\"Nacionalismo, modernización y tradición en Mario Briceño Iragorry y Mariano Picón Salas\" (Capítulo 4)

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Descripción

Capítulo IV: el nacionalismo como programa de modernización En Mario Briceño Iragorry y Mariano Picón Salas: preservamos la tradición asumiendo la trasformación El pensamiento contemporáneo sobre el nacionalismo ha girado en torno a dos concepciones opuestas; frente a aquellos que propugnan alguna forma de perennialismo a largo plazo del nacionalismo y enfatizan la “homogeneidad étnica” y la comunidad de rasgos culturales, esencialismo que coloca la generación de las naciones en tiempos antiguos; se encuentran quienes consideran al nacionalismo como un fenómeno ligado esencialmente a la modernidad, inserto dentro del proceso de industrialización, tanto por la creación y expansión de los mercados nacionales para los productos industriales como por la importancia que adquiere el “capitalismo impreso”, término de Benedict Anderson, en la creación moderna de naciones a través de la acción de las elites nacionalistas y de los Estados Nacionales a través de su burocracia y de los sistemas educativos centralizados. Eric Hobsbawm1, Ernest Gellner2 y Benedict Anderson3 pueden ser considerados entre los principales impulsores de las tesis “modernistas” de la teoría del nacionalismo, Anthony Smith mantiene una posición a medio camino entre ambos extremos, relacionando la génesis de los distintos nacionalismos con procesos complejos que unifican identidades étnicas y culturales previas con la industrialización y la alfabetización.

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Eric Hobsbawm, Naciones y nacionalismo desde 1780, Barcelona, España, Editorial Crítica Grijalbo Mondadori, 2° edición, 1992, 214 pp. 2 Ernest Gellner, Naciones y nacionalismo, México, Alianza Editorial / Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Colección Los Noventa), 1988, 190 pp. 3 Benedict Anderson, Comunidades imaginadas (reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo), Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1993, 316p.

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Para Benedict Anderson, la nación es…“una comunidad política imaginada como inherentemente limitada y soberana”4, lo que implica una construcción histórica de la voluntad humana. Pero esta construcción histórica tiene características que la definen, al menos conceptualmente: la percepción de unidad cultural y la voluntad de ser nación5. Siguiendo a Gellner, en una idea que Hobsbawm también emplea, la nación es concebida por los autores “modernistas” como una creación de los nacionalistas, lo que implica la estructuración de un cuerpo de mitos e historias que legitiman la existencia de la comunidad imaginada. Más allá de la discusión sobre el nacimiento de las naciones, las que deben tener orígenes múltiples y obedecer en su desarrollo a procesos históricos distintos aunque convergentes, el nacionalismo como movimiento es una realidad que, en importante proporción, se genera en el siglo XIX, y tiene como escenarios fundamentales de esta generación la Europa napoleónica y la América Latina, heredera de los inmensos imperios ibéricos. La génesis del nacionalismo en la América Hispana no parece obedecer a los patrones europeos, que son los ejemplos que mayormente usa Eric Hobsbawm. Hispanoamérica adquiere unidad idiomática y un importante nivel de centralización administrativa durante el régimen colonial, pero esta centralización y unidad idiomática creó un nuevo conjunto de identidades y sentidos de pertenencia. Para Benedict Anderson la construcción de una identidad americana diferenciada que se enfrentaba a la otredad peninsular fue vital para la generación de los nacionalismos americanos. Esta diferenciación fue impulsada por la 4

Benedict Anderson, Comunidades imaginadas (reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo), p. 23. 5 Dos características tomadas de Ernest Gellner, Ob. Cit., p. 20.

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Corona española para evitar el surgimiento de un cuerpo de funcionarios criollos, pero, paradójicamente, contribuyó a crear un sentido de exclusión común6, génesis del nacionalismo hispanoamericano. Durante el siglo XIX, luego de la independencia, la creación de los Estados Nacionales republicanos y la consolidación unánime de la soberanía popular como único mecanismo de legitimidad política, contribuyeron al impulso del nacionalismo hispanoamericano frente a dos imágenes opuestas, contra los imperialismos europeos, sean españoles, británicos o franceses, y contra el protagonismo y el naciente imperialismo de la América anglosajona. De acuerdo a las circunstancias históricas de cada Estado Nacional la otredad tenía características específicas, por ejemplo, en el sur el protagonismo del capital británico generó un antiimperialismo hispanófilo que tenía como enemigo central al poderío inglés. A finales del siglo XIX la resolución de la Guerra hispano-cubana-estadounidense desencadenó una reacción paradójica en un sector de las elites culturales latinoamericanas, el arielismo de Rodó tuvo un marcado acento hispanófilo contrario a la intervención del mundo anglosajón en el continente. El nacionalismo en Venezuela, podemos arriesgarnos a decir en Hispanoamérica, está desprovisto del carácter polémico e inestable que tiene en Europa. Lo que puede interpretarse, so pena de parecer audaz, como signo de la profundidad con que la idea del Estado Nacional penetró, no sólo entre las elites dirigentes sino en el seno de las sociedades hispanoamericanas en pleno. En Hispanoamérica todo político apela al nacionalismo, que se convierte de esta manera en un discurso unánime. La unanimidad

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Idea desarrollada por Benedict Anderson en “IV. Los pioneros criollos”, en Ob. Cit., pp. 77–101.

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del nacionalismo esconde dentro de sí el peso de una estructuración social, no solamente desigual en el aspecto socioeconómico, sino también en el aspecto étnico y cultural. El discurso nacionalista latinoamericano no tiene frente a sí a ningún oponente desde la izquierda (ya que su estructuración se fortalece con el antiimperialismo), ni a su derecha (ya que desde el discurso conservador hasta el democristiano emplea las imágenes nacionalistas para movilizar a la ciudadanía). Las naciones latinoamericanas, salvo un vano intento mexicano y una dilatada, y excepcional, experiencia brasileña, no tienen experiencias imperiales de rigor que conviertan al nacionalismo en una idea parcializada y, por ende, polémica. Al igual que la legitimidad popular, muchas veces limitada únicamente a lo nominal, el imaginario nacionalista se consolidó después de las guerras de independencia. En Venezuela la extensión del nacionalismo es evidencia de una penetración profunda del imaginario republicano en la mentalidad venezolana que termina penetrando todas las posiciones políticas. Esta unanimidad nacionalista y republicana en el discurso político es paralela a la escasez del “nacionalismo” como objeto de debate. En Venezuela nacionalistas han sido las elites de la generación de la independencia, nacionalistas se han proclamado ambos bandos durante la Guerra Federal, nacionalista ha sido el discurso de “El Ilustre Americano” Antonio Guzmán Blanco y de toda la elite positivista y liberal formada bajo el manto del guzmancismo: nacionalistas eran los andinos que derriban a Andrade en 1899, nacionalista será la democracia que se echa a la calle a partir de 1936, y nacionalista será el régimen democrático estructurado con posterioridad a 1958. Desde el paecismo hasta los “chavistas”, pasando por los “amarillos” y los “adecos”, todos han estructurado un discurso nacionalista como proceder político.

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Siguiendo a Luis Ricardo Dávila7, el nacionalismo contemporáneo venezolano gira alrededor de dos concepciones fundamentales, impulsadas tanto por el discurso del poder como por el discurso del contra poder, la oposición. Por una parte el “bolivarianismo”, heroicidad primigenia de cuño romántico utilizada por el poder para legitimarse en la sociedad con la creación de un imaginario épico común, que genera un “Culto a Bolívar” y a los héroes que se convierte en instrumento unificador de la sociedad. Por otro lado, con la explotación petrolera se genera un discurso del poder, y de la oposición, más contemporáneo, que se convierte en un “nacionalismo petrolero” que termina por definir las relaciones entre los venezolanos y la industria de los hidrocarburos; de esta manera, la propiedad del petróleo, y la conciencia de ser un país petrolero, se convierte en un rasgo de pertenencia a la nacionalidad venezolana. El nacionalismo venezolano define una identidad política frente a una otredad diversa. El antiimperialismo contribuye a definir esa otredad constante. Durante gran parte del siglo XIX y hasta principios del siglo XX el nacionalismo venezolano se enfrentaba teóricamente al imperialismo de los países europeos, y en los últimos cien años al nuevo imperialismo de EEUU. Las nuevas ideologías del siglo XX, el comunismo y el socialismo, contribuyen a consolidar de manera diversa esta tendencia, el antiimperialismo se nutre de un discurso político nuevo y con un poder de movilización creciente entre los nuevos sectores urbanos. Las características generales de la modernización venezolana se encuentran insertas en importantes transformaciones en el capitalismo contemporáneo, y con el papel que 7

Luis Ricardo Dávila, Venezuela, la formación de las identidades políticas: el caso del discurso nacionalista, 1920-1945, Mérida, Universidad de Los Andes, Consejo de Publicaciones, Consejo de Estudios de Postgrado, 1996, 511 pp.

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Venezuela comienza a jugar dentro del sistema mundial. Con la explotación petrolera se consolida y profundiza la integración de la economía y de la sociedad venezolana con el mundo capitalista industrializado, relación que se estrechará aún más con el inicio de la Segunda Guerra Mundial (1939–1945). El debate en torno a la modernización y transformación de la sociedad venezolana, industrialización y democratización, pretende resolver de manera práctica una interrogante fundamental ¿Cómo integrar de manera coherente un imprescindible proceso de modernización democrática en el seno de procesos mundiales de transformación con la preservación de los valores que le otorgan entidad común y diferencial de pueblo específico y particular a la nación venezolana? La respuesta de Mariano Picón Salas y de Mario Briceño Iragorry lleva directamente al camino de un nacionalismo democrático ligado a un reformismo de Estado que determinará la mentalidad de las elites políticas venezolanas hasta finales del siglo XX. De esta manera el nacionalismo no se convierte en un simple levantamiento de barricadas frente a la influencia externa, sino en una plataforma autónoma para asumir el proceso de modernización sin arrastrar al país a transformaciones que “diluyan” sus peculiaridades. Se perciben rasgos de anonadamiento y temor frente a las corrientes externas en la modernización venezolana8. El nacionalismo adquiere una característica efectiva en el pensamiento de Mario Briceño Iragorry y Mariano Picón Salas, tiene un carácter de síntesis progresista, síntesis entre la modernidad sobre la que importantes sectores de las elites pretenden avanzar, y la 8

“Vamos por un declive de irresponsabilidad que hace prever dónde caeremos si no se crea a tiempo una enérgica vivencia que nos detenga y que nos salve. Hay que hacerle por ello una conciencia afirmativa al pueblo. Hay que crearle signos y luces que unan e iluminen las voluntades de los hombres. Esa función salvadora la cumplen fácilmente los valores espirituales que ha venido configurando la tradición” Mario Briceño Iragorry, “Mensaje sin destino” en Mensaje sin Destino y otros ensayos, p 165.

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identidad que algunos sectores de las mismas elites pretenden preservar. En los esfuerzos críticos que realizan Mariano Picón Salas y Mario Briceño Iragorry parecen pretender asumir el proceso de modernización bajo patrones venezolanos, que el modelo de implantación ceda paso ante una realidad de generación por parte de la misma sociedad venezolana. Ambos intelectuales asumen la necesidad imperiosa de modernizar las estructuras y los mecanismos de poder de la sociedad venezolana y se enlaza este proceso de modernización con la revalorización presente de la tradición y la necesidad de preservar de la disolución la conciencia histórica popular. De esta manera, el pensamiento de los autores conduce a concebir la solución nacionalista del falso dilema dicotómico entre la modernidad y la tradición. Por este medio, preservar y transformar, el camino nacionalista transfigura en endógeno el proceso de modernización, criticado como externo y extraño. La instrumentalización de dicho programa nacionalista de modernización está imbricada con la creación de estructuras e instituciones educativas que defiendan las características proclamadas como esenciales y valoradas del venezolano, integradas en un conocimiento moderno asumido como universal. Esta concepción del nacionalismo como tamiz protector y selectivo frente a la modernización refleja asimismo una percepción pesimista de la venezolanidad, considerada como esencialmente frágil. Los orígenes de la nación La primera problemática ligada al papel del nacionalismo en el proceso de modernización es la definición de la nación venezolana. Tanto Briceño como Picón niegan cualquier tipo de argumento étnico para encarar la génesis de la nación

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venezolana. Para Mariano Picón Salas la construcción nacional está relacionada, fundamentalmente, con la mezcla de sangres y de gentes de la guerra de independencia: ...“el proceso de la República en los ciento y tantos años que separan a Bolívar de Juan Vicente Gómez, fue un largo proceso de fusión. En 1777, cuando una Real Cédula creó la Capitanía General de Venezuela, esto parecía casi una entelequia administrativa ¿Qué tenía que ver entonces Mérida con Cumaná y los esclavos de las haciendas cacaoteras con los mantuanos de Caracas? Bolívar y su agónica peripecia a través de los Llanos y Andes, fue el Moisés que reunió las tribus dispersas y les dio la conciencia de unidad y destino (...) En poco más de un siglo, Venezuela ha asentado su unidad, y diría que ya hay un mestizo nuestro, un tipo venezolano que ha asimilado aquellas sangres, aquellas divergencias, aquella parte de historia común que marca hoy con gozo y con esperanza nuestro patrimonio”9

El siglo XIX se convierte en crisol de la unidad nacional, fenómeno que se expresa en la formación del venezolano. El “mestizo nuestro” de Picón Salas, es la síntesis histórica de los habitantes de las “inconexas” regiones unidas administrativamente por Carlos III en 1777. Aquí también encontramos la presencia de la figura heroica de Bolívar, elemento desencadenador de los procesos sociales de unidad que conformaron la sociedad venezolana. La relación entre la estructuración homogénea de la sociedad venezolana, que viene siendo el resultado de un evento histórico generador de nacionalidad, la independencia, y del protagonismo del héroe unificador, refleja una particular concepción de la historia nacional. Para Mariano Picón Salas la nación no es hechura de un héroe sino de un proceso de homogeneización social derivado de una guerra, pero el héroe le otorga a dicha colectividad una idea-fuerza, un sentido y una dirección histórica. Para Mario Briceño Iragorry la historicidad de la nación es evidente, la nación es una…“fuerza humana que viene del fondo de la Historia y la cual nosotros debemos

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Mariano Picón Salas, “Comprensión de Venezuela” (1949) en Suma de Venezuela, pp. 40 – 41.

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empujar hacia el futuro”…10. Las raíces históricas de la nación venezolana se encuentran profundamente insertas en el pasado colonial, sobretodo en el régimen municipal. Los Cabildos son la célula histórica fundamental de la nacionalidad. Idea que Briceño Iragorry desarrolló en toda su obra, un importante ejemplo de esta posición es “Tapices de Historia Patria”, que pretende ser una revalorización de la sociedad y el régimen colonial como raíz de la nacionalidad. En 1942 Briceño señala que…“a pesar de nuestro mestizaje, somos la continuidad de de un proceso español que en su hora de plenitud optó la emancipación, heroica y tenazmente ganada por los héroes que dieron forma a la nacionalidad republicana”11. Existe igualmente una valorización del héroe, Bolívar sigue siendo el protagonista de una gesta, pero esta épica no es sino la continuidad de un proceso español, ya que dentro de la sociedad colonial hispana se genera la ruptura con la metrópoli española, para Mario Briceño Iragorry serían las teorías contractuales y la tradición autonómica de los cabildos hispanos la que se expresa en el proceso de independencia, contra un autoritarismo que veía como expresión negadora de la personalidad histórica de España12. El carácter funcional del nacionalismo: movilización, síntesis, creación e integración Transformar para preservar, esta es la paradójica clave del camino nacionalista endógeno de modernización. Siguiendo las reflexiones de Mariano Picón Salas y de 10

Mario Briceño Iragorry, “Mensaje sin destino” en Mensaje sin destino y otros ensayos, p. 93. Mario Briceño Iragorry, “En Defensa de Ledesma” (23 de febrero de 1948) en “El Caballo de Ledesma” (1942) en Mensaje sin destino y otros ensayos, p. 46. 12 Aquí nos encontramos con una concepción del hispanismo que es ahistórica, existe para Mario Briceño Iragorry una España intemporal, un conjunto de valores que asume como permanentemente inmanentes a su noción de hispanidad. La autonomía y la libertad individual son asumidas en diversos textos de Briceño Iragorry como consustanciales con esa personalidad eterna de España, así como el autoritarismo y la intolerancia son percibidas como herencia coyuntural de los Habsburgo. Esta percepción, que es vital para entender el hispanismo de Briceño, no es de ninguna manera histórica, ni obedece a ningún tipo de realidad histórica. 11

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Mario Briceño Iragorry, el pensamiento nacionalista tiene importantes características que hace viable la modernización de la sociedad venezolana preservando los rasgos que la particularizan. Primero, el nacionalismo tiene una función de movilización, una inmensa capacidad para captar adhesión popular de la naciente ciudadanía urbana, al encontrarse profundamente cimentado en el imaginario venezolano. El “bolivarianismo” de largo aliento y el “nacionalismo petrolero” que se estaba forjando por el discurso político desde la tercera década del siglo XX actúan como elementos aglutinantes. Este rasgo es vital en la política de masas que se desarrolla en Venezuela. Respecto a la capacidad de movilización del discurso nacionalista Mariano Picón Salas establece en 1933 un diálogo fluido con Rómulo Betancourt, entonces joven líder de la naciente izquierda venezolana, todavía imbuido de marxismo. Frente a ese “marxismo tropical” Picón establece una relación utilitaria, comprende el fenómeno de las masas y de las clases sociales, pero rescata del aprismo, al que defiende desde su estadía en Valparaíso y Santiago de Chile, el potencial movilizador del nacionalismo popular. El nacionalismo se convierte de esta manera en una herramienta útil para la movilización y organización política, muy superior en nuestro continente a la idea de la lucha de clases13. Nacionalismo como plan para la acción creadora, no para el aislamiento y la pasividad.

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“Y no olvide Ud., mi querido amigo, que el nacionalismo, el patriotismo en países débiles y explotados como los nuestros pueden ser una fuerza defensiva. Hay que darle, eso sí, otra proyección, otro contenido (...) Ante un caso histórico tan lamentable como el de Hispanoamérica y Venezuela en el momento presente, yo no vacilo en responder: La idea de la Nación está antes que la idea de clases” Mariano Picón Salas a Rómulo Betancourt, Santiago de Chile, 20 de noviembre de 1933 en J. M. Siso Martínez y Juan

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Segundo, el nacionalismo es un factor creador de una forma determinada de nación. A través del uso político del discurso nacionalista, y a través de las políticas del Estado, se impulsan un conjunto de valores y una idea de lo que es el “ser nacional”. Siguiendo las reflexiones de Luis Ricardo Dávila “Hacer la nación” fue uno de los rasgos más importantes del proyecto modernizador de distintas elites venezolanas después de la muerte de Gómez14. Consustancial con esta capacidad creadora del discurso nacionalista se encuentra su capacidad integradora, aspecto que no es solo vital para asumir la venezolanización de la gran masa de inmigrantes que llena las ciudades y los campos venezolanos durante la segunda mitad del siglo XX, sino que contribuye a asimilar también los conflictos internos inherentes a la modernización: la discordia interna. El debate venezolano y la movilización popular urbana de mediados del siglo XX contribuyeron a hacer evidente no sólo las contradicciones del proceso de modernización e industrialización, sino las necesidades sociales y políticas de las nuevas comunidades. El conflicto extendido en las ciudades es visto con cierto temor por Briceño Iragorry, no así por Mariano Picón Salas, quien parece sentirse más cercano a las demandas populares. Mario Briceño Iragorry expresa en su Mensaje sin destino la búsqueda que emprende para resolver una realidad “inarmoniosa”:…“¿cómo unirnos para la defensa de nuestro canon histórico y de nuestros intereses nacionales, cuando pululan las circunstancias que nos conducen a nuestra a la feroz discordia?”15. El discurso Oropesa, Mariano Picón Salas (Correspondencia cruzada entre Rómulo Betancourt y Mariano Picón Salas – 1931 – 1965), pp. 203. 14 Luis Ricardo Dávila, “La nación como voluntad y representación, haciendo la nación venezolana luego de 1936”, en Revista Venezolana de Ciencia Política, pp. 37–58. 15 Mario Briceño Iragorry, “Mensaje sin destino” (1950) en Mensaje sin destino y otros ensayos, p. 103.

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nacionalista se convierte en un cauce común para canalizar el cuerpo de los conflictos, su funcionalidad integradora de la comunidad, alrededor de un imaginario común y de una conciencia de continuidad histórica común que permite la resolución de los conflictos en confluencia colectiva: el nacionalismo evita que la tendencia anárquica disuelva a la nación. La educación nacionalista está íntimamente relacionada con esa creación, y difusión, de un imaginario común y de una percepción de colectividad, con la consolidaciónextensión de la venezolanidad. Mario Briceño Iragorry y Mariano Picón Salas parecen percibir la capacidad del Estado para generar políticas de identidad para modificar, e incluso crear, imágenes “nacionales”. El problema de la educación en un contexto de modernización adquiere sentido en la medida en que la extensión del aparato educativo construya a una nación venezolana y, usando como instrumento importante la preservación de las tradiciones regionales, a la venezolanización de los inmigrantes. La educación dirigida desde el Estado, pero no controlada por el gobierno, tiene para Briceño Iragorry, un importante rol en la defensa de la nacionalidad, papel que se hace más imperioso en los sectores fronterizos. En Aviso a los navegantes (1953), señala que: “Lo mismo en el caso de las fronteras que en el caso de la educación primaria en el campo y las ciudades, he mirado como esencial el problema de la lengua y el problema de la formación nacional del espíritu del niño. Para defender eficazmente una frontera, más útil es una escuela que transmita lineamientos nacionales a la población fronteriza, que un bien provisto puesto de guardias. La Patria es más una idea que un sistema de fuerza. Los puestos armados impedirán la abusiva penetración del extranjero. La escuela arraiga el espíritu de los nacionales y evita su evasión hacia el país vecino…”16

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Mario Briceño Iragorry, “Aviso a los navegantes (tradición, nacionalidad y americanidad)” (1953) en Obras completas (Volumen 8: Ideario político social II (pensamiento nacionalista y americanista)), p. 228.

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La escuela se integra con el discurso nacional, tiene una función generadora de pertenencia a una colectividad común. Para Briceño Iragorry el sistema educativo, fundamentalmente la educación primaria, es el principal instrumento para formar la conciencia del pueblo. La escuela primaria es la ampliación nacional del hogar y la familia, la enseñanza del padre es completada por el maestro:…“que conjuga lo particular de los hogares con lo general del pueblo y la Nación (…) La genealogía restringida de las familias, se disuelve en el gran árbol genealógico que ofrece al pueblo la comunidad de los ancestros morales…”17. Integración de lo particular dentro de lo general, de lo familiar con lo regional y lo nacional en un sentido unificador entre el pasado, los ancestros morales, y el presente, el escenario de la nación moderna. La educación tiene una misión conservadora, como integradora de la comunidad, que parece crecer y fortalecerse en contraposición y en defensa frente a una modernización entendida como extraña. Las olas migratorias provenientes de Europa están ligadas a dos fenómenos, la crisis posterior a la guerra en el Viejo Mundo y el desarrollo industrial venezolano de la década de 1950. La venezolanización de los inmigrantes, asimilación e integración dentro de la dinámica propia de la nación, es una necesidad imperiosa para los autores; en 1947, en medio del trienio adeco, y dos años después de finalizar el conflicto europeo, Mariano Picón Salas señaló las características de esta problemática: “Parece que el país es potencialmente muy rico, y nuestro débil crecimiento demográfico sufrirá un cambio vertiginoso con las gentes que ya están llegando porque escucharon la nueva Leyenda del Dorado (...) Hay que esperar que los inmigrantes que ya comienzan a congestionar las ciudades descubrirán los caminos y bajaran los fosos que, desde esta accidentada serranía central, conducen a una Venezuela más ancha, más desconocida. Entretanto empiezan a oírse en los cafés de Caracas, en los hoteluchos y albergues, todos 17

Ídem, p. 229.

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los idiomas. Las instituciones y servicios públicos, el ritmo tradicional de la vida criolla parece lento y anticuado cuando se le compara con ese impulso foráneo, de intereses económicos, de aventuras y sueños insatisfechos, que parece ceñir nuestras playas. Adaptar a Venezuela esas gentes que vienen y seguirán viniendo; defender, contra los nuevos conflictos de poder y hegemonía que habrán de suscitarse en el mundo, la línea de la nacionalidad (...) es nuestra próxima y más urgente tarea de educación histórica”18

Mario Briceño Iragorry también aborda esa problemática en su Mensaje sin Destino de similar manera, existe una necesidad de, sin rechazar al inmigrante, recibirlo y asimilarlo a la vida del país, un impulso de venezolanización por medio del fortalecimiento de ciertos valores ligados a ciertas tradiciones: ...“el sentido histórico de lo venezolano debería llevarnos, como expresión de dominio interior, a reflexionar acerca de la necesidad de que esa inmensa masa inmigratoria (...) se mezcle y se funda con la masa nacional, no ya por medio de cruces sanguíneos, sino también por su participación en el acrecentamiento de nuestro patrimonio fundamental de pueblo”19

“Cruces sanguíneos”, herencia intelectual del positivismo decimonónico que encontramos en diversos fragmentos de su obra, e integración en el sentido general del pueblo venezolano, conciencia de destino común que se encuentra relacionada con la idea de “pueblo histórico”. La asimilación de los inmigrantes a través de la educación refleja también el mismo profundo temor a la disolución y a la disgregación de la comunidad ante el impacto de las corrientes externas, el miedo a la anarquía y al caos también se encuentra presente en sus reflexiones sobre la integración cultural de la inmigración: “Si los nuevos hombres no son asimilados por nuestro medio físico y por el suelo de la tradición nacional, advendrán situaciones fatalmente difíciles. Proliferaría la anarquía a que es tan inclinado nuestro genio doméstico; se constituirían minorías raciales, con grande riesgo para el ejercicio del propio poder público, o prosperaría un grado eminente y con beneficio de factores extraños, la desagregación que niega carácter a nuestra mente nacional.”20

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Mariano Picón Salas, “Rumbo y problemática de nuestra historia” (1947) en Suma de Venezuela, p. 71. Mario Briceño Iragorry, “Mensaje sin destino” (1950) en Mensaje sin Destino y otros ensayos, p. 102. 20 Mario Briceño Iragorry, “Mensaje sin destino” (1950) en Mensaje sin destino y otros ensayos, p. 103. 19

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Pero en el fragmento precedente de Mensaje sin destino, el pesimismo frente al “genio doméstico” se hace evidente, las características de la sociedad venezolana parecen consolidar, en el pensamiento de Mario Briceño Iragorry, una tendencia a la anarquía, tendencia que se vería reforzada si la homogeneidad supuesta de la sociedad venezolana se convirtiera en una diversidad “racial” disgregadora. En Aviso a los navegantes vuelve a alertar sobre el proceso necesario de asimilación del inmigrante, que los nuevos pobladores comprendan los rasgos determinantes de la nacionalidad. Lo que se convierte también en una reflexión general sobre la asimilación del “progreso” externo. Las líneas que definen a la nación venezolana frente a los otros pueblos deben encontrarse incorporadas a la mentalidad de los venezolanos: “En orden a que los elementos nuevos pueden sumarse fácilmente a nuestro proceso moral de pueblo, se quiere que haya de nuestra parte una actitud previsora que tanto nos defienda cuanto provoque al mismo tiempo la fácil comprensión de nuestro carácter y de nuestro genio por parte de los inmigrantes. Es preciso que el forastero que viene a convivir con nosotros en nuestro viejo hogar nacional sepa qué somos, qué queremos y hacia dónde vamos, para que él pueda ser y pueda querer lo mismo que nosotros y pueda caminar camino semejante al que nosotros hemos venido caminando. Tenemos que ser algo para no ser mañana lo que quieran los distintos y anárquicos grupos de inmigrantes. Debemos ser algo, para ayudar a disolver las contradicciones de los forasteros. Y para saber lo que somos, hemos de consultar nuestro libro de inventarios. Debemos mirar hacia la Historia y hacia la tradición como corazón del tronco donde habrá de injertarse el mundo que nos venga de fuera.” 21

La Historia y la tradición funcionan como un faro y una guía cultural para los inmigrantes, de esta manera una práctica nacionalista requiere una conciencia venezolana de continuidad histórica, el nexo intergeneracional referido anteriormente, que se encuentre presente en las prácticas sociales cotidianas de la comunidad. Que se incorpore la conciencia histórica a la mentalidad venezolana desde el hogar, que se amplíe y 21

Mario Briceño Iragorry, “Aviso a los navegantes (tradición, nacionalidad y americanidad)” (1953) en Obras completas (Volumen 8: Ideario político social II (pensamiento nacionalista y americanista)), pp. 195–196.

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consolide en la educación primaria y se haga evidente en la cotidianidad de la vida venezolana. De allí que su defensa de las formas no es sino un llamado a la densificación histórica de la conciencia nacional, hasta que la densidad permita evitar el caos, la disgregación y la anarquía. El riesgo de que los valores que particularizan una imagen y una conducta del pueblo venezolano sean arrastrados por el proceso de modernización, por la discordia interna y por los nuevos rasgos (anárquicos y disolventes) provenientes del origen heterogéneo de los inmigrantes se encuentra presente en dicha reflexión, no sólo es una geografía “virgen” lo que el país ha de ofrecerle al inmigrante sino un nuevo sentido de comunidad. “Triste sería ofrecer al extranjero una ancha geografía sin sentido humano, donde a su capricho pueda él explotar nuestro trabajo y de donde pueda extraer, con nuestra ayuda resignada, ricos minerales y variados recursos naturales. Con la tierra hemos de presentarle nuestro hombre en su integridad funcional de trabajador y de ciudadano, de creador de riqueza y de creador de cultura. Hemos de enseñarle al venezolano en toda su entidad humana de ayer y de hoy. Y para mostrarle ese venezolano, debemos comenzar por definir en la conciencia nacional los signos que eviten el riesgo de que nuestros valores diferenciales perezcan al empuje arrollador de las formas nuevas. Debemos decir previamente cuáles son los valores de Historia y de cultura que nos dan derecho a mantenernos de pies en medio de los anchos cuadros de la Historia universal”…22

No se convierte este nacionalismo en un rechazo de los rasgos técnicos de la modernización, sino en la búsqueda de asimilación creadora de los mismos. Existe un nacionalismo “mal entendido”, rechazado por Briceño, que pretende negarle a la comunidad el “bienestar material” de la técnica y la ciencia. Para Briceño Iragorry estas técnicas necesitan ser injertadas en la sociedad venezolana de manera tal que contribuyen a ampliar y profundizar la herencia cultural de los mayores, preservando la continuidad histórica de la comunidad.

22

Ibídem.

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…“Si nuestros valores son toscos por falta de pulimento, no parece lo indicado sustituirlos inconsultamente por los valores pulidos que nos ofrezca el forastero, como tampoco resultaría racional que, en razón de un mal entendido nacionalismo, mantuviésemos al pueblo en la devoción de formas culturales sin derecho de pervivencia como factores educativos. Pidamos al forastero que nos facilite los instrumentos de su técnica, para dar con ellos mayor brillo a los valores creados por nuestros padres, más cuidando que el nuevo proceso técnico no desmejore las líneas fundamentales del espíritu ni sea tampoco ocasión de febril renuncia de la sana humildad que aun puede defendernos de los peligros de la improvisada y fascinante riqueza.”23

Para Mariano Picón Salas existe durante el siglo XX la imperiosa responsabilidad histórica de crear la nación, lo que implica crear un pueblo, concebido como unidad y conciencia colectiva, y un “comando”, capaz de unificar las multitudes diversas y otorgarles una dirección y un sentido, para vencer las distancias “morales” que separan a los venezolanos, esto se convierte en la tarea pedagógica de los intelectuales en función de Estado: darle forma a la nueva sociedad24. “Formar pueblo, es decir, integrar nuestra comunidad nacional en un nuevo esfuerzo creador; trocar la confusa multitud en unidad consciente; vencer la enorme distancia no sólo de leguas geográficas sino de kilómetros morales que nos separan a los venezolanos, y adiestrar “comandos”, es decir, hombres que comprendan su tiempo, que se entrenen para la reforma con que debemos atacar nuestro atraso, que tengan voluntad y coordinen sus esfuerzos, son las tareas educativas más presurosas que reclama nuestro país. Junto a la transformación pedagógica, a la necesidad de humanizar y difundir las escuelas y preparar maestros – maestros para Venezuela, es decir, que deben conocer y actuar en un medio y un ambiente precisamente determinado –, la idea filosófica que nos conduzca a alguna parte; que imponga a esta acumulación informe y contradictoria de materias y propósitos que hemos llamado nuestra cultura, un sistema y un espíritu ordenador”… 25

La educación es un mecanismo de integración social en la comunidad nacional, ya que no sólo es necesario venezolanizar a los inmigrantes sino que este proceso de integración y unificación tenía que empezar a realizarse entre los mismos venezolanos. 23

Ibídem. Esta idea no es nueva en Picón Salas, ya en un intercambio epistolar con Rómulo Betancourt en 1933 el intelectual, exiliado en Chile, señalaba que: ...“HAY QUE CREAR ALLÁ UN NUEVO TIPO DE HOMBRE. El morenito romántico con música de Andrés Mata y de Santaella, lunático y bebedor de caña, es un ser sin defensa alguna contra el imperialismo”, Mariano Picón Salas a Rómulo Betancourt, Santiago de Chile, 19 de septiembre de 1931 en J. M. Siso Martínez y Juan Oropesa, Mariano Picón Salas (Correspondencia cruzada entre Rómulo Betancourt y Mariano Picón Salas – 1931 – 1965), p. 168. 25 Mariano Picón Salas, “Notas sobre el problema de nuestra cultura” (1941) en Suma de Venezuela, p. 123. 24

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La educación tiene como objetivo central…“movilizar espiritualmente la nación, de darle (…) la conciencia de su destino y la fe en lo que puede ser y hacer”…26. El compromiso que Mariano Picón Salas asumió respecto a la educación venezolana, que lo llevó al Ministerio de Educación a su regreso de Chile, y que lo condujo a la fundación de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central de Venezuela, lo entendía con una

percepción

conciliadora.

La

educación

tenía

otra

importante

función,

equilibrar…“grupos y comarcas divididas de una misma nación”…27, la conciliación política y social contribuye a encauzar los conflictos y viabilizar las políticas nacionales. Se preservan los rasgos que definen una nación homogénea y se incorporan las técnicas y ventajas de la modernización. En la concepción nacionalista y democrática del poder, significativo es reconocer la importancia que Picón le otorga a las organizaciones y partidos políticos en la construcción y modernización de la nación, la idea de “comando” para el pueblo puede integrarse también en el papel que deberían jugar los líderes dentro de las organizaciones políticas. ...“junto con la idea y la necesidad del “pueblo”, es decir de unidad y coincidencia colectiva, una nación requiere comando. La idea de “comando” indica coherencia, claridad, decisión. Que las aspiraciones y urgencias que vienen de las más entrañables raíces del pueblo se coordinen y unifiquen como en la copa del árbol se corona el esfuerzo de la savia germinal. Que haya voluntades capaces de imprimir a la nación un derrotero y destino, no dejándose llevar por los hechos y navegando en el azar, sino preparando y dirigiendo”28

Además de los intelectuales al servicio de la modernización nacional, los líderes dentro de los partidos políticos de masas pueden bien representar ese comando efectivo 26

Ídem, p. 123. Mariano Picón Salas, “Todavía Sarmiento”, en Viejos y nuevos mundos, p. 293. 28 Mariano Picón Salas, “Notas sobre el problema de nuestra cultura” (1941) en Suma de Venezuela, p. 123. 27

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propugnado por Mariano Picón Salas, podemos usar el término vanguardia, que movilice coherentemente las necesidades populares. De idéntica manera podemos entender este comando como reflejo de la necesidad de establecer una economía dirigida por un Estado democrático, de acuerdo a los paradigmas de la socialdemocracia o del New Deal, se establece como necesidad y requerimiento de la misma sociedad. No se enfrenta el Estado a una resistencia feroz frente al intervencionismo, serán importantes sectores sociales los que solicitarán la cobertura de un Estado que goza de los beneficios fiscales de la renta petrolera. Ambos autores plantean un proceso de modernización nacionalista que, sin rechazar en su totalidad los cambios, asegure una mejor consistencia cultural en el pueblo para asimilar a los extraños sin dejarse arrastrar. He aquí la función integradora y creadora del nacionalismo: se asimila al inmigrante a los valores de la colectividad en que se insertan, en los valores de la nacionalidad. Este nacionalismo, matiene como herramienta fundamental en su expansión y consolidación, al Estado democrático que se buscaba implantar en la Venezuela del siglo XX. Porque el poder creador del nacionalismo propugnado por Briceño Iragorry y Mariano Picón Salas se enlaza fundamentalmente con un cambio en el Proyecto Nacional: la construcción de un sistema democrático en su origen, nacionalista y popular en su funcionamiento e, igualmente nacionalista y popular en su finalidad, lo que puede clarificar los conceptos que ambos autores manejan en sus obras. La institucionalización del Estado Liberal en Venezuela, las formas republicanas, se mezcla con un proyecto mucho más amplio de democracia social. La tensión existente entre la necesidad de

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imponer un orden coherente en el proceso de modernización y la de abrir canales de participación, con las posibilidades ciertas de convertir la democratización en anarquía y desorden determinó diferencias entre ambos intelectuales. Mario Briceño Iragorry expresó una desconfianza general frente a los abusos de poder que implicó la explosión democrática durante el Trienio 1945-48, mientras Mariano Picón Salas mantuvo una posición más optimista frente a las capacidades del régimen democrático para asimilar los conflictos. Después de 1958 ambos intelectuales coincidieron en una nueva esperanza y confianza en la voluntad popular. Una característica fundamental del nacionalismo, siguiendo las obras de los autores, es su potencial de síntesis entre el progreso deseado y las líneas que definen la “personalidad” colectiva. El nacionalismo, de acuerdo a la visiones de Briceño Iragorry y Picón Salas, permite integrar un proyecto de modernización de las estructuras políticas, sociales y económicas de la sociedad venezolana preservando sus peculiaridades “nacionales”. El nacionalismo es concebido de esta manera como un compromiso entre la modernización y la defensa de los valores autóctonos. Integración dinámica entre un proyecto de modernización y la protección de valores concebidos como propios y evidenciados en la tradición. Briceño Iragorry desprende de la defensa de los valores ligados a la tradición el camino del nacionalismo que lo llevará al antiimperialismo. Ya para 1952 el nacionalismo antiimperialista de Mario Briceño Iragorry, teñido todavía de un particular conservatismo, lo acerca a la izquierda política.

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Todo esto nos lleva a plantear, en función de ambos autores, las siguientes interrogantes: ¿Existe una agenda nacionalista y democrática que domina la Venezuela posgomecista? ¿Participan Briceño Iragorry y Picón Salas en la gestación de esa agenda? Hay algunos textos que son fundamentales en ese aspecto. Ya en 1933 Mariano Picón Salas le expone epistolarmente a Rómulo Betancourt puntos centrales de una agenda que se desarrollará como proyecto luego de la muerte del dictador, y sobre la cual nuestro autor evolucionará y profundizará a lo largo de su tránsito intelectual y vital hasta su muerte en 196529: reforma agraria, antiimperialismo, masificación de la educación, incorporación de las masas en el Estado y economía dirigida son líneas lanzadas al vuelo de 1933, que pueden ser seguidas y rastreadas en la evolución de su pensamiento hasta la década de los sesenta. De igual manera el “Ideario Político”30 de Mario Briceño Iragorry, discurso pronunciado durante la campaña electoral de URD para la Asamblea Constituyente de 1952, específicamente el 26 de noviembre, expone la agenda urredista en el marco de un nacionalismo de centro izquierda, evolución evidente de un partido que nació liberal, con una temática que se presenta como un proyecto nacionalista de modernización: gratuidad de la educación, reforma agraria, libertad sindical y derechos de los obreros, mayor participación de la nación en la renta petrolera, preparando el camino para una posterior 29

…“esas tonterías que Ud. me cuenta del APRA no me hacen desconfiar de que nosotros, toda nuestra generación desparramada por el continente, pueda realizar la política creadora, sacada de nuestros propios problemas que espera la nueva América. Anti – imperialismo, realización de la idea nacional americana (los grandes bloques políticos y económicos de nuestros países), reforma agraria, economía dirigida, incorporación de las masas en el Estado no con las pequeñas y esterilizantes consignas diarias, con el torpe materialismo grosero en que vegeta y languidece nuestro proletariado, sino con una vasta idea nacional, con un dinámico sentido de vida colectiva; vasta cruzada educacional para crear los técnicos y los constructores del Estado futuro” Mariano Picón Salas a Rómulo Betancourt, Santiago de Chile, 20 de noviembre de 1933 en J. M. Siso Martínez y Juan Oropesa, Mariano Picón Salas (Correspondencia cruzada entre Rómulo Betancourt y Mariano Picón Salas – 1931 – 1965), pp. 203. 30 Mario Briceño Iragorry, “Ideario Político” en Mensaje sin Destino y otros ensayos, pp. 277–302.

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nacionalización y llamada final a un nacionalismo latinoamericano y a la necesidad de una concordia nacional. Para 1952 las circunstancias imponen cambios importantes en la agenda respecto a 1933, muchos funcionarios del Trienio adeco se encontraban en el exilio, en la resistencia, en la cárcel o en el silencio. Con el fraude de 1952 se descarta, al menos por parte de URD y COPEI, una salida institucional y una transición del régimen militar hacia uno civil de libertades públicas. Mario Briceño Iragorry sale al exilio, a España, en 1953. Lo universal y lo regional, las tensiones del nacionalismo La estructuración de lo nacional, y del nacionalismo inherente, se relaciona con dos tensiones fundamentales que determinan sus límites: su relación con la diversidad interna, con las identidades regionales, y su inserción conflictiva con una globalidad, su relación con lo universal, llámese civilización, capitalismo, cultura o sistema mundial. La doble tensión a la que se somete permanentemente lo nacional no escapa de la reflexión de los autores, ya que se coloca en el centro del debate y de la crítica al nacionalismo. Mario Briceño Iragorry reclama el carácter universal del nacionalismo ligado al antiimperialismo, idea que se consolida en el discurso político contra la dictadura militar en Venezuela. Coloca al nacionalismo en el marco del mismo desarrollo universal del pensamiento occidental. Para Mario Briceño Iragorry, en debate contra quienes acusaban al nacionalismo de encontrarse emparentados con los fascismos europeos, el nacionalismo no se oponía de ninguna manera a una convivencia ecuménica de los distintos pueblos, sino a la dura realidad del imperialismo.

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«La realización del verdadero sentido universal del pensamiento del hombre no está reñida con el crecimiento de los grupos nacionales. El nacionalismo en su verdadera concepción ontológica no implica una posición antihumanista, así se intente confundirlo con las formas agresivas del nazismo alemán. El verdadero nacionalismo, como expresión de humanidad, reclama que se le mire sub specie universalis. El nacionalismo, y vale repetirlo una vez más, representa en el plano de la valoración colectiva, un modo de obrar la personalidad de los pueblos...»31.

Agrega que el nacionalismo que defiende y promueve no se relaciona con aquel…“arisco y exclusivista de los imperios”… 32 sino que promueve una convivencia armónica en materia internacional, ya que…“sin robustecimiento de las pequeñas naciones, no puede llegarse a la anfictionía de países”…33. La posición que Mario Briceño Iragorry asume defendiendo al nacionalismo frente a quienes sostenían la primacía del universalismo tiene un carácter distinto a su defensa que hace de la región, de la Patria chica, como referencia central del desarrollo nacional. La primera es una reacción a las críticas sostenidas en la opinión pública, pero la segunda posición se basa en una vivencia y reflexión sobre la vida de la provincia venezolana. La defensa de la región era consustancial con el progreso general de la nación para Briceño Iragorry: “…creo que jamás sentirá el neto valor y la responsabilidad plena de lo nacional, quien no sienta vigorosamente los vínculos amorosos que lo unen a la tierra nativa. Ni crecerá cuanto es debido la gran Patria, si al deseado crecimiento no precede un esfuerzo por levantar, en función acoplada y conjugante, los valores de las patrias chicas. Todo es mera cuestión de proporciones.”34

Esta idea es constante en el pensamiento de Briceño, no sólo lo encontramos en “Mi infancia y mi pueblo” de 1951, sino que se hace evidente en textos como “Así ha sido mi vida” de 1945, y “Por la ciudad hacia el mundo” de 1957. Un nacionalismo que se 31

Mario Briceño Iragorry, “Por la ciudad hacia el mundo (Pregón y sentido de las fiestas de Trujillo)” (1957), en Obras Completas (Volumen 1: Textos autobiográficos y de la patria chica), p. 363. 32 Mario Briceño Iragorry, “Prólogo” (19 de abril de 1954) en Mensaje sin destino y otros ensayos, p. XIV. 33 Ibídem. 34 Mario Briceño Iragorry, “Mi infancia y mi pueblo” (1951), en Obras Completas (Volumen 1: Textos autobiográficos y de la patria chica), p. 44.

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comprende, internamente, como realización plena de la provincia dentro de la comunidad mayor, y externamente, en oposición al imperialismo y en conjunción con un espíritu ecuménico y anfictiónico. No existe una oposición entre lo universal, lo nacional y lo local. Dentro de la lógica de Briceño Iragorry existe una continuidad entre el desarrollo regional, el progreso nacional y la construcción de una anfictionía de naciones a nivel mundial. En Mariano Picón Salas el nacionalismo está cargado de un sentido universalista, abierto al mundo, pero no se presenta como una reflexión sobre lo regional dentro de lo nacional. En un artículo sobre Alberto Adriani reflexiona sobre el “verdadero” nacionalismo, aquel que sea capaz de adaptar las fórmulas y modelos extranjeros a las realidades autóctonas. Defiende la idea de que el nacionalismo no es un concepto que excluya al universalismo sino que se inserta en el desarrollo general de la globalidad: “El nacionalismo de un hombre moderno (…) tiene que estar cargado de un sentido universalista, en cuanto los países ya no son esas órbitas cerradas, esos misteriosos Tibet de otros tiempos menos veloces; en cuanto cada progreso, cada descubrimiento técnico, alcanza hoy una proyección mundial. El problema de adaptar una fórmula y una experiencia extranjera a nuestra realidad social, es asimismo un problema de cultura – cuya solución no podría esperarse tampoco de gentes ignaras que confunden el tejado de su casa con el centro del mundo”35

Reconoce que la corriente de modernización, el “progreso”, que proviene del mundo industrializado tiene una fuerza expansiva que supera cualquier barrera. El nacionalismo modernizador

derivará

la

modernización nacional de la adaptación de los

descubrimientos técnicos a la continuidad cultural venezolana.

35

Mariano Picón Salas, “Un joven arquetipo” (1942) en Suma de Venezuela, p. 153.

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En el artículo citado existe una crítica general contra el nacionalismo que niega el progreso y pretende cerrar las puertas a las corrientes externas, la xenofobia no se encuentra en la agenda de la modernización venezolana. “El verdadero nacionalismo, el único eficaz, el que puede actuar sobre la circunstancia autóctona para mejorarla y modificarla, no es el de quien se queda absorto mirando el río que pasa por su aldea, sino el del que acude a la experiencia de otros pueblos, a la lección que dan otras culturas, para fecundar y enriquecer el ámbito propio. Nacionalismo y universalismo no son términos excluyentes. Y precisamente porque los métodos y las técnicas de la vida moderna se retardaron tanto en llegar hasta nosotros, necesitamos salir a buscarlos sin ningún prejuicio xenófobo. Sólo imitándolos en lo que tienen de mejor, en los instrumentos y las creaciones que les permitieron acelerar su progreso, podremos aspirar nosotros a competir algún día con las grandes naciones, ser sujetos de la Historia Universal”36

Esto no es sino un reconocimiento a los méritos de la “imitación selectiva” en el desarrollo nacional. Lo técnico y lo cultural puede ser separado racionalmente y asumido previa selección y adaptación de las tecnologías a una unidad cultural de sentido. Utiliza el ejemplo de la Independencia como un proceso que unifica lo nacional con los procesos mundiales37. Rechaza el aislamiento al proclamar un nacionalismo modernizador e integrador, no sólo dentro de la comunidad, sino la inserción dentro de una comunidad mundial de naciones. Aquello que es primordial destacar en esta investigación es el carácter progresista y sintético que asume el nacionalismo en el pensamiento de Mario Briceño Iragorry y Mariano Picón Salas. Atado indisolublemente a la tradición, pero convertido en un programa político coherente de transformación social e institucional, el nacionalismo modernizador se proyecta como síntesis fructífera entre las ventajas de la modernidad 36

Ibídem. …“Una empresa tan entrañablemente cargada de nacionalidad como nuestra Revolución de Independencia, se fecundó y fue posible porque a través de una ideología mundial, descubrieron los hombres de entonces sus soterrados derechos” en Mariano Picón Salas, “Discurso inaugural de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central de Venezuela” (Caracas, 12 de octubre de 1946) en El bien del intelecto, p. 36. 37

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deseada y buscada, y la preservación de los rasgos determinantes de la nacionalidad. Este nacionalismo no sólo protege a la sociedad de la disolución, consecuencia no deseada de una modernidad temida, sino que se convierte en instrumento y proyecto de “progreso” social.

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