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Notas sobre el cacique Libânio y el barón de Antonina en los aldeamientos indígenas de las provincias meridionales del Brasil Imperial (18401889)
Nuevo Mundo Mundos Nuevos Nouveaux mondes mondes nouveaux Novo Mundo Mundos Novos New world New worlds Debates | 2013 Formes nationales du colonialisme tardif dans le Cône sud, 1850/1950 – Coord. Luc Capdevila y Nicolas Richard
PABLO ANTUNHA BARBOSA
Notas sobre el cacique Libânio y el barón de Antonina en los aldeamientos indígenas de las provincias meridionales del Brasil Imperial (18401889) [12/02/2013]
Resumos Español English El cacique cayuá Libânio es una figura central para pensar el proceso de construcción de los aldeamientos indígenas en las provincias de São Paulo, Paraná y Mato Grosso a partir de la institución del Reglamento n° 426 sobre la « Catequesis y Civilización de los Indios » en 1845. Administrados desde las capitales de las provincias por militares y dirigidos en el terreno por misioneros capuchinos, los aldeamientos indígenas en esa región fueran pensados a partir de un dispositivo más amplio de colonización de las fronteras de tierra adentro del Imperio y estuvieron espacialmente asociados a la construcción de colonias militares y agrícolas que funcionaron durante la Guerra de la Triple Alianza (18641870) como un sistema avanzado del despliegue colonial y militar. A partir de algunos elementos de la vida y de la actuación del cacique Libânio, este trabajo tiene por objetivo analizar las formas de mediación que ejerció el cacique entre los aldeamientos indígenas recién creados y los campamentos guaranís que estaban localizados hacia el interior, en las cuencas del río Paraná, Tibagi, Paranapanema, Brilhante e Iguatemi. Principal guía indígena de las “Jornadas Meridionales” dirigidas por el barón de Antonina, el cacique Libânio funcionará como una figura central en la formación y consolidación de esos http://nuevomundo.revues.org/64988
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establecimientos. Mientras las expediciones avanzan por el interior, Libânio acciona y activa una sucesión de redes y alianzas, conduciendo año a año una cantidad considerable de familias indígenas a establecerse en la órbita de los aldeamientos. The cacique cayuá Libânio is a central figure in the construction of the indigenous missions in the provinces of São Paulo, Paraná and Mato Grosso that were instituted in 1845 by Regulation n. 426 on "Catechesis and civilization of the Indians". Managed from the capitals of the provinces by the military and in the field by the Capuchin missionaries, the indigenous missions were planned within a much broader project: that of the colonization of the frontiers and that of the unknowns "sertões" of the Empire. The indigenous missions were spatially associated with military and agricultural colonies that worked during the War of the Triple Alliance (18641870) as an advanced system of colonial and military deployment. From biographical elements of the life of cacique Libânio, this paper aims to analyze the forms of mediation practiced by him among indigenous missions newly created and Guarani camps that were located in the Paraná River basin, Tibagi, Paranapanema, Brilhante and Iguatemi. Libânio, the main Indian guide of "Southern Journeys", function as a central figure in the formation and in the consolidation of these establishments; while the expeditions were moving through the hinterland, Libânio drives and activates a series of networks and alliances, driving every year a significant quantity of indigenous families to be established in the orbit of the missions.
Entradas no índice Keywords : Guarani, Cacique Libânio, Barão de Antonina, indigenous missions, Southern Journeys Palabras claves : Guarani, Cacique Libânio, Barão de Antonina, aldeamentos indígenas, Jornadas Meridionales Notas do autor Una primera versión de ese texto fue presentada en el VII Congreso Chileno de Antropología, San Pedro de Atacama, 2010. * Las traducciones son responsabilidad del autor.
Texto integral 1
En la literatura sobre la región de frontera entre el sur de Mato Grosso y el oriente paraguayo, el escenario y la cronología de ocupación y expropiación de los territorios guaraníes fueron retratados de la siguiente manera. En primer lugar, la guerra de la Triple Alianza (18641870) aparece como un acontecimiento clave en la redefinición de toda la dinámica territorial y poblacional de la región. Con el final de la guerra en 1870 se firmó un tratado de frontera (1872) y se instituyeron los límites actuales entre Brasil y Paraguay. El fin de la guerra marcaría, entonces, la consolidación de la explotación privada, abriendo vastos espacios para el capital. En el sur de Mato Grosso, el “Ciclo de la Hierba” –nombre dado por la historiografía a la segunda etapa– se inició en 1882, después de que el gobierno brasileño arrendara extensos hierbales naturales a la “Companhia Matte Larangeiras”1. Del lado paraguayo, el mismo proceso se observaría a partir de 1883 con la creación de “La Industrial Paraguaya S.A”2. El “Ciclo de la Hierba”, que utilizó ampliamente la mano de obra indígena, tuvo una duración de aproximadamente cinco décadas, cediendo su lugar a un tercer momento, mucho más violento, hacia 1920. Esa tercera etapa continuaría hasta el día de hoy, articulándose con la introducción de estancias ganaderas y el loteo progresivo de la zona. Tal política fue pensada inicialmente por el presidente Getúlio Vargas durante el EstadoNuevo (19371945) y formaba parte de un nuevo plan de integración nacional de la frontera sur de Mato Grosso. Así, paralelamente a esa política el Servicio de Protección de los Indios (SPI)3instituyó, entre 1915 y 1930, las primeras Reservas Indígenas que buscaban, a través de la inserción por el trabajo, administrar y gestionar a los guaraníes del sur de Mato Grosso4.
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Esta cronología pintada en tres movimientos –guerra de la Triple Alianza, Ciclo de la Hierba y creación de las Reservas Indígenas– no es satisfactoria por dos motivos. Por un lado debido a que funciona como si nada hubiese ocurrido antes del conflicto, una vez que esa sucesión de episodios es pensada únicamente como el puntocero del “encuentrocolonial”5, anticipando cualquier interpretación posible. El complejo enredo de las interrelaciones entre los indios de la región y los distintos agentes coloniales no fue bien ecuacionado para el contexto preguerra, que de alguna forma, incluso sin ser tan violento como el periodo posterior, sería recuperado por el proyecto modernizador implementado por el indigenismo del SPI a partir de la segunda década del siglo XX6. Como se verá más adelante, en los informes producidos por João Henrique Elliott y Joaquim Francisco Lopes en la segunda mitad del siglo XIX, queda claro que los guaraníes del sur de Mato Grosso, especialmente aquellas familias localizadas en la orilla derecha del río Iguatemi, mantenían estrechas y duraderas relaciones con los paraguayos de la banda oriental, quienes trabajaban periódicamente en los hierbales recibiendo como pago objetos manufacturados tales como machetes, hachas, mostacillas, sábanas, chiripás, etc. Por otro lado, esa misma crónica dibuja un panorama relativamente simple en el cual habría, hacia los años 1870, indios que se encontraban relativamente “libres” y dispersos en los montes; indios “reguaranizados” después de la expulsión de los jesuitas de las misiones de Itatins y Guairá aún en la primera mitad del siglo XVII. Medio siglo después, alrededor de 1920, se manifiesta una inversión violenta y aquellos mismos indios “libres” aparecen ahora reducidos y aculturados en las pequeñas reservas, o proletarizados en las periferias de las ciudades y de las haciendas que no dejan de surgir. Se elabora, en ese sentido, una ecuación relativamente simple que opone una situación inicial de indios “cayuás”, que literalmente significa “habitantes de los montes”, a una situación final de indios aculturados. Sin embargo, al preocuparse únicamente por determinar hitos fundacionales para la consolidación de una historiografía regional, dicha ecuación se olvidó de pensar cómo y a través de qué actores fueron gestadas la dinámica y la mecánica de esos pasajes7. Esa ecuación, si tuviera una solución posible, debería ser dimensionada justamente a partir del continuum que existe entre un polo y otro, una vez que ante el despliegue de la maquinaria colonial, las formas de mediación se dibujaron de distintas maneras. Así, no se trata de pensar una respuesta cultural genuinamente guaraní, sino de observar que en realidad lo que existe son estrategias difusas –individuales, corporadas o familiares– que se configuraron a partir de situaciones y procesos históricos que deberían estar mejor caracterizados. Entre 1840 y 1889, durante todo el Segundo Reinado, distintos aldeamientos8 indígenas oficiales se constituyeron por toda la extensión del Imperio y fueron reglamentados por el decreto nº 426 de 18459. Sin embargo, el gobierno imperial concentró la gran mayoría de sus esfuerzos en las fronteras meridionales del país que constituían en la época, según distintos comentadores, los límites más inestables y conflictivos del territorio nacional. Así, en los valles de los ríos Ribeira, Itararé, Paranapanema, Tibagi, Paraná y Brilhante, entre otros, todos ellos localizados en las provincias de San Pablo, Paraná y Mato Grosso, fueron proyectados y muchas veces erigidos, a partir del inicio de la década de 1840, aldeamientos de tamaños y duración variadas con grupos “cayuá” (hoy kaiowa o paîtavyterã), “guarany” (hoy ñandéva o aváguarani”) y coroados” (hoy kaingang)10. Es significativo destacar también la heterogeneidad de la población de esos aldeamientos, que además del efectivo indígena contaba, igualmente, con una parcela expresiva de africanoslibres, militares y colonos: un claro proyecto para transformar las colonias indígenas en futuras localidades, villas o ciudades, que poco a poco constituirían el sustrato de un nuevo campesinado regional.
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Esos aldeamientos fueron dirigidos, en su gran mayoría, y como en muchos otros espacios similares del Imperio, por misioneros capuchinos venidos de Italia como funcionarios del gobierno. No obstante, además de funcionar como meros espacios de catequesis, esos nuevos sitios se asociaron espacialmente a otras colonias militares y agrícolas que operaban como puntos avanzados de la frontera, constituyendo núcleos híbridos11 de un sistema de poblamiento mucho más amplio, que articulaba preocupaciones militares, económicas y civilizadoras. En las provincias meridionales de Brasil, esos espacios fueron idealizados veinte años antes del inicio de la guerra de la Triple Alianza que enfrentó a Brasil, Argentina y Uruguay contra la república del Paraguay entre 18641870. Aunque aún sea difícil determinar en toda su complejidad cuáles fueron las consecuencias que ese acontecimiento trajo a las familias guaraníes que vivían en la frontera entre el sur de Mato Grosso y el oriente paraguayo, es posible afirmar, sin embargo, la importancia que el gobierno brasileño veía en promocionar rápidamente el poblamiento de esa región, pintada en los mapas de la época como un gran desierto desconocido. El fray capuchino Timoteo de Castelnuovo, que por medio siglo fue director del principal aldeamiento del sistema (San Pedro de Alcántara, instalado sobre la orilla derecha del río Tibagi), supo resumir con suficiente claridad cuál era la intención del gobierno al hacer avanzar una política de catequesis en la zona. […] Pues estas colonias no fueron creadas para la catequesis. La catequesis fue un accesorio de las mismas; más bien para servir de apoyo a la ruta de Mato Grosso; también para los grandes transportes para aquella provincia de militares y trenes bélicos, antes de la Guerra de Paraguay. Aquellos grandes gastos que muchas veces figuran como gastos de las colonias, en nada con ellos las colonias lucraban […]12* Mapa I: Localización de los aldeamientos con efectivos guaraníes en las provincias de San Pablo, Paraná y Mato Grosso (siglo XIX).
Autor: Pablo Antunha Barbosa 8
Ante la inestabilidad geopolítica de la extensión del Plata y de las dificultades encontradas para el establecimiento de un acuerdo de librenavegación del río Paraguay 13, el gobierno de Brasil determinó emprender la construcción de una nueva ruta para comunicar, desde el interior, el puerto de Paranaguá, en el Atlántico, al presidio de Miranda, localizado en el bajo río Paraguay, creando así
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un nuevo camino para filtrar toda la producción del norte de Mato Grosso, sin depender, por ende, del río Paraguay y del río de la Plata14. De hecho, hasta 1910 – fecha del inicio de la construcción de la ferrovía Noroeste, que conectó el interior de San Pablo con la ciudad de Corumbá, y que vino igualmente a trabar la última lucha de pacificación de los grupos Gê del oeste de San Pablo– el río de la Plata todavía constituía el medio más rápido y práctico para llegar a Mato Grosso16. La administración de ese emprendimiento estuvo en las manos de João da Silva Machado, mejor conocido como barón de Antonina15, que para la construcción de la ruta, encargó inteligentemente la realización de una serie de expediciones de reconocimiento que pasaron a ser conocidas en la literatura como las “Jornadas Meridionales”. Su ejecución, sin embargo, estuvo a cargo del sertanista16 brasileño Joaquim Francisco Lopes17, según lo determinado por el decreto datado en mayo de 185018 . Al norteamericano, João Henrique Elliott19, le quedaría la función auxiliar de cartografiar las expediciones. Volviendo al cuerpo del decreto de mayo de 1850 que da inicio a los trabajos de construcción de la ruta, es posible notar que ya estaba acordado que Joaquim Francisco Lopes y João Henrique Elliott buscaran reclutar indios junto a los puertos proyectados. Esos puertos marcarían, por ende, las distintas etapas del camino y los sitios de instalación de las futuras colonias agrícolas, militares e indígenas a ser establecidas. Aunque el decreto no fue implementado al pie de la letra, es interesante reflexionar sobre el protagonismo que el barón de Antonina tuvo en la gestión y ejecución de los distintos proyectos, una vez que él supo como nadie articular de forma ejemplar sus intereses personales con las pautas políticas de la época, norteando así “sus iniciativas con los planes más amplios que presidían la constitución de la nación”20. La disolución de las fronteras entre las esferas pública y privada en el caso de la actuación del barón de Antonina, puede ser dimensionada, entre otras formas, a través de la documentación judicial relacionada con su herencia que data de la década de 1920, cuando sus herederos solicitaron al gobierno del estado de Mato Grosso nada menos que 90 mil km² de tierras que englobaban la casi totalidad del sur de la provincia. Así, según el abogado que representó el estado de Mato Grosso, Astolpho Rezende, las tierras del espolio representaban apenas “supuestos” títulos que el barón había registrado a su nombre durante la realización de los trabajos de construcción del camino entre San Pablo y Mato Grosso21. Con el final de la guerra, como ya fue mencionado, buena parte de ese mismo espacio sería concedida a la “Companhia MatteLarangeiras” para explotar los hierbales del sur de Mato Grosso. Es importante resaltar que en Mato Grosso la Ley de Tierras de 1850, que además de promocionar la colonización del interior reglamentó la propiedad de la tierra22, sería aplicada solamente en el año de 1858, después de la creación de la Repartición Especial de Tierras Públicas23. Así, fue solamente después de registrar títulos a su nombre, que el barón los pudo vender, pasando a dedicarse, como senador, a la vida política de la recién creada provincia del Paraná24. […] en 1858, cuando el barón de Antonina, apartándose de la región para ocupar una curul en el Senado del Imperio como representante de la recién creada provincia del Paraná, puso a la venta algunas de sus propiedades […] que fuera constituido a partir de esas expediciones: tres estancias de ganado en Faxina, Castro y en la llanura de San Jerónimo, en las orillas del río Tibagi, calculándose cerca de 25 leguas cuadradas y seis sismarías en la zona del Bajo Paraguay, de límites y tamaños impreciso […]25. Ese punto es fundamental para pensar la actuación del barón de Antonina con relación a los indios de la zona, ya que supo conjugar en su persona los diferentes niveles de los proyectos ejecutados. Así, si una de las cuestiones de ese libro es la de discutir las rupturas y continuidades de los dispositivos de gestión territorial y poblacional en el cono sur de América entre 18501950, en el caso aquí analizado,
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es fundamental reflexionar sobre la pertinencia –o no– de pensar el Estado como la única instancia apta para posicionarse ante las orientaciones de la “cuestión indígena”. Al punto que es posible percibir que la mediación establecida entre los indios y los administradores coloniales se dio, sobretodo, a través de una figura híbrida –barón de Antonina para los políticos de la corte y PaíGuassú26 para los indios– que circulaba fácilmente entre las distintas esferas de la vida política del Imperio. La “paradoja ideológica de la tuición”27, definida por Oliveira como un instrumento de dominación colonial que oscila entre prácticas protectoras y pedagógicas, no parece ser, en el caso analizado, un monopolio exclusivo del Estado, sino una propiedad que también caracteriza la actuación individual de particulares, como estancieros, colonos, militares, misioneros, etc. 28 . La tutela individual ejercida por el barón de Antonina, o mejor, por el PaíGuassú, en oposición a la estatal, es interesante, pues ella conjuga distintos roles (del patrón al humanista, del cura al bandeirante) que, como sugiere Oliveira, fueron rígidamente separados por la historiografía del indigenismo29. En ese sentido, la actuación del barón de Antonina se despliega en un espacio fluido que diluye los límites entre público y privado30. Así, en su maniobra no buscó solamente recuperar el proyecto jesuítico, evocando la memoria de las antiguas reducciones del Guairá erigidas y destruidas desde la primera mitad del siglo XVII, solicitando explícitamente a Elliott y Lopes que encontraran los vestigios de las antiguas misiones ignacianas para que sobre sus ruinas fueran erigidos los nuevos aldeamientos católicos, sino que también hizo uso de una metodología protectora, mercantilista y pedagógica, anunciando el “grande cerco de paz”31 posteriormente implementado por el indigenismo del SPI. Esa articulación creó las condiciones y el espacio exacto para que los aparatos puestos en práctica por el barón se definieran como un diálogo entre la política colonial misionera y el indigenismo republicano de Rondon. De modo que, así como propone Lima en su análisis sobre la gestión colonial de la desigualdad en el Brasil actual, es posible decir que el programa indigenista y tutelar del barón también osciló en un espacio “singular de entrecruzamientos de tradiciones de conocimiento”32 que mezclaba catequesis, civilización, trabajo, pedagogía, conquista, conocimiento científico y soberanía. Como ya se ha mencionado, para una mejor ejecución del camino hacía Mato Grosso, se realizó una serie de expediciones de reconocimiento entre 1840 y 1860, más conocidas como las “Jornadas Meridionales”. Como asociado del Instituto Histórico y Geográfico Brasileño (IHGB), el barón de Antonina se preocupó por publicar los distintos informes, mapas y acuarelas que resultaron de las exploraciones, con cuya difusión el barón legitimaba sus acciones no solamente en los círculos políticos sino también en las esferas intelectuales de la corte. Lucio Tadeu Mota33 anotó la importancia que tuvo el IHGB durante todo el Segundo Reinado en el proceso de construcción y consolidación de la nacionalidad y de las fronteras brasileñas. La nueva élite independiente estaba preocupada por dilatar su soberanía a todo el territorio nacional, representado en la época por una visión ambigua alrededor de la idea de desierto. Sin embargo, un desierto “infestado” de indígenas, ya fuesen ellos hostiles o dóciles a la colonización. En esos términos, políticos del gobierno en conjunto con miembros del IHGB, que en muchas situaciones representaban una única persona, como es el caso del barón de Antonina, pasaron a reflexionar sobre un programa para ser aplicado en esos territorios y para esas poblaciones. Las publicaciones trimestrales del IHGB se volvieron, en ese sentido, “un importante vehículo de difusión de los debates, ideas y propuestas con relación al destino de las poblaciones indígenas que ocupaban el territorio nacional en construcción”34. Con relación a los relatos encargados por el barón de Antonina y registrados por Elliott y Lopes, es importante notar que ellos no narran solamente la geografía o
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las potencialidades económicas de la región explorada. Siguiendo las sugerencias de Pratt35 sobre las narrativas de los viajeros del siglo XIX, es posible argumentar que los textos escritos por los dos exploradores son polisémicos y no se encierran ni en la narrativa romántica de los científicos del siglo XIX, personificada en el naturalismo de Humboldt, ni en el género pragmático característico de la “vanguardiacapitalista”, propia de los ingenieros, agrónomos, geólogos, etc., que abundaron en América del Sur después del agitado periodo de las independencias, al inicio del siglo XIX36. Aunque esos textos no pueden ser clasificados en ninguno de los dos estilos narrativos, eso no significa que ingenieros, médicosnaturalistas o botánicos, como el inglés Thomas BiggWither37, el alemán Franz Keller38 o, incluso, el suizo Johann Rudolph Rengger39, no hayan hecho descripciones pormenorizadas sobre la región por donde pasaron y sobre la vida de las poblaciones que en ellas habitaban, funcionando así como fuentes interesantes para pensar la historia de la posindependencia de la región. Siguiendo la misma dirección, es posible afirmar que los informes de Elliott y Lopes, todos cuidadosamente editados por el barón de Antonina antes de la publicación, revelan una nueva narrativa pensada por la élite criolla, que con la descolonización vio un espacio potencial para pensarse como individuo y como nación. Una nueva narrativa que para reinventarse, lógicamente, tuvo que resignificar referencias tanto al naturalismo de los viajeros, como al pragmatismo de la “vanguardiacapitalista”. Así, parece posible enfatizar no solamente la importancia que Elliott y Lopes dieron a la dimensión estética40 y mercantil de la región a ser colonizada, sino también a una descripción rigurosa de las preocupaciones eminentemente locales. Fue justamente a partir de las particularidades de la región explorada, densamente poblada por familias indígenas, que Elliott, Lopes y el barón se preocuparon por dimensionar las relaciones que año tras año se establecieron y se fortalecieron con los diversos “alojamientos” guaraníes localizados en los valles occidentales y orientales del medio río Paraná, especialmente por las relaciones establecidas con aquellos “jefes familiares”, y posibles mediadores, circunscritos al sur de la provincia de Mato Grosso. A diferencia del resto de la documentación de la época, marcada básicamente por una preocupación burocráticaadministrativa, es posible decir que esos informes revelan sensibilidades y experiencias etnográficas significativas, formando así un corpus riquísimo para pensar la expansión de las fronteras nacionales sobre las fronteras indígenas en la región en estudio. De expedición en expedición, de informe a informe, de “alojamiento” en “alojamiento” se dibujan no solamente las transformaciones sociopolíticas en las unidades guaraníes pre y posaldeamiento, sino que también emergen todos los actores indios (caciques, capitanes, lenguaraz, etc.) y no indios (misioneros, militares, administradores, comerciantes, ingenieros, abogados, etc.) que actuaron como posibles mediadores en la negociación de la reducción de los indios en los espacios oficiales proyectados por el gobierno. El texto “A Emigração dos Cayuaz”41, sin duda alguna, es el relato más interesante de la serie y llama la atención por su estilo descriptivo. En primer lugar, porque en ese texto Elliott ofrece un panorama general de todas las exploraciones realizadas hasta 1852 (exploración específica de la cual trata más largamente el informe), resumiendo claramente las pretensiones del barón de Antonina y de los gobiernos provinciales de liberar tierras en el sur de Mato Grosso y reducir a los indios al este del río Paraná. En segundo lugar el texto es apasionante porque Elliott describe muy bien cómo se daban las negociaciones con los distintos “jefes familiares” guaraníes. Acuerdos que indican una cotidianidad muy densa, ya que se formalizaban pactos que tenían la clara finalidad de convencer a los indios de aceptar la invitación del PaíGuassú para
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reducirse, por lo menos en un primer momento, en la colonia militar de Jataí o en el aldeamiento de San Juan Bautista del Río Verde, únicos espacios que hasta 1852 estaban bajo la dirección del barón. Fue exactamente a partir del enganche de individuos guaraníes que ya estaban instalados en las proximidades de la estancia del barón de Antonina, nombrada Perituba – que posteriormente servirían como los primeros baqueanos de las expediciones – y los “jefes familiares” que vivían en los “alojamientos” del interior, que Elliott y Lopes pudieron lograr, en 1852, que nada menos que ciento y setenta indios emigrasen a la colonia militar de Jataí. […] Del cacique Imbirapâpâ, que se pusiera al frente de esa pequeña tribu, supe por medio de los lenguaraces que cerca de la embocadura de aquél río existían cuatro jefes más con su gente en las mismas condiciones de los que acá se encontraban; en consecuencia expedí inmediatamente al capitán Ignacio, del aldeamiento de San Juan Batista, con otro lenguaraz, acompañado de tres indios que acá se encontraban, no solamente para que sirvieren de guías al emisario, sino también de responsables de la invitación que se les hacía para venir hasta nosotros […]. Al quinto día de la partida del primer emisario llegó este conjuntamente con el que enviara en su búsqueda, trayendo el cacique Imbiara y a su gente, quienes fueran encontrados en un alojamiento cerca del Paraná; y de ahí a dos días se reunirían a éste los dos caciques Imbaracahy y Oquê con sus respectivas tribus, que por haberse alojado a una mayor distancia del Paraná no pudieron acompañar Imbiara. Como me informaran que en la Isla de los Tigres existía el cacique Egipapajú con alguna gente, mandé que se condujera para allá, cosa que se verificó al día siguiente, cuando vino el cacique y catorce indios. Logrando de esta manera la junción del gentío [...] me vi cercado de ciento y setenta individuos, todos sujetos a mi disposición y confiados en las promesas que les hice en nombre del barón […]42. No es necesario describir la continuación del relato, simplemente indicar que después de una lenta y penosa expedición de retorno, que duró aproximadamente un mes, marcada por algunos incidentes, Elliott y Lopes llegaron el 21 de noviembre de 1852 con los ciento setenta indios al puerto de Jataí, donde fueron recibidos con mucha fiesta. Los indios, equivocadamente, estaban convencidos de que ahí se encontrarían por fin con el PaíGuassú. Tres años después de la llegada de las familias guaraníes a la colonia de Jataí sería erigido, en la orilla opuesta del río Tibagi, el aldeamiento de San Pedro de Alcántara, que se configuraría como el principal establecimiento del sistema. Desde su creación hasta su extinción, en la década de 1890, éste sería dirigido por el fray capuchino Timoteo de Castelnuovo43, quien dejó una gran documentación administrativa sobre el funcionamiento de la reducción indígena. La cotidianidad de ese aldeamiento puede ser parcialmente reconstruida, entre otros datos, a través del extenso cronológico, “Principio y Progreso del Aldeamiento del San Pedro de Alcántara”44, redactado por el fray durante los cincuenta años que fungió como director de la reducción. En ese texto, Castelnuovo describe no solamente las amplias redes de parentesco existentes, sino también la vasta movilidad entre los distintos grupos domésticos guaraníes que circulaban continuamente entre los múltiples campamentos de las provincias de San Pablo, Paraná y Mato Grosso. Además del claro valor historiográfico de esos informes, que como ya fue dicho, funcionan como la principal fuente para pensar la expansión nacional sobre las fronteras indígenas, es fundamental resaltar la importancia heurística que ellos denotan para la guaranología, ya que sugieren una nueva versión para reflexionar sobre las migraciones guaraníes que durante el siglo XIX se dirigieron hacia el oriente y que, cincuenta años más tarde, serían interpretadas por Curt Nimuendaju como el único resultado de un movimiento proféticoreligioso, que por miedo a la destrucción eminente del mundo buscaba alcanzar la “Tierra sin
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Mal”45 o, en Guaraní, el famoso “Yvý marãeý”46. De hecho, es importante recordar que entre 1905 y 1913, el joven Nimuendaju, recién llegado a Brasil, compiló entre los guaraníes del oeste de San Pablo y del sur de Mato Grosso, algunas narrativas históricas sobre los mismos desplazamientos narrados por Elliott y Lopes medio siglo antes. Sin embargo, en las versiones publicadas por el alemán en 1914 y 1954 47, se percibe una inversión etnológica. Mientras Lopes y Elliott narran, como ya fue visto, que familias guaraníes acompañaban el regreso de las comitivas hacia los núcleos proyectados, Nimuendaju lo interpreta en términos estrictamente religiosos y simbólicos. Para él, la migración observada –o como quiera que se llame a esos movimientos–, más que certificar una respuesta material a los procesos históricos y políticos que estaban ocurriendo, tales como guerras interétnicas e internacionales, o como el despliegue colonial que avanzaba paralelamente a sus epidemias, etc., lo que hacía era revelar, sobretodo, una moral o un ethos fundamentado en la creencia de la destrucción del mundo (una cataclismología). Los hechos históricos no hacen más que confirmar lo que los mismos guaraníes siempre me han asegurado: la marcha de los guaraníes hacía el este no se debió a la presión de tribus enemigas ni, aun menos, a la esperanza de encontrar mejores condiciones de vida del otro lado del Paraná, ni al deseo de acercarse a la civilización, sino únicamente al temor de la destrucción del mundo y a la esperanza de alcanzar la “Tierra sin Mal” antes de dicha destrucción48 . Quizás por el poco interés de Elliott y Lopes –o quizás no–, la noción de “Tierra sin Mal” en ningún momento es mencionada por el cartógrafo norteamericano ni por el sertanista brasileño. En la concepción de Elliott, por ejemplo, y así empiezan a presentarse las diversas versiones disponibles, la dispersión guaraní habría sido motivada por una situación de conflicto y hostilidad (pre)existente en la zona. […] Naturalmente pacíficos, viven por eso rodeados de enemigos y circunscritos a esos montes, su único asilo. Al sur tienen a los paraguayos, al oeste a los guaicurús, terenos y laihanas, que de tiempo en tiempo invaden sus escondrijos, les arrebatan a las mujeres y ponen a sus hijos en cautiverio; al norte vagan los indios coroados, y al este está el gran Paraná, y las hordas feroces de los yermos del río Ivaí e Iguazú. De los distintos alojamientos cayuaz se han desmembrado grupos en búsqueda de otras localidades que mejor proveyesen su sustancia, y que mejor los defiendan de los acometimientos de sus numerosos enemigos […]49. Antes de sugerir alguna conclusión sobre las intrigantes simetrías y disonancias existentes entre las dos versiones de esa misma narrativa50, sería interesante hacer algunas consideraciones al respecto del estatuto de un relato histórico y de su (re)producción. Al estar siempre muy atento al contexto de enunciación de un relato, Bazin51 leía con mucha creatividad no solamente las distintas versiones de un mismo relato histórico, sino también las estrategias que se actualizaban mientras los distintos narradoresautores relataban puntos de vista divergentes sobre los mismos acontecimientos. Así, sin buscar una validación moral de una versión en favor de la otra, Bazin optaba por pensar en términos performáticos los significados e intersticios de las palabras pronunciadas, que antes de formular datos objetivos al antropólogo, dialogan reflexivamente con sus aliados y adversarios. En ese sentido, las narrativas históricas deberían ser pensadas, en las palabras del autor, más bien “como productos y no solamente como fuentes”, una vez que ellas “no hablan solamente de la historia”, pues “son la historia sedimentada, del mismo modo que un monumento donde se puede leer una serie de reajustes arquitectónicos sucesivos de donde sale el resultado final”52. Dada la importancia que la hipótesis de la “Tierra sin Mal” tuvo en la redefinición de la etnología guaraní contemporánea, es sorprendente notar que ningún trabajo ha regresado al expediente “original” que dio espacio a la
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formulación de Nimuendaju. Efectivamente, en las dos últimas décadas algunos trabajos han tratado de historizar la noción. Sin embargo, esos estudios críticos se han apoyado en otros expedientes53, dejando siempre intacta la belleza estética de la hipótesis formulada por el joven etnógrafo alemán. Ya en relación con los trabajos etnográficos e históricos realizados sobre los aldeamientos indígenas en la región estudiada54, que podrían acercarse más fácilmente al nudo del problema señalado, es posible afirmar que ninguno de ellos exploró hasta las últimas consecuencias las imbricaciones y las sobreposiciones existentes el contexto histórico por donde se desplegaron los exilios guaraníes. Al poner en diálogo los datos etnográficos aportados por Nimuendaju y las fuentes históricas disponibles sobre las “Jornadas Meridionales”, teniendo siempre en cuenta la importancia de las distintas escalas narrativas, es posible decir que ambos procesos parecen representar un mismo y único acontecimiento histórico, narrado hasta el momento, no obstante, por visiones opuestas. Así, no parece ser posible distinguir, como han hecho varios trabajos sobre la temática del profetismo tupi, una dinámica interna y otra externa sobre los movimientos observados55. De este modo, la reconstrucción de tal acontecimiento ganaría múltiples significados siempre y cuando el amplio proyecto de colonización pensado para el interior de San Pablo, Paraná y Mato Grosso sea leído en paralelo y como el negativo de las migraciones descritas por Nimuendaju – y viceversa. Ante el problema de saber las causas de los desplazamientos mencionados, las biografías, tal como se ha propuesto en ese libro, parecen ser instrumentos metodológicos fundamentales. Así, a continuación y a partir de ciertos elementos de la trayectoria de algunos personajes, se tratará de pensar una tipología de las mediaciones o de las formas de territorialidades que permita concebir tales procesos no solamente a partir de una teoría general sobre la movilidad guaraní, sino también a partir de sus propios contextos de producción. Es claro que tenemos situaciones donde grupos de indios se acercaron al frente colono en búsqueda de nuevas condiciones materiales; es clara también la posibilidad de que otros grupos se alejaran por motivos religiosos. Sin embargo, es justamente entre una imagen y otra que se puede determinar con más precisión la complejidad del fenómeno y aproximarse de la intencionalidad de los actores. Así, lo que se propone inicialmente es pensar cuáles son las categorías analíticas pertinentes para reflexionar sobre las formas de mediación ante los procesos coloniales. ¿Tales relaciones se establecen ante individuos sueltos, unidades domésticas, pequeñas asociaciones políticas o grupos étnicos? En el caso aquí estudiado, por lo menos en un primer momento, los procesos observados se accionan a partir de dinámicas familiares que vienen a configurar pequeñas unidades políticas, muchas veces inestables. Para ilustrar lo que acaba de ser dicho es posible reconstruir rápidamente la trayectoria del cacique o capitán Libânio, unos de los personajes más paradigmáticos para pensar las estrategias indígenas y no indígenas en la órbita misionera. La cita que se transcribe a continuación es muy relevante pues devela el funcionamiento de esas estrategias. Liguarujú no se demoró en mandar a sus emisarios a los caciques que habitan las selvas del Iguatemi, Inhaducarai, Tajai, Curupaná y otros lugares, los cuales fueron veloces en aceptar la invitación para la emigración; al volver Sanches de sus exploraciones encontró en el alojamiento de Liguarujú. Siete jefes familiares y más de quinientos indios de ambos sexos y de todas las edades dispuestos a acompañarlo56. Pero ¿Cuál es el interés de esa cita además de describir una antigua forma de organización social y espacial estructurada por grupos familiares relativamente autónomos (te’yi) y dirigidos por sus “jefes familiares”? Lo que parece interesante señalar es justamente cómo Liguarujú, siendo cacique de unos de esos te’yi, fue
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apto para accionar una vasta red de alianzas que conjugaba a través de sus respectivos “jefes” otros te’yi aliados, política y matrimonialmente, logrando así juntar bastante gente para emigrar y poblar las colonias proyectadas. En esa descripción, posiblemente un poco exagerada, Elliott relata que a cada “jefe familiar” estaría asociada una casa donde vivirían aproximadamente setentas personas. El cacique Liguarujú, sin embrago, va desapareciendo progresivamente de las fuentes hasta metamorfosearse en el célebre capitán Libânio, descrito y pintado por muchos de sus contemporáneos. Una vez capitán, Libânio ya no es solamente el principal baqueano de las expediciones, comienza a usar su uniforme militar y se instala, junto a su familia y sus aliados, en San Pedro de Alcántara. Él se torna así, hasta morir en la década de 1860, el principal mediador indígena, tanto para los administradores de las colonias como para los indios, que pretendían, en algún momento, integrar el espacio misionero. La renominación de Liguarujú como Libânio parece sugerir, más allá de la redefinición de su rol individual, a un conjunto de indios, y quizás una primera forma de territorialidad poscapuchina, representada por familias integradas el dispositivo de las reducciones. Al buscar acompañar otras trayectorias indígenas, como la del cacique Cuiabá, del cacique Candido Venite o del capitán Hurú, por ejemplo, emergen diversas situaciones que dimensionan otras formas de mediación que, a su vez, se desdoblan en otros tipos de territorialidad. El cacique Cuiabá, junto con su familia, nunca se encontró reducido. Sin embargo, él estaba instalado en la periferia de los aldeamientos y establecía periódicos intercambios de mercancías manufacturadas (anzuelos, machetes, hachas, etc.) a cambio de la manodeobra de su gente. Así, Cuiabá y su grupo, que seguramente variaba mucho de efectivo, integraban el sistema misionero cuando había una carencia de brazos para construir caminos o pilotear la canoa de algún ingeniero o comerciante de paso por la región. Esas familias, aunque no estaban formalmente contabilizadas en las estadísticas administrativas de la reducción, participaban, sin embargo, de un amplio circuito de intercambios. El cacique Candido Venite, a su vez, tiene una historia distinta, pero no menos interesante57. Hasta el momento él es el único personaje que llegó a buscar un abogado – el Dr. Joaquim Antonio Pinto Junior– para que lo ayudara en la regularización de la situación del lugar llamado Salto Grande do Paranapanema, donde se había instalado, con miembros de su familia, sin la presencia de una estructura misionera. Venite se marcha de la región del Iguatemi, en el sur de Mato Grosso, para instalarse en el aldeamiento de Nuestra Señora del Pirapó, fundado en 1855 sobre las ruinas de la antigua reducción jesuita de mismo nombre. Sin embargo, por una epidemia que arruinó la colonia y por la noticia de que la república de Paraguay estaba reclutando indios de la provincia de Paraná para la guerra, Venite se dirigió, en 1862, hasta San Pablo con la idea de entrevistarse con el presidente de la provincia y el abogado ya mencionado. Él buscaba en ese viaje algo de dinero para trasladar a su gente y fundar un establecimiento semejante a los otros. El capitán Hurú, a su vez, representa otro tipo de mediación, ya que él evoca justamente aquellos grupos que prefirieron continuar en las fronteras todavía inciertas y no conquistadas de la nación. Él podría representar a los “habitantes de los montes” o “cayuás”, que supuestamente se habrían “reguaranizado” después de la expulsión de los jesuitas. Sin embargo, esos indios “libres”, a precio de metales, sábanas, armas, etc., actuaron como importantes informantes sobre la presencia paraguaya en la región. En sentido opuesto, debido a los mismos metales, sábanas y armas, ellos también informaron a los paraguayos sobre la creciente incursión de los “camba” –negros o brasileros– sobre la línea de frontera. Los relatos compilados por Nimuendaju, entre 1905 y 1913, tienen además otro
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valor, ya que representan, como se ha mencionado anteriormente, versiones propuestas por los descendientes y no por los protagonistas de las migraciones descritas. Son variaciones reelaboradas y retrabajadas por la memoria de una o dos generaciones, que una vez externalizadas enfatizan una mezcla de obstinación y pesimismo, subrayando, sobretodo, la posible destrucción del mundo y la eminente necesidad de buscar, en un contexto de crisis, “una tierra donde no se muere más”. Ese punto es interesante y requiere un análisis más profundo para discutir lo que podría estar en juego cuando los informantes de Nimuendaju acentuaron, particularmente, el acto de salvación presente en los movimientos. Una respuesta preliminar, pero aún no suficiente para comprender el contenido de los relatos, emerge de un análisis del contexto que el inicio del siglo XX esboza para los guaraníes de San Pablo, Paraná y Mato Grosso. Un contexto caracterizado por un fuerte proceso de presión territorial, donde los aldeamientos del periodo imperial empiezan a ser extinguidos después de una política progresiva de loteo de las áreas antes destinadas al uso casi exclusivo de los indios. Una vez fraccionados, gran parte de las colonias se transformaría en villas que traducían, en la perspectiva estatal, el bien logrado objetivo de asimilar los indios. El periodo que va desde la proclamación de la República, en 1889, hasta la creación del SPI, en 1910, dimensiona un momento de relativo vacío institucional y de desarme de la política indigenista imperial, posibilitando, entre otras cosas, la reaparición de propuestas políticas que requerían la exterminación de los indios. Aunque esas formulaciones fueron rápidamente abandonadas, ellas denotan, por lo menos, la incidencia de una situación que seguramente fue experimentada por algunas familias indígenas como crítica, y que ha tenido, así, alguna repercusión en el contenido de los relatos narrados posteriormente a Nimuendaju. Sin embargo, el nuevo proceso de territorialización que se dibuja para los guaraníes a partir de 1910 con la creación de las reservas, de los poblados y de los puestos indígenas en Mato Grosso, Paraná y San Pablo, no debe ser pensado apenas a partir de sus “elementos destructivos y reduccionistas”, sino también “por medio de procedimientos y estrategias de resignificación que configuran propiamente las iniciativas indígenas”58 . Así, de la misma manera que Oliveira ha planteado una reflexión sobre la “acción indigenista y la utopía milenarista” entre los indios Ticuna del alto Solimões, el sentido de la categoría “Tierra sin Mal”, elaborada por los informantes de Nimuendaju, parece surgir de una operación que “registra, especula y traduce para sus propios términos la existencia de otros agentes”59. Se trata de una estrategia pensada en “momentos de crisis en que surgen instrumentos sociopolíticos y religiosos para la intervención y modificación de la realidad cotidiana”60. Sin embargo, una vez cruzado el gran río Paraná –y en ese sentido los indios han, quizás, efectivamente atravesado el mar, donde se localiza la “Tierra sin Mal” en la mitología– las migraciones se configurarán como un viaje sin regreso, una especie de exilio donde la posibilidad de conformar espacios autónomos se presentará cada vez más improbable. Así, paradójicamente, en mayo de 1912, ya como funcionario del SPI, la única solución que Nimuendaju encontraría para una familia guaraní que se encontraba acampada a algunos kilómetros de la ciudad de San Pablo, en la orilla del río Tiête, sería llevarla hasta la reserva indígena de Araribá, instaurada en el interior del estado, por el mismo creador de la hipótesis de la “Tierra sin Mal”.
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Geográfico e Etnográfico do Paraná, 1979, n. 36, separata, Curitiba, Paraná; Marta Rosa Amoroso, Catequese e Evasão. Etnografia do Aldeamento Indígena de São Pedro de Alcântara, Paraná (18551895), Tese de doctorado en Antropología Social, Universidad de San Pablo, 282 p., 1998. 12 Oficio enviado por Fray Timóteo de Castelnuovo al Presidente de la Provincia del Paraná, 15/01/1886 (Archivo Público del Estado de Paraná). 13 Ver Hélio Viana, História das fronteiras do Brasil, Rio de Janeiro, Edição da Biblioteca Militar, 1948, p. 167184; Richard F. Burton, Cartas dos Campos de Batalha do Paraguai, Rio de Janeiro, Biblioteca do Exército Editora 1997 (1870); Mário Monteiro de Almeida, Episódios da formação geográfica do Brasil, Rio de Janeiro, Irmãos Pongetti, 1951; Francisco Doratioto, Maldita Guerra. Nova história da Guerra do Paraguai, São Paulo, Companhia das Letras, 2002, p. 28. 14 Sobre la construcción de esa ruta, ver los decretos del Ministerio del Imperio datados el 31/01/1849, “Sobre abertura de estrada da Província de São Paulo à de Mato Grosso”; 21/05/1850, “Sobre nova via de comunicação entre São Paulo e Mato Grosso”, in: Manuela Carneiro da Cunha, op. cit., 1992. 15 El barón de Antonina (João da Silva Machado) inició sus actividades como comerciante de ganado y desde muy temprano se estableció en el actual territorio del Paraná, donde ejerció cargos políticos importantes antes de la emancipación política de esa provincia en 1853. Fue representante de la Corte de Lisboa (1821), Suplente del Consejo General de la Provincia (1829) y Representante en la Asamblea Legislativa Provincial de San Pablo en tres legislaturas. Con la creación de la provincia del Paraná, fue elegido el primer senador de la misma, de 1853 a 1875, fecha de su muerte. Recibió del presidente de la provincia, Zacarias Góes e Vasconcellos, el encargo oficial de fundar aldeamientos indígenas. Fue uno de los más importantes propietarios de tierras y estableció distintos núcleos de catequesis en la región del Tibagi, Paranapanema, Ivaí y Ribeira. Tuvo una actuación importante en el desarrollo de la inmigración europea en Brasil, fundando una de las primeras colonias de inmigrantes de Brasil, la colonia del Río Negro, en el Paraná. 16 Baqueano. 17 Sertanista en Mato Grosso y San Pablo, Joaquim Francisco Lopes empezó a trabajar con el barón de Antonina desde la década de 1840, explorando el río Verde, Itararé, Paranapanema, Paraná e Ivaí. Exploró igualmente las sierras de Apucarana, Iapó y Furnas, así como las llanuras de San Jerónimo, por el río Tibagi. En 1847 exploró las posibilidades de una ruta de comunicación entre San Pablo y Mato Grosso, bajando el río Tibagi y Paranapanema, transponiendo el río Paraná, hasta llegar a la ciudad de Miranda, cerca de la frontera paraguaya. Al año siguiente exploró nuevamente el río Tibagi y Paranapanema, bajando el Paraná, hasta llegar al Iguatemi y Apa. En 1850 realizó una nueva exploración, del río Brilhante a Miranda. Fue uno de los fundadores de la colonia militar de Jataí y del aldeamiento indígena de San Pedro de Alcántara, además de haber sido director, por varios años, del aldeamiento de San Jerónimo. 18 Decreto de 21/05/1850 “Sobre nova via de comunicação entre São Paulo e Mato Grosso”, in: Manuela Carneiro da Cunha, op. cit., 1992. 19 Norteamericano, probablemente de Filadelfia, llegó a Brasil entre 1825 y 1826, hacia los 16 años de edad, cuando desembarcó en Río de Janeiro de una embarcación comandada por su tío, Jesse Duncan Elliott. Enseguida ingresó a la Armada Imperial como teniente en una acción contra la independencia de la región Cisplatina. Después de algunos años detenido, volvió a Río de Janeiro donde conoció a João da Silva Machada, el barón de Antonina, con quien trabajó en las exploraciones que buscaban establecer una ruta entre San Pablo y Mato Grosso. A partir de las expediciones asentó títulos de tierras a nombre del barón. En algunas de esas tierras fueron establecidos núcleos coloniales para la reducción indígena. Elliott fue, junto a Joaquim Francisco Lopes, uno de los fundadores del aldeamiento de San Jerónimo, creado en 1859. 20 Maria Cristina Cortez Wissenbach, “Desbravamento e Catequese na Constituição da Nacionalidade Brasileira: as Expedições do Barão de Antonina no Brasil Meridional”, in: Revista Brasileira de História,1995, São Paulo, v. 15, n. 30, p. 138139. 21 Astolpho Rezende, O Estado de MattoGrosso e as supostas terras do barão de Antonina, Rio de Janeiro, Papelaria Sta Helena – S. Monteiro & Cia. Ltda, 1924. 22 Giralda Seyferth, ‘‘A singularidade germânica e o nacionalismo brasileiro : ambiguidades e alotropia na ideia de nação’’, in : Cristina Bastos, Miguel Vale de Almeida, Bela FeldmanBianco (org.), Trânsitos coloniais : diálogos críticos lusobrasileiros, Campinas, Editora Unicamp, 2007. 23 Vilma Eliza Trindade de Saboya, “A Lei de Terras (1850) e a Política Imperial – seus reflexos na Província de Mato Grosso”, in: Revista Brasileira de História, 1995, São Paulo, v. 15, n. 30, p. 115136. http://nuevomundo.revues.org/64988
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24 La provincia de Paraná se separó de la de San Pablo en 1853; el barón de Antonina actuó en ese proceso de autonomía y se tornó senador en la primera legislatura provincial. 25 Maria Cristina Cortez Wissenbach, op. cit., 1995, p. 138. 26 Así era conocido el barón de Antonina por los indios. 27 João Pacheco de Oliveira, op. cit., 1988, p. 222235. 28 Ver, por ejemplo, el análisis de Marcelo Manuel Pietrafita Iglesias sobre la acción tutelar de Felizardo Avelino de Cerqueiro entre los kaxinawá del valle del río Juruá, Acre. Marcelo Manuel Pietrafita Iglesias, Os Kaxinawá de Felizardo: correrias, trabalho e civilização no Alto Juruá, Brasília, Paralelo 15, 2008; Ver también João Pacheco de Oliveira, “Prefácio”, in: Marcelo Manuel Piedrafita Iglesias, op. cit, 2010. 29 João Pacheco de Oliveira, op. cit., 2010, p. 15. 30 Tal vez sea ingenuo hablar de la existencia de fronteras entre público y privado en el siglo XIX. 31 Antonio Carlos de Souza Lima, Um grande cerco de paz: Poder tutelar, indianidade e formação do Estado no Brasil, Petrópolis, Vozes, 1995. 32 Ibid., p. 163. 33 Lúcio Tadeu Mota, “O Instituto Histórico e Geográfico Brasileiro e as propostas de integração das comunidades indígenas no Estado Nacional”, in: Diálogos, 1998, Maringá, n °2, p. 149175. 34 Ibid., p. 12. 35 Ibid., p. 163. 36 Se utiliza la distinción entre narrativa “romántica” y de “vanguardiacapitalista” apenas de forma ilustrativa, puesto que esa distinción merecería ser relativizada. La narrativa “romántica” también se movió por intereses económicos, así como la “vanguardia capitalista” también recuperó el estilo romántico para promocionar las potencialidades económicas de la América independiente. 37 Thomas BiggWither, Novo caminho no Brasil meridional: a Província do Paraná. Três anos em suas florestas e campos, 1872/1875, tradução de Temístocles Linhares, Rio de Janeiro, Livraria José Olympio Editora; Curitiba, Universidade Federal do Paraná 1974 (1878). 38 Franz Keller, “Noções sobre os indígenas da Província do Paraná”, in: Leda Lovato, “Contribuição de Franz Keller à etnografia do Paraná”, Boletim do Museu do Índio, Antropologia, 1974, Rio de Janeiro, vol. 1. 39 Johann Rudolph Rengger, Viajes al Paraguay en los años 1818 a 1826, Asunción, Tiempos de Historia 2010 (1835). 40 João Henrique Elliott publicó en 1852, incluso antes que José de Alencar, una de las primeras novelas indianistas de Brasil. Ver João Henrique Elliott, Aricó e Caocochee, ou uma Voz do Deserto. História fundada em factos, dedicada ao Illm° e Exm° barão de Antonina, Rio de Janeiro, Vianna & Cia, 1952. 41 João Henrique Elliott, “A Emigração dos Cayuaz. Narração coordenada sob apontamentos dados pelo Sr. João Henrique Elliott, pelo sócio effectivo, o Sr. Brigadeiro J. J. Machado de Oliveira”, in: Revista do Instituto Histórico Geográfico Brasileiro, 1856, tomo XIX, p. 434447. 42 João Henrique Elliott, op. cit., 1856, p. 439442. 43 Nacido en Génova, Italia, en 1823. A los 18 años ingresó en la Orden de los Capuchinos. Llegó a Río de Janeiro en 1851, mudándose el siguiente año a San Pablo, donde ejerció el cargo de vicario de Santa Bárbara y Monte Mor. En 1854, por determinación del comisario general fue transferido a la provincia del Paraná para catequizar a los indios de los márgenes del río Tibagi. En 1855 inauguró el aldeamiento de San Pedro de Alcántara, dirigiéndolo hasta su muerte en mayo de 1895, a los 72 años de edad. 44 Frei Timóteo de Castelnuovo, “Princípio e Progresso do Aldeamento de São Pedro de Alcântara”, in: Emílio da Cavaso, “Coleção e Documentos de Frei Emílio da Cavaso OFM”, Boletim do Instituto Histórico, Geográfico e Etnográfico Paranaense, 1980, v. 37, p. 237 284. 45 Curt Nimuendaju, As lendas da criação e destruição do mundo como fundamento da religião dos ApapocúcaGuarani, tradução de Charlotte Emmerich & Eduardo B. Viveiros de Castro, São Paulo, Hucitec, Edusp 1987 (1914). 46 Ibid. 47 Curt Nimuendaju, “Apontamentos sôbre os Guarani”, in: Revista do Museu Paulista, http://nuevomundo.revues.org/64988
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São Paulo, n/s, v. VIII 1954 (1908). Ese texto fue escrito anteriormente As lendas… y data de 1908, representando, seguramente, una primera tentativa de sistematización de las notas de campo hechas por Nimuendaju entre los guaraníes. Sin embargo, su publicación es póstuma. Fue traducida y organizada por Egon Schaden y publicada solamente en 1954. Es interesante resaltar las diferencias existentes entre los dos textos citados, sobretodo en relación con el capítulo I d’As lendas…, intitulado “Nombre e Historia”. En As lendas… las diversas descripciones de epidemias, expulsiones, expropiaciones, conflictos, esclavización no constan como en el texto de 1908, publicado en 1954. Es extremadamente significativo subrayar igualmente que la noción de “Tierra sin Mal” tampoco aparece en el texto publicado en 1954. 48 Curt Nimuendaju, op. cit., 1987, p. 101102. 49 Ibid., p. 434. 50 Trabajo que hemos hecho en otro lugar. Ver Pablo A. Barbosa, A “Terra sem Mal” de Nimuendaju e as “Jornadas Meridionais” do barão de Antonina: reflexões sobre colonização e mobilidade Guarani nas províncias de Mato Grosso, Paraná e São Paulo (18401910), Texto presentado en el Museo Nacional, Universidad Federal de Río de Janeiro, mimeo (inédito), 2011. 51 Jean Bazin, “La production d’um récit historique’’, in : Jean Bazin, Des clous dans la Joconde. L’anthropologie autrement, Toulouse, Anacharsis, p. 271343, 2008 (1980). 52 Jean Bazin, op. cit., 2008, p. 272. 53 Sobre los tupiguaraní coloniales ver Pompa, Cristina, Religião como tradução, missionários, Tupi e Tapuia no Brasil colonial, Bauru, EDUSC, 2003 y Pompa, Cristina, “O profetismo TupiGuarani: a construção de um objeto antropológico”, in: Revista de Indias, 2004, vol LXIV, n. 230, p. 141174; sobre los chiriguanos de los contrafuertes andinos ver Combès, Isabelle, El Paititi, los Candires y las Migraciones Guaranies, Santa Cruz de la Sierra, s/d (texto inédito enviado pela autora); Combès, Isabelle, “De los candires a Kandire. La invención de un mito chiriguano”, in: Journal de la Société des Américanistes, 2006, v. 92, n. 12, p. 137163 ; Julien, Catherine, “Kandire in Real Time and Space: SixteenthCentury Expeditions from the Pantanal to the Andes”, in: Ethnohistory, 2007, v. 54, n. 2, p. 245272; sobre la etimología de la noción de “Tierra sin Mal” ver Melià, Bartomeu, “La tierra sin mal de los guarani. Economía y profecía”, in: Suplemento Antropológico, 1987, v. XXII, n. 2, Asunción, p. 8198 ; sobre la difusión del concepto en la etnología americanista de la primera mitad del siglo XX ver Noelli, Francisco, “Curt Nimuendaju e Alfred Métraux: a invenção da busca da ‘terra sem mal’”, in: Suplemento Antropológico, 1999, vol. XXXIV, n. 2, p. 123166. 54 Ver los distintos trabajos de Marta Rosa Amoroso y Lúcio Tadeu Mota ya citados. 55 Maria Isaura Pereira de Queiroz, O messianismo no Brasil e no Mundo, São Paulo, Alfa Omega 1977 (1965) ; Hélène Clastres, Terre sans Mal : le prophétisme tupiguarani, Paris, Ed. du Seuil, 1975 ; Florestan Fernandes, ‘‘Um balanço crítico da contribuição etnográfica dos cronistas’’, in : Florestan Fernandes, Investigação etnológica no Brasil e outros ensaios, Petrópolis, Vozes, pp. 210215, 1975 (1949) ; Florestan Fernandes, Organização social dos tupinambá, São Paulo, Difel 1963(1949) ; Florestan Fernandes, A função social da guerra na sociedade tupinambá, São Paulo, Livraria Pioneira Editora – Edusp 1970(1952) ; Alfred Metraux, ‘‘Migrations historiques des TupiGuarani’’, in : Journal de la Société des Américanistes, Paris, 1927, v. 19, n. 1, p. 145 ; Alfred Metraux, A religião dos tupinambás, São Paulo, Companhia Editora Nacional 1979 (1928) ; Egon Schaden, A mitologia heróica de tribos indígenas do Brasil, São Paulo, Editora da Universidade de São Paulo 1989 (1959) ; Egon Schaden, Aspectos fundamentais da cultura guarani, São Paulo, EpuEdusp 1974 (1962) ; Egon Schaden, Aculturação Indígena, São Paulo, Livraria Pioneira Editora – Edusp 1969 (1964). 56 João Henrique Elliott, op. cit., 1856. 57 Joaquim Antonio Pinto Junior, Memória sobre a Cathechese e Civilisação dos indígenas da Província de São Paulo, Santos, Tipographia Commercial, 1862. 58 João Pacheco de Oliveira, “Ação indigenista e utopia milenarista. As múltiplas faces de um processo de territorialização entre os Ticuna”, in: Bruce Albert, Pacificando o branco: cosmologias do contato no norteamazônico, São Paulo, Editora Unesp, Imprensa oficial do Estado de São Paulo, 2002, p. 279. 59 Ibid. 60 Ibid., p. 280.
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Notas sobre el cacique Libânio y el barón de Antonina en los aldeamientos indígenas de las provincias meridionales del Brasil Imperial (18401889)
Título
Mapa I: Localización de los aldeamientos con efectivos guaraníes en las provincias de San Pablo, Paraná y Mato Grosso (siglo XIX).
Créditos Autor: Pablo Antunha Barbosa URL
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Pablo Antunha Barbosa, « Notas sobre el cacique Libânio y el barón de Antonina en los aldeamientos indígenas de las provincias meridionales del Brasil Imperial (1840 1889) », Nuevo Mundo Mundos Nuevos [Online], Debates, posto online no dia 12 Fevereiro 2013, consultado o 21 Abril 2015. URL : http://nuevomundo.revues.org/64988 ; DOI : 10.4000/nuevomundo.64988
Autor Pablo Antunha Barbosa Doctorante EHESS (París), Museo Nacional (Río de Janeiro)
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La « Terre sans Mal ». La trajectoire historique d'un mythe guarani et d'un mythe anthropologique [Texto integral] Publicado em Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Debates
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