\"Nacionalismo, modernización y tradición en Mario Briceño Iragorry y Mariano Picón Salas\" (Capítulo 1)

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Descripción

Capítulo I: rupturas en Venezuela a la muerte del dictador Según Mariano Picón Salas y Mario Briceño Iragorry La época está en crisis porque a presencia nuestra hemos visto destruirse e invalidarse todo un sistema de valores, sin que surja todavía en la Religión, la Moral y la Ciencia, una nueva y coherente ordenación cósmica… Mariano Picón Salas, Crisis, cambio, tradición, p. 27.

A la muerte de Juan Vicente Gómez el 17 de diciembre de 1935, Mariano Picón Salas a sus treinta y cuatro años de edad vivía en el exilio y Mario Briceño Iragorry alcanzaba treinta y ocho y, además, se había desempeñado como funcionario medio dentro de la administración y del servicio exterior del gomecismo1. Esperada por muchos y temida por otros, la muerte del dictador sorprende al primero ejerciendo la docencia en Chile, mientras el segundo había sido designado, junto con Victorino Márquez Bustillos, como miembro de la comitiva fúnebre que acompañaría al dictador durante su último viaje en representación del Estado Trujillo. Mariano Picón Salas había pasado los últimos trece años de su vida en Chile, en un exilio activo al que se vio forzado por razones de economía familiar. Anteriormente había tenido un muy breve paso por la administración gomecista, en 1921 en el cargo de Jefe de Servicios de la Dirección de Política Internacional y posteriormente como Director de Política Económica. Pero razones personales lo sacaron del mundo administrativo y lo llevaron rápidamente de regreso a Mérida, de donde saldría dos años después. En el país austral completará su educación titulándose de profesor de Historia y luego de doctor en Filosofía y Letras en la Universidad de Santiago en 1928. Se había mantenido separado 1

“En mi juventud serví a la dictadura. Sin ninguna formación cívica, tenía que seguir por gravedad de circunstancias el movimiento que me marcaba el propio medio familiar en que me movía. Veinticinco años tenía cuando mi tío político, el Doctor Victorino Márquez Bustillos, entonces Presidente Provisional, me llevó a Caracas y me hizo elegir Secretario de la Cámara de Diputados. (…) Caí en el laberinto del gobierno y serví como sirvieron otros”… Carta de Mario Briceño Iragorry a Ricardo Montilla, Madrid, 25 de noviembre de 1954 en Obras Completas (Volumen 20: Epistolario I), p. 54.

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del día a día de la política venezolana, aunque su epistolario con Rómulo Betancourt refleja también que no se encontraba aislado de la profunda reflexión en torno a la problemática de su país de origen2. El ambiente político de Valparaíso y Santiago de Chile lo había puesto en contacto con algunas ideas radicales, socialistas y anarquistas que habían influido en su inicial conciencia política respecto al caso venezolano. Mario Briceño Iragorry tuvo una carrera mucho más dilatada como funcionario dentro de la burocracia gomecista. Luego de graduarse de Derecho en la ULA en 1920, se incorporó a la Dirección de Política Internacional del Ministerio de Relaciones Exteriores en Caracas. Ingresó además a la docencia en el Liceo Andrés Bello. En 1919 se convirtió en director de Política y encargado de la Secretaría del estado Mérida. Fue secretario de la Cámara de Diputados en 1922. Ejerció el cargo de Cónsul de Venezuela en Nueva Orleáns entre 1923 y 1925. Ese año, luego de regresar a Caracas, se convirtió en doctor en Ciencias Políticas en la Universidad Central de Venezuela. Retornó a Trujillo en 1927 y fue nombrado secretario general del estado, llegando a ejercer interinamente su presidencia. Fue director de la Escuela de Ciencias Políticas un año antes de los sucesos de 1928. Meses después de una breve designación como presidente del estado Carabobo fue nombrado Secretario de la Universidad Central de Venezuela. Se incorporó a la Academia Nacional de la Historia en 1930, ingresando dos años más tarde a la Academia de la Lengua. La relación que ambos intelectuales habían tenido con el gomecismo era desigual: mientras que Briceño Iragorry mantuvo una importante cercanía con el poder, formando 2

Ver Mariano Picón Salas, Betancourt, Rómulo, Siso Martínez, J. M. y Oropesa, Juan, Mariano Picón Salas (Correspondencia cruzada entre Rómulo Betancourt y Mariano Picón Salas – 1931 – 1965), Caracas, Ediciones de la Fundación Diego Cisneros, 2° edición, 1978, 253 pp.

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parte integral de ese conjunto de redes sociales basadas en el origen regional andino, Mariano Picón Salas, relacionado familiarmente con el primero, había mantenido una relación mucho más lejana con dichas redes al encontrarse fuera del país durante más de una década. El primero siempre asumió el peso histórico de su responsabilidad durante el régimen de Gómez, mientras el segundo avanzó sin esa pesada carga. Esta desigual relación con el gomecismo influiría poderosamente en la percepción de la Venezuela que se abre en 1936. Al llegar Eleazar López Contreras a la Presidencia Mario Briceño Iragorry es enviado a San José de Costa Rica como Encargado de negocios ad hoc de Venezuela en Centroamérica y Ministro Plenipotenciario en Panamá y Costa Rica, cargo en el que se mantendría hasta 1941, cuando volvería a colaborar con un antiguo compañero del Ejército, Isaías Medina Angarita. Mariano Picón Salas regresa a Venezuela a fines del mes de enero de 1936, incorporándose tempranamente al debate político e intelectual. Más de una década fuera del país había tenido consecuencias: para algunos aún era considerado un extranjero, la vuelta a Venezuela trae para sí mismo un sentimiento de extrañamiento respecto a las nuevas situaciones. El paralelismo que establece entre Miranda y la generación que vuelve del exilio después de la muerte de Gómez3 es evidencia tanto de ese extrañamiento como de la necesidad de articular un proyecto de reconstrucción que lo 3

“No dejé de vivir a mi regreso a Venezuela (…) el drama de los emigrados que retornan. Microscópicamente era el que sufrió Francisco de Miranda, especie de tatarabuelo trágico de los venezolanos errantes, quienes buscaron fuera del sueño nativo las luces y la libertad que faltaban e inventaron una patria utópica, del tamaño de sus sueños y de su nostalgia. Porque fue tan penosa nuestra historia moderna, en muchas gentes subsiste ese complejo mirandino, o don Francisco revive en alguna de sus mil caras entre sus paisanos trotamundos. Aunque sean muy pocos los que tienen su genio, su heroica tenacidad y su seducción, muchos le imitaron en la errancia, el profetismo y el proyectismo, y sufrieron, también, la reticencia y encono de quienes, por haberse quedado inmóviles en el terrón en que nacieron, no iban a soportar que el recién llegado trajera ideas y pretensiones incómodas”… Mariano Picón Salas, “Regreso de tres mundos” (1959) en Viejos y nuevos mundos, p. 597.

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enraíce nuevamente en su tierra nativa. Para Mariano Picón Salas a principios de 1936…“todos los barcos y aviones que llegaban a Venezuela conducían sus pequeños ‘Miranditas’ con su botín de reformas o revoluciones para transformar la tierra”…4. Aquellos nómadas se enfrentan a una dura resistencia por parte de la inmensa inercia social enquistada, relacionada con: “el explicable temor de que los usos, métodos y hábitos mentales que pudimos adquirir en nuestra peregrinación choquen contra el sistema de defensas y rutinas de los que se quedaron. Aun el compatriota que vuelve, parece demasiado intruso. Traemos excesiva presunción o estamos seguros de que nuestras fórmulas tienen mayor validez que las que practicaron, sin modificación, en su humillado combate con la vida, las gentes que permanecieron”…5

Aquello que con el tiempo recordará como una dualidad vital se plantea a su regreso del exilio chileno, la pasión hacia la actividad política y su vocación pedagógica e intelectual lo colocan en nuevas responsabilidades. La primera lo lleva a incorporarse, junto con Rómulo Betancourt, Prieto Figueroa, Juan Oropesa, Raúl Leoni y otros, como Secretario General del Movimiento de Organización Venezolana (ORVE). La segunda, profundamente relacionada con una concepción de la política que implica también una participación destacada en nuevos programas y proyectos de la administración pública, lo lleva al cargo de Superintendente de Educación Nacional, desde esa posición propuso la contratación de una misión pedagógica chilena para modernizar el sistema educativo venezolano. El conflicto existente entre su pasión política y su vocación intelectual condujo finalmente a un rompimiento con ORVE cuando esta organización declaró su apoyo a la huelga general del 9 de junio de 1936. Un mes más tarde Picón Salas salió para Praga como encargado de los negocios venezolanos en Checoslovaquia, cargo que desempeñó durante menos de un año. 4 5

Ibídem. Ídem, p. 600.

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El destino divergente de Briceño Iragorry y Mariano Picón Salas durante 1936 es sintomático de las distintas, pero finalmente convergentes, percepciones y posiciones que sostuvieron respecto a la política venezolana. Briceño Iragorry se percibía a sí mismo bajo el peso de una responsabilidad mayor respecto al pasado, mientras Mariano Picón Salas avanzó como miembro de las nuevas elites políticas e intelectuales con escasa, o ninguna, relación con los regímenes pasados. Ambos comprendían, de manera distinta, la profundidad de la ruptura que se estaba dando en Venezuela. El diagnóstico que los autores realizan de la Venezuela postgomecista está profundamente imbricado con esa poderosa conciencia de ruptura de época, y con la autoconciencia de formar parte, tardíamente, de una generación destinada a marcar con su huella el futuro de Venezuela, lo que implicaba una responsabilidad adicional. La ruptura no se limita a la transición política, de dictadura a democracia, y económica, de un país agrícola y rural a uno industrial y urbano, sino que se extiende a una importante ruptura ideológica con el positivismo venezolano, protagonista intelectual y legitimador del régimen precedente. A medio camino entre los positivistas y la Generación de 1928, Mario Briceño Iragorry, quién se considera miembro de una generación derrotada y vieja, y Mariano Picón Salas, educado en un exilio sureño, se asumen en misión “pedagógica” y “didáctica” hacia los más jóvenes. Los pocos años de diferencia en edad se contraponen con una diferencia mucho mayor en experiencias que los separan. La imbricación entre la conciencia de ruptura y una importante responsabilidad generacional les otorga un papel de intelectualidad en transición modernizadora, y les

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confiere significativos compromisos formativos respecto al resto de la sociedad venezolana. Esa es la percepción que de sí mismos manejarán durante su vida pública. Con poco más de tres millones de habitantes Venezuela se encontraba en un evidente proceso de transición, la sociedad rural decimonónica, que había sostenido la política caudillista, se urbanizaba bajo la poderosa influencia de la industria petrolera. Luego de la muerte del dictador la estructuración de un régimen democrático liberal se convirtió en el centro de la agenda pública, y el reformismo político gradual y sin traumas profundos se estableció como la vía más deseable para los nuevos gobernantes y para una parte importante de las elites políticas e intelectuales. Asimismo, nuevos grupos veían en los caminos revolucionarios radicales las únicas rutas viables para liquidar los restos del gomecismo, mientras los más temerosos frente a los cambios, muchos de los cuales estaban comprometidos con el Antiguo Régimen, se refugiaban en posturas retardatarias y reaccionarias, levantaban su voz de protesta y alertaban a las redes sociales, de las cuales formaban parte, para detener, o al menos retrasar, los cambios democráticos, pero la efectividad de dichas redes de solidaridad disminuía con las transformaciones que sufría la sociedad. Estaba ocurriendo un importante cambio en los patrones y redes sociales de poder, el compadrazgo tradicional y la solidaridad regional poco a poco cedían espacios frente a los nuevos grupos y modos de organización. Mario Briceño Iragorry y Mariano Picón Salas, emparentados familiarmente, pertenecen a unas generaciones previas a la de aquellos jóvenes que en 1928 alzaron su voz contra la dictadura. Yolanda Segnini señala que la mayor parte de los actores del primer postgomecismo provenían de dos grupos: la Generación de 1918 y la

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“predestinada” Generación de 19286. Briceño Iragorry pertenece a la primera, mientras Picón Salas se ubica a mitad de camino entre ambas. Otra es su experiencia, otra es su percepción respecto a los jóvenes del 28. Crecieron marcados y determinados por el gomecismo, y sus posiciones frente al mismo no son sólo las del analista sino también las del actor, no es un ejercicio únicamente de historia sino también de política. Asumen una posición clara frente a la etapa que se abre en Venezuela con la muerte de Juan Vicente Gómez, considerándola una ruptura histórica de proporciones seculares, un punto de rompimiento entre dos siglos y el inicio de un proceso de importantes transformaciones. La visión que el trujillano tenía del régimen de Juan Vicente Gómez evolucionó desde que, en 1925, pronunciara un discurso en la inauguración del reloj de la Universidad Central de Venezuela. A mediados de la segunda década del siglo XX Juan Vicente Gómez era, para Mario Briceño Iragorry, aquel que había logrado silenciar los sables de la guerra civil en Venezuela, visión común no solo en muchos intelectuales de principios de siglo, sino sobretodo, entre los más importantes representantes del positivismo venezolano: “La gloria de acallar esas trompetas aureola la personalidad benemérita del General Juan Vicente Gómez, quien, héroe de múltiples jornadas, ha sabido cosechar en el huerto de la paz defendida por su heraclida entereza, la oliva simbólica que ensordecería para siempre el metal de bélicas empresas. Y así, Señores, desde la jornada inolvidable de 1903, que la conciencia justiciera del pueblo ha determinado festejar como el día inicial de nuestra paz pública, sólo resuenan cobres marciales en la conmemoración de nuestra gloria epónima, como homenaje a aquella edad de fábula en que los pasos vencedores del Libertador iban marcando la geografía política de América.”7

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Ver Yolanda Segnini, Los caballeros del postgomecismo, p. 77. Mario Briceño Iragorry, “Al reloj de la Universidad Central de Venezuela” (1925) en Obras Completas (Volumen 11: Actuación pública (1925-1958)), p. 8. 7

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Dos décadas después el mismo autor reflexiona en torno al papel que le tocó jugar durante la dictadura. En cuanto al gomecismo releva la responsabilidad del caudillo andino para achacarla a un “estado social en que tuvimos responsabilidad casi todos los venezolanos y cuyo mejoramiento debemos procurar todos por igual.”8. Para 1942 parte del camino había sido recorrido por Briceño Iragorry, su percepción lo ubica dentro de una generación superada y derrotada, que tiene como misión histórica mostrar a los más jóvenes los equívocos más que los aciertos de su conducta, las inconsistencias más que la coherencia: “A nosotros nos corresponde remover piedras y estorbos, y contra los vocablos megalíticos hemos de lanzar agudas y cortantes voces que los horaden y destruyan. Nuestra generación tiene una deuda que saldar con el futuro. Detrás de nosotros vienen jóvenes que esperan nuestra voz curtida de experiencia. Sí, debemos decirle a los cuatro vientos y desde todas las cimas: ‘¡Sed mejores que nosotros, y si aspiráis sinceramente a servir a la Patria, no os conforméis con imitar nuestra insuficiencia!’ Porque nuestra tragedia reside en haber llegado sin llegar. En ocupar sitios que reclamaban mayor aportación de cultura y de responsabilidad. Hemos aprovechado, unos más que otros y sin dolo de nuestra parte, las rutas hacederas en un país sin jerarquías y sin sentido responsable. Somos, debemos gritarlo para que lo aprovechen los jóvenes que nos siguen, figuras postizas que fácilmente se deshacen a los fuertes rayos de la crítica. Es la tragedia de una, de dos, de tres generaciones sin gravedad. Es la farsa de un pueblo a quién se enseñó a calcular como de curso las monedas de chocolate. Nuestro deber con el futuro, nuestra obligación con los hombres que han de sustituirnos en los planes representativos de mañana, es enseñarle nuestros defectos, es mostrarles nuestra pobreza, nuestra falla, nuestro propio dolor torturante. Así ellos podrán mejorar y superarnos. Así aprenderán, por nuestra experiencia sin remedio a llenar los vacíos que nosotros no pudimos salvar”.9

La generación que creció dentro del gomecismo, compartiendo incluso lugares dentro de la administración, se encontraba desnuda frente a la mirada crítica de los más jóvenes. Esta herencia gomecista debía ser liquidada y superada, las transformaciones políticas que se generan a partir de 1936 han de abrir paso a nuevos patrones. La

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Mario Briceño Iragorry, “Ante una infamia” (1945) en Obras Completas (Volumen 11: Actuación pública (1925-1958)), p. 39. 9 Mario Briceño Iragorry, “El Caballo de Ledesma” (1942) en Mensaje sin destino y otros ensayos, pp. 14– 15.

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responsabilidad de las generaciones anteriores con los jóvenes se convierte, a su vez, en un proceso de liberación de los compromisos y ataduras con un pasado que se asume con culpa; tras el arrepentimiento podía venir una redención buscada frente al propio pasado, lo que implicaba una deuda inmensa con el futuro: “Nuestra generación debe saldar esa deuda que viene de atrás. Debe liquidar la herencia que recibimos sin beneficio de inventario. Acaso así gocemos mañana de la satisfacción de sentirnos sin compromisos. Podríamos hasta conquistar una nueva alegría. Dejaríamos de ser hombre en continuo trance de asechanza. Porque ese es y ha sido nuestro mejor ejercicio social: cuidarnos de los otros para no dejar al descubierto nuestra flaqueza, y, claro, embestirles de primeros. Nuestra táctica social, por esta desviación de actitudes, no ha consistido en buscar, para hacerlas útiles, las virtudes de los otros; por el contrario, hemos indagado los defectos de los demás a fin de ver la mejor manera de aprovecharlos en beneficio propio. Toda una técnica de política florentina, a que nos ha conducido nuestra pobreza de formación y nuestra carencia de sentido colectivo de responsabilidad”.10

Pero ¿quiénes eran estos dos literatos de provincia para sumar sus voluntades a esta titánica labor? ¿Quiénes se consideraban a sí mismos? La conciencia de formar parte de una generación predestinada para los grandes cambios que abrirían Venezuela al siglo XX también se encuentra presente en las obras de los autores, aunque ciertamente es más evidente en Mariano Picón Salas, siendo un tanto más joven, o tal vez por su experiencia menos condicionada por formas de vida tradicional, que en Mario Briceño Iragorry. Se formaron intelectualmente en el seno del positivismo tardío venezolano. Laureano Vallenilla Lanz, José Gil Fortoul, Pedro Manuel Arcaya, etc., fueron sus maestros y primeros críticos. La confianza en la fortaleza del progreso y una relación, evidente en el positivismo venezolano, cercana al evolucionismo, había marcado las generaciones anteriores, pero eventos mundiales y nacionales los alejaban de sus mayores, sin acercarlos necesariamente a los más jóvenes.

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Ibídem.

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De igual manera existe en Mario Briceño Iragorry y Mariano Picón Salas una percepción clara de otro tipo de ruptura histórica, durante las primeras décadas del siglo XX, que parece presentarse a un nivel distinto, a escala civilizatoria, el derrumbe del mundo liberal decimonónico luego de la Primera Guerra Mundial y del crac de 1929. De la mano del positivismo el progreso fue hasta entonces la idea fuerza por antonomasia, pero con la Primera Guerra Mundial el mundo liberal quedó herido de muerte. Con el desplome de este mundo los patrones del positivismo también se venían abajo. No sólo se precipita la confianza en el progreso y la tranquila evolución humana sino que se ponen en duda igualmente muchos patrones de ordenación social. De esa crisis finisecular se nutren las diversas corrientes que impactarán, ideológica y económicamente, nuestro país. No sólo serán los grandes trusts petroleros los que pusieron pie en tierra venezolana a fines del siglo XIX y principios del XX, sino también un corpus ideológico en transformación, desde la crítica que, demoledora, ofreció Nietzsche hasta los primeros textos de marxismo tropicalizado por la calenturienta cabeza de algunos jóvenes. De ambas fuentes bebieron Mario Briceño Iragorry y Mariano Picón Salas, el primero asume su predilección por Nietzsche durante su juventud11, mientras el segundo reconoce en 1931 estar formando una conciencia pedagógica que “prepararía para un régimen socialista”…12.

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Ver Mario Briceño Iragorry, “Así ha sido mi vida (Esbozo autobiográfico escrito en el exilio)” (1945), en Obras Completas (Volumen 1: Textos autobiográficos y de la patria chica), p. 107. 12 Mariano Picón Salas a Rómulo Betancourt, Santiago de Chile, 19 de septiembre de 1931 en J. M. Siso Martínez y Juan Oropesa, Mariano Picón Salas (Correspondencia cruzada entre Rómulo Betancourt y Mariano Picón Salas, 1931–1965), pp. 169.

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Esta mutación ideológica golpeará a la generación que formó su pensamiento en el positivismo y en el evolucionismo. Dicha crisis también tendrá una importante vertiente latinoamericana: el arielismo de Rodó mezcla un fortalecido antiimperialismo, frente al mundo anglosajón, con un romántico llamado a la revitalización del hispanismo americano; en esta concepción encontraremos también mucho del conservadurismo de las elites latinoamericanas. De estas nuevas corrientes tomaron nuestros autores parte de su nuevo bagaje intelectual. Mario Briceño Iragorry se enorgullece de sus filiaciones con la ideología de Rodó y su hispanismo antiimperialista tiene marcada semejanza con el arielismo. Sobre la base de la transformación ideológica que se desarrolla, ambos autores ejercerán su crítica a las generaciones precedentes. Los juicios contra el positivismo de sus maestros son marcados y duros13. Briceño coloca en la palestra el pesimismo del positivismo venezolano, anclado en determinismos étnicos y geográficos, impugnando de igual forma la ideología política del gendarme necesario que actuó como cemento legitimador del régimen gomecista. Reflexionando a mediados de la década de los cincuenta, bajo el peso de otro régimen que utilizaba al positivismo como legitimación intelectual, Briceño Iragorry fustiga duramente sus concepciones: …“En cuanto al Estado, los positivistas criollos desembocaron en la grosera teoría de la inferioridad de nuestro medio étnico–geográfico y en el descrédito del mestizaje que forma el corazón del pueblo. Como teoría estatal, sobre los hombres del positivismo descansa la responsabilidad del “gendarme necesario” y de esa tesis

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…“No soy un poco duro con la generación positivista, soy duro. (…) La ciencia positivista ha podido ayudar el progreso de ciertas disciplinas, mas su saldo es desastroso. Para un país como el nuestro, el baño de materialismo positivista fue una verdadera inmersión en agua regia. Todo fue tomado por la disolución.” Mario Briceño Iragorry a Mariano Picón Salas, Madrid, 26 de agosto de 1956, en Obras Completas (Volumen 20: Epistolario I), pp. 111–112.

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pesimista y corrosiva de quienes sostienen que nuestro pueblo no puede dar nada en razón de los falsos reatos que inventaron los deterministas”…14

Varios argumentos se mezclan en las tesis de Mario Briceño Iragorry contra el positivismo venezolano, el trujillano practicaba un catolicismo militante, y una parte importante de las críticas que lanzaba contra la generación positivista precedente se basaba en el daño que el materialismo le había causado a la espiritualidad nacional. Mariano Picón Salas extrae una conclusión de la disparidad entre el positivismo y los conceptos más contemporáneos, ejerce una crítica sobre el evolucionismo subyacente, apelando al peso de la voluntad y la planificación en las transformaciones sociales. El progreso no es algo esperado en pasiva actitud, ya no cabe más la comparación del progreso de las sociedades humanas con la evolución zoológica o con el tránsito a través de las eras geológicas: “Lo que contrasta profundamente el pensamiento histórico de nuestro siglo del positivista siglo XIX es que ya no podemos creer en el progreso de los pueblos por espontánea evolución como la que habrían vivido en sus anales milenarios las especies zoológicas, o por un cambio en las formas de producción como el de aquella bienaventurada sociedad industrial, meta feliz de la Historia, según Spencer”…15

La crítica central contra el positivismo se encuentra, más que en su carácter gradualista, en la negación del papel activo de la voluntad humana. No sólo se convierten estas reflexiones en una crítica a la generación que los formó, la ruptura histórica con el liberalismo político y económico y con el positivismo ideológico tiene consecuencias en las futuras concepciones del Estado y de la política. Mario Briceño Iragorry, ya en funciones cercanas al gobierno de Isaías Medina Angarita y construyendo una estructura política para sostener al medinismo, percibe 14 15

Ídem, p. 112. Mariano Picón Salas, “Pequeño tratado de la tradición” en Crisis, cambio, tradición, p. 56.

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igualmente este cambio, la misma concepción de las estructuras y funciones del Estado se ha venido transformando profundamente durante esta etapa, para 1944: “La propia concepción del Estado clásico ha sido modificada totalmente, y nadie piensa hoy, según enseñaba Say, que el Gobierno ideal ‘sea el más barato y el que actúe poco’ esta situación de reacomodo social ha provocado en el mundo profundas conmociones, con un cortejo de luchas tan profundas como las que Europa presenció cuando hubieron de enfrentarse los derechos de la burguesía contra los supersticiosos derechos de la aristocracia de extracción feudal”…16

El liberalismo clásico, que ya había sido mediatizado por el intervencionismo particular del positivismo, terminó de ceder paso a formas económicas que requerían un nivel mayor de planificación por parte del Estado. El intervencionismo estatal en la economía se consolidó desde el gobierno de López Contreras, luego pasó a convertirse de excepción en norma con posterioridad a 1945. Venezuela desde 1936 no solo se enfrenta a un proceso de modernización industrial y de apertura democrática sino a la transición que la separará de la hegemonía intelectual del positivismo, tránsito que se enmarcaba también en la evolución del pensamiento occidental a principios del siglo XX. La percepción de esta múltiple ruptura, interna y externa, política, económica e intelectual, determinó las posiciones de ambos intelectuales ante las corrientes externas de modernización, y ante el proceso de democratización venezolano. La larga dictadura de Juan Vicente Gómez había terminado por sepultar, junto con los caudillos rurales, a los denominados partidos históricos, al Partido Liberal Amarillo y al Partido Nacionalista. Venezuela se convertía en terreno virginal para la inserción de las 16

Mario Briceño Iragorry, “La libertad económica y la intervención del Estado” publicado originalmente en La libertad económica y la intervención del Estado (Ciclo de conferencias organizado por el Partido Democrático Venezolano del 5 al 22 de septiembre de 1944), Caracas, Tipografía La Nación, 1945, pp. 136. Tomado de Pensamiento político venezolano del siglo XX, “Gobierno y época del Presidente Isaías Medina Angarita, los partidos políticos 1941-1945”, p. 74.

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nuevas ideologías y de los nuevos discursos políticos (fascismo, socialismo y comunismo), y así las masas de un país en proceso de urbanización se convertían en objeto propicio para la movilización. Mucho más que un cambio de gobierno, incluso más que un cambio de régimen, Briceño Iragorry percibe que la explosión popular que saquea las casas de destacados gomecistas y se lanza a las calles de Caracas anuncia el parto de una nueva época, en Los Riberas, su única novela, señala que: “En pocos días había cambiado la faz de la República. Comenzaba un nuevo orden en todo. Venezuela había despertado de su amplio letargo. Los presos estaban libres. A los desterrados se les abrieron de nuevo las puertas de la Patria. Los mítines, las columnas de los periódicos, las transmisiones radiofónicas, los rostros mismos del pueblo, daban testimonio de que con el General Gómez habían sido sepultados, también, los rudos medios hasta entonces empleados para gobernar. Venezuela creyó que al ser echados al mar los antiguos instrumentos de tortura, jamás reaparecería el tormento como sistema de defensa de la autoridad. Si los enemigos de Gómez holgaban con el tránsito, tanto como ellos, o quizás más, holgaban quienes, siendo leales al forzado compromiso con el Caudillo, en el interior de la conciencia sufrieron la tragedia de verse al servicio de un orden que juzgaban injusto.”17

Ante este poderoso cambio de prácticas de poder en la sociedad venezolana ¿qué pasa con los andinos que colaboraron con el Antiguo Régimen? ¿Cómo reacciona esa inmensa y densa red da solidaridades familiares y de compadrazgo formadas al amparo del ejercicio del poder? Mario Briceño Iragorry se encontraba inmerso en el seno de esa red y su conciencia activa reconoce la profundidad del drama de su generación. Pero el gomecismo tendría un proceso de agonía más largo de lo que anunciaban las comunicaciones oficiales. Mario Briceño Iragorry reflexiona sobre el papel histórico que

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Mario Briceño Iragorry, “Los Riberas” en Obras Completas (Volumen 12: Obra Literaria I Narrativa), pp. 465–466.

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le tocó jugar a Eleazar López Contreras, en una reflexión que realizó sobre el PDV en 1944 recordó que: “Es preciso no olvidar que una dictadura no se liquida con el último turbio de la noche anterior. Es necesario no perder de la cuenta que en Venezuela, si bien había una fresca voluntad de marchar hacia la democracia, existían, y aún superviven, fuerzas pugnantes por el regreso a los regímenes de hecho. Además, y ello se abultó en demasía durante el quinquenio lopecista, el individualismo que venía frenado durante la dictadura, surgió erizado de aspiraciones y de pequeños intereses y a la par de él, nuestra inexperiencia cívica y el miedo a ideas que llegaban por vez primera a nuestro suelo, crearon un clima de desconfianza y de zozobra que cerró en muchos el sereno discernimiento de los hechos. Hubo errores, hubo desaciertos, hubo titubeos, pero, en cambio, López cumplió su cometido. Parteó la muerte. Es la suya figura histórica con su puesto ya definido en los anales de la política de Venezuela…”18

“Partero de la muerte” del antiguo régimen, idea recurrente en Briceño Iragorry, evidencia del gradualismo reformista que lo caracteriza, el gobierno de López Contreras se convierte en el puente de unión entre el gomecismo, agónico como estructura de gobierno, y la construcción de una Venezuela moderna19. El gomecismo sobrevive entre algunos grupos temerosos que proclaman la necesidad de nuevos regímenes de facto, así como el individualismo disgregador se convierte en una consecuencia, perniciosa y no deseada, del proceso de apertura. A los ojos de Briceño Iragorry, Venezuela parece encontrarse desde 1936 inmersa en un huracán de cambios, algunos considerados positivos y deseables, como la 18

Mario Briceño Iragorry, “Sobre el PDV” (1944?) en Obras Completas (Volumen 18: Textos inéditos y ensayos dispersos II (Economía, política, religión y temas jurídicos)), p. 64–65. 19 “En cierta oportunidad califiqué al general López Contreras de “partero de la muerte”. Hubo en el país una revolución permanente contra el régimen de la dictadura, más esa revolución solo logró triunfar por la muerte del general Gómez. Aquello fue un alumbramiento fúnebre. Al general López tocó la misión de salvar la República de una lucha que habría sido asoladora y que hubiera puesto al país en difíciles condiciones. El quinquenio lopecista representó un tránsito, un puente, una escapada en que chocaron distintos y opuestos intereses políticos y sociales y en que el Presidente intentó mantenerse en una posición de fiel de balanza, más propia de filósofos que de políticos. Tirios y troyanos aún censuran, unos con justicia otros sin razón, los altibajos de la política de López Contreras, pero creo que la historia al juzgar mañana la obra que cumplió en el país, hará justicia a quien, entre escollos, llevó la República hasta hacerla desembocar en el régimen presente…” Mario Briceño Iragorry, “Sobre el PDV” (1944?) en Obras Completas (Volumen 18: Textos inéditos y ensayos dispersos II (Economía, política, religión y temas jurídicos)), p. 64.

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republicanización de la política, otros percibidos con infinita desconfianza, la emergencia del individualismo y la propagación de nuevas ideologías. La industrialización y la urbanización quebranta las viejas solidaridades, el individualismo se convierte en una consecuencia indirecta de los cambios económicos y tecnológicos, es allí donde el impacto de las corrientes externas se hace sentir en la vida cotidiana. Frente a esto Briceño Iragorry reacciona con reserva. Los factores extrínsecos influyen poderosamente en dichas transformaciones. Las corrientes externas de transformación están determinadas por la muerte de un viejo mundo y la construcción de nuevas percepciones y sensibilidades, aún en formación, durante las primeras décadas del siglo XX. El impacto que se recibe en una Venezuela, aún mayoritariamente rural, es distinto en las diversas regiones del país, conforme su cercanía con los puertos de entrada de las nuevas corrientes. De igual manera, los cambios ideológicos penetran con mayor profundidad en aquellos que tienen las herramientas para acceder a estos nuevos conocimientos, es decir, acceden a estos aquellos que superan la barrera de la alfabetización. En Venezuela, hasta mediados del siglo XX, la gran mayoría de la población era analfabeta, su susceptibilidad frente a las transformaciones contemporáneas no vino de la mano de las letras sino de las técnicas, es allí donde la modernización golpeará con más violencia las formas tradicionales de vida. De acuerdo con la percepción de Mariano Picón Salas, durante la mayor parte del siglo XIX las flujos ideológicos del mundo “rebotaban” en Venezuela, situación que se trocó a partir de la segunda década del siglo XX cuando el país se encontró, gracias al

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impacto de la industria petrolera, bajo la influencia directa de las fuertes corrientes de pensamiento mundiales, aspecto que señaló en 1947, en “Rumbo y problemática de nuestra historia”: …“Los grandes choques y corrientes espirituales del mundo ya no rebotan en Venezuela como en un país aislado, de relativa insignificancia dentro de la economía universal (…) desde que en 1920 el petróleo comenzó a sustituir al café y al cacao como producto dominante; desde que un capitalismo técnico y financiero pesó en la vida del país; desde que la política mundial con sus nuevas místicas se hizo sentir en las discusiones públicas, habíamos dado el salto tremendo y, sin duda, arriesgado que nos separaba del siglo XX”…20

La influencia ideológica externa es más fuerte conforme la sociedad se encuentre sometida a las corrientes económicas mundiales. De acuerdo a la presente visión de Picón Salas la entrada económica de Venezuela al mundo del siglo XX, por vía de la industria petrolera, es previa a su incorporación ideológica, pero actúa como factor propiciador de la misma. Interesante es reflexionar sobre los valores y prácticas que Mariano Picón Salas considera como característicos del siglo XX, pueden referirse estos a las organizaciones e ideologías europeas o bien a los “beneficios” del capitalismo industrial contemporáneo que aún no habían llegado a la mayor parte de la población venezolana. Posiblemente de allí se deriva su reiterada concepción de que con la muerte de Gómez es que Venezuela se incorpora al siglo XX, es decir, a la expansión de los beneficios sociales y/o a la extensión de la ciudadanía democrática. Si bien el derrumbe de las certidumbres del liberalismo y del positivismo, la ruptura externa, es observada con un interés distante, y la emergencia de las nuevas ideologías y concepciones es percibida con algún nivel de desconfianza por parte de ambos autores, 20

Mariano Picón Salas, “Rumbo y problemática de nuestra historia” (1947) en Suma de Venezuela, p. 71.

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las transformaciones que se abren paso en la Venezuela política, la ruptura interna, son asumidas con un creciente optimismo. Se convierte la superación del gomecismo, concebido como pérfido atraso, en el compromiso ineludible de una generación. Ante el anuncio en 1936, por parte del Presidente Eleazar López Contreras, del “Programa de Febrero”, Mariano Picón Salas señaló la necesidad de construir un nuevo país sobre las ruinas del antiguo régimen, la necesidad de “hacer la nación que el gomecismo nos dejó dividida y hasta rencorosa”21. La superación del estancamiento de la sociedad venezolana implicaba, primeramente, un esfuerzo de diagnóstico de los dramáticos problemas y, posteriormente, la planificación de un nuevo proyecto nacional. En su texto más conocido, escrito en 1963, reconoce una percepción que, sobre la Venezuela de 1935, se tenía entre una nueva elite venezolana: “A pesar de los automóviles, quintas y piscinas, de la plutocracia y de la magnitud que ya adquirían las explotaciones petroleras, la Venezuela en que al fin murió Gómez, en 1935, parecía una de las inmóviles provincias suramericanas. (…) Diríase que en la inteligencia, creación e inventiva poco habíamos adelantado en los largos ochenta años que ya nos separaban de la Guerra Federal. No era solo la ignorancia y pobreza del pueblo, la vasta necesidad que invocando a Santa Rita o a Santa Bárbara, abogados de los imposibles, venía de la inmensidad silenciosa, sino también la ignorancia y el abuso de quienes en tres décadas de tiranía se convirtieron en clase dirigente. Muchos de los malos sueños y la frustración del país se fueron a enterrar también aquel día de diciembre de 1935 en que se condujo al cementerio, no lejos de sus vacas y de los árboles y la yerba de sus potreros, a Juan Vicente Gómez. Se le comparó con Harem-El Rashid porque contaba apólogos de la más oriental invención y no distinguía entre el tesoro público y el tesoro privado, y a Luis XI porque sabía anular y deshacerse, con gran tronco que erigimos para detener las aguas de la Historia, o, en el símil de los llaneros, el cocodrilo apostado en la boca del caño”…22

La sociedad venezolana, a la luz del presente texto, había sufrido un estancamiento abismal que la separaba de los progresos contemporáneos. Un estancamiento que había

21

Mariano Picón Salas, “Un programa de gobierno”, publicado inicialmente en El Universal, 22 de febrero de 1936, pp. 1-5, tomado de Pensamiento político venezolano del siglo XX, documentos para su estudio, Tomo VIII, Volumen IX, N°25 “Gobierno y época del Presidente Eleazar López Contreras, la versión de la prensa (1936-1941)”, p. 102. 22 Mariano Picón Salas, “La aventura venezolana” (1963) en Suma de Venezuela, p. 13.

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significado una dramática separación entre la experiencia de las grandes mayorías y los beneficios que la tecnología y el desarrollo social y político habían traído desde otras latitudes. De allí que Mariano Picón Salas sostuviera que la muerte del dictador abrió a Venezuela al mundo del siglo XX: “Podemos decir que con el final de la dictadura gomecista comienza apenas el siglo XX en Venezuela. Comienza con treinta y cinco años de retardo. Vivimos hasta 1935 como en un Shangri-La de generales y de orondos rentistas que podían ir cada año a lavar o intoxicar sus riñones en las termas y casinos europeos; o, por el contraste, en una fortaleza de prisioneros y en el descampado del espacio rural –llano, montaña, selva– donde el pueblo hacía las mismas cosas que en 1860; sembraba su enjuto maíz, comía su arepa y su cazabe; perseguía una vez al tigre y a la serpiente, o escapaba de las vejaciones del Jefe Civil”…23

Dicho estancamiento social no se remitía únicamente a los treinta y cinco años del régimen castro-gomecista sino que, como queda reflejado en el texto, venía del final de la Guerra Federal. El tiempo parece detenerse por más de ochenta años para gran parte de la sociedad, fenómeno que no se evidencia únicamente en la vida urbana de la capital sino, aún más, en la cotidianidad rural del interior del país. Podemos observar en este texto el reconocimiento de la diferencia de ritmo social entre la urbe en trance de modernización, sometida a las más diversas corrientes tecnológicas industriales y sede de nuevas y poderosas clases sociales en formación, frente al campo rural donde el tiempo sigue los lentos patrones de la naturaleza. A pesar de la ruptura proclamada frente al positivismo una poderosa herencia ideológica traspasa a la corriente intelectual, el proyecto venezolano en la tercera década del siglo XX sigue siendo el “progreso”, la “civilización” y la modernización frente al gomecismo, que representa, en lo social, en lo político y en lo económico, el atraso, la barbarie. La reconstrucción de las instituciones republicanas anquilosadas y destruidas, 23

Ídem, pp. 13-14.

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viejo proyecto liberal decimonónico, se inserta en la modernización profunda de las estructuras económicas y sociales, con la industrialización, proyecto que asume su forma más sólida durante el siglo XX. Las características de la modernización de la economía venezolana fueron objeto primordial de la reflexión ensayística y epistolar de ambos intelectuales, al igual que las consecuencias sociales que, en el país como totalidad, generaban la industrialización y la explotación petrolera. La extensión de esta industria tuvo un efecto poderoso en la economía y en la sociedad venezolana, más allá del problema cuantitativo de la población laboral ocupada directamente en la explotación del recurso minero, sus repercusiones tuvieron un efecto importante en los patrones culturales y poblacionales de los venezolanos. Con la llegada de las compañías petroleras una corriente cultural de raíz estadounidense penetra con fuerza en las “enclaves” petroleros y, desde allí, va irradiando su influencia por caminos y trochas hasta subir a las montañas y alcanzar los valles. Frente a esta corriente externa de modernización también reaccionarán nuestros autores. El inicio de la presidencia de Eleazar López Contreras trae para Mariano Picón Salas un vuelco, incluso del ordenamiento social venezolano, que prometía ser mucho más profundo que las transformaciones del siglo precedente, la riqueza petrolera era un elemento dinamizador que contribuía con esta profundización de los cambios: “Ahora, a la muerte del tirano, otra vuelta del destino: la riqueza petrolera que nos hacía crecer y progresar aún contra nosotros mismos, la ruptura del antiguo cuadro estático de nuestras viejas clases sociales, aseguraba un cambio más hondo que el que siguió a la caída de los Monagas, de Guzmán Blanco, de Cipriano Castro”…24

24

Mariano Picón Salas, “Regreso de tres mundos” (1959), en Autobiografías, p. 241.

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Ante la profundidad de las transformaciones la responsabilidad de los intelectuales en la modernización del Estado era percibida con fuerza, Mariano Picón Salas ha sido un exiliado y su educación la completó en tierras extrañas. Su retorno, como una persona muy distinta del joven merideño que abandonó el país trece años antes, trajo consigo un cúmulo de nuevas responsabilidades. Es con el gobierno de Eleazar López Contreras que se abre para Picón Salas un: “apasionado lustro en que después del silencio tiránico de casi cuatro décadas surgió en Venezuela una vocación de libertad y de democracia; se palparon y descubrieron graves problemas del país; se fue restableciendo un perdido estilo de convivencia jurídica; varias generaciones y grupos preteridos reclamaron su anhelo de incorporarse a la política nacional; se hizo presente la necesidad de un Estado y una Administración con sentido técnico frente a la otra arbitraria y sorpresiva, que hasta entonces prevaleciera”...25

El elogio al presidente de la República está basado en el reconocimiento que este realiza sobre los jóvenes intelectuales al enfrentarlos a la apertura de nuevos proyectos, a nuevas ideas de modernización de la vida venezolana. Los grandes problemas que tiene que acometer la elite política venezolana requerían la participación activa de los intelectuales, y es López Contreras el que permitió dicha participación en un clima de mayor libertad y bajo la égida de una conciencia “republicana”. La responsabilidad del intelectual parecía ser percibida por el nuevo régimen y por la nueva política, el hombre de ideas podía escapar del destino trágico que, en épocas pretéritas, tornaban estéril su labor: ...“Son los méritos de un gobernante los que ahora permiten que los intelectuales venezolanos estudiemos tales problemas y no permanezcamos en cualquiera de las dos posiciones, igualmente trágicas, que reservaran para la inteligencia nacional

25

Mariano Picón Salas, “1941” (1940) en Suma de Venezuela, p. 421.

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los pasados regímenes: la del adulador palaciego o la del perseguido lleno de amargura y desesperanza”.26

El ejercicio de la responsabilidad del intelectual está relacionado con aquello que el poder político permite, no solo los espacios que tolera sino también los proyectos y planes que estimula determinan el protagonismo real del intelectual. La realización práctica, en hechos concretos, de las nuevas ideas de modernización de las estructuras del Estado es la labor comprometida del intelectual, la relación entre éste último y el poder político es cercana y simbiótica. La apertura política y la democratización, presionadas desde la sociedad y permitidas tímidamente desde el poder a partir de 1936, son el centro del proyecto de modernización en la Venezuela postgomecista. La modernidad se ha establecido como la meta buscada por el proyecto nacional desde la separación de España, pero se convierte en una modernidad también temida cuando se presenta con el ropaje de la industrialización y la democracia. El problema de la identidad a preservar en un mundo en transformación será objeto de reflexión y de debate por parte de la generación que sufre y promueve dicha modernización. En el pensamiento de Mariano Picón Salas y Mario Briceño Iragorry el intento de resolver las contradicciones que este proceso genera, luego de la muerte del dictador, los lleva a plantearse los elementos de la sociedad a modernizar y las tradiciones a preservar.

26

Ídem, p. 422.

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