\"Niveles de vida y pautas de consumo en el campesinado (Corona de Castilla, 1200-c. 1550)\", en Comer, beber, vivir. Consumo y niveles de vida en la Edad Media hispánica

October 4, 2017 | Autor: J. Clemente Ramos | Categoría: Campesinado, Alimentación, Medieval Peasants, Niveles de vida
Share Embed


Descripción

COMER, BEBER, VIVIR: consumo y niveles de vida en la edad media hispánica

XXI semana de estudios medievales nájera, del 2 al 6 de agosto de 2010

ESTHER LÓPEZ OJEDA (coordinadorA)

ACTAS

comer, beber, vivir: consumo y niveles de vida en la edad media hispánica xxi SEMANA DE ESTUDIOS MEDIEVALES NÁJERA, DEL 2 AL 6 DE AGOSTO DE 2010

Coordinadora de la Edición Esther López Ojeda

Logroño, 2011

Semana de Estudios Medievales (21ª. 2010. Nájera) Comer, beber, vivir: consumo y niveles de vida en la Edad Media Hispánica / XXI Semana de Estudios Medievales, Nájera, del 2 al 6 de agosto de 2010; Esther López de Ojeda (coordinadora de la edición); organizador Asociación “Amigos de la Historia Najerillense”. -- Logroño: Instituto de Estudios Riojanos, 2011 471 p.: il. ; 24 cm. – (Actas) D.L. LR-136-2011. – ISBN 978-84-9960-011-6 1. España-Civilización-S. VIII-XV- Congresos y asambleas. I. López de Ojeda, Esther. II. Asociación “Amigos de la Historia Najerillense”. III. Instituto de Estudios Riojanos. IV. Título. V. Actas (Instituto de Estudios Riojanos) 930.85(460)”04/14”(063)

Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de esta publicación pueden reproducirse, registrarse o transmitirse, por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea electrónico, mecánico, fotoquímico, magnético o electroóptico, por fotocopia, grabación o cualquier otro, sin permiso previo por escrito de los titulares del copyright.

Primera edición: mayo, 2011 © Esther López Ojeda (coord.) © Instituto de Estudios Riojanos, 2011 C/ Portales, 2 - 26001 Logroño www.larioja.org/ier Fotografía de cubierta: Cocina del convento de Santa Elena, Nájera. Gloria Moreno del Pozo.

Amigos de la Historia Najerillense Depósito Legal: LR-136-2011 ISBN: 978-84-9960-011-6 Diseño gráfico de colección: Ice comunicación Impresión: Gráficas Isasa, S. L. - Arnedo (La Rioja) Impreso en España. Printed in Spain

Índice

9

Prólogo Esther López Ojeda

13

Apertura de la XXI Semana de Estudios Medievales José Ignacio de la Iglesia Duarte

PONENCIAS 17

Producción, pautas de consumo y niveles de vida. Una introducción historiográfica Antoni Furió

57

Los sistemas alimentarios de los estamentos populares en el Mediterráneo noroccidental durante la baja Edad Media Antoni Riera Melis

97

Consumo de productos alimenticios de lujo en la baja Edad Media J. Ángel Sesma Muñoz

123 Las crisis alimenticias en la Edad Media: carácteres generales, distinciones y paradigmas interpretativos Pere Benito i Monclús 159 La comida y la bebida como motivos literarios en las obras de la Edad Media Miguel Ángel Muro

7

215 Niveles de vida y pautas de consumo en el campesinado (Corona de Castilla, 1200-c. 1550) Julián Clemente Ramos 245 Vivir, comer, beber. Niveles de vida y consumo en las Casas de la nobleza cortesana Bajomedieval Mª Concepción Quintanilla Raso 79 Consumo y ascesis: comer, beber y vestir en monasterios y cabildos 2 Miguel C. Vivancos, O. S. B. 321 Abasto y consumo de productos alimenticios en las ciudades y villas riojanas a finales de la Edad Media Fco. Javier Goicolea Julián 59 El reflejo del consumo en la iconografía: la vestimenta 3 Agustín Gómez Gómez 391 La mesa del señor y la mesa del campesino. Alimentación y contraposición de estamentos a través de la iconografía del calendario medieval Manuel Castiñeiras 11 Consumo y salud: la comida y la bebida en la medicina medieval 4 Ignacio Medel Marchena

8

Niveles de vida y pautas de consumo en el campesinado (Corona de Castilla, 1200-c. 1550)* Julián Clemente Ramos Universidad de Extremadura

1. Introducción El estudio de los niveles de vida ha interesado sólo de modo muy reciente a los investigadores españoles. En este como en otros temas, se han cogido líneas de trabajo desarrolladas previamente en la investigación europea. Entre las décadas de 1970 y 1990, la historia rural se centró fundamentalmente en el estudio de los paisajes y la producción. Este interés se debía sobre todo a la información suministrada por las fuentes, que iluminaba en mucha mayor medida estos aspectos. Durante el periodo indicado, se dio un salto importante para la adecuada comprensión del mundo rural en la Península Ibérica, hasta entonces conocido sólo de forma limitada en trabajos que presentaban evidentes limitaciones metodológicas1. Los estudios de monasterios y concejos, aunque abordaban de modo desigual en función de las disponibilidades informativas aspectos económicos y sociales, no planteaban la problemática vinculada a

*



Proyecto HAR2010-15238 (Subprograma de Historia, Ministerio de Ciencia e Innovación, 2010-2012).

1.  Claudio Sánchez Albornoz dedicó numerosos estudios al mundo rural, pero su metodología e intereses científicos se mantuvieron prácticamente idénticos a lo largo de más de medio siglo de actividad científica. El estudio del mundo rural desde pautas equirables a nuestro entorno europeo se inicia con el destacado trabajo de José Ángel García de Cortázar sobre el dominio de San Millán, quizás excesivamente deudor de modelos franceses.

Julián Clemente Ramos - Niveles de vida y pautas de consumo en el campesinado (Corona de Castilla, 1200-c. 1550)

215

los niveles de vida. En los estudios urbanos, el consumo formaba parte de los temas abordados, pero se trataba más de ofrecer la información disponible (carnicería, abastecimiento de cereal) que de definir los niveles sociales y las pautas de consumo. Por supuesto, este tipo de información estaba ausente o tenía un carácter marginal en el ámbito eclesiástico y especialmente monástico. A partir de la década de los 90 y sobre todo en la siguiente, el tema del consumo, dentro de fuentes informativas parcas, se ha instalado en el interés de los investigadores. En algunos trabajos comarcales, se presentan y analizan los datos relativos al consumo y a los niveles sociales. De este modo, economía y sociedad se integran en mayor medida. Sin duda, la producción y la transformación del paisaje tienen como única razón la satisfacción de las necesidades económicas de los diversos colectivos sociales. El creciente interés en la temática que nos ocupa enriqueció sin duda la investigación histórica y permitió avanzar en un conocimiento más estructurado y completo de las realidades socioeconómicas. El estudio del consumo y los niveles de vida campesinos en el ámbito de la corona de Castilla (nos centraremos en la meseta y las zonas meridionales, excluyendo la cornisa cantábrica) ofrece problemáticas específicas de carácter social y territorial. El campesino, base de la estructura social y auténtico sostén económico del mundo medieval, es sin duda el grupo social que dispone de una información más parca. El carácter fuertemente autárquico de sus explotaciones y su posición subordinada explica la escasa huella documental. Por otro lado, no disponemos para la corona de Castilla, salvo excepciones puntuales, de protocolos notariales para la Edad Media. El estudio del consumo campesino en la corona de Castilla no deja, por ello, de plantear problemas derivados de una información escasa, desigual y normalmente dispersa. Intentaremos, en todo caso, establecer pautas y líneas de evolución en tres aspectos fundamentales como son la alimentación, el vestido y la vivienda. Las páginas que siguen sólo pretenden ser un esbozo a la espera de estudios más detallados y precisos que nos permitan disponer de un mejor conocimiento sobre la materia. Como elementos generales para enmarcar los niveles de vida campesinos habría que indicar dos elementos fundamentales: la consolidación del hecho urbano y el mantenimiento de la renta señorial en unos niveles posiblemente no

216

Comer, beber, vivir: consumo y niveles de vida en la Edad Media hispánica. Logroño, 2011, pp. 215-244, ISBN 978-84-9960-011-6

muy distintos de los documentados para la plena Edad Media. Sobre el primer aspecto, algunos elementos parecen indicar una fuerte influencia de la ciudad. El mundo rural incorpora con retraso pautas y formas de consumo que presentan un desarrollo más temprano en el ámbito urbano. La mera imitación no es una explicación suficiente2. No podemos olvidar como elemento central el nivel económico y la capacidad adquisitiva. Nadie consume aquello que no puede permitirse. Las pautas y formas de consumo están condicionadas en primer lugar por una capacidad económica concreta. Podemos afirmar con cierta seguridad, pese a que disponemos de una información heterogénea aunque relativamente abundante, que la extracciones señoriales sobre el campesinado no aumentaron en líneas generales a lo largo de este periodo. Los señores terminaron por convencerse de que ese camino estaba plagado de dificultades y que ofrecía posibilidades limitadas. Si cae sobre el campesino una creciente punción fiscal cuya incidencia no se ha valorado en términos cuantitativos. La nobleza no dejará de beneficiarse de esta nueva fuente de ingresos. Alcabalas y tercias, rentas reales en su origen, se constituyen en parte muy importante de la fiscalidad señorial3. Como hipótesis razonable podemos aceptar que el campesinado no se ve afectado por la crisis bajomedieval ni en sus niveles económicos ni en su condición jurídica. El campesinado castellano presenta pautas peculiares de consumo. La alimentación, el vestido o la casa campesina tienen un perfil específico respecto de las élites y del mundo urbano. Intentaremos definirlo en las páginas siguientes.

2.  Considera Cristopher Dyer, “La historia de los niveles de vida en Inglaterra, 1200-1800. Problemas y enfoques”, Historia Agraria, 16 (1998), p. 115, que se debe huir de la dicotomía entre el consumidor urbano y el productor rural y se debe “aprender más acerca de los mismo campesinos y granjeros como consumidores que intentaban satisfacer sus propias necesidades a la vez que respondían a las demandas de la población no rural”. 3.  FRANCO SILVA, A., “Las rentas señoriales de las villas extremeñas de Alburquerque y La Codosera”, en Estudios sobre D. Beltrán de la Cueva y el ducado de Alburquerque, Cáceres: 2002, pp. 160-4; LOP OTIN, M.J., “Un ejemplo del proceso señorializador extremeño: el señorío de Capilla (siglos XIII-XVI)”, En la España Medieval, 13 (1990), pp. 226 y 230-1; MAZO ROMERO, F., El condado de Feria (1394-1505). Contribución al estudio del proceso señorializador en Extremadura durante la Edad Media, Badajoz: 1980, pp. 439-440; CARRASCO TEZANOS, A., La sociedad campesina en la sierra de Guadarrama a finales de la Edad Media, Madrid: 2006, p. 117.

Julián Clemente Ramos - Niveles de vida y pautas de consumo en el campesinado (Corona de Castilla, 1200-c. 1550)

217

2. La alimentación El estudio de la alimentación campesina se enfrenta a una problemática especial4. Este grupo intenta conseguir un equilibrio autárquico que es especialmente alimenticio. Por otro lado, los sectores más desfavorecidos, obligados en parte a hacer un mayor uso del mercado, están mucho peor documentados. No disponemos por todo ello para el mundo rural de información importante sobre políticas de consumo suficientemente documentadas en el ámbito urbano. Las explotaciones campesinas, que conocemos muy insuficientemente, y la producción rural constituyen un indicador indirecto. Los diversos grupos sociales se van a definir en parte por un modelo alimentario propio. La alimentación no es un mera realidad económica. Los diversos productos, en relación con su valor y la mayor o menor difusión de su consumo, van a tener una desigual consideración. Los modelos alimentarios se van a ajustar a la estructura social. El campesinado se caracteriza por el consumo de productos de baja consideración y bajo o moderado precio. Los alimentos más valorados por su carestía quedan excluidos de su mesa. Se mantiene en la baja Edad Media y principios de la moderna un modelo alimentario campesino definido por su continuidad. Pero, igualmente, se aprecia algún cambio importante inducido, parece que de modo claro, por la influencia de los modelos urbanos y los valores alimentarios de las élites. El Arcipreste de Hita, con su extraordinaria genialidad, nos define el tipo de alimentos menos deseados que, aunque no los cita explícitamente, están vinculados al consumo campesino y popular en general: sardinas, carne salada, pan de centeno, vino de mala calidad o queso de cabra5.

4.  RIERA MELIS, A., “’Panem nostrum quotidianum da nobis hodie’. Los sistemas alimenticios de los estamentos populares en el Mediterráneo noroccidental en la baja Edad Media”, en La vida cotidiana en la Edad Media (VIII Semana de Estudios Medievales, Nájera, 1996), Logroño: 1998, p. 35. 5.  “Algunos que en sus casas pasan con dos sardinas / en ajenas posadas demandan golosinas, / desechan el carnero, piden las adafinas / que no han de comer –dicen– tocino sin gallinas”; señala igualmente: “Y pan de centeno / tiznado, moreno; / diome vino malo, / agrillo y ralo / y carne salada / y queso de cabra” (cit. GUERRERO NAVARRETE, Y., “Aproximación cualitativa y cuantitativa a la dieta urbana en el siglo XV”, Estudios de Historia Medieval en homenaje a Luis Suárez Fernández, Valladolid: 1991, p. 248)

218

Comer, beber, vivir: consumo y niveles de vida en la Edad Media hispánica. Logroño, 2011, pp. 215-244, ISBN 978-84-9960-011-6

En líneas generales el campesino consume mucho de los productos que tienen una baja consideración social. El modelo resultante podemos considerarlo ajustado a la realidad en términos generales, aunque se trata de una imagen tópica. En primer lugar, la alimentación campesina tiene un importante componente vegetal, lo que sin duda muestra la importancia de la producción hortícola que sólo conocemos en términos cualitativos6. Informaciones diversas no dejan de trasmitir este detalle. El bufón Francesillo de Zúñiga (s. XVI) señala en el recibimiento de una dama de la reina en el pueblo burgalés de Ciudad-Ancha que doscientos labradores llevaron un paño de jerga viejo cuyos timbres “eran ramos de ajos y de cebollas”. Covarrubias (1611) considera el ajo como alimento de rústicos y desposeídos. Estos productos sufren una valoración negativa. Alonso Enríquez de Guzmán (s. XVI) muestra su repulsión por la ensalada, las aceitunas y los quesos asaderos, que come cuando no tiene más remedio. Los huevos también serían un producto de importante consumo en el ámbito campesino, si bien es muy probable que una parte importante de su producción se canalizará hacia el mercado. En inventarios jienenses de 1511, es frecuente la disponibilidad de aves de corral. En Jaén, los campesinos realizan un combate de huevos en la celebración del final de la cuaresma7. A esto habría que unir un pan que inicialmente incorporaba cereales inferiores y la importancia del cerdo, aspectos sobre los que volveremos con más detalle. Algunas imágenes nos trasmiten un idea general de la alimentación campesina. En algunos casos hay un interés especial por resaltar la pobreza del colectivo como excusa frente a la presión fiscal. De todos modos, creemos que transmiten una imagen fiable en términos generales, aunque no pueda aplicarse sin

6.  El huerto es un elemento constante de la explotación campesina media en los siglos plenomedievales (CLEMENTE RAMOS, J., La economía campesina en la corona de Castilla [1000-1300], Barcelona: 2003, pp. 59-60). Tenemos la sensación, sin embargo, de que se producen cambios importantes en la baja Edad Media. La documentación es muy imprecisa pero es probable que la posesión de estos espacios se hiciese más restringida. Es indicativo que en Pozuelo (tierra de Galisteo), donde contamos con un inventario detallado de la propiedad agraria en 1498, los huertos estén casi ausentes (CLEMENTE RAMOS, J., “Propiedad, producción y paisaje agrarios en Pozuelo, a finales de la Edad Media”, Anuario de Estudios Medievales, 34/1 [2004], pp. 249-278). 7.  DE CASTRO, T., La alimentación en las crónicas castellanas bajomedievales, Granada: 1996, pp. 147153. En Fuentes (Submeseta sur), los huevos no parecen baratos (SÁNCHEZ BENITO, J.Mª., “Estructura social de un pueblo de Castilla en época de los Reyes Católicos: Fuentes, aldea de Cuenca”, En la España Medieval, 31 [2008], p. 309).

Julián Clemente Ramos - Niveles de vida y pautas de consumo en el campesinado (Corona de Castilla, 1200-c. 1550)

219

distingos a todos los sectores. En la contestación de la Universidad de la tierra de Soria a la encuesta que sobre el estado de la labranza realizó el Consejo de Estado (1594), se indica que los campesinos “se mantenían de cecynas y yerbas y cosas de muy poco gasto”. En Torrubia –Soria– (1586), la alimentación consistía en sopas de aceite y pan y en el “puchero” condimentado a base de tocino y garbanzos. Raro sería el consumo de carne de vacuno o carnero. Los derivados del cerdo se reservaban para la siembra o la recolección y los carneros y aves de corral para las fiestas más señaladas8. Los salarios establecidos para la siega en La Mancha, con un importante componente en especie, muestra la importancia central del pan de trigo y el vino en la alimentación campesina, se añade la carne de oveja e igualmente otros productos como aceite, vinagre, sal, queso, garbanzos y verdura (cantidades monetarias)9. En conjunto podemos hacer un balance de las pautas cualitativas de la alimentación campesina, que presentan en líneas generales una cierta estabilidad. El pan es el producto central en términos cuantitativos y cualitativos. El vino, generalmente de baja calidad y/o de producción local, es también un producto habitual. Se unen otros productos como los hortícolas, cuya importancia real no podemos calibrar con precisión para nuestro periodo de estudio, cuando el huerto parece un elemento menos constante en las explotaciones campesinas, o el queso. El consumo de carne se caracterizaría por su escasez y por el predominio del cerdo. En un periodo de cambios intensos como la baja Edad Media, la alimentación campesina presenta elementos tanto de cambio como de continuidad. No estamos en condiciones de establecer una cronología precisa ni de establecer una vinculación estricta con la evolución económica general. Las transformaciones documentadas parecen una manifestación de las mejoras que se han producido en las condiciones de vida de los grupos populares.

8.  DÍEZ SANZ, E., La tierra de Soria. Un universo campesino en la Castilla oriental del siglo XVI, Madrid: 1995, p. 236-7. 9.  LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J., Estructura agraria y sociedad rural en La Mancha (siglos XVI-XVII), Ciudad Real: 1986, p. 527.

220

Comer, beber, vivir: consumo y niveles de vida en la Edad Media hispánica. Logroño, 2011, pp. 215-244, ISBN 978-84-9960-011-6

Un cambio de la mayor importancia, por su papel central en la alimentación campesina, afecta al tipo de pan consumido. Se alían en este proceso condicionantes económicos y, sin duda, también culturales. En líneas generales podemos decir que se pasa de un pan mixto de varios cereales a otro compuesto exclusivamente de trigo10. El consumo del primer tipo se debe a poderosas razones, productivas y de seguridad alimentaria. En general, los cereales inferiores presentan rendimientos superiores frente al trigo, más exigente, y sobre todo se adaptan mejor a condiciones climáticas adversas. Por otro lado, el cultivo de varios granos aumenta la seguridad en el aprovisionamiento. Estos factores económicos se oponen a un condicionante cultural que en la plena Edad Media tiene aún poco efecto en el mundo campesino: las élites y los grupos urbanos prefieren el pan de trigo11. A esta diferencia parecen aludir las constituciones de la abadía de Benevívere en las que aparece un pan “candidus”, hecho de trigo sin salvado, y un pan “grossus”, elaborado con otros cereales12. A lo largo de la Plena Edad Media abundan las informaciones sobre el consumo campesino de un pan compuesto de trigo y otros cereales inferiores como centeno o, incluso, cebada. El trigo sería el cereal más frecuentemente utilizado. Su ausencia sería rara, aunque no excepcional. El centeno sería importante. En los acuerdos de manutención que estudiamos para la plena Edad Media aparece en más de un tercio de los casos13. En la comida que los campesinos reciben en las sernas el

10.  No deberíamos olvidar que se documentan para el periodo medieval y posteriormente, panes de este cereal de calidades muy variables (RUBIO VELA, A., “El consumo de pan en la Valencia bajomedieval”, I Colloqui d’història de l’alimentació a la Corona d’Aragó. Edat Mitjana, Lérida: 1994, pp. 165-8; SOLA AYAPE, C., Abasto de pan y política alimentaria en Pamplona [(Siglos XVI-XX], Pamplona: 2001, p. 202). Un cambio similar, con un mayor peso del trigo en la alimentación campesina, se produce en Inglaterra, pero no en la Italia centroseptentrional: DYER, C., Niveles de vida en la Baja Edad Media. Cambios sociales en Inglatera, c. 1200-1520, Barcelona: 1991, p. 204; STONE, D.J., “The consumption of field crops in late medieval England”, en Food in medieval England. Diet and nutrition, Oxford: 2006, pp. 17-23; MONTANARI, M., “L’alimentazione contadina nell’Italia tardomedievale”, en Campagne medievali. Strutture produttive, rapporti de lavoro, sistema alimentari, Torino: 1984, pp. 203-4. 11.  MONTANARI, M., El hambre y la abundancia. Historia y cultura de la alimentación en Europa, Barcelona: 1993, p. 58, habla para la plena Edad Media teniendo muy en cuenta los cereales consumidos de “una nueva oposición de modelos alimentarios, que perdurará mucho tiempo en la cultura europea: la oposición entre el campo y la ciudad”. STOUFF, L., Ravitaillement et alimentation en Provence aux XIVe et XVè siècles, Paris: 1970, p. 50, señala como en su zona de estudio el pan campesino y el urbano presentan nítidas diferencias en la baja Edad Media. 12.  MARTÍNEZ SOPENA, P., y CARBAJO SERRANO, Mª.J., “L’alimentation des paysans castillans du XIe au XIIIe siècle d’après las ‘fueros’”, en Manger et boire au Moyen Âge, I, París: 1984, p. 337. 13.  CLEMENTE RAMOS, J., La economía campesina, p. 118-9.

Julián Clemente Ramos - Niveles de vida y pautas de consumo en el campesinado (Corona de Castilla, 1200-c. 1550)

221

peso de los cereales inferiores es superior. El pan se compone exclusivamente de trigo en Mahudes (1198), Santa Eugenia (1156), y Villafrontín (1133); incorpora el centeno en San Miguel de la Escalada (1173) y la cebada en Pozuelos del Rey (1197); en San Julián de Husillos (1161) se entrega un pan de trigo y otro de cebada; y en San Tirso y Castrillino (1208) hay pan de trigo para majar y otro con sólo la mitad de trigo para sembrar (“ad malleare dent eis panem de trigo et ad seminare medium triticum”)14. La renta señorial se compone de modo preferente de trigo (consumo humano) y cebada (consumo animal). La demanda de centeno es marginal, denotando el escaso interés que genera fuera del mundo campesino. Las normativas sobre la “annafaga” de los yugueros y otros dependientes son también indicativas de la importancia de los cereales inferiores. Se compone a partes iguales de trigo y centeno. En Cáceres (1229), el yuguero recibe “II kafices cabales de pan, medio de trigo et medio de centeno”. En Plasencia (1186-1214), el cuartero y el quintero reciben diez y catorce eminas “medio de trigo et medio de centeno”15. Sin duda, estos sectores proletarizados consumirían un pan tosco, mientras otros sectores campesinos presentarían una situación más variable. No es extraño el desarrollo de expresiones como pan terciado (siembra a partes iguales de trigo, centeno y cebada), que responden al consumo rural. En líneas generales podemos afirmar que el pan campesino se caracteriza por el uso generalizado del trigo y frecuente de otros cereales inferiores, especialmente del centeno. La participación de este cereal sería tanto más importante al descender en la escala social. A lo largo de la baja Edad Media, esta realidad precedente sufre cambios profundos. El centeno como cereal inferior más frecuentemente incorporado al consumo campesino va perdiendo consideración social. Los Duques de Alba establecen en una provisión dirigida al concejo de Coria (ant. 1534) y recogida en sus ordenanzas, que se muela todo cereal que se lleve a los molinos, puesto

14.  Cf. RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ, J., Los fueros el reino de León, León: 1981, vol. II, docs. 28 (Santa Eugenia), 38 (San Miguel de la Escalada), 56 (Mahudes), y 61 (San Tirso y Castrillino) ; Ídem, Los fueros locales de la provincia de Zamora, Valladolid, 1990, doc. 29 (Villafrontín); Ídem:, Palencia (Panorámica foral de la provincia), Palencia, 1981, 18 (San Julián de Husillos) y 29 (Pozuelos del Rey). 15.  LUMBRERAS VALIENTE, P., Los fueros municipales de Cáceres. Su derecho público, Cáceres: 1974, p. XXXIV, rub. 114; MAJADA NEILA, J., Fuero de Plasencia. Introducción - Transcripción - Vocabulario, Salamanca: 1986, p. 100, rub. 413.

222

Comer, beber, vivir: consumo y niveles de vida en la Edad Media hispánica. Logroño, 2011, pp. 215-244, ISBN 978-84-9960-011-6

que “muchas personas embian a moler zenteno, y zevada para bueyes, y perros, y otros ganados, y los molineros y azeñeros no lo quieren moler”16. Sin duda, la coyuntura bajomedieval, definida por el receso demográfico y el probable ascenso de los niveles de vida populares, jugó un papel importante en esta transformación17. En cualquier caso, este cambio tendrá un carácter estructural, manteniéndose en periodos posteriores. La información directa sobre el particular es escasa. En la aldea de Fuentes (Submeseta meridional), en el último cuarto del siglo XV el trigo se presenta como único cereal panificable. Una situación similar se documenta en las ordenanzas de Don Benito de 154818. Por encima de estas informaciones puntuales, este cambio se manifiesta de modo indirecto a través de los granos cultivados. Es llamativo, que cambie el concepto de pan terciado (trigo, centeno y cebada a partes iguales) y pase a significar la siembra de 2/3 de trigo (absorbe la parte del centeno) y 1/3 de cebada19. Hemos estudiado estos cambios con detalle para Extremadura20. En este sentido, es llamativo que las alhóndigas sólo se aprovisionen de trigo. A finales del siglo XV y principios del XV, en el maestrazgo santiaguista predomina el trigo (72,43 %), mientras el centeno tiene un papel prácticamente residual (1,81 %

16.  COTANO OLIVERA, F., Las ordenanzas de Coria (1534). Estudio y transcripción, Cáceres: 2005 (Trabajo de Investigación de doctorado), p. 56 17.  DYER, C., Niveles de vida en la Baja Edad Media, pp. 194-205; Idem, “Changes in diet in the Late Middle Ages: the case of harvest workers”, The Agricultural History Review, 36 (1988), pp. 21-37. 18.  SÁNCHEZ BENITO, J.M., “Estructura social de un pueblo de Castilla”, p. 307; BERNAL ESTÉVEZ, A., “Don Benito en la primera mitad del siglo XVI”, Boletin de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes, XIII (2002), p. 288. 19.  HERNÁNDEZ VICENTE, S., “Agricultura, ganadería y transhumancia en el concejo de Benavente durante el siglo XV y la primera mitad del XVI”, en Actas del Primer Congreso de Historia de Zamora, vol. III, Zamora: 1991, p. 56; LADERO QUESADA, M.Á., “Producción y rentas cerealeras en el reino de Córdoba a finales del siglo XV”, en Andalucía Medieval. Actas del I Congreso de Historia de Andalucía, I, Córdoba: 1978, p. 376; MONTES ROMERO-CAMACHO, I., El paisaje rural sevillano en la baja Edad Media. Aproximación a su estudio a través de las propiedades territoriales del Cabildo-Catedral de Sevilla, Sevilla: 1989, pp. 299-300; GALÁN PARRA, I., “El linaje y los estados señoriales de los duques de Medina Sidonia a comienzos del siglo XVI”, En la España Medieval, 11 (1988), p. 70. 20.  Para lo que sigue, CLEMENTE RAMOS, J., “Técnicas y usos agrarios en Extremadura (siglos XIII-XVI)”, Bullettino Istorico Italiano per il Medio Evo, 109/2 (2007), pp. 16-8.

Julián Clemente Ramos - Niveles de vida y pautas de consumo en el campesinado (Corona de Castilla, 1200-c. 1550)

223

del cereal). En Don Benito, el trigo es casi el único cereal cultivado (95,90 %). En Valencia de Alcántara (1486) y en la encomienda de Herrera (1498) sólo parece cultivarse este cereal en varias dehesas y baldíos. En la encomienda alcantarina de Mayorga, el diezmo se compone en 1490 de trigo (2/3) y cebada (1/3), es decir, de pan terciado. A mediados del siglo XVI, el terrazgo de Villalba y Nogales (condado de Feria) se entregaba casi exclusivamente en trigo (3/4) y cebada (1/4), a lo que se unían cantidades muy limitadas de centeno, legumbres y semillas. En Valencia y Oliva, también del condado de Feria, el centeno sólo suponía el 9,72 % del cereal, menos de la mitad que la cebada. Cambios similares se producen en otras zonas. En 1590-5, el centeno sólo representa en la tierra de Valladolid el 4 % del cereal producido. En Burgos, entre 1477-9, predomina el trigo (49,2%) y la cebada (29,5%), frente al centeno (11,1 %), que se cultiva sobre todo en zonas de montaña, y la avena (9,9 %). En Haro (1537-1541), el peso de los diversos cereales no es muy diferente: trigo, 60,9%; cebada, 19,8 %; centeno, 10,3 %. En Soria, en el siglo XVI, se produce trigo en una proporción de tres a uno respecto de los demás cereales. La cebada era el segundo cereal y se destinaba fundamentalmente a la alimentación del ganado, sobre todo de rocines y mulas. El centeno sólo se cultivaba en tierras de poca calidad y en zonas lluviosas con suelos ácidos (sexmos de Tera y Frentes). En 1499, el trigo supone casi la mitad de los ingresos cerealistas de la mesa arzobispal toledana, mientras el centeno sólo alcanza el 3,46 %. En la tierra de Huete, el centeno pasa de ser el segundo cereal más cultivado en el siglo XIV a verse sobrepasado por la cebada y representar sólo el 2 % de la producción cerealista. En las tercias de Jaén o Córdoba u otras zonas andaluzas, el centeno está ausente. En el maestrazgo santiaguista en Murcia, este cereal sólo alcanza el 1,14% frente al dominio absoluto del trigo, con el 76,43%21. Los ejemplos

21.  BENNASAR, B., Valladolid en el Siglo de Oro. Una ciudad de Castilla y su entorno agrario en el siglo XVI, Valladolid: 1983, pp. 287 y 289; CASADO ALONSO, H., Señores, mercaderes y campesinos. La comarca de Burgos a fines de la Edad Media, Madrid: 1987, pp. 124-5; GOICOLEA JULIÁN, F.J., Haro: una villa riojana del linaje Velasco a fines del Medievo, Logroño: 1999, p. 57; DÍEZ SANZ, E., La tierra de Soria, p. 293; GUADALUPE BERAZA, Mª.L., Diezmos de la sede toledana y rentas de la mesa arzobispal (siglo XV), Salamanca: 1972, pp. 172-3; SÁNCHEZ BENITO, J.Mª “Organización y explotación de la tierra de Huete (siglo XV)”, Historia. Instituciones. Documentos, 26 (1999), pp. 528-9; RODRÍGUEZ MOLINA, J., El reino de Jaén en la baja Edad Media. Aspectos demográficos y económicos, Granada: 1978, pp. 229; LADERO QUESADA, M.Á., “Producción y rentas cerealeras”,

224

Comer, beber, vivir: consumo y niveles de vida en la Edad Media hispánica. Logroño, 2011, pp. 215-244, ISBN 978-84-9960-011-6

podrían incrementarse con resultados similares. El centeno presenta un claro receso, mayor si se consideran separadamente las zonas de montaña, donde conserva un peso superior. El trigo se ha convertido prácticamente en el único cereal panificable. Este cambio profundo en la producción de granos está íntimamente ligado a las transformaciones en el consumo de pan. La alimentación campesina presenta también elementos de continuidad. El consumo de carne es, en este sentido, indicativo. Así como en el consumo de trigo el campesinado se aproxima a las élites y al mundo urbano, en el consumo cárnico se mantiene un perfil específico. Este consumo se caracteriza por el aporte fundamental y básico del cerdo22. Esta circunstancia se explica por la eficiencia energética y reproductiva de este animal y por la disponibilidad de espacios aptos para su crianza23. Sin embargo, eficiencia y consideración social no siguen caminos paralelos. El cerdo se sitúa en el nivel más bajo de la estimación social, frente a la oveja, la vaca o los volátiles24. El consumo cárnico del campesino se caracteriza, en líneas generales, por la aportación del cerdo y por su relativa escasez25. En la segunda mitad del siglo XVI, Brumont presenta para La Rioja un “consumo rural de carnero, urbano y

pp. 382-4; RODRÍGUEZ LLOPIS, M., Señoríos y feudalismo en el reino de Murcia. Los dominios de la Orden de Santiago entre 1440 y 1515, Murcia: 1984, cuadro 24, pp. 217-8. 22.  Se trata de una realidad muy difundida hasta la baja Edad Media: MANE, P., “L’alimentation des paysans en France et en Italie aux XIIè et XIIIè siècles a travers l’iconographie des calendriers (sculpture, fresque, mosaique et vitrail)”, Manger et boire au Moyen Âge, I, París: 1984, pp. 325; CASTIÑEIRAS GONZÁLEZ, M.A., El calendario medieval hispano. Textos e imágenes (siglos XI-XIV), Valladolid: 1996, p. 220. 23.  En entornos muy poblados y con escasos bosques, hay un receso de esta especie y de su aporte cárnico: RIERA, A., “Panem nostrum quotidianum”, pp. 39-40; ALBARELLA, U., “Pig husbandry ant pork consumption in Medieval England”, en Food in medieval England. Diet and nutrition, Oxford: 2006, pp. 77-80; MONTANARI, M., “L’alimentazione contadina nell’Italia tardomedievale”, p. 210. 24.  MONTANARI, M., El hambre y la abundancia, p. 80, establece diferencias entre la carne de bueyes, vacas y terneras, “la carne más cara en el mercado, la más exclusiva”, a la que acceden los ciudadanos pudientes, el ganado ovino, que las clases populares urbanas contraponen al cerdo “por un afán de distinción, de identificación, y no sólo por el deseo de comer carne fresca”, y este último animal. Constata una realidad parecida, STOUFF, L., Ravitaillement et alimentation en Provence, p. 181. 25.  El cerdo no está ausente en la ciudad, aunque su carne no se vende en las carnicerías: cf. BONACHÍA HERNANDO, J.A.,“Abastecimiento urbano, mercado local y control municipal: La provisión y comercialización de la carne en Burgos (siglo XV)”, en Espacio, Tiempo y Forma. III. Historia Medieval, V (1992), p. 141; MARTÍN CEA, J.C., El mundo rural castellano a fines de la Edad Media. El ejemplo de Paredes de Nava en el siglo XV, Valladolid: 1991, p. 305

Julián Clemente Ramos - Niveles de vida y pautas de consumo en el campesinado (Corona de Castilla, 1200-c. 1550)

225

semiurbano de vaca y de carnero”, a lo que hay que añadir el aporte doméstico, donde el cerdo juega “un papel primordial en la alimentación campesina” 26. En Fuentes, en las carnicerías se ofertaba todo el año carnero, estacionalmente cabra y oveja, pero pocas veces vacuno27. En las aldeas sorianas, en el siglo XVI, sólo se pesaban “carnes menores”28. En Don Benito, a mediados del siglo XVI (contaba con más de seiscientos vecinos), la carnicería disponía estacionalmente de carne de carnero y vacuno, pero los vecinos criaban cerdos para su venta29. En todos los casos, el consumo de vacuno era muy limitado. El consumo de carne porcina tiene unas connotaciones muy especiales, puesto que en el ámbito urbano es mucho más limitado y se vincula a los sectores sociales más modestos. La carne de cerdo no se oferta en las carnicerías urbanas30. Se considera de nivel inferior. Su venta se hace por otros canales31. Sin duda, el campesino consumía más cerdo que otros grupos urbanos de nivel parejo. Durante la baja Edad Media, la cría del cerdo parece haberse desarrollado y tener una importancia creciente en ámbitos comarcales dispares32. En el caso extremeño, tenemos ejemplos claros y bien documentados. El Campo Arañue-

26.  BRUMONT, F., Campos y campesinos de Castilla la Vieja en tiempos de Felipe II, Madrid: 1984, pp. 205 y 207. Sobre el consumo cárnico urbano: GUERRERO NAVARRETE, Y., “Aproximación cualitativa y cuantitativa a la dieta urbana en el siglo XV”, p. 253; MARÍN GARCÍA, Mª. Á., “Las carnicerías y el abastecimiento de carne en Murcia (1450-1500)”, en Miscelánea Medieval Murciana, 1 (1987-8), pp. 87-8; BONACHÍA, J.A., “Abastecimiento urbano, mercado local y control municipal”, Cuadro II, pp. 112-121. 27.  SÁNCHEZ BENITO, J.Mª., “Una aldea realenga y su concejo en tiempo de los Reyes Católicos: Fuentes, tierra de Cuenca”, en Historia. Instituciones. Documentos., 32 (2005), p. 305. 28.  DÍEZ SÁNZ, E., La tierra de Soria, p. 235. 29.  BERNAL ESTÉVEZ, Á., “Don Benito en la primera mitad del siglo XVI”, pp. 285-6 30.  En el siglo XVI, las carnicerías de Toledo no vendían cerdo, porque “n’etait pas considére comme viande noble” (MONTEMAYOR, J., Tolède entre fortune et déclin [1530-1640], Limoges: 1996, p. 75); igualmente, sobre la baja consideración social de la carne de cerdo, RODRÍGUEZ MOLINA, J., “La alimentación en el antiguo reino de Jaén. Siglos XV-XVI”, Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, 148 (1993), p. 99. El cerdo nunca aparece en las comidas organizadas para las élites por el concejo de Murcia (MARTÍNEZ MARTÍNEZ, M., “Comer en Murcia [s. XV]: imagen y realidad del régimen alimentario”, en Miscelánea Medieval Murciana, XIX-XX [1995-6], pp. 189-220) 31.  Uno de los elementos llamativos en la baja Edad Media es la ausencia de la carne porcina de las carnicería urbanas y la proliferación, sin embargo, de la cría del cerdo, un elemento aún insuficientemente conocido pero que no ofrece dudas (BONACHÍA HERNANDO, J.A., “Abastecimiento urbano, mercado local y control municipal”, p. 141). 32.  GARCÍA DE CORTÁZAR, J.Á., La sociedad rural en la España Medieval, Madrid: 1988, pp. 217.

226

Comer, beber, vivir: consumo y niveles de vida en la Edad Media hispánica. Logroño, 2011, pp. 215-244, ISBN 978-84-9960-011-6

lo, extensa comarca de la tierra de Plasencia, se abre a mediados del siglo XV a la explotación porcina, que monopoliza el aprovechamiento de la montanera. Se desarrolla, en un territorio que cuenta en ese momento con una escasa población, una trashumancia de corto radio proveniente de otras comarcas de la jurisdicción. Jarandilla desplaza a la zona más de millar y medio de cerdos. La tierra de Medellín contaría, según las aldeas, con una producción de “beynte mill puercos cada año”33. En Valencia de Alcántara también se desarrolla una importante cabaña porcina34. Se trata de un sector especializado dirigido al mercado en donde domina una media propiedad de campesinos acomodados que cuentan con unas decenas de animales que hacen cuidar por porqueros o hijos jóvenes35. El contraste entre esta dinámica y las pautas de consumo urbanas, donde el cerdo pese a su importancia ocupa un papel marginal, obliga a reflexionar sobre el destino de esta producción. Sin duda, no puede entenderse fuera del consumo rural y específicamente campesino. El cerdo se comercializa por canales ajenos a las carnicerías, tanto urbanas como rurales, menos numerosas y más modestas. Se trata de un comercio desarrollado por los propios interesados o por comerciantes que se mueven en ámbitos comarcales, lo que no les impide aprovechar importantes posibilidades de enriquecimiento. En Medellín, Juan de Cazalla consiguió una pequeña fortuna comerciando entre otras cosas con cerdos36. A ello se une la importancia de la cría doméstica para el autoconsumo, que no ha perdido importancia hasta fechas muy recientes. En conjunto, la cría doméstica y una importante producción destinada al mercado, pero sólo muy parcialmente consumida en la ciudad, permite pensar que el consumo de carne

33.  A. G. Simancas, Consejo Real, Leg. 140, exp. 2. fol. 111v. 34.  BOHÓRQUEZ JIMÉNEZ, D., Ordenanzas de Valencia de Alcántara, Cáceres: 1982, especialmente pp. 198200. 35.  Hemos documentado esta situación en diversos trabajos. Pueden consultarse entre otros: CLEMENTE RAMOS, J., “Notas sobre la ganadería estante de Medellín (1488)”, En la España Medieval, 31 (2008), pp. 151-160; Idem, “La explotación económica del Campo Arañuelo y la economía rural de la tierra de Plasencia a mediados del siglo XV”, Anuario de Estudios Medievales, 39/1 (2009), 245-274; Idem, “La ganadería porcina de Jarandilla de la Vera a mediados del siglo XV”, Os reinos ibéricos na Idade Média. Livro de Homenagem ao Professor Doutor Humberto Carlos Baquero Moreno, vol. II, 2003, pp. 743-749. 36.  CLEMENTE RAMOS, J., “La actividad comercial en Medellín (siglos XV-XVI), Ferias y mercados en España y América, Zafra: 2007, pp. 278-9.

Julián Clemente Ramos - Niveles de vida y pautas de consumo en el campesinado (Corona de Castilla, 1200-c. 1550)

227

porcina se mantuvo intacto en el campo. Sin duda, se convirtió, ante la desaparición del pan oscuro hecho parcialmente con cereales inferiores, en uno de los elementos que dotaban de un perfil particular a la alimentación campesina. La alimentación campesina sufre cambios importantes a lo largo de la baja Edad Media. El consumo de pan de trigo acercó el consumo rural al urbano. Este cambio se debió muy probablemente al prestigio de este cereal frente a otros más rústicos que permitían una mayor seguridad alimentaria. Sin embargo, en líneas generales la alimentación campesina conserva un perfil específico. Entre las características que contribuyen a ello está el consumo cárnico, con un peso fundamental del cerdo y una participación muy escasa del vacuno. En este apartado, ciudad y campo funcionan como ámbitos separados y opuestos.

3. El vestido El vestido es uno de los elementos de mayor trascendencia social en el periodo medieval. Situaba a cada persona en su grupo social, apareciendo como una subversión, cada vez más frecuente desde el siglo XIII, el uso de prendas no ajustadas al nivel de cada persona. Nuestro conocimiento de la vestimenta campesina es insuficiente. Las fuentes iluminan poco esta realidad, frente a la información mucho más abundante disponible para las élites. Podemos señalar dos realidades complementarias: la existencia de una forma específica de vestir de los grupos rurales y el consumo creciente de productos de lujo, incluido los textiles, por parte especialmente de los sectores de mayor nivel económico. La mayor huella documental que han dejado las élites rurales explica que la información disponible sobre este consumo suntuario sea más abundante. La vestimenta campesina ha mantenido su especificidad pese a los profundos cambios que se desarrollan entre 1200 y principios de la época moderna. En el periodo plenomedieval37, la ropa interior campesina se componía de camisa y

37.  RUIZ MONTEJO, I., “La vida campesina”, en Historia de España. XI. La cultura del rómanico: siglos XI al XIII. Letras, religiosidad, artes, ciencia y vida, Madrid: 1995, pp. 629-30.

228

Comer, beber, vivir: consumo y niveles de vida en la Edad Media hispánica. Logroño, 2011, pp. 215-244, ISBN 978-84-9960-011-6

bragas, quizás realizadas de lino. Según Aymeric Picaud, éstas últimas no eran habituales entre el campesinado navarro, por lo que “mientras se calientan, se enseñan sus partes”. Encima aparece la saya, prenda con mangas largas y estrechas que se plegaba en la cintura mediante un cordel. Se alargaba hasta la rodilla o la media pierna. Sobre la saya podía colocarse un sobretodo ligero. En invierno, el campesino se abrigaba con una capa o manto, de características muy variables, que puede ir forrada de piel e incorporar capirote. Había otras prendas de abrigo menos difundidas como el balandre, prenda rectangular corta, sin mangas y normalmente con capuchón, o la “gonela” (el campesino que representa en la iglesia de Beleña el mes de noviembre, quizás lleve una de estas prendas). Durante algunos meses, el campesino podía llevar unas calzas o bragas largas para cubrirse las piernas. Esta forma de vestir se mantuvo se mantuvo a grandes rasgos en los siglos XIII y XIV aunque sufrió cambios progresivos38. En el siglo XV39, el campesino viste generalmente un sayo40, que solía estar abierto por delante, y un traje encima con “capilla”. No era habitual el conjunto jubón-calza, imprescindible entre los grupos privilegiados. El sayo con capilla, que permitía cubrir la cabeza, podía usarse sin ningún traje encima. El traje de encima podía ser una capa, un gabán o un capote. Se trata de prendas sencillas, especialmente el capote, que se componía de dos paños rectangulares unidos por los hombros que no requerían la labor del sastre (con los Reyes Católicos veremos paños triangulares y mangas que se esbozan o desarrollan). Prendas similares, según Carmen Bernis, “se venían usando, en el mundo rural, desde hacía varios siglos”. Entre las prendas de abrigo hay que señalar la zamarra, hecha de piel de cordero, frecuentemente citada en las obras de temática pastoril. En el ámbito rural, las calzas se sustituyen por medias enrolladas que no alcanzan las rodillas. También se utilizaban polainas que cubrían los pies.

38.  GARCÍA DE CORTAZAR, J.Á., “El vestido: de protector del cuerpo a signo externo socialmente diferenciador”, en Historia de España. XVI: La época del Gótico en la cultura española (c.1220-c.1480), Madrid: 1994 , pp. 32-3. 39.  BERNIS, C., Trajes y modas en la España de los Reyes Católicos. II: Los hombres, Madrid: 1979, pp. 173-4. 40.  En Madrid, el sayo aparece “como prenda habitual de los pastores”. Hay varios ejemplos en que se acuerda la entrega de doce varas de sayal, cantidad suficiente para hacerse tres-cuatro sayos (PUÑAL FERNÁNDEZ, T., “La ganadería lanar en Madrid y su tierra durante la Edad Media”, Espacio, Tiempo y Forma. III. Historia Medieval, 11 [1998], p. 378).

Julián Clemente Ramos - Niveles de vida y pautas de consumo en el campesinado (Corona de Castilla, 1200-c. 1550)

229

Esta situación sufre algunos cambios a lo largo del siglo XVI. A finales de este siglo y principios del XVII, el campesino vestía un sencillo jubón o sayo y calzones, que no faltan nunca y suponían una novedad. El conjunto jubón-calzones podía vestirse a cuerpo, sin nada más. Sobre el mismo, el campesino podía llevar una prenda de abrigo, gabán u otra. Las piernas por debajo de la rodilla se protegían con medias, antiparas o polainas. Las caperuzas, que servían para cubrir la cabeza, eran exclusivas de los grupos rurales41. La vestimenta campesina se caracteriza en todo caso por su modestia. Se utilizan paños de calidad inferior, muchas veces sin teñir. Para Soria, en 1594, se indica quizás de forma exagerada pero muy indicativa que “la mayor parte de la Tierra se viste de paños pardos y blancos de muy poca suerte, de valor de cuatro o cinco reales una vara”42. En la tienda de paños de Felipa González, en Medina del Campo, frente a un minoritario lujo campesino, domina la venta de paños bastos como pardillos, cordellates, burieles y frisas de la Tierra43. En 1473, un pastor madrileño responde a esta situación de modestia: “guardava el dicho ganado un ome que tenia un sayo pardillo desmangado e traya unas mangas pardillas, e que andava con el un moço pequenno crespo con un sayo de sayal blanco”44. A mediados del siglo XV, vemos a pastores de Ávila o Madrid recibiendo paño o sayas de buriel45. Junto a esta realidad incontestable de una modesta vestimenta campesina, se documenta un creciente acceso a productos de lujo por parte de ciertos grupos rurales. La opinión del Arcipreste de Talavera cuando afirma que “ya no hay pobre labrador ni oficial que no ha visto paño fino, y aún seda, ques mas

41.  BERNIS, C., El traje y los tipos sociales en el Quijote, Madrid: 2001, pp. 395-426. 42.  Aunque fuera de nuestro espacio de estudio, Besozzi, en su viaje a España en 1548, señala que en Zaragoza “los principales y señores visten pomposamente, los plebeyos y villanos miserablemente, de tela burda y calzado de cuerdas” (BERNIS, C., Indumentaria española en tiempos de Carlos V, Madrid: 1962, p. 11). 43.  CASADO ALONSO, H., “Comercio textil, crédito al consumo y ventas al fiado en las ferias de Medina del Campo en la primera mitad del siglo XVI”, Historia de la propiedad. Crédito y garantía (V Encuentro Interdisciplinar; Salamanca, 31 de mayo-2 de junio), Salamanca: 2007, p. 157. 44.  PUÑAL FERNÁNDEZ, T., “La ganadería lanar en Madrid y su tierra”, p. 379. 45.  MONSALVO ANTÓN, J.M., “Espacios de pastoreo de la Tierra de Avila. Algunas consideraciones sobre tipos y usos de los paisajes ganaderos bajomedievales”, Cuadernos Abulenses , 31 (2002), p. 156; PUÑAL FERNÁNDEZ, T., “La ganadería lanar en Madrid y su tierra”, p. 378.

230

Comer, beber, vivir: consumo y niveles de vida en la Edad Media hispánica. Logroño, 2011, pp. 215-244, ISBN 978-84-9960-011-6

de ponderar” (a. 1477), parece excesiva46. El acceso a telas y tintes de cierta calidad, pese a ciertas opiniones vertidas sobre el particular, dista de ser una realidad generalizada. Si se desarrolla, sin embargo, un sector económicamente pudiente, cuyos comportamientos no aparecen definidos con claridad en el ámbito de la alimentación y la vivienda, que accede a productos anteriormente reservados a sectores sociales privilegiados. La subversión social que esto significa producirá una reiterativa legislación suntuaria. Su evolución marca, sin duda, unos jalones cronológicos significativos sobre los hábitos de consumo. En la segunda mitad del siglo XIV, empiezan a aparecer en esta legislación grupos no privilegiados, frente a normativas anteriores que tenían como destinatarios al clero y la aristocracia. Estas nuevas pautas de consumo debieron desarrollarse inicialmente en el ámbito urbano. En las Cortes de Madrigal de 1435 se alude específicamente a los “labradores”, prohibiéndose que pecheros y labradores llevasen “faldas arrastrando en las ropas ni trayan pennas martas nin arminnos nin greises nin veros nin foynas nin otras pennas rricas nin forraduras nin guarniçiones de oro nin de alfojar nin seda, saluo çendales”47. Una pragmática de los Reyes Católicos de 1499 concede privilegios a los que poseen caballos, no siendo caballeros, para el uso de seda en sus vestidos. En las Cortes de Valladolid de 1506, los procuradores piden que se prohíba a los labradores cualquier paño que no sea basto48. En todo caso, estamos ante un proceso que la actividad legislativa, de carácter prohibicionista, no parece haber limitado. En una pragmática real de 1552, se permite a los artesanos y labradores llevar una prenda de seda y un ribete de seda en las prendas de paño49. La legislación suntuaria nos permite afirmar que, entre el tercer cuarto del siglo XV y mediados del XVI, se consolida el consumo de productos textiles de calidad entre los sectores populares y específicamente entre el campesinado. Sin duda, hay un factor de imitación del consumo de las élites. Este proceso que

46.  Cit. BERNIS, C., Trajes y modas en la España de los Reyes Católicos. I: Las mujeres, Madrid: 1978-9, p. 58 47.  GONZÁLEZ ARCE, J.D., Apariencia y poder. La legislación suntuaria castellana en los siglos XIII-XV, Jaén: 1998, p. 169-170 y 343-4. 48.  BERNIS, C., Trajes y modas en la España de los Reyes Católicos, vol. I, p. 58 y 61. 49.  BERNIS, Indumentaria española en tiempos de Carlos V, p. 11.

Julián Clemente Ramos - Niveles de vida y pautas de consumo en el campesinado (Corona de Castilla, 1200-c. 1550)

231

afectaba al colectivo pechero tuvo una más temprana difusión en la ciudad. En todo caso, se trataría de consumos muy limitados socialmente. Sólo acceden a él los sectores más acomodados del campesinado. No falta documentación sobre el particular. Este proceso está íntimamente ligado al desarrollo de élites pecheras rurales que alcanzan niveles de riqueza no documentados con anterioridad. La información se acumula avanzado el siglo XV, quizás en conexión con la dinámica que puede inferirse de la propia legislación suntuaria. Por ello es interesante el temprano testamento de Sancho Fernández, morador en Guadalupe y a su vez “criado de mi sennor el prior”, realizado en 136350. Su situación denota una posición de cierto acomodo, pero en ningún caso puede incluirse dentro de los grupos privilegiados, que excluidos los monjes son inexistentes en la puebla guadalupense. Dispone de varias casas, algunos animales (trece cabras, dos asnos, una vaca parida y algunas más pues debía dinero al prior por cuatro becerros, una potra, vendió un “roçin de syella”) y una yunta de bueyes en Guadalupe y de barbechos en Casas de Don Pedro. Cuenta con personas a su servicio para la realización de trabajos agrarios. Aunque no se precisan todos sus bienes, estos elementos nos permiten considerarlo como un campesino enriquecido, que debió encontrar en el servicio al monasterio una forma de consolidar su situación. Dispone de dos tazas de marco y medio de plata cada una. Entre sus vestidos cuenta con dos tabardos de Brujas y “contrayte” (¿Courtrai?), y un “alfarem” morisco, “dos pares de calças buenas” y “una matellina de oro e de seda”. A principios de la segunda mitad del siglo XIV, Sancho Fernández muestra unas pautas de consumo que incluyen tejidos de importación, prendas alejadas de la vestimenta campesina y productos suntuarios. Algunos ejemplos ilustran bien hacia 1500 esta nueva realidad, moderada y a veces tímida, consistente en el consumo de productos de lujo o elitistas por parte de los sectores más acomodados del campesinado. Pedro Chiquete, de Tierra de Campos (Torremormojón), será enterrado en lugar preferente en la

50.  CERRO HERRANZ, Mª.F., Documentación del monasterio de Guadalupe. Siglo XIV, Badajoz: 1987, doc. 82, a. 1363.

232

Comer, beber, vivir: consumo y niveles de vida en la Edad Media hispánica. Logroño, 2011, pp. 215-244, ISBN 978-84-9960-011-6

iglesia de Santa María del Castillo. Tenía una extensión de viñedo superior a las 7,5 hectáreas y disponía además de criada. Había adquirido numerosos productos textiles de lujo (jubón, brial, sayuelo y mangas de Courtrai, una almohada de Bretaña), que predominan sobre aquellos de carácter más modesto de la propia Tierra de Campos o Aragón. Alonso Rodríguez Franco, también en una posición acomodada pero menos beneficiosa que el anterior, contaba con productos de lujo pero en mucha menor medida (un jubón de Courtrai, un sayo de Ypres) 51. El ejemplo de Juan Rubio (Medellín, + 1499), mayoral de vacas de Guadalupe, es otro ejemplo claro52. El valor de su patrimonio neto superaba los seiscientos mil maravedís, cantidad que podemos estimar adecuadamente si consideramos que una yunta de bueyes valía tres mil maravedís y una vaca algo más de mil. Contaba con productos foráneos como un tabardo de Londres, pero lo más llamativo es el uso de seda y terciopelo. Dispone de abundantes productos, sobre todo complementos femeninos (ajorca, manillas, tejillos), de plata. En todo caso, una persona que gastaría anualmente en hierba para su ganado y salarios una cantidad cercana a los cien mil maravedís mantiene un consumo relativamente discreto. Muchos de los productos de plata, además, están empeñados. El gasto suntuario parece tener en este caso, en términos relativos, un nivel moderado. El consumo de productos de lujo no estaba absolutamente generalizado entre las élites campesinas, pero a su vez personas de nivel económico moderado podrían acceder al mismo de forma moderada. Dos ejemplos contrapuestos nos ilustran esta realidad aparentemente contradictoria pero comprensible sin consideramos que el consumo está condicionado por factores, además de los económicos, de muy diversa naturaleza. Diego González, vecino de Galapagar (Sierra de Guadarrama), que parece contar con un importante patrimonio (una dehesa, doscientas ovejas, 50 vacas, varias viñas) no cuenta con productos de

51.  OLIVA FERRER, H.R., “Sobre los niveles de vida en Tierra de Campos a fines del medievo”, Edad Media. Revista de Historia, 3 (2000), pp. 220-223. 52.  Sobre este personaje, CLEMENTE RAMOS, J., “Pecheros enriquecidos en Extremadura a finales de la Edad Media. El mayoral Juan Rubio (+ 1499)”, Studia Historica. Historia Medieval (en prensa).

Julián Clemente Ramos - Niveles de vida y pautas de consumo en el campesinado (Corona de Castilla, 1200-c. 1550)

233

lujo. El único producto textil sobre el que se indican detalles era “una pieza de paño pardillo grosero”, seguramente de producción local53. En Tierra de Campos, hacia 1500, unos campesinos modestos como Martín Ibáñez y su mujer Catalina Martín, que disponían de un hectárea de vid y una extensión algo menor de cereal, poseen algún producto de valor como un paño de París, un brial de palmilla o unas mangas de Londres54. En contraste, la mayor parte del menaje y el ajuar proceden de la dote femenina. Es muy posible que el consumo suntuario adquiriese una mayor difusión a lo largo del siglo XVI. El Quijote nos muestra esta realidad especialmente en el ámbito femenino. Quiteria el día de su boda vestía más “de garrida palaciega” que de labradora. Dorotea llevaba, cuando se disfrazaba de zagal, joyas y ricas telas55. Más llamativas son las informaciones que nos transmiten las Relaciones Topográficas. Algunos campesinos desarrollan un comportamiento de ostentación. En Cobeña (Madrid) los vemos con telas y paños finos, vestidos de seda y joyas, gastan sumas elevadas en las bodas de sus hijos y algunos llegan a contraer prestamos para mantener su tren de vida: “ha venido en gran perdimiento y disminución esta dicha villa por los trajes que los vecinos de esta villa han usado y usan, por los gastos excesivos que facen e vestidos que sacan cuando se desposan e casan, porque sacan gran numero de joyas, como es plata labrada blanca y dorada y corales y paños fijos y sedas”56. Sin duda, no estamos sólo ante un comportamiento vinculado al consumo sino ante la consolidación de unas élites campesinas. En síntesis, podemos hablar de una cierta vulgarización del disfrute de productos de lujo en la baja Edad Media. Esta realidad se manifiesta en las leyes suntuarias y afectó a los colectivos rurales especialmente desde la segunda mitad del siglo XV. La disponibilidad de productos textiles importados, franceses, flamencos o ingleses, se concentra en los grupos más acomodados del

53.  CARRASCO TEZANOS, Á., La sociedad campesina en la sierra de Guadarrama a finales de la Edad Media, p. 155. 54.  OLIVA HERRER, H.R., “Sobre los niveles de vida en Tierra de Campos”, p. 224. 55.  BERNIS, C., El traje y los tipos sociales en el Quijote, p. 431-2. 56.  SALOMON, N., La vida rural castellana en tiempos de Felipe II, Barcelona: 1982, p. 287.

234

Comer, beber, vivir: consumo y niveles de vida en la Edad Media hispánica. Logroño, 2011, pp. 215-244, ISBN 978-84-9960-011-6

campesinado. En todo caso, ni se trata de una realidad generalizada ni excluye, aunque tímidamente, a sectores más modestos.

4. La vivienda La información sobre la vivienda campesina, necesitada de una mayor aportación de la arqueología, permite esbozar sus líneas de desarrollo entre el periodo plenomedieval y los inicios del moderno. Nuestro conocimiento es, en todo caso, parcial, puesto que la documentación escrita alude sobre todo a elementos limitados aunque de especial importancia cualitativa. En líneas generales podemos hablar de una pobre construcción en la alta Edad Media57. A partir del siglo XI se desarrolla lo que podemos denominar la casa elemental, de una altura. Desde el siglo XII se documentan cambios como la ampliación de las viviendas y el aumento de habitaciones utilizadas para diversos usos. El espacio ganadero se aleja de las habitaciones dando lugar a construcciones nuevas como cobertizos o corrales. En Castilla se organizan frecuentemente en torno a un patio58. Este modelo de casa será el que evolucione a lo largo del periodo bajomedieval. Entre finales del siglo XII y principios del siglo XIV, la casa campesina castellana responde al modelo de casa elemental. Sólo tiene una altura. Muy frecuentemente, se agrupan diversas construcciones que atienden diversas necesidades. En el Becerro de las Visitaciones de la Catedral de Ávila (1303), se documentan noventa y seis construcciones exentas (treinta y ocho ubicadas en el campo) y doscientas una agrupadas. Si consideramos sólo las viviendas, aparecen treinta y siete y ochenta y una59. La casa rural contaba con un corral en el que se disponían varias edificaciones. Entre ellas aparece la casa-vivienda de una planta,

57.  PESEZ, J-M., “Archéologie de la maison paysanne”, Villages et villageois au Moyen Âge, París: 1996, pp. 181192; Idem: “Tout ce qu’on sait sur la maison villageoise au Moyen Âge dans l’aire méditerranéenne et tout ce qu’on voudrait savoir”, Castrum 6. Maisons et espaces domestiques dans le monde méditerranéen, Roma-Madrid: 2000, pp. 1-11. 58.  GARCÍA CAMINO, I., “La vivienda medieval: perspectivas de investigación desde la arqueología”, La vida cotidiana en la Edad Media (VIII Semana de Estudios Medievales), Logroño: 1998, pp. 100-101. 59.  SÁNCHEZ DEL BARRIO, A., “Las construcciones populares medievales: un ejemplo castellano de comienzos del siglo XIV”, Studia Histórica. Historia Medieval, VII (1989), p. 135.

Julián Clemente Ramos - Niveles de vida y pautas de consumo en el campesinado (Corona de Castilla, 1200-c. 1550)

235

muy baja y estrecha. Podía alcanzar los dos metros de altura y los cuatro de ancho. Contaba con una cubierta vegetal sobre armazón de tablas y cabríos. Las casas tejadas eran raras. Su frecuencia aumentaba cerca de la capital y en la Moraña Alta. Se utilizan adobes dispuestos en tapias. La casa contaba con una o dos estancias. El cereal y el vino se guardaban en grandes tinajas (“troxes de grano”) y cubas de madera. Dentro del corral aparecen otras dependencias como el pajar, una cámara con tinajas para el grano, la cocina destinada a los bueyes60 o un pequeño silo. Mas raras eran otras construcciones como palomares, palacios o bodegas destinadas a la obtención y almacenaje del vino (“en esta bodega esta un lagar de madera con su viga de pino e con su pesga e con su fuisello e su fenbriella e sus verines detras e delante e con su pila de tierra encalada, muy buena”)61. Las casas campesinas son de reducida extensión. En Fuenteungrillo (1250-2ª mitad XIV), predominan las que disponen de habitación con hogar ó 2-3 habitaciones con hogar. Estas habitaciones oscilan entre la forma rectangular (6-7 metros de largo por 2,5-3,5 metros de ancho, con un espacio de 18-23 m2) o cuadradas (7-9 m2). Una vivienda podía tener unos 60 m2 de superficie habitable62. Las casas abulenses de principios del siglo XIV suelen ser rectangulares y tener unas dimensiones de siete tapias de largo por dos de ancho (14 por 4 metros; algo menos de 60 m2), pero muchas construcciones son más pequeñas63. La información sobre este aspecto es muy escasa, incluso para fechas más tardías. En La Figueruela (Toledo, 1396) se documentan cuatro casas de cinco tapias de largo (10 ms.) y tres tapias de alto (3 ms.), lo que permite pensar en unas dimensiones no muy alejadas de las que hemos presentado64. Sobre Guareña

60.  Sansánchez: “conmo entra onme por el corral a man esquierda una casa buena... e es cozina e boyl, para tres yuntas de bueyes”; Montalbo y El Oso: “una cozina en que estan los bueyes (BARRIOS GARCÍA, Á., Estructuras agrarias y de poder en Castilla. El ejemplo de Avila [1085-1320], 2 vols., Salamanca: 1983-4, vol. 2, p. 89, n. 69). 61.  BARRIOS GARCÍA, Estructuras agrarias y de poder en Castilla, vol. 2, p. 86 y 89. 62.  REGLERO DE LA FUENTE, C.M., Espacio y poder en la Castilla medieval. Los Montes de Torozos (siglos X-XIV), Valladolid: 1994, pp. 371-2. 63.  SÁNCHEZ DEL BARRIO, “Las construcciones populares medievales”, p. 139. 64.  IZQUIERDO BENITO, R., Patrimonio del cabildo catedral de Toledo. Segunda mitad del Siglo XIV, Toledo: 1980, pp. 137-8.

236

Comer, beber, vivir: consumo y niveles de vida en la Edad Media hispánica. Logroño, 2011, pp. 215-244, ISBN 978-84-9960-011-6

(tierra de Medellín) estamos informados hacia 1530 de los corrales con bastante detalle por las apropiaciones que se han desarrollado con anterioridad. Cada vecino tenía derecho a recibir, según consta en las ordenanzas locales vigentes en 1538, “una casa y establo y un corral delantero o trascorral”. Este último alcanzaría los 208,75 m2 (12,5 por 16,7 metros)65. Es muy probable que en este aspecto, la vivienda campesina no haya sufrido cambios de consideración a lo largo de la Baja Edad Media. Las técnicas constructivas son muy elementales. En Fuenteungrillo, las viviendas no tienen cimentación. Los muros cuentan con un zócalo compuesto de dos hileras de piedra, de un metro de alto por 60-80 centímetros de alto, con un relleno interior de pequeñas piedras y mortero de cal. Sobre el zócalo se asienta el tapial. La aparición de clavos denota el uso de la madera. El techo se apoya directamente sobre las paredes, siendo raro el uso de postes para la sujeción (sólo ha aparecido una agujero con este destino). El suelo requiere escasos trabajos. Domina la roca natural, nivelada con tierra apisonada. El enlosado no era frecuente66. Todas las viviendas tenían hogar. Los hay de dos tipos. El primero se compone de piedras grandes colocadas en forma circular y situadas al lado de una de las paredes de la habitación. El segundo, más frecuente, tiene forma ovalada y unas dimensiones de 50-70 centímetros de anchura y 95-135 centímetros de longitud. Para la evacuación de humos se disponía de un agujero circular en la bóveda del horno y una oquedad construida con trozos de vasijas de cerámica y tejas67. Los fueros también nos transmiten una imagen de construcciones muy elementales con importantes componentes muebles. En caso de cambio de residencia, el campesino podía llevarse toda o parte de la techumbre (no suelen citarse las tejas) y las puertas, pero debía dejar intactas las paredes. De modo muy

65.  A. G. Simancas, Consejo Real, leg. 230, exp. 5, a. 1538. 66.  Los calendarios del siglo XII muestran el fuego ardiendo sobre el mismo suelo, de arcilla o tierra apisonada, sin que sea visible ningun agujero o conducto para la evacuación del humo –en algunos calendarios europeos se abren tragaluces– (RUIZ MONTEJO, I., “La vida campesina en el siglo XII a través de los calendarios agrícolas”, Vida cotidiana en la España medieval, Madrid: 1998, pp. 114-5). 67.  REGLERO DE LA FUENTE, Espacio y poder en la Castilla medieval, pp. 372-3

Julián Clemente Ramos - Niveles de vida y pautas de consumo en el campesinado (Corona de Castilla, 1200-c. 1550)

237

expresivo, en el fuero de Fuentetaja, localidad cercana a Dueñas, se señala que si el campesino que desea irse no ha vendido su casa “tollat ligna et paleas, et parietes dimittat sanas”68. Un rasgo de estas viviendas es el escaso uso de la teja. Predomina la cubierta vegetal. En el Becerro de Visitaciones abulense (1303), las casas pajizas alcanzan el 51,1 % y las tejadas, en algunos casos sólo parcialmente, sólo el 43,8 %. En la zona más próxima a Toledo, la gente vivía normalmente en chozas con techo de paja. Sólo en un caso se habla de tejas: “dos chozas cubiertas con tejas”. En el siglo XIV, la teja era excepcional en Oña. Tampoco se citan en los fueros, como hemos indicado, entre los elementos que podía llevarse el campesino cuando cambiaba de residencia, pese a hablarse de la techumbre y la madera69. La vivienda campesina a finales del siglo XIII y del XIV sigue siendo una construcción modesta muy alejada de la casa tradicional de finales del periodo moderno y contemporáneo70. Sin embargo, no debemos olvidar las transformaciones desarrolladas a lo largo de la baja Edad Media71. Esta construcción se va a mantener a grandes rasgos en el periodo bajomedieval, pero asimismo se van

68.  GONZÁLEZ, J., “Aportación de fueros castellanoleoneses”, Anuario de Historia del Derecho Español, XVI (1945), doc. 8, p. 642. El interés señorial se centra en el techo, construido con madera y paja o tejas, elemento mueble que el campesino puede o podría trasladar, y en las paredes, lo que hace pensar en el uso de piedra o adobes junto al tapial: RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ, J., Palencia (Panorámica foral de la provincia), docs. 19, 21, 41 y 44; e Ídem, Los fueros el reino de León, vol. II, doc. 56; Julio González, “Ibíd.”, doc. 9. 69.  SÁNCHEZ DEL BARRIO, “Las construcciones populares medievales”, p. 150; GONZÁLEZ PALENCIA, Á., Los mozárabes de Toledo en los siglos XII y XIII, , Madrid, 1926-1930, vol. IV, doc. 921, a. 1293; PASTOR DE TOGNERI, R., “Poblamiento, frontera y estructura agraria en Castilla la Nueva (1085-1230)”, Cuadernos de Historia de España, XLVII-XLVIII (1968), p. 211; RUIZ GÓMEZ, F., Las aldeas castellanas en la Edad Media. Oña en los siglos XIV y XV, Madrid, p. 140, n. 125; IZQUIERDO BENITO, Patrimonio del cabildo catedral de Toledo, p. 110. 70.  En algunos entornos regionales, el desarrollo de casas en altura y de la vivienda tradicional es un fenómeno más temprano: PESEZ, J-M., “Archéologie de la maison paysanne”, p. 190-1; DURAND, A., Les paysages médiévaux du Languedoc (Xe-XIIIe siècles), Toulouse: 1998, p. 125-8; AGAMIS, N., y É. PÉLAQUIER, “La maison rural en basLanguedoc, du village clos de murailles aux hameaux (XVIe-XVIIIe siècles)”, La demeure dans l’Europe méditerranéene, XVIe-XXe siècles, Montpellier: 2003, p. 29. 71.  Los cambios son más tempranos en el mundo urbano, pese a la modestia de muchas construcciones, con la difusión de dos alturas, sobre todo en las zonas septentrionales, o el temprano dominio de la teja: LADERO QUESADA, M.F., “La vivienda: espacio público y espacio privado en el paisaje urbano medieval”, La vida cotidiana en la Edad Media (VIII Semana de Estudios Medievales, Nájera, 4-8 de agosto de 1997), Logroño: 1998, pp. 120-122; MARTÍN CEA, J.C., El mundo rural castellano a fines de la Edad Media, pp. 326-7; ARÍZAGA BOLUMBURU, B., Urbanística medieval (Guipúzcoa), San Sebastián: 1990, pp. 270-297; fuera de nuestra zona de estudio, RODRIGO

238

Comer, beber, vivir: consumo y niveles de vida en la Edad Media hispánica. Logroño, 2011, pp. 215-244, ISBN 978-84-9960-011-6

a incorporar ciertas mejoras. En algunos casos, estas mejoras las atisbamos sin que podamos precisarlas con detalle. Sin duda, hay un interés señorial en la calidad de las viviendas, con el interés evidente de fijar de modo más sólido la población. En 1371, el maestre santiaguista Fernando Osórez concede diversas privilegios a Jerez de los Caballeros para que se pueble mejor. Los que vengan a instalarse de fuera salen especialmente beneficiados con la condición de que “fasta los quatro años primeros siguientes que tengan casas texadas fechas en que moren” y pongan dos aranzadas de viña72. En 1526, el mariscal Payo Barroso de Ribera concede a veintidós moradores de Magán (alfoz Toledo) un término para poblar en lo que será Santa Ana de Bienvenida (señorío de Valdepusa). El señor se compromete a realizar a su costa un pozo, una iglesia y un horno para cocer tejas y ladrillos. Los nuevos vecinos se obligan a construir casas sólidas (parece que tejadas) en el plazo de cinco años73. Sin duda, la construcción de mejores casas redunda en una mejor fijación de la residencia, con la consiguiente incidencia en los ingresos señoriales. A lo largo del periodo bajomedieval se mantiene la casa de una altura, aunque se atisban ciertos cambios. Se documentan en algunos casos trojes, sobrados o desvanes, un primer paso hacia el doblado de las viviendas. El mariscal Álvaro de Ávila poseía en 1436 en Canielosa y la Veguilla sendas casas tejadas con sus “trojes” de madera También aparecen sobrados en Fuenteungrillo. En Oña los desvanes se utilizan como trasteros. En Griñón aparece en 1394 una “casa doblada nueva”74. Sin duda, el elemento que marca la evolución de la casa campesina en la baja Edad Media es la difusión de la teja, cuyo uso dista de ser universal pero si cla-

ESTEVAN, Mª.L., “La vivienda urbana bajomedieval: arquitecturas, conflictos vecinales y mercado inmobiliario (Daroca, siglo XV)”, Studium. Revista de Humanidades, 11 (2005), pp. 55 y 60. 72.  CHAVES, B., Apuntamiento legal sobre el dominio solar de la orden de Santiago en todos sus pueblos, Madrid, 1740, fols. 51-2. 73.  RODRÍGUEZ-PICAVEA MATILLA, E., Orígenes y desarrollo de la señorialización en la villa de Talavera y su término (siglos XIII-XV), Talavera de la Reina: 2007, p. 154. 74.  FRANCO SILVA, A., “El mariscal Álvaro de Ávila y los orígenes del condado de Peñaranda”, en La fortuna y el poder. Estudio sobre las bases económicas de la aristocracia castellana (s. XIV-XV), Cádiz: 1996, pp. 247-250; RUIZ GÓMEZ, Las aldeas castellanas en la Edad Media, pp. 140-1; IZQUIERDO BENITO, Patrimonio del cabildo catedral de Toledo, p. 110; REGLERO DE LA FUENTE, Espacio y poder en la Castilla medieval, p. 374.

Julián Clemente Ramos - Niveles de vida y pautas de consumo en el campesinado (Corona de Castilla, 1200-c. 1550)

239

ramente mayoritario. Esta tendencia podemos considerarla de carácter interregional y generalizada. Las fuentes informan sobre el particular con generosidad y será necesario marcar los ritmos regionales y comarcales de este proceso. Algunos ejemplos que abarcan desde la submeseta norte a Andalucía nos permitirán precisar esta dinámica. La catedral de Salamanca dispone de dos inventarios de propiedades de 1401-5 y de 1509 con abundante información sobre el tema. En el primero, domina con claridad la casa pajiza sobre la tejada (treinta y cuatro frente a dieciséis). A lo largo del siglo XV se va a producir un cambio profundo. La casa pajiza pierde peso y se concentra espacialmente. Desaparece de la Armuña y Valdevilloria. Sólo se documenta al sur del Tormes, tierra de latifundio, señores absentista y economía ganadera. En 1509 sólo aparece en una docena de lugares75. El inventario del patrimonio del mariscal Álvaro de Ávila (1436) nos suministra también una rica información para los términos de Ávila y Alba de Tomes. Se documentan igual número de casas pajiza y tejadas, diez76. La submeseta meridional presenta un panorama similar. El ejemplo de la catedral de Toledo es muy similar al salmantino. En el último cuarto del siglo XV domina la casa pajiza (catorce frente a diez tejadas)77. En la primera mitad del siglo XV se aprecia un cambio paulatino en algunas explotaciones acensadas. En Ajofrín, el cabildo toledano cuenta en 1418 con una heredad vitícola que dispone de dos casas pajizas y una tejada; en 1446, hay un palacio con un “portal”. En Villamiel, la heredad cerealista dispone de una corte con un “palacio” y un palomar tejados, cuatro casas pajizas y otra corte con cuatro chozas. En 1454 se acensa toda la heredad con una gran casa tejada y una choza. Es posible que las casas pajizas no tuvieran uso habitacional. En Mazaraveda, cinco casas cubiertas con paja y retama se destinan a los bueyes78. En el acensamiento de

75.  MARTÍN MARTÍN, J.L., El patrimonio de la Catedral de Salamanca. Un estudio de la ciudad y el campo salmantino en la baja Edad Media, Salamanca: 1985, pp. 209-214 y 346 (el autor no presenta los datos brutos sobre el inventario de 1509, resumiendo sólo las líneas generales). 76.  FRANCO SILVA, A., “El mariscal Álvaro de Ávila”, pp. 247-250. 77.  IZQUIERDO BENITO, Patrimonio del cabildo catedral de Toledo, pp. 106-142. 78.  MOLENAT, J-P., “Exploitations viticoles et céréaliéres dans les campagnes tolédanes aux XIVe et XVe siécle”, L’exploitation des grands domaines dans l’Espagne d’Ancien Regime, París: 1985, pp. 17-31.

240

Comer, beber, vivir: consumo y niveles de vida en la Edad Media hispánica. Logroño, 2011, pp. 215-244, ISBN 978-84-9960-011-6

Alpuébrega de 1443, se precisa la obligación de reparar y tejar algunas casas cuya condición anterior no se concreta79. Las tierras de Cuenca o Huete y el maestrazgo calatravo ofrecen dos imágenes contrapuestas. En las primeras, a lo largo del siglo XIV se impone la cubierta tejada. En 1321, el canónigo Diego Pérez se compromete a tejar las casas pajizas que tenía en dos heredades en Saz de Navalón y Atalaya80. En el Campo de Calatrava, sin embargo, en el último tercio del siglo XV las casas seguían siendo modestas y, pese a la prohibición, mayoritariamente de cubierta vegetal81. En Extremadura, la documentación guadalupense y placentina especialmente registra el cambio indicado en la segunda mitad del siglo XIV y parece consolidado en el siglo XV82:

Periodo

Casas pajizas

Casas tejadas

Mixtas

1300-1349

7

3

-

1350-1399

1

7

1

1400-1449

6

12

-

La evolución parece clara, así como su cronología. El uso de la cubierta vegetal se mantiene bastante tiempo, pero el dominio de la casa tejada parece claro desde mediados del siglo XIV.

79.  MOLENAT, J-P., Campagnes et Monts de Tolede du XIe au XVe siécle, Madrid: 1997, p. 506. 80.  SÁNCHEZ BENITO, J.M., Las tierras de Cuenca y Huete en el siglo XIV. Historia económica, Cuenca: 1994, p. 78. 81.  SOLANO RUIZ, E., La Orden de Calatrava en el siglo XV. Los señoríos castellanos de la Orden al fin de la Edad Media, Sevilla: 1978, p. 344. 82.  Fuentes: CERRO HERRANZ, Mª.F., Documentación del monasterio de Guadalupe. Siglo XIV, Badajoz: 1987; MARTÍN MARTÍN, J.L., Documentación medieval de la iglesia catedral de Coria, Salamanca: 1989; MARTÍN MARTÍN, Mª.C., El cabildo catedralicio de Plasencia en la Edad Media. Estudio social, económico y administrativo, tesis doctoral inédita, Universidad de Salamanca: 1997, vol. II (Actas Capitulares 1 y 3); MAZO ROMERO, F., El condado de Feria (1394-1505). Contribución al estudio de régimen señorializador en Badajoz, Sevilla: 1977; A. Ch. Valladolid, Pergaminos, c. 40, nº 4; A. G. Simancas, Consejo Real, leg. 230; A. Ducal de Medinaceli, Feria, leg. 21, doc. 18; A. Monasterio de Guadalupe; A.H.N., Clero (fondos del monasterio de Guadalupe).

Julián Clemente Ramos - Niveles de vida y pautas de consumo en el campesinado (Corona de Castilla, 1200-c. 1550)

241

Las construcciones rurales existentes en las explotaciones de la catedral de Sevilla, destinadas a operarios e insertas en el conjunto capitular, no se trata por tanto de explotaciones independientes, también sufren cambios a lo largo de la baja Edad Media. Entre finales del siglo XIV y principios del siglo XV, la cubierta pajiza se sustituye por la teja y las puertas se dotan de cerrojo y llave83. Los ejemplos presentados, que podrían multiplicarse con una investigación minuciosa, lo que permitiría una cronología más precisa, presentan el paulatino dominio de la casa tejada. Este cambio parece haberse realizado en el periodo que va de 1350 a 1450. En la segunda mitad del siglo XV, estamos ante una realidad consolidada. La casa campesina del siglo XVI se sigue caracterizando por su modestia pero presenta evidentes mejoras respecto de fases anteriores. Las Relaciones Topográficas de Felipe II nos permiten esbozar sus líneas generales. Domina la planta única, pero empieza a difundirse la de dos alturas, que se impone en algunos lugares. El tapial compite con el aparejo mixto. La piedra se utiliza sobre todo en los cimientos y en la parte baja. Pese al dominio de la teja, la cubierta vegetal no ha desaparecido, siendo importante en algunas comarcas como La Sagra84. La influencia urbana no debe ser subestimada. En Argés, “las casas que en el dicho lugar son de herederos y vecinos de Toledo son buenas y de buenos materiales, algunas de piedra y cal, y algunas de tapias con hormigón de cal, y por

83.  MONTES ROMERO-CAMACHO, I., El paisaje rural sevillano en la baja Edad Media. Aproximación a su estudio a través de las propiedades territoriales del Cabildo-Catedral de Sevilla, Sevilla: 1989, pp. 131-3. 84.  LÓPEZ GÓMEZ, A., y J. LÓPEZ GÓMEZ,“La vivienda rural madrileña en el siglo XVI según las Relaciones Topográficas de Felipe II”, Estudios Geográficos, L/197 (1989), pp. 578-598; LÓPEZ GÓMEZ, A.,“La casa rural en Ciudad Real en el siglo XVI según las Relaciones Topográficas de Felipe I”, Estudios Geográficos, LI (1990), pp. 199-200; LÓPEZ GÓMEZ, A., “La vivienda rural toledana en el siglo XVI según las relaciones topográficas de Felipe II”, Boletín de la Real Academia de la Historia, CLXXXIX189/1 (1992), pp. 1-22; ARROYO ILERA, F., LÓPEZ GÓMEZ, A., y LÓPEZ GÓMEZ, J., “La casa rural en Cuenca en el siglo XVI según las Relaciones Topográficas de Felipe II”, El medio rural español. Cultura, paisaje y naturaleza. Homenaje a don Ángel Cabo Alonso, Salamanca: 1992, vol. 1, pp. 389-402. La valoración global de BUSTAMANTE GARCÍA, A., y MARÍAS FRANCO, F., “Algunas consideraciones sobre la casa rural en Castilla en el siglo XVI”, Arquitectura popular en España, Madrid: 1990, p. 221, afirmando que la casa campesina “estaba construida con materiales locales, las mas de las veces hecha de tapial, con techos de madera sin desbastar y cubiertas vegetales, de un solo piso y aspecto miserable, y en la mayoría de los casos, construida por sus mismos dueños convertidos en ocasionales trabajadores de la construcción”, no se ajusta en algún extremo a la realidad (dominio de la cubierta vegetal) y adolece de la dedicación histórico-artística de sus autores. DÍEZ SANZ, E., La tierra de Soria, p. 211, presenta para el entorno soriano una imagen más vinculada a los trabajos etnográficos (vivienda tradicional) que a la realidad histórica.

242

Comer, beber, vivir: consumo y niveles de vida en la Edad Media hispánica. Logroño, 2011, pp. 215-244, ISBN 978-84-9960-011-6

dentro muy lúcidas y blanqueadas, con yeso y rasos y tabiques de ladrillos”; por el contrario, “las casas de labradores son muy ruines edificios, de tapias”85. Por otro lado, el nivel social es un elemento imprescindible para explicar el perfil de la casa campesina. La pobreza va unida, como no podía ser de otro modo, a casas modestas con peores materiales y cubierta vegetal86.

5. Conclusiones La baja Edad Media es un periodo con cambios profundos en la economía, la sociedad o el estado. Es también un periodo donde las condiciones de vida de los grupos populares, rurales o urbanos, mejoraron en un contexto de receso demográfico, y por ello de abundante tierra, y altos salarios. En Castilla, la crisis bajomedieval no generó un aumento de las punciones sobre el campesinado. La nobleza basará su consolidación social, económica y política en las rentas y mercedes reales, Sin duda, el desarrollo de la fiscalidad supuso una detracción creciente de recursos, pero no se ha establecido un balance hipotético del peso de las diversas cargas eclesiásticas, señoriales y fiscales. En todo caso, podemos sostener que las condiciones de vida del campesinado no empeoran y que incluso parecen mejorar. No es extraño por ello que las pautas de consumo de este grupo sufran cambios entre los siglos XIII y XVI. Estos cambios tienen un estricta relación con sus posibilidades económicas. A ello se une, la influencia que en este campo ejercen la ciudad y los grupos privilegiados. Son dos factores complementarios que no debemos olvidar. A lo largo del periodo bajomedieval podemos hablar para nuestro espacio de estudio de una mejoría en las condiciones de vida campesina a juzgar por determinados hábitos de consumo. Hay dos elementos extraordinariamente significativos: el consumo generalizado del pan de trigo y la mejora de las viviendas.

85.  BUSTAMANTE GARCÍA y MARÍAS FRANCO, “Algunas consideraciones sobre la casa rural en Castilla”, pp. 219-220. 86.  En Buendía (Cuenca) hay edificios de cal y canto “de buena suerte e otras que están hechos de tapias de tierra e de yeso segun la voluntad e las posibilidades de cada uno”. En Palomares se señala que hay casas con teja “y muchas personas que no pueden hacer tanto hacen casas y las cubren de carrizo” (ARROYO ILERA et al., “La casa rural en Cuenca en el siglo XVI”, pp. 390 y 399).

Julián Clemente Ramos - Niveles de vida y pautas de consumo en el campesinado (Corona de Castilla, 1200-c. 1550)

243

Sobre el primer aspecto, debemos considerar el papel central que este producto tiene en la alimentación. Se trata, por tanto, de un cambio fundamental. El centeno sufre un claro receso y la cebada se destinará de modo exclusivo para el ganado. El pan terciado, semilla compuesta inicialmente de trigo, centeno y cebada, se reduce en el siglo XV a dos elementos, el trigo (2/3, absorbiendo la parte del centeno), destinado al consumo humano, y la cebada (1/3). Sobre el segundo aspecto, nada resume mejor el cambio que la creciente importancia de la teja, realidad que se materializa entre 1350 y 1450. Pese a las mejoras señaladas, cuya importancia no podemos soslayar, la condición campesina sigue siendo dura. El campesino en general aparece pobremente vestido. El consumo cárnico también presenta unas limitadas posibilidades. En el mundo rural se consume sobre todo carne de cerdo y muy escasamente de vacuno. En este aspecto, campo y ciudad presenta modelos nítidamente diferenciados. Es sintomático que el cerdo no se venda en las carnicerías urbanas. Este doble perfil, aparentemente contradictorio, con pautas de consumo que presentan elementos de cambio y continuidad define la realidad económica campesina durante la baja Edad Media. El mundo campesino sigue presentado unos niveles de vida y unas pautas de consumo propias y reconocibles que no comparten, por ejemplo, los grupos populares urbanos. El campesinado se presenta al menos desde el siglo XV con una creciente diversificación. Aparecen élites rurales pecheras que van a propiciar el desarrollo de una demanda de productos de lujo, textiles o de otro tipo, hasta entonces de consumo muy restringido. Este lujo, aunque de modo tímido, se extiende asimismo entre sectores modestos del campesinado, que a veces llegan a poseer tejidos de cierta calidad. De todos modos, estos grupos más acomodados no hacen de este consumo un elemento de estatus. El gasto suntuario es moderado y en algunos casos inexistente. Nada que ver con las imágenes que transmiten determinados autores escandalizados ante nuevas realidades. Sólo en el siglo XVI, algunos ricos campesinos empiezan a desarrollar pautas de comportamiento más próximas a la nobleza, haciendo del consumo de determinados productos una manifestación de su situación privilegiada en las comunidades rurales.

244

Comer, beber, vivir: consumo y niveles de vida en la Edad Media hispánica. Logroño, 2011, pp. 215-244, ISBN 978-84-9960-011-6

Si quiere comprar este libro, puede hacerlo directamente a través de la Librería del Instituto de Estudios Riojanos, a través de su librero habitual, o cumplimentando el formulario de pedidos que encontrará en la página web del IER y que le facilitamos en el siguiente enlace: http://www.larioja.org/ npRioja/default/defaultpage.jsp?idtab=488335

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.