Mistificación de la República y fractura democrática en el periodismo revolucionario de los treinta

July 23, 2017 | Autor: María Losada Urigüen | Categoría: History
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Descripción

Mistificación de la República y fractura democrática en el periodismo
revolucionario de los treinta.
María Losada Urigüen.
Becaria del Programa de Formación de Investigadores del Gobierno
Vasco. Universidad del País Vasco, EHU-UPV.
Bien –le contesté por telégrafo-. Pero defender la República no es
suscribir ciegamente sus errores. Toda improvisación adolece de defectos.
¿No es misión del periodismo consciente señalarlos?
"No -me contestó por correo-. No, señor; la República no tiene
defectos. Es el régimen perfecto. Hay que defenderlo, defenderlo,
defenderlo…".
Benigno Bejarano, Turistas en España


Durante los años de dictadura primorriverista la actividad clandestina
de los sectores de oposición al régimen se generalizó. El anuncio de
convocatoria electoral durante el Gobierno del General Berenguer trajo
consigo el abandono del insurreccionalismo por parte de los políticos
liberales. Esta ausencia dejó la vía insurreccional en manos de
republicanos y organizaciones obreras de izquierda. A pesar de la
dificultad para aunar esfuerzos y conformar un proyecto común y viable la
mayoría de éstos se unificó en agosto de 1930 en torno al Pacto de San
Sebastián. Esta empresa necesitaba por igual el apoyo de jóvenes militares,
de los artilleros amnistiados por Berenguer y de los grupos de acción
obreros, encuadrados en la CNT. Su mayor dificultad residía en
compatibilizar los intereses de los sectores reformistas y los de aquellos
abiertamente revolucionarios. En este sentido, una de las principales
preocupaciones del Comité Revolucionario de Madrid durante aquellos meses
fue intentar refrenar las ansias y la premura de los extremistas. Esta
preocupación no respondía a un capricho, como demostró el levantamiento de
Jaca en diciembre del año 30.
El desgaste de la Monarquía comenzó a hacerse notar. Tras años de
incapacidad parlamentaria, con una mínima posibilidad de acción política y
un permanente divorcio entre la sociedad civil y los diversos gobiernos la
idea de una República se había convertido a los ojos de sus seguidores en
algo más que un régimen político. Este deseo de transformación de la
sociedad y la política españolas hizo posible la unidad de las familias
republicanas y obreras en torno a un concepto casi mítico e instrumental de
República. Según éstos, la República vendría a constituir la copia en
negativo del régimen monárquico: libre acción de las organizaciones
obreras, transparencia en la administración, fin de la censura y la
represión… A pesar de este aparente escenario común, la diversidad
republicana y obrerista mostraba grandes fracturas antes del advenimiento
de la República. Varios y diferentes eran los intereses y los proyectos
políticos de los distintos colectivos, muchas veces incompatibles entre sí.

Llegada la República, las diversas concepciones de lo que debería ser
el nuevo régimen y de la radicalidad con la que el nuevo Gobierno debería
acometer su labor legisladora no tardaron en surgir. Frente a la idea de
una República burguesa, legalista y basada en el orden público, afloraba
otra República distinta: la República social, un proyecto revolucionario
que propugnaba la transformación radical de la sociedad española, que se
decía heredero de los mártires de la República[1] y encontraba sus bases
sociales en los republicanos de extrema izquierda y los
anarcosindicalistas. Estos grupos habían mantenido estrechas relaciones
durante los años anteriores a la República y compartían una historia común
de lucha social e insurreccional en contra de la Monarquía. Si bien su
unión política resultaba muy difícil al amenazar el apoliticismo anarquista
bien es cierto que -a pesar de la incapacidad para componer un programa
político común aceptado por sus bases- en el campo de la acción y de la
propaganda lograron articular una protesta compartida y compatible, bien
desde la prensa, el Parlamento o en la calle[2].
En contra de la idea de ruptura con los modos dictatoriales y
represores de la Monarquía que anunciaban los republicanos de la coalición
del primer bienio los líderes y las bases de la extrema izquierda oponían
su visión de lo que significaba aquella nueva realidad: una República
burguesa continuadora de la Monarquía, una República reformista y
antiproletaria –por su pulso constante con la Confederación Nacional del
Trabajo, a la que ellos consideraban la verdadera representante del
proletariado-, y una Administración falsaria y enchufista. El ataque de
estas minorías a los nuevos Gobiernos fue constante, sobre todo durante el
primer bienio. No se trataba de una lucha contra el nuevo Régimen, del que
se creían los principales representantes y precursores, sino contra unos
políticos que, según su criterio, habían defraudado los deseos del pueblo
español. El mismo pueblo que habría posibilitado el cambio político. Se
erigían, pues, en defensores y adalides de la revolución española, cuya
andadura comenzaba siglos atrás pero que tras años de somnolencia había
vuelto a despertar en diciembre de 1930.
Su labor, a pesar de tratarse de colectivos minoritarios y poco
definidos, pues confluían en sus bases militantes de diversas tendencias,
no se redujo a pequeñas protestas o propuestas anecdóticas, sino que fueron
capaces de aglutinar el descontento tanto de radicales de extrema izquierda
republicana (del Partido Republicano Democrático Federal, del Partido
Republicano Social Revolucionario o la Izquierda Republicana y
Antiimperialista) como de militantes anarcosindicalistas y rebotarlo contra
el gobierno mediante el discurso político de sus representantes en Cortes
(Eduardo Barriobero, José Antonio Balbontín o Salvador Sediles, entre
otros), campañas periodísticas que destapaban las irregularidades de la
Administración republicana (quizás la de mayor trascendencia sea la
investigación de la razzia de Casas Viejas y sus intrincadas implicaciones
políticas en el periódico La Tierra) y protestas callejeras, huelguísticas
e insurreccionales. Aun cuando su participación directa en los
levantamientos del ciclo insurreccional anarquista resulta un tanto difusa
es indudable su apoyo y sostén desde la tribuna, el escaño y la columna
periodística.


Instrumentalización del concepto de República. ¿Revolución o reforma?
La proclamación de la II República el 14 de abril de 1931 supuso la
ruptura del embrujo que la ambigüedad dotaba a la República. La llegada al
poder de los republicanos en conjunción con los socialistas obligaba a que
se fijase un plan de acción diferente al de la desgastada dictadura. A
pesar de la desbordante confianza inicial, el choque con la realidad
evidenció la existencia de distintos proyectos y muy diferentes conceptos
de República entre las diversas familias republicanas[3]. La idea de una
República instrumental que transformase la economía, la política y la
sociedad del país con su sola llegada alumbraba las ilusiones de muchos
ciudadanos y había movilizado a republicanos y obreros de variadas
tendencias en los últimos años, pero no superó su primer contacto con el
poder. Las duras condiciones de la realidad terminaron por imponerse y el
nuevo proyecto político resultó ser una apuesta por un reformismo burgués
que trataba de controlar los excesos revolucionarios y las acometidas de la
derecha.
La estrategia de controlar los extremos que parecían amenazar a la
República –o, al menos, al proyecto republicano del primer bienio- no
terminó de ofrecer los frutos que se esperaba de ella. Esta frustración se
debía, en buena parte, a dos cuestiones: la labor conciliadora y
contemporizadora de la alianza republicano-socialista con la derecha; y la
legislación que desde el Ministerio de Trabajo emprendió el socialista
Largo Caballero. En especial, la ley de jurados mixtos, que hacía
desaparecer virtualmente a la CNT del espacio sindical, ponía a la central
sindical en jaque al obligar a que decidiese entre abandonar su táctica
fundacional de la acción directa o dejar el campo libre a la central
socialista, la Unión General de Trabajadores.
Esta forma de actuar, sumada a otros comportamientos que comentaremos
más adelante, era percibida por las bases revolucionarias de la extrema
izquierda republicana como un intento por monopolizar el concepto de
República, encarnado ahora en las personas que formaban el Gobierno durante
el primer bienio[4]. Lograr una identificación plena entre el Gobierno y la
República suponía imposibilitar cualquier crítica a una mala actuación de
Gobierno. Este argumento les resultaba inconsistente por cuanto las bases
de extrema izquierda se consideraban los verdaderos republicanos frente a
la epidemia de nuevos republicanos, republicanos frigios y
socialenchufistas. Se proclamaban como únicos representantes del pueblo,
frente al resto de republicanos, que lo serían únicamente del Gobierno; a
su vez, expresaban su convicción de ser quienes posibilitaron la caída de
la Monarquía y el cambio de régimen. Aun iban un paso más allá: esta
República, con la que no se sentían vinculados, suponía una suerte de
indeseada transición de la Monarquía a la República social, a partir del
año 34 comenzaría a verse también como un proceso previo de selección de
los hombres republicanos[5]. Para ellos, los políticos republicanos con sus
propios errores –los sucesos del Parque de María Luisa, en Sevilla; Arnedo,
en La Rioja, o Casas Viejas, en Cádiz- y su desgaste político practicarían
una selección de gobernantes para el nuevo régimen, librando a la
revolución española en ciernes de la necesidad de hacerlo por la vía
violenta.
El ataque a los gobernantes de la coalición republicano-socialista era
constante, con ello trataban de desvincular la actuación de los gobernantes
de la naturaleza de la República, cuando no de identificarlos con la
extinta Monarquía- y del deseo del pueblo. "¿Pero qué República es ésta?",
se preguntaba el director del diario La Tierra, Salvador Cánovas Cervantes,
en 1934, y así respondía: "Hay que contestar a esos enemigos del pueblo que
la República nada tiene que ver con los desaciertos y el deshonor de sus
políticos, todos ellos de mentalidad monárquica, alcaloide de las viejas
trapacerías del derrumbado régimen, del que nútrense sus ideas y sus
estómagos"[6].


Yo quiero ser la voz, el alarido de vuestro odio. La Tierra y el
periodismo revolucionario
La censura militar en el periodo previo a la República había permitido
a los grandes financieros manejar y canalizar las opiniones públicas. Su
intención a partir de abril del 14 de abril era continuar haciéndolo,
desviándolas del nuevo régimen. Desde el periodismo revolucionario esta
prensa de empresa era calificada de mercenaria[7]. Bien al contrario, la
labor del periodismo libre, de extrema izquierda, era crear grandes grupos
de opinión que sustentasen la República y la defendiesen tanto de aquellos
que querían retornar a la Monarquía, como de aquellos que la desviasen de
la ruta revolucionaria erigiendo una República burguesa como la que
comenzaba a gestarse en el primer bienio. El diario La Tierra,
autoproclamado órgano de la revolución española, definía su estrategia de
la siguiente manera: "A orientar a la opinión pública en todo instante, y
mucho más todavía en los momentos de confusión, ha venido LA TIERRA al
estadio de la Prensa. No somos un diario más. LA TIERRA es cosa aparte y
algo único. Quien no esté en contacto con nosotros se sentirá extraviado en
estos momentos sublimes y verá desaparecer dentro de sí la emoción
revolucionaria que le hace ver con segura confianza el porvenir"[8].
La idea de crear un periódico independiente, que apoyase
circunstancialmente a los colectivos políticos y sindicales con los que
tuviese una afinidad de criterio revolucionario, sin convertirse nunca en
órgano de expresión de ninguna organización constituía una tarea muy
difícil. Además de los problemas propios de situarse constantemente en
contra del poder instituido, haciendo públicos todos sus errores y
mostrando cada día una alternativa a un sistema que se pretendía
hegemónico, las dificultades económicas ahogaban la vida del periódico
hasta terminar con él en junio de 1935. Esto, junto con la controvertida
fama de su director, Salvador Cánovas Cervantes, hizo que La Tierra tuviera
que defenderse de las acusaciones de servir a los intereses
antirrepublicanos de grupo de presión desde la pantalla de representante de
la extrema izquierda. La más extendida de estas acusaciones haría de La
Tierra un periódico más de Juan March[9]. La Tierra justificaba su crítica
a los gobernantes republicanos erigiéndose en defensora y purificadora de
la República, de los principios que desde su entorno se entendían como los
verdaderamente republicanos. Desde su punto de vista, sucesos como los de
Arnedo o Casas Viejas, el enchufismo en la Administración y en las empresas
privadas y tantos otros deslices de los gobernantes del primer bienio
alejaban a España de la revolución que habría comenzado en diciembre de
1930 y arruinaban cualquier proyecto republicano, dando argumentos a las
críticas de los enemigos del régimen.
Esta vocación de independencia no impedía que el periódico fuera
portavoz y diera su apoyo a distintos partidos -al igual que hacía con la
CNT-, siempre que su ideología fuese próxima y el fin último la revolución
social de carácter libertario. Esto cambiaría en 1934, año en que las
circunstancias políticas y económicas obligaron al diario a acercarse a una
vía más posibilista, como era el programa de Martínez Barrio[10]. La
heterogeneidad de su redacción facilitaba la adaptación de su discurso para
hacer posible el apoyo a los distintos colectivos. Uno de ellos, Ricardo
Baroja lo explicaba así: "La diversidad de opiniones que los lectores
apreciarán en el diario son de escritores que se hallan unidos por
ideología muy semejante. Todos nosotros somos algo así como centinelas
dispersos en el enorme glasis que se extiende desde el extremismo
republicano hasta el confín del horizonte libertario"[11].
Todo este panorama de extrema izquierda y libertario se agrupaba en
torno a un ideario común que recogía la bases ideológicas comunes de sus
ideologías. Incluían también referencias revolucionarias comunes, como el
recuerdo y la reivindicación de los mártires de la República. Centraban su
interés en la difusión de la figura de Galán, como militar filoanarquista y
abiertamente revolucionario, explotando la idea, muy extendida en su
entorno, de que los socialistas y el Comité Revolucionario madrileño
habrían traicionado a los insurrectos y los habrían abandonado a su suerte
para revertir el impacto de su fusilamiento en beneficio político en abril
de 1931 al tomar el poder como Gobierno provisional. Este argumento contaba
con fervorosos defensores y difusores. En la prensa, como en las Cortes o
en los mítines destacaba en esta labor del federal Salvador Sediles,
compañero de Galán que había sido condenado a muerte por el frustrado
levantamiento de Jaca y amnistiado al llegar la República[12].
Otro de los puntales que sustentaban la relación de libertarios y
republicanos revolucionarios era la confianza en que la Confederación
Nacional del Trabajo era la principal fuerza obrera del país y la única
capaz de encauzar una revolución que respondiese al carácter español. Para
ellos, una revolución de inspiración marxista o un intento de trasponer la
realidad revolucionaria rusa en España sería contraproducente, ya que tales
planes no respondían a las peculiaridades del espíritu español[13]. La
movilización en torno a un nuevo iberismo, optimista, surgido como
respuesta al Regeneracionismo. Estas teorías estaban extendidas de forma
desigual y difusa entre los diversos colectivos, sin bien compartían un
germen común.
El principal adalid de este iberismo era el controvertido Cánovas
Cervantes. Muchas de sus teorías no gozaban de toda la aceptación que le
hubiese gustado, sin embargo es indudable su influencia en buena parte del
ideario de partidos como el Social Ibérico en esta materia. Su pensamiento
era una amalgama de muy diversas teorías sobre los orígenes y las
características de la raza ibérica, que entendía como esencialmente
libertaria. Cánovas Cervantes hacía una revisión completa de la Historia de
España buscando en ella las raíces de la revolución que creía en marcha,
concibiéndola como un todo del que el episodio republicano sólo sería una
pequeña parte. Su preocupación por la Historia respondía a la necesidad de
acabar con el monopolio de una Historia oficial que sepultase la revolución
que él anunciaba como necesaria e imparable. En respuesta a una carta de
Ramón Latre, comentando su obra Por qué el español no ha llegado a más,
afirmaba: "Lo que sucede, Sr. Latre, es que la Historia de España, tal como
la han confeccionado unas clases determinadas, es una gran mentira y un
inmenso peligro para el porvenir de la revolución española"[14].
Forjar una República revolucionaria estando en franca minoría en el
Parlamento no resultaba posible sin una verdadera campaña de oposición al
Gobierno republicano desde todos los ámbitos. La crítica a los gobernantes
del primer bienio se materializó en diversas campañas emprendidas por este
y otros periódicos, compartidas, extendidas y ampliadas por los diputados
de extrema izquierda en el Parlamento. Podemos distinguir al menos dos
etapas en esta campaña contra la coalición republicano-socialista, la
ruptura definitiva del diario
La Tierra con la República burguesa se dio con la huelga de la Telefónica y
los sucesos de la quema de conventos en Madrid en mayo de 1931. Su negativa
ante los ofrecimientos del Ministro de Gobernación Miguel Maura –conocido
en como el de los 108 muertos- y segundo de abordo, Ángel Galarza, a
secundar la labor del Gobierno sin cuestionar nada y a amoldarse al régimen
enrareció las relaciones entre los periodistas y el Gobierno. Tanto fue así
que, desde la Subsecretaría de Comunicaciones, Galarza llegó a retirarles
el carné de periodistas y emprendió en su contra una campaña de crítica,
pero también de difamación. Estos hechos encendieron aun más los ánimos de
los redactores de La Tierra quienes según avanzaba el tiempo encontraban
nuevos motivos para reforzar su censura contra los gobernantes de la joven
República.
Dos eran sus principales focos de protesta: el socialenchufismo y la
represión del movimiento obrero, disfrazada de problemas de orden público.
Si el primero de ellos se extendía a todos los colaboradores del diario, en
cuanto al segundo no hay duda de que fue el joven periodista Eduardo de
Guzmán quien más destacó con sus reportajes sobre la represión de los
movimientos insurreccionales anarquistas y del movimiento obrero en
general[15]. La red de corresponsales e informadores de La Tierra, unida a
las amistades de las que el periodista gozaba en los medios confederales
permitieron no sólo su presencia en Arnedo o sus reportajes sobre el
movimiento de Fígols en 1932, sino que fuese, junto con Ramón J. Sender, el
primer periodista madrileño en destapar la trama que ocultaban los sucesos
de Casas Viejas. Sus artículos fueron citados en el Parlamento y dieron más
de un quebradero de cabeza Azaña y sus compañeros de Gobierno, conocidos a
partir de entonces como los hombres de Casas Viejas. El diario hizo un
seguimiento completo a los hechos de Casas Viejas y Eduardo de Guzmán
volvió a visitar la aldea gaditana junto con la comisión
extraparlamentaria. Cubrió también los juicios tanto de los responsables de
la razzia como el de los campesinos y se ocupó no sólo de desvelar los
horrores de la represión y la corrupción interna del sistema, sino que
avivó el recuerdo de los hechos una y otra vez. Especialmente con motivo de
las elecciones de noviembre de 1933.
La cuestión del enchufismo, dirigida en especial a los socialistas,
fue constante y mucho más generalizada. El término procedía de los tiempos
de la Dictadura de Primo de Rivera, era un concepto conocido, renombrado
ahora con el apéndice social se refería a la capacidad de muchos de los
Gobernantes republicanos –en especial los del Partido Socialista a quienes,
por proceder de un partido obrero, se les suponía una mayor catadura moral-
para cobrar distintos sueldos tanto de la Administración como de empresas
privadas a un mismo tiempo. La crítica iba más allá de la política y
alcanzaba el honor de socialistas como Manuel Cordero, principal diana de
las iras del diario, proclamado Miss enchufes y conocido en estos medios
como Ferroni[16].
La agitación del año 33 y el proceso electoral que terminaría por
desbancar al Gobierno de Azaña trajo consigo todo un ejercicio de
propaganda de las izquierdas para evitar el acceso al poder de radicales y
derechistas. El discurso político se radicalizó desde la derecha y la
izquierda parlamentarias. Esto favorecía la polarización y la sensación de
encontrarse en una situación sin término medio, la sensación de encontrarse
en el centro del huracán de un próximo enfrentamiento abierto que se hacía
sentir en buena parte de Europa. Este panorama en la retórica parlamentaria
y electoral contrasta con la actuación de las minorías de extrema
izquierda, que quemaron sus últimos cartuchos en las elecciones de
noviembre.
La Tierra había seguido los derroteros del Partido Social
Revolucionario con especial interés, aumentado éste en enero de 1933 con la
polémica del giro hacia el comunismo de José Antonio Balbontín, hasta
entonces diputado revolucionario y principal líder del partido. Tras su
conversión en el Partido Social Ibérico los vínculos entre periódico y
partido se afianzaron llegando a presentar una candidatura conjunta a
Sevilla en las elecciones de ese año, formada por varios redactores del
periódico. Su programa se basaba más en la labor de agitación y protesta
política desde las Cortes tal y como habían hecho los diputados de su
entorno durante el Gobierno de la coalición republicano-socialista –Eduardo
Barriobero, Salvador Sediles, Rodrigo Soriano, Ramón Franco, etc.- que en
un verdadero proyecto político. Esto se entiende porque la aspiración
máxima de estos periodistas metidos a la lid política no era el reformismo
parlamentario, sino la revolución social de carácter libertario. Para ellos
ésta sólo la podría llevar a cabo la CNT canalizando el descontento y la
frustración del pueblo, su trabajo sería denunciar los fallos de los
Gobernantes republicanos tratando de lograr estos dos objetivos: alejar de
la República a aquellos que no fueran partidarios de la revolución, o
enconar los ánimos de los obreros y campesinos para que la CNT pudiese dar
el golpe de gracia a una República consumida por sus propias
contradicciones[17]. Su deseo era salvar no la legalidad republicana, sino
la revolución que la caída de la Monarquía había propiciado.
El resultado de las elecciones hizo evidente que las bases de la CNT
no estaban dispuestas a apoyar de forma masiva un programa electoral aunque
se tratase, como en el caso del PSI, de un partido completamente
antiparlamentario; ya que su intención no era participar en las Cortes
votando leyes o defendiendo propuestas, sino hacer de abogado del diablo en
una República reformista que contaba ahora con un enemigo potente y capaz
de coger el relevo en el poder: las derechas. La apuesta era arriesgada,
tenía en contra que la mayoría de aquellos que constituían sus bases
sociales, sus propios lectores, o se adhería a la consigna abstencionista
de la CNT, o sentía simpatías políticas por otros partidos, o el programa
político social ibérico no conseguía ser suficientemente atractivo para
ellos. Desde el periódico la causa del desengaño electoral se vio
determinada por un apoliticismo integrista de los cenetistas[18].
El conflicto que había enrarecido las relaciones entre Solidaridad
Obrera y La Tierra en el año 32, por el apoyo del segundo diario a la
Alianza de Izquierdas en las elecciones catalanas resurgió con mayor ímpetu
en 1933. El PSI y los periodistas revolucionarios fracasaron del mismo modo
que la Alianza. Las acusaciones a los periodistas de estar perdiendo su
independencia y de haber cambiado radicalmente de orientación se sucedieron
ese año. Aun llegaron a ser más fuertes tras las elecciones, con una CNT
obligada a cumplir con el calendario de sus compromisos revolucionarios La
Tierra apoyó una vez más a la revolución. Esto, después del fracaso de la
candidatura sevillana, fue interpretado por los cenetistas como una muestra
de oportunismo político.

La revolución española y la Guerra Civil
A partir del comienzo de la guerra, en julio de 1936, multitud de
personas tanto anónimas como artistas e intelectuales fueron
progresivamente encuadrándose en torno a la CNT. Componían este alubión de
nuevos cenetistas desde aquellos que ya en el periodo anterior habían
mostrado claras simpatías hacia la Confederación hasta aquellos que por
temor a las posibles represalias por una conducta ambigua buscaban en este
carné un posible resguardo. Muchos de los periodistas que durante la
República habían apoyado desde dentro o desde fuera de la Confederación la
trayectoria de la CNT ampliaron en este momento su compromiso tomando las
riendas de la prensa y la propaganda de la central sindical. Se trataba de
profesionales tan solventes como Salvador Cánovas Cervantes, Ezequiel
Endériz, Eduardo de Guzmán o José García Pradas. Todos ellos habían formado
parte de la redacción de La Tierra y durante la guerra jugaron un papel muy
importante en los medios confederales, como directores de periódicos (José
García del CNT y Eduardo de Guzmán de Castilla Libre), redactores o
colaboradores (Ezequiel Endériz y Salvador Cánovas de Solidaridad Obrera).
La labor de Cánovas Cervantes en el diario confederal, bajo la
dirección del joven y controvertido periodista Jacinto Toryho, resulta de
especial interés no sólo por su temática –la trayectoria de la revolución
española desde 1930 hasta 1937-, que representa una caracterización del
periodo republicano y de sus gobernantes, sino también por la importancia
de su colaboración[19]. En un contexto de luchas internas por el control de
la prensa confederal entre los periodistas Balius y Toryho, desencadenada
por la defensa de la disciplina y la colaboración gubernamental de la CNT
que defendía el segundo, una de las críticas que se vertían sobre el
trabajo del director de la Soli era precisamente la de acoger en su
redacción a personajes de dudosa ideología[20]. La misma crítica que tras
los sucesos de mayo de 1937 se alzaba contra el rotativo y la Confederación
desde el campo comunista[21]. La polémica no surgía en ese momento, en
realidad, esta sospecha había perseguido a Cánovas desde hacía años, debido
a su errática evolución política. Durante su dilatada carrera había
defendido diversas posturas hasta ubicarse en el campo republicano
revolucionario. El 3 de febrero de 1912 comenzó a publicarse bajo la
dirección de Cánovas Cervantes el periódico La Tribuna, un periódico de
marcadas simpatías hacia el líder del Partido Conservador Antonio Maura.
Resulta significativa también su participación parlamentaria en la década
de los diez, en 1914 se presentó como diputado por Albacete y en 1916
obtuvo el acta de diputado en representación de Almadén (Ciudad Real).
En sus pocos años de existencia La Tierra sufrió la sombra de la
sospecha sobre su irregular financiación por parte de Juan March. Su
postura en los años treinta, libertaria pero posibilista, defensora a
ultranza de la CNT sin abandonar del todo el campo electoral favorecía
ahora los intereses de Toryho, Marianet y los partidarios de la
colaboración de la Confederación en los ámbitos de poder.
Sus colaboraciones en el periódico, recogidas poco después de terminar
su publicación en el diario en febrero de 1937 por la CRT catalana en un
volumen titulado Apuntes históricos de Solidaridad Obrera. Proceso
histórico de la revolución española, muestran la evolución de su concepto
de revolución ibérica y la adaptación de su discurso al nuevo contexto de
guerra. De forma paralela, su obra Durruti y Ascaso. La CNT y la revolución
de julio, escrita como folleto de propaganda para un público ajeno a la
Confederación, recorre la historia contemporánea de España con la
revolución ibérica como hilo conductor y reafirma y amplía sus teorías
sobre el genio ibérico y el proceso revolucionario. Éste no se limitaría al
episodio del 36-37 en España, sino que se referiría al renacimiento del
genio ibérico en todos los países ibéricos e iberoamericanos. En España,
este proceso radical de transformaciones sociales y políticas vendría
capitaneado por la CNT.
Cánovas Cervantes comienza su relato en el siglo XIX con las
agitaciones campesinas en Andalucía y el nacimiento del movimiento
obrero[22]. Para él, la CNT era la clave para entender el transcurso de la
historia española. Así pues, la dictadura sería la respuesta de una
Monarquía amenazada por la fuerza creciente de la CNT. Explica el
desarrollo de la lucha obrera en la República, combativa con el nuevo
régimen, como una reacción natural del pueblo contra la presión a la que lo
sometían las fuerzas del orden público y la legislación burguesa. Si
durante los años republicanos Cánovas Cervantes había calificado siempre a
la República de reformista ahora no dudaba en acusarla abiertamente de
contrarrevolucionaria[23].
Cánovas concebía la Historia en un sentido más amplio que el que
ofrecía la coyuntura de guerra, de modo que la fundación de la CNT sería el
hito con el que comenzase una revolución que habría con la guerra civil una
nueva etapa. Así, vemos también constantes comparaciones de los nuevos
héroes con otros protagonistas y hechos de la historia de España. En sus
años como director de La Tierra se había dedicado con especial aplicación a
rescribir la historia de España en una clave social y popular, reaccionando
contra el regeneracionismo y contra el espíritu de 1898. Ahora ampliaba
aquellas referencias con nuevas asociaciones que dotaran de continuidad a
una historia revolucionaria de España, como la muerte de Durruti y el dos
de mayo de 1808.
El periodista defendía una postura de apoyo a la CNT como proyecto
interclasista, una gran casa de trabajadores, pero una casa en la que
cupieran todos los españoles, inspirada y animada por el genio libertario
ibérico y los anarquistas de la Confederación y de la FAI. El contexto de
guerra le permitía ratificar la idea que había madurado en los años
anteriores: la posibilidad de la existencia de una CNT abierta a hombres de
espíritu libertario sin necesidad de que tuvieran conocimientos teóricos
sobre el anarquismo ni obedeciesen a la ortodoxia ácrata. Una CNT muy
permisiva en el ámbito ideológico de sus afiliados, pero que representaría
la renovación del pueblo español en su revolución por medio del comunismo
libertario. Para él, comunismo libertario no era más que otra forma de
denominar la forma de organización genuina que culturalmente correspondía a
la raza española. Dicho esto, se comprende que la principal crítica que
hace al periodo de guerra sea precisamente que defendida Barcelona, los
hombres de la Confederación renunciasen a tomar el poder en Cataluña cuando
pudieron, dejando el campo libre, desde su punto de vista, a la
contrarrevolución, que culminaría en los sucesos de mayo del 37.
Proceso Histórico de la Revolución española es, en realidad, una
reafirmación de la labor de denuncia y de presión ejercida desde la extrema
izquierda que La Tierra había protagonizado durante el periodo
republicano[24] y por la que Cánovas Cervantes había terminado en el año 35
en la indigencia, teniendo que recurrir a la amistad de Eduardo de Guzmán
para salir a flote. A pesar de su pesimismo con respecto a la guerra,
Cánovas veía reforzado su pensamiento con el avance en la CNT de un sector
más posibilista que tenía un mayor contacto con el poder político y que
debía responder a la entrada en la CNT de personas que no respondían al
perfil de los militantes de los años anteriores. Unido a esto, aunque los
cenetistas no compartían sus rígidas teorías sobre la Historia y la raza
españolas le permitían al menos difundirlas en sus medios.
El periodista no desperdició la oportunidad que le brindaba
Solidaridad Obrera y aprovechó sus artículos para dejar sentados los
principales ejes de su discurso contra la República burguesa: que ésta era
un engendro de la plutocracia española para desacreditar el régimen
republicano y traer de nuevo la Monarquía a España; que los gobernantes
republicanos habían sido temerariamente aquiescentes con los militares y
represores con el movimiento obrero, al que temían; que el poder fue
contemporizador en exceso con las derechas y el clero; y que la República
encumbró a muchos hombres de la Monarquía en lugar de apoyarse en los
verdaderos republicanos.
Podemos concluir que, si bien se trataba de un proyecto minoritario,
La Tierra y sus colaboradores estuvieron presentes en cada uno de los
golpes de fuerza de las izquierdas contra la República y contribuyendo con
su labor al desgaste de los gobernantes del primer bienio y a la fractura
social y política que desembocaría en la Guerra Civil. La propia guerra
propició la incorporación de estos periodistas, políticos, etc., a la CNT
donde continuaron con su labor. A pesar de su toma de responsabilidades en
la organización, tuvieron una acogida desigual por parte de los militantes
históricos que se encontraban tratando de resolver sus propias
contradicciones en el nuevo periodo.

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[1] Los capitanes Fermín Galán y Ángel García Hernández, fusilados como
consecuencia del frustrado levantamiento republicano en diciembre de 1930.
Fermín Galán había destacado entre los jóvenes militares de izquierdas por
su marcado afán revolucionario y sus simpatías anarquistas.
[2] En el ámbito de la prensa destaca el periódico madrileño La Tierra (16
diciembre 1930/8 de junio 1935), verdadero punto de encuentro y portavoz de
izquierdistas y libertarios. Muestra de ello era las habituales firmas de
personajes como el federal Eduardo Barriobero, el Social Revolucionario
José Antonio Balbontín, los anarquistas Jacinto Toryho y Eduardo C. Carbó,
o los militares revolucionarios como Ramón Franco, Carlos Cuerda o Salvador
Sediles. El diario, dirigido por Salvador Cánovas Cervantes, tuvo una
tirada variable, que rondaba los 10.000 ejemplares, se difundía
principalmente en Madrid, pero llegaba también a las provincias, en algunas
de ellas, como Bilbao o Barcelona, contaba con muchos lectores.
La Tierra defendía a la CNT como única organización capaz de lograr la
revolución social, demandaba la unidad obrera y, a pesar de tratarse de un
periódico independiente, ejercía de portavoz oficioso de la CNT cuando ésta
lo necesitaba. El apoyo del periódico a diversas candidaturas de extrema
izquierda enrarecían sus relaciones entre la Confederación, sin llegar
nunca a destruirlas. Llegada la guerra civil, la mayoría de sus
colaboradores y redactores se encuadraron en torno a la CNT participando
activamente en la obra constructiva de la revolución de una u otra manera.
[3] Una vez proclamada la República los aviadores que habían liderado el
levantamiento de Cuatro Vientos regresaron a Madrid, donde fueron recibidos
con alegría y honores. Fueron conducidos al Ateneo, desde cuyo balcón el
carismático Ramón Franco lanzó su primer mensaje revolucionario al naciente
régimen: "Ciudadanos, el mundo entero está maravillado del modo admirable
como España ha implantado la República. No creáis que todo está hecho. Es
preciso defenderlo, si es preciso, con nuestra sangre y nuestras cabezas",
"Llegan los buenos. Regreso de Queipo de Llano, Franco y otros emigrados",
La Tierra, 17-IV-1931.
[4] "(...) consolidar la república consiste en consolidar a los actuales
ministros provisionales en sus puestos, y que quien trate de censurar o
atacar a uno de ustedes censura y ataca a la República", Rexach, "¿Por qué
fui detenido en Sevilla?", La Tierra, 20-VII-1931.
[5] "LA TIERRA defiende hoy, como siempre, la república; pero no una
república reaccionaria y burguesa que sea un fin en sí misma, sino una
república generosa, comprensiva y cordial, que sea camino, medio,
instrumento adecuado para llegar en el plazo mínimo a las máximas audacias
revolucionarias", Ezequiel Endériz, "¡Así no se va a ninguna parte! Se
pretende resucitar a Casares, Marcelino y Azaña", La Tierra, 8-I-1934.
[6] Salvador Cánovas Cervantes, "Huellas. ¿Pero qué República es ésta?", La
Tierra, 12-VII-1934. Ricardo Baroja dedicaba palabras mucho más duras a los
políticos republicanos: "La enorme, la constante equivocación de los
políticos españoles, ha sido y es la de creer que ellos conducían y
conducen al pueblo. Lo que generalmente ocurre es que el político no es más
que una hueca calabaza o un corcho que flota en la cima de la ola popular y
es llevado por ella, o si no, un escualo que nada entre dos aguas", Ricardo
Baroja, "Ventana abierta. Antidemocracia" La Tierra, 2-VI-1934.
[7] "El periodismo no es un oficio ni una profesión, sino una vocación y un
sacerdocio. Sólo pensando así, y estando dispuesto a dejar en las columnas
del diario jirones de la carne, del espíritu y de la honra se puede dirigir
e inspirar un diario.
Quien no piense así no puede llamarse periodista, porque tan sólo
conseguirá ser un vulgar mercenario "condottiero" de la pluma, cuyo final
trágico ha de ser cosa fácil de vaticinar", Salvador Cánovas Cervantes, "el
mayor peligro para la revolución española es la Prensa de Empresa. Sostuvo
a la Monarquía, permitió durante siete años la Dictadura y es enemiga
encubierta de la República", La Tierra, 16-IX-1932.
[8] Salvador Cánovas Cervantes, "Componentes de la civilización ibérica. No
se puede ser un revolucionario constructivo sin conocer profundamente la
psicología de nuestro pueblo", La Tierra, 27-X-1932.
[9] La Tierra tuvo que responder a este tipo de comentarios desde sus
comienzos, lo vemos ya en diciembre de 1930, a los días de aparecer el
primer número: Ezequiel Endériz, "Nuestro dinero", La Tierra, 18-XII-1930.
La cuestión de March se generalizó un año más tarde como consecuencia del
enfrentamiento abierto entre el ministro Miguel Maura, el Director General
de Seguridad, Ángel Galarza y la redacción del periódico tras los sucesos
de la quema de conventos en Madrid en mayo.
[10] El año 1933 se despidió con tres frustraciones para La Tierra: el
fracaso de la candidatura que varios de sus redactores presentaban junto
con el PSI; el del último movimiento insurreccional anarquista, en
diciembre de ese mismo año; y la vuelta, con el nuevo Gobierno, de las
maneras represivas y de censura de la Monarquía, que terminaron por
asfixiar económicamente al periódico.
[11] Ricardo Baroja, "El último baluarte republicano", La Tierra, 4-VII-
1934.
[12] Muchas fueron las obras que en primera persona referían los hechos de
Jaca y Cuatro Vientos defendiendo este argumento. Sin duda, las más
representativas de lo que decimos son: Sediles, Salvador, Voy a decir la
verdad, Zeus, Madrid, 1931; Franco, Ramón, Decíamos ayer, Maucci,
Barcelona, 193?; y Marsá, Graco, La sublevación de Jaca. Relato de un
rebelde, Zeus, Madrid, 1931.
[13] El mayor defensor de esta teoría era el propio Cánovas Cervantes.
Muchos de sus colaboradores habían sido seducidos inicialmente por la
revolución rusa o pero poco a poco fueron distanciándose y perdiendo sus
simpatías hacia el comunismo.
[14] Salvador Cánovas Cervantes, "Hacia otra España. Carta abierta a D.
Ramón Latre", La Tierra, 10-II-1933.
[15] "Yo he vivido muy de cerca este periodo. Testigo presencial de muchos
sucesos, he podido comprobar -con hondo dolor, con una pena lacerante- cómo
la República soñada se prostituía en manos incapaces; cómo dejaba de ser el
régimen de paz y justicia anhelado. He visto cómo se traicionaba a un
pueblo que no acababa de convencerse de la traición; cómo la brutalidad se
enseñoreaba de España; cómo los guardias disparaban sin razón ni motivo;
cómo los gobernantes tenían el mismo concepto vandálico que sus
predecesores monárquicos del principio de autoridad; cómo la gente caía
anhelante de justicia; cómo las bocas que pedían pan se cerraban con
plomo", Guzmán, Eduardo de, La España Trágica, Imprenta Hijos de Tomás
Minuesa, Madrid, 1932.
[16] Ya hemos dicho que la crítica al socialenchufismo no era exclusiva de
La Tierra, sus mismos redactores no se contentaban con machacar a los
políticos desde sus columnas, publicando tablas con sus sueldos o haciendo
mofa pública de sus habilidades para acaparar cargos o colocar a sus amigos
y familiares, también en sus libros dedicaban espacio a este fenómeno. Es
el caso de Ramiro Gómez Fernández, reportero político, quien en Gritos en
el Parlamento (Imprenta hijos de Tomás Minuesa, Madrid, 1933) demuestra un
gran empeño por descalificar la conducta del socialista Manuel Cordero.
[17] A pesar de su concurrencia a las elecciones, Cánovas Cervantes en la
inauguración de un centro del Partido Social Revolucionario Ibérico en
marzo del mismo año, al analizar los objetivos electorales del partido
declaraba que todo programa quedaba condicionado a la actividad
revolucionaria de la CNT, que ellos secundarían.
[18] "Crea el camarada Muñoz que si hubiésemos luchado por Málaga o
cualquier otra ciudad donde las organizaciones proletarias tienen fuerza,
también hubiésemos sido derrotados. A tales extremos llega el encono y el
concepto apolítico de determinados elementos directivos. Punto de vista
pueril que nosotros no compartimos y que no hemos podido entender todavía.
Un buen revolucionario no puede despreciar ninguno de los elementos de
ataque y de propaganda que se pongan a su alcance para conseguir el triunfo
de la revolución. Si lo hace, es un traidor", "Réplica a un camarada amigo
de "LA TIERRA. Por qué no fuimos diputados por Sevilla", La Tierra, 28-XII-
1933.
[19] "Los Apuntes Históricos de Solidaridad Obrera" –la secció que escrivia
Cánovas Cervantes- havia acabat els darrers dies del mes de febrer de 1937
i, d'inmediat, va ésser anunciada la posterior recopilació i edició
d'aquests articles en un volum que va veure la llum a principis d'abril.
L'editaren les Oficines de Premsa de la CNT que feren molt soroll a la seva
presentació des d'un stand col.locat a la Rambla de Canaletes", Tavera,
Susana, Solidaridad Obrera. El fer-se i desfer-se d'un diari anarco-
sindicalista (1915-1939), Diputació de Barcelona, Premià de Mar, 1992.
[20] Sobre el conflicto de los periodistas de la CNT: Tavera, Susana y
Ucelay-Da Cal, "Grupos de afinidad, disciplina bélica y periodismo
libertario, 1936-1938", Historia Contemporánea, nº 9, 1993.
[21] La respuesta de Jacinto Toryho a esas acusaciones vertidas en el
Pravda del 22 de marzo de 1937 fue: "Como nota aclaratoria hemos de añadir
que S. Cánovas Cervantes no ha pertenecido a la Redacción de nuestro
diario, en el que ha colaborado durante dos meses publicando una serie de
magníficos apuntes históricos, próximos a aparecer, editados en un tomo de
cuatrocientas páginas; con anterioridad a los trabajos de que es autor el
camarada Th., enjuiciando la labor tendenciosa y falsa de los
corresponsales en España de los colegas rusos "Pravda" e "Izvestia", el
camarada Cánovas Cervantes había retirado voluntariamente su colaboración
de nuestro periódico. Hemos de protestar también del calificativo de
"fascista" que en el artículo transcrito se adjudica al periódico madrileño
"La Tierra", el que con más gallardía y virilidad luchó contra la Monarquía
y en pro de la República", AHN, S. Guerra Civil, Salamanca, Serie PS
Barcelona, C. 1568.
[22] Eduardo de Guzmán relata una escena en un café de Madrid el 20 de
julio de 1936, en la que interviene Cánovas Cervantes: "Alea jacta est
–comenta satisfecho Félix Paredes, compañero de "La Libertad"-. Antes de
que concluya la semana se repetirá, centuplicado, lo del diez de agosto.
-Desgraciadamente no será así –afirma Cánovas Cervantes-. Aunque no acabéis
de creerlo, estamos en los comienzos de la cuarta guerra civil. Y será cien
veces peor que las anteriores.
Director de "La Tierra" y antes de "La Tribuna" –dos periódicos ya
desaparecidos-, Cánovas Cervantes tiene verdadera obsesión con el agitado
siglo XIX español, plenamente convencido de que cuanto sucede ya vencido el
primer tercio del XX es continuación clara y consecuencia inevitable de los
problemas que no se resolvieron en España en momento adecuado. Da por
descontado que la vieja reacción española no se dará ahora fácilmente por
vencida, como no se lo dio en las contiendas civiles de la centuria
pasada", Guzmán, Eduardo de, La muerte de la esperanza, Ed. G. del Toro,
Madrid, 1973, pp. 181-182.
[23] "No era extraño, porque como ya hemos dicho los improvisados partidos
que se crearon al advenimiento de la República estaban formados por
monárquicos convertidos al republicanismo y elegidos de antemano por la
plutocracia para llevar a cabo, desde el poder, la contrarrevolución",
Cánovas, op. cit., p. 16.
[24] Son constantes las referencias a dicho periódico, sin citarlo
directamente.
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