Panorama de un personaje del mal: el vampiro. Adaptaciones de la obra The Vampire de Polidori en el teatro a través de las visiones de Eugène Scribe y Antonio García Gutiérrez (2013)

July 11, 2017 | Autor: C. Agustí Aparisi | Categoría: Vampire Literature, Theatre, Teatro
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Panorama de un personaje del mal: el vampiro. Adaptaciones de la obra The Vampire de Polidori en el teatro a través de las visiones de Eugène Scribe y Antonio García Gutiérrez. Carme Agustí Aparisi Facultad de Psicología, Magisterio y Ciencias de la Educación Universidad Católica de Valencia “San Vicente Mártir”

Es nuestro propósito con este artículo mostrar un breve panorama de uno de los mitos más importantes del inconsciente colectivo de la humanidad, un mito relacionado con el miedo a la muerte, la resurrección de los muertos y la vida eterna: el vampiro. Para ello, iniciaremos un breve recorrido por el folclore y la leyenda de este protagonista del mal para detenernos en la creación del personaje literario en la literatura gótica. Analizaremos cómo nace y es caracterizado su arquetipo con la obra The Vampire, para posteriormente pasar a la literatura francesa a través del teatro, y por último rastrear su trayectoria y ver cómo llegará a la literatura española a partir de la traducción de la obra de Eugène Scribe por parte de Antonio García Gutiérrez, su conversión en comedia teatral y su aceptación por parte del público de la época. 1. El mito del vampiro. La tradición, la leyenda y su paso a la literatura: The Vampire de Polidori. El vampiro, principalmente el vampiro literario, es un icono fundamental de la herencia cultural y literaria de nuestra sociedad. Los humanos tememos a la muerte por encima de cualquier otra cosa, nos produce un fuerte sentimiento de angustia existencial y ansiedad, la muerte nos inspira el deseo de conseguir la inmortalidad, y aquí precisamente radica el atractivo del vampiro, ya que como criatura que vence a la muerte personifica el deseo de engañarla. El vampiro metaforiza una forma perversa de sexualidad, manifiesta la abolición de las fronteras entre la vida y la muerte, personifica el dominio y la entrega; “representa la dependencia y la rapacidad, es amo de los humanos y esclavo de la sed; representa en nuestro subconsciente el deseo latente de librarnos a los instintos más primarios” (McMahon, 2010: 151-152), lo que el vampiro sugiere es una perturbación moral, “una transgresión de la ética” (Monedero, 2005: 337). El vampiro se encuentra a mitad camino entre el folclore, la antropología, la literatura, el arte y la cultura popular, el mito y la historia. Forma parte de los ritos más 1

ancestrales y de los símbolos más antiguos de la humanidad unido siempre a la simbología de la sangre. El imaginario colectivo se ha manifestado primero a través de las supersticiones y las leyendas del folclore para pasar posteriormente a la literatura. El apogeo del mito literario se basará en un primer momento en el pensamiento positivista impulsado por la Ilustración, “surgirá una reacción que opondrá la pasión a la razón que defenderá una mirada nostálgica hacia un pasado lleno de heroicidades y maravillas” (González Martín, 2001: 113). A partir de aquí, las posturas adoptadas respecto al vampirismo serán dos: una mística, que dará al vampirismo una base demoníaca; y otra racionalista, que lo interpretará como una enfermedad maligna y contagiosa. En la literatura alemana, la Ilustración tardía posibilitó, en la incorporación del movimiento romántico, la revalorización de la cultura popular. Junto con las leyendas y los mitos populares, se producirá un apogeo de las «ciencias ocultas»: el ocultismo, el magnetismo, la quiromancia; que creará el ambiente propicio para recrear el motivo del vampiro que se extenderá a todas las literaturas europeas en mayor o menor grado (Muñoz Acebes, 2000: 121).

En el siglo XVIII, las “baladas góticas” abordan la figura del vampiro con historias de temática amorosa, Heinrich August Ossenfelder (1725-1801) escribirá el primer poema moderno de ficción sobre el vampirismo, Der Vampir (1748). El año 1773, Gottfried August Bürger (1747-1794) escribe la balada gótica Lenore, y el año 1797 Johann Wolfgang Goethe (1749-1832) publicará Die Braunt von Korinth obra clave de la literatura romántica alemana. Pero la obra que sin lugar a dudas abrirá el camino para la representación teatral del personaje será Fausto. Goethe introducirá dos cuestiones fundamentales que se enmarcarán posteriormente en la herencia de la idiosincrasia del vampiro. En primer lugar el pacto, y en segundo lugar la relación entre la sangre, el pacto, el tiempo y la inmortalidad. “El pacto diabólico ocupa un lugar preponderante en el folclore y la literatura porque […] ha encarnado la aspiración humana de poseer la sabiduría sobrenatural” (Lima, 2010: 47). La máxima obra de la creación −el hombre− es infeliz y Mefistófeles a través del pacto de sangre, le ofrecerá aquello que más desea. La inmensidad de abarcar la totalidad del conocimiento es lo que le provoca la angustia vital al hombre. El tiempo pasa y sus deseos no han sido satisfechos. El día acaba y él no puede detenerlo, el tiempo, el dominio del tiempo será la máxima aspiración de Fausto, la inmortalidad a la cual llegará el vampiro representa la máxima aspiración del ser humano. El pacto será de sangre y el vampiro accederá a la 2

inmortalidad a través de la sangre, el pacto entre el vampiro y el demonio triunfa en la representación de este mito y una vez asentada las bases, el vampiro irrumpirá con gran fuerza en el siguiente siglo. El siglo XIX, el siglo de la modernidad y de los avances tecnológicos más revolucionarios, será paradoxalmente el siglo de máximo apogeo del vampiro literario. “Para el Romanticismo el vampirismo será fuente permanente de inspiración” (Conde de Siruela, 2006: 43), la noche y la oscuridad cautivará el alma del poeta romántico, ya que el horror será una de sus fuentes de inspiración. Paradise Lost (1667) de John Milton (1608-1674) había representado el arquetipo de la nueva belleza que será incorporada por los románticos, y será el poeta Lord Byron el modelo que se seguirá en este nuevo universo. La transgresión, la tortura moral, la fatalidad, la voluptuosidad del amor, la perversidad, el amor maldito, la autodestrucción representarán el imaginario donde el vampiro tenga plena identificación. Y será The Vampire (1819) de John William Polidori (1795-1821) la obra clave que creará por primera vez en la literatura el arquetipo de este vampiro romántico que asimilará las características humanas de Lord Byron. Lord Ruthven recreará las características del arquetipo literario inglés del vampiro: es distinguido, elegante y caballeresco, aristócrata, frío y enigmáticamente perverso, fascinante para las mujeres a las que domina, terriblemente insensible y mortal. El libro de Polidori está considerado como el relato fundacional de la literatura de vampiros en la literatura romántica gótica. El relato rompe con la interpretación del vampiro del folclore popular y nos introduce en la creación del icono del arquetipo que marcará toda la producción posterior, tanto en la narrativa como en el teatro. El vampiro de Polidori beberá de las características de la sociedad inglesa de la época y se transformará en el aristócrata malvado que buscará sus víctimas entre las jóvenes de la alta sociedad londinense. Lord Ruthven, the first literal vampire in English fiction is a model for the vampire in English fiction. A new kind of literary figure, Ruthven’s distinctive character comes from at least three sources: folklore, scientific discussions of primitive belief, and popular literature (Senf, 1988: 25).

El relato, ambientado en una atmósfera de decadencia, nos presenta un personaje que hereda las características de los personajes malvados de la novela gótica. Su belleza 3

y melancolía, proviene del Satán de Milton; y su maldad, del Mefistófeles de Goethe. Que el protagonista sea noble, que sea aceptado en todas las fiestas y reuniones de la alta sociedad, posibilitará su integración y la consecución de su estrategia. Su gran poder de seducción hará que bien por medio de la palabra, bien por su presencia y porte, todo el mundo quiera conocerlo, su amoralidad beberá de las fuentes del vicio de esta sociedad, el Lord buscará todos los centros de vicio de moda. El vampiro no encuentra el placer en acabar con el malvado, el placer lo encuentra en destrozar la virtud. “El personaje desafía con ferocidad los tabúes de la sociedad londinense, y por esto se convertirá en un personaje satánico” (Terrón, 1998: 14). Y la maldad con él, llegará a ser sublime, el adulterio, el engaño, la mentira, serán la recompensa que obtendrán las víctimas del Lord. Representa el mal mediante la amoralidad, encontrará en el mal su esencia para seguir viviendo. Destrozar vidas y degradar las almas será su máxima aspiración. El vampiro que describe Polidori es un monstruo y con este personaje del mal, se asentarán las características puramente románticas: será un noble, un ser marginado, un personaje que se mueve entre la luz y las tinieblas, en una palabra, un ser que está maldito. “Le vampire est d’essence romantique, par sa séduction, sa fascinante domination du monde, sa brutalité” (Montaclair, 1998: 107). 2. Las adaptaciones al teatro: Le vampire de Eugène Scribe y El vampiro de Antonio García Gutiérrez. Con la Revolución Francesa la percepción del teatro cambiará y se reorganizará, junto a los ya clásicos “Teatros oficiales” que representarán las obras de Molière, Racine, Voltaire…, aparecerán los llamados “Teatros de Bulevar”, en los cuales las obras pequeñas o inferiores: vodevil y melodrama, sabrán conectar con el nuevo público surgido de la Revolución: la burguesía. La literatura gótica inglesa se adaptará principalmente al teatro y de la obra de Polidori se realizarán tres versiones teatrales, todas ellas tituladas Le vampire: el melodrama de Charles Nodier (1820), un vodevil de Eugène Scribe (1820), y un Drame fantastique en trois actes de Alexandre Dumas padre junto con Auguste Maquet (1851). “Le vampire est alors pris comme sujet par quelques auteurs qui chercheront la variation sur le thème, l’originalité” (Montaclair, 1997: 62). Eugène Scribe (1791-1861) fue el autor dramático más popular del siglo XIX. Sus piezas fueron traducidas, adaptadas y aceptadas por una gran parte del público

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europeo de la época. Autor muy fructífero repartió sus producciones entre el vodevil,1 la ópera cómica, la comedia y la ópera; pero será sin duda el vodevil el género que cultive con mayor éxito. Scribe escribirá “Le vampire (1820), comédie-vaudeville en 1 acte en société avec M. Mélesville, joué au Théâtre du Vaudeville” (Montaclair, 1997: 62). De las tres historias será la de Scribe la más original, “car c’est la première fois que les amoureux du texte vampirique ne sont pas passionnés. Leur amour est intéressé. C’est la première fois aussi que la pièce s’ouvre sur un dialogue entre les héroïnes, et non entre «hommes»” (Montaclair, 1997: 70). Y la adaptación que el autor hará de la obra de Polidori será una simple parodia del texto romántico. Analizando las características que Scribe aportará a la obra podemos concretar, en primer lugar, la incorporación de la música como elemento fundamental típico del vodevil, la música y los cantos se suceden en la pieza de Scribe. En segundo lugar, las confidencias y los enredos en la trama entre los personajes que en nada se parecerán al clásico de Polidori. Y en tercer lugar, la risa, situaciones tensas que se romperán introduciendo las canciones en el momento más trágico, con lo cual se consigue el efecto contrario, utilizando además un vocabulario muy poco apropiado para el momento. Por tanto y como conclusión: Scribe apporte à la comédie le souci réformateur qui avait été le sien pour le vaudeville. Il refuse le rôle moralisateur qui était de tradition: ses dénouements sont suffisamment ambigus pour rendre hasardeuse et inefficace toute interprétation morale (Dufief, 2001: 99).

“Scribe supo observar y escudriñar, con habilidad y gracia, ciertos recovecos del corazón y del alma, ciertos conflictos, que no por trillados dejan de ser humanos y auténtica, sincera o dolorosamente vividos” (Dengler, no más…). Para analizar la adaptación que Antonio García Gutiérrez hará de la obra de Scribe, hemos de considerar en primer lugar cómo la literatura francesa pasará a España y será de gran influencia para nuestros autores románticos. La Ilustración española, prácticamente inexistente (muy diferente a la francesa o a la inglesa), posibilitará que el ambiente oscurantista prevalga en nuestro país. La brujería, los ritos satánicos, las creencias en todo tipo de milagros, la ignorancia y la superstición serán factores que condicionarán nuestra literatura así como el pensamiento ilustrado, lo que posibilitará Le mot vaudeville vient probablement d’une altération de vau de vire, qui désignait, au XVe siècle, un genre créé par un Normand, Basselin. Il s’agissait de chansons, les plus souvent satiriques, composées sur des airs déjà connus (Dufief, 2001: 91). 1

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que el movimiento romántico no adquiera las características del resto de Europa. Dos serán los factores determinantes que contribuirán a esta situación: en primer lugar, la opresión intelectual que ejercerá el absolutismo monárquico, y en segundo lugar, el control de la Inquisición española. La defensa a ultranza de la fe, de la tradición, de las virtudes patrias y del discurso moralizante propiciará que todo aquello que provenga del extranjero esté mal visto. Por tanto, la recepción de las primeras traducciones de la literatura gótica inglesa no será inmediata en la península, sino que pasarán primero a la literatura francesa, y será el teatro, el género escogido para estas adaptaciones. A pesar de la situación social y política que hemos presentado, la sociedad española, con el auge de la burguesía, recibirá con gran aceptación la mayoría de obras que provienen de los Pirineos. “La recopilación y el análisis de las carteleras teatrales de Madrid en los años comprendidos entre 1830 y 1850 pone de manifiesto la importancia numérica de las representaciones procedentes de traducciones francesas” (Dengler, Apuntes…). El reinado de Isabel II y el incipiente auge de la sociedad burguesa proporcionarán el terreno adecuado para representar las obras de Scribe, la identificación de sus personajes, situaciones, incluso valores, será total con el público que acude a las representaciones. El mérito de este autor, como ya hemos visto, estuvo en saber crear un tipo de obra −el vodevil− que conectaba perfectamente con los gustos burgueses de la época. Los temas más relevantes en torno a los cuales giran estas obras son el trabajo, el matrimonio, el dinero, todos vistos desde la perspectiva burguesa decimonónica. El género, de gran acogida en el teatro del Madrid de la época, buscaba sin más pretensiones el entretenimiento. Además, así se posibilitaba que, a la hora de adaptar las traducciones, hubiera mucha más libertad de acción que frente a los clásicos, en los cuales la fidelidad y minuciosidad de las traducciones llegaba a ser muy exigente (Dengler, No más mostrador…). Por esta razón, no hemos de olvidar que autores como Larra, Bretón de los Herreros o el propio Antonio García Gutiérrez dedicasen gran parte de su obra y de sus esfuerzos a traducir y adaptar obras de Scribe. Respecto a la adaptación de Le vampire que hará Antonio García, podemos argumentar que se mantendrá la habilidad técnica en el desarrollo de las intrigas, y la plena identificación de los personajes con el contexto de la época en la cual se representará. Las situaciones

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ambiguas y de enredo del original se respetarán fielmente, dando a la producción una frescura y sencillez muy apreciada por el público burgués madrileño. Antonio García Gutiérrez (1813-1884) fue un personaje muy interesante del Romanticismo español, adaptó y tradujo diversas obras de autores extranjeros como Alejandro Dumas o Eugène Scribe. Fue escritor, poeta, pero será sobre todo conocido por su obra más carismática, El Trovador, drama caballeresco en cinco jornadas, en verso y prosa y que obtuvo un gran éxito en el Madrid de la época. Obra que inspirará el poema lírico de Cammarano, con música de Giuseppe Verdi, Il Trovatore. Con 20 años, Antonio llega a Madrid y aprovecha su conocimiento del francés para traducir a los autores franceses del momento. Fruto de estos primeros esfuerzos son las traducciones y adaptaciones de las obras teatrales, tipo vodevil, de Eugène Scribe, autor que, como hemos visto, estaba muy de moda en España. Antonio, así mismo, era un “entusiasta admirador de la moderna escuela romántica francesa en la que brillaban astros de primera magnitud, como Alejandro Dumas, Lamartine, Víctor Hugo y Delavigne” (Martín, 2005: 57-58). El autor, como podemos apreciar, fue un incondicional de las producciones francesas y obtuvo un reconocido éxito con sus obras.2 El vampiro, comedia en I Acto, cuya trama se desarrolla en Hungría, sería representada por primera vez el 10 de octubre de 1834 en el Teatro de la Cruz. En líneas generales, el argumento se aleja del original de Polidori desde todas las perspectivas, y sólo por la referencia al vampirismo, que es una mera escusa en la trama, mantiene su aproximación al original. La acción, como ya hemos apuntado, transcurre en Hungría donde el barón de Lurdof va a casarse con Hermancia, antigua prometida de Adolfo de Valber, sobrino del Mariscal Conde de Walter. Nada que ver, como podemos apreciar, con el original de Polidori. La escenografía representa una sala de un castillo gótico, y la obra está dividida en XVII escenas, una comedia de enredo, amor y galantería –propia de la creación de Scribe−. Respecto al interés que esta obra tiene para nuestra investigación, nos centraremos en concreto en aquellos aspectos relacionados con el tema del vampirismo. 2 Veamos cómo opinaba del autor la prensa de la época: “Al reverdecer hoy los laureles que ciñen las sienes de uno de nuestros primeros poetas contemporáneos, don Antonio García Gutiérrez, no vacilamos en reproducir su retrato para rendir así un nuevo tributo de admiración y de respeto al esclarecido autor de El trovador, drama representado anoche con un éxito quizás superior al que alcanzára en la ya remota época de su estreno” (El Globo, 1880). “Hé aquí un nombre cuya sola enunciación evoca en la memoria del culto, el recuerdo de todo un teatro glorioso, de una época de fechas memorables que con letras de oro debe estar grabada en las páginas de la historia de la dramática contemporánea española” (El Guadalete, 1906/La Crónica Meridional, 1906), (se ha respetado la ortografía del original).

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En primer lugar, la obra comienza con las alabanzas a esta hermosa tierra −Hungría−, pero también recriminando, a su vez, las creencias en supersticiones de sus gentes, como muy bien había puesto de manifiesto el abat Antoine Augustin Calmet, monje benedictino que escribió el año 1746 el Traité sur les Apparitions des Esprits, et sur les Vampires, ou les Revenans de Hongrie, de Moravie, &c. El texto, así pues, parte de la constatación de este pueblo como supersticioso, conocedor de las leyendas de sus mayores y tradicionalmente crédulo: HERMANCIA: [...] qué has visto tú mas hermoso? Esas cavernas de hielo, esas montañas de nieve, esos precipicios espantosos, la sencillez de sus habitantes […] que son en estremo supersticiosos, que dan crédito á las apariciones de vampiros y fantasmas; [...] (Escena I, p. 2).

En la Escena II se introduce el elemento misterioso: Adolfo de Valber, sobrino del conde de Walter, ha muerto en circunstancias extrañas. La muerte de Adolfo confunde a los personajes por el misterio y porque son varios los testigos que afirman haberlo visto después de enterrado. A partir de aquí, se prepara la trama para introducir el tema del vampirismo desde dos puntos de vista: el primero como enfermedad (Adolfo ha muerto no se sabe muy bien de qué enfermedad); el segundo, la muerte violenta como forma de convertirse en vampiro. En la Escena III, serán dos los aspectos que relacionarán la obra con el tema: la tradición que cree que una muerte violenta crea vampiros, y la constatación de que hay vampiros y son reales. Veamos cómo se resuelven en la obra estos dos aspectos. En primer lugar, se intercalan las leyendas, de nuevo, y las supersticiones cuando el conde de Walter decide salir por la noche del castillo para investigar la muerte de Adolfo, salir por la noche no es prudente: GUILLERMO: […] Se habla de un prusiano llamado el Mayor Varzen a quien ahorcaron hará ocho meses […] por robar florines […] y se levanta todas las noches sin duda con la intención de restituirlos. En fin, ya me comprendeis es un […] Un vampiro! (Escena III, p. 4).

La tradición de una muerte violenta crea vampiros.3 Introducida la trama en la caracterización de estos revinientes, nos los describirá detalladamente cuando Lucía (enamorada en secreto de Adolfo) pregunte:

3 Según Cuthbert Lawson (1910), las clases de personas que son más susceptibles de convertirse en vrykolakas son: aquellos que no están bien enterrados; aquellos que mueren con violencia o los suicidas; los niños concebidos en fechas santificadas por la iglesia, o bien los niños que nacen muertos; aquellos que mueren bajo una maldición de sus padres; los que mueren bajo la prohibición de la

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LUCIA: […] y qué cosa es un vampiro? GUILLERMO: Un vampiro, señorita, es, es… un vampiro y está dicho todo: es un muerto que anda, que se levanta á ciertas horas callandito para chuparnos la sangre de que se mantienen, especialmente la de novia que les gusta mucho, y luego se vuelven también callandito y se entierran otra vez […] (Escena III, p. 4).

Por tanto, el argumento especulará sobre la posibilidad de que Adolfo, conde de Valber, sea un vampiro. La trama del vodevil se hace más presente a partir de este momento impregnando la obra de una trepidante acción, donde los malentendidos proporcionan momentos de verdadero caos. Con los preparativos de la boda, habrá un gran ajetreo y con la llegada de un invitado (el propio Adolfo), la historia se complicará. Hermancia, prometida que era de Adolfo, ha traicionado su memoria. Se confunde Adolfo con un vampiro y se respira el miedo en el ambiente. La verdad será descubierta al final de la obra, cuando Adolfo se dé a conocer y perpetúe en un monólogo su venganza por el olvido de Hermancia, su traición y su engaño. Romperá sus lazos con la traidora y abrirá su corazón a un nuevo amor −Lucía−. Y así, desvelando el misterio, concluye la obra: LUCIA: Este vampiro inocente que no murió ciertamente, ni en la horca ni en el rio, enmedio de tanta gente teme morirse: de frio […] (Escena XVII, p. 14).

Como podemos apreciar, un vodevil con trama romántica y de enredo, donde un muerto ahorcado (el criado de Adolfo, un truhán que se había hecho pasar por él) lleva a una serie de engaños y malentendidos así como a la presencia de un personaje –el vampiro− que nada tiene que ver con el original de Polidori. Una comedia con un final feliz, que satisfará a un público fiel a este tipo de obras. Es interesante remarcar, antes de finalizar este análisis, que poco o muy poco tiene esta adaptación que ver con su obra original. Sí que es cierto que se introducen unos mínimos elementos relacionados con el vampirismo. También aparecen referencias a la alimentación del vampiro: la sangre humana, y al hecho de la muerte violenta como

iglesia, es decir, excomulgados; los hombres de mala vida e inmorales, y los que tratan con la brujería; aquellos que mueren sin ser bautizados o en apostasía; aquellos que han comido la carne de una oveja que va morir a manos de una loba; las personas enterradas sobre las que ha pasado por encima un gato u otro animal. Estas son, según el autor, la procedencia y el significado de las diversas causas del vampirismo.

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causa de la conversión en vampiro. También podemos destacar la similitud entre el nombre del personaje de la obra de Polidori –Lord Ruthven− y el nombre que adoptará Adolfo cuando llegue al castillo –Lord Ruben−, viajero inglés que está recorriendo Hungría para conocer sus paisajes. Pero poco más podemos extraer de la comparación de una obra y otra. El Lord de Polidori, como ya hemos analizado, es el monstruo que desolará la sociedad victoriana; el personaje de Scribe, adaptado por Antonio García, es un aristócrata inmerso en una trama de enredos que en absoluto representa las características de malignidad del personaje clásico. Por tanto y como conclusiones a nuestra investigación, podemos afirmar que no hay características arquetípicas del personaje de Polidori en las obras de Scribe y de Antonio García. Son tramas completamente diferentes respecto al original inglés, hasta el punto de desvirtuar completamente las características del personaje. Hay una ausencia total de la malignidad de Lord Ruthven en las adaptaciones, no son personajes faustianos, ni seres malditos; en realidad, la presencia del vampiro es una mera excusa para el desarrollo de la trama. La idiosincrasia de la novela gótica se desvirtuará completamente al adaptarse al teatro (vodevil); no obstante, las preferencias del público burgués –tanto francés como español− hicieron proliferar este tipo de representaciones.

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