Murcia: una ciudad del siglo XI.

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Descripción

VERDOLAY REVISTA DEL MUSEO DE MURCIA

Región de Murcia Consejería de Cultura y Educación

REVISTA DE VERDOLAY N~ 8

Director: José Miguel García Cano

Consejo de Redacción: Emeterio Cuadrado Díaz Antonino González Blanco M .a Angeles Gutiérrez García (Bellas Artes)

Museo de Murcia Arqueología C/. Alfonso X n9 5. T elf.: 23 46 02 Bellas Artes C/. Obispo Frutos n2 12. T elf.: 23 93 46

Intercambios y correspondencia: C/. Alfonso X ne 5. T elf.: 23 46 02 M UR CIA 1996 ISSN 1130-9776 D .L . M U-1506-1991

Diseño: Tropa

Realización e impresión: Imprenta Regional

Oinochoe ibérico con decoración vegetal y un gran camasie. Tumba 213 de la Necrópolis ibérica del Gabecico del Tesoro. Verdolay (Murcia).

VERDOLAY REVISTA DEL MUSEO DE MURCIA

1996

INDICE

NUCLEOS, LASCAS Y SITIOS ARQUEOLOGICOS. ASPECTOS SOBRE VARIABILIDAD LITICA Y PALEOAMBIENTAL EN EL PALEOLÍTICO MEDIO DEL SURESTE HISPANO M. López Campuzano

LAS CISTAS DE LA EDAD DEL BRONCE DE SALVATIERRA DE TORMES (SALAMANCA) Julio González Alcalde * Iñaki García Navajo-Ubierna

TERRA SIGILLATA PROCEDENTE DE BAÑOS DE FORTUNA (MURCIA), EN EL MUSEO DE ELCHE (ALICANTE) Josep Montesinos i Martínez

S(OCIETAS) M(ONTIS) F(ICARENSIS) NOTA SOBRE LA INSCRIPCIÓN C ILII 3527 (MAZARRÓN, MURCIA) María José Pena

EXPORTACIÓN Y COMITENTES DEL SARCÓFAGO ROMANO DE ÉPOCA IMPERIAL Montserrat Clavería

MURCIA: UNA CIUDAD DEL SIGLO XI Juan Antonio Ramírez Águila • José Antonio Martínez López

SISTEMA ELECTRÓNICO DE DIBUJO ARQUEOLÓGICO. UN NUEVO MÉTODO DE REPRESENTACIÓN GRÁFICA Luis A. García Blánquez

EL GRAN CICLO PICTÓRICO DEL SIGLO XVII EN SANTA EULALIA DE TOTANA, SANTUARIO DE LA ENCOMIENDA DE SANTIAGO. HISTORIA, AUTORÍA, ESTILO E ICONOGRAFÍA José C. Agüera Ros

PROCESO DE RESTAURACIÓN DE LA ESCULTURA «CHISTO DEL REFUGIO» Francisco Javier R em al Casanova

LEGADO NATAL EN LA TESTAMENTARÍA: JAIME BORT UN ARQUITECTO NACIDO E\ COYES DE VINROMA (CASTELLÓN) Magín Arroyas Serrano

MURCIA: UNA CIUDAD DEL SIGLO XI.

VEKDOLAY W" 8 MURCIA

Págs. 57 - 75

Juan A ntonio Ram írez Aguila José A ntonio Martínez López

En los últimos años, la imagen que se había venido forjando sobre el origen y desarrollo de la Murcia islámica está cambiando sustancialmente para quienes excavamos en su subsuelo. Hasta hace relativamente poco tiempo, a la hora de abordar el crecimiento urbano de la ciudad tan só­ lo contábamos con muy escasas referencias documentales v su correspondiente interpretación historiográfica. Esto va a cambiar sustancialmente desde mediados de la anterior década que ha supuesto para Murcia un desarrollo consi­ derable de las intervenciones arqueológicas en el casco ur­ bano, aportando nuevos e imprescindibles elementos a la discusión. La publicación de una parte de los resultados ob­ tenidos, aun ofreciendo datos parciales a nivel individual, nos muestra una imagen nueva al intentar obtener una vi­ sión de conjunto, pues indudablemente la Arqueología ofre­ ce una información directa imposible de obtener por otros medios. La posibilidad de cotejarla con otras fuentes de in­ formación abre vías a nuevos planteamientos hasta hace poco insospechados. Con esta breve contribución queremos presentar una hipótesis de trabajo actualizada sobre el proceso de desa­ rrollo urbano de Murcia entre los siglos X al XIII, centrada en un punto de inflexión que tiene lugar en el siglo XI, tan importante que nos ha llevado a escoger un título para nues­ tro análisis que, a priori, puede resultar sorprenderite(1).

BREVE HISTORIA DE LA INVESTIGACIÓN. Los primeros datos sobre el urbanismo de la ciudad is­ lámica de Murcia proceden, lógicamente de aquellos que aún pudieron contemplar sus restos en pie, el más durade-

ro de los cuales fue, sin duda por su solidez y entidad, la muralla que durante siglos la defendió. Su descripción más antigua, dejando a un lado la propia documentación de ar­ chivo que su mantenimiento y posterior amortización ge­ neró, sería la de Ginés de Rocamora y Torrano, contenida en mi manuscrito inédito (tal vez perdido para siempre) re­ dactado en 1593(2). Como la de Francisco Cascales publi­ cada en 1621 (CASCALES, 1775; 334), o la posterior de Hermosino Parrilla, también inédita pero fechada hacia 1734 y conocida a través de reprodu cciones y citas parcia­ les^, proporcionan descripciones del trazado de la cerca, su aspecto, dimensiones, y sobre todo localizan y enume­ ran el nombre de sus puertas. Más escueta es la informa­ ción que ofrece Bernardo Espinalt, exclusivamente referi­ da a las puertas del recinto que se conservaban hacia el ter­ cer cuarto del siglo XVIII (ESPINALT, 1778; 18-19). Sin embargo, años después un autor anónimo publica en el Co­ rreo de Murcia una interesante historia de la ciudad donde describe con bastante detalle sus murallas y cuantos restos considera del periodo islámico, dando una preciosa infor­ mación sobre la muralla del arrabal de la Arrixaca que aún hoy continúa siendo la más desconocida (CORREO. 1792). También el canónigo Lozano por las mismas fechas reali­ zó una detallada descripción del perímetro murado (LO­ ZANO, 1794: II, Dis. IV, 134-138), refiriéndose asimismo a la muralla del arrabal aunque confundida con la de la inadina (LOZANO, 1794; 137), pero descuida la informa­ ción aportada por Al-Idrisi, al cjue conoce y cita como «El Nubiense». En el siglo XIX, desaparecidos ya los restos más visi­

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Para una. visión más amplia del proceso evolutivo de la ciudad de Murcia desde su fundación hasta la conquista cristiana, puede verse nuestro tra­ bajo titulado: REFLEXIONES EN TORNO A LA EVOLUCIÓN URBANA DE MADINATMURSJYA (MURCIA). Actas delXXIVCongreso Nacional de Arqueología (e.p.). 28 al 31 de octubre de 1997. Cartagena.

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ROCAMORA, Ginés (s.p.). Varios Apuntamientos Eclesiásticos, Políticos e Históricos de la, Ciudad de Murcia. Citado por el Padre ORTEGA (1959; 186 a 189). PARRILLA, Hermosino (s.p.). Fragmentos historíeos, ecclesiasticosy se­ culares. Madrid. Real Academia de la Historia, manuscrito inédito, c. 1734. Tomo XI de la Col. Vargas Ponce (PEÑA VELASCO, 1992).

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bles del periodo musulmán, los cronistas se sirven del re­ cuerdo de los contemporáneos o de los autores citados pa­ ra describir el perímetro amurallado, como Félix Ponzoa (1845; 22-23) o Fuentes y Ponte (1872: 31-35). Sin em­ bargo será Amador de los Ríos el primero que intente es­ bozar una imagen nítida de lo que debió ser la Murcia is­ lámica en el momento de su conquista (1889; 320-340, 414-416, 422-425, 435-454, 4 6 2 -4 7 0 y 486-492), paralo cual dispuso ya de los primeros textos árabes conocidos so­ bre Tudmir, publicados por ( ’assiri 4;, y los estudios de Con­ de® y otros arabistas®, así corno algunos inéditos hasta en­ tonces. Fue él quien se ocupó por primera vez de otros m o­ numentos islámicos de la ciudad, como los baños de la ca­ lle Madre de Dios, e incluso de los alrededores, como los castillos de Monteagudo y de Larache o La Contraparada. Por otro lado, sus conocimientos de la lengua árabe le per­ mitieron estudiar y traducir cuantas lápidas y monedas en­ contró. Es sin duda el primer autor que delimita las dis­ tintas zonas de la ciudad, la madina, sus arrabales, las mu­ rallas que los envuelven, los alcázares, mezquitas, etc., y fue quien divulgó la fecha y acontecimientos de la funda­ ción de Murcia. Ya a principios del siglo X X aparecerá la magnífica obra de Gaspar Remiro sobre la Historia política de la Mur­ cia musulmana, donde no se ocupa para nada de las evi­ dencias materiales de la misma, pero sí aporta toda la in­ formación de los textos árabes conocidos hasta entonces (GASPAR, 1905). En 1934 ve la luz la obra postuma de Frutos Baeza so­ bre Murcia y su concejo basado fundamentalmente en la documentación conservada en el archivo municipal donde trabajó (FRUTOS, 1934), por lo que sus aportaciones son más valiosas para la etapa bajomedieval e indirectamente para la etapa musulmana. A lo largo de todo el siglo X X se irán publicando nue­ vos textos árabes, como los de Al-Himyari, con los cuales, imidos a la documentación cristiana del archivo municipal, Torres Fontes elaborará primero una aproximación al rei­ no musulmán de Murcia en el siglo XIII (TORRES FONTES, 1952-53) y unos años después su ya clásica contri­ bución titulada El recinto urbano ele Murcia islámica., de obligada consulta. Se fija aquí por primera vez y con la ma­ yor precisión posible, la extensión de la ciudad en el último momento de la presencia islámica, sus principales edificios e instalaciones, ubicación, etc., hasta el punto que la obra sigue estando vigente en su mayor parte. Poco después, a raíz de las excavaciones en la Plaza de Santa Eulalia realizadas por M. Jorge Aragoneses entre 1963 y 1964, también él aporta una descripción del recmto urbano, más somera y apoyada en los testimonios y es­

tudios que venñnos enumerando (JORGE, 1966; 19-51). Conocidos así los dos extremos que delimitan la in­ vestigación sobre el urbanismo de la ciudad islámica, el he­ cho puntual de su fundación en 825 y el estado de desa­ rrollo alcanzado en el momento de su conquista en 1243/1266, se intentará suplir la falta de datos sobre el amplio periodo intermedio con un aparentemente lógico crecimiento sostenido y continuado a lo largo de una línea ascendente que llevaría de uno a otro extremo en cuatro­ cientos años. Se parte del supuesto de una fundación ofi­ cial con todos los medios al alcance del poder central, acep­ tando la existencia de una primera muralla, una alcazaba, la mezquita mayor, baños, y todo lo que la ciudad islámi­ ca necesita para ser tenida como tal. Esta visión quedará plasmada en el magnífico análisis de conjunto de Rosselló y Cano (1975; 20-21, 28-29), y más recientemente por Flores Arroyuelo (1989), Molina Molina (1992; 114-116) o los estudios de Navarro Palazón apoyados en hallazgos arqueológicos (NAVARRO y GARCIA, 1989), quien a su vez ofrece el más reciente «estado de la cuestión» sobre el desarrollo urbano alcanzado por la Murcia islámica (NA­ VARRO y JIMÉNEZ, 1994). Pero la excavación de Aragoneses había aportado un nuevo e interesante dato: la cerca islámica de Murcia, la descrita desde hacía siglos por eruditos y estudiosos, no po­ día fecharse más allá del siglo XII y se disponía sobre unas instalaciones anteriores del siglo X -XI destinadas a cemen­ terio, espacio que tradicionalmente se ubica a las afueras de las ciudades y junto a los caminos de acceso (JORGE, 1966; 102-103). Este hecho indicaba, a juicio del autor, la existencia de mía muralla anterior de perímetro mucho menor que el de los siglos XII y XIII (JORGE, 1966; 102). Tal idea fue recogida y desarrollada por García Antón, quien propondrá un trazado hipotético para la misma (GARCÍA ANTÓN, 1980a; 16) reforzado tras el hallazgo en la calle de San Nicolás de restos de alfares del siglo X, actividad también típicamente periurbana (GARCÍA ANTÓN, 1989-90; 202. - 1993; 20-23). Como fecha de su construcción sugiere el tiempo de las primeras taifas, a me­ diados del siglo XI (GARCIA ANTÓN, 1989-90; 202). Este ha sido a grandes rasgos el desarrollo de la hipó­ tesis de trabajo en la que hasta ahora nos hemos venido apoyando y que ha condicionado las intervenciones ar­ queológicas en la ciudad. Sin embargo, los hallazgos que éstas proporcionan no siempre han respondido a dicho planteamiento, lo que hace que en la actualidad sea nece­ saria una exposición de conjunto de los datos obtenidos y la revisión de los acontecimientos históricos en que se en­ marcan.

EL DESARROLLO URBANO A TRAVÉS DE LA ARQUEOLOGÍA. (4) (5) (6)

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GASSIRÍ, Michel (1760-1770). Bibliotheca Arabico-Hispana Escurialensis, 2 t. Madrid. CONDE, José Antonio (1820). Historia de la dominación de los Arabes en España, 2 t. Madrid. Entre 1840 y 1843, Pascual de Gayangos había publicado en Londres su traducción parcial en dos tornos de la obra de Al-Maqqari, titulada The Historyr o f the Mohammedan Dynasties in Spain. En 1851 Dozy publicó ya el primer dato conocido sobre la fundación de Murcia en su traducción del al-Bayan al-Mugrib de Ibn cIdárí. Y en 1860 se publica el Kitab alBuldan de Al-Ya'qúbi por De Goeje. Etc.

El gran número de solares excavados en el casco an­ tiguo de Murcia durante los últimos 10 ó 12 años, mues­ tran un panorama nuevo y bien claro de lo que fue la ciu­ dad de los siglos X al XIII, sin embargo no se ha encontra­ do hasta el momento evidencia alguna que pueda conside­ rarse con claridad como anterior a dicho lapso. A través de

sucesivos planos con la localización por periodos cronológi­ cos de los restos descubiertos hasta hoy (figs. 1 a 5)(7), vamos a analizar cual ha sido la evolución del entramado urbano de Murcia, que tiene su referencia clave en el siglo XI.

Figura 1: Hipótesis de la fisonomía del emplazamiento de Murcia hacia los siglos I X -X , sobre plano actual.

Condicionantes del emplazamiento. Además del clima, tres son los elementos físicos que han marcado el desarrollo de la ciudad desde su fundación, todos existentes previamente (fig. 1): 1. El relieve, constituido por una amplia llanura alu­ vial que proporciona comodidad al asentamiento, posibili­ ta su expansión y facilita las comunicaciones. 2. El río, con un papel desigual debido a sus dos ver­ tientes: una positiva, como elemento de vida y defensa na­ tural, y otra negativa por sus peligrosas avenidas. Condi­ ciona el área de crecimiento por tres de sus flancos, Oeste, Sur y Este. Su trazado evidencia un progresivo desplaza­ miento del extremo occidental del meandro sobre el que se asienta Murcia, mientras que el extremo oriental sufrirá menos variaciones hasta el acortamiento del meandro de La Condomina en 1667 (ROSSELLÓ y CANO, 1975; 60), fruto de la desigual influencia que uno y otro extremo ejer­ cieron sobre la ciudad. Su seguimiento resulta muy difícil por tratarse de zonas urbanizadas desde la Edad Media, pe­ ro algunas excavaciones proporcionan testimonios indirec­ tos de su evolución, así como el trazado de algunas calles del casco antiguo, lo que nos lleva a proponer la evolución que representamos en las figuras 1 a 5. En el momento de la fundación el río debía discurrir paralelo a la calle de San Nicolás, a unos cuantos metros de su flanco occidental, determinando el trazado de este anti­ guo camino como veremos en el siguiente punto (fig. 1); pe­ ro hacia el siglo X debía discurrir más al Oeste, paralelo a las calles de la Olma, Acisclo Díaz, Mariano Girada y Sagasta (fig. 2), lo que se pone de manifiesto con motivo de las periódica riadas que asolarán la ciudad. Esto es lo ocu­ rrido en 1424, cuando las aguas tendieron a buscar el va-

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Lo* solares excavados en Murcia se indican con trama negra sobre estas fi­ guras. según las diversas fases cronológicas de los restos descubiertos en ca­ da uno. Para nuestro estudio nos basamos fundamentalmente en las exca­ vaciones publicadas, aunque nos apoyamos como complemento en los re­ súmenes de las Jomadas Regionales de Arqueología citados en nota al pie.

lie que es de parte de fuera de la dicha gibdat, desde la puerta de Gil Martínez fasta la puerta del Acot/ue'^. Es en­ tre los siglos IX-X cuando se documentan los alfares más antiguos, ubicados entre la ribera izquierda y el camino de Toledo (calle de San Nicolás). La urbanización de esta zo­ na durante el siglo XI y el desplazamiento de los alfares ha­ cia el Oeste indicarían también un desplazamiento del río, que bien pudo discurrir entonces siguiendo el trazado ac­ tual de las calles Palomarico, San Luis Gonzaga, Juan de la Cabra y Federico Balart hacia el Mercado de Verónicas (fig. 3). Pero sabemos que a principios del siglo XII, cuan­ do Al-Idrísí menciona ya el arrabal murado de La Arrixaca, el río transcurría paralelo a los actuales Carril de las Torres(9) y calle del Entierro de la Sardina (figs. 4 y 5), como dejará plasmado el trazado de dicha muralla reflejado en el plano de Juan Bautista Balfagón en 1653(10). Sucesivos malecones bajomedievales y posteriores terminarán por desplazarlo hasta su cauce actual (ROSSELLO y CANO, 1975; 60-61). •3. Por último la red de caminos que con los años y las nuevas necesidades se irá haciendo más compleja y densa, pero la principal debe de tener su origen antes del estable­ cimiento de la nueva capital (fig. 1). Cuatro son las direc­ ciones que la orientan, condicionadas por la red viaria an­ tigua (RAMÍREZ ÁGUILA, 1993): hacia el Este el camino de Orihuela, que por las actuales calles de San Antonio, Mariano Vergara, Puerta de Orihuela y Melilla, conducía hasta la ciudad homónima y de ella al puerto de Alicante, por un lado, y hacia Valencia y el resto de Europa por otro; al Norte se dirigía el mencionado camino de Toledo que lle­ vaba a la meseta y el Norte de la Península, discurriendo por las actuales calles de Jara Carrillo, San Pedro, San Ni­ colás, Mariano Girada, Acisclo Díaz, San Antón y Miguel de Cervantes; hacia el Oeste va el camino de Lorca y An­ dalucía, el cual nace del anterior; finalmente hacia el Sur el camino que llevaba al puerto de Cartagena desde el Puente Viejo, por la calle de Cartagena hasta la de las Ba­ rreras, con una variante que se dirigirá también hacia Lor­ ca por el Camino Hondo. De las vías enumeradas, el trazado de dos de ellas es­ tá condicionado por la disposición del río, a cuyo primiti­ vo curso responden; nos referimos al camino de Orihuela, que debe evitar el meandro de La Condomina, y al cami­ (8)

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Pregón de ll-IV -1424. A.M.MU. TORRES y CALVO, 1975; 3.3. Estos autores creen que tal tramo del foso sería en realidad el «probable fragmen­ to de un meandro abandonado que ceñiría la ciudad por su parte occi­ dental, al que volvían las aguas en las avenidas». Estamos de acuerdo con esta suposición, pero creemos que en el meandro original la circulación de las aguas debía ser a la inversa, de Norte a Sur, aunque tan poca pen­ diente tendría la llanura por la que discurría que al construir el foso del sistema defensivo de la medina se cambiaría intencionadamente el senti­ do de las aguas (figs. 2 y 4). Cuyo nombre hace referencia a que de antiguo estuvo jalonado por las to­ rres de la cerca de la Arrixaca. Proyecto de reparación de la cerca de la Arrixacá de San Antolín, fechado el 20 de diciembre de 1653. A.M.M., leg. 2748. Publicado por GARCÍA ANTÓN (1993; 234), cuyo traslado en la fig. 85 (p. 235) sobre el de Farias no nos parece del todo satisfactorio, pues el de Balfagón coincide exac­ tamente con las antiguas calles de Torres y de La Hiedra (hoy del Entie­ rro de la Sardina), por donde discurría un antiguo malecón (ROSSELLO y CANO, 1975: 61, citando el manuscrito inédito de Emilio Arévalo y Mar­ co, D e los Anales del Segura. Archivo de la Confederación Hidrogáfica del Segura). Inexplicablemente, el trazado propuesto en el plano adjunto a la obra por J. NAVARRO PALAZÓN (Murcia en el s. XIII. Plano arqueoló­ gico) es aún más desacertado.

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no de Toledo que hace lo mismo por el otro extremo del meandro, en las calles de San Nicolás. Mariano Girada y Acisclo Díaz, para superponerse a la Rambla de Espinardo en la actual calle de San Antón. Los demás caminos que atraviesan el río tendrán también su punto de paso en fun­ ción de la variación del curso del mismo, pero el resto de su recorrido no parece que debiera cambiar en esencia. Las evidencias arqueológicas. Los primeros hallazgos arqueológicos que com en­ zaron a producirse desde los años 60 y se intensificaron a lo largo de la década de los ochenta, llevaron a plan­ tear dos momentos diferentes para la construcción de la muralla de la madina que no han sido vinculados a un momento de especial desarrollo urbano o demográfico, sino a su crecimiento natural. Aragoneses (1966; 74, 75 y 82) y García Antón (1993; 2 4-25) proponen el perio­ do almorávide, a comienzos del siglo XII, mientras que Muñoz Ainilibia (1987; 1176) y Navarro Palazón (1991; 19) lo sitúan más tardíamente, bajo el gobierno de Ibn Mardanish, aunque este último termina por inclinarse hacia la fecha propuesta por Aragoneses y García Antón en un trabajo más reciente (NAVARRO y JIMENEZ, 1994; 171). Hoy sabemos que la cerca es una estructura muy compleja, con múltiples actuaciones sobre ella que la transformarán constantemente hasta su desaparición. Las diferencias cronológicas obtenidas en algunas inter­ venciones se deben con frecuencia a la presencia de tales reparaciones o reformas, no siempre diferenciables ar­ queológicamente. Tal pudo ser el caso de la profesora Muñoz Amilibia en una de las intervenciones pioneras, donde debió vencer múltiples dificultades ajenas a lo ar­ queológico. Pero veamos cual es el panorama actual de los datos aportados por las excavaciones urbanas dentro de un orden cronológico. HALLAZGOS ANTERIORES AL SIGLO XI (fig. 2).

primer siglo de la Murcia islámica'11'. Nosotros pensamos que el núcleo fundacional, de carácter eminentemente militar, se ubicó donde más tarde estaría el alcázar (fig. 1 y 6), punto sobre el que confluyen todos los caminos, en cuyas cercanías se ubicará la mezquita aljama y donde prácticamente no se han efectuado excavaciones arqueológicas(12). Por el contra­ rio el resto del casco antiguo, sobre todo en las zonas más próxunas al antiguo curso del rio, cuenta con numerosas inter­ venciones de urgencia que llegan a niveles aparentemente es­ tériles a partir de los siglos X u XI. Así pues el punto de par­ tida para el posterior desarrollo de la ciudad de Murcia sería un recinto fundacional realmente reducido, de menos de 10.000 m2 que es lo que cubre aproximadamente el alcázar. Para la segunda mitad del siglo X, contamos ya con algunas evidencias de una arquitectura residencial de cier­ ta entidad. Así en la calle de Polo de Medina, bajo los ni­ veles de un cementerio del siglo XI, aparecen los restos de una gran mansión islámica de época presumiblemente califal, dotada de una gran sala Norte con pórtico y una alberca en el patio (POZO, 1992; 413-414). Muy cerca de la catedral, en la calle de la Fuensanta, se ha podido excavar un gran complejo residencial de características palaciegas edificado en la segunda mitad del X sobre unos 820 m2 (BERNABÉ y LÓPEZ, 1993. GUTIÉRREZ, 1996; 274)(13>. Las excavaciones realizadas hasta ahora entre estos luga­ res no proporcionan restos tan antiguos, lo que implica un vacío constructivo en estas fechas que pondría en eviden­ cia un paisaje de mansiones semicampestres o almunias, rodeadas de huertas y jardines(14). Solamente en las proxi­ midades de la calle de San Nicolás parece existir hacia la segunda mitad del siglo X un cierto caserío agrupado en torno a un área de talleres industriales, como indican los ejemplos de casas excavadas en la calle de Mariano Gira­ da (JIMÉNEZ, 1993), o más recientemente en la Plaza de Santa Catalina(15). A lo largo del camino de Toledo se extiende por esas fechas una zona en la que abundan los hallazgos relacio­ nados con la alfarería y en menor medida con otras activi­ dades artesanales (área rayada en oblicuo sobre la fig. 2). Bajo el llamado Cementerio de San Nicolás se excavó un testar y parte de su horno con un periodo de funcio­ namiento que va de la segunda mitad del siglo IX a prin­ cipios del XI (NAVARRO, 1986. - 1987. - 1990. NAVA­ RRO y GARCÍA, 1989; 255-272, GUTIÉRREZ, 1996; 346-348). Otras intervenciones en las proximidades mues­ tran un panorama similar (BERNAL, 1995. GALLEGO,

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Figura 2: Hallazgos arqueológicos anteriores al siglo X I y su interpreta­ ción sobre plano actual.

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Son realmente escasos y todos encuadrables en el siglo X, siendo totalmente desconocidos hasta ahora los restos del

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Solamente algunos materiales del Alfar Antiguo de Sari Nicolás podrían llevarse a finales del siglo IX. pero no están asociados a estructuras de ha­ bitación (NAVARRO PALAZÓN. 1986. NAVARRO PALAZÓN y GARCÍA, 1989; 324-327. GUTIÉRREZ, 1996; 274 y 345-349. Tenemos noticia de alguna intervención en este área durante los años 70, pero careció del suficiente rigor y sus resultados se han perdido. Un tanto más alejada, en la calle Pinares, parece situarse una gran man­ sión de entre 550 y 600 m2 que podría fecharse en el mismo momento (MANZANO et alii, 1993). La fecha de fundación nos la proporcionan Bernabé y López (1993; 8) a través de un pequeño sondeo, por lo que es poco segura. En las inmediaciones de la Catedral se han encontrado conducciones de agua, (BERNABÉ y LÓPEZ, 1993; 19). BERNABÉ GUILLAMÓN, Mariano. Plaza de Santa Catalina - c/. Mar­ quesa - d . Gavacha (Murcia). Resúmenes de las VIII Jornadas de Arque­ ología Regional (en lo sucesivo se citarán como J.A.R.). Murcia, 1997, p. 56-57.

1993) 16 que se prolonga hacia la calle v plaza de San Pe­ dro. donde se recogen materiales de desecho procedentes de un alfar que rebasaba los límites del área excavada (GA­ LLEGO y RAMÍREZ, 1993. CASTILLO, 1996). En conjunto, a lo largo del siglo X Murcia se va con­ formando urbanísticamente en torno a la vieja fundación omeva rodeada de importantes residencias dispersas en sus inmediaciones, propiedad de los funcionarios de la adminis­ tración central y la vieja aristocracia local que tan impor­ tante papel jugará en la centuria siguiente. En la parte occi­ dental. a orillas del río se desarrolla tm barrio de artesanos ífundamentalmente alfareros) cuya ubicación es idónea ya que se dispone sobre la rivera de tm meandro del río que en­ tonces pasaba muy próximo y cubría las demandas de agua. Su posición periférica es típica en las ciudades, evitando los molestos ruidos, olores o la contaminación de los humos, pa­ ra lo que se cuidaban de ubicarlos en la dirección hacia la que soplan los vientos dominantes, que en el caso de Mur­ cia son los del Este con diferencia (SOUSA, 1985; 33-36). Cabe preguntarse a quién van destinadas las produc­ ciones de estos talleres cuando la población en esos momen­ tos parece muy escasa. La respuesta está en el tipo de pro­ ducto que se fabrica y en el papel que estos talleres juegan dentro del territorio. Junto a los útiles tradicionales de raíz tardorromana se elaboran finas lozas idénticas a las que se fabrican en la corte cordobesa en esos mismos momentos, lo que hace indudable que sus primeros clientes serían los pro­ pios funcionarios estatales (de gran poder adquisitivo), los te­ rratenientes, pero sobre todo las gentes del territorio sobre el que Murcia ejerciera su influencia, quienes debían sentirse anaídos por imas producciones tan bellas y diferentes a las locales, cumpliendo así con la función islamizadora para la que Murcia había sido creada (GUTIÉRREZ, 1996; 274). En cuanto a la supuesta muralla taifa o califal, de exis­ tir dejaría fuera de su perímetro esta zona que, paradójica­ mente, es donde se producen los hallazgos más antiguos. HALLAZGOS DE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XI (fig. 3 )(17).

Continúa en pleno funcionamiento el área industrial o artesanal más o menos donde mismo había estado a fina­ les del siglo anterior o ligeramente desplazada hacia occi­ dente, aunque incluso conocemos la localización de un nue­ vo hom o y sus testares en la calle Capitán Cortés (MUÑOZ, 1992). Pero donde sí se aprecia un salto cuantitativo es en el hábitat doméstico o residencial; observando la figura 3 (trama de puntos) vemos como proliferan ahora las vi­ viendas a lo largo de los principales ejes viarios ya descri­ tos: el camino de Toledo y el camino de Orihuela. En este último podemos citar el cementerio que se ubica a su lado, en la Plaza de Santa Eulalia (JORGE, 1966)(18), y también las casas descubiertas en la cercana Plaza Amores, las cua­ les sitúan el poblamiento inicial de la zona en los primeros decenios del siglo XI(19), como en la calle Marengo(20) o en la calle Raimundo de los Reyes, donde aparece otro edifi­ cio de grandes dimensiones (RERNABÉ, 1994)(2I). Las vi­ viendas en este momento se prolongan hacia el Oeste por Polo de Medina (POZO, 1992), Plaza de Belluga, Frenería (FERNÁNDEZ y LÓPEZ, 1993) y siguen en funcio­ namiento las de Plaza de Santa Catalina y calle de Maria­ no Girada junto a la zona artesanal, sobre la que parece que va avanzando el caserío. Esto indicaría la construcción de la casa de calle de San Nicolás n" 27 sobre unas antiguas instalaciones alfareras (BERNAL, 1995; 322). Dentro de dicha zona, en los años sesenta y con motivo de la cons­ trucción del actual Hotel Majesty, frente a la iglesia de San Pedro, apareció mi tesorillo compuesto por veintiún dina­ res y medios dinares fechados entre finales del periodo ca­ lifal y primeros momentos de las taifas, que debe ponerse en relación con tan turbulento periodo, y que habla de la prosperidad alcanzada por estas actividades artesanales(22). Entre las líneas de crecimiento de este momento hay que incluir el cauce de la Rambla de Churra, hacia donde se alargaría el parcelario a juzgar por los resultado de las intervenciones en la Plaza de Europa (MANZANO, 1995b; 358) y en la calle Selgas (LÓPEZ MARTÍNEZ, 1993), aunque por la parte central del área de crecimiento, el lí­ mite hacia el Norte no alcanza aún el eje marcado por la actual calle de la Platería, donde se documenta en este pe­ riodo la existencia de vertederos, es decir, un entorno periurbano(23). Pero no podemos hablar aún de la muralla de la ciu­ dad. Restos tan antiguos no aparecen por ninguna parte y son ya muy numerosos los solares que se han excavado en

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Figura 3: Hallazgos arqueológicos de la primera mitad del siglo XI e hipótesis evolutiva del poblamiento. (16) (17)

FERNANDEZ GONZÁLEZ, Francisco V. C/. San Nicolás 15 - C/. Cortés. Resúmenes de las IVJ.A.R. Murcia. 1993, p. 32. Hemos situado en este grupo aquellos hallazgos (pie se fechan de mía ma­ nera amplia entre finales del siglo X y principios del XI.

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BERNABÉ GUILLAMÓN, Mariano. Plaza de Santa Eulalia, 1-3 (Murcia). Resúmenes de las VIIJ.A.R. Murcia, 1996, p. 38 y 39. BERNABÉ GUILLAMÓN, Mariano. Plaza Amores, 3-5. Resúmenes de las IVJ.A.R. Murcia, 1993 p. 33. PUJANTE MARTÍNEZ, Ana. Calle Marengo 12 (Murcia). Resúmenes de las VJ.A.R. Murcia, 1994, p. 21-22. LÓPEZ MARTÍNEZ, José Domingo. Calle Marengo 8 (Murcia). Resúmenes de las VIIJ.A.R. Murcia, 1996, p. 40-41. BERNABÉ GUILLAMÓN, Mariano. G/. Raimundo de los Reyes 5 y 7 (Murcia). Resúmenes de las VIJ.AJR. Murcia, 1995, p. 32. El ocultamiento está formado por 21 piezas de oro cuya cronología va des­ de un dinar de Al-Hakem II, de ^66 y ceca Medina Azahra, hasta otro del Imam Yahya de 1030 y ceca Ceáta. Las monedas se encuentran en el Mu­ seo de Murcia, Sección de Arqueología, debiendo agradecer a su director, D. José Miguel García Cano, la información sobre el hallazgo y las facili­ dades para su consulta. NAVARRO PALAZÓN, J. y JIMÉNEZ CASTILLO, P. C/. Platería 14-18. Resúmenes de las III J.A.R. Murcia, 1992, p. 24.

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todo el casco histórico (fig. 5). por lo que la conclusión no puede ser otra: en estos momentos Murcia es una ciudad abierta que no tiene más murallas que las de su viejo alcá­ zar omeya. quizás para entonces ya reedificado. No debe extrañarnos esto, pues también Valencia era hasta el siglo XI una ciudad agrícola, sin murallas y dispersa entre huer­ tas y acequias a la que llamaban «la ciudad de la tierra o el polvo» (RUBIERA, 1985; 30). Y conocido es el caso de Santarén, que aún en el siglo XII no tenía murallas (TO­ RRES BALBÁS, 1985; 445). Las edificaciones (las casas) son amplias, regulares en su planta, siempre con tendencia cuadrada en tom o a pa­ tios solados con losas de piedra metamórfica, para los más pequeños, y con andenes perimetrales y amplios arriates los mayores. En cuanto a los materiales y técnicas constructi­ vas empleados son de indudable procedencia local. Se tra­ zan cimentaciones en zanja con manipostería realizada al­ ternando hiladas de piedras con tongadas de mortero. So­ bre esta base y desde el nivel de los suelos interiores de mortero y solera de fina arena fluvial, se levantan los alza­ dos de adobe o tapial que luego se enlucen con yeso o mor­ tero. y a veces se acaban con motivos decorativos pintados en rojo. La piedra o el ladrillo sólo aparecen en las canto­ neras de los vanos como refuerzo de unos muros de factu­ ra tan endeble. La piedra se usa en forma de sillarejo de arenisca trabado a soga y tizón, y el ladrillo es de dimen­ siones mucho mayores que el que se generalizará en los si­ glos XII y XIII. Comienzan a denotarse las directrices que regirán en el futuro el urbanismo de la ciudad, que se harán más visiblen en el siguiente periodo. En cuanto a las posibles causas de esta aceleración en el desarrollo de Murcia hablaremos más adelante de ellas, al tratar sobre el contexto histórico del momento. LOS HALLAZGOS DE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGUO XI (fig. 4).

gicamente aún no ha podido ser fijado con precisión el m o­ mento exacto de su fortificación, pero desde imas prime­ ras fechas en tomo al siglo XII (JORGE, 1966; 74. MUÑOZ AMILIBIA, 1987; 1175. NAVARRO PALAZÓN, 1987; 319. MANZANO MARTÍNEZ, 1993a; p. 308. BERNABÉ GUILLAMÓN, 1993; 326), se va retrasando cada vez más hacia la segunda mitad del siglo XI (BERNABE y MAN­ ZANO, 1995; 312.), e mcluso hasta mediados (BERNABÉ, 1996; 466). Uno de los sectores más interesantes para el es­ tudio de su construcción y datación es el que discurre pa­ ralelo a la calle de Cánovas del Castillo, aunque por el in­ terior de su flanco Norte, ya que en diversas excavaciones se ha comprobado cómo la cerca, al igual que ocurrió con el cementerio de Santa Eulalia, corta y se dispone sobre unas viviendas anteriores que se pueden fechar con cierta aproximación. Así ha ocurrido en la calle Raimundo de los Reyes n° 5 y 7(24), y calle Marengo n° 12
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