Mortalidad infantil en Chile. La situación médica social en la Casa de Expósitos de Santiago 1889-1899

September 5, 2017 | Autor: P. Palma Maturana | Categoría: Social History of Medicine, Chilean Social and Cultural History
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ANALES DE HISTORIA DE LA MEDICINA Publicación fundada en 1959

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Anales de Historia de la Medicina publica trabajos de investigación y documentos sobre Historia de la Medicina y disciplinas afines

ANALES DE HISTORIA DE LA MEDICINA AÑO (VOL.) 19 n.º 2, NOVIEMBRE 2009

Agradecemos el apoyo de las siguientes instituciones: Facultad de Medicina de la Pontificia Universidad Católica de Chile Colegio Médico de Chile A.G. Anales de Historia de la Medicina (ISSN 0718-6606) es continuación de: Anales Chilenos de Historia de la Medicina (ISSN 0718-3380) 1959-1973. Volúmenes 1 al 15 Anales Chilenos de Historia de la Medicina (ISSN 0718-3380) 2006-2007. (An. chil. hist. med.) Volúmenes 16 y 17 Las opiniones expresadas en esta edición son de exclusiva responsabilidad de los autores de los artículos. Valor de la suscripción (2 números anuales): 15.000 pesos.

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ANALES DE HISTORIA DE LA MEDICINA Año (Vol.) 19 n.º 2, noviembre 2009

Índice

ARTÍCULOS ORIGINALES Medidas sanitario-preventivas en la Araucanía a fines del siglo XIX y principios del XX Ximena Iturra R.

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Los tratamientos biológicos en el manicomio nacional chileno (1894-1959) Enrique Escobar M.

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Mortalidad infantil en Chile. La situación médica social en la Casa de Expósitos de Santiago 1889-1899 Patricia Palma M. 127 ¿Dónde construir un nuevo hospital? Debate público y propuestas médicas en torno a la ubicación del Hospital del Salvador de Santiago Mauricio Arce A. 139 El Hospital Ferroviario de Cerro Barón: su aporte a la cultura histórica y social de Ferrocarriles y al patrimonio de Valparaíso Tomás Guzmán L. 147 DOCUMENTOS Hipócrates y su vigencia en el mundo actual Alejandro Goic G.

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BIBLIOGRAFÍA Alejandro goic goic: conversaciones con hipócrates Sergio Zúñiga R.

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Antonio pérez, carlos márquez: juan miquel y salazar (1792-1866) Ricardo Cruz-Coke M.

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Cincuentenario de Cuadernos Médico-Sociales Yuri Carvajal B.

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Memorias del 41º Congreso Internacional de Historia de la Medicina

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CRÓNICA La X Jornada de Historia de la Medicina (Chile 2009)

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INSTRUCCIONES A LOS AUTORES

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Artículos Originales

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Medidas sanitario-preventivas en la Araucanía a fines del siglo XIX y principios del XX Ximena Iturra R.1

A finales del siglo XIX y principios del XX el contexto sanitario del país, bajo el cuidado de instituciones caritativas, resultaba catastrófico y desfavorable para el progreso de la nación. Esto determinó que el cuerpo médico fuera adquiriendo cada vez mayor relevancia en cuanto a las decisiones concernientes al cuidado de la salud, reforzando la aplicación de los preceptos del higienismo y desarrollando una serie de medidas sanitario-preventivas para controlar las enfermedades infecciosas, principal causa de mortalidad durante este periodo. Estas medidas se extendieron por todo el país incluso hasta la Araucanía, y reforzaron el ideal modernizador y civilizador que se intentaba establecer en las nuevas provincias, cuyos habitantes desconocieron la presencia estatal antes de 1880. En este contexto, y específicamente en la provincia de Cautín, nuestra investigación buscó identificar las medidas de prevención desarrolladas, su funcionamiento y la reacción de la población a su implementación. Las fuentes revisadas permitieron identificar cuatro acciones preventivas cuyo objetivo estuvo centrado en mejorar las condiciones sanitarias que evitaran principalmente la propagación de las enfermedades de corte infeccioso. Éstas fueron ejercidas por un grupo preparado y capacitado, pero también muchas veces por personas sin el conocimiento necesario para llevarlas a cabo en forma adecuada. Palabras clave: Araucanía - medidas sanitario-preventivas - enfermedades infecciosas.

Sanitary and preventive measures in the Chilean Araucanía region in the late 19th and early 20th century In the late nineteenth and early twentieth centuries the Chilean health situation, under the care of charity institutions, was catastrophic and unfavorable to the progress of the nation. This determined that the influence of doctors became increasingly important for taking decisions on health attention, by reinforcing the essentials of hygiene and developing a series of preventive health measures to control infectious diseases, the leading cause of mortality during this period. These measures spread throughout the country even to the Araucanía region. They reinforced the ideal of modernization and civilization that the Government attempted to establish in the new provinces, whose inhabitants were unawere of the state presence before 1880. In this context and specifically in the province of Cautín, our investigation sought to identify the preventive measures developed, their operation and the reaction of people to its implementation. The sources reviewed allowed us to identify four preventive actions focused mainly to avoid the spread of infectious diseases. These were performed by a group of trained qualified personnel, but also by people without the knowledge required to execute them properly. Key words: Araucanía - preventive health measures - infectious diseases.

1



Estudiante, Carrera de Pedagogía en Historia, Geografía y Educación Cívica. Universidad de La Frontera. Correo electrónico: [email protected]



Recibido el 29 de septiembre de 2009. Aceptado el 17 de diciembre de 2009.

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A finales del siglo XIX y principios del XX las catastróficas condiciones sanitarias del país formaron parte de la llamada “cuestión social” y fueron el argumento de los higienistas para la modernización de la salud frente a una caridad pública que no había logrado disminuir los altos índices de mortalidad registrados en el país (1). De esta manera la beneficencia que había mantenido su rol protagónico en la salud del pueblo debió ceder territorio a los médicos y al Estado, por una parte, y por otra a la misma población que iniciaba su organización en las denominadas sociedades de socorros mutuos. El conjunto de la sociedad chilena comenzaba entonces a entender que era imposible continuar con una organización de la salud inoperante para el nuevo contexto socioeconómico imperante y que el camino hacia una nación saludable estaba en las manos de la ciencia y no de la caridad asistencialista y, más que esperar al pueblo enfermo en hospitales, lazaretos o dispensarios, era necesario desarrollar medidas preventivas para mejorar por sobre todo las condiciones sanitarias y poner atajo a las enfermedades infecciosas causantes de un alto porcentaje de la mortalidad del periodo. La mayor preocupación por las condiciones sanitarias del país coincidió con la incorporación definitiva de la Araucanía al resto del territorio nacional en la década de 1880. Este espacio fronterizo que dividiera por décadas al país fue rápidamente intervenido a finales del siglo XIX por todo el aparataje estatal establecido en los centros urbanos de las nuevas provincias que crecen en forma acelerada debido a la gran cantidad de migrantes llegados de otras regiones: así, prontamente los problemas sanitarios de las ciudades del centro del país se ven reflejados en las ciudades de la Araucanía. Es en esa realidad urbana deficiente de la post-incorporación en la cual se generan los problemas sanitarios arrastrados con la civilización y principalmente las medidas preventivas para enfrentarlos, en que se centra el presente trabajo, cuyo espacio de estudio más específico es la provincia de Cautín desde 1887 a 1919. De esta manera el objetivo central está referido a identificar cuáles son las medidas preventivas establecidas en la Araucanía para enfrentar los problemas sanitarios derivados

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de las enfermedades infecciosas, así como su funcionamiento y quiénes tuvieron la misión de llevarlas a cabo. Como ya se ha señalado anteriormente la prevención sanitaria pasó a constituir una de las máximas del cuerpo médico (2) y del Estado en el periodo en cuestión, reforzándose legislativamente medidas como la vacunación y el aislamiento o intensificando la desinfección química, así como también la organización del aseo público y la revisión de los espacios privados. Cada una de estas prácticas constituyeron una forma de prevenir los gérmenes y las miasmas (3) transmisoras de las enfermedades infecciosas. La vacunación contra la viruela “La viruela existe por culpa exclusiva de los que no se vacunan” (4), así se afirmaba en la Revista de la Cruz Roja en 1932 frente a la amenaza de una epidemia; la denuncia se hacía para llamar a la población a vacunarse y revacunarse contra la mortífera enfermedad, que si bien parecía haber disminuido su grado de contagio a partir de diversas medidas sanitarias en los últimos años del siglo XIX y primeros del XX, aún persistía en nuestro país. Para la vacunación existína una Junta Central y Departamentales, las cuales fueron reorganizadas bajo el gobierno de Domingo Santa María, ya que su reglamentación original correspondía a los primeros años del siglo XIX, y no tenía relación con el contexto nacional de finales de siglo. Se establecieron entre otras cosas, en el reglamento de 1883, las funciones del Servicio Central de Vacuna, los requisitos que debían cumplir los aspirantes (a vacunadores) y las obligaciones de los vacunadores, quienes eran los responsables de llevar la vacuna a los distintos puntos del país. Para los interesados por esta tarea en primer lugar se estableció, en el artículo 19, lo siguiente: Para ingresar al vacunatorio en calidad de aspirantes a vacunadores, los interesados lo solicitarán por escrito i acompañaran certificados de personas autorizadas que comprueben la buena conducta del aspirante (5).

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Luego de ingresar al servicio después de su asistencia a clases y respectivo examen, los vacunadores estaban obligados, entre otras cosas, a vacunar a cuantos los solicitaren, ya sea en los lugares designados al efecto o en aquellos a que fueren enviados, sin exijir del publico retribución alguna (6).

A esta reorganización del servicio de vacunación se sumó, en 1887, la acción del Presidente Balmaceda al decretar la vacunación para los recién nacidos: después de los tres meses de vida, los vacunadores mediante los registros civiles se informarían de los nuevos nacimientos y partirían en busca de los infantes. Como en el resto del país, estos hombres recorrieron la provincia de Cautín, y cumplieron con su tarea muchas veces con aceptación y otras con el rechazo de la población ignorante muchas veces de las ventajas de recibir la vacunación contra una enfermedad establecida en el territorio de la Araucanía mucho antes de la incorporación definitiva en la década de 1880. La vacunación antivariólica fue una de las mayores preocupaciones en materia de salud, no tan sólo del Estado y los responsables de la salud sino también de los medios de comunicación locales, que informaban a la población las alternativas posibles para recibir la vacuna; Servicio de Vacuna (Temuco); se vacuna a domicilio diariamente i se vacuna en la oficina los días lúnes de 12 a 2 P. M. El virus vacuno y los vacuniferos son reconocidos previamente por el medico del ramo, DR. Alliende A. (7).

Si bien la vacunación se realizaba en las oficinas, era más común que los vacunadores recorrieran las ciudades y el campo en busca de quienes desearan la inoculación o de los recién nacidos; La epidemia de viruela reinante (en Temuco) exije conocer si fuera posible inmediatamente el número de nacimientos inscritos. A fin de hacer llegar hasta ellos los beneficios de la vacuna (8).

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La vacunación al momento de nacer no confería una inmunidad indefinida al contagio, por lo cual debía efectuarse nuevamente una revacunación transcurridos ocho años de la primera; en caso de epidemia era recomendable vacunarse inmediatamente. En 1914, frente al rebrote de la viruela en la ciudad de Temuco, se realizó una vacunación y revacunación principalmente en aquellos lugares en los cuales la enfermedad hiciera estragos: En la presente semana se practicó la vacunacion y revacunacion de los conscriptos del Regimiento “Tucapel” por el Vacunador estraordinario señor Henriquez. Los resultados obtenidos son los siguientes: Vacunados primera vez 53 les brotó 53. Revacunados: 203 les brotó 53. Como se vé el resultado no puede ser mas halagador, las primeras vacunaciones han producido un ciento por ciento y las revacunaciones un veintiséis por ciento. Llamó especialmente la atencion el conscripto Felixmen Rubio, que con señales bien marcadas de viruela, le brotara la vacuna con todo éxito; lo que indica claramente que todas las personas, aun las que han tenido viruela, deben vacunarse (9).

Durante el periodo en cuestión la viruela era una enfermedad endémica en nuestro país y cada año, principalmente en la temporada invernal, era frecuente su recrudecimiento que parecía no declinar frente a la vacunación, la cual parecía ser la mejor alternativa para terminar con las continuas epidemias que azotaban al país y la región. El preservativo pareció tener diversos obstáculos para hacer mella en la enfermedad, como lo revelan distintas fuentes de la época. En 1908 frente al recrudecimiento de la viruela, Maximiliano Riquelme (10) informaba al Ministro del Interior del actuar de los vacunadores y de su labor en la provincia de Cautín por la poca vijilancia que tienen los vacunadores, vacunan cuando quieren i ocupan el dia hábil no en su ocupación sino en lo que ellos lo desean; hai dias en la semana que vacunan una o dos personas, dejando asi mas campo para que la epidemia cunda i se desarrolle (11).

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En su informe, estableció como una de las principales causas del aumento de la viruela el poco control sobre los vacunadores, quienes se escudaban de las denuncias, alegando que la resistencia de la población a la inoculación impedía el freno de la enfermedad. A opinión de Riquelme, los vacunadores hacían la siguiente reflexión: miéntras haya mas jente que vacunar nuestros empleos tendrán mayor razon de ser; puesto que habiendo ménos que vacunar, el número de vacunadores será menor (12).

A esto agregó que la resistencia no era tal, y la población accedía a la vacuna con facilidad. Sin embargo, existen fuentes que sustentan la versión de los vacunadores, en las cuales el intendente invitaba a diversas personalidades de la provincia a participar y llamar a la población a recibir el preservativo. En octubre de 1906 la autoridad provincial escribió al Párroco de Lautaro: La Intendencia a destinado un vacunador para que se dedique exclusivamente a ejercer sus funciones en esa subdelegación (Lautaro). Desgraciadamente esta medida no ha dado los resultados que se esperaban, a causa de la resistencia que muchas personas oponen a la vacuna. Con el objeto de vencer esta resistencia ruego a Ud. tenga a bien prestar el concurso de su valiosa influencia para combatir las preocupaciones que se tienen contra la vacuna. No dudo que ud. querra tomar parte activa en esta obra benefica i que mediante su eficaz intervención se han de salvar muchas vidas... (13).

La resistencia de la población fue tal vez uno de los mayores obstáculos con los cuales el preservativo debió lidiar y al parecer dependía más que nada de los vacunadores que las personas resolvieran aceptar la inoculación; desde el domingo tenemos entre nosotros al nuevo vacunador, señor Pedro Nolasco Toledo, hijo de Santiago, quien por su carácter vivo y jovial, parece que podrá persuadir a mucha jente que miran la vacuna como perjudicial o con indiferencia ya, en su marcha a esta, hizo sus estrenos

con veneplacito y éxito en los pueblos de Traiguen... (14).

Como durante la segunda mitad de la década de 1900 la viruela no disminuyera en las provincias del centro y sur del país, se adoptaron nuevas medidas relativas a la vacunación y a la labor de los vacunadores, vacunacion i revacunacion de los habitantes, que las autoridades sanitarias estimaren necesarias recibir la inoculación en un perímetro de cien metros alrededor del foco donde se ha producido viruela (15).

Frente a los estragos de la enfermedad no sólo se tomaron medidas de obligatoriedad, como la anterior, sino también se aumentó el número de vacunadores, porque los de planta no daban abasto en los periodos de epidemia. Como ocurriera con los médicos y sus visitas de inspección en las cuales se hacían acompañar de autoridades de seguridad, los vacunadores, también reclutaron a estos hombres para la vacunación. En 1906 la Junta Departamental de Vacuna informaba a la autoridad central del ramo sobre la situación de la viruela y del esperanzador resultado de la vacunación: felizmente se ha podido hacer mas en materia de vacuna, con los cuatro vacunadores (uno de planta, dos extraordinarios aceptados por la junta central i un oficial de policía que he ocupado en este servicio) se han hecho en julio i agosto 5141 vacunaciones. En septiembre este trabajo se continúa con igual actividad. Quedan ya pocas personas que vacunar en las poblaciones situadas al lado de la línea férrea i en octubre se ocuparan en los fundos i colonias que ahora no pueden recorrer por el mal estado de los caminos (16).

Durante el periodo comprendido entre 1887 y 1919 los vacunadores adquirieron cada vez mayor cantidad de obligaciones, ya que uno de los principales objetivos sanitarios del Estado para el periodo en cuestión era terminar con la viruela mediante la vacunación. Sin embargo, la tecnicidad o mecánica de su trabajo les restaba autoridad, a diferencia de lo que ocurre con los médicos. Como se aprecia en los comunicados, la falta de vacunadores no era un obstáculo

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importante, porque perfectamente se podía capacitar sin dificultad a quienes estuvieran dispuestos a realizar las inoculaciones. La acción de los vacunadores y la generalización de la inmunidad a la viruela lograron disminuir sustancialmente la enfermedad en la provincia de Cautín (como al igual que en el resto del país). Esto mediante una continua preocupación de las autoridades por la vacunación principalmente de los menores, lo que sin duda fue de gran trascendencia, porque en primer lugar significó la inmunidad para todos quienes nacieron a partir de 1887 que estuvieran inscritos en los registros civiles y, segundo, permitió a las familias de los infantes vacunados conocer los beneficios de recibir dicho preservativo. El aislamiento A diferencia de otras medidas sanitarias, que comienzan a ser utilizadas por primera vez o masificadas durante el siglo XIX, el aislamiento corresponde a una práctica de larga data, ya aplicada en siglos anteriores para evitar la propagación de las enfermedades: Los padecimientos infecto-contagiosos fueron los principales problemas de salud en Hispanoamérica durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Las prácticas para evitarlos provenían de la observación, se referían a mantenerse alejado de los sitios “contagiosos” y a aislar a los enfermos mediante la cuarentena, lo que implicaba cierta vigilancia epidemiológica (17).

El aislamiento y cuarentena practicados en el continente continuaron utilizándose en las nuevas repúblicas en el siglo XIX a cargo de la Beneficencia. Esta medida, por un lado, constituyó una idea racional de corte higienista para evitar la propagación de los gérmenes y las enfermedades infecciosas y por otra parte alimentaba la acción caritativa o de favor de la beneficencia hacia el pueblo sufriente y empobrecido. A pesar de su existencia y organización anterior al periodo de estudio, es preciso señalar que hacia finales del siglo XIX, bajo la promulgación de la ley de policía sanitaria en

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diciembre de 1886, ésta adquirió características de obligatoriedad para quienes resultaran infectados y no contaran con una situación que propiciara su recuperación y evitara la propagación de la enfermedad (18). Su finalidad preventiva fue reforzada en la acción estatal bajo el gobierno de Balmaceda, lo que permite agruparla junto al resto de las prácticas sanitarias para el control de las enfermedades infecciosas señaladas en el presente trabajo. Cada vez que una enfermedad amenazaba con extenderse y establecerse una epidemia las autoridades pertinentes iniciaban el equipamiento de los locales de asistencia para albergar a los infectados. En toda la república los lazaretos eran abiertos para recibir a los enfermos. En provincia al igual que en el resto del país la situación no era distinta, cada recrudecimiento de alguna enfermedad infecciosa significaba el establecimiento rudimentario de un nuevo lazareto que por lo general estaba apartado de la comunidad. Sin embargo, en ocasiones estos edificios se ubicaban muy cerca de la población, lo cual quedaba registrado en los periódicos locales con carácter de denuncia. En 1906 frente a una epidemia de viruela el diario La Frontera describió la preocupante situación de Padre las Casas, refiriéndose entre otras cosas al local de cuarentena: En cuanto al Lazareto debe cambiarse de donde actualmente se encuentra i buscarse una casa que esté aislada de la poblacion, de otro modo la poblacion Padre Las Casas está espuesta a desaparecer por el flajelo (19).

En 1912, cuando el lazareto estaba ubicado en la isla Cautín, se llamaba la atención por la poca distancia y la no existencia de límites entre éste y el Regimiento Tucapel; El lazareto esta colindante con el poligono militar sin que haya cierre alguno que lo divida, constituyendo este solo hecho un gran peligro para los soldados del regimiento radicado en esta ciudad ademas no hai adonde colocar el coche de variolosos que forsosamente debe estar en el Lazareto para evitar contagios (20).

Según se registra en los libros de defunciones la “Isla Cautín” ya era utilizada con estos

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fines en 1906, lugar que también fue utilizado como cementerio para los enfermos de viruela (21) para evitar el traslado de los cuerpos y de esta forma terminar con la propagación de la enfermedad.

Por lo general según se percibe en las fuentes, la desinfección era una medida de profilaxis aplicada por quien contaba con las soluciones adecuadas, como queda en evidencia con los consejos para la higiene personal que propone el diario La Frontera a sus lectores en 1906 para prevenir el contagio de la viruela:

La desinfección La corriente higienista tenía como objetivo mejorar la salud mediante la intervención en las condiciones ambientales en las cuales se desenvolvía la población. En este sentido, la desinfección química adquirió, en opinión de los higienistas, una relevancia fundamental en el control de las enfermedades infecciosas. En Chile la desinfección es adoptada mucho antes de la creación del desinfectorio de Santiago y del cuerpo de desinfectadores que se organizan en la década de 1890 luego del establecimiento del Consejo Superior y del Instituto de Hijiene (1892). En 1886 el doctor Puga Borne, previniendo la aparición del cólera hacía referencia a la desinfección y las soluciones a ocupar: Hacer cerrar durante seis semanas la pieza en que sobrevenga la enfermedad despues de quemar en ella a puerta cerrada cierta cantidad de azufre o de súlfuro de carbono en la proporcion de 30 gramos por cada un metro cúbico de capacidad (22).

En la provincia, durante el recrudecimiento del cólera en el verano de 1888, en la ciudad de Temuco era frecuente la desinfección de las habitaciones después de la inspección sanitaria: En el establecimiento de panadería, palitroque, billar i despacho del señor Michelsen, (Temuco) han fallecido cuatro, por lo cual se ha mandado clausurar el establecimiento, a fin de evitar que las mercaderías no contaminen a los consumidores. He ahí una disposición severa por lo demás, pero que se hizo necesaria en vista de la critica situación porque atravesamos. La clausura terminara cuando se desinfecte i se asee el establecimiento a satisfacción del medico de la ciudad (23).

las personas que tengan necesidad de tocar objetos o personas contaminadas, deben labarse con frecuencia las manos i enjuagarse la boca con soluciones desinfectantes. Estas se preparan disolviendo en un litro de agua un gramo de sublimato, cincuenta gramos de ácido fénico a igual cantidad de sulfato de cobre. Estas soluciones son venenosas i es preciso tener cuidado de no tragarlas (24).

O en la correspondencia del Consejo de Hijiene del Departamento de Temuco al Consejo Superior de Hijiene frente a la aparición de casos de peste bubónica en Valparaíso y su posible propagación a través de los ferrocarriles en 1905: Al fin de estar prevenido para tan desgraciada emergencia el consejo (departamental) entre otros acuerdos resolvió dirigirse al Consejo Superior solicitando llame la atención del supremo gobierno a la necesidad de pedir a la dirección de ferrocarriles proceda a la desinfección de los trenes, cargas y equipajes que lleguen a nuestras estaciones y al mismo tiempo pedir que provea a los jefes de dichas estaciones de los elementos de desinfección necesarios para hacer periódicamente la de las bodegas, edificios y la limpieza y aseo del recinto que las estaciones ocupan (25).

En 1906 el diario La Frontera hizo las mismas recomendaciones que dio Puga Borne por la posible aparición del cólera: Las habitaciones contagiadas se desinfectan fumigandolas con asufre. Primero se riega con una solucion desinfectante i despues se quema azufre en un brasero, que no contenga ceniza empleando una onza de asufre por cada metro cúbico de habitacion, las puertas i ventanas deben quedar herméticamente cerradas durante muchas horas i despues ventilarse completamente (26),

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lo único que no concuerda es el periodo de espera para volver a entrar en las habitaciones desinfectadas, lo que permite tener una idea de lo deficiente y riesgoso que significa el practicar la desinfección sin contar con el equipamiento y conocimiento adecuados. Tal vez sea ésta una de las razones de la creación del desinfectorio de Santiago y del cuerpo de desinfección en la década de 1890 sin embargo, ya sea por la lejanía de la provincia de Cautín o el reducido número de desinfectadores y de los instrumentos de desinfección, se tiene poca evidencia del actuar de estos trabajadores de la profilaxis en las poblaciones de Cautín. Aunque se tiene evidencia de que se trasladaron hasta la provincia y trabajaron por largo tiempo realizando desinfecciones generales; los desinfectadores que actualmente estan prestando sus servicios en el departamento de Llaima no podrán dar termino a sus trabajos en Lautaro antes de dos meses mas, según me lo manifestaron el gobernador del departamento i el medico de variolosos señor Ramirez de Arellano. Habiendo recrudecido la epidemia de viruela en este departamento, especialmente en esta ciudad i no disponiendo de los medios necesarios para la desinfección de las casas, ruego a Us. se sirva, si lo tiene a bien, pedir al Instituto de Hijiene el envío de un desinfectador con los aparatos correspondientes (27).

Como los desinfectadores venían cada cierto tiempo, al parecer, se continuó con la desinfección común realizada principalmente por la policía de seguridad u otros empleados públicos relacionados con la higiene y salud de los habitantes de Cautín; Casas Desinfectadas; (Temuco) Anteayer fueron sacados por la policía de la calle Lautaro entre Zenteno i M. A. Matta cinco variolosos; inmediatamente se dio orden de desinfectar todas las casas comprendidas en esta cuadra, operación que fue ejecutada por la policía acompañada del medico del Lazareto, señor Montoya (28).

En 1908 frente al recrudecimiento de la viruela en las provincias del centro y sur del país, la tercera sección del Instituto de Hijiene realizó

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un informe sobre la situación de las principales ciudades. Al referirse a la capital provincial el doctor Luis Asta Buruaga, señalaba: En Temuco no existe ningun servicio de desinfeccion i se hace menester, dado el crecimiento de la poblacion, que se establezca ahí un desinfectorio (29).

A este aumento poblacional al que se refería Asta Buruaga hay que agregar la ineficiencia de los servicios de desinfección realizados por la policía de seguridad u otros empleados relacionados con la salubridad pública que denunciaba el alcalde de la ciudad en 1912: Hoi por hoi, para nadie es un misterio que el servicio de desinfeccion de las casas amagadas i el transporte de los enfermos se hace en condiciones tan deficientes i peligrosas que si ello no se remedia pronto no es posible calcular las desgraciadas consecuencias que puede sobrevenir (30).

Además de la irresponsabilidad de quienes realizaban la desinfección cotidiana en la provincia, se percibe la inexistencia de los implementos necesarios para este tipo de labor, como lo señala un medio local en 1914, al llamar la atención de las autoridades centrales, a las cuales criticaban por la poca o nula preocupación que prestaban a los problemas sanitarios de las provincias. Es sensible, repetimos, que el Supremo Gobierno no vele como es debido por estos pueblos i que muchas veces se han echado al mas profundo olvido. Respecto a esto, debemos, decir que se impone aquí un aparato “Clayton”, a fin de hacer las desinfecciones del caso, pues es costumbre inveterada dejarlo todo para el último instante... (31).

Tal parece que el cuerpo de desinfectadores establecido en la década de 1890 no mantuvo una relación continua con la población de Cautín, a diferencia de los médicos o vacunadores, esto claramente por la falta de un establecimiento de desinfección en las ciudades del territorio de la Frontera. Sin embargo, en reemplazo de este cuerpo constituido por el Estado, la provincia

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se hizo valer de sus habitantes para mejorar las condiciones ambientales y por consiguiente la salud de una población continuamente amenazada por las enfermedades. Es posible agregar, al mismo tiempo, que esta acción sanitaria se hizo cada vez más recurrente según se aprecia en las notas de la Intendencia en 1918-1919, cuando enfermedades como el tifus exantemático y la gripe española hicieron estragos en la población: Epidemia tifus exantematico ha estallado en Temuco con virulencia. La intendencia ha tomado precauciones preventivas nombrandose diez comisiones para exijir...poblacion ha desinfectar establecimientos publicos i casas donde ha habido enfermos hospital iglesia, carcel, correo, telégrafos, tesorerias. Ha celebrado reuniones con asistencia de autoridades y medicos para tomar acuerdos ha puesto disposición del público estufa desinfectora para ropas ha atendido enfermos pobre (32).

Aseo de los espacios públicos y privados A partir de la incorporación de la Araucanía, nacionales y extranjeros iniciaron un paulatino proceso de poblamiento de los nuevos territorios. Junto al poblador, todo un sistema administrativo se precipitó para organizar y hacer funcionales las tierras de la Frontera al resto del territorio nacional. Entre las diversas instituciones que operaron en las nuevas provincias, los municipios se alzaron con la responsabilidad de dar organización interna, lo cual quedó reglamentado en 1887 con la ley de comuna autónoma, coincidente con el establecimiento de la provincia de Cautín en marzo de ese año. Entre las responsabilidades que competían a estas instituciones se encontraban el resguardo del aseo y salubridad principalmente de los centros urbanos, quedando establecido en las obligaciones municipales en el artículo 24 como cuerpos administrativos encargados de la policía municipal, les corresponde proveer: a la salubridad de las ciudades i poblaciones protejiéndolas contra las causas ordinarias i comunes de infeccion,

i prescribiendo reglas de policía sanitaria cuando circunstancias o acontecimientos extraordinarios lo exijieren (33).

Para mantener la limpieza de los espacios públicos y privados se organizó un cuerpo de policía de aseo. Según la memoria del Intendente de Cautín en 1890, estos organismos de limpieza se establecieron muy tempranamente en Temuco y Nueva Imperial, con el fin de mantener condiciones higiénicas aceptables, principalmente en las ciudades cuya concentración poblacional hacía más ventajosa la acción de las enfermedades infecciosas: En Temuco como en Imperial las Municipalidades, en proporcion a los recursos de que disponen, han organizado un servicio regular de carretones que asean las calles i casas en los dias prescritos por los bandos de policía (34).

Las autoridades locales, entendiendo la necesidad de mantener no tan sólo la limpieza de los espacios públicos, llamaron a conservar el aseo de las casas y no acumular la basura. Como estas prácticas aún no estaban incorporadas al quehacer cotidiano de la población, estas acciones revistieron carácter de obligatoriedad: Quedan obligados los dueños de casa o cualquier propiedad urbana de esta población a mantener perfectamente aseado el interior de sus viviendas, patios y corrales. Las basuras o desperdicios deberán juntarlos i sacarlos a la mitad de la calle frente a la puerta principal de la casa, los días que mas adelante se indican, para que los carretones de la policia los recojan i conduzcan al río (35).

Los periódicos, conscientes de su labor, denunciaban a los infractores de la salubridad y hacían un llamado al cuerpo policíaco correspondiente a terminar con la inmundicia: también llamamos la atencion del señor Inspector de policia de aseo hacia la hijiene de la población; pues en la avenida V. Mackena, entre las calles R. García R. y M. Montt, un vecino ha hecho un desagüe

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para botar los residuos y desperdicios, formando en dicha calle un verdadero foco de putrefacción (36)

frente a una población que desconocía las conductas de higiene, fueron las disposiciones de obligatoriedad y la labor del cuerpo de aseo, lo que indujo finalmente a la incorporación de estas acciones al diario vivir. Como queda establecido en la ley de municipalidades, era obligación permanente el conservar el aseo y salubridad de las ciudades, lo cual debía ser reforzado si las localidades a su cargo estaban frente a la amenaza de una epidemia, periodos en los cuales se reglamentaba aún más el accionar del cuerpo de policía y de la población. En 1907 el diario La Frontera hacía públicas las disposiciones tomadas por la autoridad local: Considerando: 2.º Que es de absoluta necesidad hacer mas espedito i eficaz el servicio de la Policia de Aseo reglamentando las horas en que los vecinos pueden depositar en la calle los desperdicios y las basuras de las habitaciones i sitios i como único medio de poder fiscalizar a los empleados encargados de atender este servicio i competerlos al cumplimiento de sus obligaciones. 1º A contar desde el primero de Setiembre próximo, se prohibe estrictamente dépositar en la calle pública las basuras u otros desperdicios despues las nueve de la mañana i en los días que a los respectivos cuarteles les corresponda (37).

Las responsabilidades de este cuerpo de policía están referidas a la mantención del aseo y salubridad del espacio público, no así de la asistencia médica o de otras tareas relativas al cuidado de los enfermos. Sin embargo, frente a la falta de recursos y de organización de las entidades responsables, estos empleados municipales se vieron muchas veces en la obligación de prestar sus servicios a la asistencia pública. No correspondiendo a las tareas de este cuerpo policiaco, las autoridad edilicia llamaba a la intendencia a responsabilizarse del traslado de los enfermos: Esa Intendencia posee un vehículo especial para la conducción de los variolosos.

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Seria pues, mui conveniente dedicarlo desde luego ese carruaje al uso a que fue destinado, excluyendo de ello en absoluto a los carretones de la Policia de Aseo que hasta ahora esta alcaldía no habia tenido inconveniente en proporcionar con tal objeto (38).

La obligación de mantener el buen aseo de los espacios públicos por el municipio también significó su financiamiento; sin embargo, era recurrente la falta de fondos principalmente por lo frecuente de las situaciones de riesgo sanitario que producían las enfermedades infecciosas, periodos en los cuales los alcaldes llamaban a la autoridad central (Ministro del Interior) a comprometerse de mayor forma para combatir las epidemias; esta Coorporación no cuenta con los fondos necesarios para atender estos servicios, porque la viruela, que ha azotado esta ciudad, ha tomado tal incremento que para combatirla no solamente la accion de las autoridades mancomunadas, como se ha hecho, sino que de los fondos suficientes para cubrir el costo de la hospitalizacion de los enfermos, como los que se han atendido en el Lazareto. Por lo demas, estima el infraescrito, a pesar de lo que dispone la ley, que correspondiendo la atención de las epidemias al servicio de beneficencia deberia ser de cargo del estado los gastos que ocasiona la epidemia de viruela en esta ciudad (39).

La nota del primer alcalde de Temuco evidencia cómo cada vez se hará más indispensable la subvención estatal para controlar las situaciones de riesgo sanitario durante este periodo (40). El aseo de los espacios públicos no se redujo únicamente a la recolección de la basura en los días indicados por las autoridades pertinentes, sino también a la eliminación o más bien desecación de pantanos o lugares en donde se juntaran aguas estancadas o sustancias pútridas en las cuales se concentraban miasmas productoras (según se creía durante la época) de enfermedades infecciosas tales como la viruela, la fiebre tifoidea o fiebres palúdicas. En relación con estas prácticas se

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refería el Intendente de la provincia de Cautín en abril de 1888: Como lo he manifestado mas arriba, la capital de la provincia tenia al año ultimo en sus calles i sitios lodazales que echaban miasmas putridas i infestadas del aire. Uno de los primeros cuidados de esta Intendencia fue cegarlos i recoger las aguas que las producian... (41).

Paralelamente a la clausura o eliminación de aguas contaminadas, la autoridad también se preocupaba de suministrar agua limpia a la población, para terminar con acciones irresponsables, que exponían continuamente al riesgo sanitario. En la misma memoria de 1888 se señalaba más adelante: Para el mismo saneamiento es de absoluta necesidad el establecimiento del agua potable en condiciones diferentes de los que ahora tiene. La circunstancia de quedar el río Cautín a algunas cuadras de esta ciudad hace que todo el vecindario se surta de agua de pozos abiertos dentro de sus sitios, lo que, como se sabe, trae siempre malas consecuencias (42).

Con el tiempo la misma población solicitaría a las autoridades agua limpia para atender a sus necesidades más básicas: Los vecinos de temuco piden con insistencia que se le permita usar para la bebida el agua del estanque construido al norte de la ciudad para surtir a la población...Recientemente han ocurrido algunos casos de fiebre tifoidea en temuco, habiendo fallecido de esta enfermedad personas conocidas i estimadas de la sociedad, lo que tiene justamente alarmado al vecindario con la falta de agua para bebida, por lo que espero que ud. permitirá que se tome en obsequio de la salubridad pública la medida que dejo indicada (43).

La mantención de condiciones aceptables de higiene en la provincia no sólo se limitó a controlar por parte de las autoridades el espacio público en el cual se desenvolvía la población sino también el espacio privado, en el cual se introdujo el médico, el policía y la autoridad

estatal para imponer el aseo en las habitaciones del pueblo y evitar así la propagación de las enfermedades: El señor intendente acompañado del comandante policía, recorría los suburbios de la población, i se introducía hasta en los últimos ranchos imponiendo su autoridad a fin de obtener el aseo en las habitaciones que, como se sabe, es el mejor preservativo contra la funesta epidemia (44).

Cada uno de ellos proyectó las transformaciones que se estaban sucediendo en la organización sanitaria, de esta forma el intendente era la imagen de un Estado progresivamente interviniente en los asuntos sanitarios y la policía de seguridad de la vigilancia constante del pueblo. Conclusiones Se pueden identificar cuatro acciones sanitarias reforzadas a finales del siglo XIX, desarrolladas en la Araucanía y específicamente en la provincia de Cautín entre 1887 y 1919, cuyo objetivo central fue prevenir las enfermedades infecciosas y epidemias; si bien es cierto estas medidas no fueron desconocidas antes de este periodo su reforzamiento principalmente a través de la legalidad, permitió su mayor cumplimiento por parte de las autoridades y de la población en general. Su reglamentación fue el reflejo del mayor protagonismo que adquirió el Estado en materia de salud, representativo del esmero por mejorar las condiciones sanitarias y disminuir los altos índices de mortalidad registrados en el país. Estas medidas de prevención centradas en mejorar las condiciones ambientales para hacer difícil la acción de las enfermedades infecciosas (sustentadas en la teoría miasmática de la enfermedad) recurrió al saneamiento de las ciudades mediante el aseo constante de los espacios públicos, la desecación de pantanos, visitas de las autoridades a las habitaciones del pueblo y la desinfección química principalmente en periodos de epidemias. Pero también estuvo centrado en mejorar la propia resistencia de los cuerpos de la población mediante la masificación de la vacunación contra la viruela, en tanto el

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aislamiento se practicó para alejar al enfermo de sus más cercanos para no correr el riesgo de que la afección siguiera extendiéndose por toda la familia, el vecindario y la ciudad. Como quedó en evidencia, estas acciones no estuvieron exentas de dificultades, la resistencia de la población fue recurrente en las notas con referencia al aseo público o la vacunación, la desorganización y hasta la desconfianza en el trabajo de los responsables de estas prácticas se hacen presentes en las fuentes, dejando al descubierto que los problemas sanitarios fueron abordados muchas veces con el apoyo de voluntarios y de la policía de seguridad, quienes fueron muchas veces vacunadores, vigilantes del aseo o desinfectadores. Esto revela en parte el largo camino que existía aún para terminar con los problemas sanitarios que significaban las enfermedades infecciosas y epidemias. Notas y Referencias 1. En el año del centenario Chile tenía los mayores índices de mortalidad a nivel latinoamericano, con 31,7% por 1.000 habitantes. Reyes del Villar, S. Chile en 1910: Una mirada cultural en su Centenario, Editorial Sudamericana, Santiago, 2004, pág. 99. 2. Durante este periodo el cuerpo médico obtiene amplio poder político, participando tanto en el poder legislativo como ejecutivo, lo que ayudó a sus objetivos de modernizar la organización sanitaria del país. 3. “Efluvio o emanación perjudicial que se desprende de cuerpos enfermos, substancias en descomposición o aguas estancadas” (definición de la R.A.E.). Según una teoría clásica del higienismo —antes del descubrimiento de los microorganismos patógenos— algunas enfermedades infecciosas eran transportadas por estos gases. 4. Archivo Regional de la Araucanía (en adelante abreviado como A.R.A.), Revista de la Cruz Roja, Santiago, 1932, pág. 298. 5. A.R.A., Boletín de leyes y Decretos del Gobierno de Chile de 1883, pág. 186. 6. A.R.A., Boletín de leyes y Decretos del Gobierno de Chile de 1883, pág. 186. 7. Biblioteca Nacional de Chile (en adelante abreviado como: B.N.C.), Colección de micro formato

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de Periódicos, El Cautín, Temuco, agosto 6 de 1890. 8. A.R.A., Archivos de la Intendencia de Cautín, Tomo 50, Foja 253, mayo de 1908. 9. B.N.C., Colección de micro Formato de Periódicos, La Igualdad, Temuco, mayo 30 de 1914. 10. Maximiliano Riquelme fue enviado desde Santiago en 1908 para hacerse cargo de los servicios relacionados con el control de la viruela en las provincias de Cautín y Valdivia. 11. A.R.A., Informe sobre viruela en la Frontera, Memorias del Ministerio del Interior, mayo de 1908, pág. 560. 12. A.R.A., Informe sobre viruela en la Frontera, Memorias del Ministerio del Interior, mayo de 1908, pág. 562. 13. A.R.A., Archivos de la Intendencia de Cautín, Tomo 42, Foja 257, octubre 20 de 1906. 14. B.N.C., Colección de micro Formato de Periódicos, El Orden, Nueva Imperial, julio 28 de 1892. 15. A.R.A., Informe de la 3º sección. Hijiene, Memorias del Ministerio del Interior, 1908, pág. 552. 16. A.R.A., Archivos de la Intendencia de Cautín, Tomo 42, Foja 121, septiembre 22 de 1906. 17. Fajardo G, Ferrer Y. Control Sanitario de las enfermedades transmisibles en Hispanoamérica. Siglos XVI, XVII, XVIII. Archivo PDF. Enero de 2008. 18. La obligatoriedad de esta disposición fue reforzada bajo el Código Sanitario de 1918 en el artículo 54, estableciéndose una multa de 50 y hasta 200 pesos a quien no cumpliera con dicha ley. 19. B.N.C., Colección de micro Formato de Periódicos, La Frontera, Temuco, octubre 7 de 1906. 20. A.R.A., Archivos de la Intendencia de Cautín, Tomo 72, foja 86, Temuco, junio 5 de 1912. 21. En octubre de 1906 se registró el fallecimiento de un niño de ocho años que fue trasladado al lazareto de la “Isla Cautín” donde murió y fue enterrado en el cementerio del mismo lugar. En 1908 en el registro civil de Temuco se inscribió la defunción de 36 personas entre enero y mayo; todas fueron enterradaas en un “cementerio de variolosos”, se desconoce si este cementerio se ubicaba en la “Isla Cautín” o en otro lugar de la provincia. 22. Puga F. Cómo se evita el cólera, 1886, www. memoriachilenadocumentos, septiembre de 2007.

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23. Biblioteca Municipal de Angol (en adelante abreviado como: B.M.A.), Archivo de Periódicos, El Colono de Angol, Angol, enero 7 de 1888. 24. B. N.C., Colección de micro-formato de Periódicos, La Frontera, Temuco, diciembre 9 de 1906. 25. A.R.A., Archivos de la Intendencia de Cautín, Tomo 37, Foja 62, marzo 22 de 1905. 26. B.N.C., Colección micro Formato de Periódicos, La Frontera, Temuco, diciembre 9 de 1906.

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35. B.N.C., Colección de microformato de Periódicos, La Conquista, Temuco, noviembre 3 de 1887. 36. B.N.C., Colección de microformato de Periódicos, La Igualdad, Temuco, marzo 20 de 1892. 37. B.N.C., Colección de microformato de Periódicos, La Frontera, Temuco, octubre 6 de 1907. 38. A.R.A., Archivos de la Intendencia de Cautín, Tomo 66, Foja 177, Temuco, enero 25 de 1912.

27. A.R.A., Archivos de la Intendencia de Cautín, Tomo 64, Foja 303, Temuco, mayo 27 de 1911.

39. A.R.A., Archivos de la Intendencia de Cautín, Tomo 46, Foja 250, Temuco, febrero 20 de 1908.

28. González P. Antecedentes para un estudio histórico y bibliográfico de la novena región: algunos antecedentes orales y escritos de los primeros años de la ciudad de Temuco. Temuco, 1976. pág. 60.

40. El aumento de la subvención estatal en la administración de las instituciones de asistencia como hospitales, lazaretos, dispensarios, etc., minará la autoridad de la beneficencia en las cuestiones de salud en las décadas siguientes.

29. A.R.A., Informe de la 3 seccion de hijiene, Memorias del Ministerio del Interior, 1908, pág. 548.

41. A.R.A., Memoria del Intendente de Cautín en Memorias del Ministerio del Interior, 1888, pág. 949.

30. A.R.A., Archivos de la Intendencia de Cautín, Temuco, enero 25 de 1912. 31. B.N.C., Colección de micro formato de Periódicos, El Imparcial, Temuco abril 15 de 1914. 32. A.R.A., Archivos de la Intendencia de Cautín, Tomo 83, Foja 278, Temuco, febrero 1 de 1919. 33. A.R.A., Boletín de leyes y Decretos del Gobierno de Chile de 1887, pág. 1360. 34. A.R.A., Memoria del Intendente de Cautín en Memorias del Ministerio del Interior, 1890, pág. 87.

42. A.R.A., Memoria del Intendente de Cautín en Memorias del Ministerio del Interior, 1888, pág. 949. 43. A.R.A, Archivos de la Intendencia de Cautín, Tomo 42, Foja 488, Temuco, marzo 13 de 1907. 44. B.M.A., Archivo de Periódicos, El Colono de Angol, Angol, enero 7 de 1888.

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Los tratamientos biológicos en el manicomio nacional chileno (1894-1959) Enrique Escobar M.1

Hasta finales del siglo XIX, no obstante el espíritu de los alienistas las posibilidades de mejoría eran limitadas y poco alentadoras. El nihilismo terapéutico infiltraba tanto a los medios profesionales como a la población. La aparición de las terapias biológicas en la primera mitad del siglo XX junto con modificar las condiciones intrahospitalarias de los enfermos y personal transforma rotundamente el pronóstico de algunas patologías y la calidad de vida de los enfermos que pueden egresar del manicomio. Mientras la malarioterapia y la penicilina terminan con la neurolúes, el coma insulínico y el electroschock modifican dramáticamente el cuadro de estado de los pacientes con psicosis esquizofrénicas y maníaco-depresivas, si bien el pronóstico no varía. Por fin viene a añadir nuevas ilusiones la introducción de los psicofármacos que se concretaran en la segunda mitad del mismo siglo. Palabras clave: asilo - desórdenes mentales - Chile - terápias biológicas.

biological treatement in the chilean national asylum (1894-1959) Up to the end of the 19th century the possibilities of improving for mental patients were limited and not very encouraging. In spite of the spirit of alienists, therapeutic nihilism infiltrated the medical profession as well as common people. The rise of biological therapies in the first half of the 20th century modified the condition of inpatients and personnel. It also transformed the prognosis of some diseases and the quality of life of sick people, who could abandon the Asylum. Malarial therapy and penicillin eliminated neurosyphilis. Insulinic coma and electroshock modified dramatically the condition of schizophrenic and maniac-depressive psychotic patients, although their prognosis didn’t changed. Finally, psychopharmacs that were introduced in the second half of the same century brought new hopes for the treatment of mental diseases. Key words: asylum - mental disorders - Chile - biological therapies.

INTRODUCCIÓN En la antigüedad para explicar la enfermedad había una concepción mágico-religiosa a la que se agrega con los griegos y romanos la causa racional. Sin embargo sólo con el Renacimiento y la Ilustración se afirma el método experimental, nace el empirismo científico, afirmado en un examen clínico y un diagnóstico sustentado en una teoría. Actualmente hay un proceso reflexivo que lleva, después de un análisis clínico más o menos complejo, a un diagnóstico y a un consecuente

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tratamiento, sin perjuicio que las creencias mágicas sigan influyendo en la población. En las enfermedades mentales —de las que en su gran mayoría no conocemos la etiopatogenia— los tratamientos son sintomáticos. Dada la ineficacia de la actividad terapéutica psiquiátrica hasta el siglo XIX, la internación —muchas veces de por vida— fue el recurso más utilizado. Actualmente, aunque existen terapias avanzadas, persisten curas de épocas pretéritas: piénsese en el valor que tienen aún las curas termales, las hierbas e incluso la parafernalia de índole mágico-religiosa. Este



Médico Cirujano. Instituto Psiquiátrico “Dr. J. Horwitz Barak”, Santiago, Chile. Correo electrónico: [email protected]



Recibido el 9 de octubre de 2009. Aceptado el 11 de enero de 2010.

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trabajo histórico tiene por finalidad describir los tratamientos utilizados en Chile en el Manicomio Nacional, es decir, en el centro médico sucesor de la Casa de Orates y antecesor del Hospital Psiquiátrico, actual Instituto Psiquiátrico “Dr.J. Horwitz Barak”. DESARROLLO El tratamiento de los enfermos mentales en la antigüedad grecorromana es predominantemente psicológico junto a ceremonias médico-religiosas. La sugestión, la persuasión —la cura por la palabra—, las primeras psicoterapias, los masajes, las fricciones, los purgantes colocando al paciente en lugares especiales, los templos de los dioses, los futuros asilos —bien ventilados y bien iluminados— persiguen volver a la razón al que la ha perdido (1, 2). En la época medieval se incluye a los locos como poseídos por el demonio, se declara la persecución de los brujos y de la hechicería. En el mundo musulmán las consecuencias del pecado son la enfermedad que se atiende con rituales religiosos, dieta, música, baños catárticos, purgantes y sedantes. En el Renacimiento, si bien continúa la superstición, aparece ya el uso de medicamentos calmantes como el opio, la belladona, el alcanfor, el cobre amoniacal, etc. Sin embargo, lo religioso con las peregrinaciones a las tumbas de los santos alcanza todavía gran prestigio en su efecto psicoterapéutico, en que las pasiones juegan un papel muchas veces protagónico. Mirando a continuación en la época del Romanticismo y la consolidación del Positivismo en el siglo XIX se van describiendo desde un modelo médico las enfermedades mentales, constituyéndose la Psiquiatría como una rama de la Medicina. Los tratamientos buscan atacar el sufrimiento con medios diversos, como los baños, las dietas, los masajes e incluso todavía la sangría y otros ya conocidos sedantes y tónicos. Pero también se aprecia el desarrollo de los tratamientos psicológicos como la hipnosis y el tratamiento moral que se entrega en los asilos terapéuticos. El tratamiento moral es principalmente una reeducación del paciente. Se deseaba formar autoestima y autocontrol del enfermo guiado por el médico comprensivo pero firme para aplicar los premios o castigos

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por la conducta del enfermo. Agreguemos dos tipos físicos de tratamiento: la electroterapia en sus diversas modalidades, consiguiendo efectos sedativos, excitantes y sugestivos, y la hidroterapia tanto con agua fría como caliente (3). A eso se suma el nuevo aporte a la farmacoterapia con la morfina, las sales de mercurio, el bromuro de potasio, el hidrato de cloral, la escopolamina, la hioscina, el paraldehido y el ácido barbitúrico, llevando al reemplazo de los métodos restrictivos físicos por medios farmacológicos en el control comportamental (4). Entrando al siglo XX vamos a apreciar el desarrollo de diversos tratamientos somáticos revolucionarios que cambiarán el modo de vida de los asilos, los que se transformaran en Manicomios donde trabajan los alienistas. Aparece en 1917 la terapia febril de Julius Wagner von Jaureg, quien primero utiliza vacuna tuberculínica y luego inoculación de sangre de pacientes con malaria, encontrando mejoría en un tercio de los paralíticos generales, pero fracasando en otras patología como la esquizofrenia, depresión, etc. La malarioterapia se aplicó hasta la introducción de la penicilina cuando Mahoney en 1943 la usó en paralíticos con marcado éxito. Por la trascendencia de su tratamiento Jaureg recibió el Premio Nobel en 1927 por su descubrimiento (2). Otro aporte fue la introducción por Klaesi en 1922 de la terapia de sueño provocado con barbitúricos que, no obstante sus beneficios marginales, se mantuvo por varias décadas (29). Un nuevo recurso surgió cuando Sakel en 1934 con la insulino-terapia, es decir con la provocación de coma mediante la inyección de insulina, benefició a los esquizofrénicos. La remisión especialmente en casos nuevos y dentro del primer año fue significativa. Luego aparecen en 1938 Cerletti y Bini con la provocación de convulsiones mediante la corriente eléctrica en enfermos esquizofrénicos y maníacos depresivos. Se había observado que las crisis convulsivas de los epilépticos desaparecían cuando había psicosis. Si bien primero Meduna en 1934 utilizó fármacos como alcanfor y cardiazol para provocar las convulsiones, fue con la aplicación eléctrica mediante electrodos en las sienes que se provocaran convulsiones sin una etapa prodrómica de marcada angustia vivida con los fármacos (1). El electroshock adminis-

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trado bajo anestesia general con oxigenación continua es la más segura actualmente de las terapias somáticas. Por otra parte, debemos incluir en este recuento la aparición de la psicocirugía que con Burckhardt y Moniz abre posibilidades terapéuticas a los pacientes mentales. En 1935 este último con la colaboración del neurocirujano Almeida Lima realiza lobotomía prefontal obteniendo resultados alentadores para tratamientos de enfermos violentos. Por otra parte, Jocobsen en 1947 utilizó la apomorfina para provocar vómitos y asociarlo a alcohol para generar reflejos condicionados, lo que bloquearía el impulso a beber. Esta terapia aún se sigue realizando. Por último, la aparición de los primeros psicofármacos modernos ha cambiado el pronóstico de la enfermedad mental transformando el futuro de la psiquiatría como la quinta especialidad. La inclusión del Litio por Cade en 1949, si bien por algunas intoxicaciones letales restó valor a su descubrimiento por un tiempo, luego se estableció como un nuevo recurso para los enfermos afectivos. Años después, en 1952 Delay y Deniker comunican los efectos antipsicóticos de la Clorpromazina seguidos muy pronto en 1954 por la Reserpina, que más tarde será desechada por su efecto hipotensor y su incompatibilidad con el electroshock. En 1954 F. Berger precisa los beneficios del Meprobamato, en 1957 R. Kuhn introduce la Imipramina seguido pronto con la introducción del primer inhibidor de la monoaminooxidasa, la Iproniazida por K. Kline y en 1960 L. Sternbach reporta el efecto ansiolítico del Clordiazepóxido (2). LOS TRATAMIENTOS EN EL MANICOMIO NACIONAL En la última década del siglo XIX la vieja Casa de Orates —dirigida por don Pedro Montt futuro presidente de Chile— fue sometida a una remodelación y crecimiento que se acompañó, entre otros, de nuevos talleres de rehabilitación, nuevas dependencias para la hidroterapia, habilitación del Teatro Grez, nuevas instalaciones para los funcionarios y dependencias apropiadas para las monjas de San José de Cluny —incluida una capilla— llegadas en 1895. Por la apertura de La Avda. de la Paz se construyó un túnel que

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cruzaba la calle para acceder a la parte poniente donde estaba el pensionado de mujeres, y también había Departamentos de Crónicos y anexo el Servicio de Psiquiatría Infantil. Pero sin duda lo más importante fue la terminación del segundo piso de la construcción que da a la calle Olivos y que pasó a consolidarse como el Manicomio Nacional de Santiago. Todas estas obras dieron un nuevo rostro a la institución (5, 6). Los pacientes vivían en Departamentos de crónicos donde ingresaban desde la sala de observación cuando después del fracaso del tratamiento quedaban internados de oficio. A los inquietos y perturbadores se los instalaba en la sala de agitados y los alcohólicos en el asilo de temperancia. En esa época los medicamentos eran escasos. Bromuros y escopolamina como sedantes, Hidrato de cloral y Fenobarbital como anticonvulsivantes e hipnóticos, las sales de mercurio y el yoduro de Potasio como antisifilíticos, el opio y la morfina como antimaníacos y sedantes. También se utilizaba la llamada electroanestesia como relajante. Los procedimientos físicos eran el aislamiento, en “celdas de castigo”, contención mecánica, y absceso de fijación con Trementina, sustancia irritante que provocaba inflamación cuyo dolor limitaba el movimiento del paciente (7). La Neurolúes en sus diversas formas, especialmente la Tabes, la Meningoencefalitis y sobre todo la Parálisis General, constituían un porcentaje significativo de muy mal pronóstico a pesar de los tratamientos citados en el Manicomio hasta la aparición de las curas febriles. En la primera publicación chilena de la especialidad en 1918 hay una colaboración de Bombaren, autor extranjero, con una revisión de los tratamientos clásicos de la Parálisis General (8). En cuanto a la introducción clínica de la Malarioterapia no tenemos constancia, no obstante que Acevedo y Marti, de Viña del Mar citan que uno de ellos fue testigo de la llegada de cepas de Malaria al Manicomio en 1929. En una revisión de historias clínicas de la primera mitad del siglo XX se utilizó ese tratamiento en una paciente diagnosticada de esquizofrenia en 1928 (8). Para terminar con este tema, el profesor Hernán Alessandri hizo su tesis de título con una población de pacientes con parálisis general aplicando Malarioterapia en 1923, lo

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que posiblemente lo transforma en la primera comunicación sobre el tema (9, 10). En Santiago, de acuerdo con diversas publicaciones nacionales, se comenzó a usar penicilina en dos Servicios del Manicomio en 1946 y 1947. En el Servicio A, los Drs. Isaac Horvitz, José Horwitz y José Miguel Estay trataron a 12 pacientes con parálisis general de distinta gravedad, encontrando que 7 pacientes, todos del grupo de reciente evolución mejoraron como para egresar (11). Concluyen que es conveniente combinar por el momento la terapia con paludismo y penicilina. Pronto se confirmaron los beneficios de esta última muy superiores a la malarioterapia y se comenzó a utilizar en el resto de los hospitales de acuerdo con la disponibilidad del antibiótico (12, 13, 14). En cuanto al coma insulínico, disponemos de publicaciones en donde el Profesor A. Vivado aparece como protagonista en la inclusión de ese tratamiento (15). En mayo de 1937 en una sesión de Sociedad de Neurología, Psiquiatría y Neurocirugía, Vivado, Bustos y Morales San Martín comunicaron la aplicación de la cura de Sakel, el coma insulínico, a 15 enfermos esquizofrénicos (16, 17). El resultado fue halagüeño: cinco mejoraron completamente, ocho tuvieron remisión parcial, uno falleció y en el restante no se encontró modificación. Al año siguiente, aumentada la casuística a 90 pacientes, los resultados le parecen no tan exitosos y recomienda observar más prolongadamente a los pacientes antes de sacar conclusiones; en todo caso el efecto más curativo se observó en los primeros brotes (18). En la práctica ese tratamiento se utilizó hasta los años 1970 cuando se observó el mejor resultados de los fármacos neurolépticos que luego revisaremos. A continuación resumiremos la aparición de la terapia convulsiva que, iniciada por. O. Peralta con la producción de convulsiones con Cardiazol, culminó con la implementación del electroshock por el Prof. Vivados et al. En efecto, el Dr. Peralta introdujo el Cardiazol como estimulante cerebral para producir convulsiones encontrando resultados esperanzadores, aunque su utilidad se vería luego disminuida por la menor complicación del electroshock (19). Éste se empezó a utilizar gracias a un colega que lo prestó, pues el hospital no disponía de la máquina. En 1943 Vivado y Morales

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San Martín informaron del uso de la terapia electroconvulsiva en 75 enfermos con diversas enfermedades mentales, especialmente esquizofrenia y psicosis maníaco depresiva. En 80% de los esquizofrénicos agudos hubo mejoría total, sólo en el 22% de los crónicos, y en el 87% de los afectivos. En la forma catatónica el resultado fue espectacular (20). En un trabajo posterior Vivado señaló la necesidad de considerar, en la eficiencia del electroshock, que el 22% de los enfermos esquizofrénicos tienen una remisión espontánea. Concluye que de una población total de 400 pacientes el 50% tuvo mejoría total o social: 79% de los mejorados eran agudos y el 36% crónicos. En cuanto al serio problema del alcoholismo en el país, los resultados de las formas graves eran pobres y la rehabilitación insatisfactoria incluso con internaciones prolongadas; de modo que al conocer la terapia de reflejos condicionados se abrió la esperanza de obtener mejores resultados. Para ese propósito A.Vivado y R.Murillo comunicaron en 1942 los primeros resultados del uso de apomorfina para producir un reflejo condicionado en alcohólicos. Recuerdan los fundamentos de los reflejos condicionados, describen detalladamente el método y sus resultados. Utilizando apomorfina como emético en 15 pacientes bebedores, consiguieron la abstinencia en 10 enfermos (21). En lo que se refiere a la iniciación del uso de los psicofármacos durante el periodo estudiado, existen varias publicaciones sobre el tema (22, 23). Describiremos brevemente los dos primeros trabajos realizados en el Manicomio. El primer trabajo realizado por José Horwitz et al. utilizándolo en varias enfermedades incluyó el efecto de los dos nuevos neurolépticos: reserpina y clorpromazina solos y combinados. Con reserpina se trataron 72 pacientes pudiendo salir mejorado de alta el 55%. La psicosis alcohólica fue la más beneficiada. En ningún enfermo se asoció electroshock, pues la literatura describía colapso circulatorio. Con clorpromazina se trataron sólo 18 pacientes por carencia oportuna del medicamento, obteniendo resultados menores que con reserpina. La combinación de los dos medicamentos permitió la mejoría del 45%. Agrupando a todos los enfermos, mejoró para estar en condiciones de egresar el 51%

E. Escobar M. / Los tratamientos biológicos en el manicomio nacional chileno (1894-1959)

y empeoró el 4,5% (24). El segundo trabajo de Manuel Francisco Beca et al. de carácter cualitativo, confirman los beneficios de ambas drogas en especial en las psicosis agudas e incluso en las reagudizaciones de los pacientes crónicos; asimismo coinciden que es especialmente beneficiosa en el delírium tremens, y que la clorpromazina sería mejor tolerada, sin perjuicio de los efectos extrapiramidales de ambas (25). En ese mismo trabajo entregan su limitada experiencia con meprobamato como sedante para los neuróticos y el espectacular efecto de la desoxiefedrina intravenosa para generar un estado de excitación que permite al paciente ofrecer una evocación, cargada de emoción, de material psíquico de importancia etiológica.

Además el narcoanálisis realizado de ese modo ayuda a distinguir cuadros complejos con productividad psicótica, depresiones delirantes, histerias atípicas, etc. Cabe agregar que la reserpina se administró también por via intratecal consiguiendo una tranquilización rápida en agitados (26, 27). En 1966 Sergio Benusic publicó el uso de tioproperazina en 12 pacientes encontrando un tercio de pacientes mejorados. Cabe comentar que se procedió con una técnica en que se mantenía varias semanas a los enfermos hasta que por su efecto hipertónico parkinsoniano se retiraba el medicamento para volver a repetir el procedimiento cuando esos síntomas cedieran (28). En cuanto a los antidepresivos, Agustín Téllez et al. publicaron en 1959 y 1960 dos trabajos sobre el uso de Iproniazida y Tofranil respectivamente. Con la iproniazida utilizada en 54 pacientes, obtuvieron mejoría en el 90% en Depresiones de cualquier etiología, aunque al distinguirlas fue la Depresión reactiva la más beneficiada. Por su parte, el tofranil mejoró al 85% de un grupo de 25 pacientes, después de tres semanas (29, 30). En cuanto a la psicocirugía, en Chile fue pionero en este campo el Prof. Alfonso Asenjo, y en el Servicio de Cirugía del Hospital Psiquiátrico el Dr. Mario Poblete inició en 1962 la neurocirugía cerebral estereotáxica con colaboración

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del neurofisiólogo Cristián Vera y el radiólogo Dr. Isidoro Lipchitz (31). CONCLUSIONES El periodo estudiado, que en otra parte incluimos como la etapa de desarrollo y consolidación institucional, se distingue por los cambios arquitectónicos, administrativos y terapéuticos. Sin embargo el hacinamiento, la reducida dotación de alienistas y la inoperancia de los tratamientos vigentes confluyen para que predomine un nihilismo empobrecedor hasta comienzos del siglo XX. Desde esa época la aparición sucesiva de los recursos terapéuticos aquí revisados rompe con el tradicional estilo asilar y significa renovadas esperanzas para los pacientes y estímulo para los equipos profesionales, que serán recompensados en la segunda mitad del siglo XX. REFERENCIAS 1. Postel J, Quétel C. Historia de las terapéuticas modernas, en Nueva Historia de la Psiquiatría págs. 385-391 Fondo de Cultura Económica México 2000. 2. Shorter E. Alternativas en History of Psychiatry 190-229 John Wiley & Sons, Inc. New York 1997. 3. Holzer W. Terapéutica Clínica de las Enfermedades Nerviosas, Buenos Aires 1954. 4. Alberto de Juan et al. Farmacoterapia de las Enfermedades Mentales (Un análisis histórico) Alcmeon 2002 Año XIII, vol 10 Nº 4. 5. Escobar E. Historia del Hospital Psiquiátrico (1852-1952) Rev. de Psiquiatía 1990 Año VII 1:361-368. 6. Medina E. Panorama Institucional de la Psiquiatría Chilena Rev.de Psiquiatía 1990 Año VII1:343-370. 7. Escobar E. La Primera Revista Chilena de Psiquiatría, Neurología y Medicina Legal. Rev. Med. Chile 1999 127:366-370. 8. Escobar E. La Historia Clínica en el Manicomio Nacional. Rev. de Psiquit. y Salud Mental 2004 Año XXI Nº 2 y 3:150-157.

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9. Chuaqui B. Breve Historia de la Medicina. Ediciones Universidad Católica de Chile. Santiago 2001. 10. Alessandri H. Tratamiento de la Parálisis General por Paludismo .Tesis de Prueba 1923 en Currículum Vitae. Rev. Méd. de Chile 1980 108, 401-406. 11. Horvitz I, Horwitz J, Estay JM. Tratamiento de la Parálisis General con Penicilina. Rev. Chil. de Neuropsiq. 1947 Vol 1:150-15. 12. Donoso R, Grismali J. Penicilina y Neurolúes Rev. Chil. de Neuropsiq. 1947 Vol 1:127-130. 13. Kaplan E. Conceptos sobre tratamiento de la Neurolúes. Rev. Chil. de Neuropsiq. 1947 Vol 1:122-126. 14. Núñez R, Kaplan E. Tratamiento de la Neurolúes Rev. Chil. de Neuropsiq. 1948 Vol 1:29-33. 15. Escobar E. Arturo Vivado y la Renovación de los Tratamientos Psiquiátricos. Rev. Méd. de Chile 2002 130 (10) 1179-1182. 16. Vivado A. et al. Primeros ensayos con insulinoterapia. Rev. de Psiquiatría y Disciplinas Conexas 1937 Año II Nº 7:163-165. 17. Vivado A. El Tratamiento de la Esquizofrenia. Rev de Psiquiatría y Disciplina Conexas 1939 IV Nº 2:69-95. 18. Vivado A. Tratamiento de la Esquizofrenia por el método de Sakel. Rev. de Psiquiatría y Disciplinas Conexas 1938 3:2-37. 19. Peralta O. La Convulso Terapia en la Esquizofrenia utilizando Cardiazol. Revista de Psiquiatría y Disciplinas Conexas. Año III Vol 1938 Nº 9:1-11. 20. Vivado A, Núñez C. Técnica e Indicaciones del Electrshock. Rev. Psiquiat. y Dis. Conex 1944 8:7-13.

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21. Vivado A, Murillo R. Terapéutica del Alcoholismo Crónico por el método de los Reflejos Condicionados. Rev. Psiquiat. y Dis. Conex 1942 Año VII Nº 3-4:73-80. 22. Escobar E. Aporte a la historia del Hospital Psiquiátrico durante su dependencia del Servicio Nacional de Salud. Rev. de Psiquit. y Salud Mental 2003 Año XIX Nº 2:78-87. 23. Torrico A. Naveillan P. Tratamiento de la Esquizofrenia con Reserpina. Rev. Chil. de Neuropsiq 1958 Vol 6:31-40. 24. Horwitz J. et al. Nuevas terapias medicamentosas en Psiquiatría. Rev. Chil. de Neuropsiq 1957 Vol 5:36-48. 25. Beca M.F et al. Nuevas terapias medicamentosas en Psiquiatría. Rev. Chil. de Neuropsiq 1957 Vol 5:49-67. 26. Torrico A. Reserpina por vía intrarraquídea en estados de agitación. Rev. Chil. de Neuropsiq 1957 Vol 5:82-87. 27. Torrico A. et al. Reserpina por vía intrarraquídea en las Psicosis. Rev. Chil. de Neuropsiq 1957 Vol 5:88-97. 28. Benusic S. La Tioproperazina en el Tratamiento de la Esquizofrenia. Rev. Chil. de Neuropsiquiatría 1966 Vol 5 Nº 1:49-53. 29. Téllez A. et al. El tratamiento de los estados depresivos con Iproniacida. Rev. Méd de Chile 1959 (1) 430-438. 30. Téllez A., Brzovic J. El Clorhidrato de N-dimetilamino propil-iminobencilo (Tofranil) en el Tratamiento de la Depresión en Medicina. Rev. Méd. de Chile 1960 (2) 657-659. 31. Zamboni R. Indicaciones y estado actual de la Psicocirugía en Chile. Rev. Chilena de Neuropsiquiatría, 1981 Vol 19:70-76.

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Mortalidad infantil en Chile. La situación médica social en la Casa de Expósitos de Santiago 1889-1899 Patricia Palma M.1

Desde mediados del siglo XIX la preocupación por la condición médica-social de los infantes en Chile comienza a hacerse más significativa. En este contexto surgirán escritos de médicos e higienistas que cuestionarán los altos índices de mortalidad y enfermedades infantiles especialmente en la Casa de Huérfanos de Santiago. A la vez, procurarán encontrar las causas y los responsables de dicha situación. El artículo busca, a partir del trabajo con documentos existentes en el Museo Nacional de Medicina Enrique Laval, las Memorias de la Directora de la Casa de Huérfanos y escritos de médicos de la época, analizar las condiciones médicas de los infantes al interior de la Casa de Huérfanos, centrado en lo que consideramos un antecedente en los debates sobre discurso médico y discurso tradicional. Palabras clave: Chile - siglo XIX - mortalidad infantil - Casa de Huérfanos.

Infant Mortality in Chile. The medical-social condition in the Casa de Expósitos of Santiago 1889-1899 Since the middle of the nineteenth century the medical-social condition of infants in Chile arose as a significant concern. In this context, doctors and hygienists started criticizing and searching for the reasons of high infant mortality rates, especially in the House of Orphans of Santiago, trying to find the causes and responsibilities involved. Based on documents in the National Museum of Medicine Enrique Laval, the memoirs of the Director of the Orphan’s House and the writings of physicians of the time, this article analyses the medical condition of the infants inside the Orphan’s House, focusing on the debate between medical and traditional discourse. Key words: Chile - nineteenth century - children mortality - House of Orphans.

En Chile durante el siglo XIX la condición de salud de la población, y de los infantes en especial, era bastante precaria. Los altos índices de mortalidad infantil comenzaban a ser preocupantes para una elite política y, en especial, médica que intentaba dar a conocer las verdaderas condiciones de la salud infantil y de las enfermedades que terminaban causando los altos índices de mortandad. Sin embargo, no sólo bastaba presentar la realidad sino que era fundamental buscar las

explicaciones que permitieran encontrar a los responsables; así como las directrices por donde la política debía generar cambios necesarios para cambiar dicha realidad. El discurso médico apelaba a una transformación de las condiciones materiales y educacionales de la población para revertir los elevados índices de mortandad infantil, que, para los años 1885-1889, ascendía a más del 30%. Los médicos clamaban por un cambio

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Licenciada en Historia. Pontificia Universidad Católica de Chile. Correo electrónico: [email protected]



Recibido el 4 de octubre de 2009. Aceptado el 10 de diciembre de 2009.

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de las actuales acequias, plagas y vergüenzas de un país civilizado, por un conveniente servicio de alcantarillas tal como los progresos de la higiene moderna lo reclaman: provisión de agua potable en cantidad y calidad suficientes, por la vacuna obligatoria, etc., etc., etc. (1).

Las cifras de mortalidad dejaban ver otros problemas sociales igualmente importantes, elevados índices de ilegitimidad y de niños abandonados diariamente en las Maternidades de Hospitales, y especialmente en la Casa de Huérfanos de Santiago (2). Durante 1850-1885 en Santiago nacieron 57.505 niños de los cuales 3.851 fueron abandonados y se convirtieron en expósitos, correspondiendo casi al 7% del total de nacidos, y alcanzando en el periodo 1850 -1865 casi el 10% de ellos. Este aumento de la cantidad de niños huérfanos significó que la Casa de Huérfanos no tuviera las condiciones necesarias para mantenerlos. Paralelamente, es posible observar, en términos de salud, el aumento de la mortalidad en sus dependencias, la cual llegaba al 50% —siendo incluso más alta que en el resto de la ciudad— lo que trajo consigo un cuestionamiento a la institución de beneficencia como lugar de protección a los pequeños abandonados. En este contexto de búsqueda y análisis de condiciones infantiles es que, en 1882, la Junta de Beneficencia, de quien dependía la mencionada institución, manda a pedir un informe de las causas de la mortalidad de los niños de la Casa. A partir de dicho documento existente en el Museo Nacional de Medicina Enrique Laval, fundamental para analizar las condiciones médicas de los infantes, es que pretendemos examinar la mortalidad infantil y las enfermedades que aquejaban al interior de la Casa de Huérfanos. Sobre el documento no se sabe el por qué se gestó, aunque creemos forma parte de un proceso mediante el cual la Junta de Beneficencia comenzó a dar cuenta de las condiciones en que se encontraban los infantes a partir de los informes emitidos regularmente desde el año 1886, buscando responsabilidades fuera de su propia administración. La carta que se envía en 1882 informando la investigación que se llevará a cabo no nos entrega mucha información, por lo que nos

quedamos con varias preguntas como por ejemplo: ¿Cómo se gestó la solicitud? ¿Fue la primera investigación llevada a cabo en la Casa? ¿Cómo fue recibido por las autoridades y por la comunidad? entre muchas otras. Por ello consideramos fundamental contar con otras fuentes para complementar y explicar la realidad que presenta dicho informe médico. En este sentido, fundamental serán las Memorias escritas por Bernarda Morin, en 1889 directora de la Congregación de las Hermanas de la Providencia, a quienes se había encargado la administración de la Casa de Huérfanos, y una serie de artículos de médicos publicadas en diversas revistas científicas de la época. Variadas son las causas que presentará la Junta de Beneficencia para responder al cuestionamiento social por los altos índices de mortalidad, los cuales creemos van enfocados hacia dos puntos: el primero de ellos expresa que la responsabilidad debe caer en los padres de dichos expósitos, como expresa en su informe el Administrador de la Casa de Huérfanos: la miseria y el vicio que engendran hijos atróficos, escleróticos, tuberculosos, sifilíticos. Algunos deformados por los manejos para disimular su embarazo otros enviados de dos o tres días nacidos, sucios, hambrientos y agonizantes (3).

Por otro lado, y un punto menos evidente responde a las pugnas del Administrador de la Casa con las Hermanas de la Providencia por sus formas de cuidado, que creemos corresponde a un primer indicio donde saberes populares se opondrán a saberes médicos. Situación que creemos alcanza su auge en términos de medicina infantil con la creación de la Cátedra de Pediatría y fundamentalmente con el Primer Congreso de Protección a la Infancia (1912) y el Primer Congreso Nacional de las Gotas de Leche (1919) (4), los cuales tenían como fin “vulgarizar” la puericultura estableciendo un monopolio de la verdad en cuanto a las formas correctas de criar a los niños. Creemos que la administración de las Hermanas no era mucho peor que las anteriores; al contrario, la llegada de las Hermanas de la Providencia a la Casa de Expósitos en 1853 tuvo directa relación en las reorganizaciones administrativas del recinto. Sin embargo las

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críticas se insertan en este periodo de auge del discurso médico-científico. Como plantea Ximena Illanes (5), es importante comprender la figura de la Hermana desde el catolicismo renovado donde asimilan el ejercicio de la caridad como “unas segundas madres” y, desde las ideas ilustradas, se identifican como mujeres y, por ende, como madres, aunque de manera particular. No son madres biológicas, no cumplen con los primeros requisitos (embarazo, parto y amamantamiento). Sin embargo asumen la crianza y se responsabilizan por sus proyecciones futuras. Como plantea Michelle Perrot, la maternidad es una realidad multiforme de la que debemos extraer algunos rasgos históricos mayores. Para las mujeres es una fuente de identidad (6).

Por lo tanto consideramos que la crítica a las Hermanas está ligada a su “rol maternal” dado a los huérfanos en la Casa, en un contexto donde las madres y su papel como cuidadora comienzan a ser blanco de crítica por parte de higienistas y posteriormente de pediatras. Nara Milanich expresa que los discursos de los médicos ya a fines del siglo son expresados en los términos medicalizados de la puericultura científica. Las enferme­dades de la infancia se atribuían a la ignorancia de los padres en la alimentación y cuidado de sus niños; declaraba un médico: Son increíbles, inverosímiles los numerosísimos errores, las verdaderas estravagancias, en que en materia tan delicada incurren la jeneralidad de las madres, no sólo de las clases proletarias, sino de todas las clases sociales, aún de las que se tienen por más ilustradas.

Y en la discusión sobre las enfermedades gastrointestinales en los niños, sostuvo que la causa única de este jénero de enfermedades en estos pequeñuelos consiste esclusivamente en la alimentación inadecuada que a éstos les da (7).

Por lo tanto estamos en un primer momento donde dos grandes discursos, saberes y prácticas se ponen en tensión. Uno, referente a la caridad

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cristiana de carácter eminentemente filantrópico y moral, encarnado por las Hermanas, las cuales asumen su responsabilidad desde un rol protector maternal. El otro, preferentemente médico, vinculado a la Junta de Beneficencia y particularmente crítico con las formas de tratamiento de la enfermedad, como podremos observar a partir del Informe presentado. El rol del Estado y el problema de la mortandad Durante el siglo XIX, y hasta comienzos del XX, en la sociedad chilena predominó un discurso conservador en cuanto al rol del Estado de asumir políticas de salud en la población. Ejemplo de ello fue la difícil implementación de la Ley de Vacuna Obligatoria, ya que, para algunos, dicho concepto significaba violar las nociones constitucionales de libertad individual. Según una gran mayoría, para quienes no podían procurarse salud existían establecimientos asistenciales a cargo de la Beneficencia y la caridad cristiana. Es por ello que lugares donde se materializaron algunas medidas de salud fueron los hospitales y, en el caso de los niños, en la Casa de Huérfanos de Santiago. Dichas medidas se insertan en lo que podríamos clasificar como una primera etapa en políticas de salud hacia la niñez, que se inicia a mediados del siglo XIX. Como planteaba uno de los higienistas más importantes del siglo XIX, la cuestión de la mortalidad urbana debía ocupar la atención de todos los Congresos científicos, del Parlamento, de los Municipios, de las asociaciones médicas y de todos los hombres que se interesan en el porvenir y progreso de esta hermosa lonja de tierra que besa el Pacífico y que corona los Andes por diezmar a nuestras poblaciones, esterilizar nuestro desenvolvimiento orgánico, que amenaza nuestro porvenir de nación homogénea y hasta nuestra importancia política en la representación de los intereses sudamericanos (8).

El problema de la mortandad y de las condiciones de salud significó una complicación política desde mediados del siglo XIX; en la medida que comenzará a surgir una serie

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de actores que criticarán la labor del Estado por no hacerse responsable de los problemas médicos y sociales de la población chilena que perecía producto de las “enfermedades sociales”, las cuales no eran sino producto de las malas condiciones de salubridad, unidas a la miseria de la clase obrera, el hacinamiento, falta de vivienda, mala alimentación y extremas condiciones laborales (9). La Junta de Beneficencia, dependiente del Ministerio del Interior, comienza a ser criticada por la falta de medidas para mejorar las condiciones de la población. Por ello, se explica que, ante los reproches por la situación en que se encontraban los niños en la Casa de Huérfanos, el Ministerio mande realizar un detallado informe de las causas de la mortandad de párvulos. En este sentido, se puede inferir la presión de varios sectores para obtener resultados en el menor tiempo posible: Recomiendo a V.S de una manera mui especial que, después de encarecer a las juntas de beneficencia, municipios, médicos de ciudad i vecinos mas respetables de los departamentos de esa provincia la importancia del asunto i su pronto despacho, transmita al presidente de la referida comisión las connotaciones que dieren a las preguntas del cuestionario (10).

Al parecer, la idea de realizar una investigación buscaba liberar de responsabilidades a la Junta y traspasar el problema a la administración de las Hermanas de la Providencia, por establecer formas de cuidados que se alejaban de los postulados médicos contemporáneos y eran propios de la vida monacal de las religiosas. Así lo expresan las autoridades de la Junta: Otra de las causas que consideramos como más determinante de la crecida mortalidad de los huérfanos que han salido del estado de la lactancia, es el cobertor de cuero pintado al oleo o de encerado, que se coloca sobre los colchones para evitar que los niños los humedezcan durante la noche. Pero, de todas las causas a que hemos aludido, ninguna creemos que tenga mayor influencia en la poca salud de los niños y por consiguiente

en su mortalidad, que la falta de movimiento en que viven y el silencio a que se les tiene constantemente condenados (11).

Sin embargo las Hermanas, por un lado, transparentan las cifras y, por el otro, expresan que la idea de estudiar las condiciones de la mortalidad había nacido de ellas mismas y no de la Junta: en término medio de los niños que mueren en el establecimiento alcanza el 50%, y ya ve la honorable Junta que esta cifra está muy lejos de ser insignificante para que no tratemos de averiguar las causas que ocasionan un mal tan lamentable (12).

Existe un afán por parte de las administradoras de justificar su trabajo y de no cargar con las responsabilidades del alto número de niños muertos cada día. Injusto sería responsabilizarlas del todo por la muerte de la mitad de los niños de la Casa, ya que muchos de los que ingresaban estaban condenados a muerte. Esto, debido a que un gran número de los abandonados llegaban en estado de salud deplorable, débiles, con enfermedades tales como tuberculosis, sífilis o viruelas; problemas alimenticios que difícilmente podían solucionar en la Casa, ya que como plantea Morin un “10 o un 15% de estos llegan al torno moribundos” (13). Contrariamente a lo expresado por la Junta de Beneficencia, las Hermanas plantean que su comportamiento en cuanto al cuidado de los infantes iba de la mano con los discursos médico-higienistas que buscaban que las madres se hicieran asesorar por médicos para la alimentación de sus niños, pero especialmente en los cuidados ante enfermedades. Ya que la ignorancia materna al pedir consejos a la médica o comadre y la falta de medicinas adecuadas era una de las causas que los médicos y pediatras establecían para explicar el alto número de niños muertos (14). Las Hermanas dan a conocer sus esfuerzos de “carácter científico” por lograr prolongar la vida de los infantes. Morin expresaba: mucho se estudió y consultó, y al mismo tiempo se observó y trabajó, para conseguir que los niños gozaran de salud. Un médico

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El Informe

les recetaba purgantes a casi todos; no pocas veces se gastaban ocho pesos diarios en maná, y con esto más se debilitaban; otro recomendaba los baños de Apoquindo, e íbamos dos o tres veces por semana (...) con muchísimos sacrificios y trabajos, en tiempos de salubridad se conseguía ver los niños alegres y con vida; pero venían las epidemias, que desconcertaban nuestras esperanzas. Ordinariamente cada dos años en los meses de noviembre, diciembre y enero teníamos el dolor de ver disminuir el número de nuestros queridos niños, y algunas veces en proporción alarmante (15).

El problema de la mortalidad infantil que agobia a nuestra estadística, es un problema complejo (...) entre otras necesidades de primer orden, el de atender a la adecuada alimentación de los niños, ya que las enfermedades de los órganos digestivos predominan en ellos (16).

Tal como expresaba Murillo, para el caso de la ciudad de Santiago, la Casa de Huérfanos convivía con similares problemas, al ser las enfermedades al aparato digestivo las que más aquejaban a los infantes. El documento “Estado de las enfermedades ocurridas en la Casa de Huérfanos, 1889-1892” establece que durante dicho periodo hubo 1.807 defunciones que se descomponen en 907 hombres y 900 mujeres. Del total de las causas hay 256 que no se conocen y que representa el 14% del total (17). El 50,3% de los niños murió durante el primer mes de vida. Analizaremos las enfermedades más importantes que aquejaban a los niños en la Casa de Huérfanos (figura 1).

Por un lado, vemos que si bien las Hermanas hacen caso a las recomendaciones médicas, éstas, al igual que un número importante de madres de los sectores populares, veían con cierto recelo dichos diagnósticos, ya que —como planteaba Morin— los niños más se debilitaban y, por otro, no quedaban protegidos ante enfermedades. De esto se desprendían responsabilidades médicas más que del actuar de las monjas canadienses en la causa del alto índice de mortalidad infantil.

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Fig. 1: Causas de enfermedades y fallecimiento más comunes en la Casa de Huérfanos (1889-1892).

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Las enfermedades al sistema digestivo corresponden a aquellas que más muertes significan a los niños ya que 411 enfermaron por problemas gastrointestinales, correspondiendo al 22,7% de la totalidad de enfermos. Su mayor frecuencia se daba durante el primer mes de vida. Más del 59% de los niños de hasta un mes enfermaron por dichas causas provocando la muerte del 39% de niños de hasta 3 días y el 66% de los niños de un mes de edad (18) (figura 2). Si bien el informe entregado al Ministerio del Interior presenta estadísticas detalladas en cuanto a las causas de muerte, no explica los orígenes de tantos fallecimientos. El doctor Sierra explica, para el caso de Santiago, que los problemas digestivos por las debilidades alimenticias producto de la pobreza de los sectores marginales e ignorancia del valor alimenticio de ciertas sustancias, eran una de las causas principales de mortalidad (19). Sin embargo, mención especial merecen los problemas de la lactancia infantil en la Casa, por el uso de nodrizas que amamantaran a los

niños. Éstas eran fundamentales para asegurar la alimentación de los lactantes, complicada por la “falta de amas de pecho suficientes para satisfacer las demandas nutritivas de los expósitos” (20), y por la ignorancia de muchas de las costumbres de las nodrizas en torno al cuidado de sus propios hijos, que significaba la muerte de los expósitos. Sin embargo, el uso de las nodrizas iba en contra de todas las medidas higiénicas planteadas por los médicos desde mediados del siglo XIX, ya que éstas transmitían enfermedades y entregaban insuficiente alimentación, pues suministraban leche a su propio hijo y a uno o dos niños a su cuidado, o sea que cuando se alimentaba a un infante se abandonaba al otro. Éstas eran descuidadas, desconociendo elementales principios de higiene y no importando el cuidado infantil, por tratarse de unas mercenarias (21). No obstante, ante dichas críticas las Hermanas se defendían al expresar que ellas vigilaban la labor de las amas:

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Fig. 2: Muertes en los años 1889-1892, por edades.

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Últimamente hemos solicitados que vengan las amas a nuestra Casa mensualmente para poder conocer y cuidar de alguna manera a los niños, vigilar a las mas y promover su bien. Desde el mes entrante comenzaremos a inspeccionar a los unos y a las otras (22).

El tema de la lactancia será fundamental para explicar los problemas alimenticios de los lactantes hasta incluso mediados del siglo XX. Ante la imposibilidad de que los niños fueran amamantados por sus propias madres la Casa debía buscar sustitutos alimentarios a la leche materna sin atentar contra la salud de los infantes. Los pediatras abogaban por el uso de leche de vaca, pero adquirida y manipulada con la mayor higiene posible. Por otro lado, las Hermanas rechazan la lactancia artificial prefiriendo el uso de amas, ya que como expresa Morin, No pocas veces los diarios hablaban de la posibilidad de que la lactancia de los huerfanitos pudiera hacerse artificialmente, encareciendo sus ventajas y los beneficios que reportarían a los niños. Persuadidas de que lo establecido por Dios y fundado en las leyes de la misma naturaleza aunque carezca de las condiciones deseadas, es siempre lo mejor (23).

Según lo expresado, la lactancia natural era superior a la artificial para estas criaturas abandonadas, pues se transmitían los afectos y el apego. Las Hermanas tenían su propia visión en torno a la lactancia. Reconocían la necesidad de vigilancia, escuchaban los debates de su tiempo, pero valorizaban a las nodrizas en su capacidad de establecer lazos familiares (24). En la práctica, como plantea Nara Milanich (25), más que una inserción familiar, predominaba una rotación y el establecimiento de prácticas informales entre progenitores y nodrizas. Existían alrededor de casi 600 amas de leche para esta compleja primera etapa de la vida. Sin embargo, los problemas de alimentación ligados con las enfermedades digestivas de los lactantes no sólo se daban durante la lactancia. En los periodos posteriores, donde los niños podían comer alimento sólido, las

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Hermanas mencionan el problema material de poder alimentarlos: con una cuchara había que dar de comer a diez o doce niños. Se colocaba en medio círculo, sentaditos en el suelo: La Hermana se sentaba en el centro y a cada uno le daba su cucharada o bocadito hasta dejarlos satisfechos (26).

Esto, mientras las Hermanas plantean que, pese a la falta de recursos, respetaban las indicaciones médicas para crear un régimen alimenticio para los niños. Lo cual puede corroborarse con las cifras, ya que el número de casos de raquitismo es bajo en comparación a los casos de enteritis (103 casos) o gastroenteritis (191 casos) (27). La segunda enfermedad que causaba más muertes era la sífilis, muriendo alrededor de 252 niños, siendo ésta una mortalidad absoluta ya que todos los niños que llegaban con dicha enfermedad perecían (13% del total de fallecidos). Según las edades, la sífilis causaba más muertes; en el primer mes de vida fue la causa de muerte de 152 niños, lo que significa que 60% de los muertos por esta enfermedad ocurría durante este primer mes (28). El tema de la sífilis no sólo era un problema de la Casa de Huérfanos, aunque sí presenta un mayor volumen de muertes que en el resto de la población. Por un lado, en Chile existía un hijo legítimo por tres ilegítimos (29), siendo la ilegitimidad muchas veces producto de relaciones incestuosas, entre parientes, o de relaciones entre desconocidos, lo que podría explicar los altos índices de dicha enfermedad sexual. El problema de la sífilis afectaba a la madre y al hijo ya que, como plantea el doctor Sierra, matrimonios hai en que una madre ha sido fecundada diez y aun quince veces, habiendo tenido otros tantos abortos, y si alguno nace es para morir mas tarde o para llevar una vida debilitada y que esparce infección (...) Trátese a la madre con remedios antisifílicos y el embarazo llegará a término, trátese al recién nacido por los mismos medios y vivirá y desarrollará (...) Porque hay muchísimos padres que habiendo tenido la sífilis años anteriores y mal curados sin saberlo

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han engendrado hijos sifílicos verdaderos cadáveres vivientes (30).

Lo expresado anteriormente explicaría la gran cantidad de niños que morían producto de esta enfermedad transmitida por sus padres, aunque no explicaría la mortalidad absoluta existente en la Casa de Huérfanos. Si seguimos el planteamiento del doctor Sierra, quien indicaba que la sífilis tenía cura si se daban los cuidados médicos adecuados —aun cuando no tenernos mayores antecedentes de sus investigaciones—, podríamos inferir que no siempre en la Casa se trataban médicamente las enfermedades de los niños o no existía un diagnóstico al ingresar a la Institución de Beneficencia, lo cual podría ser una explicación de las múltiples causas de mortalidad infantil. Las medidas efectivas en torno a mejorar la salud de los niños al parecer no existían, siendo la transmisión de las enfermedades contagiosas comunes un acontecimiento habitual, que hacía que la Casa fuera aún más mortífera que los hogares precarios de los obreros, donde convivían con la mugre, humedad, barro, humo y todo tipo de infecciones. Morin expresa que entre los niños chicos todas las enfermedades se comunican, particularmente las de los ojos y oídos y la tos, y si desgraciadamente en una Casa de Huérfanos entra una epidemia, no hay precauciones que neutralicen sus efectos y se hace general, y en esos físicos plagados de enfermedades hereditarias, el que entre muchos resiste la enfermedad, queda más raquítico, más miserables, por lo tanto, el aislamiento propio de la vida de familia, sobre todo en los seis o siete primeros años de edad es la medida más acertada para que el niño se crie con salud (31).

El aislamiento de los niños en la Casa de Huérfanos, como vemos en las cifras, no habría sido suficiente para reducir la mortalidad, siendo incluso este aislamiento del mundo en el convento una de las causas que plantean las autoridades del aumento de muertos en la institución. La idea de las Hermanas de permitir que las nodrizas se llevaran a los niños que amamantaban a sus casas tampoco ayudó

en la disminución de la mortalidad, ya que generalmente éstas eran mujeres muy pobres, que se encargaban de alimentar a 2 o 3 niños para alcanzar el sustento necesario. La falta de higiene de ellas y de sus hogares fue fatal para muchos niños que salieron de la institución y no volvieron. La pobreza material en que vivían estos niños en la Casa no sólo significaba problemas alimentarios; la falta de abrigo propició el aumento de enfermedades respiratorias: Durante bastante tiempo no había ropa para mudarlos; y las mismas Hermanas, una vez que los acostaban en la noche, se juntaban para lavar toda la ropita. Mediante las hermosas noches de noviembre, diciembre y enero, al día siguiente amanecía bien seca (32).

El hacinamiento fue fundamental para explicar la rápida propagación de enfermedades infecciosas, ya que al no existir la posibilidad de aislar los casos, éstas se expandieron con mayor rapidez. 230 niños murieron por afecciones respiratorias que correspondía al 12,7% de las muertes de la Casa. Hasta la edad de 6 meses murieron 108 i de ahí hasta los 12 años 122. Durante el primer mes de vida murió solamente el 46,4% de los niños que fallecieron por enfermedades de esta especie. Las edades en que mayor mortalidad hubo son de 20 a 30 días i de 6 meses a un año (33),

las más frecuentes eran broncopulmonía, tuberculosis y neumonía. Nos llama la atención que se exprese en el informe que “solamente” murió más del 45% de los niños, cifra que en nuestros días nos parecería impensable, pero en la Casa dicha cifra era baja en comparación a otras enfermedades, como vimos anteriormente. Sin embargo, el tema de las enfermedades respiratorias en la institución marca un cambio en cuanto a la mortalidad infantil en la ciudad. En Santiago las condiciones materiales de un importante número de familias eran más que precarias. Las habitaciones de familias obreras o personas indigentes eran construidas de manera lamentable, no protegían del frío y de las lluvias en invierno,

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en las bajas temperaturas del invierno, la familia de aquellos infelices se recoje a sus cloacas, se ven con mucha frecuencia a encender fuego en medio de la pieza (...) en el cuarto han absorbido los gases mas nocivos para la salud durante largas horas (34).

Esto significaba que en la Casa de Huérfanos las enfermedades respiratorias producidas por las condiciones propias del invierno fueran menos que en la ciudad, así como también las enfermedades producto de malas condiciones higiénicas e infecciones a la piel. Ya que las Hermanas, a diferencia de muchos de los padres de las “clases menesterosas” de Chile, tenían algún conocimiento sobre higiene, éstas eran menos ignorantes y poseían una mediana o alta cultura intelectual, que significaba —en términos de salud— que preservaran y enseñaran a los niños formas de cuidar su salud. Si bien muchos de esos niños entraron a la Casa con problemas de salud a la piel (298 casos) (35), siendo la más común la sarna, sólo murió uno, presumiblemente por infección bacteriana agregada. La mayoría de los niños enfermaron de la piel en edades más grandes (11-12 años), muchos de ellos ya habían comenzado a trabajar en Talleres, en el caso de los hombres, y de sirvientas, en el caso de las niñas. Muchas infecciones eran adquiridas fuera de la Casa y tratadas en ella. De esta manera, el informe de las enfermedades da a conocer muchos de los problemas existentes en la Casa de Huérfanos, muchos relacionados con falta de financiamiento para tener las condiciones de salud de los expósitos, pero también otros referidos a malas prácticas de puericultura. Éstas serían responsables de un número importante de niños que morían por enfermedades digestivas ligadas desde el punto de vista médico al uso de nodrizas y a una manipulación no adecuada de la alimentación artificial, al igual que sucedía con un gran número de madres de la ciudad. Del informe puede desprenderse que el cambio de costumbres de las Hermanas podría haber disminuido la importante cifra de niños que fallecían los primeros meses de vida. La falta de recursos se expresa en una falta de atención adecuada a niños que deberían haber tenido una mayor atención y protección médica por ser más débiles que la mayoría

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que nacía en Santiago, para poder combatir enfermedades, como la sífilis o tuberculosis. Por otro lado, la caridad cristiana-maternal al parecer no era suficiente ni la más adecuada en un contexto donde los médicos y la ciencia comienzan a monopolizar el actuar de las madres hacia los hijos. Decisiones de las Hermanas de continuar la lactancia por medio de mujeres pobres, enfermas y desnutridas, en vez de la lactancia artificial, es un gran ejemplo de que eran necesarios cambios en la institución, si es que realmente quería que se disminuyera la mortalidad. Las Hermanas, como se puede apreciar a lo largo de las Memorias de Morin, fueron esenciales a la hora de entregar cariño, valores y educación a los niños abandonados; pero en un contexto de enfermedades sociales con tan alto impacto en la salud y mortalidad de personas e infantes, parecía no ser suficiente. Más aún en momentos que advertimos como una antesala a una crítica médica más directa y especializada sobre el cuidado infantil, contra los saberes tradicionales que se ponían en práctica aún institucionalmente, como es el caso de Las Hermanas. El informe nos entrega cifras desconocidas para periodos anteriores, hay una búsqueda de trasparentar la condición médica de los niños, siendo una fuente esencial para conocer la historia médica, pero, especialmente, la realidad social de los infantes que vivían en la Casa de Huérfanos de Santiago. A la vez, nos sitúa en un momento crucial de reforma, donde las continuidades y contradicciones se ponen de manifiesto a fin de contribuir con su estudio a desmembrar los actores y discursos en un complejo proceso de formación de políticas públicas y médicas en torno a la infancia. Del mismo modo, nos permite advertir las fisuras que en aquel proceso se producen, vinculándonos con temas relativos al rol y los discursos del Estado; de una elite médica pediátrica sumamente crítica; de las formas de beneficencia pública que se implementaban ya avanzado el siglo XIX y en inicios del XX, y de las condiciones sociales de la población que sobrepasaban a la realidad vivida dentro de la misma institucionalidad. Actores y discursos que —como vemos— no pocas veces tuvieron divergentes intereses y formas de comprender la realidad que los rodeaba.

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Referencias y notas 1. Sierra L, Moore E. La mortalidad de los niños en Chile. Valparaíso. Soc. Protectora de la Infancia, Valparaíso. Impr. Central.1895; p. 8. Disponible en: http://www.memoriachilena.cl//temas/documento_detalle.asp?id=MC0023685 (consultado septiembre 2009). 2. Para más información sobre la Casa de Huérfanos, ver a Cerda J, García C. “El cuidado de niños huérfanos y abandonados en Santiago a partir del siglo XVIII”. Anales Chilenos de Historia de la Medicina 2006; 16: 203-210, Delgado M. Marginación e integración social en Chile. Los expósitos, 1750-1930. Tesis de Maestría, Universidad Católica de Valparaíso, 1986; Vargas N. Historia de la Pediatría Chilena: crónica de una alegría. Editorial Universitaria, Santiago de Chile 2002. Destacamos de manera especial los importantes trabajos realizados por Nara Milanich para el caso chileno: Los hijos de la Providencia: el abandono como circulación en el Chile decimonónico. Revista de Historia Social y de las Mentalidades; nº 5; Invierno, 2001: y Los hijos del azar: ver nacer sin placer, ver morir sin dolor. La vida y la muerte de los párvulos en el discurso de las elites y en la práctica popular. En: Contribuciones Científicas y Tecnológicas 1996; 114:79-92. 3. Memorias del Administrador de la Casa de Huérfanos. Museo Nacional de Medicina Enrique Laval, 1891, pág. 297. 4. Ver Vial MC (ed.) Primer Congreso Nacional de Protección á la Infancia: celebrado en Santiago de Chile del 21 al 26 de septiembre de 1912. Santiago: Impr., Lit. y Enc. “Barcelona” 1912, y Patronato Nacional de la Infancia. Antecedentes, actas y trabajos del Primer Congreso Nacional de Gotas de Leche: organizado por el Patronato Nacional de la Infancia, Santiago: Impr. Universitaria, 1920. 5. Illanes X. Las Hermanas de la Providencia: “madres vírgenes” al cuidado de los niños abandonados. Siglo XIX (2009) Inédito. Agradecemos a la autora la facilitación del Manuscrito pronto a publicarse. Para profundizar en el concepto de maternidad ilustrada ver a Rosas C: Madre sólo hay una. Ilustración, maternidad y medicina en el Perú del siglo XVIII. Anuario de estudios americanos 2004; 61. 6. Perrot M. Mi historia de las mujeres. Fondo de Cultura Económica, México, 2008, pág. 88-89. 7. Boza D. Mortalidad de los niños en Santiago: sus causas i remedios. Revista Chilena de Higiene

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1899; V: 399. En Milanich N. Los hijos del azar: ver nacer sin placer, ver morir sin dolor. La vida y la muerte de los párvulos en el discurso de las elites y en la práctica popular. En: Contribuciones Científicas y Tecnológicas, Nº 114, pág. 82. 8. (Cursivas nuestras). Murillo A. La mortalidad en Santiago. Santiago. Impr. Cervantes. 1900; pág. 5. Disponible en: http://www.memoriachilena.cl// temas/documento_detalle.asp?id=MC0027487. 9. Allende S. La realidad médico-social chilena. Santiago, Ed. Lathrop 1939. 10. Museo Nacional de Medicina Enrique Laval. El Ministro pide se facilite la labor de la comisión que averigua las causas de mortalidad en los párvulos. Santiago. 1882. 1 foja. 11. Morin Rouleau, B. Historia de la Congregación de las Hermanas de la Providencia de Chile. Santiago. Chile Imprenta de San José. 1899; pág. 275. 12. Ibíd. 13. Morin, óp. cit., págs. 276-277. 14. Sierra L, Moore E. óp. cit., pág. 13. Este tema ha sido analizado con mayor profundidad en nuestro trabajo anterior: Lo que deben saber las madres para criar bien a sus hijos. Discurso médico-social pediátrico en las Cartillas de Puericultura. Chile, 1912-1929. Presentado en las Segundas Jornadas Nacionales de Historia Social del Centro de Estudios Históricos “Prof. Carlos S. A. Segreti” y Centro de Estudios de Historia Americana Colonia, Mayo 2009. La Falda, Córdoba. 15. Morin, óp. cit., pág. 74. 16. Murillo, A. La mortalidad urbana en Chile. Discurso leído en la apertura del Congreso Científico General Chileno, celebrado en Concepción, el 23 de febrero de 1896. Santiago. Impr. Roma, 1896; pág. 16. 17. Museo Nacional de Medicina Enrique Laval. Estado de las enfermedades ocurridas en la Casa de huérfanos, 1889-1892. f. 3. 18. Ibíd, f. 4. 19. Sierra L, Moore E., óp. cit., pág. 13. 20. Delgado M. Marginación e integración social en Chile. Los expósitos, 1750-1930. Tesis de Maestría, Universidad Católica de Valparaíso. 1986; pág. 188 (inédita). 21. Sierra L, Moore E., óp. cit., pág. 28. 22. Morin, óp. cit., págs. 251-252.

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23. Ibíd., págs. 136-137.

29. Sierra L, Moore E., óp. cit., pág. 28.

24. Illanes X. Las Hermanas..., óp. cit.

30. Ibíd., pág. 26.

25. Milanich N. Los hijos de la providencia: El abandono como circulación en el Chile decimonónico. Revista de historia social y de las mentalidades, (Santiago), 5, Invierno, 2001; 79-100.

31. Morin, óp. cit., pág. 134.

26. Morin, óp. cit., pág. 74. 27. La enteritis es una condición que se produce cuando el revestimiento del intestino delgado se hincha y se inflama. Ésta es generalmente causada por comer o beber sustancias contaminadas con bacterias o virus. http://es.mimi. hu/medicina/enteritis.html (septiembre 2009). 28. Archivo del Museo de Historia de la Medicina. Estado de las enfermedades ocurridas en la Casa de huérfanos, 1889-1892. f. 6.

32. Ibíd., pág. 74. 33. Museo Nacional de Medicina Enrique Laval. Estado de las enfermedades ocurridas en la Casa de huérfanos, 1889-1892. f. 8. 34. Sierra L, Moore E., óp. cit., pág. 9. 35. Museo Nacional de Medicina Enrique Laval. Estado de las enfermedades ocurridas en la Casa de huérfanos, 1889-1892. f. 18.

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¿Dónde construir un nuevo hospital? Debate público y propuestas médicas en torno a la ubicación del Hospital del Salvador de Santiago Mauricio Arce A.1

La decisión de construir el Hospital del Salvador de Santiago en la década de 1870 se inscribe en un proceso de expansión de la asistencia hospitalaria. La edificación de dicho recinto hospitalario no estuvo exenta de problemas, relacionados, en primer lugar, con la dificultad para reunir los fondos necesarios y, en segundo término, con la elección del emplazamiento, asunto que motivó un interesante debate en el que participaron médicos, autoridades políticas y distintos periódicos de Santiago. En este sentido, el presente artículo busca analizar las distintas propuestas surgidas en el marco de este debate, clasificando las diferentes posturas en dos categorías: aquellas que planteaban que el nuevo Hospital debía construirse lo más cerca posible del centro de la ciudad y aquellas que sugerían, por el contrario, que la construcción debía realizarse fuera del radio urbano. El artículo concluye que la decisión final de construir el nuevo Hospital al oriente de la ciudad y fuera del radio urbano, pese a las protestas de algunos médicos, responde, en parte, a la incapacidad del cuerpo médico de convencer a las autoridades de recoger como válidos los argumentos presentados, por lo que la decisión acerca de la ubicación definitiva respondió a criterios de tipo político más que a criterios médicos y sanitarios. Palabras clave: hospitales - Hospital del Salvador - ubicación de hospitales.

Where to build a new Hospital? Public debate and medical proposals for the location of the Hospital del Salvador in Santiago The decision to build Hospital del Salvador in Santiago in the 1870s was part of an expansion process of the hospital care system. The construction of this hospital faced several problems. On the one hand, the difficulty to raise the necessary funds; on the other hand the choice of the place for the new Hospital gave rise to an interesting debate among medical doctors, political authorities and local newspapers. This article analyzes the different proposals that arose in the framework of this debate, classifying them in two categories: those who suggested that the new hospital should be build as near the center of the city as possible, and those who held that it should be located outside the urban area. Finally it was decided to build the hospital west of the city and out of the urban area, despite the disapproval of some physicians, whose arguments couldn’t convince the authorities. So the decision on the definitive location took into account political criteria rather than medical and sanitary criteria. Key words: Hospitals - Hospital del Salvador - hospitals location.

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Licenciado en Historia. Pontificia Universidad Católica de Chile. Correo electrónico: [email protected]



Recibido el 4 de noviembre de 2009. Aceptado el 15 de enero de 2010.

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INTRODUCCIÓN El Hospital, junto con la Iglesia, constituye uno de los símbolos más característicos del medio urbano. Sin descartar la existencia de recintos hospitalarios en espacios rurales (como podrían ser los sanatorios para tuberculosos), es en la ciudad donde este tipo de edificación adquiere una mayor visibilidad e importancia. En efecto, es dentro del contexto urbano donde el edificio del hospital marca mayor presencia, tanto simbólica como física, convirtiéndose en un hito de referencia y, en ocasiones, en la base de identificación de un barrio. El hospital se convierte así no sólo en una institución enfocada a la recuperación de la salud sino que también en una forma de construir ciudad, constituyéndose, de este modo, en uno de los símbolos que muestra el grado de desarrollo alcanzado por la sociedad. En este sentido, Jean Labasse ha planteado que el hospital es una institución específicamente urbana ligada íntimamente al desenvolvimiento de las sociedades que han adquirido un grado de complejidad y de madurez suficiente para proporcionarles los apoyos morales, administrativos y técnicos indispensables (1).

Definido el carácter urbano del hospital, uno de los aspectos que suscita mayor debate es la definición acerca del lugar en que se ubicará un recinto de salud de este tipo. Ya sea en el centro de la ciudad o en la periferia, la decisión acerca de dónde construir un hospital involucra a una serie de actores: autoridades políticas, médicos, medios de comunicación y, en ocasiones, la misma población beneficiada busca participar en la toma de decisiones. Por ello, muchas veces se producen ásperos debates entre las distintas posturas sobre el tema, cada cual tratando de inclinar la balanza a su favor. Esta descripción no es aplicable sólo en el contexto actual sino que la historia nos da múltiples ejemplos de cómo la decisión de construir un nuevo hospital puede convertirse en motivo de debate y polémica. Llevando esta reflexión al caso chileno, el presente artículo busca analizar las distintas propuestas surgidas a principios de la década de 1870 sobre la posible ubicación de un nuevo

recinto hospitalario para la ciudad de Santiago. Bajo la pregunta ¿dónde construir un nuevo hospital?, se analizarán las diversas propuestas surgidas en el contexto de un debate en el que participaron médicos, autoridades políticas y diversos periódicos de la capital, cada cual defendiendo la que, a su juicio, era la mejor ubicación para el recinto que sería conocido como Hospital del Salvador. Con la intención de diferenciar claramente las diversas posturas, hemos clasificado dichas posiciones en dos categorías: aquellas que planteaban que el nuevo Hospital debía construirse lo más cerca posible del centro de la ciudad (posición defendida por la mayoría de los médicos santiaguinos) y aquellas que sugerían, por el contrario, que la construcción debía realizarse fuera del radio urbano. La base documental de esta investigación estuvo formada principalmente por la prensa periódica de la ciudad de Santiago, específicamente por los periódicos El Ferrocarril, La República y El Independiente y por algunas fuentes médicas tales como la Revista Médica de Chile, escogidas porque permiten un acercamiento directo a las diferentes posturas analizadas en el marco del debate analizado. Por último, es necesario señalar que la ortografía de las fuentes citadas ha sido actualizada para facilitar su lectura, cuidando no alterar su sentido original. LA NECESIDAD DE CONTAR CON UN NUEVO HOSPITAL La decisión de construir el Hospital del Salvador de Santiago, en la década de 1870, se inscribe dentro de un proceso que Ricardo Cruz-Coke ha calificado como una etapa de expansión de la asistencia hospitalaria. Cabe recordar que hacia fines del gobierno de José Joaquín Pérez (1861-1871) la ciudad de Santiago mantenía la infraestructura hospitalaria heredada de los tiempos coloniales, compuesta por los hospitales San Juan de Dios y San Borja, que si bien habían sido modernizados y ampliados en años anteriores (2) comenzaban a presentar problemas para responder a las necesidades de atención de salud de la población de la ciudad. Así, según algunos testimonios de la época, no era raro que en el hospital San

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Juan de Dios, de 50 personas que llegaban diariamente en busca de atención, 30 o más tuviesen que regresar a sus hogares sin ser atendidas (3). Sin embargo, con la asunción de Federico Errázuriz Zañartu a la Presidencia de la República en 1871, se inicia un proceso de búsqueda de soluciones definitivas al problema de cobertura de los hospitales de la ciudad de Santiago. Bajo el fuerte impulso del ministro de Justicia e Instrucción Pública, Abdón Cifuentes, comenzó a discutirse la posibilidad de construirse un nuevo recinto hospitalario, discusión que no estuvo exenta de dificultades. Sobre este tema, señala Cifuentes: Respecto de los nuevos hospitales, cuya necesidad era tan imperiosa, propuse la idea en el primer Consejo de Ministros y la defendí con calor (...) Encontré en el Gobierno una negativa completa; la consideraba de imposible realización; no había fondos para ello (4).

El problema de la carencia de fondos necesarios para la construcción del nuevo Hospital fue solucionado recurriendo al expediente de la caridad y las donaciones de la sociedad santiaguina. Considerando esta situación, el presidente Errázuriz decretó, el 9 de noviembre de 1871, la formación de una comisión formada por algunos de los vecinos más ilustres de la ciudad, con la misión de organizar la recolección de fondos para la construcción del nuevo hospital. En el mencionado decreto se señalaba que los hospitales con que cuenta Santiago no bastan ya para atender debidamente a las exigencias de una creciente población, viéndose con este motivo sus administradores en una triste y dolorosa alternativa, pues o tienen que despedir a muchos enfermos que demandan socorro, o admitiendo más número del que cómodamente pueden contener (...) que con frecuencia y casi de año en año el gobierno se ve precisado a emplear sumas considerables en la construcción y mantenimiento de lazaretos, sin conseguir a pesar de esos sacrificios, ni comodidad ni un buen servicio para los enfermos (...) Nombrase una comisión que, haciendo un llamamiento a los caritativos sentimientos de

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este vecindario, colecte la mayor suma de dinero posible con el fin de invertirla en la construcción de un gran hospital (5).

Solucionado el problema financiero, una segunda dificultad que enfrentó la construcción del nuevo recinto hospitalario estuvo relacionada con la elección del sitio que éste ocuparía dentro de la ciudad. El tema no era menor, considerando que, según los parámetros de la época, eran varios los requisitos que debía cumplir el terreno escogido. A juicio del doctor Constancio Silva para que pudiéramos decir que un hospital se encuentre bien colocado, sería necesario que suministre con facilidad a los enfermos un aire puro, aguas abundantes y de buena calidad, reposo y tranquilidad, y un servicio fácil y limpio,

señalando a continuación que estas condiciones se hallan en los barrios poco populosos; pero la consideración de dar un fácil acceso a los enfermos ha hecho disponer hospitales en el centro de las grandes ciudades, aun con perjuicio de la higiene (6).

De este modo, el doctor Silva llamaba la atención sobre la dicotomía existente entre construir un hospital cercano al centro de la ciudad de manera de facilitar los desplazamientos de pacientes y médicos y construir un hospital en zonas más alejadas, en consideración a los beneficios para la salud que conllevaba. Para resolver este punto el gobierno del Presidente Federico Errázuriz Zañartu decretó la formación de una nueva comisión, encargada de decidir la mejor ubicación dentro de la ciudad. Dicha comisión, formada por Domingo Matte, Emeterio Goyenechea, Juan Miguel Valdés, Ramón Barros Luco, Benjamín Vicuña Mackenna y los doctores José Joaquín Aguirre y Guillermo Blest (7), a los que posteriormente se sumaron los también doctores José Ramón Elguero, Pablo Zorrilla y Adolfo Murillo (8), comenzó su labor a comienzos de diciembre de 1871, revisando distintas ubicaciones y terrenos (tanto públicos como privados) dentro de la ciudad.

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EL DEBATE PÚBLICO A TRAVÉS DE LA PRENSA El trabajo de la comisión citada motivó la preocupación pública sobre la posible ubicación del nuevo recinto hospitalario. Esta preocupación fue expresada en forma clara por el periódico La República, al señalar que la tarea principal de esta comisión era buscar la localidad, he ahí lo mas trascendental de todo. Un plano errado tiene fácil enmienda, un edificio poco extenso, puede ensancharse sin mayores gastos, la falta de comodidades puede remediarse. Una mala elección en la localidad, por el contrario, importa una gran pérdida pecuniaria o destruye la mitad de los beneficios que debe prestar la casa pública de los enfermos sin rentas ni capitales (9).

De este modo, el tema de la posible ubicación del nuevo hospital adquiría una mayor visibilidad pública. Tal como señalaba el periódico, la decisión que tomara la comisión nombrada sobre el sitio de construcción era vital para el éxito o fracaso del proyecto. El trabajo de la comisión formada por el gobierno fue rápido. Durante los primeros días de diciembre de 1871 El Ferrocarril informaba que la discusión se centraba en torno a 5 posibles ubicaciones (8): 1. Un terreno de propiedad fiscal ubicado en la calle Maestranza (hoy calle Portugal) 2. Una quinta de los Padres Mercedarios, en el barrio del Tajamar (hoy comuna de Providencia). 3. Una quinta en el sector de la Cañadilla (barrio norte), de propiedad de la testamentaría de Juan Crisóstomo. 4. Un terreno ubicado al oriente de la calle Maestranza, cuyos dueños eran la familia Zorrilla. 5. Un terreno al oriente del Cerro Blanco, de propiedad de la familia León. El conocimiento público de estas alternativas motivó el pronunciamiento de diversos periódicos de la capital, especialmente preocupados de que la opción del terreno fiscal de la calle Maestranza fuese el escogido, ya

que se consideraba que su elección traería más perjuicios que beneficios a la ciudad. Así, El Independiente llamaba la atención sobre el peligro que implicaba la concentración de recintos de salud en un solo barrio de la capital: el barrio en que la comisión parece haberse fijado podría llamarse el barrio de los hospitales (...) donde piensa construirse el nuevo hospital se halla actualmente el Lazareto, que solo dista un paso del Hospital de mujeres, de la Academia Militar y del Hospicio (...) de esta aglomeración de establecimientos resulta un doble mal para los enfermos y para los que gozan de buena salud; para los enfermos porque no se distribuyen convenientemente los hospitales (10).

Una posición igualmente crítica a esta alternativa era la sostenida por El Ferrocarril, que planteaba que construir el hospital en la calle Maestranza sería la infección dominando a Santiago y conduciendo sus alientos envenenados por medio de las aguas y de los vientos. Tendríamos en su vecindad y bajo su atmósfera, establecimientos de educación y de caridad que son el hogar de numerosas personas (11).

De este modo, la prensa hacía presente la incomodidad que provocaría la construcción del recinto hospitalario en el terreno propuesto por las autoridades de gobierno, al que se acusaba de ser demasiado “central” para ser destinado a la edificación de un hospital: no sabemos de ninguna ciudad bastante rica para levantar hospitales, que los haya construido en la parte alta de la población y menos todavía en el centro. El hospital, cuando no es un viaje en busca de la salud, es la primera jornada que se hace en vida hacia el cementerio. Nada más natural entonces que colocar los hospitales próximos a los cementerios (...) [con la construcción del hospital] Santiago ha buscado servir más convenientemente a sus enfermos, al mismo tiempo que alejar de su centro cuanto pudiera influir en daño de su salubridad (11).

M. Arce A. / ¿Dónde construir un nuevo hospital?

Descartada la opción de un terreno en el centro de la ciudad, los distintos periódicos de Santiago abogaron por la elección de un sitio más alejado, de preferencia en el barrio norte de la capital (en la Chimba o en la Cañadilla) y que tuviese fácil acceso al Cementerio General. En este sentido, La República señalaba que la situación del nuevo hospital debe ser en el barrio norte del Mapocho si se quiere librar a la ciudad de un continuo aire malsano (...) el barrio norte del Mapocho es, por otra parte, el centro verdadero de la población proletaria, es decir, de la que más necesita de un hospital (9).

Se incorporaba así a la discusión un nuevo elemento a favor de sacar el hospital del centro de la ciudad, como era la opción de acercar la atención hospitalaria a quienes más necesitaban de ella, es decir, a las clases populares. Fue en medio de esta discusión que la comisión nombrada para designar el sitio para el nuevo hospital tomó una decisión final. A juicio de la comisión, el lugar que mejor respondía a las necesidades hospitalarias de la ciudad era algunos de los sitios ubicados al oriente de la ciudad. Al momento de justificar su decisión, la comisión señaló que habían llegado a la conclusión de que el hospital debería construirse precisamente al oriente de la ciudad, por ser los terrenos más altos, más secos, mejor ventilados, sin daño de la población por los vientos reinantes y con las aguas suficientes (8),

descartándose así el sitio fiscal de la Maestranza. La sugerencia de la comisión fue recogida por el gobierno, el que mediante decreto del Ministerio del Interior del 7 de diciembre, ordenó construir hacia el oriente de la ciudad y en el punto que designase la comisión nombrada por decreto del 25 de noviembre último, un nuevo hospital de hombres que se denominará Hospital del Salvador (12).

La ubicación escogida encontró un amplio respaldo por parte de la prensa. En

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este sentido, uno de los diarios de la capital se preguntaba: ¿La elección, ha sido acertada? ¿Consulta todas las condiciones y todas las necesidades de la ciudad y de los hospitales mismos? Creemos que sí (...) los terrenos elegidos presentan todas las condiciones apetecibles, elevación, exposición, sequedad, agua abundante y extensión suficiente. Así lo asegura la ciencia y la experiencia ¡Y así debía ser! (13).

La decisión tomada, si bien acogió sólo en parte la postura defendida por los periódicos de la capital, respondió a las peticiones de sacar el nuevo hospital del centro de la ciudad. Sin embargo, el terreno escogido provocó la indignación de un actor de suma importancia en esta discusión, a saber, el cuerpo médico de la capital, que, en su mayoría, apoyaba la construcción del hospital lo más cerca posible del centro de la ciudad. LAS PROPUESTAS DEL CUERPO MÉDICO DE SANTIAGO Tal como señalábamos, la decisión de construir el nuevo hospital del Salvador en la antigua chacra de los padres mercedarios, al oriente de la ciudad, despertó una serie de críticas por parte de un grupo mayoritario de los médicos de la ciudad. Una primera señal de esta molestia fue la publicación en la prensa de una carta dirigida al decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile y miembro de la comisión designada para resolver la ubicación del hospital, doctor José Joaquín Aguirre. En dicha misiva se señalaba que el establecimiento que se va a fundar debe servir para la enseñanza de la medicina y se tiene el talento de comprar un terreno que está a veinte cuadras de la Plaza de Armas, es decir, que se va a obligar a los alumnos a tener un caballo o pagar un coche para ir al hospital, gravamen que no compensa la gloria de ser médico (14).

Sin embargo, quien dirigió las principales críticas a la decisión tomada fue el doctor Adolfo Valderrama, profesor de la Facultad de

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Medicina de la Universidad de Chile. Dicho facultativo planteó como principal crítica la excesiva distancia que, a su juicio, existiría entre el hospital y el resto de la ciudad. Señalaba, en este sentido, que aquel hospital se hallará a veinte cuadras de la plaza principal y, por lo menos, a legua y media del barrio sur de la población, que es el barrio que dará más enfermos al establecimiento (...) su colocación resulta que no servirá ni para los enfermos, que será un hospital adonde no alcanzarán a llegar los enfermos muy graves, y sabemos que nuestro pueblo no va al hospital por un dolor de cabeza (15).

Planteaba así dudas sobre la efectividad del nuevo hospital, puesto que por su lejanía sería sumamente dificultoso para los habitantes más desposeídos llegar hasta él para recibir atención de salud. Al mismo tiempo, el doctor Valderrama señalaba las incomodidades que generaría para los médicos y para los estudiantes de medicina la ubicación escogida, ya que deberían ocupar gran parte de su tiempo en desplazamientos para atender a sus pacientes. En forma irónica, se preguntaba si no debía considerarse incluso la posibilidad de dar casa y comida a los médicos en el hospital mismo (15). Continuaba señalando que este tipo de problemas se agravaría en caso de que el nuevo hospital fuese sólo para hombres, ya que los médicos deberían dividir su tiempo entre el nuevo hospital y el recinto de mujeres: en efecto, no solo se quiere obligar al alumno a perder medio día en el hospital del Salvador, sino que también se le dice: “tú no almorzarás, esa es cuestión secundaria, ahora debes ir al hospital de las mujeres a darte un par de horas de estudio, con lo cuál harás mas que el Cristo que ayunó cuarenta días, pues tú ayunarás todo el año” (16).

La molestia expresada por el doctor Valderrama, sin embargo, no recaía sobre los médicos que habían formado parte de la comisión que decidió la construcción del Hospital en las afueras de la ciudad, los que incluso harían

esfuerzos de última hora ante las autoridades para modificar la decisión tomada, por lo que, a juicio del doctor Valderrama, la responsabilidad por la mala elección recaía sobre los miembros “que no son médicos y que por este motivo son incompetentes para juzgar la cuestión” (15). De este modo, el facultativo planteaba la disyuntiva entre seguir los criterios médicos para elegir la ubicación del nuevo hospital y aquellos criterios de tipo político, lejanos a lo que la ciencia médica recomendaba. La polémica generada por la ubicación del nuevo hospital dio incluso motivos para plantear la idea que no se construyese un nuevo hospital en Santiago, sino que se edificasen establecimientos de salud más pequeños en cada uno de los barrios de la capital. Dicha propuesta, expresada a través de las páginas de la Revista Médica de Chile, señalaba que Santiago estaba llamado a hacer desaparecer los hospitales propiamente dichos (...) debe evitarse la acumulación, y [se] propone distribuir en diferentes puntos de la ciudad, pequeñas salas que contengan a lo mas veinte lechos; de este medio la asistencia se acerca a domicilio que es la que produce menos mortalidad (...) el barrio en que existe cada sala puede contribuir a los gastos de un pequeño número de enfermos y ayudar así al mantenimiento de estas salas que lejos de inspirar terror como los grandes hospitales, son una garantía para la salud pública (17).

La posición defendida por el doctor Valderrama, sin embargo, distaba de ser la única al interior del cuerpo médico. Otro importante médico, el doctor Adolfo Murillo, también profesor de la Facultad de Medicina, señala que para que un establecimiento hospitalario reúna las condiciones de salubridad necesaria, debe estar colocado en altura, expuesto a los vientos reinantes que hagan la policía de sus emanaciones, su suelo debe ser seco y firme, proporcionar veinte metros cúbicos de aire por hora a cada enfermo, tener aguas suficientes para sus usos, etc. Todo esto, y aún mas, tiene el local elegido para la construcción del hospital del Salvador;

M. Arce A. / ¿Dónde construir un nuevo hospital?

por consiguiente reúne las condiciones higiénicas necesarias (18).

Así, frente a las críticas de sus colegas, el doctor Murillo planteaba que el hospital del Salvador será un establecimiento apartado del bullicio atronador de la ciudad. Ahí el enfermo encontrará la calma y el reposo que necesita, la palabra consoladora que le aliente, la medicina que le alivie, el aire puro que le fortifique (19)

todo lo cual ayudaría a reforzar y mejorar la capacidad hospitalaria de la ciudad. CONSIDERACIONES FINALES La ceremonia de colocación de la primera piedra del hospital del Salvador se realizó el primero de enero de 1872. Con la asistencia de las más altas autoridades del país y pese a las protestas de un grupo importante del cuerpo médico de Santiago, la decisión de construir el nuevo hospital al oriente de la ciudad se mantuvo inalterable, poniéndose así fin a la polémica surgida los meses anteriores sobre la mejor ubicación para el nuevo hospital. Como punto de cierre del debate, durante la ceremonia Benjamín Vicuña Mackenna, en su rol de secretario de la comisión que escogió el sitio de construcción del hospital, se hizo cargo de las críticas al señalar que esto no es arbitrario, ni casual, ni rutinero. Es, al contrario, lógico, es meditado, es racional, porque los hospitales, señores, no son como lo imagina el vulgo, contra la salud pública, son para la salud pública (...) el Hospital del Salvador se inaugura, por esto, señores, en el punto preciso en que las experiencias especiales y el recto criterio público, puesto cada hora en consulta, le han asignado de consuno (20).

De este modo, Vicuña Mackenna reafirmaba la idea de que el hospital debía construirse en el lugar que mejor se adaptaba a las necesidades de la ciudad, esto es, alejado del centro de la ciudad, en un intento por sacar las enfermedades del núcleo urbano fundacional.

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En este sentido, la diversidad de criterios y discursos existentes al momento de discutir el tema de la ubicación de un nuevo recinto hospitalario para la ciudad de Santiago, demuestran la existencia de múltiples enfoques acerca del modo en que debían abordarse el problema de la cobertura de atención de salud de una ciudad en crecimiento como Santiago. Sobre esta situación, podemos plantear que la existencia de distintos discursos al interior del cuerpo médico sobre el tema de la ubicación del nuevo hospital explicaría la debilidad que tuvo el discurso médico frente a las opciones de tipo político o administrativo al momento de decidir acerca de la mejor ubicación para el nuevo hospital. De este modo, la respuesta a nuestra pregunta inicial (¿dónde construir un nuevo hospital?) obedeció finalmente a criterios de tipo político más que a factores médico-sanitarios. REFERENCIAS 1. Labasse J. La ciudad y el hospital: geografía hospitalaria. Instituto de Estudios de Administración Local, Madrid, 1982, pág. 201. 2. Cruz-Coke R. Historia de la medicina chilena. Editorial Andrés Bello, Santiago, 1995. 3. El Ferrocarril, 19 de noviembre de 1871, pág. 431-439. 4. Cifuentes A. Memorias. Editorial Nascimento, Santiago, 1936, volumen 1, pág. 413. 5. El Ferrocarril, 11 de noviembre de 1871. 6. Silva C. Algunas consideraciones sobre los hospitales de Santiago. Anales de la Universidad de Chile, 1871; XXXVIII, pág. 61. 7. El Ferrocarril, 26 de noviembre de 1871. 8. El Ferrocarril, 8 de diciembre de 1871. 9. La República, 1 de diciembre de 1871. 10. El Independiente, 1 de diciembre de 1871. 11. El Ferrocarril, 1 de diciembre de 1871. 12. Boletín de las leyes y decretos del gobierno. Imprenta Nacional, Santiago, 1871, libro XXXIX, pág. 472. 13. La República, 9 de diciembre de 1871. 14. El Ferrocarril, 31 de diciembre de 1871. 15. Revista Médica de Chile, 1872; 2, pág. 78.

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16. Revista Médica de Chile, 1872; 3, pág. 115.

19. Murillo, A., óp. cit., pág. 240.

17. Revista Médica de Chile, 1872; 4, pág. 151.

20. Laval E. Los treinta primeros años del Hospital del Salvador de Santiago. Anales Chilenos de Historia de la Medicina, 1971; 13:13-65.

18. Murillo A. Miscelánea Médico-Quirúrgica. Imprenta Nacional, Santiago, 1876, pág. 237.

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El Hospital Ferroviario de Cerro Barón: su aporte a la cultura histórica y social de Ferrocarriles y al patrimonio de Valparaíso Tomás Guzmán L.1

El objetivo de la presente investigación fue conocer la historia del Hospital Ferroviario del cerro Barón de Valparaíso, desde su construcción en 1926 hasta su estado actual. La información se obtuvo en distintas fuentes. Para ello se recurrió a los archivos históricos de la Ilustre Municipalidad de Valparaíso, a diarios de la época, a consulta realizada a los dueños actuales del inmueble y a entrevistas efectuadas tanto a ex trabajadores de Ferrocarriles que en otra época hicieron uso del establecimiento, como también a ex funcionarios del Hospital. El Hospital contribuyó a mejorar la calidad de la atención médica de los funcionarios de Ferrocarriles, de forma gratuita, y durante muchos años fue uno de los mejores hospitales de Chile en materia de Traumatología. En la actualidad el edificio se encuentra vacío, en un estado de total abandono. Esta investigación proporciona información sobre este centro de salud, por lo cual es un aporte a la cultura histórica y social de Ferrocarriles y al patrimonio de Valparaíso. Palabras clave: hospital - ferrocarriles - Cerro Barón - Valparaíso.

The Railroad Hospital on Baron Hill; its contribution to the historical and social culture of the Chilean Railroad Company and to the patrimony of Valparaíso The purpose of this investigation was to find out the history of the Railroad Hospital on Baron Hill in Valparaíso, since its beginning in 1926 until its present state. The information was obtained from several sources. A search was carried out at the historical archives of the Municipality of Valparaíso and in the local newspapers. Interviews were held with the present tenants of the building, and with some former railroad employees who attended the Hospital or worked there. The Hospital contributed to improve the quality of medical attention to railroad workers, free of charge, and for many years was one of the best hospitals in the field of Traumatology in Chile. At present the former health center is an empty and abandoned building. This investigation fills in a gap of information on this subject, thus contributing to the historiography and social culture of the Railroad and to the patrimony of Valparaiso. Key words: Hospital - Railroad - Baron Hill - Valparaiso.

Introducción Este artículo nació como un trabajo de investigación del ramo de Historia de la Medicina de la Universidad de Valparaíso, impartido por la profesora Dra. Carmen Noziglia a alumnos de primer año de la carrera de Medicina. Al

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sugerirnos una serie de temas posibles para desarrollar nuestra indagación, advirtió la dificultad del tema por la escasa información disponible. El objetivo propuesto fue, pues, rescatar la historia del Hospital desde su planeamiento hasta la actualidad, antes de que desaparezca



Estudiante de primer año de Medicina, Universidad de Valparaíso. Correo electrónico: [email protected]



Recibido el 12 de noviembre de 2009. Aprobado el 5 de enero de 2010.

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físicamente y que dejen de existir quienes alguna vez trabajaron o hicieron uso de él. Un segundo objetivo es relacionarlo con los movimientos sociales de Chile de la época y conectar su historia con la cultura de los trabajadores ferroviarios. Y por último, vincularlo con el patrimonio de Valparaíso. La investigación se basó tanto en fuentes escritas como orales. De entre las fuentes escritas se pueden destacar los diarios El Mercurio de Valparaíso del año 1928, La Unión entre 1926 y 1928 y la Revista Sucesos de 1923. Cabe destacar que estas dos últimas publicaciones ya no existen como medios de comunicación en la actualidad. También se obtuvieron planos del hospital y documentos relacionados con él en el Archivo Histórico de la Ilustre Municipalidad de Valparaíso. Asimismo, se tuvo acceso a planos y documentos abandonados en el mismo Hospital, obtenidos con la debida autorización para su reproducción. Se contó con la memoria anual y estados financieros de la Isapre Ferrosalud de los años 2005 y 2006. También se consultaron actas de las sesiones del Consejo Municipal de Valparaíso, el libro Historia del Ferrocarril en Chile de María Piedad Alliende E., leyes atingentes —en la Biblioteca del Congreso Nacional—, sitios Web y portales de noticias, entre ellos el portal de la Universidad de Chile. De las fuentes orales, éstas se pueden resumir en entrevistas a ex funcionarios del Hospital, a ex ferroviarios que viven actualmente en el cerro Barón y a administrativos de la Isapre Ferrosalud que estuvieron a cargo del edificio. La Empresa de Ferrocarriles del Estado se creó por ley el 4 de enero de 1884, en sesión extraordinaria citada por el Presidente de la República. En ese entonces el gobierno poseía tres líneas de ferrocarril independientes, cada una con su propia administración, personal y tarifas, con un sistema descentralizado; y aunque las líneas estaban interconectadas, viajar se hacía muy engorroso si se debía pasar de una línea a otra. El problema, que era conocido, se había hecho crítico durante la Guerra del Pacífico (1879-1883), ya que se hizo evidente la falta de un transporte directo y unificado para movilizar las fuerzas del país al extremo norte, como también para enviar los suministros a las tropas.

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Desde entonces la Empresa quedó dividida en cuatro departamentos: Operaciones, Edificios y Rieles, Maestranza y Contabilidad. Esta nueva legislación incluía garantías como alimentación, servicio médico y jubilación, entre otros beneficios a sus funcionarios (1). Ferrocarriles fue dividido en tres zonas: la primera zona, de Valparaíso; la segunda, de Santiago; y la tercera, de Concepción. En todo Chile la empresa contaba con veinte mil funcionarios de los cuales tres mil trabajaban en la zona de Valparaíso cuando se construyó el Hospital (2). A comienzos del siglo XIX el sistema colonial fue reemplazado por el republicano, en el que a la oligarquía le cabía cierta responsabilidad en el bienestar de las masas populares; por ello se sentía moralmente obligada a mantener hospitales de Caridad o de Beneficencia. En las últimas décadas de ese siglo se produjeron importantes adelantos tecnológicos a nivel mundial acompañados de una red de transporte y de comunicaciones que facilitó la migración del campesinado hacia los centros de trabajo y hacia las principales ciudades del país. El desarrollo del sistema capitalista fue acompañado de aumento de la miseria y de la amenaza de revolución social. En ese periodo se comenzaron a formar Sociedades de Socorros Mutuos y lentamente, a partir de la segunda década del siglo XX, ante una agitación social creciente, el Estado fue asumiendo gradualmente un mayor compromiso en el área de la salud y de la asistencia social en general. Es así como se fue abandonando el paradigma caritativo, para reemplazarlo por el de Estado Benefactor, el que a su vez fue sustituido hacia fines de siglo por el de Estado Subsidiario. La construcción del Hospital ferroviario por parte de la Empresa de Ferrocarriles del Estado se realiza en un contexto en el que destaca el problema de la Cuestión Social, inmediatamente después de dos hitos importantes en el desarrollo de la salud en Chile, como lo fueron los Congresos de la Beneficencia Pública efectuados en 1917 y en 1922, en los que se comenzó a discutir un programa de reformas al sistema de salud en un ambiente de conflictos políticos y sociales del país. Durante su existencia el hospital fue pasando sucesivamente por diversos periodos, siempre inserto en el contexto político correspondiente.

T. Guzmán L. / El Hospital Ferroviario de Valparaíso

I.

Periodo DE PLANEAMIENTO (1923-1926)

En 1923 existían en el país cuatro clínicas ferroviarias que garantizaban a los funcionarios de la Empresa el acceso a servicios médicos: éstas se ubicaban en Santiago, Concepción, Talca y Valparaíso (figura 1). Sobre esta última, la Revista Sucesos de 1923 decía lo siguiente: La clínica Barón está ocupando un departamento en los altos de la estación del mismo nombre. ¿Qué cosa más sucia, vieja y temblorosa que la toldería del Barón? Los miasmas del hediondísimo estero de las Delicias —sobre el cual está la estación— se filtran por las rendijas del viejo edificio, y principalmente en los días de calor las salas de la clínica tienen un olor nauseabundo. El humo de centenares de locomotoras que por ahí transitan, se mete por todas partes y hay instantes en que la clínica parece un edificio incendiado, por el humo que hay dentro de sus dependencias. Y aquel mismo centenar de trenes forman una trepidación que no se corta: el viejo edificio se remece íntegramente y el enfermo u operado no tiene sosiego en su misma cama (3).

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Y agregaba: Al otro lado del camino plano y al pie de la mejor parte del Cerro Barón, con vista al mar y con aires puros, hay un terreno eriazo de los Ferrocarriles: ese es el terreno que han solicitado todos los facultativos de la clínica del Barón, es el que ha solicitado el mismo administrador de la zona, y el que todavía no se puede conseguir que entreguen los directores generales de los Ferrocarriles del Estado. Dinero hay para levantar en el acto un Hospital de primer orden, hay dinero para una espléndida y moderna clínica, hay excelentes facultativos para atenderla; pero... la Dirección General de los Ferrocarriles no puede todavía entregar el terreno baldío... un terreno que va a valorizar a los mismos terrenos de la Empresa.

Se hacía necesario trasladar la clínica a un nuevo emplazamiento que permitiera a los pacientes la tranquilidad que la estación de ferrocarriles no les entregaba, e incluso ya tenían en mente un terreno que estaba ubicado en lo que actualmente es la intersección de la Avenida Errázuriz con la Avenida España. Pero ese terreno no sería finalmente ocupado con

Fig. 1: Vista de la Clínica Ferroviaria en la estación Barón, 1923 (3).

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tal destino; tampoco sería un traslado lo que se haría, sino la construcción de un Hospital. El día 10 de enero de 1926 fue anunciada oficialmente la construcción del Hospital en el diario La Unión con las siguientes palabras: Como lo anunciamos en nuestra edición anterior, en la tarde de ayer debía efectuarse en el Pabellón Chile, situado en el Pasaje Quillota, la conferencia que daría al personal ferroviario de la Primera Zona el Director Superior de Sanidad de la Empresa de los Ferrocarriles del Estado, doctor don Luis Vargas Salcedo. Minutos después de las cuatro de la tarde, llegó el doctor don Luis Vargas Salcedo, al teatro, acompañado del médico jefe de la clínica del Barón, don Alfredo Calleja y los doctores de la Empresa señores Carlos Gómez Baltra, Cornelio Durán, Víctor Grossi, Plutarco Badilla, Andrés Saint Marie, Ernesto Iturrieta y E. Tomasello. (...) El señor Vargas fue muy aplaudido durante su disertación, acompañada de las proyecciones luminosas, principalmente cuando se vio en la pantalla el futuro hospital de los ferroviarios, que comenzará, según manifestó, a construirse el próximo mes de Febrero, y que será de lo más moderno en esta clase de servicios (4).

Un documento que entrega importante información es la carta que con fecha 15 de mayo de 1926 fue remitida al Intendente Municipal, que dice: Señor Intendente Municipal. Manuel Sánchez de la Puente, de profesión arquitecto, domiciliado en Av. Errazuriz No. 1318 de esta ciudad, a Usía. respetuosamente solicito se me conceda permiso, para edificar un edificio de dos pisos destinado al “Hospital Ferroviario”, en un terreno de propiedad de Ferrocarriles del Estado, situado en Av. Portales No... Barón, acompaño planos y especificaciones por duplicado (5).

Existen planos con fecha noviembre de 1925 de un Hospital Ferroviario, a nombre del Departamento de la Vía y Obras Sección Edificios, que no corresponden al edificio que se construyó definitivamente. Los planos muestran

un edificio de dos plantas, con patio central, de pequeño tamaño y pocas dependencias. Existe otro documento de fecha 24 de mayo de 1926 en el cual la Inspección de Obras de Particulares dice al Intendente Municipal “De parte de esta oficina no hay inconveniente para U.S. conceda el permiso que se solicita” (5). Cabe destacar que en un rincón de la hoja sale el sello de Sánchez de la Puente que indica que él es Arquitecto-Constructor. Posteriormente, el día 9 de febrero de 1926 dice el diario La Unión: Testigos de algunos comentarios callejeros acerca de la demora, atribuida esta a la falta de fondos para iniciar los trabajos de construcción del nuevo Hospital ferroviario en uno de los terrenos de propiedad de la Empresa, en la parte alta del cerro Barón, entrevistamos ayer al médico jefe de los servicios hospitalarios de la Primera Zona, doctor don Alfredo Calleja. Impuesto el doctor Calleja del objeto de nuestra visita nos respondió que efectivamente los trabajos se habían demorado, pero no por falta de fondos, como se decía. —Estoy impuesto —nos dijo— que los $500.000 contemplados en el presupuesto de gastos de la Empresa para este año, para la construcción del nuevo hospital ferroviario de la Primera Zona, fueron aprobados sin objeción por el Consejo Administrativo de la Empresa. Por otro conducto, fuimos impuestos momentos más tarde, que el atraso de la iniciación de los trabajos del Hospital ferroviario de la Primera Zona se debía a que el consejero de los Ferrocarriles del Estado, don Luis Vidal, solicitó que la obra se retrasara a fin de poder revisar de nuevo los planos (6).

Por otra parte, en la noticia se aborda la posibilidad de arrendar un local para aquellos pacientes que no puedan seguir alojándose en la Clínica Barón, pero no se desea caer en gastos de arriendo de un inmueble con dicho objetivo. Como solución, la misma noticia expone que se procedió a introducir algunas mejoras en el edificio donde está actualmente la clínica, que consisten en pintura y otros

T. Guzmán L. / El Hospital Ferroviario de Valparaíso

arreglos en algunos departamentos con un gasto ínfimo.

Los pacientes tendrían que esperar hasta abril de 1928 para ser trasladados, estando el Hospital aún inconcluso. Efectivamente, los planos fueron modificados en profundidad. Un primer documento dice: Señor Intendente Municipal. Manuel Sánchez de la Puente, de profesión Arquitecto, domiciliado en calle Victoria No.566 de esta ciudad, a Usía. respetuosamente solicito se me conceda permiso para edificar de acuerdo con los nuevos planos que acompaño, el edificio de tres pisos destinado al “Hospital Ferroviario de Barón”, situado en Avenida Portales (5).

Con esto se adjuntan las especificaciones del edificio, además de los planos. Un segundo documento corresponde a la autorización de la Inspección de Obras de Particulares para “cambiar la distribución de los planos del edificio” (5). Los nuevos planos contrastan profundamente con los anteriores, de un edificio de dos pisos, con patio central, espacios reducidos, techo alto que hacia difícil la calefacción y mala infraestructura, se pasó a un diseño revolucionario de tres plantas, con grandes terrazas que miraban al mar, espacios amplios, techo adecuado para un establecimiento de este tipo que hacía más fácil su calefacción y una infraestructura y dependencias envidiables para la época. II. Periodo DE CONSTRUCCIÓN DEL HOSPITAL (1926-1928) Emplazamiento Para entender la importancia del Hospital Ferroviario dentro del patrimonio de Valparaíso, en primer lugar hay que ponerlo en el contexto del entorno en que fue emplazado. La construcción del ferrocarril entre las ciudades más importantes del país, Santiago y Valparaíso, se comenzó el 1 de octubre de 1852, terminándose el primer tramo en 1855,

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cuya estación terminal estaba ubicada a los pies del cerro Barón. En 1863 la línea férrea se extendió hasta la estación Bellavista y luego, en 1876, hasta la estación Puerto (7). El rol del cerro Barón fue acrecentándose a lo largo de los años, a medida que se fueron construyendo importantes dependencias de ferrocarriles en el sector en torno a la Estación Barón, que se encontraba a los pies del cerro del mismo nombre. Ésta era la gran puerta de entrada al puerto desde Viña del Mar y el interior; posteriormente la construcción de la avenida España la fue dejando sepultada en el pasado (8). En el sector se encontraba la Maestranza Barón y la Tornamesa, cuya construcción se inició en 1904, lo que tuvo una enorme importancia en el desarrollo ferroviario pues allí no sólo se reparaban vagones y locomotoras sino que también se fabricaban estas últimas, lo que permitió que alguna vez se exportaran; además la Tornamesa cumplió otras funciones relacionadas con su capacidad de intercambiar las locomotoras entre distintas líneas de rieles (9). En 1906 se inauguró el Ascensor Barón, que fue el primero en funcionar con motor eléctrico (10). Como un brazo extendido hacia el mar, en 1912 fue construido el Muelle Barón —también llamado muelle del carbón— con el fin de desembarcar carbón para los ferrocarriles, la maestranza y para el desaparecido gasómetro; actualmente se pueden apreciar sus ruinas como unos pilares que sobresalen del mar (11). También se edificó la Torre del Reloj, formando parte de la estación, la que es uno de los últimos vestigios que permanece en la actualidad. Anunciaba a través de la campana —que ya no tiene— la llegada y la salida de los trenes (12). El centro religioso del lugar estaba constituido por la Iglesia de San Francisco en el cerro Barón, cuya torre servía como faro para los navegantes; se dice que por ella se conoce a Valparaíso como “Pancho”. Era anterior a los ferrocarriles y su construcción se había terminado en 1846 (13). Como un centro de pobreza y marginación social en el cerro estaba emplazado el Gran Conventillo Bentancourt. El diario La Unión del 7 de febrero de 1925 decía que allí vivían al menos 500 adultos y 300 niños (14).

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La población del cerro Barón estaba constituida en gran parte por obreros y funcionarios de ferrocarriles que trabajaban en las instalaciones de la empresa que se encontraban en la zona. Financiamiento Como se mencionó anteriormente, en un principio el emplazamiento iba a ser en el “plan” de Valparaíso —como se denomina a la parte llana de la ciudad situada a nivel del mar— en un lugar de propiedad de la Empresa, vecino a la Estación Barón; pero finalmente se decidió su construcción en un sitio de la Avenida Diego Portales del cerro Barón, también perteneciente a ferrocarriles. Aunque no se encontraron documentos que lo acreditaran, los ex funcionarios de ferrocarriles y administrativos del Hospital tienen por seguro que la mayor parte del financiamiento para la construcción del edificio y del equipamiento fue aportada por los funcionarios ferroviarios de la época, que a través de su sindicato reunieron todos los sueldos de todos los trabajadores de un día. Lo que es seguro es que la Empresa de Ferrocarriles del Estado estaba en un periodo de economías, como declara La Unión el 27 de febrero de 1926: El miércoles en la tarde se llevó a efecto, en las oficinas de la Dirección General de los Ferrocarriles del Estado una reunión a la cual concurrieron todos los administradores de las diferentes zonas y jefes de departamentos. La reunión fué presidida por el Director General, D. Luis Schmidt, y tuvo por objeto tratar la situación económica de la empresa, en vista que en la actualidad no disponen de recursos necesarios para iniciar obras de mejoramiento e incurrir en otros gastos, sino que los más indispensables para la conservación de los ya implantados (15).

Como se puede apreciar, la empresa no estaba en una situación económica que le permitiera incurrir en los elevados costos que conllevaba la construcción e implementación de un Hospital; lo lógico hubiera sido que se hiciera una remodelación a la Clínica Barón, según la política económica que se había tomado. Ello explicaría que la mayor parte

del financiamiento hubiera sido aportada por los trabajadores. Además, esta decisión estaba inserta en un contexto nacional, la Cuestión Social, con un conjunto de movimientos al interior del país, donde la clase trabajadora no estaba dispuesta a quedarse de brazos cruzados ante un Estado oligárquico. El diario La Unión del 8 de abril de 1928 expresaba: Deseosos de informar a nuestros lectores sobre esta nueva y valiosa adquisición de Valparaíso, lograda después de rudas campañas, en las que tomaron parte los ferroviarios todos de Valparaíso y los jefes del antiguo servicio sanitario, quienes primeramente, consiguieron interesar a la superioridad de la Empresa para que decretara y consultara el dinero para su construcción (...) (16).

El hecho de que los ferroviarios tuvieran que luchar por la construcción del Hospital sumado al mal estado financiero de Ferrocarriles avala la información entregada por los ex funcionarios y administrativos sobre el financiamiento del establecimiento. Hay que agregar además que en las noticias de los años 1926 y 1928, tanto en El Mercurio de Valparaíso como del diario La Unión, el hospital era nombrado de dos formas diferentes: como el “Hospital Ferroviario” y como el “Hospital de los Ferroviarios”; esta última denominación apoya en cierto modo la información verbal de los antiguos ferroviarios. Dependencias y características: A partir de los planos del “Departamento de la Vía y Obras Sección Edificios Hospital Ferroviario” y del diario La Unión, específicamente del día 8 de abril de 1928, se puede reconstruir no solamente la distribución de las dependencias del hospital sino también las funciones que ellas cumplían. Edificado en concreto armado en lo alto del cerro, tenía un hermoso aspecto. Su fachada principal, de tres pisos, miraba hacia el mar. Se accedía desde la vía pública por su parte posterior; curiosamente, el tercer piso del hospital estaba al nivel de la calle, por lo que aparentaba tener solamente un piso (figura 2). Poseía amplias y cómodas terrazas desde las

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Fig. 2: Fachada del Hospital Ferroviario. Diario La Unión, 1928 (16).

cuales los enfermos podían recrearse con la vista a la bahía y a la ciudad. La sala de operaciones se encontraba situada en el piso principal —el tercero—, que daba hacia el lado de la población del Cerro Barón. Estaba dotada de todos los adelantos que la ciencia médica de ese entonces tenía para esos servicios. Poseía una mesa de operaciones que era la última palabra en la materia por su comodidad. La habitación recibía luz a través de amplias ventanas. Al lado estaba la sala de esterilización de la ropa y a continuación la destinada a guardar el instrumental, que era el más completo de Valparaíso (16). En el ala contraria estaban los departamentos destinados a los enfermos no pertenecientes al servicio de Ferrocarriles y que por su cuenta quisieran hospitalizarse allí. Éstos contaban con toda clase de comodidades; las salas eran aireadas, asoleadas, cada una con su propio baño. Tenían una terraza exclusiva en la cual podían tomar el sol o darse ratos de distracción. En el mismo piso superior había dos salas destinadas a los enfermos quirúrgicos, con camas modernas adquiridas especialmente para el hospital. Estas salas eran espaciosas, en las que desahogadamente había espacio para

doce camas. Además cada una contaba con una pieza de aislamiento para los pacientes que lo requirieran, la que también podía ser ocupada por aquellos “atacados por delirio”. En el ala izquierda del segundo piso había dos salas de medicina con las mismas características de las de cirugía. En el ala derecha del segundo piso estaba ubicado el servicio de policlínica, habilitado para el tratamiento de heridas ligeras y la atención de enfermedades venéreas. A ésta se podía acceder por una entrada especial a un costado del edificio, que también daba a la calle en un sector más bajo dado por la pendiente del cerro. En este mismo sector se ubicaban las oficinas de administración, estadística, botica, sala de consultas, sala de espera y estudio del dentista. En el mismo piso estaba instalada la ropería y contigua a ella, la cocina. En esta última se preparaban los distintos regímenes alimenticios dictados por el médico jefe y la ecónoma. Para la lavandería, ubicada en el piso inferior, se había adquirido en doce mil pesos una moderna máquina eléctrica, con cuyo uso se presupuestaba ahorrar una gruesa cantidad de dinero por concepto de sueldos que no se iba a pagar a lavanderas.

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La capacidad del Hospital era de cuarenta y cuatro enfermos, distribuidos en tres salas de doce camas cada una, tres piezas de una cama, y en las piezas de Pensionado. En caso de necesidad había espacio suficiente para habilitar algunos departamentos en los cuales podrían caber doce o quince enfermos más. A todo lo anterior se sumaban dos obras complementarias que correspondían a una capilla construida con finas maderas, con habitaciones destinadas a las religiosas, y una vivienda para el médico jefe o médico de turno. Esta casa, que también mira hacia el mar, era llamada la “casa María” por los funcionarios del Hospital. El costo total de la obra, que en un principio estaba contemplada en $450.000, finalmente ascendió a $600.000, incluyendo en este valor la construcción del edificio y la adquisición de instrumental nuevo, una parte del cual fue encargado a Europa. En definitiva, en un terreno de 5.350 m2 se levantaron tres edificaciones: el Hospital en sí con una superficie de 1.872,89 m2, la capilla con 204,8 m2 y la vivienda con 227,13 m2 sumando un total de 2.304,82 metros cuadrados construidos (17). III. Periodo FERROCARRILES DEL ESTADO (1928-1984) El Hospital Ferroviario fue entregado oficialmente el 11 de junio de 1928; el día anterior el diario El Mercurio declaraba: Con mucha anterioridad a la vigencia de la ley de accidentes del trabajo la Empresa de los Ferrocarriles, inspirada en las doctrinas modernas de la responsabilidad por daños sufridos por el elemento obrero, organizó a lo largo de su red un servicio sanitario, a cargo de competentes médicos y personal correspondiente. A medida que el tiempo fue avanzando, nuevas mejoras se fueron introduciendo en estos servicios, a tal punto que puede decirse hoy que la Empresa atiende de su cuenta y con los más modernos elementos de trabajo, a los empleados y obreros, que se enfermen o sufren accidentes en sus faenas. A estos servicios de sana previsión ha dedicado especial atención el actual Director General de la Empresa, señor Blanquier,

quien, como lo informamos oportunamente, inauguró hace poco un nuevo establecimiento hospitalario: el Hospital Ferroviario de la Primera Zona, cuya construcción se inició durante la administración del actual Ministro de Fomento, y entonces director de los Ferrocarriles, don Luis Schmidt, y a iniciativas del entonces administrador de la Primera Zona, don Carlos Schneider, y del ex médico de este servicio, doctor Alfredo Calleja. Según se ha anunciado, la entrega oficial del edificio se efectuará mañana. En el acto de la entrega actuará el arquitecto jefe, señor Vigneaux, y el médico jefe del establecimiento y del servicio sanitario de la zona, Dr. Engelbach. Por parte de los constructores intervendrá el señor Manuel Sánchez de la Puente (18).

Un par de días después fue visitado por el Ministro de Fomento, don Luis Schmidt como aparecería en el diario La Unión. Cabe destacar el contexto que se vivía en el país, pues es posible apreciar una relación entre la fundación del Hospital y la dictación de las Leyes del Seguro Obrero y Accidentes del Trabajo en 1924 a instancias del doctor Ezequiel González Cortés, respondiendo así a un periodo de agitación social. El Hospital Ferroviario se especializó en Traumatología desde un principio por los accidentes ferroviarios que debía atender. Según explicó uno de los entrevistados, los vagones se unían por muelas, lo que debía realizarse en forma manual, para luego ser aseguradas por un encargado de ello —actualmente esas muelas son automáticas y al juntarse quedan enganchadas automáticamente—. A veces la persona era aplastada por las muelas quedándole todos los huesos destrozados. Hasta antes de la construcción del Hospital Ferroviario, si un funcionario sufría un accidente como éste, era atendido en la mal acondicionada Clínica Barón. La construcción de un hospital significaba indudablemente una mejoría en la calidad de su atención. En palabras de un ex funcionario de ferrocarriles entrevistado “uno se curaba con la pura vista”. Podían atenderse en el Hospital todos los funcionarios de Ferrocarriles del país; si se accidentaba algún funcionario en un lugar

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distante y necesitaba una atención más especializada de la que podían entregarle las clínicas ferroviarias de Santiago, Talca o Concepción, era trasladado por el mismo sistema ferroviario hasta Valparaíso. Tenían también derecho a atenderse en las dependencias del Hospital los hijos menores de tres años y las esposas embarazadas. La exclusión de la atención de los hijos de mayor edad y de las cónyuges fuera de la situación de embarazo producía quejas entre los trabajadores. Cabe recordar que en Chile se dictó en 1937 la Ley de la Madre y el Niño —obra del doctor Eduardo Cruz-Coke— que extendió la atención médica a ese sector de la población. Al crearse el servicio Nacional de Salud en 1952, que daba atención a todo el grupo familiar, se fusionaron diversas instituciones, entre ellas la Beneficencia y la Caja del Seguro Obrero, pero quedaron fuera otras, entre las que se encontraba el Servicio Médico de Ferrocarriles. La disputa entre el Hospital Ferroviario y sus funcionarios se solucionó recién en 1971 con un acuerdo que implicaba que los trabajadores debían pagar un 2% de su sueldo y los jubilados un 1% de su pensión a cambio de la atención de todo el grupo familiar. En otro aspecto, el Hospital contaba con 8 a 10 monjas de la congregación “Hijas de Santa Ana”, de origen italiano; ellas se encargaban de la ropería, de la cocina y de la lavandería, además de orar por los enfermos y darles apoyo espiritual. Cabe destacar el profundo sentido de pertenencia con el Hospital de los funcionarios ferroviarios, lo que se pudo observar al hablar con los ex funcionarios entrevistados. Como el trabajo de ferroviario es un empleo que tendía a pasar de generación en generación, el sentido de identidad con el Hospital era transmitido a los hijos, de tal manera que los de mayor edad y con frecuencia los padres y sus abuelos de los más jóvenes, habían sido los que aportaron el sueldo de un día para la construcción e implementación del centro médico. Por esto último, los funcionarios se sienten dueños del Hospital. En palabras de uno de ellos, el hospital era como la casa de uno, donde uno podía entrar y salir cuando quisiera. Conocíamos a las enfermeras, a los médicos, a todos.

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Durante el periodo en que estuvo en manos de Ferrocarriles del Estado y debido a este sentido de pertenencia, los mismos funcionarios de ferrocarriles de Valparaíso eran quienes pintaban y reparaban el edificio cuando era necesario, dentro de las horas de trabajo y con permiso de la empresa. Llega a tal punto su sentido de identidad con el Hospital que en la Maestranza —que se encontraba a poca distancia— se construía y se diseñaba parte del instrumental médico y quirúrgico. Específicamente fue entrevistado el señor Ciro Rojas, ex funcionario de la Maestranza Barón, que se encargaba de fabricar el instrumental. Explicó que el médico le describía el tipo de instrumento que necesitaba y para la función que debía servir y que él, sirviéndose de la habilidad adquirida durante muchos años de trabajo, diseñaba y fabricaba el artículo requerido. Es así como había fabricado desde prótesis para artroplastías de cadera y rodilla hasta pinzas o tijeras para cirugía. Todos estos objetos eran construidos con los estándares de calidad de ferrocarriles, por lo cual, según expresó, los instrumentos podían durar “toda una vida”. Se puede hablar de un tipo de medicina social, en el cual tanto el paciente como el personal que lo atiende participan en garantizar la salud. Por una parte, el equipo médico se encargaba de proporcionar y guiar a los pacientes en la recuperación de su enfermedad, pero a la vez estos últimos, es decir, los ferroviarios, participaban al aportar directamente en la mantención del establecimiento y del material del Hospital. Esto corresponde a un alto grado de compromiso y lealtad de los trabajadores, participando así en la construcción social de una mejor salud para los funcionarios de ferrocarriles de todo el país. El Hospital, en fecha no precisada, fue denominado “Hospital Ismael Vargas Salcedo FF.CC del E.”, como aparecía en la placa de la entrada. Ismael Vargas Salcedo había sido el ingeniero asistente de la Segunda Subcomisión chilena, encargada de levantar hitos para la delimitación de las fronteras entre Argentina y Chile, habiendo estado implicado en el incidente de Punta de Vacas (1898-1899), situación en la que había sido detenido varias semanas por el destacamento de caballería al mando del General

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Fotheringham, Jefe de la Plaza de Mendoza mientras realizaba labores de reconocimiento en el valle mendocino de Tunuyán (19). Este ingeniero había participado anteriormente en la construcción del ferrocarril de La Serena a Rivadavia, escribiendo el libro “Bases del contrato para la construcción de Ferrocarril de La Serena a Rivadavia” en conjunto con el Ministerio de Industria y Obras Públicas. En 1923, como aparece en la Revista Sucesos de ese año, era el administrador de la Primera Zona de Valparaíso, que intervino ante la Dirección General de Ferrocarriles para la entrega del terreno donde se construyó el Hospital.

EFE y se creó la Isapre FERROSALUD como su continuadora para dar asistencia médica y técnica a los accidentados activos, jubilados y pasajeros de la empresa. Como el departamento era el encargado de administrar el Hospital Ferroviario, la nueva Isapre continuó esta labor. Estableció que el capital social de la empresa pertenecía en un 99,85% a la Empresa de los Ferrocarriles del Estado, en tanto que el 0,15% restante se dividía en nueve accionistas minoritarios. Su administración recaía en un directorio integrado por cinco miembros representantes de EFE, quienes delegarían su autoridad en el Gerente General (23).

IV. Periodo ISAPRE “FERROSALUD” (1984-1992)

V.

El siguiente periodo coincide con lo que Jorge Jiménez de la Jara llamaría “Etapa de la descentralización y privatización” (20), que corresponde a 1973-1989, que se caracterizó por la adopción de políticas neoliberales con creación de instituciones de seguro de salud llamadas ISAPRE. Siguiendo esta política que existía en el país se dictó la Ley 18.482 que dispuso que el sistema especial ferroviario rigiera sólo hasta el 30 de junio de 1984 y su Art. 91 facultó a la Empresa de Ferrocarriles del Estado (EFE) para constituir una Institución de Salud Previsional en conformidad con el D.L. 3.500 de 1980 y D.F.L. n.º 3 de 1981 que dice lo siguiente:

El 9 de marzo de 1990 fue publicada la ley Nº 18.933 que creó la superintendencia de instituciones de Salud Provisional y dictó normas para el otorgamiento de prestaciones por Isapre, derogando el decreto con fuerza de ley n.º 3, de salud, de 1981. Esta ley en su artículo 22 prohibía a las Instituciones de Salud Previsional poseer o administrar prestadores de salud. A la vez, dicha ley definía como prestadores de salud a cualquier persona natural o jurídica, establecimiento o institución que se encontrara autorizada para otorgar prestaciones de salud, tales como: consulta, consultorio, hospital, clínica, centro médico, centro de diagnóstico terapéutico, centro de referencia de salud, laboratorio y otros de cualquier naturaleza, incluidas ambulancias y otros vehículos adaptados para atención extrahospitalaria (24). La Isapre FERROSALUD no puede seguir administrando el Hospital Ferroviario. Para solucionar el problema, en 1992 se constituyó “Servicios Clínicos del Pacífico S.A. (SERPACIF S.A.)”, empresa filial de Ferrosalud S.A., que se dedicaría a la explotación de la infraestructura médica y dental disponible, que en esa fecha estaba integrada por cuatro centros médicos dentales y por el Hospital Ferroviario (25). SERPACIF S.A. fue creada con fecha 22 de septiembre de 1992 y su objeto inicial fue la prestación de servicios médicos en todas sus áreas y especialidades, siendo inicialmente de propiedad de Ferrosalud en un 99%. Con fecha 2

Artículo 91.- Agrégase el siguiente Nº 31 al artículo 9º del decreto con fuerza de ley Nº 94, de 1960, pasando el actual Nº 31 a ser Nº 32. Nº 31.- Constituir o concurrir a la formación de una Institución de Salud Previsional en conformidad a las disposiciones del decreto ley Nº 3.500, de 1980 y al decreto con fuerza de ley Nº 3, de 1981, del Ministerio de Salud (21).

Es así que se insertó el Nº 31 en el D.F.L. n.º 94 de 1960 que fijó en la ley de administración de la Empresa de los Ferrocarriles del Estado las atribuciones del Director (22). De esta forma, a partir del 18 de marzo de 1986 se cerró el Departamento de Salud de

Periodo “SERPACIF S.A.” (1992-2003)

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de mayo de 2006, en Junta General Extraordinaria de Accionistas de SERPACIF S.A., se modificó el nombre de la sociedad a Servicios del Pacífico, y su objetivo, que pasaba a ser la prestación de servicios en el área inmobiliaria (23). En 1998 SERPACIF mandó a hacer una tasación comercial del Hospital Ferroviario al tasador Ernesto Kraljevic Campos. El terreno, de una superficie de 3.350 m2 y con cuatro edificaciones —el hospital en sí, la capilla, la ampliación odontológica y la vivienda— fue avaluado en $590.000.000. En abril de 2001 SERPACIF S.A. mandó a hacer un proyecto de remodelación del Hospital a los arquitectos Gastón May y Fernando Soler. Este proyecto transformaba la infraestructura del Hospital dándole un diseño más moderno e implementaba más estacionamientos a costa de las terrazas. Esta remodelación nunca se concretó. VI. Periodo CLÍNICA BARÓN (2003-2008) El 4 de julio del 2003 la Isapre FERROSALUD firmó un contrato de arriendo con el Hospital Clínico de la Universidad de Chile por 15 años de funcionamiento (26). La Universidad realizó obras de remodelación y equipamiento que contemplaron una inversión de un millón de dólares e implementó, entre otros servicios, una sala de cuidados intermedios y tres pabellones quirúrgicos dotados con la más alta tecnología. Se esperaba, de acuerdo a estimaciones, que más del 67% de la población de Valparaíso registrada en el sistema público de salud y un 13% afiliado a Isapre se beneficiarían directamente con el ingreso del Hospital Clínico Universidad de Chile a la región (27). A la vez la revista de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile dio cuenta de su inauguración y de las declaraciones del director médico de la Clínica Barón, Dr. Alfonso Aguirre, quien manifestó que para ese centro asistencial, con mucha historia, la Universidad de Chile sería un aporte que redundaría en un beneficio colectivo (28). Se habilitaron servicios de apoyo y de atención en hospitalización transitoria en Medicina, Cirugía General, Traumatología, Urología, Endocrinología, Cardiología, Otorrinolaringo­

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logía, Oftalmología, Pediatría, Odontología, Gastroenterología y Ginecología. Sin embargo, con fecha 29 de abril de 2008 el Hospital Clínico de la Universidad de Chile comunicó a la Isapre el término del contrato de arrendamiento respecto del inmueble a partir del 1 de julio de 2008. Producto del término anticipado del contrato, la Universidad de Chile acordó pagar a Ferrosalud la suma de UF 12.000, la que se pagaría imputando a ella hasta extinguirla, deudas de Ferrosalud existentes a la fecha del término del contrato de arriendo, además de efectuar prestaciones médicas a afiliados y a beneficiarios de Ferrosalud (23). El término del contrato antes de lo establecido generó un conflicto con los funcionarios del Hospital, pues cuando se hizo esta transacción el personal se había visto obligado a dejar de percibir el 60% de la indemnización que les correspondía por finiquitar su contrato con la anterior empresa, ya que el acuerdo era que si la Universidad los contrataba, ellos firmarían por sólo el 40% de su indemnización, a cambio de lo cual se les había prometido 15 años de estabilidad y presencia de la Universidad en el puerto (29). Luis González, representante de los trabajadores del establecimiento de Valparaíso, estimaba que no se habían hecho los esfuerzos necesarios para convertir a la clínica en un negocio rentable (30). De esta manera el Hospital Ferroviario del Cerro Barón cerró sus puertas definitivamente el 30 de junio de 2008, después de 80 años de servicio. VII. SITUACIÓN ACTUAL (2008-2009) El ex Hospital está abandonado y vacío en su interior. La Isapre FERROSALUD tenía el plan de venderlo y construir en el terreno un Hotel o edificio de apartamentos, aprovechando la magnífica vista del borde costero; pero, según informó un administrativo de la Isapre, se mandó a hacer un estudio a dos ingenieros por separado, quienes concluyeron que si se derrumbaba el edificio o se hacía una modificación que dañara los cimientos, el terreno en que se encuentra emplazado junto con los alrededores más próximos se derrumbaría por la quebrada del cerro. Esto se produciría debido

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a que, para permitir el paso del ferrocarril, se había tenido que dinamitar el cerro, por lo que el Hospital estaba construido sobre material de relleno utilizado en la faena. De hecho, para ubicar la estación había sido necesario desmontar una parte de la Puntilla del Barón. Los trabajos de construcción de esta obra, la más atrevida e importante emprendida en su época en la América del Sur, se habían iniciado con gran solemnidad el 1º de octubre de 1852 (31). La vivienda para el médico jefe se encuentra ocupada actualmente por el “Centro Cultural y Museo de Ecomodelismo cerro Barón”, como una manera de darle utilidad al edificio mientras no se haga nada con el resto del Hospital. El entonces alcalde de Valparaíso Aldo Cornejo, en sesión ordinaria del Consejo Municipal, informó que se había tomado la decisión de comprar el Hospital Ferroviario. Sería adquirida por el Gobierno para el Ministerio de Salud (32). Sin embargo este anuncio nunca llegó a concretarse. También estuvo interesada en comprar el inmueble Policía de Investigaciones, pero luego se perdió el interés por los pocos estacionamientos con los que se cuenta y la falta de espacio para construir más. En una carta de 20 de agosto de 2009 del gerente general de EFE, Sr. Franco Faccilongo Forno, a don Guillermo Larraín Ríos, Superintendente de Valores y Seguros, informó que con fecha 17 de agosto la Empresa había suscrito un contrato de transacción con Isapre Ferrosalud S.A., en virtud del cual se había puesto término al litigio existente entre ambas instituciones. Se acordó vender y transferir a la Empresa de Ferrocarriles del Estado en la suma de $660.000.000, el inmueble inscrito a nombre de Isapre Ferrosalud S.A. y ceder y transferir a la Empresa de Ferrocarriles del Estado, en la suma de $1, las 807.012.185 acciones de la sociedad Serpacif S.A., de las cuales era dueña la Isapre Ferrosalud S.A. (33). Con esto, se concretó la decisión de EFE de retirarse de la actividad relacionada con los seguros de salud, mediante la licitación de sus acciones en la sociedad, disminuyendo así el capital social de la Isapre Ferrosalud (23). Es de esta forma que el Hospital volvió a manos de la Empresa de Ferrocarriles del Estado —ahora llamada EFE— como era en un principio, pero con una gran diferencia: antes

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el Hospital Ferroviario funcionaba como un centro de excelencia en la atención de una clase social Ferroviaria que había empeñado todo su esfuerzo en la construcción de su salud, ahora volvía a sus manos como un edificio abandonado, vacío y en proceso de deterioro. Conclusiones A partir de los objetivos planteados, se puede concluir en primer lugar que el Hospital Ferroviario del Cerro Barón mejoró la calidad de la atención médica de los funcionarios de ferrocarriles, que hasta entonces no podían acceder a una atención de calidad, pues las clínicas ferroviarias que existían hasta entonces no estaban bien equipadas. Además, fue uno de los mejores Hospitales en materia de traumatología del país, debido a que siempre tanto los trabajadores como la misma Empresa de Ferrocarriles se encargaron de mantenerlo en condiciones óptimas. Por su ubicación en el Cerro Barón, el edificio está inserto en un casco histórico patrimonial de Valparaíso. El sector se enraíza en su historia y está profundamente ligado a Ferrocarriles. Por esto es un elemento que se suma al patrimonio de Ferrocarriles del Estado dentro de Valparaíso. Las características de su entorno están acordes con la originalidad de algunos sectores de la ciudad-puerto que los hicieron acreedores a que UNICEF declarara a Valparaíso en 2003 como Patrimonio de la Humanidad: su desorden organizado. Ubicado en un cerro frente al mar, en un extremo del anfiteatro de la ciudad, representó un progreso para la ciudad tanto por la modernidad y calidad de su construcción como por estar dotado de los últimos adelantos de la tecnología europea, al que, curiosamente, se accedía por dos entradas que podrían catalogarse como “poco convencionales”, pero no demasiado extrañas para una ciudad con una geografía tan peculiar. Estaba situado en medio de una población muy diversa, constituida por empleados de ferrocarriles que habitaban “chalets” de clase media, al lado de obreros que poseían modestas viviendas que se alternaban con diversos conventillos. Y todo este conjunto circundado por hermosas construcciones de época como la Iglesia de San Francisco al norte, diversas

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construcciones de ferrocarriles en el plan al oeste, y para cerrar un semicírculo el ascensor, el muelle y el gasómetro hacia el sur. El Hospital estuvo en funcionamiento desde el 11 de junio de 1928 hasta el 30 de junio de 2008, es decir, 80 años de atención continua a los funcionarios de Ferrocarriles, a particulares y luego a usuarios de FONASA. Durante su historia estuvo fuertemente ligado tanto a los movimientos sociales, como a los avances del país. Cabe destacar el legado del Hospital dentro del desarrollo de la salud del país. Es importante resaltar para las futuras generaciones de médicos el sentido de identidad que despertó y su compromiso social, cualidades a recuperar que constituyen un desafío para el bicentenario de la Independencia de Chile. Agradecimientos A la Biblioteca Santiago Severin, especialmente a sus funcionarios, por la amabilidad y la disposición a todos mis requerimientos bibliográficos. A los ex funcionarios de ferrocarriles, del Hospital y administrativos entrevistados para esta investigación. Y especialmente a mi profesora, Dra. Carmen Noziglia, por incentivarnos a través de su ramo, Historia de la Medicina, a desarrollar la Investigación Histórica y por su valiosa orientación y ayuda en las etapas finales de este trabajo. REFERENCIAS 1. Alliende MP. Historia del Ferrocarril en Chile. Pehuén Editores, Santiago de Chile, 1993. 2. Acta décima sesión ordinaria, Concejo Municipal de Valparaíso, 9 de abril de 2008, Ilustre Municipalidad de Valparaíso. 3. Revista Sucesos Volumen 4, 1923. 4. Diario La Unión, 10 de enero de 1926. 5. Ana María Ojeda. Archivo Histórico Ilustre Municipalidad de Valparaíso. 6. Diario La Unión, 9 de febrero de 1926.

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7. http://members.fortunecity.com/chiletrenes/zona1. htm 8. Paulina Kaplan. La recuperación del valor patrimonial de las estaciones del ferrocarril entre las ciudades de Valparaíso y Viña del Mar como testimonio de diferentes épocas estilísticas e históricas. 9. http://www.mercuriovalpo.cl/prontus4_noticias/antialone.html?page=http://www. mercuriovalpo.cl/prontus4_noticias/site/ artic/20071012/pags/20071012000052.html 10. http://www.iglesia.cl/cursilloscristiandadvalparaiso/valparaiso/ValparaisoCiudad/ValparaisoCiudad. html 11. http://www.estrellavalpo.cl/prontus4_noticias/antialone.html?page=http://www. estrellavalpo.cl/prontus3_sup1/site/ artic/20050820/pags/20050820015424.html 12. http://www.valparaisochile.com/patrimonio. htm 13. http://www.ciudaddevalparaiso.cl/inicio/ hitos_patrimoniales_detalle.php?id_cat=12# 14. Diario La Unión de Valparaíso, 7 de febrero de 1925. Citado por Urbina, María Ximena: Los conventillos de Valparaíso, 1880-1920: Percepción de barrios y viviendas marginales, Ediciones Universitarias de Valparaíso de la Universidad Católica de Valparaíso, 2002. 15. Diario La Unión, 27 de febrero de 1926. 16. Diario La Unión, 8 de abril de 1928. 17. Tasación realizada al edificio el 14 de agosto de 1998. 18. Diario El Mercurio de Valparaíso, 11 de junio de 1928. 19. Corporación de Defensa de la Soberanía. Estudios históricos y políticos para la defensa del patrimonio territorial chileno. www.soberaniachile.cl 20. Jiménez J. Política y Organizaciones de Salud en Chile, Ars Médica, Vol. 5, Nº 5, págs. 3-11. 21. Artículo 91, Ley 18.482. 22. Artículo 9, D.F.L. Nº 94 de 1960. 23. Informe final n.º 278, de 2008, sobre auditoria integral aleatoria realizada en la empresa de los ferrocarriles del estado-EFE. Contraloría General de la República Divisiones de Auditoría Administrativa y Vivienda y Urbanismo, Obras Públicas y Transportes, Área Empresas. 24. Artículo 22, ley Nº 18.933.

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25. Memoria Anual y Estados Financieros 2006, Isapre FERROSALUD.

30. http://www.ter r a.cl/ac tualidad/index. cfm?id_cat=302&id_reg=954979

26. Acta décima sesión ordinaria, Concejo Municipal de Valparaíso, Miércoles, 9 de abril de 2008, Ilustre Municipalidad de Valparaíso.

31. Nomenclatura histórica de las estaciones de los Ferrocarriles del Estado de Chile, Gabriel Quiros G., Director Depto. de FF.CC. de la Dirección de Obras Públicas.

27. http://web.uchile.cl/undin2/actuales/noti3286. shtml 28. Revista de la Facultad de Medicina, Universidad de Chile, Edición mensual noviembre-diciembre 2003. 29. ExtraNoticias FENAFUCH, abril 2008 Nº 2.

32. Acta sexta sesión ordinaria Concejo Municipal de Valparaíso, miércoles 27 de febrero de 2008. 33. Hechos Esenciales, Empresa de Los Ferrocarriles del Estado, Inscripción en Registro de Valores Nº 253, Santiago, 20 de agosto de 2009.

DOCUMENTOS

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Hipócrates y su vigencia en el mundo actual Alejandro Goic G.1

El tema que se me ha solicitado desarrollar lo podemos formular en los siguientes términos: ¿Están vigentes hoy día el pensamiento, los juicios, los preceptos éticos y lo esencial de la práctica clínica de Hipócrates y sus discípulos? La respuesta, en tanto compromete aspectos sustantivos de la profesión médica, no es indiferente para la medicina actual, su ejercicio y sus incertidumbres. Debo decir que los principios hipocráticos fueron los que me inspiraron y condujeron a escribir los libros El fin de la medicina, Grandes Médicos humanistas y Conversaciones con Hipócrates, una trilogía que, en lo fundamental, constituye una reflexión sobre la ética en la práctica de la medicina clínica, nacida de la experiencia con la atención de enfermos en distintos escenarios asistenciales a través de muchas décadas. Porque en el ejercicio de la medicina los principios y valores éticos generales y abstractos de la profesión se hacen carne en la particularidad de cada enfermo. En “El fin de la medicina” tomé ventajas de la ambigüedad de la palabra “fin” para reflexionar sobre el fin como propósito: ayudar y cuidar a los enfermos, y el fin como riesgo de que se extinga el paradigma moral y humano de la medicina hipocrática. En el análisis que en este libro se hace de los pilares fundamentales en que se sustenta la medicina: el arte clínico, las ciencias básicas y la ética, se pone de relieve la importancia decisiva de esta última en la práctica de la profesión. En el ensayo “Grandes médicos humanistas” se destaca a personalidades históricas ejemplares de la medicina: Hipócrates, Lucas, Maimónides, Pinel, Schweitzer, Peabody, Frankl, Lain Entralgo. Por su pensamiento, su obra y particularmente su vida al servicio de sus se-

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mejantes, debieran servir de inspiración para todo médico. Pero fue principalmente en el reciente libro “Conversaciones con Hipócrates” donde busqué una forma no convencional de comunicar las ideas hipocráticas, que me parecen fundamentales en la práctica médica. Para ello recurrí a una ficción y a una estructura dramática que permitieran una lectura y comprensión más fácil de temas de ética clínica, de suyo delicados y complejos. Escogí la forma de un diálogo con Hipócrates como interlocutor. En este diálogo simulado era imprescindible otra condición: suponer que Hipócrates estaba al tanto de los avances de la medicina y de la evolución del pensamiento ético desde su época a los tiempos actuales. Luego, había que escoger los temas a tratar que, por cierto, tenían que ser aquellos que consideramos más relevantes en la práctica médica: el arte de la medicina, la idoneidad profesional, la relación del médico con su enfermo, el respeto por la vida humana, los límites de la medicina, la interrupción del embarazo, la eutanasia y el suicidio asistido, la ética y el humanismo en medicina. Un tercer paso fue buscar en la literatura general y, en particular, en los ocho volúmenes de los Tratados hipocráticos publicados por Editorial Gredos bajo la conducción del Dr. Carlos García Gual, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, los fundamentos de las opiniones atribuidas a Hipócrates en las conversaciones sostenidas con él. El objetivo era que cada opinión estuviera respaldada por una cita específica del texto de los tratados. Esto fue posible en la mayoría de los temas, aquellos en que los hipocráticos abordan de un modo más o menos extenso, como por ejemplo: el arte de la medicina o la idoneidad profesional; en otros

Profesor Titular de la Universidad de Chile y Presidente de la Academia Chilena de Medicina. Texto de la Conferencia dictada en la X Jornada de Historia de la Medicina, 23 de octubre de 2009, Santiago de Chile, con ocasión de su nombramiento de socio honorario de la Sociedad Chilena de Historia de la Medicina.

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asuntos hacen afirmaciones claras y taxativas pero que no son mayormente desarrolladas, como por ejemplo la eutanasia, el aborto o el secreto profesional. Esto, por cierto, dificultó el desarrollo del contenido del diálogo sobre estos temas, debiendo inferirse la opinión de Hipócrates a partir de afirmaciones explícitas y categóricas del Juramento hipocrático. En la presente exposición me remitiré a mostrar citas textuales de algunos contenidos de los Tratados, que traducen el pensamiento y la práctica de los médicos hipocráticos. Esto nos puede permitir contrastarlos con las características del ejercicio actual de la medicina, sus semejanzas y eventuales diferencias. Convencionalmente, y para mayor claridad, he ordenado las citas pertinentes en tres grandes bloques temáticos: el Arte de la Medicina, la Práctica Clínica y Los Límites de la Medicina. En cada uno de ellos se incluye una amplia gama de asuntos que hasta hoy día nos preocupan y que, hace más de dos milenios, fueron abordados con sorprendente perspicacia por los médicos hipocráticos. Sobre el arte de la medicina La medicina hace tiempo que tiene todo lo que necesita para ser un arte y ha descubierto un punto de partida y un método con el que se han conseguido a través de los años muchos y valiosos descubrimientos. Y los demás se irán consiguiendo en el futuro si, el que está capacitado y conoce lo ya descubierto, parte de ahí en su investigación (1). Todo arte que no lleve en sí afán de lucro y falta de compostura es hermoso si desarrolla su actividad con un método científico; pero si no, se vuelve desvergonzadamente popular (2). El arte consta de tres elementos, la enfermedad, el enfermo y el médico (3). El médico es un servidor del arte. El paciente ha de enfrentarse a la enfermedad con ayuda del médico. El caso es que las enfermedades que escapan al examen de los ojos quedan sometidas al examen de la inteligencia (4). Hay algunas artes que son fatigosas para quienes las poseen, pero útiles para los

que se sirven de ellas; bien común para los profanos, pero molestas para quienes tratan con ellas. Precisamente, una de las artes de tal clase es lo que los griegos llaman medicina. Efectivamente, el médico ve cosas terribles, toca partes desagradables, y de las desgracias ajenas, saca como fruto tristeza personal. Los enfermos, en cambio, gracias a la ciencia escapan de las mayores desgracias, de enfermedades, tristeza, dolores y de la muerte (5). Pues si hay amor a la humanidad también hay amor a la ciencia (6).

El origen de las enfermedades Acerca de la enfermedad que llaman sagrada (Epilepsia) sucede lo siguiente. En nada me parece que sea algo más divino y ni más sagrado que las otras, sino que tiene su naturaleza propia como las demás enfermedades, y de ahí su origen.

Las emociones Miedos, vergüenza, pena, placer, cólera y otros sentimientos por el estilo: de esa forma le responde a cada uno de ellos la correspondiente parte del cuerpo en su actuación; en tales ocasiones se producen sudores, palpitación del corazón y reacciones parecidas (7). También por su causa enloquecemos y deliramos, y se nos presentan espantos y terrores, unos de noche y otros por el día, e insomnios e inoportunos desvaríos, preocupaciones inmotivadas y estados de ignorancia de las circunstancias reales y extrañezas. Conviene que la gente sepa que nuestros placeres, gozos, risas y juegos no proceden de otro lugar sino de ahí (del cerebro), y lo mismo las penas y amarguras, sinsabores y llantos. Y por él, precisamente, razonamos e intuimos, y vemos y oímos, y distinguimos lo bello, lo feo, lo bueno, lo malo, lo agradable y lo desagradable, distinguiendo unas cosas de acuerdo con la norma acostumbrada, y percibiendo otras cosas de acuerdo con la conveniencia; y por eso al percibir los placeres y los desagrados según los momentos

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oportunos, no nos gustan (siempre) las mismas cosas (8).

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Sobre la práctica clínica La idoneidad profesional

La formación del médico Debe pues aquel que vaya a aplicarse a un conocimiento auténtico del arte de la medicina estar en posesión de lo siguiente: capacidad natural, enseñanza, lugar adecuado, instrucción desde la infancia, aplicación y tiempo (9). Lo primero que necesita es capacidad natural ya que teniendo ésta en contra, todo resulta baldío. Además de todo esto debe añadir, por largo tiempo, una aplicación constante al trabajo, a fin de que el aprendizaje, haciéndose naturaleza propia, produzca buenos y abundantes frutos (10). Porque el aprendizaje del arte de la medicina es como la eclosión de los frutos de la tierra. La falta de experiencia es mal tesoro y pobre despensa para los que la tienen, tanto de noche como de día; se ve privada de alegría y felicidad y es nodriza de cobardía y temeridad. Pues la cobardía significa incapacidad y la temeridad desconocimiento del arte (11).

La gratitud a los profesores Tener al que me enseñó este arte en igual estima que a mis progenitores ...y tomar a mi cargo sus necesidades si le hiciera falta; considerar a sus hijos como hermanos míos y enseñarles este arte si es que tuvieran necesidad de aprenderlo, de forma gratuita y sin contrato... (12).

Hay, en efecto, profesionales, algunos son malos pero otros son excelentes; y esto sería imposible si no hubiera en absoluto un arte médico o éste no hubiese investigado ni descubierto nada, ya que todos los médicos serían entonces igualmente inexpertos e ignorantes y todo lo relativo a la enfermedad estaría regido por el azar (15). El arte de la medicina es el único que en las ciudades no tiene fijada una penalización, salvo el deshonor, y éste no hiere a los que han caído en él. Pues son éstos, parecidos a los actores extras en las tragedias: así como éstos tienen figura, manto y máscara de actor pero no son actores, también muchos médicos lo son de nombre, pero en la práctica muy pocos. Pues, ¿qué habría de malo si obtuvieran su merecido los que practican mal la medicina? Pero el caso es que sufren las consecuencias los enfermos que no tienen la culpa, a los que la violencia de la enfermedad no se les habría manifestado en grado suficiente si no se hubiera añadido a la inexperiencia del médico (16).

La relación del médico con el paciente Las relaciones entre el médico y sus pacientes no son algo de poca monta (17). A cualquier casa que entrare, acudiré para asistencia del enfermo fuera de todo agravio intencionado o corrupción, en especial de prácticas sexuales con las personas, ya sean hombres o mujeres, esclavos o libres (18).

La sabiduría en medicina Los médicos deben En la sabiduría se dan el desprendimiento, la modestia, el pundonor, la dignidad, el prestigio, juicio, calma, capacidad de réplica, integridad, lenguaje sentencioso, conocimiento de lo que es útil y necesario para la vida, rechazo de la impureza, alejamiento de la superstición, excelencia divina (13). Hay que conducir la sabiduría a la medicina y la medicina a la sabiduría (14).

ejercitarse respecto a las enfermedades en dos cosas, ayudar o al menos no causar daño (19). Es necesario que el médico sea justo en cualquier trato, ya que la justicia le será de gran ayuda. Es preciso que el enfermo oponga resistencia a la enfermedad junto con el médico (20).

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Es fundamental, en mi opinión, que el que habla de este arte diga cosas inteligibles para los profanos, ya que nos les compete ni investigar ni hablar de algo distinto a las dolencias que ellos mismos padecen y sufren. Ciertamente que a ellos, por ser profanos, no les resulta fácil comprender sus propias enfermedades, cómo se producen y cesan y por qué causas crecen o disminuyen; pero si es otro el que lo ha descubierto y se los explica, les es comprensible porque cada uno, al escuchar, no tiene más que recordar lo que le sucede a sí mismo (21). Es preciso que el hombre que es inteligente, dándose cuenta de que la cosa merecedora de más importancia para las personas es la salud, sepa por su propio juicio prestarse a sí mismo ayuda en las enfermedades y sepa también diagnosticar lo que los médicos dicen y administran sobre su cuerpo, y sepa cada una de estas cosas en la medida que es natural a un profano (22). Trato agradable para los enfermos, como actuar con limpieza en lo que se refiere a la bebida, a la comida o a lo que él vea; con suavidad en lo que se toca. Otros ejemplos de trato agradable: lo que no daña mucho o es fácil de arreglar, como el frío, en caso de que sea necesario; las visitas, los discursos, la actitud, el vestido; con vistas al enfermo, el arreglo del cabello, las uñas, los olores (23). Parecería un gran testimonio para la existencia de la ciencia médica que quien practica correctamente la medicina no desistiera de exhortar así, aconsejándole a los enfermos no sufrir ninguna perturbación en su espíritu en el afanarse por llegar al momento de la curación (24). Algunos enfermos, percatados de que su enfermedad no les inspira confianza, dan crédito a la bondad del médico y pasan a tener salud (25).

El secreto profesional. Lo que en el tratamiento, o incluso fuera de él, viere u oyere en relación con la vida de los hombres, aquello que jamás deba trascender, lo callaré, teniéndolo por secreto.

La anamnesis El médico ha de decir lo sucedido, conocer lo que pasa y predecir lo que va a suceder (26). En lo que respecta a las enfermedades, las reconocemos a partir de los siguientes datos, teniendo en cuenta la naturaleza humana universal y la particular e individual, la de la dolencia, la del paciente, las sustancias que se le administran, quién se las administra —si a partir de esto el caso se presenta de solución más fácil o más arduo—, la constitución atmosférica general y la de los astros y cada terreno en particular, y lo que respecta a los hábitos, el régimen de vida, las ocupaciones y la edad de cada uno, con sus palabras, gestos, silencio, pensamientos, sueños, insomnios, pesadillas, cuáles y cuándo, y sus tics espasmódicos, sus picores, sus llantos, junto con sus paroxismos, deposiciones, orinas, esputos, vómitos y todo aquello que indica las mutaciones de la enfermedad y sus depósitos en un sentido crítico o mortal: sudor, tensión, escalofríos, tos, estornudos, hipo, respiración, eructos, ventosidades, silenciosas o ruidosas, hemorragias, hemorroides. Hay que atender a todo esto y a lo que con estos síntomas se indica (27).

El examen físico Hay que aplicar el cuerpo a la observación: vista, oído, nariz, tacto, lengua, razonamiento (28). En las enfermedades agudas hay que observar atentamente esto: en primer lugar el rostro del paciente, si es parecido al de las personas sanas y, sobre todo, si se parece a sí mismo. Esto sería lo mejor y, lo contrario de su aspecto normal, lo más peligroso. Puede presentar el aspecto siguiente: nariz afilada, ojos hundidos, sienes deprimidas, orejas frías y contraídas, y los lóbulos de las orejas desviados, la piel de la frente dura, tensa y reseca, y la tez de todo el rostro amarillenta u oscura. Una respiración apresurada señala que hay dolor o inflamación en las partes de más arriba del diafragma.

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Una profunda respiración y con largos intervalos indica delirio. Conviene a advertir todos los abscesos por estos síntomas: en primer lugar, la fiebre no remite, sino que se mantiene más ligera de día y más intensa por la noche ...y las uñas de las manos se curvan y los dedos se ponen calientes, sobre todo en las puntas...

éxito en la predicción, sería admirado por el paciente inteligente, pero, si se equivoca, además de ser odiado, quizás incluso parecería estar loco (31).

El diagnóstico El caso es que las enfermedades que escapan al examen de los ojos quedan sometidas al examen de la inteligencia. Ejercicio de la inteligencia, de la memoria, del olfato, de los instrumentos. El médico, ya que no le ha resultado posible ver lo que causa el daño, ni enterarse de oídas, lo aborda con su razonamiento. Para emitir un diagnóstico hay que considerar, además, el tipo de cada enfermedad y su fuerza, la naturaleza del individuo y la dieta de alimentos y bebidas del enfermo. No carece de decoro un médico que, al encontrarse en apuro con un enfermo, en un momento dado y quedarse a oscuras por su inexperiencia, solicite que vengan otros médicos para conocer lo referente al enfermo en una consulta en común y para que sean sus colaboradores en procurar ayuda (29).

El pronóstico Que el médico se ejercite en la previsión me parece excelente. Pues si conoce de antemano y predice ante los enfermos sus padecimientos presentes, los pasados y los futuros, y si les relata por completo, incluso los síntomas que los pacientes omiten contar, logrará una mayor confianza en que conoce las dolencias de los pacientes, de manera que las personas se decidirán en encomendarse a sí mismas al médico. Y así dispondrá del mejor modo el tratamiento, al haber previsto lo que va a ocurrir a partir de la situación actual (30). Aconsejo además que los médicos sean prudentes al máximo en los restantes aspectos de su ciencia y también en las predicciones mencionadas, sabiendo que si uno tiene

El tratamiento Haré uso del régimen dietético para ayuda del enfermo, según mi capacidad y recto entender; del daño y la injusticia le preservaré. No haré uso del bisturí ni aun de los que sufren del mal de piedra; dejaré esa práctica a los que la realizan. El médico debe conocer la cualidad de todos los alimentos y las bebidas con las que nos mantenemos, qué propiedades tiene cada una, tanto si proviene de su misma naturaleza, como si es debida a la ocasión forzada y a la técnica del hombre. No puede el ser humano mantenerse sólo comiendo, sino tiene, además, que practicar ejercicios. Pues presentan influencias opuestas entre sí comidas y ejercicios, pero se complementan con vistas a la salud. Porque los ejercicios físicos producen naturalmente un gasto de lo acumulado, mientras que los alimentos y bebidas restauran lo vaciado.

La prevención de enfermedades Bien está cuidar de los enfermos a causa de su salud, y preocuparse de los sanos por evitar la enfermedad. E, incluso, preocuparse de los sanos, en atención a la prestancia física.

Los honorarios profesionales No incurrir en un exceso de inhumanidad sino atender a las condiciones de vida y los recursos del paciente, y que a veces se practique gratis la medicina, trayendo a la memoria el recuerdo pasado de un favor o el prestigio presente. Y si llegara la ocasión de atender a quien es extranjero y pobre, ayúdese sobre todo a los de tal condición, pues, si hay amor a la humanidad, también hay amor a la ciencia (32).

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Sobre los límites de la medicina La vida humana No daré a nadie, aunque me lo pida, ningún fármaco mortal, ni haré semejante sugerencia. Igualmente, tampoco proporcionaré a mujer alguna un pesario abortivo (33).

La proporcionalidad de los actos médicos A los enfermos, si lo que se les da de forma proporcional al cuerpo, el cuerpo lo consume totalmente poco a poco y no está ni falto ni lleno; pero si uno se equivoca en la medida oportuna, ya en un sentido ya en otro, hay daño en ambos casos.

Lo posible y lo imposible Pero el hecho es que los enfermos mueren —unos fallecen antes de llamar al médico a causa de la violencia de su enfermedad, otros enseguida después de haberlo llamado, algunos sobreviviendo un día y, otros, un breve tiempo más, antes de que el médico se enfrente a combatir con su ciencia contra la enfermedad que sea. Hay que conocer, pues, las características naturales de estas dolencias, en qué medida están por encima de la resistencia de los cuerpos humanos y, al mismo tiempo, si hay algo divino en estas enfermedades y aprender a prever estos casos (34).

La medicina persigue: apartar por completo los padecimientos de los que están enfermos y mitigar los rigores de sus enfermedades, y el no tratar a los ya dominados por las enfermedades, conscientes de que en tales casos no tiene poder la medicina (35). Hay algunos que hacen reproches a la medicina también por motivo de los que no quieren tratar a los ya dominados por la enfermedad, diciendo que se medican aquellos casos que por sí mismos se curarían, pero los que necesitan de importante socorro no los toman en sus manos y que sería preciso, si fuera una ciencia la medi-

cina, que los medicara a todos por igual. (36). Pues si alguno reclama a la ciencia lo que ni puede la ciencia, o a la naturaleza lo que la naturaleza no produce naturalmente, desconoce que su ignorancia es más afín a la locura que a la incultura (37). Y si a pesar de que el médico trate correctamente el paciente es vencido por la magnitud de la enfermedad, la culpa de esto no es del médico; pero, si por no tratar correctamente o no saber es vencido por la enfermedad, lo es del médico (38). Desde luego que el devolver la salud a todos los enfermos es imposible. Cuando una persona sufre algún mal que es superior a los medios de la medicina, no se ha de esperar en modo alguno que éste pueda ser superado por la medicina. El hierro cura lo que los remedios son incapaces de curar. Y el fuego cura lo que no alcanza a curar el hierro. Lo que no se cura con remedios, con el hierro, ni con el fuego, debe considerarse como incurable (39). Los hombres expertos en el arte, por ejemplo, el piloto y el médico eminentes, saben distinguir en su arte entre lo posible y lo imposible, y se hacen cargo de lo posible, abandonando lo imposible.

Agreguemos a los escritos hipocráticos presentados una cita de la mitología griega que es una dramática advertencia sobre el lucro y la obstinación terapéutica en medicina, tal vez dos de sus facetas más oscuras en la actualidad. En ella, Píndaro nos relata la muerte fulminante de Asclepio de mano de Zeus por haber transgredido las normas naturales al intentar resucitar a un moribundo: Pero hasta la sabiduría está ligada al lucro. Hasta a él le persuadió el oro reluciente en otras manos a traer, por un espléndido salario, a un hombre de vuelta de la muerte cuando éste ya estaba arrebatado. Mas entonces el hijo de Crono arrojó con ambas manos su dardo y a los dos les arrebató del pecho el hálito vital y el fogoso rayo los golpeó de muerte. Ante los dioses hay que pretender lo apropiado a nuestras entrañas mortales, conociendo lo que está a nuestro alcance, cuál es nuestro destino (40).

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Y concluyamos reproduciendo un juicio de un estudioso de la medicina hipocrática, que es una síntesis brillante del valioso aporte de Hipócrates a la medicina universal:

17. Sobre el médico. Tratados hipocráticos vol I, óp. cit., pág. 176.

Aunque los escritos hipocráticos no hubieran hecho nada más durante más de dos mil años que despertar y mantener vivo en incontables individuos el sentido de dignidad del arte médico y el honor de la profesión, por esa sola consideración, merecerían ser bendecidos por las generaciones posteriores.

REFERENCIAS 1. Sobre la medicina antigua. Tratados hipocráticos, vol I. Editorial Gredos, Madrid 1983, págs. 138-139. 2. Sobre la decencia. Tratados hipocráticos vol I, óp. cit., pág. 197. 3. Epidemias. Tratados hipocráticos vol V. Editorial Gredos, Madrid 1989 pág. 63. 4. Sobre la ciencia médica. Tratados hipocráticos vol I, óp. cit., pág. 119. 5. Sobre los flatos. Tratados hipocráticos vol II. Editorial Gredos, Madrid 1986 pág. 131. 6. Preceptos. Tratados hipocráticos vol I, óp. cit., pág. 313. 7. Sobre los humores. Tratados hipocráticos vol II, óp. cit., pág. 110. 8. Sobre la enfermedad sagrada. Tratados hipocráticos vol I, óp. cit., pág. 415. 9. Ley. Tratados hipocráticos vol I, óp. cit., pág. 93. 10. Ley. Tratados hipocráticos vol I, óp. cit., pág. 93. 11. Ley. Tratados hipocráticos vol I, óp. cit., pág. 94. 12. Juramento. Tratados hipocráticos I, óp. cit., págs. 77-78. 13. Sobre la decencia. Tratados Hipocráticos vol I, óp. cit., pág. 202. 14. Sobre la decencia. Tratados hipocráticos vol I, óp. cit., pág. 202. 15. Sobre la medicina antigua. Tratados hipocráticos vol I, óp. cit., pág. 137. 16. Preceptos. Tratados hipocráticos vol I, óp. cit., pág. 310.

18. Juramento. Tratados hipocráticos vol I, óp. cit., págs. 77-78. 19. Epidemias. Tratados hipocráticos vol V, óp. cit., pág. 63. 20. Epidemias. Tratados hipocráticos vol V, óp. cit., pág. 63. 21. Sobre la medicina antigua. Tratados hipocráticos vol I, óp. cit., pág. 139. 22. Sobre las afecciones. Tratados hipocráticos vol III. Editorial Gredos, Madrid 1986, pág. 141. 23. Sobre las afecciones. Tratados hipocráticos vol III, óp. cit., pág. 140. 24. Preceptos. Tratados hipocráticos vol I, óp. cit., pág. 315. 25. Preceptos. Tratados hipocráticos vol I, óp. cit., pág. 313. 26. El pronóstico. Tratados hipocráticos vol I, óp. cit., págs. 319-350. 27. Epidemias. Tratados hipocráticos vol I, óp. cit., pág. 23. 28. Epidemias. Tratados hipocráticos vol V, óp. cit., pág. 247. 29. Preceptos. Tratados hipocráticos vol I, óp. cit., pág. 314. 30. El pronóstico. Tratados hipocráticos vol I, óp. cit., pág. 330. 31. Predicciones. Tratados hipocráticos vol II, óp. cit., pág. 228. 32. Preceptos. Tratados Hipocráticos vol I, óp. cit., pág. 312. 33. Juramento. Tratados hipocráticos. vol I, óp. cit. págs. 77-78. 34. El pronóstico. Tratados hipocráticos. vol I, óp. cit., págs. 329-330. 35. Sobre la ciencia médica. Tratados hipocráticos. vol I, óp. cit., pág. 111. 36. Sobre la ciencia médica. Tratados hipocráticos. vol I, óp. cit., pág. 115. 37. Sobre la ciencia médica. Tratados hipocráticos. vol I, óp. cit., pág. 115. 38. Sobre las afecciones. Tratados hipocráticos vol III, óp. cit., pág. 151. 39. Aforismos. Tratados hipocráticos. vol I, óp. cit., pág. 296. 40. Píndaro. Pítica III 45-60. Citado por: García Gual C. Introducción General. Tratados hipocráticos. vol I, óp. cit., pág. 51.

BIBLIOGRAFÍA

An. hist. med. 2009; 19: 173-185

Alejandro goic goic: conversaciones con hipócrates Ed. Mediterráneo, Santiago, Chile, 2009 Sergio Zúñiga R.

Cuando yo era un joven estudiante de medicina mi conocimiento de Hipócrates y de la obra de los médicos hipocráticos era más bien precario. La verdad es que en aquellos años, en el programa de estudios de la escuela de medicina, no estaba considerada formalmente la enseñanza de la historia médica universal ni en general lo que hoy se conoce como las humanidades médicas

—así comienza Alejandro Goic su “Conversaciones con Hipócrates”. Con el devenir de los años el Dr. Goic —Premio Nacional de Medicina (2006) y decano de la Facultad de Medicina, Universidad de Chile durante tres periodos— se ha constituido probablemente en uno de los referentes nacionales más versados sobre la obra y el pensamiento atribuidos al padre de la medicina occidental, tal como se evidencia a través de la lectura de este libro. El volumen en cuestión posee una estructura muy original, creativa e ingeniosa para presentar a Hipócrates y sus preceptos mediante entrevistas e intercambio de opiniones imaginarias sostenidas por el autor con el padre de la medicina en distintos lugares de la Grecia actual (junio-julio 2008) donde el médico de Cos, se supone, habría practicado la medicina,

en un pasado distante ya, unos 2.500 años. Se comentan y analizan situaciones de gran actualidad en relación con lo científico, lo tecnológico y lo económico que dominan el ejercicio de la medicina contemporánea, confrontándolas con las de la época del Corpus Hipocraticum, en forma de conversaciones muy amenas para los lectores, y que permiten comprobar el vasto dominio en el tema que posee el Dr. Goic. Así, el arte de la medicina, la idoneidad profesional, la relación del médico con el paciente, el respeto por la vida humana, el límite de la medicina, la interrupción del embarazo, la eutanasia y el suicidio asistido, la ética en la medicina clínica y el humanismo en la medicina, son expuestos en nueve capítulos y doscientas treinta y tres páginas, en un lenguaje sencillo y ameno muy distante de la complejidad acostumbrada en este tipo de abstracciones, y que lo hace asequible y recomendable a las nuevas generaciones que inician su ejercicio profesional médico, para comenzar a comprender la esencia del raciocinio hipocrático, que es la esencia de la medicina misma. Esta obra debería transformarse prontamente en texto guía para los que comienzan los estudios médicos clínicos y en una fuente de información básica para lectores generales.

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Antonio pérez, carlos márquez: juan miquel y salazar (1792-1866) Quorum Editores, 301 páginas, Cádiz, España, 2009 Ricardo Cruz-Coke M.

Esta obra es una biografía completa de la azarosa vida del médico cirujano español Dr. Juan Miquel, un pionero fundador de la clínica médica nacional durante la época de la Independencia y la República conservadora. Está escrita por dos destacados médicos historiadores premiados por la Real Academia de Medicina y Cirugía de Cádiz, ciudad en cuya Escuela de Medicina se graduaron unos doscientos años después de Miquel. Los autores efectuaron una minuciosa investigación de las fuentes historiográficas españolas y chilenas, presentando valiosas fotografías de documentos y personajes que fundamentan sus descripciones y afirmaciones. La narrativa del texto se expande durante 14 capítulos, comenzando con sus orígenes de familia de médicos y su educación en el Real Colegio de Cirugía de la Armada española en Cádiz, hasta viajar a Chile en la fragata María Isabel capturada por la naciente armada chilena en 1818. Se detallan sus primeros años, integrándose a la medicina chilena como médico de José de San Martín, y sus conflictos con el Dr. Guillermo Blest en la época de la anarquía. Con el advenimiento del ministro Diego Portales adquiere por fin la

ciudadanía chilena, entra a la educación médica y se integra a la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile en 1843. Se describen sus contribuciones al progreso de la medicina nacional con la introducción del Cloroformo, descripción de enfermedades, numerosas publicaciones en los Anales de la Universidad de Chile, culminando su carrera con la Cátedra de Patología y Clínica Médica en 1853. Los capítulos finales describen sus últimos años, un corolario de su vida y una completa descripción de su obra bibliográfica. La parte final del libro con 150 páginas contiene 18 anexos que describen in extenso sus obras más importantes. Cierra el libro una completísima bibliografía en que aparecen todos los autores chilenos de la medicina nacional. Podemos concluir que este libro es una magnífica biografía del más ilustre médico español avecindado en Chile durante el siglo XIX, escrito con un alto profesionalismo histórico, basado en fuentes irreprochables y con generoso reconocimiento a las fuentes históricas chilenas. A mi juicio, esta obra debe ingresar como un texto clásico en las fuentes novecentistas de la Historia de la Medicina chilena.

Bibliografía

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Cincuentenario de Cuadernos Médico Sociales Yuri Carvajal B. El día 25 de junio del 2009 —en el salón de actos del Colegio Médico— se realizó una breve ceremonia para festejar los 50 años de edición ininterrumpida de Cuadernos Médico Sociales. Manuel Ipinza y Carlos Montoya, los animadores durante ya un par de décadas de esta publicación, junto con Pablo Rodríguez, Presidente del Colegio, y Giorgio Solimano, Director de la Escuela de Salud Pública, destacaron en sus respectivas intervenciones el surgimiento de la revista como una confluencia de actores institucionales, académicos y gremiales. En 1959 una común inquietud por la formación de los médicos posibilitó que el Departamento de Salud Pública del Colegio Médico junto al Servicio Nacional de Salud y la Escuela de Salud Pública, realizaran un debate formal y documentado para examinar los desafíos y dificultades encarados en esta tarea. Cuadernos Médicos fue una publicación nacida como un esfuerzo preparatorio del Primer Seminario de Formación Profesional y como herramienta de ese debate. Su primer número apareció en junio de 1959 y fue sucedido por otros seis números hasta junio de 1960. Las necesidades y la inquietud despertada por el seminario realizado en septiembre de ese mismo año hicieron que esta publicación se transformara en una publicación regular y cada vez más central dentro de la salud pública. Las vicisitudes de la historia nacional y de la misma salud pública, aunque también tuvieron impacto sobre la publicación, no cuestionaron su aparición regular ni su vínculo con los problemas relevantes de la salud pública en cada periodo. El recuento de la evolución de la reflexión histórica a lo largo de su existencia, nos llena de optimismo historiográfico: desde los años 1990 las publicaciones en sus páginas de artículos de contenido histórico tienen un sostenido incremento. Si Cuadernos Médico Sociales refleja la vida intelectual de la salud pública chilena, esta tendencia editorial podría

significar que la historia está siendo legítima y crecientemente considerada como un área de investigación esencial. Se propone a continuación una selección de artículos de Cuadernos Médico Sociales que tienen una orientación histórica, por lo que pueden ser de interés para lectores de los Anales: s/a. El Instituto de Neurocirugía e Investigaciones Cerebrales de Chile celebra su trigésimo aniversario, Cuad Med Soc 1969; 10(3):31. s/a. El Dr. Salvador Díaz. Cuad Med Soc 1972; 13 (4):7. s/a. La Dra. Nathalie P. Masse. Cuad Med Soc 1975; 16 (4):5. s/a. Comité del Memorial Nathalie Masse. Cuad Med Soc 1979; 20 (1):36. s/a. El doctor José Horwitz Barak. Cuad Med Soc 1980; 21(1):9. s/a. El ingeniero John J. Bloomfield. Cuad Med Soc 1980; 21(2):7. Bravo A. Historia de la Salud Pública Internacional. Políticas sectoriales y cooperación internacional. La experiencia de la OMS y de la OPS. Cuad Med Soc 1982; 23(4):5. Medina E. La Escuela de Salud Pública en la Universidad de Chile: pasado, presente y futuro. Cuad Med Soc 1985; 26(3):128. Ugarte JM. Dinámica de la población médica chilena. Cuad Med Soc 1985; 26(4):173. Serra I. Bibliografía chilena sobre desastres naturales. Cuad Med Soc 1986; 27(4):44. Schermann J. Las políticas de salud y su impacto en los sectores populares. Cuad Med Soc 1988; 29(2):47. Salinas J. Protección social de la maternidad y la infancia. Cuad Med Soc 1988; 29(2):62. Zúñiga M. Cólera: séptima pandemia llega a Chile. Cuad Med Soc 1991; 32(3):9. s/a. In memoriam: Biografía del Dr. Gustavo Molina Guzmán. Cuad Med Soc 1991; 32(3):5. Requena M. Homenaje póstumo al profesor Gustavo Molina Guzmán. Cuad Med Soc 1991; 32(3):9.

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Santiago de Chile 1964 (candidatura presidencial del Dr. Salvador Allende). Cuad Med Soc 2006; 46 (3):230-234. Molina C. Antecedentes del Servicio Nacional de Salud. Historia de Debates y Contradicciones. Chile: 1932-1952 Cuad Med Soc 2006; 46 (4):284-304. Miranda D, Martínez V, Sánchez S. Médicos Europeos, simbolismo y organicidad decimonónica de la Medicina Chilena. Cuad Med Soc 2006; 46 (4):305-310. Parada M. Presentación del documento: “Plan de Salud, Atención Médica y Medicina Social”, Santiago de Chile 1964 (candidatura presidencial del Dr. Salvador Allende). Cuad Med Soc 2006; 46 (4):313-316. Secull D. Homenaje del “Hospital Carlos Van Büren” al Dr. Salvador Allende Gossens. Cuad Med Soc 2007; 47 (1):48-50. Montoya-Aguilar C. El profesor Benjamín Viel, su cátedra B de higiene y medicina preventiva y el centro de demostración de medicina integral. Cuad Med Soc 2007; 47 (2):126-130. Parés J. El nacimiento del Hospital Mental de la Convalecencia: 200 la primera respuesta social frente a la problemática de la alienación. Buenos Aires 1700-1854. Cuad Med Soc 2007; 47 (3):200-208. Molina C. El Dr. Salvado Allende Gossens a 100 años de su nacimiento. Cuad Med Soc 2007; 48 (2):93-106. Jadresic A. La reforma de 1968 en la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile. Cuad Med Soc 2007; 48 (3):192-203. Sepúlveda C. Alma Ata-2008, recuerdo y proyección, 30 años después. Cuad Med Soc 2007; 48 (4):251-261. Carvajal Y. La experiencia de medicina preventiva integrada a la clínica. Hospital San Francisco de Borja 1963-1973. Cuad Med Soc 2009; 49 (2):101-108. Hevia P. Vida y legado del Dr. Francisco Mardones Restat (1919-2009). Cuad Med Soc 2009; 49 (2):109-110. Montoya C. Cincuenta años de Cuadernos Médico Sociales, Revista de Salud Pública del Colegio Médico de Chile. Cuad Med Soc 2009; 49 (2):131-136. Vargas N. Julio Meneghello Rivera: La diseminación del conocimiento en Pediatría. Cuad Med Soc 2009; 49 (2):201.

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Memorias del 41º Congreso Internacional de Historia de la Medicina Por gentileza del profesor Carlos Viesca hemos tenido acceso a los resúmenes y textos del 41º Congreso de Historia de la Medicina, que se celebró en México en septiembre de 2008. Los trabajos se publicaron en un suplemento de la publicación Analecta Medica, constituido por seis tomos que suman más de mil páginas. En la presentación del suplemento, los doctores Carlos Viesca y Jean Pierre Tricot explican que algunos trabajos tratan temas comunes, que pueden ser considerados como pequeñas monografías. Destacan a manera de ejemplo: Proyectos informáticos en Historia de la Medicina, Metodología, Historia de la Ética y Bioética médicas, Biografía Médica, Aspectos históricos de la Antropología Médica. Por su parte, el profesor Athanasios Diamandopoulos, Presidente de la Sociedad Internacional de Historia de la Medicina, en su alocución inaugural del Congreso, se basó en la concepción clásica y medieval del hombre como un microcosmos en relación con el macrocosmos representado por el universo, y propuso que los historiadores de la medicina, trabajando en su pequeña torre de marfil, representan un microcosmos que forma parte de un macrocosmos constituido por el ámbito total de la Medicina. La amplitud y variedad de las investigaciones, cuyo índice se transcribe a continuación, parece concordante con esa imagen. Creemos que muchos de los títulos pueden ser fuente de inspiración para nuestros lectores. ANALECTA MEDICA: SUPLEMENTO I, 2008, Nº I CONFERENCIAS MAGISTRALES Pág. 3 Medicine and Archeology Athanasios A. Diamandopoulos

11 Conceptions de la Douleur au Travers des Ages Jean-Pierre Tricot 19 Symbols of medicine in the seal of the Padua Medical School Giorgio Zanchim 21 Medical Numismatics. Primary source records and the evolution of medical thought over two millenia John Pearn 29 La Biblioteca “José María Lafragua” de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla Manuel E. de Santiago Hernández 35 Centenario del Ministerio de Salud Pública de Cuba, (1909-2009) Gregorio Delgado García 45 El recurso hospitalario que nunca se acaba: la cama, su historia Guillermo Fajardo Ortiz METODOLOGÍA, INVESTIGACIÓN Y ENSEÑANZA EN HISTORIA DE LA MEDICINA 53 Digitizing History: Digital Projects at the U.S. National Library of Medicine (Abstract) Michael North 55 Digitalization projects developed by the Biblioteca da Casa de Oswaldo Cruz Wanda Latmann Weltman 59 Early Printed Herbals on the Internet (Abstract) Alain Touwaide 61 The use of multimedia as a tool for teaching history of medicine. The implementation of a Web site. Preliminary results María Blanca Ramos de Viesca, Carlos Viesca, Elda V. Rodríguez, Mauricio Arvizu H., Itzel Cruz G., Sandra Rodríguez, Avelino A. Montealegre, Gabino Sánchez 67 Desafíos que enfrenta la enseñanza de la Historia de la Medicina en la formación de los médicos

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Joaquín Ocampo Martínez 73 A methodological proposal for the research on History of Medicine (Abstract) Theodore J. Drizis 75 Testimonios orales en Medicina: un método entre antropología e historia María del Carmen Macuil García 83 La publication en Histoire de la Médecine: Analyse à partir des articles références dans le Medline et de la “Revue des Sciences Médicales” (Abstract) Philippe Bonnichon, Alain Segal, S. Zalinski 85 La interdisciplina, una propuesta metodológica para la investigación en Historia de la Medicina María del Carmen Macuil García, Jonathan Rosas Peña, Abraham Monzón Barranco, Fernanda de la Cueva Cedillo, Caudio De la Cueva y García Terruel, Carlos Viesca Treviño EL SER DE LA MEDICINA 93 Continuidades y rupturas de la enseñanza de la Medicina Infantil en la Escuela Nacional de Medicina a finales del siglo XIX y principios del XX (Abstract) Carlos Rolando del Castillo Troncoso 95 La Medicina Occidental: ciencia, técnica o ciencia aplicada Eduardo Monteverde LITERATURA Y MEDICINA 103 La crítica de la medicina barroca a través de la obra de Molière: El Médico a su pesar José Miguel Hernández Mansilla, Jorge Alberto Álvarez Díaz 113 La literatura contagiosa Reyna Paniagua Guerrero 123 A Study of Books – Where Medicine and Psychoanalysis meet (Abstract) Katriona Munthe, Christopher Gardner-Thorpe 125 El análisis literario en la investigación Histórico-Médica: el caso de Pacotillas Paulina Camarena Palacios Macedo, Alfredo Mauricio Marichal Cancino 135 Medicine on Croatian Postage Stamps from 1991 to 2008 (Abstract) Igor Salopek

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137 Doctors in Cinema (Films and Television) throughout the second part of twentieth century (Medicine in the XXth century second half) André-Julien Fabre 141 José Guadalupe Posada, Ilustrador Médico (Abstract) Antonio Ávila Storer REVISTAS MÉDICAS 145 Enfermedad y política. Las enfermedades vistas desde la prensa de oposición a finales del siglo XIX en México (Abstract) Antonio Ávila Storer 147 El progreso Médico, órgano editorial de la Sociedad Médica Potosina, en las postrimerías del siglo XIX (Abstract) Eduardo R. Zazueta Quirarte 149 “Anales de la Asociación Larrey”, estudio de la primera revista de Trauma en el Continente Americano (1875-1876) R a m ó n Vá s q u e z O r t e g a , C a r l o s Agustín Rodríguez-Paz, Rosa María Carreón-Bringas 155 Clínica de los Niños Pobres: primera revista pediátrica latinoamericana 1889-1907. Entre ciencia y filantropía. Hito de la medicina venezolana Consuelo Ramos de Francisco y José Francisco ÉTICA MÉDICA, BIOÉTICA Y HUMANISMO 161 Medical Ethics in a writing of Galen Theodore J. Drizis 163 L’implication del’Etat communiste roumain dans la relation médecin-patient dans la deuxième moitié du XXe siècle. L’ethique médicale entre conviction et contrainte (Abstract) Orsolya Horber, Karoly Zilahi 165 Medical deontology of medical ethics? A Soviet Story (Abstract) Boleslav L. Lichterman 167 From The Ethics of the Physician to Bioethics (Abstract) Samar Farage 169 Evolución histórica de los acontecimientos principales referentes a la Bioética

Bibliografía



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Eva de la Luz Méndez Hernández, Francisco Javier Anthón Méndez, Judith Avelino Huerta, Mariana Paula Loyola Gutiérrez, Ángel Gabriel Ramírez Antuñez La presencia de Diego Gracia en el desarrollo de la Bioética en Latinoamérica Jorge Alberto Álvarez- Díaz Bosquejo histórico de la bioética en México Octaviano Domínguez Márquez Back, Present and Future Vision on Humanistic Formation in Medicine Miguel González-Guerra Eugenesia, bioética y derechos humanos. Consideraciones reflexivas Ana Lilia Higuera Olivo Development of health insurance in the period of Ottoman Turks in Turkey and some results (Abstract) Aysegül Demirhan Erdemir The right to heal and the health care. Ethical perspectives. Argentina, 1800-1955 Patricia L. Angeleri, Yamila Comes, Jaime E. Bortz La Bioéthique au Danemark. Quelques aspects de l’histoire contemporaine de la bioéthique au Danemark Peter Kemp The Russian Physician’s “Oath” in Historical Retrospective (Abstract) Tatiana Sorokina Paradigm Trends Of Medical Ethics: Medical Activity and Education Nino Chikhaladze, Nato Pitskhelauri In search of meaning: Milestones in the recent History of Modern Bioethics (19621972) (Abstract) Jaime Elías Bortz 1978: Louise Joy Brown: a 30 años de la FIV Jorge Alberto Álvarez-Díaz Historical aspects of Bioethics in Transplantology (Abstract) S.A. Kabanova, P.M. Bogopolski, L.V. Zakhariyanz, E.V. Rogachkova Aborto, eugenesia y degeneración de la raza. Argentina, 1853-1922 Eduardo Soria, Norma Isabel Sánchez, Jaime Elías Bortz

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ANALECTA MEDICA: SUPLEMENTO I, 2008, Nº 2 LA MATERIA MÉDICA EN EL SIGLO XVI Pág. 3 P r e - M o n d a r i a n F a r m a c o d i l o s i s (Abstract) Alain Touwaide 5 La permanencia de la terapéutica clásica en la farmacología europea de los siglos XVI y XVII: su interacción con la novohispana (Abstract) Francisco Javier Puerto Sarmiento 7 La nueva flora medicinal mexicana en Europa del siglo XVI J. A. Esperança Pina, Madalena Esperança Pina, Miguel Onofre Domingues 19 El encuentro de la terapéutica de las Indias Orientales y Occidentales en la España del siglo XVI (Abstract) Domingo Pérez González, Ma. Luisa Ramos Díaz 21 Nicolás Monardes’ Pharmacodilosis and the Knowledge of Materia Medica in middle XVth century Carlos Viesca T. LA MATERIA MÉDICA EN LA NUEVA ESPAÑA ILUSTRADA. SIMPOSIO EN CONMEMORACIÓN DE VICENTE CERVANTES 29 Vicente Cervantes y el Ensayo a la materia médico-vegetal de México Patricia Aceves Pastrana 35 Vicente Cervantes y Antonio de la Cal y Bracho, botánicos y farmacéuticos que unieron a México y España en el camino de la ciencia Benito Del Castillo García, Francisco Javier Puerto Sarmiento, Rosa Basante Pol, Patricia Parra Cervantes, Ramón Soto Vásquez, Carlos Tomás Quirino Barreda 43 Cervantes y la materia médica en el Hospital de San Andrés (Abstract) Alba Dolores Morales Cosme 45 La Materia Médica de Cervantes en la farmacia poblana (Abstract) Ana María Dolores Huerta Jaramillo

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47 La terapéutica europea en las instituciones reales en el periodo ilustrado: su influencia novohispana Rosa Basante Pol 65 El Bestiario Latino de San Petersburgo Analicia Hinojosa Padilla 71 The collection of pharmaceutical relics at the Medical University of Bialystok as a source of knowledge about former pharmacies (Abstract) Elžibieta Rutkowska 73 Plant and animal derived preparations in the British Pharmacopoeia 1898-1958 (Abstract) David Wright 75 The medicinal use of leeches in the texts of ancient Greek, Roman and early Byzantine writers (Abstract) Niki Papavramidou, Helen Christopuolos Alectra 77 Remedies and medicines along the centuries Maria Mandyla, Alekos Koussounis, Afroditi Koussouni 89 Capsaicin, the active principle in Chili peppers, is hot on the tongue and soothing in pain: an eight thousand year-long “tr(i)p” from the Tehuacán Valley to the pain clinic Arpad Szallasi 95 Datura ferox entre los araucanos como anestésico (Abstract) Pablo Tapia 97 Francisco Bravo y su Tratado De Vene Sectione In Pleuritide Carlos Viesca T. MEDICINA RELIGIOSA 105 Demons and Disease in the Third Century Gary B. Ferngren 107 Francisca Friars: Patron Saints against diseases. On the occasion of the 800th anniversary of the Franciscan Order Ante Skobonja 109 Curaciones Milagrosas en Exvotos coloniales: El caso de San Miguel del Milagro, Tlaxcala Andrés Aranda Cruzalta

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165 Reseña Histórica del Informe Médico Moral de la Penosísima y Rigurosa Enfermedad de la Epilepsia Roberto Calva Rodríguez 171 La recepción del Tratamiento Moral de la Locura en la Ciudad de México durante el siglo XIX Francisco Morales Ramírez 179 Le traitement de la fievre, a la fin du XIXe siecle, avant l’avenement de l’aspirine (Abstract) Philippe Albou 181 A brief history of haemodialysis, focusing on the 20th century Athanasios Diamandopoulos, Pavios Goudas 187 Trends and discoveries of medicine in the second half of the XX century Tatiana V. Zhuravleva, Yuri P. Lisitsyn ANALECTA MEDICA: SUPLEMENTO I, 2008 Nº 3 ATENCIÓN DE LA MUJER Y EL NIÑO Pág. 3 El establecimiento de la clínica de obstetricia del Hospital de Maternidad e Infancia de la ciudad de México, 1861-1905 Mercedes Alanís 11 Mujeres, filantropía y asistencia a la maternidad en Brasil (1900-1930) María Martha de Luna Freire 13 La idea redonda que cambió la vida de la mujer: a 50 años de la píldora anticonceptiva Linda M. Herrera Fuentes CIRUGÍA 21 H i s t o r y o f a n c i e n t c r a n i o p l a s t y (Abstract) Mehryar Mashouf, Elham Bidabadi 23 Trephination, an ancient neurosurgical procedure (Abstract) Mehryar Mashouf, Elham Bidabadi 25 Trephined skull in the ancient persia (Abstract) Elham Bidabadi, Mehryar Mashouf

Bibliografía

27 Cirugía de tierra adentro, memoria médicoquirúrgica en la frontera norte de la Nueva España (1570-1810) Rosa María Carreón Bringas, Ramón Vásquez Ortega, Carlos Agustín Rodríguez-Paz 33 Los cirujanos privados en la Nueva España, 1591-1684, miembros de su sociedad María Luisa Rodríguez-Sala 41 Evolución de las amputaciones en México en el siglo XIX Carlos Agustín Rodríguez-Paz, Rosa María Carreón-Bringas, Ramón Vásquez Ortega 47 Evolución en el tratamiento de labio y/o paladar hendido del siglo XIX al siglo XXI Filomena del Socorro Ochoa Cáceres 51 General surgery in the XXth century second half (Abstract) Theodore J. Drizis 53 Historia de la apoplejía o enfermedad vascular cerebral José Luis Alcocer Maldonado 55 Reseña histórica de la neurocirugía vascular (Abstract) Jairo Enrique Contreras Blanco HISTORIA DE LA OFTALMOLOGÍA 59 The evil eye, amulets and the “ojo de dios” Ann H. Diamandopoulou, Athanasios A. Diamandopoulos 63 The world’s earliest artificial eyeball (Abstract) Etham Bidabadi, Mehryar Mashouf 65 El libro del occhio morale et spirituale, un tesoro de la oftalmología medieval en México Rolando Neri-Vela 69 The invention of gonioscopy by Alexios Trantas (Abstract) G. K a l a n t z i s , C . T s i a m i s , E . Poulakou-Rebelakou 71 H i s t o r i a d e l t r a t a m i e n t o d e l a s ametropías Eréndira Güemes 73 Experiencias en torno a la evolución de la oftalmología en México en la segunda mitad del siglo XX Juan de Noriega García Ruiz

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INVESTIGACIÓN Y APORTACIONES EN MEDICINA 81 The medical school of Alexandria in the Ancient Greece Theodore J. Drizis 85 El primer libro de disecciones del mundo, la Anatomía de Mondino de Liuzzi José Sanfilippo B., Josefina Torres Galán 87 Medicine in Russia under Peter the Great Tatiana Sorokina 89 A book written by the austrian physician Carolus (Karl/Carl) Ambrose Bernard (1808-1844) in Anatolia: The pamphlet of hot springs (Abstract) Gursel Ortug, Omur Elcioglu, Cahide Ortug 91 El VII Congreso Médico Nacional Eréndira Güemes 93 Evolución histórica de los acontecimientos principales referentes a la farmacología Eva de la Luz Méndez Hdz., Rosario López Villegas, Clotilde Allejo Medic, Fco. Javier Anthón Méndez, Mónica Domínguez Cid, Mariana Enríquez 107 Creacionismo y evolucionismo. Historia de una larga polémica en Venezuela Nora Bustamante Luciani, Consuelo Ramos de Francisco, José Francisco 109 Remembering historic venezuelan contribution to the universal medicine (Abstract) Miguel González-Guerra 117 La recherche scientifique biomédicale de la Roumanie de XIX-ème siècle Nicolae Marcu, Ingrid-Laura Gheorghe 119 La physiologie du système nerveaux au Collège de France à la fin du XIX siècle: une ètude avec l’ordinateur (Abstract) Liborio Dibattista 121 Nueva controversia sobre el descubrimiento de la insulina y el premio Nobel de Fisiología y Medicina de 1923 Alberto de Leiva, Alejandra de Leiva, Eulàlia Brugués 133 George Higoumenakis (1895-1983), dermatologist: the tale of “Higoumenakis sign” in congenital syphilis and his life achievements Constantinos C. Frangos, Christos C. Frango

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139 Los exiliados españoles y la difusión en México de la teoría neurohistológica de Santiago Ramón y Cajal Francisco Javier Dosil Mancilla 145 Scientific school of academician B.V. Petrovski: world priorities of the second half of XX century S.A. Kabanova, P.M. Bogopolski, L.V. Zakhariyanz, E.V. Rogachkova 151 Impacto del franquismo en la investigación clínica y biomédica española Eulàlia Brugués, Alejandra de Leiva, Alberto de Leiva

ANALECTA MEDICA: SUPLEMENTO I, 2008, Nº 4 INSTITUCIONES MÉDICAS Pág. 3 Hospital Militar de Arizpe. Primer hospital en el noroeste de México (1791-1845) Arturo Arellano Romero 5 Del colegio de Cirugía al Establecimiento de Ciencias Médicas de México Verónica Ramírez O., Rosalba Sosas, Antonio Brito R., Jorge Zacarías-Prieto M. 11 La higiene, su aplicación en el Hospital General de San Andrés (1779-1904) Alexandra Trejo, Armando Marcial, Julio Muñoz, Luis Nágera, Martha Mendoza 19 Hospital de la Concepción el Grande: its significance to the professionalization of health services in Puerto Rico (1782-1898) (Abstract) Sandra Fábregas, Zely Rivera 21 El Hospital Juárez y la enseñanza clínica Martha Eugenia Rodríguez 27 Continuidades y rupturas de la enseñanza de la medicina infantil en la Escuela Nacional de Medicina a finales del siglo XIX y principios del XX Carlos Rolando del Castillo Troncoso 29 La Nueva Ley de 1897 para la enseñanza de la medicina en la Escuela Nacional de Medicina de México Atenea Lanz Uribe 43 La Revolución Mexicana y la desaparición del Instituto Médico Nacional

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Gabino Sánchez Rosales, Armando Marcial Avendaño 53 Notas para la historia del primer hospital del ferrocarril en Aguascalientes 1895-1957 Moisés Morales Suárez 63 La enseñanza, la investigación y atención a los enfermos en el porfiriato como en los actuales Institutos Nacionales de Salud Gabriela Castañeda López, Ana Cecilia Rodríguez de Romo

MEDICINA SOCIAL Y SALUD PÚBLICA 67 Los inicios de la educación física en la Argentina. 1898-1910 Ana E. del Valle Milanino, Abel L. Agüero 69 La salud pública mexicana (1864-1880) vista a través de la mirada de José María Reyes (Abstract) Carlos Rolando Del Castillo Troncoso 71 Family medicine history and perspectives: the philippine experience Zorayda E. Leopando 79 The School of Health Sciences of UP Manila: An innovative degree program for health professionals Josefina G. Tayag, Jusie Lydiea J. Siega-Sur 89 A Quiet Revolution: The Professionalization of Medicine in Ontario, Canada in the late 19th century (Abstract) Jerome Teelucksingh 97 Behavioral Medicine Specialists in Primary Care (Abstract) Roberto Robles 93 El corazón y sus razones: la salud cardiovascular en México 1980-2006. Una perspectiva de historia social y salud pública (Abstract) Jorge A. Ramírez-Hernández 95 Historia de la influencia biopolítica en la medicina Salvador Rosales y de Gante 103 From medicine history of social and liberal directions in the XX the beginning of the XXI centuries (Abstract) Y.P. Lisitcyn, T.V. Zhuravleva 105 El nacimiento de la Escuela de Medicina Rural Tomás Bernal Alanis

Bibliografía

113 A propósito de la cartilla del camillero de 1909 Edelmira Ramírez Leyva 119 La “prohibición” de la auto-propaganda médica en la prensa mexicana de 1900 a 1920 Josefina Torres Galán 127 Consejo superior de salubridad y su reglamentación en los espectáculos decentes e indecentes Guadalupe Ríos de la Torre LA MUJER EN LA MEDICINA 137 La medicina en la Edad Media: El caso de Trotula y “Passionibus Mulierum” Diana Arauz Mercado 145 Controversies among physicians and midwives in history of medicine in Europe Ingrid-Laura Gheorghe, Nicolae Marcu 149 Cronología histórica del papel de la mujer en la medicina Ana Lilia Higuera Olivo, Atenea Lanz Uribe 161 La mirada crítica de los ginecólogos hacia sus pacientes durante el porfiriato Guadalupe Cristina Raya García 167 Contribución al conocimiento del exilio médico femenino de 1939 desde Cataluña a América Ferran Sabaté, Concepción Pérez ANALECTA MEDICA: SUPLEMENTO I, 2008, Nº 5 LAS ENFERMEDADES EN LA HISTORIA Pág. 3 Tumours in Ancient Egypt (Abstract) A.L. Pahor, D.J. Clarke, S.V. Chavda 5 Neurology in Ancient Egypt Swarup S. Chavda, Ahmes L. Pahor, Daniel J. Clarke 11 Endocrinology in Ancient Egypt Ahmes L. Pahor, Swarup V. Chada, Daniel J. Clarke 15 Trauma and its management in Ancient Egypt A.L. Pahor, D.J. Clarke, S.V. Chavda

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21 Human communicative disorders from the 3rd millennium BC to the 3rd millennium AD Kotby, M.N., El – Makhzangy, A M.N. 27 Posibles representaciones de “hidrocefalia” en los murales del “Tlalocan” de “Tepantitla” Abraham Monzón, Carlos Viesca 35 Ancient elongated skulls (Abstract) Mehryar Mashouf, Elham Bidabadi 37 Coccidioidomicosis en las culturas prehispánicas de los desiertos del norte de México: Estudio en la colección ósea de la cueva de la Candelaria en Cohahuila (2000 a.c.-1600 d.c.) Josefina Mansilla Lory, Erick Abraham Contreras López 45 The manifestation of “gangrene” in the Hippocratic corpus (Abstract) Niki Papavramidou, Helena Christopolou-Aletra 47 From european theory to new world practice: the order of Saint Lazarus and the treatment of leprosy (Abstract) René, Hyacinthe 49 Plague, medicine, and urban space: public health in the early modern Ottoman state Nuhet Varlik 51 Medicina colonial preventiva: la inoculación de viruela en el Perú (siglo XVIII) Javier Lozano Yalico 65 Winca Cutran or “the disease of the white people”: Natives, creoles and europeans on smallpox and smallpox vaccination in the XIXth century province of Buenos Aires (Abstract) Ernesto Benenti, Braulio Moyano, Jaime E. Bortz 67 Beauperthuy: Primera descripción del papel del mosquito en la transmisión de la fiebre amarilla. Historia de una polémica José Francisco, Consuelo Ramos de Francisco 69 Yellow fever and the strategy of the mexican-american war (Abstract) David W. Tschanz 71 Yellow fever in Virginia; the Ben Franklin and the “Death Storm” (Abstract) Richard Eimas 73 Iniciativas, representaciones y efectos sociales de la epidemia e fiebre amarilla

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de 1871 en la ciudad de Buenos Aires (Abstract) Silvia Fernández, Jaime E. Bortz Algunos datos históricos de la presencia del dengue en México Enríquez Guerra Miguel Ángel, Vallejos Medic Clotilde, López Villegas María del Rosarios, Avelino Huerta Judith, Peña Flores María del Pilar Crystal La problemática de la lepra en la ciudad de Buenos Aires en el periodo comprendido entre los años 1877 y 1906 Amalia Mercedes Bores, Inés Alicia Bores y Federico Pérgola Defeat at Gettysburg: the effect of Lee’s health on the pivotal battle of the american civil war Wallace K. Tomlinson, Patr ick J. Dowling Bacteriología y cólera en Puebla, durante el porfiriato (Abstract) Rosario Robles Galindo Una polémica médica en torno a la terapéutica del tifo en la Puebla revolucionaria (1915-1916) Miguel Ángel Cuenya The role of professor Constantine Savas in the fight against malaria in Greece María Mandyla, Alekos Koussounis, Stathis Koussounis Una visión local de la Campaña de Erradicación del Paludismo Briones Rojas Rosendo, Briones Aguirre Bernardo, Ocampo Rodríguez Martha Iris La epidemia de gripe de 1918 en Bogotá Marcela García Sierra Faciolosis humana de la endemia a la epidemia y a la emergencia Antonio Cruz López La última epidemia de poliomielitis argentina: El valor de la colaboración internacional Norma Isabel Sánchez, Delia Outomuro Historia de la fibromialgia (FM) conceptos relevantes Ana María Saloma La industria del tabaco y los padecimientos de las obreras cigarreras de la ciudad de México (Abstract) Ana María Saloma Gutiérrez

153 Historia de la intoxicación por plomo en humanos Jesús Antonio Valdez García, Ma. Teresa Abad Camacho, M. Ángel Enríquez Guerra 159 Cáncer de cuello uterino: Una lectura histórica a la construcción de los programas de salud para su control en Colombia Claudia Margarita Cortés García 169 Historia general del cáncer y colon rectal en particular Elsa Malvido 175 La canicule: Paris 2003 Toby Gelfand ANALECTA MEDICA: SUPLEMENTO I, 2008, Nº 6 BIOGRAFÍA MÉDICA Pág. 3 Petrus Hispanus: A portuguese physician in the papal court Amarante dos Santos, Dulce O. 9 Body and sexuality through an analysis of the medical works of Peter of Spain Seraphin, C.S., Santos, D.O.A dos 15 La mort du Roi de France Henri IV: Reconstitution de l’attentat et aspects medicaux (Abstract) P. Bonnichon, P. Le Floch 17 Sir Francis Drake and public health Christopher Gardner-Thorpe, John Pearn 27 Pedro José Alcántara Escobedo y Aguilar, y de cómo se formaban los médicos mexicanos antes de la existencia de la Escuela de Medicina María Araujo Rubio 29 El caso Semmelweis. Un ejemplo de anomalía en la ciencia normal Ramón Ortega Lozano 41 Le service sanitaire du corps expéditionnaire française lors de la campagne du Mexique (1861-1867) (Abstract) Philippe Bonnichon, Jean-Jacques Ferrandis 43 Romanian Ambassadors Dana Baran 51 Mexico in the eyes of a hungarian physician in the nineteenth century Arpad Szallasi

Bibliografía

55 Ricardo Jorge- “I’m a Doctor, nothing is indifferent to me” Sofía Couto da Rocha 59 Nonne Alexandra (alias Altesse Royale Princesse Hélène) et ses bienfaisances (Abstract) G. Dinu, T. Chiriac 61 Francisco Fajardo: el médico, el científico, el maestro Guimaraes, Bruno Fonseca, Figueredo, María Ignez, Vogelsanger, Max Vinicius Goes, De Barba, Fabiana Figueredo Molin, De Barba, Francisco José 65 Dr. Jesús Díaz de León Ávila (1851-1919) Prohombre aguascalentense del siglo XIX Xavier A. López de la Peña 73 Pioneros de la historia de la medicina mexicana del siglo XX (Abstract) Xóchitl Martínez Barbosa 75 Two greek researchers in America Poulakou-Rebelakou E., Tsiamis C., Panteleakos G., Rempelakos A. 89 Dr. Ponciano Tenorio Montes (1912-1963): Pionero de la psiquiatría en Michoacán y fundador del Hospital psiquiátrico de Morelia, México César Campos-Farfán 101 Á propos de deux publications en langue italienne de l’antropologue cubain Fernando Ortiz (1881-1969) (Abstract) Massimo Aliverti 103 Dr. Silvio A. Mochen y los progresos de la cirugía en Bahía Blanca, Argentina Ana Mónica González Fasani 109 Fray Andresito (1800-1853) Eduardo Medina 113 El doctor Cirilo Mondragón: Forjador de bienestar en “el otro México” Luisa Paulina Mondragón García, Carmen Aguirre Anaya 119 Vida y obra del Dr. Jesús González Olivares Ricardo Fabián González Fisher HISTORIA DE LA ODONTOLOGÍA 125 Identidad cultural de la odontología mexicana: visión alcances Rosa María González Ortiz, Manuel Javier Toriz Maldonado

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ANTROPOLOGÍA MÉDICA Y MEDICINA INTERCULTURAL 133 The role of proverbs in the reconstruction of the history of medicine among preliterate societies: the case of the igbo of south-eastern Nigeria Chukwuma C. Opata 137 En torno a la invasión biológica de la nueva España: La epidemia de modorra Justo Hernández 145 Evidencias del síndrome seco-húmedo en la medicina popular del noroeste argentino Gustavo F. Scarpa 147 Farmacología frío-caliente en las plantas y enfermedades nahuas en las obras de Francisco Hernández Bruno Giovanni Parodi Callejo 149 American origin food, medicinal herbs and Georgian medicine (Abstract) Nani Khelaia, Ramaz Shengelia 151 La médecine traditionnelle du N-E de la Roumanie a l’attention de certains savants Roumains Ioan Ietcu 157 Healing in the pampas. Health care dispositives in the first century of Buenos Aries city (Abstract) Roxana H. Abelleyro, Jaime E. Bortz 159 El cuerpo humano receptor de entidades anímicas entre los pueblos de origen mesoamericano Alfredo Paulo Maya 165 Medicine and healthy behavior for utopic migrants to Mexico Alfredo Musajo Somma, Laura Musajo Somma 173 Hermaphrodism-myth, legend and diagnose an anthropological, ethnological and medical view Anja Petaros, Josip Ažman 183 La chipilez en Morelos; México como marcador del ciclo familiar campesino Alfredo Paulo Maya 191 Hacerse “mala sangre” en el Chaco argentino: Etiología, diagnóstico y terapéutica folk Gustavo F. Scarpa 197 Tesis médicas sobre el empacho en América Latina durante el siglo XIX (Abstract) Roberto Campos Navarro

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199 Las relaciones entre el macro y el microcosmos: Los enanos del México prehispánico en las fuentes nahuas Jonathan Rosas Peña, María del Carmen Macuil García, Carlos Viesca Treviño 207 Xurihca el médico tarasco Alba María Luna Pérez 209 Los rituales de la salud en la fiesta quechua de la Citua Javier Luna Orosco E. 215 El acto médico en las poblaciones indígenas primitivas que habitaban al oriente del Río Uruguay Pedro Ciancone, Fernando Añón 223 La cosmovisión indígena en la medicina Gutiérrez-López Víctor Manuel, LópezVillegas Rosario, Vallejos Medic C.B., Enríquez Guerra M.A. 229 Factores históricos y socioculturales en la transición de enfermedades infectocontagiosas a crónico-degenerativas (Abstract) Andrés Latapí Escalante 231 El riesgo de enfermar y morir entre la población de San Juan Copala, sus cambios frente a la migración Zuanilda Mendoza González

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237 El primer cirujano novohispano en México Ernesto Corero Galindo 247 Cure or kill? History of different therapeutics of Venereal Diseases Judit Forrai 261 Consideraciones éticas acerca del tratamiento del cáncer Roberto Uribe Elías 273 The Moscow Colloquium on Electro­ encephalography of Higher Nervous Activity and its impact on international brain research Boleslav L. Lichterman 287 Algunas reflexiones sobre transculturación terapéutica entre Europa y América Javier Puerto 301 Epístola de Francisco Bravo José Gaspar Rodolfo Cortés Riveroll 305 Representations of leprosy on Servian frescoes in the time of reign of Stefan Dušan (1331-1355) methodological proposal Andjela Gavrilovi´c 313 The impact of Second World War on preventive child healthcare in Finland Helene Laurent

CRÓNICA

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La X Jornada de Historia de la Medicina (Chile 2009) El 23 de octubre de 2009 se efectuó en la Casa Central de la Universidad de Chile la X Jornada de Historia de la Medicina, organizada por la Sociedad Chilena de Historia de la Medicina. La reunión se inició con las palabras de bienvenida del presidente de la Sociedad, Dr. Julio Cárdenas. A continuación el Dr. Alejandro Goic dictó la conferencia: Hipócrates y su vigencia en el mundo actual. Acto seguido, el Dr. Cárdenas entregó al Dr. Goic el diploma que lo acredita como miembro honorario de la Sociedad, en reconocimiento a su trayectoria universitaria, al apoyo a la institución desde su cargo de presidente de la Academia de Medicina de Chile, y a sus diversas publicaciones sobre aspectos históricos de la medicina universal y chilena. Agradeció el profesor Goic, señalando cuáles son, a su juicio, las tareas pendientes en el campo de la historiografía médica chilena. El programa continuó con la conferencia del Dr. Miguel Ángel Solar sobre Cómo integrar la medicina moderna hipocrática a la tradicional mapuche. En las sesiones de presentación oral de trabajos libres se expusieron los siguientes temas por los autores que se indican:







La dimensión pediátrica de Hipócrates Jaime Cerda



Algunas consideraciones en relación a la práctica de la Cirugía en Grecia hipocrática Sergio Zúñiga



Sesenta y un años de cólera y la muerte de un paradigma Jorge Dagnino S.



El problema de la pureza del aire en el Consiglio contro la Pestilentia de Marsilio Ficino (1478-1479) Virginia Iommi



El Hospital Ferroviario de Cerro Barón: su aporte a la cultura histórica y social













de Ferrocarriles y al patrimonio de Valparaíso Tomás Guzmán Dr. Alcibíades Vicencio: pionero en el alivio del dolor en el parto Samuel Barros Médico, judío y mártir: itinerario del bachiller Francisco Maldonado de Silva Paula Hurtado Sesos de asno: brujería, superstición y medicina en un proceso colonial chileno Eduardo Valenzuela La viruela en Chile: un acercamiento a sus efectos en la colonia Patricio Borvarán La increíble empresa de Pedro Sarmiento de Gamboa y su triste fin: posibles causas de la tragedia en el Estrecho de Magallanes en el siglo XVI Juan Pablo Espinoza, Ricardo Espinoza Mortalidad infantil en Chile: la situación médica social en la Casa de Expósitos de Santiago, 1889-1899 Patricia Palma Beneficencia pública y benefactores de la medicina chilena Evaldo Subiabre, Nicolás Alejandro Silva, Fernando Andrés Rojas Las reuniones de los Sanatorios antituberculosos. Chile 1942-1947 Ignacio Duarte, Marcelo López Ciencia, médicos y enfermos en el siglo XX: la Caja del Seguro Obligatorio y la lucha antituberculosa en Chile Marcelo López ¿Dónde construir un nuevo hospital?: debate público y propuestas médicas en torno a

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la ubicación del Hospital del Salvador de Santiago Mauricio Arce

La revolucion de la Escuadra: aspectos políticos, sociales, humanos y sanitarios D. Astudillo, L. Yori, M. Álvarez, R. Barra

Los resúmenes de estos trabajos pueden consultarse en www.historiamedicina.cl

INSTRUCCIONES A LOS AUTORES

An. hist. med. 2009; 19: 193-195

En los Anales de Historia de la Medicina se publican trabajos sobre historia de la medicina y temas afines. Los trabajos que cumplan con los requisitos formales serán sometidos a arbitraje por el Comité Editorial y por asesores ad hoc. Los trabajos deben enviarse directamente por correo electrónico a: [email protected]. El trabajo debe ser escrito en formato papel tamaño carta (21,5 x 27,5 cm), dejando un margen de a lo menos 3 cm en los 4 bordes, y un espacio y medio entre líneas. Todas las páginas deben ser numeradas en el ángulo superior derecho, empezando por la página del título. Las figuras que muestren imágenes (retratos, fotografías, radiografías, histología) deben incluirse en archivo separado. La revista recibe los siguientes tipos de artículos: • Artículos originales de investigación, que no hayan sido previamente publicados in extenso. • Documentos: transcripción de cartas, actas, conferencias, mapas o planos de interés histórico. • Reseñas bibliográficas. • Noticias de actualidad para la sección Crónica. ARTÍCULOS ORIGINALES Los artículos de investigación deben tener una extensión de 5 a 35 páginas en el formato indicado en el párrafo precedente. Página de título. La primera página del manuscrito debe contener: 1) El título del trabajo, conciso pero informativo, sobre el contenido central de la publicación. Ej.: Introducción del método de Lister en Chile. 2) El o los autores, identificándose con su nombre de pila, apellido paterno e inicial del materno; al término de cada nombre de autor debe identificarse con número de “superíndice”. 3) Nombre de la o las secciones, departamentos, servicios e instituciones a las que perteneció dicho autor durante la ejecución del trabajo. 4) Nombre y dirección del autor con quien

establecer correspondencia. Debe incluir la dirección de su correo electrónico. 5) Fuente de apoyo financiero, cuando corresponda. Usando los números señalados con superíndice, especifique el título profesional, grado universitario o calidad de alumno del(de los) autor(es). Cada una de las secciones siguientes debe iniciarse en nuevas páginas: Resumen. La segunda página debe contener un resumen, de no más de 250 palabras, que describa los propósitos del estudio, los principales puntos del desarrollo del tema y las conclusiones más importantes. Se recomienda a los autores que envíen su propia traducción del resumen al inglés, en página separada, con la respectiva traducción del título del trabajo. La revista hará dicha traducción para quienes no estén en condiciones de proporcionarla. Palabras clave: Al final del resumen deben escribirse entre tres y cinco palabras o expresiones clave que permitan la ulterior inclusión del artículo en índices de búsqueda. Cuerpo del artículo. El artículo debe indicar al principio el o los objetivos del trabajo. Al final, se indicará una breve conclusión relacionada con los objetivos planteados. Referencias y notas. El artículo debe indicar las referencias, numeradas en el orden en que se mencionan por primera vez en el texto. Identifíquelas mediante numerales arábigos, colocados (entre paréntesis) al final de la frase o párrafo en que se las alude. Las referencias que sean citadas únicamente en las tablas o en las leyendas de las figuras deben numerarse en la secuencia que corresponda a la primera vez que se citen dichas tablas o figuras en el texto. En la lista de referencias su formato debe ser el siguiente: a) Para artículos en revistas. Apellido e inicial del nombre del o de los autores, en altas y bajas. Mencione todos los autores cuando sean seis o menos; si son siete o

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más, incluya los seis primeros y agregue “et al.”. Limite la puntuación a comas que separen a los autores entre sí. Sigue el título completo del artículo, en su idioma original, en cursiva, altas y bajas. Luego, el nombre de la revista en que apareció, abreviado según el estilo usado por el Index Medicus, año de publicación; volumen de la revista: página inicial y final del artículo. Ejemplo: Lev E, Ohry-Kossov K, Ohry A. Langerhans in the Middle East: more about the discoverer of the pancreatic islets. Vesalius 2003; 9:19-21.

b) Para capítulos en libros. Ejemplo: Cruz-Coke R. Historia del Estado Benefactor Médico Social en Chile. En: Goic A, Cruz-Coke R, (eds.) Quintas Jornadas de Historia de la Medicina. Academia Chilena de Medicina, Instituto de Chile. Lom Editores. Santiago de Chile 2003. c) Para artículos en formato electrónico: citar autores, título del artículo, revista de origen si procede, tal como para su publicación en papel. Indicar a continuación el sitio electrónico donde se obtuvo la cita y la fecha en que se hizo la consulta. Ej. Vesalius A. The nature, use and diversity of bone. En: De humani corporis fabrica. Disponible en: http:vesalius.northwestern. edu/flash.html (consultado el 7 de junio de 2005). Referencias con notas. Las siguientes normas se aplican a trabajos en que alguna de las referencias incluya una nota, o que incluya notas sin referencia bibliográfica. Cada referencia con nota debe tener una numeración diferente, aunque esté tomada de un artículo u obra ya citada. Cada nota no acompañada de referencia se numerará correlativamente entre las referencias. Las referencias con notas y las notas sin referencia se listarán también al final del artículo y no al pie de la página. Ej.: 3. Becker H. K. “Coca Koller” Carl Koller’s discovery of cocaine anesthesia. Psychoanalyst Quart 1963; 32: 309-373. 4. La cocaína no tiene efecto sobre la piel intacta. 5. Becker, óp. cit., pág. 283.

No se aceptarán trabajos con una lista bibliográfica final integrada por artículos o libros no referidos con numeración en el cuerpo del texto. No se aceptarán trabajos con referencias o notas al pie de página, excepto los datos de los autores en la página de título. Los autores son responsables de la exactitud de sus referencias. Tablas. Presente cada tabla en páginas aparte, separando sus celdas con doble espacio (1,5 líneas). Numere las tablas en orden consecutivo y asígneles un título que explique su contenido sin necesidad de buscarlo en el texto del manuscrito (título de tabla). Sobre cada columna coloque un encabezamiento corto o abreviado. Separe con líneas horizontales solamente los encabezamientos de las columnas y los títulos generales. Las columnas de datos deben separarse por espacios y no por líneas verticales. Cuando se requieran notas aclaratorias, agréguelas al pie de la tabla. Use notas aclaratorias para todas las abreviaturas no estándares. Cite cada tabla en su orden consecutivo de mención en el texto del trabajo. Figuras. Denomine “figura” a cualquier ilustración que no sea tabla (ejemplos: gráficos, retratos, radiografías, etc.). Los gráficos, dibujados o diseñados computacionalmente, deben tener calidad profesional. Las letras, números, flechas o símbolos deben verse claros y nítidos y deben tener un tamaño suficiente como para seguir siendo legibles cuando la figura se reduzca de tamaño en la publicación. Sus títulos y leyendas no deben aparecer en la figura sino que se incluirán en hoja aparte, para ser compuestos por la imprenta. Los símbolos, flechas o letras empleados en las fotografías con detalles topográficos deben tener un tamaño y contraste suficientes para distinguirlos de su entorno. Cite cada figura en el texto en orden consecutivo. Si una figura reproduce material ya publicado, indique su fuente de origen y adjunte en documento aparte copia del permiso escrito del autor y del editor original para reproducirla en su trabajo. La publicación de figuras en colores debe ser consultada con la Revista; su costo es fijado

Instrucciones a los autores

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por los impresores y deberá ser financiado por los autores. Leyendas para las figuras. Presente los títulos y leyendas de las figuras en una página separada. Identifique y explique todo símbolo, flecha, número o letra que haya empleado para señalar alguna parte de las ilustraciones.

DOCUMENTOS Y RECENSIONES Los documentos deben limitarse a la extensión original, agregando hasta 2 páginas de antecedentes y comentarios. Las recensiones (de libros) pueden tener una extensión de hasta 6 páginas.

FORMALIZACIÓN DEL PROCESO DE PUBLICACIÓN DE UN ARTÍCULO Una vez que el Comité Editorial haya comunicado la aceptación de un trabajo para ser publicado en los Anales, el autor responsable debe firmar una Declaración de Responsabilidad en los siguientes términos: DECLARACIÓN DE RESPONSABILIDAD Título del manuscrito: ........................................................................................................................... 1) Certifico que he contribuido directamente al contenido intelectual del manuscrito, a la búsqueda y análisis de sus datos, por lo cual me hago públicamente responsable de él. 2) El artículo aprobado por el Comité Editorial para su publicación en los Anales de Historia de la Medicina es inédito. No ha sido enviado a otra revista, ni lo será en el futuro. 3) Material gráfico. Marque con un visto bueno la alternativa que corresponde, y marque con una X la alternativa que no corresponde: ■ El trabajo no incluye material gráfico tomado de otras publicaciones. ■ El trabajo incluye material gráfico tomado de otras publicaciones. Adjunto copia de la autorización del poseedor de los derechos para reproducir el material en los Anales de Historia de la Medicina. Nombre del autor:.................................................................................................................................. Firma del autor: . ................................................................................................................................... Teléfonos: .................................................................. FAX: ........................................................................... Correo electrónico: ................................................... Fecha: ........................................................................

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