Modernización urbana en ciudades provincianas de Argentina; teorías, modelos y prácticas, 1887-1944

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MODERNIZACIÓN URBANA EN CIUDADES PROVINCIANAS DE ARGENTINA. TEORÍAS, MODELOS Y PRÁCTICAS, 1887-1944 Adriana Co llado

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MODERNIZACIÓN URBANA EN CIUDADES PROVINCIANAS DE ARGENTINA. TEORÍAS, MODELOS Y PRÁCTICAS, 1887-1944 Adriana Co llado

AGRADECIMIENTOS

Muchas personas acompañaron positiva y generosamente el largo proceso de elaboración de este trabajo. A riesgo de olvidar a muchos, hay aportes que quiero agradecer muy sinceramente. En primer lugar a mi director, Juan Luis Piñón, quien con enorme dedicación orientó y siguió mi tarea en todo momento, le estoy agradecida por su sabiduría, por sus consejos y sugerencias, por su paciencia y afecto. Y a Ana Aranda Bernal, mi tutora en la UPO, quien atentamente me auxilió y apoyó en todo cuanto requerí de ella. Al Programa de Doctorado del que tuve la fortuna de participar, en particular a su director Arsenio Moreno Mendoza y al equipo de profesores que me dieron la oportunidad de una instancia de formación única e irrepetible. Especialmente a Ramón Gutiérrez, Graciela Viñuales y Alberto Nicolini, por todo cuanto me han brindado a lo largo de muchos años de amistad y enseñanzas y por valorar siempre tan entusiastamente mi trabajo. A las autoridades de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad Nacional del Litoral, especialmente al ex-Decano Julio Talín y a Miguel Irigoyen, Decano actual, por el apoyo institucional brindado. A Luis Ma. Calvo, con quien compartimos la aventura de trasladarnos a Sevilla para concretar esta experiencia y que siempre estuvo dispuesto a responder a mis innumerables consultas. A Fernando Cacopardo, Ma. Laura Bertuzzi, y Lucía Espinoza, por sus comentarios sobre mis textos y por el permanente y cálido incentivo que recibí de ellos. A mis otros colegas del INTHUAR de la FADU-UNL, especialmente a Luis Müller, Cecilia Parera, Claudia Montoro, Javier Fedele y Martina Acosta que me aportaron sus trabajos y numerosas referencias de gran valor. A Olga Paterlini de Koch que en forma desinteresada y generosa me facilitó su tesis doctoral aún inédita sobre la historia urbana de San Miguel de Tucumán, que resultó valiosísima para mi trabajo. A generosos colegas que desde distintos lugares me aportaron datos y documentación diversa: Marta Silva, Celso Higa, Carlos Page, Laura Amarilla, Sonia Berjman, Carlos Mazza, Mirta Soijet, Elina Heredia, Luciana Tessio, Ma. Marta Romano. A Jean-Pierre Frey del Instituto de Urbanismo de París, por resolver atentamente mis consultas sobre el IUUP. A Graciela Hornia, por poner a mi disposición con el mayor desinterés, su magnífica colección de postales históricas y a Carlos Ma. Reinante que, de igual modo, me brindó su biblioteca y archivo personal. A Jorge Reynoso Aldao, Ana M. Cecchini de Dallo, Alejandro Damianovich, Sonia Tedeschi, Alicia Talsky, Gustavo Vittori, Marisa Pugliotti, Luis Amavet, Mary Tévez, Miguel Dalla Fontana, Ricardo Van Lacke, Marcelo Escobar Cello, por sus aportes de información, materiales y orientaciones archivísticas y bibliográficas. A la directora y personal del Archivo General de la Provincia de Santa Fe, por las atenciones y ayuda permanente. A Ana María Lang, del Instituto de Arte Americano (FADU-UBA) que con esmero respondió siempre a mis pedidos. A mis colaboradores más inmediatos Victoria Borgarello, Claudio Vaschetto, Paulo Cardenal, Ma. Eugenia Simón y Cecilia Chiappini que prepararon material gráfico, diagramaron, tradujeron textos, tipiaron los anexos y muy especialmente a Ma. Elena Del Barco, que me acompañó incondicionalmente en toda la etapa de redacción final. Al margen del trabajo de la tesis propiamente dicha, quiero hacer un reconocimiento muy especial a mis antiguos profesores de la UCSF, Iván Hernández Larguía, Horacio Gnemmi y Adrián Caballero, porque con ellos aprendí, hace ya tres largas décadas, a disfrutar del conocimiento de la historia y porque me ayudaron a decidir que éste era mi camino. A Julio Arroyo, a mis hijos Gervasio y Álvaro y a mi madre, por todo.

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INDICE INTRODUCCIÓN Conceptos, hipótesis y método Acerca de las fuentes Investigaciones de referencia Los contenidos

CAPÍTULO I: LA CIUDAD POS-COLONIAL (1810-1880) I. 1) Ciudad y territorio en la mirada de los viajeros I. 2) Santa Fe en censos y cartografía I. 3) El paisaje urbano I. 4) Lugares, costumbres y vida urbana I. 5) Indicios de progreso. Santa Fe y otras ciudades provincianas I. 6) Control y normativa urbana Ilustraciones del capítulo I

CAPÍTULO II: MODERNIZACIÓN, TRAZADOS Y EXPANSIONES II. 1) La ciudad mirada por cronistas y fotógrafos II. 2) El espacio del urbanismo II. 3) El proyecto Larguía: primer ensayo de bulevar II. 4) El proyecto Schnoor: el lugar para lo nuevo II. 5) Urbanización y rol del municipio II. 6) El bulevar: un modelo de la urbanística decimonónica II. 7) Bulevares en ciudades del interior II. 8) El bulevar: un proyecto para la ciudad moderna II. 9) Los ensanches como referentes II. 10) Bulevar y especulación sobre el suelo urbano Ilustraciones del capítulo II

CAPÍTULO III: CONTROL, REGULARIDAD Y PROGRESO TÉCNICO III. 1) Infraestructura para el progreso urbano III. 2) La gestión del proceso modernizador III. 3) El equipo técnico municipal III. 4) El Plan de Arzeno: trazados para organizar la ciudad III. 5) Marco jurídico y opinión pública III. 6) Estrategias urbanísticas en ciudades provincianas III. 7) La significación del plan de Arzeno Ilustraciones del capítulo III

CAPITULO IV: HIGIENISMO, CIUDAD Y MODERNIZACIÓN IV. 1) Los paradigmas médicos desde el siglo XVIII IV. 2) Sobre la institución de la Salud Pública IV. 3) La higiene pública en el escenario americano: Buenos Aires IV. 4) Teorías higienistas y control sanitario en Santa Fe IV. 5) El agua y la higiene en la vida doméstica de Santa Fe IV. 6) Higiene y gestión municipal IV. 7) Las redes de aguas corrientes y cloacas IV. 8) El interés por el verde y los parques públicos IV. 9) Higiene, sociedad y configuración urbana Ilustraciones del capítulo IV

09 13 19 24 28 35 39 46 51 56 61 67 77 93 96 103 105 109 113 115 119 123 127 131 135 159 162 173 175 179 184 187 189 191 211 214 217 220 222 230 234 242 245 252 261

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CAPITULO V: EL EMBELLECIMIENTO URBANO COMO META V. 1) La Santa Fe del Centenario V. 2) Crónicas de un momento contradictorio V. 3) El Nuevo Puerto de Ultramar V. 4) La intendencia de Edmundo Rosas (1908-1912) V. 5) El Plan de embellecimiento V. 6) Limitaciones y viabilidad del plan V. 7) Planes y proyectos en otras ciudades del interior V. 8) El plan de embellecimiento: Modelos y paradigmas Ilustraciones del capítulo V

CAPITULO VI: DEL “ARTE URBANO” AL URBANISMO VI. 1) Santa Fe en la década 1920-30 VI. 2) Gobierno municipal y urbanización VI. 3) El Plan de 1927. Presentación VI. 4) El Plan de 1927. Opiniones y cuestionamientos VI. 5) El Plan de 1927. Autoría y otras implicancias VI. 6) El urbanismo en Argentina - transferencias y aportes extranjeros VI. 7) El urbanismo en Argentina - acontecimientos locales VI. 8) El Plan de 1927 y su interés disciplinar Ilustraciones del capítulo VI

CAPITULO VII: “CIUDAD-JARDÍN” Y MODERNIZACIÓN URBANA VII. 1) El proyecto del Barrio Jardín Mayoraz VII. 2) Acerca de la idea de ciudad-jardín VII. 3) De la difusión de la ciudad-jardín en Argentina: teoría y prácticas VII. 4) La vivienda popular VII. 5) Fermín Bereterbide y la vivienda popular VII. 6) Los barrios obreros en la tradición urbana local VII. 7) Las relaciones entre teoría, proyecto y tradiciones urbanas Ilustraciones del capítulo VII

CAPITULO VIII: HACIA UN “URBANISMO CIENTIFICO” VIII. 1) La Intendencia de Agustín Zapata Gollan VIII. 2) Primeros intentos de concretar un Plan Regulador para Santa Fe VIII. 3) Los años ’30. Avances en materia de urbanismo en Argentina VIII. 4) Planes Reguladores para ciudades del interior VIII. 5) El Urbanismo en Santa Fe a partir de 1935 VIII. 6) El período Iriondo / Bobbio. Obras públicas y urbanismo, 1937-1941 VIII.7) El Proyecto Guido para el Centro Cívico - Parque del Sur VIII. 8) Concretando el Plan Regulador VIII. 8) El Plan Roca Ilustraciones del capítulo VIII

283 286 290 300 302 307 312 315 319 329 349 352 361 367 373 375 378 385 394 397 421 424 428 431 436 440 443 448 453 471 474 479 484 490 502 506 509 511 517 525

A MODO DE CONCLUSIÓN

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ANEXOS

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BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES

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INTRODUCCIÓN

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“Quien insufla nueva vida en los antiguos y de tal modo alcanza el conocimiento de lo nuevo, ése es un maestro”. II – 11, Confucio, Analectas

Cuando en 1956 se publicaba por fin “Evolución de Buenos Aires en el tiempo y en el espacio”, obra del equipo dirigido por Jorge Ferrari Hardoy constituido en la Municipalidad de Buenos Aires para elaborar en 1948 los antecedentes del Plan Regulador (EPBA), la portada era encabezada por este aforismo de Confucio, del capítulo II de las Analectas, que afirma la posibilidad de acceder a un sabio conocimiento de las cosas a través de una mirada actualizada hacia la historia.1 Seguramente la minuciosa revisión que a continuación se desplegaba, acerca de los acontecimientos que habían signado la vida de Buenos Aires desde su fundación en 1536 hasta la constitución del EPBA y la rigurosa cronología que los presentaba esquemáticamente ordenados de acuerdo a las cuatro funciones prototípicas del CIAM, le daba al equipo la tranquilidad de haber alcanzado un saber acerca de “lo nuevo” que orientara la futura acción que el Plan debía delinear. La que se ejercitó en el EPBA en 1948-49 fue una peculiar manera de aproximarse a la historia, con fines operativos, requiriéndole a la indagación del pasado las certezas sobre los pasos a seguir, a la vez que remitía a un ideal que se situaba en un pasado más o menos remoto, en la indefinición de un “ayer” en que los factores estaban en “equilibrio”.2 Se trataba de una historia de la materialidad urbana de Buenos Aires presentada en un sentido evolutivo-acumulativo, que servía para explicar la crisis de la coyuntura y justificar la necesidad de actuar a través del Plan, una historia escrita por y para urbanistas (aunque en el equipo encargado del estudio de la “evolución” figurara también un historiador profesional como Rodolfo Puiggrós), una historia autoconvalidante, en la misma línea de la que, en la década siguiente, se elaboraría para la historia de la arquitectura moderna en el país. Esta manera de abordar el pasado urbano reconocía, con sus correspondientes matices, diversos antecedentes en ciudades argentinas; para el caso de Buenos Aires, puede citarse el capítulo introductorio al Proyecto Orgánico de la Comisión de Estética Edilicia creada por el intendente Noel, que se publicó en 1925, que presentaba una historia de la ciudad organizada mediante una periodización cuyas variables eran los acontecimientos de la historia político-institucional y que pretendía identificar elementos a potenciar y problemas urbanos a resolver.3 En la década siguiente, destaca la minuciosa presentación que bajo el título “Evolución Histórico-Urbana de Tucumán”, introducía el Plan Regulador para dicha ciudad 1

“Evolución de Buenos Aires en el tiempo y en el espacio”, en Revista de Arquitectura nº 376-377, Buenos Aires, 1956, p. 25. Número doble especial, uno de los que la SCA dedicó (nº 374 a 377) a publicar el estudio realizado en el marco del EPBA siete años antes. 2 Ibídem; ver el balance de las pp. 116 a 119. En este sentido toma mayor consistencia la referencia a Confucio, que también ubicaba un ideal de sociedad utópico en un pasado remoto. 3 El apartado se denominó: “Breve síntesis histórica. Evolución urbana de la ciudad de Buenos Aires”, y formaba parte del diagnóstico del plan; se detecta un claro divorcio entre los aspectos atinentes a la “evolución” social y los que refieren a la “evolución” urbanística propiamente dicha. También en este caso participó de la redacción un prestigioso historiador, Emilio Ravignani. NOVICK, Alicia. “El urbanismo en las historias de la ciudad”, en Registros nº 1, Mar del Plata, Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño - UNMdP, octubre de 2003, p. 11. 11

redactado en 1936 por Ángel Guido;4 constituye un extenso y detallado registro de acontecimientos que tuvieron implicancias sobre la materialidad urbana, que se apoyaba en textos de distintos historiadores y en digestos y estadísticas municipales y que ocupaba casi la tercera parte del plan total. Pero sobre todo interesa la definición que daba su autor del rol que asumía el urbanista en la elaboración de estos aspectos del Plan, a quien no competía elaborar nuevas interpretaciones ni basarse en fuentes inexploradas, sino “...hilvanar los datos de carácter histórico que, hayan tenido influencia en la transformación morfológica, social, económica o estética del casco urbano...”.5 El Plan Regulador de Santa Fe de 1944 también estuvo precedido de una “reseña” histórica que constituía un capítulo independiente del Expediente Urbano. Eminentemente datológica y carente de cualquier tipo de valoración urbano-arquitectónica de los objetos que presentaba, la reseña sólo enunciaba una serie de hechos que habían ido jalonando la historia de la ciudad desde su fundación, con mayor o menor aproximación a una historia de la materialidad y la urbanidad de la misma, según el caso y poniendo de manifiesto el crecimiento de la ciudad y la necesidad de controlar la expansión, favoreciendo las potencialidades que presentaba.6 Como en los casos anteriores, también aquí se produce una indefinición entre las nociones de “historia” y de “evolución urbana” y se acude a mirar al pasado como un recurso para convalidar la acción desde lo específicamente disciplinar.7 Pero no era ésta la única manera de mirar hacia el pasado para bucear en la cuestión urbana; por el contrario, hay otra perspectiva, la de la reflexión sobre la ciudad como fenómeno cultural, que reconoce en Argentina una tradición histórico-ensayística iniciada muy tempranamente y que abordó temas que hoy resultan de enorme actualidad para las investigaciones en historia urbana e historia social. 8 Es posible, por sólo mencionar textos paradigmáticos, indicar en esta tradición a Sarmiento, con la conocida asimilación “ciudad-civilización” por oposición al par “medio rural-barbarie” y su propuesta utópica de Argirópolis, capital de los Estados Unidos del Plata;9 continuarla con un Alberdi maduro que contesta la dicotomía sarmientina imaginando una sociedad en la que ambos términos se fusionan en la categoría de “pueblo”. También Juan Agustín García (La ciudad indiana, 1900) participa de esta tradición, con su pintura de la sociedad urbana colonial rioplatense, en un texto absolutamente original para su época, en que las historias relataban grandes acontecimientos y se centraban en las figuras de los próceres; García interpretaba la historia de Buenos Aires a partir del estudio de los grupos sociales con sus sentimientos y creencias, de los procesos económicos, de las redes de relaciones, indagando en fuentes muy poco exploradas por la historiografía de entonces.10 Ezequiel Martínez Estrada constituye un eslabón ineludible en esta secuencia de obras de historia cultural urbana; entre otros textos fundamentales, publicaba Radiografía de 4

GUIDO, Ángel. Plan Regulador de Tucumán. Rosario, Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional del Litoral, 1941, pp. 23 a 131. 5 Ibídem, p. 19. 6 “Reseña Histórica”, en ROCA, Miguel. Plan Regulador de Santa Fe. Buenos Aires, Instituto Argentino de Urbanismo, 1947, pp. 13 a 30. 7 De menor interés y muy brevemente expuesta en la publicación del plan resulta la “Evolución Urbana” que introduce el Plan Rosario de 1935 e inexistente para el caso del Plan de Salta de 1938. DELLA PAOLERA, Carlos; GUIDO, Ángel; FARENGO, Adolfo. Municipalidad de Rosario. Plan Regulador y de Extensión. Rosario, 1935, pp. 12-13; GUIDO, Ángel. Plan Regulador de Salta. Memoria Descriptiva. Salta, Edición Municipal, 1938. 8 MORSE, Richard M. “Los intelectuales latinoamericanos y la ciudad (1860-1940)”, en Ensayos histórico-sociales sobre urbanización en América Latina, Buenos Aires, Edic. SIAP, 1978, pp. 91 a 112. Este trabajo, a la vez que nos permite reconstruir las primeras etapas de esta tradición, tiene el gran interés de ponerla en paralelo con fenómenos similares en otros países de Iberoamérica. 9 SARMIENTO, Domingo F. Argirópolis. Buenos Aires, Losada, 2006. 10 GARCIA, Juan A. La ciudad Indiana. Buenos Aires desde 1600 hasta mediados del siglo XVIII, Buenos Aires, Hyspamérica, 1986. 12

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la Pampa11 en 1933 estructurando el capítulo dedicado a Buenos Aires con la explícita vocación de refutar esta misma tradición que comentamos; con los títulos de los subcapítulos (“Argirópolis”, “La gran aldea”, “La ciudad indiana”) sus antecesores serán rebatidos y Buenos Aires será presentada como una síntesis de “pampa y techos”, esa ciudad llana, “amplia y chata /.../ superficie /.../ que carece de tercera dimensión”; y también como la metrópoli, que frente al interior: “...Absorbe, devora, dilapida, corrompe...”. En el mismo año Martínez Estrada publicaba La Cabeza de Goliat,12 reflexionando nuevamente sobre el drama de esa cabeza de gigante seccionada con un cuerpo exánime, debilitado, vacío, aplicando la metáfora arácnida (las ocho patas que representan las líneas férreas que la unen al territorio) para explicar su modo de relación con el interior y afirmando fatídicamente que “Buenos Aires, es el primer impedimento para intuir nuestra historia...”. Trascendiendo esta tradición, emerge en los años ’70 un texto que marcará rotundamente el campo de la historia cultural urbana, al punto tal que aún hoy, a más de treinta años de su aparición, puede decirse que tiene absoluta vigencia y que sigue constituyendo un libro insoslayable; se trata de Latinoamérica, las ciudades y las ideas (1976), obra de José Luis Romero, quien para entonces ya era un experto y maduro historiador profesional.13 Romero se propone aquí interpretar a la ciudad latinoamericana en tanto acumulación o, mejor aún, superposición estratificada de materialidades, estructuras sociales y modelos culturales; la visión de Romero amalgama de manera magistral estas dimensiones y es notable cómo logra articular la historia social y política con los objetos (urbanos y territoriales) que se convierten en la cuestión primordial del texto.14 Este trabajo, sin participar de ninguna, pretende nutrirse de ambas tradiciones que estarán presentes como horizonte de contrastación de esta investigación; un polifacético horizonte del que también participarán las biografías de ciudades, las corrientes que abordan la historia urbana con una perspectiva crítico interpretativa y los estudios culturales que discurren en torno de lo urbano. Conceptos, hipótesis y método La problemática central que se pretende abordar es el proceso de modernización urbana verificado entre finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX en algunas ciudades de escala media de Argentina, que coinciden en su condición de históricas capitales de provincias; interesa especialmente estudiar las cuestiones relativas a estos objetos urbanos sin desconocer sus múltiples dimensiones pero poniendo el mayor énfasis en los aspectos específicamente disciplinares, atendiendo a la relación entre el fenómeno ciudad y la transmisión y asimilación de los idearios de la urbanística. El estudio histórico se desarrollará desde la noción de “mundo urbano”15, acuñada por el historiador Diego Armus, que nos permite captar a la ciudad como un universo, un sistema en el que lo físico y lo social se entrelazan. Su valor reside precisamente, en que con esta noción es posible evitar, por un lado, un enfoque instrumental (tan frecuente en trabajos de historia social) que considera a la ciudad solamente como el escenario donde se 11

MARTÍNEZ ESTRADA, Ezequiel. Radiografía de la Pampa. Buenos Aires, Losada, 1968. MARTÍNEZ ESTRADA, Ezequiel. La Cabeza de Goliat, Buenos Aires, Losada, 1983. 13 ROMERO, José Luis. Latinoamérica, las ciudades y las ideas. Buenos Aires, Siglo XXI, 1976. 14 FERNÁNDEZ, Roberto. El laboratorio americano. Arquitectura, Geocultura y Regionalismo, cap. XVI, Madrid, Biblioteca Nueva, 1998, pp. 185 a 226. Fernández analiza exhaustivamente el texto de Romero y llega a parangonarlo, dada su importancia para la historia cultural americana, con lo que significó para la historia europea, El Mediterráneo de Fernand Braudel, (p. 187). 15 Cfr. Diego ARMUS: Mundo urbano y cultura popular. Sudamericana, 1990. Existe sobre esta temática una tradición construida en torno a la historia de los trabajadores y el movimiento obrero. HOBSBAWM, Eric. El mundo del trabajo. Barcelona, Crítica, 1987; FALCON, Ricardo. “Los trabajadores y el mundo del trabajo”, en BONAUDO, Marta (dir.), Nueva Historia Argentina, Liberalismo, Estado y orden burgués. 1852-1880, Tomo IV, Bs.As., Sudamericana, 1999, pp. 483 a 544. 12

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desarrollan las relaciones sociales sin reconocer el significativo impacto que la cuestión urbana ejerce sobre ellas; por otro, un enfoque exclusivamente intra-disciplinar, que atiende privilegiadamente a lo físico adquiriendo este aspecto una dudosa autosuficiencia explicativa. La idea de mundo urbano hace posible entonces abordar a la ciudad como un todo complejo, donde las formas no existen al margen de las relaciones sociales y éstas no pueden explicarse acabadamente sin analizar el marco urbano en el que se construyen; la noción de mundo urbano contribuye a precisar las transformaciones urbanas y el impacto que éstas tienen en el modo de vida de la población, en su realidad cotidiana y en la incorporación de nuevos hábitos y comportamientos, pero a la vez permite justificar y contextualizar las decisiones técnico-proyectuales que en la ciudad se aplican. La cuestión de la modernidad16 ha sido un tema ampliamente debatido, sobre todo a partir de la noción de su crisis. Si bien aquí no se avanzará precisamente en los cuestionamientos de y al concepto, sí se echará mano al vasto material elaborado a partir de este debate aún abierto. La “modernidad” y la “modernización” serán nociones de base para el abordaje del período que se pretende abarcar, desde la convicción de que, si bien los paradigmas de la modernidad se sustanciaron en procesos históricos ubicados geográfica y temporalmente por fuera de los límites de este trabajo, sus postulados han tenido un potencial de difusión que en las periferias del sistema se expresan como formas incompletas, parciales, regionalizadas, de modernización.17 Considerar este efecto de modernidad parcializada, que se pone de manifiesto en experiencias que singularizan en las historias locales, será una de las preocupaciones de esta indagación. Es fácilmente demostrable que ciertos hechos relacionados con la evolución de lo urbano en ciudades provincianas responden en su sentido general a los paradigmas de la modernidad, pero no es menos cierto que son a su vez manifestaciones distantes, efectos derivados de esos relatos, adopciones signadas por las contingencias locales, cabiendo la pregunta acerca del grado de conciencia con que fueron asumidas por los colectivos sociales respectivos. Estos procesos de modernización (que tienen en la arquitectura y el urbanismo unos elocuentes vehículos de comunicación para transmitir sus postulados, sus principios y sus concreciones), con mayor o menor contundencia, más tarde o más temprano, pero de manera absolutamente inevitable, irrumpieron en la mayoría de las ciudades argentinas transformando, a veces radicalmente, los usos del espacio y trastocando su materialidad; se verificaron así fuertes impactos, no sólo por introducirse nuevos modelos urbanísticos y nuevos lenguajes sobre las antiguas matrices coloniales, sino también por producirse un despliegue de nuevos programas arquitectónicos y agresivas redes de infraestructura en homogéneos entornos construidos, que en muchos casos contaban con varios siglos de existencia. La noción de “representación”, también puesta en juego a lo largo del trabajo, se entiende como imagen construida sobre la base de los testimonios con que contamos para un período determinado, y formulada de modo consciente y explícito. En Ferrater Mora la representación implica diversos tipos de aprehensión de un objeto, realizada siempre de modo intencional. En el campo de la historia intelectual, es sustancial el aporte que sobre 16

Este concepto modernidad ha sido trabajado en anteriores experiencias académicas de la doctoranda y es sabido que existe un largo elenco bibliográfico acerca del mismo; vale mencionar como texto orientador al muy conocido: BERMAN, Marshall. Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad. Madrid, Siglo XXI, 1988; pese a los cuestionamientos de que ha sido objeto este trabajo de Berman, desde nuestra perspectiva constituye un aporte clave al posibilitar una lectura articulada de distintas expresiones de la cultura de la modernidad en relación a la dimensión urbana. 17 Sobre la cuestión de las formas parciales de modernización y sus implicancias, ver: CASULLO, Nicolás (comp.). El debate modernidad-posmodernidad. Bs. As., El cielo por asalto, 1993; FOLLARI, Roberto. Modernidad y posmodernidad, una óptica desde América Latina. Buenos Aires, Aique, 1990 y SARLO, Beatriz. Una modernidad periférica: Buenos Aires 1920 y 1930. Bs. As., Nueva Visión, 1990. 14

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este tema hace Roger Chartier; para este autor, todo texto es una representación de la realidad, una construcción retórica, que tratará de aprehender dicha realidad según diferentes modalidades. Por otra parte, no existen textos que tengan una relación ingenua o transparente con la realidad, sino que esa relación dependerá siempre, de una estrategia discursiva;18 siguiendo a Chartier, los textos serían las representaciones y las distintas lecturas que de ellos se hagan, las apropiaciones o interpretaciones de aquéllas, por lo que resulta tan significativa la producción de la representación como el consumo de la misma. Por otra parte el concepto de representación se asocia con la noción de poder: hay representaciones impuestas por quienes poseen el poder de clasificar y designar. No obstante, será la conocida y reiteradamente citada definición de Baczko, la que mayor claridad aporte sobre este tema: “A lo largo de la historia, las sociedades se entregan a una invención permanente de sus propias representaciones globales, otras tantas ideas-imágenes a través de la cuales se dan una identidad, perciben sus divisiones, legitiman su poder o elaboran modelos formadores para sus ciudadanos /.../ Estas representaciones de la realidad social (y no simples reflejos de ésta), inventadas y elaboradas con materiales tomados del caudal simbólico, tienen una realidad específica que reside en su misma existencia, en su impacto variable sobre las mentalidades y los comportamientos colectivos, en las múltiples funciones que ejercen en la vida social. De este modo, todo poder se rodea de representaciones, símbolos, emblemas, etc. que lo legitiman, lo engrandecen, y que necesita para asegurar su protección”.19

No podemos sustraernos tampoco de aludir a la discutida noción de “imaginarios urbanos”, entendiéndola como los distintos modos en que los grupos sociales se representan a sí mismos en el ámbito de las ciudades, construyendo sus vínculos y formas específicas de relación y sus códigos de comprensión de la vida urbana; esos vínculos y esas formas se superponen históricamente y alojan las visiones de las crisis y de los momentos gloriosos vividos, de los “héroes” y “villanos” que esa sociedad reconoce, de los mitos urbanos;20 su construcción se produce a través de los discursos, de las prácticas y de los valores en juego y su consecuencia es la de incidir en forma concreta sobre las conductas individuales y colectivas.21 Esta noción no puede estar ausente en nuestro tema de estudio (ideas, proyectos y planes para ciudades provincianas), en tanto la propia condición de ciudad “proyectada” lleva implícita la prefiguración de una imagen de futuro, una ciudad “imaginada”, en la que estarán presentes las expectativas, los referentes y los saberes del experto, pero en la que también, explícita o implícitamente, quedarán plasmadas las imágenes que esa sociedad urbana posea para prefigurar su futuro. Las transformaciones de las ciudades provincianas, enfocando particularmente el caso de Santa Fe, se tratarán de abordar desde una perspectiva específica de historiografía urbanística, pero no por eso se desatenderán los aspectos emergentes de considerar a la ciudad como un "objeto de cultura". En ese marco se asumirá la cuestión de los idearios urbanísticos puestos en acto a través de proyectos de escala urbana, en el proceso modernizador de las ciudades, por considerar que los mismos caracterizan y son inherentes a dicho proceso. Las líneas de indagación y análisis previstas, se sustentan en las siguientes hipótesis: La atención de la “cuestión urbana” y todas las implicancias que conlleva su consideración desde la disciplina específica, se constituyó en un rasgo caracterizante del peculiar proceso de modernización vivido por las ciudades provincianas y aportó fuertemente su marca en las transformaciones físicas que se operaron en las mismas.

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CHARTIER, Roger. El mundo como representación, Barcelona, Gedisa, 1992, pp. 39 y 40. BACZKO, Bronislaw. Los imaginarios sociales. Buenos Aires, Nueva Visión, 1991, p. 8. 20 GARCIA CANCLINI, Néstor. Imaginarios urbanos. Buenos Aires, Eudeba, 1997. 21 DÍAZ, Esther. La ciencia y el imaginario social. Buenos Aires, Biblios, 1996, p. 11. 19

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En este sentido es dable notar cómo, a través de las decisiones que se toman sobre la edilicia pública, la vialidad, las infraestructuras, la higiene urbana, se ejercitan los discursos modernizadores con mayor convicción y frecuencia que ante otro tipo de instancias de la vida pública; de allí la posibilidad de hablar de “rasgo caracterizante”. Por otra parte, al pretender indagar en la historia urbana de estas ciudades, el historiador se enfrenta al imperativo de considerar escalas diferentes: lo local, lo nacional, lo internacional, para comprender las peculiaridades propias de cada caso sin dejar de considerar los fenómenos globales que impactan en el mismo y la condición de ser, precisamente, un caso inmerso en un conjunto más complejo. Para el caso de Argentina, es inmediatamente evidente que la mayor parte de las acciones en materia urbanística que se realizaban (y aún hoy se realizan) en las ciudades del interior, sobre todo en capitales de provincias, eran motivadas por emprendimientos que se generaban en ciudades de mayor jerarquía, en especial la capital del país, Buenos Aires y, en segundo término, Rosario que era referente para las ciudades del Litoral. En la recurrencia y aplicación de idearios urbanísticos foráneos, la reelaboración que de los mismos se opera en espacios periféricos, en el caso particular en ciudades de provincia, hace que se obtenga una obra que difiere claramente del modelo original en tanto supone condiciones de producción y formas operativas sustancialmente distintas, aunque formalmente pueda contener (en mayor o menor grado), ingredientes del modelo primitivo. Con esto se pretende discutir tanto la teoría del reflejo como el paradigma del modelo degradado, de aplicación hasta hace algunas décadas en la historiografía de la arquitectura y el urbanismo argentinos. En el estudio de las propuestas o ideas que presiden las transformaciones urbanas, es habitual que se apele al concepto de influencia, lo que sugiere que la constitución de los corpus de ideas (en este caso, ideas urbanísticas) en países periféricos como el nuestro, resultan de una mera expansión y degradación de producciones de los países centrales; por el contrario, se tratará aquí de indagar la incidencia de esos modelos o ideales poniendo en juego la noción de “traductibilidad” que, sin dejar de reconocer la externalidad de las nociones originarias, destaca que la difusión de las ideas sólo toma sentido si se considera a sus emergentes como nuevas producciones; el concepto de “traductibilidad” puesto en juego aquí, proviene de otras ramas de la historiografía, no obstante lo cual, resulta absolutamente pertinente.22 Para definir con mayor precisión las nociones aludidas, se puede recurrir al Diccionario de la RAE, donde el verbo influir hace referencia a una acción direccionada: “desembocar en, hacer irrupción, penetrar,” / “producir una cosa sobre otra ciertos efectos” / “ejercer predominio o fuerza moral…” siempre leído en una linealidad causa-efecto; entre tanto, el verbo traducir además del convencional significado de “expresar en una lengua lo que está escrito o se ha expresado antes en otra” y “convertir, mudar, trocar, permutar”, tiene otro significado que remite a “explicar, interpretar”, y es esto lo que nos habilita a entender la noción de traductibilidad en términos de nueva producción o construcción de sentido, dado que se trata de una transferencia que implica interpretación. En la cultura argentina pensar en traducción no puede eludir la mención a Jorge Luis Borges, traductor casi obsesivo, responsable de numerosísimas traducciones de obras maestras de la literatura universal, quien sostenía que más que la traducción literal, lo fundamental era la belleza conseguida merced al acto de traducir, lo que lo habilitaba a transformar o recrear el texto original, que funcionaba como un texto en borrador, en su búsqueda de la belleza.23

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Ver PARISH, Robert. Biografía y perfil del movimiento obrero, quien opone estos conceptos de influencia y traductibilidad en el campo de la historia del movimiento obrero y de la historia social. 23 BORGES, Jorge L. "El oficio de traducir", Revista Sur, monográfico dedicado a "Los problemas de la traducción", Buenos Aires, enero-diciembre, 1976; GARGATAGLI, Ana y LÓPEZ GUIX, Juan Gabriel. “Ficciones y teorías en la traducción: 16

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La crítica a la teoría “del reflejo” encuentra afirmación en algunos historiadores urbanos que han opinado al respecto; en un número extraordinario de Revista de Occidente, dedicado al tema "Viejas / nuevas ciudades: Europa y América Latina", Roberto Segre y Antonio Vélez Catrain se preguntaban en el título de la nota editorial ¿Por qué hablar de modelo europeo de ciudad en América Latina?, reconociendo que, desde las elites americanas había habido una permanente voluntad por asimilar el pulso de las vanguardias metropolitanas: “... De ahí el constante vínculo especular con Europa y sus modelos artísticos y culturales. Sin embargo, no se trata de una relación mimética, sino de una persistente interacción y reelaboración /.../ Ocurren aportaciones originales imposibles de concretar en Europa: La Plata, nueva capital de la provincia de Buenos Aires, fue admirada por Julio Verne como la imagen urbana del siglo XX; luego Brasilia demostró a Le Corbusier que América Latina asimilaría fielmente los planteamientos teóricos de la Ville Radieuse.”24

Adrián Gorelik, al comentar la manera simplificadora y esquemática en que los aportes de la urbanística europea eran vistos como traslaciones impostadas y sin mediaciones en las historias tradicionales de Buenos Aires, afirmaba hace ya casi diez años la necesidad de encarar la cuestión desde otra perspectiva: “Porque... /esas visiones/...no permiten entender la peculiaridad de lo que aquí se produjo como ciudad y como sociedad, que está lejos de ser una versión degradada, incompleta o paródica de los modelos originales: es la propia noción de ‘influencia’ lo que debe ser puesto en cuestión. Contemplando, por una parte, las peculiaridades que la propia mezcla entraña /…/ por otra que esa mezcla se producía en una Buenos Aires que era también una especie de campamento de frontera provisorio.”25

Otro tanto ocurre con el libro de Arturo Almandoz, Urbanismo Europeo en Caracas (1870-1940), que trabaja especialmente los trasplantes de modelos, abordando la disparidad entre la escala de la ciudad y las apetencias reformistas de las elites dirigentes, las implicancias de la aplicación del ideario haussmanniano, la asimilación de los modelos en los distintos aspectos y amplitud de la cultura urbana, demostrando la emergencia de un fenómeno cultural mucho más complejo que la simple copia de modelos; en palabras del propio autor las reformas urbanas de Caracas: “…no fueron sino un conjunto de ideas en medio de un equipaje más amplio de cultura urbana, hecho esencial para entender el surgimiento de la disciplina técnica durante ese tiempo /.../ Esta relación aparentemente ha sido dejada de lado en muchos de los enfoques sobre el tema de la transferencia europea a las capitales latinoamericanas, enfoques que se han preocupado simplemente por trazar las similitudes arquitectónicas y morfológicas en el tejido urbano...”26

Es importante insistir en la convicción de que en Historia Urbana no puede hablarse, en general, de traslados literales de modelos, como tampoco de una direccionalidad unívoca en las relaciones centro-periferia, ni de linealidad temporal de procesos, ni de relaciones causa-efecto indefectibles. En este sentido es que se insiste en el carácter de nueva producción que asumen estas transferencias y de ahí la riqueza que supone indagar acerca de las mismas. El problema de la temporalidad es otro tópico que atenderemos; una primera cuestión de base está en la noción de límite temporal que nos lleva a un problema central de Jorge Luis Borges”. En HISTAL – Historia de la traducción en América Latina, Universidad de Montreal, enero 2004, 24 SEGRE, Roberto; VELEZ CATRAIN, Antonio. “¿Por qué hablar de modelo europeo de ciudad en América Latina?”, en Revista de Occidente, nº 230/1, Madrid, 2000, pp.7 a 24. Subrayado nuestro. 25 GORELIK, Adrián. La grilla y el parque. Espacio público y cultura urbana en Buenos Aires, 1887 –1936, Colección La ideología argentina, Universidad Nac. de Quilmes, 1998, p. 28. 26 ALMANDOZ, Arturo. Urbanismo Europeo en Caracas (1870-1940). Fundarte-Universidad Simón Bolívar, Caracas, 1997, p. 320. 17

la historiografía como es el de la periodización, problema inherente a la conciencia de historicidad y que puede identificarse como la necesidad “...de definir unidades que permitan ubicar los objetos analizados en un contexto que haga posible su comprensión, a la vez que haga posible su relación con la totalidad de la historia”27. Esas unidades históricas son construcciones intencionadas operadas por el investigador y está claro que todas las limitaciones temporales y divisiones de períodos son puramente convencionales; del mismo modo, los problemas formales que plantea la periodización, tienen su raíz en esa necesidad de comprender y hacer comprensible el objeto: unidad interior del período, homogeneidad que permita distinguir un antes y un después, posibilidad de relación con la totalidad, grados de validez, calidad y condición de los límites, etc.; en definitiva, la necesidad de fijar con antelación los criterios de periodización, teniendo en claro que se trata de una operación intencionada, como tan acertadamente advirtió Benedetto Croce: “Pensar la historia es dividirla en períodos /…/ pero la división tiene su base en la conciencia histórica del propio observador”.28 La indagación que pretendemos encarar, sobre la historia urbana de algunas ciudades argentinas en general y sobre las formas de transferencia de modelos, en particular, requiere el abordaje de algunos aspectos que se tratarán de articular, a modo de esquema metodológico,29 a lo largo de los capítulos y que se pueden puntualizar en: - la consideración de las múltiples vertientes productivas de las representaciones de ciudad y de sus procedencias, que coexisten, a veces contradictoriamente, para una misma realidad urbana.30 - una evaluación de las reales posibilidades materiales y culturales que cada coyuntura plantea para llevar a la práctica los proyectos. - la revisión de la cultura profesional de la generación de técnicos intervinientes en la configuración, gestión y ejecución de las propuestas, para lo que, en lo posible, se deberá recurrir a aproximaciones biográficas.31 - la lectura crítica de las propias ideas y modelos originales, revisados en todas sus potencialidades y limitaciones. - el análisis comparativo de fenómenos análogos en distintas ciudades de escala similar. - la consideración de que la historia de la urbanística y la historia de la ciudad pueden seguir itinerarios que converjan o diverjan según el momento histórico de que se trate;32 no son historias paralelas, se tocan en algunos puntos y se alejan en otros. Se deberá pensar entonces en recorridos que interpreten esas alternancias. En cada hecho urbano material y concreto, puede decirse que se superponen numerosas ciudades: la ciudad “percibida” por el habitante, la ciudad “objetivada” por el 27

WAISMAN, Marina. El interior de la historia. Bogotá, Escala, 1990, p. 47. CROCE, Benedetto. Teoría e Historia de la Historiografía, Buenos Aires, Escuela, 1953, pp. 90 a 93. Subrayado nuestro. 29 En este sentido resultaron de interés las consideraciones metodológicas planteadas en: ANGOTTI SALGUEIRO, Heliana. “La pensée française dans la fondation de Belo Horizonte”, en Revue de l’Art nº 106, Paris, 1994, pp. 85 a 96. 30 Es particularmente rico el campo de las representaciones en la cultura argentina de fines del siglo XIX y principios del XX, ya que la multifacética realidad social y étnica, producto del proceso inmigratorio y de la abrupta incorporación a los mercados mundiales, hace que se superpongan y confronten una enorme diversidad de visiones dentro del marco progresista en que globalmente se vivía. Para Buenos Aires esto ha sido estudiado con mayor profundidad que para los casos de ciudades del interior; ver: VÁZQUEZ-RIAL, Horacio. Buenos Aires 1880-1930. La capital de un imperio imaginario, Buenos Aires, Alianza, 1996; GUTMAN, Margarita (ed.). Buenos Aires 1910: Memoria del Porvenir, Buenos Aires, Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, 1999. 31 Se considera muy productiva en este tipo de análisis la aplicación del recurso de la biografía intelectual de los protagonistas, tal como se aplica en: ANGOTTI SALGUEIRO, H. Op. cit., pp. 85 a 96. 32 BORTOLOTTI, Lando. Storia, cittá e territorio, Milano, Franco Angeli, 1979, p. 32. Idéntica afirmación había sido planteada en PICCINATO, Giorgio. La costruzione dell´urbanistica. Officina Edizioni, Roma, 1977, p. 5. 28

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gobernante o funcionario de turno, la ciudad “relatada” a través de textos (literarios, periodísticos) e imágenes (iconográficas, fotográficas), la ciudad “proyectada” por los expertos en urbanismo, en arquitectura, en transporte, en redes de infraestructura. Dejando de lado la primera, que para épocas pretéritas resulta casi imposible de captar, pretendemos aquí trabajar una síntesis entre las otras tres ciudades que mencionamos: la de los funcionarios, la de los cronistas y la de los técnicos, en la convicción de que es necesaria esa superposición para acercarnos a entender la problemática de las transformaciones urbanas.

Acerca de las fuentes Así, la tarea de investigar en Historia Urbana, está signada por una suerte de “dispersión epistemológica” asociada a los múltiples discursos que convalidan y explican estas distintas ciudades que son objeto de la indagación, ya que no es sólo en la literatura técnica ni en los digestos normativos donde encontraremos las explicaciones, sino en un abanico de discursos que se abre considerablemente.33 Esto lleva a la necesidad de amalgamar una serie de fuentes de diversa procedencia, algunas de las cuales no resultan del todo aceptadas por la historiografía tradicional, pero que se tornan imprescindibles de acuerdo a nuestros objetivos. Un rasgo característico de las fuentes para el estudio de la ciudad en la etapa de la modernización es que buena parte de ellas están ligadas, en sus características técnicas, en su factura y en su contenido significativo, a las propias transformaciones que permiten referenciar. Con esto se quiere expresar que muchas de estas fuentes son tan “modernas” como el mismo proceso urbano del que dan cuenta y del que resultan absolutamente contemporáneas: la fotografía, la prensa como medio de comunicación masivo, los relatos de viajeros, la proliferación de registros estadísticos, los catastros urbanos; es por eso que nos detendremos con frecuencia en hacer una presentación cuidadosa de estos relatos urbanos. “La historia urbana de la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del XX es virtualmente desconocida, a pesar de los enormemente ricos materiales que nos dejaron los innumerables viajeros, científicos y hombres de estado; crónicas y artículos publicados por diarios y obras periódicas y valiosos estudios especializados, llevados a cabo en esas décadas...” 34

La riqueza de esta pluralidad de fuentes alejadas de lo convencional fue magistral y muy tempranamente advertida por Jorge E. Hardoy quien, en un momento en que aún no se había abierto el interés por este tipo de recursos, encontraba un enorme potencial de conocimiento acerca de los cambios culturales de las sociedades urbanas que se modernizaban, en estos diversos materiales y en su condición de testimonios epocales, en concomitancia con la instauración del urbanismo como disciplina en las ciudades americanas.35 Los casos de estudio se trabajarán según modalidades y tipos de fuente diferentes; el estudio referido a la ciudad de Santa Fe se desarrollará básicamente sobre fuentes documentales inéditas (archivos municipales, provinciales y privados) y éditas (censos, 33

Sobre la noción de “dispersión epistemológica” ver: ALMANDOZ, A. Op. cit., (1997), p. 27. HARDOY, J. E. “Two Thousand Years of Latin American Urbanization”, en HARDOY, Jorge E. (ed.), Urbanization in Latin America: Approaches and Issues. Nueva York, Anchor Books, 1975, pp. 3 a 55; la cita es de pp. 44-45. Citado por: ALMANDOZ, Arturo (ed.). Planning Latin America´s Capital Cities. 1850-1950. Londres, Routledge, 2002, p. XIII. Traducción propia. 35 El interés metodológico de la afirmación de Hardoy ha sido reiteradamente destacado por Arturo Almandoz, quien, además de citarlo en el texto de la nota anterior, lo comenta en: ALMANDOZ, Arturo. “Notas sobre historia cultural urbana. Una perspectiva latinoamericana”. En Boletín Digital Perspectivas Urbanas / Urban Perspectives, Universidad Politécnica de Cataluña, Barcelona, 2002, 34

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registros estadísticos, digestos), fototecas, archivos periodísticos, crónicas de viajeros, que se detallan exhaustivamente al final del texto. En tanto para los casos de las otras ciudades provincianas que se consideran en contrastación (Córdoba, Tucumán, Corrientes, Mendoza) y para los centros referenciales (Buenos Aires y Rosario), la indagación se realizará básicamente sobre bibliografía historiográfica y sobre la literatura técnica que resulte pertinente, utilizándose puntualmente fuentes documentales éditas (censos, digestos) y cartografía histórica y sólo excepcionalmente fuentes inéditas. Entre las fuentes convencionales para documentación sobre la ciudad de Santa Fe se recurrirá a los archivos estatales, que en el caso de la órbita provincial se encuentran considerablemente accesibles; los archivos municipales se dividen en dos áreas bien delimitadas: los correspondientes al Concejo Deliberante se hallan sistematizados y conservados en Expedientes y Actas de Sesiones, a partir de 1884, (aunque la documentación técnica que excede el tamaño del folio convencional muy raramente se encuentra accesible); en tanto los archivos del Departamento Ejecutivo resultan accesibles en las áreas de Catastro y Edificaciones Privadas, y presentan una enorme carencia en el sector de Obras Públicas y Urbanismo, donde lamentablemente se ha extraviado o destruido notable cantidad de documentación técnica de gran valor histórico; esto ha llevado a que muchos de los proyectos urbanos que se estudiarán aquí, hayan debido reconstruirse a partir de descripciones publicadas en la prensa, por lo que se ha considerado oportuno transcribirlos y adjuntarlos a esta investigación en “Anexos”. La literatura técnica (consistente en los planes urbanos publicados, los tratados de los teóricos del urbanismo, manuales, artículos doctrinales de reconocidos urbanistas) se considera un insumo de altísimo valor para este tipo de trabajo, que no puede entenderse como “bibliografía” sino como fuente primaria édita, en tanto es consustancial al objeto de la investigación, es decir, forma parte misma del corpus disciplinar que se está estudiando. Como parte de la literatura técnica, aunque extra-disciplinar, consideramos también a los tratados de higiene pública y salubridad urbana, textos que, procedentes del campo de la medicina, tuvieron notable impacto en las decisiones sobre la ciudad; también dentro de la literatura técnica se entienden incluidos los digestos de normativas urbanas y reglamentos edilicios que, en muchos casos, reproducen modelos de cuerpos legislativos similares de ciudades mayores, por lo que resultan esclarecedores los estudios comparados. Otra fuente que se constituye en un insumo básico de esta investigación es la cartografía histórica urbana, que asume distintos roles dentro de la misma: el más obvio está dado por la información objetiva que proporciona sobre la ciudad, pero vale también apuntar su valor como instrumento de interpretación de la misma; por otra parte, interesa la posibilidad de leer en la cartografía la relaciones que se verifican entre las distintas concepciones de ciudad vigentes en cada momento histórico, y las distintas maneras de representarla; y, por último, es clave su importancia en los estudios comparados, en que el trabajo sobre los planos de ciudades enriquece notablemente la confrontación. La afirmación de Corboz acerca de que "…se debe abandonar la idea de que la iconografía urbana tiene por finalidad mostrar la ciudad tal como es, es decir, restituirla objetivamente…" resulta un disparador, que abre posteriores reflexiones sobre este tema. En especial se tratará de asumir esta supuesta limitación como un factor posibilitante que multiplica las enormes potencialidades de esta fuente a la que se ha recurrido en forma constante a lo largo del trabajo.36 Interesa destacar, además del valor documental ya señalado, un hecho que, en mayor o menor medida, es generalizable a todos los planos que se utilizarán en este trabajo, cual es el de su valor como instrumento del proyecto urbano, en tanto exceden el nivel descriptivo de los fenómenos para pasar a convertirse en herramienta para la ideación de 36

CORBOZ, André, "Breve tipología de la imagen urbana", en GARCIA ESPUCHE, A. y NAVAS, T. Retrat de Barcelona, Barcelona, Edic. CCCB, 1995. Trad. al español, pp. 311 a 320.

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nuevos emprendimientos o, cuanto menos, de demostración de cómo se pensaba y se esperaba que la ciudad fuese en el futuro. En este sentido se observa que el documento gráfico tanto reproduce como propone la ciudad, brindando una imagen sistemática que pone en relación lo real y lo deseado, lo cual, dadas las pretensiones de este trabajo, resulta un aspecto sustancial del tratamiento de esta fuente. Por otra parte, la utilización directa de la cartografía histórica se ha complementado con la elaboración de reconstrucciones de plantas urbanas en distintos momentos del proceso en estudio, a fin de mapear las diversas situaciones e indicadores de la modernización (extensiones de área urbanizada, calles pavimentadas, red de transporte público, tendidos infraestructurales, sistemas de propiedad, etc.) o de explicitar los planes y proyectos urbanísticos de los que, o no se cuenta con planos suficientemente explícitos o sencillamente se dispone sólo de memorias descriptivas sin documentación gráfica.37 Con respecto a los documentos oficiales éditos, en general las memorias y discursos públicos de autoridades y organismos constituyen una fuente que debe ser confrontada con otros datos para verificar su grado de certeza ya que en muchas ocasiones se ha verificado que no son muy rigurosas en el enunciado de las acciones encaradas a lo largo de una gestión. No obstante, se trata de documentos que, con las referidas atenciones, se utilizarán con frecuencia, en tanto resultan de gran interés para verificar las expectativas y supuestos desde los que se planificaban las acciones de gobierno, sea que éstas se concretaran o no. En la mentalidad de la dirigencia de las últimas décadas del siglo XIX y primeras del XX, los censos y registros estadísticos en general, constituían el dato objetivo por excelencia, que estaba por fuera de la condición moral o ideológica de los individuos; a la vez esa información estadística posibilitaba que el caso local quedara incluido en un orden de casos similares a escala nacional o hasta planetaria. Por eso en este trabajo se le dará singular importancia a esta fuente, en el convencimiento de que los documentos estadísticos, leídos trascendiendo la pura datología, ayudan a mensurar muchas cuestiones relevantes que superan la mera descripción cuantitativa y que muestran aspectos vinculados a los idearios, los valores, las apetencias y los modos de operar de una determinada sociedad. Una de las fuentes a la que también se recurrirá con frecuencia es la de los relatos de viajeros, sobre los que no se pretende un inventario exhaustivo sino considerarlos desde su condición de testigos epocales, recortando aspectos de interés para la investigación; estos relatos quedan fuertemente teñidos por el amplio mosaico de intereses, objetivos y finalidades que perseguían los distintos cronistas, por lo que siempre se tratará de utilizar, en paralelo a los textos mismos, las referencias acerca de los cronistas, sus lugares y motivaciones de procedencia, el tiempo que permanecen en los distintos sitios que describen y las condiciones en que se produce la emisión y publicación de la crónica. La utilización de este tipo de textos como fuente para la historiografía fue, durante mucho tiempo, cuestionada por la historia científica, que consideraba prioritaria la utilización de fuentes documentales originales. No obstante ya para mediados del siglo XX, se dio un cambio en este sentido y se comenzó a valorar con mayor atención a estos relatos como testimonio epocal, independientemente de reconocer que la procedencia foránea de la mayor parte de los viajeros, podía teñir subjetivamente los testimonios. Prueba de este interés es la enorme cantidad de traducciones y re-ediciones de libros de viaje que se producen en Argentina alrededor de 1940/50, prologadas muchas veces por importantes historiadores, de lo cual la bibliografía consignada al final de este trabajo constituye una pequeña muestra. 37 Para estas reconstrucciones, si bien fueron reelaboradas especialmente para este trabajo, se ha contado con el antecedente de COLLADO, Adriana; BERTUZZI María L.; DEL BARCO, María E. “Atlas Histórico de Santa Fe. 1880-1945”; investigación desarrollada en el marco del proyecto del mismo nombre, SCyT, UNL, Santa Fe, 2004-2007. Inédita.

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“Cuando todavía no teníamos literatura, ya viajeros europeos marineros, científicos, comerciantes, aventureros, incluso espías repertoriaban en informes, cartas, relatos, memorias, las características de nuestro suelo, de nuestro paisaje, de nuestra sociedad, de nuestras primeras diferencias con el resto del mundo /.../ Esa literatura de viajeros es contemporánea a la aparición misma del país /.../ ha sembrado de imágenes y experiencias argentinas en varios idiomas del mundo.” 38

Entre las limitaciones que se plantean con el manejo de esta fuente cabe mencionar que, en su mayoría, los viajeros que recorren el interior del país, lo hacen apresuradamente, cargados de preconceptos y con fines pragmáticos -observar, relevar, documentar- a fin de compilar elementos que permitan ponderar sus potencialidades, movidos por intereses económicos, políticos o científicos o por mero afán de aventura, lo cual condiciona las opiniones que emiten; como contrapartida, en ese recorrido apresurado el cronista visita en cortos lapsos distintas ciudades y va describiendo sus particularidades, lo que desde nuestra perspectiva resultó de gran interés. La otra fuente a la que se acudirá permanentemente es la de la prensa; su valor documental como registro de los avatares de una sociedad urbana es indiscutible y mucho se ha escrito últimamente sobre ello;39 se trata de una fuente para la cual valen consideraciones similares a las que se hicieron para las crónicas. El periódico afianza e impone una nueva modalidad de lectura, un texto montado sobre fragmentos, con una recepción ágil que contrasta con el paso cansino de la vida provinciana, con un acceso rápido a una información diversificada temática y geográficamente, que aproxima un ritmo metropolitano a estas capitales de provincia.40 Pero para la Historia Urbana, la prensa aporta además en dos sentidos distintos pero convergentes en nuestra problemática; por una parte, al embanderarse en la constante denuncia de los problemas de la ciudad (carencias, deficiencias, obras prometidas y no concretadas) e interpelar al estado en tal sentido, va construyendo el testimonio de una suerte de “estado de hecho” acerca de las condiciones de las ciudades estudiadas; en el caso de Santa Fe, para la que hemos realizado extensas revisiones en archivos periodísticos, esto se constata con toda claridad y aún los diarios oficialistas presentan la posibilidad de este tipo de lectura. La otra cuestión, que desde un punto de vista de la historia disciplinar es aún más importante, es el hecho de que la prensa se constituyó en un vehículo de propaganda poderoso para el urbanismo; la amplia cobertura que en general la prensa brindaba a los temas urbanos, la alta frecuencia conque los editoriales se dedicaban al tema, la aparición de entrevistas a urbanistas reconocidos y la publicación de artículos de divulgación general que abordaban aspectos disciplinares, permite entender hasta qué punto este medio aportó a que el urbanismo se constituyera en un tema habitual en la opinión pública y, en definitiva, en la cultura urbana de la época.41 Sobre esta segunda característica será sobre la que hagamos mayor énfasis, especialmente en los últimos capítulos, coincidentes con las etapas de maduración de la disciplina en el país. Otro testimonio de singular valor lo constituyen los álbumes celebratorios y ediciones conmemorativas publicados, en su mayoría, en torno al Centenario; en general estas ediciones, de elegante formato, lujosa encuadernación y papel satinado, están redactadas con un carácter descriptivo, lineal y a veces poco riguroso en el manejo de la información; 38

SAER, Juan J. “Gombrowicz en Argentina”, en Punto de Vista nº 35, Buenos Aires, 1989, p. 14. Es ejemplar en este tema le trabajo de Ricardo Ponte sobre el rol de la prensa en la constitución de redes de poder en el ámbito mendocino a fines del siglo XIX y su incidencia en la ciudad. PONTE, Ricardo. La fragilidad de la memoria. Representaciones, prensa y poder en una ciudad latinoamericana en tiempos del modernismo. Mendoza 1885-1910. Mendoza, 1999. 40 TERRERO, Patricia. "Mediaciones técnicas de la experiencia y la percepción", en revista La C, Santa Fe, nov. de 2000. 41 Ver: OUTTES, Joel. “Disciplinando la sociedad a través de la ciudad: El origen del urbanismo en Argentina y Brasil (1894-1945)”, en revista EURE, Santiago de Chile, mayo de 2002, vol. 28, nº 83, pp. 7 a 29. 39

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otra de sus características es la marcada sistematización del contenido, en particular lo atinente al análisis económico y al desarrollo de los aspectos claves de la riqueza nacional: el agro y las industrias derivadas del mismo, los ferrocarriles y la banca; pero el rasgo sobresaliente de todos estos textos es su matiz apologético, que torna muchas veces dudosa la posibilidad de ser usados como fuente confiable. Para nuestro trabajo se utilizarán fundamentalmente en tanto “documentos de cultura”, esto es, por la posibilidad de aproximación que permiten a una suerte de espíritu de la época con sus elocuentes descripciones, muy indicativas de un modo de asumir la modernización en ciernes y de trasladarla a la vida social con su consecuente e inmediato impacto en la escala urbana. Al igual que lo comentado para la cartografía, hay otra fuente que será considerada desde las distintas aristas desde las que se abre a la investigación: la fotografía histórica; para una historia urbana entendida como historia de la materialidad de la ciudad, los objetos, sitios, lugares urbanos, no son los meros escenarios de otras historias, sino que son acontecimientos en sí mismos y desde esa perspectiva, la fotografía histórica aporta información (que es preciso complementar con otros materiales), permite la reconstrucción del espacio urbano como acontecimiento y es testimonio de la historia de la materialidad urbana.42 Asimismo, desde la perspectiva de una historia de las representaciones de ciudad, las fotografías antiguas no sólo contribuyeron en su momento a la construcción de esas representaciones sino que hoy dan cuenta de los tipos de representación que tuvieron vigencia en distintos momentos de la historia de una ciudad. Porque las imágenes testimonian cambios ocurridos en la realidad pero pueden también ser testimonios de cambios en las posibilidades y en los intereses de quienes registran y describen.43 En el caso de las postales urbanas históricas, a las que también se recurrirá reiteradamente, caben las mismas consideraciones y metodología de trabajo que las aplicadas al caso de la fotografía histórica, aunque se enfatiza en ellas la vocación deliberada de mostrar, ya que su objetivo original es publicitar las novedades urbanas y los edificios y espacios más valorados, sea desde la dirigencia local (para las postales editadas oficialmente) o desde ciertos sectores de la sociedad, como los comerciantes y empresarios. Para cerrar estas consideraciones metodológicas, vale recordar una vez más que la Historia Urbana es un campo de estudios de formación bastante reciente, que nace con los inicios del siglo XX a partir de la confluencia de dos campos de interés diferenciados: por una parte el interés de algunas disciplinas afines a lo urbano (geografía, sociología, economía) por historizar sus contenidos y, por otra, el creciente interés de los historiadores por la ciudad (Pirenne, Bloch, Febvre); pero es importante dejar en evidencia que, aún para estos historiadores y para la historiografía social en general, la ciudad sigue siendo un observatorio privilegiado de la historia de la sociedad pero no un “objeto de estudio” en sí misma. La entidad disciplinar de la Historia Urbana es puesta reiteradamente en tela de juicio y, de hecho se encuentra, en las últimas dos décadas, en un proceso de redefinición y de cuestionamiento de sus límites44. Interesa entonces volver sobre el hecho de que una condición definitoria de la Historia Urbana es la de utilizar privilegiadamente la “variable espacial”, considerando las relaciones y articulaciones entre espacio y sociedad en el estudio de los hechos urbanos.45 Para que se pueda hablar de Historia Urbana debe haber mucho más que nostálgica historia 42

ZUNZUNEGUI, Santos. Pensar la Imagen, Madrid, Cátedra, 1992. Cap. XVI. PAMPINELLA, Silvia. "Las imágenes fotográficas en la construcción de representaciones de ciudad", en Actas del Tercer Congreso Nacional de Historia de la Fotografía, Buenos Aires, 1994. 44 Véase PIÑÓN, Juan Luis. "La percepción de la Historia Urbana", ponencia presentada en las Jornadas La ciudad histórica. Problemas de investigación y tutela urbanística, Universidad Internacional de Andalucía, Baeza, setiembre de 1999; y otro trabajo anterior del mismo autor: "Apreciaciones sobre los márgenes en Historia Urbana", en revista Ayer nº 23, Madrid, 1996. 45 MONCLÚS, Francisco J. y OYON, José L. "Espacio urbano y sociedad: algunas cuestiones de método en la actual historia urbana", en AAVV, Urbanismo e historia urbana en el mundo hispánico, vol 1, Ediciones de la Univ. Complutense de Madrid, Madrid, 1985. 43

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local: es fundamental que la atención se desplace a la complejidad de la ciudad con sus lógicas y dinámicas propias y que se puedan combinar las materialidades con las realidades humanas y culturales. Investigaciones de referencia Revisando las referencias y aportes de que se nutrió mi trabajo, lo que sigue no pretende ser un “estado de la cuestión”, sino una suerte de comentario, de apunte sobre aquellos textos que resultaron importantes para orientar y/o estimular la investigación. Respecto de la problemática de las implicancias del proceso modernizador sobre las ciudades argentinas, existen numerosos trabajos que abordan la cuestión del urbanismo y de la transformación física de las ciudades con un criterio global y vinculando este fenómeno con un contexto más amplio que relaciona ideas, coyunturas políticas, sistemas productivos y formalizaciones arquitectónicas. De especial interés son los recientes artículos de Ramón Gutiérrez y Alberto Nicolini para la Academia Nacional de la Historia, "La ciudad y sus transformaciones”, que abordan la cuestión en un recorte coincidente con las problemáticas y la temporalidad que interesa a nuestra investigación, por lo que constituirán un insumo básico dado su carácter abarcativo, que permite indagaciones y análisis comparativos de distintas ciudades.46 Otro antecedente de interés y de gran valor historiográfico por su temprana publicación, es el número especial de la revista catalana 2C-Construcción de la Ciudad, aparecida en 1981 bajo el sugerente título de “Argentina: la urbanización de la locomotora” que, integrada por artículos de diferentes autores, realiza un amplio recorrido por distintos aspectos del urbanismo argentino surgido del proceso de modernización, recorrido que va desde los idearios que presidieron la configuración de las principales capitales hasta las prácticas de asentamiento de pueblos industriales en distintos enclaves productivos.47 Existen libros que enfocan las historias urbanas de ciudades argentinas (centrándose en una ciudad en particular) y que abordan, dentro de un itinerario mucho más extenso, el problema de la modernización: para Buenos Aires hay dos historias urbanas que se ocupan de la cuestión casi contemporáneamente, Buenos Aires: Evolución Histórica, de Ramón Gutiérrez y Buenos Aires: Historia Urbana del Área Metropolitana, de J. E. Hardoy y M. Gutman, ambos editados en 1992; el primero con un enfoque centrado en los modelos formales y sus implicancias ideológicas, en tanto que el segundo, orientado a historiar la urbanística como práctica técnica específica.48 En un marco temporal más acotado, indagando directamente el proceso modernizador, es de notar el temprano libro de Scobie, Buenos Aires, del centro a los barrios, que en su momento significó un aporte singular, especialmente por su propuesta metodológica.49 Y el libro que es producto de la tesis doctoral de Adrián Gorelik, que asiduamente vamos a referenciar a lo largo de este trabajo, en el que se discuten las particularidades del proceso de metropolización de Buenos Aires a través de la articulación entre la grilla, extendida en el suburbio, y los grandes parques urbanos, aunque este texto además resulta orientador por la rica lectura interpretativa que ejercita sobre las diversas fuentes que maneja.50 46

NICOLINI, Alberto y GUTIERREZ, Ramón. "La ciudad y sus transformaciones, 1810-1914". En Nueva Historia de la Nación Argentina – La configuración de la república independiente, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 2003. GUTIÉRREZ, Ramón. “La ciudad y sus transformaciones, 1914-1983”, en Nueva Historia de la Nación Argentina – La Argentina del Siglo XX, Tomo VII, Cuarta parte, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 2001. 47 GUTIERREZ, Ramón (comp.); "La colonización del territorio argentino (1875-1925)", en “Argentina: La urbanización de la locomotora” Revista 2C - Construcción de la Ciudad, nº 19, Barcelona, noviembre de 1981, pp. 4 a 46. 48 GUTIERREZ, Ramón. Buenos Aires. Evolución Histórica, Buenos Aires, Escala, 1992; HARDOY, Jorge E. y GUTMAN, Margarita. Buenos Aires. Historia Urbana del Área Metropolitana, Madrid, Mapfre, 1992. 49 SCOBIE, James. Buenos Aires. Del centro a los barrios. Buenos Aires, Solar-Hachette,1977. 50 GORELIK, A. Op. cit. 24

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Para las ciudades argentinas del interior, hay algunos trabajos sobre casos particulares, que abarcan arcos temporales muy extensos constituyendo claros ejemplos del género “biografías de ciudades” (del tipo de la de Gutiérrez para Buenos Aires, que acabamos de mencionar), en los que, en general, se pone particular énfasis en el proceso modernizador; entre ellas puede mencionarse los casos de La Plata, Tucumán, Mendoza y Corrientes.51 Un texto que vale destacar por la peculiaridad de proponer un estudio comparado ente ciudades, es el de Scobie sobre tres capitales provincianas: Salta, Mendoza y Corrientes, hecho verdaderamente inusual y para entonces inédito en la historiografía urbana nacional.52 A esto deben sumarse infinidad de investigaciones sobre aspectos parciales, tanto en términos cronológicos como temáticos, que por su profusión resulta imposible reseñar aquí y de los cuales da cuentas la bibliografía que adjuntamos al final; entre las ciudades argentinas que cuentan con mayor cantidad de estudios de este tipo se puede mencionar a Rosario, Tucumán, Mar del Plata, Córdoba, Santa Fe, La Plata, aunque sin duda la mayor cantidad de investigaciones apuntan sobre Buenos Aires; esta orientación hacia el estudio de aspectos parciales no es, ni muchos menos, privativa de la historiografía argentina y, al respecto, dice Almandoz: “La abundante casuística de las historias urbanas y urbanísticas producidas en los últimos años, que parecen privilegiar estudios de casos de ciudades particulares, antes que abordar grandes contextos nacionales o internacionales, es significativa de una tendencia teórica e historiográfica de mayor alcance y profundidad...” 53

A partir de los años ’80 se verificó en nuestro país, cada vez con mayor asiduidad, el paso de uno a otro enfoque historiográfico: de los estudios que se caracterizaban por plantear una óptica estructural centrada en el análisis de las relaciones entre los artefactos (ciudad u obra arquitectónica) y los procesos sociales, políticos y económicos que, a modo de marcos globales, explicaban esas materialidades como una producción derivada de aquéllas, a los que desatendiendo estas relaciones, otorgan una cierta especificidad, para no hablar de autonomía, a lo urbano-arquitectónico, especificidad que pondría a las producciones de este campo en un juego de continuidades y rupturas, de correspondencias y discordancias, con esos otros procesos con los que comparte una temporalidad. En los primeros se sumaba, en general, una impronta ideológica que sesgaba esta visión derivando la cuestión de la historia urbano-arquitectónica hacia el plano de los reflejos ideológicos de la realidad; en los segundos se produce una renovación del interés por lo histórico que pasa de lo narrativo, que apuntaba al relato de “los hechos”, a lo discursivo, donde prima un interés interpretativo. Citando textualmente a Nancy Stieber, el ya mencionado Arturo Almandoz sintetiza con claridad esta posición: “En vez de enmarcar los problemas históricos en trayectorias de desarrollo de largo alcance, los historiadores leen particularidades minuciosas y empíricamente observables, para revelar los códigos, fuerzas y procesos que actúan en las formas culturales. Hay un rechazo por la abstracción o el esquema general /.../ a favor del mapeo de las prácticas materiales,”54 51

DE PAULA, Alberto S. J. La ciudad de La Plata, sus tierras y su arquitectura, Buenos Aires, 1987; NICOLINI, Alberto. San Miguel de Tucumán, 1800 – 1916. Desarrollo urbano y arquitectónico, Tucumán, UNT, 1973; RICCI, Teorodo R. Evolución de la ciudad de San Miguel de Tucumán. Contribución a su estudio. Ed. Universidad Nacional de Tucumán, Colección Sesquicentenario, 1966; PATERLINI de KOCH, Olga. "San Miguel de Tucumán 1565-1930: la gestión de la ciudad", Tesis doctoral defendida en la Universidad Nacional de Tucumán en mayo de 2006; director: Alberto Nicolini. Inédita; PONTE, Ricardo. Mendoza, aquella ciudad de barro. Mendoza, Edic. municipal, 1987; GUTIERREZ, Ramón y SANCHEZ NEGRETTE, Ángela. Evolución urbana y arquitectónica de Corrientes. Buenos Aires, 1988. 52 SCOBIE, James. Secondary cities in Argentina. The social history of Corrientes, Salta & Mendoza, 1850-1910, Stanford University Press, 1988. 53 ALMANDOZ, Arturo. “Notas sobre historia cultural urbana. Una perspectiva latinoamericana”. En Boletín Digital Perspectivas Urbanas / Urban Perspectives, Barcelona, 2002. 54 STIEBER, Nancy. “Microhistory of the Modern City: Urban Space, Its Use and Representation”, en Journal of the Society of Architectural Historians, Vol. 58, nº 3, Chicago, Society of Architectural Historians, septiembre de 1999, p. 383. Citado y traducido por ALMANDOZ, A. Op. cit., (2002). 25

Se verificó entonces lo que fue una tendencia general de la historiografía urbana a partir de los años 80, como fue la de colocarse “en un cuadro de referencias temporales y espaciales específicas”55. La ciudad es vista, desde este enfoque, como una producción cultural, atada al debate de las ideas, condicionada por la construcción de los imaginarios colectivos, pasible de ser abordada desde múltiples perspectivas que a la vez re-incidirán sobre el objeto mismo. Los aportes de los métodos indiciarios, de la microhistoria, de las historias privadas, constituyen un horizonte cuya consideración es insoslayable. En este nuevo espacio de investigación, se instala el tema de los estudios sobre la transferencia de modelos urbanísticos exógenos (europeos o norteamericanos) a ciudades iberoamericanas; arriesgo reconocer un origen, en un texto que constituyó un punto de partida para este campo de trabajo en nuestro medio; se trata del artículo de Jorge E. Hardoy, "Teorías y prácticas urbanísticas en Europa entre 1850 y 1930. Su traslado a América Latina", que fuera publicado por primera vez en español en 1988 y en inglés en 1990, editado por la John Hopkins University de Washington. El trabajo no sólo encara la cuestión central del trasplante de modelos enfocando las vertientes de procedencia, sino que investiga las modalidades que asumió dicho trasplante en las principales capitales de América. Este texto fue reeditado en un número especial de la revista Documentos de Arquitectura Nacional y Americana en Buenos Aires en 1995.56 Las cuestiones de la transferencia de los modelos en el marco de los procesos modernizadores, del impacto de los expertos foráneos en las decisiones de proyectos urbanos en nuestras ciudades y de la problemática de la génesis del urbanismo como disciplina y su puesta en acto en estos escenarios, fueron sin lugar a dudas y como podremos ver a continuación, temas que a partir de los años 90 del siglo XX han sido objeto de un amplio tratamiento por numerosos investigadores de los distintos países americanos, especialmente significativo en Brasil, México y Argentina, generando un importante volumen de trabajos y una de las líneas más prolíficas en el marco de la historiografía urbana.57 Precisamente el antes citado número de DANA, editado en homenaje a Jorge Enrique Hardoy en ocasión de su fallecimiento, constituyó un momento clave en la historiografía latinoamericana sobre este tema, ya que se compuso con artículos de numerosos historiadores que analizaban, para distintas capitales del continente, diversos momentos o acontecimientos que marcaron la emergencia del urbanismo como disciplina y que precisamente implicaron acciones de transferencia y reelaboración de modelos. Cabe mencionar especialmente los trabajos de Hugo Segawa y Sonia Berjman sobre la acción de Bouvard en Sao Paulo y Buenos Aires respectivamente; los de Alberto Nicolini o Margareth da Silva sobre la presencia de la urbanística corbusierana en Buenos Aires y Río, aunque en este segundo caso se incorpora también la visión comparativa con el Plan Agache; los trabajos de Figueroa Salas y Cerdá Baintrup sobre Santiago en Chile, analizando la transposición del modelo de la ciudad lineal o la transferencia que se produce a través de la figura de Karl Brünner respectivamente; el artículo de Gutiérrez analizando con tono altamente crítico distintos intentos de trasplantes e impostaciones de modelos urbanos a Buenos Aires entre 1910 y 1927; o el de Segre, analizando la importante presencia de la urbanística del CIAM a través del plan de Sert para La Habana.58 55

CALABI, Donatella. “La storia urbana in Italia”. En número monográfico de The Different Traditions of Urban History in Europe, in "Helsinki Quarterly", Helsinki, 2002. 56 HARDOY, Jorge E. "Teorías y prácticas urbanísticas en Europa entre 1850 y 1930. Su traslado a América Latina". En HARDOY, J. E. y MORSE, R. Repensando la ciudad de América Latina. Buenos Aires, GEL, 1988. Versión inglesa: “Theory and practice of urban planning in Europe, 1850–1930. Its transfer to Latin America”, en HARDOY, J.E. y MORSE, R.M. (eds.) Rethinking the Latin American City. Washington, The John Hopkins University Press, 1990, pp. 20 a 49. Fue reeditado en Revista DANA nº 37/38. Buenos Aires, 1995. 57 Remitimos a la bibliografía que se adjunta al final de este trabajo. 58 Todos los artículos citados corresponden a Revista DANA nº 37/38. Número homenaje a Jorge Enrique Hardoy: Modelos europeos en el urbanismo americano 1900-1950. Buenos Aires, 1995. 26

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Dos años más tarde la revista italiana Storia Urbana publicó un número especialmente dedicado la coyuntura de surgimiento de la urbanística en Latinoamérica, compuesto por trabajos referidos a Caracas, de Frenchilla; a Rosario, de Bragos y Rigotti; a Porto Alegre de Ferraz de Souza; a Sao Paulo, de Da Silva Leme; y, en especial, el sugerente artículo de Outtes, “Regular la sociedad a través de la ciudad” en el que partiendo del análisis del concepto fucoltiano de bio-poder, compara críticamente los discursos emitidos en los momentos de génesis de la urbanística en Brasil y Argentina, situando el fenómeno entre 1905 y 1945.59 Arturo Almandoz es editor de una más reciente compilación de trabajos sobre el tema de la transferencia de modelos en las más importantes ciudades latinoamericanas. Se trata de Planning Latin America´s Capital Cities. 1850-1950, publicado en Londres en el que se incluyen trabajos sobre Buenos Aires como una “gran ciudad de Europa”; un estudio comparativo de la emergencia de la urbanística en Sao Paulo y Rio de Janeiro; la aplicación de modelos a Santiago de Chile; la evolución urbanística de Ciudad de México; siendo autores Ramón Gutiérrez, M. da Silva Pereira, Roberto Segre, Fernando Pérez Oyarzún, entre otros. El artículo de apertura, del editor, trabaja la cuestión en el abarcativo marco de la urbanización en América Latina “entre Haussmann y el CIAM” indagando acerca del proceso de modernización, el fenómeno de la haussmannización y de la dominancia europea en el pensamiento urbanístico americano hasta la década de 1940.60 Del mismo autor, su tesis doctoral, Urbanismo Europeo en Caracas (1870-1940) antes mencionada, analiza centralmente los trasplantes de modelos, en sus motivaciones e implicancias. Pero a la indagación de estos aspectos, Almandoz incorpora un riquísimo manejo de fuentes, entrecruzando referencias literarias y crónicas de época, con textos técnicos, normativas y proyectos, lo cual hace de este libro una referencia obligada para este tipo de estudio, dado el amplio horizonte de ideas que abarca al indagar en la relación entre cultura urbana y técnica disciplinar y los interesantes aportes metodológicos que proporciona.61 En una línea de trabajo similar, el libro sobre la historia urbana de Belo Horizonte de Heliana Angotti Salgueiro, analiza cómo la realización de esta nueva ciudad pone en juego las concepciones urbanísticas y artísticas de una cultura urbana brasilera de elite, que durante el siglo XIX fue tributaria del modelo francés, mostrando las distintas representaciones sobre la noción de “ciudad capital” que se manejaron y los primeros debates sobre la planificación urbana en Brasil.62 Abordando el tema con el mismo objetivo puede citarse el trabajo de Eloisa Petti Pinheiro que compara las historias urbanas de Río de Janeiro y de Salvador-Bahía, y observa los procesos de reforma urbana y de transformación de la ciudad moderna enfocando específicamente las relaciones que presentan con el Plan de París de Haussmann y analizando las implicancias de la transferencia en cada una de las ciudades; si bien el análisis comparativo entre las manifestaciones de la modernización en ambas ciudades es sumamente interesante en términos metodológicos, la perspectiva crítica resulta un tanto reductiva ya que la autora se aboca muy decididamente a la detección de influencias directas del modelo haussmanniano, dejando de lado otros aspectos sustantivos como son los agentes intervinientes y las condiciones objetivas de producción de las obras.63 Existen otros numerosos trabajos que se elaboran con el particular objetivo de analizar las transferencias; entre ellos se enumerarán los que significan antecedentes y 59

Revista Storia Urbana, nº 78, Milán, Franco Angeli, 1997. ALMANDOZ, Arturo. Planning Latin America´s Capital Cities. 1850-1950. Londres, Routledge, 2002. 61 ALMANDOZ, A. Op. cit., (1997). 62 ANGOTTI SALGUEIRO, Heliana. La casaque d´Arlequin: Belo Horizonte, une capitale eclectique au 19e siecle. París, Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales, 1997. 63 PETTI PINHEIRO, Eloísa. Europa, França e Bahia. Difusao e adaptaçao de modelos urbanos. Salvador, Edufba, 2002. 60

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aportes directos para nuestra investigación. Tales los tempranos trabajos de Isabel Martínez de San Vicente, Oscar Bragos o Ana M. Rigotti sobre planes urbanísticos en relación al proceso de modernización para Rosario que se consignan en la bibliografía; sobre la misma ciudad interesa otro trabajo que analiza las implicancias del Plan Bouvard, sobre todo en lo que hace al tratamiento del espacio público y el verde, con el interés adicional de publicar un anexo con la reproducción del plan general en una escala que hace posible la lectura interpretativa.64 Para la ciudad de Mar del Plata se ha editado un trabajo que compila investigaciones de diferentes procedencias disciplinares pero que convergen en tomar el tema de los planes como protagonistas centrales de la transformación urbana. Se trata de: La ciudad de papel. Análisis histórico de normativas y planes urbanos para la ciudad de Mar del Plata, 18851975, dentro del que también se estudia, en la génesis de los planes, las transferencias de modelos. Otro tanto puede decirse con respecto a la ciudad de Córdoba con Propuestas e intervenciones urbanas en Córdoba 1880/1930, de Carlos Page que aborda una cronología similar a la que planteamos aquí.65 En el marco de esta abundante producción historiográfica se pretende situar esta investigación; puede verse que en este numeroso grupo de trabajos, la mayor parte de ellos corresponde a las grandes ciudades capitales que manejan los mecanismos de poder y el campo de las ideas con una perspectiva de aproximación a los focos emisores, diferente de la que se vive en las ciudades provincianas; y aún los trabajos que incursionan en las historias de estas ciudades lo hacen con el objetivo centrado, en general, puntualmente en el estudio del caso. En este sentido la presente investigación pretende ampliar el escenario del estudio, relacionando un caso particular con otros análogos, de modo tal de intentar verificar las hipótesis en distintos contextos de sustanciación del proceso modernizador y consecuentemente, distintos ámbitos de aplicación de las ideas, las teorías y los modelos urbanísticos.

Los contenidos Como encuadre temporal, se acotará la indagación entre dos límites bastante precisos: como inicio, el momento de surgimiento y puesta en marcha de lo que genéricamente puede identificarse como proyecto modernizador en la mayor parte de las ciudades del interior de Argentina (que se puede ubicar en la década de 1880, con la llegada de las primeras manifestaciones del mismo: pavimentación de calles, energía eléctrica, ferrocarriles, redes de saneamiento), momento en el que coincidentemente se encaran los primeros y rudimentarios planes urbanísticos; como final, el momento de sustanciación de ese proyecto modernizador hacia mediados de la década de 1940 (con la infraestructura vial y ferroviaria completada, las ampliaciones y renovaciones de los puertos de las ciudades litorales; la expansión de la red de servicios sanitarios, los equipamientos públicos renovados), cuando también se va a comenzar a verificar nuevas líneas de trabajo en el campo de la urbanística, con la emergencia del ideario del CIAM y el trastocamiento de la escala de los planes que pasan de ser planes reguladores a convertirse en planes regionales, involucrando con mayor decisión las relaciones ciudad-territorio. Tal cronología es aplicable al caso de la ciudad de Santa Fe, en la que se centrará el principal interés de este trabajo, pero es también pertinente para abordar el caso de otras 64

BERJMAN, Sonia y GARCIA ORTUZAR, Raquel. Reflexiones sobre Joseph Bouvard y el paisaje de Rosario en 1910. Rosario, CASF, s/f. 65 MAZZA, Carlos (comp.). La ciudad de papel. Análisis histórico de normativas y planes urbanos para la ciudad de Mar del Plata, 1885-1975. Mar del Plata, FAUD-UNMdP, 1997. PAGE, Carlos. Propuestas e intervenciones urbanas en Córdoba 1880/1930, Córdoba, Universidad Nacional de Córdoba, 1991. 28

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ciudades argentinas, en su mayoría capitales de provincias del interior, que atravesaron procesos más o menos similares. Santa Fe es la ciudad capital de la provincia argentina del mismo nombre, situada a 450 km al noroeste de Buenos Aires, a orillas de un afluente del río Paraná, con una población de 370.000 habitantes en el Censo Nacional 2001. Fundada en 1573 por Juan de Garay, fue trasladada entre 1650 y 1660 a su actual emplazamiento, 80 km al sur del primero, reproduciéndose exactamente la disposición originaria de su trazado cuadricular, la localización de sus principales edificios y la estructura de propiedad de la tierra. La ciudad colonial, signada por innumerables carencias producto de su deficiente localización, teniendo que afrontar las periódicas crecientes de los ríos, sufrir los ataques de los indígenas, padecer un relativo aislamiento geográfico, vio dificultado su crecimiento económico y edilicio, presentando para mediados del siglo XIX una imagen urbana homogénea, chata, sin mayores alternativas; para la década de 1850 Santa Fe se encontraba recién en los albores de un proceso de transformación que la alejaría de su condición de ciudad colonial, en la que permanecía sin altibajos desde su traslado a mediados del siglo XVII.66 Los últimos años del siglo XIX y los de la primera mitad del XX se caracterizaron por la emergencia de una serie de proyectos para esta ciudad que explícita o implícitamente intentaron dar un orden y una sistematización al crecimiento que se estaba verificando, a la vez que propendieron a cualificar los lugares urbanos que se transformaban o generaban ex-novo a partir de dicha expansión, mostrando una clara tendencia a proyectar el espacio urbano. Se promovió así una modificación relativamente radical del estado previo de la ciudad y se puso en juego la noción de proyecto como producción intencional, hecho que resultaba casi inédito para 1880, puesto que hasta entonces Santa Fe no había sido concientemente tomada como objeto de manipulación a través del proyecto urbanístico. Efectivamente, en la Santa Fe colonial no se había verificado ninguna situación similar en tanto instancia de abordaje de los problemas urbanos; el espacio público hasta ese momento casi no había sido tema de diseño o regulación por parte de los sucesivos poderes locales y las reglamentaciones españolas constituían una preexistencia remota y un instrumento de delimitación y ordenamiento del suelo urbano casi exclusivamente jurídico, más que un patrón de configuración espacial. En el período independiente, la regulación se iniciará muy tardía y débilmente, recién en la década de 1860-70. No puede desconocerse que estos cambios producidos en los modos de abordar y prefigurar la ciudad, estuvieron ligados a las alternancias del rol que tuvo la misma en su espacio de influencia (dadas las importantes modificaciones económico-productivas que se operaron en el territorio) y ligados también a cambios intra-urbanos, tanto en el orden cuantitativo, vinculados al crecimiento poblacional extraordinario con la consecuente expansión urbana, como cualitativo, en la estructura social como consecuencia de las transformaciones económicas y del fenómeno inmigratorio que trastocó los tradicionales patrones de población. El proceso colonizador del territorio constituía, en la década de 1880, un fenómeno que había alcanzado su punto de máxima intensidad y resultaba evidente el éxito de una política que había comenzado a implementarse durante el período de la Confederación en este sentido. En el área de influencia de Santa Fe, en menos de treinta años, las colonias agrícolas se habían multiplicado, generando una explotación intensiva del territorio hasta límites inimaginables a mediados del siglo; esto se combinaba con el hecho de que en todo

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CALVO, Luis María y COLLADO, Adriana; La ciudad de Santa Fe, fascículo 8 de la colección “Historias de Nuestra Región”, Santa Fe, Subsecretaría de Cultura de la Provincia, Rosario, 1999 29

el territorio provincial existían sólo dos ciudades-puerto importantes que eran capaces de hegemonizar el desarrollo regional: Santa Fe y Rosario.67 La enunciación genérica de un par de datos puede servir para marcar la magnitud de los cambios: en los ocho años transcurridos entre los censos de población de 1887 (15.099 habitantes) y 1895 (23.500 habitantes) se verificó un crecimiento del 56% en la población urbana de Santa Fe; a su vez la ciudad, cuya población extranjera no alcanzaba al 10% en el Censo Nacional de 1869, para 1887 contaba con un 30% de extranjeros, proporción que se mantuvo hasta fines de la Primera Guerra Mundial, cuando la población urbana alcanzaba los 70.000 habitantes.68 En 1885 se concretó la instalación del Ferrocarril Santa Fe a las Colonias con estación de cabecera en el noreste del área urbana; fue la primera línea férrea que partió de Santa Fe hacia el área de producción agrícola y un medio de transporte que tuvo gran incidencia en el desarrollo económico y social de la ciudad y la región.69 Fueron todos aspectos decisivos para la puesta en marcha del proceso modernizador que inició la ciudad en esa década de 1880, proceso marcado por unas ansias de progreso en ciertos sectores de los grupos dirigentes que llevaron a que Santa Fe se pensara desde una óptica renovadora y con fuertes expectativas de superación de las anquilosadas imágenes de la ciudad colonial. Puede afirmarse sin mayor riesgo de error, que este período de transformación radical de la ciudad heredada del período colonial, reconoce rasgos comunes en distintos centros urbanos del interior y en especial en las capitales provinciales de fundación hispánica que, con sus particularidades, participaron de las transformaciones materiales y económicas del país, de los desequilibrios y polaridades del proyecto agroexportador, de las consecuencias de los accidentados procesos políticos y de las impostaciones sociales y culturales producidas. Respecto de la periodización, el enfoque diacrónico sirve para hilvanar la continuidad entre uno y otro momento, en tanto que la sincronía aporta a la estructura interna de los capítulos; en cada uno se presentará, siguiendo un orden cronológico, un momento particular de la historia urbanística de la ciudad de Santa Fe, momento en el que puede reconocerse una unidad interna e identificarse con claridad una problemática puesta en juego, lo que será condición indispensable para la determinación del período. Presentado el caso, el mismo se contrastará en un doble juego de coordenadas: por una parte se lo pondrá en confrontación con el estado de situación del pensamiento urbanístico y de los avances disciplinares en el país, en esa coyuntura; por otra, se tratará de establecer comparaciones, en un marco temporal coincidente, con las manifestaciones disciplinares en otras ciudades provincianas de similar escala y condición. Para el primer cruce, la verificación de un estado de situación y avance disciplinar, se tomarán como referentes principales los acontecimientos urbanísticos del campo académico, las emergencias teóricas del ámbito nacional y, muy especialmente, la transferencia de ideas y modelos de producción exógena; también se indagarán, en este mismo nivel, algunas de las principales transformaciones urbanas de Buenos Aires y Rosario, entendidas como los casos modélicos, desde la perspectiva muchas veces idealizada de las ciudades del interior. La comparación con otras manifestaciones de la urbanística que se verifican contemporáneamente en ciudades provincianas, tomará como casos de estudio a algunas 67

FERRARI, G. y GALLO, E. (comps.) La Argentina del ochenta al Centenario, Buenos Aires, Sudamericana, 1980. Ver también ENSINCK, Oscar. Historia económica de la Provincia de Santa Fe, Rosario, UNR, 1989. 68 COLLADO, Adriana; BERTUZZI María L. Santa Fe 1880-1940. Cartografía Histórica y Expansión del trazado. Documento de Trabajo Nº 4, CEHIS/U.N.L., Santa Fe, 1995. 69 MÜLLER, Luis y COLLADO, Adriana. Arquitectura, sociedad y territorio. El Ferrocarril Santa Fe a las Colonias, Serie Polis Científica Nº 2, UNL, diciembre de 2000. 30

MODERNIZACIÓN URBANA EN CIUDADES PROVINCIANAS DE ARGENTINA. TEORÍAS, MODELOS Y PRÁCTICAS, 1887-1944 Adriana Co llado

capitales de provincia de fundación colonial, las que serán interpeladas en la medida en que, por acción u omisión, presenten situaciones de interés para cotejar; se trabajará centralmente y a lo largo de todos los capítulos, sobre los casos de Mendoza, Tucumán y Córdoba, por considerar que todas ellas, al igual que Santa Fe, tuvieron roles destacados, aún desde su condición provinciana, en el marco del proyecto agro-exportador iniciado por la Generación del ’80 y, por tanto, tuvieron unas economías activas y un desarrollo más o menos sostenido. Por el contrario, y dados los fuertes desequilibrios a que se vio sometido el interior durante el transcurso de dicho proyecto (desequilibrio que en muchos aspectos no se ha revertido aún hoy) existieron otras ciudades cuya dinámica urbana resultaría muy difícil de parangonar, en tanto pertenecen a áreas que resultaron absolutamente relegadas del proceso y donde se verificaron situaciones muy diferentes, como Salta y Jujuy, por ejemplo, ciudades que habían sido relevantes durante la etapa colonial, que luego se mantuvieron casi sin modificaciones hasta bien entrado el siglo XX. No obstante privilegiarse en la comparación los tres casos mencionados, en algunos capítulos abundarán las referencias a Corrientes, Salta y Paraná. Esto explica también el título del trabajo; el proceso de la modernización urbanística se revisará para un conjunto de casos, aunque la ciudad de Santa Fe sea el nudo de la indagación y es dable verificar que las transformaciones asumen notable similitud tanto en los tipos de soluciones que se adoptan como en los marcos cronológicos en que se producen. La cronología del proceso santafesino marca los límites de este trabajo; 1887 como el año en que se elabora el primer proyecto de bulevar y 1944, el año en que se desarrolla y se presenta públicamente el esperado plan regulador. Pero la misma cronología elegida es pertinente también a escala de las ciudades que hemos seleccionado para confrontar, porque en 1887 también se abren los bulevares rosarinos (creados dos décadas antes pero no efectivizados) y se trazan los bulevares tucumanos y los cordobeses; y en el otro extremo, en enero de 1944, se produce el terremoto de San Juan, momento de gran agitación en el campo disciplinar ante la necesidad de dar respuesta a un requerimiento concreto y urgente de trazado de una nueva ciudad; San Juan fue entonces un verdadero laboratorio donde confrontaron las distintas líneas que tenían vigencia en ese momento en el país y se abrieron nuevas perspectivas para la urbanística en argentina, quedando superada la tradicional noción de Plan Regulador por la de Plan Regional y priorizándose la escala del Planeamiento por sobre la del Urbanismo. Desde nuestra perspectiva, tanto en la situación local santafesina como en la del conjunto de capitales provincianas que revisaremos, los años límites de nuestro marco cronológico significan la apertura y el cierre de un proceso que reconoce como elemento homogeneizador a las transformaciones que se operan sobre la ciudad desde la urbanística. El capítulo I, “La ciudad Pos-colonial (1810-1880)” es en realidad un capítulo introductorio que está por fuera de la cronología, pero su interés surge de la necesidad de presentar con relativo detenimiento el estado previo de esos objetos (las ciudades) de los que en adelante se estudiarán las transformaciones materiales. Se trata de un período sobre el que, principalmente en el caso santafesino, no abundan las fuentes convencionales para desarrollar estudios urbanos; con excepción de los relatos de viajeros más o menos abundantes, todo lo referente a iconografía, cartografía, documentación oficial municipal, datos censales y archivos periodísticos es escaso y hasta inexistente para algunos años. No obstante, en la convergencia de esos pocos testimonios, se puede obtener un resultado consistente, con la identificación de una serie de acontecimientos coincidentes, por momentos notablemente coincidentes, y la posibilidad de contar con cronistas que, en muchos casos observan contemporáneamente las distintas ciudades, lo que enriquece el trabajo comparativo. El segundo capítulo, “Modernización, trazados y expansiones”, trabajará la cuestión del proyecto de trazado de dos bulevares en Santa Fe en 1887, de los que sólo uno llegó a 31

materializarse, en el marco de una franca puesta en marcha del proceso modernizador. Se estudiarán las razones de origen de esos trazados y las implicancias en la definición de una impronta urbana posterior; se tratará asimismo de analizar la significación de estas acciones en lo que suponen de novedoso y original en el contexto de las prácticas urbanísticas locales, por poner en crisis a la débil estructura municipal y por dar inicio a un manejo especulativo del suelo urbano que hasta entonces no había tenido manifestaciones de magnitud en la ciudad. La recurrencia a un modelo de la urbanística europea, se tratará de revisar críticamente en sus motivaciones y posibles procedencias; en tanto se intentará verificar las relaciones emergentes de la aplicación del mismo modelo en otras ciudades. En el tercer capítulo, “Control, regularidad y progreso técnico”, se estudiarán las estrategias puestas en juego para la transformación de las ciudades provincianas en los últimos años del siglo XIX, momento en el que, sin plantearse aún la idea de plan global, se verifica un interés por lograr una aproximación científico-técnica a los problemas de la ciudad, apelando a las infraestructuras de transporte y energéticas, a las operaciones de regulación a través de la normativa urbana y a la apertura, ensanche y alineación de vías a fin de dar eficiencia al sistema de movimientos. Se trata de acciones emprendidas principalmente por el Municipio, aunque muchas veces impulsadas por iniciativas de particulares, en forma descoordinada y hasta anárquica, pero que leídas en conjunto permiten articular un verdadero ensayo de modernización urbana. Es también el momento en que, en la ciudades provincianas, se comienzan a consolidar los equipos técnicos de las oficinas municipales, constituyéndose en instancias preparatorias para los avances disciplinares de las décadas siguientes. La relación entre “Higienismo, ciudad y modernización” es la cuestión que se trata en el Capítulo IV, en el que se presentarán un conjunto de nociones provenientes del ámbito de la medicina y la higiene social que resultaron factores determinantes del proceso de transformación urbana e impactaron en las propias bases disciplinares al punto de que por momentos se convirtió en tema casi excluyente. Se analizará para el caso santafesino y, comparativamente, para otras ciudades del interior, cómo el concepto de salubridad será rector de las principales decisiones y de las acciones más rotundas que se emprendan en materia urbanística, tanto en el ámbito europeo como en el escenario americano y nacional. Se indagará sobre sus manifestaciones en la legislación, en los equipamientos relacionados con la salud y la higiene, en los tendidos de infraestructura sanitaria y en la preocupación por los espacios verdes urbanos, intentando entender el impacto que significaron sobre la materialidad de las ciudades, y sobre la vida urbana en un sentido más integral. El capítulo V encara, bajo el título de “El embellecimiento urbano como meta”, el contradictorio entorno epocal festivo, optimista, promisorio, del Centenario de la Revolución de Mayo, que en Santa Fe coincide con otro acontecimiento paradigmático como es la inauguración de las obras del nuevo puerto de ultramar y con una sucesión de tres intendencias que pretendieron sumarse al pulso de la época pergeñando obras y proyectos que, en ocasiones, estuvieron más allá de las posibilidades de la coyuntura. Se pretenderá, desde el análisis de un plan urbano surgido de este momento celebratorio, confrontado con propuestas que emergen contemporáneamente en otras capitales provincianas, trazar un estado de situación respecto del campo disciplinar en ese momento en el interior del país, signado por el ideal del Arte Urbano. El itinerario que va “Del Arte Urbano al Urbanismo” se recorrerá en el sexto capítulo, que atravesará la década de 1920-30, considerada como el momento en que, desde una visión moderna, verdaderamente cristaliza en Argentina la disciplina urbanística, se incorpora la noción de Plan Regulador y madura el debate en torno a los problemas de la ciudad. Este desarrollo disciplinar y profesional se inicia en momentos en que el país se urbanizaba a pasos agigantados y las ciudades mantenían un ritmo notable de crecimiento, aumentando el carácter y la complejidad de los problemas urbanos; se analizará en 32

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particular un plan urbano elaborado para Santa Fe y a través de sus implicancias, se tratará de indagar sobre las procedencias y los modos en que circularon y se reelaboraron las ideas del momento. El capítulo VII, “Ciudad Jardín y modernización urbana”, presenta el caso de un emprendimiento privado de trazado y ejecución en 1928 de un barrio-jardín que, para Santa Fe, plantea singulares características por su localización, la distorsión de los patrones tradicionales de asentamiento que supuso, la condición de barrio obrero sustentado desde el saber arquitectónico y la participación de un arquitecto foráneo en la elaboración del proyecto, cuya vasta formación introduce un interés anexo al trabajo. Dos temas de máxima actualidad en la urbanística de la época convergen en el caso: la vivienda obrera y el modelo de la ciudad-jardín; para ambos se intenta una aproximación a los referentes, se analizan procedencias teóricas y prácticas y se ensayan comparaciones. El último capítulo aborda la larga década de 1930, enfatizando en algunas erráticas acciones encaradas en la ciudad de Santa Fe, que se van dando en paralelo a la notable efervescencia que se vive en el ámbito nacional, acerca del desarrollo del urbanismo como disciplina. Todos los intentos santafesinos, muchas veces inconexos entre sí, estuvieron orientados por una misma voluntad: la necesidad de contar con un instrumento, el Plan Regulador al que, por una parte, se le asignaba una función salvadora en la organización de la ciudad pero, por otra, se encontraban permanentes objeciones a su concreta elaboración, dando cuentas de crisis e indefiniciones muy significativas que se tratarán de explicar. El paralelo con los debates del ámbito nacional, en los que Santa Fe comienza poco a poco a tener participación, será uno de los aspectos más interesantes a resolver. Como dijimos más arriba, muchos de los proyectos y planes urbanos se han podido reconstruir gracias a las publicaciones fragmentadas o completas de la prensa local, por cuanto no se ha conservado la documentación técnica de los mismos en los archivos municipales; por tanto, hemos decidido agregar a modo de “Anexos”, al final del trabajo, la reproducción de los textos e imágenes (cuando las hay) de las notas periodísticas, entrevistas, comentarios editoriales o artículos, con el fin de hacerlos más accesibles. Marc Bloch en su Introducción a la Historia escrito en 1941, comentaba su preocupación por el hecho de que fuera necesario todavía entonces, discutir sobre la utilidad de la historia: “Me imaginé que nadie se atrevería hoy a decir, con los positivistas de estricta observancia, que el valor de una investigación se mide según su aptitud para servir a la acción”70. Siguiendo el planteo posterior del célebre historiador francés, se despeja que el problema de la “utilidad”, en el sentido más pragmático del término, no debe de ninguna manera confundirse con la “legitimidad”, que es el verdadero atributo de la operación intelectual. Si reservamos para la historiografía el campo de la interpretación, es claro que no podemos interpretar lo que no conocemos y se impone, al decir de Bloch, “...ante todo comprender”; desde nuestra perspectiva, esto equivaldría a decir que no es posible exigirle a la Historia Urbana una condición de utilidad intrínseca, de aplicabilidad directa, sino a través de las posibilidades que brinda de reflexionar sobre el problema de que se trata. En este sentido, el objetivo primordial de este trabajo se vería cumplido en la medida en que lograra hacer un aporte legítimo a la reflexión sobre las problemáticas y preocupaciones que le dieron origen.

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BLOCH, Marc. Introducción a la Historia, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 3ª reimpresión, 1990. 33

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CAPÍTULO I LA CIUDAD POS-COLONIAL (1810-1880)

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“Una fisonomía colonial o mejor, una fisonomía envejecida, descubrieron en las ciudades latinoamericanas los numerosos viajeros que llegaron a ellas por esta época...”.1

El interés de este capítulo es presentar la situación general de la ciudad de Santa Fe durante la mayor parte del siglo XIX (1810-1880), en la etapa posterior al período de la dominación española y previa al inicio de los procesos de cambio y modernización que constituyen el tema central de este trabajo. El objetivo de estudiarla desde la perspectiva de la historia urbana resulta una empresa compleja y difícil, ya que en este período las ciudades del interior del territorio argentino constituyeron espacios signados por fuertes transformaciones en lo político-institucional y en lo social, pero en los cuales, pese a esta condición de escenarios de cambios, resultan débiles y tardíos los impactos y marcas en la dimensión físico-espacial. Tal es lo que primariamente puede verificarse para nuestro caso central de estudio, donde la apenas incipiente expansión de la traza original, los lentos cambios producidos en los tipos arquitectónicos y la concreción de unos pocos edificios institucionales iniciados en el período colonial, no alcanzaban a modificar el paisaje de la ciudad hispánica, consolidado a lo largo de dos siglos y medio de historia material, paisaje que ni el traslado a una nueva localización había logrado alterar; la contundencia e inercia de la matriz fundacional garantizaron estabilidad y perdurabilidad al espacio urbano durante la mayor parte del siglo XIX. Efectivamente, durante muchos años de vida independiente posteriores a 1810, Santa Fe, pese a su designación como capital provincial y sede de un sólido poder federal en la región, conservó impresas con nitidez las huellas de su pasado hispánico. Tanto en las descripciones como en la cartografía disponible, resulta claro que la ciudad no distaba mucho en su extensión ni en su configuración, de la aldea de finales del siglo XVIII; ninguno de los rasgos que la modernidad iba a imprimir en el fenómeno urbano se encontraban presentes en la Santa Fe de entonces: la producción de bienes manufacturados no había alcanzado ningún grado de racionalización, no existía ningún tipo de red de servicios públicos y, hasta 1880, el ferrocarril no había sido más que un proyecto. El estado de permanente beligerancia en que se encontraba el país con posterioridad al 25 de mayo de 1810 tuvo particular repercusión en esta ciudad, desde su origen caracterizada por su condición de nudo de articulación de flujos en el amplio espacio del Litoral. La presencia de ejércitos de distinta filiación que atravesaban el territorio, las sangrientas revueltas locales y los conflictos interprovinciales, la inestabilidad política general, el impacto negativo que tuvo en su economía la pérdida de los mercados del Alto Perú, constituyeron factores que tornaron poco propicia la coyuntura para un desarrollo urbano sostenido y para la asimilación de modelos de progreso material que en otras ciudades de América ya se estaban implementando.2 Promediando el siglo, durante el Gobierno de la Confederación, Santa Fe habría de verse tensionada y desfavorecida por la presencia muy próxima de dos ciudades rivales: 1

ROMERO, José Luis. Latinoamérica, las ciudades y las ideas. Buenos Aires, Siglo XXI, 1976, p. 217. CERVERA, Felipe J. y GALLARDO, Mabel. “Santa Fe 1765-1830: historia y demografía”, en Anuario del Instituto de Investigaciones Históricas nº 9. Rosario, Universidad Nacional del Litoral, 1966/67, pp. 39 a 65. 2

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frente a ella, sobre la ribera opuesta del Paraná, en la provincia de Entre Ríos, la ciudad de Paraná, declarada Capital de la Confederación tendrá durante una década (1852-1861) la hegemonía en la región, relegando a Santa Fe a un rol secundario. Hacia el sur, en la misma provincia de Santa Fe, Rosario se convirtió rápidamente en un emporio comercial; en 1852 le fue otorgada la condición de ciudad por ley de la Confederación Argentina, y casi simultáneamente se le agregó la condición de puerto con privilegios especiales, a raíz del Decreto de libre navegación de los ríos interiores, también promovido por el Gobierno de la Confederación (1852/61); sobrevendría a partir de entonces una época de enorme prosperidad y crecimiento para Rosario, que se distanciará en su condición de capital económica, de la histórica y tradicional capital política de la Provincia; aún así, en el área de influencia de la capital había comenzado lentamente a gestarse un proceso que fructificaría recién varias décadas más tarde3. Y una vez derrotado el Estado Confederal, con posterioridad a la batalla de Pavón (1861) y al asiento definitivo del Gobierno Nacional en Buenos Aires, vendrán los años de reacomodamientos; años en los que poco a poco, y cada vez con mayor decisión, Santa Fe se irá despojando de su ropaje colonial y, apoyada en su modesto puerto y en su fértil y extenso territorio, mediante políticas de atracción de población inmigrante y de colonización, tendentes a incrementar exponencialmente la productividad de la tierra emprenderá, con grandes dificultades, su incorporación al proyecto de desarrollo nacional4. Sobre toda esta etapa larga, compleja y conflictiva, tratará este capítulo, buscando por una parte aportar una visión de la ciudad que permita discernir los rasgos dominantes de su condición urbana, amalgamando la dimensión de la ciudad física con los caracteres de la ciudad social, para lo que se tomará como base el cruce de unas pocas fuentes disponibles. Se intentará a la vez realizar una aproximación interpretativa a ciertos discursos epocales que se consideran constitutivos de unas ideas de ciudad que, aún cristalizando en períodos posteriores, tienen su origen en este momento y marcaron fuertemente el imaginario santafesino. Como ya se adelantó, las fuentes para estudiar la condición urbana de Santa Fe en este período no son muy abundantes; no se ha encontrado material iconográfico anterior a 1858, existen pocos testimonios cartográficos, la documentación oficial en el orden municipal es casi inexistente,5 muchos de los escuetos datos censales que pudieron ubicarse son poco confiables y tampoco abundan los relatos de viajeros que, si bien numerosos, son también en general bastante breves en relación a los que pueden encontrarse para otras ciudades. Se trabajará entonces cruzando los aportes de las diversas fuentes disponibles, que pueden resultar un tanto débiles si se las enfoca individualmente, pero potencialmente ricas en una interpretación integrada. Con respecto a cronistas y viajeros, se tratará de identificar, a efectos de que resulten más productivos en términos historiográficos, aquellos tópicos que abordan con mayor recurrencia los distintos autores revisados. Se han detectado ciertas cuestiones como la relación de la ciudad con su entorno natural, la descripción de los distintos itinerarios de llegada, las impresiones sobre el ambiente urbano en general, la visión particularizada de la plaza principal o del puerto, los comentarios sobre las costumbres populares y las referencias acerca del grado de progreso o atraso en que se encontraba la ciudad por sus propias condiciones y en relación a la situación de otras ciudades del entorno regional y nacional. Sobre estas cuestiones se tratará de ordenar el trabajo a continuación.6 3

Ver: GALLO, Ezequiel. “Santa Fe en la segunda mitad del siglo XIX. Transformaciones en su estructura regional”, en Anuario del Instituto de Investigaciones Históricas nº 7, Rosario, Universidad Nacional del Litoral, 1964, pp. 127 a 161. 4 ENSINCK, Oscar. Historia económica de la Provincia de Santa Fe, Rosario, Universidad Nacional de Rosario, 1989. 5 Pese a que la creación de la Municipalidad de Santa Fe se produce en 1860, la sistematización de los archivos municipales se inician recién en 1884. 6 De aquí en más, dado que se realizarán abundantes transcripciones textuales de relatos de viajeros, se colocará siempre que sea posible, entre paréntesis, el año en que se produce la visita a Santa Fe que origina el relato. 38

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I. 1) Ciudad y territorio en la mirada de los viajeros En la primera mitad del siglo XIX, la ciudad era poco extensa, como puede fácilmente deducirse de los planos de época, y estaba todavía íntimamente ligada a su entorno natural, casi sumergida en el mismo, ya que apenas andando unos minutos desde cualquier punto, se alcanzaba el espacio rural. Alejándose unas pocas cuadras de la plaza o tan sólo mirando hacia el horizonte desde las azoteas de algunas de las casas, en cualquier dirección, podían divisarse las islas y el campo. Entre la cartografía urbana correspondiente al período colonial puede destacarse un plano de 1787 dibujado por José Arias Troncoso7; a éste le sucederán, ya dentro del período independiente, un plano de 1811, confeccionado por el ingeniero naval Eustaquio Giannini y otro de 1824 dibujado por Marcos Sastre, que se analizarán más adelante. Estos dos últimos testimonios, ponen de manifiesto que el escaso crecimiento poblacional tuvo su correlato en una suerte de congelamiento del perímetro de la planta urbana ya que prácticamente no se detectan expansiones en casi cuarenta años, manteniéndose el límite norte a siete cuadras de la plaza en esa dirección y el límite oeste a cuatro cuadras de ese mismo punto. (Imágenes I.2, I.6 y I.7) En las descripciones de viajeros, los rasgos de ese entorno natural, los factores topo e hidrográficos, las características del clima, la vegetación y la fauna ocupan un espacio considerable, respecto de los párrafos destinados a relatar el área urbana, pero es de notar también la subjetividad y el desconocimiento con que se abordan ciertos temas como el clima y la temperatura, apareciendo opiniones disímiles según sea el momento en que se realiza la visita o confundiendo los accidentes geográficos a veces de manera grosera, lo que demuestra la mirada superficial y hasta desatenta conque muchos de ellos resolvieron sus relatos. Las vías de acceso a la ciudad en la primera mitad del siglo XIX eran el río por una parte y, por otra, los caminos de postas que llegaban al Paso de Santo Tomé desde Córdoba o Buenos Aires; estas dos posibilidades también brindaban percepciones contrapuestas debido a las distintas características del entorno natural que se atravesaba, el cual se presentaba relativamente agreste por tierra, en tanto que resultaba exuberante por agua. Ya los primeros viajeros del período independiente marcan con empeño estos particulares atributos, deteniéndose en minuciosas descripciones; tal la que ofrece John Parish Robertson llegando a Santa Fe en 1811, luego de un viaje de más de cuatro días desde Buenos Aires: “De cuando en cuando se presentaba a mi vista el espléndido Paraná /.../ La tierra en ambas márgenes es tan fértil como la naturaleza puede hacerla y no ofrece dificultades de piedras o bosques para ararla. El clima es de lo más saludable /.../ Santa Fe está situada a orillas de un afluente del gran río Paraná, llamado Salado /.../ el brazo sobre el que está Santa Fe forma allí un gran recodo (sic) y vuelve al Paraná nuevamente....”8 (Año 1811)

Robertson relata también las especies de flora y fauna que va encontrando en su recorrido y detalla los avatares del largo viaje desde Buenos Aires, sobre el que aporta un dato interesante referido a los tiempos que demandaba el viaje por tierra, lo que permite 7 Publicado por FURLONG, Guillermo. Glorias Santafesinas, Buenos Aires, Surgo, 1941, con un error de datación; luego por PISTONE, Catalina. “El Arte en Santa Fe”, en Historia de las Instituciones de la Provincia de Santa Fe, T. V., Santa Fe, ed. oficial, 1973, en Anexo Documental y con la datación correcta. 8 ROBERTSON, J. P. y W. P. La Argentina en la época de la Revolución, Buenos Aires, Vaccaro, 1920. pp. 80/81. Los hermanos Robertson, comerciantes ingleses, permanecen en el Río de la Plata entre 1808 y 1830. La visita de John Robertson (1792-1843) a Santa Fe puede datarse en 1811, por afirmación del mismo cronista, de paso hacia Paraguay, de donde ambos hermanos serán expulsados en 1815. La descripción de Santa Fe, si bien seguramente responde a puntes tomados durante la visita, fue realizada muchos años más tarde, ya que corresponde a la carta escrita por John desde Londres en 1838, que forma parte de la publicación original en inglés, Letters on Paraguay, cuya primera edición fue hecha en Londres en ese mismo año. Se trata de uno de los más citados libros de viajeros que hayan recorrido la región en el siglo XIX, y entre las peculiaridades vale mencionar el hecho de haber sido John P. Robertson testigo de la histórica Batalla de San Lorenzo, que protagonizaron los ejércitos patrios el 3 de febrero de 1813 a orillas del Paraná, en las inmediaciones del convento franciscano de San Carlos, 120 km al sur de Santa Fe.

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medir las distancias no sólo funcionales sino también perceptivas. Apunta que el correo regular tardaba por entonces tres días y medio en recorrer las 340 millas que separaban a Santa Fe de Buenos Aires, en tanto que un viaje regular como el que él mismo emprende, le insume casi cinco días9. Considerando que para esa época la Bajada, Rosario y Coronda, las poblaciones más cercanas, eran sólo pequeñas aldeas, el dato de la duración de los viajes resulta de gran interés para medir el grado de aislamiento en que se encontraba la ciudad. Sobre finales de la década siguiente, otro viajero europeo, el científico francés Alcides D´Orbigny, también se detiene en describir el carácter dominante de lo fluvial. La apreciación sobre el enclave y la preponderancia de los límites fluviales le requiere a D´Orbigny casi más espacio que la descripción de la ciudad misma, lo que puede ser entendido como una cierta debilidad de lo urbano respecto de la fuerza del entorno natural: “Al llegar cerca de la ciudad, cuyos campanarios se elevaban a lo lejos /.../ vi que la barranca sobre la cual está situada, se halla rodeada, al norte, de una gran masa de agua que se extiende hasta perderse de vista; era el río Salado o Santo Tomé (sic), entonces desbordado, que tiene su origen en la provincia de Salta /.../ esas costas, nada tienen de pintoresco...”.10 (Año 1828)

La visión de D´Orbigny es francamente optimista, y observa con espíritu joven, de investigador, ansioso por descubrir todo lo nuevo que América le muestra; se verá más adelante que su descripción de la ciudad supera en ponderaciones a las de todos los otros cronistas, y otro tanto ocurre con su impresión sobre el ambiente natural, aunque sin dudas los bañados del río Salado le resultan mucho menos atractivos que las poderosas barrancas del Paraná, que acaba de recorrer. En la década de 1830, otro científico destacado, el inglés Charles Darwin, hará un breve paso por Santa Fe. Darwin llegó a la ciudad por vía terrestre, habiendo apenas tenido esporádicos contactos visuales con el Paraná. Su apreciación del entorno natural se centra en aspectos relacionados con la flora, la fauna y el clima, encontrando que, en general, su recorrido presentaba una geografía con pocos atractivos: “...me sorprendió el gran cambio de clima, producido por la diferencia de sólo 3º de latitud entre este lugar y Buenos Aires. Así lo evidenciaban el vestido y complexión de los hombres, el mayor desarrollo del ombú /.../ Considerando que no existen fronteras naturales y que el carácter del país es muy semejante, la diferencia era mayor de la que podía esperarse /.../ La ribera occidental del Paraná, hacia el norte, deja de estar habitada, y de esa parte salen a veces indios /.../ Préstase a ello la naturaleza del terreno, porque en lugar de una llanura herbosa es país cubierto de arbustos espinosos...”. 11 (Año 1834 circa)

La inmensidad de la llanura agreste y deshabitada será la marca que retenga Darwin de este recorrido; no obstante también experimentó el itinerario fluvial, al dejar Santa Fe con destino a la provincia de Entre Ríos, donde permanecerá algunos días, continuando sus investigaciones geológicas en las tierras de la Mesopotamia. Uno de los datos más interesantes que aporta este cronista es la minuciosa descripción de su viaje por tierra de 9

ROBERTSON, J. P., Op. cit., pp. 80/81. También interesa en la crónica de Robertson lo precario del cruce en canoa al que tuvo que recurrir cuando quiso proseguir su viaje cruzando a Paraná. 10 D'ORBIGNY, Alcides. Viaje a la América Meridional - Realizado de 1826 a 1833. Buenos Aires, Futuro, 1945, p. 405. Se trata de la edición en español del tomo I de la magnífica obra que, conteniendo 9 tomos en 12 volúmenes, fue publicada originalmente en Francia entre 1835 y 1847. D´Orbigny (1802-1857) es un científico naturalista que, siendo muy joven, recibe la encomienda de explorar e investigar la flora y la fauna de América austral por parte del Museo de Historia Natural de París. Parte de Francia en 1826 pero la visita a Santa Fe está fechada en 1828. A su regreso a Francia en 1833 y con la publicación de sus estudios, D´Orbigny pasará a gozar de un enorme prestigio como hombre de ciencias. 11 DARWIN, Carlos. Diario de viaje de un naturalista alrededor del mundo. Trad. J. Mateos. Madrid, Espasa-Calpe, 1935, tomo I, pp. 172-173. Charles Darwin (1809-1882) recorrió tierras argentinas entre 1833 y 1835, siendo muy joven, ya que al zarpar de Inglaterra en 1831, recién contaba con 22 años. La primera edición de su Diario va a publicarse en Londres en 1849, catorce años después de concluido el viaje, lo que lleva a suponer que algunas de sus apreciaciones puedan haberse ajustado a informes posteriores. 40

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480 kilómetros desde Buenos Aires; en el relato, al igual que Robertson, pero dos décadas más tarde, Darwin ubica en tiempo y distancia los distintos puntos que van atravesando desde la partida; el segundo día pasa por Luján y Areco, cruza el río Arrecifes por la tarde en una balsa de barricas, y pasa la noche en una posta de la orilla opuesta; el tercer y cuarto día continúa la cabalgata, dejando atrás San Nicolás, para llegar a Rosario, retomando el trayecto el día cinco viajando hacia el norte, pasando por Coronda. Recién en la mañana del sexto día estará en Santa Fe, y el relato permite ubicar la verdadera dimensión de las distancias, no ya en valores absolutos sino en lo relativo a la ecuación distancia-tiempo, que da el verdadero sentido de proximidad o lejanía12. William Mac Cann marca, respecto de Darwin, un cambio en el paisaje de la región, cuando la recorre en la década siguiente, para llegar a Santa Fe; nota una ocupación más densa, lo que, al parecer, la torna más segura. En su largo viaje a caballo iniciado en Buenos Aires, pasando por San Nicolás y Rosario, describe para el último tramo antes de Santa Fe: “Marchamos por una llanura montuosa, donde crecen diversas variedades de árboles /.../ pequeños y achaparrados /.../ El viaje había transcurrido por una llanura despoblada; al acercarnos a Santa Fe la escena se hizo más agradable /.../ Dimos un último y agradable galope de cuatro leguas y entramos en la ciudad /.../ tuvimos que cruzar el río Salado en una canoa /.../ los caballos pasaron a nado”.13 (Año 1847)

Darwin visitó Santa Fe en octubre de 1833 en tanto que Mac Cann lo hizo a fines de la década siguiente; en los años que separan ambos relatos, la densidad de ocupación del territorio rural circundante pudo haberse incrementado algo, aunque no de manera muy notoria, lo que lleva a suponer que el cambio en la percepción del paisaje pueda estar motivado por la diferente experiencia en territorio americano de uno y otro viajero. Cuando Mac Cann llega a Santa Fe, lleva ya muchos meses recorriendo el país, y arriba a través del paso de Santo Tomé en dos oportunidades: una a su arribo desde el sur, desde Rosario y otra desde el oeste, cuando regresa de Córdoba, por lo que las inmediaciones de la ciudad son mejor conocidas. Por otra parte, aún quienes venían por los caminos de postas, en recorridos por llanuras interminables y agrestes, al aproximarse a la ciudad comenzaban a notar la presencia del río Salado, que debían atravesar para llegar a Santa Fe; es así como desde cualquiera de los puntos de ingreso se ponía de manifiesto el fuerte carácter fluvial de la ciudad. La llegada por el Paraná planteaba el inconveniente de tener que vadear los accidentados laberintos de islas que separan a la ribera santafesina del cauce principal del mismo; este tortuoso recorrido contrastaba enormemente con las sensaciones que el viajero había experimentado en el tramo anterior, al transitar la magnificencia del gran río. Las alternativas de este tramo previo al arribo a la ciudad son siempre motivo de comentario por parte de los viajeros, como puede notarse en las reiteradas alusiones que se encuentran en los distintos textos: “...entramos en un brazo muy grande del río, que da a un canal natural muy angosto, llamado Riacho de Santa Fe, porque conduce a esa ciudad. Dos barcos nos pasaron, cargados de numerosos pasajeros que van diariamente a comprar carne a la Bajada. Este trayecto es, a cada instante, frecuentado por esos barcos /.../ El canal no puede ser más tortuoso...”.14 (Año 1828)

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Ibídem, pp. 166 a 172. MAC CANN, William. Viaje a caballo por las provincias argentinas. Trad. J. L. Busaniche. 2ª ed. ampliada, Buenos Aires, 1969, pp. 227/228 y 247. Mac Cann es un comerciante inglés que visita en 1847 distintas zonas del interior de Argentina, a fin de investigar posibles mercados. La llegada a Santa Fe está fechada en noviembre de 1847, trayendo cartas de presentación de Rosas para el entonces gobernador, Pascual Echagüe. Desde Santa Fe realiza un viaje a Córdoba y luego regresa a la ciudad para partir, pocos días más tarde, hacia Entre Ríos. 14 D´ORBIGNY, A. Op. cit., p. 405. 13

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El paisaje adquiere un tono bucólico en algunas descripciones que, como las de Lina Beck Bernard, llegan a idealizarlo, pero que en definitiva testimonian el aislamiento, la sensación de lejanía que se seguía viviendo en la ciudad, aún cuando para entonces se encontraba próxima a poblaciones de mayor jerarquía, si se considera el vertiginoso crecimiento que había tenido Rosario a partir del desarrollo de su puerto y la importancia que había adquirido Paraná (antigua Bajada) como capital de la Confederación: "Hacia el oeste el río Salado o Juramento ciñe la ciudad con sus aguas de un azul pálido. Más allá del río se confunde con el horizonte la línea verde y ondulada de los bosques. Es el Chaco, con sus inmensas soledades, sus selvas, sus pampas y sus indios. Mirando hacia el oriente vemos los barcos del puerto de Santa Fe y las islas cubiertas de vegetación que separan al puerto, del río Paraná. En lontananza, las barrancas de Entre Ríos y la ciudad de Paraná con sus caseríos blancos entre jardines y bosquecillos /.../ La atmósfera transparente, la luz admirable y el cielo de un azul espléndido, dan a los objetos un aspecto lúcido y dorado...".15 (Año 1858 circa) – (Imagen I.3)

Respecto de su itinerario de llegada, Lina Beck describe una serie de inconvenientes surgidos en el trayecto fluvial desde Buenos Aires en razón de la falta de vientos favorables y otros imprevistos; da cuentas de la condición laberíntica del trayecto: “...debemos detenernos para enviar un mensajero hasta la ciudad en procura de caballos, porque el río está muy bajo /.../ Hasta el día siguiente por la mañana no llegan los sirgadores /.../ Estos hombres tiran de las embarcaciones con sus caballos, unos trechos entre el agua, otros por tierra firme, y a ratos dejan libre al animal que por si mismo se busca paso entre los cañaverales y camalotes de la orilla. La goleta avanza con lentitud /.../ pero no tardamos mucho en franquear la barra y estamos en el puerto de Santa Fe, el mejor y más seguro de la Confederación Argentina”.16 (Año 1858 circa)

Otro tipo de información, más técnica y escueta, es la que proporciona Thomas J. Page, un marino norteamericano que había llegado a Santa Fe con otros objetivos: “La situación de Santa Fe, sobre un brazo del Paraná, la hace menos accesible a los buques a vela /.../ Pero serán obviadas todas las dificultades con la introducción de los buques a vapor, adecuadamente construidos.”17 (Año 1855)

El médico y antropólogo italiano Paolo Mantegazza, a la vez que observa la vegetación del entorno y el clima poco saludable, también alude a la sensación de inmensidad, de soledades, de una población aislada por las distancias, utilizando en su descripción la noción de desierto, que no había aparecido en ninguno de los otros relatos. “Hoy el territorio de Santa Fe está tan rodeado por el Gran Chaco, que se lo ve mejor en los mapas que en los títulos de propiedad de sus habitantes. Hace algunos años pregunté a Cullen, excelente gobernador de esta provincia, donde comenzaba el desierto, y me contestó sonriente que a dos leguas al norte de la capital /.../ El aspecto de la ciudad es triste y

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BECK BERNARD, Lina. Cinco Años en la Confederación Argentina. 1857-1862. Versión española de Le Rio Paraná. Cinq années de séjour dans la République Argentine. Trad. y prol. J. L. Busaniche. Buenos Aires, El Ateneo, 1935, p. 93. La edición original fue realizada en París en 1864. Escritora alemana, nacida en Alsacia y de religión protestante, Lina Beck (1824-1888) fue la esposa de un empresario de colonización y, en razón de las actividades de su marido, permaneció varios años en Santa Fe con su familia, habitando una vivienda frente a la plaza principal. La presencia de Lina Beck en Santa Fe, al margen del gran valor testimonial de su libro, fue un hecho notable por sus excepcionales rasgos de personalidad que contrastaban enormemente con los de las mujeres de la sociedad santafesina de la época. 16 BECK BERNARD, L. Op. cit., pp. 89/90. 17 PAGE, Thomas J. “Notas de viaje por la Confederación Argentina (1853-1855)”, en Boletín de la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos, Año III, nº 3, Buenos Aires, 1941. Trad. José Luis Busaniche, p. 190. T. Page (1816-1902) fue un marino norteamericano que estuvo al frente de una misión diplomática y comercial encargada por el Gobierno de Estados Unidos; la encomienda consistía principalmente en explorar los ríos de la Confederación para comprobar su navegabilidad, con el fin de trazar rutas comerciales bajo el monopolio norteamericano. Con ese objetivo llegó a Santa Fe en 1855, interesado en demostrar las condiciones del Salado como río navegable. Con el material informativo obtenido en sus exploraciones Page editó una obra de notable envergadura, The Argentine Confederation by Paraguay, publicada en Londres en 1859, sobre la que muchos años más tarde se realizó la traducción parcial aquí utilizada. 42

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monótono. Las casas viejas y bajas escóndense entre jardines tan grandes que parecen bosques de naranjos y limoneros...”18 (Año 1856)

Muchos de los que llegaban a la ciudad por el río generalmente habían hecho una escala en Paraná, ciudad vecina que hasta mediados del siglo XIX se denominaba “Bajada” o “La Bajada”; al abandonar esta ciudad, debían atravesar el gran río en todo su ancho y adentrarse para recorrer el tortuoso itinerario entre las islas, motivados por la imagen de aquella población recortada sobre la alta barranca oriental, antes de visualizar el puerto de Santa Fe, con su silueta chata, que apenas emergía del nivel del agua. El viajero italiano relata las vicisitudes de uno de estos viajes: "El río Paraná, desde la ciudad del mismo nombre /.../ hasta Santa Fe mide en línea recta tres leguas, pero el viaje resulta de cuatro para el que lo atraviesa en chalupa y debe pasar serpenteando por entre las cien islas que recortan el río...".19 (Año 1856)

Otro científico europeo, el naturalista alemán Hermann Burmeister va a llegar a Santa Fe dos años después que Mantegazza; interesa especialmente la crónica de Burmeister, ya que será, de todos los viajeros revisados, quién con mayor detenimiento describa ésta y muchas otras ciudades del interior y sus particularidades, cumpliendo centralmente sus objetivos de investigación científica pero dejando a la vez, variados comentarios sobre las cuestiones urbanas. De la inmersión de la ciudad en el entorno natural, este cronista enfatizará los rasgos del paisaje fluvial, con imágenes muy vivas retenidas en el momento de su llegada en barco desde Paraná: “...se tiene a la vista la pintoresca ciudad edificada sobre las barrancas peladas del río, cuyo aspecto recrea la vista, prometiendo grandes comodidades; poco antes de llegar se abre a la derecha, al norte del río, una vasta extensión de agua en forma de lago /.../ la ciudad, se encuentra, puede decirse, como en el agua, rodeada casi por todos lados...”.20 (Año 1858)

Además de esta primera impresión casi fotográfica, Burmeister presenta un panorama de los alrededores de la ciudad, basado en tres excursiones que realiza desde la misma, en el mes de agosto de 1858, en tres direcciones, hacia el sur, el oeste y el norte. En la primera, apenas alejado unas cuadras de la plaza hacia el sur, avanzando sobre la costa del riacho Santa Fe, sólo hace curiosas referencias a la fauna autóctona; en la segunda excursión, hacia el oeste, debió encontrar sin dudas muy crecido el río Salado, lo que lo hace referir con la denominación de “gran lago”, a los bañados que este río forma en dirección a la ciudad. “...se pasa por el costado del cuartel, (Imagen I.15) llegando enseguida, detrás de éste, a una llanura de suave declive hacia el oeste, y cuyo borde, como a media hora del centro, limita el 18 MANTEGAZZA, Paolo. Viajes por el Río de la Plata y el interior de la Confederación Argentina. Edición de la Universidad de Tucumán, Buenos Aires, Coni hnos., 1916, p. 153. La descripción de Santa Fe que se incluye en este libro, coincide con la publicada en otro trabajo del autor: Cartas Médicas sobre la América Meridional. Trad. J. Heller. Publicación de la Universidad Nacional de Tucumán, Buenos Aires, 1949, pp. 11/12. Paolo Mantegazza (1831-1910) fue un médico y antropólogo italiano, que a los 23 años, en 1854, emprende su viaje a Sudamérica con fines de investigación histórica, naturalista y antropológica. Este científico, que más tarde adquirirá gran renombre en su país, siendo el primer difusor de la Teoría de Darwin en Italia y fundador de la primera cátedra de Antropología, visita Argentina en tres oportunidades, pero las referencias a Santa Fe corresponden a 1856, formando parte del primer viaje que habría de durar cuatro años (1854/58). 19 MANTEGAZZA, P. Op. cit., p. 151. 20 BURMEISTER, Hermann. Viaje por los Estados del Plata, con referencia especial a la constitución física y al estado de cultura de la República Argentina, realizado en los años 1857/1860. Buenos Aires, Unión Germánica, 1943, Tomo II, p. 6. Edición original alemana de 1860. Burmeister (1807-1892) fue un médico prusiano, nacido en 1807, que se dedicó a investigar sobre historia natural publicando en 1843 un libro, Historia de la Creación, que le significó el reconocimiento del célebre Alexander Von Humboldt, quien apadrinó su obra y lo instó a recorrer la América Austral. Realizó un primer viaje a Brasil entre 1850 y 1852, para regresar en 1856 decidido a permanecer en territorio argentino por largo tiempo. Luego de recorrer distintas regiones, se asentó en Paraná durante casi todo el año de 1858, y fue entonces cuando hizo la visita a Santa Fe que corresponde al texto que aquí se cita. Cabe mencionar que, habiendo vuelto a Europa en 1860, Burmeister estará de regreso en Argentina dos años más tarde, para dirigir el Museo Público de Buenos Aires (actual Museo Nacional de Ciencias Naturales) y permanecerá en ese cargo durante treinta años, hasta su muerte ocurrida en 1892. Todas las citas de este autor que se hagan a continuación, con excepción de las correspondientes a Mendoza, corresponden al Tomo II.

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lago (sic); allí se divisa una ancha superficie de agua que sobre la baja orilla opuesta, está cubierta de un alto bosque; el lago (sic) se extiende hasta donde alcanza la vista...”.21 (Año 1858)

No obstante, el recorrido más sugerente será el que Burmeister haga hacia el norte, que no sólo lo lleva a atravesar los “arrabales” de la ciudad, pasando cerca del cementerio de San Antonio, (Imagen I.28) adentrarse en los llanos circundantes y observar la flora y la fauna autóctonas descubiertas en el camino, sino que el objetivo era visitar la construcción de la primera obra de infraestructura destinada a paliar la condición de aislamiento en que se encontraba Santa Fe como consecuencia de su accidentada localización. Y es que a “tres leguas” -15,5 km- al noroeste de la ciudad, “un empresario constructor italiano” erigía entonces el primer puente de madera sobre el Salado, destinado a conectar a Santa Fe con la colonia Esperanza recientemente fundada. El viajero describe las condiciones del sitio, la tecnología utilizada y las ventajas que la fluidez del tránsito traerá para la ciudad: “...hasta entonces nunca un puente había cruzado el río Salado, y no hay memoria de que en el territorio platense se hubiese echado un puente sobre un río tan caudaloso; la población estaba orgullosa por el hecho de que el primer puente grande /.../ estaba en su proximidad, y de haberlo podido construir con elementos exclusivos de la provincia.”22 (Año 1858)

Burmeister será también quien con mayor grado de detalle describa el viaje desde Paraná. Presenta cada tramo del recorrido, desde su partida del puerto de la capital de la Confederación, el atravesamiento del río, el accidentado itinerario entre las islas, el paso por el Rincón, hasta avistar el perfil de la ciudad. Aporta también numerosos datos sobre costos, frecuencias y horarios, haciendo mención a la duración del viaje, considerablemente reducida desde la aparición del servicio de embarcaciones a vapor, cuyo advenimiento había previsto Page. En los veleros que usualmente hacían el trayecto dos veces por semana durante la década de 1850, el viaje podía durar entre dos y cuatro horas según las condiciones del viento, en cambio con el “vaporcito” inaugurado en 1858, éste se reducía, en el optimismo del viajero, a una hora.23 Tres años más tarde, el inglés Thomas Woodbine Hinchliff visita la ciudad, también procedente de la capital de la Confederación. Durante una siesta en la que sube a la torre campanario de la abandonada iglesia jesuítica, describe una vista del inmenso entorno: “...se ofrecía una vista muy completa de la ciudad, con lagunas y campos inmensos que se extienden a la distancia. El río Salado (sic) refulgía bajo el sol retorciéndose hasta traer su corriente al Paraná /.../ Por una parte dilatábanse las pampas con el camino a Córdoba /.../ por la otra el grande, el noble río Paraná, esperaba allí para levantar sus incultos tesoros...”.24 (Año 1861)

Hinchliff también hablará de las particularidades del viaje en vapor desde Paraná, que en su experiencia duró dos horas y media, aunque lo hace con menos precisiones relativas al itinerario mismo y cometiendo el frecuente error de muchos viajeros de confundir el Colastiné con el Salado; aporta asimismo un dato interesante, referido a la necesidad de

21

Ibídem, p. 17. Ibídem, p. 20. 23 BURMEISTER, H. Op. cit., p. 3. 24 HINCHLIFF, Thomas W. Viaje al Plata en 1861. Buenos Aires, Hachette, 1955, p. 206. Edición original, Londres, 1863. El autor es un geógrafo nacido en Inglaterra en 1825, miembro de la Real Sociedad de Geografía británica, que se embarca rumbo a América del Sur en 1861 con el primordial fin de conocer la cordillera de los Andes, puesto que ya había publicado para entonces un libro de viajes sobre una expedición a los Alpes. No obstante, por distintas razones (en especial por haberse producido, estando aún Hinchliff en Buenos Aires, en setiembre de 1861, la Batalla de Pavón, que marcó el fin del proyecto confederal con fuerte crisis política en todo el interior), este objetivo no se verá cumplido. Inmediatamente después de Pavón, Hinchliff regresa por dos meses a Brasil, llegando hasta Río de Janeiro; al retornar al Plata va a permanecer fundamentalmente en Buenos Aires y la zona del Litoral; este autor tiene especial interés en retratar el área rural y se detiene largamente en usos y costumbres gauchescas, actividades de la vida rural y diversos aspectos de la sociedad rioplatense que resultan curiosos para su mirada europea. 22

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contar con un pasaporte de la policía de Entre Ríos, para salir de esa provincia.25 Otro cronista inglés, que visita Santa Fe en diciembre de 1862, cuando la ciudad estaba siendo afectada por una gran creciente, es el cónsul británico en Rosario, Thomas Hutchinson quien, al igual que Hinchliff, describirá el entorno desde un punto alto, esta vez subiendo a los techos del Cabildo. (Imágenes I.3 y I.4) “Desde lo alto se divisa un panorama encantador: el cauce del río Salado y su embocadura, la ciudad de Paraná hacia el nordeste, las muchas islas rodeadas por las corrientes del río, sobre el que se ven deslizar las velas de los buques que van o vienen de la ciudad.”26 (Año 1862)

Este viajero hace una descripción del itinerario de arribo interesante y pintoresca, en la que por primera vez aparecen referencias al paisaje europeo: “Por medio de un grupo de islas, para el que el intrincado laberinto de Hampton Court, es un juguete, hice mi viaje del Paraná a Santa Fe. El buque /.../ está estacionado en la boca del pequeño arroyo que corre hacia la ciudad, y subimos a vapor este canal, en medio de calles de ceibos /.../ lo más tortuoso imaginable, son arrastrados a la sirga y por caballos, como en los canales británicos...”.27 (Año 1862)

En razón de sus intereses comerciales y diplomáticos, Hutchinson hará, durante su estadía en Santa Fe, un viaje a Esperanza, que lo pone en contacto con el entorno de la ciudad. Entre los puntos de interés en su trayecto, siguiendo el camino que lo conduciría a la zona de las colonias agrícolas recientemente fundadas, referirá nuevamente al puente que atravesaba el Salado, antes descripto por Burmeister.28 Estos tres últimos visitantes, aún haciendo comentarios sobre la relación de la ciudad con su territorio cuyo tono reproduce el de anteriores cronistas, introducen un cambio significativo en la apreciación de ese entorno; ya no se trata sólo de un escenario natural inculto, en el que la ciudad se sumerge, sino de un territorio de promisión, de un territorio que en sus potencialidades productivas tiene las claves para el progreso y desarrollo de esta ciudad deprimida. En este sentido la referencia al puente, por parte de Burmeister y Hutchinson, así como los comentarios sobre la productividad de las colonias y la laboriosidad de la población inmigrante, son altamente significativos. Por otra parte, el más de medio siglo transcurrido entre las primeras y últimas descripciones del paisaje fluvial y del tortuoso itinerario de llegada no establecen, con excepción del progreso en los medios de locomoción, ninguna alteración en los objetos descriptos. Restaban aún más de veinte años por delante, para que un cambio sustancial irrumpiera en ese paisaje virgen, en el que sólo los ciclos naturales de bajantes y crecientes de la cuenca habían generado algunas efímeras transformaciones; ese factor de cambio habría de llegar recién en 1886 de la mano del progreso técnico, con el establecimiento de un nuevo puerto de carga en Colastiné, con acceso franco desde el Paraná, en reemplazo del que se hallaba en el corazón de la ciudad y una línea ferroviaria que, atravesando el accidentado territorio, dio una vía eficaz de ingreso al mismo.

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HINCHLIFF, T. Op. cit., pp. 203/204. HUTCHINSON, Thomas J. Buenos Aires y otras provincias argentinas. Trad. Luis Varela, Buenos Aires, Huarpes, 1945, p. 158. Primera edición inglesa de 1865 y primera en español de 1866. Se trata de un médico irlandés que en 1862 fue nombrado Cónsul de la Corona británica en Rosario, donde permaneció dos años, a la vez que actuaba como representante de intereses comerciales de distintas compañías inglesas en el país. Motivados por este segundo rol, realizó numerosos viajes por el territorio argentino y en el Litoral tuvo el principal objetivo de investigar las posibilidades del cultivo de algodón en el valle del río Salado. 27 HUTCHINSON, T. Op. cit., p. 156. 28 Ibídem, p. 160. 26

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I. 2) Santa Fe en censos y cartografía La ciudad de Santa Fe no mostró una expansión importante durante la primera mitad del siglo XIX, y esta inmovilidad de sus bordes está relacionada con que en este período el crecimiento poblacional verificado, también fue poco relevante. El dato de población resulta una referencia elocuente: Santa Fe presenta, aparentemente, muy escasa variación entre la cantidad de habitantes que posee en los inicios del siglo XIX y los que la pueblan al promediar el mismo, aunque sobre este tema existen pocos testimonios verdaderamente fidedignos. Los viajeros y cronistas apenas mencionan la cuestión, y cuando lo hacen, no se basan en fuentes demasiado confiables; Robertson estima una población de entre cuatro y cinco mil habitantes para 181129, lo que coincide con el anterior dato de Félix de Azara30 que había calculado una cifra aproximada a los cuatro mil habitantes para fines del siglo XVIII, cantidad que reproduce a su vez D´Orbigny31 en 1828. El único dato discordante lo aporta Mac Cann32, quien estima la población en quince mil habitantes para 1847, lo cual no se compadece con ninguna de las apreciaciones posteriores. Woodbine Parish, por su parte, hace un cálculo de 20.000 habitantes para toda la provincia, pero no da cifras referidas a la ciudad de Santa Fe, ni precisa claramente en qué fecha ubica esa cantidad33. Siguiendo con los datos aportados por los cronistas y viajeros, Burmeister cita en 1858 para la provincia entera, el dato del entonces reciente Censo Confederal que indica 40.000 habitantes y calcula que a la ciudad “le pueden corresponder unos 8.000”34, pudiéndose suponer que tuvo conocimiento parcial de este censo durante el tiempo en que vivió en Paraná, ya que fue publicado allí por la prensa de la Confederación.35 En el citado Censo Confederal, realizado para Santa Fe en 1858, la ciudad apenas supera los 6.000 habitantes, contando la provincia con poco más de 40.00036. Sin embargo, se ha visto en un documentado trabajo reciente, que para 1816/23 se podría calcular con mucho fundamento la hipótesis de una población de 7.200 habitantes para la ciudad de Santa Fe37; esto llevaría a suponer un decrecimiento notable con posterioridad a 1823, cuyas razones deberían buscarse en el conflictivo panorama que hemos esbozado al inicio de este capítulo, y en una economía precariamente sustentada en la exportación de carbón 29

ROBERTSON, J. P., Op. cit., p. 81. DE AZARA, Félix. Viajes inéditos de Félix de Azara desde Santa Fe a la Asunción, al interior del Paraguay y a los pueblos de Misiones. El naturalista, geógrafo y marino español, Félix de Azara visitó Santa Fe en los últimos años del siglo XVIII, en 1784 y 1796. Su diario de viaje se publicó por primera vez en Buenos Aires en 1873. Citado por BUSANICHE, José Carmelo. Hombres y Hechos de Santa Fe. Santa Fe, Colmegna, 1970, Cap. “Las visitas de Azara”, pp. 35 a 37. 31 D´ORBIGNY, A. Op. cit., p. 407. 32 MAC CANN, W. Op. cit., p. 230. Podría interpretarse, por ser ambigua la redacción, que Mac Cann se refiere a la población de la provincia. 33 PARISH, Woodbine. Buenos Aires y las Provincias del Río de la Plata. Buenos Aires, Hachette, 1958, p. 322. El libro de Parish (1796-1882) tiene un derrotero bastante accidentado y resulta difícil datar la información que proporciona. Este viajero permanece en territorio del Río de la Plata entre 1824 y 1832 en calidad de Cónsul General y Encargado de Negocios de Gran Bretaña, luego de lo cual regresa a su patria y publica en Londres una primera versión breve de sus apreciaciones, en 1839. Años más tarde esta primera edición será ampliamente revisada y completada por el mismo Parish (tomando como fuente no sólo sus propias investigaciones sino también las de Pedro De Angelis publicadas entre 1836 y 1837 en Buenos Aires y otros textos posteriores de diversos autores) para dar lugar a una voluminosa segunda edición que vio la luz en 1852. A raíz de esto, es importante apuntar que el texto de Parish debe tomarse, en lo que hace a información, con esta salvedad. Por ejemplo, en el área de Santa Fe, Parish se refiere al territorio en términos generales, y para la descripción de la ciudad misma, por iniciativa del traductor se incorpora la del libro de Williams Mac Cann, al que venimos haciendo referencia. 34 BURMEISTER, H. Op. cit., p. 2. 35 Los resultados correspondientes a la provincia de Santa Fe fueron publicados en El Nacional Argentino, Paraná, 22 y 23 de noviembre de 1858. Citado por MAEDER, Ernesto. “Historia y resultados del Censo Confederal de 1857”, en Trabajos y Comunicaciones nº 18, La Plata, Edic. UNLP, s/f., p. 150/151. 36 MAEDER, E., Op. cit., p. 150/151. 37 CALVO, Luis Ma. “La población urbana de Santa Fe en 1816/1817 – Relaciones entre tejido social y espacio”. Investigación realizada en el marco del proyecto: Ciudad, Estado y Sociedad. Santa Fe en la primera mitad del siglo XIX, SCyT, UNL, Santa Fe, 2001-2004. Inédita. 30

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y leña, lo que no alcanzaba a generar una dinámica productiva como la que décadas más tarde se daría con la política inmigratoria y la explotación del territorio mediante la colonización agrícola. Pero Santa Fe no fue obviamente un hecho aislado, sino que vivió inmersa en los acontecimientos ocurridos en los territorios del antiguo Virreinato del Río de la Plata, rodeada de otras ciudades, algunas tanto o más antiguas que ella misma, otras de reciente formación, con las que interactuaba y competía, tanto política como económicamente; interesa verificar entonces las situaciones en que se hallaban esas otras ciudades, para poner en relación las constataciones que se hagan sobre el caso de estudio. A los efectos de este análisis comparativo, se dejará deliberadamente de lado el fenómeno de Buenos Aires, porque su escala descomunal (en cantidad de población, en extensión, en índices de urbanización, etc.) hace que no resulte comparable la naturaleza de los problemas y cuestiones urbanísticas que se plantean, es decir que no se trata de una mera diferencia cuantitativa sino, básicamente cualitativa, aunque luego pueda notarse que algunas disposiciones que se toman en las ciudades provincianas se presentan como una suerte de réplica de las que se adoptan en la capital; para marcar esta gran distancia entre ésta y las ciudades del interior, vale recordar que en el año 1.800 Buenos Aires contaba con aproximadamente 40.000 habitantes, o sea que era diez veces mayor que Santa Fe, pero llegado al primer censo nacional ya su población era de 178.000 habitantes, con lo cual su tamaño respecto de Santa Fe era diez y siete veces mayor.38 En el cuadro que presentamos a continuación, se verifica que esa disminución no es un fenómeno común a otras ciudades provincianas, que por el contrario mantienen un sostenido incremento de población; por ejemplo, en Corrientes un censo discriminado por cuarteles de 1820, presenta un total de 5.300 habitantes y para 1858 se verifica un aumento nominal de 3.500 habitantes, en tanto que en el mismo lapso, en Santa Fe se constata una disminución de 1.100 habitantes. El dato cuantitativo de habitantes urbanos permite también dimensionar la importancia de las ciudades en función de una red territorial de ciudades principales y poner en relación las distintas descripciones relevadas con la escala de los respectivos centros y sus índices de crecimiento poblacional. CUADRO COMPARATIVO DE POBLACIÓN EN CIUDADES PROVINCIANAS DE ARGENTINA39 Ciudad

Córdoba

Tucumán

Corrientes

Paraná

1800 circa

8.000

4.000

4.500

1.200

1820 circa

11.500

8.000

5.300

4.300

1858 (Censo Confederal)

17.554

12.475

8.839

6.707

1869 (1º Censo Nacional)

28.523

17.438

11.218

10.098

Mendoza

5.000 sin datos

Rosario sin datos

Santa Fe

4.000

1.500

7.200

8.641

9.785

6.102

8.124

22.437

10.324

38

HARDOY, Jorge E. y GUTMAN, Margarita. Buenos Aires. Historia Urbana del Area Metropolitana, Madrid, Mapfre, 1992, pp. 55 a 74.. 39 Cuadro de construcción propia. Fuentes: Para el año 1800, se utilizan en general estimaciones de viajeros citadas por distintos autores. Córdoba (Bischoff, p. 46); Corrientes (Gutiérrez y Sánchez Negrette, p. 69); Tucumán (Estimación Obispo Moscoso, citada por Ricci, p. 90); Paraná (Sors, p. 16); Mendoza (Ponte, p. 537); Santa Fe, estimación de De Azara cit. Para el año 1820, se han recabado cifras de distintas fuentes censales producidas en esa década en las distintas ciudades: Córdoba (Censo Gdor. Bustos, 1822, citada por Bischoff, p. 55); Corrientes (Censo de Cuarteles, 1820, citado por Gutiérrez y Sánchez Negrette, p. 109); Tucumán (Estimación de J. Avila, citado por Ricci, p. 90); Paraná (1er. Censo Provincial citado por Sors, p. 33); Rosario (Rigotti, p. 2); Santa Fe (Calvo, cit. nota anterior). Para 1858 la totalidad de las ciudades se verificaron en Maeder, Op. cit. Para 1869: REPÚBLICA ARGENTINA. Primer Censo Nacional – 1869. Buenos Aires, Imprenta del Porvenir, 1872. 47

Llegados al primer censo nacional, se obtiene otro dato de gran interés para relacionar con la composición social de la población y las condiciones en que habrán de asimilarse los procesos modernizadores que se comienzan a perfilar: se trata de los porcentajes de población extranjera, especialmente procedente de países del sur y centro de Europa, respecto de los nativos, lo que da la pauta de que en el eje fluvial del Paraná se había iniciado la que habría de ser la gran transformación social y cultural de la región: la inmigración europea que ocupa el territorio rural pero que también se asienta masivamente en las ciudades. En este aspecto, las ciudades del Litoral marcan ya en 1869 gran diferencia respecto de las ciudades del interior; en Rosario se cuentan 4.827 extranjeros sobre un total de población de 22.437 habitantes, es decir un 21,5% de población extranjera, a la que le sigue Corrientes con 13,4% de extranjeros (aunque con una tercera parte de los mismos entre paraguayos y brasileros) y Santa Fe con 976 extranjeros entre su población, es decir un 9,5% del total. Muy diferente es la situación en las ciudades del interior, como Córdoba y Tucumán donde el porcentaje de extranjeros no llega al 2% o en Mendoza que, si bien presenta un 8% de población foránea debe considerarse que de ellos, más del 6% eran chilenos, o sea migración del país limítrofe, y sólo el 1,5% eran europeos; en Rosario y Santa Fe, por el contrario, estos últimos constituían la amplia mayoría. CUADRO COMPARATIVO DE POBLACIÓN EXTRANJERA EN CIUDADES PROVINCIANAS DE ARGENTINA -186940 Ciudad

Córdoba

Tucumán

Corrientes

Paraná

Mendoza

Rosario

Santa Fe

Argentinos

27.998

17.225

9.719

9.288

7.398

17.610

9.348

Extranjeros

525

213

1.499

810

726

4.827

976

Total de Población

28.523

17.438

11.218

10.098

8.124

22.437

10.324

% de extranjeros s/total

1,90%

1,25%

13,40%

8,00%

8,90%

21,50%

9,50%

La condición urbana estaba determinada por la presencia de un trazado en cuadrícula, estructurador de lo construido, que se extendía indiscriminadamente en la llanura del territorio, limitado en su dispersión sólo por algunos accidentes hidrográficos, pero sin responder a ningún nuevo plan ni proyecto urbano que modificara la persistencia de la herencia indiana; la cartografía de la época es muy clara al marcar esta situación, y el alto esquematismo que presenta pone en evidencia la sujeción de lo urbano a esa matriz geométrica básica. La visión de la cartografía se enriquece en el cruce con los relatos que se preocupan de enfatizar esta condición. De la documentación cartográfica llegada al presente, el primer plano del siglo XIX es el del ingeniero naval Eustaquio Giannini datado en 1811, en coincidencia con la descripción de Robertson; este plano, que se corresponde con el momento de las luchas por la emancipación, tiene la exactitud necesaria para su cometido de trazar estrategias de defensa de la ciudad, por lo que se orienta de acuerdo a principios cartográficos modernos y representa minuciosamente el territorio, con todos sus accidentes, aunque respecto de la ciudad es muy poco cuidadoso. Es interesante notar el énfasis que el autor pone en delinear

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Cuadro de construcción propia. Fuente: REPÚBLICA ARGENTINA. Primer Censo Nacional – 1869. Buenos Aires, Imprenta del Porvenir, 1872. 48

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la hidrografía que envuelve a la ciudad, en contraposición al esquematismo con que se traza el área urbanizada, que limita a unas pocas manzanas en torno a la plaza41. (Imagen I.6) A este documento, seguirá el plano de 1824 dibujado por Marcos Sastre42, que es el que con mayor exactitud representa el área urbana y provee una muy rica información en cuanto a los modos de ocupación de las manzanas, las densidades y tipos edilicios, las tecnologías empleadas, la existencia de recovas, etc. Las manzanas más densamente pobladas continuaban siendo las próximas a la plaza, pero aún los espacios abiertos eran más numerosos y extensos que los construidos. La escasa extensión que se comenzaba a manifestar respecto de la traza fundacional, se encuadraba en las direcciones y dimensiones originales de la cuadrícula, que no se transgredían en absoluto; el plano, orientado con el norte a la derecha seguía la tradición de la cartografía colonial, presentando a la ciudad teniendo el río como soporte gráfico y significativo. (Imagen I.7) En el mismo sentido el plano levantado en ocasión de la reunión del Congreso Constituyente que se convocó en Santa Fe; este documento, conocido como “Plano de José Germán Niklison”, en razón de su autor, fue realizado en 185243 y casi no difiere en su extensión del que dibujara Marcos Sastre en 1824. La ciudad estaba limitada al este por el riacho Santa Fe que bañaba las barrancas en dos extremos de la ciudad, el barrio de San Francisco al sur y el puerto al norte. Por el oeste sólo se habían delineado cuatro franjas de manzanas más allá de la plaza y todavía numerosas fracciones de gran tamaño (quintas de frutales y hortalizas) ocupaban el área al suroeste de la misma; sobre el borde oeste, se ubicaba la Aduana Vieja que, convertida durante el tiempo de sesiones de la Convención en Casa de Gobierno, era la única construcción relevante. En el extremo sur, la última referencia urbana la constituía el Hospital, a trescientos metros de la plaza y más lejos se encontraban algunos hornos de ladrillos y de tejas. (Imagen I.8) El verdadero crecimiento constatable entre los planos de 1824 y 1853 se manifiesta hacia el norte, donde se añaden dos nuevos barrios a los cuatro coloniales originales. Por un lado el barrio de San Antonio había crecido y se nucleaba alrededor de una nueva plaza; hacia el lado del río el barrio del puerto comenzaba a congregar la dinámica comercial. Una novedad que introduce el plano de Niklison es la primera designación de nombres para las calles, al margen de lo que hasta ese entonces había constituido la forma tradicional de denominación apelando a las iglesias o nombres de vecinos destacados que se localizaran en cada calle ("calle de La Merced", "bajada de Andino”, etc.). Desde entonces los nombres de las provincias y fechas patrias pasaron a formar parte de la toponimia urbana. El último plano del período corresponderá al que se ordena ejecutar con carácter de plano catastral por parte del Gobierno de la provincia al recién creado Departamento Topográfico, en el año 1864. Este documento fue realizado sobre el final de esa década aunque no consigna una fecha precisa, y muestra respecto del anterior de 1853 un 41

Un original de este plano se conserva en el Archivo Cartográfico del Instituto Histórico Militar del Ejército de España. Fue publicado por GUTIÉRREZ, Ramón. “El Plano de Santa Fe de 1811”. Revista Res Gesta nº 5, Rosario, 1979, pp. 12 a 17. Otra versión de este documento se conserva en el Museo Británico de Londres, Sección Manuscritos. Eustaquio Giannini (1750-1814) había nacido en Badajoz, España, de padre genovés y madre española. Estudió en la Real Academia de Matemáticas de Barcelona y en 1776 ingresó al Real Cuerpo de Ingenieros de Marina; en 1799 tomó notoriedad por su intervención en la Torre de Hércules de A Coruña, una construcción romana considerada una de las siete maravillas del mundo, que fue consolidada y convertida en faro. En 1804 viajó al Río de la Plata donde intervino en trabajos de ampliación del puerto de Buenos Aires, en diversas obras hidráulicas y en el trazado de la población de San Fernando, entre otras tareas de su especialidad. Su condición de español le significó un inconveniente para su permanencia en el Plata con posterioridad a los sucesos de mayo de 1810, prosiguiendo su estadía con un azaroso derrotero, que incluyó etapas en prisión y huída temporaria a Montevideo, muriendo en Buenos Aires en 1814; ver: GUTIÉRREZ, Ramón. “Los marinos y la arquitectura del Río de la Plata”, en Revista DANA nº 3, Resistencia, 1975, pp. 74 a 79. 42 Este plano se encuentra en el Archivo General de la Nación. Publicado originalmente por BUSANICHE, Hernán. Arquitectura de la colonia en el Litoral, Santa Fe, 1941, más tarde ha sido objeto de numerosas publicaciones. 43 Este plano se conserva en el Museo Histórico Provincial Brigadier Estanislao López de Santa Fe. Desde 1941, en que lo incluye el antes citado trabajo de Busaniche, ha sido publicado en numerosas ocasiones. 49

congelamiento del trazado en los bordes sur, este y oeste, en tanto que la expansión se verifica claramente en la dirección norte44. (Imagen I.9) Complementando los documentos cartográficos, el primer censo nacional de 1869 aporta datos respecto de la edilicia urbana que permiten, con relativa certeza, trazar una hipótesis sobre la entidad de lo construido y el grado de compactación del tejido edilicio. El total de viviendas existentes en la ciudad en ese momento era de 2.037, de las cuales 429 tenían cubiertas de azotea (21%), 262 de tejas (13%), 4 eran construcciones de madera y las restantes 1.342 eran casas con cubiertas de paja (65%).45 Considerando que en esa fecha el área urbanizada se componía de aproximadamente 110 manzanas, se obtiene una densidad de 18 viviendas por manzana; aunque no pueda suponerse una distribución homogénea de las distintas calidades de construcción a las que refiere el censo, sí queda claro que existiendo un 65% de viviendas con techos de paja, el paisaje urbano debió presentar una imagen relativamente precaria. Se tienen entonces 2.037 unidades de vivienda para un total de 10.324 habitantes, lo que haría suponer una densidad de 5 habitantes por vivienda, aunque es sabido que esta estadística resulta poco exacta si se considera que todavía para la fecha del Censo existían muchas familias que en el barrio sur poseían grandes propiedades en las que alojaban grupos familiares numerosos, la servidumbre y, a la vez, alquilaban a extraños algunos cuartos de la vivienda.46 Con respecto a la calidad de la edilicia, la misma lectura que ensayamos para Santa Fe puede ser realizada para las distintas ciudades que venimos considerando y de esta manera poner en contexto la situación local; se podrá así comparar el dato de materialidad edilicia, en un mismo momento y para los diversos casos, pudiendo constatarse una cierta uniformidad en las características del tejido urbano y del parque habitacional en las distintas ciudades, al momento de la realización del censo. CUADRO COMPARATIVO DE LA EDILICIA EN CIUDADES PROVINCIANAS EN 186947 CIUDAD

Córdoba

Tucumán

Corrientes

Paraná

Mendoza

Rosario

SANTA FE

Calidad edilicia Casas de azotea

1.994

359

210

631

566

1.674

429

69

1.037

1.794

1

----

7

262

Casas de paja y otras

2.926

3.667

----

2.702

588

2.094

1.346

Total de casas

4.989

5.063

2.004

3.334

1.154

3.775

2.037

28.523

17.438

11.218

10.098

8.124

22.437

10.324

Casas de tejas

Población en 1869

Como puede verse, la situación de predominio de una edilicia relativamente precaria en el tejido urbano no es un rasgo privativo de Santa Fe, sino que es común a todas las ciudades analizadas (el caso de Corrientes puede afirmarse con total seguridad que las 44 Otros detalles relativos a este plano se tratarán en el final de este capítulo, al analizar las acciones de control sobre lo urbano encaradas por el Estado provincial. ADPC - Mensuras. Dpto. La Capital, expte. nº 426. 45 REPÚBLICA ARGENTINA. Primer Censo Nacional, cit., pp. 128-129. 46 Ver: CALVO, Luis María. “Tres tipos de viviendas santafesinas durante el período hispánico”, en Documentos de Arquitectura Nacional y Americana nº 20, Resistencia, 1985. También: CALVO, Luis María y COLLADO, Adriana. "Casa de Diez de Andino. Redefinición de su lectura tipológica"; ponencia presentada en el Vº Congreso Nacional de Preservación del Patrimonio Arquitectónico y Urbano; Mar del Plata, 1990. Inédita. 47 Cuadro de construcción propia. Fuente: REPÚBLICA ARGENTINA. Primer Censo Nacional, cit.

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casas de cubierta de paja no fueron censadas pero también constituían la mayor proporción); en Córdoba las “casas de paja” alcanzan al 58% y en Tucumán al 72%, lo que justificará las referencias negativas que los cronistas que se verán a continuación hagan sobre los suburbios o arrabales. Con respecto a las casas de azotea, debe apuntarse que tal vez algunas de ellas, si fueron censadas desde la vía pública, tuviesen disimulados con pretiles sus antiguos tejados; no obstante es notable el avance de las azoteas planas en casos como Mendoza, donde su edilicia fue totalmente renovada con posterioridad al terremoto y no se contabiliza ninguna casa de tejas o de Paraná o Rosario, localidades sin tradición colonial, donde la teja era un material casi inexistente. I. 3) El paisaje urbano Para verificar este aspecto, y en razón de la ya mencionada inexistencia de iconografía sobre la ciudad de la primera mitad del siglo XIX crece, aún en su ambigüedad y subjetividad, el valor documental de los relatos de viajeros, que se convierten en verdaderas postales literarias y, a través de ellos y con el auxilio de la cartografía y datos censales que acabamos de revisar, resulta posible imaginar los paisajes y situaciones espaciales que Santa Fe brindaba al transeúnte. Con relación al conjunto del área urbana, es sin dudas la trama cuadricular la que aparece reiteradamente mencionada por los cronistas como rasgo distintivo de esta ciudad, trazada “al estilo de las españolas”; en ella, las manzanas cuadradas y las calles continuas, que sólo se interrumpen al llegar a las riberas o que se pierden en la infinitud de la llanura, imponen su marca de identidad. Pero se trata de una continuidad que no es totalmente rectilínea, sino plagada de accidentes, los que aumentan en la medida en que lo construido se aleja del entorno de la plaza; allí se multiplican las edificaciones que por error u omisión perdieron su línea de fachada, invadiendo el espacio público, quebrando la rectitud del límite urbano.48 (Imágenes I.10 y I.11) En cuanto a las percepciones sobre el paisaje de la ciudad, la expresión “nada hay de notable” se reitera con distintos términos pero con igual significado en muchos de los visitantes, y la característica que con mayor frecuencia destacan los viajeros del período es la monotonía general, la dispersión del tejido y la endeble gravitación de lo edificado en la definición espacial de las calles, en consonancia con la modestia y chatura de la edilicia y de la imagen. La mayor parte de las descripciones revisadas, ponen énfasis en esta condición y, pese al tiempo que transcurre entre unos y otros relatos (más de 50 años), se observan pocos cambios en el tono general de los mismos. “La ciudad es de pobre apariencia, construida al estilo español, con una gran plaza en el centro y ocho calles que de ella arrancan en ángulos rectos. Las casas son de techos bajos, generalmente de mezquina apariencia, escasamente amuebladas, con tirantes a la vista, muros blanqueados y pisos de ladrillos /.../ Se presentó a mis ojos una escena muy primitiva cuando, seguido por mi postillón y mi sirviente, sobre nuestros cansados caballos y con los trajes de viaje cubiertos de polvo, recorrí las estrechas calles de la ciudad”.49 (Año 1811)

El de Robertson es el primero de los relatos correspondientes al siglo XIX, apenas un año posterior a los sucesos de Mayo, y puede decirse que se estaba en una ciudad aún propiamente española, puesto que todavía no se habían producido cambios materiales relacionados con el nuevo status jurídico e institucional. Como se pudo ver más arriba, este viajero llegó a Santa Fe cabalgando desde Buenos Aires, por lo que debió acceder desde el sur y, a poco de atravesar algunas quintas de frutales, habrá llegado de inmediato al sector de la entonces única plaza. Encontramos en Robertson una descripción genérica de la ciudad en la que no se distinguen sectores, lo cual está en consonancia con el hecho de que 48

El problema de las edificaciones fuera de línea va a ser una preocupación al momento en que la ciudad pretenda modernizar su imagen; como se verá al final de este capítulo, a partir de 1860 fue objeto de numerosas disposiciones tendientes a resolverlo. 49 ROBERTSON, J. P., Op. cit., p. 81. 51

para entonces, aún no se perfilaban situaciones urbanas diversificadas ni funcional ni espacialmente; la única excepción la constituye el sector ribereño que el cronista se detendrá a presentar por especiales razones. Las observaciones de este viajero resultan difíciles de evaluar, no sólo por su grado de generalidad sino porque emite opiniones ciertamente caprichosas, como el hecho de referirse a las calles santafesinas como “estrechas”; ignoramos cuál habrá sido el parámetro que Robertson tomaba como referencia, pero viene al caso apuntar que las calles que pudo conocer en Santa Fe tienen doce varas (10,39 metros) de ancho, dimensión habitual en las calles de ciudades americanas de fundación colonial y que la altura máxima de la edificación no superaba casi en ningún punto, el ancho de la calle, con excepción del cabildo o las iglesias que se ubicaban frente a la plaza o mediando atrios generosos, lo cual haría aumentar la percepción de amplitud; pero si la comparación la establece el viajero con ciudades europeas resulta aún más insólita, ya que para principios del siglo XIX, las calles de las ciudades europeas eran aún más angostas y puede tomarse como ejemplo a París, cuyas calles para entonces tenían un ancho promedio de nueve metros.50 En la década siguiente, el relato de D´Orbigny va a mostrar la especificidad de dos sectores bien diferenciados, ya que, habiendo llegado al puerto, recorre unas cuantas cuadras hasta llegar a la plaza e identifica con claridad las dos situaciones, incluso marcadas por los distintos sectores sociales que las frecuentaban; resulta también muy contrastante el tono ponderativo conque se expresa este joven cronista, para quien las calles santafesinas resultan “anchas” y de aspecto consolidado, respecto del despectivo relato anterior, aunque los esplendores que destaca se relacionan más con el pasado que con la situación presente. “Me impresionó, al aproximarme, el aspecto de gran ciudad que presentaba, situada como está, en lo alto de una barranca arcillosa /.../ Luego de haber dejado a mi gente al cuidado del barco /.../ hallé una ciudad como Buenos Aires, dividida regularmente en cuadras o cuadrados iguales, cuyas calles son anchas; su aspecto, que me impresionó por su contraste con Corrientes y la Bajada, ciudades que acababa de dejar, era el de una verdadera ciudad muy distinta de aquellas grandes aldeas. Se veía de inmediato, que debía haber gozado de mucho esplendor en tiempos de los españoles; las casas tienen un rico exterior, con grandes puertas, patios y calles bien construidas que me condujeron a la plaza /.../ Me dediqué entonces a recorrer la ciudad a fin de tener una idea exacta; nada noté de notable.”51 (Año 1828)

Charles Darwin, que tan minuciosamente había relatado el itinerario recorrido desde Buenos Aires, aporta apenas una línea referida a su impresión sobre la ciudad en 1834, “...Santa Fe es una pequeña ciudad tranquila en la que reina la limpieza y el orden...”52 de la que mucho no debió disfrutar, a juzgar por la indisposición que lo aquejó durante su estadía. Otro viajero que debió llegar por el sur, atravesando las quintas de frutales fue el comerciante inglés Mac Cann, quien en su descripción del paisaje urbano se aproxima bastante al texto de Robertson (que muy probablemente conocía), pero pone en evidencia una estructura urbana más compleja, identificando áreas diferenciadas como el puerto, la zona de astilleros, los suburbios y marca con exactitud la baja densidad general; aunque dedica mayor énfasis a presentar las cuestiones vinculadas con la economía y la

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Dentro del reglamento edilicio del “Plan de los Artistas” de 1796, se encuentran discriminados los anchos de calles para fijar la altura máxima de edificación permitida, y existen cuatro categorías de calles de 6, 8, 10 y hasta 12 metros, con excepción de los bulevares. Una Ordenanza Real anterior (1783) establecía que dentro de la ciudad no se puedan abrir calles de menos de treinta pies (9 metros) de ancho y que debía preverse el ensanche de todas las existentes de menor dimensión. Ver: VILLA, Angelo. “Parigi”, en: AYMONINO, C.; FABBRI, G.; VILLA, A. Le città capitali del XIX secolo. Parigi e Vienna. Roma, Officina, 1975, pp. 87 y 88. 51 D'ORBIGNY, A., Op. cit., pp. 405/408/409. 52 DARWIN, Ch. Op. cit., p. 174. Menciona un dolor de cabeza que lo tuvo “postrado” en Santa Fe durante dos días; al tercero ya cruzaría a Entre Ríos. 52

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producción, en concordancia con las motivaciones de su viaje, sus vivencias acerca de las cuestiones urbanísticas también resultan de interés: "Abarca la ciudad un área considerable porque, como ocurre en la mayoría de las ciudades de este país, porciones muy grandes de terreno se dedican a la huerta de frutales. Las casas tienen techos de tejas o azoteas y son de una sola planta /.../ Cuenta la ciudad con cuatro iglesias: una de ellas, terminada en 1834, sobresale por su solidez y bonitas proporciones /.../ En las calles el piso es de arena natural y el tránsito se hace molesto cuando sopla viento /.../ Callejeando por la ciudad y los suburbios me sorprendió la quietud de Santa Fe, cuyas manifestaciones de actividad son muy escasas, tratándose de una capital de provincia y sede de gobierno."53 (Año 1847)

La descripción del joven “Víctor Gálvez”, quien hace su visita ocho años después que de Mac Cann e ingresando a la ciudad por el puerto, es francamente negativa respecto de la imagen urbana santafesina, con excepción de sus referencias a la plaza, único lugar donde expresa algún interés y de las quintas aledañas que lo entusiasman. Es importante marcar que el texto de Gálvez (seudónimo, del Dr. Vicente Quesada) fue escrito muchos años más tarde del momento que relata, recordando las impresiones que sobre las ciudades de provincia se habían fijado en la mente de este novel abogado, entusiasta colaborador del Gobierno confederal. Varias razones pudo tener el doctor Vicente Quesada para fijar estos recuerdos, y entre ellas no estará ausente una doble comparación que pudo sugerirle aquella Santa Fe de la década de 1850 con, por una parte las otras ciudades del interior que contemporáneamente había recorrido, en especial Córdoba y Tucumán, muy ponderadas en su libro y, por otra, con la Santa Fe de los años ´80 que Quesada también había podido visitar y en la que ya se marcaban notables diferencias en términos de progreso material y modernización urbana; nótese también el cambio de temporalidad cuando habla de las quintas y cuando describe la ciudad. “...La ciudad está situada en un bajo /.../ La vegetación es vigorosa, y los naranjos de la quinta de los Pujatos (sic) dejan fácil acceso para andar en carruage (sic) bajo su verde techumbre /.../ en las primeras horas de la mañana y en las postrimeras de la tarde, el aire estaba perfumado /.../ Triste era en aquel tiempo el aspecto de la ciudad, tenía esa calma, esa tranquilidad de una población de escaso comercio donde la pereza tiene su culto /.../ Las calles no estaban empedradas y como el piso era arenoso, el sol calentaba la arena suelta lo suficiente para sentir el calor desagradable /.../ la mayor parte de las casas (estaban) hechas con adobe crudo, y todo tenía así un color negruzco, triste y feo...".54 (Año 1855)

Paolo Mantegazza, quien también ingresa a través del puerto, haciendo el recorrido norte-sur hacia la Plaza, tiene una visión parecida en cuanto al conjunto urbano, y se expresa con adjetivos similares a los usados por V. Gálvez y Robertson: “triste”, “pobre”, “monótono”, etc.; en este cronista se agrega, además, un juicio estético negativo con relación a las principales piezas de arquitectura que va encontrando en su itinerario. "El aspecto de la ciudad es triste y monótono. Las casas viejas y bajas escóndense entre jardines tan grandes que parecen bosques de naranjos y limoneros. Las calles están desiertas /.../ Santa Fe posee muchas iglesias antiquísimas, algunas de las cuales podría llamárselas bellas si la extravagancia de ciertos adornos demasiado macizos, no deshonrase la armónica entonación de un plan simple y grandioso. Las casas más viejas son de ladrillos secados al sol, y muchísimas techadas con paja; otras son de tapia /.../ Estos muros de tierra tienen una gran solidez y se construyen también en España."55 (Año 1856)

Este cronista incorpora la referencia a un pasado santafesino rico y próspero, en correspondencia con el período colonial, situación que a su juicio la ciudad no fue capaz de conservar; un cierto fatalismo tiñe el discurso de Mantegazza, y caracteriza esta condición

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MAC CANN, W. Op. cit., p. 230. GALVEZ, V. Op. cit., p. 319. 55 MANTEGAZZA, P. Op. cit., p. 151. 54

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de atraso y aislamiento en que encuentra a Santa Fe, como su “pecado y su desgracia”, aludiendo a que inevitablemente se presentaría “la culpa del brazo con el infortunio”.56 Lina Beck hace también referencias al aspecto general de la ciudad, aunque en un tono mucho más positivo y elogioso; a las imágenes que describe las emparenta con paisajes españoles, más precisamente andaluces, utilizando reiteradamente el apelativo de ‘morisco’. Criada en la Europa central, ignoramos si la escritora tuvo contacto directo con el paisaje andaluz antes o después de su estadía en Santa Fe, aunque tal vez la mayor aproximación a estas imágenes las haya tenido en los pocos días en que la travesía hacia América, desde Inglaterra, la llevó a Madera y Santa Cruz de Tenerife, tierras por entonces tan exóticas y ajenas a su entorno familiar como la misma América austral. “En la ciudad, las casas de aspecto morisco y las torres de las iglesias brillan entre los follajes oscuros de los naranjales, dominados por esbeltas palmeras que se balancean al viento /.../ Desde el mirador, la vista es en extremo atrayente. Dominamos la Plaza Mayor /.../ las calles rectas dejan ver, a trechos, los naranjales, durazneros y limoneros de las huertas /.../ los patios de las casas vecinas forman la parte más original de nuestro cuadro.”57 (Año 1858 circa)

Interesa marcar en esta cronista su compenetración con la vida de la ciudad, su vinculación con los distintos sectores sociales y su curiosidad e interés por conocer usos y costumbres, todo lo cual está motivado en el hecho de ser la única de los viajeros extranjeros que pasaron por Santa Fe, que permaneció por un período tan prolongado y haciendo una vida familiar que la llevaba a multiplicar sus experiencias. Participa de muchos acontecimientos de la vida pública y privada; asiste a diversas festividades tanto cívicas como religiosas, y a ceremonias privadas, como casamientos y bautismos; en tal sentido, sus testimonios adquieren una dimensión particularmente significativa. Burmeister, al igual que con su descripción del entorno natural, será también quien más se detenga a detallar las características de la ciudad, marcando con claridad las distintas zonas, de las cuales identifica en particular las que tienen epicentro en el puerto y en la plaza; al conjunto del área urbanizada lo ubica: “...de seis cuadras de longitud, con cinco calles paralelas y 22 cuadras de ancho, ninguna de estas calles está bien edificada y en uniforme estado de conservación. En el extremo opuesto (al puerto) formando el límite sur, se encuentra la plaza y frente a ésta la iglesia principal, otra segunda iglesia antigua y el Cabildo; para llegar a ese barrio hay que caminar por lo menos media hora, desde el puerto, y se alcanza finalmente en el extremo más alejado del pueblo, la parte mejor de la ciudad /.../ nada de lo que se ve en ese largo camino, puede provocar su entusiasmo o admiración.”58 (Año 1858)

La referencia a las calles que no están “bien edificadas” debe surgir de los defectos de alineación que se reconocían en la mayor parte de las calles santafesinas, a poco que las construcciones se alejaban del entorno de la plaza; respecto de la media hora que le lleva a Burmeister el recorrido entre el puerto y la plaza, debe recordarse que la distancia entre ambos sitios era de 9 cuadras (menos de un kilómetro). A continuación este autor hace una reseña minuciosa de los principales edificios, mencionando ubicación, dimensiones, características constructivas, valores estéticos, etc., comenzando por los dos templos en torno a la plaza y el Cabildo; detalla luego con igual detenimiento los dos conventos, de San Francisco y Santo Domingo, nuevamente con una curiosa percepción de las distancias, ya que los ubica “casi fuera de la ciudad...”, aunque ambos se localizan a poco más de cien metros de la plaza principal; refiere asimismo al cuartel (ubicado en la antigua aduana) y al mercado, siendo el único cronista que menciona esta instalación. La otra cuestión en la que se detendrá Burmeister es en una prolija descripción de las viviendas, en sus distintos tipos 56

Ibídem, p. 152. BECK BERNARD, L. Op. cit., pp. 91 a 93. 58 BURMEISTER, H., Op. cit., p. 8. 57

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y calidades constructivas, especulando sobre la posible antigüedad de algunas de ellas, refiriendo el carácter señorial de otras, y comparando las más importantes con algunas que vio en su visita a Mendoza. Thomas Hinchliff abre su descripción con una expresión de Robertson, aunque luego se extiende en consideraciones sobre su propia experiencia, al haber apreciado el panorama desde la torre del templo jesuítico, con un comentario positivo sobre la practicidad del trazado cuadricular y con la coincidente observación sobre la baja densidad y la baja calidad edilicia de los suburbios, que presentaba la ciudad: “...de pobre apariencia y escasamente edificada pero tiene, como es común, largas calles cortadas en ángulo recto y con esto no hallamos dificultad para encontrar el camino a la plaza mayor que, según lo sabíamos, estaba más o menos en el centro de la población /.../ El aspecto de la ciudad, tal como la veíamos desde la altura, era en extremo curioso. Las largas calles /.../ se extendían hasta las llanuras circundantes; las casas, en lo relativo a su amplitud y a su buena arquitectura, iban disminuyendo gradualmente, desde los buenos edificios sólidos y blancos que se veían en el centro, hasta los ranchos de los suburbios...”.59 (Año 1861)

Aparece en este autor la referencia idealizada acerca del momento fundacional de la ciudad, la visión como posibilidad de un futuro promisorio, el elogio de la valentía de los “aventureros españoles”, con sus esperanzas y aspiraciones, ahora frustradas porque El Dorado había resultado una fábula. Implícitamente se culpabiliza a los habitantes actuales, a los descendientes de aquellos fundadores por no haber sabido llevar a cabo la empresa.60 El viajero italiano Bartolomeo Bossi, en un discurso retórico, apunta algo similar: “La ciudad de Santa Fe es de un aspecto oriental. La estensión (sic) de sus casas rodeadas de quintas, a travéz (sic) de cuyas tapias se alzan bosques de naranjos que esparcen los encantos de su aroma y deleitan la vista, la hacen muy simpática /.../ presenta todavía los vestigios de su antigua importancia en las remotas épocas en que era el centro del comercio de las Provincias Argentinas con la del Paraguay. El surco de su opulenta tradición se descubre en sus ruinas. Hoy, circunscripta a modesto comercio, carece de importancia y movimiento.”61 (Año 1862)

Por último, la visión de Hutchinson, sin diferir demasiado de la de los tres cronistas anteriores, resulta interesante por el énfasis que pone en marcar el carácter aristocrático de la ciudad fundado en un pasado con alcurnia de conquistadores; abre su presentación describiendo cuidadosamente los edificios públicos que rodean a la plaza, para luego afirmar: “Aparte de la solemne antigüedad de sus iglesias, Santa Fe es notable por la cantidad y magnitud de sus árboles, como también, por el venerable aspecto de sus casas particulares. Silenciosa y solitaria es su plaza; tan silenciosa y tranquila durante el día como la noche /.../ la creo pobre, pues hay en todo un aspecto de aristocrático descuido y quietud. Esta tranquilidad impresiona muy particularmente al viajero...”.62 (Año 1862)

En cierta forma este cronista retoma las referencias de otros anteriores respecto de unos esplendores que Santa Fe habría vivido en su origen (D´Orbigny, Mantegazza, V. Gálvez y el mismo Hinchliff), y a la vez colabora en la construcción de una idea de ciudad 59

HINCHLIFF, T. Op. cit., pp. 207/208. Ibídem, p. 204 y 207. 61 BOSSI, Bartolomeo. Viage pintoresco por los ríos Paraná, Paraguay, San Lorenzo y Cuyabá, París, Librería Parisiense, 1863, pp. 11/12. Bartolomeo Bossi (1817-1890) fue un marino, explorador y periodista italiano, nacido en Porto Maurizio, una población costera del Golfo de Génova en 1817; viaja a América, aparentemente actúa un tiempo en la Legión Italiana creada por su coterráneo G. Garibaldi en Montevideo y tiene allí una estadía azarosa. En marzo de 1862 emprende una travesía hacia el Mato Grosso, partiendo de Montevideo y remontando el Paraná; en ocasión de este viaje visita las ciudades de Rosario, Santa Fe y Paraná cuyas descripciones trabajaremos aquí. El texto incluye pequeños grabados de Rosario y Corrientes. 62 HUTCHINSON, T. Op. cit., p. 159. 60

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dual (ciudad aristocrática versus ciudad moderna), que va a estar presente por varias décadas en cronistas posteriores, cuando las transformaciones de la modernidad ya se hayan plasmado en la Santa Fe finisecular.63 Iniciada la década de 1860 otra forma de relato dará cuentas del carácter de esta ciudad que alternaba entre proyectos de modernización y tradiciones ancestrales; la fotografía, que irrumpirá de la mano del italiano Pedro Tappa64 significará un cambio rotundo en las formas de representar el ambiente urbano, en el paso de la imagen literaria a la imagen gráfica. Sus fotografías urbanas pueden ser leídas en términos de proyecto documental y tratan de celebrar a una ciudad en la que se han comenzado a dar algunos pasos tendiendo a la renovación de su imagen. Miradas en conjunto, las vistas capturadas por Tappa permiten notar que hay, al decidir el encuadre, una constante vocación por la perspectiva focal al infinito de las calles principales, enfatizando la idea de continuidad ininterrumpida; también es notable que al elegir los objetos, el fotógrafo impugna los tejados pronunciados y las construcciones precarias, tomando protagonismo, por el contrario, las construcciones con cubiertas de azotea;65 es evidente también el afán por retratar una y otra vez, los pocos edificios o lugares públicos destacados (cabildo, iglesia matriz, plaza fundacional, zona portuaria) así como los festejos y acontecimientos que pautan la vida ciudadana. (Imágenes I.10, I.11, I.12 y I.31) I. 4) Lugares, costumbres y vida urbana Durante la primera mitad del siglo XIX, sólo se distinguen en Santa Fe dos sitios que actuaron como polarizadores de la actividad urbana: la plaza fundacional, que fue adquiriendo distintas denominaciones con el paso de los años, y el puerto. La primera concentraba a su alrededor el conjunto de edificios públicos más importantes, civiles y religiosos, y era el sector que había logrado consolidar a lo largo del tiempo su carácter de centro institucional asociado a una de las más nítidas imágenes de la ciudad, que contrastaba con el monótono paisaje general descripto hasta aquí. (Imágenes I.3 y I.12 a I.14) Los escasos trabajos de transformación generados desde la esfera pública y producidos en esta primera mitad del siglo XIX, tuvieron como escenario casi exclusivo a la plaza fundacional: la reedificación del edificio del Cabildo, una obra que reunía cualidades poco frecuentes en la arquitectura santafesina de la época, y la remodelación de la Matriz, durante el Gobierno de Estanislao López, fueron hasta ese momento los dos hechos más notables en la edilicia santafesina que incorporaron a la imagen de la ciudad rasgos de modernidad propios de la estética neoclásica. Estos hechos no pasaron desapercibidos a la mirada de los viajeros, y la mayor parte de ellos hicieron alguna referencia particular sobre este sitio, aunque la mayoría de estas menciones son bastante escuetas. El primero en atender brevemente a la singularidad de la plaza es Alcides D´Orbigny, quien para 1828, debió ver sólo la obra del Cabildo, del que manifiesta "...se parece mucho al de Corrientes, pero es más vasto y mejor construido, revelando mayor opulencia..."66, ya que la remodelación de la Matriz se concretará en la década siguiente.

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Las referencias a esa dualidad son manifiestas en muchos cronistas posteriores, pero especialmente son destacadas por ZEBALLOS, Estanislao S. Descripción amena de la República Argentina. Tomo II: La rejión del trigo. Buenos Aires, Imp. de Jacobo Peuser, 1883, pp. 128 a 132. y en PEYRET, Alejo. Una visita a las colonias de la República Argentina, Buenos Aires, Imprenta Tribuna Nacional, 1889, t. I., pp. 192 a 195. 64 Pedro Tappa (1840-1907) fue el primer fotógrafo que llegó a Santa Fe instalando su negocio en la ciudad en 1862. Casado con una santafesina, permaneció hasta 1886, en que se trasladó a la colonia Rafaela, para continuar allí con su oficio. Ver: HORNIA, Graciela. Memoria de Luz – Fotografía santafesina 1850-1950. Investigación inédita. Año 2006. 65 En este sentido se ha visto en el cuadro de nota nº 47 que las construcciones con cubierta de azotea constituían sólo el 21% de la edilicia santafesina en 1869, en tanto que las de cubierta de paja alcanzaban el 65%. 66 D´ORBIGNY, A. Op. cit., p. 409. 56

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William Mac Cann, sin hablar de la plaza misma, hace mención a las iglesias del entorno, en especial a la Matriz, en el párrafo antes citado: “Cuenta la ciudad con cuatro iglesias: una de ellas, terminada en 1834, sobresale por su solidez y bonitas proporciones...”; en tanto que Víctor Gálvez marca la distinción y contraste entre este espacio singular y la “tristeza” del resto del conjunto: "No era ese el aspecto de la plaza principal. Allí la iglesia Matriz, excelente edificio de tres naves, estaba revocado y blanqueado; la casa de Zavalla, con su recova a la misma plaza; la que fue de Santa Coloma /.../ y otros muchos edificios, todos blanqueados. Había árboles y asientos en la misma plaza, que si no era muy frecuentada, presentaba un aspecto limpio. Sólo la vetusta iglesia de la Merced mostraba sus viejos muros de piedra y tapia..."67 (Año 1855)

Lina Beck también la menciona: “Dominamos la Plaza Mayor con sus dos grandes iglesias y el Cabildo o Ayuntamiento, vasto edificio de terrazas con galerías y pórticos abiertos”, dice terminando la década de 1850 y relata luego distintas festividades que en ella se desarrollan: la celebración del 25 de Mayo, que involucra a la plaza y al Cabildo, los festejos de la noche de Navidad, las procesiones de Semana Santa y, sobre todo, los alegres días de carnaval.68 Burmeister, por su parte, además de detenerse en todos los edificios institucionales de sus bordes, describe el espacio mismo de la plaza: “La plaza es un cuadrado regular, de la disposición común, de 400 pies de largo por lado y orientada con bastante exactitud a los cuatro puntos cardinales; el costado sur está ocupado en su mitad por el cabildo; en la esquina del nordeste se halla la antigua iglesia de la Merced, en la del noroeste, la nueva Matriz /.../ El piso de la plaza no ha sido pavimentado, en su mayor parte está cubierto de hierbas y se halla cortado por dos caminos en cruz; al costado de las casas situadas sobre aquélla, hay veredas de ladrillo, por lo demás, carece de cualquier otra decoración.”69 (Año 1858)

También lo hace Hutchinson: “A doce cuadras del desembarcadero está la plaza, uno de los cuadros que más respeto inspiran de los que he visto hasta ahora en las ciudades del Paraná. En su lado del naciente (sic), está la iglesia parroquial de la matriz, cuyo interior es de una solemnidad particular /.../ enfrente a la Matriz, está el Cabildo o Casa de Gobierno, empezado en 1814 y concluido en 1821 /.../ En la cuadra del sud (sic) está la antigua iglesia de los jesuitas...”.70 (Año 1862)

Resulta curioso que ninguno de todos los cronistas que visitan Santa Fe con posterioridad a 1852, haga mención de la “Plaza de la Libertad” que se había trazado en la década de 1840 en el límite norte de la ciudad, a pocas cuadras del puerto hacia el oeste; esta plaza ya se indica claramente en el plano de Niklison citado anteriormente pero, por muchos años, no constituyó un lugar significativo o digno de mención, ni aún para cronistas de larga permanencia en la ciudad como Lina Beck. En el mismo sentido está casi ausente la referencia a la “Alameda” o “Paseo del Puerto”, que sólo es mencionado brevemente por Burmeister. Si bien estas omisiones sirven para demostrar la escasa atención conque la mayoría de los cronistas observaron esta ciudad, también es atinado afirmar que la supremacía del paisaje de la plaza fundacional y la contundencia de su materialidad, por sobre cualquier otro ámbito público, la convertían en un centro sin ninguna competencia. El otro sector que para mediados del siglo XIX se diferenciaba en la monotonía general de la ciudad era el puerto, verdadera "puerta" de ingreso a la misma. (Imágenes I.16 y I.17) No obstante, esto no había sido una constante en la vida de Santa Fe, puesto que en los momentos de mayor decadencia económica, este sitio había pasado casi desapercibido a los ojos de los viajeros, tal como lo prueba el relato de 1811 hecho por J. P. Robertson que, 67

GALVEZ, V. Op. cit., p. 319. BECK BERNARD, L. Op. cit., pp. 93, 104 y 110. 69 BURMEISTER, H. Op. cit., pp. 8/9. 70 HUTCHINSON, T. Op. cit., p. 157. 68

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aún describiendo con detalle la ribera en el sur de la ciudad y próxima a la plaza, por resultarle muy curiosa la costumbre del baño en el río, no menciona en ningún punto instalaciones portuarias71. En la década siguiente el área comienza a cobrar mayor definición y dinamismo; Alcides D´Orbigny la describe: “Estaba en Santa Fe; había amarrado mi barco en el mismo puerto, en medio de gran número de pequeñas embarcaciones de pasajeros que hacían el trayecto a la Bajada y de lanchones que servían para ir a buscar madera a las islas, destinada al aprovisionamiento de la ciudad. Ningún navío grande estaba anclado en el puerto.”72 (Año 1828)

Para entonces, el puerto se había desplazado desde la ubicación cercana a la plaza que tenía al iniciarse el siglo XIX, hacia el norte, buscando mejores condiciones para el arribo de embarcaciones de mayor porte. Concentraba también el mayor dinamismo y estaba llamado a ser el verdadero motor urbano; ya para la mitad del siglo XIX la ciudad aparecía fragmentada entre la “ciudad vieja” en torno a la Plaza de Mayo y la “ciudad nueva”, cosmopolita, en las inmediaciones del puerto. Junto a las obras del Cabildo y la Matriz, las mejoras en el puerto, emprendidas durante el Gobierno de Estanislao López, eran de los pocos trabajos públicos encarados en este período. De acuerdo a lo que presenta el plano de Niklison, el sector principal del puerto se ubicaba para la década de 1850 a unas ocho cuadras al noreste de la plaza. Ya en ese momento una calle cortada conectaba la actividad portuaria con la que se había comenzado a gestar como calle eminentemente comercial, paralela a aquélla hacia el oeste. Junto al muelle, la ciudad contaba con otro paseo público, conocido como la Alameda y como edificio principal, la Capitanía del Puerto. La mayor parte de los visitantes hacen, aunque con diferente énfasis e interés, alguna mención acerca del mismo: “Tiene ahora un puerto con buenos desembarcaderos, pero en ciertas épocas del año no hay más de tres o cuatro pies de calado en la embocadura del río. Sus exportaciones se reducen a comercio con Montevideo y Buenos Aires /.../ Hay unos cincuenta barcos matriculados en el puerto; la capacidad de los mismos es de veinte a cien toneladas y pertenecen casi todos a italianos...”.73 (Año 1847)

Aunque para mediados del siglo XIX el movimiento portuario era escaso, la idea de lo cosmopolita se asocia a la presencia de población inmigrante, mayoritariamente italiana, vinculada a una actividad comercial, que se localizaba únicamente en sus inmediaciones. Es de notar que apenas se tienen referencias de población europea en otras zonas de la ciudad. “Los únicos extranjeros de la localidad son italianos, aunque hay también una media docena de franceses y un escocés, ebanista...”74 (Año 1847)

La más completa de las descripciones disponibles, corresponde a Burmeister y tiene gran interés porque no sólo habla del puerto mismo sino del barrio que se genera en su entorno y del “Paseo del Puerto”, que era, para el momento de su visita, uno de los tres espacios verdes que existían en la ciudad. “Al aproximarse en Santa Fe al desembarcadero, se percibe siempre un número de 20 a 25 embarcaciones mayores y menores en el puerto, las que dan laudable testimonio de la actividad comercial de la ciudad; en Paraná nunca he visto ni la mitad de barcos que siempre he observado en Santa Fe; entre éstos había hasta veleros de tres palos, que llegan directamente de Norte América o Europa. Detrás de los buques sobresale un elegante edificio por encima de las demás casas bajas del barrio del puerto, llevando la inscripción: Capitanía del Puerto.” (Año 1858)

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ROBERTSON, J. P. Op. cit., pp. 83/84. Debe recordarse que se trata de un relato de 1811. D´ORBIGNY, A. Op. cit., p. 408. 73 MAC CANN, W. Op. cit., p. 229. 74 MAC CANN, W. Op. cit., p. 231. 72

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Es notable como esta visión positiva que Burmeister tiene desde la distancia, se trastoca al momento de su arribo cuando baja a tierra y comienza a recorrer el sector, acercando la observación y la vivencia: “Cuando se está en tierra, no se recibe una sorpresa precisamente agradable; las casas próximas tienen en su mayoría aspecto muy pobre /.../ se llega enseguida al ruinoso paseo de la ciudad; antes, tal vez fuera una plaza bien cuidada, pero en la actualidad está bastante destruida; el alto parapeto de la costa, construido de ladrillos, está derrumbado en algunos sitios, la escalera para descender hasta el agua no ofrece seguridad /.../ la impresión general es la de una grandeza caída.”75 (Año 1858)

Thomas Hinchliff, que se encontraba alojado en Paraná y llegó a Santa Fe sólo por un día, relata la actividad del puerto tanto a su llegada como en la partida, al atardecer: “...vinimos a anclar entre cantidad de pequeñas goletas que esperaban cargas de productos del interior. Un bote de tipo noruego nos llevó a la costa y desembarcamos en la muy interesante ciudad de Santa Fe /.../ que ha sido así, durante largo tiempo, ciudad de importancia y utilidad como estación de medio camino entre la desembocadura del Paraná y la capital del Paraguay. /.../ volvimos al puerto. Para hacer tiempo entramos a beber algo fresco en un pequeño café, bastante sucio, próximo a la costa del río. El dueño era italiano y su esposa, una linda francesa...”.76 (Año 1861)

Thomas J. Page, el marino norteamericano que había llegado a Santa Fe con el fin de investigar la navegabilidad del río Salado, comenta: “Nuestra llegada sacudió la quietud de Santa Fe y despertó gran entusiasmo porque, de probarse la navegabilidad del salado hacia las provincias del interior, sobrevendría una era de prosperidad para la ciudad y la provincia entera...”.77 (Año 1855)

Sea por contraposición a la quietud de la plaza, sea por marcar sus falencias o por sostener un relato pintoresco, el puerto está presente en la mayor parte de las crónicas de viajeros del siglo XIX. Es sin dudas un elemento que aporta, desde los relatos, a la construcción de una imagen de identidad de la ciudad, en términos de considerar centralmente a Santa Fe como “ciudad-puerto”. En el conjunto de los relatos, la construcción de esta imagen no siempre apunta a aspectos positivos; en muchos casos tienden a poner el énfasis en las deficiencias de localización o la escasa profundidad del puerto mismo, que lo hacen técnicamente poco eficiente; en otras se marca la indolencia o incapacidad de la población para desarrollar una actividad productiva fructífera; otros tantos depositan la confianza en algunos cambios que sobrevendrán con certeza en un futuro más o menos inmediato y que, mientras no ocurran no será posible el desarrollo: la navegación a vapor, la explotación del potencialmente navegable río Salado, la inmigración, serán los principales factores que se apunten como posibilitantes, algunos de los cuales se harían realidad en pocos años. Fuera de la regular vitalidad del puerto, en general puede afirmarse, siguiendo a los cronistas, que la vida en la ciudad era sumamente monótona e introvertida; para muchos de los santafesinos, en especial para las mujeres, las salidas cotidianas se reducían a frecuentar los templos y los festejos populares se circunscribían a los días de celebraciones religiosas o patrias. Lina Beck relata, por ejemplo, las actividades de un 25 de mayo, cuando durante el día se festejaba con desfiles y bailes, y entonces las calles y la plaza adquirían un aspecto particularmente colorido, con profusión de banderas, insignias y gallardetes, mientras estallaban las salvas de artillería y la Guardia Nacional revistaba con música, en 75

BURMEISTER, H. Op. cit., pp. 7/8. Conviene recordar que la descripción corresponde al año 1858; en 1857, como se verá más adelante, se habían iniciado los trabajos de la Alameda del Puerto, pero el paseo aparentemente no estaba concluido aún, si se atiende a la opinión de este cronista. 76 HINCHLIFF, T. Op. cit., pp. 204 y 212. 77 PAGE, T. Op. cit., p. 189. 59

tanto que por la noche se realiza el gran baile en el Cabildo.78 Las otras fiestas populares importantes se daban en los días de carnaval y son igualmente retratadas con vivacidad por esta cronista. Entre las celebraciones religiosas se destacaban las solemnes procesiones de Semana Santa y, ya en ese entonces, la peregrinación a Guadalupe, con la participación masiva de la población que por un día quebraba su rutinario ritmo de vida y se congregaba pintorescamente en torno a la lejana capilla.79 Las ancestrales pautas y hábitos de la vida cotidiana reconocían una persistencia de siglos entre los habitantes de la ciudad, pero la abierta y casi obscena exteriorización de los mismos, llamaban notablemente la atención de los visitantes foráneos y, en muchos casos, generaban un franco rechazo. Tal es el caso de la siesta, una costumbre que casi sin excepciones va a asombrar a todos los visitantes, en especial a los extranjeros, ya que resultaba extraña y reprobable a los ojos del europeo, por lo cual en casi todas las crónicas, va a aparecer alguna mención acerca de la misma: “Llegué justamente después de la hora de la siesta, que durante el calor del verano se prolonga desde la una hasta las cinco...”.80 (Año 1811) "En horas de la siesta un silencio sepulcral reina sobre la ciudad; las casas y tiendas se cierran; las calles aparecen desiertas /.../ la cantidad de personas que dormían bajo los árboles, en las huertas y en los suburbios causaba extraña impresión. Esta costumbre de pasar buena parte del día durmiendo, debe importar un inconveniente para el trabajo cotidiano".81 (Año 1847) “Hay un calor del diablo y todo el día es siesta. A las 12 se cierran todas las puertas y todas las familias se recogen hasta las 5 de la tarde. En este intervalo el paraíso se convierte en el limbo...”.82 (Año 1853)

En Santa Fe no existieron salas de espectáculos, ni tampoco se tiene referencia de otras instituciones culturales o sociales hasta 1852, cuando en ocasión de la Convención Constituyente un grupo de familias tradicionales se congregó para crear el Club del Orden, que fue la primera institución de su tipo. Como lugar de diversión se menciona en reiterados relatos al reñidero, acudiendo la población más pobre a hacer sus apuestas en las riñas de gallos, una costumbre salvaje a los ojos europeos: “En esa excursión por las calles solitarias, pero generalmente bien delineadas, observé que en el centro de la ciudad, en la parte más frecuentada y de comercio, abundaban los gallos de riña /.../ parecían avezados a la riña; era muy concurrido el reñidero /.../ un medio de ganar dinero entreteniendo aquella multitud. No había teatro y sólo se daban algunos bailes.” 83 (Año 1855)

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BECK BERNARD, L. Op. cit., pp. 104 a 106. Ibídem, pp. 54 a 56. 80 ROBERTSON, J.P. Op. cit., p.81. 81 MAC CANN, W. Op. cit., p. 233. 82 Carta del congresal constituyente Juan Ma. Gutiérrez a un amigo. Citada por PISTONE, Catalina. El arte en Santa Fe, Santa Fe, edición oficial, 1973, p. 373. J. M. GUTIÉRREZ (1809-1878) era un hombre de vasta cultura, escritor, crítico literario, historiador y ensayista, había obtenido el título de abogado en 1836 y participado del salón literario de Marcos Sastre. Desde su exilio en Montevideo, junto a muchas personalidades de la Generación del ´37, había viajado por numerosos países de América y Europa. Su estadía en Santa Fe debió resultar difícil de sobrellevar teniendo en cuenta sus expectativas intelectuales y sus hábitos mundanos. Después de su actuación como congresal constituyente llegaría a ser ministro de Relaciones Exteriores de la Confederación, diputado del Congreso de la Confederación y más tarde rector de la Universidad de Buenos Aires. Precisamente siendo diputado, será quien impulse la asignación de una beca a Jonás Larguía para seguir estudios de escultura y arquitectura en Europa; Larguía será a su regreso, una figura relevante para el desarrollo urbanístico de la ciudad de Santa Fe, como se verá en el Capítulo II. 83 GALVEZ, V. Op. cit., p. 320. 79

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“Visita frecuentemente el Rugidor, para presenciar las riñas de gallos, y se trata casi exclusivamente con sus oficiales, permaneciendo alejado del grupo culto de la población...”.84 (Año 1858)

Otras costumbres que les van a resultar curiosas a los viajeros son el mate y el hábito de fumar toscos cigarros, esto último especialmente en las mujeres, cosa que algunos francamente deploran; hay también referencias a las creencias y supersticiones de la población santafesina y a la recurrencia a medicinas caseras que casi nunca tienen ningún fundamento científico y resultan la consecuencia de un estado de ignorancia y atraso, para la concepción del extranjero. Es interesante la experiencia de la estadía en Santa Fe de Charles Darwin, en este sentido. “Durante estos dos días un dolor de cabeza me tuvo postrado en cama. Una anciana de buen corazón que me asistía quiso hacerme probar muchos remedios extraños /.../ consiste en aplicar a las sienes dos hojas de naranjo o dos trozos de emplasto negro /.../ los remedios empleados por la gente del país eran ridículamente extraños y repugnantes...”85 (Año 1834 circa)

Pero no sólo el cronista europeo se sentirá extraño en esta sociedad provinciana; como vimos en Juan María Gutiérrez que confía a un amigo sus peripecias en la quietud santafesina, ésta también resultará contrastante para un porteño, que se sentirá ajeno en este ambiente aislado y deprimido culturalmente. "... Esta es la ciudad de las naranjas. Cuando llegué aquí por primera vez, estaban los árboles cubiertos de flores y la atmósfera era un verdadero paraíso. En estos días abundan las diamelas, los jazmines, las mosquetas blancas /.../ en este edén me aburro como un desgraciado. Las sesiones del Congreso son de noche /.../ no puedo vivir sin estar en contacto con el mundo, y aquí no llega un diario de Buenos Aires, ni de Chile, ni de Europa; ni hay libros que leer y siempre las mismas fisonomías por delante ...".86 (Año 1853)

I. 5) Indicios de progreso. Santa Fe y otras ciudades provincianas En general, durante la mayor parte del período que nos ocupa, la dotación de equipamiento era precaria: los comercios no tenían ningún tipo de especialización y expendían las más variadas mercaderías. También eran escasas las comodidades para el alojamiento y atención de los viajeros que muchas veces se instalaban en los conventos, en el abandonado colegio jesuítico y, más frecuentemente, en algunas casas de familia. Ciertas mejoras tuvieron un carácter transitorio, a juzgar por comentarios dispersos que hacen los cronistas, como por ejemplo el pavimento en una de las calles, que menciona Robertson, el alumbrado público o el periódico, que cita Mac Cann, y que luego en relatos posteriores resultan ausentes. “Hay alumbrado público y policía bien organizada. Se publica semanalmente un pequeño periódico, más propiamente gaceta gubernativa /.../ En las épocas de nuestra llegada a Santa Fe no existían en la ciudad fondas para viajeros y alquilamos unas habitaciones particulares...”. 87 (Año 1847) “La ciudad, cuando la vi en 1856, no tenía un solo teatro y la única casa de alojamiento que se atrevía a llamarse fonda era sucia e indecente”.88 “...hallamos manera de restaurarnos entrando en un establecimiento pequeño y sucio, llamado Hotel de la República /.../ un mozo bastante sucio trajo algo así como un ‘filet de 84

BURMEISTER, H. Op. cit., p. 13, que se refiriere de modo reprobatorio a las dudosas costumbres del entonces gobernador, Juan Pablo López. 85 DARWIN, Ch. Op. cit., p. 173. 86 Citado por: PISTONE, C. Op. cit., p. 374. 87 MAC CANN, W. Op. cit., p. 231. 88 MANTEGAZZA, P. Op. cit., 152. 61

boeuf’, papas fritas y vino carlón. Dímonos por satisfechos con el almuerzo y salimos a la calle...”89 (Año 1861)

El predominio de población autóctona y los hábitos domésticos transmitidos por generaciones, que hacían que el grupo familiar resultara casi autosuficiente desde el punto de vista del abastecimiento de manufacturas, demoró considerablemente la incorporación del comercio especializado y del asentamiento de servicios más o menos especiales como eran los de hospedaje y restauración, que no tenían una demanda que los hiciera económicamente viables; en este sentido Santa Fe no resistía la comparación con ciudades de mayor movimiento, como Buenos Aires o Paraná en el lapso en que fue capital de la Confederación y afluían a ella viajeros de todas las provincias. Con respecto a las infraestructuras y mantenimiento de los espacios públicos, se vivía en una condición francamente pre-moderna y casi no se ponen de manifiesto acciones en este sentido por parte del Gobierno provincial, que tenía a su cargo la administración de la ciudad, dada su condición de capital. Este atraso relativo, si se lo mide tomando como referencia las transformaciones de ciudades capitales, tanto europeas como americanas y en especial si se lo compara con los progresos de Buenos Aires, se marca con insistencia en las distintas crónicas revisadas: “Nuestra llegada sacudió la quietud de Santa Fe y despertó gran entusiasmo /.../ presentaba un aspecto bastante desolado /.../ no ha experimentado todavía, como Rosario, las ventajas de la apertura de los ríos...”90 (Año 1855) “El aspecto general de la ciudad /.../ era el de una población sin actividad, soñolienta y perezosa. No vi gentes en las calles y sólo las vi en misa los domingos.”91 (Año 1855) “...la gente pudiente e instruida de Santa Fe vive muy retirada, influyendo esta circunstancia sobre la vida de la ciudad; todo allí produce una impresión de desfallecimiento, sólo pocas personas se ven por la calle, y entre éstas, muy pocas bien vestidas...”.92 (Año 1858)

Este estado de cosas, inaceptable en la mentalidad del extranjero, parece denunciarse con énfasis, casi con ensañamiento en algunos casos. No obstante estas postales del atraso aparecen siempre acompañadas por la necesidad de dar una salida, de aportar un consejo, de buscar soluciones a este estado de postración. Sobrevuela en estos párrafos, además de una posición paternalista con relación a un grupo social considerado inferior, la exteriorización de unas ideas de progreso y desarrollo que ya estaban presentes en los sectores dirigentes nacionales, pero que, aún habiéndose difundido largamente, no habían tenido todavía ocasión de ser puestas en práctica. “...serán obviadas todas las dificultades con la introducción de los buques a vapor, adecuadamente construidos /.../ Santa Fe no solamente recobrará su antigua prosperidad, sino que podrá rivalizar con su vecina Rosario...”.93 (Año 1855) “Para hacer progresar la provincia, algo apartada de la ruta principal entre Rosario y Córdoba, se ha intentado atraer inmigración...”.94 (Año 1858) “...hace falta más inmigración para trabajar las tierras y para levantar las energías de los nativos. /.../ Las comunicaciones ferroviarias sobre todo, ejercerán su influencia centralizadora en un país cuya mayor desgracia está en haberse constituido en Confederación.”95 (Año 1861)

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HINCHLIFF, T. Op. cit., p. 205. PAGE, T. Op. cit., pp. 189/190. 91 GALVEZ, V. Op. cit., p. 321. 92 BURMEISTER, H. Op. cit., p. 13. 93 PAGE, T. Op. cit., p. 190. 94 BURMEISTER, H. Op. cit., p. 13. 95 HINCHLIFF, T. Op. cit., p. 207. 90

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Retomando las ideas iniciales, se ha tratado hasta aquí de reconstruir una imagen de la ciudad, correspondiente a un largo período en el que va a producirse una instancia de articulación entre dos épocas de su historia urbana; hasta la década de 1850 persisten en Santa Fe formas y actividades que trasuntan unas prácticas sociales, una débil economía y una estructura territorial impresas desde los tiempos fundacionales; los cambios son excesivamente lentos y la vida urbana es casi estanca. Recién entrando en la década siguiente comenzarán a darse modificaciones sustantivas en las condiciones de explotación del territorio que impactarán fuertemente en la economía y en la constitución social y étnica de la población; será el momento en que comiencen a impulsarse acciones transformadoras en las que el desarrollo tecnológico jugará un rol clave para cambiar usos, costumbres, percepciones, paisajes y, en definitiva alterar ya sin retroceso la vida en la ciudad. Las imágenes de Santa Fe que se han revisado a través de crónicas de viajeros, con sus limitaciones y su parcialidad, aportan a construir una idea de ciudad cargada de sentidos contradictorios; los límites que le imponen sus propias carencias, las condicionantes geográficas, las dificultades de sobrellevar el mito de un pasado próspero contrapuesto a un presente sin brillo. A esto van a sumarse las permanentes comparaciones que implícitamente establecen los distintos viajeros con otras ciudades de la región, dado que, en su mayor parte, habían recorrido y descripto buena parte del territorio argentino cuando llegaban a referirse a Santa Fe. Las confrontaciones más inmediatas, por obvias cuestiones de proximidad, se dan con Rosario y con Paraná. En el primer caso, siendo la segunda ciudad situada en la misma provincia, la importancia de Rosario va creciendo a medida que el siglo avanza, contrastando la modestia que se plasma en esta primera descripción de Robertson, que la visita en 1811 y para quien Santa Fe va a ser sin dudas una ciudad mucho más importante, con las elogiosas menciones que se harán sobre el final del período: “Vi tres pueblitos, San Pedro, San Nicolás y Rosario, cada uno con 500 ó 600 habitantes /.../ Rosario está situada sobre una alta barranca a pique que domina el río, pero su ancha y diáfana superficie no era interrumpida por ningún barco; sus magníficas aguas corrían con toda magestad (sic) pero con todo el aislamiento de la naturaleza, pues aquí el hombre le ha abandonado a ella casi todo...”.96 (Año 1811)

En el caso de Darwin, ya las referencias son de mayor importancia: “Rosario es una gran ciudad, edificada en una meseta horizontal, levantada sobre el Paraná unos 18 metros”97; no obstante, siendo que el paso de este viajero por Rosario corresponde a 1834, momento en que el poblado apenas contaba con unos 2.000 habitantes y era un punto relativamente poco significativo, es dable suponer que esa definición de “gran ciudad” surja de informaciones que le llegan con posterioridad, teniendo en cuenta que la edición de su libro es de 1849. Desde la mirada del comerciante, que recorre estas tierras en busca de buenos negocios y perspectivas de actividad próspera, William Mac Cann verá bien tempranamente en Rosario, cinco años antes de su designación como puerto de la Confederación, el potencial de riqueza que le proporciona su estratégica condición de ciudad-puerto. “Rosario es el principal emporio de comercio de la provincia de Santa Fe y el puerto por el que las provincias /.../ realizan necesariamente su comercio exterior. La situación favorable de Rosario, así como la inmensa extensión de suelo fértil, accesible a sus habitantes, harán de esta ciudad un centro próspero, propicio a la industria y laboriosidad de sus habitantes...”.98 (Año 1847)

Algunos cronistas establecen en el texto mismo la comparación entre las ciudades; tal el caso de Mantegazza, quien en el contexto de su triste descripción sobre la quietud santafesina, establece la divergencia entre ambas. No obstante terminará reconociendo las 96

ROBERTSON, J. P. Op. cit., p. 80. DARWIN, Ch. Op. cit., p. 171. 98 MAC CANN, W. Op. cit., p. 224. 97

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contradictorias sensaciones que le provoca ese progreso desbordante de Rosario y tratando de huir hacia el campo, cansado del espectáculo de una ciudad en la que sus habitantes están sólo preocupados por el usufructo económico. (Imágenes I.22 y I.23) “Rival victoriosa de Santa Fe es la ciudad de Rosario, elevada en pocos años desde pobre aldea a esa dignidad /.../ El que por esos tiempos recorría estas lejanas regiones podía ver el estupendo ejemplo de una ciudad que se organizaba a la vista misma del observador /.../ Hubiera visto el arte y el lujo sacrificados a las exigencias del provecho; el tiempo negociado con angustiosa avaricia...”.99 (Año 1856)

Hinchliff, que la visita dos meses después de la batalla de Pavón, encuentra intactos los rasgos de una ciudad que avanza, con importantes proyectos en marcha: “Es una de las más prósperas, florecientes y progresistas de la Confederación Argentina y el lugar adonde son transportados los productos de las provincias de arriba con destino a Montevideo, Buenos Aires, y otras partes del mundo. La población ha ido en continuo aumento hasta sumar ahora unos 16.000 habitantes, cuya mitad son extranjeros. Los nuevos edificios que se ven en todas direcciones dan testimonio de muchas nuevas empresas. Lo más importante para Rosario será el (proyectado) ferrocarril a Córdoba y al interior...”.100 (Año 1861)

La comparación con Paraná se establece circunscripta al momento en que esta ciudad se constituye en capital de la Confederación; antes de este acontecimiento, sólo se dan algunas menciones puntuales y poco destacadas en relación a “la Bajada”, como en el caso de D’Orbigny que la identifica como una “aldea”, frente a la “gran ciudad” que encuentra en Santa Fe, o la escueta y despectiva referencia de Robertson, que pasa por allí para proseguir viaje a Corrientes. En cambio, a partir de 1852, Paraná adquirirá por una década un movimiento singular y será punto de confluencia de distintas personalidades del país y de numerosos viajeros extranjeros; será entonces cuando esta dinámica paranaense centrada en su condición de centro político tan decisivo para la historia del interior, se contraponga a la tan manifiesta quietud santafesina. (Imagen I.21) Nuevamente se trata de una confrontación en la que Santa Fe resultará desfavorecida, en la medida en que todos los relatos coinciden en su escasa vitalidad para esta época. El joven abogado Vicente Quesada había vivido en Paraná durante su período de colaboración con el Gobierno confederal (1855/56) y en sus memorias, bajo el seudónimo de “Víctor Gálvez” recuerda a la ciudad desde su llegada, subiendo por la empinada calle del puerto: “En los costados había casas de material /.../ tiendas y almacenes, confiterías y fondas. Las calzadas eran de ladrillo y aunque no había empedrado, las calles parecían algo cuidadas /.../ La edificación urbana era bastante compacta, y entre casas y cercos de material no recuerdo haber visto ranchos en esa calle, pero abundaban en otras /.../ En la época de las sesiones la ciudad tomaba una animación excepcional, pero luego que se cerraban, volvía a caer en la tristeza de siempre...”.101 (Año 1855) “La ciudad de Paraná /.../ escogida como capital y sede del gobierno de la Confederación Argentina /.../ no es grande, y sólo contiene algunos pocos miles de habitantes. En el centro está la acostumbrada plaza y los edificios públicos, así como algunas tiendas insignificantes; hay pocas iglesias /.../ Rige el consabido sistema de tablero de ajedrez en calles y esquinas. Las casas llaman la atención por su blancura, pero el más entusiasta no podría encontrar nada que admirar en lo que es propiamente la ciudad.”102 (Año 1861)

Evidentemente el interés de este centro estaba solamente sostenido por su condición de capital, ya que su decadencia se produce inmediatamente después de perder su rango 99

MANTEGAZZA, P., Op. cit., p. 155. HINCHLIFF, T. Op. cit., p. 187. 101 GALVEZ, V. Op. cit., p. 325 a 327. 102 HINCHLIFF, T., Op. cit., p. 197 y 200. 100

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político. El italiano Bartolomeo Bossi visita Paraná pocos meses después de Pavón, en marzo de 1862, y ya entonces afirma: “La ciudad, muy despoblada hoy, está situada a alguna distancia de la costa /.../ La ex-Capital de la Confederación, había logrado adquirir los honores de una bonita ciudad, por la afluencia de población, por la abundancia y belleza de sus edificios. Hoy está destinada, al parecer, a presentar el aspecto de nuevas ruinas ....”103

Por fuera de estas dos ciudades con las que casi de manera obligada se compara a Santa Fe, interesa también repasar las descripciones de otras ciudades del interior, para poner en perspectiva las impresiones que se expusieron sobre Santa Fe. Es de notar cómo, aún en el caso de ciudades de importancia, como Mendoza, Córdoba o Tucumán, se marcan aquéllos rasgos que las tornan extrañas a la vista del europeo, como es la religiosidad de sus habitantes y el poco apego a la idea de progreso; en esto todas las ciudades coloniales marcan distancia con la cosmopolita Rosario. La crónica de Mac Cann sobre Córdoba interesa especialmente por cuanto hace la visita a esa ciudad en viaje desde Santa Fe y su referencia a los tiempos medievales no resulta insólita, si se la valora en el contexto de las restantes descripciones que se verán a continuación. (Imagen I.18) “A juzgar por la cantidad de iglesias y por el lujo y magnitud de las mismas podría creerse que Córdoba haya sido en otro tiempo ciudad de considerable importancia /.../ Lo más notable que tiene la ciudad es el paseo público; abarca una buena extensión de terreno, con un estanque en forma cuadrangular, alimentado por un arroyo cristalino /.../ La ciudad es muy limpia y en apariencia muy ordenada. Las calles, que se cruzan en ángulo recto, están muy bien mantenidas y con buen alumbrado público /.../ Mientras recorríamos, por espacio de algunas horas, estos edificios religiosos, pensábamos sin quererlo en los tiempos medievales....”104 (Año 1847)

En el caso de las crónicas de Mantegazza es notable cómo se preocupa por destacar el interés del potencial económico de ciudades como Córdoba y Tucumán y, en contraposición con esto, la existencia de una sociedad conservadora y poco proclive a los cambios que necesariamente debían sobrevenir con el progreso. En este sentido, queda claro que las observaciones que muchos de los viajeros habían hecho sobre el carácter apático y hasta indolente de los santafesinos, poco afectos a los cambios bruscos, se hacían extensivas, casi sin limitaciones, a los provincianos en general. “Córdoba es una bella ciudad, situada sobre la orilla derecha del río Primero /.../ es un depósito de tránsito para el comercio /.../ Paseando por Córdoba se ven las mismas calles completamente rectas de las otras ciudades sudamericanas, que se cortan siempre a igual distancia y en ángulo recto. Lo que a primera vista más llama la atención es el crecido número de iglesias, todas antiguas y de estructura maciza y torpe /.../ Los habitantes son gentilísimos y renombrados por su gazmoñería. No sabría deciros si las iglesias volvieron santurrones a los cordobeses, o si son éstos los que fabricaron muchos templos, precisamente porque nacieron en olor a santidad”.105 (Año 1856) “Tucumán esta situado en una fértil llanura /.../ cuenta con 17.438 habitantes y tiene las mismas calles derechas y cortadas en ángulo recto de las otras ciudades argentinas. Casi todas las casas son de un solo piso; tiene una hermosa plaza con el acostumbrado cabildo y una catedral moderna /.../ También aquí la inercia de los habitantes los adormece sobre tesoros que aparecerían prontos y espontáneos, apenas arañasen la tierra.”106 (Año 1856)

El alemán Hermann Burmeister es uno de los cronistas revisados que mayor tiempo se detuvo en las ciudades del interior; visitó en numerosas ocasiones Santa Fe durante su estadía de casi diez meses en Paraná, antes de lo cual había permanecido once meses en Mendoza; al hacer su recorrido hacia el noroeste se detuvo en Córdoba durante 25 días y 103

BOSSI, B., Op. cit., p. 10/11. En el mismo sentido se va a expresar HUTCHINSON, T. Op. cit., p. 150. MAC CANN, W. Op. cit., pp. 243/244. 105 MANTEGAZZA, P. Op. cit., pp. 170/171. 106 Ibídem, p. 191. 104

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seis meses en Tucumán. Si se suman a estas prolongadas estadías, un interés especial por lo americano, con positiva disposición hacia las regiones “del Plata”, su vocación de investigador, que lo presenta como un observador inquieto de cuanto lo rodeaba y su disciplina de trabajo que lo predispone a una descripción ordenada y sistemática de las distintas ciudades que visitaba, se comprenderá que sus crónicas permiten mejor que las de ningún otro viajero del período, establecer visiones comparativas entre las ciudades provincianas. Algunos párrafos de su descripción de Mendoza permiten trazar paralelismos con lo que ha dicho sobre Santa Fe: “Construida como todos los demás pueblos de origen español en cuadras regulares, cuyos lados tienen 150 varas (129.90 m), separadas por calles rectas /.../ La parte central de la ciudad cercana a la plaza /.../ produce muy buena impresión. Se ven casas grandes, bien blanqueadas, aún cuando de un solo piso, con viejos y elegantes portales y cornisas con molduras, decoradas /.../ En cambio los barrios alejados del centro con sus pequeños edificios grises y parduzcos de tierra apisonada /.../ dan lugar en razón del material blando y frágil empleado en sus paredes, al aspecto ruinoso y desordenado, peculiar a la mayoría de los pueblos argentinos del interior, en los barrios apartados...”107 (Año 1857)

A juicio de este viajero, la apariencia de gran ciudad se la otorga a Mendoza la proliferación de templos, capillas y conventos y algunos pocos edificios públicos civiles, concentrados en las inmediaciones de la plaza (Imagen I.20); esta misma visión contrastante se asimila a la que tuvo de Santa Fe, ya que aquí el mismo Burmeister es quien mejor marca las diferencias entre el paisaje de la plaza y su entorno “en el extremo más alejado del pueblo, la parte mejor de la ciudad” y el descuidado aspecto del largo trayecto por suburbios para llegar a ésta desde el puerto. Otro paralelismo con Santa Fe se establece en el comentario sobre el deprimido nivel cultural de la población, ya que en Mendoza también observa que “...personas especialmente destacadas no existen, como tampoco verdaderos sabios /.../ el interés por otra cosa que no sea ganar dinero, se muestra en muy contadas personas...”.108 En Córdoba Burmeister marca una diferencia de escala y de prestigio que se manifiesta, entre otras cosas, en el mucho mayor espacio que otorga a la descripción de la arquitectura tanto pública como doméstica, la que valora con mayor énfasis en el plano estético que en cualquiera de las otras ciudades de provincias, aunque aclara que no se trata de “obras maestras de la arquitectura”109. Con respecto a la ciudad en su conjunto se destaca su ubicación tanto territorial como económica estratégica, consolidada por una tradición ancestral; aunque también se marcan algunas constantes o rasgos ya aparecidos en las otras ciudades descriptas: “La ciudad de Córdoba es la mayor población del interior de la Confederación Argentina y la sede afamada del saber y de las más refinadas costumbres del país /.../ actualmente es el mercado de concentración de todo el interior para el norte y noroeste de la Confederación /.../ construida en cuadrados regulares y uniformes, de 11 a 12 cuadras de oeste a este y de 14 a 15 de sur a norte. Exactamente en el centro, se encuentra la plaza con dos edificios principales /.../ posee aún actualmente un carácter clerical predominante...”110 (Año 1858)

De su larga estadía en Tucumán la crónica de Burmeister se detiene mucho más en los aspectos de la productividad del territorio y en las observaciones científicas que realiza el naturalista, que en presentar la ciudad; y de ésta, pone mayor énfasis en la descripción de algunos edificios que en el conjunto mismo. No obstante se rescatan algunas cuestiones

107 BURMEISTER, H. Op. cit., Tomo I, pp. 188 a 190. Su crónica sobre Mendoza, ilustrada con numerosos dibujos del mismo autor, es especialmente interesante ya que su estadía en esa ciudad se desarrolló en 1857, cuatro años antes del destructivo terremoto de 1861. 108 Ibídem, Tomo I, pp. 200/201. 109 Ibídem, p. 59. 110 Ibídem, pp. 57, 58 y 69.

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reiteradas ya en otras, como la regularidad del trazado y la dualidad entre el entorno de la plaza y los suburbios. “De las ciudades del interior de los Estados del Plata, San Miguel de Tucumán es sin duda la más elegante y socialmente la más agradable de todas /.../ Edificada en cuadras, en la parte céntrica las calles de la ciudad están empedradas y provistas de buenas veredas /.../ la plaza está situada casi en el centro, y en su proximidad se hallan los edificios mejores y más importantes /.../ De noche las calles están bastante bien alumbradas con faroles fijos a las casas, alimentados con gruesas velas de sebo.”111 (Año 1858)

Con excepción de algunas observaciones sobre Córdoba que se diferencian claramente, es notable una coincidencia de los distintos cronistas revisados, en especial los que hicieron sus visitas en las décadas de 1850 y 1860, en las descripciones del paisaje urbano y social, de la edilicia y del espacio público, de las ciudades provincianas de fundación colonial. Es casi una constante que se presente a las ciudades desde una única plaza, la fundacional, aunque la mayoría de las ciudades para entonces ya contaban con algunos otros espacios de ese tipo que no fueron considerados por los cronistas; se marca un contraste entre ese centro, que contiene los principales edificios cívicos y religiosos y algunas casonas prestigiosas, todos los cuales se describen con detalle, y la periferia anodina con sus “...casas insignificantes en cuyos lados el suburbio se transforma gradualmente en campos de cultivo...”112; se enfatiza el trazado regular como una señal de tradición; se observan con relativo detenimiento las características de la población, muy difíciles de asimilar para la idiosincrasia del europeo, e, indefectiblemente, se concluye en la necesidad de cambiar la actitud de los habitantes frente al potencial de progreso que estas regiones presentan. Puede concluirse entonces que los relatos sobre Santa Fe no resultan en absoluto exclusivos ni originales si se los mide en el contexto del conjunto de las descripciones; algunas cuestiones podrán aparecer presentadas con mayor gravedad o énfasis, pero en definitiva la visión que de esta ciudad tuvieron los distintos cronistas extranjeros que la visitaron, no dista de la que se releva en otros centros del país de similar origen. I. 6) Control y normativa urbana Como herencia de su fundación colonial, Santa Fe continuó siendo gobernada por el cabildo durante las dos primeras décadas del período independiente113; esta institución de raíz hispánica, había sido trasladada a América en los inicios de la conquista constituyendo un baluarte fundamental en el proyecto de control político del territorio por parte de la Metrópoli; en el Nuevo Mundo se le había sumado al rol primordial de ayuntamiento que cumplía en la Península (donde era responsable de la administración militar y civil de las ciudades y de la administración de justicia), las funciones de reparto y control de las tierras 111

Ibídem, pp. 128/129. Un muy grato recuerdo de S. M. de Tucumán debió conservar Burmeister, ya que allí había conocido a una joven tucumana, Petrona de Tejeda. Ella se convirtió en su segunda esposa cuando el científico regresó al país en 1862. 112 Ibídem, p. 129. 113 Esta política de supresión de los cabildos tiene inicio en Buenos Aires en 1821, ya que en esta ciudad fue donde con mayor decisión se trató de borrar la herencia de lo español; la medida fue impulsada por Bernardino Rivadavia en el marco progresista liberal de las reformas que emprendió como ministro de Gobierno de Martín Rodríguez. En el interior, medidas similares aunque demoradas respecto de aquélla y sin que se compartieran las mismas motivaciones, se tomaron en la mayor parte de las ciudades de origen colonial: en Córdoba la institución capitular perduró hasta los últimos días de 1824 (BISCHOFF, Efraín. Historia de cuatro siglos de Córdoba, Córdoba, Banco Social, 1973, p. 56); en Tucumán también existió hasta 1824 en que sus atribuciones las asumió el departamento de policía provincial (PÁEZ DE LA TORRE, Carlos. Historia de Tucumán, Plus Ultra, 1987, pág. 311; ref. proporcionada por la Dra. Olga Paterlini); en el mismo año 1824 se disolvió el Cabildo de Corrientes (GUTIERREZ, Ramón y SANCHEZ NEGRETTE, Angela. Evolución urbana y arquitectónica de Corrientes. Tomo 1, Buenos Aires, 1988, p. 128); y el Cabildo de Mendoza fue suprimido en 1825 (PONTE, Ricardo. Mendoza, aquella ciudad de barro. Mendoza, Edic. municipal, 1987, p. 84). 67

urbanas y rurales, de asegurar el abasto de la población, de ocuparse de la recaudación impositiva y de atender cuestiones relativas a la salubridad pública. En Santa Fe, al igual que en todas las ciudades de fundación hispana, el cabildo estaba vigente desde su origen y, finalizada la larga etapa colonial, persistió casi por inercia, languideciendo durante más de veinte años, en tanto se planteaban instituciones alternativas por parte del nuevo Estado independiente.114 En 1820 el gobernador Estanislao López encaró una reforma bastante radical en la institución capitular, al repartir las atribuciones de la misma creando una Junta de Representantes, de carácter político, una Junta de Hacienda, con funciones de control del erario público y relegando al cabildo “...a la simple representación de ciudad o pueblo, y con el cuidado, limpieza, abasto y mejora de éstos”. En la década siguiente este debilitamiento de la institución llevará a la eliminación definitiva del cabildo de Santa Fe por iniciativa del mismo gobernador López, quien en 1832 la expuso ante la Junta de Representantes fundamentando la decisión en: “...la necesidad de arreglar la administración interna de la Provincia, que una de las primeras medidas era la de disolver el Cabildo, pues desde que éste había dejado de ser representativo, parecía insignificante su existencia, pues estando representada con más dignidad la Provincia, era innecesario sostener una costumbre...”.115

Si bien inmediatamente se establecieron normas para proveer el reemplazo de sus atribuciones (nombramiento de jueces de paz y jefes de policía, etc.), en lo que refiere específicamente a la ciudad se inicia un período que puede definirse como de acefalía municipal116, en el que el Gobierno provincial toma a su cargo primero en forma directa y más tarde a través de un organismo de su dependencia como es el Departamento de Policía de la Capital, las cuestiones que antiguamente atendía el Cabildo; a partir de entonces el manejo de la ciudad de Santa Fe y de las otras tres localidades existentes en la Provincia117, en términos de acciones y disposiciones sobre el espacio urbano, control de la expansión, y demás asuntos referidos a lo público, quedarán incorporados a la órbita de ingerencia de la administración provincial. Como consecuencia de esta situación, es cada vez más evidente el desdibujamiento de lo local frente a los problemas y demandas de escala provincial que, teniendo en cuenta la conflictividad de la etapa que se vivía118, se tornaba problema prioritario, dado que el control del territorio era crucial en el contexto de las luchas por los espacios de poder entre las fracciones en pugna. La condición de capital provincial, que hubiese podido favorecer a 114

Entre las primeras reformas al Cabildo se contaron en 1813 la creación de una Junta Municipal receptora de impuestos y en 1819 los cambios en la forma de elección de los cabildantes. El historiador santafesino Manuel Cervera da cuentas de las condiciones en que se desarrollaba el Gobierno de la ciudad en los años inmediatos posteriores a la Revolución de Mayo: “Las continuadas guerras civiles e invasiones de indios impedían los adelantos de una ciudad pobre, y expuesta a los repetidos excesos y saqueos de los vencedores que en ella entraban. Los vecinos, siempre prontos para la guerra, no podían ocuparse en las mejoras de sus viviendas, ni el Cabildo, sin rentas ni entradas, en la limpieza de las calles y adorno comunal.” CERVERA, Manuel. Historia de la ciudad y provincia de Santa Fe. Tomo III, Santa Fe, Edición UNL, 1982., p. 127. Edición original: Santa Fe, 1907. 115 Nota del gobernador Estanislao López a la Junta de Representantes, fechada el 10 de julio de 1832. Citada en Ibídem, p. 137. El gobernador ordena finalmente la supresión definitiva del cabildo a partir del 1º de enero de 1833. 116 Denominación acuñada por la historiografía para caracterizar este momento en que el control sobre lo urbano era ejercido por el mismo Gobierno de la provincia. Ver: VALDES DE CRISTINA; Mercedes. El Municipio. Expresión de la transformación de la ciudad. Santa Fe, El Litoral, 2004. 117 Además de la Capital, en toda la jurisdicción provincial existían a principios del siglo XIX sólo otras tres localidades menores: Rosario, Coronda y el Rincón, situación que se mantuvo inalterable hasta 1856. La población de la provincia, según estimaciones de Cervera formuladas en base al cruce de distintas fuentes era de 15.000 habitantes en 1826 y 19.700 habitantes en 1849. Ver: CERVERA, M. Op. cit., pp. 141-142. 118 La Provincia se debatía entre la defensa ante los frecuentes malones indígenas y la permanente lucha por la autonomía y los intereses provinciales frente al centralismo porteño y a las apetencias expansionistas de provincias vecinas; esto generó una situación de beligerancia casi constante durante las dos décadas del Gobierno de Estanislao López (1818-1838), la que se continuó, con menor virulencia, hasta Caseros (1852). Ver: GIANELLO, Leoncio. Historia de Santa Fe, 2ª ed., Santa Fe, Castellví, 1966. 68

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Santa Fe desde el punto de vista de su posicionamiento en el contexto de las ciudades de la región, no alcanzó a constituir un factor decisivo, ya que como pudo verse en las descripciones y relatos anteriores, poseía una débil base económica, un deprimido componente social y una relativamente precaria materialidad. Esta situación verdaderamente deficitaria respecto de lo urbano recién comenzará a atenderse con alguna organicidad a partir de la nueva etapa que se abre para la región con posterioridad a la batalla de Caseros (1852), la consecuente caída del rosismo, la temporaria pacificación de los territorios del Litoral y la instalación del Gobierno confederal en la vecina provincia de Entre Ríos. Esta época de relativa estabilidad política y fundadas expectativas de progreso y crecimiento económico generadas por el inicio de la colonización agrícola en la Provincia, dio origen a una serie de acciones orientadas a regular el espacio urbano de la Capital; entre las primeras medidas que se registran en este sentido, se destaca en 1857 el trazado de la Alameda del Puerto119 y en 1860 la concreción de una segunda plaza en la ciudad, nueve cuadras al norte de la plaza fundacional, por parte del Gobierno provincial a través del Departamento de Policía de la Capital. Esta plaza, hoy denominada San Martín, había sido designada como tal en 1844 pero nunca se había construido obra alguna en la misma, ni jardinería ni ningún tipo de equipamiento. En momentos de la reunión del Congreso Constituyente en 1853 el lugar figura en el Plano de Niklison pero en realidad era un descampado que no podía denominarse propiamente plaza; recién en 1860 se contratan los trabajos de parquización y construcción de veredas y equipamiento.120 También es de destacar, en ese mismo período, la ley provincial de creación de la Municipalidad de Santa Fe en 1860 y la instauración del régimen municipal en la ciudad.121 La sanción de leyes provinciales de creación de las municipalidades en las distintas capitales de fundación colonial del interior del país son también, al igual que las derogaciones de los cabildos vistas anteriormente, medidas que se toman en forma prácticamente contemporánea, enmarcadas en el nuevo orden que supone la Constitución Nacional de 1853, orden que tiende a generar una suerte de homogeneización en los procesos de consolidación institucional de estas ciudades que se transferirá a su vez al dictado de disposiciones técnico-administrativas muy similares y al logro de una resultante espacial y formal también considerablemente homogénea. Efectivamente, la Municipalidad de Córdoba tomó existencia con la Constitución provincial de 1855 y se creó formalmente dos años más tarde;122 la Municipalidad de Corrientes fue creada por ley provincial de 1863;123 en Mendoza, la constitución provincial de 1854 ya preveía la existencia de la Corporación municipal, aunque su creación efectiva se produjo recién en 1868;124 y la

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Mensaje anual del gobernador Juan Pablo López a las Cámaras Legislativas de la Provincia, el 7 de julio de 1857, en AAVV. Historia de las Instituciones de la Provincia de Santa Fe, Tomo IV: “Mensajes del Poder Ejecutivo” 1ª Parte, Santa Fe, Edición oficial, 1973, p. 158. Debió tratarse de una intervención de remodelación y mejoramiento, dado que la Alameda ya existía desde la década anterior y aparece documentada en el plano de Niklison antes citado. 120 Ver: PAREDES, Clementino. “La Plaza San Martín” en Revista de la Junta Provincial de Estudios Históricos nº XVII, Santa Fe, 1947, p. 87. 121 PROVINCIA DE SANTA FE. Registro Oficial. Tomo III, años 1859 a 1862. Santa Fe, Tip. La Revolución, 1889, p. 157. Ley provincial que dispone adoptar para la Capital, la ley de Municipalidad que rige en Rosario desde 1858. De acuerdo con esta primera ley en la materia, la institución era inicialmente presidida por el Jefe Político del Departamento y se integraba por diez municipales elegidos por los vecinos de acuerdo a la ley general de elecciones de la Provincia y los cuales constituían el Concejo de Gobierno y tres comisiones: de Seguridad, Higiene y Educación; de Obras Públicas; de Hacienda. 122 BISCHOFF, E. Op. cit., p. 76. 123 GUTIERREZ, R. y SANCHEZ NEGRETTE, A. Op. cit., p. 109. 124 PONTE, Ricardo. Op. cit., p. 158. En el caso de Mendoza la demora en poner en marcha la Municipalidad pudo haberse relacionado con la situación de catástrofe provocada por el terremoto de 1861, que requirió de un poder consolidado en virtud de las medidas drásticas que debían tomarse con respecto a la ciudad, todo lo cual el Estado provincial estaba en mejores condiciones de asumir. 69

Municipalidad de San Miguel de Tucumán se creó en 1867 mediante un decreto del Poder Ejecutivo provincial.125 En Santa Fe, no obstante haberse creado en 1860 la Municipalidad, su puesta en funcionamiento efectiva y eficiente demandó un largo período de experimentación126; por esta causa, y tal vez por una inercia en el ejercicio del poder, el Gobierno provincial mantuvo durante toda la década de 1860/70 el control de muchos aspectos relativos a la organización del espacio urbano, dotación de equipamientos, disposiciones sobre salubridad, etc.; algunas leyes referían a cuestiones generales para las distintas ciudades y poblados de la Provincia, pero otras atacaban temas que afectaban particularmente a la Capital, verificándose en numerosas ocasiones una superposición de roles y poderes de decisión sobre la ciudad. Por otra parte, en 1862 se organizó el Departamento Topográfico Provincial, con jurisdicción sobre todo el territorio, incluyendo las áreas urbanas, en las que tuvo directa injerencia sobre el control y mensura de la tierra y orientó una delineación mucho más estricta de calles y caminos con miras a ordenar el espacio público. La Oficina comenzó a funcionar en mayo de 1863 y por primera vez se reglamentó el ejercicio de la agrimensura en la Provincia, se fijó la obligatoriedad del registro de títulos para todas las propiedades y se proyectó levantar un censo general, que no llegó a concretarse en forma inmediata.127 Una primera acción en este sentido es un decreto del gobernador Patricio Cullen, de junio de 1863, en el que se dispone que cualquier edificio de la Capital con frente a la calle debe requerir mediante documento público la autorización del Departamento Topográfico, el que por su parte dirigirá la mensura, nivelación y delineación del lote, así como altura y ancho de vereda antes de otorgar el permiso.128 Al año siguiente otro decreto del gobernador, en este caso Nicasio Oroño, ordena al Topográfico levantar un plano completo de la Capital, demostrando una preocupación por registrar las irregularidades que presentan las calles como consecuencia de una expansión operada sin control catastral. (Imagen I.9) El artículo 2º disponía: “El plano deberá ser levantado sobre la estructura y forma de la ciudad, sin alteración alguna en la parte delineada hasta la calle Tucumán, demarcando gráficamente todas sus irregularidades, la dirección actual de las calles y la ubicación de sus casas y fincas particulares, ya sea avanzando o retrocediendo de la línea que corresponda a aquéllas.”129

En el mismo decreto se disponía el ensanche a veinte varas (17,32 m) de todas las calles que se abrieran al norte y oeste de las que en ese momento eran límite de la zona urbanizada (a partir de la calle Tucumán, ubicada 9 cuadras al norte de la plaza y de la calle 1º de Mayo, tres cuadras al oeste de la misma). (Imagen I.24) El proyecto de ensanche suponía que, para la definición de la nueva alineación, se tomara como dato el eje de la antigua calle, y se repartiera la diferencia que surgía con el nuevo ancho y la disminución de la

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NICOLINI, Alberto. San Miguel de Tucumán 1880-1916. Desarrollo urbano y arquitectónico. S. M. de Tucumán, UNT, 1973, p. 8. 126 En el mensaje anual del gobernador N. Oroño a las Cámaras, leído el 25 de mayo de 1864 se expresaba: “Sólo la Capital no ha conseguido establecer su Cuerpo Municipal. Ya sea que el pueblo no sienta la necesidad de esta institución, o que no la crea conveniente todavía, él no ha concurrido a las diversas y repetidas convocaciones (sic) del Gobierno para que haga sus elecciones.” Citado en AAVV. Historia de las Instituciones de la Provincia de Santa Fe, Tomo IV: “Mensajes del Poder Ejecutivo” 1ª Parte, Santa Fe, Edición oficial, 1973, p. 158. 127 Ley provincial del 15 de diciembre de 1862 que establece la creación de la Oficina de Topografía y Estadística. Ibídem, pp. 437-438. Ver también: NICOLI, Víctor. “El Departamento Topográfico de la provincia de Santa Fe en su primer centenario”. En Revista de la Junta Provincial de Estudios Históricos nº 29, Santa Fe, 1963. 128 PROVINCIA DE SANTA FE. Registro Oficial. Tomo IV, años 1863 a 1865. Santa Fe, Tip. La Revolución, 1889, p. 44. Es evidente que, por su naturaleza, esta disposición hubiese debido corresponder a la municipalidad, que ya llevaba tres años de constituida, y no a un organismo provincial. 129 PROVINCIA DE SANTA FE. Registro Oficial. Tomo IV, años 1863 a 1865. Santa Fe, Tip. La Revolución, 1889, p. 149. 70

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medida de los lotes, entre ambos frentes; vale aclarar que las antiguas calles de la ciudad colonial tenían un ancho de doce varas (10,39 m).130 Esta fue la primera ocasión en que en Santa Fe se abordó la cuestión del ensanche de las calles, que años más tarde sería tema recurrente en las previsiones tomadas para las áreas en expansión; la dimensión de veinte varas131 sería la medida clave, que regiría para la mayor parte de las ciudades en las que se plantearon estas disposiciones: en Mendoza, la primera legislación posterior al devastador terremoto de marzo de 1861, indica que la reconstrucción deberá operarse con un trazado de calles de veinte varas y manzanas cuadradas e iguales entre sí132; en Tucumán, en 1872 se ordena el ancho de veinte varas para todas las calles que se abrieran más allá de las de ronda133; en Rosario, una ordenanza municipal de 1868 dispone que todas las calles que se abrieran en adelante por fuera del perímetro definido por los dos boulevards que delimitaban la planta urbana, debían tener veinte varas de ancho134; en Paraná una ordenanza similar respecto de las nuevas calles que se abrieran se dicta en 1875.135 Sólo en Córdoba encontramos una disparidad, respecto de este patrón uniforme: en disposiciones municipales de 1869 y 1885 se establece en dieciocho varas (15,60 metros) la dimensión de las nuevas calles que se abran en la planta urbana.136 Evidentemente no se trata de una mera coincidencia: en las distintas ciudades del interior se buscó la aproximación a un nuevo patrón para regular el trazado de las áreas urbanas que se extendían, y la dimensión de veinte varas de ancho había sido asumida para ese fin en Buenos Aires, donde los proyectos de ensanche, que reconocían tradición desde el período rivadaviano (década de 1820), se concretan con una ordenanza de 1857, que constituye una de las primeras medidas tomadas por la Municipalidad, que había sido creada en 1852 pero puesta efectivamente en funciones en 1856.137 Por esto, y reconociendo la preeminencia de Buenos Aires sobre las ciudades provincianas, más que suponer casuales coincidencias, debe entenderse que se estaba adhiriendo a un modelo vigente y probado ya en la ciudad que actuaba como más cercano referente. En especial para las poblaciones de fundación colonial el ensanche era sinónimo, en la mentalidad de la dirigencia, de nueva ciudad, de progreso y de paisaje renovado y una forma de tomar distancia respecto del paisaje urbano tradicional; sin querer ver en esto un programa estructurado, a la manera de los ensanches138 europeos, podrá notarse que todas 130

De acuerdo a lo establecido en el artículo 4º: “...El Departamento Topográfico otorgará el permiso para edificar previa delineación, en que compartirá en las dos aceras el espacio que falte para el ancho que deben tener las calles...”. Idem. Un mes más tarde y en razón de los reclamos efectuados por los vecinos, por la merma de dimensiones de sus terrenos, esta medida queda temporariamente sin efecto. Ibídem, p. 160. 131 La vara usualmente utilizada en la región Litoral, que se había institucionalizado en Santa Fe para las décadas finales del siglo XIX medía 866 mm. Para un completo estudio de la diversidad dimensional que se verificó durante la colonia y que se mantuvo durante la primera etapa del período independiente ver: SILVA, Marta B. “Las dimensiones urbanas. Los patrones coloniales y decimonónicos”, en Cuadernos de Historia Urbana nº 1, Tucumán, FAU-UNT, 2000. 132 Ley de la provincia de Mendoza del 18 de junio de 1861, citada por PONTE, R. Op. cit., p. 165. En este sentido Mendoza es pionera, ya que existe una ley provincial de 1854 en la que se ordena el ancho de veinte varas para las calles de todas las nuevas poblaciones que se tracen en la Provincia. Ibídem, p. 137. 133 PATERLINI de KOCH, Olga. "San Miguel de Tucumán 1565-1930: la gestión de la ciudad", Tesis doctoral defendida en la Universidad Nacional de Tucumán en mayo de 2006; director: Alberto Nicolini. Inédita. Cap. IV, p. 101. 134 MUNICIPALIDAD DE ROSARIO. Digesto Municipal. Ordenanzas, decretos, acuerdos y reglamentos dictados desde su instalación hasta el 31 de diciembre de 1889. Buenos Aires, Imp. J. Peuser, 1898, pp. 33 y 34. 135 SORS, Ofelia. Paraná. Dos siglos y cuarto de su evolución urbana, 1730-1955. Paraná, 1981, p. 151. 136 BOIXADÓS, María Cristina. Las tramas de una ciudad, Córdoba entre 1870 y 1895. Élite urbanizadora, infraestructura, poblamiento, Córdoba, Ed. Ferreyra, 2000, p. 158. 137 GUTIÉRREZ, Ramón. Buenos Aires. Evolución Histórica, Buenos Aires, Escala, 1992, p. 86. Sobre los proyectos rivadavianos para Buenos Aires ver también: ALIATA, Fernando. “Cultura urbana y organización del territorio”, en GOLDMAN, Noemí. Revolución, República, Confederación (1806-1852). Colección Nueva Historia Argentina, Tomo III, Buenos Aires, Sudamericana, 1998, pp. 212 a 222. 138 En España, el Real Decreto de 1867, reglamentario de la Ley de Ensanche de Poblaciones de 1864, relaciona directamente el ensanche con el crecimiento demográfico de las ciudades al definir: “...se entenderá por ensanche de una población la 71

las disposiciones referidas a la red viaria que se dictan durante las décadas de 1860 y 1870 en las distintas ciudades que revisamos, se orientan en este objetivo; por una parte, se fija un radio a partir del cual todas las calles nuevas que se abrieran o las que existieran en planta urbana, deberían ajustarse a ese nuevo ancho aunque respetando el patrón original del manzanero y, por otra, se pretende corregir la alineación de las fachadas ordenando y aportando rigor geométrico a los perfiles urbanos; puede notarse también que se utiliza el término ensanche referido al aumento en el ancho de las calles, pero al aplicar la disposición sobre un área urbana completa, indirectamente se está extendiendo el concepto que de este modo se aproxima al sentido con que se lo usaba en Europa y más especialmente en España en la segunda mitad del siglo XIX. Como analizaremos en el Capítulo II, existe enorme distancia entre las resultantes formales y paisajísticas de las operaciones europeas, orientadas a regular la edificación en el exterior de las murallas o en el espacio que dejaba libre la demolición de éstas, y este modo peculiar de concebir el ensanche en las ciudades del Cono Sur americano, donde lo que se hacía era avanzar sobre terreno virgen o con escasas preexistencias; tampoco los tipos edilicios que se aplican ni la intensidad de ocupación del suelo permiten parangonar ambas experiencias, que producen resultados francamente diferentes; no obstante, la búsqueda de un entramado urbano expansivo y abierto está presente en ambos escenarios y en este sentido vale recordar respecto de la cuestión dimensional, que el ancho de las nuevas calles para el ensanche de Barcelona de Ildefonso Cerdá, era de 20 metros ya desde el primer proyecto de 1855, las calles secundarias y terciarias del Plan Castro para Madrid aprobado en 1860, tenían 20 y 15 metros respectivamente, las calles del primer proyecto de ensanche de Bilbao del ing. Amado de Lázaro de 1862 (no concretado), eran de 20 metros, y en el proyecto de ensanche de San Sebastián del arquitecto Antonio Cortázar de 1863 las calles tenían un ancho de 20 y 15 metros;139 o las calles del proyectado ensanche de Valencia de 1859, de Moleón, Sancho y Calvo, con sus 16 metros para vías secundarias y 25 para las avenidas.140 Pero también en las principales ciudades americanas se verificaba simultáneamente una opción de trazado similar: la urbanización de El Vedado, en la Habana, cuyo trazado se aprobó en 1859, presentaba una cuadrícula con mazanas de 100x100 metros y calles de 16 metros de ancho; del mismo modo, el primer Plano de Proyecto de Ensanche de la Ciudad de México de 1889, trazado por Salvador Malo o las nuevas colonias surgidas sobre el final del siglo XIX a la vera del Paseo de la Reforma (1866), todas con trazado cuadricular, tenían calles de 20 metros de ancho.141 La idea del ensanche estaba evidentemente presente en las prácticas urbanas de la época, pero no obstante en el caso de Santa Fe, a un mes de dictada esta disposición de ensanche, el Estado se vio obligado a retroceder con la medida en virtud de los numerosos reclamos procedentes de los vecinos que no aceptaban la disminución de superficies de sus respectivos lotes. El decreto que disponía el ensanche no contemplaba la indemnización por los casi 3,50 m que se restaría a la profundidad de cada lote y seguramente las protestas perseguían obtener dicha indemnización; pero para las arcas del Gobierno provincial esta erogación resultaba totalmente inaccesible y se prefirió suspender temporariamente la aplicación de la norma, lo que agravó y prolongó por largo tiempo las irregularidades de alineación.

incorporación a la misma de los terrenos que constituyen sus afueras, en una extensión proporcionada al incremento probable del vecindario...”. Citado por: PIÑÓN, Juan Luis. “Reflexiones sobre la genealogía de los ensanches”, en Ciudad y territorio. Estudios territoriales, Vol. XXXI, nº 119-120, Ministerio de Fomento, Madrid, primavera-verano 1999, p. 358. 139 GUARDIA, M.; MONCLÚS, F. J. y OYÓN, J. L. (dir.). Atlas histórico de ciudades europeas, vol. I, Península Ibérica, CCCB - Salvat, Barcelona, 1994. 140 PIÑÓN, J. L., Op. cit., p. 356. 141 FERNÁNDEZ CRISTLIEB, Federico. Europa y el urbanismo neoclásico en la Ciudad de México. México D.F., Plaza y Valdéz eds., 2000, pp. 121 a 125. 72

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Otra medida que se vincula con el desarrollo urbano, fue la ley provincial del 17 de octubre de 1865, en que se autorizaba al Ejecutivo a celebrar contrato con el ing. Jonás Larguía, quien había elevado una propuesta para la construcción de un mercado de abasto en el centro de la ciudad, de acuerdo a “modernas reglas de higiene y calidad”142; se trataba evidentemente de un tema en el que la ingerencia del Estado provincial no resultaba necesaria ni pertinente. Este primer Mercado Público, que fue dos años más tarde cedido al control municipal143, se ubicó en un terreno provisto por la Provincia, seis cuadras al norte de la plaza, concediéndose al empresario la explotación por treinta años; fue inaugurado en 1866 y durante tres décadas habría de ser el único edificio de su tipo en la ciudad. (Imagen I.30) En mayo de 1866, otra ley provincial impulsada por el gobernador Nicasio Oroño, ordena al Departamento Topográfico la creación de tres plazas de dos manzanas cada una, ubicadas en sendos puntos periféricos de la traza urbana y fundamentando la disposición en “...el rápido incremento de la población y comercio de la Capital, las conveniencias de la salubridad pública y las necesidades del tráfico”.144 Las fracciones de terrenos de propiedad particular que se requirieran para delinear dichas plazas serían expropiadas por el Gobierno provincial; una vez trazadas, serían puestas a disposición de la Municipalidad de la Capital. Esta ley se convierte en la primera iniciativa que aborda el conjunto de la ciudad con una visión de totalidad, a partir de una estrategia que pretendía ordenar la expansión urbana mediante la definición de una red de espacios públicos que la sustente, como se ve claramente al analizar la ubicación relativa de las mencionadas plazas en el plano de la ciudad. (Imagen I. 25) Otra cuestión asumida por el Gobierno provincial fue la de los cementerios públicos; el primero con que contó la ciudad con posterioridad a la prohibición de inhumar cadáveres en los templos, fue el de San Antonio con su capilla anexa, que había sido establecido hacia 1830, durante el Gobierno de Estanislao López y se ubicaba en una manzana distante siete cuadras al noroeste de la plaza fundacional145; si bien al momento de su creación esta localización resultaba convenientemente alejada del área urbanizada, con el crecimiento de la misma se habían generado conflictos por su proximidad a la zona comercial de la ciudad, estando a sólo dos cuadras del Mercado Público. Esta fue una de las principales razones por las que el gobernador Oroño impulsó la concreción de un nuevo cementerio público en Guadalupe, que fue creado por ley del 3 de setiembre de 1866146, y se ubicó en las proximidades de la capilla de peregrinación existente en ese paraje, alejado 8 km al noreste del centro histórico de la ciudad, cercano a la ribera de la Laguna Setúbal. El cementerio de Guadalupe, fue trazado por el agrimensor Pedro Bramslöw en abril de 1867147, se localizaba en un terreno de poco más de una hectárea inmediatamente al oeste de la antigua capilla y no planteaba problemas desde el punto de vista de su ubicación en relación con la ciudad. (Imágenes I.28 y I.29)

En 1874 se promulgó la ley provincial fijando los límites del municipio de la Capital, lo que contribuyó a dar un marco más concreto a la acción de la Corporación municipal, a la vez que reinsertaba a la ciudad en el contexto de las nuevas condiciones territoriales

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PROVINCIA DE SANTA FE. Registro Oficial.Tomo V, años 1865-1867. Santa Fe, Tip. La Revolución, 1889, pp. 8 a 10. El reglamento de funcionamiento del mercado que dicta la Municipalidad de Santa Fe es de fecha 17 de mayo de 1869. MCSF. Ordenanzas, Reglamentos y Acuerdos de la Municipalidad de la Ciudad de Santa Fe, Santa Fe, Nueva Epoca, 1887, pp. 19 a 21. 144 PROVINCIA DE SANTA FE. Registro Oficial.Tomo V, años 186-1867. Santa Fe, Tip. La Revolución, 1889, pp. 93-94. 145 La iniciativa de ampliar el cementerio existente en la capilla suburbana de San Antonio y convertirlo en cementerio a cielo abierto le cupo al presbítero José de Amenábar, párroco de la iglesia matriz. En una nota al gobernador, fechada en abril de 1830, explicaba la crítica situación en que se encontraban los templos de la ciudad como consecuencia de la práctica de enterrar los cadáveres en ellos; López dispone entonces la ocupación de una manzana de tierra en torno a la capilla con ese fin. Los antecedentes referidos a este tema fueron publicados por: PISTONE, C. Op. cit., p. 396 y ss. 146 PROVINCIA DE SANTA FE. Registro Oficial. Tomo V, años 1865 a 1867. Santa Fe, Tip. La Revolución, 1889, p. 216. 147 ADPC - Mensuras. Dpto. La Capital, expte. nº 42. 143

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modificadas en gran medida por la fundación de las colonias agrícolas148; esos nuevos límites asumieron en forma contundente la condición fluvial de la ciudad, al definir que en los bordes este, oeste y sur, los límites los darían los tres ríos que la circunvalan: Paraná, Salado y Santa Fe respectivamente; por el norte el límite dará idea de la carencia de obstáculos en esta dirección, fijándose en una línea imaginaria de dirección este-oeste ubicada a 3 leguas -15,5 km- al norte de la plaza fundacional.149 A partir de 1865 se iniciarán algunas acciones concretas por parte de la Corporación municipal que comienza a cumplir la función de regular y legislar sobre las formas de administración y desarrollo de lo público en la ciudad, dictando algunas ordenanzas de primaria necesidad. Entre las que tuvieron directa implicancia sobre la materialidad urbana, puede establecerse una clasificación entre aquellas ordenanzas que atienden a la salubridad e higiene públicas, otras de ordenamiento general del área urbanizada y aquellas que se preocupan por los aspectos estéticos de la edilicia, fundamentalmente orientadas a iniciar un cambio de imagen en el espacio de la ciudad. Entre las primeras pueden mencionarse las que reglamentan la faena y venta carne en el área urbana (1865); las que fijan radios para el establecimiento de ciertas actividades insalubres como barracas de cueros (1866) (Imagen I.26), mataderos y saladeros (1873), hornos de ladrillos (1876), las que legislan sobre el funcionamiento de los cementerios (1867) y del Mercado Público (1869); las que disponen la obligatoriedad de demoler ranchos abandonados ubicados en el radio urbano (1870); las que indican los puntos de la costa en que pueden abastecerse los aguadores que proveían de agua para el consumo a la población (1867)150. Estas ordenanzas, redactadas muy escuetamente, sin que se incluyan los considerandos que les dan fundamento, pueden suponerse orientadas a paliar los problemas de insalubridad más acuciantes, que derivaron en algunas epidemias que asolaron las ciudades del Litoral durante la década de 1860/70; no obstante, en este período no se plantearon siquiera como proyecto algunas medidas drásticas que hubiesen sido las verdaderamente efectivas desde el punto de vista sanitario, como por ejemplo, la construcción de tendidos infraestructurales para provisión de agua potable, red cloacal o drenajes pluviales y tampoco se adoquinaron las calles ni se planificaron (con excepción del mercado) otros equipamientos requeridos en la materia. Con respecto a cuestiones referidas a la configuración urbana general, hay algunas ordenanzas de importancia, destinadas a organizar y modernizar el espacio de la ciudad: la disposición de que la delineación de frentes debía ser ejecutada por el agrimensor municipal (1865), la obligatoriedad de construcción de ochavas de cuatro varas -3,44 m- en las esquinas cuando se remodelaran o construyeran nuevos edificios (1873) y la exigencia de pedir la autorización municipal para levantar cualquier nueva construcción dentro del radio urbano (1873). Otras normas de menor relevancia refieren al blanqueo anual de las fachadas de los edificios (1867); la construcción de cercos en los terrenos baldíos u ocupados por quintas (1866); la construcción de veredas (1873); la prohibición de levantar 148

Como ya se dijo, desde el siglo XVIII y hasta 1856 habían existido sólo cuatro localidades en todo el territorio provincial; al impulsarse la fundación de las colonias, la mayor parte de las cuales se estructuraban a partir de un poblado central, la cantidad de centros poblados había crecido enormemente. Para 1874 existían 30 colonias asentadas en la Provincia, 20 de las cuales presentaban un centro urbano trazado y ocupado; seis estos centros se ubicaban a menos de treinta kilómetros de Santa Fe. MULHALL, M. G. y E. T. Manual de las Repúblicas del Plata – Datos topográficos, históricos y económicos. Buenos Aires, Imprenta del Standard, 1876, pp. 95 a 97. 149 PROVINCIA DE SANTA FE. Registro Oficial. Tomo VIII, años 1872 a 1875. Santa Fe, Tip. La Revolución, 1890, p. 227. 150 Para reforzar la idea del frágil rol que cumplía y de la precariedad en la que se desarrollaba la actividad de la Corporación municipal, vale aclarar que la Municipalidad de Santa Fe no ha conservado archivos documentales de este período, ni de las actuaciones del Ejecutivo, ni de las actas o expedientes ingresados al Concejo Deliberante; la documentación más antigua que se ha podido hallar en los archivos municipales data del año 1884. Todas las ordenanzas citadas se publicaron compiladas varios años más tarde en: MCSF. Ordenanzas, Reglamentos y Acuerdos de la Municipalidad de la Ciudad de Santa Fe, Santa Fe, Nueva Epoca, 1887, pp. 5 a 28. 74

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construcciones precarias en el área central, admitiéndose sólo edificios de tejas o azoteas en un entorno de 42 manzanas (1866) (Imagen I.27) ampliado a 56 manzanas siete años más tarde.151 Vistas en conjunto, se trata de unas primeras medidas tanto de la órbita provincial como municipal, tendentes dotar a la ciudad de los más elementales equipamientos que la higiene pública ya exigía imperativamente (mercado, cementerio, espacios verdes) a la vez que comenzar a borrar paulatinamente la imagen de ciudad colonial. No obstante, no se puede –y no se podrá por muchos años- hablar todavía de intervenciones de carácter urbanístico, o de que la dirigencia tuviera una cabal conciencia de la necesidad de planificar la futura expansión; más bien deben entenderse como acciones que perseguían, por una parte adecuar la edilicia para mejorar las condiciones de habitabilidad y, por otra, lograr la consolidación de una imagen urbana ordenada y sobre todo, continua, que fuera sinónimo de modernidad. Como dejan en evidencia las distintas normas dictadas, la cuestión de la rectificación y alineación de las fachadas urbanas es una de las preocupaciones principales que se manifiestan en ese momento; los fundamentos desde los que se proyectan dichas normas no se hacen explícitos y permiten suponer una alternancia entre una motivación estética que intenta poner a la ciudad en consonancia con los principios compositivos en boga, y una motivación funcional, que pretende adecuarla a las exigencias de una vialidad eficiente para una ciudad moderna. Con respecto a la expansión urbana, será notable que en todo el período, el escaso crecimiento que se verifica en la superficie urbanizada se organizará siempre en total continuidad con el trazado fundacional. No existió en Santa Fe, en los setenta años transcurridos desde el movimiento revolucionario de Mayo hasta la década de 1880, ninguna iniciativa que propusiera un trazado diferenciado del que había dado forma a la ciudad en su origen; tampoco se intentó un patrón dimensional diferente (con excepción de un modesto ensanche de calles que debían conservar el antiguo eje), ni la apertura de alguna avenida o bulevar que diera estructura a la planta; la inercia de las prácticas fundacionales coloniales había llevado a una suerte de naturalización del trazado cuadricular, del que sólo se imaginaba la eterna prolongación y a una aceptación acrítica de dicho trazado, aún con lo incoherente que esto pudo resultar en el marco del espíritu independentista y republicano de las primeras décadas del período.152 La contemporaneidad de las acciones que se fueron sucediendo en distintas ciudades y la similitud en muchos de los rasgos dominantes en los fenómenos analizados, dan cuentas de una circulación de ideas, propuestas y disposiciones referidas a lo urbano que, más allá de las peculiaridades de cada caso, permiten visualizar la existencia de procesos homogéneos y determinarán resultantes también relativamente homogéneas en términos de configuración del tejido y morfología del paisaje urbano, en muchas de las ciudades provincianas de mayor rango que se revisaron aquí y que se continuarán estudiando a lo largo de este trabajo. “Durante el período en estudio y desde el plano que realiza Felipe Bertrés en 1821, la gestión de la ciudad no fue objeto de una planificación de carácter integral. Las distintas intervenciones se orientaron sólo a resolver aspectos funcionales o sectores parciales del 151

Idem. Vale reiterar respecto de esta última disposición el dato comentado más arriba respecto de que las construcciones con techos de paja alcanzaban un 65% de la edilicia santafesina en 1869. Ver cuadro de nota nº 47. 152 Sobre la continuidad del modelo cuadricular en el período posterior a la Independencia, resulta oportuna la reflexión de Fernando de Terán: “...resulta sorprendente la continuidad esencial de ese modelo de ciudad después de la independencia, es decir, la permanencia de las bases de la práctica fundacional anterior y, en definitiva, el mantenimiento del modelo urbano colonial, en un período que estaba marcado por la exaltación antiespañolista”. TERÁN, Fernando de. “El urbanismo europeo en América y el uso de la cuadrícula. Cerdá y la ciudad cuadricular”, en Ciudad yTerritorio. Estudios territoriales, Vol. XXXI, nº 119-120, Ministerio de Fomento, Madrid, primavera-verano 1999; p. 25. 75

asentamiento /.../ El marco normativo municipal y provincial legisló prioritariamente sobre aspectos de carácter edilicio antes que urbanístico...”153

Esta afirmación enunciada por Paterlini de Koch para Tucumán se puede verificar sin dudas para Santa Fe y puede ser transferida con valor de generalidad a muchas de las capitales de provincias de fundación colonial; fueron momentos en que, mal o bien, con sus limitaciones, rémoras y expectativas, esas ciudades se dispusieron a afrontar los grandes cambios que sobrevendrían en el período posterior.

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PATERLINI de KOCH, O. Op. cit., p. 98.

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Imagen I.1: Acuarela que representa, en una reconstrucción histórica ciertamente fidedigna, la situación de la Plaza Mayor de Santa Fe colonial, pudiéndose datar la escena en la segunda década del siglo XIX. Es de notar el austero tratamiento del espacio principal, que no era objeto de ornato ni poseía ningún tipo de vegetación. Fecha: 1927. Autora: Leónie Matthis (1883-1952). Fuente: Museo Histórico Julio Marc, Rosario.

Imagen I.2: Plano de la Ciudad de Santa Fe, que acompaña un informe del Procurador José Arias Troncoso para determinar las propiedades de los jesuitas expulsados que pasarían al patrimonio de la Junta de Temporalidades. Fecha: 1787. Fuente: FURLONG, Guillermo S. J. Glorias santafesinas. Buenos Aires, 1929, portada. Reproducido del original consultado en el Archivo General de la Nación.

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Imagen I.3: Vista de la plaza fundacional de Santa Fe, conocida como “La función de volatines en conmemoración de las fiestas mayas”. Al frente, el antiguo Cabildo y detrás, a pocos metros, se observa el paisaje natural. Fecha: 1868 aprox. Fotógrafo: Pedro Tappa. Fuente: Banco Digital de Imágenes Florián Paucke – Archivo General de la Provincia de Santa Fe, código: I01203384.

Imagen I.4: Vista de calle 3 de Febrero desde la torre del Cabildo, situada frente a la plaza fundacional. A pocas cuadras hacia el oeste se puede apreciar el río y la vegetación natural. Fecha: década 1870. Fotógrafo: Pedro Tappa. Fuente: BDIFP – AGPSF, código: H05215897.

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Imagen I.5a – I.5i: Viajeros que visitaron la ciudad de Santa Fe entre 1830-60. De izquierda a derecha, arriba: Alcides D´Orbigny, Charles Darwin y la portada de su libro Diario de viaje de un naturalista alrededor del mundo en su edición inglesa (1849). En el centro, Alfred Du Graty; la portada de su libro La Confederation Argentine (1858) y Hermann Burmeister. Abajo, Paolo Mantegazza; una foto de la calle San Jerónimo tomada en 1860 por Pedro Tappa donde se ve, en primer plano a la izquierda, la casa que habitaba la familia Beck Bernard y el retrato de Lina Beck Bernard pocos años antes de su muerte.

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Imagen I.6: Plano de la ciudad de Santa Fe del ing. naval Eustaquio Giannini, datado en 1811. Fuente: AAVV. Santa Fe - primera ciudad-puerto de la Argentina. Santa Fe, 2003. El original se conserva en el Archivo Cartográfico del Instituto Histórico Militar del Ejército de España.

Imagen I.7: Plano de la ciudad de Santa Fe, dibujado por Marcos Sastre en 1824. Fuente: Archivo General de la Nación. Publicado originalmente por BUSANICHE, Hernán. Arquitectura de la colonia en el Litoral, Santa Fe, 1941.

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Imagen I.8: Plano de la ciudad de Santa Fe realizado con motivo de la Convención Constituyente. Dibujado por José Germán Niklison en 1852. Fuente: Museo Histórico Provincial Brig. Estanislao López de Santa Fe. Publicado por BUSANICHE, Hernán. Arquitectura de la colonia en el Litoral, Santa Fe, 1941.

Imagen I.9: Primer boceto de Plano Catastral de la ciudad de Santa Fe que el gobierno de la Provincia ordena realizar en 1864 al Departamento Topográfico. Fuente: ADPC Mensuras. Dpto. La Capital, Expte. Nº 426. 81

Imagen I.10: Vista de la calle Comercio de sur a norte. Fecha: 1868. Fotógrafo: Pedro Tappa. Fuente: BDIFP – AGPSF, código: H05216040.

Imagen I.11: Calle Comercio, hoy denominada San Martín. Fecha: década 1870. Fotógrafo: Pedro Tappa. Fuente: BDIFP – AGPSF, código: H05215905.

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Imagen I.12: Primera fotografía urbana de Santa Fe. Vista de la plaza fundacional (puede observarse la similitud con la descripción del viajero alemán H. Burmeister). Fecha: 1862. Fotógrafo: Pedro Tappa. Fuente: FURT, Jorge M. Arquitectura de Santa Fe. Buenos Aires, 1939.

Imagen I.13: Vista de la Merced en Santa Fe (antiguo templo de la Orden Jesuita), frente a la plaza fundacional. Fecha: circa 1858. Litografía de P. Mousse. Fuente: DEL CARRIL, Bonifacio. Monumenta Iconográfica. Paisajes, Ciudades, Tipos, Usos y Costumbres de la Argentina. 1536-1860; lámina CLIII.163.

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Imagen I.14: El antiguo Cabildo de Santa Fe, grabado que ilustra el libro de Thomas Hutchinson quien visitó Santa Fe en diciembre de 1862. Desde los altos de este edificio el viajero describirá la ciudad. Fuente: HUTCHINSON, T. J. Buenos Aires y otras provincias argentinas, cap. 12.

Imagen I.15: El edificio de la Aduana, antigua finca de Tarragona, ubicado en lo que para 1860 era un borde del área urbanizada. Fecha: 1864. Fotógrafo: Pedro Tappa. Fuente: BDIFP – AGPSF, código: I01203380.

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Imagen I.16: Imagen idealizada del puerto de Santa Fe. Fecha: circa 1858. Litografía de P. Mousse. Fuente: DEL CARRIL, Bonifacio. Monumenta Iconográfica. Paisajes, Ciudades, Tipos, Usos y Costumbres de la Argentina. 1536-1860; lámina CLII.162.

Imagen I.17: Desembarcadero del antiguo puerto, con algunos vapores anclados. Fecha: aprox. 1865. Fotógrafo: Pedro Tappa. Fuente: BDIFP – AGPSF, código: H05115660.

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Imagen I.18: Catedral de Córdoba frente a la plaza fundacional, detrás los perfiles de la Iglesia jesuítica y del Convento de las Teresas. Fecha: 1858. Litografía de Pelvillain sobre original de León Pallière. Fuente: DEL CARRIL, Bonifacio. Monumenta Iconográfica. Paisajes, Ciudades, Tipos, Usos y Costumbres de la Argentina. 1536-1860; lámina CLXXV.186.

Imagen I.19: Vista de la ciudad de Corrientes. Fecha: 1858. Acuarela de Brayer. Fuente: DEL CARRIL, Bonifacio. Monumenta Iconográfica. Paisajes, Ciudades, Tipos, Usos y Costumbres de la Argentina. 1536-1860; lámina CLXXXIII.189.

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Imagen I.20: Plaza fundacional de la ciudad de Mendoza, antes del terremoto del 20 de marzo de 1861. Fecha: 1858. Litografía de A. Göering. Fuente: DEL CARRIL, Bonifacio. Monumenta Iconográfica. Paisajes, Ciudades, Tipos, Usos y Costumbres de la Argentina. 1536-1860; lámina CLXXXV.161.

Imagen I.21: Vista del puerto de Paraná en Entre Ríos. Fecha: 1858. Litografía de P. Mousse. Fuente: DEL CARRIL, Bonifacio. Monumenta Iconográfica. Paisajes, Ciudades, Tipos, Usos y Costumbres de la Argentina. 1536-1860; lámina CLIV.164.

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Imágenes I.22 - I.23: Vistas de la ciudad de Rosario; inmediaciones de la estación ferroviaria y perfil desde el río Paraná. Fecha: 1862. Fuente: HUTCHINSON, T. J. Buenos Aires y otras provincias argentinas, caps. 8 y 9.

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Imagen I.24: Plano que muestra el cambio en el ancho de calles, fijado en 20 varas, para la extensión de la ciudad de “... calle Tucumán al Norte y Este, así como de la calle 1º de Mayo al Oeste”. Reconstrucción propia en base al “Decreto ordenando al Dpto. Topográfico levantar un plano de la Capital” del 27/05/1864, en: Registro Oficial de la Provincia de Santa Fe. Tomo IV, 1863-65, p. 149.

Imagen I.25: Plano de la ciudad de Santa Fe ubicando las nuevas plazas propuestas durante el gobierno provincial de Nicasio Oroño: Plaza del Recreo, Plaza del Interior y Plaza del Progreso. Reconstrucción propia en base al “Decreto encargando al Dpto. Topográfico la delineación de tres plazas en los extremos de la Capital” del 19/05/1866, en: Registro Oficial de la Provincia de Santa Fe. Tomo V, 1865-67, p. 93. 89

Imagen I.26: Plano de la ciudad de Santa Fe que muestra el área donde se prohibe el asentamiento de barracas, a 12 cuadras de la plaza principal hacia el norte y fuera de la población en las otras direcciones. Reconstrucción propia en base a la “Ordenanza Nº 3: Fijando el radio donde pueden establecerse las barracas” del 09/10/1866, en MCSF. Ordenanzas, Reglamentos, Acuerdos de la Municipalidad de Santa Fe. Santa Fe, Nueva Época, 1887; p. 6.

Imagen I.27: Plano de la ciudad de Santa Fe que marca el radio donde se prohibe el levantar casas pajizas, en calles 25 de Mayo, Comercio, San Jerónimo y 9 de Julio y sus transversales a 10 cuadras al norte y tres al sur de la plaza principal. Reconstrucción propia en base a la Ordenanza Nº 15/1866, en: MCSF. Ordenanzas, Reglamentos, Acuerdos de la Municipalidad de Santa Fe. Santa Fe, Nueva Época, 1887; p. 17. 90

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Imagen I.28: Ingreso y Capilla del antiguo Cementerio de San Antonio habilitado durante la década de 1830 y clausurado en 1886. Fuente: GUIDOTTI VILLAFAÑE, G. La provincia de Santa Fe en el primer Centenario Argentino. Buenos Aires, 1916.

Imagen I.29: Capilla de Guadalupe, junto a la cual se ubicaba el Cementerio del mismo nombre, creado por ley provincial de setiembre de 1866. Fecha: 1880 aprox. Fotógrafo: Augusto Lutsch. Fuente: BDIFP – AGPSF, código: H05215866.

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Imagen I.30: Primer mercado público de Santa Fe cuya construcción fue contratada por el gobierno provincial en 1865. Fecha: Década de 1870. Fotógrafo: Pedro Tappa. Fuente: BDIFP – AGPSF, código: H05216041.

Imagen I.31: Calle Comercio, detrás puede verse la Iglesia del Carmen en construcción. Fecha: Década de 1870. Fotógrafo: Pedro Tappa. Fuente: BDIFP – AGPSF, código: H05216029.

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CAPÍTULO II MODERNIZACIÓN, TRAZADOS Y EXPANSIONES

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"...’bulevar de circunvalación’, aquí se ratifica una voluntad de forma que busca recortar lo que es ciudad de lo que no lo es, aunque en este caso la línea se trace en medio de la inmensidad de la pampa."1

Promediando la década de 1880/90, la antigua ciudad de Santa Fe constituía un centro de relativa importancia en la región del litoral fluvial que había recibido, tres décadas antes, los primeros impactos de la colonización agrícola. Concentrando las funciones de capital provincial, centro de servicios a las colonias y puerto, se habían comenzado a producir en ella una serie de transformaciones que estaban en estrecha relación con los cambios operados en el territorio que la circundaba. Éstos consistían básicamente en su incorporación a la producción agropecuaria a partir de las políticas de fomento (iniciadas por el Gobierno de la Confederación luego de la Constitución de 1853), la fundación de colonias agrícolas y la captación de población inmigrante europea; el territorio se densificó de manera notable (triplicando en poco más de quince años el número de habitantes del área ocupada por colonias) y la ciudad vivió una mutación análoga. Según un plano de la ciudad del año 18842, la superficie verdaderamente urbanizada de Santa Fe, no superaba las 20 cuadras en sentido norte-sur y 10 cuadras en sentido esteoeste, completando alrededor de 200 manzanas. En ese momento la ciudad contaba con 12.000 habitantes que se concentraban en su mayor parte en alrededor de 100 manzanas distribuidas entre el Barrio Sur, ubicado en un extremo de la traza, una larga espina constituida por tres calles principales de dirección norte-sur y las inmediaciones del puerto en el extremo opuesto, presentando el resto del trazado una ocupación de muy baja densidad. (Imagen II.3) Para 1885 puede datarse el inicio de un proceso de importantes transformaciones urbanas, originadas principalmente en el notable aumento de la población y en el incremento de la actividad comercial, lo que tuvo su correlato en el crecimiento de la demanda en materia edilicia, en la provisión de infraestructuras y equipamientos urbanos hasta entonces inexistentes y en la expansión y densificación de la ciudad; se dará entonces una etapa en que se trastocarán en simultáneo las nociones de imagen y escala indisolublemente vinculadas a la materialidad urbana, por lo que este crecimiento supondrá un cambio cualitativo, en la medida en que no se operó como mera reproducción de los patrones urbanísticos vigentes hasta ese momento, sino poniendo en acto unos criterios y unos mecanismos de actuación totalmente novedosos para esta ciudad. El cambio cualitativo se verificó en los distintos niveles y escalas de concreción del hábitat urbano: desde la traza misma del manzanero que alteró los patrones tradicionales, la 1 GORELIK, Adrián. La grilla y el parque. Espacio público y cultura urbana en Buenos Aires, 1887–1936, Colección “La ideología argentina”, Universidad Nacional de Quilmes, 1998, p. 27. 2 ACDM-AE. Tomo 1884/86, f. 547. Se trata de un plano levantado por el agrimensor Baldomero N. de Llano para una guía comercial de la ciudad y está fechado en 1884, con dedicatoria al entonces gobernador Manuel Ma. Zavalla. Un ejemplar de dicho plano fue localizado en 1992 por la doctoranda en el archivo de expedientes del Consejo Deliberante por haberse utilizado para demarcar el área a servir por una red de aguas corrientes cuyo proyecto se presentaba para su aprobación. El plano es de 43x63 cm. editado por la Litografía Fleuti de Rosario; la planta urbana está representada en una escala en varas asimilable aproximadamente a 1:10.000. Contiene publicidad comercial de dos establecimientos (la Librería Nacional de calle Comercio 153 y una casa importadora de alhajas, relojes y artículos ópticos con representación en Santa Fe) y un grabado del Cabildo. Reproducido por primera vez en: COLLADO, A. y BERTUZZI, M. L. Santa Fe 1880-1940. Cartografía histórica y expansión del trazado, Documento de Trabajo nº 4, Santa Fe, CEDEHIS-U.N.L., 1995.

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incipiente incorporación de ciertos adelantos tecnológicos (adoquinados, tranvías a caballo, iluminación a gas) que mejoraron las condiciones de habitabilidad, pasando por las transformaciones producidas en las tipologías edilicias, tanto en las viviendas individuales como en los edificios públicos y comerciales, llegando a la expresión arquitectónica con la recurrencia a nuevos códigos lingüísticos en la resolución de las fachadas.

II. 1) La ciudad mirada por cronistas y fotógrafos Los relatos de viajeros y cronistas que ilustran este momento son bastante numerosos; en ellos son permanentes las referencias a los cambios de escala, al crecimiento del volumen edificado y a la modificación de la imagen urbana, referencias que se entrecruzarán con las transformaciones de los modos de vida urbanos3, poniendo en evidencia una dinámica que se sucedía a ojos vista, una dinámica de la que aún las más someras visiones sobre la ciudad daban cuentas. Las ideas para encarar los cambios en la ciudad y los distintos proyectos urbanísticos del momento, aquellos que se tratarán de interpretar en éste y en el siguiente capítulo, están atados a una suerte de espíritu de época que estos relatos dejan translucir, a la vez que ponen de manifiesto ese imaginario de progreso, muy vinculado al desarrollo material y tecnológico, que está presente en la mentalidad de los cronistas. Ya se vio en el capítulo anterior cómo los cronistas, no sólo los extranjeros sino también los nacionales, procedentes de la metrópolis porteña, trazaron un cuadro sombrío y poco alentador de la ciudad y la sociedad santafesina durante buena parte del período de la organización nacional y recién arribando a la década de 1860 se comenzó tímidamente a vislumbrar una imagen más optimista. Aunque algunos de los cronistas de los años ´80 del siglo XIX todavía sostienen el discurso de la ciudad quieta y estancada en el pasado colonial, poco a poco van a ir surgiendo otros que, por el contrario, comienzan a relatar una ciudad en transformación; pero esa transformación no será plena, estará limitada y encorsetada por la condición de ciudad provinciana que marcaba a Santa Fe, condición que la ubicará en la ya comentada modernidad parcializada e imperfecta, lo cual será testimoniado por los textos de los visitantes; por su parte, los contrastes entre las visiones de Santa Fe y las impresiones recogidas en otras ciudades, van a condicionar también notoriamente el tono de la mayoría de los textos relevados. Entre aquellos que aún no veían el impacto de los cambios, puede apuntarse a este viajero italiano en cuya descripción aparece el fantasma de la progresista y cercana ciudad de Rosario. “...dalla propria capitale fondata nel 1573 da Don Juan de Garay, vecchia e cadente città che vide togliersi dalla sua rivale giovanetta, l’antica influenza politica e commerciale. Le case vi sono tetre, rade e melanconiche: fra l’una e l’altra crescono, liberi come in piena foresta, gli arbusti e le piante /.../ Gli intonachi delle pareti cadono per vetustà e scoprono le miserie delle fabbriche primitive, svelando all’occhio del curioso che i muri delle case non furono costrutti coi mattoni ma colla terra argillosa /.../ gli abitanti sono cupi e silenziosi...”.4

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Esta cuestión ha sido tratada en un trabajo previo de la doctoranda. Ver: COLLADO, Adriana. La Higiene Pública en el proyecto modernizador de la ciudad. El caso de Santa Fe. 1880-1910. Documento de Trabajo nº 9, CEDEHIS-U.N.L., 1998. 4 D’ARISBO, Vico. Pampa e foreste. Da sud a nord nella Repubblica Argentina, Torino, Casanova, 1886, p. 15. “...en la misma capital, fundada en 1573 por Don Juan de Garay, vieja y decadente ciudad que vio perder, a manos de su joven rival, su antigua influencia política y comercial. Allí las casas son tristes, extrañas y melancólicas: entre una y otra crecen, libres, como en plena selva, los arbustos y las plantas /.../ Los revoques de las paredes caen por su vejez, y descubren las miserias de las primitivas construcciones, develando al ojo curioso que los muros de las casas no fueron construidos con ladrillos, sino con tierra cruda arcillosa /.../ Los habitantes son sombríos y silenciosos...”.Traducción propia. Vico D’Arisbo es el seudónimo de Lodovico Bosdari, escritor y periodista italiano, que fue director de la revista piamontesa La Lettura Illustrata (1895/97) editada en Turín, y autor de numerosas misceláneas y crónicas de viajes por regiones de Italia, otros países europeos y americanos. Aunque no se han obtenido sus fechas de nacimiento y fallecimiento, por las ediciones de sus obras se deduce que su período productivo se ubica entre 1880 y 1900, aproximadamente. 96

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Entre las cuestiones que se apuntan con mayor frecuencia, verificamos un rasgo que se sumaba a la expansión urbana y al crecimiento del volumen edificado y que resultaba muy notable por el contraste que originaba respecto de la sociedad tradicional: era el crecimiento de la población extranjera, no sólo en términos absolutos, sino también en relación al total de población5. Este fenómeno se manifestó en la ciudad física, al producirse una suerte de quiebre virtual entre la ciudad vieja que nucleaba a la población criolla, en parte descendiente de las familias fundadoras y en parte procedente de los antiguos linajes que se asentaron durante el siglo XVIII, que se ubicaba en el tradicional Barrio Sur y el entorno de la plaza fundacional y la ciudad nueva que aglutinaba mayoritariamente a la creciente masa de inmigrantes, a los recién llegados, alrededor del puerto localizado al noreste de la traza, constituyendo un grupo muy heterogéneo, no sólo porque provenían de distintos países europeos, sino porque correspondían a muy diversos sectores tanto en lo cultural como en lo social y económico, siendo muy variadas las expectativas con que encaraban la aventura o el proyecto de instalarse en América.6 Un viajero francés relata las vivencias experimentadas en una breve estadía de un par de jornadas en una posada de la zona del puerto santafesino: “Je rentrai à l’hôtel /.../ cet établissement était, pour le moment, dans un désordre indescriptible et présentait un aspect des plus bizarres. Une centaine d’émigrants russes venaient d’y arriver ; l’hôte et ses gens ne savaient plus à quel saint se vouer, au milieu de la loquacité de ces Cosaques auxquels on ne pouvait faire rien entendre /.../ A côté des Russes, on voyait d’autres émigrants encore, de tous les pays de l’Europe, qui formaient un singulier melange des types, des costumes de dix nations différentes. Tous ces hommes parlaient á la fois chacun dans sa langue et s’adressaient avec animation les uns aux autres sans pouvoir se comprendre. On eût dit la tour de Babel. Autour de la longue table, on voyait le chapeau pointu du Piémontais a côté de la casquette de l’Allemand, le panama du Français a côté de la toque de l’Anglais, et dans cette confusion, les garçons affairés courant de l’un à l’autre, criant en espagnol des choses incompréhensibles... “7

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Para precisar esquemáticamente este crecimiento vale aclarar que para el primer censo nacional realizado en 1869, la ciudad de Santa Fe contaba con apenas poco más de 10.000 habitantes, de los cuales un 10% correspondía a población extranjera; 18 años más tarde, en el censo provincial de 1887, la población urbana había crecido a 15.000 habitantes pero el porcentaje de población extranjera ascendía al 30%. Ver: REPÚBLICA ARGENTINA. Primer Censo Nacional – 1869. Buenos Aires, Imprenta del Porvenir, 1872, pp. 110 a 134; PROVINCIA DE SANTA FE. Primer Censo General de la Provincia - 1887, Libro I: Población; Buenos Aires, Peuser, 1888. 6 La distribución de esa población extranjera tampoco fue homogénea en el conjunto de la ciudad. En el Censo Municipal de 1907 se constata que en la sección 1ª (al sur de calle Salta) sólo un 18% de la población es extranjera, en tanto que en la sección 2ª (centro) la proporción se eleva al 35%, alcanzando sus valores máximos en la 3ª (al norte de calle Vera, zona de la estación ferroviaria y Barrio Candioti) con un 40% de población extranjera. Cabe comparar a la vez estos datos con los índices de crecimiento para cada una de las secciones, ya que se confirma entonces que la 3ª sección es también la que tuvo un crecimiento poblacional más marcado, en el lapso 1887-1907. Ver: MCSF. Censo Municipal de la población de Santa Fe - Año 1907, Santa Fe, edición oficial, 1908. PROVINCIA DE SANTA FE. Primer Censo-1887, cit; COLLADO, A. y BERTUZZI, M. L., Op. cit., p. 5. 7 “Regresé al hotel /.../ el establecimiento se encontraba, en ese momento, en un desorden indescriptible y presentaba un aspecto de lo más bizarro. Un centenar de emigrantes rusos acababan de llegar allí; el hotelero y su gente ya no sabían a qué santo consagrarse, en medio de la locuacidad de esos cosacos a los que nada se podía hacer entender /.../ Junto a los rusos, se veían también otros emigrantes de todos los países de Europa, que formaban una mezcla singular de tipos y de indumentarias de diez naciones diferentes. Todos estos hombres hablaban a la vez, cada uno en su lengua, y se dirigían con animación los unos a los otros sin poderse comprender. Lo que se dice, la torre de Babel. En torno a la gran mesa se veía el sombrero puntiagudo del piamontés al lado del casquete del alemán, el panamá del francés al lado de la gorra del inglés, y en esa confusión los mozos ocupados corriendo entre uno y otro, gritando en español cosas incomprensibles...”. D´AURIGNAC, Romain. Amérique du Sud. Trois ans chez les argentins. Paris, E. Plon, Nourrit et Cie., 1890, pp. 146/147. Traducción propia. Se trata de un viajero que se manifiesta, desde la misma introducción de su libro, como un apasionado por el conocimiento que se obtiene en los viajes. No expresa otro objetivo que satisfacer la curiosidad y el placer por la grandiosidad de la naturaleza, la originalidad de los paisajes, la novedad de las poblaciones; en tres años recorrió todo el interior de Argentina, Bolivia y Perú. La visita a Santa Fe no puede datarse con exactitud, pero con seguridad se realizó entre 1878 y 1880; de acuerdo al relato, el viajero se alojó en una fonda en la zona del puerto. 97

En 1882 estuvo en Santa Fe el escritor y político rosarino Estanislao Zeballos8, en uno de los tantos viajes realizados para componer su Descripción Amena de la República Argentina, y produjo una de las más extensas y vívidas descripciones con que puede contarse, perfilando la situación que la ciudad presentaba en esos años previos al inicio de su proceso de modernización.9 Desde los primeros párrafos va a destacar, al igual que los cronistas del período anterior, el aspecto pueblerino, de ciudad provinciana, donde la sencillez y la calma privan por sobre otras condiciones; el puerto, en el momento en que llegan los vapores, es quizás la única excepción en esta tranquila rutina. Algo que despierta la curiosidad de Zeballos es la dualidad entre esas dos ciudades que coexisten en Santa Fe; una dualidad que obviamente no vivía Rosario, donde lo nuevo era condición excluyente, donde no existía una sociedad tradicional arraigada. Por una parte, pinta la transformación asimilándola casi a un organismo biológico, vivo, mutante y, por otra, no ahorra apelativos para marcar las diferencias; en especial en cuanto al desprolijo carácter cosmopolita que asume la ciudad nueva y al vetusto rostro de la ciudad vieja. Ambas dejan traslucir antagónicos sueños de ciudad futura que nunca llegarán a compatibilizarse. Lo autóctono frente a lo extranjero, la tradición frente al cambio, las profesiones prestigiosas frente a la multiplicidad de oficios, las instituciones sacralizadas frente a los establecimientos prosaicos, la pureza del lenguaje frente a la pluralidad dialectal; son éstos sólo algunos de los pares antagónicos que presenta Zeballos, enfatizando las dualidades al materializarlas en una entidad física: el eje de la calle Mendoza dividiendo las dos situaciones. "Esta ciudad se compone propiamente de dos cuerpos: Santa Fe colonial y Santa Fe moderna. La ciudad primitiva, antigua, que se transforma lentamente, y la ciudad nueva, reciente, estrangera (sic), iba a decir italiana. La ciudad de los descendientes de los tenientes gobernadores, alcaldes y regidores y la ciudad de los tenderos, carboneros, revendedores, mercachifles, marineros y calafates que festonean el puerto." "La ciudad de los templos, de los colegios religiosos, de las casas de Gobierno y de Policía, de las autoridades principales, jueces, fiscales, curiales, enredistas y enredados; y la ciudad del comercio, de los depósitos, de los cafés, de los hoteles, de la marina, de los cambistas, de los corredores, de la aduana y de los vapores." "La ciudad de la aristocracia de raíz de conquistadores y de colonizadores españoles /.../ la ciudad nueva, heterogénea, factoría de aspecto norte-americano, producto de la fusión discrecional de todas las razas y de todos los elementos, que habla mal todas las lenguas, sin

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Estanislao Zeballos (1854-1923) fue un notable intelectual y hombre público, que poco después sería elegido Diputado Nacional por Santa Fe. Había nacido en Rosario en 1854 pero muy tempranamente se afincó en Buenos Aires donde realizó sus estudios en el Colegio Nacional y en la Universidad de Buenos Aires, graduándose como abogado en 1875 y siguiendo también cursos en la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, aunque sin concluir su carrera de ingeniero; siendo todavía estudiante se desempeñó como colaborador de Hermann Burmeister, director del Museo Público, científico alemán reconocido por sus viajes de investigación por el territorio argentino, que habían sido publicados en la década de 1860 (ver Capítulo I, nota nº 20). Zeballos era un cabal exponente de la Ilustración, formado en la mentalidad sarmientina al igual que un amplio sector de la dirigencia nacional de la época, bregaba por un programa de acción política que tenía sus pilares en poblar la pampa, estimular la producción en las áreas de la agricultura y la ganadería, generalizar la instrucción pública, motorizar la economía atrayendo capitales europeos y promover las investigaciones científicas. En tal sentido pergeñó y fundó numerosas instituciones culturales y científicas, entre la que se destaca la Sociedad Científica Argentina. Desde esa perspectiva intelectual resulta productivo ubicar su descripción de Santa Fe y el modo en que esta ciudad, que no terminaba de despojarse de su pesada herencia colonial, habrá impactado en las expectativas de este particular cronista. 9 Puede afirmarse que la crónica de Zeballos se ubica aún en un momento previo a que los cambios más contundentes se pongan en evidencia, sobre todo en aquellas cuestiones que hacen al progreso material: en 1885 se inaugura el primer tramo de línea férrea que parte de Santa Fe (MÜLLER, Luis y COLLADO, Adriana. Arquitectura, sociedad y territorio. El Ferrocarril Santa Fe a las Colonias, Serie Polis Científica nº 2, UNL, diciembre de 2000) y se instala en la ciudad la primera línea de tranvía a caballos (ACDM-AE. Tomo 1884/86, fs. 147 y ss.); en 1886 se inician los trabajos para el adoquinado de las calles del centro (Ordenanza del 01-09-1886; MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, La Unión, 1901, p. 208.); en 1891 se instala la primera usina de energía eléctrica (ACDM-AE. Tomo 1890/91, f. 52.). 98

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hábitos definidos, indiferente en religión /.../ la colonia del siglo XVIII y la colonia del siglo XIX soldadas en la línea del medio de una calle transversal.”10

La calle Mendoza marcaba entonces, hacia el norte, el inicio de lo nuevo y las rémoras de la ciudad colonial se hacían muy patentes para quien, como Zeballos, llegaba comprometido con un ideal de progreso y provenía de centros que ya estaban siendo transformados por la dinámica decimonónica como Buenos Aires, o que habían surgido inmersos en la misma, como Rosario, que hasta la mitad del siglo XIX había sido un caserío del que no quedaban resabios. "Nada hay en Santa Fe por redondo que llame la atención por la belleza del Arte, la prodigalidad edil o el empeño municipal /.../ calles desaliñadas festoneadas de pasto y malos andenes; ausencia completa de acción municipal y falta de sistemas arquitectónicos en toda la edificación: tal es el aspecto de la ciudad."11

Avanzando en su relato, Zeballos va a marcar algunas cuestiones que esbozan las características del proceso modernizador que está apenas iniciándose y, coherente con la mentalidad de la época que impone mirar en forma optimista hacia el futuro, detecta una cierta complementación en el fenómeno de las dos ciudades, complementación de la que surgirá la ciudad definitiva, que vislumbra como la absorción de una por la otra, dado el ímpetu transformador de la ciudad cosmopolita y la inercia de la ciudad tradicional. "He dicho que Santa Fe crece ostentando en un mismo organismo dos sistemas distintos de vida; pero la ciudad vieja y la ciudad nueva mezclan gradualmente sus elementos /.../ Opino que la ciudad nueva absorberá al Santa Fe de los blasones, del Cabildo y los conventos."12

Desmenuza las características de esta compleja realidad urbana que deberá resolver su vida futura en la dialéctica permanencia-cambio, dialéctica que se presentaría no sólo en el plano de los objetos físicos sino en el mucho más intrincado nivel de las mentalidades. En ese marco habría de iniciarse el proceso de transformación urbanística. Esta dualidad de la ciudad relatada desde el texto literario, se puede visualizar en la ciudad relatada desde la imagen fotográfica, a través del registro de dos fotógrafos que realizan contemporáneamente, sendos reportajes de Santa Fe; se trata de un representante de la élite alojada tradicionalmente en la ciudad vieja, por una parte, y de un hijo de inmigrantes, un advenedizo a la cosmopolita ciudad nueva, por otra. Uno de ellos es José María de Iriondo13, santafesino, hijo del político conservador Simón de Iriondo, quien retrata detenidamente el Barrio Sur, no sólo en sus edificios y lugares más característicos, sino también en sus costumbres y tradiciones, en sus celebraciones religiosas y fiestas cívicas, en sus manifestaciones políticas. Para Iriondo, su punto de vista privilegiado es el balcón de la casona familiar, que se ubica precisamente frente a la plaza fundacional, lindera con la 10 ZEBALLOS, Estanislao S. Descripción amena de la República Argentina. Tomo II: La rejión (sic) del trigo. Buenos Aires, Imp. de Jacobo Peuser, 1883, pp. 128 a 130. 11 Ibídem, p. 130. 12 Ibídem, pp. 130/131. 13 José María de Iriondo (1871-1940). Hijo, nieto y bisnieto de gobernadores provinciales, su linaje político se remonta a su bisabuelo, Don Francisco Antonio Candioti, primer gobernador de la provincia de Santa Fe. Perteneciente a una rica y prestigiosa familia santafesina, su vínculo con la fotografía se dio por un especial interés de aficionado y nunca la ejerció con fines comerciales. Sin embargo poseyó los equipos más sensibles y modernos que llegaron a la ciudad en las últimas décadas del siglo XIX y fue el único de entre los fotógrafos santafesinos que perteneció a la prestigiosa “Sociedad Fotográfica Argentina de Aficionados”. Sus primeras fotografías urbanas, tomadas siendo muy joven, datan de 1887 y sus últimos trabajos conocidos se ubican a finales de la década de 1910/20. Además de sus imágenes de Santa Fe, destacan en su producción las fotografías de paisajes, edificios y costumbres rurales tomadas año a año, durante las vacaciones de verano, en la estancia familiar. Fue también coleccionista de piezas numismáticas y escribió algunos trabajos sobre temas históricos. Las fotografías de J. M. de Iriondo se encuentran en la fototeca del Museo de la Ciudad de Buenos Aires, por donación de sus descendientes, en razón de haber tenido residencia estable, la mayor parte de su vida adulta, en esa ciudad donde se desempeñó como empresario. En Santa Fe existe un juego de reproducciones de la colección en el archivo particular de la profesora Graciela Hornia. Ver: HORNIA, Graciela. Memoria de Luz – Fotografía santafesina 1850-1950. Investigación inédita. Año 2006.

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Iglesia Matriz y enfrentada, plaza de por medio, con el Cabildo. Desde allí, trata de fijar en la imagen fotográfica esa ciudad que se va diluyendo por los efectos de la afluencia inmigratoria, trata de atrapar el orden y la paz de la ciudad vieja, cristalizando en la inmovilidad del retrato el poder político de la vieja clase dominante. (Imágenes II.6a a II.6c) El otro fotógrafo es Ernesto Schlie,14 hijo de colonos inmigrantes alemanes, nacido en la colonia agrícola de Esperanza en 1866; alrededor de 1887, comenzó un trabajo minucioso de registro de la modernización y el progreso que se producían en la región ocupada por las colonias agrícolas, retratando a sus principales exponentes. En la ciudad de Santa Fe su cámara se va a dirigir hacia el puerto, las fábricas y talleres, la estación y los galpones del FFCC Santa Fe, el mercado, las sedes de los bancos que fomentaban la colonización mediante préstamos. Más allá de lo comercial, ya que la fotografía era su actividad y medio de vida, hay sin lugar a dudas, en Schlie, una motivación cultural y política de celebrar la epopeya colonizadora, y la rigurosa selección de motivos es prueba elocuente de eso.15 Esas imágenes de la Provincia de Santa Fe que progresa merced a la productividad de su tierra, esos retratos de la ciudad capital en transformación, captados por la lente de Schlie, irán a la Exposición Universal de París de 1889, espacio paradigmático de exhibición de los logros de la modernización; el proyecto iconográfico del fotógrafo encuentra sin dudas, en ello, su sustanciación.16 (Imágenes II.7a a II.7c) El periodista italiano Giusseppe Ceppi estuvo de paso por Santa Fe en julio de 1885 y se detuvo con bastante minuciosidad en la descripción de la ciudad con una nueva perspectiva, la que se obtenía desde los techos del recién inaugurado edificio de la Estación del FFCC Santa Fe; con este enfoque realiza una pintura muy rica en imágenes:17 (Imagen II.15) "He visto la ciudad a vuelo de pájaro desde la azotea de la estación del FFCC y presenta una figura oblonga de siete cuadras de ancho desde el puerto hacia adentro y trece o catorce a lo largo del puerto o del río en línea recta, por supuesto, y evitando las curvas que éste hace. Desde lo alto, como muchas casas tienen jardines, como hay pocos patios que no tengan 14

Ernesto Schlie (1866- ¿?) se inicia en la fotografía alrededor de los 20 años, dedicándose inicialmente a la fotografía social, instalando su estudio en Esperanza, con pequeñas sucursales en otras ciudades de las provincias de Santa Fe (Rafaela y Reconquista) y de Entre Ríos (Paraná y Nogoyá), lo cual lo lleva a una actividad itinerante que pudo haber fomentado su agudeza para recopilar las imágenes de los asentamientos agrícolas. Mediante sus trabajos y la publicidad de su estudio en los medios gráficos, puede documentarse su actividad durante toda la década de 1890, perdiéndose su rastro en los inicios de 1900. El franco contraste entre la obra de Schlie y la de Iriondo fue largamente desarrollado en: PRIAMO, Luis. "Ernesto Schlie y la leyenda de la colonización santafesina", en AAVV. Vistas de la Provincia de Santa Fe 1888-1892. Santa Fe, Edición de El Litoral, 2000, pp. 14 a 22; también en HORNIA, G. Op. cit., s/f. 15 Ernesto Schlie produjo, como resultado de su recorrido para el registro de los progresos de la Provincia, una serie de álbumes compilados con distintos fines (encargos oficiales y privados), que tienen distinta organización y diferente cantidad de tomas según el caso. Uno de estos ejemplares se encuentra en la Fototeca del Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales de Santa Fe. Este álbum, organizado en dos tomos, está dividido en: “I – Vistas de Santa Fe y Esperanza” (56 fotografías) y “II – Vistas de Colonias” (55 fotografías). Se trata de dos volúmenes apaisados, de 25x32 cm, lujosamente encuadernados en cuero y estampados con letras de oro. En el interior las fotos, de 15x21 cm, siempre apaisadas, aparecen adheridas a gruesos paspartou que llevan impresos el nombre del fotógrafo, el sitio o tema de la fotografía y, como epígrafe principal, el texto “Provincia de Santa Fe – República Argentina”, presidido por el escudo provincial. Este ejemplar había sido encargado por Don Juan Fco. Seguí, cuyo nombre figura también grabado en la portada. En el tomo I, de las 18 imágenes que se dedican a Santa Fe, hay cuatro del puerto, dos de casas bancarias, una del mercado público, dos de la estación ferroviaria, 7 de establecimientos fabriles, una de la Calle Comercio y una de un grupo de viviendas pintoresquistas que en ese momento tenía en construcción la empresa de tranvías, en una manzana suburbana, al norte de la ciudad. 16 La República Argentina en la Exposición Universal de París de 1889. Tomo I, Publicación Oficial, París, Soc. Anónima de Publicaciones Periódicas, Imprenta P. Mouillot, 1890. 17 CEPPI, Giuseppe (1853-1939). Cuadros Sud-Americanos, Buenos Aires, A. Miroli, 1888, pp.76/82. Ceppi es un periodista italiano, nacido en Génova en 1853, que habiendo vivido una temporada en España, llega a Argentina en 1884, el año anterior a su visita a Santa Fe y habría de permanecer el resto de su vida en el país, que pasó a ser su patria de adopción; su labor periodística se desarrolló especialmente en el diario La Nación de Buenos Aires, donde llegó a ocupar la subdirección, siendo también el primer director de la biblioteca del Congreso de la Nación. Además de los Cuadros Sudamericanos, bajo el seudónimo de Aníbal Latino publicó otros trabajos sobre la vida y costumbres en la zona rioplatense (1886) y una guía para emigrantes italianos a la Argentina (1900). Para ampliar referencias sobre este cronista ver: MINGUZZI, Armando y ILLESCAS, Raúl, « Giuseppe Ceppi: inmigrante italiano y periodista », Amérique Latine Histoire et Mémoire, Numéro 12000 - Migrations en Argentine, [En línea]. URL: http://alhim.revues.org/document52.html. 100

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naranjos/.../presenta un aspecto sumamente pintoresco, pareciendo en vez de una ciudad, una inmensa quinta /.../ Las aceras de las calles son de ladrillos, las casas aseadas y sencillas, bien blanqueadas /.../ nada ofrecen de particular, distinguiéndose sólo por su elegancia exterior la casa chinesca /.../ la casa del banco provincial, el Cabildo, la casa de Iriondo, la del Obispo y alguna otra /.../ Hay una buena plaza, la 25 de Mayo, otras tres o cuatro más pequeñas, y es de esperar que se aprovechará el inmenso terreno, ya rodeado de edificios que se extiende al frente de la estación del FFCC para construir allí una hermosísima plaza y un buen lugar de recreo".18

Los escasos ejemplos identificables dentro de esa monotonía, en una ciudad que contaba con alrededor de 13.000 habitantes, dan cuenta de la homogeneidad del paisaje urbano, en el cual, sólo las torres de las iglesias sobresalían en forma apenas perceptible, tanto que el cronista ni siquiera repara en ellas. El ritmo inerte y cansino se traslada a las distintas actividades y sólo el puerto y la zona de la estación del ferrocarril se constituyen en los lugares dinámicos de la ciudad; quizás esa excepcionalidad sea la que hace que Ceppi vea en ellos una promesa de progreso para el futuro de la ciudad. "Las tiendas y casas de comercio no son muy numerosas, y he notado en la desanimación y poco movimiento de las calles –si se exceptúa el puerto- /.../ un no se que de tristeza que la hace parecer a una ciudad decaída, a una ciudad muerta. Y sin embargo bien parecen proclamar otra cosa el silbido de la locomotora y de los vapores, los numerosos hilos telefónicos que cruzan por encima de las casas, y el tranway que recorre los puntos principales de la ciudad /.../ Si Santa Fe llega a tener la importancia y a tomar el incremento que pareciera reservarle su envidiable situación, tiene elementos para llegar a ser una de las ciudades más pintorescas de la república."19

Promesas de un futuro próspero era lo que abundaba en el horizonte político y cultural de la época; un futuro que sin dudas se vislumbraba en estrecha relación con esas colonias agrícolas que poblaban el territorio y que transformaban en productivas unas tierras que por siglos habían permanecido sub-ocupadas y casi vírgenes. La novedad de esos nuevos poblados rodeados de promisorias y fértiles tierras, atraía a los viajeros que, haciendo centro en Santa Fe, trataban invariablemente de conocer la zona de colonias; Ceppi, luego de pasar un día en la Capital, viajó a Esperanza (“...población importante, animada, casi tan bella como Mendoza...”20) y a Pilar, las colonias más cercanas. Otro viajero francés, Edouard Deiss, apenas permanece unas pocas horas en Santa Fe, con similares intereses, y vislumbra en el proyecto progresista de la dirigencia política provincial, la única esperanza de cambio sustancial para la ciudad. “Peu de choses á dire de Santa-Fé. Son âge respectable a pu seul lui conserver son titre de capitale de Province, malgré les revendications de sa redoutable rivale, Rosario. Des efforts sont faits pour lui infuser un nouveau sang. Le gouverneur Gálvez verra-t-il ses projets couronnés de succès ? Quelques heures après mon arrivée, je me décide à prendre le chemin de fer des colonies du nord de Santa-Fé, las de visiter des villes qui toujours se ressemblent. Je vais à Esperanza, nouvelle capitale de ces riches colonies... »21

18

CEPPI, G. Op. cit., p. 79. Ibídem., p. 80. 20 Ibídem, p. 82. La comparación que Ceppi establece entre este nuevo centro urbano, fundado en 1856, y la ciudad de Mendoza, antigua capital de una de las provincias de Cuyo, no resulta caprichosa, dado que Mendoza había sido destruida casi completamente dos décadas antes por un terremoto y se había desarrollado una nueva urbanización en los márgenes de la ciudad antigua; es seguramente con este nuevo tejido, con el que Ceppi encuentra las similitudes. 21 “Pocas cosas se pueden decir sobre Santa Fe. Sólo su respetable antigüedad ha podido conservarle su condición de capital de la Provincia, pese a los reclamos de reivindicación de su temible rival, Rosario. Se han hecho esfuerzos para infundirle sangre nueva. Verá coronados por el éxito sus proyectos, el Gobernador Gálvez? Algunas horas después de mi llegada decidí tomar el ferrocarril a las colonias del norte de Santa Fe, cansado de visitar ciudades similares. Voy a Esperanza, nueva capital de esas ricas colonias....”. Traducción propia. DEISS, Edouard. De Marseille au Paraguay. Notes du voyage. Paris, Librairie L. Cerf, 1896, pp. 126-127. El objetivo central de este viajero era obtener información sobre las condiciones en que se desarrollaba la política inmigratoria. La visita a Santa Fe y las colonias circundantes la realiza en 1887, durante la gobernación del Dr. José Gálvez. 19

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Otra crónica que gozó de mucha difusión como pintura de la vida urbana santafesina es la que produjo en 1884 el famoso escritor italiano Edmundo De Amicis que, en su visita a la ciudad22 la definió metafóricamente como "...la puerta vieja de un mundo nuevo..."; el comentario tuvo una fuerte repercusión en la prensa local y en la sociedad de la época y esta metáfora, pocos años después, sería retomada por muchos de los cronistas para evidenciar el cambio producido, el proceso transformador. "La vieja Santa Fe, aquella ‘puerta vieja de un mundo nuevo’ está llamando la atención de los capitalistas, para hacer en ella una completa transformación..."23 "Si Edmundo De Amicis volviera a esta ciudad que visitó hace tres años no la calificaría ya de ‘puerta vieja de un mundo nuevo...’. La puerta vieja ha caído en pedazos, rota, no ya por el hacha destructora sino para ceder su sitio al palacio del porvenir".24

Esta última afirmación fue formulada en 1888 por el estudioso rosarino Gabriel Carrasco, conocedor experimentado de la geografía, la demografía y la economía de la provincia, quien un año antes había dirigido el primer censo general de la Provincia.25 Carrasco dedica un capítulo de La provincia de Santa Fe - Revista de su estado actual y de los progresos realizados, a la ciudad capital; antes de analizar esos progresos se detiene a marcar el estadio anterior al inicio de la modernización, para luego enumerar los cambios y emprendimientos que al impactar en la base económica, modificarían sustancialmente la configuración de la ciudad; la valoración positiva que Carrasco hace de esta situación lo lleva a, literalmente, celebrar las transformaciones que se evidencian. "La ciudad de Santa Fe es la más antigua del río de la Plata /.../ había permanecido hasta hace pocos años en el aislamiento como consecuencia de su mala situación topográfica y en un estancamiento que, comparado con los progresos generales de la provincia, se asemejaba mucho al retroceso /.../ Ahora, la edificación se ha desarrollado rapidísimamente durante el último año /.../ La ‘santa siesta’ tradicional ya es un recuerdo /.../ La arena de sus calles desaparece ante los cuadrados adoquines, las antiguas tapias se derrumban para edificar hermosas mansiones, el puerto se llena de buques, los muelles de fardos, y el viejo perezoso que pretende aún continuar su inveterada costumbre tiene que abandonar la almohada 22

Edmundo De Amicis (1846-1908) fue un narrador y periodista italiano, nacido en la región de Liguria, autor de numerosos libros de relatos de viajes por Europa, África y Oriente, que visitó Argentina y Uruguay en 1884. Además de detenerse en algunas ciudades principales, como Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Tucumán y Santa Fe, destinó buena parte de su estadía a tomar contacto con los inmigrantes italianos que habitaban las colonias agrícolas de la provincia de Santa Fe, establecidas en las dos décadas anteriores. Durante su permanencia en el país reunió importante material documental del que sólo publicó una pequeña parte en forma de crónica, pero que seguramente sirvió para dar cuerpo a su famosa novela Corazón (1886) que, entre otros acontecimientos, relata las peripecias de un niño italiano de condición humilde que emigra a Argentina en busca de trabajo; aunque De Amicis ya era un escritor muy conocido al momento de su visita al país, como lo demuestra el suceso que tuvieron sus conferencias dictadas en las distintas ciudades, con Corazón, libro de gran difusión entre los sectores inmigrantes europeos, la figura de De Amicis iba a cobrar gran notoriedad en Argentina en las décadas siguientes. En formato de crónica de viajes, su estadía en América se registra en: Impresiones de América y En el Océano. Buenos Aires, Librería Histórica, 2001 (edición original italiana 1889); una compilación de los capítulos dedicados a Argentina de ambos libros se publicó como: Impresiones sobre la Argentina, Buenos Aires, Emece, 1944; Ver: GCHWIND, Juan J. “Edmundo De Amicis en Santa Fe”, en La Capital, Rosario, 16/05/1954, p. 5. 23 “Progresamos”, nota editorial de La Revolución, Santa Fe, 15/5/1886, p. 2. 24 CARRASCO, Gabriel. La Provincia de Santa Fe. Revista de su estado actual y de los progresos realizados. Buenos Aires, P. Coni, 1888, p. 35. 25 Gabriel Carrasco (1854-1908) fue un intelectual rosarino que estudió abogacía en Santa Fe pero se destacó como precursor de los estudios geográficos en la Provincia. Realizó numerosas publicaciones con sus investigaciones sobre la meteorología, la demografía y la geografía regionales, especializándose también en estadísticas. Fue un decidido impulsor de la política inmigratoria y colonizadora llevada adelante por la Provincia en las últimas décadas del siglo XIX y con sus trabajos aportó a un mejor conocimiento del potencial productivo de la región. Periodista y educador, su activa vida pública lo llevó a ocupar numerosos cargos relevantes entre los que destaca el haber sido director del Primer Censo General de la Provincia de Santa Fe en 1887, publicado en once tomos, constituyendo una obra única en su tipo en el país; fue también intendente de Rosario (1890-92), convencional constituyente de la Provincia de Santa Fe (1898) y ministro de Hacienda e Instrucción Pública de la Provincia. Ver: ENSINCK, Oscar L. “Gabriel Carrasco”, en Revista de Historia de Rosario nº 4, Rosario, 1963, pp. 11 a 48; ver también: GIANELLO, Leoncio y otros. Diccionario Histórico Argentino, Tomo II, Buenos Aires, Ed. Históricas Argentinas, 1953, p. 186. 102

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porque los silbidos de la locomotora, la corneta del tranway y el ruido de la cuchara del albañil le ahuyentan el sueño. Hoy todo el mundo trabaja..."26

Otro de los viajeros que pinta ese proceso de transformación es el francés Alejo Peyret27, que conociendo la Santa Fe de principios de la década de 1860, regresa hacia 1888 y descubre una nueva ciudad que distaba mucho de parecerse a la que había visitado dos décadas antes. La descripción de la ciudad y sus localidades vecinas que hace Peyret tiene el particular interés de que el autor la redacta en el marco de un relato más general, de un viaje por todas las colonias agrícolas del país, con lo cual, Santa Fe queda ubicada en su relativa importancia respecto a los principales centros productivos del territorio, dando cuentas de las particulares relaciones que la capital de la Provincia establecía con su hinterland. "Para mi, que la conocí hace muchos años, cuando era todavía una ciudad ‘colonial’ /.../ ha sido una verdadera metamorfosis la que he presenciado. Los modernos edificios se han sustituido a las vetustas casas de adobe perdidas en medio de los naranjos, bajo cuya sombra los habitantes dormían una siesta perpetua. El silbido de los vapores y de las locomotoras que se oye en todas las direcciones, de día y de noche, ha venido a interrumpir para siempre el silencio que reinaba en los claustros de la ciudad casi monacal, que no tenían más voz que la voz melancólica y monótona de las campanas predicando la resignación y la inacción a las muchedumbres arrodilladas en las bóvedas sombrías de los templos. El mundo moderno, en una palabra, ha sustituido a la edad media: eso era inevitable /.../ Santa Fe, vuelvo a decirlo, se ha transformado, se ha transfigurado, o poco le falta, para ostentar de uno a otro extremo la vestidura de una ciudad del siglo XIX".28

II. 2) El espacio del urbanismo En este contexto de transformaciones van a aparecer las primeras evidencias de la puesta en acto de nuevos mecanismos de actuación sobre lo urbano, por parte de distintos agentes –el político y el empresario- comprometidos en la cuestión: se trata de dos propuestas para trazar bulevares en Santa Fe, ambas acompañadas por sendos proyectos de fraccionamiento y loteo de los terrenos aledaños a esa vía principal, formuladas en un momento clave del proceso de modernización de la ciudad y desde un rudimentario saber 26

Ibídem, p.34. Alejo Peyret (1826-1902), pionero en la introducción de las ideas socialistas en Argentina, es una figura multifacética que representa cabalmente la mentalidad progresista de la segunda mitad del siglo XIX; había nacido en Francia, en Serret-Castet, en 1826. Antes de los veinte años ya frecuentaba en París el Collège de France y tomó contacto con las ideas libertarias en boga conociendo la obra de los socialistas utópicos. En 1852 emigró hacia América del Sur, permaneciendo un tiempo en Montevideo, donde se vincula a muchos argentinos que habían constituido la oposición al rosismo y que aún permanecían en Uruguay. En 1855 se traslada a la Confederación Argentina, comenzando a impartir cátedras en el Colegio Nacional de Concepción del Uruguay; vinculado a la figura del presidente Urquiza, inicia allí una vasta labor como periodista defensor de la causa confederal, docente y, especialmente impulsor de proyectos de colonización, llegando él mismo a ser fundador de la Colonia San José en la provincia de Entre Ríos en 1857, que constituyó un verdadero modelo en los aspectos administrativos y económico-productivos; allí Peyret promueve el proyecto de un primer registro civil en el país, para resolver los problemas derivados de la afluencia de inmigrantes de distinta fe religiosa. Con la caída de Urquiza, seguirá defendiendo las ideas federales y sus publicaciones le costarán la pérdida de su puesto de administrador de la Colonia San José, cuando la provincia de Entre Ríos es intervenida por el Gobierno central. Recién durante la presidencia de Nicolás Avellaneda, cuando el panorama político nacional se tranquiliza, Peyret retoma su cargo de profesor del Colegio Nacional de Concepción. En 1888 es nombrado por el Gobierno Nacional, inspector de Tierras y Colonias; en tal carácter recorrerá grandes extensiones de Argentina, con el fin de realizar un estudio general del estado de la colonización agrícola en el país. Producto de esa inspección es el libro que se cita en la nota siguiente, que fue presentado en la Exposición Universal de París de 1889, a la que también asistió su autor, regresando por primera y única vez a su país natal. Retornado a Argentina, conserva durante diez años su cargo de inspector y fallece en Buenos Aires en 1902. Ver: TARCUS, Horacio. “Alejo Peyret. Un utopista práctico”, en Todo es Historia, nº 421, Buenos Aires, agosto de 2002, pp. 65 a 77. Sobre la presentación del libro de Peyret en París, ver: La República Argentina en la Exposición Universal de París de 1889. Tomo I, Publicación Oficial, París, Soc. Anónima de Publicaciones Periódicas, Imprenta P. Mouillot, 1890, p. 19. 28 PEYRET, Alejo. Una visita a las colonias de la República Argentina. Buenos Aires, Imprenta Tribuna Nacional, 1889, T.I, pp. 192/193. 27

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disciplinar, ya que ambos agentes eran profesionales (aunque no especialistas en materia urbanística). Como es sabido, la palabra francesa boulevard deriva del término alemán bollwerk (baluarte) que alude a obra de defensa o fortificación; se aplicaba originalmente al camino ancho o vía militar, dentro del terraplén remanente de las murallas en las ciudades fortificadas. Cuando éstas se demolieron en el siglo XIX, fueron reemplazadas frecuentemente por calles anchas, de donde deriva su significado actual; al presente se usa la expresión para cualquier vía ancha o paseo muy cuidado, especialmente si a sus lados se ubican edificios importantes.29 Dentro de esta acepción, los primeros bulevares se abrieron en el París de Luis XIV, durante la segunda mitad del siglo XVII, constituyendo un hecho estructural en la planta de la ciudad, además de ser el primer ensayo realizado en una ciudad europea, de lo que luego será práctica corriente: el reemplazo de la muralla por una vía circulatoria troncal. Sus elementos principales, trazados entre 1660 y 1680 fueron, en la ribera derecha los tramos de la Bastilla a la Puerta St. Denis y de ésta hasta la Puerta St. Honoré y en la ribera izquierda la sustitución de la antigua muralla de Felipe Augusto; estas avenidas arboladas marcaban con claridad el límite de lo que entonces era el área más consolidada, conservando incluso la tradición de las puertas, como el caso de la diseñada por Blondel para St. Denis; es lo que va a conocerse en la historiografía como la ciudad clásica.30 Esta práctica se continuó en el siglo XVIII, con Luis XV, pero será recién con el Plan de Haussmann encarado durante el reinado de Napoleón III, cuando pueda considerarse completado el sistema de bulevares en esta ciudad, con una red mucho más extensa que la que se definía por el espacio remanente de las murallas demolidas o por un par de ejes estructurales; con similar modalidad de intervención pueden encontrarse ejemplos en ciudades de países germánicos, donde reciben el nombre de ring (anillo), aludiendo al sentido de contención del centro original que establecía el cerco de murallas, sentido que mantiene el nuevo trazado de grandes vías arboladas (es paradigmático el caso de Viena), o en Italia, donde se denominan viali y circundan los centros históricos de las principales capitales regionales italianas. No obstante, la denominación que puede considerarse más generalizada en ciudades occidentales es la francesa de boulevard,31 que por ligereza terminológica se convirtió en sinónimo de avenida.32 El otro fenómeno que transformó a esta cuestión del derribo de las murallas en una experiencia tan rica para el desarrollo de la urbanística europea fue que, en muchos casos, no se trataba sólo del terreno remanente del tramo de cerco que se demolía, sino que existía aún como tierra virgen una franja de protección de aproximadamente un kilómetro de ancho que rodeaba en su perímetro externo a dicha muralla (volviendo al ya comentado caso de Viena, el glacis); franja que se había mantenido desocupada durante muchos siglos por razones de estrategia militar y que, al momento en que se deciden las intervenciones 29

De acuerdo a Giedion, “Boulevard significa literalmente un paseo sobre la muralla de una ciudad fortificada...”. GIEDION, Sigfried. Espacio, tiempo y arquitectura. Madrid, Dossat, 1978, 5ª ed., p. 696. Ver también MANN, William. Landscape architecture. An illustrated history in timelines, site plans and biography, New York, Wiley, 1993; Glosary, p. 397; CHOAY, Françoise et MERLIN, Pierre. Dictionnaire de l’urbanisme, Paris, 1988, p. 115. 30 Estos bulevares proyectados por Colbert en la huella de la cinta de muralla, se incorporan al “Plan Bullet-Blondel”, considerado el primer proyecto de escala urbana de París. La otra intervención altamente definitoria para la estructura urbana parisina encarada por Colbert fue perfilar el eje este-oeste con el Cours de Vincennes (al este) y el bulevar de Champs Elysées (al oeste). VILLA, Angelo. “Parigi”, en AYMONINO, C., VILLA, A., FABBRI, G. Le città capitali del XIX secolo, Roma, Officina, 1975, pp. 80-81. 31 La generalización de la denominación boulevard en ciudades de lengua española, llevó a que la Real Academia Española de la Lengua acepte en la edición de 1984 de su Diccionario, la palabra bulevar, como un derivado de la voz francesa. Para un estudio etimológico más completo, ver: TABERNER PASTOR, Francisco. “El bulevar en la historia”, en PIÑON, Juan Luis (ed.) Bulevares. Introducción al estudio de los nuevos bulevares de Valencia, Valencia, COACV, 1992, pp. 29 a 33. 32 El diccionario de Merlin y Choay antes citado, refiere a que el mismo Haussmann en sus Memorias, utilizó el término avenue para designar algunas de las vías trazadas en el plan. CHOAY, F. et MERLIN, P. Op. cit., Paris, 1988, p. 115. 104

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decimonónicas, constituyen un área de enorme valor para todo desarrollo inmobiliario. De hecho, algunos de los proyectos urbanos paradigmáticos en la historia de la urbanística del siglo XIX, como el propio Ring de Viena, el Plan de G. Poggi para Florencia o el Plan de Ensanche de Barcelona se desarrollaron dentro de esa franja de protección.33 Volviendo a los bulevares, aún siendo el eje vial el que asumía el rol protagónico en este tipo de intervenciones, su concreción iba siempre asociada a cambios más amplios, que incidían sobre el conjunto del tejido urbano, modificando sus relaciones morfológicas, espaciales y funcionales; en especial a partir del Plan de Haussmann estos trazados se caracterizan por vincular la componente paisajística, propia de una operación de embellecimiento, con la vialidad requerida por un urbanismo funcional y con el proyecto tecnológico, que incorpora en forma dominante las infraestructuras requeridas por la ciudad moderna. Sin pretender afirmar que así se haya concretado en el caso de Santa Fe, puede anticiparse que una intervención de este tipo, en una ciudad que hasta entonces había asumido las exigencias de crecimiento de su planta urbana sólo como la natural extensión indiscriminada de la cuadrícula original resulta, cuanto menos, absolutamente novedosa.34 Y es esa condición novedosa la que hará posible e interesante abarcar distintas esferas de problemas en el contexto de esta ciudad de provincia; se tratará, por una parte, de examinar los procesos de construcción de la ciudad a la luz de las reales posibilidades de la coyuntura; por otra, de indagar las modalidades de intervención del conocimiento disciplinar a través del análisis de la acción de los diferentes agentes; finalmente, de operar diversas lecturas de este fenómeno según se aborden distintas líneas interpretativas y tratar de comprobar que un mismo dato técnico puede ser leído desde su interés urbanístico, desde las representaciones que pone en juego, o desde el negocio especulativo que vehiculiza.

II. 3) El proyecto Larguía: primer ensayo de bulevar A principios de 1887 asumió la intendencia de Santa Fe el ingeniero-arquitecto Jonás Larguía, un profesional argentino formado en Roma, en la Insigne y Pontificia Accademia di San Luca, cuyos estudios habían sido costeados con una beca del Gobierno de la Confederación35; se hallaba radicado en Santa Fe desde 1867, y desde allí había sido impulsor de importantes proyectos para la ciudad y la región, entre los que se contaban el Ferrocarril de Santa Fe a las Colonias y el edificio para el primer Mercado Público de la ciudad. También se había desempeñado como Inspector de Colonias de la Provincia, Diputado Nacional por Santa Fe, director de Estadísticas de la Provincia, a lo que sumó un 33

“El Glacis es la forma singular con la que en Viena se configuran las áreas urbanas ‘disponibles’ que /.../ en el siglo XIX constituye los lugares decisivos para la constitución de una hipótesis de ciudad diferente...”. FABBRI, Gianni. “Vienna”, en AYMONINO, C., VILLA, A., FABBRI, G. Le città capitali del XIX secolo, Roma, Officina, 1975, p. 236. 34 Para un tratamiento de este tema en lo relativo a ciudades de Argentina: NOVICK, A. y PICCIONI, R. voz "Avenidas” en LIERNUR, Jorge F. y ALIATA, Fernando (comps.). Diccionario de Arquitectura en la Argentina (tomo A-B), Buenos Aires, Ediciones Agea, 2004, pp. 98 a 102. 35 En 1858 Jonás Larguía (1832-1891) había sido becado por el Gobierno de la Confederación para realizar durante dos años estudios de arquitectura civil y escultura en Europa; desarrolló su formación en la Insigne e Pontificia Accademia di San Lucca en Roma obteniendo diplomas en Arquitectura Elemental y Decorativa, en Arquitectura Teórica y Composición y en Arquitectura Práctica. En 1860 solicitó al Gobierno una prórroga de su beca, enviando como demostración de sus avances un proyecto para la Catedral de Paraná. El desempeño de Larguía en Roma debió ser satisfactorio ya que obtuvo el Primer Grado al Mérito en el Concurso Anual de la Accademia en 1860, sumado a un par de segundos premios en similares confrontaciones. Por interrupción de su beca, dados los sucesos históricos que afectaron la continuidad del Gobierno de la Confederación, Larguía regresó al país a fines de 1862, desarrollando a partir de entonces una vasta labor como arquitecto. AGPSF – Archivos privados; Colección Larguía. Se conservan los diplomas originales expedidos por la Accademia y sus traducciones oficiales certificadas por parte del Encargado de Negocios de Italia en Buenos Aires. Ver también: LARGUÍA de ARIAS, María M. El antiguo Congreso Nacional, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1969; COLLADO, Adriana, voz “Jonás Larguía”, en LIERNUR, Jorge F. y ALIATA, Fernando (comps.). Diccionario de Arquitectura en la Argentina (tomo I-N), Buenos Aires, Ediciones Agea, 2004, pp. 68 a 70. 105

muy breve período en este cargo de intendente, renunciando al mismo a raíz de su designación como director general de los Ferrocarriles de la Provincia. (Imágenes II.8a a II.8e) A pocas semanas de asumir la intendencia, presentó un proyecto de bulevar de circunvalación36, el que, sin llegar a concretarse en los términos iniciales, es sin dudas un primer paso en el intento por instalar nuevas formas de actuación sobre la ciudad. Se trata de un proyecto que puede considerarse un primer antecedente local en el tema y que, si bien fue propuesto para un sector de la ciudad diferente del que luego definitivamente daría lugar al Bulevar Gálvez –primer efectivo bulevar santafesino- hay muchos indicios que permiten afirmar que el bulevar de circunvalación de Larguía constituyó la base conceptual para la concreción de aquél. (Imagen II.9) La propuesta consistía en la expropiación de una franja de tierra de imprecisas dimensiones, a los efectos de trazar una gran vía de 50 metros de ancho y de 2 km y medio de largo, que encerrara el "corazón" de la ciudad por tres de sus lados, rematando ambos extremos en el río.37 Predomina el interés por lograr un trazado geométrico regular que complete una suerte de ronda de bulevares, rodeando por tres de sus lados, al área central con sendos bulevares y considerando que el cuarto lado sería el eje del río; en la descripción del proyecto se aclara con cierta preocupación que: "... se afecta la forma cuadrada en su posible pureza, pues uno de los lados sería siempre irregular por formarlo el río.”

Estos bulevares se trazarían lo suficientemente alejados del centro como para constituir un fuelle entre la ciudad y las chacras circundantes: “...la verde diadema de la ciudad...”; el proyecto aclara expresamente que se fraccionarían terrenos de quintas y no áreas ya urbanizadas, asegurando precios bajos para las expropiaciones que se preveía realizar. El diseño contemplaba un ancho espacio central de 30 metros forestado con criterio pintoresco y flanqueado por dos calles empedradas (“trotaderas”), por las que también correrían, en ambos sentidos, los rieles del tranvía.38 Es muy notable el fuerte peso que asume el argumento higienista en la fundamentación que ensaya Larguía para su propuesta; su exposición a la prensa enuncia como punto de partida: “Santa Fe posee los peores alrededores del mundo. Una cinta de callejuelas sucias, lodosas, llenas de yerbas e inmundicias le rodean. Una buena cantidad de malos ranchos, donde la higiene se descuida en absoluto y las gentes viven en informes grupos, son los únicos adornos de esas calles. Esos suburbios son pestilenciales, allí hay un eterno productor de enfermedades y un vivero inextinguible de microbios.”

Planteada esa realidad, el bulevar pasaba entonces a convertirse en la solución definitiva para remediar todos estos males, con una cualidad casi redentora sobre el espacio urbano y el cuerpo social; porque, siguiendo la propuesta del intendente: “...abriendo una gran calle, un ancho pulmón en medio de esa miseria inexplicable, concluiría con todos estos males, remediándolos de la mejor manera posible. Sus plantaciones serían 36

Este proyecto no fue publicado en edición oficial del Municipio, sino a través de la prensa local; toda la información que se expone de aquí en más sobre el mismo fue relevada en notas periodísticas contemporáneas al proyecto. Ver "Un Gran Proyecto", en La Revolución, Santa Fe, 29/03/1887 y 31/03/1887, p.1; a estas notas de prensa corresponden todas las citas textuales que se transcriben del proyecto Larguía. En ANEXOS se incluyen los textos completos de ambas notas. 37 A diferencia de todos los documentos de la época que se caracterizan por indicar las dimensiones de longitud en varas, aquí Larguía utiliza el patrón del sistema métrico. 38 Cabe aclarar que, en consonancia con las limitaciones de la prensa local para la época, el proyecto se publicó sin el acompañamiento de ninguna ilustración y en los archivos municipales no se pudo localizar (ni en el Concejo Deliberante ni en los archivos del Departamento Ejecutivo), ninguna referencia sobre este proyecto. La traducción de la propuesta en términos gráficos, que se adjunta, es de producción propia, fue elaborada para este trabajo y se presenta con carácter de hipótesis. 106

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un poderoso purificador de la atmósfera, su cinta de nuevos edificios edificados bajo una base científica, en virtud de la cual se hallan respetadas todas las sanas reglas de la higiene, servirá de enemigo al rancho /.../ El boulevard y sus edificios educarán el gusto de las clases pobres demostrándoles el medio de ascender moral y materialmente en la escala social, saliendo de la miseria /.../ La tendencia del hombre es a vivir en un medio atmosférico puro, la conquista del aire puro es el anhelo común”.

Siguiendo con su argumentación, Larguía expone una serie de ejemplos de ciudades que han recurrido a estas soluciones; en primer lugar cita el caso de Córdoba y su “Boulevard del Oeste”. La analogía con Córdoba resulta legítima, en tanto se trata de un centro fundado por la Corona española en el mismo año que Santa Fe (1573), en base a un trazado cuadricular y, aunque tuvo un mayor desarrollo y una mayor importancia cualitativa en el territorio rioplatense y se asentó en una geografía diferente, sus estrategias respecto de la configuración y ordenamiento urbanos fueron similares a las que se manejaron en Santa Fe, tal como pudo notarse en el capítulo I. Respecto del paralelo establecido por Larguía, por “Boulevard del Oeste” seguramente debió referirse a la entonces denominada "Calle Ancha" (hoy Avenidas General Paz / Vélez Sarsfield, eje norte-sur de la ciudad) cuya transformación en bulevar fue planteada por el intendente Luis Revol al Honorable Concejo Deliberante cordobés, precisamente en el mismo año 1887, con una fundamentación en postulados higienistas similar a la esgrimida por el intendente santafesino.39 Otros ejemplos referidos por Larguía para ejemplificar su proyecto son los poblados de Barracas o Flores, suburbios de Buenos Aires, que eran, a su juicio, apetecidos por los porteños para alejarse de las miserias de la capital. En el mismo sentido aparecen citados los alrededores de Londres, Southampton y Brighton, donde “huyen del infierno del centro los londinenses opulentos”; aquí, la referencia apunta a dos casos en que se dio la construcción de nuevos núcleos relativamente alejados de los centros antiguos y pensados como áreas de recreo sobre un litoral marítimo, que se vinculan a la ciudad histórica mediante una avenida costera.40 Estos ejemplos pretenden fundamentar la necesidad de alejar del centro congestionado las nuevas áreas residenciales y ponerlas en contacto con el paisaje natural mediante el diseño de vías parquizadas, pero de ninguna manera explican la adopción del bulevar de periferia como solución para esto. El problema de la distancia al centro, que para ningún punto del trazado tentativo que reconstruimos, excedía los 1000 m, (Imagen II.9) se resolvía con la línea de tranvías que circulaba en coincidencia con el bulevar, la cual “...cruzando a cada instante pondría a los habitantes en comunicación breve y barata con los puntos más alejados de la ciudad...”, y se otorgaría en concesión a una empresa privada que ya estaba interesada en la iniciativa. El segundo capítulo de la propuesta se dedica a plantear el destino de las tierras remanentes a ambos costados del bulevar, las cuales habrían de fraccionarse en lotes destinados a “casas para obreros”. Los terrenos serían vendidos en cuotas por el municipio a los particulares y, con el producido, se podrían ir pagando los intereses del capital invertido en la expropiación, mensuras, adoquinados y parquización, a la vez que se iría amortizando la deuda. De este modo, se pensaba dar posibilidad de acceso a tierra bien ubicada y a bajo costo, a sectores de menores recursos que estuvieran claramente asimilados a las pautas económicas y culturales de la sociedad santafesina como mano de obra subalterna, tendiendo a incentivar el avance de la urbanización. El contrato de venta de lotes establecería la cláusula de obligatoriedad de construir la vivienda en plazos breves “...para evitar que los especuladores monopolicen la propiedad manteniéndola desierta por mucho tiempo...”; en caso de lotes no vendidos, el Banco Constructor Santafesino encararía la ejecución de viviendas modestas. El intendente 39

Ver: PAGE, Carlos en Propuestas e intervenciones urbanas en Córdoba 1880-1930, Córdoba, UNC, 1991, p. 25.

40

SICA, Paolo; Historia del Urbanismo. El siglo XIX, Madrid, IEAL, 1981, Vol. 2, pp. 983/987. 107

Larguía, aclarando que la propuesta estaba especialmente consagrada a la población trabajadora, la fundamenta en: “...el aumento sorprendente de la población /.../ el aumento del valor de la propiedad que se ha duplicado en un año por la gran dificultad que se siente para encontrar casas de alquiler y más de 4.000 individuos se calcula se han establecido en esta ciudad en todo el año 1886 /…/ Se impone la necesidad de dar desahogo a la población facilitando el medio de comprar solares bien situados y relativamente baratos, donde cada uno pueda construir su hogar según sus necesidades, teniendo al frente un extenso boulevard y al fondo una calle real...”.41

Con la propuesta de Larguía queda como idea instalada en la ciudadanía la necesidad de emprender acciones urbanísticas y de planificación que resolvieran las condiciones deficitarias en que se desarrollaba la vida de la ciudad; en especial, en las franjas limítrofes donde lo edilicio sufría un progresivo deterioro -material y socialmente entendido- en la medida en que se alejaba del centro. En la prensa, estos temas comienzan a tratarse con asiduidad, en largos editoriales que describen pormenorizadamente los problemas urbanos. “...la transformación constante que se efectúa en el comercio, población y modo de vivir de esta ciudad, exige adaptaciones especiales, y principalmente en los puntos más céntricos y más poblados /.../ El estudio de las futuras necesidades de Santa Fe es materia que merece toda consideración. Antes que edificar casas costosas o dejar construir débiles y poco sólidas, conviene sobremanera reflexionar en lo que Santa Fe será probablemente dentro de pocos años...”.42

En otro sentido, la articulación de intereses de diversa índole en la propuesta de Jonás Larguía es notable. Por una parte, se entusiasma con la posibilidad de incorporar el borde infecto de la ciudad a la vez que trata de dar un lugar físico bien determinado a los sectores asalariados que constituían la fuerza de trabajo de la misma, y finalmente busca una imagen urbana muy calificada formalmente, tomando como referencia ciudades –como los casos ingleses que menciona- en donde estas soluciones habían significado una opción de radicación para los sectores sociales afectados por la explosión de la ciudad industrial. Estos intereses resultan incongruentes pero, no obstante, brindan la fuerza argumental para explicar la propuesta. El interés histórico de este ejemplo radica en que constituye el primer intento de proyectación y planificación urbanística de la ciudad, integrando en la justificación las problemáticas sociales, económicas, ambientales y paisajísticas. La ciudad como fuente de conflicto, potencial o real, debía ser tematizada y actuada con un sentido preventivo y restitutivo. La brevedad de la intendencia de Larguía y las condiciones de indefinición de su proyecto, en distintos aspectos pero sobre todo en lo atinente a la localización específica de la traza43 que habría de tener el “boulevard de circunvalación” (que por la forma en que se lo describe hace que más propiamente haya que hablar de los tres bulevares), pudieron haber sido alguna de las causas por las que este proyecto quedara relegado y, obviamente, no llegara a concretarse. No obstante, se verá a continuación que el proyecto Larguía tuvo gran incidencia y presencia en el desarrollo urbanístico posterior de la ciudad.

41

La nota periodística toma por momentos el formato de una memoria descriptiva y en otros tramos, el de entrevista, en la que el intendente responde a la requisitoria de la prensa defendiendo la viabilidad económica de la propuesta y a su rentabilidad social. Ver artículo citado: "Un Gran Proyecto", en La Revolución, Santa Fe, 31/03/1887, p.1. 42 “El progreso de Santa Fe”, nota editorial en La Provincia, Santa Fe, 12/05/1888. 43 Esta indefinición pudo originarse en el problema que se creaba al pretender un cierre geométrico mediante tres vías que, si bien se alejaban del centro algunas cuadras, comprometían terrenos ya fraccionados en manzanas y, por lo tanto, las expropiaciones involucraban a gran cantidad de propietarios y complicaban la operación al Municipio. Esta cuestión va a tener una solución más sencilla para el caso del Bulevar Gálvez por existir sólo dos propietarios comprometidos. 108

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II. 4) El proyecto Schnoor: el lugar para lo nuevo Pocos meses después de exponerse públicamente el proyecto de Jonás Larguía, en octubre de 1887, se recibió en la Municipalidad una propuesta del Ing. Emilio Schnoor44 para “urbanizar” la fracción de tierras al noreste de la ciudad, próxima a la estación del FFCC Santa Fe, operación que contemplaba el trazado en la misma de un bulevar transformando en tierra urbana lo que hasta entonces eran tierras productivas (chacras) medianamente cercanas al centro de Santa Fe. Las tierras en las que iban a producirse las transformaciones, se ubicaban a pocas cuadras al noreste del puerto y del área ferroviaria mencionada; la zona era conocida por los santafesinos como "La Chacarita" o "Paraje Los Ceibos" y había sido propiedad de los Padres Jesuitas quienes, a lo largo del XVII, habían adquirido derecho sobre ellas por compra o donación, constituyendo la más importante de las chacras jesuíticas en razón de su excelente ubicación.45 Con la expulsión de la Orden las tierras quedaron en poder de la Junta de Temporalidades hasta 1810 en que fueron vendidas a Francisco Castañé y Marti y otros; en 1835 "La Chacarita" fue comprada por Antonio Cabal y en 1851 por el general Pascual Echagüe, registrándose en ese período algunas ventas de porciones pequeñas de terrenos en el interior de esta gran fracción. Finalmente en 1867 fue adquirida por Marcial Candioti a Manuela Puig de Echagüe con el compromiso de respetar la donación de una cuadra cuadrada en el ángulo suroeste del terreno, que Pascual Echagüe había donado al Gobierno Provincial para la ubicación de una plaza.46 El terreno comprado por Candioti se iniciaba en la esquina sur-oeste de dicha plaza,47 y medía en su lado sur 1.363 m, en su lado norte 1.765 m y en su frente oeste 669 m, lo que hacía un total de 102 has a las que debían descontárseles los fragmentos interiores vendidos por Echagüe (en total 5 has).48 (Imagen II.14) Para el momento en que se produjo la operación de fraccionamiento que trabajaremos aquí, una primera línea de manzanas sobre el borde oeste de esta extensa propiedad -que en la década de 1880 aún pertenecía casi íntegramente a Candioti- había sido fraccionada en bloques regulares dando 44

Emilio Schnoor (1855-1924) era un ingeniero especializado en obras ferroviarias, que llegó a la ciudad en 1885 con el cargo de apoderado ante el Gobierno de la Provincia de Santa Fe, de la empresa John Meiggs and Sons de Londres, que construyó el Ferrocarril Provincial; a la vez era jefe de obras de dicha empresa. Émile Armand Henri Schnoor- Meymann, nació en la localidad francesa de Châteauroux, en la región de Berry, pero era hijo de padres alemanes oriundos de Bremen y emigró a Brasil a los 10 años en compañía de su padre, estableciéndose en Río de Janeiro. En esta ciudad realizó sus estudios, siguiendo simultáneamente cursos en la Academia de Bellas Artes y en la Escuela Central de Ciencias Físico-Matemáticas, precursora de la carrera de ingeniería. Debió tener un meritorio desempeño a juzgar por los numerosos premios que obtuvo en su paso por la academia y por su temprano título de Bachiller en Ciencias Físicas, que le fue otorgado a los 19 años. Entre 1875 y 1884 trabajó al frente de obras ferroviarias, inicialmente en el FFCC Pedro II en la zona de Río de Janeiro y luego en la región de Río Grande do Sul. Para entonces, un contrato con la empresa J. Meiggs & Son lo decide a trasladarse a Argentina donde intervino en los trabajos del Ferrocarril Provincial de Santa Fe a las Colonias, en calidad de ingeniero de obras y apoderado de dicha firma, hasta 1889, en que la Compañía fue concesionada a capitales franceses. Además del proyecto que se tratará a continuación, en Santa Fe actuó como ingeniero asesor de la Municipalidad durante su estadía. Permaneció en el país algunos años, radicándose en Buenos Aires, donde estableció un estudio asociado con el ingeniero J. Erhart; en 1894 regresó definitivamente a Brasil donde actuó como ingeniero de obras ferroviarias en los FFCC de Mato Grosso; falleció, ya retirado, en Río de Janeiro. Sobre el desempeño de Schnoor en el FFCC provincial ver: AGPSFMinisterio de Gobierno, T.95, 1889, leg. 6, f.105. Sobre su asesoramiento a la MCSF, ACDM-AE. Tomo 1887/88, Tomo 1889, fs. varios. Sobre su actuación en Brasil y demás datos biográficos: HIGA, Celso. Emílio Schnoor: O engenheiro que impulsionou a cidade morena com a estrada de ferro. Série Campo Grande: P0ersonalidades, ano III, FUNCESP 2001. 45 CALVO, Luis M. La Compañía de Jesús en Santa Fe, Santa Fe, 1993, p.49. 46 Se trata de una de las tres plazas que habían sido creadas por el gobernador Nicasio Oroño en mayo de 1866, la que se ubicaba más al norte, denominada “Del Progreso”. La ley de creación disponía que la plaza tuviera una extensión de dos manzanas, de las cuales una fue donada por el ex-gobernador Pascual Echagüe. Ver Capítulo I, nota nº 144. Es la actual Plaza España. 47 El vértice sur-oeste se ubicaba en el cruce de las actuales calles Rivadavia e Hipólito Irigoyen (entonces Jujuy y calle sin nombre); el lado norte resultaba aproximadamente coincidente con la traza de la actual calle Balcarce. (Imagen II.16a) 48 Todos los traspasos de propiedad, desde la compra de Francisco Castañé se transcriben en ADPC- Mensuras. Expte. nº 64, Departamento La Capital. Sólo se encontró el plano de mensura firmado por el agrimensor A. Seelstrang, correspondiente al último traspaso, como anexo al mismo expediente. 109

continuidad a las calles este-oeste del sector, loteada e incorporada al conjunto urbano, en razón de la expansión que la ciudad había tenido en el entorno de la estación ferroviaria. Las tierras linderas a la propiedad de Candioti por el lado norte pertenecían a Ignacio Crespo quien las había recibido como herencia de su padre, Domingo; éste había efectuado la compra en dos fracciones en 1863 y 1870 respectivamente; la propiedad consistía en una lonja de 241 m de ancho (con frente sobre el Camino de Ascochingas y fondo sobre la laguna Setúbal) y 1765 m de largo, haciendo un total de 37 has; en esta lonja, sobre su eje longitudinal este-oeste, se trazaría el Bulevar Gálvez.49 (Imágenes II.16a y II.16b) Sería entonces en el norte, más allá de esa “ciudad nueva” que advirtiera Zeballos, donde se ubicarían las inéditas operaciones urbanísticas que tratamos aquí; como ya se ha visto, el polo que inicialmente había aglutinado la nueva situación urbana fue el barrio aledaño al puerto, por su particular dinámica, propia de las actividades y del tipo de población que congregaba. Es indudable que la originalidad aportada por la presencia de la población inmigrante proveniente de diversos países, acentuaba los rasgos de diversidad en los usos y las costumbres, a lo que se sumaban las mezclas idiomáticas y la incorporación de muchos nuevos oficios, rompiendo con el quietismo que había caracterizado a la sociedad santafesina hasta entonces. El núcleo se completó y desplazó con la instalación, avanzando en la década de 1880, de la primera estación ferroviaria de la ciudad, cabecera del Ferrocarril Provincial, ubicada al norte del muelle de inmigrantes, a poca distancia del mismo; este complejo, que comenzó a construirse en 1884, tuvo habilitado el tramo inicial hacia las colonias agrícolas (Santa Fe-Esperanza) en enero de 1885.50 Por entonces un episodio menor, pero que marca con elocuencia un cambio de hábitos urbanos, lo constituyó el traslado de las tradicionales retretas vespertinas de los días jueves, de la Plaza de Mayo a la estación del ferrocarril, insólito desplazamiento de uno de los más significativos lugares de encuentro de la sociedad santafesina en función de las nuevas costumbres; el periódico local La Revolución justificaba el traslado argumentando que "...la estación es el punto de reunión del público por las tardes donde se reúne gente de toda la ciudad..."51 Otro importante reconocimiento de la nueva valoración que había adquirido este sector de la ciudad, lo constituyó la resolución de instalar la Primera Exposición y Feria de la Provincia en la Plaza del Progreso.52 Este evento había sido programado inicialmente para noviembre de 1886 en conmemoración del centenario del nacimiento del máximo prócer de la Provincia, el caudillo federal Estanislao López (1786–1838), pero debió posponerse para setiembre de 1887 en razón de una epidemia de cólera que vivió la región en 1886; resulta particularmente sugerente la elección del sitio, al vincularse la idea de progreso (presente desde el nombre mismo de la plaza) ligada al desarrollo agrícola-ganadero y comercial de la región, y a la industria derivada de la producción rural y el ferrocarril, enfatizada por la cercana presencia de la estación, uno de los más prominentes edificios de la ciudad en ese momento, generándose un ámbito de significativa convergencia.53 (Imagen II.8d) 49 ADPC- Mensuras. Expte.124, Departamento La Capital. Incluye el plano de mensura firmado por el agrimensor Cayetano Livi, con fecha de 1870. 50 Un estudio sobre la instalación de este ferrocarril y su impacto en la ciudad de Santa Fe puede verse en: MÜLLER, L. y COLLADO, A. Op. cit., pp. 58 a 65. 51 La Revolución, Santa Fe, 26/06/1886, p. 2. 52 La Plaza del Progreso es la que se ubica en el ángulo suroeste de las tierras de Echagüe; la manzana que ocupa fue donada por el propietario al estado con ese fin y distaba una cuadra de la estación ferroviaria. Ver nota nº 46 de este capítulo. 53 Nuevamente Jonás Larguía asume aquí un rol protagónico. Presidió la comisión organizadora y elaboró el proyecto de las instalaciones para la exposición. La sencillez de las estructuras que se montaron revela un conocimiento acerca de las características tecnológicas y formales que debían tener este tipo de construcciones transitorias, logrando una imagen que resultó compatible con los objetivos de la muestra. Ver: Exposición y Feria de la Provincia de Santa Fe – 1887. Memoria. Santa Fe, Nueva Epoca, 1887. Contiene una lámina con el proyecto de las instalaciones. Ver también: ENSINCK, Oscar. Historia Económica de la Provincia de Santa Fe, Rosario, U.N.R., 1985, p. 222.

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Volviendo a la fracción en la que se plantearía el proyecto de Schnoor, resulta interesante, sobre el antes mencionado plano de la ciudad de 1884, evaluar la incidencia de estas posesiones en relación al conjunto urbanizado, en tanto constituían una porción altamente significativa por la proximidad al centro comercial; se ubicaban aledañas al puerto y al ferrocarril, los dos únicos enclaves de infraestructura económica con que la ciudad contaba en ese momento. Su tamaño permitía incrementar en un 70% la superficie del área consolidada; sirviendo a su vez de salida para el camino de la costa, hacia el puerto de Colastiné y también una salida hacia el norte, al Camino a Guadalupe.54 Además, integraba un conjunto de casi 140 has potencialmente urbanizables en manos de sólo dos propietarios, simplificando y valorizando cualquier emprendimiento. Esta situación difería de la del momento en que Marcial Candioti y Domingo Crespo adquirieron sus tierras, cuando el sector se visualizaba como una zona de chacras, distante y sin posibilidades ciertas de incorporarse al área urbanizada. El rol potencial de estas fracciones se manifiesta en el amanzanamiento hipotético que aparecía delineado en el plano del agrimensor de Llano en 1884,55 cuando aún no existía ningún proyecto concreto de urbanización. (Imágenes II.3 y II.13) Allí se plantea la expansión a partir de la trama existente, extendiendo la cuadrícula hasta la costa del río Santa Fe, reiterando la forma urbana de la ciudad vieja. Este criterio de expandir la ciudad mediante la prolongación indiscriminada de la trama existente, es precisamente lo que habría de quedar relegado pocos años más tarde, cuando se pusieran en práctica nuevos modos de hacer ciudad a los que se hará referencia a continuación, desechando los tradicionales patrones de la urbanística colonial; este cambio en la modalidad de operatoria frente a la cuestión urbana, característico de la mentalidad decimonónica, será el primer gran quiebre que se produzca en Santa Fe respecto de una tradición secular de persistencia del trazado colonial. En agosto del año 1887, dos meses antes de su referida propuesta de trazado de un bulevar, Schnoor había solicitado al Municipio una concesión para establecer una empresa de tramway a Guadalupe, que fue aprobada por la Comisión Municipal; se dispuso que la nueva línea partiera del puerto, pasara por la estación del ferrocarril y una vez transpuesta la intersección de la calle Belgrano con la vías del FFCC Santa Fe, tomara el rumbo que el empresario considerara más conveniente.56 Esta primera presentación no contemplaba ninguna intervención por fuera del medio de transporte que proponía, pero se hace evidente que en una posterior articulación de esta propuesta con el proyecto de Larguía, pudo surgir la idea de una intervención más ambiciosa que luego cristalizara en la traza del bulevar, que aparece luego en el segundo planteo de Schnoor como “espacio para el tramway”. A poco de iniciadas las gestiones, el tema principal pasó a ser el bulevar desactivándose la anterior propuesta. 54

La Villa de Guadalupe era una incipiente urbanización originada en una colonia agrícola situada 8 km al noreste del centro histórico de la ciudad, muy próxima a la ribera de la Laguna Setúbal, que había sido trazada inicialmente en 1867, en torno a una histórica capilla. ADPC- Mensuras. Expte. nº 42, Departamento La Capital. “Guadalupe: Pueblo y Cementerio”. Incluye el plano de mensura del Cementerio firmado por el agrimensor Pedro Bramslöw, con fecha de abril de 1867 (f. 6) y un plano de subdivisión del poblado firmado por el agrimensor Justo del Barco en 1890 (f. 5). 55 Ver nota nº 2 de este capítulo. Se trata del primer plano de la ciudad en el que se dejan planteadas posibles expansiones de la traza, respecto del perímetro de la ciudad histórica, que hasta ese momento se había mantenido casi constante desde la fundación, tres siglos atrás. De las extensiones previstas, la única que adquiere entidad como nuevo conjunto es la que se plantea sobre las tierras de "La Chacarita", puesto que las otras se indican como sendas franjas de nuevas manzanas en los bordes oeste y norte de la traza, en todo el largo de los mismos. 56 ACDM-AE. Tomo 1887/88, fs. 174 y ss. Ordenanza municipal nº 104, de fecha 6 de setiembre de 1887, en MCSF. Ordenanzas, Reglamentos y Acuerdos de la Municipalidad de la Ciudad de Santa Fe, Santa Fe, Nueva Epoca, 1887, pp. 96 a 99. La propuesta tuvo difusión en la prensa local al momento de la presentación y dos meses más tarde, cuando sancionada la ordenanza correspondiente, se manifiestan los reclamos de las dos empresas de tranvías existentes en la ciudad por la concesión hecha a Schnoor. “Tramway a Guadalupe”, en La Revolución, Santa Fe, 06/08/1887, p. 1 y “Protesta”, en La Revolución, Santa Fe, 11/10/1887, p. 2. 111

En su presentación de octubre ante la Municipalidad, Emilio Schnoor propone no sólo el trazado de un bulevar, sino también el fraccionamiento de la gran porción de terreno que lo circundaba: “...que habiéndome puesto de acuerdo con el señor Ignacio Crespo, propietario del terreno al norte de esta ciudad lindando por el sur con don Marcial Candioti, ha quedado conforme en trazarse en su terreno un boulevard que correrá próximamente en rumbo este-oeste, el que tendrá cuarenta varas de ancho y será dividido el demás restante de su terreno formando cuadras de 100 varas por 100 varas y dejando libre además del ancho del boulevard, calles longitudinales y transversales de 20 varas, todo según demuestra el plano general adjunto...”; solicitando que se apruebe este trazado y “...la subdivisión del terreno, la que deberá quedar obligatoria por toda la parte de la ciudad que al futuro se edifique al este del FFCC Santa Fe...”.57

Como tercera cuestión, se pedía “...que quede aprobada la traza de la línea de tramway a Guadalupe en la segunda sección por el centro del proyectado boulevard...” y que la Municipalidad se hiciera cargo, a través del ingeniero municipal, de la delineación y amojonamiento de toda la nueva urbanización. Schnoor, pedía además que al nuevo bulevar se le diera el nombre del Dr. José Gálvez, entonces gobernador de la Provincia.58 (Imágenes II.17a a II.17c)

No resulta aventurado suponer que toda esta iniciativa se emparentara con el proyecto de Larguía, dado que, por una parte, el Bulevar Gálvez, aún sin plantear un cierre que permita identificarlo con un bulevar de circunvalación, se presenta como una idea similar, desde el punto de vista de potenciar el desarrollo de la planta urbana en el norte, un verdadero motor de urbanización que regenerara el tejido de la ciudad en esos confines; y por otra parte, es verificable la vinculación entre estos dos profesionales.59 La vigencia de la propuesta de Larguía en la opinión pública santafesina se puede verificar a través de las numerosas menciones que la prensa local seguirá haciendo;60 en especial puede notarse que cuando el proyecto de Schnoor es presentado unos meses más tarde por la prensa, aun se le asignan algunas características que formaron parte del planteo anterior, en especial la construcción a sus costados de "casas para obreros".61 Por otra parte, teniendo en cuenta la especialización de Schnoor en materia de ingeniería ferroviaria, no es aventurado suponer que, por todo lo antedicho, Larguía haya tenido participación en los aspectos de diseño urbano-arquitectónico específicos del bulevar, en los que aquél no tenía aparentemente

57 ACDM-AE. Tomo 1887/88, fs. 219 y ss. La vara usualmente utilizada en la región Litoral, que se había institucionalizado en Santa Fe para las décadas finales del siglo XIX, medía 866 mm. Ver Capítulo I, nota nº 131. 58 ACDM-AE. Tomo 1887/88, fs. 221. En la nota se hace referencia a un plano general adjunto pero el mismo no obra en el legajo correspondiente. En los archivos de la Dirección Municipal de Catastro, se encontró un plano original, dibujado en tela y sin fecha titulado Plano Directorio de la Parte Nord-Este de la Ciudad de Santa Fe, que por sus características, casi con seguridad corresponde al momento de esta presentación. Este plano incluye la traza del tramway a Guadalupe por el eje del bulevar en sentido este-oeste, que se desvía hacia el norte a la altura de calle Vélez Sarsfield. Sobre dicho plano se hicieron posteriormente agregados (con distinta letra y distinto color de tinta), que no coinciden cronológicamente con el plano original (se indican nombres de calles y equipamientos muy posteriores a 1887); dichos agregados tornan dificultosa su datación e interpretación pero, dado que pueden identificarse con relativa certeza en el original, al retirarse esas leyendas agregadas, el contenido del plano toma sentido y se puede afirmar que se trata del plano presentado por Schnoor. ADMC – Carpeta sin catalogar: “Planos varios”. 59 Ambos se encontraban en estrecha relación con la empresa del FFCC Provincial puesto que, como se dijo, Jonás Larguía dejó la intendencia de la ciudad para asumir como director provincial de Ferrocarriles y tenía sus oficinas en la misma estación terminal, y Emilio Schnoor era el apoderado e ingeniero jefe de la empresa constructora de esas obras en Santa Fe, John Meiggs & Co. Esto hace que sea razonable suponer una vinculación y un diálogo entre profesionales con intereses comunes, en un ámbito donde no abundaban posibilidades en este sentido, dada la escasez de personas formadas en la materia. 60 “Necesitamos un boulevard de circunvalación como lo ideó Larguía, aunque cueste tres veces lo que habría costado en aquel tiempo...”, en La Revolución, Santa Fe, 26/02/1889, p. 1. “El proyecto, aunque no tan vasto como el formulado por Larguía cuando ocupó la intendencia, es digno de estudiarse...”, en La Revolución, Santa Fe, 21/02/1889, p. 2. 61 “El gran boulevard Gálvez partirá del puerto hasta Guadalupe, construyéndose a sus costados casas para obreros...”, Ver “El Gran Boulevard”, en La Revolución, Santa Fe, 04/10/1887, p. 1.

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experiencia.62 Pero además, como se verá más adelante cuando se trate lo referido a la operación inmobiliaria, Jonás Larguía no quedó en absoluto al margen del emprendimiento del nuevo bulevar. El proyecto fue tratado en la sesión inmediata posterior a su presentación, sobre tablas, por el Honorable Concejo Deliberante (HCD) y sólo mereció objeciones la cuestión de proponer un manzanero de dimensiones diferentes a la traza histórica de la ciudad y los inconvenientes de discontinuidades que esto podía generar; otra cuestión que apenas se mencionó, fue la necesidad de contar con la conformidad de los propietarios de los terrenos antes de aprobar el proyecto, sin hacer ninguna referencia a la compañía inmobiliaria que acababa de crearse para llevar adelante el negocio. Quedando pendientes estos temas, sin ningún debate en torno del proyecto mismo, la cuestión se derivó al Departamento Ejecutivo para que solicitara informe del ingeniero municipal.63 Tuvieron que transcurrir casi dos años para que, sin agregar otros comentarios y sin poner a consideración el informe del ingeniero municipal, este proyecto fuera aprobado por el HCD y se sancionara la ordenanza correspondiente.64 II. 5) Urbanización y rol del municipio De la comparación entre ambas propuestas se detecta inmediatamente que el proyecto de Larguía aparece como una idea apenas esbozada cuyo mayor desarrollo se encuentra en los fundamentos conceptuales que la avalan y en presentarla como la gran obra pública con exclusiva gestión del Municipio; en el proyecto de Schnoor, por el contrario, el énfasis estará puesto en presentar la viabilidad del emprendimiento en tanto operación inmobiliaria encarada por los particulares, acordando el trazado previamente con los propietarios de las tierras y con una ubicación perfectamente definida. La Municipalidad se reservaría el rol de ejercer apenas un mínimo control, más formal que efectivo, sobre la iniciativa privada y las tendencias del mercado inmobiliario. De hecho, el amanzanamiento y fraccionamiento del sector se inició con notable anticipación respecto de la ordenanza municipal que lo autorizaba y fue prácticamente contemporáneo a la presentación de la propuesta; en 1888 se encuentran documentadas las ventas de las más importantes manzanas frentistas al bulevar, con el dimensionamiento establecido por Schnoor, por parte de Ignacio Crespo65 y otro tanto había comenzado a hacer Marcial Candioti, según se afirma en el informe del propio ingeniero municipal, ya desde el año anterior a la aprobación del nuevo trazado: “...el propietario de la mejor zona del terreno al sur del boulevard, ha dividido en manzanas de 100x100 varas...”.66 Por otra parte, en febrero de 1888 la prensa local reclama de “la empresa constructora del Boulevard Gálvez” la necesidad de que se ocupe de contratar el riego para el paseo, advirtiendo que dicha empresa “...debe estudiar el medio de mejorar aquel paseo. Actualmente no se puede cruzar en carruaje por él, pues se levantan tales polvaredas...”.67 Se reitera el comentario pocos días más tarde, agregando que la empresa está en vías concretar el riego; en abril hay en la prensa un nuevo reclamo de mejoras para esta zona, esta vez a las autoridades provinciales: "Todo aquel núcleo de población que se encuentra a 62

Aunque es lógico suponer que no se haya hecho pública su participación por cuanto acababa de renunciar a la intendencia en razón de su alto cargo en la compañía ferroviaria. 63 ACDM-Libro de Actas. Tomo 1885/1888, f. 292. El 7 de enero de 1888 el intendente Daniel Gollan giró el pedido de informe al ingeniero Benedetto Ghiglione, quien lo respondió el 21 de octubre de ese año. 64 “Aprobación del trazado del boulevard Gálvez”, Ordenanza del 11/06/1889, en MCSF, Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos de la Municipalidad de Santa Fe. Santa Fe, La Unión, 1901, pp. 203. 65 Ver AGPSF. Protocolo del Escribano P. Bruniard, 1888, Tomo I, fs. 787/788. 66 ACDM-AE. Tomo 1887/88, f. 221. Del Informe del ingeniero municipal al intendente Gollan; como se ve, reconoce ya fraccionadas las tierras cuyo proyecto de urbanización debía evaluar. 67 "Riego del Boulevard" en La Revolución, Santa Fe, 11/02/1888, p. 2. 113

ambos costados del Boulevard Gálvez carece de policía; convendría que el Gobierno nombrase un Sub-comisario en aquel punto".68 Y las propias autoridades municipales ensayan mejoras para el bulevar, cuando el mismo aún no ha sido aprobado formalmente. Tal lo que ocurre con un proyecto del concejal Pascual Bruniard, presentado ante el HCD en el mes de marzo de 1889, que propone: “...sacar a licitación la construcción de 5000 m de macadam para /.../ toda la extensión del Boulevard Gálvez.”69 Todo esto da cuentas de que las subdivisiones y venta de lotes no constituían solamente actos jurídicos realizados en abstracto, sino que el bulevar se hallaba ya efectivamente concretado y parcialmente ocupado, al menos en cuanto al trazado de la vía principal y las manzanas inmediatamente aledañas al mismo. Resulta casi increíble la lentitud con que las autoridades municipales trataron la cuestión, si se la compara con la rapidez con que accionan los intereses privados; vale observar la dinámica municipal revisando las fechas de las distintas actuaciones: como se dijo, en la sesión del HCD del 18 de octubre de 1887 se inició el tratamiento sobre tablas de la propuesta de Schnoor, pero ante algunas objeciones del concejal Costa,70 se lo deriva al Departamento Ejecutivo para que informe el ingeniero municipal; en enero del año siguiente el intendente Daniel Gollan lo remite a la Oficina de Obras Públicas solicitando el informe que será presentado por el ing. Benedetto Ghiglione recién diez meses más tarde, el 21 de octubre de 1888. Interesa verificar los argumentos desde los que el ingeniero municipal avala la propuesta: “La subdivisión proyectada /.../ es de forma completamente adecuada para la edificación y reúne las mejores condiciones higiénicas, en sus dos principales elementos de aire y de luz. Podría objetarse que esta subdivisión no está de acuerdo con las manzanas en que está dividida la capital pero esta circunstancia en nada se opone a la subdivisión puesto que se trata de la fundación de nuevos centros que deben necesariamente colocarse en las mejores condiciones que el embellecimiento y la higiene aconsejan. Esta misma razón supongo que tuvo la Municipalidad al decretar que todas las calles nuevas tuviesen el ancho de 20 varas, medida de todo punto acertada para no condensar a la población en calles estrechas y mal aereadas...”.71

Con este dictamen volverá el tema a ser tratado en el HCD en junio de 1889, cuando en la sesión del día 11 se aprueba sin observaciones ni comentarios;72 en las Actas de Sesiones del HCD no consta ninguna mención al carácter de hecho consumado que había adquirido el proyecto al momento de su aprobación, quedando el Municipio como espectador del accionar especulativo sobre la tierra urbana. Por otra parte, en el proyecto original, uno de los aspectos sobre los que se apoya la fundamentación es el de la promoción del hábitat popular, para los sectores sobre los que comenzaba a pesar la presión inmobiliaria por el incremento del valor de los alquileres, ante el desmesurado aumento de la demanda. Este aspecto no será contemplado en absoluto en la propuesta de Schnoor que se orienta más bien a promover la compra de los lotes por parte de los sectores de mayor poder adquisitivo, explotando el valor de representación de este nuevo espacio público y sus posibles usos recreativos, colocando estaciones de baños 68

"El Barrio de la Laguna" en La Revolución, Santa Fe, 14/04/1888, p. 2. Vale notar que la prensa diferencia el interlocutor para cada reclamo; en el caso de un servicio como el riego, responsabiliza a la empresa inmobiliaria que está a cargo del negocio, en tanto que en el tema seguridad se reclama el concurso del Gobierno Provincial. 69 ACDM-AE. Tomo 1889, f. 132. 70 Al iniciarse la sesión el concejal Costa solicitó tratamiento sobre tablas en razón de la importancia del proyecto que “...serviría no sólo como punto de recreo, sino también para mejorar la higiene del municipio.” Avanzada la sesión, el mismo concejal planteó su preocupación sobre si “...quedaría bien la antigua traza de la ciudad con las manzanas nuevas que debían construirse...” a lo que agregaba la necesidad de mayores informes sobre la propiedad de los terrenos que se afectarían. ACDM-Libro de Actas. Tomo 1885/1888, f. 292 y ss. 71 ACDM-AE. Tomo 1887/88, f. 221. 72 ACDM-Libro de Actas. Tomo 1888/1892, f. 207. 114

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en el encuentro del paseo con la laguna. Evidentemente la inicial voluntad política de subsidiar a los sectores más necesitados, cedió ante la dinámica del mercado de tierras. Se verificaría así, en esta instancia, la idea del rol del Estado al que no le correspondía terciar en la regulación de los procesos urbanos sino circunscribirse a brindar las condiciones para la valorización del capital. II. 6) El bulevar: un modelo de la urbanística decimonónica Tomando como plataforma el deprimido medio santafesino, interesa tratar de dilucidar cómo interviene el conocimiento disciplinar en la acción de los diferentes agentes y cómo se opera la transferencia de idearios urbanísticos en la compleja interacción entre centros emisores y periferia, con las consecuentes re-elaboraciones que se generan en el intercambio; valdría en primer término sondear cuáles pudieron ser esos modelos de referencia en los que se basaron los proyectos que se están analizando. La noción de modelo resulta operativa para esta y otras intervenciones que se tratarán más adelante, ya que se descarta, ante la evidencia del carácter que asumieron estas propuestas, la aplicación del concepto de tipo; efectivamente el concepto de tipo implicaría una instancia de elaboración proyectual capaz de transferir el concepto tipológico de bulevar al caso particular de Santa Fe, generando la propuesta urbanística a partir de esas características estables, inmutables reconocidas en el tipo; en cambio, suponemos que, en este caso, resulta más factible imaginar a Emilio Schnoor o a Jonás Larguía echando mano a soluciones formalmente conocidas, para aplicarlas en su proyecto de urbanización. El pragmatismo que caracterizaba sus acciones, lleva a suponer que la forma urbana resultante de la inclusión de un bulevar no mereció una atención central como acto de diseño, sino más bien que haya surgido por la asimilación de modelos previos.73 La instancia de elaboración local estaría dada en este caso, por las peculiares condiciones de producción y por el específico impacto que la obra tuvo en relación a la ciudad toda. Respecto de los modelos que pudieron haber sido considerados, tanto Larguía como Schnoor son muy parcos y lo expuesto explícitamente en el texto de las presentaciones no ofrece pistas claras. Los más frecuentes intentos de la historiografía local74 por establecer filiaciones a los acontecimientos urbanísticos santafesinos, en especial a la esta propuesta del bulevar, han llevado casi linealmente a relacionar la idea del bulevar santafesino con las intervenciones parisinas del período de Napoleón III llevadas adelante por el Barón Haussmann, siguiendo la hipótesis de la aplicación (degradaciones mediante) de un modelo de reconocida eficacia representacional, hipótesis que encuentra fundamento en la indudable admiración que la sociedad local tenía por Europa y, en particular, por Francia. Pero no puede dejar de advertirse la absolutamente diversa entidad de estos bulevares pensados en los suburbios de un modesto núcleo urbano, en terrenos de chacras o quintas y su contraste con las monumentales operaciones que fueron expresión máxima de la urbanística del siglo XIX, acciones de alto impacto y de verdadera "cirugía" urbana aplicadas 73

Se manejará la noción de "modelo" en confrontación con la de "tipo", según la definición citada por G. C. Argan del Diccionario Histórico de Arquitectura de Quatremère de Quincy. “El modelo, entendido según la ejecución práctica del arte, es un objeto que debe repetirse tal cual es /.../ todo es preciso y está dado en el modelo /.../ La palabra tipo no representa tanto la imagen de una cosa para copiar o para imitar perfectamente, cuanto la idea de un elemento que él mismo debe servir de regla al modelo...”, en ARGAN, G. C. "Tipología", Summarios nº 79, Buenos Aires, 1984. El "tipo" estaría constituido por un conjunto de características estables que se abstraen de una serie de casos y que definen una estructura prefigurativa, en tanto que "modelo" equivale al caso que verifica al tipo en el que todas las características se concretan en su definición figurativa. 74 Al respecto pueden verse numerosas referencias de historiadores locales que al hablar de la modernización de la ciudad, en los barrios del norte, citan el ejemplo del bulevar “europeo”, o “francés”, o “proveniente de las Galias”. LOPEZ ROSAS, José R. De la discordia a la melancolía. Crónica Santafesina. Santa Fe, Fondo Editorial de la Provincia, 1988, p. 277 y 310. PEREZ MARTIN, José. Itinerario de Santa Fe, Santa Fe, Colmegna, 1965, pp. 19 a 21. VITTORI, Gustavo. Santa Fe en clave. Santa Fe, Bica/UNL, 1997, pp. 376/377. 115

al corazón de París.75 Desde ya, la enorme distancia que separa a ambos fenómenos hace que resulte imposible asimilarlos a una misma modalidad de intervención urbana, más allá de la denominación genérica de bulevar que indistintamente se les aplica. Es oportuno mencionar que cuando Napoleón III designó a George E. Haussmann como Prefecto del Departamento del Sena a mediados del siglo XIX, París había superado holgadamente el millón de habitantes y su superficie era de más de 7.000 has;76 queda clara entonces la diversa entidad que presenta esa Santa Fe de 1887 en la que se trazan los bulevares, ya que tenía en ese momento una centésima parte de la población y cincuenta veces menos superficie que la París intervenida por Haussmann. Algo más próximo podría resultar el establecimiento de un paralelismo entre este tipo de bulevares suburbanos y los boulevards de ceinture que Paolo Sica reconoce como las intervenciones características de la urbanística del XIX en las ciudades francesas medianas y pequeñas -donde este nuevo elemento, coherente con la etimología de su denominación, coincide por lo general con la traza de las murallas destruidas- para definir el límite entre el casco medieval y los nuevos barrios, producto de las expansiones.77 Por su parte, esa misma destrucción de las murallas obedecía a postulados higienistas, que orientaban la necesidad de descomprimir los atiborrados centros históricos, posibilitar áreas de expansión relacionadas con los barrios residenciales y renegar de todo lo que hasta entonces constituían rasgos dominantes de la condición urbana, como puede verse en la insistente prédica del médico higienista catalán Pedro Monlau, que había hecho de su slogan “abajo las murallas” una bandera de lucha.78 Ante el fenómeno de notable crecimiento que vivían las ciudades del litoral argentino en las postrimerías del siglo XIX y estando vigente la necesidad de plantear la futura expansión, ambas operaciones podrían asimilarse tanto por la idea de establecer controles mediante los bulevares de cintura, como por la configuración que asumen dichas vías, constituyendo paseos arbolados relativamente elegantes, destinados a los sectores más caracterizados de la población. En este sentido, el proyecto de un bulevar de circunvalación como el que se plantea inicialmente para Santa Fe, coincidiría conceptualmente con este tipo de intervención; no obstante, no se tiene ninguna certeza acerca de un conocimiento específico del caso francés por parte de los profesionales que trabajaron aquí; es bastante probable que Larguía haya visualizado un fenómeno análogo en ciudades italianas durante sus años de estudio (1858-1863), pero esto no se puede asegurar: los principales ejemplos de paseos de circunvalación como son los viali florentinos del Plan de Giussepe Poggi datan de 1865 y las intervenciones similares en Roma son posteriores a 1870; sólo en Turín y en Milán se 75

A partir de 1853 el Plan del Barón George E. Haussmann aborda la problemática urbana de París, encarando las mejoras en las infraestructuras, servicios urbanos y edilicia, en un vasto plan que incluye: las obras viarias, extendiendo la urbanización pero, más importante aún, lacerando los viejos barrios del corazón de la ciudad con la apertura de nuevas vías, los bulevares que transformaron totalmente la red de circulación y sus jerarquías previas; la edilicia, que se modifica en tanto los nuevos bulevares van acompañados de nuevas construcciones que se abren a ellos, levantadas en base a renovada normativa en la materia y dirigidas por la Prefectura y otros organismos públicos; la creación de los grandes parques públicos, Bois de Boulogne y Bois de Vincennes que se realizó no sólo en función de principios higienistas sino para satisfacer las nuevas demandas de espacio recreativo y una diferente concepción del valor del ocio en el habitante urbano; en este momento se renovaron también con criterios de máxima eficiencia las instalaciones de servicios públicos (hidráulicos y de fluidos energéticos) y de transporte, beneficiados por la simplificación de los trazados viarios y se modificó la distribución administrativa de la capital según modernos criterios de descentralización. Para la revisión del carácter de las intervenciones haussmannianas puede verse: BENEVOLO, Leonardo. Historia de la arquitectura moderna, Barcelona, Gili, 1974, 1ª parte, cap. III; SICA, Paolo. Historia del Urbanismo. El siglo XIX, Vol. I, Madrid, IEAL, 1981, pp. 179 a 217; CHOAY, Françoise. L' orizzonte del posturbano, Roma, Officina ed., 1992, pp. 63 a 81. 76 Ver GIEDION, S. Op. cit., p. 681. 77 SICA, P. Op. Cit., Vol. I, p. 168. El mismo tipo de intervención se verifica en muchas ciudades de distintos países europeos. 78 Ver URTEAGA, Luis. “El pensamiento higienista y la ciudad: la obra de P. F. Monlau (1808-1871)”, en Urbanismo e Historia Urbana en el mundo Hispano. Madrid, Edit. Universidad Complutense, 1985, pp. 397 a 412. 116

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verifican ejemplos de paseos arbolados alrededor de 1860 que puedan servir de referencia. Aunque su lugar de residencia era Roma, se constata que Larguía hizo numerosos viajes por Italia durante su estadía y, casi con seguridad, habrá observado las transformaciones urbanas que se estaban gestando. En el caso de Schnoor, el conocimiento pudo provenir de su paso por la Academia de Río de Janeiro (entre 1872 y 1874) donde aún resonaban los ecos de la Misión Artística francesa. Por afinidad conceptual, y dentro del mismo modelo de los boulevards de ceinture existe otra idea de ciudad que es pertinente relacionar con la propuesta de Jonás Larguía: la Ciudad Lineal de Arturo Soria y Mata;79 esta banda urbana ubicada sobre el anillo ferroviario de circunvalación de Madrid (un anillo en el que coincidían el ferrocarril y las líneas de teléfono y telégrafo) que uniendo pueblos existentes ordenaría la extensión, resulta lejana en su escala al bulevar de circunvalación santafesino, pero próxima desde el punto de vista de otorgar un rol de eje estructurador a la vía de transporte y de resolver la residencia a partir de dicho eje. La ancha banda (500 m) de Arturo Soria, se reduce considerablemente a los aproximadamente 100 m con que Larguía resuelve el bulevar central y los lotes aledaños en los que preveía ubicar las casas para obreros; el tranvía a caballos hará en Santa Fe un recorrido de escasos 2.500 m frente a la extensa circunvalación de Madrid con la Ciudad Lineal; pero en definitiva la idea de que sea la tecnología del transporte la que de sustento a la forma urbana, estará igualmente presente. En la primera ocasión en que se publica la Ciudad Lineal de Soria y Mata, los elementos comunes a ambas propuestas son evidentes, aunque para el Santa Fe de 1887 fueran impensables los tendidos infraestructurales y de servicios (gas, electricidad, agua) que presenta el plan español, el concepto subyacente es análogo: “Una única calle de quinientos metros de anchura y de la longitud necesaria: ésta será la ciudad del futuro. Colocad en medio de esta tira trenes y tranvías, conducciones para el agua, el gas y la electricidad, depósitos, jardines, /.../ y estarán resueltos todos los complejos problemas que vienen causados por la enorme población de nuestra vida urbana.”80

Tampoco en este caso se puede afirmar con certeza que Larguía haya conocido específicamente ese proyecto, pero no es descabellada esa posibilidad, si se considera que Soria y Mata presentó una primera descripción de la propuesta en 1882, publicándola en un periódico cultural de difusión masiva, editado en Madrid, del que llegaban ejemplares a Argentina en razón de la importancia de la colectividad española en este país y especialmente en Buenos Aires, ciudad en la que Larguía residía en el año de la publicación. Por otra parte, el tranvía como elemento de estructuración de la forma urbana no aparece sólo en el bulevar de circunvalación sino que vuelve a estar presente en la propuesta de Schnoor (el tranvía a Guadalupe, origen de todo el planteo) en la cual, vale recordar, se dimensiona el bulevar por el que circularía el tranvía, con un ancho de cuarenta varas (34,64 m). Ya desde mediados del siglo XIX, la incorporación de los medios de locomoción al proyecto urbano había hecho su aparición; puede citarse como caso 79

La propuesta de Ciudad Lineal de Arturo Soria y Mata es una suerte de utopía, surgida de la inventiva de un admirador del progreso tecnológico, un ingeniero en caminos preocupado por el desarrollo urbano de ciudades españolas, que a partir de 1894 constituye la Compañía Madrileña de Urbanización. “Su ciudad parece un ingenio mecánico a lo Jules Verne, una máquina urbana vertebrada, con una anchura meticulosamente fijada a partir de cálculos neo-pitagóricos y una longitud sin límites; un gran vial arbolado hasta donde se extiende la vista, recorrible a pie, en bicicleta o en tren, el fascinante nuevo medio de locomoción, acogido como definitiva garantía de intercambios cada vez más rápidos y frecuentes entre tierras lejanas.” GRAVAGNUOLO, Benedetto. Historia del Urbanismo en Europa, 1750-1960. Madrid, Akal, 1998, pp. 77. Sobre este proyecto ver también: SAMBRICIO Carlos. “Ciudad Lineal, un ejemplo de urbanismo liberal”, en AAVV, Arturo Soria y el urbanismo europeo de su tiempo. Madrid, Fundación Cultural COAM, 1996, pp. 39 a 49. En el trabajo de Sambricio queda claro el carácter clasista de la propuesta de Soria y Mata, a la que denomina “un ejemplo de urbanismo liberal”, que localiza la población en franjas de mayor o menor proximidad al aje central, en función de la renta y que supedita el acceso a la tierra a las demandas del mercado. 80 La primera publicación del proyecto de Soria y Mata, cuando era apenas un esbozo, fue hecha en: Periódico cotidiano El Progreso, político, científico y literario, Madrid, 6 de marzo y 10 de abril de 1882. Citado por GRAVAGNUOLO, B. Op. cit., p. 76. 117

paradigmático el primer anteproyecto de Cerdá para el ensanche de Barcelona de 1855, en el que el protagonismo del tranvía es indiscutible, y del que resulta una sugerente similitud dimensional: “Ha venido recientemente el uso de los carretones de mano y el de los vagones sobre ferrocarriles y se deja sentir la necesidad de dar todavía mayor anchura a las calles /.../ la anchura de las calles puede distribuirse del modo siguiente: Doble acera para peatones de vacío...8 metros; Doble camino adoquinado para los faquines, mozos de cordel y carretilleros...6 metros; doble camino mac-adamizado para caballerías y carros de carga...14 metros; doble camino adoquinado para carruages ligeros y caballerías de montar...7 metros; Doble camino de hierro tirado por caballería...7 metros. Anchura total de la vía...35 metros. /.../ que las calles deberán ser rectas, largas y según las direcciones normales entre sí...”81

En la tradición local y atado al concepto de boulevards de ceinture, en la propia historia urbana de la ciudad aparece un intento de materializar en el territorio un límite norte para Santa Fe; se ha visto como la geografía del emplazamiento hace que la ciudad se encuentre rodeada por ríos en tres de sus bordes, estableciéndose así tres límites fuertes; a esta situación se contrapone la del borde norte, ya que en esta dirección el terreno no plantea solución de continuidad. Durante el primer cuarto del siglo XIX, para frenar los frecuentes y depredadores ataques indígenas, el gobernador Estanislao López dispuso la construcción de un foso de protección en dirección este-oeste al norte de la planta urbana;82 “Con este fin ha venido este gobierno en ordenar el cumplimiento de los artículos siguientes: Se formará un foso corrido desde la Laguna Grande hasta el Salado, interrumpido por portadas destinadas a sostener el tráfico, fortificadas y guarnecidas de fuerzas competentes.”83

Esto podría leerse como un fenómeno análogo a la idea de límite que suponían las murallas, aunque su materialización se diera en sentido contrario a éstas; se trataba de una obra colectiva, por cuanto todos los vecinos debían ceder temporariamente sus herramientas y personal de servicio, para realizar la obra bajo la supervisión de un capitán del ejército de la Provincia; por su parte las “portadas para sostener el tráfico” cumplirían el rol de verdaderas puertas, a la manera de las de las murallas en las ciudades fortificadas. A fines de ese siglo, se impone trazar un bulevar siguiendo la dirección del foso, aunque no la ubicación exacta, ya que el foso se hubiera colocado sobre una línea paralela pero un poco más alejada de la ciudad. El bulevar así podría asimilarse, en tiempos en que el indio había dejado de ser un peligro, a la idea de reemplazar la significación de ese baluarte-límite (sea muralla o foso) por un paseo arbolado, a la manera en que se hacía en la ciudad europea, a fin de motorizar la expansión desafiando el límite. Es notorio como las referencias se multiplican, y en la experiencia de estos actores (técnicos, políticos y empresarios) no será un único modelo sino varios y de diversas procedencias, los que se hagan presentes al momento de dar forma a un proyecto de urbanización; puede entonces considerarse, entre las referencias más inmediatas que pudieron transferirse al proyecto del bulevar santafesino, a las ideas de Torcuato de Alvear para Buenos Aires, formuladas en la misma década de 1880, pocos años antes; también en este caso deben salvarse diferencias de escala.84 La propuesta del "boulevard de circunvalación", planteada en el momento de la transformación de Buenos Aires en Capital Federal, está directamente relacionada, no sólo por la configuración que asume el bulevar sino también por los argumentos de vertiente higienista de Larguía, que reproducen hasta 81

CERDA, Ildefonso. Teoría de la construcción de las ciudades. Citado por PIÑÓN, Juan Luis. “Conjeturas sobre los orígenes del paseo de Valencia al mar”, en Historia de la Ciudad, Valencia, Icaro, 2000, pp. 156. 82 PISTONE, Catalina; "López: los indios y la inundación", en La Gaceta Literaria de Santa Fe, Santa Fe, número de junio de 1983, p. 2.. 83 Bando del gobernador Estanislao López de fecha 15 de junio de 1819. Citado por PISTONE, C. Op. cit. p. 2. 84 GUTMAN, Margarita y HARDOY, Jorge E.; Buenos Aires. Historia urbana del Área Metropolitana, Madrid, Mapfre, 1992, pp. 89 a 112. 118

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en la terminología usada, los esgrimidos para el bulevar porteño. (Imagen II.28) Con la propuesta de Torcuato de Alvear ante el Ministerio del Interior referida a la necesidad de regularización de los límites y de control impositivo del territorio de la Capital Federal,85 argumentaba simultáneamente la pertinencia de la construcción de un bulevar de circunvalación en: "...que sirviese de desahogo y paseo, contribuyendo a la mejor higiene de la ciudad, hermoseando la capital y permitiendo la mejor percepción de la renta /.../ una ancha vía que sirviese de válvula respiratoria y por donde tuviesen fácil salida los aires infectados”.86

También la idea de construcción de casas para obreros reconoce antecedentes en la gestión de Torcuato de Alvear, quien se interesa por la posibilidad de que fueran ejecutadas desde el estado, tomando como referencia modelos europeos, insistiendo con los fundamentos higienistas para predicar contra el hacinamiento de las casas de inquilinato;87 bien pudo haber sido esta iniciativa la que inspirara la propuesta de Larguía sobre este tema, francamente original en la Santa Fe de la época. Este proyecto pudo ser absolutamente desconocido para Emilio Schnoor, pero no puede decirse lo mismo de Jonás Larguía, quien fue diputado nacional por Santa Fe entre 1878 y 1882 y residió en Buenos Aires durante ese lapso, precisamente en el momento de la federalización. Se constata en la correspondencia de su archivo particular que mantenía trato personal con Alvear y con su arquitecto, Juan Buschiazzo;88 dado su perfil, es fácil suponer que se haya interiorizado en los proyectos de Alvear para la Capital Federal. Por otra parte, es indiscutible la condición de punto de referencia que Buenos Aires asumió siempre para las ciudades del interior, en particular en lo urbano-arquitectónico, por lo que no resulta aventurado asociar estos proyectos; y desde el punto de vista del formato de la presentación, también puede asociase por las coincidencias terminológicas y conceptuales – aunque en diversa escala- entre ambas propuestas. Sería razonable pensar que las propuestas santafesinas encuentran un referente en el modelo del bulevar de circunvalación de la Capital Federal, que fue traducido por los promotores de los bulevares locales; pero, a la hora de encontrar vinculaciones, y dada la variedad de alternativas que sobre el tema se pudieron manejar, resulta difícil dilucidar el grado de incidencia que pudo haber tenido cada uno de los otros posibles referentes enunciados, en la resultante final que, sin lugar a dudas es producto de una compleja conjugación de factores y alternativas. II. 7) Bulevares en ciudades del interior El caso que estamos estudiando en Santa Fe no se produjo de manera aislada; por el contrario hay una recurrente adopción de soluciones urbanísticas similares en distintas capitales provincianas del país que se verifican casi en simultaneidad; resulta de interés en este punto establecer paralelismos y encontrar ciertas relaciones comprobables respecto del trazado de bulevares, entre ciudades de fundación española que hayan vivido procesos de formación similares, aunque en situaciones de coyuntura diferentes, o con otras ciudades de formación posterior, donde también se da lugar a las mismas adopciones.

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Este primer proyecto de bulevar de circunvalación para la Capital Federal, ideado por Torcuato de Alvear y realizado por el ingeniero Pastor del Valle no debe confundirse con el segundo bulevar de circunvalación que definió en 1888 la traza de la Avenida General Paz como límite definitivo. El primero, no concretado finalmente, se ubicaba mucho más próximo al centro y perseguía el primordial objetivo de regularizar los límites del municipio. Ver: GORELIK, A. Op. cit., p. 92, nota 68. 86 Memoria descriptiva del proyecto de límites de la Capital Federal, presentada por Torcuato de Alvear ante el Ministerio del Interior, Buenos Aires, 25/11/1881; citada por CARRANZA, Arturo; La cuestión Capital de la República, Tomo V, Buenos Aires, Rosso, 1932, pp. 699/700. 87 GUTMAN, M. y HARDOY, J. E.; Op. cit., pp. 110 a 112. 88 AGPSF. Colección Larguía, Carpeta nº 2, Leg. nº 1, fs. 18-7. 119

Volviendo sobre el caso de Córdoba antes mencionado, en primer lugar interesa apuntar su contemporaneidad con la propuesta santafesina: de hecho Larguía presentó en la prensa su proyecto en marzo de 1887 poniendo como antecedente el “Boulevard del Oeste” cordobés,89 pero el intendente Luis Revol recién elevó al HCD el proyecto de transformación en bulevar en junio de ese año, por lo que se podría suponer un conocimiento previo de Larguía sobre los planes de su colega cordobés. Se verifica también una similitud de fundamentos, ya que al igual que Torcuato de Alvear para Buenos Aires y Larguía para Santa Fe, el intendente Revol puso el énfasis en los argumentos higienistas cuando hizo su presentación al HCD; argumentos idénticos a los que serán utilizados en todas las iniciativas similares operadas en las principales ciudades capitales del interior. (Imagen II. 33 c)

"La formación de un boulevard /.../ viene a llenar una sentida necesidad en una ciudad que carece de una avenida, que cuenta con muy pocas plazas –cuyas calles, con excepción de una sola son generalmente angostas; y en que con el notable aumento de la edificación se extiende día a día, y requiere de mayores vías de comunicación fáciles, espaciosas, que a la par que satisfagan estas necesidades, contribuyan al ornato y embellecimiento del municipio y consulte las mejores condiciones de higiene y salubridad de la ciudad".90

Además del bulevar “del Oeste”, en Córdoba se trazó simultáneamente un parcial bulevar de circunvalación, adyacente a las vías del Ferrocarril Central Argentino y al cauce del río Primero, que puso límites al centro histórico por el norte y el este; en 1889 se planteó la traza del Bulevar Junín, de dirección este-oeste, completando por el sur la perimetración de la ciudad vieja. Estos bulevares garantizaban el saneamiento, pero no sólo por la purificación del aire y la posibilidad de mejorar la forestación y el paisaje; se trataba además de lograr un verdadero saneamiento social, como ya se vio en la argumentación de Larguía y como aparece también claramente expresado en la presentación del intendente Revol, más radical que la del intendente santafesino en cuanto a la transformación del tejido social que perseguía; porque con este nuevo trazado se iban a lograr erradicar: “...los innumerables ranchos en los que viven hacinados, en completo desaseo, en medio de jangales, sin observar precepto alguno de higiene, un número considerable de habitantes /.../ En todas partes los boulevards son habitados por la gente más acomodada de las ciudades y esto se comprende perfectamente, porque en ellos se respira un aire muy puro, y son a la vez un punto de reunión para el mundo elegante que lo recorre en lujosos vehículos.”91

En este sentido vale diferenciar el discurso de Revol que destinaba el bulevar cordobés para la “gente más acomodada”, de la pretensión inicial de Larguía de construir casas para obreros en los bordes del bulevar santafesino. Además debe notarse que todas estas vías formalizadas en Córdoba entre 1887 y 1889, respetaban las orientaciones y la ortogonalidad de la traza colonial original o se sometían a la irregularidad de los accidentes geográficos y tendidos ferroviarios.92 89

Cuando Larguía menciona el Bv. del Oeste está remitiendo al caso de la transformación de la Calle Ancha, una vía de temprano origen colonial, surgida en 1592 al disponerse el ensanche de una de las calles fundacionales (de dirección nortesur, ubicada dos cuadras al oeste de la plaza mayor); el ensanche fue realizado para que por ella corriera una acequia que proveyera de agua a la ciudad. En 1881, surge en el municipio un primer proyecto de tratamiento de la Calle Ancha para darle mayor extensión en dirección al norte y convertirla en avenida empedrada y arbolada, pero esto no debió concretarse satisfactoriamente, ya que seis años más tarde el intendente hace referencia a la ausencia de avenidas en la ciudad (cita siguiente). Ver: BOIXADÓS, María C. Las tramas de una ciudad. Córdoba entre 1870 y 1895, Córdoba, Ed. Ferreyra, 2000, pp. 157 y 174. 90 Citado por PAGE, C. Op. cit., p. 25. La propuesta del intendente Revol, al igual que la de Larguía, también fue publicada en la prensa (ver: El Interior, Córdoba, 27 de junio de 1887, citado por C. Page y por M. C. Boixadós); allí puede notarse la similitud de los argumentos esgrimidos por la dirigencia política ante la necesidad de intervenir en la ciudad y la recurrencia al argumento higienista. 91 BOIXADÓS, M. C., Op. cit., p. 179. 92 PAGE, C. Op. cit., p. 23 a 29. 120

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En el caso de San Miguel de Tucumán, una ciudad de origen colonial, fundada ocho años antes que Santa Fe y considerada históricamente como la capital del noroeste argentino, puede notarse que en el mismo año 1887 la intendencia, en el marco de un plan de “disciplina urbana”, ordena la apertura de la ronda de bulevares arbolados de 30 m de ancho en coincidencia con las calles que en esa misma ordenanza se fijaban como límites de la ciudad, conformando una suerte de regular ciudad interior, favorecida por la homogeneidad absoluta de la cuadrícula, en un rectángulo de 18 x 14 cuadras de lado.93 Aquí puede hablarse de la concreción de un bulevar de circunvalación, dada la posibilidad, en ausencia de cualquier accidente topográfico, de cerrar la forma regular en todos sus lados; no obstante la distribución de población dentro de esta ciudad interior definida por el rectángulo que formaban los bulevares, no era homogénea, y en el área de los vértices de dicho rectángulo, aparecían muchas manzanas deshabitadas una década después de trazarse los bulevares.94 (Imagen II.32a y II.32b) En el caso tucumano también aparece asociada la modernización urbana que suponían los bulevares, con las novedosas tecnologías de transporte, ya que existía coincidencia entre éstos y la ubicación de las estaciones ferroviarias y también se verifica que pocos años después de trazados, el tranvía a caballos circulaba en todo el perímetro de la ciudad central a lo largo de estas vías, en las que también se realizaron las instalaciones para drenaje, se ejecutaron los pavimentos de mac-adam, se plantaron árboles, completando un anillo continuo de paseos típicamente decimonónicos, en cuyos frentes comenzaron a construirse los edificios más novedosos de la época.95 La ciudad de Rosario tuvo un nacimiento totalmente diferente al de las ciudades de fundación española que repasamos hasta ahora; siendo apenas una aldea de unos 1.500 habitantes cuando en 1823 recibe la designación de Ilustre y Fiel Villa por ser el poblado más importante de la región, su origen se remonta a los inicios del siglo XVIII, cuando se comienza a gestar un núcleo de población en torno a una capilla asentada en ese punto de la ribera del Paraná. Como se vio en el capítulo anterior, la segunda mitad del siglo XIX, que se inicia con la condición de ciudad otorgada en 1852 por ley de la Confederación Argentina, será de enorme prosperidad y crecimiento para Rosario, dado que al nuevo rango le agrega su condición de puerto con privilegios especiales, a raíz del Decreto de libre navegación de los ríos interiores, también promovido por el Gobierno de la Confederación (1852/61); Rosario será a partir de entonces emporio comercial y ciudad cosmopolita, y verá multiplicarse en muy breves lapsos su población; efectivamente, en 1858 registra 9.785 habitantes; en 1869, la población ha aumentado a 22.437 habitantes; en 1887, se contabilizan 50.914 habitantes y en 1895, 91.669 habitantes; es decir que en menos de 40 años multiplicó casi diez veces su población.96 Asentada inicialmente sobre una imperfecta cuadrícula cuyo origen puede datarse en 1814, cuando por iniciativa de la Junta de Hacendados se decide trazar la red de calles

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Ver: NICOLINI, Alberto. San Miguel de Tucumán 1880-1916. Desarrollo urbano y arquitectónico. Tucumán, UNT, 1973. Ver Plano de la ciudad de Tucumán en 1897, firmado por el intendente Zenón Santillán, en: MORENO, Daniela. “La ciudad del ensanche: Tucumán entre 1860 y 1930”, en Cuadernos de Historia Urbana nº 1, Tucumán, FAU-UNT, 2000, p. 103. 95 Ver Plano de la ciudad de Tucumán - Año 1888, en: MORENO, D. Op. cit., p. 102. Sobre la arquitectura de estos bulevares ver PATERLINI de KOCH, Olga. "San Miguel de Tucumán 1565-1930: la gestión de la ciudad", Tesis doctoral defendida en la Universidad Nacional de Tucumán en mayo de 2006; director: Alberto Nicolini, no publicada, versión mimeo, p. 156. 96 Ver: MAEDER, Ernesto. “Historia y resultados del Censo Confederal de 1857”, en Trabajos y Comunicaciones nº 18, La Plata, Edic. UNLP, s/f., p. 150/151; REPÚBLICA ARGENTINA. Primer Censo Nacional – 1869. Buenos Aires, Imprenta del Porvenir, 1872, pp. 110 a 134; PROVINCIA DE SANTA FE. Primer Censo General de la Provincia - 1887, Libro I: Población; Buenos Aires, Peuser, 1888; REPÚBLICA ARGENTINA. Segundo Censo nacional - 1895, Buenos Aires, Talleres Tipográfico de la Penitenciaría Nacional, 1898. 94

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tomando como centro la plaza,97 será recién en la década de 1860, con la ciudad inmersa en una febril expansión, cuando se comiencen a dar los primeros pasos en materia de regulación urbanística y rectificación. Entre ellos, la recurrencia al trazado de bulevares tiene su origen en una temprana ordenanza municipal, del 28 de octubre de 1868, que acuerda y ordena la apertura de dos calles, cuyos nombres parecen estar entonces en dudas: “Artículo 1º. Se abrirá una calle que corra de naciente a poniente a distancia de 9 cuadras de la Plaza 25 de Mayo de esta ciudad, y cuya calle se denominará BOULEVAR (sic).............. debiendo constar de 40 varas de ancho, y colocarse dos hileras de árboles de cada lado, y será construida según el perfil determinado en la Plaza principal de esta ciudad.” “Artículo 2º. Se abrirá otra calle que correrá de Norte a Sud, a la distancia de 14 cuadras de la Plaza 25 de Mayo, la que se denominará también BOULEVAR (sic).............. construida con las mismas condiciones y dimensiones indicadas en el artículo anterior para la que corre de naciente a poniente.” “Artículo 3º. Estos dos bulevares se terminarán en su punto de intersección en una Plaza cuadrada de 300 varas por cada frente.”98

Como puede notarse, casi dos décadas antes que Santa Fe, ya Rosario propuso un bulevar que anticipaba similares características, con idéntico ancho del que se proyectaría más tarde para la capital provincial, formalizando el área central, y planteándolo en términos de paseo; en todo caso la principal diferencia estaba dada en que en el caso rosarino, dado el moemnto de la propuesta, no estaba incorporada aún la línea de tranvías.99 La ordenanza incluía en el artículo sexto otra disposición de interés para la comparación con nuestro caso: la de que todas las calles que se abrieran por fuera del perímetro definido por estos dos bulevares, debían tener veinte varas (17,32 m) de ancho, a la vez que ordenaba el alineamiento de toda construcción futura en estas nuevas dimensiones. Seis años más tarde, estos dos primeros trazados, que aún no se habían efectivizado plenamente y constituían una marca precaria sobre el territorio periurbano, se complementaron con la ordenanza que dispuso la apertura de la Avenida Wheelwright,100 que bordeaba la estación ferroviaria localizada sobre la costa, y su continuación en el paseo costero, dando cierre por el norte y sobre la ribera del Paraná, a esa primera y débil ronda de bulevares. No obstante el carácter anticipatorio de esta ordenanza, la primera en disponer el trazado de bulevares en una ciudad del interior de Argentina, el Bulevar Santafesino (luego Oroño) como se denominó a posteriori al que debía correr de norte a sur, se inauguró en condición de tal, con su paseo central y jardines, recién en 1887, cuando el municipio dictó una ordenanza que disponía la nueva condición de paseo público; en el caso del Bulevar Argentino, como se llamó al que correría de este a oeste, nunca se completó su tratamiento, quedando convertido en avenida y la plaza cuadrada de trescientas varas (259,80 m) de lado que disponía el artículo 3º, fue el origen del primer gran parque público de Rosario, el Parque Independencia. La ordenanza de 1887 determinaba los aspectos ambientales y de diseño del paseo, anchos de las distintas bandas, tipos de forestación, etc., a la vez que disponía el cobro de un impuesto especial a los frentistas para solventar el mantenimiento de este paseo, en razón de las exigencias de trabajos de jardinería y obras generales para la construcción del

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En 1814 el Director Supremo Gervasio Posadas propone, en base a informes de los vecinos, la mensura y división de las tierras del Rosario, no sólo para el poblado sino también con relación a las tierras de labor. Ver: MARTÍNEZ DE SAN VICENTE, Isabel. La formación de la estructura colectiva de la ciudad de Rosario, Rosario, UNR, 1985. s/f. 98 MUNICIPALIDAD DE ROSARIO. Digesto Municipal. Ordenanzas, decretos, acuerdos y reglamentos dictados desde su instalación hasta el 31 de diciembre de 1889. Buenos Aires, Imp. J. Peuser, 1898, pp. 33 y 34; los trazos punteados son parte del texto original. Ver también: MARTÍNEZ DE SAN VICENTE, I. Op. cit., s/f. 99 El tranvía a caballos comienza a circular en Rosario en 1872. Ver: RIGOTTI, Ana M. Crónica ilustrada de la evolución urbana y arquitectónica de Rosario (1823-1955). Cuadernos del CURDIUR nº 1, Rosario, UNR, 1981. 100 MUNICIPALIDAD DE ROSARIO. Digesto cit., p. 61. Ordenanza del 24 de octubre de 1874. 122

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mismo; igual disposición regía para los frentistas de la Plaza Independencia.101 En virtud de una sostenida dinámica urbana, a partir de 1887 el Bulevar Oroño se consolidó rápidamente, constituyéndose en un espacio privilegiado de la ciudad, y sobre fines de ese mismo año, ya Rosario va a plantear una segunda ronda de bulevares, los originalmente denominados Rosarino y Timbúes, distantes nueve cuadras hacia el sur y oeste respectivamente, de los dos primeros.102 (Imágenes II.30 y II.31) La ciudad de Paraná decide la traza de sus primeros bulevares en coincidencia con los límites del área urbana, que habían sido fijados por la ley provincial de ejidos de 1872; en realidad en 1880, al momento de ejecutarse lo dispuesto por la ley, se marcaron esos límites como calles de 30 varas (25,98 m), o sea de un ancho mayor que el del resto de las calles urbanas, pero sobre finales de la década de 1880 esas calles anchas se convirtieron en bulevares, recibiendo la pomposa denominación de Gran Boulevard de Circunvalación.103 En el caso de Paraná esos bulevares no cerraron una ronda como se vio en Tucumán o Córdoba, sino que la condición de ciudad costera y los numerosos accidentes topográficos presentes en el sitio, llevaron a que fueran solamente dos los ejes trazados, en tanto que los otros dos límites del área urbana coincidieron con la extensa costa del Paraná y la de un arroyo afluente a éste, no siendo practicable un trazado que acompañara este largo trayecto. La ocupación de los terrenos aledaños a estos bulevares con un hipódromo, la sede de la Sociedad Rural, el vivero municipal y una escuela-granja, dan clara referencia de la condición suburbana de las tierras atravesadas por los mismos; a la vez, se verifica otra constante en el hecho de que uno de estos ejes daba acceso a la estación ferroviaria y era recorrido por una línea de tranvías. (Imagen II.33a) Puede notarse que a la simultaneidad cronológica se le suman otra serie de rasgos que permiten asociar estos proyectos urbanos en una misma línea de pensamiento sobre la ciudad. Se trata de proyectos encarados en tierras suburbanas que, con excepción de la Calle Ancha de Córdoba, distaban al menos nueve o diez cuadras del centro consolidado, motorizando áreas de futura y, en la mayor parte de los casos, lenta expansión, ya que aún en los casos de las ciudades de mayor crecimiento poblacional su ocupación plena demoró varias décadas; estos emprendimientos aglutinaron en torno a ellos los idearios de modernidad vigentes en sus respectivos medios y se convirtieron en ejemplos de los cambios que suponían las nuevas tecnologías al instalarse en el espacio de la ciudad. II. 8) El bulevar: un proyecto para la ciudad moderna “...es realizable, es liberal, es útil y conveniente”.104

Con estos calificativos cerraba La Revolución, la primera nota de presentación del proyecto de bulevar de circunvalación de Larguía. Todos los valores que la sociedad decimonónica había puesto en juego aparecen condensados en esa breve frase, que resulta un fiel reflejo de la mentalidad de la época: las ventajas de esta novedosa obra no podían ponerse en dudas, aún cuando se pusiera en dudas su propia factibilidad económica y las reales posibilidades del medio para concretarla. Poder medir el grado de modernidad que implicaba este proyecto, requiere recordar la somera descripción efectuada al inicio de este capítulo acerca de las condiciones en la que se desenvolvía la sociedad santafesina, que en muy breve lapso veía transformarse abruptamente la ciudad y su entorno, llegando a plantearse la virtual escisión entre la 101

Ibídem, pp. 140 y 141. Ordenanza del 3 de mayo de 1887. Ibídem, p. 171. Ordenanza del 19 de octubre de 1887. 103 SORS, Ofelia. Paraná. Dos siglos y cuarto de su evolución urbana, 1730-1955. Paraná, 1981, p. 267. De la misma autora, “Los Bulevares de Paraná” en El Diario, Paraná, 05/04/1987, p. 5. Referencia proporcionada por la arq. Mirta Soijet. 104 “Un Gran Proyecto”, en La Revolución, Santa Fe, 29/03/1887, p. 1. 102

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progresista ciudad del norte, ocupada principalmente por la burguesía inmigrante, y la tradicional ciudad del sur. Pero otra fractura, tal vez tan contundente como la confrontación norte-sur, va a producirse entre ciudad y periferia, entre la ciudad del este, enmarcada por la persistencia de la traza fundacional, y la del oeste, caracterizada por la irregularidad y provisoriedad de los bañados del río Salado.105 De esta contradicción va a ser muestra elocuente el proyecto de Larguía, en tanto fija una posición frente al fenómeno del crecimiento en la banda de tierras al oeste del área central; la burguesía reclama la hegemonía de la decisión sobre lo urbano y acciona decididamente para neutralizar a los sectores más pobres que también se alojaban dentro del perímetro de la ciudad ocupando tanto ranchos en los bordes como conventillos céntricos.106 El antagonismo de clase quedaba planteado y se manifestaba a través de los principios higienistas: identificar pobreza con insalubridad, vagancia, promiscuidad y abandono, sería un argumento reiterado para los sectores dirigentes (sean de alcurnia o de origen inmigratorio), que señalan los riesgos que amenazan a la ciudad. El bulevar asumía además, en este contexto, alto valor de representación; actuando como escenario de las clases más dinámicas, cumplía con la necesidad de imágenes urbanas calificadas que connotaran las expectativas de orden y seguridad requeridas para consolidar su ascenso. Con elocuencia, esta situación se ve reflejada en la prensa local, que presentaba el proyecto con juicios tales como: “...el Boulevard ‘Gálvez’ será una de las obras magnas llevadas a cabo en la época presente”.107 Jonás Larguía era, desde este aspecto, un personaje clave, dado que al haber estudiado en Europa poseía una particular autoridad, emanada del prestigio que esta formación le otorgaba ante la opinión pública, para dirimir cuestiones que comprometieran a la ciudad. Cuando Larguía se instala en Santa Fe en 1867, lo hace luego de haber permanecido un par de años en Buenos Aires a su regreso de Roma y de haber tenido en sus manos el proyecto de uno de los edificios públicos más importantes de ese momento, como fue el edificio para el antiguo Congreso de la Nación en Plaza de Mayo, levantado en 1865. Pero ya en sus años de estudiante, y dada la especial situación de ser el único becario de la Confederación, había adquirido notorio prestigio por su trayectoria en la Academia romana, pudiéndose hallar referencias en la prensa de la época: ”En el Giornale di Roma que tenemos a la vista, hallamos entre la lista de los individuos premiados en el concurso escolástico de 1860, de la Academia Pontificia de San Luca, el nombre de nuestro compatriota el joven D. Jonás Larguía que ha obtenido el segundo premio de arquitectura elemental, y el de igual clase en perspectiva. Este joven hace dos años se halla en Italia estudiando arquitectura y escultura por cuenta del gobierno nacional. El éxito de sus exámenes muestra de un modo patente que ha sabido aprovechar sus estudios...”.108

Con anterioridad a su rol de intendente, fue protagonista de muchas de las acciones más importantes llevadas a cabo en Santa Fe y la región, dando decidido impulso a la política inmigratoria, llegando a desempeñarse como Inspector de Colonias109, trabajando en pos de la modernización del sistema de transportes (ferrocarril y tramways) y de los

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Es la zona que, en el capítulo anterior, vimos recorrer a algunos de los viajeros, los que ya las denominaban arrabales en la década de 1850-60. Ver Capítulo I, notas nº 21 y 22. 106 Proveniente tanto del virtual desalojo de la población criolla que deambulaba antiguamente por los campos, a raíz del asentamiento de las colonias agrícolas, como de la población inmigrante de más baja condicion social u ocupacional, que no lograron acceder a la tierra rural ni incorporarse al trabajo urbano con algún nivel de cualificación. CARRASCO, Gabriel. Primer Censo General de la Pcia. de Santa Fe - 1887. 107 En La Revolución, Santa Fe, 04/10/1887, p.1. 108 “Los jóvenes Larguía” en El Correo Argentino, Paraná, 20/09/1860, p. 3, col. 5. Referencia: arq. María E. Del Barco. 109 LARGUÍA, Jonás. Informe del Inspector de Colonias de la Provincia de Santa Fe. Buenos Aires, Imp. y Litog. del Courrier del Plata, 1876; del mismo autor: Registro estadístico de la Provincia de Santa Fe. T.I -1882. Buenos Aires, La Universidad, 1884. 124

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equipamientos públicos (primer mercado);110 participó también en las provisorias instalaciones para la primera exposición rural, industrial y comercial destinada a exhibir los progresos de la región, la que se realizó en Santa Fe en 1887, y cuyo proyecto edilicio y de conjunto le corresponde;111 se trata de emprendimientos que están sin dudas en consonancia con su propuesta para el bulevar de circunvalación. Se suma a todo esto el hecho de ser el primer profesional en la disciplina que se instala en forma estable en la ciudad, ya que hasta entonces los pocos ingenieros o arquitectos que llegaban a Santa Fe, lo hacían por lapsos cortos, para abocarse a algún proyecto específico. Sin dudas, se trataba de un profesional prestigioso. “El Sr. Larguía reúne todas las condiciones necesarias para ser un buen intendente: laboriosidad, competencia, amor a la tierra, patriotismo y buena voluntad; todo lo tiene. En el nuevo puesto será indudablemente donde mejor se encuentre su espíritu emprendedor, amigo de la belleza y del progreso. Santa Fe hará una verdadera conquista...”.112

A la figura de Larguía se suma, para reforzar el imaginario progresista, la de Emilio Schnoor, ese ingeniero de origen alemán, formado en Brasil y experto en ferrocarriles. Además de su participación en las obras del Ferrocarril a las Colonias, aparece actuando como asesor de la Municipalidad en materia de adoquinados y tranvías, precisamente en esas tres cuestiones que mayor implicancia tienen en las transformaciones urbanísticas que se viven en la ciudad. Pero al margen de estos protagonistas, también la idea misma de bulevar pudo resultar sinónimo de "modernización" sin necesidad de muchas mediaciones. De hecho, el bulevar de la ciudad europea asociaba la idea del paseo arbolado de alto valor paisajístico con la posibilidad de que estos nuevos trazados alojaran subterráneamente las troncales de servicios infraestructurales y, a nivel, las líneas de tramway113 combinando en un mismo elemento urbano los distintos aspectos convergentes en la idea de ciudad moderna. Para los sectores de la sociedad santafesina que vivenciaban a diario los cambios que se operaban en la ciudad, incorporar un bulevar como elemento diferenciado en su vetusto paisaje urbano, poseía una especial significación. Revisando los fundamentos del proyecto de Larguía, cuya memoria, como se vio, fue publicada íntegramente por la prensa, se evidencia que los mismos elementos del bulevar europeo, a pequeña escala, se hacen presentes; aparece claramente expuesto el tratamiento con criterios paisajísticos, se hace explícita la idea de paseo para el disfrute de la población, la línea de tranvía es asociada indisolublemente al nuevo trazado y los tendidos infraestructurales quedan implícitos en el planteo de las condiciones que debían reunir los edificios que se levantaran en sus frentes. “...sería adornado con hermosas plantaciones, afectando lucidas formas, para solaz y recreo de los paseantes /.../ una especie de parquet (sic) de 30 m de ancho y más de 2.000 de largo, con su cinta de nuevos edificios levantados bajo una base científica en virtud de la cual se hallen respetadas todas las sanas reglas de la higiene...”.114

110 Autorizado por ley provincial del 13 de octubre de 1865. Ver: PROVINCIA DE SANTA FE, Registro Oficial, Tomo V, Años 1865/67, Santa Fe, Tipografía de la Revolución, 1889, pp. 9/10. La propuesta del mercado va acompañada de las especificaciones técnicas para la construcción redactadas por Larguía de acuerdo a las reglas higiénicas más avanzadas; dichas especificaciones formaron parte del texto de la ley. 111 Exposición y Feria de la Provincia de Santa Fe – 1887. Memoria de la Comisión Directiva. Santa Fe, Nueva Época, 1887. AGPSF. Colección Larguía, Folletos Varios. Contiene los planos de proyecto de los pabellones de la exposición. La prensa local había felicitado al arquitecto por su proyecto: “Hemos visto los planos de un edificio que por su ubicación y distribución será inmejorable. Los gallardetes serán vistos por todos los navegantes del Paraná /.../ El terreno para este palacio, aunque no es extenso, es bastante apropiado...”. En La Revolución, Santa Fe, 24/08/1886, p. 2. 112 “Don Jonás Larguía” en La Revolución, Santa Fe, 19/02/1887, p.1. Comentario acerca de su candidatura a intendente promovida por el gobernador Gálvez, en el que el periódico oficialista fija su simpatía por este candidato. 113 KOSTOF, Spiro; The city assembled, Boston, Bulfinch Press, 1992, pp. 228/229. Referencia de la Dra. Sonia Berjman. 114 En La Revolución, Santa Fe, 29/03/1887, p. 1.

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Una señal inequívoca de la significación que asume el bulevar como emblema de modernidad la dan las numerosas postales editadas en la época, que lo toman como objeto de atención; es obvio que en las postales se enfatiza la vocación deliberada por mostrar, una vocación que además, aplica criterios selectivos respecto de qué mostrar, y en este sentido el novedoso bulevar adquiere especial protagonismo. En las postales de la última década del siglo XIX y la primera del XX, se puede verificar un claro imaginario de progreso que asume múltiples representaciones de la ciudad; los espacios urbanos que se exponen y cuyas imágenes viajan por el mundo, permiten dar cuentas de la convicción con que se llevan adelante las transformaciones y el espacio del bulevar era uno de los lugares que se privilegiaban con este objetivo, en el contexto general de la ciudad.115 (Imágenes II.34a a II.34h) El bulevar de Santa Fe, a diferencia de los bulevares cordobeses o tucumanos, no pudo sostener de inmediato la circulación de una línea de tranvías en toda su extensión; la misma, pese a haber estado prevista en el proyecto original, demoró mucho más de una década en concretarse; no obstante, en agosto de 1899 se registró una propuesta de la Compañía de tranvías "Ciudad de Santa Fe", que circulaba desde 1885 en la zona céntrica, para tender un ramal a todo lo largo del Bulevar Gálvez, hasta el extremo este del mismo, a orillas de la Laguna Setúbal. La empresa fundamentaba su pedido en que la nueva línea: "...consultará mejor las necesidades públicas, pues al propio tiempo de facilitar un desahogo a la población en los días calurosos del verano, cooperará a la rápida edificación en aquel hermoso paraje, destinado a ser el paseo favorito en un plazo más o menos breve...". 116

En compensación, la empresa, haciéndose eco de la contraposición entre los barrios del norte y del sur, solicitaba permiso para levantar algunos tramos de sus líneas en el Barrio Sur, debido al "...escasísimo número de pasajeros que por él transitan..."; ninguno de ambos pedidos fue autorizado, pero la dicotomía quedaba, una vez más, claramente planteada. La construcción de una imagen de progreso desde el bulevar, vuelve a ponerse en evidencia cuando la ciudad decide celebrar ese proceso de modernización que, con más o menos contundencia, llevaba adelante, mediante un acontecimiento inédito como fue inaugurar el siglo XX poniendo en marcha la iluminación eléctrica en el Bulevar Gálvez; las crónicas periodísticas de la época refieren este hecho como un acontecimiento de gran importancia, que además posibilitó extender los ámbitos tradicionales de los paseos públicos nocturnos al bulevar, que hasta entonces servía sólo como paseo diurno. "Las fiestas del siglo: El último día el paseo de la tarde en el boulevard Gálvez y en la calle Comercio fue concurridísimo, y por la noche, no obstante las amenazas del tiempo, el boulevard perfectamente iluminado, estrenando la instalación eléctrica, reunió una gran parte del buen mundo social santafesino. Era realmente imposible conseguir un carruaje esa noche, todos habían sido alquilados para el corso del pintoresco paseo del norte /.../ Luego de las ceremonias religiosas muchos jóvenes volvieron al boulevard y esperaron la primera aurora del siglo XX para saludarla con jubileo."117

Seguramente éste quiso ser el digno corolario para un espacio que, sin lugar a dudas, había sido el primer espacio público santafesino concebido desde una forma moderna de hacer ciudad. Se abría así luminosamente el nuevo siglo, y se consolidaba la

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Haciendo un repaso del banco de imágenes del principal repositorio de la ciudad, en el rubro “tarjetas postales”, se localizaron treinta y ocho postales correspondientes aproximadamente al lapso mencionado (1890-1910). Entre ellas, doce corresponden al bulevar (29 %) en tanto que las otras veintiséis se distribuyen entre la Plaza de Mayo y los principales edificios de su entorno, algunas calles del centro comercial, el puerto, otras plazas, algunos equipamientos públicos recién inaugurados (Hospital de Caridad, Mercado, Banco Municipal, Consejo de Educación, etc.), es decir que el bulevar aparece como el objeto de representación que más se repite. Fototeca Archivo General de la Provincia - Santa Fe (Banco de Imágenes Florián Paucke). 116 ACDM-AE. Tomo 1896/99, fs. 473 y ss. 117 En Nueva Epoca, Santa Fe, 03/01/1901, p. 1. 126

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dicotomía producida por estos nuevos espacios, el progreso, los cambios, las nuevas sensaciones y “el vértigo”, en confrontación con la ciudad del sur, el centro fundacional; “...nuestro espléndido paseo se ve concurrido por numerosísimas familias, de tal manera que en las últimas horas de la tarde y durante las de la noche, se puede notar una interminable hilera de carruajes que causa un vértigo verdaderamente encantador con sus rápidas idas y venidas...”.118

En la década siguiente, el viajero valenciano Blasco Ibáñez que ya visita un bulevar totalmente consolidado, lo sintetizará con claridad: Por un lado de la ciudad se encuentran boulevares (sic) acabados de abrir, jardines risueños, edificios con estucos todavía frescos /.../ calles modernas, barrios flamantes y limpios, habitados por gente cosmopolita /.../ por el otro calles solitarias, muros de adobes roídos, sombríos monasterios...".119

II. 9) Los ensanches como referentes Algunas de las características de la operación que se analiza, circunscribiéndonos en este caso al proyecto del Bulevar Gálvez como espina generadora de todo un importante sector surgido de la nueva traza propuesta sobre los terrenos seleccionados, llevan a poder asimilarla –traducciones mediante- a la práctica de los ensanches de las ciudades de la Europa mediterránea decimonónica, especialmente las ciudades españolas. Es muy conocida la incidencia que tuvieron los trazados cuadriculares de ciudades, producidos por España en América durante la ocupación colonial, sobre las teorías y planteos urbanísticos de Ildefons Cerdá, que quedan acabadamente explicitadas en su propia obra. En cambio pocas investigaciones vinculan la expansión de ciudades americanas de este período con el modelo Cerdá y sus derivados.120 Sin embargo, entre las características que presentan estas expansiones, algunas se asimilan, aunque simplificadas, a las teorías y prácticas puestas en marcha casi contemporáneamente en España; y en este sentido más que fijar analogías con el Plan de Barcelona puede intentarse la aproximación hacia otros planes de una gestión más pragmática y tal vez menos ambiciosa en su base teórica, como el Plan Castro para Madrid, o el ensanche de Valencia, por ejemplo.121 (Imágenes II.23a a II.23c) La modalidad de los ensanches presentaba entre sus rasgos distintivos la voluntad de ordenar como conjunto un área urbana como acción global, partiendo de criterios novedosos de higienismo y circulación, fundados en una nueva teoría urbanística122 que reconocía la necesidad de comprender la naturaleza de la ciudad industrial para poder intervenirla; vale destacar en la base conceptual de esos ensanches de ciudades europeas la voluntad de fundar una nueva ciudad unitaria, total, una ciudad de nueva planta, diferenciándolos de la mera expansión que es la modalidad más frecuente de crecimiento, organizado sobre la prolongación de algunas calles existentes para añadir nuevos barrios a la ciudad;123 es esa idea de ciudad de nueva planta, el rasgo que mejor puede asimilarse al caso que estamos estudiando. 118

“Vida Social”, en Unión Provincial, Santa Fe, 06/01/1901, p. 1. Referencia arq. María E. Del Barco. BLASCO IBAÑEZ, Vicente. Argentina y sus grandezas, Madrid, 1910, p. 564. 120 Ver: TERÁN, Fernando de. “El urbanismo europeo en América y el uso de la cuadrícula. Cerdá y la ciudad cuadricular”, en Ciudad y territorio. Estudios territoriales, Vol. XXXI, nº 119-120, Ministerio de Fomento, Madrid, primavera-verano 1999; pp. 21-40. Ver también: GUTIERREZ, Ramón. “Modelos e imaginarios europeos en el urbanismo americano”, en Revista de Arquitectura, Santiago, Universidad de Chile, 1996, p. 2. 121 Ver: BONET CORREA, Antonio, ed. Plan Castro. Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, Madrid, 1978; PIÑÓN, Juan Luis. “Reflexiones sobre la genealogía de los ensanches”, en Ciudad y territorio. Estudios territoriales, Vol. XXXI, nº 119-120, Ministerio de Fomento, Madrid, primavera-verano 1999, pp. 351 a 372. 122 De hecho no es ocioso recordar que el propio término "urbanización" fue acuñado por Ildefonso Cerdá en su Teoría General de la Urbanización y aplicación de sus principios y doctrinas a la reforma y ensanche de Barcelona, publicado en 1859. 123 SOLA MORALES, Manuel; “Nuevas ciudades en el siglo XIX”, en Arquitecturas Bis nº 8, Barcelona, julio de 1975, p. 1. 119

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Los ensanches se distinguían netamente de los modos anteriores de hacer ciudad, y respondían a los nuevos valores de la sociedad industrial identificada con las nuevas formas económicas y jurídicas producto de la mentalidad liberal. Se basaban en una interpretación cientificista del fenómeno urbano, en cuyo contexto la ciudad histórica era objeto de una rotunda crítica por su incapacidad de dar respuesta a las exigencias y necesidades de la civilización del progreso; la propuesta que tuvo origen en esta crítica se fundó en una rigurosa racionalización de corte higienista que persiguió la máxima eficiencia en todos sus componentes.124 La presencia de la teoría de Cerdá y de las experiencias de los ensanches europeos de la segunda mitad del siglo XIX en la urbanística argentina de fines de dicho siglo ha sido muy poco referenciada por la historiografía local. Sin embargo puede sostenerse que existió un conocimiento de esta corriente, conocimiento reconocido incluso por algunos de los agentes directamente involucrados en acciones urbanísticas por esa época, como el arquitecto Juan Martín de Burgos, autor de un anteproyecto para la nueva capital de la provincia de Buenos Aires, La Plata (1881), quien explícitamente citaba a Cerdá y otros planes de ensanche en la memoria descriptiva que acompañaba su propuesta al Departamento Topográfico.125 (Imagen II.23 d) Es obvio que no se trata de trasladar linealmente estas características al caso que nos ocupa; una gran distancia separa a la Santa Fe de la década de 1880 de los consolidados centros urbanos a los que se anexaron estas nuevas experiencias urbanísticas. Por una parte los ensanches en el Viejo Mundo tuvieron una estrategia de diseño integral de la ciudad que no se limitaba al trazado sino que implicaba un modelo urbano donde la manzana en su relación de llenos y vacíos y en sus perfiles de ocupación se configuraba acabadamente, en tanto que en el caso de las ciudades argentinas, la nueva propuesta se limitaba al trazado y, en algunos casos, a fijar retiros, alturas y dimensiones de patios interiores. Por otra, la confrontación con la ciudad existente en Europa difiere enormemente del nuevo modelo, en tanto en América puede decirse que el viejo y el nuevo trazado participan de una lógica común, aunque los ideales y la resultante morfológica puedan diferir. No obstante, del análisis surgen puntos de contacto: en primer término, los argumentos del ingeniero municipal Benedetto Ghiglione, quien, al momento de opinar sobre la discordancia entre las dimensiones del trazado de la ciudad vieja y el nuevo manzanero que se proponía, expone que esto no debía preocupar porque no se trataba de una mera extensión sino de fundar nuevos centros que debían colocarse en las mejores condiciones de higiene y embellecimiento que fueran posibles.126 Evidentemente los conflictos que podían generarse por dos hechos, inéditos hasta entonces en la ciudad, como eran la discontinuidad entre las calles y el atravesamiento de líneas ferroviarias en los mismos sitios donde se producían los quiebres, no constituían una preocupación del ingeniero municipal por el momento. Se verifica reiteradamente en los documentos de la época el reconocimiento de todo este sector de la ciudad como un núcleo de nueva fundación; la vigencia de esta idea aparece reforzada por la figura unitaria que describe sobre el plano urbano, unidad que a la 124

GRAVAGNUOLO, B. Op. cit., pp. 57 a 60. “...para el trazado de las calles creemos que el sistema que reúne mayores ventajas sobre todos los demás es el llamado reticulado /.../ se ha adoptado últimamente en Europa en el ensanche de las ciudades de Roma, Barcelona, Génova, Nápoles y otras. El sistema reticulado anterior podría sufrir una modificación trazando las calles diagonales...”. BURGOS, Juan Martín. “La nueva Capital de la Provincia”, en Anales de la Sociedad Científica Argentina, tomo XIII, Buenos Aires, 1882, p. 97. Citado por TERAN, Fernando de y MOROSI, Julio (eds.). La Plata: ciudad nueva, ciudad antigua. Madrid, UNLPIEAL, 1983. Juan M. de Burgos demuestra en esta extensa memoria una sólida formación en materia urbanística; al igual que Larguía, se había formado como arquitecto en la Pontificia Accademia di San Lucca de Roma, aunque no debieron coincidir ya que Larguía regresó al país a fines de 1862 en tanto que de Burgos cursó sus estudios en la segunda mitad de esa década. 126 ACDM-AE, Tomo 1887/88, f. 221. Ver nota 71 de este capítulo. 125

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vez se enfatiza por la presencia del ramal ferroviario que se dirigía al puerto de Colastiné, que definía un borde curvo y que contenía al nuevo manzanero por el lado sur; así el bulevar trazado por el norte, la discontinuidad establecida con la traza histórica por el oeste, el terraplén ferroviario que cerraba por el sur y el sur-este, fueron bordes netos y contundentes que seccionaron esta porción de ciudad y le otorgaron una configuración unitaria, enfatizando sus peculiaridades. Otro elemento interesante al momento de apuntar las condiciones que tornaron individualizable al barrio como tal, fue la propia intencionalidad fundadora que puede detectarse en Marcial Candioti quien, al lotear sus tierras procedió a efectuar donaciones para las principales instituciones del barrio (escolares y religiosas) imitando la modalidad de los colonizadores que fundaban pueblos en la zona agrícola. Hasta cuatro décadas después de trazado el barrio, los planos de los equipamientos que se proyectaban para el mismo (mercado barrial, escuelas, acondicionamiento de la plaza) consignaban como ubicación: “Pueblo Nuevo Candioti”.127 La presencia de la plaza de dos manzanas en el punto medio de la traza del bulevar, ocupando simétricamente el eje de la composición y asumiendo connotaciones de lugar central, también aportaba a la idea de ciudad de nueva planta que se perseguía. La fundación de nuevos núcleos era en ese momento una práctica corriente en la región, aunque con un objetivo que estaba en estrecha relación con el proceso de ocupación productiva del territorio vinculada a la instalación de las colonias agrícolas y el ferrocarril, política en la que se hallaba comprometida la provincia de Santa Fe desde dos décadas antes. Debe tenerse en cuenta que, si bien inicialmente el proceso fue lento, con el paso del tiempo de activó notablemente. En la primera etapa (1856-1864) se fundaron sólo tres colonias agrícolas dentro de la órbita de influencia de Santa Fe128 (Esperanza, San Gerónimo y San Carlos), pero para 1887 la cifra se había multiplicado hasta alcanzar las ciento treinta y tres129, debiéndose recordar que en cada colonia se trazaba un poblado, aunque no todos llegaron a materializarse. El planteo en cuadrícula fue el modo de organización que se reiteró para todas las colonias, lo que generó un orden ortogonal a escala territorial, por cuanto la retícula se extendió indiscriminadamente sobre la llanura cubriéndola prácticamente sin solución de continuidad. La organización de los poblados seguía ese trazado ortogonal de las colonias, ubicándose generalmente centrados respecto del área total de las mismas, con lo que la plaza -casi siempre de cuatro manzanas- quedaba ubicada en la intersección de los ejes principales; en torno a ella se disponía una primera franja de una manzana de ancho, resultando un núcleo inicial de 16 manzanas. Más compleja fue la delineación de pueblos fundados en coincidencia con los tendidos ferroviarios; tomando como eje la vía férrea, el trazado consistía en una cuadrícula perfecta, limitada en sus cuatro bordes por sendos bulevares que con mucha contundencia definían la unidad del poblado y atravesada por otro perpendicular o paralelo a las vías.130 Sin generalizar indiscriminadamente este modelo, al menos puede afirmarse que era el que asumió el FFCC Central Argentino para la fundación de sus centros urbanos sobre su línea Rosario-Córdoba (1863-70) en un principio, la que atravesaba por el sur la provincia de 127

Archivo INTHUAR-FADU/UNL. Expedientes Escuela Mariano Moreno y Mercado “Progreso”. Para el concepto de área de influencia y su delimitación en el caso de la ciudad de Santa Fe en el período 1880-1900, ver un trabajo anterior de la doctoranda: COLLADO, A. y BERTUZZI, M. L. Op. cit., pp. 3 y 4. 129 La cantidad de población de la zona de la Provincia que puede considerarse comprendida dentro del área de influencia de la capital se había casi sextuplicado en los últimos treinta años anteriores a 1887 como consecuencia de la política colonizadora del estado provincial; la población de esa región había crecido de los aproximadamente 15.000 habitantes que registraba el Censo Confederal de 1857 (MAEDER, E. Op. cit., p. 151), a 33.900 habitantes en el Primer Censo Nacional de 1869 (cit. p. 120) y a 95.000 habitantes en el Censo Provincial de 1887 (cit., p. 153). 130 Ver GUTIERREZ, Ramón (comp.); “Argentina: La urbanización de la locomotora”, en 2C - Construcción de la Ciudad, nº 19, Barcelona, nov. 1981, pp. 4 a 46, en especial el trabajo de SILVA, Marta. "Los poblados ferroviarios del NOA". 128

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Santa Fe; años después, al prolongarse la línea hasta Tucumán se continuó con el mismo patrón. (Imágenes II.26a a II.26b) Esta experiencia acumulada de fundación de nuevos centros, con trazados regulares en cuadrícula y anexión de paseos arbolados o bulevares, tuvo indudable importancia en su momento para el afianzamiento del modelo cuadricular como una matriz que, por una parte acusaba la persistencia del modelo hispánico y, por otra, se asociaba sin reservas al proceso transformador. Se liga también en forma directa a la experiencia santafesina en razón de que, a principios de la década de 1870, Jonás Larguía se había desempeñado como ingeniero de obras del FFCC Central Argentino y había intervenido en los poblados que se estaban trazando, en los que los bulevares tenían un rol protagónico131. Si se pretende establecer una analogía entre estos bulevares creados en poblados nuevos trazados en terreno virgen y sin ninguna preexistencia, respecto de los bulevares santafesinos propuestos para la periferia de una ciudad colonial, cuyo núcleo tenía una antigüedad de más de tres siglos, dicha analogía resulta igualmente pertinente; en realidad, desde la óptica pragmática con que se encaraban estas intervenciones partiendo, como puede verse, de generar un tejido urbano nuevo al margen de la ciudad histórica, la diferencia que se establece por la existencia o no de un centro consolidado, no tendría mayor importancia. También la idea de nueva fundación está presente en la adopción de un nuevo patrón de urbanización, que recurría a calles más anchas y que dejaba de lado la manzana cuadrada de 120 varas (103,92 m) -vigente desde el momento fundacional-, para suplantarla por otra más reducida; esto quebraba al mismo tiempo la típica continuidad de las calles e impedía su prolongación indiscriminada en el nuevo sector, lo que está hablando por sí solo de una voluntad de tomar distancia respecto de la configuración de la ciudad histórica. El trazado era una herramienta de intervención manipulable y no un dato apriorístico, inmutable, intemporal. Para los técnicos que actúan en este momento en una secundaria capital de provincia es casi un descubrimiento, una nueva herramienta que les permite transformar el carácter del antiguo centro heredado del período colonial. La manzana cuadrada de cien varas (86,60 m) de lado y calles de veinte varas (17,32 m) no era de uso corriente en estas nuevas urbanizaciones, ya que la dimensión que más usualmente se aplicó en el trazado de centros de colonias agrícolas y pueblos ferroviarios fue la de 100 m de lado con calles de 20 m; es decir que en el caso que estamos analizando se conserva una idéntica proporción entre bloque y ancho de calle, pero en una dimensión más reducida. Por otra parte, como se vio en el capítulo anterior, la calle de veinte varas había sido ya utilizada en la ciudad (y en muchas ciudades argentinas) desde la década de 1860 para dimensionar las nuevas vías que se abrieran en la planta urbana, aún las que tuvieran continuidad con las existentes, que presentaban un ancho menor132. El loteo que fuera planteado esquemáticamente por Schnoor en el plano de proyecto133 que se presentó ante la Municipalidad, no se respetó al momento de fraccionarse efectivamente las manzanas. En este documento aparecen las manzanas divididas en dos franjas; la que tiene frente al bulevar presenta diez lotes iguales de 10 varas (8,66 m) de ancho cada uno, por una profundidad de 50 varas (43,30 m) y la franja restante se dispone con lotes idénticos a los anteriores con sus frentes abriendo hacia las calles transversales al bulevar; la disposición de los lotes se respetó en algunas manzanas aproximadamente en el loteo inicial, pero las dimensiones variaron sustancialmente, siendo frecuente encontrar manzanas divididas en ocho y no diez lotes con frente al bulevar, alcanzando el lote un ancho de 10,82 m. Seguramente para este cambio debió incidir el 131

AGPSF. Colección Larguía, Carpeta nº 2, Leg. nº 1, fs. 2-11. Ver Capítulo I, notas 131 y 132. 133 Plano Directorio de la Parte Nord-Este de la Ciudad de Santa Fe, Ver nota nº 58 de este capítulo. 132

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hecho de que muchas de estas fracciones se destinaban a residencias de cierta relevancia, por lo que el ancho de 8,66 m para un terreno entre medianeras no resultaba satisfactorio. (Imágenes II.18 y II.19)

Fue también frecuente la adquisición por parte de empresas o de renombradas familias santafesinas de dos, tres y hasta cuatro lotes con frente al bulevar, llegándose en casos a la compra de medias manzanas, para levantar los principales edificios residenciales del sector.134 Muchos de esos lotes de gran dimensión fueron a su vez fraccionados con posterioridad, desdibujando el formato de origen y resultando fracciones de dimensiones irregulares que ya nada tienen que ver con el planteo original, sino que surgen de conveniencias coyunturales de sus propietarios, por lo que se torna difícil visualizar en la actualidad cuál fue el patrón inicial. II. 10) Bulevar y especulación sobre el suelo urbano En paralelo con el proyecto se conformó una empresa inmobiliaria y constructora, que sería la encargada de llevar adelante las obras del bulevar, aunque sus objetivos eran mucho más ambiciosos. Si bien existía el antecedente de las empresas colonizadoras, éstas no abarcaban los rubros correspondientes a ejecución de obras. A la vez, no se registraban en la ciudad ejemplos anteriores de constructoras planteadas con una organización empresarial moderna. Se daban solamente casos de constructores experimentados, en torno de los cuales se tejía una red de oficios diversos de cuya asociación resultaba el total de la obra; existieron también unas pocas empresas medianas, generalmente foráneas, llegadas a la ciudad para efectuar algunos encargos puntuales, pero que no involucraban el negocio de la tierra. La Constructora Santafesina, como se denominó la empresa inmobiliaria propietaria (según la prensa de la época) del Bulevar Gálvez, contaba entre sus accionistas principales a Marcial Candioti e Ignacio Crespo, acompañados por un conjunto de figuras notables de la Santa Fe de entonces ("...los más fuertes capitalistas de la ciudad", expresa la misma fuente)135, entre ellos el ex-intendente Jonás Larguía; como gerente se desempeñaría el ingeniero Emilio Schnoor quien, frente al municipio, había aparecido como promotor de la idea. Entre sus objetivos se enunciaba: comprar y vender terrenos y propiedades; edificar en terrenos de su propiedad o por cuenta de terceros; construir calles, bulevares, avenidas, sistemas de desagües, tranvías, en la ciudad de Santa Fe; la personería jurídica le fue otorgada por el Poder Ejecutivo provincial en setiembre de 1887, un mes antes de la presentación formal del proyecto ante el municipio.136 El carácter eminentemente empresarial, se detecta inmediatamente. Por una parte el primer objetivo que se hizo explícito en el proyecto Schnoor era abrir el bulevar para contener la línea del tranvías a caballos que debía unir la vecina villa de Guadalupe con el puerto y con la Estación de Ferrocarril; así, la desviación hasta la boca de la laguna Setúbal no tenía mayor sentido, puesto que se trataba de chacras en las que no existía ningún elemento de interés a vincular. En cuanto al punto de cruce con el camino a Colastiné y Rincón, la vinculación del mismo con el puerto y la estación ferroviaria se hubiese podido resolver en diagonal con un trayecto mucho más corto. Sólo se entiende la traza adoptada si 134

El entonces gobernador José Gálvez, en cuyo homenaje se había dado nombre al bulevar, adquirió media manzana con frente al mismo y a la plaza que se proyectaba trazar en el punto medio del paseo; el mismo Gálvez donó una manzana completa a una orden religiosa para levantar allí un colegio católico para niñas; la Compañía Francesa de Ferrocarriles compró también media manzana sobre el bulevar para levantar la residencia del director de la Compañía en Santa Fe, que se construyó rodeada de un amplio parque y varias fracciones igualmente importantes quedaron en manos del Banco de la Provincia. ADMC; planchetas correspondientes a las manzanas citadas. 135 En La Revolución, Santa Fe, 14/04/1888, p. 1. 136 La Constructora Santafesina, catálogo de difusión, edición especial. Santa Fe, Nueva Epoca, 1887. Archivo INTHUAR – FADU/UNL, Caja 3, Catálogos. 131

se piensa en una operación inmobiliaria de gran magnitud; indudablemente, los dos principales propietarios y accionistas de La Constructora se beneficiaban mucho más con una traza este-oeste que con una norte-sur. Una vez operado y sin aprobación municipal el amanzanamiento del sector, comenzaron importantes ventas de manzanas completas, así como de conjuntos de ellas; una de las transferencias más importantes fue la venta de 28 manzanas a Celestino Rosas, abarcando los dos frentes del bulevar, desde calle 25 de Mayo hasta la laguna Setúbal, en setiembre de 1888137. Estas primeras ventas que inicialmente se supusieron muy beneficiosas para los antiguos propietarios, demostraron al poco tiempo un apresuramiento bastante poco redituable, producto seguramente de la escasa experiencia de los empresarios locales en estos temas. Entre 1888 y 1889 el valor de la propiedad se incrementó en forma notable y los precios que se manejaron en las primeras operaciones efectuadas (englobando grandes superficies) resultaron, a la postre, ampliamente superados y aportaron grandes ganancias a los nuevos inversores; así La Constructora Santafesina se deshizo en poco tiempo. La prensa de la época dedicaba largas columnas a explicar esta nueva situación, insólita para la ciudad, haciendo notar la incidencia de la localización de ciertas obras (entre las que se mencionaba la estación ferroviaria y el Bulevar Gálvez como ejemplos) en el proceso de especulación sobre el valor de la tierra. En una serie de seis artículos editoriales aparecidos en el periódico local La Provincia entre abril y mayo de 1889, se destacaba respecto del sector que nos ocupa: "Hace seis o siete años los terrenos alrededor de lo que hoy es la estación del FFCC a las colonias, valían 20 centavos la vara cuadrada y nadie se ofrecía como comprador. Se tenía casi una seguridad del ningún resarcimiento y grandeza, no sólo de aquel barrio sino de toda la población y de la ciudad entera /.../ Desde entonces las propiedades urbanas han tomado un incremento considerable y los precios han subido en un año el doble. Principalmente al norte, donde la estación del FFCC y los proyectos y capitales de la compañía inglesa dieron grande impulso a aquella parte de la población. En este punto y al este de la estación, todo pertenecía a dos o tres propietarios. Y todos estos hace dos o tres años creían un gran negocio deshacerse de sus propiedades a razón de 50 centavos la vara cuadrada en los puntos mejores y más altos. En seguida se formó la sociedad anónima `La Constructora' cuya historia todos conocemos: quedó disuelta al poco tiempo /.../ Esto demuestra que Santa Fe no ha alcanzado aún el nivel de las grandes ciudades y que hoy mismo las transacciones no tienen base sólida.”138

En el siguiente artículo, aparecido el 5 de mayo de 1889, se precisaba un valor de 4 $ la vara cuadrada para las manzanas que, en ese momento, lindaban con el bulevar (un precio cuatro veces mayor que el que ocho meses antes había pagado Rosas), y de hasta 15 $ en los aledaños a la estación del ferrocarril, agregando que: “Esto se explica porque en el norte se empezó a edificar con espantosa rapidez...”.139 Es claro que en medio del aletargado clima local, aún las expectativas más auspiciosas se veían desbordadas por el proceso de expansión que la ciudad estaba viviendo. La lógica especulativa del mercado había hecho pie en una ciudad en la que la tierra había sido hasta entonces un bien patrimonial transmitido por herencia para apuntalar la alcurnia de las familias tradicionales. Ahora, los nuevos sectores de origen inmigratorio, actuaban haciendo caso omiso a estas tradiciones, entrando la ciudad en una condición ambigua, dado que por una parte se la reconocía como una totalidad que debe tender al bienestar colectivo, cuando se esgrimía el

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CALVO, Luis. M. “De las chacras de la laguna al trazado del bulevar”, El Litoral, Santa FE, 03/04/1993, p. 6. “El Progreso en Santa Fe – III”, nota editorial en La Provincia, Santa Fe, 26/04/89, p. 1. Cuando el texto se refiere a "los proyectos y capitales de la compañía inglesa", cabe suponer entre ellos la iniciativa de Schnoor (apoderado de la compañía como vimos) acerca del bulevar. 139 "El Progreso en Santa Fe - IV", en La Provincia, Santa Fe, 05/05/1889, p. 1. 138

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discurso del higienismo por ejemplo, pero paralelamente se la concebía en términos de valor de usufructo privado. Este capítulo pretendió señalar la especial importancia que el bulevar asumió en la historia urbanística de Santa Fe, entendiendo que su principal rasgo inicial, es decir, la originalidad que supuso en este medio, su vigencia y el modo en que perduró su valoración como espacio urbano con fuerte significación, son prueba de una convergencia entre ideales de progreso, imágenes de representación social e intereses de clases, que se dirimían a través de la acción de autoridades y particulares en un momento de intensas transformaciones urbanas. Tal como había dicho la prensa, condensando esas expectativas: “...es realizable, es liberal, es útil y conveniente”.140

Analizando este caso, se intentó indagar tanto en los mecanismos que se pusieron en práctica para concretar las nuevas concepciones acerca de la ciudad en el marco de los procesos de modernización urbana, como las particularidades que adquirió la aplicación de dichos mecanismos en una coyuntura determinada, en este caso la de una capital de provincia, de fundación española. No esperamos que el caso de Santa Fe brinde una explicación plenamente generalizable a otras situaciones, pero las relaciones surgidas de su contrastación con los otros casos de ciudades provincianas revisados, hacen que el ejemplo resulte indicativo de los complejos mecanismos de traslación de las nuevas ideas urbanísticas, que en una primera aproximación pueden aparecer como impostaciones en la trama original, y que, al ser evaluadas en su historicidad, se descubren como acciones plenas de sentido.

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“Un Gran Proyecto”, en La Revolución, Santa Fe, 29/03/1887, p. 1. 133

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Imagen II.1: Vista de la Plaza de Mayo hacia el noroeste desde la torre del Cabildo, se observa la Iglesia Matriz y el Palacio Episcopal. Fecha: 1880 circa. Autor: Pedro Tappa. Fuente: Banco Digital de Imágenes Florián Paucke – AGPSF, código: H05215893.

Imagen II.2: Fachada este frente a Plaza de Mayo; antiguo Colegio e Iglesia jesuítica y algunas viviendas particulares. Fecha: 1880 circa. Autor: Pedro Tappa. Fuente: BDIFP – AGPSF, código: H05215895.

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Imagen II.3: Plano de la ciudad de Santa Fe trazado por el agrimensor Baldomero N. de Llano en 1884, incluido en una guía comercial de la ciudad y dedicado al Gobernador Manuel Ma. Zavalla. Es clara la división de la ciudad en dos polos en torno a la Plaza de Mayo (al sur) y al Puerto (al noreste de la planta urbana), en torno a los cuales se distribuyen las principales instituciones y se ubica la mayor densidad de ocupación y actividades. Fuente: ACDM-AE. Tomo 1884/86, f. 547.

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Imágenes II.4a – II.4c: Los viajeros de la década de 1880: Edmundo De Amicis, Estanislao S. Zeballos y Alejo Peyret.

Imagen II.5: Vista de calle Comercio hacia el sur, al fondo las torres de la Iglesia Jesuítica, del Cabildo y de la Catedral, recurrentes en las descripciones de los viajeros de la época. Fecha: década 1880. Autor: Pedro Tappa. Fuente: BDIFP – AGPSF, código: H05216031.

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Imágenes II.6a – II.6c: Vistas de la Plaza de Mayo: arriba, la calle Comercio hacia el norte durante un acto político; abajo, la plaza y el Cabildo. Fecha: circa 1890. Autor: José Ma. de Iriondo, Fuente: Vistas de la provincia de Santa Fe. 1888-1892. Santa Fe, El Litoral, 2000; pp. 19 y 21. Imagen II.6b: Retrato del fotógrafo José Ma. de Iriondo a los 11 años. Autor: Chute C. Brooks.; Fuente: BDIFP – AGPSF, código: I04513612.

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Imágenes II.7a – II.7c: Fotografías de Ernesto H. Schlie: Molino de Crespo, ubicado en la zona del puerto; panorámica de los galpones del Ferrocarril Santa Fe a las Colonias; interior del Taller de Cerana. Fuente: Álbum Vistas de la provincia de Santa Fe, República Argentina. 1889. (Fototeca Dpto. Estudios Etnográficos y Coloniales de S. Fe). 139

Imágenes II.8a - II.8e: Obras del ing. Jonás Larguía. Izquierda, arriba: retrato de Jonás Larguía; abajo: residencia de Mariano Cabal, conocida como “La Chinesca” (1867). Derecha, arriba: el primer Mercado de Santa Fe (1865); medio: el Congreso Nacional en Buenos Aires (1864); abajo: vista de la Exposición Industrial y Agrícola de la Provincia de Santa Fe (1887). Fuente: BDIFP – AGPSF, códigos: I01604243 y G05517027; Fototeca AGPSF.

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Imagen II.9: Plano de la ciudad de Santa Fe en 1887 indicando el Boulevard de Circunvalación propuesto por el ingeniero Jonás Larguía durante su intendencia. Reconstrucción propia en base a descripciones publicadas en el Diario La Revolución, 29 y 31/03/1887, p. 1. En ANEXOS se reproducen ambas notas. 141

Imagen II.10: La antigua Aduana, ubicada en el borde oeste de la ciudad, aproximadamente en el eje por donde pasaría el bulevar de circunvalación. Fecha: circa 1880. Autor: Pedro Tappa. Fuente: BDIFP – AGPSF, código: H05215898.

Imagen II.11: Vista desde la torre del Cabildo hacia el oeste; el perfil de la arboleda que se ve en fondo indica el sitio por donde pasaría el bulevar de circunvalación. Fecha: circa 1880. Autor: Pedro Tappa. Fuente: BDIFP – AGPSF, código: H05215896.

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Imágenes II.12 y II.13: Izquierda, retrato del ingeniero Emilio Schnoor, proyectista del Bulevar Gálvez. Fecha: circa 1910. Fuente: Archivo particular ing. Celso Higa, Campo Grande, Brasil. Derecha: acercamiento del sector a urbanizar en el Plano de Baldomero de Llano de 1884; Fuente: ACDM-AE. Tomo 1884/86, f. 547.

Imagen II.14: Plano de mensura de los terrenos que darán origen al Barrio Candioti. Fuente: ADPC–Mensuras. Dpto. La Capital, Expte. Nº 64. “Copia del duplicado de la Mensura de Don M. Candioti – Agrimensor A. Seelstrang en 1867”.

Imagen II.15: Vista de la ciudad desde los altos de la Estación del FFCC a las Colonias; en primer plano la calle Belgrano sin adoquinar, con tranvía circulando. Fecha: 1885. Fuente: PROVINCIA DE SANTA FE. Primer Censo General de la Provincia - 1887.

143

Imágenes II.16a - II.16b: Planos de la ciudad de Santa Fe en 1887, indicando las fracciones de tierras suburbanas antes y después del trazado del Bulevar Gálvez y Barrio Candioti. Reconstrucciones propias. Fuentes: ADPC–Mensuras, Dpto. La Capital, Exptes. Nº 64 y 124; ADMC - “Plano Directorio de la Parte Nord-Este de la Ciudad de Santa Fe”, sin catalogar.

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Imágenes II.17a – I.17c: Arriba, Plano general de trazado del Bulevar Gálvez y del Barrio Candioti; abajo, detalles. Fuente: ADMC, Carpeta: Planos varios, Plano Directorio de la Parte Nord-Este de la Ciudad de Santa Fe, sin catalogar. Sin fecha ni firma. Este plano sufrió muchos agregados y enmiendas que dificultan su interpretación y datación si no se tiene vista del original; en éste los agregados se identifican con claridad. 145

Imagen II.18: Evolución del catastro en las manzanas con frente al Bulevar Gálvez a partir de 1887 (manzanas 3421 y 3417, indicadas en el plano de la Imagen II.16 como manzanas C y G respectivamente). Reconstrucción propia en base al plano de trazado y a las planchetas catastrales actuales e históricas localizadas en el Archivo de Catastro Municipal. 146

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Imagen II.19: Evolución del catastro en las manzanas con frente al Bulevar Gálvez a partir de 1887 (manzanas 3515 y 3508, indicadas en el plano de la Imagen II.16 como manzanas Hh y Oo respectivamente). Reconstrucción propia en base al plano de trazado y a las planchetas catastrales actuales e históricas localizadas en el Archivo de Catastro Municipal.

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Imagen II.20: Vista del cantero central del Bulevar Gálvez (fotografía para visor estereoscópico). Fecha: 1900 circa. Autor: sin identificar. Fuente: Archivo particular A. Collado.

Imagen II.21: Vista del Bulevar Gálvez esquina Las Heras; a la izquierda, se ubica la manzana 3421 (Imagen II. 17) cuya mitad norte había sido adquirida por la Compañía Francesa de FFCC. La construcción que asoma entre la arboleda es la casa del Director de la Compañía. Fecha: 1905 circa. Autor: Augusto Lutsch. Fuente: MCSF. Censo Municipal de Santa Fe - Población, Edificación, Comercio e Industria - 1907.

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Imágenes II.22a – II.22d: Ciudades italianas al momento de la estadía de estudio de Jonás Larguía en Roma (18581862). Arriba, Proyecto para ensanche de Florencia realizado por Giuseppe Poggi (1865) y vista de la Piazza Cavour. Abajo, Plano de Turín en 1861 y vista aérea del Corso Vittorio Emanuele. Fuentes: AAVV. Le Corbusier. Il viaggio in toscana (1907), Venezia, Cataloghi Marsilio, 1987, p.47. SICA, Paolo. Historia del urbanismo. El siglo XIX. T. 1; pp. 444, 522 y 525.

149

Imágenes II.23a – 23d: Los Ensanches: Proyecto para Barcelona de I. Cerdá, 1859. Fuente: SICA, P. Historia del urbanismo. El siglo XIX. T1, p. 358. Plan para Madrid de C. Castro, 1860; Proyecto para Valencia de Calvo, Ferreres y Arnau, 1884. Fuente: AAVV. Atlas Histórico de Ciudades Europeas, T. I, pp. 47 y 167. Esquema del Anteproyecto de J. M. de Burgos para La Plata. Fuente: DE PAULA, A. La ciudad de La Plata, p. 84.

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Imágenes II.24a – II.24c: Los bulevares de cintura en ciudades francesas: Montpellier a vuelo de pájaro, 1886; acercamiento al Plano de Toulouse, Saget, 1777; Vista de Nantes a vuelo de pájaro, A. Guesdon, 1853. Fuente: GUARDIA M., MONCLUS, F.J. y OYÓN, J.L. (dir.). Atlas Histórico de Ciudades Europeas, T. II; pp. 215, 239, 299. 151

Imágenes II.25a – II.25b: Proyecto de Ciudad Lineal de Soria y Mata, planta y corte. Fuente: SICA, Paolo. Historia del urbanismo. El siglo XIX, T. 1, p. 357.

Imágenes II.26a – II.26b: Planos de Villa Quinteros y de Villa Alurralde, poblados ferroviarios de la provincia de Tucumán trazados por el Departamento Topográfico Provincial en 1889. Fuente: Revista: 2 C. Construcción de la ciudad, p. 31. 152

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Imagen II.27a - II.27c: Apertura de bulevares: la demolición de murallas en Florencia (186569); la construcción de la Gran Vía en el ensanche de Barcelona; el Bulevar Gálvez en Santa Fe. Fuentes: SICA, P. Historia del urbanismo. El siglo XIX. T. 1, p. 450; Cerdà. Urbs i territori, Barcelona, 1994; p. 36; Anuario Estadístico Municipal 1908.

153

Imagen II.28: Plano “Buenos Aires industrial y comercial”, publicado por la Oficina Industrial de Arturo Laurent, Litografía de G. Kraft, 1890. El límite urbanizado coincide aprox. con el bulevar de circunvalación que proyectaba Torcuato de Alvear. Fuente: “Buenos Aires 2050”, http://www.buenosaires2050.org/historia/historia-1887.html#.

Imágenes II.29a – II.29b: Planos de San José de Flores y de Belgrano, detalles del “Plano de la Ciudad de Buenos Aires, Capital de la República Argentina...”, trazado por J. B. A. Bianchi y publicado para la Exposición Continental de 1882. Fuente: Programa “Buenos Aires 2050”, http://www.buenosaires2050.org/historia/historia-1822.html#.

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Imagen II.30: Plano de la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe, publicado por Gabriel Carrasco en su “Descripción geográfica y estadística de la Provincia de Santa Fe”, 1886. Se sobreimprimen en color los ejes de los cuatro bulevares (Santafesino, Argentino, Rosarino y Timbúes).

Imagen II.31: Postal del Bulevar Oroño de la ciudad de Rosario. Fecha: 1910 circa. Fuente: Archivo Centro de Documentación de Arquitectura Latinoamericana (CEDODAL).

155

Imagen II.32: Plano de la ciudad de Tucumán, realizado por el Ing. Municipal Guillermo Rücker en 1888, que muestra la extensión de la ciudad hasta los bulevares. Fuente: MORENO, Daniela. “La ciudad del ensanche. Tucumán entre 1860 y 1920”, en Cuadernos de Historia Urbana Nº 1, Tucumán, FAU / UNT, 2000; p. 102. Se sobreimprimen en color las trazas de los cuatro bulevares (Sarmiento, Avellaneda, Roca y Juárez Celman).

Imagen II.33: Postal del Bv. Avellaneda de la ciudad de Tucumán, frente al asilo San Roque. Fuente: Gentileza Dra. Marta B. Silva. 156

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Imagen II.34a – II.34c: Bulevares en otras ciudades argentinas: el Paseo Rivadavia de la ciudad de Paraná; la calle Las Heras en Mendoza; la “Calle Ancha” de la ciudad de Córdoba. Fuente: Archivo Centro de Documentación de Arquitectura Latinoamericana (CEDODAL). 157

Imágenes II.35a – II.35h: Representaciones de ciudad moderna: postales del Bulevar Gálvez en distintas etapas de su consolidación entre 1900 y 1920. En la última (derecha) se observa la terminación del bulevar en el Parque Oroño. Fuente: Colección particular Lic. Graciela Hornia.

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CAPÍTULO III CONTROL, REGULARIDAD Y PROGRESO TÉCNICO

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“... subyacen los conceptos de circulación, higiene y estética urbana /.../ vehiculizados por una pléyade de especialistas y de legos entre los que sobresalen los cultos políticos de la 1 Generación del ’80.”

Dentro del amplio espectro de estrategias puestas en juego en la transformación de las ciudades provincianas en las últimas décadas del siglo XIX y reconociendo las distintas vertientes y disciplinas (coexistiendo de manera ecléctica la medicina, el derecho, las ingenierías mecánica y civil, la agrimensura, la política) en las que abreva el pensamiento urbanístico local de la época, cabe destacar el incipiente interés por encarar desde una aproximación científica los problemas de la ciudad y, consecuentemente, entender el esfuerzo de los técnicos y funcionarios públicos tratando de alcanzar ese objetivo. Se superpusieron, no siempre de manera articulada y coherente, operaciones de regulación a través de la normativa surgida de las ordenanzas y de los reglamentos ad hoc, con intervenciones concretas en términos de dotación de servicios públicos, tendidos de infraestructura, apertura de nuevas vías y alineamiento de las existentes, a la vez que se formularon propuestas atinentes a cuestiones de higiene y salubridad, estética urbana y circulación; la noción de plan a escala global, estructurado y factible, demoraría mucho en concebirse y en general en las ciudades del interior se detecta, en esta etapa, una tendencia a la generación de propuestas parciales, fragmentarias. En el capítulo anterior, al revisarse en detalle un episodio de la historia urbana santafesina, se pudo constatar el estado de transformación que atravesaba la ciudad en la segunda mitad de la década de 1880 y verificar un entramado de vinculaciones entre idearios y concreciones contemporáneas; se pudo notar también un afán relativamente generalizado por asignar una valoración positiva a los cambios, demostrado por los discursos de tono progresista de los cronistas que se revisaron. Pero a la par de los cronistas, otra fuente que permite verificar este clima celebratorio respecto de la idea de progreso es la prensa, que destaca en todo momento el crecimiento poblacional, la expansión urbana y las novedades que se incorporaban, sobre todo en materia de infraestructura, a la vez que denuncia como ya inadmisibles para entonces, las carencias que aún subsistían en la ciudad, especialmente en materia de equipamiento. "La vieja Santa Fe, aquella ‘puerta vieja de un mundo nuevo’ está llamando la atención de los capitalistas, para hacer en ella una completa transformación. Este es el resultado lógico de los progresos materiales que venimos alcanzando y que, de escalón en escalón, sin deshojar la corona de glorias que se encierran en este templo viejo alcanzamos a rivalizar con las primeras en todo orden y adelanto. Entre nosotros no existen ya las quimeras, y el pesimismo sólo da señales de vida entre aquellos que compulsan el barómetro del pasado. El adoquinado de nuestras calles será un hecho /.../ para dar nueva faz a los polvorientos arenales de Santa Fe. Tras la realización de éste, vienen varios adelantos /.../ El progreso nos invade, los capitalistas afluyen buscando incremento mayor en nuestro propio adelantamiento. Es preciso pues que a estos importantes agentes del progreso de Santa Fe se les de la acogida que solicitan."2

1

NOVICK, Alicia. “Árbitros, pares, socios. Técnicos locales y extranjeros en la génesis del urbanismo porteño”, en Arquitectura Sur nº 4, Mar del Plata, mayo de 1991, p. 44. 2 “Progresamos”, nota editorial de La Revolución, Santa Fe, 15/05/1886, p. 2. La referencia a la “puerta vieja” se hace en alusión a la ya comentada expresión de Edmundo de Amicis. Ver Capítulo II, nota nº 23. 161

Como se ve, la otra cara de esta celebración del progreso estaba dada, desde la prensa, por un liberalismo a ultranza que auspiciaba la recepción elogiosa del capital privado como único motor de los cambios e iniciativas, frente a las cuales el poder municipal debía actuar como gerente de los proyectos, administrándolos del mejor modo posible, facilitando la acción de estos promotores capitalistas. La inercia característica de la vida urbana santafesina y de su gente, se plasmaba sin disimulo en el Gobierno Municipal y en especial en el Concejo Deliberante que, como ya se vio en el capítulo anterior, jugó un rol ambiguo respecto del proyecto modernizador que se declamaba desde el poder político, incorporándose como un factor muchas veces retardatario del mismo; desde la prensa se criticaba francamente el accionar de la Corporación Municipal por no cumplir con eficacia el rol de gerenciamiento de las iniciativas empresariales que se recepcionaban en el Municipio: "Duerme aún el sueño del abandono la Honorable Comisión Municipal. La importancia de los asuntos que tiene entre manos parece que le sirve de peso y le cierra las puertas del recinto al que el pueblo y la prensa los llama al cumplimiento de sus deberes. Presupuesto, empedrado, aguas corrientes, no serán para Santa Fe más que un sueño dorado mientras que el gobierno municipal siga embriagado en esa apatía abrumadora de la cosa pública."3 “Estos proyectos son importantísimos pero tocan con los resabios de nuestros cuerpos colegiados, que sobre no contar con rentas suficientes, no buscan los medios de obtenerlas administrando regularmente la cosa pública."4

Efectivamente, en los últimos quince años del siglo XIX se produjo la instalación, siempre por iniciativa del capital privado y muchas veces según proyecto de esos emprendedores privados, de diversas infraestructuras y equipamientos tendientes a modernizar la vida urbana, aunque la relación entre proyectos y concreciones dejaba un balance francamente negativo, en tanto fueron muchísimas las iniciativas que se frustraron quedando sólo en proyectos o a poco de ponerse en marcha, en una ciudad cuya base económica no alcanzaba a sostener ciertos adelantos en las condiciones de rentabilidad exigidas por los inversionistas.5 III. 1) Infraestructura para el progreso urbano Los principales acontecimientos que en la segunda mitad de la década de 1880 marcaron ese progreso fueron la instalación de varias líneas de tranvías a caballo que recorrían la ciudad de uno a otro extremo partiendo del Barrio Sur, el adoquinado de las calles céntricas y la inauguración de una usina de energía eléctrica que abastecía también al área central. Sus promotores, en esta primera etapa, fueron empresarios nacionales en su mayoría, ya que la escala de Santa Fe no la convertía en un mercado apetecible para la inversión del capital extranjero que había monopolizado las obras de modernización en las grandes capitales americanas y, por el contrario, aparecen pequeños empresarios dispuestos a correr con el riesgo que el intento suponía; el contralor lo efectuaban los escasos técnicos municipales, no siempre acabadamente capacitados en el tema, y los funcionarios políticos y concejales, cada uno de acuerdo a sus particulares intereses. El tranvía a caballos fue el primer rasgo visible de la modernización urbana santafesina, aunque su instalación resultó francamente tardía respecto de otras ciudades

3

“Comisión Municipal”, en La Revolución, Santa Fe, 15/04/1886, p.2. En La Revolución, Santa Fe, 15/05/1886, p. 2. Nota editorial antes citada. 5 En el lapso 1885-1900 se pudieron identificar en los expedientes entrados al Concejo Deliberante: cinco solicitudes de concesión para instalaciones de aguas corrientes, de las que no se concretó ninguna; seis propuestas de instalación de una usina de luz eléctrica concretándose sólo una; nueve solicitudes de concesión de distintas líneas de tranvía, de las que se establecieron sólo tres; una propuesta de establecimiento de una usina de gas para alumbrado, que no se concretó. ACDMAE, Tomos 1884 a 1900. 4

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argentinas, según puede verificarse en el cuadro que se adjunta;6 sin dudas la débil dinámica urbana hizo que recién en 1885 se comenzara a justificar en Santa Fe un servicio de esta naturaleza, cuando el crecimiento, que ya hemos apuntado en el capítulo anterior, y la consiguiente expansión y densificación del área urbanizada, tornaron factible la instalación de una primera línea para vincular la zona del puerto con el Barrio Sur. INDICADORES DE URBANIZACIÓN EN CIUDADES ARGENTINAS7 CIUDAD

Bs. Aires

Córdoba

Tucumán

Corrientes

Paraná

Mendoza

Rosario

SANTA FE

Población 1869

187.346

28.523

17.438

11.218

10.098

8.124

22.437

10.324

Población 1895

663.854

54.763

34.306

21.588

19.228

28.602

91.669

28.462

1845

1866

1871

1863

1873

1873

1860

1870

Ochavado esquinas

sin datos

1874

sin datos

Telégrafo

1860

1863

1873

1870

1870

Teléfono

1881

1883

1880

1882

1884

1885

1883

1882

Tranvías a Caballo

1863

1879

1882

1890

1873

1885

1872

1885

Tranvías eléctricos

1897

1909

1905

1911

1921

1912

1906

1914

Adoquinado de calles

1857

1870

1880

1889

1871/77

1883

1865

1886

Alumbrado a gas

1858

1883

(*)

(*)

1890

1889

1867

(*)

Alumbrado eléctrico

1893

1888

1889

1905

1900

1901

1891

1891

1874-80

1880/3

1898

1907

1889

1885

1887

1905-07

Cloacas

1880

1888

1913

1911

1908

1920

1890

1908

1er. Reglamento de Edificación Municipal

1887

1900

1897

sin datos

1914

1902

1888

1895

Aguas corrientes

Entraron en juego también las transformaciones en la percepción del espacio de la ciudad y la multiplicación de las situaciones urbanas de interés que significaron polos de atracción para los flujos de usuarios, y que más que el aumento objetivo de las distancias a 6

La primera ciudad argentina en la que se instalaron líneas de tranvías a caballo fue Buenos Aires en 1863; al igual que lo ocurrido en la mayor parte de las principales capitales latinoamericanas, se trataba de un sistema que era propiedad de las empresas ferroviarias y que funcionaba como extensión de éstas dentro de la planta urbana. Ver GUTIERREZ, Ramón. Buenos Aires. Evolución Histórica, Buenos Aires, Escala, 1992, p. 88. 7 Cuadro de construcción propia; para Santa Fe se utilizaron fuentes documentales que aparecerán citadas más adelante en el texto. Para las otras ciudades se utilizaron fuentes bibliográficas que se citan a continuación: GUTIERREZ, R. Buenos Aires. Evolución histórica. Bogotá, Escala, 1992; GUTMAN, M. y HARDOY, J. E. Buenos Aires. Madrid, Editorial MAPFRE, 1992. PAGE, C. Propuestas e intervenciones urbanas en Córdoba 1880-1930, Córdoba, UNC, 1991; BOIXADÓS, Ma. C. Las tramas de una ciudad, Córdoba entre 1870 y 1895. Córdoba, Ferreyra Ed., 2000; GUTIERREZ, R. y SANCHEZ NEGRETTE, A., Evolución urbana y arquitectónica de Corrientes, t. 2. Buenos Aires, 1988; PATERLINI de KOCH, Olga. "San Miguel de Tucumán 1565-1930: la gestión de la ciudad", Tesis doctoral no publicada; RICCI, T. Evolución de la ciudad de San Miguel de Tucumán. Tucumán, Ed. Sesquicentenario, 1967. SORS, O. Paraná. Dos siglos y cuarto de su evolución urbana 1730-1955. Santa Fe, Ed. Colmegna, 1981. PONTE, Jorge R. La fragilidad de la memoria /.../Mendoza, 1885/1910. Mendoza, Ediciones Fundación CRICYT, 1999. RIGOTTI, Ana M. Crónica ilustrada de la evolución urbana y arquitectónica de Rosario (1823-1955). Cuadernos del CURDIUR nº 1, Rosario, UNR, 1981; MUNICIPALIDAD DE ROSARIO. Digesto Municipal. Ordenanzas, decretos, acuerdos, reglamentos dictadas desde su instalación hasta el 31 de diciembre de 1889. Publicación oficial, Buenos Aires, Imprenta de J. Peuser, 1898. La marca (*) indica que no existió el servicio.

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recorrer, que también se produjo, lo que definió la necesidad del nuevo medio de transporte fue la diversificación de los lugares y la mayor dinámica centro-barrios que se iba a ir verificando. En efecto, el espacio urbano se estructuró y calificó a partir de la localización de los equipamientos que habrían de operar como centros nodales y que debían quedar vinculados por los medios de transporte. Las líneas de movimiento adquirieron así una calificación adicional por ser parte de los recorridos que ritualizaban los desplazamientos ordinarios de la ciudad estableciéndose jerarquías de vías circulatorias que iban más allá de la mera capacidad de facilitar el tránsito de personas y cargas para transformarse en los lugares adecuados para el acontecimiento social, contribuyendo este hecho, de un modo decisivo, a la redefinición de la imagen urbana que la mentalidad santafesina requería para sí. Por otra parte este nuevo servicio generó un marcado fenómeno de causa-efecto al potenciar las posibilidades de expansión del área urbanizada permitiendo la instalación de elementos urbanos en la periferia, y a la vez unir puntos distantes pre-existentes en forma relativamente eficiente. La concesión de la primera línea fue autorizada por el Concejo Deliberante Municipal el 12 de mayo de 18848 y a principios de 1885 comenzó a tenderse sobre las calles de tierra arenosa, muchas veces inundadas o en pésimo estado de conservación, ante la expectativa generalizada de la población que asistía sorprendida al primer intento de modernización tecnológica ensayado en el paisaje urbano santafesino: la línea del tranvía “Ciudad de Santa Fe”. Fue grande la novedad que significó para los santafesinos este tendido, absolutamente inédito en una ciudad que nunca había encarado una obra pública que implicara una actividad de este tipo con movimientos de tierra, cuadrillas de operarios, traslados de materiales, etc. que convulsionaron la vida de las calles. "Cuando se construyó la primera sección de vía, era curioso presenciar los incidentes que se sucedían entre los peones de las cuadrillas de la empresa y los cocheros, carreros y repartidores de leche, verduras, carne, etc., pues por lo general el tráfico de coches se interrumpía en las calles en que se estaban colocando los rieles y los aurigas protestaban del abuso de la empresa /.../ Había gente que se pasaba las horas quietamente arrimada a los antiguos postes de algarrobo y de quebracho colocados en los bordes de las veredas, y en las esquinas, en los almacenes, presenciando las operaciones de desmonte y colocación de durmientes y rieles. Nunca habían visto estos trabajos y querían darse cuenta de lo que más tarde se habría de producir..."9

La referida concesión de mayo de 1884, tuvo su origen en una gestión iniciada por un empresario residente en la ciudad de Buenos Aires, Rómulo Pietranera, ante el Concejo Deliberante, en la que solicitaba se le autorizara tender una línea de tranvía a sangre con sistema Decauville de 0,75 m. de trocha y rieles de acero, con un recorrido que uniera el puerto de la ciudad con el antiguo cuartel de "La Aduana", ubicado en el Barrio Sur. El trayecto principal se desarrollaría por la calle Comercio, eje principal de vínculo entre la plaza fundacional y el puerto, pero en una segunda sección la línea se extendería hasta el poblado vecino de Santo Tomé con el recorrido que la empresa estimare más conveniente.10 Por tratarse de una primera línea, la extensión hasta Santo Tomé resultaba muy ambiciosa, pero por otra parte dejaba al margen el que pronto iba a convertirse en un punto clave, en el límite noreste del área urbana, como era la estación ferroviaria que desde enero de 1885, antes aún de comenzar los trabajos de la línea de tranvías, estuvo en funcionamiento. En el intento por resolver mediante el tranvía la histórica tensión puerto8

MCSF. Ordenanzas, Reglamentos y Acuerdos de la Municipalidad de la Ciudad de Santa Fe, Santa Fe, Nueva Epoca, 1887, Anexos, p. IV. Debe tenerse en cuenta que los rieles del tranvía se colocaron un año antes de iniciarse las obras de adoquinado de las calles. 9 PAREDES, Celestino. “El primer tranvía en la ciudad de Santa Fe”, en El Litoral, Santa Fe, 8/5/1935, p. 3. Se trata de una crónica del historiador santafesino Clementino Paredes, quien en su juventud había sido testigo de los hechos, en una nota periodística con motivo de cumplirse el cincuentenario de la inauguración de la primera línea. 10 ACDM-AE. Tomo 1884/86, fs. 147 y ss. 164

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plaza no se tuvo en cuenta el nuevo elemento que se había incorporado a la ciudad; de hecho, para subsanar esta carencia, la primera extensión que se concretó casi inmediatamente de habilitada la línea original, se ejecutó vinculando el puerto con la estación ferroviaria. Dos años más tarde Rómulo Pietranera transfirió la concesión a un santafesino, Desiderio Las Cuevas, y permaneció como administrador y gerente de la empresa,11 aunque en el medio local ya desde su inicio se identificó a esta empresa, que continuó usando el nombre de "Ciudad de Santa Fe", con el empresario Las Cuevas. Con la ejecución de esta obra se registró uno de los primeros conflictos de jurisdicción sobre el suelo urbano, por cuanto en la zona del puerto el Administrador de Rentas Nacionales ordenó la suspensión del tendido de las líneas en la ribera por ser ésta jurisdicción de la Aduana y no de la Municipalidad; los rieles estaban planteados a 15 metros de la orilla y debieron colocarse a 35 metros de la misma para satisfacer las exigencias de la autoridad nacional.12 En estos años se generaron varios problemas de este tipo con los tendidos de otras infraestructuras, ensanches de calles, etc., en el área portuaria, dado que sus límites no tenían una definición precisa y las calles urbanas aledañas al Paseo del Puerto se consideraban comprendidas dentro de la jurisdicción nacional. Si bien los trabajos correspondientes a la primera sección demoraron mucho en iniciarse por carencia de los materiales necesarios, una vez comenzadas a principios de 1885, las obras se desarrollaron con prontitud y el 9 de mayo de 1885 se puso en servicio la primera sección. El hecho concitó la atención de una población que celebró esta novedad entre el asombro y la desconfianza que toda transformación le provocaba. "La inauguración fue presidida por el Intendente Municipal /.../ el Ministro de Gobierno y altos funcionarios del estado /.../ Los coches iban engalanados con gallardetes y banderitas nacionales y, /.../ iban repletos de invitados que ansiaban hacer el doble recorrido hasta llegar al punto de salida. Precedíale un coche jardinera que conducía la banda de policía /.../ que durante el trayecto amenizaba con elegidas piezas de música y marchas triunfales /.../ veredas, azoteas y balcones de las casas en toda la extensión de la calle Comercio se encontraban repletas de gente ansiosa de presenciar el recorrido del primer tranvía /.../ en cada bocacalle era una de vivas y de gritos del pueblo sorprendido y alborotado a la vez /.../ algunas personas entradas en edad se resistían a subir en las jardineras pues desconfiaban de la seguridad de las mismas".13

A pocos meses de iniciados los servicios la empresa funcionaba con una frecuencia de 20 a 25 minutos, con salidas simultáneas de la terminal de la misma y de la estación ferroviaria, haciendo 42 viajes diarios entre las 7.00 de la mañana y las 10.00 de la noche sin interrumpir el servicio en las horas de la siesta, como tradicionalmente ocurría con los coches de alquiler.14 La prensa informa en esa época sobre mejoras en el edificio de la estación terminal de la empresa para hacerla más confortable: "...están construyendo en la estación una gran fuente que dotarán de aguas corrientes y aves para recreo de los pasajeros...".15 La extensión a Santo Tomé nunca llegó a concretarse, pese a los numerosos reclamos de los vecinos de esa localidad, distante 6 km al suroeste de la plaza fundacional, en la orilla opuesta del río Salado; los empresarios interponían permanentes problemas en la provisión de materiales y en el estado de los terrenos a atravesar para justificar la demora 11

BRUNET, Sonia y FERNANDEZ, Delia. Tranvías en Santa Fe, Santa Fe, Imp. Oficial, 1988, p. 32. En el momento de la recepción y gestión de la solicitud de Pietranera, el presidente del Concejo Deliberante Municipal era Desiderio Las Cuevas. Se da la paradójica situación de que tres años más tarde, Pietranera transfiere a Las Cuevas, quien ya no ocupa el cargo, la titularidad de los contratos que tiene celebrados con el municipio. 12 ACDM-AE. Tomo 1884/86, fs. 402 y ss. 13 PAREDES, C. Op. Cit. p. 15. 14 Datos tomados de avisos publicitarios en La Revolución, Santa Fe, abril/mayo de 1886. Es de notar que se hacía mención especial al hecho de que el tranvía funcionaba en el horario de la siesta provinciana, quebrando la tradición de absoluta quietud que hasta poco tiempo antes caracterizaba a ese momento del día. 15 “Tramway”, en La Revolución, Santa Fe, 2/09/1886, p. 5. 165

en las obras. Finalmente a principios de 1887 la Municipalidad desobligó a la empresa de construir la línea a Santo Tomé y en compensación la obligó a mejorar y adaptar la construcción de las líneas existentes a las necesidades de las calles adoquinadas.16 A mediados de 1887 Las Cuevas obtuvo una importante ampliación de la concesión y a la vez que se densificaron los tendidos en el área céntrica, se extendieron más allá del bulevar; con esta prolongación se pretendía llegar hasta el nuevo hipódromo proyectado en la Quinta de Iriondo, ubicada a 2 km hacia el norte del mismo. No obstante, esta última propuesta resultó en exceso ambiciosa, por cuanto una línea que recorriera zonas tan despobladas y con una afluencia importante reducida a un solo día de la semana, difícilmente se tornara redituable, lo cual hizo que los trabajos se ejecutaran con suma lentitud y aún en 1890 no había podido concretarse este trayecto.17 Otra extensión importante concedida a esta empresa en febrero de 1889, le permitió alcanzar las inmediaciones de la nueva estación del FFCC Buenos Aires y Rosario, ubicada diez cuadras al oeste de la Plaza de Mayo, quedando así vinculadas por una misma empresa las dos estaciones ferroviarias de la ciudad; esta línea estuvo terminada a principios de 1892.18 Una segunda concesión fue otorgada por la Municipalidad en setiembre de 1886 a otro empresario porteño, José Velar, para el tendido de una línea que recorriera el área central pero con un circuito perimetral a la primera compañía autorizada; esta nueva empresa llegaría hasta el hospital, en el extremo sur de la calle Comercio, y por el norte, hasta las vías del FFCC Santa Fe. Por lo demás uniría los mismos polos de interés que la otra compañía: la Plaza de Mayo, la estación del FFCC y el puerto; puesto que en extremo noroeste la línea llegaría a los corrales del abasto (antiguo matadero) ésta sería la empresa encargada de transportar las reses al mercado público, para lo cual un breve ramal penetraría en el mismo.19 Las obras se desarrollaron con lentitud, inaugurándose los servicios de la primera sección en marzo de 1889. Con esta segunda empresa se generaron expectativas en la población respecto de un mejoramiento del sistema de transporte urbano; la prensa, evidenciando que existía descontento con la primera empresa instalada, apuntaba entre las ventajas de ésta: "El largo trayecto que recorre y la baratura del pasaje será indudablemente la causa de que este tramway se lleve las tres cuartas partes de los pasajeros. El único defecto que hasta ahora se nota en el tramway del señor Velar es la poca costumbre que tienen los caballos para tirar, lo que ocasiona gran retardo en los viajes. Subsanado este inconveniente el tramway `Progreso de Santa Fe', será el mejor servido y merecerá la protección del público."20

El empresario Velar se encontraba asociado con Paulino Llambí Campbell (su yerno y representante en Santa Fe) e instalaron la estación de esta compañía en un terreno de este último, sobre el nuevo bulevar, en el cual se generaría un primer núcleo de desarrollo periférico, comenzándose por la construcción, en la misma manzana de la estación, de un conjunto de ocho viviendas financiadas por el Banco de Crédito Territorial, de cuyo Directorio Llambí Campbell era miembro. (Imagen III.4) En realidad, el proyecto era más ambicioso, según se destaca en la prensa de la época: "Se ha dado principio a la construcción de sesenta casas para obreros, en los terrenos propiedad del Sr. Llambí Campbell, a inmediaciones de la estación del Tramway `Progreso de Santa Fe'. La idea del Sr. Llambí no puede ser más laudable, por cuanto ella viene a llenar

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ACDM-AE. Tomo 1887/88, f. 109. ACDM-AE. Tomo 1887/88, fs. 144/5 y Tomo 1890/91, f. 71. 18 ACDM-AE. Tomo 1889, f. 60 y Tomo 1892, f. 88. 19 ACDM-AE. Tomo 1887/88, f. 13 y La Revolución, Santa Fe, 5/10/1886, p. 1. 20 En La Provincia, Santa Fe, 20/3/1889, p. 2. 17

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una necesidad sentida /.../ Se nos asegura que en breve se terminarán, dándose principio a alquilarlas."21

El largo recorrido que la prensa destacaba como una de las ventajas de esta empresa, se tornaría, en poco tiempo, un problema por lo poco redituables que resultaban algunos trayectos; en 1891, esta empresa solicitó a la Municipalidad la autorización para acortar recorridos utilizando desvíos en la zona céntrica de modo que, hasta la estación de la empresa llegaran sólo algunos horarios, dando en el centro una mayor frecuencia, pese a lo cual la empresa siguió sin resultar rentable. Una prolongación importante de esta línea se verificó en ese mismo año cuando se fijó el recorrido por el Bulevar Gálvez y el Barrio Candioti; éste fue el último emprendimiento importante en la extensión de los tranvías a caballo que, ya entrado el siglo XX, veían sobrevenir su obsolescencia e inminente reemplazo por un medio más eficiente como lo era el tranvía eléctrico, establecido en Buenos Aires ya desde los últimos años del siglo anterior.22 Una tercera línea, habilitada a principios de la década de 1890 fue la del “Tramway al Matadero"; fue la primera que traspuso los límites del área urbanizada para vincular a la ciudad con los equipamientos colectivos ubicados en la periferia, como el hospital, el cementerio y el matadero, a la vez que posibilitó el transporte de carga eficiente desde el matadero hasta el mercado público. La solicitud de concesión fue presentada por el empresario Mariano López en virtud de un llamado a licitación de la Municipalidad de Santa Fe en junio de 1887, para el establecimiento de un matadero público y consecuentemente una línea de transporte desde el mismo hasta el mercado. En 1889, habilitado ya el matadero, la línea aún se encontraba en construcción por los problemas de jurisdicción que se ocasionaban en los cruces con las vías del FFCC Santa Fe, pero para el año siguiente ya se hallaba en funcionamiento y significó un impacto importante en la apropiación del territorio circundante, ya que permitió aumentar el radio de accesibilidad desde la ciudad central. Fueron éstas las tres empresas que habrían de sostenerse en la ciudad durante todo el lapso de vigencia de los tranvías a caballo; lo confirman una guía turística de 1907,23 así como los Anuarios Estadísticos Municipales editados entre 1904 y 1914, en los que sólo se registran estas tres líneas con sus extensiones de vías casi congeladas en la última década de funcionamiento.24 No obstante a partir de 1887 se sucedieron innumerables solicitudes a la Municipalidad por parte de inversionistas particulares que buscaban obtener concesiones para instalar líneas de tranvías, negocio que en ese momento se vislumbraba con grandes perspectivas, habida cuenta de los positivos balances arrojados por los primeros tiempos de funcionamiento de la primera empresa y por antecedentes de empresas de otras ciudades. Sin lugar a dudas, la implantación de la red tranviaria significó para Santa Fe, como ocurrió en tantas ciudades argentinas por esa época, un factor de gran incidencia en la modernización urbana. Todos los cronistas revisados lo destacan como un hecho importante, puesto que se tornó en un rasgo distintivo del cambio que se estaba operando en la ciudad, evidenciando sus posibilidades de expansión y su crecimiento poblacional. (Imagen III.8)

No obstante, las características de la población local y su contradictoria manera de enfrentar los cambios en la ciudad, significaron muchas veces un freno para el desarrollo de los nuevos emprendimientos; y así como el tranvía había sido saludado con júbilo en su primer recorrido, también comenzó muy pronto a ser criticado por ciertos inconvenientes que supuestamente traía aparejados. Existen crónicas acerca de cómo al comenzar a producirse los primeros accidentes la población reaccionó criticando al sistema de transportes en sí 21

En La Provincia, Santa Fe, 28/4/1889, p. 2. Referencia proporcionada por la prof. Susana Piazzesi. ACDM-AE. Tomo 1905/1908, f. 19. 23 MARTINEZ, A.B. Manuel del voyageur - Baedeker de la Republique Argentine, 3ª ed., 1907, p. 478. 24 MCSF. Anuario Estadístico de la ciudad de Santa Fe. Años 1904 a 1914, vols. I a X, ver capítulo "Locomoción". 22

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mismo y no a la impericia de los conductores o al deficiente tendido de los rieles. También se levantaron muchas protestas respecto de los ruidos molestos que el nuevo servicio provocaba, llegando en este sentido la Municipalidad a prohibir la circulación de los vehículos en los días de Semana Santa o a reducir velocidad y toques de bocinas en las horas de la siesta o cuando se aproximaran al domicilio de algún vecino enfermo.25 Todas estas medidas dan cuenta de que el servicio llegaba con un cierto anticipo respecto de las costumbres pueblerinas de una población poco proclive a aceptar los cambios de usos y tradiciones. El nuevo medio de transporte implicaba un rasgo de modernidad que no guardaba coherencia con la imagen general que la ciudad presentaba hacia 1885 cuando aún las calles no estaban siquiera empedradas; con el transcurrir de los años fue dándose un proceso de mutuo ajuste entre la calidad del servicio y la imagen urbana que le daba sustento. En este sentido la prensa jugó un rol importante, porque así como hacía públicos los inconvenientes en la prestación del servicio también destacaba el impulso que el mismo comportaba para la ciudad: "Ya no es la Santa Fe de antes la ciudad en que vivimos /.../ las distancias se acortan por medio del tramway, el conductor más fácil y el que está al alcance de todos. Hace 5 años apenas, los vecinos del sur tenían que ‘gipar’ para llegar hasta el ‘otro barrio’ como decían al extremo norte de la ciudad, y que terminaba donde es hoy la capilla del Carmen; más allá eran puros arrabales temidos por los ‘calareras’ que decían verse por ahí ‘bultos malos’. Pero el progreso vino, y Las Cuevas se encargó de llevarnos por diez centavos hasta la estación del FFCC /.../ y ahora no hay una sola calle que no esté cruzada por rieles de las empresas distintas que existen actualmente /.../ Bien por el progreso!"26

Pero también con los tranvías se suscitaron problemas que hicieron que el municipio debiera acudir ejerciendo un control especial sobre la prestación del servicio, en una situación hasta ese momento inédita en la ciudad; se registró así, a poco más de un mes de comenzar los servicios de la primera compañía, la ordenanza que reglamentaba la circulación de los coches con normas referidas a velocidad, paradas, frecuencias, cantidad de pasajeros transportados en cada coche, señalizaciones y bocinas en los coches, etc.27 Más allá de lo anecdótico de las reglamentaciones en particular, interesa la cuestión por tratarse de una de las primeras ocasiones en que la Municipalidad debió ordenar ciertos aspectos de la actividad urbana, en virtud de la complejización producida por el progreso. Enlazadas con la cuestión del transporte, se multiplican las referencias acerca del deficiente estado de conservación de las calles santafesinas, siendo un lugar común en todas las descripciones y crónicas de la época, donde se mencionan las características calles de "arena suelta" que se tornaban imposibles de transitar en los días de viento y sofocantes por calentamiento durante el verano. En 1885 llegó a establecerse mediante una ordenanza la prohibición de galopar por las calles "...con excepción de los médicos, dentistas, flebótomos, sacerdotes y militares en servicio..." como un modo de controlar la circulación y el avance del deterioro de las calzadas.28 También de 1885 data una propuesta presentada por el ingeniero Emilio Dorregani a la Municipalidad, para establecer un servicio de riego urbano; en los considerandos de la misma el proponente realiza una colorida descripción que da cuentas del calamitoso estado de las calles urbanas: "...el mal estado de las calles y la cantidad extraordinaria de tierra sublevada por el continuo movimiento de vehículos, por los vientos o por el simple tránsito por las calles /.../ el aire saturado por este polvo es sumamente perjudicial para la hijiene (sic) y la ciudad se encuentra constantemente envuelta en una nube espesa de polvo finísimo que se introduce 25

PAREDES, C. Op. cit., p. 3; En La Provincia, Santa Fe, 31/5/1889, p. 2. 27 Ordenanza nº 56, del 6/06/1885. MCSF. Ordenanzas, Reglamentos y Acuerdos de la Municipalidad de la Ciudad de Santa Fe, Santa Fe, Nueva Epoca, 1887, p. 51. 28 Ordenanza nº 52, del 3/03/1885. MCSF. Ordenanzas, Reglamentos y Acuerdos de la Municipalidad de la Ciudad de Santa Fe, Santa Fe, Nueva Epoca, 1887, p. 48. 26

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en las habitaciones, en los alimentos, en las bebidas, que prepara una atmósfera cuya respiración incómoda, difícil e irritante predispone con eficacia para contraer enfermedades largas y complicadas /.../ y hay que añadir a esto la reverberación sofocante de la arena calentada por los rayos ardientes del sol en este clima casi tropical...".29

El empedrado de las vías principales se había convertido, sobre todo con el crecimiento de la ciudad durante la década de 1880, en un imperativo que no podía seguir postergándose y la carencia de esta mejora elemental significaba un rasgo de atraso muy marcado para la ciudad; más evidente aún se hacía esta situación si se tiene en cuenta la diferencia que se marcaba con la ciudad de Rosario, cuya Municipalidad dos décadas antes (1865) había ya firmado los primeros contratos para estas obras y que hacia 1885 contaba con numerosas cuadras de calles céntricas empedradas.30 El contraste, en desmedro de la imagen de la capital, fue motivo de atención para las autoridades provinciales y en noviembre de 1884 fue sancionada una ley que autorizaba al ejecutivo provincial a concurrir con el 50% del costo del adoquinado de cuarenta cuadras en la ciudad de Santa Fe, entregando en pago tierras fiscales, debiendo el monto restante abonarse en partes iguales por la Municipalidad y los propietarios frentistas.31 Para la intendencia era un verdadero desafío, por cuanto el mantenimiento de la transitabilidad se hacía cada año más engorroso en razón del aumento de la cantidad de habitantes y de vehículos y el consecuente incremento de los flujos que deterioraba las calzadas. En la memoria anual de 1885 el intendente Mariano Comas menciona el problema, apuntando la imposibilidad de encarar las obras de adoquinado debido a los escasos recursos del erario municipal: "...Todo el año tiene que ocuparse de las calles la municipalidad por el natural desperfecto del suelo y la difícil salida de las aguas cuando llueve/.../ por más que se gaste en el arreglo de las calles, jamás se conseguirá conservarlas en buen estado mientras el empedrado no sea un hecho/.../ pero, con los recursos que posee actualmente la Municipalidad será un poco menos que imposible satisfacer/.../ y llevar a cabo las obras públicas que necesita."32

La pretensión del intendente era encarar el porcentaje de las obras que correspondía a la Municipalidad con los recursos provenientes de la recaudación impositiva general, lo cual resultaba imposible ya que de la misma memoria anual de 1885 se desprende que el presupuesto municipal de ese año (que para obras públicas preveía sólo trabajos de mantenimiento de escasa envergadura) era casi un 30% más alto que el monto de la recaudación impositiva. Por otra parte los $4.000 que dicho presupuesto destinaba a obras públicas, aún invertidos totalmente en obras de adoquinado hubiesen alcanzado para empedrar apenas cuatro cuadras de la ciudad, por cuanto el costo de obra era de siete pesos por metro cuadrado. Para que el adoquinado se hiciera realidad debió darse un cambio de criterio sobre cómo solventar las obras y, argumentando en el beneficio generalizado que la mejora significaría, se optó por un pago directo y compartido entre los propietarios y el Gobierno Provincial, actuando la Municipalidad como ente de control y administración. El mismo intendente Mariano Comas, cuando presenta al Concejo Deliberante el proyecto de contrato para el adoquinado de las primeras cuarenta cuadras, se refiere a las consecuencias que tendrá su ejecución: "...adelantaremos el embellecimiento/.../ las malas condiciones higiénicas desaparecerán/.../ habrá alivio a las cuantiosas sumas que gasta anualmente la

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ACDM-AE. Tomo 1884/86, f. 533. RIGOTTI, Ana M. Crónica ilustrada de la evolución urbana y arquitectónica de Rosario (1823-1955). Cuadernos del CURDIUR nº 1, Rosario, UNR, 1981, p. 35. MUNICIPALIDAD DE ROSARIO. Digesto Municipal. Ordenanzas, decretos, acuerdos y reglamentos dictados desde su instalación hasta el 31 de diciembre de 1889. Buenos Aires, J. Peuser, 1898, p. 88. 31 PROVINCIA DE SANTA FE. Registro Oficial. Tomo XII, años 1883/1884. Santa Fe, Tip. La Revolución, 1889, p. 352. 32 MCSF. Memoria de la Intendencia Municipal - Mariano Comas - correspondiente al año 1885. Buenos Aires, Imp. Europea, 1886, pp. 15 y 16. 30

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Municipalidad cegando pantanos...".33 La prensa también destacaba, por esa época, la importancia que tenían estas obras para el progreso y la modernización urbana, dedicando el periódico La Revolución una columna editorial al tratamiento del tema.34 El primer contrato se firmó con la empresa Terrosa & Cía. en setiembre de 1886,35 para las principales calles céntricas y las calles de acceso a la zona del puerto; nuevamente, como en el caso de la primera línea de tranvías, la extensión del adoquinado marca una tensión de flujos entre la Plaza de Mayo y el Puerto, definiendo con claridad el sector de mayor vitalidad urbana. Esta empresa, contrató con la Municipalidad los principales trabajos de adoquinado a lo largo de las dos décadas siguientes; como se dijo más arriba, dados los incumplimientos en que incurrió a lo largo de las obras fue engrosando una abultada deuda con el municipio y en 1905, debió ceder a la Municipalidad una importante cantidad de terrenos, los ya mencionados bienes de la empresa del tranvía "Progreso" y un chalet que se ocupó como sede municipal36. La tecnología a emplear para el adoquinado de estas primeras cuadras había sido determinada en un documento elaborado por el ingeniero Emilio Schnoor,37 que actuó como consultor de la Municipalidad, disponiendo lo referido a calidad de los materiales, método de trabajo y autoridad de los técnicos municipales para fiscalizar el desarrollo de las obras. Consistía en la colocación de adoquines de granito sobre una base de arena apisonada, pero el mayor cuidado debía ponerse en la nivelación y curvatura de la calzada; la empresa debía garantizar por un año la conservación de la obra. Para fines del siglo XIX la ciudad contaba con 150 cuadras adoquinadas con granito y 14 cuadras adoquinadas con madera, con las que se cubría toda el área céntrica y las calles aledañas a las dos estaciones ferroviarias,38 en tanto que el crecimiento del área beneficiada por esta mejora, en coincidencia con el área de mayor dinámica urbana, pone en evidencia la direccionalidad norte-sur característica de Santa Fe. No sólo la imagen objetiva del centro de la ciudad se transformó con esta obra, sino que la percepción que el habitante tuvo al recorrer sus calles varió en función de la mayor eficiencia, comodidad y velocidad de los desplazamientos. Casi todas las publicaciones de la época destacan en particular el avance que significó el adoquinado para la ciudad. (Imagen III.7a y III.7b) El tercer adelanto decisivo para la modernización de la ciudad fue la incorporación de la energía eléctrica. Hasta muy avanzada la década de 1880 la ciudad, como único servicio de alumbrado público, contaba con faroles a kerosene dispuestos en las bocacalles, "...poco adecuados por la capacidad de luz que dan, por el desaseo con la filtración del combustible/.../ y la mala calidad del kerosene...".39 El servicio se contrataba con un empresario particular e incluía también el barrido de las calzadas tres veces por semana; la Municipalidad cobraba a los vecinos un impuesto con el cual solventaba ese costo. Entre tanto la prensa registraba numerosas quejas de los vecinos por las deficiencias que presentaba el alumbrado público; sin dudas la carencia de un servicio eficiente era entendida como un marcado rasgo de atraso de la ciudad, debiéndose tener en cuenta que Buenos Aires ya desde 1853 había contado con una usina de gas para alumbrado de las 33

ACDM-AE. Tomo 1884/86, f. 345. En La Revolución, Santa Fe, 21/9/1886, p. 2. 35 MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, La Unión, 1901, pp. 207 a 209. 36 MCSF. Digesto de Ordenanzas, Reglamentos y Decretos. Santa Fe, Languasco, 1911, p. 107. 37 Se trata del profesional que al año siguiente realizaría el proyecto del Bulevar Gálvez. Ver Capítulo II, nota nº 44. El informe de Schnoor sobre el adoquinado se aprobó por ordenanza municipal nº 88 de julio de 1887, cuando ya estaban avanzadas las obras. MCSF. Ordenanzas, Reglamentos y Acuerdos de la Municipalidad de la Ciudad de Santa Fe, Santa Fe, Nueva Epoca, 1887, p. 51. 38 ZAPATA, Floriano. La ciudad de Santa Fe, sinopsis para la obra del Censo Nacional, Santa Fe, Nueva Epoca, 1899, p. 17. 39 MCSF. Memoria de la Intendencia Municipal - Mariano Comas - correspondiente al año 1885. Buenos Aires, Imp. Europea, 1886, p. 16. 34

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principales calles y edificios en la zona céntrica y Rosario la tenía desde 1867;40 la prensa local destacaba, por ejemplo, que en la vecina Paraná, en octubre de 1886, se estaba ensayando el funcionamiento de la instalación de luz eléctrica; los comentarios incluían referencias peyorativas hacia Santa Fe: "...su luz se proyecta sobre las islas iluminándolas en toda su extensión, llegando hasta las vetustas torres de Santa Fe..."41

Los antecedentes acerca de un mejoramiento en la provisión de alumbrado a la ciudad se remontan a 1884, cuando la Municipalidad recibe las primeras propuestas por parte de empresas interesadas en establecer usinas de gas, para dotar inicialmente de servicio a las cien manzanas más pobladas de la ciudad; no obstante la demanda relevada, ninguna de las propuestas llegó a concretarse.42 Respecto del alumbrado eléctrico, fue un adelanto que se instaló más tempranamente, en relación a su llegada a otros centros urbanos importantes, valiendo como ejemplo que la ciudad de La Plata, la primera en contar con iluminación eléctrica en el país, comenzó la construcción de su usina eléctrica en 1884.43 En Santa Fe, a partir de enero de 1888, ya ingresan al Concejo Deliberante Municipal algunas propuestas, para establecer en la ciudad el servicio de alumbrado eléctrico, impulsadas en su mayoría por empresas con experiencia de instalaciones en otras ciudades, ocupándose todos los proponentes de destacar las ventajas de este sistema en relación al de gas.44 La prensa local, en cambio, se interesaba por resaltar las ventajas técnicas y económicas que reportaba el gas en relación a la energía eléctrica: "...es conveniente detener este prurito de adelanto mal entendido, que ve en todos los nuevos descubrimientos de la ciencia, motivo fácil para resoluciones casi siempre desgraciadas /.../ Hasta ahora la luz eléctrica sólo se usa con excelentes resultados en paseos, fábricas, usinas y vapores. Su introducción en el uso diario de una ciudad y de una población daría resultados contrarios y gastos exorbitantes /.../ Santa Fe, ciudad que recién nace a la vida y donde las comodidades sociales y de familia no llegan a llenar las necesidades de alimento e higiene necesarias, no podría aceptar ni sostener esa clase de alumbrado /.../ no dejaremos de señalarles las ventajas que el gas como alumbrado puede traer a nuestra población, por su costo y por la facilidad de su aceptación por todos. No busquemos lo superfluo que más tarde puede arruinar e inutilizarse..."45

Finalmente, y luego de una serie de debates no del todo esclarecedores en el Concejo Municipal, se aceptó la propuesta de la "Societé des Machines Electriques Grame" de París, a través de su representante, Sebastián Dermit, para instalar una usina de luz eléctrica para alumbrado público y privado, la que fue aprobada por ordenanza de marzo de 1889. El empresario se comprometía a construir una estación completa con los edificios, maquinarias y demás elementos necesarios para la prestación del servicio, en tanto que la 40

GUTIERREZ, R. Op. Cit., p. 87; Para el caso rosarino ver: MUNICIPALIDAD DE ROSARIO. Digesto Municipal. Ordenanzas, decretos, acuerdos y reglamentos dictados desde su instalación hasta el 31 de diciembre de 1889. Buenos Aires, J. Peuser, 1898, p. 24, Ordenanza del 29/03/1867. 41 En La Revolución, Santa Fe, 9/10/1886. 42 El intendente Mariano Comas, en su memoria anual de 1885 hace cargos al Concejo Deliberante por el fracaso de concreción de las propuestas recibidas. MCSF. Memoria de la Intendencia Municipal - Mariano Comas - correspondiente al año 1885. Buenos Aires, Imp. Europea, 1886, p. 16. 43 DE PAULA, Alberto S. J. La ciudad de La Plata, sus tierras y su arquitectura, Buenos Aires, Ediciones del Banco de la Provincia de Buenos Aires, 1987, pp. 243 a 246. 44 Las presentaciones mejor documentadas son: 1) la de Pedro Zavalla de enero de 1888, que adjunta los antecedentes del sistema aplicado en La Plata (ACDM-AE. Tomo 1887/88, fs. 270 y ss.); 2) la de Florentino Loza, con antecedentes de Córdoba (ibídem, fs. 279 y ss.); 3) la de Luciano Leiva (ibídem, f. 442); 4) Ernesto Danvers, de la "Compañía de Luz Eléctrica de Londres", hecha en diciembre de 1888 (ibídem, fs. 518 y ss.); 5) la de Cassels Hnos., en febrero de 1889, que se presentan como "Empresarios de la Luz Eléctrica" en La Plata, Buenos Aires, Rosario, Córdoba y Tucumán (ACDM-AE. Tomo 1889, f. 68); y 6) la de Sebastián Dermit, que representa a una empresa francesa (ibídem, fs. 101 a 109). Lamentablemente en todos los casos se menciona un plano de la ciudad adjunto en el que se indica el área a cubrir con el servicio, pero dichos planos no se encuentran archivados; sólo una de las propuestas detalla en el texto el sector servido, que comprendía el área central ampliada, pero puede suponerse que las otras propuestas plantearan áreas de similar alcance. 45 En La Provincia, 22/2/1889, p. 2. 171

Municipalidad debía proporcionarle el terreno para su asiento; la instalación consistiría en 120 lámparas de arco voltaico para iluminación de las calles, ubicadas en las bocacalles y 10 km de tendidos de cables para iluminación domiciliaria.46 El costo total de la instalaciones era de 116.000 $ oro que la Municipalidad pagaría al empresario en dos cuotas, una al demostrar éste que había adquirido los materiales para las obras y otra a los 15 días de inaugurada la estación central; en este momento la usina pasaría a ser propiedad municipal, pudiendo las autoridades contratar la administración del servicio con el mismo Dermit o con otra empresa. De acuerdo a una ordenanza posterior, los fondos para pagar la primera parte de la instalación y adquirir el terreno para la usina se obtendrían de la venta de terrenos municipales.47 En noviembre de 1889 llegaron al puerto de Santa Fe los materiales y equipos adquiridos en Europa para la instalación de la usina y en marzo de 1890 el empresario comunicó al Concejo Deliberante que en fecha próxima se podría inaugurar el servicio, haciendo referencia a que las obras habían sido realizadas sin demoras pese a los avatares económicos de la crisis de 1890, que había entorpecido la ejecución de las mismas.48 Con esta primera etapa cumplida, para 1891 la Municipalidad pasó a ser propietaria de la usina y se logró dotar de alumbrado eléctrico a las principales calles del centro y a las viviendas de particulares, en un área que comprendía aproximadamente las 100 manzanas de mayor densidad de población; en 1893 se agregan dos extensiones al servicio, una hacia el oeste, para abastecer a la recién habilitada estación del ferrocarril Buenos Aires y Rosario y otra hacia el norte, para servir a la estación de tranvías de la empresa Progreso.49 El servicio se fue extendiendo hasta llegar por el norte al Bulevar Gálvez al iniciarse el siglo XX, pero con respecto al alumbrado de edificios particulares y viviendas, vale decir que a lo largo de las primeras décadas posteriores a la habilitación, la mejora era usufructuada por un muy bajo porcentaje de población; de acuerdo al Censo Sanitario de Habitación efectuado por la Municipalidad a principios de 1901 y cuyo radio de alcance coincidía aproximadamente con la superficie abastecida por el servicio eléctrico, en dicha área se localizaban 2.437 edificios, pero de éstos, solamente un 22% hacía uso de dicho servicio.50 (Imágenes III.9 y III.10) Como otro episodio destacado en términos de infraestructura, aunque de escala territorial y excediendo a la ciudad, debe apuntarse la habilitación en 1892, de la estación de una nueva compañía ferroviaria, el FFCC Buenos Aires y Rosario, ubicada diez cuadras al oeste de la plaza fundacional; esta empresa ponía a la capital provincial en contacto directo con Buenos Aires. Pero desde el punto de vista urbano tenía además la particularidad de convertirse en un nuevo polo de actividad, en una zona tradicionalmente relegada del eje de mayor dinamismo que se constituía con dirección norte sur entre la plaza y el puerto, continuándose más tarde, sin cambiar su dirección, hasta la estación del FFCC Santa Fe; la nueva compañía, al instalarse en el oeste, trastocaba esta linealidad y propiciaba un cambio en la dinámica de asentamiento, generando un nuevo foco de atracción.51 (Imagen III.11)

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Ordenanza de fecha 9/03/1889; ver MCSF, Digesto de Ordenanzas, Reglamentos y Decretos, Santa Fe, ed. oficial, 1901, pp. 252 a 254. 47 Ordenanza de fecha 8/07/1889; ver MCSF, Digesto de Ordenanzas, Reglamentos y Decretos, Santa Fe, ed. oficial, 1901, p. 256. Autoriza al intendente municipal a vender en remate público terrenos municipales hasta completar la cantidad de $ 100.000 m/n, destinados al pago parcial de estas instalaciones. 48 ACDM-AE. Tomo 1890/91, f. 52. 49 Ordenanza de fecha 22/09/1892; ver MCSF, Digesto de Ordenanzas, Reglamentos y Decretos, Santa Fe, ed. oficial, 1901, p. 275. 50 MCSF. Memoria presentada al H.C.D. por el Intendente Municipal Sr. Sixto Sandaza. Santa Fe, Nueva Época, 1902, pp. 18 a 22. 51 Sobre la instalación de la Compañía de FFCC Buenos Aires y Rosario y su relación con la ciudad ver: ACDM-AE, Tomo 1889, f. 558 y ss. Solicitud de permiso municipal para construcción de la Estación y dependencias anexas; ADPC- Mensuras. Expte. 210, Departamento La Capital. Mensura del terreno y gestión de la nueva subdivisión. 172

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III. 2) La gestión del proceso modernizador La reducida escala de la capital santafesina la tornaba seguramente poco apetecible para las grandes inversiones del capital privado, en especial del capital extranjero, en estas etapas iniciales de la modernización. El tardío emprendimiento de las primeras mejoras y servicios y la lentitud con que las obras se fueron realizando, con altibajos y frecuentes conflictos, muestran con claridad la escasa solvencia de la ciudad en su conjunto para sostener una demanda de infraestructura que muchas veces se presentaba en términos más declamatorios que efectivos. Por su parte el Concejo Deliberante Municipal se debatía entre un ideal de ciudad moderna y liberal, y las reales capacidades (o incapacidades) para concretarla; las discusiones en el seno del Concejo mostraban, en general, argumentaciones poco fundadas; las memorias de los intendentes planteaban una enorme distancia entre los enunciados y las prácticas. La cuestión de si la Municipalidad se hacía cargo de los servicios o debía sólo administrar dejando al empresario privado el rol de impulsor y ejecutor de las obras llevó siempre a soluciones intermedias y confusas, dada la baja rentabilidad que fueron demostrando los distintos emprendimientos. Algunos intendentes se mostraban francamente decididos a brindar la ciudad al capital privado: "Está probado que la administración oficial de ciertos servicios públicos es naturalmente dispendiosa y constantemente deficiente. Me eximen de probar esta tesis las conclusiones a que llegó el Parlamento Argentino con motivo del arrendamiento de las aguas corrientes y venta de los ferrocarriles /.../ recordaré al H.C.D. los inconvenientes y dificultades con que la municipalidad tropieza al pretender administrar directamente la usina de luz eléctrica."52 “El que suscribe tiene arraigada la idea de que los Poderes Públicos no deben ser administradores de establecimientos de esta naturaleza porque además de gastar mucho en administración, no llega a satisfacer las exigencias del público como las satisface una empresa particular que por su interés propio trata de cumplir con sus clientes prestándoles buenos servicios...".53

Pero a la larga, triunfaba en el Concejo una posición intermedia que no hacía gala de liberalismo a ultranza pero tampoco llevaba a que se asumiera con contundencia una política estatal intervencionista. Con respecto a los tranvías, muy pocas empresas llegaron a hacer efectivas sus propuestas, en relación al gran número de ofertas iniciales, y la Municipalidad no arriesgó inversión alguna, limitándose a acordar con los empresarios los recorridos y garantías de exclusividad de las líneas; la primera empresa, Ciudad de Santa Fe, con un recorrido inicial más concentrado, resultó evidentemente más rentable y se mantuvo durante todo el período del tranvía a caballos. En cambio la más pretenciosa empresa Progreso, manifestó importante déficit desde sus inicios y en pocos años enajenó todos sus bienes vendiéndolos a la firma Terrosa y Cía.,54 constructores de los primeros tramos del adoquinado de la ciudad; la firma Terrosa, en virtud de sus incumplimientos en las obras de adoquinado, había contraído elevadas deudas con la Municipalidad de Santa Fe, por lo que en forma inmediata ofreció a ésta, en garantía al pago de su deuda la línea de tranvías con todas sus instalaciones y tren rodante conjuntamente con otros cuantiosos bienes. Finalmente todas estas posesiones pasaron a ser propiedad de la Municipalidad en agosto de 1905, fecha a partir de la cual la empresa Progreso se convirtió en Tramway Municipal.55

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ACDM-AE, Tomo 1890/91, f. 420 y v. Memoria del Intendente Pinasco al H.C.D. presentada en octubre de 1891 tratando de fundamentar la privatización de la Usina Municipal de Electricidad. 53 ACDM-AE. Tomo 1896/99, f. 199, Memoria del Intendente Eugenio Puccio al H.C.D., con respecto a la misma empresa municipal. 54 Según escritura de venta de Llambí Campbell a Terrosa de fecha 29/04/1895; Santa Fe, Reg. de la Propiedad, escribano L. García, nº 1113, f. 516v, T.2. 55 MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, Languasco, 1911, pp. 106 a 111. 173

Se vinculan en este punto el servicio de tranvías y las obras de adoquinado. Con respecto a éste, el primer contrato con la empresa Terrosa para adoquinar cuarenta cuadras céntricas, establecía que el costo de las obras fuera afrontado en forma conjunta por los vecinos (60%), el Gobierno Provincial (40%) y las empresas de tranvía que eventualmente recorrieran las calles, las que abonarían la superficie de adoquinado comprendida entre los rieles; el Gobierno Provincial se haría cargo del 100% del costo del adoquinado en las plazas y frentes de edificios religiosos o de propiedad fiscal. Pero para el segundo contrato, efectivizado en setiembre de 1888, las responsabilidades en el pago se repartieron entre los frentistas y la Municipalidad, quedando esta última autorizada por el Gobierno Provincial a contraer un empréstito para tal fin, que resultó a la postre sumamente oneroso para las arcas municipales.56 En razón de esto, para los siguientes contratos de trabajos de adoquinado, el pago de las obras se cargó exclusivamente a los propietarios, mediante un impuesto que abonaban en cuotas a la Municipalidad y que cubría el 100% de los costos.57 Sin dudas esto originó un lento avance de las obras y muchas demoras en concretarlas en los distintos barrios; esto se puede explicar a partir de la convergencia de múltiples causas: por una parte, la débil base económica de la Municipalidad que aún en estos períodos relativamente florecientes no podía afrontar erogaciones importantes; por otra, la baja densidad de ocupación de los terrenos urbanos, muchos de ellos todavía de grandes dimensiones, que tornaba muy oneroso para los propietarios el sostenimiento total del costo de las obras; pero además por una baja convicción acerca de la necesidad de contar con estas mejoras, pese a lo que, casi como lugar común se declamaba. Por su parte, la condición de servicio municipal de la energía eléctrica, aún con sus numerosas deficiencias, tenía notables ventajas en cuanto a los costos y para la primera década del siglo XX la ciudad gozaba de las tarifas más baratas del país.58 Desde su creación, en muchas oportunidades se discutió en el Concejo Deliberante la posibilidad de arrendar la usina a particulares que se hicieran cargo del servicio, con el argumento de que el estado no debía actuar como empresario, pero indefectiblemente los intentos quedaban sin efecto dado que, pese a todo lo esgrimido en favor de la administración particular, al momento de recibirse las propuestas resultaba que en el traspaso el municipio resultaba perjudicado económicamente.59 Tranvías, adoquinado y energía eléctrica fueron los tres emprendimientos iniciales más contundentes y tempranos vinculados con el desarrollo urbano; marcaron la segunda mitad de la década de 1880 de manera rotunda y dieron origen a nuevas modalidades de gestión de las cuestiones relativas a lo público por parte del poder municipal, inéditas hasta entonces. Sin dudas al pretender analizar este momento desde la perspectiva de las acciones vinculadas con los idearios urbanísticos, la presencia de estas infraestructuras modernizadoras, con sus deficiencias y con las controversias derivadas de las mismas, será un componente sustancial, ya que habilitan a pensar la ciudad transformada respecto de su estado primitivo, por acción de la tecnología, permitiendo diferentes modos de apropiación y distintas percepciones al habitante urbano, a la vez que vehiculizan iniciativas e intereses de muy diversa entidad; una ciudad que, aún con sus contrastes, se distancia singularmente de 56

Se trata de la primera obra pública urbana de Santa Fe en la que interviene el capital extranjero. El municipio, autorizado por una ley provincial, contrató un empréstito por valor de 1.300.000 $ m/n oro sellado con la Casa Samuel B. Hale & Cía. que a su vez lo colocaría en plazas de Londres o cualquier otra europea. Ley provincial del 25/09/1888. PROVINCIA DE SANTA FE. Registro Oficial. Tomo XVI, año 1888. Santa Fe, Imp. Nueva Época, 1897, p. 116-117. Referencias a la gestión y consecuencias de este empréstito ver: BRUNET, S. y FERNANDEZ, D. Op. cit., pp. 22-23. 57 Ver: “Contratos de Adoquinado” en: MCSF, Digesto de Ordenanzas, Reglamentos y Decretos, Santa Fe, ed. oficial, 1901, pp. 213 a 227. 58 LLOYDS GREATER BRITAIN PUBLISHING COMPANY Ltd. Impresiones de la República Argentina en el siglo XX. Su historia, gente, comercio, industria y riqueza. Londres, 1911. (Edición en español), p. 599. 59 Para antecedentes sobre este tema ver: ACDM-AE, Tomo 1890/91, f. 420 y ss. “Memoria del Intendente Pinasco al H.C.D. presentada en octubre de 1891”; ACDM-AE. Tomo 1896/99, f. 199; ACDM-AE. Tomo 1932/1, f. 445 y ss. “Presentación del Intendente Zapata Gollán al H.C.D. reseñando los orígenes del servicio eléctrico en la ciudad”. 174

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la "...Santa Fe colonial /.../ La ciudad primitiva, antigua, /.../ La ciudad de la aristocracia de raíz de conquistadores...”60 que había descripto pocos años antes Estanislao Zeballos. Estas impresiones son captadas por los mismos santafesinos que encuentran en uno de los suyos, el prestigioso periodista local Floriano Zapata,61 a un cronista apasionado por los cambios: "...Ayer nomás era este pueblo un pueblo moribundo, una sociedad inerte, pasiva, ajena a toda idea de progreso, donde se vivía en gracia de Dios, sin pensar en mañana /.../ un pueblo con costumbres uniformes como el movimiento de una rueda hidráulica /.../ Hoy Santa Fe, bajo la influencia del expansivo espíritu de la época, se demuda y crece a ojos vistas, circulando por toda la población una intensa corriente de vida /.../ aunque dista mucho de ser modelo de urbanización, tiene todos los trazos y lineamientos de un pueblo de gran porvenir. Día a día se moderniza y aumentan más y más las mejoras edilicias /.../ Contribuyen a hermosear la ciudad dos paseos públicos, siendo el Bv. Gálvez el mejor y más concurrido como sitio de desahogo y esparcimiento /.../ dos líneas de tranways que ponen en comunicación constante y rápida todos los puntos de la ciudad; dos grandes y hermosas estaciones ferroviarias /.../ adoquinado, alumbrado público a luz eléctrica...”62 III. 3) El equipo técnico municipal Pese al incremento poblacional y al constatable crecimiento de la edificación en la ciudad, donde para 1887, al momento de realizarse el censo provincial, existían 65 edificios en construcción, se puede afirmar que Santa Fe no era un ámbito demasiado apetecido para el desarrollo profesional de ingenieros y arquitectos; en el mencionado censo se relevó en Santa Fe un total de quince profesionales del ramo,63 pero cabría dudar de que todos ellos poseyeran una formación superior y varios de los ingenieros estaban vinculados exclusivamente a la empresa ferroviaria; por el contrario, en los relevamientos de publicidad periodística de ese mismo año, sólo se encontraron avisos de tres profesionales que pretendían difundir el tipo de prestación que brindaban,64 a los que se sumaban Benedetto Ghiglione, Emilio Schnoor y Jonás Larguía cuyas actividades, aunque sin publicidad comercial, aparecen reiteradamente documentadas en la prensa local, como pudo verificarse en el Capítulo II. Confirmando la débil atracción que ejercía Santa Fe hacia este tipo de profesionales, cabe agregar que para la misma época, en Rosario, cuyo volumen de población triplicaba a la de Santa Fe, existían según la misma fuente sesenta y seis profesionales y otros siete en la vecina localidad de San Lorenzo. La otra faceta que interesa marcar es que la mayoría de los ingenieros permanecía en la ciudad por períodos breves, acotados muchas veces al tiempo de realización de algunas obras o bien al lapso en el que intentaban obtener una 60

ZEBALLOS, Estanislao S. Descripción amena de la República Argentina. Tomo II: La rejión (sic) del trigo. Buenos Aires, Imp. de Jacobo Peuser, 1883, pp. 128 a 130. Ver Capítulo II, notas nº 8 a 10. 61 Floriano Zapata (1840-1903). Periodista, escritor, docente universitario y político nacido en la provincia de Entre Ríos donde transcurrió su primera juventud, se afincó definitivamente en Santa Fe a mediados de la década de 1860, donde ejerció una serie de cargos públicos de importancia y desarrolló su carrera política, llegando a ser senador provincial. Tuvo a su cargo la compilación y edición del Registro Oficial de la Provincia de Santa Fe y fue un decidido impulsor del proyecto de creación de la Universidad de Santa Fe del gobernador Gálvez. Fundó el periódico La Revolución (Santa Fe, 1886-1889) desde donde apoyó la gestión de Gálvez. En 1895 recibió la encomienda de realizar una memoria sobre el estado general de la ciudad de Santa Fe para ser incluida en la obra del Censo Nacional; en este trabajo, que se publicó recién cuatro años más tarde, Zapata hace una entusiasta y acrítica celebración de los progresos urbanos. 62 ZAPATA, Floriano. La ciudad de Santa Fe. Sinopsis para la obra del Censo Nacional - 1895. Santa Fe, Nueva Epoca, 1899, pp. 8 y 17. 63 PROVINCIA DE SANTA FE. Primer Censo General de la Provincia - 1887, Libro I: Población; Buenos Aires, Peuser, 1888, p. 72. 64 Relevamiento del periódico La Revolución entre abril de 1886 y diciembre de 1888. Se trata de los ingenieros Enrique Bianchi, Arturo Caspersen (que se presentaba como ingeniero-arquitecto) y César della Beffa (quien además de obras públicas, anunciaba la conducción de obras de ingeniería mecánica). 175

clientela que no llegaba a concretarse; como ejemplo puede apuntarse que de los seis profesionales que se identificaron fehacientemente en 1887, sólo uno permanecía trabajando en Santa Fe en 1895, fecha para la cual se habían agregado otros cuatro.65 Esta situación repercutía directamente en los organismos estatales, donde, por otra parte, la tarea profesional no estaba jerarquizada debidamente si se relaciona su importancia en el marco del proyecto modernizador que la dirigencia política pretendía sostener; así, los cuadros técnicos de que pudo disponer el municipio santafesino durante la década de 1880 eran verdaderamente deficitarios y si bien para 1885 la Municipalidad ya contaba en su esquema organizativo con una “Oficina del Ingeniero Municipal”, ésta no funcionaba realmente, puesto que el cargo no se había cubierto nunca de manera estable; ante algunas necesidades puntuales se contrataban profesionales que permanente o circunstancialmente se encontraban en la ciudad y el puesto de ingeniero municipal recién pudo cubrirse con regularidad a partir de 1895. Entre tanto aparecen entre los documentos municipales, informes firmados por ingenieros contratados a manera de consultores o se presenta el caso de designaciones aparentemente bien formalizadas de profesionales que luego tienen muy breve desempeño.66 La oficina, por otra parte, tenía en su primera época, un solo empleado que era el ingeniero mismo y recién en noviembre de 1888 se creó un puesto de auxiliar para el ingeniero municipal que se cubría periódicamente, según las necesidades; a la vez, la escasa jerarquía del cargo se pone de manifiesto al comparar el bajo presupuesto asignado para esta dependencia: en 1885 el sueldo del ingeniero municipal era de cuarenta pesos mientras que el del médico municipal era de cien pesos.67 En el proyecto de presupuesto para 1891, en la oficina del ingeniero vuelve a ser éste el único empleado previsto, en tanto que la oficina de atención médica tenía dos médicos y un auxiliar, aunque para esta fecha los sueldos se habían equilibrado.68 En memorias de intendentes se manifiesta con frecuencia esta necesidad no satisfecha: “Hasta hoy el puesto de ingeniero lo desempeña un vocal del Departamento Topográfico por un mezquino sueldo de 40$ m/n. Su obligación sólo se concreta a dar delineaciones en la ciudad y quintas cuyos trabajos los practica en las horas que les quedan libres /.../ fuera de otros pequeños trabajos que debido a su buena voluntad los hace. Esta oficina es necesario instalarla debidamente con todos sus accesorios y personal que sea conveniente, dotarla de un ingeniero competente, que se ocupe permanentemente del estudio y trabajo que quiera emprender la Municipalidad, previo estudio de esta Oficina. Serviría también para formar el registro de propiedades del municipio, autorizado por la Ley Orgánica, que hasta hoy no se ha formado...”.69

65 BONI, Enrique. Guía de la Provincia de Santa Fe 1895-96, Santa Fe, Imprenta La Comercial, 1895. Sólo Della Beffa aparece en la guía de 1895; Caspersen, Bianchi y Schnoor ya no estaban en la ciudad para entonces, no se tienen datos acerca de la permanencia en la ciudad de Ghiglione y Larguía había fallecido en 1891. 66 Para el período 1885-1890 se pudo relevar: en 1885 el ingeniero municipal era Eduardo Leroch (que además cumplía funciones en el Departamento Topográfico) quien fallece al año siguiente (MCSF. Memoria de la Intendencia Municipal Mariano Comas - correspondiente al año 1885. Buenos Aires, Imp. Europea, 1886, p. 22.); desde principios de 1887 el ingeniero municipal fue Francisco E. Wiggin (ACDM-AE, Tomo 1887/88, f. 78), hasta agosto de 1887 cuando es nombrado el ingeniero Arturo Caspersen que renunció al mes siguiente de manera indeclinable por desavenencias con el intendente (La Revolución 23/08/1887, p. 1 y 29/09/1887, p. 1); en octubre del mismo año se designa al ingeniero Benedetto Ghiglione (ACDM-AE, Tomo 1887/88, f. 222), el de más larga trayectoria en este período por cuanto permanece en el cargo hasta 1890, en que se designa al ingeniero Enrique Bianchi (ACDM-AE, Tomo 1890/91, f. 209). En el interín se encuentran informes ad hoc sobre adoquinados, instalaciones sanitarias, obras en el puerto, nivelación de calles, etc. de los ingenieros Emilio Schnor, Arturo Schneiderwinde, y varios profesionales vinculados a la compañía ferroviaria. 67 MCSF. Memoria de la Intendencia Municipal - Mariano Comas - correspondiente al año 1885. Buenos Aires, Imp. Europea, 1886, p. 97. 68 ACDM-AE, Tomo 1890/91, f. 269 y ss. 69 MCSF. Memoria de la Intendencia Municipal - Mariano Comas - correspondiente al año 1885. Buenos Aires, Imp. Europea, 1886, p. 7.

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Recién varios años más tarde habría de concretarse una primera encomienda para la realización de ese esperado registro de las propiedades del municipio que ya el gobernador Oroño consideraba tarea prioritaria del Departamento Topográfico en 1864. Para 1891 se contrató al agrimensor Félix M. Cattaneo para la realización del Plano Gráfico y Registro General de Propiedades Urbanas de Santa Fe, que fue presentado de manera preliminar al Concejo Deliberante en octubre del año siguiente, completándose en 1893. El agrimensor Cattaneo expuso en su presentación los métodos empleados para la confección del catastro, que constaba de diez planos en escala 1:2500 de cada una de las secciones en que se fraccionaba la planta urbana consolidada (área sobre la cual se realizó el registro), haciendo una especial observación sobre las irregularidades detectadas en dimensiones de manzanas y alineación de calles, respecto del manzanero ideal original, y explicando los inconvenientes que esto generaba por cuanto la mayoría de los títulos de propiedad se encontraban confeccionados en base a las dimensiones ideales de las manzanas y no a las que efectivamente tenían los lotes.70 Pese al avance que suponía para el municipio contar este registro, no se llega a un acuerdo con el profesional respecto del pago de honorarios por su ejecución y Cattaneo opta finalmente, con autorización de los concejales, por retirar su obra de la sede municipal y comercializarla en forma particular.71 (Imagen III.15) Tampoco la Institución Municipal había adquirido estabilidad en su funcionamiento para entonces; durante la década de 1880 se sucedieron varios intendentes que permanecieron por breves períodos en sus cargos, mediando lapsos de acefalía, siendo también inestable la constitución de las comisiones municipales. Entre 1884 y 1890 rigió en la Provincia, una nueva Ley Orgánica de Municipalidades sancionada en 1883, que planteaba otra modalidad para el gobierno de las mismas, según la cual se establecía la figura del intendente elegido por voto directo de los vecinos al igual que los integrantes del Concejo Deliberante;72 hasta entonces, los intendentes eran designados por el gobernador de la Provincia, lo que se restablecería en 1890 y perduraría hasta 1934, cuando la nueva constitución provincial impulsada por el gobierno Demócrata Progresista, fijara por un par de años el mecanismo del voto directo, que pronto volvería a eliminarse. No obstante, esta novedad dentro de la estructura del poder municipal tuvo muy pocas repercusiones en la ciudad capital, ya que con excepción de Juan Arzeno, ningún intendente elegido tuvo una permanencia prolongada en el cargo. En esa década, desde 1880 hasta enero de 1884 en que asumió Mariano Comas, se sucedieron tres intendentes; luego Comas, designado todavía por el viejo sistema ya que el nuevo no estaba aún reglamentado, gobernó por un período de tres años, en la única gestión duradera de la década, renunciando en febrero de 1887 para acceder a otro cargo público; fue entonces cuando se realizaron primeras las elecciones que designaron a Jonás Larguía. Éste permaneció pocos meses en el cargo, dado que asumió la dirección de ferrocarriles provinciales en junio de ese mismo año, siendo sucedido por Daniel Gollan, designado por 70 ACDM-AE, Tomo 1892, f. 399 y ss. Por nota de fecha octubre de 1892 se encuentra registrada la presentación preliminar de Cattaneo, pero se han retirado los planos del expediente archivado. En el archivo de la Dirección Municipal de Catastro se encontraron dispersos en los expedientes correspondientes a distintas manzanas del área registrada, los planos sectoriales en escala 1:2500 que componían el catastro, en base a los cuales logré reconstruir la totalidad de la planta urbana consolidada hasta entonces; cada manzana aparece identificada con el número de sección y una letra y cada lote aparece identificado con un número; resulta curioso que el sector de nueva urbanización en el entorno del Bulevar Gálvez no haya sido registrado, aunque seguramente esto se deba al bajo grado de ocupación que presentaba. Hasta la fecha no ha sido posible hallar las fichas que componían el registro de propiedades, disponiéndose sólo de los planos. 71 ACDM-Libro de Actas, Tomo 1892/95, f. 185. Desde entonces los planos llevaron la leyenda “Mensura practicada por el agrimensor Félix Cattaneo – Año 1893 – Sin carácter oficial”. A los efectos de esta investigación, para referirnos a planos y datos contenidos en este registro, le daremos el nombre genérico de Catastro Cattaneo. 72 “Legislación sobre Municipalidades”, en Historia de las Instituciones de la Provincia de Santa Fe, Tomo VII, Santa Fe, edición oficial, 1973, pp. 36 a 49.

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el gobernador a efectos de que concluyera la gestión de Larguía; Gollan, en razón de su debilitada salud, se vio obligado a interrumpir en numerosas ocasiones sus tareas, hasta dejar definitivamente el cargo en febrero de 1889.73 En ese momento, a través de elecciones municipales, asumió la intendencia Juan Arzeno; su figura y su gestión se caracterizó por imponer una dinámica poco común al gobierno del municipio. En principio se diferenciaba de los intendentes anteriores desde su misma condición de intendente elegido por los vecinos; por otra parte, sus antecesores eran en general descendientes de las familias patricias de viejo arraigo en Santa Fe, en tanto Arzeno procedía de un origen inmigratorio, estando su familia vinculada al proyecto colonizador iniciado tres décadas antes en la provincia de Santa Fe; los Arzeno habían llegado a las colonias santafesinas procedentes de Génova y se habían instalado en la colonia San Agustín, donde poseían un molino harinero, lo cual habla de una cierta prosperidad de que gozaba la familia del nuevo intendente.74 Su paso por la administración municipal estuvo orientado por el espíritu emprendedor y en cierta medida audaz que caracterizaba al inmigrante, generando numerosos proyectos de intervenciones que muchas veces trascendían ampliamente las posibilidades reales de la ciudad para concretarlos. Desde el momento en que asumió el cargo, Arzeno había generado expectativas que la prensa resaltaba con elogiosos comentarios; tanto los diarios oficialistas (Nueva Epoca, por ejemplo, del que fue director poco tiempo después), como el opositor La Provincia, referían, en notas editoriales, a la juventud y promisorios antecedentes del nuevo intendente y destacaban sus primeros actos de gobierno, haciendo énfasis en que Arzeno se desligaba "....de la vulgaridad de los que le han precedido...",75 y se aseguraba que con él tendría Santa Fe un intendente que sabría propender a su embellecimiento, llegando la prensa opositora a establecer un paralelo con el famoso intendente de la Capital Federal. “Deseamos al Sr. Arzeno para bien de nuestra capital, la actividad, la iniciativa, el tino y el talento y sobre todo la honradez del Sr. Alvear, que bajó de su puesto alabado y bendecido de todos los habitantes de la gran capital del sud.”76

73 Hasta este momento se verifica que los intendentes procedían de familias tradicionales de la sociedad santafesina, sea por pertenencia directa o por lazos establecidos mediante el matrimonio con mujeres de esa pertenencia; en tanto que en la constitución del Concejo Deliberante se superponían los personajes de la élite tradicional (Urbano de Iriondo, Cipriano Arteaga, Manuel Gálvez) con otras recientes figuras locales de la ascendente burguesía de origen inmigratorio (Angel Tettamanti, Pascual Bruniard, Pablo Bouchard). Pese a su distinta procedencia, los concejales tienen en común el hecho de ser, en su mayoría, destacados propietarios de bienes inmuebles en la ciudad, por lo que más que una actuación de militante en lo político, en esta etapa su actuación es en defensa de sus intereses sectoriales. Relevamiento de integración del Concejo Deliberante efectuado en los tomos correspondientes al período de 1884/1890 en ACDM-Libro de Actas. 74 Juan Arzeno (1856-1923), hijo de inmigrantes genoveses, llega siendo niño con su familia a la Colonia Franck y realiza en San Carlos su escolaridad primaria, trasladándose a Santa Fe para cursar estudios secundarios en el prestigioso colegio de los Padres Jesuitas a partir de 1869. (Colegio Inmaculada Concepción de Santa Fe. Catálogo de alumnos 1862-1912, Santa Fe, 1915, p. 25). La familia Arzeno es un caso singular entre los colonos inmigrantes puesto que gozaba de una posición económica más holgada que el común de los colonos, al haber podido establecer un molino harinero en la localidad de San Agustín, actividad que requería de un mayor capital inicial pero que garantizaba mayores ganancias que el trabajo de la tierra. Desde muy joven actuó en política, vinculado a la figura del Dr. José Gálvez siendo diputado por el Departamento San José en 1882 y concejal en la Municipalidad de Santa Fe en 1884. Con posterioridad a su paso por la intendencia continuó su carrera política casi sin interrupciones siendo diputado, convencional constituyente provincial y ministro de Hacienda y Obras Públicas en dos oportunidades, una de las cuales coincidió con la etapa de construcción del nuevo puerto de ultramar de Santa Fe, en la que le cupo un rol decisivo en la gestión de los empréstitos destinados a la obra. También asumió por dos años el Ministerio de Educación. Paralelamente se dedicó al periodismo, siendo durante 18 años director del diario Nueva Epoca. Revisando las notas necrológicas publicadas en los diarios locales, destaca el énfasis puesto en mostrar a Arzeno como un hombre de acción, poco afecto a los discursos pomposos, muy parco y mesurado en sus opiniones y muy laborioso en el desempeño de sus tareas. “Fue intendente municipal durante el gobierno de Gálvez en la época en que se iniciaba para esta ciudad la era del progreso. Pero al mismo tiempo era molinero en San Agustín, porque siempre fue un hombre de trabajo...”. Ver “Don Juan Arzeno” en Nueva Epoca, Santa Fe, 17/03/1923, p. 1, nota central a dos columnas; “D. Juan Arzeno falleció ayer”, en Santa Fe, Santa Fe, 17/03/1923, p. 1. 75 “Bien por el Intendente”, en La Provincia, Santa Fe, 31/03/1889, p. 2. 76 “Nuevo Intendente”, en La Provincia, Santa Fe, 20/02/1889, p. 2.

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“Hemos visto con sumo gusto al nuevo intendente revisar a pie muchas de nuestras calles, buscando los defectos y salvando las dificultades que haya para su entera limpieza y perfección”.77

III. 4) El Plan de Arzeno: trazados para organizar la ciudad Así, a partir de marzo 1889, dos años después de presentada la propuesta de Schnoor para el Bulevar Gálvez y en el mismo año en que se aprueba formalmente el trazado de dicho bulevar, convergen numerosas iniciativas del Departamento Ejecutivo Municipal que son elevadas por el intendente Juan Arzeno al Concejo Deliberante con el fin de propiciar distintos proyectos de ordenanzas referidas al tratamiento de espacios urbanos y de la red vial; estos proyectos, aparentemente aislados y que no alcanzan a configurar un plan global para la ciudad, pueden ser leídos de manera articulada –dada su proximidad cronológica- y demuestran un claro objetivo de sistematizar el área urbanizada, marcar los límites y estructurar la periferia; a la vez, se ponen en juego en estas propuestas algunas ideas relativas al diseño de los espacios urbanos, dominando conceptos de simetría, perspectiva, paisaje, etc., que implican el intento de prefigurar una imagen, subyaciendo asimismo los infaltables preceptos higienistas en cada una de las iniciativas. Se torna evidente en esta intencionada lectura de conjunto la importancia que se asignaba en este momento a las espinas circulatorias como elementos ordenadores e impulsores de la expansión urbana; en tal sentido se verifica que todos los proyectos de ordenanzas propuestos, atendían a nuevos trazados viarios o a una remodelación optimizadora de los existentes, como acción casi excluyente en materia urbanística, dejándose de lado otras cuestiones como zonificación, tipología edilicia o factores de ocupación del suelo urbano que, por lo que pudo detectarse en la documentación relevada, aún no formaban parte del bagaje conceptual manejado por los técnicos locales. Estos proyectos de ordenanzas -muchos de ellos sin ninguna documentación gráfica que los explicite-78 fueron propuestos por el intendente y aunque no cuentan con la firma de ningún profesional, puede asegurarse que fueron elaborados por el ingeniero italiano Benedetto Ghiglione,79 que desde fines de 1887 se desempeñaba como ingeniero municipal. Como se pudo ver más arriba, en Santa Fe eran muy pocos los profesionales en la materia y Ghiglione, aunque aparentemente no poseía una formación especializada en el campo de la urbanística, con excepción de sus conocimientos de ingeniería sanitaria, debió satisfacer las exigencias del intendente. Puede notarse que, en general, los asuntos que se someten a la consideración del ingeniero municipal reciben respuestas de corte práctico y, tanto sus dictámenes como los proyectos de ordenanzas que suponemos redactados bajo su tutela, no exponen fundamentos disciplinares sólidos más allá de algunos principios elementales en

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“El Intendente”, en La Provincia, Santa Fe, 24/02/1889, p. 2. En el archivo del Concejo Deliberante se encontraron las notas elevadas sin referencia alguna a planos que se adjuntaran; en algunos proyectos se menciona que los estudios y planos definitivos serán mandados a levantar posteriormente por el intendente con el ingeniero municipal, de lo que se deduce que las propuestas pueden haberse formulado sin el acompañamiento de planimetría. 79 Benedetto Ghiglione (1854- ¿?) nacido en Saluzzo, en la región del Piamonte, desarrolló su formación en la Regia Scuola di Applicazione per gli Ingeneri, antecedente del Politécnico de Turín, Italia, graduándose en 1877. Durante siete años permaneció en Italia, trabajando en el ramo de la ingeniería mecánica y civil y especializándose en construcciones ferroviarias, participando de importantes obras en Piamonte. En 1885 se instaló en Grecia donde proyectó y dirigió la ejecución del Lazareto Nacional de Atenas y del Teatro Municipal de Corfú. En 1887 arribó a Santa Fe para trabajar en la empresa Hume Hnos. abocada a las obras del ferrocarril provincial y desde ese mismo año pasó a desempeñarse como ingeniero municipal. Al margen de estas tareas, realizó algunas viviendas particulares de importancia, siendo también proyectista del Hospital Italiano de Santa Fe y Colonias, edificio modelo de la ingeniería sanitaria y primero en su tipo en Santa Fe. “L’Ingegnere Benedetto Ghiglione”, en El Mundo del Arte, Revista de la Sociedad Italiana en Argentina, número especial dedicado a la inauguración del Hospital Italiano de Santa Fe, Buenos Aires, s/f (circa 1892), p. 3. Agradecemos la referencia a la arq. Claudia Montoro. 78

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boga en la época (la higiene, el asoleamiento, la dotación de espacios verdes). Los proyectos pueden revisarse en el orden cronológico en que fueron presentados. En el mes de marzo, a los pocos días de asumir la intendencia, Arzeno solicitó autorización al Concejo Deliberante para realizar los estudios necesarios a efectos de encarar uno de sus proyectos más ambiciosos. Se trataba de un bulevar central (Imágenes III.17a y III.17b) cuya propuesta se describía como sigue: "...la apertura de un boulevard por el centro de las manzanas que quedan entre las calles Comercio y San Jerónimo. El boulevard será de 25 mts. de ancho repartidos en 3 mts. para cada vereda, 5 mts. el jardín al centro y dos calles a uno y otro costado (una para subir y otra para bajar) de 7 mts. cada una. El boulevard tendrá por límite sud la calle Gral. López frente a la Plaza de Mayo y al norte el Bv. Gálvez..."80.

Sobre esta iniciativa, cabe comentar que se trataba más bien de una expresión de deseos grandilocuentes que de un proyecto con posibilidades de hacerse realidad. Suponía una gestión de muy tortuoso recorrido en razón de no contarse con la legislación ni con los instrumentos de normativa urbana mínimamente necesarios (ley de expropiaciones, reglamentos edilicios, etc.) a la vez que el Municipio no disponía de unos fondos especiales o líneas de créditos para afrontar el inicio de las gestiones con los particulares, ni el proyecto de ordenanza tampoco preveía nada al respecto. En síntesis, ni la base jurídica ni la base económica estaban resueltas como para garantizar la viabilidad del proyecto; pero a través de la prensa se pueden conocer otras características de este proyecto, que no se detallan en la presentación al Concejo, y que lo tornan más utópico aún: “El nuevo intendente tiene concebido el proyecto de construir un gran boulevard que partiendo de la plaza 25 de Mayo concluya al norte de la ciudad. Este abrazaría el centro de las manzanas comprendidas entre las calles de Comercio y San Gerónimo, siempre que los propietarios de los terrenos emprendidos (sic) en ellas los cediesen gratis a la Municipalidad, pagándose los ocupados por edificios de algún valor. El proyecto, aunque no tan vasto como el formulado por Larguía cuando ocupó la intendencia, es digno de estudiarse.”81

La propuesta de este tipo de avenidas implicando una intervención de cirugía urbana que afectaría al grupo de manzanas más consolidado de la ciudad, resulta obviamente emparentada con el trazado de la Avenida de Mayo de Buenos Aires cuya apertura, si bien aprobada por ordenanza de 1882, se inició recién efectivamente en 1888, el año anterior de la presentación de Arzeno al Concejo. Debe considerarse entonces, en desmedro de las posibilidades del proyecto, que aún para el caso de Buenos Aires, tratándose de la Capital Federal, la mayor y más rica ciudad del país, la apertura completa de la Avenida de Mayo demandó más de diez años.82 La estrategia de atravesar con el trazado la franja central de 80

ACDM-AE. Tomo 1889, f. 140. “Un Gran Proyecto”, en La Revolución, Santa Fe, 21/02/1889, p. 2. Cabe aclarar que La Revolución era prensa oficialista en ese momento. Subrayado nuestro. 82 La apertura de Avenida de Mayo en Buenos Aires fue proyectada durante la gestión de Torcuato de Alvear (1880-1887) pero iniciada en 1888. Se trató de abrir un eje de 32 mts de ancho que partiendo de la Plaza de Mayo y teniendo como remate este la Casa de Gobierno, se extendiera diez cuadras hacia el oeste, finalizando en una antigua plaza de carretas, la Plaza Lorea. La idea inicial de Alvear era poner en práctica un sistema de expropiación similar a los aplicados en París para las aperturas de los bulevares haussmanianos, es decir, hacer tabla rasa en las manzanas comprometidas expropiando la totalidad de la superficie de las mismas y luego vender los remanentes, pagando con la plusvalía las obras de construcción de la avenida que inicialmente se llamó Bulevar de Mayo; esta modalidad fue resistida por los propietarios, que acusaron al estado de especulador inmobiliario, interponiendo numerosos pleitos judiciales. La avenida se abrió finalmente con una modalidad convencional, expropiándose sólo el terreno necesario para la misma, quedando el remanente en poder de los propietarios; se intervino sobre una densa hilera de manzanas del casco fundacional de la Capital Federal y la importancia de esta obra queda marcada al constatar que en la inauguración de los trabajos estuvo presente el presidente Juárez Celman. En su momento fue lugar común en la prensa, viajeros y cronistas comparar a esta vía con los bulevares parisinos, cosa que resultaba un elogio para la élite porteña de la época. Ver: GUTIERREZ, R. Op. cit., pp. 120 a 123. GORELIK, Adrián. La grilla y el parque. Espacio público y cultura urbana en Buenos Aires, 1887–1936, Colección La ideología argentina, Universidad Nac. de Quilmes, 1998, pp. 101 a 105; HARDOY, Jorge E. y GUTMAN, Margarita. Buenos Aires. Historia Urbana del Área Metropolitana, Madrid, Mapfre, 1992, pp. 89 a 112. 81

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las manzanas resultaba a primera vista atinada, en tanto era el modo de interferir con menos cantidad de propiedades y con escasas superficies edificadas, habida cuenta de la tradicional disposición de las construcciones en los lotes santafesinos, que dejaban amplios patios en los fondos; no obstante, aún así y al igual que lo ocurrido en Buenos Aires, se trataba de las manzanas con mayor grado de ocupación, según se puede constatar en el Censo de 1887 y donde la tierra se hallaba más valorizada. (Imagen III.19) La intuición de la necesidad de dotar al centro de la ciudad de espacios cualificados, viene directamente relacionada con la nueva situación de un escenario que a ojos vista se modernizaba; se perseguía la jerarquización del centro de una ciudad capital, que a su vez era centro de un territorio productivo en franca expansión y resulta especialmente destacable el hecho de que este bulevar central se iniciara en la Plaza de Mayo, pudiendo suponer un intento de revitalización de este espacio del Barrio Sur que, en razón de la dualidad antes apuntada entre el norte moderno, activo y cosmopolita y el sur tradicional e inerte, estaba perdiendo muy rápidamente su antigua primacía. El bulevar central venía, en ese sentido, a intentar un equilibrio en el conjunto del trazado urbano, al revitalizar en toda su extensión el eje norte-sur, y estar destinado a vincular al barrio tradicional con los nuevos barrios que se preveían desarrollar en las proximidades del Bulevar Gálvez, a la vez que articulaba, mediante algunas transversales principales, otros polos significativos que se ubicaban en sus inmediaciones como el puerto y la estación ferroviaria. Pero aún considerando a la propuesta como revolucionaria en el modesto contexto santafesino y aún cuando en la ciudad se lo comparara al intendente con su homólogo porteño, es difícil pensar este bulevar estrictamente en términos de haussmanización y no aparece tampoco el trazo parisino de la diagonal que hubiese desestructurado el damero; por el contrario y al igual que en el proyecto de Alvear para Buenos Aires, el bulevar central intenta reforzar la ortogonalidad de la cuadrícula fundacional y a la vez generar un eje contundente entre la plaza y el límite norte de la ciudad. Tampoco puede buscarse un interés en la apertura de un eje cívico-monumental, ya que si bien en la plaza el remate del bulevar lo constituía el edificio del Cabildo, en el extremo opuesto se encontraba la estación de tranvías de la empresa Progreso, es decir, un equipamiento funcional no caracterizado en la simbología institucional.83 En este punto, reiterando la impertinencia de plantearlo como una reproducción a pequeña escala del plan de París, no pueden dejar de reconocerse alguna similitudes con el Bulevar de Sébastopol, trazado en 1855 como monumental eje norte-sur de París, que corre entre las calles Saint Denis y Saint Martin, con la Place du Chatelet (flanqueada por los dos teatros encomendados por Haussmann a Gabriel Davidou en 1862), en un extremo y la gran estación ferroviaria Du Nord en el otro; se trata de un bulevar que asume un valor estructural relevante en tanto parte de la Grande Croisée, es decir compone el eje norte-sur del que forma parte junto al Bulevar Saint Michele que se intercepta con el gran eje este-oeste, la calle de Rivoli. Vale destacar también la estrategia que aplicaba Haussmann, cuyos trazados atravesaban en general tejidos vetustos, aprovechando los centros de las manzanas más viejas y donde las propiedades tenían menos valor, lo que en el caso del Bulevar de Sébastopol se cumplió ejemplarmente.84 (Imágenes III.21 a III.23) Para el caso local, y pese a su inviabilidad, la idea de un bulevar con esta característica de abrirse a eje de manzanas entre espacios urbanos cualificados quedará marcada en el imaginario urbanístico santafesino, aparecerá luego reiterada en el plan del intendente Rosas, al proponerse la Avenida del Centenario entre la Plaza de Mayo y la Plaza Pringles y en el Plan de 1927 con el Gran Bulevar que se abría desde la Plaza de 83 En todos estos rasgos se verifican, en la modesta escala de Santa Fe, similares caracteres a los que Gorelik identifica en la apertura de la avenida porteña. Ver: GORELIK, A. Op. cit., p. 104. 84 VILLA, Angelo. “Parigi”, en AYMONINO, C., VILLA, A., FABBRI, G. Le città capitali del XIX secolo, Roma, Officina, 1975, pp. 122 a 129.

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Mayo hacia el norte de más de tres kilómetros de largo, aunque efectivamente nunca se concretó en la ciudad este tipo de intervenciones.85 En el mismo mes de marzo de 1889, a raíz de un llamado a licitación para pavimentar el Bulevar Gálvez y la calle 9 de Julio, el intendente expone ante el Concejo Deliberante que prevé, para la extensión norte de esta última lo siguiente: "...la calle 9 de Julio que desde Suipacha hacia el norte es de 20 varas de ancho, se denominará en lo sucesivo Bv. Cafferata, siendo sus límites al sur la calle Suipacha y al norte el Hipódromo..."86.

Cabe aclarar que en su extensión hacia el norte, la calle empalmaba con uno de los antiguos caminos de acceso a la ciudad, el "Camino del Medio", que desde el siglo XVIII vinculaba el área urbana con las chacras circundantes. Este proyecto puede entenderse como un intento temprano de sistematizar la periferia mediante un trazado urbanístico, cualificando un viejo camino comarcal de acceso a la ciudad al transformarlo en bulevar, para la vinculación del núcleo histórico con uno de los primeros sub-centros que se comenzaban a generar por fuera del área urbana. En este sentido el hipódromo, distante 3,5 km hacia el norte desde el bulevar Gálvez, si bien no alcanzó a transformarse en este período en un foco de urbanización, sí se constituyó en un elemento relevante por la significación que adquirió como lugar de encuentro y esparcimiento social, al punto que una de las primeras líneas de tranvías que traspuso los límites del área urbanizada lo hizo para llegar allí. En mayo, el intendente Arzeno completó con un proyecto que abarcaba un área mucho más extensa, lo que sería el primer intento de sistematización global de la ciudad y periferia mediante una estrategia de trazados que se complementaban con los dos bulevares enunciados anteriormente y se articulaba con el Bulevar Gálvez ya existente; en los fundamentos de la presentación manifestaba: "...el adjunto proyecto de ordenanza de un nuevo boulevard y cuatro avenidas /.../ es de indispensable necesidad y conveniencia pública por cuanto tiende a transformar la faz de la ciudad..."87 y a continuación proponía: "...Prolóngase la traza del Bv. Gálvez hacia el oeste, hasta el río Salado; /.../ se autoriza trazar otro boulevard, de norte a sur por la calle Dr. Zavalla, que arrancando de frente al terreno en que se hará la estación del FFCC a Sunchales, se prolongue hacia el norte hasta dar con el Bv. Gálvez; este boulevard se denominará Gbdor. Zavalla...".88

Con esto Arzeno proyectaba el cierre de la ronda de bulevares en torno a la zona efectivamente urbanizada, aunque a buena distancia de ésta si se tiene en cuenta lo verificable en la cartografía histórica y los datos de densidad de población emanados del censo de 1887, de los que se desprende que una ocupación regular de las manzanas, más allá de la mera apertura de calles, distaba cinco cuadras del bulevar propuesto en el oeste y otras tantas del que se preveía extender en el norte; puede pensarse entonces en el interés de que estos nuevos bulevares actuaran como motores de la urbanización real de sus respectivas zonas, así como estaba aconteciendo con el Bulevar Gálvez en el noreste.89

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En los capítulos V y VI se tratarán estos planes. ACDM-AE. Tomo 1889, f. 132. 87 ACDM-AE. Tomo 1889, f. 217. 88 ACDM-AE. Tomo 1889, f. 218. 89 El Bulevar Zavalla fue un proyecto largamente postergado, que se fue abriendo por tramos discontinuos a medida que se ocupaban las manzanas de su entrono, y sin alcanzar las dimensiones y configuración previstas; recién en la tercera década del siglo XX se concretaría la apertura completa de la paralela Avenida Gdor. Freyre, en sustitución de aquél, una cuadra al este del mismo. No obstante la idea del bulevar en el oeste se mantuvo vigente por todo el lapso transcurrido entre la propuesta de Arzeno y la apertura de Avda. Freyre; diez años después de la ordenanza de Arzeno el Concejo Deliberante aprobó en agosto de 1898 la ordenanza nº 185 donde requería de la Oficina de Obras Públicas "...el proyecto de traza definitiva del Bv. Zavalla y rectificación de las calles adyacentes...". 86

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La idea de que en su conjunto, los dos bulevares completaran la estrategia de constituir bulevares de ronda en torno al centro consolidado, se pone claramente de manifiesto en la previsión de que sobre el bulevar del oeste se asienten los principales equipamientos para la atención sanitaria de la población, a la manera en que lo había propuesto Torcuato de Alvear para su avenida de circunvalación de Buenos Aires.90 La instalación se inició en simultaneidad con el trazado, con la construcción del Hospital Italiano perteneciente a esa colectividad de inmigrantes, según proyecto del ingeniero municipal Ghiglione, en 1889; en la década siguiente se emplazó la Casa de Aislamiento, de gestión municipal y se previó el terreno para el Asilo de Mendigos, que se construyó a poco de iniciado el siglo XX; y en 1902 se localizó también sobre el mismo eje el gran Hospital de Caridad, construido con fondos del estado provincial y propiedad de la Sociedad de Damas de Beneficencia.91 Pero además de esto, en el mismo proyecto de ordenanza se preveía una notable jerarquización para los principales caminos de acceso a la ciudad desde el norte, cuyas trazas databan del siglo XVIII y principios del XIX: "...Habrá igualmente avenidas de norte a sur, una en el Camino de Aguirre, la segunda por el Camino Nogueras, la tercera por el camino a Ascochingas y la cuarta por el Camino a Guadalupe; dichas avenidas arrancarán del Bv. Gálvez y llegarán hasta la altura de la capilla de Guadalupe, en cuyo extremo se unirán las cuatro avenidas por una calle de 40 varas de ancho de este a oeste..."92.

Si se considera el estado de precaria transitabilidad en que habitualmente se encontraban estos caminos (habida cuenta de la enorme cantidad de quejas de los vecinos registradas en la prensa de la época), podrá evaluarse la importancia de proponer estas avenidas; asimismo la intención de dar un cierre a las mismas por el norte, se constituye en una anticipatoria idea de avenida de circunvalación norte, que luego será tema recurrente en todos los planes para la ciudad a lo largo del siglo XX.93 Por otra parte, estas vías eran las espinas circulatorias que vinculaba a la ciudad con los núcleos, de mayor o menor envergadura, asentados en la periferia: Guadalupe, Ascochingas, Recreo y la idea de consolidarlas daba cuentas de una voluntad de trascender la escala urbana y abarcar el territorio, a la vez que la circunvalación norte daba cierre a la configuración general. Se establecen también en el mismo documento citado, algunas de las características de la sistematización espacial de los nuevos canales de circulación: "...La prolongación del Bv. Gálvez será uniforme a la traza anterior, pero la plantación de árboles, jardines y la macadamización sólo llegará hasta la altura del Bv. Zavalla, pagándose el gasto que se origine para ornato, macadam, etc. con el excedente del empréstito municipal contratado para el adoquinado de la ciudad /.../Tanto el Bv. Zavalla como las avenidas Camino de Aguirre, Nogueras, Ascochingas y a Guadalupe, tendrán 40 varas de ancho de pared a pared, debiendo por ahora hacerse solamente su traza, abovedado correspondiente y plantación de arboleda a uno y otro lado de las calles...".

La propuesta que corresponde a la extensión del Bv. Gálvez hacia el oeste se sancionó por ordenanza del 11 de junio de 1889, con algunas objeciones que se subsanaron en la discusión sobre tablas; ese mismo día fue sancionada la demorada ordenanza de apertura del Bulevar Gálvez y la que disponía el nuevo patrón de amanzanamiento (cuadrados de 100 varas de lado y calles de veinte varas de ancho) para todas las calles que se abrieran al norte de dicho bulevar; respecto del resto de los proyectos de Arzeno, el 90

Ver Capítulo II, notas nº 85 y 86. En el Capítulo IV se tratará con más detenimiento este tema. 92 ACDM-AE. Tomo 1889, f. 218. 93 Lo anticipatorio del proyecto en relación a las reales posibilidades de la ciudad, puede medirse en los casi cincuenta años transcurridos desde la propuesta de Arzeno hasta que efectivamente se produjo el mejoramiento y pavimentación de las avenidas de penetración norte-sur en la década de 1930. La avenida de circunvalación norte, se repite, con similar trazado, en los planes de 1927, 1945, 1970 y en el Plan Regulador Municipal de 1980, quedando hasta el presente sin efectivizar. 91

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bulevar central y el bulevar que llegaba al hipódromo, no se pudo obtener en los libros de actas del Concejo Deliberante ningún dato que permitiera conocer el tratamiento que tuvieron en ese cuerpo. (Imagen III.16) III. 5) Marco jurídico y opinión pública La debilidad del marco jurídico en el que podían concretarse estos proyectos en Santa Fe, se pone de manifiesto cuando se analiza el desarrollo de la legislación destinada a regular la alineación de fachadas y el ensanche de las calles; en un momento en que no existían leyes de expropiación contundentes, proponer este tipo de regularidades que suponían invadir los límites estrictos de la propiedad privada, resultaban muy difíciles de viabilizar, sobre todo, si a esto se agrega la defensa corporativa de la propiedad que se ejercía, por momentos desde el mismo Concejo Deliberante. Como se vio en el Capítulo I, el ancho de veinte varas para todas las calles que se abrieran en la planta urbana por fuera del centro histórico consolidado, se había dispuesto ya en 1864 en un malogrado decreto del gobernador Nicasio Oroño que en su momento fue resistido por los vecinos en razón de la merma que suponía a la superficie de los lotes, por lo que al mes siguiente se dejó sin efecto la medida.94 En 1879 la Municipalidad santafesina volvió a legislar sobre el tema sancionando la ordenanza nº 34, de fecha 26 de julio, que disponía que todas las calles que se abrieran en el Municipio debían respetar un ancho de veinte varas, además de que en el caso de que se trate de terrenos que hubieran sido comprados a la Municipalidad, el nuevo propietario debía ceder gratuitamente las fracciones necesarias para la apertura de las calles.95 Es evidente que esto no debió respetarse con rigurosidad, por cuanto en la década siguiente, en julio de 1887, se repite nuevamente la disposición a través de la ordenanza nº 87 que indica que el ancho de veinte varas debe regir para todas las calles que se abran al norte de la calle Suipacha y al oeste de Urquiza, es decir, excluyendo de respetar la normativa de ensanche a los tramos de calles más próximos al centro consolidado. Nuevamente, al igual que en la primera disposición de Oroño, el reparto del mayor ancho debía hacerse en forma proporcional sobre ambos frentes, manteniendo constante el eje de la calle.96 No obstante, esta franquicia no debió conformar a los propietarios y en setiembre de 1889 el Concejo Deliberante aprueba una ordenanza que deja sin efecto a la anterior, restituyendo el ancho de doce varas para todas las calles que se abrieran en el municipio, en resguardo de la superficie original de las propiedades. Inmediatamente la norma fue vetada por el intendente Arzeno argumentando, en su afán progresista, la necesidad de ensanche como una cuestión vital para la ciudad, en razón de las exigencias de la vialidad moderna. La prensa en general, aún la opositora, se manifestó a favor de la actitud del intendente: “Es saludable el veto del intendente a la ordenanza que restituye el ancho de doce varas en vez de veinte para las calles más allá de Suipacha al norte y Urquiza al oeste. Si los habitantes votaran apoyarían la decisión del intendente Arzeno de ensanchar nuestras calles”.97

Pero no sólo se debía enfrentar la resistencia de los propietarios en cuanto a la merma de superficie que sufrían los lotes sino que, aún llegando al acuerdo respecto de la 94

Ver Capítulo I, nota nº 130. PROVINCIA DE SANTA FE. Registro Oficial. Tomo IV, años 1863 a 1865. Santa Fe, Tip. La Revolución, 1889, p. 149. Para la suspensión de la norma, Ibídem, p. 160. 95 MCSF. Ordenanzas, Reglamentos y Acuerdos de la Municipalidad de la Ciudad de Santa Fe, Santa Fe, Nueva Epoca, 1887, p. 33. 96 Ibídem, p. 76. 97 “El veto del Intendente”, nota editorial en La Provincia, Santa Fe, 25/09/1889, p. 1. 184

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apertura de nuevas calles, el municipio, además de hacerse cargo de los trabajos de mensura y subdivisión que le correspondían, debía abonar la suma que los propietarios exigieran, que en la mayor parte de las ocasiones tasaban la tierra con el valor resultante de la incorporación de las mejoras que iban a realizarse, que sin dudas valorizaban considerablemente el suelo urbano. Cuando se debatió en el Concejo Deliberante la conveniencia de la prolongación del Bulevar Gálvez hacia el oeste, el concejal Vindel planteó la objeción de que: “...la municipalidad tendría que abonar el terreno que fuera necesario para la prolongación del bulevar y teniendo presente el valor subido que han tomado los terrenos del norte de la ciudad, creo que la municipalidad no tendría fondos suficientes para responder a la expropiación...”98

Es decir que esos terrenos que se habían valorizado con el trazado del primer tramo del bulevar, debían expropiarse con esos nuevos precios si la Municipalidad pretendía dar continuidad a la obra. En esta ocasión, esta postura fue refutada por el concejal Bruniard, un escribano de sólida trayectoria, que sostuvo que: “...la mayor parte de los vecinos cederían gratuitamente el terreno necesario para prolongar el bulevar, por cuanto ellos son principalmente beneficiados...”.99

Pero en general esa era la práctica usual. La Municipalidad afrontó numerosos juicios por desacuerdos en las expropiaciones y reclamos de indemnizaciones de los propietarios; incluso se dieron casos de propietarios que inicialmente cedían los terrenos para apertura de calles y posteriormente reclamaban indemnizaciones, argumentando algún incumplimiento por parte de la Municipalidad.100 Se dieron casos en que la Municipalidad, imposibilitada de pagar las cifras requeridas, entregaba en propiedad en compensación por las fracciones destinadas a aperturas, tierras municipales ubicadas en zonas periféricas.101 En la década siguiente y como una forma de regular los precios que se fijaran para la tierra que debía expropiarse, el intendente Constancio Larguía presentó un proyecto al Concejo que fue sancionado poco después como ordenanza; se establecía que los terrenos que tuvieran frentes a calles o bulevares que se abrieran dentro del municipio, o en los que fuera necesario efectuar alineaciones o rectificaciones, deberían pagar durante cinco años un impuesto de un 2,5% mensual del valor que la Municipalidad hubiese pagado por el terreno cedido, quedando exceptuados de ese impuesto quienes donaran al municipio el terreno requerido.102 La medida trataba de incentivar la donación o, al menos, frenar la fuga de recursos y propiedades municipales que se estaba produciendo como consecuencia de no disponer de ningún freno jurídico ante la absolutización del concepto de propiedad privada; el concejal Pérez, de la Comisión de Hacienda, argumentaba: “...que había gran necesidad de abrir nuevas calles para facilitar el tráfico público y que teniendo en cuenta la carencia de recursos de la municipalidad para efectuar el pago de las indemnizaciones la Comisión de Hacienda no ha tenido inconvenientes en aconsejar la sanción del impuesto sobre mejoras ya que /.../ consultada la opinión de varios abogados sobre la imposición del tal impuesto, lo habían creído procendente, estando en vigencia además en la Capital Federal y en el Rosario...”.103 98

ACDM-Libro de Actas, Tomo 1888/92, f. 208. ACDM-Libro de Actas, Tomo 1888/92, f. 209. 100 Tal el caso de los propietarios de la Quinta Clucellas que en 1889 ceden a título graciable las superficies necesarias para urbanizar sus tierras y en 1892 solicitan indemnización por expropiación. ACDM-AE, Tomo 1889, f. 427; Tomo 1892, f. 487. 101 Como ejemplo, puede citarse el convenio firmado con el propietario de las antiguas quintas Bonino y Brunetti por el intendente Eugenio Puccio en 1898; entre 1898 y 1910 se publican en el digesto quince convenios similares; ver MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, Languasco, 1911, pp. 163, 164 y 190 a 206. 102 Ordenanza de fecha 27/12/1895; ver: MCSF, Digesto de Ordenanzas, Reglamentos y Decretos, Santa Fe, ed. oficial, 1901, p. 205. 103 ACDM-Libro de Actas, Tomo 1895/1900, f. 36. Sesión extraordinaria del 27/12/1895. 99

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Como puede verse, el marco jurídico no era auspicioso para que la intendencia encarara proyectos que requirieran disponer de propiedades particulares mediante una política firme de expropiaciones; por otra parte, si se revisan las referencias disponibles acerca de la repercusión que estos proyectos tuvieron en la población, a través de los comentarios de la prensa de la época, puede notarse que tampoco existía en la ciudad un clima cultural propicio para absorber este tipo de proyectos;104 se pone de manifiesto en estos comentarios una actitud casi temerosa ante el emprendimiento de proyectos transformadores, ya que, si bien se ponderan como meritorias las intenciones del intendente, los comentarios posteriores permiten entender que se abren, en la opinión pública, grandes interrogantes ante la instancia de viabilizarlas en Santa Fe: "En su totalidad creemos que el público debe apoyar estos proyectos por la razón que toman el rumbo del progreso /.../ [Pero]...los boulevares sólo sirven para la aereación y ornato de las grandes ciudades y, ya lo hemos dicho, Santa Fe nada de esto necesita." 105

Obviamente la propuesta que mayor disgusto y más rotundas críticas generó fue la de la apertura del bulevar central, que se consideraba totalmente desproporcionado con relación a la ciudad que debía albergarlo: “Con respecto al gran boulevard que se propone hacer entre las calles Comercio y San Jerónimo /.../ es innecesario y extrañamos que el intendente se haya permitido proponer a un pueblo inteligente semejante proyecto, pues el gasto sería enorme y Santa Fe no necesita tal boulevard. Sus calles son buenas y bastante olgadas [sic] y el tráfico es poco y no se impide por falta de espacio. Creemos que por muchos años no habrá necesidad de agrandarlas, pero si llegara el caso costaría mucho menos agrandar las que ya existen /.../ Santa Fe no es Buenos Aires y gastar estas enormes sumas sin necesidad alguna sería ruinoso...".106

Numerosas notas criticaron este proyecto, insistiéndose siempre en la imposibilidad de que una ciudad de la escala de Santa Fe encarase un plan de tamaña magnitud, en el que hubiesen debido invertirse más recursos de los que el Municipio podía disponer, a la vez que implicaba la "destrucción" (y éste fue un argumento insistentemente usado) de una buena porción de tejido edilicio; esto último se consideraba "descabellado": "...pero dejándose llevar por su imaginación creadora y poniendo como ejemplo el éxito obtenido por otros colegas en la capital de la república, lanzó el proyecto de formación del boulevard central, lo que vino a constituir un punto negro de su reciente administración /.../ tenemos que propender a la edificación y no destruir la que, aún cuando ruinosa, sirve de ensanche a la ciudad."107

Para enfatizar aún más el despropósito que suponía la apertura de este bulevar, el diario opositor La Provincia relevó comentarios de un diario rosarino, La Capital, y transcribió esas opiniones: "...para llevar a cabo este boulevard habría que expropiar 50.000 varas de terreno edificado compactamente por lo menos en sus 8/10 partes. La expropiación, el adoquinado, el jardincillo interior, hacen suponer que la famosa avenida costaría de tres y medio a cuatro millones de pesos inútilmente gastados...”.108

Al margen de estos comentarios, que aparentemente no alcanzaron rango de debate en tanto no se logró registrar en la prensa voces en defensa de la propuesta del intendente, interesa destacar cómo la prensa era también promotora de proyectos. Santa Fe no debía, a juicio de los diarios locales, pretender parecerse a Buenos Aires, pero sí podía parecerse a Córdoba y tratar de emular sus logros, por lo que le reclaman al intendente: 104

Vale aclarar que La Provincia, constituía la prensa opositora a la gestión de Arzeno; pese a esto los comentarios tenían un tono moderado. 105 "Los Proyectos de la Intendencia", nota editorial en La Provincia, Santa Fe, 24/03/1889, p. 1. 106 Idem. 107 “Comentario sobre la Revista Municipal”, en La Provincia, Santa Fe, 31/03/1889, p. 2. 108 “No somos los únicos”, en La Provincia, Santa Fe, 29/03/1889. 186

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"...hacer una buena parte de las obras que reclama el municipio para estar a la altura de una capital de provincia /.../ Córdoba tiene actualmente en realización obras públicas urbanas que costarán, terminadas, 40 millones de duros. ¿No podría gastar Santa Fe la décima parte de esa suma? ¿Por mezquindad y apocamiento de ánimo quedaremos todavía con dos plazas convertidas en potreros y dos que poco falta para que lo sean? ¿No tendremos un paseo, un pequeño parque, donde la población obrera (y la que no lo es) pueda ir a solazarse en los días festivos respirando aire oxigenado y recreando la vista y el oído?”109

III. 6) Estrategias urbanísticas en ciudades provincianas En general estas estrategias urbanísticas motivadas en resolver expeditivamente las cuestiones de la vialidad urbana, incorporando avenidas en periferia o bulevares urbanos como instrumentos de control, límite y regularidad de las ciudades, se convierte en un lugar común en las dos últimas décadas del siglo XIX. Ya pudo verse en el capítulo anterior el coincidente afán por trazar bulevares que se constató en numerosas ciudades del interior del país, capitales de provincia en su mayoría, generando espacios diferenciados paisajística y funcionalmente respecto de la morfología tradicional de los cascos históricos consolidados. Pero si estas estrategias se leen en el contexto del conjunto de las obras públicas previstas en los respectivos municipios, es posible detectar ciertas semejanzas que permiten interpretarlas no como hechos aislados sino como el resultado de criterios y saberes comunes para afrontar las cuestiones urbanísticas en ciudades provincianas. En Córdoba, a la par del trazado del Bulevar del Oeste, sobre la antigua Calle Ancha y del bulevar de circunvalación en torno al río y el área ferroviaria, durante la intendencia de Revol es claro el interés por consolidar una red de avenidas que ordenen y mejoren las condiciones de movimientos en la zona más densa, a la vez que permitan vincular con facilidad al centro con los numerosos barrios que se estaban generando en periferia. En 1889, en simultaneidad con el proyecto Arzeno para Santa Fe, Revol solicitaba al Concejo Deliberante que se le autorice a encargar la realización de estudios para una red general de caminos abarcando toda la superficie del municipio, lo que en el caso de Córdoba adquiría mayor complejidad por las irregularidades topográficas que se presentaban una vez transpuesto el centro histórico110; debe tenerse presente que en la última década previa a esta iniciativa del intendente, en Córdoba se habían fundado veinte barrios y pueblos periféricos que requerían conexiones ágiles con la ciudad consolidada, por lo cual este sistema viario que se pretendía proyectar, permitía integrar en un todo la dispersa planta urbana.111 En general se trataba de tomar como ejes principales de esta red a los antiguos caminos regionales y dotarlos de los nexos y de las mejoras necesarias para que se convirtieran en verdaderas avenidas modernas. En el mismo año y para vincular francamente el centro con la estación ferroviaria, Revol propone un contundente ensanche en una de las principales calles céntricas que debía ampliarse al doble de su dimensión original, para propiciar el establecimiento de grandes sedes bancarias y comerciales y posibilitar mejores condiciones para la edificación en altura que la que otorgaban las angostas calles de la ciudad colonial. Ambas iniciativas se aprobaron sin objeciones en el Concejo Deliberante, pero la segunda fue muy resistida por la opinión pública y la oposición política que la bautizó peyorativamente “Bulevar Revol”, dado que se trataba de una de las calles de la ciudad con mayor densidad de ocupación sobre sus frentes,112 por lo que la obra hubiese supuesto la expropiación de fracciones muy costosas, al igual que lo que se objetaba a la propuesta de Arzeno para el bulevar central; y 109

"La tarea del Intendente", nota editorial en La Revolución, Santa Fe, 26/02/1889, p. 1. PAGE, Carlos en Propuestas e intervenciones urbanas en Córdoba 1880-1930, Córdoba, UNC, 1991, pp. 25 a 27. La calle en cuestión, actual San Gerónimo, es una de las que rodea la plaza fundacional, pasando por el lateral sur de la catedral. 111 Sobre el establecimiento de nuevos barrios durante la década de 1880 ver: BOIXADÓS, María C. Las tramas de una ciudad. Córdoba entre 1870 y 1895, Córdoba, Ed. Ferreyra, 2000, pp. 92 a 124. 112 PAGE, C. Op. cit., p. 27. 110

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es que la rotunda transformación de escala que proponían estos bulevares, sea ensanchando la antigua calle o abriendo una nueva, permite parangonar ambos proyectos y ponerlos casi en el nivel de la utopía en relación a las posibilidades de concreción en las ciudades para las cuales se planteaban; de hecho, ni el “Revol” de Córdoba ni el “central” de Santa Fe llegaron a concretarse. (Imágenes III.27 y III.28) En el caso de Tucumán, con una configuración geométrica estricta basada en la disposición regular de la ronda de bulevares que se comentó en el capítulo anterior, también se verifica el interés por trascender la escala del área efectivamente urbanizada, trasladando orden y regularidad a la periferia. Este interés se verifica en la intendencia de José Padilla, quien designa al ingeniero Guillermo Rucker como director de Obras Públicas, el cual traza un Plan de Disciplina Urbana; como parte de una estrategia de ampliación de la escala urbana al territorio, se definen los proyectos de las avenidas Mate de Luna y Benjamín Araoz, antiguos caminos comarcales que se transforman mediante una consolidación, pavimentación y equipamiento como verdaderas avenidas de alcance regional, vinculando la ciudad con los núcleos periféricos.113 (Imágenes III.31 y III.32) Para Mendoza, en la década de 1880 destaca la intendencia de Luis Lagomaggiore (1884-1888) durante la cual se dota a la ciudad de importantes obras de infraestructura (aguas corrientes y pavimentos en especial), se inician las labores de saneamiento y reconstrucción de la parte de ciudad que había sido destruida por el terremoto y se continúa consolidando el sector surgido con posterioridad al mismo114. En Mendoza la presencia de las dos ciudades no es una creación literaria, como en el caso de Santa Fe, sino que responde de manera contundente a la situación provocada por el devastador terremoto de 1861 que llevó a la decisión de una refundación de la ciudad generando un nuevo polo de desarrollo urbano, a partir de una gran plaza de cuatro manzanas y un trazado en cuadrícula típicamente decimonónico, distante poco menos de un kilómetro al sureste de la plaza fundacional colonial y con una orientación diferente a la de la ciudad histórica; se hizo necesaria entonces una sutura entre ambos trazados, consolidándose una espina conectora de fuerte presencia urbana y alta concentración de actividades, de escala territorial, sobre lo que había sido el antiguo camino de San Nicolás, que en tiempos de la colonia ponía límite a la ciudad por el oeste. En el plano urbano de 1885, levantado por el Departamento Topográfico provincial durante la intendencia de Lagomaggiore, se muestra con claridad el interés por articular, mediante la red viaria de periferia y tomando como eje la avenida antes mencionada, la totalidad del conjunto urbano de Mendoza, consolidando dicha red mediante las obras de infraestructura y utilizándola como factor de control y orientación de potenciales crecimientos. En la memoria municipal de 1887, en la que el intendente incluye un “Proyecto de prolongaciones y aperturas de nuevas calles” con la correspondiente elaboración planimétrica, se pone de manifiesto la preocupación del mismo por esta regulación.115 (Imágenes III.29 y III.30)

Para la misma época en Corrientes, el dominio territorial y el control de la expansión requerían vencer los obstáculos de la accidentada topografía, consecuencia de los arroyos y de las tierras bajas y bañados que rodeaban al casco de la ciudad colonial. La construcción de zanjas de drenaje y de algunos puentes, la consolidación de terraplenes y el trazado y amojonamiento de caminos troncales: Paso de Lagraña, Camino de Santa Ana, Camino de los Obrajes y una avenida de treinta varas de ancho que cruzaba la zona de quintas, fueron los pasos dados en este sentido.116 113

NICOLINI, Alberto. San Miguel de Tucumán, 1800 – 1916. Desarrollo urbano y arquitectónico, Tucumán, Universidad Nacional de Tucumán, 1973. 114 PONTE, Ricardo. Mendoza, aquella ciudad de barro. Mendoza, Edic. municipal, 1987, pp. 237 y ss. 115 La “Memoria” de la intendencia es citada por PONTE, R. Op. cit., pp. 246-247 y 258-259. 116 GUTIERREZ, Ramón y SANCHEZ NEGRETTE, Angela. Evolución urbana y arquitectónica de Corrientes. Tomo 2, Buenos Aires, 1988, pp. 37 y 101. 188

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Estas transformaciones tienen evidentemente que ver con la comprensión, por parte de la élite dirigente, del “cambio de escala de la ciudad heredada”117 y la necesidad de responder a ese cambio de escala desde el poder municipal, con los instrumentos urbanísticos que por entonces se dominaban; los trazados y la optimización de la red viaria mediante las operaciones técnicas disponibles (terraplenados, adoquinados y pavimentos, sistemas de drenaje) se convierten claramente en una estrategia en este sentido. La ciudad controla el territorio mediante esos trazados y genera los dispositivos de control de la expansión, hecho totalmente previsible y necesario en función de los explosivos crecimientos poblacionales que se verificaban. III. 7) La significación del plan de Arzeno Volviendo al caso santafesino, un primer aspecto a considerar es la escala de ciudad que se planteaba, la que ampliamente excedía los límites de la ciudad histórica y sus aledaños, pasándose a intervenir en un área de vastas dimensiones que suponía una expansión muy considerable respecto del área realmente urbanizada hasta entonces. El proyecto de las avenidas de penetración y su vinculación con una avenida transversal al norte resultaba verdaderamente ambicioso en este sentido y da cuentas de un interés por estructurar con criterios urbanísticos el territorio suburbano, al que visionariamente se le reconocían sus potencialidades; y, sobre todo, evidencia la preocupación por el control de ese territorio hasta entonces prácticamente indiferenciado de lo que era el área rural: por primera vez se pretende que los trazados, tanto los ejes que convergen en el área céntrica como el cierre que los vincula en el extremo norte, materialicen con un límite esa vasta extensión que hasta entonces sólo había tenido entidad jurídica.118 Conjugado esto con los tres bulevares que se proponían, dos de ellos como verdaderos motores de urbanización, y el central como instrumento de embellecimiento y jerarquización del área céntrica, se hace evidente el objetivo de dotar de lugares de interés a la ciudad, generando una verdadera trama de espacios colectivos que estructurara los ámbitos de uso público. A su vez, el Bulevar Zavalla no sólo ordenaría el crecimiento del borde oeste constituyendo un límite contundente sino que, como se dijo, se proyectaba ubicar sobre el mismo los equipamientos para la salubridad pública que lo convertirían en una espina con funcionalidad específica en materia de higiene pública, lo que vuelve a relacionarlo con la idea de Torcuato de Alvear para el bulevar de circunvalación de la Capital Federal. Como elemento subyacente a esta nueva macro-estructura, se definió por ordenanza del mismo 11 de junio de 1889 en que se aprobó la traza del Bulevar Gálvez, un nuevo patrón de urbanización (la cuadrícula de manzanas de 100x100 varas y calles de 20 varas de ancho, en contraposición a la de la manzana de 120 varas del período hispánico) aprobado para los terrenos al norte y al sur de dicho bulevar,119 que se habría de extender indiscriminadamente por el territorio, sin otros obstáculos que los trazados ferroviarios, pero 117

Foglia, al explicar el crecimiento de la ciudad por anexión para el período 1870/90 expone: “...lo moderno se entronca aquí en un cambio de escala de la ciudad heredada más que en la incorporación de innovaciones y esta instancia que se repite en las principales ciudades mayores e intermedias del país se sostiene no sólo en el pensamiento de la administración pública, que ha elaborado la legislación correspondiente para la creación de ciudades de nueva planta que acompaña la colonización agrícola con su indudable efecto demostrativo, sino también en la actividad privada de los urbanizadores...”. FOGLIA, María E. Reflexiones sobre los procesos históricos de ocupación del territorio. Teorías y modelos. Córdoba, FAUD/UNC, 1998. 118 PROVINCIA DE SANTA FE. Registro Oficial. Tomo VIII, años 1872 a 1875. Santa Fe, Tip. La Revolución, 1890, p. 227. La ley provincial de delimitación del municipio de Santa Fe fijaba el límite norte en una línea trazada 15,5 kms. al norte de la plaza fundacional, en tanto que el límite material definido por la avenida este-oeste que Arzeno proponía trazar vinculando las cuatro vías de penetración norte-sur, se ubicaba 8 km. al norte de dicha plaza. 119 MCSF, Digesto de Ordenanzas, Reglamentos y Decretos, Santa Fe, ed. oficial, 1901, p. 202. Este proyecto también fue presentado al Concejo Deliberante por el Intendente Arzeno. 189

también dos años antes se había dictado la ordenanza que establecía que todas las nuevas calles que se abrieran en el municipio, al oeste de Urquiza y al norte de Suipacha, debían medir 20 varas de ancho.120 La diferencia entre ambas ordenanzas reside en que la de 1887 se pensó para la extensión del área efectivamente urbanizada y por lo tanto modificaba el ancho de las calles pero conservaba la continuidad de las mismas en relación a las preexistentes, con lo cual no produjo quiebres con la traza histórica; la segunda, de 1889, por el contrario, al pensarse como fundación de un "nuevo centro", según palabras del propio ingeniero municipal, y prácticamente no tener en ese momento perímetro de contacto con la ciudad, no consideró evidentemente necesario atender al factor de continuidad; así, al reducir el tamaño de las manzanas generó un quiebre neto entre los dos trazados.121 No obstante, ese pragmatismo parece estar en consonancia con una ciudad que, por una parte estaba expectante ante la idea de un progreso indefinido pero, por otra, reconocía sus ancestrales limitaciones.122 De allí que pueda leerse una contradicción entre las ideas e intereses de Arzeno al pensar en el bulevar central y las refractarias expresiones de La Provincia. Desde la posición del intendente, y más allá de la imposibilidad de concreción del proyecto, vale resaltar como un mensaje implícito en el mismo, el optimismo con que un sector de la dirigencia política vislumbraba el futuro de la ciudad. Ese optimismo puede explicarse a partir de los importantes cambios que se habían ido verificando en muy pocos años y que, sobre todo en los relatos de cronistas y viajeros, eran puestos de manifiesto para describir la dualidad ciudad vieja-ciudad nueva. En esa dualidad (contraste entre el barrio sur colonial y los nuevos barrios del norte que ya se comentó en el capítulo anterior) vuelve a plantearse la contradicción, la misma que se planteaba en la ciudad entre los intereses de los sectores más tradicionalistas de la sociedad y los de los sectores progresistas, plasmándose así en este proyecto de escala urbana unos enfrentamientos que lo trascendían plenamente en sus alcances. Las acciones análogas que contemporáneamente pudimos verificar en otras ciudades del interior, refuerzan la presunción de que existió en las dirigencias provincianas, una decidida vocación por aportar desde la operación urbanística al aludido cambio de escala de la ciudad heredada.

120

Ibídem, p. 201. La cuestión del trazado se retomaría recién en 1906, cuando por ordenanza del 23 de octubre se dispone la traza de las calles y la delineación de las manzanas "del ensanche" hasta cubrir todo el territorio de la planta urbana (que alcanzaba hasta un límite este-oeste definido entre el Cementerio de Barranquitas y la laguna Setúbal) extendiendo el damero con las rectificaciones que fuesen necesarias. No se aclara pero es obvio que dichas rectificaciones obedecían a la presencia de los caminos de acceso y de los trazados ferroviarios que surcaban las tierras "del ensanche" y que no respetaban la direccionalidad de la cuadrícula original. Ordenanza nº 728; ver: MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, Languasco, 1911, pp. 170 y 171. 122 Según pudo verse en las opiniones de la prensa opositora sobre los proyectos del Intendente. 121

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Imagen III.1: Panorámica de la ciudad de Santa Fe desde la Iglesia del Carmen hacia el oeste; se destacan el Consejo de Educación recién inaugurado y la Catedral Nueva en construcción en el entorno de la Plaza San Martín. Fecha: década 1890. Autor: sin identificar. Fuente: Archivo particular A. Collado.

Imagen III.2: Panorámica de la ciudad de Santa Fe hacia el noreste, al fondo se destaca la Estación del Ferrocarril Santa Fe y sus anexos. Fecha: década 1890. Autor: sin identificar. Fuente: Archivo particular A. Collado.

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Imagen III.3: El primer viaje en tranvía a caballo en Santa Fe realizado el 9 de mayo de 1885. Autor: Pedro Tappa. Fuente: BDIFP – AGPSF, código: G05718207.11.

Imagen III.4: Casas para obreros construidas por la empresa de tranvías “Progreso de Santa Fe” en inmediaciones de la estación, próximas al Bulevar Pellegrini. Fuente: BDIFP – AGPSF, código: G05416609.20.

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Imagen III.5: Uno de los primeros edificios construidos en Santa Fe para sede de una empresa, levantado en 1885 por la constructora Hume, a cargo de las obras del ferrocarril Santa Fe, para instalar allí sus oficinas. En la década siguiente fue sede de la Municipalidad. Fecha: 1900 circa. Autor: Augusto Lutsch. Fuente: BDIFP – AGPSF, código: I01203396.

Imagen III.6: El Chalet de Paulino Llambí Campbell, donde funcionó la Municipalidad entre 1905 y 1940. Fecha: 1907. Autor: Augusto Lutsch. Fuente: BDIFP – AGPSF, código: I01203404. 193

Imágenes III.7a y III.7b: Adoquinados. Reconstrucción de la planta urbana de Santa Fe en 1887 y 1895. En línea negra se indica la extensión de la red de calles adoquinadas y/o pavimentadas. Reconstrucción propia en base a: COLLADO, A.; BERTUZZI, M.L.; DEL BARCO, M. E. Atlas Histórico de Santa Fe, 1880-1945.

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Imagen III.8: Tranvías. Reconstrucción de la planta urbana de Santa Fe en 1895. Se indica la extensión de la red de tranvías a caballos. Reconstrucción propia en base a: COLLADO, A.; BERTUZZI, M. L.; DEL BARCO, M. E. Atlas Histórico de Santa Fe, 1880-1945. 195

Imágenes III.9 y III.10: Arriba, área que abarca el servicio eléctrico en Santa Fe en 1895; Reconstrucción propia en base a: COLLADO, A.; BERTUZZI, M. L.; DEL BARCO, M. Atlas Histórico de Santa Fe, 1880-1945. Abajo, sala de máquinas de la Usina Municipal; Fuente: GUIDOTTI VILLAFAÑE, E. La provincia de Santa Fe, cit., 1916.

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Imagen III.11: Tarjeta postal que retrata la estación del Ferrocarril “Buenos Aires y Rosario” (luego “Central Argentino”), ubicada en el extremo suroeste, aledaña al Bulevar Zavalla. Fecha: 1892. Fuente: BDIFP – AGPSF, código: I01103190.

Imagen III.12: Una calle del Barrio Sur en la época de ejecución de los tendidos de la red de desagües cloacales. Fecha: 1905 circa. Fuente: BDIFP – AGPSF, código: I03411298.

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Imagen III.13: Plano de la ciudad de Santa Fe, preparado para el censo provincial de 1887, consignando la cantidad de población por manzanas. En las manzanas hay dos números: el superior indica el número de la manzana y el inferior la cantidad de habitantes que aloja. Fuente: PROVINCIA DE SANTA FE. Primer Censo General de la Provincia - 1887; Buenos Aires, Peuser, 1888.

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Imágenes III.14a y III.14b: Arriba, “Plano Topográfico del Territorio Municipal de Santa Fe, construido por la Oficina de Ingeniería durante la Intendencia del Ing. J. A. Doncel”. Fecha: abril de 1895. Abajo, detalle mostrando el sector más densamente ocupado, sobre el cual se realizó el catastro. Fuente: ADPC - Departamento La Capital; Planos Varios.

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Imagen III.15: Catastro de Santa Fe, realizado por el Agrimensor Félix Cattaneo en 1893. Fuente: Proyecto CAI+D / FADU-UNL Ciudad, estado y sociedad. Santa Fe en la 1ª mitad del siglo XIX. Reconstrucción a partir de planos parciales localizados en el Archivo de Catastro Municipal (Material facilitado por el Dr. Luis M. Calvo, director del proyecto).

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Imagen III.16: Plano de las propuestas del Intendente Juan Arzeno, realizadas entre 1887-1889: el Bulevar Central, la prolongación hacia el oeste del Bulevar Gálvez, el Parque Público del Oeste, los Bulevares Zavalla y Cafferata, la Avenida Norte y la consolidación como avenidas de los antiguos caminos de ingreso a la ciudad. Reconstrucción propia sobre la planta urbana de Santa Fe de 1887.

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Imágenes III.17a y III.17b: Trazado del Bulevar Central propuesto por Arzeno; detalle del mismo en el entorno de la Plaza de Mayo. Reconstrucción hipotética sobre el Catastro Cattaneo realizada para este trabajo.

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Imágenes III.18a - III.18c: Intendentes de Santa Fe entre 1885 y 1890: Mariano Comas (1885-1887), Daniel Gollan (1887-1888), Juan Arzeno (1889-1890). Fuente: BDIFP – AGPSF, código: G05617795.29.

Imagen III.19: Vista panorámica de Santa Fe desde la Plaza de Mayo hacia el norte, donde se observa la primera manzana que hubiese afectado el Bulevar Central. Fecha: 1900 circa. Autor: Augusto Lutsch. Fuente: Archivo particular A. Collado.

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Imágenes III.20a - III.20c: Arriba, Instituto Politécnico de Turín en el que se habían formado la mayor parte de los profesionales que trabajaron en Santa Fe a fines del siglo XIX. Abajo, Teatro de Corfú, proyectado por el ingeniero Benedetto Ghiglione en 1885, antes de afincarse en Santa Fe donde se desempeñó como Ingeniero Municipal entre 1887 y 1892. Fuente: http://www.archi1.polito.it.htm

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Imagen III.21: Plano de apertura de la Avenida de la Ópera en Paris, indicando la zona afectada por las demoliciones. Fuente: SICA, P. Historia del Urbanismo. El siglo XIX. T. II, p. 210.

Imágenes III.22 y III.23 a y b: Izq. apertura del Bulevar Sébastopol en París (1855). Fuente: AYMONINO, FABBRI y VILLA. Le cittá capitali del XIX secolo, ilust. 112. De. vistas del Bulevar Sébastopol y la calle de Rivoli a principios del siglo XX. 205

Imágenes III.24 a III.26: Arriba, Plan para la ciudad de Buenos Aires del Intendente Crespo, 1887; Fuente: Programa “Buenos Aires 2050”. Centro, Panorámica de la Avenida de Mayo desde Congreso hacia el este, en 1906. Fuente: GUTIERREZ, R. Buenos Aires. Evolución histórica, p. 111. Abajo, tarjeta postal de la misma avenida en la época del Centenario; Fuente: BDIFP – AGPSF, código: I01103150. 206

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Imagen III.27: Plano de la ciudad de Córdoba en 1889, realizado por Santiago Albarracín. Fuente: BOIXADÓS, Ma. C. Las tramas de una ciudad, Córdoba entre 1870 y 1895, p. 152. Se han indicado el Bv. del Oeste o “Calle Ancha” (norte-sur) y el Bulevar Revol (este-oeste), que surgiría del ensanche de una callle del área central.

Imagen III.28: Tarjeta postal que retrata la calle San Gerónimo en Córdoba. Sobre la fachada norte (a la derecha de la imagen) el intendente Revol proyectaba el ensanche. Fecha: 1890 circa. Fuente: Archivo Centro de Documentación de Arquitectura Latinoamericana (CEDODAL).

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Imagen III.29: Plano de Mendoza en 1885, realizado por el Departamento Topográfico provincial; se observa el trazado de la ciudad pos-terremoto de 1861 y la sutura que produce la avenida San Martín (coloreada). Fuente: PONTE, Jorge R. Mendoza, aquella ciudad de barro. Mendoza, Municipalidad de la ciudad de Mendoza, 1987; p. 240.

Imagen III.30: La avenida San Martín de Mendoza, trazada sobre la antigua Alameda y perfilada como sutura entre la ciudad antigua y la nueva. Fecha: 1900 circa. Fuente: Archivo Centro de Documentación de Arquitectura Latinoamericana (CEDODAL).

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Imagen III.31: Plano de San Miguel de Tucumán y sus alrededores en 1915, realizado por Antonio Correa. Se ha coloreado para este trabajo el trazado de la Avda. Mate de Luna y su relación con la ronda de bulevares. Fuente: PATERLINI de KOCH, Olga. "San Miguel de Tucumán 1565-1930: la gestión de la ciudad", Tesis doctoral, citada.

Imagen III.32: Tarjeta postal que retrata la avenida Mate de Luna de San Miguel de Tucumán. Fecha: 1900 circa. Fuente: Archivo Centro de Documentación de Arquitectura Latinoamericana (CEDODAL).

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CAPITULO IV HIGIENISMO, CIUDAD Y MODERNIZACIÓN

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“Son tiempos de preocupaciones por la salubridad urbana /.../ El higienismo argentino centró toda su atención en la ciudad. Estos médicos y administradores urbanos, deudores de las ideas del progreso, buscaron casi obsesivamente ordenar la ciudad...”1

La cuestión de la higiene pública, enmarcada en el proceso global de modernización que vivió la ciudad de Santa Fe a partir de la década de 1880, resultó un factor determinante de dicho proceso, orientador de las principales decisiones que se tomaron y de las acciones más rotundas que se emprendieron en materia urbanística. Así, la legislación y los equipamientos relacionados con la salud y la higiene, sumados a los tendidos de infraestructura sanitaria tuvieron, en conjunto, enorme impacto en la transformación de la vida local.2 Los documentos de la época3 ponen en evidencia que la transformación urbana estuvo guiada por dos nociones acuñadas en Europa durante el siglo XVIII y que, en su difusión, llegan al interior provinciano con más de un siglo de tardanza: la idea de urbanística como un saber específico que atiende el control de la evolución de las ciudades y la noción de higiene pública como un cuerpo de principios orientados, desde la autoridad de las ciencias positivas, a mejorar la calidad de vida de la población.4 Es importante destacar que las teorías higienistas, llegado el momento de poner en práctica con proyectos concretos sus enunciados, necesariamente debieron confrontar con intereses públicos o privados, ya sea con quienes pretendían libertad irrestricta para ejercer actividades comerciales o industriales (mataderos, mercados, pequeños talleres, fábricas), con el poder eclesiástico por la cuestión de los cementerios, con el poder intelectual ejercido por instituciones como el protomedicato, o con el más extendido sentido de propiedad privada como valor absoluto que se veía muchas veces socavado por la noción de utilidad pública; además su puesta en acto contempló una serie de costosos emprendimientos de tipo técnico (abastecimiento de aguas, drenajes cloacales y pluviales, trazados renovadores basados en conceptos de racionalidad y sanidad), exigencias que no siempre las finanzas estatales o el capital privado fueron capaces de afrontar. Por lo tanto, debe entenderse que el largo proceso de introducción de estas teorías a las diversas realidades urbanas, implicó enfrentamientos de intereses, puesta a punto de la legislación existente, gestación de la legislación faltante, todo en función del paradigma higiénico, constituyendo una radical transformación de los modos de abordar los problemas urbanos.

1

ARMUS, Diego. "Tutelaje, higiene y prevención. Una ciudad modelo para la Argentina de comienzos de siglo”, en revista Medio Ambiente y Urbanización nº 45, Buenos Aires, IIED-AL, diciembre de 1993, pp. 79 a 88. 2 Este capítulo se funda en el argumento (claramente planteado en el artículo de Zucconi antes citado) de que las teorías higienistas, aunque no constituyan en sí mismas elaboraciones planteadas desde la urbanística por provenir de otro campo de conocimiento –la medicina-, se transformaron en principios rectores al momento de decidir las operaciones sobre la ciudad y, a la postre, se convirtieron en teorías asociadas a la urbanística. Un diagnóstico general para la ciudad de Santa Fe sobre las condiciones de la higiene pública en el período, fue elaborado por la doctoranda en: COLLADO, Adriana. "Santa Fe a principios del siglo XX. Condiciones de habitabilidad e higiene pública", en Revista de la Junta Provincial de Estudios Históricos nº LXI, Santa Fe, 1995. 3 Se ha trabajado, sin que las mismas resulten excluyentes, privilegiando dos fuentes: los archivos del Concejo Deliberante Municipal (ACDM) y la prensa local. 4 “...La formidable carga ideológica ligada al higienismo, asigna al plan una función taumatúrgica y al técnico el rol de demiurgo, capaz de rescatar a la humanidad de seculares condiciones de miseria material.” ZUCCONI, Guido. “La cultura igienista nella formazione dell’ urbanistica”, en BIANCHETTI, Cristina (comp). Città immaginata e città costruita, Milano, Franco Angeli, 1992, p. 31. 213

IV. 1) Los paradigmas médicos desde el siglo XVIII Es sabido que entre los principales factores que incidieron en el desarrollo de la urbanística, se contó la toma de conciencia acerca de los problemas que acarreó la industrialización de la ciudad histórica, fenómeno iniciado en Europa a mediados del 1700; contemporáneamente al mismo se puede ubicar al higienismo, que se integró como una de las líneas de acción tendientes al control de los efectos nocivos de la sociedad industrial sobre la vida urbana. Es ésta una problemática de fondo en la urbanística moderna y las cuestiones de la higiene y de la salud pública fueron tópicos relevantes que se asumieron como una condición de base por ciertas líneas de desarrollo de la disciplina.5 “El higienismo es una corriente de pensamiento desarrollada desde mediados del siglo XVIII, animada principalmente por médicos. Partiendo de la consideración de la gran influencia del entorno ambiental y del medio social en el desarrollo de las enfermedades /.../ y proponiendo diversas medidas de tipo higiénico social que puedan contribuir a la mejora de la salud y las condiciones de existencia de la población.”6

Resulta pertinente, si se comparte la definición anterior, partir de los paradigmas7 que orientaron la ciencia médica para abrir el desarrollo de una indagación sobre la relación entre higienismo y ciudad, ya que se puede identificar una clara articulación entre los supuestos en que se basa este saber científico –estructurado en teorías y sostenido por instrumentos compatibles con las mismas- y la dimensión físico-espacial del fenómeno urbano. Se tratará entonces de indagar acerca de las implicancias que tuvo esta relación entre el saber médico y la ciudad y cómo fue verificándose una creciente espacialización de los enunciados higiénicos. “La medicina no tiene solamente por objeto estudiar y curar las enfermedades, sino que tiene íntima relación con la organización social; alguna vez ayuda al legislador en la confección de la ley; a menudo ilumina al magistrado para su aplicación; y siempre vela por el mantenimiento de la salud pública...”.8

La preocupación por cuestiones que refieren a la insalubridad de los ámbitos urbanos se puso de manifiesto con notable insistencia a mediados del siglo XVIII; durante un siglo se sucedieron las denuncias respecto de esta situación y, en respuesta a eso, los intentos de observación científica sobre el fenómeno: los malos olores, la contaminación de las aguas, el aire viciado, las pestes, la corrupción de los cuerpos fueron objeto de estudio recurrente de las ciencias médicas9. En directa vinculación con estas preocupaciones durante el siglo XVIII tomó vigencia en Europa la redacción de las denominadas Topografías Médicas, un 5

De la abundante bibliografía disponible que trata la importancia del higienismo en la constitución de la urbanística moderna, vale apuntar especialmente: SICA, Paolo. Historia del urbanismo. El siglo XIX, t. 1, 2ª ed., Madrid, Instituto de Estudios de Administración Local, 1980; MORACHIELLO, P. y TEYSSOT, G. Le machine imperfette. Architettura, programa, istituzioni nel XIX secolo, Roma, 1980; DE LUCA, Giuseppe. "La 'metafora sanitaria' nella costruzione della citta moderna in Italia", en: Revista Storia Urbana nº 57, Roma, 1991. LACCHÉ, Luigi. “Hygiene publique, harmonie, pratiche urbanistiche nella Francia del XIX secolo”, en: Revista Storia Urbana nº 64, Roma, 1993. URTEAGA, Luis. "El pensamiento higienista y la ciudad: la obra de P. F. Monlau (1808-1871)", en: Urbanismo e Historia Urbana en el mundo Hispano, Edit. Universidad Complutense, Madrid, 1985. 6 URTEAGA, Luis. Miserias, Miasmas y Microbios. Las topografías médicas y el estudio del medio ambiente en el siglo XIX, revista Geo-crítica nº 29, UB, Barcelona, setiembre de 1980, pp. 5 y 6. El trabajo de Urteaga resultó de gran interés dado que al poner el énfasis en la condición espacializada de la problemática higienista, permitió fijar con mayor propiedad las relaciones entre higiene y urbanística, por lo que resulta de referencia principal en este capítulo. 7 Se trabajará en base a la noción de paradigma acuñada por Thomas Kuhn. Los paradigmas son un conjunto de conocimientos y creencias que forman una visión del mundo (cosmovisión), en torno a una teoría hegemónica en determinado periodo histórico. Cada paradigma se instaura tras una revolución científica, que aporta respuestas a los enigmas que no podían resolverse en el paradigma anterior. KUHN, Thomas. La estructura de las Revoluciones Científicas, 4ª reimp., Madrid, Fondo de Cultura Económica – Breviarios, 1992. 8 Enunciado de apertura al primer número de Annales d´hygiène publique et de médicine légale, Paris, 1829, citado por LACCHÉ, Luigi. “Hygiène publique, Harmonie, pratiche urbanistiche nella Francia del XIX secolo”, en Storia Urbana nº 64, Milán, 1993, p. 119. Traducción propia. 9 LACCHÉ, L., Op. cit., p. 112. 214

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tipo de texto científico que pretendía relacionar el conocimiento médico con el geográfico y objetivar un estado de situación para el campo de la medicina, vinculado a los distintos escenarios físicos y las implicancias del medio ambiente en la salud. Se trató de textos eminentemente descriptivos, basados en las estadísticas y en la sistematización de las observaciones sobre el territorio, en general orientados a un área regional circunscripta o a una ciudad, que permitían visualizar condensadas las visiones que el tema generaba en la comunidad científica. El autor de una de estas topografías se preguntaba en la introducción de la misma si: “La experiencia de todos los siglos no nos da, en efecto, testimonio de que es en las grandes ciudades donde los agentes de destrucción se acumulan, se multiplican y desarrollan toda su funesta actividad?”10

Mirando a París, la ciudad luz, desde la óptica crítica de las topografías la reflexión sobre este mundo urbano no era ciertamente positiva ni indulgente, sino que apuntaba a reflejar con crudeza la degradación física y moral. Las topografías constituyeron un verdadero instrumento de acción ante el problema que se denunciaba y su difusión fue verdaderamente notable,11 como consecuencia de un clima cultural predispuesto al abordaje racionalizado (sistemático) de los problemas, mediante la aplicación de encuestas y estadísticas demográficas que permitían penetrar en los más recónditos rincones de la realidad urbana. Junto a este fenómeno, la difusión de dos teorías (la doctrina miasmática y la doctrina social de la enfermedad) constituirá el eje teórico sobre el que, hasta avanzado el siglo XIX, discurrirá el tratamiento del problema higiénico desde la especificidad de la medicina. “Aunque no sepamos aún hasta qué punto son saludables o perjudiciales las exalaciones que suministran un tipo de seres vivos en relación con otros, la cantidad enorme de exalaciones producidas, sea por los pulmones, sea por los infinitos poros distribuidos sobre la superficie de los cuerpos, sea por los vapores de las inmundicias junto a diversos miasmas /.../ producidos por las artes y oficios que se ejercen en las ciudades hacen que el aire allí sea continuamente denso y hasta peligroso...”12

La doctrina miasmática surgió a partir de la idea, sustentada en distintas sedes médicas, de que la fermentación de las aguas estancadas y los vapores emanados por los pantanos en época estival tenía relación con la propagación de las epidemias. Los miasmas fueron, desde mediados del XVIII y por más de un siglo, una presencia constante al momento de justificar la irrupción de la fiebre amarilla, el cólera, etc. que en forma de epidemias asolaban las ciudades.13 Para fines del setecientos los avances de la química habían comenzado a incidir sobre la medicina y se iniciaron investigaciones en pos de definir con más precisión la naturaleza de estos misteriosos miasmas. Estos trabajos, que llevaron a determinar secuencialmente el carácter alcalino, amoniacal o séptico de las emanaciones, dieron origen a la producción de las primeras acciones terapéuticas, como la fumigación de los posibles 10

LACHAISE, C. Topographie médicale de Paris, ou examen général des causes qui peuvent avoir une influence marquée sur la santé des habitations de cette ville, le caractère de leurs maladies, et les choix des précautions hygiéniques qui leurs sont applicables, Paris, Baillière, 1822, p. 11. Citado por LACCHE, L. Op. cit., p. 111. Traducción propia. 11 Para el caso de España en el citado trabajo de Urteaga se han relevado 212 topografías médicas elaboradas entre 1800 y 1940, cubriendo prácticamente todo el territorio del país. Casi un 60% de las mismas fueron publicadas (119) y el resto conservadas inéditas en archivos. 12 GERAUD, M. Essai sur la suppression des fosses d’aisances et de toutes espèces de voiries, Amsterdam & Paris, 1786, p. 92-93, citado por ETLIN, Richard. "L'air dans l'urbanisme des lumières", en: Dix-huitième siècle nº 9, de la Société francaise d'Étude du 18 siècle: “Le Sain et le Malsain”, Paris, Ed. Garnier Fr., 1977, p. 123. Traducción propia. 13 Citando al químico italiano G. M. Lancisi (1654-1720) Urteaga define: “Según Lancisi las temperaturas elevadas producen una destilación química de las aguas pantanosas; los vapores, convertidos en efluvios volátiles, son trasladados por el viento ocasionando diversos tipos de morbidez. A estos productos inorgánicos se unen otros seres orgánicos producto de la descomposición, formando los enigmáticos ‘miasmas’, que difundidos por la atmósfera, afectarán al organismo humano.” URTEAGA, L. Op. cit, p. 11. 215

sitios productores de miasmas con sustancias generalmente basadas en elementos químicos, especialmente el cloro y el nitrógeno. Pero, al margen de dichas acciones, las cuestiones preventivas fundamentales se centraron en considerar las orientaciones y ubicación de los distintos elementos urbanos respecto de los posibles focos pestilentes mataderos, pantanos, cementerios-, por cuanto los vientos eran entendidos como el agente propagador por excelencia de los miasmas; en el mismo sentido se tornaron prioritarias las obras de saneamiento hídrico, por el poder difusor del agua. Con respecto al segundo paradigma que entra en consideración, el de la doctrina social de la enfermedad, se verifica que en las últimas décadas del siglo XVIII había tomado cuerpo otra línea de pensamiento, proclive a asociar enfermedad –o, más propiamente, impacto de la enfermedad- con miseria. En tal sentido, las condiciones de pobreza en que vivían vastos sectores de población (sea urbana o rural), manifiestas en cuestiones tales como mala alimentación, hacinamiento, insalubridad y promiscuidad de la vivienda, exceso de trabajo, etc., eran vistas como la principal causa de propagación de enfermedades; esta línea es conocida como “teoría social de la enfermedad” y es el disparador para que se comiencen a relacionar los índices de mortalidad con las condiciones del medio ambiente y con la situación laboral y económica de los distintos sectores sociales.14 En este punto se pueden verificar una serie de relaciones espacializadas que permitirán vincular la reflexión sobre la ciudad con los paradigmas médicos sustentados desde el siglo XVIII: por una parte las doctrinas miasmáticas predicando la importancia de la forma y disposición de las partes con relación al entorno; con un marcado carácter ambientalista que apunta a individuar focos conflictivos, productores de enfermedad. Por otra, la teoría social de la enfermedad que será decisiva para que se ponga en consideración, junto a ese espacio meramente físico, la noción de espacio social, clave para el desarrollo posterior del ideario higienista, y que la profusa literatura sobre las miserias urbanas impulse a una visión diferente de la ciudad. Y por último, la propia condición localizada de las topografías médicas, con su distribución espacial de las enfermedades, que implicaron una base sustancial para el desarrollo de las doctrinas mencionadas; Siguiendo a Urteaga, podría afirmarse que: “…al superar la medicina el estudio del cuerpo humano como lugar privilegiado de enfermedad, se enfrenta a un espacio mucho más amplio, que primero será sólo físico, para devenir finalmente en social”.15

Será posible entonces articular espacialmente las nociones de higienismo y urbanística, quedando justificado el interés que la primera tendrá para el desarrollo de la segunda sobre todo a partir de algunas cuestiones básicas como la territorialización de los estudios, la vinculación entre la localización y la salud, la generación del concepto de lo público que vincula higiene y urbanidad. Llegará entonces un momento en que: “El higienismo da forma a las políticas que conjugan dimensión espacial, arquitectura del hábitat y salud pública...”16

Hacia fines del siglo XIX los paradigmas hasta aquí desarrollados, fueron puestos en crisis por los nuevos descubrimientos en el campo de la química que llevaron a reorientar las explicaciones sobre el origen y naturaleza de las enfermedades a la órbita de la bacteriología. Los últimos 30 años de ese siglo fueron el momento de una secuencia de descubrimientos que pusieron en evidencia a los gérmenes patógenos causantes de la 14

La teoría social de la enfermedad apareció tempranamente expuesta por el médico vienés J. P. Frank, que en 1779 comenzó a redactar un tratado de higiene en el que la desarrolla. En 1790 el mismo autor publicó un trabajo de divulgación general con el título: La miseria del pueblo, madre de enfermedades. Citado por URTEAGA, L. Op. cit., p 13. En el mismo sentido los trabajos de estadística demográfica comenzaron a discriminar los índices de mortalidad y la propensión a adquirir ciertas enfermedades de acuerdo al estrato social que se considere. Ver LACCHÉ, L. Op. cit., n 48, p. 121. 15 URTEAGA, L. Op. cit., p 15. 16 LACCHÉ, L. Op. cit., p. 120. 216

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mayor parte de las enfermedades que hasta entonces se atribuían a los miasmas (lepra, cólera, tuberculosis, etc.), dando lugar a la fijación de un nuevo paradigma: el bacteriológico. En principio, al llevar la enfermedad al plano de la lucha entre el organismo humano y el microbio, se la individualiza y hasta se le resta importancia a las cuestiones referidas al entorno, al escenario en que la vida se desarrolla y a las condiciones sociales de la misma. Pero aquí cabría la pregunta acerca de si con el paso del paradigma miasmático al paradigma bacteriológico, la medicina abandonó la consideración de lo socio-ambiental y volvió al cuerpo individual; pregunta que se respondería negativamente. Y en este sentido debe considerarse el desarrollo, paralelo a la teoría miasmática, de la ya citada teoría social de la enfermedad, que había marcado fuertemente al pensamiento progresista del siglo XIX, por lo que la notable persistencia de la preocupación por lo ambiental quedaría justificada. Por otra parte, es dable observar una actitud ecléctica de parte de los médicos higienistas respecto de la consideración del nuevo paradigma orientado por la química: en escritos de la época puede verificarse que pasados algunos años y hasta décadas de los principales descubrimientos que echaron por tierra con la doctrina miasmática, aún los médicos higienistas seguían sustentando los mismos principios al establecer las condiciones ideales del medio para el desarrollo de la vida, aún cuando reconocieran el valor de certeza de las investigaciones bacteriológicas. Esta atadura a paradigmas superados, se verificará con mucha frecuencia en los médicos higienistas que actuaban en áreas periféricas como la que tenemos en estudio, muchas veces como consecuencia de la falta de actualización respecto de los avances científicos producidos en los centros más desarrollados.

IV. 2) Sobre la institución de la Salud Pública La de salud pública es otra noción que resulta central para este capítulo, por lo que se tratará de despejar sus connotaciones; como ya se puso en evidencia en las páginas anteriores, el concepto se gestó sobre finales del siglo XVIII, bajo el paradigma del Iluminismo. Es pertinente ubicarlo como uno de los emergentes de la Revolución Francesa, donde se pueden encontrar sus primeros enunciados, al considerar a la salud pública como un derecho natural del ciudadano y una responsabilidad y obligación del Estado: “...la noción de salud pública que marcó el movimiento de la salud pública francés y los comienzos de la institucionalización de esta noción tiene sus orígenes en los períodos iluminista y revolucionario y en sus ideas y programas /.../ sobre los derechos naturales, el rol del Estado de preservar estos derechos y el rol de la ciencia en la sociedad” 17.

Sin embargo, pese a este temprano origen, recién tres décadas más tarde, entre los años 1820-1830, se puede notar una consolidación en el desarrollo disciplinar y la profesionalización de la higiene pública, siendo el momento en que el higienismo asume una base científica y esta noción queda institucionalizada en Francia con la creación de los Consejos de Salud. El período clave de desarrollo más creativo de este movimiento se ubicaría entre 1820 y 1840 y sus figuras más representativas serían dos miembros de la Academia de Medicina, Louis-René Villermé y Alexandre Parent-Duchatelet. La preocupación por la salud estaba centrada primordialmente en el entorno de médicos, farmacéuticos, químicos y administradores que veían la necesidad de reducir los índices de mortalidad y morbosidad de las ciudades francesas, encontrando en ciertos 17

LA BERGE, Ann F. “Movimiento de salud pública francés de principios del siglo XIX: El desarrollo disciplinar y la institucionalización de la Higiene Pública”. En Boletín sobre Historia de la Medicina nº 58. Baltimore. Asociación Americana de Historia de la Medicina, 1984. pp. 364 y 379. Traducción especial para este trabajo, arq. Cecilia Parera. La Berge inicia su artículo cuestionando la generalizada opinión de los historiadores acerca de considerar a los británicos como pioneros en este tema y destaca que el movimiento francés fue tanto o más valioso que aquél, aunque menos difundido. Entre los pocos historiadores que trabajaron la cuestión en Francia cita en particular a Erwin Ackerknecht, William Coleman y George Sussman. 217

grupos, como el Consejo de Salud de París y los ya citados Anales de Higiene Pública y de Medicina Legal, el ámbito de desarrollo y canalización de estas preocupaciones, que así ganaron en organicidad y carácter de movimiento. El Consejo de Salud era el organismo que más directamente contribuía con sus opiniones a las acciones de gobierno y control de la vida urbana que actuó como Junta Consejera en temas de salud pública para el Prefecto de Policía, oficial a cargo de la salud pública de la ciudad de París. En el caso de los Anales de Higiene Pública, se trataba de una publicación establecida en 1829 que funcionó como el órgano de difusión de los trabajos sobre la salud pública que ayudó a hacer visible socialmente al movimiento. También la Academia Real de Medicina, la Academia de Ciencias y la Academia de Ciencias Políticas y Morales no sólo fueron espacios de debate de estos temas sino que contribuyeron a delinear planes sobre la materia. No obstante ser la Academia Real de Medicina la que trabajó centralmente la cuestión, fue en la de Ciencias Políticas y Morales donde el tema quedó vinculado a la cuestión de la salud obrera, es decir, alcanzó un estatuto político y una identificación socio-económica. Este estatuto político no sólo sobrevino cuando la salud pasó a ser motivo de reclamo de la clase obrera sino también por el hecho de que los mismos escenarios en los que la materia tomaba entidad disciplinar formaban parte de la estructura del estado o se orientaban a él: las Academias Nacionales y las Juntas de Salud pertenecían, directa o indirectamente, a la esfera estatal, con lo cual la salud pública tenía en Francia entidad y tratamiento en distintas jurisdicciones tanto nacionales como locales. Ello le permite a La Berge afirmar que “...los higienistas más importantes, al ayudar en consejos de Salud, ocupar puestos oficiales o participar en academias patrocinadas por el gobierno, eran miembros del ‘establishment’”. 18

Es de notar que este grupo profesional toma distancia respecto de la opinión pública: se trató de un movimiento de elite, de fuerte base científica, preocupado por el relevamiento exacto de información que permitiera primero describir los fenómenos para luego actuar en consecuencia. “Convencidos de que una reforma efectiva debía venir desde la cúspide, los higienistas estaban más interesados en influenciar a los órganos de gobierno y a sus propios colegas profesionales que al público. La mayoría de los logros fueron obtenidos sin la participación y el conocimiento popular”.19

Entre esos logros puede mencionarse la aplicación del método numérico de la estadística, con lo que la higiene pudo entrar en el campo de las ciencias positivas; además, sin abandonar la condición de disciplina social, se implementó el uso deliberado de la observación de primera mano y la experimentación, confrontadas críticamente con los antecedentes históricos de los problemas; y, en definitiva, el hallazgo fundamental de comprender que la nueva higiene pública científica, debía ser interdisciplinaria en su campo de acción y basarse en una interpretación amplia que incluyera todo aquello que se relacionaba con la salud. Este proceso no se dio en simultáneo en los distintos países europeos; se ha revisado hasta aquí la condición pionera de Francia en la definición de políticas de salud y en la elaboración de un concepto de salud pública sólido y asumido por la esfera estatal muy tempranamente. En Inglaterra no se verificó un debate tan temprano y fue el sanitarista Edwin Chadwick el principal gestor de las reformas en el campo de la higiene social que tuvieron su momento clave con la promulgación de primera ley general en la materia, las Actas de Salud Pública que se dictarán en 1848; pero esta ley, que debió sortear fuertes 18 19

Ibídem, p. 367. Ibídem, p. 368.

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cuestionamientos para su aprobación de parte de los teóricos y legisladores liberales, contiene conceptos que debieron enfrentar la contradicción de intensificar la reglamentación y el control público en aspectos hasta entonces nunca regulados en las ciudades inglesas20, cuya vida se desarrollaba en un clima cultural y político muy diferente al francés. En Italia este proceso se vivió más tardíamente y con bastante posterioridad a la unificación italiana, formando parte de las políticas que se implementaron para transformar y modernizar al país a partir de la década de 1880, y en el marco de un intento de redefinición del rol del estado para asumir esa condición de modernidad. Sobre todo en el gobierno de las principales ciudades italianas se verificó una apelación a la metáfora sanitaria, enarbolando principios higiénicos sustentados en un discurso moral, para alcanzar la concreción de un aparato normativo que permitiera llevar adelante las reformas.21 Pero interesa especialmente el temprano impacto de estas ideas en España, por cuanto se constituye en la primera vía de penetración de las mismas al territorio americano durante las últimas décadas del siglo XVIII. El pensamiento del Siglo de las Luces no dudó en incorporar la preocupación higienista como uno de los aspectos claves al pretender una acción reformadora sobre la ciudad y la sociedad, de acuerdo con el proyecto de los círculos ilustrados próximos a la Corte.22 En paralelo con el férreo centralismo en todo lo atinente a las políticas de estado y administración, se perfiló un desarrollo de concepciones científicosanitarias que precisamente hallaron soporte en la sólida estructura burocrática que se gestó. El reinado de Carlos III (1759-1788) constituye una etapa clave para medir las preocupaciones de la Ilustración en este sentido, que se pusieron de manifiesto, entre otras acciones, en las primeras reformas que pueden considerarse modernas y de contenido higienista en los núcleos antiguos de las principales ciudades españolas; se perseguía un mejoramiento de los entornos y una revalorización del espacio público, instrumentando nuevos trazados, disponiendo alineaciones y mayores anchos de calles, regulando las alturas de las edificaciones. Existió también una preocupación por la dotación de infraestructuras básicas (acueductos, fuentes, sistemas de drenajes, empedrado, alumbrado), y de equipamientos colectivos vinculados con la sanidad pública como los mercados, los hospitales y los cementerios; se pretendió mejorar el ornato público (plantación de arbolado; alamedas) y se vinculó la noción de embellecimiento con el ideal de los espacios verdes urbanos (jardines y paseos públicos). El arquitecto Francesco Sabatini tuvo a su cargo, por disposición real, la redacción en 1761 de la "Instrucción para el Nuevo Empedrado y Limpieza de las Calles de Madrid", normas reguladoras que debían transformar rotundamente y de acuerdo a los criterios de racionalidad y modernidad sostenidos por el monarca, la imagen de la Villa y Corte.23 Y el paso de todas estas ideas a Iberoamérica se dará en el marco de las denominadas reformas borbónicas, reformas políticas y administrativas que se orientaron a reafirmar el poder de la corona española sobre sus territorios de ultramar y alentaron simultáneamente la formación de una élite intelectual que incorporó a sus preocupaciones los problemas sanitarios. Así como las ciudades habían sido desde los orígenes de la conquista puntos estratégicos para dominar política y culturalmente la vastedad del territorio, 20

Ver SICA, Paolo. Historia del urbanismo. El siglo XIX, vol. 2º, Madrid, IEAL, 1981, pp. 1145 y ss. DE LUCA, Giuseppe. “La metafora sanitaria nella costruzione della città moderna in Italia” en Storia Urbana nº 57, Milán, 1991, p. 119. Traducción propia. Interesa el caso italiano por ser, como se vio en el Capítulo III, el principal ámbito de procedencia y formación de los profesionales que llegaban a las ciudades de provincias. 22 “...se tratará de actuar sobre la ciudad heredada del Antiguo Régimen introduciendo en ella criterios de racionalidad y eficacia que no podían /.../ sino redundar en una mejora de las condiciones de existencia para todos. La ciudad quedaba así sometida, como tantos otros ámbitos, a la crítica demoledora de una razón que se pretendía científica...”. CALATRAVA, Juan. Arquitectura y Cultura en el Siglo de las Luces, Granada, Universidad de Granada, 1999, p. 135 23 SAMBRICIO, Carlos. "El urbanismo de la Ilustración (1750-1814)", en Vivienda y Urbanismo en España. Banco Hipotecario, Madrid, 1882, pp. 139-156. 21

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en esta etapa pasaron a convertirse en los espacios privilegiados para poner de manifiesto el nuevo ideario modernizador. IV. 3) La higiene pública en el escenario americano: Buenos Aires A partir de aquí el ideario higienista no demoraría demasiado en llegar al Río de la Plata, ya que las mejoras impulsadas por el reformismo borbónico en las ciudades coloniales iban a estar fuertemente influenciadas por estos principios; en el gobierno del virrey Vértiz pueden encontrarse los primeros vestigios de legislación sanitaria, al dictarse el “Bando de Aseo, Limpieza y Policía de Buenos Aires” y la tardía creación en 1780 del Protomedicato, tribunal que, entre sus funciones, debía ocuparse de la vigilancia de la salud pública. Ya en el período independiente, desde la década de 1820 con el gobierno de Bernardino Rivadavia, la incorporación de un cuerpo de ideas relacionadas con la cuestión higiénica fue ser notoria en la esfera del estado; de hecho, algunos de los proyectos rivadavianos de esos años estuvieron fundados no sólo en un interés de regulación económica o estética de la ciudad, sino también en la necesidad de resolver problemas sanitarios acuciantes.24 Desde entonces pueden reconocerse dos etapas en la atención del tema higiénico en el Buenos Aires decimonónico; una primera, que llegaría aproximadamente hasta 1850, donde la preocupación se centraba en la atención a los problemas epidémicos y en tratar de proteger el aire y el agua de las contaminaciones producidas por los efluvios miasmáticos de cementerios y hospitales, demostrando siempre interés por las condiciones de salubridad el espacio público; esta etapa verifica una relativamente baja densidad científica por cuanto las teorías eran puestas en práctica por los médicos que ejercían en la ciudad pero sin que se desarrollasen estudios e investigaciones solventes. La segunda, coincidente en general con la segunda mitad del siglo XIX, donde imperaron criterios más amplios, integrándose salud física, psicológica y social de la población, fue verdaderamente la etapa de la institucionalización de la higiene pública en la Argentina, donde también se pusieron en juego los problemas de la higiene del espacio privado, los problemas sociales, la pobreza urbana y en la que podrá reconocerse un mayor nivel científico, con el surgimiento de figuras verdaderamente destacadas dentro de la disciplina.25 En la primera mitad del siglo puede notarse que las intervenciones se centraban y no iban más allá de sanear el espacio público limpiando las calles, ocupándose del retiro de inmundicias y desechos, construyendo cementerios para que los cadáveres no se enterraran más en los templos, legislando sobre los radios en que se prohibía el asentamiento de usos insalubres, y dotando de mínimos equipamientos sanitarios. Las instituciones de la órbita oficial que actuaron en esta etapa fueron sucesivamente el ya mencionado Protomedicato y la Junta de Sanidad del Puerto, ambos del período virreinal, y la Academia de Medicina, de inspiración rivadaviana, creada en 1822.26 24

SILVESTRI, Graciela y VEZZETTI, Hugo. El nacimiento del higienismo en la Argentina. El cuerpo y la ciudad, mimeo. s/f. 25 PAIVA, Verónica. “Higienismo: ciencia, instituciones y normativa. Buenos Aires, siglo XIX”, en Crítica nº 82, Buenos Aires, octubre de 1997, pp. 23 a 34. 26 Respecto del campo profesional para desarrollar esta corriente en Buenos Aires dice Paiva: “...durante todo este período la ciencia y el aparato institucional ligado a ella es muy endeble entre nosotros, por varias razones. Por empezar la tardía entrada de los paradigmas de la ciencia moderna en nuestro medio (abandono del galenismo en medicina, etcétera). El quiebre epistemológico que en la mayoría de los países de Europa se da entre los siglos XVI y XVII, aquí se produce durante el siglo XVIII, de la mano de las reformas borbónicas. Relacionado con la situación anterior, la falta de personal idóneo para impartir las clases pertinentes, la ausencia de material bibliográfico y la carencia de fondos económicos para el impulsar el desarrollo científico, retrasarán la formación del aparato institucional local en cuanto a técnica y enseñanza se refiere, y también la preparación de técnicos locales suficientemente capacitados como para actuar dentro de los organismos de la administración pública”. Los personajes que por su formación pudieron incidir en estos desarrollos eran por lo tanto muy escasos y no llegaron a pesar en la órbita pública como para definir políticas sólidas. Ibídem, p. 27. 220

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Con respecto al impacto más contundente de esta corriente en la ciudad, fue recién con la caída del rosismo (1852) cuando se comenzaron a sistematizar algunas políticas urbanas orgánicas diseñadas especialmente para una Buenos Aires que, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, crecía desmesuradamente. Teñidas por el fuerte peso de la conciencia modernizadora, las cuestiones de los grandes parques públicos, la relocalización de los saladeros y otros asentamientos insalubres, la dotación de servicios e infraestructuras, los equipamientos para el bienestar de la población como mercados, hospitales, asilos, etc., fueron algunos de los principales temas que desvelaron tanto a políticos como a técnicos. Para entonces ya el pensamiento higienista se había desarrollado y madurado en Argentina, con algunas personalidades relevantes como Eduardo Wilde, Guillermo Rawson, José M. Ramos Mejía o Pedro Mattos, con prestigio científico, actividad docente y posibilidades de llegada al poder político; ellos inauguraron un nuevo concepto de higiene y lo institucionalizaron dentro de los aparatos estatales, propiciando la fundación en 1883 de la Asistencia Pública y de la Oficina Química Municipal en la ciudad de Buenos Aires y del Departamento Nacional de Higiene a nivel del gobierno nacional. (Imágenes IV.15a a IV.15d) Pero el cambio más importante que producen estos higienistas se dio a nivel conceptual y residió en la toma de conciencia de las relaciones entre pobreza y enfermedad y la necesidad de una intervención estatal activa: "...la higiene pública es la higiene de los pobres, y está y debe estar a cargo de los gobiernos. Siendo la mision (sic) del gobierno á este respecto, cuidar la salud del pueblo, sepamos qué se entiende por salud del pueblo. Nosotros no hemos de entender, lo que se entiende vulgarmente, preservacion (sic) de enfermedades, impedimento a la importacion (sic) ni propagacion (sic) de epidemias, nosotros tenemos que entender por salud del pueblo, todo lo que se refiere á su bien estar y esto comprende todo lo que contribuye á su comodidad física y moral. Luego las palabras: salud del pueblo, quieren decir: instrucción, moralidad, buena alimentacion (sic), buen aire, precauciones sanitarias, asistencia pública, beneficencia pública, trabajo i hasta diversiones gratuitas; en fin, atencion (sic) a todo lo que pueda constituir una exijencia (sic) de parte de cada uno y de todos los moradores de una comarca o de una ciudad."27

Si bien algunos preceptos, como el caso del interés por la calidad del aire respirable, no se abandonaron, lo cierto es que el higienismo traspasó del espacio público al privado, y comenzó la preocupación por las consecuencias perniciosas del “aire confinado” que se respiraba especialmente en los conventillos, ya que éstos eran el tipo de hábitat al que masivamente accedían los sectores más postergados de la población porteña (tanto inmigrantes como sectores de bajos recursos). Se comenzaron a proponer entonces unas medidas en materia de higiene de la habitación, que resultaron totalmente innovadoras; la vivienda se debía poder ventilar y asolear y debía asegurarse también una adecuada altura para sus habitaciones. Si se revisa la reglamentación urbana de Buenos Aires a partir de la década de 1870, se verifica con claridad cómo el estado interviene en el espacio privado al legislar sobre la higiene de la habitación y cómo llega a regular aspectos de la vivienda sobre los que nunca antes había incidido. La otra cuestión a destacar en esta segunda etapa de consolidación del ideario higienista en Buenos Aires es el interés por la difusión, ya que con las numerosas publicaciones periódicas en las que los higienistas hacían conocer sus investigaciones o divulgaban trabajos foráneos, se ejercía una verdadera tarea de formación en la materia. Pueden citarse en este sentido la Revista Farmacéutica (1854), la Revista Médico Quirúrgica (1864-1885), los Anales del Círculo Médico (1878-1885), los Anales de la Sociedad Científica Argentina (desde 1876), la Semana Médica (1894), que tuvieron regular 27

WILDE, Eduardo. “Curso de Hygiene Pública”, en Obras Completas, Primera Parte, Vol. III, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, 1914, p. 10. La edición original es de 1878. 221

circulación nacional y que fueron vías de llegada al interior del país de estas nociones.28 Además la circulación de ideas se fortaleció con el afianzamiento de los estudios en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, ya que esto permitió aumentar la cantidad de personal capacitado para el ejercicio profesional, puesto que muchos jóvenes de familias acomodadas del interior que acudían a realizar estudios, luego regresaban a sus ciudades de origen, con el consecuente aumento de la difusión. Además cabe considerar como un factor fundamental de divulgación, la publicación de los digestos municipales de la ciudad de Buenos Aires a partir de 1870. Como se analizará más adelante, en esta temática, la normativa urbana procedente de Buenos Aires tenía un efecto ejemplificador que, por una parte servía para dar a conocer los avances en la materia y, por otra, constituía un modelo al cual todas las ciudades pretendían emular; esto lleva a que, con simplificaciones y cambios de escala, muchas ordenanzas y disposiciones porteñas sean prácticamente copiadas en los cuerpos normativos de las ciudades del interior, permitiendo avances notables en los mismos que muchas veces no podían ser acompañados por acciones concretas, dado que las ciudades del interior no disponían de los recursos necesarios para tales acciones o las mismas no habían alcanzado el grado de consenso requerido en la población, para poder efectivizarse. (Imágenes IV.16a a IV.16f)

IV. 4) Teorías higienistas y control sanitario en Santa Fe Se comprenderá entonces que la franca transferencia de este ideario al interior del país irá sufriendo retrasos y distintas alternativas hasta lograr un afianzamiento. La llegada a Santa Fe de aproximaciones disciplinares a la doctrina higienista y de una convicción acerca de la necesidad de atender estas cuestiones se torna evidente a través de la prensa recién al promediar la década de 1880, ya que hasta entonces sólo existieron acciones muy dispersas y poco efectivas; puede suponerse que haya tenido diferentes vías de penetración: por una parte vale tener en cuenta, como ya se dijo, el efecto de la mirada puesta permanentemente en los acontecimientos que se producían en Buenos Aires; otra vía de acceso pudo estar dada por los propios médicos que llegaban a instalarse a la ciudad, formados en Europa o en la Capital, que a partir de mediados del siglo XIX tenían mayores conocimientos sobre el tema;29 una tercera, mediante los numerosos libros y revistas que, sobre la temática higienista, circulaban habitualmente a fines del siglo pasado, de los cuales se han encontrado ejemplares en distintas bibliotecas locales.30

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SILVESTRI, G. y VEZZETTI, H. Op. cit., p. 11. Según el censo provincial de ese año, para 1887 existían afincados en Santa Fe once médicos; a través de distintas fuentes (publicidad gráfica, información de prensa, notas e informes de archivos locales) se pudo identificar a varios de ellos, en su mayoría graduados en la Universidad de Buenos Aires, que se indican por sus nombres, año y lugar de graduación y fecha de llegada a Santa Fe: Luciano Torrent (1849 - Universidad de Buenos Aires, UBA-1853); Cándido Pujato (1861- UBA -1862); José Elías Gollan (1874-UBA-1884); Eliseo Videla (1881-UBA-1882); Pedro L. Funes (1886-UBA-1887). En los años posteriores se agregan los siguientes profesionales: Rodolfo Candioti (1892-UBA-1892); Miguel Trucco (1882-Turín-1892); Jonás Larguía hijo (1890-UBA-1890); Miguel Parpal (1884-UBA-1884); Juan Beleno (1886-UBA-1893); José Ma. Cullen (1894-UBA-1894); Florentino Loza (trabaja en Santa Fe desde 1890, no hay otros datos). A diferencia de la inestabilidad que se verificó en los ingenieros y arquitectos en el capítulo anterior, los médicos constituían un grupo mucho más estable, en su gran mayoría graduados en la Universidad de Buenos Aires; la mayor parte de los que identificamos afincados en 1887 permanecían en la ciudad en 1895 (con excepción de los fallecidos Torrent y Pujato) y tuvieron larga trayectoria de trabajo en la misma. Fuentes: PROVINCIA DE SANTA FE. Primer Censo General de la Provincia - 1887, Libro I: Población; Buenos Aires, Peuser, 1888, p. 71 a 73; BONI, Enrique. Guía de la Provincia de Santa Fe 1895-96, Santa Fe, Imprenta La Comercial, 1895; CERVERA, Federico G. Historia de la medicina en Santa Fe, Santa Fe, Colmegna, 1973; CANDIOTI, Marcial. Bibliografía Doctoral de la Universidad de Buenos Aires 1821-1920. Buenos Aires, 1920. MOLFINO, Arnaldo. Guía Médica Ilustrada de la Rca. Argentina, Buenos Aires, 1902. 30 Se revisaron las bibliotecas santafesinas de mayor antigüedad: Pública Municipal, Central de la UNL, Histórica del AGP, del Colegio de Médicos de la Pcia. de Santa Fe, de la Facultad de Ingeniería Química de la UNL (en la que se encuentran los textos de la biblioteca de la antigua Facultad de Farmacia de la Universidad de Santa Fe), de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNL (con los textos de la biblioteca de la Universidad de Santa Fe); se localizaron numerosos textos sobre la 29

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Para el caso de Santa Fe, los problemas relativos a las deficitarias condiciones higiénicas no estaban, obviamente relacionadas con el fenómeno de la industrialización, como ocurría en algunas ciudades europeas y, en menor medida, en Buenos Aires; más bien serán las demoradas y hasta ausentes iniciativas en el terreno de las obras públicas que se han analizado en capítulos anteriores, producto de su condición de ciudad provinciana de rango secundario, las que ocasionan las carencias en las condiciones de habitabilidad. La ley de creación de la Municipalidad de Santa Fe de 1860, que en realidad dispuso adoptar la que había sido sancionada para Rosario dos años antes, ya contemplaba en su artículo 31º, entre las funciones de la corporación: “...todos los asuntos concernientes a la limpieza de las calles y todos los lugares públicos, el alumbrado público, la desinfección del aire y de las aguas, la propagación de la vacuna, el régimen y conservación de los hospitales, el aseo y mejoramiento de los mataderos, la buena calidad de los medicamentos y comestibles puestos en venta, la conservación y aumento de los cementerios en los lugares donde convenga, las precauciones para evitar las pestes, las precauciones y los incendios.”31

No obstante esto, la Municipalidad demoró muchos años en hacerse cargo de manera efectiva de estas obligaciones, siendo el gobierno provincial el que principalmente encaró las primeras medidas que tibiamente se comenzaron a tomar durante la década de 1860, y haciéndolo desde esa perspectiva simplificadora de sanear el espacio público, que en Buenos Aires se había verificado en la primera mitad del siglo; las disposiciones atendieron entonces a la localización de usos insalubres (barracas de cueros, mataderos, etc.), los puntos más convenientes para abastecer de agua a la población, la limpieza de las calles, la reglamentación de funcionamiento de mercados y cementerios y la demolición de construcciones abandonadas.32 A nivel provincial fueron creados sendos consejos de higiene en las ciudades de Santa Fe y Rosario, en 1868, que debían integrarse con tres médicos y un farmacéutico y entre sus principales funciones tenían las de aconsejar al gobierno provincial los medios de mejorar la salubridad pública, dictar las medidas profilácticas en casos de epidemias, regular el ejercicio de la medicina y otras actividades del arte de curar y visitar regularmente “todos los establecimientos públicos y privados donde se acumulen materias capaces de convertirse en focos de infección”; estos consejos fueron durante casi dos décadas fueron los únicos organismos oficiales en la materia aunque tuvieron un irregular y deficitario funcionamiento, ya que no contaban con cargos rentados para los miembros, no tenían designado personal para las inspecciones, ni se había establecido una rutina de sesiones sino que se los convocaba “cuando el servicio público lo exija”.33 El municipio santafesino disponía desde principios de la década de 1880 de una Oficina del Médico Municipal, que servía también para autorizar el enterramiento de cadáveres en el cementerio público de Guadalupe y que recién en la intendencia de Arzeno fue jerarquizada como Cuerpo Médico Municipal, con mayor presupuesto y personal más numeroso, agregándose enfermeros y auxiliares. En la memoria anual de la intendencia de temática, algunos de los cuales pertenecieron en su origen a bibliotecas particulares de médicos locales. En el listado bibliográfico que se incluye al final de este trabajo (p.628), se consignan los principales títulos encontrados. 31 Ver: PROVINCIA DE SANTA FE. Registro Oficial. Tomo II, años 1848 a 1858. Santa Fe, 1886, p. 484. Ley de creación de la Municipalidad de Rosario, y PROVINCIA DE SANTA FE. Registro Oficial. Tomo III, años 1859 a 1862. Santa Fe, Tip. La Revolución, 1889, p. 157. Ley provincial que dispone adoptar para la Capital, la ley de Municipalidad que rige en Rosario. 32 Todas estas disposiciones ya fueron revisadas en el Capítulo I. Ver Capítulo I, notas nº 143 a 150. 33 PROVINCIA DE SANTA FE. Registro Oficial. Tomo VI, años 1867 a 1869. Santa Fe, Tip. La Revolución, 1889, pp. 240 a 244. Diez años antes, el gobernador Juan Pablo López había creado el Protomedicato Provincial, un organismo que debía cubrir el absoluto déficit institucional en la materia, pero que no tuvo un desempeño destacado. En Santa Fe, durante la etapa virreinal no había llegado a constituirse el Protomedicato, y muy tardíamente, en 1823, se había otorgado la condición de protomédico provincial a Manuel Rodríguez, suegro del entonces gobernador Estanislao López, pero con la muerte de Rodríguez en 1837 se había extinguido también la institución. Ver CERVERA, F. G. Op. cit., pp. 321 a 323. 223

1885, existe un capítulo redactado por el entonces médico municipal, Eliseo Videla, que reseñaba el estado sanitario de la población y que es uno de los primeros documentos de producción local en la materia. Aunque sin datos estadísticos exactos, Videla comentaba las tres últimas epidemias que había sufrido la ciudad y región a partir de 1882: difteria, sarampión y viruela, aclarando que la primera había sido portada por la población inmigrante y que había sido en el Asilo de Inmigrantes donde se dieron los primeros casos; las tres epidemias tuvieron generalizado efecto en la población de la campaña y, dentro de la ciudad, en los barrios del norte y oeste, en coincidencia con los de mayoritaria población extranjera recién llegada y con los sectores menesterosos, sintiéndose mucho menos en el Barrio Sur y en el área central, con población de mayores recursos. Con respecto a la viruela, la Municipalidad había encarado una campaña de vacunación que había logrado mitigar los efectos de la epidemia.34 Videla también se expedía sobre cuestiones referidas a la higiene de los alimentos y del agua que se consumían en la ciudad y al saneamiento del espacio público y privado, con comentarios muy generales que, principalmente marcaban los déficits: “La nivelación de la ciudad y terraplenar las calles, es de suma necesidad para conservarla en regulares condiciones higiénicas. La estancación (sic) de las aguas, lagunas en medio de la ciudad que hoy existen en putrefacción, son el foco permanente de infección y una amenaza constante /.../ La extracción de basura, que hoy se hace dos veces por semana, debe hacerse diariamente /.../ estos desperdicios no debieran servir para rellenar pantanos, sino que se destine un local para ellos y sean sometidos a la cremación como se hace en Buenos Aires y Rosario, sistema tan fácil y barato /.../ Las letrinas y los conventillos es algo que debe preocupar a las autoridades respectivas. La ciudad va aumentando rápidamente y es necesario disminuir las causas que puedan viciar el aire /.../ reglamentar la construcción de casas y conventillos según las reglas higiénicas es indispensable.”35

Como se vio en el Capítulo II, también el argumento higienista había asumido un fuerte peso en la fundamentación de la propuesta de boulevard de circunvalación enunciada en marzo de 1887 por el entonces intendente de la ciudad, ingeniero Jonás Larguía; siendo precisamente el primer argumento que el intendente explicita para justificar su proyecto, lo hace con un discurso que reitera con similares términos aunque con mayor elocuencia las falencias que la ciudad presentaba y que habían sido apuntadas por el médico municipal: "Santa Fe posee los peores alrededores del mundo. Una cinta de callejuelas sucias, lodosas, llenas de yerbas e inmundicias le rodean /.../ Esos suburbios son pestilenciales, allí hay un eterno productor de enfermedades y un vivero inextinguible de microbios /.../ abriendo una gran calle, un ancho pulmón en medio de esa miseria inexplicable, concluiría con todos estos males, remediándolos de la mejor manera posible..."36

Una década más tarde la solución aún estaba pendiente y el periodista local Floriano Zapata, en un trabajo redactado en 1895, hacía especial referencia a los inconvenientes que en materia sanitaria, ocasionaba la propia localización geográfica de la ciudad: "...Su situación topográfica en la confluencia de dos ríos que forman islas con lagunas de aguas estancadas; la falta de declive de su suelo de aluvión, donde las lluvias y las corrientes de agua subterránea mantienen una constante humedad; son circunstancias que favorecen grandemente la exhalación de miasmas patógenos que desarrollan enfermedades reumáticas, del aparato respiratorio y de los órganos digestivos, constituyendo estos padecimientos, emisarios siniestros de la muerte, la idiosincrasia morbosa de la capital santafesina.”37 34

“Memoria del Médico Municipal”, en MCSF. Memoria de la Intendencia Municipal - Mariano Comas - correspondiente al año 1885. Buenos Aires, Imp. Europea, 1886, pp. 84 y 85. 35 Ibídem, pp. 87 y 88. 36 Ver Capítulo II, nota nº 36. 37 ZAPATA, Floriano. La ciudad de Santa Fe - Sinopsis para la obra del Censo nacional, Santa Fe, 1899, p. 90. Sobre la figura de Floriano Zapata, ver Capítulo III, nota nº 61. 224

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Dejaba también en claro el mismo Zapata, como ya lo había hecho Larguía, su confianza en que mediante el emprendimiento de las obras públicas transformadoras de una situación de vida urbana degradada y mediante el control municipal sobre la edilicia, la situación se mejoraría notablemente. "...cuando tenga Santa Fe un servicio de cloacas, cuando se derrumben los caducos y malsanos edificios que todavía se ven, desconchados y sucios y donde el calor abrasa en verano y el frío entumece en invierno; cuando se levanten casas higiénicas, profusamente bañadas de sol, bien ventiladas y limpias y se cuente con un buen sistema de agua potable; entonces los habitantes de Santa Fe estarán menos expuestos a los achaques y dolencias...".38

Pero pese a la contundencia de las descripciones, las medidas concretas se hacían esperar; para comenzar a encontrar soluciones más radicales debió aguardarse que ocurriera un acontecimiento verdaderamente grave: una epidemia de cólera que azotó la región y que tuvo sus primeras manifestaciones en noviembre de 1886, la cual resultó un rotundo llamado de atención acerca del estado de la cuestión sanitaria;39 como consecuencia de la misma, es dable verificar una transformación en los criterios conque se asumían las políticas públicas, con la aparición, en simultáneo, de una serie de inéditas medidas en pos de la higiene en la ciudad y la región, medidas que excedieron la órbita municipal, al crearse para la emergencia y en vista de la inoperancia de los Consejos de Higiene, la Comisión Central de Socorros y Salud Pública40 de donde emanaron disposiciones que debían cumplirse en toda la provincia. Y aquí se hace notorio el cambio de mentalidad que se estaba operando en los sectores dirigentes como consecuencia, por una parte, de las transformaciones económicas y sociales y del notable crecimiento poblacional, ya que, dos décadas antes, cuando la ciudad tenía la mitad de la población con que contaba en 1886, se había producido una epidemia similar y no se habían generado reacciones en el ámbito oficial ni se habían tomado medidas que comprometieran a la esfera estatal;41 por otra, del cambio que se había producido en el propio seno disciplinar, como pudo verse en el apartado anterior, al pasar a considerarse la salud pública como cuestión de Estado y como problema social y al asimilarse enfermedad y pobreza como una misma esfera de problemas. Por parte del municipio, inmediatamente de desatada la epidemia, se ordenó el traslado provisorio del asilo de inmigrantes que se localizaba en pleno centro de la ciudad, en las inmediaciones del puerto, a un galpón en el nuevo puerto de Colastiné, distante 10 km al este de la ciudad; se prohibió la inhumación de cadáveres epidémicos en el céntrico Cementerio de San Antonio y en el Cementerio Católico; se encaró la demolición de ranchos ruinosos que se levantaban en las calles céntricas y se estableció también que no podían 38

Ibidem, p. 91. La evolución de la epidemia en la ciudad y su zona de influencia, así como las acciones encaradas para enfrentarla puede seguirse en detalle en la prensa local. Ver La Revolución, noviembre 1886 a enero 1887. 40 Para una reseña de las acciones proyectadas por esta comisión en la emergencia ver: “Comisión Central de Socorros y Salud Pública” en La Revolución, Santa Fe, 30/11/1886, p. 1. Este organismo, una vez superado el flagelo, se estabilizaría como Consejo General de Higiene creado en diciembre de 1887, que superaba ampliamente en sus alcances y atribuciones a los antiguos consejos del año 1868. Entre otras mejoras, contaba para su funcionamiento con inspectores rentados y los propios integrantes del consejo (cuyos cargos se renovaban cada dos años) cobraban una retribución y debían cumplir con tareas obligatorias e informes periódicos relativos al cargo. PROVINCIA DE SANTA FE. Registro Oficial. Tomo XV, año 1887. Santa Fe, Imp. Nueva Época, 1897, pp. 159 a 167. 41 En 1867 y en 1871 se habían producido sendas epidemias de cólera; en ambos casos se vieron favorecidas por la ingesta de agua contaminada, ya que en la ciudad no existía ninguna medida concreta para tratamiento del agua de consumo. Otra explicación es que los enfermos hayan entrado por el puerto de Rosario, de gran movimiento de inmigrantes y de tropas durante el período de la Guerra de la Triple Alianza. No se cuenta con datos precisos pero se estima que estas epidemias fueron la causa de un aumento importante de las muertes producidas en la ciudad en esos años; aunque mucho más graves fueron las consecuencias en las colonias agrícolas donde estas epidemias tuvieron efectos devastadores. No se pudo registrar ninguna acción concreta del poder público con respecto a este flagelo en la ciudad de Santa Fe. Ver: GONZÁLEZ, Graciela. “Las pestes y el cólera”, en TAVERNA IRIGOYEN, Jorge (comp.). Orígenes de la Medicina en Santa Fe, Santa Fe, Colegio de Médicos, 1993, pp. 69 a 93. 39

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sacarse desperdicios a las vías públicas y que la recolección de basuras debía realizarse en el interior de los domicilios.42 De acuerdo a disposiciones emanadas por la citada Comisión Central se reglamentó el blanqueo general de los edificios, en virtud de las propiedades de la cal como desinfectante; se establecieron también normas de higiene estrictas para la venta de alimentos y de agua para el consumo.43 En forma urgente el Departamento de Ingenieros de la Provincia preparó el proyecto para la construcción de un lazareto y asilo de inmigrantes en las afueras de la ciudad, el que se construyó de inmediato en las proximidades de la estación Las Flores del Ferrocarril Santa Fe, ocho kilómetros al norte de la plaza fundacional, terminándose en ese mismo mes de noviembre de 1887, aunque sólo se habilitó como asilo de inmigrantes algunos meses más tarde. (Imagen IV.2c) Un par de meses después de sofocada la epidemia, en un artículo editorial de La Revolución se efectuaba una verdadera declaración de principios, citando a Pasteur, presentando estadísticas sobre el mejoramiento de las condiciones sanitarias en los principales centros europeos a partir de la instalación de redes de aguas corrientes y advirtiendo que, dado que Santa Fe se hallaba enclavada en un sitio poco saludable, se destacaba la necesidad de encarar no sólo las indispensables obras de salubridad, sino también la forestación con eucaliptus de las zonas bajas y anegadizas próximas a la ciudad para evitar focos epidémicos. La prédica acerca de las bondades de las plantaciones de eucaliptus llevaba todavía arraigada la vigencia del paradigma miasmático: “Aunque sea evidente el efecto saludable del eucalipto, no se ha esplicado (sic) aún científicamente la causa. Es cierto que sus raíces desecan el suelo, impidiendo así las fermentaciones, siempre nocivas durante la estación calurosa /.../ también dicho árbol experimenta un notable aumento de savia en ciertos meses del año que produce nuevo y gran desarrollo de hojas de lo cual se origina emisión de oxígeno /.../ algunos sabios afirman que el eucalipto esparce un olor balsámico que emite aceites esenciales, cuya virtud neutraliza los miasmas palúdicos difundidos en el aire...” 44

Con respecto a los residuos domiciliarios, al margen de las disposiciones de emergencia por la epidemia, existía una ordenanza de 1879 que establecía un servicio de carros municipales que recogerían los mismos del interior de los domicilios, pero dicho servicio se prestaba sólo dos veces por semana, lo cual, sobre todo en épocas veraniegas, era totalmente insuficiente;45 en 1884 se aprobó otra ordenanza prohibiendo arrojar basuras, aguas servidas "...y en general toda inmundicia..." así como amarrar caballos en las calles, lo que era costumbre habitual.46 Recién en 1896 la Municipalidad dictó una reglamentación fijando las condiciones en que debía cumplirse la recolección, por parte de un contratista particular que utilizaba los carros municipales, prestando el servicio con frecuencia diaria y retirando las basuras del interior de las casas; el radio establecido abarcaba desde el extremo sur de la ciudad hasta el Bulevar Gálvez al norte y desde el río Santa Fe hasta la traza del proyectado Bulevar Zavalla al oeste.47 En julio de 1888 llegó a la Intendencia un llamado de atención por parte del Consejo General de Higiene de la Provincia, en el que se alertaba sobre las graves deficiencias sanitarias del municipio: la necesidad de reglamentar la construcción de casas de inquilinato, la necesidad de efectuar control de calidad de los alimentos mediante la creación de una Oficina Química municipal, y requiriendo además la urgente habilitación del 42

ACDM-AE, Tomo 1884/86, f. 208 y ss. En La Revolución, Santa Fe, 30/11/1886, p. 1. 44 “Saneamiento de la ciudad”, en La Revolución, Santa Fe, 20/1/1887, p.1. 45 Ordenanza de fecha 27/03/1879, en MCSF. Ordenanzas, Reglamentos y Acuerdos de la Municipalidad de la Ciudad de Santa Fe, Santa Fe, Nueva Epoca, 1887, p. 123. 46 Ordenanza de fecha 12/01/1884, en MCSF. Ordenanzas, Reglamentos y Acuerdos de la Municipalidad de la Ciudad de Santa Fe, Santa Fe, Nueva Epoca, 1887, p. 42. 47 MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, La Unión, 1901, pp. 356-357. 43

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lazareto.48 En respuesta a este planteo, en setiembre de 1888 se sancionó la ordenanza que fijaba las normas para la construcción de conventillos que en lo sucesivo se levantaran, estableciendo las condiciones del terreno, las dimensiones mínimas de patios y locales, las características constructivas y de terminaciones y las instalaciones sanitarias y de servicio con que debían contar.49 La prensa de la época aportaba a la concientización de la población, apelando al discurso higienista, pero la normativa no pasaba, en muchos casos, de un enunciado de intenciones. “Existen al oeste de la ciudad, en el Barrio de San Antonio, infinidad de conventillos que son muy poco vigilados. En ellos viven aglomeradas multitud de personas. Son sucios e insalubres, a lo que agregándose el poco aseo de sus habitantes y su aglomeración, puédese calcular la vida que hacen y los peligros que ofrecen para la salud pública /.../ Nadie ignora los males que esta aglomeración origina...”.50

Emulando disposiciones de la Capital Federal y de Rosario, en 1889 fue creada la Oficina Química municipal para vigilar el expendio de productos alimenticios destinados al consumo de la población.51 En 1890 se organizó la Asistencia Pública con amplias facultades en cuanto a la inspección técnica de los servicios de higiene pública; inspección de mataderos, mercados, etc.; profilaxis de enfermedades infecto-contagiosas; servicios de desinfección, vacunación, etc.; inspección de cementerios, hospitales y lazaretos; asistencia médica domiciliaria y en consultorio permanente y provisión de medicamentos; por sus características fue un organismo modelo en la región durante las primeras décadas del siglo XX. En 1895 fue sancionado el Reglamento General de Edificación en el que por primera vez se establecía un cuerpo normativo al que debían someterse quienes quisieran construir edificios en la ciudad; hasta ese momento sólo se habían registrado algunas disposiciones (sobre alturas, materiales, etc.) en forma de ordenanzas aisladas.52 Entre las disposiciones más importantes de ese reglamento, que en mayor medida modificaban el anárquico estado previo de la construcción en la ciudad, se puede mencionar la obligatoriedad de presentación de la solicitud de construcción, planos y memoria descriptiva de las obras a ejecutar ante la Municipalidad, en cuya Oficina de Obras Públicas (que reemplazaba a la antigua Oficina del Ingeniero Municipal) debía archivarse la misma; esto regía tanto para edificios nuevos como para remodelaciones. La intendencia llevaría un registro de los profesionales habilitados (arquitectos/ingenieros o maestros de obras), como condición exigida para dirigir obras dentro del municipio, según fuera su complejidad; los constructores o maestros de obras debían rendir un examen ante la Oficina de Obras Públicas o ser presentados por dos profesionales habilitados para poder ejercer el oficio en la ciudad, en tanto que los profesionales universitarios sólo debían registrar su diploma. El reglamento contenía también exigencias con respecto a niveles y alineación, alturas de locales, distancias entre bloques, características de las fachadas y alturas de las mismas, normas constructivas y materiales a utilizar, precauciones contra incendios e instalaciones sanitarias. Se establecía también la delimitación de un área donde podían levantarse construcciones de menor calidad y otra en la que sólo se autorizaban edificios de sólida tecnología; efectivamente, en el art. 67º se regulaba que en una franja de ocho 48

ACDM-AE. Tomo 1887/88, f. 373. MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, La Unión, 1901, pp. 184 y ss. El aspecto normativo quedó salvado, pero no así la puesta en práctica efectiva de la ordenanza, dado que en el censo sanitario de 1901, al que nos referiremos más adelante, se verificó que la gran mayoría de los conventillos no se adecuaban a las disposiciones establecidas. 50 “Conventillos”, en La Revolución, Santa Fe, 12/01/1888, p. 1. 51 El proyecto fue impulsado por el intendente Juan Arzeno, según ordenanza de fecha 13/08/1889, MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, La Unión, 1901, pp. 349 a 352. 52 Ordenanza de fecha 09/05/1895; el texto completo del Reglamento fue publicado en forma de folleto en 1895 y luego reproducido en varios digestos de ordenanzas, Ver: MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, La Unión, 1901, pp. 188 a 200. 49

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manzanas en sentido este-oeste y tomando como límite norte el bulevar y límite sur el borde de la ciudad sobre el riacho, no se permitía construir edificios de adobes ni de madera, lo cual puede interpretarse como un primer intento de zonificación urbana, al perimetrar un sector diferenciado en función de la calidad edilicia.53 Pese a que su puesta en vigencia fue lenta y defectuosa, la existencia de este reglamento significó un avance respecto de la caótica situación anterior, limitándose por primera vez el absoluto libre albedrío en materia de edificación en la ciudad. Aún con a la sanción de estas normas, el atraso que en muchos aspectos imperaba en la ciudad hacía dificultosa la superación de las deficiencias en cuanto a higiene pública, incluso en las zonas más céntricas y ocupadas con comercios y edificios públicos. Un problema de difícil solución era la proliferación de caballerizas y tambos en el radio urbano; ejemplo elocuente de la gravedad de este problema y de los inconvenientes que acarreaba en la vida de la ciudad lo constituyen los términos de la nota con que en 1890 los vecinos de una calle céntrica se dirigen al intendente: "...que en estado actual epidémico en que se encuentra esta ciudad, teniendo por causa principal la falta de higiene /.../ solicitamos se sirva desalojar la cochería que existe en calle Corrientes 212. El terreno que ella ocupa es sumamente reducido, razón por la cual es de todo punto imposible dar capacidad para contener en estado higiénico 6 carruajes y 18 a 20 caballos. En los días de calor es insoportable las miasmas y malos olores que el vecindario aspira...".54

En 1893 fue sancionada la ordenanza nº 90 que obligaba para los tambos y caballerizas ubicados dentro del radio entre bulevares, considerados urbanos, a que tuvieran sus pisos empedrados y estuvieran cercados por tapiales de dos metros de altura;55 recién en 1906 se prohibió el establecimiento de tambos en el área céntrica56 y en 1940, cuando todavía se contabilizaban alrededor de 60 caballerizas en el radio entre bulevares, fue prohibida su localización en dicha área. En 1895 se prohibió, en un radio similar al de la antes citada ordenanza nº 90, la instalación de depósitos de materiales inflamables. En 1909 otra ordenanza estableció la obligación de localizar los hornos de ladrillos más allá de una línea este-oeste trazada cuatro kilómetros al norte de la plaza principal y la erradicación de los existentes al sur de dicha línea en el término de nueve meses.57 En general se verifica que toda la normativa producida en este período, así como la creación de organismos públicos de la órbita municipal y provincial que rigieron en la materia, surgieron como derivación de otros anteriores dictados o creados en Buenos Aires y Rosario. Esto se comprueba con casos como el de la Oficina Química, por ejemplo, que en Buenos Aires había sido creada en 1883 y en Rosario en octubre de 1887 (antes que las de Córdoba, Tucumán y La Plata); si se revisan los reglamentos y normativas de creación pueden verificarse las similitudes (que llegan a la copia textual en algunos casos) en los propósitos y organización de estas instituciones, aunque difiriendo obviamente en su escala. Otro tanto ocurre con la creación de la Asistencia Pública, que en Buenos Aires también se habilitó en 1883, por iniciativa del intendente Torcuato de Alvear quien designó al frente de la misma al prestigioso higienista José Ma. Ramos Mejía; cuatro años más tarde, se habilitó en Rosario y en Santa Fe en 1890, aunque de manera efectiva se puso en marcha recién en

53

Ibídem, p. 14. Esta norma reconoce un antecedente en la normativa de municipal de 1873 relativa a la prohibición de levantar casas pajizas en el área céntrica. Ver Capítulo I, nota nº 151, Imagen I.27. 54 ACDM-AE. Tomo 1890/91, f. 171. 55 Ordenanza de fecha 22/05/1893; MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, La Unión, 1901, pp. 413 a 415. 56 Ordenanza nº 699, de fecha 30/05/1906; MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, Languasco, 1911, p. 292. 57 Ordenanza nº 1.004, de fecha 04/12/1909; MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, Languasco, 1911, p. 447. 228

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1895. Situaciones similares se produjeron con las reglamentaciones para mataderos, mercados, cementerios, localización de usos insalubres, etc. 58 En cuanto al reglamento de edificaciones, también es pionera Buenos Aires, donde la Municipalidad lo aprobó en 1887 y en Rosario, por su parte, un texto muy parecido fue aprobado en 1888; en Santa Fe se adoptaría siete años más tarde un reglamento casi idéntico al de Rosario, aunque simplificando algunos aspectos.59 Esa condición reductiva del reglamento santafesino no es aleatoria ni casual; precisamente se dejaban de lado en el mismo, aquellos aspectos que hacían a las complejidades propias de una gran ciudad en que se estaba convirtiendo Rosario, con problemas que en Santa Fe todavía no eran acuciantes. Una primera diferencia estaba dada por el tipo de presentación ante el municipio de los proyectos de edificios a construir o reformar, con muchas mayores exigencias en el caso rosarino, en tanto que en Santa Fe, los edificios de un solo nivel (la mayoría) sólo debían presentar una planta y un “dibujo de la fachada”. Respecto de cuestiones propiamente edilicias, en Rosario se fijaba en diez y seis metros la altura máxima de edificios en calles angostas y en las avenidas se establecían las alturas en función del ancho de las mismas según una fórmula matemática, mientras en Santa Fe el reglamento sólo establecía una altura máxima de catorce metros y aclaraba genéricamente que en los bulevares esa altura podía ser mayor.60 Así como se regularon más exactamente las alturas, ocurrió algo similar con todas las otras relaciones entre los edificios y el espacio público (retiros, volúmenes salientes, tipos de balcones, tipos de membraturas autorizadas) y con las relaciones entre lo edificado y el lote, fijándose dimensiones mínimas de patios, medios de ventilación y asoleamiento y posición y tamaño de las aberturas, todo lo cual estaba prácticamente ausente en el reglamento santafesino; asimismo las exigencias con respecto a materiales eran más sencillas (por ejemplo, en Rosario se prohibían las estructuras de madera) y los coeficientes de seguridad eran más flexibles. Otra diferencia entre ambos reglamentos la daba el hecho de que en Rosario ya existían redes de agua corriente y gas, por lo cual todos los cuidados y precauciones respecto de este tipo de instalaciones aparecían estipulados en el reglamento, y estaban obviamente ausentes en el caso santafesino. Las disposiciones respecto de la construcción de aljibes, bien detalladas en el caso rosarino pese a que una parte de la ciudad ya contaba con servicio de agua corriente desde el año anterior a la edición del reglamento,61 estaban ausentes en el reglamento de Santa Fe; esto podría justificarse en el hecho de que ya para 1895 el municipio tenía proyectos concretos de construir tendidos de agua corriente para toda la población, no obstante lo cual esta omisión resulta igualmente curiosa. Un último aspecto francamente simplificado en el reglamento santafesino era el atinente a disposiciones relativas al espacio público en cuestiones que eran responsabilidad de los particulares, tanto en los emergentes de obras privadas que generaban invasión del espacio público, como en cuanto a la construcción de 58

MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, La Unión, 1901, pp. 349 a 352. MUNICIPALIDAD DE ROSARIO; Digesto Municipal. Ordenanzas, decretos, acuerdos y reglamentos dictados desde su instalación hasta el 31 de diciembre de 1889. Buenos Aires, J. Peuser, 1898, p. 133; PAIVA, V. Op. cit., p. 25. 59 Ver: “Ordenanza Reglamentaria de Construcciones”, de fecha 21/06/1887, en: MUNICIPALIDAD DE BUENOS AIRES, Digesto de Ordenanzas, 1890; “Reglamento sobre Construcciones de Edificios”, Ordenanza de fecha 27/12/1888 en: MUNICIPALIDAD DE ROSARIO; Digesto Municipal. Ordenanzas, decretos, acuerdos y reglamentos dictados desde su instalación hasta el 31 de diciembre de 1889. Buenos Aires, J. Peuser, 1898, pp. 355 a 379; y el ya citado “Reglamento de Edificación del Municipio”en: MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, La Unión, 1901, pp. 188 a 200. 60 Para Rosario el art. 32º del citado reglamento indica: “En las calles de hasta diez metros, las fachadas no podrán tener mayor altura de diez y seis metros. En calles de mayor ancho podrá tener dicha altura más la mitad del excedente del ancho de la calle sobre dichos diez metros, no pudiendo en ningún caso exceder la altura de veinte metros.” (p. 361); para Santa Fe, el art. 38º del reglamento establece: “La altura de los muros de fachada no podrá ser mayor de catorce metros /.../ pudiendo permitirse mayor altura en los edificios que den frente a los bulevares o plazas públicas.” (p. 10). 61 Ver BUDANO, Raúl. “Orígenes de los servicios de agua y salubridad en Rosario”, en AAVV, Agua y saneamiento en Rosario y Santa Fe, Buenos Aires, CEDODAL-APSF, 1999, pp. 61 a 70. 229

veredas, respeto de los niveles, cuidado y mantenimiento del arbolado, etc., todo lo cual ocupaba un lugar destacado en el reglamento rosarino. Se pone en evidencia una consideración distinta de lo público por parte de la normativa santafesina y, como ya se dijo, un diseño de la reglamentación que no trascendía la coyuntura de los problemas urbanos del momento y que, tal vez apelando a un criterio posibilista, no preveía las mayores complejidades que en poco tiempo se iban a presentar en la ciudad. IV. 5) El agua y la higiene en la vida doméstica de Santa Fe El tema de la dotación de agua potable fue central en todo este proceso de modernización urbana, pero la vinculación doméstica del santafesino con el agua y con los servicios sanitarios en general fue, durante más de tres siglos, una relación plagada de carencias y precariedad; los más remotos antecedentes provienen de las descripciones de las viviendas de Santa Fe la Vieja, donde los modestos edificios no contaban con ningún tipo de instalación para provisión de agua ni locales destinados al aseo personal y evacuación de deyecciones. Los historiadores que han trabajado estos aspectos en la ciudad vieja62 coinciden en afirmar la inexistencia de pozos de balde en los predios de las viviendas, pudiendo asegurarse que no existió ninguno en todo el poblado; la provisión de agua se realizaba por acarreo en baldes desde el río y algunas familias que caían en desgracia hacían el traslado por las noches, ya que esta tarea ponía en pública evidencia la falta de sirvientes. Esta situación se repitió casi sin variantes en la ciudad nueva, donde recién se comienzan a mencionar los primeros pozos de balde en descripciones de viviendas, muy avanzado el siglo XVIII. Los aljibes no se van a conocer sino hasta mediados del siglo XIX y recién allí se dará un paso importante en la mejora de la calidad del agua de consumo, al suplantarse el agua de pozo por agua de lluvia, en las viviendas de los sectores de mayores recursos. En la ciudad nueva existieron desde los tiempos inmediatos al traslado los pozos para consumo común63, de los cuales uno se ubicó en la Calle Real (presumiblemente en las proximidades de la plaza fundacional), otro en los suburbios al norte de la ciudad, alejado ocho cuadras de dicha plaza y otro en la bajada al río, tres cuadras al sureste de la misma; el Cabildo era el encargado de cuidar el buen mantenimiento de esos pozos. Por lo demás, el acarreo del agua desde el río se siguió realizando, al igual que en la ciudad vieja, en forma individual; la figura del aguatero que obtenía el agua directamente del riacho Santa Fe y la clarificaba en tinajas de barro, recién apareció en el siglo XIX. (Imágenes IV.18 y IV.19) La higiene del cuerpo no era tampoco una práctica cotidiana durante los meses de invierno, y casi no hay referencias a implementos que permitan reconstruir los hábitos de higiene privados64. En verano, los baños en el río constituían una distracción diaria, que reunía a distintos sectores sociales, dejando momentáneamente de lado las distinciones de clase. La mayor parte de los viajeros que recorrieron Santa Fe en la primera mitad del siglo XIX hacía mención a esta costumbre, que a muchos de ellos les resultaba curiosa, y que ponía de manifiesto también la falta de agua abundante en las viviendas65.

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Ver ZAPATA GOLLAN, Agustín. La urbanización hispanoamericana en el Río de la Plata. Santa Fe, ed. Oficial, 1971 y CALVO, Luis María. La construcción de una ciudad iberoamericana: Santa Fe entre 1573-1660. Santa Fe, Universidad Nacional del Litoral, 2004. 63 PISTONE, Catalina. “El río en la historia de la ciudad de Santa Fe”, en Revista de la Junta Provincial de Estudios Históricos, n° 54, Santa Fe, 1984, pp. 64/65. 64 Sobre este tema puede verse también VITTORI, Gustavo. Santa Fe en clave. Santa Fe, 1997, pp. 323/327. 65 Entre quienes más se detuvieron a describir estas prácticas, tal vez por el asombro que les provocó, merece citarse a ROBERTSON, Juan y Guillermo Parish. La Argentina en la Epoca de la Revolución, Buenos Aires, Vaccaro, 1920, p. 83 y MAC CANN, Williams. Viaje a caballo por las Provincias Argentinas, Buenos Aires, Hyspamérica, 1985, p. 232. Los primeros visitan la ciudad alrededor de 1811 y el segundo en 1848, como se vio en el Cap. I. 230

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"...su pasatiempo favorito consiste en dirigirse todas las tardes al río Paraná (sic) donde con gran contento se sumergen en el agua. En esta diversión participan todas las clases sociales y las personas de cualquier edad /.../ El río presenta el aspecto más animado, porque los bañistas no solamente nadan y se zambullen sino que se divierten charlando y riendo con gran vivacidad. En un momento dado se ve surgir sobre la superficie del agua la cabeza redonda y los anchos hombros de una negra, o aparece una india desnuda que se hunde en el agua. Entre tanto las damas que /.../ revelan mejor origen, velan sus formas y encantos con sus vestiduras mojadas".66

Por su parte Lina Beck mencionaba en la década siguiente la cuestión del baño sin tanta sorpresa, desde la mayor experiencia que le daba la convivencia, dentro de la rutina diaria del santafesino: “Después de la siesta viene el baño en el río, luego la toilette en casa, la cena y con el fresco de la noche comienzan las visitas...”.67. Ya sobre el final del siglo el citado Floriano Zapata hacía referencia a esta costumbre de la población, de bañarse sólo durante el verano y en el río, que aún persistía, pese a todas las acciones modernizadoras emprendidas en la ciudad y pese al rechazo que esta costumbre despertaba en algunos sectores más progresistas. "La mayor parte de las gentes no se bañaba sino después del 8 de diciembre, época consagrada para chapuzarse en el río hombres y mujeres, en deliciosa promiscuidad /.../ De suerte pues que antes de la estación de los baños, se descuidaba en mucho el aliño y limpieza de la persona...".68

Respecto de la eliminación de deyecciones, durante el siglo XVIII sólo se identifican dos edificios de la ciudad en los que se mencionan los lugares comunes: la casa de Joaquín Maciel y el Colegio de los Padres Jesuitas69. Pero éstos no pasaban de ser un pequeño cuarto con un pozo, sin llegar a presentar ninguna solución técnicamente compleja como la que por ejemplo se puede encontrar en los lugares comunes de las construcciones jesuíticas cordobesas. El resto de las viviendas resolvían la cuestión con las bacinillas que se usaban en el interior de los aposentos y que luego eran vaciadas en pozos cubiertos por alguna enramada en los fondos de los grandes terrenos de que disponían. Para fines del siglo XIX, pese a las numerosas disposiciones relativas a la higiene pública que se han venido exponiendo, en la privacidad de las viviendas la situación no era muy diferente a la que se vivía en el período colonial. Como se vio, el aseo corporal tenía un alto grado de indeterminación en cuanto al modo y lugar en que se efectuaba, y la eliminación de deyecciones sólo ocupó, en el mejor de los casos, áreas relegadas en los patios y huertas. Puede afirmarse que esta situación se prolongó hasta los albores del siglo XX, según lo demuestra el antes citado Reglamento de Edificación de 1895, donde se legislaba sobre las condiciones que debían exigirse para la construcción de letrinas, pero en ningún capítulo se mencionaba el cuarto de baño como un local específico de la vivienda.70 Tal vez una carencia tan prolongada hizo que, al irrumpir las obras de salubridad en los primeros años del 1900, fueran celebradas con mucho entusiasmo por los sectores más acomodados de la población, que se apresuraron a adaptar sus casas a las nuevas posibilidades que ofrecía el sistema de saneamiento. El cambio más importante fue la propia 66

MAC CANN, W. Op. cit., p. 232. BECK BERNARD, Lina. Cinco Años en la Confederación Argentina. 1857-1862. Trad. y prol. J. L. Busaniche. Santa Fe, ed. oficial, 1991, p. 39. 68 ZAPATA, F. Op.cit., p. 10. Ese rechazo no llegó en Santa Fe a manifestarse abiertamente con la prohibición, cosa que ocurrió en Córdoba donde una ordenanza de 1882 prohibía el baño en las acequias y en el lago del Paseo Sobremonte, permitiéndolo sólo en el río siempre que se realizara en sectores separados por sexos. Ver: BOIXADOS, María C. Las tramas de una ciudad, Córdoba entre 1870 y 1895. Élite urbanizadora, infraestructura, poblamiento, Córdoba, Ed. Ferreyra, 2000, p. 141. 69 CALVO, Luis María. “Tres tipos de viviendas santafesinas durante el período hispánico”, en Documentos de Arquitectura Nacional y Americana nº 20, Resistencia, 1985. 70 “Reglamento de Edificación del Municipio”en: MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, La Unión, 1901, pp. 188 a 200. 67

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aparición de ese cuarto de baño como un ambiente que, en muchas oportunidades, presentaba una ubicación jerarquizada dentro de la disposición general, ya que sólo en las casas más modestas se lo siguió localizando en los fondos.71 A esto se sumó la funcionalidad de los artefactos, inicialmente importados de Europa y, más tarde de fabricación nacional, que posibilitaron un cambio sustancial en los hábitos de higiene. A partir de la segunda década del siglo XX, los cuartos de baño constituyeron un punto culminante en el diseño de la vivienda moderna, en algunas de las cuales se llegó a la sobrecarga de instalaciones e implementos. Un ejemplo muy elocuente en este sentido puede verse en la casa de la familia Rodríguez Cardona72, en el Barrio Sur de Santa Fe, en cuyo cuarto de baño se contabilizan en 1920, entre los distintos tipos de lavatorios y una plataforma para ducha separada de la bañera, un total de siete artefactos. Los antecedentes acerca de servicios sanitarios en la ciudad se remontan a 1886, con la propuesta al municipio de instalación de un establecimiento de agua purificada, por parte de un empresario local.73 Con anterioridad a esta iniciativa, las características del suelo, la altura de las napas y la ubicación geográfica de la ciudad, no se presentaban como propicias para la salubridad del agua que la población consumía. "...con excepción de unas pocas familias que cuentan con la comodidad de los aljibes, el resto de la población está condenada al agua cargada de detritus y materias orgánicas del río y al agua venenosa de los pozos...".74

La instalación de Ureta no logró el efecto esperado y funcionó apenas un par de años; con posterioridad se sucedieron más de media docena de intentos por dotar de un servicio de aguas corrientes a la ciudad mediante concesiones a empresarios particulares, todos los cuales fueron fracasando durante la gestión o a poco de iniciarse las obras. La prensa saludaba con júbilo cada emprendimiento y resulta notorio, a través de ella, el optimismo que las obras despertaban en la población: "Santa Fe dio ya los primeros pasos para obtener su saneamiento completo, contratando el adoquinado de sus calles y las aguas corrientes /.../ la Comisión Municipal puede estar satisfecha de haber resuelto estas serias cuestiones..."75

La carencia de desagües cloacales constituía otra cuestión que, junto a la provisión de agua, ubicaba a la ciudad en un marco de notorio atraso respecto de las condiciones de higiene que imperaban en otras ciudades. Con la densificación del área céntrica aumentaba la proximidad de retretes y letrinas, desde donde filtraban permanentemente detritus humanos a las napas y pozos de los que se extraía el agua para el consumo; no es casual que por esos años también la prensa exprese con convicción: "...la cloaca es la base de la salud /.../ si se efectúa recibirá las bendiciones de todos..."76 Como solución de emergencia en 1897 la Municipalidad construyó frente a la zona portuaria algunos tanques para proveer de agua a los aguadores, quienes a su vez la comercializaban en la ciudad, a efectos de evitar que éstos la tomaran directamente del río. Para procurar la extracción del líquido en condiciones de mayor potabilidad, fue cruzado un conducto en el lecho del río que alejaba la toma hacia la otra orilla.77 71 Una completa historia del cuarto de baño en la vivienda argentina puede encontrarse en CRISPIANI, Alejandro. voz "Baño” en LIERNUR, Jorge F. y ALIATA, Fernando (comps.). Diccionario de Arquitectura en la Argentina (tomo A-B), Buenos Aires, Ediciones Agea, 2004, pp. 126 a 133. 72 VITTORI, G. Op. cit., p. 326. 73 ACDM-AE, Tomo 1884/86, f. 441 y ss. El empresario Santiago Ureta propone construir los depósitos y la cañería necesaria para bombear el agua desde el eje del cauce del riacho Santa Fe hasta los depósitos de purificación; desde allí se repartiría en carros aguadores, sin construir cañería de distribución. Exigía que la Municipalidad prohibiera el uso del agua del río, para garantizar su negocio. 74 En La Revolución, Santa Fe, 30/11/86, p. 2. 75 En La Revolución, Santa Fe, 20/1/1887, p. 1. 76 En La Revolución, Santa Fe, 20/1/1887, p. 1. 77 Ordenanzas del 27/09/1897 y 11/12/1897. MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, La Unión, 1901, p. 287.

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También en 1897 la intendencia solicitó a la Oficina de Obras Públicas la confección de un anteproyecto de tendido de una instalación de agua corriente a efectos de servir de base para un llamado a licitación en el que se unificaran ciertas condiciones que debían reunir las propuestas en términos de ubicación de la toma, radio a servir y caudal a proveer. Al cierre del llamado, en febrero de 1898, se presentaron dos oferentes: la empresa Lenhardtson y la de González y Puig; las propuestas fueron evaluadas por la Oficina de Obras Públicas aceptándose la segunda, de la que derivó la ordenanza del 14 de febrero de 1898, autorizando la concesión a dicha empresa.78 La propuesta de González y Puig garantizaba una provisión para una población máxima de 34.000 habitantes, de 150 litros por día por habitante y proponía, por primera vez, alejar notablemente la toma de agua del área urbana llevándola al río Colastiné. Esta particularidad la diferenciaba de todos los intentos anteriores, aunque el resto de las condiciones que planteaba eran similares; la otra diferencia que presentaba esta propuesta era la amplitud del área que se pretendía servir, la que se ampliaba por el oeste hasta calle Urquiza y por el norte hasta Bulevar Gálvez. En beneficio de la empresa regía para su funcionamiento un régimen de explotación garantida por la Municipalidad de iguales características al que el Estado Nacional había establecido para los ferrocarriles.79 Pese a la sanción de la ordenanza, transcurridos tres años esta propuesta no había prosperado y la ciudad continuaba aguardando contar con un servicio de agua adecuado. Entre tanto la población aumentaba y el área a servir se densificaba notablemente; de los 6.800 habitantes que en 1887 se hubiesen beneficiado con el primer proyecto de red, en 1898 la cantidad había aumentado a 18.00080, con lo que también se había incrementado el número de edificios y se había modificado la relación entre lo edificado y los terrenos baldíos. Este era uno de los principales obstáculos para la concreción de esta mejora tan largamente esperada: a los terrenos baldíos no se les cobraba la tasa por la instalación, con lo cual, dada la gran cantidad de baldíos que subsistían en Santa Fe en las últimas décadas del siglo XIX y la gran extensión de terrenos de algunas viviendas que conservaban sus solares intactos, la carga se hacía muy onerosa al dividirse el costo de las instalaciones entre un relativamente escaso número de propietarios. En la medida en que los terrenos se fueron subdividiendo y los baldíos se fueron ocupando, el costo de la mejora se tornó más accesible para la población. En 1901 el intendente Sixto Sandaza encomendó a la Oficina de Obras Públicas, ante los reiterados fracasos de las distintas propuestas, un informe acerca de las reales posibilidades que la ciudad tenía para costear un servicio de aguas corrientes de tipo similar a los que se habían proyectado; es claro que las obras se pensaban siempre como un emprendimiento de particulares que iba a ser costeado por los vecinos sin subsidio estatal, tal como finalmente había ocurrido con el adoquinado. Los funcionarios municipales realizaron una nueva evaluación del proyecto González-Puig, tomando en cuenta los montos de las tasas que se estaban abonando en la ciudad de Paraná por una instalación análoga. En el informe de la Oficina de Obras Públicas se menciona por primera vez que la factibilidad del proyecto dependía de la posibilidad de que la Municipalidad tomara un empréstito, garantido por el Gobierno Provincial, por la suma de $m/n 1.100.000.- que se iría pagando anualmente con la tasa recaudada, restando incluso la suma necesaria para solventar el mantenimiento de las instalaciones. En esa fecha los terrenos baldíos

78

Ibídem, p. 292 a 297. Ibídem, p. 289 a 291. 80 De acuerdo a una estimación que hace la Oficina de Obras Públicas municipal al evaluar las propuestas. ACDM-AE, Tomo 1896/1899, f. 254. 79

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superaban en poco el 10% del total de las propiedades existentes en el área a servir, con lo que se garantizaba una recaudación acorde a las necesidades de pago del empréstito.81 Por su parte, en 1902 el ingeniero Agustín González (el mismo que se había presentado en 1898 asociado con Puig) reiteró la presentación de su proyecto, pero esta vez lo hizo ante la Dirección General de Obras de Salubridad de la Nación, puesto que ya integraba el cuerpo técnico de dicho organismo.82 La solución al problema de la provisión de agua en Santa Fe tuvo entonces visos de hacerse realidad, no porque el propio crecimiento urbano permitiera pensar en un financiamiento de las obras por parte de los propietarios de inmuebles urbanos, como lo había puesto en evidencia el estudio elaborado por los técnicos municipales, sino porque una ley nacional había dispuesto que se invirtieran fondos federales para concretar estas obras en las ciudades del interior, según se verá más adelante. IV. 6) Higiene y gestión municipal La década de 1890-1900, como pudo verse, fue prolífica en iniciativas tendentes a dotar a la ciudad de una normativa urbana que ayudara a mejorar las condiciones higiénicas de la ciudad, tanto en los espacios públicos como en el espacio doméstico; las numerosas ordenanzas, la puesta en vigencia del primer reglamento de edificaciones y la creación de organismos municipales como la Asistencia Pública y la Oficina Química, que se han analizado, dan cuentas de ello; en el terreno de las obras públicas, las concreciones fueron menos notables, en especial en lo atinente a infraestructura de servicios (agua y drenajes), dado que toda la década estuvo marcada por intentos fallidos de emprender la ejecución de los tendidos, que no llegaban a hacerse realidad, dejando en la opinión pública un frustrante sensación de impotencia ante una mejora largamente esperada y sobre cuya necesidad existía fuerte convicción. Con respecto a la dotación de equipamientos, los principales logros obtenidos en esos últimos años del siglo XIX, fueron la instalación del nuevo cementerio en el paraje Las Barranquitas, muy alejado del área urbanizada, el paso del nuevo matadero a la órbita municipal y la construcción de dos mercados barriales para controlar el expendio de alimentos frescos. En el orden del Gobierno Municipal, se reconoce la falta de continuidad en las gestiones dada la brevedad de los períodos de actuación de los distintos intendentes que se sucedieron; efectivamente, en los siete años que transcurren entre enero de 1890 y diciembre de 1896 ocupan el cargo seis intendentes: Benito Pinasco, que fue intendente desde principios de 1890 hasta fines de 1892; José Ignacio Llobet, yerno del ex-intendente Jonás Larguía, quien se desempeñó entre enero y julio de 1893; el reconocido historiador y abogado Manuel Cervera, que como consecuencia de la Revolución del ’93, asumió por apenas un par de meses en ese mismo año; Felipe López, que ocupó el cargo entre octubre de 1893 y julio de 1894; el ingeniero J. A. Doncel, que asumió en junio de 1894 y permaneció hasta junio de 1895; Constancio Larguía, hijo del ex-intendente Jonás Larguía, que se desempeñó entre junio de 1895 y diciembre de 1896; luego, cerrando la década,

81

Ver: Lomello, Arturo. “Informe sobre Aguas Corrientes”, en MCSF. Memoria al H.C.D. del Sr. Intendente Municipal D. Sixto Sandaza, Santa Fe, Nueva Epoca, 1902, pp. 69 a 72. 82 Agustín González es una figura relevante en la historia del saneamiento en el país; fue un ingeniero especialista en hidráulica, nacido en Córdoba y graduado en la Universidad de Buenos Aires, donde se doctoró en ingeniería en 1886; luego de trabajar en Ferrocarriles ingresó en la Dirección General de Obras de Salubridad (luego O.S.N.) siendo director de esta repartición hasta 1915. Ignoramos el año de su ingreso pero probablemente haya sido entre 1900 y 1902. Fue también secretario de Obras Públicas de Torcuato de Alvear. Proyectó además de las obras sanitarias de numerosas ciudades, las obras complementarias del dique San Roque de Córdoba juntamente con los ings. Lacloux y Gavier. Datos tomados de ORTIZ, R.; GUTIERREZ, R. y otros. La arquitectura del Liberalismo en la Argentina, Buenos Aires, 1968. 234

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Eugenio Puccio, ocupó el cargo entre enero de 1897 y agosto de 1900; como puede verse, sólo Pinasco y Puccio permanecieron tres años al frente de la intendencia.83 Durante la gestión de Benito Pinasco84, la principal obra relacionada con la higiene pública fue la concreción del nuevo cementerio; el Concejo Deliberante, al producirse la antes mencionada epidemia de cólera en 1886, dispuso en una misma ordenanza la prohibición de inhumar cadáveres epidémicos en el céntrico Cementerio de San Antonio y la autorización al intendente para la construcción de un cementerio en un paraje denominado "Las Barranquitas", mediante la expropiación de los terrenos que el médico municipal estimara convenientes.85 La instalación del nuevo cementerio se realizó con lentitud, siendo preocupación del intendente Pinasco la necesidad imperiosa de habilitar este cementerio y dictar para su funcionamiento una reglamentación que debía estar redactada por "...personas con conocimientos especiales consagradas al estudio de la higiene...".86; en agosto de 1892 una ordenanza municipal lo libró al servicio público, aunque para esa fecha el lugar no contaba todavía con un completo equipamiento para que se cumplieran adecuadamente sus funciones.87 (Imágenes IV.4a a IV.4c) El otro tema que preocupó reiteradamente a Pinasco, contradictoriamente con la actitud que asumiera frente a la usina municipal que insistentemente pretendía vender a particulares por considerarla deficitaria, como se vio en el capítulo anterior,88 fue requerir al Concejo la autorización para solicitar al Ejecutivo Provincial el apoyo económico necesario para efectuar la compra del mercado público con numerosos argumentos acerca de las ventajas que significaría para la Municipalidad esta operación.89 El 4 de agosto de 1892, tan sólo tres años antes de producirse la caducidad de la concesión, el H.C.D. autorizó al Intendente Pinasco a comprar el mercado abonando la suma de 150.000 pesos entregando tierras municipales y una cuota mensual que se obtendría de lo producido por el mismo establecimiento; en junio de 1892 el empresario local Juan B. Iturraspe había adquirido el mercado a la Sociedad Anónima Mercado de Abasto de Santa Fe por 75.000 pesos y en agosto de ese mismo año lo vendió a la Municipalidad en 150.000 pesos.90 La gestión del ingeniero J. A. Doncel resulta de interés para nuestro tema por cuanto se trata del primer profesional de la rama de esta disciplina que ocupa la intendencia luego del breve paso de Larguía por la misma; no casualmente durante su gestión se aprobó el antes mencionado primer reglamento de edificaciones del municipio, y se concretó la ejecución del primer plano catastral oficial de la ciudad. Se trata del primer plano en el que se describe a la ciudad en relación al territorio circundante, abarcando toda la extensión del ejido municipal delimitado por la Ley Provincial del 2 de octubre de 1874. Está representado en escala 1:20.000 y fechado en abril de 1895, con una inscripción que lo identifica como 83

Para relevar la secuencia de intendentes se recurrió a los archivos del Concejo Deliberante, ante el que los intendentes asumían y se fueron verificando las fechas por la coincidencia con las promulgaciones de las ordenanzas por parte del Departamento Ejecutivo. ACDM-AE, Tomos 1890/91 a 1900/1901. 84 Benito PINASCO, había nacido en Santa Fe en la década de 1860, realizó sus estudios secundarios en el prestigioso colegio jesuítico local y se graduó como abogado en la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad de Santa Fe en 1885. Antes de ocupar la intendencia había sido diputado provincial y fue convencional constituyente provincial en 1891; dejó la intendencia a fines de 1892, al ser designado Fiscal de Estado de la provincia; ejerció la docencia en la Universidad de Santa Fe. 85 Ordenanza de fecha 10/11/1886, en: MCSF. Ordenanzas, Reglamentos y Acuerdos de la Municipalidad de la Ciudad de Santa Fe, Santa Fe, Nueva Epoca, 1887, p. 54. 86 “Memoria Anual de Gobierno del Intendente Benito Pinasco – Año 1890”; ACDM-AE. Tomo 1890/91, f. 425. 87 Ordenanza de fecha 11/08/1892, en: MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, La Unión, 1901, pp. 370. 88 Ver Capítulo III, nota nº 52. 89 “Memoria Anual de Gobierno del Intendente Benito Pinasco – Año 1890”; ACDM-AE. Tomo 1890/91, f. 428. El referido mercado público había sido construido por Jonás Larguía en la década de 1860 con una concesión de privilegio de explotación hasta 1895. Ver Capítulo I, notas nº 142 y 143. Años más tarde se había constituido una sociedad anónima para su explotación. 90 Escrituras de venta en: MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, La Unión, 1901, pp. 107 a 114. 235

“PLANO TOPOGRAFICO DEL TERRITORIO MUNICIPAL DE SANTA FE - Construido por la Oficina de Ingeniería durante la administración del Intendente Doncel”; sin firma. Además de la importante extensión territorial que abarca, este plano presenta el interés de resumir una completa información catastral para el área no urbanizada del municipio, figurando la subdivisión de las propiedades y los nombres de sus respectivos dueños; la parte urbanizada se encuentra distinguida con una gráfica diferente y coincide con el área catastrada por Cattaneo en el relevamiento de 1892.91 (Imágenes III.14a y III.14b) En lo que hace a las cuestiones específicas de higiene pública el hecho más importante de la gestión Doncel fue la municipalización del matadero que había sido construido en 1887/89 por un empresario particular, ubicándose ocho kilómetros al noroeste del área urbanizada, en la zona próxima a la costa del río Salado;92 en 1895 el empresario vendió los extensos terrenos que poseía en las inmediaciones del establecimiento y cedió sus derechos como concesionario del matadero a Juan Terrosa; éste había contraído una abultada deuda con el municipio como empresario de las obras del adoquinado y entregó ese mismo año 1895, en pago parcial de dicha deuda, todas las instalaciones y terrenos del matadero a la Municipalidad; al convertirse en propietaria y administradora del matadero, la Municipalidad comenzó a encarar obras de ampliación y mejoramiento.93 Es oportuno consignar también que durante el período de la intendencia de Doncel se incorporó como jefe de la Oficina de obras Públicas el ingeniero italiano Arturo Lomello94 que por más de dos décadas ocupó ese cargo desarrollando una amplia tarea en el rubro de las obras públicas municipales. Durante la intendencia de Constancio Larguía95 se encaró en 1896 la construcción de mercados barriales, los mercados norte y sur, ubicados dentro del área más densamente urbanizada, a una distancia aproximada de seis cuadras en ambas direcciones, del primer mercado público.96 (Imagen IV.11) Pero el proyecto más importante de esta gestión fue el de la Casa de Aislamiento, un centro asistencial para alojamiento y asistencia de enfermos infecto-contagiosos; la Municipalidad designó para promover esta iniciativa, a una comisión de vecinos, coordinada por el Director de la Asistencia Pública.97 Deliberadamente ubicado a notable distancia del área urbanizada, en terrenos donados por Juan B. Iturraspe en el extremo norte del proyectado Bulevar Zavalla, el conjunto se componía de pequeños 91

ADPC-Departamento La Capital; Planos Varios; sin codificar. S/Catastro de Cattaneo, ver Capítulo III, notas nº 70 y 71. Ordenanza nº 94 de fecha 09/08/1887, de concesión y descripción de la propuesta del empresario Mariano López, en: MCSF. Ordenanzas, Reglamentos y Acuerdos de la Municipalidad de la Ciudad de Santa Fe, Santa Fe, Nueva Epoca, 1887, pp. 85 a 90. 93 Contrato de adquisición en: MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, La Unión, 1901, pp.120 a 124. 94 El ingeniero Arturo LOMELLO (1860-1941), graduado en el Politécnico de Turín, Italia, se afincó definitivamente en Santa Fe en 1893 al quedar habilitado para ejercer su profesión por el Dpto. Topográfico mediante el examen correspondiente (AGPSF-Topografía, Tomo I “Exámenes de Agrimensores”, fecha 04/07/1893). En 1895 asumió el cargo de jefe de la Oficina de Obras Públicas Municipal. Desde esa función puso de manifiesto una sólida formación profesional, no sólo por los importantes proyectos de edificios que fueron de su autoría, sino también en el campo urbanístico, interviniendo en los más variados emprendimientos a nivel de servicios e infraestructura durante los años de mayor impulso en el proceso de modernización de la ciudad; participó de los proyectos de tendidos de aguas corrientes, pavimentos y adoquinados, primeras líneas de tranvías eléctricos, etc. Diseñó también la apertura del primer tramo de la Avda. Costanera (Alameda Isabel La Católica) en 1902 y del Parque Oroño; asesoró en el trazado de numerosos loteos y urbanizaciones y, en 1912 llevó adelante un relevamiento catastral exhaustivo del municipio. Entre sus proyectos de arquitectura se destacan la sede del Banco Municipal de Préstamos, la Asistencia Pública, el portal, capilla y osario del Cementerio de Barranquitas, el Mercado Central y el Asilo de Mendigos desarrollados durante las intendencias de S. Sandaza (1900-1904) y M. Irigoyen (1905-1908). Al dejar su cargo en la década de 1920, continuó como concejal, vinculado al gobierno del municipio durante dos períodos. Ver: COLLADO, Adriana, voz “Arturo Lomello”, en LIERNUR, Jorge F. y ALIATA, Fernando (comps.). Diccionario de Arquitectura en la Argentina (tomo I-N), Buenos Aires, Ediciones Agea, 2004, p. 89. 95 Constancio LARGUÍA (1867-1920). Hijo del ex-intendente Jonás Larguía, había nacido en Santa Fe; era empresario rural y luego de dejar la intendencia procuró en un par de ocasiones arrendar la usina municipal. 96 ACDM-AE, Tomo 1896/1899, fs. 54 a 58 y 114. 97 Decreto del intendente de fecha 20/06/1896, en: MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, La Unión, 1901, p. 285. 92

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pabellones aislados entre una profusa arboleda; el proyecto fue elaborado por la Oficina de Obras Públicas Municipal bajo la dirección del ingeniero Lomello, siguiendo las normas que regían en la materia para este tipo de instalaciones, pero las obras avanzaron muy lentamente y recién en 1901 se inauguraron los primeros pabellones. (Imágenes IV.2a y IV.3a) Llegado el siglo XX, las dos intendencias que más se destacaron por encarar obras en el área de la sanidad e higiene públicas fueron las de Sixto Sandaza (desde agosto de 1900 hasta octubre de 1904) y Manuel Irigoyen (desde octubre de 1904 hasta marzo de 1908), quienes ejercieron el gobierno de la ciudad en sendos períodos relativamente prolongados y prolíficos en obras públicas; ambos pertenecieron, por lazos de parentesco, a los círculos más consolidados de la política local de tronco conservador, contaron con franco apoyo del gobierno provincial y fueron intendentes que se preocuparon por dejar marcadas sus respectivas gestiones mediante la publicación de sus actos de gobierno y de los fundamentos que los avalaron, por lo que hoy se dispone de mucha documentación que permite evaluar ambas gestiones. Entre los actos más notables de la intendencia de Sixto Sandaza98 con relación a la problemática que nos ocupa, se cuenta la creación de la Oficina de Estadísticas y la disposición de levantar el Censo Sanitario de Habitación del Municipio. Como se sabe, los estudios estadísticos constituyeron un campo donde se puso claramente de manifiesto el paso de la ciudad tradicional a la ciudad del progreso y la modernización en el mundo occidental durante el siglo XIX; en ese cambio operado en el modo de considerar las cuestiones referidas a la sanidad urbana y la visión ampliada de la relación higiene pública / higiene privada / pobreza, en consonancia con la mentalidad iluminista y enciclopedista, hizo que todos los fenómenos referidos a la vida urbana pasaran a ser objeto de desmenuzamiento, estudio y mediciones: los numerosos censos y el seguimiento estadístico minucioso de las diversas facetas de la realidad urbana de distintos países y ciudades, dan cuenta de ello.99 En la mentalidad del dirigente de la época, los censos aportaban datos que se consideraban absolutamente objetivos y que estaban por fuera de la condición moral o ideológica de los individuos; esos datos posibilitaban que el caso local quedara incluido en un orden de casos similares a escala nacional o internacional. En Santa Fe, dentro de este campo de los estudios estadísticos, hubo uno que por primera vez permitió específicamente evaluar las condiciones de habitabilidad de la ciudad, a manera de diagnóstico científico trascendiendo la escala general de la higiene pública para pasar a la inspección particular de la higiene privada y del cumplimiento de normas de saneamiento en el interior de los domicilios: se trató del Censo Sanitario de Habitación 98 Sixto SANDAZA (1858-1921) era un inmigrante andaluz, nacido en Cádiz y llegado con apenas seis años a Santa Fe; desde joven se dedicó al comercio y era propietario de la conocida tienda “La Española” en pleno centro comercial de la ciudad. Por su matrimonio con Mercedes Iturraspe Freyre se vinculó con familias de la más antigua tradición en la vida civil y política local; al ser designado intendente en 1900, el gobernador era el hermano de su mujer, Juan Bernardo Iturraspe Freyre, quien se desempeñó como tal entre 1898 y 1902. A Iturraspe le sucedió en la Gobernación, su sobrino Rodolfo Freyre, obviamente también sobrino de la esposa de Sandaza, siendo éste nuevamente fue designado intendente por otro período de dos años hasta 1904. Fue activo impulsor de la cultura española en la región a través de participación en asociaciones civiles peninsulares. Agradecemos datos proporcionados por el Dr. Luis Ma. Calvo. Ver también: CANDIOTI, José Ma. “Sixto Sandaza. Centenario de su nacimiento 1858-1921”, en El Litoral, Santa Fe, 07/05/07, p. 4. 99 Para el caso de la ciudad de Santa Fe, en 54 años transcurridos entre 1869 y 1923, se realizaron 10 censos que sistematizaron, información sobre la ciudad (uno cada menos de seis años); pero si se excluye al primer censo nacional de 1869 puede verse que en los 36 años transcurridos entre 1887 y 1923 se registraron 9 censos (uno cada poco más de cuatro años); todos ellos fueron publicados en lujosas ediciones y difundidos convenientemente (ver capítulo de Bibliografía y Fuentes). A esto debe agregarse que siguiendo el modelo de otras capitales, en Santa Fe se comenzó a editar el Anuario Estadístico de la Ciudad de Santa Fe, publicado por la Dirección de Estadística Municipal, desde 1904 hasta 1945; este registro, que se actualizaba permanentemente, se acompañaba de la publicación trimestral de boletines complementarios a la edición anual. La radiografía del crecimiento urbano que proporcionan estos documentos es exhaustiva, permitiendo cuantificar aspectos sustanciales de la constitución física de la ciudad (aperturas de calles, pavimentos, espacios verdes, equipamientos públicos, servicios, etc.) y aportando importantes referencias acerca de la evolución demográfica y del estado sanitario de la población.

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levantado por la gestión de Sandaza en 1901; en los fundamentos del mismo, se menciona que sus objetivos eran: "...conocer con la mayor exactitud el estado higiénico de la ciudad y colocar a la Asistencia Pública en condiciones de adoptar un plan general de saneamiento, de acuerdo con las condiciones que se obtengan...".100

El área sobre la que se efectuó el relevamiento coincidía con el sector de mayor intensidad de ocupación de la ciudad "...el más céntrico y denso y el único donde son absolutamente necesarias las mejoras higiénicas..."101 totalizando 145 manzanas. (Imágenes IV.5 y IV.6) Puede afirmarse que los límites establecidos para el área a censar constituían en sí mismos verdaderos límites intra-urbanos que definían situaciones diferenciadas dentro del conjunto urbano. El responsable del censo, Tomás Martínez, secretario general de la Municipalidad, elevó el informe final del mismo el 30 de marzo de 1901, consignando algunas apreciaciones generales sobre el estado sanitario de la ciudad: "...Santa Fe se encuentra en muy especiales condiciones de higiene. Carece de servicios de vital importancia e imprescindibles, y sin los cuales la higiene moderna no concibe agrupaciones urbanas, por cuya razón le toca a la Municipalidad ejercer una acción vigorosa en beneficio de la salud y vida de sus habitantes /.../ hasta tanto se arribe al problema de la instalación de aguas corrientes y cloacas domiciliarias".102

En el sector censado el total de habitantes registrados fue de 16.584, lo que hace un promedio de 117 habitantes/manzana.103 Dentro de ese radio fueron censadas 1.542 viviendas particulares, 168 casas de inquilinato y conventillos, 642 edificios para comercio, industria o edificios públicos, 69 edificios desocupados y 16 en construcción, lo que hace un total de 2.437 edificios. En las 168 casas de inquilinato vivían 3.423 personas, o sea un 20 % de la población censada en un total de 1.563 habitaciones, aclarándose en el informe final del censo que la mayoría de estos alojamientos no estaban construidos de acuerdo con las disposiciones de la ordenanza que regía en la materia y databa de 1888, ni mucho menos del Reglamento de Edificaciones del municipio. (Imágenes IV.7a y b; IV.8a y b) Se constataron también en este censo las condiciones de las instalaciones sanitarias con que contaban los inmuebles, lo que sirvió para alertar sobre el deplorable estado de este aspecto: por ejemplo, de los 2.437 edificios censados, sólo 168 poseían letrinas impermeables y en buenas condiciones, 2.233 las tenían de construcción defectuosa y 36 carecían de letrinas; la mitad de los edificios tenían sumideros residuarios, arrojándose en el resto los líquidos de cocina y lavado a patios, letrinas y huertas; el 70% de los edificios carecían de desagüe pluvial a la calle. La mitad de los inmuebles tenían sólo pozos de balde y no contaban con aljibes, lo cual acarreaba el problema de la ingesta de aguas contaminadas, pues los pozos recibían líquidos inaptos por filtración, dada la defectuosa construcción de las letrinas. El estado general en este aspecto hizo que el responsable del censo requiriera a las autoridades municipales que hiciera efectiva, por la vía de la penalización, la aplicación de lo establecido por el Reglamento General de Edificación con el argumento de que: "En defensa de los altos intereses de la salud pública, conviene aplicar enérgicamente y al pie de la letra los artículos 92 a 96 de la ordenanza del 9 de mayo de 1895, sin guardar consideraciones a la resistencia sistemática del propietario en general a practicar cualquier

100

Los resultados del censo fueron publicados como Anexo G en: MCSF. Memoria al H.C.D. del Sr. Intendente Municipal D. Sixto Sandaza, Santa Fe, Nueva Época, 1902, pp. 173 a 180. 101 Ibidem, p. 176. 102 Ibidem, p. 176. 103 Estos datos pueden confrontarse con los del Censo Municipal de Población de 1901, en el que el total de población de la ciudad en las aproximadamente 300 manzanas urbanizadas, más los suburbios inmediatamente adyacentes, fue de 26.637 habitantes. 238

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refacción que importe un gasto. Los intereses de la salud pública son infinitamente superiores a los del propietario particular...".104

También durante la intendencia de Sandaza se encararon obras en plazas y paseos, que se verán más adelante, se ampliaron las instalaciones del cementerio de Las Barranquitas y se completó la construcción del nuevo Mercado Central en reemplazo del que existía en la ciudad desde la década de 1860 que había sido levantado por Jonás Larguía y adquirido por el municipio en 1892. En realidad las obras se habían iniciado en los últimos meses de la intendencia de Eugenio Puccio,105 pero se inauguraron en la gestión siguiente, en enero de 1902, siendo destacada por Sandaza y por la prensa como la más importante y moderna de las obras públicas realizada en la ciudad en ese año. (Imágenes IV.9 y IV.10)

"...hoy Santa Fe se halla dotada de un espléndido mercado el cual por las comodidades y condiciones de higiene y de estética que reúne, ha venido a satisfacer una exigencia justamente reclamada por la cultura y los adelantos cada día más notables de este pueblo...".

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“…de amplias instalaciones, levantado de acuerdo con los últimos perfeccionamientos de la higiene moderna, tiene una particularidad curiosa: es el único en la República Argentina que dispone de ventiladores eléctricos funcionando día y noche sin interrupción, medio seguro para ahuyentar las moscas y otros insectos, manteniendo la frescura del aire y evitando también la descomposición de la carne y demás productos alimenticios”.107

Durante la intendencia de Irigoyen108 se construyó la nueva sede de la Asistencia Pública municipal, inaugurada en enero de 1908; esta importante institución sanitaria tenía a su cargo desde la década anterior la preservación de la higiene pública proveyendo a la población santafesina de una completa dotación de servicios de salud, primeros auxilios en emergencias o accidentes y, muy especialmente, acciones de profilaxis. El proyecto se desarrolló en la Oficina de Obras Públicas y estuvo a cargo del ing. Lomello y para su localización había sido adquirido en diciembre de 1904 un amplio terreno de un cuarto de manzana próximo a la sede municipal.109 La inauguración tuvo gran repercusión en la prensa local, donde aparecieron amplias descripciones de los festejos, de los discursos pronunciados y de las características “modernas” del nuevo edificio, que destacaba por su escala y materialización, así como por la compleja trama de funciones referidas a la salud pública que albergaba y por su nutrida biblioteca especializada de más de 2000 volúmenes. En el discurso inaugural el intendente hace alarde del adelanto que el edificio significaba: “...coloca a Santa Fe en condiciones sanitarias a la altura de las primeras ciudades de la república, vale decir, a la altura que la ciencia moderna reclama para que se satisfagan eficazmente las exigencias y los preceptos de la higiene pública. Para su construcción se han 104

Ibidem, p. 177. Puccio había argumentado en las deficientes condiciones del viejo mercado la necesidad de que el municipio encarar las obras: "...de exiguas dimensiones en relación a las exigencias de la población /.../ se ha formado un conjunto abigarrado de puestos que perjudica la rigurosa higiene que debe mantenerse en un establecimiento de esta naturaleza, se halla en tan malas condiciones generales, que las refacciones que se le han practicado resultan casi inútiles...". ACDM-AE, Tomo 1900/1901, f. 6. 106 MCSF. Memoria al H.C.D. del Sr. Intendente Municipal D. Sixto Sandaza, Santa Fe, Nueva Época, 1902, pp. 6 y 7. 107 “El nuevo mercado de Santa Fe”, en Revista Las Provincias nº 36/37, Buenos Aires, 1º/03/1904, p. 10. 108 Manuel IRIGOYEN (1865-1921). Graduado como químico farmacéutico en la Universidad de Córdoba, donde había nacido, se instaló en Santa Fe en 1887, donde además de su actividad profesional desarrolló una larga carrera política ocupando distintos cargos. Al igual que su antecesor, Sixto Sandaza, Manuel Irigoyen estaba vinculado a familias tradicionales de Santa Fe; su esposa era hermana del gobernador Rodolfo Freyre (1902-1906) que lo designó intendente. Su paso por la Municipalidad se recuerda como una de las gestiones con mayor concreción de obras de envergadura para la ciudad, entre las que se cuentan el edificio del Teatro Municipal, la sede del Banco Municipal de Préstamos y otros numerosos equipamientos. Municipalizó una de las líneas de tranvía a sangre y amplió notablemente la capacidad de producción de la usina municipal. Dejó la Municipalidad en 1908 para incorporarse como senador provincial por el Departamento San Cristóbal. 109 MCSF, Memoria presentada al H.C.D. por el Sr. Intendente Manuel Irigoyen – 1904/05, Santa Fe, Imp. La Argentina, 1905, pp. XIX a XXI. (en anexo de la memoria se incluyen los planos de proyecto). 105

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consultado los más adelantados y razonables criterios científicos, dotándola de todas las instalaciones y servicios necesarios a su propio destino para que su acción sea rápida y eficaz sobre las causas generadoras de insalubridad pública...”.110

El director de la Asistencia Pública, que permanecía en el cargo desde la década anterior, era el médico higienista santafesino Miguel Parpal,111 que fue un decidido promotor de muchas de las iniciativas que se tomaron en la ciudad sobre estas cuestiones y en especial difusor de una prédica insistente acerca de las ventajas de encarar el problema sanitario desde la prevención más que desde la curación. (Imágenes IV.1a a IV.1e) También en la gestión Irigoyen fueron construidos el osario y capilla circular del cementerio municipal, sobre el eje de ingreso principal,112 el Asilo Modelo de Huérfanos, ubicado al suroeste de la ciudad y varios pabellones de la Casa de Aislamiento. A la dotación de establecimientos destinados a atender enfermos y población carenciada habría de sumársele también el Asilo de Mendigos de la Sociedad San Vicente de Paul con capacidad para 200 internos, que comenzó a construirse con apoyo municipal, también en base a un proyecto del ingeniero Lomello, en el borde oeste de la planta urbana, "...un sitio ameno y retirado, muy propio para asilo de los cansados de la vida..."113; asimismo la gestión de Irigoyen fue prolífica en obras para plazas, paseos y parques, como se verá más adelante. (Imágenes IV.3b y IV.3c) Además de las iniciativas exclusivamente municipales, durante el período que analizamos se levantaron dos importantes centros de atención sanitaria promovidos por la Sociedad de Damas de Beneficencia y fuerte apoyo del gobierno provincial y municipal en un caso y por la Sociedad Italiana en otro: se trata de los hospitales de Caridad e Italiano respectivamente. Durante el siglo XIX Santa Fe sólo tenía un hospital que había sido creado en 1817 y era atendido por las Hermanas de Caridad; estaba ubicado en el extremo sur de la calle Comercio abarcando una extensión aproximada de una manzana, distante tres cuadras de la plaza. A partir de 1860 el hospital había pasado a depender de la Sociedad de Damas de Beneficencia, creada en ese año por el gobernador Pascual Rosas, institución integrada por mujeres de las más tradicionales familias santafesinas bajo los principios del asistencialismo social y un acendrado paternalismo que llevaba a socorrer al indigente; esta Sociedad encaró sucesivas obras de ampliación y mejoramiento hasta finales del siglo. Para esa época las instalaciones contaban con una capacidad de 200 camas y en la misma manzana se ubicaba también el asilo para mujeres "Buen Pastor", dependiente de la misma Sociedad.114 La expansión del área céntrica fue provocando que esta localización, en principio casi periférica, se tornase con el paso de los años inadecuada por su relativa proximidad a una de las zonas más caracterizadas de la ciudad como era la plaza fundacional y su entorno de edificios institucionales; la Sociedad de Beneficencia, ante la obsolescencia del antiguo hospital y lo inconveniente del emplazamiento, inició las gestiones para la construcción de un nuevo edificio que fuera:

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“Asistencia Pública: Inauguración del Gran Palacio”, en: Nueva Época, Santa Fe, 19/01/1908, p. 4. Miguel PARPAL había nacido en Santa Fe en 1859, realizó sus estudios secundarios en el colegio de la Orden Jesuita y luego hizo su carrera de médico en la Universidad de Buenos Aires, de donde egresó en 1884. Desde ese mismo año se instaló en Santa Fe cumpliendo diversas funciones en el ámbito de la salud pública. Integró el primer Cuerpo Médico Municipal en 1889 y asumió la dirección de la Asistencia en 1895. Pero también asumió en el orden provincial cargos en los Consejos de Higiene y fue médico del Hospital de Caridad de Santa Fe. Se mantuvo permanentemente actualizado asistiendo a numerosos congresos internacionales y fue el promotor de la nutrida biblioteca que se formó en la Asistencia Pública. Años más tarde, en 1912, asumiría la intendencia de Santa Fe. 112 MCSF, Memoria presentada al H.C.D. por el Sr. Intendente Manuel Irigoyen – 1904/05, p. XVII (en anexo de la memoria se incluyen los planos de proyecto). 113 “El asilo de mendigos”, en Nueva Epoca, Santa Fe, 31/3/1908, p. 4. 114 ZAPATA, F. Op. cit., p. 93. 111

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"...más adecuado, que aunque por ahora se principie llenando las necesidades actuales, se haga sobre un plan vasto que pueda paulatinamente irse aumentando sin contrariar las reglas de la arquitectura ni de la higiene como ha sucedido en el actual...".115

En 1901 la Sociedad recibió en donación de la Municipalidad parte los terrenos de la antigua Plaza Santa Coloma en el borde oeste de la planta urbana; la localización había sido convenientemente estudiada por el ingeniero municipal, a propuesta de la misma Sociedad, con miras a que el edificio no entorpeciera el futuro crecimiento de la ciudad. En 1902 se llamó a un concurso nacional de proyectos para el Nuevo Hospital de Caridad, obteniendo el primer premio compartido los trabajos del ingeniero Arturo Lomello (de Santa Fe) y de los arqs. Lanús y Hary (de Buenos Aires); el edificio finalmente se construyó de acuerdo al legajo técnico confeccionado por el arquitecto Domingo Tettamanti; las obras se iniciaron en abril de 1904 y fueron inauguradas el 9 de julio de 1909.116 El nuevo hospital era considerado un verdadero modelo para la época y abundan los calificativos auspiciosos en las apreciaciones de la prensa: "...soberbio edificio que por sus dimensiones y comodidades hará honor a Santa Fe...", destacándose siempre el ajuste a la observación estricta de "...las reglas higiénicas modernas", que el mismo guardaba.117 (Imágenes IV.13 y IV.14) Otro enclave significativo en materia de salud, localizado también en el borde oeste fue el Ospedale Italiano di Santa Fe e Colonie construido por una comisión integrada por italianos residentes en la ciudad y la región que daban inicio con este emprendimiento a la gestación de una serie de asociaciones civiles y culturales que los cohesionarían como colectividad con fuerte presencia en el medio; la primera iniciativa se dio en materia de asistencialismo y salud, lo que evidentemente debió tornarse una de las necesidades más urgentes, dada la situación de precariedad económica por la que atravesaban muchos inmigrantes al arribar a estas tierras.118 El edificio comenzó a levantarse en 1890 en un terreno donado a la Comisión Promotora por la Municipalidad, en el noroeste de la ciudad, sobre el "futuro" Bulevar Zavalla; inaugurándose en diciembre de 1892;119 dada la distancia que lo separaba de la zona urbanizada, se mejoró la accesibilidad mediante un desvío desde la línea troncal del tranvía al matadero. Este hospital "alejado del poblado" era atendido por religiosas italianas, además de un médico y un farmacéutico; tenía en su primera etapa capacidad para cincuenta camas y las dependencias anexas. Se destacaban sus buenas condiciones edilicias que contrastaban, al momento de su inauguración, con el antiguo Hospital de Caridad; "...nótanse en todas las dependencias excelente ventilación y limpieza, y todo se halla tan bien ordenado y dispuesto, que los enfermos encuentran verdadero amparo...".120 (Imagen IV.2b) Con estos dos edificios hospitalarios, se completaba la dotación de un equipamiento sanitario acorde a las expectativas de la época para una ciudad provinciana, con aportes locales y del estado provincial; pero ni desde la escala municipal ni desde la provincial se logró resolver la acuciante cuestión del saneamiento en materia de redes de infraestructura, que recién se haría realidad al intervenir el Estado nacional en su solución. 115

De una nota de la presidenta de la Sociedad de Beneficencia al ministro de Gobierno, solicitando apoyo para levantar un nuevo edificio. Citada en MCSF, Guía del Turista, Santa Fe, 1929, p. 177. 116 DAMIANOVICH, Alejandro. José María Cullen. Altruismo y Gestión Sanitaria antes del Estado de Bienestar. Santa Fe, Junta Pcial. de Estudios Históricos, 2003, pp. 107 a 119. El hecho de tratarse del primer edificio de Santa Fe cuyo proyecto se resolvió mediante el sistema de concursos, habla de la importancia que se asignaba a su construcción y del manejo que la institución benéfica ejercía. Lamentablemente no ha podido accederse a la documentación resultante del concurso para verificar las aproximaciones entre los proyectos ganadores y el edificio definitivo. 117 “El Hospital de Caridad de Santa Fe”, en Las Provincias nº 49, Buenos Aires, abril de 1905, p. 2. 118 La importancia de la colectividad italiana en la zona al momento de surgir la iniciativa de levantar el Ospedale, puede evaluarse con los datos del Censo Provincial de 1887 antes citado: para la ciudad de Santa Fe, sobre un total de 15.099 habitantes, se contabilizaban 2.787 italianos, lo que constituía más del 18% del total y un 60% de la población extranjera de la ciudad. 119 ACDM-AE. Tomo 1890/91, f.150 y Tomo 1892, f. 518. 120 ZAPATA, F. Op. cit., p. 95. 241

IV. 7) Las redes de aguas corrientes y cloacas121 El origen de un organismo de escala nacional para establecer los servicios sanitarios en el país, puede remontarse al año 1880, cuando se creó la primera Comisión de Obras de Salubridad a raíz de la federalización de la ciudad de Buenos Aires; esta comisión atendía casi en exclusividad las obras en la Capital, no obstante ser una dependencia del Ministerio del Interior. En abril de 1890 se formó la Inspección General de las Obras de Salubridad, dependiente del Departamento de Obras Públicas, con funciones de contralor, aunque la Comisión seguía funcionando en el ámbito del Ministerio del Interior y asumiendo similares funciones. Posteriormente, teniendo en cuenta la sanción de diversas leyes que autorizaron la construcción de obras en el interior del país con intervención de esa Comisión (ley 3.967), y en atención a lo dispuesto por la ley 3.727 sobre organización de los ministerios nacionales, el Poder Ejecutivo dictó en 1903 un decreto en el que todos los organismos previos se unificaban bajo la denominación de Dirección General de Obras de Salubridad; en 1912 se reestructuró como Dirección de Obras Sanitarias de la Nación.122 Paralelamente el Congreso Nacional había sancionado una ley (nº 4.158 del año 1902) en la que se formalizaba un instrumento legal que permitía extender los beneficios de las redes de saneamiento mediante la inversión de recursos federales en las capitales de provincias, emitiendo, con intervención de la Dirección General de Obras de Salubridad, la cantidad de $12.000.000 m/n, en bonos de obras de salubridad, cuyos servicios de amortización e intereses se harían en parte con el importe establecido en la ley 3.967 y en parte con el producido líquido de la explotación de las obras. El tratamiento de esta ley en el Congreso dio pie a un largo debate, que tuvo como figura dominante al ex presidente de la Nación Carlos Pellegrini, quien objetó que en un sistema federal se vulnerara la autonomía de las provincias y municipios con obras de este tipo, ejecutadas por la Nación, que las decidiría y administraría por largos años. El argumento que sostuvo esta ley fue que, en materia de higiene y salubridad, ningún problema podía ser considerado provincial o local puesto que las deficiencias en este campo (que se manifestaban en proliferación de enfermedades, focos epidémicos, alto índice de mortalidad, etc.) daban origen a problemas de escala nacional, al extenderse la afectación.123 Precisamente en su artículo 6º la ley 4.158 contenía las disposiciones que más había cuestionado Pellegrini: “La construcción y explotación de las obras que se construyan en las capitales de Provincias, así como la percepción de la renta que produzcan, estarán a cargo de la Dirección General de Obras de Salubridad, mientras no se amorticen los bonos correspondientes a cada una de ellas. El Poder Ejecutivo fijará las tarifas a cobrarse por los servicios de agua y cloacas...”124

En el caso de Santa Fe los resultados del censo sanitario antes mencionado fueron decisivos para que en 1903 el Gobierno Nacional, en base a la jurisdicción que le otorgaba esta ley y a través de la recién creada Dirección General de Obras de Salubridad, la contara entre las cuatro primeras capitales de provincias en las que se iba a encarar las obras de

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Para un desarrollo exhaustivo de este aspecto de la modernización urbana santafesina ver: COLLADO, Adriana. “Antecedentes y provisión de agua en Santa Fe”, en AAVV, Agua y saneamiento en Rosario y Santa Fe, Buenos Aires, CEDODAL-APSF, 1999, pp. 21 a 42. 122 Ver “Noticias sobre el origen y desenvolvimiento de la Administración General de obras Sanitarias de la Nación”, en Revista de Obras Sanitarias de la Nación, n° 148, Buenos Aires, noviembre de 1952, pp. 252 a 255. 123 Argumentos del Senador Maciá en el debate por la ley 4.158/02: “En materias de obras de salubridad /.../ si los derechos de las provincias han desaparecido es porque está establecido por todas las leyes sanitarias de la Nación que en materia de higiene no hay más que una autoridad suprema que es la de la Nación, porque no hay ningún problema de higiene que sea exclusivamente provincial; así por ejemplo, el paludismo en Santiago del Estero afecta tanto a Buenos Aires como puede importar en Santiago la peste bubónica del Chubut...”. Citado por: “Organización de los servicios de saneamiento en la Rca. Argentina”, en Revista de Obras Sanitarias de la Nación, n° 148, Buenos Aires, noviembre de 1952, p. 135. 124 REPÚBLICA ARGENTINA / OSN. El problema del agua potable en el interior del país, T. 1, Buenos Aires, Edición Oficial, 1942, p. 75. 242

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salubridad básicas: red de aguas corrientes y red de desagües cloacales.125 Merced a los antecedentes de proyectos que existían en la ciudad, se decidió la puesta en marcha del plan de Agustín González, luego de una revisión y puesta a punto del antiguo proyecto de 1898; el contrato entre la Dirección de Obras de Salubridad y la empresa constructora se firmó el 24 de octubre de 1903, con un plazo de ejecución de veintidós meses, por lo que se esperaba inaugurar el servicio en agosto de 1905, pero la extraordinaria creciente de los ríos que se produjo en ese año, ocasionando la inundación de buena parte del área urbana, impidió el cumplimiento de los plazos.126 Las obras proyectadas consistían en: la cañería de toma de agua sobre el río Colastiné, once kilómetros al este de la ciudad; el edificio para casa de bombas elevadoras en ese sitio; la cañería de bombeo de once kilómetros de largo entre dicho punto y el depósito de asiento en la ciudad; tres puentes carreteros, uno en la boca de la laguna (de 282 metros) y otros dos en los Saladillos, para colocar dicha cañería; y la planta potabilizadora que se localizaría en el Barrio Candioti127, consistente en los depósitos de asiento de 10.500 m3 de capacidad y 10.000 m3 de reserva, un edificio para bombas, un tanque metálico regulador y de distribución, de 1.000 m3 de capacidad y las dependencias anexas; además, las cañerías maestras y de distribución en la ciudad con una extensión de 45.000 metros (aproximadamente 450 cuadras). (Imagen IV.20) Un elevado porcentaje de las obras civiles se hallaba concluido a fines de 1904, restando entre las de mayor envergadura, la ejecución del gran tanque elevado y las instalaciones de equipos y maquinarias; la gran inundación de 1905 destruyó el puente recién tendido en la boca de la laguna, por lo que, para no demorar la habilitación de las obras se resolvió instalar una toma provisoria en las inmediaciones de la ciudad hasta tanto se reconstruyera el puente y se completaran las instalaciones en la planta de Rincón, también afectadas por la creciente.128 La zona servida por la mejora iba a abarcar inicialmente sólo el área central de la ciudad, pero un proyecto posterior consideró una ampliación importante durante el curso de las obras, como puede observarse en el plano adjunto, incrementando la longitud de cañerías de distribución de casi un 30%.129 (Imagen IV.22a) Una vez habilitado el servicio, la Municipalidad exigió mediante ordenanza a los propietarios de todo tipo establecimiento donde se utilizara agua: casas de inquilinato, panaderías, fábricas de licores, "...y todo otro establecimiento insalubre que se halle ubicado dentro del radio que abarca el servicio...", que efectúen las instalaciones y conexiones necesarias para las aguas corriente en un plazo de 45 días; nada se decía respecto del resto de los vecinos.130 Esta ordenanza no hubiese sido necesaria y es una demostración de 125

Las otras tres capitales eran Paraná, Salta y Córdoba. Durante el año siguiente se decidieron las obras para otras ocho capitales (algunas como Mendoza y Tucumán ya contaban con tendidos parciales de agua corriente). Ver: Dirección General de Obras de Salubridad de la Nación. Atlas - Memoria. 1903/04/05. Buenos Aires, s/ed., s/f.; Dirección General de Obras de Salubridad de la Nación. Memorias Años 1906/1909, Buenos Aires, Imp. Biedma e Hijos, 1910. 126 Los trabajos se adjudicaron a la empresa Santiago Weill y Cía. bajo la supervisión del ing. Ottone Pertile. Las características de las obras fueron publicadas por primera vez en: “Higienización y saneamiento en las provincias”, revista Las Provincias, nº 44/45, Buenos Aires, dic. 1904, pp. 1 y 2. También puede consultarse SENILLOSA, Roberto. “La obras sanitarias de la ciudad de Santa Fe”, en Boletín de Obras Sanitarias de la Nación, nº 5, noviembre de 1937, p. 461 y ss. 127 Se trata precisamente del barrio de nueva planta al norte de la ciudad, surgido a partir del trazado del Bulevar Gálvez. La zona central de este barrio es uno de los puntos más altos de la ciudad y ya en las primeras propuestas de empresarios sanitaristas para instalar la red de aguas corrientes en la ciudad, se señalaba ese punto como de gran conveniencia para la ubicación de la planta potabilizadora y distribuidora. Ver “Propuesta de John Staniforth”, ACDM-AE, Tomo 1887/88, fs. 383 a 412. Quince años más tarde, el proyecto de la Dirección General de Obras de Salubridad, elige el mismo punto. 128 MCSF, Memoria presentada al H.C.D. por el Intendente sr. Manuel Irigoyen – 1904/05, Santa Fe, Imp. La Argentina, 1905, p. 15. 129 Dirección General de Obras de Salubridad de la Nación. Atlas - Memoria. 1903/04/05. Buenos Aires, s/ed., s/f., hoja 47. Plano de "Santa Fe - Provisión de Agua Potable a la Capital - Cañería de Distribución", de fecha diciembre de 1902 firmado por el ing. Agustín González (incluye el tendido de ampliación). 130 Ordenanza de fecha 30/12/1907; MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, Languasco, 1911, p. 75. 243

los problemas de jurisdicción que se generaron a partir de este tipo de obras, puesto que el reglamento elaborado ad hoc por la Dirección de Obras de Salubridad, que tenía vigencia en todas las ciudades en las que se concretaban las obras, disponía: “El uso del servicio de cloacas y de la provisión de agua, es obligatorio a todo inmueble habitable comprendido dentro del radio en que se extienden las obras sanitarias que se construyan en las ciudades de Salta, Paraná, Santa Fe y Córdoba.”131

Paralelamente al avance de las obras de instalación de las aguas corrientes, la misma Dirección de Obras de Salubridad inició el proyecto de la red cloacal para la ciudad, la que abarcaba un área similar a la descripta para el agua.132 (Imagen IV.23a) Las obras, iniciadas en 1904, preveían una colectora principal de dirección norte-sur en el borde oeste de la ciudad; esta cañería atravesaba el arroyo El Quillá, descargando los efluentes cloacales en un tanque séptico construido en la isla, desde donde el líquido ya tratado se volcaba en el río Santa Fe.133 Esta parte de las obras fue lo primero que estuvo concluido, hacia octubre de 1905, procediéndose luego a la colocación de las cañerías de material vítreo en las calles. En enero de 1908 la instalación estaba terminada y entre la ciudadanía se levantaban acaloradas críticas sobre la Dirección de Obras de Salubridad por no habilitar el servicio. "Hoy el agua no deja nada que desear. El servicio es de primera y su condición muy superior en cuanto a claridad, gusto y depuración. Ya no deja aspereza en el cutis ni corta el jabón. Hay otra cuestión que afecta hondamente los intereses vitales del público /.../ nos referimos al funcionamiento de las cloacas. Es inaguantable la situación en que se halla la ciudad y tanto más censurable es la apatía con que procede la Dirección de Obras de Salubridad, cuanto que la empresa constructora declara haber terminado su trabajo y estar pronta para librarlo en cualquier momento al servicio público...".134

En realidad las demoras se debían a desinteligencias entre la empresa constructora y la Dirección, referidas a una serie de mayores costos que aquélla exigía y que ésta no reconocía. La estrategia de la empresa era, precisamente, ejercer presión en la opinión pública, a través de la prensa, dada la evidente expectativa que la mejora había generado en la población. Finalmente los trabajos faltantes fueron ejecutados por personal de la Dirección y a fines de 1908 se habilitaron las cloacas; en los primeros tiempos no se registraron inconvenientes pese a que la capacidad de las cámaras sépticas era insuficiente para el volumen de líquido que recibían, ya que cuando se sobrepasaban las capacidades de las cámaras el líquido era arrojado al río sin tratamiento, dado el abundante caudal del mismo con relación al efluente que se evacuaba. Por el contrario, uno de los mayores problemas que generaba esta instalación era su ubicación al sur de la ciudad, dada la frecuencia de los vientos desde esa dirección y los olores que eso generaba, los que llegaban inmediatamente a una zona densamente poblada, como era el Barrio Sur. Otro problema de jurisdicción con las obras de salubridad se generó por la propia dinámica de ejecución de las mismas, que muchas veces obligaban a la destrucción del adoquinado de las calles para aperturas de pozos y zanjas necesarios, los cuales permanecían por mucho tiempo sin cegar; esto originó muchísimos inconvenientes en las vías públicas y la protesta de los vecinos por la falta de suficiente control sobre las empresas adjudicatarias de las obras. La Municipalidad dictó entonces una ordenanza 131

Reglamento para la construcción y funcionamiento de las obras domiciliarias de desagüe y provisión de agua en el interior de los edificios de las ciudades de Salta, Paraná, Santa Fe y Córdoba. Buenos Aires, Dirección General de Obras de Salubridad, 1904, (Art. 1º). Este reglamento, publicado en forma de folleto, luego fue reproducido en los digestos de ordenanzas municipales de las distintas ciudades involucradas. Ver: MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, Languasco, 1911, pp. 328 a 343. En esta publicación se adjunta el decreto presidencial firmado por Julio A. Roca en 1904, aprobando dicho reglamento. 132 Ibídem, hoja 48. Plano de "Saneamiento de la ciudad de Santa Fe - Cloacas", de fecha julio de 1904, (indica dos etapas de ejecución). 133 Las obras fueron asignadas a la empresa del ing. Miguel Estrada. En revista Las Provincias, nº46, enero de 1905, p. 2. 134 En Nueva Epoca, Santa Fe, 24/1/1908, p. 4. 244

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mediante la cual establecía los límites para el trabajo de estas empresas, la obligatoriedad de reportar el avance de las obras a la inspección del ingeniero municipal, y las penalidades correspondientes en caso de no cumplirse con lo establecido por la ordenanza.135 Es indudable que todas estas instalaciones tuvieron inmediatos resultados concretos en términos de saneamiento y mejoramiento de la calidad de vida de la población santafesina. En diciembre de 1917, al cumplirse la primera década de habilitada la red de aguas corrientes, la cantidad de inmuebles ubicados en el radio que abarcaba el servicio era de 6.100 unidades, de las cuales 5.650 contaban con conexión a la red. Esto es indicativo de que más del 90 % de los propietarios localizados en el área habían encarado la mejora en sus edificios. Y teniendo en cuenta que la población urbana alcanzaba en ese momento los 70.000 habitantes, se deduce que casi un 50 % estaba beneficiado por los servicios136. Para fines de la década siguiente y antes de comenzarse el plan sanitario de expansión en 1929, el número de conexiones había alcanzado los 10.000 inmuebles y el área servida había aumentado a casi 500 manzanas. De acuerdo a los valores que da la Dirección en sus informes, se abastecía en esa fecha a más del 80% de la población del municipio, establecida en 115.000 habitantes137. A partir de este momento ya el crecimiento de la población y sobre todo la expansión de la planta urbana dejará de ser acompañada por el crecimiento de los tendidos de las obras de salubridad; esto se hará cada vez más evidente con el paso de los años, y en el plano de 1945 que se adjunta, se verifica claramente la desproporción entre el área urbanizada y el área efectivamente servida.

(Imágenes IV.22b y IV.23b)

IV. 8) El interés por el verde y los parques públicos Como parte de las intervenciones que tendieron a cambiar la imagen del espacio público urbano en clave de modernización, se dio en este período una importante transformación en los criterios de ornamentación y tratamiento de las plazas urbanas, las cuales además recibieron especial atención y fueron objeto de trabajos de parquización, plantación de nuevas especies y dotación de equipamientos que hasta ese momento no eran habituales. Pero, aunque la nueva condición de espacio de representación que adquirieron las plazas y paseos con los cambios en los criterios de uso y normas de sociabilidad y el concomitante cambio en la escenografía, sea un aspecto sustantivo de la transformación urbana del período, lo que interesa en especial en este capítulo es la recurrencia, junto a algún ideal estético, a los principios y doctrinas higienistas muy en boga en la época –como se pudo ver hasta aquí- como el necesario argumento para la justificación y legitimación de la gran mayoría de las acciones en este sentido.138 (Imágenes IV.27a a IV.27e)

Tempranamente los médicos higienistas argentinos Guillermo Rawson y Eduardo Wilde, en escritos de 1869 y 1878 respectivamente, se habían expresado en este sentido, dando sustento desde la legitimidad del saber científico a la metáfora del verde como pulmón a la que hace referencia Armus; pero puede verse también como, pocos años más tarde, esta analogía orgánica con la respiración, formulada por nuestros higienistas, tomaba 135

Ordenanza nº 623 de fecha 06/12/1905 y su reglamentación correspondiente; MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, Languasco, 1911, pp. 175 a 177. 136 Obras Sanitarias de la Nación. Memoria del Directorio - 1917, Buenos Aires, ed. oficial, marzo de 1918, p. 234. 137 Obras Sanitarias de la Nación. Memoria del Directorio - 1927, Buenos Aires, ed. oficial, 1928, p. 485. 138 Ver: ARMUS, Diego. "La idea del verde en la ciudad moderna. Buenos Aires, 1870-1940", en Revista Entrepasados nº 10, Buenos Aires, 1996, pp. 9 a 22. Armus trabaja especialmente las distintas ideas acerca del verde dentro del marco general de ideas sobre la ciudad higiénica en el contexto de las transformaciones urbanísticas de la modernidad con atención especial a Buenos Aires; para Armus el verde fue teniendo distinta significación a lo largo del proceso de esas transformaciones, puntualizando cuatro perspectivas desde las que se lo valoró: el verde como pulmón, el verde civilizador, el verde para la recreación y el verde para los niños. Interesa en particular el capitulo referido al verde como pulmón, por su vinculación con el ideario higienista en la etapa mas relacionada con la atención del espacio público. 245

cuerpo en los funcionarios locales destinados a velar por la salud de la población, de modo que ya no son sólo los higienistas de fuste los que se expresan en ese sentido pensando en grandes metrópolis como Buenos Aires, sino que su prédica es retomada por otros niveles de gestión municipal, en ciudades provincianas, como lo demuestran los dichos del médico municipal santafesino Eliseo Videla: “...las plazas deben ser grandes depósitos donde se purifique el aire para esparcirse después por esas arterias que se llaman calles y que llevan la vida o la muerte a las poblaciones según el aire vaya puro o viciado...”.139 “... las plazas son depósitos de aire más puro que el de las calles. Ustedes habrán notado cuanta diferencia hai (sic) entre el aire que se respira en las plazas i las calles i el que reina en las plazas, con sólo pasar de unas a otras.”140 “Hemos dicho que la población va aumentando rápidamente y esto trae como consecuencia el hacinamiento y la viciación (sic) del aire; debemos pues procurar un aire puro y sano a sus habitantes y para ello /.../ debemos proveerla de grandes y buenas plazas, bien arregladas, que son los pulmones de las ciudades como las llama el célebre higienista Dr. Rawson...”.141

Para la mayor parte de las ciudades argentinas de fundación colonial, el único espacio público abierto al aire libre era la plaza histórica, que habitualmente no era más que un descampado arenoso, carente de vegetación y de delimitación, cuyo piso se confundía con el de las calles circundantes; esta plaza, sobre el filo de la segunda mitad del siglo XIX había comenzado tímidamente a cambiar su aspecto mediante una escasa forestación a la vez que, en general, perdió su condición de espacio único (que sólo competía con el paseo de la alameda en la ciudades de mayor rango), con la creación de nuevas plazas en distintos puntos del área urbana. Y ya hacia finales de ese siglo las plazas pasaron a convertirse en jardines a la europea, a la vez que se multiplicaron los espacios verdes en el perímetro urbano, muchos de los cuales se estructuraron como grandes parques públicos, constituyendo un verdadero sistema de espacios colectivos.142 Precisamente y pese a que, como se dijo, los argumentos que se esgrimían para justificar las intervenciones eran prioritariamente de orden higienista, las plazas fueron también los puntos de inclusión de otra vertiente de la urbanística europea centrada en el tratamiento paisajístico del ambiente urbano, con origen en las tradiciones francesa (clásica) e inglesa (romántica) para el diseño de los espacios verdes públicos. Si bien algunos de ellos recibieron un tratamiento ortodoxo dentro de alguna de las dos corrientes, puede decirse que se produjo una suerte de simbiosis local al trasladar estas ideas a las ciudades provincianas, detectándose actitudes eclécticas en cuanto se recurría a trazados geométricos regulares ordenando perspectivas y recorridos de acuerdo a la primera vertiente, asociados a forestaciones exóticas y elementos de equipamiento pintorescos, vinculados a la segunda. Si bien para mediados de la década de 1880, la ciudad de Santa Fe contaba con varias plazas delineadas (Plaza de Mayo, San Martín, Progreso, Santa Coloma, del Interior y el Paseo del Puerto), sólo las dos primeras y el Paseo podían considerarse como tales, por cuanto las otras plazas no pasaban de ser descampados (los "campitos") donde se desarrollaban juegos y actividades recreativas. En la memoria anual del intendente de 1885, sólo se mencionaba a las plazas de Mayo y San Martín y al Paseo del Puerto en el capítulo Paseos públicos, pero aún en la modestia de esta escasa dotación de espacios verdes que

139

RAWSON, Guillermo, en Revista Médico Quirúrgica nº 6, año 1869, p. 350. Citado por ARMUS, D. Op. cit., p. 10. WILDE, E. Op. cit., p. 47. 141 VIDELA, Eliseo. “Memoria del Médico Municipal”, en MCSF. Memoria de la Intendencia Municipal - Mariano Comas correspondiente al año 1885. Buenos Aires, Imp. Europea, 1886, pp. 88. 142 Sobre el paso del modelo español al modelo francés véase: BERJMAN, Sonia. "El espacio verde público", en revista D.A.N.A. nº 28/29, Resistencia, 1990, pp. 19 y ss. 140

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MODERNIZACIÓN URBANA EN CIUDADES PROVINCIANAS DE ARGENTINA. TEORÍAS, MODELOS Y PRÁCTICAS, 1887-1944 Adriana Co llado

la ciudad presentaba en ese momento, el intendente no deja de marcar la dualidad entre belleza e higiene, haciendo referencia a que los tres paseos mencionados: "...se encuentran en buenas condiciones de ornato y tanto las plantas como los útiles de servicios para los concurrentes se han conservado con el mayor esmero. En dichos locales se han realizado plantaciones de árboles adecuados a tales sitios, teniendo en cuenta siempre el mejoramiento en cuanto al embellecimiento y exhalaciones higiénicas para la depuración de la atmósfera."143

Se registraron en esa década una serie de trabajos de embellecimiento y adecuación de las plazas a las nuevas expectativas en materia de estética urbana (trazados simétricos, canteros, plantación de especies exóticas), y se cambiaron las veredas de las principales plazas de la ciudad incorporando materiales nobles.144 También, siguiendo las mismas motivaciones que se dieron para otro tipo de obras públicas que se revisaron en el capítulo anterior, basadas en las expectativas de tomar a lo urbano como negocio, existieron numerosas iniciativas de empresarios locales relacionadas con la dotación de equipamientos para las plazas solicitando concesionar determinadas mejoras afines a esos nuevos tipos de uso de los espacios públicos; por citar sólo un ejemplo de los muchos ofrecimientos producidos, vale mencionar esta solicitud presentada ante el HCD en 1889: "...que teniendo en cuenta las altas conveniencias y hasta necesidad de dotar a las poblaciones como la nuestra de puntos de recreo en donde sus habitantes puedan encontrar momentos de descanso a las diarias tareas, he concebido el proyecto de construir un kiosco en la Plaza Progreso en la parte centro, que al mismo tiempo que sirva de adorno preste también todas las comodidades necesarias a los concurrentes para encontrar en él todo aquello que se puede desear y pedir en un café y confitería a la altura de las que más..."145.

El tema de las plazas y paseos ocupó por estos años buena parte de la tarea de la gestión municipal ya que, en general, a medida la ciudad se extendía y densificaba, así como algunos espacios públicos fueron perdiendo vigencia y se lotearon y se incorporaron al mercado inmobiliario (como las plazas del Interior y Santa Coloma), surgieron muchos otros nuevos que se incorporaron al ámbito ciudadano con especial jerarquía en razón de la importante expansión del área urbanizada; tal el caso de la plaza Coronel Pringles en la manzana que ocupaba la antigua aduana; de la plaza del Lago que inicialmente abarcaba dos manzanas enfrentadas en el Bulevar Gálvez; y del Paseo de las Ondinas, frente al Puerto. (Imágenes IV.24a-c y IV.25a-c) La atención sobre la ornamentación y equipamiento de plazas y paseos se fue intensificando, en la acción de los sucesivos gobiernos municipales que encontraban en este particular aspecto del rubro Obras Públicas, un campo de tareas que podían abordarse con relativa facilidad y cuyo rédito resultaba bastante inmediato, por resultar muy evidente a los ojos de la población.146 En franca continuidad con el discurso del intendente Comas de 1885, quince años más tarde el intendente Sixto Sandaza se expresaba de manera similar: 143

MCSF. Memoria de la Intendencia Municipal - Mariano Comas - correspondiente al año 1885. Buenos Aires, Imprenta Europea, 1886, p. 27. Se trata de la memoria del intendente Mariano Comas, que gobernaba la ciudad desde enero de 1884, ejerciendo en tres años, una de las intendencias más largas de la década. 144 En un proyecto de ordenanza presentado al Concejo Deliberante por el intendente Arzeno en 1889, solicitó que se le autorice a invertir hasta 25.000 $m/n para el arreglo de las plazas San Martín, del Interior, Santa Coloma y Progreso y 8.000 $m/n para la ornamentación y construcción de jardines en la Plaza de Mayo. ACDM-AE. Tomo 1889, fs. 99 y 150. Puede medirse la importancia asignada por Arzeno a este tema, si se compara la inversión prevista con el total del presupuesto municipal para el pago de sueldos de funcionarios y personal y funcionamiento de todas sus dependencias (incluyendo cementerio, oficina química, asistencia pública y escuelas municipales) que, para el año siguiente, ascendía a un total de 160.790 $m/n. Ver: “Proyecto de Presupuesto”, ACDM-AE, Tomo 1890/91, fs. 269 a 281. 145 Propuesta del empresario Enrique Gaydou. ACDM-AE. Tomo 1889, f. 241. Vale recordar que la Plaza del Progreso se ubicaba a una cuadra de la estación del Ferrocarril Santa Fe, en el norte de la ciudad, vecina a los nuevos barrios próximos al Bulevar Gálvez. 146 Indicativo de la importancia que se asignaba a este tema, es el hecho de que Sandaza creara en 1902 la Dirección de Plazas y Paseos, dependiente directamente de la intendencia, con lo que el tema dejaba de ser un apéndice de la Oficina de 247

“La plantación de árboles, en los centros urbanos, es de la mayor importancia, no sólo porque éstos son factores concurrentes a su embellecimiento, sino también por el rol que desempeñan en la salubrificación (sic) de la atmósfera. Con este criterio me propuse dotar a la ciudad de la mayor cantidad de árboles que fuera posible, habiendo plantado no menos de seis mil en el Norte y Oeste y he atendido con especial cuidado la conservación y adelanto de las plazas y paseos, que a pesar de las prolongadas secas del verano último han sufrido muy poco pues la falta de agua ha sido sustituida por un servicio especial de riego.”147

También durante la intendencia de Sixto Sandaza, y en concordancia con las inquietudes manifiestas por el intendente respecto de la importancia de la forestación, fue creado el vivero municipal.148 Un par de años más tarde el Director de Plazas y Paseos, que había sido autor de la iniciativa y continuaba en el cargo en la siguiente intendencia, exponía en la memoria de 1904: "...no he circunscrito mi acción solamente a la producción de flores, sino que convencido de las importantísimas funciones higiénicas que desempeñan los árboles, en su constante absorción del ácido carbónico del aire y emisión de oxígeno, he procurado por todos los medios a mi alcance producir tantos árboles como sea posible /.../ y propiciar la formación de bosques artificiales con lo que se beneficiarían las condiciones de aireación de buena parte del territorio municipal, mejorando las zonas hoy anegadizas y contribuyendo a la vez a su embellecimiento.”149

A partir de 1904 se inicia la intendencia de Manuel Irigoyen, abriéndose una etapa verdaderamente prolífica en obras públicas y equipamientos que no resiste comparación con ninguna de las anteriores gestiones; en el campo de la higiene pública son numerosos los emprendimientos que Irigoyen encara, y en lo que respecta a plazas y paseos se realizó una las obras de mayor importancia de todo el período que analizamos aquí, abarcando la totalidad de los espacios públicos existentes en la ciudad. El intendente presentaba sus acciones con argumentos similares a los expuestos por sus predecesores: "...he proveído a la mejor conservación y embellecimiento de nuestras plazas y paseos. Considerando el importante rol que los espacios aireatorios juegan en la vida de las agrupaciones urbanas, en la faz que afecta a su estética e higiene, el que suscribe proyecta la formación de nuevos paseos que colmen satisfactoriamente las exigencias de la población, con la amplitud que requieren los grandes progresos que realiza rápidamente la ciudad.”150

En este momento se hace un verdadero despliegue ornamental y de jardinería artística en todas las plazas, predominando en el diseño criterios paisajísticos, tanto

Obras Públicas, como había sido hasta entonces. Decreto de la Intendencia de fecha 26/12/1902, en MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, Languasco, 1911, pp. 69 a 72. 147 MCSF. Memoria al H.C.D. del Sr. Intendente Municipal D. Sixto Sandaza, Santa Fe, Nueva Época, 1902, p. 12. Pero inmediatamente Sandaza pone la atención sobre el escaso respeto por el arbolado público puesto de manifiesto por la población de esos barrios del norte y oeste, que llevó a que casi el 50 % de la forestación efectuada en 1900 se hubiera perdido al año siguiente: “Ha sido necesario imponer fuertes y reiteradas multas a vecinos de los suburbios para evitar la costumbre adoptada de soltar por la noche gran cantidad de animales que ocasionaban serios perjuicios a las plantaciones /.../ o haberse observado en algunas ocasiones hasta la destrucción premeditada de árboles con el objeto de utilizarlos para leña. Repito que estos casos se producen en los suburbios cuya parte de la ciudad es la que más necesita de arboledas”. Pone entonces como ejemplo la zona del Bulevar Gálvez donde es necesario el permanente control para que los animales sueltos no depreden la arboleda. 148 Ordenanza de fecha 06/05/1903, “Vivero Municipal”, en: MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, Languasco, 1911, p. 75. 149 “Memoria de la Dirección de Plazas y Paseos” en: MCSF. Memoria presentada al H.C.D. por el Sr. Intendente Manuel Irigoyen, pp. 175. El director de Plazas y Paseos era Aurelio Castro y en este completo documento detalla las especies existentes en cada una de las plazas, paseos y calles arboladas de la ciudad, indicando también cantidades y estado de conservación. Por iniciativa del mismo funcionario y durante la intendencia de Irigoyen se creó una Escuela Municipal de Jardineros; ver: Ordenanza de fecha 03/04/1906, en: MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, Languasco, 1911, p. 496. 150 MCSF, Memoria presentada al H.C.D. por el Sr. Intendente Manuel Irigoyen – 1904/05, Santa Fe, Imp. La Argentina, 1905, p. XXI. 248

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barrocos como pintoresquistas, según el caso, como se desprende de las descripciones del director A. Castro: "En todas las plazas se han construido mosaicos, platabandas y courveilles, dotándolas de variadas plantas de flores y de adorno, con lo que se ha obtenido una importante mejora en la perspectiva /.../ En la Coronel Pringles se construyó un jardín estilo Luis XIV y cuatro mosaicos /.../ y en la Plaza del Lago donde se ha construido una isla y una artística gruta con fuentes, con cuyo motivo se han recibido algunas donaciones de diferentes animales para su adorno /.../ y se ha levantado también un kiosco y un pequeño puente que da acceso a la isla, en la que se trazó un pequeño jardín..."151.

Si bien no se han encontrado planos de estas construcciones, puede desprenderse de la descripción (más aún por la referencia a los animales) un fuerte antecedente entre esta idea romántica que se evidencia en el tratamiento de la Plaza del Lago y las obras desarrolladas en Buenos Aires desde la década de 1880 en la Recoleta, Palermo y en particular en el zoológico.152 Este paisajismo pintoresco, con raíces en el romanticismo, tuvo escasas ocasiones de expresarse en Santa Fe, siendo en esta Plaza del Lago, con frente al Bulevar Gálvez, donde más acabadamente se puso de manifiesto, si bien otras plazas y jardines, aisladamente, comenzaron a adornarse con glorietas en forma de pagodas, estanques y plantas exóticas. (Imagen IV.25c) La idea de Irigoyen de dotar de nuevos y extensos paseos a la ciudad se relaciona con una expectativa muy vigente en su momento, enraizada en este ideal del verde como pulmón que venimos comentando, que a la vez se relaciona con otra visión metafórica, que es la del verde civilizador, perfectamente coherentes en la convergencia de visiones que producen sobre el fenómeno de los grandes espacios verdes urbanos.153 Y es que se trata aquí de otro elemento característico de la urbanística de la época como es el parque público, que irrumpe en la ciudad tradicional como un factor de convergencia entre los principios higienistas (como reacción frente a la congestión de la ciudad industrial) y las transformaciones estructurales de la sociedad moderna, en particular en lo que atañe a la sociabilidad urbana y a un nuevo fenómeno como es el del ocio, en confrontación con la exclusividad del jardín palaciego; pero el parque actúa además muy especialmente como elemento de control de la expansión urbana y, asociado a los hechos arquitectónicos prominentes, como organizador del sistema de espacios públicos representativos, siendo modélico en tal sentido el movimiento americano City Beautiful.154 El parque constituye así, del mismo modo que el bulevar, una tabla de salvación frente a los problemas de metropolización que la ciudad industrial había comenzado a sufrir en las postrimerías del siglo XVIII; se ubica en las periferias de los centros históricos consolidados (capitales europeas) o como estructuradores de un plan urbano global (San Francisco, Chicago); por el contrario en ciudades provincianas como el caso que nos ocupa, el hecho adquiere otra significación, en tanto que ni se plantean problemas de metropolización, ni las reformas alcanzan un nivel de concreción análogo, ni se vislumbra tan necesario oponer fuertes controles al crecimiento sino más bien, inducir al mismo. Así es como el parque, en nuestro tipo de ciudades, aparecerá como el espacio donde habrán de converger los principios del higienismo, que se harán evidentes en todos los argumentos que se esgrimen para fundamentar los distintos proyectos del mismo modo a lo ocurrido con las plazas, con ciertos preceptos estéticos, con el interés social por aumentar las ocasiones 151

MCSF. Memoria presentada al H.C.D. por el Sr. Intendente Manuel Irigoyen – 1904/05, pp. 172/74 y ACDM-AE, Tomo 1894/95, f. 234 (por error el original de esta memoria del intendente, de fecha marzo de 1905 se encuentra archivada en el tomo de 1895). 152 GUTIERREZ, Ramón. Buenos Aires. Evolución Histórica, Escala, 1992, p. 126. 153 Ver: ARMUS, D. Op. cit., pp. 10 y 13. Ver nota nº 138 de este capítulo. 154 Para un tratamiento particularizado del tema de los grandes parques públicos en Argentina, ver: BERJMAN, Sonia (comp.), El tiempo de los parques, Buenos Aires, Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas “Mario J. Buschiazzo”, 1992; GORELIK, Adrián., voz “Parque Público” en LIERNUR, Jorge F. y ALIATA, Fernando (comps.). Diccionario de Arquitectura en la Argentina (tomo O-R), Buenos Aires, Ediciones Agea, 2004, pp. 33 a 45. 249

de encuentro e intercambio y con las ideas especulativas de expandir la urbanización generando focos de atracción que además supongan un nuevo escenario para las representaciones sociales de la cambiante sociedad. El Parque Oroño, ubicado en el punto de contacto del Bulevar Gálvez con la costa de la Laguna Setúbal, constituyó el primer ejemplo de parque público que se concretó en Santa Fe, y si bien por sus escasas dimensiones resulta dudosa la clasificación como tal, puede decirse que en relación a la escala de la ciudad y dada la expansión visual provocada por su emplazamiento y vecindad con la laguna, bien puede encuadrarse en esta categoría; la idea del parque surgió casi simultáneamente con la conclusión de un proyecto anterior con el que inmediatamente se articuló, como fue el de la avenida costanera, cuyo primer tramo se había iniciado en 1901.155 (Imágenes IV.26 b-c) Efectivamente en julio de ese año, a poco de iniciada la intendencia de Sixto Sandaza, se aprobó la ordenanza del trazado de las tres primeras cuadras de la Alameda Isabel la Católica (nombre original de la avenida costanera) que se iniciaba en la terminación del Bulevar Gálvez siguiendo la línea de ribera hacia el norte; este paseo fue proyectado por la Oficina de Obras Públicas de la Municipalidad.156 En abril de 1903, el jefe de la Oficina, ingeniero Arturo Lomello presentó al Concejo Deliberante el proyecto de la prolongación de la avenida, exponiendo que el tramo previo se hallaba concluido;157 en la articulación de la costanera con el boulevard se ubicaba el parque Oroño, cuya construcción se inició en 1904, durante la ya citada intendencia de Manuel Irigoyen. En la memoria del intendente de marzo de 1905 se hace referencia al mismo, mencionándose que estaba completamente terminada la primera sección del paseo y que había sido dotado de buena cantidad de bancos, esperándose que una próxima bajante del río permitiera proseguir la defensa de mampostería que se proyectaba construir.158. Pero la bajante esperada no se produjo y el paseo resultó destruido por la devastadora inundación de la segunda mitad de 1905, por lo que al año siguiente debió iniciarse su reconstrucción. Las intervenciones concernientes al parque y la avenida costanera resultaron, indudablemente, motores de urbanización en el extremo este del boulevard Gálvez, comenzando paulatinamente a incentivar la localización de señoriales residencias en su entorno; no obstante la dinámica del proceso de urbanización santafesino hizo que el incremento de la renta urbana se manifestase débilmente en una lenta densificación edilicia del sector. En 1908, a poco de asumir, el sucesor del intendente Irigoyen, Edmundo Rosas, presentó como uno de sus primeros proyectos la ampliación de este paseo, afectando a tal fin las dos manzanas de terreno linderas al parque y con frente al bulevar, hecho que a la postre no se concretó; Rosas fundamentaba su proyecto en razones de higiene y estética, a la vez que lo entendía factible por tratarse de terrenos propiedad del Banco Provincial, al 155

Un único antecedente sobre proyecto de un parque para la ciudad, se dio al decidirse en 1889 la continuación del Bulevar Gálvez hacia el oeste, previéndose que alcanzara la orilla del río Salado y que en ese punto de confluencia se construyera un parque cuya superficie no se precisaba. Este proyecto tenía un serio inconveniente en la inestabilidad de las tierras bajas de las costas del Salado y la escasa factibilidad de efectuar plantaciones en un área que la buena parte del año se presentaba inundada, en forma de bañados; nunca se concretó. Ordenanza de fecha 11/06/1889; MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, La Unión, 1901, pp. 204. 156 El ingeniero municipal argumentaba: “El Boulevard Gálvez en su terminación sobre la laguna Setúbal, dejaba algo que desear; faltábale un desahogo que permitiese a las familias gozar desde la costa, al abrigo de las arboledas, de la hermosa vista de las islas y de los aires oxigenados del Río”. A lo que el intendente agregaba: “Tiene un trayecto de un kilómetro aproximadamente, su ancho es de treinta metros y consta de tres calles destinadas, la principal, al tránsito de vehículos y las laterales a peatones, caballos y bicicletas. Este paseo ha sido dotado de gran cantidad de árboles y es uno de los sitios más hermosos de desahogo y recreo con que contará Santa Fe...”. Ver: “Memoria de la Oficina de Obras Públicas” y “Memoria del Intendente”, en MCSF. Memoria al H.C.D. del Sr. Intendente Municipal D. Sixto Sandaza, Santa Fe, Nueva Época, 1902, pp. 66 y 9, respectivamente. 157 ACDM-AE. Tomo 1900-01, f. 557 y Tomo 1902-04, f. 240. Ordenanza de ampliación, de fecha 19/05/1903, MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, Languasco, 1911, p. 165. 158 ACDM-AE. Tomo 1894/95, f. 235. Esta memoria de fecha marzo de 1905 fue archivada por equivocación en el tomo indicado. 250

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que solicitaba la sesión de los mismos habida cuenta del "loable" interés del fin perseguido.159 Edmundo Rosas, uno de los intendentes santafesinos que más se destacó por sus conocimientos en materia urbanística, y cuya acción se tratará en el capítulo siguiente, poseía un criterio definido en cuanto al tema de los espacios verdes urbanos y en un reportaje concedido a un diario porteño, exponía: "Buscaré transformar las plazas y paseos que por una equivocada noción estética y de conveniencias, muy difundida en la república, se han convertido en parques ingleses, muy aceptables en su país de origen, pero no entre nosotros, donde los soles caniculares piden a gritos la defensa de la naturaleza umbrosa, imitando así el ejemplo de muchas ciudades del Mediterráneo y especialmente de Palermo, en Sicilia, que no obstante contar a su favor los más adelantados refinamientos edilicios, conserva en sus paseos la hermosa flora tropical de su suelo, que nosotros nos empeñamos en cambiar por la exótica...".160

En razón de su especial interés por la forestación, comenzó a celebrarse en la ciudad la Fiesta del Árbol con asistencia de escolares, y proliferaron las campañas de plantación de especies autóctonas en paseos, avenidas y en los bordes urbanos, llegando hasta los terraplenes del Salado, como así también la forestación y ornamentación de las plazas. En poco tiempo debió notarse la transformación en los paseos y plazas de la ciudad, ya que son numerosísimos los comentarios elogiosos sobre este aspecto, tanto de parte de cronistas foráneos como de los editoriales de la prensa local; valen como ejemplo: "Las plazas de Santa Fe se distinguen por la hermosura de su flora así como por la peculiaridad de su arreglo artístico. Esta es la primera ciudad argentina que ha colocado profusamente las más hermosas estatuas del arte clásico /.../ Por otra parte realizan un fin educativo que no se nota en otros sitios de la República por cuanto en ciertas estaciones del año la Municipalidad coloca allí aparatos gimnásticos para los niños que cultivan su educación física en un ambiente de salud /.../ El parque Oroño y el Bv. Gálvez son dos paseos que por extenderse en las proximidades de la laguna de Guadalupe se convierten en unos de los más hermosos del país".161 "La calle /.../ se ha transformado en avenida custodiada por arboledas lozanas y purificadoras del aire. La plaza recargada y monótona /.../ se ha tornado alegre, llena de luz y pletórica de jardines sencillos pero atrayentes."162

Sin dudas un gran cambio debió operarse en la ciudad con la transformación de estos espacios públicos que no sólo modificaron su fisonomía sino que reforzaron su vitalidad al multiplicar las ofertas de diversiones y esparcimiento con kioscos y servicios de confitería, retretas y bandas de música, equipamiento para ejercicios gimnásticos, etc. según las crónicas de la época. Con respecto a la Avenida Costanera, cuyo proyecto es simultáneo al del Parque Oroño, supone la materialización en el espacio urbano de una nueva forma de vinculación entre el habitante de la ciudad y la naturaleza circundante; se trata de un sentido de goce estético ante la naturaleza, de una actitud contemplativa, que no registra precedentes en la ciudad. En general los santafesinos se aproximaban a los ríos circundantes y a la Laguna Setúbal con fines prácticos (pesca, recolección de agua, lavado de ropa, higiene corporal) o recreativos (los baños colectivos como distracción veraniega); en el propio proyecto del Bulevar Gálvez, Schnoor colocaba estaciones de baños en el punto de encuentro del paseo con la ribera de la Laguna, con una distinción por sexos que no era habitual en Santa Fe,

159

Ver: “Iniciativas del Intendente Rosas”, en Nueva Epoca, Santa Fe, 21/04/1908, p. 4. Ver: “Interesante Reportaje”, trascripción de una entrevista realizada al intendente por el periódico La Argentina, de Buenos Aires, en: Nueva Epoca, Santa Fe, 07/05/1908, p. 1. 161 LLOYDS GREATER BRITAIN PUBLISHING COMPANY Ltd. Impresiones de la República Argentina en el siglo XX. Su historia, gente, comercio, industria y riqueza. Londres, 1911. (Edición en español), p. 599. 162 "La ciudad prospera", en Nueva Epoca, Santa Fe, 24/06/1908, p. 4. 160

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pero que reproducía la idea de la diversión y la búsqueda de refresco.163 Con el trazado de la Avenida Costanera, es claro que esa colindancia del paseo con la ribera tuvo la motivación de una aproximación contemplativa al paisaje, que no se había verificado en otros espacios de la ciudad. Poco a poco esto le fue dando al paseo una especial jerarquía lo que hizo que se fuera poblando de residencias de alto nivel, para las familias más destacadas de la burguesía santafesina. IV. 9) Higiene, sociedad y configuración urbana Así como pudo verificarse que la normativa urbana en materia de higiene experimentada para Buenos Aires y Rosario tuvo efectos ejemplificadores en la adoptada por el municipio santafesino, también es posible encontrar analogías entre dichas normas y la legislación de otras ciudades del interior, destinada a regular estos aspectos; pero no sólo se da un correlato en los objetos a regular, sino que se verifica también una coincidencia cronológica respecto de los momentos en que se dictan las referidas ordenanzas, lo cual da cuentas de que existieron preocupaciones compartidas y refuerza también la idea de la atención puesta sobre la capital del país. Con respecto a las acciones en materia de obras públicas en infraestructuras y equipamientos ocurre algo similar. En el caso de Córdoba, al igual que en Santa Fe, la década de 1860 se caracterizó por la delimitación de zonas en las que se prohibía la radicación de usos insalubres (barracas, curtiembres) o de industrias alimenticias (lecherías, fábricas de aceite), aunque para aquélla, es notorio el mayor y más variado volumen de actividad especialmente industrial, que la ciudad presentaba, en la más detallada descripción de usos y tipos de asentamientos que la normativa indicaba; la otra cuestión que para la misma época aproxima a ambas ciudades es la referida al incumplimiento y desatención de estas ordenanzas por parte de los propietarios o responsables de estos establecimientos, lo que obligaba a imponer sanciones y multas y a dictar nuevamente las normas que por dicho incumplimiento habían ido perdiendo vigencia. En las dos décadas siguientes aparecerían con mayor insistencia la atención de la limpieza urbana (barrido, riego, recolección de residuos, prohibición de desagües a cielo abierto, construcción de cercos y veredas) y de la regulación de la edilicia privada (tipos y materiales de construcción, prohibición de levantar ranchos en el área céntrica) a través de distintas ordenanzas que se sintetizarían finalmente en el Reglamento de Edificación de 1900; al igual que sus contemporáneas de Santa Fe, estas disposiciones enfrentaron en Córdoba la resistencia de aquéllos que no admitían lo que consideraban un avasallamiento del derecho de propiedad y que no aceptaban que el municipio regulara el espacio privado.164 En 1878 se produjo un hecho de singular importancia para la consolidación de las teorías higienistas en la ciudad, como fue la creación de la Facultad de Ciencias Médicas, en el seno de la antigua Universidad de Córdoba; tres años más tarde, la Provincia creaba el Consejo de Higiene, con similares atribuciones a los que se habían creado en distintos puntos del país. Con respecto a los equipamientos para la salubridad pública puede apuntarse también para la misma época la preocupación por la apertura de nuevos cementerios, como el de San Vicente (1888) y la remodelación del de San Jerónimo (1891); se construyen o adecuaron durante la intendencia de Revol (1887) los dos mataderos y los mercados del área central, debiendo respetar normas que aseguraran mejores condiciones de higiene de los alimentos, agregándose dos décadas después varios mercados barriales; se construyeron también el edificio para la Asistencia Pública (1892), el Asilo Maternal (1882), el Hospicio de Mendigos (1873) y los hospitales neuropsiquiátrico (1890), de niños 163

Ver: Plano Directorio de la Parte Nord-Este de la Ciudad de Santa Fe. ADMC – Carpeta sin catalogar: “Planos varios”. Para la descripción de este plano ver Capítulo II, nota nº 58. 164 Un completo estudio de las distintas ordenanzas, de las resistencias que despertaron y de los efectos que las mismas tuvieron en la construcción de la ciudad de Córdoba puede verse en: BOIXADOS, M. C. Op. cit., pp. 124 a 142. 252

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(1894), y de infecciosos (1905), por citar sólo las obras más relevantes, continuando en funciones el antiguo Hospital San Roque, del período colonial, que fue objeto de distintas ampliaciones y reformas.165 (Imagen IV.17a) Para San Miguel de Tucumán la preocupación por la higiene y las normativas emergentes asumieron similares características a las de las otras ciudades comentadas; las más tempranas iniciativas se originaron en torno a la cuestión de la limpieza urbana, en lo que destaca un rasgo peculiar: la designación de inspectores municipales en cada una de las manzanas para controlar regularmente los edificios y obligar a sus ocupantes a mantenerlos en buen estado higiénico.166 A esto se agregan las ordenanzas referidas a barrido, recolección y cremación de basuras, blanqueos de frentes y aseo de instalaciones insalubres, complementándose con las ordenanzas que prohibían radicar usos insalubres en el área central (caballerizas, corralones, tambos) que se mantuvo en los reglamentos generales de 1897 y 1911. Entre 1870 y 1900 se levantaron en Tucumán los principales edificios destinados a cubrir las exigencias en materia de higiene y salud: varios mercados, los hospitales de Hombres y de Mujeres y el Hospital Mixto, la Casa de Desinfección, el asilo de mendigos, la cárcel y la casa correccional de mujeres y el nuevo Cementerio del Norte, habilitado en 1889.167 La primera Ordenanza Reglamentaria de Construcciones se promulgó en 1897; fue dos años posterior al Reglamento de Edificaciones de Santa Fe y diez años posterior al de Rosario que se analizaron más arriba, pero conservaba idéntica matriz, estableciendo las competencias profesionales y legislando sobre aspectos constructivos, tipos de materiales, previsiones especiales para locales sanitarios y disposición general de los edificios y restringiendo los aspectos de la relación entre el edificio y la ciudad a cuestiones de ochavas, alturas, salientes y balcones, terminación de las fachadas, etc. sin incurrir cuestiones tales como criterios de planificación y zonificación, ni en factores de ocupación y densidades.168 En el caso de Mendoza, además de ciertas coincidencias en cuanto a las normativas y decisiones acerca de infraestructuras y equipamientos cronológicamente afines, la aplicación de los principios del urbanismo higienista toma visos de mayor nivel científico. Desde 1889 el municipio contaba con un exhaustivo informe de un médico higienista local, José A. Salas, antiguo protomédico de la provincia, que había realizado una completa evaluación del estado sanitario de la ciudad, ayudando a formar conciencia sobre los problemas higiénicos en ciertos sectores de la población.169 En la década siguiente (1896) la legislatura provincial contrató al reconocido higienista porteño Emilio Coni para dirigir los trabajos del Censo del Estado Sanitario de la Habitación, que según los mendocinos era “el primer estudio de su tipo realizado en América del Sur”, que brindó herramientas e

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PAGE, Carlos. Propuestas e intervenciones urbanas en Córdoba 1880/1930, Córdoba, Universidad Nacional de Córdoba, 1991, pp. 46 a 52. 166 Periódico El Nacionalista, S. M. de Tucumán, 18/03/1871. Citado por PATERLINI de KOCH, Olga. "San Miguel de Tucumán 1565-1930: la gestión de la ciudad", Tesis doctoral defendida en la Universidad Nacional de Tucumán en mayo de 2006; director: Alberto Nicolini. Cap. IV, p. 124. 167 NICOLINI, Alberto. San Miguel de Tucumán, 1800 – 1916. Desarrollo urbano y arquitectónico, Tucumán, Universidad Nacional de Tucumán, 1973, pp. 9 a 13. LECUONA, Diego. “Evolución de las construcciones del sector salud en Tucumán en el período 1880-1970”, en Revista Documentos de Arquitectura Nacional (DAN) nº 1, Resistencia, 1973, p. 41. 168 Para un amplio análisis de las Ordenanzas Reglamentarias de Construcciones de 1897 y 1911 de San Miguel de Tucumán ver: PATERLINI de KOCH, O. Op. cit., pp. 169 a 175. Sobre la cuestión de las alturas máximas de edificios, al igual que en Santa Fe y Rosario, el reglamento diferenciaba entre calles angostas y calles anchas y para las primeras el reglamento de Tucumán establecía como límite los 15 m de altura, en tanto que el de Rosario fijaba 16 m y el de Santa Fe, 14 m. El reglamento de Mendoza que se verá más adelante fijaba como altura máxima para las calles angostas (no avenidas) 13 m, pero presentaba la particularidad de fijar una altura mínima de 6 m, la cual no aparece regulada en los otros reglamentos. Muchos de los artículos de los cuatro reglamentos son textualmente coincidentes en sus enunciados. 169 SALAS, José A. “Breves consideraciones Higiénicas sobre la ciudad de Mendoza”, citado por PONTE, Ricardo. Mendoza, aquella ciudad de barro. Mendoza, Edic. municipal, 1987, pp. 263 a 269. 253

información de enorme valor científico para la planificación de las futuras políticas sanitarias de la ciudad y provincia.170 Con respecto a la regulación de la edilicia privada, el primer Reglamento de Edificaciones de Mendoza corresponde a 1902, y aún siendo el más tardío de todas las ciudades analizadas, conserva el esquema de aquel reglamento que puede tomarse como modelo original, sancionado en Buenos Aires en 1887 y reproducido un año más tarde en Rosario. Respecto de los temas regulados por el reglamento, hay total coincidencia en los capítulos I al XI entre los reglamentos de Rosario, Mendoza y Santa Fe, apareciendo las diferencias en aspectos puntuales que adaptaban el texto a las condiciones locales o a la escala de cada ciudad; por su parte el reglamento de Mendoza, al igual que el de Tucumán (1897) incorporan un último capítulo referido a normas para construcción de conventillos y casas de inquilinato que los más tempranos reglamentos de Rosario y Santa Fe habían dictado como ordenanzas independientes.171 Estas similitudes se vuelven a plantear en el caso de Corrientes, donde tanto la reglamentación municipal referida a los aspectos higiénicos, como la dotación de equipamientos sanitarios son igualmente coincidentes en lo cronológico con las otras ciudades analizadas, aunque para este caso se agrega la particular circunstancia de hallarse la ciudad en un área relativamente próxima a los sucesos de la Guerra con el Paraguay (1865-1870), por lo que sus consecuencias fueron muy sentidas en el aspecto sanitario por la población correntina en el período que nos ocupa. El problema de los cementerios se discutió con vehemencia, al igual que en Santa Fe, a raíz de las sucesivas epidemias de cólera que tornaban muy peligrosa la inhumación de cadáveres epidémicos en el céntrico cementerio de La Cruz que databa de época colonial, resolviéndose finalmente la creación de otro cementerio, estratégicamente ubicado que se concretó en 1874 y se amplió notablemente en 1886; la dotación de asilos, hospitales y mercados, se resolvió entre 1870 y 1880, cuando se inauguró el mercado modelo; las ordenanzas de limpieza urbana, recolección e incineración de residuos, blanqueos, etc., marcan preocupaciones similares a las de las otras capitales provinciales.172 Al igual que Mendoza, Corrientes contó con un completo estudio de su situación sanitaria elaborado por el higienista Emilio Coni.173 Con relación a las obras de saneamiento, la preocupación por resolver esta carencia es manifiesta en todas las principales ciudades del interior desde la década de 1870, precisamente en el momento en que dichas obras se concretan en Buenos Aires, en tanto que la coincidencia cronológica para su ejecución en la primera década del siglo XX es consecuencia del gran emprendimiento encarado por el gobierno nacional para dotar de redes de saneamiento y provisión de agua potable a través de la Dirección Nacional de Obras de Salubridad a las capitales de provincias, que se comentó anteriormente; no obstante algunas ciudades de mayor importancia, como Rosario, Mendoza, Córdoba y Tucumán ya habían iniciado esas obras con anterioridad, a través de la iniciativa de empresarios privados o mediante empréstitos tomados por las respectivas provincias y una porción relativamente pequeña de la población de las mismas ya gozaba de estas mejoras desde los últimos años del siglo XIX.

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Para un resumen comentado de los resultados de este censo ver: PONTE, R. Op. cit., pp. 284 a 291. Es razonable suponer que existió alguna relación entre este censo y otros realizados contemporáneamente en algunas otras capitales de provincias, como el que cinco años más tarde se hizo en Santa Fe durante la intendencia de Sixto Sandaza. 171 La versión resumida del Reglamento de Edificaciones de Mendoza de 1902 a la que se tuvo acceso corresponde a la citada por PONTE, R. Op. cit., pp. 299 a 301. 172 Ver: GUTIERREZ, Ramón y SANCHEZ NEGRETTE, Ángela. Evolución urbana y arquitectónica de Corrientes (18501988), Tomo 2, Buenos Aires, 1988, pp. 74, 88, 89 y 111. 173 CONI, Emilio R. La Provincia de Corrientes. República Argentina. Higiene aplicada: Descripción general. Higienización. Saneamiento. Profilaxia práctica. Climatología médica. Epidemiología. Demografía y estadística sanitaria. Asistencia pública y beneficencia, etc., publicación oficial, Buenos Aires, Imp. Pablo Coni, 1898. 254

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Otro aspecto en el que se verifica coincidencia generalizada en las distintas ciudades es en la convicción acerca del potencial higiénico y civilizador de los espacios verdes, que llevó a encarar importantes obras en plazas y paseos y forestación general de las calles, a la vez que en el período que nos ocupa se concretaron los principales parque públicos de ciudades del interior del país. Ya se vio en el Capítulo II la temprana preocupación de Rosario en este sentido, al definir en 1868 la ubicación de la Plaza Independencia, futuro gran parque urbano de la ciudad, en la intersección de los dos bulevares que encerraban el centro, aunque el parque mismo se concretaría recién en los inicios del siglo XX.174 Otra ciudad en la que aparece un marcado interés por los espacios verdes desde 1870 es Córdoba, en la que se adecuó la antigua alameda colonial al gusto de la sociedad decimonónica, convirtiéndose en el renovado Paseo de Sobremonte con su característico lago central; se trazó el Parque Las Heras de 500 m de largo, a orillas del río Primero, que se inauguró en 1889, con jardinería y ornamentación pintoresquista y, finalmente, se encaró la monumental obra del Parque Sarmiento, con una extensión aproximada de 100 has y vinculada al proyecto de ensanche urbano con el trazado del barrio residencial Nueva Córdoba, al sureste del casco antiguo; para el diseño de este parque se contrató directamente en París al paisajista francés Charles Thays en 1889, convirtiéndose en el primer gran parque público del interior del país.175 (Imágenes IV.28a y IV.28b) Convocado para el parque cordobés, Thays permaneció en Argentina desarrollando una vasta trayectoria en materia de diseño paisajístico y fue responsable de otros importantes parques urbanos de capitales provincianas como el Parque Urquiza de Paraná (1895), el Parque San Martín de Mendoza (1896) surgido a raíz de las recomendaciones planteadas en el informe del higienista Emilio Coni analizado anteriormente, el Parque 20 de Febrero de Salta (1900) y el Parque 9 de Julio de San Miguel de Tucumán (1908-1916). Respecto de este último, los argumentos que se esgrimieron en el Congreso Nacional para justificar la inversión que el mismo significaba, dado que el gobierno nacional acudiría con aportes por tratarse de una de las obras encaradas para la celebración del centenario de la independencia, permiten medir la importancia que asumía el discurso higienista al momento de las decisiones: (Imágenes IV.28c y IV.29 a-c) “La sentencia de Alberdi / gobernar es poblar/ se puede sustituir por el siguiente postulado: gobernar es sanear, porque la higiene realiza la gran obra de hacer utilizable, en el maximun posible el trabajo del hombre /.../ Es necesario empezar por sanear la ciudad para sanear los cuerpos y las almas: ‘mens sana in corpore sano’ /.../ el proyecto requiere pronta realización; la que, por otra parte, es fácil pues sólo se trata de expropiar la zona necesaria y entregarla al gobierno de Tucumán que se encargará de nivelarla, elevarla, drenarla y plantar árboles, eligiendo los que sean a la vez de poderosa virtud absorbente...”176

Así, entre 1889 y 1916 se puede apuntar la concreción de los principales grandes parques urbanos del interior del país, que permiten poner en contexto a la obra del modesto Parque Oroño santafesino, de apenas tres hectáreas, pero en una estratégica ubicación como remate del bulevar y articulación del mismo con la incipiente avenida costanera, a lo que se agregaba la expansión visual, por la posibilidad de gozar desde la ribera del amplio paisaje de la laguna. 174

Ver Capítulo II, nota nº 98. La urbanización de Nueva Córdoba constituyó una extraordinaria operación de especulación inmobiliaria y de delegación de gestión de la ciudad en el capital privado, muy propia de la mentalidad de la élite gobernante del momento. La idea del parque surgió del mismo empresario a cargo de la operación, Miguel Crisol, que se ocupó personalmente de contratar a Charles Thays en París. Para lo referido a la gestión urbanística, ver: BOIXADOS, M. C. Op. cit., pp. 101 a 107. Respecto de la acción de Thays en este proyecto, que retomará luego convocado por el municipio cordobés en 1908, ver: PAGE, C. Op. cit., pp. 41 y 42. 176 Como puede verse, desde su banca en el Senado de la Nación, el representante tucumano Alberto Soldati defendió la iniciativa poniendo énfasis en el valor del parque como dispositivo higiénico más que en su interés paisajístico. SOLDATI, Alberto. Iniciativas, Proyectos y Discursos en el Parlamento Argentino, Buenos Aires, 1913, p. 183. Citado por: PATERLINI de KOCH, Olga. Parque 9 de Julio, Tucumán, 1992, p. 24. 175

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La cuestión que se viene analizando guarda estrecha relación, como pudo verse, con la forma de la ciudad y con las estrategias que se manejaron para operar sobre ella desde el poder público y desde la iniciativa privada. Las normativas que legislaron sobre la forma física fueron permitiendo una compleja red de relaciones entre el control sobre la dimensión material de la ciudad (cuestiones dimensionales, zonificación funcional y densidades de usos), la regulación de los modos de vivirla y percibirla (hábitos de usos, tránsito, consumo, ritos urbanos) y la calidad del espacio público (conciencia de goce estético);177 se trató entonces de una normativa que, persiguiendo inicialmente la dupla salubridad-orden, valores por excelencia de la modernidad, llegó a definir cuestiones de estética urbana que modificaron la relación del habitante urbano con su medio. Pero es también verificable una relación ambigua de la sociedad santafesina con todos estos cambios producidos en la ciudad desde la prédica del higienismo; en términos de principios no hay cuestionamientos de ningún tipo, pero las resistencias, omisiones y enfrentamientos aparecen en cuanto se trata de la aceptación de las consecuencias que surgen de la aplicación de esos principios. De la revisión realizada para Santa Fe a través de la prensa y de crónicas de época, se detectan comentarios más o menos explícitos sobre el incumplimiento de las normas establecidas en materia de salubridad; en las memorias de los intendentes se comentan problemas para el mantenimiento de ciertos equipamientos y en especial de los espacios verdes, manifestándose la desaprensiva actitud de los vecinos hacia el cuidado de los bienes colectivos;178 por último otro síntoma claro lo da la propia repetición en el tiempo de ciertas normativas, que con diferencia de décadas o lustros vuelven a dictarse con disposiciones más o menos similares (tal el caso de la recolección de basuras, construcciones con materiales precarios, localización de usos insalubres), todo lo cual demuestra que las ordenanzas anteriores, sin haber sido derogadas, habían perdido vigencia por falta de cumplimiento. Esto evidencia una disociación entre los enunciados de la dirigencia política y de las élites intelectuales (entre las que se incluye sin dudas para nuestro caso al periodismo), proclives a la modernización, el orden, el cambio de imagen y las vivencias y costumbres cotidianas del habitante urbano, que no siempre muestra preocupación por estas cuestiones y que muchas veces prioriza la quietud de la insalubre ciudad tradicional frente a las incomodidades e interferencias sobre la propiedad privada que se originan en el cambio.179 En ese sentido las protestas por las molestias causadas por los trabajos de tendidos de infraestructura, pavimentos, rieles de tranvías, etc., no son tan generalizadas como las que surgen ante las iniciativas que afectan los límites de la propiedad privada, que resultan inadmisibles para buena parte de la población; resistencia ante las ordenanzas de ensanche de calles por la merma que afectaba los lotes que llevó a la suspensión transitoria o definitiva de estas normas,180 negativas a respetar retiros u otras disposiciones del reglamento de edificaciones, incumplimiento de las ordenanzas que regulan la relación de lo privado con el espacio público (construcción de veredas, respeto de línea y nivel) fueron hechos habituales que entorpecieron ese proyecto modernizador impulsado más o menos débilmente desde la dirigencia. La población de ciudades provincianas como la del caso de estudio no era en este momento un grupo social homogéneo; coexistían en Santa Fe los sectores tradicionales, de 177

Para el caso de Córdoba, M. C. Boixados reflexiona acerca de este tema: “...se manifestó la intervención deliberada de los poderes públicos para crear una ciudad moderna /.../ la normativa pública fue configurando otro entramado de la ciudad de fines del siglo XIX, quizás más invisible en cuanto a su materialidad, pero que en definitiva determinó las formas de uso del espacio, las actividades y funciones de cada sector.” BOIXADOS, M. C. Op. cit., pp. 124 y 125. 178 En este aspecto resultan claro ejemplo los comentarios del intendente Sandaza y su desaliento ante el fracaso de su plan de forestación. MCSF. Memoria al H.C.D. del Sr. Intendente Municipal D. Sixto Sandaza, Santa Fe, Nueva Época, 1902, p. 12. 179 Sobre las incomodidades originadas por las obras de tranvías y por la circulación de los mismos, ver Capítulo III, notas nº 28 y 29. 180 Tal como se vio en el capítulo III, los propietarios sostuvieron durante más de 20 años su oposición a las sucesivas ordenanzas de ensanches de calles. Ver: Capítulo III, notas nº 94 a 97. 256

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raíz criolla y larga trayectoria en la ciudad, que desde las últimas décadas del siglo XIX se debatieron en una dualidad entre conservadurismo y progreso, con el cada vez más numeroso grupo de los extranjeros, muchos de los cuales comenzaron un proceso de ascenso económico notable, y que ya para inicios del siglo XX puede decirse que dejaban de ser solamente comerciantes o industriales enriquecidos para pasar a tener una destacada actuación profesional o política.181 La misma dualidad se repetía en los sectores asalariados, donde la población autóctona se veía avasallada por los grupos de inmigrantes que comenzaron a poblar masivamente los barrios del norte; a la ancestral indolencia de unos se le sumaba la provisoriedad de los recién llegados que muchas veces se asentaban en la ciudad con la expectativa de permanecer períodos breves hasta obtener una ubicación definitiva; ninguna de las dos situaciones se presentaba promisoria para un desarrollo de los proyectos modernizadores.182 Como balance de este capítulo puede decirse que los cambios más notorios originados sobre la base del discurso higienista, fueron los procedentes de la edilicia pública, ejecutándose en menos de dos décadas, en forma paralela, una serie de importantes edificios relacionados con la sanidad pública, levantados a partir de 1891, que permitieron disponer por primera vez de un relativamente completo equipamiento para atención de la salud de la población, abastecimiento alimenticio y otras instalaciones afines: el Hospital Italiano (1893), el Hospital de Caridad (1902/09), la Casa de Aislamiento (1896/1906), la Asistencia Pública Municipal (1905/07) y los asilos de huérfanos y mendigos; la construcción del Nuevo Mercado Central (1902) y los mercados barriales Norte y Sur (1897); el matadero municipal y el traslado del cementerio a la zona de “Las Barranquitas” alejado del radio urbano (1892), por citar sólo los emprendimientos más notables. Esta concentración de edificios, con un empuje que no se verifica en otras áreas de la edilicia pública en similar magnitud y en tan breve lapso, permite evaluar la importancia que había adquirido la cuestión sanitaria en los programas de acción política de los distintos niveles de gestión estatal. Para nuestro caso, la dotación de equipamientos sanitarios perfiló el carácter de la espina oeste, haciendo del bulevar allí trazado el sucedáneo de aquel bulevar de circunvalación que había planificado Torcuato de Alvear para Buenos Aires, y que debía ordenar el asentamiento de hospitales, asilos y otros usos afines que, según las teorías en boga debían distanciarse del área urbanizada y acercarse al cinturón verde.183 Efectivamente, en nuestro bulevar del oeste se alinean de sur a norte y en un tramo de quince cuadras el Hospital de Caridad, el asilo de mendigos, el Hospital Italiano y la Casa de Aislamiento; un kilómetro más al norte, siguiendo aproximadamente el mismo eje se ubica el cementerio nuevo y más allá de este, el matadero modelo, configurando la idea de cinturón sanitario. Así puede afirmarse que la localización de estos equipamientos y de los servicios relacionados con la higiene pública, puso en evidencia una primaria idea de zonificación de la ciudad y su periferia, aplicando criterios científicos para la toma de decisiones, incorporando a la gestión urbana la idea de la planificación y superando la visión tradicional de entender a la expansión de la ciudad como el mero resultado de un crecimiento espontáneo.

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Como se dijo en el capítulo III, hasta 1889 los intendentes habían pertenecido, casi sin excepción, a la élite tradicional, en tanto que con posterioridad a la gestión de Arzeno, se sucedieron varios intendentes que dejaron su marca en la ciudad y que procedían de la burguesía inmigratoria como Benito Pinasco, Eugenio Puccio y Sixto Sandaza, aunque los dos últimos se vincularan con familias tradicionales, como ya se vio en el caso de Sandaza y como lo demuestra el hecho de que Puccio se emparentara con los descendientes de Estanislao López, a través de su esposa Mercedes López Niklison, nieta del Brigadier. Agradecemos las referencias del Dr. Luis Ma. Calvo. 182 Según el censo municipal de 1901, Santa Fe tenía un total de 35.635 habitantes, de los cuales 10.400, es decir un 30%, eran extranjeros; esta proporción se mantiene en el censo municipal de 1907. MCSF. Censo Municipal de la población de Santa Fe - Año 1901, Santa Fe, edición oficial, 1902, p. 113. 183 Ver Capítulo II, nota nº 86. 257

Otra consecuencia inmediata fue que los tendidos de aguas y cloacas tuvieron una fuerte incidencia en el área céntrica, revalorizando el sector, en contraposición a los barrios periféricos que fueron casi ignorados al momento de diseñar las redes; dada la baja densidad de estas áreas, había razones económicas que no hacían viables las obras y motivaciones menos explícitas, cargadas negativamente en términos de segregación social, que no las tornaban necesarias. Por su parte, los equipamientos también asumieron diversa ubicación según su connotación; al plantearse en 1886 la relocalización del cementerio se designó, como ya se dijo, la zona de Las Barranquitas184 en el borde oeste para tal fin, ignorando el cementerio ya existente en Guadalupe que también era municipal y hubiese podido constituir el origen de un importante cementerio para la ciudad; la ordenanza que rigió la instalación de lazaretos estableció también, en octubre de 1887, un área ubicada en el borde oeste, como único sector posible para emplazar los mismos; en el mismo año se había definido un radio similar para ubicar el matadero, e incluso las propuestas que se habían realizado para el mismo antes del llamado a licitación igualmente habían coincidido con esta zona. En general las ordenanzas hablan de no radicar este tipo de usos “sucios” en los suburbios del norte y del este, previendo un crecimiento residencial hacia el noreste vinculado a una eventual explotación paisajística de la laguna, que ya comenzaba a vislumbrarse. Para la ciudad del ocio y la recreación, destinada a los sectores socialmente más caracterizados, higiene y salubridad eran sinónimo de naturaleza y paisaje y resultaba muy importante que el borde oriental, balcón de la Laguna Setúbal, se preservara en este sentido.185 Otro rasgo notable de este proceso estuvo relacionado con la transformación de las vivencias urbanas que se produjo entre 1903 y 1908, durante la construcción de las obras de salubridad, dado que fueron cinco años en los que una gran extensión de la ciudad, la más poblada, se vio verdaderamente convulsionada por el trajinar de las numerosas cuadrillas de obreros que abrían zanjas, tendían cañerías, instalaban equipos, en una intensidad y continuidad que luego no volvió a repetirse en muchos años en esa magnitud; frecuentes crónicas periodísticas y numerosas fotografías de época, registran estos momentos. Sin dudas estas obras aportaron al afianzamiento del ideario de progreso en la sociedad santafesina, apuntalando la construcción de una nueva representación de ciudad. Efectivamente, al igual que el alumbrado eléctrico, el adoquinado de las calles y la red de tranvías, las obras sanitarias supusieron un avance rotundo en el proceso modernizador. Porque además, con estas obras, Santa Fe se aproximaba a los referentes urbanos en los que el progreso aparecía como una realidad, concretándose aspiraciones colectivas de larga data. No es casual que todas las descripciones que se hicieron sobre la ciudad en los abundantes albumes y libros editados en ocasión del Centenario de Mayo y de la inauguración del Nuevo Puerto de Ultramar (1910), hagan referencia prioritaria a estas obras de infraestructura marcándolas como rasgos evidentes de “modernización y adelanto". “La capital de la provincia, también con un magnífico puerto sobre el Paraná (sic) es una rica y esplendorosa ciudad, cuyos habitantes, así como sus gobiernos /.../ se han ocupado afanosamente de convertirla en una ciudad moderna, quitándole el aspecto colonial que hasta la última década del siglo pasado presentaba; y a fe que esos esfuerzos han sido coronados por todo un éxito, pues tanto en la edificación como en los servicios públicos ha hecho portentosos progresos...”186 “Las condiciones higiénicas de la ciudad han mejorado sensiblemente con la instalación de cloacas y aguas corrientes, y sólo se espera la terminación de los desagües pluviales para 184

Ordenanza de fecha 10/11/1886, en: MCSF. Ordenanzas, Reglamentos y Acuerdos de la Municipalidad de la Ciudad de Santa Fe, Santa Fe, Nueva Epoca, 1887, p. 54. 185 Sobre el interés por preservar el contacto con el paisaje de la laguna ver: MCSF. Memoria al H.C.D. del Sr. Intendente Municipal D. Sixto Sandaza, Santa Fe, Nueva Época, 1902, pp. 66 y 9, respectivamente. 186 CHUECO, Manuel. La República Argentina en su primer Centenario. Tomo 2, Buenos Aires, Cía. Sudamericana de Billetes de Banco, 1910, p. 314. 258

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poner a la ciudad en condiciones de seguridad y de salubridad completa para los habitantes. Nos encontramos pues en presencia de una ciudad llamada a grandes destinos...”187 “...Santa Fe, poco frecuentada por el forastero de la Capital Federal y de otras provincias, es escasamente conocida en lo que es hoy y en lo que representa como ciudad moderna, higiénica, de cuidada estética y de servicios modelos...”.188

En síntesis: las obras, ejecutadas con indudable rigor técnico, trajeron con ellas la incorporación de imágenes diversas, novedosas, y que, con el paso del tiempo se cargaron de alto valor identificatorio. Un ejemplo en este sentido es el de los sucesivos puentesacueducto tendidos para que la cañería de impulsión que llegaba desde la toma en el río Colastiné atravesara la boca de la laguna; estos puentes, arrasados una y otra vez por las periódicas crecientes, constituían verdaderas marcas de esta infraestructura modernizadora en el territorio y ya no era sólo la ciudad la que se transformaba sino que también el paisaje natural recibía los impactos de esos cambios. Por su parte los equipamientos sociales destinados a la atención sanitaria se constituyeron, por su magnitud y calidad arquitectónica, en monumentos relevantes; los bulevares y avenidas, trazados esgrimiendo principios higiénicos, se diseñaron a la vez como elementos calificados del paisaje urbano; y el agua, con toda su carga simbólica, se incorporó en plazas y paseos a través del recurso de fuentes y estanques, como tema de goce estético y como celebración de la modernidad. Se trata de uno de los ejemplos en los que resulta más evidente la presencia de un ideario que tiene un origen en realidades exógenas y en condiciones absolutamente diversas del ámbito en que son puestas en juego; pero también de una de las situaciones en que ese ideario se hace explícito con mayor claridad por parte de los actores intervinientes, como pudo verse en los distintos discursos y enunciados de los documentos expuestos. El marcar las vicisitudes y peculiaridades de su aplicación en estas realidades periféricas permite verificar la hipótesis de la condición de “nueva producción” que asumen los resultados de la aplicación de estas teorías.

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LLOYDS GREATER BRITAIN PUBLISHING COMPANY Ltd. Op. cit., p. 599. Inauguración del Puerto de Ultramar. Edición Especial, Número Unico. Febrero II de MCMX. Buenos Aires, Talleres El Centenario. 188

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Imágenes IV.1a - IV.1e: Arriba, Tarjeta postal conmemorativa de la colocación de la piedra fundamental de la Asistencia Pública de Santa Fe; Fuente: Archivo CEDODAL. Centro, Intendentes de Santa Fe: Sixto Sandaza (1900-1904), Manuel Irigoyen (1904-1908) y Miguel Parpal (1912-1914); Fuente: BDIFP - AGPSF, código: G05617795.29. Abajo, La Asistencia Pública Municipal en el momento de su inauguración; Fuente: MCSF. Censo Municipal de Santa Fe - 1907.

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Imágenes IV.2a - IV.2c: Arriba, Casa de Aislamiento en primer plano y Hospital Italiano en fondo; Fuente: MOLFINO, A. Guía Médica Ilustrada de la Rca. Argentina, 1903. Centro, Hospital Italiano de Santa Fe. Fotog. A. Lutsch; Fecha: 1890 circa, Fuente: BDIFP - AGPSF, código: I01203393. Abajo, el lazareto; se ubicaba 8 km al noroeste del área urbanizada. Fuente: PROVINCIA DE SANTA FE. Primer Censo General de la Provincia - 1887.

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Imágenes IV.3a - IV.3c: Arriba, Uno de los pabellones de la Casa de Aislamiento. Fecha: 1902; Fuente: BDIFP - AGPSF, código: I01203374. Centro y abajo, Asilo de Mendigos, planta y vista general. Fuentes: Número Único Inauguración del Puerto de Ultramar, Santa Fe, 1910; BDIFP – AGPSF, código: G05517195. 263

Imágenes IV.4a – IV.4c: Arriba, ubicación de los cementerios en Santa Fe durante el siglo XIX; reconstrucción propia sobre la planta urbana de Santa Fe de 1895. Abajo, portal y capilla del Cementerio San Antonio y portal de ingreso al Cementerio Municipal de Barranquitas. Fuente: GUIDOTTI VILLAFAÑE, E. La provincia de Santa Fe, cit.

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Imagen IV.5: Censo Sanitario de 1901. Identificación del área censada sobre la planta urbana de la ciudad en ese año. Reconstrucción propia en base al perímetro indicado en el Censo.

Imagen IV.6: Panorámica de la ciudad de Santa Fe desde la Iglesia del Carmen hacia el sur, con perspectiva de la calle Comercio. Muestra parte del área de mayor consolidación, sobre la que se realizó el Censo Sanitario. Fecha: 1900 circa. Autor: sin identificar. Fuente: Archivo particular A. Collado. 265

Imágenes IV.7a – IV.7b: Vista exterior e interior del conventillo conocido como “Los 40 cuartos” en la zona próxima a la estación del FFCC Santa Fe. Fecha: 1920 circa. Autor: sin identificar. Fuente: BDIFP – AGPSF, código: G05416609.5 y G05416609.6.

Imágenes IV.8a – IV.8b: Plantas de un conventillo y una serie de casas de alquiler ubicadas en la zona céntrica. Fecha: 1900-1910. Fuente: Proyecto de investigación Morfogénesis urbana de Santa Fe. Directores: Ma. Laura Bertuzzi y Fernando Cacopardo. 266

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Imagen IV.9: Tarjeta postal que retrata el Mercado Central de Santa Fe, inaugurado durante la Intendencia de Sixto Sandaza (1900-1904). Fecha: década 1900. Fuente: Colección particular Lic. Graciela Hornia.

Imagen IV.10: Vista aérea del Mercado Central y su entorno inmediato, antes de la ampliación que se inició en 1929. Fecha: 1920 circa. Autor: sin identificar. Fuente: Colección particular familia Spagni.

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Imagen IV.11: Tarjeta postal del Mercado Norte de Santa Fe, una de las iniciativas en materia de higiene de la intendencia del ingeniero Juan Doncel (1894-1895). Se ubicaba en el tramo norte de la calle San Martín. Fuente: Colección particular Lic. Graciela Hornia.

Imagen IV.12: Vista del Mercado Progreso de Santa Fe, otro de los mercados barriales, construido en el Barrio Candioti en la década de 1920. Fuente: BDIFP – AGPSF, código: G05517223.

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Imagen IV.13: Equipamientos sanitarios en Santa Fe hacia 1910. Los dos hospitales, la Casa de Aislamiento y el asilo que se ubican en el entorno del bulevar del oeste, indican un interés por localizarlos en un borde del área urbana, sobre los bulevares de ronda. Reconstrucción propia.

Imagen IV.14: Vista del Hospital de Caridad de Santa Fe en el momento de su inauguración; Fuente: Gran Panorama Argentino del Primer Centenario. Bs. Aires, Talleres Ortega & Radaelli, 1910, p. 321. 269

Imágenes IV.15a – IV.15d: Médicos higienistas argentinos: Eduardo Wilde, Emilio Coni, José Ramos Mejía y Guillermo Rawson. Fuente: Centenario Argentino. Álbum historiográfico de la República Argentina. 1810 – 1910, p. 506.

Imágenes IV.16a – IV.16f: Equipamientos sanitarios de Buenos Aires hacia 1910: arriba, Hospital Italiano y Casa de Aislamiento; centro: Asilo de Mendigos y pabellón del Hospital Rivadavia. Fuente: Centenario Argentino, citado, p. 502 y 504. Abajo, Mercados Devoto y Modelo. Fuente: BLASCO IBÁÑEZ, Vicente. Argentina y sus grandezas, p.512. 270

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Imágenes IV.17a – IV.17c: Arriba, Hospital de Clínicas de Córdoba, Fecha: década 1920; Fuente: PAGE, C. La arquitectura oficial en Córdoba (1850-1930). Centro, Asistencia pública de Rosario, postal. Abajo, Mercado central de Rosario, Fuente: BDIFP – AGPSF, código: I01604416. 271

Imagen IV.18: Un aguatero en el riacho Santa Fe a fines del siglo XIX. Fuente: BDIFP AGPSF, código: I02205398.

Imagen IV.19: Fuente ornamental en la esquina noroeste de la Plaza de Mayo. Se ubicaba aproximadamente en el punto en que durante el período colonial existió uno de los pocos pozos de consumo común para la provisión de agua en la ciudad. Fecha: 1890 circa. Fotog. Augusto Lutsch. Fuente: BDIFP – AGPSF, código: E00802531.

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Imagen IV.20: Arriba, Planta de aguas corrientes de la Dirección Nacional de Obras de Salubridad, habilitada en 1907. Fuente: BDIFP - AGPSF, código: G05517199.

Imagen IV.21: Obras de tendido de la red de cloacas en la intersección de las calles Belgrano y Rioja. Fecha: 1905. Fuente: Archivo particular A. Collado. 273

Imágenes IV.22a – IV.22b: Áreas con servicio de agua corriente en 1907 y en 1945. Reconstrucción propia en base a: COLLADO, A.; BERTUZZI, M. L.; DEL BARCO, M. Atlas Histórico de Santa Fe, 1880-1945. 274

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Imágenes IV.23a – IV.23b: Áreas con servicio de cloacas en 1907 y en 1945. Reconstrucción propia en base a: COLLADO, A.; BERTUZZI, M. L.; DEL BARCO, M. E. Atlas Histórico de Santa Fe, 1880-1945. 275

Imágenes IV.24a - IV.24c: Arriba, Plaza de Mayo, fecha: 1910 circa, Autor: Augusto Lutsch; Fuente: Archivo particular Adriana Collado. Centro, Plaza San Martín; Fuente: MCSF. Censo Municipal de Santa Fe - 1907. Abajo, Plazoleta del Puerto. Fuente: Fototeca AGPSF. 276

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Imágenes IV.25a - IV.25c: Arriba, Plaza España en la década de 1920; Fuente: Colección particular Lic. Graciela Hornia. Centro, Plaza Coronel Pringles, en 1907. Fuente: BDIFP – AGPSF, código: G05818487. Abajo, Plaza del Lago en el Bulevar Gálvez; Fuente: Archivo particular A. Collado. 277

Imágenes IV.26a - IV.26c: Arriba, Tarjeta postal del Jardín Botánico de Santa Fe, Fuente: Colección particular Lic. Graciela Hornia. Centro, Ingreso al Parque Oroño en la década 1910; Autor: Miguel Garcilaso. Abajo, Parque Oroño en 1930; Fuente: Fototeca AGPSF. 278

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Imágenes IV.27a – IV.27e: Arriba, Parque 3 de Febrero en Buenos Aires: lago e hipódromo; Fuente: Gran Panorama Argentino del Primer Centenario; p. 30. Centro, Jardín Zoológico, panorámica y Casa de los lobos; Fuente: BLASCO IBAÑEZ, V. Argentina y sus grandezas, p. 510. Abajo, Plaza de Mayo en 1910; Fuente: Gran Panorama Argentino del Primer Centenario, p. 279. 279

Imágenes IV.28a - IV.28c: Arriba, Parque Sarmiento en Córdoba: proyecto de C. Thays; Fuente: BERJMAN, S. Plazas y parques de Buenos Aires, p. 146. Centro, Parque Sarmiento, tarjeta postal; Fuente: BDIFP – AGPSF, código: G05316230. Abajo, Parque Urquiza en Paraná en 1920 circa; tarjeta postal. Fuente: Archivo particular A. Collado.

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Imágenes IV.29a - IV.29c: Arriba, Parque San Martín en Mendoza: planta del sector urbano en 1903; Fuente: PONTE, Ricardo. Mendoza, aquella ciudad de barro, p. 304. Centro, portal de ingreso al parque mendocino; Fuente: Centenario Argentino. Álbum historiográfico, T. 2, p. 224. Abajo, Parque 9 de Julio en Tucumán; Fuente: PATERLINI DE KOCH, Olga. Parque 9 de Julio. Tucumán, Gráfica Noroeste, 1992, p. 31.

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CAPITULO V EL EMBELLECIMIENTO URBANO COMO META

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"...pero quedó flotando en el ambiente como una vaga aspiración a proporcionar a cada ciudad 1 provinciana algo que le permitiera creerse metrópoli...".

El Centenario de la emancipación fue para Argentina un momento plagado, tal vez más que ningún otro de su historia, de un cúmulo de contradicciones que se manifestaban en una polaridad entre la euforia exitista que invadía a los sectores dirigentes y la emergencia de diversas crisis que afectaban distintos aspectos de la vida nacional. Si se podía, por una parte, hacer alarde de los grandes éxitos económicos en un momento en que se consolidaba la descomunal expansión emprendida por la Generación del ’80 sólo treinta años antes, no se podía, por otra, disimular la desigualdad distributiva de esas ganancias y ese crecimiento, desigualdad que tenía sus consecuencias en movimientos sociales y huelgas, muchas veces ferozmente reprimidas y con trágicos saldos;2 si la oligarquía gobernante podía sentirse segura por los prestigios y reconocimientos cosechados en el plano internacional, no podía dejar de reconocer que en el plano interno el poder se resquebrajaba porque el fraude y la corrupción había adquirido una magnitud difícil de controlar y de ocultar;3 si en algún momento se había tenido la convicción de que importar población europea era necesario para poner en marcha el proyecto económico-productivo, ahora esa inmigración que masivamente incrementaba la población del país, y especialmente de sus principales ciudades, se había tornado un peligro latente por el riesgo que suponía el cosmopolitismo frente a los valores de la nacionalidad, y era necesario afrontarla con un proyecto cultural homogeneizador.4 Crisis y contradicciones que iban a hacer más necesario aún para la elite afrontar los festejos del Centenario –que por cierto no se limitaron al año clave de 1910, sino que comprometieron buena parte de la primera década del siglo XX- como la ocasión propicia para exhibir los logros y los recursos de que estaba dotada la República para transformarse 1

ROMERO, José Luis. Latinoamérica, las ciudades y las ideas. Buenos Aires, Siglo XXI, 1976, p. 283. Adrián Gorelik marca lo que es quizás la más notable de las contradicciones que se vivieron en ese momento: “... la máxima paradoja de la celebración del ‘aniversario de la libertad’ fue que se realizara bajo estado de sitio”. GORELIK, Adrián. La grilla y el parque. Espacio público y cultura urbana en Buenos Aires, 1887–1936, Colección La ideología argentina, Universidad Nac. de Quilmes, 1998, p. 181. 3 José L. Romero provee de una exacta descripción de los hombres de la Generación del ’80, que es también la descripción de las contradicciones que plantean: “Eran espíritus cultivados que con frecuencia alternaban la política con la actividad de la inteligencia; nutridos en las corrientes positivistas y cientificistas que en su tiempo predominaban en Europa, aspiraron a poner al país en el camino del desarrollo europeo /.../ tenían una fe indestructible en el progreso y en la ciencia /.../ Su mayor error fue ignorar el país que nacía de las transformaciones que ellos mismos promovían, en el que nuevos grupos sociales cobraban una fisonomía distinta a los sectores tradicionales...”. ROMERO, José Luis. Breve Historia de la Argentina, Buenos Aires, Ed. Abril, 1984, pp. 154-155. 4 El momento del Centenario de la Revolución de Mayo habría de ser especialmente intenso en las relaciones culturales de Argentina con España, que se recomponían significativamente con la real visita de la Infanta Isabel de Borbón, tía del rey Alfonso XIII, para participar de los actos conmemorativos y con la invitación a participar de distintas actividades y festejos a numerosos intelectuales y artistas peninsulares. Este resurgimiento hispanista no fue un fenómeno privativo de Argentina sino que se verificó en distintos países americanos; marcó una nueva contradicción y tuvo implicancias en distintos niveles de la cultura, siendo estudiado largamente por muchos autores: “El espíritu de conciliación hacia España y la re-consideración de la ‘herencia española’ que tomó auge en toda Hispanoamérica /.../ comportaban un viraje respecto de la tradición liberal decimonónica y abrirían paso a una nueva visión del pasado alimentando uno de los mitos de la hora: el mito de la raza”. SARLO, Beatriz y ALTAMIRANO, Carlos. “La Argentina del Centenario: campo intelectual, vida literaria y temas ideológicos”, en Ensayos Argentinos, Buenos Aires, Ariel, 1997, p. 164. 2

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definitivamente en un país progresista; la conmemoración debía abarcar al país todo, y aunque Buenos Aires fue sin lugar a dudas la gran protagonista y la que acaparó los desvelos y la admiración de propios y extraños, el interior también sintió los efectos de la conmemoración y recibieron una atención particular las capitales provincianas que canalizaron la celebración por la vía de sostener desde el Gobierno central la realización de un importante volumen de obra pública que legitimaba los espacios políticos a la vez que garantizaba la imagen de país moderno; así la dotación de infraestructura, las transformaciones en la escala urbana y la renovación edilicia, especialmente en sedes institucionales y edificios públicos, será la característica del momento. V. 1) La Santa Fe del Centenario Inmersa en el clima de optimismo y de certezas -en el crecimiento sostenido, en el progreso sin pausas- en concordancia con esa Argentina del Centenario, la ciudad de Santa Fe vivió en la primera década del siglo XX una importante transformación y crecimiento de las estructuras administrativas del Gobierno local, a las que se trató de aportar eficacia, imprimiéndoles mayor profesionalismo y poder de decisión; se trataba así de superar las falencias en el manejo de un municipio que hasta fines del siglo XIX, presentaba notables rasgos de precariedad y provisoriedad. Estos cambios aparecen vinculados a una sucesión de tres intendencias que se destacan no sólo por el franco impulso dado a obras públicas decisivas para el desarrollo urbano en términos de equipamientos y servicios, sino además por la vocación de modernizar del aparato estatal municipal y por el intento de ajustar los mecanismos de control en todos sus niveles –financieros, edilicios, sanitarios- atendiendo a la calidad de la vida urbana.5 Pero es también un momento en que se pretende, dentro y más allá de los límites de la institución municipal, construir una imagen renovada de la antigua y conservadora ciudad provinciana, que desplegaba ropajes nuevos en paralelo a la renovación de los grupos sociales que la habitaban y de las fuerzas productivas que en ella se desarrollaban. Entre los cambios notables de la primera década del siglo, aparece una preocupación por hacer públicos los actos de Gobierno Municipal, a través de una política sostenida de ediciones –publicaciones- de distintos documentos que reflejaban las principales acciones y concreciones que se producían. De hecho, hasta el inicio del siglo XX solamente habían tenido forma impresa una memoria anual de intendencia, la de Mariano Comas de 1885, un Digesto municipal que recopilaba todas las ordenanzas emanadas desde la creación de la Municipalidad hasta 1887 y la Revista Municipal, de irregular frecuencia, cuyo primer número había aparecido durante la intendencia de Arzeno en 1889.6 En cambio, la primera década del siglo XX será prolífica en ediciones municipales, comenzando por el digesto de ordenanzas de 1901, la Memoria de la intendencia de Sixto Sandaza que incluía también como anexos el Censo Municipal de 1901 y el Censo Sanitario de Habitación del mismo año, la memoria de la intendencia de Manuel Irigoyen, que destaca por su lujosa encuadernación y profusión de fotografías, el Censo Municipal de 1907, de

5 Nos referimos a las ya reseñadas intendencias de Sixto Sandaza y Manuel Irigoyen, desarrolladas en el capítulo anterior, y a otra notable que se verá en este capítulo: la de Edmundo Rosas (1908-11). En las tres se marca como rasgo destacado la jerarquización y especialización de los funcionarios técnicos (médicos, ingenieros, abogados, estadígrafos) y una mayor dotación de empleados en las respectivas oficinas, creándose algunas reparticiones específicas y aumentando la importancia de otras. Entre las obras públicas decisivas para la modernización urbana se contarán los tendidos de infraestructura sanitaria que se comentaron en el capítulo anterior, la construcción del nuevo puerto de ultramar y la electrificación de la red tranviaria. Entre 1901 y 1911 la cantidad de cuadras adoquinadas en la ciudad aumentó de 150 a 380. 6 MCSF. Memoria de la Intendencia Municipal - Mariano Comas - correspondiente al año 1885. Buenos Aires, Imp. Europea, 1886. MCSF. Ordenanzas, Reglamentos y Acuerdos de la Municipalidad de la Ciudad de Santa Fe, Santa Fe, Nueva Epoca, 1887. MCSF. La Revista Municipal, Año I, nº 1, Santa Fe, febrero-marzo de 1889. En este primer número, con extenso prólogo del intendente Arzeno, se prometía una edición mensual que luego no se cumplió.

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características similares y con abundantes ilustraciones y, cerrando la década, un nuevo digesto de ordenanzas que compilaba toda la legislación vigente hasta 1910.7 Pero además, y como se vio en el capítulo anterior, en este período se organizó y se incrementó francamente el conocimiento estadístico con la creación de la Oficina de Estadísticas municipal, que no sólo manejaba muy completos registros de población y sanidad, sino un cúmulo de otras informaciones muy variadas (edilicia, obras públicas y servicios; educación; comunicaciones; movimiento económico; finanzas) y que, además de tener a su cargo los dos censos municipales que se realizaron en ese período y de haber efectuado el Censo Sanitario de Habitación, editaba anualmente, desde 1904, los volúmenes del Anuario Estadístico de la Ciudad de Santa Fe8 y los boletines ampliatorios del mismo, de frecuencia trimestral. Sobre esos primeros años del siglo XX, es posible entonces lograr un completo panorama, una datología cuantificada, que permite evaluar el desarrollo de la ciudad. “El estudio de este volumen facilita el conocimiento del desenvolvimiento de la ciudad en sus múltiples manifestaciones, y esta circunstancia tiene muy especialísimo interés por cuanto Santa Fe atraviesa un período de intensa y vertijinosa (sic) evolución /.../ La población crece señalando altos porcentajes; la edificación se extiende rápidamente, y las industrias, el comercio y las mejoras edilicias se suceden en íntima y vigorosa relación, en forma y grado que aseguran la amplia realización de las más óptimas previsiones de un futuro de gran prosperidad.”9

Con respecto al aumento de población, el Censo Municipal de 1901 registró 27.239 habitantes10 para el área urbana y su periferia inmediata, lo que implicaba un crecimiento del 20% (3,3% anual) en los seis años transcurridos desde el Censo Nacional de 1895 y del 87% (6,2% anual) en los catorce años transcurridos desde el Censo Provincial de 1887. Para 1907 la población había aumentado a 34.968 habitantes, con un incremento del 30% en seis años (5 % anual). Dado que ambos censos registran la cantidad de población por cada manzana del área urbana, es factible observar que dicho crecimiento no se traduce en una expansión lineal de la mancha, sino que se verifica como intersticial, con una importante densificación de algunos sectores. El más notable se da en la 3ª y 4ª sección censal, o sea, los barrios del noreste y oeste, en la que la población aumenta 58% y 48% respectivamente, en seis años (9,7% y 8% anual respectivamente). Por el contrario, a diferencia de lo ocurrido en el período 1887/1901, el área central tuvo un crecimiento comparativamente poco significativo, de entre el 9 y el 14% en los seis años. La ciudad llega al Centenario de Mayo con 44.834 habitantes urbanos,11 lo que supone un crecimiento del 68,3% para esa primera década del siglo, si se compara este 7

MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, La Unión, 1901. MCSF. Memoria al H.C.D. del Sr. Intendente Municipal D. Sixto Sandaza, Santa Fe, Nueva Epoca, 1902. MCSF, Memoria presentada al H.C.D. por el Sr. Intendente Manuel Irigoyen – 1904/05, Santa Fe, Imp. La Argentina, 1905. MCSF. Censo Municipal de Santa Fe Población, Edificación, Comercio e Industria - 1907. Santa Fe, Imp. La Argentina, 1908. MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, Languasco, 1911. 8 Ver colección: Anuario Estadístico de la Ciudad de Santa Fe, publicado regularmente por la Dirección de Estadística Municipal, desde 1904 hasta 1945. A partir de poner en marcha el procedimiento de canje de esta publicación anual y de los digestos, la Dirección de Estadísticas comenzó a recibir numerosas publicaciones oficiales de municipios de distintas ciudades del país y del exterior, que se reseñaban periódicamente en el anuario, con lo que se integró una importante hemeroteca especializada. Lamentablemente la Municipalidad de Santa Fe no ha conservado ese material. 9 MCSF. Anuario Estadístico de la Ciudad de Santa Fe – Año V, 1908-1909. Santa Fe, Ed. Ramón Ibáñez, 1910, p. XI. El texto citado corresponde al Prólogo de la obra, firmado por el director de la Oficina de Estadísticas, Tomás Martínez. 10 La publicación de este Primer Censo Municipal de Santa Fe levantado el 16 de junio de 1901 se realizó conjuntamente con la del Censo Sanitario de Habitación, como Anexos D y G respectivamente en: MCSF. Memoria al H.C.D. del Sr. Intendente Municipal D. Sixto Sandaza. Santa Fe, Nueva Epoca, 1902, pp. 99 a 114 y 173 a 180; los datos de población obtenidos en ese censo fueron comunicados al Honorable Concejo Deliberante a principios del año 1902. ACDM-AE. Tomo 1902/1904, f. 88. El plano del Censo de 1901 que registra la cantidad de población por manzana, no fue incluido en la publicación; se encuentra en el Archivo Gráfico del DEEC: Foto 19, folio 11, carpeta 14. 11 MCSF. Anuario Estadístico de la Ciudad de Santa Fe – Año VI, 1910. Santa Fe, Ed. Ramón Ibáñez, 1911.

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valor con el del censo de 1901 (7,6% promedio de aumento anual en el lapso 1901-1910). En ese momento, tomando como base los últimos datos censales (1907) y los que aporta el Anuario, puede observarse una distribución cuantitativamente equilibrada de la población en el área urbana, aunque con las ya apuntadas diferencias cualitativas por la opción de la población extranjera al asentamiento en la zona centro-norte. Haciendo el balance de población por secciones censales, y en función de la superficie de cada una de las secciones se observa la notable densificación de las secciones 3ª y 4ª, resultando densidades relativamente equilibradas en el conjunto del área urbana, con excepción de la del área central (sección 2ª), que llega a los 100 hab/ha y se verifican las diferentes proporciones de población extranjera de cada sección censal. (Imagen V.5)

CENSO MUNICIPAL DE 1901 - ESTUDIO DE DISTRIBUCIÓN DE POBLACIÓN EN PLANTA URBANA12 Total Población urbana

Superficie

Densidad

Población Extranjera

% Población Extranjera

Sección 1ª

10.811 hab.

158 has

68 hab/ha

sin datos por sección

---

Sección 2ª

6.103 hab.

67 has

91 hab/ha

s/d

---

Sección 3ª

6.985 hab.

200 has

35 hab/ha

s/d

---

Sección 4ª

3.340 hab.

120 has

28 hab/ha

s/d

---

27.239 hab.

545 has

50 hab/ha

7.960 hab.

29,20 %

TOTAL

CENSO MUNICIPAL DE 1907 - ESTUDIO DE DISTRIBUCIÓN DE POBLACIÓN EN PLANTA URBANA13 Total Población urbana

Superficie

Densidad

Población Extranjera

% Población Extranjera

Sección 1ª

12.317 hab.

158 has

78 hab/ha

2.234 hab.

18,14 %

Sección 2ª

6.697 hab.

67 has

100 hab/ha

2.335 hab.

34,87 %

Sección 3ª

11.015 hab.

200 has

55 hab/ha

4.161 hab.

37,78 %

Sección 4ª

4.939 hab.

120 has

41 hab/ha

1.584 hab.

32,07 %

34.968 hab.

545 has

64 hab/ha

10.314 hab.

29,50 %

TOTAL

El notable incremento poblacional era entendido, indudablemente, como signo del adelanto urbano, y no se percibían todavía efectos adversos como consecuencia de ese crecimiento sino que se lo valoraba como un rasgo inherente a la idea de progreso que se 12 Cuadro de construcción propia. Fuente: “Censo Municipal de Santa Fe -1901”, en: MCSF. Memoria al H.C.D. del Sr. Intendente Municipal D. Sixto Sandaza. Santa Fe, Nueva Epoca, 1902, pp. 99 a 114. En este censo no se cuantifica la población extranjera por secciones. 13 Cuadro de construcción propia. Fuente: MCSF. Censo Municipal de Santa Fe - Población, Edificación, Comercio e Industria - 1907. Santa Fe, Imp. La Argentina, 1908. Se complementa con planta urbana del mismo nombre presentada al final del capítulo. Si se compara con el cuadro anterior, es clara la diferente tasa de crecimiento entre las secciones 1ª y 2ª y la 3ª y 4ª y cómo estas dos últimas se densifican notablemente; también se marca la opción de la población extranjera por radicarse en los barrios del norte o en el área central.

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propiciaba; al menos así se lo presentaba cuando desde el ámbito oficial o desde la prensa oficialista se insistía con las visiones positivas. “Hoy la capital de la provincia se desenvuelve en un ambiente de asombroso progreso /.../ esta transformación ha sido provocada por múltiples agentes. En primer término, el crecimiento relativamente rápido de la población con el consiguiente aumento de necesidades; / también / la afluencia del elemento extranjero, que con capitales e iniciativas ha creado en unión de los hijos de esta ciudad la expansión comercial y fabril elevándola en importancia y resultados...”.14

Esta primera década del siglo será también el momento en que, en concordancia con el sentimiento hispanista ya comentado,15 se trate de consolidar desde el ámbito oficial una representación de ciudad asentada en los antiguos blasones de su pasado colonial pero, un tanto contradictoriamente, lanzada sin vacilaciones a un futuro de prosperidad signado por rotundas transformaciones, donde precisamente se traten de borrar los rasgos materiales de aquel pasado. Esto se torna muy claro en los capítulos introductorios del volumen en que se publica el citado censo municipal de 1907; en la reseña histórica que se anticipa al contenido específico, se destina un amplio espacio a detallar los orígenes de la ciudad, comenzando por una laudatoria biografía de su fundador, Juan de Garay, a la que se dedican veinte páginas. (Imagen V.4) “Santa Fe fue fundada por el más ilustre de los apóstoles de la civilización del Río de la Plata. Creemos sinceramente que la posteridad no ha honrado la memoria de Garay con toda la amplitud que merece tan ilustre conquistador, y he aquí la razón de este sintético capítulo tendiente a atraer la atención pública hacia una personalidad que condensó la austeridad, la honradez, el valor y la pericia militar, la previsión y el juicio sereno del gobernante /.../ sin otra aspiración que la causa grande y generosa de la civilización...”16

A esta introducción le siguen una interpretación del escudo municipal que en algunos de sus rasgos también refiere al momento fundacional17, los antecedentes del título de Noble Ciudad, otorgado por la Junta de Mayo en 1810 y finalmente, varias páginas dedicadas a un estudio de población de la ciudad en el período colonial, con listados de los vecinos en distintas épocas (1573, año de la fundación, 1619, 1658/59 en coincidencia con el traslado, 1797) de acuerdo a distintas fuentes históricas.18 Esta vocación del Gobierno local por construir una genealogía de raíz antigua y tradicional se hará aún más evidente algunos años más tarde, con la publicación del tercer censo municipal, realizado en 1923, en cuyo capítulo referido a los antecedentes históricos de la ciudad, se dedican treinta páginas a relatar el momento fundacional y el desarrollo de la ciudad del primer emplazamiento, su fundador, la elección del sitio, el acto de fundación, los primeros años, hasta la etapa del traslado (1573-1660); otras dieciocho páginas hablan del período colonial en el emplazamiento definitivo hasta la Revolución de Mayo (1660-1810) y tan sólo diez páginas se ocupan de exponer la historia de la ciudad poscolonial y reciente (1810-1923), una etapa poco próspera, en su mayor parte, que debía quedar en el olvido con miras a reivindicar un presente floreciente.19 14 Inauguración del Puerto de Ultramar. Edición Especial, Número Unico. Febrero II de MCMX. Buenos Aires, Talleres El Centenario, s/p. 15 Ver nota nº 4 de este capítulo. 16 MCSF. Censo Municipal de Santa Fe - Población, Edificación, Comercio e Industria - 1907. Santa Fe, Imp. La Argentina, 1908, p. 23. 17 Efectivamente el escudo municipal fue creado por ordenanza municipal de 1894, pero condensa un hecho de la historia remota de la ciudad como es la Revolución de los Siete Jefes, de 1580, que en la épica local es discutiblemente considerada la primera sublevación libertaria de criollos en América, a la vez que se inscriben en el mismo otras fechas (1810, por la Revolución de Mayo, y los años en que se desarrollaron las sucesivas convenciones constituyentes de las que la ciudad fue sede). 18 MCSF. Censo Municipal de Santa Fe - Población, Edificación, Comercio e Industria - 1907. Santa Fe, Imp. La Argentina, 1908, pp. 55 a 59. 19 MCSF. Censo Municipal de la población de Santa Fe - Año 1923, Santa Fe, Talleres Gráficos Morales, 1924, pp. 65 a 124.

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No caben dudas sobre el interés por asentar el desarrollo, la transformación y el progreso sobre la solidez de los blasones que otorgaba el haber sido fundada por el “...más ilustre de los apóstoles de la civilización del Río de la Plata”; no obstante el atractivo del momento presente y las mayores promesas hacia el futuro, se encontraban, y de allí lo contradictorio del discurso, en los mismos resultados del censo que venían a demostrar: “...en el lenguaje incontestable y elocuente de la estadística, los grandes y hasta cierto punto asombrosos progresos que ha efectuado la ciudad de Santa Fe, en un lapso de tiempo no mayor de veinte años, después de más de dos siglos de inercia...”.20

Tal vez uno de los textos que mejor expresen esta vocación por mostrar progresos sea el que se transcribe a continuación, en su carácter de nota editorial de la prensa oficialista, el artículo contiene todos los elementos que avalan el discurso de la ciudad progresista, asentada en la solidez de su historia secular: “Esta vieja ciudad ha perdido ya el aspecto colonial que en otros tiempos la tornara lúgubre y acaso estacionaria. Son muchos y valiosos los progresos que hoy cuenta en materia de edificación y embellecimiento, y quien la haya conocido hace diez años nada más, la desconocería ahora al verla ostentar airosa en el conjunto de las ciudades modernas /.../ Al lado del campanario vetusto, angular y chato, se levanta la torre de forma cónica, como señalando al azul infinito; la calle, cuando no polvorienta convertida en lodazal, se ha transformado en avenida de pavimento aceptable y custodiada por arboledas purificadoras del aire ...”.21

V. 2) Crónicas de un momento contradictorio Para la interpretación de este momento de la ciudad, puede nuevamente recurrirse a los relatos de viajeros en los que, como se dijo ya en la introducción, no se pretende llegar a un inventario exhaustivo de textos, sino considerarlos desde su condición de testigos epocales; y en la primera década del siglo XX, precisamente en torno al Centenario, la afluencia de viajeros se activaría notablemente. En su mayoría serán intelectuales extranjeros, muchos de ellos invitados especialmente a viajar a Argentina para que relataran en Europa sus impresiones sobre la deslumbrante Buenos Aires y sobre el incontenible desarrollo del país, siendo en general objeto de agasajos y especial tratamiento por parte de las elites locales y trabando relación con la intelectualidad porteña particularmente;22 pero también hubo escritores y poetas argentinos que dejaron impresas sus apreciaciones sobre ciudades, pueblos y regiones del interior, en un franco afán por ver y relatar que toma especial impulso por esta época. Para el caso de Santa Fe vale notar primeramente la contradictoria valoración que ejercen los viajeros europeos que, aún poniendo el mayor interés en comentar los aspectos progresistas, siempre marcan, y lo hacen casi 20 Del prólogo del censo de 1907 redactado por el director de Estadísticas de la Municipalidad, Tomás Martínez. MCSF. Censo Municipal de Santa Fe-Población, Edificación, Comercio e Industria - 1907. Santa Fe, Imp. La Argentina, 1908, p. 6. 21 “La ciudad prospera”, en Nueva Época, Santa Fe, 24/06/1908, p. 4. La crónica, mucho más extensa del fragmento que aquí se presenta, no ahorra elogios para las nuevas condiciones edilicias de la ciudad, reseñando en detalle la arquitectura pública y privada, los espacios verdes, etc. 22 Adrián Gorelik apunta, respecto de los viajeros del Centenario, dos diferencias con relación a los que visitaron el país en el siglo XIX; una es la figura del “viajero profesional”, puesto que en muchos casos el viaje y la consecuente publicación de los relatos y crónicas se hacía por encargo, con todas las implicancias e intereses que eso generaba; la otra es que se modifica la procedencia, con notable predominio de viajeros latinos, frente a los anglosajones que dominaron en la etapa anterior. Ver: GORELIK, A. Op. cit., p. 239. Para el caso de los viajeros que publican textos sobre Santa Fe en la primera década del siglo XX, la cuestión del viajero profesional se verifica en F. Scardin y, en menor medida en Blasco Ibáñez, en tanto que respecto de la procedencia, se nota la afluencia de viajeros italianos y españoles casi exclusivamente, aunque en la etapa anterior, como se vio en el capítulo II, también había sido numerosa la afluencia de viajeros italianos. Entre los viajeros franceses prominentes se contó Georges Clemenceau que visitó Rosario pero no Santa Fe, sobre la que hizo alguna mención genérica desde allí: CLEMENCEAU, Georges. La Argentina del Centenario. Buenos Aires, UNQui, 1999, p. 156. Por su parte, Jules Huret, habiendo estado en la ciudad, no se detuvo en ella y su objetivo fue llegar a la zona de explotación forestal en el norte provincial, por lo que sólo la definió como “...Santa Fe, capitale du Quebracho”. HURET, Jules. En Argentine. De Buenos Aires au Gran Chaco, Paris, Bibliotheque Charpentier, 1911, p. 307.

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peyorativamente, la persistencia de los rasgos de ciudad patricia, de acendradas tradiciones y costumbres conservadoras que se mantenían vigentes, respecto de la que aparece en la prensa local y en muchas crónicas surgidas del medio santafesino que acabamos de ver, que se preocupan sobre todo por marcar los progresos del presente, mencionando a la ciudad histórica y tradicional como un hecho del pasado, pero a la vez como un dato que aporta prestigio.23 (Imágenes V.2a a V.2c) En algunos casos la visión del viajero extranjero, aún tratándose de reconocidos intelectuales, se intentaba aproximar a las vivencias de los inmigrantes, a quienes lo ataban raíces culturales comunes que le permitían, más que un análisis objetivo de las condiciones de lo local, lograr entender cómo lo local impactaba en aquellos paisanos suyos que, sea obligados por circunstancias adversas o sea por una opción aventurera, se embarcaban hacia estas lejanas tierras buscando un futuro mejor; así es como algunos de esos cronistas escribieron en base a comentarios y testimonios recogidos de los inmigrantes, antes que sobre información relevada de primera mano, convirtiéndose en intérpretes de sus compatriotas afincados en estas tierras. Dadas las altas proporciones de población extranjera asentada en la ciudad de Santa Fe y en la región que la circunda, especialmente italianos y españoles, estos comentarios adquieren singular valor porque constituyen una vía para inferir, a través de la voz del visitante culto, las vivencias de los recién llegados.24 El periodista y escritor italiano Francesco Scardin25 es un ejemplo emblemático de esta situación; editado en Buenos Aires y escrito en lengua italiana, su primer libro sobre los italianos en Argentina persigue sin dudas el interés de ser leído por los inmigrantes afincados en el Río de la Plata, a la vez de publicitar en Italia las condiciones de vida y prosperidad de esos inmigrantes, a fin de atraer nuevos contingentes de población. Dedica un primer tomo a Buenos Aires, pero el segundo es producto de las impresiones recogidas en su largo viaje de casi dos años por el interior del país recorriendo todos los pueblos y ciudades donde la colectividad italiana tenía algún predicamento, y de los que Scardin apunta cuestiones referidas al crecimiento y desarrollo merced al aporte de sus compatriotas; Santa Fe, en este sentido no queda muy bien evaluada, ya que todavía, a juicio del cronista, son muchas las persistencias de la ciudad tradicional que retardan su desarrollo, en tanto que todo lo contrario ocurre en las colonias vecinas y en la promisoria Rosario. “...a Santa Fe, l’antica città immersa da secoli in uno stato di assopimento profondo, insensibile quasi a la trasformazione compiutasi nelle sue campagne e all’influsso di tante leggioni di lavoratori giunte a popolarne il territorio. Sante Fé, malgrado il suo porto, e il trovarsi in condizione d’imprimere a’suoi commerci un piu vasto sviluppo si è gelosamente richiusa nella cerchia delle proprie tradizioni per restare soltanto capitale della popolosa provincia e accontentarsi di lanciare dalle sale decrepite del vecchio Cabildo, leggi e decreti alle cento e cento colonie.”26

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En este sentido, vuelve a tomar vigencia la sentencia de 1884 del escritor italiano Edmundo De Amicis citada en el capítulo II, respecto de ver a Santa Fe como la “vieja puerta de un mundo nuevo”, la cual nuevamente aparece referenciada por la prensa en los primeros años del siglo XX. Ver: Revista Santa Fe, Trabajo y Patriotismo, nº único, Buenos Aires, 1903, pp. 61-62. Ver Capítulo II, notas nº 22 a 24. 24 Según el citado censo de 1907, existía en el área urbana de Santa Fe un 29,5% de población extranjera. De ellos 5.672 eran italianos (16,2% de la población total) y 2.196 eran españoles (6,3% de la población total). 25 Francesco Scardin fue un periodista italiano (más tarde habría de dirigir la célebre revista La Grande Illustrazione d´Italia) que recorrió el país con el objetivo, manifiesto desde el mismo prólogo de su libro, de apuntalar la tarea de las asociaciones italianas fundadas aquí por los inmigrantes. 26 “...Santa Fe, la antigua ciudad, inmersa desde siglos en un estado de profundo adormecimiento, casi insensible a la transformación que se cumple en sus campos y al influjo de tantas legiones de trabajadores llegados a poblar el territorio. Santa Fe, a pesar de su puerto y de encontrarse en condiciones de imprimir a su comercio un más vasto desarrollo, se ha recluido celosamente en el cerco de sus propias tradiciones, permaneciendo sólo como capital de la populosa provincia y conformándose con emitir desde las decrépitas salas del viejo Cabildo, leyes y decretos para centenares de colonias.” SCARDIN, Francesco. Vita Italiana nell’Argentina, Buenos Aires, Rosso, 1903, p. 128. Traducción propia.

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Una iniciativa similar planteará, algunos años más tarde, su compatriota Emilio Zuccarini27 quien, sin atender en demasía al carácter de las distintas ciudades, realiza un minucioso relevamiento de los progresos de empresarios y profesionales italianos en los más diversos rubros de actividad y en distintos lugares del país. Entre los viajeros extranjeros, la escritora socialista italiana Gina Lombroso28, también pone el énfasis en los rasgos retardatarios de las tradiciones ancestrales, frente a los intentos por transformar la ciudad que se operan desde la dirigencia política; como en muchos de los viajeros revisados, el texto de Gina Lombroso presenta varias incorrecciones, pero resulta elocuente en la apreciación del peso que asumen en Santa Fe, tanto en el plano social como en su aspecto material, los valores tradicionales. “Santa Fe, scelta in principio del XVII secolo dai Gesuiti (sic) a centro delle loro misioni /.../ A pochi chilometri di Paraná, la rocca forte delle tradizioni liberali, Santa Fe è in pieno contrasto colla città che la fronteggia a poca distanza sulle ‘barrancas’ del fiume. Si è cercato recentemente di modernizzare questa capitale, erigendovi uno splendido teatro, una bellissima scuola municipale, alberghi, giardini, edificci pubblici moderni, ma tutto ciò non ha tolto a Santa Fe l’aria caratteristica delle città fondate dai Gesuiti (sic); non ha potuto impedire /.../ che continuino a innalzarsi chiese e conventi. Come quasi tutte le città fondate dai Gesuiti (sic), Santa Fe è posta in una località piena di poesia e adorna di bei monumenti antichi. Notevole, fra gli altri, nella sua piazza del ‘Cabildho’ (sic), il Palazzo del Governo ed il Palazzo della Facoltá di Legge, costruitti in stile veneziano...”.29

En setiembre de 1908, poco después de la estadía de Gina Lombroso, visitó la ciudad un discípulo de su padre, el sociólogo, criminalista y político lombardo, profesor de la Universidad de Roma, Enrico Ferri, siendo recibido en el Cabildo (que estaba a punto de desalojarse para su demolición) por el gobernador de la Provincia Pedro Echagüe y sus ministros “...con quienes departió largo rato a propósito de los progresos sorprendentes que la República Argentina realiza...”; visitó las escuelas Normal e Industrial acompañado por el intendente Rosas “...teniendo para estos institutos modelo frases de calurosos elogios” y, por invitación de la Sociedad Italiana, dictó en el Teatro Roma Nostra una conferencia con el sugerente título de “Las maravillas del siglo XX”, a la que también concurrió el intendente. La

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ZUCCARINI, Emilio. Il lavoro degli italiani nella Repubblica Argentina. Buenos Aires, Cía. General de Fósforos, 1910. El volumen aparece ofrecido por La Patria degli Italiani, a la Nación Argentina, con motivo del aniversario de Mayo. Para Santa Fe interesa el énfasis que se pone en ilustrar el texto con obras proyectadas por arquitectos e ingenieros italianos (especialmente J. B. Arnaldi y A. Lomello) y construidas por empresas constructoras italianas. 28 Gina Lombroso Ferrero (1872–1944); médica y feminista italiana, fue hija del discutido antropólogo y criminólogo Cesare Lombroso y esposa del historiador y periodista socialista Guglielmo Ferrero. Militante del partido socialista, destacó como escritora de temas sociales y de defensa de los derechos de la mujer, debiendo por su actividad política exiliarse en Suiza durante el fascismo, donde terminó muriendo sin haber regresado a Italia. Su viaje a Sudamérica, del que resulta el texto que citamos abajo, fue realizado en 1907 en compañía de su marido quien recibió el doctorado Honoris Causa en la Universidad Nacional de La Plata en ese mismo año. Gina Lombroso fue una de las pocas cronistas mujeres que pudimos relevar y esto le agrega interés y peculiaridad a su descripción. Ver: CALLONI, Marina. “Gina Lombroso tra scienza, impegno civile e vita familiare. Alcuni appunti bio-bibliografici”, en CEDRONI, L. (a cura di), Nuovi studi su Guglielmo Ferrero, Roma, Aracne, 1999, pp. 273-294. 29 “Santa Fe, elegida a principios del siglo XVII por los Jesuitas como centro de sus misiones (sic) /.../ A pocos kilómetros de Paraná, el baluarte de las tradiciones liberales, Santa Fe está en pleno contraste con la ciudad que la enfrenta a poca distancia sobre las barrancas del río. Se ha tratado recientemente de modernizar esta capital, erigiendo allí un espléndido teatro, una bellísima escuela municipal, hoteles, parques, edificios públicos modernos, pero todo esto no le ha quitado el aire característico de las ciudades fundadas por los Jesuitas (sic); no ha podido impedir /.../ que se continúen levantando iglesias y conventos. Como casi todas las ciudades fundadas por Jesuitas (sic), Santa Fe está puesto en un sitio pleno de poesía y adornada de bellos monumentos antiguos. Notables, entre otros, en la Plaza del Cabildo, el Palacio de Gobierno y el Palacio de la Facultad de Leyes, construidos en estilo veneciano...”. LOMBROSO-FERRERO, Gina. Nell´America Meridionale. Brasile, Uruguay, Argentina. Milano, Treves, 1908, pp. 251-252. Traducción propia. La autora insiste en una información errónea respecto de una fundación jesuítica para Santa Fe de la que saca una serie de conclusiones relativas a un atraso cultural; enfatiza los aspectos vinculados a una anquilosada religiosidad, que incluso pone en discusión la educación laica, cuando hace referencia (en un párrafo que no reproducimos aquí) a las supuestas dificultades del Estado Nacional, para implantar una escuela normal en la ciudad. No conocemos con exactitud la fecha de su visita, pero por los datos que aporta es posible ubicarla en los primeros meses de 1908, cuando Edmundo Rosas acababa de asumir la intendencia.

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prensa local se ocupó de recoger los poco habituales contenidos de la conferencia, así como los ecos de la misma: “El visitante hizo desfilar ante el auditorio una a una las grandes conquistas científicas de la época moderna, las transformaciones siempre crecientes a que la ha sometido la inteligencia humana desde el campo de la observación y del estudio, las teorías de los más grandes genios, las más opuestas tendencias del espíritu en la lucha constante por despejar la incógnita de los grandes fenómenos naturales /.../ fueron expuestas con brillantez suma por el esclarecido orador.”30

Pero a la vez se interesó por publicar los comentarios elogiosos que el visitante realizó sobre la ciudad y sus instituciones, en una clara manifestación de autocomplacencia, reafirmada por el prestigio del huésped que aumentaba su autoridad en su discurso renovador, positivo y optimista. Por la misma década, también visitó la ciudad en 1905 el economista catalán Federico Rahola i Tremols que, fiel al objeto de su visita recorrió las recién iniciadas obras del puerto de ultramar en la ciudad y las instalaciones del viejo puerto de carga de Colastiné, donde observó su dinámica en un momento de esplendor –especialmente en la carga de trigo y quebracho-, acompañado por el ministro de Hacienda de la Provincia; Rahola fue recibido también por el gobernador Rodolfo Freyre, quien le comentaría su preocupación por impulsar las obras públicas y la educación, lo que contó, obviamente, con el beneplácito del viajero: “...dos palancas para remover el suelo y los hombres, combatiendo la pobreza...”. Aunque no se detiene a describir u opinar sobre el aspecto de la ciudad, la presentación de este perfil progresista y a la vez campechano del gobernador que ensaya el cronista y su preocupación por destacar especialmente la deferencia y “singular predilección” conque Freyre consideraba a los españoles afincados en Santa Fe, en razón de su propio origen íbero, a lo que se suma la franqueza con que el propio Rahola es recibido y atendido por las más altas figuras políticas de la Provincia, lo tornan un texto interesante para medir, pese a su carácter conservador, la vocación mayoritariamente receptora de Santa Fe respecto de la inmigración europea y especialmente española, lo que constituye un rasgo distintivo a lo largo de toda esta etapa, a la vez que, para esa época constituía un signo inequívoco de progreso.31 Un par de años después, en agosto de 1910, otro reconocido catalán visitó Santa Fe unos pocos meses antes de la inauguración del nuevo puerto de ultramar, con el afán de incluirla en su libro de crónicas sobre Argentina; se trató del pintor y poeta Santiago Rusiñol,32 quien llegó precisamente durante la intendencia de Edmundo Rosas que se 30 Ver: “Ferri en Santa Fe”, en Nueva Época, Santa Fe, 02/10/1908. Enrico Ferri visitó la Argentina con motivo de haber sido honrado, al igual que Guglielmo Ferrero, con el doctorado Honoris Causa por la Universidad Nacional de La Plata en 1908. 31 Federico Rahola i Tremols (1858-1919). Nacido en Cadaqués, fue un abogado, economista y político catalán, interesado por las relaciones España-América especialmente en el plano económico, fundador en 1910 la Sociedad Libre de Estudios Americanistas que en 1911 habría de transformarse en La Casa de América de Barcelona. En 1904 realizó su viaje a América del Sur, donde permaneció varios meses recorriendo distintas zonas de Argentina, Chile y la República Oriental del Uruguay, publicando a su regreso a Barcelona, Sangre Nueva, libro apologético acerca de la presencia española en América. Puede observarse que, de todos los viajeros revisados en este trabajo, posteriores al período colonial, Rahola es el primer español en llegar a estas tierras con interés de relatar las condiciones del país y su libro está especialmente dirigido a convencer a los inmigrantes hispanos (y en particular a los de “nacionalidades históricas” periféricas: catalanes, vascos y gallegos) acerca de las promisorias perspectivas que aquí se presentaban para cualquier actividad económica. RAHOLA, Federico. Sangre nueva. Impresiones de un viaje a América del Sur. Barcelona, La Academia, 1905, pp. 191-192. El ejemplar de Sangre Nueva que consultamos pertenece a la biblioteca del Museo Mitre de la ciudad de Buenos Aires, y había sido dedicado por el autor al ex presidente de la nación Bartolomé Mitre. Ver también: LLADÓ i VILASECA, Jordi. “La imagen de Colombia y América en la Literatura de Ramón Vinyes”, en Memorias, año 2, nº 3, Universidad del Norte, Barranquillas, segundo semestre de 2005. 32 Santiago Rusiñol (1861-1931). Pintor, escritor y poeta catalán, destacado integrante del movimiento modernista Los Cuatro Gatos, que nucleaba a escritores y artistas de vanguardia en Barcelona a fines del siglo XIX. Si bien el género de relatos de viaje no fue el más prolífico en la obra de Rusiñol, ya antes de su venida a América había publicado una serie de sugerentes artículos sobre su estancia en París en los que se evidencia una visión crítica hacia la modernización urbana a ultranza que se

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comentará más adelante, entablándose entre ellos una relación de confraternidad que se evidencia en varios pasajes del texto. Durante su estadía fue celebrado por el Centro Español y expuso en el hall del teatro municipal, algunas de sus pinturas, entre ellas dos óleos de los jardines de la Alhambra de Granada, que despertaron los comentarios de la prensa de la época, dado el prestigio de su autor; destacaba, para los críticos locales “...las características de su temperamento, el cariño a la luz y al color intenso y vivo /.../ palpitante de realismo...”.33 En su condición de artista e intelectual europeo, Rusiñol fue terriblemente lapidario en su juicio general sobre el país, expresándose con escepticismo respecto de ese pretendido progreso a cualquier precio que se experimentaba en la Argentina de la época y manteniendo crítica distancia acerca del mismo a lo largo de todo su libro; para el caso de Santa Fe se ocupa de destacar aquellas cuestiones, positivas a ojos de Rusiñol, que precisamente la distinguían en relación con otras ciudades de la región, en especial sus diferencias con los nuevos centros urbanos surgidos como consecuencia de las transformaciones económicas y territoriales. Sus descripciones, tanto la de Santa Fe como la del capítulo siguiente en que se detiene en el río Paraná, resultan plenas de sutilezas, sensualidad y colorido, por lo que es muy fácil trasladarlas a la imagen visual, puesto que remiten casi a sus pinturas modernistas: “Santa Fe es simpática en seguida. No serán las siluetas, porque la ciudad es llana como todas las de la Argentina; no será la irregularidad, porque también es de las de cuadratura; ni la urbanización de las calles, porque ya nos hemos acostumbrado a ella; ni la limpieza que domina por todas partes; ni las casas bajas de techo, ni las tiendas que son como todas, ni un hermoso teatro, ni la escuela de dibujo, ni los cafés, etc.; será tal vez, más que por todo ello que tiene, por algo de ello que le falta; será porque venimos acostumbrados al trajín de angustia que mueve las otras ciudades, y esta no trajina tanto, o porque entre las filas de casas regulares y parejas, se encuentra aquí, de cuando en cuando, una tapia sin estucar, con ramas de naranjo que salen por encima de las paredes burlándose de la disciplina; que el río aquí todavía no es puerto, y tiene orillas y campo para extenderse; que en los patios estucados se permiten tiestos con flores, y que las flores no son de trapo...” 34

Ante la apresurada improvisación y la dinámica de cambios constantes y abruptos que Rusiñol experimenta en otras ciudades argentinas, su observación sobre la relativa calma santafesina, apunta a marcar diferencias y a rescatar como valores algunos rasgos que eran vistos negativamente por otros cronistas y aún por muchos santafesinos; en su constante búsqueda de un ideal estético pintoresquista para la ciudad, reconoce que pese a estar organizada por el trazado cuadricular que él tanto había denostado en Buenos Aires,35 aquí puede hallar “una tapia sin estucar”, o a la naturaleza “burlándose de la disciplina”, lo que le hace encontrar en Santa Fe los rasgos de una ciudad simpática. (Imagen V.3a)

volverá a encontrar en su libro sobre Sudamérica; será en Un viaje al Plata donde este autor, dejando de lado las acostumbradas descripciones laudatorias de muchos viajeros de la época, marque las contradicciones que surgen de los apresurados cambios sobrevenidos a principios del siglo XX en el área rioplatense. Ver: CÁRCAMO, Silvia I. “J. Martí y S. Rusiñol: los desplazamientos de fin de siglo”, ponencia al 2º Congresso Brasileiro de Hispanistas, Sao Paulo, octubre de 2002. 33 “Pinturas de Rusiñol”, en Nueva Época, Santa Fe, 12/08/1910, p. 1. 34 RUSIÑOL, Santiago. Un viaje al Plata. Madrid, Prieto y Cía., 1911. Traducción del catalán de G. Martínez Sierra, pp. 229-230. Como consecuencia del resurgir hispanista ya comentado, durante las celebraciones del Centenario dictarán conferencias en Buenos Aires entre otros, el escritor gallego Ramón del Valle Inclán, los juristas e historiadores Adolfo Posada y Rafael Altamira, el sabio catalán Augusto Pi y Suñer, el citado escritor y pintor catalán Santiago Rusiñol y el escritor valenciano Vicente Blasco Ibáñez; tanto Posada como Altamira publican luego libros compilatorios sobre aspectos de la realidad argentina (POSADA, Adolfo. La República Argentina. Impresiones y comentarios. Madrid, V. Suárez, 1912; ALTAMIRA, Rafael. Mi viaje a América, Madrid, 1911) pero Rusiñol y Blasco interesan especialmente en este trabajo porque sus relatos sobre el interior del país refieren al caso de estudio con cierto detenimiento. 35 Para un comentario acerca de las referencias de Rusiñol sobre Buenos Aires, sobre el trazado en cuadrícula, y la inmensidad del suburbio, ver: GORELIK, A. Op. cit., pp. 242 a 245. Sobre el final, cerrando su juicio lapidario, Rusiñol insta a sus compatriotas a no quedarse en Buenos Aires, a regresar a su tierra.

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Contemporáneo de Rusiñol, el polémico escritor valenciano Vicente Blasco Ibáñez,36 llegó a Buenos Aires en junio de 1909 convocado para dictar un ciclo de conferencias sobre literatura española por el empresario del teatro Odeón, Faustino da Costa; aclamado a su llegada al puerto de Buenos Aires por 10.000 personas (según crónicas de la época), fue recibido por una comisión de intelectuales argentinos organizada por el prestigioso diario La Nación y sus presentaciones tuvieron gran repercusión y éxito de público, concurriendo incluso el presidente de la República, J. Figueroa Alcorta, que entabló relación con el escritor. Pero Blasco no se limitó a conocer Buenos Aires sino que viajó largamente por el interior; dos meses más tarde se encontraba visitando Santa Fe y Paraná donde dictó sendas conferencias, realizó visitas y fue objeto de numerosos homenajes y agasajos por las autoridades locales; la conferencia santafesina se dictó en el nuevo Teatro Municipal colmado de público y el tema desarrollado, acorde con el espíritu hispanista ya comentado, fue la figura del fundador de la ciudad (Juan de Garay, quien siete años más tarde había fundado también Buenos Aires) y la gesta de la conquista de América “...colosal empresa para la cual Iberia era el único pueblo europeo preparado...”.37 El programa de estadía en Santa Fe se clausuró con una visita a la Municipalidad donde fue recibido y agasajado por el intendente Edmundo Rosas y su equipo de colaboradores, con quienes realizó una excursión fluvial por las adelantadas obras del puerto y también por los ríos aledaños.38 Su inquieta personalidad llevó a Blasco Ibáñez a sentir un fuerte impacto frente a este mundo nuevo que encontró en las pampas, en desmedro de la vieja Europa que acaba de dejar; sus crónicas tienen por lo tanto un tono de admiración y deslumbramiento frente a las promesas de futuro y a la situación general de la Argentina de la opulencia, y en su descripción de Santa Fe, aún reconociendo las rémoras de origen, toman fuerza las referencias en tal sentido. (Imágenes V.1a a V.1e) “La parte moderna de Santa Fe parece dominar a la antigua. En ella se han instalado todos los progresos de una gran capital. Hay barriadas enteras de edificios recientes y hermosos; las calles céntricas están pavimentadas con madera o piedra, la iluminación eléctrica es abundante y varias líneas de tranvías la cruzan de un extremo a otro. En los alrededores se están improvisando hermosos parques y algunas avenidas tienen jardines y se encuentran bulevares acabados de abrir...”39

Blasco Ibáñez justifica en la colonización del territorio y en el impulso dado por el ferrocarril a las colonias, las razones de la prosperidad santafesina, sin dejar de reconocer que se trata de una prosperidad relativa si se la compara con el esplendor de otras 36 Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928). Escritor español cuya conocida y polifacética figura hace que resulte difícil una descripción biográfica sucinta, por lo que referiremos solamente los aspectos que resultan decisivos para ubicar su crónica sobre la situación local. Numerosos biógrafos y críticos literarios coinciden en afirmar la fuerte marca que dejó en su vida y en su obra el paso por América; luego del primer viaje a Argentina y atraído por el mito del Nuevo Mundo, Blasco Ibáñez regresa en breve lapso otras tres veces, decidido a cumplir el sueño colonizador americano. Dilapidando buena parte de su fortuna funda dos colonias en zonas inhóspitas: en la Patagonia la Colonia Cervantes (en homenaje al gran escritor) y en la Provincia de Corrientes, Nueva Valencia (en honor a su tierra natal). El fracaso de este proyecto y el advenimiento de la Primera Guerra Mundial lo llevarán de regreso a España. Ver: OLEZA, Joan. “Vicente Blasco Ibáñez”, en Novelistas españoles del siglo XX. Boletín Informativo Fundación Juan March. nº 323, octubre 2002, pp. 3-14. GUTIERREZ, Ramón y SANCHEZ NEGRETTE, Ángela. “La colonia Nueva Valencia en Corrientes”, en Revista DANA nº 23, Resistencia, 1987. 37 La presencia de Blasco Ibáñez en Santa Fe quedó registrada en la prensa, que acompañó su estadía con diversas notas alusivas, en las que se verifica que el escritor valenciano tomó contacto con algunas personalidades relevantes de la cultura santafesina, como Domingo Silva, rector por entonces del Colegio Nacional, donde Blasco fue homenajeado por todo el claustro de profesores. Ver: “La conferencia de Blasco Ibáñez”, en Nueva Época, Santa Fe, 07/08/1909, p. 1. 38 “Blasco Ibáñez en Santa Fe”, en Nueva Época, Santa Fe, 06/08/1909, p. 1. 39 BLASCO IBAÑEZ, Vicente. Argentina y sus grandezas. Madrid, La Editora Española-Argentina, 1910, p. 566. El capítulo correspondiente a Santa Fe está ilustrado con numerosas fotografías, entre las que destacan los edificios de más reciente construcción como el Mercado Central, el Teatro Municipal y el Nuevo Hospital de Caridad, aunque este último aparece erróneamente ubicado en Rosario. Se trata, en su mayoría, de reproducciones de las fotografías que habían ilustrado la edición del censo municipal de 1907, citado anteriormente. Ver nota nº 7 de este capítulo.

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ciudades, como Rosario, donde la riqueza fluye sin límites por la privilegiada situación de su puerto. En Santa Fe, por el contrario, destaca las deficiencias de emplazamiento como justificativo de sus dificultades, en particular el estar hostigada por las periódicas y destructivas crecientes de los ríos aledaños, pero se preocupa por marcar, en concordancia con el discurso oficial, la antigüedad de su fundación como distintivo prestigioso. "Esta ciudad es, tal vez, entre todas las de la Argentina, la que mantiene mejor su carácter tradicional, su fisonomía propia, y una edificación que evoca recuerdos de otros siglos. Se encuentra en ella a la América imaginada por los europeos, después de leer las epopeyas históricas de la conquista /.../ A pesar de la vida moderna, todavía perduran en Santa Fe muchas costumbres del pasado en el seno de ciertas familias. Por las mañanas, cuando suenan los esquilones de iglesias y conventos llamando a misa, se ven en las calles mujeres cubiertas de largo manto negro, como es uso en Chile y otras naciones del Pacífico /.../ En las casas antiguas, el patio continúa siendo el lugar de reunión de la familia y la sala de confianza donde se recibe y a los amigos íntimos. Muchos de esos patios se conservan como en tiempos de la colonia /.../ a la caída de la tarde se toma el mate en estos patios bajo el ramaje de un naranjo o los perfumados festones de un jazminero".40

El tono celebratorio del libro de Blasco Ibáñez sería contestado agresivamente poco tiempo más tarde por el escritor catalán Gastón de Urgel, que intenta desmitificar la leyenda de la panacea argentina, comenzando por marcar en un primer capítulo una serie de inexactitudes y “fantasías” contenidas en el texto de su compatriota. Respecto de Santa Fe, se preocupa por enfatizar una condición de ciudad “sin porvenir” en razón de las costosísimas obras que se requerirían para superar las deficientes condiciones de su emplazamiento y el azote de las inundaciones, obras para las cuales no encuentra forma de que las autoridades ni la ciudad misma produzcan ingresos suficientes; el epíteto de “matrona desheredada” con que Urgel caracteriza a Santa Fe y las peyorativas alusiones a su condición de capital provincial y sede del poder político, que la llevan a estar saturada de “elementos gravosos e inútiles, como son los miles que viven apegados a los presupuestos oficiales”, se completan con la descripción de una ciudad oscura, donde predominan espacios vetustos y sombríos, en una visión muy poco auspiciosa, inédita hasta entonces en los relatos de viajeros, pero que en su crudeza y desparpajo se aproxima tal vez más a las verdaderas potencialidades y limitaciones de la misma.41 El libro de Urgel quiebra, en su crónica sobre el país, el paradigma apologético que, con altibajos, se venía sosteniendo desde fines del siglo XIX, y para el caso de Santa Fe incorpora un elemento que pone en crisis la posibilidad de que se convierta en una ciudad floreciente: la cuantiosa e improductiva burocracia estatal, un ingrediente que hasta ahora no había sido considerado abiertamente en este tipo de literatura y que lo lleva a exponer sin disimulos la visión de ciudad parásita propiciada por la opinión pública rosarina desde varias décadas atrás.42 Enrique Banchs,43 un joven escritor argentino, viajaba por el país en coincidencia con el Centenario, recorriendo capitales del interior y elaborando un relato que también deja de lado el estilo elogioso y grandilocuente de las crónicas de la época para centrarse en el rescate de valores espirituales e imperecederos, omitiendo deliberadamente hablar de la rutilante capital de la Argentina, objeto de las mayores alabanzas en ese momento, de la que Banchs dirá que “no es una ciudad argentina...”, ya que ha perdido los rasgos de tal; desde la mirada del artista, del hombre de letras, se preocupa por dejar claro que los bienes 40

Ibídem, p. 564-566. DE URGEL, Gastón. La República Argentina y sus problemas, Madrid, Imp. Militar de Cleto Vallinas, 1913, pp. 192-193. 42 En similar sentido respecto de la burocracia estatal se expresa Clemenceau, con un comentario hecho desde Rosario. CLEMENCEAU, G. Op. cit., p. 156. 43 Enrique Banchs (1888-1968). Escritor y poeta nacido en Buenos Aires, tenía 21 años y ya había publicado tres libros de poemas cuando realizó su viaje por el interior de Argentina en el otoño de 1910; del viaje surgirán sus textos sobre ciudades argentinas que se publicarán en forma de artículos periódicos en El Monitor de la Educación Común en ese mismo año y que muchas décadas más tarde se editarán como parte de sus obras en prosa con formato de libro. Ver: BARCIA, Pedro. “Estudio Preliminar”, en BANCHS, Enrique. Prosas, Buenos Aires, Academia Argentina de Letras, 1983, pp. XVIII a XXIX; BUTTI, Enrique. “Nuestra ciudad según Banchs”, en El Litoral, Santa Fe, 06/02/1993, p. 4. 41

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supremos de una sociedad son la cultura y la ética del trabajo, en contraposición a la riqueza efímera en aspectos materiales, que en ese momento se celebraba sin pudor en el país. Entre las diez ciudades elegidas por Banchs para trazar su derrotero, Santa Fe ocupa un espacio, aunque poco destacado si se lo compara con otras en las que se detiene especialmente describiendo sus calles y edificios en un relato rico en impresiones, vivencias e incluso detalles peculiares de costumbres domésticas, como en Córdoba (“su aspecto urbano tiene la gracia de las ciudades nuevas...”), Salta (“...sus calles tienen un encanto aldeano, de aldea española...”) o Tucumán (“...es bella porque es correcta y nueva, con el encanto que le da la proporción...”); nada de esto se dice de las ciudades-puerto, nada de esto se ve en Santa Fe o Rosario, y es que de la condición de ciudad de paso, de nudo intercambiador, hará Banchs una valoración ambigua: “Las ciudades argentinas progresan tanto que dentro de poco no merecerán ser visitadas /.../ Hay ciudades que parecen volantes, ciudades de paso, que uno visita y que ya ha visto en otra parte, enteras o en fragmentos, como Rosario y Santa Fe”.44

Pero al margen de esto, respecto de Santa Fe su interés central estará puesto en marcar la contradictoria situación que se vive entre las expectativas de progreso y las tradiciones seculares de su raíz colonial, refiriendo peyorativamente al título de Noble que le fuera otorgado por la Junta de Mayo en 1810 y casi con incredulidad a los desvelos por sostenerla empecinadamente en su inadecuado emplazamiento; nada ocupa tanto espacio en el capítulo que le dedica, como la permanente alternancia entre estas polaridades, que se hacen presentes tanto en la sociedad santafesina en la que se enfrentan los sectores tradicionales y la advenediza burguesía inmigrante, como en su economía, donde opone a la parásita burocracia estatal la promisoria productividad del territorio que circunda a la capital, o en la dimensión físico-espacial donde traerá a colación el mismo quiebre entre la ciudad vieja y la ciudad nueva, entre los barrios del sur y los del norte, al que había aludido tres décadas antes Estanislao Zeballos.45 Llega a Santa Fe por barco, varios meses antes de la inauguración del nuevo puerto de ultramar y, a diferencia de otros viajeros, no se muestra admirado por la magnitud de las obras sino que se empeña en relatar lo que se encuentra desde el desembarco, un paisaje precario y provisorio que le resulta muy poco atractivo y que sin dudas lo agobia; desde allí inicia su recorrido urbano. (Imágenes V.3a y V.3b) “...las calles nuevas y ricas de esta ciudad de Santa Fe que se está remozando con un vigor primaveral; pero esta juventud de las calles no se liga a otra íntima en el espíritu, que la hace vulgar, cuando puede ser foco de alta tradición /.../ Su ambiente incomoda y ahoga /.../ los que la dirigen son hombres de escasa cultura, caudillejos campesinos /.../ en ninguna parte como aquí se ve la intriga por el empleo público /.../ tiene este pueblo el ansia por la fortuna rápida y como no existen industrias ni artes, el ansia es malsana /.../ la ciudad es rica exclusivamente por la campaña...”46

El texto del joven Banchs es el primero47 en quebrar abiertamente la tradición de los relatos edulcorados y laudatorios, pretende tomar distancia respecto de éstos y así logra poner en evidencia muchas de las facetas más negativas de una ciudad y de una sociedad que se debatía en insolubles contradicciones, las que con el correr del siglo que recién se iniciaba dejarían indeleble marca en su desarrollo urbano y en su discutido y largamente cuestionado rol de capital provincial. En simultaneidad con los relatos de viajeros y muy lejos de las pretensiones del poeta Banchs, los álbumes editados especialmente con motivo de la celebración del Centenario, hicieron su aporte a la construcción de una imagen de ciudad floreciente; 44 BANCHS, Enrique. "Ciudades Argentinas", en su libro Prosas, Buenos Aires, Academia Argentina de Letras, 1983, p. 3. (Publicación original en El Monitor de la Educación Común, tomo XXXIII, nº 449, 1910). La referencia a Córdoba, p. 3; a Salta, p. 144; a Tucumán, p. 222. 45 Ver Capítulo II, nota nº 10. 46 BANCHS, E. Op. cit., pp. 199-200. 47 El antes citado libro crítico de Gastón de Urgel se publica recién tres años más tarde que las descripciones de Banchs.

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silenciando u omitiendo en general los conflictos políticos y sociales, las crisis y los altibajos económicos y los desvelos por mantener el sentido de nación frente a aluvión inmigratorio, dieron un lugar preponderante al mensaje optimista y a las expectativas promisorias a escala del conjunto del país; pero idéntica tesitura tuvieron para tratar cada caso en particular, y en especial las ciudades, por lo que resulta oportuno reproducir algunos párrafos, surgidos de la grandilocuencia propia de la efemérides, conque en algunos de estos álbumes se describe a Santa Fe, que son muestra de esta reiterada y coincidente voluntad mistificadora. (Imágenes V.1a a V.1e) “La capital de la provincia, también con un magnífico puerto sobre el Paraná (sic) es una rica y esplendorosa ciudad, cuyos habitantes así como sus gobiernos se han ocupado afanosamente de convertirla en una ciudad moderna, quitándole el aspecto colonial que hasta la última década del siglo pasado presentaba; y a fe que esos esfuerzos han sido coronados por todo un éxito, pues tanto en la edificación como en los servicios públicos ha hecho portentosos progresos...”48 “Santa Fe es una de las ciudades más antiguas de la República; conserva aún cierto aspecto severo y algunos de sus edificios son testimonios de la tradición colonial /.../ pero se renueva todo en su entorno, asediando a la histórica ciudad donde se sostiene en su decoro el patriciado santafesino; florecen así la vida moderna, el trabajo y el progreso...”49 “Hoy vuelve Santa Fe a renacer hermosa y pletórica de vida resuelta a recuperar el sitio de honor que por su brillante historia le corresponde /.../ dos años de buenas cosechas han bastado para operar el milagro de convertirla en un emporio de actividad y riqueza /.../ Santa Fe!, si el espíritu de tu noble fundador te contempla desde la eternidad, forzosamente ha de sentirse satisfecho con su obra, poco habrás de tardar en ser una de las más bellas capitales de América Latina...”50

De grandes dimensiones, presentadas con lujosas encuadernaciones y profusamente ilustradas, algunas de estas ediciones era meros emprendimientos comerciales, pero otras venían avaladas, y encargadas incluso, por instituciones de prestigio, como es el caso del segundo álbum citado que llevaba el respaldo de la Junta de Historia y Numismática –futura Academia Nacional de la Historia- y muchas veces estaban promovidos por instituciones extranjeras como muestra de gratitud hacia este país; sus textos no constituían un discurso desprevenido ni casual, sino que evidentemente había detrás de ellos una voluntad por cohesionar a toda una polifacética ciudadanía bajo ese enunciado unitario y grandilocuente del presente venturoso y de un futuro que con certeza llevaba la misma dirección.51 La fotografía fue, junto a los relatos y descripciones, otra muy productiva herramienta para la construcción de una imagen urbana renovada y estos álbumes, con la profusión de imágenes que en general contenían, constituyeron un vehículo de difusión y consumo de las

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CHUECO, Manuel. La República Argentina en su Primer Centenario. Tomo II. Buenos Aires, Cía. Sudamericana de Billetes de Banco, 1910, p. 314. 49 URIEN, Carlos y COLOMBO, Ezio. La República Argentina en 1910. (Estudio histórico, físico, político, social y económico, publicado bajo los auspicios de la Honorable Comisión del Centenario de la Independencia Argentina y de la Junta de Historia y Numismática Americana). Tomo II, Buenos Aires, Maucci Hnos., 1910, p. 159. 50 Centenario Argentino. Album Historiográfico de Ciencias, Artes, Industrias, Comercio, Ganadería y Agricultura. 18101910. Tomo II, Buenos Aires, Cabral, Font y Compañía, 1910, p. 95. 51 En el listado bibliográfico que se incluye al final de este trabajo, se consignan los principales álbumes relevados que contienen información sobre la ciudad de Santa Fe. En general son publicaciones muy extensas y se editaron en dos tomos: el primero dedicado a introducciones generales y a la ciudad de Buenos Aires y el segundo al interior del país, presentado siguiendo la división política de las provincias o por regiones; en muchos casos se trata de ediciones en varios idiomas. Sobre muchas de estas manifestaciones alusivas a la conmemoración del Centenario ver: GODOY, Cristina y HOURCADE, Eduardo (coord.). “La Argentina de 1910. Sensibilidad, alegorías, argumentos en torno de un Centenario”, en Estudios Sociales nº 4, Santa Fe, UNL, Año 3, 1er. semestre 1993, pp. 81 a 96.

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mismas.52 Si bien para la primera década del siglo XX ya había en la ciudad numerosos fotógrafos que ofrecían sus servicios de retratistas y fotografía social, puede decirse que el fotógrafo oficial de la ciudad era el prusiano Augusto Lutsch, el renombrado fotógrafo de Viena, como él mismo se auto-publicitaba mediante los avisos de la prensa;53 desde 1887 tenía su estudio en el centro de la ciudad y prontamente se vinculó con la dirigencia política santafesina que hegemonizó el poder durante más de dos décadas, acompañando sus campañas electorales y sus gestiones mediante la captación fotográfica de actos y reuniones públicas, en especial a los gobernadores Gálvez y Freyre, quedando destinado a relevar los progresos materiales mediante el encargo oficial de ilustrar las ediciones de memorias, digestos, álbumes, tanto provinciales como municipales.54 Para la década del Centenario, Lutsch ya había desarrollado una larga carrera profesional en la ciudad; llevaba documentadas muchas de las obras públicas que se habían realizado desde su llegada a Santa Fe y había fijado en imágenes la construcción y el avance del ferrocarril provincial y los progresos del puerto de Colastiné, entre otras. Pero interesan aquí sus imágenes urbanas, que siempre retratan los sitios más prestigiosos, las situaciones de vida urbana elegante (los parques y paseos, la calle comercial, el entorno de la Plaza de Mayo) o aquellos lugares que testimonian el cambio, intentando exaltar desde el mismo encuadre y recorte de la imagen, la escala monumental de los nuevos edificios y los espacios urbanos significativos, en sintonía con las opiniones laudatorias que se leyeron en las descripciones de algunos viajeros y en los álbumes conmemorativos. (Imágenes V.6a a V.6c) Cuando el intendente Irigoyen le encarga testimoniar la gran inundación de 1905, Lutsch le quita a sus retratos urbanos todo dramatismo y aparece la escena bucólica, a la manera se una Venecia sudamericana, con los santafesinos paseando en canoas o carruajes por las calles anegadas, elegantemente ataviados;55 (Imagen V.6d) para ilustrar las publicaciones de la Municipalidad selecciona con cuidado los objetos y los modos de representarlos, en el bulevar elige encuadres pintorescos, para las calles céntricas o los edificios institucionales, prefiere enfocar enfatizando al máximo la escala monumental, y en todo momento evita mirar la dispersión y los paisajes deteriorados del suburbio, o los vergonzantes conventillos donde se hacinaba buena parte de la población. Cuando en 1910 Lutsch decide retirarse, queda en su lugar Miguel Garcilazo, que había sido aprendiz de su estudio desde 1900 y que continuará con esta tradición de fotógrafo oficial por dos décadas más.56 Desde numerosos relatos literarios, tanto producidos espontáneamente como realizados por encargo, desde crónicas informativas en la prensa o en publicaciones oficiales, o desde el testimonio fotográfico, se pretendió construir una imagen de ciudad moderna, progresista, pintoresca y elegante, pero a la vez respetuosa de sus orígenes y atenta con sus próceres; capaz de guardar en imágenes la memoria de un cabildo colonial que debía necesariamente demolerse para renovar sus instituciones; preocupada por honrar 52

Por ejemplo uno de estos álbumes limita al mínimo los textos y expone casi exclusivamente fotografías con sus epígrafes en cuatro idiomas. Ver: Gran Panorama Argentino del Primer Centenario. Álbum cuatrilingüe (español, inglés, italiano y francés). Buenos Aires, Talleres Heliográficos Ortega & Radaelli, 1910. 53 HORNIA, Graciela. Memoria de Luz – Fotografía santafesina 1850-1950. Investigación inédita en el marco de un proyecto del Fondo Nacional de las Artes. Año 2006, s/p. 54 Entre los encargos oficiales a Lutsch, figura el realizado por el Gobierno Provincial para el relevamiento fotográfico del antiguo cabildo que se iba a demoler en 1908. Se produjo un álbum de lujosa encuadernación, conteniendo un completo recorrido exterior e interior por el edificio (son las únicas fotografías del interior del cabildo que se han conservado), sus salas, patio, escaleras y galerías. Además estuvo encargado de ilustrar todas las ediciones municipales de la primera década del siglo XX (memorias, anuarios, censos) y sus fotografías se incorporaron también a varios de los álbumes conmemorativos de Centenario, antes mencionados. 55 Ver MCSF, Memoria presentada al H.C.D. por el Sr. Intendente Manuel Irigoyen – 1904/05, Santa Fe, Imp. La Argentina, 1905. 56 Uno de los principales encargos que recibe Garcilazo es ilustrar el monumental álbum que se edita sobre la Provincia de Santa Fe en 1916. Ver: GUIDOTTI VILLAFAÑE, Eduardo. La Provincia de Santa Fe en el Primer Centenario de la Independencia Argentina - 1816 - 9 de julio - 1916. Publicación Oficial. Buenos Aires, Rosso y Cía., s/f.

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a su fundador con largas y memorables recordaciones pero a la vez ansiosa por renovar el trazado que el acto fundacional había canonizado. Esas contradicciones que afloran en los relatos contestatarios y en la fotografía no-oficial, serán las que signen el proceso transformador siempre parcial, indeciso, nunca del todo acabado, que se tratará de perfilar a continuación. V. 3) El Nuevo Puerto de Ultramar En Santa Fe se dio una particular coincidencia, para nada casual por cierto, entre las celebraciones del Centenario y la construcción del nuevo puerto de ultramar, que llevó a que aquéllas se vieran un tanto opacadas ante la posibilidad de tornarse concreta una aspiración tan sentida por buena parte de la sociedad santafesina, como fue esta obra; y es que, aún desde los distintos intereses que cada grupo social comprometía en el nuevo puerto, existía un denominador común: visualizarlo como un acontecimiento mesiánico, considerarlo como la solución superlativa y definitiva para todos los problemas de la ciudad. En las últimas décadas del siglo XIX la dirigencia política comenzó a pensar que el puerto de la capital de una región ricamente productiva debía ser algo más que el desembarcadero con un precario muelle ferroviario como disponía la Santa Fe de entonces; ya durante la gobernación provincial de José Gálvez (1886-1890) se habían iniciado tratativas con el Gobierno Nacional para obtener los fondos que posibilitaran construir un puerto de gran envergadura. “Un proyecto grandioso, surgido en la mente del Gobernador Gálvez y que tiene ya principios de ejecución va a transformar a Santa Fe en uno de los puertos más importantes de la República. Se trata de canalizar el brazo del Paraná llamado El Tiradero y el Río Santa Fe, dando amplia y directa entrada a todos los buques hasta los muelles mismos de la ciudad...”.57

En los años inmediatamente subsiguientes el Estado Provincial no logró resolver la cuestión de los recursos económicos para encarar la obra, pero se solicitaron estudios y numerosas empresas presentaron sucesivos proyectos de puerto, con diverso grado de viabilidad.58 Las gestiones venían sufriendo demoras ocasionadas por desinteligencias respecto de la localización, al presentarse la disyuntiva de mantener el puerto de ultramar en Colastiné o construirlo definitivamente en la ciudad misma, detrás de la cual se dirimían intereses inmobiliarios y empresariales diversos, y por diversas crisis político-económicas que impidieron en ese lapso concretar la financiación del emprendimiento que resultaba imposible de viabilizar desde la exclusiva órbita del Gobierno Provincial. Luego de casi dos décadas de gestiones, con la llegada de Gálvez al Senado de la Nación creando una coyuntura política favorable y el acontecimiento de una visita del presidente Julio A. Roca a Santa Fe en 1902, durante la que éste falla en favor de la opinión de instalar el puerto en la ciudad misma, fue posible sellar la alianza Provincia-Nación para encarar las obras del nuevo puerto.59 (Imagen V.7c)

57 CARRASCO, Gabriel. La Provincia de Santa Fe. Revista de su estado actual y de los progresos realizados. Buenos Aires, P. Coni, 1888, p. 34. En el mismo sentido, con mayor o menor información, pero siempre en un tono optimista, la noticia se difundía en la ciudad y la región y hemos relevado innumerables apuntes periodísticos al respecto. 58 Entre las distintas propuestas recibidas en el lustro 1888-1893, algunas destacan por su interés y nivel de elaboración: la del ingeniero Juan Waldorp (1888), profesional holandés que en ese momento tenía a su cargo las obras del puerto de La Plata, y fue convocado por el Gobierno santafesino para estudiar el caso; la de la empresa inglesa John Meiggs & Sons (1889), que había tenido a su cargo la primera etapa de los tendidos y construcciones del ferrocarril provincial, cuya gestión fracasa con la gran crisis económica de 1890; el proyecto de los ingenieros Emilio Schnoor y J. Erhart. Archivo del Ministerio de Obras Públicas de la Provincia de Santa Fe. Topografía. Departamento La Capital. Expedientes puerto de Santa Fe. Tomos 1 y 2. 59 El proceso de gestión previa y de desarrollo de la obra en sus distintas implicancias ha sido estudiado acabadamente por: FEDELE, Javier. Puerto de Ultramar. Esquirla moderna en la sociedad santafesina. Documento de Trabajo nº 7, CEHIS/U.N.L., Santa Fe, 1996.

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Decidida la localización en la ciudad, se definió a continuación que el sitio sería el mismo que ocupaba el puerto histórico y durante 1904 el Gobierno Nacional aprobó la propuesta para la ejecución de los trabajos presentada por la firma Dirk, Dates y Cía., ingenieros holandeses que trabajaban en el país desde los últimos años del siglo XIX, siendo responsables de distintas obras, tales como una red de alcantarillado para la Capital Federal, el muelle del Mercado de Frutos en Barracas, el puerto militar de Bahía Blanca, y autores de un proyecto no concretado para el puerto de Rosario. En julio de 1904 se firmaba el contrato entre la Nación y la Provincia para establecer las condiciones de la empresa conjunta, lo que dio inicio a las obras que formalmente comenzaron el 10 de octubre de 1904 con un memorable acto público de colocación de la piedra fundamental al que siguieron un desfile militar en la Plaza de Mayo, banquetes y bailes populares. (Imagen V.7d) "Ninguna apoteosis más grande que aquélla para consagrar la victoria del trabajo /.../ no menos de veinte mil almas desbordadas por la ribera del viejo puerto engalanada profusamente /.../ En aquel indescriptible momento el entusiasmo fue un vértigo que se apoderó de aquellas almas. La multitud aclamaba al gobierno, al general Roca, a la obra del puerto. Las bocinas de los buques surtos en el viejo puerto atronaban el espacio con su agudo sonido y con su estrépito...”60

Al año siguiente del inicio de los trabajos se produjo la inundación de 1905 que paralizó las obras y proporcionó nueva información sobre el comportamiento del río, que llevó a modificar algunos aspectos del proyecto original, en especial la cuestión de los niveles, a la vez que demoró notablemente el avance de las obras; con altibajos las mismas continuaron hasta el 30 de diciembre de 1910, cuando el presidente Roque Sáenz Peña firmó el decreto librando el nuevo puerto al servicio público; el 1º de enero de 1911 arribó el "M. Bernaert", primer ultramarino que hizo su triunfal entrada ante la expectativa de la ciudad toda. Fue así como la concreción del nuevo puerto coincidió plenamente con esa larga primera década del siglo XX destinada a conmemorar la efemérides libertaria; en el inicio, 1902, esa visita del presidente Roca a Santa Fe que iba a definir la suerte del puerto santafesino, pero que había tenido su motivo central en la inauguración de la primera estatua ecuestre del General San Martín en el interior del país, dando inicio también en la ciudad a las celebraciones patrias vinculadas al Centenario; en la conclusión, la habilitación definitiva el 1º de enero de 1911 una vez concluidas las obras que se habían previsto inicialmente en un lapso menor, pero que demandaron más de seis años. Los festejos del Centenario y el nuevo puerto de ultramar fueron dos acontecimientos que quedaron indisolublemente ligados en esos primeros años del siglo XX, marcando el primero significativamente al segundo y formaron parte ambos, no casualmente, de una misma mística triunfalista.61 El proyecto definitivo consistía, sintéticamente, en un canal artificial de acceso al puerto desde el río Paraná, de 7 km de largo, 34 m de ancho y 6 m de profundidad, un canal de derivación a los diques, de 400 m de largo, y el puerto propiamente dicho constituido por un par de diques en forma de peine (de 120 m de ancho y 650/850 m de largo respectivamente) orientados en sentido norte-sur respetando la dirección del trazado de la ciudad histórica, cada uno de los cuales era flanqueado por una serie de cuatro grandes galpones para depósitos, las correspondientes playas de maniobra y el sistema de guinches y grúas para la carga de los buques.62 En relación con las cabeceras de ambos diques se ubicó el edificio de administración, emblemático edificio civil del conjunto, que inicialmente se preveía levantar junto a la aduana y la prefectura en el frente oeste del puerto, en el 60

Revista Inauguración del puerto de Ultramar de Santa Fe, Número Único, Santa Fe, 2/2/1910, s/nº. Ver: “El triunfo de Santa Fe. Éxito del interés público en la cuestión del puerto”, en Santa Fe, Trabajo y Patriotismo, número único, Santa Fe, 1903, p. 102 y ss. 62 Revista Inauguración del puerto de Ultramar de Santa Fe, Número Único, Santa Fe, 2/2/1910, s/nº. Capítulo “Las obras del puerto y su descripción”. 61

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punto de intersección de la avenida con la calle Mendoza, eje este-oeste de la zona comercial, mostrando una vocación de vincular estas actividades con la ciudad. Finalmente el edificio de la aduana mantuvo su localización urbana, cercana pero por fuera de los límites del puerto, la prefectura ocupó un edificio secundario y la administración optó por privilegiar el contacto con los sectores nuevos de la ciudad (la calle de la estación ferroviaria y el barrio Candioti). Excedería largamente los alcances de este trabajo poner en consideración el impacto que en el plano económico pudo haber significado esta obra para Santa Fe y su región, lo cual ha sido ya objeto de numerosos estudios.63 Desde el punto de vista de lo aquí interesa analizar, vale destacar el notable cambio que el puerto significó para la configuración de un importante sector de la ciudad, dada la localización de tamaña obra de infraestructura colindando con el sector más dinámico y multifuncional de la misma, lo que originó una alteración en la intensidad y carácter de los usos; a esto se suma la vasta operación de avance sobre el río que permitió expandir el área habitable, en dirección a esa zona de mayor densidad de ocupación. (Imagen V.7a) Al área central se le incorporó una franja de once hectáreas de tierra de propiedad fiscal como consecuencia del relleno del antiguo cauce del Río Santa Fe, tierra que pasaba a ser urbana gozando de una localización privilegiada que permitía imaginarla como espacio de articulación entre el nuevo puerto y la ciudad; de inmediato estos nuevos espacios ganados al río pasaron a ser objeto de proyectos urbanos, desde la mera continuidad de la trama en cuadrícula propiciada desde el Gobierno Provincial o la voluntad municipal de convertirla en un sistema de espacios verdes y recreativos que se analizará más adelante. (Imágenes V.8a a V.8c) V. 4) La intendencia de Edmundo Rosas (1908-1912) “El intendente municipal es un joven de notable cultura, Don Edmundo de Rosas, que ha realizado varias excursiones por el viejo mundo y procura implantar en su ciudad toda clase de mejoramientos...”64 “... Rosas, el intendente; hombre que pudiendo posar, no posa, como tantos compañeros de carrera en su misma tierra; que sabiendo mucho, no se da tono; que habiendo viajado, no lo cacarea; que habiendo conocido toda Europa, ama tanto a su pueblo que querría convertirlo en jardín para los ojos y para la inteligencia.”65 “...el gobierno ha designado intendente municipal al ex-diputado a nuestra legislatura señor Edmundo J. Rosas, hombre joven, culto, temperamento moderno, lleno de auspiciosas iniciativas /.../ Sus viajes por el extranjero, la experiencia y observación adquiridas en los mismos y hasta su propia juventud, factor éste muy principal para desplegar actividad, son condiciones que hacen esperar de él una labor abundante e inteligente...”66

Como se desprende de las originales afirmaciones de algunos viajeros que visitaron la ciudad durante su gobierno y de las referencias de la prensa local, Edmundo Rosas fue un personaje bastante excepcional en el medio santafesino y resulta oportuno apuntar algunos datos biográficos que permiten poner en contexto la actuación de esta figura peculiar. El joven intendente municipal asumió en abril de 1908, al dejar el cargo su antecesor, Manuel Irigoyen, que había sido elegido senador por el Departamento San Cristóbal; había nacido en Rosario en 1875, en una familia de larga trayectoria política en la Provincia: su abuelo, Pascual Rosas había sido gobernador entre 1860 y 1862 y caudillo de una poderosa fracción política, el Club del Pueblo, en tanto que su padre, el abogado Desiderio Rosas, fue vicegobernador de la Provincia y diputado nacional en dos ocasiones; 63

Entre ellos, uno de los más recientes: AAVV. Santa Fe - primera ciudad-puerto de la Argentina, Santa Fe, Coedición AGPSF-Bolsa de Comercio de Santa Fe, 2003. Incluye amplias referencias bibliográficas y documentales. 64 BLASCO IBAÑEZ, V. Op. cit., p. 566. 65 RUSIÑOL, S. Op. cit., p. 231. 66 “Reemplazo del Intendente”, en Nueva Época, Santa Fe, 20/03/1908, p. 1.

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Edmundo se trasladó tempranamente a la Capital Federal donde realizó estudios en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires graduándose también como abogado, al tiempo que desempeñaba tareas en distintas reparticiones nacionales; con el nuevo siglo regresó a la Provincia, donde entre 1901 y 1904 fue diputado en la Legislatura provincial por el Departamento San Lorenzo, destacando su activa gestión por la presentación de numerosos proyectos, en particular destinados a la protección de los espacios verdes públicos, la ley provincial del árbol, la implantación de líneas de tranvías rurales, etc.67 Desde entonces se afincó en Santa Fe, donde casó con Maruca Aldao, perteneciente a una tradicional familia santafesina;68 antes de ser Rosas designado intendente de la ciudad, el matrimonio se ausentó por casi cuatro años, realizando un prolongado viaje: “Después de efectuar dos viajes al Viejo Mundo que duraron cuatro años, con propósitos de turismo y estudio, recorriendo toda la Europa y una buena parte de Asia y del Norte de África, fue nombrado a su regreso Intendente Municipal, puesto que desempeña actualmente con su proverbial honradez y laboriosidad y con el aplauso del vecindario.”69

Como puede verse, el hecho de haber viajado, de haber tomado contacto con otros paisajes, otras ciudades y otras culturas, alguna de ellas absolutamente exóticas para la opinión de la época, lo torna un personaje muy singular dentro del acotado ambiente santafesino; esto se pone de manifiesto en el hecho de que sus viajes fueron uno de los aspectos que más destacaron los distintos cronistas que describen su gestión, mostrando que esto debió ser muy valorado por sus contemporáneos, en la medida en que la figura de Rosas constituía una promesa en pos de convertir definitivamente a Santa Fe en esa ciudad cosmopolita y moderna sobre la que tantas expectativas se venían generando desde fines del siglo anterior; se explica entonces la decisión del gobernador Pedro Antonio Echagüe de ofrecerle la intendencia de Santa Fe a un rosarino que apenas había vivido un par de años en la ciudad. El momento del Centenario y de la inauguración del puerto son propicios para los balances y el trazado de reseñas que destacaran progresos y avances en materia urbanística; serán por tanto numerosísimas las crónicas de la época que se preocupen por resumir aquellos datos que hablen de crecimiento, desarrollo, modernización, marcando los impulsos que reciben distintos aspectos de la realidad ciudadana; se pone allí de manifiesto el interés de Rosas por personalizar su paso por la intendencia, por ser él quien diera ese impulso y porque eso fuera claramente reconocido por los santafesinos. Desde la intendencia se arbitrarán los medios para que la ciudad crezca cualitativamente, para que aumenten desde la cantidad de cuadras pavimentadas,70 hasta el ancho de las ochavas,71 desde la cantidad de árboles plantados en parques y paseos (cuyo cuidado desvelaba al intendente)72 hasta los premios otorgados a los escolares santafesinos en concursos

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Ver: Legislatura de la Provincia de Santa Fe, Cámara de Diputados – Archivo. Sesiones-Año 1901, pp. 96-97. Fecha 27/06/1901: sesión de aprobación de la Ley del Árbol, previa fundamentación del diputado Rosas; Legislatura de la Provincia de Santa Fe, Cámara de Diputados – Archivo. Sesiones-Año 1904, pp. 1 a 3. Fecha 28/03/1904, sesión de aprobación del diploma del diputado Rosas. 68 Agradecemos los datos, documentos y referencias acerca de Edmundo Rosas proporcionados para esta investigación por Jorge Reynoso Aldao, que generosamente facilitó material de sus archivos personales. 69 LLOYDS GREATER BRITAIN PUBLISHING COMPANY Ltd. Impresiones de la República Argentina en el siglo XX. Su historia, gente, comercio, industria y riqueza. Londres, 1911. (Edición en español), p. 600. 70 MCSF. Anuario Estadístico de la Ciudad de Santa Fe – Año VII, 1911. Santa Fe, Ed. Ramón Morales, 1912, pp. 156-157. 71 Con el argumento de garantizar la seguridad en el tránsito público presente un proyecto para llevar a siete metros la dimensión de las ochavas que en el Reglamento de Edificaciones de 1895 era de 3,50 m. Ordenanza nº 1033, de fecha 15/03/1910. MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, Languasco, 1911, pp. 153-154. 72 Ya se vio en el capítulo anterior el especial interés de Rosas por los espacios verdes. Ver Capítulo IV, notas 159 a 161.

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literarios73, tomando importancia todas las acciones en materia cultural, en particular la administración del teatro74 y la organización de concursos literarios y artísticos. El intendente reafirmaba su figura dando especial pompa a los actos públicos de los que participaba indefectiblemente, organizaba verdaderos maratones culturales y deportivos dando respaldo oficial a los memorables Juegos Florales de Santa Fe con proyección nacional,75 se ocupaba personalmente de las gestiones para dar continuidad a los tendidos de infraestructura y servicios, proponía un inédito cuidado de la estética exigiendo un mismo tipo de veredas para toda la ciudad,76 inspeccionaba personalmente los mercados, la Asistencia Pública, así como otras dependencias municipales y concurría a los conventillos para verificar el cumplimiento de las reglamentaciones,77 o mandaba construir baños públicos modelo (los primeros que se levantaron en la ciudad) en los mercados y otras dependencias municipales.78 Un proyecto no concretado pero del que Rosas se ufanó durante largo tiempo, fue su idea de construir el edificio sede de la Municipalidad santafesina en terrenos del Gran Parque Central, y como una réplica exacta del palacio que albergaba la Cassa di Risparmio de Pistoia, en la región de Toscana, Italia; este edificio, que seguramente había conocido en uno de sus dos viajes anteriores a Europa, ya que su inauguración, en 1905, había coincidido con una de esas estadías, era a la vez una réplica del paradigmático Palazzo Strozzi de Florencia (Renacimiento florentino de la segunda mitad del siglo XV), y había sido levantado en la última década del siglo XIX para alojar a la que ya entonces era una prestigiosa institución crediticia italiana, creada en 1832. La ubicación del Palacio Municipal en el borde norte del parque con mucho terreno disponible y su fachada principal abriendo sobre la Avenida Rivadavia, por una parte, y la idea de reproducir un edificio europeo de gran porte, por otra, hablan de jerarquizar notablemente la imagen del municipio que hasta entonces no había tenido una sede construida ad hoc, y que desde 1905 ocupaba lo que en su origen había sido una residencia familiar suburbana, el chalet pintoresquista de la familia Llambí Campbell, inadecuado para la función y con escaso valor de representación.79 (Imágenes V.10c y V.10d)

“No se busca construir únicamente un edificio burocrático, sino también hacer del referido palacio una casa para el pueblo, estableciendo en ella una biblioteca pública /.../ y una sala para actos públicos y conferencias /.../ buscando evitar las incidencias de un concurso se ha hecho venir de Italia el plano de la Casa de Abonos de Pistoca, (sic) soberbio edificio por la imponencia de la masa y armonía de sus líneas, que obtuvo en la tierra clásica del arte el 73

Memoria del intendente Edmundo Rosas al HCDM, Año 1911. ACDM-AE, Tomo 1912/13, fs. 72 a 79. Ordenanza nº 1024, de fecha 31/12/1909 y decreto reglamentario de la misma, de fecha 22/04/1910. MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, Languasco, 1911, pp. 492 a 494. 75 Ordenanza nº 837, 26/05/1908. MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, Languasco, 1911, pp. 488 a 491. Los Juegos Florales, celebrados anualmente durante su gestión, se componían de concursos y competencias deportivas (futbol, tiro y esgrima), literarias (poesía, cuento, ensayo) y artísticas, destacando especialmente en arquitectura el premio a “la mejor fachada”. Se desarrollaban en el mes de setiembre y los premios se entregaban en un acto público en el Teatro Municipal el día 12 de octubre. Entre los jurados de los premios literarios y de ensayo se contaban personalidades destacadas a nivel nacional como David Peña, Enrique Rivarola, Adolfo Carranza, Carlos O. Bunge, José B. Zubiaur, que dan idea de la jerarquía que se pretendía dar a los Juegos. Para el premio de arquitectura el jurado lo constituía el jefe de la Oficina de Obras Públicas, el intendente y algún profesional del medio. 76 Ordenanza nº 840, 30/05/1908. MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, Languasco, 1911, pp. 184-185. 77 “Las giras del Intendente: son muy provechosas /.../ La de ayer a los conventillos, recorridos detenidamente,hizo que adoptara diversas disposiciones para asegurar, en primer término, los beneficios de la higiene”, en Nueva Época, Santa Fe, 28/04/1908, p. 8. 78 “Inauguración de Baños Públicos”, en Vida Santafesina – Revista quincenal ilustrada, Año I, nº 3, Santa Fe, marzo de 1911. 79 La obra nunca se concretó. El proyecto fue desarrollado en la Oficina de Obras Públicas, habiendo hecho traer de Italia los planos del edificio toscano; el Concejo aprobó una ordenanza que facultaba al intendente para disponer de fondos para la realización de los estudios necesarios. Ordenanza nº 937, de fecha 04/05/1909, MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, Languasco, 1911, p. 155. 74

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primer premio en un concurso al que concurrieron trescientos arquitectos de la Península /.../ ha de producir el mejor efecto en la posición que se ha elegido para construirlo...”80

Entre las acciones de mayor trascendencia de la intendencia de Rosas se cuenta la firma del contrato de concesión por sesenta y cinco años con la firma inglesa L. P. Winby & Cía. para la construcción de una nueva usina y la instalación de una red de tranvías eléctricos; efectivamente, a partir de 1910 la usina municipal que funcionaba desde 1891 habría de perder el monopolio en la producción de la energía al iniciarse las gestiones para el llamado a licitación para la instalación de una usina particular en el norte de la ciudad que abasteciera las necesidades de la red de tranvías eléctricos que se proyectaba y la energía domiciliaria para los vecinos del norte. Por ordenanza nº 1.070, sancionada en setiembre de 1910, se aceptó la propuesta de la mencionada empresa que se ocuparía de proveer de energía a los consumidores particulares localizados al norte de la calle Vera, en tanto que la usina municipal continuaba proveyendo la energía para el alumbrado público de toda la ciudad y los particulares al sur de la calle Vera; la Municipalidad se reservaba el derecho de adquirir corriente a la usina de Winby & Cía., en caso de requerirla para el alumbrado público del norte, a precios preferenciales; la ordenanza también fijaba los valores máximos para las tarifas a particulares.81 (Imagen V.11) En 1912 la empresa Winby transfirió sus derechos contractuales a la Sociedad J. G. White & Cía. Ltda., la que más tarde pasó a ser la Compañia Argentina de Tramways y Fuerza Ltda. La nueva usina construida por esta empresa, que inauguró sus servicios en 1914, se instaló en el sur del barrio Candioti, dando origen a un enclave de producción energética que aún subsiste; los equipos para esta nueva usina fueron traídos directamente de Inglaterra.82 La red de tranvías eléctricos se puso en marcha en su mayor parte en 1914, juntamente con la nueva usina, quedando para el año siguiente la habilitación del esperado tranvía a Guadalupe. El nuevo sistema se organizó en tres líneas, con un tendido esquemático que simplificaba notablemente el complejo trazado de la red de tranvías a caballo que funcionaba desde 1884; quedaban vinculados los puntos nodales de la ciudad: las tres estaciones ferroviarias, los hospitales de periferia, el matadero, las principales plazas, el bulevar y el barrio Candioti.83 Aunque el funcionamiento de todo el nuevo sistema energético y de transporte se inicia con posterioridad a la gestión de Rosas, su nombre quedó siempre vinculado a estos cambios por haber sido el promotor de los mismos. La prensa, los numerosos cronistas y el propio Rosas van construyendo una imagen de intendente progresista, activo y culto, con una fuerte presencia en todos los aspectos de la vida ciudadana, marcando un cambio rotundo respecto de sus predecesores; ningún intendente anterior había sido tan retratado como Rosas, ni tan entrevistado, ni nombrado cotidianamente en los periódicos locales como él. En el sistema electoral vigente en ese momento, en que el cargo de intendente no se definía por elección directa de los ciudadanos sino como delegación del gobernador provincial, la vocación por personalizar su gestión que manifiesta Rosas lo diferencia de otros intendentes del período y recién volverá a encontrarse muchos años más tarde, en los intendentes de la década de 1930-40; algunos de los comentarios de prensa resultan francamente exagerados, como los de la revista Vida Santafesina: “Al conjuro mágico de la vasta concepción estética de un espíritu selecto de artista, surge un Santa Fe moderno, gracioso, sonriente, que encanta, proporcionando agradables sorpresas a la vista observadora del visitante y gratas expansiones a la pupila fatigada del obrero del trabajo y de la idea. Santa Fe, cuajada de hermosas flores, plazas y jardines /.../ que salpican 80 Inauguración del Puerto de Ultramar. Edición Especial, Número Unico. Febrero II de MCMX. Buenos Aires, Talleres El Centenario, s/p. 81 MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, Languasco, 1911, pp. 213 a 225. 82 ACDM-AE. Tomo 1912/13, f. 419. 83 MOLLERACH, Félix. Los tranvías eléctricos de Santa Fe. Santa Fe, Imprenta Citta, 1939, pp. 25 y ss.

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con una nota alegre y eminentemente exquisita la monotonía de esas interminables filas de casas que forman las calles de las ciudades modernas, viene a constituir una artística joya que con orgullo prende a su regio tocado la gentil matrona del Plata. Esta obra de progreso y embellecimiento la debe Santa Fe a su intendente municipal, quien no se ha limitado sólo a esta tarea de ornato, sino que ha fomentado siempre el arte y la cultura en todas sus manifestaciones.”84

Esta revista, que inicia su publicación en coincidencia con el último año de la intendencia de Rosas, constituirá un verdadero órgano de difusión de su gestión, dedicando en todos sus números un espacio para dar a conocer obras municipales: habilitación de baños públicos, avance de las obras del asilo de mendigos, licitación de la red de tranvías, inauguraciones de plazas y jardines, fiestas populares, etc. Otros cronistas, aún de prosa más mesurada y tratando de dejar en claro su imparcialidad, tampoco ahorran elogios; tal el caso del diario Nueva Época que al momento de comentar la memoria presentada por Rosas luego de los dos primeros años de gestión, no se limita a transcribir los datos cuantitativos de dicho informe sino que se explaya en elogiosas consideraciones: “Hemos sido imparciales siempre al juzgar la gestión del señor Rosas al frente de la comuna, aplaudiendo muchas de sus iniciativas y observando otras, lo que acredita la imparcialidad de nuestro juicio /.../ el señor Rosas se ha mostrado inspirado de generosos proyectos y como un intendente trabajador, empeñosamente decidido en estimular los progresos urbanos, abarcando una acción que no sólo es administradora sino también de un orden superior dentro de la cultura /.../ El municipio cuenta hoy con hermosas plazas y paseos, con lo que la estética de la ciudad ha ganado extraordinariamente. Los jardines públicos, el arbolado y la estatuaria artística son mejoras que hablan en favor de las iniciativas felices del señor Rosas /.../ La memoria tiene detalles precisos de estadística que revelan preocupación y trabajo, como asimismo la serie de ordenanzas que a propuesta del D. E. ha sancionado el concejo deliberante...”85

Rosas permaneció durante dos períodos en el cargo, ya que Ignacio Crespo, el gobernador que asumió en 1910, le renovó la propuesta de su antecesor; en marzo de 1912, se produjo la intervención federal a la Provincia en virtud de la celebración de las elecciones provinciales para la gobernación y el poder legislativo, que se realizaron ese mes (primeras elecciones del país convocadas en el marco de la Ley Sáenz Peña que establecía el voto secreto, universal y obligatorio) y en las que la Coalición Conservadora fue derrotada por la Unión Cívica Radical; fue con esa intervención federal que el intendente cesaría en sus funciones, y el gobernador radical Manuel Menchaca designaría en su lugar al médico higienista Miguel Parpal, fundador y director de la Asistencia Pública municipal, con larga trayectoria profesional en la ciudad. En ese momento Rosas recibió amplias muestras de reconocimiento público ante la generalizada opinión de que la suya fue una gestión marcada por la existencia de muchos proyectos y novedosas iniciativas pero cuyas concreciones resultaban relativamente escasas; el intendente no había logrado sanear las finanzas municipales con recursos propios dado que la percepción de la renta no se cumplía con la regularidad requerida, en tanto que había resultado muy débil el apoyo financiero del Gobierno Provincial, en especial en su segundo período de gestión, cuando Crespo incumplía reiteradamente con las asignaciones al municipio, incluso reteniendo los servicios de la deuda externa municipal.86 A los pocos meses de abandonar la intendencia, Rosas emprendió un nuevo viaje a Europa, luego del cual ya no volvió a vivir en Santa Fe y regresó solamente en ocasión de las cortas visitas familiares; no obstante su paso por la intendencia se siguió recordando como muy provechoso para la ciudad:

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“Progresos Urbanos”, en Vida Santafesina – Revista quincenal ilustrada, Año I, nº 1, Santa Fe, febrero de 1911. Incluye fotografía del intendente y distintas vistas urbanas. 85 “Memoria del Intendente Municipal”, en Nueva Época, Santa Fe, 29/03/1910, p. 4. 86 “Administración Municipal”, en Nueva Época, Santa Fe, 29/03/1912, p. 1.

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“Ayer emprendió su tercer viaje de estudio y observación a Europa el caballero Edmundo Rosas, uno de los más sobresalientes y eficaces elementos de nuestra sociedad, cuyo temperamento artístico y arrestos progresistas impulsaron más de una vez movimientos en nuestra ciudad /.../ Su amor a la belleza queda testimoniado en las plazas y paseos públicos, en el arbolado de nuestra capital, transformados con delicado gusto artístico durante la época en que estuvo al frente de la comuna /.../ perdemos un vecino progresista de no comunes iniciativas...”87

En la década siguiente, su prestigio como hombre de gran cultura, será oficialmente reconocido al ser designado por el Gobierno Provincial como uno de los miembros del tribunal de notables que integraban la Comisión Provincial de Inventario de Monumentos; en 1926, mediante un decreto del Ministerio de Fomento, se había creado dicha comisión encargada de inventariar los sitios, monumentos y reliquias que por su valor artístico o histórico merecieran la protección y por parte del Estado, la cual quedó integrada por un historiador, un abogado y un ingeniero que en ese momento ocupaba una banca en el Congreso Nacional .88 V. 5) El Plan de embellecimiento Durante sus cuatro años de gobierno, y especialmente en los dos primeros, Edmundo Rosas fue presentando paralelamente al Concejo Deliberante y a la prensa local una serie de proyectos que, articulados con un sentido global, significaban una reestructuración general de la ciudad que puede ser entendida como un verdadero plan urbanístico; si bien no ha podido obtenerse la documentación del plan completo y ni siquiera se tienen certezas de que haya existido con formato de tal, las distintas descripciones de los proyectos unitarios en las memorias presentadas al Concejo y expuestas en crónicas periodísticas de la época permiten, en una lectura integrada de los mismos, reconstruir los lineamientos generales de lo que fue la vocación de efectuar cambios rotundos sobre la planta urbana de Santa Fe. (Imagen V.12) En todo momento se hace muy notoria la decidida voluntad del intendente en la definición de los principales elementos y características generales de este plan, lo que queda demostrado en la convicción e insistencia conque los distintos proyectos son mostrados y explicados en la prensa por el mismo Rosas, pese a no poseer una formación disciplinar específica.89 Por otra parte, también es dable suponer que el intendente haya estado secundado en la elaboración de sus propuestas por el jefe de la Oficina de Obras Públicas, ingeniero Arturo Lomello, 90 ya que éste había demostrado, durante su prolongado desempeño en la dependencia municipal, una relativamente sólida formación en materia urbanística, no obstante lo cual el intendente no menciona a ningún técnico cuando expone sus propuestas, asumiendo personalmente la autoría de todo lo que pretende lograr en materia de transformación urbana. 87

“Señor Edmundo Rosas”, en Nueva Época, Santa Fe, 29/08/1912, p. 4. AGPSF-Ministerio de Fomento. Decretos, Tomo 1925/26, f. 315, fecha 08/10/1926. Los integrantes que designaba el mismo decreto eran José Luis Busaniche, Edmundo Rosas y el ingeniero Ramón Araya. 89 Tanto en comentarios de la prensa como en reportajes, discursos e informes al Concejo Deliberante de Rosas se pone de manifiesto su compenetración con las cuestiones urbanísticas; durante su intendencia se operó una jerarquización de la Oficina de Obras Públicas Municipal dotándola de más personal y presupuesto. 90 Como ya se vio en el capítulo IV, el ingeniero Arturo Lomello (1860-1941), graduado en el Politécnico de Turín, Italia, se afincó definitivamente en Santa Fe en 1893 y en 1895 asumió el cargo de jefe de la Oficina de Obras Públicas Municipal. Desde esa función puso de manifiesto una sólida formación profesional, no sólo por los importantes proyectos de edificios que fueron de su autoría, sino también en el campo urbanístico, interviniendo en los más variados emprendimientos a nivel de servicios e infraestructura durante los años de mayor impulso en el proceso de modernización de la ciudad; participó de los proyectos de tendidos de aguas corrientes, pavimentos y adoquinados, primeras líneas de tranvías eléctricos, etc. Diseñó también la apertura del primer tramo de la Avda. Costanera (Alameda Isabel La Católica) en 1902 y del Parque Oroño; asesoró en el trazado de numerosos loteos y urbanizaciones y, en 1912 llevó adelante un relevamiento catastral del municipio. Ver Capítulo IV, nota nº 94. 88

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El núcleo desde el que se organizaba todo el Plan de Rosas era un gran parque que se instalaría en los terrenos que acababan de ser ganados al río con motivo de la construcción del nuevo puerto de ultramar que se estaba desarrollando; en realidad el origen del mismo se había dado en la gestión anterior, ya que tres meses antes de asumir Rosas, sobre finales de la intendencia de Manuel Irigoyen, el diario Nueva Epoca anunciaba un proyecto en elaboración que de realizarse "...vendría a embellecer notablemente esta capital..."; se trataba de un gran parque de aproximadamente cinco hectáreas de extensión, a construirse en la franja de tierra remanente entre la traza del nuevo puerto y la calle Rivadavia, la vía que constituía el límite oeste del puerto antiguo. De acuerdo a la noticia, se preveía que desde Buenos Aires viniera el "director general de jardines y paseos" (que por esos años era el renombrado paisajista francés Carlos Thays) para realizar el proyecto; se daban también otros detalles que completaban la información.91 Sobre dicho proyecto no se han encontrado otras referencias más que esta información periodística hasta que, a poco de asumir la intendencia, Rosas comenta a la prensa local su interés por concretarlo, pero complementándolo con una avenida de vinculación directa entre este nuevo parque y el primer parque urbano de la ciudad, ubicado en la ribera de la laguna Setúbal, el Parque Oroño, inaugurado en 1905; la traza de la avenida resultaría diagonal a la dirección de la cuadrícula urbana y su construcción iba a materializar un límite norte para todo el sector portuario, por lo que se denominaría Avenida del Puerto. A la vez propone la ampliación considerable de la superficie del Parque Oroño, que era de apenas dos hectáreas, anexándole las dos últimas manzanas correspondientes al primer trazado del Barrio Candioti, con sendos frentes al Bulevar Gálvez y al parque, que aún se hallaban como terrenos vacantes y eran propiedad del Banco de la Provincia de Santa Fe. A tal fin Rosas, a menos de un mes de asumir el cargo, ya gestiona ante el Ministerio de Gobierno Provincial la cesión de dichos terrenos al municipio por parte del Banco;92 la iniciativa abortó porque el pedido no halló eco favorable en el banco oficial, y el parque continuó teniendo su superficie original. De concretarse esta idea, hubiera significado una ganancia para el proyecto en su conjunto ya que ambos parques hubiesen igualado aproximadamente su superficie, generándose una situación más equilibrada en la dotación de espacios verdes sobre la planta urbana, a la vez que el Oroño hubiese asumido una escala más acorde con su posición doblemente jerarquizada como cabecera del bulevar y de la avenida costanera. Al mes siguiente, cuando seguramente ya le había sido negada su solicitud, el intendente sostiene ante la prensa su proyecto, enfocando especialmente la cuestión del parque central y la avenida diagonal sin mencionar la ampliación del parque costero. (Imagen V.10b) "Como no se trata de gastar dinero y si de poner voluntad y constancia, he de buscar trazar los lineamientos del parque central en los terrenos ganados al puerto, a una cuadra de la calle principal, dotando a Santa Fe de una riqueza edilicia que no tiene Buenos Aires. Quedará así en comunicación con el extremo norte de la ciudad en el Paseo Oroño, resolviendo un problema de estética y de comunicación rápida para el futuro, pues el recorrido supone una

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“...se trata de la construcción de un espléndido paseo, de un gran parque donde podrían tener lugar los ejercicios físicos de los alumnos de las escuelas fiscales /.../ la municipalidad donaría el terreno /.../ Inmediato al paseo se construiría un palacio para instalar en él la Escuela Normal Nacional /.../ Acaso en dicho parque se levantase el proyectado monumento a los convencionales de 1852”. Ver: "Gran Parque", en Nueva Epoca, Santa Fe, 03/01/1908, p. 4. 92 Nota al ministro de Gobierno de la Provincia, Calixto Lassaga, de fecha 20 de abril de 1908. Copia remitida al Concejo Deliberante, archivada en: ACDM-AE, Tomo 1905/1908, f. 634. Publicada en Nueva Época, Santa Fe, 21/04/1908, p. 4. Ante la negativa del Banco de la Provincia, Rosas, siendo conciente de la imposibilidad de adquirir terrenos porque las finanzas municipales se hallaban colapsadas, buscó alternativas menos costosas para continuar su tarea de mejoramiento y ampliación de los espacios verdes. Esta intendencia se caracterizó por sus preocupaciones en este sentido, como ya se vio en el capítulo anterior; ver Capítulo IV, notas nº 159 a 161.

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economía de veinte minutos de tiempo, comparando con el actual por calles en ángulo recto."93

El parque central tendría características de parque de invierno (e incluiría un umbráculo, una pradera para ejercicios físicos y un jardín botánico), puesto que existía una tendencia en la población de preferir en invierno los lugares más protegidos, próximos al centro comercial, en tanto que para la recreación estival se detectaba un mayor interés por acercarse a la ribera de la laguna, alejándose del área central, por lo que el Oroño pasaría a ser el parque de verano; con el central el intendente aspiraba a resolver problemas de orden sanitario a la vez que sociales y educativos.94 Pero la idea era sólo el núcleo de una propuesta más ambiciosa: dotar a la ciudad de un sistema de avenidas ortogonales y diagonales que agilizaran el tránsito en la misma, lo que ya había sido objetivo del intendente al plantear, como vimos, la primera diagonal para la Avenida del Puerto, a la vez que jerarquizar una trama circulatoria que se consideraba monótona y perimida, en tanto producto de la ancestral condición de centro colonial. El plan global contemplaba entre sus principales acciones, el ensanche a veinticinco metros en toda su extensión de dos calles del casco histórico: la calle 4 de Enero (antiguo borde oeste de la planta urbana, de dirección norte-sur y a tres cuadras de la plaza principal) y la calle Mendoza (considerada el límite norte del área histórica, de dirección este-oeste, a siete cuadras de la plaza); ambas calles tenían la dimensión original de doce varas de ancho (aproximadamente 10,50 metros) en el tramo más antiguo pero con el ensanche pasaban a transformarse en avenidas.95 La calle 4 de Enero tenía en ese momento 25 cuadras de largo, de las cuales sólo tres se hallaban pavimentadas y podría afirmarse que la densidad de ocupación sobre sus frentes era relativamente baja, si se consideran los datos de cantidad de habitantes por manzana que demuestra el censo municipal de 1907, y la persistencia de lotes de grandes dimensiones, resabios de las antiguas quintas que allí existían hasta fines del siglo XIX, en más del 70% de las manzanas con frente a dicha calle. En cambio la calle Mendoza, de trece cuadras de largo, se hallaba pavimentada en su totalidad y su consolidación edilicia era mucho mayor, mostrando una mayor densidad de población en las manzanas con frente a la misma y un loteo más compacto, sobre todo en la zona coincidente con el centro comercial.96 (Imagen V.14a) Se proponía también el ensanche a veinte varas (17,32 metros) de las dos vías más próximas al área portuaria y ferroviaria: las calles Rivadavia y Belgrano, de dirección nortesur, que se ampliarían en una extensión de cuatro cuadras cada una, en el tramo que comprendía desde el nuevo puerto hasta la Plaza España unificándose de este modo con las restantes calles de los barrios del norte de la ciudad;97 la valoración positiva de la prensa oficialista no se hace esperar y se apunta precisamente a la factibilidad del proyecto de ensanche de estas dos vías por considerar: “...que la casi totalidad de las casas de esa zona son antiguas, por lo que la ciudad en un futuro no muy lejano contará con dos nuevas 93

“Interesante Reportaje”, trascripción de una entrevista realizada al intendente por el periódico La Argentina, de Buenos Aires, en: Nueva Epoca, Santa Fe, 07/05/1908, p. 1 y 4. 94 Inauguración del Puerto de Ultramar. Edición Especial, Número Único. Febrero II de MCMX. Buenos Aires, Talleres El Centenario, s/p. 95 Ordenanza nº 1055 de fecha 28/06/1910. MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, Languasco, 1911, pp. 503 a 507; esta ordenanza dispone el ensanche, dictándose a continuación la ordenanza 1056 de la misma fecha, que autoriza al intendente a gestionar ante las cámaras legislativas de la Provincia la ley de expropiación para efectivizar dicho ensanche. El mismo se haría progresivamente a medida que se modificaran los frentes de las propiedades existentes y las erogaciones que ocasionara se cubrirían con un impuesto de mejoras que abonarían los frentistas a las futuras avenidas, durante diez años. 96 Para esta estimación se cruzan datos de distintas fuentes: el Catastro de Cattaneo de 1893 (Ver Capítulo III, notas nº 70 y 71) único registro existente para esa fecha, el Censo Municipal de 1907 (ya citado reiteradamente en este capítulo) y MCSF. Anuario Estadístico de la Ciudad de Santa Fe – Año VI, 1910. Santa Fe, Ed. Ramón Ibáñez, 1911, pp. 154-155. 97 Ordenanzas nº 979 y 981 respectivamente, de fecha 22/10/1909. MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, Languasco, 1911, pp.173-174. Al igual que en el caso anterior, el ensanche se haría progresivamente a medida que se modificaran los frentes de las propiedades existentes y se aplicaría un impuesto de mejoras similar al anterior.

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avenidas que son toda una promesa para la estética...”,98 puesto que esas casas antiguas estarían muy pronto destinadas a la sustitución por nuevos edificios. (Imágenes V.14b y V.14c) Las intersecciones entre estas cuatro nuevas avenidas y algunas de las plazas existentes en el área urbana constituirían la base para el futuro trazado de diagonales, adquiriendo los espacios verdes, y en especial el parque, un rol protagónico en esta nueva estructura. Efectivamente, en coincidencia con la intersección de las dos nuevas avenidas Mendoza y 4 de Enero se encontraba la manzana que había albergado al antiguo cementerio de San Antonio, que se había clausurado definitivamente a fines del siglo XIX; en este sitio el Plan preveía construir una gran plaza pública que a la par de la intersección de las dos avenidas surgidas de los ensanches sería, en el futuro, el punto de cruce de dos nuevas avenidas diagonales que se trazarían una desde la Plaza de Mayo hasta el vivero municipal ubicado en el suburbio noroeste (antiguo Cementerio Católico) y otra desde la estación del Ferrocarril Buenos Aires y Rosario ubicada al suroeste de la planta, hasta la Plaza España, en las proximidades de la primera estación ferroviaria. (Imágenes V.12 y V.13a a V.13c) Al presentar el proyecto ante el Concejo Deliberante en mayo de 1910, el intendente dejó en claro las dos etapas del mismo, previendo comenzar con el ensanche de las calles existentes y derivar, para un futuro más lejano, la apertura de las avenidas diagonales; el intendente expuso una serie de argumentos fundamentando las características del mismo y su viabilidad de ejecución, ya que consideraba que ese nuevo nudo circulatorio estaba llamado a ser "...por la especialidad de su situación, el núcleo principal del comercio e industria de la futura ciudad...”;99 es de notar que Rosas habla de “futura ciudad”, en contraposición a la ciudad actual, poniendo de manifiesto la convicción de que, pese a estar operando en un centro consolidado, de lo que se trata es de re-fundar la ciudad a partir de este nuevo trazado. La necesidad de ensanchar las angostas calles del centro histórico y de trazar diagonales se justificaba en función de esta aspiración renovadora y de lograr condiciones más eficientes para el tránsito público. “La apertura de grandes arterias públicas que respondan al desenvolvimiento siempre creciente de los centros urbanos, se requiere con carácter apremiante en ciudades como Santa Fe que por la pobreza de su trazado colonial, lo embrionario o vetusto de su edificación y los progresos que ya se palpan en la terminación de las obras del puerto, exigen la iniciación de las grandes reformas edilicias que han de impulsar su estética y vialidad futura, siquiera sea en la forma lenta y tímida a que obliga la situación de las finanzas municipales, pero con la alta previsión del momento en que se las encara, ya que la moderna edificación que se inicia en las mismas permitirá resolver paulatina y económicamente la realización de los ensanches /.../ La construcción de estas vías constituye /.../ la base indispensable para dar a la futura planimetría de la ciudad, proyecciones suntuosas y cómodas a la vez /.../ pudiendo sostener que las nuevas vías formarán y cimentarán también los nuevos barrios".100

Se incluía también en el plan de la Intendencia, la apertura de la Gran Avenida del Centenario, en concordancia con proyectos similares emprendidos en varias ciudades argentinas, que consistía en una avenida central de orientación este-oeste de tres cuadras de largo entre la Plaza de Mayo y la Plaza Pringles, con el fin de reunir en un "vasto plan de coordinación estética", los palacios de gobierno y legislativo y el nuevo colegio jesuítico, cuyas sedes se hallaban en construcción simultáneamente en ese momento.101 (Imagen V.15a)

98

“Noticias Edilicias – Propósitos iniciativos” (sic), en Nueva Época, 23/10//1909, p. 1. “Boulevares 4 de Enero y Mendoza - Importante Proyecto de la Intendencia”, en Nueva Epoca, Santa Fe, 29/06/1910, p. 4. En ANEXOS se incluye el texto completo de la nota de prensa. 100 Del Mensaje del intendente al Concejo Deliberante al presentar el proyecto. ACDM-AE, Tomo 1909/11, f.312; Publicada también en Nueva Época, Santa Fe, 29/06/1910, p. 4. 101 Inauguración del Puerto de Ultramar. Edición Especial, Número Unico. Febrero II de MCMX. Buenos Aires, Talleres El Centenario, s/p. El intendente da a conocer este proyecto a través de la prensa, pero no lo eleva al Concejo Deliberante sino a las Cámaras Legislativas provinciales, por cuanto la gestión de la apertura de la avenida queda vinculada a la construcción del Palacio Legislativo. 99

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Efectivamente, en 1908 se había demolido el histórico edificio del cabildo y la sede de la jefatura de policía (construida en terreno lindero a aquél) para levantar sobre ese frente sur de la plaza fundacional, la nueva Casa de Gobierno provincial que se inauguró en 1915; en el mismo año, la Orden de la Compañía de Jesús, había iniciado la construcción de un monumental edificio sobre el frente este de la plaza y lindando con el templo colonial, para dar nuevo albergue al antiguo colegio. Asimismo el Gobierno Provincial había decidido en 1908 construir un edificio para el Palacio Legislativo provincial en la Plaza Coronel Pringles, tres manzanas al oeste de la Plaza de Mayo; en este caso se preveía levantar el edificio en la plaza misma, ante la oposición de los vecinos que pedían que no se ocupara este espacio recreativo. Para jerarquizar el trazado de la avenida, Rosas elevó a las cámaras una propuesta de cambio de localización del Palacio, ubicándolo fuera del perímetro de la plaza, en la manzana enfrentada a la misma por el oeste, con lo que su fachada principal se convertiría en remate del eje de la Avenida del Centenario, pero tal iniciativa no fue tenida en cuenta por los promotores del proyecto debido a que los terrenos en los que el intendente proponía levantar el edificio eran propiedad de particulares, en tanto la plaza era propiedad del Gobierno Provincial, y se prefería evitar las expropiaciones.102 (Imágenes V.15a a V.15c) Los argumentos de Rosas, en cambio, atendían más integralmente la cuestión, vinculando los aspectos estéticos y los valores de representación del Estado Provincial a través de los distintos poderes articulados mediante sus sedes en el espacio público, a la vez que no desconocía la importancia de que el proyecto tuviera visos de viabilidad. En la nota en que eleva su proyecto a las Cámaras, destaca: “...la construcción de un edificio público de proyecciones artísticas monumentales exige como marco indispensable las perspectivas que lo destaquen” / propone entonces / “...habilitar una avenida de treinta metros de ancho en las manzanas que separan la Plaza de Mayo de la Plaza Pringles, considerando que la expropiación de todas las propiedades que supone este proyecto no son todavía de excesivo monto por tratarse de terrenos baldíos y fondos de edificios, cuyo pago podría involucrarse en la suma total para la construcción del palacio” / la ciudad podría así / “...festejar el centenario de nuestra emancipación incorporando a sus adelantos la apertura de esta nueva avenida que bien convendría bautizar con el nombre de tan fausto acontecimiento.”103

Lo expresado por Rosas se comprueba fácilmente, puesto que debe recordarse que se trata de algunas de las manzanas con mayor antigüedad de ocupación, inmediatamente aledañas a la plaza fundacional, en las que se conserva todavía parcialmente una subdivisión en grandes lotes, propia del reparto original; constatando el parcelamiento registrado en el catastro de Cattaneo, de la década anterior, se verifica que si se hubiera abierto la avenida propuesta, se hubiesen afectado muy parcialmente sólo unos quince terrenos, por lo que las tratativas se hubieran reducido a unos pocos propietarios, como se desprende del plano que se adjunta; a la vez, por la forma de distribución de lo edificado en los lotes, la superficie construida que debía demolerse era relativamente escasa. Según la prensa de la época, la Gran Avenida del Centenario, en caso de haberse concretado hubiese sido una obra “...con la cual habría sido el sud, el barrio más suntuoso de la capital de la Provincia...”.104 Por último, el Plan Rosas contemplaba la construcción de un parque de tres hectáreas en el extremo sur de la calle San Martín (en los "bajos del antiguo hospital"), aprobando el Concejo Deliberante destinar estos terrenos municipales para tal fin por 102

Legislatura de la Provincia de Santa Fe, Cámara de Senadores – Archivo. Sesiones-Año 1909, pp. 84 a 89. Fecha 15/06/1909, sesión en que se aprueba el proyecto de construcción del Palacio Legislativo y se desestima la propuesta municipal. La oposición al proyecto se registra en la prensa; ver: “En defensa de una Plaza”, en Nueva Época, Santa Fe, 05/07/1910, p. 4. 103 Legislatura de la Provincia de Santa Fe, Cámara de Senadores – Archivo. Sesiones-Año 1909, pp. 51-52. Fecha 13/05/1909, sesión en que se da lectura a la solicitud presentada por el intendente Rosas a las Cámaras. La nota del intendente tiene fecha 12/05/1909. 104 “Mejoras en el Sud”, en Nueva Época, Santa Fe, 12/11/1909, p. 1.

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ordenanza de octubre de 1910; la zona en que se proyectó el parque, muy próxima al centro fundacional, cuatro cuadras al sur de la Plaza de Mayo, se encontraba totalmente marginada respecto del Barrio Sur ya que desde principios del siglo XIX se habían alojado allí algunos usos incompatibles con las funciones de la ciudad central, como el Hospital de Caridad que acababa de trasladarse a su nuevo edificio en la avenida del oeste, algunos hornos de ladrillos y una fábrica de tejas. Pensar un parque público, aunque sólo tuviese las exiguas tres hectáreas de tierras municipales, significaba integrar ese borde relegado a la vida urbana y aprovechar el valor de paisaje que, al igual que en el Parque Oroño en la boca de la Laguna Setúbal, proveía la proximidad con el río.105 V. 6) Limitaciones y viabilidad del plan Es evidente que Rosas vislumbró la importancia que tenía para la transformación de la ciudad la conclusión del Nuevo Puerto de Ultramar, no sólo por el volumen de actividad que supondría, sino también por su estratégica localización; y analizando el plan a la luz del desarrollo posterior del área, queda claro que precisamente las cuestiones que se vinculan más directamente con la configuración emergente del nuevo puerto, fueron las únicas que más tarde o más temprano, a lo largo del siglo XX llegaron a concretarse (el Parque Central en los terrenos ganados al río, la avenida diagonal que bordea al puerto por el norte y que vinculaba a aquél con el Parque Oroño, y el ensanche de la Avenida Rivadavia efectivizado a pleno medio siglo más tarde). Los ensanches de calles que se transformaban en avenidas eran, al parecer, la herramienta clave de la que el intendente se valía para llevar adelante su proyecto modernizador: “La uniformidad del ancho de calles es cada día más necesario (sic) en virtud de la importancia del tráfico que en un futuro no lejano, ha de desarrollarse en la ciudad /.../ Los ensanches son de fácil realización pues la poca densidad de su actual edificación no hará tan costosas las expropiaciones por ese concepto /.../ en conjunto vendrán a favorecer la estética de la ciudad dándole proyecciones de embellecimiento que complementarán su perspectiva...”106

A diferencia de las acciones del Plan de Arzeno que se vio en el capítulo III,107 en este caso la factibilidad del proyecto había sido bien estudiada por el Departamento Ejecutivo, y se pretendía recurrir a una política de ejecución de las obras que contara con amplio consenso en la población; la previsión era ir logrando acuerdos particulares con los propietarios, los que se verían beneficiados por la nueva condición de urbanidad que las obras provocaban, evitando de este modo la expropiación drástica que hubiese significado importantes erogaciones que el municipio no estaba en condiciones de realizar; se preveía resolver gradualmente la cuestión a medida que avanzara la renovación edilicia en las calles a ensanchar (para cuyo completamiento se estimaba un plazo de 15 años) compensando a los propietarios por el valor del terreno, eximiéndolos del pago de derechos de edificación, impuestos, etc. y beneficiándolos con la gratuidad temporaria de los servicios públicos. La suposición de que en esas calles se lograra un rápido y homogéneo proceso de sustitución edilicia, con la consecuente posibilidad de hacer factible el ensanche sin mayores erogaciones de dinero público, no resultaba totalmente descabellada en el marco de la dinámica urbana que se vivía. En un balance realizado por la Oficina de Obras Públicas para el año 1909, se desprende que en ese año se habían concedido en la ciudad 1.103 105

Ordenanza nº 1091, de fecha 26/10/1910. MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, Languasco, 1911, p. 505. El parque iba a ser construido sobre terrenos fiscales en su mayor parte, por personal del municipio, con proyecto de la Oficina de Obras Públicas. Terminada la intendencia de Rosas el proyecto quedó sin efecto y recién en la década de 1940 el Gobierno Provincial construyó un parque de mayor extensión e importancia, en ese sitio. 106 ACDM-AE, Tomo 1909/11, f.310. 107 Ver Capítulo III, notas nº 78, 80 y 81. En aquel plan de 1889, muchas de las acciones requeridas (fundamentalmente las expropiaciones para apertura o ensanches de calles) no habían sido suficientemente estudiadas en su factibilidad.

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permisos para levantar nuevas edificaciones; cuantificando en longitud de nuevos frentes construidos, el ingeniero Arturo Lomello estima que, ubicados consecutivamente, estos edificios completarían veinticuatro cuadras lineales de obras de planta baja y tres cuadras lineales de obras de dos o más pisos, por lo que, de mantenerse este ritmo de crecimiento del parque edilicio, en quince años era previsible que se levantaran en la ciudad más de 400 cuadras de nuevas edificaciones.108 En ese marco auspicioso, y siendo que algunas de las calles principales ya contaban con edificios bien consolidados, era pertinente prever un proceso de sustitución rápido en una calle próxima al centro y con baja consolidación como lo era la calle 4 de Enero. Ninguno de los proyectos de apertura y ensanches de avenidas llevaba incorporadas las propuestas de nueva edificación ni abundaba en precisiones sobre el tipo de construcciones y usos previstos para las distintas áreas, ni sobre el número de pisos que era posible levantar; es decir, el agregado edilicio no estaba definido con anticipación, ni siquiera en términos de normativa. En este sentido, las únicas disposiciones conque se contaba en la ciudad eran las ordenanzas que fijaban retiros respecto de la línea municipal y alturas máximas y/o mínimas de lo edificado, y debe suponerse que cuando el intendente hablaba de obtener “perspectivas que destaquen” y “proyecciones artísticas monumentales”, en realidad pretendía, un tanto ingenuamente, regular el paisaje urbano en base a dichos instrumentos y al accionar de los vecinos impulsando la dinámica edilicia de la ciudad y aprovechando al máximo las posibilidades que la reglamentación permitía.109 Para la calle San Martín, eje principal de dirección norte-sur que organizaba el sector más característico del centro comercial articulándolo con el barrio sur, regía desde la intendencia de Irigoyen una ordenanza que establecía una altura mínima de 13,5 metros para todas las nuevas construcciones que se levantaran con frente a la misma en las 12 cuadras que se extendían desde la Plaza de Mayo hasta atravesar el centro comercial;110 para el resto de las calles del casco histórico existía lo dispuesto en el Reglamento General de Edificaciones de 1895, respecto de fijar la altura máxima permitida en 14 metros con excepción de las que se abrieran a plazas, paseos y bulevares, casos en los que dicha altura podría aumentar;111 es evidente que el plan operaba sobre la presunción de un máximo aprovechamiento de las posibilidades del lote para lograr la escala edilicia a la que se aspiraba. (Imagen V.1b y V.3b) En cambio para los edificios que tuvieran sus frentes a bulevares (ya trazados o a delinearse en el futuro) Rosas presentó un proyecto de ordenanza que fue aprobado por el Concejo Deliberante y que establecía exoneración del pago del impuesto municipal por cinco años y de las tasas por permiso de construcción, para todos los terrenos que dejaran un espacio para jardín no menor de seis metros entre la línea municipal y el edificio y que levantaran el cerco con rejas u otro dispositivo que permitiera la apreciación del jardín desde la calle;112 evidentemente se trataba de una estrategia del intendente para incentivar una 108

“Informe de la Oficina de Obras Públicas Municipal – 1909”, en: MCSF. Anuario Estadístico de la Ciudad de Santa Fe – Año VI, 1910. Santa Fe, Ed. Ramón Ibáñez, 1911, pp. 148-152. También publicado por la prensa con el título: “La edificación en Santa Fe”, en Nueva Época, Santa Fe, 14/01/1910, p. 4. 109 Este interés de Rosas por contar con el apoyo de los propietarios que, en el marco de la ciudad que progresaba, construyeran edificios acorde a la escala y calidad esperada, es lo que lo lleva a instituir los dos “Premios a la Edificación”, además del premio a la mejor fachada que era parte de los Juegos Florales ya comentados. Para estos premios la ordenanza contemplaba entregar dos premios por año, “...a los dos edificios que reúnan mejor conjunto arquitectónico y ornamental en sus fachadas”, premio que consistiría en la devolución de lo que hubiesen pagado como impuesto al permiso de edificación y una suma de dinero fijada en 700 y 300 pesos respectivamente; el dinero asignado al primer premio era equivalente al sueldo mensual del ingeniero municipal en ese momento. Ver: Ordenanza nº 843, de fecha 30/05/1908. MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, Languasco, 1911, p. 242. 110 Ver: Ordenanza nº 673, de fecha 07/04/1906. MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, Languasco, 1911, p. 152. 111 Ver Capítulo IV, nota nº 52. 112 Ordenanza nº 1032, de fecha 15/03/1910. MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, Languasco, 1911, pp. 155-156.

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ocupación y un paisaje de barrio jardín, conciente de que no contaba con los instrumentos normativos necesarios. La dificultad para establecer retiros obligatorios era evidente, en razón de la resistencia que mostraban los vecinos a aceptar cualquier restricción al dominio, lo que había podido comprobarse en el rechazo generalizado a las disposiciones sobre ensanche de calles producido en los últimos años del siglo anterior, que habían llevado a la derogación de numerosas ordenanzas al efecto;113 seguramente no podían escapar a la observación del intendente, las dificultades que suponía llevar adelante unos proyectos como los que estaba pergeñando, sin contar con un cuerpo técnico suficientemente solvente y en las limitadas condiciones que presentaba la ciudad en términos de asimilación de este tipo de iniciativas.114 Entre las dificultades, cabría considerar también el magro desarrollo de la disciplina en el ámbito local (no sólo a escala urbanística sino incluso a escala de la arquitectura), que se puede medir a partir de ciertos indicadores inmediatos; por una parte el hecho de que aún existiendo en el plantel técnico municipal un ingeniero de cierta trayectoria, como lo era el activo jefe de la Oficina de Obras Públicas Arturo Lomello,115 la función de éste se limitara en esta etapa, al menos en apariencias, a la producción de información estadística y a velar por el cumplimiento de la normativa antes que a producir los proyectos urbanos, cuya autoría se diluía en el discurso oficial, al ser presentados, explicados y fundamentados siempre por el intendente. Por otra parte, en la ciudad se había creado a principios del siglo una “Sociedad de Arquitectos y Constructores de Santa Fe” pero sus objetivos eran exclusivamente de defensa de los intereses corporativos de sus miembros y, a diferencia de lo que ocurría con la Sociedad de Arquitectos de Buenos Aires,116 los profesionales santafesinos no consideraban ninguna incumbencia en las cuestiones urbanísticas ni se proponían ninguna función de asesoramiento a la dirigencia política o de formación de opinión en la comunidad, cosa que era habitual que hicieran los médicos, por ejemplo;117 por otra parte, en ese momento trabajaban en la ciudad sólo tres arquitectos, once agrimensores y un número impreciso de ingenieros, por lo que la mayor parte de los integrantes de la mencionada Sociedad eran empíricos constructores de obras, que no tenían formación en materia urbanística.118 113

Ver Capítulo IV, notas nº 94 a 96. Esa resistencia a disponer fracciones de tierra privada para los ensanches persistió hasta muy avanzado el siglo XX ya que en la provinciana Santa Fe no se valoraban las mejoras que podían acarrear las nuevas vías. El ensanche de las calles 4 de Enero y Mendoza, en los tramos comprendidos en el viejo trazado nunca se hizo efectivo y otro tanto ocurrió con la calle Belgrano. La calle Rivadavia fue ensanchada en la segunda mitad del siglo XX, en un proceso muy extendido en el tiempo, pero con posterioridad a la ordenanza de Rosas tampoco se concretó y dicha ordenanza se derogó en 1922, ante el reclamo de los vecinos que veían en ella un freno a sus iniciativas de construcción: “...La rectificación sancionada en 1909 no se ha podido hacer efectiva ni en un solo tramo, por cuanto los propietarios parece se abstuvieran a construir por temor a la ordenanza misma y a los martillos que formarían entre sí las propiedades nuevas con las que quedarían...” (nota al Concejo Deliberante de un vecino que pretende construir un edificio sobre la Avenida Rivadavia). ACDM-AE, Tomo 1922, f. 316. Como respuesta a éste y otros reclamos recibidos, la Ordenanza nº 2055 de fecha 30/05/1922, deroga la ordenanza nº 979. 114 Como dijimos, el intendente era abogado y había vivido en la Capital Federal durante la apertura de la Avenida de Mayo, debiendo haber conocido los conflictos y dificultades que ésta planteaba al poder político. Al momento de considerar un plan de diagonales esas dificultades se multiplicaban por la intervención sobre un mayor número de lotes con una geometría más compleja; vale recordar que en Buenos Aires la apertura de la Diagonal Norte demandó casi treinta años y la Diagonal Sur no llegó a completarse, demostrando que aún en una gran capital, estos proyectos resultaban muy difíciles de concretar: Ver GUTIERREZ, R. Op. cit., p. 154. 115 Ver nota nº 90 de este capítulo. 116 Sobre el rol de formación de opinión en la dirigencia que tuvo desde sus inicios (1904) la Sociedad Central de Arquitectos, ver: NOVICK, A. Op. cit., pp. 44-45. 117 Los estatutos de la Sociedad de Arquitectos y Constructores están archivados en la Municipalidad santafesina por cuanto en octubre de 1902 solicitaron al Concejo Deliberante les otorgue ingerencia en el examen que el municipio tomaba para habilitar a los Maestros de Obra que podían desempeñarse en la ciudad. ACDM-AE, Tomo 1902/04, fs. 125 a 134. 118 De acuerdo al Censo Municipal de 1907, había en la ciudad sólo tres arquitectos, once agrimensores y treinta y ocho ingenieros, pero esta última cifra no es muy confiable, ya que entre éstos muchas veces se consideraba a los constructores italianos que se autodenominaban ingenieros sin tener título universitario y deben contarse además muchos ingenieros mecánicos que trabajaban en las compañías ferroviarias, sin vinculación con temas de edilicia y urbanismo. Ver: MCSF. Censo Municipal de Santa Fe - Población, Edificación, Comercio e Industria - 1907. Santa Fe, Imp. La Argentina, 1908, p.

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A diferencia del momento en que se trazaron los bulevares, en que sólo se pensó en proyectar la ciudad nueva, la ciudad que surgía del crecimiento y la expansión, este plan de transformación de la ciudad en su conjunto a partir de un trazado que articulaba distintos centros (el gran centro comercial que Rosas imaginaba surgir en torno a la Plaza de San Antonio, el sub-centro vecino a la primera estación ferroviaria en la Plaza España, otro subcentro inmediato a la estación ferroviaria del oeste, y el Parque Central, lindero con el puerto) apuntaba a la ciudad existente y debía alcanzar también al aletargado barrio del sur, puesto que tanto el Parque del Sur como la Avenida del Centenario, suponían cambios importantes en la trama de espacios públicos del sector, fuertemente dominado por el histórico damero hispánico y sobre el que hasta entonces no se había generado (con excepción del utópico Bulevar Central de Arzeno) ninguna propuesta de renovación de escala urbanística. Con la avenida central, que suponía una operación de cirugía urbana sobre una de las líneas de manzanas más antiguas de la ciudad abriendo nuevas perspectivas, y como el parque que desarticulaba el trazado de cuadrícula siguiendo la configuración natural del terreno, se provocaba una abrupta ruptura respecto de los patrones espaciales tradicionales. V. 7) Planes y proyectos en otras ciudades del interior Desde el punto de vista urbanístico la propuesta santafesina implicaba una muy profunda transformación urbana al incorporar, como elemento novedoso que desestructuraba la monotonía del damero tradicional, la diagonal, incorporando a Santa Fe un elemento extraño a su espacialidad; desde una mirada apresurada, esto se podría vincular con la intervención haussmanniana para París, aunque entendiéndola sólo como una referencia remota dada la ya comentada disparidad de las condiciones de aplicación. Más bien resulta oportuno considerar que, contemporáneas al Plan Rosas, existen distintas iniciativas en otras ciudades del interior para desarrollar transformaciones urbanísticas con criterios y estrategias relativamente similares; incluso algunas son asombrosamente próximas a las propuestas del plan de Santa Fe. En Rosario, ciudad natal del intendente Rosas, principal centro urbano de la Provincia en la que Santa Fe es capital política, con vínculos y rivalidades históricamente mantenidos entre ambas, existieron entre fines del siglo XIX y primera década del XX una serie de proyectos que intentaron renovar la estructura urbana en función de nuevos principios estéticos y funcionales que trascendieran el pragmático damero; algunos abarcaron la ciudad en toda su extensión o en grandes sectores, como el plan de ensanche de los agrimensores Warner y Pusso (1890) propuesto para la franja periurbana inmediata a la ronda de bulevares, que preveía un trazado combinando la continuidad de la cuadrícula con una macro-red de avenidas diagonales focalizadas en algunas plazas estratégicamente ubicadas, que no llega a concretarse;119 (Imagen V.17a) y otros, intentaron operar sobre la ciudad en su conjunto, como el Plan Bouvard que generó un esquema casi abstracto de avenidas y plazas, superpuesto a la ciudad real. El paisajista francés Joseph Bouvard visitó Argentina en dos oportunidades; la primera en 1907, cuando fue convocado por la Municipalidad de Buenos Aires para elaborar un plan para esa ciudad y la segunda en 1909 cuando viajó para presentar los resultados de

176. Entre los diez y seis miembros de la Sociedad que se enumeran en los estatutos (ver nota anterior) hemos podido identificar sólo un arquitecto (Domingo Tettamanti) y tres ingenieros (Manuel Argüelles, Valentín Heche y Antonio Gregorini) siendo los miembros restantes constructores de obras y empresarios. Con respecto al más rol destacado que cubren los médicos, puede verse el Capítulo IV, item VI.4 de este trabajo. 119 MARTINEZ DE SAN VICENTE, Isabel. “Los instrumentos del proyecto público en la construcción de la ciudad - Planes y proyectos para Rosario 1890/1910”, Cuadernos del CURDIUR nº 12, Rosario, FAPyD/UNR, 1986, p. 5.

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sus estudios y propuesta para dicho plan;120 en ese momento fue convocado por el municipio rosarino, que lo contrató a fin de desarrollar “un plan completo de embellecimiento de esta ciudad”; Bouvard compiló entonces información sobre Rosario en el transcurso de una breve estadía y en 1911 envió su trabajo desde París, sin regresar al país. (Imágenes V.16a y V.16b) El Plan Bouvard para Rosario, desarrollado muy escuetamente en una breve memoria descriptiva y un plano general, dibuja sobre el plano oficial de la ciudad un sistema de avenidas trazadas en diagonal a la cuadrícula, que focalizan en una serie de puntos nodales (plazas) equilibradamente distribuidas sobre la planta de la ciudad; este plan fue objeto de muchos cuestionamientos posteriores de urbanistas e historiadores ya que para muchos, ese equilibrio es sólo de carácter formal, y ni el itinerario de las avenidas ni la localización de las plazas coincide con los sitios y elementos significativos de la ciudad propiamente dicha, sino que, por el contrario, resulta notable el divorcio existente entre la red viaria propuesta y la ciudad real.121 (Imagen V.17b) Pero en Rosario existieron también otros proyectos de intervención sobre sectores de ciudad o componentes aislados, finalmente no concretados, en los que aparece el trazado de diagonales o avenidas abiertas en la franja central de manzanas ya urbanizadas: la Gran Diagonal, destinada a unir el Barrio de Alberdi con el punto de cruce de los dos primeros bulevares, proyecto de la intendencia retomado por Bouvard; la Avenida Juramento, propuesta por la intendencia a fines de 1909 como anticipo de los festejos del Centenario, en este caso una avenida que respetaba la orientación de la cuadrícula y que, partiendo desde el centro de la fachada este de la misma plaza, debía llegar hasta el río y tener su remate en el Monumento a la Bandera que se proyectaba levantar en ese punto. Otro proyecto frustrado fue el de la abrupta Avenida Central o “Diagonal de Infante”, que debía vincular la plaza principal con el Parque Independencia atravesando la zona de mayor consolidación, que fue impulsada en 1912 por un intendente y promotor inmobiliario –de quien toma la denominación popular- que especulaba comercialmente con la operación. Se trata de intervenciones puntuales regidas por la idea de embellecimiento urbano, donde el negocio inmobiliario podía tener mayor o menor peso, pero donde prevalecía un interés por reorganizar perspécticamente la ciudad desde el sistema de espacios públicos y red vial.122 En 1906 en San Miguel de Tucumán el Gobierno Provincial propuso una Avenida Central, cuyo proyecto (incluyendo el plan de expropiaciones necesario) fue desarrollado por la Sección Arquitectura de la Dirección de obras Públicas; sus características y dimensiones, tanto en ancho (30 m) como en longitud (tres cuadras), son idénticas a la Gran Avenida del Centenario que Rosas propondría tres años más tarde para Santa Fe. La avenida tucumana partía de la Plaza Independencia (plaza fundacional de la ciudad) tomando por dirección el eje de la plaza, avanzaba tres cuadras hacia el este fraccionando el corazón de las manzanas, rematando en una fachada urbana indiferenciada; evidentemente, en este caso 120

Joseph A. Bouvard (1840-1920) Arquitecto francés, al momento de ser convocado a Buenos Aires ocupaba el cargo de director de Trabajos Públicos de París, repartición donde se había iniciado tempranamente como colaborador de Adolphe Alphand; había tenido intervención en proyectos relevantes, entre ellos la construcción o restauración de numerosos edificios públicos, el diseño de los jardines del Campo de Marte y la ordenación de tres exposiciones universales realizadas en París (1878, 1889 y 1900). Su primera estadía en Buenos Aires, que duró poco más de un mes, se revistió de gran pompa y fue objeto de los más diversos honores y agasajos, siendo incluso recibido por el presidente Figueroa Alcorta el mismo día de su llegada. En Buenos Aires, además del Nuevo Plano de la Ciudad que presentó en 1909, editado en forma de folleto, trabajó en proyectos puntuales para transformación de plazas y paseos, urbanizaciones sectoriales, un proyecto de hospital y el planteo general para la Gran Exposición del Centenario que se realizó en Palermo en 1910. Ver: BERJMAN, Sonia. Plazas y Parques de Buenos Aires: La obra de los paisajistas franceses. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1998, pp. 175 a 194. 121 MARTINEZ DE SAN VICENTE, Isabel. Op. cit., p. 7 y 8. Ver también: BERJMAN, Sonia y GARCIA ORTUZAR, Raquel. Reflexiones sobre Joseph Bouvard y el paisaje de Rosario en 1910. Rosario, CASF, s/f; esta publicación incluye a modo de separata una reproducción en escala real del plano general del Plan fechado en París en marzo de 1911, firmado por el autor. 122 BRAGOS, Oscar. “Planes urbanos, espacio público y proyectos de ciudad”, en A&P nº 11, Rosario, Facultad de Arquitectura, Planeamiento y Diseño, 1996.

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no había ningún elemento que permitiera establecer el contrapunto con la plaza, pero el objetivo era lograr la perspectiva focalizada de la misma y de los monumentales edificios que la rodeaban, en contraposición a la típica perspectiva al infinito que propone la cuadrícula. (Imágenes V.18 y V.19) Diez años más tarde, en la Legislatura provincial se debatió un segundo proyecto de Avenida Central, que también partiría de la Plaza Independencia, pero esta vez con dirección norte-sur y 24 m de ancho, uniendo a la misma con otra plaza, ubicada cuatro cuadras al sur de aquélla, en cuyo centro se proyectaba construir el Palacio de Justicia que haría de remate a la avenida; en este caso, la apertura de la avenida se relacionaba con los actos celebratorios de otro centenario, el de la Independencia Argentina, en 1916, que para Tucumán era especialmente significativo, por haber sido la sede del congreso que realizó la declaración y se esperaban recibir recursos del Estado Nacional para solventar las obras al efecto.123 Vale mencionar también que entre las obras que en Tucumán conmemoraron el centenario de la emancipación se contó la colocación en 1908 de la piedra fundamental del gran parque urbano que se preveía inaugurar en 1910; inicialmente se denominó Nicolás Avellaneda y fue inaugurado finalmente en 1916 como Parque 9 de Julio.124 En Córdoba, un primer plan que se organizó incorporando avenidas diagonales había sido el proyecto de ensanche urbano de 1889, con el trazado del barrio residencial Nueva Córdoba al sureste del casco antiguo y, anexo a éste, el monumental Parque Sarmiento proyectado por Charles Thays,125 con una extensión aproximada de 100 has.126 Como parte de las obras encaradas para la celebración del Centenario, el municipio cordobés volvió a convocar a Thays para la terminación del parque y, lindante con el mismo por el noroeste, se trazó en 1911 la diagonal Avenida Centenario, que se articulaba en la Plaza de España con la otra diagonal, la Avenida Argentina, del proyecto inicial, generando un sistema circulatorio-simbólico en franca alusión a la conmemoración de la Emancipación; hasta aquí se trata de avenidas trazadas en tierras vacantes, que no implicaban una operación de cirugía sobre tejido consolidado, y que se concretan prontamente. Pero al año siguiente, 1912, el gobernador Félix Garzón encomienda los estudios para abrir una gran avenida este-oeste que, siguiendo el eje de simetría de la plaza fundacional, vinculara a la misma con la estación ferroviaria ubicada cinco cuadras al oeste de aquélla; en este caso la intervención de cirugía urbana comprometía, con una operación 123

PATERLINI de KOCH, Olga. "San Miguel de Tucumán 1565-1930: la gestión de la ciudad", Tesis doctoral defendida en la Universidad Nacional de Tucumán en mayo de 2006; director: Alberto Nicolini, pp. 127-128. Con prescindencia de la cronología, en algunos aspectos es notable la similitud de ambos proyectos con la propuesta de Rosas, en el primero podría suponerse que Rosas haya querido reproducir el proyecto tucumano en Santa Fe, en tanto que en el segundo es sugerente la cuestión de proponer levantar el Palacio en la misma plaza. Del mismo modo, hay una coincidencia notable en los argumentos desde los que se sostiene la propuesta de este tipo de avenidas: al igual que Rosas, en Tucumán también se afirmaba la factibilidad económica del proyecto en el hecho de que, por el tipo de ocupación de baja densidad y calidad de la edilicia en los corazones de manzanas, las expropiaciones no resultaban muy costosas y era grande la incorporación de valor a la propiedad que la avenida suponía. Agradecemos a la Dra. Paterlini de Koch el aporte del plano de expropiaciones de la Avenida Central de 1906, que se adjunta como Imagen V.18. 124 Ver Capítulo IV, nota nº 176. 125 Charles Thays (1849-1934); paisajista francés discípulo y luego socio de Edouard André, llegó a Argentina en 1889 recomendado por Alphand para hacerse cargo de este proyecto, contratado por el empresario Crisol; sin embargo durante su estadía, se realizó en Buenos Aires un concurso para cubrir el cargo de director de Parques y Paseos de la Municipalidad, hecho que decidió su permanencia el país ya definitivamente. Su prolífica obra no sólo ayudó a transformar el aspecto de la Capital Federal, dotándola de sus más importantes espacios verdes, sino que se extendió por el interior, al ser convocado para diseñar los grandes parques públicos y paseos de numerosas ciudades de provincias (Tucumán, Salta, Mendoza, Paraná, Mar del Plata). Ver: BERJMAN, S. Op. cit., pp. 106 a 173. 126 Como ya se vio en el Capítulo IV, nota nº 175, la urbanización de Nueva Córdoba constituyó una extraordinaria operación de especulación inmobiliaria. Para lo referido a la gestión urbanística, ver: BOIXADOS, María C. Las tramas de una ciudad, Córdoba entre 1870 y 1895. Élite urbanizadora, infraestructura, poblamiento, Córdoba, Ed. Ferreyra, 2000, pp. 101 a 107. Respecto de la acción de Thays en este proyecto, que retomará luego convocado por el municipio cordobés en 1908, ver: PAGE, Carlos. Propuestas e intervenciones urbanas en Córdoba 1880/1930, Córdoba, Universidad Nacional de Córdoba, 1991, pp. 41 y 42.

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similar a la propuesta por Rosas para Santa Fe y por el Gobierno tucumano para la capital de la Provincia, un conjunto de cinco manzanas del área céntrica, muy urbanizadas, en cuyo eje se pretendía construir una avenida monumental con la misma dirección de la traza existente, de entre 25 y 30 metros de ancho, donde se localizara actividad financiera, comercial y residencial, estimándose en 20.000 metros cuadrados de superficie de terrenos, las expropiaciones necesarias; este proyecto no llega a concretarse.127 Santa Fe, Córdoba y Tucumán son ciudades de fundación colonial que para el momento del Centenario todavía conservaban en su trazado y escala muchas de sus características originales; en el caso de Mendoza, a raíz del terremoto de 1861, la ciudad había sufrido una renovación plena en la configuración de sus calles, avenidas y plazas, que afectaba a gran parte de sus superficie. La porción correspondiente a la ciudad nueva había sido proyectada de acuerdo con los criterios y usos propios de la urbanística decimonónica por lo que, llegado el Centenario, no se plantearon en ella operaciones de cirugía urbana y aperturas sobre tejido histórico, sino que se planificaron acciones puntuales y expansiones concordantes con la ciudad existente.128 Así, una de las intervenciones más importantes que se verifican en este momento (1909-1912) es el franco impulso a las obras del parque del oeste, el Parque San Martín que había sido trazado por Thays a fines del siglo anterior, y la generación dentro del mismo, de un colosal monumento en la coronación del cerro existente en el sitio: la alegoría conmemorativa al cruce de los Andes por el ejército libertador; se construye así un adecuado punto culminante para la gran avenida ceremonial este-oeste que vinculaba a la plaza principal de la ciudad nueva, de cuatro manzanas de extensión, con el parque.129 Los objetivos orientados a generar total o parcialmente planes de embellecimiento urbano, serían el denominador común de los distintos proyectos que se fueron produciendo sobre el filo del Centenario en las ciudades del interior del país. En algunas de ellas, con menores recursos o con expectativas más verosímiles no se planteó la apertura de grandes avenidas en el tejido histórico pero sí se lo hizo en la periferia, como es el caso de Corrientes que también propuso su Avenida del Centenario como avenida de penetración a la ciudad desde el oeste; en este caso el plan de embellecimiento, que también existió, se concentró en el re-diseño de algunas plazas principales como la Juan Cabral y la 25 de Mayo y en la construcción de edificios institucionales y de equipamiento como la nueva Casa de Gobierno y el teatro.130 Es de notar que, en todos los casos de ciudades de provincia revisados, la salubridad ya no se manifiesta como el argumento excluyente que definía los proyectos y las políticas de control sobre las mismas, como se pudo ver durante las dos últimas décadas del siglo XIX; para fines de la primera década del siglo XX parece haberse operado un desplazamiento del foco de interés de quienes debían decidir sobre la ciudad, desplazamiento que derivó de la higiene a la eficacia circulatoria y de ésta a la estética urbana; así, poco a poco el ornato ocupó un espacio destacado y los técnicos ya no se preocuparon sólo por proyectar infraestructuras y obras de saneamiento sino que atendieron al diseño de los trazados, de las avenidas con imponentes perspectivas, de la ubicación de 127

PAGE, C. Op. cit., pp. 25-26. En realidad este proyecto constituye una re-elaboración del intento de apertura de una avenida con los mismos remates en 1889, por parte del intendente Revol, sólo que en aquel caso, el trazado se lograba ensanchando una de las calles del casco histórico. Ver Capítulo III, notas nº 110 y 112. 128 PONTE, Ricardo. Mendoza, aquella ciudad de barro. Mendoza, Edic. municipal, 1987, pp. 327-328. 129 Ver: PONTE, Ricardo. La fragilidad de la memoria. Representaciones, prensa y poder en una ciudad latinoamericana en tiempos del modernismo. Mendoza 1885-1910. Mendoza, 1999, pp. 280 a 297. Este autor explica las diferencias entre los argumentos conque el parque se fundamentó en el momento de su creación, basados en las doctrinas higienistas y en las necesidades sanitarias de la población, y los que se esgrimían en 1909 para justificar las obras de completamiento, centrados especialmente en cuestiones estéticas y en lograr un paseo hermoso y adecuado para la exposición social de los sectores dirigentes. 130 GUTIERREZ, Ramón y SANCHEZ NEGRETTE, Ángela. Evolución urbana y arquitectónica de Corrientes. Tomo 2 (1850- 1988), Buenos Aires, 1988, pp. 165 a 176.

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importantes monumentos como puntos de articulación de ese espacio concebido desde la estética. Y es que, convencidas de estar en la senda del progreso indefinido, las dirigencias provincianas apostaban a construir en sus respectivas capitales, en ciudades que aún mantenían muchas de sus características premodernas, grandes ciudades modernas, dotándolas de los elementos necesarios para cambiarles la fisonomía, pretendiendo imponer el simulacro de la metrópoli mediante las innovaciones en los trazados y en los tratamientos paisajísticos de los espacios urbanos.131 V. 8) El plan de embellecimiento: Modelos y paradigmas Para el Centenario, ya la Avenida de Mayo de Buenos Aires, primer gran ejemplo en Argentina de una operación urbanística mediante aplicación de cirugía urbana sobre la ciudad consolidada se hallaba construida y habilitada desde más de una década atrás. Como se vio en el capítulo III, el proyecto de esta avenida se realizó durante la gestión de Torcuato de Alvear (1883-1887), como parte de las acciones que acompañaron a la designación de Buenos Aires como Capital Federal del país. La obra se inició en 1888, con la apertura de un eje de 32 metros de ancho que partiendo de la Plaza de Mayo se extendía diez cuadras hacia el oeste, finalizando en una antigua plaza de carretas. La idea inicial de Alvear era poner en práctica un sistema de expropiación similar a los aplicados en París para las aperturas de los bulevares haussmanianos, es decir, hacer tabla rasa con las manzanas comprometidas expropiando la totalidad de la superficie de las mismas y luego vender los remanentes, pagando con la plusvalía las obras de construcción de la avenida que inicialmente se llamó Bulevar de Mayo; esta modalidad fue resistida por los propietarios y la avenida se abrió finalmente con una modalidad convencional, expropiándose sólo el terreno necesario para la misma, quedando el remanente en poder de los propietarios.132 En su momento fue lugar común en la prensa, viajeros y cronistas comparar a esta vía con los bulevares parisinos, cosa que resultaba un elogio para la élite porteña de la época y las referencias acerca de la avenida se multiplicaron en todo el país, por lo que no pueden caber dudas del poder divulgador que tuvo esta obra respecto de los proyectos de intervenciones similares en ciudades del interior y en el caso de Santa Fe en particular, puesto que el intendente había vivido durante casi toda la década de 1890/1900 en Buenos Aires, precisamente durante el desarrollo de los trabajos. El plan para la ciudad de La Plata es otro importante ejemplo de proyecto urbano generado en el país en las décadas finales del siglo XIX, que para el Centenario era ya una realidad y que pudo actuar como modelo de referencia respecto de otras ciudades del interior; está vinculado coyunturalmente con el ejemplo anterior, en la medida en que su necesidad surgió de haber perdido la Provincia de Buenos Aires su capital histórica con motivo de la federalización de la ciudad de Buenos Aires. El proyecto definitivo de la nueva capital, sobre un terreno llano y sin preexistencias artificiales, fue generado por el Departamento de Ingenieros de la Provincia en 1880/82; estuvieron presentes en el planteo general los tres ingredientes básicos de la urbanística decimonónica comentados anteriormente: vocación higienista, pretensión de fluidez circulatoria y estética urbana, y se basó en articular la tradicional cuadrícula de la ciudad americana con un macro-trazado de 131

Resumiendo toda la influencia del pensamiento europeo que hubo detrás de estas acciones (influencia que a nuestro juicio es mucho más rica y diversa) en la figura de Haussmann, el historiador José L. Romero explica: “...al mundo todavía colonial fueron llegando los últimos ecos del ejemplo de Haussmann, melancólicamente traducido en una inmensa plaza desproporcionada, en un bulevar con plazoletas que conducían del centro de la ciudad hasta la nueva estación de ferrocarril /.../ y cuando aparecieron otros recursos urbanísticos y otros modelos de planeamiento, todavía el ejemplo de Haussmann siguió señoreando sobre todas las concepciones...”. ROMERO, José Luis. Latinoamérica, las ciudades y las ideas. Buenos Aires, Siglo XXI, 1976, pp. 282-283. 132 Ver Capítulo III, nota nº 82; GUTIERREZ, Ramón. Buenos Aires. Evolución Histórica, Buenos Aires, Escala, 1992, pp. 120 a 123; GORELIK, A. Op. cit., pp. 101 a 105; HARDOY, Jorge E. y GUTMAN, Margarita. Buenos Aires. Historia Urbana del Área Metropolitana, Madrid, Mapfre, 1992, pp. 89 a 112.

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diagonales y espacios verdes urbanos, estableciendo un sistema jerárquico acorde a la representación buscada en el nuevo artefacto.133 Pero las diagonales no eran para entonces una absoluta novedad, ya que con anterioridad a La Plata se habían realizado en Argentina otros planes urbanos -en su mayoría no concretados- basados en una red de diagonales; éstos se sucedieron desde principios del siglo XIX, comenzando por varias propuestas para la misma ciudad capital como la publicada en Londres para la “Capital de las Colonias Inglesas en el Río de la Plata”, presumiblemente del período de las invasiones inglesas a Buenos Aires (1806/1807); se conoce también un plan del ingeniero hidráulico inglés Santiago Bevans, para una hipotética reestructuración de Buenos Aires, de 1828; otro plan para Buenos Aires incorporando diagonales es el de José Marcelino Lagos de 1867, que, trazando un bulevar circular que encierra la mancha urbanizada, diseña una figura regular a partir de diagonales que toman como centro de gravedad de la composición al punto en que hoy está la Plaza del Congreso; interesa también una propuesta del arquitecto Felipe Senillosa para la modificación de la traza de Buenos Aires en 1875, publicada en París, que se propone la “modificación del damero riguroso” mediante un trazado poligonal de bulevares; y otro más, en este caso posterior al plan de La Plata, del intendente Antonio F. Crespo (1887-88), que retoma algunos elementos del plan de Lagos, omitiendo la avenida circular y abarcando en mayor medida el territorio periurbano, acorde a la expansión que había tenido la ciudad entonces. En la Provincia de Buenos Aires las diagonales se hacen presentes en la traza del pueblo de Adrogué, de los ingenieros Juan y Nicolás Canale, de 1872, quienes a pedido de los comitentes debían proyectar “una ciudad higiénica y arbolada” y en la traza del nuevo pueblo de Campana, de 1876, elaborada por el Departamento de Ingenieros de la Provincia.134 (Imágenes V.21a a V.21h) Cuando en 1907 el intendente Carlos T. de Alvear (hijo del intendente que había decidido la apertura de la Avenida de Mayo) convoca a Joseph A. Bouvard135 a Buenos Aires, el objetivo es que compatibilice ideas previas que existían sobre la ciudad y que diseñe un plan global que permita que los trabajos parciales y sectoriales que se vayan encarando respondan a esos lineamientos generales; para apoyar el trabajo de Bouvard se designa una comisión de expertos locales, vinculados al municipio, que aportan antecedentes y expectativas que inciden en las características del plan definitivo. Las diagonales de Lagos y Crespo habrán integrado seguramente ese repertorio, como también habrá estado considerado el planteo funcionalista del ingeniero Enrique Chanourdie136 de 1906, con una red de diagonales que pretendía atravesar la ciudad de uno a otro extremo, o el del propio Carlos Ma. Morales, integrante de la comisión que trabajaba con Bouvard y que había sido presentado al Concejo Deliberante en 1898. De modo que cuando Bouvard presenta el plan en 1909, el mismo consiste en una síntesis que compatibiliza aspectos de distintos proyectos y donde el trazado de diagonales es una marca indeleble, que jerarquiza el rol histórico de la Plaza de Mayo con la traza de las diagonales norte y sur, pero que a la vez interviene sobre el conjunto de la ciudad con distintos proyectos fragmentarios.137 Pero además de la referencia formal que el Plan 133

Ver: DE PAULA, Alberto. La ciudad de La Plata, sus tierras y su arquitectura. Buenos Aires, 1987; NICOLINI, Alberto. “La Plata: la fundación de una capital”, en 2c Construcción de la ciudad, nº 19, Barcelona, 1981. 134 Todos estos planes, con excepción del que formula para Buenos Aires el intendente Crespo son presentados por: TERÁN, Fernando de y MOROSI, Julio. La Plata, ciudad nueva/ciudad antigua: historia, forma y estructura de un espacio urbano singular. Edición conjunta UNLP e IEAL, Madrid, 1983. Para el plan de Crespo ver: GORELIK, A. Op. cit., p. 95. 135 Ver nota 120 de este capítulo. 136 GUTIÉRREZ, R. Op. cit., p. 153. 137 Respecto de la resultante del plan dice la historiadora Alicia Novick: “...concilia salomónicamente los proyectos en danza, incluye /.../ la traza de la Avenida Norte-Sur y las diagonales imaginadas por Desplats y Morales confirmando los espacios perspectívicos y los circuitos ya estudiados. Desecha las alternativas excéntricas a la Plaza de Mayo y rescata la vinculación con el río, las plazas y las avenidas-parque propuestas por la Dirección de Paseos...”. NOVICK, Alicia. “Árbitros, pares, socios. Técnicos locales y extranjeros en la génesis del urbanismo porteño” en Arquitectura Sur nº 4, Mar del Plata, mayo de 1991, p. 45.

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Bouvard supone, y que pudo haber despertado una adhesión hacia estos trazados por parte de la dirigencia provinciana, aparece el soporte conceptual que, en el marco de los debates y discursos a favor o en contra del mismo, pudieron difundirse. Por una parte la toma de conciencia sobre la importancia de contar con este instrumento, el plan que ordena la gestión futura sobre la ciudad y, por otra, la insistencia conque se cuestiona a la cuadrícula como una solución urbana inadecuada; ambas cuestiones pudieron haber tenido fuerte eco en esas mentalidades progresistas que desde las capitales de provincia estaban ávidas por ensayar gestos modernizadores.(Imágenes V.20a a V.20c) Entre esos discursos, vale rescatar algunos fragmentos; tal el caso del mensaje del intendente de Buenos Aires al fundamentar la contratación de Bouvard y, sobre todo, la necesidad de elaborar un plan que comprenda: “...todas las modificaciones que hayan de hacerse sobre el trazado actual para que responda a las exigencias futuras de la ciudad, de tal modo que cada una de las obras que se efectúen sea la realización parcial de un plan general.”138

Discurso que también se ejercitaba con insistencia desde el ámbito disciplinar, ya que la corporación de los arquitectos, en la figura de su presidente, también reclamaba por la necesidad de un plan; Alejandro Christophersen, quien tal vez con mayor lucidez pudo medir en ese momento la importancia de este instrumento, trascendió la mera cuestión formalista del dibujo del plano para entender sus implicancias más complejas: “...conviene indudablemente estudiar el plano general de la Capital, ubicando las nuevas avenidas, plazas, parques, alamedas y jardines siguiendo un trazado lógico, estético y práctico. Recién cuando tengamos ese trazado, podremos entrar a estudiar los diversos monumentos, edificios...”139

También la impugnación a la cuadrícula está presente en la solicitud de aprobación de los primeros bocetos de Bouvard, y en este caso el mensaje del intendente porteño es publicado incluso por la prensa, abriendo el tema a la opinión pública: “...hay que corregir el defecto de riguroso paralelismo de las calles estrechas y la división de los terrenos en manzanas cuadradas de idéntico tamaño, que, de mantenerse así, formarán en breve tiempo más, una ciudad de enorme extensión, pero desde todo punto de vista antiestética...”140 “...es preciso romper ese damero que agranda las distancias, dificulta la circulación y que es la negación de toda belleza edilicia.”141

Es así que si pretendemos encontrar referencias que expliquen la preocupación de Rosas por definir un plan o su opción por un trazado que compatibilice las diagonales con la histórica cuadrícula, en la propia tradición local ya existen numerosos ejemplos y debates en torno a estos temas que, aunque parciales y a veces débilmente fundamentados, fueron construyendo una aproximación a la disciplina urbanística; así, la cuestión estaba suficientemente comentada como para que pudiera escapar al conocimiento del intendente, aunque la difusión parcializada y distorsionada de las teorías urbanísticas en boga, podían llevar a soluciones poco rigurosas. El arte urbano, en el que convergen múltiples figuras hacia fines del siglo XIX, reconoce un punto de origen en la teoría elaborada por Camillo Sitte, publicada a partir de 1889;142 una teoría urbanística que tiene entre sus bases extra disciplinares, la comprensión 138

MUNICIPALIDAD DE BUENOS AIRES. Memoria del Departamento Ejecutivo – 1908, p. XXVII. Citado por NOVICK, A. Op. cit., p. 44. 139 CHRISTOPHERSEN, Alejandro. “Conmemoración del Gran Centenario”, en Revista Técnica nº 39, Buenos Aires, julioagosto de 1906. Citado por NOVICK, A. Op. cit., p. 45. 140 “El proyecto de avenidas. Mensaje del Intendente – Ideas y bosquejos de M. Bouvard”, en La Prensa, Buenos Aires, 23/06/1907. Citado por: BERJMAN, S. Op. cit., p. 186. 141 Ibídem; citado por NOVICK, A. Op. cit., p. 45. 142 SITTE, Camilo. Construcción de ciudades según principios artísticos. Edición facsimilar de la primera edición española traducida por el arq. E. Canosa, de 1926. Barcelona, Gili, 1980. La primera edición alemana como: Der Städte-Bau nach

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del espacio como objeto de percepción estética, lo que trasladado al espacio urbano lleva a considerar a la ciudad como obra de arte total y por tanto, sin desdeñar los aportes de las prácticas técnicas sobre la misma con las importantes mejoras funcionales e higiénicas que trajeron aparejadas, entiende a la intervención sobre la ciudad desde la crítica de orden estético e histórico, extrayendo de las propias cualidades estéticas de los espacios medievales y renacentistas de las ciudades europeas, leyes de composición urbana que trasciendan una temporalidad determinada.143 Si pudo la teoría de Sitte en alguna de sus diversas traducciones o interpretaciones, convertirse en un referente para el plan santafesino, no es algo que pueda definirse con exactitud aquí; analizando los paradigmas en que se funda el plan, éstos parecen alternar entre la escala monumental de perfil continuo en las calles céntricas y una suerte de pintoresquismo manifiesto en el trazado de diagonales (que se acompaña de una franca impugnación a la cuadrícula) y en el planteo de casas con jardín para los barrios residenciales (como se verifica en el intento por auspiciar ese tipo de edilicia mediante la normativa municipal). Pero esa búsqueda de una estética pintoresca no parece sustentarse en un conocimiento sólido de la teoría del “arte de construir”, sino más bien en el consumo de lo pintoresco como imagen; además de que las referencias están ausentes no puede asegurarse, por el mero hecho de que se quiera romper con la cuadrícula o que se quiera reproducir un modelo de la arquitectura clásica para el Palacio Municipal (que en realidad significaba trasladar un edificio neo-renacentista italiano inaugurado en 1905, del que se copiaría aparentemente sólo la fachada), que Rosas o su ingeniero municipal, Arturo Lomello conocieran a Camillo Sitte, directa o indirectamente. Pese a atender cuestiones funcionales que apuntaban a lograr un sistema de circulación eficiente a nivel de la vialidad urbana, pese a la focalización que el plan propone en torno a la obra del puerto, asignándole en el conjunto del mismo un rol fundamental a este artefacto eminentemente tecnológico, y pese a la importancia que, en el mismo sentido, asigna a las dos estaciones ferroviarias, cuyos entornos actúan como sub-centros de la red de avenidas diagonales, es muy notoria la indiferencia del plan hacia los trazados ferroviarios, que no son considerados desde ningún aspecto; el intendente no demuestra preocupación por las interferencias que producían en su encuentro con la red vial, sobre todo en ese momento en que se estaba re-definiendo la red ferroviaria como consecuencia de la necesidad de resolver el paso de los ramales que debían acceder al nuevo puerto.144 En esto se pone de manifiesto claramente su falta de una preocupación técnica y los verdaderos objetivos del plan que apunta más a cuestiones de embellecimiento que a la resolución de un problema funcional.145 La inquietud inicial que era, al menos en apariencia de orden funcional, se derivó muy pronto hacia aspectos eminentemente estéticos y seinen künstlerischen Grundsätzen, se realiza en Viena en 1889. Por ser C. Sitte una figura tan ampliamente conocida, se considera innecesario abundar en mayores datos biográficos. 143 Según Donatella Calabi, para el arte urbano: “...los modos habituales de operar son contestados a partir de un cambio de la percepción estética de la ciudad, esto es, a partir de su representación. Un nuevo modo de ver que deriva de la percepción de las diferencias en las estratificaciones históricas, en particular de la distancia entre las características morfológicas de la ciudad del pasado y de la ciudad de hoy. Su inicio se ubica convencionalmente con la propuesta de Sitte de entender a la urbanística como el arte del construir...”. CALABI, Donatella, Storia dell’urbanistica europea. Questioni, strumenti, casi esemplari. Milano, Mondatori-Paravia, 2000, p. 93. Traducción propia. 144 Para verificar las relaciones entre las redes vial y ferroviaria al momento de definirse el Plan Rosas, ver: COLLADO, Adriana; BERTUZZI María L. Santa Fe 1880-1940. Cartografía Histórica y Expansión del trazado. Documento de Trabajo nº 4, CEHIS/U.N.L., Santa Fe, 1995, pp. 18 a 20 y 45. 145 Esto es relativamente habitual en las propuestas urbanísticas de la época, aún en ciudades con mayores recursos e importancia. Como ejemplo baste decir que una falencia similar se verifica en un plan elaborado contemporáneamente por un experto: en el Plan Bouvard para Rosario, que comentaremos más adelante, la red de avenidas diagonales se traza con casi absoluta prescindencia de las condiciones de la ciudad en ese momento, no solamente en materia ferroviaria, sino de otros aspectos de la funcionalidad y de la edilicia urbanas. Ver: MARTINEZ DE SAN VICENTE, Isabel. Op. cit., p. 5.

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simbólicos y los enunciados de la época dan cuenta del tipo de valoración que se hacía de la ciudad sobre la que se pretendía intervenir: "...no sólo facilitar enormemente el tránsito, sino resolver al mismo tiempo un problema de grandes lineamientos estéticos, pues su trazado cruzará por las plazas principales de la ciudad formando así marco a los grandes edificios actualmente en construcción. Esta serie de medidas tiende a hacer desaparecer el aspecto colonial de la ciudad, cuyas características se conservan sin embargo en el barrio del Sud."146

Sea que en Santa Fe se conociera o no a Sitte (tampoco podría afirmarse con certeza lo contrario) lo cierto es que este modo de entender la ciudad constituía un cuerpo de ideas que, explícita o implícitamente, estaban presentes en la cultura de la época; baste decir que pocos años antes (1905) se había publicado en Buenos Aires, en la sección “Arquitectura” de la Revista Técnica, una traducción al español realizada por el director de la revista, el ingeniero Enrique Chanourdie, del capítulo X de la edición francesa de Sitte de 1902.147 Pero antes que un seguimiento arqueológico, interesa sobre todo entender cómo se interpretaban estas teorías en un medio tan extraño al escenario centro-europeo de proveniencia; en este sentido es bastante habitual encontrar lecturas reductivas, donde lo que se rescata (y esto no ocurre en exclusividad con Sitte) son las consecuencias superficiales; en España, por ejemplo, una reseña del libro de Sitte elogiaba en 1902: “...las atinadas consideraciones acerca del trazado de las calles y las plazas y las relaciones que deben observar entre sí los edificios, monumentos, estatuas, fuentes, etc., con observaciones llenas de gusto y buen sentido, a que deberían atender los Municipios /.../ como es natural, tratándose de un artista, rechaza el trazado regular, geométrico, del tablero de damas, por antiartístico...”.148

En este sentido, es bien conocido el rol decisivo que juegan en el arte urbano las formas y los espacios de la ciudad histórica; sin embargo, cuando esas tendencias se pretenden aplicar en un plan de embellecimiento para una ciudad provinciana como Santa Fe, se encaran con una visión muy parcializada, según la cual, precisamente la ciudad histórica que se tiene como materia, y en especial su marca de origen, el trazado cuadricular, es rechazada o, en el mejor de los casos, ignorada totalmente.149 En este punto, resulta oportuno considerar la actitud del intendente cuando se plantea la demolición del antiguo cabildo santafesino, ubicado en la fracción central del frente sur de la plaza fundacional, para dar paso a la construcción de la Casa de Gobierno; no se ha localizado ninguna manifestación de su parte, ni a favor ni en contra de la demolición, frente a la que 146

Rosas expone y sintetiza en una publicación de la época las bondades del plan; ver: LLOYDS GREATER BRITAIN PUBLISHING COMPANY Ltd. Op. cit., p. 599. 147 En contraposición a lo afirmado por George y Christiane C. COLLINS, respecto de que la primera versión en español del libro corresponde a una reseña publicada en la Revista Municipal nº XVI de La Habana de 1921, a la que seguiría la traducción completa de Emilio Canosa publicada en Madrid en 1926 (Ver: COLLINS, George y Christiane C. Camilo Sitte y el nacimiento del Urbanismo Moderno, Barcelona, G. Gili, 1980, pp. 430-431), Víctor Pérez Escolano ubica esta traducción de Chanourdie de 1905, publicada en Buenos Aires, como la primera, aunque parcial, versión española del libro de Sitte. PÉREZ ESCOLANO, Víctor. “La recepción española de Camillo Sitte” en Cuadernos de Arte de la Universidad de Granada, nº 23, 1992, p. 484. 148 REPULLÉS, Eugenio M. “Actualidades” en la revista Arquitectura y Construcción, Barcelona, marzo de 1903. Citado por PEREZ ESCOLANO, V. Op. cit., p. 484. 149 Respecto de la adhesión que genera en los arquitectos de Buenos Aires la proyectada destrucción de la ciudad hispánica por parte del Plan Bouvard, al que no se le cuestiona precisamente su desapego a las formas urbanas tradicionales, Adrián Gorelik expone: “...¿es admisible un pintoresquismo sin historia? ¿Leían tan mal a Sitte? ¿Es lógico que en el paroxismo del historicismo nacionalista del centenario se desaproveche esa veta, tan principal y tan funcional del pintoresquismo urbanístico?”. Gorelik encuentra respuestas en la versatilidad de las teorías de Sitte: entiende que un tipo de asimilación es la que se hacía en Europa continental, donde prevalecía la lectura historicista, que se tornaba funcional al rechazo que provocaba la destrucción de los centros históricos medievales y otro tipo de lectura era la que se operaba en Inglaterra, donde las teorías sitteanas, reinterpretadas por Unwin, se traducen en fórmula para la resolución de la ciudad jardín; pero también encuentra explicación en la sub-valoración que los arquitectos porteños hacían del colonial, ya que “...la ausencia de ‘mérito arquitectónico’ que se señala para el colonial revela la imposibilidad de la disciplina arquitectónica /.../ de buscar en la figuración colonial una respuesta adecuada a los problemas metropolitanos.” ver: GORELIK, A. Op. cit., pp. 221 a 224.

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se mantiene absolutamente prescindente, a diferencia de su preocupación cuando al año siguiente se plantea la construcción del Palacio Legislativo en la Plaza Pringles y, como ya se vio, Rosas se dirige a las Cámaras para solicitar una revisión del proyecto y hacer la propuesta de la Avenida del Centenario.150 La prescindencia de Rosas sobre la cuestión, no puede justificarse en el hecho de que el edificio haya sido propiedad del Gobierno Provincial, ya que cuando se trató del Palacio Legislativo su interés se hizo manifiesto. Indudablemente no existía en el intendente, como no existía en la mayor parte de la sociedad santafesina de la época, una preocupación por la conservación de este edificio y el valor estaba puesto en la materialidad renovada de la plaza, que se obtendría una vez unificado el frente sur con la monumental Casa de Gobierno. La prensa de la época comentaba muy brevemente acerca de la demolición del Cabildo: “...el cabildo actual, deteriorado y antiquísimo, desaparecerá totalmente para dar lugar a la grandiosa construcción proyectada...”151. Su despreocupación por la suerte del Cabildo es coherente con su interés “de hacer desaparecer el aspecto colonial de la ciudad”, y es que evidentemente la resultante formal que se perseguía no iba acompañada de una valoración artística de la ciudad y la arquitectura del pasado colonial, valoración que si se operaba en el plano histórico, como pudo verse en el interés por afirmar los blasones del período fundacional o en la positiva recepción de la conferencia de Blasco Ibáñez.152 (Imágenes V.1a y V.6c) En todo caso el ideal de belleza podría encontrarse en la generación de nuevos paisajes urbanos, gestados desde la concepción de nuevos trazados y arquitecturas monumentales, en los que se reconocieran los debidos méritos artísticos; una posición contrapuesta a aquella lectura pintoresca que había formulado, desde la mirada europea, Santiago Rusiñol: “...y sobre todo y más que nada, que el pueblo tiene un poco de historia, y de la historia aún le quedan casas que ya empiezan a tener pátina y plazas que empiezan a tener hierba; y cosas que ya tienen recuerdos, y en un sitio como esta América, en que todo está hecho el día antes, al encontrar algo de más atrás, parece que se ensancha el corazón. El polvo de un poco de ruina es tan necesario al espíritu como el oxígeno, el hidrógeno, y otras sustancias que, según dicen personas que lo entienden, bastan al cuerpo para vivir.”153

Respecto de los mitos acuñados por los santafesinos de la época, que aseguraban que estas ideas del intendente provenían de sus experiencias de viajes, según se pudo observar en muchas de las referencias periodísticas citadas, habría que ubicar estas suposiciones en el contexto del desarrollo de la urbanística en ese momento pero, sobre todo, en precisar con algún grado de verosimilitud qué cosas pudieron llegar a su conocimiento y captar su atención a través de los viajes, teniendo también en cuenta su formación de origen. En algún momento supusimos que la preocupación del intendente por los espacios verdes como ámbitos para cultivo espiritual de la población y su interés por trazar perspectivas vinculantes entre ellos, podría originarse en la experiencia de algunas ciudades norteamericanas y, por extensión, un conocimiento acerca del movimiento City Beautiful. 154 Éste se había caracterizado por la búsqueda de un ideal de belleza urbana que tuviera su correlato en un eficiente control social, en la convicción de que la belleza de la ciudad reflejaría el espíritu de sus habitantes; a este ideal cívico se articulaba un ideal 150

Ver notas nº 102 a 104 de este capítulo. Ver: “La Nueva Casa de Gobierno”, en Nueva Época, Santa Fe, 26/02/1908, p. 1. Siete meses más tarde el cabildo comienza a ser desalojado para iniciar la demolición en los primeros días de octubre de ese año. La prensa comenta el hecho sólo para comunicar en qué locales funcionarían, durante el tiempo que demandara la construcción de la Casa de Gobierno, las distintas dependencias del Estado Provincial. Ver: “Demolición del Cabildo”, en Nueva Época, 30/09/1908, p. 4. 152 Ver notas nº 16, 18 y 37 de este capítulo. 153 RUSIÑOL, S. Op. cit., p. 230. Fragmento del capítulo “Santa Fe”. 154 Ver: COLLADO, Adriana. Santa Fe. Proyectos urbanísticos para la ciudad, 1887/1927. Documento de Trabajo nº 2, CEHIS/U.N.L., Santa Fe, 1994, pp. 26-27. 151

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estético acuñado en la Ecole de Beaux Arts de París con nociones de armonía, centralidad, simetría, y el aporte de la tradición paisajística norteamericana de los parques como cualificadores y ordenadores de la estructura urbana, especialmente a través de la figura de Frederick Law Olmsted. (Imágenes V.24 y V.25a y V.25b) Una de las primeras manifestaciones de esta línea de pensamiento sobre la ciudad había sido la muy difundida Exposición Colombina de Chicago de 1893, cuyo plan estuvo a cargo del arquitecto Daniel Burnham, figura relevante de este movimiento; a posteriori se elaboraron los planes de Washington D.C. (1901) a cargo de una comisión oficial de la que también participaba Burnham, de Cleveland (1903) por el mismo arquitecto así como en el de San Francisco (1906) y el muy famoso Plan de Chicago (1909) de Burnham & Benett; asimismo resultan de interés por su condición de planes para capitales de zonas periféricas, los planes de Manila (1905) de Burnham, Nueva Delhi (1911) de Sir E. Lutyens, Canberra (1912) por W. B. Griffin.155 (Imágenes V.26a a V.26c y V.27)

La búsqueda de un vínculo directo con estos movimientos (Park Movement y City Beautiful) se debilitaría al verificar que Rosas no había estado nunca en Norteamérica, que en sus referencias no aparecía ninguna ciudad americana, por las que tampoco demostró nunca ninguna admiración; pero si conoció en detalle varias ciudades europeas, en especial París, donde la cuestión había tenido un desarrollo muy significativo e incluso había influenciado en parte a la corriente americana.156 Sin dudas el interés de Rosas por el tema tenía una raíz europea, sumándose a su conocimiento y experiencia de ciudades que constituían verdaderos paradigmas en la materia, el hecho de que los más prestigiosos expertos extranjeros llegados a Argentina de los que pudo haber tenido noticias, tanto quienes visitaban el país en calidad de asesores (el caso de Bouvard antes visto) o quienes se habían establecido y desarrollado actividad aquí (como Charles Thays), eran franceses y provenían de la tradición paisajista de Alphand y André. Es importante entender entonces la importancia que tuvo la difusión de la monumental obra de Alphand y el peso que asumió el paisajismo en la transformación de las ciudades occidentales a fines del siglo XIX; analizando el caso de Buenos Aires, por ejemplo, es evidente que el mayor volumen de obras que se concretan surgen de esta rama de la disciplina (revisando el listado de trabajos de Thays que publica Berjman, se desprende que en veinte años Thays ejecutó doce grandes parques urbanos, once nuevas plazas y un gran paseo urbano)157 e incluso, el próximo asesor extranjero en urbanismo que se convocará en la década de 1920, será nuevamente otro paisajista francés: Jean Claude Forestier. Sin dudas el Barón Haussmann, con el aporte de Jean Ch. A. Alphand desde el Service des Promenades et Plantations de la Prefectura del Sena, logró integrar en un sistema jerárquico y equilibrado las distintas escalas de espacios verdes públicos de París (parques periféricos y urbanos, plazas, jardines y paseos) y dotar al plan de una dimensión estética y un valor de representación que desde la urbanística técnica no se hubiese logrado, a la vez que se conseguían satisfacer las nuevas demandas de espacio recreativo para una diferente concepción del ocio y para nuevas formas de sociabilidad desarrolladas por el habitante urbano de la segunda mitad del siglo XIX. Puede decirse que Alphand quiso que su obra fuese una suerte de articulación entre la tradición paisajística francesa prerevolucionaria y aristocrática de André Le Nôtre, el famosísimo jardinero de Luis XIV, y el paisajismo moderno, generado desde el Servicio de Parques de la Prefectura. Respecto de su tarea dirá:

155

Ver: MANIERI ELIA, Mario. “Por una ciudad imperial. Daniel H. Burnham y el movimiento City Beautiful”, en CIUCCI, G. et alt. La Ciudad Americana, Barcelona, Gili, 1975, pp. 3 a 136. Ver también: CHOAY, Françoise et MERLIN, Pierre. Dictionnaire de l'urbanisme et de l'aménagement, Paris, Presses Universitaires de France, 1998. 156 Por referencias familiares confirmamos que Rosas nunca viajó a América del Norte. 157 BERJMAN, S. Op. cit., p. 172.

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“Cuando decimos que un jardín debe conservar el aspecto de la naturaleza, no se debe creer que se trata de una copia exacta de las cosas que nos rodean: un jardín es una obra de arte.”158

Pero a la vez Haussmann y Alphand eran muy concientes de que transformando los espacios parisinos estaban sentando las bases de un cambio que iba a impactar en las más remotas ciudades del planeta, y es que no era sólo una cuestión de jardinería, sino una subversión conceptual rotunda respecto del modo de organizar estos espacios y de articularlos con la ciudad;159 y aunque la resultante estética no figure entre los objetivos que Haussmann reconocía como prioritarios en el plan, es evidente en las consecuencias de su puesta en acto, que este aspecto marcará definitivamente el paisaje parisino y en esto el rol del Servicio de Parques fue decisivo. (Imagen V.22) Por otra parte ya notamos anteriormente cómo la preocupación por el diseño de los espacios verdes o, al menos, los enunciados desde los que se justificaba su concreción en las ciudades argentinas fue derivando desde argumentos basados casi exclusivamente en las teorías higienistas hacia cuestiones sociológicas y estéticas, vinculadas con las corrientes del arte urbano. También en este sentido puede hablarse de unas ideas que se difundieron de manera generalizada en los distintos escenarios y por diferentes vías; vuelve aquí a ser importante el aporte de Sitte, quien desautoriza el paradigma higiénico en el apéndice “Del empleo de la vegetación en las grandes ciudades”, agregado a la cuarta edición alemana de 1909 de su libro; luego de una larga demostración acerca de la escasa capacidad productora de oxígeno por parte de la vegetación urbana, dirá: “...todo este fomento de salud por medio de las plantas desmorónase, y queda sólo la simpatía que descansa únicamente en la imaginación, no despreciable, pues sabido es que por ella prodúcense no tan sólo enfermedades imaginarias, sinó (sic) reales /.../ Queremos tan solo dirigir la atención de los autorizados, hacia el inmenso valor del agua y verdor decorativos, particularmente en su mutua combinación estética.”160

Volviendo al caso local, el interés por la cuestión de los espacios verdes y los grandes parques públicos por parte de los intendentes de la primera década del siglo XX ya fue comentado en éste y el anterior capítulo; especialmente Rosas tenía un criterio formado al respecto, que trascendía plenamente la visión funcionalista o higienista de los parques, que podía haber primado en los intendentes que lo precedieron y ponía su preocupación en el potencial de embellecimiento que poseían, entendiéndolos desde la noción de verde civilizador.161 Dado su especial interés por la forestación proliferaron las campañas de plantación de especies autóctonas en paseos, avenidas y en los bordes urbanos, llegando hasta los terraplenes del Salado, como así también la forestación y ornamentación de las plazas y paseos, de los que en poco tiempo debió advertirse la transformación: "Las plazas de Santa Fe se distinguen por la hermosura de su flora así como por la peculiaridad de su arreglo artístico. Esta es la primera ciudad argentina que ha colocado profusamente las más hermosas estatuas del arte clásico, contándose entre las principales la ‘Diana Cazadora’ de Praxíteles, la ‘Venus de Milo’, ‘la Bailarina’ de Canova, ‘el Pensador’ de Miguel Angel (sic) /.../ Por otra parte realizan un fin educativo que no se nota en otros sitios de la República por cuanto en ciertas estaciones del año la Municipalidad coloca allí aparatos

158

ALPHAND, Jean Ch. A. L’art des jardins. París, 1875. Citado por BERJMAN, Sonia, Op. cit., p. 23. Citando las muchas ciudades que adoptan directa o indirectamente el modelo dice Sonia Berjman: “Podemos deducir entonces la universalidad de la influencia de Alphand y del modelo de París /.../ que fue mucho más allá del terreno de la jardinería, abarcando todo el espectro del campo de las ideas, convirtiéndose así nuestras plazas y parques en uno más de los espejos infinitos y lejanos en los que los argentinos ansiamos vernos reflejados...”. Ver: BERJMAN, Sonia, Op. cit., p. 24. 160 SITTE, C. Op. cit., pp. 201 y 217. La inclusión de este Apéndice se produce recién en la edición alemana de 1909. Ver: COLLINS, G. y Ch. Op. cit., p. 74. 161 De acuerdo con la categorización de Diego Armus que vimos en el capítulo anterior. Ver Capítulo IV, nota nº 138. 159

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gimnásticos para los niños que cultivan su educación física en un ambiente de salud y arte...” 162

Réplicas de famosas estatuas clásicas, preocupación por las perspectivas elegantes, premios a la arquitectura, acciones superficiales del arte urbano que se despliega sin conseguir avanzar en las cuestiones estructurales decisivas para la transformación de la ciudad. (Imagen IV.26b) Se debe afrontar el caso, entendida la coyuntura desfavorable desde el punto de vista del desarrollo disciplinar, tratando de no pretender encontrar en el Plan Rosas la mano de un experto urbanista que hubiera definido acabadamente sus distintos aspectos constitutivos, como ocurría en Buenos Aires, ni de un gobernante poderoso que hubiese logrado poner en práctica los lineamientos del mismo. Interesa en todo caso, entender la relevancia del ejemplo en el contexto de las condiciones de la ciudad en ese momento rutilante que fue el Centenario de Mayo: cuando las perspectivas de crecimiento y desarrollo parecían ilimitadas, el Nuevo Puerto de Ultramar –la obra ingenieril más monumental que la ciudad había visto nunca- acababa de ser inaugurado con gran expectativa, los trazados ferroviarios habían permitido cubrir todas las necesidades de conexión más importantes con el territorio circundante; es decir, condiciones propicias para perfilar un momento de gran optimismo que llevaba a pensar la escala de la ciudad en concordancia con la escala de esta coyuntura y que permitía imaginar la viabilidad del plan. Pero una vez más estas grandilocuentes expectativas de la dirigencia política se enfrentaban con una burguesía propietaria que encontraba en la ciudad un espacio de especulación y enriquecimiento a partir del negocio de la tierra; entendida en estos términos, la ciudad se construía por un mezquino proceso de sustitución lote a lote en el área céntrica en el que, como vimos, los propietarios ni siquiera aceptaban perder pequeñas superficies en función de una estrategia de mejoramiento común de las condiciones urbanas; y por la aparición anárquica de pequeños o grandes loteos en la franja periurbana que se multiplicaban de manera proporcional al crecimiento poblacional. Precisamente uno de estos loteos tendrá como consecuencia la generación de un barrio nuevo y muy característico por presentar el primer trazado diferenciado respecto de la dirección de la cuadrícula original; es el barrio Centenario163, único resultado perdurable paradójicamente gestado desde la iniciativa privada y no desde la intendencia y en el marco de la más mezquina especulación inmobiliaria- de los proyectos pergeñados para la celebración del Centenario de Mayo. Localizado al sur de la ciudad, en los terrenos donde en 1880 se había ubicado el antiguo hipódromo, este barrio presentó una traza diferente en formato y dirección a la del manzanero tradicional, planteando una franja de articulación con la traza de la ciudad histórica en la que se mantienen aún hoy terrenos de gran extensión con usos diferenciados. El loteo, aprobado en 1910 por ordenanza municipal164, presenta el trazado característico de las operaciones especulativas, con manzanas rectangulares de 130 x 70 metros y lotes a doble frente con un ancho mínimo de siete metros; el cambio de dirección se justificaba en que, para aprovechar al máximo el terreno disponible, se delinearía el barrio exactamente dentro del perímetro del terreno original que aparecía condicionado por la presencia de un arroyo en el sur-este y por tierras bajas al nor-oeste.

162

LLOYDS GREATER BRITAIN PUBLISHING COMPANY Ltd. Op. cit., p. 599. Este barrio aparece por primera vez registrado en la cartografía local en el "Plano de la Ciudad de Santa Fe de la Oficina de Obras Públicas Municipal", fechado en 1912. Ver COLLADO, A. y BERTUZZI, M. L., Op. cit., p. 18. 164 Ordenanza nº 1092 de fecha 26/10/1910. MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos, Santa Fe, Languasco, 1911, p. 506. De acuerdo con la ordenanza, la empresa propietaria del terreno quedaba exonerada del pago de impuestos municipales durante 80 meses, en retribución por la donación de los terrenos para apertura de las calles públicas, trabajo que ejecutaría el municipio. 163

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La gran avenida diagonal del puerto fue una ruta de paso, una vía rápida y de aspecto descuidado, que nunca cumplió la función de paseo interconector entre los parques, que Rosas le asignaba; el parque del barrio sur se concretó recién en 1940, al igual que el Palacio Municipal, que se levantó en un emplazamiento mucho menos jerarquizado que aquél que el plan proponía; el ensanche de Avenida Rivadavia se realizó durante la segunda mitad del siglo XX, completándose recién hacia 1980 y el resto de los ensanches ni siquiera se iniciaron, al igual que la Avenida del Centenario y las avenidas diagonales. Queda entonces el mediocre emprendimiento del Barrio Centenario como el pequeño corolario de una etapa de la historia de la ciudad en que las expectativas superaron con creces a las posibilidades.

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Imágenes V.1a – V.1e: La ciudad de Santa Fe en el momento del Centenario, según las imágenes de las ediciones conmemorativas y publicaciones oficiales. Arriba, proyecto para la nueva Casa de Gobierno provincial; Fuente: Revista Inauguración del puerto de Ultramar de Santa Fe. Centro izquierda, el Club Comercial sobre la calle San Martín; Fuente: GUIDOTTI VILLAFAÑE, E. La Provincia de Santa, cit. Centro derecha, el nuevo Teatro Municipal. Abajo, la sede del Banco Municipal y la Escuela Industrial de la Nación; Fuente: MCSF. Censo Municipal de Santa Fe - 1907.

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Imágenes V.2a – V.2c: Algunos de los viajeros y cronistas que visitaron Santa Fe en torno a la celebración del Centenario de la Revolución de Mayo, de izquierda a derecha: Santiago Rusiñol, Enrique Banchs y Vicente Blasco Ibáñez.

Imágenes V.3a – V.3b: Vistas urbanas de Santa Fe en la primera década del siglo XX. Centro, un sector del puerto antiguo; Fuente: Archivo particular A. Collado. Abajo, vista de la calle San Martín hacia el sur, en el tramo de mayor actividad comercial; Fuente: BDIFP – AGPSF, código: I01203365. 330

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Imagen V.4: Panorámica de la ciudad de Santa Fe desde la torre de la Jefatura de Policía, frente a Plaza de Mayo, hacia el norte. Fuente: MCSF. Censo Municipal de Santa Fe 1907. Santa Fe, La Argentina, 1908.

Imagen V.5: Densidades de población sobre planta urbana, en las cuatro secciones definidas para el Censo Municipal de 1907. Reconstrucción propia en base a datos censales y planta urbana de 1905.

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Imágenes V.6a – V.6d: Estudio del fotógrafo Augusto LUTSCH. Arriba, vista de calle San Martín hacia el sur con el flamante edificio de la Jefatura de Policía, circa 1903; Fuente: MCSF. Censo Municipal de Santa Fe - 1907. Centro, recovas y vista general del Cabildo; Fuente: Archivo particular A. Collado. Abajo, una familia recorre calles del Barrio Sur durante la inundación de 1905, Fuente: BDIFP – AGPSF; código: I01303649. 332

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Imágenes V.7a – V.7b: Izquierda, plano de un hipotético trazado en los terrenos ganados al río por el nuevo puerto; en rojo el perfil de la antigua costa, esc. 1:2000, fecha: octubre de 1914; Fuente: ADPC. “Planos varios”, s/identif. Derecha, portada de la Revista Inauguración del puerto de Ultramar de Santa Fe, Número Unico, 02/02/1910.

Imágenes V.7c – V.7d: Arriba, perfil del puerto antiguo, tarjeta postal; circa 1890; Fuente: Colección particular Lic. Graciela Hornia. Abajo, acto de colocación de la piedra fundamental del nuevo puerto, realizado el 10/10/1904. Fuente: Revista Inauguración del puerto de Ultramar de Santa Fe, citada.

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Imágenes V.8a – V.8c: El nuevo puerto en construcción, tarjeta postal, año 1905; Fuente: Colección particular Lic. Graciela Hornia. Centro, el Puerto de Ultramar ya inaugurado, en su primera década de funcionamiento. Abajo, Sede de la Administración del Puerto, Fuente: MCSF. Censo Municipal de la población de Santa Fe - Año 1923. 334

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Imagen V.9: Plano de Santa Fe de una publicación conmemorativa realizada en 1916; reproduce casi exactamente toda la información el plano municipal de 1912. Fuente: GUIDOTTI VILLAFAÑE, E. La Provincia de Santa Fe en el Primer Centenario de la Independencia Argentina - 1816 - 9 de julio - 1916. 335

Imágenes V.10a - V.10d: Arriba, Retrato de Edmundo Rosas en 1910 y vista del Parque Oroño, pueden verse las dos manzanas en que Rosas proponía la ampliación. Abajo izq., Cassa di Risparmio en Pistoia, Italia, modelo de referencia para el nuevo Palacio Municipal; Fuente: Archivo particular A. Collado. Abajo der. Chalet de Llambí Campbell, donde funcionó la Municipalidad desde 1906; tarjeta postal; Fuente: Archivo CEDODAL.

Imagen V.11: La firma del contrato para instalar la usina privada y el servicio de tranvías eléctricos; en el escritorio, el gerente de la empresa inglesa L. P. Winby y a su izquierda, de pie, el intendente Rosas; el segundo desde la izquierda es el ingeniero municipal Arturo Lomello; año 1910; Fuente: BDIFP – AGPSF, código: H05216031. 336

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Imagen V.12: El plan del intendente Rosas para Santa Fe, con indicación de la apertura de las avenidas diagonales y los ensanches de calles; se indican también las plazas integradas al plan. Reconstrucción propia en base a: COLLADO, A.; BERTUZZI, M. L.; DEL BARCO, M. Atlas Histórico de Santa Fe, 1880-1945. 337

Imágenes V.13a – V.13c: Vistas (circa 1910) de lugares urbanos que hubieran sido afectados por el Plan Rosas. Arriba, Panorámica desde Plaza de Mayo hacia el noroeste, punto de partida de una de las diagonales propuestas. Fuente: Archivo particular A. Collado. Centro, Postal panorámica desde Plaza San Martín hacia el noreste, por donde atravesaría otra de las avenidas diagonales; Fuente: Colección particular Lic. Graciela Hornia. Abajo, vista de calle Humberto Primo frente a la Plaza Progreso, con la estación ferroviaria en fondo; Fuente: BDIFP – AGPSF,

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Imágenes V.14a – V.14c: Las calles que hubiesen sido afectadas por los ensanches del Plan de Rosas. Arriba, calle Mendoza hacia el oeste, el Mercado Central a la izquierda, circa 1905. Centro, calle Rivadavia desde la Plaza Progreso hacia el norte, circa 1900. Abajo, calle Belgrano hacia el norte durante la inundación de 1905, con Estación del Ferrocarril Santa Fe a la derecha. Fuente: BDIFP – AGPSF, códigos: G05818461, I01103188 y I00200248. 339

Imágenes V.15a – V.15c: Arriba, Av. del Centenario; reconstrucción hipotética sobre la matriz del Catastro Cattaneo, para este trabajo. Centro, vista parcial de la fachada oeste de Plaza de Mayo: las dos últimas casas de la izquierda se hubieran visto atravesadas por el trazado propuesto. Abajo, vista de la Legislatura provincial y su Plaza, que hubiesen sido el extremo opuesto de la Avenida del Centenario; Fuente: BDIFP – AGPSF, código: G05818540 y G05416832.14. 340

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Imágenes V.16a – V.16b: Vistas de la calle Santa Fe y de la Plaza 25 de Mayo en la ciudad de Rosario; Fuente: Gran Panorama Argentino del Primer Centenario.

Imágenes V.17a – V.17b: Propuestas para Rosario: izquierda, Plano de ensanche urbano con trazado de diagonales, realizado por Warner y Pusso en 1890; Derecha, Plano de Rosario realizado por Joseph Bouvard en 1909, con un sistema de diagonales articulando la extensión urbana; Fuente: BERJMAN, Sonia y GARCIA ORTÚZAR, Raquel. Reflexiones sobre Joseph Bouvard y el paisaje de Rosario en 1910. Rosario, CAPSF, s/f.

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Imagen V.18: Trazado de la Avenida Central en la ciudad de Tucumán en 1906. Fuente: PATERLINI de KOCH, Olga. "San Miguel de Tucumán 1565-1930: la gestión de la ciudad", Tesis doctoral citada.

Imagen V.19: Vista de una calle del centro de San Miguel de Tucumán en fecha cercana a la propuesta de apertura de la Avenida Central. Tarjeta postal. Fuente: Archivo CEDODAL.

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Imágenes V.20a – V.20c: Las propuestas del paisajista francés J. Bouvard para Buenos Aires. Arriba, Plan general en 1909; Abajo, Proyecto para la Plaza de Mayo (1910) y “Vista a vuelo de pájaro de Plaza del Congreso”, (1907); Fuente: BERJMAN, Sonia. Plazas y Parques de Buenos Aires: la obra de los paisajistas franceses; p. 199-200.

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Imágenes V.21a – V.21h: Trazados con diagonales en la tradición urbanística argentina. Arriba: Proyecto de una capital para las colonias inglesas (1806), sin identificar; proyecto de Ciudad con Diagonales, por S. Bevans (1828). Centro, Plano de Adrogué, prov. Bs. Aires, (1872); Plan de Felipe Senillosa para Bs. Aires (1875); Plano de Campana, prov. Bs. Aires, (1876); Plano de La Plata (1882); Fuente: TERÁN, F. de y MOROSI, J. La Plata, ciudad nueva, ciudad antigua. Abajo, Plan para Buenos Aires del intendente Lagos (1867) y del intendente Crespo (1887). Fuente: GORELIK, A. La grilla y el parque. 344

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Imágenes V.22a a V.22c: Plano de París con los trazados de Haussman – Alphand; fragmento del plano de Paris con los nuevos trazados, el Bois de Boulogne; el eje de las Tullerías y la Avenida Champs-Elysées atraviesa diagonalmente el sector; izquierda, proyecto de la Avenida Foch de Alphand. Fuente: GIEDION, Sigfried. Espacio, tiempo y arquitectura.

Imágenes V.23a – V.23b: Portada de la primera edición de Der Städtebau de Camillo Sitte de 1889; planta de Piazza San Marco de Venecia. Fuente: SITTE, C. Construcción de ciudades según principios artísticos, cit.; fig. 50.

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Imagen V.24: Planta del Prospect Park, en Brooklyn, proyectado por Frederick Law Olmsted en 1870; Fuente: CIUCCI, Giorgio et alt. La Ciudad Americana. De la Guerra Civil al New Deal, Barcelona, Gili, 1975, p. 172.

Imágenes V.25a – V.25b: El Central Park de Nueva York; arriba, vista de conjunto a vuelo de pájaro en 1864, litografía de Pierre Martel; abajo, sector de Bethesda Terrace, frente al lago, en East Drive; Fuente: www.nyc-architecture.com/CP/cp005.htm 346

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Imágenes V.26a – V.26c: Plan de Chicago (1909) de Burnham & Benett; Fuente: AAVV. Visiones Urbanas, Barcelona, CCCB, 1997.

Imagen V.27: Plan de Canberra (1912), de W. B. Griffin. Fuente: GALANTAY, Ervin. Nuevas ciudades. De la antigüedad hasta nuestros días.

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CAPITULO VI DEL “ARTE URBANO” AL URBANISMO

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"...eran planes teóricos, voluntaristas, de tipo monumental, y con escaso impacto en las causas de los problemas de las ciudades, los que, por otra parte, se originaban en problemas 1 estructurales a nivel nacional y regional."

La Primera Guerra Mundial había significado una etapa crítica para la Argentina que, pese a su neutralidad militar, sintió las consecuencias lógicas de tener su economía tan fuertemente atada al devenir de los países europeos y dependiente de los mercados y los capitales externos; la provincia de Santa Fe, lejos de constituir una excepción en este aspecto, fue uno de los territorios que con mayor intensidad sufrió los embates de ese período de recesión que fue la contracara del esplendor vivido en la etapa anterior, en la Belle Époque del Centenario, con la promisoria habilitación de los grandes puertos de ultramar de Rosario y la Capital y la panacea del progreso ilimitado basado en la colonización. Y es que con posterioridad a ese momento de crecimiento, la economía agrícola había comenzado a declinar, al irse perfilando los límites de su expansión horizontal y el sistema ferroviario también había frenado su desarrollo luego de un largo proceso de extensión que parecía imparable. A estos fenómenos se le sumaron los efectos nocivos derivados directamente del conflicto bélico (disminución abrupta de las exportaciones de granos, crisis del comercio internacional y caída del precio internacional del cereal, alteración del ritmo y encarecimiento del transporte marítimo, retracción en la disponibilidad de insumos para la producción, etc.); factores internos y externos se combinaron repercutiendo en una merma de la producción y una retracción del consumo, que significó baja de salarios y alta desocupación, tanto urbana como rural, llevando a un persistente clima de conflictividad social que marcó fuertemente la segunda mitad de la década 1910-20 en la Provincia y que tuvo por principal escenario la zona sur y un centro neurálgico en Rosario.2 En el plano político ese momento de crisis recesiva había coincidido con una experiencia inédita para la República como fue la sanción de la ley de reforma electoral, la denominada “Ley Sáenz Peña” (1912) que establecía el voto secreto y obligatorio para la elección de autoridades en los distintos niveles y estamentos; se trataba de un quiebre para la larga hegemonía conservadora, que basaba su permanencia en el fraude, a la vez que suponía la franca entrada en la disputa política del primer partido político de masas en el país, la Unión Cívica Radical, que se había comprometido a levantar su abstención electoral en caso de sancionarse la ley. Precisamente la primera puesta en acto de esta nueva legislación se experimentó en la provincia de Santa Fe, en los comicios para la gobernación provincial de 1912 a los que se hizo referencia en el capítulo anterior, con un primer triunfo de la fórmula de la UCR frente a la Coalición Conservadora, a lo que seguirían dos elecciones nacionales parlamentarias en ese mismo año y en 1914; pero las consecuencias más notables se darían en 1916, en ocasión de las elecciones presidenciales en las que el radicalismo obtuvo el triunfo y se produjo un vuelco decisivo en el panorama político y social 1

HARDOY, Jorge E. "Teorías y prácticas urbanísticas en Europa entre 1850 y 1930. Su traslado a América Latina". En HARDOY, J. E. y MORSE, R. Repensando la ciudad de América Latina. Buenos Aires, GEL, 1988, p. 125. 2 VIDELA, Oscar. El siglo XX. Problemas sociales, políticas de Estado y economías regionales, Colección Nueva Historia de Santa Fe, Tomo IX, Rosario, Prohistoria, 2006, pp. 13 a 38. 351

nacional, con el acceso al poder de la clase media en un partido que aglutinaba por igual a criollos e inmigrantes. En el mundo académico, una transformación no menos revolucionaria fue la que se originó con la reforma universitaria de 1918, surgida de las revueltas estudiantiles que se iniciaron en la Universidad de Córdoba en reclamo por una universidad democrática y con un rol activo en la vida del país. La crisis económica, la renovación política y la transformación académica constituyeron factores decisivos para el resquebrajamiento del antiguo orden conservador. Con la década de 1920 comenzó un período de recuperación respecto de la crisis vivida en la etapa anterior, en especial en el plano económico en que se comenzó a retomar el proceso de crecimiento, sobre todo a partir de la normalización de la situación europea y el reestablecimiento del tráfico marítimo; fue la etapa en que se inició la mecanización agrícola, volvió a ser importante –aunque nunca alcanzó los índices relativos anteriores a 1914- el flujo inmigratorio, se incrementó notablemente el consumo y, en las ciudades principales, se reactivó decididamente la industria de la construcción. Ya desde los últimos años de la década anterior fue política estatal, en particular en la Provincia de Santa Fe, paliar la desocupación con el empleo de mano de obra para los trabajos públicos, y en especial la vialidad y la edilicia pública sintieron los efectos de esta medida, con un incremento considerable del volumen de obras.3

VI. 1) Santa Fe en la década 1920-30 Para la Capital fue sin dudas una década de cambios que se caracterizó por una renovación de la dirigencia política y, en el plano social, por el crecimiento económico de los sectores medios y el afianzamiento de la población inmigrante. Respecto de lo urbano, fueron notables la transformación de la escala y del paisaje ciudadano al incorporarse al mismo algunos edificios públicos de gran magnitud (Casa de Gobierno, Palacio Legislativo, Palacio de Tribunales), a la vez que la edilicia privada comenzaba a desplegar tipologías arquitectónicas y tecnologías constructivas novedosas; se verificó asimismo una notable expansión de la mancha urbanizada, una extensión considerable de la red de pavimentos y un crecimiento significativo de la red de transporte público en el área suburbana, a lo que se agregaba la consolidación de los primeros barrios alejados de la tradicional ciudad de “entre bulevares”. Se destacó en el capítulo anterior la vocación del gobierno municipal por afianzar una genealogía de raíz antigua y tradicional, frente al riesgo que representaba el constante reclamo de supremacía por parte de la ciudad de Rosario, emporio de riqueza y desarrollo, que competía con Santa Fe por la capitalidad de la provincia una vez que se desbancaron definitivamente sus expectativas de ser capital del país; este interés de los sectores dirigentes santafesinos se hizo muy evidente con la publicación del tercer censo municipal, realizado en 1923.4 En este libro, acompañando a los datos y tablas estadísticas, aparece un extenso capítulo referido a los antecedentes históricos de Santa Fe escrito por el director del censo, Tomás Martínez que desde principios del siglo dirigía la Oficina de Estadísticas municipal. Como ya comentamos en el Capítulo V, en el mismo se dedican treinta páginas a relatar el momento fundacional y el desarrollo de la ciudad del primer emplazamiento, su fundador, la elección del sitio, el acto de fundación, los primeros años, hasta la etapa del traslado (1573-1660); otras dieciocho páginas hablan del período colonial en el emplazamiento definitivo hasta la Revolución de Mayo (1660-1810) y tan sólo diez páginas se ocupan de exponer la historia de la ciudad poscolonial y reciente (1810-1923). 3

CECCHINI de DALLO, Ana M. “Los gobiernos provinciales del ciclo radical”, en Nueva Enciclopedia de la Provincia de Santa Fe, tomo III, Santa Fe, 1992, pp. 51 a 78. 4 MCSF. Censo Municipal de la población de Santa Fe - Año 1923, Santa Fe, Talleres Gráficos Morales, 1924, pp. 65 a 124. 352

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Precisamente en el año en que se realizó dicho censo se estaban cumpliendo los 350 años de la fundación de la ciudad (1573) en el antiguo emplazamiento, situado sobre el mismo litoral fluvial, ochenta kilómetros al norte; la efemérides sirvió para reforzar aún más esa voluntad por perpetuar los blasones del origen hispánico y ensamblar, a la vez, en una celebración única las dos gestas decisivas para la historia de la ciudad: una, la conquista española en el siglo XVI, que aportó el abolengo prestigioso y otra, la colonización agrícola pergeñada por la dirigencia política de la segunda mitad del siglo XIX, que convocó a población europea, aportando al crecimiento económico y al progreso técnico. “Fundose así la primitiva ciudad de Santa Fe, llamada a desempeñar el importante rol que se le asignaba en la conquista del Río de la Plata, destinada a constituir por largos años la centinela avanzada de la civilización, contra la barbarie de los aborígenes...”5 “...’puerta abierta a la tierra’ para cumplir grandes destinos, la ciudad adelanta a saltos, maravillosamente, hasta colocarse, como está ya colocada, en el número de las grandes ciudades argentinas.”6

Precisamente este último párrafo surge de un texto preparado especialmente en ocasión del aniversario por el historiador local Julio A. Busaniche, por encomienda de la Comisión de Fiestas Conmemorativas de la Fundación de Santa Fe, creada por el gobierno provincial y presidida por el Ministro de Gobierno de la Provincia. En sus Apuntes... Busaniche reproduce la misma matriz del texto de Martínez antes citado, y de las 45 páginas que integran el pequeño libro conmemorativo, sólo tres se dedican a relatar los acontecimientos posteriores a 1853 ilustrados con una fotografía panorámica desplegable de la ciudad en el año de la publicación; el resto del texto se ocupa de la fundación y los personajes claves de ese momento, también aparecen las loas al fundador, la “Revolución de los Siete Jefes”, los avatares del traslado y la relación de Santa Fe con otros centros urbanos de la región; al hablar del nuevo emplazamiento y de la extensión de la ciudad aparece una curiosa y seguramente metafórica referencia a “los muros de la ciudad” que sólo existieron en la imaginación de este historiador.7 Este intento de afirmación en el pasado prestigioso tendrá un punto culminante con los festejos organizados en torno a la fecha precisa del aniversario, el 15 de noviembre de 1923 y aparece muy bien reflejado en la prensa de la época. Ese día los diarios locales dedicaron totalmente su primera plana a rememorar la gesta con un marcado carácter hispanista en los textos que se publican; también en ese momento se da un primer paso en el reconocimiento del vínculo entre el sitio fundacional, de cuya ubicación exacta se tenían apenas indicios y la ciudad trasladada, con la colocación de un monumento conmemorativo en dicho sitio inaugurado por parte del Gobernador de la Provincia y la realización de una peregrinación que partió de la Capital hacia ese punto.8 Por fin sobre el final de la década, la Guía del Turista editada por la municipalidad, incorpora abundante información sobre las transformaciones urbanas producidas a partir de la segunda mitad del siglo XIX, acompañada por un muy completo relevamiento fotográfico 5

Ibídem, p. 64. BUSANICHE, Julio A. Apuntes sobre la fundación y desarrollo de la ciudad de Santa Fe, Santa Fe, Imprenta Oficial de la Provincia de Santa Fe, 1923, p. 44. 7 BUSANICHE, Julio. Op. cit., p. 37. 8 Las actividades centrales consistieron en la inauguración de un sistema de iluminación “extraordinaria” en plazas, paseos y avenidas, piedra fundamental de las obras del Parque Garay y del nuevo edificio para la Casa Central del Banco Provincial, inauguración del nuevo edificio de la sucursal Santa Fe del Banco de la Nación, velada cultural en el Teatro Municipal, actos protocolares civiles y religiosos, distintas competencias deportivas, una peregrinación que partió de la iglesia de San Francisco hacia la localidad de Cayastá. La historia tuvo especial protagonismo, con la inauguración de la biblioteca y archivo histórico de la Provincia y la publicación de varias obras ad hoc. Ver: “1573 – La Fundación de Santa Fe - 1923” en diario Santa Fe, Santa Fe, 15/11/1923, p. 1. Este diario dedica las páginas 1, 2 y 4 completas a la conmemoración y se publican ocho notas referidas al tema, numerosas fotografías de los templos coloniales de la ciudad y la reseña de los festejos. Ver también “Páginas de Historia – Festejos conmemorativos”, en Nueva Época, Santa Fe, 15/11/1923, pp. 1 y 2. Este diario saca una edición especial de 24 páginas, de las cuales seis se dedican a la efemérides. Incluso los principales avisos publicitarios refieren al evento. 6

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de los edificios y lugares de interés en la ciudad, donde aparecen equilibradamente ponderadas las “reliquias de antaño” (los templos y los pocos edificios civiles del período colonial que aún subsistían) y los nuevos edificios, tanto públicos como privados, recién inaugurados. (Imágenes VI.3a, VI.3b, VI.4a y VI.4b) En esta guía, por primera vez en una publicación municipal, aparecen retratados como un verdadero programa iconográfico a la par de las sedes institucionales, de los paseos y plazas y de las residencias prestigiosas, muchas de las manifestaciones que la modernidad había incorporado al área urbana: la nueva usina eléctrica, fábricas, estaciones combustibles, actividad portuaria.9 (Imágenes V.8b, V.8c y VI.11.b) El panorama desde el punto de vista del crecimiento se presentaba auspicioso: la de 1920-30 fue una década floreciente para el puerto local, frente a la retracción sufrida en la anterior antes comentada,10 la población aumentaba a ritmo sostenido con índices superiores a otras ciudades; Santa Fe no había sido durante la década anterior, como Rosario y Buenos Aires, escenario de sangrientas revueltas obreras y la vida urbana discurría en una aparente estabilidad. De acuerdo a los datos proporcionados por los anuarios estadísticos municipales,11 la ciudad había iniciado los años ´20 con alrededor de 90.000 habitantes y para 1930 la población ya superaba los 125.000 habitantes; la municipalidad continuaba editando anualmente, tal como lo hacía desde principios del siglo, estos anuarios que traducían la vida urbana en cifras, dando cuentas del marcado y regular aumento de la población. De los valores mencionados se desprende un crecimiento de alrededor del 38% en estos diez años, el que se ponía de manifiesto no sólo en la expansión de los márgenes urbanos sino también en la densificación del área central. Si bien en la década 1920-30 el incremento medio anual (3,8%) se hallaba en descenso con relación a los valores registrados en la década anterior, en la que el aumento del número de habitantes había llegado a cifras de hasta el 7% anual en 1914, la ciudad presentaba aún un crecimiento mucho más elevado que el que se verificaba, para los mismos años, en las más grandes ciudades argentinas en las que los porcentajes de crecimiento habían disminuido notablemente (Buenos Aires 1,1% anual y Rosario 1,6% anual); este fenómeno de índices elevados se verificaba también en otras ciudades provincianas de rango medio, como San Nicolás (3,6%), La Plata (2,4%) o Bahía Blanca (3,3%), que para la década de 1920-30 crecían en una proporción mucho mayor a aquéllas que habían tenido una expansión explosiva durante las décadas anteriores.12 En 1923 la municipalidad realizó el tercer (y último) censo municipal general de población, ya que a partir de entonces los censos se realizaron a nivel nacional, 9

MCSF. Guía del Turista - 1929 - Intendencia del Dr. Ignacio Costa. Santa Fe, ed. oficial, 1929. La guía estuvo profusamente ilustrada y todas las imágenes llevan el sello de “Foto Garcilazo”, quien continuaba la tradición de fotógrafo oficial que había iniciado a fines del siglo XIX Augusto Lutsch; Garcilazo había quedado al frente del estudio al retirarse Lutsch en 1910, y evidentemente heredó también su clientela oficial. Incluso hemos verificado que varias de las más antiguas fotografías que firma Garcilazo corresponden a tomas hechas por Lutsch. También ilustra Garcilazo con una foto panorámica tomada desde la Casa de Gobierno, el libro de Busaniche antes mencionado. Ver Capítulo V, notas nº 53 y 54. 10 En especial con posterioridad a 1925 se vieron cifras récord en el rendimiento de la estación de ultramar, tanto en tonelaje intercambiado como en las ganancias producidas y la cantidad de embarcaciones ingresadas. El récord absoluto se dio en 1929. Ver: MCSF. Anuario Estadístico de la Ciudad de Santa Fe – Vol. XXIII, 1931. Santa Fe, Castellví Hnos., 1932, pp. 133 a 144. 11 MCSF. Anuario Estadístico de la Ciudad de Santa Fe – Vol. XIV, 1920. Santa Fe, Tip. Salatín Hnos., 1921, p. XVII; MCSF. Anuario Estadístico de la Ciudad de Santa Fe – Vol. XXIII, 1931. Santa Fe, Castellví Hnos., 1932, p. XIX. 12 Los datos de crecimiento porcentual figuran en un cuadro comparativo entre ciudades argentinas en: MCSF. Anuario Estadístico de la Ciudad de Santa Fe - Vol. XXIII, 1931. Santa Fe, Castellví Hnos., 1932, p. XX. Para poner en relación el crecimiento poblacional santafesino con el del país en su conjunto debe tenerse en cuenta que: “...con la sola excepción de 1891 los saldos migratorios de la Argentina fueron positivos desde antes de 1857 /.../ hasta 1913 inclusive. Totalizaron cerca de 1.900.000 personas, con picos anuales de más de 100.000 /.../ Para dar su cabal significado a estas cifras recuérdese que la Argentina estaba bien por debajo de los 2 millones de habitantes en 1869, apenas superaba los 4 millones en 1895, y no llegaba a los 8 millones en 1914. Después de cinco años, los de la Primera Guerra Mundial, de saldos migratorios negativos, entre 1919 y 1931 inclusive, los saldos anuales volvieron a ser positivos: acumulados sumaron cerca de 1 millón de personas...”. VAPNARSKY, César y GOROJOVSKY, Néstor. El crecimiento urbano en la Argentina, Buenos Aires, IIED-AL, 1990, p. 33. 354

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simultáneamente en todo el país; este documento, que registró solamente población, aporta varios datos de interés para comparar con los censos anteriores. La proporción de población extranjera, que para comienzos del siglo rondaba el 30%, había descendido a casi un 19% para 1923,13 haciéndose notorio el freno del afluente inmigratorio durante la Primera Guerra Mundial, que se retomaría a menor ritmo al finalizar el conflicto; es notable también la radicación definitiva en ésta que ya era su tierra, de los hijos de aquellos inmigrantes, que portaban la nacionalidad argentina. En la procedencia de la población extranjera seguía dominando la europea, que alcanzaba casi al 88% del total de extranjeros,14 especialmente italianos y españoles y, en menor medida, franceses, rusos, alemanes y suizos; los italianos alcanzaban el 8,1% de la población total de la ciudad y los españoles el 6% de la misma (y constituían el 43% y 33% del total de extranjeros respectivamente). POBLACIÓN EXTRANJERA POR PROCEDENCIA Y UBICACIÓN EN PLANTA URBANA Y ENTORNO EN 192315 Sección censal

Población Total

Población Extranjera

Italianos

Españoles

Franceses

Otros países europeos

(cant. habit.)

Total europeos

Porcentaje europeos s/ total extr.



16.603 hab.

1.772

602

730

69

121

1.522

85,9%



13.903 hab.

3.242

1.157

1.155

134

341

2.787

85,9%



12.028 hab.

2.725

1.295

860

211

93

2.459

90,2%



10.465 hab.

1.560

722

524

39

106

1.391

89,1%



20.146 hab.

4.253

1.824

1.417

305

245

3.791

89,1%



14.050 hab.

3.052

1.488

940

81

260

2.769

90,7%

Suburbios

16.341 hab.

2.873

1.318

735

131

172

2.356

82,0%

103.536 hab.

19.477

8.406

6.361

970

1.338

17.075

87,7%

TOTAL

Las secciones censales cambiaron en cantidad y superficie respecto del censo municipal anterior (1907) por lo que no puede efectuarse un cotejo exacto entre ambos, pero pueden establecerse cierto paralelismo (por diferencia de pocas manzanas de superficie) entre las secciones 1ª y 2ª de ambos censos, y entre la sección 3ª del censo de 1907 y la 5ª del censo de 1923, ya que ambas abarcan los nuevos barrios del noreste, en la zona de la estación del FFCC Santa Fe y el barrio Candioti.16 (Imagen VI.6) Se verifica por lo tanto, en la comparación, que la sección 2ª (centro comercial) sigue aglutinando la mayor densidad de población de la ciudad y contiene también la más elevada proporción de habitantes extranjeros; el fundacional barrio sur (sección 1ª) continúa siendo el sector con menor porcentaje de población extranjera, aunque con elevada densidad poblacional y alto grado de consolidación; por su parte la sección 5ª (antigua sección 3ª) presenta la más alta densidad de todos los barrios de periferia a la vez que mantiene una elevada proporción de población extranjera. El resto de la superficie comprendida en los límites jurídicos de la ciudad, considerando las franjas suburbanas y el área rural en tierra firme, presenta una 13

MCSF. Censo Municipal de la población de Santa Fe - Año 1923, Santa Fe, Talleres Gráficos Morales, 1924, pp. 65 a 124. Ese porcentaje podría elevarse un poco si se tiene en cuenta que el censo consigna alrededor de un 5% de población de “otras nacionalidades” que no se discriminan por países, entre los que con certeza había también europeos (por ejemplo ingleses, portugueses o nórdicos, que por su reducido número no se indican separadamente). 15 Tabla de elaboración propia. Fuente: MCSF. Censo Municipal de la población de Santa Fe - Año 1923, Santa Fe, Talleres Gráficos Morales, 1924, pp. 187 a 191. En la columna “Otros países europeos” se ha sumado la población rusa, alemana, suiza y austriaca que el censo diferencia por país, a efectos de simplificar el cuadro. 16 Las secciones censales coincidían tradicionalmente con el radio de acción de las comisarías (secciones policiales); con el crecimiento de la ciudad las secciones policiales se redistribuyeron y aumentaron en 1910, con el nuevo Reglamento de Policía de la Capital. AGPSF. Gobierno/Expedientes, fs. 172 a 348. 14

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bajísima densidad de ocupación, elevada dispersión y relativamente alta proporción de población europea en virtud de tratarse de zonas especialmente apetecidas por los inmigrantes (quintas, enclaves ferroviarios y la villa residencial de Guadalupe), con escasos focos de concentración de población, articulados por algunas troncales de escala territorial. CENSO MUNICIPAL DE 1923 – DISTRIBUCIÓN DE POBLACION EN PLANTA URBANA17 Sección censal

Población



16.603 hab.

Superficie (has) 130,80



13.903 hab.



Densidad (hab/ha) 126,9

Población Argentina 14.831 hab.

100,50

138,3

12.028 hab.

154,04



10.465 hab.



Población Extranjera

% Población Extranjera

1.772 hab.

10,7 %

10.661 hab.

3.242 hab.

23,3 %

78,0

9.303 hab.

2.725 hab.

22,6 %

126,62

82,6

8.905 hab.

1.560 hab.

14,9 %

20.146 hab.

204,63

98,4

15.893 hab.

4.253 hab.

21,1 %



14.050 hab.

176,87

79,4

10.998 hab.

3.052 hab.

21,7 %

Suburbios y entorno rural TOTAL

16.341 hab.

4.600,00

3,55

13.468 hab.

2.873 hab.

17,5 %

103.536 hab.

5.493,46

18,84

84.059 hab.

19.477 hab.

18,8 %

Igualmente el dato de posesión de bienes inmuebles en la ciudad da indicios claros sobre la vocación de los extranjeros de establecerse en forma permanente en la región ya que, pese a disminuir la cantidad de relativa de población foránea, aumenta notablemente la proporción de extranjeros que gozan de la condición de propietarios; es notable, en este sentido la prosperidad de italianos, españoles y franceses, que eran propietarios en muy alta proporción respecto de la cantidad total de habitantes de esas nacionalidades y aún respecto de la cantidad total de población. En los cuadros que se adjuntan puede notarse que la cantidad de propietarios italianos y españoles fue en aumento entre el inicio del siglo y 1923, en mayor proporción que el crecimiento mismo de población de esas nacionalidades: por ejemplo, en el censo de 1901 los italianos propietarios alcanzaban a un 20% del total de italianos residentes en la ciudad y para 1923 ya los italianos propietarios habían superado el 29% del total; en esta misma fecha, los italianos constituían el 8,1% del total de población, pero representaban el 18,7% de los propietarios. CANTIDAD DE PROPIETARIOS DE BIENES INMUEBLES EN AREA URBANA – % POR NACIONALIDADES18 (cantidad y porcentaje respecto del total de población de esa nacionalidad)

CENSO AÑO

Argentinos

Italianos

Total habs.

Total habs.

Total % propiet.

Españoles Total propiet

%

Total habs.

Franceses

Total propiet

%

Total habs.

Otros extranjeros

Total propiet

%

Total habs.

Total propiet

%

1901

25.232

3.129 12,4

5.934

1.216 20,4

1.976

270 13,6

1.120

167 14,9

1.373

448 32,6

1907

31.721

3.361 10,6

6.999

1.543 22,0

2.522

366 14,5

1.046

256 24,4

1.969

393 19,9

1923

84.059

8.700 10,3

8.406

2.491 29,6

6.361

1.219 19,1

970

266 27,4

3.740

600 16,0

17

Tabla de elaboración propia. Fuente: MCSF. Censo Municipal de la población de Santa Fe - Año 1923, Santa Fe, Talleres Gráficos Morales, 1924. Para la superficie total se consideraron los límites jurídicos de la ciudad dentro del triángulo formado por los ríos, exceptuando la extensa zona de islas, de la que deliberadamente tampoco se contabilizó la escasa población. 18 Tabla de elaboración propia. Fuentes: MCSF. Censo Municipal de Santa Fe - Población, Edificación, Comercio e Industria - 1907. Santa Fe, Imp. La Argentina, 1908, pp. 85 y 96. MCSF. Censo Municipal de la población de Santa Fe - Año 1923, Santa Fe, Talleres Gráficos Morales, 1924, pp. 158 y 159. Los datos del año 1901 están incluidos en el censo de 1907. 356

MODERNIZACIÓN URBANA EN CIUDADES PROVINCIANAS DE ARGENTINA. TEORÍAS, MODELOS Y PRÁCTICAS, 1887-1944 Adriana Co llado

CANTIDAD DE PROPIETARIOS DE BIENES INMUEBLES POR NACIONALIDADES RESPECTO DEL TOTAL19 (cantidad y porcentaje de cada nacionalidad respecto del total de propietarios)

CENSO AÑO

TOTAL PROPIETARIOS

Argentinos

Italianos

Españoles

Franceses

Otros extranjeros

Total pro- % pietarios

Total pro- % pietarios

Total pro- % pietarios

Total pro- % pietarios

Total pro- % pietarios

1901

5.230

3.129

59,8

1.216

23,25

270

5,1

167

3,2

448

8,5

1907

5.919

3.361

56,8

1.543

26,0

366

6,2

256

4,3

393

6,6

1923

13.276

8.700

65,5

2.491

18,7

1.219

9,2

266

2,0

600

4,5

El impacto del crecimiento poblacional en la planta urbana es muy notable y puede analizarse a partir de un plano municipal de 1925 (Imagen VI.9); en el marco de la magra disponibilidad de cartografía urbana que padece Santa Fe en este momento, interesa destacar este documento que fue presumiblemente realizado en las oficinas municipales, dibujado en escala 1:25.000, sin fecha, pero que puede datarse en 1925 a partir de ciertas referencias que el mismo plano brinda.20 De su comparación con el plano de 1912 ejecutado por el ingeniero Arturo Lomello, que se vio en el capítulo anterior, es notable la presencia de algunos bolsones de crecimiento importantes, en particular en la zona centronorte, unos 1.500 metros más allá del bulevar Gálvez, con más de 120 hectáreas que aparecen definidas con amanzanamiento efectivo y otros sectores, ya fraccionados, dispersos en distintos puntos del ejido los que, aunque discontinuos, mantienen la direccionalidad de la trama rectora; no obstante, existían aún grandes áreas intersticiales sin fraccionar y las áreas loteadas presentaban un bajo nivel de formalización y mínimas densidades poblacionales. Por entonces se desprendía netamente por la unidad de su trazado y por el relativo alejamiento que presentaba respecto del centro, la Villa de Guadalupe. También en este plano aparece por primera vez, como proyecto de envergadura para la ciudad, la idea de construir un gran parque público en el sector de isla que se enfrentaba, al este de la laguna, a la Avenida Costanera y que se ubicaba al sur de la traza del ferrocarril a Colastiné; la delineación de este proyecto aparece todavía seis años más tarde, en el plano que publica la Guía General de la Provincia en 1931, aunque nunca llegó a concretarse.21 Además este plano presenta la particularidad, respecto de los anteriores de 1895 y 1912 (Imágenes III.14 a-b y V.9) de tener dibujado en línea de puntos en toda el área norte de la ciudad, el amanzanamiento aún no efectivizado en una total continuidad con la traza existente y sin respetar ninguno de los elementos previos que distorsionan sectorialmente el trazado (vías férreas y caminos de acceso); se trata de una configuración ideal de fraccionamiento de la ciudad, que no se llevará estrictamente a la práctica nunca, y que marca una diferente previsión en la extensión de la ciudad hacia el norte, entre la franja este y la franja oeste: en la primera, esta grilla proyectada llegaba hasta cinco kilómetros al norte del bulevar Gálvez, en tanto que en la segunda el amanzanamiento previsto apenas alcanzaba a dos kilómetros al norte de la traza de dicho bulevar. Al plantearse esa trama 19

Tabla de elaboración propia. Fuentes: idem nota anterior. ACDM-AE. Tomo 1926, f. 243. Este plano, hallado por la autora en el archivo del Concejo Deliberante, no aparece identificado con título alguno. Para datarlo pueden tenerse en cuenta dos cuestiones: una, que presenta la delineación del Parque Garay, cuya piedra fundamental se colocó en noviembre de 1923 y otra, que aparece dibujada en toda su longitud e identificada la avenida del oeste (Avenida Freyre), cuyo tramo sur se terminó de abrir en 1925 y recién desde setiembre de ese año se denominó así. El mismo plano fue reproducido, cuatro años más tarde en: MCSF. Guía del Turista - 1929 Intendencia del Dr. Ignacio Costa. Santa Fe, ed. oficial, 1929. 21 GOBIERNO DE LA PROVINCIA DE SANTA FE. Guía Oficial de la Provincia de Santa Fe - 1931. Dos tomos, Santa Fe, Edición Oficial, 1932. 20

357

ideal, se define la continuación hacia el norte del boulevard del oeste (que para entonces había sido sustituido por la Avenida Freyre) rectificando la dirección del camino de acceso desde el norte y dando continuidad al mismo tiempo a todas las vías que atraviesan el bulevar. La extensión de la trama ignora asimismo la direccionalidad del resto de las avenidas de acceso norte-sur, sobre las que también se despliega la ortogonalidad propuesta. Lo que el plano no termina de explicar es si esta nueva trama debía anular a las avenidas oblicuas o si estaba previsto que conviviera con ellas, lo que efectivamente iba a ocurrir a medida que avanzara el fraccionamiento; pero no quedan dudas sobre la voluntad de extender indiscriminadamente el trazado original, que a fines del siglo XIX había sido revisado en sus dimensiones pero donde la grilla cuadricular se mantenía inalterable. Como testimonio inmediato posterior al plano de 1925, puede considerarse el Plano del Instituto Geográfico Militar de la Nación,22 que traduce la información de un relevamiento aero-fotográfico efectuado en 1926 (Imagen VI.10); permite conocer la situación general de la ciudad y su relaciones con el territorio circundante, caminos de penetración, instalaciones ferroportuarias, delineación de plazas y parques, equipamientos de volumen diferenciado y, en especial el grado de consolidación del tejido edilicio de la ciudad, distinguiendo entre las manzanas que constituyen un bloque y aquéllas en las que lo construido se presenta disperso. De la confrontación de este plano con el anterior puede verificarse cuáles eran, para 1926, los sectores efectivamente ocupados y cuáles los que poseían sólo un trazado legalizado pero no materializado.23 Esto permite confirmar que la amplia grilla delineada en trazos en el plano anterior, que cubría vastas superficies del área suburbana, no tenía ningún atisbo de concreción sino que representaba una idea de expansión para la ciudad futura que no se había efectivizado; además, aún entre los sectores que en el plano de 1925 aparecen definidos con líneas llenas, con un criterio de graficación que haría suponer un trazado concretado, algunos todavía no tenían siquiera las calles abiertas ni estaban ocupados. Avanzada entonces la década de 1920 y habiendo constatado un importante aumento de población, se detecta que la zona urbanizada con ocupación plena apenas supera las cuatro cuadras al norte del bulevar en la zona este y limita con el bulevar en la zona oeste, lo que se compadece con el aumento de densidad de población en el área central y la gran dispersión en la zona norte, que se constató en el análisis de los datos censales. Esa dispersión, en parte estaba facilitada por la disponibilidad de transporte público, aunque no pueda afirmarse que en Santa Fe la habilitación, a partir de 1914, de los tranvías eléctricos haya posibilitado procesos de metropolización similares a los vividos en Buenos Aires o Rosario.24 En una primera etapa, el nuevo servicio de la Compañía Argentina de Tranvías y Fuerza Ltda. se organizó en tres líneas troncales. La primera partía del extremo suroeste, de la estación del FFCC Central Argentino, llegando hasta la Plaza de Mayo y desde allí atravesaba el centro de la ciudad de sur a norte, pasando por la estación del FFCC Santa Fe (Cía. Francesa), para llegar por el Boulevard Gálvez hasta la tercera estación, la del FFCC Central Norte (estatal); una segunda línea partía del centro comercial en proximidades del Mercado Central y atravesaba el área urbana con dirección noroeste para dar acceso a la zona de los hospitales, al Cementerio Municipal de Barranquitas y al Matadero Municipal, distante 6 km del límite del sector urbanizado, en tanto que la tercera línea partía del Bulevar Pellegrini y recorriendo el antiguo Camino de Ascochingas llegaba a la Villa de Guadalupe, pasando antes por el hipódromo.25 Con el paso de los años la red de 22

Fuente: Archivo IGM. Provincia de Santa Fe – Departamento La Capital. Plancheta nº 4822-d. Para una comparación detallada de ambos documentos ver: COLLADO, A. y BERTUZZI, M. L. Santa Fe 1880-1940. Cartografía histórica y expansión del trazado, Documento de Trabajo nº 4, Santa Fe, CEDEHIS-U.N.L., 1995, pp. 20 a 22. 24 Sobre esta cuestión ver: SCOBIE, James. Buenos Aires. Del centro a los barrios. Solar, Buenos Aires, 1977; RIGOTTI, Ana M. Crónica ilustrada de la evolución urbana y arquitectónica de Rosario (1823-1955). Cuadernos del CURDIUR nº 1, Rosario, UNR, 1981. 25 MCSF. Guía del Turista - 1929 - Intendencia del Dr. Ignacio Costa. Santa Fe, ed. oficial, 1929, pp. 204 a 213. 23

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MODERNIZACIÓN URBANA EN CIUDADES PROVINCIANAS DE ARGENTINA. TEORÍAS, MODELOS Y PRÁCTICAS, 1887-1944 Adriana Co llado

tranvías eléctricos fue teniendo algunas ampliaciones y mejoras, aunque sustancialmente las áreas servidas por este medio no se modificaron; para mediados de los años ‘20 la extensión más importante la constituía una línea que partiendo del Barrio Candioti atravesaba el área central y se dirigía hacia el oeste, dando acceso al Hospital de Caridad. El servicio corría con frecuencias de entre 5 y 14 minutos según los horarios de mayor o menor demanda, interrumpiéndose sólo cuatro horas durante la noche; en el lapso 19201930 la extensión de vías creció de 35 a 45 km y el número de coches en servicio, de 30 a 40 unidades.26 (Imágenes VI.12a y VI.12b) En términos de arquitectura, los principales emprendimientos provinieron no sólo de los sectores públicos nacional y provincial, como había ocurrido en las dos décadas anteriores, sino también, y en forma notable, de los intereses de particulares. Los tipos edilicios presentaban una gran diversidad e iban desde los grandes edificios públicos administrativos y educativos, sedes bancarias, enclaves vinculados con funciones productivas y de transporte, hasta los importantes edificios residenciales que marcaron la diferencia de escala en el área central. El estado nacional aportó desde la Dirección Nacional de Arquitectura, edificios de envergadura como la sede del Rectorado de la Universidad Nacional del Litoral,27 la nueva Aduana Nacional, próxima a la zona portuaria, la imponente estación de cabecera del ferrocarril estatal Central Norte Argentino, en Boulevard Gálvez y el Colegio Nacional, que venía demorándose desde los primeros años del siglo y ocupó la manzana del antiguo cementerio de San Antonio.28 La banca oficial erigió las sedes de dos importantes instituciones: la sucursal Santa Fe del Banco de la Nación y la nueva Casa Central del Banco de la Provincia de Santa Fe; también algunos bancos privados construyeron sus edificios en proximidades de los oficiales, contribuyendo a generar un área diferenciada por su función, dentro de la zona de mayor densidad comercial.29 Por su parte, el gobierno provincial también hizo un notable aporte a la consolidación de la edilicia urbana de la capital, concretando una prolífica obra pública que fue subsidiada por un empréstito que la Provincia tomó en 1922, con cuyos recursos se construyeron edificios de gran significación en las áreas de seguridad, servicios sociales y educación: los nuevos Tribunales Provinciales en Plaza de Mayo y la Jefatura de Policía frente a Plaza San Martín fueron los dos exponentes más relevantes, levantados casi contemporáneamente en la segunda mitad de la década; en el extremo sur de la ciudad a apenas tres cuadras de la plaza fundacional, se alzó la cárcel de mujeres en el sitio que había sido ocupado por el antiguo hospital de caridad; como equipamiento barrial se dispusieron en distintas zonas de la ciudad las sedes de numerosas comisarías y escuelas y, fuera del área urbana, se levantó el reformatorio de menores.30 (Imágenes VI.25a y VI.25b) Por iniciativa de privados se comenzaron a construir en ese mismo sector urbano importantes edificios que concretaron los primeros ejemplos de la tipología de “casa de renta”, entre los que destacaron por su magnitud e impacto los de Lupotti, Casanello, Dellepiane y Labra, todos en pleno corazón del centro comercial, que junto a muchos otros, implicaron una incipiente renovación en la opción de vivienda para las familias de clase media.31 (Imágenes VI.3a, VI.3b y VI.24b) No obstante para viviendas individuales de esa misma clase 26

MCSF. Anuario Estadístico de la Ciudad de Santa Fe – Vol. XXIII, 1931. Santa Fe, Castellví Hnos., 1932, p. 111. Ver: COLLADO, Adriana y MÜLLER, Luis. “El rectorado de la Universidad Nacional del Litoral en Santa Fe”, en Españoles en la arquitectura rioplatense, Buenos Aires, Cedodal, 2006, pp. 59 a 63. 28 AAVV. Inventario. 200 obras del patrimonio arquitectónico santafesino. Santa Fe, UNL, 1993. 29 AAVV. Banco Nación Argentina. Acción, presencia y testimonio en el interior del país. Buenos Aires, Fundación BNA, 1983. 30 Ver: “Obras del empréstito del Gobierno de la Provincia de Santa Fe”, en revista Arquitectura nº 7, Rosario, julio de 1927. 31 MCSF. Guía del Turista - 1929 - Intendencia del Dr. Ignacio Costa. Santa Fe, ed. oficial, 1929. El tipo “casa de renta”, construcción ubicada en áreas centrales de un bloque de viviendas generalmente de varios pisos perteneciente a un sólo propietario, tuvo desarrollo en las principales ciudades del país desde la última década del siglo XIX hasta 1948, cuando la Ley de Propiedad Horizontal posibilitó la subdivisión. En Santa Fe, salvo algunas excepciones de edificios de dos niveles 27

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media, se continuó adoptando masivamente el planteo de casa “a la italiana” de patios sucesivos, aunque con dimensionamiento ajustado a los nuevos lotes urbanos más reducidos; los sectores de la próspera burguesía en ascenso comenzaron a dejar paulatinamente de lado esta tipología, para adoptar alternativas novedosas, incursionando en la tipología del chalet, de lo que dan cuenta las residencias pintoresquistas que se levantaron en el Boulevard Gálvez y en los primeros tramos de la Avenida Costanera. Pero el lenguaje pintoresco también fue la expresión de casas más modestas, como las que la Empresa Constructora de Casas Baratas de Adolfo Levene, construyó para la misma época en las inmediaciones de la estación del Ferrocarril Central Argentino, definiendo un barrio muy característico; para la misma época surgieron los primeros emprendimientos de barrios obreros, como los denominados Mayoraz y Oser que se analizarán en el capítulo VII.32 El hormigón armado, hasta entonces tímidamente usado en pocos ejemplos aislados, comenzó a aplicarse mucho más corrientemente en el tipo “casa de renta”, así como en muchos de los edificios públicos principales. Para los grandes edificios de rentas, en especial los antes citados de Casanello y Lupotti, dada la importancia de las estructuras que requerían, se contrataron los servicios de una empresa especializada, Dyckerhoff y Widmann, que había participado en la construcción de obras de gran envergadura como el puerto militar de Bahía Blanca y el edificio Salvo de Montevideo; a través de la prensa local la empresa hacía alarde de su capacidad técnica publicando fotografías que exponían las estructuras levantadas en la ciudad.33 Los empresarios santafesinos generaron también otro tipo de aportes a la edilicia urbana: se construyeron dos grandes hoteles y algunos importantes locales para cine y teatro; el comercio también modificó notablemente su aspecto y los aludidos edificios de renta tenían, por lo general, grandes salones comerciales en sus plantas bajas, con amplias vidrieras y portales que exponían generosamente sus mercaderías. (Imagen VI.2) Importantes conjuntos vinculados a la tradición de la arquitectura industrial jalonaron la imagen urbana: entre ellos destacan los edificios levantados en el área portuaria (molinos, silos, etc.) de fuerte presencia urbana, ya que sus perfiles eran muy notables por su proximidad al área central, el nuevo edificio para la súper-usina de la Compañía Argentina de Tranvías y Fuerza Ltda., de capitales privados, levantado sobre la avenida diagonal del Puerto,34 y el puenteacueducto de estructura de hierro tendido por Obras Sanitarias de la Nación en la terminación del Bulevar Gálvez, lindante con el Parque Oroño, que en poco tiempo pasó a ser el popular “Puente Colgante” y se constituyó en un emblema ciudadano.35 (Imagen VI.5a) Esta suerte de explosión en materia edilicia contrastaba con la recesión vivida en la década anterior, en la cual especialmente en la segunda mitad y en coincidencia con la Primera Guerra Mundial y las consecuencias posteriores a la misma, la construcción disminuyó en forma abrumadora. En los seis años que van de 1915 a 1920 apenas se otorgaron en total once permisos para construcción de edificios de dos o más plantas, cuando en la mitad anterior de la década se habían llegado a otorgar entre veinte y cincuenta permisos en cada año; otro tanto ocurre con las construcciones de una sola planta en las que el otorgamiento de permisos disminuyó a menos de un 20% de lo que venía siendo la demanda habitual. Para la década que nos ocupa y en particular a partir de 1922, es notable el aumento constante de la cantidad de permisos otorgados, tanto para edificios levantados en torno al Centenario, el momento de auge de esta tipología corresponde al período 1920-1948, asumiendo en una primera etapa la estética historicista para luego mutar al racionalismo. 32 AAVV. Inventario. 200 obras del patrimonio arquitectónico santafesino. Santa Fe, UNL, 1993. 33 En El Litoral, Número Extraordinario, 1º de enero de 1928. 34 MCSF. Guía del Turista - 1929 - Intendencia del Dr. Ignacio Costa. Santa Fe, ed. oficial, 1929. Se trata de la usina de la compañía que en 1910 había concesionado el servicio de provisión de energía en el norte de la ciudad y la red de tranvías eléctricos; a partir de la inauguración de la súper-usina el crecimiento en la producción de energía generó un conflicto de competencia con la usina municipal, que se dirimió en la década siguiente con la privatización de esta última. 35 COLLADO, Adriana y MULLER, Luis. El Puente Colgante de Santa Fe. Historia, materia y símbolo. Buenos Aires, ed. Cedodal, 2001. 360

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completos como para ampliaciones y para la construcción de baños nuevos en viviendas que carecían de ellos. PERMISOS DE EDIFICACION OTORGADOS - DÉCADA 1920/3036 Año 1915 a 1920 1921 1922 1923 1924 1925 1926 1927 1928 1929 1930 TOTAL 1921 - 30

Edificios de dos o más plantas 11

Edificios de una planta 247

Ampliaciones en edif. existentes 1.264

Baños agregados en edif. existentes 230

16 04 09 17 17 21 32 37 30 64 247

54 90 208 274 479 270 237 336 454 375 2.777

426 500 687 1.481 1.739 1.697 1.545 2.449 3.295 3.229 16.361

173 265 241 283 282 576 405 617 827 1.027 4.696

El cuadro que antecede permite dimensionar la producción edilicia de la década, en la que se incorporan al parque habitacional existente (que para fines de 1920 era de 6.298 edificios consolidados, construidos con materiales y técnicas no perecederos) un total de 3.024 edificios nuevos de igual calidad, es decir que en esos diez años el parque habitacional aumentó en un 48%, sin considerar la edificación precaria en zona suburbana; se puede medir también el interés de los santafesinos por adecuar sus viviendas a los adelantos de la higiene moderna, lo cual se verifica si se pondera que entre 1907 (fecha de la habilitación de los servicios sanitarios en red) y 1920, se habían solicitado apenas 1.360 permisos para construir baños en edificios existentes es decir, menos de la tercera parte de los que se solicitan en la década de 1920 lo que, sumado a que los nuevos edificios que se construían debían constar obligatoriamente de estas instalaciones, hace aumentar en gran medida la cantidad de inmuebles dotados con servicios higiénicos adecuados.37

VI. 2) Gobierno municipal y urbanización La década de 1920 se inició encontrándose disuelto el Concejo Deliberante municipal que había sido intervenido por el Poder Ejecutivo provincial argumentando violaciones a la Ley Orgánica de Municipalidades; entre tanto, se mantuvo en funciones al intendente Joaquín Rodríguez en la etapa 1918-1920, el cual gobernó sin el contralor del cuerpo deliberativo.38 Durante esta década uno de los mayores empeños del municipio fue tratar de regular la extensión de la planta urbana ordenando los proyectos de loteos por fragmentos desde la matriz básica del damero original, de lo cual es prueba el plano municipal de 1925 que se analizó anteriormente. (Imagen VI.9) Otro aspecto que se atendió en forma sostenida fue el de la pavimentación o adoquinado de las calles por fuera del área central, ya que allí la casi totalidad de las calles ya se encontraban adoquinadas; se verifica así una mejora considerable de la red vial tanto en los barrios inmediatos al centro (como es el caso de Candioti), como en las avenidas de penetración desde el norte, las que se 36

Cuadro de construcción propia. Fuente: “Edificación”, en MCSF. Anuario Estadístico de la Ciudad de Santa Fe - Vol. XXIII, 1931. Santa Fe, Castellví Hnos., 1932, pp. 121 y ss. 37 Sobre la instalación de la red de saneamiento ver Capítulo IV, item IV.7. Es difícil suponer que se hubieran construido baños sin solicitar el permiso municipal, al menos en el área servida por la red, dado que para autorizar la conexión tanto al agua corriente como a las cloacas, la Dirección de Obras Sanitarias exigía dicho permiso. 38 MCSF. Memoria presentada al H.C.D. por el Intendente Municipal Dr. Joaquín Rodríguez-1918/20. Santa Fe, Nueva Época, 1920, pp. VI-VIII. 361

asfaltaron casi en su totalidad, incluyendo algunas vías principales de conexión entre éstas, de dirección este-oeste; el aumento de la cantidad de calles pavimentadas se puede seguir regularmente en los anuarios estadísticos, que registraban para 1920 un total de 420 cuadras pavimentadas en la planta urbana, en tanto que para 1930 la cifra ascendía a 991 cuadras pavimentadas. Estas obras se realizaban por gestión municipal, ya que la Oficina de Obras Públicas realizaba el proyecto y pliego técnico, efectuaba el llamado a licitación, elegía la empresa y supervisaba los trabajos; no obstante, una vez terminada y aceptada la obra, los propietarios particulares debían abonar el costo del pavimento directamente a la empresa constructora.39 (Imágenes VI.13 y VI.14) Este incremento de la red de calles pavimentadas fue posible precisamente a raíz de la puesta en práctica de esta nueva modalidad de gestión y financiamiento, que fue impulsada a instancias del intendente Joaquín Rodríguez en 1919.40 Hasta entonces y desde la última década del siglo XIX, una ley provincial exigía a los municipios hacerse cargo del 50% de los costos del adoquinado de las calles, lo cual había frenado notablemente el avance de este tipo de mejoras; con la nueva ley, la totalidad del costo de las obras era solventada por los propietarios, incluso en los casos en que el inmueble se hallara frente a una plaza, de modo que al municipio le competía solamente la gestión de las mejoras.41 Es de notar que el pavimento de asfalto, con el que habían sido tratadas las avenidas de penetración del norte, era considerado una superación modernizadora respecto del antiguo adoquinado, con un cambio de apreciación respecto de principios de siglo, cuando el adoquinado de piedra granítica era preferido respecto de cualquier otro tipo de pavimento por su solidez y durabilidad.42 Todo este interés por el tratamiento de las calzadas se relacionaba con otro fenómeno que el progreso técnico había desencadenado durante esta década, como era el aumento de vehículos motorizados en circulación en las calles: en 1920 los vehículos automotor registrados en el municipio apenas superaban los doscientos, pero para 1931 ya, entre automóviles y camiones, este tipo de vehículos llegaban a cuatro mil.43 Y aunque aún se conservaran unos 80 coches de plaza para el transporte público, con reminiscencias de la Santa Fe del Centenario, el nivel de progreso se hacía manifiesto y los santafesinos hacían circular a través de la prensa sus preocupaciones por la intensidad del tráfico en la ciudad.44 El incremento de tráfico motorizado en las calles generó también un conflicto que iba a teñir la vida de la mayor parte de las ciudades argentinas durante este período: la dificultosa articulación entre la red viaria y los trazados ferroviarios que atravesaban zonas de reciente urbanización, lo que producía permanentes problemas de tránsito, a la vez que originaba conflictos jurisdiccionales de muy difícil solución entre los municipios y las 39 ACDM-AE. Tomo 1923, fs. 180 a 202. En 1923 se aprueba una Ordenanza de Pavimentación (nº 2149/23) que dispone no sólo la pavimentación de 120 nuevas cuadras sino también la re-pavimentación de 140 cuadras que ya se encontraban adoquinadas. En total se intervenía sobre casi el 50% de las calles pavimentadas hasta entonces. 40 MCSF. Memoria presentada al H.C.D. por el Intendente Municipal dr. Joaquín Rodríguez-1918/20. Santa Fe, Nueva Epoca, 1920, pp. 205 a 208. 41 Esta política fue muy resistida por los pequeños propietarios de lotes barriales pero especialmente fue discutida por la empresa de tranvías eléctricos y por la empresa del FFCC Santa Fe, resultando a la postre sumamente onerosa para el municipio. A fines de 1927, cuando se había cumplido un alto porcentaje de las obras, una medida judicial declaró la inconstitucionalidad de esta disposición municipal y originó un cúmulo de reclamos y demandas judiciales a las que la comuna tuvo que hacer frente. Ver: “Las ordenanzas de pavimentación”, en El Orden, Santa Fe, 25/12/1927. 42 ACDM-AE. Tomo 1925, fs. 549 y ss. Se encuentran archivadas varias notas de vecinos de la ciudad que solicitan se modifiquen las ordenanzas de adoquinado y que se disponga que frente a sus propiedades se ejecute pavimento de asfalto: “...por conceptuar que éste es, sin discusión alguna, la última palabra de la ciencia en pavimentos...”. 43 MCSF. Anuario Estadístico de la Ciudad de Santa Fe – Vol. XXIII, 1931. Santa Fe, Castellví Hnos., 1932, p. 112. 44 Con frecuencia se leen comentarios de este tipo: “Los autos, pese a la ordenanza que reglamenta el tránsito, siguen siendo el terror de los pacíficos y confiados viandantes que se aventuran a cruzar la calzada...” Ver: “La velocidad de los autos”, en El Orden, 05/09/1929, p. 4; “El problema de la conducción de los coches y la máxima velocidad”, en El Orden, Santa Fe, 04/04/1929, p. 2.

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empresas ferroviarias.45 Los primeros tendidos ferroviarios santafesinos, realizados entre 1885 y 1891 (FFCC Santa Fe) ya resultaban superados por el crecimiento del trazado viario, en tanto que los que habían sido construidos alrededor de 1910 para alcanzar el nuevo puerto tratando de eludir la zona urbana con el criterio de generar un anillo periférico (FFCC Central Argentino), ya estaban resultando peligrosamente próximos a los núcleos de población que iban ocupando el área suburbana. (Imagen VI.12a) En 1921 se aprobó un nuevo reglamento general de edificación que sustituía al primer reglamento aprobado en 1895, que ya fue analizado en el capítulo IV;46 respecto de éste, el reglamento de 1921 pone en evidencia la mayor complejidad que suponía administrar y controlar la ciudad que se transformaba y las mayores exigencias que se planteaban para la edilicia local.47 En primer lugar, impone condiciones mucho más estrictas para la presentación de los planos de proyecto de edificios a levantar en el municipio, tanto en el nivel de detalles y definición como en las previsiones relativas a las estructuras; en el reglamento de 1895 sólo se exigía documentación completa para edificios de dos o más pisos, en tanto que las construcciones de una planta presentaban un esquema de la planta y la fachada principal, pero en el nuevo reglamento el proyecto debía mostrarse completo para cualquier altura de construcción. También son mayores las exigencias para los profesionales, los que ahora indefectiblemente debían firmar los planos que se presentaban, no quedando esta facultad librada a la voluntad del propietario como ocurría en el reglamento anterior; de igual modo, dichos profesionales debían poseer títulos universitarios o emitidos por escuelas técnicas, no aceptándose la autoría de proyectos a los maestros constructores idóneos y eran sometidos al control de sus tareas, estableciéndose multas y posibilidad de inhabilitación temporaria o definitiva para ejercer en el municipio, en caso de mal desempeño. También en lo que respecta a la calidad y solidez de las construcciones, las disposiciones eran más exhaustivas y rigurosas, estableciéndose con mucho mayor detalle las especificaciones respecto de materiales y técnicas a emplear sobre todo en pisos y revestimientos en función del tipo de locales, fijándose los índices de sobrecargas para entrepisos y azoteas, disponiéndose las profundidades del plano de fundación según la envergadura del edificio y tomándose importantes e inéditos recaudos para los edificios que tenían acceso de público masivo; otro aspecto que presenta mucho mayor desarrollo en el nuevo reglamento es el que refiere a las condiciones ambientales de las habitaciones, con exigencias de alturas mínimas interiores (4,00 m para locales principales, 3,30 m para locales secundarios y 2,80 m para entresuelos), superficies de las aberturas para iluminación y ventilación, dimensiones mínimas de patios fijadas en función de la superficie de los terrenos. En la relación de la calidad edilicia con la ciudad, se amplía notablemente el radio en que se prohíbe levantar construcciones precarias tanto de madera como de adobes, que ahora alcanza a todo lo que se da en llamar la ciudad “entre bulevares”, haciéndose extensiva la prohibición, antes restringida a las habitaciones expuestas a la calle, a los locales interiores y a las construcciones ubicadas en los fondos de los patios.48 (Imagen VI.15a) Se incluye un capítulo especial para fijar las alturas máximas de los edificios en relación al ancho de las calles, aunque sus disposiciones no se diferencian del reglamento anterior; asimismo se especifica que no podrá aprobarse ningún loteo cuyos lineamientos contradigan lo establecido en el “plano directorio de la ciudad”. Dentro del texto mismo del 45

Innumerables notas periodísticas dan cuentas de este conflicto en los distintos medios de prensa de la época, en especial a partir de 1925. Como ejemplo ver: “El servicio de ómnibus plantea un nuevo problema entre los problemas del tráfico”, en El Orden, Santa Fe, 1º/06/1929, p. 2. 46 Ver Capítulo IV, nota nº 52. 47 Ordenanza nº 2008, de fecha 18/11/1921. ACDM-AE. Tomo 1917, fs. 731 a 763. Como es evidente, esta ordenanza fue archivada por error en el tomo correspondiente al año 1917. 48 Ver Capítulo IV, nota nº 53. 363

reglamento se establece, en el artículo 140, el postergado ensanche de la calle Rivadavia, a realizar en las tres cuadras que separan el parque de la Plaza del Progreso (ahora España).49 Exactamente cinco años más tarde esta normativa fue reformada y actualizada mediante una nueva ordenanza que proponía mayores exigencias y aumentaba el rigor ante su incumplimiento; además se extendía en disposiciones relativas a la relación entre los edificios y la ciudad, ampliando en tres cuadras más allá de los bulevares del norte y del oeste la prohibición a construir con edilicia precaria, fijando la altura mínima de 11,50 metros y dos niveles para todos los edificios que se levantaran en el área céntrica (Imagen VI.15b) y determinando la obligación de retiro mínimo de 10,00 metros para jardín y construcciones “estilo chalet” para los terrenos sobre la avenida Costanera, lo que para Santa Fe constituía una reglamentación absolutamente inédita; este nuevo reglamento dejaba sin efecto el libre albedrío en la arquitectura de fachadas disponiendo: “...las fachadas deberán encuadrarse en un todo dentro de las reglas de la estética, a juicio de la Dirección de Obras Públicas Municipal”, otorgándole a este organismo la facultad totalmente novedosa, de arbitrar en temas de estética edilicia.50 También en 1926 se dispone el ensanche para transformarla en avenida (en dos tramos de 20,00 y 25,00 m de ancho respectivamente) de una de las calles perimetrales a la plaza fundacional, la calle General López que forma el lado norte de la misma con dirección este-oeste, que se convertía así en la única avenida que llegaba a concretarse en la zona sur de la ciudad, tras los frustrados proyectos de Bulevar Central de 188951 y Gran Avenida del Centenario52 que había impulsado Rosas en 1909. La calle General López era tangencial no sólo a la Plaza de Mayo sino también al jardín público donde se había levantado en la década anterior el Palacio Legislativo y, en su extremo oeste, alcanzaba la estación ferroviaria de donde partían los trenes hacia Buenos Aires; se convertiría así en un eje principal de vinculación este-oeste, a la vez que articularía jerárquicamente un conjunto de espacios y monumentos de gran significación.53 Como se puede notar, en su vocación modernizadora las distintas gestiones municipales seguían privilegiando la controvertida estrategia de los ensanches de calles por sobre cualquier otra medida, para transformar el espacio público y evidenciar los progresos urbanos. (Imágenes VI.7 y VI.8) También en esta década el municipio inauguró dos importantes mercados barriales, el Mercado del Progreso54 (1925) en el corazón del Barrio Candioti muy cerca del Bulevar Gálvez (Imagen IV.12) y el Mercado Norte (1929) frente a la Plaza Constituyentes; este último venía a sustituir al antiguo mercado “del Norte” que se levantaba desde fines del siglo anterior en una céntrica manzana sobre la calle San Martín, cuyo traslado se hacía 49

El ensanche de la calle Rivadavia era uno de los proyectos conque Rosas pretendía articular la red vial de la ciudad. Ver Capítulo V, nota nº 97. La ordenanza impulsada por Rosas se derogó en 1922, pero en el Reglamento de 1921 aún se seguía considerando esa disposición. Finalmente el ensanche de este tramo de la calle Rivadavia se efectivizó durante la segunda mitad del siglo XX. 50 Ordenanza nº 2405, de fecha 18/11/1926. ACDM-AE. Tomo 1926, fs. 376 a 413. Ver también: ACDM-Libro de Actas, Tomo 15, año 1926, f. 206. El párrafo citado corresponde a folio 411. 51 Ver Capítulo III, nota nº 80. 52 Ver Capítulo V, nota nº 102. 53 Ordenanza nº 2392/1926. ACDM-AE, Tomo 1926, f. 266. La calle General López tenía originalmente en el primer tramo a ensanchar, de tres cuadras, doce varas de ancho (10,39 m) y en el segundo, de seis cuadras, veinte varas de ancho (17,32 m); el primer tramo se debía ensanchar a 20,00 m y el segundo a 25,00 m, quedando el jardín del Palacio Legislativo como articulación entre ambas dimensiones. El ensanche se encaró expropiando la franja de terreno correspondiente al frente sur de la calle; sobre ese frente, de las nueve cuadras destinadas a ensanche había dos que eran de propiedad fiscal y las últimas dos cuadras en el extremo oeste de la avenida estaban ocupadas por grandes propiedades con galpones y construcciones provisorias alejadas de la línea de edificación, por lo que sólo se expropiaban terrenos. Aún así, el ensanche demandó más de treinta años en completarse. 54 Ver “Inauguración del Mercado del Progreso”, en El Litoral, Santa Fe, 31/01/1925. A los actos de inauguración concurrieron no sólo las autoridades municipales sino también el gobernador de la Provincia, Ricardo Aldao, lo que da idea de la importancia que se asignaba al acontecimiento. 364

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necesario por la incompatibilidad que suponía este uso respecto de la calle comercial más elegante de la ciudad y por la franca expansión que la ciudad estaba verificando hacia el noroeste, área para la que el nuevo mercado constituía una solución en materia de aprovisionamiento diario. Por estos años también se amplió en un 30%, avanzando sobre la plazoleta aledaña, la superficie del Mercado Central, que había sido inaugurado durante la intendencia de Sixto Sandaza en 1902.55 (Imagen IV.10) Además de las mayores superficies y nuevos edificios, todas las instalaciones fueron dotadas de los mayores adelantos técnicos e higiénicos, convirtiéndose en acontecimientos destacados para la ciudadanía.56 Red viaria eficiente, higiene y embellecimiento urbano seguían constituyendo, como puede verse, una suerte de trípode en el que se asentaban las políticas de mejoramiento urbano para la época. Es así como para completar dicha tríada, uno de los emprendimientos municipales más importantes de la década fue la creación de un gran parque público de diseño pintoresco en el noroeste, encarado con motivo de conmemorarse los 350 años de la fundación de la ciudad, en noviembre de 1923, durante la intendencia de Pedro Gómez Cello que sucedió a Joaquín Rodríguez;57 como parte de los festejos se dispuso la creación del que habría de ser el primer gran espacio abierto con escala y diseño de parque urbano en la ciudad, que perseguía constituir: “...uno de esos inmensos pulmones por los que los pueblos vivifican su organismo y que sirven a la vez de motivo social, contribuyen a afianzar la educación cultural de los habitantes todos y hasta a acercar a las clases sociales en una comunión democrática de la que ha de surgir mañana la fuerza disciplinada y sana que ha de hacer de nuestro pueblo un emporio de progreso...”.58

Se trata del Parque Juan de Garay, que inicialmente se preveía ocupara 60 hectáreas en el extremo noroeste, en coincidencia con el antiguo vivero municipal que había creado el intendente Sandaza y en proximidades de los equipamientos sanitarios levantados a fines del siglo XIX, la Casa de Aislamiento municipal y el Ospedale Italiano. Este espacio, de muy difícil mantenimiento por su gran extensión y por su ubicación periférica, tuvo en su origen un derrotero incierto, el proyecto inicial elaborado en la Oficina de Obras Públicas municipal nunca llegó a completarse y el parque inconcluso fue prácticamente abandonado una vez finalizado el mandato de su promotor; pero sobre el final de la década, al asumir Gómez Cello la gobernación provincial, la obra adquirió nuevo impulso y se avanzó en su acondicionamiento, aunque con una superficie menor a la inicial.59 (Imágenes VI.16a a VI.16c) En los primeros años de la década se habían renovado también otros espacios públicos: los paseos y la mayor parte de las plazas fueron transformados, cambiando su equipamiento y jardinería, se consolidó y equipó con balaustradas, jardines y farolas a la Avenida Costanera, se construyeron los pergolados en el Boulevard Gálvez y en el Parque Oroño, donde también se instaló una enorme fuente, bancos, esculturas y nuevas luminarias; toda esta renovación fue consolidada con la construcción de un muro de defensa de hormigón armado levantado a lo largo de más de un kilómetro en la barranca de la costa de la laguna, que protegía el parque y el primer tramo de la avenida costanera.60 (Imágenes VI.5b, VI.5c y IV.26c) 55

Ver “Obras Públicas”, en Nueva Época, Santa Fe, 20/04/1928, p. 4. En el caso del Mercado Norte, concluidas las obras en 1928, los puesteros se negaron durante varios meses a abandonar las antiguas instalaciones de la calle San Martín, por considerarla una ubicación más conveniente; en este caso la prensa, incluso la opositora, tomó franco partido por el municipio en el litigio argumentando las excelentes condiciones higiénicas del nuevo edificio. Ver: “Debe ser habilitado cuanto antes el nuevo mercado”, en El Orden, Santa Fe, 07/09/1929, p. 3. 57 Ordenanza nº 2153 de fecha 13/11/1923. 58 MCSF. Guía del Turista - 1929 - Intendencia del Dr. Ignacio Costa. Santa Fe, ed. oficial, 1929, p. 164. 59 El primer proyecto de parque fue muy criticado por su ubicación periférica, alejada de las áreas más pobladas y en un borde. Ver: “Nuevo Parque”, en Nueva Época, Santa Fe, 18/11/1923, p. 5. El nuevo proyecto de 1926 fue publicado en la prensa, firmado por el director de obras Públicas, pero actualmente no se conserva en los archivos municipales; ver: “Nuevo Parque Garay”, en El Litoral, Santa Fe, 01/02/1926, Número Extraordinario, 6ª Sección, p. 1. 60 Memoria presentada al H.C.D. por el Intendente Municipal Sr. Pedro Gómez Cello-1920/24. Santa Fe, edición oficial, 1924. 56

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Enfrentando al Parque Oroño la municipalidad previó un uso recreativo para la porción de la isla más próxima a la cabecera oriental del Puente Colgante, en el fragmento de 45 hectáreas que se extendía entre dicho punto y el terraplén del ferrocarril Santa Fe. El proyecto integraba un parque público que estaría atravesado por un canal de un kilómetro de largo e que incluiría un hipódromo, un pequeño aeródromo y un estadio para juegos atléticos; el conjunto había sido elaborado por la Oficina de Obras Públicas en 1925 y se preveía iniciar las obras, que nunca se concretaron, en febrero de 1927. Para las autoridades municipales este complejo sería “...un grandioso broche de gran edilidad /.../ que acabará de dar el aspecto de gran ciudad que se busca para Santa Fe.”61 Este aspecto de gran ciudad vino preanunciado por un plan urbanístico de ampulosas pretensiones, presentado ante el municipio por un concejal (médico de profesión) que se adjudicaba la autoría; este plan, que en el momento de su exposición ante el Concejo Deliberante no tuvo tratamiento ni difusión, fue rescatado del olvido varios años más tarde por la prensa local, que lo dio a conocer a la opinión pública con amplia cobertura.62 (Imagen VI.17) De la exposición ante el Concejo, destaca la muestra de erudición hecha por el médico Escobar, quien menciona en sus referencias numerosas ciudades europeas que dice conocer, hace una larga reflexión sobre los “denostables gestos de superioridad” de la poderosa ciudad de Rosario respecto de la Capital, para la que reivindica un “florecimiento intelectual que engrandece a la Provincia” y reclama un despegue económico basado en la racional explotación del puerto y la red ferroviaria. Respecto de las características del plan que propone la descripción es escueta, limitándose a cuantificar la prolongación de 66 calles existentes y la apertura de 52 calles nuevas, con lo que se agregarían al área urbanizada 1.518 manzanas, haciendo un total de 3.432 manzanas en la planta urbana de la ciudad; para esa extensión, y con una densidad propuesta de 800 habitantes por manzana, la ciudad podía llegar a albergar más de 2.700.000 habitantes.63 El plan se ocupa casi exclusivamente de la ciudad ubicada al norte del Bulevar Gálvez, por lo que el tradicional eje este-oeste se convertiría en una suerte de bisagra entre la ciudad vieja y la nueva. Hacia el norte del bulevar, el trazado que propone para dar continuidad a la ciudad existente es de una rigurosa geometría que reproduce el damero original sin ningún tipo de accidente, rectificando incluso la dirección de las antiguas avenidas de penetración, extendiéndose indiscriminadamente; a la micro-trama ortogonal le superpone una macro-trama compuesta por avenidas diagonales que nacen en puntos estratégicos del bulevar y cruzan de uno a otro extremo el área norte, con un ancho de entre 60 y 80 metros, interrumpidas cada 1000 metros por “squares”. En el sur propone sólo el ensanche de algunas calles para dar mejores visuales a los edificios monumentales y prevé reservas de terrenos para ciertos usos culturales e institucionales y la concreción del Parque del Sur que ya se había previsto en el Plan del Intendente Rosas que se vio en el capítulo anterior; en el extremo norte, centrado en la composición, propone un parque de 240 hectáreas para resolver una necesidad urbana fundada “en altas razones de higiene, de conveniencia y de estética”, sectorizado para distintos tipos de actividades, al que compara con los grandes parques urbanos de Londres, Berlín, La Haya y Münich.64 61

“Obra Municipal”, en diario Santa Fe, Santa Fe, 1º/02/1927, p. 34; Número Especial por el 16º aniversario del diario. El plan fue presentado por el concejal Edmundo Escobar con el título “Urbanización de la zona norte de la ciudad” en noviembre de 1912 y expuesto por el autor en la sesión del día 29 de ese mes. Ver: ACDM-Libro de Actas. Tomo 1911/1913, fs. 334 a 338. El diario Santa Fe, en un número especial por su aniversario, publica el proyecto casi una década más tarde: “Proyecto de Urbanización de la ciudad de Santa Fe”, en Santa Fe, 01/ 02/1921, 5ª sección, p. 28. En ANEXOS se incluye el texto del plan, en la versión publicada en 1921. 63 Para contrastar estos valores puede recordarse que en el Censo Municipal de 1907, cinco años antes de la presentación de este plan ante el municipio, la ciudad tenía poco menos de 35.000 habitantes y la densidad urbana promedio era de 64 hab/ha, alcanzándose la mayor densidad en la zona del centro comercial, donde llegaba a 100 hab/ha. Ver Capítulo V, cuadro de población de nota nº 13. 64 Siguiendo la tradición de conmemoraciones patrióticas, propone que el parque se denomine “Batalla de San Lorenzo”, ya que en 1912 se cumplía el centenario de la misma. Las 240 has se fraccionaban en 16 sectores dedicando parte a un instituto 62

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El gran eje norte-sur que debía articular toda la composición pasaba a ser la calle San Jerónimo (lateral oeste de la plaza mayor) que atravesaba los distintos sectores urbanos desde la plaza fundacional hasta el parque en el extremo opuesto. En su intersección con el Bulevar se generaba un “rond point” que marcaba un primer hito en el que nacía la ciudad nueva, localizándose en torno al mismo la mayor densidad de actividad comercial y a partir del cual la calle se ensanchaba a 60 metros y pasaba a denominarse “Avenida del Triunfo”. Siguiendo esta avenida, un kilómetro al norte del Bulevar Gálvez, se ubicaría el nuevo centro cívico de escala comunal, estableciendo allí el demorado edificio del Palacio Municipal y un gran centro de equipamientos culturales y educativos; un tranvía subterráneo vincularía la “ciudad civil” con la “ciudad comercial”. Para su autor: “El proyecto presentado contribuirá a modificar el aspecto vetusto de la ciudad colonial, transformándola en ciudad moderna, digna capital de tan hermosa y rica provincia, para lo cual es necesario un nuevo trazado que responda a las exigencias del clima, higiene, economía y belleza, según el concepto moderno y tomando como ejemplo las capitales europeas...”.65

No hay menciones, ni en la exposición ante el Concejo, ni en la presentación en la prensa nueve años más tarde, respecto de la participación de ningún profesional de alguna disciplina afín al proyecto urbano; el médico Escobar se manifiesta como único autor y la experiencia que esgrime al respecto es la de su amplio conocimiento de muchas ciudades europeas. Sobre el final, esboza una previsión para el financiamiento de las obras del plan, el cual que podría solventarse con las ganancias que la municipalidad obtendría por la municipalización de algunos servicios, como el de transporte público y el de sepelios; con esa renta acumulada, el plan se iría, según la suposición de Escobar, concretando en distintas etapas previstas cada cinco años, en las que se iría avanzando con las expropiaciones necesarias. Luego de una larga exposición por parte del concejal que lo impulsaba, el plan pasó a tratamiento en comisiones (de obras públicas y de hacienda) ninguna de las cuales emitió dictamen, siendo meses más tarde, al caducar el mandato de Escobar, archivado sin otras consideraciones. El plan, aún en su extremo esquematismo, tiene notables similitudes con el Plan Bouvard66 presentado para Rosario un año antes, (Imagen V.17b) el que Escobar seguramente conocía; no pasa de un mero bosquejo con muy bajas perspectivas de factibilidad y muy superficial en su abordaje de los problemas urbanos, poniendo en evidencia además la escasa formación técnica específica por parte del autor, quien no obstante demuestra una manejar una relativamente ajustada información sobre el tema. Interesa especialmente el caso, por la llamativa actualización que se hace del mismo a través de su publicación en la prensa local en 1921, como un antecedente que por una parte alertó sobre la necesidad de contar con un plan urbano que sirviera de ordenamiento a la ciudad futura y, por otra, evidentemente inspiró, en su formalización, sobre algunos aspectos del plan que se analizará a continuación.

VI. 3) El Plan de 1927. Presentación Si bien su origen resulta algo confuso y no ha podido establecerse con claridad cuáles fueron las circunstancias en que se gestó la idea, en concreto la iniciativa del “Plan de Urbanización” fue presentada al Concejo Deliberante por un concejal, Julio Cabal, el 23 de diciembre de 1927 y curiosamente, pese a la magnitud y complejidad del tema en agronómico de investigación, con áreas para cultivos experimentales y reservorio de especies autóctonas; habría también un hipódromo, jardín botánico, lagos y canales, etc. ACDM-Libro de Actas. Tomo 1911/1913, fs. 337 y 338. 65 ACDM-Libro de Actas. Tomo 1911/1913, fs. 336. También la Avenida del Triunfo, al igual que el Parque, emularía referentes europeos; en este caso se menciona “...la hermosa Unter den Linden de Berlín, el jardín de las Tullerías, que deja ver la perspectiva del Louvre...”. 66 Ver Capítulo V, nota nº 120. 367

cuestión, fue aprobada sobre tablas inmediatamente, dictándose una ordenanza al efecto.67 La normativa resultante, además de aprobar el plan en todas sus características, disponía en el artículo 2º, la designación de una Comisión Especial integrada por el Director de Obras Públicas de la Municipalidad y por el arquitecto Juan B. Durand, "...para estudiar y finiquitar el trabajo...", autorizando a Durand para contratar a todo el personal que fuere necesario para el desarrollo del plan; en el artículo 3º, se disponía también solicitar al gobierno de la Provincia la promulgación de una “ley de urbanización” para la ciudad que permitiera contar con los instrumentos jurídicos necesario para ponerlo en práctica. El plan se componía de una memoria descriptiva y un conjunto de planos (que a juzgar por las citas que de ellos se hacen en la memoria serían aproximadamente 50 láminas); fue publicado poco después en la revista Arquitectura de la Sociedad de Arquitectos de Rosario, haciendo un correlato con otro plan que se estaba preparando para la ciudad de Córdoba; en dicha publicación el plan es presentado a través de la trascripción de la memoria descriptiva y algunas imágenes muy elocuentes.68 La memoria descriptiva está estructurada en base a 37 subtítulos que, en general, atienden aspectos de diseño de elementos particulares del conjunto urbano; escaso espacio se dedica al diagnóstico sobre la ciudad existente, de la cual sólo se mencionan pocos datos generales y se marcan, con mucho énfasis, los problemas vinculados con las circulaciones. (Imagen VI.18) Ya en el primer apartado de Propósitos y finalidades se perfilaba el sesgo del plan, preocupado por dos de las que eran ya cuestiones centrales de la urbanística decimonónica: la vialidad eficiente y la estética, al presentarse como objetivos: "...regular el desarrollo futuro de la población, en forma tal que desaparezcan los inconvenientes de los antiguos trazados que dificultan la mayor parte de las funciones colectivas de la ciudad y haciendo posibles todos los adelantos en la difícil y complicada ciencia de la urbanización..." 69

Del primer enunciado se desprende un interés regulatorio por lograr la eficacia de los sistemas de movimiento que resultaban "trabados" a causa del viejo y denostado trazado en cuadrícula; este interés, que se manifiesta como una preocupación recurrente según lo visto en los capítulos anteriores y en especial en el Plan de Rosas, habría de derivar en un sistema de vías diagonales de circulación que garantizaran una rápida accesibilidad a todos los sectores de la planta urbana, considerada ésta con una hipótesis de crecimiento de aproximadamente el triple de la extensión al momento. Del segundo objetivo, la preocupación por la estética, cabe interpretar una voluntad de generación de un sistema edilicio que diera soporte físico al plan mediante la localización estratégica de conjuntos arquitectónicos que modificaran la escala de la edilicia y la relación de ésta con los paseos y espacios públicos, entendidos también como factores decisivos para resolver esas expectativas estéticas. Una atención especial le merecía al plan el puerto, considerado el factor vital sobre el que depositaba una cuota de optimismo casi ilimitado respecto del beneficio que podía aportar a la ciudad, en la medida en que se resolvieran los históricos conflictos jurisdiccionales entre la nación, el gobierno provincial y el municipio, cosa que proponía lograr otorgándole autonomía y privatizándolo; para las instalaciones portuarias preveía una ampliación del 75% respecto de la capacidad disponible en ese momento, sin modificar su 67

ACDM-Ordenanzas. Tomo 1927, f. 297. Ordenanza nº 2496. La memoria descriptiva del plan fue archivada en: ACDMAE, Tomo 1927, fs. 754 y ss. 68 "Proyecto de Urbanización", en Arquitectura, Revista de la Sociedad de Arquitectos de Rosario, nº 11, Rosario, 1928, pp. 22 a 45. Las cuatro imágenes que ilustran esta publicación son las únicas con que se pudo contar, ya que al archivarse el expediente en el Concejo Deliberante de Santa Fe, se conservó solamente la memoria, sin incluirse los planos que luego resultaron extraviados. El plan para Córdoba al que se hace somera referencia es, con seguridad, el plan que el ingeniero Benito Carrasco desarrolló durante la intendencia de Emilio Olmos en esa ciudad, al que nos referiremos más adelante. En ANEXOS se incluye copia facsimilar de la publicación. 69 “Propósitos y finalidades del presente Plano de Urbanismo”, en Arquitectura, citada, p. 26. 368

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localización sino extendiendo las instalaciones sobre la isla frente al enclave original. El plan analizaba someramente la nueva funcionalidad que resultaba de la ampliación, pero omitía cualquier consideración sobre los problemas técnicos que planteaba la construcción de la obra en ese sitio; más bien se preocupaba por reforzar el concepto de que el puerto debía consumar, a través de los siglos, el objetivo de Garay de “abrir puertas a la tierra”. El mito fundacional volvía a hacerse presente en este momento, en apariencias floreciente, de la historia de la ciudad; la analogía puerto/puerta era más que un juego de palabras y se hacía énfasis en el doble movimiento de importación/exportación que la estación fluvial implicaba, al permitir la salida de las notables riquezas naturales que producía el suelo santafesino ávido de importar producción industrial foránea.70 Respecto de los trazados ferroviarios, el plan preveía importantes modificaciones, al variar los puntos de ingreso a la planta urbana buscando evitar los conflictos derivados de la coexistencia, en estado de creciente complejidad, del tráfico vehicular y ferroviario, debido al crecimiento del parque automotor y de la intensidad del tráfico; también proponía el traslado de la estación principal del Ferrocarril Santa Fe, que constituía una barrera entre el barrio norte de la ciudad histórica y el Barrio Candioti, localizándola dos kilómetros hacia el norte, en la zona denominada Santa Fe Cambios, una extensa playa de maniobras y talleres de esta compañía, desde donde se pretendía trazar una nueva vinculación con el puerto, de recorrido subterráneo. El Ferrocarril Central Argentino resolvería su comunicación con el puerto a través de un ramal elevado coincidente con la avenida de circunvalación en su tramo sur, con lo cual se eliminaba todo el anillo ferroviario que atravesaba la ciudad por el norte; la Compañía de FFCC del Estado mantenía su estación recién inaugurada sobre el Bulevar Gálvez conservando los tramos de acceso y para su vinculación con el puerto se recurría a un ramal elevado. En general el plan maneja criterios de rigurosa zonificación, por lo que los usos industriales y los grandes contenedores serían localizados en un área propia, hacia el suroeste de la ciudad, en la zona de los bajos del río Salado; precisamente se justificaba esa ubicación para mejorar la accesibilidad al área industrial, previéndose un sistema de canales que pretendían sacar partido de las tierras inundables adyacentes a ese curso, sin aclarar ninguna previsión especial respecto de las dificultades técnicas y el alto costo que implicaba construir en esa zona. El área industrial se complementaba con barrios obreros ubicados en directa relación a la misma, en la zona de islas y bañados al sur de la ciudad, con un criterio segregacionista y clasista que el texto no se preocupa por disimular. Los barrios obreros estarían exentos de impuestos y se darían las mayores facilidades para que el alojamiento resultara al alcance de los salarios de los trabajadores; pero ese afán de diferenciación perseguía por sobre todo apartar a estos sectores “... de barrios de mayor importancia, donde dichos elementos afearían el conjunto.”71 No obstante, pese a considerar este tipo especial de barrio, no aparece ninguna referencia a las modalidades de gestión de los mismos ni al tipo de vivienda popular, tema que, como se verá más adelante, ya reconocía desarrollo en el país desde la década anterior. Aspectos tales como "la condensación de población" eran manejados en forma comparativa con ciudades europeas y con la misma Buenos Aires, lo que llevó a estimaciones de crecimiento demográfico para la “ciudad futura” (sin precisar en qué momento se llegaría a ese futuro), de entre 700.000 y 1.000.000 de habitantes (y nunca menos de 500.000) sobre una extensión prevista de 46 kilómetros cuadrados. Como se vio anteriormente (tabla de nota nº 17 de este capítulo), la extensión jurídicamente delimitada y 70

“Causas que determinan el desarrollo de Santa Fe”, en Arquitectura, citada, p. 28. Estas expectativas optimistas pueden justificarse en que fue precisamente el lustro 1925/30 uno de los momentos más florecientes de la actividad portuaria en la ciudad, lo que originó importantes beneficios en la economía general de la misma. 71 “Barrios obreros y barrios de diversiones”, en Arquitectura, citada, pp. 40-41. 369

establecida para la ciudad era de 55 kilómetros cuadrados en área de tierra firme entre los cursos del Salado y el Santa Fe, pero la zona con urbanización consolidada abarcaba aproximadamente sólo nueve kilómetros cuadrados y la población total de la ciudad para año 1927 era de 114.309 habitantes.72 Las previsiones de crecimiento suponían, por lo tanto, un aumento de la superficie urbanizada que multiplicaba por cinco la de ese momento, en tanto que para la población, se esperaba un incremento que multiplicaba entre siete y nueve veces la población de entonces, de lo que se deduce que el plan pretendía una densificación bruta medianamente importante para la ciudad. Sobre estas premisas la memoria avanzaba en cuestiones directamente relacionadas con el diseño de la forma urbana; entre los objetivos el plan hacía una manifestación de respeto por los monumentos del pasado, que iban a ser “cuidadosamente preservados” de toda afectación que pudiera caberles debido al nuevo trazado de diagonales y parques. Pero, un tanto sorprendentemente, no se detenía en este enunciado genérico sino que avanzaba en aconsejar al municipio la “confiscación” de los edificios de arquitectura colonial y de otros que también presenten valores monumentales, para evitar su destrucción o modificación, en virtud del valor testimonial de los mismos “...única documentación real de nuestro pasado en dicho orden...”.73 Llama la atención esta consideración acerca de los monumentos arquitectónicos en su valor de documentos, por cuanto resulta de notable actualidad respecto del pensamiento de la época en esta materia.74 Es oportuno recordar que se trata de la misma ciudad que menos de veinte años antes había decidido la demolición de uno de los más importantes monumentos coloniales con que contaba, el cabildo, y que en ese mismo momento se esforzaba por continuar las obras de una colosal iglesia catedral que, ubicada en la plaza San Martín, debía reemplazar a la antigua iglesia matriz de la plaza fundacional. Una serie de ejes re-dibujaban el sistema vial de la planta siendo de destacar el Eje Longitudinal norte-sur que, originado en la Plaza de Mayo, recorría hacia el norte la ciudad hasta la Avenida de Circunvalación, según una traza que dividía las manzanas comprendidas entre las actuales calles San Martín y San Jerónimo separando la planta en dos fracciones simétricas; es notable la audacia que suponía esta solución, por el gran volumen y elevado costo de obras que implicaba, en un momento en que el centro se hallaba altamente consolidado y poblado por importantes edificios de construcción reciente. Este concepto del eje como instrumento de composición de la planta infundirá toda la propuesta, de marcado tono académico, que notoriamente sostiene los preceptos aún vigentes de la urbanística decimonónica, atendiendo asimismo a la necesidad de concretar tales ejes mediante agregados arquitectónicos que los configuren, ordenando los edificios públicos, parques, trazados de diagonales, avenidas principales. (Imagen VI.19) El eje longitudinal se originaba en la zona de mayor intensidad de uso y ocupación “...arrancará de la Plaza 25 de Mayo en forma monumental, debido a la ubicación de dos rascacielos simétricos y con vista a la plaza...”; (Imagen VI.21) pero estaba orientado a ordenar también el crecimiento futuro.75 En la zona del Gran Parque, dos kilómetros al norte del 72

MCSF. Anuario Estadístico de la Ciudad de Santa Fe – Vol. XIX, 1927. Santa Fe, La Unión, 1928, p. 32. “Confiscación de edificios coloniales”, en Arquitectura, citada, p. 34. 74 El año anterior, la provincia de Santa Fe, en una acción pionera en el tema, había creado mediante un decreto del Poder Ejecutivo, la Comisión de Inventario, encargada de “inventariar los sitios, monumentos y reliquias que por su valor artístico o histórico merezcan la protección y conservación por parte del Estado”. AGPSF-Ministerio de Fomento. Decretos, Tomo 1925/26, f. 315, fecha 08/10/1926. El decreto, que tuvo muy escasa repercusión en la prensa local, fue publicado como “...digno de todo aplauso” por la revista de la Sociedad de Arquitectos de Rosario; Ver: “Monumentos antiguos de la provincia de Santa Fe”, en Arquitectura, nº 2, Rosario, febrero de 1927, pp. 47-48. No obstante esta normativa distaba mucho de interpretar a los monumentos con el alcance que les otorgaba el plan, lo cual lleva a suponer algún tipo de intervención en el plan del arquitecto Angel Guido, con vastos antecedentes en el estudio de la arquitectura colonial; se volverá sobre el tema al tratarse más adelante la cuestión de la autoría. 75 “Eje longitudinal de la ciudad”, en Arquitectura, nº 11, Rosario, 1928, pp. 34-35. 73

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Bulevar Gálvez (donde se ubicaba entonces el hipódromo de la ciudad) el plan localizaba un gran monumento central -un arco de triunfo- bifurcándose la avenida en correspondencia con dicho parque, previéndose también cuestiones normativas tendientes a la determinación arquitectónica del eje. (Imagen VI.20) Con igual criterio se generaba un Eje Transversal esteoeste, entre las actuales calles Salta y Mendoza desde el puerto hasta la avenida del oeste, rematando en una plaza circular con edificación en altura y plantas bajas con recovas y con un imponente edificio público (de función no precisada) ubicado en su terminación. No obstante, este enunciado resulta de un alto grado de generalidad y no se dan precisiones concretas sobre esa “reglamentación especial”. (Imagen VI.22) "La creación de una avenida central /.../ daría origen a un nuevo elemento de belleza debido a que la reglamentación especial edilicia que se creará para ese fin conseguiría una edificación homogénea y digna para la ciudad del porvenir..."76

Además de los dos ejes mayores (longitudinal y transversal), estas disposiciones debían regir también para las diagonales que se abrieran dentro del área consolidada de la ciudad, es decir, aquéllas donde se requirieran operaciones de cirugía urbana. Los trazados se complementaban con una avenida de circunvalación que contemplaba la necesidad de que su recorrido ofreciera distintas perspectivas, enlazando los parques y puntos nodales; avenidas paralelas a los ejes principales, avenidas diagonales, oblicuas y curvas completaban un repertorio muy diverso de soluciones de trazados. No faltaban tampoco los trazados pintorescos obtenidos del mantenimiento de algunas vías preexistentes, con lo que se pretendía lograr efectos originales de perspectiva. En ese sentido se pretendían aprovechar los antiguos caminos de acceso a la ciudad, con sus primitivas distorsiones de la cuadrícula original, situación sobre la que se establecían increíbles analogías con las distorsiones de la planta urbana de París, a efectos de conseguir "... ángulos imprevistos, desemejantes, que armonizados evitan la monotonía del lineamiento rectangular y oblicuo...”77 La memoria descriptiva refiere más adelante a los anchos de calles, longitudes de líneas de ochavas, y dimensiones de las manzanas, sin que se modifiquen sustancialmente los patrones vigentes y mostrando preocupación por la posible continuidad entre los nuevos trazados y las calles existentes; no se mencionan los conflictos que podrían surgir del encuentro de la trama ortogonal con las diagonales. Las plazas merecieron una especial atención por fijarse su localización en las intersecciones de avenidas, generando focalizaciones en la planta reforzadas por efectos arquitectónicos (monumentos, obeliscos, fuentes, kioscos) o adornadas con obras de jardinería y juegos de agua. Una serie de enclaves destinados "...a la expansión sana de la población..." fueron propuestos bajo la forma de grandes áreas verdes afectadas a parque público, jardín botánico y jardín zoológico, previéndose un bosque municipal artificial en la zona noroeste “...similar a los que circundan las grandes capitales europeas”. La laguna Setúbal y su paisaje fueron tomados como valores referenciales y tenidos en consideración.78 Las áreas residenciales eran tratadas como barrios de diferente carácter, con un apoyo normativo tendente a que la evolución edilicia no distorsionara el carácter conferido por el plan a los mismos, mencionándose "barrios parque", "barrios obreros" y "barrios de diversiones". Una reglamentación especial habría de regular las cualidades de la edificación, especialmente para los frentes de las avenidas, previendo plantas bajas con recovas y trazados curvos en los barrios parque. Los edificios públicos eran ubicados en puntos estratégicos que "...ofrecen amplias perspectivas para su observación...", además de observar que los mismos debían guardar una distribución más o menos homogénea sobre toda la extensión de la planta urbana; las 76

“Tipo de Edificación”, en Arquitectura, citada, p. 41. “Avenidas Oblicuas”, en Arquitectura, citada, p. 37. 78 “Parques”, en Arquitectura, citada, pp. 38 a 40. 77

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previsiones de equipamiento resultaban de vasto alcance, con el agregado de numerosas instalaciones que se sumaban a las existentes (Casa de Gobierno, Palacio Legislativo, templos) y a las que en ese momento estaban en construcción o planteadas como proyectos en curso (Catedral Nueva, Palacio de Justicia, proyecto para el Palacio Municipal). Entre los nuevos usos cabe destacar especialmente "el parque de ciencias y artes", que se ubicaría en los terrenos que dejara vacantes el traslado de la estación del Ferrocarril Santa Fe, y contaría con teatro de ópera, museos de ciencias y de arte, planetario, etc., muy próximos al nuevo Palacio Municipal que se levantaría en terrenos del antiguo Parque Central. La municipalización de los servicios públicos era curiosamente considerada, en la memoria, como una necesidad social fundamental y ciertos enunciados resultan incompatibles con el sectarismo y las expectativas de construcción de una ciudad burguesa que demuestran otros aspectos del plan. No obstante, podrá entenderse mejor esta posición cuando consideremos la posible procedencia rosarina del plan; efectivamente, para esa misma época en la municipalidad de Rosario, el Partido Demócrata Progresista con mayoría en el Concejo durante toda la década y opuesto al radicalismo que conducía la provincia, debatía la municipalización de todos los servicios públicos, entre otras cuestiones orientadas a un fortalecimiento del poder municipal con miras a lograr la autarquía y la autonomía respecto del estado provincial.79 El plan de Santa Fe enuncia entonces "...la municipalidad tenderá en lo posible a socializar todos los servicios públicos del municipio..."80 La apuesta fuerte de la debatida municipalización era por una parte, lograr una mayor calidad en los servicios públicos y, por otra, conseguir recursos que le permitieran al municipio unos manejos financieros más fluidos y autónomos, objetivo final a cumplir. Con este criterio pretendía desarrollar los servicios públicos y la infraestructura urbana, incluyendo la ampliación de la usina eléctrica municipal, la instalación de una usina de gas, la municipalización de los servicios de agua corriente y cloacas y la construcción de hornos incineradores de basura y crematorios. En Santa Fe no se había manifestado aún una preocupación seria respecto de la municipalización, sobre lo cual, como se ha visto anteriormente, habían existido posiciones diversas y débilmente sostenidas; el tema sería puesto en álgida discusión recién en la década siguiente, al asumir la Democracia Progresista el gobierno provincial, a través de un intendente de esa línea política, Agustín Zapata Gollán. Finalmente la memoria cerraba con una estimación de costos e inversiones necesarios para llevar adelante el plan; todas las expropiaciones, rellenos, tendidos de infraestructura, construcción de avenidas e inclusive la erección de los dos rascacielos frente a la Plaza de Mayo sumaban, según dichas estimaciones, $46.000.000.- lo que "...en una observación rápida puede resultar exagerada es, si se observa detenidamente todo lo contrario..." porque inmediatamente se aclaraba que del fraccionamiento en etapas podía resultar su autofinanciamiento al permitir que con los dividendos de las primeras obras se pudieran encarar los sucesivos trabajos. Para tener una referencia de lo que podía significar esta cifra en ese momento para una ciudad como Santa Fe, puede comparársela con los valores de la recaudación y del presupuesto municipal de ese año: por todo concepto y beneficios (incluyendo rentas de propiedades, beneficios del Banco Municipal y un empréstito de un millón de pesos) la municipalidad recaudó en 1927 un total de $4.625.000, es decir el 10% del costo de las obras; por su parte el presupuesto municipal para

79 El afán reformista del municipio rosarino cristalizaría parcialmente (no en lo atinente a la autonomía) con la llegada del Partido Demócrata Progresista al gobierno provincial en la década siguiente. El gobernador Luciano Molinas sancionó la ley 2352/33 aprobando la nueva Carta Orgánica de la Municipalidad de Rosario, en diciembre de 1933. Ver: “Legislación sobre Municipalidades”, en Historia de las Instituciones de la Provincia de Santa Fe, Tomo VII, Santa Fe, edición oficial, 1973, pp. 149 a 187. 80 “Servicios Públicos”, en Arquitectura, citada, p. 42.

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funcionamiento de todos los organismos que la integraban fue de $3.683.000, es decir un 8% del costo de las obras.81

VI. 4) El Plan de 1927. Opiniones y cuestionamientos Al día siguiente de su aprobación, la prensa local se hace eco de esta iniciativa municipal, dando cuentas de que “en una hora y veinte minutos de sesión” se había aprobado sobre tablas, después de tratar otros asuntos que ya tenían despacho de las respectivas comisiones, el proyecto de urbanización de la ciudad, un tema “de muchísima importancia”; se adjuntaba al comentario el texto aprobado de la ordenanza.82 Pocos días más tarde comenzaron a levantarse voces que objetaban la modalidad de gestión del plan; en nota editorial el diario El Litoral cuestionaba en términos severos el procedimiento de designación del arquitecto Durand y hasta sus aptitudes para llevar adelante las tareas, que a juicio del periódico no quedaban "...demostradas en trabajos de la misma índole...". No se observaban los aspectos económico-financieros del plan, ni mucho menos los fundamentos propiamente urbanísticos, ya que se estimaba que "...nadie podría oponerse a que se estudie y resuelva un problema relacionado con la belleza del municipio /.../ y sus condiciones estéticas...".83 En cambio, el diario El Orden, se refería al plan como una obra megalómana e innecesaria, cuestionando, desde una posición diferente a la sostenida por El Litoral, las reales posibilidades conque contaba la municipalidad para afrontar las erogaciones que el mismo significaba, en un momento en el que existían dificultades presupuestarias en razón de la resolución adversa de una serie de juicios que el municipio había mantenido con particulares por el pago de las obras de pavimentación, luego del fallo judicial adverso, al que hicimos referencia anteriormente. “La magnitud del proyecto parece más bien la obra fantástica, concebida en uno de esos estados anormales en que la imaginación, sin freno ni concierto, se adueña de las cosas ajenas a toda realidad. Creímos por un momento que el espíritu de Julio Verne se había asociado con su poderosa fantasía al sentido práctico, frío y calculador de nuestro honorable concejo.” 84

El mismo diario dejaba entrever, en notas sucesivas con lenguaje sarcástico, las sospechas desatadas en la ciudad sobre la legalidad del contrato firmado con el profesional en cuestión y ciertos intereses poco legítimos que tenían en el tema las autoridades municipales. “…todas esas avenidas /…/ coincidirán en dos puntos estratégicamente fijados de antemano: el jardín andaluz de la mansión del intendente y la casa del concejal autor. De allí partirán luego en elegantes y coquetas sinuosidades hacia diversos rumbos…”85

Los primeros días de enero el intendente municipal José Ma. Puig observó la ordenanza de urbanización, indicando al Concejo Deliberante que debían revisarse algunos de sus puntos; el intendente trataba con esta medida de deslindar sus responsabilidades en aquellos aspectos que la ciudadanía y en especial la prensa estaban cuestionando.86 En razón del veto del intendente, el Concejo revisó parcialmente la primera ordenanza y el 3 de abril de 1928 se sancionaba un nuevo texto por el que se excluía la figura del arquitecto Juan B. Durand de la comisión de estudio del plan; en sus otros aspectos, esta ordenanza es idéntica a la primera.87 81

MCSF. Anuario Estadístico de la Ciudad de Santa Fe – Vol. XXIII, 1931. Santa Fe, Castellví Hnos., 1932, pp. 117 a 120. "El Concejo aprobó anoche un Proyecto de Urbanización", en El Litoral, Santa Fe, 24/12/1927, p. 6. 83 "El proyecto de urbanización de la ciudad: un punto inaceptable"; nota editorial en El Litoral, Santa Fe, 26/12/1927, p. 6. 84 “Megalomanía edilicia”, en El Orden, Santa Fe, 05/01/1928, p. 2. 85 “El Plan de Urbanización”, en El Orden, Santa Fe, 06/01/1928, p. 2. 86 “Ha sido observada la ordenanza sobre urbanización”, en El Litoral, 07/01/1928. 87 ACDM-AE, Tomo 1928, fs. 132 y ss. Ordenanza nº 2513, de fecha 05/04/1928 modificatoria de la nº 2496, dictada el 24/12/1927. 82

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Durante los tres meses transcurridos entre la primera y la segunda ordenanza, se produjeron algunas reacciones en torno al tema, entre las que interesa destacar la del Centro de Ingenieros de Santa Fe que a fines de enero de 1928 se expidió haciendo llegar su opinión al Concejo, al intendente y a la prensa. El documento de los ingenieros se preocupaba por marcar los defectos formales que encontraba la corporación en la forma de asignación del proyecto y las ventajas que se obtendrían si la autoría del plan se resolvía mediante un llamado a concurso nacional; los profesionales se abstienen de hacer cualquier comentario respecto de las características del plan ni sobre su valor como obra urbanística. “Un plan de urbanización al cual va ligado el porvenir de la ciudad y cuya aplicación exigirá muchos años de tareas e ingentes sumas de dinero, debe ser consecuencia de una discusión amplia y el fruto del estudio, de la experiencia y de la inteligencia de aquellas personas capaces de colaborar en esta magna obra…/ por eso recomiendan / el concurso de anteproyectos entre los ingenieros y arquitectos diplomados del país ante un jurado que aleje por su constitución toda sospecha de parcialidad o favoritismo.”88

En general los comentarios, aún los que proceden de la corporación profesional, tienen como centro de preocupación la cuestión del contrato a un técnico elegido arbitrariamente, por parte del municipio, para encomendar un objeto de tal complejidad e importancia; muy pocas y excepcionales son las opiniones que apuntan a comentar el carácter del plan, sus presupuestos urbanísticos o la idea de ciudad futura que presenta. “el vasto y precipitado proyecto de urbanización.../ propone /...la construcción de dos colosales rascacielos que hincarán sus soberbias raíces en una manzana de terreno actualmente ocupada por edificios particulares con frente a la histórica Plaza de Mayo. Si con estas creaciones se procura una definición de urbanismo y un complemento de formación estética, notaremos sin mayor esfuerzo que esos inmensos torreones, con relación a nuestra humilde edificación edilicia (sic) estarían desprovistos de todo valor artístico sin guardar la debida proporción que en estos casos se estila. Por muchos años se mantendrá la falta de uniformidad o de relación entre la altura extraordinaria señalada a los rascacielos y el nivel corriente de los edificios de nuestros barrios… ”89

Dos meses más tarde El Litoral volvía sobre el tema, alertando sobre la necesidad de "...desempolvar [el plan] quitándole lo desparejo /.../ pues el proyecto lleva buena finalidad pero es preciso ajustarlo a las posibilidades de acción...". Esto tenía sentido en función de las críticas de que había sido objeto el Concejo Deliberante por la dudosa designación de Durand al frente del emprendimiento y las amplias facultades que se le otorgaban; contrasta con la celeridad demostrada en la aprobación del plan y en el dictado de la ordenanza respectiva, la demora en resolver el veto del intendente, para lo cual el Concejo se toma tres meses.90 Incluso el mismo día que el Concejo va a tratar la modificación de la ordenanza de diciembre, el diario El Orden, en una larga nota editorial, insiste con el oportunismo de los concejales que en lugar de anteponer el interés en el desarrollo de la ciudad, utilizan al plan con fines electoralistas (ese mismo mes había elecciones municipales y provinciales).91 Pese a haberse modificado el artículo que generaba las mayores críticas, en junio del mismo año 1928, una nueva ordenanza derogó la modificatoria anterior y la propia ordenanza original de aprobación del plan, a partir de lo cual el mismo dejó de ser mencionado, tanto en los expedientes municipales como en los medios de prensa locales.92 88

“El Centro de Ingenieros observa el Plan de Urbanización”, en El Orden, Santa Fe, 14/01/1928, p. 2. También El Litoral y Santa Fe publican la declaración de los ingenieros el mismo día. 89 “El Proyecto y los rascacielos”, en El Orden, Santa Fe, 07/01/1928, p. 2. 90 “Urbanización”, en El Litoral, Santa Fe, 07/03/1928. Este diario desde un primer momento se había manifestado favorable a la redacción de un plan regulador para la ciudad. 91 “El Plan de Urbanización”, nota editorial, en El Orden, Santa Fe, 05/04/1928, p. 3. 92 ACDM-Ordenanzas. Tomo 1928, f. 126. Ordenanza nº 2541 que deroga a la nº 2513 y a lo que quedaba en vigencia de la 2496, con lo que todas las acciones en torno al plan quedaron anuladas. El proyecto de derogación había sido tratado en las comisiones de Hacienda y de Obras Públicas, y se aprobó por unanimidad sin otros comentarios en el recinto del Concejo. Ver: “La sesión de anoche en el Concejo Deliberante”, en El Orden, Santa Fe, 02/06/1928, p. 2. 374

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Cabe agregar que el concejal Julio Cabal, promotor del plan, asumió como intendente interino entre el 8 de marzo y el 12 de mayo de 1928 en su condición de Presidente del Concejo, por acefalía del Departamento Ejecutivo al cumplirse el mandato del intendente José María Puig; en junio de ese año, en coincidencia con la derogación de la ordenanza del plan, fue separado de su cargo y se investigó su gestión en la presidencia del Concejo por supuestas irregularidades en manejos de fondos, falleciendo al año siguiente.93 Así, la efímera vigencia del Plan de 1927 se extinguió antes de su puesta en práctica efectiva, antes aún de que las autoridades municipales iniciaran la gestión de la ley provincial que permitiera ponerlo en marcha y antes de que nadie en la ciudad hiciera una evaluación de sus características desde una perspectiva específicamente disciplinar. Como pudo verse, toda esta peculiar experiencia de la urbanística santafesina quedó oscurecida por cuestionamientos extra-disciplinares que, más allá de su legitimidad, implicaron silenciar otros aspectos que interesan desde nuestra perspectiva de análisis; se tratará entonces de dejar de lado las cuestiones vidriosas y de dudosa resolución, para tratar de verlo como un producto del estado de la disciplina en ese momento.

VI. 5) El Plan de 1927. Autoría y otras implicancias Habiendo certeza de la participación de un experto en la elaboración del plan de 1927, sigue resultando curioso el absoluto silencio al momento de reconocer la autoría y cabría preguntarse acerca de los motivos de una reserva tan hermética, siendo que se coloca el nombre del arq. Juan B. Durand en un documento institucional como la ordenanza de aprobación; indudablemente algo debió pesar en este sentido el juego de intereses entre el Ejecutivo y el Concejo Deliberante frente a la opinión pública, para que en la misma revista en que se realiza extensa publicación del mismo ante la corporación profesional, se lo mencione como un “Proyecto de Urbanización presentado al H.C.D. por el Dr. Julio César Cabal” omitiendo, aún en esta publicación intra-disciplinar, la mención de autoría. El tema de la autoría resulta crucial para interpretar acabadamente este testimonio desde esa perspectiva disciplinar, pero la documentación con que se cuenta es muy escueta al respecto; resulta bastante difícil identificar al/los autor/res del plan dado que ninguno de los documentos menciona el tema explícitamente, aunque una serie de hechos se enlazan para permitir suponer casi con certeza la intervención del arquitecto Juan B. Durand en la elaboración del mismo, a la vez que arriesgar la hipótesis de una parcial participación del arquitecto Angel Guido. Juan B. Durand había nacido en 1890 y había estudiado la carrera de arquitectura en la Universidad de Buenos Aires, donde se graduó en 1910 con una tesis sobre estaciones ferroviarias.94 En 1920 instaló su estudio en Rosario con notable éxito, ya que poco después recibió importantes encargos no sólo de acaudalados clientes particulares (obras como el Palacio Fuentes, la Residencia Daumas o la estancia Vasallo en La Cumbre, entre otras muchas, así lo atestiguan) sino también del estado provincial, para el que desarrolló una amplia labor para el enorme volumen de edificios de equipamiento social que se construyeron con los fondos del Empréstito ley 2036/22 en la segunda mitad de la década.95 En 1922 fue promotor, junto a Ángel Guido, de la creación de la Carrera de Arquitectura en

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“Necrológica. Julio Cabal”, en El Litoral, Santa Fe, 17/06/1929. CANDIOTI, Marcial. Bibliografía Doctoral de la Universidad de Buenos Aires 1821-1920. Buenos Aires, 1920, p. 768. 95 “Necrológica del Arq. Juan B. Durand”, en Revista de Arquitectura de la Sociedad Central de Arquitectos, año XX, nº 159, Buenos Aires, marzo de 1934. Sobre las obras públicas encargadas a Durand ver: Arquitectura, nº 7, 1927, pp. 25-37. Además de las obras mencionadas en la ciudad de Santa Fe, se cuentan numerosas comisarías en distintas localidades, el Reformatorio de Menores de Rosario, la Jefatura Política de Cañada de Gómez, la Guardia de Seguridad de Rosario, escuelas rurales, etc. 94

375

la Universidad Nacional del Litoral, siendo designado profesor de la misma96 y en 1926 fue fundador de la filial Rosario de la Sociedad Central de Arquitectos de donde tuvo activa participación, incluyendo la colaboración en la revista que la institución comienza a editar en enero de 1927 bajo la dirección de Ángel Guido; asimismo trabaja como asesor en la municipalidad de Rosario, elaborando un proyecto de reforma para el reglamento de construcciones que se presenta en el mismo año.97 No ha podido comprobarse que Durand poseyera una formación específica en materia de urbanística -El Litoral afirma precisamente lo contrario- pero su carrera realizada en Buenos Aires habilita a suponer un nivel de conocimiento relativamente amplio de los debates en boga, sobre todo los desatados con relación al Plan Bouvard, coincidentes con sus últimos años de estudios; por otra parte se debe considerar que se trataba de un profesional con amplias vinculaciones y relaciones institucionales y que la década de 192030 fue notable en acontecimientos que cargaron de actualidad a la temática urbanística: la cantidad de publicaciones y revistas especializadas que circulaban tanto en Buenos Aires como en Rosario, las visitas de expertos extranjeros que llegaron al país por distintos motivos, los importantes congresos que se realizaron y la aguda polémica en torno al plan del intendente Noel para Buenos Aires.98 Para avalar la participación de Durand en el Plan de 1927, se considera ante todo la obvia situación de su mención en la ordenanza de aprobación del mismo (aunque sin señalar que hasta ese momento hubiera tenido intervención alguna) y los cuestionamientos de la prensa que sí le asignan intervención directa;99 por otra parte, ocurre que el momento de la presentación del plan coincide con la etapa de importantes trabajos encomendados por el gobierno de la Provincia de Santa Fe a partir de 1925, lo que requería prolongadas estancias de Durand en la Capital ya que era proyectista y director de las obras de la Jefatura de Policía, del Palacio de Justicia y del Reformatorio de Menores. Precisamente llama la atención que en uno de los dibujos del plan, en el que se reproduce la Plaza de Mayo, aparezca en detalle el edificio del Palacio de Justicia cuya construcción recién se iniciaba en ese momento. (Imágenes VI.25a y VI.25b) Por otra parte podría plantearse como hipótesis, que el plan se haya producido en asociación con otros profesionales, ya que de la lectura de la memoria resulta evidente su fundamentación en un conocimiento relativamente actualizado de las teorías y prácticas urbanísticas en boga. Precisamente el apartado en que se mencionan las recomendaciones respecto de los monumentos del período colonial, pueden hacer suponer una intervención, aunque sea parcial, del arquitecto Ángel Guido,100 vinculado a Durand como se vio, con 96

RIGOTTI, Ana M. “Un plan de estudios para la Carrera de Arquitectura”, en RIGOTTI, Ana M. (comp.) Ermete De Lorenzi. Ideas, lecturas, obras, inventos. Rosario, 2003, pp. 51. 97 Ver: Arquitectura, nº 2, febrero de 1927, pp. 20-21. 98 Estos temas se tratarán más detenidamente a continuación pero interesan para perfilar la cuestión de la autoría. El propio Durand formaba parte del grupo de colaboradores de la revista Arquitectura de la Sociedad de Arquitectos de Rosario en cuyas páginas se publicaron varios artículos del ingeniero Benito Carrasco, críticos del Plan Noel. Los doce números de esta revista presentan, a página completa, la publicidad del arquitecto Durand: “Estudio de Arquitectura. Proyectos, planos, construcciones. Dirección de decorados y proyectos para muebles de estilo” ofrece el aviso que no menciona tareas de escala urbanística. 99 El diario El Orden denuncia que se le habían abonado los honorarios por el proyecto de los rascacielos de la Plaza de Mayo. Ver: “El Plan de Urbanización”, en El Orden, Santa Fe, 15/01/1928, p. 2. “...sin más base que la opinión interesada de un profesional para quien se ha reservado la construcción de dos rascacielos…”. 100 Ángel GUIDO (1896-1960), prolífico arquitecto, historiador, docente, artista plástico y urbanista, nació en Rosario y se graduó como ingeniero-arquitecto en 1921 en la Universidad Nacional de Córdoba. Su vasta trayectoria posterior es tan conocida que no resulta necesario hacer una reseña biográfica completa en el marco este trabajo, pero viene al caso recordar que para 1927, además de haber concretado varios proyectos de viviendas y edificios particulares, se venía desempeñando como profesor de Arquitectura y de Historia de la Arquitectura en la Universidad Nacional del Litoral, en la carrera de cuya creación, como ya se dijo, había sido promotor; también había publicado ya sus investigaciones históricas: Fusión Hispanoindígena de la Arquitectura Colonial (1925), La arquitectura hispanoamericana a través de Wölfflin (1927) y su ensayo, Orientación espiritual de la arquitectura en América (1927). Para una reseña biográfica completa ver: NICOLINI, Alberto. “Angel Guido: dibujante, periodista, crítico, urbanista, arquitecto”, en Summa nº 215/16, Buenos Aires, agosto de 1985, pp. 376

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formación en el tema, impulsor de la cátedra “Historia de la Arquitectura y Ornamentación Americana” en la Escuela de Arquitectura de Rosario, ese mismo momento iniciaba una importante obra en Santa Fe, el edificio de rentas Dellepiane. (Imágenes VI.24a y VI.24b) De hecho, la presentación del plan en la revista Arquitectura debió, casi con certeza, haber sido redactada por el director, que dos años más tarde sería contratado por el municipio rosarino, junto a otros dos profesionales, para la redacción del Plan Regulador: “La ciudad de Santa Fe fue fundada el mismo día (sic) que lo fue la de Córdoba; esa extraña y misteriosa casualidad de nacimiento simultáneo parecería que hubiera determinado en ellas una hermandad espiritual y física inconfundible /.../ Hoy vuelve a presentarse un extraño caso de semejanza. Córdoba estudia y prepara su desarrollo futuro por medio de un plan regulador de urbanismo; Santa Fe, en el mismo instante también estudia su sistema de unificación y embellecimiento /.../ Es una necesidad que se hace sentir, el controlar y ajustar el desarrollo de nuestras jóvenes ciudades a un plan científico y racional de urbanismo que unifique las múltiples actividades de éstas y permita el nacimiento de la belleza, tan alejada de nuestra patria...”101

Qué posición tenía para entonces un arquitecto de la solvencia profesional y conceptual de Guido en torno al tema de los planes reguladores y en torno a la problemática urbanística en general es una pregunta que cabría formularse en este punto. Y el propio Guido la responde, precisamente en el número 10 de Arquitectura cuando redacta la nota editorial con una reflexión sobre la necesidad urgente que Rosario presentaba de contar con un plan regulador que resolviera múltiples problemas ya que en la ciudad, hasta entonces, no se había practicado “ni el menor asomo de urbanización”. La nota enumeraba entre las cuestiones más urgentes que el plan debería atender, el descongestionamiento del tráfico en el área central, la apertura de avenidas y diagonales “que será preciso proveer la forma de monumentalizarlas”, la localización de los enclaves de equipamientos públicos más importantes y de los grandes parques urbanos, la normativa de unificación de alturas en las avenidas, el problema “de la arquitectura de jardines y paseos en forma moderna”, la red de subterráneos que debía proyectarse sin demoras, el valor paisajístico de la costa del Paraná que debía ser mejor aprovechado, y un sistema de financiamiento factible y una etapabilidad razonable. Semejante emprendimiento debía considerar muy especialmente “nuestra idiosincrasia urbana” tendría algunas limitaciones en el escaso desarrollo que la disciplina tenía en el país, por lo que aconsejaba: “...tener en cuenta los numerosos proyectos de planos reguladores en ciudades de Alemania, Estados Unidos, Francia, Italia, etc., /.../ en nuestro país aún no existe una verdadera escuela de urbanistas, con experiencias propias, ya que todo lo escrito hasta el presente no ha pasado más allá de lo teórico, circunstancia, por otro lado, distinta a muchos países europeos donde ya existen subdivisiones de la misma especialidad, por ejemplo en Francia, Jaussely y Forestier, arquitecto urbanista y arquitecto de jardines respectivamente...”102

Como se verá más adelante, el año 1927 había sido especialmente activo respecto de este tema en Rosario, verificándose numerosos reclamos al municipio en el sentido de decidir con urgencia la elaboración de un plan regulador, al que se le asignaba un rol casi mesiánico en la resolución de los problemas urbanos; no en vano Guido cerraba la nota instando a que el Concejo Deliberante siguiera el ejemplo milanés de convocar a un “gran concurso de anteproyectos”, en directa alusión al proyecto ganador de ese concurso, que se había publicado en la misma revista, en el número nueve;103 (Imágenes VI.23a y VI.23b) la opción 35 a 38. En el capítulo VIII se revisan numerosas acciones de Guido en el campo del urbanismo durante los años ’30, que ponen de manifiesto sus inquietudes al respecto y que permiten reforzar la hipótesis de su participación en este plan. 101 “Dos Planes de Urbanización”, en Arquitectura, nº 11, citada, pp. 23-24. 102 GUIDO, Ángel. “Urbanización de Rosario”, en Arquitectura, Revista de la Sociedad de Arquitectos de Rosario, nº 10, Rosario, 1927, pp. 19-20. 103 En Arquitectura, Revista de la Sociedad de Arquitectos de Rosario, nº 9, s/f, p.57 a 61. Del Plan de Milán se publican indicando erróneamente la fecha de 1925, sólo algunas imágenes, sin ninguna otra referencia; en realidad se trata de los resultados preliminares del Concorso per il Piano Regolatore da Milano, convocado en octubre de 1926, en pleno auge del 377

por el concurso surgía por oposición al criterio sustentado en el Concejo, que había contratado un par de años antes a un profesional para elaborar un plan ferrourbanístico cuyos resultados fueron cuestionados por distintos sectores.104 Si se pone en consideración que en el número siguiente de la revista se publicaría el plan de Santa Fe y si se analizan las similitudes entre los enunciados de esta nota editorial y la memoria del plan (en especial entre “...las tendencias y predisposiciones espirituales...” y la necesidad de considerar muy especialmente “...nuestra idiosincrasia urbana...”) no podrá menos que aceptarse que Guido conocía de antemano los contenidos y coincidía con el sustento conceptual del mismo. Por otra parte, la nota es indicativa de algunas referencias (directas en el caso de las figuras de los expertos mencionados, indirectas en cuanto a los países que se toman como modelos) que permiten visualizar una suerte de estado de la cuestión con respecto al urbanismo en este medio provinciano y en ese momento.

VI. 6) El urbanismo en Argentina - transferencias y aportes extranjeros Si bien la idea de plan urbano reconoce antecedentes más remotos, como pudo verse en el capítulo anterior, casi unánimemente los historiadores especializados consideran a la década de 1920-30, como el momento en que, desde una visión moderna, verdaderamente cristaliza en Argentina la disciplina urbanística, se incorpora la noción de Plan Regulador y madura el debate en torno a los problemas de la ciudad.105 No es un hecho casual ni caprichoso que el desarrollo disciplinar y profesional se inicie en este momento, cuando el país se urbanizaba a pasos agigantados, las ciudades mantenían un ritmo notable de crecimiento y en su expansión transformaban el carácter y la complejidad de los problemas que dicho crecimiento conllevaba, a la vez que los círculos profesionales vivían cada vez con mayor proximidad las implicancias de los desarrollos de la disciplina en Europa y EEUU. Acerca del crecimiento de la población urbana en Argentina, las cifras de los censos nacionales son muy elocuentes, al marcar que para 1895 la población urbana representaba al 37,5% del total de población del país, para 1914 el índice había aumentado al 53% de dicho total y para 1930 la población urbana alcanzaba ya al 60%, invirtiéndose casi la relación rural/urbano de fines del siglo XIX; para la provincia de Santa Fe este fenómeno, régimen mussoliniano, concurso que fue resuelto en 1927. El primer premio fue obtenido por Piero Portaluppi y Marco Semenza, con un proyecto que prefiguraba una ciudad para dos millones de habitantes, donde se contraponían un gran centro monumental y una ciudad jardín inmersa en el verde para los barrios residenciales y obreros, dando solución al hábitat de la metrópoli industrial. En realidad el plan se aprobó definitivamente en 1934, reelaborado por las oficinas municipales. El segundo premio fue obtenido por el grupo Urbanisti Milanesi constituido por Giuseppe De Finetti, Emilio Lancia, Giovanni Muzio, Gio Ponti y F. Reggiori. Ver: GAMBI, Lucio y GOZZOLI, Maria Cristina. Milano, Serie “Le città nella storia d’Italia”, Laterza, Bari, 1982. 104 Ver: BRAGOS, Oscar. “El estado de las ideas en torno a un plan para Rosario 1927-1929”, en Cuadernos del CURDIUR nº 54, Rosario, UNR, 1992. 105 Al respecto dice Oscar Bragos: “La década de los años veinte representa en la Argentina un momento particular para la disciplina urbanística. En efecto, se trata de un momento de intenso debate acerca de los problemas de la ciudad y de las propuestas para su transformación. Es el momento en el que aparecen los primeros “especialistas” y en el cual se registra un auge de los discursos que hacen referencia a una técnica, a una ciencia, a un saber específico y autónomo para tratar de aprehender el fenómeno urbano; a las causas de un estado de hecho que se rechaza y que en ocasiones se presenta como ‘caos’; a los modos para transformarlo positivamente /.../ recién en los años veinte se consagra el nombre de ‘plan regulador’, denominación que aún perdura, si bien hoy expresa concepciones diferentes...”. BRAGOS, Oscar. “La primera generación de planes reguladores en la Argentina. Del arte urbano al urbanismo”. Ponencia presentada en el V Seminário de História da Cidade e do Urbanismo: Cidades: temporalidades em confronto; Campinas, 1998. Edición digital, p. 1. En el mismo sentido se pronuncian: OUTTES, Joel. “Disciplinando la sociedad a través de la ciudad: El origen del urbanismo en Argentina y Brasil (1894-1945)”, en revista EURE, Santiago de Chile, mayo de 2002, vol. 28, nº 83, pp. 7 a 29; NOVICK, Alicia. “Planes versus proyectos: Algunos problemas constitutivos del urbanismo moderno, Buenos Aires 1910-1936”, en Revista de Urbanismo, Revista electrónica del Dpto. de Urbanismo, Universidad de Chile, agosto de 2000; MAZZA, Carlos. “Una aproximación al análisis histórico de normativas y planes urbanos para la ciudad de Mar del Plata”, en La Ciudad de Papel, Mar del Plata, UNMdP, 1997, pp. 16-17. 378

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entre otras causas, se produjo por el agotamiento del ciclo inicial donde la relación entre inmigración, colonización agrícola y acceso a la propiedad de la tierra rural se mantuvo en equilibrio; pasado este período, buena parte de la afluencia inmigratoria ya no se dirigió al campo sino que se detuvo en las ciudades y, especialmente, en aquellas que mejores perspectivas de desarrollo presentaban para el comercio o la industria. A su vez el proceso de urbanización tomaba una magnitud descomunal y mostraba ya un fuerte desequilibrio en el área de la Capital Federal y su entorno (el “Gran Buenos Aires”) que para 1895 albergaba a un 20% de la población total del país, en tanto que para 1930 ese porcentaje, que ya nunca decrecería, había aumentado al 30% del total de población del país. CRECIMIENTO DE POBLACIÓN EN CIUDADES ARGENTINAS EN EL PERÍODO 1895-1930106 CIUDAD

Bs. Aires

Córdoba

Tucumán

Corrientes

Paraná

Mendoza

Rosario

SANTA FE

Población 1895

663.854

54.763

34.306

21.588

19.228

28.602

91.669

28.462

Población 1914

1.575.814

134.935

84.547

39.031

36.089

58.790

222.592

65.760

Población 1929/30

2.177.612

195.385

121.199

48.879

67.325

77.986

480.741

122.151

INCREMENTO ABSOLUTO (Pob 1930) – (Pob 1895)

1.513.758

140.622

86.893

27.291

48.097

49.384

389.072

93.689

INDICE DE CRECIMIENTO (Pob 1930) / (Pob 1895)

3,28

3,56

3,53

2,26

3,50

2,72

5,24

4,29

En el cuadro que se adjunta es notable cómo la mayoría de las ciudades al menos triplicaron su población en los 35 años que transcurren entre el Segundo Censo Nacional (1895) y la crisis de 1930, reservándose los mayores índices para las ciudades del Litoral, destino privilegiado de la inmigración europea y de las migraciones internas que ya comenzaban a tener un peso significativo. Sobre los progresos dentro de la disciplina, vale recordar que la década 1920-30 será el momento en que se inicie un reconocimiento de la especificidad disciplinar y en que se comiencen a formar los primeros especialistas locales ya que hasta entonces, cuando no se recurría a expertos extranjeros, los profesionales locales que intervenían procedían, en general, de disciplinas afines (ingenieros civiles, agrónomos, agrimensores o arquitectos) y desde éstas se preocupaban por la escala urbana. Buscando una formación específica, en primer término las vocaciones se volcaron hacia Europa, encabezando la iniciativa el ingeniero Carlos Della Paolera;107 la preocupación de este profesional por la formación 106

Cuadro de construcción propia. Fuentes: República Argentina. Segundo Censo nacional - 1895, Buenos Aires, Talleres Tipográfico de la Penitenciaría Nacional, 1898. República Argentina. Tercer Censo Nacional - 1914, Buenos Aires, edición oficial, 1915. Para los datos de población de 1929/30 (en que no se cuenta con datos censales nacionales) se recurrió a registros estadísticos municipales de cada una de las ciudades. En Santa Fe, el Censo de 1895 arroja una población de 22.244 habitantes dentro del perímetro urbanizado; se toma la cantidad que incluye áreas suburbanas (28.462 hab) para poder comparar el dato con los otros censos. 107 Carlos DELLA PAOLERA (1890-1960) nació en Buenos Aires y estudió ingeniería en la UBA, titulándose en 1912. A principios de los años ‘20 se trasladó a Francia para desarrollar un posgrado en la Escuela de Altos Estudios Urbanos de París creada en 1919 que luego pasa a denominarse Instituto de Urbanismo de la Univ. de París, graduándose en 1928 con una tesis referida a un plan de “embellecimiento y extensión” para Buenos Aires, dirigida por Marcel Pöete. En su estadía parisina siguió también el curso de Arte Urbano dictado por León Jaussely en la École des Beaux-Arts. El suyo fue el primer título emitido por el Instituto a un sudamericano, a la vez que fue el primer profesional argentino que formalizó una titulación como urbanista y como es sabido, habría de ser en las décadas siguientes un activo protagonista en la transformación de ciudades en el país; pero en este momento su labor interesa especialmente por la difusión pública acerca de particularidades de la disciplina, que realizaba a través de escritos que enviaba a distintos medios del país, dando cuentas de su experiencia 379

especializada se había manifestado ya en 1920, cuando participó en el Primer Congreso Argentino de la Habitación, organizado por el Museo Social Argentino, con una ponencia orientada a que las universidades argentinas tomen a su cargo la creación de cursos de urbanismo, acordes con las distintas disciplinas involucradas (en la Facultad de Medicina se podría estudiar Higiene Urbana, en la de Derecho, Legislación Urbana, etc. previendo para las carreras de ingeniería, los cursos de técnica urbanística).108 Evidentemente su experiencia en París le mostró un horizonte más amplio y en pocos años comprendió la necesidad de incorporar otros contenidos y complejizar la estructura académica: “En el Instituto de Urbanismo de la Universidad de París se enseñan, como cursos fundamentales, evolución de las ciudades, arte urbano, organización económica, administrativa y social de las ciudades /.../ en todas partes se reconoce la necesidad de llegar a la creación de institutos especiales para la enseñanza del urbanismo /../ en forma metódica y razonada, pues el urbanismo ha tomado ya colocación entre las ciencias positivas.”109

Sobre el final de la década (1929), Della Paolera habría de crear la primera cátedra de Urbanismo del país, en la Facultad de Ciencias Matemáticas, Físicas y Naturales de la Universidad Nacional del Litoral con sede en Rosario.110 El curso se componía de tres partes: una primera dedicada a estudiar la evolución urbana, la segunda centrada en aspectos estadísticos y funcionales y la tercera que se ocuparía del “Arte Urbano”; en una visión organicista del problema, Della Paolera parte de entender a la ciudad como el organismo enfermo que se debe investigar para conocer su “anatomía y fisiología”, antes de intervenir para “curar” sus males; fundamenta esta propuesta pedagógica y, en especial, la visión organicista, con una extensa cita de su maestro, Marcel Pöete.111 Respecto de la incorporación de los desarrollos disciplinares internacionales en la urbanística local, pueden reconocerse distintas líneas, pero hasta la década anterior, como se ha visto en el Capítulo V, había predominado la francesa representada en la ya legendaria figura de Haussmann, en los expertos invitados para intervenir en planes y proyectos locales (Ch. Thays, J. Bouvard) o en los arquitectos que se afincaban en Buenos Aires para dictar clases en la Escuela de Arquitectura (R. Karman desde 1912, R. Villeminot desde 1913), línea ésta que seguía vigente y cosechaba adhesiones. Pero a través del contacto de los profesionales argentinos que se formaban en París y particularmente de Della Paolera que se reconocía como su discípulo, llega el discurso académico de una figura relevante para el urbanismo de la época, como Marcel Pöete (1866-1950), el gran historiador urbano de París, primer director del Instituto de Historia, Geografía y Economía Urbanas, autor de la monumental historia “Une vie de cité. Paris, de sa naissance a nos jours” (1924) y fundador del Instituto de Urbanismo. Su itinerario, de la historia urbana al urbanismo, al poner en relación el campo de la historia con el de las prácticas sobre la ciudad, generó sin dudas un aporte sustantivo al desarrollo disciplinar. Pöete era el responsable de un curso central en el Instituto de Urbanismo, el de Evolution des Villes, planteado desde la noción de organismo urbano en evolución, es decir, una visión organicista y evolucionista que veía a la ciudad como un ser vivo y cíclico, persiguiendo un conocimiento arqueológico de las distintas etapas de la vida

parisina. Datos biográficos de: “La cátedra de Urbanismo”, en Revista de Arquitectura nº 150, Buenos Aires, junio de 1933, p. 272. 108 DELLA PAOLERA, Carlos. “Enseñanza del Urbanismo. Método y Programa”, en Revista de Arquitectura nº 153, Buenos Aires, setiembre de 1933, p. 408. En este artículo publicado varios años más tarde, Della Paolera resume sus iniciativas anteriores en el tema de la formación específica. 109 Ibídem, p. 408 y 409. 110 En 1929 Della Paolera había sido contratado por la Municipalidad de Rosario para estudiar un plan regulador para la ciudad que se verá más adelante. La cátedra de Urbanismo debía dictarse conjuntamente para alumnos del último año, en las carreras de Arquitectura y de Ingeniería Civil, que se desarrollaban en la misma facultad. Ver: RIGOTTI, A. M. Op. cit., pp. 48 a 60. 111 DELLA PAOLERA, C. Op. cit., p. 409. 380

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de las ciudades con sustento en los documentos cartográficos, la arquitectura y toda otra referencia acerca de la forma urbana. “...De cette histoire, il ne faut retenir que les faits susceptibles d’éclairer, par des lueurs du passé, l’état présent de la ville. Tous les autres sont inutiles /.../ Être instruit, grâce a la connaissance de l’évolution urbaine, c’est pour l’urbaniste, éviter de commettre de grossières erreurs... “112

El conocimiento así obtenido tenía pretensión de saber científico y resultaba un imprescindible paso previo para la intervención. La transferencia del ideario de Pöete al urbanismo argentino se extenderá largamente, hasta después de la mitad del siglo, y marcará notoriamente a la siguiente generación de planes urbanos, como se verá en el capítulo VIII. No obstante, en los años ’20 será también muy significativa la experiencia de los urbanistas alemanes, provenientes de una tradición originada en la década de 1870-80, pero que avanzará sobre el siglo XX merced a los trabajos de algunas figuras destacadas que ayudaron a ordenar, sistematizar y clarificar el corpus disciplinar.113 Ya se comentó en el capítulo anterior la particular y versátil asimilación que aquí se hacía de las ideas de Camillo Sitte, muy difundido en el medio local a través de su tratado Construcción de Ciudades según Principios Artísticos;114 pero, anteriores o contemporáneos a Sitte, la urbanística germana reconoce otros dos pilares fundamentales en la tratadística de Baumeister y Stübben que tuvieron directa o indirecta incidencia. Respecto de Reinhard Baumeister (1838-1917), ingeniero civil que trabaja en la elaboración de planes para varios municipios alemanes y profesor del Politécnico de Karlsruhe, es autor primer manual alemán con difusión internacional: Stadterweiterungen en Technischer, Baupolizeilicher und Wirtschaftlicher Beziehung -1876;115 Baumeister es una referencia obligada para la urbanística moderna, ya que en su tratado plantea una estructura metodológica que puede considerarse fundacional para la disciplina, a la vez que sienta las bases para el desarrollo del concepto de zonificación, especialmente en el plano jurídico, prefigurando la división de tres área interrelacionadas pero independientes, en la ciudad del futuro (el centro de negocios, el área industrial y un distrito residencial). Propone además un sistema jerárquico de circulaciones y un sistema control de usos del suelo y de áreas verdes, sin por eso desatender los aspectos estéticos (simetría, perspectivas focales, efectos estéticos de los trazados, “principios artísticos”).116 El otro urbanista alemán fundamental para el desarrollo disciplinar fue Joseph Stübben (1845-1936), quien intervino en planes de extensión de numerosas ciudades alemanas y europeas (Lyon, Madrid, Varsovia), siendo el de Colonia el más importante, 112

PÖETE, Marcel. “Evolution des villes”, en Vie Urbaine nº 5, 09/1930, p. 297, citado por GIBACIER, Anne. “L’Institut d’Urbanisme de Paris et l’Amerique Latine”, en Documento de Trabajo nº 2 (Publicación de ponencias del Seminario Internacional Vaquerías), FADU/UBA y PIR-Villes CNRS, 1996, p. 9. 113 Sobre este tema ver: PICCINATO, Giorgio. La costruzione dell´urbanistica. Germania 1871-1914. Roma, Officina edizioni, 1977. Ver asimismo: COLLINS, George y Christiane C. Camilo Sitte y el nacimiento del Urbanismo Moderno, Barcelona, G. Gili, 1980, capítulos 2 y 3. 114 Ver Capítulo V, notas nº 142-143 y 147-148. 115 Puede traducirse como La expansión urbana en sus aspectos técnicos legislativos y económicos, editado por Ernst und Korn en Berlín, 1876. Ver: PICCINATO, G. Op. cit., pp. 181-182. 116 Aunque se trata de una figura muy conocida de la urbanística europea, nos detenemos en detallar los principales aportes de Baumeister a fin de presentar las asociaciones que se pueden establecer entre sus teorías y el pensamiento de los urbanistas locales; al igual que en el caso de Stübben, se puede detectar una presencia indirecta de los aportes de Baumeister, filtrados en manuales de uso corriente, sobre todo en los manuales italianos como los de Pagliani, Caccia o Donghi, que eran más accesibles en nuestro medio en razón de la procedencia de los profesionales que actuaban aquí. PAGLIANI, Luigi. Trattato di igiene e di sanità pubblica, Vallardi, Milano, 1902; CACCIA, Aristide. Costruzione, trasformazione ed ampliamento delle città. Colezione "Manuali Hoepli", Milano, Ulrico Hoepli, 1915; DONGHI, Daniele. La composizione architettonica. L’edilizia e l’estetica delle Città, Padua, La Garangola, 1922. De los manuales de Caccia y Donghi existieron ejemplares en bibliotecas de constructores santafesinos. 381

participó activamente de numerosos congresos y fue autor de otro importante tratado: Der Städtebau, Handbuch der Architektur -1890;117 Stübben consideraba tres aspectos principales en la proyectación de ciudades: el trazado (calles radiales, diagonales y anulares, aunque sin excluir el trazado cuadricular) y los espacios colectivos proyectados atendiendo a las cuestiones funcionales y estéticas (criterios prácticos y criterios estéticos), entendiendo al habitante urbano como un espectador que debía poder gozar de la ciudad construida artísticamente; las líneas de tráfico e intercomunicación, pensadas en un sistema jerárquico que fijara tipos e intensidades de uso; y un proyecto global que considerara las cuestiones higiénicas, en sus implicancias técnicas (redes de drenaje o abastecimiento, orientaciones, ventilación, anchos de calles) y de diseño paisajístico (parques, paseos). Su manual denota un interés por la promoción del modelo ciudad-jardín aunque no en la versión inglesa (pintoresca) sino en su traducción germana y, en el análisis de los prototipos de vivienda urbana, opone a la vivienda colectiva las ventajas de la vivienda individual, como opción cultural. (Imágenes VI.26a y VI.26b Proveniente de esta tradición, entre la nueva generación de urbanistas alemanes destaca Werner Hegemann,118 e interesa mencionarlo aquí por la difusión que su obra teórica tuvo en estas latitudes, difusión que se incrementaría en la década siguiente como consecuencia de su visita al país en 1931. Hegemann tuvo siempre especial interés por América realizando frecuentes viajes y prolongadas estadías; había llegado en 1905 a Estados Unidos para trabajar en Filadelfia como building inspector y en 1910 tuvo a su cargo organizar en Boston una exposición de planes de ciudades, del que surgiría un catálogo editado por Wasmuth en 1911, el Amerikanische Parkaulangen, en el que se comparaban modelos y experiencias urbanas europeas y americanas, siendo uno de los primeros teóricos que incursionaron en el campo de los estudios comparativos. Luego de la estadía en Boston regresa a Europa para organizar en ese mismo año 1910 la célebre exposición de urbanismo de Berlín y, en 1911/12 la de Dusseldorf, de las que resultaría un segundo catálogo en dos tomos, también editado por Wasmuth, que resumía las presentaciones de ambas. Las publicaciones surgidas de estos eventos, no eran meros catálogos en el sentido acumulativo del término, sino que contenían definiciones, conceptos y desarrollos teóricos que los convertían en verdaderos tratados de urbanismo.119 Por invitación de Wasmuth, desde 1925 Hegemann dirigió también la prestigiosa revista de urbanismo Der Städtebau que se editaba desde 1904, iniciada por Camillo Sitte y Theodor Goecke;120 (Imágenes VI.28a) esta publicación, que puede considerarse la primera revista especializada en temas urbanísticos con alcance internacional, difundía desde el 117

Bajo el título La Urbanística. Manual de Arquitectura, dirigido por J. Durm, Stübben publica la monumental obra dedicada al urbanismo (Parte IV, “Proyectación, localización y reglamentación edilicia”) y tiene su primera edición en 1890 en Darmstadt. Ver: PICCINATO, G. Op. cit., pp. 183 a 186. Vale también para Stübben la observación de la nota anterior. 118 Werner HEGEMANN (1881-1936), según palabras de su biógrafa más reconocida, Christiane C. Collins, “...figura clave en el desarrollo de la moderna arquitectura y planeamiento urbano /.../ es el miembro menos valorado de la diáspora intelectual alemana de la década de 1930 /.../ Su educación había sido amplia, había estudiado en los Institutos Técnicos de Charlottenburg y Munich, en L’École des Beaux-Arts de París y en las Universidades de Londres y Filadelfia....” Formado en arquitectura, urbanismo, historia del arte y economía, finalmente obtiene el doctorado en Ciencias Políticas, en la Universidad de Munich en 1908, resultando un perfil intelectual de notables condiciones. Ver: COLLINS, G. y Ch. C. Op. cit., p. 105n. Los restantes datos de la biografía profesional de Hegemann que se incluyen en este trabajo corresponden al mismo texto de G. y C. Collins y a Ignasi Solá Morales en su introducción al libro de Hegemann y Peets que se citará más adelante. 119 En el primer tomo, en base a algunos de los casos presentados, define acabadamente la noción de “plan de desarrollo”; en el segundo Hegemann se detiene a tratar dos cuestiones centrales en su pensamiento como son las vías de comunicación y el transporte y el problema de los espacios verdes públicos, presentando comparativamente los ejemplos de ciudades europeas y norteamericanas. Ver: CALABI, Donatella y FOLIN, Marino (a cura di). Catalogo delle esposizioni internazionali di urbanística: Berlino 1910 – Dusseldorf 1911-12, di Werner Hegemann, Milano, Il Saggiatore, 1975, pp. 13 a 28. 120 El primer número de Der Städtebau tiene fecha de enero de 1904 y aunque Sitte había muerto el 16 de noviembre de 1903, compartió la portada de los primeros números con Teodor Goecke; éste siguió en la dirección hasta su muerte en 1919. En 1925 asumió como director Werner Hegemann que para entonces dirigía otra publicación de Wasmuth, el Wasmuths Monatshefte. Ver: COLLINS, George y Christiane C. Op. cit., p. 109n. 382

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primer número ejemplos de intervenciones sobre centros históricos, cuyas composiciones se basaban con frecuencia en los ejercicios del libro de Sitte y presentaba también urbanizaciones de periferia, con aplicaciones del modelo de ciudad jardín. Desde 1915 Hegemann volvió a trabajar en Estados Unidos asociado con Elbert Peets y J. Hudnut, elaborando planes para suburbios de distintas ciudades americanas; (Imágenes VI.28c) junto a Peets publicó en 1922 un espléndido libro que quizás sea su mayor aporte al desarrollo de la urbanística en el período, el Manual de Arte Civil para el Arquitecto;121 en el constante contrapunto entre soluciones europeas y americanas de los diversos componentes y escalas (plazas y espacios públicos, conjuntos edilicios, parques y paseos, vistos tanto en el diseño focalizado como en el plan de conjunto) Hegemann y Peets operan como “cartógrafos de un atlas imaginario”.122 (Imágenes VI.28b a VI.28d) Aunque en las bases del pensamiento de Hegemann se reconocen múltiples vertientes, son en especial notables: la influencia de Camillo Sitte que se hace explícita en el primer capítulo, “El resurgimiento moderno del Arte Urbano”, que resume los aspectos centrales del libro de Sitte, pero que está también implícita en el resto del Manual, a través de la comprensión de la ciudad como obra de arte total; una marcada modalidad compositiva Beaux Arts que se expresa en la vocación por el orden clasicista (simetría, centralidad, proporción) y en la voluntad manifiesta por Hegemann de desconocer la componente medievalista y pintoresca de la obra sitteana; la ya comentada experiencia norteamericana del movimiento City Beautiful (Imágenes V.26a a V.27) en la que adquiere valor el diseño urbano y la mera acción normativa es superada a través de la voluntad de forma.123 Esta síntesis que se opera en Hegemann en su Arte Civil, planteando una ciudad organizada desde la belleza y armonía de las formas por una parte y a la vez aportándole mayor consistencia a la concepción de un diseño global del paisaje urbano presentada por el movimiento americano, le permite madurar su ideal de ciudad como obra de arte, enfrentando al típico “escapismo al suburbio” del urbanismo americano.124 Der Städtebau se recibía en Buenos Aires con cierta periodicidad y también se conocían aquí los catálogos de las exposiciones y The American Vitruvius, pero su aporte a la urbanística argentina no se resume en un mero conocimiento de estas producciones. Hay una asimilación de las teorías sustentadas por Hegemann, en especial en el último texto citado, que se hace manifiesta en el Proyecto Orgánico para Buenos Aires (1924), producido por la Comisión de Estética Edilicia creada por el intendente Carlos Noel en 1923, en cuyo

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HEGEMANN, Werner y PEETS, Elbert. El Vitruvio Americano, Manual de Arte Civil para el Arquitecto. Barcelona, Fundación Caja de Arquitectos, 1992. Incluye: SOLA MORALES, Ignasi. “Werner Hegemann y el Arte Cívico” como nota introductoria. (Edición original de 1922). Las tres principales vertientes del pensamiento de Hegemann son señaladas por Ignasi Solá Morales en su estudio introductorio. A la re-edición en inglés hecha en Princeton en 1988, con introducción de Alan Plattus, prefacio de León Krier y ensayo introductorio de Christiane Crasemann Collins se ha tenido acceso parcial, sobre el final de esta investigación. 122 Según la sugerente metáfora que utiliza Ch. C. Collins. Ver: COLLINS, Christiane Crasemann. “Hegemann and Peets: Cartographers of an Imaginary Atlas”, ensayo introductorio en: HEGEMANN, Werner and PEETS, Elbert. The American Vitruvius. An Architects’Handbook of Civic Art, Princeton Architectural Press, New York, 1988, pp. XII a XXII. 123 El movimiento City Beautiful, al que ya nos referimos en el capítulo anterior, se había caracterizado por la búsqueda de un ideal de belleza urbana que tuviera su correlato en un eficiente control social, en la convicción de que la belleza de la ciudad reflejaría el espíritu de sus habitantes; a este ideal cívico se articulaba un ideal estético acuñado en la École de Beaux Arts de París con nociones de armonía, centralidad, simetría, y el aporte de la tradición paisajística norteamericana de los parques como cualificadores y ordenadores de la estructura urbana, a través de Frederick Law Olmsted. Entre sus figuras más importantes se contó el arquitecto Daniel Burnham. Ver: MANIERI ELIA, Mario. “Por una ciudad imperial. Daniel H. Burnham y el movimiento City Beautiful”, en CIUCCI, G. et alt. La Ciudad Americana, Barcelona, Gili, 1975, pp. 3 a 136. 124 Las tres principales vertientes del pensamiento de Hegemann son señaladas por Ignasi Solá Morales en su estudio introductorio citado en nota anterior. En palabras de Solá Morales: “La necesidad de encontrar, por debajo de la relatividad histórica, la presencia permanente de algunos principios es, en último término, lo que guía también a este discurso hegemanniano. Se trata de la permanente ilusión del orden subyacente de la cultura clásica a la que, en último término, Hegemann mantiene una fidelidad sin sombra de ninguna duda.” SOLA MORALES, I. Op. cit., item 3. 383

estudio preliminar se hace mención explícita del Manual entre las fuentes utilizadas.125 El Proyecto Orgánico, que será comentado más adelante, tuvo gran importancia para el desarrollo de la urbanística en el país, por lo que las referencias al teórico alemán encontraron en el mismo, indirectamente, una segura vía de difusión local; por otra parte, dada su larga experiencia en Estados Unidos y en la elaboración de estudios comparativos entre distintos tipos de ciudades, su voluntad de asimilación de los trazados cuadriculares en los nuevos proyectos urbanos, será sin dudas uno de los aspectos de mayor peso para la transferencia del mensaje de Hegemann a la realidad local y que más lo diferencian de los urbanistas extranjeros que habían trabajado en el país hasta entonces. Entre las referencias y fuentes que menciona el Proyecto Orgánico que se acaba de citar, figuran igualmente las conclusiones emitidas por The Great International Town Planning Conference organizada por The Royal Institute of British Architects (RIBA) en Londres en 1910. Fue éste uno de los eventos más importantes de la urbanística en los inicios del siglo XX en el ámbito internacional, aunque su repercusión en Argentina resultara un tanto tardía, ya que recién se lo menciona hacia 1925. Como corolario de este congreso de la RIBA surgió un documento que puede entenderse como un esquema metodológico para la práctica urbanística, de amplia aceptación en su momento.126 Consideraba diez aspectos que pueden resumirse en estudios sociales, estudios técnicos, intercambiadores de tráfico y sistemas jerárquicos de vías, zonificación, centros principales y secundarios, áreas especiales, áreas verdes y edilicia, enfatizando el rol de la arquitectura, al considerar que el problema del urbanismo es, en último término un problema arquitectónico. Pero fue también el espacio donde se confrontaron dos posiciones vigentes en el urbanismo de la época: la City Beautiful americana y el modelo anglosajón de la ciudad-jardín, es decir, la ciudad de la representación, de la composición monumental del espacio público frente a la ciudad dispersa y pintoresca, extendida a través de la vivienda individual; esta Town Planning Conference de 1910, puede ser interpretada como una suerte de “balance oficial” luego de varias décadas de experiencias en materia de planificación de ciudades en Europa y Norteamérica y en ese sentido, la presencia de Burnham representando al movimiento americano y exponiendo los grandilocuentes planes de Washington y Chicago frente a la producción del movimiento ciudad-jardín (Letchworth), daría margen para pensar en la vigencia imperecedera del City Beautiful. No obstante, la crítica europea considera que la de los americanos fue una presencia marginal, frente a la verdadera celebración de la GardenCity en que se convirtió el evento, cuyas figuras más destacadas fueron los urbanistas ingleses (Howard y Geddes) y alemanes (Stübben y Eberstadt).127 Desde la visión de los técnicos del Cono Sur americano se trató de un evento paradigmático y este debate fue traducido en términos de acuerdo, sin encontrarse ni en los modelos ni en los métodos condiciones incompatibles.128

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Analizando la influencia de The American Vitruvius en el Proyecto Orgánico, Adrián Gorelik considera que el Civic Art fue asimilado ya que:”...puede haber aparecido como la manera más pertinente de pensar Buenos Aires, seguramente porque debió aparecer como la manera más adecuada a las condiciones locales y a los tiempos actuales de seguir mirando a París: como la actualización norteamericana de la tradición clásico-barroca parisina, en estrecha vinculación con las teorías urbanísticas de la expansión y adecuado a las ciudades de cuadrícula americana.” Ver: GORELIK, Adrián. La grilla y el parque. Espacio público y cultura urbana en Buenos Aires, 1887-1936, Buenos Aires, UNQuilmes, 1998, p. 327. 126 SICA, Paolo. Historia del urbanismo. El siglo XX. Madrid, Instituto de Estudios de Administración Local, 1981, p. 33. 127 Sobre la Town Planning Conference de 1910, ver: MANIERI ELIA, M. Op. cit., pp. 119 a 127. 128 Gorelik considera que en la referencia a este congreso como fuente, por parte del Proyecto Orgánico, no se advierten los alcances de esta confrontación: “...la Comisión cita a la TPC realizada en Londres en 1910 sin advertir que lo que se produjo allí fue el enfrentamiento más intenso entre los partidarios de la ya crepuscular City Beautiful y los defensores del modelo anglosajón de la Garden City.” Ver: GORELIK, A. Op. cit., p. 325. Algo similar parece haber ocurrido en México, donde las conclusiones de la TPC son retomadas por distintos planes. Ver: SÁNCHEZ RUIZ, Gerardo. “Fuentes teóricas y prácticas de quienes cimentaron la modernidad urbana de la primera mitad del Siglo XX en México”, ponencia al 2º Seminario Latinoamericano de Articulación Académica, UASLP, San Luis Potosí, octubre de 2005, edición preliminar. 384

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VI. 7) El urbanismo en Argentina - acontecimientos locales Sin dudas un acontecimiento muy importante para la urbanística argentina de la década 1920-30 fue el desarrollo del "Plan Regulador y de Reforma" de la ciudad de Buenos Aires de 1925, (también denominado “Proyecto Orgánico”) que hemos citado anteriormente.129 Fue elaborado por la Comisión de Estética Edilicia que había sido creada dos años antes por el intendente Carlos Noel y para cuyo asesoramiento había sido convocado el paisajista francés Jean-Claude N. Forestier;130 la Comisión estuvo integrada por representantes de las principales instituciones y organismos con competencia sobre la ciudad y la arquitectura: un profesor de la Facultad de Arquitectura de la UBA; el Presidente de la Sociedad Central de Arquitectos; un representante del Ministerio de Obras Públicas de la Nación del área encargada de grandes proyectos edilicios; el Presidente de la Comisión Nacional de Bellas Artes; el Director General del Departamento de Obras Públicas de la Municipalidad; un prestigioso historiador y el Secretario de Hacienda de la Municipalidad; el asesor extranjero Forestier tenía a su cargo el proyecto de los espacios verdes y paseos.131 De manera similar a lo ocurrido con la contratación de Bouvard en 1907, el plan pretendió articular un conjunto de proyectos existentes con otros nuevos, pero esto fue el paso previo a la concreción del Proyecto Orgánico; este caso puede considerarse el primer plan urbano que en el país intenta responder a las directrices del urbanismo moderno. La propia idea de proyecto orgánico refiere a la ciudad como organismo que se intenta reformar y regular equilibradamente, en vistas de las distorsiones que provocaba la extensión no controlada. (Imágenes VI.29a a VI.29c) "El plano de una ciudad es la expresión de una vida colectiva y la ciudad, pues, no sólo debe llenar una finalidad material de bienestar común sino invitar a sus habitantes a realizar un alto propósito /.../ El orden obtenido por la clasificación de las funciones de la ciudad, permite al urbanista dar a cada elemento el desarrollo real que merece y ellos son los encargados de construir el conjunto del Plan Orgánico...".132

En el Proyecto Orgánico se reconocen múltiples referencias: se hace presente la matriz del urbanismo francés al dedicarse parte del estudio a la evolución histórica de la ciudad, se realizan estudios estadísticos de población y edificación, se cuantifica el abastecimiento, el tratamiento de residuos y los establecimientos sanitarios; en todos los

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Para un completo estudio y análisis de las implicancias del Plan de 1925, ver: NOVICK, A. Op. cit.,(2000), item 2.; GORELIK, A. Op. cit., pp. 317 a 355. 130 Jean-Claude FORESTIER (1861-1930) Nacido en París, estudió ingeniería forestal especializándose en parques, siendo convocado por Alphand para trabajar en París en la sección de parques y jardines, donde se desempeñó durante 40 años; tan larga trayectoria significó una prolífica obra parisina, con el parque de Vincennes, el de las Tullerías, los planes de varias exposiciones universales, el Campo de Marte y la línea París-Sur conformada por un sistema de parques y avenidas: Jardines de Luxemburgo, Jardín del Observatorio y Parque de la Ciudad Universitaria, entre los más destacados. Su obra trascendió internacionalmente en virtud de sus proyectos para ciudades de las colonias francesas en el norte de África, su plan para La Habana (1925), los proyectos de parques para Sevilla (Parque María Luisa, 1911/14) en el marco del proyecto para la Exposición Iberoamericana que finalmente se realizó en 1929 y Barcelona, donde trabajó a partir de 1916 en los parques del predio de la Exposición Internacional de 1929; en su labor internacional destaca también su participación en el Proyecto Orgánico para Buenos Aires. Fue integrante del Museo Social de París, donde creó la sección de Higiene Urbana y Rural y fundador de la Sociedad Francesa de Arquitectos-Urbanistas. En 1906 publicó un manual, Grandes Villes et systémes de parcs, en el que expuso su teoría del sistema de espacios verdes de extensión metropolitana. Ver: BERJMAN, Sonia. Plazas y Parques de Buenos Aires: La obra de los paisajistas franceses. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1998, pp. 215 a 266. 131 En virtud de la representación institucional se integran al equipo dos arquitectos que van a tener, junto a Forestier, un rol preponderante: René Karman, arquitecto francés que llevaba ya muchos años en el país y era Jefe de Taller en la Facultad de Arquitectura y Martín Noel, hermano del intendente, graduado en París en la Escuela Especial de Arquitectura y en la École des Beaux Arts, historiador del arte hispanoamericano y uno de los promotores de la arquitectura neocolonial en el país. 132 INTENDENCIA MUNICIPAL DE BUENOS AIRES-Comisión de Estética Edilicia, Proyecto Orgánico para la Urbanización del Municipio de Buenos Aires, Buenos Aires, Talleres Peuser, 1925. Citado por NOVICK, A., Op. cit., (2000), ítem. 2. 385

niveles este análisis tiende a justificar las decisiones adoptadas.133 Se detuvo en la composición grandes conjuntos edilicios como articuladores del espacio urbano demostrando sustanciales preocupaciones estéticas orientadas a la composición monumental; los espacios cívicos, la red viaria y las áreas verdes se orientaron a estructurar el crecimiento y la complejidad metropolitana, apareciendo el concepto de zonificación y las nuevas temáticas como la vivienda obrera, los problemas técnicos de la vinculación de la ciudad con el suburbio. Diferenciaba la operación urbanística entre el centro de la ciudad, para la que se aplicarían los enunciados de la city beautiful norteamericana y los barrios residenciales de periferia que se proyectarían a partir del modelo de la ciudad-jardín, por lo que puede entendérselo como una instancia de institucionalización de ambos paradigmas en el ámbito público y profesional, a escala de la más importante ciudad argentina.134 Respecto de la participación de Forestier en el Proyecto Orgánico, interesa decir que ya era bien conocido en el país por diversas vías: por su propio trabajo en el municipio parisino, hacia el cual la élite política porteña miraba en procura de modelos de actuación, como pudo verificarse con la anterior contratación de Bouvard; por intermedio del arquitecto Martín Noel, otro de los miembros de la Comisión de Estética Edilicia, quien había tomado cursos con Forestier en París y pudo tener ocasión de compartir tareas en Sevilla a raíz de su trabajo en el Pabellón Argentino para la Exposición Iberoamericana; y a través de sus publicaciones, incluso algunas de difusión general como Caras y Caretas, donde sus ideas tuvieron llegada al gran público.135 Su labor en Buenos Aires se centra en fijar prioridades entre los proyectos previos de la Dirección de Parques y Jardines que se le exponen, en aportar su vasta experiencia en materia de legislación urbanística como instancia imprescindible para poder concretar los proyectos y en diseñar un sistema de espacios verdes jerarquizados. Éstos se dividían en: grandes reservas naturales de escala regional, parques urbanos (existentes o nuevos) y conjuntos de plazas y jardines barriales y las distintas escalas se articulaban a través de un sub-sistema de avenidas-paseo, siendo un importante aporte al plan su comprensión del problema metropolitano y su preocupación por la integración de los barrios suburbanos; entre los proyectos particulares de magnitud se cuenta el de la Costanera Norte, que construye una extensa avenida de borde urbano de más de 10 km con toda la sistematización de su entrono (espacios de representación, barrios jardín, equipamientos). La convocatoria de Forestier es coherente con las pretensiones del Plan Orgánico, en tanto se trata de un experimentado autor y gestor de proyectos de espacios verdes urbanos que, con la autoridad que le otorgaba a los ojos de la élite porteña su condición de francés, había superado el modelo haussmanniano y era cabal representante de lo que para entonces podía considerarse urbanismo moderno.136 Es de notar que, por fuera de algunos pocos técnicos locales que no tuvieron intervención en la Comisión (como Della Paolera o Benito Carrasco, de quien se tratará más adelante), la mayoría de los profesionales porteños no consideraban dentro del análisis de los problemas urbanos de la capital federal, la extensión metropolitana y la necesidad de articular ambas escalas integrando los barrios y núcleos suburbanos. En tal sentido es 133

“...no obstante, los estudios diagnósticos incluidos apuntan a dos situaciones contrastadas. Se plantean como justificaciones de las decisiones de proyecto adoptadas. O son análisis de carácter específico, sin vinculación con lo propuesto. Mencionemos a modo de ilustración que el análisis demográfico no se corresponde con la zonificación. De igual modo, el estudio de la historia de la ciudad es una argumentación que legitima los espacios a intervenir.” Ver: NOVICK, A. Op. cit. (2000), ítem 2. 134 BALLENT, Anahí. Voz: "Ciudad Jardín", en LIERNUR, Jorge F. y ALIATA, Fernando (comps.). Diccionario de Arquitectura en la Argentina (tomo C-D), Buenos Aires, Ediciones Agea, 2004, pp. 80-83. 135 FORESTIER, J. C. “Los jardines modernos”, en Caras y Caretas nº 465, Buenos Aires, agosto de 1907, citado por BERJMAN, S. Op. cit., p. 231. La misma autora afirma haber encontrado en los archivos de la Dirección de Paseos de la Municipalidad de Buenos Aires, reproducciones de láminas de los libros de Forestier. Ibídem, p. 232. 136 NOVICK, Alicia. Voz: "Jean-Claude Nicolás Forestier", en LIERNUR, Jorge F. y ALIATA, Fernando (comps.). Diccionario de Arquitectura en la Argentina (tomo E-H), Buenos Aires, Ediciones Agea, 2004, pp. 93 a 97. Novick destaca cómo Forestier cumple acabadamente su rol de consultor en el seno de la Comisión de Estética Edilicia y cómo en su condición de extranjero pudo desprenderse de las pujas técnico-políticas que se dirimían en torno al Proyecto Orgánico. 386

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paradigmática la posición oficial de la Sociedad Central de Arquitectos, donde se pensaba en la cualificación del espacio urbano de la ciudad concentrada dentro de sus límites y sin una preocupación por los vínculos territoriales,137 lo que puede dar una cabal idea del estado del debate disciplinar en ese momento y la importancia de la nueva perspectiva que aporta Forestier. En 1926 el arquitecto francés León Jaussely,138 profesor de la École des Beaux Arts de París visitó Buenos Aires invitado por la Asociación Amigos de la Ciudad; para entonces Jaussely era ya un prestigioso urbanista y habían pasado más de dos décadas desde su famoso Plan de Enlaces de la zona del ensanche de Barcelona con los pueblos periféricos, con el que había obtenido en 1905 el primer premio en el concurso convocado por el ayuntamiento de la capital catalana. En sus conferencias reprodujo la ya conocida impugnación a la cuadrícula que había caracterizado al período anterior y que en su caso se tornó en crítica despiadada, se preocupó por aconsejar que se dotara a la edilicia porteña de mayores rasgos de monumentalidad en el área central, a la vez que interpretó los problemas urbanos de Buenos Aires, “la gran ciudad futura”, con relación a la extensión metropolitana, planteando la generación de urbanizaciones de escala regional (el caso de la franja costera en su prolongación hasta El Tigre), y propuso una sistematización circulatoria (incluyendo FFCC y subterráneos) organizada también para la escala metropolitana. Desplazando el centro de sus reflexiones de los problemas de estética edilicia a las cuestiones de técnica urbanística, abogó también por un rol activo del poder municipal en la inducción del desarrollo de la ciudad con inversiones en infraestructura y con normativas adecuadas.139 Ciertamente Jaussely no debió satisfacer por completo las expectativas de sus anfitriones, los Amigos de la Ciudad, que esperaban el contrapunto y la crítica hacia las propuestas de Forestier para el Proyecto Orgánico, sobre el cual el invitado eludió cualquier opinión, ni de la Sociedad Central, que lo recibió como: “...el primer urbanista de Francia.../ esperando /...que sus sanos consejos y sus sabias lecciones consigan abrir una nueva era en la obra de embellecimiento y perfeccionamiento de las ciudades argentinas, en la que desde hace años estamos empeñados...”140

Respecto de acontecimientos académicos locales, tres años antes de convocarse la Comisión de Estética Edilicia hay un hecho que puede considerarse disparador para el 137

Entre las referencias que testimonian esta posición se puede mencionar el artículo de Víctor Jaeschké, quien tenía a su cargo los temas de urbanismo en la corporación, en la Revista de Arquitectura de la SCA, bajo el elocuente título: “Inútil ensanche de la ciudad de Buenos Aires. En su radio actual caben holgadamente 9 millones de habitantes”. (Revista de Arquitectura, Buenos Aires, setiembre de 1924, p. 269). 138 León Jaussely (1875-1932), arquitecto-urbanista francés, formado en la École des Beaux Arts de Toulouse y profesor en la de París y en la Escuela de Altos Estudios Urbanos de París. Fue fundador, junto a J. C. Forestier, de la Sociedad Francesa de Arquitectos-Urbanistas. Fue distinguido con el Gran Premio de Roma en 1903 y realizó una estadía en la Academia de Francia en Roma con un trabajo de reconstrucción del foro de Pompeya que tuvo gran suceso. Además del concurso para el Plan de Enlaces de Barcelona (1905), donde obtuvo el primer premio, realizó numerosos planes urbanos para distintas ciudades europeas. Ver: BERJMAN, S. Op. cit., pp. 267 a 269. 139 Los comentarios de Jaussely sobre Buenos Aires se publican en una revista uruguaya; ver: “Las ideas del profesor L. Jaussely sobre la urbanización de Buenos Aires”, en Arquitectura nº 110, Montevideo, Uruguay, enero de 1927; citado por: GUTIÉRREZ, Ramón. “Buenos Aires-Modelo para armar (1910-1927)”, en Revista DANA nº 37/38. Buenos Aires, 1995, pp. 39 y 40. 140 “Arquitecto: M. León Jaussely”, en Revista de Arquitectura nº 69, Buenos Aires, setiembre de 1926, p. 351. En un número posterior la revista publicó una breve síntesis de las conferencias dictadas por Jaussely en Buenos Aires, redactada por el arquitecto Alfredo Coppola, donde se exponen algunos enunciados fundamentales: “Urbanismo es arte y ciencia /.../ se relaciona con todas las ciencias por su acción preponderante...”; “El primer principio fundamental considera a la ciudad como un inmenso taller; en este caso el urbanismo tiende a armonizar, encauzar, mejorar...”; “El segundo principio tiende a la descentralización y despejamiento de los barrios, por razones de higiene e inmediata necesidad...”; “El arte del urbanismo, en la creación de un plan de urbe es, ante todo, de carácter estético...”. Ver: COPPOLA, Alfredo. “Urbanismo. Síntesis de nueve magistrales conferencias”, en Revista de Arquitectura nº 71, Buenos Aires, noviembre de 1926, pp. 411412. En el mismo número de la revista de la SCA, el arquitecto Víctor Jaeschké, responsable de la sección Urbanismo de la misma, incluye una reseña biográfica de Camillo Sitte, destacando sus aportes a la disciplina, en razón de las numerosas oportunidades en que Jaussely había mencionado al teórico alemán. Ver: “Camillo Sitte. Un reformador y propulsor del Urbanismo”, en Revista de Arquitectura nº 71, Buenos Aires, noviembre de 1926, pp. 431-432. 387

desarrollo del urbanismo en el país, como es la celebración en Buenos Aires del Primer Congreso Argentino de la Habitación, organizado por el Museo Social Argentino141 en 1920. Este congreso marcó un hito en la historia del urbanismo en el país; puede decirse que se trata de una primera instancia en que se visualizan en forma articulada dos aspectos sustantivos para la construcción de la ciudad como son la vivienda social y el plan, constituyendo también una primera ocasión en la que se impulsa programáticamente la adopción de un modelo para organizar la extensión urbana.142 Respecto de la necesidad de elaborar planes no quedan dudas y las preocupaciones giran en torno a cuatro problemas principales: la carencia generalizada de especialistas locales para elaborarlos, los tipos de normas que se requerían para poder llevarlos adelante, la definición de los criterios rectores del plan y la responsabilidad que les cabía a los municipios en las decisiones. Sobre todos estos problemas se llegan a elaborar las recomendaciones, que parten de la obligatoriedad de su elaboración por parte de todas las ciudades del país; éste debía ser trazado “científica y estéticamente” de acuerdo con las necesidades “de la vida moderna”, aplicando criterios de zonificación funcional, higiene y jerarquización circulatoria. En las conclusiones del Congreso, es notable el interés por ponderar las ventajas del modelo ciudad-jardín, en lo que respecta a la expansión de la ciudad, los trazados, la legislación, etc. Otros eventos significativos en este campo, importantes sobre todo por provenir de la corporación profesional y por la difusión que tuvieron en la misma, fueron los Congresos Panamericanos de Arquitectos, donde el tema tuvo siempre tratamiento privilegiado; el primero de estos congresos, celebrado en Montevideo en marzo 1920, se detiene en llamar la atención de los gobiernos tanto nacionales como municipales, sobre las necesidades perentorias de que las ciudades contaran con un “plan regulador”, como puede verse en las conclusiones de la comisión dedicada a “Transformación, ensanche y embellecimiento de la ciudad de tipo predominante en América”: “...la imprevisión y falta de estudio de las condiciones de higiene, de estética y de economía del tráfico que se observa en la generalidad de las ciudades americanas, lo que ha ocasionado un estado de cosas en extremo defectuoso.../ para subsanar lo cual se debe /...establecer un plan regulador general de las reformas y ensanches de cada una, completado por un cuerpo de ordenanzas que reglamenten las modalidades de su aplicación”.143

El Congreso no se limita a este enunciado genérico, que actuaría apenas como una declaración de principios, sino que avanza sobre cuestiones prescriptivas de caracter metodológico y, especialmente, respecto de las decisiones que esos planes reguladores por los que aboga tendrían que tomar sobre la ciudad en el plano formal/estético, desnudando cuál es la preocupación central de la corporación profesional: “...que las ciudades de América, de origen y formación igualmente colonial y cosmopolita, y cuyos planos responden en general al mismo criterio de uniformidad geométrica, sigan en sus reformas y ensanches los principios de urbanización moderna, ya adoptados universalmente con evidentes ventajas prácticas y estéticas /.../ que sólo por excepción y en zonas

141

Homónimo del Musée francés creado en 1895, el Museo Social Argentino se funda en 1912, con el auspicio de la Sociedad Científica Argentina y la Universidad de Buenos Aires; entre sus objetivos se enunciaba “el estudio de los problemas sociales y económicos”, contando con una sección dedicada a Progreso Urbano y Rural, por lo que se interesó entre otras cuestiones, por el tema de la vivienda y los barrios obreros y por los problemas que se planteaban con la extensión de la ciudad. Ver: Boletín del Museo Social Argentino, nº 1, Buenos Aires, Coni, 1912. 142 Ver BRAGOS, O. Op. cit. (1998), p. 2. Este autor hace notar que más que una incidencia concreta sobre las formas de operar en la ciudad, que de manera inmediata no tuvo, la importancia de este congreso reside “en la conformación de un estatuto disciplinar”. 143 “Conclusiones sancionadas por el Primer Congreso Panamericano de Arquitectos”, en Revista de Arquitectura, nº 69, Buenos Aires, setiembre de 1926, pp. 342-343. 388

MODERNIZACIÓN URBANA EN CIUDADES PROVINCIANAS DE ARGENTINA. TEORÍAS, MODELOS Y PRÁCTICAS, 1887-1944 Adriana Co llado

relativamente pequeñas, se siga el sistema de cuadrículas uniformes que ha predominado hasta ahora...”144

En el Segundo Congreso, realizado en Santiago de Chile en setiembre de 1923, y en coincidencia con la prédica del Museo Social en el Congreso Argentino de Habitación antes citado, se pide a las autoridades de educación que se fomente el estudio del urbanismo en las escuelas de arquitectura, a la vez que aboga más enfáticamente que en el primer congreso por la necesidad de exigir que por leyes nacionales todas las ciudades “...tengan estudiados y aprobados sus planos de transformación, ensanche y embellecimiento”; vuelve a criticar enfáticamente los trazados en cuadrícula, alertando sobre la necesidad de corregir esta práctica que “...repugna no sólo a la estética sino a la cultura de propios y extraños...” y alerta sobre la necesidad de actualizar la legislación en materia de expropiaciones como única forma de poder llevar adelante los planes.145 La prédica por la importancia de la elaboración de planes integrales, por el rol decisivo del verde en la ciudad y por el interés de difundir el ideario de la ciudad-jardín fue también llevada adelante por el ingeniero agrónomo y paisajista argentino Benito Carrasco146, uno de los fundadores en 1925 de la Asociación "Los Amigos de la Ciudad"; tanto Carrasco como la agrupación que contribuyó a crear, dejaron un importante saldo en el ámbito de los profesionales de la arquitectura y el urbanismo, por la gran difusión que tuvieron sus mensajes a través de la prensa, de las publicaciones especializadas, de los muchos folletos de divulgación general que produjeron y de las numerosas conferencias que se dictaban.147 En 1921 Carrasco había participado de otro evento significativo para el tema, el Segundo Congreso Nacional de Ingeniería desarrollado en Buenos Aires, presentando una ponencia que fue aprobada y que llevaba por título: “Conveniencia de estudiar técnicamente la transformación de nuestras ciudades”; esta ponencia, además de introducir algunas cuestiones teóricas, como la importancia del concepto de zoning en la planificación de los parques y paseos, se ocupó de adaptar al caso de Buenos Aires el modelo de la ciudad verde atendiendo a los problemas que debían resolverse para lograrlo (avenida de circunvalación transformada en cinturón verde, elevación del estándar de superficie de parques y plazas por habitante, planificación del destino de las grandes fracciones de tierra próximas al área urbana). Pese al apoyo de la bancada de concejales del partido Demócrata Progresista para viabilizar este plan mediante algunas ordenanzas preparatorias, este proyecto nunca llegó a tratarse en el Concejo Deliberante porteño. En 1923 Carrasco publicó, contestando ante la contratación de Jean-Claude Forestier, por parte de la municipalidad de Buenos Aires, hecho que consideró una ofensa hacia su prestigio profesional, un libro fundamental dentro del conjunto de su obra: Parques y Jardines, en el que interesa apuntar el capítulo dedicado al "Proyecto de ciudad moderna", 144

Ibídem, p. 343. “Conclusiones del II Congreso Panamericano de Arquitectos”, en Revista de Arquitectura, nº 70, Buenos Aires, octubre de 1926, p. 396. 146 Benito CARRASCO (1877-1958) nació en Buenos Aires y se formó en la Facultad de Agronomía y Veterinaria como ingeniero agrónomo; su tesis de graduación fue dirigida por el paisajista francés Charles Thays a quien citamos en el capítulo anterior, y de quien Carrasco fue discípulo y continuador. A partir de 1914 lo sucedió como Director de Parques y Paseos de la Municipalidad de Buenos Aires, cargo en el que permaneció durante cuatro años, pasando luego a trabajar en la esfera privada, desde donde desarrolló una activa y prolífica labor tanto en la difusión de su ideario como en planes y proyectos para distintos lugares del país, entre ellos los de Mendoza y Córdoba que se verán más adelante, actuando también en la docencia universitaria desde donde abogó por el reconocimiento disciplinar del paisajismo. Ver: BERJMAN, Sonia, voz “Benito Carrasco” en LIERNUR, Jorge F. y ALIATA, Fernando (comps.). Diccionario de Arquitectura en la Argentina (tomo C-D), Buenos Aires, Ediciones Agea, 2004, pp. 20 y 21. 147 En especial el prestigioso diario La Nación, que publicó entre 1923 y 1929 un total de veinticuatro artículos suyos sobre la temática, según el listado publicado por: BERJMAN, Sonia. "El pensamiento de Benito Carrasco. Hacia una teoría paisajística argentina", en revista DANA, nº 30, Resistencia, Instituto Argentino de Investigaciones en Historia de la Arquitectura y el Urbanismo, 1991, p. 28. Varios de esos mismos artículos fueron reproducidos por la revista Arquitectura de Rosario, la misma que en su número 11 presentó el Plan de 1927 para Santa Fe. Ver: Arquitectura nº 6, 10, 11 y 12, Rosario, junio, octubre, noviembre y diciembre de 1927. 145

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donde la ciudad-jardín tiene un rol protagónico, y en el que llega a formalizar a través de un modelo ideal su idea de “ciudad moderna”.148 (Imagen VI.31) “Es, pues, una cuestión de palpitante actualidad ocuparse de esta nueva ciencia y aprovechar sus enseñanzas resultantes de los problemas resueltos ya en otras partes del mundo, y que puedan aplicarse por similitud a nuestro medio ambiente /.../ carente de planes de transformación técnica y científicamente estudiados /.../ Cada ciudad ha de tener su plan peculiar surgido de las condiciones topográficas de su suelo, de la idiosincrasia de su población, de su clima /.../ ha de conciliar las exigencias de la vida moderna con el respeto debido a las características del pasado... "149

El ideario urbanístico de Carrasco, pese a su interés por considerar al urbanismo como un saber científico, va a estar siempre dominado por las motivaciones estéticas y, aunque preocupado por cuestiones funcionales e higénicas, el gran protagonista de sus planes será el trazado que, a través de la impugnación de la cuadrícula regular, lo llevará a optar por las más diversas configuraciones; en esta visión crítica de la cuadrícula sigue una tradición ya inaugurada en el país varias décadas antes, de la que dimos cuenta en el capítulo anterior.150 Sus argumentos en contra del “damero” son numerosos, ya que le atribuye diversos inconvenientes: “...entre otros, el que se refiere a la deficiente ubicación de los grandes monumentos arquitectónicos, por cuya causa se prestigia, para corregir dichos inconvenientes la introducción de diagonales en el plan /.../ las calles rectas y largas están en contradicción con lo que los estetas sostienen al considerar que una arteria recta no es bella si no reúne la condición de ser corta /.../ nada es más monótono y feo que esas avenidas y calles rectilíneas que se prolongan hasta el infinito...”151

Una salvación inmediata será entonces, para Carrasco, la diagonal que permite la combinatoria con el antiguo damero produciendo un buen efecto estético y aliviando el tráfico; otra solución sería la del trazado “irregular” de calles sinuosas y cortadas. No obstante la solución más celebrada será la del modelo “radial” que se encontraría entre las formas más modernas y “lógicas” de trazado, avalada por un elenco interminable de ejemplos históricos que sirven para fundamentar esta opción: Kalrsruhe, Versalles, algunos fragmentos del Plan de Haussmann, los ensanches de Berlín, Viena y Budapest y, como un caso “notable” el Plan de Chicago.152 Su modelo de ciudad ideal publicado en su libro de 1923 da cuentas de ello, como también los planes para varias ciudades argentinas. Pasando a las propuestas concretas en materia de planes generales de embellecimiento, un temprano antecedente se da en la ciudad de Mendoza, con un plan elaborado en 1915 por el mismo Benito Carrasco, cuando aún se desempeñaba como Director de Plazas y Paseos de Buenos Aires, que le fuera encomendado durante la intendencia del ingeniero Jacinto Anzorena. Se trata de un plan verdaderamente pionero en su tipo y de algún modo anticipatorio de las teorías que luego su autor desarrollará y madurará en la década siguiente. Efectivamente, cuando Carrasco publica en 1923 su ya mencionado libro Parques y Jardines, hace referencia a este plan mencionándolo como un ejemplo de adaptación de la planta de una ciudad:

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Este texto, que Berjman define como su “máxima elucubración urbanística”, contiene una propuesta de nueva ciudad con un trazado en el que se combinan “...el ortogonal, el concéntrico o radial, algunas diagonales convenientemente dispuestas y aún el paisajístico irregular para las zonas verdes; está estructurada en: centro comercial, barrio industrial, barrio jardín, zona de deportes. Se han tenido en cuenta las variables de orientación vialidad, sistema de parques, etc.”. Ver: BERJMAN, S. Op. cit. (1991), p. 25. 149 CARRASCO, Benito. “Cómo debe estudiarse un plan de transformación urbana”, en Arquitectura, nº 6, Rosario, junio de 1927, p. 41. 150 Ver Capítulo V, notas nº 138 a 141. 151 CARRASCO, Benito. “Las avenidas y calles. Diversos sistemas de trazado”, en Arquitectura, nº 11, Rosario, noviembre de 1927, p. 60. 152 Ibídem, p. 61. 390

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“...a las ideas modernas, a cuyo efecto se realizó un estudio detenido de las necesidades de dicha ciudad, trazando avenidas y diagonales, arterias que a la vez que unían dos puntos importantes, eran motivo de ornato y paseo. El ensanche de calles, distribución de parques, plazas, ubicación de edificios públicos, etc., se contemplan en este estudio desde un punto de vista técnico.”153

El plan nunca fue concretado en su totalidad y se cumplimentaron sólo aspectos muy parciales del mismo, pero Carrasco tomó este proyecto pionero como ejemplar para la posterior difusión de sus teorías y al exponer sus características, marca los aspectos sustantivos a considerar en un plan de este tipo: salubridad, vialidad y belleza, cristalizando un ideal que persiste desde fines del siglo anterior y que presidió la mayor parte de los proyectos de transformación urbana desde entonces; siguiendo en esta perspectiva, los espacios verdes públicos eran, también para Carrasco, los instrumentos decisivos para la articulación del trazado, los “puntos esenciales” a considerar para el logro de los tres objetivos perseguidos, valorados mucho más allá de su potencial higiénico, en tanto espacios de sociabilidad y cultura ciudadana . En los aspectos técnicos, respecto de los espacios abiertos públicos, se preocupa por fijar las dimensiones mínimas y estándares de superficie de verde por manzana y establece un ideal de entre 20 y 25% de superficie parquizada respecto del total del área urbana. (Imagen VI.30) Para la porción ya urbanizada el plan no prevé cambios de trazado, sujetándose al existente con variantes en la parquización y el ornato de los espacios verdes originales;154 la gran transformación se propone para la ciudad nueva, concebida desde los postulados de la ciudad-jardín, patrón que seguirían todos los nuevos barrios a trazarse, siempre en base a trazados pintorescos, los que quedarían unidos a la ciudad vieja a través de eficientes y cómodas avenidas diagonales distribuidas equilibradamente. La adopción del modelo ciudad-jardín es reconocida explícitamente por Carrasco, y se hace presente claramente en el plan de conjunto: plazas dispuestas simétricamente, calles y avenidas radiales convergiendo sobre aquéllas, trayectos curvos, grandes retiros y áreas parquizadas a lo largo de los anchos paseos, todo lo cual permitiría lograr, según su autor, “grandes perspectivas y suntuosidad”.155 Cuando en 1927 la revista Arquitectura presenta el plan de Santa Fe, ya se vio que lo hace refiriendo a la hermandad de origen entre ésta y la mediterránea ciudad de Córdoba, también capital de una provincia argentina; ambas habían sido fundadas el mismo año y fueron protagonistas desde ese momento de una serie de acontecimientos históricos que las vinculaban inexorablemente. Esa referencia toma sentido al anunciar el editorial de la revista que, contemporáneo al plan para Santa Fe existe otro para Córdoba, que se encuentra en elaboración y, aunque la nota no lo precisa, es sin lugar a dudas del plan que Benito Carrasco desarrolló durante la intendencia de Emilio Olmos en esa ciudad, en el mismo año.156 (Imagen VI.32) A fines de 1926 el intendente Olmos solicitó al Concejo Deliberante la 153

CARRASCO, Benito. Parques y Jardines, Buenos Aires, Talleres Peuser, 1923, p. 144. Citado por: PONTE, Ricardo. Mendoza, aquella ciudad de barro. Mendoza, Edic. municipal, 1987, p. 344. Al libro de Ponte debemos asimismo la información sobre este plan, utilizada en este capítulo. 154 Viene al caso recordar que más del 50% de la superficie de la ciudad de Mendoza al momento de trazarse el Plan Carrasco, correspondía al proyecto urbano posterior al terremoto de 1861, concebido dentro de los modelos decimonónicos, muy alejados de los patrones de la ciudad colonial y cuando los ideales que Carrasco perseguía ya se habían hecho presentes. Además conviene apuntar que en ese momento Mendoza era la ciudad argentina con mayor superficie de espacios verdes por habitante y había alcanzado la mayor superficie de plazas y parques de su historia. 155 Ponte comenta la posible opción por contratar a Carrasco y por el modelo de ciudad-jardín de parte del intendente Anzorena se originen en que éste había estudiado ingeniería civil en Inglaterra, donde pudo haber tomado contacto programáticamente con las teorías de Howard y sus modelos. A juicio de este autor el proyecto de Carrasco adolece de un marcado esquematismo, desconociendo la complejidad del objeto sobre el que opera y predominando el criterio compositivo por sobre el funcional. Ver: PONTE, R. Op. cit., p. 348 a 350. La referencia textual de Carrasco es también de su libro Parques y Jardines (p. 153), citado por Ponte (p. 348). 156 PAGE, Carlos. “El primer plan regulador de la ciudad de Córdoba”, en revista DANA, nº 33/34, Resistencia, Instituto Argentino de Investigaciones en Historia de la Arquitectura y el Urbanismo, 1993, pp. 43 a 50. Toda la información referida 391

autorización para encomendar al prestigioso paisajista la elaboración de un “plan general de conjunto” para la capital provincial, que hasta entonces había carecido de instrumentos que regularan integralmente su desarrollo urbano; al igual que en Santa Fe, como se ha visto en los capítulos anteriores, en Córdoba se habían sucedido numerosas iniciativas aisladas de planes por fracciones, pero no se había encarado hasta entonces una planificación global, que en la visión del intendente resultaba necesaria: “Es el único procedimiento adecuado para evitar la ejecución de trabajos aislados, faltos de toda coordinación, que en un futuro más o menos próximo resulten inconvenientes o antiestéticos /.../ Córdoba requiere, más que otra ciudad, un plan metódico y coordinado en su desarrollo.”157

La ordenanza resultante de esta iniciativa, es ilustrativa de lo que se entendía por un plan de este tipo y, sobre todo, de lo que se esperaba de él; al encomendarle el trabajo a Carrasco se le solicitaba en el texto mismo de la ordenanza, que el plan contuviera desarrollados cuatro aspectos: un plan para la ciudad histórica, en el que se especificaba de antemano la necesidad de prever el ensanche de dos avenidas; el estudio de las zonas de barrancas del río que atraviesa la ciudad; el plan de distribución de edificios públicos y un estudio de los perfiles de las calles, con alturas y tipos edilicios, forestación, emplazamiento de monumentos, etc.158 Los aspectos estéticos resultaban de interés dominante y preocupaba también resolver expeditivamente la vialidad, quedando demostrado que persistía aún la idea del plan urbano como sinónimo de plan de embellecimiento, cuya vigencia puede comprobarse desde fines del siglo XIX y muy especialmente en los proyectos urbanos surgidos en la etapa del Centenario. A fines de 1927, con una distancia de más de una década respecto del plan de Mendoza, Carrasco eleva a consideración su “Plan Regulador y de Extensión” para la ciudad de Córdoba, ante las autoridades y la opinión pública cordobesa, con amplio despliegue de prensa. De acuerdo al plan, la ciudad quedaba definida en la figura cerrada de una curva continua, constituida por un bulevar de circunvalación de cuatro carriles y 125 metros de ancho, con una superficie de 60 kilómetros cuadrados (el plan de Santa Fe preveía 46 como extensión máxima); se proponía la sistematización ferroviaria, con el traslado de las estaciones y el retiro de los tendidos por fuera del límite de circunvalación para optimizar las circulaciones intra-urbanas, a la vez que el bulevar actuaba como articulador de todos los caminos que llegaban a la ciudad desde los distintos puntos del territorio, redistribuyendo los flujos internos. En el centro histórico las principales transformaciones se limitaban a ensanchar algunas calles para ser transformadas en avenidas, demoler el antiguo cabildo para construir en su lugar el Palacio Municipal (en este sentido la posición difiere totalmente del plan santafesino) y definir la ubicación de otros edificios públicos relevantes; en tanto la gran transformación se propone para los barrios, que tomando como base la distribución de los antiguos y numerosos barrios suburbanos de la ciudad delineados en la última etapa del siglo XIX, plantea un rediseño del trazado de acuerdo a los códigos paisajísticos de la ciudad-jardín, tanto para los residenciales de clase media como los de sectores obreros, proponiendo la identificación de un barrio industrial y de un barrio universitario. Los barrios originales del entorno suburbano, pese a su trazado cuadricular, no respondían a una matriz unitaria y continua (como se vio en el caso de Santa Fe, donde la malla se extendía casi indiscriminadamente), sino que se presentaban como fragmentos desarticulados; por su parte, la topografía irregular de los alrededores del casco histórico y el serpenteante curso del Río Primero apoyaron el programa paisajístico de la ciudad-jardín, facilitando los trazados pintorescos y potenciando la distorsión de la cuadrícula. El resultado a este plan ha sido tomada de este trabajo de Page. Agradecemos también al Dr. Page habernos proporcionado en versión digital el plano general del Plan Carrasco de 1927 que acompaña este capítulo. 157 Mensaje del intendente Emilio Olmos al Concejo Deliberante de fecha 10/12/1926. Citado por PAGE, C. Op. cit., p. 44. 158 Ordenanza de diciembre de 1926 por la que se encomienda la elaboración del Plan. Citada por PAGE, C. Op. cit., p. 45. 392

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del plan era entonces un conjunto constituido por un sinnúmero de situaciones diferenciadas de trazados (concéntricos, radiales, diagonales) focalizando en plazas, parques y otros nodos de distinto calibre, con la aparición de grandes parques urbanos y un nuevo cementerio articulados en el entorno de la avenida de circunvalación. Aparece también por segunda vez en la historia urbana de Córdoba, la idea de construir una ciudad universitaria, hecho emblemático para una ciudad que se conoce como “la Docta”, por su larga tradición académica.159 Coherente con su prédica por los espacios verdes, Carrasco aumentaba del 5% al 14% la superficie de la ciudad destinada a parques y paseos y proyectaba una situación especial en las riberas del río con la generación de avenidas costaneras en ambas márgenes. Al año siguiente Carrasco fue convocado por la Municipalidad para desarrollar un Plan Regulador para la ciudad de Concordia, sobre la costa del río Uruguay, en la provincia de Entre Ríos, con lineamientos similares a los aplicados en el Plan de Córdoba;160 un año después de firmado el contrato, en agosto de 1929, Carrasco elevó el expediente del plan al presidente municipal Ing. Manuel Molaguero, instando a que el mismo se lleve a cabo con celeridad. Conciente de no estar enfrentando el problema de una gran capital como en sus anteriores planes para Mendoza o Córdoba (Concordia había registrado apenas 20.000 habitantes en el Censo Nacional de 1914 y para 1927 se calculaba una población de 35.000 habitantes),161 Carrasco se ocupa de definir un rol para esta ciudad que: “...por su ubicación, por la dulzura de su clima, por los paisages (sic) de su Río /.../ es al punto ideal para atraer al turismo de invierno...”.162 Asignado el rol que se preanunciaba exitoso, se estimaba un crecimiento poblacional tal que en cincuenta años (hacia 1979) le permitiría alcanzar los 120.000 habitantes; asimismo se incrementaba el área urbanizada de la ciudad en una superficie que era casi el triple de la existente en ese momento (pasaba de 640 has a 2.400 has) en el diseño total. (Imágenes VI.33a y VI.33b) El trazado vuelve, al igual que en Córdoba y Mendoza, a ser clave en la definición del plan; dentro del área ocupada para entonces, se planteaba el ensanche de algunas calles y la apertura de avenidas diagonales, a la vez que dichas avenidas resultaban los ejes que se proyectaban hacia la futura expansión. Estas diagonales que se abrirían en la ciudad histórica, si bien constituirían en la misma una obra considerable, dada su reducida extensión, eran apenas una minúscula parte de los exuberantes y diversos trazados radiales que se preveían para la futura ciudad del ocio, logrando inmejorable asociación entre el carácter lúdico asignado a la ciudad y el proyecto paisajístico. La planta se organizaba a partir de una gran plaza central ubicada en la frontera entre la ciudad vieja y la nueva, en la que convergían cuatro diagonales (dos de las que se abrirían en la ciudad antigua y otras tantas en la nueva) más otras cuatro avenidas. Una de ellas de carácter monumental, atravesaba la ciudad vieja y penetraba en la nueva cumpliendo un rol del gran eje cívico conteniendo el centro municipal y un polo cultural en su recorrido. Otro tema prioritario en el conjunto era la avenida de circunvalación de 64 metros de ancho y más de 15 kilómetros de extensión que, en más de la mitad de su recorrido, era avenida costanera. Los distintos barrios se zonifican según el status social y la ocupación de sus habitantes, quedando en claro el carácter clasista del ideario urbanístico de Carrasco, en la segregación de que hace objeto a los barrios obreros, a los que coloca más allá de la avenida de 159

La primera idea de ciudad universitaria, que tampoco había prosperado, había sido desarrollada por el arquitecto Juan Kronfuss en 1909. Ver PAGE, C. Op. cit., p. 45. 160 La Municipalidad de Concordia contrata Carrasco para elaborar el "plano de urbanización de la ciudad y sus alrededores" por ordenanza n° 5831 de fecha 21/08/1928. Al igual que en la similar de Córdoba, la ordenanza de Concordia establece las tareas a realizar: un plano que indique el ensanche de las calles y avenidas que sean necesarias, el estudio de los caminos de acceso y del sistema de parques, un plan de localización de los edificios públicos y de los barrios especiales, los perfiles de las calles y el emplazamiento de los monumentos. Municipalidad de Concordia. Archivo de Obras Públicas. Expte. Plan Carrasco sin catalogar. 161 Municipalidad de Concordia. Archivo de Obras Públicas. Expte. Plan Carrasco, “Memoria”, Tabla 2, s/p. 162 Municipalidad de Concordia. Archivo de Obras Públicas. Expte. Plan Carrasco, “Memoria”, p. 2. 393

circunvalación, en tanto que los barrios residenciales encuentran ubicación en zonas de paisajes costeros privilegiados.163 En el marco de un horizonte de magras realizaciones tanto en términos de elaboración de planes como, mucho más aún, en la puesta en acto de los mismos, la gestación de estos tres proyectos de Carrasco para ciudades del interior se convierte en un hecho significativo y su correlato cronológico con el plan santafesino los tornan elementos de contrastación insoslayables.164 En Rosario, durante la década de 1920-30 hubo numerosas iniciativas impulsadas por la burguesía que vislumbraba la necesidad de un plan que ya no se limitara al embellecimiento sino que apuntara a una reestructuración funcional; el reclamo se producía en virtud de los conflictos generados por la expansión del área urbana, por el interés de la poderosa compañía de FFCC Central Argentino por asentarse en un caracterizado sector urbano y por los inconvenientes producidos en la convivencia entre la compleja red ferroviaria y el transporte automotor. En 1927 se formalizó un pedido ante el Concejo Deliberante por parte de la Asociación Patriótica de Amigos del Rosario y a la vez que solicitan la gestión del plan ferroviario general acordado a nivel nacional en el que se compatibilicen las distintas compañías, insisten con la necesidad de un “plan regulador” para la ciudad que contuviera el trazado de parques, paseos y una avenida costanera. Simultáneamente se generaron una serie de proyectos puntuales, muchos de ellos no concretados y en su mayoría impulsados por iniciativa de particulares (sociedades profesionales, Amigos del Rosario, Rotary Club), que tomaban como escenario el área ribereña, desarrollando usos recreativos y residenciales. En el ámbito oficial, el Concejo Deliberante creó en ese mismo año y respondiendo al reclamo de los vecinos, la “Comisión Especial Pro Embellecimiento Edilicio” de la que, luego de debatir la modalidad más adecuada –concurso o contratación directa- derivaría en 1929 la contratación de un equipo de expertos para el desarrollo del Plan Regulador, que se tratará en el capítulo VIII.165 (Imágenes VI.34a y VI.34b)

VI. 8) El Plan de 1927 y su interés disciplinar De esta revisión, que pretendió ser una suerte de “estado de la cuestión” en la urbanística argentina contemporánea al Plan de 1927, se deriva que el mismo puede ser interpretado como un campo de confluencias de diversas proposiciones urbanísticas en boga en ese momento y resulta indiscutible la absoluta actualidad que tuvieron sus planteos respecto del panorama disciplinar; las evidencias están en los contenidos propios del plan a los que, si bien pudo accederse sólo parcialmente, igualmente sirvieron para inferir estas relaciones y la contemporaneidad del mismo con el pensamiento de su época. Es claro que se trata del primer plan urbanístico santafesino concebido en el sentido estricto del término, que abarcaba a la ciudad en su conjunto con todas sus implicancias; y aunque su vigencia fue absolutamente efímera (en contraste con el grado de precisión representativa de que estaban cargadas sus imágenes) marca notable diferencia con etapas anteriores del urbanismo en la ciudad, etapas en que los proyectos apuntaban exclusivamente a cuestiones parciales, sectoriales, no pudiéndose hablar hasta este momento de un plan integral. Otra diferencia respecto de las acciones urbanas previas se 163

Ver BRAGOS, O. Op. cit. (1998), p. 12. Para Oscar Bragos, cuatro de los planes que se han comentado hasta aquí: los de Buenos Aires (Proyecto Orgánico-1925), Santa Fe (1927), Córdoba (1927) y Concordia (1929) constituyen la primera generación de planes reguladores en el urbanismo argentino, caracterizados por atender privilegiadamente la cuestión del trazado e incorporar embrionariamente la idea de zoning; para este autor estos planes constituyen una instancia de transición “...de la ciudad bella a la ciudad útil; del arte urbano al urbanismo”. Ver BRAGOS, O. Op. cit. (1998), p. 14. 165 MARTINEZ DE SAN VICENTE, Isabel. Los instrumentos del proyecto público en la construcción de la ciudad. El Plan Guido-Farengo; Cuadernos del CURDIUR, nº 13, Rosario, FAPyD/UNR, 1986, pp. 3 y 4; BRAGOS, O. Op. cit. (1992), p. 2. 164

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verifica en que, hasta aquí esos proyectos fragmentarios eran elaborados por los cuadros técnicos municipales (o por particulares con algún interés comercial o inmobiliario bien focalizado), en tanto que en este plan existe la concurrencia de un profesional independiente al municipio que lo encara en su conjunto, desde un saber específico y lo pone a consideración de los intereses de la ciudad. Este tipo de planes, como ha podido verse, se dieron contemporáneamente en varias ciudades, no ya como aquellos actos reflejos que se verificaban en los períodos anteriores (trazado de bulevares, apertura de “Avenidas del Centenario”, delineación de diagonales, disposición de ensanches de calles en el casco histórico) ocurriendo simultáneamente respondiendo a modas, impulsos o motivaciones circunstanciales, sino con un carácter mucho más conciente, persiguiendo el manifiesto objetivo de trasladar un saber científico y una voluntad artística para resolver problemas urbanos con miras al futuro. La figura del profesional-experto como autor y en buena medida promotor de estos planes es la contracara del personaje político que era el actor principal en la etapa anterior, en la que muchas veces el proyectista ni siquiera era mencionado.166 La categorización que hace Bragos respecto de los cuatro planes que constituirían la primera generación de planes reguladores en el urbanismo argentino, al considerar en una misma línea metodológica y en un mismo momento constitutivo de la disciplina en el país a los planes de Buenos Aires (Proyecto Orgánico-1925), Santa Fe (1927), Córdoba (1927) y Concordia (1928)167 resulta sumamente sugerente para posicionar y valorar la consistencia este plan santafesino. Aunque el experto se desdibuja en el caso de Santa Fe, por cuestiones ajenas a lo específico, no quedan dudas de que hubo una/s figura/s de peso y sólida formación en la elaboración de estos planes, que en los casos de Córdoba, Concordia y, antes aún, Mendoza, fue Benito Carrasco quien asumió acabadamente su rol, formalizado en contrataciones previas y en todas las acciones necesarias para que esos planes se conocieran luego como “Plan Carrasco”, y en el caso de Buenos Aires, lo sería la prestigiosa Comisión de Estética Edilicia y su renombrado asesor paisajístico, J. C. Forestier. En ese panorama disciplinar que se pretendió recomponer en los apartados anteriores surgen con nitidez algunas referencias que parecen bastante indiscutibles pensando en la factura de un plan elaborado desde el interior del país, pero desde una ciudad (Rosario) que tenía muy fuertes vínculos con todo lo que acontecía en Buenos Aires en cuestiones de arquitectura y urbanismo (existía una escuela de arquitectura, se acababa de crear la filial de la Sociedad de Arquitectos) y las figuras que se detectan en torno al plan (Durand, Guido) tienen compromisos profesionales directos en la Capital Federal. El acontecimiento urbanístico más relevante de Rosario en la década anterior había sido sin dudas del plan Bouvard,168 pero para 1927, éste resultaba un antecedente remoto y superado, y aunque desde el punto de vista de la estructuración geométrica general pueda presentar algunas analogías, una primera gran diferencia se plantea en que el Plan de 1927 considera los elementos urbanos de la ciudad preexistente y, en muchos casos, los convierte en verdaderos focos organizadores (como la Plaza de Mayo o el área de la estación ferroviaria) a la vez que realiza una formalización mucho más acabada de la resultante urbano-arquitectónica. También antecedentes próximos en lo geográfico pero remotos en el tiempo resultan las aperturas de avenidas diagonales del Plan Rosas o del mismo Plan Escobar, cuya trama tiene enorme similitud con éste de 1927, aunque esa similitud no pase de la mera formalización. No hay dudas de que el plan de 1927 persigue un interés funcionalista por garantizar la eficiencia que estimule y facilite los procesos económicos, a la vez que desde la 166

Para el caso santafesino son paradigmáticas las figuras de los intendentes Arzeno y Rosas que argumentan y defienden todos sus proyectos sin mencionar a ningún profesional con ingerencia específica. Ver capítulos III y V. 167 Ver BRAGOS, O. Op. cit. (1998), p. 14. 168 Ver Capítulo V, notas nº 120 y 121. 395

propuesta estética se logre una imagen de gran capital provinciana (“el urbanismo es ciencia y es arte” había dicho Jaussely) una imagen que resulta así ser depositaria de los ideales de progreso, eficiencia, prestigio, que se espera generar por vía de la acción planificadora. Se puede pensar, por tanto, que los principios de la City Beautiful operen en el sustrato ideológico de este plan, amalgamados con las teorías sitteanas y con el ideario de la ciudad-jardín, ya que en el mismo se detectan aproximaciones, aunque a un nivel de marcada superficialidad, con el planteamiento global de Hegemann en el Vitrubio Americano, y no es para nada descabellado pensar en un conocimiento previo de estas teorías por parte de los autores del plan. Indudablemente inciden también las propias ideas de Benito Carrasco, difundidas como ya se vio a través de las páginas de la misma revista Arquitectura; sus comentarios y precisiones técnicas, así como las conclusiones de los congresos que se revisaron, son coincidentes en la necesidad de que cada ciudad cuente con planes ordenadores realizados por especialistas, a quienes convoca para jerarquizar la función urbana a partir del conocimiento íntimo de la condiciones particulares de la geografía y la idiosincrasia de cada ciudad, tanto como de las grandes obras que dan fuerza y entidad a las ciudades europeas a las que toma como ejemplos a seguir. La figura de Guido pudo resultar también central en su resultado, sea a través de una participación directa o por su misma pertenencia al círculo de profesionales rosarinos de donde procede la idea. También aparecen referencias de corte oportunista, como la que puede encontrarse en un plan regulador de Milán de 1925 que fue publicado en la revista Arquitectura nº 9, dos meses antes de la presentación del que nos ocupa que, seguramente se hallaba en elaboración: en este caso se trata de una coincidencia en el plano de las formalizaciones arquitectónicas y de las componentes del diseño urbano que llegan incluso a una notable similitud en cuanto a los criterios usados para la comunicación gráfica de las ideas, como por ejemplo, la semejanza de encuadres de las vistas aéreas.169 El plan pudo surgir de la ingenua o interesada gestión de una idea que requería de una base económica y social que la ciudad no poseía, con una estructura de funciones administrativas del estado provincial de baja rentabilidad relativa, una dinámica basada en la intermediación de la comercialización del producto primario y una burguesía pequeña y provinciana que no despegaba de su letargo cultural, pero no obstante encierra un interés específico por constituir una propuesta de gran envergadura capaz de modificar largamente los parámetros según los cuales la ciudad se había pensado y construido hasta entonces y resume los caracteres de un hecho absolutamente inédito en Santa Fe. También puede pensarse como un ensayo por parte de un grupo profesional en ascenso, que intenta experimentar estas ideas y esta escala de actuación para luego lanzarse a un emprendimiento de mayor envergadura como podría haber sido el plan regulador para Rosario. La reflexión inicial de Jorge E. Hardoy respecto de esta generación de planes es ciertamente válida si se miden los resultados efectivos que los planes mismos tuvieron en la configuración de las respectivas ciudades; lo que hemos tratado de exponer es, en todo caso, al margen de esas consecuencias directas, que para el caso santafesino serían francamente imperceptibles, su valor como construcciones culturales en torno al objeto central del urbanismo y su aporte a la reelaboración y maduración de la disciplina en el interior del país.

169 En Arquitectura, Revista de la Sociedad de Arquitectos de Rosario, nº 9, s/f, p.57 a 61. Sobre el Plan de Milán ver nota nº 103 de este capítulo.

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Imagen VI.1: Vista de Plaza de Mayo con la Casa de Gobierno de Santa Fe en 1920, a pocos años de su inauguración. Tarjeta postal. Fuente: Colección particular Lic. Graciela Hornia.

Imagen VI.2: Panorámica de calle San Martín tomada desde la terraza del Ritz Hotel hacia el sur; en el ángulo superior izq. se ven las torres de la Iglesia del Carmen. Fecha: 1928, circa. Fuente: Colección particular Lic. Graciela Hornia.

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Imágenes VI.3a – VI.3b: Las nuevas tipologías arquitectónicas. Edificios de renta en el área central, de las familias Cassanello y Lupotti. Fuente: MCSF. Guía del Turista - 1929 Intendencia del Dr. Ignacio Costa. Santa Fe, ed. oficial, 1929, pp. 209 y 213.

Imágenes VI.4a – VI.4b: Izq. El Hotel Ritz. Der. Nueva sede del Banco de la Nación. Ambos recién inaugurados sobre la calle San Martín, en pleno sector comercial. Fuente: MCSF. Guía del Turista - 1929 - Intendencia del Dr. Ignacio Costa, pp. 56 y 33.

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Imágenes VI.5a – VI.5c: Arriba, el Boulevard Gálvez con el Puente Colgante en fondo en 1928. Abajo, vista aérea de la Avenida Costanera con la parquización realizada durante los años ’20; Fuente: Archivo Diario El Litoral, Colección Birri. Centro, Parque Oroño con mucha concurrencia de público un domingo de julio de 1928, tarjeta postal. Fuente: Colección particular Lic. Graciela Hornia.

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Imagen VI.6: Densidades de población sobre planta urbana, en las seis secciones definidas para el Censo Municipal de 1923. Reconstrucción propia en base a datos censales y planta urbana de 1925. Fuente: MCSF. Censo Municipal de la población de Santa Fe - Año 1923, Santa Fe, 1924.

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Imagen VI.7: Ensanche de calle General López, en el sector sur de la ciudad de Santa Fe, con siluetas de los principales edificios públicos. Reconstrucción propia para este trabajo.

Imagen VI.8: Calle General López, desde Plaza de Mayo hacia el oeste, en la segunda década del siglo XX, poco antes de decidirse el ensanche. Fuente: Colección particular Lic. Graciela Hornia.

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Imagen VI.9: Plano Municipal de la ciudad de Santa Fe. Año 1925 circa. Escala 1:25.000. Fuente: ACDM-AE. Tomo 1926, f. 243.

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Imagen VI.10: Plano del Instituto Geográfico Militar de la Nación, que traduce la información de un relevamiento aero-fotográfico efectuado en 1926. Fuente: Archivo IGM. Provincia de Santa Fe – Departamento La Capital. Plancheta nº 4822-d.

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Imágenes VI.11a – VI.11b: La incorporación del automóvil a la vida urbana. La calle Tucumán en la zona bancaria. Tarjeta postal. Fuente: Colección particular Lic. Graciela Hornia. Estación de venta de combustibles en una esquina del área central. Fuente: MCSF. Guía del Turista - 1929 - Intendencia del Dr. Ignacio Costa. 404

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Imágenes VI.12a y VI.12b: Tranvías. Reconstrucción de la planta urbana de Santa Fe en 1925. Se indica la extensión de la red de tranvías eléctricos en esa fecha. Reconstrucción propia en base a: COLLADO, A.; BERTUZZI, M.; DEL BARCO, M. Atlas Histórico de Santa Fe, 1880-1945. Abajo, el tranvía eléctrico en la periferia, atraviesa el Bulevar Pellegrini rumbo al Cementerio Municipal. Fecha, 1929. Fuente: BDIFP-AGPSF, código G05718207-10. 405

Imágenes VI.13 y VI.14: Adoquinados. Reconstrucción de la planta urbana de Santa Fe en 1925 y 1932. En línea negra se indica la extensión de la red de calles adoquinadas y/o pavimentadas. Reconstrucción propia en base a: COLLADO, A.; BERTUZZI, M.L.; DEL BARCO, M. Atlas Histórico de Santa Fe, 1880-1945. 406

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Imagen VI.15a y VI.15b: Normativa del Reglamento de Edificaciones de la Municipalidad de Santa Fe de 1926. Arriba, área en que estaba prohibido levantar construcciones precarias; abajo, tramos de calles en que se reglamentaba una altura mínima de 11,5 mts. para los nuevos edificios que se construyeran. Reconstrucción propia sobre la planta urbana de Santa Fe en 1925.

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Imagen VI.16a a VI.16c: Abajo, proyecto del Parque Garay en su versión original, desarrollado en la Oficina de Obras Públicas Municipal en 1923. Se publicó tardíamente en la prensa y no se conserva en los archivos municipales. Fuente: El Litoral, Santa Fe, 01/02/1926, Número Extraordinario, 6ª Sección, p. 1. Arriba, dos imágenes del parque recién inaugurado, la de la izq. corresponde a edificio ppal. del Jardín Botánico. Fuente: BDIFP-AGPSF, códigos G05416609-4 y G05517235.

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Imagen VI.17: Plan de Urbanización propuesto por el concejal Edmundo Escobar en noviembre de 1912. Reconstrucción propia en base a la memoria descriptiva publicada en la prensa local años más tarde. Fuente: Diario Santa Fe, 01/ 02/1921, 5ª sección, p. 28. En ANEXOS se incluye el texto de la memoria.

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Imagen VI.18: Plan de Urbanización de 1927; Planta general. Reconstrucción propia en base a: COLLADO, A.; BERTUZZI, M.L.; DEL BARCO, M. Atlas Histórico de Santa Fe, 1880-1945.

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Imagen VI.19: Plan de Urbanización de 1927; Vista general desde la Plaza de Mayo hacia el norte. Puede notarse el boceto del edificio de Tribunales Provinciales proyectado por Durand cuya construcción estaba apenas iniciada, p. 39.

Imagen VI.20: Plan de Urbanización de 1927; Vista del ingreso monumental al gran parque urbano ubicado al norte de la ciudad, p. 27.

Imágenes VI.21 y VI.22: Plan de Urbanización de 1927; Izquierda, los dos rascacielos que flanqueaban la avenida central: “...arrancará de la Plaza 25 de Mayo en forma monumental, debido a la ubicación de dos rascacielos simétricos definiendo la entrada al eje principal como lo determinaban en las antiguas ciudades las torres paralelas y almenadas...”. Derecha, vista de la plaza ubicada en la intersección del eje transversal y la avenida del oeste. Fuente: Arquitectura, Revista de la Sociedad de Arquitectos de Rosario, nº 11, Rosario, 1928, p. 22. En ANEXOS se incluyen estas imágenes a página completa. 411

Imágenes VI.23a – VI.23b: Concorso per il Piano Regolatore da Milano. Fecha: 1926/27. Primer premio: Piero Portaluppi y Marco Semenza. Fuente de las ilustraciones: Arquitectura, Revista de la Sociedad de Arquitectos de Rosario, nº 9, s/f, p.57 a 61.

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Imágenes VI.24a – VI.24b: Arq. Ángel Guido. Edificio Dellepiane construido en el centro comercial de Santa Fe en 1927/28. Fachada y detalle. Fuente: AAVV. Inventario. 200 obras del Patrimonio Arquitectónico Santafesino. Santa Fe, UNL, 1993.

Imágenes VI.25a y VI.25.b: Dos obras del arq. Juan Durand en Santa Fe construidas en 1927/29. Arriba, Jefatura de Policía de la Provincia, frente a la Plaza San Martín; abajo, nuevos Tribunales Provinciales frente a la Plaza de Mayo. Fuente: MCSF. Guía del Turista - 1929 - Intendencia del Dr. Ignacio Costa. 413

Imágenes VI.26a – VI.26b: Bajo el título La Urbanística. Manual de Arquitectura, dirigido por J. Durm, Stübben publica la Parte IV, “Proyectación, localización y reglamentación edilicia”. Primera edición: 1890 en Darmstadt.

Imágenes VI.27a – VI.27b: Izq. Portada del manual de A. Caccia, Costruzione, trasformazione ed ampliamento delle città. Publicado en Milán en 1915. Der. Capítulo dedicado al trazado de plazas monumentales. Este ejemplar perteneció a la biblioteca de la empresa constructora Mai Hnos. de Santa Fe.

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Imágenes VI.28a – VI.28d: Arriba, portada de la revista Der Stadtebau, fundada por Sitte y T. Goecke, que luego Hegemann sería invitado a dirigir. Centro, portada de la edición española de: HEGEMANN, Werner y PEETS, Elbert. El Vitruvio Americano, Manual de Arte Civil para el Arquitecto. Barcelona, Fundación Caja de Arquitectos, 1992. Estudio de subdivisión del área suburbana de Milwaukee, para residencia de clase media, realizada por Hegemann y Peets en 1916, publicada en El Vitruvio Americano. Abajo, dos páginas de la edición original en inglés de 1922. 415

Imágenes VI.29a – VI.29c: Plano de Buenos Aires con el trazado general propuesto por la Comisión de Estética Edilicia durante la intendencia de Carlos Noel con la participación de J. N. Forestier, 1925. Abajo, detalles de las propuestas para las plazas de Mayo y del Congreso. Fuente: MCBA – Comisión de Estética Edilicia. Proyecto Orgánico para la Urbanización del Municipio. Buenos Aires, 1925.

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Imagen VI.30: “Proyecto de Ampliación y Rectificación” de Mendoza, realizado por Benito Carrasco en 1915. Fuente: PONTE, Jorge R. Mendoza, aquella ciudad de barro; p. 345. Para este trabajo, coloreamos la extensión aproximada de la ciudad en el momento de la propuesta.

Imagen VI.31: Trazado de ciudad ideal, por Benito Carrasco. Fuente: CARRASCO, Benito. Parques y Jardines, Buenos Aires, Talleres Peuser, 1923

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Imagen VI.32: Plan Regulador para Córdoba, realizado por Benito Carrasco en 1927. Para este trabajo, coloreamos la extensión aproximada de la ciudad en el momento de la propuesta. Plano, gentileza Dr. Carlos Page.

Imágenes VI.33a – VI.33b: Plan Regulador de Concordia, realizado por Benito Carrasco en 1928. Planta urbana general y detalle de los perfiles de calles y avenidas. Para este trabajo, coloreamos la extensión aproximada de la ciudad en el momento de la propuesta. Fuente: Municipalidad de Concordia. Archivo Obras Públicas. Expte. Plan Carrasco, sin catalogar.

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Imágenes VI.34a y VI.34b: “Proyecto de dos avenidas centrales en el Rosario”. Fuente: Arquitectura, Revista de la Sociedad de Arquitectos de Rosario, nº 3, Rosario, 1927, p. 40. Se atribuye la autoría a Ángel Guido.

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Imágenes VI.35a – VI.35c: Afiche publicitario y fotogramas de la película Metrópolis de Fritz Lang. Se estrenó en Santa Fe en junio de 1928, en momentos en que se derogaba la ordenanza del Plan de 1927.

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CAPITULO VII “CIUDAD-JARDÍN” Y MODERNIZACIÓN URBANA

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“El modelo fue la ciudad jardín inglesa y norteamericana, concebidas desde el fin del siglo XIX como satélites de una ciudad preexistente /.../ se buscó la ‘espontaneidad’ de lo imperfecto; las manzanas entonces dejaron de ser regulares...”1

Habiendo revisado en el capítulo anterior un intento de planificación general de la ciudad de Santa Fe en el marco del plan regulador de 1927, se trabajará ahora sobre una escala menor, la de un fragmento urbano, analizando una experiencia de aplicación de la idea de ciudad-jardín en un barrio popular de nueva formación; se tratará de mostrar cómo una capital provinciana, con una fuerte tradición hispánica, en la que hasta la tercera década del siglo XX la cuadrícula ortogonal había sido el único instrumento urbanístico utilizado en el control de la expansión y donde los únicos accidentes que alteraban esa cuadrícula eran producto de la geografía o de los grandes enclaves de infraestructura, se impone dificultosamente esta novedad. Se pretende interpretar la modalidad que asume la traslación de este modelo y el paso de la concepción de ciudad-jardín a la reductiva idea de barriojardín dentro del marco general de ideas sobre la ciudad higiénica y el verde que plantean las transformaciones urbanísticas de la modernidad; pero también se pretende analizar el contexto y los resultados de dicha traslación. El 3 de abril de 1928 ocurrió en Santa Fe un hecho que registraba pocos antecedentes en su historia urbana: se produjo la aprobación, por parte del Concejo Deliberante Municipal, del proyecto del Barrio Jardín Mayoraz,2 para localizar un conjunto de 521 lotes, en su mayoría para viviendas, en treinta manzanas que se trazarían en los terrenos que habían correspondido a la antigua Quinta de Loza, aproximadamente a dos kilómetros al norte de lo que entonces alcanzaba la planta urbana consolidada. En 1928 la ciudad ya superaba los 117.000 habitantes y llegaría a la década de 1930 con poco más de 122.000, según datos de los respectivos anuarios estadísticos municipales. El Censo Municipal de 1923 (último cómputo general anterior al emprendimiento de Mayoraz) indicaba un total general de 103.536 habitantes, incluyendo 87.195 habitantes en área urbana y 12.133 en la zona "rural norte", donde se ubicó el barrio-jardín.3 En el registro de profesiones y actividad,4 sobre una población activa de poco más de 68.000 habitantes, un 30% se repartía entre obreros industriales y artesanos (15%), empleados públicos (5%), obreros de transporte, portuarios y ferroviarios (3%), empleados de comercio (3%) y personal de servicio categorizado (4%); en este grupo estarían los potenciales aspirantes a la concreción de la vivienda propia en lotes de periferia y en las condiciones planteadas por este emprendimiento. Existe otro 30% de la población activa que se compone de jornaleros y empleados no categorizados que difícilmente pudieran tener acceso a la vivienda propia por los medios entonces disponibles, y un 15% que no declara profesión, aunque entre ese porcentaje las tres cuartas partes son mujeres; entre estos sectores una buena proporción ocupaba seguramente los conventillos y las viviendas precarias de la franja periférica. El parque edilicio santafesino puede calcularse para 1928 1

NICOLINI, Alberto. “Las cuatro etapas de la ciudad argentina según su estructura, funciones y paisaje urbanos”, en Actas del Sexto Congreso Nacional y Regional de Historia Argentina, Buenos Aires, Academia Nac. de la Historia, 2000, p. 10. 2 ACDM-Ordenanzas. Tomo 1928. Ordenanza nº 2514 de fecha 03/04/1928, f. 102. 3 MCSF. Censo Municipal de la población de Santa Fe - Año 1923, Santa Fe, Talleres Gráficos Morales, 1924, p. 128. 4 MCSF. Censo Municipal de la población de Santa Fe - Año 1923, Santa Fe, Talleres Gráficos Morales, 1924, pp. 268 a 276. 423

en aproximadamente 8.400 unidades de edificios consolidados y registrados en el municipio;5 para evaluar el impacto que suponía el emprendimiento que nos ocupa, que preveía levantar 520 viviendas, hay que estimar que albergaría una población mínima de 2.000 habitantes, es decir aproximadamente el 2% de la población de la ciudad y zona suburbana para entonces. La iniciativa había sido del empresario santafesino Juan Francisco Mayoraz, propietario de las tierras, quien había contratado al arquitecto-urbanista Fermín Bereterbide, reconocido profesional de Buenos Aires, para llevar adelante el emprendimiento.6 Esta operación difería de las prácticas inmobiliarias habituales en Santa Fe en varios aspectos; en particular en dos: por una parte, el hecho de haber recurrido a la contratación de un arquitecto de prestigio para proyectar un barrio de viviendas populares que hasta entonces, desde el saber profesional, era considerado un tema menor en el medio local; por otra, la decisión de adoptar un trazado de manzanas irregulares, con diagonales que rompían la trama tradicional, lo que, según se verá más adelante, resultaba inédito en la ciudad, a lo que se agregaba la recurrencia al prototipo de la casa compacta. También era original la difusión de un catálogo publicitario de 38 páginas, muy ilustrado, que contenía el proyecto general y los bocetos de los distintos tipos de viviendas, acompañados de consideraciones acerca del planteamiento urbanístico, el pliego de especificaciones técnicoconstructivas y el cómputo de los materiales. VII. 1) El proyecto del Barrio Jardín Mayoraz Desde el proyecto mismo del barrio pueden leerse, por una parte, el interés en generar un producto inscripto en la ortodoxia de los modelos de referencia, respetando rasgos distintivos de éstos (preocupación por la higiene, trazado pintoresco, vegetación y naturaleza) y por otra, su adaptación imperfecta a las condiciones de producción locales, que permiten plantearlo como nueva producción. El sitio distaba, para la fecha del proyecto, alrededor de dos kilómetros hacia el norte, del área de ciudad consolidada y menos de 600 metros en la misma dirección, de un enclave ferroviario de singular magnitud asentado en la primera década del siglo XX. La fracción de tierra correspondía a una antigua quinta y tenía su frente principal, al este, sobre uno de los tradicionales caminos de acceso a la ciudad, de especial significación ya que desde la época colonial organizaba el territorio suburbano actuando como eje divisorio de los denominados "pagos" hacia la Laguna Setúbal al este ("pagos de arriba") y hacia el río Salado al oeste ("pagos de abajo"). (Imagen VII.2) El terreno se ubicaba al oeste de dicho camino y lindaba en su contra-frente oeste con una línea de ferrocarril y en sus lados norte y sur con otras quintas aún en producción;7 5

MCSF. Anuario Estadístico de la Ciudad de Santa Fe - Vol. XXIII, 1931. Santa Fe, Castellví Hnos., 1932, pp. 121 y ss. Desde el Censo Sanitario de Habitación de 1902 (capítulo IV) no se ha localizado ningún censo de viviendas en Santa Fe. Los anuarios estadísticos registran la cantidad de edificios pero no el número de unidades de vivienda; para 1928, a esos 8.400 edificios, además de restarles los edificios públicos, institucionales, comerciales e industriales, debe considerarse que algunos edificios ya asumían el tipo “casa de renta” con lo cual estaban constituidos por al menos dos o más unidades de viviendas. Igualmente se incluyen en esta cantidad los edificios para inquilinatos y conventillos que alojaban cuantioso número de familias. Debe considerarse asimismo que no se incluyen las construcciones precarias (ranchos) levantadas en la franja periurbana o suburbana. 6 Juan F. Mayoraz, descendiente de inmigrantes suizo-franceses afincados en Esperanza, cabecera de las colonias agrícolas santafesinas en la segunda mitad del siglo XIX, pertenecía a una reconocida familia local, propietaria de importantes extensiones de tierra en dicha zona. En su condición de administrador de los bienes de su familia, encaró dos emprendimientos inmobiliarios en los años ‘20, el barrio Mayoraz de Santa Fe y otro similar en Castelar, Buenos Aires. Agradecemos esta información al Dr. Gustavo Vittori. 7 Es fácilmente verificable la discordancia entre la urbanización proyectada y la realmente efectivizada (mucho menos extendida que la primera) si se analizan comparativamente los planos municipales de 1912 y 1925 y el relevamiento aerofotogramétrico efectuado por el Instituto Geográfico Militar en 1926. Ver COLLADO, Adriana; BERTUZZI María L. 424

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en la misma zona, pero al este del camino principal, como emergentes del enclave ferroviario, habían ido surgiendo en la década de 1910 a 1920, algunos emprendimientos inmobiliarios focalizados, comenzándose entonces a transformar toda esta zona, que había pasado de tener un rol productivo (quintas de producción de frutas y hortalizas, en su mayoría) a convertirse en tierra urbana, a partir del amanzanamiento y loteo, aunque con un muy lento proceso de ocupación. En 1926, cuando aún el terreno pertenecía a los antiguos propietarios, fue presentada ante la municipalidad una propuesta de una empresa constructora de Buenos Aires, para levantar allí un barrio-jardín para obreros "…análogo y al estilo del barrio Marcelo T. de Alvear de la Capital Federal, debiendo conservar el criterio de subdivisión y la simetría del mismo" 8; este proyecto no prosperó, pero la similitud con la propuesta definitiva demuestra que seguramente sirvió para despertar expectativas sobre las potencialidades del sitio y sobre los beneficios de encarar algo que trascendiera la mera acción inmobiliaria especulativa del amanzanamiento y loteo. Entre junio y julio de 1927, Juan F. Mayoraz compró la quinta y algunos terrenos linderos de menor superficie, quedando compuesta la fracción en la que llevaría a cabo el proyecto de barrio-jardín, con una superficie aproximada de quince hectáreas.9 Para publicitarlo editó, como ya se dijo, un catálogo que se iniciaba mostrando las promisorias características del terreno elegido: se mencionaban la línea de tranvías que circulaba por el camino principal, una reciente ordenanza que garantizaba la inminente pavimentación de dicho camino principal que sería la avenida de llegada al barrio, la ubicación del barrio a 26 cuadras del Puerto de Ultramar y el posible traslado de la estación de la Compañía Francesa de Ferrocarriles de Santa Fe al enclave ferroviario cercano, que acababa de aparecer como parte de las obras previstas en el Plan de 1927; cuestiones de buena accesibilidad y una dinámica económica promisoria parecían garantizar el éxito de la operación. Estos recursos publicitarios no eran absolutamente originales y puede constatarse que afirmaciones similares formaban parte de las estrategias frecuentes para difundir los negocios inmobiliarios; pero Mayoraz, en la presentación de su folleto, decía algo más: "…vengo a marcar un rumbo nuevo en Santa Fe con respecto a los trazados de barrio y a la edificación práctica, económica y salubre."10

El catálogo publicitario tiene un formato de libro apaisado, de 21x30 cm y muy buena calidad de edición; contiene 38 páginas, de las cuales dos se destinan a la presentación del propietario, ocho a la memoria descriptiva del conjunto y de los tipos de viviendas propuestos, nueve al pliego de condiciones y cómputos de materiales para una de dichas viviendas, a modo de ejemplo y trece son láminas que exponen los distintos prototipos de viviendas en planta y alzado. Se incluye también una lámina de la perspectiva aérea del conjunto y, como cuerpo anexo, un plano en escala 1:1000 del amanzanamiento y loteo propuestos. (Imágenes VII.3 a VII.8) La organización del trazado partía de dos diagonales que atravesaban el predio, generando una pequeña plaza hexagonal centralizada; la tierra quedaba dividida con criterio simétrico y las cuatro fracciones resultantes se dividirían en manzanas pequeñas, en general cuadrangulares de 40 x 80 metros y estructuradas en una red de calles jerárquicamente dimensionadas. En el catálogo se insistía en este aspecto y se enumeraban las ventajas económicas y funcionales de la zonificación y de la jerarquización de las vías de tránsito, previéndose que las diagonales y la calle principal norte-sur, alojaran comercios y Santa Fe 1880-1940. Cartografía Histórica y Expansión del trazado. Documento de Trabajo nº 4, Santa Fe, CEHIS/UNL, 1995. 8 ACDM-AE. Tomo 1926, fs. 366 y ss. En el archivo del Concejo Deliberante se han conservado las notas de presentación y la memoria descriptiva del proyecto, pero los planos no pudieron ser ubicados. 9 Municipalidad de Santa Fe. Archivo Dirección de Catastro. Expediente Manzana nº 6227 (Manzana 1 de Barrio Jardín Mayoraz). 10 Barrio Jardín Mayoraz - Santa Fe. Folleto Explicativo, Santa Fe, año 1928, s/editor, s/foliado. 425

fueran las de mayor tránsito, siendo más anchas (17 metros) que las de distribución a las viviendas (9 metros); las primeras serían arboladas, en tanto que en las restantes la forestación estaría en los jardines, para lo cual se establecía un retiro mínimo de la edificación de 3 metros.11 (Imágenes VII.3 y VII.4) El trazado, por lo tanto, alteró la cuadrícula urbana tradicional, apareciendo las diagonales que constituyen un hecho novedoso en la ciudad y delimitándose calles de un ancho mucho menor al establecido en los reglamentos municipales que lo fijaba en 17,32 metros; sólo una de las calles que atravesaba el barrio en sentido norte-sur continuó con la orientación y el ancho del resto de la ciudad. El loteo se basó en un criterio de máximo aprovechamiento especulativo, ya que las fracciones oscilarían entre los 7 y los 10 metros de ancho, con fondos que apenas alcanzaban los 20 metros. En la memoria descriptiva a este tipo de lotes se los presenta como una crítica al loteo convencional de la cuadrícula, cuyas manzanas tenían entre 86 y 100 metros, loteo al que se le encuentra todo tipo de objeciones, por su excesiva profundidad. Por el contrario: "…este gran defecto, general en los loteos comunes, ha sido evitado en este barrio, en el cual los terrenos son preparados para tipos determinados de casas, los cuales se han estudiado de acuerdo con las necesidades más estrictas de higiene y economía."12

Las viviendas eran de tipo compacto, con jardín al frente y planteaban la posibilidad de un crecimiento por etapas, a la vez que se diferenciaban entre las que ocupaban todo el frente del lote y las que se separaban de una medianera, dejando libre un paso de un metro y medio entre el frente y el fondo del lote; las de planta baja partían de una célula mínima con un núcleo básico de cocina, un pequeño baño y una única habitación (en los prototipos 1 y 2) pero admitían la incorporación de uno o dos locales con lo que se completaba una vivienda mínima (prototipos 3 y 4); también se preveían casas en planta baja de tres o cuatro dormitorios que disponían de baño completo, comedor, cocina y lavadero y que, con ligeras diferencias de distribución y disposición en el lote, constituían los prototipos numerados entre 7 y 12. (Imágenes VII.7a a VII.7c) Las casas de dos plantas eran todas de tres dormitorios, disponiendo de baño completo, "toilet" en planta baja por debajo de la escalera, cocina y lavadero. Los prototipos 3 y 4 de planta baja tenían, tanto en la estructura como en la disposición de los locales, ya previsto el agregado de la planta alta como modalidad de crecimiento. Todas las casas de planta baja llevaban cubiertas de azotea, en tanto que las de dos plantas podían optar entre la azotea y la techumbre de tejas francesas de varios faldones. (Imagen VII.8c) En este caso se pone de manifiesto la voluntad de integrar un conjunto pintoresco, ya que el catálogo establece: "…los compradores de lotes contiguos que edifiquen con planos del arquitecto Bereterbide, para poder cubrir el grupo de sus casas con tejas francesas y cielorrasos de metal desplegado /…/ deben ponerse en todo de acuerdo. Esto /…/ se hace con el único fin de formar conjuntos armónicos, requiriéndose naturalmente de los que forman el grupo, la unánime e indispensable conformidad."13

En general, aún en la diversidad de disposición y escala, el rasgo común de todos los prototipos estaba dado por el planteo compacto, que tenía ya numerosos antecedentes en el país, a los que se hará referencia más adelante, puesto que será precisamente en la década 11

La noción de zonificación, como se vio en el capítulo anterior, tenía para entonces más de medio siglo de existencia; ya Reinhard Baumeister en 1876 y más tarde Joseph Stübben, habían propuesto dividir la ciudad en zonas según un criterio funcional y habían diferenciado las vías de acuerdo al tipo de tránsito. Ver: PICCINATO, Giorgio. La costruzione dell´urbanistica. Germania 1871-1914. Roma, Officina edizioni, 1977, pp. 108 a 113. Con frecuencia los trabajos de estos teóricos no eran conocidos de primera mano sino a través de otros manuales de urbanismo, como los italianos, de circulación mucho más corriente en el medio local que los alemanes y que contenían resúmenes de aquellos tratados. Ver Capítulo VI, notas nº 116 y 117. 12 Barrio Jardín Mayoraz - Santa Fe. Folleto Explicativo, cit. 13 Ibídem. 426

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de 1920-30 cuando se comience a perfilar con mayor nitidez el tipo "casa compacta" para la vivienda popular. El barrio no iba a ser construido por una gestión unitaria, ni pública (como los ejemplos de la Comisión Nacional de Casas Baratas antes mencionados) ni privada; el mecanismo previsto era la venta de los lotes, con la libre disposición por parte del adquirente del proyecto, del pliego de especificaciones y del cómputo de materiales del prototipo que eligiera de acuerdo a su necesidad y posibilidades. El plan general proponía una distribución ideal de esos prototipos, en relación con las dimensiones del terreno y el carácter de la calle, pero esta condición no era obligatoria para los compradores, quienes podían adquirir el lote y construir en éste el tipo de edificio que quisieran siempre que respetaran la dimensión del retiro; también se preveían en el plan los sitios destinados a comercios que, en general, debían ubicarse en las manzanas próximas a la plazoleta central, sobre las diagonales y sobre el camino de acceso a la ciudad, y los equipamientos especiales: la escuela y un "edificio público" no especificado en detalle14. No obstante la flexibilidad que se le permitía al comprador, era interés del empresario y del arquitecto que se respetara la integridad del proyecto como una manera de conservar los rasgos distintivos del mismo, respecto de un entorno con muy bajo valor de identidad. Desde el momento de la compra y como un mecanismo para incentivar la rápida ocupación de los lotes, el adquirente además de la documentación técnica para construcción de alguno de los prototipos, recibía como regalo las aberturas para la casa y un importante descuento en la compra de los ladrillos; esto permitía al empresario imponer a su vez algunas condiciones: "…se exige de los que usen de esas franquicias, el cumplimiento de todas las condiciones detalladas en este folleto, con el fin de obtener conjuntos como el que muestran estas láminas, en beneficio del barrio en general y de los compradores de lotes en consecuencia".15

El empresario no enajenó con rapidez todos los lotes; probablemente motivado por la lentitud con que se operaban las ventas, se reservó una buena parte de ellos y construyó viviendas por cuenta propia, con los prototipos más simples de los expuestos en el catálogo (el número uno, de una habitación y servicios y el número seis de tres dormitorios desarrollado en dos plantas), que permitían conservar la unidad del conjunto; la solicitud de permiso de edificación de estas viviendas se hizo a la municipalidad con planos que llevan el membrete de F. Bereterbide. (Imagen VII.3) Entre el plano de proyecto y el loteo definitivo surgieron algunas discrepancias dimensionales que llevaron a reducir la cantidad de lotes y a modificar levemente la disposición de los mismos. A dos años de la aprobación del proyecto, cuando en 1930 la Compañía Inmobiliaria Muñoz emprendió una campaña de promoción para impulsar nuevamente las ventas, se llevaban vendidos poco más del cuarenta por ciento de los terrenos (190) y el empresario había construido por su cuenta 102 viviendas, de las cuales 44 aún estaban en su poder.16 En el nuevo volante publicitario ya no se mencionaban beneficios especiales ni obsequios tendentes a fomentar la pronta edificación; las viviendas podían adquirirse en 150 cuotas mensuales y los lotes vacíos en 120. Juan Mayoraz se había reservado para construir estas viviendas los lotes más alejados del centro del barrio, haciendo una suerte de corona en torno a éste, habiendo supuesto seguramente que los terrenos centrales serían los más requeridos y los que se podrían vender a más alto precio; no obstante, para 1930, más de la mitad de los terrenos vendidos se encontraba en las inmediaciones de la avenida troncal y no se había vendido 14 Ya en el plano adjunto al catálogo antes citado, previo al inicio de la operación, se indica una fracción grande de terreno sobre el camino de acceso a la ciudad, en la que aparece una leyenda: "Vendido al Consejo de Educación para escuela de seis aulas". 15 Barrio Jardín Mayoraz - Santa Fe. Folleto Explicativo, cit. 16 Volante publicitario de la casa "Muñoz Hermanos" fechado en 1930. Localizado en Archivo Dirección de Catastro Municipal. Expediente Manzana nº 6227 (Manzana 1 de Barrio Jardín Mayoraz).

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ningún lote en el perímetro de la plaza. Podría entenderse este mayor interés en los lotes sobre la avenida, como una muestra de mayor confianza en el progreso de la ciudad en su conjunto, que en el del barrio mismo, aún en las condiciones supuestamente ventajosas que se brindaban. VII. 2) Acerca de la idea de ciudad-jardín Como se pudo ver en el capítulo VI, para la década de 1920-30, en modelo de ciudad-jardín tenía enorme vigencia en la urbanística argentina a través de algunas figuras claves en la temática. Para entender las estrategias desde las que se manipuló este modelo en el medio local, interesa revisar brevemente su origen, recordando algunos aspectos sustanciales de la idea de Ebenezer Howard hecha pública por primera vez en 1898 bajo el título Tomorrow: A Peaceful Path to Real Reform17, como reacción ante los efectos nocivos de la vida en las grandes ciudades industriales. Presentada la conocida metáfora del conflicto entre los dos imanes -campo y ciudad- aparecía un tercero: la ciudad-jardín, que suponía una situación de equilibrio; el tercer imán permitiría condiciones de vida higiénicas y tranquilas, contacto con la naturaleza y fruición paisajística, a la vez que garantizaría las ventajas de la dinámica de intercambios de la vida urbana y tornaría accesible el usufructo de la tierra, lo que resultaba impensable en las grandes ciudades. (Imagen VII.13c) La ciudad debía estar rodeada de un verde que garantizara el control de las relaciones entre los usos, a la vez que tendría limitado su crecimiento a una cifra ideal de 32.000 habitantes. (Imagen VII.13d) El suelo (y por ende, la regulación del conjunto) permanecía como una propiedad común, en una novedosa combinación de lógica capitalista con ideario socialista, ya que el propietario de la tierra dejaba de ser el empresario individual para sustituirlo la cooperativa de usuarios de las viviendas, que a su vez eran propietarios a perpetuidad mediante el pago de un modesto alquiler que cubriera la amortización del capital invertido. En este aspecto se pone de manifiesto la influencia del pensador norteamericano Edward Bellamy sobre Howard,18 cuyos escritos le ayudaron, según palabras del mismo Howard, "…a reconocer como nunca las espléndidas posibilidades de una nueva civilización basada en el servicio a la comunidad".19 Aún cuando su ciudad-jardín alcanzaba la escala territorial, y aún cuando en la misma subyacía un meditado proyecto de sociedad -al esquema territorial lo denominó Ciudad Social- es evidente que a Ebenezer Howard le preocupó desprenderse de la tónica 17

Howard no fue el primer visionario en plantear la posibilidad de la ciudad-jardín, pero puede afirmarse que fue el primero en llegar a un esquema acabado y viable. Rastreando algunos de los referentes que antecedieron a su propuesta (muchos citados por él mismo) se pueden ordenar los principales esbozos decimonónicos en torno a esta idea: por una parte, las intervenciones de Olmsted en especial el conjunto Riverside en Chicago, EEUU (donde Howard permaneció más de cinco años, en su temprana juventud); por otra, las ideas del economista Alfred Marshall en torno a la conveniencia de la descentralización de Londres desde el punto de vista del ahorro de recursos trasladando población al territorio mediante acciones de planificación global; y las del anarquista Peter Kropotkin que relacionó esta idea de Marshall con la incorporación de tecnologías que la hicieran posible y que publicó su libro Campos, fábricas y talleres en el mismo año de 1898 en que vio la luz Tomorrow…, y las renovadoras ideas sobre la posesión de la tierra de T. Spence y H. Spencer (Ver HOWARD, Ebenezer. "Ciudades Jardín del mañana". Versión española de la segunda edición inglesa en AYMONINO, Carlo. Orígenes y desarrollo de la ciudad moderna, Barcelona, Gili, 1972, pp. 180/181). Para ampliar esta cuestión de los antecedentes puede verse: HALL, Peter. Ciudades del mañana. Barcelona, Ediciones del Serbal, 1996, pp. 99 a 102. 18 La historiografía urbanística reconoce que Howard recibió una gran influencia de Edward Bellamy y su novela utópica Loocking Backward 2000 to 1887, publicada en Boston en 1888, considerada la principal "inspiradora" del ideario comunitario howardiano. 19 La expresión textual de Howard está citada por BUDER, Stanley en: "Ebenezer Howard: The genesis of a Town Planning Movement”, Journal of the American Institute of Planners, nov. 1969, p. 391. El mismo autor analiza la transposición de escala que opera Howard, ya que: "La novela de Bellamy proyectaba una civilización en la que una tecnología avanzada, organizada con principios nacionales (cooperativos) establecía una sociedad de abundancia, placer y alta cultura /…/ Howard comenzó a trabajar en un esquema para testear los principios de Bellamy en una escala mucho menor, en la forma de una pequeña comunidad socialista", pp. 391/392. Referencia proporcionada y traducida por la arq. Cecilia Parera. 428

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de las novelas utópicas,20 que buscaban pintar sociedades ideales y tratar de convertir su utopía en algo factible de realización,21 lo que se manifiesta en su interés por demostrar la viabilidad económica y las modalidades de gestión y administración que debían implementarse para hacer gobernable una comunidad de este tipo.22 De hecho, sólo el primer capítulo de su libro se destinaba a describir la ciudad, en una visión esquemática, cuantitativa, dimensional de la misma, mostrando un plan flexible y de alta indefinición en lo funcional y en lo formal, teniendo como único elemento contundente la red circulatoria radiocéntrica; ni el diseño urbano ni la arquitectura tomaban protagonismo, más allá de la referencia al Crystal Palace como la estructura que cubriría parte del espacio público central o de la mención de algunos tipos reconocidos en la tradición urbanística inglesa (cottages, crescents).23 (Imagen VII.13e) En tanto los cuatro capítulos siguientes se ocupaban de justificar la rentabilidad de la inversión, otros cinco se dedicaban a exponer las formas de administración municipal y otros tres, intentaban fundamentar la idea. De este somero repaso y recordando que Howard era taquígrafo, puede entenderse el hecho de que no resulte posible leer en la descripción de esta suerte de tipo ideal las características que poco más tarde habría de asumir el modelo ciudad-jardín. El primer ejemplar del modelo propuesto, Letchworth, se concretó en 1903, mediando la convocatoria por parte de la Garden City Association a los arquitectos Raymond Unwin y Barry Parker. Será sin dudas con este aporte cuando la idea de Howard deje de ser un esquema abstracto y se convierta en un modelo formal reproducible, aunque en esa reproducción se alteren muchos de los rasgos del tipo ideal y se re-defina la dimensión urbano-arquitectónica. (Imagen VII.13b) Unwin y Parker eliminaron en la Letchworth real muchos de los edificios e instalaciones previstos en el modelo, dominando el prototipo de viviendas unifamiliares pintorescas con jardines como el único paisaje indiferenciado reconocible. La ciudad perdió su complejidad, perdió la fuerza y la dinámica de intercambios contenida en la propuesta teórica y, solitaria en el territorio, perdió su razón de ser como parte de una red equilibrada. (Imagen VII.14a) Pero en un aspecto se fortaleció, y fue en el de constituirse en un ícono altamente identificable, como idea bucólica de ciudad ideal. Siguiendo a Peter Hall puede afirmarse que "…la arquitectura de Unwin y Parker vistió el plan de Howard de una manera tan memorable que, a partir de entonces, la gente no supo diferenciar el envoltorio del contenido."24 (Imágenes VII.14b a VII.14d) Fijada la imagen, el modo más frecuente de aplicación del modelo será el de barrio-jardín como solución para la residencia de diferentes sectores sociales en el suburbio de las ciudades históricas y los arquitectos de Letchworth, que habían tenido experiencias anteriores en pequeños conjuntos, produjeron una obra paradigmática en el suburbio londinense de Hampstead (1909). (Imagen VII.16) Raymond Unwin puso de manifiesto en estos primeros diseños, la fuerte influencia que habían ejercido sobre él las teorías de Camilo Sitte, de Joseph Stübben y sus frecuentes viajes a Alemania, en lo atinente al tratamiento de la componente paisajística; 25 20

En la línea de la novela utópica Howard cita como referentes los planteos de ciudades-jardín o ciudades ideales de James Buckingham, con su Victoria (1849) y de B. W. Richardson con su Hygeia (1876), aunque seguramente no debió desconocer las ideas de W. Morris para los suburbios del Londres del año 2102 en su Noticias de ninguna parte. Barcelona, Ed. Océano/Abraxas, 2000. También menciona peyorativamente a la primera generación de los denominados "socialistas utópicos", Fourier, Cabet y Robert Owen. 21 La diferencia entre las utopías literarias y las utopías realistas es marcada por BAYLEY, Stephen, La Ciudad Jardín, Madrid, Adir, 1981. 22 Ver: GRAVAGNUOLO, Benedetto. Historia del Urbanismo en Europa, 1750-1960. Madrid, Akal, 1998. 23 HOWARD, E., Op. cit., pp. 129 a 213. 24 HALL, P., Op. cit., p. 106. 25 SITTE, Camilo. Construcción de ciudades según principios artísticos. Edición facsimilar de la primera edición española traducida por el arq. E. Canosa, de 1926. Barcelona, Gili, 1980. STÜBBEN, Joseph. La Urbanística. Manual de Arquitectura, dirigido por J. Durm, (Parte IV, “Proyectación, localización y reglamentación edilicia”), Darmstadt, 1890. Ver: PICCINATO, G. Op. cit., pp. 183 a 186. 429

la revaloración de los espacios urbanos medievales había alcanzado en la obra de Sitte la condición de un verdadero inventario tipológico que Unwin explícitamente reconocía utilizar en estos proyectos. Llegaba así a un trazado típicamente informal, de calles irregulares, con curvas, pasajes semi-cerrados, calles sin salida y una gran diversidad de tipos de viviendas, dentro de la constante del lenguaje pintoresco26, cristalizando un modelo que habría de tener una difusión internacional y que en tales condiciones llegaría también, con notable suceso, a Argentina. Las prácticas de Raymond Unwin se codificaron y encontraron difusión en su libro Town planning in practice (1909) donde, ya desde el prólogo, quedaba reconocida por el autor la influencia recibida de la urbanística alemana.27 El libro se presentaba desde el mismo prefacio como una compilación de soluciones, una especie de catálogo que Unwin admitía haber constituido a partir de: “...reunir y publicar alguno de los planos, fotografías y otro material que había coleccionado durante algunos años de estudio y práctica de lo que me he atrevido a denominar ‘el arte de la planificación urbana´/.../ he hecho un amplio uso de ideas obtenidas de tantas fuentes, que me resulta imposible recordarlas con detalle...”28

A la vez, en el subtítulo “Una introducción al arte de diseñar ciudades y suburbios” y en el primer capítulo “El arte de cívico como expresión de la vida de cívica”, se daba una notable aproximación a la tradición sitteana que explicaba el desarrollo posterior. El segundo capítulo buscaba igualmente referentes en el urbanismo antiguo con el sugerente título de: “De la individualidad de las ciudades, con un breve bosquejo del antiguo arte de planificar ciudades”. Interesa especialmente detenernos en el capítulo VII, “Sobre la distribución de las principales vías, su tratamiento y ubicación”, que resultaba la base de muchos de los planteamientos y trazados que a partir de entonces adquirieron gran difusión; es aquí donde Unwin planteaba la crítica a las grillas regulares en cuadrícula, que le merecían objeciones no sólo desde el punto de vista funcional por su escasa eficiencia circulatoria, sino también en los aspectos estéticos por su monotonía, su paisaje carente de perspectivas con vistas que se diluían indefinidamente; dichas objeciones alcanzaban incluso a los trazados resultantes de la incorporación de la diagonal en la trama cuadricular. En cambio, encontraba las soluciones más adecuadas en los planos de las ciudades antiguas: “Si examinamos las plantas de viejas ciudades que han crecido de manera más natural, encontramos que cuando las extensiones se hacen importantes, las arterias principales se bifurcan, desde el centro, en varias direcciones- formando, de hecho, un sistema radial irregular. Más aún, encontramos que ésta ha sido una tendencia general en las vías que crecen a partir de arterias principales de ángulos aproximadamente rectos, y que éstas se desvían o curvan para encontrarse con otras; y que al final del crecimiento de una red muy irregular de calles, el perfil que mejor la representaría es el de la telaraña...” “Sin embargo, para completar la conveniencia, se necesitaron, junto a las vías que seguían la forma de telaraña, otras que cruzaban la ciudad y conectaban puntos intermedios en donde era necesario considerar tráfico...”29

En el capítulo siguiente, “De la planificación de sitio y los caminos residenciales”, establecía una distinción entre planificar a escala del sitio y a escala urbana, y fijaba posición ante la necesidad de un replanteo muy cuidadoso de las características del sitio, en 26

Sobre la formalización del proyecto para Hampstead puede ampliarse en: HALL, P. Op. cit., pp. 114 y ss. UNWIN, Raymond. Town planning in practice, Princeton architectural press, edición facsimilar, New York, 1994. Ya en el “Preface” de su libro Unwin escribe: “Estoy particularmente en deuda con el Dr. Stübben y el Professor Goecke, editores de Der Stadtebau; también con el señor Berlepsch-Valendas, y con los funcionarios de muchas ciudades alemanas, que me han ofrecido su mejor colaboración en diferentes momentos y se han mostrado siempre predispuestos a ayudar a un inglés a entender sus métodos de planificación urbana y a sacar provecho de su experiencia...” p. xi, traducción para este trabajo srta. Cecilia Chiappini. 28 Idem. 29 UNWIN, R. Op. cit., pp. 235-236. Traducción para este trabajo, srta. Cecilia Chiappini. 27

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el que, una vez fijada la estructura general se podrían establecer las condiciones particulares de los lotes, especialmente en las dimensiones y proporciones de los mismos para obtener óptimo aprovechamiento, la jerarquización circulatoria y la forestación. Queda en claro que las preocupaciones de Unwin se centraban en lo estético, sobre todo cuando para el planteo general de un barrio jardín sostenía: “En la planificación detallada de los terrenos, sean éstos grandes o pequeños, una de las primeras consideraciones debería ser la de determinar el punto central del diseño. En algunos casos pequeños, se requiere la disposición de edificios de carácter más público que el residencial -como por ejemplo iglesias, capillas, municipalidades, instituciones, bibliotecas, baños, casas de baño, comercios, alojamientos u hoteles, escuelas primarias y de otros niveles-; si es probable un futuro requerimiento de alguno de estos usos, se los reúne en una posición estratégica y se los transforma en el centro del esquema.”30

Al igual que Sitte, Unwin va encontrando cuestiones modélicas o soluciones positivas en un extenso repertorio de casos, los que va conjugando con la experiencia de la recién concretada Letchworth para luego proponer su propia reelaboración moderna para la proyectación de nuevas las ciudades, explicando cómo en Letchworth, se conjugaron los elementos de la Ciudad Jardín de Howard y de la arquitectura tradicional inglesa. (Imagen VII.15)

VII. 3) De la difusión de la ciudad-jardín en Argentina: teoría y prácticas En un recorrido histórico por experiencias urbanísticas de las primeras décadas del siglo XX en Argentina, es posible verificar que tanto en términos de modelo como de teoría, la ciudad-jardín se introduce por diversos canales y adquiere una notable difusión; aunque el momento de apogeo lo alcanzará más adelante, en los años ’30 y ‘40, se tratará aquí, dada la ubicación cronológica del caso de estudio, de revisar los alcances del modelo en su primera etapa. Se constata que la aplicación como matriz de proyecto de barrios suburbanos se vio incentivada y facilitada por la temprana codificación de los elementos componentes del modelo en los manuales de urbanismo, usuales en la práctica profesional de la época. Una edición de 1915 de los conocidos manuales Hoepli, por ejemplo, marca las numerosas ventajas que presentan los barrios de viviendas individuales con jardín, e ilustra el tema con varios esquemas de plantas de barrios-jardín de ciudades europeas: "…las ventajas, en lo que concierne a las construcciones aisladas, reflejan no sólo la estética y la comodidad del hábitat, sino que tienen una influencia sobre la higiene general de la ciudad, ya que los espacios existentes entre las construcciones mismas, siendo sabiamente regulados y dispuestos, sirven con sus dotaciones de aire libre y salubre y la riqueza de sus plantaciones, para mejorar también las partes de la ciudad en que están instalados…"31.

Este tipo de textos tenían gran difusión entre los constructores y arquitectos que operaban en zonas periféricas a los centros de producción (en especial en países como Argentina donde la inmigración italiana fue tan importante) que, sin contacto directo con los ámbitos académicos, recibían estos manuales como verdaderos cuerpos normativos que orientaban la práctica y, en este contexto, la mención de los barrios-jardín pudo asumir un carácter fuertemente prescriptivo; es interesante a la vez constatar que dichos manuales posibilitaban una amplia difusión, en una versión esquemática y simplificada a las cuestiones prácticas directas, de los tratados de arquitectura y de urbanismo que circulaban en el mundo académico; en el citado manual de Caccia, por ejemplo, aparecen numerosas referencias bibliográficas, no sólo a los tratados de urbanismo de Stübben, Sitte (en su 30

Ibídem, p. 290. CACCIA, Aristide. Costruzione, trasformazione ed ampliamento delle città. Colezione "Manuali Hoepli", Milano, Ulrico Hoepli, 1915, p. 33 y figuras 18 y 19. Traducción propia. El ejemplar perteneció a la biblioteca de la Empresa J. Mai e Hijos fundada en Santa Fe por el constructor italiano Juan Mai a fines del siglo XIX. Ver Capítulo VI, nota nº 116.

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versión francesa) y a la revista Der Städtebau, sino también a L’esthetique des Villes del belga Charles Buls, al tratado de Vitruvio y a autores clásicos de historia de la arquitectura y el arte italiano como Eugenio Müntz, Melani, Lionello Venturi o F. Galazzi.32 (Imagen VII.19) Asimismo, y superando la visión reductiva de los manuales, existió otra bibliografía que tuvo difusión a escala local; valga como ejemplo el tratado italiano de Antonio Pedrini, donde lo tecnológico marcaba una fuerte impronta desarrollando los mecanismos que proporcionaba la ingeniería sanitaria para resolver los conflictos de la extensión y la densificación de las ciudades, en un repertorio que se iniciaba con una larga disquisición sobre los orígenes de la higiene pública, iba desde las redes de energía y saneamiento a los planes de trazado, pasando por la tecnología del hábitat y el estudio de alternativas para los barrios obreros. De especial interés resulta el análisis comparativo de los trazados y disposición de 87 casos de ciudades italianas; en definitiva el planteo se centraba en la confianza de resolución de las contradicciones del proceso de metropolización mediante los recursos de la técnica y de los trazados novedosos.33 Otro tratado de urbanismo, más francamente enrolado en la difusión de modelos de trazados y localizado en una biblioteca local, es de origen francés y corresponde a la década de 1920;34 aparece generosamente ilustrado con imágenes y planimetrías, exponiendo con mucha amplitud el tema. Se dedica una tercera parte del volumen a "Los planes de nuevas ciudades", bajo el subtítulo "Las ciudades-jardín" y desarrolla desde los ejemplos -en particular los ingleses Letchworth, Hampstead, York, Port Sunlight, Bourneville y algunos alemanes y franceses- los caracteres distintivos del modelo, a la vez que incorpora el discurso prescriptivo en el capítulo destinado a exponer cómo debe elaborarse el proyecto. Entre la bibliografía de referencia se encuentra la ya comentada obra de Raymond Unwin, Town Planning in Practice, de 1909, los tratados de Sitte y Stübben, el catálogo de la exposición de Berlín de 1910 preparado por Hegemann que mencionamos en el capítulo VI, todo lo cual resulta absolutamente coherente con la orientación del libro y constituye una forma de difusión alternativa de aquellos tratados y manuales alemanes menos accesibles. En el análisis de los conjuntos, el tratado no hace mención a las distintas escalas, ya que bajo el título de "Ciudades-jardín" y "Ciudades-jardín obreras", se incluyen todos los ejemplos, aún cuando la mayor parte constituyan claros casos de barrios-jardín; otra cuestión que caracteriza al tratado es la presentación formal y funcional del modelo, sin poner en consideración los aspectos ideológicos que estuvieron en la base de la idea howardiana. Por ejemplo, cuando se presenta el caso de la primera ciudad-jardín, se lo hace desde las estadísticas de población y los balances de superficies, para luego detenerse en aspectos puntuales: "En Letchworth /…/ las cuestiones de orientación no ocupan un lugar de honor. Se puede sin embargo destacar una calle principal con una plaza central que se orienta en la dirección óptima. Se puede observar además que allí donde las casas están aisladas y por tanto disponiendo de asoleamiento en todos sus frentes, esta cuestión no tiene igual importancia; aunque esto no es generalizable. Puede verse que numerosas calles están bordeadas de viviendas en sólo uno de sus lados, algunas sobre los dos frentes …", para más adelante concluir: "…es mucho más que una ciudad-jardín, es una verdadera ciudad que contiene todos los elementos de una aglomeración compleja".35

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En los primeros capítulos del manual de Caccia se reiteran las citas al libro de Stübben y vale recordar aquí el reclamo de plagio por parte de Stübben respecto del Manual Hoepli de Aristide Caccia, plagio al que hacen referencia COLLINS, G. y Ch. Camilo Sitte y el nacimiento del Urbanismo Moderno, Barcelona, Gili, 1980, p. 41. 33 PEDRINI, Antonio. La città moderna. Ad uso degli Ingegneri, dei Sanitari e degli Uffici Tecnici di Pubbliche Amministrazioni, Ulrico Hoepli, Milán, 1905. 34 REY, A. Augustin; PIDOUX, Justin; BARDE, Charles; La science del plans de villes, Lausanne - Paris, Ed. Payot Dunod, s/f. Este tratado también perteneció a la biblioteca de la Empresa J. Mai de Santa Fe. 35 Idem, pp. 359 y 381. Traducción propia. 432

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Para la época, y aunque hayan tenido menos peso que las fuentes antes mencionadas para las prácticas frecuentes del proyecto urbano, es importante marcar la realización de algunos eventos académicos que tuvieron trascendencia, como la celebración en Buenos Aires del Primer Congreso Argentino de la Habitación, organizado por el Museo Social Argentino en 1920, ya mencionado en el capítulo anterior.36 Vale reiterar que este congreso marcó un hito en la historia del urbanismo en Argentina; siendo la primera ocasión en que se articulan dos cuestiones claves para el desarrollo urbano, como son la vivienda social y el plan regulador, pero fue también cuando se impulsó por primera vez programáticamente la adopción del modelo ciudad-jardín, en lo que respecta a la expansión de la ciudad, los trazados, la legislación, etc. “La posibilidad de construir ciudades jardín en medio del campo y de barrios industriales periféricos, por fuera del centro urbano, estará presente en el momento de programar el crecimiento de la ciudad. De esta manera, se evitará la interferencia entre las distintas actividades que se desarrollan en las diferentes zonas de la ciudad /…/ Se propone impulsar /…/ la construcción de viviendas individuales a cargo del municipio y el fomento a la creación de barrios obreros y barrios jardín”.37

También en el capítulo anterior se vio detenidamente cómo desde el campo disciplinar y con tono prescriptivo, la prédica por la importancia del verde en la ciudad y por el interés de difundir el ideario de la ciudad-jardín fue también llevada adelante por la Asociación "Los Amigos de la Ciudad", fundada por el ingeniero agrónomo y paisajista argentino Benito Carrasco en 1925; esta experiencia dejó un importante saldo en el ámbito de los profesionales de la arquitectura y el urbanismo, por la gran difusión que tuvo su mensaje a través de la prensa (diario La Nación), las publicaciones especializadas y las conferencias que se dictaban. En 1923 Carrasco había publicado un libro fundamental dentro de su obra: Parques y Jardines, en el que interesa apuntar el capítulo dedicado al "Proyecto de ciudad moderna", donde la ciudad-jardín tiene un rol protagónico.38 Por otra parte, en el ámbito nacional se verifican algunos intentos que, sin llegar a un reconocimiento explícito de las influencias recibidas, pueden verse como gestos parciales, fragmentarios, de reelaboraciones del modelo; algunos de corte totalmente idealista, utópico y otros con franco potencial de concreción, pero en todos se vislumbra el sustento en el ideario de la ciudad-jardín.39 Entre ellos, la “Ciudad Anarquista” del periodista y pensador Joaquín Falconnet -un francés radicado desde muy joven en Argentina que publica bajo el seudónimo de Pierre Quiroule-, que en 1914 presentaba su novela utópica La Ciudad Anarquista Americana. Obra de construcción revolucionaria, con el plano de la ciudad libertaria40. La propuesta global de Quiroule pone en juego algunos aspectos sustantivos de la ciudad-jardín howardiana, en especial:

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BRAGOS, Oscar. “La primera generación de planes reguladores en la Argentina. Del arte urbano al urbanismo”. Ponencia presentada en el V Seminário de História da Cidade e do Urbanismo: Cidades: temporalidades em confronto; Campinas, 1998. Edición digital. Ver Capítulo VI, notas nº 141 y 142. 37 Citado por BRAGOS, O. Ibídem, p. 3. 38 BERJMAN, Sonia. "El pensamiento de Benito Carrasco. Hacia una teoría paisajística argentina", en revista DANA, nº 30, Resistencia, Instituto Argentino de Investigaciones en Historia de la Arquitectura y el Urbanismo, 1991. Ver Capítulo VI, notas nº 144 a 147. 39 Aunque sólo sea una mera coincidencia, resulta al menos sugestivo que el año de proyecto del Barrio Jardín Mayoraz (1928) sea el mismo en que se realiza la edición en Argentina de la novela utópica de Williams Morris, Noticias de Ninguna parte, por Ediciones La Protesta, de Buenos Aires. En realidad es también preocupación de este trabajo, detectar posibles vías de contacto entre el ideario generado y difundido en torno al modelo, el clima cultural local y el arquitecto proyectista del conjunto, por lo cual se están mencionando cuestiones que pueden parecer dispersas (teorías y modelos, obras literarias, manuales, etc.) pero en las que subyacen mensajes convergentes. 40 Ver un completo análisis de esta propuesta en: GUTIÉRREZ, Ramón. "La utopía urbana y el imaginario de Pierre Quiroule", en AAVV, Utopías Libertarias Americanas. La Ciudad Anarquista Americana de Pierre Quiroule. Madrid, Ediciones Tuero, 1991. Incluye también el texto completo de la obra de Quiroule. 433

"…la búsqueda de una síntesis que rescate los elementos positivos de la vida rural y de la urbana, que compatibilice los modos de producción industrial y artesanal, que posibilite las formas de convivencia armónica…"41.

La Ciudad Anarquista se organizaba a partir de una gran plaza cuadrada centralizada que contenía los edificios públicos -el Teatro, la Sala del Consejo y el Gimnasio-, de cuyos vértices partían las cuatro avenidas principales y estaba rodeada por dos anillos de instalaciones productivas; este centro, de planta fuertemente geometrizada, contrastaba con el cinturón residencial que lo rodeaba, donde aparecían las viviendas individuales ocupando espacios parquizados, de total indefinición formal, con perímetros curvos y conectados por una red laberíntica de senderos. Quiroule describía vívidamente este sector, que él denominaba la ciudad habitada: "Ésta formaba un parque inmenso alrededor de la ciudad industrial. Sus calles, exclusivamente destinadas a los peatones, eran caminos arenosos que serpenteaban a través de los jardines contiguos a cada casa. La disposición de las casas /…/ poética y racional era la distribución de las moradas anarquistas. Grupos de chalets surgían de distancia en distancia por entre las siluetas de las palmeras gigantes…"; a continuación se detiene en la vegetación del parque, que garantizaba las mejores condiciones de higiene, y asi: "…los comunistas vivían en una ciudad limpia, alegre y sana, donde el aire era oxígeno puro, no un compuesto horrible de miasmas y podredumbres".42

Otra coincidencia con la ciudad-jardín howardiana se daba en los tipos de vivienda individual con jardín, aunque la formalización y la selección tecnológica de la misma fuera totalmente diferente de la versión inglesa; "Mirando al sur /…/ el ojo sorprendido y maravilloso percibía entre el verde follaje de las arboledas una extraña aglomeración de deslumbradoras viviendas de cristal verde, amarillo y rojo, escalonadas en caprichoso desorden /…/ La arquitectura de estos chalets era una combinación feliz de estilos etrusco y japonés; tenían todos una ancha baranda o galería circular, sostenida por columnas de vidrios de colores combinados de bonito efecto decorativo. La techumbre /…/ estaba dispuesta interiormente en forma de bóveda luminosa…".43

La higiene y el desarrollo tecnológico serán tratados con insistencia, marcando en la descripción de las viviendas, particularidades que las tornaban revolucionarias: el uso de la energía eléctrica para fundir los chalets de vidrio, la rapidez de ejecución, los dispositivos de control climático, el sistema de instalaciones sanitarias, rasgos que ponen énfasis en la modernidad de la propuesta; a esto se incorporan los aspectos esenciales vinculados a un nuevo tipo de sociedad que reniega de la familia tradicional con los consiguientes cambios en la matriz funcional del hábitat individual y la idea de un espacio geográfico planificado y controlado. Cambios sociales y técnicos de los cuales resulta una abrupta renovación de la idea de vivienda, donde solamente el eclecticismo manifiesto en el lenguaje sorprende como el único rasgo de anclaje de la propuesta con su ámbito real de producción: la ecléctica y brillante Buenos Aires del Centenario. En el paso de la utopía literaria a la utopía realizable, pueden citarse algunos emprendimientos del Museo Social Argentino y de la Cooperativa "El Hogar Obrero"44 con la construcción de pequeños conjuntos suburbanos de viviendas compactas con jardín, logrando beneficios en los bajos costos de los terrenos y en obtener mejores condiciones 41

GUTIÉRREZ, R. “La utopía...”, Op. cit., p. 136. Gutiérrez encuentra varios aspectos que emparentan ambas propuestas. A los efectos de este trabajo se recortarán aspectos parciales de la obra de Quiroule, que se relacionan con el tema, sin pretender una presentación completa de la Ciudad Anarquista, ni mucho menos un análisis crítico de la misma. 42 QUIROULE, Pierre. "La Ciudad Anarquista Americana", edición facsimilar en AAVV, Utopías Libertarias Americanas. La Ciudad Anarquista Americana de Pierre Quiroule. Madrid, Ediciones Tuero, 1991, p. 46. 43 QUIROULE, P. Op. cit., pp. 17 y 48. 44 BALLENT, Anahí. Voces "Ciudad Jardín" y "Cooperativa El Hogar Obrero", en LIERNUR, Jorge F. y ALIATA, Fernando (comps.). Diccionario de Arquitectura en la Argentina (tomo C-D), Buenos Aires, Ediciones Agea, 2004, pp. 8083 y 169-170 respectivamente. 434

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higiénicas y ambientales; la gestación de estos conjuntos estaba influenciada por el modelo de ciudad-jardín, en tanto ciudad-alternativa con mejores condiciones de habitabilidad para los sectores populares, y por el proyecto social subyacente en el ideario de Howard, el que se había afianzado en los movimientos cooperativistas.45 Desde la Comisión Nacional de Casas Baratas46, se recurrió a este ideario para la elaboración de los conjuntos que promovió; la selección no se dio por sus contenidos sociales reformistas sino por la pregnancia de sus características formales y paisajísticas, dado que los trazados pintorescos de la ciudad-jardín desde el punto de vista estético, con su diversidad y su novedad, resultaban muy pertinentes para los ideales del momento, cuando estaba puesto en crisis el damero tradicional de las ciudades de fundación española, argumentando su falta de eficiencia y su monotonía.47 (Imágenes VII.12a y VII.12b) En particular se trata de los barrios Cafferata y Alvear, proyectados en 1917 y 1918, que asumieron carácter de laboratorio, con un trazado irregular de calles rectas y curvas, considerando al barrio como unidad funcional y morfológica, con espacios de equipamiento colectivo y disponiendo lotes individuales y tipos residenciales de casas compactas pintorescas con jardín. Ambos casos pueden considerarse transposiciones a pequeña escala del modelo establecido por Unwin y Parker para el suburbio-jardín de Hampstead. Tampoco puede soslayarse, aunque su raíz conceptual sea diferente, el proyecto para una ciudad industrial que en 1924 publican Alberto Prebisch y Ernesto Vautier en la Revista de Arquitectura de la Sociedad Central de Arquitectos48. Si bien esta propuesta reconoce antecedentes específicos en el proyecto de Cité Industrielle de Tony Garnier49 y su arquitectura se aproxima más al racionalismo centro-europeo, no puede desconocerse la influencia del modelo ciudad-jardín en el trazado, en la disposición general de las viviendas agrupadas en torno a plazoletas, en el valor del verde, en las calles sin salida, de lo que se infiere un clima cultural propicio a este tipo de intervenciones. (Imágenes VII.18a y VII.18b) En general se han mencionado esbozos parciales y focalizados de aplicación del modelo ciudad-jardín en el país; en el capítulo anterior se lo vio utilizado como solución para las nuevas áreas residenciales en los planes de Benito Carrasco para Mendoza, Córdoba y Concordia, pero a mediados de los años ‘20 se produciría un reconocimiento de mayor escala: el "Plan Regulador y de Reforma" de la ciudad de Buenos Aires, elaborado por la Comisión de Estética Edilicia (creada dos años antes por el intendente Carlos Noel) que contó con el asesoramiento del paisajista francés J. C. Forestier, asumió a la ciudad-jardín como modelo de organización para los barrios residenciales periféricos. El plan, como se vio en el capítulo anterior, marcaba una diferencia entre el centro monumental, proyectado desde los principios de la 'city beautiful' norteamericana y la periferia que se construía a partir del modelo de la ciudad-jardín e interesa entenderlo como una instancia de institucionalización del modelo en el ámbito público y profesional, a escala de la más importante ciudad argentina.50 (Imágenes VI.29a, VI.30 a VI.32)

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Ibídem, p. 81. Organismo creado por Ley Nacional en 1915, siendo el primer intento de intervención estatal para la solución del problema de la vivienda popular. Ver: LIERNUR, Jorge F. Voz "Comisión Nacional de Casas Baratas" en LIERNUR, Jorge F. y ALIATA, Fernando (comps.). Diccionario de Arquitectura en la Argentina (tomo C-D), Buenos Aires, Ediciones Agea, 2004, pp. 133-138. 47 BALLENT, A., Voz "Ciudad Jardín", en Op. cit., p. 81. 48 PREBISCH, Alberto; VAUTIER, Ernesto. "Ensayo de Estética Contemporánea", en Revista de Arquitectura nº 47, Buenos Aires, noviembre de 1924, pp. 405 a 419. 49 Para un pormenorizado análisis crítico-comparativo de ambas propuestas ver: NOVICK, Alicia. "La ciudad como arquitectura. La citè azucarera de 1924", en AAVV. Alberto Prebisch. Una vanguardia con tradición, Buenos Aires, Cedodal, 1999. 50 Ver Capítulo VI, nota nº 134. 46

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VII. 4) La vivienda popular En Argentina el tema de la vivienda para sectores populares (también denominadas “casas baratas”) reconoce muy escasos antecedentes previos al siglo XX. Con excepción de algunos pocos ejemplos, tales como las viviendas para obreros construidas por las compañías inglesas de ferrocarriles y otras encaradas en los pueblos industriales (forestales, azucareros), en general la vivienda individual para el trabajador fue un tema de preocupación recién ya entrado el siglo XX. Higienismo y reformismo se constituyen en dos cuestiones centrales dentro de este debate donde convergen numerosas disciplinas;51 será entonces cuando las casas del Museo Social Argentino, de la Comisión Nacional de Casas Baratas o de la Cooperativa "El Hogar Obrero", experiencias todas que se habían dado en las primeras décadas del siglo XX, pongan en discusión el tema y la necesidad de su abordaje desde políticas de estado o estrategias cooperativistas, que consideren la posibilidad de acceso del trabajador a la vivienda propia individual. Al igual que lo dicho para la difusión del modelo ciudad-jardín y mucho más decididamente en este caso, el apogeo de los desarrollos en el tema se verá recién promediando el siglo XX, y especialmente durante la década peronista (1945-55); no obstante interesa aquí presentar la producción de las tres primeras décadas del siglo, a fin de ubicar el caso de estudio en un desarrollo general. (Imagen VII.11)

La ya mencionada Comisión Nacional de Casas Baratas creada en 1915,52 es la primera iniciativa concreta del estado nacional en la materia y, más que intentar resolver el déficit por la vía de la ejecución de viviendas, para lo que tampoco disponía de un presupuesto adecuado, encaró su tarea generando exenciones impositivas para los emprendimientos privados pasibles de encuadrarse en la producción de vivienda popular y ejerció un rol pedagógico en cuestiones relativas a un hábitat higiénico a la vez que económico e impulsó la experimentación sobre prototipos que luego podían ser aplicados por la iniciativa privada. Como organismo nacional tenía jurisdicción inicialmente sólo en la Capital Federal, la que luego se extendió a los territorios nacionales (áreas de muy baja ocupación como la Patagonia) con un mínimo efecto en los mismos; la Comisión no interfería con las jurisdicciones provinciales, que constituían las zonas más pobladas del interior del país, y que en la mayoría de los casos no tenían políticas propias sobre el tema. Cuando la Comisión se disolvió en 1943 no había alcanzado a construir mil unidades de vivienda en los casi treinta años en que tuvo desempeño, en una acción que resultó absolutamente insuficiente en relación a la magnitud del problema que se afrontaba.53 (Imágenes VII.12a y VII.12b)

Otro aporte importante en términos de experimentación de tipologías y modos de agrupamiento se produce desde a Municipalidad de Buenos Aires, donde se convocan numerosos concursos en la década de 1920 para la construcción de barrios populares tanto de viviendas colectivas como individuales agrupadas; por su propia condición, estos concursos son un ámbito propicio para la renovación de las ideas en la materia, especialmente en el estudio de distintas lógicas de agrupamiento y eficacia en el prototipo. Este será el ámbito inicial de desarrollo de Fermín Bereterbide, fundamental para el caso de

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Sobre la importancia del pensamiento higienista en las transformaciones urbanas en el país, ver Capítulo IV, notas nº 24 a 30. 52 Este organismo oficial se creó por ley nacional nº 9677 impulsada por un legislador cordobés, el diputado Juan Félix Cafferata; la actuación política previa de Cafferata en su provincia, lo había puesto en contacto con los ambientes intelectuales de la Universidad Nacional de Córdoba de donde surgieron las primeras iniciativas en el campo de la vivienda obrera en el país, como se verá más adelante. CAFFERATA, Juan F. “La vivienda obrera en Córdoba” en Revista de la Universidad Nacional de Córdoba, año III, nº 5, Córdoba, julio de 1916. 53 BALLENT, Anahí. Las huellas de la política. Vivienda, ciudad, peronismo en Buenos Aires, 1943-1955. Buenos Aires, UNQui, 2005, pp. 56-57. 436

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estudio, así como de otros arquitectos como Alberto Prebisch y Ernesto Vautier, que ya vislumbraban la importancia disciplinar del tema.54 Aunque cuantitativamente su producción no es relevante y aunque su acción se circunscribe a la ciudad de Buenos Aires y su área metropolitana, la Cooperativa “El Hogar Obrero”, ideológicamente afín al Partido Socialista, fue pionera en la preocupación por el tema de la vivienda popular, planteando al cooperativismo como otra modalidad, alternativa al programa estatal, para la construcción de casas económicas para sectores populares y experimentando desde el plano arquitectónico en tipologías y soluciones que renovaran el repertorio disponible en el tema; es por esto que, pese a la magra cantidad de viviendas concretadas, destaca su trayectoria. Se había creado en 1905 como cooperativa de construcción y crédito en base a un capital constituido por el ahorro popular; en un primer período, hasta 1914, se construyeron en base a créditos individuales, apenas unas 38 viviendas en cuatro pequeños conjuntos ubicados en áreas suburbanas, donde se experimentó la aplicación del prototipo de casa compacta apareada y de otros en tira de dos plantas con resultados novedosos. Coincidiendo con el período que nos ocupa, en una segunda etapa (1915-1930) la cooperativa encara la construcción de casas colectivas concretando un total de 78 viviendas en dos conjuntos, articulando las viviendas en lotes de cuatro pisos ubicados transversalmente en el ancho del lote, separados por áreas de patio; la localización ya no admite el terreno suburbano y se insertan en sectores de media y alta densidad de ocupación.55 En el ámbito de la empresa privada, en 1913 se creó en Buenos Aires la Compañía de Construcciones Modernas que, subsidiada por la Municipalidad y beneficiada por la ley de exención de impuestos aduaneros para los materiales importados que se emplearan, firmó un contrato con el municipio para la construcción de 10.000 viviendas económicas para la venta a sectores obreros, agrupadas en conjuntos pero ocupando lotes individuales, los que debían emplazarse en tierra urbanizada. Los primeros pasos de la Compañía coincidieron con la depresión contemporánea a la Primera Guerra Mundial, por lo que el ambicioso proyecto debió demorarse hasta la década siguiente, en la cual entre 1924 y 1927 se levantaron unas 4.000 viviendas en loteos eminentemente especulativos.56 (Imagen VII.12c) En esta primera etapa no llegó a saldarse, en el marco del hábitat popular, el debate entre la opción por la vivienda individual o la vivienda colectiva, persistiendo los argumentos decimonónicos en torno de la higiene como principal defensa de unas y otras; dada la demorada legislación de propiedad horizontal en el país (1948), en este momento la posibilidad de tener la casa en propiedad se restringía a la vivienda individual y la colectiva indicaba inquilinato. Los prototipos diferían obviamente según la condición, pero en general se privilegió el planteo compacto, tanto de una como de dos plantas, en lotes pequeños. La Compañía de Construcciones Modernas desarrolló un único prototipo compacto en lotes cuadrados de 8,66 metros de lado, desarrollado en dos plantas y ocupando un 70% del terreno disponible. El pintoresquismo, también denominado “estilo chalet”, fue la expresión dominante en las casas individuales de este período, tanto las de la Compañía como las construidas por la Comisión; destacan las cubiertas inclinadas de tejas francesas 54

El antes mencionado proyecto experimental para una ciudad azucarera en Tucumán, que presentaban los arquitectos A. Prebisch y E. Vautier interesa también desde el punto de vista de la propuesta de un prototipo de vivienda compacta que pretende aproximarse a las experimentaciones contemporáneas europeas en el tema; y es notable la similitud entre estos prototipos compactos y los que propone Bereterbide para el Barrio Mayoraz. PREBISCH, A.; VAUTIER, E. Op. cit., pp. 412 a 418. 55 BALLENT, Anahí. Voz: "Cooperativa El Hogar Obrero", Op. cit., pp. 169-170. En realidad el período siguiente de la cooperativa entre 1930-1945, por fuera del que nos ocupa, iba a ser el de mayor suceso en la historia de la arquitectura en el país, con la intervención en el proyecto de casas colectivas de arquitectos de renombre nacional como Wladimiro Acosta y el propio Fermín Bereterbide. 56 GUTIERREZ, Ramón. Buenos Aires. Evolución Histórica, Buenos Aires, Escala, 1992, p. 169. 437

de fuerte pendiente resueltas en varios faldones, los revoques moldurados imitando sillería de piedra y las aberturas enmarcadas, todo lo cual, en la escala de conjunto, aportaba fuerte diferenciación de estos barrios de factura unitaria, respecto de la vivienda individual predominante en las ciudades argentinas en esos años, donde la constante era la casa italiana con fachada telón y vestíbulo o la más modesta casa en tira retirada de línea municipal, según la zona y el poder económico de los propietarios. En Córdoba se dieron avances importantes en el debate sobre la vivienda obrera desde los primeros años del siglo XX, en tanto fue preocupación de los grupos de intelectuales de la Universidad Nacional (higienistas, abogados) en el círculo de J. Bialet Massé y Joaquín V. González, pioneros en la creación de una cátedra universitaria de Derecho Laboral (1904) y en la legislación laboral en el país. En ese círculo la cuestión de la vivienda del trabajador y las condiciones de su hábitat fueron centro de especulaciones y son muy conocidas las denuncias de Bialet sobre la condición de los conventillos y la conciencia despertada en torno a la necesidad de lograr una solución.57 Esto generó también interés de parte de los grupos políticos conservadores, desde donde el diputado Félix Garzón Maceda impulsó la ley provincial nº 1.951 de 1907 para la construcción de casas obreras individuales por el gobierno provincial y teniendo como ente ejecutor a la Dirección de Obras Públicas; preveía que el estado provincial dispusiera los fondos para levantar las viviendas, las que serían vendidas a precio de costo a familias obreras en cuotas mensuales fijas, reservando la provincia hasta un tercio del número total de viviendas que se ejecutaran, a efectos de alquilarlas a quienes estando necesitados, no tuvieran condiciones de adquirentes. La ley coincidió con la gobernación de Ortíz y Herrera, ex-Rector de la Universidad de Córdoba, cuando se dispuso de las primeras partidas presupuestarias para la construcción de pequeños conjuntos en terrenos fiscales, no obstante, en los primeros diez años de vigencia de la ley apenas se alcanzaron a construir cincuenta casas.58 En ese mismo marco y con proyecto de Juan Kronfuss, arquitecto húngaro afincado en Córdoba, decidido admirador de la arquitectura colonial, se concretó entre 1921 y 1923 un conjunto de 99 viviendas obreras en el barrio de San Vicente; se previeron seis prototipos que variaban de acuerdo a la cantidad de habitaciones, a la posición del ingreso y a la situación del lote (esquinero o entre medianeras) pero en todos los casos se trataba de casas en dos plantas que, sin llegar al planteo compacto, constituían una alternativa de transición entre éste y la casa de patio lateral con habitaciones en línea. Las viviendas, cuya morfología puede considerarse una aproximación al estilo neocolonial, fueron reconocidas por haberse cuidado en ellas todas las condiciones higiénicas y de confort, y lo más novedoso del caso se daba en el cuidadoso proyecto de instalación sanitaria (interceptores de grasa, cámaras sépticas) y la buena calidad de los materiales de terminación, rasgo inusual en viviendas populares.59 (Imagen VII.11, arriba) Existieron en Córdoba otros emprendimientos, uno de ellos encarado por el municipio muy tempranamente, en 1889, en dos manzanas de terreno en un borde al suroeste del área urbana, en que se concretaron pequeñas células muy elementales de habitaciones nucleadas en torno a un patio, con un inusual fraccionamiento de la manzana que contemplaba lotes internos y frentistas; además la Municipalidad dictó en 1905 una ordenanza que disponía la exoneración de impuestos y otras franquicias sobre este tipo de 57

“...yo estimo que cada conventillo es una cadena que ata a la libertad humana; una ratonera que se arma contra el pudor y la virtud del pueblo.” BIALET MASSE, Juan. Informe sobre la situación de la clase obrera en el interior de la República, Buenos Aires, A. Grau, 1904. 58 Según la enumeración de emprendimientos que presenta Marina Tarán, posteriores a la sanción de la ley. Ver: TARAN, Marina. “La vivienda económica en Córdoba 1880-1925”, en revista DANA, nº 15, Resistencia, 1983, pp. 54-55. 59 TARAN, Marina. “Primer Barrio Obrero de Córdoba”, en revista DANA, nº 7, Resistencia, 1979, pp. 45 a 55.

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construcciones. En la acción privada, también se dieron contemporáneamente a la obra provincial algunos emprendimientos de asociaciones benéficas y cooperativas, como la Asociación Católica de Artesanos y la Asociación Vicentina, con magro resultado en términos de cantidad, llegando apenas a concretar unas 120 casas. Es importante reiterar que la ley provincial cordobesa fue la primera en el país en su tipo y que Córdoba constituyó, indudablemente, un ámbito donde el tema de la vivienda obrera tuvo una difusión temprana y altamente productiva en términos conceptuales, debiéndose recordar que el principal impulsor de la ley nacional de casas baratas, que creó la Comisión en 1915, fue precisamente un diputado nacional por Córdoba, el conservador Juan Félix Cafferata, por quien lleva ese nombre el primer barrio construido en Buenos Aires por ese organismo.60 Siguiendo con el interior del país, hubo otras ciudades donde el tema tuvo un desarrollo importante y dio lugar a un incremento considerable del parque habitacional; tal el caso de Rosario, donde en los años ’20 el municipio encaró la construcción de casas baratas a través de un ente autárquico, denominado La Vivienda del Trabajador, que solventaba la empresa emitiendo bonos con respaldo municipal; asimismo se firmó un contrato con la Compañía de Construcciones Modernas para levantar 1.200 viviendas obreras en área urbanizada. No obstante el gran motor de la expansión en Rosario fueron los indiscriminados loteos especulativos periféricos, en los que el impulso a la edificación lo daba la exención de impuesto a la construcción, el estar eximidos también de la intervención de un profesional ya que recibían el proyecto del prototipo como parte de la compra del lote y algunas líneas de créditos para viviendas.61 En Tucumán hubo un temprano emprendimiento en 1908 cuando el Departamento de Obras Públicas municipal, desarrolló los primeros proyectos para viviendas de obreros y empleados, tratando de incentivar la construcción de pequeños conjuntos por parte de empresarios locales; se diseñaron varios prototipos de diferente superficie y número de locales que cumplían con exigencias higiénicas de acuerdo a los preceptos de la época, quedando los aspectos formales, especialmente la fachada a elección del propietario; la modalidad de eximir de impuestos por 10 años a quienes construyeran grupos de más de 10 casas y el premio establecido para quien construyera mayor cantidad antes del 9 de Julio de 1916, fecha del centenario de la Independencia nacional, fueron los incentivos que el municipio previó para generar una dinámica de construcción de este tipo de viviendas acorde a las necesidades de la época.62 Una acción similar, aunque más amplia, se dio de parte de la Municipalidad de Mendoza, donde una ordenanza impulsada por el intendente Ceretti (1905) dispuso la exoneración de impuestos por cinco años a quienes construyeran este tipo de viviendas, a lo que se sumaba la exención de tasas por servicios públicos por el mismo lapso, premios a la cantidad de casas construidas y la determinación de los valores máximos que se podían cobrar por los alquileres.63 No obstante, estas tempranas normas en las que coincidieron muchas ciudades argentinas, no tuvieron un efecto lo suficientemente contundente como para paliar de modo significativo el déficit habitacional de los sectores trabajadores; de hecho en 1920, a quince años de distancia de las ordenanzas municipales, el ya citado Primer Congreso Argentino de Habitación, en el que entre los temas prioritarios figuró la preocupación por vivienda social, reclamó en sus conclusiones a las autoridades de los principales municipios del país, que se asumiera como compromiso oficial la construcción de casas para obreros que reunieran 60 Fue precisamente en el campo jurídico y en cuestiones de higiene y salubridad de la habitación donde Córdoba tuvo una acción precursora, ya que en cantidad de unidades apenas se alcanzaron a levantar 331 viviendas obreras en la ciudad entre 1907 y 1925, sumando las de la órbita estatal (provincial y municipal) y la privada. TARAN, M. Op. cit., (1983), p. 55. 61 RIGOTTI, Ana M. Voz: “Rosario”, en LIERNUR, Jorge F. y ALIATA, Fernando (comps.). Diccionario de Arquitectura en la Argentina (tomo O-R), Buenos Aires, Ediciones Agea, 2004, pp. 199-200. 62 PATERLINI de KOCH, Olga. "San Miguel de Tucumán 1565-1930: la gestión de la ciudad", Tesis doctoral defendida en la Universidad Nacional de Tucumán en mayo de 2006; director: Alberto Nicolini. Cap. IV, p. 71. 63 PONTE, Ricardo. Mendoza, aquella ciudad de barro. Mendoza, Edic. municipal, 1987, p. 320.

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condiciones de economía, confort e higiene adecuadas y que se emprendieran acciones decididas en pos de la eliminación de los conventillos.64 En el campo académico y de la corporación profesional, el tema comienza a ser tratado en los congresos panamericanos de arquitectos, que ya desde su primera reunión en Montevideo en 1920 se refieren al tema integrando la Comisión IV sobre “Casas Baratas urbanas y rurales en América”; entre las conclusiones de dicha comisión aparece un primer asunto que es un enunciado de principios, respecto de que se fomenten este tipo de edificios “...con el apoyo moral, legal y pecuniario de los Gobiernos”, pero luego se apunta a dos cuestiones técnicas claves: anteponer la exigencia de que dichas casas, cuando sean urbanas, se construyan agrupadas en terrenos que cuenten con la infraestructura de servicios adecuada (saneamiento, energía eléctrica y pavimentos) y reclamar a los organismos pertinentes una actualización de las normas vigentes (respecto de alturas mínimas, materiales, dimensiones de locales, etc. pensadas para viviendas de clase media) que permitiera abaratar las construcciones.65 En el segundo congreso, celebrado en Santiago de Chile en 1923, el tema vuelve a ocupar la agenda y la reflexión se centra en presentar el dominio del tema de la vivienda obrera como una exigencia ética para el arquitecto; otro campo de trabajo fue la legislación y la formación de instituciones de seguro y crédito para la habitación.66

VII. 5) Fermín Bereterbide y la vivienda popular El interés de Juan Mayoraz por generar una acción diferenciada respecto de emprendimientos inmobiliarios precedentes y que contuviera una fuerte carga significativa, lo impulsa, sin dudas, a buscar un arquitecto de renombre y con antecedentes en el tema, todo lo cual resultaba casi inédito en una ciudad provinciana. Fermín Bereterbide67 había nacido en Buenos Aires en 1899 y se había graduado muy joven, en 1918, en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires. En el conjunto de su producción, la década de 1920 aparece marcada por su dedicación al tema de la vivienda popular, que puede darse por iniciado cuando resulta ganador del primer premio de un concurso organizado por la Unión Popular Católica Argentina, para la construcción de un edificio de viviendas colectivas en el barrio de Flores en Buenos Aires. El planteo se articulaba en cuatro niveles con un bloque continuo perimetral al perfil de la media manzana que ocupaba el conjunto y tres pabellones hacia el interior del predio. Este concurso se realizó en 1920 y el barrio se construyó casi inmediatamente, constituyendo una muy temprana experiencia para su autor, a la vez que un ejemplo relativamente novedoso para el país. En 1923 proyectó algunos prototipos de viviendas económicas encargados por la Municipalidad de Buenos Aires y dos años más tarde, en 1925, intervino en otros tres concursos organizados por la misma Municipalidad para levantar conjuntos habitacionales, similares al primero de Flores, en los barrios Los Andes, nuevamente Flores y Palermo; en los tres obtuvo sendos primeros premios, aunque sólo se construyó el primero de éstos. (Imágenes VII.21a a VII.21e) Por otra parte Bereterbide mantuvo estrecha vinculación profesional con la ciudad de Rosario (donde en la década siguiente llegó a dictar cátedra en la Facultad de Arquitectura 64

BRAGOS, O. Op. cit., p. 5. “Conclusiones sancionadas por el Primer Congreso Panamericano de Arquitectos”, en Revista de Arquitectura, nº 69, Buenos Aires, setiembre de 1926, p. 344. 66 “Conclusiones del II Congreso Panamericano de Arquitectos”, en Revista de Arquitectura, nº 70, Buenos Aires, octubre de 1926, p. 397 67 Sobre la figura de Fermín Bereterbide puede verse: MOLINA y VEDIA, Juan. F. H. Bereterbide, arq. La construcción de lo imposible, Buenos Aires, ed. Colihue, 1997. También BALLENT, Anahí. Voz "Bereterbide, Fermín H.", en LIERNUR, Jorge F. y ALIATA, Fernando (comps.). Diccionario de Arquitectura en la Argentina (tomo A-B), Buenos Aires, Ediciones Agea, 2004, pp. 148-152. 65

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de la Universidad Nac. del Litoral); en Rosario, además de numerosos proyectos de residencias particulares, en su mayoría no construidos, realizó en 1923 el estudio de diez prototipos de viviendas de clase media (petit hotel) para el Banco El Hogar Argentino. Con estos antecedentes, Bereterbide llega al encargo de Mayoraz con una amplia experiencia en materia de vivienda popular, incomparable con otro arquitecto argentino de la época. Esto queda de manifiesto en la exactitud y el cuidado de la redacción del catálogo de presentación al que se ha hecho referencia, donde es claro que, tanto en las descripciones como en las especificaciones técnicas, se demuestra un amplio dominio del tema. En Santa Fe, la contratación de arquitectos prestigiosos de Buenos Aires era más o menos habitual cuando se trataba de proyectar edificios públicos, religiosos o grandes residencias particulares, pero nunca había sido requerida la participación de un profesional, ni siquiera del medio local, para barrios populares68. En el caso de Bereterbide, al margen de su experiencia concreta, resulta indudable que existía un conocimiento del modelo urbano de la ciudad-jardín en el nivel de profundidad que trascendía la mera cuestión morfológica, ya que entre sus antecedentes previos al proyecto de Mayoraz, pueden contarse el haber sido miembro de la ya citada Asociación Amigos de la Ciudad y debe considerarse su proximidad a los emprendimientos del Museo Social Argentino, su participación en la Comisión de Casas Baratas de los congresos panamericanos y sus trabajos con Ernesto Vautier (uno de los autores de la “ciudad azucarera” ya mencionada) con quien publicará más tarde, en 1933, un artículo de amplia difusión que da cuentas de un vasto conocimiento disciplinar y un fluido manejo de casos paradigmáticos. Para entonces su definición de “barrio obrero” ideal, inspirada en la Cité Industrielle de Tony Garnier, proponía: “Conjunto armónico de casas individuales privadas y edificios públicos dispuestos ordenadamente en un parque, sin cercos particulares, siendo el suelo de propiedad comunal. El uso del terreno se alquila. Solución ideal de la posesión del suelo. Las prerrogativas de la propiedad privada constituyen una tradición artificiosa que pesa como un lastre negativo frente a las exigencias de la urbanización moderna.”69

Con respecto al tema de la unidad de vivienda, manteniendo coherencia con el modelo urbano del barrio-jardín por el que había optado, Bereterbide no comulgaba en los años 1920-30 con las experiencias de la vanguardia europea que, sobre fines de la década, se integraban en los CIAM;70 es importante apuntar la coincidencia cronológica a la vez que la absoluta discrepancia morfológica y funcional entre sus proyectos de barrios obreros y las acciones que la vanguardia más radicalizada estaba llevando adelante en Europa, muy especialmente en algunos municipios alemanes como Frankfurt o Berlín, que avalados por la constitución de la República de Weimar administraban la tierra urbana con el fin de generalizar el derecho a la vivienda, de la mano de paradigmáticas figuras como Ernst May o Martin Wagner.71 No encontramos ninguna aproximación entre sus prototipos individuales o colectivos y la experimentación focalizada en la vivienda de esos mismos grupos 68

La singularidad que supuso la encomienda de la tarea a Bereterbide en el provinciano medio santafesino, podría ser comparada, salvando las distancias y escalas, a lo que significó para Sao Paulo en franca metropolización, la contratación de Unwin y Parker para el proyecto de Jardim América, la primera ciudad jardín trazada en Sudamérica por iniciativa de una empresa de capitales europeos, en 1913. Ver WOLFF, Silvia Ferreira Santos. Jardim América: o primeiro bairro-jardim de Sao Paulo e sua arquitetura. Sao Paulo, Editora da Universidade de Sao Paulo, 2001. 69 BERETERBIDE, Fermín H. y VAUTIER, Ernesto. “Urbanismo”, en Revista de Arquitectura nº 146, Buenos Aires, febrero de 1933, pp. 52 a 76. Otra versión de este trabajo se publicó al año siguiente, en formato folleto, por el Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires. 70 No se trata de una posición particular de Bereterbide; es importante considerar que para 1928 ningún arquitecto argentino aparecía vinculado en forma activa a los grupos de vanguardia europeos; es el año en que llegará al país Wladimiro Acosta (arquitecto ruso formado en Italia y Alemania), el único que para entonces había experimentado en vivienda en la línea de la vanguardia y que a mediados de la década siguiente trataría de formar una representación argentina a los CIAM. La arquitectura moderna recién tendría un desarrollo sostenido en el país a partir de 1930 y la participación activa en los CIAM se produciría después de la Segunda Guerra Mundial. 71 AYMONINO, Carlo. La vivienda racional. Barcelona, Gili, 1973, pp. 9 a 73. 441

weimarianos, el muy investigado existenzminimun, que logra poner a punto un esquema tipológico racionalizado, con mínimos estándares para resolver eficazmente la residencia. Ni en el plano funcional-dimensional, ni en lo tecnológico, ni en su estética, las viviendas y los conjuntos que Bereterbide proyectó en el período 1920-27 rozan la experiencia alemana. En cambio es notable su aproximación a la producción italiana de Case Popolari, que contemporáneamente se desarrollaba en Italia, especialmente en el plano morfológico y en las lógicas de articulación y escala de los conjuntos propuestos.72 La preocupación por el tema se remontaba en Italia a las últimas décadas del siglo XIX, en general impulsado por asociaciones civiles vinculadas al ideario socialista, que lo vinculan a un cuerpo global de reivindicaciones por los derechos del trabajador; tal el caso de L’Umanitaria, creada en Milán en 1893, que una década más tarde construyó los primeros barrios. (Imágenes VII.20a a VII.20c) En la órbita estatal, en 1903 se creó el Istituto delle Case Popolari, que luego se transformaría en el Istituto Fascista Autonomo delle Case Popolari, que concretó sus principales desarrollos en Milán y Roma, aunque con experiencias en la mayor parte de las ciudades italianas; el tema fue adquiriendo difusión a través de manuales, como el antes citado de Aristide Caccia, pero antes aún, en 1909, se había comenzado a publicar en Milán la revista mensual Le case popolari e le città giardino, que analizaba el problema de la vivienda obrera y los modelos de agrupamiento en sus distintas aristas (sociológica, urbanística, arquitectónica, tecnológica, etc.) o, en el mismo sentido, Le case a buon mercato e le città giardino, el libro de Alessandro Schiavi, director del instituto en Milán y anterior director de L’Umanitaria, de 1911, realizado en base a la experiencia concreta y que atendía los aspectos sociales, urbanísticos y jurídicos, a manera de balance.73 Toda esta experiencia, conocida por Bereterbide, influyó de manera evidente en su producción de la primera época, que es la que, dada la ubicación cronológica del caso en estudio, nos interesa revisar aquí. Poco antes de realizar el proyecto para Mayoraz, Bereterbide presentó una ponencia con el título de “Casas Económicas”, en el Tercer Congreso Panamericano de Arquitectos que tuvo lugar en Buenos Aires en julio de 1927; algunas de las elaboraciones de esta ponencia, en especial las que refieren a cuestiones de prácticas constructivas y disposiciones generales, formaron luego parte del texto que introdujo el catálogo de barrio de Santa Fe. 74 Bereterbide centraba en la reducción de costos la factibilidad de encarar la construcción de casas populares y presenta un desglose minucioso de todos los rubros que componían la edificación de una vivienda de ese tipo, indicando los modos de realizar las máximas economías posibles, recurriendo a la racionalización de las técnicas de construcción tradicionales y a la “simplificación y supresión de todo lo superfluo”. Se ponen en claro los criterios que aplicaba el arquitecto respecto de la elección tipológica, tanto de conjunto como individual, al tomar como indicador de diseño los hábitos de los grupos sociales a los que iban dirigidas las viviendas, requiriendo soluciones convencionales que en mucho se aproximaban a las viviendas tradicionales; con esto, se concluía en la imposibilidad de adoptar los modelos de viviendas mínimas europeas, aunque a éstas se haga una referencia genérica, sin precisar a cuál de las tantas experimentaciones que por entonces se desarrollaban en Europa se está haciendo mención. “Nuestras características y hábitos han determinado un tipo de departamento económico que sólo difiere en detalles de los departamentos de las casas de renta corrientes /.../ no nos permiten la aplicación de un tipo comparable con los de las /casas/ colectivas europeas...”75 72

BALLENT, A. Voz: “Bereterbide, Fermín H.”, Op. cit., p. 149. SICA, Paolo. Historia del Urbanismo. El siglo XX, 2ª ed., Madrid, Instituto de Estudios de Administración Local, 1981, pp. 71 a 73. Ver también: “Il centenario delle case operarie dell’Umanitaria”, en Quaderno 3, Milán, enero de 2006. 74 BERETERBIDE, Fermín H. “Casas Económicas”, en III Congreso Panamericano de Arquitectos – Actas y Trabajos, Buenos Aires, 1927, pp. 326 a 336. 75 Ibídem, p. 327. 73

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El otro aspecto al que atiende Bereterbide es el de la opción formal, del prototipo o del conjunto, según el caso, y presentaba a ésta como totalmente condicionada por la ecuación de optimización económica. En tal sentido, además de la eliminación de lo “superfluo”, entraban en juego análisis comparativos de costos que llevaban a ciertas elecciones, las que terminaban por definir el aspecto formal de las construcciones; por ejemplo en el caso de las cubiertas, la opción entre la cubierta plana o el tejado tipo Marsella no respondería al gusto del arquitecto sino a que ésta última, aun con un costo inicial mayor, tenía luego un costo de mantenimiento más reducido; en todo momento la ponencia de Bereterbide al III Congreso Panamericano, hace el máximo énfasis en mostrar la cuestión como un problema eminentemente técnico, objetivo, factible de ser resuelto mediante el recurso de la racionalización constructiva.

VII. 6) Los barrios obreros en la tradición urbana local Otro aspecto en el que el Barrio Mayoraz marca diferencias con la tradición urbanística local es el de haberse proyectado el agregado edilicio en simultaneidad con el parcelamiento; no se reconocen otros casos con este tipo de operatoria, al margen de algunos pocos intentos de construcción de "casas para obreros", en los que se sumaba a la acción urbanizadora el interés por asentar una tipología repetitiva generada por una acción empresarial o estatal unitaria. Estos pocos ejemplos sirven también para ubicar el caso de estudio respecto de un universo más amplio, que sería el de los barrios de “casas baratas” en la historia urbana de la ciudad. La primera iniciativa en este sentido había correspondido a una muy temprana propuesta del intendente Larguía, analizada en el capítulo II, de trazar un boulevard de circunvalación en torno al centro de la ciudad y en sus bordes levantar "casas para obreros", en lotes a doble frente de 10x50 varas.76 Los terrenos serían loteados y vendidos por el municipio a los particulares en cuotas, destinándose la recaudación al pago de los intereses del capital invertido en la expropiación de las tierras para el boulevard, las mensuras, las obras complementarias de urbanización (adoquinados, drenajes y parquización) y la amortización de la deuda. De este modo se pensaba dar la posibilidad de acceso a tierra bien ubicada y a bajo costo, a los sectores de menores recursos, tendiendo a incentivar el avance de la urbanización. Esta iniciativa no llegó nunca a concretarse como tampoco lo hizo el boulevard de circunvalación, pero puede suponerse su impacto en tanto idea que tendía a impulsar el proceso de expansión urbana, vinculando modernización, higiene y tecnología del transporte (por el eje del boulevard corría una línea de tranvías) como paradigmas del progreso urbano que luego se verifican en otras propuestas. A pocos años de distancia de este proyecto del intendente Larguía, surgió el del empresario de transporte José Velar, quien disponía desde 1886 de una concesión municipal para instalar una línea de tranvías a caballo, de la que se inauguró el primer tramo en marzo de 1889. En torno a la estación de esta empresa, denominada Tranvía "Progreso", Velar proyectó la construcción de un conjunto de sesenta casas para obreros, de las que llegaron a concretarse apenas unas pocas.77 El empresario se encontraba asociado con Paulino Llambí Campbell e instalaron la estación de esta compañía en un terreno propiedad de este último, bastante alejado del área central, sobre el entonces boulevard Gálvez de reciente trazado; alrededor de la estación se debía generar un primer núcleo de desarrollo periférico, comenzándose por la construcción, en la misma manzana, de un conjunto de ocho viviendas financiadas por el Banco de Crédito Territorial, de cuyo directorio Llambí 76 77

"Un Gran Proyecto", en La Revolución, Santa Fe, 29/03/1887 y 31/03/1887, p.1. Ver Capítulo II, apartado II.3. ACDM-AE. Tomo 1887/88, f. 13 y La Revolución, Santa Fe, 5/10/1886, p. 1. Ver Capítulo III, nota nº 21. 443

Campbell era miembro; en realidad, esas primeras ocho viviendas fueron las únicas que se concretaron.78 A los rasgos de progreso urbanístico antes mencionados (la presencia del tranvía, el planteo higienista), se agregaba aquí la idea de un proyecto unitario de viviendas repetitivas, con un planteo compacto y resuelto en una morfología pintoresquista cercana a la arquitectura de tradición funcional, que incorporaba una mayor connotación de modernidad al emprendimiento. (Imagen III.4) En 1905 el Concejo Deliberante Municipal sancionó una ordenanza79 por la que se eximía de impuestos de edificación y de la contribución municipal por diez años, a los empresarios que construyeran casas de alquiler para obreros. En la misma ordenanza se establecían las normas de construcción que regirían para este tipo de edificios, en particular los materiales, las condiciones de iluminación y ventilación, las instalaciones sanitarias y el factor de ocupación del suelo, dejando aclarado que debía tratarse de viviendas individuales en lotes unitarios (al menos debían construirse dos viviendas por lote). Esta ordenanza ponía de manifiesto el interés por incentivar este tipo de edificios en la ciudad pero, no obstante ello, no se verificaron en los años siguientes emprendimientos importantes que permitan verla como una iniciativa exitosa. No obstante el tema no perdía su vigencia, si se juzga por el espacio que le asigna la prensa local, donde con frecuencia se registran y celebran iniciativas en este sentido: “Es hora ya de que los poderes públicos se preocupen entre otras cuestiones de interés general de aquellas otras que por afectar directa o indirectamente a la clase obrera importan una ventaja para ella y signifique un paso más hacia la solución pacífica de hondos problemas sociales que inquietan y perturban por la forma con que se presentan y los peligros que envuelven.”80

Efectivamente, en 1910 un proyecto de ley impulsado por el diputado Pautasso, quien a su vez era presidente del Círculo de Obreros Católicos de Santa Fe, proponía la ejecución de viviendas económicas en las ciudades de Santa Fe y Rosario por parte del estado provincial, con recursos provenientes de impuestos al capital productivo y a las propiedades ociosas con fines especulativos; el proyecto concebía la necesaria protección del obrero por parte del estado como un modo de evitar la agudización de contradicciones que llevaran a aquéllos a dejarse convencer por “propagandas extremas” que los desviaran de las “soluciones pacíficas”.81 Pero, aunque funcional al sistema desde el punto de vista político, el proyecto fue francamente rechazado en las Cámaras, en especial por presiones de los sectores que detentaban una riqueza basada en la especulación inmobiliaria que, como hemos visto a lo largo del trabajo, conservaban grandes cuotas de poder. La malograda constitución provincial de 1921 había hecho avances importantes en la consideración del tema como problema de estado, pero el veto a que la sometió el Ejecutivo

78 El proyecto de Llambí Campbell fue destacado por la prensa local de la época: "Se ha dado principio a la construcción de sesenta casas para obreros, en los terrenos propiedad del Sr. Llambí Campbell, a inmediaciones de la estación del Tramway `Progreso de Santa Fe'. La idea del Sr. Llambí no puede ser más laudable, por cuanto ella viene a llenar una necesidad sentida desde mucho tiempo y que hasta ahora nadie había pensado en ponerla en práctica. Se nos asegura que en breve se terminarán, dándose principio a alquilarlas". En La Provincia, Santa Fe, 28/4/1889, p. 2. Referencia proporcionada por la prof. Susana Piazzesi. 79 Ordenanza nº 601 de 1905. MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos, Santa Fe, Languasco, 1911, p. 149. Cabe notar la similitud con otras ordenanzas, antes mencionadas, contemporáneas a ésta en otras ciudades argentinas como Tucumán (1904), Mendoza (1904), Córdoba (1905). 80 “Casas para obreros: Proyecto digno de estudio”, en Nueva Época, Santa Fe, 14/04/1910, p. 1. La nota editorial refiere a un proyecto de construcciones de casas para obreros en Santa Fe y Rosario, confeccionado por el presidente del Círculo de Obreros local señor Ramón J. Doldán, que sería presentado en esos días a la Legislatura Provincial. 81 “Proyecto del Círculo Católico. Una obra social”, en Nueva Época, Santa Fe, 10/04/1910, p. 7.

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provincial dejó sin efecto esta posibilidad.82 Por su parte la situación de déficit habitacional llevaba a que el tema fuera motivo de constantes comentarios en la prensa, que también se ocupó de difundir las conclusiones del antes citado Primer Congreso Argentino de Habitación;83 en general la prensa le reclamaba al estado provincial la prescindencia manifiesta ante el problema, el retroceso que había significado en este campo el veto a la constitución de 1921 y el hecho de que se estuvieran invirtiendo grandes sumas en obras públicas y equipamientos para control y seguridad (comisarías, cárceles, reformatorios de menores) en lugar de comenzar por atender los problemas más inmediatos del hábitat popular.84 El otro aspecto de la crítica apunta a que la razón de fondo de esta prescindencia estatal en el tema, estaba en que el gobierno cedía ante las presiones de los propietarios de viviendas individuales y casas de inquilinatos que se verían perjudicados si la acción oficial atendiera la construcción de casas baratas.85 Recién en 1925 comenzaron a darse algunas acciones con mayores visos de concreción en este campo,86 cuando por ordenanza 2320/25 se autorizó al Ejecutivo Municipal a licitar la construcción de casas económicas destinadas a empleados y obreros. Se preveía que la municipalidad encarara las obras mediante contrato con empresas constructoras que verían el beneficio a largo plazo mediante el pago de una hipoteca por parte del Banco Municipal, que iría siendo saldada a medida que se fueran vendiendo las casas y percibiendo las cuotas. Se preveía construir un total de 1.050 casas distribuidas en tres barrios de la ciudad, en base a cuatro prototipos básicos, aunque no se excluía la posibilidad de que las empresas oferentes presentasen sus propios proyectos de viviendas. En el mensaje que acompañaba al proyecto de ordenanza, el intendente Aguirre lo fundamentaba en razones de orden sanitario y de mejora de las condiciones de vida de los sectores trabajadores: "…los elevados alquileres los obligan a recluirse en bochornosa promiscuidad, en los infectos conventillos o en los desmantelados ranchos de las barriadas de extramuros. Las estadísticas levantan sus cifras de mortalidad infantil, degeneración, enfermedades y criminalidad al entrar en esos barrios. Nuestra misión como funcionarios no está circunscrita a la simple administración…".87

Al referirse a los prototipos explicaba:

82

El episodio del veto del gobernador Enrique Mosca a la constitución producida por una convención provincial legítimamente convocada, veto que se fundó en argumentos de débilmente sostenibles, aduciendo vicios formales de dudosa entidad, fue un hecho que tuvo consecuencias negativas para la convivencia de las distintas fracciones políticas que disputaban el poder en la Provincia en toda la década de 1920-30 y especialmente nefastas para las relaciones entre el norte (la Capital) y el sur (Rosario). Las razones de fondo que motivaron el veto fueron las presiones de la Iglesia católica contra la nueva constitución en razón de su laicismo, y el tono progresista de la misma (en lo referido a derechos laborales, la creación de consejos escolares electivos, el reforzamiento de la independencia de los poderes judicial y legislativo, la autonomía municipal y, en el caso que nos ocupa, el compromiso institucional con la mejora de las condiciones del hábitat para los trabajadores) que la tornaban inconveniente y hasta peligrosa a la vista de Ejecutivo provincial. Sobre la Constitución Provincial de 1921 y su anulación ver: MACOR, Darío. La reforma política en la encrucijada. Santa Fe, UNL, 1993. 83 “Congreso de la Habitación”, en diario Santa Fe, Santa Fe, 07/09/1920, p. 2. 84 “La Habitación del Pobre”, nota editorial en diario Santa Fe, Santa Fe, 06/12/1922, p. 1. El editorial denuncia la degradada condición de las casas de inquilinato, con su “...ambiente pestífero física y moralmente...”, donde se ven obligados a habitar los obreros y los empleados de baja jerarquía, por no estarse atendiendo el problema de la habitación, mientras el gobierno provincial está derivando buena parte de los fondos del empréstito de 1922 para edificios de seguridad. 85 “Casas Habitación. La ley de alquileres, un paliativo pernicioso”, nota editorial en diario Santa Fe, Santa Fe, 05/04/1923, p. 1. Era también frecuente que la prensa local reprodujera artículos sobre el tema de la revista del “Centro de Arquitectos, Constructores de Obras y anexos” de Buenos Aires, que atendía el tema con regularidad. 86 En la memoria anual de la intendencia, de 1925, se ponen de manifiesto claras preocupaciones del gobierno municipal sobre este tema. Memoria del Intendente José U. Aguirre al H.C.D. presentada en mayo de 1926. ACDM-AE, Tomo 1926, fs. 468 y ss. 87 ACDM-AE, Tomo 1925, fs. 390 y ss. 445

"En las proyectadas construcciones he elegido, a más de los tres tipos A, B y C, comunes en las obras que están realizándose en la Capital Federal, las del tipo D, apropiada a los medios y esfuerzos del humilde obrero de esta ciudad…"88

Cabe aclarar que las viviendas A serían de cuatro habitaciones y dependencias, las B de tres, las C de dos y las D ("apropiada a los medios del humilde obrero") tendrían una habitación y dependencias. Es oportuno también ir comparando la enorme discordancia que existía entre la cantidad de viviendas que se planificaban y las que realmente se concretaban. Algunas ofertas se sucedieron con posterioridad a esta ordenanza y el emprendimiento más importante que resultó de su aplicación fue el contrato firmado entre el municipio y la Empresa Constructora de Casas Baratas "Adolfo Levene", en marzo de 1928, mediante el cual comenzó la construcción de un conjunto que abarcaba un par de manzanas en el barrio sur;89 la propuesta inicial había sido presentada por la empresa en 1925, a poco de aprobarse la ordenanza 2.320, pero recién tres años más tarde se logró el acuerdo con el municipio. Problemas surgidos en el transcurso de la obra llevaron a que se desvirtuara el sentido de la ordenanza, que disponía que fuera la Municipalidad quien administrara las viviendas; por el contrario fue la empresa quien construyó cubriendo buena parte de la inversión con un crédito del Banco Hipotecario Nacional que luego transfería a los compradores, pero sin ningún control oficial; la empresa Levene luego vendía o alquilaba las unidades, según la demanda. Los prototipos, resueltos en lenguaje pintoresquista, de construcción tradicional con algún grado de racionalización y organizados en sub-grupos de dos viviendas compactas, con jardín al frente y una medianera común, planteaban la idea de barrio jardín pero sin alterar el trazado, adecuándose a la configuración del manzanero tradicional, con el sólo agregado de los pasajes especulativos. La construcción se inició a mediados de 1928 y a principios de 1929 se pusieron a la venta las diez primeras casas; de acuerdo a folletos y publicidad en la prensa, el costo de las casas de planta baja era de 10.700 pesos y las de dos plantas de 15.000 pesos; los adquirentes debían pagar en total (entre la deuda con el BHN y la cuota a la empresa) 65 y 99 pesos mensuales, por las unidades de uno y dos pisos respectivamente.90 Ahora bien, para ese mismo año 1928 en Santa Fe, un sueldo promedio de un obrero, un empleado público o un empleado de comercio era de 200 pesos/mes, con lo cual la cuota de la vivienda más pequeña (teniendo en cuenta que la parte correspondiente al Banco Hipotecario se saldaba en 30 años) le suponía la tercera parte de los ingresos.91 (Imagen VII.10a) Este conjunto es casi contemporáneo del Barrio Mayoraz, ya que si bien el proyecto de Levene data de 1925, la construcción de ambos barrios fue autorizada por el municipio con dos semanas de diferencia.92 En 1931 la empresa Levene intentó construir otro conjunto de características similares en la zona de la avenida costanera, pero no prosperó la venta de las viviendas y el proyecto fue suspendido definitivamente. Un año antes de la promulgación de la ordenanza 2.320, en 1924, un empresario local había encarado otro conjunto de casas para obreros, muy económicas, que 88

Idem nota anterior, f. 390. Ubicado en proximidades de la estación del Ferrocarril Central Argentino, este emprendimiento ocupó dos manzanas que fueron loteadas con criterio especulativo, incorporando en el centro de cada una, en dirección norte-sur, sendos pasajes que aumentaban el frente disponible y comprimían los fondos de lotes. Sobre la empresa de Adolfo Levene se puede ampliar información en El Litoral - Suplemento especial, Santa Fe, 1/1/28 y 1/1/31. 90 “Importante – Empleados y Obreros”, en El Orden, Santa Fe, 29/05/1929, p. 6. 91 “Resumen de sueldos medios en el comercio, la industria y la burocracia”, en El Orden, Santa Fe, 25/10/1928, p. 2. El sueldo de 200 $/mes es el que mayoritariamente se verifica; los albañiles u obreros industriales calificados alcanzan los 250 $/mes, los maestros de escuelas públicas ganaban 160 $/mes y los funcionarios políticos del estado provincial 350 $/mes. 92 ACDM-Diario de Sesiones, Tomo 1928, sesiones de fecha 3 de abril (aprobación trazado Barrio Mayoraz) y 17 de abril (aprobación del contrato firmado ad referendum por el Ejecutivo Municipal con la empresa el mes anterior). 89

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conformaron un amplio barrio, en lo que entonces era prácticamente un límite de la planta urbana por el norte: las proximidades del predio de talleres ferroviarios denominado "Santa Fe Cambios", sobre la traza del FFCC Santa Fe en su línea a Reconquista. El empresario, Antonio Oser, que daría su nombre al barrio, se encargó del loteo y de la construcción de viviendas económicas resueltas en dos diferentes sistemas constructivos, el tradicional o el Sistema Pax -un sistema alemán de construcción con bloques de cemento- y en tres tipos distintos según los estándares de superficie, obteniendo un rápido éxito de ventas, estando casi todas las casas de las cuatro manzanas, vendidas para junio de 1925.93 (Imagen VII.10b) También en este conjunto, mucho más modesto que el levantado en el sur por la empresa Levene, se verifica la idea del prototipo repetitivo y el retiro de línea de edificación como un esbozo incipiente de barrio jardín, pero adaptándose a la cuadrícula tradicional, sin plantear accidentes ni trazados pintorescos. De todos modos, Oser siempre presentó su emprendimiento como un barrio obrero y no como un barrio jardín, poniendo énfasis en el novedoso sistema constructivo que permitía bajar costos y acelerar la concreción de las casas. Para poner en contexto el tema de la preocupación por los barrios obreros pueden cotejarse algunas cifras censales que indican la población que habitaba en casas de inquilinato o conventillos durante las primeras décadas del siglo. El ya citado Censo Sanitario de Habitación94, levantado en los primeros meses de 1901, de acuerdo con un decreto del intendente Sixto Sandaza, abarcó 145 manzanas del área céntrica (141 manzanas habitadas y 4 plazas); en el sector el total de habitantes registrados fue de 16.584, lo que hace una densidad promedio de 117 habitantes por manzana.95 Dentro de ese radio fueron censadas 168 casas de inquilinato y conventillos, en los que vivían 3.423 personas; esto está indicando que un 20% de la población censada vivía en condiciones precarias, ya que se aclara en el informe final del censo que la mayoría de estas propiedades no estaban construidas de acuerdo con las disposiciones de la ordenanza de 1888 que regía en la materia y pueden cotejarse estos datos con el elevado incremento de la población urbana extranjera que se había dado en las dos últimas décadas del siglo XIX, pudiendo suponerse que muchos de esos "recién llegados" hayan sido los ocupantes de los conventillos.96 (Imagen IV.5) Con el paso de los años los controles se intensificaron y, para los inicios de la década de 1930, en especial durante la intendencia de Agustín Zapata Gollan -1932/33- se llevó adelante una campaña de inspecciones y clausuras para exigir el cumplimiento de las condiciones sanitarias previstas en los reglamentos municipales. No obstante la incidencia que pudieron tener estos controles, el decrecimiento, pasadas tres décadas, de la cantidad de conventillos y del número de ocupantes resulta notable, ya que en marzo de 1939 existían 83 inquilinatos registrados oficialmente en la ciudad de Santa Fe, con un total de 2.028 habitantes.97 Pero seguramente la causa principal de la disminución de la cantidad de conventillos urbanos y de la proporción de habitantes que se localizaba en ellos debió estar relacionada con el incremento de las condiciones de arraigo con que la población se instalaba, con la estabilidad en el trabajo que posibilitaba el acceso a la vivienda individual (propia o alquilada) y con la posibilidad de acceso al crédito para construcción; buena parte de la 93

Diario El Litoral, Santa Fe, 16/06/1925, p. 9. Los resultados del censo fueron publicados como Anexo G en: MCSF. Memoria al H.C.D. del Sr. Intendente Municipal D. Sixto Sandaza, Santa Fe, Nueva Época, 1902, pp. 173 a 180. Ver Capítulo IV, notas nº 100 a 103. 95 Estos datos pueden confrontarse con los del Censo Municipal de Población de 1901, en el que el total de población del Municipio fue de 35.635 habitantes y en las 300 manzanas más urbanizadas se registraron 26.637 habitantes. 96 Como ya se dijo, en el Censo Municipal de Población de 1901 se registraron en total 35.635 habitantes en el Municipio, de los cuales un 30% era de procedencia extranjera, de ellos los europeos a alcanzaban un 28% de la población. Eso suponía un crecimiento del 136% respecto de los datos de población de 1887 (Primer Censo Provincial), cuando en el municipio se registraron 15.099 habitantes. 97 ACDM-Tomo 1941, fs. 925 y ss. 94

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población santafesina había podido dejar atrás la precariedad de la vida del conventillo y los emprendimientos inmobiliarios como el que se estudia aquí tuvieron bastante incidencia en esa posibilidad. En este contexto se explican estos barrios como Oser o Mayoraz, los que tenían un objetivo de resolver el problema habitacional a la vez que mejorar las condiciones de dicho arraigo y desde ese punto de vista, el barrio jardín se presentaba como una propuesta superadora, con mucho más atractivo que el sencillo barrio obrero. No obstante, como puede verse en esta sucinta enumeración, estos barrios proyectados de manera integral, haciendo presentes todos los componentes edilicios e infraestructurales, fueron emprendimientos muy puntuales, ya que en realidad las operaciones de ocupación de la periferia asumieron, mayoritariamente, otra modalidad. Ésta fue la de los loteos, que ya no pueden denominarse urbanizaciones sino meros fraccionamientos de manzanas y lotes, que se fueron acomodando a lo largo de los antiguos caminos de penetración o de otros enclaves de atracción como las áreas ferroviarias (Santa Fe Cambios, Estación Guadalupe, etc.); de allí fueron surgiendo los asentamientos que ocuparon la periferia en forma anárquica, desestructurada, con apenas algún sistema de transporte y sin acceso a las redes de saneamiento ni al servicio eléctrico, por las enormes distancias que debían sortearse por tierras aún vacantes. Los anuncios de loteos (algunos más exitosos que otros) inundan la prensa de la época, y los reclamos por la falta de acceso a los servicios son tema cotidiano también en la misma. VII. 7) Las relaciones entre teoría, proyecto y tradiciones urbanas Entre las cuestiones que tornan más interesante el caso en estudio, está el reconocimiento de la irregularidad y los trazados pintorescos como un rasgo distintivo de este modelo y la apelación a la casa compacta, como nuevo patrón de ocupación del lote; ese reconocimiento llevará a autorizar, casi por primera vez en la ciudad, la ruptura de la continuidad de la cuadrícula, sin que el hecho sea cuestionado, ni aún en el Concejo Deliberante, donde esto podía haber sido tema de confrontación.98 Y es que desde 1889 estaba en vigencia en la ciudad una ordenanza que establecía que todos los terrenos ubicados al norte del Boulevard Gálvez debían ser fraccionados en manzanas cuadradas de cien varas de lado, que tomaran como referencia la orientación del citado boulevard.99 Evidentemente, para 1928 la imagen del barrio-jardín constituía una idea clara e identificable, y había adquirido ya un reconocimiento tal que justificaba la transgresión a la norma municipal rígidamente impuesta hasta entonces. La expansión de la superficie urbanizada en Santa Fe se había dado, hasta la segunda década del siglo XX de acuerdo a una lógica de crecimiento que aparecía como la mera reproducción de la cuadrícula que iba acomodándose a ciertos accidentes naturales o artificiales y que presentaba sólo algunas pocas alteraciones en urbanizaciones proyectadas ex novo, como el Barrio Candioti (1887), que modificaba el patrón dimensional de la manzana cuadrada reduciéndola a cien varas de lado, con calles de veinte varas de ancho.100 Por fuera de este caso, en que por primera vez se ejercita una configuración diferente para la cuadrícula, la ciudad de Santa Fe reconocía una larga tradición de continuidad y una suerte de naturalización de su trazado, lo que se torna evidente en los

98

Como se vio en el capítulo II, medio siglo antes, al momento de autorizar el trazado de Barrio Candioti, que mantenía la dirección y el modelo de la cuadrícula pero que interrumpía la continuidad de algunas calles, el tema había sido objetado por algunos concejales. ACDM-Diario de Sesiones. Tomo 1885/1888, f. 292. 99 Ordenanza s/nº, fechada el 11 de junio de 1889. Municipalidad de Santa Fe, Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos, Santa Fe, Ed. Oficial, 1911, p. 159. 100 Sobre este proyecto, ver COLLADO, Adriana. Santa Fe. Proyectos urbanísticos para la ciudad, 1887/1927. Documento de Trabajo nº 2, Santa Fe, UNL, 1994, pp. 4 a 10. 448

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distintos planos urbanos101 que dan cuenta de esta concepción naturalizadora de la cuadrícula, que marcó el desarrollo de la ciudad. El plano del agrimensor Baldomero de Llano de 1884 fue el primero que contempló una expansión respecto del perímetro de la ciudad histórica con una total continuidad con el manzanero existente, extendiendo la cuadrícula hacia el este hasta la costa del río Santa Fe con la misma dimensión de las manzanas y anchos de calles que en la zona de la ciudad vieja; también hacia el oeste y hacia el norte se dejaba previsto el incremento de nuevas líneas de manzanas y se planteaba la delineación del sector sur-este de la planta.102 Con igual criterio se irán manejando las expansiones en los planos sucesivos. (Imagen II.3) Un primer trazado diferenciado fue el del barrio Centenario103, al sur de la ciudad en los terrenos donde se había ubicado el antiguo hipódromo, cuya traza no asumió la forma y dirección del manzanero tradicional, presentando una franja de articulación con la traza de la ciudad histórica en la que se mantuvieron terrenos de gran extensión con usos diferenciados. El loteo, aprobado en 1910 por ordenanza municipal,104 presentaba el trazado característico de las operaciones de especulación inmobiliaria, con manzanas rectangulares y lotes de frente mínimo; el cambio de dirección se justificaba al seguir el perímetro del terreno original que aparecía condicionado por la presencia de un arroyo en el sur-este y por tierras bajas al nor-oeste. En las oficinas municipales se ejecutó en 1925 un plano general de la ciudad,105 que marcaba en toda el área norte el amanzanamiento aún no efectivizado en una total continuidad con la traza existente y sin respetar ninguno de los elementos previos que distorsionaban sectorialmente el trazado (vías férreas y caminos de acceso). Se trataba de una configuración ideal de fraccionamiento, que no se llevaría estrictamente a la práctica nunca y que permite verificar lo dicho respecto de que la continuidad del trazado se asumía sin interponer elaboraciones críticas en una práctica conciente de proyecto. (Imagen VI.9) Aún cuando se planificaban asentamientos de tipo barrio-jardín no se alteraba la cuadrícula, con lo cual se dejaba de lado una de las características principales de este tipo de conjunto, como es la idea del paisaje accidentado y cambiante, propia de la estética pintoresca en que se funda. Casi en simultáneo con el Barrio Mayoraz se autorizó la construcción de un barrio de tres hectáreas de chalets con frente de una cuadra sobre la avenida costanera en el borde este, respetando la continuidad y dirección de las calles adyacentes.106 Un proyecto que plantea el primer antecedente de franca ruptura del trazado cuadricular, fue el de los barrios periféricos del Plan de Urbanización de 1927 que se acaba de ver en el capítulo anterior;107 este plan se basaba en la formalización de una solución final, que comprometía una definición precisa de todos los elementos que involucraba la ciudad futura. (Imagen VI.18) Salvando las enormes diferencias de escala, podría parangonarse al que redactó para Buenos Aires la Comisión de Estética Edilicia, en lo que hace al tratamiento de la cuestión urbana central desde la perspectiva del Civic Art y reservando a los sectores residenciales las distintas escalas de barrios (de acuerdo a la composición 101

Ver COLLADO, Adriana y BERTUZZI María L., Op. cit. La cuestión apuntada puede verificarse en general en toda la planimetría relevada, observando cómo se planteaban las estrategias de expansión en los bordes del área urbana para cada período. 102 Ver Capítulo II, nota nº 2. 103 Este barrio aparece por primera vez registrado en la cartografía local en el "Plano de la Ciudad de Santa Fe de la Oficina de Obras Públicas Municipal", fechado en 1912. Ver COLLADO, A. y BERTUZZI, M. L., Op. cit., p. 18. 104 Ordenanza 1092 de 1910. Municipalidad de Santa Fe. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos, Santa Fe, Languasco, 1911, p. 506. 105 Ver COLLADO, A. y BERTUZZI, M. L., Op. cit., pp. 20/21 y 37. El plano reproduce la disposición de la ordenanza de 1889, antes citada. 106 Ver diario El Litoral, Santa Fe, 23/08/1930, p. 6. Referencia proporcionada por arq. Cecilia Parera. 107 Ver COLLADO, A. Op. Cit., pp. 27 a 37. 449

social a la que estaban destinados eran barrios-parques o barrios-obreros) diseñados en base a los principios formales de la ciudad-jardín. En proximidad con el Gran Parque, al noreste de la ciudad y con frente a la laguna, el plan ubica barrios-jardín con calles curvas; para regular las viviendas se redactaría: "…una reglamentación sistemática que fije el costo de la edificación y el valor arquitectónico, para impedir construcciones que desentonen la armonía general del conjunto."108

El plan no se llevó a cabo y esas calles curvas nunca se trazaron sobre el suelo santafesino; en cambio el barrio-jardín más característico (Guadalupe) ubicado al noreste de la planta urbana siguió rigurosamente el patrón tradicional, establecido desde su origen. Contrastando con esa voluntad de persistencia provinciana, la guerra a la cuadrícula se había establecido con gran convicción en el campo disciplinar desde la década anterior; entre las conclusiones del Congreso Argentino de Habitación (1920) que se citó más arriba, quedaba claramente fijada la opción por una transformación de los trazados apelando a la diversidad, ya que de otro modo: "... la adopción de un tipo uniforme llevaría en sí la monotonía y haría difícil la adaptación de los trazados a las características del suelo, factor este que se lo considera de capital importancia para dar variedad y hermosear las ciudades" /…/. “El trazado de la ciudad se proyectará abandonando la cuadrícula, tanto por razones estéticas (terminar con la monotonía edilicia) y como de tránsito (posibilitar velocidades más elevadas)”.109

El ingeniero Benito Carrasco, desde su prédica por los espacios verdes urbanos, también reaccionaba contra las administraciones municipales (en este caso la de Buenos Aires) que se regían por la ortodoxia del damero, en lo que a su juicio resulta una conspiración contra los intereses estéticos de la ciudad: “…aprobando dispositivos de calles que seguían la rutina del damero, cuando se pudo haber establecido trazados modernos, peculiares a cada zona, mediante la combinación de las curvas, las diagonales, las oblicuas, etc. /…/ Es así como la ciudad se repite hasta el infinito, monótona, fastidiosa y antiestética. Es así como se han dejado perder los pocos parajes pintorescos que tenía y en donde debieron reservarse zonas para barrios de residencias con trazados de ciudad-jardín…”110

Además de la crítica, los escritos de Carrasco se tornaban prescriptivos respecto de la cuestión de los trazados. Su ya citado libro Parques y Jardines, resultó un material pionero en la defensa de estas posiciones: “El método de trazado conveniente para la mayor parte de nuestras ciudades /…/ es el que responde al sistema rectangular combinado con el radial, y que no excluye, desde luego, las arterias de curvas suaves, tan estéticas como pintorescas, y que ya se preconizan en el libro Parques y Jardines que acabo de editar”.111

También Carlos Della Paolera presentaba en sus escritos de la época, una opinión adversa acerca del trazado cuadricular y hacía una valoración positiva del modelo paisajístico de la ciudad-jardín, que adjetivaba como “concepciones interesantes”: “...sin tener en cuenta el efecto antiestético y los inconvenientes que para el tráfico de los centros urbanos representa el cuadriculado de las manzanas, el mismo sistema de subdivisión de la tierra se extiende a los barrios suburbanos” /…/ “el trazado en damero que hemos heredado del pasado y que parece ser el tipo único que se emplea en las extensiones

108

En Arquitectura, Revista de la Sociedad de Arquitectos de Rosario, nº 11, cit., p. 40. Citado por BRAGOS, O., Op. Cit., p. 3. 110 CARRASCO, Benito. “Falta de concepto estético en el trazado de las nuevas calles”, en La Nación, 22/08/1926. Reeditado en CARRASCO, B. Algunas consideraciones sobre la urbanización de ciudades, Buenos Aires, Asociación Amigos de la Ciudad, 1927, p. 71. 111 CARRASCO, Benito. “Las avenidas y calles”, en La Nación, 31/12/1923. Reeditado en CARRASCO, B. Op. Cit., p. 56. 109

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de las ciudades de nuestro país, se opone con su rigidez a la realización de estas concepciones interesantes”.112

En el catálogo que publicitaba el proyecto del Barrio Mayoraz, se hacía mención a la disparidad entre el trazado cuadricular tradicional y el del barrio; las bondades de la traza irregular del barrio-jardín se asociaban con todo tipo de razones que tenían que ver con "…el criterio moderno del trazado de ciudades, con el objeto de formar un barrio-jardín".113 La justificación del tipo de trazado se encaraba desde diversos enfoques, predominando en el argumento las cuestiones funcionales, económicas e higiénicas; no obstante las razones estéticas, al igual que en Carrasco, ocupaban un sitio importante en la ponderación. En este sentido y desde la hipótesis de una aplicación peculiar y fragmentaria del modelo, puede verse cómo por una parte éste poseía una fuerte carga significativa y de representación de idearios de modernidad que hacía viable la ruptura con las tradiciones más firmes de la urbanística santafesina, por parte de los concejales que aprueban una norma que contradice, sin derogarla, a una ordenanza precedente; pero por otra, la dinámica inmobiliaria, en la selección de las alternativas más interesantes, desfiguraba la propuesta en la lentitud y extemporaneidad de su materialización y en la opción por las vías tradicionales frente a las modernas diagonales. Las primeras referencias en la prensa a la modernidad del barrio también resultan sugerentes; precisamente se ve en el trazado uno de los rasgos más característicos y es lo que destaca por sobre otros aspectos. En la víspera del primer remate de lotes, el diario El Orden se refería al conjunto en su nota editorial, como un “futuro gran centro” en la ciudad y no dudaba del éxito de la operación y asegurando de antemano la rápida venta de los lotes y construcción de las viviendas: “...este barrio será sin duda alguna uno de los más hermosos de nuestra ciudad y el único en su género, marcando una gran etapa evolutiva en los progresos edilicios de Santa Fe. En el proyecto general de su construcción se han consultado las condiciones más modernas /.../ Cada lote tiene confeccionados en doce tipos distintos de casa su plano correspondiente /.../ Reúne todas las condiciones estéticas de los lujosos Barrios Parques; lleva amplias veredas de seis metros en las diagonales que serán las ramblas y paseos sociales del futuro...”114

La otra alteración significativa respecto de los patrones de ocupación tradicionales, la constituía la recurrencia a la casa compacta con jardín, respecto de la casa de patio lateral y habitaciones en línea recostadas sobre una medianera, que poblaba el escenario urbano de la época. Ya la prensa local se había ocupado del tema desde tiempo atrás, marcando la necesidad de construir las viviendas de los nuevos barrios de la ciudad en expansión, retirando “de alineamiento exterior la línea de fachadas”, recurriendo a tipos compactos y dotando a los conjuntos de generosas superficies parquizadas.115 (Imagen VII.9) El catálogo de difusión editado por Mayoraz se preocupa mucho por marcar las diferencias respecto de la casa de planteo lineal con galería que era, en la década de 1920, el tipo casi excluyente con que se resolvía la arquitectura doméstica santafesina. Se pone énfasis en el prototipo ideal que es el de la casa compacta de dos pisos (máximo completamiento de la célula mínima) y se marcan ventajas respecto de la casa lineal: "…permite la obtención de todas las comodidades de una casa "de bajo", con menor costo que el de la casa común "de bajo", aparte de un sinnúmero de otras ventajas. Las

112

DELLA PAOLERA, Carlos. “Ciudades jardines de la Región Parisiense”, en La Capital, Rosario, 22/03/1926. Citado por BRAGOS, O., Op. cit., p. 7. Della Paolera estudiaba por entonces en el Instituto de Urbanismo de París y como es sabido, habría de ser el primer y más prestigioso urbanista argentino. Pero en los años ´20 interesa su labor de difusión a través de escritos que periódicamente enviaba a distintos medios del país, dando cuentas de su experiencia de formación parisina. 113 Barrio Jardín Mayoraz - Santa Fe. Folleto Explicativo, cit. 114 “El Barrio Jardín Mayoraz. Mañana se rematarán los terrenos”, en El Orden, Santa Fe, 01/09/1928. Subrayado nuestro. 115 BELLOCCHIO LOSTAU, E., “Estética edilicia santafesina”, en El Litoral, Santa Fe, 6 de enero de 1928, p. 5. El autor era arquitecto. 451

comodidades que ofrece la casa de dos pisos (se entiende, bien distribuida) consisten, comparándola con la casa de tipo corriente de piezas seguidas…"116

Enumera a continuación las ventajas funcionales, higiénicas, técnicas, estéticas, de economía circulatoria y específicamente económicas que el tipo presenta. De igual modo que para la alteración del tradicional trazado en cuadrícula, este otro rasgo novedoso que presentaba la propuesta de Bereterbide es destacado en el catálogo, incluso con mucho mayor énfasis en este caso; se dedica un importante espacio a la enumeración de sus ventajas y a la demostración de las posibles articulaciones y variedad de opciones que presentan. La necesidad de una mayor insistencia en este aspecto pudo justificarse en la detección de una mayor resistencia por parte del usuario medio para aceptar las características de las nuevas viviendas y ser ésta una cuestión sobre la que el comprador pretendía operar más directamente, en tanto que la singularidad del trazado era un tema que quedaba por fuera de su ámbito de decisión. "…vengo a marcar un rumbo nuevo en Santa Fe con respecto a los trazados de barrio y a la edificación práctica, económica y salubre”.

…había dicho el empresario al presentar la propuesta y su objetivo de diferenciar a este barrio de otras acciones urbanizadoras contemporáneas resultó cumplido en gran medida, ya que desde el mismo trazado el conjunto tuvo su sello distintivo. De hecho, dos años más tarde, la compañía inmobiliaria que tenía a su cargo la venta de lotes remanentes exponía en un volante publicitario: "Barrio Jardín Mayoraz. La urbanización más moderna y bonita

de la ciudad - Con dos diagonales de intersección en su centro".117

No obstante, desde el punto de vista de la rentabilidad de la operación, el emprendimiento resultó poco exitoso y el largo juicio que en los años ´30 Juan Mayoraz llevó adelante frente a la Municipalidad de Santa Fe reclamando una indemnización por cesión de tierras para apertura de calles, da cuentas de ello;118 como también da cuentas el hecho de haber debido construir con recursos propios una buena parte de las viviendas por la poca aceptación de la oferta por parte del mercado inmobiliario y la lentitud con la que éstas fueron siendo vendidas. Desde la escala urbanística, el barrio impuso una marca diferenciada sobre el plano de la ciudad, pero no alcanzó a constituirse en un modelo a reproducir; por el contrario, las urbanizaciones emprendidas con posterioridad, continuaron con la impronta fijada desde los orígenes de la ciudad por la cuadrícula y las diagonales del Barrio Mayoraz resultan ser hoy una de esas excepciones que confirman la regla. La intervención del arquitecto, que en su momento supuso un hecho inédito en la ciudad, que dio entidad arquitectónica a un problema que en ese momento no se consideraba como tal, quedó luego en el olvido y sólo muy posteriormente alguna investigación rescató el paso de Fermín Bereterbide por Santa Fe, dentro de la historia disciplinar local.

116

Ibídem. Volante publicitario de la casa "Muñoz Hermanos"; ver nota nº 16 de este capítulo. 118 DURAN, Cecilio. Caso Juan Mayoraz contra Municipalidad de Santa Fe. Santa Fe, edición del autor, 1945. 117

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Imagen VII.1: La preocupación de la prensa por la cuestión del hábitat en las áreas periurbanas. Nota sobre el barrio del suroeste y la necesidad de construir casas para obreros. En diario El Orden, Santa Fe, 17/09/1929.

1 2

3

Imagen VII.2: Planta urbana de Santa Fe en 1925, indicando los barrios obreros de proyecto unitario: 1-Barrio Mayoraz; 2-Barrio Oser; 3- Casas Baratas de la Empresa Levene. Reconstrucción propia. 453

Imágenes VII.3 - VII.4: Barrio Mayoraz, proyecto. Arriba, planta general; en tono oscuro se identifican las viviendas construidas por el empresario. Abajo, perspectiva áerea del mismo conjunto. Fuente: Barrio Jardín Mayoraz - Santa Fe. Folleto Explicativo, Santa Fe, año 1928.

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Imágenes VII.5 - VII.6: Arriba, Barrio Mayoraz, sector de la planta general “vista a vuelo de avión”; Fuente: Barrio Jardín Mayoraz - Santa Fe. Folleto Explicativo. Abajo, arq. Fermín Hilario Bereterbide, retrato. Fuente: MOLINA y VEDIA, Juan. F. H. Bereterbide, arq. La construcción de lo imposible.

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Imágenes VII.7a - VII.7c: Barrio Mayoraz, proyecto. Distintos prototipos de viviendas; plantas y vistas. La imagen superior corresponde al tipo construido por el empresario. Fuente: Barrio Jardín Mayoraz - Santa Fe. Folleto Explicativo.

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Imágenes VII.8a - VII.8c: Barrio Mayoraz, proyecto. Arriba, distintos prototipos de viviendas de tres dormitorios en una planta; plantas y vistas. Abajo: vista general de conjunto alternando tipos de una y dos plantas con distintas cubiertas. Fuente: Barrio Jardín Mayoraz - Santa Fe. Folleto Explicativo.

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Imagen VII.9: Comparación entre el tipo de vivienda lineal con galería lateral, usual en Santa Fe en el primer cuarto del siglo XX y las casas compactas del Barrio Mayoraz. Reconstrucción propia en base a: AAVV. Inventario, 200 obras del patrimonio arquitectónico santafesino y Barrio Jardín Mayoraz - Santa Fe. Folleto Explicativo.

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Imágenes VII.10a - VII.10b: La prensa y la cuestión de las “Casas Baratas”. Arriba, nota sobre las casas de la empresa Levene y su ubicación en el barrio del suroeste; en diario El Orden, Santa Fe, 13/09/1929. Abajo, nota sobre el Barrio Oser con foto panorámica; en diario Santa Fe, Santa Fe, 01/02/1927.

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Imagen VII.11: Comparación entre distintos tipos de casas económicas ensayadas en Argentina en torno a 1920. (CNCB; CCM; barrios obreros de Córdoba y Empresa Levene en Santa Fe). Reconstrucción propia en base a: AAVV. Inventario, 200 obras del patrimonio arquitectónico santafesino y LIERNUR, Jorge F. y ALIATA, Fernando (comps.). Diccionario de Arquitectura en la Argentina. 460

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Imágenes VII.12a - VII.12c: Arriba y centro, vistas de los barrios Cafferata y M. T. de Alvear construidos por la Comisión Nacional de Casas Baratas en 1917 y 1918; abajo, casas económicas construidas por una empresa privada, la Compañía de Construcciones Modernas. Fuente: Barrio Jardín Mayoraz - Santa Fe. Folleto Explicativo.

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Imágenes VII.13a - VII.13e: Izquierda, retrato de Ebenezer Howard; afiche publicitario de la Garden City Association. Fuente: www.cyberium.co.uk/parkhistory/Gardencities.html. Derecha, esquema de los tres imanes; diagrama de localización de la ciudad en el entorno rural; diagrama de la estructura urbana de la ciudad jardín. Fuente: HOWARD, E. "Ciudades Jardín del mañana". Versión española en AYMONINO, C. Orígenes y desarrollo de la ciudad moderna, pp. 134, 138 y 139.

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Imágenes VII.14a - VII.14e: Izquierda, plan general de Letchworth Garden City (1903); imagen urbana de los primeros años de ocupación de la ciudad. Derecha, arriba imagen urbana de Letchworth en 1910; centro tarjeta postal de Letchworth, años ‘30; abajo, imagen urbana de Welwyn Garden City en 1920. Fuente: www.cyberium.co.uk/parkhistory/Gardencities.html.

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Imagen VII.15: Derecha, arriba, Portada del libro de Raymond UNWIN. Town planning in practice (1909), Princeton architectural press, edición facsimilar, New York, 1994. Las restantes imágenes corresponden al mismo texto: estudios de formas de agrupamiento y loteo; intersecciones de vehiculares; perfiles de calzadas; ubicación de elementos urbanos monumentales. Puede notarse el ascendiente de los análisis urbanos de Camillo Sitte.

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Imagen VII.16: El paradigma del barrio jardín en el suburbio londinense; Hampstead (1909) de Raymond Unwin y Barry Parker. Croquis de imágenes urbanas; estudios de perfiles de calles; fotografías del barrio recién inaugurado. Fuente: UNWIN, Raymond. Town planning in practice (1909), Princeton architectural press, edición facsimilar, New York, 1994.

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Imágenes VII.17a - VII.17c: “Jardim América”, en Sao Paulo, Brasil. Barry Parker, 1913. Plan general, fotografía ambiental y vista aérea hacia 1930. Fuente: WOLFF, Silvia Ferreira Santos. Jardim América: o primeiro bairro-jardim de Sao Paulo e sua arquitetura. Sao Paulo, Editora da Universidade de Sao Paulo, 2001.

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Imágenes VII.18a y VII.18b: Arriba, tres vistas de la Citè Industrielle de Tony Garnier (1902) Fuente: GARNIER, T. “Una ciudad industrial”, en AYMONINO, C. Orígenes y desarrollo de la ciudad moderna, pp. 226-227. Abajo, Tres vistas de la Ciudad Azucarera, 1924. Fuente: PREBISCH, A. y VAUTIER, E. "Ensayo de Estética Contemporánea", en Revista de Arquitectura nº 47.

Imagen VII.19: El aporte de los manuales a la difusión del modelo de Ciudad Jardín. Fuente: CACCIA, Aristide. Costruzione, trasformazione ed ampliamento delle città. Colezione "Manuali Hoepli", Milano, Ulrico Hoepli, 1915.

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Imágenes VII.20a - VII.20c: Experiencias italianas de vivienda obrera a principios del siglo XX. Arriba, conjunto Borgo Pirelli, al norte de Milán, 1920. Centro, barrio Madonna dell’Orto, Venecia, 1907, construido por el Istituto Autonomo di Case Popolari. Abajo, Barrio Garbatella, Roma, 1903, construido por el Istituto di Case Popolari. Fuente: SICA, Paolo. Historia del Urbanismo. El siglo XX.

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Imágenes VII.21a - VII.21e: Conjunto de viviendas colectivas “Los Andes”. Concurso Municipalidad de Buenos Aires, 1925, arq. Fermín Bereterbide. Arriba, fotografía de la construcción y del barrio recién inaugurado; abajo, perspectiva general del proyecto. Fuente: MOLINA y VEDIA, Juan. F. H. Bereterbide, arq. La construcción de lo imposible.

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CAPITULO VIII HACIA UN “URBANISMO CIENTIFICO”

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“Nuestros urbanistas apuntaron más al modelo de lo que ‘debía ser la ciudad’ que a tratar de impulsar la mejora de lo que había. Este intento de actuación en abstracto /.../ hizo que estos planes fueran generalmente inaplicables...”1

En Argentina la crisis mundial que sobrevino al crack de 1929 estuvo acompañada por una crisis política sin precedentes, que tuvo como corolario el primer golpe militar de la historia del país ocurrido el 6 de setiembre de 1930, cuando fue derrocado el presidente Hipólito Irigoyen y se produjo, en todos los niveles de gobierno, el quiebre de las estructuras institucionales, abriendo lo que para buena parte de la historiografía nacional se denominó la “década infame”, que se extendió hasta el nuevo golpe de Estado del 4 de junio de 1943. El golpe del ’30 significó, en lo político, el paso de la debilitada democracia radical surgida de la Ley Sáenz Peña, a una democracia fraudulenta, sostenida por dudosos mecanismos electorales que llevaron a imponer el eufemismo del “fraude patriótico” y por la proscripción electoral de diversos grupos, en especial de los sectores del radicalismo que habían apoyado a Irigoyen; fue también, en el campo económico, el paso de un estado liberal, donde se fomentaba la iniciativa privada en base a políticas crediticias beneficiosas, a un estado conservador, fuertemente intervencionista que apostó a la obra pública como bandera; fue, por fin, el momento en que se dislocó una estructura de país todavía sustentada en el modelo agro-exportador de la “Generación del ’80”, para dar paso a una franca modernización de la economía, en base a la industrialización y al inicio de un proceso de sustitución de importaciones.2 El nacionalismo sustentado como bandera política durante este período, no alcanzó a todos los aspectos de la vida argentina; se siguieron sosteniendo intereses foráneos y la modernización económica se instaló, contradictoriamente, en un marco de reforzamiento de los fuertes vínculos de dependencia con Gran Bretaña, sobre todo por las concesiones otorgadas a los intereses económicos de las empresas ferroviarias y energéticas y a los frigoríficos ingleses. Por otra parte, el abandono del modelo anterior encontraba una razón en que la productividad de la región pampeana que se hallaba en explotación, había alcanzado un tope y la actividad había entrado en un paréntesis, en momentos en que además la demanda de productos del agro en el mercado mundial se había visto gravemente disminuida por efectos de la recesión mundial; se llegó entonces al virtual cierre del país a la inmigración europea, como una forma de contener la expansión del sector agropecuario frente a la crisis. El ’30 fue, sin dudas, una bisagra, un momento de fuerte discontinuidad en la historia del país; el ampuloso proyecto inicial de regeneración nacional esgrimido por los golpistas, daría paso a uno de las más controvertidas etapas de la historia argentina y esas controversias plantearían dispares repercusiones sobre los modos de transformación de las ciudades, sobre las ideas que se pergeñaban para afrontarlas, sobre los métodos de actuación y gestión y, en definitiva, sobre la constitución de la disciplina que estamos analizando.

1

GUTIÉRREZ, Ramón. “La ciudad y sus transformaciones, 1914-1983”, en Nueva Historia de la Nación Argentina – La Argentina del Siglo XX, Tomo VII, Cuarta parte, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 2001, p. 193. 2 ROMERO, José Luis. Las ideas políticas en Argentina, Buenos Aires-México, Fondo de Cultura Económica, 1959. 473

VIII. 1) La Intendencia de Agustín Zapata Gollan En febrero de 1932 cesó la intervención a la Provincia de Santa Fe que se había iniciado con el golpe de Estado del 6 de setiembre de 1930; pasadas varias intervenciones en poco más de un año y proscripto el radicalismo irigoyenista, en paralelo a las elecciones nacionales legislativas y presidenciales, Santa Fe convocó a elecciones provinciales en noviembre de 1931. En los comicios resultó victorioso el Partido Demócrata Progresista que, con el Socialista, y al igual que en el ámbito nacional, había constituido una alianza que llevó como candidato a gobernador a Luciano Molinas, quien asumió el 18 de febrero del año siguiente; a los pocos días de asumir, Molinas designó a los intendentes de las principales ciudades de la Provincia. Entre las acciones previstas en su plataforma electoral, el nuevo gobernador había prometido restituir la vigencia de la Constitución Provincial de 1921, de la que su partido había sido principal impulsor y que fuera vetada por el entonces gobernador radical Enrique Mosca, aduciendo dudosos vicios de procedimiento. Las razones de fondo que habían originado ese veto fueron las presiones de la Iglesia católica contra la nueva constitución en razón de su marcado laicismo y el tono progresista de la misma que para su momento, suponía notables avances en lo referido a derechos laborales y beneficios al trabajador, creación de consejos escolares electivos, reforzamiento de la independencia de los poderes judicial y legislativo y autonomía municipal, entre otros cambios, todo lo cual la tornaba inconveniente y hasta peligrosa para varios sectores de la dirigencia política provincial.3 El tema de la autonomía municipal había sido bandera de lucha de la democracia progresista en Rosario durante los años ’20 y pretendían, detentando el poder en la Provincia, conseguir establecerla en las principales ciudades de la misma. En enero de 1932 se realizaron en toda la Provincia las elecciones municipales, para constituir los concejos deliberantes, pero el de intendente no era todavía un cargo electivo, sino que lo seguía definiendo el Ejecutivo Provincial, por lo que Molinas eligió a una figura destacada de su partido en Santa Fe, el abogado Agustín Zapata Gollan, quien asumió la intendencia en marzo de 1932, pocos días después que el gobernador.4 En el mismo acto de asunción, el nuevo intendente fijó algunas líneas de acción que ponían en evidencia una conciencia diferente de las de sus predecesores acerca de la complejidad que implicaba el gobierno de una ciudad con las características de la Santa Fe de los años '30. Explicó su interés por abrir las puertas de la Casa Municipal a los distintos sectores y encontrar soluciones consensuadas para los problemas urbanos, a la vez que reflexionó sobre la conflictiva realidad que se vivía en las ciudades de entonces: "En todas partes del mundo, la vida moderna tiende a concentrarse en las ciudades y este fenómeno que la estadística ha comprobado también entre nosotros no se ha tenido en cuenta para adoptar las medidas necesarias que amengüen las desventajas y los peligros de la aglomeración al mismo tiempo que aseguren los beneficios que pueden alcanzarse, de la vida en condiciones urbanas. El desarrollo de Santa Fe ha sido caótico; la aldea colonial con 3

MACOR, Darío. La reforma política en la encrucijada. Santa Fe, UNL, 1993. Agustín Zapata Gollan (1895-1986), abogado santafesino perteneciente a familias de larga tradición en la ciudad, había estudiado en el Colegio de los Jesuitas y en la Universidad de Santa Fe. Con posterioridad a su desempeño en la Intendencia, tuvo una destacadísima trayectoria como historiador y arqueólogo, dirigiendo el Departamento de Estudios Etnográficos de la Provincia desde 1940 hasta su muerte, al frente del cual descubrió y puso en valor las ruinas de la antigua ciudad, a la vez que a través de sus investigaciones realizó numerosos trabajos sobre la historia de Santa Fe en su primer emplazamiento. Fue además una multifacética personalidad de la cultura santafesina: pintor, grabador, ensayista y escritor de ficción, estuvo vinculado a círculos intelectuales de distintos lugares del país y fue profesor de la cátedra de Historia del Arte en la Escuela de Artes Visuales de Santa Fe. Antes de asumir la intendencia, durante algunos meses de 1931, Zapata Gollan se había desempeñado como comisionado municipal en la intervención a la Provincia por parte del Gobierno de facto y había sido separado del cargo por sus discrepancias con el Interventor respecto del manejo de la usina municipal. Ver: CALVO, Luis M. Voz “Agustín Zapata Gollan” en LIERNUR, Jorge F. y ALIATA, Fernando (comps.). Diccionario de Arquitectura en la Argentina (tomo S-Z), Buenos Aires, Ediciones Agea, 2004, p. 211. COLLADO, Adriana. "La defensa de los intereses ciudadanos en la intendencia de Agustín Zapata Gollán", en Revista América nº 13 del Centro de Estudios Hispanoamericanos, Santa Fe, 1995. 4

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sus calles arenosas y su doble hilera de tapias ha sido el modelo que siguió en su trazado la ciudad moderna al extenderse, muchas veces sin otro criterio que el del negociante que especula en el valor del terreno...".5

Alertaba más adelante sobre la absoluta "desorientación urbanística" conque se iba desarrollando la expansión de la ciudad y, en concordancia con las expectativas de la época, señalaba la carencia de un plan regulador que encarara integral y coordinadamente los problemas vitales de la misma, en sus distintos aspectos (estéticos, sociales, higiénicos, mecánicos). Se puso de manifiesto en el discurso, un conocimiento genérico pero atento sobre la diversidad de los problemas convergentes en la ciudad y se anticipaba desde ya, la que sería una de sus principales preocupaciones durante la intendencia: dotar a la ciudad de un plan regulador, tema sobre el que insistió en todas las declaraciones que formuló en esos primeros días de su gobierno; en el plano de la acción política reafirmó, desde el mismo discurso inicial, su compromiso de trabajar en pos del dictado de las Cartas Orgánicas Municipales, que habrían de transformar los modos de gobierno de las ciudades y que constituía, como ya se dijo, uno de los proyectos de mayor peso dentro de la política diseñada por el nuevo Gobierno provincial de la Alianza Demócrata Socialista al reinstalar la vigencia la Constitución Provincial de 1921. Inmediatamente Zapata inició una reestructuración administrativa con el fin de sanear las finanzas del municipio y racionalizar los procedimientos a la vez que ordenó un exahustivo inventario de los bienes comunales.6 También reintegró a su cargo al antiguo Director de Obras Públicas de la Municipalidad, el ingeniero Hipólito Marelli, quien se había desempeñado durante la década de 1920-30 y había renunciado en 1931 por no coincidir con la Intervención respecto de la controvertida cuestión de la usina municipal.7 El Concejo Deliberante para los años ’30 ya se manifestaba abiertamente politizado, cosa que no había ocurrido en períodos anteriores cuando los concejales representaban más bien los intereses de diversos sectores sociales; estaba constituido por los cinco concejales del bloque de la Alianza Demócrata Socialista y por seis de partidos o agrupaciones comunales minoritarias.8 En la primera etapa de su gobierno, Zapata fue apoyado por el Concejo y a la prensa le manifestaba su satisfacción por la solidaridad que recibía de parte del bloque de la Alianza y por el entusiasta trabajo de los concejales de la minoría. La victoria de la Alianza en la ciudad de Santa Fe, no aseguraba a Zapata Gollan una mayoría en el Concejo, puesto que, habiendo obtenido un 45% de los votos, los concejales de la oposición eran mayoría y aún dentro del mismo bloque de la Alianza había fraccionamientos entre el concejal socialista y los demoprogresistas, quienes tampoco constituían una unidad monolítica, por lo que, pasadas las primeras épocas, todas estas fracciones comenzaron a pesar, obstaculizando los proyectos del intendente. Entre los principales temas abordados, estaba la solución del conflicto que significaban para la ciudad los trazados e instalaciones del Ferrocarril Santa Fe de la Compañía Francesa. Esta empresa, al emplazar su estación en 1884, ocupaba una localización periférica al área urbana, pero a poco que la ciudad comenzó su proceso de expansión, los extensos terrenos que ocupaba la estación central con sus playas de maniobras y galpones quedaron lindando con el centro comercial y el acceso de los trenes a esta zona generaba enormes complicaciones al tránsito urbano. La Alianza Demócrata Socialista había tenido esta cuestión como bandera en su plataforma electoral y Zapata Gollan afrontó la batalla con las autoridades de la Compañía, para la cual contó con el apoyo de la prensa local, en especial del diario El Orden. A menos de un mes de asumir el 5

AGPSF. Colección Zapata Gollán, carpeta de recortes periodísticos. Corresponde a "En horas de la tarde fue puesto en posesión de su cargo el Dr. Agustín Zapata Gollán", en La Provincia, Santa Fe, 21/2/32. 6 "Los Secretarios del D. Ejecutivo fueron designados hoy", en El Litoral, Santa Fe, 22/2/32. 7 "Breves palabras con el Dr. Zapata Gollán", en Santa Fe, 24/2/32. 8 En El Orden, Santa Fe, 20/1/32. 475

cargo ya había concretado una primera reunión con el ministro de Hacienda de la Provincia y el director de la Compañía Francesa para tratar el asunto, pidiendo el levantamiento de las instalaciones, tendidos de vías y pasos a nivel como una necesidad imperiosa para la ciudad, proponiendo el traslado de la estación al predio de Santa Fe-Cambios, zona que en ese momento aparecía como mucho menos comprometida.9 A partir de entonces frecuentemente las noticias periodísticas dan cuenta de las gestiones del intendente, sus viajes para interesar a los funcionarios de la Dirección General de Ferrocarriles sobre el tema, su insistencia ante la Compañía, sus reclamos ante lo que la prensa definía como "...un tema de palpitante actualidad en nuestro medio /.../ que obstruye el progreso de la capital..."10. Ninguno de estos planteos recibió respuesta, pese a la fuerte conciencia ciudadana que el debate periodístico había generado. Otra preocupación del momento fue el relleno de los bajos del Salado, que implicaba la rectificación del sistema de desagües de toda la zona y la planificación del crecimiento futuro de las nuevas tierras que se ganarían para la ciudad; en junio de 1933 se efectivizó la Ordenanza respectiva, pero los trabajos nunca se iniciaron. El plan, elaborado por las oficinas municipales, atendía integralmente la franja oeste, generando el ordenamiento y recualificación de un sector históricamente deprimido de la ciudad mediante obras de infraestructura de gran porte, pero su puesta en marcha no contó con el apoyo financiero necesario por parte de Gobierno provincial.11 Del mismo modo se alentaron mejoras de las condiciones de habitabilidad y dotación de servicios de los barrios marginales; de esto dan cuenta permanentemente los distintos diarios que publican los avances en la materia. Respecto de la higiene pública, se reforzó el control de las casas de inquilinato, clausurando muchas por inhabitables y emplazando a la mayoría de los conventillos existentes a efectuar mejoras;12 la lentitud conque el Concejo procedía en este tema llevó al intendente a afrontar mediante resoluciones del Departamento Ejecutivo todas las medidas y sanciones, lo que significó un enfrentamiento con sectores tradicionales de la sociedad santafesina en razón de que muchos de estos conventillos eran propiedad de prestigiosas familias de la ciudad. También del Ejecutivo surgió un proyecto de ordenanza que disponía la creación del Registro Sanitario de los edificios de la ciudad, exigiendo que cada inmueble presentara allí un expediente con toda la documentación sobre ese particular. Paralelamente el municipio debía llevar un registro de casas desocupadas y controlar mediante reglamentación rigurosa el alquiler de viviendas y locales. Estos proyectos vieron la luz en forma de ordenanzas pero no alcanzaron a llevarse a la práctica; obviamente todas estas medidas despertaron malestar en los propietarios rentistas, en la medida en que el sentido de bien de uso que Zapata asignaba a la vivienda como sustento conceptual de estas reglamentaciones, no estaba asumido en la mentalidad de la época y prevalecía la idea de la propiedad privada como absoluta e irrestricta. Otro frente de acción fue la municipalización de los servicios públicos, como un medio para tornarlos eficientes, lo cual había sido política de la democracia progresista en uno de sus bastiones de origen, la Municipalidad de Rosario y se intentaba trasladarlo a Santa Fe; Zapata lo dice claramente en una entrevista con el diario La Vanguardia a un mes 9 "La necesidad de dar cauces al progreso", en El Orden, Santa Fe, 10/3/32. “Deben terminar las barreras”, en El Orden, 03/11/1932, primera plana. Ya el Plan de 1927 había contemplado el traslado de la estación del FFCC Santa Fe a la playa de maniobras de Santa Fe Cambios. 10 En El Debate, Santa Fe, 21/7/32. 11 “El rellenamiento y canalización de los bajos del Salado”, en Santa Fe, Santa Fe, 10/11/1932, p. 3. Este diario continuó con la publicación en varias ediciones del proyecto completo, los instrumentos legales y las estrategias de financiamiento requeridas, los días 12/11/1932; 13/11/1932; 16/11/1932. En ANEXOS se incluye el texto completo del proyecto, según la versión publicada en la prensa. 12 Aquí cabe mencionar una virulenta campaña desatada por la prensa (en especial por el diario El Orden) sobre esta cuestión, iniciada poco tiempo antes de asumir la Intendencia Zapata; se destacan titulares tales como: "Un verdadero suplicio es, a veces, la vida en los inquilinatos de Santa Fe", etc.

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de asumir la intendencia, cuando se refiere al modo de resolver el conflicto que se había entablado con la compañía eléctrica privada: "Municipalización o cooperativa popular. En principio soy partidario de la municipalización de los servicios públicos, pero únicamente como un período de tránsito hacia formas más avanzadas de socialización".13

El nuevo intendente depositaba confianza en las posibilidades de la escala comunal como el primer nivel de organización de la sociedad y con seguridad esta idea provenía del ideario partidario; de hecho, la tesis doctoral de Lisandro de la Torre trataba precisamente sobre el régimen municipal y para de la Torre, el origen y fundamentación del Estado se hallaba en las pequeñas comunas y el sistema político se conformaba a partir de las instituciones más elementales para aproximarse por escalas sucesivas al orden general.14 Vista así, la consolidación de la Institución Municipal mediante la asignación de roles protagónicos en la vida de la ciudad, permitía afianzar el orden social global y en esto jugaban un papel importante los servicios, en tanto factores de fuerte incidencia en la vida cotidiana. Esta línea de pensamiento caracterizó a la intendencia de Zapata, lo que se puso de manifiesto en numerosos emprendimientos de su breve intendencia; por una parte, el inicio decidido de las gestiones para reclamar ante Obras Sanitarias de la Nación el cumplimiento de lo establecido en la ley 10.998/19 de acuerdo a la cual las redes e instalaciones sanitarias construidas por el Estado nacional debían pasar a la órbita de la administración municipal cuando se hubiese amortizado totalmente el capital invertido en las obras. El Municipio santafesino no había ejercido ningún control sobre el organismo nacional y no se había siquiera informado nunca sobre el estado de cuentas de las obras de la ciudad ante Obras Sanitarias de la Nación; en noviembre de 1932 Zapata dio inicio a estos reclamos atendiendo a que estaba próxima a completarse la amortización del capital invertido por la Nación y según lo fijado por la ley las instalaciones debían transferirse al Municipio; pero los acuerdos entre el Gobierno provincial y la Nación llevaron a frenar este reclamo.15 El otro frente al que el intendente le dio atención privilegiada y que finalmente lo obligó a una anticipada renuncia, fue el del servicio de energía eléctrica en la ciudad. La Municipalidad de Santa Fe era propietaria, desde la última década del siglo XIX, de una usina eléctrica cuya administración ejercía, con altibajos, desde su entrada en funcionamiento en 1891; por un par de décadas fue ésta la única fuente de provisión de energía eléctrica para la ciudad, con la excepción de las usinas de la estación del ferrocarril francés y del nuevo puerto de ultramar, pero ambas abastecían sólo a sus propias instalaciones y a una mínima área en torno a dichos enclaves; por su parte, la usina municipal presentaba problemas de capacidad originados en los escasos recursos que se derivaban para su mantenimiento y expansión.16 A partir de 1910 se licitó la instalación de una usina particular en el norte de la ciudad que abasteciera las necesidades de la red de tranvías eléctricos que se proyectaba y la energía domiciliaria para los vecinos de los barrios del norte,17 resultando adjudicataria una empresa de capitales ingleses que pasó a denominarse “Compañia Argentina de Tramways y Fuerza Ltda.” y, más tarde, Compañía Central Argentina de Electricidad, poderosa empresa propietaria de instalaciones similares en varias de las principales ciudades del país. La nueva usina construida por esta empresa, que inauguró sus servicios en 1914, se instaló en el sur del barrio Candioti, dando origen a un verdadero enclave de producción energética, mucho más moderno y eficiente que la 13

"La provisión de energía eléctrica en Santa Fe", en La Vanguardia, Santa Fe, 20/03/32. MACOR, D. Op. cit., pp. 41-42. Es oportuno recordar que al momento de asumir Zapata la ciudad alcanzaba los 130.000 habitantes; ver: MCSF. Anuario Estadístico de la Ciudad de Santa Fe – Vol. XXIII, 1931. Santa Fe, Castellví Hnos., 1932. 15 “La Municipalidad y las obras sanitarias”, en El Orden, Santa Fe, 15/11/1932, p. 5. 16 Sobre la instalación de la usina municipal ver Capítulo III, ítems III.1 y III.2. 17 Municipaldad de Santa Fe. Digesto de ordenanzas, decretos y reglamentos - 1911, Santa Fe, Languasco, 1911, pp. 213 a 225. 14

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usina municipal y que para el momento que nos ocupa acababa de ser ampliada y renovada casi por completo.18 A partir de entonces comenzó un período de competencia y presiones por parte de la compañía inglesa para conseguir el monopolio de la producción de energía en la ciudad tratando insistentemente de adquirir, o al menos que se le otorgue en concesión, la usina municipal. El intendente Zapata Gollan había atendido este tema al asumir como comisionado municipal de la Intervención a la Provincia después del golpe de setiembre de 1930, pero su gestión fue breve ya que a poco de asumir, la Intervención dictó una resolución autorizando a la Intendencia a suscribir un contrato de arrendamiento de la usina municipal con la compañía inglesa, contrato que Zapata se negó a firmar argumentando que el mismo iba en desmedro de los intereses de la Comuna y de los consumidores; el persistir en esta negativa le valió la exoneración del cargo y el discutido contrato fue firmado por su sucesor. Al ser restituido como intendente por el gobernador Molinas, Zapata remitió al Concejo Deliberante un minucioso informe que, historiando la cuestión de la usina desde su origen, solicitaba a los concejales la inmediata anulación del contrato de arrendamiento.19 El pedido aparece fundamentado en el ítem: "Los servicios públicos y el Estado", tema sobre el que el intendente despliega una posición decidida que puede resumirse en: "Un servicio público /.../ no puede entregarse en usufructo a una compañía capitalista que sólo procurará aumentar el dividendo de sus accionistas /.../ debe organizarse en tal forma que ocasione el menor gasto a los que se sirven de él /.../ esto sólo puede ser obra del Estado".20

Finalmente en mayo de 1932 obtuvo la anulación del contrato, pero la empresa inglesa ya había comenzado la ofensiva: la usina municipal, a menos de un año de estar en manos de la empresa arrendataria, que había actuado sin contralor de ningún tipo por parte de las autoridades de la Intervención, se hallaba en completo abandono y comenzó a gestarse en la ciudad, incentivada en especial por el diario El Imparcial una actitud de temor por las consecuencias que esta resolución pudiera tener. Simultáneamente Zapata comenzó a desplegar su proyecto de usina mixta, con capitales aportados por el vecindario y la Municipalidad, que obviamente iba en contra de los intereses de la compañía inglesa. Se incorporó también al conflicto la cuestión del monopolio del transporte público que la misma empresa detentaba (los tranvías eléctricos) y a la que también Zapata enfrentó al auspiciar el establecimiento de líneas de ómnibus urbanos como una forma para contrarrestar los efectos que tenía en la ciudad la poderosa empresa tranviaria; se sumó el hecho de que por primera vez desde 1914 se le comenzaron a aplicar multas a la empresa cuando se verificaron funcionamientos antirreglamentarios.21 Tanto el proyecto de la usina mixta como los controles sobre los servicios se vieron frustrados a fines de 1933, cuando las presiones de la compañía inglesa sobre el Concejo Deliberante y sobre algunos funcionarios del Gobierno provincial forzaron la renuncia del intendente que se produjo en diciembre de 1933.22 Igualmente, a la mayor parte de los vehículos del servicio de ómnibus urbanos se les

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ACDM-AE. Tomo 1912/13, f. 419. Sobre las nuevas instalaciones finalizadas en 1929 ver: MCSF. Guía del Turista - 1929 - Intendencia del Dr. Ignacio Costa. Santa Fe, ed. oficial, 1929. 19 AGPSF. Colección Zapata Gollán. Carpeta “Mensajes”. Informe al H.C.D. de fecha 4 de marzo de 1932, 40 folios. Este informe es un valioso documento ya que Zapata elabora una verdadera historia del servicio eléctrico en la ciudad, detallando todas los intentos privatizadores de distintos intendentes y aportando además su visión respecto del carácter estatal-municipal que debía tener. 20 AGPSF. Colección Zapata Gollán. Carpeta “Mensajes”. Informe cit., pp. 6/7. 21 En ese mismo momento, en la Municipalidad de Rosario, también se estaba llevando adelante la discusión sobre la estatización del servicio de transportes. Ver: “Servicio de transporte de pasajeros. Proyecto de municipalización”, La Capital, Rosario, 13/07/1932. “El Poder Ejecutivo promulgó la ley sobre municipalización de servicios públicos en Rosario”, en El Orden, Santa Fe, 28/08/1932. 22 ACDM-AE. Tomo 1933/2, fs. 1310 y ss. 478

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impidió seguir circulando y durante varios años los tranvías tuvieron casi la exclusividad en el transporte local de pasajeros.23 (Imágenes VIII.2b a VIII.2d) Se trató también de un período en que se fomentó la relación con las sociedades vecinales de los distintos barrios, grupos a los que Zapata siguió asesorando en su condición de abogado una vez que dejó la intendencia; entre los asuntos figuraban los reclamos de los vecinalistas por las malas condiciones en que precisamente se brindaba el servicio de transporte público, los incumplimientos de las empresas constructoras del pavimento y los servicios sanitarios, etc. La modalidad asumida por la gestión Zapata era el tratamiento de los problemas de la ciudad planteados por las vecinales en mitines públicos, hecho totalmente novedoso en el Municipio de Santa Fe; estas reuniones eran organizadas por alguna de las vecinales, pero muchas veces contaban con la presencia del intendente como orador.24 VIII. 2) Primeros intentos de concretar un Plan Regulador para Santa Fe La otra cuestión sobre la que se hicieron avances en este período y que interesa especialmente para este trabajo fue la de dotar a la ciudad de un plan regulador;25 sobre el tema existía el poco feliz antecedente del Plan de 1927, que había quedado en completo olvido a poco de su aprobación y posterior anulación, según se vio en el capítulo VI; con anterioridad a esa fecha las iniciativas en materia de planificación urbana se habían reducido a proyectos puntuales, tal como se ha podido mostrar hasta aquí, acciones auspiciadas o directamente pergeñadas por alguno de los intendentes con el apoyo de las oficinas técnicas municipales como protagonistas secundarias. En el discurso que da ante el Concejo al asumir como intendente, Zapata ya citaba la cuestión como un tema relevante: “...La ciudad va creciendo en una absoluta desorientación urbanística, sin responder a un plan regulador que encare al mismo tiempo los problemas vitales que presentan las ciudades modernas desde el punto de vista social, estético, higiénico, mecánico /.../ teniendo en cuenta que la más alta y sana política edilicia es la de conservar un exceso de espacio disciplinado de propiedad municipal /.../ son estos, sin dudas, problemas serios y complejos que debemos afrontarlos sin vacilar.”26

Dos meses más tarde emitió un primer decreto disponiendo se elabore en las oficinas técnicas municipales la documentación mínima necesaria para encarar la elaboración del plan,27 y en el mes de julio de ese mismo año inició gestiones con los más reconocidos urbanistas nacionales que, como se vio en los dos capítulos anteriores, representaban a la vez a distintas líneas dentro de la disciplina: el ingeniero Benito Carrasco por una parte y el equipo integrado por los ingenieros urbanistas Guido y Della Paolera por la otra.28 Como ya se dijo, Benito Carrasco era un ingeniero agrónomo que para entonces podía considerarse como uno de los primeros teóricos del urbanismo en Argentina y en este punto interesa recordar su militancia política en el Partido Demócrata Progresista, y su 23

El tema está ampliamente presente en la prensa local a lo largo de todo el año 1934. Ver: “Es antipática la persecución a los ómnibus”, en El Orden, 06/05/1934; “Persecuciones a la Empresa Omnibus de Santa Fe”, en El Orden, Santa Fe, 01/02/1935. 24 AGPSF. Colección Zapata Gollan. Sin catalogar. (Del alegato de su defensa en el juicio). 25 ADEEC. Archivo Zapata Gollan. “Carpeta de Antecedentes: Plan Regulador S.Fe”. Agradezco al Dr. Luis Ma. Calvo haberme facilitado la disponibilidad de este material. 26 AGPSF. Colección Zapata Gollán, carpeta de recortes periodísticos. Corresponde a "En horas de la tarde fue puesto en posesión de su cargo el Dr. Agustín Zapata Gollan", en La Provincia, Santa Fe, 21/2/32. 27 Ver: “Estudio de Plan Regulador de la ciudad”, en El Litoral, Santa Fe, 31/05/1932, p. 3. 28 Con excepción de una vaga referencia a la convocatoria a Charles Thays para el proyecto del Parque Central realizada en los últimos meses de la intendencia de Irigoyen y que nunca se hizo efectiva y de la convocatoria de un empresario a Fermín Bereterbide para el barrio Mayoraz, ésta era la primera vez que se invitaba a especialistas con trayectoria a nivel nacional para encarar un plan urbano en Santa Fe. Sobre los tres expertos que contacta Zapata y las distintas líneas que tenían vigencia en el país en ese momento, ver Capítulo VI. La documentación sobre las gestiones encaradas sobre este tema permanecieron en poder de Zapata y no se encuentran en los archivos municipales sino en su archivo personal (hoy en AGPSF). 479

colaboración con el bloque de dicho Partido en el Concejo Deliberante de Buenos Aires en 1923, confrontando con el Plan de la Comisión de Estética Edilicia.29 Por su parte el equipo de Angel Guido y Carlos Della Paolera trabajaba en ese momento junto al ingeniero Adolfo Farengo en el Plan Regulador de Rosario, contratados por la Municipalidad, y también constituían un grupo de profesionales de renombre a nivel nacional.30 Enrolado en los lineamientos del denominado "urbanismo científico", Della Paolera creía en la planificación global y le asignaba preponderancia dentro del proyecto urbano al diagnóstico sobre la ciudad con todos los estudios previos que ello implica, con los que se configuraba un importante cuerpo de antecedentes, casi tan voluminoso como el plan mismo, lo que puede verificarse al revisar la publicación del Plan Rosario.31 Durante toda la década del '30, Della Paolera habría de sostener una prolífica actividad en el campo del urbanismo que iremos comentando en este capítulo; fue también quien instituyó el isotipo del urbanismo y la fecha del 8 de noviembre como Día del Urbanismo. Zapata Gollán dialogó y mantuvo numerosa correspondencia con estos especialistas durante el período que duraron las tratativas para concretar la contratación del plan. Las gestiones con Carrasco, según se infiere de dicha correspondencia, transcurrieron entre julio y agosto de 1932 y fueron retomadas en setiembre de 1933, llegando a redactarse un borrador de contrato casi idéntico al que este urbanista había firmado con la Municipalidad de Córdoba cinco años antes, (Imagen VI.32) aunque nunca obtuvo la conformidad definitiva de parte de Zapata; el plan que Carrasco se comprometía a desarrollar para Santa Fe contemplaba cuatro aspectos: 1) intervenciones necesarias en la ciudad de ese momento; 2) plan de distribución de edificios públicos, nuevos usos, barrios residenciales, obreros y universitario; 3) red de caminos de acceso y avenidas costaneras; 4) estudios de los perfiles de calles y avenidas con sus correspondientes normativas edilicias. Para llevar adelante este trabajo requería de siete meses y pretendía cobrar 18.000 pesos (aunque aclaraba que el costo real era de 30.000).32 La Municipalidad debía entregarle una serie de documentos (planos generales y de nivelación con detalles de las zonas de barrancas, listado completo de los terrenos municipales disponibles, registros estadísticos, relevamiento fotográfico y todos los antecedentes de proyectos de escala urbana realizados en el municipio). En su presentación del tema ante el Concejo Deliberante, en la que fundamentaba la necesidad del plan y descartaba la vía del concurso por costosa y lenta, Zapata demostraba un razonable dominio del tema, diferenciando el expediente urbano del plan propiamente dicho y defendiendo la necesidad de que ambos fueran elaborados por el mismo profesional, ya que existía en ese ámbito la idea de que la primera parte la podía desarrollar el personal municipal;33 su discurso aparece francamente influenciado por la prédica de Carrasco, de cuyas principales publicaciones obran ejemplares en este expediente, llegando incluso a presentarlo como el único verdadero urbanista que existía en el país y desautorizando (sin dar nombres) a quienes decían tener un diploma en el tema: “No hay ningún profesional que tenga exclusivamente el ‘título’ de urbanista /.../ No hay que dejarse impresionar por el diploma de urbanista que nadie tiene de nuestras universidades. 29

Ver Capítulo VI, nota nº 146. Ver Capítulo VI, notas nº 100 y 107. 31 DELLA PAOLERA, Carlos; GUIDO, Ángel; FARENGO, Adolfo. Municipalidad de Rosario. Plan Regulador y de Extensión. Rosario, 1935. 32 El total del presupuesto de sueldos del jefe y todo el personal de la Oficina de Obras Públicas de la Municipalidad en el año 1931, había sido de 20.580 pesos. MCSF. Anuario Estadístico de la Ciudad de Santa Fe – Vol. XXIII, 1931. Santa Fe, Castellví Hnos., 1932, pp. 119. 33 En su archivo personal se tuvo acceso a los borradores de preparación de esta presentación, redactados de puño y letra por el intendente, donde es de notar las eclécticas referencias a autores como Le Corbusier, E. Howard o Adolfo Posada. La primera presentación ante el Concejo del tema “Plan Regulador”, se realiza en el mismo discurso de asunción, el 20 de marzo de 1932. Luego de eso, la marcha de las gestiones es comunicada por el intendente a los concejales en reuniones informales, pero no queda registro de ello en las actas del Concejo, ya que el tema de la usina eléctrica absorbía toda la atención de las sesiones. 30

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En Francia, se dicta un curso en La Sorbona, al que concurren libremente todos aquellos profesionales o no que quieran asistir a las conferencias /.../ como las que dictó aquí el arquitecto Jaussely.”34

Zapata se explayaba en las condiciones que debía reunir el experto al que se le encomendara el plan, tomando como base la legislación francesa de 1919 que definía que el urbanista debía ser “un hombre de arte”, integrando conocimientos de ingeniería, arquitectura, paisajismo, para terminar hablando de que se requería la experiencia que da la madurez como una condición indispensable que no cumplía “ningún joven inexperto”. Sostenía también que el costo del trabajo propuesto no era excesivo y que los beneficios que se obtendrían, justificarían con creces el costo del plan; respecto de este tema expone las cifras que Rosario y Córdoba han pagado por trabajos similares y las compara con el alto costo que tuvo la presencia de los expertos extranjeros, Bouvard y Forestier.35 Mientras mantenía las tratativas con Carrasco, el intendente recibió la oferta de trazar un plan regulador para Santa Fe por parte de Ángel Guido y Carlos Della Paolera que se encontraban trabajando en el Plan de Rosario. (Imágenes VIII.4a a VIII.4c) En agosto de 1932 Guido visitó la Intendencia, se entrevistó con Zapata y expuso ante el intendente, sus secretarios y los integrantes del Concejo, los avances realizados en dicho plan, a fin de ejemplificar las características del trabajo que se proponía para Santa Fe; durante varios días los documentos y planos utilizados por Guido en su exposición permanecieron expuestos en el Concejo Deliberante local, para que la naturaleza y alcances de los trabajos propuestos fueran conocidos por el público y los profesionales santafesinos. Las mismas notas periodísticas que con grandes titulares difundían la visita de Guido a Santa Fe, anunciaban acerca de un próximo viaje de estudios a Estados Unidos que éste estaba a punto de emprender. “El ingeniero Ángel Guido, a principios del próximo mes se trasladará a Norte América contratado por un particular (sic) de esa Nación, con el objeto de estudiar la urbanización en las ciudades modernas de la misma. Este estudio durará probablemente unos dos años, luego de los cuales el ingeniero Guido regresará a nuestra República y los pondrá al servicio de la Nación.” 36

Es muy notable el contraste entre esta propuesta y la de Carrasco en términos de la complejidad y envergadura del trabajo a realizar para componer, por una parte, el Expediente Urbano, primera etapa del plan y formular luego el Plan Regulador propiamente dicho; un contraste que pone en evidencia los conceptos que sustentaban a cada una de las posiciones dentro de la disciplina. El trabajo completo que ofrecían realizar Della Paolera y Guido constaría de: actualización del plano general de la ciudad y del plano de niveles (coordinado con las direcciones nacionales de Ferrocarriles, Obras Sanitarias y Navegación y Puertos); confección de planimetría aerofotográfica; confección de un plano de movimientos ferroviarios; estudio de la “...geografía urbana de Santa Fe, tratando de la evolución desde su fundación hasta nuestros días...”, en base a compatibilizar la información procedente de toda la cartografía urbana existente, censos, registros aerofotogramétricos, etc.; estudio 34

Sobre la visita de León Jaussely a Buenos Aires ver Capítulo VI, notas nº 138 a 140. ADEEC. Archivo Zapata Gollan. “Carpeta de Antecedentes: Plan Regulador S.Fe”, s/f. 36 “La Urbanización de nuestra ciudad – Se encuentra en ésta el Ingeniero Guido”, en Santa Fe, Santa Fe, 11/08/1932, p. 5. En realidad Guido fue uno de los diez latinoamericanos en obtener en 1932 la beca Guggenheim (que ese año fue asignada a dos arquitectos latinoamericanos, Guido y el chileno Fernando Devilat Rocca). Esto le permitió una prolongada estadía en Estados Unidos, muy importante para su desarrollo posterior, ya que en el plano arquitectónico lo puso en contacto con el “estilo californiano”, al que visualizó como una opción para reinsertar los valores de la histórica arquitectura colonial, y con la experiencia del rascacielos, en tanto que en el campo del urbanismo lo aproximó al city planning americano y al zoning como un instrumento de control que se había generalizado en ciudades americanas en la década de 1920-30. En el mismo año 1932 la Fundación otorgó 36 becas a americanos del norte, entre las cuales se contó la primera de las tres que obtuvo Lewis Mumford (becario en 1932, 1938 y 1956). Fuente: http://www.gf.org. 35

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general de zonificación de la ciudad en ese momento; relevamiento fotográfico panorámico (edificios importantes, aspectos naturales, siluetas y vistas de interés); estudio estadístico de clima, vientos, lluvias y luminosidad; estudio de asoleamiento completo, para todas las orientaciones y épocas del año; estudio de suelos; cartas de movimientos demográfico; estudio de zonificación para áreas productivas y centros de abastecimiento; plano de ubicación de espacios libres, parques, zonas arboladas, áreas deportivas y bellezas naturales; plano de ubicación de terrenos sin utilizar; estudios del valor de la tierra; estudios de transporte; relevamiento de objetivos de atracción turística en el entorno de la ciudad; plano de pavimentos de calles urbanas y vías de acceso. Esta primera etapa cerraba con una memoria descriptiva general, el desarrollo de una estrategia de sistematización ferroportuaria y un reglamento de urbanización “...que sirva de guía para las edificaciones, basado en el moderno principio de la creación o formación de barrios de diferente función.”37 A continuación la segunda etapa del trabajo refería al Plan Regulador, consistente en una serie de planos urbanos generales donde se presentaban todas las reformas y estrategias de desarrollo propuestas, zonificación, etc.; planos regionales en los que se fijaban los nexos ciudad-territorio y planos a escala de detalle (1:500) en los que ya se planteaban los principales conjuntos edilicios, los barrios, los parques, etc. en un nivel en el que se perfilaban los tipos arquitectónicos y las estrategias de agrupamiento. También los proyectitas se comprometían a dejar organizada dentro de la Municipalidad la Oficina Técnica encargada de actualizar la información del Expediente Urbano y de la aplicación del Plan Regulador. Era clara la estructura del trabajo que proponían concentrando en el expediente urbano las etapas de análisis y diagnóstico de pretendido carácter científico y riguroso orden metodológico, acorde con el posicionamiento relativo a ver al urbanismo como ciencia que el grupo sostenía y que además de novedoso, establecía diferencias inconciliables con el urbanismo de Carrasco; a esto se sumaba, como otra novedad, la impronta de la formación parisina de Della Paolera, ya que la influencia de Pöete era especialmente notable en el apartado que refería a la “evolución de la ciudad desde su fundación hasta nuestros días”, donde se aplicaban los instrumentos analíticos poetianos, en particular, el trabajo con la cartografía histórica. La segunda etapa, el plan mismo, era de tono propositivo, pero requería inevitablemente que antes se hubiera transitado con todo rigor la etapa anterior. Otra originalidad que introduce esta propuesta es la consideración de una suerte de prospectiva del plan, al fijar la necesidad de creación de un organismo específico dentro de la planta municipal como era la Oficina del Plan Regulador para su puesta en marcha, seguimiento, control y ajuste, cuyas peculiaridades se comprometían a definir como parte misma del trabajo.38 Éste le costaría al Municipio 80.000 pesos, cifra idéntica por la que tres años antes se había contratado al mismo equipo en Rosario, y cuatro veces más abultada que la que pretendía Carrasco. En el medio local había convicción sobre lo atinado del emprendimiento y, en general la prensa se manifestaba muy positivamente al respecto: “...a toda ciudad en crecimiento debe dársele la debida expansión, pero dentro de un método que contemple la belleza, la higiene y la forma de poder atender con eficacia y economía los servicios públicos. Tal propósito no puede ser más laudable y fue el que guió al ex-intendente Rosas a disponer la construcción de ochavas grandes, el ensanche de algunas arterias y la construcción de nuevas plazas y paseos /.../ Hoy, vemos desparramarse las barriadas a las

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ADEEC. Archivo Zapata Gollan. “Carpeta de Antecedentes: Plan Regulador S.Fe”, s/f. La propuesta de Guido y Della Paolera para Santa Fe coincide en un todo, salvando obviamente las escalas, con la que habían formulado para Rosario un par de años antes y de cuyo desarrollo nos ocuparemos más adelante. Para un análisis pormenorizado de la estructura del plan que estos urbanistas proponen para Rosario ver: BRAGOS, Oscar. “El estado de las ideas en torno a un plan para Rosario, 1927-29” en Cuadernos del CURDIUR nº 54, Rosario, UNR, 1992. 38

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cuales no alcanzan los servicios municipales por resultar excesivamente costosos y de difícil atención. Es a subsanar estas deficiencias que tiende la iniciativa del jefe de la Comuna...”39

Poco después de la visita de Guido a Santa Fe, se recibió en la intendencia una propuesta de la Sociedad Central de Arquitectos de Buenos Aires, ofreciendo su asesoramiento (como anteriormente lo había hecho con el municipio de Rosario), acerca del mejor modo de llevar adelante la gestión del plan; para la SCA, el Municipio debía preparar el Expediente Urbano (o contratar a un experto para realizarlo en caso de no contar con personal idóneo) y luego convocar a un concurso internacional de propuestas, para el cual el expediente formaría parte de las bases. Para la corporación profesional no quedaban dudas sobre la mayor conveniencia que presentaba el concurso en comparación a la contratación directa y en el texto de la propuesta, firmado por el presidente de la SCA, Jorge Rivarola, se cuestionaba la manera en que en Rosario se había resuelto la cuestión, ya que para eliminar complicaciones se había encargado el Expediente y el Plan Regulador al mismo equipo.40 Las tratativas para concretar el plan se llevaron adelante desde mediados de 1932 pero avanzaron lentamente pese a que se contaba con una extensa documentación consistente en memorias, antecedentes y los mismos proyectos de ordenanzas para contratar la ejecución que habían sido remitidos por los profesionales interesados; es evidente que, a diferencia de lo que había sucedido en Rosario donde todas las iniciativas en torno al Plan Regulador habían provenido del Concejo Deliberante y no del Departamento Ejecutivo, en Santa Fe los concejales no tenían la misma claridad del intendente sobre el particular y el tratamiento del tema fue demorándose, terminando por diluirse en el cúmulo de problemas acuciantes que, ya para 1933, entorpecieron la posibilidad de pensar en la acción municipal a largo plazo. Estos primeros años de la década de 1930 fueron uno de los momentos en que se produjo un franco divorcio entre las ideas acerca de la importancia de prefigurar el futuro urbano que circulaban y las reales condiciones e intereses que se dirimían en la ciudad, poco favorables a encarar la elaboración de un plan; la única acción concretada en materia de planificación fue la creación, mediante una ordenanza, de la Comisión Pro-Mejoras en los Barrios, que tenía como objetivo: “la confección de los proyectos y estudios referentes a las necesidades edilicias más urgentes de distintas zonas de la ciudad /.../ calles, desagües, alumbrado, obras de salubridad, y demás necesidades que un minimun de urbanización reclame”41

Por todo lo visto, y aún en la imposibilidad de mostrar concreciones sobre el tema en razón de su abrupto final, la intendencia de Zapata Gollan permite visualizar una suerte de estado coyuntural acerca de las posibilidades y de las ideas acerca de la disciplina urbanística en una capital provinciana. VIII. 3) Los años ’30. Avances en materia de urbanismo en Argentina En el capítulo VI se trató de presentar una serie de acontecimientos que, hacia 1920, marcaron la emergencia del campo disciplinar en Argentina y apuntaron a la consolidación de un cuerpo de ideas acerca de la estética edilicia, el paisajismo y una funcionalidad eficaz, que convergían en el Plan Urbano como protagonista central. Se revisaron algunas instituciones (el Museo Social, “Los Amigos de la Ciudad” en Buenos Aires y en Rosario), 39 “La urbanización de las ciudades es uno de los grandes deberes de toda municipalidad”, en Santa Fe, Santa Fe, 13/08/1932, p. 2. 40 ADEEC. Archivo Zapata Gollan. “Carpeta de Antecedentes: Plan Regulador S.Fe”, s/f. 41 Ordenanza nº 3039 de fecha 07/11/1932. ACDM-Libro de Actas, Tomo 1932/1933, fs. 193-194. La Comisión estaría integrada por tres concejales, dos representantes del Departamento Ejecutivo Municipal (uno sería el Director de Obras Públicas) y dos representantes de las sociedades vecinales reconocidas por la reglamentación municipal. Como puede verse, se trataba de reproducir con la creación de esta Comisión, lo que era práctica establecida en otras ciudades respecto de las cuestiones urbanísticas.

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eventos especializados (los congresos, tanto los organizados por el Museo Social como los primeros Panamericanos de Arquitectos), la difusión de libros y manuales específicos, el conocimiento con mayor o menor grado de aproximación, de ideas y modelos foráneos, la toma de conciencia sobre la formación especializada que requería el urbanista, y por fin, algunos planes urbanos como los de Mendoza, Córdoba, Concordia, elaborados por Benito Carrasco, el célebre plan de la Comisión de Estética Edilicia para Buenos Aires durante la intendencia de Carlos Noel y el Plan de 1927 para Santa Fe, todos los cuales pueden en definitiva, aún considerando sus diferencias, englobarse en la línea del las posiciones tradicionales en la materia, las que hasta mediados de esa década fueron dominantes. Pero sobre los últimos años de la misma, surgieron en el ámbito nacional nuevas figuras, entre las que destacaba indiscutiblemente el ingeniero Carlos Della Paolera y afloraron, con una inicial vehemencia, otras posiciones encuadradas en un denominado “urbanismo científico” que iban a signar el desarrollo disciplinar en la década siguiente.42 La crisis económica mundial de 1929 y la larga depresión posterior, que como ya se dijo, tuvo repercusiones notables en Argentina, significó un freno importante en la industria de la construcción que durante los años ‘20 había reconocido un desarrollo floreciente; en tanto las migraciones (que en su mayoría no provenían ya desde el exterior sino que eran movimientos de población interna, procedentes de áreas rurales que afluían hacia zonas de concentración industrial) provocaron un crecimiento de la población urbana muy notable, en especial en la ciudad de Buenos Aires, que entre el censo nacional de 1914 y el censo municipal de 1936 había crecido en casi 900.000 habitantes, lo cual significó que se acercara para esa fecha a los 2.500.000 de habitantes.43 Allí, en los primeros años de la década de 1930-40 se produjeron algunos acontecimientos paradójicamente significativos, en el marco del fuerte intervencionismo estatal posterior al golpe de setiembre de 1930: por una parte se instalaba en Buenos Aires la primera “villa miseria” y, por otra, en el centro histórico monumental, se inauguraba la Diagonal Norte y se iniciaban los trabajos de la Diagonal Sur, dando demorada continuidad a los lineamientos del Plan Bouvard; se trataba, en definitiva de un momento de expectación en todo lo que tenía que ver con lo urbano y cuestiones como la concentración poblacional, el tránsito conflictivo, la necesidad de una zonificación funcional o el hábitat popular, tenían cotidiano protagonismo en distintos niveles de la sociedad porteña. No obstante, el cambio de perspectiva había comenzado a manifestarse en diversos ámbitos desde varios años antes de la irrupción de la crisis; en el Concejo Deliberante de Buenos Aires fueron atacados en distintas ocasiones y de manera contundente los resultados del Plan Noel en razón de su marcado esteticismo y falta de atención a la cuestión social; muy tempranamente, antes aún de aprobarse el plan, el Concejal Vicente Rotta que era activo defensor de los espacios verdes y que más adelante se integraría a “Los Amigos de la Ciudad” y escribiría sobre temas urbanos,44 cuestionaba la acción del intendente y contraproponía la creación de una comisión diferente, con mayor nivel científico, que se hubiese denominado “de Higiene y Estética” y a la que hubiesen debido integrarse representantes del Departamento Nacional de Higiene y del Centro Nacional de

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Carlos Mazza define a los años ´30 como el momento que dará forma en Argentina a la urbanística moderna, cuando las acciones e instrumentos “...actuarán sobre la ciudad operando sobre las transformaciones físico-espaciales urbanas y los procesos de urbanización, a través de la aplicación de un cuerpo de conocimientos técnicos constituidos bajo la forma de dispositivos reguladores, ordenadores del espacio urbano y del habitar, fundamentados en un marco científico y teórico interdisciplinar...”. MAZZA, Carlos. “Una aproximación al análisis histórico de normativas y planes urbanos para la ciudad de Mar del Plata”, en La Ciudad de Papel, Mar del Plata, UNMdP, 1997, p. 16. 43 HARDOY, Jorge E. y GUTMAN, Margarita. Buenos Aires. Historia Urbana del Área Metropolitana, Madrid, Mapfre, 1992, p. 279. 44 ROTTA, Vicente R. El acceso ferroviario a la ciudad de Buenos Aires, Buenos Aires, Imp. Ferrari, 1933; y Los espacios verdes de la Ciudad de Buenos Aires, Buenos Aires, Concejo Deliberante, 1940. 484

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Ingenieros.45 Algunos años más tarde, el concejal socialista Américo Ghioldi volvía sobre el tema, criticando al plan anterior y, aún dudando de la posibilidad plena de ejercitar un urbanismo científico, propuso crear una comisión interna de técnicos municipales que se ocupara de reunir lo necesario para la elaboración de un plan regulador, apuntando a un ideal de plan en el que la vivienda jugara un rol primordial. “...la vivienda es el punto de arranque de un racional programa de acción edilicia. La carestía de la habitación /.../ determinó la expansión desordenada hacia la periferia /.../ ¿La elaboración de un plan previsor y regulador es mera cuestión estética? /.../ frente a primordiales y fundamentales problemas de salubridad, higiene y seguridad colectivas, no creería que fuese la más útil aplicación de mis preocupaciones, pugnar por la consecución de fines estéticos.”46

El golpe militar del 6 de setiembre de 1930 habría de disolver el Concejo Deliberante y los debates en torno al tema fueron momentáneamente interrumpidos; pero dos años más tarde, cuando aún no se había reestablecido el órgano deliberativo, el intendente José Guerrico retomó la iniciativa de Ghioldi, disponiendo la creación de una comisión que comenzara a elaborar los antecedentes para el posterior trazado del plan; en abril de 1933, estando nuevamente en funciones el Concejo, se institucionalizó mediante ordenanza nº 4.576 como Oficina Técnica del Plan de Urbanización, que en 1934 se transformó en Dirección del Plan de Urbanización y Extensión de Buenos Aires. Carlos Della Paolera, se había desempeñado desde 1932 como Jefe del Servicio Técnico del Plan y pasó a ser Director en 1934.47 En 1931 visitó por única vez Argentina permaneciendo por más de tres meses, el urbanista Werner Hegemann (que hemos largamente citado en el capítulo VI), quien tuvo como principal anfitrión a Carlos Della Paolera; interesa volver ahora sobre esta figura, ya que su permanencia en el país tuvo repercusión entre los arquitectos de la época, realizó conferencias y exposiciones en un par de ciudades del interior, de las cuales nos interesan especialmente las dictadas en Rosario y manejó sus presentaciones públicas introduciendo temas locales en el contexto general de sus teorías.48 La visita de Hegemann fue un episodio que puso en ciernes la temática urbanística desde la perspectiva de desechar las propuestas grandilocuentes que habían sido la tónica de la visita de Le Corbusier producida dos años antes, remitiendo a soluciones que resultaban mejor sintonizadas con la ciudad existente; manejó con crudeza la crítica a los reglamentos de edificaciones vigentes, tanto en Buenos Aires como en Rosario, demostrando de manera didáctica las inaceptables situaciones que podían llegar a plantearse si se tensaban al máximo las posibilidades que éstos brindaban a la especulación inmobiliaria.49 (Imágenes VIII.3a a VIII.3d) 45

NOVICK, Alicia. “Árbitros, pares, socios. Técnicos locales y extranjeros en la génesis del urbanismo porteño” en Arquitectura Sur nº 4, Mar del Plata, mayo de 1991, p. 46. Para interpretar mejor esta crítica cabe recordar que la Comisión Noel se integraba por algunos funcionarios de su equipo y mayoritariamente por arquitectos. Ver Capítulo VI, nota nº 131. 46 Exposición del concejal Américo Ghioldi en la sesión del 08/10/1929, ante el Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires. Citado por: NOVICK, A. Op. cit., p. 46. El 1º de octubre de 1929 había llegado Le Corbusier a Buenos Aires. 47 Sobre la figura de Della Paolera, ver Capítulo VI, nota nº 107; sobre el nuevo organismo creado en Buenos Aires, ver: “La Oficina Técnica Municipal del Plan de Urbanización”, en Revista de Arquitectura nº 149, Buenos Aires, mayo de 1933, p. 213. 48 Sobre la visita de Hegemann a Sudamérica ver: COLLINS, Christiane C. “Urban Interchange in the Southern Cone: Le Corbusier (1929) and Werner Hegemann (1931) in Argentina” en Journal of the Society of Architectural Historians (JSAH), vol. 54, nº 2, junio de 1995, pp. 208 a 227. Se trata de la investigación más completa sobre el tema, a lo que se agrega el interés de trabajar, comparativamente con la de Hegemann, la visita de Le Corbusier. Ver también: GORELIK, Adrián. Voz “Werner Hegemann” en LIERNUR, Jorge F. y ALIATA, Fernando (comps.). Diccionario de Arquitectura en la Argentina (tomo E-H), Buenos Aires, Ediciones Agea, 2004, pp. 146-148. 49 De acuerdo a los cálculos de Hegemann, elaborados en base a lo permitido por ambos reglamentos, Buenos Aires podía, en su perímetro de 1931 llegar a albergar 176 millones de habitantes y Rosario 32 millones. HEGEMANN, Werner. Problemas Urbanos de Rosario -Conferencias, Edición Oficial de la Municipalidad de Rosario, 1931, p. 45. Este aspecto se ilustraba en las exposiciones con las muy conocidas maquetas realizadas por Jorge Kalnay, que reproducían la máxima volumetría edilicia permitida en las manzanas de Buenos Aires por los reglamentos. (Imagen VIII.3c) 485

El Plan Regulador era, para Hegemann, el instrumento por excelencia para lograr una expansión controlada; presentándolo en su versión convencional, con la incorporación de los reglamentos de zonificación y de edificación y manifestando preocupación por la solución de las relaciones ciudad-territorio, logró enorme consenso en el ambiente disciplinar. Pero aún en la recurrencia a soluciones convencionales, el discurso de Hegemann no era ingenuo; en las conferencias de Rosario expuso una despiadada crítica a las formas de gestión de los espacios verdes, en especial al manejo del Parque Independencia por parte del Municipio rosarino, con las desmedidas concesiones realizadas ante la presión de intereses privados, o a la escasa superficie destinada a parques, lo que suponía unos estándares de espacio verde por habitante que estaban diez veces por debajo de los de las ciudades europeas de entonces. Fue el primero de los urbanistas extranjeros que visitaron Argentina, que no se enfrascó en la crítica destructiva de la cuadrícula; como comentamos en el capítulo VI, la experiencia americana de Hegemann era decisiva en este aspecto, ya que entendía que la cuadrícula había sido un instrumento regulador de la expansión, permitiendo una adecuada calidad ambiental en las ciudades. (Imágenes VIII.3b y VIII.3d) En el mismo sentido de captación de las cualidades en las formas condensadas por la tradición, resulta sugerente su apreciación sobre la racionalidad y el “materialismo modernísimo” de la vivienda popular en Argentina, en confrontación con su crítica irónica e inapelable a los excesos ornamentales del eclecticismo; en la sabiduría de las viviendas populares Hegemann encuentra que en América Latina “...no fue necesaria la importación del cubismo de la posguerra /.../ se formó solo como consecuencia natural y lógica de su sana tradición...”.50 La visita a Rosario significó indudablemente un espaldarazo, para reforzar ante la opinión pública y el poder político, la necesidad de ejecución del Plan Regulador (al que referiremos más adelante) por parte del equipo liderado por Della Paolera; la ordenanza aprobando la contratación del plan había sido sancionada en 1929 por el Concejo Deliberante pero para 1931 el equipo aún no se encontraba en actividad por no haberse formalizado el contrato correspondiente. En su condición de principal anfitrión, Della Paolera prologó la publicación de las conferencias de Rosario, haciendo notar la importancia de las mismas para la convalidación disciplinar: “...ha puesto en evidencia en nuestro ambiente, hasta ayer recalcitrante, que el Urbanismo está reñido con el ‘dilettantismo’ /.../ ha contribuido a despertar la inquietud en los espíritus indiferentes, que abrieron los ojos a la primera exposición argentina de urbanismo, realizada en Buenos Aires y Rosario bajo su dirección...”51

Las conferencias de Hegemann, como dijimos, habían sido acompañadas por una exposición de urbanismo, planificación y arquitectura alemana, a la que hace mención Della Paolera como primera en su tipo en el país; precisamente al año siguiente, 1932, él mismo habría de ser, desde la Oficina del Plan Regulador de Buenos Aires, el organizador de la Exposición Municipal de Urbanismo en la que se hicieron públicos, de manera didáctica, con abundante documentación cartográfica y eslóganes claros y concisos, los avances desarrollados por su equipo en la elaboración del Expediente Urbano. La revista de la sociedad de arquitectos opinaba positivamente sobre la muestra: “...el público ha tenido, gracias a ella, la oportunidad de darse cuenta de que para preparar un plan de urbanización no bastan la buena voluntad y el gusto estético, y que estas condiciones se vuelven por el contrario negativas cuando no están sostenidas por una sólida base de estudios y pacientes investigaciones.”52 50

HEGEMANN, Werner. “El espíritu de Schinkel en Sud-América”, en Revista de Arquitectura nº 142, Buenos Aires, octubre de 1932, pp. 468 a 473. Publicado originalmente en el número de julio de 1932 de Wasmuths Monatshefte, Baukunst und Städtebau. 51 DELLA PAOLERA, Carlos. “Werner Hegemann en Argentina”, en HEGEMANN, W. Op. cit., (1931), p. 5. 52 Entre los eslóganes o “máximas” sobre urbanismo contenidos en los carteles de la exposición había citas a Pöete y E. Hénard, y enunciados muy explícitos tales como: “La ciudad es un organismo viviente. La historia y el diagnóstico clínicos, 486

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A través de la Oficina Técnica se encaró un estudio completo de acuerdo a la ya comentada metodología de comprensión global y pretendidamente científica que ya el director había comenzado a ejercitar en el caso Rosario y que había propuesto para Santa Fe. La dupla análisis-diagnóstico como paso previo ineludible para la acción proyectual, fue ejercida con convicción, estudiándose sistemáticamente y mediante instrumentos cartográficos y estadísticos, la situación geográfica (en sus múltiples dimensiones de clima, topografía, geología, etc.), histórica, sanitaria y de equipamiento de la ciudad y de su área circundante, abordándose por primera vez con verdadera conciencia la dimensión metropolitana.53 Esta gestión al frente de la dirección del plan regulador, llevó a Della Paolera a trabajar en algunos proyectos claves en la transformación del trazado de Buenos Aires, como fue la apertura de la gran avenida Norte-Sur, la “9 de Julio”, viejo proyecto que se remontaba a la segunda mitad del siglo XIX y que nunca se había concretado y en el ensanche de la mítica calle Corrientes, ambas iniciadas en 1936, en ocasión del cuarto centenario de la primera fundación de la ciudad; el Plan mismo nunca fue terminado y la gestión de Della Paolera se fue desdibujando en la medida en que se apartaba de su objetivo central pero, desde la Ofina se impulsaron dos instrumentos fundamentales para el ordenamiento urbano de Buenos Aires: el Catastro en 1940 y el Código de Edificación en 1942.54 Otro evento de gran significación fue realizado en La Plata en ocasión del cincuentenario de la fundación de la ciudad, se trató de la Exposición Nacional de Urbanismo que se concretó a fines de 1932, con participación de numerosos expositores de distintos ámbitos estatales y privados, que mostraron producciones muy diversas en el espléndido salón principal del Pasaje Dardo Rocha. Interesa porque por primera vez en el país se verificó en un mismo ámbito la afluencia de distintas producciones vinculadas a lo urbano: los municipios de La Plata, Buenos Aires, Mar del Plata y Rosario con sus avances en materia de planificación y estudios sobre las respectivas ciudades; la asociación “Los Amigos de la Ciudad” y la Sociedad Central de Arquitectos, con proyectos sectoriales para Buenos Aires producidos por sus asociados; la Facultad de Arquitectura de Montevideo, con trabajos de escala urbana de sus alumnos; el Instituto Geográfico Militar, con sus detallados levantamientos aerofotogramétricos; distintas direcciones de catastro provinciales con los últimos relevamientos y trazados; la Dirección Nacional de Navegación y Puertos con los proyectos de avenidas costaneras en ciudades costeras sobre los ríos Paraná y Uruguay; el Automóvil Club Argentino con novedosos sistemas de señalizaciones viales, por citar las participaciones más importantes. Nuevamente la prensa especializada permite marcar la significación que tuvo este evento en su momento: “...una muestra excelente de la seriedad con que ha empezado a estudiarse el urbanismo en nuestro país y un augurio feliz de lo que podrá hacerse cuando se organice esa suma de esfuerzos, ahora inconexos en vistas de un plan general que contemple racionalmente los problemas higiénicos, económicos y legales del desarrollo urbano argentino.”55

En simultaneidad con la tarea de Della Paolera en la oficina del plan, en 1933 y por iniciativa del Concejo Deliberante de Buenos Aires y auspicio de la Sociedad Central de Arquitectos, se produjo la creación de una cátedra de urbanismo en la Facultad de Ciencias

deben preceder a la intervención quirúrgica”, o la frase de Pöete: “El urbanismo no es dogmático. No hay peor enemigo para el urbanismo que el Manual del Perfecto Urbanista”. Ver: “La Exposición Municipal de Urbanismo”, en Revista de Arquitectura nº 145, Buenos Aires, enero de 1933, pp. 4 a 12. 53 Ver: HARDOY, J. E. y GUTMAN, M. Op. cit., pp. 190 y ss. GUTIERREZ, Ramón. Buenos Aires. Evolución Histórica, Buenos Aires, Escala, 1992, p. 178. 54 NOVICK, Alicia. “Planes versus proyectos: Algunos problemas constitutivos del urbanismo moderno, Buenos Aires 19101936”, en Revista de Urbanismo, Revista electrónica del Dpto. de Urbanismo, Universidad de Chile, agosto de 2000. 55 “Exposición de Urbanismo realizada en La Plata”, en Revista de Arquitectura nº 145, Buenos Aires, enero de 1933, pp. 1516 y 47. Subrayado nuestro. 487

Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, cuya titularidad también le fue encomendada.56 En paralelo, por iniciativa del Ministerio de Obras Públicas de la Nación y en forma conjunta con del Museo Social Argentino y la asociación “Los Amigos de la Ciudad”, se preparaba el Primer Congreso Nacional de Urbanismo, finalmente celebrado entre el 11 y el 19 de octubre de 1935 e inaugurado por el presidente de la República, general Agustín P. Justo y los gobernadores de varias provincias; Della Paolera no participó de la organización, pero tuvo a su cargo uno de los discursos de apertura.57 Al desarrollo mismo del congreso se sumaron actividades de difusión que pretendían acercar al gran público las problemáticas y acciones del urbanismo, con un fin didáctico y concientizador sobre su importancia para la vida cotidiana; por una parte, en el marco del congreso se desarrolló una exposición de tono similar a la realizada en La Plata tres años antes, aunque más numerosa en cantidad de expositores; además, como actividad introductoria y utilizando un medio de comunicación de gran llegada como ya era entonces la radio, se organizó un “ciclo de difusión” constituido por doce conferencias dictadas por especialistas (en general miembros de la comisión organizadora del congreso) en las que se anticiparon de manera accesible una serie de definiciones, conceptos e información general sobre el tema, de modo de preparar a la opinión pública ante el evento.58 El Congreso se había organizado en cinco comisiones entre las que se distribuyeron los temas y debates: I) Historia y Evolución Urbana; II) Urbanización de la ciudad del presente; III) Previsiones para la ciudad del futuro; IV) Enseñanza del Urbanismo y su propaganda; V) Estadísticas urbanas.59 En la primera se presentaron apenas seis trabajos pero mereció una consideración especial en el sentido de impulsar decididamente este tipo de estudios desde los organismos oficiales, ya que preocupaba a las autoridades del congreso la escasez de trabajos de “evolución urbana”, con relación a los de otras categorías, por ser tema de “indispensable conocimiento”.60 La segunda comisión se correspondía con lo que en la práctica sería la confección del expediente urbano y los numerosos trabajos presentados referían a organización funcional y circulatoria de ciudades, 56 La iniciativa había sido del concejal arquitecto Alberto Coni Molina y el Concejo Deliberante dispuso una partida especial para sostener dicha cátedra. Ver: “Se ha proyectado la creación de una cátedra de urbanismo”, en Revista de Arquitectura nº 145, Buenos Aires, enero de 1933, p. 29; y “La cátedra de Urbanismo”, en Revista de Arquitectura nº 150, Buenos Aires, junio de 1933, p. 272. Es oportuno recordar que la primera cátedra del país, creada en Rosario en la Universidad Nacional del Litoral en 1929, había sido también asumida por Carlos Della Paolera. Ver Capítulo VI, nota nº 110. Sin embargo la Sociedad Central de Arquitectos parece desconocer esta acción y expresa en el artículo citado en primer lugar: “Merece destacarse /.../ que el proyecto del arquitecto Coni Molina es la primera actitud seria de los poderes públicos argentinos hacia el reconocimiento del urbanismo como ciencia de coordinación y mejoramiento...”. Subrayado nuestro. A poco de asumir la cátedra en Buenos Aires, Della Paolera deja en manos de Ángel Guido la cátedra de Rosario. 57 DELLA PAOLERA, Carlos. “Discurso del representante de la Municipalidad de Buenos Aires”, en Primer Congreso Argentino de Urbanismo, Tomo I, Buenos Aires, Imprenta Mercatali, 1936, pp. 103 a 107. Según Ramón Gutiérrez, la ausencia de Della Paolera en el Congreso se debió a su enfrentamiento con la Dirección de Obras Públicas de la Nación por la construcción del edificio del Ministerio sobre la proyectada traza de la avenida norte-sur. GUTIÉRREZ, Ramón. “Los inicios del Urbanismo en la Argentina, el aporte francés y la acción de Ernesto Estrada”, en AAVV. Ernesto Estrada. El arquitecto frente al paisaje. Buenos Aires, Cedodal, 2007, pp. 23 a 48. 58 Las doce conferencias fueron dictadas entre el 4 de setiembre y el 9 de octubre de 1935, emitidas por Radio Stentor en un espacio que ya disponía la Sociedad Central de Arquitectos; el ciclo dejó su mensaje sobre esa nueva ciencia que era el urbanismo, que requería también de nuevas formas de difusión. Los conferenciantes fueron algunos miembros de “Los Amigos de la Ciudad”, de la Dirección General de Arquitectura, del Centro Argentino de Ingenieros, de la Sociedad Central de Arquitectos. Los textos de las conferencias fueron publicaros en: Primer Congreso Argentino de Urbanismo, Tomo I, Buenos Aires, Imprenta Mercatali, 1936, pp. 39 a 77. 59 “Prosigue la organización del Primer Congreso Nacional de Urbanismo”, en Revista de Arquitectura nº 148, Buenos Aires, abril de 1933, pp. 169 y 182. 60 Ver: Primer Congreso Argentino de Urbanismo, cit., pp. 128 y ss. Entre las seis ponencias de la Comisión I, hubo una de Ángel Guido referida a influencia de los ferrocarriles en la evolución de la planta urbana de Rosario, otra del ingeniero Vela Huergo sobre la acción urbanística de Obras Sanitarias de la Nación en la historia de la ciudad de Buenos Aires y una tercera sobre nociones de patrimonio arquitectónico y artístico en Argentina. Las tres restantes puede considerarse que trataban cuestiones de interés aleatorio.

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aspectos económicos, sociales y legales de la urbanización, concluyéndose en cuestiones muy dispares entre sí, que iban desde propiciar una renovación de la ley de expropiaciones hasta obligar a la construcción de cocheras en las viviendas. La tercera, centrada en el tema del Plan Regulador, tuvo más de sesenta ponencias que trataron desde el análisis de planes concretos ya realizados o avanzados a la creación de organismos generales de coordinación y asesoramiento en el ámbito nacional, o el impulso a los planes de emergencia cuando la circunstancia lo requería pero el aporte más decisivo fue requerir a las autoridades que se estableciera como obligatorio que todo centro urbano ubicado dentro de cierto rango tuviera su plan regulador. La comisión de enseñanza y difusión recomendó la atención de estos temas en múltiples niveles: desde la enseñanza de nociones elementales en la escuela primaria y en el bachillerato, hasta la creación de institutos nacionales de urbanismo anexos a todas las universidades nacionales que no sólo impartieran cursos sino se abocaran a la investigación de fenómenos urbanos. Por último, la comisión de estadísticas tuvo como conclusión más significativa el que se consideraran los estudios de población y categorías de los núcleos urbanos, con prescindencia de los intereses políticos que fijaban determinados umbrales con fines electoralistas a la vez que alertó sobre la necesidad de encarar con urgencia un nuevo censo nacional de población, ya que desde 1914 no se realizaba un censo nacional en el país.61 Con respecto a la obligatoriedad de trazar planes, la propuesta se basó en una de las ponencias presentadas en la tercera comisión, denominada “Planes Reguladores Obligatorios”; Fernando Márquez, miembro de “Los Amigos de la Ciudad”, proponía que existiera la obligatoriedad del Plan Regulador “...para todo municipio de más de 10.000 habitantes, o pueblos que presenten carácter pintoresco o especial, y también para aquéllos cuya población acuse un aumento del 10% entre cada censo...”62 La propuesta de Márquez interesa especialmente por atender no sólo al límite cuantitativo, sino también a aspectos ambientales o paisajísticos particulares, o a la verificación de distorsiones de crecimiento, que definieran la necesidad de una regulación, en lo cual resultaba verdaderamente pionera. Respecto de lo cuantitativo, la idea tenía como antecedente una ley francesa de 1919 que fijaba el mismo umbral de 10.000 habitantes para hacer obligatorio el Plan Regulador en cada centro urbano; existía también una ley inglesa de 1909 que igualmente lo exigía, pero para un umbral de 20.000 habitantes, y lo complementaba con una ley de 1925 que disponía la prohibición de construir viviendas en terrenos que estuvieran por fuera de lo que abarcaban estos planes.63 La provincia de Santa Fe tenía avances notables sobre el tema en materia legal, aunque en la realidad distaba mucho de ponerlos en práctica; existía la ley 2.439 de enero de 1935, dictada para la organización de las comisiones de fomento en las poblaciones de la Provincia, que establecía que en un plazo de dos años de promulgada la misma, todos los centros urbanos debían haber presentado al Ejecutivo provincial su respectivo plan regulador.64 Lo contradictorio de esta norma estaba en haberse dispuesto la obligatoriedad para el caso de pequeñas poblaciones (de 500 a 3.000 habitantes, luego ampliada a 8.000) que no disponían siquiera de cuadros técnicos mínimos para realizar esta tarea, en tanto que no se exigía en las cartas orgánicas de los municipios más importantes; la razón de esta aparente contradicción debe buscarse en el álgido debate por el proyecto autonómico que la fracción política que había gobernado la Provincia en los últimos años,

61 “Fecundo en orientaciones para el progreso de las ciudades argentinas fue el Primer Congreso Nacional de Urbanismo”, en Revista de Arquitectura nº 179, Buenos Aires, noviembre de 1935, pp. 483 a 485. 62 Ver: MARQUEZ, Fernando. “Planes Reguladores Obligatorios”, Actas Primer Congreso Argentino de Urbanismo, Tomo I, Buenos Aires, 1935, p. 187. Subrayado nuestro. 63 GRECA, Alcides. “La ciencia del urbanismo”, en Universidad, Revista de la Universidad Nacional del Litoral nº 2, Santa Fe, UNL, 1936, pp. 77 a 106. 64 “Legislación sobre Municipalidades”, en Historia de las Instituciones de la Provincia de Santa Fe, Tomo VII, Santa Fe, edición oficial, 1973, pp. 344 a 375.

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tenía para las ciudades principales, lo que pudo haber desplazado a segundo lugar el tema del plan. Pero la iniciativa del Primer Congreso de Urbanismo de auspiciar la obligatoriedad de este tipo de normas tuvo consecuencias; en Santa Fe la nueva Ley Orgánica de Municipalidades sancionada en 1939 (ley nº 2.756) dispuso que a partir de los dos años de vigencia de dicha ley todas las municipalidades de 1ª (más de 200.000 habitantes) y de 2ª categoría (entre 10.000 y 200.000 habitantes), “...confeccionarán su respectivo expediente urbano y plan regulador, que contendrá las previsiones necesarias de su organización, y el desarrollo futuro de la ciudad.”65 También en la provincia de Mendoza, en octubre de 1939 se promulgó la ley nº 1.372 que disponía que todos los centros urbanos de la Provincia con más de 10.000 habitantes, debían tener aprobados sus planes de regulación y extensión.66 VIII. 4) Planes Reguladores para ciudades del interior La irrupción de la línea científica en el escenario argentino no se produjo, como otros acontecimientos urbanísticos, en torno a la ciudad de Buenos Aires sino que ocurrió en el interior del país, en Rosario que por entonces era la segunda ciudad de Argentina en cantidad de población (contaba con 480.000 habitantes alrededor de 1930). Puede incluso ubicarse con precisión una fecha, 1927, en que la Municipalidad de Rosario dispuso la integración de la “Comisión Especial Pro-Embellecimiento Edilicio”, que si bien en su origen estuvo inspirada en la comisión que había creado el intendente Noel en Buenos Aires cuatro años antes, su acción derivó en el que puede considerarse el primer plan regulador de una ciudad argentina trazado desde las ideas del urbanismo científico, relativamente distante de los presupuestos del Plan Noel y en el que el ideario de Della Paolera tuvo un primer campo de desarrollo.67 La Comisión tuvo por objeto estudiar un plan para la ciudad y a lo largo de su desempeño fue adaptando a la coyuntura las soluciones propuestas que fueron desde el cometido inicial de “estudiar el plan de embellecimiento edilicio”, pasando por la alternativa de impulsar la convocatoria a un concurso, hasta decidir la contratación directa del equipo de expertos que se encargarían del plan; a diferencia de la comisión porteña que había estado integrada mayoritariamente por representantes de organismos e instituciones vinculadas con la arquitectura y el arte, la comisión rosarina estuvo integrada exclusivamente por concejales y esto hizo que su acción se orientara en un sentido político más que técnico específico. Aún así, y como paso previo a cualquier decisión, la Comisión rosarina convocó a través de una encuesta a las principales figuras que, desde las más diversas posiciones, podían opinar en ese momento sobre el tema en el país; entre quienes respondieron dicha encuesta estuvieron el urbanista francés Donat-Alfred Agache, que por entonces se encontraba en Río de Janeiro, el ingeniero Benito Carrasco ya mencionado, el ingeniero Enrique Chanourdie,68 el arquitecto Víctor Jaeschke69 de la Sociedad Central de Arquitectos de Buenos Aires, el ya reiteradamente citado ingeniero Carlos Della Paolera, el arquitecto Ángel Guido, el ingeniero Adolfo Farengo y otros profesionales rosarinos; fueron 65

“Legislación sobre Municipalidades”, en Historia de las Instituciones de la Provincia de Santa Fe, Tomo VII, Santa Fe, edición oficial, 1973, p. 265. 66 PONTE, Ricardo. Mendoza, aquella ciudad de barro. Mendoza, Edición municipal, 1987, p. 406. 67 Sobre las primeras etapas del Plan Regulador de Rosario ver Capítulo VI, nota nº 165. 68 Enrique Chanourdie era, ya para entonces, una figura legendaria, de larga trayectoria dentro de las posiciones más tradicionales del Arte Urbano; autor de un plan para Buenos Aires en 1906 resuelto en base a una red de diagonales, había sido el primero en traducir y publicar en el país un capítulo del célebre tratado de Camillo Sitte en 1905. Ver Capítulo V, nota nº 147. 69 Víctor Jaeschke, argentino formado en Alemania a fines del siglo XIX, tuvo actividad en el campo del urbanismo promoviendo distintas acciones y un plan para Buenos Aires en 1898; enrolado, al igual que Chanourdie en la línea del Arte Urbano, durante la década 1920-30 había sido el responsable de las notas sobre urbanismo en la revista de la Sociedad Central de Arquitectos. 490

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consultadas también varias asociaciones profesionales locales y de Buenos Aires.70 Aún en la diversidad de las respuestas, quedó clara la general aceptación respecto de la necesidad de que la ciudad contara con un plan regulador y, en algún punto del debate el Concejo dispuso no convocar al proyectado concurso y resolver la cuestión mediante encomienda directa. La ordenanza municipal de octubre de 1929 que dispuso la realización del plan y el encargo a Guido, Farengo y Della Paolera, detallaba minuciosamente los elementos de que se compondría el plan, los que ya fueron comentados más arriba.71 En la introducción había una reflexión genérica sobre la dinámica de la urbanización en Argentina en función de la aceleración de los procesos socio-económicos desde fines del siglo XIX, en contraste con lo que había sido el lentísimo desarrollo del período colonial; como consecuencia de esa aceleración las ciudades argentinas carecían de una “tradición de disciplina en materia edilicia”. El resultado era entonces, a juicio de estos especialistas y a diferencia de lo que ocurría en los países que contaban con esa tradición, que se producía una hipertrofia de los núcleos urbanos a expensas de las áreas rurales: “...sin conocer normas oficiales para condicionar su desarrollo. El problema de la extensión urbana se cumplía y se cumple multiplicando, sin soluciones de continuidad, nuestras manzanas en damero para satisfacer las exigencias de la población en aumento. Estos desarrollos /.../ que transformaron extensas zonas rurales, vendidas por hectárea, en terrenos urbanos subastados por metro o vara cuadrada, quedaron completamente librados a la acción particular /.../ Faltó uniformemente el método, la unidad de vistas, la concepción del conjunto...”72

A este problema de base, se sumarían otros, también provenientes del proceso de expansión descontrolada y que los proyectistas consideraban poner en evidencia a través de la confección del Expediente Urbano: la segmentación de los distintos barrios y el “divorcio” entre la ciudad y el río que producían las instalaciones portuarias y las vías férreas que atravesaban la ciudad: “...ha quedado encerrada dentro de una impresionante cintura que cierran su circuito con el puerto...”;73 la insuficiencia de espacios libres que generaba un problema “esencialmente higiénico”; los problemas de tráfico que presentaban numerosas causales (deficientes vías de acceso, congestión del área central, carencia de áreas de estacionamiento, baja eficiencia de los servicios de transporte público); la precariedad de las viviendas populares y la continuidad de las condiciones de hacinamiento que se habían trasladado del conventillo a las casas mínimas y a los lotes comprados en cuotas de la periferia; la desorganización funcional de la ciudad, producida por la inercia con que se extendió el damero, por la falta de controles efectivos y por “...el escaso desarrollo de la cultura artística entre la población”.74 Este sería el conjunto de problemas principales a abordar por el plan regulador, que en realidad constituían problemas genéricos que podían detectarse en cualquier ciudad argentina de regular magnitud en ese momento; el plan apuntaba especialmente a la transformación de la estructura ferroviaria (uno de los puntos más débiles por no estar concertada la voluntad de las poderosas empresas ferroviarias de capital extranjero), al 70

La encuesta encarada por la Comisión del Concejo Deliberante resulta, dada la autoridad de las figuras requeridas, un testimonio de enorme riqueza para medir el estado del pensamiento en materia urbanística, en ese momento de la historia del país; el historiador urbano Oscar Bragos ha realizado una prolija y analítica lectura de los resultados de dicha encuesta, de enorme valor historiográfico. Ver: BRAGOS, O. Op. cit., 1992. 71 DELLA PAOLERA, C.; GUIDO, A.; FARENGO, A. Op. cit., pp. 181 a 185. Coincide textualmente en todos sus ítems con la propuesta que años más tarde iban a remitir Guido y Della Paolera al intendente Zapata Gollán ofreciendo realizar el plan para Santa Fe. Ver notas nº 36 y 37 de este capítulo. 72 Ibídem, p. 9. 73 Es interesante que esta constatación se fundamente mediante el capítulo I del Expediente Urbano, es decir, mediante el estudio de la evolución histórica a través de los instrumentos pöetianos, que entrega las claves para buscar un equilibrio entre la relación ciudad-rio y el crecimiento hacia el oeste. Ibídem, p. 12. 74 Ibídem, pp. 15 a 25. 491

ordenamiento funcional mediante aplicación de criterios rigurosos de zonificación (especialmente en las zonas industriales y en el área portuaria) y a la reformulación del trazado de la red general y de las manzanas a escala barrial. (Imágenes VIII.4a a VIII.4c) En este punto y pese a la distancia que podía encontrarse entre este plan y los elaborados en décadas anteriores,75 se volvía sobre la estrategia de pretender quebrar la expansión indiscriminada del damero, con una variedad de trazados pintorescos para los nuevos barrios en terrenos vacantes; efectivamente la impugnación a la cuadrícula seguía en pie, no sólo por su supuesta inconveniencia desde el punto de vista de la eficacia circulatoria, sino por otros aspectos higiénicos y estéticos; el interés y lo contradictorio de sostener esta impugnación se acrecentaba al mediar la figura de Ángel Guido, que en su experiencia americana reciente había podido interpretar la eficacia de la cuadrícula en las ciudades estadounidenses, a la vez que de su reconocida militancia en pos de la arquitectura colonial podía esperarse una valoración cultural del damero hispánico. “Desde el punto de vista higiénico, la manzana cuadrada con la forma de lotes y de edificación que invariablemente se usa, presenta el inconveniente de producir un alto porcentaje de casas mal orientadas, desorden en el fondo de los terrenos /.../ desde otro punto de vista, el trazado en pequeño damero es antiestético por monotonía y rigidez, presentando serias dificultades para la ubicación conveniente de los edificios públicos o de cualquier construcción que necesite destacarse.../ Por lo que proponen /...por lo menos, el abandono del pequeño damero en los nuevos barrios a formarse.”76

La estrategia vial se pretendía sustentada por los estudios de caudal de tráfico elaborados en el expediente urbano, para los cuales la metodología aplicada reconocía su procedencia en los “Departamentos de Tráfico” de los municipios americanos, donde “los trazados en damero y las condiciones de circulación se aproximan a los de las ciudades argentinas”.77 En los trazados generales de grandes avenidas el plan respetaría, en la zona ya urbanizada, la direccionalidad de la cuadrícula existente, sea en el caso de ensanches o en el de apertura de avenidas por la franja central de las manzanas, tratando de atravesar siempre los sectores donde la apertura implique “menos erogaciones”; pero esa continuidad se quebraría entonces en los nuevos barrios jardín, donde la cuadrícula venía a resultar “monótona y antiestética”. Pero además, en el trazado de la red de avenidas se excluían deliberadamente las diagonales argumentando su inadecuada articulación y los conflictos que generaban en su combinación con el sistema cuadricular que debía persistir en gran parte de la ciudad: (Imagen VIII.4a) “Hemos excluido deliberadamente el trazado de diagonales en estas operaciones de vialidad, pues la experiencia hecha por Buenos Aires a este respecto, está demasiado presente para caer en otro error semejante.”78

El plan consideraba también el trazado de dos grandes avenidas (este-oeste y nortesur) que “dislocaban” el centro histórico atravesando la ciudad desde el río (es decir, atravesando el centro consolidado) por el eje de sendas líneas de manzanas en una operación de cirugía urbana de gran magnitud, orientada a concentrar sobre ambos ejes la nueva arquitectura de alta densidad; sobre el eje este-oeste se preveía la localización ordenada de los “grandes conjuntos monumentales” que jalonarían el recorrido a la vez que enfatizarían la zonificación del propio eje (el monumento a la bandera, inmediato a la costa, el centro comercial, el extremo norte del centro cívico, el teatro municipal y área de actividades recreativas y la gran estación central ferroviaria). (Imagen VIII.4b) 75

Nos referimos, por ejemplo a los planes trazados por Benito Carrasco para Mendoza, Córdoba y Concordia, que se trataron en el Capítulo VI. 76 DELLA PAOLERA, C.; GUIDO, A.; FARENGO, A. Op. cit., pp. 18 y 19. 77 Ibídem, p. 16. 78 Ibídem, p. 40. Podría interpretarse entonces que la ortogonalidad debe romperse en los trazados pintorescos de los barriosjardín, pero es necesaria cuando se trata de garantizar eficiencia circulatoria y/o una operación inmobiliaria económicamente razonable. 492

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Se preveía también un sistema de transporte público basado en los ómnibus en desmedro de los tranvías que se consideraban muy poco eficaces79 y se proyectaba una red de subterráneos que, iniciándose con una línea única, iría creciendo a lo largo de tres etapas de diez años cada una. Otro aspecto primordial fue el diseño de un sistema de parques, buena parte de los cuales se asentaban en la zona ribereña aproximando a la ciudad con el paisaje del Paraná; se proponía además un sistema de avenidas-parque que articulaban la ciudad con el territorio. El sistema vial extraurbano se resolvía mediante avenidas de penetración radioconcéntricas, muchas de las cuales coincidían con antiguos caminos de acceso a la ciudad; en la zona de extensión, formando un semicírculo con un radio de veinte kilómetros, se asentaría un conjunto de ciudades satélite organizadas circunvalando a la ciudad central; entre éstas, algunas toman como base poblados existentes y otras surgen como instalaciones ex-novo.80 (Imagen VIII.4c) El plan fue presentado recién en 1935, a seis años de formalizada la ordenanza y a cuatro de firmado el contrato con el equipo81 y fue “aprobado en general y en particular” por un jurado de notables, que a la vez declamaba su “urgente necesidad”; en el jurado, previsto ya en la ordenanza de 1929, estaban representadas distintas facultades de la Universidad del Litoral (Medicina, Ciencias Exactas y Ciencias Económicas), las asociaciones profesionales (Ingenieros, Arquitectos y Agrimensores y Abogados), el Departamento de Obras Públicas de la Municipalidad y el Concejo Deliberante que delegó el arq. Martín Noel de Buenos Aires.82 El plan fue inmediatamente premiado con plaqueta de oro y gran premio de honor en el ya citado Primer Congreso Argentino de Urbanismo realizado en Buenos Aires en octubre de 1935; tanto el conflicto que interpuso con las empresas ferroviarias, como lo drástico de las medidas propuestas para la regeneración del tejido en el área central, lo debilitaron enormemente y fueron algunas de las principales causas de su total fracaso.83 Finalizado el Plan Rosario, Guido recibió el encargo de sendos planes para dos antiguas capitales de provincias del noroeste argentino: San Miguel de Tucumán y Salta.84 En términos de estructura general del plan, estos trabajos no difieren mayormente del de Rosario con excepción de notables diferencias de escala sobre todo en el caso de Salta,85 79

Debe recordarse, en la coyuntura de la política municipal, la batalla que se llevaba a cabo frente a las empresas tranviarias, por municipalizar el sistema de transportes. Ver nota nº 21 de este capítulo. 80 Ibídem, pp. 57 a 65. 81 En realidad aunque la ordenanza tiene fecha octubre de 1929, el contrato recién se formalizó en 1931. Rigotti sostiene que la tarea de la redacción definitiva del plan quedó casi exclusivamente en manos de Ángel Guido a su regreso de Estados Unidos en 1934, ya que Della Paolera trabajaba en la Municipalidad de Buenos Aires desde 1932 y Farengo había renunciado a su participación, al asumir como Director Nacional de Ferrocarriles poco después de firmarse el contrato, tomando sólo la tarea de actualizar su plan ferroviario anterior. No obstante, en la publicación del plan, figuran sin distinciones los tres como autores. RIGOTTI, Ana M. “Los usos de la ciencia. El expediente urbano en los primeros planes argentinos”, en Documento de Trabajo Nº 2 (Publicación de ponencias del Seminario Internacional Vaquerías), FADU/UBA y PIR-Villes CNRS, 1996, p. 9. 82

Ibídem, pp. 171-172,

83

“Si bien las críticas más demoledoras que se le han dirigido al plan de Guido se refieren a los aspectos lingüísticos y funcionales, la verdadera causa del rechazo o de la no puesta en vigencia del plan debe buscarse en el hecho de que si bien fue apoyado con entusiasmo por el grupo patrocinador de la iniciativa, estaba completamente desvinculado de la realidad político-institucional.” MARTINEZ DE SAN VICENTE, Isabel. Los instrumentos del proyecto público en la construcción de la ciudad. El Plan Guido-Farengo-Della Paolera; Cuadernos del CURDIUR, nº 13, Rosario, FAPyD/UNR, 1986, p. 12. 84 Una crítica sobre las contrastantes posiciones de Guido a lo largo de los años ’30, entre los inicios de su labor como urbanista, su etapa de formación americana y los planes de Salta y Tucumán, puede verse en: RIGOTTI, A. M., Op. cit., pp. 13 a 17. 85 Si se observa el cuadro de nota nº 106 del Capítulo VI, puede comprobarse que en 1930, Tucumán (aprox. 120.000 habitantes) era, en cantidad de población, cuatro veces más chico que Rosario (aprox. 480.000 habitantes) y para 1937, según se consigna en el plan mismo, Tucumán alcanzaba los 150.000 habitantes (p. 140). La ciudad de Salta, por su parte tenía alrededor de 28.000 habitantes en 1914 y diez años después de realizado el plan, en el Cuarto Censo Nacional de 1947, recién alcanza los 70.000 habitantes. Es curioso que Guido, aún disponiendo un capítulo para “Demografía Urbana”, no menciona el dato de cantidad de población en el cúmulo de estudios estadísticos que realiza para Salta (mortalidad infantil, nupcialidad, crecimiento vegetativo). 493

pero incorporan un ingrediente que los distingue: la atención a la formalización arquitectónica como instancia de configuración del espacio urbano, prescribiendo al neocolonial como estilo oficial. El Plan de Tucumán,86 iniciado en 1936 y finalizado en 1938, criticaba la actitud cosmopolita asumida por las ciudades del norte, influenciadas por Buenos Aires y proponía un rescate de “tradiciones históricas nobilísimas /.../ de la atmósfera espiritual que campea en la sierra”, lo cual requería encarar una decidida acción en favor de la “Reargentinización edilicia por el urbanismo”;87 Guido reiteraba los métodos analíticos del expediente urbano y algunos de los conceptos sostenidos para Rosario como la impugnación a las diagonales y la opción por las “avenidas centrales”; sistematizaba y clasificaba, pero a la postre el resultado no era del todo coherente con las conclusiones del expediente o distaba mucho de ser factible en esa coyuntura, como ocurría con la propuesta de nacionalización y unificación de los ferrocarriles, para la que recién a fines de la década siguiente se logró una coyuntura propicia. (Imagen VIII.5a) Entre los problemas de urgente abordaje enunciaba: la monumentalización del centro histórico mediante el trazado de una avenida central y el ensanche de la calle este-oeste, tangencial a la plaza por el lado sur, la aplicación del estilo neocolonial o californiano para la vivienda, la instalación de recovas en las áreas comerciales, el uso de materiales regionales y una mayor preocupación por la vivienda popular, de la que llegaba incluso al diseño particularizado, (Imagen VIII.7b) y por el trazado de los nuevos barrios; en la escala urbanoterritorial, el punto crítico estaba, al igual que en Rosario, en la estructura ferroviaria que era necesario transformar, reduciendo los múltiples ramales que encorsetaban la ciudad a una estación central única ubicada en el ángulo noroeste de la antigua ronda de bulevares, en tanto los terrenos de las restantes estaciones terminales que se desafectaban, se transformaban en pequeños parques con equipamientos colectivos; proponía también completar el sistema radioconcéntrico de avenidas de penetración y planteaba un gran parque público en un sitio de enorme valor paisajístico y que podían vincularse eficazmente con el área urbana, como el cerro San Javier, logrando uno de los presupuestos centrales de su pretendida “reargentinización”, al asociar una marca telúrica fuerte, con el artefacto urbano.88 Con respecto a la Avenida Central, Guido retomó y desarrolló la vieja idea que en 1916 había sido impulsada desde la Legislatura provincial, comentada en el Capítulo V,89 y propuso trazar mediante una operación de cirugía urbana ya utilizada en el Plan Rosario, este eje que, a la par que lograba perspectivas monumentales en una ciudad que carecía de éstas, le permitía revalorizar la zona de Casa Histórica por sus fondos. La avenida, de dirección norte-sur y posición simétrica respecto de la plaza central, tenía en total ocho cuadras de extensión; el tramo sur debía vincular al Palacio de Justicia, cuya construcción se iniciaba en el mismo año del plan, 1936, con la Catedral y la plaza fundacional y el tramo norte igualmente remataba en un edificio cívico monumental; a la vez reintroducía la típica recova, un elemento que había desaparecido de la ciudad con la demolición del Cabildo en 1906.90 (Imágenes VIII.5b a VIII.5d) 86

GUIDO, Ángel. Plan Regulador de Tucumán. Rosario, Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional del Litoral, 1941. En Tucumán, al igual que en Rosario también se había creado una comisión que debía resolver sobre la cuestión del plan, pero la misma dependía de la Intendencia y no del Concejo Deliberante; se decidió el encargo por contratación directa. 87 GUIDO, Ángel. Reargentinización edilicia por el Urbanismo. Buenos Aires, Los Amigos de la Ciudad, 1939, pp. 8 y 9; también presentada como ponencia con el título: “Urbanismo del Norte Argentino. Reargentinización edilicia por el Urbanismo”, en el Vº Congreso Panamericano de Arquitectos, Montevideo, 1940. 88 NICOLINI, Alberto. “Angel Guido: dibujante, periodista, crítico, urbanista, arquitecto”, en Summa nº 215/16, Buenos Aires, agosto de 1985, pp. 36. 89 Ver Capítulo V, nota nº 123. 90 PATERLINI de KOCH, Olga. "San Miguel de Tucumán 1565-1930: la gestión de la ciudad", Tesis doctoral defendida en la Universidad Nacional de Tucumán en mayo de 2006; director: Alberto Nicolini, p. 128. De la proyectada Avenida Central apenas se abrió una cuadra en el extremo sur, con carácter de pasaje. 494

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Para el Plan Regulador de Salta,91 ejercitando la misma metodología analítica, la apuesta a la escala arquitectónica es aún más fuerte que en Tucumán; en Salta, Guido se encontró con un grupo social que resultaba más permeable a sus ideales: “...los hombres cultos y la vieja población salteña habían presenciado con amargura el quite progresivo y lamentable del noble carácter de la muy digna ciudad de Lerma. La invasión de los Luises, del gris-Portland, de los techos de pizarra /.../ y la desnuda fachada moderna de hoy, habían consternado al salteño auténtico.”92

Allí, entre los principales hitos de la “reargentinización”, figuraron la plaza fundacional con la arquitectura del Cabildo como modelo a reproducir y el cerro San Bernardo que, transformado en parque público, fue la marca telúrica buscada; aparecía, al igual que en Tucumán, una Gran Avenida Central, que atravesaba el centro histórico de norte a sur haciendo eje en la plaza fundacional y prolongándose tres cuadras al sur y cuatro al norte de la misma, para rematar en las fachadas de sendos edificios públicos. El levantamiento de los tramos de trazado ferroviario que atravesaban la ciudad, permitían la concreción de algunos paseos arbolados y se preveía un enorme incremento de los espacios verdes, la incorporación de un lago al norte y la construcción de un gran parque público al sur de la ciudad, cuya superficie multiplicaba por cinco la del parque 3 de Febrero. (Imágenes VIII.6a a VIII.6d) Aunque el plan no se puso en marcha en forma efectiva en cuestiones sustanciales como la apertura de avenidas centrales, el sistema de parques ni los nuevos barrios con trazados pintorescos y apenas se abrieron algunos tramos de bulevares, la Municipalidad encaró decididamente a través de un par de ordenanzas, una verdadera cruzada por lograr un cambio de fisonomía en la ciudad, disponiendo premios a la nueva edificación que aportara las mejores fachadas “coloniales” y estableciendo la obligatoriedad en algunas de las calles céntricas, de resolver las fachadas en este “estilo”, pudiéndose optar entre el neocolonial o el californiano. Procediendo de una ordenanza municipal que además debía cumplirse en la medida en que las fachadas requirieran renovación o en caso de nuevas construcciones, el resultado fue una lenta y fragmentaria imposición de esta nueva imagen, con algunos pocos trozos de ciudad francamente logrados. Si atendemos las reflexiones de Guido al momento de presentar estos planes: “...se ha procedido siempre con un criterio de ajuste funcional a lo físico, a lo meteorológico, a lo técnico, a lo histórico y a lo estético...”,93 ante la complejidad de semejante coordinación, podremos acordar en que se trató de una obra con mucho mayores pretensiones y expectativas que logros. Asimismo es muy notable que los desvelos de Guido por tornar científica su labor como urbanista, no se manifestaban en los resultados proyectuales, ya que en definitiva las decisiones en este sentido seguían siendo tomadas desde la empiria y las formalizaciones, sobre todo en los espacios monumentales de las grandes avenidas o en los conjuntos ceremoniales, aparecían motivadas en búsquedas estéticas y en preconceptos de escasa justificación científica. Sobre el final de la década la ciudad de Mendoza dará un paso que hasta entonces no se había logrado concretar en el urbanismo argentino: el llamado a un concurso de ideas y antecedentes. En 1938 se creó, a nivel provincial y tal vez siguiendo las recomendaciones del Primer Congreso Argentino de Urbanismo, una Comisión de Urbanismo; a fines del mismo año un decreto del gobernador dispuso, dentro de la misma, crear una comisión especial que tendría a su cargo proyectar el Plan Regulador de la ciudad capital a la vez que asesorar al Gobierno provincial en algunas obras que estaban en marcha en ésta. Entre los miembros de la Comisión se contaba, por estar a cargo de la Dirección Provincial de Parques y Paseos, el arquitecto Daniel Ramos Correas, entusiasta defensor de la alternativa del concurso y figura de gran prestigio en el ámbito mendocino, cuya opinión resultó 91

GUIDO, Ángel. Plan Regulador de Salta. Memoria Descriptiva. Salta, Edición Municipal, 1938. GUIDO, Á. Op. cit. (1939), p. 15. 93 De la presentación del Plan de Tucumán, citado por NICOLINI, A. Op. cit., p. 38. Se verá en el próximo apartado la insistencia de Guido en una pretendida aplicación de las tablas de Bartholomew para justificar un zoning “científico”. 92

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decisiva; la comisión especial comenzó a trabajar sobre un diagnóstico del estado de la ciudad pero ya para principios de 1940 el intendente de la Capital presentó un proyecto de ordenanza que disponía la convocatoria a un concurso internacional de propuestas en el que se ponderarían los antecedentes de el urbanista o equipo de urbanistas postulado para realizar el plan regulador y la calidad de la resolución presentada acerca de un problema urbano que se planteaba en las bases: el conflicto ferroviario; la ordenanza resultó aprobada en octubre de ese año produciéndose entonces la convocatoria al concurso.94 Mendoza había estado especialmente activa en cuestiones urbanísticas en los últimos años de la década de 1930-40, sobre luego de una importante intervención oficial en el Primer Congreso Argentino de Urbanismo; la continuidad de los gobiernos conservadores luego del golpe militar de 1930 y, en especial, el período de las gobernaciones de Guillermo Cano (1934/38) y Corominas Segura (1938/42) dio lugar a una cuantiosa obra pública, de decidido acento modernizador, con ejemplos destacados como un conjunto de vivienda colectiva resuelto con los lineamientos de la arquitectura moderna, el Hospital Central de la Capital, escuelas, dispensarios barriales, remodelación y ampliación de parques y paseos, encarada desde la Dirección de Arquitectura del Ministerio de Obras Públicas provincial, donde ocuparon cargos directivos durante toda la década los arquitectos Manuel y Arturo Civit y el ya mencionado arquitecto Ramos Correas, con una importante intervención en el Parque San Martín.95 La cuestión de tratarse de la ciudad capital, generó no pocas interferencias entre los distintos niveles de gobierno, dado que en muchas cuestiones intervenía el Estado provincial, imponiendo decisiones a la intendencia capitalina; tal el caso del largo debate en torno al tema de la construcción de la Casa de Gobierno provincial en una de las plazas de la ciudad, que terminó siendo dinamitada al decidirse la construcción del Centro Cívico, como una de las aportaciones del Plan Regulador. La ley provincial de planes reguladores obligatorios antes citada, otro de los testimonios de la preocupación que, sobre el tema, existía en la Provincia, fue el instrumento de que se valió la Municipalidad para tomar la iniciativa de convocar al concurso del Plan Regulador, Reformador y de Extensión.96 En el jurado de selección tuvo representación tanto el Municipio (lo integraron el intendente y el presidente del Concejo Deliberante) como el Ejecutivo provincial y las dos corporaciones profesionales de mayor rango a nivel nacional, la Sociedad Central de Arquitectos y el Centro Argentino de Ingenieros. La relevancia de los equipos que participan da cuentas del interés despertado por la iniciativa, no sólo por la enorme actualidad que el tema, sino también porque hasta esa fecha todos los planes que se habían encarado desde 1915 en adelante,97 habían surgido de encargos directos a profesionales o de la tarea de comisiones ad-hoc y no por la mecánica del concurso; pero el concurso para el plan de Mendoza es pionero en otro aspecto sustancial: marca un cambio de rumbo en tanto es el primer plan urbano para una ciudad del interior de Argentina en el que aparecen explícitamente aplicados en dos de los trabajos premiados, los principios de la urbanística del CIAM. 94

PONTE, Ricardo. Op. cit., pp. 400 a 406 y 429-430. La comisión especial estaba formalmente integrada por autoridades de alto rango (ministros, el intendente de Mendoza, directores de varias reparticiones, legisladores provinciales) pero podía contar con asesores técnicos si lo estimaba necesario. 95 Sobre este tema ver: “El Gobierno de la provincia de Mendoza se preocupa por la urbanización de sus ciudades”, en Revista de Arquitectura nº 207, Buenos Aires, noviembre de 1939, pp. 568-569; PONTE, Ricardo. Op. cit., pp. 387 a 428. Ponte sostiene que tuvo enorme importancia para Mendoza la celebración del Congreso Argentino de Urbanismo de 1935, en el que participaron incluso ministros del gabinete provincial y otros altos funcionarios, que tuvieron continuidad en los períodos siguientes; en dicho congreso el mencionado barrio de 722 viviendas colectivas obtuvo uno de los premios principales. Sobre la arquitectura pública moderna puede verse también: Boletín de Obras Públicas de la República Argentina nº 39, Buenos Aires, 1938, pp. 393 a 422. 96 MUNICIPALIDAD DE MENDOZA, Plan Regulador, Reformador y de Extensión de la Ciudad de Mendoza. Mendoza, Best hnos., 1940. 97 Nos referimos a los planes de Carrasco para la propia Mendoza (1915), Córdoba (1927), Concordia (1929), el plan de Santa Fe (1927), el Plan Noel para Buenos Aires (1923-25), el Plan de Rosario (1929-35), los planes de Guido para Tucumán y Salta (1936-38), la Oficina de Plan Regulador de Buenos Aires (1932 en adelante). 496

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En el concurso de antecedentes, donde como único anticipo del plan se pedía que se propusiera una solución al conflicto ferroviario, el primer premio fue obtenido por un equipo formado por cuatro arquitectos, el ya citado Fermín Bereterbide, junto a Alberto Belgrano Blanco, de larga trayectoria en la Dirección General de Arquitectura del MOP y dos uruguayos, Mauricio Cravotto98 y Juan Scasso;99 los tres primeros habían sido activos participantes del Primer Congreso Argentino de Urbanismo de 1935, siendo Cravotto uno de los pocos extranjeros que participaron en calidad de invitados especiales, con un importante trabajo sobre la creación de institutos de urbanismo en el ámbito de las universidades. El grupo de proyectistas no se integró de manera casual u oportunista para este concurso ya que, especialmente entre Bereterbide y los dos arquitectos uruguayos, existía un intercambio de larga data acerca de temas urbanísticos y en Buenos Aires había una conciencia del avance conceptual del medio profesional montevideano en este campo, respecto del porteño.100 (Imágenes VIII.9a a VIII.9d) La presentación del equipo ganador manifestaba una posición novedosa y alejada en muchos aspectos de la tónica de los planes que hemos revisado hasta aquí, inclinándose por un funcionalismo afín al ideario urbanístico del CIAM, pero con peculiaridades que demuestran un manejo maduro de la problemática urbana, hecho que tenía relación seguramente con las experiencias anteriores de los miembros del equipo ganador. En este sentido, si se revisa la trayectoria de Bereterbide durante los años ’30, aparecen algunos hechos destacables como el proyecto que había elaborado para la avenida norte-sur de Buenos Aires (1932), con un equilibrio entre circulación y parques y la incorporación de núcleos cívico monumentales, que no se concretó; tres años más tarde lo presentó como ponencia en el Primer Congreso de Urbanismo, siendo a la vez muy crítico durante toda la década respecto del proyecto de Della Paolera que finalmente se ejecutó. Además, en 1933 había publicado junto a Vautier un artículo que tuvo mucha difusión: “Qué es el Urbanismo” y aunque el objetivo principal era la prédica por el Plan Regulador de la Capital Federal, el interés actual de esta publicación para ubicar conceptualmente a Bereterbide en el debate urbanístico de la época, reside en demostrar una amplitud de criterios y una diversidad de referentes, que impide su encasillamiento estricto en una corriente única ni mucho menos en una posición vanguardista (o corbusierana) a ultranza.101 Se puede suponer también que en 98

Mauricio CRAVOTTO (1893-1962) había nacido en Montevideo, descendiente de una familia de comerciantes italianos; en 1917 se graduó en la Facultad de Matemáticas de la Universidad de la República y realizó un largo viaje de estudios a Europa. En 1930 había realizado el anteproyecto Plan Regulador de Montevideo; fue además autor de importantes obras de arquitectura como el Pabellón Uruguay para la Exposición Iberoamericana de Sevilla (proyectado en 1927) y el Palacio Municipal de Montevideo (1935). Una vivienda unifamiliar de su autoría, es la única obra uruguaya publicada en el atlas de arquitectura moderna, Gli elementi dell’architettura funzionale (p. 553), que editó Alberto Sartoris en Milán en 1932. En el Primer Congreso Argentino de Urbanismo de 1935, Cravotto expuso la creación del Instituto de Urbanismo del Uruguay anexo a la Facultad de Arquitectura, del cual había sido promotor. CRAVOTTO, Mauricio. “Reglamento del Instituto de Urbanismo”, en Primer Congreso Argentino de Urbanismo, Tomo II, Buenos Aires, Imprenta Mercatali, 1936, pp. 620 a 624. Ver: AAVV. Mauricio Cravotto 1893-1962, Montevideo, Dos Puntos, 1995-1. 99 Juan Antonio SCASSO, también graduado en Montevideo, se había especializado en paisajismo y arquitectura deportiva. En 1930 había proyectado el mítico Estadio Centenario de Montevideo y el Club Náutico de Punta Gorda, desempeñándose también como Director de Parques y Jardines de Montevideo, repartición donde había ingresado en 1920. Era colaborador frecuente de las principales revistas de arquitectura de Buenos Aires, especialmente en temas de urbanismo. Ver: SCASSO, Juan A. “Evolución del concepto de espacio verde”, en Nuestra Arquitectura nº 65, Buenos Aires, diciembre de 1934, pp. 178 a 190; SCASSO, Juan A. “Una vivienda suburbana”, en Revista de Arquitectura nº 181, Buenos Aires, enero de 1936; SCASSO, Juan A. “Hacia la definición de una política urbanística”, en Revista de Arquitectura nº 214, Buenos Aires, octubre de 1938. 100 Ramón Gutiérrez deja claro este aspecto al publicar la riquísima correspondencia mantenida desde 1934 con Cravotto, por parte de Bereterbide, Della Paolera y W. Acosta. GUTIÉRREZ, Ramón. “Cravotto y la cultura arquitectónica y urbanística en la Latinoamérica de su tiempo”, en AAVV. Mauricio Cravotto 1893-1962, Montevideo, Dos Puntos, 1995-1, pp. 12 a 23. 101 En los ´30, además, Bereterbide se había incorporado como miembro de “Los Amigos de la Ciudad” y formaba parte de la comisión para el estudio del nuevo Código de Edificación de Buenos Aires. Ver: BERETERBIDE, Fermín H. y VAUTIER, Ernesto. “Urbanismo”, en Revista de Arquitectura nº 146, Buenos Aires, febrero de 1933, pp. 52 a 76; una versión similar de este trabajo se publicó al año siguiente, con formato de folleto y el título “Qué es el Urbanismo”, por el Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires. 497

la definición de un posicionamiento y en la formalización arquitectónica del plan, pueda haber tenido notable incidencia la presencia de Mauricio Cravotto en el equipo.102 Volviendo a la propuesta ganadora para Mendoza, es de notar que el expediente urbano no tenía el mismo carácter ni importancia que en los planes de Della Paolera o Guido que se han visto anteriormente y estaban ausentes aquí los estudios evolutivos de matriz poëtiana, limitándose las referencias en términos de historia urbana, a notar que Mendoza presentaba como aspecto positivo “una benéfica impronta del conglomerado aldeano” y al rescate de elementos identitarios tales como las plazas de la traza decimonónica, las acequias y arboledas; de acuerdo al diagnóstico, la ciudad adolecía de una alta dispersión de edificios públicos, una heterogénea concentración de servicios, una defectuosa y poco definida organización funcional, unas circulaciones indiferenciadas; se cuestionaba también la delimitación de jurisdicciones, ya que el conglomerado urbano aparecía (y aún aparece) fraccionado entre distintos municipios, aunque el más importante era el de la Capital. La propuesta entonces debía lograr: “Que se diferencien los órganos funcionales; que se organice la vida vecinal; que se circule por el verde; que toda actividad quede dentro de una armonía /.../ La técnica urbanística /.../ es la de realizar pocas operaciones en el núcleo central actual, trabajar en terrenos más libres y aptos, creando una estructura orgánica y económica de la ciudad, concibiendo la composición como obra de arte...” 103

Las principales propuestas del plan consistían en redefinir el conglomerado urbano, estructurar funcionalmente y ampliar la ciudad central, determinar las zonas de uso especial, ordenar la vida colectiva, la circulación, los transportes, los esparcimientos, en su gran mayoría no fueron concretadas y el efecto más notorio fue el referido a los edificios públicos en lo que trabajó posteriormente Belgrano Blanco desde la Dirección de Arquitectura.104 Los conceptos manejados pueden resumirse en: jerarquización circulatoria (diferenciando avenidas rápidas, avenidas parque, arterias “de amenidad”, circuitos peatonales); introducción, para la residencia, del modelo de la unidad vecinal autoabastecida en materia de educación, salud, seguridad y recreación; fuerte segregación funcional generando núcleos autónomos en materia de gobierno, religión, deportes, ciudad universitaria, industrias y artesanado; monumentalización del área cívica e incorporación de recovas como un nuevo elemento de identidad urbana. El Pre-Plan de Mendoza fue entregado a mediados de 1941, como un anticipo de ideas rectoras que permitieran operativizar lo más rápidamente posible los dictados del plan; a fines del año siguiente se presentó el plan regulador definitivo, del que se publicó solamente la memoria descriptiva.105 La presentación final asignaba muy poco espacio al desarrollo de los instrumentos, reglamentaciones y aspectos legales que permitieran poner en práctica las intervenciones proyectadas. El plan fue aprobado por el Concejo Deliberante mendocino en diciembre de 1942 y la ordenanza aprobatoria sólo facultaba al municipio para que se gestionara una ley 102

En Cravotto puede reconocerse a un funcionalista muy próximo a las ideas del CIAM, pero con una especial sensibilidad por los valores de la ciudad iberoamericana; como dijimos, mucho antes de su participación en el concurso de Mendoza había desarrollado el anteproyecto del Plan Regulador de Montevideo (1930) que subtituló “...una ciudad futura para tres millones de habitantes”; este plan presentaba tempranamente los rasgos característicos de la urbanística CIAM, especialmente en cuanto a zonificación funcional, segregación circulatoria jerarquizada y la utilización de la tipología del rascacielos, aunque lo hacía partiendo de las condiciones reales de la ciudad de ese momento y no recurría a la tabla rasa. Una síntesis del plan de Montevideo fue publicada cinco años más tarde en Argentina en cuatro números sucesivos de la Revista de Arquitectura de la SCA. Ver: CRAVOTTO, Mauricio. “Anteproyecto de Plan Regulador de Montevideo”, en Revista de Arquitectura, nº 178 a 181, Buenos Aires, octubre de 1935 a enero de 1936. Sobre las ideas urbanísticas de Cravotto ver: GUTIÉRREZ, R. Op. cit., (1995-1). 103 BERETERBIDE, F., BELGRANO BLANCO, A., CRAVOTTO, M., SCASSO, J. Plan Regulador de la Ciudad de Mendoza – República Argentina, Primera etapa: Pre-plan; Montevideo, Ed. Hiperión, 1941, p. 31. 104 PONTE, R. Op. cit., p. 433. 105 GUTIÉRREZ, R. Op. cit., (1995-1) p. 22. 498

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provincial indispensable para hacerlo efectivo; se ponían de manifiesto en esta instancia las limitaciones jurídico-institucionales existentes para poner en práctica este tipo de instrumentos técnicos, sin la base legal correspondiente. El quiebre institucional producido a nivel nacional el 4 de junio del año siguiente, provocó la intervención a la provincia y la disolución del Concejo; el dictado de nuevas normativas de orden provincial a lo largo de esa convulsiva década, llevaron a que paulatinamente las indicaciones del plan fueran siendo dejadas de lado y que nunca llegara a instrumentarse, con excepción de la aplicación aislada y fuera del contexto ideológico del mismo, de algunas de sus indicaciones.106 El segundo premio fue obtenido por los ingenieros Carlos Della Paolera y Adolfo Farengo, que ya habían trabajado juntos en el Plan Rosario, en el que Farengo se había ocupado precisamente de la reformulación de los trazados ferroviarios; en este caso no contamos con antecedentes que permitan reconstruir la propuesta. El tercer premio, fue obtenido por un grupo denominado “Los Diez”, integrado por varios de los jóvenes arquitectos que se nucleaban desde en año anterior en el Grupo Austral,107 a los que antecedían nada menos que las figuras de Le Corbusier y Pierre Jeanneret. Este tercer premio derivó en un reclamo por parte del numeroso equipo, que llegó a la impugnación del concurso esgrimiendo como principal argumento la persecución hacia la figura de Le Corbusier, aunque nunca pudo terminar de probarse que éste haya realmente participado en la elaboración de la presentación ni haya tenido interés en la misma.108 En la presentación partían de que la reestructuración ferroviaria no se podía desarrollar con anterioridad al plan regulador; se limitaban a proponer dos alternativas de zonificación general, la primera para una Mendoza básicamente agrícola y la otra para la posibilidad de un desarrollo basado en la minería y la siderurgia, sin responder con claridad a lo que solicitaban las bases, e incorporando la estrategia circulatoria (incluida la reestructuración ferroviaria, levantamiento de vías y re-localización de estaciones) con el mismo grado de generalidad que presentaba el zoning; aún en su vaguedad, se puede inferir que la propuesta preveía hacer tabla rasa con el tejido de la ciudad existente, reemplazándola por los característicos asentamientos de la “ville radieusse” de grecas (“a redents”) y rascacielos cartesianos; se aplicaban ortodoxa aunque muy esquemáticamente los principios de estricta segregación funcional, dando privilegiada ubicación a la residencia en la franja oeste, al pie de la cordillera y se proyectaba la red circulatoria jerarquizada y a diferentes niveles. (Imagen VIII.10) La presencia en Argentina del ideario urbanístico de Le Corbusier, que a partir de la Carta de Atenas comenzó a confundirse con el del CIAM, aunque en una primera etapa distaban de ser coincidentes, puede reconocer su antecedente más remoto en la publicación en 1924 por parte de Prebisch y Vautier de su proyecto para la Ciudad Azucarera de Tucumán; (Imágenes VII.18a a VII.18b) en realidad, más que en el proyecto, que presentaba una franca matriz garneriana, el pensamiento de Le Corbusier afloraba en un largo texto que acompañaba al mismo, una suerte de memoria conceptual de la propuesta en la que los autores reiteraban referencias al maestro suizo.

106

Para un desarrollo más completo y detallado de los avatares posteriores a la aprobación del plan y su inaplicabilidad, ver: PONTE, R. Op. cit., pp. 436 a 438. 107 En el concurso participaron los argentinos Jorge Ferrari Hardoy, Juan Kurchan, José Le Pera, Simón Ungar, Hilario Zalba, Valerio Peluffo y Jorge Vivanco y el catalán Antonio Bonet Castellana. Es muy conocida la vinculación de Austral (más precisamente de Ferrari Hardoy, Kurchan y Bonet) con Le Corbusier, a través de una estadía en el estudio de París realizada entre 1937 y 1938, así como es igualmente conocido el carácter, los principios y las modalidades operativas del grupo, por lo que no creemos necesario explayarnos aquí sobre el tema. Ver. LIERNUR, Jorge. Voz “Austral” en LIERNUR, Jorge F. y ALIATA, Fernando (comps.). Diccionario de Arquitectura en la Argentina (tomo A-B), Buenos Aires, Ediciones Agea, 2004, pp. 89 a 98. 108 Un completo estudio de los antecedentes y gestiones en torno a la constitución de este equipo, el tercer premio obtenido y la referida impugnación del concurso, puede verse en: GUTIÉRREZ, Ramón y ÁLVAREZ, Fernando. “La participación de Austral-Le Corbusier en el concurso de Mendoza”, en en Revista DANA nº 37/38. Buenos Aires, 1995-2, pp. 114 a 118. 499

“Y el problema, para ser bien planteado, requiere ante todo el conocimiento perfecto de las diferentes piezas que han de coordinarse para integrar el inmenso mecanismo que constituye una ciudad. Cada pieza debe desempeñar estrictamente su función en el conjunto. La ciudad es una máquina. Hemos visto más arriba como en esta armonía que se desprende de las máquinas el espíritu encuentra una satisfacción de orden superior...”109

Las referencias a la necesidad de plantear bien el problema, las analogías mecánicas, las alusiones al retraso del pensamiento arquitectónico respecto de los métodos de la ingeniería, iban jalonando el texto haciendo presente en todo momento las páginas de Hacia una Arquitectura; no eran casuales estas referencias, y se tornan más pertinentes si se tiene en cuenta que durante su larga estadía en Europa, en el viaje de estudios emprendido a fines de 1921 al finalizar la carrera, ambos arquitectos permanecieron varios períodos en París, donde Le Corbusier expuso, en el Salon d’Automne de 1922 (noviembre y diciembre) que sin dudas habrán visitado, su proyecto de Ciudad Contemporánea para Tres Millones de Habitantes; también estando en París, Prebisch recibió de Horacio Butler el obsequio de un ejemplar de este libro de Le Corbusier, recién publicado.110 Las ideas corbusieranas sobre los problemas de la ciudad se esbozaron entonces tempranamente a través de estos jóvenes arquitectos que, al momento de plantear su propio proyecto, optaron por una solución menos rupturista. La visita de Le Corbusier a Buenos Aires en octubre de 1929, tuvo también repercusión respecto de la problemática urbanística, pero no en la medida en que la habían tenido las estadías de otros urbanistas franceses que lo habían precedido (como Bouvard en 1909, Forestier en 1924 o Jaussely en 1926); Le Corbusier no había sido convocado en carácter de asesor por organismos estatales para intervenir en tareas específicas, sino que su viaje había sido promovido por un grupo de intelectuales y artistas, “Los Amigos del Arte”, que se vincularon con la Universidad de Buenos Aires y con la asociación de “Los Amigos de la Ciudad”, para hacerlo posible, en tanto que el maestro asumió el compromiso de desarrollar un ciclo de conferencias.111 Aunque fue objeto de agasajos y noticia en la prensa, y aunque despertó el interés del intendente Luis Cantilo, Buenos Aires no resultó un ámbito receptivo para sus ideas ni un campo propicio para la obtención de los encargos que Le Corbusier parecía esperar; tampoco puede decirse que su presencia haya significado un cambio de rumbo en cuestiones disciplinares. De las diez presentaciones realizadas entre el 3 y el 19 de octubre, cuatro se hicieron en la Facultad de Ciencias Exactas, a la que pertenecía la Escuela de Arquitectura, cinco en “Los Amigos del Arte” y una en “Los Amigos de la Ciudad”; con excepción de la quinta y la décima conferencia (dedicadas al plano de la casa moderna y al diseño del mobiliario, ambas dictadas en Amigos del Arte) en las otras ocho tuvieron franco protagonismo los temas de escala urbana o territorial y el lapidario diagnóstico sobre Buenos Aires se fue filtrando en forma más o menos explícita a lo largo del ciclo.112 (Imágenes VIII.11a, VIII.11c a VIII.11e) La estadía cargó a Le Corbusier de imágenes y de ideas acerca de las posibilidades de transformación de esta lejana capital del sur y el interés por obtener el encargo de un plan para Buenos Aires lo persiguió durante casi dos décadas, aunque eso nunca llegaría a 109

PREBISCH, Alberto; VAUTIER, Ernesto. "Ensayo de Estética Contemporánea", en Revista de Arquitectura nº 47, Buenos Aires, noviembre de 1924, p. 410. Sobre este tema, ver también Capítulo VII, notas nº 48 y 49. 110 El dato referido al obsequio del libro de Le Corbusier hecho a Prebisch por Butler, lo da Ramón Gutiérrez en su minucioso estudio, verdadera biografía intelectual de Prebisch, que introduce el libro monográfico publicado por CEDODAL. Ver: GUTIÉRREZ, Ramón. “Alberto Prebisch. Una vanguardia con tradición”, en AAVV, Alberto Prebisch, Buenos Aires, Fundación CEDODAL, 1999, pp. 9 a 36. 111 La visita de Le Corbusier a Buenos Aires ha sido largamente comentada en la historiografía arquitectónica argentina y existen numerosas publicaciones sobre el tema. Dado que en el marco de nuestro trabajo no resulta una cuestión central, sino sólo referencial, no haremos un desarrollo extendido y remitimos a: NICOLINI, Alberto. “Le Corbusier, Utopía y Buenos Aires”, en Revista DANA n° 37/38. Buenos Aires, 1995, pp. 106 a 113. 112 Ver: “Prólogo americano”, en LE CORBUSIER. Precisiones. Respecto a un estado actual de la arquitectura y el urbanismo. Barcelona, Apóstrophe, 1999, p. 36. 500

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cumplirse;113 al dejar la ciudad, y luego de visitar San Pablo y Río, regresó a Europa en diciembre de 1929 sin haber logrado concretar un solo contrato profesional en Buenos Aires. Recién en 1937, con una pasantía de trabajo en su estudio de París de Jorge Ferrari Hardoy y Juan Kurchan, volverían a salir a la luz aquellos primeros esbozos, actualizados y reformulados sobre bases mejor determinadas; (Imagen VIII.11b) pero tampoco esta vez el plan fructificaría en un contrato oficial y un largo trámite de más de diez años, guerra mediante, terminó en un rotundo fracaso; Le Corbusier nunca regresó a Argentina.114 En cuanto a la transferencia de las ideas urbanísticas corbusieranas, las consecuencias fueron de otro signo y se pusieron más claramente en evidencia a partir de 1940, ya que hasta entonces, como hemos visto, no tuvieron una vigencia efectiva en Argentina, que redundara en su puesta en práctica en alguno de los numerosos planes que hasta aquí hemos revisado; fue entonces en 1940, en el concurso para el plan de Mendoza, cuando se pudo verificar una influencia explícita, casi literal de los planteos de la Ville Radieuse en la propuesta de “Los Diez”, en tanto que en la propuesta ganadora se ponía en evidencia una reelaboración más tamizada de sus postulados, mostrando una influencia que probablemente estuviera más motivada en la presencia en el equipo del uruguayo Mauricio Cravotto, que en el propio Bereterbide, que hasta entonces no había hecho manifestación expresa de adhesión a la urbanística del CIAM, aún cuando en los años ’30 había estado a punto de participar de la representación argentina en el mismo. Por otra parte, tal vez lo más trascendente se de en la difusión de sus propuestas a través de las revistas locales y especialmente del órgano oficial de la Sociedad Central, que comenzaron a publicar sus trabajos con mayor frecuencia, en especial los que referían a temas urbanos, incluyendo también proyectos de otros autores, como la Cidade dos Motores de Wiener y Sert para Brasil, que reproduce claramente la matriz corbusierana; a partir del sexto CIAM se editaron números especiales de la Revista de Arquitectura en ocasión de cada congreso.115 Para entonces, los arquitectos de la nueva generación operativizaban sus ideas en proyectos tales como los de la Ciudad Universitaria de Tucumán, el Plan Regulador de Bahía Blanca, el Plan Regulador de Jujuy-Palpalá o el proyecto para Bajo Belgrano en Buenos Aires, por citar sólo algunos de los más claramente adscriptos al ideario y las formalizaciones del CIAM.116 113

Su insistencia en viabilizar un encargo no se limitó sólo a Buenos Aires; América Latina se presentaba como un escenario de promisión, frente a las adversas condiciones que la Europa de la segunda mitad de los ’30 le presentaba a la arquitectura moderna y, en este sentido, los bocetos de planes y sus consiguientes ofrecimientos se multiplicaban (Montevideo, Sao Paulo, Río, Santiago de Chile) aunque sólo el de Bogotá llegará a desarrollarse entre 1947 y 1951. Ver: PÉREZ OYARZÚN, Fernando (ed.). Le Corbusier y Sudamérica. Viajes y proyectos. Santiago de Chile, Ediciones ARQ - Pontificia Universidad Católica de Chile, 1991. 114 El plan desarrollado con Ferrari y Kurchan fue finalmente publicado en un número especial de L’Architecture d’aujourd’hui editado en español en 1947 (uno de los diez números que en ese año se publicaron en español y que no replicaban la edición francesa sino que presentaban temas de interés latinoamericano). Ver: LE CORBUSIER. “Plan Director para Buenos Aires”, en La Arquitectura de hoy nº 4, abril de 1947. (Imagen VIII.11g) 115 Luego de muchos años de absoluta impugnación, en agosto de 1936, en las páginas de la Revista de Arquitectura se publicaron fragmentos de la 8ª conferencia de 1929, “La Ciudad Mundial”; en setiembre del año siguiente, “Opiniones de Le Corbusier sobre la ciudad moderna”; en junio de 1945 la misma revista publicó la 3ª conferencia, “Arquitectura en todo. Urbanismo en todo” y traducciones de fragmentos de la Ville Radieuse; en febrero de 1946, la 2ª conferencia, “Las técnicas son la base misma del lirismo” y otra nota, “Fragmento sobre el academicismo urbanístico”, al mes siguiente. También en ese número de marzo de 1946 se publica por primera vez la “Carta de Atenas”. En el número de octubre de 1946 se publica la “Cidade dos Motores”, proyecto de ciudad industrial para las inmediaciones de Río, de Paul Lester Wiener y José Luis Sert; en abril de 1947, en el marco de una nota sobre la reconstrucción en Francia, se incluye el proyecto de la Unidad de Marsella, en tanto que fragmentos de El Modulor se publican en junio de 1948. Respecto de los encuentros del CIAM, que en la etapa previa a la guerra no se habían mencionado en la revista, se puede ver: CIAM VI (Bridgewater), publicado en Revista de Arquitectura nº 325, Buenos Aires, enero de 1948; CIAM VII (Bérgamo), publicado en el nº 344 de agosto de 1949. 116 “Ciudad Universitaria de Tucumán”, en Revista Nuestra Arquitectura, Edit. Contémpora, Buenos Aires, Año 22, nº 254, setiembre 1950; “Remodelación ferroviaria y urbanística de la ciudad de Bahía Blanca”, en Revista de Arquitectura nº 359, Buenos Aires, noviembre de 1950, pp. 320 a 333; “Urbanización del Bajo Belgrano”, en Revista de Arquitectura nº I - II, 1953. 501

Pero en paralelo a esta apertura editorial que garantizaba una mayor difusión de sus ideas, en coincidencia con unas condiciones tal vez más propicias para hacerlas efectivas, la misma prensa especializada posibilitaba la difusión de otras líneas de pensamiento en la materia, especialmente del planeamiento británico encarnado en el Plan de Londres de Abercrombie y la emergencia de las new towns, que abriría un nuevo frente de competencia y una nueva perspectiva para la interpretación de los problemas, en el debate urbanístico local.117 Obviamente Le Corbusier y el CIAM estuvieron presentes en las discusiones que se suscitaron frente al nuevo plan urbano para la ciudad de San Juan, capital de una de las más antiguas provincias argentinas, en la región andina de Cuyo, que fue casi totalmente destruida por un terremoto ocurrido en enero de 1944 que afectó un 90% de la planta urbana (la que entonces alcanzaba los 80.000 habitantes). La gravedad de la situación llevó a la intervención inmediata del Estado nacional tratando de manejar los mecanismos de reconstrucción; frente al problema se debatieron distintas posiciones y San Juan se convirtió en un verdadero laboratorio donde confrontaron las distintas líneas: desde las respuestas francamente fundadas en el CIAM y las ideas corbusieranas (nuevamente motorizadas, al igual que en Mendoza, por Austral), las que se basaban en la urbanística anglosajona de procedencia inglesa o norteamericana, que se repartían entre el modelo de ciudad jardín, el de la unidad vecinal y la ampliación de la escala de intervención a la idea de plan regional.118 VIII. 5) El Urbanismo en Santa Fe a partir de 1935 La Municipalidad santafesina había enviado un representante al congreso de urbanismo de 1935, el arquitecto Guerino Guerra que por entonces integraba la Oficina de Obras Públicas, pero no se ha podido constatar que el mismo haya tenido una participación activa y no hay registros de que haya presentado ninguna ponencia. La otra representación local en el congreso se había ejercido desde la Universidad Nacional del Litoral, pero en realidad el participante, el arquitecto Ángel Guido, profesor de la cátedra de Urbanismo en la Escuela de Arquitectura de Rosario de esa Universidad, llevaba además una doble delegación, puesto que también representaba a la Municipalidad de Rosario; el Gobierno provincial, por su parte, no había respondido a la convocatoria de los organizadores para colaborar en la difusión del Congreso y no tenía representante en el mismo.119 No obstante, la aparente indiferencia que se puede inferir de tan magra representación, contrasta con la realidad de Santa Fe, donde había un marcado interés por la temática, que se manifestaba cotidianamente en las páginas de la prensa local, que a un nivel de divulgación general citaban permanentemente estas cuestiones, tanto respecto de la coyuntura local como informaciones generales sobre el tema. En el ámbito jurídico, como ya se dijo, en la Provincia existía una ley de 1935, dictada para la organización de las comisiones de fomento en las comunas, que establecía 117

Ver: PASTOR, José. “Bases del Planeamiento Británico”, en Revista de Arquitectura nº 291, Buenos Aires, marzo de 1945; “El Greater London Plan” (sic), en Revista de Arquitectura nº 306, Buenos Aires, junio de 1946, pp. 239 a 242; OSBORN, F. J. “Nuevas ciudades de la Gran Bretaña”, en Revista de Arquitectura nº 310, Buenos Aires, octubre de 1946, pp. 409 a 412. 118 Ver: “Anteproyecto de Plan Regulador para la nueva San Juan”, en Revista de Arquitectura nº 293, Buenos Aires, mayo de 1945, pp. 178 a 192; BERETERBIDE, Fermín y MUZIO, Carlos. “Contribución al estudio de la reconstrucción de la ciudad de San Juan y poblaciones vecinas” en Revista de Arquitectura nº 293, Buenos Aires, mayo de 1945, pp. 193 a 196; “Reconstrucción de San Juan”, número especial sobre el tema, en Revista de Arquitectura nº 311, Buenos Aires, noviembre de 1946. 119 Ver “Nómina de Delegados” y “Juntas Cooperadoras”, en Primer Congreso Argentino de Urbanismo, Tomo I, Buenos Aires, Imprenta Mercatali, 1936, pp. 80 a 82 y 37-38. La organización del Congreso había previsto la creación de Juntas Cooperadoras Provinciales, para colaborar con los preparativos; de las catorce provincias que existían entonces en el país, respondieron positivamente once, algunas con delegaciones muy numerosas, además de seis de los territorios nacionales (Neuquén, Chaco, Los Andes, La Pampa, Río Negro y Chubut); en tanto Santa Fe, Corrientes y Catamarca fueron las tres únicas provincias que no tuvieron representación. 502

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que en un plazo de dos años de promulgada la misma, todos los centros urbanos debían haber presentado ante el Gobierno provincial su Plan Regulador; para 1939, sólo tres poblados lo tenían aprobado y cuatro habían iniciado el trámite de aprobación, sobre un total de 306 comunas que existían entonces en la Provincia.120 Se trataba de una iniciativa de planificación de escala territorial que, al descentralizar la gestión de los planes en microemprendimientos de las pequeñas comunas, tornaba inviable la ejecución por la falta de recursos humanos y económicos de éstas para llevar adelante la tarea. Pero el polo más activo de la ciudad en materia de urbanismo se constituyó en el ámbito académico, ya que en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional del Litoral, con sede en Santa Fe, existía por entonces un grupo de estudios e investigación en temáticas de urbanismo orientado desde el campo del derecho administrativo; esta Facultad era la más antigua de la Universidad, ya que fue la que había dado origen a la Universidad Provincial creada en la década de 1880 y que se nacionalizó inmediatamente, luego de la Reforma Universitaria de 1918. Para los años ’30, esta Facultad era una institución de enorme prestigio y peso en la opinión pública de la ciudad y había sido pionera en el tema en el país, al crear en 1922 la cátedra de “Derecho Municipal Comparado”, otorgando la titularidad de la misma a Alcides Greca;121 la enseñanza del derecho municipal tal como se lo encaró en esta Facultad, implicaba incorporar muchos conceptos de urbanismo y la noción de la interdisciplina como un aspecto consustancial al mismo y resultaba novedosa en tanto en las otras facultades de Derecho del país, se impartía Derecho Municipal como un breve capítulo de la asignatura Derecho Público.122 Luego del Congreso de 1935 al que, aunque no asistió, Greca hacía permanentes referencias, comenzó a trabajar desde la cátedra y la dirección de la revista de la Facultad, para lograr algo que había sido recomendación general a las universidades del país por parte del Congreso: la creación de un Instituto de Altos Estudios Urbanos en el seno de la Universidad Nacional del Litoral; fundamentó su propuesta en los antecedentes de las cátedras en curso, las investigaciones y las publicaciones realizadas, mencionando además a una serie de personalidades de Rosario y Santa Fe vinculadas con la Universidad que podrían participar del mismo.123 Como primera actividad organizó por primera vez en Santa Fe la Semana del Urbanismo, en cuyo transcurso se desarrolló un ciclo de conferencias del que participaron profesores de distintas facultades.124 Como resultado del ciclo se editó un 120

AGPSF. Archivo Ministerio de Instrucción Pública y Fomento. Nota de fecha 05/08/1939, f. 256. Ver nota nº 64 de este capítulo. 121 Alcides GRECA (1889-1956) fue una singular personalidad de la cultura santafesina que, además de desarrollar su labor profesional y docente, fue escritor, poeta y ensayista, en tanto que el cine y la fotografía fueron objeto de interés a lo largo de toda su vida. Aunque santafesino, nacido en la antigua reducción indígena de San Javier, había estudiado Derecho en la Universidad de La Plata, de donde egresó en 1916, instalando su estudio profesional en Rosario; tuvo actividad política vinculado al radicalismo personalista y fue constituyente en la Convención Reformadora de la Constitución Provincial de 1921. En 1923 realizó un largo viaje por Chile, Bolivia y Perú visitando asentamientos prehispánicos y coloniales junto a su amigo Ángel Guido. Greca fue un pionero del cine nacional al haber producido y dirigido en 1917 el primer largometraje realizado en el país, “El último malón”, en el que relata el acontecimiento de la última asonada indígena sobre un poblado en la región, ocurrido en 1904 en San Javier, en el norte provincial y del que Greca había sido testigo durante su juventud. 122 GRECA, Alcides. “La enseñanza del Urbanismo en la Universidad Nacional del Litoral”, en Revista de Ciencias Jurídicas y Sociales nº 21-2, Santa Fe, 1937, pp. 5 a 12. Greca también menciona entre los antecedentes a la cátedra de Urbanismo de la Facultad de Ciencias Matemáticas de la misma universidad pero con sede en Rosario, cuya titularidad ejercía en ese momento Ángel Guido. 123

Ibídem, p. 11.

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Participaron Guido, Francisco Albornoz (profesor de Higiene en la Facultad de Medicina), Elena Berjman (profesora de la Facultad de Ciencias Económicas, especialista en estadísticas), Mariano Tissembaum (profesor de la Facultad de Ciencias Jurídicas especialista en Derecho Laboral y Legislación Industrial), Francisco Bendicente (doctor en ciencias económicas y ex-contador general de la Dirección de Obras Públicas de la Provincia) y José Lo Valvo (profesor de la Facultad de Ciencias Jurídicas). Este último era un abogado rosarino que integraba el Concejo Deliberante de Rosario en 1929, al momento de decidirse la contratación del Plan Regulador; era profesor de la Facultad y, aunque especializado en Derecho Civil, dedicó muchos estudios a los temas urbanísticos, varios de los cuales fueron publicados por la Universidad: Acción Municipal (1922); Urbanismo (1935); Ciudad Nueva (1936); Anteproyecto de Código de Urbanismo (1938); Planificación y Urbanismo 503

número especial de la revista de la Facultad, con los textos de las conferencias, en el que se contaba además el ya citado artículo de Greca sobre la enseñanza del urbanismo en la Universidad.125 La conferencia de Guido, publicada en la misma revista, resulta de especial interés para nuestro trabajo porque pone totalmente en evidencia sus referentes metodológicos; al tema central de la distribución funcional lo acompaña por el subtítulo: “Uso de las tablas de Bartholomew” y marca la que considera su enorme importancia en el ordenamiento de la ciudad americana.126 (Imagen VIII.7a) Sin dudas la experiencia adquirida durante su estadía como becario Guggenheim de 1932/33 tiene que ver con esta adscripción al más ortodoxo urbanismo estadounidense, diametralmente opuesto a la formación de matriz francesa que pudo haberle transmitido Della Paolera en los primeros años de trabajo conjunto en torno al Plan Rosario. El intento de aplicar el método cuantitativista de Bartholomew ya había estado presente en los estudios estadísticos de población y vivienda elaborados para Rosario, quizás en la etapa en que se supone que Guido trabajó en solitario;127 e iban a estar igualmente presente en los complejos cálculos usados para la obtención las superficies a distribuir para los distintos usos en los planes de Tucumán y Salta, pero en todos los casos con tangenciales referencias, en tanto que en la conferencia de Santa Fe, se hacen explícitas enfáticamente. En ésta, Guido define al zoning como la “ciencia” de la localización de las actividades urbanas, algo que había llegado junto a la “ciencia-arte” del Urbanismo y que en las últimas décadas había logrado poner orden sobre el caos urbano generado en el siglo XIX por el “hombre nuevo”; pero a la vez aclara que en sí mismo el zoning no da la dimensión de dichas actividades, sino que ese valor deriva de la vitalidad de cada ciudad. “...las ciudades no son todas exactamente iguales /.../ Cada ciudad tiene su temperamental porcentaje de funciones urbanas y además, a pesar de esta diversidad, hay también una suerte de factor común en todas las ciudades modernas. Pues bien, en el hallazgo de aquellos porcentajes temperamentales y de este factor común ha trabajado sabia y pacientemente el urbanista americano Harland Bartholomew, llegando a confeccionar sus notables ‘tablas’, hasta el momento las más completas del Urbanismo Moderno”128

Completa el artículo transcribiendo 14 de las 61 tablas que componen el tratado de Bartholomew, a la vez que elogia su gran utilidad para la elaboración de planes reguladores en la medida en que permiten “...convertir en científico un problema urbano un poco difuso por exceso de teorizaciones.”129 Guido había hecho también una explícita opción por este método en el proyecto de una ciudad industrial para 15.000 habitantes que había presentado en el congreso de urbanismo, juntamente con el Plan de Rosario, el año anterior; en su opinión, la distribución segregada de las distintas funciones había logrado un equilibrio, dentro de las 168 has de superficie total de la pequeña ciudad, al poder: (1947); trabajó también sobre el cambio de la legislación urbana a partir de la Ley de Propiedad Horizontal. A principios de los años ’50, durante el peronismo, fue intendente de Rosario. 125 El número se integra con las siguientes notas: GUIDO, Ángel. “Distribución funcional de la ciudad”; BIELSA, Rafael. “Consideraciones sobre los problemas jurídicos del urbanismo”; LO VALVO, José. “El Urbanismo”; TISSEMBAUM, Mariano. “La actividad industrial y su repercusión urbana”; ALBORNOZ, Francisco. “Importancia Higiénica del Urbanismo”; BORZONE, Rodolfo. “Peligrosidad sanitaria del suburbio”; BENDICENTE, Francisco. “Distribución demográfica racional”; BERJMAN, Elena. “La estadística en función del urbanismo”; en Revista de Ciencias Jurídicas y Sociales nº 21-2, Santa Fe, 1937, pp. 13 a 229. El volumen se completa con recensiones bibliográficas de libros referidos a la temática. 126 Aunque en este artículo Guido no cita expresamente ninguno de los textos de Bartholomew, sus comentarios seguramente se refieren a: BARTHOLOMEW, Harland. Urban Land Uses. An Aid to Scientific Zoning Practice, Cambridge Massachusetts, 1932; este manual del zoning fue publicado en el año de su llegada a Estados Unidos. 127 En el plan Rosario aparece la cita del libro de Bartholomew, Urban Land Uses, como mención dentro del texto del capítulo II, “Organización Funcional de la Ciudad”, marcando la incidencia de las tablas para verificar lo acertado de la opción de densidad. DELLA PAOLERA, C.; GUIDO, A.; FARENGO, A. Op. cit., p. 34. 128 GUIDO, Ángel. “Distribución funcional de la ciudad”, en Revista de Ciencias Jurídicas y Sociales nº 21-2, Santa Fe, 1937, p. 16. Subrayado del autor. 129 Ibídem, p. 33. Subrayado del autor. 504

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“...aplicar el ‘zoning’ teórico aconsejado por los urbanistas modernos /.../ Exceptuando las zonas de fábricas, los porcentajes establecidos en el proyecto respondieron, aproximadamente a las tablas de Bartholomew...”130

Este proyecto de “ciudad industrial tipo”, de autoría individual de Guido, evidentemente se preveía para los nuevos núcleos de descentralización a ubicarse en torno a Rosario, en aquellas zonas de la periferia en la que no existían centros poblados previos que pudieran servir de polos para el ordenamiento de la expansión de la ciudad central y que el el Plan Regulador se denominaban ciudades satélite; el proyecto no formaba parte de la presentación oficial del plan, pero en la ponencia lo denomina también “ciudad satélite” y plantea una localización hipotética al norte de Rosario, sobre la ruta paralela al río Paraná que la unía con Santa Fe, a la vez que comenta que fue proyectada siguiendo las directivas del Expediente Urbano del Plan Rosario. En realidad el planteo, muy esquemático, remite formalmente al fragmento de una ciudad lineal, dado que todas las funciones se localizan en franjas paralelas que, acompañando al eje de la ruta, admitirían un crecimiento indefinido; salvando su condición de fragmento y siendo la continuidad una hipótesis no confirmada por el autor, tanto el criterio de zonificación como la dominancia de las vías circulatorias troncales se aproximan al planteo de los desurbanistas soviéticos, antes incluso que al modelo de ciudad lineal propuesto más tarde por Le Corbusier.131 (Imágenes VIII.8a a VIII.8c) Guido fue, indudablemente, una figura profesional muy importante para Santa Fe y su proximidad a Greca y Lo Valvo (los tres residían en Rosario pero estaban vinculados a Santa Fe través de la Universidad) sirvió para consolidar en la ciudad la presencia de la disciplina urbanística. En 1938, Greca participó del Primer Congreso Panamericano de Municipios que se realizó en La Habana y donde destaca su ponencia tendente a la creación de organismos de control intermunicipal, en el caso centros urbanos próximos, que luego formó parte de las recomendaciones finales; en el congreso también se discutió la problemática de los servicios públicos en la expansión urbana.132 A su regreso de La Habana, publicó un libro en el que además de desarrollar el tema de su ponencia y las otras cuestiones presentadas en el congreso, planteaba algunos de los temas que preocupaban centralmente a los urbanistas argentinos en ese momento: presentaba el problema de la vivienda popular, en el capítulo “La vivienda alegre, higiénica y económica”, incursionando en aspectos arquitectónicos y tipológicos; discutía sobre la cuestión de la municipalización de los servicios públicos tal como la propiciaba el Partido Demócrata Progresista y marcaba los límites e inconvenientes de extremar este concepto, exponiendo las nuevas tendencias en materia de municipalización en países europeos (España, Francia, Alemania) y en Brasil; insistía con la necesidad de creación de organismos intermunicipales de planificación.133 Pero la cátedra de Greca y el grupo de profesores que participaron de la Semana del Urbanismo, no constituían el único ámbito universitario activo en el tema en la ciudad; el 1928 había sido creado el Instituto Social de la Universidad Nacional del Litoral, cuyo accionar se organizaba en tres espacios bien definidos: Universidad Popular, Extensión Universitaria y Museo Social. Respecto de nuestro tema interesa especialmente este último dado que, estando claramente inspirado en el Museo francés, sus objetivos, orientados a 130

GUIDO, Ángel. “Ciudad Industrial Tipo”, en Primer Congreso Argentino de Urbanismo, Tomo II, Buenos Aires, Imprenta Mercatali, 1936, pp. 118 a 121. 131 El año anterior se había publicado un artículo de Bertold Lubetkin en la revista de la Sociedad Central de Arquitectos, donde se exponían los proyectos de Magnitogorsk y Stalingrado, basados en la ciudad lineal de Miljutin. LUBETKIN, Bertold. “El Urbanismo en Rusia”, en Revista de Arquitectura nº 160, Buenos Aires, abril de 1934, pp. 165 a 171. Además, en un artículo aparecido en 1936, Alcides Greca, allegado a Guido como se ha visto, comentaba el tema de la “desurbanización en Rusia”, refiriendo al modelo lineal. GRECA, Alcides. “La ciencia del urbanismo”, en Universidad, Revista de la Universidad Nacional del Litoral nº 2, Santa Fe, UNL, 1936, pp. 90 a 93. 132 Conferencias Internacionales Americanas, Primer Suplemento 1938-1942. México, Secretaría de Relaciones Exteriores, 1956, pp. 310-311. 133 GRECA, Alcides. Problemas del Urbanismo en la República Argentina, Santa Fe, Universidad Nacional del Litoral, 1939. El trabajo demuestra un amplio manejo de fuentes y autores nacionales y extranjeros. 505

constituir un centro de estudio, investigación y difusión sobre problemas sociales de la región, se vinculaban con la problemática urbanística y en particular con el hábitat de los sectores populares, abordado sobre todo desde la cuestión de la vivienda mínima. En coincidencia con el período más activo en la difusión de los temas urbanos por parte de Greca y su grupo (1935-37) el Museo adquirió una mayor dinámica al asumir su dirección en 1935 el ingeniero Carlos Niklison, profesor de la Escuela Industrial de la Universidad; este profesional, además de poner el tema en la opinión pública a través de sus frecuentes publicaciones, organizó un evento absolutamente inédito en la ciudad, como fue el concurso de prototipos de viviendas obreras.134 En definitiva se trata de medir las expectativas que el tema podía estar despertando en la ciudadanía, desde espacios que gozaban de prestigio académico y que ponían a la problemática en una modalidad de tratamiento que le asignaba nivel científico; esto resultaba complementario de la prédica constante a través de la prensa local, cuya tónica se ha relevado a lo largo del trabajo, que buscaba en todo momento poner de manifiesto los complejos y poco atendidos conflictos urbanos de la ciudad. Se hace necesario recordar que las temáticas que más frecuentemente eran denunciadas desde los diarios santafesinos en este sentido, eran: las interferencias entre la red viaria y los tendidos ferroviarios, el hacinamiento de los conventillos y casas de inquilinato, los asentamientos de viviendas precarias en zonas próximas al centro, las condiciones de las zonas inundables, tanto por crecientes de los ríos como por anegamientos pluviales y las interminables deficiencias del transporte público; es posible afirmar entonces que, tanto desde el saber científico como desde la opinión pública, estaban dadas las condiciones para que surgiera el reclamo sobre la necesidad del Plan Regulador. VIII. 6) El período de Iriondo / Bobbio. Obras públicas y urbanismo, 1937-1941 Al cúmulo de ideas que circulaban en el medio local, se sumarían a partir de 1937 algunas acciones concretas, derivadas de una prolífica política en obras públicas llevada adelante por el Gobierno provincial en el marco de la concepción de Estado intervencionista que regía en el país desde 1930 y que comentamos anteriormente. En octubre de 1935 el Gobierno central intervino la provincia de Santa Fe, poniendo fin a la gobernación demoprogresista de Luciano Molinas así como a la vigencia de la Constitución Provincial de 1921, que había permitido, entre otras cosas, la elección por voto directo de los vecinos, del intendente radical Manuel Menchaca en abril de 1934 y que propiciaba las autonomías municipales.135 Luego de más de un año de inestable intervención, en un dudoso marco de proscripciones y fraude hubo elecciones en febrero de 1937, en las que habría de resultar triunfador el conservador Partido Demócrata Nacional, constituido por una alianza entre partidos conservadores provinciales con el radicalismo anti-personalista. El PDN llevaba como candidato a gobernador de Santa Fe al caudillo del conservadurismo local, un santafesino proveniente de una familia tradicional de larga trayectoria política, Manuel María de Iriondo. Originado su mandato en la consolidación del fraude, el nuevo gobernador trató de legitimar su acción al frente del Poder Ejecutivo mediante un decidido impulso a las obras públicas en todo el territorio provincial y muy especialmente en la ciudad Capital.136 134

ACOSTA, Martina. “La vivienda popular y la experiencia del Instituto Social de la UNL”, en Registros nº 1, Mar del Plata, Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño, octubre de 2003, pp. 121 a 130. 135 La de Manuel Menchaca fue la primera elección de autoridades municipales en Santa Fe que se rigió por la Constitución Provincial de 1921, permitiendo el voto directo; no obstante, no fue la primera ocasión en que el intendente fue elegido con esta modalidad. Como se vio en el capítulo III, entre 1884 y 1890 rigió en la Provincia, una Ley Orgánica de Municipalidades sancionada en 1883, que establecía similar formato, aunque solamente Jonás Larguía (marzo a mayo de 1887) y Juan Arzeno (1889-1891) fueron elegidos según este mecanismo. Ver: Capítulo III, nota nº 72. 136 El análisis de la coyuntura política y la estrategia iriondista de legitimación de la gestión a través de la obra pública ha sido analizada en: PIAZZESI, Susana. “Después del liberalismo: ¿un nuevo conservadorismo? El iriondismo santafesino en la década del treinta”, en Estudios Sociales nº 13, UNL, Santa Fe, 1997, pp. 101 a 118. 506

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Iriondo encaró numerosas obras para Santa Fe desde la esfera provincial: la total renovación del Parque Garay y de la Avenida Costanera, (Imágenes VIII.18a a VIII.18d) la ejecución del Parque del Sur que se comentará más adelante, la conclusión de un importante conjunto de escuelas que se habían iniciado en la época de Molinas, el Instituto Provincial de Fomento Agrícola, el cuartel de bomberos de la Capital y un hospital psiquiátrico modelo, por citar las más destacadas; este notable conjunto de edificios públicos significó una transformación rotunda en la estética de la obra oficial, en tanto se dejaron de lado las adopciones historicistas para optar generalizada y programáticamente por los códigos de la arquitectura moderna, que resultaban los más adecuados al logro de los objetivos representacionales que se perseguían. En paralelo a esta obra pública, Iriondo designó intendente de la Capital a Francisco Bobbio, un exitoso empresario inmobiliario muy reconocido en el ámbito local, que había sido concejal opositor durante la intendencia de Zapata Gollán representando al partido que, a nivel nacional, era oficialista (el “Justismo”). La acción de la intendencia de Bobio fue totalmente coherente con los propósitos del gobernador en cuanto a marcar en la ciudad una imagen renovadora y que llevara implícitos los signos de la modernidad: algunos edificios municipales, como la sede del Banco Municipal, transformaron su fisonomía, eliminando los ornamentos historicistas y se procedió a rediseñar la mayor parte de las plazas y paseos de acuerdo a los mismos códigos.137 Pero la verdadera proliferación de arquitectura moderna se pudo concretar dado que, esa misma adopción expresiva se comenzó a evidenciar en emprendimientos particulares y la burguesía santafesina construyó, en paralelo a la obra pública, innumerables viviendas individuales y colectivas y edificios para el comercio, dentro de los mismos lineamientos.138 La demorada cuestión del plan regulador volvería a estar presente recién a partir de la intendencia de Bobbio, luego del impasse que se produjo con posterioridad a la intendencia de Zapata; efectivamente, en el lapso 1934-37, además de las ideas manejadas en sede académica que se revisaron en el apartado anterior, sólo se pudieron encontrar frecuentes reclamos sobre la necesidad de contar con un plan, a través de la prensa y de instituciones no gubernamentales, pero los sucesivos gobiernos comunales resultaban demasiado provisorios, como consecuencia de las intervenciones y las rencillas políticas entre las distintas facciones del Concejo Deliberante, como para encarar una acción en este sentido. En 1935 y con la Municipalidad intervenida, el diario El Litoral cuestionaba la omisión en que incurría el poder local al no afrontar este tema y la imposibilidad que esta omisión suponía de encarar acciones a largo plazo: “Toda iniciativa referente a paseos y avenidas carece de punto de apoyo por la ausencia de una idea directora del Trazado. La anarquía en materia de Urbanismo es un paso al derroche inútil. En Santa Fe, aún no es posible un trazado de concepto práctico y sin perjuicio para la estética”139

En 1936, y emulando lo ocurrido en Rosario en la década anterior, el tema era asumido con preocupación por asociaciones civiles como el Rotary Club que en sus reuniones mensuales expresaba con frecuencia sus inquietudes acerca de que la carencia de un plan urbano iba en desmedro de las posibilidades de progreso de la ciudad. Para mediados de ese año, también replicando las similares de Rosario y Buenos Aires, se 137

Al finalizar su gestión Bobbio publicó una extensa e ilustrada memoria reseñando las obras realizadas por el Municipio y incorporando también toda la labor desarrollada en la ciudad por los organismos provinciales; ver: MCSF. Labor Municipal en la Ciudad de Santa Fe. Obra de la Intendencia de Francisco Bobbio - 1937/1941, Santa Fe, Castellví, s/f. 138 El tema de la renovación de la imagen de la obra pública en este período y su acompañamiento por parte de la obra privada ha sido acabadamente estudiado por: MÜLLER, Luis. “Modernidades de provincia - Estado y arquitectura en la ciudad de Santa Fe (1935-1943)” Tesis de Magister en Ciencias Sociales defendida en la Universidad Nacional del Litoral en noviembre de 2006; director: Adrián Gorelik. Inédita. 139 “Plan Regulador de la Ciudad”, en El Litoral, Santa Fe, 04/04/1935, p. 3. Las referencias al diario El Litoral en la década 1930-40 que se incluyen en este capítulo son tributarias de: PARERA, Cecilia. “La prensa en el desarrollo urbanístico de Santa Fe en la década 1930/40 - Diario El Litoral”. Investigación desarrollada en el marco del Programa Cientibeca de la UNL 1998-1999. Directora, arq. Adriana Collado. Inédito 507

integró en Santa Fe por iniciativa del Rotary Club la asociación “Los Amigos de la Ciudad”, que exponía como primer objetivo interesar a las autoridades sobre la necesidad del llamado a un concurso de urbanistas para encarar el Plan Regulador.140 Bajo la fórmula “...un grupo de caracterizados vecinos” la prensa local saludaba la creación de esta asociación civil que estaba integrada por muy destacadas figuras, en general procedentes de la burguesía inmigrante, entre las que se contaban escritores, artistas, periodistas, profesores de la Universidad, industriales, comerciantes, profesionales y religiosos, muchos de los cuales además ocupaban lugares de prestigio en otras instituciones.141 El reclamo debió ser seguramente atendido en razón de la relevancia de las figuras que integraban la Asociación, no obstante lo cual, no se registraron acciones concretas derivadas del mismo y tampoco se pudo verificar que esta institución alcanzara la trayectoria prolongada y sostenida de sus similares de Rosario y Buenos Aires. A menos de un mes de asumir la intendencia, Bobbio convocó en junio de 1937 a los autores del Plan Rosario (estuvieron Farengo y Della Paolera y el contador González Theyler, un estudioso de temas urbanísticos, que había sido secretario del equipo técnico en Rosario), a una reunión a la que asistió también el gobernador Iriondo para tratar la cuestión de un plan para Santa Fe; los convocados quedaron comprometidos a presentar un proyecto “definitivo” en menos de tres meses, previéndose que las obras que se derivaran del plan serían financiadas con el producido por la ley provincial de contribución de parques y paseos.142 En realidad éste nunca alcanzó el rango de un plan regulador general, y el compromiso de Farengo y Della Paolera no llegó a cumplirse; de esa idea inicial de plan, todo se limitó a un proyecto urbano en el Barrio Sur, en la zona de la plaza fundacional, donde se asentaban los edificios de gobierno provinciales y se trató de una iniciativa del propio gobernador, encarada y financiada por la Provincia, para renovar y jerarquizar la imagen de la capital provincial precisamente en el centro de localización del poder. La idea de un Parque del Sur, como se denominó el emprendimiento, tenía en realidad un origen remoto, ya que los primeros intentos al respecto habían correspondido a la intendencia de Edmundo Rosas y el proyecto de un parque de tres hectáreas en el extremo sur, había formado parte de un proyecto más general, de regeneración del Barrio Sur, que aprovechaba los terrenos remanentes del traslado del antiguo Hospital de Caridad.143 El instrumento jurídico del que se valió Iriondo para desarrollar desde los organismos provinciales lo que, por su escala, debió haber sido una obra municipal, fue la Ley Provincial de Parques (nº 2.466, aprobada en agosto de 1935) mediante la cual se establecía una operatoria para realizar y financiar parques urbanos en las ciudades de la Provincia, en base a la emisión de títulos de crédito público con la denominación “Construcción de Parques y Paseos en la Provincia de Santa Fe”. La ley establecía también los mecanismos para decidir y adquirir los terrenos destinados a erigir dichos parques en las distintas ciudades, a la vez que creaba un organismo específico, la Oficina de Urbanismo Regional de la Provincia que tendría a su cargo la confección de los proyectos y disponía de recursos para contratar a los 140

Sobre estas iniciativas ver: “Rotary Club”, en El Litoral, Santa Fe, 13/08/1936, p. 3; “Amigos de la Ciudad se reunirá mañana”, en El Litoral, Santa Fe, 24/09/1936, p. 3. 141 “Quedó constituida ayer la Asociación Amigos de la Ciudad”, en El Litoral, Santa Fe, 26/09/1936, p. 3. Entre quienes la integraban se contaron: Salvador A. Macagno, industrial, presidente del Rotary Club; Ing. Carlos A. Mai, profesional, empresario de la construcción y presidente de la Asociación Amigos del Arte; Dr. Josué Gollan, investigador en química y rector de la Universidad Nacional del Litoral; Francisco Bobbio, empresario inmobiliario y presidente de la Bolsa de Comercio, ex-concejal y futuro intendente de la ciudad; Dr. Sixto Bayer, presidente del Colegio de Abogados; Ing. Juan Carlos Ariotti, profesional con una vasta obra edilicia en la ciudad, presidente del Centro de Ingenieros; Horacio Caillet Bois, escritor y director de Museo Provincial de Bellas Artes; Dr. Abelardo Irigoyen Freyre, médico higienista; Miguel Ángel Correa, escritor; Pbro. Alfonso Durán, sacerdote impulsor de asociaciones benéficas. 142 “Plan regulador de la ciudad”, en El Litoral, Santa Fe, 20/06/1937, p. 4; curiosamente, en la reunión no estuvo presente Ángel Guido quien, a la postre, terminaría siendo el autor del proyecto. 143 Ordenanzas nº 1091, de fecha 26/10/1910. MCSF. Digesto de Ordenanzas, Decretos y Reglamentos. Santa Fe, Languasco, 1911, p. 505. El parque iba a ser construido sobre terrenos que en 1910 eran, en su mayor parte, de propiedad fiscal. Ver Capítulo V, nota nº 105. 508

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profesionales que considerase más idóneos para dirigir las tareas; esta Oficina dependería directamente del Ministerio de Hacienda en un primer momento, aunque estaba previsto su paso a la Dirección de Obras Públicas una vez que la misma se consolidara.144 VIII.7) El Proyecto Guido para el Centro Cívico - Parque del Sur En julio de 1938, a un año del infructuoso encargo realizado a Farengo y Della Paolera, el Directorio de Parques de la Oficina Provincial, resolvió solicitar al Ejecutivo la designación de Ángel Guido como Director Artístico de las obras del “Gran Parque de Sud y Centro Cívico e Histórico-Monumental” de la ciudad de Santa Fe, a efectos de requerirle la elaboración del anteproyecto respectivo; simultáneamente, la Oficina comenzaba a preparar los decretos de expropiación de los terrenos que se afectarían. De acuerdo al perímetro del área que entonces se pretendía expropiar, se desprende que, de concretarse la idea inicial, el parque hubiera tenido una extensión que triplicaba a la que finalmente tuvo. La designación de Guido implicaba el encargo del anteproyecto general de las obras del Parque, la restauración y ampliación de la iglesia y convento de San Francisco, el proyecto del Museo Histórico Provincial, la adecuación de la fachada sur de la Casa de Gobierno “...al estilo del Cabildo de Santa Fe” y el proyecto de un monumental espacio de conmemoración a los Constituyentes Nacionales de 1853.145 La condición de proyecto sectorial, segregado, que adquiría este encargo, fue inmediatamente detectada por la opinión pública y tanto la prensa como algunas asociaciones civiles denunciaron, a lo largo de los primeros meses de 1938, esta intervención por no estar encuadrada en un plan global. La prensa se preguntaba por qué el Municipio planteaba obras “...que no se encuadran en plan alguno”146 en tanto que los “Amigos de la Ciudad” insistían en manifestar preocupación por la “anarquía” urbanística que reinaba en la ciudad, alertando sobre que “...el urbanismo no es un pasatiempo de insatisfechos sino una vía para la civilización y la cultura”.147 Dado que el encargo y los recursos financieros para la ejecución procedían del Gobierno provincial, el proyecto no se trató en el Concejo Deliberante sino en las cámaras legislativas, donde Iriondo contaba con una mayoría parlamentaria que le garantizaba la aprobación del mismo. Las obras del Parque del Sur implicaban la destrucción del tejido de varias manzanas del barrio más antiguo de la ciudad, haciendo tabla rasa con lo edificado para constituir al área en el espacio de representación por excelencia de la capital de la Provincia; no obstante, hubo una gran distancia entre el proyecto original y lo que verdaderamente se concretó en ese primer momento. La principal razón, aunque hubo otras, fue que los mecanismos de expropiación por razones de utilidad pública que se aplicaron, dieron como consecuencia un sinnúmero de reclamos judiciales por parte de los propietarios, disconformes con las sumas en las que se tasaban los inmuebles, los que resultaron enormemente onerosos para el erario provincial y obligaron a reducir en gran medida las previsiones iniciales. 148 (Imagen VIII.15)

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Las ciudades a las que se refería la ley eran las que contaban con más de 8.000 habitantes y estaban gobernadas por municipalidades. Además de Santa Fe y Rosario, esta categoría incluía en 1935 a Esperanza, Rafaela, Casilda, Rufino y Cañada de Gómez. 145 “Obras de Urbanización en esta capital”, en El Litoral, Santa Fe, 08/07/1938, p. 4. 146 “Plan Regulador. Por qué razón es resistido?”, en El Litoral, Santa Fe, 29/01/1938, p. 4; 147 “Interés público por los problemas urbanos”, en El Litoral, Santa Fe, 12/02/1938, p. 3; 148 Efectivamente el emprendimiento inicial suponía la expropiación de 280 lotes de propiedad particular, en su gran mayoría ocupados con construcciones que databan de los siglos XVIII y XIX. Sobre el catastro y la ocupación de ese sector ver CALVO, Luis M. “La vivienda en los procesos de construcción de la ciudad hispanoamericana colonial. El caso de Santa Fe”. Tesis doctoral defendida en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla en marzo de 2006; directora: Dra. Graciela Viñuales. Inédita. 509

El proyecto partía de la idea de establecer un gran parque público de carácter monumental, haciendo tabla rasa sobre un conjunto de quince manzanas ubicadas al sur de la Plaza de Mayo (las de más antigua ocupación y densamente pobladas) y manteniendo la articulación funcional con la ciudad a través de algunas calles principales que se conservaban como estructuradoras del plan; posados en el parque se conservarían apenas unos pocos edificios públicos significativos, entre ellos la Casa de Gobierno, a la que se le debía construir la contra-fachada o fachada sur de la que el edificio carecía, siguiendo una estética neocolonial contrapuesta a su ecléctica fachada norte y abriendo hacia el parque. También permanecería sumergido en el parque un característico monumento del período colonial, el conjunto del templo y convento de San Francisco, sobre el que Guido proyectaba una operación de renovación; el proyecto preveía el agregado paulatino de varios edificios públicos provinciales, entre ellos el Museo Histórico Provincial, que debía completar la idea de gran centro cívico, resuelto con las formas de la arquitectura neocolonial y ubicado simétricamente a San Francisco, respecto del eje norte-sur. 149 (Imagen VIII.14) El colosal Monumento a los Constituyentes de 1853, localizado sobre dicho eje compositivo que partía del centro de la Plaza de Mayo, entre extensas explanadas y espacios abiertos ceremoniales, presentaba unos lineamientos arquitectónicos asimilables a los que dos años más tarde Guido plantearía, junto a Alejandro Bustillo, en el proyecto ganador del concurso para el Monumento a la Bandera de Rosario. El otro conjunto que debía conservarse era el del templo y convento de Santo Domingo, en la esquina noroeste, en tanto se demolía por completo la Cárcel de Mujeres, un edificio pintoresquista, obra del arq. Juan B. Durand, que ocupaba un cuarto de manzana en el borde sur de la ciudad y que se había inaugurado a fines de la década anterior. De la escueta memoria descriptiva150 y la vista aérea se infiere el agregado de una arquitectura de acompañamiento ubicada sobre los bordes oeste y norte del parque, desarrollada en bloques lineales de media altura, en la que se supone ubicaba el resto de las dependencias públicas que el programa encomendaba; estos edificios incorporaban recovas en sus plantas bajas. Evidentemente se trató de una típica intervención de embellecimiento, destinada a producir un rotundo cambio de imagen en el vetusto paisaje del Barrio Sur de la Capital, antes que una operación de planificación. Este primer proyecto para el “Gran Parque Sud y Centro Cívico e HistóricoMonumental” formó parte, junto a los planes para Tucumán y Salta, de la exposición conque Guido acompañó la edición de su libro Reargentinización edilicia por el Urbanismo, que se desarrolló en Buenos Aires en el ámbito de la asociación “Amigos de la Ciudad” en octubre de 1939 y coincidió con la creación del primer Instituto Argentino de Urbanismo.151 A principios de 1940 se desarrolló en Montevideo el Vº Congreso Panamericano de Arquitectos, en el que la Provincia participó con una numerosa delegación presentando la obra pública resuelta dentro de los códigos de la arquitectura moderna que mencionamos más arriba. En el mismo congreso Ángel Guido, que integró la delegación provincial, presentó también los planes reguladores para Tucumán y Salta y el proyecto urbano desarrollado para Santa Fe, aunque sin tanto suceso como el que obtuvieron los proyectos

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Publicado en: GUIDO, Ángel. Reargentinización edilicia por el Urbanismo. Buenos Aires, Los Amigos de la Ciudad, 1939, pp. 51 a 53. El ejemplar que se conserva en la biblioteca del AGPSF, perteneció al ex-gobernador Iriondo y está dedicado y autografiado de puño y letra por el autor con el siguiente texto: “Para el Exmo. Gobernador de la Provincia de Santa Fé, Dr. Manuel María de Iriondo. Homenaje de admiración, de reconocimiento y de amistad. Ángel Guido. Rosario, oct. 1939”. Referencia proporcionada por la arq. Cecilia Parera. 150 “Parque Sud de Santa Fe – Memoria descriptiva”, en El Litoral, Número Extraordinario, Santa Fe, 01/01/1940, p. 26. En ANEXOS se incluye el texto de esta Memoria, según la versión publicada en la prensa. 151 Este Instituto Argentino de Urbanismo creado en 1939 en el ámbito de “Los Amigos de la Ciudad” no debe confundirse con el que fundará Miguel C. Roca con asesoría de Carlos Della Paolera en 1942, que tendrá protagonismo en la formulación del Plan Regulador de Santa Fe de 1944, del que nos ocuparemos más adelante. 510

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de arquitectura moderna escolar que presentaron los funcionaros del Ministerio de Obras Públicas, que fueron distinguidos con medalla de oro.152 Las obras del parque se llevaron adelante con lentitud comenzándose con las demoliciones de la primera manzana, que fue la ubicada al este de la Casa de Gobierno, a partir de diciembre de 1939; las demoliciones se realizaban con muy bajo presupuesto con personal propio de la Dirección de Obras Públicas.153 El 23 de diciembre del mismo año se conocieron las propuestas de la licitación realizada para elegir al constructor de las obras, que resultaron adjudicadas a la Casa Luis Constantini de Buenos Aires, que había presentado con la estrategia de fraccionar el trabajo en distintas etapas y sectores.154 En mayo de 1940, el Boletín de la Dirección de Obras Públicas de la Provincia, publicaba en su contratapa una versión simplificada del proyecto, con una solución mucho menos ambiciosa que la anterior, con planos firmados por la Oficina Técnica de la Casa Constantini, a quienes seguramente se había encomendado la adaptación del proyecto de Guido a las reales posibilidades de realización, ya que el gobernador Iriondo quería darle visos de terminación durante su mandato y dejarlo inaugurado antes de que finalizara.155 (Imágenes VIII.16a a VIII.16c) El nuevo proyecto suponía una intervención en apenas siete de las quince manzanas que abarcaba el anterior, en tanto que los lotes particulares que era necesario expropiar, sumaban 130 en esta alternativa. (Imagen VIII.15) Desaparecía el colosal Monumento a los Constituyentes (que se reemplazaba por un monumento conmemorativo de mucha menor escala ubicado al norte del convento de San Francisco) y se trasladaba a una etapa futura, sin definirle ubicación, el Museo Histórico Provincial, en tanto que los trabajos se limitaban casi exclusivamente a tareas de parquización, veredas, pavimentos y la renovación del entorno de San Francisco. Se conservaba sin demoler la Cárcel de Mujeres y, en el extremo suroeste del parque, se mantenía el casco de una antigua quinta suburbana, como elemento pintoresco. Tampoco este segundo proyecto llegó a concretarse plenamente, puesto que las expropiaciones de las dos manzanas ubicadas al sur de la de la Casa de Gobierno, que en total albergaban 56 lotes de propiedad de particulares, resultaron muy engorrosas y no llegaron a demolerse entonces.156 Finalmente el fragmento de parque que se pudo construir se inauguró el día del 367º aniversario de la fundación de la ciudad, el 15 de noviembre de 1940, tres meses antes de que Iriondo dejara la Gobernación. (Imágenes VIII.17a a VIII.17c)

VIII. 8) Concretando el Plan Regulador La dinámica impuesta a la tarea de las oficinas técnicas por parte de la gobernación de Iriondo y la intendencia de Bobbio marcó un cambio sustancial en el papel de los profesionales locales que, contando con una formación más sólida y actualizada, pasaron a tener mayor protagonismo en la elaboración de los proyectos y en el impulso que otorgaron a ciertas iniciativas, destacando también la renovación generacional que se había producido 152

“Vº Congreso Panamericano de Arquitectos - Catálogo General de la presentación argentina”, en Revista de Arquitectura nº 231, Buenos Aires, marzo de 1940, pp. 204 a 208. En la sección “Recompensas discernidas en la sección argentina” consta la medalla de oro otorgada al Departamento de Arquitectura del MOP provincial por el conjunto de edificios públicos presentados (p. 202). 153 “...mañana, de acuerdo con una disposición del ministro de Hacienda y Obras Públicas, la Dirección de Obras Públicas comenzará la demolición de los inmuebles que ha expropiado el gobierno con destino a la construcción del Parque Cívico del Sud. Ha destinado el ministerio con tal objeto la suma de 12.000 pesos; se anuncia que la construcción del parque comenzará rápidamente.” Ver “Los trabajos de construcción del Parque Cívico del Sud serán iniciados en breve”, en El Litoral, Santa Fe, 10/12/1939, p. 5. 154 “Construcción del Parque Cívico del Sud”, en El Litoral, Santa Fe, 23/12/1939, p. 5. 155 “El Parque del Sur es una obra de vital importancia”, en Boletín de Obras Públicas de la Provincia de Santa Fe, año I, nº 1, Santa Fe, mayo de 1940, p. 101. En el mismo boletín se menciona que Iriondo quería dejar inaugurada la obra antes de dejar la Gobernación (p. 63). 156 En realidad de esas dos manzanas, la indicada en la imagen como Mz1 se encuentra todavía hoy intacta, en tanto que la indicada como Mz2 se demolió en 1970, resultando ambas una barrera insalvable para el completamiento del Parque. 511

ya en el Gobierno de Molinas y que se consolida en el de Iriondo, incorporando a los cuadros técnicos a muchos profesionales de reciente graduación;157 se concretaba así lo que desde principios del siglo, en las intendencias de Irigoyen o Rosas, había sido apenas un intento por jerarquizar los cuadros técnicos estatales. El tema del protagonismo es notable en la figuración que adquieren estos profesionales en las publicaciones oficiales y en la misma prensa local, donde les son requeridas opiniones acerca de temas de la arquitectura y los proyectos urbanos para la ciudad, además de hacerse habituales las exposiciones de trabajos.158 Los técnicos municipales y los de Obras Públicas de la Provincia comenzaron a participar también, como se pudo ver, en algunos congresos, como los Panamericanos de Arquitectos o el Congreso de Vivienda Popular realizado en 1939 en Buenos Aires, lo que les permitió interactuar frecuentemente con especialistas y participar aunque sea solapadamente, de los debates disciplinares nacionales. (Imágenes VIII.12 y VIII.13) Finalmente en el período Iriondo / Bobbio no se logró concretar la reclamada iniciativa del Plan Regulador. Se habían dado, no obstante, algunos pasos en este sentido a partir de 1939, cuando en el Concejo Deliberante se creó una comisión integrada por todos los concejales que constituían las comisiones de Hacienda y de Obras Públicas, que debía elaborar un proyecto de ordenanza “...sobre las bases de la ordenanza-contrato relativa al Plan Regulador de la ciudad de Rosario”, para resolver definitivamente el encargo del Plan Regulador de Santa Fe, pero “...de acuerdo a su propia idiosincracia”.159 El concejal Carlos Spina, mostrando gran preocupación por el retraso conque en la ciudad se avanzaba en el tema, exponía en el Concejo parafraseando a Pierre Lavedan: “Muchas ciudades que no apelaron al urbanista el día de su nacimiento, deben recurrir a él cuando se hace preciso adaptar a necesidades nuevas un plan que resulta inadecuado. Problema singularmente delicado puesto que ya no se trata de construir sobre la tabla rasa sino de cortar y tronchar en carne viva y sufriente...”160

En julio de 1939 el intendente Bobbio dispuso la creación de una Oficina de Urbanismo y Proyectos en el ámbito del Departamento de Obras Públicas, para atender problemáticas urbanísticas, al frente de la cual se designó al arquitecto Leopoldo Van Lacke.161 Al año siguiente, ante la falta de resultados por parte de la Comisión creada por el Concejo, se reavivaron las preocupaciones por el tema del Plan en el Departamento Ejecutivo; mediante una resolución del intendente Bobbio, dictada en octubre de 1940, en la última etapa de su gestión, se disponía que en la recientemente creada sección Urbanismo y Proyectos, debían prepararse y reglamentarse las condiciones para la redacción del

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Para la cuestión de la transformación y consolidación de los cuadros técnicos estatales en este período en Santa Fe, puede verse: ACOSTA, María Martina. “Imaginarios de Modernidad - Arquitectura en Santa Fe, 1930-1950”. Tesis de Maestría defendida en el Departamento de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de San Pablo, Brasil, en 2003. Director: Dr. José Tavares Correia de Lira. Inédita. 158 Los técnicos municipales comenzaron a ser rostros visibles y a firmar los proyectos que ejecutaban. En un número especial del Boletín de Obras Públicas del MOP de la Nación, dedicado a la provincia de Santa Fe, aparece fotografiado el intendente Bobbio con los secretarios y directores de su equipo y cabe al ingeniero Aquiles Comín, entonces director de Obras Públicas, exponer los proyectos en curso. “Las Obras Públicas en Santa Fe se llevan con un ritmo progresista”, en Boletín de Obras Públicas de la Rca. Argentina nº 42, Buenos Aires, 1938, pp. 767 a 776. 159 Resolución nº 16 del HCD de fecha 21/04/1939. ACDM-AE, Tomo 1939-1, f. 759. 160 Presentación del concejal Spina en sesión de fecha 21/04/1939. ACDM-Libro de Actas, Tomo 1939, f. 138. 161 Leopoldo VAN LACKE (1909-1980) era un santafesino que habiéndose graduado en 1928 como Técnico Constructor en la Escuela Industrial de Santa Fe (dependiente de la UNL) continuó sus estudios en la Escuela de Arquitectura de Rosario, donde se tituló a principios de 1939, integrándose inmediatamente a los equipos técnicos municipales. En Rosario, la de Van Lacke había sido una de las primeras promociones en recibir formación en urbanismo por parte de la cátedra creada por Della Paolera, que para entonces ya estaba a cargo de Ángel Guido. Su labor al frente de la Oficina de Urbanismo y Proyectos dejó una marca notable en la ciudad, sobre todo en sus obras de remodelación y “modernización” de las plazas y paseos durante la intendencia de Bobbio; en la gestión de Freyre le cupo la tarea de proyectar, junto al arquitecto rosarino Carlos Galli, la nueva sede de la Municipalidad santafesina. Fue representante de la Municipalidad en el Vº y VIº Congreso Panamericano de Arquitectos. Trabajó en el Departamento de Obras Públicas hasta su retiro en la década de 1970. Referencias biográficas proporcionadas por su hijo, Ricardo Van Lacke. 512

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expediente urbano como primera etapa para la elaboración del Plan Regulador.162 La disposición fue derivada, a través del director de Obras Públicas, al jefe de la Oficina para su cumplimiento. En diciembre de 1940, Van Lacke elevaba su propuesta de funcionamiento de la Oficina de Urbanismo y Proyectos, requiriendo la creación de dos nuevos cargos profesionales en la dependencia a fin de poder cumplir con la elaboración del expediente urbano y del plan en sus tres aspectos: el plan de regulación y extensión del municipio, la ordenanza de zoning y el código de edificación; asimismo tendría el rol de intervenir en todo lo que se refiriera a: “...subdivisión y uso de la tierra, zoning, indemnizaciones por expropiaciones, normas de edificación /.../ ejecución o dirección de todas las realizaciones urbanísticas del Municipio.” Pero al mismo tiempo planteaba la necesidad de creación de una “Junta Consultiva del Plan Regulador”, formada por especialistas que cumplieran su tarea en forma honoraria y que tuvieran el cometido de asesorar al equipo que se encontrara trabajando en la elaboración del plan. La Junta Consultiva, un nuevo cuerpo hasta ahora nunca considerado en el caso local, debía constituir un “organismo investigador por excelencia” y debía estar integrada por juristas, ingenieros, arquitectos, higienistas, economistas y artistas, es decir, “...las artes y las ciencias reunidas en armónica y desinteresada conjunción...”, siendo presidida por el ingeniero director del Departamento de Obras Públicas e integrada además por el Jefe de la Sección Urbanismo y Proyectos. Van Lacke defendía en su informe la viabilidad de esta propuesta de comisión honoraria, argumentando haber realizado consultas previas que lo convencieron de la posibilidad de ponerla en marcha con personalidades del ámbito local inquietas por aportar al desarrollo de la ciudad, a la vez que remitía a las conclusiones al respecto del Vº Congreso Panamericano, celebrado ese mismo año. Además de la función primordial aunque difusa de “asesoramiento” la Junta debía realizar estudios sobre los problemas urbanísticos más acuciantes para contribuir a la confección del Plan Regulador y de la ordenanza de zoning, establecer vinculaciones científicas con la universidad, aconsejar en materia de legislación, participar en los congresos de urbanismo y divulgar los beneficios del Plan Regulador.163 También hacia fines de 1940, el Concejo reaccionó creando mediante ordenanza del 7 de octubre la Escuela de Urbanismo, dependiente del Consejo Municipal de Cultura; entre las finalidades de la Escuela se contaba difundir los principios del Urbanismo, organizar cursos de formación en el tema y preparar exposiciones anuales referidas a problemas urbanos de la ciudad, en tanto que nada se especificaba sobre los planes de estudio de dicha Escuela, las condiciones de ingreso y la procedencia del cuerpo docente y directivo, todo lo cual quedaba por definirse en el ámbito del Consejo de Cultura.164 En otro orden, el conservador Partido Demócrata Nacional que representaba Iriondo, volvió a ganar las elecciones en diciembre de 1940 y el nuevo gobernador, Joaquín Argonz, verdadero sucesor político del anterior que se había desempeñado en un cargo clave durante el período 1937-1940, al haber sido ministro de Hacienda y Obras Públicas, asumió sus funciones en abril de 1941. Cesó entonces Bobbio como intendente, designándose en su lugar a Hugo Freyre y se renovó también parcialmente el Concejo Deliberante, aunque con ligeros cambios respecto de la constitución anterior. El Consejo Deliberante, al igual que en períodos anteriores, no fue un ámbito en el que el debate urbanístico tuviera una agilidad ni un protagonismo relevante y tanto la Comisión constituida en 1939 para trabajar en el tema del plan, como la Escuela de Urbanismo, no tuvieron resultados inmediatos más allá de la presencia del tema en la 162

Resolución nº 207 del DEM de fecha 1º/10/1940. ACDM-AE, Tomo 1940-2, f. 1.247. El informe de Van Lacke tiene fecha 17/12/1940; el intendente Bobbio lo remitió al Concejo Deliberante el 23/12/1940; ambos documentos fueron erróneamente archivados entre los expedientes de 1942. ACDM-AE. Tomo 1942, fs. 89 a 97. 164 Ordenanza nº 4.004 de fecha 07/10/1940. ACDM-AE, Tomo 1940-2, f. 1.248. 163

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prensa; recién en setiembre de 1941, nueve meses después de recibir la comunicación de Bobbio del 23 de diciembre de 1940, se puso en consideración del pleno del Concejo el proyecto de ordenanza redactado por Van Lacke, según el cual la Dirección de Obras Públicas municipal, mediante la sección denominada “Urbanismo y Proyectos” debía hacerse cargo de la confección misma del Plan Regulador. Para ello se autorizaba a ampliar en dos profesionales la dotación de personal de la Dirección, con la condición de que dichos cargos se cubrieran por concurso para verificar la competencia de dichos profesionales en la materia en cuestión. Quedó sin tratamiento y ya nunca volvería a considerarse lo referido a la creación de la Junta Consultiva asesora que había propuesto el Ejecutivo.165 Simultáneamente y antes de que la Escuela de Urbanismo hubiese dado algún fruto, el Concejo elevó mediante una ordenanza la jerarquía de la misma, convirtiéndola en Instituto Municipal de Urbanismo y modificó su dependencia que debía pasar al Departamento de Obras Públicas, derogando la ordenanza nº 4.077. Se preveía que tuviera las mismas funciones que el organismo anterior, agregando el dictado periódico de cursos especiales para el personal municipal; es probable que para el Concejo, este Instituto viniera a reemplazar a la Junta Consultiva ideada por Van Lacke.166 La creación del Instituto fue plenamente desautorizada por el Departamento Ejecutivo, que devolvió al Concejo la ordenanza observada; el director de Obras Públicas ingeniero Marelli, superior de Van Lacke, manifestó una opinión muy desfavorable frente a esta iniciativa, argumentando que este tipo de organismos debían crearse en el ámbito de las universidades que eran las que tenían el fin de formar a los profesionales en las distintas especialidades y que tenían la estructura y el personal capacitado para hacerlo, tal como había sido aconsejado en el Primer Congreso de Urbanismo celebrado en Buenos Aires en 1935, poniendo como ejemplo en Instituto de Urbanismo creado en Montevideo por Mauricio Cravotto que dependía de la Universidad de la República; la oposición también se fundaba en que para el Municipio la creación del Instituto demandaría grandes “gastos apreciables y superfluos” que serían mejor invertidos si se destinaban al Plan Regulador propiamente dicho que a un Instituto orientado a concientizar sobre la necesidad del mismo.167 El informe de Marelli reforzaba la idea, ya expresada en la presentación de Van Lacke, respecto de que el Plan fuera elaborado en el ámbito de las propias oficinas técnicas municipales, con el solo refuerzo de personal necesario para encarar la tarea. Hasta aquí se fueron sucediendo una serie de iniciativas inconexas, por momentos impulsivas, que no llegaban a consolidar resultados; desde las ideas acuñadas en sede académica por parte de los profesores de la Universidad del Litoral que no terminaron de constituir el Instituto universitario, la improductiva aunque rutilante integración de los “Amigos de la Ciudad”, las acciones desarticuladas del Ejecutivo Municipal y del Concejo Deliberante, las prédicas insistentes aunque poco fructíferas de la prensa, los controvertidos emprendimientos de la Gobernación provincial, todo llevaba a entrever que había un tema central, el Plan Regulador, impostergable, cuya prioridad nadie ponía en discusión, pero que sin embargo no alcanzaba a hacerse realidad. ¿Era verdaderamente genuina la expectativa respecto del Plan? ¿Cuánto había de real necesidad en el anhelo y cuánto de una voluntad de figuración, de que no perdiera Santa Fe la posibilidad de estar “a la altura” de otras ciudades?, es lo que queda por pensar ante tamañas dilaciones. Debe considerarse también que, para entonces, los planes que se habían concretado para otras ciudades en la década anterior (especialmente Rosario, Tucumán y Salta, muy próximos al ámbito santafesino por diferentes razones) no habían sido puestos en acto en la mayor parte de sus implicancias, y

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ACDM-AE, Tomo 1941-2, fs. 634-635. ACDM-AE, Tomo 1941-2, f. 641. Se trató de la ordenanza nº 4.077 de fecha 15/09/1941, que fue observada inmediatamente por el intendente. 167 ACDM-AE, Tomo 1941-2, fs. 637 a 640. 166

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en tal sentido resulta sugerente una expresión del informe de Van Lacke, cuando dice pretender: “...concretar un procedimiento, o forma de estudiar un plan regulador, tal que disminuyan al menos las probabilidades de que éste sea un plan regulador más en el país, destinado a ser guardado en un archivo”.168

Pero en abril de 1942, a un año de haber asumido el intendente Freyre, se recibió en el Concejo una nota del Instituto Argentino de Urbanismo que acababa de crearse en Buenos Aires y que ofrecía sus servicios para la elaboración del plan. Se trataba de una presentación genérica y de un ofrecimiento que se dirigió a los Concejos de muchas ciudades del país para difundir los alcances y objetivos del emprendimiento; las credenciales del instituto se resumían en haber reunido “...a los dos únicos urbanistas que han seguido sus cursos completos en el Instituto de Altos Estudios Urbanos de la Universidad de París”, con lo que se referían a Carlos Della Paolera y Miguel C. Roca.169 La carta de presentación tenía un detallado membrete en el que se indicaban los integrantes del Instituto, figurando el primer lugar el ingeniero Carlos Della Paolera bajo el rótulo de “Asesor Técnico” y como “Directores” el ingeniero Miguel C. Roca (identificado como “urbanista” egresado del Instituto de París), además de Roberto Grau y Alberto Roveda de quienes no se indicaban otros datos. Al mes siguiente la prensa local publicaba un reportaje a Miguel Roca, realizado en ocasión de su paso por la ciudad al regreso de un viaje por el norte provincial que había encarado junto a sus socios Roveda y Grau, a fin de ofrecer a las autoridades comunales de distintas localidades la ejecución del respectivo Plan; Roca declaraba haberse reunido con el gobernador Argonz y con su ministro de Gobierno, a la vez que comentaba que el interés del Instituto por comenzar ofreciendo sus servicios en Santa Fe, se debía a las inmejorables condiciones que ofrecía la Provincia al haberse aprobado, en la ley de funcionamiento de las comisiones de fomento de 1935 que mencionamos anteriormente, la obligatoriedad de que todos los centros poblados dispusieran de un plan.170 Interesa presentar con algún detenimiento al arquitecto Miguel C. Roca, esta nueva figura que entró en juego en el ámbito santafesino, poco difundida dentro de la historiografía urbanística del período. Roca había nacido en Córdoba en 1913, donde se había graduado como arquitecto a mediados de la década de 1930-40. En los documentos fundacionales de su “Instituto Argentino de Urbanismo” se presentaba, como se pudo ver, como egresado del Instituto de Altos Estudios Urbanos de París y premiado por la Escuela de Arquitectura de París, pero entre las 198 tesis defendidas en el Instituto entre 1921 y 1942, no existe ninguna cuya autoría corresponda a Miguel Roca.171 No obstante se pudo constatar que Roca finalizó en octubre de 1939, en París, el cursado de dos años académicos (1937 a 1939) y existe la suposición de que el inicio de la 2ª Guerra Mundial haya incidido en un rápido retorno a Argentina antes de presentar la tesis final.172 Los dos años aprobados 168

ACDM-AE. Tomo 1942, f. 91. Subrayado nuestro. En su afán publicitario, la carta de presentación omite mencionar que el arquitecto Ernesto Estrada era un tercer argentino graduado en el Instituto de París en 1935, con una tesis titulada: “Consideraciones sobre la estética de las vías públicas”, dirigida por Jacques Gréber. GUTIÉRREZ, Ramón. Op. cit., (2007). 170 “El director del Instituto Argentino de Urbanismo se refiere a los planes reguladores”, en El Litoral, Santa Fe, 02/05/1942, p.3. Referencia proporcionada por la arq. Cecilia Parera. 171 Verificación en la lista de tesis defendidas, realizada en la base de datos contenida en la página web del Instituto. Ver: http://urbanisme.univ-paris12.fr/1134748787935/0/fiche___article/&RH=URBA_6thtenues. Tampoco se cuenta ningún Miguel Roca entre los profesionales latinoamericanos graduados allí que identifica Anne Gibacier, quien solamente menciona para este período a los argentinos Carlos Della Paolera y Ernesto Estrada (por cierto omitiendo la nacionalidad del segundo y ubicando al primero como brasilero). Ver: GIBACIER, Anne. “L’Institut d’Urbanisme de Paris et l’Amerique Latine”, en Documento de Trabajo Nº 2 (Publicación de ponencias del Seminario Internacional Vaquerías), FADU/UBA y PIR-Villes CNRS, 1996. 172 Información proporcionada desde el Instituto por el profesor Jean-Pierre Frey, la que por su importancia transcribimos textualmente: “...La documentation dont nous disposons sur l'IUUP me permet de vous confirmer que Miguel ROCA a bien 169

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habilitaban a Roca utilizar el grado de “urbanista” del que se vanagloriaba, a la vez que lo ponían en una posición destacada, parangonable sólo a la de Della Paolera y Estrada, en el concierto de los profesionales argentinos, dada la legitimidad que por entonces brindaba el Institut parisino. Interesa tener en cuenta que, habiendo nacido en 1913, Roca finalizó sus estudios en París a los 26 o 27 años y para 1943, cuando se le encomienda el plan de Santa Fe, contaba con apenas 30 años y muy escasa experiencia profesional previa. (Imágenes VIII.19a a VIII.19e)

Respecto del Instituto Argentino de Urbanismo, se puede afirmar que no se trata del mismo emprendimiento que tres años antes había encarado la asociación “Los Amigos de la Ciudad”;173 una primera evidencia la da el tono de la nota enviada desde el Instituto al Concejo Deliberante, fechada en abril de 1942, que en todo momento lo presenta como algo de muy reciente formación; otra evidencia es que ninguna de las tres figuras visibles del Instituto (Roca, Roveda y Grau), ni tampoco el “asesor” Della Paolera, fueron miembros de “Los Amigos de la Ciudad”, sino que, por el contrario, presentaban claras diferencias frente a éstos; tampoco se menciona nunca a esta entidad en el folleto que Roca publicó en el mismo año 1942 para divulgar la posición y tarea del Instituto.174 Este folleto contiene una extensa conferencia de Roca con el título “Cuestiones de Urbanismo” y los proyectos desarrollados durante su estancia en París (el plan de urbanización para una bahía con aeropuerto y escuela de aviación; una ciudad industrial; una ciudad ideal para dos millones de habitantes); en la portada ofrece los mismos datos que comentamos en la carta remitida al Concejo Deliberante en abril de 1942. En el texto se celebra también el proyecto de Della Paolera para la Avenida Norte Sur, con lo que no hubiesen acordado tampoco “Los Amigos de la Ciudad”. Por otra parte resulta evidente el ímpetu inicial conque Roca y sus colaboradores despliegan una estrategia publicitaria para conseguir encargos para su Instituto; las numerosas publicaciones, los contactos con figuras políticas y los viajes difundiendo las posibilidades y beneficios que los planes reguladores suponen para pueblos y ciudades, lo demuestran. La apuesta efectuada acerca de la provincia de Santa Fe dio sus frutos un año más tarde, con el encargo del plan de la Capital, aunque también se le encomendaron algunos planes menores como el de Ingenio Tacuarendí, una pequeña localidad con origen en un ingenio azucarero, situada sobre el litoral fluvial, 400 km al norte de Santa Fe para la que se presenta un proyecto de ciudad-jardín pintoresca, con su arquitectura resuelta dentro de la opción del neocolonial.175 El interés del grupo por difundir al Instituto en la Provincia lo demuestran también las frecuentes publicaciones en Edilicia, la revista de la Sociedad de Ingenieros, Arquitectos y Constructores de Rosario.176 étudié chez nous. Il apparaît dans les fichier comme ayant fini sa première année le 19 octobre 1937, et sa deuxième année le 19 octobre 1939 dans le cursus normal aboutissant au diplôme d'urbaniste (Cf. Comptes rendu publiés par Auguste Bruggeman dans La Vie urbaine). Il a donc été étudiant de 1936 à 1938. Nous ne disposons pas des registres d'inscription au-delà de 1934, mais il a bien été inscrit. En revanche il ne figure pas sur la liste des diplômés, dont la publication est certes interrompue par la guerre, mais sera publiée dans les années 1950 pour ce qui concerne la période de 1939 à 1949. On peut faire l'hypothèse que le début de la Seconde Guerre mondiale l'a dissuadé de rester en France et qu'il est reparti sans avoir eu la possibilité de présenter un mémoire de fin d'études (que nous appelons "thèses") car nous en avons la liste exacte et il n'y apparaît pas, comme vous avez pu le constater.” Jean-Pierre Frey, París, 03/06/2007. 173 Ver nota nº 151 de este capítulo. Por cierto en octubre de 1939, cuando se creaba el Instituto de “Los Amigos de la Ciudad”, que auspicia la exposición de Guido, Miguel Roca se encontraba todavía en París, según se desprende de la nota anterior. 174 ROCA, Miguel C. “Instituto Argentino de Urbanismo. Una obra de progreso al servicio de la Nación”, Buenos Aires, 1942. Referencia proporcionada por el arq. Ramón Gutiérrez. Entre las felicitaciones recibidas al inaugurar el Instituto, que se publican en el folleto, se cuenta la del presidente de la República, Ramón Castillo, quien asumió en 1942, otra evidencia de que no se trata del Instituto creado en 1939. 175 ROCA, Miguel. Op. cit., (1942), pp. 20-21. 176 ROCA, Miguel C. “El urbanismo frente a la mortalidad infantil de la ciudad de Santa Fe”, en Edilicia nº VII-10, octubre de 1943, pp. 46 a 53; ROCA, M. C. “El problema ferroviario en el Plan Regulador de la ciudad de Santa Fe”, en Edilicia nº VIII-6, Rosario, junio de 1944, pp. 17 a 21; ROCA, M. C. “Aspectos interesantes del Plan Regulador de Santa Fe, en Edilicia nº VIII-9-10, Rosario, setiembre/octubre de 1944, pp. 33 a 39; ROCA, M. C. “Nuevos aspectos del Plan Regulador de Santa 516

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En mayo de 1943, confrontando con la posición sostenida por los técnicos de la sección Urbanismo y Proyectos del Departamento Ejecutivo, el Concejo Deliberante de Santa Fe dictó una resolución por la que se autorizaba a contratar la ejecución del Plan Regulador con el Instituto Argentino de Urbanismo, lo que fue refrendado por el intendente Freyre; la suma por la que se contrató el Plan (800 pesos m/n mensuales durante un año, es decir un total de 9.600 pesos) resulta excesivamente escasa si se la compara con el sueldo de un profesional auxiliar de la Oficina, que percibía 450 pesos mensuales, o con la partida anual para gastos de útiles y movilidad que solicitaba Van Lacke para funcionamiento, que era de 5.000 pesos.177 Un año y medio más tarde el plan se encontraba finalizado y en condiciones de ser expuesto públicamente en la ciudad, lo que se concretó a través de un conjunto de paneles que se presentaron durante los festejos del 371º aniversario de la fundación de Santa Fe, en los salones del Consejo de Cultura y Museo de Bellas Artes Municipal en noviembre de 1944; recién tres años después, el plan sería publicado en formato de libro.178 VIII. 8) El Plan Roca “El Expediente Urbano y el Plan Regulador de la ciudad de Santa Fe, vienen a llenar un vacío y a asegurar un rumbo científico en la vida municipal.”179

Con esta expresión abría Roca la presentación del Plan, en tanto como garantía de la solidez de sus bases científicas, reconocía haber apelado a las verdades indiscutibles de la “estadística”, disciplina que servía para poner freno a los “impulsos imaginativos” y 180 moderación al discurrir de la “dialéctica”. La publicación se iniciaba con una reseña histórica que, a diferencia de lo visto en el Plan Rosario, era un cuerpo independiente que no formaba parte del “expediente” mismo, no recurría a métodos cartográficos y no consideraba la noción de “evolución urbana” en el mismo sentido que aquél. Eminentemente datológica y carente de cualquier tipo de valoración urbano-arquitectónica de los objetos que presentaba, la reseña sólo enunciaba una serie de hechos que habían ido jalonando la historia de la ciudad desde su fundación, con mayor o menor aproximación a una historia de la materialidad y la urbanidad de la misma, según el caso. Los principales elementos que esta reseña permitía reconocer, constituían un ecléctico conjunto en el que llama la atención la heterogeneidad de categorías consideradas: el puerto, los templos, las casas de enseñanza, los edificios públicos, los parques y plazas, las avenidas, las usinas y los tranvías eléctricos, el ferrocarril con sus estaciones, los hospitales y los cementerios; sin dudas se trata de elementos primordiales por muy distintas razones pero, para Roca, esta detección se limitaba a poner

Fe, en Edilicia nº IX-10, Rosario, octubre de 1945, pp. 47 a 53; ROCA, M. C. “La ciencia del Urbanismo y su función social”, en Edilicia nº X-9, Rosario, setiembre de 1946, pp. 19 a 27; ROCA, M. C. “La propiedad horizontal en el Brasil”, en Edilicia nº XI-9, setiembre de 1947, pp. 19 a 26; ROVEDA, Alberto. “Río de Janeiro. Ciudad de Ensueño”, en Edilicia nº XII-1, enero de 1948, pp. 21 a 27. 177 ACDM-AE. Tomo 1942, f. 94. No es aventurado suponer que la propuesta del Instituto Argentino resultó una salida conveniente para el Municipio desde este punto de vista, ya que se daba respuesta a una expectativa ciudadana con pocos recursos y con la inobjetable firma de un urbanista graduado en París. 178 La exposición constó de “...42 amplios tableros con gráficos, láminas y estudios parciales, maquettes y otros elementos complementarios” y se acompañó de sendas conferencias del ingeniero Miguel Roca y de Alberto Roveda, ambos directores del Instituto, dictadas en la Facultad de Ingeniería Química de la UNL. Ver: “La muestra del Plan Regulador”, en El Litoral, 15/11/1944, p. 5. En los archivos municipales nunca pudimos ubicar los mencionados paneles, por lo que todas las referencias al plan serán hechas en base al texto e imágenes de la publicación. ROCA, Miguel C. Plan Regulador de la ciudad de Santa Fe, Buenos Aires, Instituto Argentino de Urbanismo, 1947. 179 Ibídem, p. 9. 180 Para el análisis de este plan se ha contado con el aporte de: BERTUZZI, María Laura. “Santa Fe – Plan regulador de 1947”. Investigación desarrollada en el marco de los cursos de doctorado en urbanismo de la Universidad Politécnica de Cataluña. Barcelona, 2006. Inédita. 517

de manifiesto el crecimiento de la ciudad y la necesidad de controlar la expansión, favoreciendo las potencialidades que presentaba.181 (Imagen VIII.20) El Expediente Urbano, siguiendo la matriz de los planes inspirados en el Instituto de París, era la instancia de diagnóstico pretendidamente científico sobre los problemas de la ciudad; los métodos aplicados por Roca son los de la meteorología (vientos, lluvias, temperatura, heliofanía y presión atmosférica); las estadísticas de población atendiendo fundamentalmente a las causales de mortalidad; la higiene tomando como temas prioritarios a los espacios verdes y a la vivienda popular; la estética, que requería invariablemente de la normativa; la seguridad, un aspecto en el que pesaba evidentemente la situación de guerra mundial que se vivía y que llevaba a analizar la necesidad de refugios antiaéreos, localización de cuarteles y la relación entre estos enclaves de seguridad y la ciudad. No obstante, la problemática sanitaria, presentada con crudeza a través de las verdades que proporcionaba la estadística, era la de mayor peso en el diagnóstico. “...un aumento en las enfermedades atingentes al aparato respiratorio /.../ que sólo encuentra explicación y causa en los focos insalubres que en Santa Fe abundan /.../ Ciudad de aire confinado y contaminado, no puede esperar otra cosa mientras no se modifique la situación actual por obra del ´zoning´ y del reglamento de construcciones científicamente transformado...”182

Los modelos tomaban consistencia a medida que la estadística aportaba datos incontrastables; tan sorprendentes como por ejemplo que en la ciudad-jardín de Welwyn la mortalidad infantil era casi siete veces más baja que en Santa Fe y Rosario, a similitud de servicios sociales y de condición económica de la población. Como conclusión inmediata, aparecía que el problema era de índole urbanística, por carencia de espacios libres y escasez de sol y aire puro ingresando a los domicilios: la ciudad-jardín era más sana que la ciudad tradicional, por lo tanto era el referente a seguir. El perfil científico se fortalecía en minuciosos cuadros de resumen estadístico y los paneles eran portadores de mensajes de gran efecto propagandístico, con eslóganes escritos con destacada tipografía que rezaban, por ejemplo: “LA MENOR PROPORCIÓN DE ESPACIOS VERDES HACE MAYOR EL NÚMERO

DE DEFUNCIONES”.183

En sus cinco aspectos constitutivos, el expediente urbano servía entonces para justificar el plan desde la perspectiva de la racionalidad; detectado un estado de situación desfavorable, éste sería resuelto por el urbanista que supiera leer con inteligencia sus conclusiones, pudiéndose notar que predominaba la idea de una relación directa de causaefecto entre las enfermedades de la población, entendidas como deficiencias exclusivamente biológicas y las condiciones ambientales y urbanísticas. La visión pöetiana organicista, aparecía en la interpretación de la ciudad como un ser vivo y enfermo que dependía de la acción disciplinar para resolver un estado patológico; pero aparecía también en la propia terminología utilizada (“cirugía edilicia”, “medicina preventiva”, “diagnóstico”). Es notable que en el cúmulo de los minuciosos estudios estadísticos de mortalidad que se realizan, no se consigne en ningún punto del plan la cantidad de población que la ciudad tenía en ese momento, ni las expectativas de crecimiento reales.184 El plan funcional constituye el cuerpo central del trabajo, y pretende ser la directa solución de los problemas detectados a la vez que aboga por “gobernar” la ciudad, preservarla del “capricho de la imprevisión y del azar” y garantizar sanamente la renta de las consecuencias de “una especulación suicida”.185 El Plan se estructuraba en varios capítulos 181

“Reseña Histórica”, en ROCA, M. Plan Regulador... cit., pp. 13 a 30. Consideraciones introductorias al “Expediente Urbano”, en Ibídem, p. 31. 183 Del panel “Mortalidad General”, Ibídem, p. 39. De hecho, este capítulo dedicado a la mortalidad general e infantil es el más extenso de todo el Plan, destinándosele 19 carillas, ilustradas con numerosos paneles y tablas de resúmenes estadísticos. 184 Al momento de elaborarse el plan en 1944, Santa Fe contaba con aproximadamente 155.000 habitantes. MCSF. Anuario Estadístico de la Ciudad de Santa Fe – Vol. XXXVI, 1944, Santa Fe, Castellví Hnos., 1945. 185 Ibídem, pp. 71-72. 182

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en función de problemáticas de mayor incidencia en la consideración general de su relación con la ciudad: el control de la extensión, los movimientos migratorios intra y extra-urbanos, la articulación del sistema ferroportuario, el centro cívico y los edificios públicos, el sistema viario, los espacios verdes en sus distintas escalas, los distintos tipos de barrios, los enclaves particulares (industrias, terminales de transporte) y los equipamientos recreativos peculiares (zoológico, autódromo, hipódromo); tales los distintos apartados que se ordenaban en dudosa mixtura.186 Con respecto a la extensión se consideraba necesario limitar el crecimiento de acuerdo a dos modalidades, una para la extensión inmediata al centro, para la que se proponía un sistema en “punta de lanza” tomando como eje los antiguos caminos de penetración y las nuevas avenidas; en tanto que para el caso de las áreas separadas del centro, más autónomas, la extensión se proponía mediante el modelo de ciudad-jardín. Ese control de la extensión iba vinculado a otro indicador que era el de los movimientos de población según causas económicas, higiénicas, técnicas y administrativas y en todos los casos, esas migraciones definían los caracteres de los barrios más apetecidos. El nuevo sistema ferroportuario propuesto, no introducía cambios en el puerto pero sí en la estructura ferroviaria, para la cual preveía la sistematización y unificación de las distintas líneas existentes sin analizar acabadamente las consecuencias de que fueran de tres compañías diferentes (una oficial y dos privadas); también planteaba unificar todos los movimientos en una gran estación ferroviaria, desechando una posible alternativa de ubicación de la misma en la zona del puerto, que requeriría líneas subterráneas, al privilegiar la ubicación en el borde oeste en coincidencia con la zona industrial y próxima a la gran avenida de circunvalación, que significaba facilidad y economías de movimientos del tránsito ferroviario. El sistema viario contaba, entre otros elementos, con la recuperación de los espacios destinados a trazas ferroviarias, que al liberarse de su antiguo uso, generaban una vacancia con enormes potencialidades; esa liberación provenía de la unificación de líneas y de la limpieza de trazados que suponía la ubicación periférica de la gran estación de transferencia tanto de cargas como de pasajeros. En el sistema viario se articulaban tres anillos de circunvalación que integraban las distintas zonas de la ciudad estratificadamente; la primera de ellas se situaba un par de cuadras al sur del Bulevar Gálvez y las dos restantes a una distancia de aproximadamente 2.000 y 4.000 metros de aquélla en la dirección norte-sur. Cada avenida tendría su perfil diferenciado en función de su localización. (Imagen VIII.21a) La idea de Centro Cívico, fue descartada en razón de contarse para entonces con muchos edificios públicos de relativamente reciente construcción, ubicados en distintos lugares de la ciudad lo cual impedía generar claramente un núcleo diferenciado; pese a haber desechado la idea, el plan se explayaba igualmente en definir los dos criterios que era primordial considerar para la ubicación de los edificios públicos: la accesibilidad y las buenas perspectivas, no sólo atendiendo a lo estético sino a una funcionalidad bien resuelta para la afluencia de público. Para edificios de menor significación el factor de la buena accesibilidad pasaba a ser prácticamente excluyente de cualquier otra consideración; se preveía la distribución homogénea de las escuelas en la ciudad, la ubicación del Mercado de Abasto en las inmediaciones de la gran estación ferroviaria, la ubicación de los hospitales en zonas de franca accesibilidad y de acuerdo a sus especialidades. Pese a lo desarrollado en la reseña histórica, en la que se tomaban los templos y edificios coloniales como elementos de gran significación en la estructura urbana, la valoración patrimonial de los edificios existentes no es un tema de peso en el Plan.

186

“Plan Funcional”, en Ibídem, pp. 71 a 127.

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El plan conservaba la idea, de matriz decimonónica, de considerar a parques, plazas y a los espacios abiertos en general, como el gran remedio para todas las patologías urbanas, aunque a la vez ponía en dudas el uso efectivo que por entonces se hacía de los grandes parques urbanos a partir de una apreciación del público que concurría al Parque Garay;187 por eso consideraba más pertinente una fragmentación del espacio abierto de manera más homogénea en toda la superficie de la ciudad, tratando de obtener “... la mayor cantidad de espacios libres /.../ fundándolos dentro de todas las manzanas de edificación”188 lo que resulta coherente con el predominio dado a la ciudad-jardín para la configuración de las áreas de expansión. Además planteaba pequeños y pintorescos bosques en los barriosjardín, espacios verdes en los nudos viales que se generaban en el itinerario de la Avenida de Circunvalación, un gran espacio arbolado que debía ser fuelle entre la ciudad y la zona Industrial y una Avenida Parque de 124 metros de ancho, con doble calzada de 18 metros y sendas áreas parquizadas de 50 metros cada una; esta avenida coincidiría con uno de los tramos de la traza ferroviaria recuperada y atravesaría la ciudad en dirección este-oeste, recorriendo desde la gran estación ferroviaria hasta la Isla de los Pozos donde se preveía ubicar uno de los grandes parque urbanos con áreas específicas como el hipódromo y el jardín zoológico; (Imagen VIII.21b) por su parte, los terrenos que abrieran a la avenida debían dejar una servidumbre no edificable de 16 metros, con lo que el ancho total entre lo edificado se elevaba a 156 metros. Esta buena cantidad de espacios verdes bien distribuidos y al alcance de toda la población, permitirían salvar de “...las garras del raquitismo, la tuberculosis y los efectos de otras corrosivas deficiencias ambientales...” a miles de santafesinos. 189 Al plantear la residencia, el plan manifestaba una suerte de contradicción entre su opción por privilegiar la vivienda unifamiliar con lote individual agrupada en el tipo barriojardín por sobre la concentración y la adopción de la alta densidad para varios sectores. Efectivamente, sobre todo en el sector que se preveía dejara vacante al relocalizarse la primera estación ferroviaria de la ciudad, ubicada al este del centro comercial, el plan proponía un barrio de “viviendas burguesas /.../ para las clases mejor dotadas económicamente” y de alta densidad. Como soporte viario, en dicha área se consideraba dar continuidad a la cuadrícula tradicional, que en ese sector había sido históricamente interrumpida por el enclave ferroviario, a la vez que se plantea incorporar un tipo edilicio novedoso en Santa Fe para la solución de la residencia: el bloque distribuido en el conjunto de la manzana, escalonadamente ya que sus alturas variaban entre los cuatro y los diez pisos, que impedían el aire confinado por su posición exenta dejando una red de espacios verdes entre ellos y que permitían una buena perspectiva de la calle por la alternancia de alturas, adaptándose, según Roca, a la conformación edilicia, a la idiosincracia y al clima de Santa Fe; para lograr esto se agregaban cubiertas de tejas a cuatro aguas en los bloques más bajos. (Imágenes VIII.22a a VIII.22c) Este tipo edilicio permitía apartarse: “...de esa monotonía de concepciones tan predominantes en el estilo lecorbusierano /.../ el rascacielo tipo ‘lecorbusier’ (sic) u otro tipo cualquiera higiénicamente interesante y aceptable desde el punto de vista económico, sería contraproducente para la capital santafesina”.190

También sobre otra de las antiguas áreas ferroviarias de la ciudad, las playas de maniobras de la misma compañía que también se liberaban generando un vasto espacio vacante en zona de nueva urbanización, se ubicaría un barrio para obreros y empleados; allí la opción tipológica combinaba casas individuales y colectivas, articuladas mediante equipamientos y espacios verdes comunes en el corazón de las manzanas y retiros obligatorios respecto de la línea de veredas. También aquí se preveía dar continuidad al 187

Este parque, creado en 1923 según se pudo ver en el capítulo VI, luego abandonado y más tarde renovado completamente durante la gobernación de Iriondo, había sido reinaugurado el 15 de noviembre de 1939. 188 ROCA, M. Plan Regulador... cit., p. 107. 189 Ibídem, p. 111. 190 Ibídem, pp. 118-120. 520

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trazado tradicional, extendiendo el histórico damero, en desmedro de los trazados pintorescos característicos del barrio-jardín; en el área central del barrio, se preveía erigir un centro comunitario. Los dos grandes barrios-jardín que se consideraba instalar, localizados al norte de la ciudad, tenían un carácter exclusivamente residencial y la particularidad de estar completamente integrados al sistema de espacios verdes y avenidas. El plan funcional se completaba con dos capítulos dedicados al zoning y al reglamento de construcciones; en el primer caso, a partir de definir a Santa Fe como “...una ciudad de zoning espontáneo y confuso...”, Roca llega a la optimista conclusión de que una rápida mirada al gráfico de vientos dominantes permitiría ordenar las distintas funciones asignándoles a cada una las mejores zonas.191 El zoning planteado no se limita a la segregación funcional sino que aborda también otros dos aspectos: la división en áreas según el factor de ocupación del suelo admitido y la división según las alturas máximas admitidas; en los tres aspectos es clara la voluntad de preservar las áreas residenciales de sectores medios y altos con la tipología de barrios jardín y dominancia del verde, de segregar lo más posible los “usos indeseables”, de esponjar el tejido en la mayor medida posible y de permitir la elevación sólo en pocos sectores (el área comercial y el nuevo centro a levantarse en la zona de la antigua estación ferroviaria). La preocupación por la estética se ponía de manifiesto en los dictados del reglamento edilicio, aspecto sobre el que Roca se manifestaba reacio, dada la idiosincrasia del argentino, a adoptar el tipo de normativa estricta y determinante de reglamentos alemanes, italianos u holandeses; por el contrario consideraba que la reglamentación francesa “...basada en la iniciativa individual controlada discretamente por el poder público”, era la que más se aproximaba a la cultura local. En tal sentido planteaba que el reglamento estableciera restricciones al dominio para el caso de retiros, ausencia de medianeras, alturas mínimas y máximas, pero lamentaba que no se pudiera avanzar demasiado en la exigencia de adopción de un “estilo” determinado para las fachadas, lo cual, siendo beneficioso para la estética de la ciudad, no sería coherente con la referida idiosincrasia; Roca hace aquí una de las apreciaciones más contundentes respecto de la adopción ideal de determinada morfología para resolver la arquitectura dominante en la ciudad, partiendo de la necesidad de respetar libertades pero al mismo tiempo de impedir el “caos estético”, por lo que la excesiva diversidad de “estilos”, así como la recurrencia a expresiones arquitectónicas de países fríos debía ser impedida. En cambio: “...pueden permitirse estilos de países cálidos como el colonial, el neocolonial o californiano, provenzal, vasco, etc. y, desde luego el internacional estilo modernista siempre que se despoje de esa fealdad que, desgraciadamente, por lo general es su característica, mediante balcones floridos, ladrillos o piedra aparente, arcos, etc. Desde luego sería conveniente establecer el estilo colonial y el neocolonial...”192

La reiterada opción que hace el plan por la arquitectura neocolonial no deja lugar a dudas y la arquitectura moderna, entendida desde la perspectiva estilística, sólo podría ser admitida si se despojaba de su condición de pieza abstracta e incorporaba rasgos que la asimilaran a aquélla, es decir, si resignaba la estética moderna. Por otra parte, la interpretación que hace Roca de la “estética moderna” no remite en absoluto a las formas de lo que ya convencionalmente se aceptaba como arquitectura del Movimiento Moderno;193 su posición había quedado expresada en el folleto de difusión publicado en 1942, donde bajo la afirmación “La Arquitectura Moderna ha salido de su período de tanteos para adoptar una forma definitiva que tiene en cuenta las proporciones estéticas del pasado” aparece, ilustrando el texto, una monumental perspectiva nocturna de la Place du Trocadéro durante la Exposición Universal de París de 1937, tomada desde la 191

Ibídem, p. 58. Ibídem, p. 64. Subrayado nuestro. 193 Vale recordar que la primera edición de Espacio, tiempo y arquitectura de Sigfried Giedion es de 1941. 192

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Torre Eiffel y con los pabellones alemán y soviético en primer plano. Este descomunal espacio que seguramente había sido muchas veces admirado por el joven arquitecto durante su estadía parisina, se convierte en claro referente de las intenciones estéticas de Roca, las que se enfatizan cuando explica: “Indudablemente el modernismo ha producido adefesios que llenan de indignación al estilo puro /.../ los revolucionarios que querían hacer olvidar totalmente el pasado han perdido la partida y los Le Corbusier han fracasado ruidosamente ante la lógica /.../ la belleza de la ciudad reside en el orden y la unidad de sus líneas.”194

En 1950 Roca desarrolló desde el Instituto Argentino de Urbanismo y asociado con el arquitecto chileno Enrique Gebhard, el Plan Regulador de Bahía Blanca,195 planteado en términos de “remodelación ferroviaria y urbanística de la ciudad”; se trataba básicamente de una reestructuración funcional a partir de la unificación de los trazados ferroviarios y de la reutilización de grandes superficies de tierras que se expropiarían con la nacionalización de los ferrocarriles que había operado el peronismo y se liberarían como consecuencia de la transformación ferroviaria, generando vacancias en posición estratégica. El plan contemplaba también la organización del sistema viario urbano y extra urbano, la planificación de la red de accesos, es decir, reestructuración circulatoria asociada a un zoning estricto y con una preocupación por las relaciones ciudad-territorio que aproximaban a este plan a los planes regionales hacia los cuales se había desplazado el interés de los urbanistas sobre la segunda mitad de la década de 1940.196 (Imágenes VIII.23a a VIII.23d) Ya para entonces no debía Roca pensar que la arquitectura moderna adolecía de una sustancial “fealdad”, como había opinado en la presentación del plan de Santa Fe, ni que el modernismo había producido “adefesios”, y ya no ponía siquiera en consideración la opción por el neocolonial; es notable la clara filiación del ideario urbanístico del CIAM que presentaban algunos aspectos del Plan de Bahía Blanca, especialmente la formalización de los elementos arquitectónicos conque se estructuraban los conjuntos urbanos que ocupaban las nuevas áreas que se ganaban para la ciudad, en las que asumían gran protagonismo las placas corbusieranas que, a la manera de unités d’habitation, resolvían la residencia posándose ordenada y rítmicamente sobre los planos verdes distribuidos en grandes súpermanzanas. Las formas de la modernidad aparecían no sólo en los tipos residenciales sino, más exuberantes aún, en los elementos unitarios en que con gran despliegue de creatividad se resolvían las estructuras colgadas o tensadas, tanto en el estadio cubierto como en la estación ferroviaria principal, cuya audacia tenía más referentes en la famosa maqueta del proyecto de Le Corbusier para el concurso internacional del Palacio de los Soviets (1931) o en la misma arquitectura moderna brasilera de la década 1940-50, que en la arquitectura argentina contemporánea. Resulta muy probable que este abrupto cambio de posición de Roca en unos pocos años, sea consecuencia de su asociación con Gebhard197 quien, como

194

ROCA, M. Op. cit., (1942), p. 28. GEBHARD, Enrique y ROCA, Miguel C. “Remodelación ferroviaria y urbanística de la ciudad de Bahía Blanca”, en Revista de Arquitectura nº 359, Buenos Aires, noviembre de 1950, pp. 320 a 332. Publicado también como “Plan Directeur de Bahia Blanca, Argentine. Nouveau tracé du réseau ferroviare”, en L’Architecture D’Aujourd’hui nº 33, diciembre 1950enero 1951, pp. 75 a 78. 196 El tema del Plan de Bahía Blanca en relación a la naciente tradición de los planes regionales fue analizada por MAZZA, Carlos. “A historical approach to the study of town and regional plans originated in regional planning in Argentina, 19401960”. Ponencia presentada en The 11th International Planning History Conference 2004. Planning Models and the Culture of Cities. Publicado en: http://www.etsav.upc.es/personals/iphs2004/pdf/129p.pdf. 197 Enrique GEBHARD (1909-1978), arquitecto chileno graduado en 1941 en la Universidad de Chile. Su paso como alumno por la Escuela de Arquitectura fue muy prolongado ya que tuvo una activa participación, siendo todavía estudiante, en la difusión de la urbanística moderna en su país, intentando varias veces, infructuosamente, conseguir que Le Corbusier visitara Santiago y que se le encargara el Plan Regulador de la Capital. Dirigió desde 1935 la revista ARQuitectura, vehículo de difusión de las formas modernas en Chile y organizó en 1939 una exposición de vivienda popular. En la segunda mitad de los ’40, Gebhard tuvo contactos con el Grupo Austral y se sumó al equipo contratado por la Municipalidad de Buenos Aires que elaboraba el Plan ideado por Le Corbusier bajo la dirección de Ferrari Hardoy. PÉREZ OYARZÚN, Fernando (ed.). 195

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se sabe, era un entusiasta impulsor de la arquitectura moderna en el ámbito de su país y especialmente allegado a la figura de Le Corbusier. Pero entre el plan de Santa Fe y el de Bahía Blanca, Roca había tenido una experiencia profesional que con certeza debió marcar su formación y que explica mejor el cambio de rumbo que se verificó en el segundo respecto del primer plan: su integración en 1948 al equipo dirigido por Jorge Ferrari Hardoy en el ámbito de la Municipalidad de Buenos Aires para la elaboración del Estudio del Plan de Buenos Aires (EPBA), en el que junto a Jorge Vivanco y Antonio Bonet, actuó como Consejero y en el que también Enrique Gebhard, participó temporariamente como encargado de “Medio físico y Esparcimiento”;198 en el EPBA, Roca tuvo a su cargo la realización de estudios comparativos entre las condiciones urbanas de Buenos Aires y las de Nueva York, Londres y París; se le encomendó también la tarea de estudiar dentro del zoning lo atinente a instalaciones militares, las ideas preliminares para la Villa Olímpica y la estrategia de coordinación intergubernamental para encuadrar las obras del plan regulador en el marco del primer Plan Quinquenal del Gobierno peronista. Aunque la tarea del EPBA se vio abruptamente interrumpida en 1949, no por ello debe dejar de considerársela como una instancia decisiva en su carrera profesional.199 Es claro que las expectativas del plan Roca para Santa Fe, elaborado cuatro años antes de esta experiencia, no trascendían todavía el nivel del urbanismo científico (podríamos hablar de pseudo-científico) que se venía ejercitando en el interior del país desde principios de los años ’30 y que planteaba como principales referentes al urbanismo francés emergente del Instituto de Altos Estudios Urbanos, a las teorías del zoning americano dadas a publicidad por Guido en el medio local y a esa simbiosis entre la urbanística alemana y las prácticas americanas que llegaron a través de la obra de Hegemann.200 Entre tanto, aunque entre los trabajos para el concurso de Mendoza ya hubiera aflorado cuatro años antes abiertamente la matriz de la urbanística del CIAM, puede afirmarse que esta corriente no tuvo impacto todavía en la formalización del plan de Santa Fe y, como pudo verse, Roca la desecha francamente por monótona e impertinente al momento de decidir la tipología edilicia del barrio de alta densidad, en tanto que la rechaza por “su fealdad” al momento de adoptar la estilística en general; por el contrario aparecía con claridad la importancia de la zonificación funcional, aunque en este caso, más que por la vía del CIAM, pueda pensarse que la idea de segregar funcionalmente la ciudad tenga también sus orígenes en los otros referentes citados. Eminentemente funcionalista y esquemático, el plan de Santa Fe de 1944 mostraba de manera confusa la configuración de la mayoría de los espacios significativos y ceremoniales, incluyendo pequeñas perspectivas sectoriales de los nuevos equipamientos “Cronología”, en Le Corbusier y Sudamérica. Viajes y proyectos. Santiago de Chile, Ediciones ARQ - Pontificia Universidad Católica de Chile, 1991, p. 184. 198 Integración completa del EPBA en Revista de Arquitectura nº 376-377, Buenos Aires, 1956, p. 113. En dos números dobles especiales (374 a 377) la SCA publicó el estudio de “Evolución de Buenos Aires en el tiempo y en el espacio” realizado en el marco del EPBA siete años antes. 199 Dichas tareas se consignan en los memorandum internos conservados en el archivo Ferrari Hardoy, actualmente depositado en la Universidad de Harvard en EEUU. La participación de Roca se menciona en cinco memorandum, cuatro piezas de correspondencia personal, recortes periodísticos varios y un film realizado en el EPBA. En su archivo Ferrari conservaba también el folleto publicado por Roca: “Propiedad Horizontal en Brasil”. Ver: The Ferrari Hardoy Archive, Special Collections, Frances Loeb Library, Harvard Design School. Folders: C126, C128, C129, C134, C135, E036, E067, E010, E039, C164. http://oasis.harvard.edu:10080/oasis/deliver/~des00006. 200 Citando un catálogo de Librería El Ateneo de Buenos Aires de 1930 en el tema: “Arquitectura y artes decorativas”, Ramón Gutiérrez afirma en un trabajo reciente: “Podemos finalmente, para relativizar esta lectura sobre las fuentes de los urbanistas rioplatenses acotar que en 1930 estaban disponibles para su adquisición en Buenos Aires los textos de Avray Tipping sobre ‘English gardens’, G.H. Edgell sobre ‘The American architecture of today’, ‘La cité jardín du Weissenhof a Stutgart’, O. Reagan ‘American architecture of the 20th century’, Shelton, ‘Beautiful gardens in America’, A.D Taylor ‘The complet garden’ y las obras de Bruno Taut entre numerosos textos franceses, italianos o españoles”. GUTIÉRREZ, R. Op. cit. (2007). 523

que se planificaban (entrada a la Isla de los Pozos, portales del zoológico, fachada de la estación ferroviaria), relativamente desdibujadas a manera de viñetas anexas a los planos generales;201 la cuestión misma del diseño urbano aparece presentada con cierto descuido si se la compara con la minuciosidad conque se exponen las tablas y cuadros estadísticos. Los aspectos estéticos se regulaban desde la normativa de los estándares, de las alturas del volumen edilicio al interior de las manzanas, de los perfiles de calles en tanto que no se ejercitaba el proyecto urbano propiamente dicho y, a partir de negar la posibilidad del generar el centro cívico, no se trataba tampoco ninguna cuestión referida al área histórica, al Barrio Sur, ni al Parque del Sur inaugurado sólo tres años antes. Es notable que este parque, que había sido para Santa Fe la obra urbanística más importante de la época pese a la concreción parcial del proyecto y que contenía algunas de los ejemplos más destacados de la arquitectura colonial local que Roca parecía venerar, como San Francisco o la casa de los Diez de Andino, no se articule de ninguna manera ni se mencione en el Plan. Es evidente la apuesta que el plan hace por la zona norte de la ciudad, para la cual genera la mayor parte de los proyectos de ordenamiento y transformación, dejando al sur librado sólo a la parcial regulación que pudiera ejercerse desde el reglamento edilicio. Es también evidente que todo el tratamiento que se hace del “objeto de estudio” y las soluciones que se proponen, responden más a recetas aprendidas en una aproximación académica al problema, que a una experiencia consolidada en el ejercicio de la disciplina. Pese a las diferencias en sus concepciones fundantes y pese a ese largo itinerario que llevó “del arte urbano al urbanismo científico”, transcurrido entre uno y otro, es interesante notar que el Plan Roca presenta algunos elementos que lo ponen en sintonía con el plan urbano de 1927 del que hablamos en el capítulo VI: la preocupación por el trazado de avenidas de circunvalación, la zonificación de un área industrial en el borde oeste mediante el relleno de los bajos del Salado, la sistematización ferroviaria y el retiro de los tramos de vías que fragmentaban la ciudad, la reutilización, aunque con fines diferentes, del área de la antigua estación ferroviaria, el notable aumento de la superficie de espacios verdes (aunque en el plan de 1927 aún se concentraban en algunos grandes parques), la opción por el barrio-jardín para la residencia, cuestiones de sentido común que ponían en ciernes problemas de larga data y difícil solución en Santa Fe.202 Hemos tratado en este capítulo de presentar un conjunto de acciones encaradas en los doce años que transcurrieron entre la fracasada intendencia de Zapata Gollán y el Plan Roca, encontrando que se trata de intentos muchas veces inconexos entre sí, pero orientadas por una misma voluntad: la suposición de que era necesario contar con un instrumento al que se le asignaba una función salvadora y un valor casi mesiánico en la organización de la ciudad con miras a encauzar ordenada y racionalmente el crecimiento futuro. El mensaje de la prensa y de muchos expertos, consistía en que el Plan Regulador, por sí mismo, estaba en condiciones de resolver todos los males y que el poder local demoraba inconcebiblemente su elaboración. El largo derrotero de idas y venidas en torno al tema debe confrontarse con el estado de la cuestión en el marco nacional, con la disparidad de posiciones y las dubitativas respuestas dadas desde el campo disciplinar y con las magras concreciones alcanzadas en ese lapso en otras ciudades del interior; ese largo derrotero será entonces indicativo de una indefinición en torno al tema por parte del poder municipal y de la ciudadanía, quienes una vez más se debatieron entre las expectativas por lograr una imagen de grandeza y las mezquindades de la coyuntura.

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En esto contrasta totalmente con el formato de presentación mediante maquetas y planos sectoriales que se vio en el Plan de Bahía Blanca. 202 De hecho aún hoy, en el año 2007, la ansiada avenida de circunvalación no se ha completado en buena parte del perímetro urbano, las antiguas vías férreas, en su mayoría en desuso, continúan fragmentando el tejido y los sucesivos reglamentos edilicios no han logrado un control efectivo sobre las formas de ocupación del suelo. 524

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Imagen VIII.1: Reconstrucción de la planta urbana de Santa Fe en 1935. En línea negra se indica la extensión de la red de calles adoquinadas y/o pavimentadas. Reconstrucción propia en base a: COLLADO, A.; BERTUZZI, M.L.; DEL BARCO, M. Atlas Histórico de Santa Fe, 1880-1945. 525

Imágenes VIII.2a - VIII.2d: Arriba, calle San Martín en la zona del centro comercial en 1930. Centro, los tranvías eléctricos en la ciudad. Abajo, las nuevas instalaciones de la usina eléctrica de la Compañía de Tramways y Fuerza Ltda., inauguradas en 1929. Fuente: BDIFP – AGPSF, códigos: G05818474-1, G05718207-2, G05617741-5. MCSF, Guía del Turista. Intendencia del Dr. Ignacio Costa – 1929, p. 162 526

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Imagen VIII.3a: La visita de Hegemann a Rosario. De der. a izq. en primera fila el intendente de Rosario F. Lejarza y Werner Hegemann. En el extremo opuesto el segundo desde la izquierda es Carlos Della Paolera y detrás de él, Ángel Guido. Fuente: Problemas urbanos de Rosario. Conferencias del urbanista W. Hegemann. Rosario, 1931, p. 3.

Imagen VIII.3b - VIII.3d: Ejemplos utilizados por Hegemann en las conferencias. Vista aérea de la cuadrícula de Rosario y maqueta demostrativa del volumen edilicio permitido según Reglamento de Edificación de Buenos Aires (J. Kalmay). Abajo, Avenidas y parques de Chicago en la ribera del Lago Michigan. Fuente: Problemas urbanos de Rosario. Conferencias del urbanista W. Hegemann. Rosario, 1931, pp. 3, 22 y 27. 527

Imágenes VIII.4a - VIII.4c: Plan Regulador de Rosario, de Guido, Della Paolera y Farengo, 1935. Arriba, Plan general. Abajo, estudios volumétricos de las avenidas y áreas monumentales. Plano de la red vial regional en el área de influencia de la ciudad. Fuente: DELLA PAOLERA, C.; GUIDO, Á.; FARENGO, A. Municipalidad de Rosario. Plan Regulador y de Extensión. Rosario, 1935, p. 29, 45 y 59. 528

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Imágenes VIII.5a - VIII.5d: Plan Regulador de Tucumán, de Ángel Guido, 1936-38. Centro, propuesta para la Avenida Central: vista aérea general y maqueta del sector de la Casa Histórica. Abajo, planta de la Avenida Central en el tramo ubicado al sur de la plaza fundacional. Fuente: GUIDO, A. Reargentinización edilicia por el urbanismo, 1939, pp. 30-33. GUIDO, A. Plan Regulador de Tucumán. UNL, s/f. La imagen del plan general fue cedida gentilmente por el arq. Alberto Nicolini.

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Imágenes VIII.6a - VIII.6d: Plan Regulador de Salta, de Angel Guido en 1938. Arriba, propuesta de remodelación de la plaza fundacional. Centro, plan general y maqueta de la remodelación de la plaza. Abajo, planta de la Avenida Central. Fuente: GUIDO, A. Reargentinización edilicia por el urbanismo,1939, pp.44, 46-48 y portada.

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Imágenes VIII.7a - VIII.7b: Izq. unidad vecinal, del tratado de H. Bartholomew. Fuente: BARTHOLOMEW, H. Urban Land Uses. Der. uno de los prototipos de vivienda obrera propuestos por Guido para Tucumán. Fuente: GUIDO, A. Plan Regulador de Tucumán, cit.

Imágenes VIII.8a - VIII.8c: Proyecto de Ciudad Industrial tipo de Angel Guido, presentada en el Primer Congreso Argentino de Urbanismo, 1935; es clara la zonificación por franjas funcionales. Abajo izq. esquema de ciudad industrial-lineal de Le Corbusier (1940); der. ciudad lineal para Magnitogorsk de Miljutin (1930). Fuente: Primer Congreso Argentino de Urbanismo, Tomo II, p. 118. BENEVOLO, L. Historia de la Arquitectura Moderna.

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Imágenes VIII.9a - VIII.9d: Concurso Plan Regulador de Mendoza, primer premio: Bereterbide, Cravotto, Belgrano Blanco y Scasso. Plan General, planta del Centro de Gobierno y perspectivas de sus edificios principales. Fuente: MOLINA Y VEDIA, J. F. H. Bereterbide Arq., p. 112. BERETERBIDE, F. y otros. Plan Regulador de la Ciudad de Mendoza, 1ª etapa: Pre-plan; pp. 50-53.

Imagen VIII.10: Concurso Plan Regulador de Mendoza, tercer premio: dos alternativas propuestas por “Los Diez” (Grupo Austral). Fuente: GUTIÉRREZ, R. y ÁLVAREZ, F. “La participación de Austral-Le Corbusier en el concurso de Mendoza”, en DANA nº 37/38. p. 118 532

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Imágenes VIII.11a – VIII.11g: Le Corbusier en Argentina. Arriba, imagen de Buenos Aires captada desde el transatlántico, a su llegada y sector del plan de Buenos Aires publicado en 1947. Centro, croquis de las conferencias, publicados en Précisions. Abajo, portadas de Précisions, escrito a su regreso de Sudamérica (1930) y del nº especial de L’Architecture d’aujourd’hui dedicado al plan de Buenos Aires, en abril de 1947.

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Imagen VIII.12: Delegación de la Provincia de Santa Fe al Vº Congreso Panamericano de Arquitectos, realizado en Montevideo en 1940. Los dos primeros de la izquierda son, en primera fila Ángel Guido, detrás, Leopoldo Van Lacke. Fuente: Boletín de Obras Públicas de Santa Fe, nº 1, mayo 1940, p. 23.

Imagen VIII.13: Exposición de las obras y proyectos del gobierno de Manuel Ma. de Iriondo, a través del Ministerio de Obras Públicas. Santa Fe, hall del Teatro Municipal, julio de 1940. Fuente: Boletín de Obras Públicas de Santa Fe, nº 5, p. 40.

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Imagen VIII.14: Primer proyecto para el Parque del Sur de Ángel Guido. Fuente: GUIDO, A. Reargentinización edilicia por el urbanismo, 1939, p. 52-53.

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PLAZA MAYO

PLAZA MAYO

PLAZA MAYO

PLAZA MAYO

Imagen VIII.15: Expropiaciones para la obra del Parque del Sur. Plano 1) se indican los terrenos que se debían expropiar para realizar el primer proyecto de Guido (de la imagen anterior); Plano 2) primera reducción del área a afectar por el parque, al iniciarse las obras a fines de 1939; Plano 3) las manzanas indicadas como 1 y 2 no se demuelen por demoras en los juicios de expropiación y el área de parque se reduce considerablemente; Plano 4) en verde, área ocupada por el parque definitivo y en marrón los edificios que se conservan en el sector. Reconstrucción propia para este trabajo en base a expedientes judiciales de expropiación. 536

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Imágenes VIII.16a – VIII.16c: Arriba, segundo proyecto para el Parque del Sur: planta y perspectiva aérea. Abajo, demoliciones en el sector. Fuente: Boletín de Obras Públicas de Santa Fe, nº 1, mayo 1940, pp. 62 y 101.

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Imágenes VIII.17a – VIII.17c: Arriba, panorámica del Barrio Sur de Santa Fe en la década de 1930, tomada desde la terraza de la Casa de Gobierno. Centro, demoliciones en mayo de 1940. Abajo, el Parque del Sur recién inaugurado, en el área aledaña a San Francisco. Fuente: MCSF. Labor Municipal en la Ciudad de Santa Fe. 1937/1941.

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Imágenes VIII.18a – VIII.18f: Santa Fe, obras del Gobierno Provincial en la ciudad. Arriba, Avenida Costanera. Centro, Parque Garay. Abajo, Vistas del Parque del Sur recién inaugurado, a fines de 1940. Fuente: BDIFP – AGPSF, códigos: G05818554, G05818557, G05818454, H05215858 y H05215859; Boletín de Obras Públicas de Santa Fe, nº 1, mayo 1940, p. 60.

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Imágenes VIII.19a – VIII.19e: Miguel C. Roca, retrato. Proyectos de Roca presentados en el Instituto de Urbanismo de París, Ciudad Futura, Ciudad de 2 millones de habitantes y Ciudad Industrial. Abajo, Vista de la Exposición Universal de Paris de 1937; Fuente: DELLA PAOLERA, C. y ROCA, M. Instituto Argentino de Urbanismo. Buenos Aires. Una obra de progreso al servicio de la nación, 1942, pp. 17, 25, 29 y 37.

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Imagen VIII.20: Plan Regulador de Santa Fe, Miguel C. Roca, 1944. Reconstrucción propia en base a: COLLADO, A.; BERTUZZI, M.L.; DEL BARCO, M. Atlas Histórico de Santa Fe, 1880-1945.

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Imágenes VIII.21a y VIII.21b: Plan Regulador de Santa Fe, 1944. Circulaciones urbanas y detalle del nuevo hipódromo. Fuente: ROCA, Miguel C. Plan Regulador de la ciudad de Santa Fe.

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Imágenes VIII.22a – VIII.22c: Plan Regulador de Santa Fe, 1944. Arriba, planteo conceptual para la habitación con relación a higiene y asoleamiento. Abajo, Barrios tipo A y B. Fuente: ROCA, Miguel C. Plan Regulador de la ciudad de Santa Fe.

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Imágenes VIII.23a – VIII.23d: Plan Regulador de Bahía Blanca, por Miguel C. Roca y Enrique Gebhard, 1950. Arriba, vistas de la Estación Ferroviaria y de la zona de esparcimiento entre bloques de vivienda. Abajo, Plan general. Fuente: Revista de Arquitectura, SCA, nº 11, nov. 1950; p. 321, 323 y 329. Abajo, izq. maqueta del proyecto de Le Corbusier para el Concurso del Palacio de los Soviets, Moscú, 1931. 544

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Imagen VIII. 24: Vista aérea de la ciudad de Santa Fe de norte a sur, tomada desde 4 Km. al norte del Bulevar Gálvez fechada el 16/11/1944, un día después de la presentación pública del Plan de Roca en Santa Fe. Fuente: Archivo particular A. Collado.

Imagen VIII.25a – VII.25b: Bulevar Gálvez, tramo frente al Colegio Adoratrices, década 1940; calle San Martín hacia el norte, en el área central, en 1942. Fuente: Archivo Diario El Litoral; BDIFP –AGPSF, código: G05818476.

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A MODO DE CONCLUSIÓN

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Al iniciar este trabajo, nos habíamos propuesto reflexionar, a través de algunos singulares episodios de la historia urbana santafesina, sobre las peculiaridades de los procesos de modernización acontecidos en algunas ciudades intermedias, provincianas de Argentina, desde la convicción de que dichos procesos -que pudieron tener mayor o menor impacto, pero que se extendieron a la gran mayoría de las ciudades del interior del paísasumieron rasgos propios, inherentes a la escala, a la coyuntura económico-social y a las tradiciones de este tipo de ciudades, diferenciados de los procesos metropolitanos. Es decir, que sin negar obviamente la incidencia que pudo haber tenido la circulación de las ideas urbanísticas que desde Buenos Aires se emitían, pretendíamos reconocer que dichas ideas eran, en las ciudades del interior, objeto de una reelaboración tal que el resultado se plasmaba en un producto novedoso, muy distante de la repetición literal. A partir de la segunda mitad del siglo XIX, la ciudad de Buenos Aires se constituyó en un modelo urbano con enorme atractivo para las ciudades del interior, un paradigma en términos de modelo de crecimiento, desarrollo y multiplicación de la riqueza, no sólo para las ciudades de origen colonial, tanto o más antiguas que aquélla, sino también para los nuevos núcleos, como el caso de Rosario, de reciente formación. Los planes urbanísticos que se sucedieron, uno tras otro, para la Capital Federal, ponen en evidencia un juego de permanente contradicción entre lo real y lo deseado, lo que en menor medida se trasladará a las capitales de provincia. En esta contradicción “...se hace evidente la paulatina separación entre la dimensión del fenómeno de una ciudad que adquiere escala territorial y la pérdida de capacidad del poder público para operar algo más que la transformación de la ciudad central.”1 El fenómeno de expansión excedía a las posibilidades y al instrumental conque se contaba en las ciudades mayores para controlarlo y, mucho más aún, a los recursos y capacidades disponibles en las ciudades provincianas. Los planes urbanos y los proyectos sectoriales se convirtieron entonces en un horizonte de expectativas casi utópico, un horizonte en gran medida inalcanzable, irrealizable de sus condicionantes y exigencias. La exposición de planes y proyectos que hemos presentado en los capítulos precedentes, permitió despejar ciertas características de los distintos emprendimientos, dejando en claro que lo que en un principio había sido un enunciado guiado por el orden cronológico, dio lugar luego a la definición de una suerte de serie progresiva de proyectos en la que las iniciativas fueron sufriendo la paulatina complejización de sus factores constitutivos y la propia teoría urbanística se tornó cada vez más activa en la definición de los casos. Efectivamente, puede constatarse que la escala de las propuestas fue creciendo desde el tratamiento de cuestiones sectoriales bien focalizadas en su singularidad -un boulevard, un barrio, un conjunto de avenidas, un parque-, pasando por la escala intermedia del proyecto de áreas de magnitud a partir de focos de interés –los planes de embellecimiento en la etapa del Centenario- hasta abarcar la cuestión urbana en toda su magnitud -en un plan integral como el Plan urbano de 1927 de Santa Fe, el Plan Carrasco de Córdoba o Concordia- hasta llegar a una etapa de mayor madurez en el proyecto global de la ciudad con los planes reguladores de la década de 1930. Este aparente cambio de escala no trasunta un mero problema cuantitativo sino, mucho más importante aún, un cambio de enfoque para concebir el rol de los emprendimientos urbanísticos en la ciudad y 1

MARTINEZ DE SAN VICENTE, Isabel. Los instrumentos del proyecto público en la construcción de la ciudad - Planes y proyectos para Rosario 1890/1910, Cuadernos del CURDIUR nº 12, Rosario, FAPyD/UNR, 1986, p. 4. 549

un crecimiento en términos de las competencias y profesionalidad de los cuerpos técnicos municipales y en el conocimiento y manejo de las teorías urbanísticas en boga; el urbanismo, como pudo verse, habiendo tomado cuerpo como disciplina ya a mediados del siglo XIX, no hizo su arribo a ciudades del interior del país en aplicaciones explícitas y sistemáticas, sino hasta las primeras décadas del siglo XX. Ahora bien, es notorio que esa aplicación debió articularse con un proceso que asumió particulares características en virtud de las condiciones de dichas ciudades provincianas. Recordemos el enunciado de nuestra primera hipótesis: La atención de la “cuestión urbana” y todas las implicancias que conlleva su consideración desde la disciplina específica, se constituyó en un rasgo caracterizante del peculiar proceso de modernización vivido por las ciudades provincianas y aportó fuertemente su marca en las transformaciones físicas que se operaron en las mismas. Si volvemos sobre el caso de Santa Fe, el ejemplo que con mayor detenimiento hemos trabajado, verificamos que para el inicio del período su rasgo distintivo era ser una ciudad pequeña que aumentaba notablemente su población, que presentaba unas carencias muy marcadas en las condiciones de higiene y salubridad, en la dotación de equipamientos y en la vialidad, carencias que se acompañaban con la inacción del poder municipal; esta situación encontraba su motivación, sobre todo, en las limitaciones conque el Municipio se enfrentaba para financiar las obras de infraestructura y equipamientos necesarias, sumadas a la falta de apoyo del poder central y a la caótica actuación de los gestores privados. En la medida en que el poder municipal logró un avance en la consecución de ciertos apoyos estatales -a nivel provincial para obras en parques y paseos y nacional para concreción de redes de infraestructura- y logró poner un mínimo orden en los emprendimientos empresariales de los privados –para dotación de servicios de transporte, energía, pavimentación, etc.-, se comenzó a notar el inicio de una serie de obras de importancia que, aunque tardías, llevaron a que para el momento del Centenario, Santa Fe tuviera una dotación de equipamientos públicos relativamente suficiente, una red de infraestructura incompleta pero que satisfacía a un alto porcentaje de su población y unos servicios medianamente adecuados a las posibilidades de sostenerlos por parte de la misma. En este aspecto, como pudo verse, le cupo amplia responsabilidad a la prensa, que se embanderó tras el discurso modernizador, interpelando a los poderes públicos en todo momento, denunciando y exigiendo medidas correctivas, cambios de políticas y decisiones urgentes. Aunque sepamos que muchas veces estas permanentes interpelaciones encubrían intereses poco legítimos, no se puede negar el aporte que la prensa significó para la construcción de la esfera pública local, acerca de la satisfacción de necesidades orientadas al mejoramiento de la calidad de vida urbana. Para el caso de Santa Fe, las notas de La Revolución o Nueva Época sobre las deficiencias higiénicas y las notas de El Orden, sobre los conflictos urbanos que generaba la empresa ferroviaria francesa fueron elocuentes muestras. Volviendo a la órbita oficial, pudo notarse la escasa o nula intervención que le cupo al Municipio en la reorganización morfológica del espacio urbano dada la inexistencia de reglamentaciones edilicias eficaces que regularan el tejido, ya que la normativa era absolutamente insuficiente para organizar el proceso de crecimiento que se verificaba, por lo que la iniciativa privada y los intereses inmobiliarios ejercitaron ampliamente el libre albedrío. No obstante, la irrupción de los principales edificios públicos construidos en un lapso de dos décadas y la recurrencia por parte de la vivienda privada a unos pocos tipos edilicios de gran homogeneidad, fue imponiendo un orden y una regular unidad al área central y a las primeras expansiones inmediatas a ésta.

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Revisando los casos que se estudiaron a lo largo de este trabajo, podríamos ensayar una comparación entre el éxito, al menos aparente, que tuvo el proyecto de Emilio Schnoor para el Bulevar Gálvez que, aunque lentamente, se concretó en su totalidad, frente al rotundo fracaso de la Avenida Central propuesta por el intendente Arzeno o el Plan de apertura de diagonales y ensanche de avenidas del intendente Rosas; recuérdese que de este último no llegó a abrirse siquiera una cuadra de ninguna de las nuevas vías que proponía y sólo el Parque del Sur se efectivizó muchos años después a instancias de otro proyecto. Explicar la distancia de resultados entre una y otra propuesta lleva a reflexionar sobre la factibilidad concreta de lo que se puede denominar una “modificación indolora” de la estructura urbana, con un aprovechamiento inmediato para la especulación y la renta como única acción posible, frente a la inviabilidad de los emprendimientos que ponen en juego los derechos adquiridos y requieren de una inversión a riesgo; vale recordar también en este punto las dificultades que tuvieron los distintos gobernantes que lo intentaron a partir de la década de 1860-70, para llevar adelante un proyecto de ensanche de calles que requería la expropiación de una franja reducida de los lotes, en áreas pericentrales, de muy baja ocupación parcelaria.2 Pero como contrapartida, es también posible reconocer en estos planes y proyectos que se acaban de analizar y en los discursos que los sostenían, el reflejo de las redefiniciones de las improntas urbanas de capitales provincianas a nivel de las expectativas, de los idearios puestos en juego, de los imaginarios suscitados, atendiendo a esa relación muy estrecha entre ciudad “proyectada” y ciudad “imaginada”. En estos años, la vertiginosa transformación de las estructuras económicas y sociales del país halló en las ciudades provincianas una expresión acompasada con las tendencias generales aunque ajustada en su ritmo y su magnitud a las particulares coyunturas. En el medio santafesino, por ejemplo, siempre sujeto a temporalidades de larga extensión, a tendencias inerciales originadas en el peso de su pasado colonial, esto se puso claramente en evidencia. Esta propensión a las respuestas lentas constituye un marco de referencia para la consideración de los cambios que estos proyectos proponían, marco sobre el cual los mismos se resignifican y encuentran su importancia relativa, posibilitándose una ponderación más pertinente del valor de transformación y del grado de impacto que produjeron en el cuerpo de la ciudad histórica, impacto que no siempre se manifestó en cambios en su materialidad, sino que muchas veces se vislumbró en el potencial propositivo que despertaron. En este contexto, de producción limitada y fragmentaria, se advierte también que los proyectos y planes urbanísticos con vocación modernizadora -de los que sólo algunos pocos se concretaron- no siempre llevaron aparejada una aplicación sistemática de conocimientos disciplinares, aunque todos demuestran una preocupación en tal sentido. En términos generales, repasando las distintas ciudades estudiadas, puede notarse que las primeras manifestaciones de la acción proyectual sobre las mismas, situadas en las últimas décadas del siglo XIX, se fundan casi inexorablemente en los postulados del higienismo y en algunos modelos formalizados en la urbanística europea (el París de Haussmann, por ejemplo) que hayan tenido aplicación previa en Buenos Aires. En tanto que los proyectos y planes posteriores, ubicados ya en los inicios del siglo XX, complejizan el espectro de su base conceptual, incorporando referentes vinculados a un urbanismo esteticista con raíces en Camillo Sitte y la urbanística alemana, relacionándose con la experiencia norteamericana de la City Beautiful, con la experiencia de los grandes parques públicos y con los planes de ensanche (Cerdá y sus derivados) formulados para las principales ciudades del Mediterráneo, aunque sin desconocer las experiencias locales más 2

MARTINEZ DE SAN VICENTE, I. Op. cit., p. 5. 551

relevantes; en las últimas etapas del período de estudio, durante la década de 1920, comenzarán a hacerse presentes los fundamentos de un urbanismo científico con antecedentes y referentes surgidos del Instituto de Urbanismo de París y de la urbanística norteamericana, llegados al país de la mano de algunos profesionales formados en el mismo. Es el momento en que se comienza a requerir con insistencia la presencia de especialistas que posean la competencia necesaria para aportar las soluciones a los cada vez más complejos y acuciantes problemas urbanos; ya los cuadros técnicos más o menos profesionalizados de los municipios de fines del siglo XIX, no dan abasto a los imperativos de la época. Las ciudades, aún las de rango menor, como se pudo ver en el caso de Concordia, presentaban acelerados ritmos de crecimiento demográfico y de densificación y expansión de la superficie ocupada; los problemas no sólo aumentaban sino que cambiaba su cualidad, por lo que no cabían ya las mismas respuestas. Ante la complejización del problema era inaceptable que se procuraran las soluciones por las vías de antaño, por el contrario se ponían todas las expectativas de superación en la novedosa figura del “especialista”.3 La disciplina urbanística se legitimaba mediante una estrategia que consistía en identificar los problemas mediante un diagnóstico casi fisiológico y proponer las soluciones mediante un tipo de tratamiento que requería de ese saber específico, del que era portador el especialista. Pero ésta no era una figura fácilmente accesible, al contrario, escaseaban los expertos; el debate que se expone en el capítulo VIII acerca de la procedencia parisina de algunos, de la puesta en duda sobre la legitimidad de quienes se arrogaban la condición de urbanistas y de la necesidad urgente de encarar la formación con medios y en instituciones propias, es indicativa de las generales preocupaciones existentes por entonces sobre el tema. Si la figura del experto aparece requerida con vehemencia y se marca su escasez en ciudades como Buenos Aires, donde se localizaban la mayor parte de los profesionales del país, o Córdoba, sede de una universidad centenaria, centro emisor de grandes pensadores, de intelectuales de renombre, poco quedaba esperar, sobre todo en las primeras etapas de este estudio, de una ciudad mucho más deprimida culturalmente, como era la Santa Fe de entonces. No cabía suponer que en la indagación de esos períodos iniciales se detectaran recursos extraordinarios o cuerpos teóricos que de un modo explícito se movilizaran en función de proyectos sólidamente elaborados; la figura del profesional especialista estuvo bastante desdibujada en la mayoría de las iniciativas relevadas. Resulta más importante, en cambio, el papel de algunos personajes que desde la función pública o desde ciertos roles clave relacionados con el poder político, y desde unas posiciones decididamente paternalistas, promovieron el orden común desde sus intereses particulares o sectoriales. El orden común gana en entidad propia constituyéndose en un campo factible de ser trabajado, un ámbito merecedor y posibilitador de las iniciativas que habrán de conformar el mundo nuevo, la ciudad moderna, la urbanidad futura. Personalidades como las de Jonás Larguía, Emilio Schnoor, Juan Arzeno, Manuel Irigoyen, Edmundo Rosas, Arturo Lomello, Juan Durand, Ángel Guido, Agustín Zapata Gollan o Manuel Ma. de Iriondo, resultan altamente significativas y sus perfiles biográficos sumamente elocuentes al momento de analizar la evolución de las ideas en la ciudad. No caben dudas de que sus aportes, vistos con prescindencia de todo interés apologético, contribuyeron directamente a orientar algunos de los momentos más inquietantes de la

3

BRAGOS, Oscar. “La primera generación de planes reguladores en la Argentina. Del arte urbano al urbanismo”. Ponencia presentada en el V Seminário de História da Cidade e do Urbanismo: Cidades: temporalidades em confronto; Campinas, 1998. Edición digital.

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historia local haciendo de la iniciativa y el sentido visionario una de las motivaciones del proyecto urbano. Estos personajes fueron también en muchos casos los responsables o promotores de los discursos que acerca de la ciudad se articulaban; a lo largo de los capítulos se pudo ver cómo los relatos se hilvanaron, superpusieron y contradijeron, según el momento y según el emisor. Desde los primeros viajeros del XIX que, en la prescindente posición del visitante foráneo, comenzaron a elaborar aquellas monótonas descripciones acerca de la ciudad “de pobre apariencia”, se manifiesta el interés y la preocupación por construir imágenes, representaciones, de ciudad.4 Pero a medida en que el siglo transcurría, la figura del viajero fue mutando y para fines del XIX encontramos a un cronista mucho más comprometido con el proyecto modernizador, con poner el énfasis en las promesas de progreso; los inspectores de colonias, (Peyret) los intelectuales de la Generación del ’80, (Zeballos) los periodistas extranjeros (Zuccarini) ya no nos hablan de la “pobre apariencia” sino de la ciudad en transformación, de la “ciudad nueva”, del “rugido de las locomotoras” que habían trastocado el orden y el silencio coloniales. Y sobre el cambio de siglo se iniciará la construcción de representaciones desde el propio ámbito del gobierno local, a través de las ediciones oficiales de censos y memorias; será el momento en que se trate de consolidar desde el texto literario o desde la imagen fotográfica la imagen de una ciudad pujante pero sostenida por sus sólidos blasones ancestrales. Si la importancia de las figuras puede ser destacada por los aportes que realizaron y por las energías que pusieron en juego, también es fundamental reconocer la articulación de estas voluntades personales con las instituciones de gobierno, especialmente en la órbita municipal. Los intendentes, concejales e ingenieros municipales ocupaban cargos y ejercían funciones que la opinión pública hallaba de gran relevancia, erigiéndose por lo mismo en agentes condensadores de las expectativas sociales. La defensa de los intereses sectoriales fue otra arista que no puede dejar de considerarse al referir a la incidencia de ciertas figuras públicas sobre las decisiones urbanísticas; es interesante conectar a los intendentes con los gobernadores de turno, de quienes provenían sus mandatos, como vimos para los casos de Sixto Sandaza y Manuel Irigoyen, cuñados respectivamente de los gobernadores Juan B. Iturraspe y Rodolfo Freyre que les otorgaron sus cargos. Si bien los vínculos de parentesco son los más evidentes,5 obviamente existieron también otros circuitos de intereses por pertenencia a instituciones o por asociaciones comerciales y empresariales entre los hombres políticos que definieron, a la postre, muchas líneas de acción.6 Por otra parte, los actos de estas figuras públicas eran observados con atención por la ciudadanía y también por la prensa que, como dijimos, permanentemente interpelaba, lo que contribuía a establecer un cierto estado deliberativo en torno de los asuntos ciudadanos que la población recibía como expresión del cambio, pese a que los anquilosados mecanismos del poder municipal retardaban, contradictoriamente, esa anhelada dinámica transformadora que pretendía poner a la ciudad a tono con las expectativas de progreso dominante. La procedencias genealógicas de estos hombres políticos, pertenecientes a las familias de tradicional raigambre local, sea por propia descendencia o por matrimonio, los vinculaba también con la posesión de tierra rural, las estancias (fuente original de la riqueza 4

Según las definiciones que trabajamos en el capítulo introductorio. Ver notas nº 18 a 21 de Introducción. Los lazos de parentesco tuvieron mucha fuerza dado el rol fundamental que jugaron las mujeres en la transmisión del patrimonio, incorporando a los recién llegados, entre ellos profesionales y comerciantes más progresistas y activos, por la vía nupcial. Esto fue una constante no sólo en la sociedad santafesina desde sus orígenes, sino que en realidad situaciones similares se repitieron en muchísimas ciudades coloniales. Agradecemos las referencias del Dr. Luis Ma. Calvo. 6 Como se vio en el capítulo II, en “La Constructora Santafesina”, compañía inmobiliaria que se formó para el emprendimiento del Bulevar Gálvez, participaban, además de los originales propietarios de la tierra Candioti y Crespo, el exintendente y director de Ferrocarriles de la Provincia Jonás Larguía, el futuro intendente Arzeno y el gobernador José Gálvez. 5

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santafesina)7 y en tal sentido su imagen adquiría un mayor grado de fiabilidad; es muy sugerente la interpretación que hace Gorelik respecto de las expectativas que la ciudadanía porteña tradicional ponía en la figura de Torcuato de Alvear, el primer intendente de un Buenos Aires que se tornaba cosmopolita y metropolitano a pasos agigantados: “En una ciudad crecientemente ajena, la élite necesita más que un administrador un ‘dueño’ que se la restituya, aunque ese dueño personalizado sea la cabeza de un aparato burocrático en pleno proceso de complejización y autonomía. Para ello no es secundario que Alvear sea visualizado -y celebrado- por el conjunto de la opinión pública, como alguien de ‘fuera de la política’ /.../ la ciudad no se gobierna con política sino más bien como la estancia o la fábrica, con la sabiduría de los dueños...”8

Esta idea, que para la realidad santafesina podría extenderse a la figura de los gobernadores –ya que la Provincia también podía gobernarse como “la estancia” si nos atenemos a las experiencias de los Iturraspe, o Freyre, o Echagüe, o Iriondo- se refuerza, para el caso de la Municipalidad de Santa Fe con la verificación, ya comentada en el capítulo VI, de la baja incidencia de las fracciones políticas, hasta avanzada la década de 1920-30, en el Concejo Deliberante. Es decir, la figura del intendente queda por fuera de esta consideración, puesto que en tanto cargo designado por el gobernador, respondía directamente a la línea política del mismo; pero para el caso de los concejales, pudimos ver que recién en los años ’20 comienzan a identificarse por banderías partidarias, ya que hasta entonces el reconocimiento se daba más bien por la pertenencia a determinados grupos sociales o vecinales que por filiaciones políticas. Los proyectos que presentamos, significaron además una genuina reinterpretación del espacio urbano, tanto en su conceptualización como en su formalización, respecto de una espacialidad característica que tuvo vigencia durante el largo período colonial; las nuevas ideas avanzaron progresivamente en intentos de planificación cada vez más abarcativa de la ciudad, con un creciente interés en el trabajo a nivel de figuración de la forma urbana. El ímpetu transformador del cual son expresión estos proyectos, es indicativo de un período en el que se puso en juego una significativa capacidad proyectual de las sociedades provincianas en general, por lo que la serie de planes y propuestas reseñados ponen al descubierto un juego de tensiones que, motivadas en los contradictorios procesos de modernización, se acusan en la forma por momentos incoherente de producción del espacio urbano, de un modo evidente. Otra cuestión sugerente es el modo en que esas formas parcializadas e incompletas de modernización quedan plasmadas en los proyectos frustrados; para el caso santafesino, resulta interesante constatar cómo algunas de estas ideas permanecieron vivas en la conciencia ciudadana. Situaciones casi anecdóticas como que el Bulevar Zavalla, propuesto por el intendente Arzeno en 1889 se siga denominando así pese a no haberse abierto nunca ningún tramo del mismo; o que la remanida Avenida de Circunvalación Norte haya estado incluida sucesivamente en la propuesta de Arzeno de 1889, en el Plan Escobar de 1912, en el Plan de 1927 y en el Plan Roca de 1944, para llegar a que hoy, en 2007, la ciudad conserve entre sus marcas territoriales la impronta de su traza nunca realizada, como testimonio de sus grandes obras fracasadas; o las 60 hectáreas iniciales del Parque Juan de Garay, reducidas hoy a menos de quince. Son apenas algunos ejemplos, que dan cuenta de otros tantos mitos que alimentaron expectativas ciudadanas todavía vivas que se fueron formando en este lapso.

7 Los Larguía eran propietarios rurales, igualmente los Rosas, los Iriondo; Sixto Sandaza era comerciante por derecho propio pero estanciero por vía de su mujer; Eugenio Puccio era inmigrante pero por su casamiento con una nieta del Brigadier López, ingresó a una de las más reconocidas familias patricias. 8 GORELIK, Adrián. La grilla y el parque. Espacio público y cultura urbana en Buenos Aires, 1887–1936, Colección “La ideología argentina”, Universidad Nacional de Quilmes, 1998, p. 123.

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Se pone entonces de manifiesto la tendencia a transferir a la ciudad la carga de representaciones de los ideales implícitos en la mentalidad colectiva. En efecto, la ciudad se pensaba y se gestionaba a partir de una confianza tanto en las posibilidades materiales como simbólicas que ofrecía el discurso urbanístico al momento de articular un ideario social, económico y político que, montado sobre la noción de progreso, volcaba en el espacio urbano un notable caudal de energías. En el caso, por ejemplo, del Plan de 1927 para Santa Fe que se vio en el capítulo VI, puede afirmarse que fue un momento en que la ciudad se animó a pensarse a sí misma en escala monumental, a través de las grandilocuentes imágenes de un plan urbanístico que proponía una radical modificación de la estructura urbana, que pasaba a organizarse según una sectorización funcional estricta y referentes formales académicos, en una condición apropiada a esa etapa de transición entre el arte urbano y el urbanismo como ciencia del organismo urbano. Este plan de fugaz trayectoria tuvo su significación, en tanto proponía, por primera vez, planificar la ciudad integralmente y con una notable vocación de grandeza. Todos los cambios descriptos llevaban implícita una transformación rotunda en la forma de percibir la ciudad: no sólo había crecido en extensión, sino que ahora se la recorría en automóvil, a una velocidad diferente, a través de calles pavimentadas con mac-adam que sustituía al rugoso y vetusto adoquinado. Y en ese recorrido, que se ampliaba día a día, se iban incorporando nuevas imágenes, objetos diferentes, lenguajes arquitectónicos novedosos. En junio de 1928, mientras se derogaba la ordenanza del Plan de 1927, el cine trajo a Santa Fe dos acontecimientos significativos; a mediados de ese mes se inauguró el sistema de cine sonoro, el Phono Film, que posibilitó la primera proyección de una película parlante en una sala de la ciudad. Dos semanas más tarde, se estrenaba en la misma sala la ya célebre Metrópolis de Fritz Lang, con su espléndida carga futurista y su crítica manifestación de la obsesiva conquista de la técnica por parte de la civilización moderna y de las trágicas fracturas sociales que deparaba esa misma civilización moderna; para la prensa local, era la ciudad del futuro la que se hacía presente en Metrópolis prefigurando paisajes insólitos de ciudad. En este sentido, otra preocupación inicial del trabajo era la de abrir algunos interrogantes acerca de las apresuradas adhesiones o influencias que generalmente se mencionan en la historiografía local cuando se trata de individuar la procedencia de los modelos y teorías; pareciera que la enorme influencia francesa en el Buenos Aires del Centenario tiñó, un tanto irreflexivamente, a la historiografía urbanística sobre las ciudades del interior del país. Retomando nuestra segunda hipótesis, el trabajo pretendió verificar que: En la recurrencia y aplicación de idearios urbanísticos foráneos, la reelaboración que de los mismos se opera en espacios periféricos, en el caso particular en ciudades de provincia, hace que se obtenga una obra que difiere claramente del modelo original en tanto supone condiciones de producción y formas operativas sustancialmente distintas, aunque formalmente pueda contener (en mayor o menor grado), ingredientes del modelo primitivo. Se pudo ver, por ejemplo, cómo el Bulevar Gálvez de Santa Fe -que reprodujo un modelo esbozado en Rosario casi 20 años antes- tuvo su antecedente inmediato en otro bulevar, esta vez de circunvalación, planteado pocos meses antes, a la manera del que contemporáneamente se preveía para Buenos Aires; pero en ese mismo año Córdoba, a través del intendente Luis Revol, y Tucumán en la intendencia de José Padilla, deciden acciones similares y los fundamentos (higiene, orden, eficiencia circulatoria) son francamente coincidentes. A la vez el proyecto santafesino reconoce un abanico de referentes, que no resulta descabellado considerar en razón de la formación foránea de los profesionales intervinientes. Además, el barrio que surge de la delineación del bulevar y su entorno, el Barrio Candioti –o Pueblo Nuevo Candioti, como se conoció en aquel momentoresume algunos rasgos de la urbanística procedente de las teorías de Ildefons Cerdà y de 555

los ensanches españoles. Y esta presencia de Cerdá en la urbanística argentina del ’80, que fue tan poco referenciada por la historiografía urbanística local, no sólo es evidente en los resultados sino reconocida por algunos de los agentes directamente involucrados, como el arquitecto Juan Martín de Burgos, autor de un proyecto para La Plata que mencionamos en el capítulo II. Al tratar las propuestas de Arzeno, y las que contemporáneamente se verificaron en Mendoza, Córdoba, Tucumán o Corrientes, no puede dejar de notarse el sustrato de las teorías higienistas, de rudimentarias ideas de zonificación urbana, de nociones de claridad circulatoria, todas de difusa procedencia pero cuya ecléctica combinación resulta en un conjunto de medidas tendentes a poner un orden sobre el vislumbrado “caos” de la ciudad decimonónica. Pero el hecho de que Arzeno propusiera una larga avenida (el Bulevar Central) que hubiera requerido de una engorrosa labor de cirugía urbana, no habilita a asociarlo tan inmediatamente con Haussmann como suele ocurrir; más bien debería pensarse en intentos más modestos de remedar un modelo que se estaba introduciendo en Buenos Aires que siempre había sido un espejo de las expectativas provincianas y que también hace una peculiar reelaboración del modelo haussmanniano. La tendencia de la prensa local a identificarlo con Torcuato de Alvear, es sintomática de un estado de ideas al respecto. Otro tanto ocurre con el plan de Rosas, para el que los planes Bouvard (para Rosario y para Buenos Aires) son un inmediato antecedente, pero cuyas raíces también se hunden en la urbanística norteamericana y en algunos ejemplos locales, mucho más que en la sofisticada urbanística francesa con la que se lo asocia apresuradamente; no obstante su condición de “hombre culto”, conocedor, no sólo de los escenarios europeos sino de lugares tan exóticos como Asia (?) o África del Norte, hacían de Rosas un gobernante especialmente calificado en términos de opinión pública, que incluso fue requerido muchos años más tarde, cuando debieron evaluarse los referentes histórico-artísticos de la Provincia de Santa Fe. Hemos hablado a lo largo del trabajo del fracaso de muchas propuestas en razón de la débil base jurídica que el país presentaba y esto fue sin dudas un impedimento para que la urbanística francesa fuera algo más que un remoto referente, ya que en la Argentina de fines del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX las consideraciones sobre los intereses públicos, o las razones de utilidad pública, aún no contaban con los instrumentos legislativos adecuados. Por otra parte, la mayor parte de los técnicos intervinientes en los primeros proyectos –Larguía, Ghiglione, Lomello- todos formados en Italia, en el Politécnico de Turín o en la Accademia Pontificia, tampoco aseguran que la referencia a Francia deba ser tan inmediata, al menos hasta el Centenario, sino más bien provenir de una articulación más abierta de ideas y proyectos previos. En la etapa posterior, de 1920 en adelante, si puede aparecer con más fuerza París pero no ya de la mano de Haussmann sino del Instituto de Urbanismo, como pudimos ver en el capítulo VI. Para que un plan urbano pueda referenciarse en el modelo haussmanniano, no basta sólo conque contenga algunos de sus rasgos formales más característicos como la apertura de nuevas avenidas en tejido vetusto, la incorporación de arquitecturas de escala monumental o la figura de un intendente autoritario que lo convalide; la haussmannización incorporaba también cuestiones de otro orden que, en general, no se vieron involucradas en los proyectos que nos atañen, como las metodologías de actuación sobre el tejido existente, los dispositivos normativos que permitieron las intervenciones, la problemática social que suponía la expulsión de población de las área históricas, la incorporación de los tendidos infraestructurales que tornaban integralmente moderna la transformación. Es una especial coyuntura política, económica y social la que debería producirse, para que pueda hablarse con propiedad de la emergencia de esa verdadera vidriera de la 556

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modernidad que fue la urbanidad haussmanniana,9 que estaba muy lejos de las realidades y de las capacidades proyectuales de estas ciudades provincianas donde, en el mejor de los casos habían llegado a aplicarse algunos principios aislados, emparentados con las estrategias del Barón Haussmann, en términos de higienismo, de trazados o de paisaje urbano. Para el reconocimiento del denominado “ciclo haussmanniano” y la ubicación de todo aquellos que, por exclusión, no se corresponde con el mismo, es interesante recordar la definición de Marcel Roncayolo: “El ciclo haussmanniano integra fenómenos de momentos cronológicos diferentes. Es la conclusión de una lenta renovación de conceptos y representaciones de ciudad /.../ es en el encuentro de un urbanismo autoritario y de las nuevas estructuras del capitalismo, donde se desenvuelve el ciclo haussmanniano...”10

Estaría entonces en discusión que fuera posible una transferencia tan directa de este modelo como se ha querido hacer pensar, por ejemplo, en lo referido al programa de disciplinamiento social que subyacía al proyecto urbano, o en lo atinente al cuerpo normativo requerido para hacerlo efectivo; tal vez el debate debería pasar por verificar si se trata de un modelo que pueda exportarse a realidades urbanas distintas y si tiene sentido plantear la hipótesis de la haussmannización por fuera de la ciudad europea. Otro lugar común de la historiografía tradicional es el de trazar rápidas analogías entre las figuras de los intendentes o prefectos americanos con la figura del Barón Haussmann, de lo que se recogen sobradas referencias sobre personajes tales como Benjamín Vicuña MacKenna en Santiago, Torcuato de Alvear en Buenos Aires o Francisco Pereira Passos en Río; por extensión aparecen otros Haussmann de menor talla entre los intendentes de ciudades provincianas. No obstante, respecto de esta cuestión Gorelik encuentra otro tipo de aproximaciones: “...ahora podemos ponderar con mayor precisión la ‘influencia’ de Haussmann; mucho más que una ‘moda’, mucho más que la aplicación ‘parcial’ o ‘equivocada’ de un sistema de reforma urbana, el haussmannismo en Latinoamérica fue la construcción de figuras semejantes de intendentes-administradores-dueños, los “Lord Mayores” de los que Haussmann fundó los tics principales y que han permanecido, casi podría decirse hasta nuestros días, como ideal de gobernante para la ciudad”.11

Esta dinámica proyectual se articuló sobre una base mucho más compleja, de trasfondos ideológicos, políticas económicas y sociales, operaciones inmobiliarias, que habilitaron situaciones nuevas en el medio provinciano. La teoría urbanística estuvo presente en estos proyectos: en algunos casos explicitada en los escritos de presentación pero en otros constituyendo un nivel de justificación remoto y puede destacarse que, tanto o más que de los conceptos, de las bases teóricas o de la modelística que los avalaron, estos planes dependieron de las figuras políticas o técnicas que los impulsaron, de su ubicación en el cuerpo social, del consenso que lograron obtener. Esta necesidad de adecuación, de traducción de los modelos da lugar a un rico proceso de adaptaciones a la circunstancia productiva local, lo que en sí mismo significa una reformulación de las premisas teóricas, debiéndose resaltar que la ciudad no fue en estos proyectos objeto de teorización, sino que su realidad fue manejada desde fragmentos de teorías que fueron tomados desde un universo de conocimientos con relativamente escasa sistematicidad. En esta traducción de modelos exógenos que pudimos ir verificando a lo largo del trabajo, estuvo implícita, con certeza, la causa de las dificultades y la imposibilidad de concreción de muchos de estos proyectos, en la medida que no estaban dadas las condiciones para su efectiva materialización, con lo cual se pone de manifiesto que, en su mayoría, actuaron como apelaciones a una “voluntad de ser” de las ciudades antes que 9

Tal como reflexiona Eloísa Petti para los casos de Río y Bahía. Ver: PETTI PINHEIRO, Eloísa. Europa, França e Bahia. Difusao e adaptaçao de modelos urbanos. Salvador, Edufba, 2002, p. 289. 10 RONCAYOLO, Marcel. “La production de la ville”, en DUBY, George. Histoire de la France Urbaine, Tomo 4. Citado por PETTI PINHEIRO, E. Op. cit., p. 289. 11 GORELIK, A. Op. cit., p. 123. 557

como previsiones realistas dentro de las limitadas condiciones de las respectivas coyunturas.

Hasta aquí he tratado de dar respuesta a las iniciativas y objetivos que motivaron este trabajo de tesis; aun sin estar totalmente segura de haber respondido con éxito a las exigencias iniciales, tengo el convencimiento de haber incorporado elementos que me brindan mayor claridad para reflexionar sobre esas cuestiones que inicialmente me preocuparon. El recorrido por los materiales, por los testimonios y por las construcciones que pude ir yo misma elaborando a lo largo de la investigación, ha resultado verdaderamente enriquecedor en ese sentido. En el capítulo introductorio se hizo mención a una creciente vocación de la historiografía urbana a partir de los años ‘80 por colocarse en un cuadro de referencias espacio-temporales específicas,12 haciendo énfasis en el estudio de casos, en indagaciones puntuales, en la proliferación de una analítica de aspectos parciales por sobre las historias generales. Esto ha dejado un indiscutible saldo positivo ya que ha llevado a poder contar, en este punto, con una importantísima producción historiográfica en términos de información, de reflexiones y de interpretaciones sobre distintos aspectos de la urbanidad de nuestras ciudades americanas y argentinas, de las que este trabajo se pudo valer ampliamente para su desarrollo. Estaríamos en un momento en que es lícito aspirar a recomponer ese mosaico, en apariencias disperso e inconexo, dada la variedad y diversidad de estudios relevados, pero sólidamente fundado en la seriedad y el rigor científico de muchas de las investigaciones producidas. En ese sentido, pretendí dar un paso más, comenzando a cruzar algunas cuestiones relativas a las historias urbanas de nuestras ciudades que hasta ahora habían sido objeto de estudios independientes; pretendí que esos cruces enriquecieran las visiones previas al poner los distintos casos en un horizonte de contrastación que permitiera verlos desde una perspectiva diferente. El historiador venezolano Arturo Almandoz, a quien reiteradamente cité en la introducción, ya que sus trabajos fueron una referencia permanente, comentaba un par de años atrás, con optimismo, que este momento de la historiografía constituye una coyuntura de superación de aquella disgregación operada por la microhistoria y citando a Nancy Stieber, apuntaba: “Hemos alcanzado el estadio en el que podemos esperar una creciente cosecha de la fecundación cruzada que ya ha tenido lugar y que quizás anticipa un futuro en el que los estudios comparativos enfocan herramientas conceptuales generalizadoras, de manera que podamos hablar de nuevo de la historia del urbanismo en gran escala”.13

Es un optimismo que, con las reservas del caso, puedo compartir en tanto este trabajo me ha permitido vislumbrar grandes potencialidades y un rico campo de trabajo poco explorado hasta ahora, en los estudios comparados de historia urbana de nuestras ciudades provincianas. Los procesos concomitantes y las distintas manifestaciones que en paralelo se pudieron verificar, tornan especialmente productiva esta línea.

12 CALABI, Donatella. “La storia urbana in Italia”. En número monográfico de The Different Traditions of Urban History in Europe, in "Helsinki Quarterly", Helsinki, 2002. 13 STIEBER, Nancy. “Microhistory of the Modern City: Urban Space, Its Use and Representation”, en Journal of the Society of Architectural Historians, Vol. 58, nº 3, Chicago, Society of Architectural Historians, septiembre de 1999, p. 383. Citado y traducido por ALMANDOZ, Arturo. “Notas sobre historia cultural urbana. Una perspectiva latinoamericana”. En Boletín Digital Perspectivas Urbanas / Urban Perspectives, Barcelona, 2002.

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Siempre he acordado conque el conocimiento de la historia urbana de las ciudades tiene una importante incidencia en el estudio de la ciudad actual y en las posibilidades de explicarla y fundamentar los modos de intervención sobre ella; pero para que este conocimiento adquiera la condición de tal y no sea mera información cuantificada, para que este conocimiento pueda transformarse en verdadero instrumento de interpretación de esas ciudades, resulta imprescindible cruzar la lectura física, eminentemente técnica de las mismas, con un enfoque cultural, en el que las decisiones técnicas aparezcan justificadas en sus motivaciones más profundas y en sus coyunturas. Considero que las cuestiones de la historia urbana santafesina puestas de manifiesto aquí en correspondencia con las de otras ciudades, pueden aportar a una interpretación más plena y consistente de su situación actual y enriquecer la reflexión sobre sus problemáticas respectivas. Abrimos la investigación con aquel aforismo de Confucio, del capítulo II de las Analectas, citado en el trabajo del EPBA,14 que afirmaba la posibilidad de acceder a un sabio conocimiento de las cosas, a través de una mirada actualizada hacia la historia. “Quien insufla nueva vida en los antiguos y de tal modo alcanza el conocimiento de lo nuevo, ése es un maestro”.

Sin pretender el magisterio, espero haberme aproximado aquí a esa mirada actualizada hacia la historia, hacia un pasado interrogado desde los problemas del presente, que me permita legitimar el trabajo y la investigación sobre la ciudad.

14 “Evolución de Buenos Aires en el tiempo y en el espacio”, en Revista de Arquitectura nº 376-377, Buenos Aires, 1956, p. 25. Número doble especial, uno de los que la SCA dedicó (nº 374 a 377) a publicar el estudio de realizado en el marco del EPBA siete años antes.

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ANEXOS

Contenido UN GRAN PROYECTO Periódico La Revolución, Santa Fe, 29 y 31/03/1887 INTERESANTE REPORTAJE. El Intendente Sr. Rosas y sus vistas edilicias Diario Nueva Época, Santa Fe, 07/05/1908 BOULEVARES 4 DE ENERO Y MENDOZA. Importante proyecto de la Intendencia Diario Nueva Epoca, Santa Fe, 29/06/1910 PROYECTO DE URBANIZACIÓN DE LA CIUDAD DE SANTA FE Diario Santa Fe, 01/ 02/1921, 5ª sección. PROYECTO DE URBANIZACIÓN Revista Arquitectura nº 11, Rosario, 1927. EL RELLENAMIENTO Y CANALIZACIÓN DE LOS BAJOS DEL SALADO Diario Santa Fe, 10, 12 y 13/11/1932. PARQUE SUD DE SANTA FE. MEMORIA DESCRIPTIVA Diario El Litoral, 1º/01/1940.

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UN GRAN PROYECTO1 El Intendente D. Jonás Larguía ha concebido un doble proyecto que en caso de realizarse vendría a cambiar completamente la fisonomía de nuestra ciudad, dándole un aspecto risueño y hermoso. Se trata de la apertura de un boulevard de circunvalación que encierre el corazón de la ciudad dentro de un perímetro dado, sirviendo de base el río. Para el efecto, se expropiaría en toda la extensión de la vía proyectada, un área de terreno de cien metros de ancho que se dividirá así: cincuenta metros para el boulevard y el excedente (otros cincuenta metros) en pequeños solares, con salida a dos calles, que se venderían a precios relativamente módicos, con condiciones de pagos que permitan a los 1

Este proyecto no fue publicado en las ediciones oficiales del municipio, sino a través de la prensa local; Periódico La Revolución, Santa Fe, 29/03/1887, p.1, col. 1 y 2. 563

artesanos adquirir sin grandes sacrificios el deseado hogar, pensamiento que antes de ahora ha sostenido LA REVOLUCION. Examinemos por parte el proyecto: LA EXPROPIACION Suponiendo que el boulevard de circunvalación afecte la forma cuadrada en su posible pureza, (pues uno de los lados sería siempre irregular por formarlo el río) podría tener seis cuadras de Este a Oeste en los extremos Sud y Norte, y el doble (doce cuadras) en la recta que cerraría el cuadrado. Esta extensión constaría de veintidós manzanas de cien varas por costado, que a un precio (mínimo) de dos mil pesos nacionales, harían la respetable suma de cuarenta y cuatro mil pesos nacionales. Si para cubrir este importe se hubiese de celebrar un empréstito con el Banco Provincial o el Nacional, habría que pensar en lo que se necesitaría para atender las amortizaciones. El primer año sería: 44.000 $ al 8% de interés................................$3.520 Descuento de un 10%.....................................$4.400 $7.920 Alrededor de ocho mil pesos moneda nacional . El empréstito sería tanto menos oneroso, cuanto mejor servicio se haga de la deuda, de manera que anualmente se reduciría concluyendo a los diez años. EL BOULEVARD Se proyecta una gran vía de cincuenta metros de ancho, con pavimento (trotaderas) de empedrado mixto y tren-vía a ambos costados del boulevard, es decir con doble línea. El centro, en una extensión máxima de treinta metros, sería adornado con hermosas plantaciones, afectando lucidas formas, para solaz y recreo de los paseantes. Sería así una especie de parquet de treinta metros de ancho y más de dos mil de largo, de manera que pueda llamarse, después de realizado, la verde diadema de la coqueta Santa-Fe. El boulevard debe estudiarse bajo dos puntos de vista: de higiene el uno, económico el otro. Es indiscutible su bondad bajo el primer aspecto. Santa-Fe posee los peores alrededores del mundo. Una cinta de callejuelas sucias, lodosas, llenas de yerbas e inmundicias, le rodean. Una buena cantidad de malos ranchos, donde la higiene se descuida en absoluto, y las gentes viven en informes grupos, son los únicos adornos de esas calles. Esos suburbios son pestilentes. Allí hay un eterno productor de enfermedades, y un vivero inextinguible de microbios. El boulevard, abriendo una gran calle, un ancho pulmón en medio de esa miseria inesplicable (sic), concluiría con todos esos males remediándolos de la mejor manera posible. Sus plantaciones serían un poderoso depurador de la atmósfera; su cinta de nuevos edificios, edificados bajo una base científica, en virtud de la cual se hallen respetadas todas las sanas reglas de la higiene, servirá de enemigo al rancho descuidado y sucio que huirá lejos de allí, como huye siempre el haraposo inmundo de la gente limpia y decentemente vestida. El boulevard y sus edificios educarán el gusto de las clases pobres, demostrándoles el medio de ascender moral y materialmente en la escala social, saliendo de la miseria, que entre nosotros es hija legítima de la pereza y de los vicios. La distancia del puerto y de las plazas no sería por otra parte una objeción. El trenvía cruzando a cada instante, pondría a los habitantes del boulevard en comunicación breve y 564

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barata con los puntos más lejanos de la ciudad. Y después, la atmósfera, pura, la tranquilidad de los barrios no comerciales, la regularidad misma del medio social, harían de aquella zona un lindísimo Edén. Córdoba posee algo parecido. Su boulevard del Oeste, es uno de los más bellos, más tranquilos y más sanos parajes de la ciudad. La tendencia del hombre es vivir en un medio atmosférico puro. Los porteños buscan ya Barracas, ya Flores, o sus cercanías para vivir. Los londinenses opulentos, huyen del infierno del centro para habitar sus detached-house (sic) en los alrededores y aún en Brighton, Southampton, Hasting, etc., etc. La conquista del aire puro es el anhelo común. --Ahora estudiemos el boulevard bajo el punto de vista económico. Ya hemos visto como la sola expropiación del terreno sería una carga pesada para el Erario Municipal. La extensión del boulevard, con las boca-calles, sería de dos mil quinientos metros más o menos. El empedrado mixto tendría probablemente diez metros por costado; pero si se descuentan las veredas y lo que ocuparía la vía del tranway (que suponemos empresa particular) quedarían siempre quince metros, sería entonces, más o menos, cuarenta y dos mil metros de empedrado. Supongamos que la mitad la pague el Gobierno, siempre le daría a la Municipalidad una superficie que reclamaría, para empedrarla, gruesas sumas. Agréguese a esto el costo del arbolado, su cuidado, aumento, etc., etc., y no se nos tachará de exagerados si manifestamos la sospecha de que será igual al del adoquinado que actualmente se está construyendo. ¿Está el Erario Municipal en condiciones de soportar tan ruda carga: Adoquinado – Expropiación – Pavimentación y arreglo del boulevard? CASAS PARA OBREROS Las medias manzanas dedicadas a la edificación de Casas para Obreros, podrían dividirse en doscientos veinte solares, constando cada uno de diez metros de frente por cincuenta de fondo, aunque bien podría llevarse más allá la subdivisión, dividiendo en veinte solares la media manzana, los que constarían de diez por veinticinco. ¿Cuál sería el precio de los solares de diez metros por cincuenta? Creemos que ante todo debe resolverse esta pregunta: ¿Los solares se ofrecerán edificados o no? ¿Se dejará al arbitrio de los compradores la edificación de aquellos solares o se les impondrá el deber de hacer cierto mínimun de obras en cada solar? Nos parece que en esta clase de proyecto, es menester huir de los medios términos. Por consiguiente nos decidimos por estas soluciones: 1º Venta de un solar por familia a artesanos o trabajadores que no posean casas en condiciones de buena habitabilidad; 2º Edificación uniforme por una empresa particular, bajo los auspicios de la Municipalidad, de edificios que consten por lo menos de tres habitaciones, cocina, letrina y pozo de balde, rodeada la propiedad de tapial. Pudiera haber dos formas de obtener este resultado; 1º Venta del solar con la obligación de edificar el mínimun establecido en el término de un año; 2º Venta del solar con los edificios ya hechos y garantidos por la empresa hasta cierto tiempo. ¿Cuánto costaría el solar? –No más de doscientos pesos, si es que no se trata de lucrar. ¿Cuánto el solar edificado? –No más de mil y quinientos pesos moneda nacional, a fin de que esté al alcance de los artesanos más modestos y cargados de familia.

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¿Qué interés y amortización pagaría el comprador mensualmente, para que pueda pagar en un tiempo determinado el valor de su propiedad? Si pagase el 5 % de interés anual y el 10 de amortización, el primer año se vería afectado con un desembolso mensual que fluctuaría entre diez y nueve y diez y seis pesos. La carga es tanto más soportable, cuanto irá gradualmente disminuyendo hasta extinguirse a los diez años. Una sociedad anónima con dos o trescientos mil pesos de capital podría fácilmente hacerse cargo de la construcción de los doscientos veinte edificios puesto que debe calcularse el costo material de cada uno, dadas las condiciones en que puede colocarse el Banco Constructor, en sólo mil pesos. Una Empresa de este género tendría sus hornos, talleres, albañiles y maestros especiales, uniendo todas estas ramas especiales al negocio principal, y así el resultado se haría más posible y lucrativo. En resumen: el proyecto, del que solo conocemos la idea en general, estudiado a grandes rasgos: -Es realizable. -Es liberal. -Es útil y conveniente. -Sin embargo, necesitamos conocerlo en todos sus detalles para estudiarlo bajo esta otra faz, por lo menos. ¿está el poder comunal en condiciones de llevarlo a cabo? El Sr. Larguía tiene la palabra.

UN GRAN PROYECTO2 Con este título atrayente trae LA REVOLUCION en su número anterior un artículo sobre el proyecto de construir un boulevard de circunvalación en esta ciudad, y que termina invitándome para explicarlo. Él es la consecuencia de la iniciativa de la prensa local, que ha pedido con muy buenas razones a la Municipalidad, que arbitre los medios conducentes a evitar que suban demasiado los alquileres, como se observa desde hace un año con perjuicio evidente de los que no tienen un hogar propio. Yo creo también que tan justo pedido debe ser atendido con preferencia por la Municipalidad. Opino igualmente, que en todo asunto en que esté tan directamente interesado el público, éste debe ser consultado por el órgano de la prensa antes de dictar las leyes u ordenanzas, que deben ser cumplidas sin apelación. En el caso presente, antes de proceder a la apertura de un boulevard de circunvalación, debe conocerse con claridad la evidente necesidad de esta obra; porque de lo contrario sería inútil para los fines de su construcción ofrecer a la población las comodidades que no necesita, gravando además al Municipio con gastos que no sean requeridos por la necesidad pública, ni reproductivos, sino de mera comodidad y lujo. El aumento sorprendente de la población, es evidente por el aumento del valor de la propiedad, que ha duplicado en un año; por la gran dificultad que se siente para encontrar casas de alquiler, y por el aumento de más de cuatro mil individuos que se calcula se han establecido en esta ciudad en todo el año 1886 hasta la fecha.

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Periódico La Revolución, Santa Fe, 31/03/1887, p.1, col. 1 y 2.

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Demostrada, pues, la necesidad de aumentar los hogares, especialmente para tener casas de recreo en verano, de que carecemos, para casas de comercio de menudeo, para industrias y para trabajadores, es fácil comprender que no bastan las cuatro o cinco calles que están pobladas, y en las cuales el valor de la propiedad y los alquileres no están al alcance de los que disponen de una pequeña renta o corto capital. A los dueños de quintas, por otra parte, no les conviene vender aisladamente uno o más solares dentro de su propiedad, porque así obtendrían un bajo precio desperfeccionando aquellas. Se impone, pues, la necesidad de dar desahogo a la población facilitando el medio de comprar solares bien situados, y relativamente baratos, donde cada uno pueda construir su hogar según sus necesidades, teniendo al frente un estenso (sic) boulevard y al fondo una calle real. Las condiciones en que pienso podría resolverse este problema de interés general, son las siguientes: La expropiación a precios justos de una cantidad de manzanas de terreno alrededor de la población ya dividida en solares. La división de estas manzanas por un boulevard de cincuenta varas de ancho (43 metros 30) que dejaría de uno y otro lado solares con cuarenta metros de fondo y con dos frentes cada uno. El precio a que se venderían estos solares, costearían los gastos de expropiación, mensura, limpieza y plantación del boulevard en los puntos donde no existen bosques ya formados en las quintas, y que quedarían en parte existentes. Una empresa de tranway ya está resuelta a proponer la construcción de una vía, con tarifa económica, en todo lo largo del boulevard, comprometiéndose a formar en el trayecto una trotadera de macadán, debiendo ser la otra formada por la Municipalidad, con el producto de los solares vendidos. La construcción de edificios en los lugares que no sean comprados por particulares, sería contratada en parte por el Banco Constructor Santafesino, por algunas otras empresas especuladoras en terrenos, que ya están formadas entre nosotros, y por nuevos pobladores que llegan diariamente deseosos de establecerse en esta ciudad que principia a llamar la atención pública en la República y en el extranjero por su rápido progreso, y la fuente inagotable de riqueza y comercio que le ofrecen las colonias ligadas a nuestro puerto por varios ferrocarriles. La Municipalidad no tendría necesidad de cobrar el precio de los terrenos al contado; porque le bastaría pagar los intereses del capital invertido y una amortización del mismo, que no debería exceder el 5% del capital empleado, para que todos los que cuenten con alguna renta puedan obtener una propiedad sin grandes sacrificios. Sería conveniente que los solares se vendan con condición de edificarlos, para evitar que los especuladores monopolicen la propiedad manteniéndola desierta por mucho tiempo, e inútil para los que necesitan comprar casas en propiedad o alquilarlas. Acaso convendrá también en ciertos lugares, donde la población inmediata sea más difícil, vender los solares con condición de cercarlos solamente y construir veredas. El precio y extensión de los solares deben variar según sea la densidad de la población y el precio a que se hubiera expropiado la manzana. Creo que las explicaciones que anteceden son bastantes para contestar, a las preguntas que LA REVOLUCION ha tenido a bien dirigirme en el interesante artículo que contesto.

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En cuanto al crédito para abonar los terrenos necesarios, podrá obtenerse directamente de los bancos, o por medio de la emisión de bonos a interés y amortización razonables, que serían servidos exclusivamente con el producto de la venta de los terrenos. Todos estos puntos que propongo a la consideración de los R.R. de LA REVOLUCION serán resueltos cuando se presente el proyecto de ordenanza al Consejo Deliberante, después de conocer cuales son las opiniones dominantes, o más autorizadas ante la opinión pública. Como se apercibirán los Sres. Redactores, mi propósito no es comprometer las rentas ordinarias de la Municipalidad en esa obra de gran utilidad y fácil realización, toda vez que, como lo espero ella sea bien aceptada por la población trabajadora, a la que es especialmente consagrada. Agradezco íntimamente a los Sres. Redactores de LA REVOLUCION y La Nueva Época el interés con que han iniciado la discusión de este proyecto, y espero que la primera idea será muy mejorada con sus ilustradas opiniones antes de entrar en vía de realización. J. Larguía.

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INTERESANTE REPORTAJE. El Intendente Sr. Rosas y sus vistas edilicias3 El importante diario metropolitano “La Argentina” aprovechando la estadía en la Capital Federal de nuestro intendente Sr. Edmundo J. Rosas, lo ha sometido a un oportuno reportaje del que resultan expresivas declaraciones sobre las miras edilicias que abriga el laborioso funcionario. Considerándolas de interés desde que se relacionan con los progresos de nuestra capital y reformas en su planta urbana, las transcribimos seguros de que serán del agrado general. Interrogado el Sr. Rosas respecto a la rebaja de impuestos municipales solicitado por el comercio acordó este punto con la siguiente declaración: – Ella ha sido acordada en parte, aunque el pedido ha venido un tanto tarde. En esta cuestión tiene razón la municipalidad y los solicitantes. La 1ª, ya que el difícil estado financiero a que han contribuido imprevisiones y tolerancias comunes exige del contribuyente los sacrificios necesarios para reparar una situación apurada y que debemos buscar sea momentánea; y tienen razón los contribuyentes porque el capítulo de los servicios públicos ha sido un poco descuidado y quien sufre las cargas tiene derecho a exigir los beneficios, por más que sea cierto que en materia de impuestos municipales Santa Fe pague muchos menos que Tucumán, Córdoba y hasta Bahía Blanca. Trataré de hacer esos servicios y en la confección del presupuesto próximo, he de auspiciar en la parte que 3

Diario Nueva Época, Santa Fe, 07/05/1908, pp. 1 , 4, col. 6. 569

me corresponde, la rebaja de los impuestos de abasto, en beneficio de las clases pobres y exigir de las clases acomodadas y del comercio la cuota estrictamente necesaria para reparar la situación actual y sufragar los servicios públicos, propios de una comuna civilizada. En la parte administrativa seré inexorable en la percepción de la renta, prudente en el capítulo de los gastos y a fin de controlar el servicio de la maestranza, usina eléctrica y tramway municipal, reparticiones que por la naturaleza de sus servicios supone la erogación más grande del presupuesto. – ¿Piensa el señor intendente hacer alguna obra pública? – En el estado actual de las finanzas municipales no puedo ni debo hacer nada que suponga nuevas erogaciones para el erario. He de defender mi actuación haciendo cumplir estrictamente las ordenanzas que se refieren a la conservación de afirmados y veredas, blanqueo de casas, higiene de conventillos, ya que los de Santa Fe por su falta completa de la misma dejan atrás y no exagero a las casas de White Chapel o las de muchas ciudades marítimas que por lo general son las más antihigiénicas. Buscaré también transformar las plazas y paseos que por una equivocada noción estética y de conveniencias muy difundida en la república, se han convertido en parques ingleses, muy aceptables en su país de origen, pero no entre nosotros, donde soles caniculares piden a gritos, puede decirse, la defensa de la naturaleza umbrosa, imitando así el ejemplo de muchas ciudades del Mediterráneo y especialmente de Palermo, en Sicilia, que no obstante contar a su favor los más adelantados refinamientos edilicios, conserva, sin embargo, en sus paseos, la hermosa flora tropical de su suelo que nosotros nos empeñamos en cambiar por la exótica. Como no se trata de gastar dinero y si voluntad y constancia, he de buscar trazar los lineamientos de un parque central en los terrenos ganados al puerto, a una cuadra de la calle principal, dotando a Santa Fe de una riqueza edilicia que no tiene Buenos Aires. Quedará, así, en comunicación con el extremo norte de la ciudad en el paseo Oroño, resolviendo un problema de estética y de comunicación rápida para el futuro, pues el recorrido supone una economía de casi 20 minutos de tiempo comparado con el actual por calles en ángulo recto. – El Sr. Intendente, que parece ha viajado algo, ¿podría decirme que impresión le causa Buenos Aires? – Aunque pueda ofender el patriotismo de muchos, le diré con entera franqueza, que Buenos Aires, ediliciamente hablando, está muy lejos de ser lo que se cree, no obstante la indiscutible competencia de sus autoridades actuales y anteriores, producto todo de errores del pasado. – Sin embargo, sus avenidas, sus palacios, el Jardín Zoológico. – En el Jardín Zoológico faltan muchas especies que se pierden en construcciones aplastadoras por lo grande y repartidas. Sin el plan necesario para que los visitantes las encuentren sin esfuerzo, como sucede en Londres, donde el recorrido forma una S desde la entrada a la salida, a cuyos costados están agrupadas las instalaciones. En cuanto a avenida, la de Mayo es angosta y no ha acortado distancias por su dirección paralela a las otras calles, siendo su edificación pesada, y, por último, en cuanto a monumentos, éstos están tan escondidos que hay que buscarlos con linterna. Fuera de algunos monumentos de Paris en barrios extremos, como Montmartre y el Panteón, al tourista (sic) que buscara una impresión de ojo le bastaría recorrer el trayecto de la rue Royale, plaza de la Concordia y Campos Elíseos para ver los más grandes monumentos como la Magdalena, el palacio Borbón, los Inválidos, el Grand Palais, Arco de Triunfo, etc. Lo que digo de París se puede aplicar a Londres con Westminster, el Parlamento, Museo Británico; a Berlín con el palacio real, arsenal, ópera y otros edificios sobre la Unter den Linden; como a Viena, Budapest y otras ciudades, en fin, que no han seguido nuestro ejemplo de levantar monumentos sin perspectivas, sin coordinación y buscando como en provincias, dar vida así a barrios lejanos y tranquilos. Esto más bien bajo el punto de vista estético, ya que Bs. As., está a gran altura en otros detalles edilicios con referencia a higiene, pavimentación y vías de comunicación, no teniendo, por otra parte, como pagar la acción inteligente y eficaz del Señor Thais (sic), que en el cuadro triste del trazado urbano y base de calles chatas y angostas y sin edificación 570

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definida, ha sabido proyectar la nota alegre y elegante de admirables plazas, jardines y parques. – Para terminar, Sr., cerrando este capítulo interesante, ¿qué opinión le merece el Partido Comunal de esa ciudad? – El mayor de los respetos, porque lo tengo muy alto por los caballeros que lo componen, dada su actuación social, comercial y política. Cuando se desempeña una gestión como la actual, tan llena de intereses encontrados, el control popular es saludable. “Trataré de hacerme digno de la confianza con que el comercio de Santa Fe ha recibido, según parece, mis primeras iniciativas.”

BOULEVARES 4 DE ENERO Y MENDOZA. Importante proyecto de la Intendencia4 La intendencia municipal ha remitido al honorable consejo deliberante el siguiente proyecto de ordenanza el cual fue sancionado ayer mismo por aquella corporación. Santa Fe, junio 28 de 1910. – Honorable Consejo Deliberante. – Sala de sesiones. – Tengo el honor de someter a la ilustrada consideración de vuestra honorabilidad el adjunto proyecto de ordenanza por el cual se determina una nueva línea de edificación para los edificios a construirse o refaccionarse en sus fachadas con frente a las calles 4 de Enero desde 3 de Febrero hasta Boulevard Carlos Pellegrini y Mendoza en toda su extensión, a fin de dar a la misma una anchura máxima de 25 metros comprendidas las veredas, arterias estas que por cruzarse perpendicularmente en el punto conocido por Plaza San Antonio dividirán en secciones aproximadamente iguales por su extensión la zona comprendida entre las calles mencionadas, llamada a constituir por la especialidad de su situación el núcleo principal de comercio e industria de la futura ciudad. La apertura de grandes arterias públicas que respondan al desenvolvimiento siempre creciente de los centros urbanos, se requiere con carácter apremiante en ciudades como Santa Fe, que por la pobreza de su trazado colonial, lo embrionario o vetusto de su edificación y los progresos que ya se palpan con la terminación de las obras portuarias, exigen una vez por todas la iniciación de las grandes reformas edilicias que han de impulsar su estética y vialidad futura, siquiera sea en la forma lenta y tímida a que obliga la situación de las finanzas municipales pero con la alta previsión del momento en que se las encara, ya que la moderna edificación que se inicia en la misma, permitirá resolver paulatina y económicamente la realización de los ensanches necesarios en un término aproximado e inmediato de diez a quince años, lo que constituye un instante en la marcha perenne de la ciudad hacia la realización de sus progresos definitivos. La construcción de estas vías previene por otra parte las objeciones (sic) que se han formulado a las proyectadas últimamente en la capital federal con fines más estéticos que prácticos, pues fuera que su trazado constituye según la opinión de este departamento ejecutivo la base indispensable para dar a la futura planimetría de la ciudad proyecciones suntuosas y cómodas a la vez, y la circunstancia de estar indeterminado aun el asiento definitivo de la población en grandes núcleos, lo lleva a sostener entonces que las nuevas vías formarán y cimentarán también los nuevos barrios. La elección de las calles 4 de Enero y Mendoza para los fines que se persiguen queda abonada si se tiene en cuenta que ellas forman el eje de la zona de la ciudad llamada a ser el centro de su vida activa, aparte de que por cruzase en ángulo recto en el punto llamado Plaza San Antonio, permitiría en virtud de exigencias futuras que por su vértice pasarán dos diagonales, una de las cuales partiendo de la Plaza de Mayo terminaría en el actual Vivero Municipal y la otra desde la Plaza España hasta la estación inglesa, con lo cual 4

Diario Nueva Epoca, Santa Fe, 29/06/1910, p. 4, col. 5 y 6. 571

se resolvería ampliamente el problema de poner en rápida comunicación esta importante repartición ferroviaria con la zona servida por el puerto que tendrá en la calle Mendoza su principal arteria de desahogo, fuera de que la segunda de las diagonales expresadas cruzando su trazado por el centro de la Plaza San Martín y España, resolvería también con la economía consiguiente para la realización de esta obra, exigencias de estética pública que darían a la ciudad proyecciones desahogadas y monumentales. Este departamento ejecutivo cree fundadamente que con el ensanche inmediato de las calles 4 de Enero y Mendoza, se dejan las bases fundamentales para la reforma futura de la ciudad y es de desear que las sucesivas administraciones comunales con las facilidades que ofrece el naciente desarrollo de este municipio y las perspectivas de una ayuda financiera que los poderes centrales se ven imposibilitados de aportar en el caso presente por circunstancias notorias y que para estos fines suple en todas partes el presupuesto doméstico de las comunas, completen la ejecución de esta reforma dentro de la integridad del concepto práctico y estético que la informa. Los inconvenientes de esta última ordens (sic) que se derivarían de los ensanches proyectados, pueden subsanarse fácilmente dispuesto como se encuentra este departamento ejecutivo a ofrecer gratuitamente lala (sic) construcción de jardines en los espacios que resulten con la nueva delineación, mientras dure el proceso de su terminación definitiva. Por último y en lo que se refiere a las expropiaciones que el actual ensanche supone, este departamento ejecutivo piensa fundadamente que podrá atenderlas paulatinamente con compensaciones razonadas de derechos de edificación, exención de impuestos, servicios públicos y con las formas que permitan las finanzas municipales en toda la latitud de su solvencia, para asegurar a cualquier costo la realización de una obra que debe ser el complemento indispensable de la futura importancia comercial y política de la ciudad. Dios guarde a V.H. – Edmundo J. Rosas. – Francisco Montovarría, secretario.

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PROYECTO DE URBANIZACIÓN DE LA CIUDAD DE SANTA FE5 Publicamos en esta misma página tres notas gráficas correspondientes al proyecto presentado oportunamente al Consejo Deliberante por el doctor Escobar, sobre “urbanización“ de la ciudad de Santa Fe. Cuando el doctor Escobar presentó su proyecto, aplaudimos la iniciativa, llamada a tener incalculable importancia para esta vieja ciudad. Manifestó entonces, que su proyecto le 5

El plan fue presentado ante el Concejo Deliberante por el concejal Edmundo Escobar con el título “Urbanización de la zona norte de la ciudad” en noviembre de 1912 y expuesto por el autor en la sesión del día 29 de ese mes. Ver: ACDM-Libro de Actas. Tomo 1911/1913, fs. 334 a 338. El diario Santa Fe, en un número especial por su aniversario, publicó el proyecto casi una década más tarde: “Proyecto de Urbanización de la ciudad de Santa Fe”, en Santa Fe, 1º/ 02/1921, 5ª sección, p. 28. 573

había sido inspirado por la feliz tendencia de las ciudades europeas que había visitado, en las que había podido palpar la bondad de todo cuanto representa una organización urbana aproximada a la mayor perfección, pero a costa de enormes erogaciones, como ha ocurrido en ciudades como Barcelona, Bruselas, Milán, etc., erogaciones que debían ser satisfechas por el gobierno de aquellos países, sin gravar las rentas municipales. Según el proyecto del doctor Escobar, la urbanización de nuestra capital tampoco gravaría al municipio ni al gobierno de la provincia, por cuanto municipalizaba en una forma sencilla uno de los servicios destinados a la vialidad pública; con lo que se obtenían anualmente cerca de 250.000 pesos y que sin aumentar el importe de sus servicios, cada cinco años se haría el gasto de expropiación correspondiente a las avenidas, prolongación de 58 calles existentes y la apertura de otras 66 más. Al propio tiempo y en igual forma se expropiarían los terrenos destinados para parques, al sud y norte del municipio; expropiación que debería ser autorizada por las cámaras. La ejecución de esta obra debería quedar terminada en 30 años o mucho antes, mediante empréstitos anualmente amortizados con la renta de ese servicio. Según el autor, la precisión y bondad de ese proyecto, que debería ser patrocinado por el superior gobierno de la provincia, probaba el cálculo prudente de la población que, según el Boletín de Estadística Municipal del último trimestre del año 1920, acusa una diferencia de sólo 100 habitantes sobre los 88 mil setecientos calculados por el doctor Escobar. El proyecto en síntesis, comprende un “Roid Poind” en la intersección a la calle San Jerónimo y Boulevard Pellegrini. De allí arranca al norte una avenida denominada Triunfo, de 40 metros de ancho, con pista para carros, autos, caballerías, y amplias veredas de 10 metros para peatones; avenida que remata sobre una amplia plaza circular denominada “P. de la Nación”, de donde arrancan ocho avenidas y en cuyo rededor se reservan extensos solares para el futuro palacio municipal, academia de música, museos, etc., etc. La “Avenida Triunfo” hermosamente arbolada, deja un espacio libre de dos metros en cada acera, recubierto de césped que disimula el paso de un tranvía eléctrico con toma corriente al lado del riel. Esa plaza sería el centro de ferrocarriles subterráneos que sin entorpecer los desagües, procurarían los medios de comunicación más rápidos entre la “ciudad civil” y “ciudad comercial”, según el pensamiento del doctor Escobar. Naturalmente que la idea es plausible, y previsora, pero es necesario adelantarse en algunas décadas a nuestra vida de pueblo de las siestas tradicionales. Cuando se tiene la responsabilidad ciudadana de encauzar la acción del gobierno hacia finalidades de carácter permanente y los hombres por eventualidades de menor cuantía, retardan la ejecución de esas finalidades, puede decirse que se incurre en un gravísimo error, dejando de lado un deber ineludible, tanto más imperioso cuando que si se organiza el progreso, resultará como un hecho externo tal cual la ley física de la inercia, que en el presente caso lleva como exponente providencial el error y el egoísmo. Santa Fe, la ciudad más estratégicamente ubicada para alcanzar prestigios comerciales de incalculable valor, dentro de su territorio y de la Argentina misma, ha sufrido y sufre las consecuencias de ..., de un error iba a decir, pero, no es así. Santa Fe ha tenido y continúa teniendo miedo a una de sus hijas mayores, que ha especulado -como lo hubiera hecho una joven bella pero voluntariosa- con la debilidad de carácter de una madre que no ha sabido imponerse desde un principio, oponiéndose a la actitud airada de la que le dirigiera los más agrios e hirientes motes, con el deliberado propósito de obstaculizar su progreso económico. Temerosos los santafecinos de que se produzca algún cisma, y en el deseo de evitarlo (porque honrados y caballeros son todos los verdaderos santafecinos), han creído que ni a ocultas deben contribuir que la influencia de Santa Fe se deje sentir lo mismo en Reconquista que en Rufino, lo mismo en El Trébol que en Helvecia. Podría impugnarse este juicio como tendencioso, pero no es así, porque está abonado por una espectación de veinte años continuados dentro de su territorio; y tan es así que si me 574

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hubiera cumplido el honor de ejercitar mis actividades en su provecho, jamás me habría repugnado meter la mano hasta el codo en el tesoro de la provincia, para acentuar su progreso con la preeminencia que le corresponde, y nadie hubiera podido ni debido escandalizarse por esto, porque nuestra grande y populosa Buenos Aires vive dentro del tesoro de la nación y las provincias... las provincias, se conforman con decir: “¡Qué hermosa y magnífica es nuestra gran metrópoli!”. No obstante la perpétua (sic) consumación de estos hechos, he procurado capacitar al gobierno municipal para que desenvuelva una acción ponderable en pro del engrandecimiento de esta capital, que por muchos conceptos honra a la provincia y al país entero. Siendo concejal el año 1912, presenté un proyecto de urbanización que nunca pudo ser obra de un solo gobierno, pero que merece algunos reparos; porque sus previsiones referentes a los desagües, fueron ampliamente confirmados –por desgracia- con la inundación del año 1915, que aparte de los enormes perjuicios materiales que ocasionó, produjo la desvalorización de la propiedad suburbana, donde justamente deberá extenderse la población. En los libros de actas del Consejo (sic) Deliberante debe constar la exposición con que informé el referido proyecto, en que calculaba la población mínima para el año 1920 en 88 mil setecientos y pico habitantes y en el mes de septiembre del referido año, el “Boletín de Estadísticas Municipal” le asigna a la capital 88 mil quinientos y pico habitantes. Pero volviendo a lo que llamo la capitalización de esta ciudad, creo que les corresponde a los santafecinos someterse con mayor homogeneidad de principios al objetivo primordial de fisonomizar como corresponde a la capital de la provincia, en forma que su estabilidad no determine celos ni preferencias; que sea lo que Santiago de Chile para Valparaíso; lo que La Haya para Ámsterdam; lo que Roma para Milán o lo que Bruselas para Amberes. Y así, una vez por todas goce de merecidos prestigios y se vea libre de pequeñas pasiones que engendran tan grandes males, que se traducen en perjuicios irreparables, como lo será si su puerto pierde la influencia comercial, que a su vez podrá arrastrar la preponderancia del F.C.S.F., que por medio de tarifas diferenciales, reduzca su categoría; lo que de otro lado estimula el trabajo burocrático de los que pretenden hacer que el punto terminal del F.C.C.N. en la metrópoli, lo que representaría una pérdida superior al valor que representan los puertos del Rosario y San Nicolás juntos. Si Santa Fe no se opone enérgicamente a esta campaña, merecerá el repudio eterno de las futuras generaciones; porque con esa línea extiende sin posibles rivales su zona de influencia hasta Bolivia al norte y llegarán a ser sus tributarias para abastecimiento y exportación de sus productos las provincias de Mendoza, San Juan, San Luis, La Rioja y Catamarca al oeste. Si Santa Fe no defiende en forma su sede de capital de la provincia, habrá de lamentarse el insuceso de la gestión de decididos santafecinos como los ex gobernadores Gálvez, Iturraspe, Freyre, Echagüe, especialmente los dos últimos, y no obstante haber disentido en política con el malogrado doctor Freyre, me hago un deber en reconocerle como el más decidido sostenedor de los prestigios esta ciudad capital de la provincia, así como el que con mayor empuje encaminó su progreso.

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Revista Arquitectura nº 11, Rosario, 1927, pp. 22 a 45. 577

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EL RELLENAMIENTO Y CANALIZACIÓN DE LOS BAJOS DEL SALADO7 Aspecto técnico del Proyecto del Concejal Cañete. Informe elevado al Intendente Municipal por el Ingeniero Aquiles Comín. DOS PALABRAS Muchas veces hemos hablado ya del proyecto de rellenamiento de los bajos del río Salado. En todos los tonos se ha cantado la magnitud de la obra monumental, por la importancia que reviste para Santa Fe, cuyo porvenir, ha sido vislumbrado con toda certeza por el autor de esa iniciativa que tiende a modificar totalmente el aspecto de la ciudad, adaptándola a las necesidades de la nueva era que empieza a gestarse en el momento preciso en que el hombre se decide a luchar contra todos los obstáculos naturales que se oponen a un propósito de bien público, cual es el de transformar el aspecto de la zona en que se vive. De mayor trascendencia bajo ciertos aspectos, que la construcción del puerto y que el trazado de la primera línea férrea que uniera Santa Fe al interior y al exterior del país, la

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Diario Santa Fe, 10/11/1932, p. 3. 601

iniciativa del concejal D. Antonio Cañete, merece ser ampliamente conocida aun en sus más insignificantes detalles, requisito indispensable sin el cual no sería posible juzgarla. En tiempos anteriores al reinado de la mecánica y del cálculo científico, en el cual vivimos, quienes hubieran querido ensalzar el proyecto de rellenamiento y canalización del Salado, lo hubieran hecho en párrafos grandilocuentes de alabanza a quien vislumbrara la conveniencia y posibilidad de realizar el prodigio de transformar toda una ciudad. Hoy, recurrimos a la realidad práctica del cálculo, del plano, de la estadística previsora, en una palabra, al genio dominador de la ingeniería. Por eso, como elemento de juicio y como reconocimiento a la labor de un técnico capaz y amante del progreso de la ciudad, iniciamos la publicación del informe elevado al señor Intendente Municipal, Dr. A. Zapata Gollán, por el ingeniero Aquiles Comín, director de Obras Públicas. El informe que reproducimos consittuye el complemento indispensable para poder apreciar el valor de la iniciativa del representante de la Unión Comunal en el Concejo Deliberante, señor Antonio Cañete. El trabajo del ingeniero Comín cuya importancia, podrán apreciar nuestros lectores, se irá publicando a medida que el espacio de que disponemos lo permita. SANTA FE, cuyo interés por el progreso de la ciudad, está bien demostrado, publica el informe del ingeniero Comín, como reconocimiento a sus méritos profesionales y a la dedicación puesta al estudio del proyecto del concejal Cañete. Informe del Ingeniero Comín al Intendente Municipal Santa Fe, Junio 18 de 1932. Señor Intendente Municipal Dr. Agustín Zapata Gollán. – S/D. De conformidad a lo establecido en la Ordenanza Nº 2887 sancionada por el Concejo Deliberante y a lo ordenado por esa Intendencia, esta Dirección con la cooperación de la Sección Catastro, y teniendo como base un proyecto del ex Director del Departamento, Ingeniero Hipólito M. Marelli, eleva a consideración de Ud. el proyecto confeccionado sobre aprovechamiento, relleno y construcciones de la zona sud-oeste de la ciudad, en los terrenos adyacentes al Río Salado y en el tramo comprendido dentro de la zona urbana del Municipio. Comprendiendo: planos y pliego de condiciones para el llamado a licitación. El proyecto contempla diversas razones, todas en beneficio inmediato para la ciudad. Protección para la ciudad Construidos los muros y rellenadas las superficies bajas al nivel o cota que se indica en los planos respectivos, queda protegida la ciudad contra las grandes crecientes de los ríos. Ensanche y regularización de la ciudad La ciudad en la zona sud-oeste permanece más o menos estacionada, en parte debido a la falta de terrenos aptos para su ensanche y parte por falta de actividad comercial, por lo que con el ensanche proyectado de la ciudad ganando gran extensión de terreno y la importancia comercial que tomaría por la instalación de casas de comercio e industriales, se transformaría en una zona progresista. Ampliación del puerto Santa Fe No se ha perdido de vista este importante asunto que importa para la ciudad de Santa Fe, casi un sesenta por ciento de sus actividades comerciales y que es índice importante en su marcha de adelantos. En efecto, se comienzan las obras desde el actual y en construcción muelles de cabotaje, construyéndose los diques, un dique de carena y amplio canal en toda la extensión sud-oeste de la ciudad, se resolvería así el problema que tiene planteado el gobierno de la provincia ante la capacidad reducida del Puerto en la actualidad. 602

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Establecimiento de una zona especial industrial y comercial Sobre el oeste y en un ancho de ciento sesenta metros y en toda la extensión del canal y además en sitios o playas adecuadas se ha establecido una zona especial que se destina al establecimiento de instituciones industriales y comercios en general, los que en esta forma estarían en comunicación directa, -puede decirse, - con el Puerto, facilitando enormemente los trasbordos. Parques, plazas y ajardines Se ha proyectado en la parte oeste de la zona ampliada, un gran parque, que contemplará las necesidades de la zona sud de la ciudad y donde se ha incluido además un Stadium. Ubicadas en sitios preferentes se han proyectado, siete plazas cuya superficie en ningún caso baja de veinte mil metros cuadrados. Terrenos para edificios públicos Se ha proyectado la construcción de cuatro mercados distribuidos: uno en el sud, dos en la zona central y otro en la norte. Tres escuelas: sud, central y norte y un hospital en la zona sud. Además atrás del Cementerio Municipal, lo que sería prolongación del Barrio Barranquitas, una escuela y un mercado. Acceso más conveniente de los Ferrocarriles al Puerto Se ha estudiado conjuntamente un problema que en la actualidad prejudica enormemente a la ciudad y que constituye una barrera para su desenvolvimiento normal, esto es, el ramal de acceso del Ferrocarril Central Argentino al Puerto. En el proyecto, podrá apreciar el señor Intendente, que este acceso, se cambia fundamentalmente por cuanto el Central Argentino correrá paralelamente a la Avenida de circunvalación no interrumpiendo zonas de la ciudad, en la misma forma entra el Ferrocarril Santa Fe. En el trazado del proyecto se ha tenido muy especialmente en cuenta las modalidades portuarias, comodidades comerciales e industriales, la urbanización se ha hecho teniendo en cuenta los modernos conceptos sobre urbanismo, estableciéndose avenidas y diagonales para la más directa comunicación entre los centros más importantes de la ciudad, separando asimismo la zona urbana de la zona portuaria – comercial e industrial por una amplia avenida de circunvalación que empalmará con la prolongación de la 27 de Febrero. Los parques, plazas y paseos se encuentran en una proporción de acuerdo a los nuevos criterios de urbanización. Esta Dirección se permite hacer notar al señor Intendente, que para poder llevar a cabo la obra proyectada, es necesario, antes de llamar a licitación, subsanar algunos inconvenientes a fin de evitar después, obstáculos en la iniciación y marcha de las obras. Estos inconvenientes pueden resumirse en los siguientes puntos: PRIMERO. – Tratándose de una obra donde se modifica el curso de las aguas de los ríos y está además, ligada a la ampliación del Puerto de esta ciudad corresponde dar intervención a la Dirección de Puertos, Canales y Navegación de la Nación. SEGUNDO.- Afectando el trazado de la obra, propiedades particulares en parte donde se rellenará o bien necesarias para la extracción de la tierra para el relleno, como sería la “Isla Boquerón”, “Del Vado”, “De Los Sapos” y otras, es necesario obtener de la Legislatura la Ley de expropiación por tratarse de una obra de necesidad pública. TERCERO.- Es necesario asimismo, la intervención de la Dirección de Puentes y Caminos de la Nación, por lo que respecta al Puente carretero a Santo Tomé y máxime teniendo conocimiento extra-oficial esta Dirección, que el Gobierno Nacional conjuntamente con el Gobierno de la Provincia están en trámite para introducir reformas y al mismo tiempo realizar la pavimentación del Puente. Ahora bien, como la realización de dicho proyecto traería una modificación en el mismo, es por estas razones que la repartición antes citada tomase la debida intervención a fin de evitar mayores gastos. 603

CUARTO.- Afectando el proyecto que se acompaña las obras de los puentes de los Ferrocarriles Central Argentino y Santa Fe, deberá requerirse en su caso la intervención de la Dirección de Ferrocarriles y las empresas citadas a fin de que en armonía se establezca la forma de trabajo. QUINTO.- Como las obras de relleno y el proyecto en general vendrá a beneficiar directamente a propietarios de terrenos de dicha zona es necesario que previamente se establezcan por medio de Ordenanzas las obligaciones de ambas partes y la proporción que deben abonarse por los gastos que se ocasionen. A este respecto cree esta Dirección que sería conveniente escuchar el dictamen del Señor Asesor Letrado. Los inconvenientes apuntados por todas razones es necesario subsanarlos, y realizar un trabajo en concordancia con las distintas reparticiones a fin de que sea una obra que resulte por todos sus puntos de vista conveniente a los intereses de la población, del comercio e industrias, de particulares, del Gobierno y de la Comuna, evitando también posteriores pleitos o indemnizaciones que siempre resultan más que perjudiciales a los intereses de la Comuna. Saluda al Señor Intendente muy atte. – AQUILES COMIN, Ingeniero Director”. Hay un sello. (Continuará)

EL RELLENAMIENTO Y CANALIZACIÓN DE LOS BAJOS DEL SALADO8 Aspecto técnico del Proyecto del Concejal Cañete. Informe elevado al Intendente Municipal por el Ingeniero Aquiles Comín. (Continuación) “Sección Catastro, junio 17 de 1932. – Señor Director: “Habiendo el C. Deliberante sancionado la ordenanza número 2887, que autoriza al D. E. se llame a licitación para el relleno y utilización de los terrenos adyacentes al río Salado, en el tramo comprendido dentro de la planta urbana, esta sección, con ese motivo ha confeccionado un plano que comprende esa zona de la ciudad, que por su exactitud e inclusión de todas las urbanizaciones practicadas, bien puede considerarse un plano oficial en condiciones de publicidad (sin figurar la zona proyectada de relleno), ya que los editados hasta la fecha por empresas particulares distan mucho de la realidad. “En cuanto al estudio ejecutado de los terrenos que comprenden la zona baja del municipio, se ha tomado como base un anterior proyecto del ingeniero señor H. Marelli, y aunque el actual ha sufrido ligeras variantes en lo que respecta al futuro trazado de calles, avenidas, diagonales, etc., se ha llegado a la misma finalidad, ya que no se modifican las líneas principales que son los trazados de diques y canales, aun cuando éstos han sido ampliados hasta el límite norte de la planta urbana. “En el presente estudio, se han tomado especialmente en cuenta, la estadística de crecientes máximas obtenidas dentro estos últimos 15 años, y resultando la más perjudicial la del año 1929, cuyo avance de las aguas se determinan en el plano con líneas amarillas, ha sido la adoptada como cota inicial de relleno, porque además de representar una verdadera defensa para el futuro, será favorecida una vasta zona de terrenos particulares, aunque para ello se requiere la construcción de los conductos subterráneos de desagües.

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“En este plano, también se incluye la zona de ampliación que realiza el Superior Gobierno de la Provincia para el nuevo Puerto de Cabotaje que abarcará hasta la parte sud del barrio Centenario, y es donde comienza el actual proyecto con inclusión de un dique de carena, para seguir hacia el nord-este y norte con la canalización hasta los límites de la planta urbana. “Debiendo conocerse con exactitud los metros cúbicos de relleno que se requieren para la realización de esta obra, se ha practicado en el terreno un estudio de nivelación por zonas, como lo indica el plano por las letras A, B, C, D, E, F, G, H y de su resultado se acompaña por separado otro plano con el detalle de los niveles obtenidos, proyecto de nivel y sus diferencias con las cotas de relleno, obteniendo un promedio de 2.52 en altura de relleno. PROYECTO DE AMPLIACIÓN DEL PUERTO DE ULTRAMAR Y RELLENO DE LOS BAÑADOS DEL RÍO SALADO A continuación se transcribe un resumen del informe producido por el ingeniero señor H. Marelli en el que serán modificados solamente los cálculos métricos por abarcar el presente proyecto mayor extensión. “Como ensanche de la ciudad, destinado a urbanización se habilitará una superficie de 9.538.000 m2, y para puerto y establecimientos industriales 2.303.600 m2, incluida la superficie ganada de los ríos e islas”. “La ampliación del Puerto, continuaría enlazando la obra actualmente en construcción con la prolongación de un muro de atraque en una longitud de 1330 metros lineales, proyectándose en dicha extremidad un dique de carena en una longitud de mil cuatro cientos ochenta mts. de capacidad necesaria para un puerto de ultramar. “En la parte sud y oeste de la ciudad se proyecta un canal de un ancho aproximado de 400 metros, pudiendo construirse muros de atraque o defensa con muelle de atraque. “Este canal arrancaría del límite norte de la planta urbana hasta el punto terminal del dique de carena, obteniendo así una cota desarrollada de 8190 metros lineales. “En la urbanización de la parte rellenada, se han separado las dos zonas industrial y portuaria de la urbanizada, por una avenida de circunvalación, con un ancho de 40 metros. “El trazado de calles, avenidas y diagonales, se ha hecho tratando de obtener rápidas comunicaciones entre los puntos principales de la zona urbanizada y entre ésta y la zona portuaria. “Se ha dejado al mismo tiempo para plazas, paseos, parques, aviación, hospitales y mercados una superficie aproximada de 1.691.420 metros cuadrados. “Por otra parte se ha buscado un acceso más fácil del F. C. C. Argentino a la zona portuaria, en lugar del actual, que constituye una barrera para la expansión de la ciudad. “El relleno de dicha zona demanda un movimiento de tierra aproximadamente de 26.897.346 metros cúbicos para ser elevado al nivel de los terrenos que comprende dicha zona fuera del alcance de las inundaciones de las crecientes más altas; esta tierra se obtendría de la realización de los canales adyacentes a los muros de atraque que con tal motivo se le ha dado un ancho, término medio, de 400 metros lineales, y de una profundidad que podrá ser navegable por buques de ultramar, aun en los casos de menos altura de las aguas de los ríos. (Continuará).

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Aspecto técnico del Proyecto del Concejal Cañete. Informe elevado al Intendente Municipal por el Ingeniero Aquiles Comín. (Continuación) “De lo expuesto se desprende que la financiación de estos trabajos es de fácil realización y que por tal motivo la obra es factible mediante la autorización y el apoyo del Superior Gobierno de la Provincia. CÓMPUTOS MÉTRICOS.- La superficie a rellenarse, que resulta del cálculo y de acuerdo a lo determinado en los planos respectivos, es aproximadamente de 10.673.550 metros cuadrados compuesta en la siguiente forma: Terrenos de propiedad municipal, 7.838.500 metros cuadrados. Terrenos de propiedad particular, 2.835.055 metros cuadrados. Superficie total, 10.673.550 metros cuadrados. Los terrenos de propiedad municipal deberán distribuirse en la siguiente forma: Con destino a zona e industria, 1.168.100 metros cuadrados. Para plazas, parques, aviación, hospital y mercados, 1.691.420 metros cuadrados. Para calles, avenidas y diagonales, 1.504.080 metros cuadrados. Para edificación privada incluso escuelas, 3.747.900 metros cuadrados. Total, 7.838.500 metros cuadrados. Los terrenos de propiedad particular serán clasificados en la siguiente forma: Zona de relleno en la parte urbanizada, 1.118.300 metros cuadrados. Zona de relleno en la parte a urbanizar, 1.118.300 metros cuadrados Con destino a parque sud, 19.500 metros cuadrados. Total, 2.835.020 metros cuadrados. Muro de atraque desde el límite de la zona urbana hasta la inclusión del dique de carena, 9.670 metros lineales. Desde el dique de carena hasta el empalme con las obras de ampliación que realiza el Gobierno de la Provincia con inclusión de dos /... ilegible.../ total, y para la cota máxima de 100.20, resulta el siguiente movimiento de tierra incluído el relleno de parte del río Salado, ríos y arroyos, de 26.897.346 metros cúbicos, que corresponden 19.753.025 metros cúbicos para la zona municipal y 7.144.321 metros cúbicos para la zona particular. Saluda al señor Director muy atentamente. (Fdo.): M. Gimbernat. – hay un sello.

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PARQUE SUD DE SANTA FE. MEMORIA DESCRIPTIVA10 La falta en absoluto de espacios libres en todas las ciudades de la provincia que sirven de esparcimiento a la población ha guiado a las altas autoridades provinciales a proyectar un amplio plan de Parques y Paseos en todo su territorio. La Ciudad Capital es la que más ha sentido esta necesidad no solamente por el pequeño porcentaje de espacios verdes, sino también en lo que respecta a su acceso por la parte Sud, es decir, su unión con la Ruta Nº 11 que la vincula con los centros de población principales como Rosario y Buenos Aires, la que en la actualidad se hace por calles de segundo orden, no produciendo buena impresión al viajero; por esto y para llenar esta deficiencia es que el Superior Gobierno de la Provincia muy acertadamente se ha propuesto proyectar aprovechando las barrancas que ofrece el Río Santa Fe, el Parque Sud, con una 10

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Avenida de circunvalación que además de servir como entrada franca y desahogada a la ciudad es de enlace de la Ruta antes citada, con la 168. Ha guiado además, la elección de esta Zona destacar una joya arquitectónica colonial que a no dudarlo, será en un futuro próximo, centro principal de atracción turística; nos referimos al Histórico Convento de San Francisco. Por ello, al efectuar el estudio de los trazados de jardines se ha tomado como centro de composición este Convento, pues frente a él y sobre la manzana circundada por las calles San Martín, Amenábar y 25 de Mayo se proyecta el emplazamiento del monumento a los constituyentes del año 53. Completan a esta composición las hermosas variedades de árboles existentes, elementos decorativos como ser: bancos, fuentes luminosas, faroles, jarrones y el gran veredón que sigue la sinuosidad del río. Cabe destacar además que se ha tenido muy en cuenta para la confección de este proyecto la topografía del terreno, pues sus canteros forman ondulaciones que dan amplia perspectivas al conjunto. Proyecto Nº 1. En el plano general que se adjunta, puede observarse la avenida de circunvalación de 35 metros de ancho, a lo largo de la cual se desarrollan los diferentes motivos antes citados del Parque Sud de Santa Fe. Esta avenida tendrá dos calzadas de hormigón armado de 9 metros de ancho cada una con una rambla intermedia y una amplia vereda de 8 metros de ancho frente al espejo de agua del río Santa Fe. Se enlazará por el Este con la Avenida 27 de Febrero que circunda la zona Puerto y por el Oeste terminará en el terraplén de acceso a puente sobre el Río Salado (Ruta Nº 11). En esta última parte de su trazado, tendrá las dos calzadas a diferente nivel impuesto por la necesidad de llegar hasta el Boulevard Zavalla, con una cota que permita el fácil enlace con las calles transversales que corta y que están a un nivel inferior al del terraplén de acceso al puente antes mencionado. El trazado de las dos calzadas a diferente nivel ha sido resuelto de manera de obtener un motivo más de atracción en esta avenida. Para el trazado de la Avenida de circunvalación, en su primera sección hasta calle Entre Ríos ha sido preciso ganar al río la superficie necesaria para permitir restaurar el antiguo “Patio de los naranjos” que existía frente al Convento de San Francisco. En la manzana a expropiar comprendida entre las calles 3 de Febrero, Amenábar, 25 de Mayo y San Martín, donde se ubicará el monumento a los Constituyentes del año 53 (para cuya erección ya fue acordada en su oportunidad la partida correspondiente por la Ley del Congreso de la Nación), se han proyectado las obras de embellecimiento que armonizarán con el lugar donde también se ha emplazado una fuente luminosa ornamental. En la vuelta que siguiendo el Río Santa Fe, da la Avenida de circunvalación entre las calles Uruguay y 9 de Julio, a una altura apropiada para ampliar la perspectiva se ha dispuesto la colocación de motivos de embellecimiento, árboles y jardines, siguiendo los lineamientos del proyecto de urbanización. Donde ha sido preciso ganar al río, los terrenos para el trazado de la avenida, se ha proyectado un tipo de pantalla de hormigón armado, para las alturas variables entre cuatro y diez metros. En la variante “A” del proyecto cuyo cómputo también se adjunta, se ha estudiado la posibilidad de reemplazar en parte, por razones de economía, la pantalla de hormigón armado, dando a las tierras un talud de 1.1, defendido con piedras rejuntadas con asfalto 608

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apoyadas en un tablestacado de hormigón armado en un caso, y en una línea de “gaviones” en otro. Proyecto Nº 2. El arquitecto don Ángel Guido ha estudiado un segundo proyecto, tomando como base el respetar las hermosas barrancas. Esto trae como resultado inmediato una gran economía y además, mayor belleza porque al iluminar la pantalla de hormigón armado desaparece ese contorno que le daría al parque una terminación muy brusca sobre las aguas del Río Santa Fe. Este segundo proyecto consiste en iluminar como se ha dicho más arriba la Avenida de circunvalación reemplazándola por la calle Juan J. Paso, que a la altura de la calle 1º de Mayo toma una forma curvada para salvar la quinta de Cello y empalmar luego con la calle San Martín, aumentando en esta zona su ancho a doce metros hasta 3 de Febrero y siguiendo hasta San Luis. Esta nueva calle a partir de 1º de Mayo tendrá una vereda de cada lado de un ancho de 4,50 metros. El nuevo trazado de la calle Juan J. Paso permite eliminar las pantallas de hormigón armado que en el proyecto Nº 1 eran de imprescindible necesidad. Salta a la vista la importancia que tiene en este ante-proyecto el Convento de San Francisco, pues como en el anterior constituye un centro de composición arquitectónico que lo destacará del conjunto. Sobre las manzanas comprendidas por las calles San Martín, San Jerónimo, Amenábar y Uruguay, se ha trazado en parte una línea de recovas que unidas con el carácter colonial del Convento San Francisco y demás elementos decorativos formarán un hermoso conjunto colonial, destacándose de otros parques similares. En reemplazo del veredón que bordeaba a la Avenida Costanera del proyecto anterior, se ha trazado un sendero que siguiendo la topografía del terreno costea las barrancas pasando por el costado Este del Convento de San Francisco, y se entrega en forma normal a la rotonda que sirve de cabecera a la calle Amenábar. Completa esta composición, senderos, fuentes luminosas, espejos de agua, la hermosa variedad de árboles existentes, templetes, bancos, faroles, escalinatas, etc., todo proyectado en forma tal de no perder el carácter colonial tan necesario para el éxito de la obra.

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BIBLIOGRAFIA Y FUENTES

Aclaración necesaria Considero que los listados bibliográficos y de fuentes, además de ser espejos que permiten identificar el itinerario seguido por el investigador, su posición historiográfica, sus elecciones, constituyen instrumentos de mucha utilidad para quienes quieran aproximarse en el futuro, con ánimo de investigación o de formación, al tema de que se trata o a una problemática similar. Estoy convencida además, posiblemente influenciada por mi experiencia docente, de que estos listados no deben ser meras acumulaciones de títulos y referencias según un arbitrario orden alfabético, sino que resultan mucho más útiles si se los sistematiza, en la mayor medida posible, para facilitar el acceso a los mismos. Es por eso que, aún a riesgo de que se observe un excesivo celo en la categorización de los materiales, he continuado aquí con la que es una práctica habitual en mis trabajos, es decir, organizar estos insumos según sus temáticas, en el caso de la bibliografía y según sus características o condiciones de producción, en el caso de las fuentes. Respecto de la consideración de las fuentes, creo que la literatura técnica (los planes urbanos publicados, los tratados de los teóricos del urbanismo, manuales, artículos doctrinales de reconocidos urbanistas) no puede entenderse como “bibliografía” sino como “fuente primaria édita”, en tanto es consustancial al objeto de la investigación, es decir, forma parte misma del corpus disciplinar que se está estudiando. Como parte de la literatura técnica, aunque extra-disciplinar, considero también a los tratados de higiene pública y salubridad urbana, textos que, procedentes del campo de la medicina tuvieron notable impacto en las decisiones sobre la ciudad y que también formaron parte del corpus disciplinar. Otro tanto ocurre con las crónicas de viajeros y con los álbumes y ediciones celebrativas: son testimonios epocales y por tanto, en este trabajo, pasan a considerarse con el estatus de “fuentes”.

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1

Se trata del material bibliográfico referenciado en el Capítulo IV, nota nº 30 que pudo servir para la difusión del ideario higienista en el medio local. Corresponde a antiguas bibliotecas de la ciudad: Biblioteca Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales / UNL; Biblioteca Facultad de Ingeniería Química / UNL (de la antigua Facultad de Farmacia USF); Biblioteca Central UNL (antigua Biblioteca Cosmopolita); Biblioteca del Colegio de Médicos de la Provincia de Santa Fe; Biblioteca Municipal de Santa Fe.

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MODERNIZACIÓN URBANA EN CIUDADES PROVINCIANAS DE ARGENTINA. TEORÍAS, MODELOS Y PRÁCTICAS, 1887-1944 Adriana Co llado

Memorias oficiales varias (éditas): AAVV. “Legislación sobre Municipalidades”, en Historia de las Instituciones de la Provincia de Santa Fe, Tomo VII, Santa Fe, edición oficial, 1973. AAVV. “Mensajes del Poder Ejecutivo”, en Historia de las Instituciones de la Provincia de Santa Fe, Tomos IV y VI: 1ª y 2ª Parte, Santa Fe, edición oficial, 1973. CONI, Emilio R. La Provincia de Corrientes. República Argentina. Higiene aplicada: Descripción general. Higienización. Saneamiento. Profilaxia práctica. Climatología médica. Epidemiología. Demografía y estadística sanitaria. Asistencia pública y beneficencia, etc., publicación oficial, Buenos Aires, Imp. Pablo Coni, 1898. LARGUÍA, Jonás. Informe del Inspector de Colonias de la Provincia de Santa Fe. Buenos Aires, Imp. y Litog. del Courrier del Plata, 1876. PROVINCIA DE SANTA FE. Departamento de Ingenieros. Memoria del Director del Departamento, Ingeniero Palacios. Santa Fe, Edición Oficial, 1895. (idem 1896). PROVINCIA DE SANTA FE. Exposición y Feria de la Provincia de Santa Fe – 1887. Memoria de la Comisión Directiva. Santa Fe, Nueva Época, 1887. PROVINCIA DE SANTA FE. Ministerio de Gobierno, Justicia y Culto. Memoria presentada a las H. Cámaras Legislativas en 1888. Santa Fe, La Revolución, 1888. PROVINCIA DE SANTA FE. Ministerio de Hacienda y Obras Públicas. Las Obras Públicas en Santa Fe. Edición Oficial, 1934. PROVINCIA DE SANTA FE. Ministerio de Hacienda y Obras Públicas. Obras Públicas en la Provincia de Santa Fe. 18 meses de labor gubernativa. Santa Fe, Castellví, 1939. REPÚBLICA ARGENTINA. Dirección General de Obras de Salubridad de la Nación. Atlas - Memoria. 1903/04/05. Buenos Aires, s/ed., s/f. REPÚBLICA ARGENTINA. Dirección General de Obras de Salubridad de la Nación. Memorias. 1906/07/08/09. Buenos Aires, Imp. Biedma, 1910. REPÚBLICA ARGENTINA. Obras Sanitarias de la Nación. Memoria del Directorio - 1914. Buenos Aires, ed. of., 1915 hasta 1945. REPÚBLICA ARGENTINA. Obras Sanitarias de la Nación. El problema del agua potable en el interior del país, T. 1, Buenos Aires, Edición Oficial, 1942. SOLDATI, Alberto. Iniciativas, Proyectos y Discursos en el Parlamento Argentino, Buenos Aires, 1913, p. 183.

Guías comerciales y de servicios (en orden cronológico) BONI, Enrique. Guía de la Provincia de Santa Fe 1895-96, Santa Fe, Imprenta La Comercial, 1895. FERNANDEZ, A.R. Prontuario informativo de la Provincia de Santa Fe, Rosario, La Minerva, 1896. MOLFINO, Arnaldo. Guía Médica Ilustrada de la Rca. Argentina, Buenos Aires, Establecimiento Tipográfico Juan Clarizza, 1902. UNIÓN TELEFÓNICA. Guía de Abonados Provincia de Santa Fe - 1924. Rosario, 1924. MUNICIPALIDAD DE SANTA FE. Guía del Turista - Intendencia del Dr. Ignacio Costa. Santa Fe, Edición Oficial, 1929. GOBIERNO DE LA PROVINCIA DE SANTA FE. Guía Oficial de la Provincia de Santa Fe - 1931. Dos tomos, Santa Fe, Edición Oficial, 1932. GOBIERNO DE LA PROVINCIA DE SANTA FE. Segunda Guía Oficial de la Provincia de Santa Fe 1933. Del Ministerio de Instrucción Pública y Fomento, Santa Fe, Edición Oficial, 1932. 633

ANUARIO KRAFT. Gran Guía General de la República Argentina, tomo II, "Provincias y territorios", Buenos Aires, Ed. Kraft, 1932. MINISTERIO DE OBRAS PÚBLICAS DE LA NACIÓN. FFCC del Estado. Guía y Horario Oficial, Invierno 1938. GOBIERNO DE LA PROVINCIA DE SANTA FE. Guía Oficial de las Entidades de Santa Fe - Año 1938. Santa Fe, Edición Oficial. GOBIERNO DE LA PROVINCIA DE SANTA FE. Ministerio de Instrucción Pública y Fomento. Santa Fe - Folleto Gráfico. Edición Oficial, 1940. GOBIERNO DE LA PROVINCIA DE SANTA FE. Guía Administrativa y General de la Provincia de Santa Fe. Segunda Edición, 1942. GOBIERNO DE LA PROVINCIA DE SANTA FE. Guía General de la Provincia de Santa Fe - Año 1948. Santa Fe, Edición Oficial. MINISTERIO DE COMUNICACIONES DE LA NACIÓN. Teléfonos del Estado. Guía Telefónica Zona Santa Fe. Edición 1954.

PRINCIPALES ARCHIVOS CONSULTADOS ACDM – Archivo del Concejo Deliberante Municipal de Santa Fe. (Expedientes – Libros de Actas de Sesiones). ADMC – Archivo de la Dirección Municipal de Catastro de Santa Fe ADOPM – Archivo de la Dirección de Obras Públicas de la Municipalidad de Santa Fe. AGPSF – Archivo General de la Provincia de Santa Fe. Informes AGPSF (Expedientes Edificios Públicos; Departamento Topográfico). Archivo Ministerio de Instrucción Pública y Fomento Archivo Ministerio de Gobierno. (Expedientes) Archivos Privados (Jonás Larguía; Agustín Zapata Gollán; Manuel María de Iriondo) ADPC – Archivo de la Dirección Provincial de Catastro de Santa Fe (ExDepartamento Topográfico Provincial). ADEEC – Archivo del Depto. de Estudios Etnográficos y Coloniales de la Provincia de Santa Fe.

Archivos fotográficos - Fototeca Archivo General de la Provincia - Santa Fe (Colección Clementino Paredes; Colección Inundación 1905; Colección imágenes urbanas; Album 50º Aniversario Puerto de Santa Fe; Banco Digital de Imágenes Florián Paucke / BDIFP).

- Fototeca Museo Histórico Provincial Juan de Garay - Santa Fe (Colección Pedro Tappa)

- Fototeca Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales - Santa Fe (Colección Zapata Gollan; Álbumes Ernesto Schlie).

- Fototeca Museo de la Ciudad - Santa Fe (Colección imágenes urbanas; Colección obras públicas municipales)

- Colección particular Lic. Graciela Hornia - Santa Fe (Postales históricas de Santa Fe) - Fototeca Museo Histórico Provincial Julio Marc - Rosario (Colección Carrasco; Colección Alfeld)

- Fototeca Centro de Documentación de Arquitectura Latinoamericana - CEDODAL (Colección imágenes urbanas; Colección postales históricas de ciudades argentinas).

- Fototeca Centro de Documentación e Investigación de la Arquitectura Pública CEDIAP, del Ministerio de Economía de la Nación (Edificios públicos) 634

MODERNIZACIÓN URBANA EN CIUDADES PROVINCIANAS DE ARGENTINA. TEORÍAS, MODELOS Y PRÁCTICAS, 1887-1944 Adriana Co llado

- Fototeca Instituto de Arte Americano - IAA / UBA (Álbum Ferrocarril Santa Fe) - Archivo Técnico-Histórico Aguas Provinciales de Santa Fe - Ex OSN (Colección Construcción Obras de Salubridad)

HEMEROGRAFÍA Hemeroteca Archivo General de la Provincia Santa Fe, Trabajo y Patriotismo, número único, 1903. Colección de revistas Las Provincias, Buenos Aires, 1902/1906. Colección de revistas Vida Intelectual, Santa Fe, 1904/1905. Colección de revistas Vida Santafesina, Santa Fe, 1911/1912. Colección Anuario Estadístico de la Municipalidad de Santa Fe, 1902/1943. Diario Nueva Epoca, años 1889/1930. Diario Santa Fe, años 1911/1933. Diario La Provincia, años 1925/1931. Hemeroteca Instituto de Teoría e Historia Urbano-Arquitectónica (FADU-UNL) Colección de Arquitectura Revista de la Soc. de Arquitectos de Rosario, año1927. Colección de Revista de Arquitectura de la Soc. Central de Arquitectos, 1924 a 1955. Colección de revistas Nuestra Arquitectura, años 1929 a 1955 Colección de Boletín de Obras Públicas de la Rca. Argentina, años 1934/1941 Colección de revistas Edilicia, Rosario, años 1937 a 1947 (incompleta) Hemeroteca Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales Periódico La Revolución, años 1886/87. Periódico La Provincia, años 1888/90. Hemeroteca “Museo de la Ciudad” de Santa Fe Diario El Orden, años 1927/1947 Archivo Diario El Litoral de Santa Fe Diario El Litoral, años 1918 a 1950. Archivo Técnico-Histórico Aguas de Santa Fe - Ex OSN Boletín de Obras Sanitarias de la Nación, años 1915 a 1945

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