Monumentalización y regresión urbana en un municipio flavio del norte del convento jurídico Cesaraugustano: Los Bañales de Uncastillo*

October 2, 2017 | Autor: Angel Jordán | Categoría: Arqueología, Vascones, Hispania romana, Roman Archaeology
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Descripción

LAS CIUDADES DE LA TARRACONENSE ORIENTAL ENTRE LOS S. II-IV D.C. EVOLUCIÓN URBANÍSTICA Y CONTEXTOS MATERIALES

S. F. Ramallo Asensio & A. Quevedo Sánchez (eds.)

Las ciudades de la Tarraconense oriental entre los s. II-IV d.C. Evolución urbanística y contextos materiales

Las ciudades de la Tarraconense oriental entre los s. II-IV d.C : evolución urbanística y contextos materiales / ed. Sebastián F. Ramallo y Alejandro Quevedo.-- Murcia : Universidad de Murcia. Servicio de Publicaciones, 2014. 344 p.-- (Editum) 978-84-16038-63-3 España-Restos arqueológicos romanos. Ramallo Asensio, Sebastián F. Quevedo Sánchez, Alejandro Universidad de Murcia. Servicio de Publicaciones. 904(460)

Este trabajo se enmarca dentro del proyecto de investigación DGICYT (HAR 2011-29330/HIST): "Carthago Nova: topografía y urbanística de una urbe mediterránea privilegiada", parcialmente financiado con fondos FEDER. A su vez, se ha realizado en el marco del laboratorio de excelencia LabexMed Les sciences humaines et sociales au coeur de l'interdisciplinarité pour la Méditerranée, referencia 10-LABX-0090. Asímismo, este trabajo se ha beneficiado de una ayuda del estado francés gestionada por la Agence Nationale de la Recherche, dentro del proyecto Investissements d'Avenir A*MIDEX, referencia nº ANR-11-INDEX-0001-02. Este libro ha sido sometido a un proceso de revisión mediante el sistema de doble par ciego.

1ª Edición 2014 Reservados todos los derechos. De acuerdo con la legislación vigente, y bajo las sanciones en ella previstas, queda totalmente prohibida la reproducción y/o transmisión parcial o total de este libro, por procedimientos mecánicos o electrónicos, incluyendo fotocopia, grabación magnética, óptica o cualesquiera otros procedimientos que la técnica permita o pueda permitir en el futuro, sin la expresa autorización por escrito de los propietarios del copyright. © Universidad de Murcia. Servicio de Publicaciones, 2014

I.S.B.N.: 978-84-16038-63-3 Depósito Legal: MU-1046-2014 Impreso en España | Printed in Spain Imprime: Servicio de Publicaciones. Universidad de Murcia C/ Actor Isidoro Máiquez 9. 30007 MURCIA

Índice Prólogo Capítulo 1 Crisi urbana e invasioni barbariche: spunti archeologici dall’Italia Cispadana del III secolo d.C. Crisis urbana e invasiones bárbaras: reflexiones arqueológicas sobre la Italia Cispadana del s. III d.C.

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Capítulo 2 El fin del sueño urbano en Iulia Livica (Llívia, Cerdaña)

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Capítulo 3 Transformación de los espacios urbanos en Baetulo. Siglos II al IV d.C.

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Capítulo 4 Las transformaciones urbanas en Tarraco. El ámbito doméstico a finales del altoimperio.

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Capítulo 5 Elementos urbanísticos de abandono y una posible crisis estructural en la ciudad de Dertosa (Hispania Citerior) en el siglo II d.C.

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Capítulo 6 Monumentalización y regresión urbana en un municipio flavio del norte del convento jurídico Cesaraugustano: Los Bañales de Uncastillo

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Capítulo 7 La evolución de los centros urbanos en Hispania a través de su pintura mural (s. II-IV d.C.)

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Capítulo 8 Contextos cerámicos, desarrollo urbano y abandono del municipio romano de Edeta (Llíria, Valencia). S. III–IV d.C.

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Capítulo 9 Nuevos datos sobre la Colonia Iulia Ilici Augusta (s. II-IV d.C.)

275

Capítulo 10 El ocaso de los edificios de Spectacula en Hispania. El anfiteatro romano de Carthago Nova.

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Agradecimientos Vaya nuestro más sincero agradecimiento a las personas e instituciones que, en una coyuntura difícil, han hecho posible este libro. En primer lugar a todos aquellos que contribuyeron a la celebración del coloquio internacional de Cartagena en 2012: a la Universidad de Murcia, a la Casa de Velázquez, representada por su entonces director de estudios de época Antigua y Medieval Daniel Baloup, a nuestro colega Laurent Brassous de la Universidad de La Rochelle y al Teatro Romano de Cartagena. Gracias a su apoyo entusiasta la directora de este último, Elena Ruiz Valderas, consiguió que a pesar de las dificultades del momento el encuentro estuviera a la altura de los realizados previamente por la institución. En segundo lugar a los autores, por su trabajo. Por último, a quienes con su generosidad han permitido materializar este proyecto. Al Servicio de Publicaciones de la Universidad de Murcia a través de su director, Conrado Navalón Vila y su responsable de gestión editorial, Mª José García Tejera, y al laboratorio de excelencia LabexMed (Universidad de Aix-Marsella), encarnado por su directora, Brigitte Marin, y su estupendo equipo.

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Prólogo Sebastián F. Ramallo y Alejandro Quevedo

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radicionalmente los períodos considerados de cambio, resultado de procesos que pueden durar años o incluso décadas, suelen interpretarse bajo dos prismas diferentes y en ocasiones contrapuestos: bien como resultado de una crisis profunda relacionada con acontecimientos traumáticos –guerras, invasiones, hambrunas, epidemias…–, bien como fruto de una paulatina pero intensa adaptación a situaciones que desembocan en nuevas realidades sociales, urbanas y culturales. En el ámbito de la Antigüedad el siglo III marca uno de estos momentos, en torno al cual existe un debate secular que arranca con el célebre trabajo de E. Gibbon. La polémica “crisis” de esta centuria sigue generando a día de hoy una profunda controversia entre quienes la tratan como un producto historiográfico (Bravo, 2013) y quienes consideran su negación “ya sólo un episodio en la historia de nuestra ciencia” (Alföldy, 2013: 21). Por su carácter de fase de transición entre el Alto Imperio y la Antigüedad Tardía y por el descenso de las evidencias literarias y epigráficas respecto a períodos anteriores, su interpretación resulta compleja, especialmente en las provincias occidentales del Imperio. A nivel peninsular los trabajos de síntesis realizados hasta la fecha ponen de relieve un hecho evidente: que la comprensión de esta etapa pasa por el estudio de las diversas ciudades y su situación (Cepas, 1997; Kulikowski, 2004, Diarte, 2012), reflejando, desde una órbita local/regional, los cambios acontecidos a escala imperial. Lo dilatado en el tiempo de algunos de éstos y la necesidad de vislumbrar su origen y posterior consolidación hace que la aproximación

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cronológica no se ciña exclusivamente al siglo III, imponiéndose una visión más amplia que desborda los límites de la centuria. Los constantes avances mantienen viva la discusión historiográfica. En algunos casos se desmontan antiguos tópicos, demostrando por ejemplo la vitalidad de la mayoría de capitales de provincia tras la reforma de Diocleciano (Brassous, 2011). En otros, a raíz de los recientes hallazgos arqueológicos, se retoman teorías que hasta la fecha eran tachadas de catastrofistas por la historiografía, como la de las razzias bárbaras (Járrega, 2008). Así, en línea con diversos países europeos, en los últimos años se están planteando revisiones sobre la transformación y el desarrollo de las ciudades romanas tras sus primeros siglos de existencia. Dos décadas después de la primera reflexión sobre el caso hispano (AA.VV., 1993), la vigencia de la problemática queda de manifiesto por el interés que suscitó el coloquio internacional celebrado en Cartagena los días 23 y 24 de marzo de 2012: ¿Crisis urbana a finales del Alto Imperio? La evolución de los espacios cívicos en el Occidente romano en tiempos de cambio (s. II-IV d.C.). La reunión, organizada por la Casa de Velázquez, la Universidad de Murcia y la Fundación Teatro Romano de Cartagena, carece de actas. El germen del coloquio ha dado lugar a dos obras que incluyen colaboraciones externas y presentan matices diferentes en cuanto al tratamiento de las temáticas, a pesar de lo cual son indudablemente complementarias entre sí. La primera, en curso de publicación por la Casa de Velázquez en colaboración con las universidades de La Rochelle y Murcia, concierne la evolución de la edilicia pública en una vasta región del Imperio: Urbanisme civique en temps de "crise". Les espaces publics dans les villes d'Hispanie et de l'Occident romain entre le IIe et le IVe s. apr. J.-C. La segunda, que aquí presentamos, se articula en torno a una misma unidad política y espacial, Hispania Tarraconensis, con una especial atención a la evidencia arqueológica. El ámbito cronológico, idéntico en ambos casos, recuerda la estrecha relación entre los dos volúmenes y su origen común. La presente obra pone el acento en la que fuera la mayor provincia del solar hispano, especialmente su zona más oriental. Éste recae particularmente en la documentación arqueológica y más concretamente en la de carácter ceramológico: una elección que no es casual. Uno de los principales problemas a la hora de profundizar en el conocimiento de los centros urbanos reside en la ausencia de horquillas cronológicas relativamente ajustadas –al menos en períodos de 50 años– con las que poder fechar el inicio de ciertos cambios. Los contextos materiales aportan una documentación que completa a las fuentes

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escritas, independientemente de su soporte, y en ocasiones constituyen la única existente. De este modo se observa que en algunos centros diversas transformaciones acontecen ya en época anterior, a partir de finales del s. II d.C. Para otros, sin embargo, la revisión de materiales y estratigrafías lleva a rebatir antiguas teorías sobre una ruptura en su ocupación. Abandonos, destrucciones y continuidad se intercalan a lo largo de diez capítulos en una revisión que no concierne exclusivamente a los espacios públicos. Siguiendo la estela de otros trabajos como los desarrollados para el área centroeuropea (Schatzmann y Martin-Kilcher, 2011) o la vecina Gallia Narbonensis (Fiches, 1996), esta obra nace con la intención de recoger para el debate nuevos casos de estudio regionales. Como particularidad cabe destacar la contribución que abre el volumen, consagrada a la Italia Cispadana del s. III d.C. Los paradigmáticos hallazgos de diversas ciudades de la zona invitan a una sugerente reflexión sobre la relación entre historia y arqueología y suponen un contrapunto respecto a lo que acontece en otras áreas del Imperio. Asimismo, también se consagra un capítulo a la pintura mural en Hispania, junto con la cerámica otra de las evidencias arqueológicas que permite un acercamiento material a la situación de los centros urbanos en el período tratado. El resto de aportaciones se centran, como bien subraya el título, en la Tarraconense, incidiendo en cuestiones planteadas hace años, en especial para el área catalana (Keay, 1981). La selección que se presenta resulta sin duda parcial y debe ser contrastada con diversos ejemplos del mismo territorio –como Tarraco, Valentia, Lucentum o Carthago Nova, sólo por citar algunos– incluidos en el volumen paralelo surgido al amparo del coloquio internacional de Cartagena. En definitiva el objetivo de esta compilación no es otro que ofrecer una serie de datos inéditos sobre la cambiante realidad arqueológica de la provincia durante los s. II-IV d.C. con los que enriquecer el debate y trazar una actualizada lectura histórica. Murcia – Aix-en-Provence, Abril 2014

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BIBLIOGRAFÍA AA. VV. (1993). Ciudad y comunidad cívica en Hispania (Siglos II y III d.C.), Cité et communauté civique en Hispania. Actes du colloque organisé para la Casa de Velázquez et par le Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 25-27 janvier 1990. Madrid. Alföldy, G. (2013). “El Imperio romano durante los siglos II y III: continuidad y transformaciones”, en J. M. Macias y A. Muñoz Melgar. Tarraco christiana ciuitas. Sèrie Documenta, 24, 13-30. Tarragona. Bravo, G. (2013). “¿Crisis del Imperio romano? Desmontando un tópico historiográfico”. Vínculos de Historia, 2, 13-26. Brassous, L. (2011): “L’identification des capitales administratives du diocèse des Espagnes”, en A. Caballos y S. Lefèbvre. Roma generadora de identidades. La experiencia hispana. Colléction de la Casa de Vélazquez, 123, Madrid, 339-353. Cepas Palanca, A. (1997). Crisis y continuidad en la Hispania del siglo III. Anejos de Archivo Español de Arqueoloía, 17. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Diarte Blasco, P. (2012). La configuración urbana de la Hispania tardoantigua. Transformaciones y pervivencias de los espacios públicos romanos (s. IIIVI d.C.), BAR International Series, 2429, Oxford. Fiches, J.-L. (1996). Le IIIe siècle en Gaule Narbonnaise, données régionales sur la crise de l’Empire. Actes de la table ronde du GRD 954 (Aix-en-Provence, La Baume, 1995). Valbonne: éditions APDCA. Járrega Domínguez, R. (2008). “La crisis del segle III a l'área compresa entre Tarraco i Saguntum: aproximació a partir de les dades arqueològiques”, en J. M. Nolla. El camp al segle III: de Septimi Sever a la Tetrarquia. The countryside at the 3rd century. From Septimius Severus to the Tetrarchy. Studies on the Rural world in the Roman period. Girona: Universitat de Girona, 105-140. Keay, S. J. (1981). “The Conventus Tarraconensis in the Third century A.D.: crisis or change?”, en A. King y M. Henig. The Roman West in the Third Century. Contributions from Archaeology and History, BAR International Series, 109, Oxford, 451-486. Kulikowski, M. (2004). Late Roman Spain and its Cities, Baltimore/Londres: John Hopkins University Press.

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Capítulo 6

Monumentalización y regresión urbana en un municipio flavio del norte del convento jurídico Cesaraugustano: Los Bañales de Uncastillo* Javier Andreu Pintado Universidad de Navarra [email protected] Juan José Bienes Calvo Fundación Uncastillo / Los Bañales [email protected] Ángel A. Jordán Lorenzo Fundación Uncastillo / Los Bañales [email protected]

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El presente trabajo se integra en las actividades del Plan de Investigación que –por encargo y financiación de la Dirección General de Patrimonio Cultural del Departamento de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón y la dirección de la Fundación Uncastillo– se viene llevando a cabo en el yacimiento arqueológico romano de Los Bañales (Uncastillo, Zaragoza) (http://www.losbanales.es).

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1. INTRODUCCIÓN.

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esde mediados de los años noventa, la historiografía sobre Historia Antigua y Arqueología Peninsulares ha sostenido un apasionante y dilatado debate respecto de las dimensiones de la denominada crisis del siglo III d. C. –e, incluso, respecto de la existencia y realidad de aquélla1– y, también, respecto del modo cómo dicho ciclo –de haberse producido– afectó a la vida municipal hispanorromana. A modo de grosero resumen de las posturas vertidas sobre la cuestión podría decirse que la historiografía no española ha llamado normalmente la atención, sin demasiadas reservas, respecto de la crisis institucional y también urbanística del modelo de ciudad que la documentación disponible –fundamentalmente arqueológica– permite documentar para las provincias hispanas –o, al menos, para gran parte de sus ciudades– a partir del siglo III d. C. –si no algo antes, en algunos casos– por más que, ocasionalmente, haya tratado de presentar esas realidades como simples transformaciones funcionales propias de una nueva época2. En una postura totalmente opuesta, los investigadores españoles –encabezados, además, por los muy meritorios trabajos y planteamientos globales de J. Arce3– se han mantenido divididos entre quienes restan importancia a los clásicos componentes de esos cambios4 –a saber, los efectos de las invasiones, los problemas de gestión institucional y política de la vida municipal y la dicotomía campo/ciudad5– y quienes, por el contrario, advierten que esos cambios, en realidad, evidencian que a nivel local y municipal, la ciudad hispanorromana pasó no pocas dificultades a partir de la segunda centuria de nuestra Era como, a nuestro juicio con muchísima claridad, anotara en su día G. Alföldy en un bien conocido trabajo6. No obstante a polarizarse en torno a dos posturas claramente contrapuestas, ese debate historiográfico siempre ha reconocido que el fenómeno discutido es suficientemente complejo como para ser resuelto con una aproximación general o global que no tenga en cuenta los casos particulares y el análisis exhaustivo de la documentación7, por otra parte, siempre problemática a nivel

1. Strobel, 1993, Witschel, 1999 o De Blois, 2006 y, para el ámbito hispano, como valoración general, Witschel, 2009. 2. Liebeschuetz, 2001: 414 o Kulikowski, 2006: 133-135. 3. Arce, 1993 y 2002. 4. Por ejemplo los muy útiles trabajos de Cepas, 1997 y de Pérez Centeno, 1999. 5. Pérez Centeno, 1999: 423. 6. Alföldy, 1998. 7. Sillières, 1993: 151-152 o Arce, 1993: 177.

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de registro y de datación8. Es por ello que trabajos recientes –como el muy útil de P. Diarte9–, excavaciones en curso, e iniciativas como las del presente volumen ayudarán a calibrar de un modo más claro un panorama –el de las transformaciones urbanas acaecidas en gran parte de las ciudades hispanorromanas a partir de finales del siglo II d. C.– que ya habían subrayado algunas aproximaciones regionales al fenómeno al menos para la antigua Tarraconense10, sobre la que ahora, oportunamente, se vuelve. En relación con este asunto es evidente –como se ha dicho antes– que la apertura de cualquier nueva excavación arqueológica en el solar de cualquiera de las antiguas ciudades que formaron parte de la trama urbana de la Tarraconense es una buena noticia para la investigación más si ésta se inicia en una zona como la estratégica del Valle del Ebro, objeto de atención ya por la investigación respecto de la cuestión11 y que, a nuestro juicio, y por más que quieran matizarse sus componentes, manifiesta en núcleos urbanos de diverso rango estatutario como Caesar Augusta –la capital del distrito jurídico que articuló todo el Ebro Medio en época romana, el conuentus Caesaraugustanus–, Bilbilis, Labitolosa, Calagurris o Pompelo, evidencias de notables –y, a veces apresuradas– transformaciones de carácter urbanístico –cuando no de tempranos abandonos12– a partir de, al menos, la época antonina, evidencias, sin duda de que, verosímilmente –como expresaran con acierto G. Alföldy o M. Martín-Bueno13– la aeternitas ciuitatis14 no fue algo claramente consustancial a la ciudad hispanorromana que, por lo que parece, no debió ser un fenómeno de “larga duración”. Precisamente, las campañas anuales de excavación ar8. 9. 10. 11.

Cepas, 1997: 225. Diarte, 2012. Gutiérrez Lloret, 1988: 328-329, Fuentes, 1993: 185 o Hernández Guerra y Jiménez de Furundarena, 2004. A este respecto deben verse las síntesis de Cepas, 1997: 227-230 y de Pérez Centeno, 1999: 107-145 que trazan un panorama detallado al respecto. A nuestro juicio ambos trabajos –extraordinariamente útiles– convierten en indicios del mantenimiento de la vida urbana en la zona a partir del siglo III d. C. cuestiones tales como la multiplicación del poblamiento rural (Pérez Centeno, 1999: 136) o la vitalidad exhibida por la red viaria entre Adriano y Constantino (Pérez Centeno, 1999: 143 y Cepas, 1997: 228) perfectamente datada por los miliarios (Lostal, 1992: 271-273) cuando ambos aspectos tienen más que ver con el nuevo protagonismo del campo (Kulikowski, 2001) como envés de una crisis urbana que esos mismos trabajos no dejan de constatar para casos concretos y sobre la que, además, para un espacio geográfico bien delimitado de dicho territorio, el atribuido por las fuentes antiguas a los Vascones, volvimos nosotros mismos, con los últimos datos, no hace mucho (Andreu et alii., 2011). Al respecto véase también, para todo el Ebro Medio, Beltrán Lloris, 2000. 12. Para estos datos, con toda la bibliografía, remitimos a Diarte, 2012: 84-92 o 93-96, para Caesar Augusta y Calagurris y, al menos, a Martín-Bueno y Núñez, 1993: 132, Magallón, Navarro et alii., 2003: 344-345 y Ramírez Sádaba, 2008: 22-23 para Bilbilis, Labitolosa y Pompelo, respectivamente. 13. Alföldy, 1998: 26 y Martín-Bueno, 1999. 14. Cic. Rep. 1, 7.

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queológica que –desde el año 2009 y, ya de manera ininterrumpida, hasta la actualidad– realizamos en la ciudad romana de Los Bañales, al sur del zaragozano término municipal de Uncastillo –solar de un probable municipio flavio aun de nombre ignoto15 – se están convirtiendo –desde la primera campaña de campo– en una importante fuente de información respecto de la cuestión de si el sistema municipal romano resultó o no sostenible16 y, de no serlo, respecto del momento desde el cual aquél manifestó sus primeras dificultades y de qué modo éstas dejaron huella sobre el registro arqueológico. El hecho de que Los Bañales disfrutase, casi con total seguridad, del estatuto jurídico municipal flavio –el último hito en la integración jurídica de las comunidades indígenas en las Hispanias– añade, si cabe, mayor atractivo al enclave y a su evolución desde una perspectiva simplemente histórico-política además, naturalmente, de otra arqueológica y urbanística, material.

2. LA CIUDAD ROMANA DE LOS BAÑALES. Con una extensión estimada en algo más de veinte hectáreas de superficie, la ciudad romana de Los Bañales se extendió en época romana por una notable llanura abierta al sur del cerro de El Pueyo, un montículo de 567 m de altitud que debió concentrar el poblamiento antes de la llegada de Roma a la zona en el primer cuarto del siglo II a. C. y que, según los últimos sondeos, acogió un asentamiento de entidad aun difícil de calibrar en época tardoantigua llegando éste, al menos, hasta el siglo VIII d. C. (Fig. 1) y tal vez como corolario final de la vida de la ciudad asentada a sus pies entre los siglos I a. C. y III d. C. En relación con la vía romana que, desde Caesar Augusta y buscando el Pirineo17, abrieron por la zona las legiones romanas (ERZ 9 de Ejea de los Caballeros e IRMN 1, de Castiliscar), el enclave debió vivir un primer desarrollo monumental en época augústea y julio-claudia –momento en que, por ejemplo, varios contextos cerámicos con material indígena permiten fechar la construcción 15. Existe ya una nutrida lista bibliográfica sobre este enclave, encabezada por Andreu 2011a que remite, además, a todos los trabajos previos lo que nos exime de citarlos aquí nuevamente. Dado que el recorrido histórico por el yacimiento fue ya trazado en dicho trabajo (pp. 26-49) aquí introduciremos sólo aquellos datos –y aquellas referencias bibliográficas– que o bien tengan que ver con el horizonte de estudio de este volumen o supongan una novedad respecto de lo allí indicado. 16. Sobre esta cuestión –que, seguro, habrá de merecer una mayor atención en la investigación– pueden consultarse el clásico trabajo de Jacques, 1984: 337-351 además del planteamiento global de Delmaire 1996 y, en castellano, el de Pereira, 2004. La problemática hispana fue también trazada por Le Roux, 1993. 17. Moreno, 2009.

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Fig. 1. Helifoto cenital de la parte central de la ciudad romana de Los Bañales (Foto: 3D Scanner Patrimonio e Industria). 1. Cerro de El Pueyo, 2. Espacios doméstico-artesanales, 3. Foro, 4. Zona doméstica peristilada, 5. Termas.

del foro amortizando antiguos espacios tardorrepublicanos y otros con fragmentos de sigillata itálica y gálica atestiguan una reforma de ese mismo foro no más tarde de época neroniana– adquiriendo sólo su estatuto municipal algo más tarde, en época flavia, a juzgar por la Quirina tribus de dos de sus, supuestamente, más ilustres y conocidos ciudadanos, C. Atilius Genialis y L. Atilius Festus, atestiguados en el vecino acotado funerario de los Atilios, en Sádaba (CIL II, 2973). Como se anotó más arriba, los trabajos arqueológicos llevados a cabo en los últimos años –y de los que se aportan pormenores y avances a continuación– permiten constatar cómo esa ciudad debió experimentar

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algunas notables dificultades a partir del último cuarto del siglo II d. C. estando constatado el abandono de parte de la misma no más tarde de los inicios del siglo siguiente, el III d. C., por más que los hallazgos numismáticos sueltos y en superficie nos obliguen a pensar en una aun indefinida pervivencia del poblamiento durante el siglo IV d. C. que, sin embargo, la cultura material no parece ayudar –por el momento– a definir con claridad18.

2. 1. El espacio doméstico-artesanal junto a las termas públicas. En la primera campaña de excavaciones arqueológicas llevada a cabo en la ciudad romana de Los Bañales se procedió a la excavación de un espacio que –ubicado al Oeste de las termas públicas del municipio– resultaría, finalmente, ocupado por una vivienda cuya planta –de forma rectangular, alargada y algo irregular– contaba con una longitud máxima de 22 m y una anchura máxima de 8,5 m que conformaba un espacio de unos 250 m2 de extensión19. Este espacio se encontraba, además, organizado en torno a un muro en opus quadratum almohadillado de muy buena factura –conservado en altura hasta 1,30 m y con una longitud de 9,30 m– que presentaba, además, restos de estuco y pintura mural en su zócalo inferior correspondiendo, además, dicho lugar al cierre de una estancia con restos de pavimento de terrazo blanco en la que se denunciaba, además, por su rotura, el robo de un antiguo muro (Fig. 2). El aparejo de este muro, que, como se ha dicho, hace de fondo del espacio remite, además, a los que, con idéntico aspecto, han 18. El abandono del espacio doméstico-artesanal sobre el que seguidamente se volverá está rigurosamente fechado por un antoniniano de Caracalla, del 214 d. C. (RIC 528, publicado en Andreu, Peréx y Bienes, 2011: 121) además de que los materiales recogidos en los niveles de ocupación –con abundante sigillata hispánica y un considerable lote de cerámica engobada– no han aportado materiales posteriores al siglo III d. C. El catálogo numismático recogido en la ciuitas –y, en su mayor parte, en superficie, por tanto de manera descontextualizada– incluye algunas piezas de finales del siglo III y del siglo IV d. C. como un antoniniano de Claudio Gótico del 268-270 d. C. (RIC 57f) o un nummus de Constancio II del 353-358 d. C. (RIC 269). La cerámica que ha sido objeto de estudio –fundamentalmente a partir de la revisión de los materiales procedentes de las campañas que, entre 1972 y 1979, llevó a cabo en el lugar A. Beltrán Martínez– arroja poco representativos porcentajes de materiales tardíos (Lasaosa, 2011: 347-349) lo que, hasta la fecha, permite mantener como bastante plausible la idea de un abandono de, al menos, gran parte de la ciudad, no más tarde del siglo III d. C. Sí consta –gracias al hallazgo de un félus islámico asociado a una serie de materiales de tradición altomedieval en unos localizados sondeos en la parte meridional de la segunda terraza del cerro de El Pueyo– el mantenimiento de un reducto de población en la parte alta de la ciudad sin que el lapso entre el más que probable abandono de la parte baja –durante el siglo III d. C.– y la evidencia del siglo VIII d. C. aportada por los sondeos estratigráficos del cerro de El Pueyo pueda explicarse, históricamente, todavía, como más adelante detallaremos. 19. Para la estructura de este espacio véase Uribe, Bienes y Hernández Vera, 2011: 253-256.

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Fig. 2. Detalle del paramento de opus quadratum almohadillado que articulaba la organización del espacio excavado en 2009 en Los Bañales (Foto: J. J. Bienes).

sido localizados en la parte baja del foro de la ciudad romana (Fig. 7) y que, por tanto, habría que relacionar con el urbanismo alto-imperial de la ciuitas, como más adelante se verá. Al citado muro de fondo se adosan en la construcción que nos ocupa otra serie de paramentos mucho más circunstanciales –la mayor parte de ellos en sillarejo o en sillares de diversos tamaños y formas (Fig. 3) nada isodómicos– que evidencian una reorganización urbana de ese espacio por otra parte, además, bastante violenta dado que incorpora notables elementos de spolia robados y acarreados de otras construcciones. De estos elementos reaprovechados, el más significativo es una estructura formada por tres tambores de columna tumbados e introducidos hasta la mitad en el suelo de una habitación que, posteriormente, se tallaron dejando una superficie plana de 2 x 0,60 m pensada para servir de banco o cama junto a la pared y cerca de uno de los fogones de la estancia principal del conjunto (Fig. 4). Entre esos spolia –también atestiguados en forma de tambores de columnas y pilares en el patio del espacio que aquí analizamos– en la parte delantera del conjunto se localizaron una serie de apoyos de pilares que habían sido colocados sobre un relleno de grava compactada que, anulando parte de la calle que ponía en contacto estos espacios con la zona de propignea de las vecinas termas –calle

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Fig. 3. Muro de prolongación del anterior (Fig. 2) en la zona doméstica excavada en 2009 en Los Bañales (Foto: J. J. Bienes).

pavimentada con piedras redondeadas por el pisado, con rodaduras marcadas y reparaciones varias con gravas– habría generado una rampa para unir el nuevo nivel de la calle con la nueva estructura doméstica que venimos co-

Fig. 4. Spolium de columna reutilizada como banco en la estancia principal de la zona doméstico-artesanal de Los Bañales (Foto: J. J. Bienes).

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mentando salvando así el desnivel original de casi 80 cm existente entre ambos puntos. Precisamente, fue en el relleno de construcción de esa rampa en el que, entre abundantes fragmentos de sigillata hispánica formas 29 y 37 se localizaron dos singulares piezas con improntas de moneda de Marco Aurelio –recientemente estudiadas20– y que, unidas a los aludidos contextos cerámicos, aportarían la cronología post quem de la reorganización de este espacio: último tercio del siglo II d. C. La ocupación de ese espacio –tanto por los datos numismáticos antes citados como por el material recuperado en la excavación– no parece pasaría del siglo III d. C., momento en que éste sería abandonado. Por tanto, los trabajos de 2009 y 2010 en ese espacio doméstico-artesanal ubicado junto a las termas públicas de la ciudad romana de Los Bañales permitieron constatar cómo en un momento impreciso de finales del siglo II d. C. esa zona de la ciudad estaba notablemente expoliada quedando, tal vez, del urbanismo original del espacio sólo el muro de fondo en torno al cual se reorganizó la nueva instalación, posiblemente, además –por el lote de material óseo que aportó– relacionada con, al menos, la distribución de este tipo de artículos de hueso y con la realización en él de otra serie de actividades artesanales varias21. Tal vez para entonces, ya se había expoliado parte de los muros que conformaban la trama urbanística de la ciudad en esa parte baja de la ladera meridional del cerro de El Pueyo. Como podrá suponerse, con los datos de que disponemos es imposible resolver qué tipo de edificio fue amortizado para la construcción de este nuevo conjunto si bien el carácter monumental del paramento del muro de fondo y su semejanza con otros localizados en la parte alta del foro, además de la proximidad del conjunto al propio espacio forense y a la que, presuntamente, debió ser su fachada meridional, permiten pensar en una obra de uso público –¿tal vez un área de tabernae?– ahora reocupada y reorganizada para fines industriales y residenciales privados, fenómeno éste de la inserción de construcciones de carácter parasitario que es bien conocido –para la misma época de finales de la segunda centuria de nuestra Era– en Emporiae22, en Tarraco23, o en Segobriga24 y para el que, además, no falta legislación punitiva y coercitiva de época tardía que, como 20. 21. 22. 23. 24.

Andreu, 2011b. Andreu, 2013. Sanmartí, 1984: 111. Ruiz de Arbulo, 1993: 112. Almagro Gorbea y Abascal, 1999: 156. Singular es, también, el caso de Corduba cuyo foro provincial también terminó sus días transformado en un espacio mixto doméstico-artesanal dedicado a la producción de objetos de hueso (Ventura, 1991: 263-264).

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puede suponerse, evidencia la manifestación habitual del fenómeno25. Por su parte, el abandono de barrios completos de la ciudad a partir del tercer cuarto del siglo II o en los comienzos del siglo III d. C. es bien conocido en casos como los de las ciudades hispanas de Dianium26, Munigua27 o Pollentia28, entre otros. Respecto de este conjunto –y al margen de los elementos cronológicos que sólo futuras intervenciones en el resto del espacio urbano habrán de certificar demostrando, además, si el fenómeno, como parece, fue general en la ciudad o sólo circunscrito a esta barriada del enclave– resulta especialmente interesante el empleo de spolia en la reorganización urbanística de la zona. Hoy sabemos que esta práctica –contra la que Valentiniano y Valente hubieron de legislar durante el siglo V d. C.29– constituyó uno de los fenómenos más característicos del nuevo –y, efectivamente, transformado30– paisaje urbano de muchas de las ciudades hispanas tardoantiguas31. Se ha escrito en ocasiones que la ciudad tardorromana sencillamente se transformó respecto de la ciudad altoimperial, que no se arruinó ni desapareció32. Sin embargo, es evidente que un fenómeno como el de los spolia, el acarreo de material constructivo de otras construcciones –en el caso, además, de la columna reutilizada en el espacio que nos ocupa de la ciudad romana de Los Bañales, por sus dimensiones, verosímilmente procedente de algún espacio público, tal vez, incluso, del propio foro– para su uso privado evidencia que –como señaló G. Alföldy33– en el momento en que dicho fenómeno se inicia las ciudades ya no funcionan como municipia una vez que ya no son capaces de garantizar el mantenimiento de las cuestiones públicas y, en particular, de las publicis usibus destinata34, los edificios públicos, ámbito de competencia, como es sabido, fundamental en la legislación municipal35. Como hemos señalado en otro lugar36, no deja de resultar sintomático que la ciudad romana de Los Bañales –que debió al25. 26. 27. 28. 29. 30. 31. 32. 33. 35. 36.

Cod. Theod. 15, 1, 38, del 398 d. C. o 15, 1, 46, del 406 d. C. Para todas ellas, véase Janvier, 1969: 353-366. Gutiérrez Lloret, 1988: 329. Sillières, 1993: 147, con bibliografía. Arribas y Tarradell, 1987: 133. Cod. Theod. 15, 1, 14, del 365 d. C. Kulikowski, 2006: 135 Para un estudio detallado del fenómeno a través de los casos en que dichos spolia proceden de edificios públicos, véase Diarte, 2012: 256-257. Arce, 1993: 179. Alföldy, 1998: 26. Irn. 19 y 83 y Vrs. 98. Andreu, 2011a: 45-49.

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canzar la madurez institucional en época flavia, por tanto, en el último cuarto del siglo I d. C.– sufriera tan aguda crisis apenas una centuria más tarde como el conjunto aquí descrito parece demostrar. Apoyado sobre el voluntariado honorífico de las elites locales y sobre el constante y firme recurso al evergetismo de aquéllas37 es evidente que el sistema municipal romano –y, tal vez, en particular, el de los municipia Latina de promoción flavia– debió sufrir notables dificultades desde entrada la época antonina ante los primeros reveses económicos globales que afectaron, también a sus elites, poco a poco pauperizadas o, cuando menos, más interesadas en sus propiedades fundiarias rurales que en la auto-representación cívica. Muy probablemente, el aspecto de ciudades arruinadas que, para la provincia Tarraconense, nos presentan numerosos textos clásicos38 –verosímiles, por más que poéticos algunos, a juzgar por las evidencias arqueológicas– debió ser real excepto, acaso, en aquellos centros para los que, efectivamente, las propias fuentes literarias y, también, la documentación arqueológica y epigráfica, permiten constatar un cambio de tendencia política –y también, naturalmente, religiosa– que pudo explicar, tal vez, su recuperación y el mantenimiento de su esplendor durante los siglos IV, V y siguientes39 a veces con apoyos, incluso, del evergetismo imperial.

2. 2. El foro de la ciudad. Precisamente, fue la constatación de estas remodelaciones aparentemente prematuras en la historia urbanística de la ciudad romana de Los Bañales la que, a partir de 2010, nos llevó a concentrar los trabajos de excavación en el espacio que, interpretado como templo por J. Galiay, que lo excavó en su momento40, parecía esconder los restos uno de los edificios públicos de la ciudad pues dicho espacio podría aportar más información sobre la propia evolución institucional del municipio. Transcurridas ya tres campañas en dicho espacio, dicha construcción, a juzgar por el aspecto actual de su planta (Fig. 5) debe corresponder a la plaza pública de la ciudad romana, al foro municipal. Ya en el aparato gráfico con que nos obsequiaron las campañas de J. Galiay –cuyos materiales e informes, mientras se escriben estas líneas, siguen, sin embargo, 37. Jacques, 1984: 339-342. 38. Oros. 7, 22, 8 o Auson. Ep. 29, 50-61. 39. Véase al respecto Arce, 2002: 56, por ejemplo, además del panorama descrito por Kulikowski, 2006: 138-140, Arce, 2007 o Witschel, 2009: 489-495. Tres casos representativos fueron estudiados en detalle por Panzram, 2002. 40. Galiay, 1944: 16-18, con planta (Fig. 4).

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Fig. 5. Helifoto cenital del espacio forense de la ciudad romana (Foto: 3D Scanner Patrimonio e Industria). 1. Plaza, 2. Pórtico doble, 3. Área de edículas y exedras votivas, 4. Criptopórticos.

sin ser localizados– este espacio –y, en concreto el ángulo más noroccidental del mismo, que fue el que aquél excavó y sobre el que, en buena medida, han continuado los trabajos en curso– evidenciaba la presencia en el conjunto de reutilizaciones y de alteraciones varias que no debieron formar parte de la concepción original del conjunto, como un muro de aterrazamiento en sillares de arenisca ubicado en la trasera del muro de cierre, por el Oeste, del citado ángulo de la plaza o como los paramentos de sillarejo que, en los trabajos de limpieza de la campaña de 2010, fueron atestiguados entre los apoyos de los pilares que sostenían la estructura porticada doble con la que la plaza terminaba hacia dicho lado (Fig. 6) fenómeno éste que es bien conocido en otros casos del Occidente Latino41 y que atestigua la usual praxis de “deconstrucción de la ciudad42”, amortización de espacios y uso para fines privados de las construcciones públicas43 que, además –y como veremos a continuación– ha sido 41. Véase, por ejemplo, el caso de Arelate: Heijmans, 1996: 133. 42. Fuentes, 1999: 43 o Gutiérrez Lloret, 1993: 19 que, en expresión acertada, habla de una “involución de la ciudad”. 43. Sobre este hábito, con toda la bibliografía, véase Diarte, 2012: 253.

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Fig. 6. Tabicado con sillarejo de los intercolumnios del pórtico doble occidental del foro de Los Bañales (Foto: I. Mañas).

confirmada por doquier en el estudio del foro de Los Bañales a través de las dos últimas campañas de excavación por más que para algunos de esos fenómenos su datación esté todavía pendiente de confirmación. Articulado en torno a un gran ambulacrum central –cuyo pavimento en losas de arenisca ya debió ser saqueado en la antigüedad– presidido, en la parte Norte, por una estructura de antae gemelas con gradas de acceso al pórtico septentrional, de carácter doble, y al occidental, también porticus duplex, y con varias sustrucciones al modo de criptopórticos en la parte baja (Fig. 7) el foro de la ciudad romana de Los Bañales se construyó amortizando unas estructuras de habitación asociadas a materiales de tradición indígenas de difícil datación en el marco de la época republicana o del cambio de Era. La presencia de fragmentos de sigillata importada en las cenizas y escombros que constituían los rellenos constructivos de una de las ampliaciones –hacia el Sur– de la plaza permiten fechar una primera reforma del conjunto, que se ampliaría, en época julio-claudia44. Los recintos que, a modo 44. Para esta cronología y su relación con la general de los foros hispanorromanos puede verse Jiménez, 1987: 116-117.

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Fig. 7. Caja de cimentación en opus quadratum en la parte baja del foro de la ciudad (Foto: R. Luesma).

de sacella, se abrieron al porticus duplex occidental, a día de hoy sólo pueden fecharse –en dos de los casos, los más septentrionales– gracias a la aparición, in situ, de documentación epigráfica del siglo II d. C. –para el caso de la exedra absidiada, con textos alusivos a la disposición testamentaria de una tal Pompeia Paulla, ejecutada por sus herederos, ex testamento45– y del siglo I d. C. –para el caso de la edícula dedicada a la Victoria Aug(usta) por la munificencia de M. Fabius Nouus y Porcia Fauentina46– respectivamente sin que pueda precisarse en detalle el momento de la concepción original de dichos espacios que, al menos para el primero de los dos recintos citados, el de Pompeia Paulla, tal vez fuera algo anterior al momento de incorporación al mismo de los pedestales votivos dispuestos en la manda testamentaria de la citada munificente local. Si bien mientras se escriben estas líneas, no puede precisarse la fecha en que se inició la transformación funcional y la amortización de este espacio forense, sí hemos de dejar constancia aquí de la presencia de una serie de evi45. Jordán, 2012: 89. 46. Jordán y Andreu, en prensa y Jordán y Andreu, 2013

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Fig. 8. Murete de sillarejo –en primer término– clausurando el acceso a la edícula que, promovida por M. Fabio Novo y Porcia Faventina a mediados del siglo I d. C. se abría al pórtico occidental del foro (Foto: Á. A. Jordán).

dencias de reutilización y transformación de varios espacios del mismo que, probablemente, puedan conectarse con los episodios de dificultad urbanística que, para la ciudad romana de Los Bañales, reveló la excavación de la zona doméstico-artesanal de la parte baja de la ciudad y que, como se dijo, se operaron a finales del siglo II d. C., fecha que, pese a no estar confirmada todavía para el foro de la ciuitas que nos ocupa, no resultaría extraña si se analizan casos como los de los foros de Asturica Augusta, Baelo Claudia, Caesar Augusta, Cartama o Emporiae, entre otros, cuya amortización comenzó ya a finales del siglo II d. C, y se consumó definitivamente en el siglo IV d. C47. En primer lugar, está constatado el cierre –con un murete de sillarejo (Fig. 8), primero y, después, con un relleno de anulación– de la edícula más septentrional del conjunto, otrora espacio representativo de los notables locales de las familias Fabia y Porcia. Además, el recinto que albergó las dedicaciones votivas 47. Véase, para cada cas, con bibliografía, Diarte, 2012: 47, 66, 86 y 114 además de Sillières, 1993: 147, con más ejemplos béticos como Munigua o Baelo Claudia.

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Fig. 9. Detalle de las cunas labradas en la moldura de base de los pedestales de la exedra de Pompeya Paula, abierta al área occidental del foro (Foto: Á. A. Jordán).

promovidas por Pompeia Paulla evidencia, en la base moldurada de los pedestales que contenían los textos de las dedicaciones, la apertura de dos cunas (Fig. 9) que tal vez pueda relacionarse con la imprecisa reutilización de ese espacio en época tardía o con las actividades relacionadas con su desmonte y expolio definitivo subsiguiente a su abandono. Tanto en ese lugar como en el último recinto que se ha excavado hasta el momento existen evidencias, además, del robo de bloques del conjunto arquitectónico e, incluso, de las propias inscripciones. El fenómeno atestiguado en la exedra de Pompeia Paulla está, por ejemplo, bien refrendado en el foro de Valeria donde una de las exedras fue empleada como redil de animales48 o en el ninfeo de Tarraco que acabó sus días convertido en un conjunto de cobertizos delimitados con muros de mampostería49. Más evidentes, aunque igualmente imposibles de fechar con exactitud hasta el momento, resultan los testimonios de actividades económicas relacionadas con el desmonte y la ruina del foro y que, como es sabido, también 48. Fuentes, 1993: 187 y, antes, 1987: 72. 49. Ruiz de Arbulo, 1993: 112.

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son habituales en los foros hispanos entre el siglo II y el IV d. C50. Así, en uno de los cajones de cimentación del foro de Los Bañales fue excavado, en la campaña de 2011, un extraordinariamente bien conservado horno de sillarejo con placa rubefactada de combustión en gravas y tierra apisonada (Fig. 10) que, tal vez, pueda ponerse en relación con el abundante lote de fragmentos troceados de material escultórico en mármol blanco – fundamentalmente de Paros (Grecia)51– incluyendo fragmentos de togati y de thoracati que ha sido hallado en las inmediaciones de aquél (Fig. 11) por más que, de momento, Fig. 10. Horno de función indeterminada adosado a una de las cajas de cimentación del foro de la ciudad romana (Foto: ambos elementos no puedan J. J. Bienes). ser conectados con total seguridad a espera de que culminen las excavaciones en dicha zona que se han prolongado durante los años 2013 y 2014. De igual modo, tanto en el pórtico occidental –sobre el preparado en arenisca derivado del robo de las losas del pavimento original–, como junto al depósito de fragmentos escultóricos en mármol, han sido localizados restos de piezas escultóricas de bronce (Fig. 12) algunas de ellas, además, asociadas a niveles de combustión y fundición. Todo ello, como es obvio, nos habla de la instalación en el antiguo recinto del foro –tanto a sus pies como en uno de los pórticos– de talleres particulares orientados al aprovechamiento de los antiguos materiales constructivos en un fenómeno de privatización del espacio público –adhaerentia aedificia priuatorum publicis aedibus reza textualmente el Codex Theodosianus52 – que – 50. Con carácter general véase el repertorio descrito por Diarte, 2012: 253. 51. Andreu, Royo, Lapuente y Brilli, en prensa. 52. Cod. Theod. 15, 1, 41.

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como vimos para casos anteriores– exigió la atención de la legislación romana tardía y que, en concreto a través de la evidencia de hornos de diverso género, está atestiguado en los foros de ciudades hispanas como Regina53 o Tarraco54, entre otras. Sólo las campañas de excavación previstas para los próximos años, y la extensión de aquéllas hacia el área oriental de la plaza pública permitirán no sólo resolver la planta y los modelos arquitectónicos de este interesante conjunto sino, también, cuál fue su posFig. 11. Lote de material escultórico fragmentado recuperado en trera historia y si su deel área exterior del foro de Los Bañales (Fotos: H. Royo). finitivo desmonte fue –como parece– contemporáneo a la crisis urbana constatada en la parte baja de la ciudad o, por el contrario, tuvo más que ver con el resurgir del poblamiento en el cerro de El Pueyo en un momento indeterminado ya de cronología altomedieval55 espacio al que no sería descartable pensar que irían a parar parte de los materiales resultado del desmonte y expolio de dicho conjunto, tal vez progresivo –y probablemente discontinuo– entre los siglos III y VIII d. C.

53. Álvarez Martínez y Mosquera, 1991: 364. 54. Aquilué y otros, 1991: 58-59. 55. Tal vez deban ponerse en relación con ese poblamiento tardoantiguo/altomedieval dos enterramientos –uno próximo a la Ermita de Nuestra Señora de Los Bañales, en el extremo oriental de la antigua plaza pública, en sarcófago de piedra y otro sobre los niveles de arrastre y de amortización de la edícula de la Victoria Augusta, este último, además, en posición irrregular– que fueron excavados de urgencia en 2008 –el primero de ellos– y en el marco de la III Campaña de Excavaciones Arqueológicas –en 2011– el segundo de ellos, un fenómeno éste, el de la instalación de enterramientos entre las ruinas de las antiguas ciudades entre los siglos IV y VII d. C. que está bien atestiguado en la Arqueología de varias ciudades hispanas (Gutiérrez Lloret, 1988: 329 o Hauschild, 1986).

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Fig. 12. Fragmentos de toga de estatua en bronce hallados sobre el suelo, de pavimento ya saqueado, del pórtico occidental (Foto: R. Luesma).

2. 3. El cerro de El Pueyo: aproximación preliminar. Como se ha comentado con anterioridad, desde mediados del siglo III d. C. la ciudad de Los Bañales experimentó un continuo retroceso en su perímetro urbano56 que parece pudo culminar –aunque faltan bases estratigráficas y contextos materiales entre ese momento y el siglo VIII d. C.– con la concentración de la población en el cerro de El Pueyo, siguiendo una pauta habitual en las ciudades hispanorromanas en este periodo. Sin embargo, es muy poco lo conocido para los siglos que van desde este momento hasta el abandono definitivo de la ciudad, pues las excavaciones arqueológicas en este espacio han sido muy limitadas57 aunque complementadas con trabajos recientes de un equipo alemán de la Universität de Trier y, también, del propio Equipo de Investigación 56. Andreu, Peréx y Bienes, 2011: 121. 57. La principal actuación tuvo lugar entre 1946 y 1947 por parte de J. Galiay, quien excavó varias zonas de la segunda de las terrazas de El Pueyo. Por otro lado, en 1977 A. Beltrán realizó un pequeño sondeo y la reexcavación de una de las estancias encontradas por Galiay. Al respecto, debe verse Galiay 1949 y Beltrán Lloris, 1977, además de la valoración al respecto hecha por Andreu, 2011a, 67-80 y 87-88.

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de Los Bañales. En relación con ello, el reciente hallazgo –en Septiembre de 2012– de un félus islámico acuñado en la época de los Gobernadores (711-756 d. C.) ha permitido retrotraer el último periodo de habitación del cerro de El Pueyo a finales del siglo VIII d. C. o bien inicios del siglo IX d. C. Ahora bien, por el momento se desconocen las causas de la despoblación de El Pueyo, aunque el hallazgo en diferentes partes de ese montículo de una densa capa de cenizas y carboncillos invita a reconsiderar la impresión inicial de que éste pudiera ser paulatino y pacífico58. En general, los escasos datos conocidos hasta el momento sobre este último periodo permiten intuir dos grandes cambios en las infraestructuras urbanas que, a falta de confirmación arqueológica, deben ser tomados con cautela y que, a día de hoy, tampoco es posible datar. El primero quizá pudo centrarse en el edificio monumental situado en la cima del cerro e identificado, con dudas y sin demasiada comprobación, con un templo. De ser correcta esta hipótesis, la presencia de un muro semicircular que amplía el espacio por el Sur, así como de un sepulcro cuadrangular excavado en la roca, tal vez estén hablando de una remodelación de este espacio para convertirlo en iglesia, si bien se desconoce en qué momento (Fig. 13). La segunda reforma atestiguada es posible que se centre en el amurallamiento del cerro. Las recientes excavaciones realizadas en uno de los sectores de la muralla han permitido identificar un lienzo construido por medio de dos grandes muros con relleno de pequeños cascotes, material constructivo reutilizado y tierra, y con un grosor similar al documentado en la muralla de la vecina ciudad de Cara59 (Fig. 14). Los muros que contenían este relleno y daban consistencia a la muralla, son de distinta factura. El exterior aparece realizado con sillares de gran tamaño combinados con otros más pequeños, mientras que el interior se dispuso por medio de un aparejo de sillarejo relativamente irregular. Además, en esta obra se emplearon de forma más o menos anárquica, materiales de otras zonas del cerro. Son, 58. Algo ya planteado por J. Galiay (Galiay, 1949: 27). Durante la campaña de 2012 se localizó un fuerte incendio que afectó a dos habitaciones de la manzana I de El Pueyo de Los Bañales. Del mismo modo, en la reciente campaña de excavación en el sector A de la muralla que circunvaló El Pueyo, se ha localizado un nivel de cenizas en diferentes puntos del exterior y de forma homogénea en su interior, todavía en estudio. Por otro lado, aunque se tienen pocos datos sobre las excavaciones que J. Galiay realizó entre 1946 y 1947 en El Pueyo, el médico aragonés anotó el hallazgo de “grandes cantidades de cenizas” en las habitaciones, quizá tabernae, situadas al Oeste de la segunda terraza del cerro (Galiay, 1949: 23), así como “multitud de cenizas y trozos de madera quemada” junto a la entrada de la posible taberna de la manzana I (Galiay, 1949: 26, interpretado por Beltrán Lloris, 1977: 1058 como un emplazamiento anterior del hogar hallado en esa habitación) y “cenizas y madera sin acabar de quemar” en las tres habitaciones que excavó de la manzana II (Galiay, 1949: 27). 59. Mezquíriz, 2006: 164.

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Fig. 13. Evidencia de la remodelación del edificio singular del alto del cerro de El Pueyo en un momento indeterminado de la tardoantigüedad (Foto: Á. A. Jordán).

precisamente, esta técnica constructiva, muy distinta a la empleada en otros sectores de la muralla –compuesta en ellos por grandes sillares de arenisca unidos a hueso, configurando una estructura maciza– y la reutilización de estos materiales constructivos los hechos que invitan a pensar en una reparación o ampliación de la muralla en un momento tardío. Por desgracia, los materiales encontrados, tanto en la zona más superficial del relleno como en un refuerzo que se realizó no son concluyentes, por lo que la cuestión de su cronología debe de permanecer, por el momento, abierta. Los trabajos en una de las manzanas de viviendas de la zona alta del cerro han constatado también la presencia de reutilizaciones de materiales para las construcciones como un gran sillar almohadillado utilizado a modo de ortostato de una puerta interior o la incrustación de una pileta pétrea en uno de los muros. Al margen de estas dos grandes intervenciones en el urbanismo de El Pueyo, las actuaciones realizadas en el año 2012 en la manzana de viviendas que nos ocupa ha permitido recuperar diferentes elementos de la cultura ma-

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terial de la última fase de población que, como venimos indicando, debe llevarse hasta los siglos VIII o IX d. C. Ésta está representada por un notable lote de vajilla y utillaje domésticos compuesto por dos botellas, una pequeña jarrita con asa, seis ollas y dos grandes tinajas, con un grado de reconstrucción superior al 80% (Fig. 15). Además, la punta de una flecha y la hoja de un pequeño cuchillo completan el menaje doméstico recuperado. Junto a ellos, también se han encontrado diversos objetos destinados a su ordenación, como son varios ganchos de hierro en forma de “S”, mulFig. 14. Lienzo de muralla excavado en el flanco Este del cerro de El Pueyo (Foto: Á. A. Jordán). titud de clavos y una bisagra de hierro de forma dentada. Por último, destacan dos elementos claramente suntuarios, como son un relieve realizado en bronce representando unas alas, empleado como aplique ornamental de un mueble, y el pomo de una daga musulmana, realizado también en bronce. Se trata, en conclusión, de una época rica y compleja, pero muy desconocida. Sin duda, los pocos restos identificados permiten atisbar importantes cambios en la sociedad de la época, tanto mentales como culturales y urbanísticos, de los que en este momento empezamos a conocer sus principales rasgos.

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Fig. 15. Vajilla de filiación cronológica altomedieval recuperada en los sondeos de 2012 y 2013 en El Pueyo de Los Bañales (Fotos: J. Latorre).

3. CONCLUSIÓN. Para los años 251-253 d. C., un fragmentado miliario (HEp5, 920) recuperado en los años ochenta en las proximidades de Los Bañales, en el término municipal de Layana, da prueba del interés de la administración romana –en concreto de los emperadores Treboniano Gallo y Volusiano– en el mantenimiento de la vía que, conectando el Valle del Ebro con el Béarn francés pasaba a los pies de la ciudad romana abriéndose con ese documento epigráfico un arco cronológico para el que, hasta época de Constantino II, consta que el estado romano se mostró interesado en la tutela de tan importante camino60. Es, sin embargo, casi seguro, que, para la tercera centuria, a la que parte de esos documentos epigráficos remiten, la ciudad romana de Los Bañales estuviera ya, 60. Véase Moreno, 2009: 197-201.

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al menos, parcialmente abandonada habiéndose operado, además, ya, probablemente, en su territorium, la concentración del poblamiento en los grandes latifundios rurales que unificaron el antiguo modelo de gestión territorial de las uillae61 como pone de manifiesto, por ejemplo, el monumental enclave de La Sinagoga de Sádaba62. En la ciudad, algunos enterramientos, antes citados, sobre los niveles ya de abandono y clausura de los antiguos edificios (Fig. 16) así como dos pedestales taurobólicos procedentes del entorno de la que Fig. 16. Enterramiento excavado sobre el nivel de clausura de uno luego, a partir de, al mede los recintos votivos del pórtico occidental del foro (Foto: R. nos el siglo XI, sería la Luesma). Ermita de Nuestra Señora de Los Bañales unidos a algunos hallazgos numismáticos permiten pensar en que –como, por otra parte, está atestiguado para otras ciudades hispanas y, en particular, para varios municipios flavios como Cartima64, Conimbriga65 o Munigua66 – el antiguo núcleo urbano mantendría un relativo poblamiento durante el siglo IV d. C., poblamiento que, en la parte baja, y antiguamente monumental, del lugar carece aun de pruebas concluyentes. 61. 62. 63. 64. 65. 66.

Andreu, en prensa. García y Bellido, 1962-1963. Vidal, 2005: 17-18. Melero, 2007: 342-343. Delgado, Mayet y Moutinho de Alarcão, 1975: 257. Raddatz, 1973: 44-45.

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Por supuesto, esa vía que había garantizado el esplendor del lugar entre Augusto y los Antoninos debió seguir en funcionamiento y garantizando, incluso en los años de la dominación islámica, la llegada de influjos comerciales y culturales67 al lugar, influjos que –como se ha visto– sí se han atestiguado, con bases arqueológicas en la parte alta del cerro de El Pueyo. Sin embargo, como se ha visto hasta aquí –y pese a que algunos de los datos están pendientes de confirmación cronológica– desde el último cuarto del siglo II d. C. consta que la ciudad romana debió proceder a la reorganización y amortización de algunas de sus zonas, con seguridad de los espacios públicos que, en la primera urbanización del enclave, estuvieron ubicados en la parte baja del cerro de El Pueyo –a los pies del foro–y, poco después, al abandono de esas barriadas, convertidas ya entonces en caóticos y circunstanciales establecimientos de carácter privado. Es nuestro deseo que las futuras campañas de excavación en el foro de Los Bañales revelen si esas dificultades afectaron sólo a determinadas partes de la ciudad o si, por el contrario –y como nos parece– fueron generales, resultando la manifestación de que –también en el caso de la ciudad romana que nos ocupa– el modelo municipal romano no fue del todo sostenible en los territorios del interior peninsular o que, acaso, este tipo de ciudades que se erigieron como marca de la impronta de Roma sobre un territorio perdieron pronto su papel político en beneficio de una vida más autárquica y segura en el medio rural.

67. Sobre ese mantenimiento de la red viaria romana debe verse Sánchez Albornoz, 1948: 69-72. En relación a la presencia islámica en el lugar: Cervera, 1992 y, antes, Cañada, 1980.

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LAS CIUDADES DE LA TARRACONENSE ORIENTAL ENTRE LOS S. II-IV D.C. EVOLUCIÓN URBANÍSTICA Y CONTEXTOS MATERIALES

El tránsito entre el Alto Imperio y la Antigüedad Tardía es una etapa de especial complejidad en la historia del Imperio Romano. Su difícil interpretación está marcada por irreversibles transformaciones de carácter estructural y eventos traumáticos como los que acompañan al debatido siglo III d.C. Esta problemática se acentúa en el Occidente europeo donde, ante la ausencia de un modelo central, se impone el estudio de casos regionales. En Hispania Tarraconensis la comprensión del periodo pasa por el análisis de las distintas unidades políticas que componen su vasto territorio: las ciudades. Unos centros que muestran en este momento una cambiante realidad urbana en la que pervivencias, mutaciones y rupturas coexisten en la misma provincia. Esta fase histórica cuenta además con una dificultad añadida: el considerable descenso de las fuentes epigráficas y literarias. Así pues, las nuevas dataciones aportadas por los contextos materiales de procedencia estratigráfica adquieren un renovado papel en un discurso en el que historia y arqueología necesariamente han de caminar juntas. ISBN 978-84-16038-36-3

9 788416 038633

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