POESÍA Y EXILIO: VIVIR AL MARGEN

September 15, 2017 | Autor: Luis Contreras | Categoría: Cultural History, Cultural Studies, Comparative Literature, Spanish Literature, Philosophy, Education, Humanities, Cultural Heritage, Human Rights Law, Literature, Human Rights, Social and Cultural Anthropology, Poetry, Cultural Theory, Poetics, Culture, Exile, Modern Poetry, Humanism, Moral Philosophy, Contemporary Poetry, Cultural Anthropology, Modernist Literature, Tolerance, Moral and Political Philosophy, Exile Literature, Poetic, Estudios Culturales, Historia, Literatura, Educación, Humanismo, Derechos Humanos, Patrimonio Cultural, Artes, Poesía, Arte, Poésie, Essays, Literatura Comparada, Historia del Derecho, Poética, TOLERANCIA, Estudios Literarios, Humanidades, ENSAYOS LITERARIOS, Derechos humanos y política exterior, Historia del Pensamiento, Filosofia Del Derecho, Filosofia, Cognitive Literature, Latin Amenrican Literature, Education, Humanities, Cultural Heritage, Human Rights Law, Literature, Human Rights, Social and Cultural Anthropology, Poetry, Cultural Theory, Poetics, Culture, Exile, Modern Poetry, Humanism, Moral Philosophy, Contemporary Poetry, Cultural Anthropology, Modernist Literature, Tolerance, Moral and Political Philosophy, Exile Literature, Poetic, Estudios Culturales, Historia, Literatura, Educación, Humanismo, Derechos Humanos, Patrimonio Cultural, Artes, Poesía, Arte, Poésie, Essays, Literatura Comparada, Historia del Derecho, Poética, TOLERANCIA, Estudios Literarios, Humanidades, ENSAYOS LITERARIOS, Derechos humanos y política exterior, Historia del Pensamiento, Filosofia Del Derecho, Filosofia, Cognitive Literature, Latin Amenrican Literature
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Descripción

POESÍA Y EXILIO: VIVIR AL MARGEN (Un mínimo tributo a Mahmud Darwix y a Edward W. Said) Siempre he albergado la presunción de que es en los confines, márgenes y pliegues y no en medio del fasto de los ejes de poder desde donde el ser humano puede fraguar mayores cuotas de ventura interior e, incluso, de sensatez en lo que atañe, precisamente, a su destino como integrante de su estirpe. Las altisonancias de la vocinglería política globalizada han hecho cuño en las desguarnecidas conciencias de los ciudadanos del orbe, quienes no se percatan (o no terminan de convencerse) de ser naturales residentes del mundo, como genuina y cabalmente son. Compran a sus prójimos, sin advertirlo, semillas de desmembración, en cada consigna que acogen como suya. En las sectas de los denominados líderes “políticos” se guarece toda una gama de existencias de valores retorcidos, si es que pudiéramos apreciar como valor éste o aquel atributo que engalana a un expoliador o a un fantoche, a un asesino o a un cultor de represivos credos. Los bienes de la humanidad les tienen sin cuidado, todo lo desprecian, desde lo que tan bellamente Alfonso Reyes nominara como “dulzura ambiente” hasta las más desprendidas creaciones de la humanidad. La poesía es para tales existencias una pérdida de tiempo. No hay en sus oídos ni en sus corazones permeabilidad para recibir el canto panteísta que alienta en la poesía. Porque, cuando se la ha enunciado con honradez, la poesía es canto pánico: ha partido de un alma que anda en pos de una recomposición de ese desmenuzado todo del que el hombre es simple brizna. Y si la poesía ha vivido perdurablemente en el exilio del humano corazón es porque el hombre, por lo general, se proscribió de la

naturaleza. Quien canta al todo alojado en la hoja estremecida por la brisa o en los insondables claroscuros del firmamento, canta al alma alojada en cada partícula del cosmos. Whitman fue uno de los más diáfanos rotuladores de ese mensaje que los hombres, congregados en hordas, se han empeñado en acallar (en sí y en los demás). Y en virtud de ello fue, en cierto modo, un exiliado. Muchos han pretendido exiliar su poesía. Incluso poetas. Pero la poesía no es exiliable, a despecho de la diferencia de matices que cultiven sus cantores. No hay mayor mal que aquel de acostumbrarse a formar filas. Y los poetas no son simple minoría; son, también, lo expurgable, el aborrecido ácaro tras el lóbulo de la oreja. Pero la poesía es mística emanación, anti-poder que arrostra las bajezas del poder encarnado en la efigie de los asesinos. La poesía no se conforma con mirar al tronco, contempla el envés de la hoja, escucha el diálogo del ramaje con el viento y, en ocasiones, les entabla conversación. Poesía es voz del margen y voz de orilleros, floreciendo en estepas apartadas del poder; no mandamiento navegando en los buques que desde una columna vertebral se despachan a ultramar con las más insólitas y descabelladas misiones. Claro, se puede vivir en las estepas y a pocas millas de una casa de gobierno. No es un asunto de cuantificable distancia. Se trata más bien de aquel incuantificable trecho que se suscita en el corazón de quien no se ha dejado secuestrar por la desdicha del rencor o del resentimiento. El Tao-Te-Ching nos habló de un pequeño reino (acaso una comarca) circundado por laderas y del bien que se prodigaría aquel ciudadano que no se preocupara en cruzar sus montes para conocer el reino que bullía allende las montañas. ¿Qué quiso decirnos ese poema ancestral? ¿Que nos conformáramos con nuestra miseria? ¿Qué acalláramos nuestra vital curiosidad? ¿Qué nos tornáramos seres pusilánimes? Lo dudo. Ponía un dedo en la llaga fatal de seres amañados por su propia villanía. No intentaba poner límites al vivir, al contrario, pretendía que percibiéramos y viviéramos conforme al pulso de la vida (llamémosle afluente, dragón o cosmos) y abatiéramos la quimera del yo. Mahmud Darwix, poeta, acaba de morir. El nació en un pueblo sin más armas que las de su ancestral cultura. Vivió doblemente exiliado. Partió en pos de otros derroteros llevándose su comarca en el pecho. En su corazón levantó las laderas del reino perdido. Y he dicho doblemente porque, aunque haya sido un poeta reconocido en Europa, amén del mundo árabe y de sus conterráneos palestinos, debemos aceptar con franqueza y humildad que poesía no es valor que el hombre moderno

privilegie en el seno de su inerme corazón. Queremos honrarle un recatado tributo a este poeta, al reproducir algunos de sus poemas, que precisamente hablan del exilio, y otros textos de valor, como su declaración con motivo de los infaustos acontecimientos del 11 de septiembre, así como algunas entrevistas. Les dejaremos con tales textos, no sin antes anotar dos cosas más. Primeramente, que hemos de agradecer la abnegada labor de traducción que ha acometido Luz Gómez García con la obra de Darwix * y, luego, que no podríamos despedir estas líneas sin dejar de hacer la siguiente acotación: cuán sugerente nos parece el que ciertos planteamientos de Darwix se entronquen con los de su amigo Edward W. Said, otro exiliado palestino, sutil intelectual cuya obra no dejamos de encomiar (ambos fueron a vivir y a morir en esa desmesurada entelequia del poder que son los Estados Unidos, paradójicamente, hogar de incontables refugiados). Ambos, nacidos al margen de los poderíos terrenales -hablando en términos geopolíticos, claro está, y no culturales-, hallaron un coincidente modo de zurcir que a mí me luce supremamente sugestivo en un mundo tan despersonalizado por el espejismo de la globalización. Said expresó en alguno de sus ensayos que, en la hora presente (él falleció en el 2003), ya no podemos albergar la esperanza de que figuras señeras o prestigiosas del humanismo vengan a abrirle los ojos a sus prójimos en defensa de los bienes de la cultura ante una amenazante barbarie. Said pronosticó que es el intelectual colectivo el llamado a imponer curativas manos sobre las llagas que la barbarie estampa en nuestras humanidades. Darwix exhibió un planteamiento afín al abordar la figura del poeta colectivo en una de las entrevistas que concedió: “…Tú no puedes entrar en este mundo de la poesía con nacionalidad…” Qué lecciones transpiradas del humus que brota en los confines, aquel que vino a ser padre y madre de toda humildad y de toda humanidad. Luis Alejandro Contreras Agosto 26 de 2008. *

Algunas fuentes en la web: El blog de Mahmud Darwix, a cargo de Luz Gómez García: http://mahmuddarwix.blogspot.com/ Otro sitio de interés: http://www.arabismo.com/biblioteca/darwix/index.html Bibliografía recomendada: - Darwix Mahmud, Poesía escogida (1966-2005), Pre-Textos, Valencia, 2008 - Said, Edward. Humanismo y crítica democrática, La responsabilidad pública de escritores e intelectuales. Random House Mondadori, Colección Debate, Caracas, 2006. - Said, Edward. Reflexiones sobre el exilio. Random House Mondadori, Colección Debate, Caracas, 2005.

SIN EXILIO, ¿QUIÉN SOY? (1999) Extranjero a orillas del río, como al río... me ata a tu nombre el agua. Nada me devuelve de mi lejanía a mi palmera: ni la paz ni la guerra. Nada me incorpora a los Evangelios. Nada... Nada brilla mientras sube y baja la marea entre el Tigris y el Nilo. Nada me apea del bajel de Faraón. Nada me tiene o hace que yo tenga una idea: ni la nostalgia

ni la promesa. ¿Qué haré? ¿Qué haré sin exilio, sin una larga noche que escrute el agua? Me ata a tu nombre el agua... Nada me lleva de las mariposas de mi sueño a mi realidad: ni el polvo ni el fuego. ¿Qué haré sin la rosa de Samarcanda? ¿Qué haré en una plaza que bruñe a los rapsodas con piedras lunares? Tú y yo nos hemos vuelto tan ligeros como nuestros hogares a merced de los vientos lejanos. Hemos trabado amistad con los raros seres que habitan las nubes... Nos hemos liberado del peso de la tierra de la identidad. ¿Qué haremos... qué sin exilio, sin una larga noche que escrute el agua? Me ata a tu nombre el agua... Sólo tú quedas de mí, sólo yo de ti, un extranjero que acaricia el muslo de su extranjera: Oh extranjera, ¿qué vamos a fabricar en esta calma que apuramos... en esta siesta entre dos mitos? Nada nos tiene: ni el camino ni la casa. ¿Fue este camino así desde el principio, o acaso nuestros sueños hallaron una yegua de los mongoles sobre la colina y nos sustituyeron? ¿Qué haré? ¿Qué sin exilio? (Tomado de Mahmud Darwix, Poesía escogida (1966-2005), traducción de Luz Gómez García, Valencia, Pre-Textos, 2008)

PASAPORTE (1970)

No me han reconocido en las sombras que difuminan mi color en el pasaporte. Mi desgarrón estaba expuesto al turista amante de postales. No me han reconocido… Ah, no prives de sol a la palma de mi mano, porque el árbol me conoce… Me conocen todas las canciones de la lluvia, no me dejes empalidecer como la luna. Todos los pájaros que ha perseguido la palma de mi mano a la entrada del lejano aeropuerto, todos los campos de trigo, todas las cárceles todas las tumbas blancas todas las fronteras todos los pañuelos que se agitaron, todos los ojos estaban conmigo, pero ellos los borraron de mi pasaporte. ¿Despojado de nombre, de pertenencia, en una tierra que ha crecido con mis propias manos? Job ha llenado hoy el cielo con su grito: ¡no hagáis de mí un ejemplo otra vez! Señores, señores profetas, no preguntéis su nombre a los árboles, no preguntéis por su madre a los valles: de mi frente se escinde la espada de la luz, y de mi mano brota el agua del río. Todos los corazones del hombre… son mi nacionalidad: ¡retiradme el pasaporte!

(Traducción de Luz Gómez García)

TENEMOS EL VIENTO EN CONTRA (1986) Tenemos el viento en contra, el viento del sur se alía con nuestros enemigos. Y el paso se estrecha. Alzamos los estandartes de victoria ante las tinieblas, ojalá las tinieblas alumbraran. Andamos de noche sobre el árbol de los sueños. ¡Oh tierra final, difícil sueño! ¿Aún existes? Y escribimos por milésima vez sobre el último aire: morimos, pero no pasarán. Y seguimos nuestras voces para hallar una luna entre ellas, y cantamos para asustar a las piedras. Y marcamos nuestros cuerpos con el hierro... los marcamos con hierro... y brota un río. Tenemos el viento en contra, el viento del norte se alía con el viento del sur y gritamos: ¿dónde nos quedamos? Y pedimos a las hadas de los cuentos que alguien cuando muertos nos quiera. Y el águila se lanza en picado sobre nosotros. Y seguimos a nuestros sueños para verlos, y nos siguen de cerca para vernos aquí. Es inevitable. Y nosotros perseveramos en lo que parece la muerte en vida. Y esto que parece la muerte es la victoria.

(Traducción de Luz Gómez García)

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NADA, NADA JUSTIFICA EL TERRORISMO La catástrofe que ha golpeado Washington y Nueva York tiene un solo nombre: la sinrazón del terrorismo. Esta catástrofe no ha sido ni una siniestra película de ciencia-ficción ni el Día del Juicio. Ha sido terrorismo, a palo seco, sin patria ni color ni credo, a pesar de los muchos dioses, divinidades y agonías humanas con que pretenda autojustificarse. Ninguna causa, ni siquiera una causa justa, puede legitimar el asesinato de inocentes civiles, por muy larga que sea la lista de acusaciones y la nómina de agravios. El terror nunca allana el camino a la justicia, es un atajo al infierno. Deploramos estos horrendos crímenes y condenamos a quienes los planearon y ejecutaron con todas las palabras de repulsa y condena que existen en nuestra lengua. Hacemos esto no sólo como un deber moral, sino también para reafirmar nuestro compromiso con nuestra propia naturaleza de seres humanos y nuestra fe en los valores humanistas que no diferencian entre una persona y otra. Nuestras simpatías hacia las víctimas y sus familias, así como hacia el pueblo americano en estos duros momentos, es igualmente una expresión de nuestro hondo compromiso con la unidad del destino humano. Porque una víctima es una víctima, y el terrorismo es terrorismo, aquí o allá, no conoce fronteras o nacionalidades, y no le falta retórica para matar. Nada, nada justifica este terrorismo que ha fundido la carne humana con hierro, cemento y polvo. Ni nada puede justificar que se polarice el mundo en dos bloques que nunca puedan encontrarse: uno del bien absoluto, el otro del absoluto mal. La civilización es el resultado de la contribución de cada sociedad a una herencia global; la acumulación e interacción que conduce a la elevación de la humanidad y a la nobleza de la conciencia. En este sentido, la insistencia de los neo-orientalistas en que el terrorismo anida en la naturaleza primigenia de la cultura árabe e islámica no contribuye en absoluto a aclarar el enigma, y menos aún ofrece solución alguna. Al contrario, hace que la solución sea más inescrutable, porque ha caído en las garras del racismo. Por ello, cuando América busca razones para comprender la animosidad hacia su política (una animosidad que no es hacia el pueblo americano y el conjunto de su cultura) debe distanciarse del concepto “choque de culturas”. Debería también prescindir de la necesidad de identificar siempre a un enemigo de carne y hueso, imprescindible para probar la “supremacía occidental”. En lugar de eso, debería moverse en el terreno de la política, en el que los Estados Unidos deberían reflexionar acerca de la sinceridad de su política exterior. En particular, deberían meditar sobre sus logros en Oriente Próximo, donde los

grandes valores americanos de la libertad, la democracia y los derechos humanos han dejado de funcionar, especialmente en el contexto palestino, en el que la Ocupación israelí sigue estando exonerada de responder al derecho internacional, al tiempo que los EEUU le provee de todas las razones que necesite para justificar prácticas que lindan con el terrorismo de Estado. Sabemos que la herida de los americanos es profunda, y sabemos que este trágico momento es un tiempo para la solidaridad y el dolor compartido. Pero también sabemos que los horizontes del intelecto pueden atravesar paisajes de devastación. El terrorismo no tiene territorio ni fronteras, no reside en una geografía propia, su casa es el desencanto y la desesperación. La mejor arma para erradicar el terrorismo proviene de la solidaridad de la comunidad internacional, del respeto al derecho de todos los pueblos del planeta a vivir en armonía, de la reducción de la sima cada vez más profunda entre el norte y el sur. La manera más efectiva para defender la libertad es haciendo totalmente realidad el significado de la justicia. Las medidas de seguridad por sí solas no son suficientes, puesto que el terrorismo extiende sus redes a múltiples naciones, y no reconoce fronteras. No puede dividirse al mundo en dos sociedades, una para los rebeldes y otra para los oficiales de la ley. Pero nada, nada justifica el terrorismo. . Carta de reparo ante los atentados del 11-09. Texto de Mahmud Darwix suscrito por Hanna Nasser, Sari Nusseiba, Salim Tamari, Rema Hammai, I’zzat Ghazawi, Hassan Khader, Hannan Ashrawi (Traducción de Luz Gómez García) *****

EL DIÁLOGO INTERTEXTUAL Hasan Jádir (HJ): En tu obra se produce cierta intertextualidad con otros textos o ideas, lo cual también sucede en La cama de la extranjera (1999). Sin embargo, en este libro la intertextualidad quiere darse en el nivel lingüístico. Me explico: anteriormente indagabas en la composición, articulando el poema a tenor de la intertextualidad; en cambio ahora ésta se centra en la lengua, intentando buscar una lengua nueva. Es un rasgo distintivo de La cama de la extranjera y me interesa saber por qué conductos has llegado a este punto. Darwix: La intertextualidad o las referencias que ejecuto conscientemente son parte fundamental de mi proceder, partiendo de la base de que no existe un

libro que nazca en un único instante: no hay un libro originario, un libro que parta de cero, como por principio tampoco existe la poesía con fecha fija. Por eso, en una época de interacción entre las culturas y, por ende, de referentes inevitables, dado el enorme desarrollo de la creación poética, uno es libre de introducir las relaciones intertextuales que le parezca, sea con los clásicos árabes, sea con el mundo contemporáneo, porque escribir hoy es escribir sobre lo ya escrito. Tú no puedes entrar en este mundo de la poesía con nacionalidad; si no escribes sobre lo escrito, entonces estarás sacando a la poesía de su existencia cultural, en tanto que la poesía es, en primera instancia, un producto esencialmente cultural. En cuanto a la especificidad de cada uno, y cómo ésta exprese lo cultural, depende de cuestiones técnicas. No hay un poeta libre de otros poetas, es posible que cada poeta sea todos los poetas, si su trabajo es serio. Cuanto más sepas, más difícil te resultará escribir, porque buscarás tu lugar en medio del barullo general. El desarrollo de la poesía ha sido tan enorme que polemizar desde un bando u otro forma parte de lo meramente técnico; en la misma medida, debe reconocerse que el poeta jamás es algo enteramente único, sino la voz de una individualidad que a su vez es el resultado de una tradición cultural. El poeta entabla un diálogo: con los demás, con cada objeto y consigo mismo, y este diálogo es una referencia continua de su experiencia poética. En esta colección, La cama de la extranjera, intento limpiar mi lengua de los excesos de la retórica poética, es decir, hay un plan consciente de moderación; que lo consiga o no es otro asunto. Lo que hay es un deseo y una afán claro de no permitir que las pompas retóricas campen por sus respetos, es decir, que refreno la imaginería poética, unas veces reduciendo su papel, y otras introduciendo ritmos que corran libres y desenfadados, sin función aparente, como se marca cualquier melodía en una composición musical. La buena música es la que tiene bien cogidas las riendas de la melodía y tira de ellas en el momento adecuado, y la moderación expresiva puede ser parte de una nueva estilística.

* Publicación original: http://letrascontraletras.blogspot.com/2008/08/poesa-y-exilio-vivir-almargen-un-mnimo.html

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