Nuevos fechados del sitio Tarapacá-40: recientes análisis y reflexiones sobre un cementerio clave del período Formativo del norte de Chile y Andes Centro Sur (1110 a.C.–660 d.C)

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Descripción

NUEVOS

FECHADOS DEL SITIO

TARAPACÁ-40:

RECIENTES ANÁLISIS Y

FORMATIVO (1110 A.C.–660 D.C).

REFLEXIONES SOBRE UN CEMENTERIO CLAVE DEL PERÍODO DEL NORTE DE

CHILE

Y

ANDES CENTRO SUR

Mauricio Uribe, Carolina Agüero, Dánisa Catalán, María José Herrera, Francisca Santana-Sagredo

El principal objetivo de este trabajo es compartir los últimos datos y fechados de radiocarbono obtenidos para el cementerio Tarapacá-40 (norte de Chile). Estos son evaluados y discutidos en relación a recientes estudios de sus restos humanos y del material cultural asociado, en especial de su alfarería, los tejidos y la gran diversidad de ofrendas en algunas tumbas. A partir de una reflexión en torno a estas dataciones y sus implicancias culturales, confrontamos planteamientos anteriores y recientes respecto al período Formativo de Tarapacá. En particular, porque este sitio ha representado una de las expresiones más notables de los cambios económicos y culturales ocurridos tanto en el norte chileno como en los Andes Centro Sur, tradicionalmente asociado al tránsito de un modo de vida basado en la caza y recolección a otro sustentado en la agricultura. This article provides new radiocarbon dates from mortuary contexts at the Tarapacá-40 cemetery site in northern Chile, in the Tarapacá Valley, and assesses them in regard to the associated human remains and cultural material, especially pottery, textiles, and other objects in some of the tombs. We then assess the implications of these new data for the Formative period in the region. Tarapacá-40 is one of the most important sites in northern Chile in particular and the south central Andes in general at this time. The settlement is in a time period that represents the transition from one life style based on hunting and gathering to another supported by agriculture. Mauricio Uribe, Departamento de Antropología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile, Ignacio Carrera Pinto 1045, Ñuñoa, Santiago, Chile ([email protected]) Carolina Agüero, Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo, Universidad Católica del Norte, San Pedro de Atacama, Chile, CP 1410000 ([email protected]) Dánisa Catalán, Sur Andino Estudios Arqueológicos y Patrimoniales Ltda., Avda. Américo Vespucio Sur 1300, Depto. 73, Las Condes, Santiago, Chile ([email protected]) María José Herrera, Departamento de Antropología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile, Ignacio Carrera Pinto 1045, Ñuñoa, Santiago, Chile ([email protected]) Francisca Santana-Sagredo, Research Laboratory for Archaeology and the History of Art, University of Oxford, St. Hugh’s College, St. Margaret Road, Oxford OX2 6LE, UK ([email protected]) Ñawpa Pacha, Journal of Andean Archaeology, Volume 35, Number 1, pp. 57–89. Copyright # 2015 Institute of Andean Studies. All rights reserved.

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Ñawpa Pacha: Journal of Andean Archaeology

que: “Tarapacá es la quebrada más importante y la que ha recibido una atención más sistemática de parte de los arqueólogos y debiera reflejar los acontecimientos ocurridos en todas ellas” (Schiappacasse et al. 1989: 203). En este contexto, el sitio arqueológico Tarapacá-40 corresponde a un cementerio ubicado en la banda norte de dicha quebrada, en su tramo inferior y en el lecho del río que desagua en la Pampa del Tamarugal, a 1,296 msnm, en pleno Desierto de Atacama y a unos 65 km de distancia del océano

L

as investigaciones arqueológicas en la región de Tarapacá se iniciaron de manera sistemática en la década de 1960 (Figura 1), aunque por diversas razones se discontinuaron durante 1980, siendo retomadas casi 20 años más tarde. Los estudios iniciales fueron desarrollados en un proyecto conjunto por la Universidad de California y la Universidad de Chile (Núñez, L. 1966, 1969, 1970; Núñez, P. 1983, 1984; True 1980). A partir de estos trabajos se llegó a formular lo que se consideró el modelo de las ocupaciones prehispánicas de la región, proponiéndose

Figura 1.

Volume 35, Number 1

Mapa de la región cultural de Tarapacá y ubicación de los principales sitios mencionados en el texto.

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Uribe et al.: Nuevos fechados del sitio Tarapacá-40

Se ha señalado que el cementerio presenta dos componentes correspondientes a los sectores A y B, el primero más temprano y el segundo más tardío (en pleno auge de Caserones-1). Sin embargo, debido a que no se han publicado buenos registros sobre la excavación del sitio existe cierta confusión al respecto, la que ha sido necesario aclarar con el estudio riguroso de sus materiales arqueológicos y bioantropológicos (Agüero 2012), así como también por medio de nuevas dataciones absolutas bien contextualizadas.1 Justamente, hace cuatro décadas, Núñez afirmaba que:

Pacífico (Figura 2). Se encuentra frente al conocido y monumental sitio habitacional Caserones-1 (Adán et al. 2007; Agüero 2012; Méndez-Quirós y Uribe 2010; Núñez 1966, 1982; Oakland 2000; True 1980), asumiéndose que sus habitantes habrían sido quienes se sepultaron en el cementerio durante el período Formativo. Al igual que en muchas partes del norte chileno, era común que las tumbas estuvieran marcadas por postes de madera de algarrobo (Prosopis sp.), abundante en aquella época, pero hoy casi extinto en la localidad. Las tumbas estaban dispuestas en la pendiente de la ladera norte, cavadas en el sustrato arenoso y en ellas se depositaron los muertos en fardos funerarios entre grandes cestos circulares planos, realizados en técnica de espiral (coiled). Los cuerpos de adultos y niños se acomodaron sentados y en posición fetal, con las extremidades inferiores y superiores fuertemente flexionadas por los fardos que envolvían los cuerpos con gruesas mantas tejidas en técnicas de faz de urdimbre y torzal (twining); también se aplicaron trozos de cuero de camélidos o aves marinas (como pelícano) y se amarraron con cuerdas de fibra vegetal. Los individuos llevaban turbantes como ajuar y, en el caso de poseer ofrendas, éstas consistían en miniaturas de alfarería, tejidos y cestería, vellones de vicuña, vainas de algarrobo, maíz (incluso palomitas de maíz o pop corn), porotos, quínoa, carne, pescado, pulpo y mariscos secos, entre otras (Núñez 1982).

Hasta el momento no hay fechados absolutos para este complejo: sólo es posible afirmar junto a Dauelsberg (1963) que su desarrollo pudo establecerse posiblemente en los primeros siglos de nuestra era, o quizás hacia los 500 años a.C., para el momento tardío del ingreso de la cerámica desde el altiplano. (Núñez 1969: 139). En efecto, como decíamos al inicio, las investigaciones en Tarapacá presentan un atraso de 20 años con relación a otras regiones culturales, por lo cual se hace cada vez más importante la demanda de Núñez acerca de contar para el Formativo con:

Figura 2. Mapa de la quebrada de Tarapacá y ubicación de los sitios Tarapacá-40, Pircas y Caserones (Gentileza de R. Izaurieta).

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Ñawpa Pacha: Journal of Andean Archaeology

… los futuros fechados radiocarbónicos del sitio de Tarapacá [40], como a su vez se necesitarán fechados absolutos para los contextos costeros. Con algunos promedios radiocarbónicos podrían determinarse las posibles fases o la unidad temporal del Complejo Faldas del Morro (Núñez 1969: 138).

Volume 35, Number 1

este período resulta de la tensión generada entre la visión evolucionista lineal del colonialismo europeo y el imperialismo norteamericano, reactivo a su vez al historicismo boasiano, lo que ha dado lugar a aproximaciones neo y multi-evolucionistas que intentan explicar los cambios como un tránsito lógico y esperable de períodos y la sucesión de pueblos diferentes, unos mejores que otros. En este contexto y a través del derrotero establecido por Childe (1971), Steward (1955), White (1982), y Wittfogel 1966 [1957] entre otros, el Formativo americano no sería otra cosa que el correlato del Neolítico europeo. Bajo este paradigma se ha construido la arqueología andina y también la del norte de Chile (Goldstein 2000; Hastorf 2008; Lumbreras 1981; Olivera 2002; Raffino 1977; Rowe 1962; Stanish 2006; Willey y Phillips 1958). Así, los cambios en la cultura material se han utilizado para argumentar que este período se relacionaría con un explosivo proceso de complejidad social, donde se inician la producción de alimentos, especialización del trabajo, sedentarismo y vida aldeana (Muñoz 1989; Núñez 1989). No obstante y como bien señala Lumbreras, hoy se cuestiona el valor evolutivo y cronológico del concepto puesto que hay Formativos de muy diferente data, escala y características culturales. En sus términos, “No es indicador de período ni de época. En cada región su uso difiere, aunque, sin embargo, se mantiene, como se mantienen las categorías de Neolítico o similares” (Lumbreras 2006: 13). El Formativo en el Norte Grande de Chile, entonces, ha sido caracterizado por elementos que innovan y desplazan las ancestrales tradiciones arcaicas de la costa y la puna en pleno Desierto de Atacama, generando transformaciones económicas y sociales que alcanzaron un momento clave hacia el 1000 a.C. (Núñez 1989). Los sitios habitacionales como funerarios contienen una gran diversidad material que es interpretada, esencialmente, como el producto de contactos e intercambios entre la costa, los valles, las tierras altas y el oriente amazónico, incluido el Noroeste Argentino (Ayala 2002; Muñoz 1987; Núñez 1989; Núñez y Dillehay 1995 [1979]; Núñez et al. 1975; Rivera 1975). Por efecto de lo anterior, entonces, se entiende la aparición de

Aunque en parte esto ha sido subsanado por las investigaciones sistemáticas que hemos realizado en la costa y al interior de Tarapacá (Méndez-Quirós y Uribe 2010; Uribe 2009; Uribe y Vidal 2012; Uribe et al. 2007), en esta oportunidad retomamos la afirmación de Schiappacasse et al. (1989: 203), sobre la relevancia del estudio de la quebrada de Tarapacá. Y, en conjunto con el llamado de atención de Núñez, nos planteamos como objetivo compartir los últimos fechados de radiocarbono obtenidos para el cementerio Tarapacá-40. Éstos son evaluados y discutidos en relación al estudio de sus restos humanos y del material cultural asociado, en especial los tejidos, su alfarería y la gran diversidad de ofrendas en algunas tumbas. Nuestro propósito final, es aportar con una reflexión en torno a estas dataciones y sus implicancias culturales, confrontando planteamientos anteriores y recientes respecto al período Formativo de Tarapacá. En particular, porque este sitio representa una de las expresiones más notables de los cambios económicos y culturales ocurridos en los Andes Centro Sur, pero que sin mayor reflexión han sido mecánicamente vinculados al tránsito de un modo de vida basado en la caza y recolección a otro sustentado en la agricultura (Núñez 1969, 1970; Núñez y Santoro 2011). Y, conforme a ello, brindan una imagen muy discutible de las sociedades de aquella época, ajustadas a modelos evolutivos muy criticados por la arqueología y la antropología en general.

Sobre el Período Formativo en el Norte de Chile En una reciente síntesis, Lumbreras (2006) interpeló la forma en cómo hemos construido el Formativo de la prehistoria americana y su secuencia cronológica en general. Desde su perspectiva crítica, la definición de

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Uribe et al.: Nuevos fechados del sitio Tarapacá-40

cuestión (Muñoz 2004; Uribe 2008; Uribe y Adán 2008). Por ejemplo, Muñoz indica:

nuevas tecnologías como la cerámica o la textilería en lana de camélidos domésticos así como metalurgia en oro y cobre, junto a plantas cultivadas ajenas al desierto donde se encuentran el maíz, las cucurbitáceas, los porotos y el algodón, entre muchos otros (Agüero y Cases 2004; Dauelsberg 1985; Focacci 1974, 1980; Muñoz 1980; Rivera 2002; Santoro 1980, 1981; Uribe 2006; Uribe y Ayala 2004). Todo esto es enmarcado en un modo de vida representado por expresiones arquitectónicas tanto residenciales como ceremoniales que enfatizan lo comunitario, asociadas con manifestaciones artísticas sobre soportes muebles e inmuebles de carácter icónico y simbólico explícito (Agüero et al. 2001; Núñez 2005; Romero et al. 2004). Lo que, sin embargo, se interpreta de manera inmediata y lógica como hechos conspicuos de transformación hacia la desigualdad social y centralización política, naturalizando una ideología de la vida aldeana (Gallardo 2004; Muñoz 2004; Núñez 1989; Rivera 1985). Esta perspectiva implica que los desarrollos formativos locales demostrarían y mantendrían una marcada e incondicional adscripción a los tradicionales ideales andinos de una economía agrícola y ganadera, basados en relaciones de reciprocidad, intercambio y complementariedad ecológica, permitiendo el surgimiento de élites legitimadas desde el plano religioso y en conexión con los núcleos de las tierras altas, imponiendo el progreso, la desigualdad social y el acceso a la civilización (Núñez y Dillehay 1995 [1979]; Rivera 1995–1996). En este contexto, las investigaciones del Formativo en Chile han destacado el carácter progresista del proceso y de las poblaciones involucradas, haciendo suyos los contenidos paradigmáticos de la “neolitización” de Childe (1988), a la vez que prácticamente se ha generado una utopía sobre la complejidad andina develada por Murra (1972). Siguiendo a Lumbreras (2006), esta imagen resultaba cuestionable ante las concepciones y debates que ya desarrollaban la antropología, la teoría social y la propia arqueología, lo que nos ha llevado a una intensa discusión en torno al origen, consecuencias y bases sobre las que se ha reconstruido esta crucial parte de la historia/prehistoria de las sociedades en

a pesar de que en el período Formativo las sociedades se encaminaban hacia el cambio agrícola aldeano, la costa bajo el concepto económico y cultural siguió siendo la base sobre la cual estas sociedades formativas de los valles occidentales se proyectaron a través del tiempo (Muñoz 2004: 224–225). Por consiguiente, nos planteamos estudiar en profundidad las sociedades formativas a partir del caso de Tarapacá a través de una caracterización bien documentada de su base material y ambiental, que permita la comprensión de la condición que constituyó el escenario para las múltiples dinámicas culturales que a través de asentamientos y objetos, constituyeron un discurso distinto y alternativo a los momentos históricos precedentes. Sin desconocer el cambio social, nos ubicamos en una posición crítica al modelo universal de la “neolitización” de las sociedades humanas, que Lumbreras ha sistematizado a partir de la historia de las ideas. Sin negarlo, proponemos la revisión de las bases teóricas de esta arqueología y apelamos a la pérdida de la inocencia de la perspectiva histórica (Greene 1999; Trigger 1998), contribuyendo con investigaciones que, manteniendo su base materialista, signifiquen avances cualitativos del pensamiento social; donde la evolución como progreso, producción de alimentos, excedentes, vida sedentaria y aldeana, intercambio, colonias y caravanas, armonía social y religión, sean revisados en tanto elementos del paradigma interpretativo de una época marcadamente etnocéntrica de la disciplina (Trigger 1992). En este sentido, Tarapacá ofrece un registro arqueológico propio y diverso con notables registros “agrícolas y aldeanos,” más alejado de los horizontes andinos preincaicos como Tiwanaku, que distorsionan la percepción de los desarrollos locales y que, hasta hace poco, sólo habían sido adscritos por analogía a las regiones colindantes y poco evaluados desde una perspectiva antropológica. La cualidad que marca esta perspectiva es que al detenernos en la especificidad de Tarapacá, en cada

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uno de los sitios y sus materialidades, podemos apreciar una realidad que se distingue de la lectura lineal y progresiva del cambio social (Agüero y Uribe 2007; Uribe 2012; Uribe y Adán 2012). Con el acervo de datos que contamos, ofrecemos a la comunidad arqueológica una alternativa materialista que debate sobre el cuerpo social y la cultura, promoviendo una imagen mucho más dinámica y ágil de la sociedad, a la vez que dirige su mirada a múltiples actores y variedad de situaciones, a regularidades y contradicciones del colectivo, con éxitos e intentos fallidos. Desde esta perspectiva, nuestra hipótesis es que el Formativo de Tarapacá no representó necesariamente un ideal de progreso, sino la expresión particular de la universal y trágica condición humana: la distinción entre naturaleza y cultura. Por lo tanto, este largo Formativo no es casual, no comienza antes ni termina después azarosamente; es una clara demostración de las contradicciones de la sociedad, de quienes intentan mantener una condición indiferenciada, frente a los que intentan imponer su separación y dominio sobre la naturaleza.

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de 290 ± 90 d.C. y 360 ± 170 d.C. (Núñez 1970, 1976).2 Parte de este material fue estudiado mucho tiempo después por Oakland (2000), quien dató hilados de faldellines obteniendo dos fechas de 950 cal. a.C. y 20 cal. d.C. respectivamente, otorgándole una mayor profundidad cronológica, coherente con la supuesta antigüedad de este sector (Tabla 1). A esta situación pareciera aludir Núñez cuando señaló que: “La sección M′ del total de la excavación proporcionó 100 tumbas pertenecientes al Complejo Faldas del Morro, que serán próximamente fechadas y descriptas” (1969: 120). En cambio, para el sector B, más tardío, se informó sólo de 16 cuerpos (13 adultos y tres niños), sugiriendo una fecha de 300 d.C. (Núñez 1969; Núñez y Moragas 1983). Con posterioridad, Oakland (2000) obtuvo cuatro fechados que se ubicaron entre 370 cal. d.C. y 660 cal. d.C., confirmando la asignación a un momento tardío de esta parte del cementerio y relacionándolo de manera directa con la máxima ocupación de Caserones-1. No obstante, esto resulta contradictorio con la escasa cantidad de cuerpos informados. En cuanto a lo anterior, nuestro registro de la colección obtenida por Núñez y actualmente mantenida en la Universidad Arturo Prat de Iquique, incluyó los materiales tardíos del período Formativo que superan considerablemente los 16 cuerpos mencionados. Por ejemplo, en el caso de la cerámica, ésta fue detectada en 43 tumbas, mientras que los

El Cementerio Tarapacá-40: Viejos y Nuevos Fechados En 1969, Núñez mencionaba la existencia de 94 tumbas intactas para el sector A, considerado temprano y para el cual obtuvo dos fechados no calibrados

Tabla 1. Anteriores dataciones de radiocarbono del sitio Tarapacá-40. Muestra

Sitio

Tumba

CAMS-10324 Tr-40A Tumba 90

Material

Edad Fecha Sigma (años AP) (años Cal.)

Referencia

Hilado de faldellín

60±

Oakland (2000)

2810

950 a.C.

CAMS-10323 Tr-40A Tumba 4

Hilado de faldellín

60±

2000

20 d.C.

Oakland (2000)

GAK-2206

Tr-40A Tumba 62 SM′

Vaina de algarrobo (Prosopis. sp.)

90±

1660

290 d.C. s/ cal.

Núñez (1969, 1970, 1976)

GAK-2893

Tr-40A Tumba 29 SM′

Pelo humano

170± 1590

360 d.C. s/ cal.

Núñez (1969, 1970, 1976)

CAMS-7607

Tr-40B Tumba 3 SS

Hilado túnica Tiwanaku

60±

1690

370 d.C.

Oakland (2000)

CAMS-7608

Tr-40B Tumba 5 SS

Hilado túnica Tiwanaku

70±

1630

420 d.C.

Oakland (2000)

BETA-63794

Tr-40B Tumba 4 SK

Hilado de manta

70±

1580

480 d.C.

Oakland (2000)

BETA-63793

Tr-40B Tumba 3

Hilado túnica “Alto Ramírez” 60±

1370

660 d.C.

Oakland (2000)

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Uribe et al.: Nuevos fechados del sitio Tarapacá-40

textiles se registraron en 52 de ellas.3 De este modo, sugerimos que existe cierta continuidad y no una división tan absoluta, donde el denominado sector A representaría una expresión temprana que se prolongaría en el sector B. Al respecto, Oakland (2000) observa que sólo las pieles de pelícano vinculan al sector temprano con Caserones pero, al mismo tiempo, indica que estos entierros serían anteriores a su construcción, proponiendo que estarían más bien relacionados con el aledaño sitio Pircas, en la meseta norte de la quebrada, más arriba de Tarapacá-40 (Figura 2). Estas tumbas, entonces, serían contemporáneas con los cementerios 2 y 6 de Pircas (Núñez, L. 1984). El primero se compondría de 18 tumbas con fosas circulares, en su mayoría disturbadas, asociadas a un emplantillado y un círculo de piedras; en tanto, el segundo correspondería a una acumulación de piedras asociada a otros círculos más pequeños y a posibles geoglifos. En el caso de Pircas-2 se obtuvo una fecha de 480 a.C. del tejido muscular de una momia. Otros sitios funerarios que fueron vinculados a estas ocupaciones tempranas son Tarapacá-6 y 7 o Caserones Norte, los que se encuentran en la caja del río en medio de arboledas subfósiles, en donde habrían aparecido distintos entierros, incluidos algunos niños en urnas y que Núñez (1982) situó entre 1000 y 400 a.C. Sin embargo, en este caso, Oakland (2000) obtuvo fechas de 360 y 400 cal. d.C. Por lo tanto, es evidente que tanto en Tarapacá-40 como en el resto de los sitios funerarios de la parte baja de la quebrada existió una continuidad y combinación de ocupaciones que se extendieron desde principios del Formativo (o antes) hasta sus momentos tardíos. De este modo, lo que se ha concebido como una distribución espacial diferenciada de estas ocupaciones, representaría más bien, dos situaciones culturales y cronológicas distintas que se desarrollaron tanto secuencial como paralelamente en el tiempo. Esto documentaría los momentos temprano y tardío del poblamiento local, cuando se desarrollaron cambios económicos y sociales radicales dentro de la base cazadora-recolectora tradicional de ancestro arcaico y esencialmente costero, correspondiente a lo que Núñez designó en términos genéricos como

complejo y/o fase Faldas del Morro para el norte de Chile y fase Caserones en la actualidad (Núñez 1969, 1970; Núñez y Santoro 2011). Desde esta perspectiva, se plantea que entre todos los asentamientos formativos de la quebrada de Tarapacá, Caserones-1 es el que mejor representaría una respuesta eficiente de un modo de vida agromarítimo (Figura 3). La datación de 450 y 350 a.C. obtenida de un poste de madera empotrado en uno de sus muros sustentó la idea de que la aldea estaba consolidada y en pleno desarrollo, e incluso antes según una tumba al sur del poblado fechada en 850 a.C. (Núñez y Santoro 2011). Sin embargo, no fueron considerados los problemas que derivan de la datación de troncos que arrojan la edad del árbol y no necesariamente del poblado; mientras que, en el caso de la tumba no se conoce bien el contexto ni el lugar exacto de su procedencia, ya sea fuera, dentro o bajo el asentamiento. En cualquier caso, de acuerdo a una fecha de 950 a.C. proporcionada por Oakland (2000) para Caserones-1, los autores establecen una situación de total sincronía con el cementerio Tarapacá-40, afirmando que el inicio y clímax del poblado y cementerio ocurrió a inicios del Formativo en directa relación con los eventos socio-productivos ocurridos durante la transición arcaico-formativa. En efecto, estas dataciones de Tarapacá-40, en particular las del sector A, sugieren que la población continuó enterrándose allí hasta 290–360 d.C., en plena sincronía con la aldea y en los inicios del sector B, donde se reconocieron tres textiles Tiwanaku fechados por Oakland (2000) entre 370 cal d.C. y 660 cal. d.C. En suma, en Caserones-1: … la explotación de los recursos habría tenido como consecuencia una dedicación agrícola y recolectora de tiempo completo desde el Formativo Temprano hasta sus etapas medias y tardías, constituyendo un foco prestigioso a raíz de las intensas prácticas de almacenaje … que guardan relación con la producción de harinas que, a juzgar por sus ofrendas en pequeños contenedores cerámicos en el cementerio Tarapacá

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Ñawpa Pacha: Journal of Andean Archaeology

Figura 3.

Volume 35, Number 1

Fotografía aérea y plano arquitectónico del sitio Caserones-1 (Gentileza de C. Pellegrino).

y cultural entre el cementerio Tarapacá-40 y Caserones-1, proponiendo un proceso lineal y progresivo desde el Formativo Temprano hasta el Formativo Tardío, dentro del cual, los valles bajos de Tarapacá fueron complementarios primero, y luego sustanciales para un régimen productivo multi-ecológico controlado por poblaciones costeras:

40B, fueron subproductos de algarrobo, maíz y quinua (Núñez y Santoro 2011: 516). De acuerdo con tales antecedentes, “… esta modalidad formativa logró consolidarse a través del desarrollo de una economía marítima, incrementando las prácticas complementarias hasta crear un paisaje orientado a la agricultura y silvicultura” (Núñez y Santoro 2011: 517). Los autores, en suma, afirman la existencia de una absoluta correlación cronológica

En síntesis, las poblaciones costeras de Arica a Pisagua representan una compleja sociedad

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Uribe et al.: Nuevos fechados del sitio Tarapacá-40

obtenida de la tumba 76 del sector M′ , de un cuerpo femenino, de edad indeterminada y con tres espinas de cactus trabajadas amarradas con un hilado de fibra de camélido (Figura 4). Beta 370287: 970–960, 940–830 cal. a.C.: corresponde a la segunda fecha más temprana, obtenida de la tumba 99 del sector M′ , de un individuo femenino de 40–50 años de edad. Entre las ofrendas se registró un cesto en técnica de espiral (coiled), vellón, fragmentos de calabaza, una bolsita de cuero amarrada conteniendo espinas de cactus, una manta de fibra de camélido en técnica de torzal y adornos cefálicos de hueso semejantes a los hallados en otros sitios del norte chileno, como Guatacondo (Meighan 1980: 122) y Tulan (Núñez et al. 2006: 100; Figura 5). Beta 355778: 800–740, 690–660, 650–550 cal. a.C.: corresponde a la tercera fecha más temprana, obtenida de la tumba 31 del sector M′ , de un individuo femenino de 15–18 años de edad, sin ofrendas. Beta 370288: 760–680, 670–410 cal. a.C.: es la última fecha temprana, obtenida de la tumba 9 del sector M′ , de un individuo masculino de 40–50 años de edad. Sus ofrendas son una estera de fibra vegetal elaborada en técnica de torzal, una trenza de fibra vegetal, un turbante de hilados color café y madejas de lana del mismo color, una cuchara de madera, fragmentos de un cesto plano en técnica de espiral, otros restos de madera, vainas de

local (Standen et al. 2004) que durante la transición arcaico-formativa integró selectivamente a su tradición costera aquellos escasos grupos y bienes foráneos vinculados con las operaciones de intercambio, recepcionando recursos hortícolas, agrarios y piezas de prestigio dentro de un proceso interactivo, donde los componentes ritualísticos arcaicos y formativos se incorporaron a los primeros cementerios del Formativo Temprano (Santoro 2000). (Núñez y Santoro 2011: 518). Frente a lo anterior, presentamos las nuevas dataciones obtenidas para los individuos de las secciones M′ e Y (Tabla 2), cuyos cuerpos fueron entregados por Lautaro Núñez al profesor Juan Munizaga (†) para su estudio hace varias décadas atrás, los que actualmente se encuentran en el Departamento de Antropología de la Universidad de Chile, en Santiago. Se fecharon dientes y huesos de los cuerpos que se encuentran en Santiago, ya que los contextos y materiales asociados fueron separados, encontrándose en la Universidad Arturo Prat en la localidad de Canchones, al interior de Iquique. A continuación, estos contextos se describen brevemente (también ver Anexo). Beta 355776: 1110–1100, 1080–1060, 1060–920 cal. a.C.: corresponde a la fecha más temprana,

Tabla 2. Nuevas dataciones de radiocarbono obtenidas para el cementerio Tarapacá-40 (Proyecto FONDECYT 1130279). Lab. Beta

Muestra

Tumba

Edad medida

Edad convencional

Calibración 2 sigma

355776 B0657-TA40 T76 SM′ 2700 ± 30 AP

2840 ± 30 AP 1110 a 1100 cal a.C. (3060 a 3050 cal. AP); 1080 a 1060 cal. a.C. (3030 a 3010 cal. AP); 1060 a 920 cal. a.C. (3000 a 2870 cal. AP)

370287 B0671-TA40 T99 SM′ 2580 ± 30 AP

2750 ± 30 AP 970 a 960 cal. a.C. (2920 a 2910 cal. AP); 940 a 830 cal. a.C. (2890 a 2780 cal. AP)

355778 B0666-TA40 T31 SM′ 2430 ± 30 AP

2540 ± 30 AP 800 a 740 cal. a.C. (2740 a 2690 cal. AP); 690 a 660 cal. a.C. (2640 a 2610 cal. AP); 650 a 550 cal. a.C. (2600 a 2500 cal. AP)

370288 B0662-TA40 T9 SM′

2320 ± 30 AP

2470 ± 30 AP 760 a 680 cal. a.C. (2720 a 2630 cal. AP); 670 a 410 cal. a.C. (2620 a 2360 cal. AP)

355779 B0678-TA40 T1 SY

1410 ± 30 AP

1580 ± 30 AP 410 a 550 cal. d.C. (1540 a 1400 cal. AP)

355777 B0665-TA40 T6 SY

1470 ± 30 AP

1610 ± 30 AP 390 a 540 cal. d.C. (1560 a 1410 cal. AP)

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Ñawpa Pacha: Journal of Andean Archaeology

Volume 35, Number 1

Figura 4. Contexto de la tumba 76 sector M′ : tres espinas de cactus trabajadas y embarriladas con hilado de fibra animal.

algarrobo, espina de cactus y un atado de plumas (Figura 6). Beta 355777: 390–540 cal. d.C.: esta es la primera fecha tardía, posterior a nuestra era, obtenida de la tumba 6 del sector Y, de un individuo masculino de 30–40 años de edad. Sus ofrendas son una miniatura de túnica rectangular, un capacho pequeño y un pendiente de malaquita (Figura 7). Beta 355779: 410–550 cal. d.C.: corresponde a la segunda fecha tardía, obtenida de la tumba 1 del sector Y, de un individuo femenino, de edad

indeterminada. Tenía como ofrendas tres cestos miniaturas y otro capacho pequeño (Figura 8). En términos estrictamente cronológicos, es posible observar que las fechas más tempranas corresponden en su totalidad al sector M′ del cementerio, todas antes de la era y abarcando un amplio lapso entre 1110–1100 y 670–410 cal. a.C., por lo cual se confirma lo observado por Núñez (1969 y nota 1), acerca de que el sector A concentra la ocupación temprana de Tarapacá-40. Es decir, Tarapacá-40A sería análogo a la sección M′ , lo que se encuentra

Figura 5. Contexto de la tumba 99, sector M′ : (a) Manta de fibra de camélido en técnica de torzal; (b) Fragmentos de cerámica, calabaza, cesto en técnica de espiral, y pequeña bolsa de cuero amarrada con espinas de cactus y vellón; (c) Fragmento de adorno de hueso que probablemente iba colocado en un turbante.

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Uribe et al.: Nuevos fechados del sitio Tarapacá-40

Figura 6. Contexto de la tumba 9, sector M′ : (a) Fragmentos de dos cestos planos en técnica de espiral y fragmentos de madera; (b) Espina de cactus, cuchara de madera, vainas de algarrobo, atado de plumas; (c) Trenza y fragmento de estera de fibra vegetal en técnica de torzal; (d) Madejas de lana color café; (e) Turbante de hilados color café.

apoyado por el fechado de 950 a.C. de Oakland (2000) para la misma sección. En cambio, las fechas posteriores a la era abarcan desde 390–540 a 410–550 cal. d.C. y representarían la ocupación tardía del sitio, asociada al sector Y, y otros ( p.ej., K y S según Oakland 2000), dejando un cierto hiato de casi 1000 años entre uno y otro evento. Éste, sin embargo, es parcialmente cubierto por las dataciones de Núñez (1970) y Oakland (2000) que abarcan entre 20 y 660 años d.C. Las consecuencias de esta

larga cronología se discuten a continuación, confrontando las fechas con nuestros recientes análisis de la evidencia bioantropológica y contextual del cementerio.

Sobre la Población Enterrada El análisis bioantropológico del cementerio Tarapacá40 otorga información relevante respecto a la

67

Ñawpa Pacha: Journal of Andean Archaeology

Volume 35, Number 1

Figura 7. Contexto de la tumba 6, sector Y: (a) Miniatura de túnica en técnica faz de urdimbre; (b) Capacho miniatura; (c) Pendiente de malaquita.

del esmalte, al igual que las patologías infecciosas evidenciadas en restos momificados (De Araújo et al. 1985; Fontana et al. 1983; Holden y Núñez 1993), señalan que éstos habrían padecido enfermedades como anemia, problemas gastrointestinales y respiratorios, demostrando una importante influencia ambiental. Por otro lado, los traumas cráneo-faciales observados, uno de ellos perimortem y causa de muerte, evidenciarían conflictos dentro del grupo y la existencia de algún tipo de estrés social (Tabla 5). Por otra parte, la alta frecuencia de caries y pérdida dental antemortem (en promedio nueve piezas dentales perdidas en vida), en conjunto con un importante desgaste dental, indican que esta población incluyó recursos cultivados y recolectados en su dieta, ricos en carbohidratos como el algarrobo (Prosopis sp.) y otros alimentos abrasivos, probablemente provenientes de la costa. Complementariamente, los marcadores músculo-esqueletales dan cuenta, tanto en hombres como en mujeres, de inserciones moderadas y severas de los músculos asociados a la marcha, lo cual podría indicar que mantuvieron una alta movilidad y/o recorrieron largas distancias. Es posible observar que parte de los indicadores osteológicos descritos no exhiben diferencias significativas entre los sectores M′ e Y. Lo anterior, sugiere que la

conformación de esta población. Se estudió una muestra de 51 esqueletos, constituida por individuos subadultos y adultos de ambos sexos, perteneciente a distintos sectores del cementerio (Tabla 3). En primer lugar, se determinaron tres tipos de deformación craneana intencional (tabular oblicua, tabular erecta y circular oblicua), lo que sugiere cierta diversidad individual y social dentro del sitio (Figura 9), considerando que esta modificación corporal refleja una adscripción identitaria y cultural en una población (Larsen 1997). Además, estos resultados contrastan con la presencia de un solo tipo de deformación craneana observada en sitios costeros contemporáneos de la misma región como Cáñamo3 donde sólo se registró deformación circular (Arias y Herrera 2012). Sin embargo, no se observaron diferencias estadísticamente significativas en relación a individuos deformados y sin deformación craneana, entre individuos femeninos y masculinos ni entre los tipos de deformación; por lo que su diversidad no implicaría, en apariencia, mayor desigualdad social (Tabla 4). No obstante aquello, según el estado de salud y su calidad de vida, los individuos habrían estado expuestos a distintas clases de presiones. Los indicadores de estrés como cribas, hiperostosis porótica e hipoplasia

68

Uribe et al.: Nuevos fechados del sitio Tarapacá-40

situación ocurriera hacia 1100 a.C., materializándose posteriormente en los poblados de Pircas y Caserones, donde las personas se asentaron de manera más estable y experimentaron los cambios evidenciados en los indicadores paleopatológicos, producto de una tensión entre lo tradicional y las innovaciones que estarían sucediendo. Para profundizar en la heterogeneidad inferida a partir del estudio bioantropológico, contamos con análisis de isótopos estables de carbono y nitrógeno, los que fueron realizados en 11 individuos de Tarapacá-40 (Tabla 6). En general, los resultados obtenidos para los isótopos de carbono (colágeno y apatita) sugieren un consumo tanto de plantas C3 como C4. El maíz corresponde a la principal planta C4 en América Latina (Tykot 2006), sin embargo, en ningún caso fue la base de la dieta de las poblaciones de este cementerio. Más bien, su consumo habría ocurrido en forma moderada y gradual; en contraste, por ejemplo, con las poblaciones del período Intermedio Tardío (ca. 800–1450 d.C.), cuando el maíz sí conformará la base fundamental de la dieta en la misma región según su valores de carbono muy enriquecidos en 13C (Santana et al. 2014). Para nuestro caso, los valores del δ13Ccolágeno se encuentran en un rango entre −18.8‰ y −13.7‰, con una media de −15.8 ± 1.3‰. Por otro lado, los valores de δ13Capatita presentan un rango entre −11.4‰ y −9.3‰, con una media de −11.4 ± 1.5‰. Es posible, por lo tanto, afirmar que dentro de la misma población existió una importante variabilidad que incluyó individuos que consumieron una mínima o nula cantidad de maíz (con valores muy bajos de δ13C), basando su dieta casi

Figura 8. Contexto de la tumba 1, sector Y: Cesto miniatura.

condición de esta población fue bastante similar entre individuos asociados a un momento temprano y otro tardío de la ocupación del cementerio. Sin embargo, dentro de esta aparente homogeneidad biológica, la variedad en la deformación craneana, el registro de traumas por violencia interpersonal y la deficiente salud oral, apoyan la existencia de diferencias y quizás desigualdades al interior de la sociedad enterrada en Tarapacá-40. Estos contrastes contribuyen a proponer a una población constituida por grupos en constante movimiento y flujo tanto de personas como de ideas, particularmente en relación con una larga tradición costera que interactúa con el interior como lo demuestra, entre otros, la presencia de recursos marinos en algunas tumbas (Núñez 1969). Es probable que esta

Tabla 3. Composición sexual y etaria de la población Caserones-Tarapacá 40. Rangos Etarios Sexo/Edad

0

1

5

10

15

20

25

30

40

50+

Adulto 30+

Total

Femeninos

0

0

0

0

2

0

1

6

5

3

11

28

Masculinos

0

0

0

0

0

1

0

3

4

1

7

16

Adultos indeterminados

0

0

0

0

0

0

0

1

0

1

1

3

Subadultos

1

1

1

1

0

0

0

0

0

0

0

4

Total

1

1

1

1

2

1

1

10

9

5

19

51

69

Ñawpa Pacha: Journal of Andean Archaeology

Volume 35, Number 1

Figura 9. Deformación craneana en Tarapacá-40: (a) Circular oblicua; (b) Tabular oblicua; (c) Circular oblicua; (d) Cráneo sin deformación.

terrestre como marina. Los valores de δ15N se encuentran en un rango entre 8.1‰ y 14.9‰, con una media de 12.3 ± 1.8‰. En este marco, al igual que el caso del maíz, el consumo de pescado también fue moderado y tampoco formó parte de la base alimenticia de los individuos del sitio. No obstante,

exclusivamente en plantas C3 tales como el algarrobo o cultivos distintos; mientras que, en otros casos los valores más elevados de δ13C sugieren una dieta mixta de plantas C3 y C4. En paralelo, los isótopos de nitrógeno dan cuenta que la misma población tuvo una dieta mixta tanto

Tabla 4. Distribución de los tipos de deformación craneana en Tarapacá-40. Tipo DCI Sexo Femenino Masculino Indeterminado Subadultos Valor p

T. E.

T. O.

C.E.

C.O.

Sin DCI

p DCI

p sexo

13.3%

0%

0%

47%

40%





Fr = 2/15

Fr = 0/15

Fr = 0/15

Fr = 7/15

Fr = 6/15





36.4%

9%

0%

36.4%

18.2%





Fr = 4/11

Fr = 1/11

Fr = 0/11

Fr = 4/11

Fr = 2/11





0%

0%

0%

100%

0%





Fr = 0/1

Fr = 0/1

Fr = 0/1

Fr = 1/1

Fr = 0/0





0%

0%

0%

33.3%

66.7%





Fr = 0/3

Fr = 0/3

Fr = 0/3

Fr = 1/3

Fr = 2/3













0.499

0.189

0.336

70

Uribe et al.: Nuevos fechados del sitio Tarapacá-40

δ15N con señales de nitrógeno que superan los 20‰, confirmando una completa dependencia de los recursos marinos (Santana et al. 2012). Al respecto, aunque no datado, cabe destacar el caso de un individuo femenino de Tarapacá-40 (sector M′ , tumba 20), el cual presenta señales muy diferentes para sus isótopos de carbono y nitrógeno, obtenidos de diente y clavícula (Santana et al. 2012). El primero representa los valores alcanzados en su infancia, mientras que el segundo refleja los valores de sus últimos años de vida (Lee-Thorp 2008). Durante su niñez, los valores de δ13C y δ15N señalan una dieta completamente marina, con valores muy similares a los observados para los individuos de la costa; en tanto que, durante sus últimos años de vida, esta persona cambió de manera radical su dieta para consumir alimentos principalmente terrestres. En cambio, los análisis de isótopos estables de otros dos individuos femeninos (uno juvenil) de la sección M′ (B0657 y B0666), sin mayores diferencias entre ellos, presentan valores muy similares para sus δ13C y δ15N, lo cual sugiere una dieta más bien terrestre

Tabla 5. Traumas antemortem y perimortem en Tarapacá-40. El valor p indica que no existen diferencias estadísticamente significativas entre masculinos y femeninos. Sexo

Cráneo

Miembro Antebrazo inferior

Espondilolisis L5

Femenino

31%

6%

6.3%

6%

Fr = 5/16 Fr = 1/17 Fr = 1/17 Masculino

25%

25%

0%

Fr = 3/12 Fr = 1/14 Fr = 0/3 Indeterminado 0%

Fr = 1/16 50% Fr = 1/2

33.3%

0%

0%

Fr = 0/3

Fr = 1/3

Fr = 0/2

Fr = 0/2

p sexo

0.56







p edad

0.722







estos resultados se correlacionan bien con lo observado en el registro arqueológico, ya que en poblados como Pircas y Caserones se han encontrado alimentos provenientes de la costa, sobre todo pescado. En comparación con las poblaciones costeras contemporáneas como las de Cáñamo y Caleta Huelén, aquellas presentan valores muy elevados de

Tabla 6. Valores de isótopos estables de carbono y nitrógeno en individuos adultos de Tarapacá-40. N°

Sexo

Edad

Muestra

δ13Ccol

δ15N

δ13Cap

C/N

B0657

Mujer

Adulto

Costilla

−16.9

10.9

−12.5

3.2

B0659

Mujer

Adulto

Fíbula

−15.2

11.4

−11.0

3.2

B0660

Mujer

Adulto

Ulna

−15.7

12.1

−13.5

3.5

B0666

Mujer

15–18 años

Húmero

−16.9

8.0

−11.3

3.2

B0667

Hombre

30–40 años

3° molar

−15.4

14.3

−11.1

3.3

B0669

Hombre

40–50 años

2° molar

−13.7

14.9

−9.5

3.4

B0672

Mujer

30–40 años

Húmero

−14.9

12.4

−9.3

3.3

B0672

Mujer

30–40 años

3° molar

−14.6

12.9

−10.2

3.3

B0674

Hombre

30–40 años

Fíbula

−16.4

10.7

−12.3

3.3

B0675

Mujer

Adulto

Costilla

−16.0

10.9

−11.3

3.2

B0677

Mujer

25–28 años

3° molar

−16.8

12.9

−10.7

3.3

B0677

Mujer

25–28 años

Clavícula

−16.7

11.7

−11.7

3.2

B0680

Mujer

Adulto

Radio

−15.7

11.7

−11.4

3.3

B0684

Mujer

Adulto

Radio

−18.8

8.1

−13.5

3.3

B0688

Hombre

20–25 años

Fíbula

−14.9

13.2

−13.3

3.4

B0688

Hombre

20–25 años

3° molar

−15.6

13.4

−10.8

3.4

B0691

Mujer

Adulto

Falange

−14.7

14.0

−10.3

3.3

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Ñawpa Pacha: Journal of Andean Archaeology

Volume 35, Number 1

De acuerdo a lo anterior, la fecha de 970–960, 940–830 cal. a.C. (Beta 370287) obtenida para el cuerpo de la tumba 99 del sector M′ y el cual posee una estera de fibra de camélido en técnica de torzal (ver Figura 5a), así como aquella de 760–680, 670–410 cal. a.C. (Beta 370288) obtenida de la tumba 9 del sector M′ , con una estera de fibra vegetal elaborada en técnica de torzal, una trenza de fibra vegetal, madejas y un turbante de hilados color café, contribuyen a confirmar nuestra secuencia (Agüero 2012, 2013). En particular, porque estos artefactos claramente se insertan dentro del componente textil de carácter arcaico y costero (ver Figura 6c–e). En cambio, un momento posterior está principalmente representado en la pampa por la textilería de Tarapacá-40B y, en general, por las secciones distintas a la M′ . Ésta se compone de miniaturas de prendas tales como túnicas, gorros, bolsas y mantas, junto con otras prendas de tamaño normal como mantas elaboradas en faz de urdimbre, en faz de urdimbre y faz de trama o en torzal, así como por túnicas con el sector inferior en faz de trama y por ciertos tipos de turbantes (Figuras 11 y 12). Además, es ahora cuando se hace más popular la tapicería y la faz de trama. Esta situación no se observa en la costa, de manera que su registro en Pircas, Tarapacá-40 y Guatacondo, probablemente indica un uso vinculado con una marcada ritualización de ciertas actividades en los valles y oasis del interior. Por lo tanto, la miniatura de túnica de la tumba 6 del sector Y datada en 390–540 cal. d.C. (Beta 355777), confirma la secuencia textil que hemos propuesto (Agüero 2012, 2013) y la complementa (ver Figura 7a). La distribución de estos tipos textiles sugiere que la interacción tuvo un marcado carácter regional conectando la costa, la Pampa del Tamarugal y el río Loa, adquiriendo unidad e identidad desde los inicios del período, focalizándose en la quebrada de Tarapacá. Del mismo modo, este cementerio y Caserones-1 también constituyeron enclaves reconocidos por su articulación con espacios geográficos y culturales más allá de los valles occidentales, el Loa y el altiplano, a juzgar por la presencia de algunas prendas con

con bajo consumo de maíz y mayor ingesta de plantas C3. Esta evidencia, sin duda, confirma la existencia de contactos y movilidad entre la costa y el interior durante el período Formativo, así como el intercambio de productos como pescado. Pero, al mismo tiempo, no se trató de un proceso unidireccional ( p.ej., de la costa a la pampa), sino irregular, desigual y que comprometió a varias poblaciones, lo que resulta coincidente con la variabilidad dietética, temporal y cultural documentada para Tarapacá-40 como se puede apreciar en los ajuares y ofrendas del cementerio.

Los Tejidos Como ya hemos informado (Agüero 2012, 2013), existe un componente textil muy temprano representado en la costa regional por sitios como Camarones 15A-B, Pisagua D y en las quebradas que desembocan en la Pampa del Tamarugal como los sitios Tarapacá40 y Pircas (también en Oakland 2000, 2008). Este patrón mantiene continuidad con el Arcaico Tardío, indicando que la textilería tendría su origen en la costa de acuerdo al antiguo manejo de las fibras vegetales; el que luego se amplía a la pampa donde se suman las fibras de camélidos silvestres y domesticados. Se caracteriza por el uso de fibra vegetal ( juncáceas y algodón) en mantas elaboradas en ligamento tela o torzal, esteras en técnica de torzal, bolsas de fibra vegetal y de camélido en técnicas de anillado o faz de urdimbre, faldellines (Oakland 2000, 2008) y ciertos tipos de turbantes de hilados de fibra de camélido (Agüero 1994). En este conjunto (Figura 10), las técnicas decorativas no difieren de las de manufactura. Esta situación sugiere para la primeros momentos definidos por los estudios cerámicos (Uribe 2009), una fluida movilidad entre la costa, la pampa y posiblemente la puna. En efecto, a través de los textiles es posible inferir una alta movilidad heredada de grupos arcaicos que involucraba a Arica por el norte hasta la desembocadura del Loa por el sur, al menos entre el litoral y la pampa.

72

Uribe et al.: Nuevos fechados del sitio Tarapacá-40

iconografía Tiwanaku clásico en pleno apogeo del Formativo (Agüero y Uribe 2012).

negro, rojizo y amarillento, entre los cuales destacan finas inclusiones negras. También se identifica el uso de desgrasante orgánico, específicamente vegetales molidos, ramitas o palitos y hasta semillas de algarrobo, así como greda y cerámica, todos ellos agregados de manera accidental y/o por una elaboración “desprolija.” La mayoría de las piezas sólo se dejaron secar, sin cocer o en estado “crudo” y muy pocas se sometieron a un proceso de cocción bien controlado y completo, por lo que muchas se encuentran desintegradas. Las vasijas bien cocidas, en pasta y superficie, son de colores café-amarillento y anaranjado, mientras que los tiestos crudos o mal cocidos adquirieron un color gris claro o blanco, en ambas casos con una coloración muy dispareja. Morfológicamente, se reconocen vasijas restringidas y no-restringidas, siendo predominantes las primeras debido a la recurrencia de formas restringidas simples a modo de cuencos (42.1%). Otra gran proporción (24.1%) comprende las vasijas no-restringidas que, en realidad, constituyen una variante de las anteriores,

La Cerámica Contamos con el registro de 228 piezas completas o semi-completas, provenientes de 44 tumbas de los sectores K, L, M, M′ , N, T, W, e Y, correspondientes en su totalidad a la alfarería del Formativo Tardío regional y, en particular, al tipo Quillagua-Tarapacá Café Amarillento o QTC (Uribe y Ayala 2004; Uribe y Vidal 2012). Una característica notable es que la mayoría de los tiestos son de dimensiones muy reducidas, puesto que en gran parte se trata miniaturas que pueden medir menos de 2 cm y que pocas veces superan los 10 cm (Figura 13). Se observa cierta variabilidad en las pastas, lo cual se relaciona con la heterogeneidad de los antiplásticos utilizados. Predominan las inclusiones minerales como granos de cuarzo, otros de color blanco,

Figura 10. Textiles del Formativo Temprano (Dibujos de P. Chávez y C. Agüero).

73

Ñawpa Pacha: Journal of Andean Archaeology

Volume 35, Number 1

Figura 11. Túnicas del Formativo Tardío (Dibujos de P. Chávez).

pues la pieza no alcanza a invertirse y se mantienen abiertas, adquiriendo el aspecto de vasos, tazones o escudillas, dependiendo de si son más altos o anchos

y de paredes rectas o curvas, según sea el caso. Dentro de las vasijas restringidas, también destacan, aunque escasas (1.8%), aquellas de cuerpo elíptico

Figura 12. Textiles miniaturas del Formativo Tardío: (a) Manta; (b) Túnica; (c) Taparrabo; (d) Bolsa; (e) Gorro; (f ) Terminación de urdimbre típica del período (Dibujos de P. Chávez y C. Agüero).

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Uribe et al.: Nuevos fechados del sitio Tarapacá-40

Figura 13. Cerámica Quillagua-Tarapacá del Formativo Tardío: (a y b) Cuenco y “Vaso-Florero” del tipo Quillagua-Tarapacá Café Amarillento o QTC; (c y d) Botella y vaso del tipo Quillagua Rojo Pulido o QRP.

75

Ñawpa Pacha: Journal of Andean Archaeology

Volume 35, Number 1

la totalidad de la cerámica del sitio. También identificamos fragmentos de vasijas alisadas, color café y con pastas densas en inclusiones blancas que refieren a la alfarería del Formativo Temprano, denominada tipo Loa Café Alisado o LCA (Figura 14). Esta cerámica fue detectada en cuatro casos correspondientes a las tumbas 1 sección N, 4 sección K, 6 sección Y y 51 sección M, pero ninguna de ellas en la sección M′ del sector más temprano. No obstante, su asignación temprana se confirma por la presencia, en al menos dos casos, de decoración incisa de puntos sobre el labio (tumbas 4 y 13 sección K). En suma, el material cerámico de Tarapacá-40 se caracteriza por el predominio de la tosca alfarería Quillagua-Tarapacá del Formativo Tardío (97.80%); incorporándose también representantes de industrias más antiguas, aunque en forma fragmentada y minoritaria, correspondientes al tipo Loa Café Alisado del Formativo Temprano (2.19%). Ambas expresiones conforman una tradición alfarera regional, pero la gran mayoría de la muestra da cuenta del componente tardío del cementerio, mientras que una mínima parte es de momentos más antiguos, aunque no mucho antes del 500 a.C. (Uribe y Vidal 2012). En este sentido, nos parece que el sitio comprende tres componentes y momentos, dentro de los cuales uno es cronológicamente previo a la presencia de alfarería y estaría principalmente relacionado con el sector M′ y Pircas. Este marcaría el inicio de una intensificación de la ocupación humana en la Pampa del Tamarugal hacia el 1000 a.C., dando paso al desarrollo local de la alfarería alrededor del 700–500 a.C. y un amplio dominio de su producción con posterioridad al 200 d.C., en coincidencia con el desarrollo de la aldea Caserones-1.

alto con un cuello hiperboloide relativamente corto y ancho que le otorga un aspecto de “floreros.” Fuera de estas vasijas, existe un gran porcentaje de discos de alfarería (26.8%), que sirvieron de tapas sujetas con fibras vegetales para algunas piezas, sobre todo para los cuencos, con el fin de proteger harinas y frutos contenidos en su interior. Esta cerámica se caracteriza por la ausencia de aditamentos formales como asas u otros, así como por la falta de decoración, ya sea de pintura y/o adornos modelados. En general, las superficies se dejaron en “estado de cuero” o sin tratar, marcadas por el moldeado y rasmilladas por el paso de un instrumento para levantar las paredes, no obstante, algunas también aparecen con un disparejo engobe rojo. También quedaron restos de material adheridos a las paredes, marcas de los dedos del artesano, grietas por el secado o cocción y en las bases se dejaron las improntas de la cestería sobre la cual se levantó la vasija. Considerando lo anterior, es posible afirmar que este conjunto de vasijas no estaba destinado a funciones domésticas cotidianas y prácticas, sobre todo por su pequeño tamaño, precaria calidad y falta de uso en cocina. Su manufactura expeditiva, entonces, habría privilegiado su empleo como especial y fugaz contenedor de productos vegetales en forma de harinas y frutos, elaborándose para la ocasión, según lo demuestra el hecho que la mayoría está nueva, no fue cocida y no muestran huellas significativas de uso. Por lo tanto, su función sería ritual y funeraria de acuerdo a su abundancia en estos contextos y otros de Arica (Uribe y Ayala 2004), Pica (Moragas 1995), y en los túmulos ceremoniales de Quillagua (Agüero et al. 2001, 2006). Asociado a lo anterior, se suman los tipos Quillagua Rojo Pulido (QRP) y Caserones Negro Pulido (CNP), que consisten en cerámica monocroma pulida, roja y negra, que complementan las variedades del Formativo Tardío (Uribe y Vidal 2012). Sin embargo, éstos no superan el predominio del tipo Quillagua-Tarapacá, pues aunque tal situación se identificó en 10 de las 48 tumbas examinadas (20.8%), la proporción de estos materiales es menor, aun cuando todavía no podemos asegurarlo con certeza hasta que se revise y cuantifique

Las Otras Ofrendas Respecto a los objetos muebles presentes como ofrendas que difieren de la cerámica y los tejidos, fue posible estudiar el 98% (n = 412) de las piezas que se conservan en la colección Tarapacá-40 (Catalán 2010). Los objetos proceden de 82 tumbas distribuidas entre los sectores E, K, L, M,

76

Uribe et al.: Nuevos fechados del sitio Tarapacá-40

Figura 14. Cerámica Loa Café Alisado o tipo LCA del Formativo Temprano: (a) Cántaro; (b) Borde inciso punteado.

M′ , N, S, T, W, e Y, mientras que un 10% de los materiales no tenía referencia a tumba ni sector.4 Ellos dan cuenta de una amplia variedad artefactual, dentro de la cual se reconocieron al menos 27 clases de objetos correspondientes a cestos miniaturas (52.46%), cestos (18.44%), capachos o cargadores (6.69%), calabazas (4.13%), agujas (2.43%), cuentas (1.94%), capachos miniatura (1,47%), espinas de cactus (1.21%), caja para pigmentos (0,97%), desconchadores (0.97%), espátulas (0.97%), collares (0.72%), esteras (0.72%), bolsas (0.49%), figurillas, pendientes, sandalias y tubos (0.49% de representación en cada caso). En cuanto a ejemplares únicos, esta diversidad se amplía a una aljaba, bolsa para pigmentos, contenedor de concha, cuchillón para uso agrícola, estera miniatura, mango de cuchillo y para otro instrumento, recipiente para fundición de metales y tocado (0.24% de frecuencia por cada uno). También se registraron

trozos de troncos, numerosas vainas de Prosopis sp., maíz morado, palomitas de maíz, quínoa, harinas, fragmentos de trenzas en fibra vegetal, vellones de lana, cuero de pescado, trozos de mineral de cobre y desechos de talla lítica. En términos generales, el rasgo más distintivo de estos contextos es un predominio de objetos confeccionados en fibra vegetal (79.59%) y las miniaturas, en especial, los platos de cestería tanto hondos como planos (51.46%). Del conjunto de tumbas, el 41.46% presenta objetos explícitamente rituales como los cestos miniaturas que se concentran en las tumbas de los sectores K, L, y M, apareciendo en frecuencia de nueve a 20 unidades por tumba (Figura 15). También están presentes, pero con uno o dos ejemplares en las tumbas de los sectores M′ , N, W, e Y. En general, se asocian a otros cestos, capachos, capachos miniatura, estera miniatura y numerosas ofrendas de alimentos, principalmente maíz,

77

Ñawpa Pacha: Journal of Andean Archaeology

Volume 35, Number 1

continuidad en su producción formal y, por ende, estética. Si consideramos que en gran medida, aunque no exclusivamente, el sector M′ representa momentos tempranos y la sección Y un momento más tardío dentro del sitio, nuestra comparación permite señalar que los cestos miniaturas están presentes tanto en las tumbas del sector M′ como en el Y (tipos I, II y sus variantes).5 La diferencia está dada por la frecuencia con que éstos aparecen, ya que en la sección M′ sólo se registraron nueve cestos miniaturas, mientras que los restantes 203 ejemplares se distribuyen en el resto del cementerio. Posiblemente, esta situación da cuenta de diferencias respecto a la idea de incorporar miniaturas u objetos no usados, las que surgirían en un momento más temprano del Formativo. Pero, estas concepciones cristalizarían y se popularizarían en prácticas rituales masivas o generalizadas conforme avanzó el tiempo. La presencia de cestos en todos los sectores, independiente de su recurrencia y de las brechas cronológicas entre ellos, unifican al sitio y sugieren la existencia de una tradición cultural que perpetúa una tecnología en tanto un modo de hacer y una estética común pero desprendida de la cotidianeidad y propia de la dimensión funeraria. Existe, por tanto, cierta unidad debido a la incorporación y uso de objetos elaborados en fibra vegetal, noción que constituye una especie de símbolo central y distintivo de estas poblaciones. Esto último, en consecuencia, permite proponer que la acción de miniaturizar los artefactos para demostrar un dominio técnico y estético se popularizó en momentos tardíos, lo que fue coincidente con el predominio de las miniaturas de cerámica y tejidos en el Formativo Tardío. Las tumbas fechadas del sector M′ y que denotan un claro momento temprano, difieren de los contextos más característicos del cementerio, sobre todo por la escasa presencia de miniaturas, las que aparecen sólo en cinco tumbas de las 41 registradas para el sector. No obstante, el análisis de estos materiales sugiere para un primer momento, el desarrollo de una fuerte identidad ligada a los recursos de la pampa y la costa, con una estética donde destacaron la sobriedad y el sentido de utilizar lo natural y esencial. Luego, el predominio de las miniaturas, tanto de

Figura 15. (a) Cestos miniatura tipos I.1.1, I.2.1, I.3, y II.1.2 (tumba 11, sector K); (b) Cesto tipo I.1 (tumba 96, sector M′ ); (c) Cesto tipo I.3 (tumba 41, sector M′ ); (d) Calabaza tipo I con decoración pirograbada (tumba 88, sector M′ ); (e) Capacho tipo II.2 (tumba 4, sector K); (f ) Capacho pequeño tipo I (tumba 12, sector K).

Prosopis sp., quínoa y palomitas de maíz ( p.ej., tumbas 8 y 9 de sección L). En consecuencia, una característica peculiar de estas tumbas es la incorporación de objetos confeccionados en materia prima vegetal y sólo con fines simbólicos, destacando los cestos junto con los capachos miniaturas, todos de tamaño no funcional y nuevos o sin huellas de uso. Todos ellos reproducen las mismas formas utilizadas en ámbitos cotidianos, por lo que constituyen una verdadera representación de las prácticas socioeconómicas habituales como sucede con el movimiento, la recolección y empleo de los productos del entorno y sus artefactos. Evaluando estos objetos y su clasificación con las dataciones obtenidas se puede plantear una

78

Uribe et al.: Nuevos fechados del sitio Tarapacá-40

beige, cestería y cerámica, donde también predominan las miniaturas; lo cual coincide con la alfarería del Formativo Tardío, si bien en la tumba 1 del sector Y se detectaron algunos fragmentos de aspecto más temprano. En cualquier caso, pareciera que con anterioridad a 410–550 cal. a.C., no existiera cerámica, ésta era muy escasa y/o no se empleaba como ofrenda funeraria. Asimismo, salvo por la miniatura textil, no incluirían otras ofrendas, a diferencia del momento temprano donde destacaban restos y artefactos hechos en materias primas animales y vegetales, incluidos cultivos como la calabaza, textiles elaborados en técnica de torzal y turbantes. Los análisis bioantropológicos sugieren que se trata de una misma población aunque internamente heterogénea pues sus miembros estuvieron expuestos a diferentes condiciones ambientales y sociales. No se trató de una situación única, sino de distintas historias individuales que transitaron entre la costa y la Pampa del Tamarugal. En este marco, los materiales textiles y toda la industria asociada a los vegetales dan cuenta de un desarrollo que se fue gestando desde tiempos tan remotos como el período Arcaico, con múltiples efectos materiales. Dentro de éstos, las tecnologías, es decir, el dominio de los recursos naturales por la cultura, pareciera constituir un tema central en la representación ritual y simbólica que se expone paulatinamente a través de los contextos funerarios. Por lo tanto, los datos aportados aquí no sólo dan cuenta de una cronología para el período Formativo; sino, más importante aún, de una construcción intencional por parte de las poblaciones que se enterraron en Tarapacá-40, donde justamente inscriben estas historias individuales. En este sentido, no se trata simplemente de que:

cestos como de tejidos y cerámica, sería indicador de un momento más tardío. Y, en este caso, la estética develaría un dominio sobre las materias primas y las técnicas, promoviendo una representación particular que distinguió al Formativo y la identidad de estas poblaciones tarapaqueñas en el marco de los Andes Centro Sur.

Conclusiones Con este panorama que, evidentemente es limitado porque no se ha podido registrar la totalidad de la colección de Tarapacá-40 (ver Agüero 2012), ni se cuenta con información de otros cementerios contemporáneos como el de Guatacondo (Meighan 1980), es posible concluir que los fechados obtenidos no sólo representan dos momentos distintos en términos estrictamente cronológicos y espaciales (A = Temprano y B = Tardío), sino que tienen implicancias culturales significativas para el período Formativo. Por un lado, es evidente la existencia de un momento bastante temprano que abarcó un lapso aproximado entre 1000 a 500 a.C., sin asociación directa a cerámica, pero que manifiesta una estrecha relación con los recursos naturales locales. Este momento es distinto de otro más tardío, ubicado en la primera mitad de la era, el cual se vincula con cerámica y otras tecnologías donde destacarían los tejidos y la cestería. Al respecto, es interesante comparar esta situación con los análisis bioantropológicos y artefactuales que realizamos, permitiéndonos profundizar en la complejidad cultural del sitio. En cuanto a las ofrendas, aunque escasas, es llamativo para el primer momento una variada presencia de artefactos como cestos, bolsita de cuero y cuchara de madera; restos animales tales como cuero, vellones y penacho de plumas; fragmentos de calabaza, vainas de algarrobo, espinas de cactus y restos de madera entre los vegetales; y, dentro de los textiles y cordelería, una manta y una estera, ambas elaboradas en técnica de torzal, además de una trenza vegetal, madejas y un turbante de hilados de fibra de camélido. Por el contrario, para el segundo momento, sólo se cuenta con el registro de una miniatura de túnica rectangular de color

Tanto la alta frecuencia de cerámica como de maíz en relación al sector A refleja mejor el clímax ya referido ( presión demográfica y alta productividad), ampliándose incluso durante esta etapa otra zona de enterramientos sincrónicos al sector B, en la pampa adjunta al poblado (Caserones sur) (Núñez 1982: 89–90).

79

Ñawpa Pacha: Journal of Andean Archaeology

Volume 35, Number 1

faisant, il faut comprendre que dans la miniature les valeurs se condensent et s’enrichissent. Il ne suffit pas d’une dialectique platonicienne du grand et du petit pour connaître les vertus dinamiques de la miniature. Il faut dépasser la logique pour vivre ce qu’il y a de grand dans le petit (Bachelard 1961 [1957]: 142).6

Al contrario de esta interpretación conservadora, igualmente válida, nos interesa destacar otras lecturas. Este sitio y su comportamiento tanto material como cronológico, nos sugieren la posibilidad de acceder a una forma de construir un relato propio, alejado de las causales económicas a las que tradicionalmente recurre la explicación arqueológica. El punto de partida de la historia, como en este caso, se ancla en la relación con los ancestros y constituye la manera de explicar los sucesos siguientes. La cerámica y las aldeas del Formativo, según los nuevos registros, son algo posteriores a estas prácticas funerarias (Adán et al. 2013; Urbina et al. 2012, 2014; Uribe y Vidal 2012). Sin embargo, estas prácticas ya parecen incluir un guión acerca de la concepción de los cambios sociales y económicos más conspicuos del período; donde es clara una racionalización de los recursos y los espacios apropiados por medio de ofrendas que remiten a un profundo conocimiento de los elementos locales del paisaje como los vegetales y sus derivados. Esto no es sólo evidente en Tarapacá40, sino también en el cementerio de Guatacondo que según los fechados disponibles se ubica hacia 850 a.C. (Meighan 1980). Esta racionalización que se aprecia tempranamente en los cementerios, donde se estabilizaron los movimientos de estas poblaciones, asentándose regular y permanentemente, serían el impulso inicial para expresar una toma de conciencia sobre la naturaleza. En paralelo, esto también pudo implicar la posibilidad de enunciar las diferencias que habían sido contenidas por el modo de vida cazador-recolector, aparentemente igualitario pero en franca transformación. Al menos en este caso, lo anterior pareciera evidenciarse en el dominio de las materias primas y las tecnologías, elocuente en la miniaturización del mundo cotidiano que se expresaría alrededor del 200 d.C. y alcanzando su apogeo hacia 660 d.C. (Figura 16). Aunque alejadas de la arqueología, las siguientes palabras adquieren sentido y explican mejor nuestro planteamiento:

Desde este momento, según nuestra hipótesis, quedaría abierta la posibilidad de expresar las diferencias y desplegar las desigualdades en la vida privada, pública y ceremonial. Por lo mismo, pareciera ser posible el surgimiento de las aldeas de Tarapacá con posterioridad al 500 a.C. y, gracias a ello, exponer en forma pública las tensiones y competencias al interior de la sociedad. Durante el Formativo, entonces, la atención transitaría de la racionalización de la naturaleza y sus recursos hacia una forma de control social a través del manejo de las tecnologías y una producción derrochadora de cultura material, según se desprende de los cientos de miniaturas en las tumbas de este y otros cementerios tarapaqueños (Agüero 2012; Agüero et al. 2006; Moragas 1995; Uribe 2009). Todo lo anterior, en definitiva, no estaría exento de una sociología del poder, por cuanto el centro de producción y consumo se trasladaría a asentamientos habitacionales tan emblemáticos como Caserones-1 (20–1020 cal. d.C.). Para nosotros, esto implica que había intereses individuales que intentaban intervenir sobre esta situación, sugerido por cierto distanciamiento del gran poblado respecto al espacio funerario, a la par de una exacerbación del espacio público como el lugar donde todo el acervo aprendido y acumulado podía ser disputado por los distintos miembros de la sociedad. Sin duda, esta nueva condición marca un peculiar rumbo de los grupos formativos de Tarapacá, pero también reporta un singular ejemplo para entender, de manera más humana, la complejidad de las sociedades de los Andes Centro Sur. En este sentido, el concepto del Formativo nos sigue pareciendo útil, no por su precisión etimológica, sino porque ya consagrado en la academia, se presta a este

Je possède d’autant mieux le monde que je suis plus habile à le miniaturiser. Mais, ce

80

Uribe et al.: Nuevos fechados del sitio Tarapacá-40

Figura 16. (a) Capachos, cestos, y esteras miniaturas (tumba 12, sector L); (b) Túnicas miniaturas (tumba 13, sector K); (c) Cerámicas miniaturas (tumba 12, sector L).

Agradecimientos

debate. Estamos seguros que desde esta perspectiva se puede comprender mejor dicho momento no como hechos únicos, selectos y aislados que responden a una visión económica, exitista y hegemónica de nosotros mismos y sobre un desierto a ser dominado, domesticado y producido. Lo que redunda en nuestra percepción de Tarapacá y del llamado Norte Grande, a veces con un marcado énfasis nacional que se vuelca en ciertos relatos de la prehistoria chilena. Al contrario de ese pasado, creemos que otras prehistorias son posibles, especialmente a través de una arqueología que al enfrentar la cultura material puede tomar distancia de sus ideales, incluya valores nuevos, a múltiples actores y que recoja de la memoria pretérita un relato a compartir conscientemente con los demás. En este relato, nosotros ubicamos la dinámica individuo-sociedad-cultura por delante de la simple explicación económica que, justamente, es la visión alternativa que, como un ejemplo de nuestro trabajo, hemos querido transmitir a través de este artículo.

Proyecto FONDECYT 1130279: “Arqueología en la Pampa del Tamarugal (Tarapacá, Andes Centro Sur): El período Formativo como discursos sobre naturaleza, cultura y resistencia (ca. 400 a.C.–900 d.C.).” Parte de los datos de análisis de isótopos estables fueron proporcionados por el Proyecto FONDECYT 1110461, dirigido por el Dr. Sergio Flores. Agradecemos algunas de las ilustraciones a Paulina Chávez, Roberto Izaurieta, y Constanza Pellegrino.

ANEXO Inventario Bioantropológico de la Colección Caserones/Tarapacá 40 (Departamento de Antropología de la Universidad de Chile), junto con sus asociaciones culturales (Universidad Arturo Prat).

81

Ñawpa Pacha: Journal of Andean Archaeology

Volume 35, Number 1

Seccióntumba

N° Sexo inventario

Edad

Textiles

Cerámica

Otras Ofrendas

SL – t 1

B0686

M

30–40

Dos mantas gruesas en faz de urdimbre

Formativo Tardío

Cesto

SL – t 3

B0690

Indeterminado Adulto

Sin información

Sin información

Sin información

SL – t 4

B0691

F

Adulto

Sin información

Formativo Tardío

Sin información

SS – t 1

B0692

F

40–50

Sin información

Sin información

Sin información

SS – t 1

B0692

Indeterminado 13–15 años

Sin textiles

Sin información

Cesto miniatura

SY – t 1

B0669

M

40–50

Sin información

Sin información

Cestos miniatura, capacho miniatura

SY – t 1

B0678

F

Adulto

Sin textiles

Sin información

Cestos miniatura, capacho miniatura

SY – t 2

B0658

F

40–50

Sin información

Formativo Tardío

Sin información

SY – t 6

B0665

M

30–40

Miniatura de túnica

Formativo Temprano y Tardío

Capacho pequeño, pendiente de malaquita

SA′ – t 18

B0685

M

Adulto

Sin información

Sin información

Sin información

SM′ – t 1

B0675

F

Adulto

Sin información

Sin información

Sin información

SM′ – t 1

B0686

F

40–50

Sin información

Sin información

Sin información

SM′ – t 2

B0693

F

Adulto

Sin información

Sin información

Sin información

SM′ – t 3

B0656

M

Adulto

Sin información

Sin información

Cesto miniatura, carcaj, desconchador

SM′ – t 4

B0660

F

Adulto

Sin información

Sin información

Instrumento de madera, cesto

SM′ – t 7

B0673

F

40–50

Sin información

Sin información

Sin información

SM′ – t 7f

B0687

M

Adulto

Sin información

Sin información

Sin información

SM′ – t 9

B0662

M

40–50

Estera de fibra vegetal elaborada Sin en técnica de torzal, una trenza información de fibra vegetal, un turbante de hilados color café y madejas de lana del mismo color

Cuchara de madera, fragmentos de un cesto plano, restos de madera, vainas de algarrobo, espina de cactus y un atado de plumas

SM′ – t 10

B0659

F

Adulto

Sin información

Sin información

Sin información

SM′ – t 14

B0686

M

40–50

Estera de fibra vegetal

Sin información

Sin información

82

Uribe et al.: Nuevos fechados del sitio Tarapacá-40

SM′ – t 17

B0662

F

50+

Sin información

Sin información

Cesto, cuchillón de uso agrícola

SM′ – t 21

B0664 – A

Indeterminado 1–2 años

Sin información

Sin información

Cesto

SM′ – t 21

B0664 – B

Indeterminado 6–9 años

Sin información

Sin información

Cesto

SM′ – t 22

B0687

Manta de fibra de camélido en Indeterminado 9 meses-1 técnica de torzal y dos miniaturas, una manta y un año taparrabo

Sin información

Sin información

SM′ – t 27

B0671

M

Adulto

Sin información

Sin información

Cestos

SM′ – t 28

B0683

F

30–40

Estera de fibra vegetal

Sin información

Sin información

SM′ – t 29

B0677

F

25–28

Sin información

Sin información

Cestos

SM′ – t 30

B0668

F

50+

Sin información

Sin información

Sin información

SM′ – t 31

B0666

F

15–18 años

Sin información

Sin información

Sin información

SM′ – t 32

B0683

M

40–50

Sin información

Sin información

Sin información

SM′ – t 35

B0683

F

30–40

Sin información

Sin información

Sin información

SM′ – t 42

B0667

M

30–40

Sin información

Sin información

Sin información

SM′ – t 60

B0684

F

Adulto

Sin información

Sin información

Collar

SM′ – t 62

B0683

F

30–40

Sin información

Sin información

Sin información

SM′ – t 63

B0685

Indeterminado 50+

Sin información

Sin información

Cesto

SM′ – t 71

B0674

Indeterminado 30–40

Sin información

Sin información

Cestos, cestos miniatura, calabazas, agujas, sandalias, mangos de cuchillos, figurilla zoomorfa

SM′ – t 76

B0657

F

Adulto

Hilado de fibra de camélido

Sin información

Espinas de cactus embarriladas

SM′ – t 78

B0685

M

50+

Sin información

Sin información

Sin información

SM′ – t 79

B0671

F

Adulto

Sin información

Sin información

Sin información

SM′ – t 80

B0683

M

Adulto

Sin información

Sin información

Sin información

SM′ – t 81

B0688

M

20–25

Sin información

Sin información

Cesto miniatura

SM′ – t 82

B0686

F

50+

Sin información

Sin información

Calabaza, fragmento de adorno

83

Ñawpa Pacha: Journal of Andean Archaeology

Volume 35, Number 1

SM′ – t 83

B0672

F

30–40

Sin información

Sin información

Sin información

SM′ – t 85

B0681

M

Adulto

Sin información

Sin información

Sin información

SM′ – t 86

B0686

F

30–40

Sin información

Sin información

Sin información

SM′ – t 92

B0680

F

Adulto

Sin información

Sin información

Sin información

SM′ – t 94

B0662

F

30–40

Sin información

Sin información

Cesto, collar, trozo de madera gruesa

SM′ – t 99

B0671

F

40–50

Manta de fibra de camélido

Sin información

Adornos cefálicos de hueso, espinas de cactus, bolsa de cuero

SM′ – t 99

B0689

F

Adulto

Sin información

Sin información

Adornos cefálicos de hueso, espinas de cactus, bolsa de cuero

Sin B0661 información

F

15–18 años

Sin información

Sin información

Sin información

Notas

2. Núñez menciona en 1970, la existencia de 100 tumbas. 3. Sin embargo, en las publicaciones de 1969 y 1970 menciona la existencia de sólo tres piezas cerámicas, en tanto nosotros registramos 228 piezas enteras y semi-completas. 4. Sector E tumba 1; sector K tumbas 1, 3, 4, 5, 9, 10, 11, 12, 13, y 16; sector L tumbas 1, 2, 5, 6, 7, 8, 9, 11, 12, y 14; sector M tumbas 3, 4, 5, 7, 31, 32, 45, 52, 56, 58, y 62; sector M′ tumbas 3, 4, 6, 13, 14, 17, 21, 24, 25, 26, 27, 28, 29, 33, 36, 37, 41, 44, 47, 51, 56, 58, 59, 60, 63, 67, 70, 71, 74, 76, 81, 82, 87, 88, 89, 91, 94, 96, 97, y 99; sector N tumbas 1, 3, y 8; sector S tumba 1; sector T tumba 1; sector W tumbas 2; sector Y tumbas 1, 3, 6, y 15. 5. Para la definición de tipos ver Catalán (2010). Entre los cestos miniaturas, los tipos específicos I.1 y I.2.1, ambos de formas no restringidas, destacan por su frecuencia. El tipo I.1 corresponde a platos hondos de cuerpo convexo que tienen un diámetro promedio de 4 cm y un alto de 3.1 cm. La densidad de los ligamentos activos y pasivos es de 5LA/2LP por cm² y de 7LA/3 LP por cm². Todos fueron elaborados en técnica de espiral, con borde simple y puntada simple, sólo un ejemplar presenta puntada espaciada. Algunas piezas exhiben una decoración que consiste en una banda de pintura roja, azul o verde en el borde y en escasos ejemplares aparece decoración geométrica a modo de damero. El tipo I.2.1 también comprende formas no restringidas, pero correspondientes a platos planos con un diámetro promedio de 6.8 cm y una altura de 0.7 a 2 cm.

1. Al respecto, agradecemos a Lautaro Núñez por habernos proporcionado la siguiente información de su cuaderno de campo: “Durante el año 1966–7 prospectamos una extensa área con algunas evidencias funerarias expuestas, en la banda opuesta del asentamiento Caserones (quebrada de Tarapacá), nominado como cementerio Tarapacá40, aplicando una prospección con representación gráfica de fajas o secciones (S), paralelas 1 m de ancho, de oeste a este, numeradas cada una con las letras A a Z. Dado que la extensión posible se extendía al oeste, se continuó con las letras A a Z prima, esto es con una coma superior. Precisamente en la sección o franja M prima (M´) se identificó una alta densidad de inhumaciones que admitió la ampliación de la excavación. De hecho se documentaron 100 registros de un total de 92 no intervenidas. De aquí provienen las primeras fechas C14 que publiqué en su oportunidad. Esta sección por ser la primera excavada se denominó Tarapacá-40A, en cuanto hacia el oeste se había identificado otro sector con concentraciones funerarias que ameritaba otra nominación. En efecto, había una clara separación espacial con respecto al sector A. Este sector se le identificó como 40B, donde obtuvimos un registro menos denso con 16 inhumaciones, que no fechamos, y que por registrarse bordes de camisones con motivos Tiwanaku, sumado a otros indicadores, por publicarse, se le situó cronológicamente posterior a la sección A.”

84

Uribe et al.: Nuevos fechados del sitio Tarapacá-40

También fueron confeccionados en técnica espiral con puntada simple y, en menor proporción, espaciada y bifurcada, con borde simple y una densidad del tejido que oscila entre los 3LA/2LP por cm², 4LA/3 LP, 5LA/2 o 3LP por cm². Aparecen ejemplares decorados con bandas de colores rojo y azul en el borde, mientras que otros presentan indicios de decoración geométrica, aunque en mal estado por lo que sus motivos no se distinguen con claridad. 6. “Poseo mucho mejor el mundo mientras más hábil sea para miniaturizarlo. Pero al hacerlo hay que comprender que en la miniatura, los valores se condensan y enriquecen. No es suficiente una dialéctica platónica de lo grande y de lo pequeño para conocer las virtudes dinámicas de la miniatura. Hay que ir más allá de la lógica para vivir lo que hay de grande en lo pequeño.” La traducción es nuestra.

2012 Textiles del asentamiento Caserones y su cementerio: significado social y político para la población Tarapaqueña durante el período Formativo (Norte de Chile). Revista Chilena de Antropología 26: 59–94. 2013 El período Formativo en la región de Tarapacá (Norte de Chile) visto a través del prisma textil. Thule. Rivista Italiana di Studi Americanistici. XIII: 529–547. Agüero, Carolina, y Bárbara Cases 2004 Quillagua y los textiles formativos del Norte Grande de Chile. Chungara, Revista de Antropología Chilena volumen especial (1): 599–618. Agüero, Carolina y Mauricio Uribe 2012 Tiwanaku en la región de Tarapacá (Chile): ¿Realidades o espejismos en el desierto? En The southern Andean iconographic tradition, editado por William Isbell y Mauricio Uribe. Dumbarton Oaks and Cotsen Institute of Archaeology, University of California, Los Angeles. Agüero, Carolina, Patricia Ayala, Mauricio Uribe, Carlos Carrasco, y Bárbara Cases 2006 El período Formativo desde Quillagua, Loa Inferior (Norte de Chile). En Esferas de interacción prehistóricas y fronteras nacionales modernas: los Andes Sur Centrales, editado por Heather Lechtman, pp. 73–125. Instituto de Estudios Peruanos (IEP) e Institute of Andean Research, Lima y New York. Agüero, Carolina, Mauricio Uribe, Patricia Ayala, Bárbara Cases, y Carlos Carrasco 2001 Ceremonialismo del período Formativo en Quillagua, Norte Grande de Chile. Boletín de la Sociedad Chilena de Arqueología 32: 24–34. Arias, Macarena, y María José Herrera 2012 Caracterización del modo de vida, salud y dieta de las poblaciones de los cementerios Caserones–Tarapacá 40 y Cáñamo 3 ( período Formativo, Región de Tarapacá). En Actas del XVIII Congreso Nacional de Arqueología Chilena, pp. 53–62. Sociedad Chilena de Arqueología, Valparaíso. Ayala, Patricia 2002 Las sociedades formativas del altiplano circumtiticaca y meridional y su relación con el Norte Grande de Chile. Estudios Atacameños 21: 7–39. Bachelard, Gaston 1961 [1957] La poétique de l’espace. Les Presses Universitaires de France, Paris. Catalán, Dánisa 2010 Re-conociendo la colección del cementerio

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Ñawpa Pacha: Journal of Andean Archaeology

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