Origen, implantación y transformación de las villae en la Hispania romana

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Descripción

TRABAJO FIN DE GRADO GRADO EN HISTORIA Y PATRIMONIO

ORIGEN, IMPLANTACIÓN Y TRANSFORMACIÓN DE LAS VILLAE EN LA HISPANIA ROMANA

REALIZADO POR: ENRIQUE GIL CARCELLER

UNIVERSIDAD JAUME I CURSO 2014/2015 Día 21/7/2015

Índice 1Introducción........................................................................................................................................7 2La villa itálica...................................................................................................................................10 2.1Concepto...................................................................................................................................10 3Tipos de poblamiento rural romano ................................................................................................11 3.1Vicus, pagus, forum y castellae................................................................................................11 3.2Tipos de villae itálicas..............................................................................................................12 4Origen y evolución de la villa itálica................................................................................................16 5El origen de las villae en Hispania...................................................................................................20 6Los tipos de villae en Hispania.........................................................................................................28 6.1Villae rusticae...........................................................................................................................28 La villa de Liédena (Navarra)..............................................................................................29 La villa de la Cocosa o de la Dehesa de la Cocosa (Badajoz)..............................................30 Benicató (Nules, Castellón). ................................................................................................30 El Castillet (Cartagena, Murcia)...........................................................................................31 La villa romana del Camino Vinamargo (Castellón de la Plana, Castellón). ......................32 6.2Villae maritimae.......................................................................................................................33 Sant Gregori (Burriana, Castellón).......................................................................................33 La villa dels Ametllers (Tossa de Mar, Gerona)..................................................................34 La villa romana de la Torre de Benagalbón (Rincón de la Victoria, Málaga).....................35 La villa de El Salero (San Pedro del Pinatar, Murcia).........................................................36 La villa romana de Noville (Mugardos, A Coruña).............................................................37 6.3Villae suburbanas......................................................................................................................38 El Coscojal (Traibuenas, Navarra).......................................................................................38 La villa romana de “El Parque de las Naciones” (Alicante)................................................39 El Palmeral (Santa Pola, Alicante).......................................................................................40 7Las villae en la Antigüedad tardía....................................................................................................40 7.1Características y transformaciones de las villae en la Antigüedad tardía.................................40 La Olmeda (Pedrosa de la Vega, Toledo)............................................................................41 La villa de Carranque (Toledo, Toledo)...............................................................................42 Veranes (Gijón, Asturias).....................................................................................................43 Liédana (Navarra).................................................................................................................44 Vinamargo (Castellón de la Plana, Castellón)......................................................................44 Vilauba (Banyoles, Gerona).................................................................................................45 Villa Fortunatus (Fraga, Huesca).........................................................................................47 8Conclusiones generales....................................................................................................................47 9Bibliografía.......................................................................................................................................52 10Anexo de imágenes ........................................................................................................................58

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Agradecimientos En este apartado quiero dar las gracias a todas aquellas personas que me han orientado y ayudado en la realización de este Trabajo de Fin de Grado, tanto académicamente como personalmente. Por supuesto, agradecer a mi tutor, Josep Benedito Nuez, por haber aceptado el reto de dirigir este trabajo, ya que precisamente yo no había cursado las asignaturas de cuarto curso relacionadas con el patrimonio romano. Sin embargo, la pasión por la historia antigua ha pesado más que unas simples optativas a la hora de decidir el tema de mi investigación. Por otro lado, también quiero agradecer a todo el personal del Servei d'Investigacions Arqueològiques i Prehistòriques (SIAP) de la Diputació de Castelló por haberme ayudado a utilizar la biblioteca del centro, sin cuyas consultas no hubiese sido posible la realización de este trabajo. Por último, quiero dar las gracias a mi familia por el apoyo recibido durante los años en los que han transcurrido mis estudios en la universidad, ya que sin ellos no hubiese sido posible. Únicamente les dedico estas líneas, aunque pienso que más vale poco y claro que mucho y oscuro. Este trabajo está dedicado a una persona en concreto, mi madre. Sin ella, a pesar de la situación que venimos viviendo desde hace cuatro años, habría sido imposible poder realizar mis estudios. Tú mamá, has sido la luz que ha guiado mi vida y mi formación. Ha pasado mucho tiempo y siempre has apoyado mis decisiones, por mucho que opinaras lo contrario, me has sacado adelante a mí y a mi hermano. Por ello estoy muy orgulloso de ti y por ello te dedico este trabajo. A todos, muchas gracias.

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Resumen El presente trabajo tiene dos objetivos claros, por un lado pretende estudiar la implantación de las villae en la Hispania romana y los diferentes tipos; mientras que por otro analizará la evolución y transformación que sufren este tipo de estructuras desde época romana tardorrepublicana hasta la Antigüedad tardía. En la primera parte del trabajo analizamos el concepto y establecimiento del sistema de villae en la península itálica, pues como describiremos en los siguientes apartados, los distintos modelos de villas hispanas están basados en patrones itálicos. De esta manera, como desarrollamos en nuestro trabajo, la implantación de la villa itálica en Hispania funciona como un factor romanizador determinante. Los distintos estudios concluyen que en este territorio se han constatado varias formas de poblamiento de tipo aglomerado como pagi, vici, castra y castella, y por otro, establecimientos rurales de tipo disperso como villae de vocación básicamente productiva, algunos de los cuales funcionarían a la vez como lugares de habitación, de explotación agraria y también de otras actividades económicas. Hoy en día, los investigadores mencionan que resulta difícil analizar las características de estos establecimientos, por lo que en los siguientes apartados trataremos de abordar esta problemática. Estas formas de poblamiento rural permitieron la colonización del campo trayendo consigo una economía nueva basada en el latifundio, la cual se implantó en Hispania en tiempos del final de la República y que perduró hasta bien entrada la tardoantigüedad. En este trabajo nosotros describiremos las características de los diferentes tipos de edificaciones de tipo villae que se construyeron e n la península ibérica, llevaremos a cabo un recorrido por su implantación, desarrollo, transformación y desaparición definitiva. En el último capítulo analizaremos el debate existente hoy en día sobre el final de estos establecimientos, el cual nos puede ayudar a entender qué sucedió con este sistema de poblamiento rural después de la caída del Imperio romano de Occidente.

Abstract La presente tesi ha due obiettivi principali, da un lato analizzare la creazione del sistema delle villae nella Hispania romana e i differenti tipi, dall'altro analizzare l'evoluzione e la trasformazione di queste strutture a partire dall'epoca tardo repubblicana romana fino alla tarda antichità. Nella prima parte analizzeremo il concetto e l'istituzione del sistema di villae nella penisola italiana, dal momento che i distinti modelli delle ville ispaniche si basarono sui modelli italiani. Per questa 4

ragione, come descriviremo nella nostra elaborazione, l'esportazione della villa italica in Hispania funzionò come una sorta i fattore romanizzante. Vari studi condotti concludono che nel territorio ispanico si sono constatate varie forme di insediamento concentrato come pagi, vici, castra e castella, ma anche stabilimenti rurali sparsi come villae atte alla produzione, alcuni dei quali venivano allo stesso tempo utilizzati come spazi abitativi, di produzione agricola e per altre attività economiche. Attualmente i ricercatori considerano difficile analizzare le caratteristiche di queste strutture, pertanto cercheremo di analizzare questa problematica nei seguenti capitoli. L'estensione delle villae permise la nascita di un nuovo tipo di economia basata sul latifondo, la quale si implementò in Hispania alla fine della Repubblica e che rimase fino alla tarda antichità. Nella nostra analisi descriveremo dunque le caratteristiche dei complessi che si costruirono nella penisola iberica, effettuando un excursus storico su creazione, sviluppo, trasformazione e fine delle villae. Nell'ultimo capitolo analizzeremo infine il dibattito attuale riguardante la scomparsa di queste strutture, il quale può aiutarci a capire cosa successe alle villae dopo la caduta dell'Impero romano d'Occidente.

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Palabras Clave: Villa, hábitat rural, época tardorrepublicana, Alto y Bajo Imperio romano, Antigüedad tardía.

Parole chiave: Villa, habitat rurale, epoca tardo repubblicana, Alto e Basso Impero romano, Tarda Antichità.

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Introducción

Cada imperio que ha habido en la historia de la Humanidad ha tenido como base una solidez económica y cultural que le ha permitido obtener altos beneficios que más tarde se traducirían en expansión territorial y, con ello, en dominación. En nuestro caso, para el Imperio romano la agricultura fue, como en cada gran civilización antigua, la base de un proyecto que llegó a controlar todos los territorios mediterráneos, parte del continente europeo, parte de África y del Próximo Oriente. Durante la República romana se establecieron unos elementos distintivos que se consolidaron con el Imperio y que perduraron hasta la desaparición del Imperio romano de Occidente. Uno de los elementos clave fue la implantación del sistema de villae. Estas construcciones crearon una red de producción que permitió a los romanos transformar la economía, ya que generaron un nuevo sistema de explotación de la tierra. Además, favorecieron la expansión del mundo romano por las diferentes provincias de nueva creación y permitieron ampliar las vías de comunicación terrestre y marítima. En este trabajo nos hemos planteado como objetivo principal el estudio de estas edificaciones rurales de tipo disperso en el ámbito territorial de la Hispania romana. Sin embargo, ya que el sistema de villae tiene su origen en la península itálica, en el segundo, tercero y cuarto de los apartados del Trabajo Final de Grado hemos analizado la implantación y desarrollo de la villa itálica. Para ello nos hemos centrado, en primer lugar, en describir cuál es el origen del término y las características de este sistema de poblamiento, para más tarde hacer un recorrido por los diferentes tipos de villae que se generaron, su evolución y final. Para realizar esta parte del trabajo hemos utilizado la obra de H. Mielsch (1987), La villa romana; muy importante ha sido también el libro de P. Gros (2006), L'architecture romaine du début du IIIe siècle avant J-C à la fin du HautEmpire: Tome 2, Maisons, palais, villas et tombeaux (Les manuels d'art et d'archéologie antiques), y la monografía titulada Roman villas in Central Italy. A social and economic history de A. Marzano (2007). En estos trabajos, los investigadores realizan un amplio estudio del concepto de villa desde el punto de vista arquitectónico y de su significado en la cultura y sociedad romana. Otros autores que han llevado a cabo otros análisis interesantes son J. Molina Vidal (2008) y L. Romizzi (2006). En el apartado 5 hemos analizado la problemática de la implantación del sistema de villae en Hispania. En primer lugar, el origen de la villa hispánica para pasar después a describir distintos

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ejemplos de villas en los diferentes territorios de Hispania con el objeto de poder destacar algunas diferencias, puesto que la expansión romana no es para todos ellos coincidente en fechas y fue marcando la implantación de las villae. Las principales obras y artículos que hemos utilizado para redactar estos apartados son los siguientes: el libro de P. Barceló y J. J. Ferrer (2007) titulado Historia de la Hispania romana; la obra de E. Ariño y P. C. Díaz (1999), La economía agraria de la Hispania romana: colonización y territorio; Villas romanas en el Valle Medio del Ebro de M. Beltrán (2008); La organización del campo malacitano durante la época romana de P. Corrales (2007); Las villas romanas en Hispania de M. C. Fernández (1982); Villae romanas en Asturias de C. Fernández y F. Gil (2008); El poblament rural i l'origen de les villae al nord-est d'Hispania durant l'època romana republicana (segles II-I aC) de R. Járrega (2013); Reflexiones sobre las Villae romanas en Hispania de E. Cerrillo (1995), entre otros muchos trabajos que aparecen en la bibliografía. Una vez hemos tratado esta problemática, hemos pasado a realizar en el apartado 6 del trabajo una clasificación de las villae en la época del Alto Imperio romano, ya sean rústicas, marítimas o suburbanas, lo que nos ha permitido ver las características fundamentales de cada una de estas edificaciones. Hay que tener presente que el momento álgido de las villae se da a partir de la época de Augusto (siglo I d. C.), coincidiendo con el periodo de expansión y consolidación en prácticamente toda la Hispania romana. Algunas de las villae rusticae que hemos analizado son la villa de Liédana (Navarra), la villa de la Dehesa de la Cocosa (Badajoz), la villa del Camino Vinamargo (Castellón), la villa de Benicató (Castellón) y la villa de “El Castillet” (Murcia). La información más destacada que podemos relacionar con estos yacimientos aparece en los siguientes artículos: El “patio oriental” de la villa romana de Liédana (Navarra) en el Bajo Imperio y las annona miltaris: una propuesta de C. Zuza (2013); La Cocosa y el mundo rural romano de diversos autores, La villa romana del Camino Vinamargo (Castellón) de J. Alfonso Llorens y A. Miguélez (2013); Treballs de consolidació a la vil·la romana de Benicató (Nules, la Plana Baixa) de F. Gusi (1999); Las villae romanas del sur de Hispania Tarraconense (ss. II a.C.- III d.C.). Las tierras de Murcia y Alicante de A. M. Poveda (2008), etc. Por su parte, las villae maritimae analizadas en este trabajo son: Sant Gregori (Castellón), els Ametllers (Gerona), la villa de Torre de Benagalbón, la villa de “El Salero” (Murcia) y la villa de Noville (A Coruña). Las monografías y artículos que hemos utilizado para estos yacimientos son: Sant Gregori. Un complejo arquitectónico de época romana en la costa de Burriana (España) de J. J. Ferrer y otros autores (2013); El agua en la villa: entre la funcionalidad y la banalización: los casos de las villas de Pla de l'Horta y Els Ametllers de LL. Palahí y otros (2011); La villa romana de la Torre de Benagalbón, Málaga. Primera

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descripción de J. B. Salado (2005); Los hornos de cal de “La Villa” Romana de El Salero (San Pedro del Pinatar). Un ejemplo de la interacción entre instalaciones industriales rurales y la reutilización de materiales constructivos de A. Porrúa (2006), y Xacemento de Noville: unha villa romana costeira na Ría de Ferrol de F. Pérez (2000). Por último, las villae suburbanas estudiadas son la villa de “El Coscojal” (Navarra), la villa de “El Parque de las Naciones” (Alicante) y El Palmeral (Alicante). La información de estas villas aparece en: Coscojal. Una villa suburbana y su taller de cerámica común y pigmentada en el valle del Aragón (Navarra) de J. Sesma y M. L. García (1994); Aproximación al estudio del registro cerámico de las excavaciones arqueológicas de urgencia realizadas por el Cophiam en la villa romana “Parque de las Naciones” de A. Ronda (1993); y Portus Ilicitanus: excavaciones en la Casa Tardorromana de “El Palmeral”. Santa Pola (Alicante) de M. J. Sánchez y otros (1989). En la última parte del trabajo, el apartado 7, nos hemos centrado en estudiar qué ocurrió con las villae durante la Antigüedad tardía en Hispania. En este apartado hemos descrito los cambios y transformaciones que afectaron a alguna de las villae a lo largo de este periodo, valorando las características que se han podido documentar en los siguientes yacimientos arqueológicos: La Olmeda (Palencia), la villa de Carranque (Toledo), la villa de Liédana (Navarra), la villa del Camino Vinamargo (Castellón), Veranes (Asturias) y la villa de Vilauba (Gerona). Para los yacimientos de Liédana y Vinamargo hemos utilizado la información que aparece en los mismos textos que para el periodo romano alto imperial. Las referencias que hemos utilizado para el resto de villas encuadradas cronológicamente en el Bajo Imperio son: Imágenes de la Tardoantigüedad hispana en el ámbito de la villa palentina de la Olmeda de C. López (2011); La villa de Vilauba. De la Antigüedad Tardía hasta el abandono final de P. Castanyer y J. Tremoleda (2006); La villa romana de Veranes. El complejo rural tardorromano y propuesta de estudio del territorio de C. Fernández Ochoa y otros (2004), y la obra de A. Chavarría (2007) titulada El final de las villae en Hispania (siglos IV-VII d.C.).

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La villa itálica

2.1

Concepto

¿Qué es una villa romana? Esta es una de las cuestiones en la que algunos de los investigadores sobre el mundo romano centran sus escritos. Los precedentes de la villa romana están en las residencias aristocráticas griegas situadas en las afueras de las ciudades de los siglos V y IV a. C., pero la definición, más allá de parecer sencilla, resulta confusa, pues los historiadores después de estudiar los textos latinos no se ponen de acuerdo a la hora de valorar exactamente a qué hace referencia el término de villae. En líneas generales, el debate se centra en denominar la villa romana como una edificación rural vinculada a la actividad agraria, mientras que otros investigadores se refieren a ella como una mansión vinculada al tiempo libre y desvinculada de las actividades agropecuarias. Para cerrar el debate y siguiendo a Pedro Barceló y Juan José Ferrer, podemos decir que la villa es una unidad independiente que “debía autoabastecerse, sin renunciar a ocupar parte del suelo en cultivos susceptibles de ser comercializados (viña y olivo) y estar situada cerca de un río o de una vía bien comunicada” (Barceló, Ferrer, 2007: 477). En primer lugar, debemos acudir a las fuentes para comprobar qué dicen los escritores romanos sobre las villae. Autores como Catón (De agri cultura), Varrón (Rerum Rusticarum), Columela (De re rustica) o Plinio el Joven (Epistulae), entre otros, son una fuente primordial para el estudio de estas edificaciones, ya que sintetizaron y dieron definiciones de lo que es una villa. A pesar de la reputación que tenían los propietarios de estas villae, hay que tener en cuenta de dónde procedían, pues todos ellos formaron parte de la llamada nobilitas romana creándonos una imagen de la agricultura en la que según Molina Vidal el papel de las villae es preponderante (Molina, 2008: 39). Dejando la discusión a un lado vamos a ver qué idea tenían nuestros autores clásicos de lo que era una villa romana. Para Catón la villa “no es más que una granja en el sentido usual, es decir, una explotación agrícola con su casa y las instalaciones específicas” (Gros, 2006: 265). En cambio Varrón ya cuestiona qué es una villa como podemos deducir de la lectura de la obra de P. Gros, por lo que ya observamos en los autores latinos ciertos problemas a la hora de dar una explicación concreta de este tipo de edificación. “De Varron pose, non sans quelque coquetterie, la question de savoir ce qu'est, finalement, une villa, et quels établissements peuvent entrer sous cette rubrique, on s'aperçoit qu'au moment où il rédige son traité cet auteur su savant a déjà quelque peine à mettre de l'ordre dans un univers très diversifié e

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dont l'histoire est désormais fort longue et l'évolution foisonnante […] la compréhension difficile, que tout édifice rustique en mérite pas le nom de villa” (Gros, 2006: 265).

Más allá de esta problemática, Varrón también señala que la villa tiene dependencias rústicas, es decir, dependencias vinculadas al trabajo del campo (Fernández, 1982: 28). Por su parte, Columela sostiene que las villae son construcciones dedicadas al mundo agrario de las cuales escribe lo siguiente: “La capacidad y el número de las partes (de la Villa) deben ser propocionados al total de su recinto y han de dividirse en tres partes: urbana, rústica y fructuaria” (Barceló, Ferrer, 2007: 483).

Por último, Plinio el Joven hace referencia a la administración de propiedades rústicas sobre todo de las que él mismo poseía en Tuscis, las cuales son similares a la villa excavada en Colle Plinio en San Giustino (Umbria) (Molina, 2008: 39). Otros autores como Marcial simplemente mencionan que la villa es un lugar vinculado al descanso (Fernández, 1982: 27). Estas versiones sobre el término villa son testimonios directos de personas de aquella época, pero como hemos mencionado antes, todos ellos pertenecen en mayor o menor medida a la clase acaudalada de la sociedad romana y, por ello, no se saldrán del código de conducta que les rige. El mos maiorum primará en sus obras haciendo que las afirmaciones estén sujetas a reglas de conducta que, en la mayoría de casos, puede llegar a distorsionar la realidad. En definitiva, la misma terminología ha hecho que la palabra villa se vincule más a la edificación que al elemento productivo, pues como se extrae del Digesto: “La palabra fundo designa a todo edificio y a todo campo, pero los edificios urbanos suelen llamarse aedes y los rústicos villae. Por su parte, un terreno sin edificar es area en la ciudad y ager en el campo, y el mismo ager con un edificio se llama fundus” (Barceló, Ferrer, 2007: 484).

Por lo tanto, la s villae estaban vinculadas a un fundus, es decir, a un terreno destinado a su explotación del que se obtenían beneficios.

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Tipos de poblamiento rural romano

3.1

Vicus, pagus, forum y castellae

Ahora bien, no solo las villae conformaban la estructura rural romana, pues junto a éstas existía toda una serie de aldeas y agrupaciones de población que se hallaban dispersas en el ager de la ciudad.

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La estructura urbana romana se basaba en dos puntos: por un lado, estaba el núcleo central en el cual se situaban los edificios públicos, tenían lugar los mercados y ferias, tenía su sede el poder local, etc.; y de otro lado, un área en la que la aldea y las pequeñas concentraciones de población eran dependientes administrativamente, aunque con cierta autonomía, de la ciudad. Estas pequeñas concentraciones recibieron diferentes denominaciones como podemos extraer del siguiente extracto: “forum si procedía de lugares con tradición de mercado o feria, castellum por su carácter fortificado, o vicus al modo de una aldea agrícola” (Barceló, Ferrer, 2007: 539).

Tanto las villae como estos últimos poblamientos se encontraban dentro de cada subdivisión del territorium denominado pagi. Así, dentro de los pagi podía haber tanto explotaciones agrícolas, villae, como núcleos rurales. En definitiva, el territorio rural romano formó un conglomerado muy diversificado entre formas de poblamiento agrupadas que ofrecen determinados servicios administrativos, como por ejemplo los vici, y formas dispersas de población, en este caso las villae, en las que existía una apropiación de tierra, o fundus, dedicado a la producción, residencia y comercio. Este gran número de poblamientos demuestra, como refleja J. Arce: “la gran variedad de establecimientos rurales que la arqueología debe detectar y que no forzosamente merecen el calificativo de villa, y por otro, la necesidad de prospección arqueológica sistemática que es el único método para poder individualizar los problemas del paisaje rural” (Arce, 2006: 11).

3.2

Tipos de villae itálicas

Una vez hemos hecho referencia a la definición de villa romana, debemos profundizar en los distintos tipos de villae, pues no solamente existe un único modelo sino que la palabra hace referencia a diferentes tipos de construcciones rurales. Volviendo de nuevo a los textos clásicos, Varrón diferencia dos tipos de villae: la villa rústica y la villa urbana. La villa rústica es, según este autor latino, agrícola, pastoril o ambas (Gros, 2006: 265), en cambio para la villa urbana existen tres tipos diferentes: las que practican la ganadería y la agricultura (en este caso para Catón es su modelo preferido de villa romana); las que juntan estas dos actividades a la pastio villatica (este es el modelo de villa de Varrón); y aquellas que practican una pastio villatica de gran escala con instalaciones perfeccionadas más allá de la vivienda en sí (Gros, 2006: 266). En definitiva, una gran propiedad en donde desarrollar la actividad agrícola. Respecto a la interpretación que hacen investigadores más recientes, H. Mielsch, por su parte, diferencia la villa rústica y urbana según las actividades realizadas en cada parte de la villa, de esta manera, la villa rústica es el lugar donde se lleva a cabo la actividad agropecuaria siendo la villa urbana la casa en sí, es decir, el lugar de residencia (Mielsch, 1987: 5). Por lo que, en líneas 12

generales, la villa rústica es una explotación agropecuaria con edificaciones destinadas a la vida de las personas y a las actividades agropecuarias. Pero la definición no solo se queda ahí, ya que en este tipo de villae encontramos también un área de habitación destinada al dueño para que pudiese pasar ciertas temporadas. La villa urbana es, a diferencia de la villa rústica, una construcción en donde los propietarios pudieron pasar periodos de descanso y en la que, en principio, no se llevaba a cabo actividad agrícola lo cual no quita que no gozase de un amplio terreno de varias hectáreas y jardines. Era una edificación de lujo en la cual sus propietarios podían hacer gala de sus riquezas, bien sea por la decoración, extensión de la villa, etc. En cambio, Columela añade una tercera posibilidad. Una villa es todo aquel edificio rural en que predominan tres partes diferenciadas: la pars urbana, consta de la casa de los propietarios es decir, es el área residencial; la pars rustica, el área dedicada a la agricultura; y, la tercera y novedosa, la pars fructuaria, la cual se destina a las edificaciones relacionadas con las actividades del trabajo del campo (molinos, almacenes, hornos, corrales, etc.). En definitiva, la posesión de villae rústicas ocupó una posición de privilegio y destacada en la sociedad romana. El peso que tenía la agricultura en la economía de Roma hizo que este tipo de construcciones se consolidasen, sobre todo en las clases adineradas romanas, quienes invirtieron y posibilitaron la confirmación de la villa como la unidad básica de producción. Esta importancia la podemos observar en la obra de A. Marzano comparando este tipo de villae con las villae marítimas, que más tarde veremos, “la villa marítima representa una exhibición de luxuria y un lugar privilegiado para el otium […] la villa rústica es, por el contrario, parte del paisaje de producción” (2007: 91). En palabras de Varrón: “No se entiende la villa si no está en relación con una gran propiedad de tierra y de cultivo, y en la tuya no hay ni una pulgada de terreno, ni un buey, ni un jumento” (Barceló, Ferrer, 2007: 483).

Una vez llegados a este punto tenemos que tener presente un dato y es la situación geográfica de las villae descritas por los autores latinos, ya que tanto Varrón como Catón obvian el término villae maritimae que luego sí veremos en otros autores como Cicerón o Plutarco (Gros, 2006: 266). En las obras se insiste en afirmar que los romanos consideraban las villae como meros lugares de producción y de acumulación de bienes provenientes del campo pero como el mapa de localización de la península itálica nos demuestra (Figura 1), un gran número de ellas se sitúan cerca de la costa, como por ejemplo aquellas localizadas alrededor del golfo de Nápoles, o en las cercanías de ríos. Esto nos hace pensar en dos cosas: la primera, al situarse en estas áreas el aprovechamiento del agua es mejor por la necesidad de agua para el regadío y la facilidad que ofrece el transporte fluvial o marítimo; y la segunda, el confort, como bien sabemos los romanos acaudalados eran partidarios del 13

buen vivir. No debemos olvidar que las villae que no se hallan cerca de la costa tendrán otra vía de comunicación próxima, es decir, una calzada romana. Dentro de esta clasificación de villa rústica y urbana podemos hacer una subdivisión según a qué están dedicadas este tipo de construcciones. La villa suburbana es, en líneas generales, una propiedad en el campo no muy alejada de un centro urbano, con una casa de ciertas dimensiones dotada de jardín. Esta propiedad consta de un número de hectáreas según la capacidad adquisitiva de su propietario destinada, además de a la actividad agrícola, al descanso. Es una propiedad cercana a la ciudad que confiere a su propietario ingresos a la vez que le permite huir del trasiego de la ciudad. Como ejemplo de esto podemos mencionar las villae situadas en las cercanías de Pompeya y Roma, las cuales, según los investigadores, sirvieron a sus dueños, Cicerón o Mecenas entre otros, como lugar de descanso e incluso de transmisión de ideas. Hoy en día, definiríamos este tipo de villa como una casa de campo. Por otro lado, se han estudiado las villae maritimae, las cuales, como podemos extraer de la obra de P. Gros, se ha tendido a afirmar que son “todas las residencias de lujo repartidas por el litoral, particularmente en Campania” (Gros, 2006: 301). Por su parte, de la obra de A. Marzano podemos extraer lo siguiente: “algunas fuentes antiguas e historiadores modernos utilizan el término para referirse, empezando desde el siglo II a.C., a todas las villas costeras cuya característica común fue el lujo, comparado con la austeridad de la villa rústica” (Marzano, 2007: 15). Los investigadores también inciden en que su situación en zonas escarpadas y en pendiente no favorece a lo que de verdad importaba a los romanos, el fundus, es decir la tierra cultivable de ahí que se insista en afirmar que como villae maritimae solo deben ser consideradas aquellas que estén en la línea de costa. A pesar de que hoy en día este tipo de villae se establece como un grupo diferente, en las fuentes clásicas no aparecen como tal, como sucede en el caso de Vitruvio, quien no destaca la existencia de tales villae (Gros, 2006: 301). A. Marzano, por su parte, nos corrobora esto, pues afirma que “las fuentes literarias no nos ofrecen un completo y detallado registro de villas marítimas […] muchos aspectos son tomados como evidentes” (Marzano, 2007: 16). Tenemos, pues, un problema a la hora de clasificar este tipo de construcción pero si seguimos las teorías de esta misma investigadora, las villae maritimae serán cualquier construcción situada cerca del mar. Lo que sí parece una evidencia es la relación entre villa marítima y exhibición de lujo, pues todos los investigadores coinciden en afirmar que las fuentes clásicas hacen mención a esto desde pronto como reflejo del poder de los propietarios. A. Marzano nos insiste en situar este tipo de villae como espejo del conflicto político y social que se vivía en Roma: “la rivalidad política en Roma entre la 14

nobilitas y los llamados homines novi se expresó también en la localización geográfica de las villas marítimas” (Marzano, 2007: 17). Se crearon, de esta manera, áreas geográficas reservadas para los propietarios procedente de la clase alta, sobre todo la nobilitas. Si analizamos los rasgos arquitectónicos de este tipo de edificaciones vemos como “la distribución en diferentes terrazas y el espacio de uso de un frente abierto al mar parece haber estado presente desde el inicio como un rasgo principal del establecimiento” (Marzano: 2007, 35). Por otro lado, encontramos otra constante de una importancia vital en este tipo de villae, las piscinae. Este elemento está, naturalmente, relacionado con la crianza de peces. Tal como podemos extraer de la obra de H. Mielsch, al tratar de analizar cómo funcionaba la crianza de peces, no solo se criaban peces de agua salada sino que también hay casos en los que se utilizaba agua dulce “de implantación mucho más compleja era en cambio la gran pecera oval que pertenecía a las termas de Horacio […] era utilizada, para la crianza de los peces, el agua tibia de las termas” (Mielsch, 1987: 21). En cambio, lo que parece que está más aceptado por los investigadores es que la crianza de peces de agua salada era rentable: “La crianza de los peces de agua salada era por lo tanto una empresa rentable” (Mielsch, 1987: 22). Aun así, Marzano añade un tercer tipo de crianza de peces, pues afirma que existía piscinae de agua salobre relacionadas con las lagunas (Marzano, 2007: 38). Estas afirmaciones que hacen los autores se justifican en los hallazgos obtenidos en villae pertenecientes a ricos romanos dedicados a la piscicultura. Además, algún autor latino como Columela llega a recomendar la crianza de los peces en estas villae debido a su alta rentabilidad frente al poco fundus, o Varrón, quien no siendo partidario de dichas villae, aconseja sobre las instalaciones de las piscinae para los peces (Mielsch, 1987:23). Ahora bien, en general los investigadores afirman que esta actividad es un manifiesto más del lujo romano, ya que las instalaciones necesarias para la piscicultura requieren de unos medios no aptos para todos los propietarios así como que las mismas piscinae servían para el proprio deleite de las personas. Pero si seguimos la teoría de que toda villa tiene un fundus y si dividimos las villae en las partes que establece Columela, ¿cuál es la pars rustica de las villae maritimae? O mejor dicho, ¿tienen las villae maritimae una pars rustica? Marzano afirma que sí diciendo lo siguiente: “las villa marítimas también tuvieron una pars rustica o sitios reservados para la producción, ambos para consumo interno o para la distribución en mercados externos” (Marzano, 2007: 45). El problema está en que en este tipo de villae, en la mayoría de casos, solo se conoce la residencia en sí por lo que los resultados son incompletos, lo cual tampoco niega la existencia de esta pars rustica. Lo que sí parece evidente es, para el caso italiano, que si se confirmase tal existencia, ésta estaría alejada de la villa, cosa que no ocurre en las villas rústicas. 15

De otro lado, la bibliografía también analiza la existencia de villae provinciales. Un ejemplo de esto puede ser la villa nórdica que menciona M. C. Fernández. Este tipo de villa, característica de las provincias del centro y norte del Imperio fue, en líneas generales, más agrícola que marítima. Además sus características arquitectónicas fueron también diferentes con dos elementos esenciales: un patio de deambulación y un corredor con fachadas (Fernández, 1982: 29). A parte de esto, lo que parece que tuvo un papel determinante en las formas arquitectónicas de este tipo de villae fueron las inclemencias meteorológicas que, como podemos extraer de la obra de M. C. Fernández, determinaron el tipo de columnas, las cuales fueron determinantes para sostener tejados y muros que protegían de las lluvias y nieves (Fernández, 1982: 29). El último elemento clave en estas villae son las torres. Éstas han sido interpretadas como una herencia del mundo celta que generó un nuevo modo de adaptarse al medio y al uso de diferentes materiales de construcción que primaban en estas zonas europeas. H. Mielsch asegura que estas torres servían incluso como hogar de los campesinos (1987: 152), aunque no da un nombre a estas villae como sí hace M. C. Fernández. Para él son solo villae de las provincias romanas.

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Origen y evolución de la villa itálica

Respecto a la situación geográfica de las villae, el centro de la península itálica es la primera zona geográfica donde se implanta este tipo de construcción. Para tener este tipo de propiedades hacía falta dinero y, en consonancia, fue la nobilitas y los romanos ricos quienes pudieron llevar a cabo su construcción o adquisición. Esta clase rica vivía, obviamente, en las ciudades y, por ello, era primordial no alejarse mucho de la urbs. Es por esto que en el caso italiano encontramos tanta cantidad de villae alrededor de las ciudades importantes. Es más problemático situar el inicio de la apuesta por este tipo de construcciones rurales. Los investigadores opinan que su construcción fue una consecuencia directa de la Segunda Guerra Púnica (218-201 a.C) y de los contrastes sociales después de la Guerra Social (91-89 a.C.). Aún así, la base económica durante la República fue, como en cualquier sistema económico de la Antigüedad, la pequeña propiedad agrícola autosuficiente. En el caso romano, este tipo de pequeña propiedad permitía “subsistir a grandes masas de pequeños campesinos libres (propietarioproductores-consumidores)” (Molina, 1997: 10). Gracias a este sistema, Roma conseguía tener una estabilidad económica y social, pues este tipo de campesinado era también soldado. Desde el siglo IV a.C. Roma inició un expansionismo económico y militar que se materializó en el siglo III a.C. con la Primera Guerra Púnica. Este expansionismo más allá de la península itálica provocó una serie de cambios económicos, políticos y sociales. Como ejemplo de cambio social podemos citar a los 16

homines novi, “que llegan al consulado o a la censura entre la mitad del siglo IV y la del III a.C.” (Molina, 1997: 12). Dentro de los cambios en la economía del siglo III a.C. podemos nombrar el aumento de la producción agrícola, aumento de las artesanías o la expansión monetaria, pero también un cambio en las pequeñas haciendas agrícolas autosuficientes, las cuales fueron perdiendo su importancia a favor de las villae esclavistas (Molina, 2008: 43). Es a partir del siglo III a.C. cuando comenzamos a tener noticia de este nuevo tipo de explotación agraria. A. Carandini nos expone que es, con la invasión de Cartago, cuando la agricultura romana sufre un cambio, al ver cómo las grandes mansiones cartaginesas eran consecuencia directa de los beneficios agrícolas (Molina, 2008: 43). No obstante, J. Molina mantiene que el punto de inflexión para los cultivos romanos fue la conquista de Sicilia, ya que permitió a la Península “sustituir el monocultivo de cereales por sistemas mixtos que incluían el viñedo y el olivo” (Molina, 2008: 44). De esta manera, se potenciaron nuevas formas de cultivo como la vid o el olivo, dejando a Sicilia como el granero romano, lo que permitió una mayor diversificación agrícola que más tarde veremos en las villae. Volviendo a la Segunda Guerra Púnica, ésta marca un antes y un después en la expansión romana, ya que a partir de entonces, Roma se volcará en la conquista del mundo conocido. Esta expansión continuada servirá también para una mayor obtención de riquezas en forma de tributos, botín, etc. Junto a estas nuevas formas de adquisición de rentas, aumentaron las áreas de consumo y, con ello, las nuevas explotaciones se vieron favorecidas. Otra de las consecuencias que podemos destacar de la Segunda Guerra Púnica es la introducción “debida a los grandes propietarios de tierra largamente provistos de capital, de una agricultura de tipo intensivo” (Mielsch, 1987: 6). Estos nuevos propietarios se aprovecharon no solo del ager publicus de las ciudades enemigas sino también de las tierras que dejaron los pequeños propietarios al ir a la guerra. Estas tierras, bien por la muerte de sus propietarios o porque éstos no tenían recursos para ponerlas de nuevo en funcionamiento, quedaron abandonadas o fueron vendidas pasando a manos de la clase dominante romana o a personas con poder adquisitivo que consiguieron establecer grandes posesiones de tierra. De meras tierras dedicadas a la economía de subsistencia y pastoril se convirtieron en latifundios. Junto al abandono de tierras, se habrían producido vacíos de población. Estos vacíos se produjeron como resultado de las muertes en la guerra y del abandono del campo por parte del campesinado que habría emigrado a las ciudades. Esto provocó que aumentara el crecimiento urbano pero también que personas esclavizas como resultado de estas guerras de expansión pasarán a ocupar las áreas vacías. Por esta razón, autores como J. Molina Vidal (1997) justifican que las villae esclavistas fuesen, a finales de la República, la base de la economía agrícola romana. Pero, ¿cómo se explica que la nobilitas fuese capaz de adquirir tal cantidad de tierras? La respuesta 17

nos la da Torelli: “el bajo precio de la tierra destruida coincidió con la disponibilidad de importantes cantidades de capital líquido, fruto de la acumulación realizada después de décadas de prosperidad agrícola” (Molina, 1997: 20). A esto hay que sumar el continuo expansionismo romano que trae, como hemos dicho antes, botines de guerra y continuos ingresos de las nuevas provincias. Estos ingresos serán destinados a la adquisición de tierra cultivable que, aunque en la República no se llegó a matizar, constituyeron amplios latifundios a partir del siglo I a.C. Estas nuevas inversiones de la nobilitas fueron destinadas a cultivos que requerían altos costes de producción como el vino o el aceite pero que a la vez generaban un elevado beneficio. Esta circunstancia provocó, como nos indica Revilla, que se tratase “de una agricultura que pretende especializarse en la producción de un excedente agrícola” (Revilla, 2007-2008: 316). Pero, ¿por qué estas nuevas inversiones? El expansionismo romano trajo consigo beneficios lo que se traduce en un progreso de la política, la sociedad y, sobre todo, de la economía. La demanda de productos agrícolas aumentó en relación al desarrollo del urbanismo, el aumento de calidad de vida, etc. En definitiva, las zonas conquistadas por Roma sirvieron como almacén de recursos para las grandes fortunas romanas de aquel periodo. Sin embargo, durante el Alto Imperio este sistema latifundista sufrió cambios, sobre todo, en Italia: “el periodo conoció una transformación del antiguo modelo del latifundium itálico en pequeñas y medianas explotaciones agrícolas” (Barceló, Ferrer, 2007: 477). Otra de las cuestiones de la villa es que tiene como origen el modelo helenístico adaptado “a las exigencias culturales de Campania y del Latium para constituir, en término, una estructura característica de la Roma helenística el final de la República” (Gros, 2007: 297). Este modelo se adaptó para que en época imperial el elemento principal en la villa fuese el peristilo. El peristilo era un patio porticado que “distribuía la luz y ordenaba el espacio a su alrededor, alegrando, al tiempo, el habitual ambiente cerrado de los inmuebles romanos” (Barceló, Ferrer, 2007: 484). De todas maneras, H. Mielsch afirma que en el siglo I d.C. “la tradicional sucesión de atrio y peristilo en un complejo de ambiente organizado […] se conserva solo en las villas pequeñas” (Mielsch, 1987: 50). Desde el siglo II a.C. y hasta mediados del siglo I d.C. tenemos una característica común en las villae y es “la tendencia a organizarse [...] en formas arquitectónicas compactas. Gracias a los muros levantados sobre más lados, la villa aparece más elevada que el terreno circundante” (Mielsch, 1987:47). Sin embargo, siguiendo las tesis de H. Mielsch, este tipo de villae está abierto al exterior surgiendo, de aquí, otro tipo de villae de diferentes cuerpos cerrados. El ejemplo que nos da H. Mielsch es la villa de Sperlonga (Figura 2 y 3). Por otro lado, tenemos las villae marítimas. El objetivo es ganar espacio frente al terreno que dificulta su construcción utilizando, desde la época de Augusto, la estructura del peristilo, ya que 18

ofrecía muchas posibilidades a la hora de edificar estos espacios. Como ejemplo de esto podemos observar la villa de Orazio en Licenza (Figura 4). Sin embargo, el término villae estaba más vinculado al tiempo libre que a la producción agrícola durante el último periodo de la República y el principio del Imperio, ya que la villa de otium estaba más extendida entre la nobilitas romana, tal como podemos extraer de la obra de Gros (2006: 291). Como ejemplo de estas villae tenemos la villa de Cicerón en Tusculum, en la cual incluso se ha documentado un gimnasio. Superada la primera mitad del siglo I a.C. nos encontramos nuevas tendencias de construcción que se observan en la Domus Aurea. H. Mielsch, quien se basa en la “Casa de Oro” de Nerón en Roma, apunta que por más que se le de el nombre de domus ello no es así (Mielsch, 1987: 50). Esta tesis se justifica con el incendio que sufrió este edificio y en su reconstrucción, pues Nerón hizo integrar la domus y los jardines. Debido a esta integración de espacios, la edificación superó en extensión a un elevado número de villae señoriales y es por eso que se habla de villa más que de domus dentro de la propia Roma. En el siglo II d.C. destaca, entre todas, la Villa Adriana. Es la villa más importante de este periodo. Aun así en las villae de este siglo aparece una constante: “las formas en arco y las estructuras planimétricas curvilíneas son bastante raras” (Mielsch, 1987: 80). El peristilo sigue siendo el centro desde donde se organiza la villa. Otra característica es que solo el peristilo estará orientado con las formas axiales hasta ahora utilizadas, pues se busca conseguir un complejo autónomo. Un ejemplo de este tipo de villa es la Villa de Numisia Procula (Tor Marancio, Roma) (Figura 5). Durante el siglo III d.C. Roma entra en una crisis política que repercutirá en todos los sectores, incluido la arquitectura, cambios que se alargarán hasta el siglo IV . Estos cambios los podemos apreciar en villae de nueva construcción pero sobre todo en la reestructuración que sufren las villae ya existentes. En relación a esto, L. Romizzi escribe lo siguiente: “Se all'età dei Severi risalgono le prime trasformazioni tardo-antiche di alcune ville, la 'crisi' dei decenni centrali del III sec. d.C. determina una stasi edilizia, seguita da una vigorosa ripresa dell'attività costruttiva sotto i Tetrarchi. Il notevole sviluppo dell'architettura residenziale in età constantiniana porta alla costruzione di nuovi sontuosi impianti, all' imponente ristrutturazione di ville esistenti e alla realizzazione di interventi edilizi in alcune ville già trasformate nel III sec. d.C.” (Romizzi, 2006: 39).

Y es que la Antigüedad tardía dio paso a nuevos modelos de villa en Italia. Por un lado, tenemos la villa de pabellones y por otro la villa fortificada. La primera destaca por tener un gran número de

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elementos de las villae imperiales con una distribución horizontal del espacio y una amplia superficie que mayormente serían jardines y prados (Romizzi, 2006: 39). En este tipo de villae habría también un gran espacio central que respondería a la parte más lujosa de la villa, situada en torno a un peristilo. Desde el peristilo se dispondrían las demás estancias privadas, las cuales, en teoría, tendrían acceso a la parte pública del edificio. Finalmente, las demás habitaciones corresponderían a zonas de recibimiento, complejos termales, habitaciones para el servicio y almacenes. En cambio, la villa fortificada “si spiega almeno in parte con le esigenze difensive coseguenti all'insicurezza che charatterizza le campagne nei secoli finale dell'Impero Romano” (Romizzi, 2006: 39). Es una construcción defensiva en la que destaca una edificación en dos pisos: un primer piso a nivel de tierra destinado a los trabajadores de la villa y a los sectores productivos; y un segundo donde se sitúa la residencia señorial. Las fuentes clásicas nombran al cuerpo principal de estas villae como praetorium, una palabra militar que indica el amplio campo de visión de estas villae, normalmente situadas en altura. Además, en algunas de ellas se han documentado restos de una posible muralla que no haría sino enfatizar el carácter defensivo de estos lugares. L. Romizzi apunta que estas murallas incorporarían torres y que a su vez son también un reflejo de la autosuficiencia de estos lugares (Romizzi, 2006: 40). De todas formas, L. Romizzi destaca que las villae de la tardoantigüedad son “il frutto dell'ampliamento o della ristrutturazione di edifici residenziali precedenti, con radicale modifiche nella disposizione, nella struttura e nei percorsi di fruizione degli ambienti” (Romizzi, 2006: 38).

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El origen de las villae en Hispania

La fecha exacta de construcción de las primeras villae en Hispania hoy en día se desconoce. La información arqueológica sugiere que las villae fueron introducidas entre mediados del siglo II a.C. y principios del siglo I a.C. Esta interpretación se ha basado en función de los hallazgos de materiales de época republicana en yacimientos romanos. En lo que sí coinciden los historiadores es en datar la consolidación de estas construcciones en el siglo I d.C. es decir, a partir de la época de Augusto. Esta datación coincidiría grosso modo con la fundación de ciudades romanas en donde las villae se ubicarían en su ager. Para responder a la pregunta de cuándo surgieron las primeras villae en la Península R. Járrega nos dice lo siguiente: “La romanización del agro se plasma en la implantación de las villae romanas […]. Este sistema de

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explotación se generalizó en época imperial, pero existe la duda sobre si podía haberse iniciado ya en época romano-republicana, coexistiendo en el tiempo y en el espacio con los últimos poblados ibéricos.” (Járrega 2011: 493).

Revilla, por su parte, asegura que “la documentación arqueológica presenta problemas importantes para definir las rasgos específicos de cada región” (Revilla, 2007-2008: 316) y A. Chavarría escribe que “estos primeros establecimientos rurales son, por lo general, mal conocidos, parece que se trataba mayoritariamente de instalaciones con una vocación rústica y estaban dotadas de sectores residenciales modestos” (Chavarría, 2006: 19). Tenemos, pues una controversia en lo que se refiere a cuándo se da inicio a las villae en la península ibérica, ya que, hasta ahora, no se han podido establecer cronologías concretas. Tras el final de la Segunda Guerra Púnica, el Mediterráneo quedó a merced de Roma y, con ello, los distintos territorios se vieron forzados a aceptar un mismo sistema económico. La producción se vio afectada en tanto que los productos ya no solo se dedicaron al propio consumo sino también a la exportación. Sobre esta cuestión J. Molina escribe lo siguiente: “la conquista de la Península Ibérica va a tener, por tanto, una importancia relevante, en la medida que abre nuevas posibilidades de expansión de mercados” (Molina, 1997: 25). Sin embargo, los establecimientos más antiguos de los que podemos considerar una villa romana pudieron estar en estrecha relación con construcciones agrícolas ibéricas. Este tipo de edificación rural estaba dedicada a una agricultura de subsistencia pero con la llegada de los romanos a la Península, la conformación de colonias y el cambio económico, los pueblos ibéricos se vieron sometidos a una fuerte influencia romana que dilapidó toda estructura anterior (Járrega, 2000: 291; Olesti, 1997: 72). Por esta razón, algunos investigadores afirman que algunas villae tienen su origen en estos edificios íberos, como señala O. Olesti para el territorio catalán: “la presencia tan abundante de materiales debe ponerse en relación con la existencia efectiva de estructuras anteriores” (Olesti, 1997: 81). En relación a esto surge la “teoría indigenista” de R. Járrega, la cual defiende que un gran número de villae tendrían como origen antiguas construcciones íberas: “la “teoría indigenista” se relaciona con una tendencia historiográfica anterior que ya postulaba que la fundación de las villae se produjo a partir de la época de Augusto, y que se había aceptado sin ninguna crítica hasta que se propuso la existencia de villae republicanas” (Járrega, 2000: 272).

La cuestión es que estas edificaciones no se pueden interpretar como antiguas villae. Pero esta explicación solo se refiere a un elemento, el arquitectónico. El problema se nos presenta cuando

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estudiamos la villa en su extensión, su explotación o dimensiones, porque lo que ha primado hasta ahora ha sido el estudio de los elementos artísticos de las villas es decir, la escultura, las pinturas murales o los mosaicos. No sabemos, sin embargo, cuánta extensión tenía cada propiedad ni hasta donde llegaban los dominios, por lo que no podemos determinar el potencial económico de cada villa. En cambio, sí que sabemos que las villae funcionaron “como auténticos núcleos vertebradores del territorio, definiendo el “sistema de la villa”, una forma de ocupación y explotación del territorio típicamente romana, que configura un determinado paisaje.” (Járrega, 2011: 496). En relación a la extensión del territorio de las villae, hay que tener presente que la explotación de dicho territorio conllevaría en primer lugar la búsqueda de nuevas tierras para el cultivo. Se habría producido, por lo tanto, una reorganización del espacio rural. Esta nueva organización se implantaría de forma progresiva, según V. Revilla, entre mediados del siglo II y a lo largo del I a.C (Revilla, 2007-2008: 317). En cuanto a las formas de ocupación, los investigadores aseguran que debió ser de forma intensiva, llevada a cabo por colonos venidos de Italia y que se trataría de pequeños núcleos aislados en áreas con un fácil acceso al agua. No se han podido reconstruir las áreas de habitabilidad pero, no obstante, se piensa que serían construcciones pequeñas, modestas y relacionadas con el ciclo agrícola. Por otro lado, se han encontrado edificios que podrían corresponder a una villa romana, ya que tienen elementos itálicos. Sus dimensiones son también reducidas, no más de 800m² y la planta es más compleja que en las otras edificaciones citadas, pues la organización de las diferentes estancias se hace a partir de un patio central. Además de estos hábitats también existían núcleos de mayor aglomeración en donde se han documentado edificios de época tardorrepublicana pero que no responden a la estructura de la villa. Este modelo de ocupación territorial responde a la llegada de colonos itálicos, los cuales habrían fijado su residencia en dichos asentamientos aislados. Aun así, la carencia de datos desmonta esta teoría y como señala O. Olesti: “el hábitat indígena […] adopta algunas técnicas romanas, tanto constructivas (tegula, signina) como productivas (dolia, laci, etc.)” (Olesti, 1997: 83). Ahora bien, que haya una carencia no significa que no existieran las villae en este período que comprende el siglo II a.C y el siglo I a.C. porque los colonos itálicos de época republicana sí existieron. O. Olesti sugiere que los yacimientos de El Moro en Torredembarra, Can Martí en Samalús o Mas Gusó en Gerona son “villae republicanas […] pero no por ello estas supuestas villae hubieron de ser ocupadas por colonos itálicos” (Olesti, 1997: 83). Este modelo de implantación territorial se ha estudiado en el territorio de la actual Cataluña, por lo que probablemente no es válida para toda la Península. A pesar de ello, es una referencia a la hora 22

de tratar el origen de las villae en Hispania porque el litoral catalán fue una de las primeras zonas de asentamiento romano. En este sentido, A. Poveda escribe que “tuvo que ser habitual en el resto del territorio oriental y meridional de Iberia mientras se configuraba como nuevas áreas provinciales romanas entre fines del s. III a.C. y la primera mitad del s. II a.C.” (Poveda, 2008: 259). Sin embargo, en la zona del Levante peninsular, concretamente en los casos de las provincias de Valencia y Castellón, las evidencias hasta ahora encontradas, pese a no ser muy abundantes, parecen situar el origen de las villae entre el siglo II a.C. y el I a.C, de las cuales, algunas de ellas, también tendrían su origen en asentamientos de época ibérica: “El abandono de los antiguos hábitats indígenas y el establecimiento de los nuevos asentamientos de tipo itálico, no se produciría en tierras valencianas […] hasta la época de Augusto. Sin embargo, recientemente se ha podido constatar que este proceso se inicia mucho antes, a finales del siglo II o en los primeros años del siglo I a.C.” (Járrega, 1998: 354).

Con la llegada de los romanos pero sobre todo desde la conquista de Saguntum en el 212 a.C. y la fundación de la colonia de Valentia en el 138 a.C., el campo valenciano habría sufrido un cambio que afectó a las estructuras de población: “La conquista romana implicó un cambio general en el tipo de hábitat, abandonando los recintos amurallados de difícil acceso, y por lo tanto de fácil defensa y, apareciendo nuevos asentamientos, la mayoría de ellos situados en el llano y sin ningún tipo de defensas. Esta nueva ubicación supuso un cambio en el sistema de explotación agrícola […] Este proceso [...] culminará años más tarde, con el sistema de explotación agraria de las villae romanas.” (Pérez, 2006: 14).

De esta manera, las villae documentadas en estas dos provincias, podrían responder a un cierto paralelismo con las de Cataluña, puesto que en ambos territorios hay una similitud en cuanto al origen en el tiempo y en un pasado íbero en gran parte de los casos. Y también, como en Cataluña, la época de Augusto significaría para las villae de Castellón y Valencia su consolidación y auge. Estas villae corresponderían a los territorium de Valentia y Saguntum. Algunos ejemplos son: El Campillo en Altura, Sant Gregori en Burriana, el Pouaig en Museros o el Corral dels Xurros en Sagunto. Sin embargo, la colonización total de esta área no se produciría hasta la conquista de Carthago Nova (Pérez, 2006: 14). En el caso del sur de la Tarraconense, el proceso de romanización tiene su punto inicial en la conquista de Carthago Nova (209 a.C.). No obstante, los romanos ya habían llegado a estas tierras peninsulares antes del 209 a.C. mostrando un primer interés por las zonas de riqueza minera, sobre todo, de metales. También se preocuparon por la actividad económica relacionada con otros productos como la sal o el esparto. Fue en las inmediaciones de estas 23

industrias donde nacieron los primeros asentamientos romanos. Aun así, con Carthago Nova en poder de Roma comenzó una mayor explotación del territorio que supuso una extensión de la actividad agraria. Esta expansión fue, según A. Poveda, paralela al mayor auge de la producción metalúrgica entre los siglos II a.C. y I a.C. y a razón de pequeños asentamientos agrícolas (Poveda, 2008: 262). Algunos de estos primeros hábitats perduraron hasta los siglos I, II y III d.C. entre los que podemos encontrar las villae de El Castillet en Cartagena y El Gorgel en La Unión. Sin embargo, fue la época entre el gobierno de César y el de Augusto cuando más villae se edificaron en este territorio justo al mismo tiempo que Roma consolidaba su colonización en dicha zona de Hispania. Desde este momento existe una notable presencia de elementos romanos en las villae de nueva construcción: el atrium, e l peristilium o las termas. Estas nuevas edificaciones se especializaron en la agricultura, sobre todo de olivo y cereales; aun así, mantenían una fuerte cultura minera. Sin embargo, la caída de la producción minera en el siglo I d.C. y el descenso de las exportaciones e importaciones trajo consigo la desaparición de algunos de estos establecimientos rurales entre los siglos II y III d.C. (Poveda, 2008: 263). Ahora bien, ¿dónde se localizaron estas villae en el caso del sur de la Tarraconense? A. Poveda nos dice que existen más de cuatrocientas localizaciones pero “la mayoría se concentran en el entorno de los centros urbanos” (Poveda, 2007: 277). De ello se puede deducir que los nuevos centros administrativos dependientes de Roma son muy importantes, ya que desde ellos las élites pueden controlar el territorium gracias a la nueva jerarquía y organización del territorio lo que conlleva la creación de nuevos núcleos rurales a lo largo del siglo I a.C. Éstos tendrían un auge en los siglos I y II d.C. (Poveda, 2008: 277). En la zona de Andalucía también se ha constatado esta nueva organización del territorio. Al igual que en Cataluña, Murcia y la Comunidad Valenciana, los nuevos espacios rurales se desarrollaron lentamente desde el siglo II a.C., fecha que se acepta como el comienzo de la conquista y colonización de esta parte de Hispania. P. Corrales nos dice lo siguiente: “el proceso de conquista y colonización […] conlleva la creación de una estructura administrativa y jurídica en la que ciudad y territorio aparecen como dos aspectos indisolubles” (Corrales, 2007: 250). En todas las tierras de la Bética Ulterior se observa como a lo largo de las últimas décadas de la República tuvo lugar un auge de las ciudades romanas y por consecuencia una transformación que trajo nuevos asentamientos en el ager de estas ciudades. Los nuevos asentamientos, como en las otras regiones de Hispania, eran dependientes de la ciudad y concentraban la producción comercial. A partir de entonces fue cuando se empezaron a instaurar las villae. Estas nuevas formas de hábitat se instauraron en las zonas más fértiles, sobre todo cerca de ríos, y con buenas posibilidades de 24

comunicación tanto viaria como marítima (Corrales, 2007: 253). Sin embargo, no está claro que podamos interpretar todos estos asentamientos como villae, ya que existen diversas formas de ocupar el territorio rural y sus vestigios no presentan ninguna facilidad a la hora de ser analizados e interpretados. Lo que sí parece evidente para el caso andaluz es que entre el final de la República y el comienzo del Imperio las construcciones sufren una monumentalización, lo cual sugiere que se produjo un gran cambio social y económico que en esta época sí que confirmaría la total romanización de estas tierras. Al hacer referencia a los territorios de Cataluña, Valencia, Murcia y Andalucía hay que tener presente que fueron territorios vulnerables a un primera colonización gracias a su situación de contacto con el mar Mediterráneo. Por esta razón, “la Bética, junto con la zona mediterránea […] fueron las que más rápidamente la asimilaron” (Pérez, 2006: 17). Pero Hispania no se limitaba a los territorios periféricos mediterráneos. Los territorios del interior peninsular también se vieron afectados por el hambre de tierras que tenía Roma y por consiguiente también vieron el desarrollo de las villae. Es el caso de las tierras del Valle del Ebro. Como también sucede en la actualidad, esta zona de Hispania fue aprovechada por su riqueza en recursos naturales que llevó a los romanos a apostar por dicha área geográfica. Dichas alteraciones tienen un punto en común, los recursos hidráulicos, es decir, los colonos itálicos basaron la nueva ocupación y explotación según como se repartían los recursos pero con el agua como base. Ya en época tardorrepublicana existía, según M. Beltrán, “una cultura de regadío” (Beltrán, 2008: 10) en las tierras bajas del Ebro basada en una agricultura cerealística de trigo y cebada mayoritariamente. Aunque no se ha podido establecer que estos hábitats se dediquen por completo a esta producción ni que sean considerados como villae, sí hay que destacar la presencia de pequeños núcleos urbanos que explotaban su territorio mediante pequeñas parcelas repartidas entre los colonos. Para las tierras bajas del Ebro (Figura 6) fue la fundación de Caesaraugusta (14 a.C.) la que marcó la explotación de dicho territorio (Beltrán, 2008: 11). Esta ciudad, actual Zaragoza, nació como continuación de la política expansiva de Augusto sobre la Península y como consecuencia también de una mejora en las comunicaciones, diques y puertos a lo largo del río Ebro. Gracias a estas mejoras no solo vio la luz la ciudad de Caesaraugusta sino también muchas otras que contribuyeron a crear nuevas áreas de producción y consumo. A pesar de esto, M. Beltrán afirma que “existe un vacío de información de villae en tiempos de Augusto pero que la reorganización que se da del paisaje rural nos lleva a no obviar la posibilidad de la existencia de villae” (Beltrán, 2008: 11). Esta falta de información hace pensar que para los territorios aragoneses y navarros la aparición de las villae como asentamientos rurales claramente definidos se daría a mediados del siglo I a.C. debido a esta reorganización rural. 25

Como ejemplos de estas villae correspondientes al primer siglo podemos destacar: la villa del Cabezuelo en Gallur, la villa de Funes en Navarra, la villa de Liédana o la villa de Arellano, las dos en Navarra, entre otras. En territorio extremeño la fundación de Emerita Augusta (25 a.C.), actual Mérida, supuso la ocupación de la zona baja del Guadiana. F. G. Rodríguez y J. G. Gorges mencionan que “este vasto espacio presenta obviamente una variedad paisajística bien definida, que va a condicionar la ocupación de las tierras” (Rodríguez, Gorges, 2006: 172). Ahora bien, el problema de este territorio es que los límites entre la Bética y la Lusitania no están bien definidos, ni tampoco los de la civitas d e Emerita Augusta. Aun así, sí que sabemos que existían dos grandes áreas: una de tierras muy fértiles y otra menos fértil en la que las tierras se destinaban mayormente al pastoreo y ganadería. Esta heterogeneidad de las tierras extremeñas favoreció la instauración e impulso de las villae a lo largo de las dos últimas décadas del siglo I a.C. Algunos ejemplos son: la villa de El Prado en Valladolid, la villa de El Escobar en León o la villa de la Floriana en el municipio de Torremayor, Badajoz. Todas ellas están en las cercanías del río Guadiana pero éste no fue sino un elemento más para la colonización del territorio. A lo largo del río, los romanos dispusieron dos vías que cruzaban y delimitaban dichas tierras a partir de las cuales se conformaron las dos áreas anteriormente mencionadas. Las tierras más fértiles corresponden a la zona llamada como Vegas Bajas y la otra es Tierra de Barros (Rodríguez, Gorges, 2006: 173). Como corresponde a las tierras fértiles, en la zona de Vegas Bajas, es donde se instauraron más construcciones del tipo villa mientras que el número en Tierra de Barros es menor. Otra diferencia que encontramos en estas tierras es que las villae al norte de Emerita Augusta se localizan en áreas concretas mientras que al sur, las villae tienen una distribución más uniforme (Alonso y otros, 1992-1993: 78). Ello se debe a lo que hemos señalado anteriormente, las calzadas y los afloramientos fluviales discurren por esta zona sur. Para finalizar nuestro recorrido por los diferentes territorios hispánicos es necesario ver qué sucede en el noroeste peninsular. En Asturias todavía existen pocos indicios seguros que determinen la presencia de villae. La problemática se debe, tal como señalan C. Fernández y F. Gil, a que “los estudios sobre el mundo rural romano […] han empezado a despegar pero su avance está siendo mucho más lento que el producido en otros ámbitos arqueológicos de la región Noroeste de Hispania” (Fernández, Gil, 2007: 50). No obstante, han podido ser identificadas dos zonas en el noroeste claramente diferenciadas: una región central, con la Ruta de la Plata, la costa de Gijón y el Bajo Nalón como epicentro, en donde solo La Isla del Moral podría responder a una villae de costa y donde son escasos los asentamientos rurales de interior es decir, una inexistencia de villae debido a las características del terreno; y una región galaica, donde las tierras son más propicias para el 26

asentamiento de villae, tanto marítimas como rurales. Son los casos de Adro Vello en O Grove y Toralla en Vigo. Sin embargo, la infraestructura de caminos romana y la riqueza de recursos hídricos que había en el noroeste peninsular favoreció la aparición de hábitats rurales en las zonas interiores. C. Fernández y F. Gil manifiestan que estos asentamientos se vinculaban a un fundus fértil en altura no superior a los 350 m en el caso asturiano (Fernández, Gil, 2008: 52). Pero, al igual que ocurre en los territorios mencionados anteriormente se toma como referencia el siglo I d.C. para la implantación de las villae. A pesar de esto, nos falta información para saber a qué sistema respondían estos primeros asentamientos romanos considerados como villae y qué distribución tenían sobre el territorio del noroeste peninsular. De todo ello se deduce que el panorama de Hispania es muy diverso atendiendo a las diferentes áreas regionales, sin embargo parece haber una cierta similitud en cuanto al auge de las villae. El siglo I a.C. parece ser, después de lo visto en este recorrido, la fecha desde la que podemos decir que en Hispania existía un sistema económico basado en la villa. Este sistema habría estado favorecido por las conquistas de los territorios hispánicos. Con la expansión, Roma ganaba tierras y personas y, por lo tanto, eran necesarios nuevos espacios agrícolas. De esta manera, las oligarquías urbanas vieron en ello una posibilidad para acceder a un mayor número de tierras en las cercanías de las ciudades. Así, en el ager se crearon nuevas formas de hábitat, que siguiendo los patrones itálicos, estarían subordinados a las urbs; por un lado, estarían aquellos de tipología aglomerada como pagi, vici y castellae; y por otro las formas de poblamiento dispersas como las villae rusticae de carácter productivo, algunas de las cuales funcionarían como explotaciones agrícolas y también de otras actividades económicas. Relacionado con la expansión de las villae está el reparto del territorio. Dicha repartición se hizo a través de la centuriación. Sobre esto Varrón escribe lo siguiente: “La Centuria primero fue denominada así por tener 100 yugadas, después fue duplicada pero conservó su nombre” (Pérez, 2006: 27). Columella por su parte escribe: “Actualmente llamamos centuria, como también dice Varrón, a una medida de 200 yugadas; sin embargo, en otro tiempo era llamada centuria porque tenía 100 yugadas, pero después se duplicó y conservó su nombre” (Pérez, 2006: 27).

La centuria era la unidad básica de la tierra para los romanos, la cual consistía en hacer parcelas dividiendo el territorio. Coda parcela, de forma cuadrada, tenía alrededor de 710 m de lado, lo cual confería a cada trozo de terreno alrededor de 5.036 m² de superficie.

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Los cultivos que más se desarrollaron en estas superficies fueron los de la vid, el olivo y el trigo. El viñedo estaba muy extendido por toda la Península, aunque fue en Baetica donde parece haber alcanzado un mayor auge. Barcelona o Sagunto fueron otros territorios famosos por sus vinos. Sin embargo había otras áreas de Hispania en donde el cultivo de la vid no estaba nada arraigado, ya que sus pobladores desconocían el vino, es el caso de Asturias y la zona del norte cantábrico. En estas tierras se habían establecido otros cultivos como el de la cerveza. En referencia al olivo, la Baetica se destaca por encima de las otras regiones de Hispania, ya que es allí donde más y mejor aceite se producía según autores latinos como Estrabón o Plinio (Pérez, 2006: 24). Aun así, en la Tarraconense, sobre todo en el Valle del Ebro, y en la Lusitania también se producían excedentes de este cultivo. La importancia de la producción de aceite radica en la exportación, ya que la mayor parte de los litros de este líquido se sacaban fuera de las fronteras de Hispania, sobre todo eran destinados a Roma. En la zona del Levante y la meseta eran, por su parte, las grandes áreas productoras de trigo, aunque este cultivo también estaba localizado en el Valle del Ebro y la Baetica. Directamente relacionados con el trigo estaban la cebada y el mijo. Cultivar trigo era vital, pues constituía la base alimentaria romana y, por ello, R. Pérez afirma que “se debió cultivar en casi todos los tipos de tierra, siendo la mayor parte de la producción para consumo propio, y no para el mercado.” (Pérez, 2006: 24). No obstante, la pequeña parte que no era para el auto-consumo se destinó al comercio exterior. De esta manera, Hispania entró a formar parte de los graneros de Roma, es decir, aquellos territorios en los que se explotaba más este cultivo y que abastecían a Roma de trigo.

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Los tipos de villae en Hispania

Se ha constatado una gran variedad de villae, aunque el modelo más extendido en la Península es la villa rústica, ya que la función principal de estos complejos arquitectónicos era la explotación agropecuaria del territorio. Con todo, existen en Hispania otros tipos de villa como la marítima y la suburbana que, al igual que las villae rusticae no se han excavado en su totalidad. Una de las primeras propuestas de clasificación de villae en Hispania fue el trabajo de M. C. Fernández (1982: 61), a partir del cual se ha ido completando la información con otros trabajos.

6.1

Villae rusticae

Este tipo de villa consta, como hemos descrito en los apartados anteriores, de una edificación y de u n fundus destinado a la producción agrícola. Su situación debía responder a dos cuestiones: la primera, que el fundus fuese productivo, es decir, fértil; y la segunda, había que buscar un terreno 28

con buenas condiciones de orientación, cercanía a una vía de agua y una buena salubridad, ya que allí estaría situado el lugar de residencia del propietario. Este tipo de construcción estaba basado en la unificación de las actividades que se llevaban a cabo en ella. De esta manera, pars rustica y pars urbana quedaban fusionadas produciéndose la vinculación de los carácteres urbano y rural, mediante los cuales la vivienda se integraba en el fundus. Como consecuencia, todas las comodidades de la ciudad (termas, decoración, salas de recepción, etc.) se trasladaban al mundo rural compartiendo espacio con almacenes, graneros, corrales, hornos, etc. y provocando que la villa mantuviese su función como ente productor de excedentes agrícolas. A diferencia de las suburbanas, que veremos más tarde, las villae rústicas se integran en el territorium de una civitas pero no en el suburbium. Algunos ejemplos de villae rústicas son: La villa de Liédena (Navarra) Tiene su origen en el siglo I o II d.C. y perdura hasta el siglo IV de nuestra era. Formó parte del territorium de Pompelo, actual Pamplona, siendo una de las primeras villas descubiertas completas y publicadas en España. La excavación de Liédana tuvo lugar allá por los años cuarenta, concretamente entre 1942 y 1947. Por lo tanto, han pasado setenta años y en este tiempo los datos referidos al resultado de la excavación han cambio mucho. Por este motivo, C. Zuza ofrece una revisión de los datos recogidos en Liédana defendiendo que: “La villa de Liédana es “un emplazamiento rústico del Alto Imperio que se urbaniza, se monumentaliza, incorporando espacios de representación como el oecus y triclinium, y dotaciones suntuosas, propias de las élites económicas y políticas que se trasladas a vivir en sus latifundios” (Zuza, 2013: 293).

La estructura de peristilo fue resultado de una ampliación, la cual le otorgó los elementos necesarios para ser considerada como una villa rústica. Alrededor de este peristilo se organizó la villa, es decir, se dispusieron las diferentes habitaciones, los almacenes, los depósitos, etc. De esta manera se produce la fusión urbs rus permitiendo que las actividades rústicas interactúen con las urbanas y viceversa. Además, tenemos que tener presente que el lujo no estaba excluido de esta interacción, pues en Liédana hay presente una mansión con todo el lujo de detalles. Campo y lujo no están separados en las villae rústicas, ya que la villa por mucho que pese su carácter productor debía contar con las comodidades de la ciudad dependiendo del nivel social de su propietario. Como ejemplo de este lujo tenemos un conjunto termal. Pero la villa era más que termas, mansión y almacenes, pues contaba con diferentes patios, no solo el peristilo. 29

Los patios de Liédana corresponden: el primero de ellos a la construcción inicial del siglo I o II d.C.; el segundo estaba porticado; el tercero, estaba vinculado al área de las nuevas termas; y el cuarto contaba incluso con un estanque, el cual se ha pensado que podría ser el centro de un jardín (Figura 7). Junto a estos lujos, encontramos las edificaciones agrícolas. Éstas se organizan a lo largo de los pasillos del peristilo, pues allí encontramos entre otras el lagar y el molino de aceite. En definitiva, en Liédana tenemos un ejemplo de villa con peristilo donde las áreas residenciales se funden con las agrícolas añadidas en las diferentes remodelaciones confiriendo un espacio singular de vida y trabajo. La villa de la Cocosa o de la Dehesa de la Cocosa (Badajoz) Esta villa se integró dentro del ager d e Emerita Augusta. Pese a que no ha sido excavada en su totalidad, fue excavada, al igual que Liédana en los años cuarenta del siglo XX. Los restos de edificación hallados hacen pensar que su origen puede situarse en el siglo I d.C. perdurando hasta los siglos VI y VIII de nuestra era. La villa integró en una sola construcción la pars rustica y urbana sufriendo diversas modificaciones a los largo de su historia. Al igual que ocurre en Liédana, la estructura se organiza a través de un peristilo desde el cual se organizan las diversas estancias. Pese a estas similitudes, la Cocosa (Figura 8) se diferencia de la villa de Liédana en tanto que se produce “la absorción de construcciones preexistentes a la erección de la edificación definitiva […], el añadido de recintos a las construcciones anteriores [...] y la inclusión de una edificación ajena a la vivienda rural en sí.” (Fernández, 1982: 74). El carácter señorial lo confiere, sobre todo, el peristilo, en donde podemos encontrar tres fuentes y canales de desagüe (AA.VV., 1994: 31), las termas, en donde hay ricos mosaicos, una habitación con calefacción por aire, etc. En cambio, su rusticidad se ve reflejada en el elemento que ha sido interpretado como una residencia para los trabajadores, por lo visto muy numerosos en esta villa, erigido alrededor de un patio. Junto a estas zonas, encontramos restos de habitaciones que corresponderían a almacenes, corrales, etc. En estas estancias han aparecido fragmentos de dolia, diversas prensas, un molino de aceite y restos de un molino de trigo. Todo esto parece fusionarse con la vivienda del propietario produciéndose la dualidad de funciones tan característica de las villae.

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Benicató (Nules, Castellón). Este yacimiento (Figura 9) responde a un tipo de villa de peristilo, ya que así lo atestiguan las evidencias arqueológicas. Además, siguiendo la disposición del edificio principal la villa respondería a un asentamiento agrícola de relevada importancia. A pesar de ello, los investigadores destacan que el peristilo no ha sido hallado, ni tampoco otros corredores y galerías pero que ésto no significa que la villa no fuese un gran conjunto constructivo con un gran patio central y una pars urbana con aires lujosos (Gusi y otros, 1998: 51). Los restos hallados hasta ahora, sitúan el origen de la villa en el último tercio del siglo I a.C., por lo que podrían remontarse hasta la época tardorrepublicana. Cuenta con otras tres fases que van desde el siglo I d.C. hasta el siglo IV. No obstante, “las actividades de la villa de Benicató podrían haberse prolongado, […], hasta los últimos años del siglo V y/o muy a principios del siglos VI” (Gusi y otros, 1998: 59). Esta villa ha sido catalogada como perteneciente al territorium de Saguntum. En cuanto a los restos arquitectónicos de la villa, ésta se organiza a partir de las tres partes fundamentales: pars urbana, rustica y fructuaria. En la primera, se han catalogado recintos con opus musivium, diferentes estancias pertenecientes al área de residencia, las termas y el patio central. En este patio central es donde está el peristilo el cual actúa como columna vertebral a partir del cual se distribuye la villa. Además, en el patio, también encontramos un estanque y diversas columnas que atestiguan el porticado que tuvo que tener esta villa. Por su parte, en la pars fructuaria han aparecido diversas estancias que podrían corresponder a bodegas, graneros, prensas y depósitos. En una de ella, incluso aparecieron restos de dolia. Pese a ello, los arqueólogos nos dicen lo siguiente: “no tenemos ningún dato que nos permita reconocer el sector destinado a la cocina y a las habitaciones de los esclavos y/o trabajadores agrícolas, ni de establos del ganado” (Gusi y otros, 1998: 58). Por último, la actividad principal de la villa es la producción agrícola junto al desarrollo de la ganadería. Los cultivos que se piensa que podrían haber habido en Benicató son: el olivo, la viña, diversos tipos de fruta como las manzanas y las prunas, el trigo, etc. El problema aquí, al igual que sucede con el resto de villae, es la imposibilidad de determinar la extensión del fundus, aunque los investigadores lanzan la hipótesis que la villa podría tener una extensión entre las 1,5 y 2 ha (Gusi y otros, 1998: 51).

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El Castillet (Cartagena, Murcia). Esta villa del litoral murciano data en su origen del siglo II o I a.C. con actividad durante toda la época augústea y también en los siglos II y III d.C. La topografía hace que se disponga en escalones. Consta de tres partes separadas por dos pasillos que van a parar a un patio en su lado sur. Las partes, a su vez, están divididas en varias estancias en las cuales se han documentado una rica decoración y mobiliario. Por lo que respecta a los almacenes, éstos se encuentran en el lado meridional y también son de planta rectangular (Figura 10). La villa es, en opinión de A. Poveda, un claro ejemplo de economía rural costera (Poveda, 2008: 263) pero ésta no fue su única fuente de riqueza, ya que estuvo vinculada a la actividad salera, pues la zona del Cabo de Palos donde está ubicada es famosa por sus salinas. De esta manera, y al igual que en el ejemplo anterior, vemos como la agricultura no era la única fuente de ingresos de las villae sino que las salinas o la cerámica juegan un papel determinante. En cuanto a actividades, la villa de El Castillet también estaría relacionada con la actividad minera, muy presente en toda el área murciana, complementando a las demás. La planta de la villa responde al tipo de bloque rectangular o de corredor. Estas villae se configuran a partir de un bloque en forma de rectángulo, el cual “presentaría una zona residencial que se uniría en un rectángulo con los departamentos de servicio y almacenaje” (Poveda, 2008: 263). Este tipo de villa destaca por su funcionalidad, pues su plano es más simple que el de la villa de peristilo. Ello no es significado que en este tipo de villae faltasen los lujos, pues en muchas de ellas se han documentado mosaicos, termas y otros elementos propios de las fortunas romanas. Al igual que sucede con las villae de peristilo, éstas están circunscritas a una actividad agrícola y se encuentran en todo el territorio español. La villa romana del Camino Vinamargo (Castellón de la Plana, Castellón). Pese a no haber sido excavada en su totalidad, esta villa parece que formó parte del ager de Saguntum, estando activa entre finales del siglo I y VI de nuestra era (Alfonso, Miguélez, 2013: 83). Se encuentra en las inmediaciones de un camino perpendicular al mar, el Caminás, por lo que se piensa que éste comunicara con el litoral. Los restos hallados hasta ahora (Figura 11) han reflejado que la edificación contaba con pars urbana, rustica y fructuaria confiriéndole, de esta manera, su carácter de villa. Su organización está articulada por una calle interior, dividiendo, de esta manera, la construcción en dos partes: en la parte oeste cuenta con diferentes áreas de la pars urbana; la este, pese a su destrucción, tiene

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evidencias de pars fructuaria (Arasa y otros 2013: 267). Parece ser que la pars urbana original (s. I-II d.C.) conllevó un patio central con pórtico del que se han documentado restos de columnas y distintas habitaciones. Esta parte urbana original se transformaría, con el tiempo, en pars rustica (Alfonso, Miguélez, 2013: 83). Las estancias están articuladas alrededor de tres patios “siguiendo una estructura y distribución típicamente romana, al modo itálico, con un espacio central” (Alfonso, Miguélez, 2013: 83), de las cuales han sido documentadas un horno cerámico, habitaciones, almacenes y establos. La actividad principal de la villa se desconoce. Pese a ello J. Alfonso y A. Miguélez afirman que estamos ante una explotación agropecuaria en donde se procede al desarrollo de actividades secundarias como la cerámica pero también, debido a su proximidad al marjal de Castellón, estarían presentes el lino y el cáñamo. Además, al estar próxima al mar, la villa también habría desarrollado una actividad vinculada a los salazones (Alfonso, Miguélez, 2013: 75, 83). Además, la villa es rica en otras evidencias arqueológicas gracias al hallazgo de monedas, vidrio, metales, etc.

6.2

Villae maritimae

Este tipo de villae son aquellas que, como el mismo nombre indica, se encuentran localizadas en la costa. Al igual que el resto de hábitats rurales considerados como villa poseen un fundus dedicado a la explotación agrícola pero además, gracias a su localización, tienen la tendencia a desarrollar actividades en relación con el mar como los salazones, las salinas, etc. Su posición también les favoreció la salida de productos por vía marítima, ya que muchas de ellas contaron con embarcaderos. En lo referido a Hispania, estas villae se encuentran por toda su línea costera. A continuación veremos algunos ejemplos: Sant Gregori (Burriana, Castellón) Situado en primera línea de playa, el yacimiento (Figura 12) tiene un origen incierto debido “a que no se han identificado en Sant Gregori contextos estratigráficos anteriores al siglo I a.C., hay cerámicas más antiguas que permiten documentar una ocupación anterior a esas fechas” (Ferrer y otros, 2013: 213). Asimismo, tampoco está claro el final de su ocupación pero sí se ha podido establecer que el yacimiento tuvo un momento álgido en el siglo III d.C pudiendo perdurar hasta el IV d.C. En los últimos años, los trabajos está realizando el grupo de investigación de Historia Antigua de la 33

Universidad Jaume I y se han centrado en la zona residencial, la cual llegaría hasta el mar. Aquí, han sido hallados los restos de un peristilo (s. I d.C.) en el que habría un estanque. También ha aparecido lo que parece responder a un monumento funerario. El área residencial cuenta también con unos baños. Los investigadores afirman que “aún no conocemos completa la estructura de una sola vivienda o estancia en Sant Gregori” (Ferrer y otros, 2013: 205). Pese a ello, sí que se ha podido determinar una reforma de la villa llevada a cabo en el siglo I o II de nuestra era. Una de las partes afectadas habría sido el monumento funerario, el cual habría sido destruido para pasar a formar parte de la pars fructuaria, ya que se han hallado en el mismo lugar fragmentos de dolia. De esta manera, la función de la villa habría cambiado, pasando de un lugar de residencia a uno de comercio o almacenamiento. Esta reforma también habría traído la utilización de nuevas técnicas de construcción pero, sobre todo, los investigadores apuntan que “se da un cambio de uso de alguno de los ambientes y una tendencia a la disminución de la riqueza del enclave” (Ferrer y otros, 2013: 206). En lo referente a la riqueza, además del peristilo y los baños, en Sant Gregori se han hallado mármoles que podrían responder a un mosaico de opus sectile que no se ha encontrado. Lo que sí parece evidente en este yacimiento es la presencia de mosaicos en blanco y negro, los cuales son característicos de zonas de Italia como Pompeya, Roma u Ostia Antica, entre otras. Otra de las evidencias de riqueza es la posible presencia de piscinas y la abundancia de restos artísticos fechados en el Alto Imperio. Por último, se desconoce la extensión de la villa, de lo cual los investigadores escriben lo siguiente: “el fundus de estas instalaciones se hallaría en medio de una amplia zona de marjales, por lo que sería muy laboriosa su explotación agrícola” (Ferrer y otros, 2013: 219). La villa dels Ametllers (Tossa de Mar, Gerona) Con antecedentes ibéricos, esta villa se halla junto al mar. Sufrió diversas transformaciones a lo largo de los siglos, ya que hay documentados diversos materiales correspondientes a los siglos II y I a.C. pero también una edificación del siglo I d.C. y del siglo II d.C. (Olesti, 1997: 70). Pero els Ametllers es, sobre todo, un ejemplo donde “conviven productividad y la explotación del territorio con el otium y la autorepresentación del propietario” (Palahí y otros, 2011: 225). El plano consta de un gran bloque rectangular (Figura 13 y 14) a través del cual se disponen los diferentes módulos. Uno de ellos corresponde a la zona señorial, la cual fue construida en la parte 34

alta del cerro en el que se sitúa esta villa. La parte baja, sin embargo, fue destinada al fundus. Al igual que en otras villae, en els Ametllers también existen unas termas. Este tipo de estructura es según LL. Palahí, Ana Costa y M. Lamuà: “una transformación radical, pero no tanto en la concepción de la explotación como por un cambio en la distribución de los espacios, tanto industriales como de ocio, y que implica una ampliación de los mismo, destinando toda la terraza a la vivienda del propietario del fundus, mientras que la zona industrial se traslada a la parte baja” (Palahí y otros, 2011: 225).

Este yacimiento responde a una actividad agrícola no alejada del lujo, pues así lo reflejan los mosaicos, termas, baños, etc. y almacenes, hornos, etc. que se integran en la residencia señorial. Además, els Ametllers es un buen ejemplo de multiplicidad de funciones, ya que su ubicación en la costa, con vistas al mar, la colocan en el tipo de villae maritimae. De esta, forma el fundus agrícola queda unido a la actividad marina. La villa romana de la Torre de Benagalbón (Rincón de la Victoria, Málaga) La villa de Torre de Benagalbón es según J. B. Salado “una de las mejores villas marítimas conservadas en el litoral andaluz” (Salado, 2005: 377). La villa (Figura 15) se encuentra en una parcela cercana al mar perteneciente a la localidad de Rincón de la Victoria que fue descubierta durante el trascurso de realización de unas obras. La excavación de este complejo arqueológico se llevó a cabo en el año 2003 siendo excavado toda el área residencial. De esta manera, y tal como apunta Salado, esto “ha permitido tener una visión completa del edificio, pudiéndose constatar, que el sector excavado es la zona septentrional de la villae” (Salado, 2005: 357). No obstante, aún queda por excavar una parte que queda por debajo de una carretera y unos aparcamientos privados. Gracias a ello, se conocen los límites norte, sur, este y oeste de la vivienda faltando por conocer el fundus de la villa. La zona excavada responde a un plano en forma de cruz, con dos ejes, uno norte-sur y otro esteoeste. Este último es, según J. B. Salado, “un pasillo que da acceso a las distintas habitaciones que se ubican al norte y al este del mismo” (Salado, 2005: 357-358). Las habitaciones, amplias y de forma cuadrangular o rectangular, tienen un buen estado de conservación, al igual que sus pavimentos formados básicamente por mosaicos. Algunas de ellas han sido interpretadas como dormitorios. En esta villa, también ha sido documentado una posible fuente o patio interior, un plinto de arenisca donde situar una escultura y un acceso exterior que daría a un porche, el cual ha sido interpretado como una posible entrada secundaria porque la entrada principal tendría que estar situada al sur (Salado, 2005: 359). Además, una de las habitaciones parece responder a un vestíbulo, 35

el cual estaría unido a una amplía habitación de forma cuadrangular. Esto, en opinión de Salado, conforma una de las partes principales de la villa, ya que todo junto se ha identificado como un triclinium (Salado, 2005: 359). Finalmente, otra de las habitaciones ha sido identificada como un almacén o silo, pese a ello esto todavía no está claro a qué corresponde, y otro grupo de ellas como zonas del servicio debido a su interpretación como cocina o almacenes. Pese a todo ello, la relevancia de este yacimiento se debe a la aparición de trece mosaicos, algunos de ellos en muy buen estado de conservación. Ocho de estos mosaicos se encuentran en diferentes habitaciones, destacando dos: el primero de ellos corresponde a una forma circular con una banda de formas geométricas y una parte central en la que aparecen las figuras de dos personas desnudas, un hombre y una mujer, los cuales corresponden a los dioses griegos Satyr y Antiopa. El otro, forma un conjunto entre dos habitaciones destacando por su extensión y estado de conservación. Se trata de un mosaico geométrico (Salado, 2005: 361-373). Todos los mosaicos fueron realizados con opus signium, opus tesellatum o una combinación de ambos. Los mosaicos, además, son los restos materiales más ricos de esta villa, en la cual también se han hallado restos de estucos, sobre todo en el pasillo, cerámicas y un busto que representa la cara del dios romano Baco. En cuanto a la cronología del yacimiento, J. B. Salado apunta que los mosaicos han sido los elementos principales para la datación así como las cerámicas (Salado, 2005: 374, 377). No obstante, el busto de Baco pertenece al siglo II d.C quedando, de esta manera, la datación abierta a nuevas investigaciones. La villa de El Salero (San Pedro del Pinatar, Murcia) Esta villa (Figura 16) formó parte del territorium de Carthago Nova como apunta A. Porrúa (2006: 125). La villa se encuentra en las cercanías del mar pero también en el camino que trascurría entre Carthago Nova e Ilici. A su vez, se encuentra muy próxima al Mar Menor, por lo que la villa tuvo, indudablemente, muy buena comunicación para la salida de sus productos, tanto por tierra como por mar. En esta villa solamente se han practicado sondeos, concretamente dieciocho, de los cuales el segundo reveló los restos de lo que podría ser una villa romana. Además, estos sondeos se han practicado en una zona amplia de la villa que corresponde al sector B de la excavación (Porrúa, 2006: 129). El yacimiento se divide en dos bloques, uno correspondiente a un lagar y diferentes habitaciones que podrían ser almacenes, corrales y establos; y otro en donde aparecieron dos

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calderas y diversas fosas. Aun así, su atribución como villa no es clara, pero A. Porrúa afirma que lo es por tres factores: la orientación de algunos edificios, los cuales se orientan al norte, y que por ello podría corresponder a la pars urbana, ya que así se disponía dicha área de las villae pero también podrían responder a las habitaciones del servicio y a talleres; los enlucidos que aparecen en las paredes de los hornos de cal y en las fosas; y el aprovechamiento del medio que se da en las distintas etapas constructivas del yacimiento (Porrúa, 2006: 141, 143). Pese a todo ello, la villa no se ha excavado en su totalidad. En relación al último factor se ha fechado la villa. Al parecer, en el siglo I a.C. la villa habría tenido una primera fase con la construcción de los hornos de cal y unos canales de drenaje y que por ello en el siglo I a.C. “ya debía existir algún tipo de vivienda en la que residían las personas” (Porrúa, 2006: 143). Durante el siglo I d.C. habrían visto la luz distintas partes entre ellas el lagar que, según A. Porrúa, habrían sido usadas en el siglo II y posiblemente el III d.C. Lo más destacado en este yacimiento son los hornos de cal que se han hallado, pues atestiguan la producción de este material. La importancia de la cal se debe a que con su procesamiento y mezcla con otros materiales sirve como mortero, es decir, como material de construcción. De esta manera, suponiendo que este establecimiento responda a una villa romana y con ello tenga las partes esenciales que señala Columella, es decir, una pars urbana, rustica y fructuaria, esta villa marítima sería otro ejemplo de multiplicidad de funciones en este tipo de construcciones. La villa romana de Noville (Mugardos, A Coruña) El yacimiento romano de Noville (Figura 17) fue excavado en dos campañas entre los años 1988 y 1989, aun así durante los años posteriores ha suscitado diversos trabajos de investigación. Entre ellos destaca el de F. Pérez (2000), ya que realiza una descripción completa de la villa. La villa se halla junto al mar siguiendo un modelo de planta en forma de U abierta hacia el mar. El área hasta ahora excavada ha sido el edificio principal, el cual corresponde a la pars urbana de la villa. De esta manera, el área residencial estaría formada por un patio cuadrangular y dos naves a los lados de este patio unidas por un corredor transversal. El patio ha sido interpretado por F. Pérez como el “elemento distribuidor e organizador do edificio. […] Este probablemente porticado con columnas ou pilastras, fornecéndolle así un aspecto moi semellante ó dun peristilo” (Pérez, 2000: 223). En la nave que se encuentra al oeste de la villa han sido hallados los restos de unas posibles termas o unas estancias privilegiadas con calefacción en seco y la zona del servicio, ya que podría 37

corresponder con la cocina, además de haber sido encontrado un horno. Por su parte, la función principal del corredor transversal no está clara más allá de unir la nave este y la oeste. Según F. Pérez habría podido ser utilizada como almacén (Pérez, 2000: 222). En cuanto a la nave del lado este, ésta ha sido identificada como el área de residencia de la villa. La base para ello es el hallazgo de lo que parece ser el oecus, ya que se trata de una gran sala construida de una manera muy cuidadosa. Además, el suelo, aunque no se conserve el pavimento, parece ser que estuvo formado por un mosaico. De esta manera se destaca la “plasmación arquitectónica do poder, riqueza e prestixio do propietario da villa (Pérez, 2000: 223). La cronología que se ha establecido de la villa corresponde a mediados del siglo III d.C. No obstante, la aparición de distintos materiales altoimperiales refleja que el emplazamiento ya estaba habitado en el siglo II d.C. Por último, hay que destacar el carácter marítimo de la economía de la villa, ya que con los hallazgos que hasta ahora se han producido, se ha determinado una fuerte actividad marisquera además de otras actividades relacionadas con la pesca. Gracias al marisqueo, Noville ha sido señalado como un centro exportador de estos productos hacia las zonas de interior (Pérez, 2000: 225). En relación a esto, en la villa se han hallado los restos de un posible embarcadero. Éste se hallaría relacionado con esto último pero también con el comercio, facilitando la salida de los productos por vía marítima. Pese a estas actividades marítimas, en la villa también se habría producido actividad agraria y ganadera. De esta, manera, Noville es otro ejemplo donde las actividades agrarias y marítimas se funden en una villa romana.

6.3

Villae suburbanas

Este tipo de villae son aquellas que se sitúan en las inmediaciones de las ciudades romanas, a veces incluso próximos a los suburbia, sirviendo como lugar de descanso para sus propietarios. Sin embargo, también habrían tenido actividad agrícola y comercial. El Coscojal (Traibuenas, Navarra) La villa de El Coscojal se encuentra a apenas 2 km de la antigua ciudad romana de Cara. Por ello, ha sido identificada como una villa suburbana. Este conjunto arquitectónico se compone de dos zonas, una al este y otra al oeste, separadas por una vaguada (Sesma, García, 1994: 220). Los restos de la zona oriental parecen responder al sector residencial de la villa, lo cual ha sido identificado gracias a la gran cantidad de restos de construcción encontrados, entre ellos un 38

conjunto de muros. También han salido a la luz los restos de lo que parece corresponder a un mosaico, el cual formaría parte del pavimento de alguna de las estancias de la villa. También se halló en esta zona lo que parece ser una cisterna y los restos de un pozo, el cual según señalan los investigadores fue exhumado por furtivos (Sesma, García, 1994: 220). La zona oeste ha sido identificada como la pars fructuaria de la villa. En este sector se encontró un horno de cerámica. En el área del horno, además, han sido hallados restos de tierra roja, ladrillos, adobe y gran cantidad de cerámica pigmentada y común. Por esta razón, y a pesar de desconocer el resto de actividades que se llevarían a cabo en El Coscojal, el yacimiento ha sido clasificado como un centro productor de cerámica. Sin embargo, J. Sesma y M. L. García destacan lo siguiente: “Se nos escapa el carácter que este taller pudo tener. Probablemente se trate de un taller local de ámbito familiar, que tendría una producción más bien reducida, destinada a abastecer a la villa. […] Resulta imposible identificar sus mercados, ejes de comercialización, etc. Es presumible que su área de distribución no fuera muy amplia.” (Sesma, García, 1994: 220).

La cronología de El Coscojal apunta a que el complejo tuvo su origen en el siglo I d.C. Esto ha sido posible gracias a la datación de las cerámicas comunes y pigmentadas. La villa habría tenido un período álgido en el II d.C para pasar luego a una etapa de decadencia entre los siglos III y IV hasta desaparecer finalmente en el siglo V. La villa romana de “El Parque de las Naciones” (Alicante) Este yacimiento, de época altoimperial, se encuentra a tan solo pocos metros de la ciudad íbera de Tossal de Manisses, sobre la que se asentó en época romana la ciudad de Lucentum. Así, la poca distancia a la ciudad le confirió su carácter de villa suburbana. En las excavaciones llevadas a cabo en ella se identificaron una zona industrial, diversas estancias que corresponderían al área residencial y dos patios. Al parecer, la villa fue un centro productor de aceite (Rosser, 1994: 150), ya que una de las estancias de la pars fructuria parece corresponder a un almacén. En este sector se han hallado numerosos restos de dolia y de un torcularium. La datación de este emplazamiento fue posible, en gran medida, gracias a los materiales hallados en él, la mayoría de los cuales son cerámicas. Éstas han permitido documentar una primera fase correspondiente a época ibérica o tardorrepublicana, tal como señala A. Ronda (1993: 178). Una segunda época de poblamiento habría correspondido a los siglos I y II d.C. llegando a una tercera fase correspondiente al periodo de la Antigüedad tardía. La villa, por otra parte, tiene un área que se corresponde con una necrópolis altoimperial con un 39

total de seis tumbas con un ajuar formado por restos cerámicos, tal como se extrae del trabajo de P. Rosser (1990-1991). Por último, cabe destacar la importancia de las pinturas descubiertas en la villa, ya que fueron “las primeras que se documentaron en Alicante a través de una excavación con método arqueológico” (Rosser, 1994: 149). El Palmeral (Santa Pola, Alicante) El conjunto arquitectónico de “El Palmeral” se encuentra en la localidad alicantina de Santa Pola, identificada esta última con el nombre de Portus Ilicitanus de las fuentes clásicas. El puerto, tal como apuntan M. J. Sánchez, A. Guardiola y E. Blasco, fue clave en el desarrollo de Ilici, ciudad a la cual pertenecía, ya que “tuvo una actividad comercial ininterrumpida desde el siglo I al IV d.C.” (Sánchez y otros, 1989: 151). El yacimiento presenta dos fases: una correspondiente al Alto Imperio entre los siglos I y II d.C. y otra datada entre los siglos III y IV correspondiente a la época bajoimperial. El modelo arquitectónico de los restos hallados hasta ahora presenta un peristilo siguiendo los patrones mediterráneos. Ahora bien, se ha generado un debate sobre si el Palmeral es una villa o una domus (Sánchez y otros, 1989: 151). Estos autores describen que el emplazamiento donde se encuentra tiene las características necesarias para que el Palmeral sea considerado como villa (Sánchez y otros, 1989: 151) pese a que no hay constancia de vestigios que indiquen que se haya desarrollado una actividad industrial.

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Las villae en la Antigüedad tardía

7.1 Características y transformaciones de las villae en la Antigüedad tardía Los cambios producidos en las villae hispanas en la tardoantigüedad habrían sido el resultado, entre otras cosas, de la crisis que se produjo en el Imperio en la mitad del siglo III d.C. No obstante, tal como señala E. Cerrillo la tardoantigüedad “es una etapa, no precisamente de crisis, […] sino de gran complejidad tanto cultural, como económica y social, porque el concepto de crisis, […], aparece además poco representado en el registro arqueológico.” (Cerrillo, 1995: 20). Para abordar este capítulo describiremos varios ejemplos particulares de villae que presentan una

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cronología bajoimperial. En primer lugar, y teniendo en cuenta la afirmación de A. Chavarría: “el siglo IV constituye el período de máximo esplendor de la arquitectura residencial en la Hispania rural” (Chavarría, 2007: 93). En estas villae destaca el área residencial como aquella en donde se llevan a cabo más reformas siendo éstas de carácter lujoso. Las zonas más afectadas serán el peristilo, las salas de recepción, las termas, etc. Que los nuevos propietarios tuvieran acceso a las villae y llevasen a cabo las transformaciones ha sido señalado por los investigadores como una consecuencia de los cambios producidos en el mundo rural tardoantiguo, ya que se ha constatado un cambio en la estructura y explotación de las tierras. Este cambio consistiría en una tendencia a la acumulación y concentración de propiedades en manos de unos pocos. Al contrario de lo que ello parece sugerir, se ha apuntado que no se hizo a través de grandes extensiones sino que se prefirió que las propiedades estuviesen fragmentadas y dispersas por los diferentes territorios del Imperio romano. Por esta razón A. Chavarría defiende que: “es muy posible que en algunos casos de uillae modestas situadas en pequeños o grandes fundi pudieran formar parte de un patrimonio disperso por lo que la ecuación uilla modesta igual a propiedad pequeña no es del todo exacta” (Chavarría, 2007: 54). Ahora bien, la fragmentación no fue antónimo de grandes y lujosas villas como podemos ver en el caso de La Olmeda (Pedrosa de la Vega, Palencia) o La Cocosa (Badajoz), en torno a las cuales se han identificado asentamientos de menor entidad que han sido sugeridos como dependientes de ellas. A pesar de esta tendencia acaparadora y fragmentaria, se destaca la heterogeneidad del campo hispano romano durante el Bajo Imperio, tal como sucediese en el Alto Imperio, formado por hábitats de poca extensión (vici, pagus, forum, castellae, etc.), villae, más o menos lujosas, y otras formas de hábitat que no tratamos aquí. Pese a esta variedad, algunos investigadores como R. Járrega han señalado que “durante la antigüedad tardía hubo una reducción del poblamiento bien evidente” (Járrega, 2013: 177) al igual que lo atestiguan P. Castanyer y J. Tremoleda para el territorio de la actual Cataluña, afirmando que “la total ausencia de establecimientos creados ex nova […] indican que se produce también un descenso en el número total de estaciones que permanecen ocupadas a lo largo del siglo IV” (Castanyer, Tremoleda, 2006: 147). Este descenso en el poblamiento parece que estuvo causado por la fuerte crisis económica que azotó al Imperio durante la segunda mitad del siglo III. Ello habría provocado entre otras cosas lo anteriormente citado. En líneas generales, la situación que tenemos en el panorama de las villae hispanas tardoantiguas es que éstas se configuraban en asentamientos ya existentes en vez de crear otros nuevos, tal como veremos en los siguientes ejemplos. 41

Tres ejemplos que reflejan el lujo en las villae romanas hispanas son La Olmeda, Carranque y la villa de Veranes. La Olmeda (Pedrosa de la Vega, Toledo) Las primeras evidencias de esta villa (Figura 18) se han fechado entre los siglos I y III d.C. Sin embargo, el momento álgido de La Olmeda se produjo en el siglo IV, cuando se produjo una verdadera monumentalización de sus estructuras, siendo hoy en día una de las villas más importantes que tenemos en territorio peninsular gracias a su arquitectura, mosaicos, necrópolis, etc. (López, 2011: 440- 442). La construcción es del tipo residencial con un amplio peristilo central desde el cual se organizan las distintas estancias. A este edificio residencial están adosadas cuatro torres (dos de planta cuadrada y dos de planta ortogonal) que han sugerido la hipótesis de que fuese un recinto fortificado, y unas termas. Asimismo, una de las zonas más importantes corresponde a un pórtico columnado. De las habitaciones documentadas, los espacios situados en el este y el oeste han resultado ser las destinadas a la vivienda de los dueños de la villa e invitados. De ellas, sobresale una de grandes dimensiones, el pavimento de la cual era un mosaico. Por otro lado, las áreas norte y sur parecen haber sido usadas como almacenes o como cocina (Chavarría, 2007: 216). La pars rustica de la villa está separada del conjunto principal, lo que evidenciaría la voluntad de separar las tareas agrícolas de las de la vida cotidiana. Asimismo, La Olmeda destaca por su riqueza decorativa. Las pinturas y mosaicos han sido objeto de numerosas investigaciones como por ejemplo el trabajo realizado por C. López (2011) siendo uno de los elementos que realza el carácter señorial y monumental, pues “en algunas estancias se perciben algunas reformas entre las que destaca la instalación de nuevos mosaicos” (Chavarría, 2007: 218). De ellos destaca el que está en el oecus. El mosaico es una escena mitológica que representa el descubrimiento de Aquiles por parte de Ulises en el palacio del rey Licomedes. La imagen, a su vez, está rodeada por una cenefa en la que, entre otros aspectos, aparecen unos personajes que han sido identificados como los propietarios de la villa aunque no está claro del todo. El mosaico ocupa una superficie de 175 m² (López, 2011: 442). La villa tiene también tiene documentada una necrópolis, fenómeno que como veremos en otros ejemplos se habría producido en toda la Península como uno de los elementos característicos de las transformaciones sufridas en las villae. Gracias a los materiales hallados en las excavaciones sabemos que el final de la ocupación en La 42

Olmeda se podría situar en el siglo V. La villa de Carranque (Toledo, Toledo) Carranque (Figura 19) es otra de las villae hispanas de peristilo del tipo monumental. Hasta el momento han sido documentadas tres partes: el área residencial, unas termas y una posible iglesia cristiana. En el espacio residencial ha sido posible identificar diversas estancias destinadas a la representación de las que destacan un comedor monumental y una sala de recepción. Por su parte, las termas se encuentran separadas del edificio principal. A. Chavarría apunta que en la mayoría de casos las estancias relacionadas con la representación (salones, comedores, peristilo, termas, etc.) estaban ricamente decoradas con mosaicos, esculturas, etc. (Chavarría, 2006: 22). El mosaico más importante es el situado en uno de los cubiculum de las termas en el que se aprecian diversas escenas de la metamorfosis. Aunque éste no destaca por sus características artísticas sí lo hace por la inscripción que hay en él, ya que aparece un nombre (Maternus) que ha entrañado una discusión sobre si se trata o no del propietario del complejo. Según J. Arce esta persona no sería el dueño sino un amigo o familiar que haría uso de las termas de vez en cuando (J. Arce, 2003: 21). Sobre esto, se denota el carácter lujoso de Carranque, J. Arce señala que: “Villae lujosas y ricamente decoradas pertenecientes a una sociedad fundiaria se extienden en la meseta, en la Baetica y en la Lusitania además de en la Tarraconensis. Carranque es una más entre ellas, correspondiendo perfectamente al espíritu de la época (mediados y fines del siglo IV d.C.) y a una sociedad que alterna su vida y su actividad entre la ciudad y el campo” (Arce, 2003: 24).

El yacimiento de Carranque destaca también por la aparición de una estructura que algunos investigadores han identificado como una iglesia cristiana, sin embargo, su descubridor, J. Arce asegura que “lo que llaman basílica cristiana, es posiblemente la villa” (Arce, 2003: 22), sentenciando que “no hay ningún motivo para pensar que estamos en presencia de una basílica cristina” (Arce, 2003: 24). La discusión viene dada porque las estructuras descubiertas son edificios separados entre sí de los que se desconoce exactamente su función. Veranes (Gijón, Asturias) Con niveles arqueológicos altoimperiales, la villa romana de Veranes (Figura 20) presenta otro momento de ocupación durante el Bajo Imperio. En él se han detectado, según C. Fernández, F. Gil y A. Orejas “tres proyectos arquitectónicos desarrollados a lo largo del siglo IV” (Fernández y 43

otros, 2004: 203). Las reformas habrían supuesto el final de construcciones anteriores y una ampliación de la villa. Algunas de las reformas que podemos destacar son: una estancia absidiada identificada como el oecus, la construcción de un conjunto termal, una reestructuración de las terrazas, la construcción de un pasillo y un gran patio que separa las pars urbana de la pars rustica, etc. De ellas, las de la tercera fase fueron las que le confirieron a la villa su carácter monumental destacando la construcción de una escalera que daría paso a un piso superior, otra segunda planta en uno de los sectores de la villa, la remodelación del área de servicios y de las termas, entre otras (Fernández y otros, 2004: 208). Al igual que ocurre en la Olmeda, esta villa podría haber sido fortificada a finales del siglo III y principios del IV, ya que así lo atestigua el hallazgo de lo que sería una muralla. Sin embargo, Veranes no es sino otro ejemplo que corrobora que: “la aparición de villas monumentales […] está, evidentemente, relacionada con la consolidación de una aristocracia en el medio rural que hace ostentación de su posición social […] y esto nos obliga a pensar las villae tardías en términos de relaciones sociales y cambios de las formas de control y explotación de la tierra” (Fernández y otros, 2004: 212).

Liédana (Navarra) La recuperación económica del Bajo Imperio después de la crisis habría favorecido que otras villae sufrieran reformas en su arquitectura. Un ejemplo de ello es la villa de Liédana. En esta villa la reforma principal habría afectado al patio más grande, “el gran patio oriental” de 75 x 37 m, siendo el que ha centrado los últimos estudios, ya que ha suscitado una discusión en torno a su función. Por un lado, están los que defienden que el patio servía como cuartel de un ejército de campesinos armados (Zuza: 2013: 293). Ello habría sido consecuencia de las invasiones francoalamanas sufridas a lo largo del siglo III d.C. De esta manera, la villa también se habría fortificado quedando al margen del resto de la sociedad. De otro lado, tenemos los que postulan que el patio era un horreum, es decir, un almacén agrícola. Éstos basan su teoría en que el patio cuenta con una apertura al exterior que habría facilitado, por tanto, la salida de productos. Así, “esto quiere decir que no está fortificado, no está defendido, pese a parecer un tipo de instalación de uso militar” (Zuza, 2013: 294). Vinamargo (Castellón de la Plana, Castellón) En Vinamargo se han documentado diferentes fases de edificación, las cuales responderían a modificaciones llevadas a cabo en los siglos III y IV d.C. En este periodo J. Alfonso y A. Miguélez 44

han considerado que: “la pars urbana se desplaza […] contemporáneo a la construcción del área termal, reduciéndose el patio al mínimo, con otra serie de estancias alrededor, y que podría tratarse de zona de habitación del servicio y trabajadores de la explotación agropecuaria” (Alfonso, Miguélez, 2013: 78).

Vinamargo tiene también restos de una zona termal que correspondería a los siglos III y IV d.C. En esta zona han sido hallados, por el momento, el furnus, el praefurnium y un patio que podría responder al frigidarium, otra zona con pilae que parece ser el caldarium y por último, una zona que respondería al tepidarium (Alfonso, Miguélez, 2013: 77). Pese a contar con las termas, los investigadores defienden que no se trata de una villa donde se haga ostentación del lujo debido a los pocos hallazgos de elementos lujosos como los mosaicos (Alfonso, Miguélez, 2013: 83). Por su parte, A. Chavarría asegura que a partir del siglo V d.C. se han detectado cambios estructurales en las villae de Hispania (Chavarría, 2006: 25). Estos cambios comportaron que estancias destinadas a la residencia sean ahora espacios relacionados con la producción; que se hubiese producido una rotura del espacio planimétrico en la que espacios de recepción, termas, etc. desaparezcan para dar lugar a otros más rudimentarios; la instalación de lugares de culto cristiano en la villa; o la instalación de una necrópolis en uno o diversos lugares de la villa. Las dos primeras transformaciones responden a un cambio en “la estructura residencial de la uilla en sí misma” (Ripoll, Arce, 2001: 26), ya que la función de la villa se ha visto alterada porque ha pasado a ser un establecimiento básicamente agrario. Los espacios residenciales pasan a ser una parte más de la pars rustica de la villa. Al parecer y siguiendo lo que indican los investigadores, los nuevos espacios se vinculan a la producción e industria. Sin embargo, no todas las habitaciones se ven afectadas produciéndose, de esta manera, una reducción de los espacios destinados a la vida del propietario, su goce personal y exteriorización del poder económico. Según indican G. Ripoll y J. Arce: “Este tipo de conversión y cambio de funcionalidad es un fenómeno relativamente habitual. Estas transformaciones en cada región se mostrarán de una forma diversa atendiendo dos factores: el sistema de ocupación y explotación territorial precedente y la uilla en sí misma como reflejo del status del propietario” (Ripoll, Arce, 2001: 26).

En la villa romana de Vilauba (Banyoles, Gerona) se han documentado cambios que permiten constatar un aumento de los espacios de producción. Por su parte, lo referido a los lugares de culto y a las necrópolis lo veremos en un apartado posterior. Un ejemplo de los cambios a favor de la producción es la villa romana de Vilauba

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(Banyoles, Gerona). Vilauba (Banyoles, Gerona) En esta villa (Figura 21) gerundense se ha detectado un largo periodo de ocupación desde época altorrepublicana hasta el siglo VII d.C. Debido a ello, para sus investigadores P. Castanyer y J. Tremoleda se constata una superposición en las estructuras siendo la mejor la de época altoimperial (Castanyer, Tremoleda, 2006: 133, 134). Para la época que nos acontece aquí, en los siglos IV y V, se habrían producido una serie de reformas que habrían provocado el abandono y transformación de algunas estancias y sectores. Ello provocó “una lenta y progresiva reducción del espacio ocupado” (Castanyer, Tremoleda, 2006: 134), es decir, la zona residencial se reduce. Aunque el proceso de transformación resulte difícil de ser interpretado, los investigadores señalan que serían el resultado de “aprovechar esta oportunidad para adaptar la villa a los tiempos venideros” (Castanyer, Tremoleda, 2006: 135). Las reformas fueron la consecuencia de un incendio que destruyó el complejo anterior. En definitiva, en Vilauba al parecer en el siglo V se produjo un cambio que afectó a la pérdida del carácter residencial de la villa. Respecto a las manifestaciones más claras de la implantación del cristianismo en las villae son tres: la construcción de espacios de culto, la construcción de una iglesia y la creación de nuevos espacios funerarios. En lo que concierne a los espacios de culto, estos consisten en la construcción de estos ambientes en lugares con una presencia ya funeraria o en un antiguo lugar de culto romano (López, Rodríguez, 2000-2001: 149). Los más destacados fueron el baptisterio, la iglesia y el martyrium. El primero servía para llevar a cabo el sacramento del bautismo, el segundo fue el lugar reservado para la eucaristía y el tercero el dedicado a los mártires. Todos ellos se ubicaron en la pars urbana de la villa resultando de una adaptación de los lugares o una construcción nueva añadida al edificio principal. En lo referente a las iglesias, éstas fueron construidas tanto dentro de la villa como en espacios nuevos adheridos a ella. Aun así, hay que decir que a pesar de estas afirmaciones, algunos investigadores como A. Chavarría han señalado que las iglesias y las villae no estarían vinculadas entre ellas porque “en pocas ocasiones funcionaron contemporáneamente” (Chavarría, 2007: 144). Por su parte, los recintos funerarios cristianos se establecieron alrededor de los nuevos complejos de culto. Éstos habrían formado parte de una posible ampliación o remodelación de las primeras 46

construcciones cultuales. Aun así, en algunos casos, más bien escasos, según los historiadores serían el resultado de una continuación de las necrópolis romanas. Para su instalación J. López y F. G. Rodríguez identifican tres motivos: “la atracción ejercida por el “nuevo” edificio de culto, que pasaría a focalizar y a “gestionar” las necesidades espirituales de los habitantes de la villa […] la atracción ejercida por una inhumación privilegiada, normalmente ubicada en el ábside de la iglesia […] la atracción ejercida por la construcción de un edificio bautismal próximo o dentro de la primitiva iglesia” (López, Rodríguez, 2000-2001: 15, 153).

En líneas generales, este proceso se produjo en dos fases: la primera correspondiente a los siglos IV y V d.C. y la segunda entre el VI y VII d.C. (López, Rodríguez, 2000-2001: 15, 153). Ejemplos de basílicas hay en las villas de Fortunatus (Fraga, Huesca), Torre Llauder (Mataró) o Nuestra señora de las Vegas (Pedraza, Segovia). Y como lugar de enterramientos en Baños de Valdearados (Burgos) o La Olmeda (Palencia), con unas 700 tumbas. Villa Fortunatus (Fraga, Huesca) La iglesia se construyó en un sector de la villa en el siglo III d.C. (Figura 22). La iglesia está situada en el ángulo suroeste y reutiliza estancias de este sector de la villa. El sector residencial se articulaba a partir del peristilo de 350 m 2, alrededor del cual se disponían salas de recepción y ámbitos domésticos. Por otro lado, se han encontrado diferentes tipos de mosaicos: en la zona este con representaciones de Eros y Psiqué, Venus y Eros. Mientras que en el sector oriental tienen motivos geométricos, animalísticos, vegetales y cristianos (Montón, 2004: 84-89).

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Conclusiones generales

Para concluir, queremos señalar las dificultades halladas a la hora de realizar este trabajo. El problema principal se ha relacionado con la búsqueda de bibliografía, ya que ésta se encuentra muy dispersa, en numerosos libros y artículos fuera de nuestra disposición. Pese a ello, la biblioteca del SIAP de la Diputació de Castelló siempre ha estado a disposición nuestra y en ella hemos encontrado la mayor parte de la información necesaria para elaborar esta investigación. Nos gustaría destacar el gran número de estudios que se están llevando a cabo en España en cuanto a villae romanas, lo que nos ha permitido, de esta manera, acercarnos al estudio de estos establecimientos. Sin embargo, no todo son descubrimientos de nuevas villae y con ello nuevos trabajos sino que también, gracias a los avances en la arqueología, se están realizando revisiones de trabajos que habían quedado desfasados permitiendo con ello avanzar en el conocimiento de estos 47

yacimientos. Aun así, todavía queda mucho por hacer. En cuanto a las conclusiones de cada apartado del Trabajo Final de Grado, vamos a seguir el mismo orden que el planteado en el esquema del trabajo. Por un lado, la villa itálica, ésta destaca porque responde a patrones de un nuevo sistema económico romano que habría surgido después de la Segunda Guerra Púnica. Al parecer, se produjo una reestructuración del campo romano que llevó a la implantación de los latifundios teniendo como base una construcción en el campo. De esta manera, surge la villa rustica, una edificación dedicada a la producción de excedentes no solo para el consumo propio sino también para el mercado basada en cultivos más tradicionales como el trigo o nuevos como el olivo y la viña. A la agricultura, además, se le pudieron sumar otras actividades como la ganadería, producción de cerámica, etc. No obstante, los cambios en la economía y en otras esferas del Estado llevaron a que la nobilitas viera aumentado su poder adquisitivo trasladando sus formas de vida al campo. Así, la villa suburbana y la villa maritima habrían visto la luz. La primera respondiendo al aspecto del descanso cerca de la ciudad y la segunda como una exhibición de lujo. A pesar de ello, siguiendo las hipótesis de los investigadores, estos dos tipos de villa también tuvieron un fundus, ya que en la mentalidad romana no se concebía la idea de villa sin él. Por otro lado, esta edificación se convirtió en el reflejo del carácter de su propietario o propietaria haciendo ostentación de su más o menor riqueza. Los lujos no estaban ausentes en ningún tipo de villa. Junto a este nuevo sistema de producción nació un novedoso tipo de establecimiento rural, la villa. Aunque hemos visto la problemática que este término ha tenido a lo largo del tiempo nosotros interpretaremos la villa, cualquiera que sea (rústica, suburbana, marítima), como una construcción rural en la que se funden vida señorial y productiva basada en la producción de excedentes para el comercio. De todas formas, las villae no fueron el único elemento del campo romano sino que junto a éstas se desarrollaron otras formas de poblamiento como los vicus, pagus, castellae, las cuales formaban parte del tipo hábitat concentrado a diferencia de las villae que eran hábitats dispersos. El modelo de la villa habría sido exportado a las diferentes provincias romanas. Así, en el territorio que nos concierne, Hispania, las villae habrían sido introducidas en los tiempos tardíos de la República, entre los siglos II y I a.C., consolidándose más tarde a lo largo del gobierno de Augusto. Así, en esa época se produjo una expansión del mundo romano hacia el interior de la Península. De esta manera, y pese a las numerosas controversias que existen en torno al origen de las villae hispanas, éstas habrían sido un instrumento más de la expansión y consolidación del mundo romano en la Península, funcionando como establecimientos de producción agropecuaria al igual que sucediera en la península itálica. Las villae se han encontrado diseminadas por todo el territorio peninsular, bien sea en el interior, la 48

costa o en los aledaños de las ciudades. En Hispania podemos destacar varías áreas geográficas con un elevado número de villae: las cuencas de los ríos Ebro, Guadalquivir, Guadiana y Duero para las villas rústicas; y la costa catalana, alicantina, murciana, malacitana y gallega como área para las villas marítimas. Todas ellas responderían a lo postulado en los tratados antiguos: zonas fértiles con buena comunicación y fácil acceso al agua. Por lo que respecta al plano arquitectónico en el Alto Imperio la mayoría de ellas habrían respondido al modelo de villa de peristilo, característico del ámbito mediterráneo, desde el cual se habrían organizado las demás estancias. Asimismo la pars urbana, es decir la zona residencial, estaría separada de la pars fructuaria aunque actualmente se desconozca el funcionamiento de muchas de ellas por falta de excavaciones arqueológicas. El sector que más problemas plantea es la pars rustica, pues no se ha documentado en la mayoría de los casos. También se habrían configurado otros modelos de villae siguiendo patrones planimétricos diferentes, como la villa de bloque rectangular. En lo referente al paso a la Antigüedad tardía, los investigadores señalan que se produjo un descenso en el número de instalaciones y también una reducción de sus parcelas. Pese a ello a finales del siglo III y comienzos del IV se produjo un periodo de bonanza que provocó la construcción de algunas villae muy ricas y suntuosas. De hecho en este periodo algunas villae hispanas se monumentalizaron. Ello trajo como consecuencia la instalación de complejos termales, mosaicos más grandes y ricos en colores, unas construcciones más espectaculares, etc. Por otro lado, si atendemos a las evidencias arqueológicas podemos afirmar que algunas de las villae se fortificaron. Junto a este fenómeno, en la Antigüedad tardía también se habría constatado un proceso de transformación de las villae en las que su función principal deja de ser la vivienda para pasar a dedicarse a la producción. De esta manera, estancias hasta ahora destinadas a la vida privada pasan a ser almacenes, hornos, establos, etc., es decir, nuevas áreas productivas. En el siglo V, el campo romano sufrió, al igual que los diferentes ámbitos del Imperio, las consecuencias de una debacle que acabará con la caída del Imperio Romano de Occidente en el 476. Sin embargo, algunas de sus estructuras lograron perdurar en el tiempo. Es el caso de las villae. Aunque a día de hoy la fecha de desaparición de las villae se desconoce, algunos investigadores como G. Ripoll y J. Arce destacan que: “los grandes complejos arquitectónicos rurales, uillae señoriales y aristocráticas tienen un pervivencia mayor a aquella que tradicionalmente se había considerado siendo usados y reutilizados hasta momentos muy avanzados como son los siglos VI o VII” (Ripoll, Arce, 2001: 21).

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Esta tendencia se ha constatado en muchas villae peninsulares. Por citar algunos ejemplos, en la villa de Torre de Benabalgón (Rincón de la Victoria, Málaga) se ha observado que la datación facilitada por los mosaicos revela que éstos pertenecen a finales del siglo III o principios del IV d.C., en cambio, las cerámicas han revelado una cronología más tardía, concretamente del siglo V al igual que un muro hallado; la villa de Benicató (Nules, Castellón), podría haber tenido ocupación y actividad hasta el siglo V o VI d.C.; la villa de La Olmeda (Pedrosa de la Vega, Palencia) tuvo ocupación hasta el siglo V d.C.; en la de Veranes (Gijón, Asturias), por su parte, se ha identificado actividad en el siglo VI d.C., y así otras muchas villae más. Para este periodo se han registrado referencias a términos como villula, castella, castrum o praetorium que podrían ser equivalentes al de villa. Por otra parte, la definición también se habría visto afectada haciendo referencia no solo a la “edificación residencial, sino también el conjunto de propiedades que de ella dependen, e incluso puede llegar a designar un núcleo de hábitat, una domus, un mansus o un casale” (Ripoll, Arce, 2001: 22). Estas variaciones se deben, como señala A. Chavarría, a lo siguiente: “Que durante la época altoimperial los autores contemporáneos entendían por uilla un edificio o conjunto de edificios de carácter disperso situados en el campo y organizados en distintas partes diferenciadas funcionalmente y destinadas a la residencia del propietario (pars urbana) y producción (pars rustica) (Chavarría, 2007: 153).

Uno de los motivos de la desaparición de las villae en Hispania se ha vinculado a las invasiones bárbaras de los pueblos alanos, suevos, vándalos y visigodos. Estas incursiones se producen, tal como han estudiado P. Barceló y J. J. Ferrer, desde el año 378 a lo largo de los siglos IV y V de nuestra Era afectando a todo el Imperio (Barceló, Ferrer, 2007: 342-352). Las invasiones, sin embargo, se fueron produciendo, aunque en menor medida, desde el siglo III d.C., tal como señalan P. Castanyer y J. Tremoleda en el caso de la villa de Vilauba (Banyoles, Girona) y que, a pesar de la destrucción que pudieron causar, “no nos parece una justificación aplicable a muchas otras villae que hacia final del siglo III o los inicios del siglo IV finalizan su actividad” (Castanyer, Tremoleda, 2006: 147). La teoría de que los pueblos bárbaros contribuyeron al final de las villae ha quedado desfasada tal como señala A. Chavarría: “la información procede de intervenciones antiguas y resultan poco fidedignas si tenemos en cuenta las técnicas de excavación en aquel momento y el escaso conocimiento que se tenía de la cultura material posterior al siglo IV. En realidad, los resultados de las intervenciones en núcleos urbanos y en establecimientos rurales en España incitan a minimizar el impacto real que pudieron tener estas invasiones. […] Es probable que los bárbaros […] aprovechasen las estructuras preexistentes para

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asentarse, ya fuesen uillae o centros de población más extensos.” (Chavarría, 2007: 71).

Otro de los factores que algunos investigadores señalan como determinante para la transformación de las villae fue la difusión del cristianismo. La religión cristiana no gozó siempre del apoyo de los emperadores debido a sus prácticas contrarias a la religión tradicional. Los cristianos, debido a su proliferación en el Imperio desde la muerte de Cristo habían tenido que recurrir a la clandestinidad, siendo perseguidos en ciertos periodos de la historia de Roma. En el año 303 Diocleciano comenzó una de las mayores persecuciones. Sin embargo, otros emperadores como Constantino vieron en ellos “un medio excelente para mantener la unidad del imperio” (Fernández, 2005: 578). Al final, en el 380, en el Edicto de Tesalónica el emperador Teodosio proclamó esta religión como la oficial del Imperio. En el caso de Hispania, tal como afirman P. Barceló y J. J. Ferrer, se desconoce a día de hoy por dónde penetró el cristianismo (Barceló, Ferrer, 2007: 270). Al igual que sucedió en la península itálica y en otras provincias imperiales, el cristianismo recaló primeramente en las ciudades desde las cuales fue penetrando hacia el mundo rural gracias a la difusión de las clases aristocráticas (Chavarría, 2007: 144). De hecho, J. López y F. G. Rodríguez indican que el cristianismo fue un factor aculturalizador en el paisaje rural hispano desde el siglo IV al VIII d.C. trayendo consigo transformaciones morfológicas, de configuración y de distribución de los elementos que conforman una villa (López, Rodríguez, 2000-2001: 138).

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Tardorromana de “El Palmeral”. Santa Pola (Alicante). Campaña de 1983, Generalitat Valenciana, Valencia. SESMA J. Y M. L. GARCÍA (1994): “Coscojal. Una villa suburbana y su taller de cerámica común y pigmentada en el valle del Aragón (Navarra)”, Cuadernos de Arqueología de la Universidad de Navarra, 2, Universidad de Navarra, Pamplona, pp. 219-260. ZUZA ASTIZ, C. (2013): “El “patio oriental” de la villa romana de Liédana (Navarra) en el Bajo Imperio y las annona miltaris: una propuesta”, Cuadernos de Arqueologia de la Universidad de Navarra, 21, Servicio de Publicaciones. Universidad de Navarra, Pamplona, pp. 291-308.

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Anexo de imágenes

Figura 1: Mapa de las villae en Italia central (Mielsch, 1987: 6, Fig. 1).

58

Figura 2: Villa de Sperlonga (Mielsch, 1987: 48, Fig. 23).

Figura 3: Vista de la villa de Sperlonga (Mielsch, 1987: 49, Fig. 25).

59

Figura 4: Plano de la villa de Orazio (Mielsch, 1987: 58, Fig. 35).

60

Figura 5: Plano general de la villa de Numisia Procula (Mielsch, 1987: 81, Fig. 58).

61

Figura 6: El paisaje de villae en el Valle del Ebro en el siglo I d.C. (Beltrán, 2008: 12, Fig. 2).

62

Figura 7: Plano general del yacimiento y de la zona residencial (Chavarría, 2006: 201, Fig. 57 A y B).

63

Figura 8: Villa romana de la Dehesa de la Cocosa (AA.VV., 1994: 29).

64

Figura 9: Plano de la villa de Benicató (Gusi, 1999: 370, Fig. 1).

65

Figura 10: Planta de la villa de "El Castillet" (Poveda, 2008: 263, Fig. 5).

66

Figura 11: Aspecto del yacimiento de Camino de Vinamargo (Llorens, Miguélez, 2013: 75, Fig. 1).

67

Figura 12: Vista aérea del complejo de Sant Gregori (Ferrer y otros, 2013: 218, Fig. 10).

68

Figura 13: Els Ametllers (Palahí y otros, 2011: 226, Fig. 3).

Figura 14: Reconstrucción de la villa de els Ametllers (dib. J. Sagrega) (Palahí y otros, 2011: 228, Fig. 5).

69

Figura 15: Vista aérea del yacimiento de la villa de Torre de Benagalbón (Salado, 2005: 357, Lámina 1).

70

Figura 16: Localización de la villa de el Salero (Porrúa, 2006: 122, Fig. 3)

71

Figura 17: Planta de la villa de Noville (Pérez, 2000: 222).

72

Figura 18: Plano de La Olmeda (López, 2011: 441, Fig. 1).

73

Figura 19: Planta de la villa de Carranque (Chavarría, 2007: 238, Fig. 86 C).

74

Figura 20: Plano general de la villa de Veranes (Fernández y otros, 2004: 202, Fig. 3).

75

Figura 21: Plano de la villa bajoimperial de Vilauba (Castanyer, Tremoleda, 2006: 136, Fig. 3. 2).

76

Figura 22: Plano de la villa Fortunatus (Fraga, Huesca) (Montón, 2004).

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