MORANT (2012). \"La España que esperábamos\". Género y nación en España en el imaginario de la prensa juvenil nazi

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LA ESPAÑA QUE ESPERÁBAMOS. GÉNERO Y NACIÓN EN ESPAÑA EN EL IMAGINARIO DE LA PRENSA JUVENIL NACIONALSOCIALISTA Toni Morant i Ariño* Exzellenzcluster Religion und Politik, Universität Münster

¿Teníais una idea de España antes de visitarla? Pues bien, ¿encontráis la realidad que esperabais? «Al habla con las camaradas del B.D.M.», Medina, 115, 30 de mayo de 1943, pp. 4-5.

Desde finales de 1936 hasta, al menos, mediados de 1944 la Sección Femenina (SF) de Falange Española Tradicionalista y de las JONS y el Bund Deutscher Mädel (BDM o Unión de Muchachas Alemanas) mantuvieron unas –fluidas– relaciones que encontraron su concreción más visible en las visitas que las alemanas realizaron a España y, en número mucho mayor, las españolas a Alemania. Al menos hasta mediados de 1943, dichas visitas encontraron un fuerte eco –y un eco entusiasta– en los medios de comunicación de ambos países, en la prensa controlada por los respectivos partidos únicos y, especialmente, en las publicaciones de sus organizaciones juveniles y femeninas.1 Los artículos publicados dibujan a grandes rasgos cómo grupos de mandos de ambas organizaciones femeninas fascistas de masas visitaron las instalaciones e instituciones de la otra organización, conocieron las actividades de esta en el ámbito de la formación y educación de las mujeres, recorrieron diferentes ciudades y regiones en las que se reunieron con altos jerarcas falangistas y nazis, e incluso, entre 1941 y 1943, colaboraron intensamente a nivel europeo en el marco de un programa que aspiraba a representar la versión juvenil del Nuevo Orden que habría de surgir tras la victoria del Eje en la Segunda Guerra Mundial.

El autor forma parte del proyecto de investigación «La identidad nacional española en el siglo XX» (HAR2008-06062/HIST), financiado por la Secretaría General de Investigación, del Ministerio español de Ciencia e Innovación. 1 Para el presente texto utilizaremos, principalmente, fuentes alemanas, en concreto la prensa juvenil femenina: Das Deutsche Mädel («La muchacha alemana», su revista mensual) y Mädel – Eure Welt! («Muchachas, ¡vuestro mundo!», el anuario). *

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Sin embargo, dichos artículos, especialmente en el caso de la prensa de la rama femenina de las Juventudes Hitlerianas, están también repletos de comentarios –a veces indirectos– sobre el paisaje, la historia y las mujeres del país que visitaban y, a través de ellos, aportan ricas informaciones que permiten conocer, al menos en parte, la forma en que las mandos alemanas veían a sus camaradas españolas y España. Somos conscientes de que se trata de textos doblemente mediados: escritos para ser publicados y para serlo, además, en publicaciones de organizaciones de partido único en sendas dictaduras; pero, precisamente de ello podemos inferir que lo publicado era lo que se quería publicar y que, por tanto, existía un interés –o, al menos, no se veía inconveniente– en transmitir unas determinadas informaciones (o imágenes) y no otras. Muchos de estos textos adoptan la forma de un Reisebericht o «relato de viaje», género de gran tradición en la literatura alemana y todavía muy extendido a principios del siglo XX.2 Además, desde el punto de vista del género, la elección de dicho género literario parece reflejar una especificidad de las publicaciones de las mandos alemanas, puesto que, salvo en contadas excepciones, ni en la prensa de la organización juvenil masculina nazi ni tampoco en la de las organizaciones falangistas, los artículos publicados suelen optar por él. Como ya había sido el caso en los relatos de viajes de los siglos XVIII y XIX –entre otros– sobre España, también en los relatos de viaje del BDM, con sus profusas descripciones del país visitado y de sus habitantes, se reflejan –de forma consciente o no– los estereotipos y las –no siempre coherentes– imágenes nacionales y de género. A partir de las percepciones que las protagonistas (femeninas: las mandos alemanas) hacían de la realidad visitada, analizaremos las imágenes que las autoras de dichos textos transmitían de España, así como –casi más que de los españoles, que también– de las españolas, que es tanto como preguntarse: cuál era su España imaginada, cuáles los elementos que la componían y si, durante sus visitas a España, encontraron la realidad que esperaban encontrar.

ALGUNAS PRECISIONES TEÓRICAS Con el objetivo de analizar estas imágenes, por un lado, interpretamos los contactos entre el BDM y la SF como relaciones exteriores, entendidas (en tanto que relaciones inter-nacionales) como relaciones interculturales (es decir, entre sistemas culturales o naciones diversas)3 entre dos países entonces aliados o,

H. Jost: «Selbst-Verwirklichung und Seelensuche. Zur Bedeutung des Reiseberichts im Zeitalter des Massentourismus», en P. J. Brenner (ed.): Der Reisebericht. Die Entwicklung einer Gattung in der deutschen Literatur, Bonn, Suhrkamp, 1988, pp. 490-507 (aquí, p. 490). 3 A. Iriye: «Culture and Power: International Relations as Intercultural Relations», Diplomatic History, 3-2, 1979, pp. 115-128. 2

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cuando menos, amigos. Por el otro, utilizaremos para dicho análisis los instrumentos teóricos que nos facilitan los estudios sobre percepciones, estereotipos e imágenes nacionales. Dichos estudios parten de la premisa de que no es posible captar la realidad en su conjunto, sino que esta solo puede ser percibida en forma de imágenes fragmentarias.4 Especialmente en un contexto desconocido, quien observa se ve en la obligación de simplificar la «masa cacofónica de informaciones que recibe de golpe» y seleccionar solo algunas, consideradas más relevantes.5 Toda percepción es, pues, funcionalmente selectiva e interpretativa.6 Y si –como afirmaba el filósofo alemán Ernst Bloch– es cierto que todo viajero se lleva a sí mismo en su viaje,7 no lo es menos que lo que «vemos» está seleccionado a través de estereotipos8 y prejuicios. Unos y otros –utilizados a modo de lente o filtro–9 se construyen durante el respectivo proceso de socialización o de formación de identidades (no en última instancia, la nacional o la de género) y su existencia es, por tanto, previa a la propia percepción. En la mayoría de los casos, no vemos primero y luego definimos, sino que definimos primero y luego vemos. Pero, si nos imaginamos las cosas antes de experimentarlas, ello es debido a que nos han hablado de ellas antes de verlas: tendemos a percibir lo que hemos seleccionado en la forma en que nuestra cultura lo ha estereotipado (codificado) para nosotros/as.10 Se trata, por tanto, de un proceso no exclusivamente individual, sino condicionado por agentes socializadores y/o nacionalizadores (como la familia, la escuela, los medios de comunicación, la literatura o –de especial importancia en el caso que nos ocupa– las «ataduras políticas»)11 que transmiten estereotipos, cuando no los producen directamente.12

W. Lippmann: Die öffentliche Meinung, Gütersloh, Rütten-Loening, 1964 [original inglés, 1922], p. 18. 5 K. Krakau: «Einführende Überlegungen zur Entstehung und Wirkung von Bildern, die sich Nationen von sich und anderen machen», en W. P. Adams y K. Krakau (eds.): Deutschland und Amerika. Perzeption und historische Realität, Berlín, Colloquium-Verlag, 1985, pp. 9-18, p. 10. 6 A. Schwarz: Die Reise ins Dritte Reich, Gotinga, Vandenhoeck & Rupprecht, 1993, p. 18. 7 Citado según G. Glaubitz: Geschichte, Landschaft, Reisen. Umrisse einer historischpolitischen Didaktik der Bildungsreisen, Weinheim, Deutscher Studien Verlag, 1997, p. 51. 8 Los estereotipos constituyen «el bastión de nuestra tradición. Detrás de sus trincheras podemos continuar sintiéndonos seguros en la posición que defendemos»; según W. Lippmann: Die öffentliche Meinung, cit., p. 96. 9 K. Krakau: «Einführende Überlegungen zur Entstehung», cit., p. 14. 10 W. Lippmann: Die öffentliche Meinung, cit., pp. 68-69. 11 P. J. Brenner: «Die Erfahrung der Fremde. Zur Entwicklung einer Wahrnehmungsform in der Geschichte des Reiseberichts», en P. J. Brenner (ed.): Der Reisebericht, cit., pp. 1449, p. 16. 12 K. Krakau: «Einführende Überlegungen zur Entstehung», cit., pp. 11 y 14. 4

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Las imágenes –por ejemplo, de nación y de género–, conformadas por dichas percepciones, por estereotipos y prejuicios, no reflejan el mundo real a partir del cual puedan ser analizadas para determinar su «exactitud» o no.13 Por definición, las percepciones son siempre «defectuosas»: la realidad percibida no se corresponde con la realidad «efectiva».14 Si a lo largo de los siglos podemos constatar una transformación en la forma de interpretar la realidad, pero no en la capacidad de registrarla de forma cada vez más precisa,15 no será, pues, en el «contenido de verdad» de las imágenes y estereotipos donde podremos encontrar la utilidad de su estudio para la investigación histórica.16 Más bien, la utilidad de su análisis la encontraremos en dos aspectos de notable importancia. Por un lado, las imágenes construidas nos aportan mucha más información de quien las construye, que no sobre quien(es) son construidas. En este sentido, el «otro» es parte del yo, es medido según la escala propia de valores y usado como pantalla en la que se pueden proyectar ideales, valoraciones o miedos: así, la forma de mirar a otros/as es también una forma de mirarse a sí mismo/a.17 Por el otro, los procesos de decisión y las estrategias de acción no son separables de la imagen que nos hacemos del otro.18 Las imágenes son constituyentes de significado y –«reales» o no– la realidad construida (filtrada, deformada) a partir de ellas constituye el fundamento de nuestras valoraciones, nuestras decisiones y –aunque resulte difícil determinar en qué medida– de las acciones no solo de quien observa, sino en parte también de la persona o del grupo observado.19 Así pues, difícilmente podremos sobrevalorar el papel que las imágenes de una nación sobre sí misma (o sobre otra) desempeñan en las relaciones interculturales.20

H. H. Hahn: «Einleitung», en H. H. Hahn (ed.): Historische Stereotypenforschung. Methodische Überlegungen und empirische Befunde, Oldenburg, BIS, 1995, pp. 7-13, p. 12. 14 Cf. G. Niedhart: «Perzeption und Image als Gegenstand der Geschichte von den internationalen Beziehungen. Eine Problemskizze», en B. J. Wendt (ed.): Das britische Deutschlandbild im Wandel des 19. und 20. Jahrhundert, Bochum, Brockmeyer, 1984, pp. 39-52, p. 42. 15 P. J. Brenner: «Die Erfahrung der Fremde», cit., p. 29. 16 H. H. Hahn: «Einleitung», cit., p. 12. 17 R. Jaworsky: «Osteuropa als Gegenstand historischer Stereotypenforschung», Geschichte und Gesellschaft, 13, 1987, pp. 63-76 (aquí, pp. 71-72); y L. R. Moyle: Drawing Conclusions: An imagological survey of Britain and the British and Germany and the Germans in German and British cartoons and caricatures, 1945-2000, tesis doctoral, Universität Osnabrück, 2004, pp. 19-20. 18 G. Niedhart: «Perzeption und Image», cit., p. 42. 19 B. J. Wendt: «Einleitung», en B. J. Wendt (ed.): Das britische Deutschlandbild, cit., pp. 7-36 (p. 8); así como T. Wittek: Auf ewig Feind? Das Deutschlandbild in den britischen Massenmedien nach dem Ersten Weltkrieg, Múnich, R. Oldenbourg, 2005, p. 26; y también K. Krakau: «Einführende Überlegungen zur Entstehung», cit., p. 10. 20 R. Jaworsky: «Osteuropa», cit., p. 63. 13

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NUEVOS ACENTOS NACIONALSOCIALISTAS SOBRE LA IMAGEN ROMÁNTICA DE ESPAÑA Desde finales del siglo XVIII España había representado el país romántico por excelencia. Para el resto del continente europeo –del que, con frecuencia, se veía simbólicamente excluida–, España se convirtió en una exótica moda: todos los escritores, artistas o filósofos, británicos, franceses y también alemanes, sintieron la necesidad de viajar más allá de los Pirineos.21 España era el otro oriental (uno más de los «otros» orientales) en el que proyectar sus opiniones, juicios de valores, miedos... mientras buscaban aquello que –según sus propias preconcepciones– formaba el verdadero carácter nacional de España.22 Sus comentarios estaban, pues, influidos por una preexistente imagen de España, que ellos, a su vez, se encargaban de continuar reproduciendo, pero también de modificar. Durante la República de Weimar, esta imagen de la «España romántica, es decir, [de] una España del pasado, si no legendaria»,23 carente de acontecimientos políticos entre ambos países que introdujeran en ella novedades (positivas o negativas), no experimentó grandes cambios.24 Tampoco en los primeros años de una dictadura nacionalsocialista preocupada principalmente por su consolidación interna, suscitó España un gran interés en los medios de comunicación alemanes, en cuyas estrategias propagandísticas no tenía un fácil encaje.25 Al estallar la Guerra Civil, el mito romántico seguía siendo predominante para los alemanes: España constituía «un país imaginario, propicio a Al respecto, véanse, entre otros, C. Bravo Villasante: «La imagen romántica de España en Alemania», en M. García Felguera (ed.): Imagen romántica de España, Madrid, Palacio de Velázquez, 1981, pp. 37-43; R. Navas Ruiz: «Revalorización romántica de la literatura española», en ibíd., pp. 111-120; y F. Calvo Serraller: La imagen romántica de España. Arte y Literatura del siglo XIX, Madrid, Alianza Editorial, 1995; así como más recientemente, X. Andreu Miralles: «Y no la de Mérimée...: El mito romántico de España y la identidad nacional española», en O. Aldunate León e I. Heredia Urzáiz (coords.): I Encuentro de Jóvenes Investigadores en Historia Contemporánea de la Asociación de Historia Contemporánea. Zaragoza, 26, 27 y 28 de septiembre de 2007, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2008; y V. Maza Castán: «El país que celebraban los cantos orientales. El recurso a España en la formulación del discurso político alemán de las primeras décadas del siglo XIX», Ayer, 42, 2002, pp. 209-232. 22 J. F. Colmeiro: «El Oriente empieza en los Pirineos (La construcción orientalista de Carmen)», Revista de Occidente, 264, 2003, pp. 57-83 (aquí, p. 66). 23 Así la describiría retrospectivamente un hispanista alemán en la Barcelona de la posguerra civil. Cf. «Interesante conferencia del profesor Petriconi sobre “La imagen de España en el pensamiento del pueblo germano”», La Vanguardia Española, 12 de febrero de 1941, p. 5. 24 A. Peter: Das Spanienbild in den Massenmedien des Dritten Reiches 1933-1945, Fráncfort, Peter Lang, 1992, p. 47. Si acaso, con la expansión del ocio en Alemania, sol y playa habrían ganado en importancia en la idealizada imagen de España. Ibíd., p. 47. 25 C. Kent: «What the Condor Saw. Nazi Propaganda Images of the Spanish Civil War», en C. Kent, T. K. Wolber y C. M. K. Hewitt (eds.): The Lion and the Eagle. Interdisciplinary 21

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todas las fantasías», que había conservado «el carácter de una tierra de leyenda y ensueño».26 También los primeros artículos de la prensa juvenil nazi denotan la recurrente pervivencia de elementos propios del mito romántico. Pero si algo no era extraño era, precisamente, que fuera así. Por dos razones. En primer lugar, porque mientras que los estereotipos cambian, algunas referencias se repiten de un siglo a otro, de un relato a otro. Quien viaja lee a quienes le han precedido en su viaje y los clásicos son «minas de estereotipos». El extraño espera determinados elementos y «ve», encuentra, lo que espera encontrar.27 En segundo lugar, y como hemos mencionado, porque en el proceso de formación de identidades lo propio y lo ajeno se construyen en relación inseparable: de España se remarcaba lo percibido como diferente, como «extraño», conceptos de carácter relacional construidos siempre por oposición a un segundo término, es decir, a lo ya conocido, al país de origen.28 Por tanto, como veremos en varias ocasiones, a la hora de hablar de España se establecía siempre una comparación –tácita o explícita– con Alemania. Si la España de los románticos era una especie de locus amoenus en el que una inexistente industrialización no había destruido la exuberante naturaleza,29 en 1935 una mando del BDM resumía fielmente –en apenas tres líneas en las que parece difícil incluir más elementos– el recurrente patrón de España como país exótico: ¡Queridas chicas! Acabo de volver de un viaje a Andalucía y el Marruecos español. Allí era todo tan bonito que ni de lejos puedo describirlo. Las palmeras, las extrañas flores con tantos colores, el cielo azul claro y al final... ¡el mar! Simplemente es imposible resumir en un par de frases tanta belleza y, sin embargo, tan peculiarmente extraña.30

España era para los románticos un país de extremos, y extremo podía ser para otra de las mandos alemanas el clima: en general, se destacaba: el sol, el calor, el cielo (¡azul!) y la luz.31 Igualmente, el paisaje tenía mucha importancia, aunque, puesto que toda percepción es selectiva, las descripciones de la

Essays on German-Spanish Relations over the Centuries, Nueva York-Londres, Berghahn Books, pp. 325-359, p. 329; así como A. Peter: Das Spanienbild, cit., p. 41. 26 «Interesante conferencia», cit. 27 E. Weber: «Of Stereotypes and of the French», Journal of Contemporary History, 252/3, 1990, pp. 169-203 (aquí, pp. 173-175). Por utilizar la expresiva metáfora de Weber, el menú de juicios (estereotipos) está ya bien surtido y la mayoría encarga sus impresiones de dicho menú. Ibíd., p. 174. 28 P. J. Brenner: «Die Erfahrung der Fremde», cit., p. 16. 29 Cf. C. Bravo Villasante: «La imagen romántica de España en Alemania», cit., p. 41. 30 «Auslandsdeutsche Mädel schreiben», Das Deutsche Mädel [en adelante, DDM], junio de 1935, p. 13. 31 «Fünf Tage mit der Falange Femenina unterwegs», Mädel - Eure Welt [MEW], 1943, pp. 326-337.

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vegetación solo se hacían eco de la parte que a sus autoras les parecía exótica y propia de países meridionales, como, por ejemplo, las «plantaciones de naranjas» y los «campos de arroz».32 Pero, sin duda, palmeras y dátiles recibían mención especial.33 Además, como muestra de esta abundante y exótica naturaleza (no era tampoco casual que fueran palmeras y dátiles), las alemanas recibían por doquier regalos de fruta y verduras. Por último, tampoco la visión del mar pasaba desapercibida: el Mediterráneo, que les resultaba «de una emoción muy grande. Todas lo veíamos por primera vez y era tan bonito como lo habíamos soñado: azul, con la ilusión de las palmeras».34 Pero si la España romántica no era solo vegetación, la reproducida por el BDM era también historia, más concretamente, el país donde el tiempo histórico parecía haberse detenido, en cuyas calles y paisajes podía experimentarse el pasado: «Por todas partes encontramos (...) huellas de la antigua cultura española».35 En sus relatos, hablar de historia es hablar de arquitectura, especialmente de monumentos y ciudades en los que se creía ver el símbolo más profundo de las tradiciones españolas.36 Y, como en España dichas tradiciones no podían sino tener un fuerte componente árabe, el mayor número de estereotipos sobre la naturaleza, la arquitectura y el pasado árabe cristalizaba en Andalucía, que, geográfica y simbólicamente, ocupaba el sur de España. Ya el cambio en la vegetación (de los chopos a los cactus, eucaliptos y alcornoques) anunciaba la llegada a Andalucía. Si de Sevilla, donde las huéspedes pasan por una «pintoresca fonda»,37 se fotografía el Alcázar (ofreciendo una visión orientalizante de su decoración) y en Granada uno «de los pintorescos rincones de la Alhambra, el suntuoso palacio de los moros», de Málaga se destaca la Alcazaba con su «antiguo arte moro que maravilla a los visitantes, con sus columnas y arcos de mármol en medio de flores de un profundo azul y un rojo brillante».38 No parece tampoco casual que fuera precisamente Sevilla de donde se destaca una «cena verdaderamente española que se prolongó durante horas y nos demostró la alta cultura culinaria de los españoles».39

«Quer durch Spanien», DDM, septiembre de 1941, pp. 5-6. En la representación alemana de «el Sur», Italia no debía de estar muy lejos de España: de Sicilia se destacaban así el sol, las palmeras y los cactus. Cf. «Soldaten, Schwestern und Sonne auf Sizilien. Wunschkonzert zwischen Palmen und Kakteen», MEW, 1943, pp. 313-318. Probablemente ambos países compartan un «estereotipo transnacional». Cf. R. Jaworsky: «Osteuropa», cit., p. 67. 33 «Quer durch Spanien», cit. 34 «Diálogo con una de las camaradas», Y. Revista para la Mujer, junio de 1941. De hecho, las mandos del BDM aplazarían su llegada a Madrid para pasar un día en las playas de Sant Joan d’Alacant. Cf. Levante, 27 de mayo de 1941. 35 «Quer durch Spanien», cit. 36 C. Kent: «What the Condor Saw», cit., p. 333. 37 Ibíd. 38 «Fünf Tage», cit. 39 «Mit der Reichsreferentin durch Nationalspanien», DDM, diciembre de 1938, pp. 1315. En sus memorias, publicadas sesenta y un años más tarde, la que fuera –por utilizar la equivalencia falangista– Delegada Nacional del BDM, Jutta Rüdiger, todavía recordaba 32

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Ahora bien, la pervivencia del mito romántico era tan fuerte que incluso en Castilla, parte central no de dicho mito sino, por el contrario, de la cultura finisecular noventayochista de la que bebían los y las falangistas, era representada en este mismo contexto. Así, Toledo y sus «estrechas calles de irregular empedrado» eran vistas como «una ciudad medieval a la que la Edad Moderna no había afectado», por cuyo entramado urbano guiaría Dionisio Ridruejo a las mandos alemanas, mientras les contaba «todo tipo de historias y leyendas que conocía de cada calle, esquina y casa».40 E incluso en la no menos castellana Salamanca, definida ahora como «pintoresca», creían reconocer «inconfundibles (...) elementos moros».41 Probablemente, el punto álgido de la percepción de España como el «otro» oriental lo alcanzan los relatos con sus referencias a los soldados marroquíes de los tercios de regulares, que suscitaban –ya fuera en combate o con sus uniformes de gala– una gran fascinación en el/la observador/a alemán/ana. En principio, integrados en el Ejército español como tropas coloniales y símbolo de su –menguado– imperio, para los alemanes eran también símbolos visuales, pero en su caso del aura colonial con que veían a España y satisfacían la fantasía colonial hispano-árabe.42 Aunque Jutta Rüdiger los describiría con cierto desdén en sus memorias como «marroquíes que (...) vinieron con sus mujeres hasta donde estábamos y bailaron para nosotros sus danzas nativas»,43 un mando de su organización los describiría de forma mucho más expresiva al referirse a la Concentración Nacional de la SF en 1939: Cuando las chicas forman (...), resuenan los clarines y, de un salto, los moros montan de nuevo sobre sus corceles, agitando sus lanzas. ¡Qué vista más fantástica! Bajo el cielo azul oscuro el castillo de piedra clara, a cuyas almenas se encarama en un abrir y cerrar de ojos la escolta de piel oscura del Caudillo y ahí están seis, ocho moros con sus blancas chilabas, sus bombachos y blusas blancas y las ondeantes capas púrpuras, armados con lanzas, por encima de los espectadores. Ilse solo puede separarse a duras penas de esta imagen de gran colorido que parece extraída de un libro de las Mil y una noches.44

dicha ocasión como «una cena de honor típicamente española (...) que se prolongó hasta entrada la noche [con] muchos platos (...). Al día siguiente me negué a probar bocado». Cf. J. Rüdiger: Ein Leben für die Jugend. Mädelführerin im Dritten Reich, Preußisch Oldendorf, Deutsche Verlagsgesellschaft, 1999, p. 70. 40 «Quer durch Spanien», cit. 41 «Mit der Reichsreferentin», cit. Este es el único artículo analizado de la prensa del BDM firmado por un hombre, alto cargo de las Juventudes Hitlerianas, acompañante de las mandos alemanas en este viaje. Pese a ello, lo incluimos en el análisis por estar publicado por, y dirigido a, las juventudes femeninas nacionalsocialistas. 42 C. Kent: «What the Condor Saw», cit., p. 346. 43 J. Rüdiger: Ein Leben für die Jugend, cit., p. 67. 44 «Fünf Tage», cit., pp. 331-332.

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Sin embargo, los estereotipos –también los nacionales– son construcciones culturales (por tanto, no naturales) e históricas (por tanto, contingentes): es decir, están sujetos a cambios. Sobre todo, las relaciones políticas que mantienen dos países pueden influir en la imagen recíproca y un cambio en las relaciones (como el producido a partir de 1936 entre Alemania y España) puede generar un cambio en las percepciones.45 Así pues, incluso la propia imagen de España recibiría nuevos acentos: el considerable aumento del caudal de información provocó que el lejano país del sur empezara a acercarse al público alemán.46 Al incorporar, al darles espacio en su narrativa, la propaganda oficial alemana pasó a «ver» (a interpretar) los acontecimientos españoles a través de las «gafas» de su propia ideología, según un reductivo esquema bipolar: comunismo contra fascismo, anarquía contra orden. Para justificar en términos tangibles la inequívoca toma de partido alemana desde el principio de la Guerra Civil, el primer paso fue evocar (construir) una amistad que, curiosamente, durante los años previos nadie en Alemania se había acordado de mencionar.47 La revista mensual del BDM lo ejemplificaba en sus primeras referencias a las falangistas mediante unas fotografías donde se las veía portando banderas de la Alemania nazi y la Italia fascista.48 Y, puesto que nuestros «amigos» se nos parecen, mientras que a nuestros «enemigos» los describimos en términos opuestos a aquellos elementos que vemos como característicos de nuestro ser,49 el «ascenso» de la España nacional a la categoría de nuevo/viejo amigo-aliado provocó que su imagen –pese a la persistencia del mito romántico– recibiera ahora nuevos elementos iguales o equivalentes a los que los alemanes se atribuían a sí mismos. Veremos dos ejemplos. En primer lugar, la imagen de Castilla experimentó una notable revalorización respecto de su percepción en el romanticismo alemán,50 y a ello no debió de ser completamente ajena la importancia que tenía para el ultranacionalismo falangista de matriz noventayochista.51 También para las alemanas, Castilla («granero» y «corazón», de «un sabor especial») ocupaba el centro –ahora ya

P. R. Hofstätter: «Wie Völker einander sehen» [1967], en A. Karsten (ed.): Vorurteil. Ergebnisse psychologischer und sozialpsychologischer Forschung, Darmstadt, Wissenschaftliche Buchgesellschaft, 1978, pp. 300-320 (p. 320). 46 C. Eykman: «The Spanish Civil War in German Publications during the Nazi Years», en L. Costa (ed.): German and international perspectives on the Spanish Civil War-The Aesthetics of Partisanship, Columbia, Camden House, 1992, pp. 166-178 (p. 166); y también A. Peter: Das Spanienbild, cit., p. 94. 47 Cf. A. Peter: Das Spanienbild, cit., pp. 76-77. 48 «Falangistenmädel im spanischen Freiheitskampf», cit. 49 P. R. Hofstätter: «Wie Völker einander sehen», cit., p. 301. 50 Según M. A. Vega Cernuda: «La imagen de España en los relatos de viaje alemanes a partir de 1800», en M. A. Vega Cernuda y H. Wegener (eds.): España y Alemania: percepciones mutuas de cinco siglos de historia, Madrid, Editorial Complutense, 2002, pp. 95-129 (aquí, p. 116). 51 Sobre el papel de Castilla en el pensamiento falangista, véase I. Saz: España contra España. Los nacionalismos franquistas, Madrid, Marcial Pons, 2003, pp. 253 y ss. 45

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también simbólico– de España, cuando no la substituía directamente, como había pasado con Andalucía durante el Romanticismo.52 Pero no solo eso: siguiendo a Unamuno,53 en el universo simbólico de las mandos del BDM su importancia para España fue equiparada a la de Prusia para Alemania: «Castilla, que para España tiene el mismo significado que Prusia para Alemania».54 Durante una de las visitas, las falangistas preguntaban: ¿Qué parte de España os ha gustado más?: Castilla. Castilla tiene un sabor especial. Uno de los camaradas que hace poco estuvieron en Alemania me decía en Berlín que en Prusia recordaba a Castilla. También para nosotras Prusia es una cosa especial.55

También Toledo, «en mitad de Castilla», constantemente en boca de las mandos del BDM, recibía una lectura nueva y, siguiendo la costumbre nacionalsocialista de poner epítetos a los nombres de sus ciudades,56 pasaba a ser «Toledo, la ciudad de los héroes del Alcázar».57 Además, el «enorme complejo pétreo» de El Escorial, con su «arquitectura austera y rectilínea», causaba impresión ya a distancia.58 Incluso en el aspecto técnico podía recibir ahora Castilla alabanzas alemanas: uno de los artículos expresaba «nuestra admiración» por unas «carreteras magníficamente asfaltadas» cerca de Ávila y hacía, además, mención a unos embalses artificiales en la Sierra madrileña que suministraban electricidad a los alrededores.59 En segundo lugar, al igual que sus camaradas falangistas, las mandos del BDM presentaban la Guerra Civil como un acontecimiento que, especialmente en el terreno social y político, marcaría un antes y un después en la historia de España. Para ello, no dudaban en hacer pasar los acontecimientos españoles por el filtro de la ideología nacionalsocialista y, al hacerlo, los traducían (simplificaban) en términos que resultaran familiares para sus lectoras. Antes de la guerra, España habría presentado «entre pobres y ricos (...) una grieta prácticamente insalvable» y «gran parte de la población y sobre todo la juventud de España había mostrado una indiferencia, para nosotros/as casi incomprensible,

52 Respectivamente, «Mit der Reichsreferentin», cit.; «Fünf Tage», cit.; y «Diálogo con una de las camaradas», cit. 53 Según D. Briesemeister: Das Bild der Deutschen in der spanischen und das Bild des Spaniers in der deutschen Literatur, Düsseldorf, Mettmann Dt. Fraternitas-Vereinigung für Brüderl. Verständigung, 1980, p. 27. 54 «Quer durch Spanien», cit. 55 «Diálogo con una de las camaradas», cit. 56 Así, Múnich era «la capital del Movimiento» y Stuttgart, «capital de los alemanes residentes en el extranjero». 57 «Mit der Reichsreferentin», cit. 58 «Quer durch Spanien», cit. 59 «Mit der Reichsreferentin», cit.

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ante la vida política de su nación».60 La guerra había obligado a «concentrar todas las fuerzas» disponibles: Falange, prácticamente convertida en el único agente político, tenía una misión «de gran importancia» para alcanzar la necesaria y «fundamental transformación».61 Siguiendo este esquema, los artículos explicaban como principal objetivo de los falangistas la «defensa de los intereses vitales de todo el pueblo español», lo cual incluía «en primer lugar» a los obreros españoles, «hasta ahora apartados de la vida de la nación».62 Pero, sin duda, esto encontraba su punto álgido al afirmar que, «con su “espíritu de hermandad”», la Falange había hecho posible «una unidad de los paisajes (idea de imperio [Reichsgedanke]), una unidad de clases (superación del odio de clases), así como una orientación ideológica del individuo y de todo el cuerpo de la nación».63 Quizá la descripción de la Escuela de Mandos de la SF en Málaga en uno de los relatos nos puede servir de ejemplo de la combinación de pervivencias románticas, por un lado, y de nuevos acentos nacionalsocialistas, por el otro, que caracterizaba a la imagen que de España tenían las mandos del BDM: «Rodeada por las ruinas de villas destruidas, cubiertas hoy por floreciente vegetación, encontramos la Escuela de Mandos femeninos: un símbolo de la renovación española».64 Su descripción era capaz de reinterpretar en clave nacionalsocialista incluso dos de los elementos más característicos (ruinas y vegetación salvaje) de la imagen romántica de España.

PUEBLO ORGULLOSO, VALIENTES MUJERES: LA IMAGEN DE LOS ESPAÑOLES... Y DE LAS ESPAÑOLAS Las representaciones culturales que las alemanas tenían de los españoles seguían un esquema semejante. Sin embargo, antes de analizarlas es necesario destacar dos puntos al respecto. En primer lugar, ya en el primer artículo publicado sobre los hechos en España, lo primero que reciben las lectoras del BDM sobre los habitantes de aquel lejano país en guerra son referencias en negativo: la construcción de la imagen de los –y las– comunistas. Más allá de una mención muy genérica a «los nacionales», las descripciones –de un fuerte componente de género– se reservan para el enemigo (común): el «punto número uno del programa de la milicia roja» no es otro que «el reparto de la mujer». Esto

60 Respectivamente, «Falangistinnen besuchten Deutschland», DDM, diciembre de 1938, pp. 11-13; y «Falangistenmädel», cit., p. 16. 61 Respectivamente, «Pilar Primo de Rivera besuchte Deutschland», DDM, mayo de 1938, pp. 16-17; «Falangistenmädel», cit.; y, para las dos últimas citas, «Falangistinnen besuchten Deutschland», cit. 62 «Falangistenmädel», cit. 63 «Spaniens Mädels- und Frauenorganisation», MEW, 1943, pp. 284-289. 64 «Mit der Reichsreferentin», cit.

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–se insiste– no debería resultar sorprendente, puesto que el «instinto fácilmente susceptible» del español, ya de por sí «de sangre caliente», se combinaba ahora con las chicas y mujeres comunistas, convertidas en «furiosas (...) servidoras de esta infamante doctrina». No obstante, la verdadera «diana» eran –y, aquí, al género se le añadía el factor clase– las «señoras» y «señoritas» (en castellano en el original), es decir, «las mujeres e hijas de buena familia». Así pues, en plena guerra abierta los nacionales tenían que proteger «a sus mujeres, madres y hermanas» de las garras comunistas, lo cual justificaba la «violenta e implacable lucha» contra los «disolutos rojos».65 Como muestra de la capacidad normativa de las imágenes, dos parejas de fotografías –en contraposición 1:1– presentan a las mujeres nacionales frente a las «rojas».66 Así, la primera pareja presenta, a un lado, a una miliciana, de pie, en posición de firmes, y con un fusil, y, al otro, dos jovencísimas falangistas uniformadas, sentadas y haciendo punto. La segunda pareja de fotografías presenta a otra mujer republicana, descalza pero fusil en mano, mientras un miliciano la observa a corta distancia desde un coche; la contraposición la ofrecen dos chicas que aplauden entusiasmadas al borde de la calle. El pie de foto: «Mientras los rojos degradan a la mujer a la categoría de pistolera [Flintenweib], las mujeres nacionales gritan de júbilo al paso de sus victoriosas tropas».67 El siguiente artículo, publicado dos meses después, presenta ya detalladamente a las falangistas, sin renunciar todavía a la contraposición entre unas «rojas» únicamente preocupadas por fotografiarse ante la prensa internacional con fusiles o ametralladoras en la mano, y unas falangistas que, en «duro y abnegado servicio», auxilian a los heridos del frente y a los enfermos.68 Todo un simbólico programa de género. El segundo de los puntos parece común a todos los textos analizados: al contrario que las detalladas descripciones de paisajes y monumentos, en la prensa del BDM –acaso por su contacto mucho más frecuente con las falangistas y no tanto con los falangistas, y, más allá de la mención de que unas y otros conformaban un «pueblo orgulloso»–69 se encuentran muy pocas referencias a los hombres españoles, que, cuando aparecen, son más bien difusas. Los únicos suelen ser soldados, falangistas o alguna autoridad civil. Aparte Todas las citas en «Spanien so und so», DDM, noviembre de 1936, pp. 14-15. Durante los años treinta la fotografía todavía era generalmente vista como un duplicado de la realidad y, como consecuencia, las suspicacias ante su veracidad eran menores que ante un texto escrito. Cf. S. Schneider: «Manipulating Images: Photojournalism from the Spanish Civil War», en L. Costa (ed.): German and international perspectives, cit., pp. 179-198 (aquí, p. 181). 67 «Spanien so und so», cit. Para una –excelente– explicación (en alemán) del concepto Flintenweib, véase [consulta: 5 de noviembre de 2010]. 68 «Falangistenmädel», cit. 69 Si bien en su contexto («nuestros deseos de que ojalá este orgulloso pueblo cumpla pronto su destino») la afirmación no parece revestir connotaciones especialmente negativas; Cf. «Pilar Primo de Rivera», cit. 65 66

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del ya mencionado orgullo, destaca la función militar de los hombres: «[l]os hombres combaten», alistándose «los soldados cumplieron con su obligación», los «jóvenes españoles, apenas adolescentes, están hoy en el frente».70 En todo caso, de las referencias a los falangistas, destaca una muy positiva publicada en una revista de la SF, cuando a una pregunta de un periodista español («¿Qué te parecen los muchachos españoles?») una de las mandos del BDM destaca la simpatía y la corrección de estos: «Son muy buenos camaradas» y, recordando probablemente una visita pocas semanas antes a Sabadell, añade: «Sobre todo los de las ciudades industriales. Están muy disciplinados».71 Meses después, probablemente la misma mando se expresa en términos muy semejantes en la revista del BDM: en su «interesante» visita a Sabadell formaron «[e]n nuestra presencia (...) formaciones de las organizaciones juveniles, de inmaculados uniformes y estricta actitud militar».72 Por lo demás, hay que recurrir a otras fuentes diferentes a la prensa del BDM para conocer algo más acerca de la imagen que podían tener de los españoles. Dos se pueden extraer de la entrevista ya mencionada. Por un lado, nos encontramos ante una posible –y significativa– actualización del tópico del pícaro español. Durante la entrevista, un conocido barman español se acerca y ofrece a la mando alemana un cóctel. Ella rechaza y afirma: –El cock-tail es peligroso. Nunca se sabe lo que contiene. –No se preocupe. El que yo le ofrezco puede beberlo con toda tranquilidad. Además, pura solera –advierte el barman. –Ya sé, ya sé lo que quiere ese... –dice, sonriéndose con desconfianza.73

Por otro lado, el propio periodista, espoleado probablemente por la favorable opinión apenas recibida sobre los falangistas pero haciendo gala de su desconocimiento de los postulados raciales nacionalsocialistas, formula una pregunta algo osada: «Esa buena impresión, ¿podría traducirse en amor, en enlace matrimonial entre camaradas españoles y alemanas?». La mando del BDM, no sin cierta incomodidad, opta por una respuesta airosa: «Esa es una cuestión muy íntima (...). Ahí manda el corazón».74 Por último, en las mencionadas memorias de la delegada nacional del BDM, esta narra cómo la imagen de los rasgos físicos de su prototipo de español se ve desafiada durante su visita 70 «Falangistinnen besuchten Deutschland», cit., y «Fünf Tage», cit. De lo contrario, se hace referencia a los hermanos o padres de las falangistas, muertos en la guerra, a presos de la Falange a los que ayudaban y visitaban durante la República o a soldados heridos a los que curaban durante la guerra. Cf. ibíd. 71 Ibíd. 72 «Quer durch Spanien», cit. 73 «Diálogo con una de las camaradas», cit. Que no se trataba de un caso aislado lo afirmaba implícitamente acto seguido: «Por cierto que [en Toledo] al pasar por uno de aquellos callejones, tan llenos de sabor (...) nos ofrecieron naranjada, pero que tenía ginebra...». Ibíd. 74 «Diálogo con una de las camaradas», cit.

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a España: «Nuestro coronel era alto, tenía el pelo oscuro y los ojos azules, lo cual me sorprendió, pues me había imaginado a los españoles más pequeños y de ojos oscuros. Sin embargo, me dijeron: “Es un español típico”».75 En cambio, a las falangistas sus camaradas del BDM les dispensaban una atención mucho mayor, por lo que su imagen ofrece matices más ricos. Del carácter de las españolas se destacan rasgos que denotan, nuevamente, la pervivencia de la influencia romántica. Las falangistas son «vivas y abiertas», «animadas y graciosas».76 Las integrantes de un grupo de la SF de visita en Alemania en plena Guerra Civil tenían, «pese a todo, un alegre temperamento, que nosotras admiramos» y con él conquistaron todo el albergue; su «temperamento español» suscitaba «admiración y alegría (...) no solo entre nosotras, sino también entre los muchachos del Servicio del Trabajo» de un campamento cercano.77 Pero las nacionalsocialistas creían experimentar mejor el «temperamento» –palabra muy utilizada– de las españolas cuando estas cantaban y bailaban. Para ellas, canciones y bailes eran expresiones del Volksgeist, el supuesto carácter nacional.78 Y, cuando no presenciaban ellas una demostración en España, eran las falangistas las que les llevaban los bailes a casa. En una de las visitas de la SF a Alemania, una de las mandos españolas hizo una demostración de un baile andaluz: «Con su bonito traje, con el repiqueteo de las castañuelas y el canto de una canción extraña y peculiar, la española nos dejó una inolvidable imagen de su meridional país».79 En poco menos de dos líneas se encuentran varios lugares comunes de la imagen romántica de España. Uno de ellos, los trajes típicos que las falangistas habían llevado en el equipaje, debió de resultar para las alemanas tan exótico (espacial y temporalmente) que los pidieron prestados para representar una obra de teatro y, por un día, varias de las «suntuosas vestimentas» de las españolas acabaron formando parte del atrezzo de un cuento de los hermanos Grimm.80 Entre los diferentes bailes típicos españoles, las alemanas establecían una división principal, que era toda una valoración: mientras que «en el Sur» (es decir, en Andalucía), «como consecuencia de su carácter, cada uno prefiere 75 J. Rüdiger: Ein Leben für die Jugend, cit., p. 67. En el plano de los estudios sobre estereotipos e imágenes es, además, un ejemplo de «disonancia cognitiva»: ante una información nueva (un español alto y de ojos claros) que contradice algo que se creía saber (los españoles son bajitos y de ojos oscuros), la mando superior del BDM decide no ignorar la contradicción (procesándola como una excepción a la regla conocida), sino que, aunque con extrañeza, la registra y parece adaptar su presunción a la nueva realidad percibida. Cf. G. Niedhart: «Länderimages: Vorstellungen vom anderen zwischen Selbst- und Fremdwahrnehmung», en H. Süssmuth (ed.): Deutschlandbilder in Dänemark und England, in Frankreich und den Niederlanden, Baden-Baden, Nomos, 1996, pp. 79-86 (aquí, p. 91). 76 «Falangistinnen besuchten Deutschland», cit.; y «Im Dienste ihres Volkes», cit. 77 «Falangistinnen besuchten Deutschland», cit. 78 «Ausländerinnen erleben den BDM», DDM, septiembre de 1937, pp. 9-10. 79 «Falangistinnen besuchten Deutschland», cit. 80 Ibíd.

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mostrarse solo», en «el Norte, en Castilla y en Catalunya» son más frecuentes lo que las alemanas llaman «bailes comunitarios». Cuál de las dos variantes parecen preferir queda claro cuando, al hablar de un grupo de obreros y obreras, afirmaban que sus «preciosos bailes catalanes» (¿sardanas?) recordaban mucho a «nuestros» bailes comunitarios.81 La referencia al hecho de que en Andalucía cada uno prefiriese bailar solo no era caprichosa. De hecho, la forma que las españolas tienen de cantar deja en sus visitantes/anfitrionas alemanas una impresión negativa, que apunta en la misma dirección: Al español le resulta difícil cantar en grupo. Para nosotras era muy raro cuando, en el autobús, cada española cantaba en voz alta para sí, sin que el canto de ninguna de las demás la sacara de quicio. Cuando cantábamos nosotras para ellas, entonces nos admiraban y admitían que ellas no sabrían hacerlo.82

Las alemanas creían descubrir aquí una prueba del deficiente sentimiento comunitario español, consecuencia de su típico individualismo, y, al hacerlo, no podían sino presentarse a sí mismas como ejemplo y objeto de admiración para las españolas. Sin embargo, pese al apenas disimulado sentimiento de superioridad, probablemente se trate, en un contexto de cordiales relaciones de camaradería, de la única crítica directa dirigida a algún aspecto de las falangistas. También en la imagen de la mujer española se producen cambios importantes. Citaremos tres. El primero de ellos es, probablemente, el rasgo que más y con mayor insistencia se repite en los artículos de las nacionalsocialistas. A ojos de las alemanas, la Guerra Civil había supuesto «en todos los ámbitos (...) un cambio fundamental en la vida de las españolas» en tanto que mujeres.83 Ya en el primero de los artículos dedicados a las falangistas se había insistido en el hecho de que Falange no contaba entre sus filas únicamente con miembros masculinos, sino también con «un sinfín de jóvenes españolas que hacen todo lo que pueden (...), sobre todo, para movilizar espiritualmente al pueblo».84 Su ayuda es imprescindible para hacer frente a las tareas de guerra: «El frente las necesita (...) y también en el Auxilio Social es necesaria su intervención».85 No obstante, se avisa con cierta ambigüedad de que se trata de tareas muy peligrosas (no pocas enfermeras de hospitales de primera línea murieron en ataques Ibíd. Ahora bien, también podrían establecerse matices: en sus memorias, Jutta Rüdiger habla de bailes andaluces ejecutados por unas niñas falangistas y alaba su «gracia», que habría sido «la envidia» de las alemanas de su misma edad. Cf. J. Rüdiger: Ein Leben für die Jugend, cit., p. 70. 82 «Quer durch Spanien», cit. Por ejemplo, solo en una ocasión se criticaría indirectamente su impuntualidad, al afirmar que «los coches arrancan una hora más tarde de lo acordado». Citado. en «Fünf Tage», cit. 83 «Falangistinnen besuchten Deutschland», cit. 84 «Falangistenmädel», cit. 85 «Falangistinnen besuchten Deutschland», cit. 81

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aéreos, se dice) y no acaba de quedar claro si se hace únicamente como advertencia o si acaso no se pretende también añadir algo de heroica aventura.86 La «gran transformación» en la vida de la mujer española producida a raíz de la «revolución nacional» (otro término común al vocabulario nacionalsocialista) saltaría a la vista de cualquiera que viajara a España.87 Y, en el caso de que todavía quedaran prejuicios contra «la participación activa de la mujer» en la esfera pública, la Guerra Civil los habría barrido «sin contemplaciones» ni «grandes dificultades».88 Eso sí, la precondición aceptable para la movilización de la mujer debía quedar clara. El título de este artículo –«Al servicio de su pueblo»– dejaba claro lo que otro artículo repetiría un par de años después: «cuando el bien del Estado lo exige». La SF había demostrado que «también la mujer española es capaz de trabajar espiritualmente, de organizarse y de salir del estrecho círculo de su casa y de la familia». Y sentencia: «Y ahora el Estado necesita de la intervención de todas las mujeres».89 Recurriendo, nuevamente, para superarlos, a varios elementos simbólicos del mito romántico de la mujer española, se concluía tajante con la siguiente imagen metafórica: Hace ya tiempo que la española ha abandonado los balcones de altas rejas que nos resultan inevitables al imaginarnos una serenata. Está en medio de los acontecimientos políticos de su patria, sin perder con ello nada de su orgullo. Aunque haya cambiado la mantilla de encaje fino y la teatral orfebrería por la sencilla camisa azul y la falda lisa de la Falange, no ha perdido sin embargo su feminidad mundialmente conocida.90

En segundo lugar, esta «gran transformación» de la vida de la mujer incluía también otro aspecto, en estrecha relación con el anterior: su pretendido interclasismo o, como afirmaban nacionalsocialistas y falangistas, la búsqueda de la superación de clases. Antes de julio de 1936 muchas de las mujeres de clase alta habrían tenido una actitud pasiva ante los problemas nacionales, pero, al estallar la guerra, «algunas de ellas, que nunca antes habían salido de casa y que creían tener la vida resuelta», aprendieron «por primera vez a comprometerse por otras personas en aras de un bien superior».91 Como resultado de ello,

«Im Dienste ihres Volkes», DDM, febrero de 1941, p. 2. «Spaniens Mädel- und Frauenorganisation», cit. 88 «Im Dienste ihres Volkes», cit. De hecho, eso habría buscado en Egipto la autora de un artículo publicado precisamente en julio de 1936: mujeres interesadas por lo que pasaba en el mundo, con las que se pudiera discutir de cuestiones políticas. Pero había sido «imposible»: por la calle su mirada orientalista había podido ver a las egipcias solo desde la distancia (no en último término, colonial), «cubiertas por su velo, envueltas en negras vestimentas». Cf. «Kleine ägyptische Erlebnisse», DDM, julio de 1936, p. 2. 89 «Fünf Tage», cit. 90 «Im Dienste ihres Volkes», cit. 91 Respectivamente, «Spaniens Mädel- und Frauenorganisation», cit., y «Fünf Tage», cit. 86 87

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«por todo el país» se veía ahora trabajando a mujeres y muchachas «de todas las clases».92 El tercer y último gran cambio se reflejaba en la forma de ver a las falangistas, de las cuales se destacará ahora una serie de atributos mucho más propios del modelo fascista de mujer, como la valentía y la aceptación del sacrificio. La Guerra Civil española había requerido de las jóvenes falangistas un «sacrificio silencioso, a menudo increíblemente duro»:93 con su disciplina, su «espíritu de servicio y sacrificio» y el «estoico sufrimiento de las pérdidas familiares», la mujer española había desarrollado un «silencioso heroísmo», presente «en todas partes».94 Las «valientes mujeres y muchachas» españolas habían demostrado tener «fe en la victoria de la España nacional».95 En todas ellas, mujeres y muchachas, encontraron las alemanas «fuerza mental y espíritu de lucha», cualidades que, junto con su «abnegación» y por su «disponibilidad» a la hora de asumir las tareas que se les encomendaban, les hicieron «admirar sinceramente» a la mujer española.96 No obstante, si con alguien no escatimaban elogios las publicaciones del BDM era con Pilar Primo de Rivera. Su «semblante tranquilo» y su «grave mirada» hablaban de las duras experiencias de los años anteriores: ella era el «alma del movimiento falangista».97 Y ejemplificaba la «fuerza mental y espíritu de lucha» que luego se podían encontrar en sus subordinadas.98 Era «en buena parte gracias al trabajo» de la delegada nacional de la SF, concluían, por lo que «España posee hoy esta gran y completa organización».99

ENCONTRAR LO QUE SE ESPERA... Y ¿QUÉ HACER CON ELLO? (A MODO DE CONCLUSIÓN) El estudio de las relaciones mantenidas por el BDM y la SF se ve en gran parte dificultado por un problema de fuentes de archivo. Sin embargo, la documentación publicada por ambas organizaciones tiene la ventaja de presentar todavía hoy en día lo que en su momento no había inconveniente en publicar y que, debido a su difusión y dispersión, no pudo ser completamente destruido. Pese a sus problemas y omisiones, hemos intentado aproximarnos a las fuentes

«Falangistinnen besuchten Deutschland», cit. «Falangistenmädel», cit. 94 «Mit der Reichsreferentin», cit. 95 «Pilar Primo de Rivera», cit., y «Falangistinnen besuchten Deutschland», cit., respectivamente. 96 «Mit der Reichsreferentin», cit. 97 «Pilar Primo de Rivera», cit. 98 «Mit der Reichsreferentin», cit. 99 «Pilar Primo de Rivera beim BDM. Die spanische Frauen- und Mädelführerin besuchte Deutschland», DDM, septiembre de 1941, pp. 4-5. 92 93

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publicadas desde una perspectiva no muy utilizada en las fuentes de estas organizaciones, para –mediante herramientas propias de los estudios culturales– prestar especial atención a percepciones y estereotipos, imágenes y miradas presentes en los relatos. Así pues, hemos comprobado cómo, para las alemanas, las imágenes de España presentaban una fuerte pervivencia del Romanticismo, pero incluían marcados matices procedentes de la cultura finisecular (la importancia central de Castilla, por ejemplo), y cómo dichas imágenes eran reinterpretadas en términos nacionalsocialistas, que (re)presentan a una mujer española, falangista, que ha cambiado la mantilla por la camisa azul. Pese a todo, la imagen resultante –rasgo compartido con el resto de medios de comunicación nazis– no es tan diferente de la rechazada. La influencia del mito romántico es quizá demasiado fuerte y, en todo caso, los estereotipos y percepciones necesitan algo más que solo nueve años para conseguir sustituir una imagen vieja por otra nueva. De hecho, lo más normal –incluso a lo largo de décadas– es que ambas, viejas y nuevas, coexistan. Y es lo que creemos que sucede también aquí: sobre unas imágenes preexistentes –románticas y finiseculares– las nacionalsocialistas (como sus compañeros de las Juventudes Hitlerianas) sitúan una serie de acentos. Ciertamente, la imagen resultante no substituye a las anteriores, pero tampoco es ya la misma: ha cambiado. El soporte previo era para las mandos del BDM la imagen de España o al menos la del Otro, como extraño, diferente y exótico con respecto a lo propio, a lo conocido por ellas. De nuevo, unas y otras imágenes (propias y ajenas) eran construidas previamente. Se imaginaban España o, por utilizar la expresión de la cita al inicio del presente texto, se hacían «una idea de España antes de visitarla», que era aquello que desde la revista de SF les preguntaban. Puesto que definían antes de ver e imaginaban antes de experimentar (Lippman), podían responder sin contradicción aparente: «Encontramos la España que esperábamos». Y, como las identidades se construyen unas en relación con otras, al hablar de España las nacionalsocialistas hablaban también, y sobre todo, de Alemania. En sus escalas ideológicas, la España imaginada/soñada cumplía diferentes funciones y, en todas ellas, Alemania constituía el punto de referencia. Por un lado, en cuanto a las funciones positivas (en sentido fotográfico) veían a Alemania como modelo para la nueva España y a sí mismas como ejemplo para las falangistas. Para ello, les aplicaban sus propias categorías de lenguaje y además –como «nuestros “amigos” se nos parecen» (Hofstätter)– proyectaban en ellas todos los atributos que veían característicos de sí mismas y que, por tanto, les parecían positivos: abnegación, servicio, sacrificio, valentía... pero también interés por la política y –siempre y cuando el bien del Estado lo exija– «una participación activa de la mujer» en la esfera pública. Ello no era obstáculo para que, cuando creyeran ver algo especialmente positivo en las falangistas, reconocieran su admiración o su alabanza por su «trabajo ejemplar». Por el otro, en términos –fotográficamente– negativos, la España en guerra civil era

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para ellas la pantalla donde proyectar lo que –afirmaban– hubiera pasado a/en Alemania, presentada por ellas como «isla de paz», sin Hitler. En dicha pantalla se escenificaba así, con objetivos movilizadores, el supuesto peligro comunista (en Alemania inexistente) como amenaza también en términos de género. Para terminar, habría quizá que formular dos desiderata de la investigación. En primer lugar, sería necesario estudiar en la medida de lo posible qué repercusiones tuvieron, entre otras, las imágenes nacionales y de género analizadas. Por un lado, en sus visitas a España y las españolas ¿confirmaron las alemanas sus esquemas de género?, ¿vieron reforzada su propia identidad nacional? Por el otro, si estas eran las imágenes que las mandos del BDM tenían de España y de sus camaradas falangistas: ¿cómo influyeron esas –y posiblemente también otras– imágenes en las relaciones entre ambas organizaciones? En segundo lugar, hemos visto cómo veían las alemanas a las españolas, pero ¿cuál era la actitud de las españolas al respecto? ¿Qué pensaban ellas de las alemanas... y de sí mismas? Y probablemente no menos importante: ¿qué creían que las alemanas pensaban de ellas? Sabemos que la pervivencia de la imagen romántica de España representaba para los/las falangistas uno de sus problemas más graves.100 Y la existencia de un interés por conocer la opinión de las alemanas resulta evidente en las constantes preguntas: «¿Teníais una idea de España antes de visitarla? (...) ¿Encontráis la realidad que esperabais?». Quizá el –realista– apunte de Pilar Primo de Rivera en uno de sus pocos informes conservados sobre uno de sus numerosos viajes a Alemania nos pueda dar alguna pista al respecto. Al resumir sus impresiones escribía: «ESPAÑA. Mirada con simpatía, pero como pobrecillos y ausente del mundo, no como un poder junto a otro poder».101 La pregunta sería entonces por qué, pese a todo, la delegada nacional no solo no abandonó su actitud germanófila, sino que además siguió colaborando con las organizaciones alemanas.

I. Saz: España contra España, cit., p. 245. Cf. «Informe sobre el viaje a Alemania», Madrid, 16 de septiembre de 1941; en Real Academia de la Historia (Madrid), Fondo Asociación Nueva Andadura, Serie Azul, Carpeta 108a, Subcarpeta 3. 100 101

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