumbir a la masa, sucumbir al consumo, seguir las normas que se basan en modas, en “likes”. En definitiva, ser masa y no ser individuo. También nos puede prometer no ser diferentes, que es una de las cuestiones mal vistas en la posmodernidad. Las sociedades de occidente viven una encrucijada, entre la toma de conciencia de su individualidad atomizada y la serenidad de vivir en un mundo mucho mejor al que relatan los libros de historia. La ausencia de guerras, la reducción de las desigualdades, la relativa seguridad, la alfabetización, la democracia e internet son los aspectos sustanciales que configuran nuestra vida cotidiana y que definen el siglo XXI. El triunfo de ello converge en el tiempo con el ascenso de las masas -o revolución de las masas como diría Ortega y Gasset-, la llamada clase media. Tras la consolidación de los estados de bienestar, los individuos ya no se preocupan del ahorro y, en cambio, han sucumbido al consumo. En este sentido, lo que más nos diferencia de nuestros ancestros es el consumo, porque consumir ahora es la norma sin la cual no somos. Consumimos deuda, nos consumimos a nosotros mismos: “el mundo no es hoy ningún teatro en el que se representan y leen acciones y sentimientos, sino un mercado en el que se exponen, venden y consumen intimidades”, entiende Byung-Chul Han. Pero, ¿cómo interpretar todo esto que sucede al mismo tiempo? La comunidad científica en su deber de interpretar los cambios sociales parece haber quedado sin palabras, exceptuando algunos casos como Castells, Burch Han y algunos posmodernos, ante los cambios que supone la interferencia en la política y el poder de internet, como las sociedades internacionales. Menos inmóviles parecen los estados-nación que ante las exigencias de un público, pongámosle, posmaterialista ha visto una ventana abierta para ejercer lo que hasta ahora parecía material de ciencia ficción. Los gobiernos nacionales, federales y locales se han puesto manos a la obra para arreglárselas y publicar sus cuentas, concursos, sugerencias, estadísticas, etcétera con intención de presumirse más transparentes, dignos y democráticos. En los últimos meses y sobre todo en España, que no ha sido hasta ahora un ejemplo de gobierno abierto especialmente, han desarrollado toda una maquinaria a partir del gobierno abierto para legitimarse. La legitimidad legalracional weberiana se agota en este sentido, el cumplimiento de los procedimientos legales es insuficiente para legitimarse, a lo que publicitar sus actividades se convierte en el mecanismo más

potente. La publicidad de las normas y datos relevantes en su gestión de la comunidad ciudadana es por supuesto un deber y responsabilidad de los gobernantes. Si estos se suponen representantes de la ciudadanía (representantes de los ausentes en sentido estricto) internet es la herramienta más útil para rendir cuentas a los representados. Y así, tenemos a la vista un amplio catálogo de e-gobiernos en la red, 160 estados-nación según el índice de desarrollo de gobierno electrónico de las Naciones Unidas (2012). La arquitectura de los e-gobiernos debe enmarcarse entonces en el interés estratégico de los gobiernos hacia unas exigencias de la nueva sociedad occidental y contemporánea donde los mecanismos de legitimación tradicionales de las democracias representativas les quedan cortos. Otro marco es la sociedad de la transparencia, que se basa en la idea de la positividad, de la despolitización, de la muerte del secreto y por ende, de la agonía del poder. Esto es así porque en la edad de la transparencia el poder se siente amenazado al dar a luz sus secretos. *** Dos apuntes son necesarios en la aproximación a la era de internet según la lectura posmoderna. Una es, entonces, el triunfo de la tecnociencia. La segunda, como se ha dicho, el ascenso de las masas, que lo ocupan todo, que se convierten en masa sin forma. En este entramado, dice Mattelart “la hegemonía de la informática impone una cierta lógica, implica un conjunto de prescripciones”. En internet la lógica se resume en la idea de la inmediatez, todo parece surgir fugazmente. Las noticias dejan de ser noticias al instante. Fijémonos en Twitter donde la esperanza de vida de un trendic topic se expresa en minutos. Posiblemente, como afirmó Mónica Lewinsky hace poco, su caso hoy habría sido origen de cotilleo por unos pocos días aunque su affair y la representación de ese espectáculo persiguiese a Mónica cual sombra. En internet la información es inmediata y conduce a la caducidad. En esto hay una contradicción: en el mundo de lo cibernético la vida privada se confunde con vida pública, no entiende de intimidades, y todo lo ahí expuesto que se pierde en el espacio, toda esa información e imágenes le perseguirá. Todo contenido en la red no será jamás borrado. Todos los actos quedan plasmados y grabados en el ciberespacio. A la idea de inmediatez se le suma la idea de la densidad. Cannetti se regocijaría viendo cómo en internet se cumple su paradoja de que la masa adora la densidad. Lo cierto es que en unos pocos años las masas occidentales han ocupado internet, se han integrado y han desarrollado internet a un ritmo escalofriante. El sujeto se ha abandonado de sí mismo para incorporarse a la masa. Y en vez de escuchar voces, se escucha ruido. Sin embargo, la masa no es ninguna unidad sino un conjunto de átomos que no rezan por un nosotros, sino por uno mismo. La masa no es masa colectiva. Esta es la idea del enjambre: “el enjambre digital consta de individuos aislados”, dice Byung-Chul Han. De lo que trata el enjambre digital es de la aportación individual para crear espectáculo. El sujeto también ha abandonado su poder individual, otorgándoselo a la masa. El poder de la masa es un poder de ruido, pero no de diálogo, es un poder que anula la distancia y sin distancia no hay poder, ni respeto, ni entendimiento, ni conocimiento y tampoco verdad. Las jerarquías del poder tradicional se han disipado. Retumba el réquiem por lo público, por lo colectivo, por la desilusión estética. La comunicación digital, afirma Han, hace que se erosione la comunidad, el nosotros. *** “El mundo verdadero se está convirtiendo en fábula” decía el profeta de la posmodernidad, Nietzsche. La fábula consiste en hacer ruido al unísono mediante un despliegue de mitos y ritos que enlazan los átomos de la masa. La representación de todos los ritos en los cuales todos los átomos son partícipes son los portadores de la realidad existente.

*** Gianni Vattimo, comienza una de sus obras de referencia, La sociedad transparente, declarando que vivimos en una sociedad de la comunicación generalizada por el uso de los mass media. Los mass media que son cada vez más diversos y ocupan más y más redes de distribución, reproducen con imágenes fragmentos de la realidad mientras que presumen de la objetividad, esa objetividad no es sino positivista y niega el negativismo, tal y como enuncia Han en sus obras. En ese mismo sentido, Baudrillard entiende la realidad como un simulacro en el cuál los sujetos solo podemos conocer la superficie y no la profundidad de los hechos. De esta forma, la realidad es aparente, ficticia, simulada. La esencia de las cosas para los posmodernos es la superficie. Baudrillard tiende al conformismo, pues piensa que no nos podemos quedar más que con la realidad ofrecida en gran parte por los medios de comunicación de masas y todo lo que ellos distribuyen. El consumo de masas está íntimamente unido a la comunicación y la informatización de la sociedad: “los mass media diseñaron con nitidez, como si de una perfecta radiografía se tratase, el perfil del hombre consumidor”, como dijo Juan Cueto. Sin olvidar que los mass media están regidos por las leyes fundamentales de la lógica de consumo. La transparencia es en este mundo sin marcha atrás el gran método. El avatar, que no es sólo un alter ego, condiciona nuestra realidad de existencia, la hace más pública en el sentido de publicitada y representada. Internet es el nuevo censo y quien no está inscrito no existe. ¿Qué lógica hay detrás de todo ello? La masa está bajo el dominio del capital, por eso olvida la acción común. La masa no es en tanto torpe, la masa quiere sobrevivir y busca la manera para sobrevivir. Las formas de supervivencia son distintas pero todas desembocan encontrar mecanismos para producir. La producción es bien sabido que es la única vía de supervivencia en este mundo configurado mediante el éxito, el trabajo y la competencia. El capitalismo ad infinitum admite, así como relata la lectura posmoderna, todas las formas posibles de producción de capital. Esto que parece una banalidad, no es sino el gran anatema que las TICs plantean a los gobiernos. Dado que el capital no entiende de consideraciones morales y éticas y el estado de la ley sí, nos enfrentamos a una contradicción. Esto lo vemos todos los días. Por ejemplo, Uber mediante el desarrollo de las TICs está manteniendo un pulso con los gobiernos. Uber es lo mismo que un taxi tradicional, mimas pautas y distintos medios. Los taxis operan dentro del sistema con sus impuestos y Uber opera sui géneris. Las TICs ofrecen millones modalidades de autogestión del mercado y los gobiernos aún no saben muy bien qué hacer con ellos. EEUU o México, sin embargo, han sabido integrar pronto Uber, ejemplo de esta nueva modalidad. Detrás de todos estos entramados autogestionados está la lógica inherente al capitalismo. La masa se las busca como puede para hacerse un hueco en el mercado productivo porque las tradicionales organizaciones laborales se encuentran al borde de la extinción. Donde se agotan las vías para producir, el capital siempre encuentra otras nuevas. La masa, organismo de organismos, reproduce los caminos hacia el capital porque está a sus órdenes. El capital y la masa atomizada interfieren en el poder legítimo, que sigue siendo el Estado. *** En este orden de las cosas la masa interfiere en la acción del Estado. La masa anexionará al Estado mediante la aniquilación de lo público. ¿Por qué vencerá la “moral” del capital (personificada en la masa) a la moral del Estado legítimo? Porque, como dice Lyotard, el capital “no necesita de legitimación, que no prescribe nada, en el sentido estricto de obligación y que, en consecuencia, no necesita ninguna instancia que establezca la norma de la prescripción. Está presente en todas partes, pero más como necesidad que como finalidad”. En cambio, el Estado se legitima continuamente. El Estado también utiliza el aparato tecnocientífico para legitimarse, ofrece cuentas todos los días, ha entrado en la lógica de la transparencia, ha entrado en el juego. La democracia representativa es cada

vez más democracia de audiencia. En esa audiencia, el público se cree soberano pero no lo es. La masa cree que es soberana porque cree que consumiendo acaba con las ansias de necesitar. *** El Estado liberal no es en sí liberal sino antiliberal. La máxima de la libertad es elegir el propio destino que, al desembocar en la muerte, ésta se convierte en la mayor libertad. La posibilidad de la muerte es la libertad en sí. De manera que el Estado opera para anular el destino de los individuos, el Estado no respeta la muerte de ellos. Y para eso despliega una serie de aparatos que hacen que los individuos se enajenen: la educación, los sistemas de salud, la policía, los centros para toxicómanos, los psiquiátricos, las cárceles, el mercado de trabajo, incluso te obliga a dormir a partir de las 00.00... El Estado es coactivo, obliga a vivir: obliga a vivir al propio individuo y obliga a que los individuos obedezcan en la tarea de dejar vivir al resto de individuos. El Estado aniquila también cualquier anhelo de placer y en su máxima, de poder. El Estado regula y acota lo que considera dañino para la reproducción de sus individuos, porque estos no pueden morir hasta que el Estado lo decida. Thor, la red del mercado negro y de todos los colores, es la esencia de la libertad 3.0. En la libertad 3.0 el placer es una mercancía y por lo tanto mercantilizable en la medida que hay demanda. El Estado corta con esos deseos. El Estado, en cambio, pretende que sus individuos sean cívicos. No pretende que sus individuos sufran pero tampoco que sean libres, porque la idea de la libertad está fundada a partir del conocimiento y conciencia de la propia muerte. El Estado sigue la lógica de la vida y la libertad el mercado de la muerte. Al mercado no le importa que sus trabajadores mueran, porque estos son sustituibles tanto por otros trabajadores como por máquinas. Por lo tanto las masas ya no son libres y lo que entendemos por libertad, que no se encuentra sino en el mercado, resulta un oasis de libertad. Es una libertad ficticia, porque el mercado también obliga. En este caso a desear y, en el empeño de ese deseo, a consumir. Por lo tanto, los organismos de esa masa que anhelan ser libres, recurren al mercado. Así es como la masa interfiere en la actividad del Estado: por la calidez de la libertad que promete el mercado y porque necesita producir para conseguirlo. *** El capital ha seducido a la masa. La masa era el objeto del capital, ahora es el sujeto. *** ¿Quién decide hoy? En este mundo cibernético los decisores son los que están organizados. La masa no está organizada, está alienada en el juego del consumo, la audiencia y en la búsqueda de un hueco para producir. Las masas, dice Han, antes se organizaban en partidos y asociaciones y estaban animadas por la ideología, ahora se descomponen en enjambres digitales aislados, no actúan políticamente. La política en las masas está despolitizada por el uso exacerbado del positivismo. Hoy decide, como decidían en otras épocas, aquellos que están organizados, aquellos que a través de su interés buscan la finalidad. Baudrillard llegó a afirmar que se ha llegado a un punto más allá de la alienación, a lo que con términos posmodernos lo denomina obscenidad. Es inevitable recordar que ya no se dispone de grandes ideologías como vías de escape hacia un proyecto político común. La gran ideología es la del capital, la eficiencia. Su portador es la masa que, cual monstruo, ha digerido sin asumir su trágico papel en un presente incesante. La masa sin forma es el rehén de su propio cuerpo que todavía no ha tomado conciencia. *** En el Ágora posmoderno -el ciberespacio- se hace culto a lo efímero, a la juventud, a la pornografía. Desaparece la mirada a los ojos, desaparece la cercanía, la confianza y el entendimiento.

Fuentes de consulta: Baudrillard, J., (1985), Las estrategias fatales, Anagrama, Barcelona Burch, O.L., (2001), La sociedad en red, en Movimientos sociales en la red; ALI, Quito. Canetti, E.,(2005), Masa y poder, Debolsillo, Barcelona. Castells, M., (2001), La política de internet, redes informáticas, sociedad civil y Estado, en La galaxia Internet, Reflexiones sobre internet, empresa y sociedad; cap. 5 y 6, Plaza y Janés, Barcelona. Cueto, J. (2011), Cuando Madrid hizo pop, De la posmodernidad a la globalización, Trea, Gijón. Han, B-C., (2013), La sociedad de la transparencia, Herder, Barcelona. -(2014), En el enjambre, Herder, Barcelona. -(2014), La agonía del Eros, Herder, Barcelona. Lyotard, J. - (1984), La condición postmoderna, Cátedra, Madrid. Vattimo, G. (1990), La sociedad transparente, Paidós Ibérica, Barcelona, pp. 73-132

María Miranda Baroja, (IUIOG) [email protected]

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