Persiguiendo fantasmas: mitología e ideología en torno al latín hispánico* Emilio Nieto Ballester Universidad Autónoma de Madrid
[email protected] Among the various subjects related to Late and Vulgar Latin its regional diversification is doubtless one of the most interesting. In the case of the Spanish scholars it is easy to find, at least a subconscious level, what we can call a “Spanish ideology”. So, they have tried to follow the traces of features which would only exist many centuries later and exclusively in one of the Spanish languages, that is Castilian; on the other hand, some scholars from other countries have been seduced by an pleasing and exotic vision of Spain and have overwhelmingly highlighted a supposed singular character of the Latin from Spain. Moreover we must add the frequent omission of the linguistic diversity, the frequent misunderstanding of the Romania submersa in Spain and the vexata quaestio of the adscription of Catalan to the Occitano-Romance branch of GalloRomance or to the Ibero-Romance group. 0.La ruptura de la primitiva unidad latina en las lenguas romances es un tema apasionante que ha dado lugar a una bibliografía inabarcable. A ello se añaden dos circunstancias recientes que han incrementado el interés que esta cuestión suscita. La primera ha sido la publicación reciente de una importante obra de Adams (2007), que ha supuesto un acicate para poder volver a reflexionar sobre este difícil tema; la segunda ha sido un trabajo de R. Wright (2012), cuya tesis fundamental es que es probable que una considerable mayoría de las personas que desde África vinieron a la Península Ibérica en los siglos octavo y noveno fueran hablantes no de árabe, como se suele creer, sino de latín-romance africano. Según Wright, este romance africano habría sido similar al hablado en la Península y habría sido un factor de gran importancia en el surgimiento de una koiné iberoromance. Se trata, a nuestro parecer, de una hipótesis sugerente, digna de ser comentada y debatida. El presente trabajo nace a raíz de estas dos circunstancias dadas en un breve lapso de tiempo y añadidas al interés que el tema ha tenido siempre.
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Este trabajo ha sido llevado a cabo en el marco del proyecto de investigación FFI2010-21807.
1. El carácter apasionante de este tema deriva, a mi parecer, de su singularidad, al menos en el mundo occidental. No puede aducirse el paralelo de las lenguas indoeuropeas, pues probablemente no existió nunca una lengua indoeuropea dotada de unidad derivada de una expansión geográfica llevada a cabo por un poder político con las estructuras que toda lengua de un Estado implica. Los casos similares de otras lenguas occidentales que se han extendido como consecuencia de una expansión política imperial, me refiero en concreto a la lengua inglesa y a la lengua española, no presentan nada similar a la fragmentación del latín en las lenguas romances. Es fácil vislumbrar las razones de esta diferencia y lo cierto es que las lenguas española e inglesa, extendidas en territorios más extensos y alejados que la latina en su momento de máxima expansión, y ello en un período temporal similar o superior a la latina cuando se comenzó a producir esta fragmentación,1 no han conocido estos procesos de fragmentación, aunque sí, como es lógico, procesos de dialectalización más o menos acusados 2 .Y es que, a mi parecer, el proceso de dialectalización extrema que ha dado lugar al nacimiento de las lenguas romances ha de ser puesto en relación con el proceso diglósico del latín en época tardía y medieval, factor que no se da en estas lenguas. 2. Así pues, este carácter singular de la fragmentación lingüística de la Romania ha dado lugar desde antiguo a una serie de estudios que se han centrado fundamentalmente en (a) buscar las razones de esta diversificación regional, (b) buscar en el latín de época “común” primeras manifestaciones de estos procesos posteriores. En lo que hace al primero de estos dos puntos de estudio, como es sabido, se ha hecho hincapié como causas de esta fragmentación, al margen de las extralingüísticas de orden histórico-político (ruptura de la unidad política, disminución de los contactos, etc.), en (a.1) la existencia de sustratos y superestratos distintos según los territorios o en (a.2) la procedencia social y cultural de los llegados con la nueva lengua latina. En lo que hace al segundo punto, todo el mundo ha estado, creo, de acuerdo en lo que es una evidencia: toda lengua de una cierta extensión tiene diferencias regionales, y el latín era una lengua más. Ciertamente los estudios sobre este tema remontan a ya más de un siglo, pero los resultados han sido siempre magros. Debo aludir aquí a la larga lista de trabajos de Herman 3 , que han proporcionado importantes contribuciones metodológicas en lo que hace al análisis estadístico de 1 Ello es válido especialmente para la lengua española, cuya presencia en Sudamérica, Centro y Norteamérica tiene ya en muchos casos 500 años. 2 Reflexiones interesantes en Penny (20102: 344-345). 3 Bibliografía muy exhaustiva de este autor en Adams (2007: 761-762).
los “errores” presentes en inscripciones. Como quiera que sea, esas diferencias existentes dentro del latín mismo en las distintas regiones del Imperio no han sido visibles en buena medida en los textos a nuestra disposición, epigráficos o literarios, por lo que muy a menudo no ha habido más remedio que buscarlas siglos después, ya en las lenguas romances. Es fácil ver que ello no es apropiado, pero se ha hecho por falta de algo mejor. 3. En este orden de cosas el trabajo de Adams ha supuesto un revulsivo en el estudio de estas diferencias regionales. Se hace una revisión de prácticamente toda la bibliografía existente hasta la fecha y contiene un importante bagaje metodológico y una visión crítica hacia todo lo anterior, sobre todo hacia el valor del material utilizado para esta revisión de la diferenciación regional del latín, en concreto del material epigráfico y de los métodos con que los distintos estudiosos se han aproximado a él. A diferencia de casi todo lo anterior, Adams presta especial atención, como fuente de conocimiento, con un espíritu menos crítico que el que manifiesta hacia la documentación epigráfica, a los distintos testimonia de la antigüedad, esto es, a lo que las personas más o menos contemporáneas nos han narrado sobre su propia lengua. Es un estudio sobre la diferenciación regional del latín y no sobre su fragmentación en las lenguas romances pero, naturalmente, es imposible hacer esto sin recurrir a los datos que nos proporcionan éstas, continuadoras del latín del año 600, aunque sea 400 ó 500 años después, por lo que Adams se adentra casi siempre en datos posteriores al año 6004 . El estudio, abigarrado en su organización, espacial y temporal, diacrónico y sincrónico al tiempo, divide la Romania en grandes apartados geográficos, a los que denomina “Spain”, “Italy”, Gaul”, “Africa” y “Britain”, y deja de lado el territorio de la actual Rumanía. Limitándonos a sus afirmaciones concernientes al latín de “Spain” señalaremos lo siguiente: 3.1. Se pasa revista minuciosa a los distintos testimonia de la antigüedad acerca de ese latín de Hispania (Columela, Plinio, Isidoro, etc.) y se estudia con detalle las teorías tradicionales sobre el latín de Hispania, su supuesto carácter conservador o arcaizante, las pretendidas influencias oscoumbras en Hispania, etc., todos ellos temas ya tratados hasta la saciedad. Con todo, no son pocas
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Aunque sea a título de anécdota es significativo que el libro tenga una sobrecubierta que reproduce la distribución de los resultados de auunculus en la Romania extraída de Rohlfs (1979), algunos de cuyos mapas de distribución léxica en la Romania son reproducidos al final del volumen.
las omisiones de importancia, entre las que cabe citar la ausencia de cualquier referencia a términos considerados usualmente hispanismos típicos como, por ejemplo, 31.1 amarellus > esp. amarillo, port. amarelo, etc. Cf. Isid. Etym. 16,7,1 Smaragdus a nimia uiriditate uocatus; omne enim satis uiride amarum dicitur. 1ª doc. b. lat. amarellus (919). 31.2 dureta (Suet. Aug. 82) …contentus hoc erat ut insidens ligneo solio, quod ipse Hispanico uerbo duretam uocabat, manus ac pedes alternis iactaret. 31.3. laurices (Plin. Nat. 8,81.2), Leporum generis sunt et quos Hispania cuniculos appellat……...gratissimo in cibatu habent; laurices vocant) cf. cat. llorigó, arag. lorca, “nido en donde crían los conejos, etc. 31.4. cusculium o cuscolium (solo en Plin. Nat. 16, 8. 12), esp. coscojo, “agalla producida por el quermes en la encina coscoja”, cat, coscoll, “especie de encina chaparra”. 3.2. Con todo, las conclusiones referentes a Hispania son decepcionantes. En síntesis, se reconoce que debió de haber diferencias regionales, como en la totalidad de la Romania, ya desde fecha antigua, pero el material a nuestra disposición sólo permite señalar unos cuantos hispanismos, unas cuantas palabras aisladas de pobre importancia. Las pocas diferencias regionales que subsisten a la crítica detallada apenas suponen diferencias de detalle. Adams estudia fundamentalmente el léxico, algo usual desde los comienzos del estudio de la fragmentación lingüística de la Romania. Tiene en cuenta, así, la diferenciación léxica resultante de la aparición de un vocablo nuevo, sea cual sea su origen, en un territorio dado, pero omite la diferenciación regional que a menudo es más importante en los procesos de dialectalización de una lengua, los casos
en que la
diferenciación se basa en que una palabra dada, existente en dos dominios cualesquiera, no tiene el mismo significado o lo tiene muy distinto. Establece a menudo como rasgo de diferenciación regional la aparición de un nuevo vocablo que sustituye al tradicional, y eso se hace como un valor absoluto, sin tener en cuenta lo que la realidad de la dialectología actual constata sobradamente: la lucha entre un vocablo tradicional y el nuevo es algo que lleva siglos. El trabajo de Adams tiene presente en todo momento que las diferencias de todo tipo (fonéticas, morfológicas, sintácticas, léxicas) que paulatinamente van dando lugar a estos procesos de diversificación acontecen a la manera de isoglosas que no necesariamente coinciden con fronteras o delimitaciones políticas o geográficas, con lo que una caracterización de esta diversificación por regiones (“Spain”, “Gaul”,
“Africa”, etc.) incurre en contradicción con estos supuestos metodológicos, pues al menos en el caso de “Spain” resulta poco creíble que hubiera un solo rasgo que abarcara todo ese territorio y sólo ese territorio. 4. Con todo, esta obra ha supuesto un revulsivo de importancia para las viejas teorías que han intentado buscar ya en fecha muy temprana, en fecha que podemos llamar de unidad romana, primeras manifestaciones de constructos políticos posteriores. Wright (2012: 39 ) acierta al decir “it has become customary….for modern Romanists to see diatopic divisions of that age, if there were such, in terms of subsequent political constructs”. Esto quiere decir, en efecto, que entregarse a la búsqueda de un “latín hispánico” no está exento de apriorismos producto de hechos históricos posteriores. ¿Por qué iba a existir un “latín hispánico”? ¿Sencillamente por el hecho de que, siglos después, ha existido una unidad política peninsular? Si no tiene sentido la búsqueda de un “latín aragonés” o un “latín catalán” ¿por qué lo iba a tener la de un “latín hispánico”? Además, siendo correcta la afirmación de Wright referida a Italia, Francia o España, el caso de esta última es algo distinto de los de otros estados nacionales de Europa Occidental. Las diferencias estriban, a mi juicio, en dos puntos fundamentales: 4.1. El primero es que el latín de la Hispania visigótica, el latín del siglo VIII pongamos por caso, desapareció5. Se trata de un hecho bien conocido por cualquier estudioso español, pero a menudo no tenido en cuenta en trabajos de autores de otros países. Hispania, España, como queramos decir, no es en eso muy distinta de esa Romania submersa del Norte de África. Así, valga por caso, creo que no hay ninguna referencia al hecho en Adams (2007). Si, como parece, el latín desapareció, lenta pero inexorablemente, del 80-90% del territorio hispánico entre los siglos VIII y XI, los datos del castellano, del gallego-portugués y del catalán hacen referencia tan sólo a ese 10-20% del territorio que conservó la lengua latina sin solución de continuidad, sin que podamos afirmar nada seguro del resto del territorio. Así pues, cuando se señala un rasgo del latín imperial o incluso visigótico como hispánico y se constata el hecho mediante su continuación en las lenguas 5
Heu proh dolor! Linguam suam nesciunt Christiani, et linguam propriam non advertunt Latini, ita ut ex omni Christi
collegio vix inveniatur unus….qui salutatorias fratri possit rationabiliter dirigere litteras. Et reperitur absque numero multiplex turba qui erudite caldaicas verborum explicet pompas (Alvaro de Paulo, Córdoba, 800?-861, apud Flórez, España Sagrada, XI, 274).
romances españolas actuales tan sólo se constata que está o estuvo presente en ese 10-20% del territorio6. 4.2. El segundo de los hechos es la pluralidad lingüística de la Península. Al menos tres dialectos llegaron a constituirse en lenguas nacionales. Obviamente una de ellas tiene una importancia y peso mayor que las otras dos. Ello ha hecho que a menudo se omitan o se dejen en segundo plano los datos de las otras dos lenguas. De entre ese 10-20% a que hacíamos referencia se prima consciente o inconscientemente el territorio que en origen no era más que el 3-5% del territorio lingüístico total. Así pues, si un pretendido rasgo del supuesto latín hispánico está presente en la lengua castellana se le caracteriza como “latín hispánico”. Si las otras lenguas lo presentan también se habla entonces de “ibero-románico” y aún ello es más probatorio; si no lo está en catalán o gallego-portugués ello no es obstáculo para que el rasgo sea propio del “latín hispánico” o incluso del “ibero-romance”. Nunca sucede al revés, esto es, nunca un rasgo dado del gallego-portugués o del catalán ausente del castellano es entendido como pervivencia de un supuesto rasgo del latín “hispánico”. A nivel subconsciente al menos, en el caso del catalán está presente la manida y absurda cuestión del “ibero-romanismo” o “galo-romanismo” de esta lengua. Veamos un par de ejemplos de ello extraídos de obras de grandísimo valor e importancia. 42.1. Díaz y Díaz (1960a: 174) caracterizando al supuesto latín de la Península Ibérica señala como pervivencias de ese latín 42 ejemplos castellanos, 8 portugueses y ninguno catalán. En más de una ocasión el rasgo atribuido está en total contradicción con los datos de la lengua catalana, pero aún así se señala. Por ejemplo, señala “el latín español no aceptó la tendencia de los siglos III-IV a reducir a la moción –us, -a, -um los adjetivos en –is, -e”. Los datos catalanes muestran desde los orígenes del idioma siempre una forma femenina pobra. Por otra parte, ¿cómo podemos saber cuál fue la forma en latín de Lisboa, de Murcia o de Mallorca en los siglos, por ejemplo, VI o VIII? Como puede apreciarse de forma clara se infiere de un rasgo castellano-portugués su extensión al conjunto de la Península Ibérica.
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R. Penny (20102: 32) lo expresa con claridad: “Los efectos lingüísticos de la conquista (sc. árabe) fueron más
profundos todavía, ya que transformó por completo el mapa dialectal de España e hizo cobrar importancia a unas variedades romances que….. hubieran quedado marginales y relegadas a la periferia”.
42.2. Lapesa (19808: 104) señala entre los rasgos del latín hispánico “… la tendencia a eliminar la conjugación –ĕre en beneficio de las en –ēre o en –īre, reduciendo a tres los cuatro paradigmas verbales (facēre > hacer, scribēre > escribir)”, pero el catalán, como es sabido, tiene viure (