Naturalización de la ficción: Las neuronas espejo como responsables de la empatía simbólica del mundo en Leer la mente de Jorge Volpi.

June 9, 2017 | Autor: G. Argüelles Fern... | Categoría: Edmund Husserl, Fenomenología, Empatía, Jorge Volpi
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Naturalización de la ficción: las neuronas espejo como responsables de la empatía simbólica del mundo en Leer la mente, de Jorge Volpi Gerardo Argüelles Fernández

Con el mayor gusto habría eliminado la palabra real, si tan sólo se me hubiera ofrecido un sustituto aceptable.

Facultad de Lenguas y Letras Universidad Autónoma de Querétaro

E. Husserl1 Resumen El título que aquí propongo sobre la “naturalización de la ficción” tiene como propósito acompañar una réplica vindicadora con elementos disciplinares alternativos al que Volpi ha elegido para elucidar el carácter de previsión cognitiva de la mente lectora ante la elucidación de mundos y relatos de ficción bajo la temática específica de las ciencias cognitivas. Dicho en lenguaje apto para los Estudios Literarios, mi propósito es confrontar los rasgos naturalistas de la neurociencia expropiados y adecuados por Volpi al tema general de la potencialidad hermenéutica-significativa del mundo, que siempre se le ha otorgado a la ficción desde la semántica fenoménica de los mundos posibles en su función constitutiva de sentido, i.e. desde Aristóteles, Leibniz, Cohn, Husserl y Pavel, entre otros.    Mi contribución se centra en el legado de principios selectos de la fenomenología de Edmund Husserl, no sólo por la asombrosa semejanza de las conjeturas sobre los principios positivos que la neurociencia ha destacado en las últimas décadas sobre el problema de la ficción como herramienta fundamental de nuestra habilidad cognitivo-reflexiva, sino también en atención a la seriedad que el mundo académico de ambas disciplinas, fenomenología y neurociencia, aporta actualmente al asunto de nuestra conciencia trascendente en primera persona y su relación intersubjetiva fáctica-afectiva con los actos de lectura y más allá de ellos.

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Ideas (83). Así el original: “Am liebsten hätte ich auch das arg belastete Wort Real ausgeschieden, wenn sich mir nur ein passender Ersatz dargeboten hätte” (8). En adelante y según el caso, para la obra de Husserl indico las siglas de la Edición Husserliana: “Hua”, y los apartados citados: (Hua III/I, 1).

Palabras clave: Ciencias cognitivas, fenomenología, ficción, hermenéutica, neurociencias.

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abría que adorar las novelas “porque, a diferencia de casi cualquier cosa, no sirven para nada” (13), así versa el diagnóstico de un escritor norteamericano imaginado al inicio del ensayo breve Leer la mente: El cerebro y el arte de la ficción de Jorge Volpi, el autor cosmopolita

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de novelas acentuadas en una pre-ocupación científica bien definida como En busca de Klingsor (2001) y No será la tierra (2006). La alusión del escritor galardonado en la inventiva de Volpi sobre la inutilidad funcional de la literatura, inaugura el pretexto para que el verificativo teórico de Volpi venga al caso: se trata de una aparente falta de reconocimiento flemático a un valor de la cultura de indiscutible referencia común, es decir, que el arte, pero sobre todo el arte literario, debe servir para al menos cultivarse como individuo. En atención al carácter normativo de este sobreentendido social, Volpi revela que su ejemplo ex negativo funge para agudizar su estrategia; a saber, al igual que este escritor fantaseado otros pensadores en la historia intelectual del mundo han abrazado tales teorías emotivistas. Sin embargo, dice Volpi, todos ellos se equivocan porque “en su calidad de herramienta evolutiva, el arte no puede sino perseguir una meta más ambiciosa. ¿Cuál? La obvia: ayudarnos a sobrevivir y, más aún, hacernos auténticamente humanos” (Leer la mente 14). Para vindicar este provecho antropológico del arte, el argumento parece de inmediato oscurecer el amplio aspecto emotivista de la estética, cuyo rasgo más virtuoso ha sido el de librar a la propia obra artística de los agotamientos utilitaristas de modas, épocas y regímenes. Sin embargo, lo que Volpi no revela para el interés académico es el origen filosófico de esta nota sobre la aparente inutilidad práctica del arte. En términos literarios, se trata de una cita común a una anécdota volátil de Goethe dispersa en las Conversaciones con Eckermann,2 y dispuesta en toda su excentricidad por Oscar Wilde en su preámbulo a Dorian Grey de 1891.3 Sin embargo, el tono hedonista genuino proviene de alSe sabe que este tema de la ineptitud del arte frente a toda expectativa racionalista es una senda referencia a la estética kantiana en relación con la finalidad en general de los juicios críticos, cuyo contenido objetivo es, por sí mismo, ontológicamente trascendental. El juicio sobre la experiencia estética no modifica el contenido objetivo de la obra en cuestión, sino en todo caso revela el sentido común del espectador ante la facultad de discernimiento sobre su sensación de lo bello. De ahí se tiene el origen del criterio de autonomía y, por ende, la paradoja sobre la inutilidad práctica (ética) y lógica (científica) del arte. Sometida al propósito escritural de Volpi, esta importante tesis de la Crítica del juicio de Kant (en voz de un ficticio escritor) se inscribe en la serie de teorías del privilegio del goce estético sobre todo prejuicio racionalista, aunque su interpretación aquí en Volpi es desfavorable. 3 Así Wilde: “We can forgive a man for making a useful thing as long as he does not admire it. The only excuse for making a useless thing is that one admires it intensely. All art is quite useless” (6). 2

guien como Jean-Baptiste Dubos y sus Réflexions critiques sur la poésie et la peinture de 1719 (Tatarkiewicz). A decir de Dubos, la ocupación de la mente contra el tedio y la infelicidad es el mejor mecanismo psicológico en contra de la gestación de “acciones peligrosas o perjudiciales”. La sustitución de la sensación del “envilecimiento del alma” se realiza por medio del arte, mientras que para el fuero interno, por la vía de la experiencia sensible. Si la experiencia estética tiene que ver con la notificación de la vivencia emocional y sensible de la belleza, entonces la elucidación sobre la misma se efectúa en el tono kantiano, o sea, sin conclusiones conceptuales sobre su differentia specifica (355). Para comprender cabalmente la intención de Volpi, debo añadir que la justificación sobre la no-conceptualización de las obras artísticas remite a las cualidades de los juicios en general. En tanto juicios de experiencia sensible ante la objetividad de lo bello en su universalidad, los juicios específicamente sobre arte no son ni lógicos ni éticos, sino estéticos, sustentados con la apropiación de la libertad del espíritu en analogía al ejercicio cabal de la voluntad (Kant 249).4 No obstante lo anterior, en el ensayo de Volpi se ignora esta tesis, y por tanto queda oculta la impronta de Schiller para hacer de la estética de Kant una teoría sobre el arte ética- y políticamente funcional (Marchán Fiz 196). Al insistir Volpi en relacionar el matiz hedonista de tal postulado como un exceso de pedantería (13), el elitismo sucedáneo de esta anécdota acaba por desconocer la tesis sobre la primacía del ámbito autónomo para la creación semántica de mundos posibles, resistentes a toda reducción conceptual, en este caso cientificista. No sólo la certeza imaginada del autor neoyorquino en el íncipit de Jorge Volpi, sino la admiración a todo tipo de extensión coherente de sentido noproposicional5 en la materialidad textual del arte, son razones que el escritor mexicano estima convenientes para asegurar el concepto de ficción en una investigación cabal sobre la mente y la fenomenología (cognitiva) de la lectura, aunque aquí el término de fenomenología no sea considerado explícitamen-

Incluyo la nomenclatura internacional para las referencias a Kant relativas a este pasaje: KdU, § 34. A141, B143. 5 Gottfried Gabriel, uno de los especialistas sobre la investigación de la significación en los análisis del lenguaje no-proposicional, aporta una cita a Frege relevante a este tema, al referir de su autoría que “la función de la literatura no es trasmitir verdad y conocimiento, sino influir en nuestros sentimientos” (58). A este tipo de iniciativas de extraordinaria fuente, no debe adjudicarse el origen de ese desprecio hedonista al que Volpi se refiere. 4

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te por este autor, y quien en el mejor de los casos opta por un subtítulo que reúne una definición neopositivista: El cerebro y el arte de la ficción.6 A propósito de su intención autoral, Volpi opera en favor del valor ameno de su ensayo con relatos de poca profundidad para el interés interdisciplinario riguroso, pero, así mi insistencia, de gran valía de entretenimiento literario, aunque paradójicamente él mismo se apresura a desacreditar en favor de una especie de cognitivismo neuronal.7 Cabe indicar, entonces, que el marco teórico sugerido en Leer la mente, respecto a la mirada académica que deseo poner a prueba, parece inscribirse en el ámbito de las consideraciones teóricas sobre los procesos cognitivos, fenomenológicos y psicológicos, más allá del simple acto subjetivo de lectura, al indicar la existencia de una relación no proposicional en semánticas llamadas posibles en razón de su verosimilitud, según lo abordan, i.e., Pavel y Woods. Con énfasis en las ciencias cognitivas bajo una clara influencia de los postulados sobre las experiencias extra-corporales, OBEs (out of body experiences) (Carruthers), Volpi rinde un crédito autóctono en su aparato crítico pero sin títulos explícitos a Nietzsche, Freud, Sacks, Luriya, discípulo de Vygotsky, y Alan Turing; mientras que para la temática sobre los mecanismos de identificación idiosincrática de la mente humana, relativa a la literatura, Volpi recomienda, i.e., a Zunshine, sin negar la influencia de Forster, Kundera y Wood. Además de este tributo, el mayor ímpetu para la dirección de la narrativa de Volpi es aportada por Hofstadter, tal y como ya lo ha mostrado en su novela En busca de Klingsor.8 En consecuencia, Leer la mente es matizado con un eje de entretenimiento literario sobre inteligen-

Este subtítulo no puedo verlo de otro modo sino como uno más de los intentos de naturalizar la fenomenología de la percepción estética, de pretender cuantificar la constitución de la inteligibilidad del mundo en razón de su simbolización y presumir la posibilidad de organizar bioquímicamente la empatía hermenéutica de la Otredad. En mi favor véase a Petitot et al. 7 Sobre esta expectativa de rigor se puede acudir a Petit y Jansen (2005; 2006), que en diálogo con la neurociencia se han ocupado de importantes escritos, antes dispersos en el legado husserliano (Husserl, 1980), sobre el tema de la fenomenología de la presentificación de la experiencia humana y sus imaginarios, que tanto ocupa, i.e. a Ricœur e Iser (cfr. Hua XXIII). 8 En su deber como investigador del complejo tema sobre los avances de las ciencias cognitivas en sus predicamentos sobre el acto de lectura de ficción, Volpi aporta además un amplio aparato crítico de fuentes y recomendaciones bibliográficas que abundan en ese mismo género híbrido del ensayo académico contemporáneo anglosajón, que linda entre el opúsculo escolar y el ocurrente relato ameno. 6

cia artificial, principios de genética y evolución humana, acudiendo a la teoría de los memes en relación con la identificación simbólica-metafórica y mimética de la mente en apego a Dawkins y Blackmore, entre otros.9 Fiel a su impronta creativa, Volpi presenta entonces sus relatos, algunos mordaces y otros graciosos, incluyendo dibujos sencillos de su propia autoría, aunque con trazos de baja fidelidad, en medio de las complejas paráfrasis y variaciones superficiales de postulados técnicos sobre la neurociencia y sus vertientes. La complejidad del tema obliga a Volpi a considerar tesis y antítesis sobre los principios de la naturaleza de la conciencia humana en autores como Edelman y Donald,10 implicando también la teoría del genoma y la percepción psicológica de la experiencia estética. Desde mi punto de vista, Vopli destaca tácitamente, sin notarlo o por omisión, postulados claves previstos por la fenomenología de Husserl, como aquellos sobre la intuición categorial en la sexta investigación lógica (Hua XIX/2, §§ 40-52, 663693), misma que provee el origen objetivo (trascendental) de la fenomenología estática (Hua III/I), al igual que los postulados básicos para el análisis del régimen de constitución de la subjetividad trascendental11 y la fantasía creadora en relación con la re-

9 En Leer la mente, a Volpi (122) no se le escapa abordar en justa medida a Nagel y su famoso artículo “What is it Like to Be a Bat”, cuyo postulado central critica el reduccionismo naturalista de la experiencia subjetiva por parte de la creciente neurociencia, la cual incluso también amenazaba hasta a la propia epistemología de la philosophy of mind, interesada en argumentos renovados sobre la conciencia fenomenológica y la percepción intencional (Weidtmann 89). 10 Donald es conocido por su réplica contra los postulados que ligan la naturaleza evolutiva de la conciencia en calidad de un producto anexo a la complejidad fisiológica y orgánica del ser humano. En este orden, apunta a una complejidad de la conciencia forjada más allá del nivel genético-evolutivo que se sofistica en distintos niveles bajo la intervención de la experiencia cultural a modo de red de significaciones. 11 Según Sokolowski, la constitución de la subjetividad trascendental es una formulación que apunta a la importancia que juega la reducción fenomenológica en Husserl. En una dicción sencilla y general, la reducción se entiende como la síntesis de abstracción que la conciencia ejecuta en las esferas de la experiencia eidética, esto es, aquella que se abstrae de las evidencias empíricas sensibles, similar a la explicación general sobre la configuración de significación por medio de la ficción e imaginación. Por una parte, se puede decir que en esta “región reductiva”, a modo de espacio reservado en nuestro pensamiento, se constituye la noción propia de subjetividad trascendental, y es trascendental porque reclama una sensación de certeza permanente, y es absoluta porque se presenta en primera línea sin espacios contextuales. Por otro lado, la certeza del mundo siempre es relativa y recíproca a la noción de subjetividad, la cual, a su vez, es la fuente donadora de sentido, –así Sokolowski: “Thus by

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ducción eidética en su obra Erfahrung und Urteil (§ 87, 410-420).12 Mi dictamen sobre estos avances empiristas de Volpi bien puede ajustarse a lo que también el prestigiado fenomenólogo Dan Zahavi llama “naturalización de la fenomenología” en manos de las ciencias cognitivas (2); y este hecho parece no haber sido del interés de Volpi, al menos no en su intención de abordar las fronteras de los análisis de la percepción y experiencia estética, los cuales, a decir del propio Volpi, ofrecen una similitud orgánica con los mecanismos cerebrales que explican la mente humana en su resolución para tramitar la realidad. Este paralelismo de virtudes cognitivas, para el autor de Leer la mente, parecen sólo tener una excusa de disertación académica bajo la temática científica a raíz de la influencia que en él ejerce Hofstadter y Gödel.13 Las especulaciones positivistas sobre la evolución orgánica-material del cerebro humano, con sustento en las tesis que aquí Volpi presenta en estilo claro y familiar, omiten en su totalidad los fundamentos del análisis espiritual (fáctico y afectivo) de las facultades sinestésicas e imaginacionales, en tanto sentidos potenciales de significación e identificación humana-cultural.14 En su ambiente narrativo y en apego a su tesis básica sobre el asunto neuronal, Volpi explica a su modo el compor-

virtue of this theme, Husserl arrives at a region of absolute giveness […]. Husserl uses the term ‘constitution’ to name the way in which subjectivity carries out is function of giving sense” (196). 12 Pero esto no debe extrañar, ya que Volpi no tendría por qué adelantarse a una intención hermenéutica del ensayo literario de temas tan complejos, como suele ser el caso de las publicaciones en neurociencia, ya ajustadas para un amplio alcance como el de Iacobini o Rizzolatti et al. 13 En “El objeto intencional y sus aporías”, González ha dado seguimiento a la evidente relación de Gödel y Husserl en el sentido de que el primero se ha ocupado de estudiar a fondo el legado husserliano; sólo que para el mundo académico estos datos apenas habrán de ser publicados en los volúmenes de la obra reunida de Gödel en lengua inglesa (87). 14 Esta potencialidad semántica-hermenéutica ha sido ampliamente versada por la sólida teoría de la síntesis pasiva de Husserl (Hua XI), aunque apenas Iser y Ricœur hayan sido los únicos en intentar su provecho para los estudios literarios. Al respecto, Iser (219-245) difunde para el público académico de teoría literaria la constitución en la conciencia ante el reto de significación semántica del texto. El término de síntesis pasiva es imprescindible en los análisis de constitución del sentido (Sinn) “en la mente de los lectores” durante el acto de lectura. La explicación consecuente se explica mediante la descripción de las imágenes originadas en la síntesis pasiva del entendimiento, misma que oscila entre el anticipo, la sensación de actualidad y la generación de rasgos memorísticos o recuerdos (cfr. Hua XI; Volonté).

tamiento de la memoria humana sin darse cuenta de la alusión indirecta a la pasividad sintética de la conciencia, tal como se esperaría en una aproximación básica: La memoria humana se comporta, más bien, como un anciano archivista, lleno de prejuicios y manías, indiferente al rigor científico: todos los días clasifica los recuerdos en una jerarquía personal que no se corresponde con la relevancia que su dueño buscaría concederles, sino con su posible uso posterior: al viejo no le interesa conservar detalles menores, escenas específicas o minucias sentimentales, a menos que puedan servirle para articular una reacción prospectiva (95s).

Inmerso en los parámetros cognitivistas y orgánicos, acompañado de tópicos de inteligencia artificial y evolución genética, Volpi relata implicaciones formales sobre los actos de significación miméticometafóricos y la configuración cuasi-juicial de la discursividad ilocutiva diferida al plano de la ficción, mejor ubicada en general por la formulación modal del como si: La idea de la ficción […] yace completa en ese pedestre y desconcertante como si. El como si que nuestro cerebro aplica a diario para que nuestro cuerpo se mueva razonablemente por el mundo […] El como si que nos permite relacionarnos con los espectros ambulantes de los otros. El como si que nos permite tolerar el universo imaginario de una novela es idéntico, pues, al como si que nos lleva a asumir que la realidad es tan sólida y vigorosa como la presenciamos. Si la ficción se parece a la vida cotidiana es porque la vida cotidiana también es –ya lo suponíamos– una ficción (18).

De este modo parafrasea Volpi, sin saberlo, múltiples aspectos de la identidad intersubjetiva, antropológica y fenomenológica de la inteligencia significativa con fundamento en la neutralización del mundo cotidiano por el efecto de la ficción o los relatos de ficción, según el interés primordial de la conciencia intencional (Husserl Hua III/I, §§ 2732, 56-65) (cfr. Duranti). En referencia a un artículo sobre el tema de la ficción, que he signado en co-autoría con Flores Espinosa, deseo destacar que la teoría del conocimiento que la neurociencia pretende aportar al tema de la percepción estética y la ficción, también se ve envuelta en un congestionamiento semántico de sus conceptos fundamentales; de ahí la importancia de intervenir en este tipo de reflexiones, y con ello poder constatar en su certeza objetiva el

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provecho de un análisis fenomenológico sobre “los modos de hablar sobre las posibles divisiones estilísticas al interior de las configuraciones verosímiles de la artisticidad literaria” (32).15 En la tarea de mostrar la habilidad de nuestra conciencia trascendental para evaluar la propia objetividad del mundo con base en sus variaciones imaginarias o ficcionalizadas, el ensayo de Jorge Volpi se queda al margen de otros serios intentos por integrar un trabajo interdisciplinario de alta calidad entre los principios paradigmáticos de la fenomenología y el interés por considerar un diálogo genuino con las ciencias cognitivas.16 Versado en la capacidad sintética de la inteligencia humana, Volpi resalta la evaluación de los contenidos de la realidad empírica y los estados de cosas ante la Otredad bajo la preeminencia de las neuronas espejo, en sustitución de aquella esperada explicación naturalizada de la fenomenología estática (y luego genética) para describir los principios cognitivos de la simbolización del mundo. Me refiero a un mundo potencial en un imaginario que recuerda una relación con nuestro lenguaje todavía más primigenio al homo sapiens. Bajo esta pregunta antropológica acerca del potencial imaginativo del ser humano, a decir de Hacking (161), Jonas y Bultmann, estamos ante una especie llamada homo depictor; un ser punzocortador ya ampliamente relacionado con su habilidad lingüística, pero esta vez personalizado por un individuo imaginante habilitado con facultades intelegibles de ulterior temporalidad: rasgar las superficies planas para asegurar la memoria, delinear contornos, iluminar y sombrear plantillas o patrones significativos, sim-

15 Para el presente estado del arte, desde la visión rigurosa de los conceptos que cada ciencia aporta a su propio glosario, me parece relevante volver a sugerir un ordenamiento epistemológico que, independiente a los distintos modos y tipos de ficcionalización, recupere la premisa intencional o fenomenológica de la ficción. Para tal caso ya había tratado de demostrar con Flores Espinosa (2013) las virtudes de este tipo de investigaciones husserlianas en los apartados claves de su obra Erfahrung und Urteil (Juicio y experiencia), sobre la pre-predicación experienciante, la empatía y fantasía (§§ 38-42, 188-214). 16 Todo esto aquí referido se constata, i.e., en Roland Bruzina con su artículo sobre las relaciones –a la fecha crecientes– entre ambas disciplinas: “Phenomenology and cognitive science, moving beyond the paradigms”; y lo mismo se puede patentizar en la arriba citada Julia Jansen (2005), con su aportación sobre el desarrollo de la fenomenología trascendental de la imaginación en Husserl, además de analizar en otra importante aportación (2006) rigurosamente el tema de la vivencia estética a la luz de una genuina cooperación entre la fenomenología y la neurociencia.

bolizar textualmente.17 Lo que para el interés de los Estudios Literarios se torna en una amplia investigación antropológica con rigor fenomenológico sobre los rasgos de la noción de imagen en relación con la ficción, en Volpi queda este privilegiado ejercicio metafórico-mimético del hombre ancestral a merced de un cientificismo neuronal agotado, en mi opinión, en una ligera mirada bioquímica cuantificable. Se trata, a mi entender, de un reduccionismo tautológico resuelto, como parece, por datos positivos de la actividad eléctrica-neuronal de nuestro cerebro humano en un punto álgido de su evolución orgánica. Sin embargo, esta naturalización extrema de nuestra sensibilidad semántica-semiótica para evaluar las relaciones intencionales y afectivas que sorteamos desde la intersubjetividad, no puede superar los datos que la hermenéutica y la interpretación lingüística del mundo compartido arroja ante el tema de la ficción y la fenomenología del aparecer, a saber: del notarse de la imagen y las constelaciones del imaginario intencional; ambas (ficción y fenomenología) como producto de condiciones sin duda extra-científicas, ligadas al mundo de vida en el acento que Husserl aporta en su obra Krisis de 1954 (52-58).18 Las neuronas espejo, de acuerdo con Volpi, hacen posible la transmutación entre las identidades ontológicas en un simulacrum: “el yo y el otro se traslapan, se trenzan, se enmarañan […] y creamos un vínculo virtual con los demás” (119).19 Esta mu-

Con este homo depictor se trata con mayor precisión de un individuo que imagina y dibuja, no tanto por un alarde de racionalidad evolutiva sino para evadir el tedio que ofrece el aseguramiento de la cultura de la tierra y domesticación. 18 El mundo de vida (Lebenswelt) es el ámbito que compartimos en lo cotidiano y que Husserl avisa como una condición pre-científica de la espacialidad inmediata. Para su adecuación a un asunto ficcional se puede constatar esto en cada una de las arqueologías de verosimilitud que los escritores proponen (véase: Krisis en Hua VI, § 9/h, 357ss). 19 En “Mirror neurons and the phenomenology of intersubjektivity”, Lohmar aporta un mayor entendimiento de las neuronas espejo en relación con la intersubjetividad atendida por la fenomenología husserliana. El punto de vista conciliador apunta a este descubrimiento de Rizzolatti y Gallese, quienes con base en la experimentación con primates han podido localizar esta neurona ubicada en la llamada región cortex F5. A esta neurona se le atribuye la habilidad electro-biológica de relacionar las impresiones visuales hacia otro animal y la sensación co-motora de ambos. La actividad de estas neuronas, así el diagnóstico de Lohmar, en cada caso bien puede ser traducida en premisas y disertaciones que ya se habían realizado en la fenomenología, especialmente sobre la experiencia sensorial, sentimientos y voliciones (5). En otras palabras, se puede citar la 17

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tabilidad entre el sujeto en primera persona y la Otredad se entiende desde su mero flujo de temporalidad que obra de modo hegemónico sobre nuestras funciones de la experiencia pre-predicativa, pero que aquí Volpi ilustra ingenuamente: De la misma forma en que el observador modifica la realidad observada, el presente modifica el pasado. No podemos quejarnos: exigimos que nos gobierne el yo, un implacable dictador, y a cambio le cedemos el control de nuestros recuerdos (106).

En el modo de narrar la teoría, Volpi asume y reduce la implicación de las neuronas espejo en lo que hasta ahora costaría mayor dificultad entender tanto con las nociones de la empatía y la Otredad,20 así como el aspecto genético de la percepción de datos hyléticos (Husserl Hua III/I § 85, 161),21 misma que permite la fundación de la intuición categorial. La pulsación eléctrica y el comportamiento bioquímico celular son la materia cuantificable, con la cual la neurociencia distingue entre las neuronas responsables de la intrafección (empatía) de aquellas que sólo aportan los datos latos de cosas sentidas y vistas en sus unidades lógicas, llamadas neuronas canónicas. En el relato de Volpi son aquellas “que parecen codificar los objetos en abstracto, silla, mesa, pelota, ventana, sin tomar en cuenta sus propiedades subjetivas” (118).22 En esta serie de

experiencia cinemática en tercera dimensión y la co-participación del espectante ante la impresión visual como un buen ejemplo de esta imitación empática. 20 Entiendo Otredad como el sustantivo que reúne el reconocimiento del tú en una modalidad que trasciende la esfera primordial de la primera persona (Held 19). 21 Con datos hyléticos, Husserl primeramente reúne las anteriores definiciones de la tradición filosófica para datos sensoriales, sensibles o materiales, pero que en la fenomenología promueven el desarrollo de la donación de sentido intencional; llamados datos sensibles (Empfindungsdaten), se les puede ubicar como sensaciones de color, aroma, tonalidad (musical), etc., pero en un contexto intencional; esto es: “el color verde del árbol”, pero desde su significación intencional, por ejemplo: “el ser de lo verde en mi intuición”. 22 Lohmar ofrece en su artículo “El concepto de la intuición categorial en Husserl” una de las aproximaciones más claras sobre este asunto, por sí mismo complejo en relación con la historia de esta conjetura fenomenológica: “La pregunta a la que responde la teoría de la intuición categorial de Husserl se puede explicar sobre la base de afirmaciones sencillas. Afirmo: ‘El libro se halla sobre la mesa’ o ‘La mesa es verde’. En esta expresión hay elementos que pueden cumplirse en la sensibilidad: El libro, la mesa y el color verde. Pero ¿qué es lo que cumple el ‘hallarse sobre la mesa’, qué es lo que cumple el ‘ser verde’? Para el cumplimiento de estas intenciones dirigidas hacia estados de cosas la sensibilidad por sí sola no puede ser suficiente. Puedo ver perfectamente el ‘verde’, pero no puedo

yuxtaposiciones teóricas o de efectos naturalizantes-cientificistas empíricos de la fenomenología, ante la cual Volpi guarda silencio crítico, su ensayo avanza en siguientes niveles descriptivos hasta que parece encontrar una justificación suficiente para revisar, desde sus fuentes originales, la temática sobre las neuronas espejo en su relación con los argumentos que parecen haber sido aprobados ya por la psicología experimental según la clasificación de los fenómenos físicos en Brentano, las conclusiones a la teoría de la intrafección (Einfühlung) de Lipps, mientras que por parte de la fenomenología al menos también por las conjeturas de la quinta investigación lógica (Hua XIX, § 11, B1, 384) y la teoría del noema como objeto puramente intencional en Ideas I (Hua III/I, §§ 87-96, 200-222). Sin embargo, Volpi no toma noticia de todo esto y sostiene: La magia singular de las neuronas espejo radica, sin embargo, en su capacidad para activarse sin depender de un acontecimiento real –pensar en alguien equivale a observarlo–. En otras palabras: para ponerme en tu sitio, para ser tú por un instante, lo único que tengo que hacer es imaginarte. Al hacerlo, te copio, te arremedo, y mi cerebro intenta adentrarse así, de pronto, en tu impenetrable magma interior (119).23

En relación con lo que para Volpi es ya un privilegio cognitivo de indiscutible autoría neurocientífica, y que al final de su ensayo habrá de distinguir entre neuronas espejo del creador literario y neuronas espejo del lector de relatos de ficción, cabe decir que Husserl ya había aportado el ingrediente para que Volpi pueda hablar aquí de “magia”. En una famosa cátedra universitaria, Husserl (Hua IX) hace un llamado al legado hermenéutico

ver de la misma manera el ‘ser verde’. Aquí se podría decir de modo general: el ser predicativo no es nada perceptible. Pero esta ‘falta de cumplimiento sólo en la sensibilidad’ no solamente es aplicable al ser predicativo, sino también a todas las formas categoriales, es decir, las formas del ‘uno, del, y, todos, si, entonces, o, ningún, no, etc.’; sin embargo, debe haber un acto que miente este contenido, algo que pueda dar plenitud a esta intención” (32-33). 23 Las aporías aquí son evidentes: ¿cómo entender el propósito instrumental narrativo de Volpi sobre el estado que guardan las ciencias cognitivas con las biológicas, si a la función orgánica-celular de la neurona se le atribuye un elemento irracional, es decir, mágico? En otros términos, el camino de la neurociencia parece regresar en el argumento de Volpi nuevamente a la metaforización de los estados de cosas: “encontrarse ante una mágica neurona espejo y la impenetrabilidad del magma interno”.

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de Dilthey y asume públicamente la importancia para la fenomenología de la experiencia interna (innere Erfahrung) en calidad de una distinción epistemológica objetiva, en tanto universal, de la subjetividad de la conciencia humana. A la sazón de este curso de verano de 1925 en Friburgo, la reflexividad de la conciencia interna es liberada por Husserl con el término de vivencia (Erlebnis), de la cual, en modo trascendente para otros sujetos, la experiencia interna deriva en motivaciones, planes, bosquejos y conjeturas; todas ellas de algún modo verificables desde la praxis social imbricada en el devenir de la historia. De este modo, en el interior del flujo de la conciencia se constituye toda noción de vivencia y sus derivados actos significativos con implicaciones de cumplimiento bajo la regla de un transcurrir de tiempo íntimo, inmanente en síntesis pasiva. Al respecto, Husserl habrá de asegurar su aprobación a la fase decisiva de la hermenéutica cuando en aquel 1925, en apego a Kant, distingue el carácter volitivo del espíritu humano capaz de tomar decisiones –o se ve impedido a ello– en relación con la apropiación de su voluntad y afectividad con el mundo circundante (Hua IX, § 1, 8). Seguido de lo anterior, ya con el influjo de la fenomenología, un acto de conciencia decisivo y motivado se puede traducir en una vivencia psíquica dirigida hacia algo cuya objetividad no será reductible a su explicación empírica, sino que habrá de ser comprendida interpretativamente.24 Ante esto, y en pugna contra el avance de la neurociencia como fuente hegemónica de donación sobre esta certeza, aunque puesta en duda y discutida con rigor (cfr. Esken), en el entender de Volpi como facultad para prever el futuro (21), el funcionamiento, a saber, la constitución25 verosímil de la realidad dependerá enteramente de la conciencia significativa con intención de cumplimiento, igual que Husserl lo entendió exactamente hace cien años (Hua III/I, § 49, 103). De este mismo modo, también aquí tanto el entendimiento de la ficción, lo mismo que la creación estética de imágenes, dependen en sus más versadas variaciones de la actividad sintética de la conciencia; una conciencia significante capaz de prever, actualizar y recordar

La comprensión interpretativa se abstrae de un solo sustantivo, primero griego y luego alemán, el cual ha hecho muy famoso a Heidegger: Auslegung (exégesis). 25 En distinción a los conceptos temáticos de la misma fenomenología (Fink), el término de “constitución” se entiende como un concepto operativo que acompaña elucidaciones contextuales (67-68).

intencionalmente el sentido objetivo del mundo circundante y que comparte en su mismisidad con los otros (Held 19). Por ende, la obra literaria habrá de conjuntar (con toda objetividad a la multiplicidad de cada subjetividad) núcleos esenciales de significación humana, aportados como elementos constitutivos de nuestra capacidad de simbolizar e interpretar el mundo.26 Entre otras constelaciones de la percepción significante (Apperzeption), la lectura de obras de ficción seguirá dando cuenta de la determinación afectiva y fáctica de nuestros ritos, ensueños, fracasos y anhelos; todos ellos, repito, irreductibles por la ciencia positiva, al menos en su constitución fenomenológica y sus implicaciones intencionales, esto es: afectiva y ética en razón del trascendente carácter decisional del espíritu humano.

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