\"Nacionalismo, modernización y tradición en Mario Briceño Iragorry y Mariano Picón Salas\" (Conclusión)

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Descripción

Conclusiones Los cambios sociales generan importantes reacciones: desde el miedo ante la transformación, que se confunde con la nostalgia de las formas perdidas, hasta el compromiso asumido con los cambios. El reconocimiento de la lógica implícita entre todas estas reacciones y reflexiones, y como estas darán forma a las complejas características que asume todo proceso de modernización es imperativo necesario para comprender el flujo y reflujo del cambio social. Los límites prácticos de la voluntad de cambio, en lucha contra una terca realidad, y como ésta última finalmente determinará las características de la sociedad generan procesos reales de transformación. No sólo existe una convivencia entre los distintos tiempos históricos en el seno del mismo proceso de cambio, sino que distintos modelos y procesos conviven integrados en una misma mentalidad. La formación de las ideas, la gestación de los proyectos, y su realización, siempre distinta a su visión idealizada, reflejan una dinámica histórica que supera el simple voluntarismo. Desde la influencia del ambiente familiar durante la infancia, las distintas corrientes y modelos de la formación educativa, hasta llegar al cuerpo de experiencias vitales dan forma a una conciencia y contribuyen a tomar una posición personal frente a los distintos procesos de modernización. Las reflexiones de Picón Salas y Mario Briceño Iragorry reflejan en gran parte este complejo proceso. El pensamiento y la práctica reformista transan con la terca realidad en una negociación permanente poco coherente para el pensamiento revolucionario o

133 conservador. Esta transacción define los rasgos más estables de la transformación social ya que se acerca más a la misma dinámica del cambio general en la sociedad. La reflexión que Mario Briceño Iragorry y Mariano Picón Salas realizan en un ambiente de modernización forzada de la sociedad venezolana los llevará finalmente a un intento de congeniar cambio y permanencia, de resolver la supuesta contradicción entre la tradición y la modernización creando una síntesis. La tradición dinámica es un primer paso prioritario para realizar esta síntesis. La tradición, como nexo intergeneracional y conciencia de continuidad histórica, no sólo tiene un papel conservador en los procesos de modernización. No sólo es dique de contención, o represa del progreso, para Mario Briceño Iragorry, y aún más para Mariano Picón Salas, el progreso modernizador se compagina con un potencial movilizador, creador e integrador de la tradición. El discurso nacionalista es observado por estos autores con particular atención. Los autores intentan compaginar una modernización de la sociedad venezolana, concebida como superación del estado de cosas ligado al gomecismo, con la defensa de los valores imbricados en algunas tradiciones frente a las importantes transformaciones sociales derivadas de la explotación petrolera, que integra a Venezuela, con más fuerza dentro del sistema capitalista mundial. Las riesgos “disolventes” de una modernización incorporada de conformidad con moldes importados de otras latitudes eran percibidas por Briceño Iragorry y Picón Salas como un peligro inminente para la preservación de la venezolanidad. De allí que defendieran una modernización concebida como un proceso imprescindible e inaplazable, pero que debía ser impulsado unido a cánones nacionalistas para preservar valores

134 tradicionales, considerados inmanentes al carácter del venezolano. Así entendida, la educación controlada por el Estado adquiría un papel fundamental en un programa político diseñado para promover una modernización conservadora de los referentes identitarios de la sociedad venezolana. La práctica nacionalista del poder es propuesta por Mario Briceño Iragorry y Mariano Picón Salas como mecanismo protector del proceso de modernización de la sociedad venezolana, que resuelve la aparente contradicción entre una tradición valorada, pero en peligro, y una modernidad buscada, pero de consecuencias contradictorias. Esta síntesis nacionalista parece funcionar perfectamente con la práctica reformista que el Estado venezolano asume luego de la muerte de Gómez, no sólo por la capacidad de movilizar a las nuevas masas urbanas, sino que se concibe como una realidad operante en la “construcción de la nación”, un proceso de integración y asimilación de las diferencias en una conciencia histórica común. Una elite nacionalista formada durante el gomecismo en el seno de las universidades venezolanas y/o en el duro exilio juega un importante papel en la concepción de un proyecto nacional de modernización y de democratización de la sociedad venezolana. Mariano Picón Salas y Mario Briceño Iragorry participan activamente no sólo en el debate intelectual sino en la arena política y en la administración pública, como funcionarios de gobierno o destacados miembros de la oposición. En las reflexiones en torno al problema nacional en ambos autores hay escasa, por no decir nula, preocupación respecto a los problemas de la diversidad cultural dentro de Venezuela. La preocupación es más acentuada en el proceso de asimilación de las inmensas masas de inmigrantes que llegan a nuestras costas desde Europa que a la

135 asimilación de las minoritarias comunidades indígenas. La problemática indígena es soslayada o anulada. Se parte de que la homogeneización cultural del venezolano es ya un proceso resuelto, consolidado y superado, para Picón Salas durante la Guerra de Independencia, y para Briceño Iragorry durante la colonización hispana. En todo caso no se pone en duda el carácter asimilador y homogeneizador de toda política del Estado hacia la sociedad. Los dos intelectuales se incorporan de diversas maneras al quehacer político, desde el intelectual-funcionario hasta el intelectual-político opositor y partidario. Picón Salas y Briceño Iragorry forman parte de esa generación de intelectuales con esperanza de futuro, con conciencia de vivir y participar en un proceso de transformación de dimensiones vitales para la historia venezolana. El nacionalismo modernizador y democrático alcanzó un amplio consenso a partir de la década de los sesenta en Venezuela, con posterioridad a la muerte de Briceño Iragorry (1958) y de Picón Salas (1965). Luego de la pacificación de la guerrilla no se presentó un proyecto alternativo al democrático nacionalista, reformista y representativo. Este proyecto alcanza su cúspide con la nacionalización petrolera de 1976. Entrando después de 1983 en una importante crisis. La gestación de dicho proyecto comprometió a la generación que, nacida en el regazo cruel de la dictadura, quiso luchar contra todo lo que representaba el gomecismo como sistema. La autodenominada Generación del 28 es la más importante de estas, pero no la única. De idéntica manera las generaciones posteriores, las de 1936, las de 1945, la de 1958 asumieron las luchas y proyectos del nacionalismo democrático. Luego de la caída de la dictadura militar en 1958 la agenda nacionalista y democrática había sido asumida por, prácticamente, todas las formaciones

136 políticas, Acción Democrática, que la había concebido como programa político incluso mucho antes de ser fundada, Unión Republicana Democrática, COPEI y el Partido Comunista de Venezuela. Se había convertido en un Proyecto Nacional.

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