MOVIMIENTOS SOCIALES EN EL ÁREA MEDITERRÁNEA: EL CASO DE LOS MOVIMIENTOS DE OCUPACIÓN EN ROMA Y NÁPOLES

July 1, 2017 | Autor: Gabriella Punziano | Categoría: Naples, Squatting, Urban Squatting
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Descripción

MOVIMIENTOS SOCIALES EN EL ÁREA MEDITERRÁNEA: EL CASO DE LOS MOVIMIENTOS DE OCUPACIÓN EN ROMA Y NÁPOLES1. Panel 3 – Movimientos sociales

Davoli Chiara Departamento de Ciencias sociales y económicas - Universidad de Roma "Sapienza". [email protected]

Punziano Gabriella Departamento de Ciencias sociales - Universidad de Nápoles “Federico II”. [email protected]

Resumen: Este artículo analiza los movimientos de ocupación de dos ciudades italianas: Roma y Nápoles. A través de una metodología de tipo cualitativo, en él se describen la historia, principios, prácticas, estrategias, organización formal e informal y la relación con las instituciones de los movimientos de la lucha por la vivienda romanos y de la Campaña napolitana de fin habitacional “Magnammece ‘o pesone” (Comámonos el alquiler). Tras una breve consideración sobre el contexto socioeconómico italiano y una reconstrucción histórica de las luchas por la vivienda, se describen y comparan las prácticas de ocupación para reflexionar sobre el significado que éstas adoptan en la actualidad neoliberal. El estudio de los movimientos urbanos activos en dos ciudades del área mediterránea europea intenta enriquecer las perspectivas teóricas y el conocimiento hacia una adecuada comprensión de las formas de activación y de participación desde la base de la colectividad.

Palabras clave: movimientos sociales, ocupación de viviendas, espacios urbanos, Roma y Nápoles.

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Chiara Davoli ha escrito los párrafos 1, 2, 3 y 3.1. Las conclusiones han sido redactadas junto con Gabriella Punziano, autora del párrafo sobre la realidad napolitana (3.2). Parte de las reflexiones contenidas en este artículo nacen y actualizan estudios y observaciones precedentes (Davoli, 2012, 2014a, 2014b; De Falco C.C. e Punziano G. 2013). La traducción del artículo es de Lucía de las Casas Flórez.

1.Introducción Las ocupaciones de vivienda son una práctica principal que caracteriza la lucha urbana llevada a cabo por los movimientos del derecho a la vivienda. Por eso tiene que ser analizada “dentro de la profunda transformación de las relaciones entre producción y consumo, entre economía y Estado, entre la esfera político-pública y la esfera individual-cultural” (Castells, 1981, p. 9). De hecho, ya en los años sesenta, las ocupaciones de casas en las principales ciudades italianas dejaron de ser una práctica aislada o de tipo polémico-conflictual, pasando a ser una acción conflictiva y organizada a través de una movilización colectiva (Daolio, 1974; Della Pergola, 1974). En esos años el problema de la casa golpeaba principalmente a los “excluidos”, es decir, a individuos en situaciones socioeconómicas graves. Hoy, el riesgo de encontrarse en una situación de vulnerabilidad (pérdida del trabajo, alargamiento de las hipotecas, imposibilidad de permitirse un alquiler o el mantenimiento de una casa) afecta a gran cantidad de población. Como observan numerosos expertos (E. Morlicchio 2012; T. Kazepov e D. Carbone 2007; C. Saraceno 1999), desde 1945 hasta la actualidad, el aumento de la vulnerabilidad social y de las nuevas formas de pobreza está directamente relacionado con el debilitamiento de tres principales ámbitos de la vida social: las redes familiares y comunitarias, el mercado de trabajo y el sistema de protección social. Hoy, aproximadamente un cuarto de la población de la Unión Europea está en riesgo de caer en la pobreza y la exclusión social. Los países más afectados son los mediterráneos y los del este de Europa2, es decir, precisamente los que tienen mayor desigualdad en la cantidad de ingresos3. En Italia, como en otros países del Mediterráneo, los cortes en los gastos públicos sociales y sanitarios, han aumentado en los últimos años. Asimismo, las escasas tutelas y protecciones colectivas hacen que enteros grupos sociales se vuelvan vulnerables. Los contratos laborales flexibles están sustituyendo progresivamente a la vieja forma de trabajo indeterminado y de jornada completa, haciendo que las trayectorias laborales y la planificación familiar sean cada vez más inestables. El sistema del bienestar basado en la familia se ha visto debilitado por importantes cambios que han acabado desembocando en la bajada del índice de natalidad, la larga permanencia de los jóvenes en las familias de origen, la diversificación de tipologías de convivencia no garantizadas desde el punto de vista de las políticas sociales y de los derechos civiles. El apoyo entre generaciones y los vínculos

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Fuente: Banco de datos EU-SILC 2012. Relación entre los ingresos totales percibidos por el 20% de la población con los ingresos más altos y el 20% de la población con los ingresos más bajos. 3

comunitarios basados en la reciprocidad son claramente debilitados por estas dinámicas socioeconómicas. En muchos países europeos, y en general, en las sociedades del capitalismo avanzado, la rápida emigración del campo a la ciudad y la frenética urbanización de muchas ciudades, así como la transformación actual de la estructura económica y productiva de las áreas metropolitanas, el cierre de algunas actividades como fábricas, edificios públicos y privados, y bloques de oficinas vacíos que no se ponen en venta, han generado un gran número de espacios inutilizados y abandonados. Teniendo en cuenta las condiciones socioeconómicas de la población descrita anteriormente, este fenómeno favorece la ocupación de edificios vacíos, con objetivos y modalidades de acción diferentes según el caso. Esta práctica característica de los movimientos sociales representa un “acto de denuncia” (Piazza, 2012, p.6), contra un modelo de desarrollo urbano y un sistema económico neoliberal que genera procesos de reorganización urbana de áreas y barrios, pero también de especulación inmobiliaria y reproducción de las desigualdades socioeconómicas (H. Pruijt 2004 e 2013; M. Martínez López P. 2004; Mudu 2013; Piazza 2012; S.J. McGann 2014).

2. Los movimientos de lucha por la vivienda desde los años sesenta a la actualidad. Según la interpretación de algunos autores, (Daolio, 1974; Marcelloni, 1981; Castells, 1981), tras el paso de una sociedad agrícola a una industrial, los conflictos urbanos nacen y se difunden en algunas ciudades italianas, caracterizadas por fuertes contradicciones: a. El desarrollo industrial italiano está polarizado: las fábricas se concentran en áreas específicas del territorio nacional. b. Hay un fuerte desplazamiento de población del campo a la ciudad: la fuerza de trabajo se concentra en aglomeraciones urbanas. c. Expansión urbana de las ciudades a gran velocidad: aumenta la demanda de vivienda y las dinámicas especulativas provocan un aumento de precios en la construcción. Por lo tanto, las exigencias reales de la demanda no se ven satisfechas. Se trata de migrantes internos en busca de trabajo, obreros y familias en situaciones económicas y sociales graves. Ante estos problemas, por un lado, el sistema político lleva a cabo planificaciones urbanas y reformas de la construcción residencial pública; por el otro, se desarrollan movimientos sociales urbanos. En los años cincuenta, las luchas por la vivienda estaban guiadas por “el saneamiento de las casas mínimas creadas durante el fascismo” (Della Seta, 1987). En seguida se asiste a las primeras reivindicaciones de la emergencia habitacional, pero se trata de episodios

esporádicos. Sólo a finales de los sesenta las luchas por la vivienda se difunden con modalidades organizativas y prácticas de acción diferentes, según las características económicas de cada ciudad, así como según el tipo de composición socioeconómica de los habitantes y los grupos políticos que dirigen y alimentan las acciones de conflicto (Daolio, 1974). En una primera fase, la práctica tiene un objetivo exclusivamente polémico-conflictual, destinado a denunciar la grave situación habitacional. En las ciudades del norte de Italia la práctica más difundida es la autorreducción del alquiler y de las facturas de gastos domésticos, llevada a cabo sobre todo por la clase obrera. En las ciudades del centro y del sur, la base social que lleva adelante las luchas está constituida por las clases urbanas más bajas. Junto a los grupos políticos de apoyo, ocupan numerosos edificios vacíos, sobre todo de propiedad pública. En una segunda fase, el conflicto implica no sólo a los grupos más pobres o sin casa, sino también a la población de los barrios populares (Marcelloni, 1981). En Roma el conflicto explota debido a una gran contradicción. Se enumeran más de 30.000 apartamentos vacíos y al mismo tiempo, se multiplican los suburbios de construcción espontánea y los pequeños barrios de casas autoconstruidas ilegalmente habitadas por personas y familias en condiciones de pobreza extrema, romanos desahuciados y migrantes provenientes del sur en busca de trabajo (Daolio, 1974). Nacen así los “Comités de agitación de barriada” (CAB), que son “estructuras autónomas, constituidas por militantes de base del Partido Comunista Italiano, del Partido Socialista Italiano de Unidad Proletaria (PSIUP), estudiantes católicos y sobre todo habitantes de los suburbios y mujeres (Daolio, 1974, p. 8687). Se ocupan los edificios que el Instituto Autónomo de Casas Populares vende a privados dentro de procesos de renovación urbana. El objetivo político es el de denunciar la gestión de los apartamentos residenciales públicos y presionar a las instituciones para que se asignen las casas a las personas, con derecho a ello. En seguida, las luchas explotan y nacen los primeros “Comités de barrio”, estructuras que intentan crear vínculos solidarios entre la población, así como aumentar la conciencia política y la capacidad participativa de los habitantes. En Nápoles las luchas por la vivienda se desarrollan sobre todo en los barrios en muy malas condiciones del centro histórico y en las barriadas pobres. Los protagonistas son familias excluidas del mercado inmobiliario y ex habitantes de edificios derruidos por las políticas de renovación urbana recompensados con poco dinero. En una segunda fase, la lucha tiene lugar en los barrios de casas populares (Daolio, 1974). A diferencia de las ciudades del norte y en Roma, en esa época en Nápoles los migrantes no están dentro de estas trayectorias de lucha. Tanto la “fuerza social”, los actores que llevan a cabo las prácticas de lucha, como la “base social” que debe ser movilizada (Farro, 1977), son de origen napolitano. Las protestas

explotan por las desigualdades sociales, entre los que disfrutan de un cierto nivel de bienestar como consecuencia del boom económico, y los que viven en condiciones de grave marginalidad y en contextos subdesarrollados. Hoy, el contexto socioeconómico italiano ha cambiado, pero algunos elementos básicos de las prácticas y la organización de los movimientos por el derecho al habitar siguen siendo los mismos. Ya no se construyen viviendas sociales, el sector se ha desplazado a manos privadas. En Italia, el 22% de los apartamentos, que asciende a un valor absoluto de más de 7 millones, están vacíos o son segundas casas4. Sin embargo, muchas personas y familias no consiguen acceder al mercado inmobiliario, ni para comprar ni para alquilar, o se encuentran en condiciones de grave vulnerabilidad habitacional. Las ocupaciones con fin habitacional son una reacción a todo este escenario. En Roma y en Nápoles, la base social que se moviliza hoy en día está compuesta por migrantes, refugiados, jóvenes de clase media que desean independizarse y familias desahuciadas5. Aun así, entre las dos experiencias sigue habiendo diferencias en la organización, en las acciones y en la planificación de la práctica de ocupación. A continuación, explicaremos estas diferencias a partir de estudios de caso directos.

3. Dos casos de estudio comparados: Roma y Nápoles. Partiendo de la interpretación de Hans Pruijt (2012), los proyectos de ocupación de los diferentes movimientos y realidades sociales pueden diferir por varios motivos: los objetivos, el tipo de propiedad del edificio a ocupar (si es público o privado), las lógicas de acción, o las modalidades de gestión y organización de la base social del movimiento. Pero mucho más a menudo es simplemente el contexto político y económico (las leyes de políticas habitacionales, acuerdos con los gobiernos locales, modalidad de represión, etc.) lo que condiciona y modifica las estrategias y los modelos interpretativos adoptados. Este texto nace de una investigación llevada a cabo a través de una larga observación participativa y de entrevistas realizadas a figuras clave y ocupantes.

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Fuente: ISTAT 2011. Para profundizar en esta cuestión véase: cfr. Davoli, C. (2014). “Housing autogestito: il fenomeno delle occupazioni a scopo abitativo a Roma”. Paper presentado a la VII Conferencia Espanet, 18-20 de septiembre. Turín. 5

3.1 Historia, organización y prácticas de los movimientos por el derecho al habitar: el caso de Roma. En Roma ahora hay varios movimientos de ocupación activos, que vienen de experiencias y tradiciones políticas heterogéneas, pero todos asumen una posición antiliberal y proponen un modelo de agrupación social alternativo, con el objetivo final de la transformación radical de la sociedad, a partir del tema de la casa. La “coordinación ciudadana de lucha por la vivienda” es el movimiento más antiguo. Se formó a finales de los ochenta, cuando cientos de familias ocuparon 350 apartamentos de construcción pública que se habían quedado inutilizados en un barrio de la periferia romana, San Basilio. En una primera fase, que va desde 1988 hasta 1993, el objetivo principal del movimiento era conseguir recoger y organizar los “estratos populares” de las periferias romanas en torno al tema de la casa. Se ocupaban viviendas sociales no asignadas a los que tenían derecho a ello. En esos años, la base social del movimiento estaba formada principalmente por italianos, sobre todo del subproletariado romano e inmigrantes de otras zonas de Italia. La nueva fase se abrió cuando 400 núcleos familiares ocuparon 400 edificios abandonados desde hacía 10 años aproximadamente. Ésta fue la primera gran experiencia en la que se encontraban diecinueve nacionalidades diferentes. En este periodo, que dura hasta finales de los noventa, se intentó recuperar el patrimonio público inutilizado: se ocuparon oficinas abandonadas, edificios residenciales de entes públicos y viejas escuelas vacías.

Se ha creado una ruptura con un sistema de gasto social, un estado del bienestar que antes existía ya no existe. Todo esto, ha consolidado el movimiento por el derecho al habitar, pero al mismo tiempo ha creado situaciones graves (…) Nosotros elegimos llamarnos “Coordinamento” precisamente porque no teníamos una estructura sindical, ni pensábamos que a través de la lucha por la vivienda se pudiera reconstruir un proceso revolucionario en Italia. Sin embargo, pensábamos que la casa fuese uno de los anillos fuertes, y débiles al mismo tiempo, de una contradicción, porque es verdad que la casa representa una cantidad enorme de los ingresos. (Entrevista "Coordinamento").

A principios de los dos mil nace Action, un movimiento que empieza a identificar y ocupar inmuebles privados con el objetivo de denunciar y atacar “uno de los poderes responsables de la ausencia de la puesta en práctica del derecho al habitar” (ent. “Action”).

En esos años empieza a agrandarse la capa social de la “nueva pobreza”. Aumentan los núcleos familiares que no tienen requisitos para acceder a las viviendas sociales, pero que no tienen suficientes recursos económicos como para permitirse un alquiler o para pedir un crédito. Por lo tanto, la propuesta política principal de Action es la de volver a introducir el ecuo-canon6, una vía intermedia entre la vivienda social pública y el mercado privado. (…) floreció así un razonamiento sobre la lucha por la vivienda (….) “derecho a la vivienda” entendido como el “derecho a habitar” (…) todo lo que “habitar” significa, no sólo tener una casa, sino tener una ciudad sostenible, disponible, al alcance de todas las diferencias económicas, culturales y étnicas (ent. “Action”).

Con el comienzo de la crisis económica, surge Bloques Precarios Metropolitanos (BMP). Este movimiento nace de la experiencia de los sindicatos de base (alternativos a los tradicionales sindicatos mayoritarios) y del impulso de algunos activistas comprometidos en las luchas urbanas, provenientes de los centros sociales o de otros grupos de lucha. El objetivo común es el de organizar “bloques” de trabajadores fuera del contexto laboral para poder: (…) conectar las distintas facetas de la precariedad y construir trayectorias de reapropiación a partir de una parte de los ingresos correspondiente a la vivienda, así como intentar entender cómo desarrollar colectivamente otras vías (…) necesidades de reapropiarse de la ciudad y de los procesos decisionales en vez de padecerlos, y decidir desde abajo, desde las exigencias de un territorio y de quien lo vive” (ent. “BMP”).

En la ciudad de Roma hay ahora tres realidades que llevan adelante luchas urbanas y por la vivienda: jóvenes desempleados, precarios y estudiantes universitarios (“Degage”, “Alexis”), grupos como R.A.M. (Red de Vivienda Metropolitana) y C.O.C. (Comité Objetivo Casa), sindicatos de base como A.S.I.A. (Asociación de inquilinos y habitantes), y comités y redes antidesahucios territoriales. En los últimos años, grupos y movimientos por el derecho al habitar en las principales ciudades italianas se han dispuesto en red para compartir y coordinar objetivos y prácticas, organizar momentos de encuentro y de intercambio de ideas y líneas de guía que llevar 6

El ecuo-canon es un instrumento de la política habitacional que prevé la determinación de la acumulación máxima del canon de localización, no sobre la base de los precios de mercado y de la libre contratación entre las partes, sino sobre la base de las condiciones de la vivienda. La ley de 1978 preveía que el alquiler y el subalquiler de una vivienda no podía superar el 3,85% del valor locativo del inmueble.

adelante frente a la contraparte política (la política parlamentaria y gubernamental). En la fase actual, junto al componente de los migrantes, vuelven a aparecer los jóvenes y las familias italianas en condiciones de grave vulnerabilidad residencial. En los últimos años se han organizado varias “oleadas” de ocupaciones, llamadas “Tsunami tour”. En algunos días concretos, los distintos movimientos han ocupado varios espacios abandonados, dando casa a más de tres mil núcleos familiares y ejerciendo una fuerte presión para intentar abrir mesas de diálogo con las instituciones locales con el fin de resolver la emergencia habitacional. Figura 1 Numero occupazioni effettuate e mantenute (1998-2013) 25

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15

10

5

0 1998

2002

2003

2004

2005

2007

2008

2009

2010

2011

2012

2013

Actualmente, en el territorio de Roma hay más de 50 edificios ocupados con fines habitacionales, que acogen a unos cuatro mil núcleos socio-familiares. Además de los espacios ocupados por los movimientos de lucha por la vivienda, hay tres ocupaciones independientes protagonizadas principalmente por refugiados de nacionalidad eritrea, etíope y somalí, y diez “contenedores de auto-reciclaje”. Los proyectos de auto-reciclaje tienen el objetivo de recuperar el patrimonio abandonado mediante la colaboración con las instituciones y la cesión del inmueble por parte de éstas a los ocupantes. Estos movimientos no son organizaciones estructuradas jerárquicamente. Tienen una organización que garantiza la gestión y la acción en sí de la ocupación. Los principios básicos sobre los que se estructura este modelo organizativo son los de la participación, la autogestión y la autorganización. La autogestión y la capacidad de autorganización, se alcanzan cuando una comunidad se impone colectivamente normas y principios según una lógica horizontal y asamblearia (Ruggeri, 2014). Las asambleas son lugares de decisión en los que se puede llevar a cabo una participación directa. Las asambleas se estructuran en distintos niveles:



Asamblea de gestión: reunión semanal de todos los habitantes de un edificio para

discutir de cuestiones prácticas sobre la convivencia y la gestión interna, y afrontar cuestiones políticas vinculadas a la actividad del movimiento en el que participan. 

Asamblea del Comité: en algunos casos, especialmente al principio de la ocupación, en

cada edificio se forma un Comité elegido directamente por los ocupantes, que se encarga y se responsabiliza de coordinar algunas actividades internas (gestionar y controlar los turnos de la limpieza y de los turnos de vigilancia anti-desalojo, guiar la participación, controlar la “caja interna”7, y otras tareas de organización). El Coordinamento presenta, además inter-comités, que se ocupan de problemas específicos. 

Asamblea política de movimiento: reunión de miembros más activos y partícipes de la

construcción de la vía política del movimiento. En un caso se llama Asamblea del Coordinamento, formada por delegados elegidos por los comités de cada edificio ocupado. Action presenta un órgano de decisión llamado “Consejo de las ocupaciones”, compuesto por todos los comités. También el BMP tiene una reunión de los Comités, que representa la asamblea de mutuo apoyo entre las ocupaciones y está además para tratar temas políticos. 

Asambleas plenarias (asamblea de los Bloques, asamblea plenaria de Action): reúne a

todos los ocupantes y militantes de un movimiento. Es convocada en momentos especiales y delicados, como en el caso de la organización de una nueva ocupación. 

Asambleas abiertas del movimiento (ciudadanas o nacionales): en momentos

particulares de movilización colectiva, los miembros más activos y los referentes de distintos movimientos se reúnen para confrontar las distintas perspectivas teóricas y señalar algunas líneas de acción que seguir juntos, así como algunas realidades, grupos y estructuras políticas con las que colaboran y coordinan la propia actividad.

A pesar de que se impulsa lo más posible la participación y la horizontalidad, se observa una cierta división en la organización entre los actores que guían las prácticas conflictuales (preparan las acciones de ocupación, identifican y “abren” los apartamentos, hacen de intermediarios con las fuerzas del orden y las instituciones, etc.) y los “ocupantes

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Cada movimiento tiene un sistema de autofinanciación. Mensualmente, cada núcleo familiar pone una cuota de dinero, que varía según las exigencias y las condiciones estructurales de cada edificio ocupado (la media se sitúa en torno a los 15, 20 €). Una parte se destina a financiar los gastos del movimiento (imprimir los carteles, alquilar furgonetas para las manifestaciones, gastos legales, etc.) y otra parte entra en la “caja interna” de cada ocupación para los gastos de autogestión (obras de restructuración y mantenimiento, material para la limpieza, facturas de luz, gas, electricidad, etc.)

beneficiarios” (Pruijt, 2012), es decir, la base social que se dirige a los movimientos para obtener una casa. Dado que el objetivo de las prácticas y las acciones de los movimientos de lucha por la vivienda no se limita únicamente a la resolución de la emergencia habitacional, sino que pretende la implicación y la activación de las familias, desde el primer momento se requiere el compromiso y la implicación de todos. Por eso los procesos de adhesión asumen un cierto nivel de formalización, y para evitar comportamientos oportunistas por parte de los ocupantes, se activan prácticas de control y supervisión de la participación. Esto genera a su vez una asimetría entre “ocupantes activistas”, y “ocupantes no activistas”, que participan con escaso interés en las iniciativas y soportan peor la presión y el cansancio de las movilizaciones. Hay algunos factores que pueden causar una actitud oportunista y pasiva por parte de muchos ocupantes, como las condiciones de indigencia, la limitada (cuando no nula) formación política, el escaso conocimiento de la lengua, la diversidad cultural y la escasa comprensión de algunas categorías conceptuales del contexto socio-político italiano. Sin embargo, en otros casos, la participación en asambleas de gestión y de movimiento les permite enriquecer el conocimiento sociopolítico y ayudar en la toma de conciencia, convirtiéndola en voluntad de acción y participación. Es decir, puede ofrecer la oportunidad de realizarse como sujetos activos y protagonistas de una trayectoria colectiva. Los activistas del movimiento llevan a cabo además la labor de comunicación política en los distintos barrios y autogestionan algunas “ventanillas”8, que son auténticos puntos de referencia y contacto con los habitantes. Son lugares diseminados en varios puntos de la ciudad a los que cualquiera puede dirigirse para compartir el malestar habitacional, conocer las legislaciones y las tutelas existentes, y a veces, empezar un proceso colectivo de construcción de la lucha por el derecho a la vivienda.

Hay ventanillas abiertas en la ciudad de Roma a las que la gente acude. Luego se hacen una serie de asambleas, participamos todos juntos, se decide todos juntos. Se explica a la gente que hay que hacer turnos de vigilancia porque si no, no podemos defender la ocupación… que si no hacemos las manifestaciones es como si no existiéramos… todo lo que el movimiento ha conseguido obtener ha sido gracias a que en los últimos veinticinco 8

En italiano sportelli. La palabra se usa además en otros casos de autorganización, como los centros antiviolencia para mujeres, que para diferenciarlos de los institucionales u oficiales se llaman “ventanillas” antiviolencia, sportelli antiviolenza, caracterizados por el favorecimiento del empoderamiento de las mujeres y la solidaridad colectiva políticamente posicionada, sin caer en la óptica asistencialista y victimista característica de las instituciones estatales y religiosas. (Nota de la t.).

años ha establecido relaciones de fuerza con las administraciones públicas (…) Luego si una ocupación es desalojada salta enseguida la solidaridad de todos. Yo creo que la gente lo hace porque lo entiende. (ent. "Coordinamento").

Action, distintamente a los otros dos movimientos, ha creado también ventanillas en las sedes de algunos distritos romanos, representando “la faceta pública del movimiento” (ent. Action). Funcionan como instrumentos de sensibilización, ayuda y apoyo legal frente a las problemáticas habitacionales ordinarias. Tras la primera fase de ocupación y estabilización dentro del edificio, prácticas, principios y reglas, permiten la convivencia entre personas de diferentes nacionalidades, culturas y lenguas. La disposición de directivas y normas son elementos fundamentales para el funcionamiento de la ocupación. Además de las reglas de buena convivencia, se requiere el respeto de las ideas y valores básicos como la no discriminación de género y nacionalidad, la prohibición de comportamientos violentos e incumplidores y de acciones que afectan negativamente al interés comunitario. La grave inadecuación a estos principios puede comportar el alejamiento de la ocupación. La regla madre es que no se puede usar la violencia. (…) Y luego cada ocupación se da sus reglas que se refieren a la limpieza y los turnos de vigilancia, todo decidido de manera asamblearia. Aprobadas por todos. Es inútil imponer reglas desde arriba, excepto la de la violencia. (ent. “BPM”).

En el caso de Action, se comparten principios y reglas según un modelo de top-down. Existe un “Documento del Reglamento”, discutido y formulado durante un Consejo de las ocupaciones, y socializado en una asamblea plenaria que actualmente tiene lugar en cada edificio ocupado. Nuestras reglas son reglas (…) de respeto recíproco y de una gestión sostenible. (…) En las ocupaciones rige el respeto recíproco, no se admiten amenazas físicas ni psicológicas, tampoco se admiten la violencia ni el robo, la participación debe ser constante y duradera por parte de todos. No se admite el tráfico de sustancias. (ent. "Action").

A pesar de los innumerables problemas debidos a la gestión de los edificios ocupados y a la convivencia, es posible construir una comunidad “capaz de crear un camino de manera

colectiva” (ent. "BPM") y activar “circuitos de solidaridad” (ent. "Coordinamento") capaces de proporcionar un apoyo auténtico y recíproco.

3.2 Las campañas de ocupación con fines socio-habitacionales: el caso napolitano de “Magnammece ‘o pesone”. La Campaña “Magnammece ‘o pesone” se estructura según una organización horizontal en un territorio. No es una reivindicación exclusiva del derecho a la vivienda o de la satisfacción de la necesidad de tener un techo bajo el que habitar. El fin habitacional se funda sobre la voluntad de reapropiación de los espacios y su liberación del abandono o la especulación, con el fin de devolverlos al barrio, a los ciudadanos y al territorio, bajo forma de lugares de vida en los que compartir discusiones, socialidad y cultura. La Campaña nace con el fin principal de llamar la atención político-mediática hacia la emergencia habitacional con acciones que “se presenten como soluciones concretas a las necesidades expresadas” (ent. 1F). Pero dado que dentro de este proyecto confluyen almas políticas diferentes9, surgen divergencias en los puntos de vista y las modalidades operativas. Se observa una diferencia entre una campaña de carácter meramente polémico-conflictual, destinada a “pedir” a la propia contraparte política respuestas y soluciones sobre la cuestión habitacional (ent. 5M), y otra parte basada en el “actuar”, que intenta construir una alternativa y responsabilizarse de encontrar soluciones al problema, convirtiéndose en autores directos y organizados contra un sistema lleno de contradicciones. Se trata de encontrar el modo de trabajar juntos por objetivos comunes, no sólo circunstanciales, sino de larga duración, en los cuales la ocupación se convierte en una de las expresiones concretas de la creación de una conciencia común basada en la participación y la reapropiación de la ciudad. Por eso cada campaña se presenta como “respuesta parcial”, pudiendo acoger una cuestión central como es la casa. Al mismo tiempo, cada campaña se encarga de ser la “voz de denuncia” de dichas cuestiones (ent. 3M). Lo que se discute no es sólo el mero derecho al habitar, sino que se reivindica el derecho a la ciudad, a los servicios, a tener ingresos. La reapropiación del espacio urbano como público se percibe como posibilidad de expresión, creatividad, solidaridad y liberación, en una sociedad que a menudo elude ciertas categorías, como los jóvenes, o sobre todo los desempleados, que crean de todas formas un espacio propio en el que comparten expresión, debate y participación, configurándose como nuevo escenario político que puede ser entendido como ágora social. 9

Carc, Sindicato de Trabajadores en Lucha, Centro social 081, Bancarotta, son algunos de los agentes activos que han impulsado fuertemente la campaña, creándola y acompañándola en su formación y desarrollo.

La crítica es uno de los elementos de unión entre las acciones de la Campaña. Debe ser una crítica clara a la voluntad de la dirigencia política del Ayuntamiento de poner a la venta parte del patrimonio inmobiliario en desuso, para así aumentar sus recursos económicos. Se critica la gestión del proceso, su verdadera utilidad, pero sobre todo el quién debería gestionar la venta y los reales caminos de venta, es decir, el de especulación sobre el patrimonio público. A tal reivindicación se une la constatación de que “poner a la venta quiere decir no tener en cuenta la emergencia habitacional y no querer asegurar el derecho al habitar” (ent. 3M), reivindicado en la campaña, dando espacio a la especulación privada, sobre todo a las operaciones bancarias. En este escenario de reivindicaciones tiene lugar la campaña “Magnammece ‘o pesone”, una comunidad de objetivos constituida por diferentes plataformas políticas y por una parte de la sociedad civil, que juntas han creado el trasfondo de las movilizaciones del otoño de 2012, dirigidas contra los responsables de la crisis y de la austeridad, y por lo tanto, hacia la administración de la ciudad y el gobierno nacional. Si bien la ocupación de la escuela Schipa nació por muchos motivos y con un carácter más bien político que social, fue esta ocupación con fin habitacional lo que incitó la idea entre los manifestantes de que la ocupación puede ser asumida como un medio simbólico de reapropiación de los espacios y como una resolución parcial de las necesidades manifestadas10. Sin embargo, a partir de esta ocupación, de sus asambleas y consultas de la Campaña que comenzaba a desarrollarse, empieza a configurarse un imaginario compartido hecho de acciones factibles y de experiencias adquiridas, que se convierte en terreno fértil para la organización y la activación de nuevas ocupaciones. Efectivamente, éstas llegan al año siguiente, pero muestran una matriz muy diferente respecto a la que había caracterizado la historia de la práctica de ocupación en Nápoles en las décadas de los setenta y ochenta (Manzo, Pellegrino, 2013). La ocupación en aquellos años era una práctica ilegal consolidada, inicialmente impulsada por los movimientos sociales y comités de lucha de los inquilinos. Más tarde, tras el terremoto de Irpinia, se convirtió en una práctica individual de miles de personas evacuadas. En este escenario, en el que los movimientos sociales habían sido debilitados por las acciones de la política corrupta, los individuos, más que luchar colectivamente, acabaron prefiriendo procesos individuales. En los años noventa, las olas de ocupación se detienen, y esto se mantendrá como un elemento de diferenciación entre la realidad napolitana y el resto de experiencias como la romana.

10

Para una reconstrucción de los motivos y de los éxitos obtenidos véase De Falco, C.C., y Punziano, G. (2013). Conflitto e sistemi di auto-welfare: occupazione a scopo abitativo ed esperienza napoletana

Las ocupaciones de 2013, nacidas tras la experiencia de Schipa, muestran un carácter diferente. Además de compartir la importancia del derecho al habitar, los participantes de la Campaña y de otras acciones llevadas a cabo por ésta tienen en común una serie de reivindicaciones que van más allá del rechazar el carácter individual de la ocupación de los años ochenta, y que proporcionan una “perspectiva participativa, compartida y colectiva” (ent. 1F). Detrás de las acciones de reapropiación de los espacios, se vuelve a garantizar una reorganización de la discusión asamblearia en nuevos ámbitos de conciliación política. Tanto es así que las ocupaciones de este ciclo no provienen de la mera sistematización de las necesidades individuales que puedan expresarse en una acción común. De hecho, en el año 2012, los activistas comienzan a realizar acciones para crear una sólida base colectiva, de identificación y de grupo, antes de que la Campaña pudiera transformarse en acción. Son acciones como la cartografía del territorio y de los edificios públicos y privados en desuso y en estado de abandono, la discusión colectiva, asamblearia y de consulta acerca de la decisión del Ayuntamiento de cambiar la propiedad de buena parte de su patrimonio inmobiliario, manifestaciones públicas de desacuerdo con esta decisión, y ocupaciones simbólicas de espacios como el ex-depósito ANM (empresa de transporte público), un edificio público universitario o una sede del Archivo Histórico. Todas ellas acciones que, a partir de las reivindicaciones contra la mala gestión por parte de la política local, prepararon el terreno a las ocupaciones que tuvieron lugar poco tiempo después. Tras la ocupación del Sole, edificio de la Segunda Universidad de Nápoles, en enero de 2013 se ocupa Villa De Luca, un edificio restructurado pero nunca terminado, “en el que el gobierno municipal iba a establecer unas oficinas” (ent. 1F). Este edificio jugará un papel central en la Campaña en términos de comunicación y apertura a la ciudadanía, pero sobre todo por la consolidación de la propia Campaña, que en abril del mismo año lleva a cabo la ocupación de la ex escuela de educación secundaria Andrea Belvedere, llamándola Belvedere ocupado. Después de los violentos desalojos de ese agosto, nacen otras experiencias de ocupación como L’Annona ocupada (actualmente desalojada por problemas de seguridad estructural y unida al Belvedere ocupado), el CROSS (edificio privado en desuso) y un antiguo establecimiento de la ASL (Empresa pública de salud local), en la zona de Materdei, barrio en el que se encuentra también la Schipa. La organización que adopta la Campaña se funda en un principio de democracia directa, participativa y asamblearia, con el fin de definir la cuestión de la identidad, la formación de una conciencia común, la sistematización de las necesidades y de las reivindicaciones, el razonamiento sobre las relaciones con las instituciones, el barrio y la ciudad en su conjunto,

entendida ésta como espacio de vida y de socialidad del que reapropiarse. Sin embargo, en cuanto empieza la Campaña, la visible necesidad del derecho al habitar se expande entre porciones de la sociedad que hasta ese momento no habían tenido dificultades económicas. Esto se debe sin duda a los efectos devastadores de la crisis tras el 2008, pero también al aumento de la pobreza, la progresiva precarización de las trayectorias laborales y vitales, el aumento del clima de incertidumbre y la inestabilidad política que ha caracterizado a Italia en los últimos años. Efectivamente, la composición sociopolítica interna de las distintas experiencias de ocupación coordinadas en la campaña "Magnammece ‘o pesone", es muy heterogénea. Sin detenernos aquí a analizar cada ocupación, en cualquier modo pueden establecerse claramente algunas categorías específicas: precarios, desocupados, estudiantes, "producto de esas políticas de flexibilización del mercado laboral dirigidas a la ampliación de las competencias […] sin ninguna posibilidad de tener una continuidad en la cantidad de los ingresos" (ent. 4M), y también inmigrantes, inválidos, personas o familias enteras con graves problemas económicos, así como sujetos más politizados, agrupados por exigencias y necesidades afines, problemas laborales, sociales y familiares, lo cual estimula a los sujetos a relacionarse hasta llevarles a pensar en posibles proyectos de vida juntos, en la elección del compartir incluso el esfuerzo físico de habitar. La cuestión de la casa es uno de los problemas que fortalecen la unión del propio grupo. La idea de unir las diferencias nace precisamente de la voluntad de la Campaña de estructurarse como realidad social dentro de la cual se valoren las diferencias y se acoja a todos y cada uno como personas y ciudadanos que viven en un territorio, pero a los que no se les reconoce el derecho al habitar por falta de otras herramientas (trabajo, redes familiares, etc.). Algunas de estas personas vienen de verdaderas "tradiciones de ocupación, de familias cuyos miembros ya habían sido ocupantes" (int. 4M). Con el tiempo, se han ido acercando a las experiencias de ocupación personas distintas, no politizadas, y para las que la primera necesidad es la del habitar. Así, esas personas aprecian el modo de vida de las casas compartidas, trabajando en la progresiva apertura del espacio. De entre los distintos tipos de ocupaciones según sus estrategias (individualistas, colectivo-solidarias, temporales, etc.) destacan aquellas experiencias protagonizadas por categorías sociales emergentes como el subproletariado burgués, el precariado, las personas en formación continua, los expulsados o atrapados en el mercado laboral, etc., cuya condición en el mercado o en el sistema de formación crea las bases para una experiencia colectiva más profunda en cuanto al espíritu socio-habitacional de la campaña. Estas son las categorías más dispuestas a dedicar el propio

tiempo a la conexión y la interconexión con el territorio, así como al desarrollo de una socialidad como iniciativa para el territorio y la resolución de las necesidades de ese territorio que el Estado o la administración local no han podido resolver. Actualmente resisten como ocupaciones con fines socio-habitacionales Schipa, Belvedere, Villa De Luca, CROSS y el edificio de la ASL. Por eso el número de los ocupantes no es muy alto y ya ha cambiado notablemente, pues empezó con una base social hecha mayoritariamente de familias con problemas económicos y desempleados, y progresivamente se ha visto protagonizada por activistas y personas implicadas activamente, sobre todo jóvenes y en su mayoría precarios. En cuanto a la cuestión de la composición política de la Campaña, las personas entrevistadas explican su concepción de su propia subjetividad. El hecho de hablar de movimiento implica, en algún modo, estar vinculado a formas de militancia política. Esta concepción les lleva por tanto a muchos de ellos a definirse como un outsider, o de alguna manera a reconocer la imposibilidad de la Campaña “Magnammece ‘o pesone” a tener un alma única. Sí que existe un compartir, una comunidad de objetivos, pero la expresión es individual. Se trata de un trabajo de elaboración que produce innovación social puesta en una red horizontal, donde es imposible recuperar una única línea política. Esto se debe a la composición heterogénea de los ocupantes en las distintas ocupaciones. Allí donde los grupos de ocupantes constituyen grupos más homogéneos, emerge una línea política más definida, que funciona como elemento conductor de la experiencia. En cambio, donde aumenta la heterogeneidad se acaba perdiendo el motor político y emerge más fuertemente el componente social. Sin embargo, la autogestión, la autorganización y la lógica asamblearia llevan a una “politización de los no politizados” (ent. 2M) y a un cambio de actitud de los activistas respecto a ellos. La experiencia de ocupación se convierte en una verdadera experiencia de participación compartida a través de la adquisición de responsabilidad y la activación de cada uno. De hecho, son los propios ocupantes los que confirman que “no existe un modelo de gestión fijo” (ent. 3M). Aun así, hay dos niveles de organización; uno de gestión, que se constituye en las asambleas de gestión de cada ocupación, y uno político, que se desarrolla en un plano de confrontación entre las diferentes experiencias de la campaña para discutir las posibles soluciones comunes ante posibles desalojos o problemas, así como para elaborar estrategias de expansión. De este modo, las muchas posturas sociales y políticas que componen la Campaña llevan a la necesidad de constituirse como asamblea permanente, lugar del debate de interés público, y un fluido movimiento de ideas y opiniones construido en el diálogo. Pero la organización

espontánea que pretendía la Campaña no siempre sale sola. Un papel central en la organización, en la gestión, en la preparación y en la coordinación de las ocupaciones ha sido el de la “ventanilla para la casa, entendida como instrumento de autorganización para quien quiera emprender una trayectoria de ocupación” (ent. 1F). Una ventanilla que está fuera de la burocracia y de la función de redistribución del bien casa, pero que acelera y canaliza experiencias como:

encontrar el clima adecuado para socializar los propios problemas, encontrar las respuestas en otras muchas personas y tener la posibilidad de aprovechar las experiencias acumuladas de quien ya ha ocupado (ent.1F).

La ventanilla tiene la tarea de preparar a las personas a recorrer la trayectoria de ocupación a través de la participación activa y las reuniones asamblearias encaminadas a hacer grupo y a apropiarse de los conceptos del compartir y la autogestión de los espacios. Un camino de desarrollo desde el individuo a la comunidad, entendida ésta en los términos políticos, pero sobre todo en los sociales, como ya han teorizado ampliamente algunos autores como Musella y Santoro (2012), Mosca y Baldascino (2012). Las relaciones con el territorio son imprescindibles, así como con la comunidad circunstante y con el barrio. El vivir en común es un vivir social, y la apertura al exterior, la demostración a la comunidad de que no se es un peligro sino un recurso, es uno de los desafíos imprescindibles para una campaña. Tanto es así que además de la activación de los participantes, en las ocupaciones se intenta activar también a los habitantes del barrio, abriéndoles las puertas de los espacios para recoger las necesidades expresadas por la colectividad. Nacen así, dentro de las ocupaciones, espacios para el apoyo al estudio escolar, talleres y espacios para el debate. La campaña y los espacios que libera del desuso y el abandono (Cellamare, 2014) se convierten en espacios de socialidad. Lo que interesa a los ocupantes es sensibilizar a las personas antes que a las instituciones, ya que, en la voluntad de crear y recrear una comunidad, de crear y fortalecer redes de apoyo mutuo, son precisamente las personas el nudo central. Sin ellas, la experiencia de ocupación sociohabitacional, fundada en el derecho a vivir la ciudad, no se diferenciaría de las experiencias de ocupación con fin habitacional fundadas sobre el mero derecho a la vivienda. Es evidente por tanto que ahora ya es necesario conectarse en un tejido social lleno de contradicciones, como el de la cultura dominante, e intentar modificar el status quo mediante la creación de estrechas relaciones, transmitiendo al barrio la idea de que “juntos podemos hacerlo”.

4. Entre alma política y veleidad social. ¿Son realmente tan distintas las experiencias de ocupación? El fenómeno de las ocupaciones de edificios vacíos y abandonados es una práctica antigua, pero su reivindicación por parte de algún movimiento o grupo político es relativamente reciente (Argilés y Lòpez, 2004). A partir de la satisfacción de la necesidad de la casa, representa una respuesta a la especulación inmobiliaria y a la carencia de políticas de vivienda, al mismo tiempo que intenta influir, desde abajo, en los procesos decisionales que implican a los territorios. Como hemos señalado anteriormente, tanto en Roma como en Nápoles nunca ha existido un extenso tejido industrial capaz de dar pie a las luchas obreras como en las realidades del norte de Italia, y por lo tanto, se han desarrollado acciones conflictuales a partir del problema de la restructuración urbana y la emergencia habitacional. En ambas ciudades las prácticas conflictuales sobre el problema de la casa iniciaron en los años sesenta. En Roma, el bagaje histórico-cultural de estas experiencias ha creado un terreno fértil por el nacimiento, en los años ochenta, y la consolidación de los actuales movimientos. En Nápoles, en cambio, sólo en los últimos años se ha fortalecido esta práctica mediante la Campaña que mantiene unidas a personas de grupos y estructuras políticas diferentes, con el objetivo de reaccionar ante el proceso de gentrificación que está golpeando el territorio napolitano, y el malcontento generalizado por la gestión del patrimonio inmobiliario público. Una primera diferencia a destacar entre los dos casos se halla en la relación con las instituciones. En Roma, el Coordinamento y BPM marcan una actitud conflictual y exigen un cambio estructural en las relaciones de fuerza y de la gestión económica de la ciudad: “La relación con la política, en lo que respecta al Coordinamento, siempre ha sido muy clara. De nosotros nunca se llevarán ni un voto”; “La relación que hemos tenido hasta ahora con las instituciones es una relación de fuerza. Negociación a partir de las barricadas, de los edificios ocupados, de las plazas conflictuales”. En cambio Action nunca ha escondido la búsqueda de una representación política dentro de las administraciones locales y municipales: “Nuestra relación con la política gubernamental está hecha no sólo de interlocución (…). Se intenta mantener una relación con la política y contaminar las instituciones, enriqueciéndolas con instrumentos”. La campaña napolitana busca en las instituciones un interlocutor privilegiado al que mostrar los malestares, las recriminaciones, las problemáticas conectadas con el derecho al habitar y a la reapropiación del espacio urbano. Se busca apoyo, pero el deber último de quien lucha no

es la búsqueda del consenso o la legitimación por parte de las administraciones locales, sino más bien responsabilizarse, responsabilizar la base social y actuar. También en Roma, desde las ocupaciones de edificios, se ha intentado presionar sobre la contraparte política, para abrir mesas redondas y buscar acuerdos para la aplicación de deliberaciones regionales y municipales que reconozcan el profundo malestar habitacional de numerosas familias. Las movilizaciones, a pesar de no haber producido cambios estructurales del sistema urbano, han incidido en las políticas de los gobiernos locales. Los mayores resultados alcanzados en los últimos años tratan de la reapropiación de espacios abandonados y devueltos a los que los necesitan, el reconocimiento institucional de una emergencia habitacional en familias y personas ocupantes, y la posibilidad de realizar experiencias de auto-reciclaje de espacios vacíos. En Nápoles, la experiencia de las recientes ocupaciones ha sacado a la luz la fuerte exigencia de una coordinación y de una dirección de esa base social cuyas necesidades casi nunca son escuchadas. Para la campaña, no se trata de suministrar un bienestar tipo self service, sino más bien resolver el nudo de la conflictividad e intentar responder a la pregunta: ¿A quién pertenece la ciudad? A la luz de las experiencias de Nápoles, la alternativa a la vía institucional es indudablemente el “nosotros”, entendido como comunidad, autorganización, red de interrelaciones, relaciones dinámicas y fuerza de apertura e inclusión. Una comunidad solidaria fundada sobre la confianza recíproca, sobre el acercamiento de intentos, sobre el debate y la discusión asamblearia, y sobre las ganas de devolver al territorio aquello que necesita y al que las instituciones no han dado ninguna respuesta adecuada. Otra diferencia se encuentra en la composición política de los grupos que conducen las acciones de lucha: mientras los movimientos romanos muestran una tradición específica, una identidad política y una organización que hace de telón de fondo a las prácticas y a los objetivos de las acciones, en la Campaña napolitana el fin es social antes que político. El marco en que se relacionan y se autorganizan identidades políticas distintas bien estructuradas y radicadas en el territorio. Sin embargo, esta es la visión que la Campaña napolitana tiende a dar como fachada para allanar las diferencias internas, dando una imagen unitaria que pueda encontrar confianza y apoyo por parte de la ciudadanía y que pueda establecerse como interlocutor único de la contraparte institucional. A pesar de que se intente marcar la diferencia entre movimientos y Campaña, entre alma política y estrato social, lo que emerge de las dos experiencias es la necesidad de coordinarse en la base social, que aunque sea portadora de exigencias y sentires comunes, debe implicarse mediante la educación en una conciencia política con el fin de decidir sobre el sentir común

expresado colectivamente y no de manera individualista. Tal sentir y tal expresión necesitan una organización. Aunque no se quiera dar un significado político entendido en el sentido clásico del “quehacer burgués que asume decisiones desde arriba” (ent. 5M), los comités, las asambleas y todos los lugares de discusión y decisión son imprescindibles para la construcción de una trayectoria de ocupación como las que hemos analizado en este texto.

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